La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
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La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
- NOTA ACLARATORIA:
- ¡Hola querido personaje que decidiste unirte a este temita!
Pondré un poco de contexto. Estamos en Lunargenta, días antes de que los vampiros la tomaran y todo el asunto de la plaga estallara. Esta es una primera revuelta en la que nos hemos visto involucrados. Hay de todo; saqueo, peleas, vandalismo, y cada uno puede llevar su trama independientemente, ya que no te diré cómo reaccionar ante una situación así.
Solo te pido dos cosas: si entras, no dejes tirado al resto, y si tienes que dejar de participar, avisa.
¡Un besito!
Durante la cena, el señor Bär, dueño de la posada donde se alojaba, se acercó a Ingela con rostro preocupado. Entre las manos, apretaba y estrujaba su delantal, delatando su obvio nerviosismo -Señorita Ingela...- comenzó a hablar, poniéndose de pie junto a ella mientras la dragona terminaba de masticar un pedazo de carne que se había llevado a la boca. -Yo... verá... he escuchado rumores... esta noche en la plaza central se convocó una asamblea, la gente está exigiendo saber más acerca de esta extraña enfermedad que tiene a todos tan asustados...- decía -Y... yo... no sé cómo pedirle esto- musitó -Quisiera que se quedara en su habitación esta noche y que no saliera- soltó finalmente el hombre, ante la mirada extrañada de la muchacha, quien asintió lentamente.
El posadero, ante la respuesta afirmativa de Ingela, resopló aliviado -Muchas gracias, es de mis huéspedes más preciadas y no quisiera que le pasara algo- fue lo que dijo antes de sonreír y marchar de vuelta tras la barra. Por su parte, la dragona terminó de comer, pero aquella extraña petición del señor Bär, tan extraña, le rondaba la cabeza. No es que ella hubiese planeado salir aquella noche, pero ahora sabiendo que existiría aquella asamblea, pues le daban ganas de no hacer caso a la solicitud del hombre.
Subió a su habitación y se echó bocarriba sobre la cama, mirando al techo, con las manos sobre el pecho. Luego miró al cielo a través de la ventana. Se levantó y asomó. La ventana daba hacia el costado de la posada, debajo de ella, había un techo que terminaba en un callejón. No le tomó mucho el decidir bajar por ahí e ir a la dichosa asamblea, a fin de cuentas, ella también quería saber de qué iba aquella enfermedad.
~~~~~
La plaza estaba llena. Tuvo que abrirse paso a codazos para poder llegar lo suficientemente cerca como para escuchar lo que el emisario de palacio decía, que en todo caso no era mucho; un brote de una enfermedad desconocida que se abría paso desde el Norte. Que la ciudad de los dragones estaba cerrada y que todos tenían que tener cuidado y precaución. Que en Lunargenta aún no habían indicios de aquella enfermedad.
-¡MENTIRA!- se escuchó. -¡EN LUNARGENTA YA HAY ENFERMOS!- gritó la voz -¡LOS TIENEN ESCONDIDOS EN EL HOSPITAL!- insistió. -¡Eso es una gran falacia!- exclamó el emisario. Las personas comenzaron a gritar, pidiendo la verdad -¡Estamos protegidos en Lunargenta! ¡Aquí no pasará nada!- decía, alzando las manos -¡Calma! ¡Calma! ¡No hay por qué alterarse!- pedía el pobre emisario, quien contaba con una escueta escolta de cuatro hombres.
-¡MENTIRA! ¡MENTIRA! ¡YA ESTAMOS CONDENADOS!- volvió a gritar aquella persona que increpaba al emisario. Ingela lo buscaba con la mirada, pero no encontraba a quien increpaba así. El ruido de la gente hablando opacó la voz del emisario, quien buscaba desesperado la forma de salir de allí, temiendo lo peor.
Y su temor estaba justificado. De entre la multitud, una bola de fuego voló directo sobre la cabeza del funcionario, quien solo se salvó por la rapidez de los soldados en cubrirlo. Tras esa, muchas bolas de fuego más comenzaron a volar por sobre la multitud. El caos, la confusión, la gente corriendo y gritando por todos lados, una verdadera horda de seres de todas las razas estaban en aquella plaza esa noche e Ingela estaba en medio. -¡Mierda!- pensaba la dragona mientras buscaba una salida -Debí hacerle caso al señor Bär...- se lamentaba.
Última edición por Ingela el Mar Dic 28 2021, 22:01, editado 1 vez
Ingela
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
¿Y dónde vive tu amigo?- Le pregunté a Arygos quien me acompañaba sujeta a mi brazo como si fuera a caerse al primer descuido, sin embargo, estaba seguro que también podía valerse por sí misma si se presentaba la necesidad, pero me hacía sentir bien el saber que de alguna manera mi compañía la hacía sentir protegida -Por... allá... hacia el puerto- Señaló con su voz calmada y temerosa aunque su indicación se estrellaba con una multitud de personas que se agolpaban en torno a la plaza de Lunargenta -Parece que algo sucede- Le dije a la jovencita -Vamos a ver qué es- Mencioné como el primero en una larga lista de errores que luego pasarían factura.
La tomé del brazo para acelerar su paso y nos acercamos a la multitud aunque la gran candidad de personas que había no nos dejaban acercarnos mucho -Dicen algo del norte- Le dije a mi compañera que con menor tamaño le resultaba más difícil -Apóyate sobre mí- Le dije inclinándome un poco para que afincara sus manos en mis hombros y levantarla sobre mi espalda; casi de manera inconsciente sus manos se transformaron en sutiles garras que le facilitaron sujetarse con fuerza mientras yo me levantaba tanto como me era posible.
Continuábamos escuchando cuando de pronto una grosera jovencita me pasó por un lado regalándome un codazo que me hizo perder el equilibrio y casi manda al piso a la pobre Arygos que por suerte no llegó a notar el golpe o le habría saltado a devorarla, tendría que hacer algo con ese temperamento o en serio acabaría cenándose a alguien algún día -Hey, ten más cuidado jovenci... ah olvídalo- Antes de terminar la frase ya iba muy lejos como para escucharme por lo que preferí continuar concentrado en escuchar lo que el emisario tenía que decir.
Algo sucede en el norte- Dijo Arygos apretando mis hombros con preocupación -Debo ir a ver cómo están todos- Puse mis manos sobre las suyas y levanté la vista -Iremos a verlos, tranquila, todo va a estar bien- Mi intento por calmarla se vio interrumpido por un alborotador que alegaba que había enfermos en Lunargenta; ni siquiera supimos cómo y cuándo inició semejante caos, pero al darnos cuenta ya había esferas de fuego volando sobre nuestras cabezas.
Me agaché de prisa para poner a salvo a mi dracónica compañera que sin equilibrio cayó sobre mí en el piso; estuvimos a punto de ser pisados un par de veces pero rápidamente me incorporé para rodearla con mis brazos y protegerla; menuda sorpresa para mí al darme cuenta que en mi triste intento ella se había transformado en dragón y sus grandes alas nos cubrían a ambos en una especie de capullo -Ahí hay uno- Gritó alguien y no pude evitar querer salir de su regazo al sentir algo que nos impactó desde fuera -Los dragones traen la plaga, maten a la dragona- Salí de prisa y me puse frente a ella para apartar con mi mano una piedra que le habían lanzado -¡Basta!- [1] Les grité con autoridad infundiendo temor en ellos para mantenerlos a raya, cosa que sería más fácil si Arygos no se dedicara a rugirles con agresividad.
Gracias a la magia que había usado, no se atrevían a atacarnos, pero solo era cuestión de tiempo -Arygos, vamos- Coloqué una mano en su frente y cerré los ojos, estaba asustada, podía sentirlo, y para mantener a los humanos a salvo debía sacar a la dragona de ahí -Vamos por allá, de prisa- Señalé un callejón cercano a donde nos fuimos en primer lugar, ya luego encontraríamos alguna manera de escondernos hasta que todo pasara; tristemente estaba muy lejos de pasar y al mirar atrás todo se había convertido en un caos, a este paso la ciudad acabaría por ser devastada por sus mismos ciudadanos o peor, alguien podría aprovechar el momento y adueñarse de ella.
[1]Habilidad de nivel 3: El miedo que acecha La tomé del brazo para acelerar su paso y nos acercamos a la multitud aunque la gran candidad de personas que había no nos dejaban acercarnos mucho -Dicen algo del norte- Le dije a mi compañera que con menor tamaño le resultaba más difícil -Apóyate sobre mí- Le dije inclinándome un poco para que afincara sus manos en mis hombros y levantarla sobre mi espalda; casi de manera inconsciente sus manos se transformaron en sutiles garras que le facilitaron sujetarse con fuerza mientras yo me levantaba tanto como me era posible.
Continuábamos escuchando cuando de pronto una grosera jovencita me pasó por un lado regalándome un codazo que me hizo perder el equilibrio y casi manda al piso a la pobre Arygos que por suerte no llegó a notar el golpe o le habría saltado a devorarla, tendría que hacer algo con ese temperamento o en serio acabaría cenándose a alguien algún día -Hey, ten más cuidado jovenci... ah olvídalo- Antes de terminar la frase ya iba muy lejos como para escucharme por lo que preferí continuar concentrado en escuchar lo que el emisario tenía que decir.
Algo sucede en el norte- Dijo Arygos apretando mis hombros con preocupación -Debo ir a ver cómo están todos- Puse mis manos sobre las suyas y levanté la vista -Iremos a verlos, tranquila, todo va a estar bien- Mi intento por calmarla se vio interrumpido por un alborotador que alegaba que había enfermos en Lunargenta; ni siquiera supimos cómo y cuándo inició semejante caos, pero al darnos cuenta ya había esferas de fuego volando sobre nuestras cabezas.
Me agaché de prisa para poner a salvo a mi dracónica compañera que sin equilibrio cayó sobre mí en el piso; estuvimos a punto de ser pisados un par de veces pero rápidamente me incorporé para rodearla con mis brazos y protegerla; menuda sorpresa para mí al darme cuenta que en mi triste intento ella se había transformado en dragón y sus grandes alas nos cubrían a ambos en una especie de capullo -Ahí hay uno- Gritó alguien y no pude evitar querer salir de su regazo al sentir algo que nos impactó desde fuera -Los dragones traen la plaga, maten a la dragona- Salí de prisa y me puse frente a ella para apartar con mi mano una piedra que le habían lanzado -¡Basta!- [1] Les grité con autoridad infundiendo temor en ellos para mantenerlos a raya, cosa que sería más fácil si Arygos no se dedicara a rugirles con agresividad.
Gracias a la magia que había usado, no se atrevían a atacarnos, pero solo era cuestión de tiempo -Arygos, vamos- Coloqué una mano en su frente y cerré los ojos, estaba asustada, podía sentirlo, y para mantener a los humanos a salvo debía sacar a la dragona de ahí -Vamos por allá, de prisa- Señalé un callejón cercano a donde nos fuimos en primer lugar, ya luego encontraríamos alguna manera de escondernos hasta que todo pasara; tristemente estaba muy lejos de pasar y al mirar atrás todo se había convertido en un caos, a este paso la ciudad acabaría por ser devastada por sus mismos ciudadanos o peor, alguien podría aprovechar el momento y adueñarse de ella.
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Aerandiano de honor
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Me detengo a admirar el viento que sopla alegre y con libertad contra mi rostro, no hay ataduras ni fronteras que le impidan avanzar. Siempre tan calmado, pero al mismo tiempo tan decidido, sin cadenas de opresión ni recuerdos dolorosos que le impulsen a olvidar el verdadero rumbo que demarca su existencia. Como le envidio... ¿Llegaré algún día a ser tan inquebrantable como él? No lo creo, no mientras los recuerdos de aquella noche tan terrible sigan atormentándome en mis sueños más tenebrosos y oscuros. A día de hoy, todavía siento en carne propia cada uno de los escalofríos que aquella noche corrieron raudos por mis huesos, como si las heridas hubieran calado más allá de mi cuerpo o mi psique, como si el filo de una espada se hubiera enterrado en lo más profundo de mi alma y mi ser. Todavía hay noches donde, gracias a los dioses, consigo escapar de entre un mar de pesadillas, gritando hasta agotar todo el escaso aire que reunieran mis pulmones, hasta que mi garganta se quebrara e impidiera continuar al llanto de mi agonía.
Recordar aquellos hechos ciertamente me hace temblar, preferiría encerrarlos en la mazmorra más oscura y profunda de mi mente, inmovilizarlos con los más fuertes grilletes de negación, atarlos con las más pesadas cadenas de miedo y terror profundo... Pero, a fin de cuentas, no lograría nada más que continuar con esta tortura interna de la cual no consigo escapar. ¿A quien podría salvar si no consigo salvarme a mi mismo de hundirme en la agonía? Por aquellos a los que mi vida les pertenece, reencarnare los hechos que me han llevado a caer en esta insanidad. Con suerte, en el camino podré hallar aquello tan importante que perdí: la voluntad de mi ser.
Recordar aquellos hechos ciertamente me hace temblar, preferiría encerrarlos en la mazmorra más oscura y profunda de mi mente, inmovilizarlos con los más fuertes grilletes de negación, atarlos con las más pesadas cadenas de miedo y terror profundo... Pero, a fin de cuentas, no lograría nada más que continuar con esta tortura interna de la cual no consigo escapar. ¿A quien podría salvar si no consigo salvarme a mi mismo de hundirme en la agonía? Por aquellos a los que mi vida les pertenece, reencarnare los hechos que me han llevado a caer en esta insanidad. Con suerte, en el camino podré hallar aquello tan importante que perdí: la voluntad de mi ser.
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Todo comenzó mucho antes de que lograra adentrarme en los primeros pueblos de Verisar, así es, mis noches en vela dieron inicio antes de que aquella catástrofe se desatara por todo el continente. El sol se despedía con un bello atardecer, mientras que aún quedaba un largo camino antes de que lograra percibir los imponentes muros que marcaban el paso a la frontera. No tenía grandes opciones, tampoco había pueblos cercanos que pudieran acogerme una vez el sol terminara de ponerse, lo único que pude encontrar fue una caverna; aquella que terminé bautizando como La Cueva de las Rocas Susurrantes, pues cada gota de lluvia que lograba colarse entre los húmedos muros de piedra ónice, desprendía una sinuosa melodía que se extendía desde lo más profundo de la cueva, rebotando entre sus paredes como un susurro repartido entre las rocas de su interior. El lugar era agradable y perfecto para pasar una noche como esa, mi vida sería guardada por el mágico sonido que las rocas producían al cantar... El único problema se hallaba en aquella extraña sensación de que algo no estaba bien con ese lugar. No los había notado, no podía identificarlos, pero desde que puse un pie en aquella cueva un huracán de malos presagios arremetió contra mi, las campanas del destino buscaban desesperadas una forma de advertirme del mal que pronto caería sobre estas tierras.
El primero apareció cuando investigaba el norte de la cueva. Me aseguraba de que aquellos sonidos susurrantes no le pertenecieran a una bestia malhumorada que no le gustara la idea de dejar entrar a cualquier extraño en su hogar. Mientras caminaba entre escombros y oscuridad, mi andar fue inestabilizado tras tropezar con una extraño montículo en forma de pirámide, lastimando el brazo que amortiguo mi caída con un desterrado circulo de afiladas rocas que no dudaron al enterrarse en mi piel, como los colmillos de un no-muerto en el medio de un prado en llamas.
Regresando al sur, el segundo cayó del cielo envuelto en un plumaje negro y ojos oscuros como la noche. Los cuervos siempre han sido considerados una señal clara de un mal venidero, pero en esa ocasión mi visión estaba perdida en un bohemio cántico de libertad, ignorando por completo aquellas señales que me daba el destino para accionar inmediatamente. La criatura estaba terriblemente enferma, su cuerpo ardía en una terrible fiebre. Aquello comenzó a tomar un retorcido y escalofriante sendero en el momento en que me dispuse a utilizar mi magia élfica para sanar el mal de sus entrañas, encontrándome con el terrible hecho de que, sin importar cuanto empeño pusiera en la plegaria, no había forma de curar al ave; esta murió a las pocas horas.
El tercero y último fue aquel donde me vi terriblemente más involucrado, pues se presentó cuando intentaba encender una fogata y así evitar morir de hipotermia una vez me rindiera ante el cansancio. Intentaba crear una chispa que le diera vida a la hoguera que previamente había formado, pero no me estaba yendo específicamente bien. Quise engañarme pensando que solo se trataba de mi mala suerte, ¿pero como podían fallar en esa labor un par de escamas de dragón volcánico? La hoguera debió encenderse con un simple roce entre ambas piezas. Tras un par de minutos de mucho esfuerzo, logré finalmente generar una chispa que encendió una pequeña flama entre los palos y las hojas, esperé pacientemente a que las salvajes brasas se extendieran y consumieran aquella construcción, pero nunca lo consiguieron. Mis recuerdos pintan aquel fuego con una notable carencia de salvajismo, al contrario, parecía estar inexplicablemente triste.
La noche continuo su rumbo tras aquel acontecimiento que parecía dar por terminada la tormenta de males que caía sobre mi, pero me hallaba en un error. Una vez logre conciliar el sueño, comenzaron a atormentarme las imágenes de hechos que, presenciandolos desde mi perspectiva, carecían de total sentido: Una mujer de cabello cobrizo que llevaba consigo las muertas esperanzas de muchos individuos, un muchacho de ojos difusos color cielo que se alzaba con la gloria y la honra del reino, una doncella de rizos dorados que veía a su amor alejarse de ella para siempre. Miles y miles de voces que pedían socorro con desesperación, llenando mis hombros con la carga emocional de sus dolores y pánicos, yo no podía... no podía cargar con tanto. Mi cuerpo sudaba y mi corazón palpitaba a gran velocidad, al momento en que logré salir de aquella jaula de penas y augurios. No pude volver a dormir del terror que me infundía la idea de regresar a aquel lugar, ¿y si terminaba siendo consumido por la angustia y el dolor? Sólo pude permanecer el resto de la noche en vela, rezando por el bienestar de este mundo y la piedad de los dioses.
Desde aquella noche, mis sueños se transformaron permanentemente en pesadillas, mi cuerpo permanecía inquieto y bolsas caían de mis ojos cada mañana al observar los primeros rayos del alba. Una aterradora necesidad de llegar lo más pronto posible a la capital de Lunargenta nació en mi, no me importaba cuantos riesgos tuviera que enfrentar, no me importaba cuanta hambre tuviera que soportar, nada era peor que la indescriptible sensación de terror que sentía al recordar las catástrofes de mi sueños, debía impedirlas a como diera lugar, debía salvarlos a todos como hicieron mis antepasados hace un centenar... ¿Que otra opción tenía?
No fue sencillo adentrarme en la península. Para aquel entonces ya el muro que mantenía a los enfermos y refugiados lejos de la ciudad de Vulwulfar había sido alzado, tuve que arreglármelas por mi cuenta usando métodos de los cuales no me siento para nada orgulloso, pero que lograron llevarme hasta el poblado de Roilkat. Descendí a toda prisa de aquel carruaje donde pude transportarme a la ciudad de Lunargenta, tenía la esperanza de que aún podía hacer algo para cambiar el transcurso de la historia, creía fervientemente que aún había tiempo para hacer algo más... Pero en el fondo sabía que solo era una mentira que me hice creer para tener algo a lo que aferrarme, para mantenerme sano. Lo entendí en el momento en que vi aquella revuelta reunida en la plaza central, lo entendí cuando mi cuerpo se estremeció del cansancio y el aturdimiento provocado por los gritos enfurecidos de la muchedumbre, lo entendí cuando el cielo se iluminó con el fulgor de una lluvia de bolas de fuego que terminaron por derramar la copa de la confusión y la incertidumbre. Las calles se tornaron en senderos al infierno poseídos por el caos y la desesperación, mientras que yo, abrumado por las pesadillas que empezaban a volverse realidad, me hallaba en el eje de la tormenta. Debía buscar una salida cuanto antes, pues finalmente había comprendido aquello que me negaba tanto a aceptar: Había llegado demasiado tarde.
