Jarana [Libre, 3/3]
Aerandir :: Reinos del este. :: Ulmer
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Jarana [Libre, 3/3]
Me quedé mirando la cerveza frente a mí, para acto seguido desviar los ojos hacia Bree. Mi expresión, todavía, no delataba nada de lo que pudiera arrepentirme al día siguiente. Sabía que una vez continuara bebiendo, se iría al garete mi pose, por eso no sabía qué diantres estaba haciendo allí o cómo la había dejado convencerme. Mentía, sí que lo sabía: quería olvidar, aunque fuera unas horas, y llegar a casa para caer rendida en la cama, completamente KO, de manera que no pudiera reparar en la ensordecedora ausencia de los que ya no estaban allí. Cogí aire lentamente y di un largo trago. Dado que estábamos en invierno, la falsa sensación de calor que solía proporcionar el alcohol no parecía una idea tan mala. Llevaba tantas prendas como podía sin llegar a estar incómoda, mi pelo recogido en su coleta alta usual, a excepción de los mechones más cortos, que hacían de las suyas en mi rostro, provocándome cosquillas.
- Puedes poner la cara que quieras, Eïren, pero es tu tercera cerveza y no tiene pinta de que vaya a ser la última. ¿Qué te cuesta reconocer que te lo estás pasando bien?
Bufé a modo de respuesta. ¿Tenía razón? Sí, claro, pero Bree no tenía por qué saberlo. El ruido de las jarras entrechocando, el crujir de la madera, el crepitar del fuego, las más de una docena de voces... Suspiré, regocijándome en el momento antes de que acabara. Esa era la razón principal por la que no me permitía "pasarlo bien" a menudo, como Bree lo había llamado. No quería acostumbrarme a algo que podía esfumarse en cuestión de segundos. Sin embargo, agradecía su intento de incluirme, de hacerme la carga de la pena más llevadera.
Bajé la mirada y caí en la cuenta de que me había terminado la bebida. Me levanté de golpe y enseguida me arrepentí con un gruñido.
- Oh, ya estás borracha - se rió la licántropa.
- Calla - volví a gruñir.
¿Tres cervezas? ¿Ese era mi aguante? Lo dudaba, debía ser porque no había comido suficiente. Tras recomponerme del leve mareo, con expresión seria y el ceño fruncido, me dirigí hacia la barra para pedir otra cerveza. Fue allí donde me di cuenta de que había alguien que nunca había visto. No era poco común ver algún viajero, pero sí era mi primera vez viendo a alguien como a ella. Pelo tan claro que parecía blanco, al menos a la luz de las velas, y era tan bonita que parecía una muñeca, no obstante, algo me decía que no por tener buen físico no podría hacerme morder el polvo. Me relamí los labios, una mala manía porque a veces olvidaba que no estaba en mi forma de lobo y no tenía hocico. Tamborileé con los dedos sobre la madera y observé, por el rabillo del ojo, cómo una pareja parecía estar empezando a discutir en una esquina. Lo ignoré. No era mi problema.
- Eïren, recuerda que cinco suele ser tu límite - me dijo el licántropo, al tiempo que me servía otra jarra.
Alcé una ceja, pero no me permití expresar nada más. Excepto, por supuesto, un nuevo gruñido. ¿Qué problema tenían aquel día mis compañeros en la aldea conmigo?
- Con esa poca fe en mí, difícil que pueda subir la apuesta.
- Bueno, bueno, tampoco te he dicho que no lo intentes, ¿no? Más dinero para mí - me dedicó una sonrisa, para segundos después clavar su mirada en la misma mesa en la que yo me había fijado apenas un minuto atrás. - Ah, ya están discutiendo otra vez. Marleen se merece algo mejor - comentó por lo bajo.
No dije nada porque, la verdad, me daba un poco igual. Mi madre solía decir que cada uno aceptaba el amor que creía merecer. Y si Marleen creía que eso era lo suyo, ¿quién era yo para meterme? Siempre y cuando el macho no levantase la zarpa, claro.
