Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Como era de esperar, las noticias que traían acerca de la incursión de Itza y Tarek en la iglesia no sentaron bien al grupo, tampoco que los hombres del Blackanus se estuviesen acercando peligrosamente, pero por suerte, Cohen había dado con algo. Abriendo el mausoleo que se encontraba más cerca de la sacristía, y por tanto, el que parecía más prometedor a la hora de esconder un pasadizo, instó al resto a entrar y buscar pistas en los nichos.
Ava dudó durante unos instantes, preguntándose si era correcto alterar el descanso de los difuntos, pero al final siguió a los demás, aunque por respeto, se limitó a examinar visualmente las lápidas de los diferentes miembros de la casa Borlem sin tocar nada. - Acabar encerrado en un sitio como este… resulta deprimente. - susurró Ivaran, que se encontraba justo detrás de la morena, en respuesta al comentario del enmascarado. Volver a la tierra una vez muerto, esa era la mentalidad que tenían el elfo y los suyos, una que la aldea de la mujer bestia también compartía.
Pero por suerte no tuvieron que buscar mucho, Cohen pronto señaló una de las losas de piedra, y con algo de ayuda de algunos de los presentes, logró desplazarla, dejando a la vista unas escaleras que descendían. - Lo encontró, ahora podremos escondernos… - pensó la cuerva, pero ya era tarde, las voces de los seguidores de Blackanus se oían cada vez con mayor claridad.
Y a pesar de que la situación empeoraba por momentos, aquel individuo seguía dispuesto a realizar la entrega de los Aeros de Sangre y de paso buscar a San Jacobo, por lo que no tardó en sugerir que se dividiesen, entrando solo tres al túnel mientras los demás se quedaban a frenar el avance de los recién llegados.
Sin objeciones aparentes, los miembros del extraño grupo empezaron a organizarse, y como ella cargaba consigo las bolsas de Tarek e Itza, decidió adentrarse en el pasadizo, avanzando justo por detrás de Cohen y Alice, la silenciosa acompañante del enmascarado. Apoyando una de las manos en la pared mientras bajaba, Ava entornó los ojos, tratando de valerse de su agudo sentido de la vista, pero en cuanto llegó al final de los escalones, se vio sumida en la más profunda oscuridad.
Allí abajo ese rasgo tan desarrollado que poseía no le serviría de nada, no sin una fuente de luz cerca, pero al menos podía guiarse gracias al oído, así que se centró en seguir el sonido de las pisadas de sus acompañantes para no alejarse de ellos, confiando en que alguno de los dos pudiese orientarse dentro del estrecho pasillo.
Cuando notó que Alice se desviaba por su cuenta no supo qué hacer, pero tras pensarlo durante unos instantes decidió seguir a Cohen, a fin de cuentas era él quien lideraba aquella visita al cementerio y tenía más información sobre el terreno. Unos extraños rugidos a lo lejos la pusieron en alerta, ¿qué había allí abajo aparte de ellos? ¿era posible que los hombres de Blackanus no fuesen el único peligro a tener en cuenta?
- Se suponía que no debía llamar la atención. - maldijo por lo bajo el peliblanco, tras ver como la alada se marchaba junto a los otros, dejándolo a él en una difícil tesitura. Las cosas no estaban saliendo como esperaba, entonces, ¿qué debía hacer? Marcharse y dejarlos a su suerte no era una opción, no después de haberse expuesto para intentar sacar de aquel lío a la hija de Celene, así que tendría que colaborar con los demás para que aquellos fanáticos no se acercasen al mausoleo.
- Aun así, no me conviene ganarme enemigos en esta ciudad… - murmuró, tirando de la capucha para cubrirse la cara y manteniendo las distancias con sus atacantes, que no tardaron en aparecer. Mientras el enmascarado se lanzaba contra cuantos lo rodeaban, el arquero se mantuvo un poco por detrás y se agachó, colocando ambas manos directamente sobre el suelo y susurrando una plegaria para despertar a los árboles que había cerca del mausoleo, mientras una brillante luz recorría sus brazos y penetraba en la tierra.[1]
Pronto las raíces de éstos emergieron de forma repentina, haciendo tropezar a varios de sus enemigos y enroscándose en torno a las piernas de un par de ellos, los que no tuvieron la agilidad suficiente para escapar a tiempo. - Resistiros no os servirá. - soltó, echando mano a su arco y apuntando rápidamente para abatirlos con certeros disparos, directos al corazón.
No le agradaba la idea de verse involucrado en aquella trifulca, ninguno de los bandos le importaba realmente, ni el de San Jacobo ni el de Blackanus, pero al ver peligrar su objetivo, que no era otro que averiguar todo lo posible acerca de Ava y su madre, inevitablemente se había puesto del lado del célebre párroco de Sacrestic.
Volviendo a tensar la cuerda, y aprovechando que las raíces seguían causando estragos en sus oponentes, liberó otra flecha que fue a alcanzar a su víctima en la zona del muslo, arrancando un horrible grito de su garganta y obligándolo a pararse en seco, aunque su sufrimiento no duraría mucho…[2] Una nueva saeta tomaba su lugar en el arco del peliblanco para salir disparada a toda velocidad.
Off: Ava seguirá a Cohen por el pasadizo haciendo lo posible para no quedarse atrás.
Ivaran utiliza sus habilidades de:
- [1] Nivel 3: Vínculo de luz
- [2] Nivel 1: Bajo la cintura
Ava dudó durante unos instantes, preguntándose si era correcto alterar el descanso de los difuntos, pero al final siguió a los demás, aunque por respeto, se limitó a examinar visualmente las lápidas de los diferentes miembros de la casa Borlem sin tocar nada. - Acabar encerrado en un sitio como este… resulta deprimente. - susurró Ivaran, que se encontraba justo detrás de la morena, en respuesta al comentario del enmascarado. Volver a la tierra una vez muerto, esa era la mentalidad que tenían el elfo y los suyos, una que la aldea de la mujer bestia también compartía.
Pero por suerte no tuvieron que buscar mucho, Cohen pronto señaló una de las losas de piedra, y con algo de ayuda de algunos de los presentes, logró desplazarla, dejando a la vista unas escaleras que descendían. - Lo encontró, ahora podremos escondernos… - pensó la cuerva, pero ya era tarde, las voces de los seguidores de Blackanus se oían cada vez con mayor claridad.
Y a pesar de que la situación empeoraba por momentos, aquel individuo seguía dispuesto a realizar la entrega de los Aeros de Sangre y de paso buscar a San Jacobo, por lo que no tardó en sugerir que se dividiesen, entrando solo tres al túnel mientras los demás se quedaban a frenar el avance de los recién llegados.
Sin objeciones aparentes, los miembros del extraño grupo empezaron a organizarse, y como ella cargaba consigo las bolsas de Tarek e Itza, decidió adentrarse en el pasadizo, avanzando justo por detrás de Cohen y Alice, la silenciosa acompañante del enmascarado. Apoyando una de las manos en la pared mientras bajaba, Ava entornó los ojos, tratando de valerse de su agudo sentido de la vista, pero en cuanto llegó al final de los escalones, se vio sumida en la más profunda oscuridad.
Allí abajo ese rasgo tan desarrollado que poseía no le serviría de nada, no sin una fuente de luz cerca, pero al menos podía guiarse gracias al oído, así que se centró en seguir el sonido de las pisadas de sus acompañantes para no alejarse de ellos, confiando en que alguno de los dos pudiese orientarse dentro del estrecho pasillo.
Cuando notó que Alice se desviaba por su cuenta no supo qué hacer, pero tras pensarlo durante unos instantes decidió seguir a Cohen, a fin de cuentas era él quien lideraba aquella visita al cementerio y tenía más información sobre el terreno. Unos extraños rugidos a lo lejos la pusieron en alerta, ¿qué había allí abajo aparte de ellos? ¿era posible que los hombres de Blackanus no fuesen el único peligro a tener en cuenta?
- Se suponía que no debía llamar la atención. - maldijo por lo bajo el peliblanco, tras ver como la alada se marchaba junto a los otros, dejándolo a él en una difícil tesitura. Las cosas no estaban saliendo como esperaba, entonces, ¿qué debía hacer? Marcharse y dejarlos a su suerte no era una opción, no después de haberse expuesto para intentar sacar de aquel lío a la hija de Celene, así que tendría que colaborar con los demás para que aquellos fanáticos no se acercasen al mausoleo.
- Aun así, no me conviene ganarme enemigos en esta ciudad… - murmuró, tirando de la capucha para cubrirse la cara y manteniendo las distancias con sus atacantes, que no tardaron en aparecer. Mientras el enmascarado se lanzaba contra cuantos lo rodeaban, el arquero se mantuvo un poco por detrás y se agachó, colocando ambas manos directamente sobre el suelo y susurrando una plegaria para despertar a los árboles que había cerca del mausoleo, mientras una brillante luz recorría sus brazos y penetraba en la tierra.[1]
Pronto las raíces de éstos emergieron de forma repentina, haciendo tropezar a varios de sus enemigos y enroscándose en torno a las piernas de un par de ellos, los que no tuvieron la agilidad suficiente para escapar a tiempo. - Resistiros no os servirá. - soltó, echando mano a su arco y apuntando rápidamente para abatirlos con certeros disparos, directos al corazón.
No le agradaba la idea de verse involucrado en aquella trifulca, ninguno de los bandos le importaba realmente, ni el de San Jacobo ni el de Blackanus, pero al ver peligrar su objetivo, que no era otro que averiguar todo lo posible acerca de Ava y su madre, inevitablemente se había puesto del lado del célebre párroco de Sacrestic.
Volviendo a tensar la cuerda, y aprovechando que las raíces seguían causando estragos en sus oponentes, liberó otra flecha que fue a alcanzar a su víctima en la zona del muslo, arrancando un horrible grito de su garganta y obligándolo a pararse en seco, aunque su sufrimiento no duraría mucho…[2] Una nueva saeta tomaba su lugar en el arco del peliblanco para salir disparada a toda velocidad.
Off: Ava seguirá a Cohen por el pasadizo haciendo lo posible para no quedarse atrás.
Ivaran utiliza sus habilidades de:
- [1] Nivel 3: Vínculo de luz
- [2] Nivel 1: Bajo la cintura
Ava Kenrith
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
A medida que Cohen descendía por aquellas escaleras, la oscuridad del túnel aumentaba. Gracias a su vista vampírica, su visión era estupenda y se adaptó sin problemas a aquella negra penumbra.
Avanzaron en silencio, quizás con cierto temor a que nuestra presencia no pasara desapercibida. Alice había dado muestras de su mutismo en las dos ocasiones que había coincidido con ella. Sin embargo, la chica cuervo, aquella que se había unido al grupo tan tardíamente, que cerraba el trío que avanzaba por la oscuridad, no la conocía en absoluto.
En mitad del pasillo, sintieron una serie de ruidos. Cohen miró a sus dos acompañantes. Alice avanzó en dirección a ellos con gran cautela, dejando el saco de los Aeros de Sangre con el vampiro y la mujer cuervo.
―Estoy más que seguro que ella sola se las apañará.
El vampiro continuó avanzando tras la vampiresa unos pasos más, pero se paró justamente en la mitad del túnel, al encontrar una puerta secundaria en la pared a su derecha.
Al contrario de la que había encontrado en el túnel que separaba la imprenta de los Aeros de Sangre con la vivienda de Victor Krane, ésta era mucho más estrecha y llamaba mucho menos la atención. Sin embargo, el símbolo del Ojo Carmesí también estaba grabada sobre la misma.
Al ver que Ava llegaba hasta su posición, caminando más lentamente por sus problemas de visión, Cohen decidió informar a la mujer cuervo de la existencia de la misma.
―¡Aquí hay una puerta! A tu derecha…
Tras empujarla, el vampiro vio que se encontraba cerrada y en la cerradura, no descansaba ninguna llave que permitiese abrirla.
―¡San Jacobo! ¿Está ahí? Soy… su monaguillo.
Aunque dos noches antes había ejercido de monaguillo del sacerdote, no sabía si San Jacobo, en el caso de estar al otro lado de la puerta, había depositado tanta confianza en él cómo para abrirle y dejarle pasar si se encontraba allí escondido.
―Tengo formas de abrir la puerta, así que por favor… no me haga esperar. Además… traigo los Aeros de Sangre de Victor Krane.
Cómo si aquellas fueran las palabras idóneas, el sonido de un par de cerrojos descorriéndose al otro lado de la puerta, dejó entrever un rayo de luz al abrirse para descubrir una estancia iluminada por velas.
San Jacobo se encontraba allí, visiblemente nervioso.
―¿Por dónde… ―hizo una pequeña pausa al ver que Cohen venía acompañado con la mujer cuervo― habéis entrado?
Cohen entró en aquella sala con las dos bolsas de aeros de sangre, depositándolas en el suelo, mientras observaba la habitación. Con que San Jacobo estaba vinculado con el Ojo Carmesí…
―Por el mausoleo. La tumba del suelo…
―¡Menos mal! Intenté salir por allí, pero no conseguía apartarla. Pesaba demasiado. ¡Oh Señor… gracias por mandarme a estas buenas personas!
―Tenemos mucho de lo que hablar…
Mientras Cohen ponía al día a San Jacobo sobre la situación que se estaba generando en el cementerio, vio como la chica cuervo dejaba la tercera y última bolsa de Aeros de Sangre en el suelo…
La mente de Peter hervía, pues aquella era una situación complicada para él. Mientras que por un lado ostentaba un cargo para proteger a todos los humanos de aquella ciudad, por otro, consideraba que aquellos sacerdotes a las órdenes de Blackanus eran completamente despreciables.
Dos noches antes, había vivido cómo éstos interrumpían una misa católica buscando problemas. Ahora, el grupo numeroso de soldados se dirigían hacia ellos no con buenas intenciones.
Dudó unos segundos, mientras aferraba sus manos al mazo de su gran espada. Al ver las claras intenciones de aquellos hombres, no dudó en utilizarla, parando secamente un ataque que hubiese sido más que certero.
Acostumbrado a resolver conflictos con el uso de la palabra, ya era la segunda vez que aquellos hombres le obligaban a luchar. Por esa razón, analizó a los tres hombres que se acercaban hacia él. Hombres de Dios dispuestos a darle muerte.
Tras el primer ataque, dos de ellos lanzaron el segundo a la vez, por lo que Peter se vio obligado a esquivarlos. Sin embargo, aprovechando el contrataque, logró realizar un rápido movimiento que logró herir desgarrar el brazo de uno de ellos [1].
―¿Así es cómo vosotros, los hombres de Blackanus, practicáis vuestra religión?
Mientras que uno de ellos asistía al herido, el tercero en discordia dio un par de pasos hacia él, con otra espada en sus manos. Gracias a sus entrenamientos, Peter lograba parar cada uno de los ataques del sacerdote, examinando su falta de técnica en sus movimientos. Eran hombres de la Iglesia y no de la lucha.
Tras asestar un golpe rápido a su contrincante en uno de sus muslos, éste cayó herido, tirado en el suelo, llevándose sus manos hacia el tajo sangrante de su pierna, mientras gritaba de dolor.
Mirando al tercero que quedaba ileso, más preocupado por el estado de la herida de su primer compañero que por continuar la lucha, Peter dio un paso hacia él, llevando su espada hasta el cuello del hombre, amenazándole.
―¿Dónde está Blackanus? Tengo que hablar con él…
[1] Uso de la habilidad de Peter: Desgarro [2 usos]:
Peter lanza un fuerte tajo contra un enemigo. El corte resultante se considerará una herida moderada. (Primer Uso)
Avanzaron en silencio, quizás con cierto temor a que nuestra presencia no pasara desapercibida. Alice había dado muestras de su mutismo en las dos ocasiones que había coincidido con ella. Sin embargo, la chica cuervo, aquella que se había unido al grupo tan tardíamente, que cerraba el trío que avanzaba por la oscuridad, no la conocía en absoluto.
En mitad del pasillo, sintieron una serie de ruidos. Cohen miró a sus dos acompañantes. Alice avanzó en dirección a ellos con gran cautela, dejando el saco de los Aeros de Sangre con el vampiro y la mujer cuervo.
―Estoy más que seguro que ella sola se las apañará.
El vampiro continuó avanzando tras la vampiresa unos pasos más, pero se paró justamente en la mitad del túnel, al encontrar una puerta secundaria en la pared a su derecha.
Al contrario de la que había encontrado en el túnel que separaba la imprenta de los Aeros de Sangre con la vivienda de Victor Krane, ésta era mucho más estrecha y llamaba mucho menos la atención. Sin embargo, el símbolo del Ojo Carmesí también estaba grabada sobre la misma.
Al ver que Ava llegaba hasta su posición, caminando más lentamente por sus problemas de visión, Cohen decidió informar a la mujer cuervo de la existencia de la misma.
―¡Aquí hay una puerta! A tu derecha…
Tras empujarla, el vampiro vio que se encontraba cerrada y en la cerradura, no descansaba ninguna llave que permitiese abrirla.
―¡San Jacobo! ¿Está ahí? Soy… su monaguillo.
Aunque dos noches antes había ejercido de monaguillo del sacerdote, no sabía si San Jacobo, en el caso de estar al otro lado de la puerta, había depositado tanta confianza en él cómo para abrirle y dejarle pasar si se encontraba allí escondido.
―Tengo formas de abrir la puerta, así que por favor… no me haga esperar. Además… traigo los Aeros de Sangre de Victor Krane.
Cómo si aquellas fueran las palabras idóneas, el sonido de un par de cerrojos descorriéndose al otro lado de la puerta, dejó entrever un rayo de luz al abrirse para descubrir una estancia iluminada por velas.
San Jacobo se encontraba allí, visiblemente nervioso.
―¿Por dónde… ―hizo una pequeña pausa al ver que Cohen venía acompañado con la mujer cuervo― habéis entrado?
Cohen entró en aquella sala con las dos bolsas de aeros de sangre, depositándolas en el suelo, mientras observaba la habitación. Con que San Jacobo estaba vinculado con el Ojo Carmesí…
―Por el mausoleo. La tumba del suelo…
―¡Menos mal! Intenté salir por allí, pero no conseguía apartarla. Pesaba demasiado. ¡Oh Señor… gracias por mandarme a estas buenas personas!
―Tenemos mucho de lo que hablar…
Mientras Cohen ponía al día a San Jacobo sobre la situación que se estaba generando en el cementerio, vio como la chica cuervo dejaba la tercera y última bolsa de Aeros de Sangre en el suelo…
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La mente de Peter hervía, pues aquella era una situación complicada para él. Mientras que por un lado ostentaba un cargo para proteger a todos los humanos de aquella ciudad, por otro, consideraba que aquellos sacerdotes a las órdenes de Blackanus eran completamente despreciables.
Dos noches antes, había vivido cómo éstos interrumpían una misa católica buscando problemas. Ahora, el grupo numeroso de soldados se dirigían hacia ellos no con buenas intenciones.
Dudó unos segundos, mientras aferraba sus manos al mazo de su gran espada. Al ver las claras intenciones de aquellos hombres, no dudó en utilizarla, parando secamente un ataque que hubiese sido más que certero.
