Abandonados y olvidados [Mastereado]
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
El bueno de Vincent sentiría obrar la magia tan pronto como la losa de piedra se hubo desplazado lo suficiente para permitir el paso de un hombre. Alward y Katrina solo percibirían una gélida ráfaga penetrando repentinamente en la ya de por sí fresca cámara.
El viento atravesó la sala iluminando a su paso las estrellas del techo, bajo cuya luz, los puestos en torno a la mesa fueron ocupados por seres de rostros pálidos y desdibujados. Sus voces gritaban en susurros por encima del viento, que viajaba en círculos en torno a ellos, y del lento y pesado movimiento de la losa de piedra.
—Recuerda lo que debe recordarse —decían unos.
—Vida antes que muerte —murmuraban otros.
—Recuerda lo que debe recordarse.
—Fuerza antes que debilidad.
—Recuerda lo que debe recordarse.
—Viaje antes que destino.
—Recuerda lo que debe recordarse.
Superponiéndose unas sobre otras, las voces repetían su letanía en un crescendo que se detuvo en el mismo momento que la losa de piedra. El viento cambió entonces su rumbo y empujó sin piedad a los tres peregrinos a través del vano con un último Recuerda lo que debe recordarse retumbando aún en sus oídos.
Katrina daba vueltas en torno a su pequeño cuarto. Cuatro pasos a lo largo, giro, dos pasos a través, giro, cuatro pasos más, giro. Le habían dicho que debía pasar el día en contemplación, preparando cuerpo y mente para la ceremonia de la noche, pero… ¡era su último día! Después de beber la sangre de Erik, ya nunca volvería a ver la luz del sol. ¿Se atrevería a desobedecer?
Vida antes que muerte.
El tiempo era fresco, pero el cielo estaba despejado y, cuando no se movía el viento, podía sentir un poco del calor que emanaba el sol. Sentada sobre una lápida tumbada y abandonada, cerró los ojos y dirigió el rostro hacia el lejano astro en una muda despedida.
—Deberías marcharte mientras estás a tiempo, niña —dijo una voz a su lado—. Él ni siquiera te mira. No como a ti te gustaría, al menos.
Abrió los ojos y miró tras de sí, pero no había nadie allí. Se volvió de nuevo y alzó la vista hacia… Erik. Con esa sonrisa de aprobación y orgullo tan buscada y tan escasa, la invitaba a acercarse, a arrodillarse ante él y recibir la ofrenda que la uniría para siempre a las Sierpes. Un pequeño corte en el brazo y…
—Bebe.
Obediente, Katrina acercó los labios.
—¡NO, HIJA, NO LO HAGAS!
El grito quedó ahogado por un golpe sordo. Katrina se volvió y vio cómo una figura encapuchada arrastraba a una mujer inconsciente hacia el interior de una cabaña en llamas. ¿La conocía?
—Bebe.
Erik. Erik la había salvado, le debía su vida y su obediencia.
—¡KATRINA, AYÚDAME, POR FAVOR!
Esta vez era un hombre quien la llamaba. Un hombre joven atrapado en un gigantesco espino. Las ramas se cerraban poco a poco en torno a su cuerpo, empujando una máscara resquebrajada, desgarrando su carne.
—Bebe.
Frente a ella, Erik sonreía con aparente paciencia, pero sus ojos fríos daban un claro mensaje de las consecuencias que le esperaban si se demoraba en obedecer.
—Bebe.
A su izquierda, un grito de mujer se alzó entre el crepitar de las llamas. Su voz parecía querer despertar algo en el fondo de su mente, un recuerdo que se desvanecía cuando trataba de aferrarse a él.
—Bebe.
A su derecha, aquel desconocido que la llamaba por su nombre empezaba a tener dificultades para pedir ayuda a medida que el ramaje se cerraba en torno a su cuello.
—Bebe.
Un cosquilleo en su nuca la hizo volverse. El murciélago la observaba.
—Recuerda lo que debe recordarse.
El arquero y el joven Sevna corrieron entre las calles hasta llegar a los puntos donde, se suponía, estaría el foco del incendio y, por ende, los culpables.
Habían un par de ciudadanos intentando apagar el fuego con baldes de agua para que no se extendiera, pero ya parecía casi inevitable, aunque no se daban por vencidos.
Cuando los mercenarios llegaron, los presentes les miraron pero sin prestarle demasiada atención, ya que tenían una tarea importante en medio. Habían cajas, barriles, sacos, carros... Todo puesto en medio de las calles a modo de barricada e incendiado. Sin duda los culpables tenían una estrategia, y era la de quemar toda la zona del puerto para que la flota no pudiese desembarcar, avanzar o entrar a la ciudad, a pesar del coste de posibles vidas que eso conllevaría.
-¿Habéis visto a los culpables?-Preguntó el joven Sevna a uno de los hombres de allí
Este le miró, negó con la cabeza y siguió intentando apagar el fuego
-Ha ocurrido todo muy rápido, cuando nos quisimos dar cuenta, ¡Ya estaba todo ardiendo!
-¡Habrán sido esos vampiros malnacidos!-Soltó otro de los presentes de allí sin apartar la vista de su trabajo
Los dos mercenarios se miraron, preocupados y furiosos por tal acto. Tras eso, Emmanuel, se encapuchó, sacó su arco y una flecha de su carcaj, mirando a los alrededores por si veía algo o alguien sospechoso, mientras se alejaba a paso lento de la barricada incendiada. Alward entonces le siguió, ayudándole en su cometido. Ambos retrocedían calle abajo con pies de plomo y vista de lince.
De pronto, varias figuras humanoides cruzaron la calle más adelante, internándose en un callejón. Emmanuel echó a correr y Alward junto a él. Cualquier acción fuera de la normal delataría a quien fuese como culpable, al menos por lo general. Así que los mercenarios no dudaron en sonsacar el repentino misterio a la luz.
La carrera acabó en mitad del callejón desolado, al igual que resto de calles, aunque este tenía la particularidad de oler bastante peor y ser más estrecho.
Uno de las figuras fue atravesada brutalmente por el impacto de un virote prendido en fuego. El destinatario en cuestión empezó a prenderse en llamas y soltar gritos agónicos de dolor mientras caía al suelo en un intento nefasto por apagar las llamas, era inútil.
Aquel grupo extraño de cinco componentes, sin contar al que había sido prendido en fuego, intentó huir, pero los mercenarios le cortaban el paso.
-...¿Vampiros?-Preguntó llevándose ambas manos hacia la espalda y posarlas sobre las empuñaduras de sus dos espadas
-¿Tú qué crees?-Dijo uno de ellos, relamiéndose los labios y dejando escapar una sonrisa maliciosa y, a su vez, unos colmillos brillantes.
Emmanuel tensó su arco, pero luego suspiró y volvió a aflojarlo.
—Deberíamos largarnos —dijo—. ¿No es eso lo que hizo el rey? Salir corriendo para salvarse de la epidemia y dejar la ciudad en manos de estos salvajes. ¿Para qué le estamos ayudando a volver? Hundamos esta maldita ciudad y adiós al problema.
—Hazle caso, chico —dijo el vampiro—. Hoy nos expulsáis de aquí y mañana ¿qué? Un loco se alza amasando poder para someter al mundo, una organización trabaja en las sombras para manipular y asesinar a todo aquel que no se alíe con sus propósitos. Una epidemia, un nigromante… Siempre hay alguna excusa. ¿Y qué hace la gente para evitar que la vapuleen y utilicen?
—Nada —respondió Emmanuel—. Olvidar, peor, desdeñar a aquellos que intentan hacer algo.
Mientras hablaban, un cerco de vampiros se cernía en torno a arquero y espadachín, rodeándolos excepto por una ligera apertura, una invitación, una salida.
—Vámonos, Alward. No vale la pena. El mundo está condenado, ¿recuerdas?
Y Alward recordó.
Vincent cabalgaba de espaldas sobre Montaña, su flamante upelero de carreras, para disfrutar de las vistas de sus contrincantes quedándose atrás. Pronto tendría que darse la vuelta, sin embargo, pues se acercaba la parte más complicada de la competición: la carrera de obstáculos. Había sido debidamente informado sobre lo que encontraría en esa parte del evento, por supuesto.
Primero estaba el abismo de lava, un precipicio incandescente de unos cinco espanes de ancho. Dudaba que Montaña fuera capaz de salvar esa distancia de un salto, pero él era un hombre de recursos, se las arreglaría.
Después, venía el túnel de los kobold rabiosos. Una larga y oscura caverna llena a rebosar de esos bichos. Serían muchos, sí, pero no eran tipos muy fuertes. Nada que no pudiera manejar.
Más peligroso sería atravesar el espeso bosque de los dríopes a lomos de un upelero, pero después de eso, podrían tomarse un descanso en el manantial de la sanación desde donde, retomadas las fuerzas, continuarían la carrera por las principales calles de Lunargenta. Los contendientes debían dejarse ver y adular, después de todo.
A la salida de la ciudad, el circuito se dividía en tres ramales. Aún no había decidido cuál de ellos tomaría, pero sabía que en uno de ellos tendría que sortear los trasgos que lanzaba al aire una mujer morena, en otro, una joven de blancos cabellos invocaba terroríficas sombras que obstaculizarían su camino y, en el tercero, debería cargar con una brujilla peleona a través de un campamento de bandidos.
Le habían explicado que había más obstáculos, pero serían diferentes en función del camino elegido. De alguna manera, sin embargo, la meta era la misma para todos los participantes. No tenía muy claro cuál era, pero todos sabían que sería grandiosa. Después de todo, ¿quién se enfrentaría a semejante carrera si no?
Sabía muchas cosas, Vincent, y las que aún no sabía, no tardaría en descubrirlas. Como, por ejemplo, que el abismo de lava lo guardaba un dragón de… hielo, por alguna razón; que los kobolds tenían algún tipo de mascota reptante; que el circuito por Lunargenta atravesaba la plaza del mercado en hora punta; o que, en el manantial de la sanación, una hermosa sacerdotisa elfa trataría de convencerlo de abandonar la carrera.
Muchas cosas sabía el brujo, pero no lo sabía todo. Después de todo, ¿dónde estaba la emoción si ya se conocía el resultado?
Una última prueba. Puede.
Katrina: ¿Vida o muerte? Tengo curiosidad por tu elección.
Alward: He tomado prestado uno de tus textos ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), espero que no te importe. La cuestión es: si volvieras atrás en el tiempo, sabiendo todo lo que ahora sabes, ¿tomarías las mismas decisiones? ¿Merece la pena tanto esfuerzo? Al igual que en el fragmento sobre Katrina, siéntete libre de saltar a otros episodios de la vida del joven caballero. O no, eso es cosa tuya. En cualquier caso, fuerza antes que debilidad.
Vincent: Tienes un buen viaje por delante: tu objetivo será atravesar la carrera de obstáculos. Más allá de los detalles especificados, tienes libertad interpretativa.
El viento atravesó la sala iluminando a su paso las estrellas del techo, bajo cuya luz, los puestos en torno a la mesa fueron ocupados por seres de rostros pálidos y desdibujados. Sus voces gritaban en susurros por encima del viento, que viajaba en círculos en torno a ellos, y del lento y pesado movimiento de la losa de piedra.
—Recuerda lo que debe recordarse —decían unos.
—Vida antes que muerte —murmuraban otros.
—Recuerda lo que debe recordarse.
—Fuerza antes que debilidad.
—Recuerda lo que debe recordarse.
—Viaje antes que destino.
—Recuerda lo que debe recordarse.
Superponiéndose unas sobre otras, las voces repetían su letanía en un crescendo que se detuvo en el mismo momento que la losa de piedra. El viento cambió entonces su rumbo y empujó sin piedad a los tres peregrinos a través del vano con un último Recuerda lo que debe recordarse retumbando aún en sus oídos.
Katrina daba vueltas en torno a su pequeño cuarto. Cuatro pasos a lo largo, giro, dos pasos a través, giro, cuatro pasos más, giro. Le habían dicho que debía pasar el día en contemplación, preparando cuerpo y mente para la ceremonia de la noche, pero… ¡era su último día! Después de beber la sangre de Erik, ya nunca volvería a ver la luz del sol. ¿Se atrevería a desobedecer?
Vida antes que muerte.
El tiempo era fresco, pero el cielo estaba despejado y, cuando no se movía el viento, podía sentir un poco del calor que emanaba el sol. Sentada sobre una lápida tumbada y abandonada, cerró los ojos y dirigió el rostro hacia el lejano astro en una muda despedida.
—Deberías marcharte mientras estás a tiempo, niña —dijo una voz a su lado—. Él ni siquiera te mira. No como a ti te gustaría, al menos.
Abrió los ojos y miró tras de sí, pero no había nadie allí. Se volvió de nuevo y alzó la vista hacia… Erik. Con esa sonrisa de aprobación y orgullo tan buscada y tan escasa, la invitaba a acercarse, a arrodillarse ante él y recibir la ofrenda que la uniría para siempre a las Sierpes. Un pequeño corte en el brazo y…
—Bebe.
Obediente, Katrina acercó los labios.
—¡NO, HIJA, NO LO HAGAS!
El grito quedó ahogado por un golpe sordo. Katrina se volvió y vio cómo una figura encapuchada arrastraba a una mujer inconsciente hacia el interior de una cabaña en llamas. ¿La conocía?
—Bebe.
Erik. Erik la había salvado, le debía su vida y su obediencia.
—¡KATRINA, AYÚDAME, POR FAVOR!
Esta vez era un hombre quien la llamaba. Un hombre joven atrapado en un gigantesco espino. Las ramas se cerraban poco a poco en torno a su cuerpo, empujando una máscara resquebrajada, desgarrando su carne.
—Bebe.
Frente a ella, Erik sonreía con aparente paciencia, pero sus ojos fríos daban un claro mensaje de las consecuencias que le esperaban si se demoraba en obedecer.
—Bebe.
A su izquierda, un grito de mujer se alzó entre el crepitar de las llamas. Su voz parecía querer despertar algo en el fondo de su mente, un recuerdo que se desvanecía cuando trataba de aferrarse a él.
—Bebe.
A su derecha, aquel desconocido que la llamaba por su nombre empezaba a tener dificultades para pedir ayuda a medida que el ramaje se cerraba en torno a su cuello.
—Bebe.
Un cosquilleo en su nuca la hizo volverse. El murciélago la observaba.
—Recuerda lo que debe recordarse.
El arquero y el joven Sevna corrieron entre las calles hasta llegar a los puntos donde, se suponía, estaría el foco del incendio y, por ende, los culpables.
Habían un par de ciudadanos intentando apagar el fuego con baldes de agua para que no se extendiera, pero ya parecía casi inevitable, aunque no se daban por vencidos.
Cuando los mercenarios llegaron, los presentes les miraron pero sin prestarle demasiada atención, ya que tenían una tarea importante en medio. Habían cajas, barriles, sacos, carros... Todo puesto en medio de las calles a modo de barricada e incendiado. Sin duda los culpables tenían una estrategia, y era la de quemar toda la zona del puerto para que la flota no pudiese desembarcar, avanzar o entrar a la ciudad, a pesar del coste de posibles vidas que eso conllevaría.
-¿Habéis visto a los culpables?-Preguntó el joven Sevna a uno de los hombres de allí
Este le miró, negó con la cabeza y siguió intentando apagar el fuego
-Ha ocurrido todo muy rápido, cuando nos quisimos dar cuenta, ¡Ya estaba todo ardiendo!
-¡Habrán sido esos vampiros malnacidos!-Soltó otro de los presentes de allí sin apartar la vista de su trabajo
Los dos mercenarios se miraron, preocupados y furiosos por tal acto. Tras eso, Emmanuel, se encapuchó, sacó su arco y una flecha de su carcaj, mirando a los alrededores por si veía algo o alguien sospechoso, mientras se alejaba a paso lento de la barricada incendiada. Alward entonces le siguió, ayudándole en su cometido. Ambos retrocedían calle abajo con pies de plomo y vista de lince.
De pronto, varias figuras humanoides cruzaron la calle más adelante, internándose en un callejón. Emmanuel echó a correr y Alward junto a él. Cualquier acción fuera de la normal delataría a quien fuese como culpable, al menos por lo general. Así que los mercenarios no dudaron en sonsacar el repentino misterio a la luz.
La carrera acabó en mitad del callejón desolado, al igual que resto de calles, aunque este tenía la particularidad de oler bastante peor y ser más estrecho.
Uno de las figuras fue atravesada brutalmente por el impacto de un virote prendido en fuego. El destinatario en cuestión empezó a prenderse en llamas y soltar gritos agónicos de dolor mientras caía al suelo en un intento nefasto por apagar las llamas, era inútil.
Aquel grupo extraño de cinco componentes, sin contar al que había sido prendido en fuego, intentó huir, pero los mercenarios le cortaban el paso.
-...¿Vampiros?-Preguntó llevándose ambas manos hacia la espalda y posarlas sobre las empuñaduras de sus dos espadas
-¿Tú qué crees?-Dijo uno de ellos, relamiéndose los labios y dejando escapar una sonrisa maliciosa y, a su vez, unos colmillos brillantes.
Emmanuel tensó su arco, pero luego suspiró y volvió a aflojarlo.
—Deberíamos largarnos —dijo—. ¿No es eso lo que hizo el rey? Salir corriendo para salvarse de la epidemia y dejar la ciudad en manos de estos salvajes. ¿Para qué le estamos ayudando a volver? Hundamos esta maldita ciudad y adiós al problema.
—Hazle caso, chico —dijo el vampiro—. Hoy nos expulsáis de aquí y mañana ¿qué? Un loco se alza amasando poder para someter al mundo, una organización trabaja en las sombras para manipular y asesinar a todo aquel que no se alíe con sus propósitos. Una epidemia, un nigromante… Siempre hay alguna excusa. ¿Y qué hace la gente para evitar que la vapuleen y utilicen?