El primero apareció cuando investigaba el norte de la cueva. Me aseguraba de que aquellos sonidos susurrantes no le pertenecieran a una bestia malhumorada que no le gustara la idea de dejar entrar a cualquier extraño en su hogar. Mientras caminaba entre escombros y oscuridad, mi andar fue inestabilizado tras tropezar con una extraño montículo en forma de pirámide, lastimando el brazo que amortiguo mi caída con un desterrado circulo de afiladas rocas que no dudaron al enterrarse en mi piel, como los colmillos de un no-muerto en el medio de un prado en llamas.
Regresando al sur, el segundo cayó del cielo envuelto en un plumaje negro y ojos oscuros como la noche. Los cuervos siempre han sido considerados una señal clara de un mal venidero, pero en esa ocasión mi visión estaba perdida en un bohemio cántico de libertad, ignorando por completo aquellas señales que me daba el destino para accionar inmediatamente. La criatura estaba terriblemente enferma, su cuerpo ardía en una terrible fiebre. Aquello comenzó a tomar un retorcido y escalofriante sendero en el momento en que me dispuse a utilizar mi magia élfica para sanar el mal de sus entrañas, encontrándome con el terrible hecho de que, sin importar cuanto empeño pusiera en la plegaria, no había forma de curar al ave; esta murió a las pocas horas.
El tercero y último fue aquel donde me vi terriblemente más involucrado, pues se presentó cuando intentaba encender una fogata y así evitar morir de hipotermia una vez me rindiera ante el cansancio. Intentaba crear una chispa que le diera vida a la hoguera que previamente había formado, pero no me estaba yendo específicamente bien. Quise engañarme pensando que solo se trataba de mi mala suerte, ¿pero como podían fallar en esa labor un par de escamas de dragón volcánico? La hoguera debió encenderse con un simple roce entre ambas piezas. Tras un par de minutos de mucho esfuerzo, logré finalmente generar una chispa que encendió una pequeña flama entre los palos y las hojas, esperé pacientemente a que las salvajes brasas se extendieran y consumieran aquella construcción, pero nunca lo consiguieron. Mis recuerdos pintan aquel fuego con una notable carencia de salvajismo, al contrario, parecía estar inexplicablemente triste.
La noche continuo su rumbo tras aquel acontecimiento que parecía dar por terminada la tormenta de males que caía sobre mi, pero me hallaba en un error. Una vez logre conciliar el sueño, comenzaron a atormentarme las imágenes de hechos que, presenciandolos desde mi perspectiva, carecían de total sentido: Una mujer de cabello cobrizo que llevaba consigo las muertas esperanzas de muchos individuos, un muchacho de ojos difusos color cielo que se alzaba con la gloria y la honra del reino, una doncella de rizos dorados que veía a su amor alejarse de ella para siempre. Miles y miles de voces que pedían socorro con desesperación, llenando mis hombros con la carga emocional de sus dolores y pánicos, yo no podía... no podía cargar con tanto. Mi cuerpo sudaba y mi corazón palpitaba a gran velocidad, al momento en que logré salir de aquella jaula de penas y augurios. No pude volver a dormir del terror que me infundía la idea de regresar a aquel lugar, ¿y si terminaba siendo consumido por la angustia y el dolor? Sólo pude permanecer el resto de la noche en vela, rezando por el bienestar de este mundo y la piedad de los dioses.
Desde aquella noche, mis sueños se transformaron permanentemente en pesadillas, mi cuerpo permanecía inquieto y bolsas caían de mis ojos cada mañana al observar los primeros rayos del alba. Una aterradora necesidad de llegar lo más pronto posible a la capital de Lunargenta nació en mi, no me importaba cuantos riesgos tuviera que enfrentar, no me importaba cuanta hambre tuviera que soportar, nada era peor que la indescriptible sensación de terror que sentía al recordar las catástrofes de mi sueños, debía impedirlas a como diera lugar, debía salvarlos a todos como hicieron mis antepasados hace un centenar... ¿Que otra opción tenía?
No fue sencillo adentrarme en la península. Para aquel entonces ya el muro que mantenía a los enfermos y refugiados lejos de la ciudad de Vulwulfar había sido alzado, tuve que arreglármelas por mi cuenta usando métodos de los cuales no me siento para nada orgulloso, pero que lograron llevarme hasta el poblado de Roilkat. Descendí a toda prisa de aquel carruaje donde pude transportarme a la ciudad de Lunargenta, tenía la esperanza de que aún podía hacer algo para cambiar el transcurso de la historia, creía fervientemente que aún había tiempo para hacer algo más... Pero en el fondo sabía que solo era una mentira que me hice creer para tener algo a lo que aferrarme, para mantenerme sano. Lo entendí en el momento en que vi aquella revuelta reunida en la plaza central, lo entendí cuando mi cuerpo se estremeció del cansancio y el aturdimiento provocado por los gritos enfurecidos de la muchedumbre, lo entendí cuando el cielo se iluminó con el fulgor de una lluvia de bolas de fuego que terminaron por derramar la copa de la confusión y la incertidumbre. Las calles se tornaron en senderos al infierno poseídos por el caos y la desesperación, mientras que yo, abrumado por las pesadillas que empezaban a volverse realidad, me hallaba en el eje de la tormenta. Debía buscar una salida cuanto antes, pues finalmente había comprendido aquello que me negaba tanto a aceptar: Había llegado demasiado tarde.
Tenzin Fang Leiden
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Al emisario del Rey lo sacaron corriendo, uno de los guardias era un centauro que se echó al pobre hombre al lomo y se lo llevó mientras los otros le hacían espacio. No es que pudieran hacer mucho con la turba enardecida, recibieron una paliza horrible que solo se detuvo cuando alguien señaló a un dragón. Ingela era un bulto que la muchedumbre llevaba de aquí para allá; la masa de gente la movía y ella solo se limitaba a evitar ser golpeada y caerse. Estaba asustada y lo único que quería era salir de ahí.
Los cuerpos se apretaban y ella sentía cómo la aplastaban; comenzó a asfixiarse. Desesperada, se impulsó hacia arriba, apoyada en los hombros de las personas que tenía a su alrededor. Había terror y fuego llovía sobre la gente, ¡sobre la gente! Una bola iba a caer muy cerca, tenía que hacer algo... cerró los ojos y sin pensarlo mucho más, se transformó a su forma de dragón. Alzó el vuelo y desde los aires buscó el origen de las llamas.
Y lo encontró, justo cuando una bola le llegó de lleno al pecho, haciéndola perder el equilibrio. En el techo de uno de los edificios que rodeaba la plaza había una muchacha. Y no era la única. Había una persona sobre los techos de otros edificios, al parecer, todos brujos de fuego que lanzaban llamaradas sobre la multitud. Ingela rugió furiosa y se lanzó sobre ella. La bruja se preparó, formando una bola de fuego entre sus manos pero, ¿puede el fuego dañar a un dragón de fuego? No mucho, realmente.
Ingela agarró a la bruja entre sus patas y la elevó por los aires. Tiempo atrás había jugado un pequeño juego con cierta elfa, ahora lo haría con esta bruja. Subió por encima de las nubes y la soltó, atrapándola más abajo, volviendo a subir muy alto en el cielo para soltarla y atajarla en el aire. Y así, varias veces, hasta que la bruja perdió la conciencia. Cuando estuvo inmóvil, Ingela descendió hasta un callejón que en principio se veía vacío y se transformó a su forma humana.
-Por los sagrados dragones... ¿y ahora qué haré contigo, bruja malnacida? Apenas te despiertes volverás a lanzar fuego con tus manos y no me dirás nada...- se lamentó la dragona mientras ataba las manos de la bruja que aún no despertaba.
Los cuerpos se apretaban y ella sentía cómo la aplastaban; comenzó a asfixiarse. Desesperada, se impulsó hacia arriba, apoyada en los hombros de las personas que tenía a su alrededor. Había terror y fuego llovía sobre la gente, ¡sobre la gente! Una bola iba a caer muy cerca, tenía que hacer algo... cerró los ojos y sin pensarlo mucho más, se transformó a su forma de dragón. Alzó el vuelo y desde los aires buscó el origen de las llamas.
Y lo encontró, justo cuando una bola le llegó de lleno al pecho, haciéndola perder el equilibrio. En el techo de uno de los edificios que rodeaba la plaza había una muchacha. Y no era la única. Había una persona sobre los techos de otros edificios, al parecer, todos brujos de fuego que lanzaban llamaradas sobre la multitud. Ingela rugió furiosa y se lanzó sobre ella. La bruja se preparó, formando una bola de fuego entre sus manos pero, ¿puede el fuego dañar a un dragón de fuego? No mucho, realmente.
Ingela agarró a la bruja entre sus patas y la elevó por los aires. Tiempo atrás había jugado un pequeño juego con cierta elfa, ahora lo haría con esta bruja. Subió por encima de las nubes y la soltó, atrapándola más abajo, volviendo a subir muy alto en el cielo para soltarla y atajarla en el aire. Y así, varias veces, hasta que la bruja perdió la conciencia. Cuando estuvo inmóvil, Ingela descendió hasta un callejón que en principio se veía vacío y se transformó a su forma humana.
-Por los sagrados dragones... ¿y ahora qué haré contigo, bruja malnacida? Apenas te despiertes volverás a lanzar fuego con tus manos y no me dirás nada...- se lamentó la dragona mientras ataba las manos de la bruja que aún no despertaba.
Ingela
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
La situación solo parecía ir de mal en peor pero un momento de distracción nos dio la oportunidad de salir del centro de atención tras la aparición de un nuevo dragón entre la multitud, no que voló directo hacia la bola de fuego que habría lastimado a más de uno de no ser por esa intervención aunque a los presentes no les había parecido de ese modo sino que la tomarían como en nuevo objetivo -Ahí hay otro, otro de ellos, están entre nosotros- Dijo un hombre aterrado halando su cara con vehemente desesperación cual si realmente creyera sus propias palabras -Están entre nosotros, podría ser cualquiera- Comenzó a mirar a los lados hasta que señaló a un sujeto que apenas iba llegando -Ese calvo de peinado raro y orejas picudas, seguro es uno de ellos- Dijo señalando al que a todas luces parecía una especie de elfo bárbaro.
No es que me interesara mucho defenderlo pero estaría en problemas si le creían al alarmado sujeto que lo acusaba, aproveché de retroceder con Arygos que lentamente comenzaba a retomar su forma humana, el vestido que llevaba comenzaba a aparecer de nuevo en su cuerpo cuando este perdía su forma de dragón; la fuga ciertamente habría sido más rápido si ésta no me hubiera distraído señalando al cielo; el dragón que antes se había estrellado con el proyectil de fuego ahora llevaba a una mujer tan alto como podía, dejándola caer para luego agarrarla de nuevo -¿Pero qué rayos hace?- Murmuré sin obtener respuesta -Esa bestia, está torturando a esa pobre mujer- Comenzaron a decirse abajo pero entre ese dragón y el otro sujeto acusados de ser dragones nos habían dejado libertad para el escape.
Vámonos, será mejor salir de aquí- Dije a Arygos tomándola de la mano y llevándola casi a la fuerza hacia el callejón en donde nos escondimos un rato aunque mi ingenua acompañante seguía con la mirada fija en el otro dragón que de momento se me había perdido de vista hasta que mi acompañante con el dedo índice sobre sus labios me indicó silencio y señaló hacia arriba por donde con gran pericia el dragón aterrizó pasando cerca de nosotros -Escóndete, no vayas a...- Ni siquiera terminé la frase pues antes de poder hacerlo mi compañera ya iba caminando directo hacia el... la... ¿la chica? El salvaje dragón resultó ser una chica.
No había caso en seguir escondido así que me puse en guardia y avancé junto a Arygos pensando en una frase intimidante que llenara de temor el corazón de la joven rubia y le impidiera actuar contra nosotros pero Arygos fue más rápida -Hola- Estrellé mi mano contra mi frente con algo de indignación -¿Por qué hiciste eso? ¿Quién es esa mujer?- Tampoco es que hubiera mucho tiempo para que nos contara la historia de su vida, las personas que la habían seguido con la vista no tardarían en llegar a nosotros -Muy bien, par de dragonas, ambas deben salir de aquí y ponerse a salvo- Dije en tono serio para ambas, la rubia no terminaba de agradarme pero si le agradaba a mi peliblanca compañera, no me quedaba más que confiar en su instinto dragonoso.
No es que me interesara mucho defenderlo pero estaría en problemas si le creían al alarmado sujeto que lo acusaba, aproveché de retroceder con Arygos que lentamente comenzaba a retomar su forma humana, el vestido que llevaba comenzaba a aparecer de nuevo en su cuerpo cuando este perdía su forma de dragón; la fuga ciertamente habría sido más rápido si ésta no me hubiera distraído señalando al cielo; el dragón que antes se había estrellado con el proyectil de fuego ahora llevaba a una mujer tan alto como podía, dejándola caer para luego agarrarla de nuevo -¿Pero qué rayos hace?- Murmuré sin obtener respuesta -Esa bestia, está torturando a esa pobre mujer- Comenzaron a decirse abajo pero entre ese dragón y el otro sujeto acusados de ser dragones nos habían dejado libertad para el escape.
Vámonos, será mejor salir de aquí- Dije a Arygos tomándola de la mano y llevándola casi a la fuerza hacia el callejón en donde nos escondimos un rato aunque mi ingenua acompañante seguía con la mirada fija en el otro dragón que de momento se me había perdido de vista hasta que mi acompañante con el dedo índice sobre sus labios me indicó silencio y señaló hacia arriba por donde con gran pericia el dragón aterrizó pasando cerca de nosotros -Escóndete, no vayas a...- Ni siquiera terminé la frase pues antes de poder hacerlo mi compañera ya iba caminando directo hacia el... la... ¿la chica? El salvaje dragón resultó ser una chica.
No había caso en seguir escondido así que me puse en guardia y avancé junto a Arygos pensando en una frase intimidante que llenara de temor el corazón de la joven rubia y le impidiera actuar contra nosotros pero Arygos fue más rápida -Hola- Estrellé mi mano contra mi frente con algo de indignación -¿Por qué hiciste eso? ¿Quién es esa mujer?- Tampoco es que hubiera mucho tiempo para que nos contara la historia de su vida, las personas que la habían seguido con la vista no tardarían en llegar a nosotros -Muy bien, par de dragonas, ambas deben salir de aquí y ponerse a salvo- Dije en tono serio para ambas, la rubia no terminaba de agradarme pero si le agradaba a mi peliblanca compañera, no me quedaba más que confiar en su instinto dragonoso.
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
El mar de personas empezó a turbarse de forma irremediable, su temor ardía como un incendio, incendio que se había estado formando desde hace mucho tiempo atrás, esperando a que una simple chispa le rozara y despertara la llama que pondría punto final a la paz de los habitantes de la península. Tenía que salir de aquí, solo ponía mi vida en riesgo al quedarme observando la esperanza de este mundo ser pisoteada por el caos de la incertidumbre. El miedo puede engañarnos de mil formas, sobretodo cuando nos hallamos en grave peligro, aquellos que carecen de voluntad terminan siendo poseídos por el mismo, realizando lo que sea con tal de liberarse de su control... Aquel poblado no era la excepción. Retrocedí sobre mis pies, haciendo mi mayor esfuerzo por trazar una ruta que me permitiera salir del medio de la multitud lo antes posible, abriéndome paso y resistiendo los golpes que propiciaban para quitar a quien fuera de su camino.
Todo acontecía demasiado rápido. En menos de un parpadeo me fue propiciado un fuerte golpe, mi cabeza comenzó a dar vueltas como a quien le pegan un azote. Al segundo había perdido el equilibrio y me hallaba tendido en el suelo aplastando el cuerpo de una pobre chica, asfixiándose al no soportar mi peso y el de otra persona que había tropezado; siendo el culpable de la caída. La joven se zarandeaba debajo de mi con desesperación, mientras yo empezaba a recobrar el sentido y me apoyaba en mis manos haciendo lo posible por levantarme, aún con la carga del sujeto de mi espalda. De pronto no fue necesario continuar forzando mis músculos, pues una leve brisa me ayudo a levantarme... justo antes de transformarse en una potente ventolera que me mandó a volar por los aires de un cielo nocturno coronado con fragmentos de cenizas en su firmamento. Mi cuerpo impactó con fuerza contra el duro suelo de la calle, mi espalda y mi cabeza fueron las zonas que recibieron el mayor daño de la caída. Intentaba levantarme, mientras no podía decidir entre permanecer despierto o sumirme a la oscuridad de la inconsciencia, la pesadez de mi cráneo asumió magnitudes infernales. Con mi divagante estado, apenas podía percibir al sin fin de personas corriendo a mi alrededor bajo un diluvio de llamas, como una estampida de bueyes rodeando un montículo de roca que bloqueaba su sendero.
Logré milagrosamente estabilizarme y ponerme de nuevo en pie, justo a tiempo para presenciar la explosión que impactó contra aquel dragón y dejo pasmada a toda la muchedumbre... El tiempo comenzó a transcurrir a velocidades extremas, solo podía ver lentas imágenes que cambiaban con cada latido de mi corazón, quizás como efecto secundario de la insoportable jaqueca. Hombres corrían fervientes para atacar al dragón... ¿Por qué...? Un hombre que dirigía su dedo acusador hacía mi... ¿He hecho algo malo...? Personas me miran con desprecio e ira... Debo salir de aquí.
Tambaleante, me adentré en aquel caótico abismo, apenas lograba disuadir aquello que se hallaba en mi horizonte mientras las personas me empujaban con sus hombros intentando apartarme. ¿Me persigue aquel hombre que me acusaba y sus seguidores? No lo sé, todos mis sentidos se encuentran nublados: mis ojos semi-abiertos llenos de cenizas no ven con claridad entre tantos individuos, mi cuerpo adolorido e inestable apenas puede desplazarse, mis oídos no disciernen entre tantos movimientos agitados, es inútil intentar saber a donde voy, pero eso ya no es importante. Sin un rumbo fijo, solo con la necesidad de ponerme a salvo en donde sea, consigo convertir mis inestables pasos en zancadas, huyendo igual que todos sin importarme a donde y a quien deba quitar de en medio, nadando por mi vida contra las fuertes corrientes de un maremoto.
Oigo gritos, llantos de terror y desesperación, las personas vuelven a detenerse horrorizadas por un acontecimiento sobre nuestras cabezas, ¿que ocurre en el cielo? Aproveche aquella intervención para seguir avanzando, correr hasta que dejara de sentir la presencia de personas a mi alrededor, no podía seguir dejándome llevar por la corriente. Mi acto desesperado me llevo a darme de bruces con lo que parecía ser una especie de superficie solida, mis manos buscaron atentas el origen de aquel impacto, encontrando una sensación extrañamente familiar, como el tacto de los árboles que me sirvieron para recostarme y reposar durante mi viaje a Verisar; era una puerta de madera. Le abrí con prisa y la cerré tras de mi con el mismo entusiasmo, suspirando de alivio al sentir en aquel lugar un aura diferente, finalmente había conseguido ponerme a salvo, al menos temporalmente. Tallé mis ojos con mi brazos izquierdo, removiendo las cenizas que me impedían ver con claridad, encontrándome con lo que parecía el recibidor de una humilde morada.
