El significado de los sueños | Autoconclusivo

Mientras la tripulación dejaba la mercadería en el muelle a los comerciantes y recolectaba el dinero, me dirigí hacia zona más alejada y no era una taberna esta vez. Iba a ver a una conocida debido a varios sueños recurrentes que terminaban por fatidiarme el descanso por las noches. Llevaba varias semanas así y ahora que tenía oportunidad, quería aprovechar. Había indicado a Arath que llevara a mi querida esposa Amice y a mi hermana Marcy, a que se compraran nuevas ropas y algunas chucherías de lo que les gustaba para verse bonitas.

La ansiedad era algo con lo que solía lididar a menudo, pero cuando venía de la nada por sueños fastidiosos así, nunca me auguraban nada bueno. En más de una oportunidad me había sucedido algo similar y al poco tiempo, transcurría algún hecho que me había sacado de mis casillas.

Golpeé la puerta y atendió una hechicera de cabellos blancos, joven. La conocía desde hacía bastante años gracias al "amigo" que tuve hasta hace varios años atrás y quien había sido dueño del barco que ahora yo manejaba.

— Ah... eres tú. He subido mis precios —dijo ella, fastidada.

— Así, es. Imagino que lo viste en tu bola de cristal — enarqué las cejas porque si supuestamente era una bruja, debía saber con antelación de que yo llegaría...

Entré a su tienda de productos esotéricos y tuve que apartarme varios amuletos que quisieron engancharse en mi pelo. Siempre tenía colgados un montón de colgantes y demás cosas por todos lados. Su tienda no estaba my distinta a los años atrás en que la había visitado. En el centro, había una mesa cubierta con los elementos con los que solía trabajar. Todo era oscuro allí y apenas unos pocos haz de luz ingresban a través de un par  de agujeros de la cortina negra que usaba en la ventana.

Olía fuertemente a incienso. Un gato blanco, peludo y enorme, descansaba entre unos almohadones al lado del asiento de ella. En frente, estaba la silla donde yo me hubicaría como cliente.

— Vengo por lo mismo de siempre, pero esta vez quiero adelantarme a los hechos, querida y no a que me tomen de sorpresa. Espero que el dinero que llevo haga que seas más específica en los detalles —dije con cierto dejo de exigencia en mi voz, tomando asiento.

Ella, tenía una infusión preparada y un cuenco. En un estante, tenía varios frascos con distintas hierbas y de las cuales me daba siempre alguna para beber previo a su ritual de magia.

Oí un ruido del otro lado del local. La cortina de tela azul, se movió al pasar alguien del otro lado.
— ¿Tu ayudante sigue aquí no? —pregunté con sumo interés. Era una muchacha muchacha pelirroja que ayudaba a la hechicera y aprendía de ella también el arte de la magia. La peli blanca entrecerró sus ojos para fulminarme con la mirada.

— Sigue aquí pero no tiene tiempo para ti. ¿Te queda claro Capitán Hidalgo? —

Tomé asiento donde acostumbraba cada vez que venía. La hechicera rodeó la mesa y se ubicó frente a mí. Sin decir nada de parte de ambos, observé su ritual de cómo servía el té, mezclando otras hierbas y polvos más. Uno de ellos en especial, desprendía un fuerte olor que no resultaba desagradable pero sí me daba la sensación de que podría dar un buen toque de asqueroso amargor a la bebida.

Cuando culminó, acercó la taza y tomó sin avisar, mi mano izquierda, que dio vuelta la palma sobre la de ella y con su mano hábil comenzó a examinar.

— Bebe— dijo en cuanto abrí mi boca.

— ¿Me dirás cuanto tiempo me queda de vida? — pregunté mientras tomaba la taza de la infusión que me había dado.

— Tú trágate eso, hasta la última gota y luego te diré lo que veo —dijo y no me quedó otro remedio que obedecer. Como susponía, era amarga esa bebida pero había un sabor que no hacía que me repugnara y no podía describir de qué hierba se trataba. Quizá mi querida Ámice, que tenía experiencia con ellas en medicina y sabía de sus propiedades, sabría decir algo.

Mientras bebía, ella tras haber examinado un buen rato mi mano, tomó una daga y la llevó al dedo índice de mi mano. Enarqué las cejas pero no hice movimiento de retirada. Los hechiceros hacían cosas muy raras. Pero sé, que ella, al menos no tomaría de mi sangre para que algún vampiro la bebiera, como había sucedido aquella vez en la casa de mi "familia adoptiva", seres traficantes de niños con distintos fines, más que de darlos a gente ricachona que no podía tener hijos.

Apenas si hice una mueca cuando sentí el filo hundirse en el dedo índice y que las gotas de sangre, cayesen sobre un recipiente con trozos de madera y hierbas humeantes. Dejé que ella moviese mi mano, apretando incluso sobre la herida que había hecho para verter más sangre en el cuenco

Ahí fue cuando comencé a sentir algo extraño... cómo que mi mano estaba bastante lejos de mi cuerpo, o yo, me pestaba perdiendo de mi propio cuerpo. Terminé la última gota de la taza y dejé. Cada movimiento, era exttraño, las sensaciones... todo.

— Esto es nuevo querida... ¿Qué clase de brujería estás haciendo ahora...?— también mi voz sonaba extraña. Ella por fin me miró a la cara con una sonrisa, contenta del efecto sorpresa que me causaba a mí.

