El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
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El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
Un suave y lejano silbido, viajando en calma entre los céfiros vientos que soplan en el este, como un dulce murmullo que resuena entre las frondosas hojas de los mil y un bosques.
Aquel sonido, en circunstancias normales, transmitía la calma y la alegría de la primavera, transmitía la fragancia y delicadeza de los prados verdes, cubiertos por cientos y cientos de flores, tan coloridas como bellas. Sin embargo... En ese preciso momento, aquello... estaba lejos de ser un sonido agradable.
Desperté en medio de una oscuridad grisácea; mi cabeza ardía como fervientes llamas danzando en un río de corrientes sangrantes, bramando constantes y drenando poco a poco las fuerzas de mi cuerpo, hasta que no quedara una sola gota de vida. No podía ver, no podía moverme; parecía estar enteramente cubierta por una especie de tejido de seda. Aunque apenas pudiera respirar, al menos podía percibir aquel murmullo espeluznante: el sonido del bosque susurrante, y el aroma de aquella sustancia bizcosa y amarillenta que cubría mi cuerpo por completo. Aquello, me resultaba familiar... por algún motivo. ¿Dónde estaba? Todo intento de recordar lo sucedido solo evocaba un terrible dolor palpitante en mi cerebro, que amenazaba con empujarme al fondo del acantilado de la inconsciencia en el que me balanceaba peligrosamente.
—Ne... —lograron susurrar mis labios, llamando el nombre de la única persona que podría venir a mi recuerdo, el único que podría rescatarme.
Neddy... ¿Dónde estás...? ¿Qué fue lo que tú...?
Una última palabra —u orden de aquel anciano, en este caso— despertó una oleada de fervientes gritos y cánticos de victoria y regocijo, llenando las afueras de aquel pentágono real, donde se celebraba con entusiasmo el ascenso de aquellos soldados de la Guardia, con el orgullo de darles la bienvenida a los nuevos capitanes y tenientes.
Me hallaba de nuevo en aquel lugar: los impresionantes cuarteles de la Guardia de Lunargenta, presenciando aquel evento donde mi —no tan querido— amigo y constante acosador, Erwin Smith, había conseguido ganarse un ascenso de chupamedias junior a capitán chupamedias; bien merecido, debía reconocer. Aquel soldado, quien se había instalado a la fuerza en mi círculo social, era un total adicto al trabajo. Había perdido la cuenta de cuantos turnos extra tomaba por semana, o cuanto papeleo se encargaba de hacer por sus superiores, o en cuantos entrenamientos se presentaba para ayudar a los aprendices. Era un total ñoño justiciero y trabajador, el héroe de turno soñado de toda muchacha o mujer de la ciudad, y lo más probable es que seguiría siéndolo aún teniendo mayor autoridad.
No pude evitar reír burlón, viendo su rostro serio mientras inflaba el pecho de orgullo cuando le nombraban capitán de la tropa de novatos a la que pertenecía. Sin embargo, opté finalmente por dedicarle un par de aplausos suaves, cuando este me buscó con la mirada y me sonrió alegre. Si él era feliz siendo un imbecil, no había mucho que se pudiera hacer.
Una vez finalizada la ceremonia, perdí de vista a Erwin; probablemente habría sido convocado por sus superiores para recibir instrucciones de sus nuevas labores. Decidí permanecer en la entrada, recostando mi espalda de uno de los muros, esperando no llamar demasiado la atención. La última vez que había estado en ese lugar, los soldados actuaban algo raro a mi alrededor. Me había planteado el no asistir, pero sabía que Erwin me daría una reprimenda durante siglos y no lograría hacerle callar.
Sin embargo, mientras esperaba, cierto... acontecimiento... logró llamar mi atención...
—¿¡Cuánto tiempo más me haréis esperar, cuerda de insensatos!? —se dio a oír aquel hombre, mientras era expulsado del recinto por un par de guardias—. ¡Mi familia y yo queremos volver a casa! —exclamó furioso, forcejeando.
Me mantuve atento a la escena, escuchando como aquel señor balbuceaba sin sentidos sobre árboles en su vecindad, ramas en sus calzones, coloridos insultos que me aseguraría de recordar para utilizar contra elfos... Hasta que, finalmente, Erwin decidió aparecer.
—¡Raymond! ¡Estás aquí! —me llamó el ahora capitán, dirigiéndose hacia mí con una sonrisa enorme—. Me alegro tanto de que vinieras, en serio temía que no fueras a aparecer al final... —rió alegre, rascándose la nuca nervioso.
—¿Bromeas? Jamás le haría eso a un amigo. —le aseguré con una sonrisa amable, haciendo que el soldado, sorprendido, estallara en felicidad por lo que acababa de oír. Siempre tan efusivo...—. Ni tampoco a ti... —añadí con malicia y cinismo, aplastando el regocijo del guardia entre mis manos, volviendo a mirar la escenita que tenía montada aquel señor.
—Viejo... eso fue cruel. —lloriqueó Erwin en un quejido infantil—. ¿Qué está ocurriendo? —preguntó al caer en cuenta de lo que sucedía frente a nosotros—. ¿Ese es el señor Merten...? Santo Odín... —murmuró en un tono de derrota.
—¿Qué...? ¿Y ese quién rayos es... ? —me dirigí a Erwin confundido—. ¿Y cómo es que él si puede echarles en cara libremente lo inútiles que son y yo no...? —expresé con molestia, cruzandome de brazos irritado. Quería una explicación, y más le valía que fuera buena.
Raymond Lorde
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
Asistir a ese tipo de actos protocolares estaba también entre las obligaciones de un integrante de la Guardia. Sashenka se encontraba parada en las filas que estaban justo a los lados del escenario, ya no era una completa novata, pero tampoco tenía el rango suficiente como para poder estar arriba. Así que observaba sin demasiado interés toda la ceremonia, aplaudiendo cuando había que aplaudir, diciendo los saludos correspondientes cuando era necesario decirlos.
En cierto modo, le hacía acordar a las fiestas diplomáticas en casa de su familia, aprendiendo de memoria todos los pasos requeridos para cumplir con la etiqueta, repitiéndolos una y otra vez. Aunque parecía haber cambiado una rutina por otra, el pensamiento no resultaba deprimente para la dragona, a diferencia de su vida anterior, este camino lo había elegido por sí misma.
A algunos de los reclutas que estaban siendo condecorados y ascendidos los conocía, incluso había tenido bajo su tutela a un par, aunque raramente le dejaban gente a cargo y cuando lo hacían no duraban mucho. Quizás la única excepción a eso había sido Nathaniel Erwin Smith, un Humano que le había sido asignado como compañero hacía algunos meses y que había tolerado sin quejarse el exigente ritmo de la dragona.
Cuando la ceremonia terminó los invitados se quedarían en los alrededores charlando, comiendo, y demás actividades sociales. Para Sasha no había motivos para quedarse allí, miró el cielo, calculando la hora, y pensó que si regresaba aún podría entrenar un tiempo antes de que llegara su turno de guardia. Fue entonces que vio a Erwin bajando del escenario, se lo notaba emocionado.
Sashenka no era del tipo de persona que tenía gestos de amistad, pero había pasado las suficientes horas junto a él, y no había sido desagradable tenerlo de compañero. Así que se acercó y le ofreció la mano.
-Felicitaciones Capitán - Fue todo lo que dijo, con un gesto de respeto que era lo más cercano a una sonrisa que la Dozorova podía hacer.
Caminando en la misma dirección, Sasha no tenía ningún motivo en particular para seguirlo, simplemente sus trayectos coincidieron, fue testigo de la escena y de cómo algunos guardias sacaban al Señor Merten. Si bien lo superaban en número y fuerza, les estaba costando hacer que se retire y el escándalo comenzaba a arruinar el ambiente festivo.
-Señor Merten - Dijo Sasha mientras se acercaba - Venga afuera conmigo, cuénteme lo que está ocurriendo - Reconoció a la dragona y asintió - Dejen, yo me encargo - Les dijo a los soldados quienes soltaron al hombre y regresaron a sus puestos.
-Maldita sea ¡Me hacen ver como a un loco! Pero cuando intenté pedir con amabilidad que me dejaran pasar se negaron. Yo no quería entrar a los empujones ¡Solo intento ayudar a mi familia! - Dijo el hombre mientras se acomodaba la ropa que los guardias habían arrugado.
-Concéntrese en lo que venía a contarnos ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué necesita de la ayuda de la Guardia? -
-Es por la maldita disputa con mi vecina -
-No creo que una pelea entre vecinos requiera de una intervención tan...-
-No, no, no es una simple pelea entre vecinos ¡La elfa está involucrada! - Exclamó furioso, como si con eso dejara todo en claro.
-¿La elfa? - Sashenka levantó una ceja, en verdad no sabía lo que estaba ocurriendo.
-¡¡Averni Wealhmar!! - Grito de pronto, haciendo que varias personas de la calle se dieran vuelta para mirarlo - Siempre tuvo mejores cosechas que cualquiera de los granjeros de la zona, pero esta vez se le fue de las manos ¡Hizo aparecer un bosque entero! Ahora, con mi familia, no podemos siquiera entrar a la casa, tienen que ayudarnos -
En cierto modo, le hacía acordar a las fiestas diplomáticas en casa de su familia, aprendiendo de memoria todos los pasos requeridos para cumplir con la etiqueta, repitiéndolos una y otra vez. Aunque parecía haber cambiado una rutina por otra, el pensamiento no resultaba deprimente para la dragona, a diferencia de su vida anterior, este camino lo había elegido por sí misma.
A algunos de los reclutas que estaban siendo condecorados y ascendidos los conocía, incluso había tenido bajo su tutela a un par, aunque raramente le dejaban gente a cargo y cuando lo hacían no duraban mucho. Quizás la única excepción a eso había sido Nathaniel Erwin Smith, un Humano que le había sido asignado como compañero hacía algunos meses y que había tolerado sin quejarse el exigente ritmo de la dragona.
Cuando la ceremonia terminó los invitados se quedarían en los alrededores charlando, comiendo, y demás actividades sociales. Para Sasha no había motivos para quedarse allí, miró el cielo, calculando la hora, y pensó que si regresaba aún podría entrenar un tiempo antes de que llegara su turno de guardia. Fue entonces que vio a Erwin bajando del escenario, se lo notaba emocionado.
Sashenka no era del tipo de persona que tenía gestos de amistad, pero había pasado las suficientes horas junto a él, y no había sido desagradable tenerlo de compañero. Así que se acercó y le ofreció la mano.
-Felicitaciones Capitán - Fue todo lo que dijo, con un gesto de respeto que era lo más cercano a una sonrisa que la Dozorova podía hacer.
Caminando en la misma dirección, Sasha no tenía ningún motivo en particular para seguirlo, simplemente sus trayectos coincidieron, fue testigo de la escena y de cómo algunos guardias sacaban al Señor Merten. Si bien lo superaban en número y fuerza, les estaba costando hacer que se retire y el escándalo comenzaba a arruinar el ambiente festivo.
-Señor Merten - Dijo Sasha mientras se acercaba - Venga afuera conmigo, cuénteme lo que está ocurriendo - Reconoció a la dragona y asintió - Dejen, yo me encargo - Les dijo a los soldados quienes soltaron al hombre y regresaron a sus puestos.