- Puedes poner la cara que quieras, Eïren, pero es tu tercera cerveza y no tiene pinta de que vaya a ser la última. ¿Qué te cuesta reconocer que te lo estás pasando bien?
Bufé a modo de respuesta. ¿Tenía razón? Sí, claro, pero Bree no tenía por qué saberlo. El ruido de las jarras entrechocando, el crujir de la madera, el crepitar del fuego, las más de una docena de voces... Suspiré, regocijándome en el momento antes de que acabara. Esa era la razón principal por la que no me permitía "pasarlo bien" a menudo, como Bree lo había llamado. No quería acostumbrarme a algo que podía esfumarse en cuestión de segundos. Sin embargo, agradecía su intento de incluirme, de hacerme la carga de la pena más llevadera.
Bajé la mirada y caí en la cuenta de que me había terminado la bebida. Me levanté de golpe y enseguida me arrepentí con un gruñido.
- Oh, ya estás borracha - se rió la licántropa.
- Calla - volví a gruñir.
¿Tres cervezas? ¿Ese era mi aguante? Lo dudaba, debía ser porque no había comido suficiente. Tras recomponerme del leve mareo, con expresión seria y el ceño fruncido, me dirigí hacia la barra para pedir otra cerveza. Fue allí donde me di cuenta de que había alguien que nunca había visto. No era poco común ver algún viajero, pero sí era mi primera vez viendo a alguien como a ella. Pelo tan claro que parecía blanco, al menos a la luz de las velas, y era tan bonita que parecía una muñeca, no obstante, algo me decía que no por tener buen físico no podría hacerme morder el polvo. Me relamí los labios, una mala manía porque a veces olvidaba que no estaba en mi forma de lobo y no tenía hocico. Tamborileé con los dedos sobre la madera y observé, por el rabillo del ojo, cómo una pareja parecía estar empezando a discutir en una esquina. Lo ignoré. No era mi problema.
- Eïren, recuerda que cinco suele ser tu límite - me dijo el licántropo, al tiempo que me servía otra jarra.
Alcé una ceja, pero no me permití expresar nada más. Excepto, por supuesto, un nuevo gruñido. ¿Qué problema tenían aquel día mis compañeros en la aldea conmigo?
- Con esa poca fe en mí, difícil que pueda subir la apuesta.
- Bueno, bueno, tampoco te he dicho que no lo intentes, ¿no? Más dinero para mí - me dedicó una sonrisa, para segundos después clavar su mirada en la misma mesa en la que yo me había fijado apenas un minuto atrás. - Ah, ya están discutiendo otra vez. Marleen se merece algo mejor - comentó por lo bajo.
No dije nada porque, la verdad, me daba un poco igual. Mi madre solía decir que cada uno aceptaba el amor que creía merecer. Y si Marleen creía que eso era lo suyo, ¿quién era yo para meterme? Siempre y cuando el macho no levantase la zarpa, claro.
Última edición por Eïren el Mar Feb 01 2022, 17:56, editado 1 vez
Eïren
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Re: Jarana [Libre, 3/3]
Ingela había tenido un momento de iluminación mientras preparaba un cuero con el que iba a hacer un bolso; convertirse en mercader.
-¿Y si viajo por todo Aerandir con mis productos? ¿Y si compro en un lado y vendo en otro?- contaba a su hermana, buscando aprobación y apoyo. Chistin la miraba con lástima y trató de desalentarla, pero Oma Elle las escuchó y, claro está, le alimentó el sueño. Aquella noche en la cena, Ingela expuso su idea y la abuela le entregó todo su apoyo. De todas formas, no importaba mucho lo que los padres de Ingela opinaran, con el respaldo de su abuela, su hija menor no les haría caso y arrastraría a Fëanor y a Thunderbolt en su aventura. Lo cual les tranquilizaba pues el elfo, quien se había convertido en un hijo adoptivo, era un muchacho confiable que cuidaría de la joven.
