Resaca [Noche - Libre 6/6 - Cerrado]

¿Que día era? ¿Qué hora era? ¿Por qué todo me daba vueltas? ¿Dónde está Gaegel?

Esa y más preguntas pasaron por mi cabeza luego de despertar en la cama de la habitación. Tenía a Bomull encima, por suerte el lugar era lo bastante cálido para que el gomejo comiera los vegetales y defecara al mismo tiempo. Asqueroso, aunque no tanto como el hedor que emanaba de mí en el que suponía había vomitado hasta el alma o algo podrido en mi interior. - Mierda... en serio huele peor que la mierda. - Hablé algo forzado, mi garganta estaba seca, necesitaba agua y sí , también un maldito baño...

Tras dejar una buena cantidad extra de aeros en pro a mi higiene y supervivencia, necesitaba comer. Al cabo de un par de horas en las que el factor nostalgia me hizo recordar que el termino agua caliente en tierras heladas era agua congelada en el sur, me sentí viva, aunque el maldito dolor de cabeza no se iba.

Llegó la noche, y era de esperarse cuando despertabas poco antes del crepúsculo, cosa que era difícil de saber cuando winter is here... Como sea luego de estar más decente y no apestar como si algo se hubiera muerto encima de mí, bajé a la zona de las mesas, esperaba que al menos el pago de la habitación y el costo extra por lo demás me pudieran garantizar una buena comida.

Había dejado a Bomull arriba, seguro y calentito entre las sabanas. Ya en la estancia se apreciaba un agradable aroma, no tenía idea de qué cocinaban pero olía de maravilla. Me senté en una de las mesas vacías y llamé la atención del encargado para pedir un poco de comida y para ser masoquista, obvio, cerveza.

Supongo quien podría considerar a esta noche sólo otra noche más, pero dudaba que nadie que hubiera estado en el festival de las mariposas fuera a hacerlo, demasiadas explosiones y gente calcinada para una noche normal. Y eso que se suponía que iba a ser un momento de festejo para olvidar las tragedias recientes. Estaba claro que los dragones no tenían suerte, aunque probablemente también tenían a alguien que los quería ver muertos.

Por mi parte me había levantado sintiéndome como si me hubiera atropellado un carromato. No sabía si era culpa que, a pesar de la magia élfica de Elian, las explosiones me habían afectado más de lo que estimaba, si el sobreesfuerzo de huir por los tejados se había notado, si la transformación en un kiwi dejaba resaca, o si simplemente estaba pagando el haberme divertido antes de que todo se hubiera ido a la mierda. En cualquier caso, quedarme tirado no era la solución a nada, así que me levanté y busqué una taberna donde ver si podía descansar un poco antes de ponerme a ser un vampiro productivo.

Aunque al entrar en la taberna me llevé una sorpresa agradable, porque Meraxes estaba en una de las mesas con un aspecto deplorable, pero al menos entera.

- Vaya Mera. No esperaba verte por aquí. Aunque que bueno que estés viva después de... bueno, ya sabes.- Tras eso me giré hacia los otros dos sujetos que estaban a la mesa con la dragona, que me parecía que no me había cruzado antes con ninguno de ellos, pero si estaban allí con Meraxes, podía confiar en que al menos fuesen decentes.- Y buenas noches a ambos. Soy Corlys.- Me quedé entonces mirando alrededor en busca de su acompañante de la otra vez, y tras no verle me cambió el tono a uno notablemente más inquieto.- Espera, ¿y Gaegel? ¿También ha conseguido librar o no vino aquí?- La otra opción es que ahora fuese una mancha en el suelo, pero prefería no mencionar esa parte.

Vaya noche la de anoche... Desperté por eso del medio día, al solo abrir los ojos pude sentir como si la cabeza me estuviera explotando continuamente, como esas estúpidas mariposas explosivas. - Ay que mal me siento. - En eso me di cuenta que estaba acostado de una manera extraña, mis piernas estaban hacia arriba recargadas en la pared. ¿Cómo rayos había dormido? Luego de eso me di cuenta que no estaba en mi habitación. - ¿Dónde carajos estoy? - Llevé mis piernas hacia adelante, lo cual hizo que diera un giro, el cual me hizo salir de la cama, y al caer al suelo emití un quejido de dolor.