-Maldita sea ¡Me hacen ver como a un loco! Pero cuando intenté pedir con amabilidad que me dejaran pasar se negaron. Yo no quería entrar a los empujones ¡Solo intento ayudar a mi familia! - Dijo el hombre mientras se acomodaba la ropa que los guardias habían arrugado.
-Concéntrese en lo que venía a contarnos ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué necesita de la ayuda de la Guardia? -
-Es por la maldita disputa con mi vecina -
-No creo que una pelea entre vecinos requiera de una intervención tan...-
-No, no, no es una simple pelea entre vecinos ¡La elfa está involucrada! - Exclamó furioso, como si con eso dejara todo en claro.
-¿La elfa? - Sashenka levantó una ceja, en verdad no sabía lo que estaba ocurriendo.
-¡¡Averni Wealhmar!! - Grito de pronto, haciendo que varias personas de la calle se dieran vuelta para mirarlo - Siempre tuvo mejores cosechas que cualquiera de los granjeros de la zona, pero esta vez se le fue de las manos ¡Hizo aparecer un bosque entero! Ahora, con mi familia, no podemos siquiera entrar a la casa, tienen que ayudarnos -
Sashenka Dozorova
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
Erwin tomó un respiro profundo antes de volver a plantarme cara nuevamente, dedicándome aquella mirada, esa que utilizaba cuando quería decir: «¿De verdad tenemos que hablar sobre esto?, ¿no podemos solo dejarlo pasar?», pero que nunca se animaba a expresarlo con palabras. Había aprendido con el tiempo que, la respuesta más efectiva a tal gesto, era persistir. Tarde o temprano, su voluntad flaquearía y terminaría soltando toda la pasta. Me crucé de brazos y le miré con severidad, firme en mi deseo de saber que demonios ocurría. El soldado no demoró en dejar escapar un respingo y comenzar a hablar. Ja, victoria...
—Ese hombre es el señor Simon Merten... —inició, cruzándose de brazos, derrotado—. Se ha presentado en nuestros cuarteles en las últimas dos semanas, rogando por nuestra intervención en una disputa con su vecina: Averni Wealhmar. —continuó, recobrando la compostura con otro respiro—. La Guardia prefiere no interferir directamente en conflictos de este tipo. Dado el caso, nos limitamos a enviar una petición a través de una carta, tras deliberar una solución que supla las demandas de ambas partes. Así actuamos en su situación, pero... —Erwin tomó una breve pausa—. El señor Merten ha seguido viniendo e insistiendo en que debemos ir y resolver el asunto personalmente, pues su hogar ha sido infestado de árboles. —tras aquello, le observé confuso. ¿Árboles...? Erwin negó con la cabeza, suplicándome que no preguntara—. Se decidió que aceptaríamos su petición, pero la misión fue categorizada en un rango de baja prioridad, por ende, no sería asignada a ningún escuadrón previo a la ceremonia de ascenso... —se rascó entonces la nuca, algo apenado—. Y... probablemente, tampoco le presten atención en otro buen puñado de semanas...
—¿Qué...? —le observé sorprendido, incrédulo de sus palabras—. Pero... ¿Por qué...? Quiero decir, sé que todos ustedes son una bola de ineptos y buenos para nada... —si, dije eso en voz alta. ¡Me importaba una mierda que me encontrara en su base misma!—. Pero creí que, al menos de vez en cuando, sabían hacer bien su trabajo. ¡Jamás pensé que podían ser tan incompetentes! —le reproche, altivo y mordaz.
—Créeme, me gustaría que pudiéramos hacer más por él... —contestó Erwin—. Pero recuerda que su caso no es el único que recibimos a diario. Existen categorías de misión por una razón. —explicó, siempre paciente—. Entre los entrenamientos de los nuevos reclutas, las misiones de mayor categoría y el papeleo... —confesó con un gesto frustrado—. Hacemos lo mejor que podemos... —culminó suspirando.
Aunque disfrutara enormemente de burlarme de Erwin y todo la organización de la Guardia, sabía que trabajaban duro por mantener la convivencia de una ciudad tan problemática como era Lunargenta. Supuse que aquello, aunque se sintiera tan incorrecto, no eran más que circunstancias inevitables del sistema.
Continué observando la escena que aún se desenvolvía. No fue hasta que algo cambió en el gesto de Erwin, quien se dispuso a dar un paso al frente antes de ser adelantado por una mujer de mirada severa y firme, que aquel conflicto se detuvo. Aquella dama logró detener la disputa y escoltar al señor Merten a la salida. Escuché un distante murmullo salir de los labios del Smith, algo como un: «Muy bien, ella se encargará de esto», o similar.
Tras un par de segundos en el que esperamos porque bajaran los malos humos del ambiente, volví a dirigirme al recién ascendido capitán.
—¿Y bien, Erwin? ¿Qué quieres hacer ahora? —le sonreí pícaro—. ¿O debería llamarte a partir de ahora "Capitán Nathaniel Erwin Smith"? —no perdí la oportunidad de mofarme de él. Había tomado nota de aquello durante la ceremonia.
—Gngh... —su rostro se torció en desagrado al oírme usar su primer nombre—. Odio tanto que usen ese nombre... —confesó frustrado.
—¿Si? Voy a recordar eso entonces, Nate. —la malicia de mi sonrisa aumentó perversa, mientras seguía molestando al guardia.
—¿Con que así quieres jugar? —más, este terminó por adquirir una repentina confianza y devolverme la misma mirada atrevida—. ¿Eh, Maximus? —su risa malvada se hizo presente...
Demoré un poco en entenderlo —desventajas de no tener la menor idea de quien eras—, pero, finalmente, me quejé asqueado de saber que también tenía un nombre horrible a mi merced.
Quise continuar la conversación y preguntar si realmente era el caso, pues Erwin podía simplemente habérselo inventado, tenía todas las posibilidades de hacerlo el muy infeliz, pero la emisión de un grito cercano captó nuestra atención y el Smith no demoró un segundo en actuar. Lo seguí con prisa a la salida, a donde aquella mujer había llevado al señor Merten.
—¿Todo en orden, Capitana? —se dirigió el Smith a aquella mujer, con aquella seriedad y respeto que siempre encontraba tan fuera de lugar en contraste con su usual carácter alegre y despreocupado—. ¿Requiere de mi asistencia con esta situación? —ofreció posteriormente.
Solo era una corazonada, pero dudaba que aquella mujer realmente necesitara ayuda alguna. Sin duda, no parecía ser la típica damisela incapaz de cuidarse sola; muy al contrario... Sin embargo, el foco de la conversación no tardaría en dirigirse hacia un nuevo individuo, uno que se aproximaría con prisa y entre jadeos. Era un joven muchacho, castaño, con cierto aire al... ¿señor Merten?
—Ese hombre es el señor Simon Merten... —inició, cruzándose de brazos, derrotado—. Se ha presentado en nuestros cuarteles en las últimas dos semanas, rogando por nuestra intervención en una disputa con su vecina: Averni Wealhmar. —continuó, recobrando la compostura con otro respiro—. La Guardia prefiere no interferir directamente en conflictos de este tipo. Dado el caso, nos limitamos a enviar una petición a través de una carta, tras deliberar una solución que supla las demandas de ambas partes. Así actuamos en su situación, pero... —Erwin tomó una breve pausa—. El señor Merten ha seguido viniendo e insistiendo en que debemos ir y resolver el asunto personalmente, pues su hogar ha sido infestado de árboles. —tras aquello, le observé confuso. ¿Árboles...? Erwin negó con la cabeza, suplicándome que no preguntara—. Se decidió que aceptaríamos su petición, pero la misión fue categorizada en un rango de baja prioridad, por ende, no sería asignada a ningún escuadrón previo a la ceremonia de ascenso... —se rascó entonces la nuca, algo apenado—. Y... probablemente, tampoco le presten atención en otro buen puñado de semanas...
—¿Qué...? —le observé sorprendido, incrédulo de sus palabras—. Pero... ¿Por qué...? Quiero decir, sé que todos ustedes son una bola de ineptos y buenos para nada... —si, dije eso en voz alta. ¡Me importaba una mierda que me encontrara en su base misma!—. Pero creí que, al menos de vez en cuando, sabían hacer bien su trabajo. ¡Jamás pensé que podían ser tan incompetentes! —le reproche, altivo y mordaz.
—Créeme, me gustaría que pudiéramos hacer más por él... —contestó Erwin—. Pero recuerda que su caso no es el único que recibimos a diario. Existen categorías de misión por una razón. —explicó, siempre paciente—. Entre los entrenamientos de los nuevos reclutas, las misiones de mayor categoría y el papeleo... —confesó con un gesto frustrado—. Hacemos lo mejor que podemos... —culminó suspirando.
Aunque disfrutara enormemente de burlarme de Erwin y todo la organización de la Guardia, sabía que trabajaban duro por mantener la convivencia de una ciudad tan problemática como era Lunargenta. Supuse que aquello, aunque se sintiera tan incorrecto, no eran más que circunstancias inevitables del sistema.
Continué observando la escena que aún se desenvolvía. No fue hasta que algo cambió en el gesto de Erwin, quien se dispuso a dar un paso al frente antes de ser adelantado por una mujer de mirada severa y firme, que aquel conflicto se detuvo. Aquella dama logró detener la disputa y escoltar al señor Merten a la salida. Escuché un distante murmullo salir de los labios del Smith, algo como un: «Muy bien, ella se encargará de esto», o similar.
Tras un par de segundos en el que esperamos porque bajaran los malos humos del ambiente, volví a dirigirme al recién ascendido capitán.
—¿Y bien, Erwin? ¿Qué quieres hacer ahora? —le sonreí pícaro—. ¿O debería llamarte a partir de ahora "Capitán Nathaniel Erwin Smith"? —no perdí la oportunidad de mofarme de él. Había tomado nota de aquello durante la ceremonia.
—Gngh... —su rostro se torció en desagrado al oírme usar su primer nombre—. Odio tanto que usen ese nombre... —confesó frustrado.
—¿Si? Voy a recordar eso entonces, Nate. —la malicia de mi sonrisa aumentó perversa, mientras seguía molestando al guardia.
—¿Con que así quieres jugar? —más, este terminó por adquirir una repentina confianza y devolverme la misma mirada atrevida—. ¿Eh, Maximus? —su risa malvada se hizo presente...
Demoré un poco en entenderlo —desventajas de no tener la menor idea de quien eras—, pero, finalmente, me quejé asqueado de saber que también tenía un nombre horrible a mi merced.
Quise continuar la conversación y preguntar si realmente era el caso, pues Erwin podía simplemente habérselo inventado, tenía todas las posibilidades de hacerlo el muy infeliz, pero la emisión de un grito cercano captó nuestra atención y el Smith no demoró un segundo en actuar. Lo seguí con prisa a la salida, a donde aquella mujer había llevado al señor Merten.
—¿Todo en orden, Capitana? —se dirigió el Smith a aquella mujer, con aquella seriedad y respeto que siempre encontraba tan fuera de lugar en contraste con su usual carácter alegre y despreocupado—. ¿Requiere de mi asistencia con esta situación? —ofreció posteriormente.
