La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
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La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
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En el corazón del bosque late un antiguo poder
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La antigua agonía
En el corazón del bosque late un antiguo poder
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En lo más profundo de los Bosques del Este, un aura de misterio y desolación envuelve las antiguas ruinas que yacen ocultas entre la densa maleza. Los rayos de luz apenas se filtran entre las ramas retorcidas de los árboles, creando un escenario sombrío y opresivo que parece vibrar con la presencia de una fuerza oscura y ancestral.
Las ruinas, aunque una vez fueron testigos del esplendor de la adoración a Hodr, ahora se yerguen como monumentos al pasado olvidado y a la oscuridad que los consume. Las estatuas decrépitas y las inscripciones desgastadas por el tiempo narran historias de un tiempo anterior, cuando la influencia de Hodr se extendía por todo el reino.
Los viajeros que se aventuran demasiado cerca de las ruinas cuentan historias de apariciones fantasmales y criaturas de pesadilla que acechan entre los escombros. El aire está cargado de un aura ominosa, y el viento parece susurrar antiguas palabras de poder que resuenan en los corazones de aquellos lo suficientemente valientes o temerarios para adentrarse en este reino de sombras.
Los encapuchados que merodean por los alrededores agregan un elemento de intriga y peligro, sus movimientos silenciosos y su presencia siniestra alimentan el misterio que rodea a las ruinas. ¿Qué oscuros secretos yace en el corazón de estas antiguas estructuras, y qué fuerzas oscuras aguardan a aquellos que osen desafiarlas? Solo aquellos lo suficientemente valientes o insensatos se aventuran a descubrir la verdad detrás de la antigua agonía que consume este lugar olvidado por el tiempo.
Zagreus, un hombre envuelto en un manto de sombras y secretos, recibió una misteriosa carta hace una semana. El papel llevaba un sello negro y sin nombre. La carta, escrita con una tinta espesa, lo invitaba a adentrarse en los Bosques del Este en busca de un templo antiguo, uno que yacía oculto entre las sombras del olvido. También se le facilitó unas coordenadas.
Iori, que desde lo acontecido en la playa se vio envuelta en un aura de misterio y sombras, desapareciendo lo más posible de la vista de todos, fue abordada por una figura encapuchada en un momento inesperado. Los ojos de esta misteriosa figura estaban ocultos bajo el capucho parecían brillar con una luz inquietante mientras extendía hacia Iori un pequeño papel doblado.
La misteriosa mujer desapareció en las sombras, dejando a Iori con el papel entre sus manos temblorosas. Al desplegar el papel, encontró inscritas unas coordenadas precisas, un número que indicaba un lugar específico en los Bosques del Este.
Azaril y sus tres sirvientas, Gardenia, Jasmin y Beiza, se adentraron en los Bosques del Este con paso firme pero cauteloso. El aire estaba cargado de un palpable aura de oscuridad, y el rumor de las hojas susurraba secretos antiguos mientras avanzaban entre los árboles ancestrales. A medida que se acercaban a las ruinas, el entorno se volvía más sombrío, las sombras de los árboles parecían alargarse como dedos fantasmales que apuntaban hacia el lugar prohibido.
Las ruinas se alzaban ante ellas como testigos silenciosos de un pasado olvidado, cubiertas por la maleza y la vegetación que se abría paso entre las piedras ancestrales. A pesar del paso del tiempo y la desolación que las rodeaba, las ruinas aún conservaban un aire majestuoso, sus estructuras talladas en piedra parecían susurrar antiguos secretos a quienes se atrevieran a escuchar.
Azaril, con su presencia serena y su mirada penetrante, lideraba el grupo con determinación, seguida de cerca por sus leales sirvientas. Gardenia, con su mirada aguda y su actitud protectora, observaba cada rincón con ojos vigilantes, mientras Jasmin, con su aura ingenua pero servicial, ofrecía una sonrisa cálida y amistosa a su alrededor. Beiza, siempre silenciosa y calculadora, mantenía una postura vigilante, alerta ante cualquier peligro que pudiera acechar en las sombras.
A medida que se adentraban en las ruinas, el aire se volvía más denso, impregnado de una sensación de malestar y oscuridad. Los susurros del viento parecían adquirir un tono ominoso, y el eco de sus pasos resonaba en los pasillos vacíos con un eco siniestro. Sin embargo, Azaril y sus sirvientas no vacilaban, avanzando con determinación hacia el corazón de las ruinas, donde se rumoreaba que la maldición tenía su origen.
Con cada paso, el poder de la Oscuridad parecía crecer, envolviéndolos en su abrazo sombrío. Pero Azaril y sus sirvientas no temían a la Oscuridad, pues llevaban consigo la luz de la esperanza y el poder de la voluntad. Juntas, estaban decididas a desafiar a la maldición que asolaba las tierras y a purificar las ruinas de su antiguo poder corruptor.
Un grupo de cuatro personas ataviadas con túnicas negras y capuchas del mismo color, en otro lugar de las ruinas, aguardaba la llegada de los ungidos; Zagreus e Iori, ajenos a la presencia de Azaril y su servidumbre en el lugar.
* Bienvenidos, ungidos de la Oscuridad. ¿O debería decir aspirantes a ungidos? No os voy a mentir, desde vuestro encuentro en la playa con los encapuchados os habéis sentido más poderosos, pero realmente no habéis notado nada físico ni material, simplemente una sensación. Algo late dentro vuestra y desea salir y desarrollarse, ¿Lo dejaréis?
* En esta ronda deberéis de dar una introducción a vuestra perspectiva del desafío y encontraros con el grupo de encapuchados que os están esperando. Podéis proceder de la manera que gustéis, e incluso interactuar entre vosotros si os place. Podéis añadir los elementos que deseéis, incluso de vuestras historias personales, siempre y cuando se adecúen al desafío y respetéis las reglas establecidas.
* Aquí tenéis la ficha de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Importante destacar que no podéis cruzaros con ellas, todavía.
Las ruinas, aunque una vez fueron testigos del esplendor de la adoración a Hodr, ahora se yerguen como monumentos al pasado olvidado y a la oscuridad que los consume. Las estatuas decrépitas y las inscripciones desgastadas por el tiempo narran historias de un tiempo anterior, cuando la influencia de Hodr se extendía por todo el reino.
Los viajeros que se aventuran demasiado cerca de las ruinas cuentan historias de apariciones fantasmales y criaturas de pesadilla que acechan entre los escombros. El aire está cargado de un aura ominosa, y el viento parece susurrar antiguas palabras de poder que resuenan en los corazones de aquellos lo suficientemente valientes o temerarios para adentrarse en este reino de sombras.
Los encapuchados que merodean por los alrededores agregan un elemento de intriga y peligro, sus movimientos silenciosos y su presencia siniestra alimentan el misterio que rodea a las ruinas. ¿Qué oscuros secretos yace en el corazón de estas antiguas estructuras, y qué fuerzas oscuras aguardan a aquellos que osen desafiarlas? Solo aquellos lo suficientemente valientes o insensatos se aventuran a descubrir la verdad detrás de la antigua agonía que consume este lugar olvidado por el tiempo.
Zagreus, un hombre envuelto en un manto de sombras y secretos, recibió una misteriosa carta hace una semana. El papel llevaba un sello negro y sin nombre. La carta, escrita con una tinta espesa, lo invitaba a adentrarse en los Bosques del Este en busca de un templo antiguo, uno que yacía oculto entre las sombras del olvido. También se le facilitó unas coordenadas.
Iori, que desde lo acontecido en la playa se vio envuelta en un aura de misterio y sombras, desapareciendo lo más posible de la vista de todos, fue abordada por una figura encapuchada en un momento inesperado. Los ojos de esta misteriosa figura estaban ocultos bajo el capucho parecían brillar con una luz inquietante mientras extendía hacia Iori un pequeño papel doblado.
La misteriosa mujer desapareció en las sombras, dejando a Iori con el papel entre sus manos temblorosas. Al desplegar el papel, encontró inscritas unas coordenadas precisas, un número que indicaba un lugar específico en los Bosques del Este.
Azaril y sus tres sirvientas, Gardenia, Jasmin y Beiza, se adentraron en los Bosques del Este con paso firme pero cauteloso. El aire estaba cargado de un palpable aura de oscuridad, y el rumor de las hojas susurraba secretos antiguos mientras avanzaban entre los árboles ancestrales. A medida que se acercaban a las ruinas, el entorno se volvía más sombrío, las sombras de los árboles parecían alargarse como dedos fantasmales que apuntaban hacia el lugar prohibido.
Las ruinas se alzaban ante ellas como testigos silenciosos de un pasado olvidado, cubiertas por la maleza y la vegetación que se abría paso entre las piedras ancestrales. A pesar del paso del tiempo y la desolación que las rodeaba, las ruinas aún conservaban un aire majestuoso, sus estructuras talladas en piedra parecían susurrar antiguos secretos a quienes se atrevieran a escuchar.
Azaril, con su presencia serena y su mirada penetrante, lideraba el grupo con determinación, seguida de cerca por sus leales sirvientas. Gardenia, con su mirada aguda y su actitud protectora, observaba cada rincón con ojos vigilantes, mientras Jasmin, con su aura ingenua pero servicial, ofrecía una sonrisa cálida y amistosa a su alrededor. Beiza, siempre silenciosa y calculadora, mantenía una postura vigilante, alerta ante cualquier peligro que pudiera acechar en las sombras.