En el suelo volví a ver de reojo la habitación donde estaba, en definitiva no era la habitación de la posada que había alquilado. Los recuerdos del festival estaban difusos, de hecho, algunos de mis recuerdos lo estaban. Después de que Nero sanara a Gomera, y esta regresara a su estado normal, los siguientes recuerdos comenzaban a desvanecerse. Lo único que logré divisar allí fue una botella de ron, la cual me acerqué y destapé. - Esto ayudará a contrarrestar la resaca. - Dicho eso me acerqué a la ventana. Podía reconocer esa calle, y sabía cómo llegar a la posada donde tenía mis pertenencias. Aunque antes de irme, alguien azotó la puerta y luego la abrió. - ¡Oye! Tú amiga dijo que tú ibas a pagar la habitación.

Arquee mi ceja. ¿Cuál amiga? ¿Mera? No creo que ella hiciera eso. Hurgué en los recovecos de mi armadura y mi pantalón y no encontré ninigún aero. Lo cual me hizo tragar algo de saliva. - Debe de ser un mal entendido, yo no tengo dinero. ¿Le sirve quedarse con esta botella de ron? - Eso hizo enfurecer aún más. - ¡No te hagas el grasioso! ¡Esa botella también me la deben! - Justo en ese momento miré la botella, la cual le quedaba 1/4 de líquido. - Oh, que cosas. - Me rasqué la nuca. En eso, alcancé a ver una carreta que transportaba paja pasar por la calle. - Ese es el problema de no cobrar por anticipado. - Dicho eso bebí de golpe el contenido de la botella y me lancé por la ventana.

Por suerte para mi, logré caer en la carreta llena de paja, aunque eso sobresaltó al transportista. - ¡Por los dioses! ¿Qué sucede contigo muchacho? - Me preguntó el hombre de avanzada edad. - Nada, me ha salvado la vida. - Sonreí y me bajé de la carreta para comenzar a correr. - ¡Desgraciado! ¡En cuando te vea te voy a despellejar por completo! - Corría tan rápido como mis piernas me lo permitían, metiendome por callejones, buscando ser lo más errático en mis movimientos, y cuando vi prudente, y seguro que ningún guardia me perseguía, regresé a mi posada, la cual al llegar pedí un baño con agua caliente y una jarra de cerveza.

Una vez que subieron el agua y la cerveza, pagué a la persona y me di asee un poco. El agua no era para nada gloriosa, digamos que era fría, pero peor es nada. Una vez limpio me bebí por completo la jarra de cerveza. Allí me di cuenta que mi estómago estaba completamente vacío. Por lo que al caer la noche bajé para comer y beber un poco más. Una vez que llegué a la zona de las mesas, comencé a percibir el olor de la comida, lo cual hizo que mi estómago resonara. Pero para mi sorpresa, me topé con Mera, la cual estaba siendo acompañada con algunos conocidos. Estaban Zelas, Sango y Corlys. Sonreí levemente. A pesar de haberme aseado, en mi rostro se podían ver las ojeras. - Buenas noches... Que los dioses bendigan las gratas coincidencias. - En mi andar, se podía percibir que al no tener nada en el estómago, tambaleaba un poco por el alcohol en la cerveza. - No me enteré de que hoy sería noche de reunión. Muy grosero de parte los mensajeros. - Reí un poco mientras al ubicar un asiento vacío me senté allí.

El día anterior pasaría a la historia. A Eberus le pasaban un montón de preguntas por la cabeza. ¿Quién atacaría masivamente la capital de los dragones? ¿Cómo se habían alineado los astros para que su perfume falso fuera capaz de ayudar a reducir los daños de aquellas mariposas kamikaze? Demasiadas dudas necesitaban algo de líquido para ser digeridas. Además, tenía que darse un homenaje por lo que había logrado y celebrar por todo el dinero que había ganado vendiendo aquellos perfumes para aprovecharse de la desesperación de la gente.