— Querido capitan...— dijo ella repitiendo el tono que yo usaba al decir la palabra "querido"— Si quieres que vea qué ocurre con tus sueños, tendrás que sumergirte en ellos— sonrió con dulzura, consiguiendo que repondiera con un gruñido. Ella se incorporó, sosteniendo en cuenco humeante en sus manos y rodeó otra vez la mesa hasta ubicarse a mi lado. Me sentía cómo si hubies estado bebiendo toda la noche. Con una mano tomó de los cabellos de mi nuca tirando de mi cabeza apenas hacia atrás y con la otra, la acercó a mi rostro— Inhala profundo, Hidalgo, hijo de un traidor y adúltero— dijo cuando ya hube respirado ese humo, sin ser capaz de poder reaccionar ante esos insultos ofensivos pero reales por desgracia.

Fue como si el local se estremeciera bruscamente, o era yo quien lo hacía por efecto de esa pócima y humo, pero fue por corto tiempo y todo dejó de tener un sentido. ¿A dónde me llevaría?

Lo que siguió a continuación, es que me batí en batalla en con uno, luego con otro más. Eran demasiado fuertes y luego, vino un tercero que fue al que me costó mucho más hacerle frente, hasta que que me derribó.

Alaridos y la superficie de la madera de mi navío, cubierta de la sangre de ambas tripulaciones. Incluso restos de ellos, como dedos, manos, brazos, piernas o cabezas... o la mitad de un torso. Me costó ver debido a la lluvia y el golpe que me había dejado bastante aturdido y podía notar como la sangre caía por el costado de mi rostro y goteaba junto al agua hacia mi hombro o el suelo, uniéndose a los restos de de lo demás.

Sólo tenía en mente que no podía perder de esta manera y esto me motivó, para intentar levantarme de nuevo. Sin embargo, alguién más venía y sin verlo, mi corazón se agitó violentamente en mi pecho. Pánico, frío, sudor y una angustia que desde hacía mucho tiempo no sentía, era lo que me transmitía esa silueta que se acercaba mientras el Berseker aguardaba pacientemente mientras me levantaba.

Busqué con torpeza la espada pero ésta estaba en los pies de aquel gigantón así que saqué el cuchillo de mi cinto de cuero. Apoyé la punta en el suelo y luego, hice otro esfuerzo por incorporarme.

Me tambaleé sintiendo que el dolor de cabeza era como si alguien me golpease con un hacha, pero conseguí no caer.


— Mira a tu alrededor, pirata malnacido— dijo entre dientes, siseando y riendo con su semblante cubierto de cictrices, aquel Berseker— No te queda nadie y tus mujeres, ahora estan siendo tomadas por los nuestros—

Enfurecí, pese a que en mi pecho golpeaba el miedo con mucha fuerza.

Arremetí entonces con aquel, sin pensar con claridd y con la amenaza llegando. Sin embargo aquel no se defendió pero si desvió mi mano con el arma y hasta me hizo soltar un grito al quebrar mi muñeca sin piedad alguna. Caí de rodillas sin poder evitarlo. Aquel me movió para quedar frente a frente a ese sujeto amenazante.... Y cuando descubrió su rostro, fue como si todas las emociones me hiciesen perder el contról de mi mismo. No distinguí su rostro. Todo se nubló y me debatí fieramente entre el sueño y la realidad.


— Bueno, ya, despierta pirata Hidalgo— dijo la voz de la bruja. Abrí los ojos. Tenía mucho frío, sudaba a mares y estaba agitado como si hubiese estado corriendo durante mucho tiempo. Me encontraba tendido boca arriba en el suelo de la tienda. Había caído de la silla en algún momento y posiblemente, dado un golpe en la cabeza. Este sueño no lo había tenido antes, sino que había sido mucho más distinto. Ella estaba de pie frente a mí, mirándome desde arriba y sin intensión de darme una mano para ayudar. Era así y estaba acostumbrado. No esperaba amabilidad de nadie, más que de mi querida esposa Amice.

— ¿Qué...? ¿Qué has visto bruja?— gruñí, aún sin atreverme a mover de dónde estaba.

Demonios. Todo me daba vueltas y no tenía una sóla gota de ron en mi sangre. Cerré los ojos. Ella sonrió y se paseó un poco de un lado a otro, llevando ambas manos a su espalda. Podía sentir el retumbar de los tacones con sus botas sobre el suelo de madera.

— Pirata....—

— Capitán... captán— siseé entre dientes llevando una mano a mi cabeza pero a ella no le pareció importar.

— Es imposible contar la cantidad de enemigo que has hecho a lo largo de tu mísera vida y hay varios más poderosos que otros e irás encontrándolos el resto de lo que te queda de tiempo de vida— aguardó un momento para que yo pudiese procesar la información. Me importaba mucho retener los datos importantes que me dijera pero lo que decía, lo tenía en mente de antemano— Comprarán a los tuyos así que vigila bien a tus amigos y enemigos, si es que eres consiente de dónde hallarlos—

Me fui sentando despacio y apoyé mi espalda en el borde de un mueble.
— Algunos serán capaz de ir hacia la misma muerte con tal de salvar a sus propias familias si es necesarios, pra hundirte con tu preciado navío. Supongo que es a esto a lo que debes prestar más atención... Capitán Hidalgo— dijo lo último con énfasis, medio divertida de que rabiara porque no me llamara como yo quería.

— ¿Y sólo el modo de evitar eso es cuidarme? ¿Pero no tienes algo más específico sobre quién puede ser esta persona?—

Ella enarcó las cejas.
— Como siempre, la respuesta es No y tienes lo que te dicho. Dudo que puedas conciliar el sueño pero ningún asesino lo hace. Quién sabe. Las drogas o el alcohol para los que tienen algo de corazón, el sueño les he arrebatado por sus pecados—