A medida que se adentraban en las ruinas, el aire se volvía más denso, impregnado de una sensación de malestar y oscuridad. Los susurros del viento parecían adquirir un tono ominoso, y el eco de sus pasos resonaba en los pasillos vacíos con un eco siniestro. Sin embargo, Azaril y sus sirvientas no vacilaban, avanzando con determinación hacia el corazón de las ruinas, donde se rumoreaba que la maldición tenía su origen.
Con cada paso, el poder de la Oscuridad parecía crecer, envolviéndolos en su abrazo sombrío. Pero Azaril y sus sirvientas no temían a la Oscuridad, pues llevaban consigo la luz de la esperanza y el poder de la voluntad. Juntas, estaban decididas a desafiar a la maldición que asolaba las tierras y a purificar las ruinas de su antiguo poder corruptor.
Un grupo de cuatro personas ataviadas con túnicas negras y capuchas del mismo color, en otro lugar de las ruinas, aguardaba la llegada de los ungidos; Zagreus e Iori, ajenos a la presencia de Azaril y su servidumbre en el lugar.
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* Bienvenidos, ungidos de la Oscuridad. ¿O debería decir aspirantes a ungidos? No os voy a mentir, desde vuestro encuentro en la playa con los encapuchados os habéis sentido más poderosos, pero realmente no habéis notado nada físico ni material, simplemente una sensación. Algo late dentro vuestra y desea salir y desarrollarse, ¿Lo dejaréis?
* En esta ronda deberéis de dar una introducción a vuestra perspectiva del desafío y encontraros con el grupo de encapuchados que os están esperando. Podéis proceder de la manera que gustéis, e incluso interactuar entre vosotros si os place. Podéis añadir los elementos que deseéis, incluso de vuestras historias personales, siempre y cuando se adecúen al desafío y respetéis las reglas establecidas.
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Última edición por Thorn el Jue Mayo 30 2024, 12:53, editado 1 vez
Thorn
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Re: La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
Tenía la vista fija en el incierto camino, iluminado tenuemente por la luz que se abría paso entre las ramas retorcidas de los árboles secos. La mente de Iori no podía apartar durante mucho tiempo lo que había sido el factor desestabilizador que le había hecho ceder a la oferta de la sombra.
Desde entonces, aquellos ojos dorados de la noche del festival guiaban sus pasos por el tétrico bosque.
Sin embargo, la mirada que su corazón anhelaba era verde.
La mestiza avanzaba sin hacer ruido perceptible (1) por el sendero salpicado de antiguas ruinas. Impulsando con decisión sus pasos mientras se esforzaba por acallar en su corazón las dudas que él había sembrado con aquella canción.
No le resultaba difícil, a decir verdad. Alejada de su presencia, la certeza de que su influencia tendría un efecto repulsivo sobre él se hacía más notoria. Sentía que todo cuanto era ella corrompería la luz que había en él. Y en el camino que recorría hacia el templo de Hord, por alguna razón, sentía un ligero alivio. Un respiro ante la agonía que le causaba la seguridad de que no había futuro sin él.
En aquel lugar, todo lo repugnante, todo lo odioso, parecían calmarla.
Se detuvo un instante y sacó de un bolsillo interior la nota que aquella figura le había entregado. Apenas había tenido tiempo de aprender lo suficiente de las letras con Cornelius, pero había memorizado lo que aquel amable herrero le había leído cuando se detuvo a preguntarle.
No tan amable le había parecido cuando había insistido en sacarle la idea de la cabeza de dirigirse hacia aquella zona de los bosques del este. Se había alejado, ignorándolo y notando a la vez como un extraño frío se ceñía a su espalda. Una ligera sensación de pesadez, como si sobre sus hombros estuviese cargando algo que no era capaz de ver, pero que permanecía allí, enganchado a ella.
Algo invisible pero real.
Apartó los ojos del papel y lo volvió a deslizar dentro de su ropa, observando entonces el rostro parcialmente destruido de una gran estatua, maltratada por el paso del tiempo a un lado del camino.
Hord.
El dios ciego.
Lo que apenas habían comenzado como pequeños restos esparcidos se habían ido amontonando en cantidad y majestuosidad de lo que parecía formar parte, en otro tiempo, de un gran complejo de culto a su figura. Se puso en marcha con una furia súbita, cuando su voz intentó resonar en su cabeza, repitiendo las palabras de advertencia que ella se imaginaba que le dedicaría.
¿Me estás dejando atrás?
No estás sola en esto.
Apóyate en mí.
Juntos somos más fuertes.
Juntos somos perfectos.
Como si con echar a correr pudiese huir de aquello, la mestiza se lanzó con una ira que no pretendía controlar hacia delante, cruzando con zancadas rápidas lo que parecían las inmediaciones a una zona más céntrica de todo aquel caos compuesto por ruinas y vegetación muerta.
Como si fuese posible dejar atrás lo que él había creado en su interior.
Así fue como las vio. Y fue lo que la hizo detenerse de golpe captando su atención. Cuatro figuras encapuchadas que la hicieron rememorar entonces a la silueta oscura de ojos dorados del Midsummerblót.
Se detuvo al instante, quedando clavada en el suelo, intentando reconocer si alguna de ellas se correspondía a la que le había entregado las coordenadas precisas. Insegura al respecto, volvió a tomar el papel de su bolsillo y lo alzó dejando que todos los viesen.
- Me he tomado esto como una invitación - dijo por saludo. - Soy Iori - y con ellos terminó la presentación. Como si aquellas cuatro palabras encerrasen en sus sencillos trazos todo cuanto era ella.
(1) Talento: Sigilo nivel 3 (Avanzado)
Desde entonces, aquellos ojos dorados de la noche del festival guiaban sus pasos por el tétrico bosque.
Sin embargo, la mirada que su corazón anhelaba era verde.
La mestiza avanzaba sin hacer ruido perceptible (1) por el sendero salpicado de antiguas ruinas. Impulsando con decisión sus pasos mientras se esforzaba por acallar en su corazón las dudas que él había sembrado con aquella canción.
No le resultaba difícil, a decir verdad. Alejada de su presencia, la certeza de que su influencia tendría un efecto repulsivo sobre él se hacía más notoria. Sentía que todo cuanto era ella corrompería la luz que había en él. Y en el camino que recorría hacia el templo de Hord, por alguna razón, sentía un ligero alivio. Un respiro ante la agonía que le causaba la seguridad de que no había futuro sin él.
En aquel lugar, todo lo repugnante, todo lo odioso, parecían calmarla.
Se detuvo un instante y sacó de un bolsillo interior la nota que aquella figura le había entregado. Apenas había tenido tiempo de aprender lo suficiente de las letras con Cornelius, pero había memorizado lo que aquel amable herrero le había leído cuando se detuvo a preguntarle.
No tan amable le había parecido cuando había insistido en sacarle la idea de la cabeza de dirigirse hacia aquella zona de los bosques del este. Se había alejado, ignorándolo y notando a la vez como un extraño frío se ceñía a su espalda. Una ligera sensación de pesadez, como si sobre sus hombros estuviese cargando algo que no era capaz de ver, pero que permanecía allí, enganchado a ella.
Algo invisible pero real.
Apartó los ojos del papel y lo volvió a deslizar dentro de su ropa, observando entonces el rostro parcialmente destruido de una gran estatua, maltratada por el paso del tiempo a un lado del camino.
Hord.
El dios ciego.
Lo que apenas habían comenzado como pequeños restos esparcidos se habían ido amontonando en cantidad y majestuosidad de lo que parecía formar parte, en otro tiempo, de un gran complejo de culto a su figura. Se puso en marcha con una furia súbita, cuando su voz intentó resonar en su cabeza, repitiendo las palabras de advertencia que ella se imaginaba que le dedicaría.
¿Me estás dejando atrás?
No estás sola en esto.
Apóyate en mí.
Juntos somos más fuertes.
Juntos somos perfectos.
Como si con echar a correr pudiese huir de aquello, la mestiza se lanzó con una ira que no pretendía controlar hacia delante, cruzando con zancadas rápidas lo que parecían las inmediaciones a una zona más céntrica de todo aquel caos compuesto por ruinas y vegetación muerta.
Como si fuese posible dejar atrás lo que él había creado en su interior.
Así fue como las vio. Y fue lo que la hizo detenerse de golpe captando su atención. Cuatro figuras encapuchadas que la hicieron rememorar entonces a la silueta oscura de ojos dorados del Midsummerblót.
Se detuvo al instante, quedando clavada en el suelo, intentando reconocer si alguna de ellas se correspondía a la que le había entregado las coordenadas precisas. Insegura al respecto, volvió a tomar el papel de su bolsillo y lo alzó dejando que todos los viesen.
- Me he tomado esto como una invitación - dijo por saludo. - Soy Iori - y con ellos terminó la presentación. Como si aquellas cuatro palabras encerrasen en sus sencillos trazos todo cuanto era ella.
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Iori Li
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Re: La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
El viaje había demorado casi más de un mes. Había memorizado una dirección puntual, unas coordenadas que apuntaban a las profundidades del bosque en los reinos del este. Al cruzar el río Tymer, mi única compañía se trataba de un caballo rentado que tendría que entregar en una de las posadas a las afueras del bosque. A partir de ese punto, tendría que caminar un largo trayecto hacia mi objetivo.