Decidió ir a beber a una taberna alejada de todo aquel desastre, y bebió y bebió hasta quedar dormido con la cabeza sobre la mesa. Al día siguiente, se encontró con que de alguna manera le habían llevado a una de las habitaciones, pues no recordaba haberse metido él en aquella cama.

Cuando bajó a desayunar, el hecho de que los taberneros no le hubieran exigido pagar por la habitación le hizo pensar que, quizás, ya había pagado anoche pero no lo pudiera recordar. Se pidió entonces otra jarra de cerveza caliente y se sentó en una de las mesas apartadas, con la capucha cubriendo su rostro para pasar desapercibido.

¿Desapercibido por qué? En su homenaje a sí mismo, venía incluido el plan de beber durante todo el día mientras su parte traviesa volaba libre, molestando con sus trucos ilusionistas a todo aquel que le apeteciese.

Jarras de cerveza volcadas sobre las barbas de los borrachos, gente corriendo aterrorizada por escuchar sonidos extraños detrás de ellos... A Eberus le hacía muy feliz ser brujo.

Parece que había conseguido pasar desapercibido porque, ya cuando cayó la noche, fue a girar su cabeza para buscar más víctimas de sus travesuras cuando pudo distinguir dentro de su mareo etílico a un apreciado conocido.

- ¡Por los verdaderos Dioses! ¡Sango! ¿Tú también has venido al norte a probar sus cervezas y sus... mujeres? - se dirigió a él contento y balbuceando ligeramente por el alcohol en sus venas, y le preguntó eso último en voz baja con una sonrisa pícara.

Luego, tomó asiento en la mesa en la que todos ellos disfrutaban, o sufrían, los efectos del alcohol. Y cómo no, sus ojos se desviaron hacia la gran mujer que ahí estaba sentada también. Se la quedó mirando durante unos segundos, pensativo, pensando en por qué le resultaría familiar. Ya era raro encontrarse a un conocido en el norte, y encontrarse a dos sería una muy singular coincidencia. Pero, ¿de qué le sonaba aquella mujer?

Luego se presentó a todos, dándose cuenta de que otro de los hombres también le sonaba de algo. Era extraño, pensó que quizás les habría conocido en la noche anterior, pero que ni él mismo ni ellos se acordaban. Pero, además de aquellos dos, reconoció a Corlys. Un hombre con el que coincidió hacía tiempo en Ciudad Lagarto.

- Por los Dioses, ¡Corlys! ¿Tú también por el norte? Nos han reunido hoy aquí a todos por algo, estoy seguro - dijo riendo de forma traviesa.

No iba a negar que la cabeza me dolía un poco - por no decir que todo el cuerpo- . Trataba de recordar qué rayos había sucedido pero todo era bastante confuso, juraba que por unos instantes hasta estaba rebotando e aquí para allá como gomejo. Algo estaba claro, sí que sucedió una catástrofe pues eran los murmullos y las conversaciones del día en el comedor.

Pronto mi pieza comenzó a vibrar un poco más fuerte, ya estaba acostumbrada a estar tanto con Gaegel que solo notaba cuando e cambio era mayor. No tardé mucho en divisar a Zelas, la verdad es que me alegraba enormemente verlo y saber que estaba bien.

Sonreí ante su gesto y suspiré. - Sabes que siempre me alegra verte, aunque mi cara diga lo contrario, sólo he tenido ¿horas?¿Días? La verdad ni sé que día es y todo está muy confuso aquí arriba - Me toqué la cabeza con el índice. - Y creo que perdí a Gaegel.

Pensé en seguir hablando pero pronto llegó un sujeto conocido, sin duda el continente era más pequeño de lo que pensaba y volver al norte traía sus sorpresas. - Si hablas de explosiones... no tengo la menor idea. No puedo creer que no haya sido una pesadilla. - No dejaban de escucharse protestas y quejas por parte de los que conversaban entre ellos en las mesas cercanas que poco a poco se llenaban.

