El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
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El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
Las nubes avanzaban en dirección Oeste, trayendo consigo una fría brisa impropia de esa época del año. Amenazaban con descargar una considerable cantidad de agua, el característico color gris oscuro así las delataba. Después de hacer un alto, a la vera del camino, Sango decidió que era mejor ponerse en marcha. Gruñó después de contemplar el cielo.
- No tienen buena pinta- comentó a Eleandris mirando el cielo.- Deberíamos buscar algún sitio para pasar la tormenta. Desde luego, bajo los árboles no nos libraremos del agua.
Su peregrinaje hacia el norte era fruto de la curiosidad y el deseo de explorar tierras que no conocía. Nunca había salido de la Península por voluntad propia, siempre por motivos más grandes de los que él era capaz de comprender, como su paso por Sandorai occidental y Villasauco. Se quedó cerca de poder contemplar el Tymer. La guerra conducía a las personas a rincones que de otra manera no tenía posibilidad de alcanzar.
Avanzaron por el camino, acompañados por la majestuosa sinfonía que el bosque les ofrecía: el chocar de las ramas llenas de hojas, los pájaros cantando y elevándose por las corrientes de aire, un aullido a lo lejos, sus propias pisadas en la tierra, el propio crujir de su armadura contra el escudo y sus armas; un trueno en la lejanía, como un rugido de un gigante. Más allá, al final de todo aquello, la promesa de un techo sobre el que guarecerse de la lluvia.
- No estoy seguro pero juraría que el Pantano nos queda a un par de días de viaje a caballo al noroeste de aquí- Sango decidió romper el silencio.- Un amigo nació allí. Una tierra dura, sin duda, pero supongo que a todo se acostumbra uno- se encogió de hombros.
De repente sus pasos se detuvieron y contempló el animal que apareció de entre los árboles más alejados y caminó tranquilamente hasta quedar en mitad del camino. Un inmenso venado de un color arena blanquecina apareció ante ellos. El animal arrancó unas briznas de hierba del suelo antes de levantar la cabeza y mirarles mientras rumiaba. Su cornamenta, era consecuente con el tamaño del animal.
La visión dejó paralizado a Ben. Era un regalo a la vista y quería quedarse con todos los detalles antes de que se diera cuenta de que ambos, tanto él como Eleandris, podía representar una amenaza para su existencia. Sin embargo, el animal, que les miraba, hizo un gesto con la cabeza, en diagonal, de abajo a arriba y girando sensiblemente la misma. Sango alzó las cejas, sorprendido de que el animal les estuviera hablando.
Después del gesto, el animal marchó, continuando su camino dejando tras de sí a dos viajeros, cuanto menos, sorprendidos. Cuando hubo desaparecido de la vista de Sango, este miró a Eleandris y le hizo un gesto para continuar. Pero su cabeza, lejos de centrarse en el camino, especuló y fantaseó con aquel animal, con la posibilidad de que fuera un mensaje de los Dioses, y si era así, ¿qué significaba? El gesto con la cabeza la parecía un saludo, pero bien podía interpretarse como una señal para que se marcharan.
- ¿Has visto ese gesto que hizo con la cabeza? Por todos los Dioses, parecía que nos hablaba...- hizo una pausa para observar nuevamente el cielo.- Un animal increíble, sin duda, esperemos que sea un buen augurio, ¿verdad?
No tardó mucho en detenerse de nuevo, esta vez para olfatear el aire, había algo que no era natural, algo que desentonaba en mitad del bosque y, sin embargo, un olor familiar. El viento empujó hacia ellos el olor del humo.
- Eh, ¿lo hueles?- miró a Eleandris.- Es leña quemada. Leña verde. Inconfundible- Ben tenía un basto conocimiento en temas relacionados con la madera, no en vano su familia siempre se había dedicado a la tala de árboles y su posterior procesado.- No estamos lejos de gente, con suerte nos ofrecerán ayuda.
Sin mediar más palabras, lideró la marcha hacia lo que creían se trataba de signos de civilización.
- No tienen buena pinta- comentó a Eleandris mirando el cielo.- Deberíamos buscar algún sitio para pasar la tormenta. Desde luego, bajo los árboles no nos libraremos del agua.
Su peregrinaje hacia el norte era fruto de la curiosidad y el deseo de explorar tierras que no conocía. Nunca había salido de la Península por voluntad propia, siempre por motivos más grandes de los que él era capaz de comprender, como su paso por Sandorai occidental y Villasauco. Se quedó cerca de poder contemplar el Tymer. La guerra conducía a las personas a rincones que de otra manera no tenía posibilidad de alcanzar.
Avanzaron por el camino, acompañados por la majestuosa sinfonía que el bosque les ofrecía: el chocar de las ramas llenas de hojas, los pájaros cantando y elevándose por las corrientes de aire, un aullido a lo lejos, sus propias pisadas en la tierra, el propio crujir de su armadura contra el escudo y sus armas; un trueno en la lejanía, como un rugido de un gigante. Más allá, al final de todo aquello, la promesa de un techo sobre el que guarecerse de la lluvia.
- No estoy seguro pero juraría que el Pantano nos queda a un par de días de viaje a caballo al noroeste de aquí- Sango decidió romper el silencio.- Un amigo nació allí. Una tierra dura, sin duda, pero supongo que a todo se acostumbra uno- se encogió de hombros.
De repente sus pasos se detuvieron y contempló el animal que apareció de entre los árboles más alejados y caminó tranquilamente hasta quedar en mitad del camino. Un inmenso venado de un color arena blanquecina apareció ante ellos. El animal arrancó unas briznas de hierba del suelo antes de levantar la cabeza y mirarles mientras rumiaba. Su cornamenta, era consecuente con el tamaño del animal.
La visión dejó paralizado a Ben. Era un regalo a la vista y quería quedarse con todos los detalles antes de que se diera cuenta de que ambos, tanto él como Eleandris, podía representar una amenaza para su existencia. Sin embargo, el animal, que les miraba, hizo un gesto con la cabeza, en diagonal, de abajo a arriba y girando sensiblemente la misma. Sango alzó las cejas, sorprendido de que el animal les estuviera hablando.
Después del gesto, el animal marchó, continuando su camino dejando tras de sí a dos viajeros, cuanto menos, sorprendidos. Cuando hubo desaparecido de la vista de Sango, este miró a Eleandris y le hizo un gesto para continuar. Pero su cabeza, lejos de centrarse en el camino, especuló y fantaseó con aquel animal, con la posibilidad de que fuera un mensaje de los Dioses, y si era así, ¿qué significaba? El gesto con la cabeza la parecía un saludo, pero bien podía interpretarse como una señal para que se marcharan.
- ¿Has visto ese gesto que hizo con la cabeza? Por todos los Dioses, parecía que nos hablaba...- hizo una pausa para observar nuevamente el cielo.- Un animal increíble, sin duda, esperemos que sea un buen augurio, ¿verdad?
No tardó mucho en detenerse de nuevo, esta vez para olfatear el aire, había algo que no era natural, algo que desentonaba en mitad del bosque y, sin embargo, un olor familiar. El viento empujó hacia ellos el olor del humo.
- Eh, ¿lo hueles?- miró a Eleandris.- Es leña quemada. Leña verde. Inconfundible- Ben tenía un basto conocimiento en temas relacionados con la madera, no en vano su familia siempre se había dedicado a la tala de árboles y su posterior procesado.- No estamos lejos de gente, con suerte nos ofrecerán ayuda.
Sin mediar más palabras, lideró la marcha hacia lo que creían se trataba de signos de civilización.
Última edición por Sango el Miér Nov 09, 2022 10:14 pm, editado 1 vez
Sango
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
Los pájaros acompañaban con su vuelo bajo el augurio de lluvia. Tal como había vaticinado Sango, el gris oscuro de las nubes que encapotaban el cielo amenazaban tormenta y el aire se notaba húmedo. Como tarde esa misma noche de seguro llovería, aunque por suerte para nosotros el petricor aún no se percibía.
- Jamás entendí por qué asentarse cerca de un pantano. Los recursos son limitados y el agua aún mas, sin contar con lo molesto de los mosquitos o lo peligroso de los animales que viven en esos lugares. Hasta el propio terreno es peligroso de transitar. -
Respondí al comentario de mi compañero. El humano parecía hombre de pocas palabras, tal vez acostumbrado a la soledad del camino o quizá por la falta de confianza con quien lo acompañara ahora. No obstante la comunicación no era algo realmente relevante pues apenas nos conocíamos de unos días y nuestra prioridad era encontrar un techo o un lugar donde poder construir un refugio rápido antes de acabar calados hasta los huesos.
Me sorprendí cuando aquel ciervo, de tan considerable tamaño simplemente se interpuso en nuestro camino. Se encontraba lo suficientemente cerca para poder observarlo en todo su esplendor y a la vez tan alejado como para no poder alcanzarlo fácilmente. El animal no era un ciervo cualquiera.
- He notado algo en ese venado, y su gesto claramente ha ido dirigido hacia nosotros, parecía que quería que le siguiéramos. O que siguiéramos el camino. No se si será un augurio de tus dioses o los míos, pero había algo en ese animal mas allá de lo natural. -
Fue una sensación que no sabría describir pero me hizo sentir raro y curioso al mismo tiempo. Continuamos nuestro camino en un rumbo similar al del ciervo cada vez algo mas preocupado por el olor a petricor que ya empezaba a dejarse notar. Los truenos se oían mas cercanos y si se oteaba el horizonte se podía distinguir dónde había comenzado el aguacero. necesitabamos refugio urgentemente cuando el humano noto el inconfundible olor a leña quemada. - Apretemos el paso y recemos por que sea una posada en el camino o alguna aldea que pueda ofrecernos un techo donde pasar la noche.-
- Jamás entendí por qué asentarse cerca de un pantano. Los recursos son limitados y el agua aún mas, sin contar con lo molesto de los mosquitos o lo peligroso de los animales que viven en esos lugares. Hasta el propio terreno es peligroso de transitar. -
Respondí al comentario de mi compañero. El humano parecía hombre de pocas palabras, tal vez acostumbrado a la soledad del camino o quizá por la falta de confianza con quien lo acompañara ahora. No obstante la comunicación no era algo realmente relevante pues apenas nos conocíamos de unos días y nuestra prioridad era encontrar un techo o un lugar donde poder construir un refugio rápido antes de acabar calados hasta los huesos.
Me sorprendí cuando aquel ciervo, de tan considerable tamaño simplemente se interpuso en nuestro camino. Se encontraba lo suficientemente cerca para poder observarlo en todo su esplendor y a la vez tan alejado como para no poder alcanzarlo fácilmente. El animal no era un ciervo cualquiera.
- He notado algo en ese venado, y su gesto claramente ha ido dirigido hacia nosotros, parecía que quería que le siguiéramos. O que siguiéramos el camino. No se si será un augurio de tus dioses o los míos, pero había algo en ese animal mas allá de lo natural. -
Fue una sensación que no sabría describir pero me hizo sentir raro y curioso al mismo tiempo. Continuamos nuestro camino en un rumbo similar al del ciervo cada vez algo mas preocupado por el olor a petricor que ya empezaba a dejarse notar. Los truenos se oían mas cercanos y si se oteaba el horizonte se podía distinguir dónde había comenzado el aguacero. necesitabamos refugio urgentemente cuando el humano noto el inconfundible olor a leña quemada. - Apretemos el paso y recemos por que sea una posada en el camino o alguna aldea que pueda ofrecernos un techo donde pasar la noche.-
Eleandris
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
La observación de Eleandris le ocupó el pensamiento durante un buen rato. Los perros, al menos los que él conocía, cuando querían algo o sabían que pasaban algo, buscaban al dueño para avisar. Sin embargo, el animal no les había ido a buscar, tampoco tenía contacto, supuso, con humanos, por tanto, ¿por qué pensar en que el venado se comunicaba con ellos? Sacudió la cabeza. El animal les había provocado el mismo sentimiento: inquietud.
- ¿Deberíamos haberle seguido?- preguntó Sango genuinamente.- No conviene lanzarse a la aventura por estos bosques, hay bestias peligrosas, como los graphorn (1)... Una vez me enfrenté a uno de ellos, fuimos cuatro y solo pudimos ahuyentarle- sonrió levemente.- Pese a que hoy las cosas serían distintas, no me gustaría verme frente a uno de ellos.
Después de superar algunos obstáculos en el camino, árboles caídos y zonas llenas de barro, divisaron, a lo lejos, un fuego. A medida que se acercaban, pudieron distinguir que era una caravana de tres carros, tirado por bueyes, y en la que los integrantes del grupo estaban todos concentrados al final de la caravana. Antes de acercarse al fuego, decidió que lo mejor era saludar antes de aprovecharse de la buena fe de aquella pobre gente.
No era un grupo numeroso y parecían refugiados más que simples viajantes. Los carros estaban destartalados y parecían necesitar un mantenimiento urgente, las bestias de tiro, no estaban en su mejor momento. ¿De dónde aparecía toda esa gente? Un sentimiento de prudencia aconsejó a Sango echar mano al cinto. Solo por si acaso.
- Buena tarde.
Varios de los presentes se sobresaltaron. Sango detuvo su avance y alzo la mano izquierda para calmar a los presentes que miraron con desconfianza a los recién llegados.
- ¿Quiénes sois? ¿Qué queréis de nosotros?
- Viajeros en busca de refugio. Las oscuras nubes del este no auguran una buena noche- al no obtener respuesta Sango dio un paso al frente y observó que estaban en torno a una tumba.- Lamentamos vuestra pérdida- se llevó una mano al pecho e hizo una ligera reverencia.
- Negros han sido los últimos tiempos, mis señores- se atrevió el hombre que dio un paso hacia ellos abandonando el grupo.- Acompañadme, por favor.
Siguieron al hombre que cojeó hacia el frente de la caravana y que al llegar junto al fuego se acomodó en una de las dos banquetas que allí había. No les ofreció el otro asiento, pero si que se acercaran al fuego.
- Mi hijo, de treinta y siete años yace en ese agujero. Deja una esposa y a un padre, ¿y todo por qué?- se llevó las manos a la cara y acto seguido miró al suelo, abatido.- ¿Qué esperanza queda de recuperar una vida normal cuando todo lo que tienes se desvanece?- cogió un palo y removió levemente los leños antes de dejar caer el palo. Miró a Sango y luego a Eleandris.- ¿Vais al norte?
- Buscamos refugio, si es al norte o al sur, poco importa. Pero, señor, si me lo permites- miró a Eleandris y luego al hombre- ¿qué le pasó a su hijo?