No parecía haber nadie en casa, quise adentrarme para asegurarme de ello, pero las piernas me fallaron en último momento. Caí sobre mis rodillas y apoyándome en mis manos para suavizar el golpe, por supuesto que no podía salir ileso de aquella caída tan brusca, el daño colateral por el esfuerzo ejercido ya empezaba a hacerse presente. Comencé a levantar una plegaria a los dioses, de modo que pudiera sanar un poco mi cuerpo y prepararme para enfrentar lo que fuera que viniera después de esto, pero el sonido de una voz frenó mis intentos en seco. —¿Mamá?
Todo acontecía demasiado rápido. En menos de un parpadeo me fue propiciado un fuerte golpe, mi cabeza comenzó a dar vueltas como a quien le pegan un azote. Al segundo había perdido el equilibrio y me hallaba tendido en el suelo aplastando el cuerpo de una pobre chica, asfixiándose al no soportar mi peso y el de otra persona que había tropezado; siendo el culpable de la caída. La joven se zarandeaba debajo de mi con desesperación, mientras yo empezaba a recobrar el sentido y me apoyaba en mis manos haciendo lo posible por levantarme, aún con la carga del sujeto de mi espalda. De pronto no fue necesario continuar forzando mis músculos, pues una leve brisa me ayudo a levantarme... justo antes de transformarse en una potente ventolera que me mandó a volar por los aires de un cielo nocturno coronado con fragmentos de cenizas en su firmamento. Mi cuerpo impactó con fuerza contra el duro suelo de la calle, mi espalda y mi cabeza fueron las zonas que recibieron el mayor daño de la caída. Intentaba levantarme, mientras no podía decidir entre permanecer despierto o sumirme a la oscuridad de la inconsciencia, la pesadez de mi cráneo asumió magnitudes infernales. Con mi divagante estado, apenas podía percibir al sin fin de personas corriendo a mi alrededor bajo un diluvio de llamas, como una estampida de bueyes rodeando un montículo de roca que bloqueaba su sendero.
Logré milagrosamente estabilizarme y ponerme de nuevo en pie, justo a tiempo para presenciar la explosión que impactó contra aquel dragón y dejo pasmada a toda la muchedumbre... El tiempo comenzó a transcurrir a velocidades extremas, solo podía ver lentas imágenes que cambiaban con cada latido de mi corazón, quizás como efecto secundario de la insoportable jaqueca. Hombres corrían fervientes para atacar al dragón... ¿Por qué...? Un hombre que dirigía su dedo acusador hacía mi... ¿He hecho algo malo...? Personas me miran con desprecio e ira... Debo salir de aquí.
Tambaleante, me adentré en aquel caótico abismo, apenas lograba disuadir aquello que se hallaba en mi horizonte mientras las personas me empujaban con sus hombros intentando apartarme. ¿Me persigue aquel hombre que me acusaba y sus seguidores? No lo sé, todos mis sentidos se encuentran nublados: mis ojos semi-abiertos llenos de cenizas no ven con claridad entre tantos individuos, mi cuerpo adolorido e inestable apenas puede desplazarse, mis oídos no disciernen entre tantos movimientos agitados, es inútil intentar saber a donde voy, pero eso ya no es importante. Sin un rumbo fijo, solo con la necesidad de ponerme a salvo en donde sea, consigo convertir mis inestables pasos en zancadas, huyendo igual que todos sin importarme a donde y a quien deba quitar de en medio, nadando por mi vida contra las fuertes corrientes de un maremoto.
Oigo gritos, llantos de terror y desesperación, las personas vuelven a detenerse horrorizadas por un acontecimiento sobre nuestras cabezas, ¿que ocurre en el cielo? Aproveche aquella intervención para seguir avanzando, correr hasta que dejara de sentir la presencia de personas a mi alrededor, no podía seguir dejándome llevar por la corriente. Mi acto desesperado me llevo a darme de bruces con lo que parecía ser una especie de superficie solida, mis manos buscaron atentas el origen de aquel impacto, encontrando una sensación extrañamente familiar, como el tacto de los árboles que me sirvieron para recostarme y reposar durante mi viaje a Verisar; era una puerta de madera. Le abrí con prisa y la cerré tras de mi con el mismo entusiasmo, suspirando de alivio al sentir en aquel lugar un aura diferente, finalmente había conseguido ponerme a salvo, al menos temporalmente. Tallé mis ojos con mi brazos izquierdo, removiendo las cenizas que me impedían ver con claridad, encontrándome con lo que parecía el recibidor de una humilde morada.
No parecía haber nadie en casa, quise adentrarme para asegurarme de ello, pero las piernas me fallaron en último momento. Caí sobre mis rodillas y apoyándome en mis manos para suavizar el golpe, por supuesto que no podía salir ileso de aquella caída tan brusca, el daño colateral por el esfuerzo ejercido ya empezaba a hacerse presente. Comencé a levantar una plegaria a los dioses, de modo que pudiera sanar un poco mi cuerpo y prepararme para enfrentar lo que fuera que viniera después de esto, pero el sonido de una voz frenó mis intentos en seco. —¿Mamá?
Tenzin Fang Leiden
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Toda la situación la tenía nerviosa. La bruja despertaría en cualquier momento y no dudaría en usar sus poderes de fuego, ella tendría que transformarse en dragón y en esa forma no podría increparla ni exigirle respuestas, pero en su forma humana no era inmune al fuego y saldría mal parada de tener que enfrentar a una tensai de fuego. Terrible situación. Y como si fuera poco, detrás de ella salió una chica, seguida por un hombre.
-Hola- saludó la muchacha, haciendo dar un salto de susto a Ingela -¡Por los siete!- exclamó la dragona, perdiendo el equilibrio y trastabillando. Al girar a ver quién la saludaba tan tranquilamente, se encuentra con una chica de cabello blanco, tes muy pálida y apariencia calmada. El hombre que va detrás es todo lo contrario, cabello oscuro, piel morena y nervioso, tanto o más que la propia Ingela. Él la increpa, quiere saber quién es ella y por qué trata así a la chica -Yo soy Ingela, y esta mujer es una bruja de fuego, la atrapé lanzando las bolas de fuego a la gente... quiero que me diga por qué lo hace- explicó rápidamente -¡Pero apenas despierte usará su fuego de nuevo!- exclamó con angustia.
Guardó silencio y los miró fijo, con desconfianza. -Y ustedes, ¿quiénes son? ¿Por qué debo confiar en ustedes? ¿Están con ella?- dijo con el ceño fruncido, poniéndose en guardia. Ay, por los santos dragones, qué situación tan desagradable. ¿Qué podía hacer? El morenazo tenía razón, debían salir de ahí, pero ¿cómo?
Miró a la peliblanca y, como si se leyeran la mente, ambas se transformaron a sus formas de dragón. Ingela tomó entre sus garras a la bruja, aún inconsciente, y alzó el vuelo tras la dragona que ya iba alto en el cielo.
-Hola- saludó la muchacha, haciendo dar un salto de susto a Ingela -¡Por los siete!- exclamó la dragona, perdiendo el equilibrio y trastabillando. Al girar a ver quién la saludaba tan tranquilamente, se encuentra con una chica de cabello blanco, tes muy pálida y apariencia calmada. El hombre que va detrás es todo lo contrario, cabello oscuro, piel morena y nervioso, tanto o más que la propia Ingela. Él la increpa, quiere saber quién es ella y por qué trata así a la chica -Yo soy Ingela, y esta mujer es una bruja de fuego, la atrapé lanzando las bolas de fuego a la gente... quiero que me diga por qué lo hace- explicó rápidamente -¡Pero apenas despierte usará su fuego de nuevo!- exclamó con angustia.
Guardó silencio y los miró fijo, con desconfianza. -Y ustedes, ¿quiénes son? ¿Por qué debo confiar en ustedes? ¿Están con ella?- dijo con el ceño fruncido, poniéndose en guardia. Ay, por los santos dragones, qué situación tan desagradable. ¿Qué podía hacer? El morenazo tenía razón, debían salir de ahí, pero ¿cómo?
Miró a la peliblanca y, como si se leyeran la mente, ambas se transformaron a sus formas de dragón. Ingela tomó entre sus garras a la bruja, aún inconsciente, y alzó el vuelo tras la dragona que ya iba alto en el cielo.
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
El leve pero notable salto de la joven rubia hizo también saltar a Arygos que como acto reflejo dio un paso atrás y trastabilló haciéndome avanzar para sostenerla en caso de ser necesario, aunque por suerte logró recomponerse antes que yo llegara, agitando las manos un par de veces como si esperara sostenerse del aire mismo -Espera, calma- Aclaró de inmediato con su voz pausada y suave, la rubia no parecía del todo convencida acerca de nosotros, pero tal vez el hecho que Arygos fuera dragona como ella podría hacerla sentir más tranquila, y lo había logrado al hacer que nos diera semejante explicación.
Conociendo la explicación las cosas empezaban a tener sentido -Supongo que si mi compañera le arranca las manos a mordidas ya no usará fuego- Dije a modo de chiste aunque luego me tocó saltar al frente al escuchar a la peliblanca -Bueno- Fue todo lo que dijo antes de comenzar a transformarse al tiempo que avanzaba abriendo las incipientes fauces -No, no, espera, es broma- La detuve sosteniendo su hombro -Pero parece una buena solución ¿Por qué no?- Respondió con cierta inocencia -Por ahora no- Dije sin querer entrar en detalles frente a la otra jovencita.
Mi discusión con Arygos fue interrumpida por la jovencita que habló para recordarnos que seguía ahí -Ah pues claro, disculpa- Dije en tono dramático -Mi nombre es- Me detuve un momento a inventar un nombre falso pero antes Arygos me ganó la carrera -Bio, él es Bio y yo soy Arygos Valnor- Dijo con naturalidad -¿Qué?- Me preguntó levantando los hombros -Olvídalo- Respondí a la ingenua dragona mientras me dirigía a la rubia -No estamos con ella, no la conozco, pero algo me dice que habrá problemas peores que ella- Señalé detrás de mí donde las calles se convertían en una locura.
Recordé entonces al amigo que había mencionado la peliblanca y se lo susurré levemente -Tu amigo, ve con él y ponte a salvo- No hizo falta mucho esfuerzo y en un instante ambas dragones alzaron el vuelo llevando a la bruja con ellas -Bien, Bio, se pondrán a salvo ¿Ahora qué?- Intenté salir del callejón pero una botella casi me revienta la cabeza como un globo -Mala idea, mala idea- La botella no solo me había puesto en peligro, sino también en evidencia -Ahí está el sujeto que andaba con la dragona, debe ser su jefe- Me señalaron y una turba se fue hacia mí.
Retrocedí hasta notar que el callejón no tenía salida, miré a la derecha, luego a la izquierda, y ahí estaba, una puerta trasera de una de las casas parecía mi única opción de escape, así que corrí de prisa y me estrellé poniendo toda mi fuerza en mi hombro que golpeó la puerta y pues, no pasó nada -¡Rayos!- Di un par de patadas a la manija hasta desprenderla, volví a estrellarme con el hombro contra la puerta sin lograr nada hasta que noté que la puerta abría hacia afuera.
Halé la puerta que sin manija no fue difícil de abrir, corrí luego tan rápido como pude, tropezando por el camino con un par de floreros, una mesa, un mueble, y hasta un sujeto que por alguna razón andaba tirado en el piso -Lo lamento, volveré a pagar eso- Dije sin detenerme mientras subía las escaleras al segundo piso, en el balcón salté al techo de la casa de al lado, corriendo por éste llegué a un par de casas más y antes que se dieran cuenta ya me habían perdido, por lo que me dejé caer sentado aún sobre uno de los tejados -¿Y ahora a dónde?- Me pregunté al recordar que Arygos sabía dónde quedaba la casa de su amigo, pero yo no.
Conociendo la explicación las cosas empezaban a tener sentido -Supongo que si mi compañera le arranca las manos a mordidas ya no usará fuego- Dije a modo de chiste aunque luego me tocó saltar al frente al escuchar a la peliblanca -Bueno- Fue todo lo que dijo antes de comenzar a transformarse al tiempo que avanzaba abriendo las incipientes fauces -No, no, espera, es broma- La detuve sosteniendo su hombro -Pero parece una buena solución ¿Por qué no?- Respondió con cierta inocencia -Por ahora no- Dije sin querer entrar en detalles frente a la otra jovencita.
Mi discusión con Arygos fue interrumpida por la jovencita que habló para recordarnos que seguía ahí -Ah pues claro, disculpa- Dije en tono dramático -Mi nombre es- Me detuve un momento a inventar un nombre falso pero antes Arygos me ganó la carrera -Bio, él es Bio y yo soy Arygos Valnor- Dijo con naturalidad -¿Qué?- Me preguntó levantando los hombros -Olvídalo- Respondí a la ingenua dragona mientras me dirigía a la rubia -No estamos con ella, no la conozco, pero algo me dice que habrá problemas peores que ella- Señalé detrás de mí donde las calles se convertían en una locura.
Recordé entonces al amigo que había mencionado la peliblanca y se lo susurré levemente -Tu amigo, ve con él y ponte a salvo- No hizo falta mucho esfuerzo y en un instante ambas dragones alzaron el vuelo llevando a la bruja con ellas -Bien, Bio, se pondrán a salvo ¿Ahora qué?- Intenté salir del callejón pero una botella casi me revienta la cabeza como un globo -Mala idea, mala idea- La botella no solo me había puesto en peligro, sino también en evidencia -Ahí está el sujeto que andaba con la dragona, debe ser su jefe- Me señalaron y una turba se fue hacia mí.
Retrocedí hasta notar que el callejón no tenía salida, miré a la derecha, luego a la izquierda, y ahí estaba, una puerta trasera de una de las casas parecía mi única opción de escape, así que corrí de prisa y me estrellé poniendo toda mi fuerza en mi hombro que golpeó la puerta y pues, no pasó nada -¡Rayos!- Di un par de patadas a la manija hasta desprenderla, volví a estrellarme con el hombro contra la puerta sin lograr nada hasta que noté que la puerta abría hacia afuera.
Halé la puerta que sin manija no fue difícil de abrir, corrí luego tan rápido como pude, tropezando por el camino con un par de floreros, una mesa, un mueble, y hasta un sujeto que por alguna razón andaba tirado en el piso -Lo lamento, volveré a pagar eso- Dije sin detenerme mientras subía las escaleras al segundo piso, en el balcón salté al techo de la casa de al lado, corriendo por éste llegué a un par de casas más y antes que se dieran cuenta ya me habían perdido, por lo que me dejé caer sentado aún sobre uno de los tejados -¿Y ahora a dónde?- Me pregunté al recordar que Arygos sabía dónde quedaba la casa de su amigo, pero yo no.
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Aquella niña se asomó inocentemente desde el final del pasillo, con la esperanza de hallar el esperado retorno de su madre a casa, pero sus ojos se abrieron con sorpresa y casi inmediatamente pasaron al temor de encontrarme ahí; un hombre que no conocía e invadía la privacidad de su hogar. No tenía ni la más remota idea de que debía hacer en esta situación, pero, aún si la hubiera tenido, mi cuerpo tampoco hubiera respondido; me hallaba petrificado escuchando sus pisadas acercarse lentamente hacía mi, mientras observaba la expresión de su rostro divagar entre el temor, la curiosidad y la incertidumbre. Se detuvo una vez estuvo lo suficientemente cerca para divisarme bien entre la poca luz de las velas que iluminaban aquel hogar, confirmando que no se trataba de su madre. Yo optaba por mantenerme callado y limitarme a emitir el silencioso sonido de mi respiración, no por miedo hacia ella, si no por temor a asustarle.
—Hola. —dijo ella tras una larga pausa y con cierto recelo en su voz, como si mi presencia le causara cierta inseguridad. No le culpo ni le juzgo, yo tampoco confiaría en un extraño que acaba de aparecer frente a mi puerta, pero me sorprende que una niña de apariencia tan joven ya tenga cierto sentido de supervivencia desarrollado; quizás tiene más experiencia de la que aparenta. No estaba seguro de si era buena idea contestarle, así que me abstuve de realizar cualquier tipo de acción, el silencio creaba tanta tensión en el ambiente que casi podías cortarlo con el filo de un cuchillo. —¿T-tu...? —balbuceó, queriendo continuar con la oración, pero sin la suficiente confianza para hacerlo. —¿Tu... s-sabes donde esta mi mamá? —confesó finalmente.
Quedé pasmado por un par de segundos, pues su pregunta me impactó de bruces contra la fría realidad del caos que se arremolinaba sobre la península. ¿Cuantos se hallaban en circunstancias similares a las de esta niña? Perdidos en un laberinto inexpugnable del cual no parecía haber salida. Trague saliva, sudando frió ante tantas preguntas sin respuesta que invadían mi cabeza: ¿Quien era la madre de este frágil retoño? ¿Alguien siquiera puede reconocer su rostro, con o sin vida, en medio de esta crisis? ¿Es su progenitora otro de los enfermos que ocultan en el hospital, esperando a que su agonía termine por llevarlos a una inevitable muerte? Desgraciadamente, son incógnitas que, en este embravecido mar infinito, nadie se hallaba capacitado para responder, el deseo de sobrevivir era la prioridad cuando nadabas contra las fuertes turbulencias. La mirada de mi rostro buscó consuelo en el piso de concreto, aquella niña no recibiría una respuesta reconfortante, negué apenado con mi rostro ante el paradero de su madre.
Su rostro, al igual que el mio, cayó al suelo entristecido, pero con cierto deje de decepción, esta pobre infante parecía ya conocer la respuesta mucho antes de realizar su pregunta. El incomodo silencio no tardó en regresar, haciéndome dudar de si realmente debería sentirme de esta manera, el motivo de mi estadía en su hogar solo era buscar un refugio temporal, hasta que pudiera abandonar la ciudad sin muchos contratiempos. Pero entonces ella se acercó a mi, movida por su curiosidad, y sus dulces dedos acariciaron mi frente. No les había dado demasiada importancia hasta entonces, cuando su tacto empezó a causar un leve dolor sobre mi ojo, mi adrenalina se había marchado y ahora el dolor de mis heridas se hacía presente. —Estas herido, ¿te duele? —preguntó ella, exponiendo a la luz su inocencia. Levanté mi mano a la altura de su frente, acompañándole con un gesto despreocupado, dándole a entender que no tenía gran importancia. Procedí a llevar la mano contraria hacía aquel moretón, concentrándome en rezar en silencio una plegaria que iluminó mi mano con un aura divina, no tardó en extenderse por el resto de mi cuerpo, llenando cada musculo de vigor y de la fuerza necesaria para ponerme de pie otra vez.
Ella me miró con cierta sorpresa y admiración en sus ojos, tanto por la sorpresa de poder presenciar el mágico y milagroso don de mis manos, como por la sorprendente altura que estando en cuclillas no demostraba; hace unos segundos solo le superaba por unos quince centímetros y ahora tenía la altura de un inmenso roble. —Me llamo Melody, ¿y tu? —preguntó ella.