—Nada —respondió Emmanuel—. Olvidar, peor, desdeñar a aquellos que intentan hacer algo.
Mientras hablaban, un cerco de vampiros se cernía en torno a arquero y espadachín, rodeándolos excepto por una ligera apertura, una invitación, una salida.
—Vámonos, Alward. No vale la pena. El mundo está condenado, ¿recuerdas?
Y Alward recordó.
Vincent cabalgaba de espaldas sobre Montaña, su flamante upelero de carreras, para disfrutar de las vistas de sus contrincantes quedándose atrás. Pronto tendría que darse la vuelta, sin embargo, pues se acercaba la parte más complicada de la competición: la carrera de obstáculos. Había sido debidamente informado sobre lo que encontraría en esa parte del evento, por supuesto.
Primero estaba el abismo de lava, un precipicio incandescente de unos cinco espanes de ancho. Dudaba que Montaña fuera capaz de salvar esa distancia de un salto, pero él era un hombre de recursos, se las arreglaría.
Después, venía el túnel de los kobold rabiosos. Una larga y oscura caverna llena a rebosar de esos bichos. Serían muchos, sí, pero no eran tipos muy fuertes. Nada que no pudiera manejar.
Más peligroso sería atravesar el espeso bosque de los dríopes a lomos de un upelero, pero después de eso, podrían tomarse un descanso en el manantial de la sanación desde donde, retomadas las fuerzas, continuarían la carrera por las principales calles de Lunargenta. Los contendientes debían dejarse ver y adular, después de todo.
A la salida de la ciudad, el circuito se dividía en tres ramales. Aún no había decidido cuál de ellos tomaría, pero sabía que en uno de ellos tendría que sortear los trasgos que lanzaba al aire una mujer morena, en otro, una joven de blancos cabellos invocaba terroríficas sombras que obstaculizarían su camino y, en el tercero, debería cargar con una brujilla peleona a través de un campamento de bandidos.
Le habían explicado que había más obstáculos, pero serían diferentes en función del camino elegido. De alguna manera, sin embargo, la meta era la misma para todos los participantes. No tenía muy claro cuál era, pero todos sabían que sería grandiosa. Después de todo, ¿quién se enfrentaría a semejante carrera si no?
Sabía muchas cosas, Vincent, y las que aún no sabía, no tardaría en descubrirlas. Como, por ejemplo, que el abismo de lava lo guardaba un dragón de… hielo, por alguna razón; que los kobolds tenían algún tipo de mascota reptante; que el circuito por Lunargenta atravesaba la plaza del mercado en hora punta; o que, en el manantial de la sanación, una hermosa sacerdotisa elfa trataría de convencerlo de abandonar la carrera.
Muchas cosas sabía el brujo, pero no lo sabía todo. Después de todo, ¿dónde estaba la emoción si ya se conocía el resultado?
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Una última prueba. Puede.
Katrina: ¿Vida o muerte? Tengo curiosidad por tu elección.
Alward: He tomado prestado uno de tus textos ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), espero que no te importe. La cuestión es: si volvieras atrás en el tiempo, sabiendo todo lo que ahora sabes, ¿tomarías las mismas decisiones? ¿Merece la pena tanto esfuerzo? Al igual que en el fragmento sobre Katrina, siéntete libre de saltar a otros episodios de la vida del joven caballero. O no, eso es cosa tuya. En cualquier caso, fuerza antes que debilidad.
Vincent: Tienes un buen viaje por delante: tu objetivo será atravesar la carrera de obstáculos. Más allá de los detalles especificados, tienes libertad interpretativa.
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Alward avanzó un paso con firmeza. Levantó su mano en un gesto de calma y retiró la máscara que ocultaba su rostro. Su rostro, ahora desvelado, reflejaba la determinación que ardía en su interior. Miró al brujo transmitiendo una mezcla de gratitud y autenticidad.
-No es un engaño, Vincent.-Su voz se escucho por toda la cámara.-Zydan es una guía que me inspira a luchar por una causa justa. Pero tienes razón, no debo dejar que esta búsqueda haga desvanecer mi propia identidad. Gracias por recordármelo.-La máscara es una imposición para defender lo único que le queda, y aunque no sea de su agrado el llevarla, lo hace sin rechistar.-...Y también es para protegerme de las garras de las Sierpes...-Dijo esto último con un tono de voz más bajo.
Alward observó el mosaico en el techo con una mirada experta. Los patrones de constelaciones antiguas le eran familiares, y sus ojos recorrieron los relieves con respeto y comprensión. Mientras Vincent interactuaba con las estrellas, Alward y Katrina lo siguieron con su mirada con atención. Sus sentimientos oscilaban entre la ansiedad y la esperanza. Un leve fruncimiento de ceño surcó su rostro cuando el mecanismo no respondió a los primeros intentos del brujo, preocupado por la seguridad de su amigo en aquel lugar elevado.
-Cuidado, Vin, no vayas a lastimarte.-Advirtió con una voz llena de genuina preocupación, sus ojos clavados en el brujo mientras giraba las estrellas.
Las conjeturas y teorías que Vincent presentaba sobre el enigma del mosaico capturaron el interés de Alward y Katrina. A medida que los acontecimientos se desarrollaban, su sorpresa se transformaba en admiración por la astucia y la determinación de su compañero. A medida que las constelaciones encajaban en su lugar, los engranajes del mecanismo de la puerta comenzaron a girar, y la tenacidad de Vincent demostró ser un faro en las brumas del enigma.
La antigua sala parecía vibrar con la energía del éxito. La puerta inamovible comenzó por fin a moverse, revelando el camino a seguir. Alward se adelantó hacia la entrada, con su espíritu lleno de anticipación y gratitud por la inteligencia y la valentía de su amigo.
En el rincón de su visión, notó a Katrina, una presencia etérea y muda que siempre estaba ahí. Su compañera silenciosa les acompañaba, transmitiendo apoyo a través de sus pensamientos compartidos. Aunque no hablara con palabras, sus ojos brillantes y su magia de voz en la mente de sus amigos decían todo lo que necesitaban escuchar en aquel momento de triunfo y descubrimiento.
Todo parecía estar saliendo bien por primera vez en mucho tiempo.
De pronto, el impacto de una magia desconocida para el Sevna se extendió a través de la sala, un eco místico que resonó en las fibras de su ser. El humano pudo sentir cómo el viento gélido, que ahora traspasaba la entrada entreabierta, se convertía en el mensajero de algo más allá de la comprensión. Sus ojos se ensancharon ligeramente mientras observaba cómo la losa de piedra se abría, liberando un poder ancestral que llevaba siglos aguardando ser redescubierto.
Katrina, por su parte, sintió la onda de energía mágica que atravesó la sala, provocando un suave escalofrío que recorrió su columna vertebral. Su peculiar conexión con el éter le permitió captar los matices sutiles de esta manifestación, aunque su expresión tranquila no se inmutó. Se mantenía en alerta, sus ojos centelleando con una mezcla de cautela y curiosidad mientras observaba el evento que se desarrollaba frente a ellos.
El viento, al cortar la penumbra de la cámara, desveló un espectáculo asombroso. Las estrellas del techo arrojaban destellos de luz sobre figuras espectrales que se materializaban en torno a una antigua mesa. Alward y Katrina vieron cómo sus contornos se formaban gradualmente, seres de palidez etérea cuyos rostros carecían de nitidez, como si pertenecieran a tiempos olvidados.
Las voces, apenas un susurro, resonaron en la sala como un eco lejano que reverberaba en los confines de la realidad. Alward frunció el ceño mientras escuchaba las palabras que se entrelazaban y repetían, como hilos de un antiguo tejido cuyo significado se resistía a revelarse por completo. Sintió una extraña familiaridad en ellas, como si fueran fragmentos de una verdad ancestral que habían llegado a sus oídos en sueños y visiones.
Katrina, en su quietud serena, observaba a los seres desdibujados con una mezcla de respeto y enigma.
Alward se esforzaba por desentrañar el mensaje oculto, su mente captando las palabras mientras su corazón latía en sintonía con el misterio de la escena. Las voces parecían tocar las fibras mismas de su ser, resonando con una verdad profunda que desafiaba la comprensión convencional.
La culminación del ritual hizo que el viento cambiara su rumbo, empujando con fuerza a los tres peregrinos.
-No es un engaño, Vincent.-Su voz se escucho por toda la cámara.-Zydan es una guía que me inspira a luchar por una causa justa. Pero tienes razón, no debo dejar que esta búsqueda haga desvanecer mi propia identidad. Gracias por recordármelo.-La máscara es una imposición para defender lo único que le queda, y aunque no sea de su agrado el llevarla, lo hace sin rechistar.-...Y también es para protegerme de las garras de las Sierpes...-Dijo esto último con un tono de voz más bajo.
Alward observó el mosaico en el techo con una mirada experta. Los patrones de constelaciones antiguas le eran familiares, y sus ojos recorrieron los relieves con respeto y comprensión. Mientras Vincent interactuaba con las estrellas, Alward y Katrina lo siguieron con su mirada con atención. Sus sentimientos oscilaban entre la ansiedad y la esperanza. Un leve fruncimiento de ceño surcó su rostro cuando el mecanismo no respondió a los primeros intentos del brujo, preocupado por la seguridad de su amigo en aquel lugar elevado.
-Cuidado, Vin, no vayas a lastimarte.-Advirtió con una voz llena de genuina preocupación, sus ojos clavados en el brujo mientras giraba las estrellas.
Las conjeturas y teorías que Vincent presentaba sobre el enigma del mosaico capturaron el interés de Alward y Katrina. A medida que los acontecimientos se desarrollaban, su sorpresa se transformaba en admiración por la astucia y la determinación de su compañero. A medida que las constelaciones encajaban en su lugar, los engranajes del mecanismo de la puerta comenzaron a girar, y la tenacidad de Vincent demostró ser un faro en las brumas del enigma.
La antigua sala parecía vibrar con la energía del éxito. La puerta inamovible comenzó por fin a moverse, revelando el camino a seguir. Alward se adelantó hacia la entrada, con su espíritu lleno de anticipación y gratitud por la inteligencia y la valentía de su amigo.
En el rincón de su visión, notó a Katrina, una presencia etérea y muda que siempre estaba ahí. Su compañera silenciosa les acompañaba, transmitiendo apoyo a través de sus pensamientos compartidos. Aunque no hablara con palabras, sus ojos brillantes y su magia de voz en la mente de sus amigos decían todo lo que necesitaban escuchar en aquel momento de triunfo y descubrimiento.
Todo parecía estar saliendo bien por primera vez en mucho tiempo.
De pronto, el impacto de una magia desconocida para el Sevna se extendió a través de la sala, un eco místico que resonó en las fibras de su ser. El humano pudo sentir cómo el viento gélido, que ahora traspasaba la entrada entreabierta, se convertía en el mensajero de algo más allá de la comprensión. Sus ojos se ensancharon ligeramente mientras observaba cómo la losa de piedra se abría, liberando un poder ancestral que llevaba siglos aguardando ser redescubierto.
Katrina, por su parte, sintió la onda de energía mágica que atravesó la sala, provocando un suave escalofrío que recorrió su columna vertebral. Su peculiar conexión con el éter le permitió captar los matices sutiles de esta manifestación, aunque su expresión tranquila no se inmutó. Se mantenía en alerta, sus ojos centelleando con una mezcla de cautela y curiosidad mientras observaba el evento que se desarrollaba frente a ellos.
El viento, al cortar la penumbra de la cámara, desveló un espectáculo asombroso. Las estrellas del techo arrojaban destellos de luz sobre figuras espectrales que se materializaban en torno a una antigua mesa. Alward y Katrina vieron cómo sus contornos se formaban gradualmente, seres de palidez etérea cuyos rostros carecían de nitidez, como si pertenecieran a tiempos olvidados.
Las voces, apenas un susurro, resonaron en la sala como un eco lejano que reverberaba en los confines de la realidad. Alward frunció el ceño mientras escuchaba las palabras que se entrelazaban y repetían, como hilos de un antiguo tejido cuyo significado se resistía a revelarse por completo. Sintió una extraña familiaridad en ellas, como si fueran fragmentos de una verdad ancestral que habían llegado a sus oídos en sueños y visiones.
Katrina, en su quietud serena, observaba a los seres desdibujados con una mezcla de respeto y enigma.
Alward se esforzaba por desentrañar el mensaje oculto, su mente captando las palabras mientras su corazón latía en sintonía con el misterio de la escena. Las voces parecían tocar las fibras mismas de su ser, resonando con una verdad profunda que desafiaba la comprensión convencional.
La culminación del ritual hizo que el viento cambiara su rumbo, empujando con fuerza a los tres peregrinos.
-------------------Vida antes que muerte-------------------
Tras todo lo que había visto, Katrina se encontraba ahora en un campo verde, un lugar idílico bañado por la luz dorada del sol. El suelo suave estaba salpicado de flores silvestres que mecían sus cabezas al compás del suave viento. Se sentía como una niña otra vez, con los ojos llenos de asombro y el corazón ligero, ajena a las sombras que habían oscurecido su existencia.
A su lado, sus padres caminaban tomados de la mano, irradiando una felicidad que parecía inmune a las penas del mundo. Su madre, de cabello oscuro como la noche, tenía ojos que brillaban con una dulce bondad. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, y su risa melodiosa llenaba el aire. Su padre, alto y apuesto, emanaba una confianza serena, y su sonrisa se reflejaba en los ojos de Katrina.
La pequeña Katrina reía mientras corría alegremente por el campo, sus cabellos de color azabache ondeando detrás de ella. Sus padres la seguían con risas contagiosas. Su madre la atrapó finalmente y la alzó en sus brazos con ternura, girándola en el aire mientras ambas reían. Su padre se unió a ellas, abrazando a ambas con cariño.
El viento cambió una vez más, llevando a Katrina a un período de tiempo posterior en su vida. El campo verde y luminoso se transformó en una escena más sombría y melancólica. Ahora, Katrina era una joven adolescente, con una mirada más seria y cargada de responsabilidad.
Se encontraba en su hogar, en una modesta cabaña de una modesta aldea. La enfermedad había invadido su hogar, y su madre estaba postrada en una cama, pálida y débil. El resplandor de su sonrisa había desaparecido, reemplazado por una mirada cansada pero llena de amor hacia su familia.
Katrina observaba a su madre con preocupación en los ojos. Ella se esforzaba por cuidarla, hacerle compañía y asegurarse de que tuviera lo que necesitaba. Su padre, sin embargo, estaba ausente la mayoría del tiempo, trabajando arduamente para tratar de pagar cualquier tratamiento que pudiera aliviar la enfermedad de su esposa. Pero la enfermedad era implacable y resistente a cualquier esfuerzo.
-Mamá, ¿Cómo te sientes?
La fiebre había empeorado hacía ya un día completo y no parecía bajar. Temblaba bajo las sábanas y su rostro reflejaba dolor.
-Amelia, mi dulce niña... Siento que mi tiempo se acerca. No quiero que te preocupes por mí. Debes cuidar de ti misma y de tu padre.
Las palabras resonaron en la mente de Katrina, y ella asintió con los ojos vidriosos.
-No digas esas cosas, mamá. Todo estará bien. Papá encontrará una manera de sanarte.
La madre de Katrina acarició con ternura su mejilla, transmitiéndole su amor y aprecio a través de ese simple gesto. A medida que los días pasaban, la salud de su madre empeoraba. Katrina podía sentir cómo la ansiedad y el estrés afectaban la relación con su padre. Los desacuerdos se volvían más frecuentes, y la tensión en el hogar se hacía palpable.
En una ocasión, Katrina vio a su padre de pie junto a la cama de su madre, su expresión abatida. Él se pasó la mano por el cabello con frustración, murmurando para sí mismo. Katrina entendió que las dificultades económicas habían vuelto cada vez más inalcanzable la esperanza de un tratamiento adecuado.
-No puedo hacer más...-Se le escuchó decir.-No tengo suficiente dinero, ni influencia. ¡No soy más que un hombre común!
El viento, una vez más, la golpeó en un cambio brusco de dirección.
Tenía los ojos cerrados, pero en vez de ver oscuridad, lo que veía era demasiada luz. No le quedó más remedio que abrir los ojos para encontrarse un escenario desgarrador y aterrador. La cabaña que había sido su hogar estaba envuelta en llamas voraces, crepitantes y danzantes como si fueran seres vivos en busca de destrucción. El aire estaba lleno de humo espeso y abrasador, haciendo que cada respiración fuera un esfuerzo doloroso.
Katrina estaba en medio de la habitación, paralizada por la conmoción y el miedo. Su madre yacía en la cocina, en medio de la vorágine de fuego. El fuego devoraba todo a su alrededor, rugiendo con un apetito insaciable.
-¡Mamá!-Gritó Katrina, su voz llenándose de angustia y desesperación. Corrió hacia la cocina, luchando contra el humo asfixiante que amenazaba con sofocarla. El calor la envolvía, haciéndole sentir como si estuviera siendo consumida por las llamas mismas.
Katrina agarró a su madre con fuerza, sintiendo la piel caliente bajo sus manos.
-¡Por favor, despierta!-Suplicó, sacudiéndola con desesperación. Pero su madre no respondía. Tenía el rostro pálido y sus ojos cerrados.
Entonces, dos figuras encapuchadas emergieron de entre las llamas. Se acercaron rápidamente y, con movimientos hábiles y decididos, levantaron a Katrina y a su madre del suelo, alejándolas de las llamas voraces.