Solo era una corazonada, pero dudaba que aquella mujer realmente necesitara ayuda alguna. Sin duda, no parecía ser la típica damisela incapaz de cuidarse sola; muy al contrario... Sin embargo, el foco de la conversación no tardaría en dirigirse hacia un nuevo individuo, uno que se aproximaría con prisa y entre jadeos. Era un joven muchacho, castaño, con cierto aire al... ¿señor Merten?
Raymond Lorde
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
Sashenka se cruzó de brazos y miró fijamente al Señor Merten, por su gesto parecía decir “dame un buen motivo para estar aquí parada escuchándote”. Aunque no estaba pensando nada parecido a eso, su presencia recta y los modos que había adquirido en su crianza solían generar malos entendidos. En cualquier caso, era suficiente como para que el hombre bajara un poco su entusiasmo al hablar y se explicara de forma más correcta.
-Lo que quiero decir, Señorita, es que hace algún tiempo ya que estoy pidiéndole a la Guardia que por favor intervenga, porque sinceramente está situación se ha salido de control - Dijo Merten mientras se mojaba los labios, nervioso.
-Entiendo que para usted su problema es el más importante, pero tiene que entender que la Guardia recibe diariamente montañas de pedidos. Nos hacemos cargo de todo lo que podemos considerando los recursos con los que contamos - Como vio que el hombre iba a quejarse levantó la mano y la puso frente a él, en señal de que hiciera silencio y escuchara - Sí hizo un pedido debe estar junto con las demás solicitudes, el personal de la Guardia que se encarga de eso lo leerá, lo evaluará y será asignado a algún grupo de tareas en su momento -
-¿¡Es que no lo entiende!? ¡No tenemos donde vivir! - El Señor Merten volvió a perder la compostura, justo en ese momento llegó Erwin junto con otro hombre.
-Nada de qué preocuparse, Capitán Smith, puedo arreglármelas sola - Le contestó enseguida Sasha, probablemente no era la primera vez que Erwin escuchaba una respuesta parecida de parte de la dragona. Ahora eran iguales así que correspondía tratarse con formalidad pero sin rebajarse - Le explicaba al caballero los motivos por los cuales debe ser paciente y esperar a que la Guardia decida qué es lo que hará con su caso - Volvió a mirar a Merten - Haré lo posible para que su pedido sea tramitado con prontitud y le prometo que sí me es asignado lo realizaré tan rápido como me sea posible -
El hombre no parecía nada conforme con la respuesta, y estaba por replicar algo más cuando vio a su hijo llegar corriendo, sus ojos se abrieron grandes y apartando a los dos Guardias se dirigió rápidamente hacía él.
-¿Qué ocurrió? ¿Pasó algo en casa? ¿Tu madre está bien? Te dije que te quedaras para protegerla - El muchacho siquiera había recuperado el aliento así que no hacía a tiempo de responder a las preguntas del padre.
-Las plantas... Crecieron.... ¡Crecieron aún más! - Dijo por fin, mientras se agarraba a su padre - Ahora ocuparon varias casas, el barrio entero está asustado -
Ahora no solo era el comentario de un campesino enojado porque su granja no daba buenas cosechas y la de su vecino sí, estaban hablando de un vecindario entero involucrado. Sashenka frunció el ceño y apretó los labios, al parecer había subestimado la situación.
-Iré ahora mismo - Dijo con absoluta resolución - Buscaré mi arma, escudo y caballo e iré de inmediato - Miró a Erwin - Capitán Smith, usted debería disfrutar de lo que queda de la reunión, al fin y al cabo es un agasajo para usted y sus compañeros - Le apoyó una mano en el hombro - Yo me encargo - También era una frase bien conocida de la Dozorova.
Dio media vuelta sobre el lugar y se encaminó hacia donde se guardaba el equipo de la Guardia. Cuando la dragona tomaba una decisión nada ni nadie podía hacerla cambiar de parecer, así que no se cruzó con nadie por el camino y a los pocos minutos ya estaba lista con todas sus cosas. Miró al campesino y a su hijo.
-No puedo llevarlos a ambos en el caballo, y caminando iremos muy lento - Extendió la mano hacía el muchacho - Sube y guíame hacia donde está el problema, tu padre puede venir luego -
-Lo que quiero decir, Señorita, es que hace algún tiempo ya que estoy pidiéndole a la Guardia que por favor intervenga, porque sinceramente está situación se ha salido de control - Dijo Merten mientras se mojaba los labios, nervioso.
-Entiendo que para usted su problema es el más importante, pero tiene que entender que la Guardia recibe diariamente montañas de pedidos. Nos hacemos cargo de todo lo que podemos considerando los recursos con los que contamos - Como vio que el hombre iba a quejarse levantó la mano y la puso frente a él, en señal de que hiciera silencio y escuchara - Sí hizo un pedido debe estar junto con las demás solicitudes, el personal de la Guardia que se encarga de eso lo leerá, lo evaluará y será asignado a algún grupo de tareas en su momento -
-¿¡Es que no lo entiende!? ¡No tenemos donde vivir! - El Señor Merten volvió a perder la compostura, justo en ese momento llegó Erwin junto con otro hombre.
-Nada de qué preocuparse, Capitán Smith, puedo arreglármelas sola - Le contestó enseguida Sasha, probablemente no era la primera vez que Erwin escuchaba una respuesta parecida de parte de la dragona. Ahora eran iguales así que correspondía tratarse con formalidad pero sin rebajarse - Le explicaba al caballero los motivos por los cuales debe ser paciente y esperar a que la Guardia decida qué es lo que hará con su caso - Volvió a mirar a Merten - Haré lo posible para que su pedido sea tramitado con prontitud y le prometo que sí me es asignado lo realizaré tan rápido como me sea posible -
El hombre no parecía nada conforme con la respuesta, y estaba por replicar algo más cuando vio a su hijo llegar corriendo, sus ojos se abrieron grandes y apartando a los dos Guardias se dirigió rápidamente hacía él.
-¿Qué ocurrió? ¿Pasó algo en casa? ¿Tu madre está bien? Te dije que te quedaras para protegerla - El muchacho siquiera había recuperado el aliento así que no hacía a tiempo de responder a las preguntas del padre.
-Las plantas... Crecieron.... ¡Crecieron aún más! - Dijo por fin, mientras se agarraba a su padre - Ahora ocuparon varias casas, el barrio entero está asustado -
Ahora no solo era el comentario de un campesino enojado porque su granja no daba buenas cosechas y la de su vecino sí, estaban hablando de un vecindario entero involucrado. Sashenka frunció el ceño y apretó los labios, al parecer había subestimado la situación.
-Iré ahora mismo - Dijo con absoluta resolución - Buscaré mi arma, escudo y caballo e iré de inmediato - Miró a Erwin - Capitán Smith, usted debería disfrutar de lo que queda de la reunión, al fin y al cabo es un agasajo para usted y sus compañeros - Le apoyó una mano en el hombro - Yo me encargo - También era una frase bien conocida de la Dozorova.
Dio media vuelta sobre el lugar y se encaminó hacia donde se guardaba el equipo de la Guardia. Cuando la dragona tomaba una decisión nada ni nadie podía hacerla cambiar de parecer, así que no se cruzó con nadie por el camino y a los pocos minutos ya estaba lista con todas sus cosas. Miró al campesino y a su hijo.
-No puedo llevarlos a ambos en el caballo, y caminando iremos muy lento - Extendió la mano hacía el muchacho - Sube y guíame hacia donde está el problema, tu padre puede venir luego -
Sashenka Dozorova
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
La desesperación en el rostro de aquel hombre era, sin duda, un factor a tomar en cuenta. Solo bastaba con reconocer que no cualquiera tenía los escrúpulos, mucho menos los testículos, para cargar a los interiores de los cuarteles de la mismísima organización que se encargaba de impartir la ley en la ciudad, dispuesto a abatir a todo desafortunado individuo que se le atraviese en el camino, con tal de que sean suplidas sus demandas. Aquel señor tenía agallas; respetaba eso. No obstante, también me resultaba curiosa la gravedad de la situación que pudiera estar viviendo con esa supuesta... eh... ¿infestación de árboles...?
Tras la respuesta de la dama, Erwin se limitó a asentir en acuerdo con aquella moción. Ella no aparentaba llevar con el Smith nada más que una relación enteramente profesional, sin embargo, este último decidió permanecer inmóvil y firme, junto a la señorita, escuchando atentamente la explicación de lo que estaba sucediendo con el señor Merten.
Las palabras de la mujer no diferían en lo absoluto de lo que el mismo Erwin me había explicado hacía un par de minutos: su caso no podía ser atendido por ahora. Aunque el señor Merten no parecía dispuesto a conformarse con aquello y se disponía a seguir protestando, la entrada de un muchacho en la reunión le impidió proceder. El humano apartó a ambos guardias y se dirigió hacia el joven con suma preocupación, revelándole como su hijo. Fue entonces cuando la situación dio un giro pues, según las palabras del chico, la infestacion de árboles había empeorado desde la partida de su padre y se había desplazado hasta el resto del vecindario.
Observé al muchacho con asombro, mientras Erwin fruncía el seño frustrado. Al parecer, lo de "una misión de baja prioridad" había sido una equivocación, ¿eh? Debí haberlo esperado, en especial viniendo de los inútiles de la Guardia...
La mujer nuevamente dio un paso al frente y decidió manejar la situación por su cuenta, solicitándole al Smith que se abstuviera de unirse y permaneciera en el cuartel, antes de partir en búsqueda de su equipo. Erwin de nuevo estuvo de acuerdo, dejando partir a su colega antes de dirigirse de nuevo a mí.
—Muy bien, la capitana Dozorova se encargará de esta situación —aseguró, tras dejar escapar un suspiro exhausto—. Lamento haber interrumpido nuestra conversación de ese modo, Raymond —se disculpó con una risa nerviosa, volviendo a ser el mismo Erwin de siempre—. Podemos volver ahora. ¡Prepararon un gran banquete en el ala este para celebrar los ascensos! No voy a fingir que no estoy hambriento después de estar tanto tiempo de pie —rió—. ¿Qué hora es de todos modos? —preguntó, antes de notar finalmente que estaba ausente de la conversación—. ¿Raymond?
... No estaba seguro, pero no estaba del todo de acuerdo con simplemente ignorar lo que le ocurría al señor Merten. No me malinterpreten, servir como el héroe de turno e ir arriesgando mi vida al azar en beneficio de completos desconocidos no era precisamente mi pasión, pero... No lo sé, ¿quizás me había inspirado la ceremonia y el escuchar todas esas sandeces sobre honor y el valor de proteger a la ciudad?
—¿Y fingir que un maldito bosque no creció de la nada en un vecindario, afectando a todos sus residentes? —pregunté irónico, ocultando mis incongruentes impulsos heroicos bajo una capa de mordacidad—. ¿Quién demonios eres y qué hiciste con mi amigo, bastardo? —añadí.
—... Tú... ¿Quieres ayudar al señor Merten? —preguntó un muy confundido Erwin, siempre viendo a través de mí con tanta facilidad—. Creo que soy yo quien debería estar haciendo esa última pregunta, en realidad —comentó sarcástico, con una leve risotada.
