Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
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Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
Los rufianes, maleantes y de más escoria de la ciudad, que visitaban los callejones por los que caminaba Estolas, hablaban maravillas de una ciudad. Un lugar de perdición y lujuria regentado por un furtivo lagarto y un estafador con negocios lícitos.
Pero para poder llegar hasta allí Estolas tendría que dejar la ciudad y pasar unos días en los caminos.
Los camino eran peligrosos para ella, sí que habían peligros, pero no les temía. Después de todo lo que había pasado igual sería mejor que uno de esos riesgos se la llevara para siempre.
Era la segunda noche y Estolas caminaba por en medio de la senda con una pobre y precaria antorcha. El día de antes había logrado camelarse a un granjero, pero como de costumbre el viaje a cambio de sus servicios fue corto e inmerecido. El humano se deshizo de la pelirroja en cuanto esta comenzó a ser una presencia molesta, repitiendo una vez más el círculo vicioso de su vida.
El dinero, que había conseguido en la ciudad apenas, a duras penas logro proporcionarle su dosis diaria de droga. Ahora, sin dinero en el bolsillo, con la tripa vacía, sola y sin nadie que pudiera colmar sus necesidad, Estolas comenzaba a padecer los primeros síntomas de abstinencia. En la cara se marcaban unas ojeras pronunciadas y rojizas y pequeños sudores fríos comenzaban a recorrerla.
Si Estolas no encontraba a nadie que la ayudaría (o que le dirá su dosis diaria) no llegaría a la siguiente ciudad.
Quizás sería mejor así.
Pero para poder llegar hasta allí Estolas tendría que dejar la ciudad y pasar unos días en los caminos.
Los camino eran peligrosos para ella, sí que habían peligros, pero no les temía. Después de todo lo que había pasado igual sería mejor que uno de esos riesgos se la llevara para siempre.
Era la segunda noche y Estolas caminaba por en medio de la senda con una pobre y precaria antorcha. El día de antes había logrado camelarse a un granjero, pero como de costumbre el viaje a cambio de sus servicios fue corto e inmerecido. El humano se deshizo de la pelirroja en cuanto esta comenzó a ser una presencia molesta, repitiendo una vez más el círculo vicioso de su vida.
El dinero, que había conseguido en la ciudad apenas, a duras penas logro proporcionarle su dosis diaria de droga. Ahora, sin dinero en el bolsillo, con la tripa vacía, sola y sin nadie que pudiera colmar sus necesidad, Estolas comenzaba a padecer los primeros síntomas de abstinencia. En la cara se marcaban unas ojeras pronunciadas y rojizas y pequeños sudores fríos comenzaban a recorrerla.
Si Estolas no encontraba a nadie que la ayudaría (o que le dirá su dosis diaria) no llegaría a la siguiente ciudad.
Quizás sería mejor así.
Última edición por Marceline el Mar Mar 24 2020, 09:54, editado 1 vez
Marceline
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
Hacía mucho frío. La medianoche había traído consigo una bajada drástica de las temperaturas, hasta tal punto que tan solo con la respiración se echaba vaho. Katrina había tenido que hacer uso de sus guantes y encapucharse para resguardar un poco las orejas. Aquel día había sido despejado, por lo que por el día tuvieron que estar a cubierto para evitar que la vampiresa se quemara con los rayos del sol, que aunque débiles, para una criatura de la noche seguían siendo peligrosos.
Ambos iban a caballo; Alward a lomos de su inseparable yegua; Epons, y Katrina estaba montada en el caballo que semanas atrás el propio Sevna había "tomado prestado" de la casa de Matthew Owens. No lo había robado, ya que pensaba sin duda devolvérselo nada más llegar al destino de aquel viaje: Ciudad Lagarto.
La vampiresa echó una sutil mirada al castaño, que parecía algo cabizbajo. Haciendo uso de su voz mágica, le habló.
-¿Por qué estás tan callado?
Alward levantó un poco la mirada, depositándola así sobre su acompañante.
-...¿Eh?
-Que por qué estás tan callado-Repitió-Algo te pasa.
-Tengo sueño...-Contestó con un tono desganado-...y frío. Mucho frío-Aclaró
Katrina no siguió la charla en primera instancia. Tan solo calló unos segundos para ver cómo el humano continuaba, pero después de eso, el silencio invadió de nuevo la situación y Alward volvió a agachar la mirada.
-¿Piensas en tus amigos?
El Sevna levantó otra vez su cabeza, pues había dado en el clavo.
-...sí-Respondió con un tono de dejadez-Todo lo que ha pasado... Más la disolución del grupo, la marcha de Emm...-Suspiró-Tenía algo para ellos, algo grande. Estaba apunto de hacerse realidad, pero todo se ha ido a la mierda...
Katrina reveló una pequeña mueca de preocupación por el humano.
-Aunque ellos ya no quieran esta guerra, yo seguiré a tu lado, Alward.
-Gracias, Katrina. La venganza no es el camino...-Dijo. En realidad, eran palabras vacías, lo que se decía para "quedar bien", pero negó con la cabeza y reveló su verdadera intención-...pero es lo único que me queda. Si no lo intento, toda mi vida estará llena de culpa y remordimientos
Entonces, Katrina dirigió las riendas de su caballo para que este se pusiera pegado a Epons. Tras eso, agarró con delicadeza una de las manos de Alward para reconfortarlo. El humano agradeció el gesto con una sonrisa. Después de aquello, la vampiresa lo soltó y este dirigió su mirada al frente, divisando una tenue luz que se hacía notar en la oscuridad de la noche.
-¿Qué es aquello?
La vampiresa miró al frente y achinó sus ojos. Su visión era sobradamente mejor que la del humano en la noche.
-Es alguien...-Hizo más esfuerzo por ver, ya que no estaba tan cerca-...con una antorcha-Concretó
-Qué raro...-Se extrañó-Acerquémonos con cuidado, no queremos asustarle
Dicho y hecho. No tardaron mucho en alcanzar a un trote cómodo de sus dos monturas a la mujer que sostenía la antorcha y caminaba a oscuras en la soledad de la noche.
-Perdón, ¿Pero qué haces vagando aquí sola?-Dijo manteniendo el ritmo de Epons equiparado al de la muchacha.
Katrina, en silencio y observante, se puso justo en el lado contrario, quedando así la extraña entre ambos.
-Es peligroso, sobretodo si vas a donde creo que vas...-Obviamente, se refería a Ciudad Lagarto.
Ambos iban a caballo; Alward a lomos de su inseparable yegua; Epons, y Katrina estaba montada en el caballo que semanas atrás el propio Sevna había "tomado prestado" de la casa de Matthew Owens. No lo había robado, ya que pensaba sin duda devolvérselo nada más llegar al destino de aquel viaje: Ciudad Lagarto.
La vampiresa echó una sutil mirada al castaño, que parecía algo cabizbajo. Haciendo uso de su voz mágica, le habló.
-¿Por qué estás tan callado?
Alward levantó un poco la mirada, depositándola así sobre su acompañante.
-...¿Eh?
-Que por qué estás tan callado-Repitió-Algo te pasa.
-Tengo sueño...-Contestó con un tono desganado-...y frío. Mucho frío-Aclaró
Katrina no siguió la charla en primera instancia. Tan solo calló unos segundos para ver cómo el humano continuaba, pero después de eso, el silencio invadió de nuevo la situación y Alward volvió a agachar la mirada.
-¿Piensas en tus amigos?
El Sevna levantó otra vez su cabeza, pues había dado en el clavo.
-...sí-Respondió con un tono de dejadez-Todo lo que ha pasado... Más la disolución del grupo, la marcha de Emm...-Suspiró-Tenía algo para ellos, algo grande. Estaba apunto de hacerse realidad, pero todo se ha ido a la mierda...
Katrina reveló una pequeña mueca de preocupación por el humano.
-Aunque ellos ya no quieran esta guerra, yo seguiré a tu lado, Alward.
-Gracias, Katrina. La venganza no es el camino...-Dijo. En realidad, eran palabras vacías, lo que se decía para "quedar bien", pero negó con la cabeza y reveló su verdadera intención-...pero es lo único que me queda. Si no lo intento, toda mi vida estará llena de culpa y remordimientos
Entonces, Katrina dirigió las riendas de su caballo para que este se pusiera pegado a Epons. Tras eso, agarró con delicadeza una de las manos de Alward para reconfortarlo. El humano agradeció el gesto con una sonrisa. Después de aquello, la vampiresa lo soltó y este dirigió su mirada al frente, divisando una tenue luz que se hacía notar en la oscuridad de la noche.
-¿Qué es aquello?