Las noches largas me permitían reflexionar sobre mi misión mientras me adentraba al corazón del este. El mensaje críptico de aquella carta era claro, aquella figura oscura que había conocido en las festividades en Vuwulfar tiempo atrás, hacía acto de presencia para convocarme en una asamblea que me permitiría conocer las consecuencias de mi decisión en aquella playa. O al menos eso era lo que esperaba.
Las promesas de poder y conocimiento se arremolinaban en mi cabeza mientras cauteloso procuraba mantenerme firme, sin ilusionarme en sueños vacíos. No pretendía ser una herramienta o la excusa de un dios para ejercer su voluntad. Sin embargo, no cuestionaba el poder de la oscuridad.
No dejaría que se aprovecharan de mí, aunque mi intención era sacar ventaja de aquel acuerdo. Si Hodr pretendía actuar, tendría que hacerlo asumiendo que partía desde la desventaja. La luz ya había demostrado incontables veces que habría opacado al dios ciego. Los retazos de su culto eran solo símbolos de sectas olvidadas y de leyendas para enaltecer a Baldr.
La penumbra me acompañaba mientras me acercaba a las coordenadas. Ruinas de tiempos pasados mostraban los recuerdos del poder que alguna vez tuvo el dios. En el ambiente, una niebla densa se concentraba entre los árboles de Ullúme Fírima de madera oscura que con ramas marchitas como dedos largos y esqueléticos rasgaban el cielo negro. Árboles que no pertenecían a aquellos bosques, pero en las entrañas recónditas del mismo, la oscuridad hacía sitio para asentarse cómodamente, escondida del mundo.
El ulular de un búho hacía eco en las sombras. No había señal de ningún poblado cercano, solo restos del paso de aventureros intrépidos que al parecer se habían devuelto antes de llegar a su objetivo.
Precavido, sorteando las amenazas del bosque y la luz de la luna caprichosa que se dejaba ver cuando las nubes lo permitían. Llegué a la ubicación que la carta establecía. Pilares ornamentados cubiertos de musgo acompañaban estatuas del dios ciego en un camino que se retorcía entre sombras en un aura de oscuridad que competía con la negrura de la madrugada. Incluso mi visión maldita hacía esfuerzos para ver con claridad entre la penumbra.
A la distancia, vi como una multitud encapuchada parecía aguardar mi llegada, frente a ellos, una figura resaltaba por su contraste. Me detuve para evaluar la situación. Me anticipaba a que sería recibido, pero la razón me invitaba a ser cauteloso y desconfiar. Sin embargo, algo dentro de mí se revolvía, una tensión interna me invitaba a avanzar, en confiar en lo desconocido y aferrarme a la incertidumbre. Los susurros de la oscuridad retumbaban en mis adentro. Sentía como la oscuridad, llamaba con voz seductora, con promesas de grandeza, con un juramento de poder, una oferta de ascender que no podría rechazar.
Retiré la capucha que me cubría y peiné mis cabellos hacia atrás amarrando un mechón en una pequeña coleta. Mi capa negra cubría mi armadura y mis manos, listas para actuar en caso de emboscada. La sangre se agitaba.
He venido. - dije con voz serena manteniendo mi semblante. Seguro del abrazo de la oscuridad y la decisión que había aceptado, a partir de mis negociaciones, con la figura de sombras del Midsummarblót. Poco servía intentar estudiar a las figuras encapuchadas, sus rostros cubiertos apenas eran reconocibles.
Aquellos sujetos de túnicas negras resultaban amenazantes, si bien mi altura y contextura era superior, un aire de intriga y amenaza rodeaba aquel encuentro.
En silencio esperaba la respuesta de aquellos anfitriones que custodiaban la entrada a las ruinas. El templo del Dios ciego solo era la sombra de lo que alguna vez habría sido. Ahora, solo representaba el mito perdido en los bosques del este. Un lugar incógnito que pasaba desapercibido para el mundo.
Mis ojos amarillos, radiantes como la luz del sol que hace tiempo atrás había rechazado por mi maldición, se cruzaron con aquella mujer. Su mirada azul resaltaba, con discreción y soberbia estudiaba de forma minuciosa su aspecto. No parecía ser una digna "campeón de la oscuridad", su aspecto era el de una mujer convencional, incluso resaltaba lo demacrado y raquítico de su apariencia. Sin embargo, prefería mantener la cautela y no subestimarla. La estudiaba con seriedad, esperando las indicaciones de los acólitos de Hodr.
Conocía los mitos y leyendas del Dios. Había estudiado su religión, las guerras entre la luz y las tinieblas. Así como su séquito y tradición. Solamente me quedaba confirmar si todo aquello era suficiente para ser parte de sus planes, ser un adalid de la oscuridad.
____________________
Off
El dominio de aspectos relacionados a herbología, cartografía y geografía, así como lo referente a la religión y mitología sobre el tema, corresponde a mi habilidad= Nivel 2: Omnisciencia (Pasiva)
Gracias a su voracidad intelectual y prodigiosa memoria. Zagreus es capaz de identificar y recordar cualquier entrada teórica de información de la biblioteca de Aerandir (Historia, Herbolario, Bestiario, Rumores, etc).
Este recurso solo es válido para aquella información de dominio público (no metarol) y es exclusivamente de carácter teórico.
Las noches largas me permitían reflexionar sobre mi misión mientras me adentraba al corazón del este. El mensaje críptico de aquella carta era claro, aquella figura oscura que había conocido en las festividades en Vuwulfar tiempo atrás, hacía acto de presencia para convocarme en una asamblea que me permitiría conocer las consecuencias de mi decisión en aquella playa. O al menos eso era lo que esperaba.
Las promesas de poder y conocimiento se arremolinaban en mi cabeza mientras cauteloso procuraba mantenerme firme, sin ilusionarme en sueños vacíos. No pretendía ser una herramienta o la excusa de un dios para ejercer su voluntad. Sin embargo, no cuestionaba el poder de la oscuridad.
No dejaría que se aprovecharan de mí, aunque mi intención era sacar ventaja de aquel acuerdo. Si Hodr pretendía actuar, tendría que hacerlo asumiendo que partía desde la desventaja. La luz ya había demostrado incontables veces que habría opacado al dios ciego. Los retazos de su culto eran solo símbolos de sectas olvidadas y de leyendas para enaltecer a Baldr.
La penumbra me acompañaba mientras me acercaba a las coordenadas. Ruinas de tiempos pasados mostraban los recuerdos del poder que alguna vez tuvo el dios. En el ambiente, una niebla densa se concentraba entre los árboles de Ullúme Fírima de madera oscura que con ramas marchitas como dedos largos y esqueléticos rasgaban el cielo negro. Árboles que no pertenecían a aquellos bosques, pero en las entrañas recónditas del mismo, la oscuridad hacía sitio para asentarse cómodamente, escondida del mundo.
El ulular de un búho hacía eco en las sombras. No había señal de ningún poblado cercano, solo restos del paso de aventureros intrépidos que al parecer se habían devuelto antes de llegar a su objetivo.
Precavido, sorteando las amenazas del bosque y la luz de la luna caprichosa que se dejaba ver cuando las nubes lo permitían. Llegué a la ubicación que la carta establecía. Pilares ornamentados cubiertos de musgo acompañaban estatuas del dios ciego en un camino que se retorcía entre sombras en un aura de oscuridad que competía con la negrura de la madrugada. Incluso mi visión maldita hacía esfuerzos para ver con claridad entre la penumbra.
A la distancia, vi como una multitud encapuchada parecía aguardar mi llegada, frente a ellos, una figura resaltaba por su contraste. Me detuve para evaluar la situación. Me anticipaba a que sería recibido, pero la razón me invitaba a ser cauteloso y desconfiar. Sin embargo, algo dentro de mí se revolvía, una tensión interna me invitaba a avanzar, en confiar en lo desconocido y aferrarme a la incertidumbre. Los susurros de la oscuridad retumbaban en mis adentro. Sentía como la oscuridad, llamaba con voz seductora, con promesas de grandeza, con un juramento de poder, una oferta de ascender que no podría rechazar.
Retiré la capucha que me cubría y peiné mis cabellos hacia atrás amarrando un mechón en una pequeña coleta. Mi capa negra cubría mi armadura y mis manos, listas para actuar en caso de emboscada. La sangre se agitaba.
He venido. - dije con voz serena manteniendo mi semblante. Seguro del abrazo de la oscuridad y la decisión que había aceptado, a partir de mis negociaciones, con la figura de sombras del Midsummarblót. Poco servía intentar estudiar a las figuras encapuchadas, sus rostros cubiertos apenas eran reconocibles.
Aquellos sujetos de túnicas negras resultaban amenazantes, si bien mi altura y contextura era superior, un aire de intriga y amenaza rodeaba aquel encuentro.
En silencio esperaba la respuesta de aquellos anfitriones que custodiaban la entrada a las ruinas. El templo del Dios ciego solo era la sombra de lo que alguna vez habría sido. Ahora, solo representaba el mito perdido en los bosques del este. Un lugar incógnito que pasaba desapercibido para el mundo.