Sacudió la cabeza y trató de explicar algo porque sus manos gesticularon pero de su boca no salió palabra alguna. Se pasó la manga por la cara antes de estudiar a Sango y Eleandris a partes iguales: desde el pelo hasta las botas pasando por la armadura y las armas.
- Los Candiles- dijo al fin- esos bastardos...
Hubo otro momento de pausa en el que el hombre volvió a concentrarse en el suelo. Sango miró a Elenadris y alzó los hombros sin saber qué hacer. Volvió a mirar el cielo. Estaba claro que aquel hombre no les iba a facilitar las cosas.
- ¿Qué son los Candiles?
Alzó la cabeza sin comprender. Pero de pronto, algo espoleó su ánimo, su mirada cambió. Se puso en pie y dio un paso hacia ellos. Asentía mientras les volvía a mirar. Ben no se movió y mantuvo sus ojos clavados en él en todo momento.
- Behornad... la ciudad en decadencia... los vagabundos... ¡oh!
El hombre salió corriendo hacia uno de los carros ante la incrédula mirada de Sango. Al ver que se acercaba con un objeto en las manos, Ben se acercó hacia él.
- Esto os ayudará en la ciudad. No os preocupéis si la gente se comporta de manera extraña, es la Deriva. Es algo normal en aquellos que perdieron la ilusión y el coraje- le tendió el objeto a Eleandris- "... y los vagabundos, peregrinando al norte..."- se movía de manera errática junto al fuego- Oh, sí... Debemos irnos ahora.
El hombre se subió a uno de los carros y empezó a dar voces.
- ¡Los vagabundos! ¡Los vagabundos del sur! ¡Vámonos! ¡Es la hora!
La locura se apoderó del pequeño grupo que se subió a los carros, espoleados por las palabras de aquel hombre y en menos de los que duran setenta latidos, la caravana reemprendió la marcha al sur, dejándoles allí, con un fuego agonizante, un misterioso objeto que tenía Eleandris y una tumba hecha de manera precipitada. También con preguntas sobre algo denominado "los Candiles", la Deriva, los vagabundos del sur y sobre todo, la ciudad en decadencia: Behornad.
- Por todos los Dioses. No sé ni siquiera por dónde empezar- había sido un encuentro muy extraño.- ¿Qué clase de mal pesará sobre sus corazones? ¿Y eso que nos comentó de los Candiles, la Deriva?- miro a Eleandris desconcertado.- ¿Y qué es eso que te ha dado? Dijo que podría ayudarnos en Behornad, pero... ¿sabes lo qué es?
Un fogonazo a lo lejos y unos instantes después un trueno. Thor venía de visita.
- Deberíamos seguir, llegar a esa ciudad, Behornad o mirar antes qué es eso... Tú dirás, amigo mio.
- ¿Deberíamos haberle seguido?- preguntó Sango genuinamente.- No conviene lanzarse a la aventura por estos bosques, hay bestias peligrosas, como los graphorn (1)... Una vez me enfrenté a uno de ellos, fuimos cuatro y solo pudimos ahuyentarle- sonrió levemente.- Pese a que hoy las cosas serían distintas, no me gustaría verme frente a uno de ellos.
Después de superar algunos obstáculos en el camino, árboles caídos y zonas llenas de barro, divisaron, a lo lejos, un fuego. A medida que se acercaban, pudieron distinguir que era una caravana de tres carros, tirado por bueyes, y en la que los integrantes del grupo estaban todos concentrados al final de la caravana. Antes de acercarse al fuego, decidió que lo mejor era saludar antes de aprovecharse de la buena fe de aquella pobre gente.
No era un grupo numeroso y parecían refugiados más que simples viajantes. Los carros estaban destartalados y parecían necesitar un mantenimiento urgente, las bestias de tiro, no estaban en su mejor momento. ¿De dónde aparecía toda esa gente? Un sentimiento de prudencia aconsejó a Sango echar mano al cinto. Solo por si acaso.
- Buena tarde.
Varios de los presentes se sobresaltaron. Sango detuvo su avance y alzo la mano izquierda para calmar a los presentes que miraron con desconfianza a los recién llegados.
- ¿Quiénes sois? ¿Qué queréis de nosotros?
- Viajeros en busca de refugio. Las oscuras nubes del este no auguran una buena noche- al no obtener respuesta Sango dio un paso al frente y observó que estaban en torno a una tumba.- Lamentamos vuestra pérdida- se llevó una mano al pecho e hizo una ligera reverencia.
- Negros han sido los últimos tiempos, mis señores- se atrevió el hombre que dio un paso hacia ellos abandonando el grupo.- Acompañadme, por favor.
Siguieron al hombre que cojeó hacia el frente de la caravana y que al llegar junto al fuego se acomodó en una de las dos banquetas que allí había. No les ofreció el otro asiento, pero si que se acercaran al fuego.
- Mi hijo, de treinta y siete años yace en ese agujero. Deja una esposa y a un padre, ¿y todo por qué?- se llevó las manos a la cara y acto seguido miró al suelo, abatido.- ¿Qué esperanza queda de recuperar una vida normal cuando todo lo que tienes se desvanece?- cogió un palo y removió levemente los leños antes de dejar caer el palo. Miró a Sango y luego a Eleandris.- ¿Vais al norte?
- Buscamos refugio, si es al norte o al sur, poco importa. Pero, señor, si me lo permites- miró a Eleandris y luego al hombre- ¿qué le pasó a su hijo?
Sacudió la cabeza y trató de explicar algo porque sus manos gesticularon pero de su boca no salió palabra alguna. Se pasó la manga por la cara antes de estudiar a Sango y Eleandris a partes iguales: desde el pelo hasta las botas pasando por la armadura y las armas.
- Los Candiles- dijo al fin- esos bastardos...
Hubo otro momento de pausa en el que el hombre volvió a concentrarse en el suelo. Sango miró a Elenadris y alzó los hombros sin saber qué hacer. Volvió a mirar el cielo. Estaba claro que aquel hombre no les iba a facilitar las cosas.
- ¿Qué son los Candiles?
Alzó la cabeza sin comprender. Pero de pronto, algo espoleó su ánimo, su mirada cambió. Se puso en pie y dio un paso hacia ellos. Asentía mientras les volvía a mirar. Ben no se movió y mantuvo sus ojos clavados en él en todo momento.
- Behornad... la ciudad en decadencia... los vagabundos... ¡oh!
El hombre salió corriendo hacia uno de los carros ante la incrédula mirada de Sango. Al ver que se acercaba con un objeto en las manos, Ben se acercó hacia él.
- Esto os ayudará en la ciudad. No os preocupéis si la gente se comporta de manera extraña, es la Deriva. Es algo normal en aquellos que perdieron la ilusión y el coraje- le tendió el objeto a Eleandris- "... y los vagabundos, peregrinando al norte..."- se movía de manera errática junto al fuego- Oh, sí... Debemos irnos ahora.
El hombre se subió a uno de los carros y empezó a dar voces.
- ¡Los vagabundos! ¡Los vagabundos del sur! ¡Vámonos! ¡Es la hora!
La locura se apoderó del pequeño grupo que se subió a los carros, espoleados por las palabras de aquel hombre y en menos de los que duran setenta latidos, la caravana reemprendió la marcha al sur, dejándoles allí, con un fuego agonizante, un misterioso objeto que tenía Eleandris y una tumba hecha de manera precipitada. También con preguntas sobre algo denominado "los Candiles", la Deriva, los vagabundos del sur y sobre todo, la ciudad en decadencia: Behornad.
- Por todos los Dioses. No sé ni siquiera por dónde empezar- había sido un encuentro muy extraño.- ¿Qué clase de mal pesará sobre sus corazones? ¿Y eso que nos comentó de los Candiles, la Deriva?- miro a Eleandris desconcertado.- ¿Y qué es eso que te ha dado? Dijo que podría ayudarnos en Behornad, pero... ¿sabes lo qué es?
Un fogonazo a lo lejos y unos instantes después un trueno. Thor venía de visita.
- Deberíamos seguir, llegar a esa ciudad, Behornad o mirar antes qué es eso... Tú dirás, amigo mio.
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
Por el camino encontramos una caravana acampada en un claro junto al camino cuyos carros e integrantes sin duda habían visto días mejores. El ambiente del campamento aparentaba tranquilidad desde la distancia, pero la tranquilidad se tornó en un ambiente fúnebre cuando pudimos ver la tierra removida de la tumba en la que ahora dos mujeres con sus lagrimas regaban.
- Los dioses tejen el destino de forma incomprensible para nosotros. Vuestro hijo alcanzó su destino antes que vos y volveréis a reuniros con él cuando alcancéis el fin de vuestro propio camino, pues él acabo su trabajo en este mundo mientras que a los demás aún nos quedan tareas que completar. -
El hombre no pareció escuchar las palabras de consuelo que le ofrecí y siguió a lo suyo. Su mente parecía un caos, como el mal cuando se encuentra embravecido y la resaca es absorbida por la siguiente ola antes de poder completar su ciclo natural. El dolor de la pérdida, pensé, enturbiaba su mente y lo obligaba a abstraerse incluso durante una conversación fluída.
La conversación entre ambos humanos se volvió errática. El uno no acababa su mensaje y el otro, incapaz de comprender solo realizaba preguntas que derivaban en mas mensajes inconclusos que abrian la ventana a mas dudas. Al final, como si hubiera encontrado un poco de lucidez en la tormenta de su mente fue en busca de un objeto que me entregó, con la promesa de serme útil en Behornad para luego dar la orden de partir como si la mismísima Dama blanca viniese en su busca.
- las disputas entre nobles menores, los saqueos de bandidos y similares suelen marcar mucho al campesinado, algunos no vuelven a ser lo mismo tras el horror de la batalla. Parece una especie de simbolo pero no parece que les haya ayudado a ellos a juzgar por la tumba y además desconocemos donde queda esa ciudad decadente de la que habla. La lluvia no nos dará mucha mas tregua y si era buen lugar para acampar una caravana también lo es para nosotros. Mantén vivo el fuego mientras construllo un refugio que nos guarde de la lluvia. eso nos dará tiempo para examinar este objeto y decidir si es buena idea ir a la ciudad. No sabemos cual es la situación allí y hombre precavido vale por dos. -
No era la primera vez que me llovía en el camino y había aprendido a protegerme del agua aun cuando la unica cobertura eranb los árboles del bosque por lo que me puse de inmediato a recoger los materiales que nos harían de techo aquella noche y comencé a construir el refugio junto a dos arboles bien frondosos que harían de protección extra. Distaría de ser un refugio cómodo pero al menos estaríamos secos.
Una vez a cubierto examiné de cerca el objeto.
- Es alguna clase de glifo o signo religioso pero no parece pertenecer a mi religión ni a otras protoreligiones de las zonas de Sandorai o el archipiélago Illidense [1] ¿ A vos os suena de algo? -
- Los dioses tejen el destino de forma incomprensible para nosotros. Vuestro hijo alcanzó su destino antes que vos y volveréis a reuniros con él cuando alcancéis el fin de vuestro propio camino, pues él acabo su trabajo en este mundo mientras que a los demás aún nos quedan tareas que completar. -
El hombre no pareció escuchar las palabras de consuelo que le ofrecí y siguió a lo suyo. Su mente parecía un caos, como el mal cuando se encuentra embravecido y la resaca es absorbida por la siguiente ola antes de poder completar su ciclo natural. El dolor de la pérdida, pensé, enturbiaba su mente y lo obligaba a abstraerse incluso durante una conversación fluída.
La conversación entre ambos humanos se volvió errática. El uno no acababa su mensaje y el otro, incapaz de comprender solo realizaba preguntas que derivaban en mas mensajes inconclusos que abrian la ventana a mas dudas. Al final, como si hubiera encontrado un poco de lucidez en la tormenta de su mente fue en busca de un objeto que me entregó, con la promesa de serme útil en Behornad para luego dar la orden de partir como si la mismísima Dama blanca viniese en su busca.
- las disputas entre nobles menores, los saqueos de bandidos y similares suelen marcar mucho al campesinado, algunos no vuelven a ser lo mismo tras el horror de la batalla. Parece una especie de simbolo pero no parece que les haya ayudado a ellos a juzgar por la tumba y además desconocemos donde queda esa ciudad decadente de la que habla. La lluvia no nos dará mucha mas tregua y si era buen lugar para acampar una caravana también lo es para nosotros. Mantén vivo el fuego mientras construllo un refugio que nos guarde de la lluvia. eso nos dará tiempo para examinar este objeto y decidir si es buena idea ir a la ciudad. No sabemos cual es la situación allí y hombre precavido vale por dos. -
No era la primera vez que me llovía en el camino y había aprendido a protegerme del agua aun cuando la unica cobertura eranb los árboles del bosque por lo que me puse de inmediato a recoger los materiales que nos harían de techo aquella noche y comencé a construir el refugio junto a dos arboles bien frondosos que harían de protección extra. Distaría de ser un refugio cómodo pero al menos estaríamos secos.
Una vez a cubierto examiné de cerca el objeto.
- Es alguna clase de glifo o signo religioso pero no parece pertenecer a mi religión ni a otras protoreligiones de las zonas de Sandorai o el archipiélago Illidense [1] ¿ A vos os suena de algo? -
Eleandris
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
El fuego no estaba en un lugar adecuado. No al menos desde el punto de vista de dónde quería Eleandris colocar el refugio. Ben decidió moverlo de sitio, solo debía coger la leña caliente, juntarlo a combustible seco y airear la mezcla para que, con suerte, tuvieran algo de fuego.
Marcó una pequeña zona en el suelo, cercana al refugio que estaba improvisando Eleandris, la limpió y cavó no más de un par de dedos de profundidad. Acto seguido recogió corteza y ramas secas y lo dejó junto al pequeño hoyo antes de ir a por un par de leños aún prendidos. Tras varios intentos, el material seco comenzó a arder con una débil llama que alimentó unos instantes antes.
La hoguera está encendida.
Se puso en pie, satisfecho por el trabajo realizado y fue junto a Eleandris, que estudiaba el objeto que el hombre le había entregado. Le echó un vistazo desde lejos y escuchó las palabras del elfo con atención. Descartó la posibilidad de que se tratara de algo relacionado con el pueblo de Imbar e incluso de la zona de Sandorai. Era un buen comienzo. Sin embargo, no estaba seguro de que se tratara de un símbolo religioso como tal.
- No es de los nuestros tampoco- dijo en voz baja sin quitar los ojos del objeto.- ¿Será un amuleto de protección? ¿Notas algo extraño en él?- estiró la mano para hacerse con el objeto y examinarlo más de cerca.