—Y-Yo... —expuesto ante él, comencé a sentir la presión de la vergüenza sobre mí, mientras intentaba dar con una excusa más convincente—... ¡S-S-Solo encuentro ridículo que te dejes ordenar por ella así como asi! ¡Tú también eres un capitán ahora! ¡Ya es hora de que dejes de ser un besa-traseros y te encargues de esto tú! —solté airado, esperando que mi reproche y mi alegoría a su inutilidad bastaran para ocultar mis repentinas intenciones altruistas.
Erwin se cruzó de brazos y negó con una sonrisa, indicándome con aquel gesto que él no me creía nada, pero que lo dejaría pasar.
—Jamás creí que vería este día... —comentó burlón—... pero tienes razón —sonrió alegre, de un modo que no me gustaba nada, como si estuviera orgulloso de lo que le acababa de proponer tácitamente—. Andando, buscaré mi armamento y conseguiré caballos —indicó—. Espero aún recuerdes como montar en uno.
—¡Y-Yo jamás dije que iba a acompañarte! —aclaré de inmediato, aún intentando negar lo que hacía. El Smith se limitó a observarme con una mirada irónica, sus ojos decían: "¿En serio?"—. Si tanto insistes, te acompañaré solo para asegurarme de que no te maten —solté.
—Eso es lo más dulce que me has dicho nunca —dijo el humano, encontrando una forma de mofarse de mí antes de ponernos en marcha.
Esperaba no arrepentirme luego de aquello...
—Eso no será un problema, Capitana Dozorova —intervino Erwin en la escena, a lomos de un corcel blanco—. Yo llevaré al señor Merten.
Detrás de él, a un paso más lento, intentaba yo mantener el control de aquel equino de piel ocre y crin negra. ¿Había montado caballos antes? De hacerlo, no podía recordarlo. Erwin afirmaba que si y... la verdad no parecía estar haciéndolo tan mal tampoco... Más temía por el momento en que el animal se cansara de cargar con mi peso y enloqueciera hasta aventarme de su lomo y terminara yo estrellándome de bruces contra el suelo.
Erwin sonrió y siguió hablando antes de que su colega insistiera, si es que planeaba hacerlo, en que no era necesario que se involucrara.
—No sería merecedor del título que acabo de adquirir si permito que uno de mis camaradas parta en solitario en una misión —aseguró con seriedad el Smith—. "Toda misión asignada debe ser realizada en compañía de uno o más soldados", ¿no es así? —recitó, consciente de lo estricta que era la dama con respecto al cumplimiento de la normativa de la Guardia—. Mi amigo Raymond desea acompañarnos —comentó. Bufé en protesta, aunque nadie fuera a prestarme atención—. Yo me encargaré de su protección. Deprisa, no hay tiempo que perder.
Azotando las cuerdas que le permitían dirigir al corcel, una vez el señor Merten se acopló correctamente en la montura, dimos inicio a nuestro viaje hasta aquella vecindad infestada.
Tras la respuesta de la dama, Erwin se limitó a asentir en acuerdo con aquella moción. Ella no aparentaba llevar con el Smith nada más que una relación enteramente profesional, sin embargo, este último decidió permanecer inmóvil y firme, junto a la señorita, escuchando atentamente la explicación de lo que estaba sucediendo con el señor Merten.
Las palabras de la mujer no diferían en lo absoluto de lo que el mismo Erwin me había explicado hacía un par de minutos: su caso no podía ser atendido por ahora. Aunque el señor Merten no parecía dispuesto a conformarse con aquello y se disponía a seguir protestando, la entrada de un muchacho en la reunión le impidió proceder. El humano apartó a ambos guardias y se dirigió hacia el joven con suma preocupación, revelándole como su hijo. Fue entonces cuando la situación dio un giro pues, según las palabras del chico, la infestacion de árboles había empeorado desde la partida de su padre y se había desplazado hasta el resto del vecindario.
Observé al muchacho con asombro, mientras Erwin fruncía el seño frustrado. Al parecer, lo de "una misión de baja prioridad" había sido una equivocación, ¿eh? Debí haberlo esperado, en especial viniendo de los inútiles de la Guardia...
La mujer nuevamente dio un paso al frente y decidió manejar la situación por su cuenta, solicitándole al Smith que se abstuviera de unirse y permaneciera en el cuartel, antes de partir en búsqueda de su equipo. Erwin de nuevo estuvo de acuerdo, dejando partir a su colega antes de dirigirse de nuevo a mí.
—Muy bien, la capitana Dozorova se encargará de esta situación —aseguró, tras dejar escapar un suspiro exhausto—. Lamento haber interrumpido nuestra conversación de ese modo, Raymond —se disculpó con una risa nerviosa, volviendo a ser el mismo Erwin de siempre—. Podemos volver ahora. ¡Prepararon un gran banquete en el ala este para celebrar los ascensos! No voy a fingir que no estoy hambriento después de estar tanto tiempo de pie —rió—. ¿Qué hora es de todos modos? —preguntó, antes de notar finalmente que estaba ausente de la conversación—. ¿Raymond?
... No estaba seguro, pero no estaba del todo de acuerdo con simplemente ignorar lo que le ocurría al señor Merten. No me malinterpreten, servir como el héroe de turno e ir arriesgando mi vida al azar en beneficio de completos desconocidos no era precisamente mi pasión, pero... No lo sé, ¿quizás me había inspirado la ceremonia y el escuchar todas esas sandeces sobre honor y el valor de proteger a la ciudad?
—¿Y fingir que un maldito bosque no creció de la nada en un vecindario, afectando a todos sus residentes? —pregunté irónico, ocultando mis incongruentes impulsos heroicos bajo una capa de mordacidad—. ¿Quién demonios eres y qué hiciste con mi amigo, bastardo? —añadí.
—... Tú... ¿Quieres ayudar al señor Merten? —preguntó un muy confundido Erwin, siempre viendo a través de mí con tanta facilidad—. Creo que soy yo quien debería estar haciendo esa última pregunta, en realidad —comentó sarcástico, con una leve risotada.
—Y-Yo... —expuesto ante él, comencé a sentir la presión de la vergüenza sobre mí, mientras intentaba dar con una excusa más convincente—... ¡S-S-Solo encuentro ridículo que te dejes ordenar por ella así como asi! ¡Tú también eres un capitán ahora! ¡Ya es hora de que dejes de ser un besa-traseros y te encargues de esto tú! —solté airado, esperando que mi reproche y mi alegoría a su inutilidad bastaran para ocultar mis repentinas intenciones altruistas.
Erwin se cruzó de brazos y negó con una sonrisa, indicándome con aquel gesto que él no me creía nada, pero que lo dejaría pasar.
—Jamás creí que vería este día... —comentó burlón—... pero tienes razón —sonrió alegre, de un modo que no me gustaba nada, como si estuviera orgulloso de lo que le acababa de proponer tácitamente—. Andando, buscaré mi armamento y conseguiré caballos —indicó—. Espero aún recuerdes como montar en uno.
—¡Y-Yo jamás dije que iba a acompañarte! —aclaré de inmediato, aún intentando negar lo que hacía. El Smith se limitó a observarme con una mirada irónica, sus ojos decían: "¿En serio?"—. Si tanto insistes, te acompañaré solo para asegurarme de que no te maten —solté.
—Eso es lo más dulce que me has dicho nunca —dijo el humano, encontrando una forma de mofarse de mí antes de ponernos en marcha.
Esperaba no arrepentirme luego de aquello...
[...]
—Eso no será un problema, Capitana Dozorova —intervino Erwin en la escena, a lomos de un corcel blanco—. Yo llevaré al señor Merten.
Detrás de él, a un paso más lento, intentaba yo mantener el control de aquel equino de piel ocre y crin negra. ¿Había montado caballos antes? De hacerlo, no podía recordarlo. Erwin afirmaba que si y... la verdad no parecía estar haciéndolo tan mal tampoco... Más temía por el momento en que el animal se cansara de cargar con mi peso y enloqueciera hasta aventarme de su lomo y terminara yo estrellándome de bruces contra el suelo.
Erwin sonrió y siguió hablando antes de que su colega insistiera, si es que planeaba hacerlo, en que no era necesario que se involucrara.
—No sería merecedor del título que acabo de adquirir si permito que uno de mis camaradas parta en solitario en una misión —aseguró con seriedad el Smith—. "Toda misión asignada debe ser realizada en compañía de uno o más soldados", ¿no es así? —recitó, consciente de lo estricta que era la dama con respecto al cumplimiento de la normativa de la Guardia—. Mi amigo Raymond desea acompañarnos —comentó. Bufé en protesta, aunque nadie fuera a prestarme atención—. Yo me encargaré de su protección. Deprisa, no hay tiempo que perder.
Azotando las cuerdas que le permitían dirigir al corcel, una vez el señor Merten se acopló correctamente en la montura, dimos inicio a nuestro viaje hasta aquella vecindad infestada.
Raymond Lorde
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
Era evidente que ni al padre ni al hijo les gustaba la idea de separarse, la solución de Sasha era guiada por la lógica de la eficiencia, no por los sentimentalismos en los que estaban enredados dos personas que veían como el hogar de toda su vida era devorado por plantas. La montura de la dragona se llamaba Trotamundos, había sido un regalo de Alward y era un caballo que destacaba por su increíble disciplina y velocidad, pero no por eso podía llevar a más de dos personas. Tanto la mujer como el animal aguardaban impávidos a que los afectados tomaran una decisión.
Fue entonces que hizo su entrada Erwin con el otro hombre que lo acompañaba desde antes. La dragona lo miró con seriedad, luego sonrió de medio lado.
-Bien, era lo que esperaba de usted, Capitán - Las demostraciones de cariño no eran habituales en Sashenka, un reconocimiento de estar haciendo lo correcto era lo más similar al afecto - Encárgate del Señor Merten entonces -
Le dio una mano al muchacho para ayudarlo a subir atrás y agitó las riendas alentando al caballo a que comenzara a andar al trote. El hijo de Merten se agarró fuerte a la cintura de la Guardia, casi pierde el equilibrio cuando comenzaron a moverse.
-Guíame - Es todo lo que dijo la Dragona, el muchacho asintió y fue diciéndoles por donde ir.
Cuando llegaron al sitio en cuestión, era tal como los Merten había dicho... Y un poco peor también. Una cantidad ridícula de árboles, plantas, maleza y enredaderas, pero se veía distinto de cualquier bosque que hubiesen conocido. Sasha tardó unos minutos en darse cuenta de qué era lo que estaba mal.
-Claro, no hay vida en todo esto - Murmuró por fin. En la espesura generalmente había no solo plantas sino también toda una fauna que acompañaba, aves, animales trepadores, insectos, reptiles, cada rincón de un bosque exudaba vida. En cambio ese sitio era artificial, había crecido de la nada en muy poco tiempo, así que ningún animal, ningún insecto había llegado para instalarse.
Podían verse partes de casas aquí y allá, pero en líneas generales lo único que se veía era plantas y más plantas. La dragona esperó a que el joven Merten se bajara y luego lo hizo ella, buscó un poste cercano y ató las riendas del animal allí, era evidente que con lo espeso que era ese bosque no podrían entrar montando.