Mis ojos amarillos, radiantes como la luz del sol que hace tiempo atrás había rechazado por mi maldición, se cruzaron con aquella mujer. Su mirada azul resaltaba, con discreción y soberbia estudiaba de forma minuciosa su aspecto. No parecía ser una digna "campeón de la oscuridad", su aspecto era el de una mujer convencional, incluso resaltaba lo demacrado y raquítico de su apariencia. Sin embargo, prefería mantener la cautela y no subestimarla. La estudiaba con seriedad, esperando las indicaciones de los acólitos de Hodr.
Conocía los mitos y leyendas del Dios. Había estudiado su religión, las guerras entre la luz y las tinieblas. Así como su séquito y tradición. Solamente me quedaba confirmar si todo aquello era suficiente para ser parte de sus planes, ser un adalid de la oscuridad.
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Este recurso solo es válido para aquella información de dominio público (no metarol) y es exclusivamente de carácter teórico.
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Re: La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
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La antigua agonía
En el corazón del bosque late un antiguo poder
En la penumbra del antiguo templo, Zagreus e Iori se hallaban frente a los cuatro encapuchados que aguardaban en un silencio sepulcral. La atmósfera estaba impregnada de una tensión que se podía palpar en el aire, mientras los destellos de dos antorchas, sujetadas cada una por los encapuchados, danzaban caprichosamente en las paredes de piedra tallada.
-Bienvenidos, Zagreus e Iori. Vuestra llegada ha sido esperada por mucho tiempo.-Dijo una voz femenina que le sería familiar a Zagreus.
-Ustedes son los ungidos de la Oscuridad, aquellos que están destinados a liberarnos de la Antigua Agonía.-Intervino otro de los encapuchados, una mujer también, esta vez la voz sería reconocida por Iori.-¿Entienden el propósito de su viaje? La responsabilidad que descansa sobre sus hombros es inmensa.-Añadió, aguardando una respuesta que, sin duda, sería crucial para el destino que les aguardaba.
-Seguidnos.-Proclamó la primera mujer con solemnidad, instando a Zagreus e Iori a adentrarse en las profundidades del templo de Hodr.
Con pasos firmes, los dos ungidos siguieron a sus misteriosos guías, sumergiéndose en las sombras del antiguo edificio cuyos muros parecían susurrar antiguas verdades y secretos olvidados. A medida que avanzaban por los corredores de piedra, una sensación de solemnidad y asombro los envolvía, como si estuvieran pisando terreno sagrado imbuido de poderes ancestrales. El silencio era abrumador, solo interrumpido por el eco lejano de sus propios pasos y el murmullo tenue del viento que se filtraba por las grietas de la estructura milenaria.
Pronto llegaron a una sala de mediano tamaño, de aspecto peculiar y decoración inesperada.
Aquí, el ambiente era distinto al del resto del templo. El musgo que cubría las paredes había sido cuidadosamente limpiado, revelando la piedra lisa y antigua que yacía debajo. Las paredes no mostraban signos de ruina, sino que estaban adornadas con símbolos antiguos y extraños que parecían resonar con un poder oculto. Incluso había muebles dispuestos en la sala, añadiendo un toque de confort y calidez al ambiente austero del templo.
En el centro de la sala, se encontraba un banco de piedra maciza, pulida por el paso del tiempo pero imponente en su presencia. Los guías invitaron a Zagreus e Iori a sentarse, colocando a cada uno en un extremo del banco, pero en sentido contrario el uno al otro. A su lado, las dos mujeres encapuchadas que habían hablado antes tomaron asiento, también enfrentadas entre sí y en sentido opuesto al ungido que tenían a su lado. Los otros dos encapuchados, por su parte, tomaron las antorchas de estas dos mujeres y se quedaron observando desde la entrada.
-En la penumbra eterna, en la oscuridad que todo lo abarca, nos postramos ante ti, oh dios ciego, guardián de las sombras y señor de lo oculto. Tú que habitas en el corazón de la noche, tú que ves sin ojos y escuchas sin oídos, acepta nuestra humilde devoción.-Recitó una de las encapuchadas
-Bendito seas, oh dios de la oscuridad, por permitirnos encontrar refugio en tus brazos oscuros. Tú que perdonas lo todo y acoges a todas las criaturas bajo tu manto sombrío, guíanos por el camino de la redención y la compasión.-Recitó la otra.
Y, como una voz unánime, los cuatro encapuchados de la sala recitaron a la vez:
"En tus dominios sombríos encontramos paz y protección, y en tu infinita sabiduría descubrimos la verdad oculta. Que tu presencia ciega nos otorgue sabiduría y discernimiento en la penumbra de la existencia.
Oh dios ciego, acepta nuestras plegarias y danos fuerzas para enfrentar las pruebas que la vida nos presente. En tu nombre nos postramos, y en tu oscuridad eterna encontramos nuestro refugio."
-El dios ciego nos está viendo, y está evaluándoos.-Declaró una de las encapuchadas.
-Ahora serán sometidos al escrutinio de Hodr-Declaró la otra encapuchada.
Tras unos instantes de silencio, la primera mujer volvió a hablar.
-¿Qué lazos os atan a vuestra existencia actual?-La primera de las preguntas fue lanzada.
-¿Cuál es la comprensión que tienen sobre la Oscuridad y cómo la han honrado en su vida?-La segunda pregunta fue lanzada.
-¿Os arrepentís de algo de vuestra vida?-La tercera pregunta fue lanzada, pero esta tenía otra parte.-¿Os gustaría olvidar aquello que os aflige?
-¿Qué les impulsa a seguir a Hodr?-La cuarta pregunta, sencilla pero importante.
-¿Estáis preparados para abrazar la verdad oculta que emana de las profundidades de la Oscuridad, incluso si desafía vuestras creencias y percepciones?-La quinta pregunta resonó con especial eco en la sala.-Una vez que os entreguéis al dios ciego, no habrá vuelta atrás y toda vuestra vida estará ligada a él.
-¿Estáis dispuestos a formar parte de la Oscuridad y traerla al mundo?-La sexta y última pregunta.
Los encapuchados callaron, las respuestas de los ungidos resonaron por toda la instancia. Y el dios Hodr empezó a evaluarlos.
* En esta ronda lo vais a tener fácil; responded a las preguntas, únicamente eso.
-Bienvenidos, Zagreus e Iori. Vuestra llegada ha sido esperada por mucho tiempo.-Dijo una voz femenina que le sería familiar a Zagreus.
-Ustedes son los ungidos de la Oscuridad, aquellos que están destinados a liberarnos de la Antigua Agonía.-Intervino otro de los encapuchados, una mujer también, esta vez la voz sería reconocida por Iori.-¿Entienden el propósito de su viaje? La responsabilidad que descansa sobre sus hombros es inmensa.-Añadió, aguardando una respuesta que, sin duda, sería crucial para el destino que les aguardaba.
-Seguidnos.-Proclamó la primera mujer con solemnidad, instando a Zagreus e Iori a adentrarse en las profundidades del templo de Hodr.
Con pasos firmes, los dos ungidos siguieron a sus misteriosos guías, sumergiéndose en las sombras del antiguo edificio cuyos muros parecían susurrar antiguas verdades y secretos olvidados. A medida que avanzaban por los corredores de piedra, una sensación de solemnidad y asombro los envolvía, como si estuvieran pisando terreno sagrado imbuido de poderes ancestrales. El silencio era abrumador, solo interrumpido por el eco lejano de sus propios pasos y el murmullo tenue del viento que se filtraba por las grietas de la estructura milenaria.
Pronto llegaron a una sala de mediano tamaño, de aspecto peculiar y decoración inesperada.
Aquí, el ambiente era distinto al del resto del templo. El musgo que cubría las paredes había sido cuidadosamente limpiado, revelando la piedra lisa y antigua que yacía debajo. Las paredes no mostraban signos de ruina, sino que estaban adornadas con símbolos antiguos y extraños que parecían resonar con un poder oculto. Incluso había muebles dispuestos en la sala, añadiendo un toque de confort y calidez al ambiente austero del templo.
En el centro de la sala, se encontraba un banco de piedra maciza, pulida por el paso del tiempo pero imponente en su presencia. Los guías invitaron a Zagreus e Iori a sentarse, colocando a cada uno en un extremo del banco, pero en sentido contrario el uno al otro. A su lado, las dos mujeres encapuchadas que habían hablado antes tomaron asiento, también enfrentadas entre sí y en sentido opuesto al ungido que tenían a su lado. Los otros dos encapuchados, por su parte, tomaron las antorchas de estas dos mujeres y se quedaron observando desde la entrada.
-En la penumbra eterna, en la oscuridad que todo lo abarca, nos postramos ante ti, oh dios ciego, guardián de las sombras y señor de lo oculto. Tú que habitas en el corazón de la noche, tú que ves sin ojos y escuchas sin oídos, acepta nuestra humilde devoción.-Recitó una de las encapuchadas
-Bendito seas, oh dios de la oscuridad, por permitirnos encontrar refugio en tus brazos oscuros. Tú que perdonas lo todo y acoges a todas las criaturas bajo tu manto sombrío, guíanos por el camino de la redención y la compasión.-Recitó la otra.
Y, como una voz unánime, los cuatro encapuchados de la sala recitaron a la vez:
"En tus dominios sombríos encontramos paz y protección, y en tu infinita sabiduría descubrimos la verdad oculta. Que tu presencia ciega nos otorgue sabiduría y discernimiento en la penumbra de la existencia.
Oh dios ciego, acepta nuestras plegarias y danos fuerzas para enfrentar las pruebas que la vida nos presente. En tu nombre nos postramos, y en tu oscuridad eterna encontramos nuestro refugio."
