Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
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Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Desde que había vuelto a Sacrestic Ville, Cohen no había olvidado las palabras de Zana ni el dibujo del ojo carmesí. “El Ojo Carmesí se extiende por toda Sacrestic Ville. Sólo tienes que estar atento a las señales”.
Cada noche caminaba por la ciudad, observando los edificios con detenimiento y haciendo algunas preguntas. La noche anterior había tenido suerte: un chico le había informado de que había visto el símbolo de El Ojo Carmesí tallado en la piedra de la entrada lateral de la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville.
Durante las jornadas diurnas descansaba. Dormía en una pequeña habitación bajo la nueva ubicación de la Flor Inerte, junto al Jardín Botánico de la ciudad. Aunque a menudo, despertaba en mitad del día, caluroso y sudado, después de la recurrente pesadilla con aquella calavera de macho cabrío. Había pasado ya mucho tiempo desde que comenzaron esos sueños, cada vez era menos frecuentes... pero de vez en cuándo, la calavera volvía a aparecer, impidiéndole volver a conciliar el sueño. [1]
Por lo que, llegado el ocaso, puso rumbo hacia la estrecha callejuela dónde se encontraba ese acceso secundario de la Iglesia.
Las historias que recorrían la ciudad sobre el párroco de esa congregación eran extrañas: un sacerdote católico, convertido al vampirismo, que había logrado que sus fieles le nombraran Santo en vida. Cohen no entendía mucho sobre catolicismo. De hecho, no creía en Dios alguno. Pero todos esos rumores e historias resultaban muy peculiares.
Al llegar hasta allí, no tardó en localizar el símbolo del Ojo sobre la entrada de la Iglesia. ¿Acaso había alguna pista en su interior sobre esas extrañas personas? ¿Cuál era la relación que guardaban con Zana y cómo habían conseguido llevarla hasta la locura?
Perdido en sus pensamientos, el vampiro se sorprendió cuándo la puerta del edificio se abrió ante él y un extraño hombre apareció ante él. ¿Se trataba del reputado San Jacobo de Beckelard III, cabeza de la Iglesia de Cristo de la ciudad?
El vampiro observó con detalle su figura. Su aspecto insalubre y desagradable, de extremada delgadez. Sus ojos profundos y saltones. Su vestimenta clériga, oscura, parecía delatarle. Le sonreía mostrando una amplia boca que resultaba igual de asqueable que todo su aspecto en general.
―Bienvenido a la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville. Estaba esperándole. Pase, por favor.
El párroco se hizo a un lado, dejándole paso. El vampiro dudó durante unos segundos, pero si el Ojo Carmesí estaba tallado sobre la puerta, no tenía demasiado en qué pensar. Debía de llegar al fondo de aquel asunto.
―¿Me esperaba? ―preguntó Cohen, cuándo pasó al interior, a un pequeño recibidor.
―Por supuesto. Necesitaba un monaguillo de forma urgente para la Misa de Medianoche de hoy. Debo servir a mis fieles y un monaguillo debe estar siempre a mi servicio. Me dijeron que tenías experiencia…
―Claro… Padre, será un honor… ―dijo, improvisando, intentando recordar si sabía algo de las tareas que realizaba los monaguillos durante la misa.
―Bien, te indico dónde puedes cambiarte.
San Jacobo de Beckelard le llevó hasta una habitación apartado, al fondo del pasillo. En su interior, numerosos ropajes religiosos colgaban de numerosas perchas.
―Creo que el rojo y blanco será apropiado para tu altura. Dejo que te cambies en privacidad. Te espero en el altar.
El escuálido y desnutrido sacerdote desapareció cerrando la puerta. Cohen suspiró mientras miraba a su alrededor, intentando buscar una nueva señal de El Ojo Carmesí en el interior de aquella habitación. Pero al no encontrar nada, comenzó a cambiarse de ropa para vestirle con las prendas clericales.
No tenía ni idea de que sucedería a continuación, pero lo que tenía claro es que seguramente fuese la primera y la última noche cómo monaguillo de su vida.
[1] Alusión a mi maldición Ensueño del macho cabrío: Durante los próximos tres temas cronológicamente posteriores a este trabajo, aparecerá en tus sueños de forma recurrente una calavera de macho cabrío. ¿Tiene algún significado? ¿Por qué siempre la misma calavera? ¿Es un mensaje del más allá o de tu subconsciente? ¿O solo la casualidad? Quién sabe si alguna vez hallarás respuesta a alguna de estas preguntas.
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Cada noche caminaba por la ciudad, observando los edificios con detenimiento y haciendo algunas preguntas. La noche anterior había tenido suerte: un chico le había informado de que había visto el símbolo de El Ojo Carmesí tallado en la piedra de la entrada lateral de la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville.
Durante las jornadas diurnas descansaba. Dormía en una pequeña habitación bajo la nueva ubicación de la Flor Inerte, junto al Jardín Botánico de la ciudad. Aunque a menudo, despertaba en mitad del día, caluroso y sudado, después de la recurrente pesadilla con aquella calavera de macho cabrío. Había pasado ya mucho tiempo desde que comenzaron esos sueños, cada vez era menos frecuentes... pero de vez en cuándo, la calavera volvía a aparecer, impidiéndole volver a conciliar el sueño. [1]
Por lo que, llegado el ocaso, puso rumbo hacia la estrecha callejuela dónde se encontraba ese acceso secundario de la Iglesia.
Las historias que recorrían la ciudad sobre el párroco de esa congregación eran extrañas: un sacerdote católico, convertido al vampirismo, que había logrado que sus fieles le nombraran Santo en vida. Cohen no entendía mucho sobre catolicismo. De hecho, no creía en Dios alguno. Pero todos esos rumores e historias resultaban muy peculiares.
Al llegar hasta allí, no tardó en localizar el símbolo del Ojo sobre la entrada de la Iglesia. ¿Acaso había alguna pista en su interior sobre esas extrañas personas? ¿Cuál era la relación que guardaban con Zana y cómo habían conseguido llevarla hasta la locura?
Perdido en sus pensamientos, el vampiro se sorprendió cuándo la puerta del edificio se abrió ante él y un extraño hombre apareció ante él. ¿Se trataba del reputado San Jacobo de Beckelard III, cabeza de la Iglesia de Cristo de la ciudad?
El vampiro observó con detalle su figura. Su aspecto insalubre y desagradable, de extremada delgadez. Sus ojos profundos y saltones. Su vestimenta clériga, oscura, parecía delatarle. Le sonreía mostrando una amplia boca que resultaba igual de asqueable que todo su aspecto en general.
―Bienvenido a la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville. Estaba esperándole. Pase, por favor.
El párroco se hizo a un lado, dejándole paso. El vampiro dudó durante unos segundos, pero si el Ojo Carmesí estaba tallado sobre la puerta, no tenía demasiado en qué pensar. Debía de llegar al fondo de aquel asunto.
―¿Me esperaba? ―preguntó Cohen, cuándo pasó al interior, a un pequeño recibidor.
―Por supuesto. Necesitaba un monaguillo de forma urgente para la Misa de Medianoche de hoy. Debo servir a mis fieles y un monaguillo debe estar siempre a mi servicio. Me dijeron que tenías experiencia…
―Claro… Padre, será un honor… ―dijo, improvisando, intentando recordar si sabía algo de las tareas que realizaba los monaguillos durante la misa.
―Bien, te indico dónde puedes cambiarte.
San Jacobo de Beckelard le llevó hasta una habitación apartado, al fondo del pasillo. En su interior, numerosos ropajes religiosos colgaban de numerosas perchas.
―Creo que el rojo y blanco será apropiado para tu altura. Dejo que te cambies en privacidad. Te espero en el altar.
El escuálido y desnutrido sacerdote desapareció cerrando la puerta. Cohen suspiró mientras miraba a su alrededor, intentando buscar una nueva señal de El Ojo Carmesí en el interior de aquella habitación. Pero al no encontrar nada, comenzó a cambiarse de ropa para vestirle con las prendas clericales.
No tenía ni idea de que sucedería a continuación, pero lo que tenía claro es que seguramente fuese la primera y la última noche cómo monaguillo de su vida.
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[1] Alusión a mi maldición Ensueño del macho cabrío: Durante los próximos tres temas cronológicamente posteriores a este trabajo, aparecerá en tus sueños de forma recurrente una calavera de macho cabrío. ¿Tiene algún significado? ¿Por qué siempre la misma calavera? ¿Es un mensaje del más allá o de tu subconsciente? ¿O solo la casualidad? Quién sabe si alguna vez hallarás respuesta a alguna de estas preguntas.
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Última edición por Cohen el Mar 25 Oct 2022, 10:58, editado 1 vez
Cohen
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Si algo sabía Alward de sus enemigos, era que profesaban la fe cristiana; esa religión monoteísta que hablaba de la salvación del mundo mediante la servidumbre a un único dios benevolente para algunos y vengativo para otros. Dentro del mismo cristianismo se extendían diversas ramas, algunas hablando de la salvación mediante el amor, y otras, como la que profesaban aquellos que odiaba, basadas en el caos y la destrucción como fin para la venida de un orden posterior.
El Sevna nunca le dio demasiada importancia a las creencias, espiritualidad o la fe que rodeaban a su persona. Pero sí que tenía inculcado desde niño unos valores, costumbres y formas de explicar las cosas que tenían que ver con toda una conjunción de dioses, héroes y demás fuerzas vivientes de la naturaleza. Thor y Baldr le guiaban en su camino, y eso era lo que necesitaba para seguir adelante espiritualmente.
Sea como fuere, tenía que investigar el auge de cierta corriente cristiana que tenía como a máximo exponente a un vampiro, lo cual no le hacía mucha gracia; La llamada "Iglesia de Cristo" en Sacrestic.
Nunca se sentía a gusto en aquella ciudad, pero si había un sitio donde fuese más sencillo encontrar alguna pista de las Sierpes, sería en la propia ciudad de los vampiros.
Así que allí estaba junto con Katrina. Ambos encapuchados con capa; blanca con detalles negros en la vampiresa, y un tono totalmente oscuro y apagado como la noche para el espadachín, antiguo caballero de Lunargenta. Ambos querían pasar desapercibidos, Alward portaba siempre su máscara en público para ello y Katrina, por su parte, sabía cómo mantener las miradas alejadas de ella a la vez que escondía su rostro tras el refugio de la propia caperuza.
El dúo estaba sentado en uno de los bancos de la iglesia, esperando a que la famosa "misa de medianoche" diese comienzo. El lugar de culto se llenó, pues estas eran muy famosas al parecer, a excepción del propio asiento en el que estaban el Sevna y la chica pálida de cabellos nevados.
-Espero que no te duermas.-Al proyectar su voz mágica, desvió brevemente la mirada hacia su compañero con un tono burlesco.
-¿Por qué?-Preguntó en voz baja de forma disimulada para no hacer ver que estaba hablando solo.
-Los sermones cristianos suelen ser... largos-Dijo con cierto retintín eso último.
-Métete en mi cabeza y despiértame, entonces.-Bromeó.
-Puedo hacerte sentir miedo.-Contestó con una sonrisa socarrona, aunque el Sevna, lejos de reírse, tragó saliva temiéndose que se llegase a cumplir la propuesta de su compañera.
-Prefiero un toque con la pierna disimulado...-Dijo entre dientes.
De pronto, una persona se acercó hasta el banco donde estaban ellos. Era una mujer pelirroja, que de lo poco que se dejaba ver de su piel, debido a los ropajes largos a modo de vestido de mangas largas negro, se la intuía pálida. Tenía unos ojos azules cristalinos, y un semblante triste, el cual denotaba gran pesar con su sola presencia.
La recién llegada no dijo nada, tan solo se sentó en el sitio que había libre, justo al lado de Alward, esperando a que empezase la misa de medianoche.
El Sevna la miraba de reojo, pero tras perder el interés en ella, suspiró y devolvió su vista al frente a expensas de ver si había algún tipo de movimiento que delatase que empezase aquello que se suponía que habían ido a ver.
Alward Sevna
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
En cuestiones de espiritualidad, el bardo no era muy dado. Él siempre había sido alguien que bebía del placer de lo mundano, de la simpleza de lo terrenal. Sí que conservaba las creencias en los antiguos dragones como bien le había educado su familia, una de las pocas cosas que conservaba de su . Pero ya practicante era una cuestión bien distinta. Una desgracia para sus familiares. Y de otras religiones no creía nada, aunque estaba familiarizado con ellas. Llevaba mucho trote de los caminos bajo sus pies como para no saber en qué creían las comunidades de los pueblos al ver sus edificios de culto.
Esta vez el viaje le había llevado a los Reinos del Oeste desde el sur. Había decidido hacer una parada de varios días en Sacrestic Ville, ya la había pisado varias veces antes de que sacudiese la guerra. Nunca había sido la parada más agradable de los periplos del dragón, y muy lejos de recibir aplausos fervorosos. Pero eso no achantaba a Mishu de recorrer todos los sitios y escuchar nuevas inspiraciones para historias, siempre vigilando la espalda y con el laúd en el estuche preparado para salir volando si la ocasión lo ameritaba.
Total, los vampiros no eran tan peligrosos. Él mismo tenía un buen amigo vampiro, con él que había vivido varias desventuras en el pasado. Por descontado, se había hospedado en la misma taberna de siempre, donde ya sabía que pagaban con algo más de entusiasmo. Ni recordaba a la jovenzuela de siempre tan mayor. Allí fue donde escuchó sobre la fama que habían adquirido las llamadas “misas de medianoche” de la Iglesia de Cristo. Obviamente Mishu no era de rezar, menos a la hora de estar bebiendo cerveza y cantar pero la curiosidad picó al dragón. Un sacerdote reconocido públicamente como vampiro dando sermones cristianos. Allí había material para una buena historia, estaba seguro.
Mirando a la multitud que le rodeaba, se mezcló entre ellos para entrar en la iglesia. Su túnica de colores morados destacaba entre la marea de marrones y grises, notó que recibía no pocas miradas poco amigables. Bueno, nada preocupante. Avanzó entre los bancos intentando no golpear a nadie con el laúd y se sentó en un sitio libre, colocando con cuidado el laúd sobre su regazo y la espada familiar entre los pliegues de la túnica. El lugar estaba atestado. Ya podían poner tanto interés en acudir a alguno de sus recitales, seguro que era mucho más amenos que una misa.
Poco tiempo pasó para que se empezase a aburrir. Alzó un poco un brazo y metió el contrario en la ancha manga, buscando algo que solía llevar en un bolsillo entre las capas de tela del antebrazo. Con un poco de esfuerzo sacó un abanico grande. Con un movimiento preciso extendió la tela blanca decorada con árboles rosas sujeta por la base de madera. Al mismo tiempo que empezaba a darse aire el dragón se recostó en el asiento y apoyó un codo en el respaldo del banco. Para molestia de sus vecinos de asiento.
Observó el sitio pero prestando poca atención en realidad. En cierto momento se giró en parte y se encontró por el rabillo del ojo, casi justo detrás suyo, a una pareja con sendas capas oscuras. Uno de ellos llevaba incluso una máscara. Ni cortó ni perezoso se dirigió a la pareja al lado de la mujer pelirroja.
—¿No tenéis calor yendo tan tapados? Con tanta gente aquí dentro seguro empezamos a sudar a pesar de estar en una iglesia. Aunque he estado en muy pocas, haciendo honor a la verdad —comentó, sin dejar de mover el abanico. La corrientes de aire levantaba suavemente parte del pelo que no se había atado en el moño poco apretado. Y también el de la mujer con cara de perro que estaba a su izquierda. — Tardan mucho en empezar. Tan famosas escuché que eran estas misas que pensé que servían algún aperitivo. O al menos podían dar algunas palmas cantando a la salvación, o lo que sea —. Siguió hablando sin perder el tono despreocupado.
Esta vez el viaje le había llevado a los Reinos del Oeste desde el sur. Había decidido hacer una parada de varios días en Sacrestic Ville, ya la había pisado varias veces antes de que sacudiese la guerra. Nunca había sido la parada más agradable de los periplos del dragón, y muy lejos de recibir aplausos fervorosos. Pero eso no achantaba a Mishu de recorrer todos los sitios y escuchar nuevas inspiraciones para historias, siempre vigilando la espalda y con el laúd en el estuche preparado para salir volando si la ocasión lo ameritaba.
Total, los vampiros no eran tan peligrosos. Él mismo tenía un buen amigo vampiro, con él que había vivido varias desventuras en el pasado. Por descontado, se había hospedado en la misma taberna de siempre, donde ya sabía que pagaban con algo más de entusiasmo. Ni recordaba a la jovenzuela de siempre tan mayor. Allí fue donde escuchó sobre la fama que habían adquirido las llamadas “misas de medianoche” de la Iglesia de Cristo. Obviamente Mishu no era de rezar, menos a la hora de estar bebiendo cerveza y cantar pero la curiosidad picó al dragón. Un sacerdote reconocido públicamente como vampiro dando sermones cristianos. Allí había material para una buena historia, estaba seguro.
Mirando a la multitud que le rodeaba, se mezcló entre ellos para entrar en la iglesia. Su túnica de colores morados destacaba entre la marea de marrones y grises, notó que recibía no pocas miradas poco amigables. Bueno, nada preocupante. Avanzó entre los bancos intentando no golpear a nadie con el laúd y se sentó en un sitio libre, colocando con cuidado el laúd sobre su regazo y la espada familiar entre los pliegues de la túnica. El lugar estaba atestado. Ya podían poner tanto interés en acudir a alguno de sus recitales, seguro que era mucho más amenos que una misa.