Se sentó junto al fuego para ayudarse con la luz artificial. Se trataba de una especie de loseta de piedra, muy ligera, con trazos dibujados. Se distinguía una fina línea trallada en la piedra por el interior del trazo grueso de pintura.
- No son runas. Al menos no creo que lo sea, no conozco este símbolo aunque tampoco sé leer las runas...- hizo una breve pausa y acercó la losa al fuego.- ¿Has visto esto de aquí?- se acercó nuevamente la losa y pasó el dedo por uno de los cantos para encontrar una especie de relieve, una forma. Le tendió el objeto a Eleandris.- Ahí, en el canto, tiene como una hendidura, ¿lo ves?
Mientras dejaba que examinara el nuevo descubrimiento, Sango alimentó la hoguera con otro par de ramas finas y algo de corteza seca. No les duraría mucho, menos cuando los truenos sonaban con más frecuencia y las primeras gotas se dejaron caer a la tierra. La promesa de una ciudad cercana le parecía algo cada vez más apetecible. Sin embargo, agradecía la prudencia de Eleandris que quiso examinar el objeto, evaluar sus opciones y decidir a partir de ese punto.
Entonces Ben se permitió unos instantes para reflexionar sobre aquella caravana de gente que parecía huir de alguna parte. El elfo tenía razón: aquella gente había presenciado algún hecho horrible. Procedían, si sus palabras eran ciertas, de la ciudad de Behornad, un emplazamiento desconocido para él y que también había sido descrita como la "ciudad en decadencia". A Sango no le extrañó nada que se la conociera así y quiso dar voz a sus pensamientos.
- Behornad, la ciudad en decadencia... No me extraña, caminos descuidados, sin patrullas, no oí nunca nada acerca de esta ciudad... Si es que de verdad es una ciudad, la gente de estos bosques siempre ha sido un tanto peculiar- se rascó la cabeza antes de continuar.- Lo que sí me gustaría saber es qué es eso de la Deriva, me imagino que al ser un lugar apartado, llamarán así a un comportamiento errático y desconfiado hacia los extranjeros, aunque este tipo con el que hablamos no fuera así- hizo una breve pausa. Quizás aquello era lo más interesante de todo el asunto, saber de qué iba la Deriva.- Ese objeto, si quieres mi opinión, puede que haga las veces de amuleto, pero creo que es algo más- entrecerró los ojos y echó la última rama al fuego y no dijo nada más.
Behornad le atraía con una fuerza que no era capaz de describir: tenía un aura de misterio y problemas que parte de su ser le gritaba que marchara de allí, pero otra parte le empujaba a caminar hasta allí, perderse entre sus calles, saber qué ocurría y saber por qué aquella gente había enterrado allí a un ser querido y se habían marchado de manera tan apresurada sin tan siquiera mirar atrás.
No obstante, escucharía a Eleandris. Valoraba su opinión y sus conocimientos y aportaba un punto de vista distinto al que él tenía. Por eso gustaba de viajar en compañía. Miró a su compañero mientras la lluvia pasó de ser gotas aisladas a algo más organizado y constante. El tiempo se les echaba encima.
La hoguera se extinguiría poco a poco y aquel dejaría de ser un lugar seguro.
Marcó una pequeña zona en el suelo, cercana al refugio que estaba improvisando Eleandris, la limpió y cavó no más de un par de dedos de profundidad. Acto seguido recogió corteza y ramas secas y lo dejó junto al pequeño hoyo antes de ir a por un par de leños aún prendidos. Tras varios intentos, el material seco comenzó a arder con una débil llama que alimentó unos instantes antes.
La hoguera está encendida.
Se puso en pie, satisfecho por el trabajo realizado y fue junto a Eleandris, que estudiaba el objeto que el hombre le había entregado. Le echó un vistazo desde lejos y escuchó las palabras del elfo con atención. Descartó la posibilidad de que se tratara de algo relacionado con el pueblo de Imbar e incluso de la zona de Sandorai. Era un buen comienzo. Sin embargo, no estaba seguro de que se tratara de un símbolo religioso como tal.
- No es de los nuestros tampoco- dijo en voz baja sin quitar los ojos del objeto.- ¿Será un amuleto de protección? ¿Notas algo extraño en él?- estiró la mano para hacerse con el objeto y examinarlo más de cerca.
Se sentó junto al fuego para ayudarse con la luz artificial. Se trataba de una especie de loseta de piedra, muy ligera, con trazos dibujados. Se distinguía una fina línea trallada en la piedra por el interior del trazo grueso de pintura.
- No son runas. Al menos no creo que lo sea, no conozco este símbolo aunque tampoco sé leer las runas...- hizo una breve pausa y acercó la losa al fuego.- ¿Has visto esto de aquí?- se acercó nuevamente la losa y pasó el dedo por uno de los cantos para encontrar una especie de relieve, una forma. Le tendió el objeto a Eleandris.- Ahí, en el canto, tiene como una hendidura, ¿lo ves?
Mientras dejaba que examinara el nuevo descubrimiento, Sango alimentó la hoguera con otro par de ramas finas y algo de corteza seca. No les duraría mucho, menos cuando los truenos sonaban con más frecuencia y las primeras gotas se dejaron caer a la tierra. La promesa de una ciudad cercana le parecía algo cada vez más apetecible. Sin embargo, agradecía la prudencia de Eleandris que quiso examinar el objeto, evaluar sus opciones y decidir a partir de ese punto.
Entonces Ben se permitió unos instantes para reflexionar sobre aquella caravana de gente que parecía huir de alguna parte. El elfo tenía razón: aquella gente había presenciado algún hecho horrible. Procedían, si sus palabras eran ciertas, de la ciudad de Behornad, un emplazamiento desconocido para él y que también había sido descrita como la "ciudad en decadencia". A Sango no le extrañó nada que se la conociera así y quiso dar voz a sus pensamientos.
- Behornad, la ciudad en decadencia... No me extraña, caminos descuidados, sin patrullas, no oí nunca nada acerca de esta ciudad... Si es que de verdad es una ciudad, la gente de estos bosques siempre ha sido un tanto peculiar- se rascó la cabeza antes de continuar.- Lo que sí me gustaría saber es qué es eso de la Deriva, me imagino que al ser un lugar apartado, llamarán así a un comportamiento errático y desconfiado hacia los extranjeros, aunque este tipo con el que hablamos no fuera así- hizo una breve pausa. Quizás aquello era lo más interesante de todo el asunto, saber de qué iba la Deriva.- Ese objeto, si quieres mi opinión, puede que haga las veces de amuleto, pero creo que es algo más- entrecerró los ojos y echó la última rama al fuego y no dijo nada más.
Behornad le atraía con una fuerza que no era capaz de describir: tenía un aura de misterio y problemas que parte de su ser le gritaba que marchara de allí, pero otra parte le empujaba a caminar hasta allí, perderse entre sus calles, saber qué ocurría y saber por qué aquella gente había enterrado allí a un ser querido y se habían marchado de manera tan apresurada sin tan siquiera mirar atrás.
No obstante, escucharía a Eleandris. Valoraba su opinión y sus conocimientos y aportaba un punto de vista distinto al que él tenía. Por eso gustaba de viajar en compañía. Miró a su compañero mientras la lluvia pasó de ser gotas aisladas a algo más organizado y constante. El tiempo se les echaba encima.
La hoguera se extinguiría poco a poco y aquel dejaría de ser un lugar seguro.
Sango
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
No respondí a la pregunta de si notaba o no algo extraño en aquel objeto puesto que todo en él era extraño per sé. Al menos hasta que el humano desveló esa hendidura en la losa. Ciertamente al mantenerlo en las manos sentía un ligero cosquilleo, algo que achaqué simplemente al cansancio y al pero del morral en los hombros pero ¿Y si esa tablilla formaba parte de un conjunto que amplificaba su poder cuando se encontraban unidos?
Las gotas de lluvia hacían chillar a las brasas que ardían al caer sobre ellas y además Sango no parecía estar por la labor de pasar la noche en el refugio con un fuego que quizá se apagara pronto y con esas criaturas, graphorns, merodeando por la zona. Observé el cielo y la fina lluvia caer por entre los huecos que los arboles dejaban sin cubrir.
- Tal vez este símbolo forme parte de un conjunto mas amplio, de modo que solo funcionen correctamente cuando se encuentran cercanos unos a otros. Además aquel hombre parecía referirse a unos personajes de leyenda o incluso profecía. No voy a negar que el asunto me causa interés pero también me insta cautela. -
Suspiré. Si ella estuviese aquí hace un buen rato que se habría visto arrastrado a la ciudad sin ninguna prudencia . - La lluvia suele mantener a las gentes en sus hogares. aprovechemos esta lluvia suave para tratar de alcanzar la ciudad y mantengamos un perfil bajo. Las lenguas de los borrachos hablan más de lo que deben y tal vez la simbología de la tabla aparezca en ciertos lugares emblemáticos de esa supuesta ciudad.- Tras lo dicho me cubrí todo el cuerpo, incluida la cabeza, con la capa y puse rumbo norte.
Las gotas de lluvia hacían chillar a las brasas que ardían al caer sobre ellas y además Sango no parecía estar por la labor de pasar la noche en el refugio con un fuego que quizá se apagara pronto y con esas criaturas, graphorns, merodeando por la zona. Observé el cielo y la fina lluvia caer por entre los huecos que los arboles dejaban sin cubrir.
- Tal vez este símbolo forme parte de un conjunto mas amplio, de modo que solo funcionen correctamente cuando se encuentran cercanos unos a otros. Además aquel hombre parecía referirse a unos personajes de leyenda o incluso profecía. No voy a negar que el asunto me causa interés pero también me insta cautela. -
Suspiré. Si ella estuviese aquí hace un buen rato que se habría visto arrastrado a la ciudad sin ninguna prudencia . - La lluvia suele mantener a las gentes en sus hogares. aprovechemos esta lluvia suave para tratar de alcanzar la ciudad y mantengamos un perfil bajo. Las lenguas de los borrachos hablan más de lo que deben y tal vez la simbología de la tabla aparezca en ciertos lugares emblemáticos de esa supuesta ciudad.- Tras lo dicho me cubrí todo el cuerpo, incluida la cabeza, con la capa y puse rumbo norte.
_____________
Alcanzamos los muros de la ciudad cuando la furia de la tormenta comenzaba, El cierzo hacía que la lluvia no cayese completamente perpendicular y por tanto calara levemente por la zona del cuello, aunque aún se mantenía como lluvia fina humedeciendo solo el exterior de las prendas que vestíamos mi compañero y yo.
Los demacrados muros que se encontraban ante nosotros denotaban el descuido y el inexorable paso del tiempo por sus piedras ahora la mayoría verdosas a causa del musgo y liquen que las trepaba. las troneras y arpilleras desgastadas desaguaban parte de la lluvia que estaba cayendo y filtraba por los tejados de sendos torreones guardinaes de una puerta de madera que aunque desvencijada, aún se veía fuerte. el rastrillo oxidado se mantenía en alto junto a las cadenas que lo sujetaban, tambien corroídas.
Tres golpes en la poterna cerrada rompían el monotono estruendo de la lluvia sobre unas almenas vacías y sin estandarte alguno. Poco despues una voz rota se alzaba tras la madera que nos cortaba el paso. - ¿Que quereis, forasteros? - Un ventanuco se abría para dar paso a un hombre de avanzada edad y pelo cano. El agua solo le había manchado un poco los hombros y mantenía todavía el pelo seco.
- Refugio para un dia de tormenta y comida caliente. - Repliqué
- ¿Vosotros y cuantos mas? no queremos bandoleros ni mercenarios por aquí. muchas armas y pocas luces. -
- Ni mercenarios ni bandoleros. Solo dos viajeros pacíficos. - [2]
- Seguid la calle y torced al este. El viejo O'Galwan aún ofrece sus camas a los forasteros. Y mantened vuestro acero guardado. - Algo debió sentir aquel hombre para relajar su expresión y dejarnos entrar. Tras la poterna podía verse manzanas de viviendas y talleres en un estado también descuidado. Las paredes ahora azotadas por la lluvia mostraban las carreras de las gotas entre el tizne de meses de quemar carbón y madera. las calles se encontraban sucias de excrementos de animales y restos de heno. De entre los empedrados de las calles menores las hierbas alzaban hasta tres palmos en zonas visiblemente poco transitadas, sino olvidadas y nidos de golondrina adornaban los voladillos de las estructuras civiles más altas.
en nuestro camino a la posada las unicas almas que se cruzaron con nosotros fueron un par de perros flacos que buscaban un lugar donde mantenerse secos con mas bien poco éxito. En la plazoleta donde se encontraba la posada de O'Galwan un único árbol muerto hace mucho adornaba el lugar y la taberna, aunque mostraba signos de haber sido reparada recientemente mostraba una decadencia similar a todo lo anterior. Cualquiera diría que la población estaba bajo asedio desde hace meses salvo por la carencia de ese olor a descomposición y el aire denso que caracterizaba tales situaciones.
- Solo los dioses saben que encontraremos en su interior. preparémonos para lo peor pues el lugar esta en condiciones deplorables. Este lugar es deprimente. -Los demacrados muros que se encontraban ante nosotros denotaban el descuido y el inexorable paso del tiempo por sus piedras ahora la mayoría verdosas a causa del musgo y liquen que las trepaba. las troneras y arpilleras desgastadas desaguaban parte de la lluvia que estaba cayendo y filtraba por los tejados de sendos torreones guardinaes de una puerta de madera que aunque desvencijada, aún se veía fuerte. el rastrillo oxidado se mantenía en alto junto a las cadenas que lo sujetaban, tambien corroídas.
Tres golpes en la poterna cerrada rompían el monotono estruendo de la lluvia sobre unas almenas vacías y sin estandarte alguno. Poco despues una voz rota se alzaba tras la madera que nos cortaba el paso. - ¿Que quereis, forasteros? - Un ventanuco se abría para dar paso a un hombre de avanzada edad y pelo cano. El agua solo le había manchado un poco los hombros y mantenía todavía el pelo seco.