-El dios ciego nos está viendo, y está evaluándoos.-Declaró una de las encapuchadas.
-Ahora serán sometidos al escrutinio de Hodr-Declaró la otra encapuchada.
Tras unos instantes de silencio, la primera mujer volvió a hablar.
-¿Qué lazos os atan a vuestra existencia actual?-La primera de las preguntas fue lanzada.
-¿Cuál es la comprensión que tienen sobre la Oscuridad y cómo la han honrado en su vida?-La segunda pregunta fue lanzada.
-¿Os arrepentís de algo de vuestra vida?-La tercera pregunta fue lanzada, pero esta tenía otra parte.-¿Os gustaría olvidar aquello que os aflige?
-¿Qué les impulsa a seguir a Hodr?-La cuarta pregunta, sencilla pero importante.
-¿Estáis preparados para abrazar la verdad oculta que emana de las profundidades de la Oscuridad, incluso si desafía vuestras creencias y percepciones?-La quinta pregunta resonó con especial eco en la sala.-Una vez que os entreguéis al dios ciego, no habrá vuelta atrás y toda vuestra vida estará ligada a él.
-¿Estáis dispuestos a formar parte de la Oscuridad y traerla al mundo?-La sexta y última pregunta.
Los encapuchados callaron, las respuestas de los ungidos resonaron por toda la instancia. Y el dios Hodr empezó a evaluarlos.
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* En esta ronda lo vais a tener fácil; responded a las preguntas, únicamente eso.
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Re: La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
Le costó desenganchar los ojos de él.
Aunque en aquel instante, con las condiciones de escasa luz no le resultaba posible distinguir con claridad sus rasgos, Iori tenía los ojos fijos en la apariencia de aquel hombre. Por descontado destacaba. Lo haría en medio de cualquier multitud. Su altura y su corpulencia eran notables.
Pero no era en el atractivo físico evidente, el cual Iori ignoró por completo, era la mezcla de rasgos que en conjunto causaron que el corazón de la mestiza bombease a trompicones.
El cabello claro. Como el de Eithelen.
Aquel color no era habitual en muchas personas. Iori solo lo había visto en gente joven en los recuerdos del guerrero élfico. Y en Tarek, por supuesto.
Pero más que su pelo, lo que producía la congoja que estaba atenazando a su corazón era su mirada.
Los ojos dorados. Como los de Ayla.
Y sin embargo, en el conjunto de la expresión que se atisbaba desde aquella cara de rasgos duros resultaba tremendamente desapegada. La mirada de la humana siempre había brillado con fuerza, con decisión, con una indeleble dulzura hacia todo lo que le era apreciado.
Aquel hombre que tenía delante poseía la rigidez de las piedras que formaban aquellas ruinas. Un rasgo que ella valoraría en otro momento de su vida. Pero el haber establecido el paralelismo entre él y Ayla, entre la mirada de ambos mediante su color de ojos hizo sentir un primitivo rechazo hacia su persona.
La simple presencia, con aquella actitud que emanaba de él hicieron pensar a Iori que unos ojos dorados como los de ella no podían mirar de aquella manera.
Zagreus era un ser indigno para Iori.
Desvió la mirada de forma terca cuando aquella figura habló con un timbre de voz familiar. Aunque no lo mirase, era intensamente consciente de la presencia del hombre a un lado de ella. La mente de Iori avanzó en confusión y caos mientras eran guiados por las figuras. Avanzó con ellos, retrasándose unos pocos pasos del grupo. Lo suficiente como para formar parte del conjunto, pero en una posición que le permitía estudiar, con ira creciente la espalda del hombre.
¿Y si en lugar de una hija, ellos hubiesen tenido un hijo?
Aquella pregunta cruzó como un rayo su mente, desatando la tormenta de sus caóticos pensamientos. Apretó los dientes, pensando que la combinación de rasgos entre el elfo y la humana bien podría haber dado como resultado a alguien como él.
Apenas se dio cuenta del cambio de estancia cuando entraron en un lugar que no olía a humedad y descomposición. La atmósfera de aquel sitio resultaba más limpia, pero la mestiza apenas fue capaz de fijarse en algunos de los detalles. Seguía taladrándolo con los ojos. Buscando cruzar de nuevo la mirada con él, deseando que él le diese un motivo para sacárselos.
Nadie debería de poder mirar con un color como el de ella.
Obedeció debido a lo lejos que la mantenían sus pensamientos de lo que sucedía en torno a ella, y se sentó con una actitud que a todas luces parecería docilidad. Situarlos a ambos de espaldas cortó la obsesiva conexión que ella había establecido con él de forma unilateral, y fue en ese momento cuando Iori sintió que volvía a respirar desde que Zagreus había llegado.
Miró a las figuras y las observó comenzar con su retahíla de oraciones. Cánticos de personas devotas entre las cuales ella no se encontraba en un lugar destacado. Ni con Hord ni con ningún otro.
"Tú que habitas en el corazón de la noche, tú que ves sin ojos y escuchas sin oídos..."
Se quedó atrapada en aquellas palabras, clavando los dedos con fuerza en el borde del banco de piedra sobre el que estaba sentada.
Ayla también había perdido los ojos. Y el sentido del oído cuando Dhonara había puesto las manos en ella.
No hacía calor allí, pero la morena comenzó a sudar.
"- ¿Qué lazos os atan a vuestra existencia actual? -"
La mente de la mestiza voló en aquella pregunta.
- Ben - dijo sin dudar. Aunque ninguno de los presentes podría decir, por tan escueta palabra si se trataba de un nombre o de un verbo.
Su pecho se hundió al recordarlo, pero de alguna manera, la luz que él suponía en su vida pareció no ser capaz de llegar a su presente, dentro de las ruinas del templo.
"- ¿Cuál es la comprensión que tienen sobre la Oscuridad y cómo la han honrado en su vida? -"
- ¿Comprender? ¿Acaso eso es posible? - farfulló en voz alta, con un deje de amarga diversión en la voz. A sus espaldas, le pareció percibir que Zagreus también contestaba, aunque la mestiza no fue capaz de concentrarse en sus palabras.
"- ¿Os arrepentís de algo de vuestra vida? -"
La media sonrisa cínica en los labios de Iori se borró, mientras aquella simple pregunta resquebrajaba el poco dominio que tenía sobre si misma desde que había salido de aquel maldito templo al que había ido con Tarek. Sin tiempo a verbalizar la respuesta, la siguiente pregunta sonó como una montaña resquebrajándose en su mente.
"- ¿Os gustaría olvidar aquello que os aflige? -"
El olvido. Un alivio perfecto. Permanente. Liberador.
Iori pensó que, quizá de esa manera, su alma encontraría paz.
- ¿Olvidar quién soy? ¿Olvidar qué le hicieron a ellos? - navegó en aquellas posibilidades, mientras su mente intentaba imaginar qué podría suponer arrancar aquella verdad revelada de su interior. Sacarla de sus recuerdos y de su corazón.
No volver a sufrir nunca más reviviendo la tortura a la que habían sometido a su madre...
... Y quizá también lo olvidaría a él. Algo en su interior aulló de dolor.
Su mente se nubló. Y volvió a escuchar a su espalda la voz de Zagreus, pero sin ser capaz de entender ni una sola palabra de lo que decían. Era como si estuviese hablando en un idioma que ella no alcanzaba a comprender.
Aquellos ojos dorados...
... Los apuñalaría.
El cuerpo de la mestiza se tensó, mientras la rabia se filtraba directamente a su torrente sanguíneo, envenenándola.
"- ¿Qué les impulsa a seguir a Hodr? -"
- ¿Qué? Joder... - La mestiza volvió la vista hacia la figura sentada a su lado. No había ningún rasgo distinguible, aún cuando la luz de las antorchas de los que estaban de pie iluminaban lo suficiente la estancia.
"-¿Estáis preparados para abrazar la verdad oculta que emana de las profundidades de la Oscuridad, incluso si desafía vuestras creencias y percepciones? - "
La forma mística que tenían de retorcer las palabras, intentando hacerlas brillar con aquel barniz de veneración consiguieron el efecto contrario en Iori en aquel instante.
Soltó el borde de piedra y se levantó, tensa como la cuerda de un arco. A su espalda, Zagreus volvió a hablar. Y de nuevo, ella fue incapaz de escuchar nada de lo que decía.
"- ¿Estáis dispuestos a formar parte de la Oscuridad y traerla al mundo? -"
- La Oscuridad ya está aquí - siseó Iori mirando hacia la figura más cercana que portaba la antorcha. Solo necesitó unas zancadas para tomarla con rudeza, y girando sobre si misma lanzarla con fuerza hacia el lugar en el que debería de estar el rostro, dentro de la capucha que cubría la cabeza de quien había estado sentada a su lado.
Y Iori supo que sus palabras acababan de convertirse en ciertas, cuando el último resquicio de luz que vivía en ella, lo último que quedaba de Sango en su corazón se apagaba. Arrojándola a la más fría de las soledades que jamás había experimentado.
Aunque en aquel instante, con las condiciones de escasa luz no le resultaba posible distinguir con claridad sus rasgos, Iori tenía los ojos fijos en la apariencia de aquel hombre. Por descontado destacaba. Lo haría en medio de cualquier multitud. Su altura y su corpulencia eran notables.