Poco tiempo pasó para que se empezase a aburrir. Alzó un poco un brazo y metió el contrario en la ancha manga, buscando algo que solía llevar en un bolsillo entre las capas de tela del antebrazo. Con un poco de esfuerzo sacó un abanico grande. Con un movimiento preciso extendió la tela blanca decorada con árboles rosas sujeta por la base de madera. Al mismo tiempo que empezaba a darse aire el dragón se recostó en el asiento y apoyó un codo en el respaldo del banco. Para molestia de sus vecinos de asiento.
Observó el sitio pero prestando poca atención en realidad. En cierto momento se giró en parte y se encontró por el rabillo del ojo, casi justo detrás suyo, a una pareja con sendas capas oscuras. Uno de ellos llevaba incluso una máscara. Ni cortó ni perezoso se dirigió a la pareja al lado de la mujer pelirroja.
—¿No tenéis calor yendo tan tapados? Con tanta gente aquí dentro seguro empezamos a sudar a pesar de estar en una iglesia. Aunque he estado en muy pocas, haciendo honor a la verdad —comentó, sin dejar de mover el abanico. La corrientes de aire levantaba suavemente parte del pelo que no se había atado en el moño poco apretado. Y también el de la mujer con cara de perro que estaba a su izquierda. — Tardan mucho en empezar. Tan famosas escuché que eran estas misas que pensé que servían algún aperitivo. O al menos podían dar algunas palmas cantando a la salvación, o lo que sea —. Siguió hablando sin perder el tono despreocupado.
Mishu
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Cohen se encontraba vestido únicamente con su prenda de lencería interior. Quería elegir la sotana de monaguillo que resultara más oportuna. Seleccionó la que San Jacobo le había indicado. Le estaba relativamente bien.
―¡Vamos deprisa! ¡La misa debe empezar! ¡No olvides el incensario!
El vampiro terminó de vestirse y miró a su alrededor. Se imaginaba lo que era el incensario, pero tardó unos minutos en ubicarlo en la habitación.
Desesperado, abrió la puerta y San Jacobo estaba al otro lado esperándole. Le contempló con una mirada que el vampiro calificaría de extraña. Tras encender el incensario con una de las velas, el Reverendo le hizo una señal para que Cohen le siguiese.
―Esta noche estamos llenos. Será un gran debut.
Cohen se preguntó si aún estaba a tiempo de marcharse, de echarse atrás, pero debía ganarse la confianza de aquel hombre. Si sabía algo del Ojo Carmesí, Cohen quería saberlo.
―Muy bien. Tome. Abra el camino.
Cohen giró sobre sí mismo y tras dar un fuerte suspiro, salió a la sala central de la Iglesia. Los fieles allí congregados se giraron al sentir sus pasos. Comenzó a mover ligeramente el incensario haciendo que el característico olor intenso del incienso se abriese paso entre todos los creyentes.
A medida que avanzaba, Cohen se relajó al no ver allí a ninguno de sus conocidos. Pero al llegar al final del pasillo, cerca del altar, se sorprendió al ver a Peter Lannet, sentado en la primera banca de la Iglesia.
Sus miradas se encontraron realmente sorprendidas, ya que ninguno de ellos seguramente esperaba encontrarse al otro allí. Lannet le miró severamente, haciendo un pequeño gesto con los ojos, interrogándole acerca de su presencia allí, aunque sin mediar palabra. ¿Qué hacía Lannet en aquella iglesia católica? ¿Acaso no debería estar velando por la seguridad de la ciudad?
Al llegar al altar, Cohen se dio cuenta de que desconocía en el lugar exacto dónde debía permanecer. San Jacobo había llegado allí, dispuesto a comenzar la ceremonia, haciendo una reverencia ante el altar sagrado, antes de rodear la mesa para colocarse mirando frente a sus fieles.
― ¡Bienvenidos hermanos a la Iglesia de Cristo! ¡Iluminado sea vuestro camino!
“Iluminado sea por Cristo Rey” respondió la congregación.
― Comenzamos con la lectura sagrada.
San Jacobo se giró para mirar a Cohen, que no sabía que era lo que tenía que hacer. El hombre de Dios abrió aún más sus grandes ojos, dándole un aspecto siniestro.
Cohen estuvo a punto de gritar a aquel escuálido y desagradable sacerdote que era lo que debía hacer. Afortunadamente, logró mirar a Lannet y vio el gesto que éste le hacía con las manos. Cómo si pasara la página de un libro.
El vampiro miró a la mesa auxiliar que estaba a su lado y encontró allí el libro de la palabra de Cristo. Lo cogió y dio un par de pasos para acercarlo a San Jacobo de Beckelard que parecía algo enfadado por la notable falta de profesionalidad de su nuevo acólito.
―Evangelio Aerandiano de San Jacobo, Capítulo… ―comenzó a decir el sacerdote mirando a su público.
Cohen volvió a mirar a Peter Lannet, que disimulaba una sonrisa llevando su mano derecha a la boca durante unos segundos.
Tardó un leve momento en volver su atención hacia las palabras que el Reverendo pronunciaba. Enseguida, recordó los numerosos rumores que rodeaban al sacerdote. Pero lo que no esperaba que existiera un Evangelio Aerandiano de San Jacobo. ¿Acaso el párroco estaba escribiendo su propio evangelio?
― Cristo vencerá al día y a la noche. Al sol y a la luna. Al humano y al vampiro. Sujetará sus manos y los guiará a la vida eterna que sólo tras la muerte llega a comenzar…
Aburrido, el vampiro alzó la vista hacia la planta superior de la Iglesia. Allí, se veía numerosos arcos que daban a una larga galería que recorría la iglesia de un extremo a otro. En esa galería, se encontraban las numerosas habitaciones de los clérigos de la comunidad.
Fijando más su atención, al vampiro le pareció observar una persona que se ocultaba tras una de las numerosas columnas en las que se apoyaban los arcos y cómo una oscura figura se perdía entre las sombras.
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―¡Vamos deprisa! ¡La misa debe empezar! ¡No olvides el incensario!
El vampiro terminó de vestirse y miró a su alrededor. Se imaginaba lo que era el incensario, pero tardó unos minutos en ubicarlo en la habitación.
Desesperado, abrió la puerta y San Jacobo estaba al otro lado esperándole. Le contempló con una mirada que el vampiro calificaría de extraña. Tras encender el incensario con una de las velas, el Reverendo le hizo una señal para que Cohen le siguiese.
―Esta noche estamos llenos. Será un gran debut.
Cohen se preguntó si aún estaba a tiempo de marcharse, de echarse atrás, pero debía ganarse la confianza de aquel hombre. Si sabía algo del Ojo Carmesí, Cohen quería saberlo.
―Muy bien. Tome. Abra el camino.
Cohen giró sobre sí mismo y tras dar un fuerte suspiro, salió a la sala central de la Iglesia. Los fieles allí congregados se giraron al sentir sus pasos. Comenzó a mover ligeramente el incensario haciendo que el característico olor intenso del incienso se abriese paso entre todos los creyentes.
A medida que avanzaba, Cohen se relajó al no ver allí a ninguno de sus conocidos. Pero al llegar al final del pasillo, cerca del altar, se sorprendió al ver a Peter Lannet, sentado en la primera banca de la Iglesia.
Sus miradas se encontraron realmente sorprendidas, ya que ninguno de ellos seguramente esperaba encontrarse al otro allí. Lannet le miró severamente, haciendo un pequeño gesto con los ojos, interrogándole acerca de su presencia allí, aunque sin mediar palabra. ¿Qué hacía Lannet en aquella iglesia católica? ¿Acaso no debería estar velando por la seguridad de la ciudad?
Al llegar al altar, Cohen se dio cuenta de que desconocía en el lugar exacto dónde debía permanecer. San Jacobo había llegado allí, dispuesto a comenzar la ceremonia, haciendo una reverencia ante el altar sagrado, antes de rodear la mesa para colocarse mirando frente a sus fieles.
― ¡Bienvenidos hermanos a la Iglesia de Cristo! ¡Iluminado sea vuestro camino!
“Iluminado sea por Cristo Rey” respondió la congregación.
― Comenzamos con la lectura sagrada.
San Jacobo se giró para mirar a Cohen, que no sabía que era lo que tenía que hacer. El hombre de Dios abrió aún más sus grandes ojos, dándole un aspecto siniestro.
Cohen estuvo a punto de gritar a aquel escuálido y desagradable sacerdote que era lo que debía hacer. Afortunadamente, logró mirar a Lannet y vio el gesto que éste le hacía con las manos. Cómo si pasara la página de un libro.
El vampiro miró a la mesa auxiliar que estaba a su lado y encontró allí el libro de la palabra de Cristo. Lo cogió y dio un par de pasos para acercarlo a San Jacobo de Beckelard que parecía algo enfadado por la notable falta de profesionalidad de su nuevo acólito.
―Evangelio Aerandiano de San Jacobo, Capítulo… ―comenzó a decir el sacerdote mirando a su público.
Cohen volvió a mirar a Peter Lannet, que disimulaba una sonrisa llevando su mano derecha a la boca durante unos segundos.
Tardó un leve momento en volver su atención hacia las palabras que el Reverendo pronunciaba. Enseguida, recordó los numerosos rumores que rodeaban al sacerdote. Pero lo que no esperaba que existiera un Evangelio Aerandiano de San Jacobo. ¿Acaso el párroco estaba escribiendo su propio evangelio?
― Cristo vencerá al día y a la noche. Al sol y a la luna. Al humano y al vampiro. Sujetará sus manos y los guiará a la vida eterna que sólo tras la muerte llega a comenzar…
Aburrido, el vampiro alzó la vista hacia la planta superior de la Iglesia. Allí, se veía numerosos arcos que daban a una larga galería que recorría la iglesia de un extremo a otro. En esa galería, se encontraban las numerosas habitaciones de los clérigos de la comunidad.
Fijando más su atención, al vampiro le pareció observar una persona que se ocultaba tras una de las numerosas columnas en las que se apoyaban los arcos y cómo una oscura figura se perdía entre las sombras.
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Cohen
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
La intervención del hombre que se sentó enfrente suya le pilló de imprevisto, pues el enmascarado estaba inmerso en sus propias cavilaciones. Aun así, sí que notó, desde que este llegó, que era el más excéntrico del lugar con esos tonos en sus ropajes para nada comunes. No era un campesino, de eso estaba seguro.
Dirigió su mirada sin prisa hacia el individuo. Katrina observaba impasible.
-En el lugar de donde provengo hace más calor.-Comentó educado y amable, todo lo contrario a lo que su apariencia en primera instancia diría de él.-Aquí la temperatura es más agradecida.
Realmente también hacía calor, y más en aquella época del año, sin contar con que ese lugar estaba atestado. Eso era bueno, pues no destacaría a no ser que alguien se fijase en demasía en él, pero no daba motivos para ello. Antes destacaría más el individuo con el que dialogaba.
Pero calor hacía, y ahora que el hombre de aspecto extravagante y portador de un artilugio que generaba minúsculas ráfagas de viento lo había mencionado lo notaba más.
No contestó a lo segundo que dijo el hombre, simplemente se limitó a encogerse de hombros y asentir levemente con la cabeza dándole la razón.
-Interesante invento.-Comentó al ver lo relajado que se veía el individuo notando ese airecillo en su faz.-¿Dónde lo has conseguido?
Sintió un leve toque en su pierna por parte de la vampiresa. Le estaba avisando de que, fuese lo que fuese, iba a comenzar. Toda la expectación del lugar se centró entonces en tan solo dos figuras que recorrían la parte central de la sala, camino a lo que parecía un altar. Se hicieron muchos más ritos y reverencias a las que Alward no encontró ningún tipo de sentido y se limitó a observar con atención y cautela.
Encontraba demasiadas formalidades, y la solemnidad y soberbia que rodeaba al que guiaba toda la ceremonia le pareció demasiado. No le gustaba el tipo, tenía aspecto de esconder más de lo que incluso alguien sospecharía a simple vista. ¿Un Sierpe? Podría esperarse cualquier cosa.
Un sutil murmullo lo sacó de su ensimismamiento. La mujer de pelirroja cabellera estaba empezando a practicar una especie de rezo, aunque no llegaba muy bien a descifrar qué decía, pues lo hacía en un tono muy bajo.
-...tan solo tú puedes vencer tanto al sol como a la luna a través del Ragnarök, Embaucador...
"Embaucador". Se refería a Loki, dios del engaño y el caos. Era una seguidora de las antiguas costumbres, quizás llevada hasta allí por simple curiosidad o para probar su fe. Eso le hacía pensar al Sevna que quizás no todos los que allí estuviesen fueron del todo fieles a la llamada Iglesia de Cristo.
Volvió a centrar su mirada en el altar para seguir con la ceremonia. Fue entonces cuando notó otra vez que Katrina le daba toques en la pierna, así que cambió otra vez su atención para con la vampiresa, que no tardó en proyectar su voz mágica en la mente del enmascarado.
-Arriba-Dijo señalando con su propia mirada hacia el piso superior de la sala, donde parecía haber una especie de pasillo que recorría toda la estructura pegada a la pared.
Una figura se movía entre las galerías, amparada por el refugio que daba la oscuridad a simple vista.
-Ve.-Susurró a la vampiresa.
Sin más, la encapuchada de blancos ropajes se puso en pie y salió de allí pasando entre la gente. Con sumo cuidado y de la forma más sutil posible, intentaría subir al piso superior. No era difícil encontrar las escaleras que daban a este; no estaban escondidas.
Una vez arriba, la oscuridad sería su aliada. Se intentaría esconder detrás de todo lo que pudiera: columnas, cajas, puertas abiertas... e iría con cuidado avanzando hasta la posición donde estaba la misteriosa figura que observaba la ceremonia en solitario. Gracias a su visión vampírica [1], pudo ver pasar a una figura que se movía ágil por el pasillo, incluso entre columnas. Parecía querer también esconderse de cualquier mirada ajena por su forma de actuar. Demasiado sospechoso.
La vampiresa se escondió detrás de una de las columnas, con las sombras como su amparo, y proyectó su voz mágica directamente en la mente de aquella figura.
-¿Qué haces aquí?-Sonó imponente y misteriosa-Te he visto observando todo desde arriba, no es un sitio adecuado para una misa cristiana. Todos están abajo. ¿Quién eres?-Intentó sonar embaucadora-Por cierto, no se te ocurra escapar. Eso te haría aún más sospechoso, y no me quedará más remedio que perseguirte y hacerte sentir cosas que no serán agradables...-Se le escapó una breve sonrisa algo siniestra, dando un toque desconcertante a su tono totalmente estoico.
Katrina se divertía jugando con las mentes ajenas, no podía ocultarlo.
___________________________________________________________________________
Off:
Habilidades usadas:
-[1]: [Racial] Ojos de la Noche.
Katrina intenta dialogar con el sospechoso escondida y sin mostrarse aún. Tiene dotes embaucadores y manipuladores, también es experta en concienciar, convencer y traer a su terreno de pensamiento a la gente. Ya decidís vosotros dos (el que le de forma a la figura, no me he querido entrometer ahí por si es algo que Cohen tiene planeado) el resultado de esta intervención ^^.
Alward Sevna
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Mishu levantó las cejas curioso ante la respuesta del hombre que portaba la máscara. Con lo que se estaba aburriendo cualquier cosa le parecía.
— A mí me gusta más el frío, al calor no me acostumbro después de tantos caminos andados. Será lo que me ha quedado de haber nacido tan al norte —reflexionó brevemente. Y a pesar de cualquier incidencia meteorológica iba con las túnicas más adaptadas a otro tipo de climas que al calor abrasador. El bardo no paraba con su movimiento de muñeca para darse aire.
— ¿Esto, un invento? —preguntó retóricamente con cierta sorpresa. Para él era un imprescindible objeto que llevarse en verano. — No es nada del otro mundo, lo llamamos abanico, lo encontrarás en cualquier tiendezuca de Dun—
Interrumpió de pronto sus palabras cuando todo el mundo se giró para ver a las figuras de los dos hombres que habían aparecido por el pasillo central entre los bancos y avanzaban hacia el altar. El dragón arrugó la nariz cuando llegó a oler el incienso y un poco disimuladamente empezó a agitar el abanico más rápido para disipar tan intenso olor.
— Sé de fragancias más favorecedoras, deberían de cambiar de proveedor —murmuró a la mujer con cara de perros que tenía al lado. Ésta directamente lo ignoró, ya mosqueada.
Misgu se quedó observando en silencio, como todos los presentes, a las dos personas que parecían ser el centro de atención de la ceremonia. El señor mayor ya no era agraciado. Pero el monaguillo no estaba para nada, nada mal, al menos lo que veía fuera de la sotana. Solamente que esas ropas eran un verdadero horror, seguro que prendas más apretadas le sentían mucho mejor.
— Cuidado tenemos que tener, cómo sube la calor —. Agitó un poco más fuerte el abanico. El monaguillo parecía algo perdido, hasta alguien ajeno a la iglesia cristiana como Mishu lo notaba. Adorable, pensó el bardo recordándole a un alumno de la escuela de bardos recién iniciado.