Katrina apenas podía comprender lo que estaba sucediendo. Sus ojos se encontraron con las figuras encapuchadas, tratando de encontrar algún indicio de quiénes eran o por qué estaban allí. Antes de que pudiera decir una palabra, se encontró fuera de la cabaña, en la calle.
Frente a ellas, se encontraba Erik, el líder de las Sierpes, junto a un grupo de secuaces suyos.
El padre de Katrina estaba allí, de rodillas, inmovilizado y visiblemente aterrorizado. Sus ojos se encontraron con los de Katrina, y en ese momento supo que su vida pendía de un hilo. La voz de Erik resonó en la noche iluminada por las llamas, fría y autoritaria.
Erik se acercó a su padre, con una expresión de desdén en su rostro. En sus manos sostenía un a daga, y Katrina sabía que su padre estaba en peligro mortal. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras luchaba por encontrar una manera de intervenir, de salvar a su padre.
Por más que lucharan, por más que gritaran o suplicaran, el horrible final fue inevitable. Su padre acabó degollado. Para acabar la tarea, el propio Erik mandó a que volvieran a meter a su madre en la cabaña en llamas.
La escena era un torbellino de violencia y horror, una pesadilla de la que Katrina no podía escapar. La voz de Erik resonaba en su mente, su mirada fría y despiadada quedando grabada en lo más profundo de su ser. Aquel fue el momento en que su mundo se desmoronó por completo.
Desde ese día, algo dentro de ella se apagó, dejándola en un estado de shock y desesperación. La violencia y la crueldad que había presenciado la dejaron sin voz. Además, nunca supo cómo manifestar el dolor y el horror que sentía.
La amnesia fue un mecanismo de supervivencia, una forma de proteger su mente de la abrumadora devastación emocional que había experimentado. Su mente se aferró a pequeños fragmentos de recuerdos, pero la mayoría de su pasado se convirtió en un enigma oscuro y doloroso.
El viento volvió a cambiar, esta vez frío y penetrante en los huesos.
Estaba siendo conducida por pasillos oscuros y retorcidos, alejándola de todo lo que alguna vez había conocido, hasta llegar al siniestro refugio de las Sierpes. Allí, en ese lugar sombrío y lleno de secretos, Katrina comenzó su nueva vida bajo la influencia de Erik y su secta. Fue recibida con un silencio que parecía ser un eco de su propia mudez, y se convirtió en una más de los rostros pálidos y desdibujados que llenaban el lugar. Aunque su pasado seguía siendo un enigma para ella, las Sierpes se convirtieron en su única familia, una familia retorcida y oscura que le ofrecía protección y un nuevo propósito en medio de su sufrimiento. Su lealtad a las Sierpes creció, alimentada por la confusión y el trauma que había experimentado.
Y así, se le dio el nombre de "Katrina"; para que olvidara su pasado.
A su lado, sus padres caminaban tomados de la mano, irradiando una felicidad que parecía inmune a las penas del mundo. Su madre, de cabello oscuro como la noche, tenía ojos que brillaban con una dulce bondad. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, y su risa melodiosa llenaba el aire. Su padre, alto y apuesto, emanaba una confianza serena, y su sonrisa se reflejaba en los ojos de Katrina.
La pequeña Katrina reía mientras corría alegremente por el campo, sus cabellos de color azabache ondeando detrás de ella. Sus padres la seguían con risas contagiosas. Su madre la atrapó finalmente y la alzó en sus brazos con ternura, girándola en el aire mientras ambas reían. Su padre se unió a ellas, abrazando a ambas con cariño.
El viento cambió una vez más, llevando a Katrina a un período de tiempo posterior en su vida. El campo verde y luminoso se transformó en una escena más sombría y melancólica. Ahora, Katrina era una joven adolescente, con una mirada más seria y cargada de responsabilidad.
Se encontraba en su hogar, en una modesta cabaña de una modesta aldea. La enfermedad había invadido su hogar, y su madre estaba postrada en una cama, pálida y débil. El resplandor de su sonrisa había desaparecido, reemplazado por una mirada cansada pero llena de amor hacia su familia.
Katrina observaba a su madre con preocupación en los ojos. Ella se esforzaba por cuidarla, hacerle compañía y asegurarse de que tuviera lo que necesitaba. Su padre, sin embargo, estaba ausente la mayoría del tiempo, trabajando arduamente para tratar de pagar cualquier tratamiento que pudiera aliviar la enfermedad de su esposa. Pero la enfermedad era implacable y resistente a cualquier esfuerzo.
-Mamá, ¿Cómo te sientes?
La fiebre había empeorado hacía ya un día completo y no parecía bajar. Temblaba bajo las sábanas y su rostro reflejaba dolor.
-Amelia, mi dulce niña... Siento que mi tiempo se acerca. No quiero que te preocupes por mí. Debes cuidar de ti misma y de tu padre.
Las palabras resonaron en la mente de Katrina, y ella asintió con los ojos vidriosos.
-No digas esas cosas, mamá. Todo estará bien. Papá encontrará una manera de sanarte.
La madre de Katrina acarició con ternura su mejilla, transmitiéndole su amor y aprecio a través de ese simple gesto. A medida que los días pasaban, la salud de su madre empeoraba. Katrina podía sentir cómo la ansiedad y el estrés afectaban la relación con su padre. Los desacuerdos se volvían más frecuentes, y la tensión en el hogar se hacía palpable.
En una ocasión, Katrina vio a su padre de pie junto a la cama de su madre, su expresión abatida. Él se pasó la mano por el cabello con frustración, murmurando para sí mismo. Katrina entendió que las dificultades económicas habían vuelto cada vez más inalcanzable la esperanza de un tratamiento adecuado.
-No puedo hacer más...-Se le escuchó decir.-No tengo suficiente dinero, ni influencia. ¡No soy más que un hombre común!
El viento, una vez más, la golpeó en un cambio brusco de dirección.
Tenía los ojos cerrados, pero en vez de ver oscuridad, lo que veía era demasiada luz. No le quedó más remedio que abrir los ojos para encontrarse un escenario desgarrador y aterrador. La cabaña que había sido su hogar estaba envuelta en llamas voraces, crepitantes y danzantes como si fueran seres vivos en busca de destrucción. El aire estaba lleno de humo espeso y abrasador, haciendo que cada respiración fuera un esfuerzo doloroso.
Katrina estaba en medio de la habitación, paralizada por la conmoción y el miedo. Su madre yacía en la cocina, en medio de la vorágine de fuego. El fuego devoraba todo a su alrededor, rugiendo con un apetito insaciable.
-¡Mamá!-Gritó Katrina, su voz llenándose de angustia y desesperación. Corrió hacia la cocina, luchando contra el humo asfixiante que amenazaba con sofocarla. El calor la envolvía, haciéndole sentir como si estuviera siendo consumida por las llamas mismas.
Katrina agarró a su madre con fuerza, sintiendo la piel caliente bajo sus manos.
-¡Por favor, despierta!-Suplicó, sacudiéndola con desesperación. Pero su madre no respondía. Tenía el rostro pálido y sus ojos cerrados.
Entonces, dos figuras encapuchadas emergieron de entre las llamas. Se acercaron rápidamente y, con movimientos hábiles y decididos, levantaron a Katrina y a su madre del suelo, alejándolas de las llamas voraces.
Katrina apenas podía comprender lo que estaba sucediendo. Sus ojos se encontraron con las figuras encapuchadas, tratando de encontrar algún indicio de quiénes eran o por qué estaban allí. Antes de que pudiera decir una palabra, se encontró fuera de la cabaña, en la calle.
Frente a ellas, se encontraba Erik, el líder de las Sierpes, junto a un grupo de secuaces suyos.
El padre de Katrina estaba allí, de rodillas, inmovilizado y visiblemente aterrorizado. Sus ojos se encontraron con los de Katrina, y en ese momento supo que su vida pendía de un hilo. La voz de Erik resonó en la noche iluminada por las llamas, fría y autoritaria.
Erik se acercó a su padre, con una expresión de desdén en su rostro. En sus manos sostenía un a daga, y Katrina sabía que su padre estaba en peligro mortal. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras luchaba por encontrar una manera de intervenir, de salvar a su padre.
Por más que lucharan, por más que gritaran o suplicaran, el horrible final fue inevitable. Su padre acabó degollado. Para acabar la tarea, el propio Erik mandó a que volvieran a meter a su madre en la cabaña en llamas.
La escena era un torbellino de violencia y horror, una pesadilla de la que Katrina no podía escapar. La voz de Erik resonaba en su mente, su mirada fría y despiadada quedando grabada en lo más profundo de su ser. Aquel fue el momento en que su mundo se desmoronó por completo.
Desde ese día, algo dentro de ella se apagó, dejándola en un estado de shock y desesperación. La violencia y la crueldad que había presenciado la dejaron sin voz. Además, nunca supo cómo manifestar el dolor y el horror que sentía.
La amnesia fue un mecanismo de supervivencia, una forma de proteger su mente de la abrumadora devastación emocional que había experimentado. Su mente se aferró a pequeños fragmentos de recuerdos, pero la mayoría de su pasado se convirtió en un enigma oscuro y doloroso.
El viento volvió a cambiar, esta vez frío y penetrante en los huesos.
Estaba siendo conducida por pasillos oscuros y retorcidos, alejándola de todo lo que alguna vez había conocido, hasta llegar al siniestro refugio de las Sierpes. Allí, en ese lugar sombrío y lleno de secretos, Katrina comenzó su nueva vida bajo la influencia de Erik y su secta. Fue recibida con un silencio que parecía ser un eco de su propia mudez, y se convirtió en una más de los rostros pálidos y desdibujados que llenaban el lugar. Aunque su pasado seguía siendo un enigma para ella, las Sierpes se convirtieron en su única familia, una familia retorcida y oscura que le ofrecía protección y un nuevo propósito en medio de su sufrimiento. Su lealtad a las Sierpes creció, alimentada por la confusión y el trauma que había experimentado.
Y así, se le dio el nombre de "Katrina"; para que olvidara su pasado.
- Prisioneros del destino:
Cuando fue consciente de nuevo de sus propios pensamientos y su propia respiración, pudo ver a su alrededor un lugar donde el tiempo y el espacio parecían difuminarse en un vacío negro dando la impresión de que se está flotando.
Una sensación de calma la envolvió. La atmósfera era tranquila, casi etérea, con una suave luz que iluminaba el entorno sin un origen aparente. A medida que sus ojos se adaptaban, empezó a notar los detalles. En el centro del espacio, bajo sus pies, una enorme cristalera transparente se alzaba en todo su esplendor. Esta cristalera era como un lienzo tridimensional en el que se representan imágenes en movimiento de personas conocidas y escenas vividas.
Frente a ella, una silueta oscura la observaba silente.
Katrina avanzó hacia la silueta. Era como mirarse a un espejo, pero como si todo el color de sus ropajes y de la propia pigmentación de su cabello o piel hubiesen perdido brillo y fueran ajenos a la iluminación del entorno.
A medida que más observaba a la figura, podía ver que más se diferenciaba de ella misma. Sus ojos reflejaban resignación y determinación, como si llevara el peso de algo del cual no podía escapar.
De pronto, numerosos espejos se alzaron del suelo que formaba la cristalera. Escenas fragmentadas de su historia pasaron velozmente ante sus ojos. Vio a su madre sonriendo mientras la sostenía en brazos, la imagen se desvaneció rápidamente en una llamarada que dejó a Katrina sintiendo el calor abrasador de la cabaña en llamas. La figura de su padre, orgulloso y cariñoso, se desvaneció en una oscuridad profunda.
Katrina sintió una mezcla de tristeza y rabia mientras contemplaba los fragmentos de su vida destrozada. La figura oscura que representaba su propia oscuridad interior, parecía absorber sus emociones y reflejarlas de vuelta con una intensidad abrumadora. Era como si estuviera viendo su propio tormento proyectado ante ella.
A medida que continuaba observando, las imágenes se volvieron más caóticas y confusas. Imágenes de sangre, violencia y traición destellaron en la cristalera, recordándole los horrores que había presenciado y, en algunos casos, cometido en nombre de las Sierpes. Cada recuerdo parecía ser arrastrado hacia la figura oscura, como si estuviera siendo consumido por ella.
Una última imagen fue la que le hizo despegar su mirada de los espejos; la muerte de los padres de Alward. En aquella ocasión, Erik, junto a sus secuaces y la propia Katrina, arrasaron toda la aldea y secuestraron a la hermana de Alward como advertencia para el aquel entonces mercenario.
Con pesar y resentimiento, la vampiresa llevó ahora su mirada hacia la figura oscuridad que reflejaba todo lo que había sido en el pasado. Aunque no hubo palabras pronunciadas, la comunicación fue clara. La figura oscura era su propia manifestación de la oscuridad que había sido sembrada en su mente, la influencia de las Sierpes que la había llevado por un camino de sufrimiento y destrucción.
En ese momento, sintió una profunda compasión por sí misma. Comprendió que había sido víctima de circunstancias ajenas a su control y que había sido llevada por un camino oscuro que no había elegido. A pesar de todo lo que había vivido, se perdonó a sí misma y se prometió que buscaría la reconciliación con su pasado. Con un gesto suave, extendió su mano hacia el reflejo oscuro, como si estuviera tratando de tocar su propia oscuridad y sanarla.
-En tus ojos veo el reflejo del dolor y la lucha.-Su voz salió de sus propios labios y sus propias cuerdas vocales-Aquí estoy, extendiendo mi mano hacia ti.-Con cuidado, posó la mano sobre su pecho, mientras la sombra la miraba asustada y con cierto rechazo.-Tú eres parte de quién he sido, y yo soy parte de lo que serás. No podemos cambiar lo que ha sucedido, pero podemos sanar y encontrar la luz en medio de la oscuridad.-Lágrimas empezaron a caerle por las mejillas, y la sombra ante esto, dejó de rechazarla y se preocupó por ella.-No estás sola, juntas encontraremos la forma de seguir adelante.
La figura oscura lloró. Las lágrimas fluían libremente por sus mejillas mientras esta abrazaba a Katrina, buscando consuelo en su abrazo. Ambas entidades, entrelazadas en un abrazo íntimo, lograron encontrar el perdón y la aceptación que tanto anhelaban. En ese abrazo, las fronteras entre ellas se desvanecieron, fundiéndose en una sola entidad con cicatrices curadas y almas renovadas. Entonces, una sensación de alivio y renovación se apoderó de ella.
Mientras Katrina aún se secaba las lágrimas, una voz que ya había cruzado el umbral de sus recuerdos resonó detrás de ella
-Recordaste lo que debías recordar
Katrina se giró, una mezcla de sorpresa y curiosidad en su mirada. Ante ella se erguía una figura de noble porte, ataviada con una armadura oscura que emanaba una sensación de peso y significado. Una lanza intrincada y enrevesada, adornada con aleaciones de metal que recordaban a espinas, descansaba en sus manos. El casco que cubría su rostro estaba coronado por cuernos, y su presencia irradiaba una autoridad silenciosa y misteriosa. La vampiresa apenas podía vislumbrar los rasgos de su rostro, que parecían difuminarse en la penumbra.
-Te perdiste y te encontraste.-Su voz sonaba como un eco místico.-Pecaste y te redimiste. Eres una legítima heredera de mi legado.-Asintió con rectitud, convencido.-Lucha contra la Oscuridad. Lucha contra las injusticias que azotan este mundo. Nosotros no podemos regresar, pero a través de vosotros, nuestro legado perdurará. Recuerda que cuando nos necesitéis, estaremos arriba, vigilando.-Alzó su mirada y Katrina lo imitó. En el cielo de aquel espacio vacío se pudo ver un grupo de estrellas que formaban la constelación del murciélago; la constelación de Aymeric Valentine.-Los Stellazios velaremos por vosotros.
El aire mismo parecía cargar con la solemnidad de las palabras, y Katrina sintió una mezcla de humildad y determinación ante el legado que ahora llevaba consigo. El tiempo y el espacio se fusionaron en ese instante, conectando a dos almas que habían luchado contra su propia oscuridad en diferentes épocas.
Una sensación de calma la envolvió. La atmósfera era tranquila, casi etérea, con una suave luz que iluminaba el entorno sin un origen aparente. A medida que sus ojos se adaptaban, empezó a notar los detalles. En el centro del espacio, bajo sus pies, una enorme cristalera transparente se alzaba en todo su esplendor. Esta cristalera era como un lienzo tridimensional en el que se representan imágenes en movimiento de personas conocidas y escenas vividas.
Frente a ella, una silueta oscura la observaba silente.
Katrina avanzó hacia la silueta. Era como mirarse a un espejo, pero como si todo el color de sus ropajes y de la propia pigmentación de su cabello o piel hubiesen perdido brillo y fueran ajenos a la iluminación del entorno.
A medida que más observaba a la figura, podía ver que más se diferenciaba de ella misma. Sus ojos reflejaban resignación y determinación, como si llevara el peso de algo del cual no podía escapar.
De pronto, numerosos espejos se alzaron del suelo que formaba la cristalera. Escenas fragmentadas de su historia pasaron velozmente ante sus ojos. Vio a su madre sonriendo mientras la sostenía en brazos, la imagen se desvaneció rápidamente en una llamarada que dejó a Katrina sintiendo el calor abrasador de la cabaña en llamas. La figura de su padre, orgulloso y cariñoso, se desvaneció en una oscuridad profunda.
Katrina sintió una mezcla de tristeza y rabia mientras contemplaba los fragmentos de su vida destrozada. La figura oscura que representaba su propia oscuridad interior, parecía absorber sus emociones y reflejarlas de vuelta con una intensidad abrumadora. Era como si estuviera viendo su propio tormento proyectado ante ella.