-¡Se los dije! ¡No era solo un poco de pasto crecido! ¡¡Se los dije!! - El viejo Merten no perdía la oportunidad de refregarles que él tenía razón y la Guardia estaba equivocada.
-Cuéntenos un poco más sobre la situación, Señor - Dijo sin alterarse la dragona - ¿Cómo llegaron a esta situación? ¿Por qué la elfa comenzó con estas agresiones? - Ciertamente no tenía sentido que simplemente la mujer se hubiese levantado un día y decidiera hacer crecer un bosque de la nada.
Sabían, por los registros de la Guardia, que habían tenido conflictos entre vecinos en más de una oportunidad, pero nunca era algo que hubiese escalado a semejante magnitud. El instinto de la Dozorova le decía que ahí había algo más, el viejo Merten no estaba siendo sincero con ellos.
Fue entonces que hizo su entrada Erwin con el otro hombre que lo acompañaba desde antes. La dragona lo miró con seriedad, luego sonrió de medio lado.
-Bien, era lo que esperaba de usted, Capitán - Las demostraciones de cariño no eran habituales en Sashenka, un reconocimiento de estar haciendo lo correcto era lo más similar al afecto - Encárgate del Señor Merten entonces -
Le dio una mano al muchacho para ayudarlo a subir atrás y agitó las riendas alentando al caballo a que comenzara a andar al trote. El hijo de Merten se agarró fuerte a la cintura de la Guardia, casi pierde el equilibrio cuando comenzaron a moverse.
-Guíame - Es todo lo que dijo la Dragona, el muchacho asintió y fue diciéndoles por donde ir.
Cuando llegaron al sitio en cuestión, era tal como los Merten había dicho... Y un poco peor también. Una cantidad ridícula de árboles, plantas, maleza y enredaderas, pero se veía distinto de cualquier bosque que hubiesen conocido. Sasha tardó unos minutos en darse cuenta de qué era lo que estaba mal.
-Claro, no hay vida en todo esto - Murmuró por fin. En la espesura generalmente había no solo plantas sino también toda una fauna que acompañaba, aves, animales trepadores, insectos, reptiles, cada rincón de un bosque exudaba vida. En cambio ese sitio era artificial, había crecido de la nada en muy poco tiempo, así que ningún animal, ningún insecto había llegado para instalarse.
Podían verse partes de casas aquí y allá, pero en líneas generales lo único que se veía era plantas y más plantas. La dragona esperó a que el joven Merten se bajara y luego lo hizo ella, buscó un poste cercano y ató las riendas del animal allí, era evidente que con lo espeso que era ese bosque no podrían entrar montando.
-¡Se los dije! ¡No era solo un poco de pasto crecido! ¡¡Se los dije!! - El viejo Merten no perdía la oportunidad de refregarles que él tenía razón y la Guardia estaba equivocada.
-Cuéntenos un poco más sobre la situación, Señor - Dijo sin alterarse la dragona - ¿Cómo llegaron a esta situación? ¿Por qué la elfa comenzó con estas agresiones? - Ciertamente no tenía sentido que simplemente la mujer se hubiese levantado un día y decidiera hacer crecer un bosque de la nada.
Sabían, por los registros de la Guardia, que habían tenido conflictos entre vecinos en más de una oportunidad, pero nunca era algo que hubiese escalado a semejante magnitud. El instinto de la Dozorova le decía que ahí había algo más, el viejo Merten no estaba siendo sincero con ellos.
Sashenka Dozorova
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
El único sonido que podía identificar era el constante retumbar de las herraduras que protegían los cascos del trio de corceles, desplazándose con prisa siguiendo la ruta que había marcado el infante a lomos del equino que guiaba la marcha. Era difícil intentar ver más allá o dedicar un mínimo ápice de concentración en cualquier cosa que no fuera mantenerme encima de aquel maldito animal que corría con tanto salvajismo. Las violentas turbulencias del viaje que me estaba proporcionando, al ritmo de la gran potencia de su trote, no eran, precisamente, bienvenidas. Sentía que en cualquier momento me enviaría a volar y destruiría el puesto de coles de un anciano al azar.
—¡Espero que Spirit no te esté dando muchos problemas! —se aproximó Erwin a mi costado, con una sonrisa amable y serena, y alzando su voz con la suficiente fuerza para hacerse oír en medio de las corrientes de viento que nos azotaban al desplazarnos a aquella velocidad. Ja, ¿cómo no iba a estar sereno el muy infeliz? Su caballo parecía un animal mucho más manso y mejor entrenado, a diferencia del tal "Spirit"—. ¡Hay una razón por la cual es de los pocos caballos que siempre se encuentran disponibles! —continuó con cierto deje de vergüenza—. ¡Él es algo...!
—¿¡Salvaje, terco e incontrolable!? —completé hostil su oración antes que pudiera finalizarla—. ¡Pues sí, ya me hago una idea...! —añadí mordaz, provocando que el Smith riera burlón.
—¡Pensé que podrían llevarse bien! —comentó con malicia en su sonrisa—. ¡Después de todo, la montura es muy similar a su jinete...! —bromeó el humano, aumentando mi irritación.
Ese bastado... ¿¡qué estaba insinuando!? ¡El muy infeliz lo había hecho a propósito! Me preparé para soltarle una buena camada de insultos, pero el señor Merten intervino antes de que pudiera hablar.
—¡O-O-O-Ojos en el camino, soldado! —ordenó, gritando con innecesario exceso de fuerza.
A juzgar por la ferviente presión con la que el hombre se aferraba al torso de Erwin... el señor Merten no disfrutaba mucho viajar en corcel. Estaba seguro que, de no ser por el riguroso entrenamiento y óptima condición física del capitán, Erwin hubiera tenido bastantes dificultades para respirar correctamente. Este último se limitó a obedecer las demandas del hombre con una risilla, azotando las riendas de su montura para adquirir velocidad.
Finalmente llegamos a un punto en el que pudimos bajar de los caballos y observar las verdaderas magnitudes de la situación a la que se enfrentaba la familia Merten... no, ¡todo aquel vencidario! Lo que antes había sido un pequeño conjunto de viviendas situadas en las murallas externas de la ciudad, se hallaban ahora cubiertas completamente por una extensa arboleda repleta de grandes e inmensos robles. No había más que pequeños rastros de las casas, pues estas habían sido absorbidas por el espeso verde del bosque; lo único que podía divisarse claramente era aquel brillo titilante, como el de una estrella, en el centro de la arboleda.
Observé perplejo aquella inmensa extensión sin fin de árboles, finalmente cayendo en cuenta de la realidad de lo que acontecía. ¿Cómo... demonios había ocurrido aquello...?
—Así es... —murmuró Erwin, concordando con aquella mujer. ¿Acaso... ellos veían algo que yo no estaba viendo?—. No hay otra explicación...
Tras atar los corceles a un par de árboles cercanos para evitar que escaparan —lo cual Spirit parecía dispuesto a hacer en la menor de las oportunidades—, el señor Merten comenzó a alardear de como tenía razón y la Guardia no. Aunque Erwin parecía algo frustrado por la situación, no tenía derecho alguno a quejarse; el señor Merten tenía razon. La situación se les había ido de las manos y su lindo escuadrón de soldaditos de juguete eran culpables de todo ese incidente. ¡Bola de incompetentes!
La señorita de rostro firme no demoró en pedir mas información, y fue ahí cuando el humano comenzó a mostrarse nervioso.
—¡N-N-No tengo idea! —declaró de inmediato, exponiéndose exageradamente—. ¡Esa orejas picudas enloqueció de la nada! —continuó haciendo gestos con las manos exagerados.
—Nadie te está creyendo, imbécil —solté, dirigiéndome a él sin ningún tipo de respeto, lo cual le disgustó—. ¡Suelta la sopa de una vez! —ordené—. Antes que haga que te la tragues con todo y tus dientes —le amenacé sin reparo.
—Raymond... —Erwin me detuvo con un tono suave, colocando su mano sobre mi hombro e indicándome así que él se encargaría. Bufé y me crucé de brazos, sin ánimos de discutir realmente—. Señor Merten, no tiene que mentir. Tenemos los archivos de sus declaraciones ante el tribunal de vecinos, sabemos de sus acciones contra Averni Wealhmar —explicó el soldado con calma—. Se le enviará su respectiva multa sin importar lo que haga o diga ante nosotros —anunció severo, haciendo que el hombre se cruzara de brazos infantilmente. Luego, Erwin procedió a dirigirse al joven que nos había guiado hasta aquel bosque—. Quizás tú puedas explicarnos mejor lo que ha ocurrido en la ausencia de tu padre, amigo —dijo, colocándose en cuclillas para eliminar la diferencia de alturas—. ¿Qué ocurrió luego de que tu padre decidiera buscar ayuda?
—P-Pues... Y-Yo... —el muchacho parecía algo temeroso al hablar, aunque Erwin parecía estar haciendo un buen trabajo motivándolo—. D-Después de que papá quemara el huerto de la vecina... y nuestra casa fuera infestada de árboles... —finalmente comenzó a hablar tras un respiro—. Mamá, mis hermanos y yo tuvimos que quedarnos con los vecinos... Cuando papá demoró en regresar, varios del vecindario decidieron talar por su cuenta los árboles. —el muchacho se detuvo entonces.
—¿Y entonces...? —preguntó el soldado—. ¿Qué ocurrió después? ¿Lo consiguieron...? —añadió luego, intentando hacerle continuar.
Era lo lógico, ¿no? Si tu patio era infestado y a la Guardia no le importaba una mierda, lo que debías hacer era solucionarlo por tu cuenta. ¿Cómo entonces se había complicado tanto...?
—No pudieron... —la respuesta no demoró en aparecer—. Sin importar cuantas veces los derribaban, los árboles solo volvían a crecer más fuertes —explicó preocupado—. Cuando se dieron cuenta de esto, todos intentaron ir por la señorita elfa y... —tragó saliva—... fue entonces cuando... el bosque se extendió por todo el vecindario y... t-todos desaparecieron.¹
—¿Qué...? —pregunté extrañado y confundido—. ¿Cómo que desaparecieron...?
—¡Si, los árboles los hicieron desaparecer! —anunció el muchacho consternado—. ¡Los capturaron! ¡Se los llevaron! A mi mamá y mis hermanos también... Yo apenas logré escapar y fui corriendo enseguida a buscar a papá...
—¡Espero que Spirit no te esté dando muchos problemas! —se aproximó Erwin a mi costado, con una sonrisa amable y serena, y alzando su voz con la suficiente fuerza para hacerse oír en medio de las corrientes de viento que nos azotaban al desplazarnos a aquella velocidad. Ja, ¿cómo no iba a estar sereno el muy infeliz? Su caballo parecía un animal mucho más manso y mejor entrenado, a diferencia del tal "Spirit"—. ¡Hay una razón por la cual es de los pocos caballos que siempre se encuentran disponibles! —continuó con cierto deje de vergüenza—. ¡Él es algo...!
—¿¡Salvaje, terco e incontrolable!? —completé hostil su oración antes que pudiera finalizarla—. ¡Pues sí, ya me hago una idea...! —añadí mordaz, provocando que el Smith riera burlón.