Volvió a recostarse en el banco mientras seguía con la mirada a los dos hombres piadosos. Parecía que tocaba el sermón. Qué emocionante. ¿El nombre del evangelio tenía el nombre del famoso párroco? Qué hombre más célebre. Sus tripas rugieron después de que pronunciase “San Jacobo”.
— Tenía que haber cenado más, al venir esperaba de verdad ese aperitivo —. Aunque la verdad se acercaba a que el dinero mal pagado que le habían dado lo había invertido un poco más en bebida que en comida. A la historia o sermón o lo que fuese eso que tocaba ahora prestó poca atención. Casi nula. No le interesaba mucho, demasiado religioso para su gusto. Su mente desconectó por un rato, pensando en qué canción más lúgubre tendría que ser una ambientada en esa iglesia. Una escala de acordes menores, no había otra opción.
Suspiró y de pronto recordó al hombre de la máscara de detrás. Ay, si le había dejado a medias. Volvió a girarse hacia atrás para hablar con él. La corriente de aire del abanico volvió a molestar de lleno a la misma mujer. El bardo percibió que la otra encapuchada no estaba al lado suyo.
— En Dundarak. Ahí los hacen con todo tipo de ornamentos en la tela. Debería de volver, este ya me ha acompañado por muchas vicisitudes del tiempo, como un buen amigo pero no deja de ser un abanico —completó, en voz baja, lo que quería decir como si no hubiese pasado un tiempo entre la anterior interrupción y el inicio de esta conversación. Luego no reprimió la curiosidad. — ¿Y tu compañera? ¿Salió antes de morir de aburrimiento? Esta actuación es digna de calificarse como el interludio para aprovechar a hacer una escapada. Duro se hace estar sentado aquí hasta quién sabe cuánto. Bien podríamos estar aprovechando mejor las bendiciones de la noche con más movimiento —parloteó siguiendo con el mismo volumen al hombre de la máscara. La mujer que estaba al lado estaba a punto de darle un tremendo puñetazo.
— A mí me gusta más el frío, al calor no me acostumbro después de tantos caminos andados. Será lo que me ha quedado de haber nacido tan al norte —reflexionó brevemente. Y a pesar de cualquier incidencia meteorológica iba con las túnicas más adaptadas a otro tipo de climas que al calor abrasador. El bardo no paraba con su movimiento de muñeca para darse aire.
— ¿Esto, un invento? —preguntó retóricamente con cierta sorpresa. Para él era un imprescindible objeto que llevarse en verano. — No es nada del otro mundo, lo llamamos abanico, lo encontrarás en cualquier tiendezuca de Dun—
Interrumpió de pronto sus palabras cuando todo el mundo se giró para ver a las figuras de los dos hombres que habían aparecido por el pasillo central entre los bancos y avanzaban hacia el altar. El dragón arrugó la nariz cuando llegó a oler el incienso y un poco disimuladamente empezó a agitar el abanico más rápido para disipar tan intenso olor.
— Sé de fragancias más favorecedoras, deberían de cambiar de proveedor —murmuró a la mujer con cara de perros que tenía al lado. Ésta directamente lo ignoró, ya mosqueada.
Misgu se quedó observando en silencio, como todos los presentes, a las dos personas que parecían ser el centro de atención de la ceremonia. El señor mayor ya no era agraciado. Pero el monaguillo no estaba para nada, nada mal, al menos lo que veía fuera de la sotana. Solamente que esas ropas eran un verdadero horror, seguro que prendas más apretadas le sentían mucho mejor.
— Cuidado tenemos que tener, cómo sube la calor —. Agitó un poco más fuerte el abanico. El monaguillo parecía algo perdido, hasta alguien ajeno a la iglesia cristiana como Mishu lo notaba. Adorable, pensó el bardo recordándole a un alumno de la escuela de bardos recién iniciado.
Volvió a recostarse en el banco mientras seguía con la mirada a los dos hombres piadosos. Parecía que tocaba el sermón. Qué emocionante. ¿El nombre del evangelio tenía el nombre del famoso párroco? Qué hombre más célebre. Sus tripas rugieron después de que pronunciase “San Jacobo”.
— Tenía que haber cenado más, al venir esperaba de verdad ese aperitivo —. Aunque la verdad se acercaba a que el dinero mal pagado que le habían dado lo había invertido un poco más en bebida que en comida. A la historia o sermón o lo que fuese eso que tocaba ahora prestó poca atención. Casi nula. No le interesaba mucho, demasiado religioso para su gusto. Su mente desconectó por un rato, pensando en qué canción más lúgubre tendría que ser una ambientada en esa iglesia. Una escala de acordes menores, no había otra opción.
Suspiró y de pronto recordó al hombre de la máscara de detrás. Ay, si le había dejado a medias. Volvió a girarse hacia atrás para hablar con él. La corriente de aire del abanico volvió a molestar de lleno a la misma mujer. El bardo percibió que la otra encapuchada no estaba al lado suyo.
— En Dundarak. Ahí los hacen con todo tipo de ornamentos en la tela. Debería de volver, este ya me ha acompañado por muchas vicisitudes del tiempo, como un buen amigo pero no deja de ser un abanico —completó, en voz baja, lo que quería decir como si no hubiese pasado un tiempo entre la anterior interrupción y el inicio de esta conversación. Luego no reprimió la curiosidad. — ¿Y tu compañera? ¿Salió antes de morir de aburrimiento? Esta actuación es digna de calificarse como el interludio para aprovechar a hacer una escapada. Duro se hace estar sentado aquí hasta quién sabe cuánto. Bien podríamos estar aprovechando mejor las bendiciones de la noche con más movimiento —parloteó siguiendo con el mismo volumen al hombre de la máscara. La mujer que estaba al lado estaba a punto de darle un tremendo puñetazo.
Última edición por Mishu el Dom 17 Jul 2022, 13:01, editado 1 vez
Mishu
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
―¡Amén! ―expresó el párroco sacando a Cohen de su ensimismamiento.
“Amén, Cristo”
El vampiro dirigió la vista de nuevo a San Jacobo, que le miraba con el libro extenso. Comprendió que quería que se lo llevase, por lo que, en esta ocasión, se mostró mucho más eficaz. Tras colocarlo en la mesa auxiliar, el sacerdote continuó con la ceremonia:
―Ahora, mis queridos fieles, es hora de vuestra bendición… Acudid a mí los que necesitéis un poco de consuelo purificador de Cristo…
En ese momento, muchos de los fieles allí congregados formaron una larga cola tras ellos. Cohen observó sus rostros con detenimiento, rostros preocupados, tristes…
Se sorprendió especialmente cuándo Peter se puso de pie y se colocó en la cola. ¿Qué había sucedido al líder de los soldados humanos de la ciudad en su ausencia para estar allí, entregado a la fe? La última vez que coincidieron fue durante los Crímenes del Barrio Oscuro. La revelación de quién se encontraba tras aquellos sangrientos y horripilantes delitos parecían haber afectado al humano. Su ya mirada melancólica se veía en una vista cansada y cierto derrotismo y le costaba reconocer en él al hombre que meses antes había dejado atrás. Incluso había perdido parte de su evidente atractivo. Quizás debía interesarse por él más cuándo todo aquello acabase.
San Jacobo recibía a esos fieles uno a uno. Le hacía una cruz en la frente y le exclamaba unas palabras susurrantes que el vampiro no alcanzó a escuchar. En ese momento, la actitud del fiel cambiaba por completo. Por lo que Cohen parecía apreciar, el párroco utilizaba su magia de la voz para hacer sentir mejor a sus fieles. Por lo que muy posiblemente, la fama de aquel sacerdote se había extendido tanto en la ciudad: manipulaba los sentimientos negativos de aquellas personas para convertirlos en un motivo para seguir adelante. Sus razones parecían realmente bondadosas. [1]
El fuerte sonido que escuchó a continuación hizo que el vampiro alzara la vista hacia el techo. Sobre San Jacobo, se encontraba una enorme lámpara de cristal, sujetada por unas fuertes cadenas. Parecía que la fuerza de la lámpara había comenzado a ceder y en cuestión de segundos, comenzó a precipitarse hacia abajo.
Frente a San Jacobo, Peter Lannet se encontraba recibiendo la bendición. Pero gracias a la instrucción militar del hombre, rápido de reflejos, hizo que pudiese sujetar al clérigo y se apartaron rápidamente mientras el gentío comenzaba a chillar.
Una vez que la lámpara cayó al suelo, Cohen corrió en dirección a los dos hombres que habían estado a punto de morir. Mientras que San Jacobo parecía ileso, la pierna izquierda de Lannet había quedado atrapada bajo los pesados hierros de la estructura.
―¡Peter!― gritó Cohen, intentando alzar la pesada estructura sobre la pierna del hombre para intentar liberarla. ―¡Ayuda! ¡Ayuda por favor!
En el mismo momento en el que los allí presentes comenzaron a reaccionar, la puerta principal de la Iglesia se abrió y un grupo de hombres religiosos, todos vestidos con una túnica de un desagradable tono marrón, entraron en escena.
―¡Detengan esta pantomima, en el nombre de la Iglesia!― expresó el que parecía liderar el grupo― Soy el Padre Edward Blackanus. Hemos venido desde Lunargenta para detener a quien se hace llamar San Jacobo de Beckelard y llevarle ante la Corte Eclesiástica en la Capital humana.
Ante el terror, muchos corrieron en dirección a la salida principal, pero el acceso a la puerta quedó bloqueado por varios de aquellos hombres, que armados, no permitían que nadie saliera del santo edificio.
[1] Hago referencia a las habilidades propias de un vampiro de la voz para influenciar en las personas que le rodean
#9900ff : Color de San Jacobo
#996600: Color del Padre Blackanus
“Amén, Cristo”
El vampiro dirigió la vista de nuevo a San Jacobo, que le miraba con el libro extenso. Comprendió que quería que se lo llevase, por lo que, en esta ocasión, se mostró mucho más eficaz. Tras colocarlo en la mesa auxiliar, el sacerdote continuó con la ceremonia:
―Ahora, mis queridos fieles, es hora de vuestra bendición… Acudid a mí los que necesitéis un poco de consuelo purificador de Cristo…
En ese momento, muchos de los fieles allí congregados formaron una larga cola tras ellos. Cohen observó sus rostros con detenimiento, rostros preocupados, tristes…
Se sorprendió especialmente cuándo Peter se puso de pie y se colocó en la cola. ¿Qué había sucedido al líder de los soldados humanos de la ciudad en su ausencia para estar allí, entregado a la fe? La última vez que coincidieron fue durante los Crímenes del Barrio Oscuro. La revelación de quién se encontraba tras aquellos sangrientos y horripilantes delitos parecían haber afectado al humano. Su ya mirada melancólica se veía en una vista cansada y cierto derrotismo y le costaba reconocer en él al hombre que meses antes había dejado atrás. Incluso había perdido parte de su evidente atractivo. Quizás debía interesarse por él más cuándo todo aquello acabase.
San Jacobo recibía a esos fieles uno a uno. Le hacía una cruz en la frente y le exclamaba unas palabras susurrantes que el vampiro no alcanzó a escuchar. En ese momento, la actitud del fiel cambiaba por completo. Por lo que Cohen parecía apreciar, el párroco utilizaba su magia de la voz para hacer sentir mejor a sus fieles. Por lo que muy posiblemente, la fama de aquel sacerdote se había extendido tanto en la ciudad: manipulaba los sentimientos negativos de aquellas personas para convertirlos en un motivo para seguir adelante. Sus razones parecían realmente bondadosas. [1]
El fuerte sonido que escuchó a continuación hizo que el vampiro alzara la vista hacia el techo. Sobre San Jacobo, se encontraba una enorme lámpara de cristal, sujetada por unas fuertes cadenas. Parecía que la fuerza de la lámpara había comenzado a ceder y en cuestión de segundos, comenzó a precipitarse hacia abajo.
Frente a San Jacobo, Peter Lannet se encontraba recibiendo la bendición. Pero gracias a la instrucción militar del hombre, rápido de reflejos, hizo que pudiese sujetar al clérigo y se apartaron rápidamente mientras el gentío comenzaba a chillar.
Una vez que la lámpara cayó al suelo, Cohen corrió en dirección a los dos hombres que habían estado a punto de morir. Mientras que San Jacobo parecía ileso, la pierna izquierda de Lannet había quedado atrapada bajo los pesados hierros de la estructura.
―¡Peter!― gritó Cohen, intentando alzar la pesada estructura sobre la pierna del hombre para intentar liberarla. ―¡Ayuda! ¡Ayuda por favor!
En el mismo momento en el que los allí presentes comenzaron a reaccionar, la puerta principal de la Iglesia se abrió y un grupo de hombres religiosos, todos vestidos con una túnica de un desagradable tono marrón, entraron en escena.
―¡Detengan esta pantomima, en el nombre de la Iglesia!― expresó el que parecía liderar el grupo― Soy el Padre Edward Blackanus. Hemos venido desde Lunargenta para detener a quien se hace llamar San Jacobo de Beckelard y llevarle ante la Corte Eclesiástica en la Capital humana.
Ante el terror, muchos corrieron en dirección a la salida principal, pero el acceso a la puerta quedó bloqueado por varios de aquellos hombres, que armados, no permitían que nadie saliera del santo edificio.
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[1] Hago referencia a las habilidades propias de un vampiro de la voz para influenciar en las personas que le rodean
#9900ff : Color de San Jacobo
#996600: Color del Padre Blackanus
Cohen
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
La mayor parte del tiempo la pasaba de brazos cruzados, con la mirada perdida en algún punto muerto del recinto u observando con sutileza a los presentes. Toda la verborrea que el que oficiaba la misa soltaba no le interesaba en absoluto, y no desprendía ningún interés para él.
Depositó su mirada en el hombre del abanico que, tras un largo rato, volvió a girarse para hablar con él y así terminar algo que había dejado a medias antes de que empezase la ceremonia. Nunca entendía cómo la gente tenía la cara dura de retomarte una conversación que se estancó o simplemente acabó.
-Estuve en Dundarak hace tiempo.-Comentó-Edificios de piedra imponentes y realmente altos, muy majestuosos.-Señaló indicando su agrado para con la arquitectura de la capital de los dragones, aunque los motivos que allí lo llevaron empañaron su estancia.
Aquel tipo debía de ser un dragón, no cabía otra posibilidad, pues tenía una apariencia diferente a la de los humanos y vampiros, incluso a la de los brujos. Además, ese artilugio no lo había visto nunca, y tan solo una cultura tan cerrada como la de los dragones podría tener inventos que no son vistos en las tierras del sur, que es de donde provenía Alward.
Para cuando le preguntó por Katrina, el Sevna ya tenía una excusa preparada por si acaso. Su mente daba muchas vueltas a todo y en todo momento, no le pillarían desprevenido.
-No le gustan las multitudes.-Contestó.-Ha salido a tomar el aire.-Concretó sin muchos rodeos.
Un silencio incómodo e inquietante se hizo en toda la iglesia. Parecía que los rituales religiosos seguían su curso, pero algo no andaba bien. Un cosquilleo se hizo notar en la espalda del enmascarado, que miró arriba para ver si podía ver a Katrina. No pudo vislumbrar nada. Entonces, escuchó que la mujer pelirroja empezó a murmurar algo que no llegó a oír bien. Instintivamente, llevó su mirada hacia esta, viendo que una sonrisilla malévola le asomaba por la comisura de los labios, cada vez más grande y notable.
De pronto, algo pasó donde se encontraba el que oficiaba la misa; un estruendoso ruido, como de una cadena partiéndose reverberó por toda la iglesia, y la lámpara que colgaba sobre las cabezas tanto del tal San Jacobo como de su ayudante se vino abajo. Alward abrió los ojos, incrédulo, pues para entonces ya era demasiado tarde como para actuar.
El Sevna alzó la vista a la galerías que recorrían el piso superior al mismo tiempo que se levantaba de su asiento para intentar localizar a su compañera, pero de nuevo no hubo éxito. Entonces desvió su mirada a la mujer pelirroja que tenía a su lado, pero se había esfumado como si allí nunca hubiese habido nadie. La intentó buscar con la mirada entre todo el bullicio, pero era imposible; demasiado movimiento y gritos de pánico.
Aprovechó el alboroto para escabullirse entre la gente e ir a buscar a la vampiresa. Subió las escaleras con rapidez, sus pisadas sonaban fuertes en los tablones de madera. Al llegar al final tan solo encontró un inquietante silencio. Todo lo que se había formado abajo le sonó lejano y ajeno. Él se mantenía quieto, mirando hacia adelante con cautela. Entonces, pudo notar una presencia a su derecha; una figura oscura que tan solo le clavó una daga, por suerte tras reaccionar y esquivar, una daga en el hombro. No atravesó nada importante, la armadura se había encargado de frenar el ataque, lo que pilló de sorpresa a la misteriosa figura, que no se esperó un contraataque de Alward que se basó en quitárselo de encima con un barrido con su brazo derecho a la vez que le propinaba un puñetazo directo en la nariz. El atacante retrocedió un par de pasos y su espalda se encontró de forma brusca con la pared. El enmascarado entonces le agarró del cuello, sin apretarle, y lo pegó a la pared, manteniéndole la mirada; esa mirada fría y penetrante que su máscara transmitía mezclada con los ojos llenos de ira que el humano poseía.
-¿Dónde está Katrina?-Preguntó con agresividad.