- Refugio para un dia de tormenta y comida caliente. - Repliqué
- ¿Vosotros y cuantos mas? no queremos bandoleros ni mercenarios por aquí. muchas armas y pocas luces. -
- Ni mercenarios ni bandoleros. Solo dos viajeros pacíficos. - [2]
- Seguid la calle y torced al este. El viejo O'Galwan aún ofrece sus camas a los forasteros. Y mantened vuestro acero guardado. - Algo debió sentir aquel hombre para relajar su expresión y dejarnos entrar. Tras la poterna podía verse manzanas de viviendas y talleres en un estado también descuidado. Las paredes ahora azotadas por la lluvia mostraban las carreras de las gotas entre el tizne de meses de quemar carbón y madera. las calles se encontraban sucias de excrementos de animales y restos de heno. De entre los empedrados de las calles menores las hierbas alzaban hasta tres palmos en zonas visiblemente poco transitadas, sino olvidadas y nidos de golondrina adornaban los voladillos de las estructuras civiles más altas.
en nuestro camino a la posada las unicas almas que se cruzaron con nosotros fueron un par de perros flacos que buscaban un lugar donde mantenerse secos con mas bien poco éxito. En la plazoleta donde se encontraba la posada de O'Galwan un único árbol muerto hace mucho adornaba el lugar y la taberna, aunque mostraba signos de haber sido reparada recientemente mostraba una decadencia similar a todo lo anterior. Cualquiera diría que la población estaba bajo asedio desde hace meses salvo por la carencia de ese olor a descomposición y el aire denso que caracterizaba tales situaciones.
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- Aprovecho para recordar que tanto en [1] y [2] hago uso del "Rasgo Inicial 2: Mi vínculo con el éter puede sentirse por cualquier raza e incluso inspira o reconforta a los de corazón puro"
Eleandris
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
La posada de O'Galwan era casi tan miserable como las calles que acababan de abandonar. El olor a tierra mojada que desprendía aquel lugar daba cuenta de las tablas rotas del suelo, las goteras en el techo y una absoluta falta de consideración por el hombre que estaba sentado en el suelo, con un mortero entre las manos, machacando alguna hierba mientras a su lado, de un puchero, sobre una brasa agonizante, salían los últimos jirones de vapor de alguna suerte de guiso.
Dio un paso al frente y las tablas crujieron y chirriaron bajo él, hecho que pasó desapercibido tanto para el que parecía ser O'Galwan, ahí sentado en el suelo, con un pelo en claro estado de retroceso, manchas, arrugas y demás signos de una vida de duro trabajo y escasas atenciones a sí mismo. Pero tampoco perturbaron a un tipo, sentado en una banqueta, vestía una impoluta cota de malla y de su cintura colgaba una espada. No había brillo alguno en su mirada, perdida en algún punto del infinito. A parte de tener el pelo corto y de color negro, no tenía más rasgos destacables.
- Algo de comida caliente nos vendría bien.
Alzó la voz y caminó hasta una mesa cerca del tipo que creía que era O'Galwan. Se sentó en una banqueta y clavó su mirada en el mortero. Allí no había nada. Sango frunció el ceño y acto seguido miró a Eleandris encogiéndose de hombros. Decidió intentarlo otra vez.
- Eh, queremos algo de comer. Y un par de camas para pasar la noche.
- ¡Oh! Debo haberme quedado traspuesto- el hombre siguió golpeando el mortero.- Perdonadme, mis señores, ha pasado un tiempo desde la última vez que dormí bien, ja, ja...
Sango observó al hombre volver a concentrarse en el mortero. Miró hacia el tipo de la cota de malla que parecía sonreír, aún con la mirada en el infinito. A Sango le pareció entonces que se estaban riendo de ellos. Se puso a la defensiva.
- ¿Os estáis riendo de nosotros? Queremos comida y cama, tenemos dinero, pagaremos.
- Vaya, vaya. Tú si que pareces una persona despierta- hizo una breve pausa para verter el contenido de nada del mortero en el puchero. Para sorpresa de Sango, el fuego pareció avivarse ligeramente.- Oh, venga, servíos, coged un cuenco de aquí- volvió a echar un puñado de nada al mortero.- Mientras haya bocas que alimentar, aquí estaré, ja, ja...
Sango que seguía asombrado de como aquel gesto había conseguido avivar, ligeramente, la llama, no fue capaz de articular una respuesta coherente y se limitó a coger uno de los cuencos que le ofrecía aquel hombre y lo llenó antes de regresar a su sitio. Pegó un sorbo generoso a la sopa y resultó ser o eso creía, una mezcla de agua caliente, corteza de árbol y cáscaras de limón o alguna fruta ácida que, para su sorpresa, no desagradaba al gusto.
- Qué hay de ti, ¿también llegaste aquí refugiándote de la tormenta?
Preguntó con la vista clavada en el tipo de la cota de malla. De alguna manera le alteraba su leve sonrisa y su mirada perdida. Sin embargo, se sintió interpelado por la pregunta y respondió.
- Veo que habéis llegado aquí, buscando respuestas... Sí, lo noto. No en vano portáis uno de los fragmentos- hizo una pausa antes de posar los ojos en Eleandris.- Oh, está bien, está bien, os ayudaré. Cuentan que hay otro de eso fragmentos arriba, en el antiguo Torreón de Guardia. Solo tenéis que llegar allí y cogerlo, si los Candiles no os atrapan antes, claro, ja, ja, ja...
- No es la primera vez que escuchamos eso de los Candiles... ¿qué son los Candiles? Y, más aún, ¿qué son esas losas, esos fragmentos como los has llamado?
El hombre de la cota de malla volvía a tener la mirada fija en el infinito.
- Déjame adivinarlo: no sois de por aquí. Pues dejadme deciros algo, hubo otros antes que vosotros. Deberíais haberos quedado fuera de la ciudad, pero ya es demasiado tarde para eso. Ya os lo he dicho. Cuentan que uno de esos fragmentos está en el antiguo Torreón de Guardia, no os preocupéis, es solo cogerlo, ja, ja, ja...
Sango gruñó y decidió pegarle otro sorbo a la sopa antes de seguir interrogando a aquel hombre.
- ¿Dónde está ese torreón y para qué son estas losas o, como los has llamado, fragmentos?
- ¿Sabéis el terrible error que habéis cometido? Vosotros, extranjeros, tardaréis en comprenderlo. La Deriva avanza y se lleva todo lo que toca esta ciudad. Aunque, quizás, con suerte, esa sea la solución a todos los problemas, ¿os imagináis? Ja, ja, ja...
Sango posó lentamente el cuenco sobre la mesa y miró a Eleandris. El último comentario, por alguna extraña razón, le había golpeado con tal dureza que había estado a punto de perder el control. ¿Era de aquello de lo que huía aquella gente? La Deriva. Sí, bien sonaba a nombre de algún hechicero con ganas de arrasar con un pueblo entero probando alguno de sus trucos, pero, ¿qué era realmente la Deriva? ¿Se trataba de algún tipo de hechicería que estaban ejerciendo sobre la ciudad? La única certeza era que al pensar en eso, en la Deriva, su cabeza vibraba y sus pensamientos se agitaban sin control. Una sensación muy extraña.
- Parece un problema serio ese, ¿qué es eso de la Deriva, quiénes son los Candiles?- preguntó en un tono de voz algo más alto de lo normal.
- ¿Os habéis fijado en el viejo O'Galwan? Machando el vacío, sin remedio. Es su único objetivo en la vida, machacar el vacío hasta doblegarlo... Que esfuerzo tan inútil. Caerá, no resistirá mucho más, y cuando la haga este santuario lo hará con él, ja, ja, ja...
Al menos aquel hombre había confirmado que aquel tipo del suelo era O'Galwan. Ben suspiró y terminó de cenar en silencio, sin apartar la mirada del tipo de la cota de malla. Sus palabras escondían algo que todavía no era capaz de comprender pero parecía que se burlaba de ellos, además, ¿por qué siempre se reía antes de guardar silencio?
- Oh, sí, hay varios de esos glifos por la ciudad.- Sango votó en su sitio al escuchar la voz de O'Galwan. - Ese Corona de Asta tiene a todos buscando por la ciudad, casi la han tomado por completo...
Sango se giró sin comprender por qué aquel hombre, O'Galwan, había dicho aquello y no daba ninguna otra explicación más. No. Ninguno de los dos explicaba mucho más. Había mucho oculto y no se veía con ganas para continuar su interrogatorio. Candiles, Deriva, Corona de Asta, una posada casi en ruinas, dos tipos que no contaban más que unos detalles de algo que se intuía mucho más grande... No.
Ben se posó sobre la mesa y cedió el control a Eleandris. El elfo, seguro, era capaz de sacarle algo más a aquellos tipos.
Dio un paso al frente y las tablas crujieron y chirriaron bajo él, hecho que pasó desapercibido tanto para el que parecía ser O'Galwan, ahí sentado en el suelo, con un pelo en claro estado de retroceso, manchas, arrugas y demás signos de una vida de duro trabajo y escasas atenciones a sí mismo. Pero tampoco perturbaron a un tipo, sentado en una banqueta, vestía una impoluta cota de malla y de su cintura colgaba una espada. No había brillo alguno en su mirada, perdida en algún punto del infinito. A parte de tener el pelo corto y de color negro, no tenía más rasgos destacables.
- Algo de comida caliente nos vendría bien.
Alzó la voz y caminó hasta una mesa cerca del tipo que creía que era O'Galwan. Se sentó en una banqueta y clavó su mirada en el mortero. Allí no había nada. Sango frunció el ceño y acto seguido miró a Eleandris encogiéndose de hombros. Decidió intentarlo otra vez.
- Eh, queremos algo de comer. Y un par de camas para pasar la noche.
- ¡Oh! Debo haberme quedado traspuesto- el hombre siguió golpeando el mortero.- Perdonadme, mis señores, ha pasado un tiempo desde la última vez que dormí bien, ja, ja...
Sango observó al hombre volver a concentrarse en el mortero. Miró hacia el tipo de la cota de malla que parecía sonreír, aún con la mirada en el infinito. A Sango le pareció entonces que se estaban riendo de ellos. Se puso a la defensiva.
- ¿Os estáis riendo de nosotros? Queremos comida y cama, tenemos dinero, pagaremos.
- Vaya, vaya. Tú si que pareces una persona despierta- hizo una breve pausa para verter el contenido de nada del mortero en el puchero. Para sorpresa de Sango, el fuego pareció avivarse ligeramente.- Oh, venga, servíos, coged un cuenco de aquí- volvió a echar un puñado de nada al mortero.- Mientras haya bocas que alimentar, aquí estaré, ja, ja...
Sango que seguía asombrado de como aquel gesto había conseguido avivar, ligeramente, la llama, no fue capaz de articular una respuesta coherente y se limitó a coger uno de los cuencos que le ofrecía aquel hombre y lo llenó antes de regresar a su sitio. Pegó un sorbo generoso a la sopa y resultó ser o eso creía, una mezcla de agua caliente, corteza de árbol y cáscaras de limón o alguna fruta ácida que, para su sorpresa, no desagradaba al gusto.
- Qué hay de ti, ¿también llegaste aquí refugiándote de la tormenta?
Preguntó con la vista clavada en el tipo de la cota de malla. De alguna manera le alteraba su leve sonrisa y su mirada perdida. Sin embargo, se sintió interpelado por la pregunta y respondió.
- Veo que habéis llegado aquí, buscando respuestas... Sí, lo noto. No en vano portáis uno de los fragmentos- hizo una pausa antes de posar los ojos en Eleandris.- Oh, está bien, está bien, os ayudaré. Cuentan que hay otro de eso fragmentos arriba, en el antiguo Torreón de Guardia. Solo tenéis que llegar allí y cogerlo, si los Candiles no os atrapan antes, claro, ja, ja, ja...
- No es la primera vez que escuchamos eso de los Candiles... ¿qué son los Candiles? Y, más aún, ¿qué son esas losas, esos fragmentos como los has llamado?
El hombre de la cota de malla volvía a tener la mirada fija en el infinito.
- Déjame adivinarlo: no sois de por aquí. Pues dejadme deciros algo, hubo otros antes que vosotros. Deberíais haberos quedado fuera de la ciudad, pero ya es demasiado tarde para eso. Ya os lo he dicho. Cuentan que uno de esos fragmentos está en el antiguo Torreón de Guardia, no os preocupéis, es solo cogerlo, ja, ja, ja...
Sango gruñó y decidió pegarle otro sorbo a la sopa antes de seguir interrogando a aquel hombre.
- ¿Dónde está ese torreón y para qué son estas losas o, como los has llamado, fragmentos?
- ¿Sabéis el terrible error que habéis cometido? Vosotros, extranjeros, tardaréis en comprenderlo. La Deriva avanza y se lleva todo lo que toca esta ciudad. Aunque, quizás, con suerte, esa sea la solución a todos los problemas, ¿os imagináis? Ja, ja, ja...
Sango posó lentamente el cuenco sobre la mesa y miró a Eleandris. El último comentario, por alguna extraña razón, le había golpeado con tal dureza que había estado a punto de perder el control. ¿Era de aquello de lo que huía aquella gente? La Deriva. Sí, bien sonaba a nombre de algún hechicero con ganas de arrasar con un pueblo entero probando alguno de sus trucos, pero, ¿qué era realmente la Deriva? ¿Se trataba de algún tipo de hechicería que estaban ejerciendo sobre la ciudad? La única certeza era que al pensar en eso, en la Deriva, su cabeza vibraba y sus pensamientos se agitaban sin control. Una sensación muy extraña.
- Parece un problema serio ese, ¿qué es eso de la Deriva, quiénes son los Candiles?- preguntó en un tono de voz algo más alto de lo normal.
- ¿Os habéis fijado en el viejo O'Galwan? Machando el vacío, sin remedio. Es su único objetivo en la vida, machacar el vacío hasta doblegarlo... Que esfuerzo tan inútil. Caerá, no resistirá mucho más, y cuando la haga este santuario lo hará con él, ja, ja, ja...
Al menos aquel hombre había confirmado que aquel tipo del suelo era O'Galwan. Ben suspiró y terminó de cenar en silencio, sin apartar la mirada del tipo de la cota de malla. Sus palabras escondían algo que todavía no era capaz de comprender pero parecía que se burlaba de ellos, además, ¿por qué siempre se reía antes de guardar silencio?
- Oh, sí, hay varios de esos glifos por la ciudad.- Sango votó en su sitio al escuchar la voz de O'Galwan. - Ese Corona de Asta tiene a todos buscando por la ciudad, casi la han tomado por completo...
Sango se giró sin comprender por qué aquel hombre, O'Galwan, había dicho aquello y no daba ninguna otra explicación más. No. Ninguno de los dos explicaba mucho más. Había mucho oculto y no se veía con ganas para continuar su interrogatorio. Candiles, Deriva, Corona de Asta, una posada casi en ruinas, dos tipos que no contaban más que unos detalles de algo que se intuía mucho más grande... No.
Ben se posó sobre la mesa y cedió el control a Eleandris. El elfo, seguro, era capaz de sacarle algo más a aquellos tipos.
Sango
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El miembro 'Sango' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
Aquel compañero era un hombre como pocos. Sango simplemente elegía un camino y lo andaba, metafórica y literalmente. Escuché atentamente con semblante impasible la conversación entre los tres humanos con especial atención hasta que el primero simplemente agotó la conversación cediéndome entonces a mi el testigo de aquella carrera.