—¡Pensé que podrían llevarse bien! —comentó con malicia en su sonrisa—. ¡Después de todo, la montura es muy similar a su jinete...! —bromeó el humano, aumentando mi irritación.
Ese bastado... ¿¡qué estaba insinuando!? ¡El muy infeliz lo había hecho a propósito! Me preparé para soltarle una buena camada de insultos, pero el señor Merten intervino antes de que pudiera hablar.
—¡O-O-O-Ojos en el camino, soldado! —ordenó, gritando con innecesario exceso de fuerza.
A juzgar por la ferviente presión con la que el hombre se aferraba al torso de Erwin... el señor Merten no disfrutaba mucho viajar en corcel. Estaba seguro que, de no ser por el riguroso entrenamiento y óptima condición física del capitán, Erwin hubiera tenido bastantes dificultades para respirar correctamente. Este último se limitó a obedecer las demandas del hombre con una risilla, azotando las riendas de su montura para adquirir velocidad.
[…]
Finalmente llegamos a un punto en el que pudimos bajar de los caballos y observar las verdaderas magnitudes de la situación a la que se enfrentaba la familia Merten... no, ¡todo aquel vencidario! Lo que antes había sido un pequeño conjunto de viviendas situadas en las murallas externas de la ciudad, se hallaban ahora cubiertas completamente por una extensa arboleda repleta de grandes e inmensos robles. No había más que pequeños rastros de las casas, pues estas habían sido absorbidas por el espeso verde del bosque; lo único que podía divisarse claramente era aquel brillo titilante, como el de una estrella, en el centro de la arboleda.
Observé perplejo aquella inmensa extensión sin fin de árboles, finalmente cayendo en cuenta de la realidad de lo que acontecía. ¿Cómo... demonios había ocurrido aquello...?
—Así es... —murmuró Erwin, concordando con aquella mujer. ¿Acaso... ellos veían algo que yo no estaba viendo?—. No hay otra explicación...
Tras atar los corceles a un par de árboles cercanos para evitar que escaparan —lo cual Spirit parecía dispuesto a hacer en la menor de las oportunidades—, el señor Merten comenzó a alardear de como tenía razón y la Guardia no. Aunque Erwin parecía algo frustrado por la situación, no tenía derecho alguno a quejarse; el señor Merten tenía razon. La situación se les había ido de las manos y su lindo escuadrón de soldaditos de juguete eran culpables de todo ese incidente. ¡Bola de incompetentes!
La señorita de rostro firme no demoró en pedir mas información, y fue ahí cuando el humano comenzó a mostrarse nervioso.
—¡N-N-No tengo idea! —declaró de inmediato, exponiéndose exageradamente—. ¡Esa orejas picudas enloqueció de la nada! —continuó haciendo gestos con las manos exagerados.
—Nadie te está creyendo, imbécil —solté, dirigiéndome a él sin ningún tipo de respeto, lo cual le disgustó—. ¡Suelta la sopa de una vez! —ordené—. Antes que haga que te la tragues con todo y tus dientes —le amenacé sin reparo.
—Raymond... —Erwin me detuvo con un tono suave, colocando su mano sobre mi hombro e indicándome así que él se encargaría. Bufé y me crucé de brazos, sin ánimos de discutir realmente—. Señor Merten, no tiene que mentir. Tenemos los archivos de sus declaraciones ante el tribunal de vecinos, sabemos de sus acciones contra Averni Wealhmar —explicó el soldado con calma—. Se le enviará su respectiva multa sin importar lo que haga o diga ante nosotros —anunció severo, haciendo que el hombre se cruzara de brazos infantilmente. Luego, Erwin procedió a dirigirse al joven que nos había guiado hasta aquel bosque—. Quizás tú puedas explicarnos mejor lo que ha ocurrido en la ausencia de tu padre, amigo —dijo, colocándose en cuclillas para eliminar la diferencia de alturas—. ¿Qué ocurrió luego de que tu padre decidiera buscar ayuda?
—P-Pues... Y-Yo... —el muchacho parecía algo temeroso al hablar, aunque Erwin parecía estar haciendo un buen trabajo motivándolo—. D-Después de que papá quemara el huerto de la vecina... y nuestra casa fuera infestada de árboles... —finalmente comenzó a hablar tras un respiro—. Mamá, mis hermanos y yo tuvimos que quedarnos con los vecinos... Cuando papá demoró en regresar, varios del vecindario decidieron talar por su cuenta los árboles. —el muchacho se detuvo entonces.
—¿Y entonces...? —preguntó el soldado—. ¿Qué ocurrió después? ¿Lo consiguieron...? —añadió luego, intentando hacerle continuar.
Era lo lógico, ¿no? Si tu patio era infestado y a la Guardia no le importaba una mierda, lo que debías hacer era solucionarlo por tu cuenta. ¿Cómo entonces se había complicado tanto...?
—No pudieron... —la respuesta no demoró en aparecer—. Sin importar cuantas veces los derribaban, los árboles solo volvían a crecer más fuertes —explicó preocupado—. Cuando se dieron cuenta de esto, todos intentaron ir por la señorita elfa y... —tragó saliva—... fue entonces cuando... el bosque se extendió por todo el vecindario y... t-todos desaparecieron.¹
—¿Qué...? —pregunté extrañado y confundido—. ¿Cómo que desaparecieron...?
—¡Si, los árboles los hicieron desaparecer! —anunció el muchacho consternado—. ¡Los capturaron! ¡Se los llevaron! A mi mamá y mis hermanos también... Yo apenas logré escapar y fui corriendo enseguida a buscar a papá...
- Primera complicación: El bosque ha crecido fuera de control y todo el vecindario ha desaparecido. Es necesario encontrarlos y ponerlos a salvo.
Raymond Lorde
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
Mientras el Señor Merten tartamudeaba, la dragona se acercó a la primera línea de árboles y tocó una de las ramas, entre curiosa y sin poder creer lo que estaba viendo. Pero era real, era tan real como cualquiera de las plantas que podría encontrar en los bosques normales.
-En una oportunidad vi algo parecido - Comentó Sasha, interrumpiendo los balbuceos del granjero - Fuimos llamados al bosque de los elfos por que tenían a unos prisioneros que querían que nos llevemos, una vampiro y un Hombre-perro - Se dio la vuelta para mirar al grupo - Los elfos podían hacer crecer las plantas para que fueran jaulas o paredes. Creía que era algún tipo de magia que funcionaba en su territorio, pero evidentemente pueden hacerlo donde quieran - Inconscientemente se agarró la oreja izquierda, la cual tenía un pequeño corte que le había quedado luego del enfrentamiento en esa misión. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo cruzó las manos tras la espalda, terminando de escuchar lo que Merten tenía para decir.
El compañero de Erwin era impulsivo, mal hablado y poco educado, Sashenka no le había dedicado ni una sola palabra desde que se había sumado al grupo. En realidad todo ese asunto era un problema de la Guardia, un civil no tenía nada que hacer allí, pero la Dozorova estaba esperando a que su compañero se lo dijera. Como parecía que eso no iba a ocurrir, estaba sopesando la posibilidad de decírselo ella misma.
Se cruzó de brazos e hizo un asentimiento en señal de aprobación cuando escuchó la respuesta de Erwin al viejo Merten, sin duda el hombre merecía el reciente ascenso que le habían dado.
-Y mientras más detalles puedan darnos, más eficaces seremos para resolver la situación - Fue lo único que agregó Sasha a lo ya dicho por el otro Guardia. La dragona prestó atención a los detalles del relato, no aprobaba el que los vecinos intentaran hacer justicia por mano propia, tendrían que haber esperado a que cualquier representante de la ley apareciera, pero discutir eso en un momento así no tenía mucho sentido - La próxima vez asegúrense de esperar a que llegue la Guardia - Dijo a modo recriminatorio, y probablemente el gesto serio de la Dozorova fue suficiente como para que no pensaran en contradecirla. Miro a Erwin, ignorando en todo momento al sujeto rebelde y mal hablado que parecía ser su amigo - Tenemos que entrar entonces, y ayudar a los residentes a salir. Pero no parece ser una buena idea el intentar talar o dañar al bosque, quizás eso podría generar una nueva explosión de vegetación y extenderse hacia otros vecindarios. Intentemos pasar abriéndonos camino sin cortar nada -
Era más sencillo decirlo que hacerlo, en cuanto Sashenka dio unos pasos dentro de la espesura en seguida se vio obligada a usar su fuerza y peso para poder apartar las ramas lo suficiente como para pasar con la armadura. No había entrado más que unos pocos metros y al mirar hacía atrás todo se había cerrado como sí jamás hubiesen pasado por allí, de esa manera era difícil orientarse hacía donde iban. Apretó los labios, disconforme con la manera en que estaban saliendo las cosas, pero siguió avanzando y a pesar de que entrenaba a diario su respiración comenzó a agitarse por lo trabajoso de esa marcha forzada.
Un poco después se topo con algo que no era parte de la vegetación, era un buzón para el correo bastante rudimentario.
-Debemos estar a algunos metros de la entrada de una de las viviendas - Le dijo a Erwin.
-En una oportunidad vi algo parecido - Comentó Sasha, interrumpiendo los balbuceos del granjero - Fuimos llamados al bosque de los elfos por que tenían a unos prisioneros que querían que nos llevemos, una vampiro y un Hombre-perro - Se dio la vuelta para mirar al grupo - Los elfos podían hacer crecer las plantas para que fueran jaulas o paredes. Creía que era algún tipo de magia que funcionaba en su territorio, pero evidentemente pueden hacerlo donde quieran - Inconscientemente se agarró la oreja izquierda, la cual tenía un pequeño corte que le había quedado luego del enfrentamiento en esa misión. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo cruzó las manos tras la espalda, terminando de escuchar lo que Merten tenía para decir.
El compañero de Erwin era impulsivo, mal hablado y poco educado, Sashenka no le había dedicado ni una sola palabra desde que se había sumado al grupo. En realidad todo ese asunto era un problema de la Guardia, un civil no tenía nada que hacer allí, pero la Dozorova estaba esperando a que su compañero se lo dijera. Como parecía que eso no iba a ocurrir, estaba sopesando la posibilidad de decírselo ella misma.
Se cruzó de brazos e hizo un asentimiento en señal de aprobación cuando escuchó la respuesta de Erwin al viejo Merten, sin duda el hombre merecía el reciente ascenso que le habían dado.
-Y mientras más detalles puedan darnos, más eficaces seremos para resolver la situación - Fue lo único que agregó Sasha a lo ya dicho por el otro Guardia. La dragona prestó atención a los detalles del relato, no aprobaba el que los vecinos intentaran hacer justicia por mano propia, tendrían que haber esperado a que cualquier representante de la ley apareciera, pero discutir eso en un momento así no tenía mucho sentido - La próxima vez asegúrense de esperar a que llegue la Guardia - Dijo a modo recriminatorio, y probablemente el gesto serio de la Dozorova fue suficiente como para que no pensaran en contradecirla. Miro a Erwin, ignorando en todo momento al sujeto rebelde y mal hablado que parecía ser su amigo - Tenemos que entrar entonces, y ayudar a los residentes a salir. Pero no parece ser una buena idea el intentar talar o dañar al bosque, quizás eso podría generar una nueva explosión de vegetación y extenderse hacia otros vecindarios. Intentemos pasar abriéndonos camino sin cortar nada -
Era más sencillo decirlo que hacerlo, en cuanto Sashenka dio unos pasos dentro de la espesura en seguida se vio obligada a usar su fuerza y peso para poder apartar las ramas lo suficiente como para pasar con la armadura. No había entrado más que unos pocos metros y al mirar hacía atrás todo se había cerrado como sí jamás hubiesen pasado por allí, de esa manera era difícil orientarse hacía donde iban. Apretó los labios, disconforme con la manera en que estaban saliendo las cosas, pero siguió avanzando y a pesar de que entrenaba a diario su respiración comenzó a agitarse por lo trabajoso de esa marcha forzada.