Lo que comenzó como una loca idea de la dragona, se fue materializando y ella junto al elfo y el pequeño dragón, llegaron a Ulmer. La capital de los licántropos era un lugar que Ingela no había visitado antes y estaba maravillada. Se sentía extremadamente cómoda allí y extendía su visita lo que más podía. Esa jornada había sido bastante buena y logró hacer contacto con una mercader que se especializaba en pócimas, así que fue a celebrar a una taberna que estaba medianamente concurrida.
Se acercó a la barra, se sentó y pidió la primera jarra de hidromiel. Al poco rato, la segunda y la tercera bajó rápidamente. Ella disfrutaba la bebida y poca atención prestaba a su alrededor. No notó a la muchacha bonita que estaba junto a ella esperando y mucho menos a la pareja que discutían acaloradamente cerca de ella. Lo que sí pudo percibir, al terminar la cuarta jarra, fue que ya no podía aguantar más las ganas de orinar. -¿Endonde es questán las letrinas?- preguntó al tabernero con la mejor dicción que pudo. El hombre la miró y rió bajito, la sonrisa contenta de la joven dragona y su leve bamboleo delataba que la bebida ya le afectaba. -Al fondo a la derecha- indicó con amabilidad.
Algo le pasaba a las paredes, parecía que se iban a caer, por eso la dragona las sostenía.
Llegó al baño que tenía un letrero con una figurita femenina -o eso parecía- y entró tarareando un canción. Cuando ya había hecho sus necesidades y se acomodaba el cinturón, escuchó un sollozo. No le prestó mayor atención, pero cuando se enjuagaba las manos, el sollozo sonó más fuerte. Tanto así, que la rubia ya no pudo hacer oídos sordos, así que se acercó a la puertita de la casilla de donde salía el sonido y tocó suavemente -¿Holiwi? ¿Estás bien?- preguntó, apoyando el cuerpo sobre la puerta, sin darse cuenta.
-¿Y si viajo por todo Aerandir con mis productos? ¿Y si compro en un lado y vendo en otro?- contaba a su hermana, buscando aprobación y apoyo. Chistin la miraba con lástima y trató de desalentarla, pero Oma Elle las escuchó y, claro está, le alimentó el sueño. Aquella noche en la cena, Ingela expuso su idea y la abuela le entregó todo su apoyo. De todas formas, no importaba mucho lo que los padres de Ingela opinaran, con el respaldo de su abuela, su hija menor no les haría caso y arrastraría a Fëanor y a Thunderbolt en su aventura. Lo cual les tranquilizaba pues el elfo, quien se había convertido en un hijo adoptivo, era un muchacho confiable que cuidaría de la joven.
Lo que comenzó como una loca idea de la dragona, se fue materializando y ella junto al elfo y el pequeño dragón, llegaron a Ulmer. La capital de los licántropos era un lugar que Ingela no había visitado antes y estaba maravillada. Se sentía extremadamente cómoda allí y extendía su visita lo que más podía. Esa jornada había sido bastante buena y logró hacer contacto con una mercader que se especializaba en pócimas, así que fue a celebrar a una taberna que estaba medianamente concurrida.
Se acercó a la barra, se sentó y pidió la primera jarra de hidromiel. Al poco rato, la segunda y la tercera bajó rápidamente. Ella disfrutaba la bebida y poca atención prestaba a su alrededor. No notó a la muchacha bonita que estaba junto a ella esperando y mucho menos a la pareja que discutían acaloradamente cerca de ella. Lo que sí pudo percibir, al terminar la cuarta jarra, fue que ya no podía aguantar más las ganas de orinar. -¿Endonde es questán las letrinas?- preguntó al tabernero con la mejor dicción que pudo. El hombre la miró y rió bajito, la sonrisa contenta de la joven dragona y su leve bamboleo delataba que la bebida ya le afectaba. -Al fondo a la derecha- indicó con amabilidad.