- Dices que porto uno de los fragmentos. Fragmentos que otros buscan. ¿Cómo sé que no estas lanzando un farol para determinar si realmente tengo alguno y arrebatármelo tan pronto puedas? - Y aquella pregunta casi pareció enfurecer al hombre unos instantes. Al parecer la Deriva volvía a los humanos sensibles a estos fragmentos como polillas atraídas a la luz de las velas, y podían sentirlos con tal intensidad que pudo discernir el punto exacto en el que guardaba la tablilla.
- La deriva, ¿Cuando comenzó? y ¿Quien es ese Corona de hasta? -
- Corona de hasta lidera a los candiles, busca los fragmentos y .... ¡ AAHHHGG! -
Cuando el hombre intento hablar en profundidad de la deriva gritó de dolor llevándose las manos a la cabeza y luego como si de un cuerpo sin vida se tratara se derrumbó sobre la mesa irguiéndose instantes despues con la mirada aún mas perdida en el horizonte y repitiendo constantemente en un susurro las palabras "no lo recuerdo".
- La deriva es como un hongo. te infecta y crece en tu interior, cuantos mas días pasan más olvidas. ya no recuerdo nada, solo estas cuatro paredes, mi caldero y mi mortero. los que son consumidos totalmente por ella estan muertos en vida, envidian a los que aún saben quienes son e intentan arrebatar esos recuerdos vertiendo y bebiendo la sangre de sus víctimas. solo los candiles creen tener propósito. Solo los candiles. ja...ja...ja...-
cualquier intento mas de interactuar con ellos fue totalmente en vano pues repetían sus últimas palabras una y otra vez sin hacer nada más. Desconfiando de aquella sopa que Sango si se atrevió a tomar esperé paciente y en silencio a que terminara su comida para subir a la habitación.
- Esta tablilla claramente mantiene un poder latente que no soy capaz de identificar, y casi apenas sentir, pero sin duda la caravana que huía estaba en mejores condiciones mentales que los dos de abajo. Si la ciudad entera esta bajo alguna clase de maleficio parece que esta tablilla protege al portador y a quienes se encuentren cerca o como mínimo ralentizan la "infección" y solo los dioses saben la magnitud de las consecuencias si esta Deriva se expande. Debemos apresurarnos por acercarnos a ese torreón y tomar la otra tablilla, si es cierto que esta allí. de esa forma la protección quizá sea más eficaz.-
Observé la habitación en derredor mientras me tomaba un respiro para pensar. - Sienten la presencia de estas tablillas, al menos los condenados por la deriva las presienten. si estos candiles también tienen esa capacidad tendremos que abrirnos paso con el acero. No podemos simplemente salir de la ciudad y reportar para que otros hagan algo. debemos hallar esas tablillas y discernir como hacer retroceder esta Deriva. ¿estas conmigo? -
La pregunta fue mas cortesía que proposición pues ya contaba con que Ben se apuntaría a desentrañar todo aquello. El toeerón de la guardia podía distinguirse sin problemas desde la ventana de aquella oscura y humeda habitación. no estaba lejos y el burgo parecía ofrecer diversas rutas estrechas y sinuosas o anchas y directas. Al menos un guardia podía distinguirse en la ventana, o al menos yo podía verle. estático pero vivo, como si de un autómata se tratase. Acababan de salir de Guatemala para adentrarse en Guatepeor.
- Dices que porto uno de los fragmentos. Fragmentos que otros buscan. ¿Cómo sé que no estas lanzando un farol para determinar si realmente tengo alguno y arrebatármelo tan pronto puedas? - Y aquella pregunta casi pareció enfurecer al hombre unos instantes. Al parecer la Deriva volvía a los humanos sensibles a estos fragmentos como polillas atraídas a la luz de las velas, y podían sentirlos con tal intensidad que pudo discernir el punto exacto en el que guardaba la tablilla.
- La deriva, ¿Cuando comenzó? y ¿Quien es ese Corona de hasta? -
- Corona de hasta lidera a los candiles, busca los fragmentos y .... ¡ AAHHHGG! -
Cuando el hombre intento hablar en profundidad de la deriva gritó de dolor llevándose las manos a la cabeza y luego como si de un cuerpo sin vida se tratara se derrumbó sobre la mesa irguiéndose instantes despues con la mirada aún mas perdida en el horizonte y repitiendo constantemente en un susurro las palabras "no lo recuerdo".
- La deriva es como un hongo. te infecta y crece en tu interior, cuantos mas días pasan más olvidas. ya no recuerdo nada, solo estas cuatro paredes, mi caldero y mi mortero. los que son consumidos totalmente por ella estan muertos en vida, envidian a los que aún saben quienes son e intentan arrebatar esos recuerdos vertiendo y bebiendo la sangre de sus víctimas. solo los candiles creen tener propósito. Solo los candiles. ja...ja...ja...-
cualquier intento mas de interactuar con ellos fue totalmente en vano pues repetían sus últimas palabras una y otra vez sin hacer nada más. Desconfiando de aquella sopa que Sango si se atrevió a tomar esperé paciente y en silencio a que terminara su comida para subir a la habitación.
- Esta tablilla claramente mantiene un poder latente que no soy capaz de identificar, y casi apenas sentir, pero sin duda la caravana que huía estaba en mejores condiciones mentales que los dos de abajo. Si la ciudad entera esta bajo alguna clase de maleficio parece que esta tablilla protege al portador y a quienes se encuentren cerca o como mínimo ralentizan la "infección" y solo los dioses saben la magnitud de las consecuencias si esta Deriva se expande. Debemos apresurarnos por acercarnos a ese torreón y tomar la otra tablilla, si es cierto que esta allí. de esa forma la protección quizá sea más eficaz.-
Observé la habitación en derredor mientras me tomaba un respiro para pensar. - Sienten la presencia de estas tablillas, al menos los condenados por la deriva las presienten. si estos candiles también tienen esa capacidad tendremos que abrirnos paso con el acero. No podemos simplemente salir de la ciudad y reportar para que otros hagan algo. debemos hallar esas tablillas y discernir como hacer retroceder esta Deriva. ¿estas conmigo? -
La pregunta fue mas cortesía que proposición pues ya contaba con que Ben se apuntaría a desentrañar todo aquello. El toeerón de la guardia podía distinguirse sin problemas desde la ventana de aquella oscura y humeda habitación. no estaba lejos y el burgo parecía ofrecer diversas rutas estrechas y sinuosas o anchas y directas. Al menos un guardia podía distinguirse en la ventana, o al menos yo podía verle. estático pero vivo, como si de un autómata se tratase. Acababan de salir de Guatemala para adentrarse en Guatepeor.
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
//Tiro la Voluntad de los dioses por que soy lelo y se me ha olvidado en mi post equisdé
Eleandris
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
El miembro 'Eleandris' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
Sango escuchó atentamente a Eleandris, más aún cuando el tipo de la cota de malla entró en bucle. La Deriva, era, sin duda, el gran mal que asolaba a la pobre gente de Beornad, ¿sería tan sencillo como levantar la maldición para que sus gentes recuperaran, al menos, parte de sus vidas? Pero, lo más importe: si Eleandris estaba en lo cierto, ¿quién había lanzado una maldición sobre aquella villa?
Se puso en pie sin decir una palabra, solo asintió a la propuesta de Eleandris y se equipó en la zurda con el escudo dejando el arma, espada o hacha, a elegir en función del terreno en el que se encontraran y por supuesto del enemigo. Se sentía cómodo con ambas, pero había aprendido que cada arma tenía su lugar y su momento. Se fijó en que Eleandris miraba por la ventana. Sí, el Torreón de Guardia se veía a lo lejos, pero primero debían llegar hasta él.
- Calle a calle, amigo mío. A saber estos Candiles...- dejó la frase en el aire para mirar hacia atrás: O'Galwan seguía concentrado en el mortero y el de la cota de malla, parecía haberse tranquilizado.- Sí, puede que encontrar los fragmentos nos ayude, pero, ¿después qué? Supongo que estos nos dirán algo- murmuraba para los dos- pero no confío en las intenciones del "Mallas", ¿por qué indicarnos dónde está el siguiente fragmento?
Dejó la pregunta en el aire y salió al exterior donde el aire del este, la lluvia y el ambiente desagradable le golpearon nada más poner un pie en la calle. Se arrebujó en su capa impermeable, y al instante una sensación de calor recorrió su cuerpo. No se recreó mucho más ya que avanzó en dirección al Torreón de Guardia, lugar que, a medida que se acercaba, pensaba en por qué guardar un fragmento de tal valor en un sitio así: sí, bien podía ser porque era el lugar más protegido de la villa, pero, si caía en las manos equivocadas... Los soldados no se destacaban, en muchas ocasiones, por su gran capacidad intelectual.
Sacudió la cabeza y se detuvo en la intersección de dos calles que formaban una suerte de plaza en la que había un carro vacío en mitad de la misma. Alzó la vista para ubicar el Torreón y le hizo un gesto al elfo para que le siguiera. Sin duda había elegido el camino más directo. No rehuiría un enfrentamiento directo ni utilizaría subterfugios de ningún tipo. Si la intención de uno era clara y nítida, los Dioses podrían, llegado el caso, actuar en su favor.
De repente, una puerta se abrió con violencia a su lado y de ella salió un tipo con ropas normales empuñando una espada oxidada que cargaba directamente contra él. Ben, sorprendido por el ataque tuvo menos de tres latidos para saltar hacia atrás interponer el escudo en la trayectoria de la espada y empuñar el hacha para, una vez detenido el golpe y el ímpetu del asaltante asestarle un brutal hachazo en el cuello que acabó con su vida casi al instante. Golpeó el cadáver con un pie.
- No parece un soldado...- dijo Sango en un tono que Eleandris pudiera oír. Se giró hacia él.- ¿La Deriva?
No se demoraron mucho más allí, el Torreón de Guardia estaba cerca y a medida que se acercaban, los signos de vida y actividad se hicieron más notables: cajas, barriles, crepitar de las llamas, unas voces a lo lejos, el sonido de las armaduras... Sí, aquello sonaba más a tropa. El Torreón apareció ante ellos pocos pasos más allá.
Para sorpresa de Sango, alguien les había visto, porque tres tipos, armados y mucho mejor equipados que el bastardo que le había atacado, se lanzaron contra ellos. Aquellos tipos no preguntaban. Simplemente actuaban.
Se puso en pie sin decir una palabra, solo asintió a la propuesta de Eleandris y se equipó en la zurda con el escudo dejando el arma, espada o hacha, a elegir en función del terreno en el que se encontraran y por supuesto del enemigo. Se sentía cómodo con ambas, pero había aprendido que cada arma tenía su lugar y su momento. Se fijó en que Eleandris miraba por la ventana. Sí, el Torreón de Guardia se veía a lo lejos, pero primero debían llegar hasta él.
- Calle a calle, amigo mío. A saber estos Candiles...- dejó la frase en el aire para mirar hacia atrás: O'Galwan seguía concentrado en el mortero y el de la cota de malla, parecía haberse tranquilizado.- Sí, puede que encontrar los fragmentos nos ayude, pero, ¿después qué? Supongo que estos nos dirán algo- murmuraba para los dos- pero no confío en las intenciones del "Mallas", ¿por qué indicarnos dónde está el siguiente fragmento?
Dejó la pregunta en el aire y salió al exterior donde el aire del este, la lluvia y el ambiente desagradable le golpearon nada más poner un pie en la calle. Se arrebujó en su capa impermeable, y al instante una sensación de calor recorrió su cuerpo. No se recreó mucho más ya que avanzó en dirección al Torreón de Guardia, lugar que, a medida que se acercaba, pensaba en por qué guardar un fragmento de tal valor en un sitio así: sí, bien podía ser porque era el lugar más protegido de la villa, pero, si caía en las manos equivocadas... Los soldados no se destacaban, en muchas ocasiones, por su gran capacidad intelectual.
Sacudió la cabeza y se detuvo en la intersección de dos calles que formaban una suerte de plaza en la que había un carro vacío en mitad de la misma. Alzó la vista para ubicar el Torreón y le hizo un gesto al elfo para que le siguiera. Sin duda había elegido el camino más directo. No rehuiría un enfrentamiento directo ni utilizaría subterfugios de ningún tipo. Si la intención de uno era clara y nítida, los Dioses podrían, llegado el caso, actuar en su favor.
De repente, una puerta se abrió con violencia a su lado y de ella salió un tipo con ropas normales empuñando una espada oxidada que cargaba directamente contra él. Ben, sorprendido por el ataque tuvo menos de tres latidos para saltar hacia atrás interponer el escudo en la trayectoria de la espada y empuñar el hacha para, una vez detenido el golpe y el ímpetu del asaltante asestarle un brutal hachazo en el cuello que acabó con su vida casi al instante. Golpeó el cadáver con un pie.
- No parece un soldado...- dijo Sango en un tono que Eleandris pudiera oír. Se giró hacia él.- ¿La Deriva?
No se demoraron mucho más allí, el Torreón de Guardia estaba cerca y a medida que se acercaban, los signos de vida y actividad se hicieron más notables: cajas, barriles, crepitar de las llamas, unas voces a lo lejos, el sonido de las armaduras... Sí, aquello sonaba más a tropa. El Torreón apareció ante ellos pocos pasos más allá.
Para sorpresa de Sango, alguien les había visto, porque tres tipos, armados y mucho mejor equipados que el bastardo que le había atacado, se lanzaron contra ellos. Aquellos tipos no preguntaban. Simplemente actuaban.
Sango
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
El miembro 'Sango' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
- La esperanza es lo último que se pierde. Quizá aún tan afectado por la deriva una pequeña parte de él creyera que podemos revertir la situación. Quizá el fragmento que porto le diera un momento de lucidez. - Respondí al hombre. Salí a la calle donde la lluvia ya dotaba de ese característico brillo húmedo las piedras del pavimento y los muros mas recios y oscureciendo el color del resto de elementos construidos en vieja y astillada madera.
El asalto a Sango por ese hombre me sobresaltó lo suficiente como para tomar con ambas manos y cubrir la retaguardia de Sango preparado para que otro de ellos nos asaltara desde otro punto a nuestras espaldas. El acero de mi compañero se hundió facil en el consumido cuerpo de su asaltante que, al observarlo con mas detalle, pareciera que era un cadáver incluso antes de que el hacha diera final a su desdichada vida.
otros ojos inseguros se asomaban por una de las esquinas, temerosos de nosotros, y tan pronto nos alejamos unos metros tomaron el cuerpo del fallecido y lo arrastraron fuera de nuestras vistas. lo que luego sonó me puso el vello de punta y tardaría en olvidarlo. Mas acabamos sin mas contratiempos a apenas dos calles de la torre de guardia. Asumí que habían sido alertados por el vigía que vi antes desde la ventana de la posada y por la ruta tan directa que habíamos tomado. Todo ello sumado al silencio sepulcral de la ciudad solo roto por el ataque de aquel pobre infeliz.