A medida que continuaba observando, las imágenes se volvieron más caóticas y confusas. Imágenes de sangre, violencia y traición destellaron en la cristalera, recordándole los horrores que había presenciado y, en algunos casos, cometido en nombre de las Sierpes. Cada recuerdo parecía ser arrastrado hacia la figura oscura, como si estuviera siendo consumido por ella.
Una última imagen fue la que le hizo despegar su mirada de los espejos; la muerte de los padres de Alward. En aquella ocasión, Erik, junto a sus secuaces y la propia Katrina, arrasaron toda la aldea y secuestraron a la hermana de Alward como advertencia para el aquel entonces mercenario.
Con pesar y resentimiento, la vampiresa llevó ahora su mirada hacia la figura oscuridad que reflejaba todo lo que había sido en el pasado. Aunque no hubo palabras pronunciadas, la comunicación fue clara. La figura oscura era su propia manifestación de la oscuridad que había sido sembrada en su mente, la influencia de las Sierpes que la había llevado por un camino de sufrimiento y destrucción.
En ese momento, sintió una profunda compasión por sí misma. Comprendió que había sido víctima de circunstancias ajenas a su control y que había sido llevada por un camino oscuro que no había elegido. A pesar de todo lo que había vivido, se perdonó a sí misma y se prometió que buscaría la reconciliación con su pasado. Con un gesto suave, extendió su mano hacia el reflejo oscuro, como si estuviera tratando de tocar su propia oscuridad y sanarla.
-En tus ojos veo el reflejo del dolor y la lucha.-Su voz salió de sus propios labios y sus propias cuerdas vocales-Aquí estoy, extendiendo mi mano hacia ti.-Con cuidado, posó la mano sobre su pecho, mientras la sombra la miraba asustada y con cierto rechazo.-Tú eres parte de quién he sido, y yo soy parte de lo que serás. No podemos cambiar lo que ha sucedido, pero podemos sanar y encontrar la luz en medio de la oscuridad.-Lágrimas empezaron a caerle por las mejillas, y la sombra ante esto, dejó de rechazarla y se preocupó por ella.-No estás sola, juntas encontraremos la forma de seguir adelante.
La figura oscura lloró. Las lágrimas fluían libremente por sus mejillas mientras esta abrazaba a Katrina, buscando consuelo en su abrazo. Ambas entidades, entrelazadas en un abrazo íntimo, lograron encontrar el perdón y la aceptación que tanto anhelaban. En ese abrazo, las fronteras entre ellas se desvanecieron, fundiéndose en una sola entidad con cicatrices curadas y almas renovadas. Entonces, una sensación de alivio y renovación se apoderó de ella.
Mientras Katrina aún se secaba las lágrimas, una voz que ya había cruzado el umbral de sus recuerdos resonó detrás de ella
-Recordaste lo que debías recordar
Katrina se giró, una mezcla de sorpresa y curiosidad en su mirada. Ante ella se erguía una figura de noble porte, ataviada con una armadura oscura que emanaba una sensación de peso y significado. Una lanza intrincada y enrevesada, adornada con aleaciones de metal que recordaban a espinas, descansaba en sus manos. El casco que cubría su rostro estaba coronado por cuernos, y su presencia irradiaba una autoridad silenciosa y misteriosa. La vampiresa apenas podía vislumbrar los rasgos de su rostro, que parecían difuminarse en la penumbra.
-Te perdiste y te encontraste.-Su voz sonaba como un eco místico.-Pecaste y te redimiste. Eres una legítima heredera de mi legado.-Asintió con rectitud, convencido.-Lucha contra la Oscuridad. Lucha contra las injusticias que azotan este mundo. Nosotros no podemos regresar, pero a través de vosotros, nuestro legado perdurará. Recuerda que cuando nos necesitéis, estaremos arriba, vigilando.-Alzó su mirada y Katrina lo imitó. En el cielo de aquel espacio vacío se pudo ver un grupo de estrellas que formaban la constelación del murciélago; la constelación de Aymeric Valentine.-Los Stellazios velaremos por vosotros.
El aire mismo parecía cargar con la solemnidad de las palabras, y Katrina sintió una mezcla de humildad y determinación ante el legado que ahora llevaba consigo. El tiempo y el espacio se fusionaron en ese instante, conectando a dos almas que habían luchado contra su propia oscuridad en diferentes épocas.
-------------------Fuerza antes que debilidad-------------------
- Sumérgete en el corazón:
Alward se encontraba en un torbellino de emociones, como un barco a la deriva en medio de un mar tormentoso. La frustración apretaba su pecho como un puño de hierro, y la tristeza y el enojo ardían en su interior como brasas incandescentes. Había dedicado su vida a defender la luz, a luchar en nombre de la justicia y la paz, pero en ese momento todo parecía en vano.
Sus manos caídas a los costados, su armadura pesaba más que nunca, como si cada placa metálica fuera un recordatorio de su impotencia. El eco de sus propias palabras resonaba en su mente, palabras de esperanza y determinación que ahora parecían huecas y vacías. Se sentía como si estuviera atrapado en una espiral descendente, arrastrado por la corriente de la desesperación.
La sensación de abandono se aferraba a él como una sombra, envolviéndolo en una oscuridad que parecía imposible de disipar. Incluso aquellos que habían sido sus compañeros de armas, sus aliados, compartían ahora su desesperanza. Se sentía solo, como si hubiera perdido la conexión con todo lo que antes le daba fuerzas.
Sus ojos, normalmente llenos de determinación y coraje, ahora estaban opacos y cargados de una tristeza profunda. Se permitió suspirar, dejando escapar el peso de todas las expectativas y responsabilidades que había llevado sobre sus hombros. Se dejó llevar por la tristeza, sintiendo cómo la espiral de depresión lo envolvía cada vez más.
¿Para qué luchaba? ¿Qué sentido tenía sacrificar su vida por un mundo que parecía rechazar su ayuda? Esas preguntas martillaban en su mente, como un eco constante de dudas que amenazaban con ahogarlo. La armadura que una vez llevó con orgullo ahora parecía ser un yugo que lo mantenía atrapado en un ciclo interminable de sufrimiento y desesperación.
Cerró los ojos, queriendo escapar de aquello.
-¡Eh, ojitos castaños!-Aquella voz le resultaba familiar.
Abrió los ojos. Estaba un mitad de la plaza de un pueblo común y corriente, no lograba distinguir nada que destacara del lugar como para darle nombre alguno o situarlo en el mapa, pero estaba seguro que había estado allí.
-¡Alward!-La voz sonó ahora tras él.
El espadachín se volteó y divisó a una elfa pelirroja, más baja que él y con media cara quemada. Jamás la había visto en tal estado, pero enseguida su mente relacionó un nombre: "Loth".
Loth avanzó hacia él con una sonrisa cálida, sus ojos verdes irradiaban una luz que parecía iluminar hasta los rincones más oscuros de su mente. La cicatriz en su rostro solo resaltaba la fortaleza y la determinación que siempre había admirado en ella. La elfa posó sus manos con suavidad en las mejillas de Alward y lo miró directamente a los ojos.
-¿Qué es lo que te atormenta, héroe?-Preguntó con su voz suave, con una sonrisa afable.
La mirada intensa de Loth parecía traspasar las barreras de su alma, y Alward sintió como si estuviera desnudando sus pensamientos más oscuros ante ella.
-He comenzado a cuestionar mi propósito y mi fe. Tengo miedo de seguir luchando...-Confesó Alward, su voz cargada de pesar-Cada día que pasa, veo más sufrimiento y maldad en el mundo. Por mucho que luche, por mucho que intente hacer el bien, parece que la oscuridad siempre prevalece.
Loth asintió con comprensión, sus dedos acariciando suavemente las mejillas de Alward como si quisiera borrar sus preocupaciones.
-Es normal dudar, especialmente en tiempos oscuros.-Dijo con calma.-Pero recuerda por qué comenzaste esta lucha. Tú eres un faro de esperanza para aquellos que no pueden defenderse por sí mismos. Tu valentía y tu determinación inspiran a otros a levantarse y enfrentar la oscuridad. No subestimes el impacto que puedes tener, incluso en los momentos más difíciles.
Las palabras de Loth resonaron en el corazón de Alward, recordándole la razón por la que había emprendido su camino. Cuando sus ojos quisieron encontrarse con los de ella, la visión a su alrededor cambió por completo y ella ya no estaba. Ahora se encontraba en su casa, con sus padres, justo el día en el que se despedía de ellos para convertirse en miembro de la Guardia de Lunargenta.
La escena era nítida y vívida, como si el tiempo se hubiera rebobinado. El cálido abrazo de su madre y la sonrisa orgullosa de su padre llenaron su corazón de amor y gratitud. La emoción de ese día especial resonó en su pecho mientras recordaba la promesa que les había hecho a sus padres: luchar por la justicia y proteger a los indefensos.
-Mamá, papá, siempre os llevaré en mi corazón.-Susurró Alward, sintiendo cómo la tristeza y la añoranza se mezclaban en sus palabras.
-¡Eh! ¿Y yo qué?-Luna, su hermana, hizo acto de presencia también poniendo las manos en las caderas en un gesto juguetón.
Alward no pudo evitar reír, su corazón se llenó de alegría al ver a su hermana. Había compartido tantos momentos entrañables con ella a lo largo de los años, y su relación era especial y profunda.
-Luna, tú siempre has sido mi fuente de inspiración y mi razón para seguir adelante.-Le dijo Alward con cariño, mientras se acercaba a ella y le daba un abrazo afectuoso.
Entonces, el mundo a su alrededor cambió nuevamente, llevándolos a otro lugar y tiempo. Ahora estaban en un campo soleado, correteando y riendo mientras jugaban juntos de niños. Luna reía a carcajadas mientras Alward intentaba atraparla en una carrera divertida. El sonido del viento y el aroma de la hierba fresca llenaban el aire mientras compartían momentos de felicidad pura.
Luego, la escena se desplazó a una tarde tranquila junto al río. Luna estaba sentada en la orilla, sumergiendo los pies en el agua mientras Alward le enseñaba a pescar. Pasaron horas conversando, compartiendo historias y haciendo planes para el futuro.
La visión cambió nuevamente, y Alward se encontró a sí mismo en la cocina de su hogar, ayudando a Luna a preparar la cena. Los ingredientes estaban esparcida por todas partes y ambos estaban riendo mientras intercambiaban bromas y compartían risas cómplices.
A medida que los recuerdos se desplegaban ante él, Alward recordó lo importante que era su hermana en su vida. Recordó todas las risas, las lágrimas, los momentos de apoyo incondicional. Luna era su roca, su confidente y su mejor amiga. Habían compartido momentos de alegría y tristeza, habían superado desafíos juntos y habían sido un pilar de apoyo el uno para el otro.
Al mirar a Luna, que lo observaba con cariño y complicidad, Alward sintió una oleada de gratitud y determinación. Sabía que, sin importar cuán oscuro y desesperanzador pudiera parecer el mundo en ocasiones, él seguía luchando por personas como su hermana, por un futuro donde prevaleciera la bondad y la justicia.
Su visión cambió nuevamente. De pronto, se encontró de nuevo en las calles de Lunargenta, rodeado de vampiros junto a Emmanuel, lo que no se esperaba era que alguien desde atrás le pusiera una mano en el hombro. Otra voz distinta, pero que conocía, le insufló ánimos.
-¿Ahora recuerdas por qué luchas?-Dijo Oromë, sus ojos ambarinos brillantes le daban los últimos ánimos que le faltaban. Luna estaba a su lado, mirando a su hermano con orgullo.
Alward asintió, decidido.
-Luna, eres mi luz en la oscuridad.-Le dijo Alward a su hermana con voz emocionada, sintiendo cómo las palabras brotaban de su corazón-Cada día que lucho, lo hago por ti y por todos los que merecen un mundo mejor.
Luna sonrió con ternura, sus ojos reflejando el amor y el orgullo que sentía por su hermano. Alward, por su parte, miró a todos los vampiros presentes.
-Si las estrellas caen del cielo, yo iluminaré la noche. Si alguna vez los mares se secan, yo los llenaría. Podría hacer eso, y mucho más. Ninguna raza mortal estaría jamás satisfecha, pero nunca me cansaría de iluminarlos.
Una sensación poderosa comenzó a crecer dentro de Alward. Era como si una energía divina lo envolviera, elevándolo por encima de sus dudas y temores. Una luz brillante y pura comenzó a emanar de él, iluminando todo su entorno con una luminosidad celestial. Los vampiros tuvieron que taparse la cara para no quedar cegados.
La luz era dorada y resplandeciente, pero también contenía matices de brillantes destellos celestiales que parpadeaban como estrellas. La aura divina se expandía a su alrededor, envolviendo a los vampiros y a todo el entorno en una atmósfera sagrada. Las sombras se disiparon ante su presencia, y una sensación de paz y esperanza llenó el aire.
Mientras la luz brillaba intensamente, Alward se alzó con majestuosidad. Sus ojos, normalmente oscuros y llenos de dudas, ahora resplandecían con una claridad sobrenatural. Su postura irradiaba confianza y su espada parecía cobrar un fulgor especial, como si estuviera imbuida de la misma esencia divina que lo rodeaba.
Los vampiros, impactados por esta manifestación de luz y poder, retrocedieron ante la magnificencia del momento.
Y así, rodeado por el resplandor de su aura divina, Alward se erigía como un defensor valiente, un héroe que iluminaría los corazones de todos aquellos que cruzaran su camino y lucharía incansablemente por un mundo más brillante y lleno de esperanza.
La luz se volvió tan cegadora que hasta el mismo no pudo evitar cerrar los ojos para protegerse de ella.
Para cuando esta se atenuó y se disipó, el Sevna volvió a abrir los ojos. Entonces se encontraba ataviado con la armadura oscura que llevaba ahora, cuyo color recordaba al negro azulado de una noche estrellada. En su rostro portaba la máscara, a pesar de que antes se le había quitado.
Ahora se encontraba en un lugar etéreo y misterioso, flotando en mitad de un espacio oscuro. A sus pies, una enorme cristalera redonda se alzaba en mitad de ese espacio vacío. En la cristalera se encontraban detallados personas y momentos trascendentales de su vida a modo de escenas.
Al principio, el entorno le resultaba abrumador, pero gradualmente se iba sintiendo imbuido de una sensación de confianza y conexión con la nada que lo rodeaba.
Una figura etérea que irradiaba una presencia majestuosa y poderosa lo esperaba en aquel lugar. Iba ataviado con una cinta en un cabello largo que se dejaba caer en los hombros. A su espalda, portaba una capa, y en su cinto dos espadas reposaban. En el cielo, el Sevna pudo vislumbrar que cinco puntos formaban una "X" brillando con una luz intensa.
Cuando los ojos de Alward se posaron en la figura, sintió una oleada de emociones abrumadoras. Era como si estuviera ante la encarnación misma de su ideal de heroísmo y coraje. Un escalofrío recorrió su espalda mientras observaba al desconocido con reverencia y admiración.
El desconocido miró a Alward con ojos penetrantes, cargados de sabiduría y experiencia. Aunque no pronunció palabra, su presencia hablaba por sí misma, transmitiendo un mensaje de aliento y reconocimiento.
Alward sintió una conexión profunda con el desconocido, pues sabía quién era. Para él, era como si estuviera frente a un mentor y un amigo que lo guiaba desde más allá de los velos del tiempo. El castaño se arrodilló con humildad y gratitud, su corazón lleno de emoción contenida. Finalmente, había encontrado a uno de los héroes legendarios que había admirado y seguido en sus pensamientos y sueños.
-Recordaste lo que debías recordar.-Le dijo Zydan su voz resonando con una profundidad que parecía provenir de lo más hondo de aquel espacio en mitad de la nada.
Alward alzó la mirada, encontrando los ojos de Zydan llenos de reconocimiento y aprecio. La intensidad de ese contacto visual transmitió un mensaje más allá de las palabras, una conexión espiritual que trascendía el tiempo y el espacio.
-Has demostrado tu valentía en los momentos más oscuros. Has llevado la luz allí donde la oscuridad intenta prevalecer. Tus actos de coraje y tu compromiso con la justicia no han pasado desapercibidos, Alward Sevna.-Prosiguió Zydan-Eres un digno heredero de nuestro legado, un faro de esperanza en medio de las tinieblas. Ha llegado el momento de que tomes sobre tus hombros la carga que los Stellazios hemos llevado a lo largo de las eras..
La solemnidad de la ocasión era palpable, y Alward se dio cuenta de que estaba siendo testigo de un momento trascendental en su vida.
-Tú serás el protector de la justicia, el guardián de la paz y la luz en un mundo que anhela estas cualidades más que nunca. Las estrellas que nos representan brillarán a través de ti, y nuestra misión perdurará a través de tus acciones. Lleva este legado con orgullo, Alward Sevna, y que tu espada sea el símbolo de la esperanza para aquellos que necesiten encontrar su camino en la oscuridad. Deberás reclutar compañeros dignos y capaces de llevar a cabo esta sagrada misión, pues la unión hace la fuerza, y donde más brillan la justicia y la paz es cuando son compartidas.
Con cada palabra que Zydan pronunciaba, una luz divina parecía envolver a Alward, creciendo en intensidad hasta que todo su ser irradiaba un resplandor que se proyectaba hacia el infinito. Era como si estuviera siendo imbuido con la esencia misma de los Stellazios, recibiendo su poder y su responsabilidad en igual medida.
Las estrellas en la constelación de Zydan brillaban más intensamente que nunca, y Alward sintió cómo su conexión con aquellos héroes del pasado se fortalecía hasta convertirse en un vínculo indestructible. La figura de Zydan pareció desvanecerse gradualmente, pero su presencia perduró en el corazón y la mente de Alward, guiándolo en su misión con una determinación renovada y un propósito inquebrantable.