Acostumbrado a resolver conflictos con el uso de la palabra, ya era la segunda vez que aquellos hombres le obligaban a luchar. Por esa razón, analizó a los tres hombres que se acercaban hacia él. Hombres de Dios dispuestos a darle muerte.
Tras el primer ataque, dos de ellos lanzaron el segundo a la vez, por lo que Peter se vio obligado a esquivarlos. Sin embargo, aprovechando el contrataque, logró realizar un rápido movimiento que logró herir desgarrar el brazo de uno de ellos [1].
―¿Así es cómo vosotros, los hombres de Blackanus, practicáis vuestra religión?
Mientras que uno de ellos asistía al herido, el tercero en discordia dio un par de pasos hacia él, con otra espada en sus manos. Gracias a sus entrenamientos, Peter lograba parar cada uno de los ataques del sacerdote, examinando su falta de técnica en sus movimientos. Eran hombres de la Iglesia y no de la lucha.
Tras asestar un golpe rápido a su contrincante en uno de sus muslos, éste cayó herido, tirado en el suelo, llevándose sus manos hacia el tajo sangrante de su pierna, mientras gritaba de dolor.
Mirando al tercero que quedaba ileso, más preocupado por el estado de la herida de su primer compañero que por continuar la lucha, Peter dio un paso hacia él, llevando su espada hasta el cuello del hombre, amenazándole.
―¿Dónde está Blackanus? Tengo que hablar con él…
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[1] Uso de la habilidad de Peter: Desgarro [2 usos]:
Peter lanza un fuerte tajo contra un enemigo. El corte resultante se considerará una herida moderada. (Primer Uso)
Cohen
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Los primeros fanáticos alcanzaron la cripta donde el resto del grupo se había internado antes de que Tarek pudiese adelantarlos. Maldijo por lo bajo. Sin embargo, el alboroto provocado por los religiosos había alertado a los acompañantes de Cohen y el elfo vio como los dos humanos salían del mausoleo y hacían frente a los primeros atacantes… y, junto a ellos, un portador de éter que, a todas luces, parecía ser un miembro de su misma especie.
Sin detenerse a pensar demasiado en la aparición de aquel nuevo individuo, tomó velocidad, para encaramarse a una de las tumbas cercanas y usarla para saltar sobre uno de los atacantes más rezagados. Este cayó al suelo rodando y el peliblanco junto a él. Su grito de sorpresa alertó a un segundo individuo, que frenó su avance y se giró para ver lo que sucedía. Cara a cara con el religioso, este se tomó apenas unos segundos para recuperarse y se abalanzó sobre el elfo, que esquivó el ataque, aprovechando para enroscar la cadena de su arma en una de las piernas del individuo. Tirando de ella, lo hizo caer de bruces al suelo.
El silbido de una hoja cortando el aire, le alertó de que el segundo fanático había decidido unirse a ellos. Agachándose, esquivó el corte, para a continuación golpear al hombre en una pierna, haciéndole perder el equilibrio. Un grito a su espalda le hizo girarse, solo para ver como una segunda saeta alcanzaba a su primer atacante en el corazón. Con un gesto de la cabeza, agradeció al otro elfo la ayuda. Se centró entonces en el segundo religioso, pero al volverse hacia él, vio que había desaparecido.
- Maldición –murmuró para sí, antes de salir corriendo tras la sombra que se internaba entre las tumbas.
El hombre corría en dirección a la iglesia y, si llegaba allí, podría alertar al resto de los fanáticos que todavía rodeaban el edificio. Recordó entonces a Itzamaray y rezó a Isil para que la chica estuviese bien. Dejarla sola no había sido buena idea, eso lo sabía. Probablemente ayudarla a entrar tampoco lo había sido, pero la idea de vagar sin rumbo por el cementerio, sin información de qué debían buscar, les había parecido absurda. Se preguntó de nuevo qué les escondía Cohen y si, aquello que no les contaban, podría ponerlos a todos en peligro.
Alcanzó al hombre poco antes de que llegase el tenue halo de la luz que proyectaban dentro del camposanto de las farolas a gas que rodeaban la iglesia. Consiguió abatirlo y, una vez en el suelo, le giró con un golpe seco la cabeza para romperle el cuello. Con cuidado, arrastró el cuerpo entre las sombras de uno de los mausoleos, justo a tiempo, pues una pareja de fanáticos (habida cuenta de sus ropas) se acercó entonces hasta la valla que rodeaba el cementerio. Conteniendo la respiración, el elfo se agazapó en las sombras, a la espera de que se marchasen.
- … un demonio. Todo es culpa de ese hereje. ¡Un vampiro dando misa! Lo único que hacía era atraer a los demonios –la voz del hombre le llegó apagada, aunque lo suficientemente nítida como para entender lo que estaba diciendo.
- Frear dice que era una chica –respondió un segundo individuo.
- ¡Un demonio! –insistió el primero- En la piel de una mujer. ¿Cómo explicas sino la aparición de esa otra… cosa de la que habló?
- Dijo que era otra mujer, una muy hermosa.
- ¡Un súcubo! Un demonio de cabello blanco. Una vampiresa al igual que ese descarriado de Jacobo –el sonido de un escupitajo le llegó acompañado de un golpe seco.
- ¿Crees que tardarán mucho? –preguntó el segundo hombre.
- El cementerio es grande y los hijos de la noche saben bien como profanar el descanso sagrado de los buenos cristianos. No serán fáciles de encontrar –tras unos instantes añadió- De todas formas, el hermano Blackanus ya ha ordenado que vengan refuerzos. Pronto no quedará un rincón del cementerio sin revisar.
Cuando sus voces comenzaron a alejarse, Tarek se deslizó entre las sombras, para dirigirse de vuelta al punto donde había tenido lugar la batalla. La vampiresa de cabellos blancos había ido en auxilio de Itzamaray, lo cual lo dejaba más tranquilo, pero las palabras de aquellos dos religiosos no auguraban nada bueno.
Pronto se encontró ante el mausoleo que los dos humanos y el elfo encapuchado habían defendido y, ante ellos, se encontraban los cadáveres de algunos de los religiosos, mientras otros parecían simplemente heridos o inconscientes. El peliblanco los observó un segundo. Aliarse con humanos estaba fuera de toda discusión. Ni aunque su vida dependiese de ello, permitiría que un miembro de aquella abominable raza le guardase las espaldas. Pero aquello iba más allá de él y no compartir la información que había obtenido pondría en peligro a mucha más gente.
- Van a enviar refuerzos –dijo secamente- No van a tardar mucho –acercándose entonces al elfo encapuchado le tendió la mano, a modo de saludo- Soy Tarek. Gracias por lo de antes.
Sin detenerse a pensar demasiado en la aparición de aquel nuevo individuo, tomó velocidad, para encaramarse a una de las tumbas cercanas y usarla para saltar sobre uno de los atacantes más rezagados. Este cayó al suelo rodando y el peliblanco junto a él. Su grito de sorpresa alertó a un segundo individuo, que frenó su avance y se giró para ver lo que sucedía. Cara a cara con el religioso, este se tomó apenas unos segundos para recuperarse y se abalanzó sobre el elfo, que esquivó el ataque, aprovechando para enroscar la cadena de su arma en una de las piernas del individuo. Tirando de ella, lo hizo caer de bruces al suelo.
El silbido de una hoja cortando el aire, le alertó de que el segundo fanático había decidido unirse a ellos. Agachándose, esquivó el corte, para a continuación golpear al hombre en una pierna, haciéndole perder el equilibrio. Un grito a su espalda le hizo girarse, solo para ver como una segunda saeta alcanzaba a su primer atacante en el corazón. Con un gesto de la cabeza, agradeció al otro elfo la ayuda. Se centró entonces en el segundo religioso, pero al volverse hacia él, vio que había desaparecido.
- Maldición –murmuró para sí, antes de salir corriendo tras la sombra que se internaba entre las tumbas.
El hombre corría en dirección a la iglesia y, si llegaba allí, podría alertar al resto de los fanáticos que todavía rodeaban el edificio. Recordó entonces a Itzamaray y rezó a Isil para que la chica estuviese bien. Dejarla sola no había sido buena idea, eso lo sabía. Probablemente ayudarla a entrar tampoco lo había sido, pero la idea de vagar sin rumbo por el cementerio, sin información de qué debían buscar, les había parecido absurda. Se preguntó de nuevo qué les escondía Cohen y si, aquello que no les contaban, podría ponerlos a todos en peligro.
Alcanzó al hombre poco antes de que llegase el tenue halo de la luz que proyectaban dentro del camposanto de las farolas a gas que rodeaban la iglesia. Consiguió abatirlo y, una vez en el suelo, le giró con un golpe seco la cabeza para romperle el cuello. Con cuidado, arrastró el cuerpo entre las sombras de uno de los mausoleos, justo a tiempo, pues una pareja de fanáticos (habida cuenta de sus ropas) se acercó entonces hasta la valla que rodeaba el cementerio. Conteniendo la respiración, el elfo se agazapó en las sombras, a la espera de que se marchasen.
- … un demonio. Todo es culpa de ese hereje. ¡Un vampiro dando misa! Lo único que hacía era atraer a los demonios –la voz del hombre le llegó apagada, aunque lo suficientemente nítida como para entender lo que estaba diciendo.
- Frear dice que era una chica –respondió un segundo individuo.
- ¡Un demonio! –insistió el primero- En la piel de una mujer. ¿Cómo explicas sino la aparición de esa otra… cosa de la que habló?
- Dijo que era otra mujer, una muy hermosa.
- ¡Un súcubo! Un demonio de cabello blanco. Una vampiresa al igual que ese descarriado de Jacobo –el sonido de un escupitajo le llegó acompañado de un golpe seco.
- ¿Crees que tardarán mucho? –preguntó el segundo hombre.
- El cementerio es grande y los hijos de la noche saben bien como profanar el descanso sagrado de los buenos cristianos. No serán fáciles de encontrar –tras unos instantes añadió- De todas formas, el hermano Blackanus ya ha ordenado que vengan refuerzos. Pronto no quedará un rincón del cementerio sin revisar.
Cuando sus voces comenzaron a alejarse, Tarek se deslizó entre las sombras, para dirigirse de vuelta al punto donde había tenido lugar la batalla. La vampiresa de cabellos blancos había ido en auxilio de Itzamaray, lo cual lo dejaba más tranquilo, pero las palabras de aquellos dos religiosos no auguraban nada bueno.
Pronto se encontró ante el mausoleo que los dos humanos y el elfo encapuchado habían defendido y, ante ellos, se encontraban los cadáveres de algunos de los religiosos, mientras otros parecían simplemente heridos o inconscientes. El peliblanco los observó un segundo. Aliarse con humanos estaba fuera de toda discusión. Ni aunque su vida dependiese de ello, permitiría que un miembro de aquella abominable raza le guardase las espaldas. Pero aquello iba más allá de él y no compartir la información que había obtenido pondría en peligro a mucha más gente.
- Van a enviar refuerzos –dijo secamente- No van a tardar mucho –acercándose entonces al elfo encapuchado le tendió la mano, a modo de saludo- Soy Tarek. Gracias por lo de antes.
Tarek Inglorien
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
No le fue sencillo tomar una decisión al momento, se sentía acorralada, pues gritar tan sólo atraería la inmediata atención del resto de hombres en la iglesia y por obvias razones pelear tampoco era una posibilidad. Dió sólo un paso hacia atrás cuando le tomó del brazo, casi dudando de hacerlo, pues dentro de sus creencias quizás si ella era la causante de las apariciones... o era ella quizás el conjunto de demonios. Al poco rato su expresión, la del joven, se tornó confundida, tensa, y giró afianzando su agarre sobre la bruja, quien también observaba lo que se presentaba ante ambos. Una figura que, sin intención, su memoria fue trazando para conservarla en su repertorio imaginativo de criaturas místicas.
Aún así estaba fija, sin moverse an sólo para mirar un momento hacia el hombre que se derretía en miedo, arrastrándose como el patético fanático que era, momento en que retornó su mirada sobre la criatura demoníaca que, una vez sin él en la estancia del pasillo, fue modificando su forma, de a poco, en la visión de la mujer que acompañaba al humano. Sacando sus conclusiones: ella podría ser una bruja, pero no creía que humana. Se relajó un poco.
Ninguna dijo nada, pero el gesto de media sonrisa le hizo creer que por lo menos no intentaría nada contra ella ahora. Tomó su mano y siguió a la vampiresa en la profunda oscuridad, debiendo avanzar un corto tramo de pasillos entramados que llevaron a que escucharan unos murmullos. Pero la vampiresa que la llevaba con destreza y casi como si el terreno estuviera despejado, se preguntó si no vendrían a por ellas los fanáticos de la iglesia una vez que el asustadizo tipo volviera a encontrarse con su grupo.
Se preguntó si sería mejor ir afuera, para averiguar cómo estaban Ava y Tarek, pero tan pronto como los murmullos se hacían más cercanos, llegando a asomar una tenue luz, como si estuviera iluminado cálidamente por velas. Asomaron ambas, siendo la bruja la última en decidirse a entrar, pero que al ver a Ava se tranquilizó, ahora sólo deberían recibir sus Aeros de Sangre en recompensa, y retirarse. O eso era lo que pensaba sucedería.
-Ava, ¿ves? Todo ha salido bien.- Musitó en tono quedo, tratando de ser discreta al aproximarse a ella. -Estas personas... son muy raras...- Dijo en referencia al grupo por el que todo el asunto se iba complicando mucho más. -Cohen, algunos de ellos, han ido hacia el cementerio... tal vez deberíamos avisarles. Y han dicho que revisarán la iglesia... toda.- Quizás hasta ese momento fue la única ocasión en que la pesadez de la decisión de separarse del grupo había sido sumamente imprudente, pero era tarde para arrepentimientos. Lo divertido que pudiera ser, o interesante, la misión inesperada con la que se encontró en aquella imprenta, se convertía en una trampa a la que ella misma se habría metido al medio, enmarañada en su propia ineptitud para discernir el peligro cuando lo tenía al frente. En su defensa, no tenía idea de cuán profunda era la entramada situación de los humanos y la iglesia, mucho menos que unos panfletos se vieran también envueltos en eso, ahora, se preguntaba si tal vez hubiera algún mensaje oculto en ellos que provocaba la dichosa prohibición.
Para ese instante del encuentro, las acciones que todos hubieran realizado desde la llegada al camposanto, comenzaban a manifestarse de un modo mucho menos favorable de lo que a la vista saltaba, la agitación de las visiones sumado a la aparición, ventajosa para sí, de la vampiresa, habían sido detonantes de la formación de grupos de feligreses y soldados que, al grito de las buenas formas, se organizaron a excursionar dentro de la casa de su “dios”. A la par, una segunda oleada de hombres armados acudían a los territorios del camposanto.
Aún así estaba fija, sin moverse an sólo para mirar un momento hacia el hombre que se derretía en miedo, arrastrándose como el patético fanático que era, momento en que retornó su mirada sobre la criatura demoníaca que, una vez sin él en la estancia del pasillo, fue modificando su forma, de a poco, en la visión de la mujer que acompañaba al humano. Sacando sus conclusiones: ella podría ser una bruja, pero no creía que humana. Se relajó un poco.
Ninguna dijo nada, pero el gesto de media sonrisa le hizo creer que por lo menos no intentaría nada contra ella ahora. Tomó su mano y siguió a la vampiresa en la profunda oscuridad, debiendo avanzar un corto tramo de pasillos entramados que llevaron a que escucharan unos murmullos. Pero la vampiresa que la llevaba con destreza y casi como si el terreno estuviera despejado, se preguntó si no vendrían a por ellas los fanáticos de la iglesia una vez que el asustadizo tipo volviera a encontrarse con su grupo.
Se preguntó si sería mejor ir afuera, para averiguar cómo estaban Ava y Tarek, pero tan pronto como los murmullos se hacían más cercanos, llegando a asomar una tenue luz, como si estuviera iluminado cálidamente por velas. Asomaron ambas, siendo la bruja la última en decidirse a entrar, pero que al ver a Ava se tranquilizó, ahora sólo deberían recibir sus Aeros de Sangre en recompensa, y retirarse. O eso era lo que pensaba sucedería.
-Ava, ¿ves? Todo ha salido bien.- Musitó en tono quedo, tratando de ser discreta al aproximarse a ella. -Estas personas... son muy raras...- Dijo en referencia al grupo por el que todo el asunto se iba complicando mucho más. -Cohen, algunos de ellos, han ido hacia el cementerio... tal vez deberíamos avisarles. Y han dicho que revisarán la iglesia... toda.- Quizás hasta ese momento fue la única ocasión en que la pesadez de la decisión de separarse del grupo había sido sumamente imprudente, pero era tarde para arrepentimientos. Lo divertido que pudiera ser, o interesante, la misión inesperada con la que se encontró en aquella imprenta, se convertía en una trampa a la que ella misma se habría metido al medio, enmarañada en su propia ineptitud para discernir el peligro cuando lo tenía al frente. En su defensa, no tenía idea de cuán profunda era la entramada situación de los humanos y la iglesia, mucho menos que unos panfletos se vieran también envueltos en eso, ahora, se preguntaba si tal vez hubiera algún mensaje oculto en ellos que provocaba la dichosa prohibición.
Para ese instante del encuentro, las acciones que todos hubieran realizado desde la llegada al camposanto, comenzaban a manifestarse de un modo mucho menos favorable de lo que a la vista saltaba, la agitación de las visiones sumado a la aparición, ventajosa para sí, de la vampiresa, habían sido detonantes de la formación de grupos de feligreses y soldados que, al grito de las buenas formas, se organizaron a excursionar dentro de la casa de su “dios”. A la par, una segunda oleada de hombres armados acudían a los territorios del camposanto.
Itzamaray
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Cuando el peligro pasó y la batalla se había decantado a favor del grupo de los Aeros de Sangre, Alward guardó sus armas en sus respectivas fundas colgadas en forma de cruz a la espalda. Peter se estaba encargando de sacar información a uno de los fanáticos de Blackanus, y al elfo que ayudó en la defensa del pasadizo se le unió el otro elfo que se mostró agresivo tanto con Alward como con Peter.
El elfo de ojos verdes anunció la llegada de refuerzos por parte de los hombres de Blackanus. Alward dejó caer su peso sobre una valla mientras se cruzaba de brazos y observaba el entorno en general. El anuncio del elfo significaba la venida de más problemas, y realmente empezaba a estar cansado en ese punto de la noche; sin comida, sin descanso... a causa de ello, un dolor crepitante se estaba haciendo notar en su cabeza.
-El objetivo era entrar para encontrar a San Jacobo. Si ya lo han hecho, debemos salir de aquí.
En ese punto, ya le daba igual seguir indagando sobre cualquier prueba de que las Sierpes operaban en la ciudad o si tenían que ver con algún asunto de todo lo que estaba ocurriendo. Necesitaba dormir, aclarar sus ideas y tomarse al menos un día de descanso.