El movimiento de aquellos tres guardias se notaba pesado y torpe, y a juzgar por las facciones de su rostro tambien se encontraban consumidos como el anterior. no obstante no debíamos infravalorarlos pues un golpe descontrolado podía ser incluso mas peligroso que uno controlado. Aguanté la posición empuñando mi arma de nuevo con las dos manos y tan pronto estuvo al alcance el primero lancé una estocada que atravesó su garganta dando muerte al instante. los otros dos, que se habían quedado mas rezagados serían mas complicados de abatir.
Interpuse el asta de la lanza para bloquear ambos ataques y empleé la inercia del retroceso para girar sobre mi mismo y con la parte trasera del arma empujar hacia atrás a uno de los adversarios no sin recibir un corte cercano al hombro que por suerte no resultó ser profundo propiciado por un tajo con la espada corta del otro soldaducho de tres al cuarto. me vi obligado a bloquear otros dos ataques mas que me pusieron en un aprieto momentáneo.
En el segundo rechace logue alejarlo de mi lo suficiente como para poder cargar contra él. Con un gesto y la punta del arma clavada en el pecho del enemigo pude tumbarlo y golpearlo de espaldas contra el suelo terminando de atravesarle con el arma y provocando que los ultimos estertores se adueñaran de los ultimos movimientos y gruñidos que emitió al morir. Entre tanto el tercero se había incorporado de su derribo y descargó su hacha con ambas manos contra mí. La madera de ambos mangos golpearon deteniendo el filo del hacha a escasos centímetros de mi rostro. El guardia lejos de recuperar su arma siguió empujando con una fuerza que no comprendía de donde sacaba haciendome clavar una rodilla e incapaz de salir intacto de aquella situación mientras que mi oponente simplemente no parecía estar cansado de realizar semejante esfuerzo.
- ¡Ayúdame! -
Para cuando esa escaramuza terminó respiraba profundamente recuperando el aliento. - Gracias. - Le dije. - Escucho más dentro de la torre, al menos otros tres o cuatro. procedamos con cautela. estarán alertados y me huelo que esta torre es una trampa para atraer mas fragmentos.- La ayuda del humano había resultado muy valiosa en ese enfrentamiento, y comenzaba a admirarlo.
El asalto a Sango por ese hombre me sobresaltó lo suficiente como para tomar con ambas manos y cubrir la retaguardia de Sango preparado para que otro de ellos nos asaltara desde otro punto a nuestras espaldas. El acero de mi compañero se hundió facil en el consumido cuerpo de su asaltante que, al observarlo con mas detalle, pareciera que era un cadáver incluso antes de que el hacha diera final a su desdichada vida.
otros ojos inseguros se asomaban por una de las esquinas, temerosos de nosotros, y tan pronto nos alejamos unos metros tomaron el cuerpo del fallecido y lo arrastraron fuera de nuestras vistas. lo que luego sonó me puso el vello de punta y tardaría en olvidarlo. Mas acabamos sin mas contratiempos a apenas dos calles de la torre de guardia. Asumí que habían sido alertados por el vigía que vi antes desde la ventana de la posada y por la ruta tan directa que habíamos tomado. Todo ello sumado al silencio sepulcral de la ciudad solo roto por el ataque de aquel pobre infeliz.
El movimiento de aquellos tres guardias se notaba pesado y torpe, y a juzgar por las facciones de su rostro tambien se encontraban consumidos como el anterior. no obstante no debíamos infravalorarlos pues un golpe descontrolado podía ser incluso mas peligroso que uno controlado. Aguanté la posición empuñando mi arma de nuevo con las dos manos y tan pronto estuvo al alcance el primero lancé una estocada que atravesó su garganta dando muerte al instante. los otros dos, que se habían quedado mas rezagados serían mas complicados de abatir.
Interpuse el asta de la lanza para bloquear ambos ataques y empleé la inercia del retroceso para girar sobre mi mismo y con la parte trasera del arma empujar hacia atrás a uno de los adversarios no sin recibir un corte cercano al hombro que por suerte no resultó ser profundo propiciado por un tajo con la espada corta del otro soldaducho de tres al cuarto. me vi obligado a bloquear otros dos ataques mas que me pusieron en un aprieto momentáneo.
En el segundo rechace logue alejarlo de mi lo suficiente como para poder cargar contra él. Con un gesto y la punta del arma clavada en el pecho del enemigo pude tumbarlo y golpearlo de espaldas contra el suelo terminando de atravesarle con el arma y provocando que los ultimos estertores se adueñaran de los ultimos movimientos y gruñidos que emitió al morir. Entre tanto el tercero se había incorporado de su derribo y descargó su hacha con ambas manos contra mí. La madera de ambos mangos golpearon deteniendo el filo del hacha a escasos centímetros de mi rostro. El guardia lejos de recuperar su arma siguió empujando con una fuerza que no comprendía de donde sacaba haciendome clavar una rodilla e incapaz de salir intacto de aquella situación mientras que mi oponente simplemente no parecía estar cansado de realizar semejante esfuerzo.
- ¡Ayúdame! -
Para cuando esa escaramuza terminó respiraba profundamente recuperando el aliento. - Gracias. - Le dije. - Escucho más dentro de la torre, al menos otros tres o cuatro. procedamos con cautela. estarán alertados y me huelo que esta torre es una trampa para atraer mas fragmentos.- La ayuda del humano había resultado muy valiosa en ese enfrentamiento, y comenzaba a admirarlo.
- Conteo offrol:
- Enemigos asesinados por Sango: 2
Enemigos asesinados por Eleandris: 2
Eleandris
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
Los movimientos del elfo fueron rápidos, certeros, seguros, pero le dio la sensación de que el último movimiento había sido desacertado ya que debería haberse protegido, tomar espacio y recalcular los movimientos del tercero, que, seguramente, tras el derribo estaría consumido por la rabia de haber sido derribado. Al menos él lo estaría. La petición de auxilio fue atendida como una orden: rápida y con eficacia. Le espada se clavó, profundamente, en el brazo derecho del atacante para luego atravesarle de lado a lado.
- Cautela, sí...- observó los cuerpos en el suelo.- No quiero un enfrentamiento en un sitio cerrado, quizás deberíamos sacarlos de ahí dentro- señaló con la espada en dirección a la torre, la sangre se iba con facilidad gracias a la lluvia.- Espera ahí escondido un momento. Los sacaré de ahí.
Caminó hacia la Torreón de Guardia y pasó por el pórtico de entrada. Las puertas estaban desencajadas de los goznes, y un fuerte olor a humedad y polvo le asaltó en el mismo instante que puso un pie en el interior del edificio. No tenía nada destacable aparte de la suciedad. Pudo ver que había una puerta cerrada justo en frente de la entrada, a unos diez o doce pasos. Era una torre de un tamaño considerable teniendo en cuenta que la villa parecía no tener mucho tamaño.
El movimiento en las escaleras, de madera, le sacó de sus estudios y cavilaciones para centrarse en un atacante que avanzaba hacia él con paso lento. Este no llevaba armadura completa, bajo la sobrevesta vestía un gambesón y unos pantalones. Seguramente le había pillado cambiándose. Sonrió y se colocó en posición que él mismo denominaba como "de guardia falsa": escudo al frente y espada apoyada sobre el mismo para lanzar una rápida estocada.
Se abalanzó de un salto hacia él esgrimiendo un par de cuchillos que erraron los primeros golpes ya que Ben pudo pegar un pequeño salto hacia atrás cuando le vio alzar los brazos hacia él. El fallo, lejos de desanimar a su rival, le espoleó aún más ya que lanzó varios barridos con los cuchillos que provocaron que Sango caminara hacia atrás, sorprendido por la agilidad del agresor. Adaptó una posición más conservadora y decidió bajar la espada y adelantar el escudo al tiempo que su pierna dominante se echaba hacia atrás.
Los cuchillos golpearon el escudo y estos se convirtieron en piedra al instante permitiendo que Sango se apoyara en le pierna dominante y saliera disparado hacia el guardia que cayó hacia atrás ante la embestida con el escudo de Ben que finalmente remató al tipo en el suelo. Sin embargo, había caído en una trampa ya que del piso superior bajaron dos guardias armados esgrimiendo sus armas hacia él y gruñendo. Ben consideró que una huida hacia delante, era la mejor opción que tenía en aquel instante y decidió cargar contra los dos a la vez.
A uno de ellos logró desequilibrarlo con el escudo pero el segundo le contuvo y le dio un cabezazo que Ben recordaría durante mucho tiempo. De manera instintiva interpuso el escudo mientras recuperaba el sentido. Aquel gesto salvó a Ben de morir de un espadazo. Perdió el escudo por el camino ya que el impacto se lo arrancó de la mano pero sirvió a su propósito. Se levantó y empujó a aquel tipo, que perdió la espada ya que esta se había convertido en piedra, hacia el exterior del Torreón.
- ¡Este es para ti!
Notó movimientos tras de sí y ayudándose del cuerpo que estaba empujando se giró rapidamente para detener una estocada de media altura. Los aceros chocaron varias veces antes de que Sango encontrara un patrón de ataque en los movimientos de su rival: dos golpes descendentes y un barrido ascendente al final. Ben esperó a su primer ataque y cuando este echó el brazo hacia atrás, Sango lanzó una certera estocada que acabó con su rival. Sin tiempo que perder, echó un rápido vistazo escaleras arriba antes de recuperar su escudo y salir al exterior.
- ¿Eleandris?
Preguntó en voz alta, el contraste de la luz del interior y la oscura y lluviosa noche del exterior le impidieron, durante unos instantes, ver qué pasaba fuera.
- Cautela, sí...- observó los cuerpos en el suelo.- No quiero un enfrentamiento en un sitio cerrado, quizás deberíamos sacarlos de ahí dentro- señaló con la espada en dirección a la torre, la sangre se iba con facilidad gracias a la lluvia.- Espera ahí escondido un momento. Los sacaré de ahí.
Caminó hacia la Torreón de Guardia y pasó por el pórtico de entrada. Las puertas estaban desencajadas de los goznes, y un fuerte olor a humedad y polvo le asaltó en el mismo instante que puso un pie en el interior del edificio. No tenía nada destacable aparte de la suciedad. Pudo ver que había una puerta cerrada justo en frente de la entrada, a unos diez o doce pasos. Era una torre de un tamaño considerable teniendo en cuenta que la villa parecía no tener mucho tamaño.
El movimiento en las escaleras, de madera, le sacó de sus estudios y cavilaciones para centrarse en un atacante que avanzaba hacia él con paso lento. Este no llevaba armadura completa, bajo la sobrevesta vestía un gambesón y unos pantalones. Seguramente le había pillado cambiándose. Sonrió y se colocó en posición que él mismo denominaba como "de guardia falsa": escudo al frente y espada apoyada sobre el mismo para lanzar una rápida estocada.
Se abalanzó de un salto hacia él esgrimiendo un par de cuchillos que erraron los primeros golpes ya que Ben pudo pegar un pequeño salto hacia atrás cuando le vio alzar los brazos hacia él. El fallo, lejos de desanimar a su rival, le espoleó aún más ya que lanzó varios barridos con los cuchillos que provocaron que Sango caminara hacia atrás, sorprendido por la agilidad del agresor. Adaptó una posición más conservadora y decidió bajar la espada y adelantar el escudo al tiempo que su pierna dominante se echaba hacia atrás.
Los cuchillos golpearon el escudo y estos se convirtieron en piedra al instante permitiendo que Sango se apoyara en le pierna dominante y saliera disparado hacia el guardia que cayó hacia atrás ante la embestida con el escudo de Ben que finalmente remató al tipo en el suelo. Sin embargo, había caído en una trampa ya que del piso superior bajaron dos guardias armados esgrimiendo sus armas hacia él y gruñendo. Ben consideró que una huida hacia delante, era la mejor opción que tenía en aquel instante y decidió cargar contra los dos a la vez.
A uno de ellos logró desequilibrarlo con el escudo pero el segundo le contuvo y le dio un cabezazo que Ben recordaría durante mucho tiempo. De manera instintiva interpuso el escudo mientras recuperaba el sentido. Aquel gesto salvó a Ben de morir de un espadazo. Perdió el escudo por el camino ya que el impacto se lo arrancó de la mano pero sirvió a su propósito. Se levantó y empujó a aquel tipo, que perdió la espada ya que esta se había convertido en piedra, hacia el exterior del Torreón.
- ¡Este es para ti!
Notó movimientos tras de sí y ayudándose del cuerpo que estaba empujando se giró rapidamente para detener una estocada de media altura. Los aceros chocaron varias veces antes de que Sango encontrara un patrón de ataque en los movimientos de su rival: dos golpes descendentes y un barrido ascendente al final. Ben esperó a su primer ataque y cuando este echó el brazo hacia atrás, Sango lanzó una certera estocada que acabó con su rival. Sin tiempo que perder, echó un rápido vistazo escaleras arriba antes de recuperar su escudo y salir al exterior.
- ¿Eleandris?
Preguntó en voz alta, el contraste de la luz del interior y la oscura y lluviosa noche del exterior le impidieron, durante unos instantes, ver qué pasaba fuera.
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Resumen: pelea contra otros tres tipos de dentro de la torre, el plan de Sango no funciona bien y solo es capaz de sacar a uno del Torreón. No exploro mucho más del Torreón de Guardia salvo que hay, al menos, dos plantas: la de entrada y otra a la que se llega a través unas escaleras de madera. A saber qué hay arriba...Sango
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
Tomé posición tras unos barriles que me ofrecerían cobertura de la visión de los soldados que atrajera Sango al exterior y también de hasta los dos ballesteros que pude divisar en la parte superior de la torre. El plan del humano parecía el mas razonable pues obligar a salir al enemigo no solo nos otorgaba mas posibilidades de huir si fuese necesario, sino que no estaríamos en tanta desventaja debido al propio terreno de la contienda.
Apreté la madera de mi arma cuando el bramido propio del combate se hizo eco desde el interior del edificio y poco después la puerta escupió un soldado pobremente equipado y sin arma alguna que, mas por instinto que planeado, acabó siendo ensartado por la espalda seccionando la columna y dejándolo fuera de combate al instante. Miré al interior para comprobar el estado de mi compañero y también a lo alto de la torre para controlar a los ballesteros. si ellos bajaban seguramente no lo contaran.