El espacio etéreo comenzó a desvanecerse a su alrededor, como si las fronteras entre el sueño y la realidad se difuminaran. Alward se sintió lleno de una energía sublime y una profunda comprensión de su papel en el mundo. Estaba listo para abrazar su destino, para ser el faro de esperanza que su mundo necesitaba desesperadamente, y para llevar la luz de los Stellazios hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades.
Sus manos caídas a los costados, su armadura pesaba más que nunca, como si cada placa metálica fuera un recordatorio de su impotencia. El eco de sus propias palabras resonaba en su mente, palabras de esperanza y determinación que ahora parecían huecas y vacías. Se sentía como si estuviera atrapado en una espiral descendente, arrastrado por la corriente de la desesperación.
La sensación de abandono se aferraba a él como una sombra, envolviéndolo en una oscuridad que parecía imposible de disipar. Incluso aquellos que habían sido sus compañeros de armas, sus aliados, compartían ahora su desesperanza. Se sentía solo, como si hubiera perdido la conexión con todo lo que antes le daba fuerzas.
Sus ojos, normalmente llenos de determinación y coraje, ahora estaban opacos y cargados de una tristeza profunda. Se permitió suspirar, dejando escapar el peso de todas las expectativas y responsabilidades que había llevado sobre sus hombros. Se dejó llevar por la tristeza, sintiendo cómo la espiral de depresión lo envolvía cada vez más.
¿Para qué luchaba? ¿Qué sentido tenía sacrificar su vida por un mundo que parecía rechazar su ayuda? Esas preguntas martillaban en su mente, como un eco constante de dudas que amenazaban con ahogarlo. La armadura que una vez llevó con orgullo ahora parecía ser un yugo que lo mantenía atrapado en un ciclo interminable de sufrimiento y desesperación.
Cerró los ojos, queriendo escapar de aquello.
-¡Eh, ojitos castaños!-Aquella voz le resultaba familiar.
Abrió los ojos. Estaba un mitad de la plaza de un pueblo común y corriente, no lograba distinguir nada que destacara del lugar como para darle nombre alguno o situarlo en el mapa, pero estaba seguro que había estado allí.
-¡Alward!-La voz sonó ahora tras él.
El espadachín se volteó y divisó a una elfa pelirroja, más baja que él y con media cara quemada. Jamás la había visto en tal estado, pero enseguida su mente relacionó un nombre: "Loth".
Loth avanzó hacia él con una sonrisa cálida, sus ojos verdes irradiaban una luz que parecía iluminar hasta los rincones más oscuros de su mente. La cicatriz en su rostro solo resaltaba la fortaleza y la determinación que siempre había admirado en ella. La elfa posó sus manos con suavidad en las mejillas de Alward y lo miró directamente a los ojos.
-¿Qué es lo que te atormenta, héroe?-Preguntó con su voz suave, con una sonrisa afable.
La mirada intensa de Loth parecía traspasar las barreras de su alma, y Alward sintió como si estuviera desnudando sus pensamientos más oscuros ante ella.
-He comenzado a cuestionar mi propósito y mi fe. Tengo miedo de seguir luchando...-Confesó Alward, su voz cargada de pesar-Cada día que pasa, veo más sufrimiento y maldad en el mundo. Por mucho que luche, por mucho que intente hacer el bien, parece que la oscuridad siempre prevalece.
Loth asintió con comprensión, sus dedos acariciando suavemente las mejillas de Alward como si quisiera borrar sus preocupaciones.
-Es normal dudar, especialmente en tiempos oscuros.-Dijo con calma.-Pero recuerda por qué comenzaste esta lucha. Tú eres un faro de esperanza para aquellos que no pueden defenderse por sí mismos. Tu valentía y tu determinación inspiran a otros a levantarse y enfrentar la oscuridad. No subestimes el impacto que puedes tener, incluso en los momentos más difíciles.
Las palabras de Loth resonaron en el corazón de Alward, recordándole la razón por la que había emprendido su camino. Cuando sus ojos quisieron encontrarse con los de ella, la visión a su alrededor cambió por completo y ella ya no estaba. Ahora se encontraba en su casa, con sus padres, justo el día en el que se despedía de ellos para convertirse en miembro de la Guardia de Lunargenta.
La escena era nítida y vívida, como si el tiempo se hubiera rebobinado. El cálido abrazo de su madre y la sonrisa orgullosa de su padre llenaron su corazón de amor y gratitud. La emoción de ese día especial resonó en su pecho mientras recordaba la promesa que les había hecho a sus padres: luchar por la justicia y proteger a los indefensos.
-Mamá, papá, siempre os llevaré en mi corazón.-Susurró Alward, sintiendo cómo la tristeza y la añoranza se mezclaban en sus palabras.
-¡Eh! ¿Y yo qué?-Luna, su hermana, hizo acto de presencia también poniendo las manos en las caderas en un gesto juguetón.
Alward no pudo evitar reír, su corazón se llenó de alegría al ver a su hermana. Había compartido tantos momentos entrañables con ella a lo largo de los años, y su relación era especial y profunda.
-Luna, tú siempre has sido mi fuente de inspiración y mi razón para seguir adelante.-Le dijo Alward con cariño, mientras se acercaba a ella y le daba un abrazo afectuoso.
Entonces, el mundo a su alrededor cambió nuevamente, llevándolos a otro lugar y tiempo. Ahora estaban en un campo soleado, correteando y riendo mientras jugaban juntos de niños. Luna reía a carcajadas mientras Alward intentaba atraparla en una carrera divertida. El sonido del viento y el aroma de la hierba fresca llenaban el aire mientras compartían momentos de felicidad pura.
Luego, la escena se desplazó a una tarde tranquila junto al río. Luna estaba sentada en la orilla, sumergiendo los pies en el agua mientras Alward le enseñaba a pescar. Pasaron horas conversando, compartiendo historias y haciendo planes para el futuro.
La visión cambió nuevamente, y Alward se encontró a sí mismo en la cocina de su hogar, ayudando a Luna a preparar la cena. Los ingredientes estaban esparcida por todas partes y ambos estaban riendo mientras intercambiaban bromas y compartían risas cómplices.
A medida que los recuerdos se desplegaban ante él, Alward recordó lo importante que era su hermana en su vida. Recordó todas las risas, las lágrimas, los momentos de apoyo incondicional. Luna era su roca, su confidente y su mejor amiga. Habían compartido momentos de alegría y tristeza, habían superado desafíos juntos y habían sido un pilar de apoyo el uno para el otro.
Al mirar a Luna, que lo observaba con cariño y complicidad, Alward sintió una oleada de gratitud y determinación. Sabía que, sin importar cuán oscuro y desesperanzador pudiera parecer el mundo en ocasiones, él seguía luchando por personas como su hermana, por un futuro donde prevaleciera la bondad y la justicia.
Su visión cambió nuevamente. De pronto, se encontró de nuevo en las calles de Lunargenta, rodeado de vampiros junto a Emmanuel, lo que no se esperaba era que alguien desde atrás le pusiera una mano en el hombro. Otra voz distinta, pero que conocía, le insufló ánimos.
-¿Ahora recuerdas por qué luchas?-Dijo Oromë, sus ojos ambarinos brillantes le daban los últimos ánimos que le faltaban. Luna estaba a su lado, mirando a su hermano con orgullo.
Alward asintió, decidido.
-Luna, eres mi luz en la oscuridad.-Le dijo Alward a su hermana con voz emocionada, sintiendo cómo las palabras brotaban de su corazón-Cada día que lucho, lo hago por ti y por todos los que merecen un mundo mejor.
Luna sonrió con ternura, sus ojos reflejando el amor y el orgullo que sentía por su hermano. Alward, por su parte, miró a todos los vampiros presentes.
-Si las estrellas caen del cielo, yo iluminaré la noche. Si alguna vez los mares se secan, yo los llenaría. Podría hacer eso, y mucho más. Ninguna raza mortal estaría jamás satisfecha, pero nunca me cansaría de iluminarlos.
Una sensación poderosa comenzó a crecer dentro de Alward. Era como si una energía divina lo envolviera, elevándolo por encima de sus dudas y temores. Una luz brillante y pura comenzó a emanar de él, iluminando todo su entorno con una luminosidad celestial. Los vampiros tuvieron que taparse la cara para no quedar cegados.
La luz era dorada y resplandeciente, pero también contenía matices de brillantes destellos celestiales que parpadeaban como estrellas. La aura divina se expandía a su alrededor, envolviendo a los vampiros y a todo el entorno en una atmósfera sagrada. Las sombras se disiparon ante su presencia, y una sensación de paz y esperanza llenó el aire.
Mientras la luz brillaba intensamente, Alward se alzó con majestuosidad. Sus ojos, normalmente oscuros y llenos de dudas, ahora resplandecían con una claridad sobrenatural. Su postura irradiaba confianza y su espada parecía cobrar un fulgor especial, como si estuviera imbuida de la misma esencia divina que lo rodeaba.
Los vampiros, impactados por esta manifestación de luz y poder, retrocedieron ante la magnificencia del momento.
Y así, rodeado por el resplandor de su aura divina, Alward se erigía como un defensor valiente, un héroe que iluminaría los corazones de todos aquellos que cruzaran su camino y lucharía incansablemente por un mundo más brillante y lleno de esperanza.
La luz se volvió tan cegadora que hasta el mismo no pudo evitar cerrar los ojos para protegerse de ella.
Para cuando esta se atenuó y se disipó, el Sevna volvió a abrir los ojos. Entonces se encontraba ataviado con la armadura oscura que llevaba ahora, cuyo color recordaba al negro azulado de una noche estrellada. En su rostro portaba la máscara, a pesar de que antes se le había quitado.
Ahora se encontraba en un lugar etéreo y misterioso, flotando en mitad de un espacio oscuro. A sus pies, una enorme cristalera redonda se alzaba en mitad de ese espacio vacío. En la cristalera se encontraban detallados personas y momentos trascendentales de su vida a modo de escenas.
Al principio, el entorno le resultaba abrumador, pero gradualmente se iba sintiendo imbuido de una sensación de confianza y conexión con la nada que lo rodeaba.
Una figura etérea que irradiaba una presencia majestuosa y poderosa lo esperaba en aquel lugar. Iba ataviado con una cinta en un cabello largo que se dejaba caer en los hombros. A su espalda, portaba una capa, y en su cinto dos espadas reposaban. En el cielo, el Sevna pudo vislumbrar que cinco puntos formaban una "X" brillando con una luz intensa.
Cuando los ojos de Alward se posaron en la figura, sintió una oleada de emociones abrumadoras. Era como si estuviera ante la encarnación misma de su ideal de heroísmo y coraje. Un escalofrío recorrió su espalda mientras observaba al desconocido con reverencia y admiración.
El desconocido miró a Alward con ojos penetrantes, cargados de sabiduría y experiencia. Aunque no pronunció palabra, su presencia hablaba por sí misma, transmitiendo un mensaje de aliento y reconocimiento.
Alward sintió una conexión profunda con el desconocido, pues sabía quién era. Para él, era como si estuviera frente a un mentor y un amigo que lo guiaba desde más allá de los velos del tiempo. El castaño se arrodilló con humildad y gratitud, su corazón lleno de emoción contenida. Finalmente, había encontrado a uno de los héroes legendarios que había admirado y seguido en sus pensamientos y sueños.
-Recordaste lo que debías recordar.-Le dijo Zydan su voz resonando con una profundidad que parecía provenir de lo más hondo de aquel espacio en mitad de la nada.
Alward alzó la mirada, encontrando los ojos de Zydan llenos de reconocimiento y aprecio. La intensidad de ese contacto visual transmitió un mensaje más allá de las palabras, una conexión espiritual que trascendía el tiempo y el espacio.
-Has demostrado tu valentía en los momentos más oscuros. Has llevado la luz allí donde la oscuridad intenta prevalecer. Tus actos de coraje y tu compromiso con la justicia no han pasado desapercibidos, Alward Sevna.-Prosiguió Zydan-Eres un digno heredero de nuestro legado, un faro de esperanza en medio de las tinieblas. Ha llegado el momento de que tomes sobre tus hombros la carga que los Stellazios hemos llevado a lo largo de las eras..
La solemnidad de la ocasión era palpable, y Alward se dio cuenta de que estaba siendo testigo de un momento trascendental en su vida.
-Tú serás el protector de la justicia, el guardián de la paz y la luz en un mundo que anhela estas cualidades más que nunca. Las estrellas que nos representan brillarán a través de ti, y nuestra misión perdurará a través de tus acciones. Lleva este legado con orgullo, Alward Sevna, y que tu espada sea el símbolo de la esperanza para aquellos que necesiten encontrar su camino en la oscuridad. Deberás reclutar compañeros dignos y capaces de llevar a cabo esta sagrada misión, pues la unión hace la fuerza, y donde más brillan la justicia y la paz es cuando son compartidas.
Con cada palabra que Zydan pronunciaba, una luz divina parecía envolver a Alward, creciendo en intensidad hasta que todo su ser irradiaba un resplandor que se proyectaba hacia el infinito. Era como si estuviera siendo imbuido con la esencia misma de los Stellazios, recibiendo su poder y su responsabilidad en igual medida.
Las estrellas en la constelación de Zydan brillaban más intensamente que nunca, y Alward sintió cómo su conexión con aquellos héroes del pasado se fortalecía hasta convertirse en un vínculo indestructible. La figura de Zydan pareció desvanecerse gradualmente, pero su presencia perduró en el corazón y la mente de Alward, guiándolo en su misión con una determinación renovada y un propósito inquebrantable.
El espacio etéreo comenzó a desvanecerse a su alrededor, como si las fronteras entre el sueño y la realidad se difuminaran. Alward se sintió lleno de una energía sublime y una profunda comprensión de su papel en el mundo. Estaba listo para abrazar su destino, para ser el faro de esperanza que su mundo necesitaba desesperadamente, y para llevar la luz de los Stellazios hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades.
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Off: Bueno, pues al fin solté lo que tantos años llevaba tiempo esperando. Este es uno de los puntos cúlmenes en la historia de Alward y donde empieza un nuevo arco que estoy preparando desde hace bastante tiempo. Muchas gracias a Máster Fehu y a Vincent por haberme hecho llegar hasta aquí.
Ya veremos lo que nos tiene deparado Fehu, quizás me tira por la ventana, quién sabe (?) (entre otras cosas, por el pedazo tochaco que me he marcado xD), pero desde luego lo he disfrutado y puedo decir que es el mejor tema en el que he estado ^^. Estoy deseando a ver cómo sigue esto...
Alward Sevna
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- ¿Saben? Me alegro de que la llave para esa puerta fuera el conocimiento sobre los Stellazios. Y que… bueno… No fuera una trampa que nos matara a todos-, dijo, animado, al regresar junto a ellos, mientras la puerta de piedra se abría ante ellos.
De todos modos, quizás, y solamente quizás, el mercenario este había hablado un tanto pronto, teniendo en cuenta, que tras sus palabras una ola de magia los azotó como madre enfadada con su hijo rebelde y desobediente.
Una magia, por otro lado, extraña, y eso para un brujo experto en arcanos, era ya bastante decir.
Era una magia que Vincent nunca había sentido, que nunca había manipulado, pero que, por evidentes razones, se conectaba con el mismo éter que el resto de la magia arcana. El entramado mágico que estaba en todas partes no dejaba de ser el mismo en las ya mencionadas todas partes; al fin y al cabo, lo único que cambiaba era la forma de conectarte a ese entramado, el beneficio que daría el éter al ser con conexión a este.
En cualquier caso, que nuestro brujo preferido para darle ostias como panes, notase perfectamente el influjo de la magia que traspasaba la puerta recientemente abierta, no significaba que pudiera escapar de ese influjo con facilidad.
No tardó en verse como jinete de un conocido upelero, Montaña, que no Montana, aquí no hacemos esas cosas, sabemos usar la ñ y la diferencia entre esta y una n.
Usos de la hispanidad de manera lamentable aparte, nuestro bello Vinc siguió la estela del sueño que la magia le había impuesto, sin darse cuenta, al menos por ahora, de lo bien atrapado que estaba en aquella ensoñación.
Oh, peligro, atrapar a una persona no dejaba de ser una captura. Por plácido que fuera el sueño.
Montaña parecía ir en cabeza, o al menos, esa era la sensación que recorría el cuerpo del brujo. Se sentía campeón. Imbatible. Y tenía hasta un trapo preparado por si tenía que lanzarlo hacia algún competidor que intentase adelantarle, llegado el caso. Sí, Bio con forma de vampiro, te miro a ti.
Pero, bueno, no todo puede ser felicidad en esta carrera. No importaba ir en primer lugar si eso hacía que te encontraras en primer lugar los obstáculos preparados en ella.
“Para pasar, deberás vencerme”, resonó en la cabeza del brujo.
Vinc comprendió al momento que el dragón se estaba comunicando con él por medio del poder de su mente. Un brujo más tonto igual tardaba un poquito más, pero Vinc lo comprendió al momento. Eso y que era una impresionante magia la de aquel dragón tan grande.
- ¿Cómo puedes hacerlo? ¿Es algún tipo de magia que rompe la regla impuesta por los dragones legendarios a sus bendecidos?
“Qué importa eso, prepárate para el combate. Te permitiré descabalgar antes de enfrentarme”
- Oye, ¿y si quiero luchar a caballo?
“Bueno, entonces…"
- Ah, la verdad es que sería pollo, ¿no?
“No me interrum…"
- Y mucho pollo habrás comido tú para ser tan grande. Sigues rompiendo la bendición de los dragones legendarios, también en tamaño. ¿Eres un dragón legendario?