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Katrina guio con celeridad a la joven, llevándola hasta Cohen quien parecía ya haber encontrado a quien buscaba. Se suponía que ya estaba hecho, al menos la parte difícil.
Todo parecía indicar que los esfuerzos de los fanáticos por encontrar a San Jacobo y lo que quiera que fuesen aquellas bolsas que Cohen le entregó no pararían tan fácilmente. Katrina odiaba no saber del todo la situación que vivía y el por qué de las cosas, y en aquella ocasión no entendía nada de nada. ¿San Jacobo era de los buenos? No lo conocía, no podía asegurarlo. Lo que sí sabía es que el bando de Blackanus no era mejor, y el haberse visto envuelta junto a Alward en una guerra cruzada de fe donde el bando del fanático religioso era el que peores métodos con poca ética empleaba para llevar aquella campaña era lo que tanto al humano como a la vampiresa le habían hecho posicionarse.
Corrían tiempos muy difíciles y turbios, donde la difusa línea entre el bien y el mal no estaba dibujada, y nadie podía sacar conclusiones a la ligera sin conocer a fondo todos los aspectos de un argumento. Eso lo había aprendido en su viaje con Alward, y aunque al humano a veces le cegaran los ideales con los había crecido, ella siempre estaría ahí para recordar que dudara de que todo lo que relucía resultara ser oro.
Sin más, se cruzó de brazos para ver qué siguiente paso tomaba el grupo.
Todo parecía indicar que los esfuerzos de los fanáticos por encontrar a San Jacobo y lo que quiera que fuesen aquellas bolsas que Cohen le entregó no pararían tan fácilmente. Katrina odiaba no saber del todo la situación que vivía y el por qué de las cosas, y en aquella ocasión no entendía nada de nada. ¿San Jacobo era de los buenos? No lo conocía, no podía asegurarlo. Lo que sí sabía es que el bando de Blackanus no era mejor, y el haberse visto envuelta junto a Alward en una guerra cruzada de fe donde el bando del fanático religioso era el que peores métodos con poca ética empleaba para llevar aquella campaña era lo que tanto al humano como a la vampiresa le habían hecho posicionarse.
Corrían tiempos muy difíciles y turbios, donde la difusa línea entre el bien y el mal no estaba dibujada, y nadie podía sacar conclusiones a la ligera sin conocer a fondo todos los aspectos de un argumento. Eso lo había aprendido en su viaje con Alward, y aunque al humano a veces le cegaran los ideales con los había crecido, ella siempre estaría ahí para recordar que dudara de que todo lo que relucía resultara ser oro.
Sin más, se cruzó de brazos para ver qué siguiente paso tomaba el grupo.
Alward Sevna
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Tras escuchar la afirmación de Cohen, quien no parecía preocupado por el hecho de que Alice hubiese decidido irse por su cuenta, Ava trató de dejar a un lado sus preocupaciones y centrarse en el sonido de los pasos del hombre para no quedarse atrás. - Parece muy seguro aquí abajo a pesar de que no se ve nada… quizá se deba a lo que dijo Tarek… - pensó, envidiando en cierto modo su habilidad para moverse a oscuras sin ningún problema.
Para ella, que contaba con una visión bastante desarrollada gracias a sus rasgos bestiales, avanzar a ciegas a través de los estrechos pasillos resultaba frustrante, no estaba acostumbrada a aquel tipo de lugares y eso se notaba. Manteniendo una mano en contacto constante con la pared para tener al menos un punto que la ayudase a orientarse, caminó tras su aliado, hasta que de forma repentina, éste la advirtió de la presencia de una puerta, que aparentemente estaba cerrada.
Dando por hecho que al otro lado se encontraría San Jacobo, Cohen empezó a hablar, al principio sin obtener respuesta de nadie, pero en cuanto mencionó que podía forzar la cerradura y que además traía consigo los Aeros de sangre, los cerrojos se desbloquearon. La tenue luz de las velas iluminaba la estancia en que se escondía el párroco, quien los recibió visiblemente nervioso y confuso por su llegada.
Su paseo a través del cementerio y posterior visita al mausoleo terminó de aclararlo todo, incluido el motivo por el cual el anciano seguía allí dentro, no había sido capaz de rodar la lápida para escapar.
En silencio, ya que no tenía nada que aportar a la conversación, Ava se limitó a dejar la bolsa que llevaba consigo junto a las que Cohen había depositado en el suelo y escuchó con atención lo que decían, al menos hasta que el sonido de unos pasos acercándose la puso en alerta. Rápidamente se giró hacia la puerta, esperando lo peor, que los hombres del tal Blackanus hubiesen resultado vencedores en la pelea y los hubiesen seguido hasta allí, pero gracias a los espíritus, no fue el caso.
Nada más ver que se trataba de Alice e Itzamaray, pudo relajarse, aunque no del todo, ¿dónde estaba Tarek? El elfo se había ido con la hechicera pero no parecía que siguiese con ella, entonces… ¿le habría pasado algo durante su arriesgada incursión a la iglesia? El tono de voz de la ilusionista y su actitud no parecían las de alguien que hubiese perdido a un compañero, así que otra alternativa empezó a cobrar fuerza, la de que se hubiesen separado en algún momento.
- Si… si van a revisar la iglesia ¿no deberíamos salir de aquí cuanto antes? - intervino, en respuesta a los preocupantes comentarios de la ojiverde. Toda la zona estaba plagada de enemigos de San Jacobo, tanto el interior del sagrado edificio como el camposanto, y ya que habían logrado su objetivo, lo más sensato era reunirse con los demás para aunar fuerzas de cara al casi inevitable, enfrentamiento.
O al menos eso creía la alada, aunque buscó con la mirada a Cohen, ya que era quien los había guiado hasta allí.
Ivaran alabó interiormente las habilidades de sus aliados al verlos desenvolverse en combate, sin duda habían hecho bien en quedarse allí para defender la entrada al pasadizo, pero no podía dejar de preguntarse qué estaría pasando dentro, o más bien, dónde se estaría metiendo la imprudente hija de Celene.
Sacudiendo ligeramente la cabeza para centrarse, siguió disparando a cuantos quedaban dentro de su rango de alcance, y con ello terminó interviniendo en favor del otro elfo del grupo, quien tras dedicarle un sutil gesto de cabeza a modo de agradecimiento, desapareció durante unos minutos.
En su ausencia, él y los humanos consiguieron imponerse a sus atacantes, dejando en manos del líder de la guardia la tarea de interrogar a uno de los pocos que quedaron vivos tras la pelea, para dar con el paradero de Blackanus. Aprovechando aquella pausa, el peliblanco relajó su postura y echó la vista hacia atrás, hacia la entrada del mausoleo, esperando que la otra mitad del grupo diese con el párroco lo antes posible para poder largarse de allí sin meterse en más líos.
Pero la suerte no estaba de su lado aquella noche, quedó bastante claro en cuanto su congénere reapareció con malas noticias, advirtiéndoles de que no tardarían en llegar más refuerzos. - Ivaran, no fue nada. - respondió a su saludo, tirando levemente de la capucha para que pudiese verle el rostro mientras le estrechaba la mano. - ¿Tienes idea de cuántos pueden ser? ¿Cuánto tiempo crees que tenemos antes de que lleguen? - preguntó, depositando su confianza en aquel individuo por mera afinidad racial, a pesar de haber visto anteriormente su marcado desprecio hacia los humanos, cosa que no compartía.
Lo que lo tomó por sorpresa fue lo que el enmascarado dijo a continuación, sugiriendo que se marchasen. - Si nos vamos ahora esos tipos rodearan el mausoleo y los atraparán en cuanto salgan… - soltó, sin entender del todo su actitud. ¿Acaso no estaba su acompañante dentro también? ¿No le importaba abandonarla a su suerte? Y entonces se dio cuenta de que el que menos razones tenía para permanecer allí era él, no conocía a aquella gente ni sabía en qué clase de asuntos turbios se andaban metiendo, solo estaba allí por la insana curiosidad que la cuerva despertaba en él.
- ¿Debería hacerle caso e irme? - se preguntó mentalmente, bajando la vista mientras analizaba la situación y las posibles consecuencias de su decisión. - En el peor de los casos podrá escapar volando, ella al menos cuenta con eso… - caviló, sin poder evitar que la sombra de la envidia se cerniese sobre sus pensamientos. - No, no creo que lo haga… no dejará a la bruja atrás, es tan imprudente como para quedarse peleando por ella… - continuó, sumido en su mundo.
De repente no supo qué hacer, se sintió bloqueado, así que alzó la mirada buscando a los demás para ver qué opinaban o pretendían hacer a continuación, ¿qué dirían el guardia y su congénere elfo al respecto? En base a eso, decidiría.
Para ella, que contaba con una visión bastante desarrollada gracias a sus rasgos bestiales, avanzar a ciegas a través de los estrechos pasillos resultaba frustrante, no estaba acostumbrada a aquel tipo de lugares y eso se notaba. Manteniendo una mano en contacto constante con la pared para tener al menos un punto que la ayudase a orientarse, caminó tras su aliado, hasta que de forma repentina, éste la advirtió de la presencia de una puerta, que aparentemente estaba cerrada.
Dando por hecho que al otro lado se encontraría San Jacobo, Cohen empezó a hablar, al principio sin obtener respuesta de nadie, pero en cuanto mencionó que podía forzar la cerradura y que además traía consigo los Aeros de sangre, los cerrojos se desbloquearon. La tenue luz de las velas iluminaba la estancia en que se escondía el párroco, quien los recibió visiblemente nervioso y confuso por su llegada.
Su paseo a través del cementerio y posterior visita al mausoleo terminó de aclararlo todo, incluido el motivo por el cual el anciano seguía allí dentro, no había sido capaz de rodar la lápida para escapar.
En silencio, ya que no tenía nada que aportar a la conversación, Ava se limitó a dejar la bolsa que llevaba consigo junto a las que Cohen había depositado en el suelo y escuchó con atención lo que decían, al menos hasta que el sonido de unos pasos acercándose la puso en alerta. Rápidamente se giró hacia la puerta, esperando lo peor, que los hombres del tal Blackanus hubiesen resultado vencedores en la pelea y los hubiesen seguido hasta allí, pero gracias a los espíritus, no fue el caso.
Nada más ver que se trataba de Alice e Itzamaray, pudo relajarse, aunque no del todo, ¿dónde estaba Tarek? El elfo se había ido con la hechicera pero no parecía que siguiese con ella, entonces… ¿le habría pasado algo durante su arriesgada incursión a la iglesia? El tono de voz de la ilusionista y su actitud no parecían las de alguien que hubiese perdido a un compañero, así que otra alternativa empezó a cobrar fuerza, la de que se hubiesen separado en algún momento.
- Si… si van a revisar la iglesia ¿no deberíamos salir de aquí cuanto antes? - intervino, en respuesta a los preocupantes comentarios de la ojiverde. Toda la zona estaba plagada de enemigos de San Jacobo, tanto el interior del sagrado edificio como el camposanto, y ya que habían logrado su objetivo, lo más sensato era reunirse con los demás para aunar fuerzas de cara al casi inevitable, enfrentamiento.
O al menos eso creía la alada, aunque buscó con la mirada a Cohen, ya que era quien los había guiado hasta allí.
Ivaran alabó interiormente las habilidades de sus aliados al verlos desenvolverse en combate, sin duda habían hecho bien en quedarse allí para defender la entrada al pasadizo, pero no podía dejar de preguntarse qué estaría pasando dentro, o más bien, dónde se estaría metiendo la imprudente hija de Celene.
Sacudiendo ligeramente la cabeza para centrarse, siguió disparando a cuantos quedaban dentro de su rango de alcance, y con ello terminó interviniendo en favor del otro elfo del grupo, quien tras dedicarle un sutil gesto de cabeza a modo de agradecimiento, desapareció durante unos minutos.
En su ausencia, él y los humanos consiguieron imponerse a sus atacantes, dejando en manos del líder de la guardia la tarea de interrogar a uno de los pocos que quedaron vivos tras la pelea, para dar con el paradero de Blackanus. Aprovechando aquella pausa, el peliblanco relajó su postura y echó la vista hacia atrás, hacia la entrada del mausoleo, esperando que la otra mitad del grupo diese con el párroco lo antes posible para poder largarse de allí sin meterse en más líos.
Pero la suerte no estaba de su lado aquella noche, quedó bastante claro en cuanto su congénere reapareció con malas noticias, advirtiéndoles de que no tardarían en llegar más refuerzos. - Ivaran, no fue nada. - respondió a su saludo, tirando levemente de la capucha para que pudiese verle el rostro mientras le estrechaba la mano. - ¿Tienes idea de cuántos pueden ser? ¿Cuánto tiempo crees que tenemos antes de que lleguen? - preguntó, depositando su confianza en aquel individuo por mera afinidad racial, a pesar de haber visto anteriormente su marcado desprecio hacia los humanos, cosa que no compartía.
Lo que lo tomó por sorpresa fue lo que el enmascarado dijo a continuación, sugiriendo que se marchasen. - Si nos vamos ahora esos tipos rodearan el mausoleo y los atraparán en cuanto salgan… - soltó, sin entender del todo su actitud. ¿Acaso no estaba su acompañante dentro también? ¿No le importaba abandonarla a su suerte? Y entonces se dio cuenta de que el que menos razones tenía para permanecer allí era él, no conocía a aquella gente ni sabía en qué clase de asuntos turbios se andaban metiendo, solo estaba allí por la insana curiosidad que la cuerva despertaba en él.
- ¿Debería hacerle caso e irme? - se preguntó mentalmente, bajando la vista mientras analizaba la situación y las posibles consecuencias de su decisión. - En el peor de los casos podrá escapar volando, ella al menos cuenta con eso… - caviló, sin poder evitar que la sombra de la envidia se cerniese sobre sus pensamientos. - No, no creo que lo haga… no dejará a la bruja atrás, es tan imprudente como para quedarse peleando por ella… - continuó, sumido en su mundo.
De repente no supo qué hacer, se sintió bloqueado, así que alzó la mirada buscando a los demás para ver qué opinaban o pretendían hacer a continuación, ¿qué dirían el guardia y su congénere elfo al respecto? En base a eso, decidiría.
Ava Kenrith
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
San Jacobo agachó la mirada cuándo Cohen le dijo que tenían muchos asuntos que tratar. Fue entonces cuándo la acompañante del enmascarado trajo de vuelta por el túnel a la joven Itzamaray.
Itza le informó de que Blackanus había pedido refuerzos. ¿Tanta era la influencia de aquel hombre en la ciudad? ¿Contaba quizás con la ayuda de alguna poderosa familia humana?
Cuándo la joven cuervo propuso marcharse de allí, Cohen asintió sabiendo que era lo más sensato.
―Vayámonos. Dejaremos los Aeros de sangre en esta habitación y saldremos por el mausoleo. Con suerte, nadie se habrá percatado de que este túnel existe.
Señaló hacia la salida, dejando que el resto de miembros de aquella expedición lideraban la marcha. Cohen se quedó en última posición, junto a San Jacobo.
―Supongo que uno de ellos los recogerá. Este lugar ha dejado de ser seguro…
El párroco no pronunció palabra alguna, se limitó a asentir. Tras esto, salieron al túnel y tras cerrar la puerta de la sala secreta, que ya no lo era tanto, caminaron en la oscuridad hacia el exterior.
Mientras intentaba interrogar al hombre retenido, Peter sintió cómo alguien se incorporaba al grupo. Era el elfo engreído que había matado a uno de sus hombres y que parecía odiar a los humanos. Lannet se preguntaba si quizás era de uno de aquellos asentamientos élficos cercanos a Vulwufar, con los que esta ciudad humana había tenido numerosos conflictos.
Al escuchar cómo alertaba de la próxima llegada de refuerzos, Peter alzó la vista hacia sus compañeros de lucha. Los elfos parecían confraternizar enseguida, por lo que dirigió la mirada hacia el enmascarado, que respondió que debían marcharse. Supuso que se refería a avisar a quiénes se encontraban en el túnel y salir veloces de allí. Dudaba mucho de que quisiera dejar a su suerte al resto.
―Dales un grito y apresú…
En ese momento, Peter sintió cómo un objeto impactaba contra el religioso que mantenía retenido, haciendo que éste cayera al suelo de forma inmediata.
―¡Pero qué…!
Miró a su alrededor, pero nadie más se veía allí. No distinguía a ninguna persona en la oscuridad de la noche. Quizás un elfo lograra ver algo más, pero viendo la actitud de uno de ellos, prefería no pedirle ningún tipo de ayuda.
En el suelo, frente a él, el dardo envenenado de una cerbatana había atravesado su piel de su cuello, provocando que el sacerdote cayese desplomado, aunque dudaba que estuviera muerto.
Las figuras sombrías de El Ojo Carmesí avanzaban entre las sombras por el cementerio. Eran tres, tres guerreros instruidos en pasar desapercibidos en la oscuridad de la noche. Todos portaban cerbatanas con dardos envenenados.
―¿Quiénes son? ―dijo uno de ellos, mirando sobretodo a la mujer, que se había acercado hasta el mausoleo y había intervenido adormeciendo a uno de los hombres de Blackanus.
―Sólo distinguí al maldito Lannet…
―¿En qué bando juega? Me tiene desconcertado.
―Creo que ni el mismo lo tiene claro… ¿Alguna orden?
El tercero en discordia analizaba la situación, se encontraba al mando por lo que decidió pensar unos segundos antes de responder. Había planeado sacar a San Jacobo mediante la intervención de Cohen, conduciéndole hasta los Aeros de Sangre. Lo que no esperaba es que una misión discreta para un vampiro solitario se hubiera convertido en un objetivo grupal.
―El chico de Zana estará en el interior. ¿Estaba alguno de los que le acompañaban en la entrada del mausoleo?
―El hombre elfo, sí.
―Estará dentro. Cohen sacará a San Jacobo. Nosotros tenemos trabajo… Ahí llegan.
Unos veinte hombres que entraban en el cementerio, en dirección al mausoleo. Armados. Blackanus se encontraba en el centro de los mismos. En una de sus manos, su anillo: aquella reliquia que le hacía inmune a la magia de voz de los vampiros.
―Dejemos que se acerquen al mausoleo. Les atacaremos por detrás, cuándo menos se lo esperen. El objetivo es claro: hay que hacerse con ese anillo. A toda costa.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Aclaración: En este turno, los últimos hombres de Blackanus llegan hasta la puerta del mausoleo. Sois totalmente libres para rolear este enfrentamiento o lo que hacen vuestros personajes ante esa situación.
Si optáis por luchar, podéis matar a Blackanus y a todos sus hombres. La trama de Blackanus y San Jacobo terminará en este tema.
Los hombres de El Ojo Carmesí acuden en nuestra ayuda, aunque son discretos y su sigilo será máximo. Podéis rolear su intervención en la lucha con los disparos de las cerbatanas. El hombre y la mujer que acompañan al líder ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) pueden morir a lo largo del turno si ese es vuestro deseo, pero ninguno de vosotros verá a Sasha en ningún momento, ya que Cohen no debe conocerle hasta que haga su prueba de iniciación para entrar en esta sociedad secreta.