Confiaba en las capacidades marciales del humano, que se veía recio y capaz en el manejo de las armas y opté por realizar una pinza que pillara desprevenidos a la pareja de arriba. Aprovechando los barriles subí hasta el tejado cercano que lindaba con la torre de guardia y encajando la lanza el cinturón hice uso del don de Anar [1] y di el salto mas alto que mis piernas me permitieron, agradeciendo enormemente el no llevar mas que las ropas de viaje en lugar de la armadura.
No me fue demasiado complejo alcanzar la barandilla que actuaba de barrera contra el vacío y la superé con tan solo algo de esfuerzo debido a que sobresalía del muro tomando por sorpresa al pobre desgraciado que poco pudo hacer para evitar que le arrojara al suelo con un golpe seco y tosco. El otro guardia disparó su ballesta y el perno mordió la madera cercana a mi mano. Aproveché el respiro de la recarga del arma para terminar de subir y tomar una cobertura en lugar de un abrigo y decidir mi siguiente paso.
el guardia recargaba y disparaba con bastante sencillez y cadencia por lo que me planteaba serias dudas para poder acercarme y abatirle, sin saber realmente si hubiera algún otro esperando a que me asomara lo suficiente para emboscarme y abatirme. Abajo solo dos metales chocando fieramente elevaban el chillido metálico que me indicaba que el combate entre el humano y los guardias continuaba, y esta vez en igualdad de condiciones. me arriesgué por ello a emplear mi propia lanza como proyectil y, aún ayudado por la Luz lancé el arma contra el ballestero justo tras escuchar el disparo del arma enemiga. La lanza impactó en el pecho de aquel hombre con tal violencia que lo lanzó escaleras abajo dejandolo atascado varios peldaños mas abajo e inerte. Revisé entonces la estancia superior cerciorándome que no quedaba nadie mas que supusiera un peligro al tiempo que abajo el combate también cesaba.
- ¿Eleandris? -
La voz de Sango silenciaba momentáneamente el replicar de la lluvia sobre la madera. - Aquí arriba. - Le devolvía la llamada asomándome al balcón de la torre antes de volver al interior de la torre. Aquel lugar estaba destrozado, totalmente desordenado como si una tormenta la hubiera azotado sin clemencia. el polvo y las telarañas se esparcían por doquier iluminado todo por tres tímidas antorchas que se encontraban equidistantes en los muros. Los raídas telas ya no mostraban blasón alguno como signo inequívoco de la decadencia de aquel lugar. Algunas cajas desprendían un hedor terrible que, al abrirlas delataban su causa. El cadáver de una rata, momificado, acusaba una vez mas el tiempo que aquel lugar había sido abandonado de todo cuidado.
No obstante no parecía haber rastro alguno de la tablilla que "el mallas" había asegurado. ¿Había mentido? y si así era ¿Con qué esperanza?
- ¿La encuentras? este sitio está hecho un desastre, podría estar en cualquier sitio y no nos daríamos cuenta. - Le comentaba a mi compañero mientras continuaba buscando entre telas, legajos deteriorados hasta el extremo, alguna que otra caja polvorienta cuando se me ocurrió una idea. Cuando deseas esconder algo, a veces lo mejor es esconderlo a simple vista. No había reparado en la lámpara que colgaba del techo a no mucha altura, y ahí estaba. entre las sombras provocadas por la araña que en algún momento portó velas, una tablilla con un símbolo extraño parecía estar encajada como adorno en el centro de la misma.
- Esta deberías quedártela tu. Quizás estas tablillas nos protejan a ambos de la deriva. -
Apreté la madera de mi arma cuando el bramido propio del combate se hizo eco desde el interior del edificio y poco después la puerta escupió un soldado pobremente equipado y sin arma alguna que, mas por instinto que planeado, acabó siendo ensartado por la espalda seccionando la columna y dejándolo fuera de combate al instante. Miré al interior para comprobar el estado de mi compañero y también a lo alto de la torre para controlar a los ballesteros. si ellos bajaban seguramente no lo contaran.
Confiaba en las capacidades marciales del humano, que se veía recio y capaz en el manejo de las armas y opté por realizar una pinza que pillara desprevenidos a la pareja de arriba. Aprovechando los barriles subí hasta el tejado cercano que lindaba con la torre de guardia y encajando la lanza el cinturón hice uso del don de Anar [1] y di el salto mas alto que mis piernas me permitieron, agradeciendo enormemente el no llevar mas que las ropas de viaje en lugar de la armadura.
No me fue demasiado complejo alcanzar la barandilla que actuaba de barrera contra el vacío y la superé con tan solo algo de esfuerzo debido a que sobresalía del muro tomando por sorpresa al pobre desgraciado que poco pudo hacer para evitar que le arrojara al suelo con un golpe seco y tosco. El otro guardia disparó su ballesta y el perno mordió la madera cercana a mi mano. Aproveché el respiro de la recarga del arma para terminar de subir y tomar una cobertura en lugar de un abrigo y decidir mi siguiente paso.
el guardia recargaba y disparaba con bastante sencillez y cadencia por lo que me planteaba serias dudas para poder acercarme y abatirle, sin saber realmente si hubiera algún otro esperando a que me asomara lo suficiente para emboscarme y abatirme. Abajo solo dos metales chocando fieramente elevaban el chillido metálico que me indicaba que el combate entre el humano y los guardias continuaba, y esta vez en igualdad de condiciones. me arriesgué por ello a emplear mi propia lanza como proyectil y, aún ayudado por la Luz lancé el arma contra el ballestero justo tras escuchar el disparo del arma enemiga. La lanza impactó en el pecho de aquel hombre con tal violencia que lo lanzó escaleras abajo dejandolo atascado varios peldaños mas abajo e inerte. Revisé entonces la estancia superior cerciorándome que no quedaba nadie mas que supusiera un peligro al tiempo que abajo el combate también cesaba.
- ¿Eleandris? -
La voz de Sango silenciaba momentáneamente el replicar de la lluvia sobre la madera. - Aquí arriba. - Le devolvía la llamada asomándome al balcón de la torre antes de volver al interior de la torre. Aquel lugar estaba destrozado, totalmente desordenado como si una tormenta la hubiera azotado sin clemencia. el polvo y las telarañas se esparcían por doquier iluminado todo por tres tímidas antorchas que se encontraban equidistantes en los muros. Los raídas telas ya no mostraban blasón alguno como signo inequívoco de la decadencia de aquel lugar. Algunas cajas desprendían un hedor terrible que, al abrirlas delataban su causa. El cadáver de una rata, momificado, acusaba una vez mas el tiempo que aquel lugar había sido abandonado de todo cuidado.
No obstante no parecía haber rastro alguno de la tablilla que "el mallas" había asegurado. ¿Había mentido? y si así era ¿Con qué esperanza?
- ¿La encuentras? este sitio está hecho un desastre, podría estar en cualquier sitio y no nos daríamos cuenta. - Le comentaba a mi compañero mientras continuaba buscando entre telas, legajos deteriorados hasta el extremo, alguna que otra caja polvorienta cuando se me ocurrió una idea. Cuando deseas esconder algo, a veces lo mejor es esconderlo a simple vista. No había reparado en la lámpara que colgaba del techo a no mucha altura, y ahí estaba. entre las sombras provocadas por la araña que en algún momento portó velas, una tablilla con un símbolo extraño parecía estar encajada como adorno en el centro de la misma.
- Esta deberías quedártela tu. Quizás estas tablillas nos protejan a ambos de la deriva. -
- Offrol:
- Recalco el rasgo racial: Rasgo: La Luz me bendice y fortalece mi cuerpo
Contador de enemigos abatidos por Sango: 4
Contador de enemigos abatidos por Eleandris: 5
Eleandris
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
La pelea había terminado y la voz de Eleandris le tranquilizó. De alguna manera había conseguido encaramarse al piso superior. Ben regresó al interior y subió las escaleras aún con la tensión del combate en sus piernas. Para su sorpresa, allí arriba también había cadáveres. Su suerte podía haber sido distinta si Eleandris no hubiera decidido escalar hasta esa misma planta.
Allí no había absolutamente nada salvo miseria, la tenue luz de las agonizantes antorchas tampoco ayudaba a mejorar la imagen del lugar. Sango se detuvo en el estante de las armas en las que había unas cuantas espadas con signos claro de oxidación. Empuñó una de esas espadas pero la dejó al instante. La empuñadura, formada por unas cachas de madera destrozadas estaba suelta a causa de la humedad y el desgaste de los remaches. ¿Cómo era posible que aquel lugar hubiera sufrido un abandono tan repentino? La degradación de todo lo que habían visto hasta el momento daba la sensación de que hubieran pasado décadas, sin embargo, allí seguía viviendo gente, ¿cómo era posible?
Eleandris le sacó de sus reflexiones y le tendió una tablilla. Por suerte, el elfo tenía buen ojo y había sido capaz de encontrar la tablilla del Torreón de Guardia. Sango guardó la tablilla de buena gana en uno de los bolsos de la capa. El consejo de Eleandris y su creencia en que podía protegerle de la Deriva hizo que no le diera muchas vueltas.
- Estos deben ser los Candiles de los que tanto nos han hablado...
Movió con el pie el cadáver de uno de los que había conseguido abatir Eleandris. No parecían gran cosa pero no podían subestimarlos. Quizá el número fuera su mayor baza ya que no parecían estar solos en ningún momento.
- En fin, ¿qué deberíamos hacer ahora? El tipo de las mallas tenía razón con respecto a este fragmento, quizás sepa algo más, podríamos volver y preguntarle. Aunque bueno, quizás la Deriva haya hecho mella en él- negó con la cabeza y caminó hacia la escalera.- Esta villa está maldita, la hechicería no suele traer cosas buenas.
Se detuvo antes de alcanzar, siquiera, el primer escalón. Desde algún punto de la villa, una voz se alzó, clara, profunda, sobre el de las gotas de agua golpeando suelos y tejados. La melodía se repitió varias veces, acompañadas de silencios que encogían el corazón (1). Posó una mano sobre la pared más cercana, aturdido por el canto que, presumiblemente, una mujer lanzaba a los cielos de Beornad.
Miró confundido a Eleandris y sintió la necesidad de mirar la tablilla. Cuando la tuvo en sus manos pudo ver como esta se agitaba débilmente entre sus manos. Le pareció ver el trazo iluminarse con el canto de la melodía y apagarse con los silencios. Achacó eso a un visión surgida de su propia mente, confundida por la belleza del canto, y la suave melodía que tan fácil le había causado aquel estado.
Entonces, la tablilla dejó de moverse ante sus propios ojos y dejó de ver la tenue luz. Un trueno le devolvió a la realidad. El vacío que dejó el canto en su interior tardó unos instantes en desaparecer, tiempo en el que fue llenando su cabeza de pensamientos que danzaban al son de la melodía: se alzaban y golpeaban su cabeza y se desvanecían para volver más fuertes con nuevas hipótesis e ideas pero ninguna teoría válida.
Hizo un gesto y bajó la escaleras mientras guardaba la tablilla y pensaba en su siguiente paso. No quería romper el silencio, aún no. No era el momento, se dijo, más aún cuando no era capaz de expresar una idea concreta.
Tardó en darse cuenta que el Torreón, en la planta de acceso, tenía, ahora, dos entradas abiertas. Sango juraría haber visto cosas tapando aquella segunda vía, pero no estaba seguro de ello. Se pasó la mano por la cara para tratar de despejarse. No podía dejarse llevar. Aquel último pensamiento le hizo palidecer. La Deriva, entonces, le pareció tan real como los cadáveres que estaban en el suelo. Sacudió la cabeza.
- Esa voz- dijo finalmente.- Había poder en ella. Hasta yo mismo lo he notado- señaló hacia la nueva salida.- ¿Es una señal?
Cualquiera que fuese la respuesta de Eleandris y la decisión que tomara a continuación le seguiría. No estaba en condiciones, pensó, de tomar una decisión cabal.
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Allí no había absolutamente nada salvo miseria, la tenue luz de las agonizantes antorchas tampoco ayudaba a mejorar la imagen del lugar. Sango se detuvo en el estante de las armas en las que había unas cuantas espadas con signos claro de oxidación. Empuñó una de esas espadas pero la dejó al instante. La empuñadura, formada por unas cachas de madera destrozadas estaba suelta a causa de la humedad y el desgaste de los remaches. ¿Cómo era posible que aquel lugar hubiera sufrido un abandono tan repentino? La degradación de todo lo que habían visto hasta el momento daba la sensación de que hubieran pasado décadas, sin embargo, allí seguía viviendo gente, ¿cómo era posible?
Eleandris le sacó de sus reflexiones y le tendió una tablilla. Por suerte, el elfo tenía buen ojo y había sido capaz de encontrar la tablilla del Torreón de Guardia. Sango guardó la tablilla de buena gana en uno de los bolsos de la capa. El consejo de Eleandris y su creencia en que podía protegerle de la Deriva hizo que no le diera muchas vueltas.
- Estos deben ser los Candiles de los que tanto nos han hablado...
Movió con el pie el cadáver de uno de los que había conseguido abatir Eleandris. No parecían gran cosa pero no podían subestimarlos. Quizá el número fuera su mayor baza ya que no parecían estar solos en ningún momento.
- En fin, ¿qué deberíamos hacer ahora? El tipo de las mallas tenía razón con respecto a este fragmento, quizás sepa algo más, podríamos volver y preguntarle. Aunque bueno, quizás la Deriva haya hecho mella en él- negó con la cabeza y caminó hacia la escalera.- Esta villa está maldita, la hechicería no suele traer cosas buenas.
Se detuvo antes de alcanzar, siquiera, el primer escalón. Desde algún punto de la villa, una voz se alzó, clara, profunda, sobre el de las gotas de agua golpeando suelos y tejados. La melodía se repitió varias veces, acompañadas de silencios que encogían el corazón (1). Posó una mano sobre la pared más cercana, aturdido por el canto que, presumiblemente, una mujer lanzaba a los cielos de Beornad.
Miró confundido a Eleandris y sintió la necesidad de mirar la tablilla. Cuando la tuvo en sus manos pudo ver como esta se agitaba débilmente entre sus manos. Le pareció ver el trazo iluminarse con el canto de la melodía y apagarse con los silencios. Achacó eso a un visión surgida de su propia mente, confundida por la belleza del canto, y la suave melodía que tan fácil le había causado aquel estado.