Pudo ver mejor quién era su asaltante: un hombre joven, más o menos de su misma edad, con la piel blanquecina, pelo totalmente negro y ataviado con la misma ropa que aquellos que se encontraban en la planta de abajo amenazando a todos los presentes, en particular al tal San Jacobo.
El hombre no pareció entender su pregunta. Alward entonces hizo más fuerza en su agarre.
-Alward, estoy bien.-La voz de Katrina se proyectó en la mente del Sevna.
Este desvió su mirada hacia un lado y pudo ver que, en efecto, allí estaba la vampiresa. No parecía tener ninguna herida, por lo que el enmascarado volvió a mirar al hombre que tenía agarrado y aflojó su fuerza.
-Al ver que no obtenía respuesta, decidí esconderme en una de las habitaciones.-Desvió la mirada hacia el extraño-Está confuso.-Dijo mientras indagaba en su mente y proyectaba su voz en la mente de los dos hombres.-...y es un vampiro.-Hecho por el cual se explicaba que se hubiese escondido en las sombras. También explicaba el por qué se había resistido a la influencia de la peliblanca.-Me gustaría interrogarlo.-Dijo desviando la mirada hacia su compañero.-...aunque este no es un buen lugar.-Añadió haciendo referencia a todo lo que estaba ocurriendo abajo.
El extraño se resistía a la retención del Sevna, pero todo intento de zafarse de su agarre era inútil, pues este último tenía una fuerza superior. Aún no había hablado, y eso no le daba del todo buena espina a Alward.
-Enciérrate en una de las habitaciones e interrógalo, quizás tenga algo interesante que contar. Yo vigilaré qué ocurre aquí fuera.
Katrina asintió conforme, sin mostrar emoción alguna al respecto. Su rostro totalmente sereno e impasible denotaban lo fría que era en realidad.
Sin más, el enmascarado cesó su agarre. Tal y como había aprendido en la Guardia de Lunargenta, volteó al extraño y lo puso de cara a la pared para luego agarrar sus dos manos y juntarlas en la espalda en una postura poco ortodoxa, impidiendo todo movimiento que pudiese dar ventaja al asaltante. Tras eso, lo despegó con la pared y lo llevó con cuidado a la habitación más cercana, donde lo metió a empujones sin llegar a entrar él mismo en ella. Katrina sí que cruzó el marco de la puerta, siguiendo tan serena.
El Sevna cerró la puerta dejando allí a ambos seres de la noche. Esperaba que su compañera fuese rápida, pues seguramente tendrían que marcharse pronto del lugar, ya que la situación abajo no daría lugar a mucho más.
Para asegurar su posición tenía que tener ojos tanto de lo que pasaba abajo como de quien pudiera venir por el piso superior. Rebuscó entre su zurrón y sacó una estatuilla de madera con forma de dragón [1]. La lanzó al aire y, sin más, aquel objeto cobró vida como si de un dragón en miniatura se tratase, manteniendo el vuelo sin problemas. Esa sería su forma de poder saber qué pasaba en la planta inferior mientras él se quedaba vigilando la superior.
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Off:
-Objeto usado [1]: Escultura de pequeño dragón.
- Escultura de pequeño dragón [4 cargas]:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Objeto conseguido en el evento de Midsummarblót. Os marcháis de la playa cuando tropezáis con una figura oculta en la arena. Pensáis que es una piedra. Por curiosidad, cogéis y limpiáis la figura. Descubrís que se trata de un dragón de madera. Guarda magia en su interior. Si lo lanzáis al aire, el dragón tomará el vuelo y podréis ver con sus ojos. Útil para inspeccionar áreas fuera de vuestro alcance.
La duración del vuelo del dragón es de 2 turno. Después de éste, el dragón regresará a su estado estático original.
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Alward Sevna
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
— Por supuesto, más inteligente que nosotros, ¿verdad? Las puertas podrían abrirse para que una brisa de aire se llevara el olorcillo que nos han dejado —comentó Mishu al hombre de la máscara, encogiéndose de hombros algo resignado. Él estaba también por irse disimuladamente del lugar y volver a la taberna. Ahí dónde se podía celebrar una misa más entretenida. Quizá estaba a tiempo de llegar a la última ronda.
Se quedó medio de lado pero su mirada dejó al enmascarado. No parecía que iba a darle una conversación más interesante que el sermón de San Jacobo. Paseó la mirada por los asistentes que se levantaban y formaban una fila frente al altar para recibir algo del cura que no captó su atención. El dragón no reprimió las ganas de un gran bostezo que escondió un poco tras la silueta de su abanico.
Justo cuando cerró la boca, aquel ruido metálico que reverberó en el aire le hizo alzar la vista al techo acompañado de la sorpresa. El movimiento del abanico paró de repente a la vez que abrió los pequeños ojos como platos al darse cuenta como caía del techo la lámpara de cristal que estaba ahí colgada, justo sobre el sitio donde el sacerdote estaba recibiendo a los feligreses. La alarma y los gritos no tardaron por pasar de una persona a otra como una onda en el agua dentro de la atestada iglesia, y el bardo se vio rodeado del caos de gente que no sabía qué hacer.
Mishu pensó que era un buen momento para pirarse. Ignoraba la razón detrás de que las cadenas se habían roto pero aquella iglesia podría necesitar la visita de un albañil y no quería estar dentro antes de que otro accidente lo hiciera evidente. El bardo dragón cerró el abanico con un golpe seco contra la mano que tenía libre y se levantó. Se cercioró de llevar bien su laúd y espada, y esquivando a la gente que estaba sentado al lado suyo en el banco —mandó un guiño y un beso con la mano a la mujer con cara de perro que había estado molestando— salió por el lateral que daba contra la pared, en dirección contraria al tumulto de personas que preferían tomar la vía central del pasillo.
Apoyó la espalda contra la piedra de la pared. Desde allí observó la escena para buscar la vía de escape más segura. Se fijó que no quedaba ni rastro del misterioso enmascarado. Qué rápido había aprovechado la ocasión para desaparecer de la iglesia, imitando a su acompañante; pensó Mishu encogiéndose de hombros.
Sus ojos dejaron de buscar una salida cuando escuchó un grito en la zona del altar. El guapo monaguillo estaba pidiendo ayuda para salvar al pobre hombre que había quedado atrapado bajo la lámpara. El dragón suspiró volviendo a encogerse de hombros. Podría ignorarlo pero qué clase de bardo sería él si dejaba la llamada de auxilio de un pobre joven sin ser atendida. Aunque la decisión fue más rápida de tomar al ver que nadie podía salir por la puerta principal. Un nuevo grupo de hombres armados la bloqueaba.
Con paso ligero, Mishu rodeó los grupos de bancos pegado a la pared hasta girar la esquina de la primera fila, evitando chocar con nadie. Se acercó a la lámpara de cristal rota y se colocó al lado del monaguillo agachándose para quedar a su altura. La lámpara aplastaba la pierna de un hombre de apariencia regia, que es quién de verdad necesitaba ayuda. Debería ser el tal Peter.
— Permíteme que una humilde mano al tacto de cuerdas habituada le ayude —dijo con su tono melodioso mientras dejaba apoyado el abanico a su lado para tener ambas manos libres. Casi a la vez que él, se les unió otro feligrés sin miedo. Rodeó la estructura con ambas manos. — Al compás de uno, de dos y ¡de tres! —anunció para coordinar entre los tres. Mishu hizo algo de fuerza, aunque dejó el mayor peso de ese trabajo a los brazos de los otros dos y luego empujaron a un lado el armazón de hierro. Tampoco iba a fastidiarse las manos, que eran base fundamentalmente de su sustento.
Una vez liberaron al pobre hombre, Mishu recogió en un movimiento rápido el abanico del suelo. Colocado al lado del monaguillo y del herido lo extendió de un golpe esbozando una sonrisa divertida. Lo empezó a agitar para que la corriente de aire tomase la dirección de sus rostros, sobre todo la del monaguillo. — Refrescaos un poco, este no es el tipo de ejercicio físico por el que merece la pena sudar —le dijo convencido al monaguillo mientras le abanicaba y le daba unas palmaditas en el hombro.
Había ignorado hasta ese momento al grupo con nulo sentido de la moda que había entrado a la iglesia anunciado no se qué. Pero alzó la vista hacia ellos cuando su presencia se hizo más cercana al altar. El bardo se sorprendió al identificar al lado de Padre Blackanus, a un señor que a pesar de notar mucho el paso de los años reconocía.
Alzó la mano que no estaba ocupada con el abanico. — ¡Pero Perry! Cómo te has dejado deteriorar con los años —exclamó con cierta sorna. — Además metido en la iglesia, si no fue tanto pecado. Ya no parece que sigas haciendo justicia a la cancioncilla que te compuse sobre el melocotón. Bueno, no te enfades, a otro ya se la dediqué —continuó diciendo despreocupado con que sus palabras habían puesto nervioso e incrementado la tensión entre el nuevo grupo. Especialmente, al hombre aludido que tenía la cara como un tomate.
Se quedó medio de lado pero su mirada dejó al enmascarado. No parecía que iba a darle una conversación más interesante que el sermón de San Jacobo. Paseó la mirada por los asistentes que se levantaban y formaban una fila frente al altar para recibir algo del cura que no captó su atención. El dragón no reprimió las ganas de un gran bostezo que escondió un poco tras la silueta de su abanico.
Justo cuando cerró la boca, aquel ruido metálico que reverberó en el aire le hizo alzar la vista al techo acompañado de la sorpresa. El movimiento del abanico paró de repente a la vez que abrió los pequeños ojos como platos al darse cuenta como caía del techo la lámpara de cristal que estaba ahí colgada, justo sobre el sitio donde el sacerdote estaba recibiendo a los feligreses. La alarma y los gritos no tardaron por pasar de una persona a otra como una onda en el agua dentro de la atestada iglesia, y el bardo se vio rodeado del caos de gente que no sabía qué hacer.
Mishu pensó que era un buen momento para pirarse. Ignoraba la razón detrás de que las cadenas se habían roto pero aquella iglesia podría necesitar la visita de un albañil y no quería estar dentro antes de que otro accidente lo hiciera evidente. El bardo dragón cerró el abanico con un golpe seco contra la mano que tenía libre y se levantó. Se cercioró de llevar bien su laúd y espada, y esquivando a la gente que estaba sentado al lado suyo en el banco —mandó un guiño y un beso con la mano a la mujer con cara de perro que había estado molestando— salió por el lateral que daba contra la pared, en dirección contraria al tumulto de personas que preferían tomar la vía central del pasillo.
Apoyó la espalda contra la piedra de la pared. Desde allí observó la escena para buscar la vía de escape más segura. Se fijó que no quedaba ni rastro del misterioso enmascarado. Qué rápido había aprovechado la ocasión para desaparecer de la iglesia, imitando a su acompañante; pensó Mishu encogiéndose de hombros.
Sus ojos dejaron de buscar una salida cuando escuchó un grito en la zona del altar. El guapo monaguillo estaba pidiendo ayuda para salvar al pobre hombre que había quedado atrapado bajo la lámpara. El dragón suspiró volviendo a encogerse de hombros. Podría ignorarlo pero qué clase de bardo sería él si dejaba la llamada de auxilio de un pobre joven sin ser atendida. Aunque la decisión fue más rápida de tomar al ver que nadie podía salir por la puerta principal. Un nuevo grupo de hombres armados la bloqueaba.
Con paso ligero, Mishu rodeó los grupos de bancos pegado a la pared hasta girar la esquina de la primera fila, evitando chocar con nadie. Se acercó a la lámpara de cristal rota y se colocó al lado del monaguillo agachándose para quedar a su altura. La lámpara aplastaba la pierna de un hombre de apariencia regia, que es quién de verdad necesitaba ayuda. Debería ser el tal Peter.
— Permíteme que una humilde mano al tacto de cuerdas habituada le ayude —dijo con su tono melodioso mientras dejaba apoyado el abanico a su lado para tener ambas manos libres. Casi a la vez que él, se les unió otro feligrés sin miedo. Rodeó la estructura con ambas manos. — Al compás de uno, de dos y ¡de tres! —anunció para coordinar entre los tres. Mishu hizo algo de fuerza, aunque dejó el mayor peso de ese trabajo a los brazos de los otros dos y luego empujaron a un lado el armazón de hierro. Tampoco iba a fastidiarse las manos, que eran base fundamentalmente de su sustento.
Una vez liberaron al pobre hombre, Mishu recogió en un movimiento rápido el abanico del suelo. Colocado al lado del monaguillo y del herido lo extendió de un golpe esbozando una sonrisa divertida. Lo empezó a agitar para que la corriente de aire tomase la dirección de sus rostros, sobre todo la del monaguillo. — Refrescaos un poco, este no es el tipo de ejercicio físico por el que merece la pena sudar —le dijo convencido al monaguillo mientras le abanicaba y le daba unas palmaditas en el hombro.
Había ignorado hasta ese momento al grupo con nulo sentido de la moda que había entrado a la iglesia anunciado no se qué. Pero alzó la vista hacia ellos cuando su presencia se hizo más cercana al altar. El bardo se sorprendió al identificar al lado de Padre Blackanus, a un señor que a pesar de notar mucho el paso de los años reconocía.
Alzó la mano que no estaba ocupada con el abanico. — ¡Pero Perry! Cómo te has dejado deteriorar con los años —exclamó con cierta sorna. — Además metido en la iglesia, si no fue tanto pecado. Ya no parece que sigas haciendo justicia a la cancioncilla que te compuse sobre el melocotón. Bueno, no te enfades, a otro ya se la dediqué —continuó diciendo despreocupado con que sus palabras habían puesto nervioso e incrementado la tensión entre el nuevo grupo. Especialmente, al hombre aludido que tenía la cara como un tomate.
Mishu
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Dos desconocidos acudieron al grito de ayuda para levantar la lámpara y liberar la pierna de Peter. Cohen notaba voces a su alrededor, incluso una suave oleada de aire cuyo origen en ese momento no supo preveer.
Toda la atención del vampiro estaba ahora en Lannet. Su pierna izquierda sangraba mucho bajo la tela del pantalón. El deseo de Cohen de rasgar la prenda y llevar su boca hasta la piel del humano estaba presente, pero no podía perder el tiempo. La herida era demasiado grave.
―¡Pero Perry! ¡Cómo te has dejado deteriorar con los años…! ―llegó a escuchar Cohen, mientras se ponía en pie y corría a la sacristía, donde había sus pertenencias.
En su bolsa, llevaba consigo todos sus brebajes alquímicos. Entre ellos, un elixir de curación rápido para Peter.
Mientras avanzaba, Cohen fue consciente por primera vez de lo mucho que había logrado apreciar a aquel humano. Era una de las pocas personas que le importaban de verdad. No podía permitirse que nada le ocurriese.
Al llegar a la sacristía, tomó su bolsa y corrió rápidamente hasta la sala principal. Antes de llegar de nuevo hasta Peter, llegó a ver cómo un animal parecía sobrevolar toda la estancia. Sin embargo, su atención fue directamente al humano.
―Bebe esto ―le dijo, pasándole el elixir de sanación en cuestión [1], antes de ponerse de pie y alzar la vista de nuevo a lo que ocurría allí.
En mitad de la iglesia, en el pasillo que los bancos formaban en dirección al altar, San Jacobo de Beckelard estaba rodeado de algunos fieles. A un par de metros de ellos, el grupo que había entrado en la iglesia tan sólo un breve rato después del incidente.
―¿Quieres hacernos creer que no estáis detrás de este atentado?― preguntó, antes de volverse y señalar a Lannet―. Este entregado fiel ha resultado herido… después de todo lo que le ha ocurrido... Es algo imperdonable.
Las palabras del clérigo llamaron la atención de Cohen sobre la relación entre Peter con el sacerdote. Imaginaba que Peter lo había pasado mal en los últimos tiempos, después de que su subordinado fuese descubierto cómo el asesino en serie del Barrio Oscuro de la ciudad. ¿Había estado Peter buscando consuelo en su ausencia en los brazos del párroco?
―¿Acaso crees que nosotros hemos planificado este ataque? Debemos de llevarte con vida hasta Lunargenta para que allí seas juzgado ante el Santo Concilio de la Corte Esclesiástica. Entrégate y nadie más saldrá herido.
Cohen observó detenidamente a las personas que retenían a todos en el interior del edificio. Se preguntó si la puerta lateral de la Iglesia, aquella que había utilizado para entrar, estaría custodiada por algunos de aquellos hombres.
Miró de nuevo a Peter, que parecía recuperarse de las heridas, asintiendo levemente cuándo sus miradas se encontraron. ¿Acaso estaba comenzando a sentir algo por el humano?
Cohen caminó en dirección al joven de apariencia extraña que le había ayudado a cargar con el peso de la enorme lámpara caída.
―Hay una salida por detrás si quieres escapar― le advirtió, intentando recompensar la buena fe que había tenido ayudándole― aunque no sé si estará vigilada… Sepárate, esto empeorará de un momento a otro…
Vestido con su ropa de monaguillo, se subió a uno de los bancos de la iglesia, poniéndose de pie de forma desafiante, a aquellos que habían interrumpido la misa. En su mano derecha, su bolsa, con el resto de sus elixires, preparado por si tenía que utilizar alguno de ellos contra el grupo.