Un poco después se topo con algo que no era parte de la vegetación, era un buzón para el correo bastante rudimentario.
-Debemos estar a algunos metros de la entrada de una de las viviendas - Le dijo a Erwin.
Sashenka Dozorova
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
"Los árboles se los habían llevado..." ¿¡Qué... demonios se suponía que quería decir con eso el mocoso!? ¿Estaba delirando o acaso...? No, la simple existencia de la idea era absurda. Tal vez cometíamos un error en escucharle, ¿no? ¿Cómo un inútil pedazo de madera con musgo iba a ser capaz de secuestrar a alguien?
Al parecer, el escepticismo era solo cosa mía, pues tanto Erwin como aquella estirada parecían tener conocimiento de los come-hojas y su... aparente habilidad para manipular las fuerzas del bosque. Sabía que los elfos eran raros y les prendían los árboles, pero no tenía idea de que fueran capaces de hacer... cosas con ellos, como había mencionado la guardia femenina. No solo me lo pensaría dos veces la próxima vez que me burlara de un orejas picudas cerca de un bosque, ahora no podía sacar de mi cabeza el sentido que tenía tal revelación, en relación al amor tan... pasional —en todo el sentido de la palabra— que tenían estos últimos por las plantas y árboles. Solo debían mover un par de lianas y...
—Fuiste muy valiente, amiguito —le habló Erwin al muchacho que se hallaba pálido y temeroso, zarandeando suavemente sus hombros, intentando calmarle y animarle con algo de motivación—. No te preocupes, nosotros nos encargaremos a partir de ahora. Traeremos de vuelta a tu madre y a tus hermanos, sanos y salvos —aseguró el Smith sonriente, logrando efectivamente tranquilizarle un poco—. Cuida de tu padre por nosotros, ¿de acuerdo? Evita que se meta en más líos —finalizó con un guiño antes de ponerse en pié. El muchacho asintió.
Muy lindo, Erwin, pero aquello era una vil mentira. La mujer podía tranquilamente estar muerta, mientras él estaba ahí, llenando de ilusiones y falsas esperanzas a su pobre hijo.
—Estoy de acuerdo, no podemos permitirnos empeorar la situación y poner en peligro a más civiles —añadió Erwin a lo dicho por la mujer.
Blanqueé los ojos. El hecho de que aquellos dos se estuvieran entendiendo tan bien, complementando mutuamente sus oraciones, me resultaba sumamente irritante. Era como tener una copia exacta de Erwin a la que le habían puesto senos y una permanente mirada gélida, como aquella que le ofrecía la susodicha a todos. ¿De verdad había una mujer debajo de ese montón de placas de metal...?
Como sea, no tardamos más en adentrarnos en la espesura al rescate de los civiles.
Si bien, yo no tuve ningún problema a la hora de abrirme paso entre las densas enredaderas —a diferencia de los soldados, yo no tenía ninguna armadura que entorperciera mi avanzar, sin mencionar que la fuerza de mis implantes reducía en gran medida la energía que consumía—, apenas di un par de pasos en el interior de aquella arboleda, no pude evitar perderme en la maravillosa transición del entorno: Los árboles eran inmensos, mucho más altos que cualquiera que hubiera visto antes, privando a la luz de suficientes entradas para ofuscar las sombras que creaban los inmensos troncos y abundantes hojas, mientras sus raíces se extendían por doquier y creaban inmensos muros y pasadizos oscuros. La cantidad de vegetación también era exageradamente abundante, proliferandose a medidas que no parecían naturales en lo absoluto. Aquello, sin duda, era sorprendente.
Llegué a un momento en el que sentí un pequeño escalofrío en la nuca, cuando vino a mi mente el pensamiento de: “¿Cómo demonios saldríamos de ahí luego?” El bosque parecía terriblemente inmenso, podíamos perdernos en un instante, mientras el camino que habíamos abierto volvía a sellarse a los pocos segundos con el mágico rebrote de la enredaderas.
—¿Todo en orden, Raymond? —acudió el Smith de inmediato a mi rescate, cuando me detuve un par de segundos.
Erwin había sido inteligente al avanzar detrás de mí, pues podía aprovechar así el camino que yo abría sin relativo esfuerzo antes que este se cerrara, avanzando así sin mermar demasiado sus fuerzas.
—S-Si, es solo que... —contesté de inmediato, pretendiendo no dejar en evidencia mi repentino ataque de pánico—. Este lugar es inmenso, ¿no? —desvié su atención a aquel factor, exitosamente gracias a los dioses—. ¿De verdad crees que esa tal Averni fue capaz de crear todo esto? —planteé aquella incógnita.
—No tengo idea... —fue la respuesta de Erwin, quien se dedicó también a observar por un par de segundos el panorama—. Los elfos con estas habilidades no suelen ser muy comunes, hasta donde tengo entendido. No conozco el límite que puedan tener sus capacidades —complementó luego con rostro preocupado—. Por su parte, la señorita Wealhmar no había figurado en nuestros expedientes en situaciones previas a esta problemática. No cuenta con ningún historial, así que es difícil saber con quien tratamos —finalizó con aquello. Asentí antes de continuar mi camino.
No nos detuvimos de nuevo hasta que la estirada descubrió lo que parecían ser indicios de una vivienda: un buzón. Erwin asintió y, con un par de pasos más, dimos finalmente con la entrada, absorbida por la vegetación.
Contemplé junto al soldado la imagen de aquella construcción, atravesada por ramas y enredaderas que se abrían paso entre las tablas y las ventanas, decoradas con flores en ciertas areas. Del suelo brotaba el musgo que se adhería a las paredes, junto a pequeños hongos y fragmentos de cristal; trozos de los vidrios que presumiblemente fueron destruidos con el repentino surgimiento del bosque.
—Revisaré el interior —declaró Erwin antes de proceder a acceder a los restos de aquella vivienda, a través de la entrada principal.
Le seguí al interior, sin tener una idea muy clara de que otra cosa podía hacer. Tal como su apariencia exterior dejaba ver, la casa estaba igual de destruida en el interior, infestada enteramente por plantas de toda clase. La mueblería se hallaba cubierta de enredaderas, y los libros que habían caido de los estantes por una capa de musgo, mientras varias columnas de raíces atravesaban el techo y conectaban con el segundo piso.
—¡Hola! ¿¡Se encuentra alguien aquí...!? —vociferó Erwin tras dar un par de pasos en el interior, en busca de civiles que se hallaran aún en aquella casa, esperando ser rescatados—. ¡Somos de la Guardia! ¡Hemos venido a auxiliarles! —continuó tras un breve silencio, sin recibir respuesta alguna—. Espérame aquí —me habló el guardia, antes de dirigirse a una de las raíces que descendían del piso superior
Aferrándose con fuerza a aquellas raíces, el Smith procedió a escalarlas sin temor para dirigirse e investigar el segundo piso.
Con su partida, volví a carecer de un objetivo o una idea de lo que podía hacer en aquellas circunstancias, hasta que centré mi mirada en lo que parecía ser un retrato, el cual yacía solitario en el suelo musgoso. Le tomé entre mis manos para descubrir que se trataba efectivamente de una pintura, la cual plasmaba a los presumibles miembros de la familia que habitaba aquel hogar: el rostro humilde de un hombre, al cuidado de dos niñas identicas, y la arrugada sonrisa de una ancianita.
El descubrimiento de aquella imagen fue un repentino impacto que no esperaba recibir. Aquellas personas... habían desaparecido. ¿Pero cómo...? ¿A dónde pudieron haber ido...?
Al parecer, el escepticismo era solo cosa mía, pues tanto Erwin como aquella estirada parecían tener conocimiento de los come-hojas y su... aparente habilidad para manipular las fuerzas del bosque. Sabía que los elfos eran raros y les prendían los árboles, pero no tenía idea de que fueran capaces de hacer... cosas con ellos, como había mencionado la guardia femenina. No solo me lo pensaría dos veces la próxima vez que me burlara de un orejas picudas cerca de un bosque, ahora no podía sacar de mi cabeza el sentido que tenía tal revelación, en relación al amor tan... pasional —en todo el sentido de la palabra— que tenían estos últimos por las plantas y árboles. Solo debían mover un par de lianas y...
—Fuiste muy valiente, amiguito —le habló Erwin al muchacho que se hallaba pálido y temeroso, zarandeando suavemente sus hombros, intentando calmarle y animarle con algo de motivación—. No te preocupes, nosotros nos encargaremos a partir de ahora. Traeremos de vuelta a tu madre y a tus hermanos, sanos y salvos —aseguró el Smith sonriente, logrando efectivamente tranquilizarle un poco—. Cuida de tu padre por nosotros, ¿de acuerdo? Evita que se meta en más líos —finalizó con un guiño antes de ponerse en pié. El muchacho asintió.
Muy lindo, Erwin, pero aquello era una vil mentira. La mujer podía tranquilamente estar muerta, mientras él estaba ahí, llenando de ilusiones y falsas esperanzas a su pobre hijo.
—Estoy de acuerdo, no podemos permitirnos empeorar la situación y poner en peligro a más civiles —añadió Erwin a lo dicho por la mujer.
Blanqueé los ojos. El hecho de que aquellos dos se estuvieran entendiendo tan bien, complementando mutuamente sus oraciones, me resultaba sumamente irritante. Era como tener una copia exacta de Erwin a la que le habían puesto senos y una permanente mirada gélida, como aquella que le ofrecía la susodicha a todos. ¿De verdad había una mujer debajo de ese montón de placas de metal...?
Como sea, no tardamos más en adentrarnos en la espesura al rescate de los civiles.
Si bien, yo no tuve ningún problema a la hora de abrirme paso entre las densas enredaderas —a diferencia de los soldados, yo no tenía ninguna armadura que entorperciera mi avanzar, sin mencionar que la fuerza de mis implantes reducía en gran medida la energía que consumía—, apenas di un par de pasos en el interior de aquella arboleda, no pude evitar perderme en la maravillosa transición del entorno: Los árboles eran inmensos, mucho más altos que cualquiera que hubiera visto antes, privando a la luz de suficientes entradas para ofuscar las sombras que creaban los inmensos troncos y abundantes hojas, mientras sus raíces se extendían por doquier y creaban inmensos muros y pasadizos oscuros. La cantidad de vegetación también era exageradamente abundante, proliferandose a medidas que no parecían naturales en lo absoluto. Aquello, sin duda, era sorprendente.