La vampiresa miró al frente y achinó sus ojos. Su visión era sobradamente mejor que la del humano en la noche.
-Es alguien...-Hizo más esfuerzo por ver, ya que no estaba tan cerca-...con una antorcha-Concretó
-Qué raro...-Se extrañó-Acerquémonos con cuidado, no queremos asustarle
Dicho y hecho. No tardaron mucho en alcanzar a un trote cómodo de sus dos monturas a la mujer que sostenía la antorcha y caminaba a oscuras en la soledad de la noche.
-Perdón, ¿Pero qué haces vagando aquí sola?-Dijo manteniendo el ritmo de Epons equiparado al de la muchacha.
Katrina, en silencio y observante, se puso justo en el lado contrario, quedando así la extraña entre ambos.
-Es peligroso, sobretodo si vas a donde creo que vas...-Obviamente, se refería a Ciudad Lagarto.
Alward Sevna
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
Estolas mantuvo el rumbo cuando escuchó el trote de los caballos, había aprendido que lo mejor era no moverse cuando algo más rápido que tú viene por la espalda. Si eran jinetes la esquivarían, si era un carro la arrollaría. Cualquiera de los dos resultados está bien para Estolas.
Pero no sucedió ninguna de las dos cosas, los jinetes frenaron a sus bestias y comenzaron a caminar al mismo ritmo que ella.
Estolas bajó la antorcha para que la luz no molestara a los ojos de los animales. A su derecha escuchó la voz de un hombre, probablemente un caballero, y a su izquierda el olor de una mujer, seguramente la prometida o la protegida del caballero.
—Camino. —Respondió sin levantar la mirada del suelo.
Una de las cosas que le habían enseñado a Estolas era que la gente que va a caballo son personas importantes, y que chicas como ella no tenían permitido alzar la cabeza del suelo. Aquello lo aprendió a las malas, pero no podría decirte cuantas veces hicieron falta para enseñarla, pues Estolas no sabe contar.
—No le tengo miedo al peligro —Una piedra en el caminó hizo tropezar a la pelirroja haciendo que la antorcha cayera al suelo —. Si, tiene razón. Voy a ciudad Lagarto. —Estolas se agachó, recogió la antorcha y siguió caminando.
Otra de las enseñanzas que le dieron fue que todos son más listos que ella. Pasará lo que pasara, dijeran lo que dijeran, ellos tenían razón y Estolas no, y por tanto sus respuestas debían ser afirmativas y complacientes, sin importar si ella creía que se equivocaban.
La pelirroja sabía que no llegaría a la ciudad sin ayuda, ¿pero cómo iba a pedírsela a un noble caballero? Ella tan solo es un mero objeto, los perros reciben compasión, los objetos solo se desechan.
Los sudores fríos de Estolas fueron en aumento haciéndola temblar, temblores que sumados a la hambruna provocaron que la muchacha cayera al suelo.
Parecía que por fin había llegado su momento.
Pero no sucedió ninguna de las dos cosas, los jinetes frenaron a sus bestias y comenzaron a caminar al mismo ritmo que ella.
Estolas bajó la antorcha para que la luz no molestara a los ojos de los animales. A su derecha escuchó la voz de un hombre, probablemente un caballero, y a su izquierda el olor de una mujer, seguramente la prometida o la protegida del caballero.
—Camino. —Respondió sin levantar la mirada del suelo.
Una de las cosas que le habían enseñado a Estolas era que la gente que va a caballo son personas importantes, y que chicas como ella no tenían permitido alzar la cabeza del suelo. Aquello lo aprendió a las malas, pero no podría decirte cuantas veces hicieron falta para enseñarla, pues Estolas no sabe contar.
—No le tengo miedo al peligro —Una piedra en el caminó hizo tropezar a la pelirroja haciendo que la antorcha cayera al suelo —. Si, tiene razón. Voy a ciudad Lagarto. —Estolas se agachó, recogió la antorcha y siguió caminando.
Otra de las enseñanzas que le dieron fue que todos son más listos que ella. Pasará lo que pasara, dijeran lo que dijeran, ellos tenían razón y Estolas no, y por tanto sus respuestas debían ser afirmativas y complacientes, sin importar si ella creía que se equivocaban.
La pelirroja sabía que no llegaría a la ciudad sin ayuda, ¿pero cómo iba a pedírsela a un noble caballero? Ella tan solo es un mero objeto, los perros reciben compasión, los objetos solo se desechan.
Los sudores fríos de Estolas fueron en aumento haciéndola temblar, temblores que sumados a la hambruna provocaron que la muchacha cayera al suelo.
Parecía que por fin había llegado su momento.
Marceline
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
A todas luces, esa chica no estaba bien. Parecía débil, entre otras cosas. Estar en mitad de la noche caminando hacia Ciudad Lagarto únicamente amparada por la luz de una antorcha no era lo más seguro tampoco. Alward no podía dejarla allí sin más, y mucho menos después de su tropiezo y posterior desplome.
El caballero se bajó de su montura con rapidez y fue a socorrer a la pelirroja. Sudaba y tenia pequeños temblores.
-...¿Q-qué te pasa?-Preguntó, sorprendido. Nunca había visto a alguien así.
-Está nerviosa y tiene hambre-Surgió la voz mágica de la peliblanca, poco interesada.
Entonces, el castaño se sacó de su zurrón un trozo de pan y se lo ofreció a chica.
-Toma-Insistió-Será mejor que descanses hasta mañana. Si tienes más hambre puedo darte otras cosas, pero tiene que ser en un sitio más...-Echó un vistazo a su alrededor, estaba todo demasiado oscuro como para vislumbrar nada-...seguro
-¿Vamos a ayudarla?-Eso tan solo pudo escucharlo Alward en su mente. Entonces, el castaño levantó la mirada hacia su compañera. No hizo falta nada más. Katrina revoleó los ojos-Nos hemos retrasado demasiado-Dijo de nuevo hablándole en privado al humano.
-¿Tenemos prisa?-Preguntó en un tono relajado, lejos de recriminarle nada, le mostró una sonrisa a su compañera, la cual suspiró resignada. Ahora, devolvió la atención a la muchacha afligida-Busquemos ese lugar seguro, te pondrás bien-Dijo ayudándola a levantarse.
Si la chica tenía alguna objeción, Alward no la escucharía. Simplemente la montó en Epons, la chica era bastante ligera y manejable, y luego se montó él a su espalda.
-Katrina, encuentra un lugar seguro, por favor-Le pidió a la vampiresa, ya que esta podía ver perfectamente en la oscuridad. Por si acaso, Alward agarró la antorcha que antes sostenía la pelirroja para que ellos pudiesen ver algo.
Tardarían un poco, pues al estar en una zona boscosa y más o menos llana, encontrar una colina que tuviese algún tipo de resguardo a modo de cueva o abrigo natural era complicado. Si no, siempre podrían optar por algún claro apartado de los caminos.
Mientras caminaban montados en las monturas, Alward entabló conversación con la muchacha.
-Y... ¿Cómo te llamas?-Una pregunta típica, pero necesaria-No quisiera inmiscuirme en tus asuntos, ¿Pero qué hacías caminando sola en mitad de la noche?
El caballero se bajó de su montura con rapidez y fue a socorrer a la pelirroja. Sudaba y tenia pequeños temblores.
-...¿Q-qué te pasa?-Preguntó, sorprendido. Nunca había visto a alguien así.
-Está nerviosa y tiene hambre-Surgió la voz mágica de la peliblanca, poco interesada.
Entonces, el castaño se sacó de su zurrón un trozo de pan y se lo ofreció a chica.
-Toma-Insistió-Será mejor que descanses hasta mañana. Si tienes más hambre puedo darte otras cosas, pero tiene que ser en un sitio más...-Echó un vistazo a su alrededor, estaba todo demasiado oscuro como para vislumbrar nada-...seguro
-¿Vamos a ayudarla?-Eso tan solo pudo escucharlo Alward en su mente. Entonces, el castaño levantó la mirada hacia su compañera. No hizo falta nada más. Katrina revoleó los ojos-Nos hemos retrasado demasiado-Dijo de nuevo hablándole en privado al humano.
-¿Tenemos prisa?-Preguntó en un tono relajado, lejos de recriminarle nada, le mostró una sonrisa a su compañera, la cual suspiró resignada. Ahora, devolvió la atención a la muchacha afligida-Busquemos ese lugar seguro, te pondrás bien-Dijo ayudándola a levantarse.
Si la chica tenía alguna objeción, Alward no la escucharía. Simplemente la montó en Epons, la chica era bastante ligera y manejable, y luego se montó él a su espalda.