Así como Sango, otra sorpresa se presentó en el lugar. Me sorprendí al ver al vampiro luego de tanto tiempo, y gracias a los dioses, ileso. Se acercó a donde estábamos y le sonreí no con la energía que esperaba pero la intención estaba presente. - ¡Corlys! Lo mismo digo... Si la verdad lo ultimo que recuerdo era que tenía decena de esas cosas  encima y luego a partir de allí es bastante confuso. - Expliqué al vampiro mientras lo invitaba a sentarse con nosotros. - Ellos son Zelas y... - Iba a presentar a Sango y posteriormente tratar de explicar sobre el paradero desconocido de Gaegel cuando fue su voz la que me interrumpió.

No lo iba a negar, verlo ileso me aliviaba, al menos ambos salimos vivos. Debía preguntarle sobre Nero, lo más coherente que llegaba a recordar era oírlo cantar cosas extrañas en medio de un caos. No descartaba la posibilidad que para se punto ya estuviera alucinando. - Gracias a los dioses estás bien. - Dije mirándole con una cálida sonrisa.

Finalmente una llegada inesperada pero por alguna razón con una sensación de familiaridad fue el último en llegar. Era un conocido de Sango y de Corlys, de nuevo volvía a recalcar lo pequeño que era el mundo. Mis orbes se clavaron en él, sentía que había visto a ese sujeto antes pero me era difícil ubicar de dónde y en qué circunstancias.  - Puede tomar asiento con nosotros, veo que conoce a dos de ellos. Soy Meraxes, un placer. - Estaba demasiado adolorida como para extenderle la mano por lo que me limite a hacer una ligera inclinación de cabeza en señal de saludo.

De pronto eso se había convertido en una especie de reunión, seis personas sentadas que al parecer padecimos las consecuencias de un festival que no descartaba había sido saboteado. - ¿Y.. cómo salieron vivos? - Fue la primera pregunta que lance a fin de romper el hielo.

Mi pregunta sobre Gaegel tuvo la mejor respuesta posible, pues nada más formularla apareció por detrás de mi bromeando sobre haber montado una reunión sin avisarle. Me limité a saludarle con una inclinación de cabeza, porque al momento apareció otro conocido más. Y la aparición de Eberus ya me sorprendió más, porque no había vuelto a saber de él desde ese trabajo en Ciudad Lagarto, y bueno... dejémoslo en que fue una noche muy rara.

- No se si a los dioses les parecería una buena idea juntarnos a nosotros. Pero me alegro de verte. Aunque no está el mono también por aquí, ¿no?- Había pasado ya un tiempo desde la última vez que vi a esa criatura, pero pensar en ella me seguía poniendo de los nervios.

Meraxes me presentó también a Zelas, el amigo suyo del que me había hablado en nuestro último encuentro, lo que me hacía pensar en que quizás el comentario del brujo de que el destino nos había juntado allí a todos quizás no fuese algo tan descabellado. Después de todo, era mucha coincidencia encontrarnos tantos conocidos, o gente que debíamos conocer, en una taberna decadente con una resaca horripilante tras una noche de explosiones. Aunque mis desvaríos terminaron cuando Zelas soltó una ventosidad que podría haber acabado con todos los kobolds que se ocultaban bajo Edén.

- No es que nunca hubiera pensado en hacerlo, pero tendré en cuenta el consejo por el bien de todos los que se encuentren cerca de mi en un futuro.

Aunque tras la broma guardé silencio mientras Sango nos hablaba de que sobrevivió por haber estado en el lugar correcto, pero parecía afectado por la muerte de unos tipos que conoció. De todas formas, para bajar el dramatismo a la situación opté por intervenir después.

- Yo acabé pillando por los bichos de mierda esos. Por suerte tenía a un amigo elfo cerca y me pudo curar. Y bueno, luego hubo mesas, llevarme pociones para intentar alejar las mariposas, correr por tejados, acabar convertido en kiwi y que me llevara un dragón... En fin, fue una noche extraña.- Me tomé un momento para ver si entre todos los sucesos recordaba algo de una máquina, pero no me sonaba.- Y no he oído nada de un tipo jugando con una máquina. Igual fue que me pilló lejos.- Después de todo, antes de que todo empezara a explotar había pasado la mayor parte del tiempo hablando tranquilamente, aunque quizás decir desvariando era más preciso, con Elian, Aryz, Mishu, Sein y Kira.