“Eres un insolente, tanto que tienes la desfachatez de hablarme así aún sabiendo que podría ser un dios…”
El dragón fue cortado otra vez, pero esta vez no por palabras, sino porque el brujo había azuzado su montura y ya se encaminaba hacia la salida de la gruta. Salida que, por otro lado, se encontraba detrás del dragón, así que, ni corto ni perezoso, nuestro brujo demostraba sus dotes de jinete mientras su montura avanzaba por debajo del dragón por el único camino que cruzaba el abismo de lava.
“¡A dónde vas!”, bramó el dragón, dentro de la mente del brujo, entiéndase, a la vez que doblaba su cuello por debajo de su pecho para mirar al maldito mercenario que se iba tan pancho. “Debes luchar conmigo para poder continuar, son las reglas."
- Como la regla de longitud de los dragones humanoides que te pasaste por el forro de las escamas-, contestó. - Lo siento, amigo, esto es una carrera y tengo prisa. Ya le contaré al Inquisidor que conocí a otro tan gordo como él.
El dragón alzó la cabeza hacia el techo de la gruta y rugió con todas sus fuerzas. Algo que el brujo sólo escuchó, pues no podía ver lo que ya había dejado atrás. Eso es, a nuestro brujo el dragón le chupó un huevo, así que imagínate a mí, que solamente soy el narrador.
Ah, pero esta carrera no sería divertida si solamente hubiera un obstáculo en el camino, ¿no es así?
- Detente, perro. Danos todo lo que tengas encima y podrás proseguir.
- Ja, te confundes con otro, buen señor. Yo soy brujo y mago de verdad.
Los kobolds se miraron entre ellos, confusos, y el que había hablado en primera instancia hizo un gesto a otro de los seres que poblaban la gruta.
- ¿Eresss estúpido? No sé ni de quién estás hablando.
- Me lo dicen mucho, así que he llegado a la conclusión de que sí lo soy-, respondió sin tapujos ni sentirse ofendido.
Vincent, al mirar hacia dónde había hecho el gesto el líder de los kobolds, pudo apreciar como un monstruo reptiliano se acercaba.
- Vaya, impresionante criatura-, afirmó, aún con la mirada puesta en el bichejo.
El jefe de los kobolds se infló de orgullo, literalmente.
- Pero no entiendo, por qué lo cabalga un bardo canijo.
El jefe se desinfló como si el aire huyera por el agujero de la puñalada a su dignidad, literalmente. Después, giró el cuello, se pudo apreciar, hasta en el color de su piel de kobold, el rojo de la furia.
- ¡Derrick, qué haces ahí! ¡Baja de ahí! -, le gritó al bardo.
- La vida es una lenteja, la tomas o la dejas.
- Mira, esa canción la conozco-, mentó el brujo, señalando con el dedo hacia el bardo.
Bardo que no hizo ni puto caso, así que el líder de los kobolds se acercó nuevamente al lugar en el que estaban Vincent y Montaña.
- ¡No importa el bardo, la bestia actuará igualmente!
- Pues parece bastante relajada con la música-, afirmó, señalando hacia la bestia con claro síntoma de sueño por la canción del bardo. Vinc no pudo evitar preguntarse, si habría escuchado esa canción tantas veces como él, aunque en su caso por culpa del maldito oso. - Hagamos una cosa, yo tengo prisa y los kobolds saben apreciar un buen trato.
- Tú dirás.
- Tú y yo sabemos que a la familia se respeta, y no se puede matar. Por esa razón, yo me llevo a tu familiar de aquí, de aventuras, y tú me dejas pasar sin cobrarme y sin que tenga que morir nadie.
- ¿Cómo sabes que es mi primo?
- Se nota que da problemas y sigue vivo después de todo, ¿no?
El kobold sopesó la idea, frunció el ceño y, tras un gesto, varios kobolds agarraron al bardo y lo subieron al upelero del brujo.
- Trátalo bien, como dijiste, la familia se respeta.
- Descuida, ya tengo uno en forma de oso-, mentó, antes de azuzar a su montura para que siguiera su camino.
Vaya, dos de dos. La gente llama estúpido a Vincent, pero estaba claro que lograba las cosas a su manera… Sí, lo dejaremos en: A su manera.
De todos modos, dos problemas eran pocos para un buen brujo resolutivo, así que pronto alcanzó el tercer obstáculo.
De los driópes ni hablamos, porque ni al máster le importó más allá de una frase, así que imagínate a mí, segunda parte.
El cuarto obstáculo tenía más miga, porque un lugar de descanso parecía un buen sitio para no tener problemas. Pero, ay, amigos y amigas, las cosas no eran tan simples.
El brujo miró hacia los ojos de la sanadora, luego hacia sus ojos, y finalmente retornó la mirada hacia sus ojos. Si tengo que explicarlo, el humor no es lo tuyo.
- Caballero, los ojos los tengo en la cara.
- Lo sé-, dijo sin levantar la mirada.
Luego ya tuvo el decoro, pero más tardecito, que las cosas buenas hay que valorarlas en su justo tiempo.
- ¡Oh, brujos! - comentó la susodicha, tras un profundo suspiro de resignación. - Pero, bueno, uno apuesto siempre es mucho mejor que uno que no lo es-, dijo de forma más cercana.
- Debo ganar una carrera, no puedo quedarme-, se lamentó.
- Aquí no habrá gata que nos moleste-, dijo más coqueta, acercándose y acariciándole la nuca.
Vincent se lo pensó. La carrera, había que ganarla, pero… Volvió a mirar hacia sus ojos.
- Seguro que da tiempo para uno rapidito-, comentó, tomándola por detrás de las rodillas y la cintura y alzándola del suelo. Sin embargo, el brujo la llevó hacia el upelero. - Mas, no hay gatas pero si bardo kobold, sería indecoroso y aún tengo que ganar la carrera. Ven conmigo y te conseguiré todo lo que esté en mi mano lograr. Mucho mejor que retozar por tiempo justo y limitado, ¿no te parece?
- No hay sitio para tantas personas en el upelero.
- Sí lo hay, Montaña tiene el nombre perfecto, es una bestia, puede con todo-, dijo, dejando a la dama elfa sentada en la parte delantera de la silla del upelero, con sus piernas por un lado de la montura para que todos pudieran caber mejor.
El brujo quedaría detrás de ella, en cuánto subiera a la silla, y el kobold sobre el regazo de la dama.
- Me ayudarás a librar mil batallas contra enemigos oscuros y maliciosos-, comentó la dama, sonriente.
Vincent afirmó con la cabeza, mientras se subía al pollo de carreras.
- También quiero un castillo.
Vinc se preocupó, pero, por sus vestimentas, la joven parecía rica y acomodada, igual no tendría que quedarse pobre en el proceso, por lo que asintió de nuevo, mientras ponía a Montaña en marcha.
Tras recoger a una segunda persona, llegaron al siguiente problema en su viaje hacia la victoria.
Ahora se trataba de una gentío impresionante en una de las calles más concurridas de la ciudad en la que vivía, Lunargenta. Sí, con aquello no podría ignorar o negociar, esta vez tendría que hacer algo más que darle al pico o sudar de todo.
- Qué hará nuestro héroe, ante este gentío que nos obstaculiza cual desprendimiento de nieve-, cantó el bardo. - Será amable, o será borde. Será valiente, paciente, o llorará como infante.
- Diría que no hay nadie más paciente en el mundo que tu primo, buen Derrick.
De cualquier manera, Vincent espoleó a su montura para que avanzara.
- Igual la duda se aclara, y resulta que su fama no deja de ser infamia.
Vincent ahogó en su mente la idea de mandar por saco al bardo.
- Vamos, Montaña, a volar.
El upelero comenzó a aletear, para incomodidad de sus jinetes.
- Sabes que los pollos no vuelan, ¿no?
- Eso dicen, pero yo los he visto flotar al tirarse de zonas altas.
Tras ello el brujo creó corrientes de aire caliente bajo las alas del upelero que lo elevaron lo suficiente como para poder viajar por encima de las personas del mercado.
- El bellaco resultó no ser tal personaje oscuro, y prevaleció con su ingenio, aderezado con su magia de brujo armado.
En fin, vuelo después, el brujo salió de la concurrida ciudad, para encontrarse con un nuevo dilema.
- Hay tres caminos-, mentó la elfa.
- Así es.
- No hay mayor problema que la duda, o tal vez que te den por culo con una bien dura.
- De dónde sacaste a este bardo, Vincent.
- Mejor no preguntes-, respondió el brujo, tomando el camino de la derecha.
Y ese camino los llevó directo a una batalla campal de un grupo de bandidos contra una niña. Por supuesto, el buen brujo salvó a los bandidos de tremenda paliza, pues no se podía calificar la escena de otra manera, agarrando a la niña por el cogote, mientras estaba distraída lanzando magia a los pobres desgraciados, y haciendo que se sentara sobre el regazo ya concurrido de la sacerdotisa.
- Allyson, pórtate bien-, le dijo a la niña. - Y decías que no cabíamos-, comentó esta vez a la elfa, como recuerdo de las palabras que la elfa le dijera antes de ser… ¿secuestrada con hermosas promesas de porvenir?.
Una risita nerviosa brotó de los labios del rubio tras sus palabras.
Un giro de cuello níveo y extremadamente hermoso logró mostrar una mirada un tanto…
«Genial. Una mujer enfadada, una niña enfadada, un kobold canijo de dudosas rimas enfadado… Las tres cosas enfadadas que tanto me gusta llevar en mi montura», pensó cierto mercenario.
Pero eso pronto careció de importancia.
El final se acercaba, por supuesto, pero tanta gente encima del valeroso de Montaña era demasiado hasta para alguien con su fortaleza física. Más que física, mental, porque cuando el cuerpo te grita basta, cuando te implora descanso, es la mente la que debe luchar para mantenerse firme.
Aquí el detalle. Durante el sueño, la carga de Montaña se sentía en cada trozo de piel del buen brujo, en su cuerpo, dolor compartido, montura y jinete eran uno, en mente y sacrificio.
- Vamos, Montaña, un poquito más. Juntos lo lograremos-, mentó el brujo, dándole palmadas amistosas en el cuello al pobre animal, que cada vez estaba más exhausto. Igual que él.
- ¡Tú puedes, Montaña! - animó la niña. - Venga, papá. Sé que puedes lograrlo-, dijo seguido, agarrando la muñeca del brujo.
Un aura les envolvió, cuando una música comenzó a resonar en el ambiente, era la magia del bardo, que los insuflaba de valor. Montaña se sintió mejor por esa música, mucho mejor aún al sentir la magia élfica darle una fortaleza adicional cuando la sacerdotisa obró su magia. El mercenario, igual que su upelero, se sintió mejor.
Vincent había ayudado a mucha gente a lo largo de su vida, eso a veces podía parecer una carga, pero la realidad es que el grupo siempre se fortalecía tras cada combate. Tras cada victoria, pero también tras cada derrota. Para el brujo la victoria no era llegar el primero, era que todos sus amigos llegasen a su destino.
Para un brujo seguro de sí mismo y con los objetivos claros, el resultado era más nítido que para la mayoría. Pero la emoción no estaba en saber el resultado, sino en el camino que habría de recorrerse para llegar hasta él.
- Alabada tu firmeza y convicción. En la vida nunca caminas sólo si te acompañas de las personas adecuadas-, se escuchó decir a alguien. Desde ningún lado concreto, pero, al mismo tiempo, desde todas partes.
Era difícil no acompañarse de buenas personas si tu corazón se mantenía firme tras la visión de tanta oscuridad, muerte y destrucción. Todo se veía diferente después de estar entre tanta podredumbre, no física, que también, sino la podredumbre de la ambición y el desprecio al prójimo, a la vida de los demás.
Ser mercenario no era fácil, sobrevivir a la guerra, fruto del deseo de lo de uno sobre lo de otros. Apretar los dientes fue lo que aprendió de joven.
Tras esas palabras, y tras sus propios pensamientos, el brujo sintió que llegó a su destino.
De todos modos, quizás, y solamente quizás, el mercenario este había hablado un tanto pronto, teniendo en cuenta, que tras sus palabras una ola de magia los azotó como madre enfadada con su hijo rebelde y desobediente.
Una magia, por otro lado, extraña, y eso para un brujo experto en arcanos, era ya bastante decir.
Era una magia que Vincent nunca había sentido, que nunca había manipulado, pero que, por evidentes razones, se conectaba con el mismo éter que el resto de la magia arcana. El entramado mágico que estaba en todas partes no dejaba de ser el mismo en las ya mencionadas todas partes; al fin y al cabo, lo único que cambiaba era la forma de conectarte a ese entramado, el beneficio que daría el éter al ser con conexión a este.
En cualquier caso, que nuestro brujo preferido para darle ostias como panes, notase perfectamente el influjo de la magia que traspasaba la puerta recientemente abierta, no significaba que pudiera escapar de ese influjo con facilidad.
No tardó en verse como jinete de un conocido upelero, Montaña, que no Montana, aquí no hacemos esas cosas, sabemos usar la ñ y la diferencia entre esta y una n.
Usos de la hispanidad de manera lamentable aparte, nuestro bello Vinc siguió la estela del sueño que la magia le había impuesto, sin darse cuenta, al menos por ahora, de lo bien atrapado que estaba en aquella ensoñación.
Oh, peligro, atrapar a una persona no dejaba de ser una captura. Por plácido que fuera el sueño.
Montaña parecía ir en cabeza, o al menos, esa era la sensación que recorría el cuerpo del brujo. Se sentía campeón. Imbatible. Y tenía hasta un trapo preparado por si tenía que lanzarlo hacia algún competidor que intentase adelantarle, llegado el caso. Sí, Bio con forma de vampiro, te miro a ti.
Pero, bueno, no todo puede ser felicidad en esta carrera. No importaba ir en primer lugar si eso hacía que te encontraras en primer lugar los obstáculos preparados en ella.
“Para pasar, deberás vencerme”, resonó en la cabeza del brujo.
Vinc comprendió al momento que el dragón se estaba comunicando con él por medio del poder de su mente. Un brujo más tonto igual tardaba un poquito más, pero Vinc lo comprendió al momento. Eso y que era una impresionante magia la de aquel dragón tan grande.
- ¿Cómo puedes hacerlo? ¿Es algún tipo de magia que rompe la regla impuesta por los dragones legendarios a sus bendecidos?
“Qué importa eso, prepárate para el combate. Te permitiré descabalgar antes de enfrentarme”
- Oye, ¿y si quiero luchar a caballo?
“Bueno, entonces…"
- Ah, la verdad es que sería pollo, ¿no?
“No me interrum…"
- Y mucho pollo habrás comido tú para ser tan grande. Sigues rompiendo la bendición de los dragones legendarios, también en tamaño. ¿Eres un dragón legendario?
“Eres un insolente, tanto que tienes la desfachatez de hablarme así aún sabiendo que podría ser un dios…”
El dragón fue cortado otra vez, pero esta vez no por palabras, sino porque el brujo había azuzado su montura y ya se encaminaba hacia la salida de la gruta. Salida que, por otro lado, se encontraba detrás del dragón, así que, ni corto ni perezoso, nuestro brujo demostraba sus dotes de jinete mientras su montura avanzaba por debajo del dragón por el único camino que cruzaba el abismo de lava.
“¡A dónde vas!”, bramó el dragón, dentro de la mente del brujo, entiéndase, a la vez que doblaba su cuello por debajo de su pecho para mirar al maldito mercenario que se iba tan pancho. “Debes luchar conmigo para poder continuar, son las reglas."
- Como la regla de longitud de los dragones humanoides que te pasaste por el forro de las escamas-, contestó. - Lo siento, amigo, esto es una carrera y tengo prisa. Ya le contaré al Inquisidor que conocí a otro tan gordo como él.
El dragón alzó la cabeza hacia el techo de la gruta y rugió con todas sus fuerzas. Algo que el brujo sólo escuchó, pues no podía ver lo que ya había dejado atrás. Eso es, a nuestro brujo el dragón le chupó un huevo, así que imagínate a mí, que solamente soy el narrador.
Ah, pero esta carrera no sería divertida si solamente hubiera un obstáculo en el camino, ¿no es así?
- Detente, perro. Danos todo lo que tengas encima y podrás proseguir.
- Ja, te confundes con otro, buen señor. Yo soy brujo y mago de verdad.
Los kobolds se miraron entre ellos, confusos, y el que había hablado en primera instancia hizo un gesto a otro de los seres que poblaban la gruta.
- ¿Eresss estúpido? No sé ni de quién estás hablando.
- Me lo dicen mucho, así que he llegado a la conclusión de que sí lo soy-, respondió sin tapujos ni sentirse ofendido.
Vincent, al mirar hacia dónde había hecho el gesto el líder de los kobolds, pudo apreciar como un monstruo reptiliano se acercaba.
- Vaya, impresionante criatura-, afirmó, aún con la mirada puesta en el bichejo.
El jefe de los kobolds se infló de orgullo, literalmente.
- Pero no entiendo, por qué lo cabalga un bardo canijo.
El jefe se desinfló como si el aire huyera por el agujero de la puñalada a su dignidad, literalmente. Después, giró el cuello, se pudo apreciar, hasta en el color de su piel de kobold, el rojo de la furia.
- ¡Derrick, qué haces ahí! ¡Baja de ahí! -, le gritó al bardo.
- La vida es una lenteja, la tomas o la dejas.
- Mira, esa canción la conozco-, mentó el brujo, señalando con el dedo hacia el bardo.
Bardo que no hizo ni puto caso, así que el líder de los kobolds se acercó nuevamente al lugar en el que estaban Vincent y Montaña.
- ¡No importa el bardo, la bestia actuará igualmente!