-Katrina, encuentra un lugar seguro, por favor-Le pidió a la vampiresa, ya que esta podía ver perfectamente en la oscuridad. Por si acaso, Alward agarró la antorcha que antes sostenía la pelirroja para que ellos pudiesen ver algo.
Tardarían un poco, pues al estar en una zona boscosa y más o menos llana, encontrar una colina que tuviese algún tipo de resguardo a modo de cueva o abrigo natural era complicado. Si no, siempre podrían optar por algún claro apartado de los caminos.
Mientras caminaban montados en las monturas, Alward entabló conversación con la muchacha.
-Y... ¿Cómo te llamas?-Una pregunta típica, pero necesaria-No quisiera inmiscuirme en tus asuntos, ¿Pero qué hacías caminando sola en mitad de la noche?
Alward Sevna
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
¿Que era aquella voz en la cabeza de Marceline? Jamás había escuchado algo así y llevaba cerca de 48 horas sin consumir droga, por lo que esa voz no podía ser una alucinación... Entonces, ¿Que era?
¿Eres una valquiria? Preguntó mentalmente Estolas. ¿He muerto y vienes a recogerme? Siguió preguntando a la voz en su mente.
Estolas entreabrió los ojos y cogió el pan. —Gracias. —Estolas debía obedecer, y obedeció, se llevó el pan a los labios y masticó un bocado con lentitud. Era extraño, pero de vez en cuando aparecía alguien que le ofrecía ayuda sin pedir nada a cambio. —Sí, descansaré. —Confirmó la loba. Siempre había que confirmar las cosas para que supieran que sus palabras habían sido escuchadas, así lo dictaban los normas.
¿Cuantas veces había escuchado Estolas aquella frase? "Un sitio seguro." ¿Y cuantas veces la frase significaba más cosas de las que decía?
Un sitio seguro... ¿Para quién? ¿Seguro para hacer qué?
Estolas estuvo a punto de responder al caballero, pero se dio cuenta de que no la miraba a ella. La pregunta iba dirigida a la mujer de pelo blanco, pero esta no dijo nada. —Si. —Estolas sacudió la cabeza acentuando su afirmación y se dejó manejar por el hombre como si fuera una muñeca de trapo.
La loba siguió comiendo pan encima del caballo, ninguno de los dos le había indicado que hiciera lo contrario.
—Mi nombre es Estolas —Comunicó la pelirroja tras vaciar la boca. Ellos debían conocer su nombre, pero solo si preguntaban por él, ya que algunos clientes no deseaban saberlo o querían llamarla por otro nombre. Pero ella no, Estolas ni debía ni podía saber el nombre de los demás, a no ser que ellos mismos se lo dijeran. Así era la norma —. Camino porque el granjero me echó de su carreta cuando dejé de ser útil. Camino porque no tengo caballo y camino porque voy a buscar trabajo en la siguiente ciudad.
Solo tres, siempre eran tres, así era la norma. Cuando una pregunta tenía varias respuestas las tenías que decir todas, a no ser que fueran más de tres, entonces solo hay que decir las que den la información más relevante e importante. Y las chicas como Estolas no eran ni relevantes ni importantes, por eso respuestas como "camino porque no puedo correr" o "camino porque no tengo fuerza para convertirme en lobo" estaban descartadas.
¿Eres una valquiria? Preguntó mentalmente Estolas. ¿He muerto y vienes a recogerme? Siguió preguntando a la voz en su mente.
Estolas entreabrió los ojos y cogió el pan. —Gracias. —Estolas debía obedecer, y obedeció, se llevó el pan a los labios y masticó un bocado con lentitud. Era extraño, pero de vez en cuando aparecía alguien que le ofrecía ayuda sin pedir nada a cambio. —Sí, descansaré. —Confirmó la loba. Siempre había que confirmar las cosas para que supieran que sus palabras habían sido escuchadas, así lo dictaban los normas.
¿Cuantas veces había escuchado Estolas aquella frase? "Un sitio seguro." ¿Y cuantas veces la frase significaba más cosas de las que decía?
Un sitio seguro... ¿Para quién? ¿Seguro para hacer qué?
Estolas estuvo a punto de responder al caballero, pero se dio cuenta de que no la miraba a ella. La pregunta iba dirigida a la mujer de pelo blanco, pero esta no dijo nada. —Si. —Estolas sacudió la cabeza acentuando su afirmación y se dejó manejar por el hombre como si fuera una muñeca de trapo.
La loba siguió comiendo pan encima del caballo, ninguno de los dos le había indicado que hiciera lo contrario.
—Mi nombre es Estolas —Comunicó la pelirroja tras vaciar la boca. Ellos debían conocer su nombre, pero solo si preguntaban por él, ya que algunos clientes no deseaban saberlo o querían llamarla por otro nombre. Pero ella no, Estolas ni debía ni podía saber el nombre de los demás, a no ser que ellos mismos se lo dijeran. Así era la norma —. Camino porque el granjero me echó de su carreta cuando dejé de ser útil. Camino porque no tengo caballo y camino porque voy a buscar trabajo en la siguiente ciudad.
Solo tres, siempre eran tres, así era la norma. Cuando una pregunta tenía varias respuestas las tenías que decir todas, a no ser que fueran más de tres, entonces solo hay que decir las que den la información más relevante e importante. Y las chicas como Estolas no eran ni relevantes ni importantes, por eso respuestas como "camino porque no puedo correr" o "camino porque no tengo fuerza para convertirme en lobo" estaban descartadas.
Marceline
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
-...Estolas...-Mencionó el nombre de la pelirroja-Curioso nombre. Jamás lo había escuchado
La marcha de los dos equinos era tranquila, así se le facilitaba el trabajo a Alward de estar tirando de la rienda de su yegua, a la vez que sostenía con su otra mano la antorcha que daba algo de iluminación. Esperaba que el estado de Estolas no la hiciera caer. Por si acaso, estaba alerta.
El caballero podía ver de cerca a la chica, o a su espalda concretamente. Tenía una complexión demasiado delgada, casi llegando a límites que podrían llegar a ser considerados de enfermedad.
-Yo soy Alward-Se presentó-Y ella es Katrina-Presentó así a la peliblanca, que seguía liderando la marcha a lomos de la montura que llevaba-No habla. Es muda, pero es una señora de la voz, así que si oyes voces extrañas en tu cabeza, no dudes de que es ella.-Dijo con cierto tono bromista.
Estolas era escueta en cuanto a palabras también, pero a diferencia de Katrina, no hablaba por impedimento o porque fuese tímida, en su voz, gestos o incluso entre líneas se podía discernir miedo e inseguridad, como si no quisiese decir más de lo necesario, o simplemente dando por sentado que no debería decir nada.
-¿Ser útil?-Se extrañó-¿Y qué tipo de trabajo...?-Cortó la pregunta antes de terminarla, pues no hacía falta atar muchos cabos para llegar a la respuesta. Torció el gesto.-...ya veo
Finalmente, Katrina los llevó hasta un claro bastante apartado de cualquier camino. La peliblanca detuvo a su caballo y Alward hizo lo propio con su yegua. No encontrarían ninguna cueva, y el estado de Estolas no les permitiría seguir estirando el tiempo de búsqueda. Allí estaba bien, no era la primera vez que el Sevna acampaba al aire libre. La única pega era el frío.
Ayudó a Estolas a bajar de Epons. Acto seguido, para contrarrestar el frío, Alward encendió una hoguera que le diese calor a la muchacha. Tenía a Værdi con él, su espada llameante, así que no le fue díficil.
-Siéntate, así entrarás en calor-Le sugirió amablemente
Katrina, por su parte, se encargó de atar los caballos al árbol más cercano.
Después, el castaño rebuscó en su zurrón y sacó una vela rosa a la que también prendió fuego. Dejó caer la cera de esa vela en la tierra y de esta empezaron a salir numerosas frutas maduras y un riachuelo que corría desde el interior del abrigo hasta la otra corriente de agua, que sí que era natural. En el riachuelo creado por la vela no corría agua, si no un vino especiado muy delicioso y famoso en Lunargenta que a Alward le gustaba mucho. Siempre que tenía alguna oportunidad de beberlo, no dudaba en pedírselo [1].
-Come todo cuanto quieras-Dijo dedicándole una sonrisa gentil.
Katrina, por su parte, cogió algunas frutas y se sentó en el lado opuesto de la pelirroja junto a la hoguera. La observaba de forma sutil, mientras comía un trozo de melocotón que curiosamente pelaba con sus afilados colmillos.