Luego de mi falso reclamo, y una vez que me puse cómodo en mi asiento, tras escuchar las palabras de Mera sonreí levemente. - Hierba mala nunca muere. - Mencioné aquel conocido refrán mientras tomaba uno de los tarros que había servido Sango y bebí un poco de cerveza. Aquello, por irónico que pareciera estaba mermando el horrendo dolor de cabeza que me estaba persiguiendo desde la extraña mañana.

Luego de mi arribo, otra figura masculina parecía acercarse a la mesa. En ese momento lo miré de reojo. Estaba seguro que no lo había visto antes en sus viajes, entonces. ¿De donde le parecía familiar? ¿De donde lo recordaba? La resaca que llevaba encima no ayudaba para nada en el hecho de poner a su cabeza a trabajar. Por ahora lo único que importaba es que ese hombre parecía conocer a Sango y a Corlys, por lo que no había motivos por no invitarlo a la mesa. Por lo que cuando Mera dio el visto bueno y ella se presentó, yo hice lo mismo. - Buenas noches apreciable caballero. Soy Gaegel, un placer conocerlo. - Le dije con una media sonrisa, aunque esa idea de que ya lo conocía de algún lado no dejaba de retumbar en mi cabeza, en fin. Ya tendré oportunidad de poner a mi cabeza a pensar en eso luego.

Mientras Zelas hablaba, una flatulencia salió de su trasero, ante aquel hecho sonreí levemente y negué con la cabeza. - Son de esos consejos que esperas nunca tener que necesitar. - En eso Mera preguntó sobre cómo todos habían sobrevivido ante extraña noche. Sango fue el primero en mencionar su historia de que había estado en un lugar relativamente seguro, pero pudo ver la muerte de algunas personas, lo cual le afectó. Era razonable, lo que había pasado con las mariposas fue algo que nadie sospechaba. Después de eso Corlys narró cómo se salvó gracias a tener cerca un elfo que lo curó, así como algunas maniobras más. Al escucharlo sonreí levemente.

Pero luego comencé a meditar los hechos de anoche.- La verdad es que los recuerdo del festival aún están borrosos. Seguro después de habernos librado de esas mariposas seguí bebiendo y por eso no me acuerdo de mucho. No lo sé. - Dije rascándome la nuca por un momento. Aquello me seguía pareciendo extraño, y se notaba en mi mirada, por lo que con un rostro lleno de confusión miré a Mera. - ¿Lo soñé o te convertiste en gomejo anoche? - Lo sé, sonaba extraño, pero de los pocos recuerdos que tenía era que ella se había convertido en gomejo. Por lo que tomé el tarro de cerveza y bebí un poco.

Mientras que Eberus disfrutaba de los efectos del alcohol, otros parecían sufrir sus consecuencias. Todos ellos dijeron sus nombres, mientras el brujo disfrutaba de su cerveza tras sentarse. - Oh, encantado. Yo soy Eberus. Podéis llamarme Pícaro - Nadie le llamaba Pícaro fuera de la Isla Tortuga, pero en el estado en el que estaba, poco le importaban sus orígenes.

- ¿Que cómo salimos vivos de aquello? - de repente soltó una carcajada de las suyas, estilo tetera, pues viéndolo con perspectiva le resultó hasta gracioso cómo había terminado todo, y cómo había empezado. - Yo solo venía a, bueno... Digamos que quería dar a conocer mi novedoso perfume sureño en estas tierras - pausó para dar otro trago a su cerveza, y antes de que terminara de contar su experiencia escuchó una flatulencia tremenda, que casi le hizo escupir la cerveza de la impresión.

- Por los Dioses, ¿un pedo eterizado? - dijo observando con asombro que del trasero de Zelas no solo brotaban gases, sino también éter. - El apodo de "Zelas del viento" hace honor a la bendición que te ha dado esa deidad - dijo antes de soltar otra carcajada.