Algo le pasaba a las paredes, parecía que se iban a caer, por eso la dragona las sostenía.
Llegó al baño que tenía un letrero con una figurita femenina -o eso parecía- y entró tarareando un canción. Cuando ya había hecho sus necesidades y se acomodaba el cinturón, escuchó un sollozo. No le prestó mayor atención, pero cuando se enjuagaba las manos, el sollozo sonó más fuerte. Tanto así, que la rubia ya no pudo hacer oídos sordos, así que se acercó a la puertita de la casilla de donde salía el sonido y tocó suavemente -¿Holiwi? ¿Estás bien?- preguntó, apoyando el cuerpo sobre la puerta, sin darse cuenta.
Ingela
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Re: Jarana [Libre, 3/3]
Y mientras él seguía hablando, yo seguía bebiendo hasta tal punto que, cuando la persona bonita sentada no muy lejos de mí preguntó por las letrinas, yo no pude más presenciar la repentina necesidad de mi cuerpo de descargar gran parte de todo el líquido que me había tragado. Y justo a tiempo, porque bree parecía demasiado interesada en en que volviera a la mesa con el resto. Señalé la dirección a la que iba a dirigirme antes de marchar, por el rabillo del ojo viendo cómo la discusión de Marleen subía de tono. Ugh, violencia. Sacudí la cabeza y apoyé las manos en las paredes, para evitar darme de lleno contra ellas en mi intento pobre de caminar. Estaba mucho más borracha de lo que había creído posible, lo que me provocó una leve carcajada. Siempre había creído que esperaría a Cato para tomarnos nuestra primera bebida alcohólica juntos, pero allá estaba yo, caminando en zig zag y de milagro no yendo a gatas.
Abrí la puerta... Bueno, más bien me lancé contra ella y estuve a punto de golpearme contra la pared de enfrente, de no haber sido porque Marleen me sujetó del brazo para evitar que me hiciera daño. La miré, sorprendida, porque ni quiera había caído en la cuenta de que había estado caminando detrás mía. Tenía los ojos rojos de llorar y su labio temblaba mientras me sonreía, como si estuviera aguantando las ganas de continuar. Podía ver cómo su pequeña nuez subía y bajaba en su garganta, para contener un sollozo que parecía luchar por abrirse paso. Todavía en aquella posición, mi cerebro funcionando a una velocidad mucho más lenta de lo normal, me la quedé mirando. Mi padre le habría palmeado la cabeza al tiempo que le hubiera dedicado incómodas palabras de aliento, en tanto que mi madre la habría abrazado en silencio y la habría dejado llorar y desahogarse. Y yo quizá me parecía mucho a mi madre, sin embargo, dubitativa, alcé la mano para palmearle la mano con la que aún aferraba mi brazo. Lo hice sin mirarla, incómoda, en honor a una familia que me había criado para ser buena persona. Por eso, no vi venir que se abalanzara sobre mí para abrazarme. Y entonces, dejó salir sus sollozos.
Ay, no. Mierda.
- Marleen, oye... Esto... Tranquilízate... - Intenté, deseando alejarme de ella.
Demasiada cercanía, demasiada intimidad.
- Oh, Eïren, q-qué voy a hacer... - Me costaba entenderla entre tantos hipidos y sollozos, y eso que tenía buenos sentidos. - S-Se s-s-sup-ponía que est-táb-bamos d-destinados... Y m-me ha-a deja-jado...
¿No era Marleen mayor que yo? ¿Qué hacía creyendo en boberías como el destino? Alcé los ojos al techo, lo cual fue un error, porque sentía que junto a ellos dio una vuelta toda la habitación. Me aferré a los hombros de Marleen para no caerme y ella lo entendió como una invitación para abrazarme con más fuerza. Se me escapó todo el aire de golpe y todo. Rindiéndome, le palmeé la cabeza.
- Bueno, ea, ea. Estoy segura de que todo irá bien, ¿eh? No es el único ser ahí fuera, ¿no? Hay elfos, hombres bestia, dragones... ¿Sabes lo alucinante que sería estar con alguien que escupe fuego? ¿Eh?