Llegué a un momento en el que sentí un pequeño escalofrío en la nuca, cuando vino a mi mente el pensamiento de: “¿Cómo demonios saldríamos de ahí luego?” El bosque parecía terriblemente inmenso, podíamos perdernos en un instante, mientras el camino que habíamos abierto volvía a sellarse a los pocos segundos con el mágico rebrote de la enredaderas.
—¿Todo en orden, Raymond? —acudió el Smith de inmediato a mi rescate, cuando me detuve un par de segundos.
Erwin había sido inteligente al avanzar detrás de mí, pues podía aprovechar así el camino que yo abría sin relativo esfuerzo antes que este se cerrara, avanzando así sin mermar demasiado sus fuerzas.
—S-Si, es solo que... —contesté de inmediato, pretendiendo no dejar en evidencia mi repentino ataque de pánico—. Este lugar es inmenso, ¿no? —desvié su atención a aquel factor, exitosamente gracias a los dioses—. ¿De verdad crees que esa tal Averni fue capaz de crear todo esto? —planteé aquella incógnita.
—No tengo idea... —fue la respuesta de Erwin, quien se dedicó también a observar por un par de segundos el panorama—. Los elfos con estas habilidades no suelen ser muy comunes, hasta donde tengo entendido. No conozco el límite que puedan tener sus capacidades —complementó luego con rostro preocupado—. Por su parte, la señorita Wealhmar no había figurado en nuestros expedientes en situaciones previas a esta problemática. No cuenta con ningún historial, así que es difícil saber con quien tratamos —finalizó con aquello. Asentí antes de continuar mi camino.
No nos detuvimos de nuevo hasta que la estirada descubrió lo que parecían ser indicios de una vivienda: un buzón. Erwin asintió y, con un par de pasos más, dimos finalmente con la entrada, absorbida por la vegetación.
Contemplé junto al soldado la imagen de aquella construcción, atravesada por ramas y enredaderas que se abrían paso entre las tablas y las ventanas, decoradas con flores en ciertas areas. Del suelo brotaba el musgo que se adhería a las paredes, junto a pequeños hongos y fragmentos de cristal; trozos de los vidrios que presumiblemente fueron destruidos con el repentino surgimiento del bosque.
—Revisaré el interior —declaró Erwin antes de proceder a acceder a los restos de aquella vivienda, a través de la entrada principal.
Le seguí al interior, sin tener una idea muy clara de que otra cosa podía hacer. Tal como su apariencia exterior dejaba ver, la casa estaba igual de destruida en el interior, infestada enteramente por plantas de toda clase. La mueblería se hallaba cubierta de enredaderas, y los libros que habían caido de los estantes por una capa de musgo, mientras varias columnas de raíces atravesaban el techo y conectaban con el segundo piso.
—¡Hola! ¿¡Se encuentra alguien aquí...!? —vociferó Erwin tras dar un par de pasos en el interior, en busca de civiles que se hallaran aún en aquella casa, esperando ser rescatados—. ¡Somos de la Guardia! ¡Hemos venido a auxiliarles! —continuó tras un breve silencio, sin recibir respuesta alguna—. Espérame aquí —me habló el guardia, antes de dirigirse a una de las raíces que descendían del piso superior
Aferrándose con fuerza a aquellas raíces, el Smith procedió a escalarlas sin temor para dirigirse e investigar el segundo piso.
Con su partida, volví a carecer de un objetivo o una idea de lo que podía hacer en aquellas circunstancias, hasta que centré mi mirada en lo que parecía ser un retrato, el cual yacía solitario en el suelo musgoso. Le tomé entre mis manos para descubrir que se trataba efectivamente de una pintura, la cual plasmaba a los presumibles miembros de la familia que habitaba aquel hogar: el rostro humilde de un hombre, al cuidado de dos niñas identicas, y la arrugada sonrisa de una ancianita.
El descubrimiento de aquella imagen fue un repentino impacto que no esperaba recibir. Aquellas personas... habían desaparecido. ¿Pero cómo...? ¿A dónde pudieron haber ido...?
Raymond Lorde
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
Tanto Erwin como Sasha se aseguraban de hacer cumplir la ley, ambos Guardias creían firmemente en la causa que defendían y en que podían encontrar las respuestas correctas a sus problemas siguiendo en detalle el manual de aplicación. Sin embargo, tenían formas diametralmente opuestas de proceder, Sasha sólo pensaba en ser eficaz, mientras que Erwin se fijaba en los aspectos humanos y en las emociones de los involucrados en el problema.
Los suspiros y las miradas del acompañante de Erwin no pasaron desapercibidos para Sashenka, simplemente había decidido que por el momento habían cosas más urgentes. De cualquier manera, sí seguía insistiendo en entorpecer la misión con esa mala actitud terminaría por atarlo a algún árbol y, sí era necesario, dejarlo inconsciente hasta que terminaran con la tarea.
Cuando encontraron por fin una casa, el otro Guardia anunció que entraría, la Dozorova asintió como única respuesta y en su lugar comenzó a revisar la parte de afuera. Pudo avanzar unos metros, pero en seguida las ramas que entraban por las ventanas le taparon el camino, al final tuvo que agacharse y continuar avanzando en esa posición hasta llegar a la parte de atrás.
La puerta que daba al patio trasero estaba destruida, pero hacia afuera... Eso captó la atención de Sasha. Se inclinó para mirar en detalle el piso, si bien no era rastreadora, el suelo de tierra dejaba marcas muy evidentes.
-Capitán Smith - Dijo en tono elevado para que la escuchara desde adentro - Creo que la familia logró salir de la vivienda antes de que las plantas los atraparan, encontré huellas, aunque no sé reconocer más detalles - Sí hubiesen tenido a un guardabosques o un cazador quizás podrían haber deducido cuántos eran, hacía cuánto se habían ido y hacía donde.
Se puso de pie nuevamente, mirando a la distancia mientras meditaba sobre qué camino seguir. Si se alejaba demasiado de la casa probablemente no podría volver a encontrarla, escuchó que alguien trepaba dentro de la casa ¿A ambos se les había ocurrido algo parecido? Sí no podían ver nada desde abajo, solo les quedaba subir.
-Voy a dar algunas vueltas volando - Le avisó a su compañero y acto seguido comenzó a transformarse. No era ningún secreto a qué raza pertenecía Sasha, o al menos ella no hacía ningún esfuerzo por mantener esa información oculta. Claramente no se transformaba en el cuartel, ni tampoco cuando estaba en la ciudad, pero simplemente porque no había motivos para hacerlo. En cualquier caso, siempre que le habían preguntado se había mostrado sincera al respecto, con la misma impasibilidad que mostraba siempre.
Su posición erguida comenzó a doblarse hacia adelante, a medida que el peso de su tórax aumentaba, apoyó manos y pies que ya casi tenían por completo la forma reptiliana y se pudo escuchar en el silencioso bosque cómo sus huesos se reacomodaron para tomar su otra forma. Pronto se dio cuenta que el espacio que había alrededor de la casa no sería suficiente para acabar la transformación. Aún sin terminar el cambio del todo comenzó a trepar por las ramas, usando sus cuatro patas para acelerar el paso, se apoyó en parte del techo y escuchó como las maderas crujían, la estructura había sufrido demasiado daño, así que retiró su peso y continuó subiendo.
Cuando estaba llegando a la copa de los árboles la cola y las alas terminaron de salir, Sashenka se estiró cuan larga era e hizo un gruñido bajo, mirando hacia abajo para ver a su compañero. Luego empezó a volar, dando círculos e intentando grabar en su memoria cualquier cosa que llamara su atención y en qué dirección quedaba para luego poder ir hacia allí.
No tardó mucho en encontrar lo que buscaba, a lo lejos había un árbol que era mucho más grande que los otros “¡Eso es!” pensó la dragona y comenzó a descender lentamente.
Los suspiros y las miradas del acompañante de Erwin no pasaron desapercibidos para Sashenka, simplemente había decidido que por el momento habían cosas más urgentes. De cualquier manera, sí seguía insistiendo en entorpecer la misión con esa mala actitud terminaría por atarlo a algún árbol y, sí era necesario, dejarlo inconsciente hasta que terminaran con la tarea.
Cuando encontraron por fin una casa, el otro Guardia anunció que entraría, la Dozorova asintió como única respuesta y en su lugar comenzó a revisar la parte de afuera. Pudo avanzar unos metros, pero en seguida las ramas que entraban por las ventanas le taparon el camino, al final tuvo que agacharse y continuar avanzando en esa posición hasta llegar a la parte de atrás.
La puerta que daba al patio trasero estaba destruida, pero hacia afuera... Eso captó la atención de Sasha. Se inclinó para mirar en detalle el piso, si bien no era rastreadora, el suelo de tierra dejaba marcas muy evidentes.
-Capitán Smith - Dijo en tono elevado para que la escuchara desde adentro - Creo que la familia logró salir de la vivienda antes de que las plantas los atraparan, encontré huellas, aunque no sé reconocer más detalles - Sí hubiesen tenido a un guardabosques o un cazador quizás podrían haber deducido cuántos eran, hacía cuánto se habían ido y hacía donde.
Se puso de pie nuevamente, mirando a la distancia mientras meditaba sobre qué camino seguir. Si se alejaba demasiado de la casa probablemente no podría volver a encontrarla, escuchó que alguien trepaba dentro de la casa ¿A ambos se les había ocurrido algo parecido? Sí no podían ver nada desde abajo, solo les quedaba subir.
-Voy a dar algunas vueltas volando - Le avisó a su compañero y acto seguido comenzó a transformarse. No era ningún secreto a qué raza pertenecía Sasha, o al menos ella no hacía ningún esfuerzo por mantener esa información oculta. Claramente no se transformaba en el cuartel, ni tampoco cuando estaba en la ciudad, pero simplemente porque no había motivos para hacerlo. En cualquier caso, siempre que le habían preguntado se había mostrado sincera al respecto, con la misma impasibilidad que mostraba siempre.
Su posición erguida comenzó a doblarse hacia adelante, a medida que el peso de su tórax aumentaba, apoyó manos y pies que ya casi tenían por completo la forma reptiliana y se pudo escuchar en el silencioso bosque cómo sus huesos se reacomodaron para tomar su otra forma. Pronto se dio cuenta que el espacio que había alrededor de la casa no sería suficiente para acabar la transformación. Aún sin terminar el cambio del todo comenzó a trepar por las ramas, usando sus cuatro patas para acelerar el paso, se apoyó en parte del techo y escuchó como las maderas crujían, la estructura había sufrido demasiado daño, así que retiró su peso y continuó subiendo.
Cuando estaba llegando a la copa de los árboles la cola y las alas terminaron de salir, Sashenka se estiró cuan larga era e hizo un gruñido bajo, mirando hacia abajo para ver a su compañero. Luego empezó a volar, dando círculos e intentando grabar en su memoria cualquier cosa que llamara su atención y en qué dirección quedaba para luego poder ir hacia allí.
No tardó mucho en encontrar lo que buscaba, a lo lejos había un árbol que era mucho más grande que los otros “¡Eso es!” pensó la dragona y comenzó a descender lentamente.
Sashenka Dozorova
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Re: El fruto del odio [Trabajo, Sashenka Dozorova]
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