Luego, escuchó las anécdotas de todos ellos en el pasado festival. Pero escuchar era una cosa que solía aburrir al Pícaro. Decidió entonces sacar a relucir a su travieso interno, como lo había estado haciendo en la taberna hasta que se unió a aquel grupo. Pensó en tantear el terreno con algo sencillo. Un simple giro del plato del que estaba comiendo Zelas con telequinesis.

Decidió ocultar su rostro dándole otro trago a la jarra de cerveza, por si los demás se percataban de la sonrisa traviesa que le había surgido en el rostro. Desde luego que el alcohol no ayudaba a esconder las emociones de uno.

La pregunta central en aquel grupo que ahora rodeaba una mesa era la curiosidad de saber de cómo nos libramos del manto de la muerte.

Zelas, estaba en su mundo. Creo que él tuvo la suerte de marcharse antes de que el caos se apoderara, sin embargo sufría de ciertos efectos secundarios por meterse en ¿el estomago de un dragón?

Suspiré, este hombre no tenía remedio. Y mucho menos cuando se su culo, un olor que veía del mismísimo averno a perfumar la taberna. - Zelas, cariño. Que los dioses salven tu alma, el cuerpo lo perdiste, querido. - Me abanicaba tratando de disipar el aroma que se impregno en mi olfato al estar más cerca de él.

En ese proceso, me dispuse a escuchar al resto, curiosa de saber la historia de cada uno. La historia de Sango fue algo triste, las muertes que trajo consigo aquella catástrofe seguramente aún se contaban, yo todavía no podía creer cómo seguía en este mundo. Alcé mi copa luego de la suya. - Por los caídos. - Agregué y di un trago a mi cerveza.

El siguiente fue Corlys, cuya historia se sintió ligeramente familiar, la diferencia, él se había transformado en un ave, yo tenía un recuerdo extraño de volverme un gomejo. - Que bueno que lograste salir ileso, Corlys. - Sonreí ahora prestando atención al siguiente, Gaegel.  

El podría saber qué había sucedido conmigo, mis recuerdos seguían confusos, aunque los suyos estaban igual o peor que los míos. Que decepción, esperaba hallar más respuestas de su parte. - Supongo que sí, esperaba que tú me lo dijeras. Como dije lo ultimo que recuerdo es que tenía una docena de esas cosas encima, comenzaron a revolotear a mi alrededor y boom... lo demás es confuso, pero heme aquí... viva. - Respondí con notable frustración al no tener una respuesta clara. Di otro sorbo a mi bebida, era el turno de Eberus.

¿Perfume? Eso no me daba ninguna respuesta, pero tomando en cuenta que todos estábamos algo aturdido por el recién aroma de Zelas era mejor no indagar, especialmente si tomaba en cuenta que apenas conocía a ese hombre que también se hacía llamar "Pícaro".

Con un gesto de manos, pedí otra ronda de cerveza al cantinero, tenía preguntas y tal vez ellos podrían ayudarme a resolverlas. - ¿Creen que se haya tratado de un atentado? - Miraba mi vaso casi vacío en la esperaba de la siguiente tanda. - No puedo creer que alguien haya osado a meterse con seres tan puros... - Agregué refiriéndome a las mariposas.

Parecía que excepto Sango, el resto habíamos conseguido salir relativamente indemnes del atentado, aunque algunos lo habíamos logrado de formas bastante peculiares y otros habían preferido no dar muchos detalles, y del resto no podía decir mucho, pero siendo Eberus uno de los que no se prodigaron con la información sólo podía esperar que se tratase de algo de legalidad cuestionable.

Y cuando Zelas nos explicó lo de sus pedos mágicos solo pude quedarme con la idea de que no estaba entendiendo nada de lo que sucedía. Me parecía que era todo demasiado místico para mi. Quizás si fuera de esa gente que podía ver el éter las cosas me cuadraran mejor, pero no lo era, y en mi breve periodo como elfo durante las explosiones no se estaban dando las condiciones adecuadas para poder fijarme en esos detalles.