―Deberías aconsejar a Jacobo de que se entregue, chico. Sobre todo si quieres seguir ejerciendo de monaguillo en esta ciudad…
Las palabras de Blackanus quedaban en saco roto. Cohen miró al sacerdote y tras una leve sonrisa, contestó:
―Lo único que he visto aquí hoy es cómo… vuestro hermano San Jacobo ha utilizado sus poderes vampíricos para hacer sentir mejor a los fieles que han acudido a esta misa de medianoche. Utiliza la influencia de su voz para aliviar las penas y la tristeza de estas personas a diario...
―¡Eso es tarea de Dios! ―dijo Blackanus, con claro gesto de enfado, antes de volverse a los sacerdotes que le acompañaran― Atrapen al Hermano Jacobo. Terminen con la vida de todo aquel que se interponga en la voluntad de Dios y de la Santa Iglesia de Lunargenta...
__________________________________________________
[1] - Sano a Peter con: Poción de Salud (Elixir) (1 uso): Sana hasta 2 heridas moderadas o leves en pocos segundos.
Toda la atención del vampiro estaba ahora en Lannet. Su pierna izquierda sangraba mucho bajo la tela del pantalón. El deseo de Cohen de rasgar la prenda y llevar su boca hasta la piel del humano estaba presente, pero no podía perder el tiempo. La herida era demasiado grave.
―¡Pero Perry! ¡Cómo te has dejado deteriorar con los años…! ―llegó a escuchar Cohen, mientras se ponía en pie y corría a la sacristía, donde había sus pertenencias.
En su bolsa, llevaba consigo todos sus brebajes alquímicos. Entre ellos, un elixir de curación rápido para Peter.
Mientras avanzaba, Cohen fue consciente por primera vez de lo mucho que había logrado apreciar a aquel humano. Era una de las pocas personas que le importaban de verdad. No podía permitirse que nada le ocurriese.
Al llegar a la sacristía, tomó su bolsa y corrió rápidamente hasta la sala principal. Antes de llegar de nuevo hasta Peter, llegó a ver cómo un animal parecía sobrevolar toda la estancia. Sin embargo, su atención fue directamente al humano.
―Bebe esto ―le dijo, pasándole el elixir de sanación en cuestión [1], antes de ponerse de pie y alzar la vista de nuevo a lo que ocurría allí.
En mitad de la iglesia, en el pasillo que los bancos formaban en dirección al altar, San Jacobo de Beckelard estaba rodeado de algunos fieles. A un par de metros de ellos, el grupo que había entrado en la iglesia tan sólo un breve rato después del incidente.
―¿Quieres hacernos creer que no estáis detrás de este atentado?― preguntó, antes de volverse y señalar a Lannet―. Este entregado fiel ha resultado herido… después de todo lo que le ha ocurrido... Es algo imperdonable.
Las palabras del clérigo llamaron la atención de Cohen sobre la relación entre Peter con el sacerdote. Imaginaba que Peter lo había pasado mal en los últimos tiempos, después de que su subordinado fuese descubierto cómo el asesino en serie del Barrio Oscuro de la ciudad. ¿Había estado Peter buscando consuelo en su ausencia en los brazos del párroco?
―¿Acaso crees que nosotros hemos planificado este ataque? Debemos de llevarte con vida hasta Lunargenta para que allí seas juzgado ante el Santo Concilio de la Corte Esclesiástica. Entrégate y nadie más saldrá herido.
Cohen observó detenidamente a las personas que retenían a todos en el interior del edificio. Se preguntó si la puerta lateral de la Iglesia, aquella que había utilizado para entrar, estaría custodiada por algunos de aquellos hombres.
Miró de nuevo a Peter, que parecía recuperarse de las heridas, asintiendo levemente cuándo sus miradas se encontraron. ¿Acaso estaba comenzando a sentir algo por el humano?
Cohen caminó en dirección al joven de apariencia extraña que le había ayudado a cargar con el peso de la enorme lámpara caída.
―Hay una salida por detrás si quieres escapar― le advirtió, intentando recompensar la buena fe que había tenido ayudándole― aunque no sé si estará vigilada… Sepárate, esto empeorará de un momento a otro…
Vestido con su ropa de monaguillo, se subió a uno de los bancos de la iglesia, poniéndose de pie de forma desafiante, a aquellos que habían interrumpido la misa. En su mano derecha, su bolsa, con el resto de sus elixires, preparado por si tenía que utilizar alguno de ellos contra el grupo.
―Deberías aconsejar a Jacobo de que se entregue, chico. Sobre todo si quieres seguir ejerciendo de monaguillo en esta ciudad…
Las palabras de Blackanus quedaban en saco roto. Cohen miró al sacerdote y tras una leve sonrisa, contestó:
―Lo único que he visto aquí hoy es cómo… vuestro hermano San Jacobo ha utilizado sus poderes vampíricos para hacer sentir mejor a los fieles que han acudido a esta misa de medianoche. Utiliza la influencia de su voz para aliviar las penas y la tristeza de estas personas a diario...
―¡Eso es tarea de Dios! ―dijo Blackanus, con claro gesto de enfado, antes de volverse a los sacerdotes que le acompañaran― Atrapen al Hermano Jacobo. Terminen con la vida de todo aquel que se interponga en la voluntad de Dios y de la Santa Iglesia de Lunargenta...
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[1] - Sano a Peter con: Poción de Salud (Elixir) (1 uso): Sana hasta 2 heridas moderadas o leves en pocos segundos.
Cohen
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Katrina no era alguien que intimidara ni impusiera terror con tan solo mirarla, pero su actitud frente a aquel hombre, que denotaba una posición superior, era escalofriante. Fácilmente aquel monje podría apartarla y salir de allí lo más rápido que sus pies le permitiesen correr para reunirse con sus aliados, pero por más que tenía ganas, sus músculos no respondían a sus órdenes.
-...¿Q-quién eres?-Preguntó, tembloroso.
Normalmente a la peliblanca le gustaba juguetear con la gente y sus débiles mentes, pero en aquella ocasión no había demasiado tiempo para satisfacer ese deseo, por lo que tendría que escoger la vía rápida; más tosca y agresiva.
La vampiresa, tras una mueca impaciente, frunció su ceño y se acercó al hombre mientras su cuerpo a ojos del extraño se iba metamorfoseando de forma bizarra hasta convertirse por completo en una criatura poco placentera a la vista, que recordaba a un murciélago enorme, con fuertes patas y brazos, cuernos largos y retorcidos, y orejas tan grandes como estos últimos [1].
-¡Vas a ser obediente, saco de carne!-Dijo con una voz más gutural, aunque seguía proyectando su voz mágica al ser muda.
- Ilusión de Katrina:
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El vampiro frunció el ceño, pues no iba a dejarse atrapar tan fácilmente. Sin mediar palabra, se desvaneció en un humillo negro zafándose así del agarre de la vampiresa convertida en aquella horrenda criatura. Pero antes de que el intruso pudiese lograr su objetivo de escapar de allí, Katrina se volteó y con sus garras agarró al intruso. La criatura que antes era una joven aparentemente inofensiva frunció el ceño y enseñó los dientes con un gesto poco amigable mientras gruñía.
El lado más racional del vampiro sabía que eso era una ilusión, un mero truco para aquellos débiles de mente que no pueden hacer frente a las criaturas de la noche en el plano mental, pero parecía muy real. Estaba allí al fin y al cabo; ese agarre fuerte, ese aliento putrefacto, ese aura que infundía terror... no podía ser tan solo una ilusión... ¿O sí? Las dudas carcomían al hombre, y ahí es cuando Katrina ha ganado.
-¡No pertenezco a ninguna iglesia!-Confesó, temeroso.-¡Todo está montado para enfrentar a la Iglesia de Cristo de Sacrestic con el Santo Concilio de...-!-No pudo terminar su frase cuando Katrina volvió a su forma natural y dejó de agarrar al vampiro.
-¿Por qué?-Preguntó de pronto.
-E-ellos...-Dudó, pero la mirada de la vampiresa le instó a seguir hablando. Su mente ya estaba lo suficientemente perforada y no pensaba con claridad.-¡No quieren competencia. La verdad absoluta la tienen que manejar ellos, y no les conviene tener gente que predique otras cosas!
-¿Quiénes son ellos?-Se cruzó de brazos. Aquellas últimas palabras fueron proyectadas con tal dureza en forma de pregunta que el vampiro sintió como su corazón se estremecía.
-¿Q-quien eres...?-Volvió a preguntar, desviándose del tema. Cada vez más aterrorizado, como un niño pequeño que ve fantasmas en la oscuridad.-N-no eres normal-Se le nudó la garganta.
Katrina fue reacia a contestar, pero tras pensárselo dos segundos más, soltó aire por su nariz y apretó su mandíbula.
-¿Para qué?-Se cruzó de hombros-Haré que no recuerdes nada de esto.-Dijo haciendo un deje con una mano.
Ante esa amenaza, el vampiro retrocedió tanto que llegó a pegar su espalda a la pared.
-Y-yo solo soy un mandado.-Interpuso sus brazos con unos aspavientos exagerados, mostrando total inocencia con todo aquel turbio asunto.-P-pero sé que ellos están aquí, en Sacrestic. Quieren mezclar el caos de la tradición con el fanatismo del cristianismo. Mi misión simplemente era acompañar a los enviados del Santo Concilio de la Corte Eclesiástica, y eliminar al tan San Jacobo.-Explicó.-Sembrar el caos...-Concretó.
-¿Quié-nes?-Dijo separado por sílabas haciendo notar su poca paciencia.
El vampiro dudó. No quería contarlo, no DEBÍA contarlo. Sabía que las paredes tenían oídos, y las ventanas ojos. Decir cualquier cosa supondría el final de su vida, pero la influencia que ejercía su congénere de cabellos blancos sobre él era tal que incluso empezó a escuchar una una vocecilla en su cabeza que le volvía loco, que tarareaba y no paraba, y se volvía a repetir una y otra vez.
-...-Antes de pronunciar palabra alguna, el silbido de una flecha impactó contra la parte exterior de la única ventana de la habitación, que estaba cerrada, por lo que cientos de cristales se unieron como proyectiles peligrosos junto a la flecha, la cual impactó de lleno en la nuca del vampiro atravesando su cabeza, haciendo que el falso monje cayera ipso facto en el suelo. Pequeños cristales se clavaron en Katrina llegando a hacer daño a su rostro, nada grave, pero la sangre empezó a ser escandalosa.
El estruendo alertó a Alward, que entró sin dudarlo a la habitación. Tras encontrarse el enmascarado con esa escena, su compañera dirigió su mirada hacia la ventana, asustada y sin saber reaccionar. El Sevna entonces cruzó toda la estancia para asomar su cuerpo por la ventana. No vio nada extraño ni a nadie sospechoso. Katrina, por su parte, reaccionó y se fue también a la ventana para asomarse.
-¡¿Qué ha pasado?!
-¡No lo sé!-Se apartó de la ventana, frustrada.-Casi lo tenía, estaba solo a una palabra de que confesara.-Rodeó el cadáver y el charco de sangre que lo rodeaba con cara de asco.
Alward también se apartó de la ventana y revisó el cuerpo del vampiro sin vida. No tenía nada interesante encima. Acto seguido salió de la habitación junto a su compañera.
-Abajo se está complicando la cosa.-Mencionó haciendo alusión a todo el jaleo que había abajo.
-Puede que estén en peligro.-Dijo poniéndose la capucha para ocultar su rostro.-Y por las razones equivocadas.
Alward refunfuñó y se llevó una mano a la máscara, recolocándosela. Acto seguido, soltó un suspiro.
-Pues vamos.-Dijo acercándose a la barandilla de la galería. Seguidamente, agarró a Katrina de la cintura, sacó su gancho y lo disparó contra un saliente del techo donde agarrase bien. Tras eso, saltó junto a su compañera de la barandilla, dejándose caer sin hacerse daño justo en mitad de la iglesia, en medio de los alborotadores que habían llegado para llevarse a San Jacobo, y el propio sacerdote.
El encapuchado recogió su gancho y, mirando a ambos lados, se pronunció, alzando su voz por encima del resto.
-¡Este no es un lugar seguro! Para nadie-Advirtió, con tono autoritario. Acto seguido, se dirigió exclusivamente a los alborotadores.-Dejad salir a la gente. Sobretodo a los heridos.-Hizo referencia a San Jacobo, dedicándole una breve mirada analítica.-Lo que hagáis con él o vuestros asuntos no me incumben.-Volvió a dirigirse a los alborotadores con respecto al sacerdote.-Pero la seguridad de la gente sí que es algo que me incumbe.-Dijo de nuevo con autoridad.
Off:
-[1] Habilidad Racial usada: Presencia Vampírica.
Alward Sevna
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Con el rabillo del ojo le pareció ver marcharse al chico por quien había acudido a ayudar a levantar el candelabro. Giró momentáneamente la cabeza para seguirle con la mirada hasta que se metió por una puerta. Entonces se volvió otra vez al grupo que había interrumpido en la iglesia. Las palabras del bardo despertaron un par de murmullos justo en la espalda del sacerdote aludido.
— Seguro que estáis ansiosos por escucharla. Veréis en aquella época era todo una fuente de inspiración y otras pasiones. La canción en particular igual no es la más apropiada para cantar en un lugar sacro Empezaba así…
— ¡Cállate! —le interrumpió una voz entre el público pero el dragón no reconoció quién fue. No uno de los peces gordos.
Mishu no replicó verbalmente, su respuesta consistió en encoger los hombros, volver a extender su abanico y alzar la cabeza con explícita indignación y gesto de desagrado por el abierto rechazo. En otra situación habría discutido o seguido pero, en aquella había gente con armas y que quería apresar a otra gente. Contrariedades. También se sumó el hecho de que tomó la palabra el tal San Jacobo. Que hambre tenía Mishu, qué bien vendría un dulce. Dirigió sus acusaciones al otro padre católico. El bardo con medio rostro tapado detrás del abanico asintió como si estuviera de acuerdo con las palabras del aparente hereje, pero en realidad le daba completamente igual. Miró al Padre Blackanus y cuando éste devolvió la acusación, la volvió al sacerdote de Sacrestic. Asintió otra vez.
Se giró levemente hacia el joven que había vuelto. Parpadeó al escuchar sus palabras de advertencia. Sí, la tensión se podía cortar con un cuchillo que estaba ya preparado para caer. Una acción desafortunada por cualquiera lo provocaría. Pero aunque su primer instinto era marcharse de ahí por la salida, Mishu dio un paso para atrás pero se quedó quieto contemplando la escena. Ya se había inmiscuido hasta ese punto y la curiosidad de por ver cómo acaba esa redada le llamaba más. Alguien tendría que empezar a cantar sobre ello y qué mejor que ser el pionero. Al igual que el resto observó al joven cuando se subió al banco y empezó se enzarzó en la discusión defendiendo a su sacerdote.
Mishu asintió otra vez y alzó los dedos casi a la altura de su hombro y los chasqueó muy suavemente. — Dilo, dilo. Bueno, eso de utilizar poderes vampíricos es un poco feo, si me preguntan. —acompañó con voz bajita el gesto. Más que nada por no interrumpir, que era un bardo respetuoso a veces. — Sería yo más de la opinión que las penas se van con cerveza y buena música… —murmuró para sí mismo después. Sin embargo, la orden de Blackanus le hizo ponerse en tensión y alerta. Reculó la mano al interior de la manga ancha de nuevo. Aquello no pintaba que fuese a tener un buen final tal como le advirtieron.
Pero fue la aparición sorpresa del encapuchado que había conocido durante la ceremonia la que le sorprendió tanto como para abrir un poco más los ojos rasgados. Tal como el candelabro había caído del techo pero con un mejor aterrizaje. Habló a ambas facciones enfrentadas con autoridad, sin parecer optar por ninguno de los dos bandos.
— Eso sí que es una entrada de verdad, muchos aquí deberían de aprender. Espectacular. Oh, además encontraste a tu acompañante. ¡Hola de nuevo! —exclamó el bardo sacando la mano zurda de la manga ancha del otro brazo para saludar a los recién llegados a la reunión. ¿Un intento de rebajar la tensión? Lo sería si no fuese porque sabía que no iba a tener ningún efecto deseable. Los seguidores de Balckanus no parecían muy por la labor de irse sin Jacobo y los seguidores de este que estaban alrededor suyo no parecía que lo iban a permitir. El relucir de las armas a punto de desenvainar repiqueteó entre ambos grupos.
— Por el dragón de fuego, qué calor se acumula con tanta tensión. No es bueno para los poros — canturreó Mishu agitando de un lado para otro su abanico con algo de fuerza. Se dirigió al encapuchado autoritario. — Creo que las sensatas palabras caen en saco roto, cual candelabro contra el suelo —comentó Mishu, a la vez deslizaba la mano que no sujetaba el abanico por debajo del brazo hasta llegar a rozar la empuñadura de su espada envainada.
— Pero me sigo ofreciendo a actuar para calmar los ánimos, e igual sin cobrar. Me han inspirado a hacer una obra de caridad. ¿De verdad no es apetencia a sus oídos escuchar una canción sobre un melocotón?
Off-rol: tirada del día por el aniversario~
— Seguro que estáis ansiosos por escucharla. Veréis en aquella época era todo una fuente de inspiración y otras pasiones. La canción en particular igual no es la más apropiada para cantar en un lugar sacro Empezaba así…
— ¡Cállate! —le interrumpió una voz entre el público pero el dragón no reconoció quién fue. No uno de los peces gordos.