Nada, continuó llorando. ¿Qué se suponía que debía hacer con alguien que tenía el corazón roto? ¿Darle de beber? ¿La alimentaba? ¿La llevaba a un burdel? ¡Ugh!
- Dioses, Marleen, deja de llorar... - Le rogué.
- Ha p-pref-ferido a u-un v-vamp-piro, E-Eïren...
Alcé una ceja, de pronto interesada. ¿A un chupasangres? ¿Por qué iba nadie a preferir a alguien así? ¿No eran fríos y estaban obsesionados con beber sangre? Y había escuchado en las leyendas que eran más feos que pegarle a un padre, ¿y no salían sólo por la noche? ¿Había algo bueno de salir con un vampiro? A parte de razones obvias, como que nuestra raza casi se había cargado la suya. ¿Y si quería asesinar al licántropo? ¿Podían los vampiros hipnotizar a alguien? ¿Existía alguna manera de hacer creer a alguien que se habían enamorado de ti? ¿Era aquella una nueva técnica de caza? ¿Debía hablar de aquello con Nana? Dioses, era demasiado, mi "yo borracha" no podía procesar tanta información, ni tantas preguntas.
- Ignoraba que un vampiro tuviera sentimientos - fue todo lo que pude decir.
Abrí la puerta... Bueno, más bien me lancé contra ella y estuve a punto de golpearme contra la pared de enfrente, de no haber sido porque Marleen me sujetó del brazo para evitar que me hiciera daño. La miré, sorprendida, porque ni quiera había caído en la cuenta de que había estado caminando detrás mía. Tenía los ojos rojos de llorar y su labio temblaba mientras me sonreía, como si estuviera aguantando las ganas de continuar. Podía ver cómo su pequeña nuez subía y bajaba en su garganta, para contener un sollozo que parecía luchar por abrirse paso. Todavía en aquella posición, mi cerebro funcionando a una velocidad mucho más lenta de lo normal, me la quedé mirando. Mi padre le habría palmeado la cabeza al tiempo que le hubiera dedicado incómodas palabras de aliento, en tanto que mi madre la habría abrazado en silencio y la habría dejado llorar y desahogarse. Y yo quizá me parecía mucho a mi madre, sin embargo, dubitativa, alcé la mano para palmearle la mano con la que aún aferraba mi brazo. Lo hice sin mirarla, incómoda, en honor a una familia que me había criado para ser buena persona. Por eso, no vi venir que se abalanzara sobre mí para abrazarme. Y entonces, dejó salir sus sollozos.
Ay, no. Mierda.
- Marleen, oye... Esto... Tranquilízate... - Intenté, deseando alejarme de ella.
Demasiada cercanía, demasiada intimidad.
- Oh, Eïren, q-qué voy a hacer... - Me costaba entenderla entre tantos hipidos y sollozos, y eso que tenía buenos sentidos. - S-Se s-s-sup-ponía que est-táb-bamos d-destinados... Y m-me ha-a deja-jado...
¿No era Marleen mayor que yo? ¿Qué hacía creyendo en boberías como el destino? Alcé los ojos al techo, lo cual fue un error, porque sentía que junto a ellos dio una vuelta toda la habitación. Me aferré a los hombros de Marleen para no caerme y ella lo entendió como una invitación para abrazarme con más fuerza. Se me escapó todo el aire de golpe y todo. Rindiéndome, le palmeé la cabeza.
- Bueno, ea, ea. Estoy segura de que todo irá bien, ¿eh? No es el único ser ahí fuera, ¿no? Hay elfos, hombres bestia, dragones... ¿Sabes lo alucinante que sería estar con alguien que escupe fuego? ¿Eh?
Nada, continuó llorando. ¿Qué se suponía que debía hacer con alguien que tenía el corazón roto? ¿Darle de beber? ¿La alimentaba? ¿La llevaba a un burdel? ¡Ugh!