Lo del atentado si que entraba más en el tipo de cosas que podía comprender, y es que a pesar de que los mecanismos que pudieran hacer que las mariposas se pusieran a explotar estaban completamente fuera de mi comprensión, todo sonaba demasiado bien montado para ser una casualidad.

- No sé, Sango. Yo estoy de acuerdo con Meraxes. Ha sido todo demasiado específico para que se tratara sólo de descontrol. Quiero decir, que justo exploten las mariposas sagradas de los dragones en una fiesta dedicada a ellas... Es el momento perfecto para crear el caos y destruir la poca moral que pudiese quedar después de una guerra.- Me giré para poder ver bien al esto.- No se si alguno de vosotros estuvo por Edén durante el asedio, pero ahí si que se pudo ver todo lo que traía la magia mal usada, estaba tan inestable que se decía que los brujos no eran capaces de controlar sus poderes. Aunque bueno, no fue lo único que estaba mal usado allí, no os podéis imaginar que clase de aberraciones metalizadas rondaban por ahí. Pero el caso, que me lío yo sólo, es que ahí era todo mucho más general, aquí solo se afectaron las mariposas, suena demasiado casual. No se me ocurre quien podría beneficiarse de esto, pero siempre hay gente esperando las desgracias para sus fines.

De todas formas, cogí una jarra y me uní al brindis del humano. Que eso de mantenerse con vida sonaba bastante bien, especialmente con toda la gente que no había tenido la misma suerte.

- Por nuestra supervivencia, al menos mientras Zelas no nos gasee a todos.

El hecho de que Eberus, o Pícaro como prefería ser llamado, no diera alguna pista de cómo se había salvado de la situación daba tela que cortar de que ese hombre no andaba por buenos pasos, pero bueno, ¿Quién era yo para juzgar el modo de vivir de los demás? A fin de cuentas, cada quien sale adelante de esta vida como puede, a veces por el camino torcido, a veces por el camino ligeramente más recto.

En eso al escuchar a Zelas hacerle una acotación a Sango, este se mostró algo renuente cuando le dijo eso de perder el cuerpo, por lo que al escucharlo reí levemente. - Cuando se habla de Zelas realmente los límites de lo real y la imaginación pueden parecer tan similares. - Dije sonriendo de medio lado para luego beber un poco de cerveza.

Fue la única mujer del grupo quien dio pie al siguiente tema de conversación. Algo que debía de tratarse con delicadeza, ya que al ser un evento tan reciente, esto podría dar pie a especulaciones y chismes, por lo que consideraba que se debía de tratar este tema con discreción. Mera consideraba que este hecho había sido provocado, siendo secundado por Corlys, mientras que Sango hablaba de un posible mal uso de la magia. Yo mientras tanto tenía otra visión de lo sucedido, aunque no separado de las opiniones de ambos. - ¿Y por qué no ambas alternativas?  - Solté ese comentario al inicio mientras bebía de mi cerveza.

Al poner el tarro en la mesa me decidí continuar con mi comentario. - En uno de mis viajes, me topé con tipos que parecían estar experimentando con cosas bastante extrañas. Realmente no tuve la oportunidad de indagar más en sus alcances ya que tuve que escaparme. Por lo que yo creo que hay quien está experimentando con criaturas, y lo sucedido en este evento, quizá solamente fue una prueba para ellos. Tal vez estén planeando algo mucho más grande. - Dije recargando mi espalda en mi asiento, mirando de reojo a cada uno de los que engalanaban la mesa.

De pronto pude percibir cómo Sango me observó un momento. Fue solo un momento, y sentí aquella vista sobre mi tarde, ya que él decidió hacer otro brindis. Uno enfocado en los vivos. Y enseguida Corlys hizo un arreglo bastante peculiar, el cual hizo que soltara una leve risa. - Pues salud por eso. - Dije con una amplia sonrisa, alzando levemente mi tarro y dándole un sorbo. Conformamos un grupo bastante peculiar, ya que cada uno aportaba una visión diferente a la situación, enriqueciendo la charla de una manera gratificante.