Pero no era en el atractivo físico evidente, el cual Iori ignoró por completo, era la mezcla de rasgos que en conjunto causaron que el corazón de la mestiza bombease a trompicones.
El cabello claro. Como el de Eithelen.
Aquel color no era habitual en muchas personas. Iori solo lo había visto en gente joven en los recuerdos del guerrero élfico. Y en Tarek, por supuesto.
Pero más que su pelo, lo que producía la congoja que estaba atenazando a su corazón era su mirada.
Los ojos dorados. Como los de Ayla.
Y sin embargo, en el conjunto de la expresión que se atisbaba desde aquella cara de rasgos duros resultaba tremendamente desapegada. La mirada de la humana siempre había brillado con fuerza, con decisión, con una indeleble dulzura hacia todo lo que le era apreciado.
Aquel hombre que tenía delante poseía la rigidez de las piedras que formaban aquellas ruinas. Un rasgo que ella valoraría en otro momento de su vida. Pero el haber establecido el paralelismo entre él y Ayla, entre la mirada de ambos mediante su color de ojos hizo sentir un primitivo rechazo hacia su persona.
La simple presencia, con aquella actitud que emanaba de él hicieron pensar a Iori que unos ojos dorados como los de ella no podían mirar de aquella manera.
Zagreus era un ser indigno para Iori.
Desvió la mirada de forma terca cuando aquella figura habló con un timbre de voz familiar. Aunque no lo mirase, era intensamente consciente de la presencia del hombre a un lado de ella. La mente de Iori avanzó en confusión y caos mientras eran guiados por las figuras. Avanzó con ellos, retrasándose unos pocos pasos del grupo. Lo suficiente como para formar parte del conjunto, pero en una posición que le permitía estudiar, con ira creciente la espalda del hombre.
¿Y si en lugar de una hija, ellos hubiesen tenido un hijo?
Aquella pregunta cruzó como un rayo su mente, desatando la tormenta de sus caóticos pensamientos. Apretó los dientes, pensando que la combinación de rasgos entre el elfo y la humana bien podría haber dado como resultado a alguien como él.
Apenas se dio cuenta del cambio de estancia cuando entraron en un lugar que no olía a humedad y descomposición. La atmósfera de aquel sitio resultaba más limpia, pero la mestiza apenas fue capaz de fijarse en algunos de los detalles. Seguía taladrándolo con los ojos. Buscando cruzar de nuevo la mirada con él, deseando que él le diese un motivo para sacárselos.
Nadie debería de poder mirar con un color como el de ella.
Obedeció debido a lo lejos que la mantenían sus pensamientos de lo que sucedía en torno a ella, y se sentó con una actitud que a todas luces parecería docilidad. Situarlos a ambos de espaldas cortó la obsesiva conexión que ella había establecido con él de forma unilateral, y fue en ese momento cuando Iori sintió que volvía a respirar desde que Zagreus había llegado.
Miró a las figuras y las observó comenzar con su retahíla de oraciones. Cánticos de personas devotas entre las cuales ella no se encontraba en un lugar destacado. Ni con Hord ni con ningún otro.
"Tú que habitas en el corazón de la noche, tú que ves sin ojos y escuchas sin oídos..."
Se quedó atrapada en aquellas palabras, clavando los dedos con fuerza en el borde del banco de piedra sobre el que estaba sentada.
Ayla también había perdido los ojos. Y el sentido del oído cuando Dhonara había puesto las manos en ella.
No hacía calor allí, pero la morena comenzó a sudar.
"- ¿Qué lazos os atan a vuestra existencia actual? -"
La mente de la mestiza voló en aquella pregunta.
- Ben - dijo sin dudar. Aunque ninguno de los presentes podría decir, por tan escueta palabra si se trataba de un nombre o de un verbo.
Su pecho se hundió al recordarlo, pero de alguna manera, la luz que él suponía en su vida pareció no ser capaz de llegar a su presente, dentro de las ruinas del templo.
"- ¿Cuál es la comprensión que tienen sobre la Oscuridad y cómo la han honrado en su vida? -"
- ¿Comprender? ¿Acaso eso es posible? - farfulló en voz alta, con un deje de amarga diversión en la voz. A sus espaldas, le pareció percibir que Zagreus también contestaba, aunque la mestiza no fue capaz de concentrarse en sus palabras.
"- ¿Os arrepentís de algo de vuestra vida? -"
La media sonrisa cínica en los labios de Iori se borró, mientras aquella simple pregunta resquebrajaba el poco dominio que tenía sobre si misma desde que había salido de aquel maldito templo al que había ido con Tarek. Sin tiempo a verbalizar la respuesta, la siguiente pregunta sonó como una montaña resquebrajándose en su mente.
"- ¿Os gustaría olvidar aquello que os aflige? -"
El olvido. Un alivio perfecto. Permanente. Liberador.
Iori pensó que, quizá de esa manera, su alma encontraría paz.
- ¿Olvidar quién soy? ¿Olvidar qué le hicieron a ellos? - navegó en aquellas posibilidades, mientras su mente intentaba imaginar qué podría suponer arrancar aquella verdad revelada de su interior. Sacarla de sus recuerdos y de su corazón.
No volver a sufrir nunca más reviviendo la tortura a la que habían sometido a su madre...
... Y quizá también lo olvidaría a él. Algo en su interior aulló de dolor.
Su mente se nubló. Y volvió a escuchar a su espalda la voz de Zagreus, pero sin ser capaz de entender ni una sola palabra de lo que decían. Era como si estuviese hablando en un idioma que ella no alcanzaba a comprender.
Aquellos ojos dorados...
... Los apuñalaría.
El cuerpo de la mestiza se tensó, mientras la rabia se filtraba directamente a su torrente sanguíneo, envenenándola.
"- ¿Qué les impulsa a seguir a Hodr? -"
- ¿Qué? Joder... - La mestiza volvió la vista hacia la figura sentada a su lado. No había ningún rasgo distinguible, aún cuando la luz de las antorchas de los que estaban de pie iluminaban lo suficiente la estancia.
"-¿Estáis preparados para abrazar la verdad oculta que emana de las profundidades de la Oscuridad, incluso si desafía vuestras creencias y percepciones? - "
La forma mística que tenían de retorcer las palabras, intentando hacerlas brillar con aquel barniz de veneración consiguieron el efecto contrario en Iori en aquel instante.
Soltó el borde de piedra y se levantó, tensa como la cuerda de un arco. A su espalda, Zagreus volvió a hablar. Y de nuevo, ella fue incapaz de escuchar nada de lo que decía.
"- ¿Estáis dispuestos a formar parte de la Oscuridad y traerla al mundo? -"
- La Oscuridad ya está aquí - siseó Iori mirando hacia la figura más cercana que portaba la antorcha. Solo necesitó unas zancadas para tomarla con rudeza, y girando sobre si misma lanzarla con fuerza hacia el lugar en el que debería de estar el rostro, dentro de la capucha que cubría la cabeza de quien había estado sentada a su lado.
Y Iori supo que sus palabras acababan de convertirse en ciertas, cuando el último resquicio de luz que vivía en ella, lo último que quedaba de Sango en su corazón se apagaba. Arrojándola a la más fría de las soledades que jamás había experimentado.
Iori Li
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Re: La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
Iori... registré en mi memoria aquel nombre cuando una voz familiar hizo el recibimiento inicial. Al parecer la mujer de apariencia malsana era otra aspirante a ungido de la oscuridad, cuestión que me llevaba a recapacitar sobre los criterios de selección del dios ciego. Aquella mujer, aunque no quisiera subestimarla, no parecía una amenaza.
Seguimos al séquito de encapuchados por las ruinas, pasillos llenos de los recuerdos tallados de un dios olvidado y su gran influencia en tiempos remotos, tiempos sombríos. La Antigua Agonía, resaltaron nuestros anfitriones, una responsabilidad que mencionaban aquellas figuras oscuras, pero no explicaban.
Al avanzar, llegamos a una estancia diferente. En aquella sala, se nos ordenó tomar asiento en una losa de piedra central. Cada uno en un extremo, dándonos las espaldas. Durante el trayecto, la mujer de ojos zafiro con paso lento había quedado atrás. Ignoraba su presencia, no me resultaba interesante en lo más mínimo, y mi objetivo se centraba en el Dios, no en socializar con mujeres famélicas.
Al frente de nosotros, los seguidores de túnicas negras tomaron asiento. A su costado, cada uno era acompañado por uno de los encapuchados que cargaban una antorcha. Giré la cabeza con disimulo comprobando que mi posición era la misma que la de Iori.
La voz femenina delante de mí empezó a recitar un verso que hablaba sobre su Dios. Seguido, la otra voz respondió con su letanía. No me interesaban sus oraciones religiosas y su devoción al dios ciego, su conexión con lo sagrado me resultaba fútil. Sus cánticos siguieron al unísono, describiendo sus peticiones y veneración a la oscuridad.
Procuré mantenerme sereno, no dejar que sus palabras me turbaran o que mi indiferencia a sus creencias resultara un detonante para el cuestionamiento de la “evaluación” de Hodr. Criticaba la parafernalia de todo aquello y dudaba sobre sus promesas de poder; pero ya había realizado mi apuesta y debía mantenerme estoico hasta obtener lo que buscaba.
