Ida y vuelta [Privado]

Para ese punto ya se encontraba en las cercanías de lo que podría llamarse el "límite" entre los Bosques de Verisar y el sagrado Bosque de Sandorai. No sabía con certeza cuánto había pasado movilizándose entre la vida silvestre con la pequeña Graphorn siguiendo sus pasos; se habían detenido algunas veces, se ocultaron de la lluvia y descansaron, pero por fin había cumplido su cometido: llevar a la criatura de regreso a donde pertenecía. Resultó un tanto melancólica esa despedida pese a que apenas la venía viendo desde la mañana, pero no podía quedarse con un animal así de peligroso para la vida que él tenía que llevar: una entre personas de indescifrable pensar.

- Ve - le dijo con una sonrisa poco alegre, pero aliviada - Ya estás en casa, no vuelvas a salir de ella. - echó a la criaturita, y decidió ocultarse cuando esta se alejó lo suficiente para saber que tendría que seguir su camino sola. Todos en algún momento tenían que hacerlo. Aún así, Baltazar no se marchó de inmediato. Esperó con disimulo vigilando que el animal realmente se fuera por el camino correcto y suspiró de alivio cuando finalmente se perdió de vista, tomando en cuenta que los ojos de un elfo son en extremo perspicaces. Imbar los había hecho así.

La lluvia había disminuido un poco conforme se movilizaba hacia el territorio de Sandorai, y en donde se encontraba ahora, de momento, no se percibía más que un tiempo de lluvia que quitaban todas las ganas de salir a tomar aire. Y aún así... con el torso descubierto por medidas absolutamente necesarias y la piel erizada por el frío, el pelirrojo decidió caminar sin prisa buscando la vía comercial que conectaba su tierra con la península de Verisar para descansar, volver a acomodar las armas amarradas con lo que debiera ser su camisa y probar suerte con la posibilidad de que algún comerciante de paso le diera un aventón.

Ya había llevado al Graphorn a su hogar, ahora él tenía que volver al suyo.

Bosque de Verisar, límite con el Bosque de Sandorai.
12:00 PM

—¡Maldita Sea!. Estaba a tan solo unos metros de salir del bosque y llegar al camino, cuando una de las ruedas de su carretilla empezó a temblar y se soltó rodando lejos.
La sorpresa de perder el equilibrio de su vehículo hizo a Lotus pisar mal y resbalar entre el lodo y la hierba mojada. Las bolsas de tela que contenían plantas comestibles cayeron al suelo, las botellas de cristal resbalaron de sus canastas y se golpearon con la madera de su carreta, en ellas se generaron grietas y unas incluso se rompieron.

Lotus, en el suelo y con uno de sus brazos aplastado por el mango de agarre de la carretilla, solo pudo suspirar con ira contenida antes de intentar levantarse de nuevo.

—Enserio ¿Por que me pasan estas cosas a mi?. abandonar su casa para viajar fue una decisión tomada por un arranque de valentía que tuvo hace tan solo unos días. Ciertamente fue difícil despedirse de su familia y marcharse sin mirar atrás hacia un destino incierto, estuvo muchas veces con intenciones de dar media vuelta y regresar a su hogar ofreciendo disculpas por su repentino arranque de independencia.
Fue su orgullo lo que refrenó sus acciones, pero esta ultima situación realmente la estaba haciendo pensar que regresar era una buena opción.

Mientras trataba de limpiar el barro de sus piernas, hizo un rezo silencioso para que este tipo de cosas vergonzosas no ocurrieran frente a nadie.

Inspiraba plena tranquilidad, alta paciencia mediante la quietud que había decidido mantener junto a un árbol fuerte y bien poblado que había hallado cerca de la ruta comercial. Si bien quería marcharse, no era la clase de persona que cayera en el desespero cuando se trataba de esperar, además que ahora se encontraba a rodeado de muchísimo verdor y no era de extrañar que fuera un gran amante. Creció en un lugar que resultaría mágico sin la certeza de que era completamente natural. Sin embargo... si que comenzó a inquietarse cuando llegó a sus oídos un estruendo poco natural seguido de un amplio silencio.