Zelas no pareció inmutarse demasiado con la pequeña jugarreta de Eberus, por lo que lo más seguro era que continuase haciendo de las suyas para ver si obtenía alguna reacción satisfactoria. Sin embargo, antes de poder pensar en la siguiente jugada Sango le preguntó sobre el comentario de los perfumes, seguramente intuyendo que el brujo la había liado de alguna manera.

Eberus le guiñó un ojo con una sonrisa pícara pintada en su rostro, sin dar detalles sobre el tema pero dando a entender que, efectivamente, algunas intenciones oscuras tenía con esos perfumes. - Pues Sango, y todos vosotros. Escuchad - dijo gesticulando con su dedo índice extendido, con la voz cada vez más ininteligible por la magia de la cerveza. - Esos perfumes míos, aunque no lo creáis, han salvado Dundarak. Esas jodidas mariposas infernales huían al olerlo. ¿Os lo podéis creer? Yo vine para hacer negocios con él, como un comerciante de perfumes más... - dijo sin revelar del todo sus intenciones reales con los perfumes. - ... y al final acabé salvando vidas. Es lo que tenemos los filántropos, que al final sin comerlo ni beberlo acabamos siendo los héroes - dijo con sarcasmo, sin poder evitar soltar otra carcajada pícara al terminar de contar su experiencia, levantando la jarra para dar otro trago.

Luego, comenzaron a hablar sobre los motivos que creían que habían impulsado el atentado. Eberus, al igual que antes, se limitó a escuchar, con cierto desinterés, mientras continuaba empinando el codo. Eso sí, brindó con ellos por seguir todos vivos tras la masacre. - Yo lo que creo es que el rey tiene unos enemigos que no quiere que conozcamos. Y, supuestamente, los enemigos del rey son los enemigos de todos, ¿no? Pues bien, ¿qué enemigos tenemos todos nosotros que él quiera que no conozcamos? - dijo antes de hacer una pausa para mirarlos a todos fijamente. - Pues unos enemigos que tengan la capacidad de jodernos a todos nosotros. ¿Y quién tiene el poder para hacer eso? Pues no hay muchos. Pero el propio rey es uno de ellos - Ni si quiera él tenía claro si eso había tenido mucho sentido, con la borrachera que llevaba. Pero él lo había soltado, y se había quedado tan a gusto. Una grave injuria contra el rey que, cierta o no, posiblemente causara controversia en la mesa. Desde luego, al brujo le gustaba provocar.

Al menos Zelas estaba consciente que sus aromas no eran precisamente los más atrayentes aquella noche, y por la forma en la que se expresaba sí que había pasado las de sufrir dentro del estomago de aquella bestia. - A veces me pregunto si tu eres de este mundo. - Lo miraba ocultando la ligera sonrisa de mi rostro antes de seguir prestando atención al resto.

Al parecer algunos estábamos de acuerdo que se trataba de una especie de saboteo al festival, Sango por el contrario sonaba bastante escéptico ante la idea y Gaegel a su modo estaba en una especie de punto medio.

- La verdad no estoy de acuerdo, pasé mi niñez en esta ciudad y sí puede ser bastante caótica pero nunca vi estallar una mariposa en celebraciones previas. Seres tan puros como eso jamás habían lastimado personas y mucho menos ocasionado tantas muertes. - Me sentía tan frustrada con aquella situación que ni siquiera me había percatado que estaba de pie y había dado un golpetazo a la mesa.

Aquello no había pasado desapercibido por las demás personas que allí estaban. Un grupo de hombres, que parecían tan molestos como yo miraron de reojo hacia nuestra mesa. Uno de ellos escupió al suelo en señal de desprecio. - Todo es culpa de esos malnacidos brujos. - Vociferó lo bastante alto como para que todo el lugar escuchara. El resto de ellos lo apoyaba, era evidente que estaban ebrios, enojados y sabe que más.

Mi vista inevitablemente se fijó en ellos, si bien pensaba que todo eso pudo ser un sabotaje, jamás me hubiera atrevido a culpar a un grupo selecto.