Itza le informó de que Blackanus había pedido refuerzos. ¿Tanta era la influencia de aquel hombre en la ciudad? ¿Contaba quizás con la ayuda de alguna poderosa familia humana?
Cuándo la joven cuervo propuso marcharse de allí, Cohen asintió sabiendo que era lo más sensato.
―Vayámonos. Dejaremos los Aeros de sangre en esta habitación y saldremos por el mausoleo. Con suerte, nadie se habrá percatado de que este túnel existe.
Señaló hacia la salida, dejando que el resto de miembros de aquella expedición lideraban la marcha. Cohen se quedó en última posición, junto a San Jacobo.
―Supongo que uno de ellos los recogerá. Este lugar ha dejado de ser seguro…
El párroco no pronunció palabra alguna, se limitó a asentir. Tras esto, salieron al túnel y tras cerrar la puerta de la sala secreta, que ya no lo era tanto, caminaron en la oscuridad hacia el exterior.
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Mientras intentaba interrogar al hombre retenido, Peter sintió cómo alguien se incorporaba al grupo. Era el elfo engreído que había matado a uno de sus hombres y que parecía odiar a los humanos. Lannet se preguntaba si quizás era de uno de aquellos asentamientos élficos cercanos a Vulwufar, con los que esta ciudad humana había tenido numerosos conflictos.
Al escuchar cómo alertaba de la próxima llegada de refuerzos, Peter alzó la vista hacia sus compañeros de lucha. Los elfos parecían confraternizar enseguida, por lo que dirigió la mirada hacia el enmascarado, que respondió que debían marcharse. Supuso que se refería a avisar a quiénes se encontraban en el túnel y salir veloces de allí. Dudaba mucho de que quisiera dejar a su suerte al resto.
―Dales un grito y apresú…
En ese momento, Peter sintió cómo un objeto impactaba contra el religioso que mantenía retenido, haciendo que éste cayera al suelo de forma inmediata.
―¡Pero qué…!
Miró a su alrededor, pero nadie más se veía allí. No distinguía a ninguna persona en la oscuridad de la noche. Quizás un elfo lograra ver algo más, pero viendo la actitud de uno de ellos, prefería no pedirle ningún tipo de ayuda.
En el suelo, frente a él, el dardo envenenado de una cerbatana había atravesado su piel de su cuello, provocando que el sacerdote cayese desplomado, aunque dudaba que estuviera muerto.
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Las figuras sombrías de El Ojo Carmesí avanzaban entre las sombras por el cementerio. Eran tres, tres guerreros instruidos en pasar desapercibidos en la oscuridad de la noche. Todos portaban cerbatanas con dardos envenenados.
―¿Quiénes son? ―dijo uno de ellos, mirando sobretodo a la mujer, que se había acercado hasta el mausoleo y había intervenido adormeciendo a uno de los hombres de Blackanus.
―Sólo distinguí al maldito Lannet…
―¿En qué bando juega? Me tiene desconcertado.
―Creo que ni el mismo lo tiene claro… ¿Alguna orden?
El tercero en discordia analizaba la situación, se encontraba al mando por lo que decidió pensar unos segundos antes de responder. Había planeado sacar a San Jacobo mediante la intervención de Cohen, conduciéndole hasta los Aeros de Sangre. Lo que no esperaba es que una misión discreta para un vampiro solitario se hubiera convertido en un objetivo grupal.
―El chico de Zana estará en el interior. ¿Estaba alguno de los que le acompañaban en la entrada del mausoleo?
―El hombre elfo, sí.
―Estará dentro. Cohen sacará a San Jacobo. Nosotros tenemos trabajo… Ahí llegan.
Unos veinte hombres que entraban en el cementerio, en dirección al mausoleo. Armados. Blackanus se encontraba en el centro de los mismos. En una de sus manos, su anillo: aquella reliquia que le hacía inmune a la magia de voz de los vampiros.
―Dejemos que se acerquen al mausoleo. Les atacaremos por detrás, cuándo menos se lo esperen. El objetivo es claro: hay que hacerse con ese anillo. A toda costa.
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Aclaración: En este turno, los últimos hombres de Blackanus llegan hasta la puerta del mausoleo. Sois totalmente libres para rolear este enfrentamiento o lo que hacen vuestros personajes ante esa situación.
Si optáis por luchar, podéis matar a Blackanus y a todos sus hombres. La trama de Blackanus y San Jacobo terminará en este tema.
Los hombres de El Ojo Carmesí acuden en nuestra ayuda, aunque son discretos y su sigilo será máximo. Podéis rolear su intervención en la lucha con los disparos de las cerbatanas. El hombre y la mujer que acompañan al líder ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) pueden morir a lo largo del turno si ese es vuestro deseo, pero ninguno de vosotros verá a Sasha en ningún momento, ya que Cohen no debe conocerle hasta que haga su prueba de iniciación para entrar en esta sociedad secreta.
Cohen
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
La tensión a las puertas del mausoleo era patente y Tarek tenía claro que no se debía tanto a la inminente llegada de los refuerzos prometidos por los fanáticos, sino a la incómoda alianza al que todos se había visto abocados. El hombre de la máscara, aquel que había hecho frente al elfo tras la muerte del guarda, fue el primero en proponer que abandonasen el lugar.
- No lo sé –respondió el peliblanco ante la pregunta del otro elfo- Solo dijeron que mandarían refuerzos. No creo que deban ir muy lejos a buscarlos, parecían estar concentrados ante la iglesia. Dudo que tengamos algo más que unos minutos.
Observó entonces al enmascarado, mientras el resto discutía si debían o no abandonar a su suerte a los que se encontraban en el mausoleo. ¿Abandonaría a su compañera? El elfo todavía sospechaba que ella había tenido algo que ver con aquella percepción que lo había asolado a la entrada del cementerio. Si era así, la mujer había protegido a su aliado, ¿acaso no haría él lo mismo por ella? Luego estaba el otro elfo, llegado de la nada, pero algo le indicaba que su reticencia a marcharse tenía que ver con algo o alguien en el interior del edificio funerario. Finalmente, solo quedaba el guardia. Lo observó con cierto desdén, mientras intentaba hacer que uno de los acólitos hablase. Parecía aún menos inteligente de lo que había supuesto. La gente como aquel individuo, al que zarandeaba en busca de información, nunca hablaba. Los fanáticos, los fieles o aquellos que saben que lo que protegen está por encima de ellos, son poco dados a hablar… más aún si no se utilizan los métodos necesarios para hacerlos confesar. Métodos que al parecer aquel insulso humano parecía incapaz de utilizar.
En aquel momento discutía con el hombre de la máscara, pero sus palabras se vieron interrumpidas cuando, con un silbido casi imperceptible, un dardo impactó contra el religioso, dejándolo inconsciente. El elfo tardó unos segundos en asimilar lo que había pasado. Notó que todos los músculos de su cuerpo se tensaban, al tiempo que llevaba de nuevo las manos hacia su arma. Pero ningún otro proyectil atravesó la noche y fuese quién fuese el que lo había enviado, se había escondido más allá del rango de visión del peliblanco.
Entonces otro ruido inundó el hasta entonces silencioso camposanto. Pasos de al menos una docena o más de personas. El grupo se aproximó, como un ejército en formación. Aquellos hombres no eran como los fanáticos que habían enfrentado hacía apenas unos minutos: pusilánimes equipados con armas circunstanciales. Aquella nueva amenaza iba pertrechada, casi como ejército de su dios, con protecciones de cuero duro y armas relucientes. No acabarían con ellos con la misma celeridad y facilidad con que habían derrotado a sus congéneres.
Se detuvieron a unos metros del mausoleo, silenciosos e impertérritos. Entonces el grupo se separó para dejar paso a alguien que, a todas luces, era el líder de la comitiva. El hombre paseó la mirada por los presentes, con un gesto de desdén que ni el propio Tarek sería capaz de simular. Su expresión se volvió especialmente ácida cuando observó al jefe de la guarda de la ciudad. Miró entonces los cuerpos de sus seguidores, esparcidos a sus pies ante la entrada del monumento. Con cierta satisfacción, el elfo comprobó que aquello parecía molestarle.
Colocó entonces las manos a su espalda, corrigiendo su expresión, y sin dirigirse a ninguno de ellos en particular les habló.
- Hemos venido a por el vampiro y no nos iremos sin su cabeza –su mirada pareció detenerse primero en la figura de Lannet y después en el enmascarado- Si os apartáis ahora, me aseguraré de que tengáis un trato justo. Estos son terrenos de paz para los seguidores de Cristo y no un campo de batalla, pero no me detendré ante nada para defender la pureza de la religión ante aberraciones como la de San Jacobo -no tuvo que pronunciarla, pero la amenaza en sus palabras quedó patente.
Nadie pareció moverse por unos instantes. El peliblanco supuso que sus indeseados aliados estarían sopesando sus opciones. Eran un grupo armado de veinte individuos acorazados. Ellos era cuatro. O bien morían luchando o dejaban su destino a merced de aquellos fanáticos que, probablemente, acabarían matándolos igualmente.
Finalmente ninguno de ellos tuvo mucho que decir en el asunto pues, con un silbido silencioso, un nuevo dardo atravesó la noche y se clavó, sin que nadie pudiese evitarlo, en el cuello de Blackanus. El líder religioso se arrancó el emplumado proyectil y, tras observarlo una milésima de segundo, cayó redondo. Sus tropas pronto lo rodearon, buscando el origen de aquella afrenta.
Una sombra encapuchada saltó desde el tejado de un mausoleo cercano, para desaparecer entre las sombras. Al parecer, ellos también contaban con refuerzos. Media docena de religiosos rodearon a su líder, mientras los catorce restantes desenvainaron sus espadas para hacerles frente.
- Intentaré separarlos. Será más fácil si rompemos la formación –dijo Tarek con voz calmada, mientras desenroscaba la cadena de la kusari-gama de su torso- No os recomiendo meteros en el medio hasta que no se hayan separado, pero es cosa vuestra.
Con agilidad, rodeó al grupo, que ya se dirigía hacia ellos, mientras hacía girar el peso del arma. En cuanto consiguió que ganase velocidad, lo lanzó contra el primer individuo que se cruzó ante él [1]. El peso lo golpeó directamente en el tabique nasal, haciéndolo crujir. La advertencia ya había sido pronunciada. Recogiendo la cadena la hizo girar de nuevo, elevándola esta vez por encima de su cabeza, dándole cada vez más soltura y comenzó a avanzar hacia el grupo. Como había esperado, la amenaza que suponía un arma basculante girando a alta velocidad sirvió de incentivo para que la formación se separase, abriéndose en abanico.
Con un último giro de muñeca, lanzó el peso contra el individuo que ocupaba el centro de la elipse. Lo alcanzó en el pecho, provocando que cayese de espaldas. Aún a pesar de su habilidad, acertar a un objetivo más pequeño habría sido casi imposible. Aun así, la conmoción le dejó espacio para internarse entre los soldados, aprovechando el hueco dejado por el caído para atravesar la nueva y caótica formación.
En su carrera, uno de los religiosos intentó alcanzarlo con su espada, pero pudo esquivar el ataque deslizándose por el terreo suelo del cementerio [2]. Un nuevo silbido cruzó el aire y el fanático caído se convulsionó ligeramente al ser alcanzado por otro dardo.
Sin darle tiempo a recuperarse, el peliblanco se abalanzó contra el hombre que lo había atacado y, haciendo uso de la cadena del arma, lo tiró al suelo, antes de utilizar la hoja para degollarlo. Un segundo individuo fue entonces a por él.
La batalla había comenzado.
__
[1] Combate con armas flexibles
[2] Paso de sombras
- No lo sé –respondió el peliblanco ante la pregunta del otro elfo- Solo dijeron que mandarían refuerzos. No creo que deban ir muy lejos a buscarlos, parecían estar concentrados ante la iglesia. Dudo que tengamos algo más que unos minutos.
Observó entonces al enmascarado, mientras el resto discutía si debían o no abandonar a su suerte a los que se encontraban en el mausoleo. ¿Abandonaría a su compañera? El elfo todavía sospechaba que ella había tenido algo que ver con aquella percepción que lo había asolado a la entrada del cementerio. Si era así, la mujer había protegido a su aliado, ¿acaso no haría él lo mismo por ella? Luego estaba el otro elfo, llegado de la nada, pero algo le indicaba que su reticencia a marcharse tenía que ver con algo o alguien en el interior del edificio funerario. Finalmente, solo quedaba el guardia. Lo observó con cierto desdén, mientras intentaba hacer que uno de los acólitos hablase. Parecía aún menos inteligente de lo que había supuesto. La gente como aquel individuo, al que zarandeaba en busca de información, nunca hablaba. Los fanáticos, los fieles o aquellos que saben que lo que protegen está por encima de ellos, son poco dados a hablar… más aún si no se utilizan los métodos necesarios para hacerlos confesar. Métodos que al parecer aquel insulso humano parecía incapaz de utilizar.
En aquel momento discutía con el hombre de la máscara, pero sus palabras se vieron interrumpidas cuando, con un silbido casi imperceptible, un dardo impactó contra el religioso, dejándolo inconsciente. El elfo tardó unos segundos en asimilar lo que había pasado. Notó que todos los músculos de su cuerpo se tensaban, al tiempo que llevaba de nuevo las manos hacia su arma. Pero ningún otro proyectil atravesó la noche y fuese quién fuese el que lo había enviado, se había escondido más allá del rango de visión del peliblanco.
Entonces otro ruido inundó el hasta entonces silencioso camposanto. Pasos de al menos una docena o más de personas. El grupo se aproximó, como un ejército en formación. Aquellos hombres no eran como los fanáticos que habían enfrentado hacía apenas unos minutos: pusilánimes equipados con armas circunstanciales. Aquella nueva amenaza iba pertrechada, casi como ejército de su dios, con protecciones de cuero duro y armas relucientes. No acabarían con ellos con la misma celeridad y facilidad con que habían derrotado a sus congéneres.
Se detuvieron a unos metros del mausoleo, silenciosos e impertérritos. Entonces el grupo se separó para dejar paso a alguien que, a todas luces, era el líder de la comitiva. El hombre paseó la mirada por los presentes, con un gesto de desdén que ni el propio Tarek sería capaz de simular. Su expresión se volvió especialmente ácida cuando observó al jefe de la guarda de la ciudad. Miró entonces los cuerpos de sus seguidores, esparcidos a sus pies ante la entrada del monumento. Con cierta satisfacción, el elfo comprobó que aquello parecía molestarle.
Colocó entonces las manos a su espalda, corrigiendo su expresión, y sin dirigirse a ninguno de ellos en particular les habló.
- Hemos venido a por el vampiro y no nos iremos sin su cabeza –su mirada pareció detenerse primero en la figura de Lannet y después en el enmascarado- Si os apartáis ahora, me aseguraré de que tengáis un trato justo. Estos son terrenos de paz para los seguidores de Cristo y no un campo de batalla, pero no me detendré ante nada para defender la pureza de la religión ante aberraciones como la de San Jacobo -no tuvo que pronunciarla, pero la amenaza en sus palabras quedó patente.
Nadie pareció moverse por unos instantes. El peliblanco supuso que sus indeseados aliados estarían sopesando sus opciones. Eran un grupo armado de veinte individuos acorazados. Ellos era cuatro. O bien morían luchando o dejaban su destino a merced de aquellos fanáticos que, probablemente, acabarían matándolos igualmente.
Finalmente ninguno de ellos tuvo mucho que decir en el asunto pues, con un silbido silencioso, un nuevo dardo atravesó la noche y se clavó, sin que nadie pudiese evitarlo, en el cuello de Blackanus. El líder religioso se arrancó el emplumado proyectil y, tras observarlo una milésima de segundo, cayó redondo. Sus tropas pronto lo rodearon, buscando el origen de aquella afrenta.
Una sombra encapuchada saltó desde el tejado de un mausoleo cercano, para desaparecer entre las sombras. Al parecer, ellos también contaban con refuerzos. Media docena de religiosos rodearon a su líder, mientras los catorce restantes desenvainaron sus espadas para hacerles frente.
- Intentaré separarlos. Será más fácil si rompemos la formación –dijo Tarek con voz calmada, mientras desenroscaba la cadena de la kusari-gama de su torso- No os recomiendo meteros en el medio hasta que no se hayan separado, pero es cosa vuestra.
Con agilidad, rodeó al grupo, que ya se dirigía hacia ellos, mientras hacía girar el peso del arma. En cuanto consiguió que ganase velocidad, lo lanzó contra el primer individuo que se cruzó ante él [1]. El peso lo golpeó directamente en el tabique nasal, haciéndolo crujir. La advertencia ya había sido pronunciada. Recogiendo la cadena la hizo girar de nuevo, elevándola esta vez por encima de su cabeza, dándole cada vez más soltura y comenzó a avanzar hacia el grupo. Como había esperado, la amenaza que suponía un arma basculante girando a alta velocidad sirvió de incentivo para que la formación se separase, abriéndose en abanico.
Con un último giro de muñeca, lanzó el peso contra el individuo que ocupaba el centro de la elipse. Lo alcanzó en el pecho, provocando que cayese de espaldas. Aún a pesar de su habilidad, acertar a un objetivo más pequeño habría sido casi imposible. Aun así, la conmoción le dejó espacio para internarse entre los soldados, aprovechando el hueco dejado por el caído para atravesar la nueva y caótica formación.
En su carrera, uno de los religiosos intentó alcanzarlo con su espada, pero pudo esquivar el ataque deslizándose por el terreo suelo del cementerio [2]. Un nuevo silbido cruzó el aire y el fanático caído se convulsionó ligeramente al ser alcanzado por otro dardo.
Sin darle tiempo a recuperarse, el peliblanco se abalanzó contra el hombre que lo había atacado y, haciendo uso de la cadena del arma, lo tiró al suelo, antes de utilizar la hoja para degollarlo. Un segundo individuo fue entonces a por él.
La batalla había comenzado.
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[1] Combate con armas flexibles
[2] Paso de sombras
Tarek Inglorien
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Ava estaba preocupada, o eso le pareció a la bruja, quien por su parte oscilaba entre la consternación de que sean atrapados todos ahí considerando la ventaja de los “enemigos” y la emoción de todo el conjunto de sucesos. Así que cuando miraba a San Jacobo, le llovieron dudas sobre cuán importante o que se escondía tras su ser para que cause aquello. ¿Quién era realmente, sólo un religioso? ¿Por qué le daba la sensación de que era mucho más que un anciano devoto? Su mirada era distinta, y juraría que ese semblante era muy común en los seres malditos que conocía... o quizás sería un hombre en realidad maligno que buscará llegar a algún cargo de poder. Había demasiadas posibilidades a su ver.
Cuando recibió unas piezas de los Aeros, se le notó bastante entusiasmada, una actitud algo fuera de lugar pero acorde a su mente aún inmadura. Aunque aquello no disipó sus interrogantes de todo lo misterioso del asunto, sin embargo poco tiempo tuvo para poder siquiera considerar ir a él y hacer preguntas, al menos por ahora, debiendo salir de ahí todos, por un oscuro pasillo al que se vió forzada a invocar un poco de luz para al menos ver un área próxima a sus pasos tomando delantera de Ava y detrás de los vampiros, por supuesto ellos no requerían de ningún apoyo para avanzar en la absoluta oscuridad.