________________________________________________________________
Off: -Objeto usado: Vela de sangre:La cera derretida de la llama es capaz de renovar un terreno muerto. Si estás hambriento, escaso de comida y bebida; puedes encender la vela y dejar caer la cera al suelo. Se formará un microvalle con diminutas frutas y un pequeño río (de tu bebida favorita) de apenas un sorbo [1].
La marcha de los dos equinos era tranquila, así se le facilitaba el trabajo a Alward de estar tirando de la rienda de su yegua, a la vez que sostenía con su otra mano la antorcha que daba algo de iluminación. Esperaba que el estado de Estolas no la hiciera caer. Por si acaso, estaba alerta.
El caballero podía ver de cerca a la chica, o a su espalda concretamente. Tenía una complexión demasiado delgada, casi llegando a límites que podrían llegar a ser considerados de enfermedad.
-Yo soy Alward-Se presentó-Y ella es Katrina-Presentó así a la peliblanca, que seguía liderando la marcha a lomos de la montura que llevaba-No habla. Es muda, pero es una señora de la voz, así que si oyes voces extrañas en tu cabeza, no dudes de que es ella.-Dijo con cierto tono bromista.
Estolas era escueta en cuanto a palabras también, pero a diferencia de Katrina, no hablaba por impedimento o porque fuese tímida, en su voz, gestos o incluso entre líneas se podía discernir miedo e inseguridad, como si no quisiese decir más de lo necesario, o simplemente dando por sentado que no debería decir nada.
-¿Ser útil?-Se extrañó-¿Y qué tipo de trabajo...?-Cortó la pregunta antes de terminarla, pues no hacía falta atar muchos cabos para llegar a la respuesta. Torció el gesto.-...ya veo
Finalmente, Katrina los llevó hasta un claro bastante apartado de cualquier camino. La peliblanca detuvo a su caballo y Alward hizo lo propio con su yegua. No encontrarían ninguna cueva, y el estado de Estolas no les permitiría seguir estirando el tiempo de búsqueda. Allí estaba bien, no era la primera vez que el Sevna acampaba al aire libre. La única pega era el frío.
Ayudó a Estolas a bajar de Epons. Acto seguido, para contrarrestar el frío, Alward encendió una hoguera que le diese calor a la muchacha. Tenía a Værdi con él, su espada llameante, así que no le fue díficil.
-Siéntate, así entrarás en calor-Le sugirió amablemente
Katrina, por su parte, se encargó de atar los caballos al árbol más cercano.
Después, el castaño rebuscó en su zurrón y sacó una vela rosa a la que también prendió fuego. Dejó caer la cera de esa vela en la tierra y de esta empezaron a salir numerosas frutas maduras y un riachuelo que corría desde el interior del abrigo hasta la otra corriente de agua, que sí que era natural. En el riachuelo creado por la vela no corría agua, si no un vino especiado muy delicioso y famoso en Lunargenta que a Alward le gustaba mucho. Siempre que tenía alguna oportunidad de beberlo, no dudaba en pedírselo [1].
-Come todo cuanto quieras-Dijo dedicándole una sonrisa gentil.
Katrina, por su parte, cogió algunas frutas y se sentó en el lado opuesto de la pelirroja junto a la hoguera. La observaba de forma sutil, mientras comía un trozo de melocotón que curiosamente pelaba con sus afilados colmillos.
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Off: -Objeto usado: Vela de sangre:La cera derretida de la llama es capaz de renovar un terreno muerto. Si estás hambriento, escaso de comida y bebida; puedes encender la vela y dejar caer la cera al suelo. Se formará un microvalle con diminutas frutas y un pequeño río (de tu bebida favorita) de apenas un sorbo [1].
Alward Sevna
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
La loba no respondió al comentario del caballero, pues la ley lo permitía. Estolas debía callar cuando no estaba segura de que su respuesta fuera positiva, o si cabía la posibilidad de provocar una ofensa.
—Es todo un gusto —Aunque no fuera cierto, para la pelirroja siempre era un gusto conocer a cualquiera. Sin embargo en esta ocasión era cierto —. Oh —Estolas se permitió mostrarse sorprendida al oír la nueva información —, entonces lo que escuché antes no era una valquiria, sino la voz de la señorita Katrina.
Era delicado dirigirse a la gente cuando no se presentaban con un título.
Las mujeres podían ofenderse si les decías "Señora" porque eso implicaba un puesto en la sociedad y estar desposada y, en teoría, todas eran fieles a sus maridos y respetadas damas que no buscaban los servicios de la loba. Por lo que suponer que una señora acudiría a Estolas era una total falta de respeto, además, cuando acudían no llevaban puesto el anillo (aunque si la marca de haber llevado puesto uno.) Por lo que la mejor opción era siempre Señorita o Damisela, a no ser que fuera una anciana, entonces se la llamaba Ama.
Con los hombres era más fácil. Cuando es joven Señorito, cuando es adulto Caballero o Don y cuando son ancianos Amo.
Estolas guardó silencio, Alward había dado con la respuesta a su pregunta. Pudiera ser que el hombre acertara o no con la respuesta, pero fuera cual fuese la conclusión no sería ella la que le llevara la contraria al caballero.
La loba se mantuvo quieta mientras el jinete la bajaba del caballo y esperó a que le dieran permiso para acercarse al fuego.
Se sentó junto a la hoguera y miró asombrada la vela, la magia era algo que siempre había fascinado a Estolas.
—Es usted muy amable —se limitó a decir Estolas —. Gracias.
La loba se arrastró hacia el montón de fruta, con más prisa de la que le hubiera gustado mostrar, y una lágrima se escapó furtiva por la mejilla de Estolas en cuanto se llevó la primera pieza a la boca.
¡Estaban deliciosas! La pelirroja nunca había probado nada igual, no importaba que tipo de fruta mordiera, todas estaban exquisitas. Con la vista borrosa alargó el brazo y llenó su palma en el riachuelo de vino, ¿si aquello era vino, que había estado bebiendo ella todo este tiempo?
Las lágrimas se desprendían de los ojos enrojecidos de Estolas sin que ella pudiera evitarlo. ¿Que había hecho para merecer semejante regalo?
—Es todo un gusto —Aunque no fuera cierto, para la pelirroja siempre era un gusto conocer a cualquiera. Sin embargo en esta ocasión era cierto —. Oh —Estolas se permitió mostrarse sorprendida al oír la nueva información —, entonces lo que escuché antes no era una valquiria, sino la voz de la señorita Katrina.
Era delicado dirigirse a la gente cuando no se presentaban con un título.
Las mujeres podían ofenderse si les decías "Señora" porque eso implicaba un puesto en la sociedad y estar desposada y, en teoría, todas eran fieles a sus maridos y respetadas damas que no buscaban los servicios de la loba. Por lo que suponer que una señora acudiría a Estolas era una total falta de respeto, además, cuando acudían no llevaban puesto el anillo (aunque si la marca de haber llevado puesto uno.) Por lo que la mejor opción era siempre Señorita o Damisela, a no ser que fuera una anciana, entonces se la llamaba Ama.
Con los hombres era más fácil. Cuando es joven Señorito, cuando es adulto Caballero o Don y cuando son ancianos Amo.
Estolas guardó silencio, Alward había dado con la respuesta a su pregunta. Pudiera ser que el hombre acertara o no con la respuesta, pero fuera cual fuese la conclusión no sería ella la que le llevara la contraria al caballero.
La loba se mantuvo quieta mientras el jinete la bajaba del caballo y esperó a que le dieran permiso para acercarse al fuego.
Se sentó junto a la hoguera y miró asombrada la vela, la magia era algo que siempre había fascinado a Estolas.
—Es usted muy amable —se limitó a decir Estolas —. Gracias.
La loba se arrastró hacia el montón de fruta, con más prisa de la que le hubiera gustado mostrar, y una lágrima se escapó furtiva por la mejilla de Estolas en cuanto se llevó la primera pieza a la boca.
¡Estaban deliciosas! La pelirroja nunca había probado nada igual, no importaba que tipo de fruta mordiera, todas estaban exquisitas. Con la vista borrosa alargó el brazo y llenó su palma en el riachuelo de vino, ¿si aquello era vino, que había estado bebiendo ella todo este tiempo?
Las lágrimas se desprendían de los ojos enrojecidos de Estolas sin que ella pudiera evitarlo. ¿Que había hecho para merecer semejante regalo?
Marceline
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
Alward observaba cómo la pelirroja demostraba cuánto necesitaba aquel atracón de comida. Esperaba que eso aliviase lo que antes le había estado ocurriendo. No era médico, y estaban muy lejos de uno, por lo que su mejor esperanza era una simple caída de fuerzas.