- Pues parece bastante relajada con la música-, afirmó, señalando hacia la bestia con claro síntoma de sueño por la canción del bardo. Vinc no pudo evitar preguntarse, si habría escuchado esa canción tantas veces como él, aunque en su caso por culpa del maldito oso. - Hagamos una cosa, yo tengo prisa y los kobolds saben apreciar un buen trato.
- Tú dirás.
- Tú y yo sabemos que a la familia se respeta, y no se puede matar. Por esa razón, yo me llevo a tu familiar de aquí, de aventuras, y tú me dejas pasar sin cobrarme y sin que tenga que morir nadie.
- ¿Cómo sabes que es mi primo?
- Se nota que da problemas y sigue vivo después de todo, ¿no?
El kobold sopesó la idea, frunció el ceño y, tras un gesto, varios kobolds agarraron al bardo y lo subieron al upelero del brujo.
- Trátalo bien, como dijiste, la familia se respeta.
- Descuida, ya tengo uno en forma de oso-, mentó, antes de azuzar a su montura para que siguiera su camino.
Vaya, dos de dos. La gente llama estúpido a Vincent, pero estaba claro que lograba las cosas a su manera… Sí, lo dejaremos en: A su manera.
De todos modos, dos problemas eran pocos para un buen brujo resolutivo, así que pronto alcanzó el tercer obstáculo.
De los driópes ni hablamos, porque ni al máster le importó más allá de una frase, así que imagínate a mí, segunda parte.
El cuarto obstáculo tenía más miga, porque un lugar de descanso parecía un buen sitio para no tener problemas. Pero, ay, amigos y amigas, las cosas no eran tan simples.
El brujo miró hacia los ojos de la sanadora, luego hacia sus ojos, y finalmente retornó la mirada hacia sus ojos. Si tengo que explicarlo, el humor no es lo tuyo.
- Caballero, los ojos los tengo en la cara.
- Lo sé-, dijo sin levantar la mirada.
Luego ya tuvo el decoro, pero más tardecito, que las cosas buenas hay que valorarlas en su justo tiempo.
- ¡Oh, brujos! - comentó la susodicha, tras un profundo suspiro de resignación. - Pero, bueno, uno apuesto siempre es mucho mejor que uno que no lo es-, dijo de forma más cercana.
- Debo ganar una carrera, no puedo quedarme-, se lamentó.
- Aquí no habrá gata que nos moleste-, dijo más coqueta, acercándose y acariciándole la nuca.
Vincent se lo pensó. La carrera, había que ganarla, pero… Volvió a mirar hacia sus ojos.
- Seguro que da tiempo para uno rapidito-, comentó, tomándola por detrás de las rodillas y la cintura y alzándola del suelo. Sin embargo, el brujo la llevó hacia el upelero. - Mas, no hay gatas pero si bardo kobold, sería indecoroso y aún tengo que ganar la carrera. Ven conmigo y te conseguiré todo lo que esté en mi mano lograr. Mucho mejor que retozar por tiempo justo y limitado, ¿no te parece?
- No hay sitio para tantas personas en el upelero.
- Sí lo hay, Montaña tiene el nombre perfecto, es una bestia, puede con todo-, dijo, dejando a la dama elfa sentada en la parte delantera de la silla del upelero, con sus piernas por un lado de la montura para que todos pudieran caber mejor.
El brujo quedaría detrás de ella, en cuánto subiera a la silla, y el kobold sobre el regazo de la dama.
- Me ayudarás a librar mil batallas contra enemigos oscuros y maliciosos-, comentó la dama, sonriente.
Vincent afirmó con la cabeza, mientras se subía al pollo de carreras.
- También quiero un castillo.
Vinc se preocupó, pero, por sus vestimentas, la joven parecía rica y acomodada, igual no tendría que quedarse pobre en el proceso, por lo que asintió de nuevo, mientras ponía a Montaña en marcha.
Tras recoger a una segunda persona, llegaron al siguiente problema en su viaje hacia la victoria.
Ahora se trataba de una gentío impresionante en una de las calles más concurridas de la ciudad en la que vivía, Lunargenta. Sí, con aquello no podría ignorar o negociar, esta vez tendría que hacer algo más que darle al pico o sudar de todo.
- Qué hará nuestro héroe, ante este gentío que nos obstaculiza cual desprendimiento de nieve-, cantó el bardo. - Será amable, o será borde. Será valiente, paciente, o llorará como infante.
- Diría que no hay nadie más paciente en el mundo que tu primo, buen Derrick.
De cualquier manera, Vincent espoleó a su montura para que avanzara.
- Igual la duda se aclara, y resulta que su fama no deja de ser infamia.
Vincent ahogó en su mente la idea de mandar por saco al bardo.
- Vamos, Montaña, a volar.
El upelero comenzó a aletear, para incomodidad de sus jinetes.
- Sabes que los pollos no vuelan, ¿no?
- Eso dicen, pero yo los he visto flotar al tirarse de zonas altas.
Tras ello el brujo creó corrientes de aire caliente bajo las alas del upelero que lo elevaron lo suficiente como para poder viajar por encima de las personas del mercado.
- El bellaco resultó no ser tal personaje oscuro, y prevaleció con su ingenio, aderezado con su magia de brujo armado.
En fin, vuelo después, el brujo salió de la concurrida ciudad, para encontrarse con un nuevo dilema.
- Hay tres caminos-, mentó la elfa.
- Así es.
- No hay mayor problema que la duda, o tal vez que te den por culo con una bien dura.
- De dónde sacaste a este bardo, Vincent.
- Mejor no preguntes-, respondió el brujo, tomando el camino de la derecha.
Y ese camino los llevó directo a una batalla campal de un grupo de bandidos contra una niña. Por supuesto, el buen brujo salvó a los bandidos de tremenda paliza, pues no se podía calificar la escena de otra manera, agarrando a la niña por el cogote, mientras estaba distraída lanzando magia a los pobres desgraciados, y haciendo que se sentara sobre el regazo ya concurrido de la sacerdotisa.
- Allyson, pórtate bien-, le dijo a la niña. - Y decías que no cabíamos-, comentó esta vez a la elfa, como recuerdo de las palabras que la elfa le dijera antes de ser… ¿secuestrada con hermosas promesas de porvenir?.
Una risita nerviosa brotó de los labios del rubio tras sus palabras.
Un giro de cuello níveo y extremadamente hermoso logró mostrar una mirada un tanto…
«Genial. Una mujer enfadada, una niña enfadada, un kobold canijo de dudosas rimas enfadado… Las tres cosas enfadadas que tanto me gusta llevar en mi montura», pensó cierto mercenario.
Pero eso pronto careció de importancia.
El final se acercaba, por supuesto, pero tanta gente encima del valeroso de Montaña era demasiado hasta para alguien con su fortaleza física. Más que física, mental, porque cuando el cuerpo te grita basta, cuando te implora descanso, es la mente la que debe luchar para mantenerse firme.
Aquí el detalle. Durante el sueño, la carga de Montaña se sentía en cada trozo de piel del buen brujo, en su cuerpo, dolor compartido, montura y jinete eran uno, en mente y sacrificio.
- Vamos, Montaña, un poquito más. Juntos lo lograremos-, mentó el brujo, dándole palmadas amistosas en el cuello al pobre animal, que cada vez estaba más exhausto. Igual que él.
- ¡Tú puedes, Montaña! - animó la niña. - Venga, papá. Sé que puedes lograrlo-, dijo seguido, agarrando la muñeca del brujo.
Un aura les envolvió, cuando una música comenzó a resonar en el ambiente, era la magia del bardo, que los insuflaba de valor. Montaña se sintió mejor por esa música, mucho mejor aún al sentir la magia élfica darle una fortaleza adicional cuando la sacerdotisa obró su magia. El mercenario, igual que su upelero, se sintió mejor.
Vincent había ayudado a mucha gente a lo largo de su vida, eso a veces podía parecer una carga, pero la realidad es que el grupo siempre se fortalecía tras cada combate. Tras cada victoria, pero también tras cada derrota. Para el brujo la victoria no era llegar el primero, era que todos sus amigos llegasen a su destino.
Para un brujo seguro de sí mismo y con los objetivos claros, el resultado era más nítido que para la mayoría. Pero la emoción no estaba en saber el resultado, sino en el camino que habría de recorrerse para llegar hasta él.
- Alabada tu firmeza y convicción. En la vida nunca caminas sólo si te acompañas de las personas adecuadas-, se escuchó decir a alguien. Desde ningún lado concreto, pero, al mismo tiempo, desde todas partes.
Era difícil no acompañarse de buenas personas si tu corazón se mantenía firme tras la visión de tanta oscuridad, muerte y destrucción. Todo se veía diferente después de estar entre tanta podredumbre, no física, que también, sino la podredumbre de la ambición y el desprecio al prójimo, a la vida de los demás.
Ser mercenario no era fácil, sobrevivir a la guerra, fruto del deseo de lo de uno sobre lo de otros. Apretar los dientes fue lo que aprendió de joven.
Tras esas palabras, y tras sus propios pensamientos, el brujo sintió que llegó a su destino.
Vincent Calhoun
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
A medida que los compañeros y montura de Vincent se iban desvaneciendo en la neblina que lo rodeó al llegar a su destino, la voz que había hablado se transformó en una risa alegre. De entre las mismas hebras de niebla surgió la figura de una mujer. Se parecía al tapiz que había visto en sueños durante su peregrinaje, pero con un rostro más maduro y alguna que otra cicatriz aquí y allá.
—Eres un gran viajero Vincent Calhoun —dijo sin dejar de sonreír—. Serías un buen Stellazio. ¿No? Piénsalo. La mayoría de la gente escucha las leyendas e imagina héroes serios y solemnes, casados con su vocación de salvar el mundo. Ya has visto lo que dicen de mí en ese libro —añadió con una mueca y volvió a reír, antes de que una cierta melancolía acudiera a su rostro—. Como is alguien pudiera vivir así durante mucho tiempo y no volverse loco. Tu amigo está empezando a aprenderlo, pero tú… —sonrió de nuevo y hasta le guiñó un ojo—. Tú eso ya lo sabes, ¿verdad?
Después le dio la espalda y echó a andar, desapareciendo en la neblina. Ésta no tardaría en disiparse, pero en lugar de la figura de Alice alejándose, lo que encontró fue a Alward y Katrina iluminados por la luz de la luna en un cielo casi completamente despejado por primera vez en casi todo aquel peregrinaje.
El vano que habían abierto los había llevado de nuevo al exterior en un rincón escondido de las montañas. Frente a ellos, un estrecho sendero, casi cubierto por el pasto, llegaba hasta un monolito que se alzaba hacia el cielo como si quisiera tocar las estrellas.
Katrina no tardaría en dirigir sus pasos hacia allí, guiada por el recuerdo. Frente a la piedra, les esperaba la losa, desgastada por el tiempo, que Alward había visto ¿cuánto, un siglo atrás? El guerrero con una, solo una, espada. A los pies de la piedra hincada en tierra se enroscaba la talla de un dragón. Quizá fuera una ilusión óptica, marca de la maestría del tallador, o el producto de la magia que había operado tanto tiempo en el lugar, pues daba la impresión de que el dragón los observaba cuando se acercaron.
—Cuando llegamos hasta su cuerpo —dijo una voz surgida de todas partes y ninguna—, solo encontramos una. Queríamos guardar las dos, a la espera de alguien digno de blandirlas de nuevo en su nombre, pero se nos adelantaron…
Las últimas palabras sonaron como un susurro apenas audible que se fue difuminando en una nueva corriente de aire que se llevó algo de tierra y polvo de la desgastada talla. Lo suficiente para que un rayo de luna revelara un filo metálico. No todo en aquella tumba estaba tallado en piedra.
Caballeros, ignoro si estas eran las respuestas que buscaban cuando acudieron a la Talladora de Huesos al principio de esta onírica aventura, pero yo, personalmente, he disfrutado de la experiencia.
Han llegado al destino de su peregrinaje, la tumba de Zydan Ornitier, pero, como suele ocurrir en todo peregrinaje, el destino no es tan relevante o transformador como el viaje en sí mismo. Espero que sus personajes hayan sacado algo de éste.
Por mi parte, esto es todo. Solos comenzaron esta aventura y los dejo solos para terminarla a su ritmo. Simplemente, avisen para cerrar el tema cuando llegue el momento. Las recompensas se las entrego ahora mismo.
Alward: Por tu participación en este mastereado, recibes 10 puntos de experiencia y el siguiente obsequio:
Espada solitaria [Arma de una mano] Está solita y desgastada, pero parece deseosa de recuperar su antigua lozanía. Puedes vendérsela a un anticuario por 200 aeros o buscar su pareja para que vuelva a sonreír. ¿Qué información tienes para encontrarla? Alguien robó la espada tras la última batalla de Zydan, antes de que sus amigos encontraran el cuerpo.
Katrina / Amelia: En un mastereado, no se me permite darle un obsequio al PJ y también a su acompañante, pero tus fichas están abiertas para acomodar la nueva información adquirida y los cambios que ésta pueda suponer en tu futuro (sí, la recompensa es trabajo extra para tu user).
Vincent: Para ti, la recompensa será los amigos que hiciste por el camino, digo, también tienes 10 puntos de experiencia. Además, un pajarito me contó que te gustaban los libros, así que, cuando regreses a la cámara con la bóveda celeste, hallarás lo siguiente:
Grimorio de los Stellazios [1 carga] Ajado y polvoriento tomo escrito en un antiguo dialecto y con la tinta un tanto desgastada, esconde saberes arcanos perdidos en el tiempo. Podrías venderlo a un anticuario por 200 aeros, pero si lo estudias detenidamente en tu taller, tal vez aprendas algo interesante (traducción: gasta un uso en el taller y obtén un punto de profesión en Arcanos).
Y con esto, me despido. Si eligen quedarse con los objetos, solo habrán de añadirlos a su inventario. Si prefieren los aeros, indíquenlo en el off rol de su próximo post para que les haga el ingreso correspondiente. Ha sido un placer.
—Eres un gran viajero Vincent Calhoun —dijo sin dejar de sonreír—. Serías un buen Stellazio. ¿No? Piénsalo. La mayoría de la gente escucha las leyendas e imagina héroes serios y solemnes, casados con su vocación de salvar el mundo. Ya has visto lo que dicen de mí en ese libro —añadió con una mueca y volvió a reír, antes de que una cierta melancolía acudiera a su rostro—. Como is alguien pudiera vivir así durante mucho tiempo y no volverse loco. Tu amigo está empezando a aprenderlo, pero tú… —sonrió de nuevo y hasta le guiñó un ojo—. Tú eso ya lo sabes, ¿verdad?
Después le dio la espalda y echó a andar, desapareciendo en la neblina. Ésta no tardaría en disiparse, pero en lugar de la figura de Alice alejándose, lo que encontró fue a Alward y Katrina iluminados por la luz de la luna en un cielo casi completamente despejado por primera vez en casi todo aquel peregrinaje.
El vano que habían abierto los había llevado de nuevo al exterior en un rincón escondido de las montañas. Frente a ellos, un estrecho sendero, casi cubierto por el pasto, llegaba hasta un monolito que se alzaba hacia el cielo como si quisiera tocar las estrellas.
Katrina no tardaría en dirigir sus pasos hacia allí, guiada por el recuerdo. Frente a la piedra, les esperaba la losa, desgastada por el tiempo, que Alward había visto ¿cuánto, un siglo atrás? El guerrero con una, solo una, espada. A los pies de la piedra hincada en tierra se enroscaba la talla de un dragón. Quizá fuera una ilusión óptica, marca de la maestría del tallador, o el producto de la magia que había operado tanto tiempo en el lugar, pues daba la impresión de que el dragón los observaba cuando se acercaron.
—Cuando llegamos hasta su cuerpo —dijo una voz surgida de todas partes y ninguna—, solo encontramos una. Queríamos guardar las dos, a la espera de alguien digno de blandirlas de nuevo en su nombre, pero se nos adelantaron…
Las últimas palabras sonaron como un susurro apenas audible que se fue difuminando en una nueva corriente de aire que se llevó algo de tierra y polvo de la desgastada talla. Lo suficiente para que un rayo de luna revelara un filo metálico. No todo en aquella tumba estaba tallado en piedra.
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Caballeros, ignoro si estas eran las respuestas que buscaban cuando acudieron a la Talladora de Huesos al principio de esta onírica aventura, pero yo, personalmente, he disfrutado de la experiencia.
Han llegado al destino de su peregrinaje, la tumba de Zydan Ornitier, pero, como suele ocurrir en todo peregrinaje, el destino no es tan relevante o transformador como el viaje en sí mismo. Espero que sus personajes hayan sacado algo de éste.
Por mi parte, esto es todo. Solos comenzaron esta aventura y los dejo solos para terminarla a su ritmo. Simplemente, avisen para cerrar el tema cuando llegue el momento. Las recompensas se las entrego ahora mismo.
Alward: Por tu participación en este mastereado, recibes 10 puntos de experiencia y el siguiente obsequio:
Espada solitaria [Arma de una mano] Está solita y desgastada, pero parece deseosa de recuperar su antigua lozanía. Puedes vendérsela a un anticuario por 200 aeros o buscar su pareja para que vuelva a sonreír. ¿Qué información tienes para encontrarla? Alguien robó la espada tras la última batalla de Zydan, antes de que sus amigos encontraran el cuerpo.
- si eliges quedarte con la espada:
- Deberás hacer dos temas (libres o privados) buscando pistas sobre su gemela, y un tercer tema (libre o privado, pero con supervisión master) con otro PJ que haya accedido a formar parte de los Stellazios, en el que vayan en busca de la espada en cuestión. Al final de ese tema, la espada solitaria se convertirá en:
Espadas de Zydan [Arma doble, Se Liga al Éter, 2 usos] De calidad épica. Otorga la siguiente habilidad => Gasto 1 uso: Durante un turno, las espadas emitirán un brillo radiante. Mientras permanezcan brillando, el portador podrá teletransportarse al lugar donde se encuentre cualquiera de las dos espadas.