Si bien nadie se sorprendería de lo que habría al volver al cementerio, a la bruja no le hizo mucha ilusión al instante en que estuvieron en el camposanto, había movimientos que, en su mayoría venían acompañados de quejas, insultos y sonidos casi guturales, recalcando que sombras se movían entre ellos y se dispersaron. Tomó del brazo a la cuerva, tirando suave de ella para que no se metiera en el peligro, y perdió de vista a la vampiresa que la había ayudado a salir del apuro en la iglesia, pero recordó al elfo, quizás el necesitara ayuda, después de todo de alguna manera la había ayudado desde la imprenta. Cohen tampoco estaba a la vista, así que le dio los ejemplares a la cuerva.
-Ava, te veremos en la entrada del cementerio, yo puedo escabullirme con facilidad...- Dijo evadiendo por completo que en realidad no siempre salía airosa de ello, pero aún así se alejó de ella corriendo entre las lápidas y mausoleos, se debió detener en una de ellas cuando uno de los fanáticos que antes custodiaban el lugar, buscaba a alguien en las sombras, contigo la respiración mientras recargaba su espalda en la lápida, sus pies descalzos se sentían fríos con la piedra de la base. Un gemido extraño y luego se escuchó el golpe seco de un peso considerable chocar contra la tierra, esperó unos momentos, y cuando la respiración dificultosa se detuvo y pareció no haber peligro próximo, asomó la mirada junto a la piedra tallada para encontrar el cuerpo ya inerte.
Tomó su camino una vez más, murmurando el nombre del elfo por momentos, había movimientos en algunas esquinas de mausoleos, pasos y otros sonidos que la obligaban a detenerse. -Tarek... ¿estás bien? Tarek...- Decía esperando que escuchara su murmullo, si no lo encontraba se sentiría un tanto culpable de no hacer nada por él.
Al salir detrás de uno de los recintos o mausoleos, al parecer uno bastante viejo y abandonado, lo primero que vió fue a una persona, que no podría definir su sexo pues su vestimenta oscura y su posición en las sombras no daba demasiada visibilidad, pero aquella mirada casi hipnotizante la congeló en el sitio, no podía mover un sólo músculo, pero ella quería hacerlo, las señales no eran correspondidas por sus extremidades, era como si algo la fijara firmemente, una fuerza que no era evidentemente magia, o al menos no del tipo que ella conociera.
Exhaló como si quisiera relajarse, miraba fijamente los ojos azul zafiro, brillantes como faros, de repente el temor se disipó, y la figura ya no estaba más, pasados un par de segundos que parecieron minutos, salió de su ensimismamiento para, sintiéndose algo torpe, creer casi que había tenido alguna alucinación.
Cuando recibió unas piezas de los Aeros, se le notó bastante entusiasmada, una actitud algo fuera de lugar pero acorde a su mente aún inmadura. Aunque aquello no disipó sus interrogantes de todo lo misterioso del asunto, sin embargo poco tiempo tuvo para poder siquiera considerar ir a él y hacer preguntas, al menos por ahora, debiendo salir de ahí todos, por un oscuro pasillo al que se vió forzada a invocar un poco de luz para al menos ver un área próxima a sus pasos tomando delantera de Ava y detrás de los vampiros, por supuesto ellos no requerían de ningún apoyo para avanzar en la absoluta oscuridad.
Si bien nadie se sorprendería de lo que habría al volver al cementerio, a la bruja no le hizo mucha ilusión al instante en que estuvieron en el camposanto, había movimientos que, en su mayoría venían acompañados de quejas, insultos y sonidos casi guturales, recalcando que sombras se movían entre ellos y se dispersaron. Tomó del brazo a la cuerva, tirando suave de ella para que no se metiera en el peligro, y perdió de vista a la vampiresa que la había ayudado a salir del apuro en la iglesia, pero recordó al elfo, quizás el necesitara ayuda, después de todo de alguna manera la había ayudado desde la imprenta. Cohen tampoco estaba a la vista, así que le dio los ejemplares a la cuerva.
-Ava, te veremos en la entrada del cementerio, yo puedo escabullirme con facilidad...- Dijo evadiendo por completo que en realidad no siempre salía airosa de ello, pero aún así se alejó de ella corriendo entre las lápidas y mausoleos, se debió detener en una de ellas cuando uno de los fanáticos que antes custodiaban el lugar, buscaba a alguien en las sombras, contigo la respiración mientras recargaba su espalda en la lápida, sus pies descalzos se sentían fríos con la piedra de la base. Un gemido extraño y luego se escuchó el golpe seco de un peso considerable chocar contra la tierra, esperó unos momentos, y cuando la respiración dificultosa se detuvo y pareció no haber peligro próximo, asomó la mirada junto a la piedra tallada para encontrar el cuerpo ya inerte.
Tomó su camino una vez más, murmurando el nombre del elfo por momentos, había movimientos en algunas esquinas de mausoleos, pasos y otros sonidos que la obligaban a detenerse. -Tarek... ¿estás bien? Tarek...- Decía esperando que escuchara su murmullo, si no lo encontraba se sentiría un tanto culpable de no hacer nada por él.
Al salir detrás de uno de los recintos o mausoleos, al parecer uno bastante viejo y abandonado, lo primero que vió fue a una persona, que no podría definir su sexo pues su vestimenta oscura y su posición en las sombras no daba demasiada visibilidad, pero aquella mirada casi hipnotizante la congeló en el sitio, no podía mover un sólo músculo, pero ella quería hacerlo, las señales no eran correspondidas por sus extremidades, era como si algo la fijara firmemente, una fuerza que no era evidentemente magia, o al menos no del tipo que ella conociera.
Exhaló como si quisiera relajarse, miraba fijamente los ojos azul zafiro, brillantes como faros, de repente el temor se disipó, y la figura ya no estaba más, pasados un par de segundos que parecieron minutos, salió de su ensimismamiento para, sintiéndose algo torpe, creer casi que había tenido alguna alucinación.
Itzamaray
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Alward asintió a lo que Ivaran dijo en cuanto a la idea de marcharse.
-No los dejaremos aquí. Pero o entramos a avisarles o pegamos una voz ahí dentro para que se den prisa. Los fanáticos no tendrán reparo para matarnos a todos si tienen la oportunidad.-Y el cansancio se le acumulaba, y ya era serio.
De pronto, el sujeto al que Lannet estaba interrogando se desplomó súbitamente, como si perdiera el conocimiento. Esto puso en alerta al enmascarado, que se envaró y miró hacia todas direcciones en busca de algo en la oscuridad que delatara el autor de aquel acto.
Por unos segundos, reinó el silencio y el desconcierto. Tras eso, los refuerzos esperados llegaron, irrumpiendo de forma autoritaria en la entrada a la zona dominada por el mausoleo.
Su líder; Blackanus, no tardó en aparecer también. Era la segunda vez que Alward lo veía, por lo que sabía que no era alguien a quien tomarse a la ligera.
-Yo sigo al Padre de Todos y a su panteón, cristiano. Tus promesas no significan nada para mí, y aunque así fuera...-Desenvainó sus dos espadas-Tus actos no son honorables.
El verse rodeado de una veintena de hostiles hacía que sus músculos empezaran a temblar sólo de pensar en un nuevo enfrentamiento. La fatiga que tenía acumulada era ya demasiada en una contienda así, pero su espíritu incansable no le permitía retirarse de una batalla, no cuando los dioses y aquellos que vivían en las estrellas lo estaban observando. Además de que no podía irse y dejar allí tirados a sus aliados y a Katrina.
Para la sorpresa de todos los allí presentes, Blackanus cayó desplomado al suelo como minutos antes lo había hecho su seguidor. Con la mirada, Alward intentó buscar de nuevo el origen de aquello, pero la oscuridad no dejaba verle más allá del perímetro del mausoleo.
Fue entonces cuando la formación se rompió y el elfo de ojos verdes propuso un plan de respuesta. No era malo, y tenía sentido ajustándose a las circunstancias actuales del Sevna.
Alward se quedó quieto, esperando a que fuesen los fanáticos quienes lo eligieran a él. Tres de ellos así lo hicieron, y el enmascarado lo aceptó.
Uno de ellos atacó, y Alward interpuso una de sus espadas; la zurda, para bloquear dicho ataque. Un segundo imitó a su compañero, pero antes de que pudiese ejecutar el ataque el enmascarado atravesó el pecho del fanático con la espada diestra [1]. Acto seguido, hizo fuerza con la zurda para quitarse de encima la presión que le ejercía el primer oponente y echarlo varios pasos hacia atrás. Fue entonces cuando el tercer atacante se abalanzó hacia el Sevna y le imprimió un inesperado ataque con una fuerza desmesurada, a lo que el enmascarado respondió interponiendo su espada diestra con rapidez, pero la fuerza del golpe fue tal que lo hizo desestabilizarse y dejar abierta su defensa. Estaba ahora a merced de un nuevo ataque, y el primer atacante no dudó en abalanzarse de nuevo contra él. Habría podido herir gravemente a Alward o incluso matarlo si, de nuevo como pasó en las dos ocasiones anteriores, el fanático no hubiese caído desplomado al suelo. Esta vez el Sevna vio el por qué: se trataba de una especie de dardo, quizás venenoso.
Ante esto, el tercer atacante quedó desconcertado, y Alward reaccionó más rápido arremetiendo una estocada doble contra su pecho, haciendo que ambos cayeran al suelo.
En ese momento, desde el suelo, pudo ver que Katrina salía junto al otro grupo del mausoleo.
A Alward le resultó toda una proeza volver a ponerse en pie, y no se había percatado de que otro fanático corría hacia él con claras intenciones de acabar con su vida. Pero antes de que este último pudiera darle alcance, Alward pudo ver cómo se detenía en plena carrera, con claros signos de confusión y trance. El enmascarado supuso que Katrina tendría algo que ver con aquello, y supo que no estaba equivocado en cuanto la vio apartarse del grupo general para adentrarse en la penumbra, donde las luces de las antorchas del lugar llegaban con mucha dificultad, y prestar atención a todo lo que ocurría en la batalla desde allí.
Sin más, el Sevna se abalanzó contra el fanático para rebanarle la cabeza de entre los hombros con una de sus espadas.
Tras eso, volvió a buscar con la mirada a su compañera, y entonces vio que uno de los hombres de Blackanus iba directo a por ella. No llegaría a tiempo, y tan solo pudo soltar un grito de advertencia al mismo tiempo que extendía su mano con la esperanza de alargarla lo suficiente como para acortar la distancia de varios metros que había entre ambos para detener al hostil. Por suerte, otro dardo envenenado fue disparado y la vampiresa pudo salvarse de ese ataque salvaje.
Alward entonces corrió para reunirse con su compañera. Le tocó el hombro e instantáneamente se puso en guardia por si venía algún otro hostil.
-¿Estás bien?-Le preguntó, mirándola de reojo.
La vampiresa asintió.
-Son demasiados... Pero puedo hacer algo. Yo puedo esconderme entre las sombras, pero tú tienes que marcharte.
Pero no era el mundo el que se desvaneció, sino que ella en la propia oscuridad pareció fundirse. Para cuando Alward la buscó con la mirada, la vampiresa de blancos cabellos ya no estaba. Sin embargo, podía oír su voz en su mente, como si una canción empezara a tararear su subconsciente. Y no solo él la oiría, pues todos allí lo harían, ya que Katrina proyectó su voz mágica a todo lugar, haciendo especial mella en los fanáticos de Blackanus, a quienes esta canción enloquecería haciéndoles perder el juicio e incluso pelearse entre ellos [1].
Era una oportunidad excelsa para escapar, y así se lo hizo saber a sus aliados, que con un gesto los instó a que le siguieran.
_____________________________________________________________-No los dejaremos aquí. Pero o entramos a avisarles o pegamos una voz ahí dentro para que se den prisa. Los fanáticos no tendrán reparo para matarnos a todos si tienen la oportunidad.-Y el cansancio se le acumulaba, y ya era serio.
De pronto, el sujeto al que Lannet estaba interrogando se desplomó súbitamente, como si perdiera el conocimiento. Esto puso en alerta al enmascarado, que se envaró y miró hacia todas direcciones en busca de algo en la oscuridad que delatara el autor de aquel acto.
Por unos segundos, reinó el silencio y el desconcierto. Tras eso, los refuerzos esperados llegaron, irrumpiendo de forma autoritaria en la entrada a la zona dominada por el mausoleo.
Su líder; Blackanus, no tardó en aparecer también. Era la segunda vez que Alward lo veía, por lo que sabía que no era alguien a quien tomarse a la ligera.
-Yo sigo al Padre de Todos y a su panteón, cristiano. Tus promesas no significan nada para mí, y aunque así fuera...-Desenvainó sus dos espadas-Tus actos no son honorables.
El verse rodeado de una veintena de hostiles hacía que sus músculos empezaran a temblar sólo de pensar en un nuevo enfrentamiento. La fatiga que tenía acumulada era ya demasiada en una contienda así, pero su espíritu incansable no le permitía retirarse de una batalla, no cuando los dioses y aquellos que vivían en las estrellas lo estaban observando. Además de que no podía irse y dejar allí tirados a sus aliados y a Katrina.
Para la sorpresa de todos los allí presentes, Blackanus cayó desplomado al suelo como minutos antes lo había hecho su seguidor. Con la mirada, Alward intentó buscar de nuevo el origen de aquello, pero la oscuridad no dejaba verle más allá del perímetro del mausoleo.
Fue entonces cuando la formación se rompió y el elfo de ojos verdes propuso un plan de respuesta. No era malo, y tenía sentido ajustándose a las circunstancias actuales del Sevna.
Alward se quedó quieto, esperando a que fuesen los fanáticos quienes lo eligieran a él. Tres de ellos así lo hicieron, y el enmascarado lo aceptó.
Uno de ellos atacó, y Alward interpuso una de sus espadas; la zurda, para bloquear dicho ataque. Un segundo imitó a su compañero, pero antes de que pudiese ejecutar el ataque el enmascarado atravesó el pecho del fanático con la espada diestra [1]. Acto seguido, hizo fuerza con la zurda para quitarse de encima la presión que le ejercía el primer oponente y echarlo varios pasos hacia atrás. Fue entonces cuando el tercer atacante se abalanzó hacia el Sevna y le imprimió un inesperado ataque con una fuerza desmesurada, a lo que el enmascarado respondió interponiendo su espada diestra con rapidez, pero la fuerza del golpe fue tal que lo hizo desestabilizarse y dejar abierta su defensa. Estaba ahora a merced de un nuevo ataque, y el primer atacante no dudó en abalanzarse de nuevo contra él. Habría podido herir gravemente a Alward o incluso matarlo si, de nuevo como pasó en las dos ocasiones anteriores, el fanático no hubiese caído desplomado al suelo. Esta vez el Sevna vio el por qué: se trataba de una especie de dardo, quizás venenoso.
Ante esto, el tercer atacante quedó desconcertado, y Alward reaccionó más rápido arremetiendo una estocada doble contra su pecho, haciendo que ambos cayeran al suelo.
En ese momento, desde el suelo, pudo ver que Katrina salía junto al otro grupo del mausoleo.
A Alward le resultó toda una proeza volver a ponerse en pie, y no se había percatado de que otro fanático corría hacia él con claras intenciones de acabar con su vida. Pero antes de que este último pudiera darle alcance, Alward pudo ver cómo se detenía en plena carrera, con claros signos de confusión y trance. El enmascarado supuso que Katrina tendría algo que ver con aquello, y supo que no estaba equivocado en cuanto la vio apartarse del grupo general para adentrarse en la penumbra, donde las luces de las antorchas del lugar llegaban con mucha dificultad, y prestar atención a todo lo que ocurría en la batalla desde allí.
Sin más, el Sevna se abalanzó contra el fanático para rebanarle la cabeza de entre los hombros con una de sus espadas.
Tras eso, volvió a buscar con la mirada a su compañera, y entonces vio que uno de los hombres de Blackanus iba directo a por ella. No llegaría a tiempo, y tan solo pudo soltar un grito de advertencia al mismo tiempo que extendía su mano con la esperanza de alargarla lo suficiente como para acortar la distancia de varios metros que había entre ambos para detener al hostil. Por suerte, otro dardo envenenado fue disparado y la vampiresa pudo salvarse de ese ataque salvaje.
Alward entonces corrió para reunirse con su compañera. Le tocó el hombro e instantáneamente se puso en guardia por si venía algún otro hostil.
-¿Estás bien?-Le preguntó, mirándola de reojo.
La vampiresa asintió.
-Son demasiados... Pero puedo hacer algo. Yo puedo esconderme entre las sombras, pero tú tienes que marcharte.
Ante la confusión del enmascarado, la vampiresa tomó una bocanada de aire y, tras contener dicho aire en sus pulmones durante un par de segundos, lo expulsó con suavidad mientras cerraba los ojos. Su pulso se ralentizó y su mente quedó clara, haciendo que las presencias de su alrededor se desvanecieran. | Canto de Katrina |
Pero no era el mundo el que se desvaneció, sino que ella en la propia oscuridad pareció fundirse. Para cuando Alward la buscó con la mirada, la vampiresa de blancos cabellos ya no estaba. Sin embargo, podía oír su voz en su mente, como si una canción empezara a tararear su subconsciente. Y no solo él la oiría, pues todos allí lo harían, ya que Katrina proyectó su voz mágica a todo lugar, haciendo especial mella en los fanáticos de Blackanus, a quienes esta canción enloquecería haciéndoles perder el juicio e incluso pelearse entre ellos [1].
Ven, camina conmigo,
sólo tú has bendecido alma inmortal.
Solíamos amar la noche invernal,
Vagar por la nieve sin testigos.
¿Volveremos a esos viejos placeres?
Las nubes oscuras se precipitan
ensombreciendo las montañas
igual que hace muchos años,
hasta morir sobre el salvaje horizonte
en gigantescos bloques apilados;
mientras la luz de la luna se apresura
como una sonrisa furtiva, nocturna.
Ven, camina conmigo;
no hace mucho existíamos
pero la Muerte ha robado nuestra compañía
-Como el amanecer se roba el rocío-.
Una a una llevó las gotas al vacío
hasta que sólo quedaron dos;
pero aún destellan mis sentimientos
pues en ti permanecen fijos.
No reclames mi presencia,
¿puede el amor humano ser tan verdadero?
¿puede la flor de la amistad morir primero
y revivir luego de muchos años?
No, aunque con lágrimas sean bañados,
Los túmulos cubren su tallo,
La savia vital se ha desvanecido
y el verde ya no volverá.
Más seguro que el horror final,
inevitable como las estancias subterráneas
donde habitan los muertos y sus razones,
El tiempo, implacable, separa todos los corazones.
sólo tú has bendecido alma inmortal.
Solíamos amar la noche invernal,
Vagar por la nieve sin testigos.
¿Volveremos a esos viejos placeres?