Acto seguido, el humano se sentó a uno de los lados de la hoguera. Katrina en todo este tiempo había estado analizando disimuladamente a la extraña chica. De pronto, la peliblanca se puso en pie sin dejar de mostrar su atención a Estolas, una ráfada de viento se levantó, meciendo la falda de la vampiresa, quien se acercó a la pelirroja y se agachó poniéndose de rodillas enfrente de esta. A todo esto, Alward miraba la escena sin saber muy bien qué se proponía su compañera.
Katrina le tocó la frente a Estolas con cuidado, apoyando tan solo un par de dedos. La vampiresa entonces arrugó el ceño, como si un fugaz dolor de cabeza la hubiese atravesado.
-Tu angustia es excesiva, y tus ganas de vivir no brillan...-La voz mágica solamente surgió en la mente de Estolas.-No vas a esa ciudad para un buen porvenir, sino para... ¿Sobrevivir?-Torció el gesto y dejó de apoyar sus dedos en la frente ajena, se mostró incluso algo preocupada-¿Qué es tan importante como para hacerte vivir así?
Alward había cogido una ramita y empezó a avivar el fuego, ya que si no lo controlaba podía acabar extinguiéndose. Las intermitentes ráfagas de vientos no ayudaban. De reojo miraba a las dos mujeres, sin decir nada hasta ese momento.
-¿Qué ocurre?
La peliblanca desvió su mirada hacia el Sevna.
-...nada...-Ahora, la voz mágica tan solo surgió en la mente de Alward. Katrina sabía que si el humano se enteraba de la situación de aquella chica, querría ayudarla por todos los medios, pero era imposible y un gasto de energía innecesario.-...tan solo necesita calmarse
Acto seguido, el humano se sentó a uno de los lados de la hoguera. Katrina en todo este tiempo había estado analizando disimuladamente a la extraña chica. De pronto, la peliblanca se puso en pie sin dejar de mostrar su atención a Estolas, una ráfada de viento se levantó, meciendo la falda de la vampiresa, quien se acercó a la pelirroja y se agachó poniéndose de rodillas enfrente de esta. A todo esto, Alward miraba la escena sin saber muy bien qué se proponía su compañera.
Katrina le tocó la frente a Estolas con cuidado, apoyando tan solo un par de dedos. La vampiresa entonces arrugó el ceño, como si un fugaz dolor de cabeza la hubiese atravesado.
-Tu angustia es excesiva, y tus ganas de vivir no brillan...-La voz mágica solamente surgió en la mente de Estolas.-No vas a esa ciudad para un buen porvenir, sino para... ¿Sobrevivir?-Torció el gesto y dejó de apoyar sus dedos en la frente ajena, se mostró incluso algo preocupada-¿Qué es tan importante como para hacerte vivir así?
Alward había cogido una ramita y empezó a avivar el fuego, ya que si no lo controlaba podía acabar extinguiéndose. Las intermitentes ráfagas de vientos no ayudaban. De reojo miraba a las dos mujeres, sin decir nada hasta ese momento.
-¿Qué ocurre?
La peliblanca desvió su mirada hacia el Sevna.
-...nada...-Ahora, la voz mágica tan solo surgió en la mente de Alward. Katrina sabía que si el humano se enteraba de la situación de aquella chica, querría ayudarla por todos los medios, pero era imposible y un gasto de energía innecesario.-...tan solo necesita calmarse
Alward Sevna
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
Miedo, pánico, terror... Esos fueron algunos de los muchos y truncados sentimientos que recorrieron la mente de Katrina cuando tocó la frente de Estolas.
La pelirroja perdió el enfoque visual durante el eterno instante de contacto. A Katrina comenzó a temblarle la mano libre, presa de los sentimientos que la estaban inundando.
Uno de los recuerdos de Estolas cogió fuerza en la mente de la vampiresa.
Un cuartucho destartalado, una cama mohosa de heno, una niña pequeña de unos cinco o seis años, quizás menos. Pelirroja y con pecas, desnuda sobre el suelo, con una cadena atada al cuello y está fijada a la pared, hombres y mujeres desconocidos que iban y venían del cuarto.
La forma de la niña iba cambiando, humana, cachorro de lobo o una composición a medio camino entre los dos. Todo dependía de quien estuviera con la infanta en cada instante del recuerdo, pero sin importar la forma todos buscaban lo mismo, disfrutar y abusar.
Le arañaban, la golpeaban... mientras no la mataran cualquier cosa servía para mantener quieta a la niña. La herían por dentro y por fuera, a la pequeña le era imposible moverse o resistirse, en su cara se plasmaba el miedo. Un terror extremo imperceptible para los hombres que le cogían la cabeza y la incrustaban contra la cama o su miembro.
Los horrores de la infancia de Estolas se trasmitían a la impotente mente de Katrina, que nada podía hacer para revertir los sucesos del pasado. Podía sentir el dolor de la niña, pero no podía mitigarlo. Podía alzar una mano invisible e intentar sacar a la chica de ahí, pero la mano etérea traspasaba la imagen. Podía caminar por la escena tratando de ver un angulo menos horrible, pero no podía hacer que desapareciera.
Katrina era una mera espectadora que tan solo podía flotar por el macabro recuerdo.
La imagen se fue desvaneciendo dejando tan solo la voz desgarradora de la pequeña, el sonido de un llanto desconsolado que pedía a gritos una ayuda que jamás llegó.
—No tengo nada más. No conozco nada más —aquel recuerdo enterrado no había salido solo en la mente de Katrina. Ahora Estolas tenía la mirada perdida y su voz se había vuelto algo más grave —. Lo único que se... lo único que puedo hacer —se corrigió— es servir y dar mi cuerpo a otros. Yo no tengo nada importante —Estolas alzó el rostro y miró a la vampiresa —, porque yo no soy importante. Solo soy un juguete.
La pelirroja perdió el enfoque visual durante el eterno instante de contacto. A Katrina comenzó a temblarle la mano libre, presa de los sentimientos que la estaban inundando.
Uno de los recuerdos de Estolas cogió fuerza en la mente de la vampiresa.
Un cuartucho destartalado, una cama mohosa de heno, una niña pequeña de unos cinco o seis años, quizás menos. Pelirroja y con pecas, desnuda sobre el suelo, con una cadena atada al cuello y está fijada a la pared, hombres y mujeres desconocidos que iban y venían del cuarto.
La forma de la niña iba cambiando, humana, cachorro de lobo o una composición a medio camino entre los dos. Todo dependía de quien estuviera con la infanta en cada instante del recuerdo, pero sin importar la forma todos buscaban lo mismo, disfrutar y abusar.
Le arañaban, la golpeaban... mientras no la mataran cualquier cosa servía para mantener quieta a la niña. La herían por dentro y por fuera, a la pequeña le era imposible moverse o resistirse, en su cara se plasmaba el miedo. Un terror extremo imperceptible para los hombres que le cogían la cabeza y la incrustaban contra la cama o su miembro.
Los horrores de la infancia de Estolas se trasmitían a la impotente mente de Katrina, que nada podía hacer para revertir los sucesos del pasado. Podía sentir el dolor de la niña, pero no podía mitigarlo. Podía alzar una mano invisible e intentar sacar a la chica de ahí, pero la mano etérea traspasaba la imagen. Podía caminar por la escena tratando de ver un angulo menos horrible, pero no podía hacer que desapareciera.
Katrina era una mera espectadora que tan solo podía flotar por el macabro recuerdo.
La imagen se fue desvaneciendo dejando tan solo la voz desgarradora de la pequeña, el sonido de un llanto desconsolado que pedía a gritos una ayuda que jamás llegó.
—No tengo nada más. No conozco nada más —aquel recuerdo enterrado no había salido solo en la mente de Katrina. Ahora Estolas tenía la mirada perdida y su voz se había vuelto algo más grave —. Lo único que se... lo único que puedo hacer —se corrigió— es servir y dar mi cuerpo a otros. Yo no tengo nada importante —Estolas alzó el rostro y miró a la vampiresa —, porque yo no soy importante. Solo soy un juguete.
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
Ante lo que dijo la chica, Katrina torció el gesto y cruzó mirada con Alward, quien aun no entender mucho, se escamaba que algo no iba bien en la mente de la desconocida. Callado y sin decir nada, siguió avivando el fuego mientras dejaba a la peliblanca total libertad de acción.
La vampiresa miró a los ojos de la loba, porque sí, sabía que era una licántropa, lo había "visto" y "sentido". Cierto sentimiento empático se apoderó de ella.
-Puedo hacer que tu dolor sea paliado, pero debes poner de tu parte. Además...-De nuevo, tocó su frente con suavidad-...solo será temporal.