—Adanedhel. —fue mi respuesta, ella asintió antes de perder su mirada en algún punto del horizonte. En ese momento algo comenzó a ir mal, mi cuerpo se inquieto temiendo lo que estaba por venir, la niña parecía dispuesta a sacar algo de su cabeza, algo que parecía estar atormentandole desde que llegue a su vivienda. Yo me hacía una idea de aquello que quería saber, incluso en ese momento se podía escuchar el caos del exterior, pero, como mandado por los dioses, un estruendo se hizo escuchar desde lo que parecía ser la puerta trasera.
Temí lo peor, pues un hombre se adentró en la casa a toda prisa, cargando brutalmente —o quizás, torpemente— contra todo lo que se metiera en su camino, incluyéndome. Con mucha suerte, logré apartarme antes de que impactara contra mi, realmente no parecía estar viendo por donde iba, pero mi preocupación se fue al escucharle disculparse por los daños. Desapareció por el pasillo, dejando solo el sonido de sus pisadas subiendo por lo que parecía ser una escalera hacia un segundo piso. Mire a la niña, descubriendo que ella se hallaba igual de extrañada que yo. Ciertamente, he visto muchas cosas raras, pero nunca nada tan bizarro como la aparición de aquel hombre de cabello ondeante y sedoso cual princesa. En fin, comencé a percibir otro sonido, nuevamente golpeaban la puerta, pero en esta ocasión parecía tratarse de un numero mayor.
—¡No seáis idiotas! ¡Se abre hacia dentro! —escuché aquel grito en lo que parecía ser el medio de una muchedumbre furiosa. Reaccioné inmediatamente, tomando a Melody entre mis brazos y siguiendo el mismo camino que aquel muchacho siguió. Al parecer, la confusión del pueblo de Verisar ha cruzado la delgada linea que divide la asertividad de la idiotez, como un furioso buey que ha marcado un objetivo y no descansara hasta destruirlo. Subí raudo las escaleras hasta el segundo piso, mientras Melody no parecía entender lo que sucedía, pero no mostraba oposición.
—Sostente fuerte. —fue lo único que le comunique, su respuesta fue aferrarse con mayor fuerza a mi brazo. Alcancé el balcón, pero no había rastros de aquel sujeto y tampoco parecía haber algún lugar al cual escapar, a no ser que... Subí a Melody a mis hombros, sosteniendo sus piernas con mis manos y esperando que sus brazos se amarraran a mi cuello para no caer. Tomé un respiro y corrí, tomando impulso para saltar al tejado de la casa de al lado. El aterrizaje fue difícil, en serio, pero conseguí no herir a la niña en el proceso. Sin mirar atrás por el bien de Melody, continué el único camino que podía seguir, saltando de tejado en tejado hasta llegar a un punto donde me faltaba el aliento para continuar saltando. Me detuve, mirando hacía atrás para asegurarme de que el peligro había pasado, pero no era así, estaba en el punto más peligroso que podía imaginar.
Aquella bola de fuego se dirigía directo hacia nosotros, ocurrió tan rápido que casi fue un milagro el hecho de que alcancé a esquivarla por muy poco. Por supuesto, eso significó mi perdida del equilibrio y nuestra caída del tejado. Giré mi torso en plena caída para atrapar a Melody y asegurarme de que yo recibiría todo el impacto por ella, pero antes de aquello mi espalda chocó con lo que parecía ser otro individuo, haciéndole caer del techo junto a nosotros. Al final, la caída fue menos dolorosa de lo que pensé, me levante con prisa para darme cuenta de que, tanto yo como la niña, habíamos caído sobre el cuerpo del pobre hombre de cabello de princesa de hace solo un momento. —L-lo siento, amigo. —dije antes de ofrecerle mi ayuda para levantarse.
—Hola. —dijo ella tras una larga pausa y con cierto recelo en su voz, como si mi presencia le causara cierta inseguridad. No le culpo ni le juzgo, yo tampoco confiaría en un extraño que acaba de aparecer frente a mi puerta, pero me sorprende que una niña de apariencia tan joven ya tenga cierto sentido de supervivencia desarrollado; quizás tiene más experiencia de la que aparenta. No estaba seguro de si era buena idea contestarle, así que me abstuve de realizar cualquier tipo de acción, el silencio creaba tanta tensión en el ambiente que casi podías cortarlo con el filo de un cuchillo. —¿T-tu...? —balbuceó, queriendo continuar con la oración, pero sin la suficiente confianza para hacerlo. —¿Tu... s-sabes donde esta mi mamá? —confesó finalmente.
Quedé pasmado por un par de segundos, pues su pregunta me impactó de bruces contra la fría realidad del caos que se arremolinaba sobre la península. ¿Cuantos se hallaban en circunstancias similares a las de esta niña? Perdidos en un laberinto inexpugnable del cual no parecía haber salida. Trague saliva, sudando frió ante tantas preguntas sin respuesta que invadían mi cabeza: ¿Quien era la madre de este frágil retoño? ¿Alguien siquiera puede reconocer su rostro, con o sin vida, en medio de esta crisis? ¿Es su progenitora otro de los enfermos que ocultan en el hospital, esperando a que su agonía termine por llevarlos a una inevitable muerte? Desgraciadamente, son incógnitas que, en este embravecido mar infinito, nadie se hallaba capacitado para responder, el deseo de sobrevivir era la prioridad cuando nadabas contra las fuertes turbulencias. La mirada de mi rostro buscó consuelo en el piso de concreto, aquella niña no recibiría una respuesta reconfortante, negué apenado con mi rostro ante el paradero de su madre.
Su rostro, al igual que el mio, cayó al suelo entristecido, pero con cierto deje de decepción, esta pobre infante parecía ya conocer la respuesta mucho antes de realizar su pregunta. El incomodo silencio no tardó en regresar, haciéndome dudar de si realmente debería sentirme de esta manera, el motivo de mi estadía en su hogar solo era buscar un refugio temporal, hasta que pudiera abandonar la ciudad sin muchos contratiempos. Pero entonces ella se acercó a mi, movida por su curiosidad, y sus dulces dedos acariciaron mi frente. No les había dado demasiada importancia hasta entonces, cuando su tacto empezó a causar un leve dolor sobre mi ojo, mi adrenalina se había marchado y ahora el dolor de mis heridas se hacía presente. —Estas herido, ¿te duele? —preguntó ella, exponiendo a la luz su inocencia. Levanté mi mano a la altura de su frente, acompañándole con un gesto despreocupado, dándole a entender que no tenía gran importancia. Procedí a llevar la mano contraria hacía aquel moretón, concentrándome en rezar en silencio una plegaria que iluminó mi mano con un aura divina, no tardó en extenderse por el resto de mi cuerpo, llenando cada musculo de vigor y de la fuerza necesaria para ponerme de pie otra vez.
Ella me miró con cierta sorpresa y admiración en sus ojos, tanto por la sorpresa de poder presenciar el mágico y milagroso don de mis manos, como por la sorprendente altura que estando en cuclillas no demostraba; hace unos segundos solo le superaba por unos quince centímetros y ahora tenía la altura de un inmenso roble. —Me llamo Melody, ¿y tu? —preguntó ella.
—Adanedhel. —fue mi respuesta, ella asintió antes de perder su mirada en algún punto del horizonte. En ese momento algo comenzó a ir mal, mi cuerpo se inquieto temiendo lo que estaba por venir, la niña parecía dispuesta a sacar algo de su cabeza, algo que parecía estar atormentandole desde que llegue a su vivienda. Yo me hacía una idea de aquello que quería saber, incluso en ese momento se podía escuchar el caos del exterior, pero, como mandado por los dioses, un estruendo se hizo escuchar desde lo que parecía ser la puerta trasera.
Temí lo peor, pues un hombre se adentró en la casa a toda prisa, cargando brutalmente —o quizás, torpemente— contra todo lo que se metiera en su camino, incluyéndome. Con mucha suerte, logré apartarme antes de que impactara contra mi, realmente no parecía estar viendo por donde iba, pero mi preocupación se fue al escucharle disculparse por los daños. Desapareció por el pasillo, dejando solo el sonido de sus pisadas subiendo por lo que parecía ser una escalera hacia un segundo piso. Mire a la niña, descubriendo que ella se hallaba igual de extrañada que yo. Ciertamente, he visto muchas cosas raras, pero nunca nada tan bizarro como la aparición de aquel hombre de cabello ondeante y sedoso cual princesa. En fin, comencé a percibir otro sonido, nuevamente golpeaban la puerta, pero en esta ocasión parecía tratarse de un numero mayor.
—¡No seáis idiotas! ¡Se abre hacia dentro! —escuché aquel grito en lo que parecía ser el medio de una muchedumbre furiosa. Reaccioné inmediatamente, tomando a Melody entre mis brazos y siguiendo el mismo camino que aquel muchacho siguió. Al parecer, la confusión del pueblo de Verisar ha cruzado la delgada linea que divide la asertividad de la idiotez, como un furioso buey que ha marcado un objetivo y no descansara hasta destruirlo. Subí raudo las escaleras hasta el segundo piso, mientras Melody no parecía entender lo que sucedía, pero no mostraba oposición.
—Sostente fuerte. —fue lo único que le comunique, su respuesta fue aferrarse con mayor fuerza a mi brazo. Alcancé el balcón, pero no había rastros de aquel sujeto y tampoco parecía haber algún lugar al cual escapar, a no ser que... Subí a Melody a mis hombros, sosteniendo sus piernas con mis manos y esperando que sus brazos se amarraran a mi cuello para no caer. Tomé un respiro y corrí, tomando impulso para saltar al tejado de la casa de al lado. El aterrizaje fue difícil, en serio, pero conseguí no herir a la niña en el proceso. Sin mirar atrás por el bien de Melody, continué el único camino que podía seguir, saltando de tejado en tejado hasta llegar a un punto donde me faltaba el aliento para continuar saltando. Me detuve, mirando hacía atrás para asegurarme de que el peligro había pasado, pero no era así, estaba en el punto más peligroso que podía imaginar.
Aquella bola de fuego se dirigía directo hacia nosotros, ocurrió tan rápido que casi fue un milagro el hecho de que alcancé a esquivarla por muy poco. Por supuesto, eso significó mi perdida del equilibrio y nuestra caída del tejado. Giré mi torso en plena caída para atrapar a Melody y asegurarme de que yo recibiría todo el impacto por ella, pero antes de aquello mi espalda chocó con lo que parecía ser otro individuo, haciéndole caer del techo junto a nosotros. Al final, la caída fue menos dolorosa de lo que pensé, me levante con prisa para darme cuenta de que, tanto yo como la niña, habíamos caído sobre el cuerpo del pobre hombre de cabello de princesa de hace solo un momento. —L-lo siento, amigo. —dije antes de ofrecerle mi ayuda para levantarse.
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Tenzin Fang Leiden
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Ingela seguía a la otra dragona hacia el lugar seguro. Abajo, la gente llenaba las calles, corriendo por todos lados, saqueando tiendas y casas. Era un caos del que la dragona no quería participar, allí arriba, en el tranquilo cielo, reinaba la tranquilidad. La mujer seguía inconsciente, pero eso en lugar de preocupar a Ingela, le aliviaba. Así no tenía que lidiar con una tensai de fuego belicosa que no quería colaborar. Todo iba muy bien hasta que comenzaron a bombardearlas con bolas de fuego.
La primera casi le da a la otra dragona, que la logró esquivar a duras penas. Tras la primera, volaron muchas más, una tras otra. Eran los secuaces de la bruja que Ingela cargaba, quienes dejaron de atacar a la población y ahora las atacaban a ellas. Seguro era para recuperar a su compañera cautiva. Pero antes de sentirse intimidada o asustada, Ingela rugió enojada y, en lugar de huir, se dio vuelta y contraatacó. A los brujos que parecían cañones lanzando bolas de fuego, les llovió fuego también, inmisericorde.
Arygos esquivaba los ataques con gracia, era casi un baile coordinado. De hecho, parecía jugar con ellos. Hasta que se aburrió y, tal como hizo su compañera dragona, decidió atacar. Voló sobre de uno de ellos y batió sus alas con fuerza, lanzándole una ráfaga de vapor de agua que le impactó de lleno haciéndolo gritar, ahogándose en su dolor. Al ver que las dragonas eran contendientes formidables, el que parecía líder del grupo hizo un gesto y todos volvieron a atacar a la gente.
Cobardes, eran unos perfectos cobardes. Ambas alzaron el vuelo para salir de allí, pero Ingela alcanzó a ver con el rabillo del ojo cuando una de las bolas volaba sobre un hombre que corría por los techos, con su hija en brazos, justo detrás del hombre que iba con la otra dragona. Él la esquivó, saltando a un lado, cayendo sobre el moreno amigo de la dragona y tirándolos a todos abajo de este. Ingela rugió para llamar la atención de la dragona de agua, había que ir en ayuda de ellos.
Giró en el aire y se lanzó en picada sobre la muchedumbre que ahora se cernía sobre ellos peligrosamente. Rugió y una ráfaga de fuego cubrió a los tres, envolviéndolos en llamas que no les hacían daño alguno a ellos pero sí a cualquiera que se les intentara acercar.1
1: Uso de habilidad de nivel 0 "Proyección elemental"
El dragón emite su elemento y este lo recubre a sí mismo o a un aliado, sin dañarlo. Si un tercero recibe el elemento no lo puede usar ya que este solo sirve de escudo. Aumenta en 40% la defensa.
Esta protección dura 2 turnos.
La primera casi le da a la otra dragona, que la logró esquivar a duras penas. Tras la primera, volaron muchas más, una tras otra. Eran los secuaces de la bruja que Ingela cargaba, quienes dejaron de atacar a la población y ahora las atacaban a ellas. Seguro era para recuperar a su compañera cautiva. Pero antes de sentirse intimidada o asustada, Ingela rugió enojada y, en lugar de huir, se dio vuelta y contraatacó. A los brujos que parecían cañones lanzando bolas de fuego, les llovió fuego también, inmisericorde.
Arygos esquivaba los ataques con gracia, era casi un baile coordinado. De hecho, parecía jugar con ellos. Hasta que se aburrió y, tal como hizo su compañera dragona, decidió atacar. Voló sobre de uno de ellos y batió sus alas con fuerza, lanzándole una ráfaga de vapor de agua que le impactó de lleno haciéndolo gritar, ahogándose en su dolor. Al ver que las dragonas eran contendientes formidables, el que parecía líder del grupo hizo un gesto y todos volvieron a atacar a la gente.
Cobardes, eran unos perfectos cobardes. Ambas alzaron el vuelo para salir de allí, pero Ingela alcanzó a ver con el rabillo del ojo cuando una de las bolas volaba sobre un hombre que corría por los techos, con su hija en brazos, justo detrás del hombre que iba con la otra dragona. Él la esquivó, saltando a un lado, cayendo sobre el moreno amigo de la dragona y tirándolos a todos abajo de este. Ingela rugió para llamar la atención de la dragona de agua, había que ir en ayuda de ellos.
Giró en el aire y se lanzó en picada sobre la muchedumbre que ahora se cernía sobre ellos peligrosamente. Rugió y una ráfaga de fuego cubrió a los tres, envolviéndolos en llamas que no les hacían daño alguno a ellos pero sí a cualquiera que se les intentara acercar.1
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1: Uso de habilidad de nivel 0 "Proyección elemental"
El dragón emite su elemento y este lo recubre a sí mismo o a un aliado, sin dañarlo. Si un tercero recibe el elemento no lo puede usar ya que este solo sirve de escudo. Aumenta en 40% la defensa.
Esta protección dura 2 turnos.
Ingela
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Raudo y efímero cual relámpago en la noche crucé la casa y ascendí al tejado dejando atrás una estela de destrucción y caos, no era mi mejor fuga, ni mi mejor entrada o salida, ni siquiera era mi mejor noche, pero de momento al saber que Arygos estaba a salvo solo me interesaba mantenerme con vida y no tener que lastimar a nadie, el tejado parecía el lugar indicado para cumplir mi objetivo, no esperaba que nadie llegara hasta ahí pero que lejos estaba de la realidad que se presentaría luego.
Miré bien hacia los lados, la casa adjunta era un poco más baja así que podría saltar hacia allá sin mayores problemas, tomé un poco de impulso y salté como bien pude esperando no ser visto desde abajo por aquella turba de perseguidores; luego de ahí todo había sido más tranquilo, entre más me alejaba del edificio donde me habían visto, más tranquilo me sentía y al final me pareció que la mejor opción era quedarme escondido, decisión tomada en gran parte por el pequeño detalle que se me estaban acabando los edificios.
Había avanzado hasta colocarme al lado de una especie de muro que me mantendría al menos oculto durante un rato, tristemente el ruido de perseguidores me sacó de mis cavilaciones, todo fue muy rápido, pasos en la noche, el sonido de bolas de fuego, un grito, un golpe en mi espalda, al darme cuenta ya estaba cayendo y a pesar de estirar las manos a los lados esperando sujetarme de algo, no fue posible.
Tal como si el momento sucediera en cámara lenta, observé con preocupación que éramos tres los que caíamos, uno de nosotros una pequeña niña -Rayos- Murmuré mientras intentaba girar en el aire para caer de pie y sostener a la pequeña en mis brazos -Te teng- No terminé la frase pues fue interrumpido por el pesado cuerpo del otro sujeto que me hizo pegar las rodillas al suelo y casi soltar a la pequeña, la misma que acto seguido se liberó de mí para ir a abrazar al pesado -De nada- Le dije de mala gana mientras observaba con preocupación que la turba no tardaría en llegar.
Me levanté sacudiendo el polvo de mis pantalones y por meros reflejos agaché la cabeza para evitar una bola de fuego que volaba hacia mí y aunque logré evitar el impacto, de un momento a otro mi cuerpo comenzó a arder en llamas como si... ardiera... en llamas -¡¡Oh, no, fuego no, fuego no!!- Grité alarmado sin saber exactamente cómo había sucedido -Me quemo, me quemo, me... que... mo...- Noté sin embargo que el fuego que me rodeaba no me estaba quemando, de igual modo no quería quedar mal así que me lancé al piso dramatizando para hacerme el muerto.
Con la lengua afuera y de medio lado pegué mis últimos gritos de agonía -Oh, oh, oh, que dolor, oh- Dramaticé -Díganle a mi mujer que se vaya con Poluncio, él cuidará nuestros 15 niños- Me agarré el pecho con fuerza para darle emotividad al momento -Hagan lo mismo- Sugerí a mis acompañantes en un tono más bajo aunque para mi desgracia la primera en creerse mi actuación fue Arygos, quien cayó sobre uno de los brujos que sin entender siquiera, había tenido la mala fortuna de ir delante -No Arygos, no- Me levanté para tratar de detenerla -No lo vayas a... no, regrésale su brazo, y la pierna- La escena era bastante tétrica y al cabo de un rato el hombrecito se había convertido en un montón de piezas separadas.
Rugió y rugió hasta que al fin me escuchó y se lanzó a mi encuentro; sin siquiera dejar que terminara de levantarme me agarró por una pierna y me levantó como un trapito para sacarme de allí a toda prisa -Arygos no, mi cabeza, cuidado con el- No hubo manera de detenerla y aunque me estrelló contra un par de cosas consiguió alejarme del problema -El hombre y la niña, el hombre y la niña ¿Dónde están?- Pregunté cuando apenas me dejó libre un par de cuadras más adelante, no había sabido más nada de ellos pero esperaba que se encontraran bien.