- Dioses, Marleen, deja de llorar... - Le rogué.
- Ha p-pref-ferido a u-un v-vamp-piro, E-Eïren...
Alcé una ceja, de pronto interesada. ¿A un chupasangres? ¿Por qué iba nadie a preferir a alguien así? ¿No eran fríos y estaban obsesionados con beber sangre? Y había escuchado en las leyendas que eran más feos que pegarle a un padre, ¿y no salían sólo por la noche? ¿Había algo bueno de salir con un vampiro? A parte de razones obvias, como que nuestra raza casi se había cargado la suya. ¿Y si quería asesinar al licántropo? ¿Podían los vampiros hipnotizar a alguien? ¿Existía alguna manera de hacer creer a alguien que se habían enamorado de ti? ¿Era aquella una nueva técnica de caza? ¿Debía hablar de aquello con Nana? Dioses, era demasiado, mi "yo borracha" no podía procesar tanta información, ni tantas preguntas.
- Ignoraba que un vampiro tuviera sentimientos - fue todo lo que pude decir.
Eïren
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Re: Jarana [Libre, 3/3]
Mientras se apoyaba en la puertita, los sollozos subieron de volumen, al parecer alguien había llegado a consolar a la persona que lloraba. Hablaban y como no escuchaba con mucha claridad, pegó la oreja a la madera en un extraño intento de oír mejor, olvidando que la puertita tenía espacio entre el techo y el suelo... y que seguía dentro de la casilla del retrete.
Pegar la oreja había dado sus frutos, escuchó clarito lo de que a la chica que lloraba la dejaron por un vampiro y la otra chica creía que esos no tenían sentimientos -Sí que los tienen- respondió Ingela, sin pensar. -O sea, no sé si todos, pero el que yo conozco sí tiene y son bonitos sentimientos. Además se le queman las camisas con facilidad.- añadió y se echó a reír, recordando al viejo Bio. ¿Qué sería de su buena vida? ¿Y de Arygos? Esa dragona daba tanto miedo como era de linda.
Comenzó a acariciar la puerta, había cerrado los ojos y sentía como si se estuviera quedando dormida, pero en su mente, ella estaba consolando a la chica -Tranquila... tranquila... el amor es una cosa loca, ¿te conté de Zatch? Me abandonó también, desapareció pero no sé por qué. También lloré, mucho, pero ya se me pasó, seguro que se te va a pasar, solo llora lo que tengas que llorar y ten paciencia- aconsejó, deslizándose hacia abajo. Como casi se cae, despertó de un respingo, se enderezó y se pasó la mano por la cara. -Vengan vamos, les invito una pinta- dijo y comenzó a buscar la salida de la casilla. -¿Dónde está la puerta?- preguntó finalmente, viéndose superada por la búsqueda.
Pegar la oreja había dado sus frutos, escuchó clarito lo de que a la chica que lloraba la dejaron por un vampiro y la otra chica creía que esos no tenían sentimientos -Sí que los tienen- respondió Ingela, sin pensar. -O sea, no sé si todos, pero el que yo conozco sí tiene y son bonitos sentimientos. Además se le queman las camisas con facilidad.- añadió y se echó a reír, recordando al viejo Bio. ¿Qué sería de su buena vida? ¿Y de Arygos? Esa dragona daba tanto miedo como era de linda.
Comenzó a acariciar la puerta, había cerrado los ojos y sentía como si se estuviera quedando dormida, pero en su mente, ella estaba consolando a la chica -Tranquila... tranquila... el amor es una cosa loca, ¿te conté de Zatch? Me abandonó también, desapareció pero no sé por qué. También lloré, mucho, pero ya se me pasó, seguro que se te va a pasar, solo llora lo que tengas que llorar y ten paciencia- aconsejó, deslizándose hacia abajo. Como casi se cae, despertó de un respingo, se enderezó y se pasó la mano por la cara. -Vengan vamos, les invito una pinta- dijo y comenzó a buscar la salida de la casilla. -¿Dónde está la puerta?- preguntó finalmente, viéndose superada por la búsqueda.