Alward pudo escuchar aquello, y decidió que nada podía hacer para echar una mano. Quizás lo mejor era dejar trabajar a su compañera y echar una cabezada para estar con las energías cargadas al día siguiente. Las dos mujeres se las arreglarían entre ellas.
Así que eso hizo, sin más se tumbó de espaldas a la hoguera e intentó conciliar el sueño.
Katrina, por su parte, se intentaba adentrar en la mente de la loba.
-Todo será más fácil si tú misma me das acceso.-Amba establecieron contacto visual. Los ojos de la vampiresa eran hipnotizantes, quizás parte de la habilidad de poder acceder a mentes ajenas estaba en la propia hipnósis.-Abre tu mente. Despeja tus barreras. Baja las defensas...-La influencia que ejercía Katrina era tal, que fácilmente podía dejar a su merced a cualquiera y con el empeño suficiente, mantenerlo controlado en su totalidad. Era una habilidad que poco a poco perfeccionó con los años. Aún estaba lejos de su cénit, pero su estadía en las Sierpes había logrado que fuese una manipuladora nata-Estolas, cada vez estás más y más receptiva, más y más relajada... Alerta y a la vez relajada, sumida en una profunda comodidad y sensación de bienestar. No te importa que yo entre ahí, no te va a pasar nada... No te voy a hacer daño. Estoy aquí para sanarte...
La vampiresa miró a los ojos de la loba, porque sí, sabía que era una licántropa, lo había "visto" y "sentido". Cierto sentimiento empático se apoderó de ella.
-Puedo hacer que tu dolor sea paliado, pero debes poner de tu parte. Además...-De nuevo, tocó su frente con suavidad-...solo será temporal.
Alward pudo escuchar aquello, y decidió que nada podía hacer para echar una mano. Quizás lo mejor era dejar trabajar a su compañera y echar una cabezada para estar con las energías cargadas al día siguiente. Las dos mujeres se las arreglarían entre ellas.
Así que eso hizo, sin más se tumbó de espaldas a la hoguera e intentó conciliar el sueño.
Katrina, por su parte, se intentaba adentrar en la mente de la loba.
-Todo será más fácil si tú misma me das acceso.-Amba establecieron contacto visual. Los ojos de la vampiresa eran hipnotizantes, quizás parte de la habilidad de poder acceder a mentes ajenas estaba en la propia hipnósis.-Abre tu mente. Despeja tus barreras. Baja las defensas...-La influencia que ejercía Katrina era tal, que fácilmente podía dejar a su merced a cualquiera y con el empeño suficiente, mantenerlo controlado en su totalidad. Era una habilidad que poco a poco perfeccionó con los años. Aún estaba lejos de su cénit, pero su estadía en las Sierpes había logrado que fuese una manipuladora nata-Estolas, cada vez estás más y más receptiva, más y más relajada... Alerta y a la vez relajada, sumida en una profunda comodidad y sensación de bienestar. No te importa que yo entre ahí, no te va a pasar nada... No te voy a hacer daño. Estoy aquí para sanarte...
Alward Sevna
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
La entrada de Katrina en la cabeza de Estolas fue sencilla, no tuvo que forzar ninguna puerta ni escalar ningún muro, de hecho, no había ni puerta. La vampiresa quería entrar y Estolas debía obedecer, y obedeció. La miró a los ojos y se dejó hacer, como siempre.
¿Que podía ser comodidad y bienestar para alguien que no lo ha conocido nunca? ¿Dónde podía estar aquello?
Estolas obedeció se despegó de los miedos y las normas, de los recuerdos hirientes. El enjuto cuerpo de la pelirroja se ablandó, dejó caer los brazos y sus manos tocaron la hierba, y lloró de nuevo, en silencio y aliviada. No eran lágrimas amargas, eran lágrimas de liberación.
Estolas sonrió, sus manos habían comenzado a acariciar la hierba. Estaba recordando algo que parecía tener lo que Katrina pedía.
Sin retener aquella sensación, y sin dejar de mirar a la vampiresa, la licantropa se convirtió en loba.
Él aire olía a humedad, a niebla, el sol se colaba con esfuerzo por el espeso manto e incidida en el pelaje de una loba de colores dispares, donde predominaba la canela moteada de negro sobre un fondo blanco.
Las patas del animal se hundían y levantaban la tierra que pisaba, estaba corriendo, persiguiendo algo. Una pelusa blanca, un conejo. La loba libre cazaba.
La memoria cambió, seguía mostrando el mismo día, pero otra hora.
Los ojos de la bestia se reflejaban en un arroyo manchado por los restos de sangres en su hocico. No estaba sola, al otro lado había un Aion bebiendo, un herbívoro, una presa, pero la loba no lo quería, no lo necesitaba... Y de alguna manera el animal salvaje lo sabía.
Estolas dejó de beber y se sentó sobre sus cuartos traseros, miraba al Aion con curiosidad y... si, cariño. Admirando su pelaje, su peligrosa cornamenta y su orgullosa pose.
Debería haber huido, es lo que hacen los animales que son alimento, pero este no. El Aion cruzó el arroyo, se paró junto a la loba y la olisqueó. La lican movió la cola con alegría, al parecer tenía un amigo.
¿Que podía ser comodidad y bienestar para alguien que no lo ha conocido nunca? ¿Dónde podía estar aquello?
Estolas obedeció se despegó de los miedos y las normas, de los recuerdos hirientes. El enjuto cuerpo de la pelirroja se ablandó, dejó caer los brazos y sus manos tocaron la hierba, y lloró de nuevo, en silencio y aliviada. No eran lágrimas amargas, eran lágrimas de liberación.
Estolas sonrió, sus manos habían comenzado a acariciar la hierba. Estaba recordando algo que parecía tener lo que Katrina pedía.
Sin retener aquella sensación, y sin dejar de mirar a la vampiresa, la licantropa se convirtió en loba.
Él aire olía a humedad, a niebla, el sol se colaba con esfuerzo por el espeso manto e incidida en el pelaje de una loba de colores dispares, donde predominaba la canela moteada de negro sobre un fondo blanco.
Las patas del animal se hundían y levantaban la tierra que pisaba, estaba corriendo, persiguiendo algo. Una pelusa blanca, un conejo. La loba libre cazaba.
La memoria cambió, seguía mostrando el mismo día, pero otra hora.
Los ojos de la bestia se reflejaban en un arroyo manchado por los restos de sangres en su hocico. No estaba sola, al otro lado había un Aion bebiendo, un herbívoro, una presa, pero la loba no lo quería, no lo necesitaba... Y de alguna manera el animal salvaje lo sabía.
Estolas dejó de beber y se sentó sobre sus cuartos traseros, miraba al Aion con curiosidad y... si, cariño. Admirando su pelaje, su peligrosa cornamenta y su orgullosa pose.
Debería haber huido, es lo que hacen los animales que son alimento, pero este no. El Aion cruzó el arroyo, se paró junto a la loba y la olisqueó. La lican movió la cola con alegría, al parecer tenía un amigo.
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Última edición por Marceline el Lun Mar 16 2020, 10:57, editado 1 vez
Marceline
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
Era de las pocas veces que alguien se dejaba estar a la total merced de la vampiresa. Con aquella mente tan frágil podría hacer lo que quisiera; podría moldearla para que actuara a su antojo, o incluso ordenarle que siguiese su rumbo y su camino sin mayor preocupación, ya que estaba bien alimentada... pero no, ninguna de aquellas cosas serían el objetivo de Katrina.
De alguna forma, el pasar tiempo con Alward le había enseñado a ver las cosas a su manera; a actuar de forma altruista, ayudar a los demás para hacer de este un mundo mejor. Bobos ideales de un niño... uno al que admiraba.
¿Y si intentaba con todas sus fuerzas hacer que Estolas se encontrase en paz consigo misma? Aunque tan solo fuese en aquella noche.
Cerró los ojos y estabilizó su respiración, haciendo que las inhalaciones y exhalaciones fuesen tan profundas y pausadas que pareciera que estaba sumida en algún tipo de sueño, aunque sus dedos no se despegaban de la frente de la pelirroja.
De pronto, vio algo: en su mente la imagen de una loba corriendo libre por el campo y pasando un tranquilo día junto al arroyo la llenó de paz. No quiso intervenir. Eso se suponía que era la zona de confort de Estolas. Un extraño herbívoro al que jamás había visto se acercó a la loba. Ambos parecían bastante amigables el uno con el otro. Fue entonces cuando la peliblanca decidió que debía intervenir.
Queriéndose hacerse partícipe de aquella escena, la vampiresa logró entrar en aquel remanso de paz en plena naturaleza.