Miré bien hacia los lados, la casa adjunta era un poco más baja así que podría saltar hacia allá sin mayores problemas, tomé un poco de impulso y salté como bien pude esperando no ser visto desde abajo por aquella turba de perseguidores; luego de ahí todo había sido más tranquilo, entre más me alejaba del edificio donde me habían visto, más tranquilo me sentía y al final me pareció que la mejor opción era quedarme escondido, decisión tomada en gran parte por el pequeño detalle que se me estaban acabando los edificios.
Había avanzado hasta colocarme al lado de una especie de muro que me mantendría al menos oculto durante un rato, tristemente el ruido de perseguidores me sacó de mis cavilaciones, todo fue muy rápido, pasos en la noche, el sonido de bolas de fuego, un grito, un golpe en mi espalda, al darme cuenta ya estaba cayendo y a pesar de estirar las manos a los lados esperando sujetarme de algo, no fue posible.
Tal como si el momento sucediera en cámara lenta, observé con preocupación que éramos tres los que caíamos, uno de nosotros una pequeña niña -Rayos- Murmuré mientras intentaba girar en el aire para caer de pie y sostener a la pequeña en mis brazos -Te teng- No terminé la frase pues fue interrumpido por el pesado cuerpo del otro sujeto que me hizo pegar las rodillas al suelo y casi soltar a la pequeña, la misma que acto seguido se liberó de mí para ir a abrazar al pesado -De nada- Le dije de mala gana mientras observaba con preocupación que la turba no tardaría en llegar.
Me levanté sacudiendo el polvo de mis pantalones y por meros reflejos agaché la cabeza para evitar una bola de fuego que volaba hacia mí y aunque logré evitar el impacto, de un momento a otro mi cuerpo comenzó a arder en llamas como si... ardiera... en llamas -¡¡Oh, no, fuego no, fuego no!!- Grité alarmado sin saber exactamente cómo había sucedido -Me quemo, me quemo, me... que... mo...- Noté sin embargo que el fuego que me rodeaba no me estaba quemando, de igual modo no quería quedar mal así que me lancé al piso dramatizando para hacerme el muerto.
Con la lengua afuera y de medio lado pegué mis últimos gritos de agonía -Oh, oh, oh, que dolor, oh- Dramaticé -Díganle a mi mujer que se vaya con Poluncio, él cuidará nuestros 15 niños- Me agarré el pecho con fuerza para darle emotividad al momento -Hagan lo mismo- Sugerí a mis acompañantes en un tono más bajo aunque para mi desgracia la primera en creerse mi actuación fue Arygos, quien cayó sobre uno de los brujos que sin entender siquiera, había tenido la mala fortuna de ir delante -No Arygos, no- Me levanté para tratar de detenerla -No lo vayas a... no, regrésale su brazo, y la pierna- La escena era bastante tétrica y al cabo de un rato el hombrecito se había convertido en un montón de piezas separadas.
Rugió y rugió hasta que al fin me escuchó y se lanzó a mi encuentro; sin siquiera dejar que terminara de levantarme me agarró por una pierna y me levantó como un trapito para sacarme de allí a toda prisa -Arygos no, mi cabeza, cuidado con el- No hubo manera de detenerla y aunque me estrelló contra un par de cosas consiguió alejarme del problema -El hombre y la niña, el hombre y la niña ¿Dónde están?- Pregunté cuando apenas me dejó libre un par de cuadras más adelante, no había sabido más nada de ellos pero esperaba que se encontraran bien.
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Me hallaba en una situación bastante particular, curiosa, pues por un lapso de tiempo me había olvidado por completo de la persecución y el peligro que acababa de afrontar con una niña a cuestas. Las bolas de fuego, la turba enfurecida, mi fracaso como protector del mundo, la desaparecida madre de la pequeña, el caos de la pandemia, todo parecía haber perdido su importancia cuando se formo aquel incomodo silencio entre el hombre, la niña y yo. Estaba acostumbrado a mantenerme callado y, ciertamente, lo prefería, pero tenía cierta sensación de que necesitaba decir algo, ¿pero que?, ¿que podía decir en estas circunstancias? Agradecí en silencio que aquella muchedumbre apareciera, estaba a punto de matarme la incomodidad.
—¡¡Ahí están!! —gritaron, trague saliva mientras ocultaba a Melody detrás de mi. Por algún motivo, mi cuerpo y mi mente debatían si realmente nos hallábamos frente a un grave peligro, ¿que motivos tenían para dudarlo? —¿¡Cual de los tres es el drago-elfo!? —oh... claro, eso debe ser.
No tuve tiempo de cuestionar cuantas incongruencias se encontraban juntas en aquella sola pregunta; habían demasiadas para hacerlo tan rápido, pues de pronto los tres fuimos embestidos por una ráfaga de llamas desde el cielo. Mi primera reacción fue intentar proteger a la niña usando mi cuerpo como escudo, pero, tras un breve momento, comencé a percatarme de como aquellas llamas no terminaban de hacerme daño; solo sentía un extraño cosquilleo mágico rodeando todo mi cuerpo. Abrí los ojos y dejé a la niña en libertad, admirando como el fuego danzaba entre mis brazos, ¡era increíble! Mientras, la joven Melody se arrodillaba y escuchaba atentamente las aparentes últimas palabras del moreno en llamas, creyendo fehacientemente en estas e intentando consolarle. Alcé mi rostro para observar a la muchedumbre, quienes compartían la misma mirada de asombro ante la capa de llamas que ahora rodeaba mi cuerpo, antes de ver como aquellas escamas blanquecinas creaban un ligero sismo con su enfurecido descenso.
La escena que se montó entonces, lejos de ser espantosa y perturbadora por las violentas acciones de la dragona, era inexplicablemente graciosa. No tenía sentido alguno, no lo comprendía, pero el hecho era que no podía contener mi carcajada ante la cómica y sangrienta mutilación de todas las extremidades de ese pobre hombre. El moreno, que hace un parpadeo se hallaba a punto de cruzar la frontera con el mundo más allá de la muerte; elaborando un sorprendente y espontaneo testamento en el proceso, ahora intentaba fallidamente detener a la legendaria criatura como si fuera su novia furiosa. Mi risa no hacía más que crecer y crecer, mientras observaba a la dragona marcharse con el hombre entre sus fauces, haciéndole en el proceso heridas que por algún motivo no eran letales; pero que bien deberían serlo. Recuperé la compostura, recordando al segundo dragón que acompañaba a "Arygos", aquel cuyas escamas brillaban con un hermoso deje esmeralda.
—No hay palabras que puedan expresar ante ti mi gratitud por habernos salvado esta noche. Estoy en deuda. —anuncié ante él, tras haber juntado mi puño y mi palma frente a mi pecho seguido de una reverencia, demostrándole mi respeto. No estaba seguro de si podía entenderme, pero intentar era la única opción que tenía. —¿Podrías ayudarme a apartar a esta pequeña del peligro? Te lo imploro. —supliqué, haciendo alusión a la niña que se escondía detrás de mi pierna.
—¡¡Ahí están!! —gritaron, trague saliva mientras ocultaba a Melody detrás de mi. Por algún motivo, mi cuerpo y mi mente debatían si realmente nos hallábamos frente a un grave peligro, ¿que motivos tenían para dudarlo? —¿¡Cual de los tres es el drago-elfo!? —oh... claro, eso debe ser.
No tuve tiempo de cuestionar cuantas incongruencias se encontraban juntas en aquella sola pregunta; habían demasiadas para hacerlo tan rápido, pues de pronto los tres fuimos embestidos por una ráfaga de llamas desde el cielo. Mi primera reacción fue intentar proteger a la niña usando mi cuerpo como escudo, pero, tras un breve momento, comencé a percatarme de como aquellas llamas no terminaban de hacerme daño; solo sentía un extraño cosquilleo mágico rodeando todo mi cuerpo. Abrí los ojos y dejé a la niña en libertad, admirando como el fuego danzaba entre mis brazos, ¡era increíble! Mientras, la joven Melody se arrodillaba y escuchaba atentamente las aparentes últimas palabras del moreno en llamas, creyendo fehacientemente en estas e intentando consolarle. Alcé mi rostro para observar a la muchedumbre, quienes compartían la misma mirada de asombro ante la capa de llamas que ahora rodeaba mi cuerpo, antes de ver como aquellas escamas blanquecinas creaban un ligero sismo con su enfurecido descenso.
La escena que se montó entonces, lejos de ser espantosa y perturbadora por las violentas acciones de la dragona, era inexplicablemente graciosa. No tenía sentido alguno, no lo comprendía, pero el hecho era que no podía contener mi carcajada ante la cómica y sangrienta mutilación de todas las extremidades de ese pobre hombre. El moreno, que hace un parpadeo se hallaba a punto de cruzar la frontera con el mundo más allá de la muerte; elaborando un sorprendente y espontaneo testamento en el proceso, ahora intentaba fallidamente detener a la legendaria criatura como si fuera su novia furiosa. Mi risa no hacía más que crecer y crecer, mientras observaba a la dragona marcharse con el hombre entre sus fauces, haciéndole en el proceso heridas que por algún motivo no eran letales; pero que bien deberían serlo. Recuperé la compostura, recordando al segundo dragón que acompañaba a "Arygos", aquel cuyas escamas brillaban con un hermoso deje esmeralda.
—No hay palabras que puedan expresar ante ti mi gratitud por habernos salvado esta noche. Estoy en deuda. —anuncié ante él, tras haber juntado mi puño y mi palma frente a mi pecho seguido de una reverencia, demostrándole mi respeto. No estaba seguro de si podía entenderme, pero intentar era la única opción que tenía. —¿Podrías ayudarme a apartar a esta pequeña del peligro? Te lo imploro. —supliqué, haciendo alusión a la niña que se escondía detrás de mi pierna.
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
¿Cómo le podía explicar al moreno que ese fuego era inofensivo para él? Ingela no podía hablar en su forma de dragón, por eso los sonidos que emitía eran ruidos guturales que intentaban calmar al hombre. Pensó en transformarse a su forma humana, pero si lo hacía, quedaba en desventaja frente a la gente que se cernía sobre ellos. Lo único que pudo hacer fue descender junto a los extraños que había protegido de aquella turba enfurecida y rugir de manera amenazante para espantar a los que se atrevieran a acercarse un poco más.
Algunos amaban con sus armas, como si fuesen a atacar, pero no se atrevían. La dragona resoplaba y daban un paso atrás espantados. Ni ellos atacaban ni ella hacía más que bluffear, no tenía intención de enfrentarse a aquellas personas. Pero quien no tuvo miramientos fue la otra dragona.
Ingela miraba horrorizada a Arygos, ¡Qué capacidad! ¿Cómo no se le revolvía el estómago? Destrozar así a aquel pobre hombre. Aunque en ese momento, Ingela olvidaba que ese tipo hacía parte de una turba que destrozaba todo a su paso y que de no ser por su fuego protector y la imponente presencia de ambas dragonas, hubiese atacado a las tres pobres almas que querían defender, entre ellos una niña pequeña. Las bestias no eran ellas en sus temibles formas aladas, era esa masa de descerebrados que perdía toda bondad y piedad al juntarse. Y el que Arygos descuartizara a uno de ellos no hizo más que enfurecerlos más.
Ella despegó llevándose al moreno agarrado de una pierna, voló alto. Ingela estuvo a punto de seguirla cuando recordó al elfo y a la niña. -No hay palabras que puedan expresar ante ti mi gratitud por habernos salvado esta noche. Estoy en deuda- escuchó de él. La dragona miró al hombre, era fornido pero no sobreviviría a ese grupo de enfurecidos lunargentenses -¿Podrías ayudarme a apartar a esta pequeña del peligro? Te lo imploro- le rogó y empujó a la niñita frente a ella.
Ingela miró a la niña, luego a él, luego a la chica que tenía entre sus patas. Hizo un cálculo rápido y supo que no podría cargarlos entre sus patas a los tres, de hecho, llevarlos a los tres sería muy difícil, pero no podía dejar a ninguno abajo. La gente comenzó a apretar el círculo que los rodeaba, estaban cercándoles y si no hacía algo rápido, no saldrían de allí.
Abrió las fauces y agarró a la niñita al mismo tiempo que lanzó a la bruja a los brazos del elfo esperando que este la atrapara. Tiró a la niñita a su lomo con la esperanza que ella se aferrara lo mejor que pudiese y agarró al elfo entre sus patas delanteras. Con las traseras se impulsó y aleteó con todas sus fuerzas para elevarse lo antes posible. Sí, eran pesados y le costaba mucho volar, pero era eso o caer al fuego de Lunargenta.
Algunos amaban con sus armas, como si fuesen a atacar, pero no se atrevían. La dragona resoplaba y daban un paso atrás espantados. Ni ellos atacaban ni ella hacía más que bluffear, no tenía intención de enfrentarse a aquellas personas. Pero quien no tuvo miramientos fue la otra dragona.
Ingela miraba horrorizada a Arygos, ¡Qué capacidad! ¿Cómo no se le revolvía el estómago? Destrozar así a aquel pobre hombre. Aunque en ese momento, Ingela olvidaba que ese tipo hacía parte de una turba que destrozaba todo a su paso y que de no ser por su fuego protector y la imponente presencia de ambas dragonas, hubiese atacado a las tres pobres almas que querían defender, entre ellos una niña pequeña. Las bestias no eran ellas en sus temibles formas aladas, era esa masa de descerebrados que perdía toda bondad y piedad al juntarse. Y el que Arygos descuartizara a uno de ellos no hizo más que enfurecerlos más.
Ella despegó llevándose al moreno agarrado de una pierna, voló alto. Ingela estuvo a punto de seguirla cuando recordó al elfo y a la niña. -No hay palabras que puedan expresar ante ti mi gratitud por habernos salvado esta noche. Estoy en deuda- escuchó de él. La dragona miró al hombre, era fornido pero no sobreviviría a ese grupo de enfurecidos lunargentenses -¿Podrías ayudarme a apartar a esta pequeña del peligro? Te lo imploro- le rogó y empujó a la niñita frente a ella.
Ingela miró a la niña, luego a él, luego a la chica que tenía entre sus patas. Hizo un cálculo rápido y supo que no podría cargarlos entre sus patas a los tres, de hecho, llevarlos a los tres sería muy difícil, pero no podía dejar a ninguno abajo. La gente comenzó a apretar el círculo que los rodeaba, estaban cercándoles y si no hacía algo rápido, no saldrían de allí.
Abrió las fauces y agarró a la niñita al mismo tiempo que lanzó a la bruja a los brazos del elfo esperando que este la atrapara. Tiró a la niñita a su lomo con la esperanza que ella se aferrara lo mejor que pudiese y agarró al elfo entre sus patas delanteras. Con las traseras se impulsó y aleteó con todas sus fuerzas para elevarse lo antes posible. Sí, eran pesados y le costaba mucho volar, pero era eso o caer al fuego de Lunargenta.
Ingela
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Con mis manos en la cabeza evité recibir un daño grave que me dejara fuera de combate -Arygos, bájame, debo volver- La dragona me miró con enojo y aleteó más fuerte para alejarme, buscaba llegar a la torre del reloj en donde al menos sería más difícil que llegaran las ráfagas de los hechiceros, bastante astuto de hecho, no solo por la seguridad sino porque además podría suponer que no sería capaz de bajar desde ahí y así me mantendría a salvo; finalmente me colocó de espalda en el tejado de la torre desde donde observamos el incesante caos que teníamos bajo nosotros -¿Pero qué ha pasado?- Pregunté sin apartar la vista de las personas enloquecidas abajo -Hay que salir, no podemos hacer más- Dijo una Arygos que había vuelto a su forma humana -¿Qué dices? No, debe haber algo qué hacer- La señalé antes que dijera nada -Algo que no sea comerse a todos los alborotadores- Conociéndola, posiblemente saldría con algo así y aunque era una solución efectiva, no sería nada estético, no quería que ella se convirtiera en una especie de bicho come-hombres.
Entre el humo apareció de pronto la figura de la joven dragona que apenas volaba con tanta gente a cuestas -¡Arygos, ayúdale, de prisa!- Antes de terminar la frase, la dragona ya se había lanzado desde lo alto de la torre, su cuerpo comenzó a cambiar a medida que bajaba hasta convertirse finalmente en ese dragón blanco tan aterrador; expandió sus alas para alzar el vuelo y voló rauda para pasar junto a la otra dragona y avanzar directo hacia los brujos que tras ella lanzaban bolas de fuego; Arygos comenzó a escupir agua hirviendo sobre las cabezas de los brujos pero no sería suficiente para detenerlos. Así que finalmente bajó hasta donde estaban ellos y enterró sus garras en el suelo, cerró los ojos y rugió con tal fuerza que los brujos que ahora la rodeaban, retrocedieron para mantenerse a raya, lo que de ninguna manera esperarían sería la sucesiva aparición de varios geiseres, [1] pequeños abultamientos rompieron el suelo para convertirse en escapes de vapor que luego se convirtieron en chorros de agua, algunos incluso mandaron a volar a un par de brujos.
Eso los mantendría ocupados y rato y agradecí que no se hubiera comido a nadie; la dragona plateada voló de nuevo para alcanzar a la otra chica y al estar extendió una de sus garras para agarrar a la bruja desmayada y aligerar un poco el peso, si se lo permitían la traería a la torre donde yo me encontraba en busca de una ruta de escape aunque el traerme hasta acá parecía algo más planificado de lo que esperaba, frente a nosotros en un edificio un poco más bajo se encontraba un hombre de avanzada edad agitando una bandera púrpura que Arygos al llegar reconoció sin problemas; dejó a la bruja tirada sobre el tejado y bajó a buscar al hombre -Arygos, no te lo comas, parece un buen tipo- Le advertí por precaución aunque esta iba directamente a tomarlo y traerlo hacia nosotros.
En un par de minutos la dragona regresó con el hombre que se veía feliz de verla, la dragona volvió a su forma humana y con evidente agotamiento abrazó al hombre -Oh, Ary, mi pequeña- De pronto todo se convirtió en una emotiva escena -Primero las respuestas, luego los abrazos ¿Quién es usted? ¿Y qué pasó aquí?- Pregunté serio -Todo se ha convertido en un caos así de pronto- Me senté en el tejado de la torre, a este paso la ciudad no duraría -La enfermedad es algo real, dicen que ha venido de Dundarak, y como dicen los rumores, sí hay algunos casos en el hospital- Afirmó lo que habían dicho los sujetos en la plaza -No queríamos decir nada para no causar pánico o rechazo, los enfermos también son personas, personas con miedo- Añadió también para justificarse -Pues habrá que sacarlos de ahí o los brujos quemarán el hospital entero- Advertí sin dudarlo -O comernos a los brujos- Añadió Arygos entre dientes -Y comernos a los... ¡NO! Tiene que haber un líder entre los brujos, si lo atrapamos- Me interrumpió Arygos -Y nos lo comemos- Pasé mi mano sobre mi cara -No, solo atraparlo, si lo atrapamos podemos conseguir que los demás se retiren, pero ¿cuál es el líder?- De momento no teníamos respuestas, pero sí teníamos a quién preguntarle... la bruja durmiente.