Las nubes oscuras se precipitan
ensombreciendo las montañas
igual que hace muchos años,
hasta morir sobre el salvaje horizonte
en gigantescos bloques apilados;
mientras la luz de la luna se apresura
como una sonrisa furtiva, nocturna.
Ven, camina conmigo;
no hace mucho existíamos
pero la Muerte ha robado nuestra compañía
-Como el amanecer se roba el rocío-.
Una a una llevó las gotas al vacío
hasta que sólo quedaron dos;
pero aún destellan mis sentimientos
pues en ti permanecen fijos.
No reclames mi presencia,
¿puede el amor humano ser tan verdadero?
¿puede la flor de la amistad morir primero
y revivir luego de muchos años?
No, aunque con lágrimas sean bañados,
Los túmulos cubren su tallo,
La savia vital se ha desvanecido
y el verde ya no volverá.
Más seguro que el horror final,
inevitable como las estancias subterráneas
donde habitan los muertos y sus razones,
El tiempo, implacable, separa todos los corazones.
Era una oportunidad excelsa para escapar, y así se lo hizo saber a sus aliados, que con un gesto los instó a que le siguieran.
Off:
-Habilidad usada [1] --> Contraataque [2 usos]: Alward bloquea un ataque cuerpo a cuerpo y utiliza su otra espada para contraatacar, realizando un corte preciso al mismo tiempo. El objetivo que ataque y el que sea atacado pueden ser distintos, mientras ambos estén cerca.
-Habilidad usada [1] --> Canción Delirante [1 uso - Duración de 2 turnos]: Katrina puede entonar una canción que haga que los hostiles a su alrededor se vean enloquecidos y se ataquen entre ellos.
Alward Sevna
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Nada más oír la sugerencia de la alada, Cohen asintió con la cabeza e instó al resto a salir de la habitación, añadiendo que dejarían allí los Aeros de Sangre, confiando en que nadie encontrase el cuarto oculto. Siguiendo a los demás, Ava abandonó la estancia y volvió a sumirse en la oscuridad del túnel, sintiéndose de nuevo algo torpe al avanzar a través del pasillo, pero por suerte, Itza creó una tenue fuente de luz y se puso por delante de ella, iluminándole el camino.
El rostro de la morena se relajó en cuanto pudo volver a moverse con tranquilidad, pero pronto ese alivio se esfumó, en cuanto sus agudos oídos captaron algunos ruidos del exterior, que se fueron intensificando conforme se acercaban a la salida. El inconfundible chasquido metálico de las armas al chocar entre sí, los gritos, quejidos y el sonido de pasos acelerados, todo apuntaba a que en el exterior estaba teniendo lugar una pelea entre sus aliados y otro grupo, seguramente los seguidores de Blackanus.
Instintivamente, la cuerva aceleró para llegar lo antes posible junto al resto, pero mientras asimilaba la escena que tenía delante, la hechicera la tomó por el brazo para avisarla de que iba a intentar escabullirse, animándola a hacer lo mismo y reencontrarse en la entrada del cementerio después. - Te… ten cuidado. - fue lo único que pudo decir, antes de verla salir corriendo por entre las lápidas.
Ivaran escuchó con atención a su congénere, echando mano de nuevo a su carcaj para cargar otra flecha y esperar la siguiente oleada de soldados, que no tardarían en aparecer, y luego su atención pasó a centrarse en el enmascarado, al cual al parecer había malinterpretado. No tenía intención de irse dejando atrás a su compañera como había pensado en un principio, pero quería largarse de aquel lugar lo antes posible, algo que seguramente compartían todos los presentes.
Por eso debían hacer algo para que la otra mitad del grupo regresase de inmediato a la superficie, pero un repentino silbido hizo que las prioridades volviesen a cambiar. El dardo llegó en un parpadeo, alcanzando al individuo al que Lannet trataba de interrogar y dejándolo inconsciente casi al instante. Casi por reflejos, el elfo alzó su arco y apuntó en la dirección desde la que creía que había llegado el proyectil, pero no logró ver al tirador, ni siquiera con su aguda vista.
- Estamos muy expuestos aquí. - comentó a los demás, sin dejar de buscar entre las sombras al responsable, pero no se produjo ningún disparo más, detalle de lo más sospechoso. - ¿Por qué no nos atacan? ¿Habrá alguien más involucrado en todo este conflicto religioso? - se preguntó interiormente, valorando la posibilidad de que no dirigiesen su hostilidad hacia ellos por no saber a qué bando apoyaban.
Fuera como fuese, los refuerzos que Tarek había mencionado no tardaron en hacer acto de presencia, complicando las cosas. Una veintena de hombres bien pertrechados se aproximaron al mausoleo, y dadas las circunstancias, no venían solos, su líder los acompañaba.
- Algo me dice que ese es el tal Blackanus… - murmuró por lo bajo, mientras el hombre se adelantaba para decir unas palabras, o más bien para invitarlos a apartarse de su camino hacia San Jacobo. Sin embargo, su discurso no surtió el efecto que le habría gustado, ninguno de los cuatro tenía intención de dejar pasar a sus hombres, quedó bastante claro en cuanto el enmascarado desenvainó sus espadas, mientras los demás mantenían sus posiciones.
El problema era que la diferencia numérica era aplastante, o eso creía el cazador, hasta que un certero dardo alcanzó al mismísimo Blackanus, provocando que se desplomase ante los horrorizados ojos de sus soldados. - Parece que sean quienes sean, están de nuestro lado. - pensó con cierto alivio, ya que eso equilibraba un poco la balanza.
Varios de los recién llegados rodearon al religioso para protegerlo, mientras el resto se preparaban para iniciar el combate, y justo entonces intervino Tarek, avisándoles de que tenía un plan para romper la formación del enemigo. Instándolos a mantener las distancias hasta que hubiese logrado su objetivo, el peliblanco desenroscó la cadena que tenía alrededor del torso y arremetió contra sus adversarios, dispersándolos tras herir a un par de ellos.
- Hagamos que se arrepientan de haber venido. - susurró, tensando el arco y apuntando al cielo. Con ayuda de una plegaria a Imbar, imbuyó la flecha con la magia que corría por sus venas y la liberó, observando como durante el ascenso se fragmentaba en una docena de brillantes proyectiles, que fueron a caer justo encima de Blackanus y los hombres que lo rodeaban.[1] - ¡Proteged al Padre Blackanus! - gritó uno de ellos, y sin dudarlo, alzaron sus escudos para cubrir al inconsciente.
Pronto se darían cuenta de que lo mejor que podían hacer por su señor era sacarlo de allí a toda prisa, con lo que sus fuerzas menguarían, solo era cuestión de tiempo.
Pero mientras tanto, aún quedaban más soldados de los que hacerse cargo, así que consciente de que no podría seguir luchando a distancia por mucho más, Ivaran devolvió el arco a su espalda y desenvainó sus dagas gemelas.
Dos sujetos corrieron en su dirección para atacarlo, pero en comparación con el elfo, sus movimientos eran lentos y predecibles, todo por el peso de las armaduras que llevaban. Aprovechando su ventaja en cuanto a agilidad, se echó a un lado justo a tiempo de evadir el primer tajo, contraatacando de inmediato para hundir el filo de su arma en la hendidura que separaba casco de la pechera y causando con ello una herida mortal a su contrincante.[2]
El segundo retrocedió ligeramente al verlo, pero volvió a la carga instantes más tarde, realizando un corte en arco con su espada, que el hijo de Sandorai esquivó agachándose y rodando por el suelo. Y sin perder el impulso que llevaba, se levantó y dirigió la diestra hacia el punto en que se acababa la pieza que cubría el torso del hombre, clavando la daga en su costado para luego sacarla y guiarla hacia el hueco que quedaba libre bajo el brazo.
Incapaz de seguir sosteniendo su arma tras recibir aquel daño, el soldado dejó caer la hoja para sujetarse la extremidad con fuerza, gruñendo a causa del dolor, pero aquello no duró mucho. El frío acero élfico volvió a hundirse en su piel, ésta vez en su cuello, y en cuestión de segundos, todo se volvió negro.
Cuando los grisáceos ojos del arquero volvieron a alzarse, vio que finalmente, el resto del grupo había salido del mausoleo, encontrándose con el caos reinante. Un extraño venía con ellos así que debía tratarse de San Jacobo, con lo que habían cumplido su cometido, era hora de librarse de los seguidores de Blackanus y largarse del cementerio.
Las tornas empezaban a cambiar a su favor, no solo por sus esfuerzos sino por la ayuda externa que estaban recibiendo, aquellos misteriosos tiradores, cuyos dardos habían reducido también el número de guardias en pie. En vista de eso, decidió que lo mejor sería reagruparse con los demás para abandonar el lugar, así que se abrió paso hacia sus aliados, eliminando por el camino a otro de sus enemigos con una rápida puñalada directa a la yugular.
Para cuando alcanzó la zona del panteón, la cuerva había echado mano ya a su hacha y hacía frente a dos individuos, a los que no tardó en despachar con un barrido en arco.[3] Un silbido, dos, y otro par de cuerpos se desplomaron a unos metros de ellos, pero la pelea se estaba alargando demasiado, y eso provocó que la compañera del enmascarado usase su magia de voz para influir en las mentes de todos.
La canción de la mujer castigó especialmente a los fieles que seguían a Blackanus, haciendo que perdiesen la cabeza y empezasen a pelearse entre ellos de forma totalmente repentina. - Es nuestra oportunidad, debemos irnos ahora. - comentó Ivaran, al ver la señal del guerrero, que los instaba a seguirle. Y tanto él como la alada decidieron hacer caso al humano, aunque no envainaron las armas, no lo harían hasta estar seguros de que no había peligro.
- ¿Qu… qué ha pasado en nuestra ausencia? - preguntó Ava, al ver a los caídos por los dardos y al religioso tirado en el suelo, aún rodeado por sus escoltas. - Será mejor dejar las explicaciones para luego, cuando estemos a salvo. - replicó el peliblanco, que iba justo por delante de ella.
Off: Habilidades utilizadas:
Ivaran
- [1] Nivel 5: Castigo del cielo
- [2] Nivel 2: Remolino
Ava
- [3] Nivel 3: Barrido a dos manos
El rostro de la morena se relajó en cuanto pudo volver a moverse con tranquilidad, pero pronto ese alivio se esfumó, en cuanto sus agudos oídos captaron algunos ruidos del exterior, que se fueron intensificando conforme se acercaban a la salida. El inconfundible chasquido metálico de las armas al chocar entre sí, los gritos, quejidos y el sonido de pasos acelerados, todo apuntaba a que en el exterior estaba teniendo lugar una pelea entre sus aliados y otro grupo, seguramente los seguidores de Blackanus.
Instintivamente, la cuerva aceleró para llegar lo antes posible junto al resto, pero mientras asimilaba la escena que tenía delante, la hechicera la tomó por el brazo para avisarla de que iba a intentar escabullirse, animándola a hacer lo mismo y reencontrarse en la entrada del cementerio después. - Te… ten cuidado. - fue lo único que pudo decir, antes de verla salir corriendo por entre las lápidas.
Ivaran escuchó con atención a su congénere, echando mano de nuevo a su carcaj para cargar otra flecha y esperar la siguiente oleada de soldados, que no tardarían en aparecer, y luego su atención pasó a centrarse en el enmascarado, al cual al parecer había malinterpretado. No tenía intención de irse dejando atrás a su compañera como había pensado en un principio, pero quería largarse de aquel lugar lo antes posible, algo que seguramente compartían todos los presentes.
Por eso debían hacer algo para que la otra mitad del grupo regresase de inmediato a la superficie, pero un repentino silbido hizo que las prioridades volviesen a cambiar. El dardo llegó en un parpadeo, alcanzando al individuo al que Lannet trataba de interrogar y dejándolo inconsciente casi al instante. Casi por reflejos, el elfo alzó su arco y apuntó en la dirección desde la que creía que había llegado el proyectil, pero no logró ver al tirador, ni siquiera con su aguda vista.
- Estamos muy expuestos aquí. - comentó a los demás, sin dejar de buscar entre las sombras al responsable, pero no se produjo ningún disparo más, detalle de lo más sospechoso. - ¿Por qué no nos atacan? ¿Habrá alguien más involucrado en todo este conflicto religioso? - se preguntó interiormente, valorando la posibilidad de que no dirigiesen su hostilidad hacia ellos por no saber a qué bando apoyaban.
Fuera como fuese, los refuerzos que Tarek había mencionado no tardaron en hacer acto de presencia, complicando las cosas. Una veintena de hombres bien pertrechados se aproximaron al mausoleo, y dadas las circunstancias, no venían solos, su líder los acompañaba.
- Algo me dice que ese es el tal Blackanus… - murmuró por lo bajo, mientras el hombre se adelantaba para decir unas palabras, o más bien para invitarlos a apartarse de su camino hacia San Jacobo. Sin embargo, su discurso no surtió el efecto que le habría gustado, ninguno de los cuatro tenía intención de dejar pasar a sus hombres, quedó bastante claro en cuanto el enmascarado desenvainó sus espadas, mientras los demás mantenían sus posiciones.
El problema era que la diferencia numérica era aplastante, o eso creía el cazador, hasta que un certero dardo alcanzó al mismísimo Blackanus, provocando que se desplomase ante los horrorizados ojos de sus soldados. - Parece que sean quienes sean, están de nuestro lado. - pensó con cierto alivio, ya que eso equilibraba un poco la balanza.
Varios de los recién llegados rodearon al religioso para protegerlo, mientras el resto se preparaban para iniciar el combate, y justo entonces intervino Tarek, avisándoles de que tenía un plan para romper la formación del enemigo. Instándolos a mantener las distancias hasta que hubiese logrado su objetivo, el peliblanco desenroscó la cadena que tenía alrededor del torso y arremetió contra sus adversarios, dispersándolos tras herir a un par de ellos.
- Hagamos que se arrepientan de haber venido. - susurró, tensando el arco y apuntando al cielo. Con ayuda de una plegaria a Imbar, imbuyó la flecha con la magia que corría por sus venas y la liberó, observando como durante el ascenso se fragmentaba en una docena de brillantes proyectiles, que fueron a caer justo encima de Blackanus y los hombres que lo rodeaban.[1] - ¡Proteged al Padre Blackanus! - gritó uno de ellos, y sin dudarlo, alzaron sus escudos para cubrir al inconsciente.
Pronto se darían cuenta de que lo mejor que podían hacer por su señor era sacarlo de allí a toda prisa, con lo que sus fuerzas menguarían, solo era cuestión de tiempo.
Pero mientras tanto, aún quedaban más soldados de los que hacerse cargo, así que consciente de que no podría seguir luchando a distancia por mucho más, Ivaran devolvió el arco a su espalda y desenvainó sus dagas gemelas.
Dos sujetos corrieron en su dirección para atacarlo, pero en comparación con el elfo, sus movimientos eran lentos y predecibles, todo por el peso de las armaduras que llevaban. Aprovechando su ventaja en cuanto a agilidad, se echó a un lado justo a tiempo de evadir el primer tajo, contraatacando de inmediato para hundir el filo de su arma en la hendidura que separaba casco de la pechera y causando con ello una herida mortal a su contrincante.[2]
El segundo retrocedió ligeramente al verlo, pero volvió a la carga instantes más tarde, realizando un corte en arco con su espada, que el hijo de Sandorai esquivó agachándose y rodando por el suelo. Y sin perder el impulso que llevaba, se levantó y dirigió la diestra hacia el punto en que se acababa la pieza que cubría el torso del hombre, clavando la daga en su costado para luego sacarla y guiarla hacia el hueco que quedaba libre bajo el brazo.
Incapaz de seguir sosteniendo su arma tras recibir aquel daño, el soldado dejó caer la hoja para sujetarse la extremidad con fuerza, gruñendo a causa del dolor, pero aquello no duró mucho. El frío acero élfico volvió a hundirse en su piel, ésta vez en su cuello, y en cuestión de segundos, todo se volvió negro.
Cuando los grisáceos ojos del arquero volvieron a alzarse, vio que finalmente, el resto del grupo había salido del mausoleo, encontrándose con el caos reinante. Un extraño venía con ellos así que debía tratarse de San Jacobo, con lo que habían cumplido su cometido, era hora de librarse de los seguidores de Blackanus y largarse del cementerio.
Las tornas empezaban a cambiar a su favor, no solo por sus esfuerzos sino por la ayuda externa que estaban recibiendo, aquellos misteriosos tiradores, cuyos dardos habían reducido también el número de guardias en pie. En vista de eso, decidió que lo mejor sería reagruparse con los demás para abandonar el lugar, así que se abrió paso hacia sus aliados, eliminando por el camino a otro de sus enemigos con una rápida puñalada directa a la yugular.
Para cuando alcanzó la zona del panteón, la cuerva había echado mano ya a su hacha y hacía frente a dos individuos, a los que no tardó en despachar con un barrido en arco.[3] Un silbido, dos, y otro par de cuerpos se desplomaron a unos metros de ellos, pero la pelea se estaba alargando demasiado, y eso provocó que la compañera del enmascarado usase su magia de voz para influir en las mentes de todos.
La canción de la mujer castigó especialmente a los fieles que seguían a Blackanus, haciendo que perdiesen la cabeza y empezasen a pelearse entre ellos de forma totalmente repentina. - Es nuestra oportunidad, debemos irnos ahora. - comentó Ivaran, al ver la señal del guerrero, que los instaba a seguirle. Y tanto él como la alada decidieron hacer caso al humano, aunque no envainaron las armas, no lo harían hasta estar seguros de que no había peligro.
- ¿Qu… qué ha pasado en nuestra ausencia? - preguntó Ava, al ver a los caídos por los dardos y al religioso tirado en el suelo, aún rodeado por sus escoltas. - Será mejor dejar las explicaciones para luego, cuando estemos a salvo. - replicó el peliblanco, que iba justo por delante de ella.
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Ava Kenrith
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
A Cohen le bastó unos segundos para darse cuenta de que todo se había complicado en el exterior. Los que se habían quedado custodiando la entrada del panteón se encontraban luchando con un pequeño batallón que, por la experiencia anterior en la Iglesia de Cristo, no tardó en reconocer cómo los hombres de Blackanus.
San Jacobo estaba a su lado y el vampiro sujetó su brazo, impidiéndole escapar sin él. Aferrándose al brazo del sacerdote, le sacó por uno de los lados del mausoleo y emprendieron la huida para ponerle a salvo.
―Vamos. Debes marchar.
Le bastó avanzar unos metros entre mausoleos y tumbas para descubrir que varios de los hombres de Blackanus les perseguían. El ritmo de San Jacobo le ralentizaba, por lo que Cohen supo que debía enfrentarse a ellos y dejar que San Jacobo escapara.
―Sal de aquí. Yo me ocupo de ellos… Para algo soy tu monaguillo...
Mientras dejaba marchar a San Jacobo, esperó a que los hombres se acercaban. Eran tres y ya estaban a unos treinta metros de él.