La primera pregunta con voz solemne fue realizada. La mujer sin vacilar respondió un nombre: “Ben”. Sin fama ni renombre, un apelativo que no significa nada para mí, pero por la latencia baja de la respuesta de aquella mujer, para ella sería importante. Una pequeña mueca se dibujó al oír su respuesta, una contestación que consideré errada. Un vinculo implicaba una debilidad.
Nada ni nadie me atan a mi existencia, solo yo y mis deseos son argumento suficiente para ser y estar. - mi respuesta era genuina, ningún nombre ni rostro atravesó de manera intrusiva mi mente. Inclusive al ver mis manos relajadas sobre mis rodillas evalué el tatuaje de Gnosis, pero ni ellos ni nadie representaban un vínculo indispensable para mí. Yo me valía solo.
¿Cuál es la comprensión que tienen sobre la Oscuridad y cómo la han honrado en su vida? - La segunda pregunta fue lanzada.
Unas pequeñas venas negras empezaron a rodear mis ojos que adquirieron un tono oscuro en la esclerótica (1). El amarillo natural de mi iris resaltaba, se volvía agresivo. Una mirada afilada que demostraba la maldición que cargaba con orgullo. - Hace mucho tiempo atrás renuncié a la luz y sus virtudes para abrazar los favores de la oscuridad.
Esta vez me centré en mi respuesta sin atender a la mujer que también respondía simultáneamente a la pregunta.
Siguió la tercera pregunta y no pude evitar mostrar una pequeña media sonrisa irónica al oírla. -¿Os arrepentís de algo de vuestra vida?, ¿os gustaría olvidar aquello que os aflige?
¿Arrepentirme?, ¿olvidar?, qué necedad sería decir que sí a aquellas interrogantes. No lamentaba ninguna de mis acciones y sobre mí no existía ningún pesar. Mis decisiones habían labrado el camino a la perfección que aspiraba, cuestionarlas con evaluaciones innecesarias sería dudar de mi actuar.
Negué con la cabeza sin mostrar atisbo de duda mientras la oscuridad se difuminaba de mi rostro. Tenía certeza absoluta de mi respuesta. Los horrores de mi infancia y la masacre Markov, la desaprobación de Fer’Avlis al desafiarlo y optar por el poder de los pergaminos del Dios vampiro, todas las cosas infames que había hecho para conseguir todo lo que había ganado; no me arrepentía ni lamentaba de nada
Quería escuchar las palabras de la mujer de ojos azules, saber sus pesares, sus lamentos, pero su respuesta resultaba tangencial entre incógnitas que no revelaban sus verdaderos miedos y agonías. No confiaba en ella ni en las figuras encapuchadas, la información era la mejor ventaja para actuar con precaución.
Sin esperar mayor elaboración en nuestras respuestas, la encapuchada a mis espaldas continuó con la siguiente pregunta. - ¿Qué les impulsa a seguir a Hodr?
Tú ya sabes la respuesta. - le comenté pedante a la figura sombría delante de mí. - Poder y conocimiento es lo que anhelo. Mi fin justifica los medios, no importan las implicaciones para obtenerlo. - Hodr el envidioso prometía lo que deseaba, pero nada me ataba a él. No era sensato confrontar a los dioses, o por lo menos no carente del poder necesario. Seguiría sus designios si era capaz de satisfacer mis peticiones.
La pregunta final fue lanzada, pero Iori se levantó haciendo que incluso los encapuchados delante de mí fijaran su mirada en la mujer. Me volteé para ver en su arrebato le quitó la antorcha al acólito que tenia cerca para luego arrojarla a la figura que la había interrogado.
Me levanté del banco de piedra preparado para actuar de ser necesario. La analizaba con cautela. Impulsiva, emocional e imprudente. Los ingredientes perfectos para el caos y evidentemente, perder la vida ¿Qué pretendía Iori con su conducta errática e infantil? Ni siquiera tuve tiempo para responder la última interrogante, estaba dispuesto a continuar, pero antes teníamos que calmar a la mujer.
________________________Seguimos al séquito de encapuchados por las ruinas, pasillos llenos de los recuerdos tallados de un dios olvidado y su gran influencia en tiempos remotos, tiempos sombríos. La Antigua Agonía, resaltaron nuestros anfitriones, una responsabilidad que mencionaban aquellas figuras oscuras, pero no explicaban.
Al avanzar, llegamos a una estancia diferente. En aquella sala, se nos ordenó tomar asiento en una losa de piedra central. Cada uno en un extremo, dándonos las espaldas. Durante el trayecto, la mujer de ojos zafiro con paso lento había quedado atrás. Ignoraba su presencia, no me resultaba interesante en lo más mínimo, y mi objetivo se centraba en el Dios, no en socializar con mujeres famélicas.
Al frente de nosotros, los seguidores de túnicas negras tomaron asiento. A su costado, cada uno era acompañado por uno de los encapuchados que cargaban una antorcha. Giré la cabeza con disimulo comprobando que mi posición era la misma que la de Iori.
La voz femenina delante de mí empezó a recitar un verso que hablaba sobre su Dios. Seguido, la otra voz respondió con su letanía. No me interesaban sus oraciones religiosas y su devoción al dios ciego, su conexión con lo sagrado me resultaba fútil. Sus cánticos siguieron al unísono, describiendo sus peticiones y veneración a la oscuridad.
Procuré mantenerme sereno, no dejar que sus palabras me turbaran o que mi indiferencia a sus creencias resultara un detonante para el cuestionamiento de la “evaluación” de Hodr. Criticaba la parafernalia de todo aquello y dudaba sobre sus promesas de poder; pero ya había realizado mi apuesta y debía mantenerme estoico hasta obtener lo que buscaba.
La primera pregunta con voz solemne fue realizada. La mujer sin vacilar respondió un nombre: “Ben”. Sin fama ni renombre, un apelativo que no significa nada para mí, pero por la latencia baja de la respuesta de aquella mujer, para ella sería importante. Una pequeña mueca se dibujó al oír su respuesta, una contestación que consideré errada. Un vinculo implicaba una debilidad.
Nada ni nadie me atan a mi existencia, solo yo y mis deseos son argumento suficiente para ser y estar. - mi respuesta era genuina, ningún nombre ni rostro atravesó de manera intrusiva mi mente. Inclusive al ver mis manos relajadas sobre mis rodillas evalué el tatuaje de Gnosis, pero ni ellos ni nadie representaban un vínculo indispensable para mí. Yo me valía solo.
¿Cuál es la comprensión que tienen sobre la Oscuridad y cómo la han honrado en su vida? - La segunda pregunta fue lanzada.
Unas pequeñas venas negras empezaron a rodear mis ojos que adquirieron un tono oscuro en la esclerótica (1). El amarillo natural de mi iris resaltaba, se volvía agresivo. Una mirada afilada que demostraba la maldición que cargaba con orgullo. - Hace mucho tiempo atrás renuncié a la luz y sus virtudes para abrazar los favores de la oscuridad.
Esta vez me centré en mi respuesta sin atender a la mujer que también respondía simultáneamente a la pregunta.
Siguió la tercera pregunta y no pude evitar mostrar una pequeña media sonrisa irónica al oírla. -¿Os arrepentís de algo de vuestra vida?, ¿os gustaría olvidar aquello que os aflige?
¿Arrepentirme?, ¿olvidar?, qué necedad sería decir que sí a aquellas interrogantes. No lamentaba ninguna de mis acciones y sobre mí no existía ningún pesar. Mis decisiones habían labrado el camino a la perfección que aspiraba, cuestionarlas con evaluaciones innecesarias sería dudar de mi actuar.
Negué con la cabeza sin mostrar atisbo de duda mientras la oscuridad se difuminaba de mi rostro. Tenía certeza absoluta de mi respuesta. Los horrores de mi infancia y la masacre Markov, la desaprobación de Fer’Avlis al desafiarlo y optar por el poder de los pergaminos del Dios vampiro, todas las cosas infames que había hecho para conseguir todo lo que había ganado; no me arrepentía ni lamentaba de nada
Quería escuchar las palabras de la mujer de ojos azules, saber sus pesares, sus lamentos, pero su respuesta resultaba tangencial entre incógnitas que no revelaban sus verdaderos miedos y agonías. No confiaba en ella ni en las figuras encapuchadas, la información era la mejor ventaja para actuar con precaución.
Sin esperar mayor elaboración en nuestras respuestas, la encapuchada a mis espaldas continuó con la siguiente pregunta. - ¿Qué les impulsa a seguir a Hodr?
Tú ya sabes la respuesta. - le comenté pedante a la figura sombría delante de mí. - Poder y conocimiento es lo que anhelo. Mi fin justifica los medios, no importan las implicaciones para obtenerlo. - Hodr el envidioso prometía lo que deseaba, pero nada me ataba a él. No era sensato confrontar a los dioses, o por lo menos no carente del poder necesario. Seguiría sus designios si era capaz de satisfacer mis peticiones.
La pregunta final fue lanzada, pero Iori se levantó haciendo que incluso los encapuchados delante de mí fijaran su mirada en la mujer. Me volteé para ver en su arrebato le quitó la antorcha al acólito que tenia cerca para luego arrojarla a la figura que la había interrogado.
Me levanté del banco de piedra preparado para actuar de ser necesario. La analizaba con cautela. Impulsiva, emocional e imprudente. Los ingredientes perfectos para el caos y evidentemente, perder la vida ¿Qué pretendía Iori con su conducta errática e infantil? Ni siquiera tuve tiempo para responder la última interrogante, estaba dispuesto a continuar, pero antes teníamos que calmar a la mujer.