[1] Arygos / Habilidad Nivel 10: Geiser Chaos Entre el humo apareció de pronto la figura de la joven dragona que apenas volaba con tanta gente a cuestas -¡Arygos, ayúdale, de prisa!- Antes de terminar la frase, la dragona ya se había lanzado desde lo alto de la torre, su cuerpo comenzó a cambiar a medida que bajaba hasta convertirse finalmente en ese dragón blanco tan aterrador; expandió sus alas para alzar el vuelo y voló rauda para pasar junto a la otra dragona y avanzar directo hacia los brujos que tras ella lanzaban bolas de fuego; Arygos comenzó a escupir agua hirviendo sobre las cabezas de los brujos pero no sería suficiente para detenerlos. Así que finalmente bajó hasta donde estaban ellos y enterró sus garras en el suelo, cerró los ojos y rugió con tal fuerza que los brujos que ahora la rodeaban, retrocedieron para mantenerse a raya, lo que de ninguna manera esperarían sería la sucesiva aparición de varios geiseres, [1] pequeños abultamientos rompieron el suelo para convertirse en escapes de vapor que luego se convirtieron en chorros de agua, algunos incluso mandaron a volar a un par de brujos.
Eso los mantendría ocupados y rato y agradecí que no se hubiera comido a nadie; la dragona plateada voló de nuevo para alcanzar a la otra chica y al estar extendió una de sus garras para agarrar a la bruja desmayada y aligerar un poco el peso, si se lo permitían la traería a la torre donde yo me encontraba en busca de una ruta de escape aunque el traerme hasta acá parecía algo más planificado de lo que esperaba, frente a nosotros en un edificio un poco más bajo se encontraba un hombre de avanzada edad agitando una bandera púrpura que Arygos al llegar reconoció sin problemas; dejó a la bruja tirada sobre el tejado y bajó a buscar al hombre -Arygos, no te lo comas, parece un buen tipo- Le advertí por precaución aunque esta iba directamente a tomarlo y traerlo hacia nosotros.
En un par de minutos la dragona regresó con el hombre que se veía feliz de verla, la dragona volvió a su forma humana y con evidente agotamiento abrazó al hombre -Oh, Ary, mi pequeña- De pronto todo se convirtió en una emotiva escena -Primero las respuestas, luego los abrazos ¿Quién es usted? ¿Y qué pasó aquí?- Pregunté serio -Todo se ha convertido en un caos así de pronto- Me senté en el tejado de la torre, a este paso la ciudad no duraría -La enfermedad es algo real, dicen que ha venido de Dundarak, y como dicen los rumores, sí hay algunos casos en el hospital- Afirmó lo que habían dicho los sujetos en la plaza -No queríamos decir nada para no causar pánico o rechazo, los enfermos también son personas, personas con miedo- Añadió también para justificarse -Pues habrá que sacarlos de ahí o los brujos quemarán el hospital entero- Advertí sin dudarlo -O comernos a los brujos- Añadió Arygos entre dientes -Y comernos a los... ¡NO! Tiene que haber un líder entre los brujos, si lo atrapamos- Me interrumpió Arygos -Y nos lo comemos- Pasé mi mano sobre mi cara -No, solo atraparlo, si lo atrapamos podemos conseguir que los demás se retiren, pero ¿cuál es el líder?- De momento no teníamos respuestas, pero sí teníamos a quién preguntarle... la bruja durmiente.
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Ya no se podía pasear tranquilamente por los jardines y las calles de Lunargenta. Para ese entonces, había dejado atrás mi faceta de ocultarme y de salir corriendo de todas las personas que por alguna razón decidiesen acercarse ami. Me había propuesto salir a la calle, tomar el sol, cambiar de estilo de vida y empezar a socializar, a conocer a gente, tener vida.
Un día, mientras paseaba a través de las estrechas callejuelas de Lunargenta, conocí a una muchacha llamada Magda. Era una chica lista, espabilada y debía tener más o menos mi misma edad. Poseía una cabellera rubia preciosa y unos ojos claros como los míos. Nos caímos bien de seguida y salimos cada día a dar una vuelta y a charlar a partir de ese encuentro. La mañana anterior a todo lo acontecido, me avisó que había rumores de una enfermedad, que se dedicaba a matara a la gente, y que el pueblo exigía un parlamento en la plaza. Ella iba a ir, así que me apunté a ir con ella.
Quedamos al día siguiente y llegamos a la plaza cuando la gente aún empezaba a concentrarse. Lo que en un principio fueron unos murmullos terminó siendo un auténtico griterío. Y fue entonces cuando las bolas de fuego empezaron a caer como si de lluvia se tratase al caer del cielo. La gente corría, se acusaba entre ella y el miedo se apoderó de la plaza.
Perdí de vista a Magda entre la gente. Cuando empezaba a entrar yo también en pánico, una gran sombra pasó volando por encima de los ríos de gente que salía de la plaza. Se me heló la sangre. Un dragón.
De repente, pasó por mi cabeza toda mi infancia, mi juventud, mi marcha. Todo. Gente como yo, con mis mismos problemas y confusiones, con las mismas inquietudes. Mi pueblo.
Me vi envuelta en un torbellino de emociones. Por una parte quería seguirlo, saber quien era, qué hacía por aquí y porqué. Pero por otro lado, ese dragón y todos los demás eran el motivo por el cual me había ido. Así que dividida internamente me dejé llevar por el mar de gente hasta una calle estrecha. Entonces, de la nada, otro dragón creció y abatió a aquellos que estában lanzado el fuego. Los dos dragones juntos se fueron volando, juntos. Así que mi instinto me dijo que los siguiera.
Así lo hice. Corrí por las calles de Lunargenta, siendo privada de la luz de la luna y de las antorchas de vez en cuando por las alas de esos dos dragones. De repente los perdí de vista. Entré en una callejuela muy concurrida, y la gente no me permitía avanzar tan rápido como a mi me hubiese gustado. Y los dos dragones desaparecieron de mi vista. Hasta que minutos más tardes vi como uno de ellos se acercaba a la torre del reloj, y momentos más tarde salía otra vez.
Decidí dirigirme allí, solo por curiosidad. Se encontraban en el tejado de la torre principal, al que accedí a través de una ventana y escale hasta el tejado sin hacer ruido, y entonces me oculté todo lo que pude. Me puse en la parte contraria de la luz de la luna para quedar oculta y observé a un hombre siendo llevado por una dragona y a otro sentado. Pude oír muy vagamente de lo que hablaban, pero me quedé con alguna de las palabras que se pronunciaron. Me quedé con "enfermedad", "real", "hospital", "brujos" y "quemar". Vamos, las palabras claves. La enfermedad era real, los enfermos estaban en el hospital y los brujos eran los que tiraban fuego.
Me puse nerviosa en solo pensar que había hordas enteras de brujos lanzando fuego hacia la población. Me fui tirando poco a poco hacia atrás, hasta que con el pie tiré una teja. Esta se estrelló contra el tejado que había justo debajo, provocando un fuerte ruido.
Mi temor aumentó exponencialmente. Seguro que me habían oído.
Un día, mientras paseaba a través de las estrechas callejuelas de Lunargenta, conocí a una muchacha llamada Magda. Era una chica lista, espabilada y debía tener más o menos mi misma edad. Poseía una cabellera rubia preciosa y unos ojos claros como los míos. Nos caímos bien de seguida y salimos cada día a dar una vuelta y a charlar a partir de ese encuentro. La mañana anterior a todo lo acontecido, me avisó que había rumores de una enfermedad, que se dedicaba a matara a la gente, y que el pueblo exigía un parlamento en la plaza. Ella iba a ir, así que me apunté a ir con ella.
Quedamos al día siguiente y llegamos a la plaza cuando la gente aún empezaba a concentrarse. Lo que en un principio fueron unos murmullos terminó siendo un auténtico griterío. Y fue entonces cuando las bolas de fuego empezaron a caer como si de lluvia se tratase al caer del cielo. La gente corría, se acusaba entre ella y el miedo se apoderó de la plaza.
Perdí de vista a Magda entre la gente. Cuando empezaba a entrar yo también en pánico, una gran sombra pasó volando por encima de los ríos de gente que salía de la plaza. Se me heló la sangre. Un dragón.
De repente, pasó por mi cabeza toda mi infancia, mi juventud, mi marcha. Todo. Gente como yo, con mis mismos problemas y confusiones, con las mismas inquietudes. Mi pueblo.
Me vi envuelta en un torbellino de emociones. Por una parte quería seguirlo, saber quien era, qué hacía por aquí y porqué. Pero por otro lado, ese dragón y todos los demás eran el motivo por el cual me había ido. Así que dividida internamente me dejé llevar por el mar de gente hasta una calle estrecha. Entonces, de la nada, otro dragón creció y abatió a aquellos que estában lanzado el fuego. Los dos dragones juntos se fueron volando, juntos. Así que mi instinto me dijo que los siguiera.
Así lo hice. Corrí por las calles de Lunargenta, siendo privada de la luz de la luna y de las antorchas de vez en cuando por las alas de esos dos dragones. De repente los perdí de vista. Entré en una callejuela muy concurrida, y la gente no me permitía avanzar tan rápido como a mi me hubiese gustado. Y los dos dragones desaparecieron de mi vista. Hasta que minutos más tardes vi como uno de ellos se acercaba a la torre del reloj, y momentos más tarde salía otra vez.
Decidí dirigirme allí, solo por curiosidad. Se encontraban en el tejado de la torre principal, al que accedí a través de una ventana y escale hasta el tejado sin hacer ruido, y entonces me oculté todo lo que pude. Me puse en la parte contraria de la luz de la luna para quedar oculta y observé a un hombre siendo llevado por una dragona y a otro sentado. Pude oír muy vagamente de lo que hablaban, pero me quedé con alguna de las palabras que se pronunciaron. Me quedé con "enfermedad", "real", "hospital", "brujos" y "quemar". Vamos, las palabras claves. La enfermedad era real, los enfermos estaban en el hospital y los brujos eran los que tiraban fuego.
Me puse nerviosa en solo pensar que había hordas enteras de brujos lanzando fuego hacia la población. Me fui tirando poco a poco hacia atrás, hasta que con el pie tiré una teja. Esta se estrelló contra el tejado que había justo debajo, provocando un fuerte ruido.
Mi temor aumentó exponencialmente. Seguro que me habían oído.
Larienne
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Ingela a duras penas podía elevarse cargando tanto peso, mucho menos esquivar las piedras y demás proyectiles que la gente comenzó a tirar. Una serie de pedradas le llovieron a la dragona roja, que se comenzaba a desesperar pues no lograba alcanzar altura. Para peor suerte, los brujos comenzaron a reorganizarse para atacarla, querían hacerla caer.
Para su fortuna, Arygos llegó a ayudar. El poder de la dragona plateada era impresionante. Ingela quedó asombrada al ver de lo que era capaz. Rápidamente los brujos se vieron amedrentados e incapacitados, ella sola había logrado prácticamente abatirlos. No contenta con eso, le quedaban energías para ir y tomar a la bruja que permanecía desmayada entre los brazos del elfo, liberando a Ingela de su peso. Así logró elevarse y poner distancia con la turba, siguiendo, con mucho esfuerzo, a la otra dragona hacia la torre del reloj, lejos del caos que ahora reinaba en Lunargenta.
Pero antes de llegar al techo de la torre, Ingela hizo una parada sobre un tejado que parecía despejado y lejano de todo peligro para dejar a la niña y al elfo que llevaba entre sus patas. Aterrizó despacio, con cuidado, y les dedicó una dulce mirada de despedida antes de elevarse por los aires nuevamente. En esa mirada, les deseó buena fortuna y que ojalá sus caminos se cruzaran en alguna situación más favorable.
Cuando llegó al techo de la torre del reloj, aterrizó en su forma humana. Había estado practicando eso hacía tiempo y cuando vio a Arygos manejar con tanta maestría la transformación entre dragón y humano, ella no quiso ser menos. Claro está, que cuando llegó junto a ellos, estaba exhausta. Se echó sobre las tejas, sin siquiera saludar al hombre que hablaba con Bio y Arygos. Jadeaba, con los ojos cerrados, y escuchaba lo que el hombre decía, pero estaba demasiado cansada como para reaccionar, solamente asentía a todo -Sí, comernos el líder...- murmuraba, cuando escuchó algo crujir.
Al principio pensó que alguna de las tejas sobre las que reposaba se había roto bajo su peso, pero luego recordó que estaba en su forma humana... pfff... no había ninguna posibilidad de aquello. Abrió los ojos, alarmada, y se incorporó. -Silencio- ordenó a todos los que estaban allí -Tenemos compañía- aseguró y, segura de que los brujos los habían seguido hasta allí, intentó transformarse pero... no pudo. -Por Bakshel, ¿qué demonios?- se dijo al ver que su cuerpo no cambiaba por mucho que lo deseara. Estaba demasiado cansada, había agotado toda su energía.
Para su fortuna, Arygos llegó a ayudar. El poder de la dragona plateada era impresionante. Ingela quedó asombrada al ver de lo que era capaz. Rápidamente los brujos se vieron amedrentados e incapacitados, ella sola había logrado prácticamente abatirlos. No contenta con eso, le quedaban energías para ir y tomar a la bruja que permanecía desmayada entre los brazos del elfo, liberando a Ingela de su peso. Así logró elevarse y poner distancia con la turba, siguiendo, con mucho esfuerzo, a la otra dragona hacia la torre del reloj, lejos del caos que ahora reinaba en Lunargenta.
Pero antes de llegar al techo de la torre, Ingela hizo una parada sobre un tejado que parecía despejado y lejano de todo peligro para dejar a la niña y al elfo que llevaba entre sus patas. Aterrizó despacio, con cuidado, y les dedicó una dulce mirada de despedida antes de elevarse por los aires nuevamente. En esa mirada, les deseó buena fortuna y que ojalá sus caminos se cruzaran en alguna situación más favorable.
Cuando llegó al techo de la torre del reloj, aterrizó en su forma humana. Había estado practicando eso hacía tiempo y cuando vio a Arygos manejar con tanta maestría la transformación entre dragón y humano, ella no quiso ser menos. Claro está, que cuando llegó junto a ellos, estaba exhausta. Se echó sobre las tejas, sin siquiera saludar al hombre que hablaba con Bio y Arygos. Jadeaba, con los ojos cerrados, y escuchaba lo que el hombre decía, pero estaba demasiado cansada como para reaccionar, solamente asentía a todo -Sí, comernos el líder...- murmuraba, cuando escuchó algo crujir.
Al principio pensó que alguna de las tejas sobre las que reposaba se había roto bajo su peso, pero luego recordó que estaba en su forma humana... pfff... no había ninguna posibilidad de aquello. Abrió los ojos, alarmada, y se incorporó. -Silencio- ordenó a todos los que estaban allí -Tenemos compañía- aseguró y, segura de que los brujos los habían seguido hasta allí, intentó transformarse pero... no pudo. -Por Bakshel, ¿qué demonios?- se dijo al ver que su cuerpo no cambiaba por mucho que lo deseara. Estaba demasiado cansada, había agotado toda su energía.
Ingela
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
La dragona que había resultado ser una adorable chiquilla, llegó por fin con nosotros luego de la desesperada fuga aunque se veía bastante cansada, me acerqué a ella despacio para no asustarla -¿Estás bien?- Pregunté apartando su cabello para ver su rostro, la explicación del amigo de Arygos nos había dado algunas pistas de lo sucedido, pero aquellos brujos parecían movidos por intereses más allá de la enfermedad, es como si deliberadamente quisieran que la ciudad entrara en caos y pánico -Tomemos un respiro para descansar, luego actuaremos- Dije dirigiendo la vista hacia Arygos pero un ruido nos interrumpió.
La dragona rubia también se puso en alerta indicando que había alguien más ahí -¿Brujos? Estamos muy alto- Acoté mientras me levantaba, Arygos se veía bastante agotada y la otra chica al parecer también lo estaba, así que solo me quedaba protegerlas y ganar algo de tiempo -¿Quién anda ahí?- Pregunté en voz alta -Te advierto que tenemos dos dragonas que acaban de ser madres y no dudarán en comerte para defender a sus crías- Dije lo primero que me vino a la mente para tratar de intimidar -Pero yo no…- Me corrigió Arygos que no entendía las mentiras pero la silencié con mi dedo índice sobre mis labios y un guiño de ojo.
Quédense atrás- Dije a mis acompañantes mientras avanzaba con cuidado por el tejado hasta el lugar de donde había salido el ruido, mantenía la distancia suficiente para evitar una llamarada en caso que se tratara de un brujo de fuego o alguna amenaza similar, los vampiros teníamos cierta debilidad hacia dicho elemento y era ya algo de instinto evitar confrontarlo directamente.
Escondida pude ver una cabeza que se medio asomaba y actué de inmediato, si un salto para caer junto a ella y preparé mis dagas para apuntar su cuello y rebanarlo en caso de problemas, para mi sorpresa resultó ser una chica demasiado asustada como para ser una amenaza y para mi desgracia, la teja donde había puesto mi pie resbaló y se fue abajo llevándome con ella -Ay no- Murmuré mientras comenzaba a deslizarme hacia abajo, usé mis dagas para apuñalar el tejado y tratar de anclarme pero solo conseguí que más tejas de vinieran conmigo -¿Pero quién construyó esto?- Me quejé mientras seguía cayendo hasta que por fin en el último momento conseguí sostenerme en la orilla.
Eso definitivamente no había salido nada bien -¡Arygos!- Llamé a mi compañera pues no parecía que pudiera subir por mi cuenta e incluso si lo hacía, me encontraría con la chica que incluso sin malas intenciones, el miedo podría hacer que intentara hacerme caer, por su fuera poco el pedazo de muro del que me había sostenido clavando mi daga comenzaba a ceder, cada vez que pensaba que la situación no podía ser peor, lo era.
La dragona rubia también se puso en alerta indicando que había alguien más ahí -¿Brujos? Estamos muy alto- Acoté mientras me levantaba, Arygos se veía bastante agotada y la otra chica al parecer también lo estaba, así que solo me quedaba protegerlas y ganar algo de tiempo -¿Quién anda ahí?- Pregunté en voz alta -Te advierto que tenemos dos dragonas que acaban de ser madres y no dudarán en comerte para defender a sus crías- Dije lo primero que me vino a la mente para tratar de intimidar -Pero yo no…- Me corrigió Arygos que no entendía las mentiras pero la silencié con mi dedo índice sobre mis labios y un guiño de ojo.
Quédense atrás- Dije a mis acompañantes mientras avanzaba con cuidado por el tejado hasta el lugar de donde había salido el ruido, mantenía la distancia suficiente para evitar una llamarada en caso que se tratara de un brujo de fuego o alguna amenaza similar, los vampiros teníamos cierta debilidad hacia dicho elemento y era ya algo de instinto evitar confrontarlo directamente.
Escondida pude ver una cabeza que se medio asomaba y actué de inmediato, si un salto para caer junto a ella y preparé mis dagas para apuntar su cuello y rebanarlo en caso de problemas, para mi sorpresa resultó ser una chica demasiado asustada como para ser una amenaza y para mi desgracia, la teja donde había puesto mi pie resbaló y se fue abajo llevándome con ella -Ay no- Murmuré mientras comenzaba a deslizarme hacia abajo, usé mis dagas para apuñalar el tejado y tratar de anclarme pero solo conseguí que más tejas de vinieran conmigo -¿Pero quién construyó esto?- Me quejé mientras seguía cayendo hasta que por fin en el último momento conseguí sostenerme en la orilla.