El vampiro comenzó a silbar su cancioncilla, mientras los observaba. Tardó unos segundos en provocar el efecto deseado, pero pronto, los tres monjes comenzaron a bailar y a reír. Su cuerpo obedecía a una felicidad extrema. Sin embargo, en sus ojos, podía ver el auténtico terror. [1]
Bailando al ritmo de su propio silbido, mientras sacaba su daga, Cohen se dirigió hacia el primero de ellos. Rasgó su cuello con un movimiento rápido que provocó la gran carcajada de los dos monjes que le acompañaban.
Uno de los dos monjes restantes, a pesar de que se reía, daba pasos atrás intentándose alejarse de la escena. Algunas personas mostraban una mayor resistencia natural hacia la magia de su voz, por lo que Cohen dirigió sus pasos hacia esta nueva presa, con movimientos dantescos y cubiertos de sangre.
A éste terminó apuñalándolo en el vientre, haciendo girar la daga en su interior, haciendo que la sangre le brotara por la boca. A pesar del dolor ocasionado, el herido cayó al suelo y no podía evitar de reír mientras se ahogaba con su propia sangre.
Cuándo iba a terminar la vida del tercero, un misterioso objeto volador cruzó por delante de él, impactando en el cuello del tercer sacerdote.
Aquello provocó que dejara de silbar y miró a su alrededor para ver una figura alta y masculina, vestida de negro, sobre uno de los mausoleos. Le saludaba con la mano, justo antes de desaparecer.
―El Ojo Carmesí.
Volvió tras sus pasos. Debía comprobar cómo seguían los demás. Estaba seguro que entre todos habían logrado masacrar al resto de hombres, salvo que Blackanus contara aún con más de ellos. Al fin y al cabo, eran monjes y no hombres de batalla.
Peter combatía a los miembros de su misma raza, con grandes dudas. Si bien eran hombres humanos, enviados desde la propia Lunargenta para hacerse con el poder de la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville, la verdad era que desde su llegada, sólo habían causado problemas y disturbios en una comunidad religiosa que hasta entonces, había sido pacífica.
Tras atravesar con su espada el pecho de uno de aquellos hombres religiosos, llamó su atención una sombra oscura durante unos breves segundos. Una sombra efímera que estaba justo en el centro de la batalla, arrodillada junto al cuerpo de Blackanus, una sombra que desapareció en unos segundos después.
Mientras que los monjes comenzaban a atacarse entre sí, producto quizás de alguna magia, Peter respiró hondo comprobando que la batalla había llegado a su fin.
En ese momento, un grupo de soldados llegaron hasta allí, alarmados por los gritos y el sonido de la batalla. Dispuestos a atacar, todos quedaron paralizados al notar la presencia del líder humano en el cementerio.
―¿Se encuentra bien, señor? ―le preguntó uno de ellos.
―Sí, no se preocupe…
―¿Hay que detener a alguna de estas personas?
Peter alzó la mirada y la dirigió a Tarek, que batallaba aún, por la causa común.
―Los monjes nos han atacado sin previo aviso. Si ven alguno vivo, matadlos.
―¡Pero… señor! Son monjes de Lunargenta. Ten…
―¡He dicho que los matéis! ¿Se te olvida quién está al mando? ―expresó enfadado, dejando entrever un estado anímico que no mostraba fácilmente.
Tras la orden, los propios soldados humanos de Sacrestic Ville se unieron a la contienda, terminando con la vida de algunos monjes dispersos por el cementerio que pretendían huir. Unos minutos más tarde, la contienda había terminado…
Cohen regresó a la entrada del mausoleo, cubierto con la sangre de los dos monjes que había asesinado, lamiendo con sus labios la sangre que se había quedado impregnada en sus dedos.
Lo que no esperaba era ver a un grupo numeroso de soldados humanos allí. La lucha había llegado a su fin y de alguna manera, distintas facciones de la ciudad, habían colaborado para poner fin a Blackanus y sus hombres.
Al verle, Peter emitió una breve sonrisa, durante un segundo, casi imperceptible, caminando un par de pasos hasta él.
―¿Estás bien?
―¿Y tú?
Cohen asintió, pero su atención estaba puesta en los numerosos cadáveres que se encontraban alrededor del mausoleo. Tras buscarlo, encontró el cadáver de Blackanus y caminó en su dirección, dejando a Peter con sus hombres.
Sorpresivamente, el anillo del monje, el anillo que le protegía de la magia de la voz, había desaparecido. Luego, miró al interior del mausoleo. Él mismo había dejado el túnel cerrado. La mayoría de los Aeros de Sangre habían quedado allí custodiados. San Jacobo era libre. Todos los objetivos habían sido cumplidos.
Anduvo entonces en dirección al dispersado grupo que se encontraba en la entrada del camposanto. Les miró a todos, quizás comprobando si todos se encontraban bien…
―Gracias a todos por la ayuda. Pero debéis marcharos… los soldados intentarán tomaros declaración y la influencia de Lunargenta llega hasta aquí. Si no vivís en la ciudad, abandonadla pronto si podéis… No quisiera veros involucrados en más problemas. Si alguna vez volvéis aquí, podréis encontrarme en La Flor Inerte, junto al Jardín Botánico...
Cohen alzó la vista al cielo tras sus palabras. Estaba próximo el amanecer.
__________________________________________________________
[1] Uso de mi habilidad El Bufón De La Corte [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen comienza a silbar una cancioncilla inocente que hace que todas las personas de su alrededor sientan una intensa felicidad, creando un ambiente festivo y de júbilo. Aunque frente a ellos se cometan atrocidades, todo les parecerá realmente divertido, entorpeciéndoles reaccionar de forma natural y coherente.
Os dejo libertad para rolear el final de la lucha, despedida, lo que queráis añadir...
Muchas gracias por ayudarme en estas tramas. Disfruten del último turno.
San Jacobo estaba a su lado y el vampiro sujetó su brazo, impidiéndole escapar sin él. Aferrándose al brazo del sacerdote, le sacó por uno de los lados del mausoleo y emprendieron la huida para ponerle a salvo.
―Vamos. Debes marchar.
Le bastó avanzar unos metros entre mausoleos y tumbas para descubrir que varios de los hombres de Blackanus les perseguían. El ritmo de San Jacobo le ralentizaba, por lo que Cohen supo que debía enfrentarse a ellos y dejar que San Jacobo escapara.
―Sal de aquí. Yo me ocupo de ellos… Para algo soy tu monaguillo...
Mientras dejaba marchar a San Jacobo, esperó a que los hombres se acercaban. Eran tres y ya estaban a unos treinta metros de él.
El vampiro comenzó a silbar su cancioncilla, mientras los observaba. Tardó unos segundos en provocar el efecto deseado, pero pronto, los tres monjes comenzaron a bailar y a reír. Su cuerpo obedecía a una felicidad extrema. Sin embargo, en sus ojos, podía ver el auténtico terror. [1]
Bailando al ritmo de su propio silbido, mientras sacaba su daga, Cohen se dirigió hacia el primero de ellos. Rasgó su cuello con un movimiento rápido que provocó la gran carcajada de los dos monjes que le acompañaban.
Uno de los dos monjes restantes, a pesar de que se reía, daba pasos atrás intentándose alejarse de la escena. Algunas personas mostraban una mayor resistencia natural hacia la magia de su voz, por lo que Cohen dirigió sus pasos hacia esta nueva presa, con movimientos dantescos y cubiertos de sangre.
A éste terminó apuñalándolo en el vientre, haciendo girar la daga en su interior, haciendo que la sangre le brotara por la boca. A pesar del dolor ocasionado, el herido cayó al suelo y no podía evitar de reír mientras se ahogaba con su propia sangre.
Cuándo iba a terminar la vida del tercero, un misterioso objeto volador cruzó por delante de él, impactando en el cuello del tercer sacerdote.
Aquello provocó que dejara de silbar y miró a su alrededor para ver una figura alta y masculina, vestida de negro, sobre uno de los mausoleos. Le saludaba con la mano, justo antes de desaparecer.
―El Ojo Carmesí.
Volvió tras sus pasos. Debía comprobar cómo seguían los demás. Estaba seguro que entre todos habían logrado masacrar al resto de hombres, salvo que Blackanus contara aún con más de ellos. Al fin y al cabo, eran monjes y no hombres de batalla.
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Peter combatía a los miembros de su misma raza, con grandes dudas. Si bien eran hombres humanos, enviados desde la propia Lunargenta para hacerse con el poder de la Iglesia de Cristo de Sacrestic Ville, la verdad era que desde su llegada, sólo habían causado problemas y disturbios en una comunidad religiosa que hasta entonces, había sido pacífica.
Tras atravesar con su espada el pecho de uno de aquellos hombres religiosos, llamó su atención una sombra oscura durante unos breves segundos. Una sombra efímera que estaba justo en el centro de la batalla, arrodillada junto al cuerpo de Blackanus, una sombra que desapareció en unos segundos después.
Mientras que los monjes comenzaban a atacarse entre sí, producto quizás de alguna magia, Peter respiró hondo comprobando que la batalla había llegado a su fin.
En ese momento, un grupo de soldados llegaron hasta allí, alarmados por los gritos y el sonido de la batalla. Dispuestos a atacar, todos quedaron paralizados al notar la presencia del líder humano en el cementerio.
―¿Se encuentra bien, señor? ―le preguntó uno de ellos.
―Sí, no se preocupe…
―¿Hay que detener a alguna de estas personas?
Peter alzó la mirada y la dirigió a Tarek, que batallaba aún, por la causa común.
―Los monjes nos han atacado sin previo aviso. Si ven alguno vivo, matadlos.
―¡Pero… señor! Son monjes de Lunargenta. Ten…
―¡He dicho que los matéis! ¿Se te olvida quién está al mando? ―expresó enfadado, dejando entrever un estado anímico que no mostraba fácilmente.
Tras la orden, los propios soldados humanos de Sacrestic Ville se unieron a la contienda, terminando con la vida de algunos monjes dispersos por el cementerio que pretendían huir. Unos minutos más tarde, la contienda había terminado…
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Cohen regresó a la entrada del mausoleo, cubierto con la sangre de los dos monjes que había asesinado, lamiendo con sus labios la sangre que se había quedado impregnada en sus dedos.
Lo que no esperaba era ver a un grupo numeroso de soldados humanos allí. La lucha había llegado a su fin y de alguna manera, distintas facciones de la ciudad, habían colaborado para poner fin a Blackanus y sus hombres.
Al verle, Peter emitió una breve sonrisa, durante un segundo, casi imperceptible, caminando un par de pasos hasta él.
―¿Estás bien?
―¿Y tú?
Cohen asintió, pero su atención estaba puesta en los numerosos cadáveres que se encontraban alrededor del mausoleo. Tras buscarlo, encontró el cadáver de Blackanus y caminó en su dirección, dejando a Peter con sus hombres.
Sorpresivamente, el anillo del monje, el anillo que le protegía de la magia de la voz, había desaparecido. Luego, miró al interior del mausoleo. Él mismo había dejado el túnel cerrado. La mayoría de los Aeros de Sangre habían quedado allí custodiados. San Jacobo era libre. Todos los objetivos habían sido cumplidos.
Anduvo entonces en dirección al dispersado grupo que se encontraba en la entrada del camposanto. Les miró a todos, quizás comprobando si todos se encontraban bien…
―Gracias a todos por la ayuda. Pero debéis marcharos… los soldados intentarán tomaros declaración y la influencia de Lunargenta llega hasta aquí. Si no vivís en la ciudad, abandonadla pronto si podéis… No quisiera veros involucrados en más problemas. Si alguna vez volvéis aquí, podréis encontrarme en La Flor Inerte, junto al Jardín Botánico...
Cohen alzó la vista al cielo tras sus palabras. Estaba próximo el amanecer.
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[1] Uso de mi habilidad El Bufón De La Corte [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen comienza a silbar una cancioncilla inocente que hace que todas las personas de su alrededor sientan una intensa felicidad, creando un ambiente festivo y de júbilo. Aunque frente a ellos se cometan atrocidades, todo les parecerá realmente divertido, entorpeciéndoles reaccionar de forma natural y coherente.
Os dejo libertad para rolear el final de la lucha, despedida, lo que queráis añadir...
Muchas gracias por ayudarme en estas tramas. Disfruten del último turno.
Cohen
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
El elfo caminó un par de pasos de espaldas, para intentar apartar a su próximo oponente del grupo. El resto de los que se habían quedado ante el mausoleo, combatían contra sus propios enemigos y, aunque los hombres del Blackanus los superaban en número, pronto fueron capaces de sobreponerse. La misteriosa figura (o figuras, pues le elfo ya no tenía claro que se tratase de un solo individuo) que lanzaban tan diestramente aquellos dardos, les dieron cierta ventaja, noqueando a algunos de sus contrincantes en el momento oportuno. El porqué de aquella inesperada ayuda, era algo que inquietaba al elfo.
El hombre ante él atacó y, con un rápida esquiva [1], se agachó para deslizarse bajo su gancho. Con la cadena de su arma doble, lo enganchó por uno de los tobillos, generando la suficiente palanca para que el hombre cayese de forma estrepitosa al suelo. Estaba a punto de rematarlo cuando una extraña melodía inundó el lugar. Los ojos del guerrero de la fe parecieron desenfocarse. Entonces comenzó a golpearse a si mismo, como enloquecido. Alzó la vista para intentar discernir de dónde procedía aquella extraña música, pero fue incapaz de determinarlo. El resto de los fanáticos parecían sumidos en el mismo extraño frenesí, por lo que consideró que aquello debía ser obra de alguno de sus “aliados”.
Cerca del mausoleo divisó la figura de la mujer alada junto a la del otro elfo, que se alejaron del lugar en compañía del hombre enmascarado. Justo en aquel momento, un contingente de soldados de la ciudad se personó en el campo de batalla. Sus rostros, incrédulos, se dirigieron a su líder que, manchado con la sangre de sus enemigos, le dirigió al peliblanco una furtiva mirada. El elfo recordó entonces la orden de arresto que había recuperado del cadáver de aquel otro soldado, cuya muerte había desatado el primer gran conflicto de aquel dispar grupo. Era hora de irse. Debía encontrar a Itzamaray.
Con una última mirada al capitán de la guardia, aprovechó el revuelo de la contienda final, para escabullirse entre las sombras. Debía regresar a la iglesia. Saber que había sido de la chica. Pero apenas había recorrido unos metros cuando escuchó la voz de la propia muchacha pronunciar en un susurro su nombre. Torció en el siguiente mausoleo, solo para encontrase de frente con una de aquellas figuras encapuchadas. Ambos se observaron unos instantes, antes de que la persona bajo la capa señalase a algún lugar tras ella. La voz de Itzamaray llegó de nuevo desde esa dirección. Dedicándole un gesto de agradecimiento, el elfo corrió al amparo de las sombras en aquella misma dirección.
La alcanzo pocos minutos más tarde. La chica, cautelosa, se escondía entre las tumbas, pronunciando su nombre. Intentando no asustarla, se dejó ver, caminando con calma hacia ella.
- ¿Itza? –preguntó con cautela- ¿Estás bien? Siento haberte dejado en la iglesia, sola. Un grupo entró en el cementerio para atacar al resto y tuve que ir a avisarles.
Apenas hacía unas horas que se conocían, pero el alivio que sintió al encontrarla sana y salva, relajó en cierta medida la tensión que sentía en ese momento. La idea de la iglesia había sido nefasta y, dejarla atrás, una decisión arriesgada. Por ello, se alegró de que su decisión no hubiese obrado en detrimento de la muchacha.
- Tu amiga, Ava, ha huido con el enmascarado y otro elfo –comentó, sabiendo cual iba a ser la siguiente pregunta de la chica- El mausoleo por donde entraron los demás está rodeado de soldados. Debemos irnos –le indicó con premura- Dudo que el enamorado humano de Cohen vaya a hacer algo para evitarnos la condena por lo sucedido en la imprenta.
Guiando a la chica, se dirigió de nuevo a la iglesia. Sospechaba que la entrada del cementerio estaría tomada también por la guardia de la ciudad o al menos vigilada. Tras ayudar a la bruja a entrar en el templo, había visto un segundo acceso por aquel lado, oculto entre la maleza. Quizás fuese su única opción de una huida limpiar, sin más contratiempos.
____
[1] Nivel 0. Paso de sombras [pasiva]. Cuando la lucha se desarrolla en un entorno oscuro o con sombras,Tarek es más diestro esquivando los ataques del enemigo, fundiéndose con las sombras.
El hombre ante él atacó y, con un rápida esquiva [1], se agachó para deslizarse bajo su gancho. Con la cadena de su arma doble, lo enganchó por uno de los tobillos, generando la suficiente palanca para que el hombre cayese de forma estrepitosa al suelo. Estaba a punto de rematarlo cuando una extraña melodía inundó el lugar. Los ojos del guerrero de la fe parecieron desenfocarse. Entonces comenzó a golpearse a si mismo, como enloquecido. Alzó la vista para intentar discernir de dónde procedía aquella extraña música, pero fue incapaz de determinarlo. El resto de los fanáticos parecían sumidos en el mismo extraño frenesí, por lo que consideró que aquello debía ser obra de alguno de sus “aliados”.
Cerca del mausoleo divisó la figura de la mujer alada junto a la del otro elfo, que se alejaron del lugar en compañía del hombre enmascarado. Justo en aquel momento, un contingente de soldados de la ciudad se personó en el campo de batalla. Sus rostros, incrédulos, se dirigieron a su líder que, manchado con la sangre de sus enemigos, le dirigió al peliblanco una furtiva mirada. El elfo recordó entonces la orden de arresto que había recuperado del cadáver de aquel otro soldado, cuya muerte había desatado el primer gran conflicto de aquel dispar grupo. Era hora de irse. Debía encontrar a Itzamaray.
Con una última mirada al capitán de la guardia, aprovechó el revuelo de la contienda final, para escabullirse entre las sombras. Debía regresar a la iglesia. Saber que había sido de la chica. Pero apenas había recorrido unos metros cuando escuchó la voz de la propia muchacha pronunciar en un susurro su nombre. Torció en el siguiente mausoleo, solo para encontrase de frente con una de aquellas figuras encapuchadas. Ambos se observaron unos instantes, antes de que la persona bajo la capa señalase a algún lugar tras ella. La voz de Itzamaray llegó de nuevo desde esa dirección. Dedicándole un gesto de agradecimiento, el elfo corrió al amparo de las sombras en aquella misma dirección.
La alcanzo pocos minutos más tarde. La chica, cautelosa, se escondía entre las tumbas, pronunciando su nombre. Intentando no asustarla, se dejó ver, caminando con calma hacia ella.
- ¿Itza? –preguntó con cautela- ¿Estás bien? Siento haberte dejado en la iglesia, sola. Un grupo entró en el cementerio para atacar al resto y tuve que ir a avisarles.
Apenas hacía unas horas que se conocían, pero el alivio que sintió al encontrarla sana y salva, relajó en cierta medida la tensión que sentía en ese momento. La idea de la iglesia había sido nefasta y, dejarla atrás, una decisión arriesgada. Por ello, se alegró de que su decisión no hubiese obrado en detrimento de la muchacha.