Mishu no replicó verbalmente, su respuesta consistió en encoger los hombros, volver a extender su abanico y alzar la cabeza con explícita indignación y gesto de desagrado por el abierto rechazo. En otra situación habría discutido o seguido pero, en aquella había gente con armas y que quería apresar a otra gente. Contrariedades. También se sumó el hecho de que tomó la palabra el tal San Jacobo. Que hambre tenía Mishu, qué bien vendría un dulce. Dirigió sus acusaciones al otro padre católico. El bardo con medio rostro tapado detrás del abanico asintió como si estuviera de acuerdo con las palabras del aparente hereje, pero en realidad le daba completamente igual. Miró al Padre Blackanus y cuando éste devolvió la acusación, la volvió al sacerdote de Sacrestic. Asintió otra vez.
Se giró levemente hacia el joven que había vuelto. Parpadeó al escuchar sus palabras de advertencia. Sí, la tensión se podía cortar con un cuchillo que estaba ya preparado para caer. Una acción desafortunada por cualquiera lo provocaría. Pero aunque su primer instinto era marcharse de ahí por la salida, Mishu dio un paso para atrás pero se quedó quieto contemplando la escena. Ya se había inmiscuido hasta ese punto y la curiosidad de por ver cómo acaba esa redada le llamaba más. Alguien tendría que empezar a cantar sobre ello y qué mejor que ser el pionero. Al igual que el resto observó al joven cuando se subió al banco y empezó se enzarzó en la discusión defendiendo a su sacerdote.
Mishu asintió otra vez y alzó los dedos casi a la altura de su hombro y los chasqueó muy suavemente. — Dilo, dilo. Bueno, eso de utilizar poderes vampíricos es un poco feo, si me preguntan. —acompañó con voz bajita el gesto. Más que nada por no interrumpir, que era un bardo respetuoso a veces. — Sería yo más de la opinión que las penas se van con cerveza y buena música… —murmuró para sí mismo después. Sin embargo, la orden de Blackanus le hizo ponerse en tensión y alerta. Reculó la mano al interior de la manga ancha de nuevo. Aquello no pintaba que fuese a tener un buen final tal como le advirtieron.
Pero fue la aparición sorpresa del encapuchado que había conocido durante la ceremonia la que le sorprendió tanto como para abrir un poco más los ojos rasgados. Tal como el candelabro había caído del techo pero con un mejor aterrizaje. Habló a ambas facciones enfrentadas con autoridad, sin parecer optar por ninguno de los dos bandos.
— Eso sí que es una entrada de verdad, muchos aquí deberían de aprender. Espectacular. Oh, además encontraste a tu acompañante. ¡Hola de nuevo! —exclamó el bardo sacando la mano zurda de la manga ancha del otro brazo para saludar a los recién llegados a la reunión. ¿Un intento de rebajar la tensión? Lo sería si no fuese porque sabía que no iba a tener ningún efecto deseable. Los seguidores de Balckanus no parecían muy por la labor de irse sin Jacobo y los seguidores de este que estaban alrededor suyo no parecía que lo iban a permitir. El relucir de las armas a punto de desenvainar repiqueteó entre ambos grupos.
— Por el dragón de fuego, qué calor se acumula con tanta tensión. No es bueno para los poros — canturreó Mishu agitando de un lado para otro su abanico con algo de fuerza. Se dirigió al encapuchado autoritario. — Creo que las sensatas palabras caen en saco roto, cual candelabro contra el suelo —comentó Mishu, a la vez deslizaba la mano que no sujetaba el abanico por debajo del brazo hasta llegar a rozar la empuñadura de su espada envainada.
— Pero me sigo ofreciendo a actuar para calmar los ánimos, e igual sin cobrar. Me han inspirado a hacer una obra de caridad. ¿De verdad no es apetencia a sus oídos escuchar una canción sobre un melocotón?
Off-rol: tirada del día por el aniversario~
Mishu
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
El miembro 'Mishu' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Cuando los hechos parecían comenzar a precipitarse, un par de personas aparecieron en escena, deslizándose desde el piso superior por una cuerda atada a algún mecanismo de ingeniería, hasta caer en el pasillo central de la sala.
El hombre llevaba una máscara sobre su rostro y llevaba consigo a una mujer de cabellos plateados. Cohen escuchó su discurso, a la vez que avanzaba caminando por la galería de la derecha de la Iglesia, sin apartar la mirada del grupo de sacerdotes de Lunargenta. Intentaba que ambos bandos abandonaran la Iglesia, pero tal y cómo Cohen veía las cosas, sólo los detractores de San Jacobo de Beckelard debían marcharse.
Aún vestido con las ropas de monaguillo, queriendo ganarse la confianza del párroco para ver si lograba sonsacarle algo sobre el Ojo Carmesí, interpeló a las palabras del enmascarado:
―No os importará a vosotros, señor, pero la Congregación cristiana de Sacrestic Ville defenderá a San Jacobo…
Sin mediar palabra, uno de los soldados que custodiaban la puerta principal, lanzó al vampiro una pequeña arma arrojadiza que pasó a escasos centímetros del rostro del vampiro.
Tras el susto de aquel intento de agresión, Cohen sonrió, teniendo ya la excusa personal perfecta para adentrarse en el conflicto.
―¿Osan atacar a un monaguillo en la Iglesia de Dios? ¿Qué clase de cristianos son?
Cohen sintió unos pasos a su espalda. Al mirar, vio que Lannet se había recuperado de sus heridas gracias al elixir y que se encontraba bien. El instinto protector del humano hizo que se colocase frente al grupo de asaltantes. Su carácter mediador le hizo charlar:
―Hermano Blackanus, mi nombre es Peter Lannet, soy el líder de la Guardia de Lunargenta en esta ciudad. Le pido que detenga este ataque, pues tras observar durante varias noches, la actividad de San Jacobo no se ha podido determinar…
―¿San Jacobo? ¿Qué ha hecho ese hombre para autoproclamarse santo y escribir sus propias escrituras? ―interrumpió al soldado, visiblemente enfadado, marcándose en su cuello una vena a causa de la excitación que Cohen encontró de lo más apetecible― ¿Está bajo su embrujo? Me quedaré con su nombre e informaré a la Realeza de Lunargenta del individuo que se encuentra al cargo de sus tropas en esta ciudad… Mi influencia es tal que acabaré con su carrera militar en apenas un día
Tras estas palabras, el Hermano Blackanus hizo un nuevo gesto a sus hombres, que avanzaron hacia San Jacobo, su grupo de fieles y todo aquel que no se uniera a su bando. Armas en mano, se acercaban a atacar.
Cohen, después de apartar a Peter, haciéndole un claro gesto de que se alejara, dejó libre su maldición vampírica. Sus ojos se volvieron completamente negros, mientras que sus uñas crecían rápidamente y se volvían totalmente negras. Un extraño y débil aura negro envolvió su cuerpo y sonriente, humedeciendo sus labios con una oscura lengua, caminó en dirección de aquellos hombres colocándose en primera fila. [1]
Antes de que pudieran acercarse a menos de cinco metros, el vampiro gritó, haciendo que el tormento se expandiera hacia los soldados, que enseguida dieron muestras del efecto de la magia. Algunos llevaban su mano hacia la cabeza, intentando tapar sus oídos del desagradable grito. Otros, los más valientes, dieron un paso adelante, pero mostraban serios problemas de orientación. Uno de ellos intentó atacarle, pero se desvió en su ataque varios centímetros, lo suficiente para que Cohen pudiera llevar su mano derecha al cinto, desenvainar su corta daga y clavarla en el vientre del hombre, manchando su mano de sangre. [2]
[1] - Maldición Desatada [Mágica, 2 usos de 2 turnos]: Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad. (Primer Uso. Primero Turno)
[2] - Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]: Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor. (Primer Uso) - Lo lanzo desde una posición avanzada, por lo que no debería afectar a vuestros personajes, salvo que vosotros lo decidáis así.
ACLARACIÓN: A continuación, tiro dado del evento del 13º Aniversario, correspondiente al día 3 de septiembre
El hombre llevaba una máscara sobre su rostro y llevaba consigo a una mujer de cabellos plateados. Cohen escuchó su discurso, a la vez que avanzaba caminando por la galería de la derecha de la Iglesia, sin apartar la mirada del grupo de sacerdotes de Lunargenta. Intentaba que ambos bandos abandonaran la Iglesia, pero tal y cómo Cohen veía las cosas, sólo los detractores de San Jacobo de Beckelard debían marcharse.
Aún vestido con las ropas de monaguillo, queriendo ganarse la confianza del párroco para ver si lograba sonsacarle algo sobre el Ojo Carmesí, interpeló a las palabras del enmascarado:
―No os importará a vosotros, señor, pero la Congregación cristiana de Sacrestic Ville defenderá a San Jacobo…
Sin mediar palabra, uno de los soldados que custodiaban la puerta principal, lanzó al vampiro una pequeña arma arrojadiza que pasó a escasos centímetros del rostro del vampiro.
Tras el susto de aquel intento de agresión, Cohen sonrió, teniendo ya la excusa personal perfecta para adentrarse en el conflicto.
―¿Osan atacar a un monaguillo en la Iglesia de Dios? ¿Qué clase de cristianos son?
Cohen sintió unos pasos a su espalda. Al mirar, vio que Lannet se había recuperado de sus heridas gracias al elixir y que se encontraba bien. El instinto protector del humano hizo que se colocase frente al grupo de asaltantes. Su carácter mediador le hizo charlar:
―Hermano Blackanus, mi nombre es Peter Lannet, soy el líder de la Guardia de Lunargenta en esta ciudad. Le pido que detenga este ataque, pues tras observar durante varias noches, la actividad de San Jacobo no se ha podido determinar…
―¿San Jacobo? ¿Qué ha hecho ese hombre para autoproclamarse santo y escribir sus propias escrituras? ―interrumpió al soldado, visiblemente enfadado, marcándose en su cuello una vena a causa de la excitación que Cohen encontró de lo más apetecible― ¿Está bajo su embrujo? Me quedaré con su nombre e informaré a la Realeza de Lunargenta del individuo que se encuentra al cargo de sus tropas en esta ciudad… Mi influencia es tal que acabaré con su carrera militar en apenas un día
Tras estas palabras, el Hermano Blackanus hizo un nuevo gesto a sus hombres, que avanzaron hacia San Jacobo, su grupo de fieles y todo aquel que no se uniera a su bando. Armas en mano, se acercaban a atacar.
Cohen, después de apartar a Peter, haciéndole un claro gesto de que se alejara, dejó libre su maldición vampírica. Sus ojos se volvieron completamente negros, mientras que sus uñas crecían rápidamente y se volvían totalmente negras. Un extraño y débil aura negro envolvió su cuerpo y sonriente, humedeciendo sus labios con una oscura lengua, caminó en dirección de aquellos hombres colocándose en primera fila. [1]
Antes de que pudieran acercarse a menos de cinco metros, el vampiro gritó, haciendo que el tormento se expandiera hacia los soldados, que enseguida dieron muestras del efecto de la magia. Algunos llevaban su mano hacia la cabeza, intentando tapar sus oídos del desagradable grito. Otros, los más valientes, dieron un paso adelante, pero mostraban serios problemas de orientación. Uno de ellos intentó atacarle, pero se desvió en su ataque varios centímetros, lo suficiente para que Cohen pudiera llevar su mano derecha al cinto, desenvainar su corta daga y clavarla en el vientre del hombre, manchando su mano de sangre. [2]
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[1] - Maldición Desatada [Mágica, 2 usos de 2 turnos]: Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad. (Primer Uso. Primero Turno)
[2] - Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]: Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor. (Primer Uso) - Lo lanzo desde una posición avanzada, por lo que no debería afectar a vuestros personajes, salvo que vosotros lo decidáis así.
ACLARACIÓN: A continuación, tiro dado del evento del 13º Aniversario, correspondiente al día 3 de septiembre
Cohen
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
El miembro 'Cohen' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Su entrada sorprendió a todos. Ese era el efecto que buscaba; detener la escalada de tensión y poner orden, aunque quizás ya fuese demasiado tarde. Los dos bandos se tenían demasiado odio como para querer un alto en el conflicto, y si había religión de por medio, ya sería imposible una salida pacífica de ahí. Pero tenía que intentarlo al menos.
Ante las palabras del hombre con la túnica colorida y extravagante, Alward y Katrina se tensaron y se pusieron alerta.
Alguien replicó las palabras del enmascarado. Este se volteó brevemente para ver quién era; un monaguillo fiel al tal San Jacobo. No le dio casi tiempo a mirar hacia el otro bando cuando uno de los seguidores de Blackanus tiró un arma arrojadiza hacia el monaguillo que había alzado la voz.
Eso era lo que faltaba para que la tensión crispada estallara en una confrontación violenta por parte de ambos grupos. Y tanto Alward como Katrina estaban en medio, ¿Qué opciones les quedaban?
Por suerte, uno de los del bando de San Jacobo alzó la voz justo a tiempo para intentar mediar y poner orden. El hombre, muy diferente a cualquier monaguillo o seguidor de la iglesia de la facción de San Jacobo, discutió airadamente con el propio Blackanus, el cual no estaba por la labor de dialogar, tan solo quería imponer su propia justicia.
-Se está marcando un farol.-La voz de Katrina se proyectó únicamente en la mente de Alward.-Los cristianos no tienen tanta influencia, y menos en la corte humana.
El enmascarado un instante la mirada hacia su compañera. Eso era lo que tenía entendido, y por eso se extrañó al oír a Blackanus decir tales cosas. No sabría si los dioses lo castigarían por su blasfemia, cada uno era libre de pensar lo que gustase, pero imponer religiones a los demás, modos de pensar, o a quién seguir no estaba bien. Al igual que San Jacobo no debía de influenciar de tal manera en sus seguidores y dejar que ellos, libres de su influencia vampírica, decidiesen si seguirle o no.
Al final fue buena idea usar aquella estatuilla de dragón. Enterarse de ambas versiones le hacía más fácil posicionarse de un lado o de otro. En este caso, eran asuntos internos religiosos, así que él no iba a meterse en eso. La única verdad, la que importaba y de forma muy seria en aquel momento, era la seguridad de los que allí estaban.
-Les está saliendo bien.-De nuevo, proyectó su voz únicamente en el Sevna.-Al final han creado un conflicto. Esta iglesia, y el tal San Jacobo, están condenados a desaparecer.
La mujer del pelo naranja, ella tenía algo que ver. Ahora ya no estaría por allí. En un esfuerzo inútil, Alward hizo un barrido rápido de su campo de visión, pero no la localizó.
Finalmente, el desenlace de la escalada de tensión llegó y las hostilidades empezaron. También iban a atacar a la pareja que no tenía nada que ver con ese asunto, y por supuesto también al hombre de la túnica extravagante, pues aun no siendo un fiel de San Jacobo, había provocado al bando de Blackanus.
Para sorpresa, tanto de Alward como de Katrina, el monaguillo llevó la iniciativa en el bando de San Jacobo, mostrándose como un ser temible, haciendo gala de sus poderes vampíricos, delatándose así. Gritó fuerte hacia los hostiles antes de que llegaran a donde se encontraban sus aliados, por delante incluso de la pareja que nada tenía que ver con el conflicto. Era realmente aterrador y el corazón se le puso en un puño al enmascarado. La vampiresa peliblanca, por su parte, se le quedó observando con interés.
-Hay que sacar de aquí a la gente.-Dijo mientras rebuscaba en su zurrón.
El encapuchado sacó un frasco con la base redonda. En su interior, un miasma verde, con cristales del mismo color pero brillantes que flotaban en el misma, pululaba ansioso por ser liberado [1].
Acto seguido, el Sevna lanzó el frasco a modo de proyectil de mano hacia el grupo hostil, que por el ataque del monaguillo se encontraba medio aturdido y desorientado. Nada más impactar este en el suelo, el miasma se liberó y se esparció rápidamente unos diez metros alrededor. Todo el que quedó en ese radio y que inhaló el contenido del frasco quedó a merced de sus efectos, que no eran otros que obligar a la víctima a realizar movimientos bruscos a base de espasmos, que poco a poco iban coordinándose hasta parecer una danza popular, como las que se realizaban en las fiestas y ferias de los pueblos y ciudades.
Entonces, Alward habló al resto de los allí presentes. Katrina, por su parte, observaba la escena entre atónita y con vergüenza ajena.
-¡Rápido!-Alzó la voz para que todos le oyeran-¡Es el momento de ponerse a salvo!
Off:
-[1] Objeto usado: Poción de baile. La poción sirve como una granada de mano. Se ha de lanzar a los pies del enemigo, rompiendo el cristal y liberando la nube amarilla. El enemigo quedará expuesto al hechizo: estará obligado a bailar por el resto del turno. Solamente afecta a personajes de nivel 4 e inferiores y criaturas de dificultad Media o inferior.
-La runa que he tirado no sirve porque ya hice mi tirada diaria del aniversario antes. Por inercia la activé al principio del post, se me olvidó quitarla y ya no la puedo borrar, disculpad ^^'.
Última edición por Alward Sevna el Miér 07 Sep 2022, 15:31, editado 2 veces
Alward Sevna
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Mishu dio pasos poco a poco, a un lado y hacia atrás, cuando de pronto la discusión empezó a escalar hacia la violencia. Tal como predijo la aparición estelar del enmascarado y su acompañante no había sido lo suficientemente convincente.
— Oh, cuánto vampiro creyente, tengo que preguntar si es la nueva moda — murmuró para sí cuando vio al joven al que había ayudado transformarse en una versión más oscura y monstruosa tras el primer ataque.
