Conocidos por error [Solitario]

**Eberus** Miér 5 Oct - 17:33

Argeus, Isla Tortuga.
Haustmánuður, Laugardagr.
Atardecer.

La misiva

"Mi queridísimo amigo Arrosko,

Eres un hijo de... Es broma, hombre. Por mis barbas que te deseo lo mejor, amigo. Hace mucho que no nos vemos desde que te fuiste de la isla, y ahora que he vuelto por unos días me he puesto a recordar tiempos pasados. Ya sabes, tus recuerdos resurgen cuando vuelves a pisar tu tierra.

Uno de los recuerdos que más nostalgia me ha hecho sentir, es aquella idea que teníamos. ¿Recuerdas? Por si el tiempo ha hecho mella en tu memoria de gusano, te ayudaré a recordar. Un día, estábamos a punto de asaltar un asentamiento pirata cerca de la costa y de repente te tiraste un pedo. Amigo, no paro de reír escribiendo esto sólo de recordar aquello. Ese gas que salió de tus nalgas casi hace que los piratas cobraran por nuestras cabezas. Menos mal que estaban borrachos como cubas.

Pero eso no es lo importante. ¿Te acuerdas de la idea? La idea que tuvimos después de ese pedo, vaya. La idea de escribir un libro de alquimia entre los dos. No sé qué tienen tus intestinos, pero eso de que nos aporten tan buenas ideas con sus gases deberíamos estudiarlo, e incluso incluirlo en el propio libro.

A lo que voy, que se nos ocurrió escribir el libro porque nos parecía maravilloso el poder crear bombas fétidas, y queríamos estudiar para poder hacerlo. Y para ello tendríamos que aprender alquimia, y con esos conocimientos podríamos escribir un libro de alquimia. "La Alquimia de los efectos adversos y los truenos hediondos", queríamos llamarlo.

~~Pues bien, se me está terminando la tinta, así que visítame en luna llena donde tú ya sabes que me da pereza ponerme ahora a hacer más tinta~~

Pues bien, quería decirte que he comenzado a escribir un libro de alquimia. Es sobre alquimia medicinal, pero confío en que aún así estés interesado en colaborar conmigo en este proyecto. Comencé a escribirlo sin haberme acordado de esta idea que habíamos tenido tu y yo hacía muchos años, y no quiero abandonar esta escritura, pues a mi parecer reúne y reunirá conocimientos valiosísimos en el mundo de la alquimia. Pero al terminarlo podemos ponernos con aquel gran proyecto.

Espero recibir tu respuesta, amigo. Cuéntame qué tal te va por el continente, ¿te has echado parienta ya? Me ha dicho mi padre que no has vuelto a pisar la isla desde que te fuiste. Seguro que alguna ha conseguido atraparte.

Un abrazo, Arrosko,

Eberus N"

**Eberus** Sáb 15 Oct - 11:50

Mar de Vulwulfar.
Haustmánuður, Sunnandæg.
Mediodía.

Se abre un destino

El símbolo por excelencia de la libertad es el vuelo. Pero las especies humanoides, las mismas que reconocían ese simbolismo en el acto de volar, se habían encargado hasta de someter a sus deseos el vuelo de algunas aves.

Un cuervo sobrevolaba el mar, con una cuerda en una de sus patas que lo ataba a un papel escrito. Estaba cansado, pues en el mar pocas oportunidades había para descansar sus alas. Con su vista privilegiada, sintió un gran alivio al ver a lo lejos una pequeña barca en la que podría posarse, y planeó hacia ella. Planeó y planeó, hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, se le apagó la vida.

- ¡Sí! Tenemos comida, Selena.

- Joder. ¿Un cuervo? Menos es nada, supongo...

- Oye, si no lo quieres, me lo como yo solo, ¿eh?

- Espera... tiene algo en la pata.

Selena navegaba con un joven marinero al que había pagado para que le enseñase a manejar una barca como es debido. Duncan le dijo que, si quería aprender de verdad, un día tendrían que salir a alta mar y practicar la caza, pues una marinera que no sabía cazar, podría durar poco en el mar. Y allí estaban, a medio camino entre la Isla Tortuga y la costa de Vulwulfar, en la que habían embarcado al amanecer.

La elfa se acercó al cuervo caído, y desanudó la cuerda que ataba la carta a su pata.

- Oye... igual no deberías leerla. Puede ser información privada, o confidencial, o...

- ¿Ves a este cuervo?

- ¿Eh? Sí...

- No parece que pueda llegar muy lejos ahora, ¿no?

- No, pero...

- Pues ahora esta carta tampoco lo hará. ¿Qué quieres? ¿Que hagamos de mensajeros?

Comenzó entonces a leer la carta. Estaba firmada por un tal Eberus, y su contenido le causó curiosidad. Ya que estaba aprendiendo a navegar, ¿por qué no aprender también alquimia? Siempre había sentido una fuerte conexión con la naturaleza, y pensó que quizás aprender el arte de los elixires y los venenos favorecería una conexión más profunda con esta.

- Oye, Duncan. Esta carta venía de las islas, ¿verdad?

- Uy, esa mirada... ¿Qué insinúas?

- Eso es un sí. Te pago el doble si me llevas hasta allí.

El joven marinero no se lo pensó dos veces. Navegaron entonces hasta la isla más cercana, la Isla Tortuga. Ahora, lo que tenía que hacer era arreglárselas para encontrar a Eberus. Tenía curiosidad por conocerle. ¿Qué aspecto tendría? ¿Sabría realmente tanto de alquimia como para escribir un libro? Preguntó en la costa a todo aquel que se encontraba, por si conocía a un tal Eberus. Pero nadie pudo ayudarla. O quizás, quien pudo, no quiso.

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