- Tu amiga, Ava, ha huido con el enmascarado y otro elfo –comentó, sabiendo cual iba a ser la siguiente pregunta de la chica- El mausoleo por donde entraron los demás está rodeado de soldados. Debemos irnos –le indicó con premura- Dudo que el enamorado humano de Cohen vaya a hacer algo para evitarnos la condena por lo sucedido en la imprenta.
Guiando a la chica, se dirigió de nuevo a la iglesia. Sospechaba que la entrada del cementerio estaría tomada también por la guardia de la ciudad o al menos vigilada. Tras ayudar a la bruja a entrar en el templo, había visto un segundo acceso por aquel lado, oculto entre la maleza. Quizás fuese su única opción de una huida limpiar, sin más contratiempos.
____
[1] Nivel 0. Paso de sombras [pasiva]. Cuando la lucha se desarrolla en un entorno oscuro o con sombras,Tarek es más diestro esquivando los ataques del enemigo, fundiéndose con las sombras.
Tarek Inglorien
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Le tomó unos segundos recobrar el sentido de orientación, ¿había sido hechizada? ¿Quién era esa persona o cosa..? No entendía que había sucedido a solo unos instantes pasados, su cuerpo recobró la respuesta rápida a su necesidad de moverse de ahí, caminando despacio en reversa, algo en ella le indicaba que ir por el mismo camino en que originalmente iba, rodeando entonces el área y tomando otro camino, podía ver sombras moverse, pero para ella era dificil distinguir claramente si había entre ellas un rostro conocido, no estaba ahí Tarek, evidentemente.
Se mordió el labio inferior, con aquella idea de que algo le hubiera pasado por haber tenido la idea de separarlos y ahora por causa de su decisión, el elfo hubiera perecido, le agradaba y, considerando la etapa de vida en que ella estaba, le resultaba atrayente, como una pintura que contemplar por las tardes. Dejando aquella sensación platónica y fugaz de lado, pues en realidad no era plenamente consciente de ello, teniendo como pilar de su existencia, el reencontrarse con el vampiro al que pertenecía, se enfocó en encontrar a ese elfo de ojos verdes y asegurarse que estaba vivo.
Repitiendo los movimientos felinos de lápida a lápida, hasta que se pudo ver la figura alta de Tarek, haciendo que, cuando pudo reconocerle por entero, soltase el aire, que no sabía estaba conteniendo. Sonrió de medio lado, fugazmente. -Vaya.. Ya pensaba que algo te sucedió.- Luego asintió lentamente y dando un breve vistazo alrededor, como si deseara encontrar la mirada celeste que antes le detuvo el camino, pero no encontró nada. Movió la mano como si restara importancia. -Bueno... la verdad es que a veces tengo mucha suerte... pero por lo visto el verdadero problema estaba fuera de la iglesia...- Lo miró ahora a los ojos, quería decirle que deberían ver a Ava en la entrada, pero en ese preciso momento le mencionó a la cuerva y, hacia dónde tendrían que dirigirse para poder salir de ese lugar, después de todo ellos no podían volar para evadir los peligros que se desataron. La brujita asintió, para luego seguirlo confundida, no por la dirección tomada, era la primera vez que escuchaba algo como un romance o pareja de hombre con hombre.
Con esa idea en mente, que comenzó a revolotear con contradicciones de lo poco que aprendió en su vida respecto a la sociedad y como estructuran las relaciones los demás, aquello carecía de sentido, pero por otra parte le restó relevancia, ¿a caso no la sociedad conocida se estructuró por ideas humanas en su mayoría? No habría nada mejor que resquebrajarlas.
Siguió al elfo, divagando en el enraizado de ideas que surgieron de la mención dicha sobre Cohen y su aparentemente pareja, pensó en ella misma y en qué tan posible sería en su existencia, experimentar algo así, ¿tendría siquiera capacidad de amar a alguien? ¿Qué significaba o qué conlleva para ella enredarse de tal manera con otro ser? Quizás era demasiado joven para comprenderlo o, simplemente no sabría que su primer duda se acercaba mucho más a la realidad actual de sus capacidades.
Entraron a la iglesia y para cuando pudieron salir de ella, guiados por las habilidades del elfo de desenvolverse en las sombras y percibir mejor el entorno inmediato, llegaron hasta la callejuela donde, discretamente aguardaba la alada joven de ojos ambarinos. Itzamaray dibujó una delicada curva con los labios, luego alzó la cara hacia Tarek y, sonriéndole como un felino tierno, le dijo: -Hasta que los dioses nos pongan de nuevo en el camino, Tarek. Espero que sea cuando me convierta en adulta.- Lo último, desde su infantilidad disfrazada de temeridad, tenía la creencia que las cosas serían claras en su pensamiento, y aquello que pensaba ahora tendría sentido entonces.
Se dió media vuelta para, tranquilamente, avanzar hacia donde la cuerva. Aunque no sabía cómo desarrollar el sentimiento de amistad de mejor forma con Ava, una señal inequívoca era que estaba bastante entusiasmada de encontrarse con ella para acompañarla y alejarse ambas a un área segura. Lejos del conflicto que, hasta ese momento, y justo ahora que ya no tendría nada que ver con ellos, ya no importaba en lo más mínimo.
Se mordió el labio inferior, con aquella idea de que algo le hubiera pasado por haber tenido la idea de separarlos y ahora por causa de su decisión, el elfo hubiera perecido, le agradaba y, considerando la etapa de vida en que ella estaba, le resultaba atrayente, como una pintura que contemplar por las tardes. Dejando aquella sensación platónica y fugaz de lado, pues en realidad no era plenamente consciente de ello, teniendo como pilar de su existencia, el reencontrarse con el vampiro al que pertenecía, se enfocó en encontrar a ese elfo de ojos verdes y asegurarse que estaba vivo.
Repitiendo los movimientos felinos de lápida a lápida, hasta que se pudo ver la figura alta de Tarek, haciendo que, cuando pudo reconocerle por entero, soltase el aire, que no sabía estaba conteniendo. Sonrió de medio lado, fugazmente. -Vaya.. Ya pensaba que algo te sucedió.- Luego asintió lentamente y dando un breve vistazo alrededor, como si deseara encontrar la mirada celeste que antes le detuvo el camino, pero no encontró nada. Movió la mano como si restara importancia. -Bueno... la verdad es que a veces tengo mucha suerte... pero por lo visto el verdadero problema estaba fuera de la iglesia...- Lo miró ahora a los ojos, quería decirle que deberían ver a Ava en la entrada, pero en ese preciso momento le mencionó a la cuerva y, hacia dónde tendrían que dirigirse para poder salir de ese lugar, después de todo ellos no podían volar para evadir los peligros que se desataron. La brujita asintió, para luego seguirlo confundida, no por la dirección tomada, era la primera vez que escuchaba algo como un romance o pareja de hombre con hombre.
Con esa idea en mente, que comenzó a revolotear con contradicciones de lo poco que aprendió en su vida respecto a la sociedad y como estructuran las relaciones los demás, aquello carecía de sentido, pero por otra parte le restó relevancia, ¿a caso no la sociedad conocida se estructuró por ideas humanas en su mayoría? No habría nada mejor que resquebrajarlas.
Siguió al elfo, divagando en el enraizado de ideas que surgieron de la mención dicha sobre Cohen y su aparentemente pareja, pensó en ella misma y en qué tan posible sería en su existencia, experimentar algo así, ¿tendría siquiera capacidad de amar a alguien? ¿Qué significaba o qué conlleva para ella enredarse de tal manera con otro ser? Quizás era demasiado joven para comprenderlo o, simplemente no sabría que su primer duda se acercaba mucho más a la realidad actual de sus capacidades.
Entraron a la iglesia y para cuando pudieron salir de ella, guiados por las habilidades del elfo de desenvolverse en las sombras y percibir mejor el entorno inmediato, llegaron hasta la callejuela donde, discretamente aguardaba la alada joven de ojos ambarinos. Itzamaray dibujó una delicada curva con los labios, luego alzó la cara hacia Tarek y, sonriéndole como un felino tierno, le dijo: -Hasta que los dioses nos pongan de nuevo en el camino, Tarek. Espero que sea cuando me convierta en adulta.- Lo último, desde su infantilidad disfrazada de temeridad, tenía la creencia que las cosas serían claras en su pensamiento, y aquello que pensaba ahora tendría sentido entonces.
Se dió media vuelta para, tranquilamente, avanzar hacia donde la cuerva. Aunque no sabía cómo desarrollar el sentimiento de amistad de mejor forma con Ava, una señal inequívoca era que estaba bastante entusiasmada de encontrarse con ella para acompañarla y alejarse ambas a un área segura. Lejos del conflicto que, hasta ese momento, y justo ahora que ya no tendría nada que ver con ellos, ya no importaba en lo más mínimo.
Itzamaray
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Sorpresivamente, la entrada del camposanto estaba despejada y no había rastro de las huestes de la guarnición local ni tampoco de los sacerdotes fanáticos. Estos últimos serían inevitablemente derrotados ante tal inferioridad numérica sumada al daño que les había causado la contraofensiva del grupo de exploradores del cementerio.
Allí llegó Alward, seguido por Ava e Ivaran. Poco después aparecieron tanto Cohen como Lannet. No había que lamentar heridos o pérdidas materiales, por lo que suponía que el trabajo que el vampiro tenía entre manos había sido un éxito.
-Sois buena gente.-Asintió Alward ante los agradecimientos de Cohen, dirigiéndose al grupo en general.-No es necesario tener una razón para ayudar a alguien. Hasta que nos volvamos a ver.
Con premura, hizo caso de las advertencias de Cohen y se marchó lo más pronto que pudo.
La única pega que lo sujetaba allí era Katrina, pero confiaba lo suficiente en ella como para esperarla fuera del territorio del cementerio.
La vampiresa no se hizo esperar y apareció de entre las sombras, como un humillo surgido de la propia oscuridad, cuando el enmascarado encaraba uno de los callejones que daba hacia una de las calles que cercaban el camposanto.
-¿Todo bien?-Ladeó la cabeza, extrañada al ver que el humano exhaló un suspiró aliviado.
-Sí... Necesito descansar.-Puso sus brazos en jarras y miró hacia la entrada del callejón, justo por donde había venido.-Y tenemos que escondernos unos días hasta que la situación se calme.
La vampiresa asintió, conforme con su compañero. Y, sin más, ambos siguieron avanzando por el oscuro callejón hasta perderse por las callejuelas de la gótica ciudad de Sacrestic. No saldrían a la luz hasta pasados unos días, cuando entonces retomarían su personal búsqueda de miembros de la secta de las Sierpes.
Allí llegó Alward, seguido por Ava e Ivaran. Poco después aparecieron tanto Cohen como Lannet. No había que lamentar heridos o pérdidas materiales, por lo que suponía que el trabajo que el vampiro tenía entre manos había sido un éxito.
-Sois buena gente.-Asintió Alward ante los agradecimientos de Cohen, dirigiéndose al grupo en general.-No es necesario tener una razón para ayudar a alguien. Hasta que nos volvamos a ver.
Con premura, hizo caso de las advertencias de Cohen y se marchó lo más pronto que pudo.
La única pega que lo sujetaba allí era Katrina, pero confiaba lo suficiente en ella como para esperarla fuera del territorio del cementerio.
La vampiresa no se hizo esperar y apareció de entre las sombras, como un humillo surgido de la propia oscuridad, cuando el enmascarado encaraba uno de los callejones que daba hacia una de las calles que cercaban el camposanto.
-¿Todo bien?-Ladeó la cabeza, extrañada al ver que el humano exhaló un suspiró aliviado.
-Sí... Necesito descansar.-Puso sus brazos en jarras y miró hacia la entrada del callejón, justo por donde había venido.-Y tenemos que escondernos unos días hasta que la situación se calme.
La vampiresa asintió, conforme con su compañero. Y, sin más, ambos siguieron avanzando por el oscuro callejón hasta perderse por las callejuelas de la gótica ciudad de Sacrestic. No saldrían a la luz hasta pasados unos días, cuando entonces retomarían su personal búsqueda de miembros de la secta de las Sierpes.
Alward Sevna
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Re: Noche En El Cementerio [Noche] [Libre] [Cerrado]
Sin detenerse, a pesar del caos que aún reinaba en el cementerio, la cuerva siguió de cerca al arquero, reparando en un curioso detalle de su espalda que la tomó por sorpresa durante el camino.
Una vez fuera del sagrado recinto no tardaron en encontrar un lugar despejado en que volver a reagruparse con los otros miembros del variopinto grupo, o al menos algunos de ellos. Mientras devolvía el hacha a su sitio, algo más tranquila ya, Ava escuchó las palabras de Cohen, que les daba las gracias por su ayuda y los instaba a marcharse de allí lo antes posible para que no se viesen envueltos en la investigación que sin duda, la guardia iniciaría sobre aquel altercado.
- Tiene razón, será mejor que nos larguemos antes de que intenten interrogarnos. - respondió el elfo, colgándose el arco de nuevo al hombro. No podía decir que esperaba volver a ver a aquellos sujetos, ya que su intención desde el principio había sido pasar desapercibido y algo le decía que algunos de los presentes tenían tendencia a meterse en problemas. La alada también podía entrar en esa categoría por supuesto, pero su caso era diferente, aunque ahora que se había expuesto no tenía muy claro cómo continuar con respecto a ella.
Al mirarla de reojo pudo observar que ella seguía con la vista clavada en el camposanto, y no le costó imaginar el motivo, seguramente estaba preocupada por la hechicera, que aún no se había reunido con los demás.
Y entonces llegó la hora de despedirse, el primero en hacerlo fue el enmascarado, cuya acompañante tampoco había salido aún, pero ese detalle no parecía preocuparle demasiado. - Yo también me marcho, hasta otra. - dijo por lo bajo, tirando ligeramente de la capucha para cubrirse antes de empezar a andar hacia uno de los oscuros callejones cercanos.
- Es...espera. - lo detuvo la voz de la Midgardiana a su espalda, consiguiendo que se girase un poco para ver qué quería. Ava bajó la cabeza y comenzó a buscar entre sus pertenencias hasta dar con algo que había conservado durante días sin saber muy bien por qué. - Es tuya, ¿verdad? - preguntó, en cuanto sus dedos alcanzaron la delicada flecha de factura élfica que descansaba en su bolsa y pudo sacarla. - An… antes me fijé en que es idéntica a las que llevas… - comentó, estirando el brazo en su dirección.
La visión del proyectil dejó al peliblanco visiblemente sorprendido, ciertamente era suyo pero no esperaba que la cuerva lo hubiese recogido, mucho menos que lo hubiese guardado hasta entonces. - Lo sabía… gracias por lo de la otra noche. - habló en voz baja, leyendo su expresión antes de que pudiese recomponerse. - No fue nada, solo pasaba por allí y vi la pelea… - respondió Ivaran, tratando de quitarle importancia a su intervención mientras tomaba la flecha y la llevaba al carcaj de nuevo.
- Tú también deberías salir de aquí cuanto antes, la guardia sospechará más de los forasteros… - se permitió aconsejarle, dándose la vuelta para concluir aquel incómodo momento antes de alejarse de la iglesia y el cementerio en silencio. Los ambarinos ojos de la joven lo siguieron durante unos instantes, para luego desviarse de nuevo hacia la zona de la que habían escapado, esperando que Itzamaray no tardase en aparecer.
Por suerte la bruja llegó hasta el grupo poco después, con lo que ya no tendría de qué preocuparse, por fin podían irse. - Hasta la próxima. - se despidió, acompañando las palabras con un tímido gesto de la mano.
En apenas unos días Sacrestic Ville le había dejado bien claro que podía ser un sitio de lo más peligroso, ¿qué más le depararía su estancia en la tierra de los vampiros?
Una vez fuera del sagrado recinto no tardaron en encontrar un lugar despejado en que volver a reagruparse con los otros miembros del variopinto grupo, o al menos algunos de ellos. Mientras devolvía el hacha a su sitio, algo más tranquila ya, Ava escuchó las palabras de Cohen, que les daba las gracias por su ayuda y los instaba a marcharse de allí lo antes posible para que no se viesen envueltos en la investigación que sin duda, la guardia iniciaría sobre aquel altercado.
- Tiene razón, será mejor que nos larguemos antes de que intenten interrogarnos. - respondió el elfo, colgándose el arco de nuevo al hombro. No podía decir que esperaba volver a ver a aquellos sujetos, ya que su intención desde el principio había sido pasar desapercibido y algo le decía que algunos de los presentes tenían tendencia a meterse en problemas. La alada también podía entrar en esa categoría por supuesto, pero su caso era diferente, aunque ahora que se había expuesto no tenía muy claro cómo continuar con respecto a ella.
Al mirarla de reojo pudo observar que ella seguía con la vista clavada en el camposanto, y no le costó imaginar el motivo, seguramente estaba preocupada por la hechicera, que aún no se había reunido con los demás.
Y entonces llegó la hora de despedirse, el primero en hacerlo fue el enmascarado, cuya acompañante tampoco había salido aún, pero ese detalle no parecía preocuparle demasiado. - Yo también me marcho, hasta otra. - dijo por lo bajo, tirando ligeramente de la capucha para cubrirse antes de empezar a andar hacia uno de los oscuros callejones cercanos.
- Es...espera. - lo detuvo la voz de la Midgardiana a su espalda, consiguiendo que se girase un poco para ver qué quería. Ava bajó la cabeza y comenzó a buscar entre sus pertenencias hasta dar con algo que había conservado durante días sin saber muy bien por qué. - Es tuya, ¿verdad? - preguntó, en cuanto sus dedos alcanzaron la delicada flecha de factura élfica que descansaba en su bolsa y pudo sacarla. - An… antes me fijé en que es idéntica a las que llevas… - comentó, estirando el brazo en su dirección.
La visión del proyectil dejó al peliblanco visiblemente sorprendido, ciertamente era suyo pero no esperaba que la cuerva lo hubiese recogido, mucho menos que lo hubiese guardado hasta entonces. - Lo sabía… gracias por lo de la otra noche. - habló en voz baja, leyendo su expresión antes de que pudiese recomponerse. - No fue nada, solo pasaba por allí y vi la pelea… - respondió Ivaran, tratando de quitarle importancia a su intervención mientras tomaba la flecha y la llevaba al carcaj de nuevo.
- Tú también deberías salir de aquí cuanto antes, la guardia sospechará más de los forasteros… - se permitió aconsejarle, dándose la vuelta para concluir aquel incómodo momento antes de alejarse de la iglesia y el cementerio en silencio. Los ambarinos ojos de la joven lo siguieron durante unos instantes, para luego desviarse de nuevo hacia la zona de la que habían escapado, esperando que Itzamaray no tardase en aparecer.
Por suerte la bruja llegó hasta el grupo poco después, con lo que ya no tendría de qué preocuparse, por fin podían irse. - Hasta la próxima. - se despidió, acompañando las palabras con un tímido gesto de la mano.
En apenas unos días Sacrestic Ville le había dejado bien claro que podía ser un sitio de lo más peligroso, ¿qué más le depararía su estancia en la tierra de los vampiros?
Ava Kenrith
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