El bardo buscó con la mirada un camino hacia la salida que antes le había mencionado el vampiro monaguillo. Igual sí que tenía que haber hecho caso y haber huido antes, ahora la ruta era más complicada con todo aquel revuelo. Mishu quiso aprovechar el momento de desorientación que había provocado aquel grito terrorífico entre el bando de Blackanus para escapar.
Dispuesto a un enfrentamiento, Mishu agarró la empuñadura de su espada. Pero al desenvainar el arma se le resbaló entre los dedos como si una fuerza mágica hubiese tirado de ella y salió volando hacia unos bancos. La sonrisa se borró de los labios. No podía abandonar allí su reliquia familiar. Avanzó corriendo cerca del centro de la contienda, pero cuando se coló entre los bancos, la tela de sus ropajes se enganchó con la esquina de la tabla de madera y el tirón le hizo perder el equilibrio y caer de culo al suelo. — Pero qué torpe estoy hoy, es la falta de una buena cerveza.
Reconoció al instante la figura calva que se acercó a él. — Perry, así que quieres recordar viejos choques de espadas —dijo al sacerdote, que parece se había escapado del grito para ir a por él. El hombre escupió contra los piés del dragón con desagrado. — ¡Pero si no nos lo pasamos nada mal! — Se quejó.
Primero lo olió y luego vio una nube de gas amarillo que había aparecido de la nada. No sabía qué era eso, pero hizo efecto antes en Perry que empezó a mover los brazos de forma errática, lo cuál le salvó de recibir un ataque. Mishu consiguió incorporarse pero su cuerpo comenzó a no responderle. Sintió espasmos en sus músculos y no podía ser más que un mero espectador incrédulo de cómo todo su cuerpo se movía bruscamente sin control al igual que al resto de contendientes que habían respirado. Se coordinó con el mal baile que hacía también Perry y ambos se integraron con el resto de participantes de aquella involuntaria danza popular.
Escuchó las palabras del enmascarado y lo vio de reojo. — Me pillas un poco ocupado, al parecer me piden una jota —dijo mientras sus pies brincaban, las manos alzadas como si estuvieran tocando las castañuelas. Su cuerpo seguía sin responderle. Pues si tocaba bailar, tocaba, aunque sin una buena música y ritmo de tambor, no estaba siendo lo mismo. — ¡Y olé!
— Oh, cuánto vampiro creyente, tengo que preguntar si es la nueva moda — murmuró para sí cuando vio al joven al que había ayudado transformarse en una versión más oscura y monstruosa tras el primer ataque.
El bardo buscó con la mirada un camino hacia la salida que antes le había mencionado el vampiro monaguillo. Igual sí que tenía que haber hecho caso y haber huido antes, ahora la ruta era más complicada con todo aquel revuelo. Mishu quiso aprovechar el momento de desorientación que había provocado aquel grito terrorífico entre el bando de Blackanus para escapar.
Dispuesto a un enfrentamiento, Mishu agarró la empuñadura de su espada. Pero al desenvainar el arma se le resbaló entre los dedos como si una fuerza mágica hubiese tirado de ella y salió volando hacia unos bancos. La sonrisa se borró de los labios. No podía abandonar allí su reliquia familiar. Avanzó corriendo cerca del centro de la contienda, pero cuando se coló entre los bancos, la tela de sus ropajes se enganchó con la esquina de la tabla de madera y el tirón le hizo perder el equilibrio y caer de culo al suelo. — Pero qué torpe estoy hoy, es la falta de una buena cerveza.
Reconoció al instante la figura calva que se acercó a él. — Perry, así que quieres recordar viejos choques de espadas —dijo al sacerdote, que parece se había escapado del grito para ir a por él. El hombre escupió contra los piés del dragón con desagrado. — ¡Pero si no nos lo pasamos nada mal! — Se quejó.
Primero lo olió y luego vio una nube de gas amarillo que había aparecido de la nada. No sabía qué era eso, pero hizo efecto antes en Perry que empezó a mover los brazos de forma errática, lo cuál le salvó de recibir un ataque. Mishu consiguió incorporarse pero su cuerpo comenzó a no responderle. Sintió espasmos en sus músculos y no podía ser más que un mero espectador incrédulo de cómo todo su cuerpo se movía bruscamente sin control al igual que al resto de contendientes que habían respirado. Se coordinó con el mal baile que hacía también Perry y ambos se integraron con el resto de participantes de aquella involuntaria danza popular.
Escuchó las palabras del enmascarado y lo vio de reojo. — Me pillas un poco ocupado, al parecer me piden una jota —dijo mientras sus pies brincaban, las manos alzadas como si estuvieran tocando las castañuelas. Su cuerpo seguía sin responderle. Pues si tocaba bailar, tocaba, aunque sin una buena música y ritmo de tambor, no estaba siendo lo mismo. — ¡Y olé!
- Un baile popular:
Mishu
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
El grito de tormento se extendía rápidamente mientras Cohen daba unos pasos atrás. El desconcierto, el dolor de cabeza y la falta de equilibrio les duraría un breve periodo de tiempo, por lo que el vampiro debía de ser rápido en actuar.
Lo primero que hizo fue mirar a Peter. Con aquella gran espada entre sus manos, dispuesto a defenderse de alguno de aquellos lunáticos religiosos, observaba a Cohen con atención. Era la primera vez que el líder de los soldados humanos en Sacrestic Ville le observaba en su forma maldita. Parecía realmente impresionado por su nuevo aspecto. Por ello, Cohen se relajó tomando su forma habitual.
―Peter, ¡llévate a San Jacobo a la sacristía, rápido!
La importancia de que al párroco no le ocurriera nada era crucial. Si alguien sabía cual era la vinculación del Ojo Carmesí con ese edificio, sin duda, era él. Cuándo vio que Peter se hacía cargo de su protección, se quedó mucho más tranquilo.
Entonces, su vista captó un objeto volar hacia el grupo de desorientados guardas. Lo último que esperaba era que, al estallar un vial de cristal que liberó una especie de nebulosa amarillenta, aquellos hombres se pusieran a bailar.
Durante unos segundos, Cohen observó divertido el efecto de aquella magia alquímica, recordándole los efectos de sus silbidos. Luego volvió a la realidad: había que sacar a los fieles de San Jacobo por la puerta secundaria.
―¡Salgan por la puerta lateral! ¡Si no pueden luchar por esta Iglesia, márchense!
Algunos de los fieles se dirigieron hacia la misma con la intención de salir de allí. Otros, en cambio, decidieron mantenerse en posición, observando aún el efecto de la magia alquímica. San Jacobo había aliviado sus pensamientos negativos, les había ayudado en su estado de tristeza y depresión, manipulando su estado anímico para hacerles sentir en paz y aliviados. Por los que muchos se quedaron allí creyendo que le debían ayuda al párroco.
Cohen se percató en ese momento de que, en el grupo de bailarines, el chico de la capa de colores se había unido al bando de Blackanus, en aquella especie de danza popular.
El vampiro se dirigió entonces hasta la pareja que formaba el hombre enmascarado y aquella mujer. Ambos permanecían en el centro de la iglesia. Cohen jamás les había visto, por lo que intuyó que no habían visitado mucho aquella ciudad en los últimos años. Alguien con esa máscara llama fácilmente la atención.
―¿Me ayudarían a expulsar a estas personas de la Iglesia? No es lugar para que se produzca ataque alguno aquí… Parecéis personas preparadas para afrontar situaciones cómo ésta… Además, San Jacobo os agradecerá por ello ―añadió estas últimas palabras, desconociendo si aquellas personas eran fieles habituales de aquella congregación― Además, habrá que cuidar que a ese joven no le pase nada en cuanto los efectos de esa poción comiencen a desaparecer ―dijo señalando al joven juglar― ¿Me ayudarán?
Lo primero que hizo fue mirar a Peter. Con aquella gran espada entre sus manos, dispuesto a defenderse de alguno de aquellos lunáticos religiosos, observaba a Cohen con atención. Era la primera vez que el líder de los soldados humanos en Sacrestic Ville le observaba en su forma maldita. Parecía realmente impresionado por su nuevo aspecto. Por ello, Cohen se relajó tomando su forma habitual.
―Peter, ¡llévate a San Jacobo a la sacristía, rápido!
La importancia de que al párroco no le ocurriera nada era crucial. Si alguien sabía cual era la vinculación del Ojo Carmesí con ese edificio, sin duda, era él. Cuándo vio que Peter se hacía cargo de su protección, se quedó mucho más tranquilo.
Entonces, su vista captó un objeto volar hacia el grupo de desorientados guardas. Lo último que esperaba era que, al estallar un vial de cristal que liberó una especie de nebulosa amarillenta, aquellos hombres se pusieran a bailar.
Durante unos segundos, Cohen observó divertido el efecto de aquella magia alquímica, recordándole los efectos de sus silbidos. Luego volvió a la realidad: había que sacar a los fieles de San Jacobo por la puerta secundaria.
―¡Salgan por la puerta lateral! ¡Si no pueden luchar por esta Iglesia, márchense!
Algunos de los fieles se dirigieron hacia la misma con la intención de salir de allí. Otros, en cambio, decidieron mantenerse en posición, observando aún el efecto de la magia alquímica. San Jacobo había aliviado sus pensamientos negativos, les había ayudado en su estado de tristeza y depresión, manipulando su estado anímico para hacerles sentir en paz y aliviados. Por los que muchos se quedaron allí creyendo que le debían ayuda al párroco.
Cohen se percató en ese momento de que, en el grupo de bailarines, el chico de la capa de colores se había unido al bando de Blackanus, en aquella especie de danza popular.
El vampiro se dirigió entonces hasta la pareja que formaba el hombre enmascarado y aquella mujer. Ambos permanecían en el centro de la iglesia. Cohen jamás les había visto, por lo que intuyó que no habían visitado mucho aquella ciudad en los últimos años. Alguien con esa máscara llama fácilmente la atención.
―¿Me ayudarían a expulsar a estas personas de la Iglesia? No es lugar para que se produzca ataque alguno aquí… Parecéis personas preparadas para afrontar situaciones cómo ésta… Además, San Jacobo os agradecerá por ello ―añadió estas últimas palabras, desconociendo si aquellas personas eran fieles habituales de aquella congregación― Además, habrá que cuidar que a ese joven no le pase nada en cuanto los efectos de esa poción comiencen a desaparecer ―dijo señalando al joven juglar― ¿Me ayudarán?
Cohen
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
El efecto era el deseado. Una poción arrojadiza extraña, pero que la tenía en su elenco de objetos de viaje desde hacía mucho tiempo. No pudo evitar esbozar una sonrisa divertida bajo su máscara cuando vio a todo hostil bailar una danza popular. Katrina, sin embargo hizo una mueca de disgusto al percatarse de que el extraño hombre con la túnica llamativa también había quedado metido en la nube amarillenta que causó tal efecto.
-Hay que sacarlo de ahí.-Proyectó su voz mágica en el Sevna.
En ese momento Alward lo vio. Su gesto bajo la máscara cambió repentinamente. Se suponía que era una distracción para que todos despejaran el lugar. Si algo le ocurría a ese hombre sería culpa suya. Se mordió el labio para cuando el monaguillo que anteriormente había defendido a San Jacobo se acercó a la pareja.
Lo miró de reojo mientras hablaba, sin perder en ningún momento la atención de los seguidores de Blackanus. Hasta ahora no había reparado en el cambio de aspecto que este había tenido cuando la situación se volvió tensa. Es algo que Katrina hacía de vez en cuando, por lo que suponía entonces que era un vampiro.
-¡Os he dado esta oportunidad para que huyerais, maldita sea!-Alzó la voz, molesto.
Muchos de los que allí se encontraban se quedaron, como creyentes fieles a San Jacobo, incluso anteponiendo su integridad física.
Pero había algo en lo que el monaguillo tenía razón: estaba ese hombre (el de los ropajes extravagantes). Era su responsabilidad sacarlo de ahí. Por lo que, sin mediar palabra alguna, tras un silencio incómodo que duró unos eternos dos segundos, desenvainó sus dos espadas y tensó su postura, listo para el combate. El efecto del baile se acabaría pronto, y los hostiles volverían a la carga.
-¿Vamos a combatir?-Preguntó la vampiresa tensando también su postura.
Alward asintió.
-No debe haber ninguna muerte. Estos hombres no se la merecen.-Advirtió.
Katrina frunció el ceño, lista para que se entablase combate directo. Ella no sabía nada del arte de la lucha, por lo que su función era más de apoyo al Sevna en su retaguardia.
Cuando hubo terminado el efecto de la poción, los hostiles iniciaron la carga. Estaban rabiosos y enfurecidos, con el orgullo herido y con ganas de matar tanto a todo seguidor de San Jacobo como, ahora, al propio Alward por haber osado ponerles en ridículo.
Alward, como un rayo, cargó contra ellos; una espada en cada mano. Cuando tuvo al primero enfrente, dejó que este atacase primero, y sin detenerse en su carrera, el humano enmascarado fintó para ponerse en el lateral del hostil y propinarle una patada en el costado que le hizo retroceder, chocándose con otro. Un seguidor de Blackanus, distinto al primero, le iba a asaltar por su flanco lateral que estaba sin vigilar, pero Alward reaccionó a tiempo y pudo esquivar el garrotazo que este le iba a propinar. Con una de sus manos intentó que el hostil no pudiese volver a levantar su arma haciendo fuerza hacia abajo, y con la otra, agarrando con firmeza la empuñadura de su espada, le propinó un puñetazo en la nariz, ocasionando un crujido seguido de un sangrado alarmante. El enemigo cayó hacia atrás en el acto, inconsciente.
Mientras Alward seguía peleando contra los seguidores de Blackanus, Katrina intentó retroceder lo máximo que pudo para ponerse en un lugar a salvo de cualquier hostil que pudiera hacerle daño. Su papel era otro: intervino en la mente colectiva de la masa furiosa e intentó aplacarla. Los sentimientos eran algo muy difícil de controlar, y más de seguidores tan fanáticos, pero tenía que ayudar a su compañero. No podría con tantos a la vez, ni él ni los demás que también estaban luchando por San Jacobo. Los que más aspecto tenían de luchadores (aparte del propio Alward) eran el hombre con túnica llamativa y el monaguillo vampiro.
Los intentó relajar, diciéndoles palabras tranquilizadoras; "Calma...", "Relájate...", "Descansa..."..., para así poder influir de forma más fácil en ellos y poder entrar en sus mentes. Una mente relajada era mucho más cómoda que una alterada, después de todo.
Intentó también darles argumentos para desistieran; "¿Merece la pena perder la vida tan lejos de casa por esto?", "¿No tienes ganas de ver a tu familia de nuevo?", "Habéis sido todos engañados. Este ataque ha sido orquestado por poderes superiores que poco o nada os tienen en cuenta..."
Katrina empujaba todas las emociones que alteraban a los seguidores de Blackanus (y también al propio sacerdote) para que se minimizasen y quedasen sentimientos de calma, paz y sumisión ante su poder de la voz. Su voz no sonaba autoritaria ni mucho menos clara. Simplemente era un susurro lejano que escuchaban con claridad, como si de su propia mente se tratase. Tenía que tocar todas las fibras sensibles de los sujetos. Unos pocos ya empezaron a detenerse en mitad del combate, como si toda la euforia de sus anteriores acciones hubiese desaparecido. Katrina esbozó una pequeña sonrisa de satisfacción a la vez que juguetona. Tenía que seguir más, hasta que el combate terminara. Alward, por su parte, seguía reduciendo a los que podía y enfrentando a quienes eran una amenaza potencial para Katrina.
Alward Sevna
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
El hombre enmascarado rápidamente se ofreció a ayudar al juglar. Rápidamente, con dos espadas en sus manos, realizó un feroz ataque después de realizar la advertencia de que ninguno de aquellos hombres debía resultar herido.
―De acuerdo. Así se hará ―reafirmó.
Cohen se sintió algo decepcionado. Quizás Blackanus y sus hombres no merecían morir, pero si salían airosos, el enfrentamiento no acabaría aquella noche. Volverían estar allí al día siguiente. Y al siguiente... El enmascarado y su acompañante, quizás viajaran de paso, quizás permanecieran un par de días en la ciudad… no estarían allí un día tras otro hasta que el conflicto llegara a su fin…
Pero sabiendo el vampiro que esas dos personas eran las dos únicas que podrían ser poderosos aliados en esa batalla, aceptó el deseo del enmascarado de no herir a nadie.
Cohen se abrió paso por uno de los laterales de la iglesia, alejándose del enmascarado y de la mujer. No quería que la magia de su voz les afectara. Cuándo los dos primeros hombres se le acercaron, espadas en mano, con la clara intención de dañarles, el vampiro gritó fuerte de nuevo afectándoles directamente [1].
La reacción fue inmediata. Ambos hombres, que se habían visto afectado por la magia alquímica del enmascarado, se mostraban claramente mareados. Uno de ellos se llevó las manos a la cabeza a causa del dolor severo que el grito le había causado, mientras que el otro se dejó caer sobre uno de los bancos de la iglesia para evitar hacerlo contra el suelo.