Eso definitivamente no había salido nada bien -¡Arygos!- Llamé a mi compañera pues no parecía que pudiera subir por mi cuenta e incluso si lo hacía, me encontraría con la chica que incluso sin malas intenciones, el miedo podría hacer que intentara hacerme caer, por su fuera poco el pedazo de muro del que me había sostenido clavando mi daga comenzaba a ceder, cada vez que pensaba que la situación no podía ser peor, lo era.
Última edición por Bio el Mar Sep 18 2018, 05:32, editado 1 vez
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Ingela no logró transformarse para ir a ayudar al chico, pero eso no evitó que saltara detrás de él y agarrara su antebrazo justo cuando ya se veía caer torre abajo. Quedó acostada boca abajo sobre las tejas del techo que de a poco cedían con el peso de ambos, amenazando con tirarlos al vacío -Yo... creo que nos tenemos que bajar de aquí- dijo al chico y esbozó una sonrisa, mirándolo con una expresión cansada. Lo sujetaba con todas sus fuerzas, bueno, las pocas que le quedaban, y aunque sentía que inevitablemente terminarían deslizándose, intentaba tirarlo hacia ella, subirlo de nuevo al tejado.
Fue entonces que sintió que la agarraban de los tobillos y tiraban de ella, giró su rostro para ver quién era y vio a la extraña muchacha que acompañaba al chico que ella ahora sujetaba. ¡Tenía una fuerza impresionante aquella dragona! Apenas si hizo esfuerzo para jalar a ambos, por lo que Ingela solo se limitó a no soltar al moreno hasta que estuvo segura de que ambos estuvieron a salvo.
Con cuidado, se puso de pie para ver el panorama en la ciudad, y la cosa no mejoraba. El caos reinaba en Lunargenta y habían focos de incendio por todas partes. El grupo de brujos seguía haciendo de las suyas por todas partes y al parecer, se habían olvidado de la chica que seguía inconsciente, atada por las muñecas y tobillos, allí junto a la joven dragona. Volteó a mirar a sus compañeros con expresión seria en el rostro -Creo que necesitamos despertar a esta brujita- les dijo. Su voz sonó dura -Tiene que decirnos lo que está pasando... pero... ¿cómo evitaremos que nos incinere cuando despierte?- preguntó al aire, mirando a los otros tres que allí estaban. -Pero más importante... ¿cómo dragones nos vamos a bajar de aquí?- inquirió, y su cara seria y dura cambió por la de una chiquilla medianamente asustada.
Fue entonces que sintió que la agarraban de los tobillos y tiraban de ella, giró su rostro para ver quién era y vio a la extraña muchacha que acompañaba al chico que ella ahora sujetaba. ¡Tenía una fuerza impresionante aquella dragona! Apenas si hizo esfuerzo para jalar a ambos, por lo que Ingela solo se limitó a no soltar al moreno hasta que estuvo segura de que ambos estuvieron a salvo.
Con cuidado, se puso de pie para ver el panorama en la ciudad, y la cosa no mejoraba. El caos reinaba en Lunargenta y habían focos de incendio por todas partes. El grupo de brujos seguía haciendo de las suyas por todas partes y al parecer, se habían olvidado de la chica que seguía inconsciente, atada por las muñecas y tobillos, allí junto a la joven dragona. Volteó a mirar a sus compañeros con expresión seria en el rostro -Creo que necesitamos despertar a esta brujita- les dijo. Su voz sonó dura -Tiene que decirnos lo que está pasando... pero... ¿cómo evitaremos que nos incinere cuando despierte?- preguntó al aire, mirando a los otros tres que allí estaban. -Pero más importante... ¿cómo dragones nos vamos a bajar de aquí?- inquirió, y su cara seria y dura cambió por la de una chiquilla medianamente asustada.
Ingela
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Me deslizaba vertiginosamente hacia el vacío sin que aparentemente nada pudiera evitarlo, mi último punto de anclaje solo parecía retrasar lo inevitable, cerré los ojos y me aferré fuerte a la única daga que permanecía clavada al techo cuando de pronto una mano me sujetó con fuerza y ternura, más ternura que fuerza pero ni modo, al menos dio tiempo a que llegara Arygos quien con su semitransformación usó garras en sus pies para aferrarse al tejado y agrandó sus brazos como los de su forma dracónica para halarnos con más fuerza; me dejé caer de espalda sobre el tejado y respiré agotado luego de aquello, no sabía que había pasado con la extraña mirona pero de momento era más importante ver qué haríamos con la bruja.
¿Estás bien?- Me preguntó Arygos -¿Están bien los dos?- Era lógico que también se preocupara por la otra dragona, a fin de cuentas mi compañera era muy respetuosa con su raza -Estoy bien, tranquila- Sonreí para intentar calmarla y me levanté tendiendo mi mano a la adorable rubia para ayudarla a levantarse mientras escuchaba sus palabras -Despertarla sin que nos queme, creo que puedo encargarme de eso- Avancé hasta donde se encontraba y aproveché que tenía algunos raspones en mis brazos producto de la caída anterior, para tomar algo de mi sangre y dibujar un círculo alrededor de la pirómana.
Luego del círculo dibujé cuatro runas en puntos simétricos dejando a la bruja dentro y puse mi mano en una de las runas para activarlas, un brillo azulado parpadeó indicando que había funcionado -Eso es un anulador mágico, ella no podrá usar sus poderes por un rato, ahora solo falta despertarla e interrogarla- Mientras hablaba, la dragona peliblanca se acercó a tomar mis brazos y los miró con preocupación -Tranquila, estaré bien, no es nada- Dije para despreocuparla.
Yo puedo despertarla- Dijo Arygos mientras tomaba una de mis dagas para luego clavarla con fuerza en la rodilla de la bruja que despertó con un grito de dolor, ciertamente no era la manera más delicada de hacerlo pero había funcionado, ahora solo quedaba interrogarla y descubrir de qué se trataba aquel escándalo armado por los brujos.
¿Estás bien?- Me preguntó Arygos -¿Están bien los dos?- Era lógico que también se preocupara por la otra dragona, a fin de cuentas mi compañera era muy respetuosa con su raza -Estoy bien, tranquila- Sonreí para intentar calmarla y me levanté tendiendo mi mano a la adorable rubia para ayudarla a levantarse mientras escuchaba sus palabras -Despertarla sin que nos queme, creo que puedo encargarme de eso- Avancé hasta donde se encontraba y aproveché que tenía algunos raspones en mis brazos producto de la caída anterior, para tomar algo de mi sangre y dibujar un círculo alrededor de la pirómana.
Luego del círculo dibujé cuatro runas en puntos simétricos dejando a la bruja dentro y puse mi mano en una de las runas para activarlas, un brillo azulado parpadeó indicando que había funcionado -Eso es un anulador mágico, ella no podrá usar sus poderes por un rato, ahora solo falta despertarla e interrogarla- Mientras hablaba, la dragona peliblanca se acercó a tomar mis brazos y los miró con preocupación -Tranquila, estaré bien, no es nada- Dije para despreocuparla.
Yo puedo despertarla- Dijo Arygos mientras tomaba una de mis dagas para luego clavarla con fuerza en la rodilla de la bruja que despertó con un grito de dolor, ciertamente no era la manera más delicada de hacerlo pero había funcionado, ahora solo quedaba interrogarla y descubrir de qué se trataba aquel escándalo armado por los brujos.
Bio
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
-¿Bio es brujo?- le preguntó Ingela con curiosidad a Arygos, en un susurro, inclinada hacia ella mientras veía cómo usaba su sangre para crear una especie de trampa para la otra bruja. Arygos negó con la cabeza suavemente -No, un simple vampiro- respondió encogiéndose de hombros.
Aquella revelación estremeció a la joven dragona, quien por esos tiempos no conocía a ningún vampiro en persona y todas las referencias de ellos eran pésimas. Sin embargo, aquel hombre no había hecho más que ayudarla en lo largo de aquella noche, nada que hubiese hecho lo mostraba como el monstruo sanguinario, salvaje y despiadado de los cuentos ancestrales. Eso, y que no era la bestia flaca, pálida y horrible que ella creía que eran los vampiros. Era más bien guapo. Se sintió confundida y su cara así lo reflejaba.
El vampiro terminó de hacer su truco y Arygos se ofreció para despertar a la bruja. La manera en que lo hizo horrorizó a Ingela, pero no le dejó muchas opciones. Cuando la bruja no había terminado de gritar, Ingela gritó hacia ella; algo así como una imitación de su rugido de dragón. Extraño y todo, pero surtió efecto. La bruja se quedó callada, con cara de espanto y dolor. -¿Quién eres? ¿Quiénes son tus amigos? ¿Por qué atacan la ciudad?- preguntó rápidamente a la bruja. Hizo su mejor cara de enojada, en vista que no podía transformarse en dragón en aquel momento para intimidar a la mujer.
La bruja la miró, luego a Arygos, después a Bio, luego al anciano amigo de Arygos, y de vuelta a Ingela y se largó a reír -¿Tú y tu pandilla de inadaptados creen que les diré algo? Jamás. No diré nada- se burló la bruja. Ingela se enderezó y puso sus manos en la cintura, con expresión seria en el rostro. La bruja siguió riendo, aumentando en la muchacha la rabia. La chica entró en el círculo que tenía atrapada a la tensai, al fin y al cabo, no necesitaba la magia de los dragones para lo que le haría a aquella mujer.
Mirando a la cara, con su expresión plana, agarró la daga que estaba clavada en la pierna de la bruja y la hundió más en las carnes de la mujer. Sus carcajadas pasaron a ser un terrible grito de dolor y alaridos en un idioma que tal vez solo Arygos e Ingela entendían, antiguo dracónide. -Ninguno de tus hechizos van a funcionar, bruja asquerosa- le susurró la dragona -¿Ves este círculo que nos rodea? Es magia de vampiro, nada de lo que intentes funcionará- explicó despacio a la bruja e hizo girar la daga lentamente, la sangre de la bruja brotaba profusamente ahora. -Estás a nuestra merced... tus gritos no llegarán a tus amigos... ahora habla, maldita desgraciada, permítete un fin rápido y no la dolorosa muerte que mi pandilla de inadaptados y yo podemos darte- dijo, sin parar de girar y enterrar más hondo aquella daga.
-¡NO HABLARÉ! ¡NO ME ARRANCARÁS NI UNA SOLA PALABRA MÁS!- gritaba la bruja entre alaridos de dolor. Una sonrisa inquietante floreció en los labios de Ingela -Esperaba que dijeras eso- dijo suavecito, y fue como si sus energías se renovaran.
De un movimiento rápido, sacó la daga de un muslo y la enterró en el otro, con fuerza, hasta la empuñadura. Sintió incluso que tocó el hueso. -Habla- Los gritos de la bruja eran escalofriantes, pero no soltaba prenda. Ingela sacó la daga y la volvió a enterrar, con fuerza, de nuevo en la otra pierna, en un lugar diferente. -Habla- La bruja chillaba de dolor y gritaba más palabras en dracónide -Eso no, tonta, responde lo que te pregunté- exigió la joven dragona, apuñalando nuevamente la pierna.
El juego siguió así, Ingela enterraba la daga una y otra vez, buscando respuesta de la bruja. Había tanta sangre, tanta carne rebanada que parecía como si los muslos de la bruja hubiesen sido masticados por un wendigo. La sonrisa de Ingela crecía con cada puñalada, estaba disfrutando cada grito, su expresión de dolor, cómo se retorcía cada vez que el metal se clavaba en su carne. Deseaba que la mujer siguiera negándose a confesar.
-¡HABLARÉ! ¡HABLARÉ!- gritó la bruja -Hablaré... detente por favor- chilló. Ingela sostuvo el puñal frente el rostro de la mujer -Respónde- exigió la rubia. Tenía la mano empapada de sangre, tanta que le llegaba al antebrazo y escurría por el filo de su arma. Le había salpicado la ropa y el rostro. -Quiénes son y por qué hacen esto- ordenó.
-La enfermedad ya está en Lunargenta... está en todas partes... estamos condenados... todos... ¿Qué importa acelerar un poco las cosas? Sacar algo de provecho mientras se pueda- dijo la bruja, temblando de dolor. -Mis hermanos y yo solo apresuramos el destino de esta ciudad pútrida y decadente, no tememos ser los emisarios del caos... la oscuridad cae sobre Aerandir inevitablemente, pequeña... y la flama negra solo está echando una mano- confesó.
-O sea que... ¿hacen esto porque sí? ¿Por diversión?- preguntó la chica y la bruja, mordiéndose el labio inferior, asintió lentamente, sonriendo con satisfacción. -Eso... básicamente- finalizó y volvió a reír, a carcajear sin sentido -Por nuestro fuego o por la enfermedad, ¿qué importa? ¡La gente de Lunargenta ya está muerta!- exclamó la bruja, riendo como desquiciada.
Pero el sonido de su risa fue reemplazado por el gorgotear de la sangre en su boca, pues Ingela, impávida, había clavado la daga en el seno del cuello de la bruja. -Desgraciada, tú y los tuyos merecen la más cruel y dolorosa muerte...- le dijo, mirando cómo se ahogaba con su propia sangre hasta caer muerta.
Arrancó la daga del cuello de la bruja que yacía muerta, con los ojos abiertos de par en par, y la limpió en su pantalón antes de ofrecérsela de vuelta a Bio -Creo que deben salir de Lunargenta lo antes posible- le dijo a sus observadores -Aquí va a quedar la cagada- aseguró.
Aquella revelación estremeció a la joven dragona, quien por esos tiempos no conocía a ningún vampiro en persona y todas las referencias de ellos eran pésimas. Sin embargo, aquel hombre no había hecho más que ayudarla en lo largo de aquella noche, nada que hubiese hecho lo mostraba como el monstruo sanguinario, salvaje y despiadado de los cuentos ancestrales. Eso, y que no era la bestia flaca, pálida y horrible que ella creía que eran los vampiros. Era más bien guapo. Se sintió confundida y su cara así lo reflejaba.
El vampiro terminó de hacer su truco y Arygos se ofreció para despertar a la bruja. La manera en que lo hizo horrorizó a Ingela, pero no le dejó muchas opciones. Cuando la bruja no había terminado de gritar, Ingela gritó hacia ella; algo así como una imitación de su rugido de dragón. Extraño y todo, pero surtió efecto. La bruja se quedó callada, con cara de espanto y dolor. -¿Quién eres? ¿Quiénes son tus amigos? ¿Por qué atacan la ciudad?- preguntó rápidamente a la bruja. Hizo su mejor cara de enojada, en vista que no podía transformarse en dragón en aquel momento para intimidar a la mujer.
La bruja la miró, luego a Arygos, después a Bio, luego al anciano amigo de Arygos, y de vuelta a Ingela y se largó a reír -¿Tú y tu pandilla de inadaptados creen que les diré algo? Jamás. No diré nada- se burló la bruja. Ingela se enderezó y puso sus manos en la cintura, con expresión seria en el rostro. La bruja siguió riendo, aumentando en la muchacha la rabia. La chica entró en el círculo que tenía atrapada a la tensai, al fin y al cabo, no necesitaba la magia de los dragones para lo que le haría a aquella mujer.
Mirando a la cara, con su expresión plana, agarró la daga que estaba clavada en la pierna de la bruja y la hundió más en las carnes de la mujer. Sus carcajadas pasaron a ser un terrible grito de dolor y alaridos en un idioma que tal vez solo Arygos e Ingela entendían, antiguo dracónide. -Ninguno de tus hechizos van a funcionar, bruja asquerosa- le susurró la dragona -¿Ves este círculo que nos rodea? Es magia de vampiro, nada de lo que intentes funcionará- explicó despacio a la bruja e hizo girar la daga lentamente, la sangre de la bruja brotaba profusamente ahora. -Estás a nuestra merced... tus gritos no llegarán a tus amigos... ahora habla, maldita desgraciada, permítete un fin rápido y no la dolorosa muerte que mi pandilla de inadaptados y yo podemos darte- dijo, sin parar de girar y enterrar más hondo aquella daga.
-¡NO HABLARÉ! ¡NO ME ARRANCARÁS NI UNA SOLA PALABRA MÁS!- gritaba la bruja entre alaridos de dolor. Una sonrisa inquietante floreció en los labios de Ingela -Esperaba que dijeras eso- dijo suavecito, y fue como si sus energías se renovaran.
De un movimiento rápido, sacó la daga de un muslo y la enterró en el otro, con fuerza, hasta la empuñadura. Sintió incluso que tocó el hueso. -Habla- Los gritos de la bruja eran escalofriantes, pero no soltaba prenda. Ingela sacó la daga y la volvió a enterrar, con fuerza, de nuevo en la otra pierna, en un lugar diferente. -Habla- La bruja chillaba de dolor y gritaba más palabras en dracónide -Eso no, tonta, responde lo que te pregunté- exigió la joven dragona, apuñalando nuevamente la pierna.
El juego siguió así, Ingela enterraba la daga una y otra vez, buscando respuesta de la bruja. Había tanta sangre, tanta carne rebanada que parecía como si los muslos de la bruja hubiesen sido masticados por un wendigo. La sonrisa de Ingela crecía con cada puñalada, estaba disfrutando cada grito, su expresión de dolor, cómo se retorcía cada vez que el metal se clavaba en su carne. Deseaba que la mujer siguiera negándose a confesar.
-¡HABLARÉ! ¡HABLARÉ!- gritó la bruja -Hablaré... detente por favor- chilló. Ingela sostuvo el puñal frente el rostro de la mujer -Respónde- exigió la rubia. Tenía la mano empapada de sangre, tanta que le llegaba al antebrazo y escurría por el filo de su arma. Le había salpicado la ropa y el rostro. -Quiénes son y por qué hacen esto- ordenó.
-La enfermedad ya está en Lunargenta... está en todas partes... estamos condenados... todos... ¿Qué importa acelerar un poco las cosas? Sacar algo de provecho mientras se pueda- dijo la bruja, temblando de dolor. -Mis hermanos y yo solo apresuramos el destino de esta ciudad pútrida y decadente, no tememos ser los emisarios del caos... la oscuridad cae sobre Aerandir inevitablemente, pequeña... y la flama negra solo está echando una mano- confesó.
-O sea que... ¿hacen esto porque sí? ¿Por diversión?- preguntó la chica y la bruja, mordiéndose el labio inferior, asintió lentamente, sonriendo con satisfacción. -Eso... básicamente- finalizó y volvió a reír, a carcajear sin sentido -Por nuestro fuego o por la enfermedad, ¿qué importa? ¡La gente de Lunargenta ya está muerta!- exclamó la bruja, riendo como desquiciada.
Pero el sonido de su risa fue reemplazado por el gorgotear de la sangre en su boca, pues Ingela, impávida, había clavado la daga en el seno del cuello de la bruja. -Desgraciada, tú y los tuyos merecen la más cruel y dolorosa muerte...- le dijo, mirando cómo se ahogaba con su propia sangre hasta caer muerta.
Arrancó la daga del cuello de la bruja que yacía muerta, con los ojos abiertos de par en par, y la limpió en su pantalón antes de ofrecérsela de vuelta a Bio -Creo que deben salir de Lunargenta lo antes posible- le dijo a sus observadores -Aquí va a quedar la cagada- aseguró.