Sus pies se clavaron en la húmeda hierba, y los pasos alertaron al herbívoro, que rápidamente puso su atención en Katrina. Entonces, con cuidado de no asustarlo, se acercó lo más que pudo a la loba y clavó una rodilla en el suelo mientras acariciaba su lomo.
-¿Quién es tu amigo?-Dijo verbalizando aquellas palabras en su propia boca. Casi se le encogió el corazón cuando sintió que sus cuerdas vocales eran capaces de formar sonidos y su boca y lengua capaces de transformarlos en palabras.
De alguna forma, el pasar tiempo con Alward le había enseñado a ver las cosas a su manera; a actuar de forma altruista, ayudar a los demás para hacer de este un mundo mejor. Bobos ideales de un niño... uno al que admiraba.
¿Y si intentaba con todas sus fuerzas hacer que Estolas se encontrase en paz consigo misma? Aunque tan solo fuese en aquella noche.
Cerró los ojos y estabilizó su respiración, haciendo que las inhalaciones y exhalaciones fuesen tan profundas y pausadas que pareciera que estaba sumida en algún tipo de sueño, aunque sus dedos no se despegaban de la frente de la pelirroja.
De pronto, vio algo: en su mente la imagen de una loba corriendo libre por el campo y pasando un tranquilo día junto al arroyo la llenó de paz. No quiso intervenir. Eso se suponía que era la zona de confort de Estolas. Un extraño herbívoro al que jamás había visto se acercó a la loba. Ambos parecían bastante amigables el uno con el otro. Fue entonces cuando la peliblanca decidió que debía intervenir.
Queriéndose hacerse partícipe de aquella escena, la vampiresa logró entrar en aquel remanso de paz en plena naturaleza.
Sus pies se clavaron en la húmeda hierba, y los pasos alertaron al herbívoro, que rápidamente puso su atención en Katrina. Entonces, con cuidado de no asustarlo, se acercó lo más que pudo a la loba y clavó una rodilla en el suelo mientras acariciaba su lomo.
-¿Quién es tu amigo?-Dijo verbalizando aquellas palabras en su propia boca. Casi se le encogió el corazón cuando sintió que sus cuerdas vocales eran capaces de formar sonidos y su boca y lengua capaces de transformarlos en palabras.
Alward Sevna
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
Estolas movía las orejas con cada respiración que el aion hacia sobre su cabeza. Era una leve molestia que le provocaba agitación, pero no le molestaba, aquel movimiento involuntario de sus orejas no era otra cosa que cosquillas.
Entonces el herbívoro levantó la testa y movió la cola con rapidez, alerta. Acababa de aparecer un ser bípedo, un humano, no... Estolas olfateó el aire, era una vampiresa y la loba sabía quién era. Una mujer buena, de pelo blanco y con un corazón bondadoso escondido tras muchas capas.
La loba continúo moviendo la cola cuando la chica le acarició el lomo. Le gustaba aquella sensación, era agradable y tranquila, reconfortante en cierta medida. Estolas se puso en pie y ladró.
—Él es Dorcas —comunicó la pelirroja en el mundo real—, es un aion. Vive en el bosque que rodea la villa donde nací. Esta es la primera vez que lo vi —mientras que Estolas hablaba la escena en su mente avanzaba. El mamífero astado cruzó de nuevo el arroyo y la loba lo siguió con paso alegre—. El encuentro fue muy corto, apenas un suspiro —La voz de la pecosa ya no es escuchaba apagada, era seria y denotaba concentración, pero se expresaba con libertad—. Ese aion era una cría y la madre no tardó en encontrarlo —en el recuerdo los animales llevaban varios minutos corriendo, daban brincos, bramidos y ladridos. Esperaban ansiosos a que Katrina los alcanzara, corrían junto a ella—. Después de aquello tardé mucho tiempo en volver a ver a Dorcas, pero, de algún modo, cada vez que me adentraba en el bosque conseguirá encontrarlo.
En la mete de la licantropa apareció la madre de Dorcas, una hembra dos veces más grandes, que asustada se interpuso entre su hijo y Estolas. Tenía la cabeza agachada y los cuernos apuntaban a la loba y a Katrina.
El recuerdo se terminó y Estolas abrió los ojos.
Entonces el herbívoro levantó la testa y movió la cola con rapidez, alerta. Acababa de aparecer un ser bípedo, un humano, no... Estolas olfateó el aire, era una vampiresa y la loba sabía quién era. Una mujer buena, de pelo blanco y con un corazón bondadoso escondido tras muchas capas.
La loba continúo moviendo la cola cuando la chica le acarició el lomo. Le gustaba aquella sensación, era agradable y tranquila, reconfortante en cierta medida. Estolas se puso en pie y ladró.
—Él es Dorcas —comunicó la pelirroja en el mundo real—, es un aion. Vive en el bosque que rodea la villa donde nací. Esta es la primera vez que lo vi —mientras que Estolas hablaba la escena en su mente avanzaba. El mamífero astado cruzó de nuevo el arroyo y la loba lo siguió con paso alegre—. El encuentro fue muy corto, apenas un suspiro —La voz de la pecosa ya no es escuchaba apagada, era seria y denotaba concentración, pero se expresaba con libertad—. Ese aion era una cría y la madre no tardó en encontrarlo —en el recuerdo los animales llevaban varios minutos corriendo, daban brincos, bramidos y ladridos. Esperaban ansiosos a que Katrina los alcanzara, corrían junto a ella—. Después de aquello tardé mucho tiempo en volver a ver a Dorcas, pero, de algún modo, cada vez que me adentraba en el bosque conseguirá encontrarlo.
En la mete de la licantropa apareció la madre de Dorcas, una hembra dos veces más grandes, que asustada se interpuso entre su hijo y Estolas. Tenía la cabeza agachada y los cuernos apuntaban a la loba y a Katrina.
El recuerdo se terminó y Estolas abrió los ojos.
Marceline
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
Katrina siguió a los dos animales. Para ello tenía que cruzar el riachuelo. Se mojaría los pies, pero era la única forma de hacerlo, y ya que estaba allí, no iba a quedarse atrás.
Sintió el agua fría, tan tangible como si fuese real. Acto seguido, tanto la loba como el aion empezaron a correr. La vampiresa salió tras ellos.
Fue una hermosa escena, ya que las tres criaturas corrían casi al unísono de forma alegre y vivaz, como si fuesen arrastrados por el viento. La peliblanca esbozó una sonrisa, el efecto de aquel recuerdo le hacía sentir sensaciones muy positivas que nada tenía que ver con el primer encuentro con Estolas.
De pronto, la madre del aion apareció, haciendo que todos se pararan en seco. Katrina, cautelosa, dio un par de pasos hacia atrás. Así, el recuerdo terminó. Las dos chicas abrieron sus ojos al unísono. En cierto modo, le dio lástima que todo aquello se acabase. Aquella sensación de libertad y sin ataduras era algo que solo había experimentado cuando Alward la rescató de las garras de Erik Vacuum, y que sentía que ahora con este viaje no podría saborear en mucho tiempo.
La chica pálida miró a los ojos de la licántropa.
-¿Estás mejor?-La voz apareció en la cabeza ajena sin esfuerzo.-¿Por qué no puedes volver a esa vida? ¿Hay algo que te lo impida?
Diese la respuesta que diese, ya habían terminado allí, por lo que sería mejor ponerse en marcha otra vez. Si el día se presentaba soleado en mitad de la nada, Katrina podría pasarlo mal, por lo que se acercó a Alward y le azuzó el hombro para que se despertara. Este, con la baba a medio caer por su boca, abrió los ojos. Se limpió la babilla y se volteó, rascándose los ojos.
-¿Qué ocurre?
-Es hora de irnos
Alward se reincorporó y echó un vistazo hacia la loba.
-¿Ha ido bien?-Se lo preguntó a Katrina
La vampiresa asintió. Acto seguido se puso en pie y se sacudió el polvo de sus ropajes.
Alward también se levantó. Se acercó a Estolas para ver cómo estaba de primera mano.
-¿Crees que podrás viajar hasta Ciudad Lagarto ahora?-Puso sus brazos descansando en sus caderas, con una actitud relajada-Si vamos ahora, llegaremos con la primera luz del alba... que espero que no haya-Sonrió nervioso hacia su compañera, ya que eso supondría que no podrían caminar libremente por esta. Katrina tan solo respondió cruzándose de brazos y dibujando un mohín en sus labios.-Podemos acompañarte, si quieres.-Se ofreció a Estolas con amabilidad.
Sintió el agua fría, tan tangible como si fuese real. Acto seguido, tanto la loba como el aion empezaron a correr. La vampiresa salió tras ellos.