Entonces, la tablilla dejó de moverse ante sus propios ojos y dejó de ver la tenue luz. Un trueno le devolvió a la realidad. El vacío que dejó el canto en su interior tardó unos instantes en desaparecer, tiempo en el que fue llenando su cabeza de pensamientos que danzaban al son de la melodía: se alzaban y golpeaban su cabeza y se desvanecían para volver más fuertes con nuevas hipótesis e ideas pero ninguna teoría válida.
Hizo un gesto y bajó la escaleras mientras guardaba la tablilla y pensaba en su siguiente paso. No quería romper el silencio, aún no. No era el momento, se dijo, más aún cuando no era capaz de expresar una idea concreta.
Tardó en darse cuenta que el Torreón, en la planta de acceso, tenía, ahora, dos entradas abiertas. Sango juraría haber visto cosas tapando aquella segunda vía, pero no estaba seguro de ello. Se pasó la mano por la cara para tratar de despejarse. No podía dejarse llevar. Aquel último pensamiento le hizo palidecer. La Deriva, entonces, le pareció tan real como los cadáveres que estaban en el suelo. Sacudió la cabeza.
- Esa voz- dijo finalmente.- Había poder en ella. Hasta yo mismo lo he notado- señaló hacia la nueva salida.- ¿Es una señal?
Cualquiera que fuese la respuesta de Eleandris y la decisión que tomara a continuación le seguiría. No estaba en condiciones, pensó, de tomar una decisión cabal.
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Sango
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
Al estar una cerca de la otra, la intensidad del eter a su alrededor se hacía levemente mas fuerte lo que confirmaba la sospecha de que estaban ligadas entre sí de algún modo. En ese momento, una voz suave como la brisa se alzó por sobre el ambiente cuyo único protagonista era la lluvia. El humano sacó de nuevo la tablilla y pude ver como los grabados refulgían con magia cuando la femenina voz se escuchaba, y la intensidad de la iluminación era igual a la de la propia voz, pero pronto la voz de la mujer se desvaneció, y así lo hizo la luz de los grabados.
- Yo también lo he visto. La luz en los glifos. No se si será una señal, pero es la única pista que tenemos. - Contesté al humano. Desde ese mismo sitio saqué mi pieza y giré sobre mi mismo esperando que de alguna forma la magia de la runa reaccionara marcándonos alguna dirección como si de una brújula se tratara, pero no hubo éxito en ello. Por tanto, y aunque era una idea un tanto absurda, pensé que si una tablilla la habíamos encontrado en el torreón de guardia, probablemente hubiera otra en alguna otra torre.
El campanario del centro urbano era el siguiente edificio mas cercano que se elevaba por encima del horizonte del resto del burgo, y dado a que se encontraba acoplado al edificio que gestionaba el gobierno de la ciudad se me hacía lógico que allí hubiera otro fragmento del puzzle, o como mínimo, desde la altura del campanario podríamos observar la ciudad y decidir cual sería el siguiente paso. En el exterior la noche amenazaba con presentarse antes, ayudada de las nubes que cubrían el cielo y oscurecían el día. la iluminación de la ciudad parecía estar totalmente apagada y no se encontraban signos de vida en ninguna de las casas que nos circundaban, además el silencio era tan agobiante que daba gracias a la lluvia, pues de otra manera hubiera jurado haberme quedado sordo.
- Marchemos al ayuntamiento, si tu tablilla estaba en una torre es probable que el resto de piezas lo estén tambien. Quizá en el campanario tengamos suerte y haya otra pieza, o quizás la voz de la mujer nos vuelva a encontrar para guiarnos. - Y crucé el humbral de la puerta volviendo a sentir sobre mí la fría humedad del agua de lluvia.
"Muy bien soldado, ven. Búscame" Escuché como un susurro al oído a mi espalda, donde tras mirar, no había nadie.
- Yo también lo he visto. La luz en los glifos. No se si será una señal, pero es la única pista que tenemos. - Contesté al humano. Desde ese mismo sitio saqué mi pieza y giré sobre mi mismo esperando que de alguna forma la magia de la runa reaccionara marcándonos alguna dirección como si de una brújula se tratara, pero no hubo éxito en ello. Por tanto, y aunque era una idea un tanto absurda, pensé que si una tablilla la habíamos encontrado en el torreón de guardia, probablemente hubiera otra en alguna otra torre.
El campanario del centro urbano era el siguiente edificio mas cercano que se elevaba por encima del horizonte del resto del burgo, y dado a que se encontraba acoplado al edificio que gestionaba el gobierno de la ciudad se me hacía lógico que allí hubiera otro fragmento del puzzle, o como mínimo, desde la altura del campanario podríamos observar la ciudad y decidir cual sería el siguiente paso. En el exterior la noche amenazaba con presentarse antes, ayudada de las nubes que cubrían el cielo y oscurecían el día. la iluminación de la ciudad parecía estar totalmente apagada y no se encontraban signos de vida en ninguna de las casas que nos circundaban, además el silencio era tan agobiante que daba gracias a la lluvia, pues de otra manera hubiera jurado haberme quedado sordo.
- Marchemos al ayuntamiento, si tu tablilla estaba en una torre es probable que el resto de piezas lo estén tambien. Quizá en el campanario tengamos suerte y haya otra pieza, o quizás la voz de la mujer nos vuelva a encontrar para guiarnos. - Y crucé el humbral de la puerta volviendo a sentir sobre mí la fría humedad del agua de lluvia.
"Muy bien soldado, ven. Búscame" Escuché como un susurro al oído a mi espalda, donde tras mirar, no había nadie.
Eleandris
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
El plan de Eleandris tenía sentido: las torres en aquella villa eran, sin duda, los puntos que más destacaban en el paisaje. Tanto esfuerzo en construir tan alto solo significaba una cosa: poder. Una manifestación de poder tan obscena que llegaba a ser sobrecogedora.
Avanzaron en silencio por las calles de la villa, estorbados, únicamente, por la lluvia. Sango, no sólo dedicó sus pensamientos al simbolismo arquitectónico, sino a la voz, a la melodía que había escuchado hacía tan solo unos instantes. Ben fantaseó con la procedencia de aquella voz. En su cabeza se sucedían imágenes de mujeres hermosas cantando desde un balcón, con el poder de silenciar la lluvia con su voz. Otra imagen la de una hechicera que usaba el poder de su voz para embrujar a sus rivales...
Ben alzó la mirada justo para ver una sombra pasar a gran velocidad ante ellos.
- ¿Qué es eso?- Sango desenvainó la espada y puso el escudo frente a él.- Dime que lo has visto.
No hizo falta que Eleandris respondiera, porque desde la oscuridad que tenían frente a ellos, surgió lo que parecía un ejército entero con las armas en ristre y en formación. Sango abrió la boca, sorprendido, y se obligó a caminó hacia atrás.
No hizo falta decir mucho más. Ben bajó las armas y apremió a Eleandris a correr. No lo hicieron durante mucho tiempo porque al alcanzar una plaza, las salidas estaban tapadas por soldados, ataviados con ropas similares a los que habían derrotado en el Torreón de Guardia.
- Bueno, si hay que morir, que sea con el arma en la mano.
Todos avanzaron hacia ellos, como mecanismos perfectamente sincronizados. Y cuando alzaron sus armas, Sango cayó. Tardó un rato en darse cuenta de que no tenía suelo bajo sus pies. No entendía nada. La oscuridad a su alrededor era tan pura que ni siquiera era capaz de intuir la forma de la espada o del escudo. Entonces, como un fogonazo, decidió soltar sus armas y coger la tablilla.
Sus ojos, entonces, se posaron en las llamas de la hoguera mientras en su mano jugaba con la tablilla.
- ¡Los vagabundos! ¡Los vagabundos del sur! ¡Vámonos! ¡Es la hora!
Sango alzó la cabeza sin comprender. Sí, comprendía, pero no entendía por qué estaba viviendo lo mismo que aquella tarde. Por qué él tenía una tablilla que brillaba entre las.manos y por qué volvían a llamarle vagabundo del sur. Miró a Eleandris sin entender. Esperaba que él tuviera alguna explicación. Era evidente que algo pasaba en la ciudad.
Al menos el calor y la luz de la hoguera era reconfortante. Casi como el hogar. Casi como un lugar seguro. Casi.
Avanzaron en silencio por las calles de la villa, estorbados, únicamente, por la lluvia. Sango, no sólo dedicó sus pensamientos al simbolismo arquitectónico, sino a la voz, a la melodía que había escuchado hacía tan solo unos instantes. Ben fantaseó con la procedencia de aquella voz. En su cabeza se sucedían imágenes de mujeres hermosas cantando desde un balcón, con el poder de silenciar la lluvia con su voz. Otra imagen la de una hechicera que usaba el poder de su voz para embrujar a sus rivales...
Ben alzó la mirada justo para ver una sombra pasar a gran velocidad ante ellos.
- ¿Qué es eso?- Sango desenvainó la espada y puso el escudo frente a él.- Dime que lo has visto.
No hizo falta que Eleandris respondiera, porque desde la oscuridad que tenían frente a ellos, surgió lo que parecía un ejército entero con las armas en ristre y en formación. Sango abrió la boca, sorprendido, y se obligó a caminó hacia atrás.
No hizo falta decir mucho más. Ben bajó las armas y apremió a Eleandris a correr. No lo hicieron durante mucho tiempo porque al alcanzar una plaza, las salidas estaban tapadas por soldados, ataviados con ropas similares a los que habían derrotado en el Torreón de Guardia.
- Bueno, si hay que morir, que sea con el arma en la mano.
Todos avanzaron hacia ellos, como mecanismos perfectamente sincronizados. Y cuando alzaron sus armas, Sango cayó. Tardó un rato en darse cuenta de que no tenía suelo bajo sus pies. No entendía nada. La oscuridad a su alrededor era tan pura que ni siquiera era capaz de intuir la forma de la espada o del escudo. Entonces, como un fogonazo, decidió soltar sus armas y coger la tablilla.
Sus ojos, entonces, se posaron en las llamas de la hoguera mientras en su mano jugaba con la tablilla.
- ¡Los vagabundos! ¡Los vagabundos del sur! ¡Vámonos! ¡Es la hora!
Sango alzó la cabeza sin comprender. Sí, comprendía, pero no entendía por qué estaba viviendo lo mismo que aquella tarde. Por qué él tenía una tablilla que brillaba entre las.manos y por qué volvían a llamarle vagabundo del sur. Miró a Eleandris sin entender. Esperaba que él tuviera alguna explicación. Era evidente que algo pasaba en la ciudad.
Al menos el calor y la luz de la hoguera era reconfortante. Casi como el hogar. Casi como un lugar seguro. Casi.
Sango
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Re: El Caballero Astado. Camino a Behornad [Privado] [Cerrado]
La lluvia comenzaba a calar la ropa para cuando sombras comenzaron a taponar el camino por el que avanzábamos. la bruma y la lluvia impedían ver mucho mas que siluetas hasta que fue demasiado tarde. Me extrañó que estuvieran en formación como si se enfrentaran a una horda de enemigos, no obstante la superioridad numérica del enemigo nos hizo retroceder.
Acabamos por llegar a un punto muerto cuando todas las salidas posibles habían sido taponadas. Rodeados por un enjambre de armas diferentes y sin la posibilidad siquiera de poder resolver el conflicto con la palabra, el humano decidió que moriría con el arma en la mano. Tal vez movido por la valentía, o quizás solo por el orgullo se lanzó al combate.
- ¡Anar'alah belore! - Grité contagiado por Sango y cargué junto al hombre. El combate como era de esperar duró poco, apenas unos segundos, no obstante cuando esperaba que la vida simplemente escapara de mi cuerpo me incorporé como si hubiera despertado de la peor de las pesadillas. Mirando alrededor no estábamos en Behornad sino en el camino en el que nos encontramos con aquellos extraños que nos dieron la tablilla, es mas, parecía que no había pasado nada de tiempo, como si todo aquello de la ciudad simplemente no hubiera ocurrido.
- ¿Tu también has visto lo mismo que yo? ¿La tablilla esa también te la han dado ellos? es como si no hubiera pasado el tiempo, me siento muy extraño. - Pregunté a mi acompañante dado el desconcierto. Lo primero que se me ocurría me sonaba simplemente absurdo. ¿acaso la tablilla tenía la capacidad de premonizar el futuro? sin duda sentía algo mágico en aquel trozo de piedra. también en el que ben tenía entre sus manos y que no recordaba que le hubieran entregado. - Tal vez, y solo tal vez estas tablillas son capaces de mostrar lo que será. si estoy en lo cierto si vamos a Behornad moriremos, o quizá solo nos muestre nuestras muertes, si cambiamos decisiones de lo que hemos soñado evitaremos morir. tal vez sea esa la protección que nos brindan las tablillas.-
Me sonaba disparatado, pero en aquel momento, al menos por un segundo, fue el único faro de cordura sobre lo que acababa de ocurrir y que no entendía
Acabamos por llegar a un punto muerto cuando todas las salidas posibles habían sido taponadas. Rodeados por un enjambre de armas diferentes y sin la posibilidad siquiera de poder resolver el conflicto con la palabra, el humano decidió que moriría con el arma en la mano. Tal vez movido por la valentía, o quizás solo por el orgullo se lanzó al combate.
- ¡Anar'alah belore! - Grité contagiado por Sango y cargué junto al hombre. El combate como era de esperar duró poco, apenas unos segundos, no obstante cuando esperaba que la vida simplemente escapara de mi cuerpo me incorporé como si hubiera despertado de la peor de las pesadillas. Mirando alrededor no estábamos en Behornad sino en el camino en el que nos encontramos con aquellos extraños que nos dieron la tablilla, es mas, parecía que no había pasado nada de tiempo, como si todo aquello de la ciudad simplemente no hubiera ocurrido.
- ¿Tu también has visto lo mismo que yo? ¿La tablilla esa también te la han dado ellos? es como si no hubiera pasado el tiempo, me siento muy extraño. - Pregunté a mi acompañante dado el desconcierto. Lo primero que se me ocurría me sonaba simplemente absurdo. ¿acaso la tablilla tenía la capacidad de premonizar el futuro? sin duda sentía algo mágico en aquel trozo de piedra. también en el que ben tenía entre sus manos y que no recordaba que le hubieran entregado. - Tal vez, y solo tal vez estas tablillas son capaces de mostrar lo que será. si estoy en lo cierto si vamos a Behornad moriremos, o quizá solo nos muestre nuestras muertes, si cambiamos decisiones de lo que hemos soñado evitaremos morir. tal vez sea esa la protección que nos brindan las tablillas.-
Me sonaba disparatado, pero en aquel momento, al menos por un segundo, fue el único faro de cordura sobre lo que acababa de ocurrir y que no entendía
Eleandris
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