Abriéndose paso en dirección al juglar, se topó con otros dos hombres, que parecían comenzar a dudar sobre si aquello sería una buena idea. Al encontrarse sus miradas, pronunció con una voz suave y tranquila, concentrándose en ambos:
―Queréis marcharos de aquí, pero os veis obligados a proteger al joven juglar. Lleváoslo con vosotros y aseguraros de que se encuentra bien y de que nada le ocurre, pues le tenéis una gran estima… Mayor que a cualquier persona que conozcáis aquí… ―dijo, antes de abrir los brazos, adoptando una clara postura clerical, cómo si fuera un sacerdote diciendo alguna de aquellas monsergas religiosas― ¡Hermanos, id en paz! [2]
El vampiro constató que algo más estaba ocurriendo. La mayoría de los hombres de Blackanus abandonaban la iglesia por propia voluntad, aunque no tenía sentido.
Los dos hombres a los que él mismo había influenciado con el juglar a cuestas entre ellos, algunos hombres que habían combatido contra el hombre enmascarado… incluso uno de los hombres a los que había gritado, se intentaba abrir paso entre los bancos con la clara intención de abandonar el lugar. Aunque algunos resistían, casi todos se marchaban...
Pero junto a la entrada, se encontraba Blackanus, inalterable, ni siquiera asombrado por la desbandada generalizada de los frailes que hasta unos minutos antes habían invadido la iglesia junto a él.
En su mano derecha, un extraño anillo brillaba, emitiendo una luz dorada. ¿Acaso se trataba de alguna extraña reliquia religiosa que le protegía ante la magia? [3]
[1] Uso de mi habilidad Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor. Segundo Uso
[2] Uso de mi habilidad Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real. Uso único, Primer Turno.
[3] Alusión a un anillo con magia arcana que permite que su portador no se vea influenciado por ningún tipo de magia vampírica.
―De acuerdo. Así se hará ―reafirmó.
Cohen se sintió algo decepcionado. Quizás Blackanus y sus hombres no merecían morir, pero si salían airosos, el enfrentamiento no acabaría aquella noche. Volverían estar allí al día siguiente. Y al siguiente... El enmascarado y su acompañante, quizás viajaran de paso, quizás permanecieran un par de días en la ciudad… no estarían allí un día tras otro hasta que el conflicto llegara a su fin…
Pero sabiendo el vampiro que esas dos personas eran las dos únicas que podrían ser poderosos aliados en esa batalla, aceptó el deseo del enmascarado de no herir a nadie.
Cohen se abrió paso por uno de los laterales de la iglesia, alejándose del enmascarado y de la mujer. No quería que la magia de su voz les afectara. Cuándo los dos primeros hombres se le acercaron, espadas en mano, con la clara intención de dañarles, el vampiro gritó fuerte de nuevo afectándoles directamente [1].
La reacción fue inmediata. Ambos hombres, que se habían visto afectado por la magia alquímica del enmascarado, se mostraban claramente mareados. Uno de ellos se llevó las manos a la cabeza a causa del dolor severo que el grito le había causado, mientras que el otro se dejó caer sobre uno de los bancos de la iglesia para evitar hacerlo contra el suelo.
Abriéndose paso en dirección al juglar, se topó con otros dos hombres, que parecían comenzar a dudar sobre si aquello sería una buena idea. Al encontrarse sus miradas, pronunció con una voz suave y tranquila, concentrándose en ambos:
―Queréis marcharos de aquí, pero os veis obligados a proteger al joven juglar. Lleváoslo con vosotros y aseguraros de que se encuentra bien y de que nada le ocurre, pues le tenéis una gran estima… Mayor que a cualquier persona que conozcáis aquí… ―dijo, antes de abrir los brazos, adoptando una clara postura clerical, cómo si fuera un sacerdote diciendo alguna de aquellas monsergas religiosas― ¡Hermanos, id en paz! [2]
El vampiro constató que algo más estaba ocurriendo. La mayoría de los hombres de Blackanus abandonaban la iglesia por propia voluntad, aunque no tenía sentido.
Los dos hombres a los que él mismo había influenciado con el juglar a cuestas entre ellos, algunos hombres que habían combatido contra el hombre enmascarado… incluso uno de los hombres a los que había gritado, se intentaba abrir paso entre los bancos con la clara intención de abandonar el lugar. Aunque algunos resistían, casi todos se marchaban...
Pero junto a la entrada, se encontraba Blackanus, inalterable, ni siquiera asombrado por la desbandada generalizada de los frailes que hasta unos minutos antes habían invadido la iglesia junto a él.
En su mano derecha, un extraño anillo brillaba, emitiendo una luz dorada. ¿Acaso se trataba de alguna extraña reliquia religiosa que le protegía ante la magia? [3]
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[1] Uso de mi habilidad Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor. Segundo Uso
[2] Uso de mi habilidad Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real. Uso único, Primer Turno.
[3] Alusión a un anillo con magia arcana que permite que su portador no se vea influenciado por ningún tipo de magia vampírica.
Cohen
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
La actuación de Katrina parecía ser de especial ayuda. No eran muchos los que supiesen defenderse de los hostiles, y hacer que estos se retirasen por voluntad propia estaba siendo una victoria enorme. La ayuda del monaguillo también resultó de lo más útil. Este último no parecía estar muy de acuerdo con aquello de no dar muerte al bando contrario, pero en las guerras identitarias, derramar sangre resultaba innecesario, ya fuese por racismo o por religión. Alward no era así, y usaba la muerte como último recurso. A veces no le quedaba más remedio que defenderse hasta las últimas consecuencias, y son más de las que le hubiese gustado admitir y aceptar... pero el mundo es cruel, y ante eso es muy fácil caer en ese último recurso, como es dar muerte a tu oponente.
Pero el monaguillo lo hacía bien, tirando de su propia magia de la voz para ello.
Poco a poco, los hostiles se estaban viendo reducidos. Aunque a Alward le llamó la atención el hecho de que Blackanus siguiese allí, tan firme como el primer momento en el que hizo acto de presencia. La influencia de los dos vampiros de la voz no era suficiente para pacificarlo, lo cual era extraño. ¿Qué clase de poder poseía? ¿Era un simple humano normal? ¿Qué le hacía tan especial?
Tras derribar a un último oponente con un golpe seco en la mandíbula con la empuñadura de una de sus espadas, Alward quedó frente a frente con el sacerdote fanático. Su mirada mostraba ira, pero la comisura de sus labios dibujaba una sonrisa placentera tras ver cómo el trío que les plantaba cara se quedaba impresionado ante su resistencia a la magia de la voz.
Desafiante, y bajo su máscara, el Sevna lo miró a los ojos.
-Es tu última oportunidad de rendirte por las buenas.-Hizo una floritura girando el mango de las dos espadas por sus propias manos.-Ten sensatez, te estás quedando solo. ¿De verdad tu dios querría todo esto? Esta... matanza innecesaria que planeabas llevar a cabo...-Alzó una mano a media altura, corrigiéndose antes de que el propio sacerdote pudiera articular palabra.-Sé que no venías con esa idea, pero tampoco te has deshecho de ella cuando podías haber parlamentado sin violencia. Sé que no sois los culpables de encender la mecha, pero sí que lo eres de continuar todo este sinsentido.-Acto seguido, tomando una postura prudencial pero más relajada, se quedó frente a frente a escasos cinco metros del sacerdote.-Sé razonable.
Alward Sevna
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Blackanus parecía impasible ante la magia de su voz. Parecía sentirse protegido, seguro. Dirigió a Cohen una mirada feroz, como la de un depredador que es capaz de asesinar rápidamente a su presa. En su mano, el brillo que emitía el anillo era cada vez más intenso.
El hombre enmascarado se acercó a él con las dos espadas en mano. Le advirtió de su error y aunque no estaba de acuerdo con todo lo que él decía, su presencia y las armas que tenía en sus manos parecían hacer algo de mella en el semblante del Sacerdote.
Sin embargo, el cura le miró despectivamente una vez más y asintió, mientras una risa burlona escapaba de sus labios.
―La Misa de Medianoche de hoy es la última que se celebrará. A partir de mañana, mis hombres custodiarán el perímetro de la Iglesia. Nadie entrará ni saldrá de ella― dijo, mientras daba un par de pasos atrás en dirección a la salida, para ahora dirigirse directamente a Cohen― Dígale a San Jacobo que más le vale que nuestros caminos no se crucen. Le enseñaré lo que la Luz de Cristo hacen en… alimañas cómo él.
Tras levantar la mano derecha para mostrar lo que parecía ser un amuleto sagrado, Blackanus abandonó el edificio.
Cohen respiró tranquilo, algo relajado. Enseguida miró a su alrededor: los heridos, de ambos bandos, eran numerosos. Algunos habían abandonado la Iglesia, pero muchos de los heridos continuaban allí. La imagen de tanta sangre en la Iglesia, lejos de atormentarle, le hizo sentir hambruna. Lo que haría por hincar sus dientes en algunos de aquellos heridos hombres de la fe y saciar su sed de sangre.
Volviendo a concentrarse, se dirigió hacia la pareja de desconocidos. El hombre continuaba con las espadas en su mano, cómo si se encontrara aún alerta. Se le veía que su instrucción había sido ejemplar y por un momento, le recordó a Peter.
―Debo ir a ver si San Jacobo y Peter se encuentran bien. ¡Les estoy muy agradecido por haberme ayudado a poner fin a este sinsentido! ―abriendo los brazos, les miró detenidamente a ambos y simulando ser lo que representaba, añadió― Espero que Cristo les acompañe en todo momento, de ahora en adelante. No preguntaré sus nombres, pero les recordaré… al menos que se quite su máscara…
Tras escuchar las palabras de vuelta y despedirse cordialmente, el vampiro puso rumbo a la sacristía. En la puerta, se encontraba Lannet, custodiando a San Jacobo.
―¿Se han marchado?
―Sí. El enmascarado y la mujer me han ayudado a expulsarles. Creo que no ser por ellos, hubiesen arrasado con todos. ¿Pero qué le pasa a esta gente?
Cohen intentó abrir la puerta, pero extrañado, vio que estaba cerrada.
―Se ha encerrado ahí. Aunque intento hablar con él, se niega a responder…
―San Jacobo, soy su monaguillo ―dijo, sintiéndose extraño― Por favor, abra. El peligro ha pasado. Los invasores se han marchado.
Al otro lado de la puerta, el silencio seguía siendo sepulcral.
―Peter, ¿podrías caer la puerta?
―¿La puerta de la sacristía?
Cohen asintió, incitándole a hacerlo. El humano era alto, fuerte y decidido en todo lo físico. Tendría mucha más fuerza que él. Tras dudar unos segundos, terminó accediendo.
Tras la segunda patada del soldado, el pestillo de la puerta terminó cediendo al otro lado de la misma. Al hacerse a un lado, Cohen entró en el interior de la sacristía. Lo que no veía en su interior le dejó completamente atónito.
La puerta había estado cerrada. Las ventanas estaban protegidas por hierros que impedían su acceso. No había ninguna otra posible salida a la vista. Incluso la chimenea estaba cerrada. Una habitación sin salida. Aún así, San Jacobo parecía haberse esfumado de forma mágica.
―¿Puede que tenga ese poder? ―preguntó Lannet, cuya experiencia le había hecho saber que había vampiros capaces de volverse invisibles… o de al menos, sugerir a la mente de los demás que así era…
―No sabría decirte… pero me atrevería a decir que San Jacobo... no está aquí...
El hombre enmascarado se acercó a él con las dos espadas en mano. Le advirtió de su error y aunque no estaba de acuerdo con todo lo que él decía, su presencia y las armas que tenía en sus manos parecían hacer algo de mella en el semblante del Sacerdote.
Sin embargo, el cura le miró despectivamente una vez más y asintió, mientras una risa burlona escapaba de sus labios.
―La Misa de Medianoche de hoy es la última que se celebrará. A partir de mañana, mis hombres custodiarán el perímetro de la Iglesia. Nadie entrará ni saldrá de ella― dijo, mientras daba un par de pasos atrás en dirección a la salida, para ahora dirigirse directamente a Cohen― Dígale a San Jacobo que más le vale que nuestros caminos no se crucen. Le enseñaré lo que la Luz de Cristo hacen en… alimañas cómo él.
Tras levantar la mano derecha para mostrar lo que parecía ser un amuleto sagrado, Blackanus abandonó el edificio.
Cohen respiró tranquilo, algo relajado. Enseguida miró a su alrededor: los heridos, de ambos bandos, eran numerosos. Algunos habían abandonado la Iglesia, pero muchos de los heridos continuaban allí. La imagen de tanta sangre en la Iglesia, lejos de atormentarle, le hizo sentir hambruna. Lo que haría por hincar sus dientes en algunos de aquellos heridos hombres de la fe y saciar su sed de sangre.
Volviendo a concentrarse, se dirigió hacia la pareja de desconocidos. El hombre continuaba con las espadas en su mano, cómo si se encontrara aún alerta. Se le veía que su instrucción había sido ejemplar y por un momento, le recordó a Peter.
―Debo ir a ver si San Jacobo y Peter se encuentran bien. ¡Les estoy muy agradecido por haberme ayudado a poner fin a este sinsentido! ―abriendo los brazos, les miró detenidamente a ambos y simulando ser lo que representaba, añadió― Espero que Cristo les acompañe en todo momento, de ahora en adelante. No preguntaré sus nombres, pero les recordaré… al menos que se quite su máscara…
Tras escuchar las palabras de vuelta y despedirse cordialmente, el vampiro puso rumbo a la sacristía. En la puerta, se encontraba Lannet, custodiando a San Jacobo.
―¿Se han marchado?
―Sí. El enmascarado y la mujer me han ayudado a expulsarles. Creo que no ser por ellos, hubiesen arrasado con todos. ¿Pero qué le pasa a esta gente?
Cohen intentó abrir la puerta, pero extrañado, vio que estaba cerrada.
―Se ha encerrado ahí. Aunque intento hablar con él, se niega a responder…
―San Jacobo, soy su monaguillo ―dijo, sintiéndose extraño― Por favor, abra. El peligro ha pasado. Los invasores se han marchado.
Al otro lado de la puerta, el silencio seguía siendo sepulcral.
―Peter, ¿podrías caer la puerta?
―¿La puerta de la sacristía?
Cohen asintió, incitándole a hacerlo. El humano era alto, fuerte y decidido en todo lo físico. Tendría mucha más fuerza que él. Tras dudar unos segundos, terminó accediendo.
Tras la segunda patada del soldado, el pestillo de la puerta terminó cediendo al otro lado de la misma. Al hacerse a un lado, Cohen entró en el interior de la sacristía. Lo que no veía en su interior le dejó completamente atónito.
La puerta había estado cerrada. Las ventanas estaban protegidas por hierros que impedían su acceso. No había ninguna otra posible salida a la vista. Incluso la chimenea estaba cerrada. Una habitación sin salida. Aún así, San Jacobo parecía haberse esfumado de forma mágica.
―¿Puede que tenga ese poder? ―preguntó Lannet, cuya experiencia le había hecho saber que había vampiros capaces de volverse invisibles… o de al menos, sugerir a la mente de los demás que así era…
―No sabría decirte… pero me atrevería a decir que San Jacobo... no está aquí...
Cohen
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Re: Misa de Medianoche [Libre] [Noche]
Al final, Blackanus optó por "rendirse". Aunque aparentaba todo lo contrario, ya que se fue con aires de superioridad y como si la situación jugara a favor suya. Hizo ver que actuó así más por iniciativa propia que por derrota aplastante por el hecho de que sus seguidores le hubiesen abandonado.
Alward no le apartó la mirada hasta que desapareció por las calles de la ciudad. Katrina se acercó y se puso a su lado, observando también la huida del sacerdote fanático.
Esta última miró a su compañero, y este le devolvió la mirada. No se dijeron nada, en parte porque allí irrumpió también el monaguillo de San Jacobo.
Ante las palabras de agradecimiento de este, la pareja asintió conforme.
-Muchas gracias.-Dijo ante la bendición del hombre.
Iba a preguntarle algo más sobre lo sucedido y el por qué de todo eso, específicamente por la mujer pelirroja con la que había convertido asiento en la misa, y la cual resultaba bastante sospechosa, a sus ojos, de ser más de lo que aparentaba. Pero no lo vio oportuno. Vaciló y dejó ir su pregunta de la misma forma que dejó ir al monaguillo para reunirse con los suyos.
En la iglesia ya casi no quedaba nadie. Habían escapado la mayoría, otros esperaban fuera expectantes para recibir noticias de lo que ocurría en el interior.
-Había una mujer...-Dijo mientras guardaba las armas en sus correspondientes fundas.-Era pelirroja, y decía cosas acerca del "Embaucador".
Katrina frunció el ceño, extrañada. Una sola palabra se proyectó en la mente de Alward; "Loki". Ya había llegado él mismo a esa conclusión, pero la vampiresa había reforzado su teoría. No sabía que podría significar aquello, pero sin duda era algo curioso para investigar.
Se hizo un breve silencio. Entonces, Alward cayó en la cuenta de algo.
-¿Le sacaste algo interesante al que inició todo este jaleo?
Katrina asintió.
-Bien.-Asintió. Acto seguido, le posó una mano sobre el hombro.-Pero primero vamos a descansar, ¿Te parece?
La vampiresa de cabellos blancos volvió a asentir.
Todo indicaba que se quedarían por Sacrestic Ville un poco más de lo esperado. El foco de lo que buscaba no estaba en esa iglesia, pero gracias a su intervención allí podría haber sacado algo. La información, viniera de donde viniera, nunca podía ser despreciada, y cada detalle podía significar mucho más de lo que pudiese parecer.
Alward Sevna
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