Fue una hermosa escena, ya que las tres criaturas corrían casi al unísono de forma alegre y vivaz, como si fuesen arrastrados por el viento. La peliblanca esbozó una sonrisa, el efecto de aquel recuerdo le hacía sentir sensaciones muy positivas que nada tenía que ver con el primer encuentro con Estolas.
De pronto, la madre del aion apareció, haciendo que todos se pararan en seco. Katrina, cautelosa, dio un par de pasos hacia atrás. Así, el recuerdo terminó. Las dos chicas abrieron sus ojos al unísono. En cierto modo, le dio lástima que todo aquello se acabase. Aquella sensación de libertad y sin ataduras era algo que solo había experimentado cuando Alward la rescató de las garras de Erik Vacuum, y que sentía que ahora con este viaje no podría saborear en mucho tiempo.
La chica pálida miró a los ojos de la licántropa.
-¿Estás mejor?-La voz apareció en la cabeza ajena sin esfuerzo.-¿Por qué no puedes volver a esa vida? ¿Hay algo que te lo impida?
Diese la respuesta que diese, ya habían terminado allí, por lo que sería mejor ponerse en marcha otra vez. Si el día se presentaba soleado en mitad de la nada, Katrina podría pasarlo mal, por lo que se acercó a Alward y le azuzó el hombro para que se despertara. Este, con la baba a medio caer por su boca, abrió los ojos. Se limpió la babilla y se volteó, rascándose los ojos.
-¿Qué ocurre?
-Es hora de irnos
Alward se reincorporó y echó un vistazo hacia la loba.
-¿Ha ido bien?-Se lo preguntó a Katrina
La vampiresa asintió. Acto seguido se puso en pie y se sacudió el polvo de sus ropajes.
Alward también se levantó. Se acercó a Estolas para ver cómo estaba de primera mano.
-¿Crees que podrás viajar hasta Ciudad Lagarto ahora?-Puso sus brazos descansando en sus caderas, con una actitud relajada-Si vamos ahora, llegaremos con la primera luz del alba... que espero que no haya-Sonrió nervioso hacia su compañera, ya que eso supondría que no podrían caminar libremente por esta. Katrina tan solo respondió cruzándose de brazos y dibujando un mohín en sus labios.-Podemos acompañarte, si quieres.-Se ofreció a Estolas con amabilidad.
Alward Sevna
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
—Yo... —Estolas tenía la cabeza muy despejada, por primera vez en mucho tiempo podía pensar con claridad, podía pensar por y para ella misma. — No sé cómo hacerlo, no sé cómo volver y encontrar a Dorcas. Estoy atada a mi adicción y esta me ata a mi trabajo, no sé hacer otra cosa —concluyó—. Ni siquiera sé leer o escribir.
La loba se quedó observando la interacción entre Alward y Katrina. Estolas se levantó del suelo, y al igual que la pareja, se sacudió el polvo de la ropa. Daba la impresión de que los estaba imitando, pero no era así, en esta ocasión fue solo una coincidencia.
—Sí, puedo viajar —Miró a los ojos al caballero y añadió—. Viajar de día no sería bueno para tu acompañante —Estolas siguió la mirada del hombre y observó a Katrina un momento, luego caminó hacia los caballos—. Estaré eternamente agradecida si lo hacéis.
Aquella era otra de las muchas frases que la pelirroja decía a sus clientes, pero en esta ocasión lo decía con sinceridad. Estolas se mantuvo al margen mientras preparaban a los equinos y cuando ambos estuvieron ensillados, y los jinetes montados, se acercó.
—Puedo... —dudó— Puedo subir en el caballo de Katrina, por favor —la chica esperó una respuesta y obró en consecuencia—. Prometo no caerme.
La loba se quedó observando la interacción entre Alward y Katrina. Estolas se levantó del suelo, y al igual que la pareja, se sacudió el polvo de la ropa. Daba la impresión de que los estaba imitando, pero no era así, en esta ocasión fue solo una coincidencia.
—Sí, puedo viajar —Miró a los ojos al caballero y añadió—. Viajar de día no sería bueno para tu acompañante —Estolas siguió la mirada del hombre y observó a Katrina un momento, luego caminó hacia los caballos—. Estaré eternamente agradecida si lo hacéis.
Aquella era otra de las muchas frases que la pelirroja decía a sus clientes, pero en esta ocasión lo decía con sinceridad. Estolas se mantuvo al margen mientras preparaban a los equinos y cuando ambos estuvieron ensillados, y los jinetes montados, se acercó.
—Puedo... —dudó— Puedo subir en el caballo de Katrina, por favor —la chica esperó una respuesta y obró en consecuencia—. Prometo no caerme.
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Re: Dulce caballero [Privado] [Noche] [Cerrado]
En cuanto los caballos estuvieron ensillados y listos para partir, Alward le ofreció la mano a Estolas, pero esta cambió de opinión respecto a qué jinete quería acompañar. El castaño se quedó un segundo pensando. Entonces asintió y retiró su mano. A Katrina, por su parte, le sorprendió la decisión de la loba. No dijo nada al respecto, pero de alguna forma se sentía congratulada.
-Deja que te ayude.-Dijo bajándose de su montura; Epons.
Probablemente, la vampiresa no tendría la suficiente fuerza para aupar a Estolas, así que para no lamentar ningún contratiempo, quiso adelantarse a los acontecimientos y aupar él mismo desde el suelo a la licántropa, quedando esta última delante de la peliblanca, que sujetaba las riendas.
-Te advierto de que Katrina no es muy buena conversadora, pero en fin, tú sabrás...-Bromeó. La vampiresa le lanzó una mirada de desdén, y el castaño soltó una corta risa.
Sin más, el caballero se volvió a montar en su compañera equina y los tres se pusieron en marcha para llegar hasta Ciudad Lagarto. En el camino hablaron de temas banales y sin mayor importancia. Katrina no quería profundizar sobre los traumas de Estolas, ni insistir sobre nada sobre lo que no tuviera constancia, y Alward, por su parte, comprendía que lo que había pasado entre las dos chicas era mejor mantenerlo entre ellas, ya que los secretos de una mente a veces es mejor mantenerlos en el anonimato. Además, no la conocía tan bien como para presentar tal descaro.
¿Volverían a verse algún día después de aquel encuentro? Solo el tiempo lo diría. Sin duda, de todas las cosas que había pasado durante su viaje a la ciudad sin ley, el encuentro con Estolas fue el más extravagante de todos, y no es decir poco. Había sido un viaje mucho más accidentado del que se esperaba en un principio, pero al fin estaban allí, las empalizadas y torres de vigilancia que rodeaban la ciudad se podían ver a lo lejos. La tierra y la hierba comenzaba un declive en la escala de color hacia el negro, con aspecto putrefacto, quizás marcando una analogía de dónde acababan el orden y el mundo civilizado y dónde empezaban el caos y la anarquía.
-Deja que te ayude.-Dijo bajándose de su montura; Epons.
Probablemente, la vampiresa no tendría la suficiente fuerza para aupar a Estolas, así que para no lamentar ningún contratiempo, quiso adelantarse a los acontecimientos y aupar él mismo desde el suelo a la licántropa, quedando esta última delante de la peliblanca, que sujetaba las riendas.
-Te advierto de que Katrina no es muy buena conversadora, pero en fin, tú sabrás...-Bromeó. La vampiresa le lanzó una mirada de desdén, y el castaño soltó una corta risa.
Sin más, el caballero se volvió a montar en su compañera equina y los tres se pusieron en marcha para llegar hasta Ciudad Lagarto. En el camino hablaron de temas banales y sin mayor importancia. Katrina no quería profundizar sobre los traumas de Estolas, ni insistir sobre nada sobre lo que no tuviera constancia, y Alward, por su parte, comprendía que lo que había pasado entre las dos chicas era mejor mantenerlo entre ellas, ya que los secretos de una mente a veces es mejor mantenerlos en el anonimato. Además, no la conocía tan bien como para presentar tal descaro.
¿Volverían a verse algún día después de aquel encuentro? Solo el tiempo lo diría. Sin duda, de todas las cosas que había pasado durante su viaje a la ciudad sin ley, el encuentro con Estolas fue el más extravagante de todos, y no es decir poco. Había sido un viaje mucho más accidentado del que se esperaba en un principio, pero al fin estaban allí, las empalizadas y torres de vigilancia que rodeaban la ciudad se podían ver a lo lejos. La tierra y la hierba comenzaba un declive en la escala de color hacia el negro, con aspecto putrefacto, quizás marcando una analogía de dónde acababan el orden y el mundo civilizado y dónde empezaban el caos y la anarquía.
Alward Sevna
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