Ingela
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Las runas hicieron su trabajo dejando a la bruja sin poderes al menos durante un rato, y es que a cada intento de la mujer por conjurar alguna chispa las runas brillaban y su magia la abandonaba; mi compañera hizo un buen trabajo despertando a la hechicera y acto seguido la otra dragona se lanzó al ataque siendo ella quien finalmente interrogara a la molesta pirómana; miré a Arygos al ver que el interrogatorio de la adorable rubia no parecía estar funcionando; mi peliblanca compañera avanzó para ayudar con el interrogatorio pero la detuve con una mano señalándole que la chica comenzaba a tomárselo muy en serio.
Finalmente y tras una escena de tortura que iba siendo cada vez más fuerte, la bruja terminó accediendo a revelar la verdad detrás de su ataque, confesando que hacían todo aquello por diversión, por sacar provecho al caos que causaría la enfermedad y que finalmente terminaría devastando a la ciudad; miré a Arygos con cierta preocupación, aquellos brujos se habían encargado de esparcir el rumor que los dragones tenían la culpa de la enfermedad, por lo que de momento, lo mejor era que las dragonas se alejaran hasta estar a salvo.
Difícilmente habría siquiera imaginado que una jovencita tan adorable y dulce terminaría asesinando a la bruja sin piedad alguna, pues usó mi daga para abrirle un agujero en el cuello que le arrancó la vida en unos instantes, aunque con las piernas en ese estado tampoco es que pudiera llegar muy lejos antes de morir desangrada.
Ustedes deben irse, siendo dragonas no es bueno que estén aquí- Dije a ambas en tono muy serio y aunque la mirada de Arygos delataba que no quería irse y dejarme ahí, al final terminaría aceptando por voluntad propia o porque mi magia la convencería sin que se diera cuenta, afortunadamente fue la primera opción, se acercó para tomar mis brazos y halarme hacia abajo, luego juntó su frente con la mía en ese gesto que para los suyos era el equivalente a un abrazo -Ve a la torre, estaré bien, nos veremos pronto- Le susurré preocupado -Y saca a tu amigo de la ciudad- Le señalé al viejo que había venido a buscar y que parecía tener pocas posibilidades de salir de esta por su cuenta.
Tú también debes irte, tal vez los elfos tengan alguna cura contra esta enfermedad, deberías ir con ellos- Sugerí a la jovencita aunque realmente dudaba que los elfos ya tuvieran tal cosa, pero por alguna razón me parecía que era el sitio más seguro al que podía ir por el momento -Yo trataré de sacar algunas personas, tal vez por el muelle- No tenía idea de por dónde pero seguro algo se me ocurriría luego.
Finalmente y tras una escena de tortura que iba siendo cada vez más fuerte, la bruja terminó accediendo a revelar la verdad detrás de su ataque, confesando que hacían todo aquello por diversión, por sacar provecho al caos que causaría la enfermedad y que finalmente terminaría devastando a la ciudad; miré a Arygos con cierta preocupación, aquellos brujos se habían encargado de esparcir el rumor que los dragones tenían la culpa de la enfermedad, por lo que de momento, lo mejor era que las dragonas se alejaran hasta estar a salvo.
Difícilmente habría siquiera imaginado que una jovencita tan adorable y dulce terminaría asesinando a la bruja sin piedad alguna, pues usó mi daga para abrirle un agujero en el cuello que le arrancó la vida en unos instantes, aunque con las piernas en ese estado tampoco es que pudiera llegar muy lejos antes de morir desangrada.
Ustedes deben irse, siendo dragonas no es bueno que estén aquí- Dije a ambas en tono muy serio y aunque la mirada de Arygos delataba que no quería irse y dejarme ahí, al final terminaría aceptando por voluntad propia o porque mi magia la convencería sin que se diera cuenta, afortunadamente fue la primera opción, se acercó para tomar mis brazos y halarme hacia abajo, luego juntó su frente con la mía en ese gesto que para los suyos era el equivalente a un abrazo -Ve a la torre, estaré bien, nos veremos pronto- Le susurré preocupado -Y saca a tu amigo de la ciudad- Le señalé al viejo que había venido a buscar y que parecía tener pocas posibilidades de salir de esta por su cuenta.
Tú también debes irte, tal vez los elfos tengan alguna cura contra esta enfermedad, deberías ir con ellos- Sugerí a la jovencita aunque realmente dudaba que los elfos ya tuvieran tal cosa, pero por alguna razón me parecía que era el sitio más seguro al que podía ir por el momento -Yo trataré de sacar algunas personas, tal vez por el muelle- No tenía idea de por dónde pero seguro algo se me ocurriría luego.
Bio
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Ingela vio a Arygos transformarse y llevarse al viejito, era una buena chica que cuidaba a sus amigos y eso reconfortó a Ingela, el saber que conocía a alguien tan leal como ella. Se conmovió cuando se despidió de Bio, recordó a su amiga Helyare y a Fëanor, y sí, también a aquel zorro que le robaba el sueño y que le hacía sentir mariposas en el estómago. Aunque por aquellos días estaba muy enojada con él, por haber desaparecido, sin dejar rastro alguno, dejándola preocupada.
-Bio, yo te ayudaré. No es fácil descubrir a los dragones, a menos que se muestren, pasamos por humanos comunes y corrientes- aseguró al chico. -Yo me siento mucho mejor y, sabiendo lo que ahora sé, no es que pueda irme así tan fácil- continuó -además...- murmuró -...Arygos no me perdonaría si algo te pasa y ella me da mucho miedo- confesó mirándolo con un poquito de temor en el rostro.
Con mucho cuidado, bajaron de la torre del reloj, de vuelta al caos del pueblo. Les tomó un buen rato encontrar una puerta que los sacara del techo, ya que la transformación en dragón estaba fuera de toda posibilidad en ese momento. Al llegar de vuelta a la calle, la gente corría para todos lados, tropezando entre sí. Algunos buscando refugio, otros cargando botines robados, otros simplemente avivaban el fuego que comenzaba a comerse la ciudad. El pueblo bajo de Lunargenta ardía en llamas que aumentaban y destruían todo con voracidad. Ingela creía escuchar las risas de esos que se hacían llamar La Flama Negra, satisfechos con su obra.
-¿Y ahora qué hacemos?- preguntó -¿Enfrentamos a la flama negra o ayudamos a la gente?- consultó a Bio, aunque ella en realidad esperaba volver a enfrentarse a los brujos y hacerlos pagar por sus actos. Pero ni bien terminó de hacer esa última pregunta, una ventana explotó sobre ellos y los gritos desesperados de una mujer se escucharon pidiendo ayuda.
La dragona miró al vampiro y se encogió de hombros -Ayudar a la gente será- dijo, y corrió hacia la puerta de la casa que ardía en llamas.
-Bio, yo te ayudaré. No es fácil descubrir a los dragones, a menos que se muestren, pasamos por humanos comunes y corrientes- aseguró al chico. -Yo me siento mucho mejor y, sabiendo lo que ahora sé, no es que pueda irme así tan fácil- continuó -además...- murmuró -...Arygos no me perdonaría si algo te pasa y ella me da mucho miedo- confesó mirándolo con un poquito de temor en el rostro.
Con mucho cuidado, bajaron de la torre del reloj, de vuelta al caos del pueblo. Les tomó un buen rato encontrar una puerta que los sacara del techo, ya que la transformación en dragón estaba fuera de toda posibilidad en ese momento. Al llegar de vuelta a la calle, la gente corría para todos lados, tropezando entre sí. Algunos buscando refugio, otros cargando botines robados, otros simplemente avivaban el fuego que comenzaba a comerse la ciudad. El pueblo bajo de Lunargenta ardía en llamas que aumentaban y destruían todo con voracidad. Ingela creía escuchar las risas de esos que se hacían llamar La Flama Negra, satisfechos con su obra.
-¿Y ahora qué hacemos?- preguntó -¿Enfrentamos a la flama negra o ayudamos a la gente?- consultó a Bio, aunque ella en realidad esperaba volver a enfrentarse a los brujos y hacerlos pagar por sus actos. Pero ni bien terminó de hacer esa última pregunta, una ventana explotó sobre ellos y los gritos desesperados de una mujer se escucharon pidiendo ayuda.
La dragona miró al vampiro y se encogió de hombros -Ayudar a la gente será- dijo, y corrió hacia la puerta de la casa que ardía en llamas.
Ingela
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Escuché las palabras de la dragoncilla con mucha seriedad hasta que mencionó que Arygos le daba miedo, algo que me hizo estallar en una carcajada, con la gravedad del asunto en que estábamos envueltos tal vez no era el mejor momento para reír pero realmente no había podido evitarlo, hacía mucho que nadie me sacaba una risa tan espontánea -A mí también me da miedo a veces- Le respondí cuando pude contener la risa, le revolví el cabello con más confianza de la que debería, apartando la mano cuando me di cuenta pero aún con una sonrisa en los labios.
Volver abajo con ella seguía sin parecerme la mejor idea pero seguramente podía defenderse incluso mejor que yo, bajamos las escaleras hasta llegar a la planta baja y luego a la puerta hacia la calle donde todo se había convertido en un caos, bueno, ya estaba hecho un caos hacía rato pero ahora era un caos más caótico que antes -Rayos- Murmuré para mí mismo, si aquellos malvados sujetos querían destruirlo todo, sin duda lo habían logrado.
Estaba a punto de sugerir que fuéramos directo a buscar a la Flama Negra, pues hasta que detuviéramos a los causantes del caos cualquier otro esfuerzo sería en vano, pero antes de poder decir pío el deber se hizo evidente -Ahí está tu respuesta- Me encogí de hombros y partí junto a ella en dirección a las llamas -Fuego, tenía que ser fuego- Murmuré de mala gana, di una patada a la puerta y retrocedí al ser amenazado por una llamarada que salió cuando apenas se abrió un poco.
De un salto hacia atrás caí sentado en el piso chapaleando entre cenizas -No creo que yo pueda pasar por ahí, los vampiros no nos llevamos bien con el fuego- Dije esto último bajando un poco la voz, no quería que aquello fuera escuchado aunque era algo que ya mucha gente sabía -Por qué no le pedimos a la mujer que salte, estoy seguro de poder atraparla antes que caiga- Sí, claro, en mi mente parecía una buena idea siempre que no pesara más de 100 kilos y que fuera solo una.
O tal vez pueda trepar por los muros y entrar por la ventana- Señalé las paredes medio caídas por donde tal vez podría sujetarme para tratar de llegar a la ventana indicada, el incesante calor comenzaba a afectar mis sentidos, todo estaba tan caliente que me ardía la piel -Dime si la vez en algún lado- Le pedí en relación a la mujer que habíamos escuchado y que de momento no lograba ver, tal vez estaba escondida o tal vez ya había sido víctima de las llamas, de momento no teníamos manera de saberlo hasta que volviera a gritar.
Volver abajo con ella seguía sin parecerme la mejor idea pero seguramente podía defenderse incluso mejor que yo, bajamos las escaleras hasta llegar a la planta baja y luego a la puerta hacia la calle donde todo se había convertido en un caos, bueno, ya estaba hecho un caos hacía rato pero ahora era un caos más caótico que antes -Rayos- Murmuré para mí mismo, si aquellos malvados sujetos querían destruirlo todo, sin duda lo habían logrado.
Estaba a punto de sugerir que fuéramos directo a buscar a la Flama Negra, pues hasta que detuviéramos a los causantes del caos cualquier otro esfuerzo sería en vano, pero antes de poder decir pío el deber se hizo evidente -Ahí está tu respuesta- Me encogí de hombros y partí junto a ella en dirección a las llamas -Fuego, tenía que ser fuego- Murmuré de mala gana, di una patada a la puerta y retrocedí al ser amenazado por una llamarada que salió cuando apenas se abrió un poco.
De un salto hacia atrás caí sentado en el piso chapaleando entre cenizas -No creo que yo pueda pasar por ahí, los vampiros no nos llevamos bien con el fuego- Dije esto último bajando un poco la voz, no quería que aquello fuera escuchado aunque era algo que ya mucha gente sabía -Por qué no le pedimos a la mujer que salte, estoy seguro de poder atraparla antes que caiga- Sí, claro, en mi mente parecía una buena idea siempre que no pesara más de 100 kilos y que fuera solo una.
O tal vez pueda trepar por los muros y entrar por la ventana- Señalé las paredes medio caídas por donde tal vez podría sujetarme para tratar de llegar a la ventana indicada, el incesante calor comenzaba a afectar mis sentidos, todo estaba tan caliente que me ardía la piel -Dime si la vez en algún lado- Le pedí en relación a la mujer que habíamos escuchado y que de momento no lograba ver, tal vez estaba escondida o tal vez ya había sido víctima de las llamas, de momento no teníamos manera de saberlo hasta que volviera a gritar.
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
La furia con que ardía aquella casa no era normal, aunque a decir verdad, todo ardía con ese fuego rabioso y violento. Era por ser fuego mágico que quemaba más rápido todo, era voraz y difícil de combatir. Las lenguas de fuego devoraban aquella casa irremediablemente. Por eso cuando ya no se escucharon los gritos de la mujer, Ingela pensó que ya sería tarde, no había caso. -No... no la veo, Bio, ni la escucho tampoco- respondió al vampiro que estaba en el piso tras ser repelido por el calor. Le ofreció una mano para ayudarlo a levantarse -Mejor vayamos a buscar sobrevivientes y ponerlos a resguardo, que aquí ya no hay más que hacer- comentó con tristeza.
Había dado la espalda a la vivienda, cuando otra ventana se reventó con violencia, pero no era por el fuego, esta vez era una silla la que había volado a través del vidrio y caería sobre Bio si este no se corría -¡Quítate!- gritó la dragona, empujando al vampiro de nuevo al piso, pero salvándole el pescuezo de aquel terrible proyectil. Levantó la mirada y vio como se asomaba la mujer por la ventana -¡ME VOY A TIRAR!- avisó en un grito -¡AGARRENME!- gritó, subiéndose a la corniza y remangándose el vestido.
-¿El qué?- miró Ingela confundida a la mujer, poniendo una mano en la frente a modo de visera al levantar la cabeza. -Parece que se va a tirar- comentó a Bio, sin caer en cuenta. -¡ALLÁ VOY!- grito la mujer, lanzándose por la ventana, con toda la fe puesta en que aquellos dos extraños la agarrarían.
Al verla en el aire, Ingela abrió los ojos de par en par -¡PARECE QUE SE TIRÓ!- gritó la pobre dragona, corriendo hacia donde, según sus cálculos, podría caer la pober mujer.
Había dado la espalda a la vivienda, cuando otra ventana se reventó con violencia, pero no era por el fuego, esta vez era una silla la que había volado a través del vidrio y caería sobre Bio si este no se corría -¡Quítate!- gritó la dragona, empujando al vampiro de nuevo al piso, pero salvándole el pescuezo de aquel terrible proyectil. Levantó la mirada y vio como se asomaba la mujer por la ventana -¡ME VOY A TIRAR!- avisó en un grito -¡AGARRENME!- gritó, subiéndose a la corniza y remangándose el vestido.
-¿El qué?- miró Ingela confundida a la mujer, poniendo una mano en la frente a modo de visera al levantar la cabeza. -Parece que se va a tirar- comentó a Bio, sin caer en cuenta. -¡ALLÁ VOY!- grito la mujer, lanzándose por la ventana, con toda la fe puesta en que aquellos dos extraños la agarrarían.
Al verla en el aire, Ingela abrió los ojos de par en par -¡PARECE QUE SE TIRÓ!- gritó la pobre dragona, corriendo hacia donde, según sus cálculos, podría caer la pober mujer.
Ingela
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Re: La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
Las palabras de la joven dragona me dejaron algo intranquilo, estaba seguro de haber escuchado algo y de pronto nada ¿habría muerto en ese breve instante? Apreté los puños y bajé el rostro, no había más qué hacer, apenas pude dar unos pasos tras ella cuando una nueva explosión me destempló los oídos; cubrí mi cabeza con las manos y luego giré para asegurarme que nada me iba a caer encima, había más humo y más fuego por todos lados y entre todo, una silla en llamas iba directo hacia mí -Rayos- Me quedé pasmado por unos instantes hasta que sentí un empujón por un costado que me salvó la vida aunque me hizo rodar por el piso.
Sacudí la cabeza y me froté la cara con las manos, luego levanté la vista para asegurarme que la dragona estaba bien, debía agradecerle pero no había tiempo pues la mujer había aparecido y amenazaba con lanzarse; lo que solo podía llevar a un desenlace posible, gracias a la elfa Ashryn yo había adquirido una amplia experiencia en maneras de ser apaturrado sin sufrir graves daños, así que era de momento la mejor opción -Yo me encargo, yo me encargo- Repetí nervioso mientras me acercaba a la mujer que antes de seguir amenazando con volar… voló.
Ingelita estaba tan confundida como yo, el vestido de la mujer comenzaba a arder, lo que dibujaba una estela de fuego en la trayectoria de su caída -Fuego, tenía que ser fuego- Dije de mala gana mientras daba un salto para atraparla en el aire, apoyé mis pies en el muro del edificio al alcanzarlo y me impulsé de regreso con la mujer a cuestas hasta volver al piso cayendo sobre algo blandito.
Al menos la mujer no se había estrellado contra el piso como un saco de papas, pero el fuego de su vestido comenzaba a invadir mi camisa -Fuego, fuego, fuego- Dije asustado mientras comenzaba a rodar por el piso como un gusano con epilepsia, me saqué la camisa en llamas que fue a parar quién sabe dónde y comencé a golpear el pantalón con las manos para apagar las incipientes llamas que comenzaban a extenderse hasta que finalmente se extinguieron.
Solo entonces presté atención a la mujer -¿Está bien? ¿Sobrevivió?- Pregunté sin muchas esperanzas y pensando en lo difícil que resultaría conseguirle ayuda en el hospital en medio de semejante caos -¿Y ahora qué haremos?- Pregunté con curiosidad.
Sacudí la cabeza y me froté la cara con las manos, luego levanté la vista para asegurarme que la dragona estaba bien, debía agradecerle pero no había tiempo pues la mujer había aparecido y amenazaba con lanzarse; lo que solo podía llevar a un desenlace posible, gracias a la elfa Ashryn yo había adquirido una amplia experiencia en maneras de ser apaturrado sin sufrir graves daños, así que era de momento la mejor opción -Yo me encargo, yo me encargo- Repetí nervioso mientras me acercaba a la mujer que antes de seguir amenazando con volar… voló.
Ingelita estaba tan confundida como yo, el vestido de la mujer comenzaba a arder, lo que dibujaba una estela de fuego en la trayectoria de su caída -Fuego, tenía que ser fuego- Dije de mala gana mientras daba un salto para atraparla en el aire, apoyé mis pies en el muro del edificio al alcanzarlo y me impulsé de regreso con la mujer a cuestas hasta volver al piso cayendo sobre algo blandito.
Al menos la mujer no se había estrellado contra el piso como un saco de papas, pero el fuego de su vestido comenzaba a invadir mi camisa -Fuego, fuego, fuego- Dije asustado mientras comenzaba a rodar por el piso como un gusano con epilepsia, me saqué la camisa en llamas que fue a parar quién sabe dónde y comencé a golpear el pantalón con las manos para apagar las incipientes llamas que comenzaban a extenderse hasta que finalmente se extinguieron.
Solo entonces presté atención a la mujer -¿Está bien? ¿Sobrevivió?- Pregunté sin muchas esperanzas y pensando en lo difícil que resultaría conseguirle ayuda en el hospital en medio de semejante caos -¿Y ahora qué haremos?- Pregunté con curiosidad.
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