Ingela
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Re: Jarana [Libre, 3/3]
Una voz nos interrumpió y yo miré a la chica con sorpresa en los ojos, porque me había olvidado hasta de dónde estábamos. No supe qué decir ante sus palabras, eso sí, no cuando las historias de mi padre habían contradicho lo que ella decía. Mi progenitor nunca los llamó monstruos, tampoco dijo que fueran malos por naturaleza, pero tampoco me animó a hacerme su amiga. Quizá porque había sido una de las razones por las que nuestras razas estaban enemistadas. Quizá porque lo que él vio nunca fue pacífico. Lo único claro en aquel momento era que la chica parecía disfrutar con su amigo, y sus semidesnudos, y que el vampiro en cuestión que se había ganado el corazón del ex de Marleen, sí que no parecía tener consideraciones con nadie. - Este no parece que los tenga - conseguí decir.
Marleen casi pareció agradecida por la interrupción, porque al menos la chica de pelo bonito tenía cosas que decir, incluso a alguien en el pasado. Era mejor cunado la persona a la que llorabas podía comprender tu dolor. No como yo, que opinaba que todo estaba bien siempre y cuando la otra persona no estuviera muerta. Nunca había querido tanto a nadie como a mi familia, así que tampoco sabía qué se sentía al tener a alguien que era algo más. carecía de curiosidad, en especial si parecía doler tanto; no me hacía falta llorar por nadie más. - ¿Zatch? ¿Te abandonó sin decir nada? Oh... - A Marleen aquello pareció llegarle al corazón, y se apresuró a abrazar a la chica. Yo, incómoda, esperé hasta que la chica bonita dijo algo que mi cerebro entendió a la perfección. - ¡Pintas, sí! Vamos, Marleen, ¿qué es mejor para un corazón roto que un buen montón de alcohol?
Abrí la puerta para que ambas vieran por dónde salir. Marleen decidió ayudar a la chica, porque hacía nada casi se había comido el suelo. Yo, más que abrir la puerta, me estaba apoyando en ella. No era buena bebiendo, ni en nada que la mayoría de licántropos parecía ser tan naturales en ello. Pero por una noche, si una compañera de manada lo necesitaba, allí estaría yo. Al menos por una noche. Aunque... - Tú no eres de por aquí. ¿De dónde vienes?
Marleen casi pareció agradecida por la interrupción, porque al menos la chica de pelo bonito tenía cosas que decir, incluso a alguien en el pasado. Era mejor cunado la persona a la que llorabas podía comprender tu dolor. No como yo, que opinaba que todo estaba bien siempre y cuando la otra persona no estuviera muerta. Nunca había querido tanto a nadie como a mi familia, así que tampoco sabía qué se sentía al tener a alguien que era algo más. carecía de curiosidad, en especial si parecía doler tanto; no me hacía falta llorar por nadie más. - ¿Zatch? ¿Te abandonó sin decir nada? Oh... - A Marleen aquello pareció llegarle al corazón, y se apresuró a abrazar a la chica. Yo, incómoda, esperé hasta que la chica bonita dijo algo que mi cerebro entendió a la perfección. - ¡Pintas, sí! Vamos, Marleen, ¿qué es mejor para un corazón roto que un buen montón de alcohol?
Abrí la puerta para que ambas vieran por dónde salir. Marleen decidió ayudar a la chica, porque hacía nada casi se había comido el suelo. Yo, más que abrir la puerta, me estaba apoyando en ella. No era buena bebiendo, ni en nada que la mayoría de licántropos parecía ser tan naturales en ello. Pero por una noche, si una compañera de manada lo necesitaba, allí estaría yo. Al menos por una noche. Aunque... - Tú no eres de por aquí. ¿De dónde vienes?