Katrina / Amelia: En un mastereado, no se me permite darle un obsequio al PJ y también a su acompañante, pero tus fichas están abiertas para acomodar la nueva información adquirida y los cambios que ésta pueda suponer en tu futuro (sí, la recompensa es trabajo extra para tu user).
Vincent: Para ti, la recompensa será los amigos que hiciste por el camino, digo, también tienes 10 puntos de experiencia. Además, un pajarito me contó que te gustaban los libros, así que, cuando regreses a la cámara con la bóveda celeste, hallarás lo siguiente:
Grimorio de los Stellazios [1 carga] Ajado y polvoriento tomo escrito en un antiguo dialecto y con la tinta un tanto desgastada, esconde saberes arcanos perdidos en el tiempo. Podrías venderlo a un anticuario por 200 aeros, pero si lo estudias detenidamente en tu taller, tal vez aprendas algo interesante (traducción: gasta un uso en el taller y obtén un punto de profesión en Arcanos).
Y con esto, me despido. Si eligen quedarse con los objetos, solo habrán de añadirlos a su inventario. Si prefieren los aeros, indíquenlo en el off rol de su próximo post para que les haga el ingreso correspondiente. Ha sido un placer.
Fehu
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Alward y Katrina compartieron una mirada cargada de profundo significado. La voz enigmática había mencionado una "espada", y aquel filo metálico resplandeciente parecía responder a sus palabras. Avanzaron con cautela, como quienes comprenden que se encuentran en el umbral de un destino que se entreteje con el pasado y el futuro.
La espada, con su hoja desgastada y sin brillo, y su empuñadura adornada con antiguas runas, descansaba allí, aguardando ser empuñada por manos dignas. Era un regalo de la historia, un legado que había sido preservado para aquellos capaces de discernir su significado y rendir homenaje a su pasado.
Con reverencia, Alward extendió su mano hacia la espada, mientras Katrina lo observaba con respeto. Este momento marcaba el cierre de un viaje repleto de misterios y desafíos, pero también el inicio de una nueva odisea, donde el legado del pasado se entrelazaba con el porvenir en un abrazo eterno.
La luz de la luna derramaba su resplandor sobre ellos como una bendición ancestral. Katrina alzó la mirada para contemplarla.
-He recordado cosas de mi pasado.-Proyectó su voz mágica a los presentes.-Mi nombre era "Amelia", y mi famiia me fue arrebatada por las Sierpes.
Alward entonces llevó su atención hacia su compañera.
-¿Y cómo te llamaremos a partir de ahora?
A pesar de la terrible revelación y de la carga emocional que conllevaba, el semblante de Katrina permanecía sereno, e incluso se vislumbraban destellos de felicidad en él.
-"Katrina" está bien.-Respondió con una sonrisa-Es lo que soy ahora y lo que fui en el pasado.-Sonrió.
Alward asintió, satisfecho. Acto seguido, centró su atención en Vincent con gratitud en sus ojos.
-Vincent, mi amigo. No tengo palabras suficientes para expresar mi gratitud por todo lo que has hecho. Has sido un compañero valiente y leal en este peregrinaje, y no solo eso, sino que has demostrado una habilidad y sabiduría excepcionales en cada desafío que hemos enfrentado. Has sido más que un aliado, Vincent, te has convertido en un amigo. Juntos, hemos enfrentado lo desconocido y hemos descubierto el legado de un pasado perdido. Esto solo es el comienzo, y estoy emocionado por lo que el futuro nos depara. Gracias.-Desvió brevemente su mirada hacia la espada que portaba en sus manos-Cuando nos separemos, no dudes en que en poco tiempo tendrás noticias mías, y puede que te proponga algo.-Sonrió de medio lado, intercambiando su mirada entre Katrina y Vincent.-Los Stellazios van a volver, y honrando a aquellos héroes del pasado, velaremos por el bien, la justicia y la Luz en el mundo.
La espada, con su hoja desgastada y sin brillo, y su empuñadura adornada con antiguas runas, descansaba allí, aguardando ser empuñada por manos dignas. Era un regalo de la historia, un legado que había sido preservado para aquellos capaces de discernir su significado y rendir homenaje a su pasado.
Con reverencia, Alward extendió su mano hacia la espada, mientras Katrina lo observaba con respeto. Este momento marcaba el cierre de un viaje repleto de misterios y desafíos, pero también el inicio de una nueva odisea, donde el legado del pasado se entrelazaba con el porvenir en un abrazo eterno.
La luz de la luna derramaba su resplandor sobre ellos como una bendición ancestral. Katrina alzó la mirada para contemplarla.
-He recordado cosas de mi pasado.-Proyectó su voz mágica a los presentes.-Mi nombre era "Amelia", y mi famiia me fue arrebatada por las Sierpes.
Alward entonces llevó su atención hacia su compañera.
-¿Y cómo te llamaremos a partir de ahora?
A pesar de la terrible revelación y de la carga emocional que conllevaba, el semblante de Katrina permanecía sereno, e incluso se vislumbraban destellos de felicidad en él.
-"Katrina" está bien.-Respondió con una sonrisa-Es lo que soy ahora y lo que fui en el pasado.-Sonrió.
Alward asintió, satisfecho. Acto seguido, centró su atención en Vincent con gratitud en sus ojos.
-Vincent, mi amigo. No tengo palabras suficientes para expresar mi gratitud por todo lo que has hecho. Has sido un compañero valiente y leal en este peregrinaje, y no solo eso, sino que has demostrado una habilidad y sabiduría excepcionales en cada desafío que hemos enfrentado. Has sido más que un aliado, Vincent, te has convertido en un amigo. Juntos, hemos enfrentado lo desconocido y hemos descubierto el legado de un pasado perdido. Esto solo es el comienzo, y estoy emocionado por lo que el futuro nos depara. Gracias.-Desvió brevemente su mirada hacia la espada que portaba en sus manos-Cuando nos separemos, no dudes en que en poco tiempo tendrás noticias mías, y puede que te proponga algo.-Sonrió de medio lado, intercambiando su mirada entre Katrina y Vincent.-Los Stellazios van a volver, y honrando a aquellos héroes del pasado, velaremos por el bien, la justicia y la Luz en el mundo.
Alward Sevna
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Aquello había sido extraño.
Sí, ya sé que hablamos del mercenario estrafalario de Vincent Calhoun, el mismo tipo que se había metido en mil problemas por los motivos más diversos que se pudieran imaginar, pero, aún así, había sido extraño hasta para él.
El sueño había sido… una auténtica locura, mas, pese a ello, no dejaba de tener varias trazas de verdad en él. La sacerdotisa de buen ver que deseaba a tan apuesto mozo no era otra que Níniel, aparecía su hija, y algo le decía al bueno de Vinc que los otros caminos llevaban a situaciones igual de familiares. Del bardo no tenía ni puta idea de quién era, pero, bueno, gente más excéntrica había conocido a lo largo de su vida, y conocía a un estúpido oso que le encantaba interpretar la canción de presentación. Y, por supuesto, el dragón no era otro que el gordo del Inquisidor.
Después de todo, no conocía a otro dragón tan gordo. La otra… La otra no cuenta, ni siquiera estaba con vida, y teniendo en cuenta lo cercanas que eran casi todas las personas aparecidas…
«No, está claro que era el gordo de hielo», pensó jocoso, rememorando de aquella manera al líder de la Logia.
- Saben, lo mejor de ciertas personas es que no pueden leerme la mente-, le comentó a sus compañeros, en cuánto apareció Katrina. - Tengo una mente muy… - Lo dejó unos instantes en el aire. - Imaginativa. Y no queremos que cierto dragón sepa que pensé sobre su aspecto.
Vincent dedicó una sonrisa a sus interlocutores y llevó su mente a motivos más prácticos.
- Qué magia tan poderosa. He tenido un sueño muy raro, y presupongo que ustedes también.
«Aunque seguro que el sueño de ellos no era tan… ¿estúpido? ¿cómico?»
El brujo carraspeó.
- Bueno, da igual, no dejaba de ser una especie de lección para los recién llegados-, dijo el brujo, examinando la tumba de piedra en busca de runas mágicas, mientras sus compañeros explicaban sus respectivos trances. - Mi sueño era raro, pero, bueno, sí sabía entrever los motivos de mi forma de ser y de mi voluntad en la lucha-, terminó por decir, acariciando con suavidad uno de los glifos de la tumba.
¿Habían logrado proyectar una forma etérea de ellos mismos por medio de la magia, o se trataba de algo más? Al fin y al cabo, esa magia lograba sacar contexto de la mente de a la que hacía soñar. No podía ser tan simple. No era tan simple.
- Magia poderosa, sí-, comentó en un susurro, justo antes de escuchar las palabras de Alward. - Oh, descuida, no me debes nada. Lo hice por voluntad propia, hasta la magia de este lugar lo sabe-, dije medio en broma. - Sí, lo somos. Hay amistades que se forjan en poco tiempo porque las situaciones que las templan son así de significativas. Sabes que puedes contar conmigo para enfrentar a esas personas que te persiguen-, mentó, más solemne. - Se dicen muchas cosas de mí, pero que no puedo dejar de entregar justicia a una dama, es una de las ciertas-, ya dijo en un tono más… pues en tono Vincent pícaro coqueto. - Esas gentes olvidan que también lo hago por niños y hombres, pero, detalles-, retornó a su lado más divertido. - Amelia, Katrina, no importa, tendrás tu justicia, palabra de mercenario que vende su alma por dinero-, terminó por decir, serio, pero con su… Sí, ya, el toque desenfadado Vincent.
El brujo se acercó y, mientras el hombre tomaba una espada, el isleño posó su mirada en un libro que había al lado del acero, en una especie de habitáculo que había sobre la tapa de piedra. Una especie de pequeño mausoleo para el librito, diseñado sobre la misma losa. Toda una gran obra de arte y de trabajo duro, pues no era fácil lograr aquello sin tiempo ni dedicación, ya que formaba parte del todo que era la losa..
- Para ti la espada, después de todo yo ya tengo muchas-, bromeó. - Además, la pluma vence a la espada ¿no es así? - comentó en su línea, dibujando una sonrisa tras sus palabras.
- Pero, Vincent, es un libro ya escrito, no hay ninguna pluma de ave por el lugar-, se contestó a sí mismo, con voz estridente, imitando a un niño listillo. Su mirada sobre el orbe lunar.
- Razón tienes. Lo podremos dejar en el conocimiento vence a la espada-, se auto respondió, sin dejar de mirar hacia la luna.
- Pero, señor, para manejar bien una espada hay que practicar y tener conocimientos marciales-, volvió a decir con voz de niño listillo.
- Tras este debate lo dejaremos en que ya tengo muchas espadas y con eso basta para que te la merezcas más que yo-, afirmó con buen talante, sonriente, posando sus ojos sobre su amigo. Luego miró hacia la dama de la noche. - Si los Stellazios van a volver, mucho mejor, nunca sobra buena gente. Pero ya sabes, lo dicho, si necesitas mi apoyo en esta tarea, lo tendrás-, terminó por decir, regresando la mirada hacia el cielo estrellado.
La luna siempre vigilante. Hasta en las noches más oscuras, las de luna nueva, ella estaba allí, escondida, pero estaba. A veces había que mimetizarse con las sombras para vencer a la temida oscuridad.
Y con amigos la oscuridad siempre era menos dura de soportar. Aquel lugar, la magia de aquel sitio de descanso de Zydan Ornitier, había conocido al brujo mejor que muchos antes.
- Bueno, basta de cháchara, momento de ponerse en marcha. Queda mucho trabajo por delante si queremos vencer a esas malditas serpientes-, comentó, tocándose la testa con el libro.
Finalmente, Vincent volvió a mirar hacia la luna, que alentaba con su fulgor en las noches oscuras, y se encaminó hacia el interior de la gruta. El nuevo ciclo de la historia de los Stellazios no había hecho más que empezar.
Sí, ya sé que hablamos del mercenario estrafalario de Vincent Calhoun, el mismo tipo que se había metido en mil problemas por los motivos más diversos que se pudieran imaginar, pero, aún así, había sido extraño hasta para él.
El sueño había sido… una auténtica locura, mas, pese a ello, no dejaba de tener varias trazas de verdad en él. La sacerdotisa de buen ver que deseaba a tan apuesto mozo no era otra que Níniel, aparecía su hija, y algo le decía al bueno de Vinc que los otros caminos llevaban a situaciones igual de familiares. Del bardo no tenía ni puta idea de quién era, pero, bueno, gente más excéntrica había conocido a lo largo de su vida, y conocía a un estúpido oso que le encantaba interpretar la canción de presentación. Y, por supuesto, el dragón no era otro que el gordo del Inquisidor.
Después de todo, no conocía a otro dragón tan gordo. La otra… La otra no cuenta, ni siquiera estaba con vida, y teniendo en cuenta lo cercanas que eran casi todas las personas aparecidas…
«No, está claro que era el gordo de hielo», pensó jocoso, rememorando de aquella manera al líder de la Logia.
- Saben, lo mejor de ciertas personas es que no pueden leerme la mente-, le comentó a sus compañeros, en cuánto apareció Katrina. - Tengo una mente muy… - Lo dejó unos instantes en el aire. - Imaginativa. Y no queremos que cierto dragón sepa que pensé sobre su aspecto.
Vincent dedicó una sonrisa a sus interlocutores y llevó su mente a motivos más prácticos.
- Qué magia tan poderosa. He tenido un sueño muy raro, y presupongo que ustedes también.
«Aunque seguro que el sueño de ellos no era tan… ¿estúpido? ¿cómico?»
El brujo carraspeó.
- Bueno, da igual, no dejaba de ser una especie de lección para los recién llegados-, dijo el brujo, examinando la tumba de piedra en busca de runas mágicas, mientras sus compañeros explicaban sus respectivos trances. - Mi sueño era raro, pero, bueno, sí sabía entrever los motivos de mi forma de ser y de mi voluntad en la lucha-, terminó por decir, acariciando con suavidad uno de los glifos de la tumba.
¿Habían logrado proyectar una forma etérea de ellos mismos por medio de la magia, o se trataba de algo más? Al fin y al cabo, esa magia lograba sacar contexto de la mente de a la que hacía soñar. No podía ser tan simple. No era tan simple.
- Magia poderosa, sí-, comentó en un susurro, justo antes de escuchar las palabras de Alward. - Oh, descuida, no me debes nada. Lo hice por voluntad propia, hasta la magia de este lugar lo sabe-, dije medio en broma. - Sí, lo somos. Hay amistades que se forjan en poco tiempo porque las situaciones que las templan son así de significativas. Sabes que puedes contar conmigo para enfrentar a esas personas que te persiguen-, mentó, más solemne. - Se dicen muchas cosas de mí, pero que no puedo dejar de entregar justicia a una dama, es una de las ciertas-, ya dijo en un tono más… pues en tono Vincent pícaro coqueto. - Esas gentes olvidan que también lo hago por niños y hombres, pero, detalles-, retornó a su lado más divertido. - Amelia, Katrina, no importa, tendrás tu justicia, palabra de mercenario que vende su alma por dinero-, terminó por decir, serio, pero con su… Sí, ya, el toque desenfadado Vincent.
El brujo se acercó y, mientras el hombre tomaba una espada, el isleño posó su mirada en un libro que había al lado del acero, en una especie de habitáculo que había sobre la tapa de piedra. Una especie de pequeño mausoleo para el librito, diseñado sobre la misma losa. Toda una gran obra de arte y de trabajo duro, pues no era fácil lograr aquello sin tiempo ni dedicación, ya que formaba parte del todo que era la losa..
- Para ti la espada, después de todo yo ya tengo muchas-, bromeó. - Además, la pluma vence a la espada ¿no es así? - comentó en su línea, dibujando una sonrisa tras sus palabras.
- Pero, Vincent, es un libro ya escrito, no hay ninguna pluma de ave por el lugar-, se contestó a sí mismo, con voz estridente, imitando a un niño listillo. Su mirada sobre el orbe lunar.
- Razón tienes. Lo podremos dejar en el conocimiento vence a la espada-, se auto respondió, sin dejar de mirar hacia la luna.
- Pero, señor, para manejar bien una espada hay que practicar y tener conocimientos marciales-, volvió a decir con voz de niño listillo.
- Tras este debate lo dejaremos en que ya tengo muchas espadas y con eso basta para que te la merezcas más que yo-, afirmó con buen talante, sonriente, posando sus ojos sobre su amigo. Luego miró hacia la dama de la noche. - Si los Stellazios van a volver, mucho mejor, nunca sobra buena gente. Pero ya sabes, lo dicho, si necesitas mi apoyo en esta tarea, lo tendrás-, terminó por decir, regresando la mirada hacia el cielo estrellado.
La luna siempre vigilante. Hasta en las noches más oscuras, las de luna nueva, ella estaba allí, escondida, pero estaba. A veces había que mimetizarse con las sombras para vencer a la temida oscuridad.
Y con amigos la oscuridad siempre era menos dura de soportar. Aquel lugar, la magia de aquel sitio de descanso de Zydan Ornitier, había conocido al brujo mejor que muchos antes.
- Bueno, basta de cháchara, momento de ponerse en marcha. Queda mucho trabajo por delante si queremos vencer a esas malditas serpientes-, comentó, tocándose la testa con el libro.
Finalmente, Vincent volvió a mirar hacia la luna, que alentaba con su fulgor en las noches oscuras, y se encaminó hacia el interior de la gruta. El nuevo ciclo de la historia de los Stellazios no había hecho más que empezar.
Vincent Calhoun
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