Levantó la mirada de inmediato, pero no encontró nada. Ni cazadores, ni viajeros, ni animales huyendo de la alteración en la quietud del ambiente. El entrecejo del pelirrojo se arrugó con profunda extrañeza y decidió recoger el saco improvisado de armas que había dejado en las raíces del árbol, se movilizó luego hacia donde intuyó que debía estar el origen del fenómeno...

No fue hasta que tomó una pequeña curva que, poco más allá de donde el camino resultaba ser "fino" (a bajos estándares), divisó lo que bien claro era un pequeño vehículo que parecía haber volcado, junto a una señorita de orejas finas y el cargamento que llevaba a mano en el piso. Fue de esos pequeños momentos en que Baltazar se reprochó por no buscar el sentido de las cosas más rápido, porque cuando caminó en dicha dirección con pasos sutiles, largos, sintió que había llegado un poco tarde. Aún así guardó la esperanza de que no.

- Eso sonó fuerte- interrumpió de pronto, recogiendo a su paso las bolsas de tela, botellas u otros equipajes a su alcance. - ¿Qué sucedió?, ¿se encuentra bien? - inquirió. A simple vista no detallaba en ella más que suciedad, pero no estaba demás asegurarse.

Y cuando Lotus pensó que sus piernas estaban mucho más limpias y levantó la mirada, inmediatamente se arrepintió de todo.

Se sintió petrificada al ver una persona, para ser especifico otro elfo siendo testigo de su vergonzoso accidente. "¿vio cuando me caí?" pensó agraviada, y se sintió aún peor cuando el hombre ayudó a recoger parte del desastre y preguntó por su condición.

Maldijo internamente a todos los dioses existentes y a su mala suerte.

— Ah... yo, sí. Me encuentro bien. agitó la mano que fue aplastada por la carreta y luego se apresuró a recoger algunas hierbas sueltas que quedaron en el suelo. —Una de las ruedas de madera se soltó y... ya ves.

Lotus lanzó desordenadamente las hojas sueltas y llenas de barro a una bolsa de tela que estaba en la inclinada carreta.
Ella se giró hacia el desconocido e hizo una pequeña reverencia. —Lamento haber desviado su camino, no esperaba esta situación. Muchas Gracias.

Luego miro hacia un costado, en dirección a donde vio rodar la rueda de madera.

- Mal momento para sufrir de ese infortunio...

Compadeció a la jovenzuela con una expresión que, entonces, orientó a los cielos surcados de nubes grises. Algunas más oscuras que otras, otras viniendo juntas desde el este. - En cualquier momento podrían desatarse de este lado del bosque, y bajo sus condiciones... bueno, quién soy yo para juzgar. - sonrió. A diferencia de ella, él solo era un civil con el torso desnudo que a lo mucho llevaba un desorden de armas en su espalda. Bajo el descenso de una fuerte lluvia, era, a grandes rasgos, quien peor posicionado estaba.

Como había terminado de recoger por su lado, pensaba devolver el saco de plantas ahora sucias cuando la chica le agradeció con una cortesía que le generaba nostalgia. Se quedó sin palabras por al menos dos segundos antes de voltear a ver hacia donde miraba ella, buscando algo. - ...Nada que agradecer - aseveró - ni de qué disculparse. Me parece que íbamos por la misma ruta - dijo mientras caminaba en dirección a sus miradas. No le costó mucho entender que bien podía tratarse de la rueda que mencionó antes, o de otro saco. Supo con rapidez cuál era entre ambas.

- Lo que sí, creo que me gustaría hacer un trato - confesó de regreso, esta vez con una rueda en la mano. Levantó el saco aún a su disposición mientras se acercaba al vehículo - Las plantas, ¿qué tan indispensables son? - acto seguido, y sin preguntar, se agachó a ver cómo acomodaba el carrito (y si es que era posible) mientras esperaba respuesta. Había algo que le había estado incomodando, y dadas las circunstancias, sería poco astuto de su parte no aprovechar para lidiar con esto.