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Re: Jarana [Libre, 3/3]
Ingelita abrazó a la muchacha de cara mojada, quien le correspondió el gesto. Se apretaban como viejas amigas que se consolaban lo cual era muy gracioso. Pero las penas de amor eran tan antiguas como la vida misma, así que ambas mujeres estaban conectadas por una emoción tan ancestral que la unión era real y pobre del que se atreva a burlarse. -Sí, bueno... me dejó una cawrta. ¿Es nowrmal que te dejen con una cawrta?- contestó, arrastrando un poco las palabras al hablar. -Cwreo yo que esas cosas se dicen a la cawra, ¿nocierto? así: ¡Ingela! ¡Me voy! ¡Los fwrios del nowrte me ewrizan el peluche y no me gusta cómo huelen tus cazuelas!- dijo, imitando una voz que ni ella reconocería. -¡Es como de cowrtesía básica! ¿El vampiro cachón te dijo algo? ¿Te dio la cawra?- le preguntó a su nueva amiga.
Mientras se movían fuera del baño, la otra muchacha dijo algo que le hizo bailar el corazón a Ingela -¡Sí! ¡Pintaaaaas! ¡Tabewrnewrooooo! ¡Twres cewrvezas de las más sabwrosas que tenga! No de esas que saben a pis de cragswar, por todos los drwagones...- pidió, pescando la banquita para sentarse.
Cuando por fin logró sentarse, asintió enérgicamente -Sí, no soy de powr aquí, soy una dwragona del nowrte, de Dun.Da.Rak- logró articular, con mucho esfuerzo. -Me vine con mi amigo Fëanowr... es tan bonito él. ¿Conocen a los elfos? No he visto jamás un elfo feo- contó, haciendo un gesto tajante con la mano -¡Son todos muy guapos! Todos ellos sin excepción, hasta los viejos. Y las elfas... uffaa te hacen wrepranteawrte muchas cosas- agregó, cerrando la frase con una risilla macrabosa. -Cwreo que Fëanowr es el que me quitó los males de amowr- confesó. Era la primera vez que decía en voz alta algo que rondaba su mente todo el tiempo.
Guardó silencio un momentito, con la mirada perdida, recordando los momentos en que por accidente había visto desnudo al elfo o cuando él se le pegaba al dormir durante las noches frías. Una ráfaga de calor le golpeó el rostro y se puso colorada. Sacudió la cabeza. -¿Hay elfos en estos bosques? Deberíamos ir a buscar elfos- dijo, mirando muy seria a las otras dos muchachas.
Mientras se movían fuera del baño, la otra muchacha dijo algo que le hizo bailar el corazón a Ingela -¡Sí! ¡Pintaaaaas! ¡Tabewrnewrooooo! ¡Twres cewrvezas de las más sabwrosas que tenga! No de esas que saben a pis de cragswar, por todos los drwagones...- pidió, pescando la banquita para sentarse.
Cuando por fin logró sentarse, asintió enérgicamente -Sí, no soy de powr aquí, soy una dwragona del nowrte, de Dun.Da.Rak- logró articular, con mucho esfuerzo. -Me vine con mi amigo Fëanowr... es tan bonito él. ¿Conocen a los elfos? No he visto jamás un elfo feo- contó, haciendo un gesto tajante con la mano -¡Son todos muy guapos! Todos ellos sin excepción, hasta los viejos. Y las elfas... uffaa te hacen wrepranteawrte muchas cosas- agregó, cerrando la frase con una risilla macrabosa. -Cwreo que Fëanowr es el que me quitó los males de amowr- confesó. Era la primera vez que decía en voz alta algo que rondaba su mente todo el tiempo.
Guardó silencio un momentito, con la mirada perdida, recordando los momentos en que por accidente había visto desnudo al elfo o cuando él se le pegaba al dormir durante las noches frías. Una ráfaga de calor le golpeó el rostro y se puso colorada. Sacudió la cabeza. -¿Hay elfos en estos bosques? Deberíamos ir a buscar elfos- dijo, mirando muy seria a las otras dos muchachas.
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