Off
(1)= Maldición Desatada: [Mágica, 2 usos] Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Por 2 turnos luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad.
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Re: La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
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La antigua agonía
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Las llamas avanzaron con avidez bajo la capucha de la desafortunada víctima elegida por Iori. Se consumió, arrastrando consigo a quien se ocultaba detrás. Lo que comenzó como un susurro de sorpresa pronto se convirtió en un grito angustioso de dolor. Envuelta en la oscuridad de su túnica negra, la figura luchaba desesperadamente contra el fuego que la devoraba implacablemente. Su cuerpo se desplomó sobre el suelo, en un vano intento por escapar de las llamas, mientras buscaba ayuda en los rostros de sus compañeros, pero estos permanecieron impasibles. La dejaron perecer, sin ofrecer auxilio alguno.
La otra figura que portaba antorcha se acercó para extinguir el fuego lo más rápido posible, con la intención de que este no se extendiese por la estancia. Logró hacerlo y se retiró, dejando a quien sea que estuviese bajo los ropajes oscuros calcinados tirado como un despojo.
Sin emitir ni una sola palabra, la figura que se antes estaba sentada junto a Iori se puso en pie de un movimiento fluido y se aproximó a ella. La mestiza apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir cómo sus manos se cerraban en torno a su cuello.
La capucha de aquella figura misteriosa cayó, revelando a una mujer de cabellos azabache y ojos morados que irradiaban un malestar apenas contenido. Una luz púrpura envolvía la mano con la que aferraba a Iori, y la mestiza podía sentir cómo, además del aire, sus propias fuerzas parecían desvanecerse a través de su garganta. Luchaba por respirar, pero el aire le llegaba con dificultad, y la sensación de mareo aumentaba. La luz que emanaba de la mano de la extraña mujer palpitaba en sincronía con los latidos de Iori, como si estuviera extrayendo su propia energía vital.
-No va a morir.-Dijo con voz calmada la figura que seguía sentada junto a Zagreus, la cual se había volteado en el banco para mirar la escena debido a la sorpresiva reacción de Iori.-Aún no, al menos. Una vez que te sometes al Escrutinio de Hodr, debes acabarlo. Es la voluntad del dios ciego.
La figura sentada junto a Zagreus comenzó a realizar movimientos fluidos con sus manos, hasta que en ambas se formó la misma aura morada que rodeaba la mano de la mujer que aún mantenía a Iori agarrada del cuello. Luego, se levantó y, con más amabilidad que su compañera, se colocó frente al vampiro, sujetándolo por los hombros. Aunque no mostró la parte superior de su rostro, el vampiro de mirada ambarina pudo distinguir las facciones inferiores de la mujer: unos labios carnosos, una mandíbula suave, una sonrisa amable.
Sincronizando la luz con el latido del corazón de Zagreus, la mujer hizo que este se sumiera en un profundo sueño. Con delicadeza, sostuvo su cabeza y la llevó hacia su pecho, acunándolo como si fuera un infante.
La otra mujer soltó a Iori, dejándola caer como un peso muerto al suelo, inconsciente. Las luces moradas desaparecieron de las manos de las mujeres. La que había estado descapuchada volvió a ocultar su rostro y, como si nada hubiera ocurrido, regresó a sentarse en el banco. Las tres figuras encapuchadas que aún permanecían allí cayeron en un silencio profundo y respetuoso, sumergiéndose en una meditación contemplativa.
Iori se despertó con una bocanada de aire profundo. Fue solo después de la tercera inhalación que finalmente sintió cómo sus pulmones se llenaban. Había sido una agonía, no solo el hecho de ser asfixiada, sino también la sensación de que le absorbían la energía vital.
Observó a su alrededor y se encontró en un espacio vacío, completamente negro. Sin embargo, al mirar hacia abajo, se percató de que el lugar no estaba del todo desprovisto. Bajo ella se extendía una gran vidriera, cuyos bordes se perdían en la oscuridad absoluta. Una luz, que parecía emanar sin una fuente clara, le permitía ver tanto la vidriera como su propio cuerpo.
La vidriera exhibía colores y formas que resultaban agradables a Iori, además de imágenes que representaban los momentos más significativos de su vida, aunque carecían de detalles precisos, eran lo suficientemente familiares para ella.
Sin embargo, no estaba sola en aquel lugar. Frente a ella, se erguía una figura oscura. Su forma era difusa, pero claramente humanoides. Un aura oscura la envolvía, sumiéndola en un vacío aún más imponente. Entre la amalgama de oscuridad, solo se podían distinguir unos ojos completamente blancos.
-Tus actos pueden considerarse una ofensa.-La voz que emanaba de la extraña presencia sonaba senil, distante, pero contundente.-Tienes la oportunidad de caminar bajo mi sombra. Te puedo dar cobijo de todos tus temores haciéndote más fuerte. Y, aun así, ¿Me desafías?
De pronto, una fuerza superior a ella la hizo ponerse de rodillas. La figura extendió una mano hacia ella, mostrándole la palma de esta. De ella, salieron numerosos hilos que ataron a Iori de pies y manos, infringiendole un profundo dolor allá donde le tocaban, y no solo eso, pues cuando la presencia apretó su agarre sobre los hilos, el dolor se expandió por todo su cuerpo como si de descargas eléctricas se tratasen.
-Rectifica, muchacha. Sírveme, OBEDÉCEME, y no volverás a sufrir nunca más.-Dejó de apretar el agarre de los gruesos hilos y el dolor se volvió casi insignificante.-Te doy la oportunidad de ser alguien, de cumplir con un cometido mucho más importante de lo que un mortal podría comprender jamás, de formar parte de algo legendario.
La figura se mantenía distante desde su alejada posición, atenta a las reacciones de Iori.
-Olvida a tu madre.-Una vidriera con forma de espejo y con la altura de una persona emergió como por arte de magia de la vidriera mayor. En ella se mostraba a la madre de Iori como si estuviera dibujada.-Olvida a Tarek.-Otra vidriera más emergió, esta vez mostrando al elfo dibujado.-Olvida a Ben.-Y otra más emergió, mostrando al Héroe de Aerandir.-Tienes que estar dispuesta a olvidarlos para sanar, para poder empezar de nuevo. Renacerás como un nuevo ser, mucho mejor del que eres ahora, y no tendrás dolores, penas o angustias. Lo que te hicieron aquellos que te hirieron jamás te afectará, jamás habrá existido.
Zagreus recobró la conciencia, encontrándose de pie en medio de la misma nada a la que habían sometido a Iori, aunque no compartía el espacio con la mujer. Si el vampiro miraba hacia abajo, descubriría otra vidriera, igualmente adornada con sus colores preferidos y con escenas de los momentos más destacados de su vida, aunque también carecían de detalles precisos.
La mirada de Zagreus se centró en el frente, donde pudo ver cómo un hombre estaba sentado en un trono de hueso, adornado con terciopelo rojo. Cabellos blancos, ojos rojos, mirada arrogante, pose soberbia en el trono, facciones prominentes... ¿Era él mismo? A excepción de los ojos rojos, podría decirse que sí.
-Esto es lo que deseas, ¿No? Tu propio trono.-Preguntó el desconocido, manteniendo la misma actitud arrogante todo el tiempo-Quieres el poder y el conocimiento para ser todo un ser omnisciente y omnipotente.-Esbozó una sonrisa.-Por eso me gustas, Zagreus.
El desconocido adoptó ahora una pose más neutral en el trono, apoyando sus manos en los reposabrazos.
-Eres ambicioso, y estás ligado a la Oscuridad, habiendo abandonado por completo a la Luz. Eres un aliado perfecto.-Explicó, reclinándose hacia adelante.-Y a los buenos aliados hay que cuidarlos. Sé mi adalid; mi ungido, y te proporcionaré aquello que desees.-El desconocido se puso en pie, haciendo gestos grandilocuentes con los brazos.-¡Poder, conocimiento y prestigio!-Bajó los brazos.-Todo será tuyo si me juras lealtad y pagas el precio.-Volvió a sentarse y se acomodó en el trono.-Tienes que olvidar, Zagreus.-Le dijo, más como una orden que como una petición.-Olvidarás a Fer’Avlis, olvidarás a Gnosis y también todo lo que alguna vez te ha hecho sufrir en la vida. Te convertirás en un nuevo ser; un Ungido de la Oscuridad que caminará por Aerandir como un semi-dios.-Hizo una pausa, pero no dejó contestar aún a Zagreus, ya que quedaba un fleco importante que arreglar.-No olvidarás tus propósitos y tu anhelo. Te permitiré seguir la búsqueda de los pergaminos del dios vampiro. Tienes mi palabra.-Y, ahora sí, se hizo el silencio y dejó que el vampiro respondiera.
Azaril, acompañada por su séquito, exploró los antiguos pasillos del templo, recorriendo estancias mayormente vacías y en ruinas. Aunque no encontraron nada tangible, una sensación de opresión y malestar persistió desde el momento en que pusieron un pie en aquel lugar. Parecía estar maldito, o al menos algo no encajaba del todo. La ausencia de personas también desconcertó a las cuatro mujeres.
Finalmente, por sorpresa y casualidad, llegaron a una sala que estaba amueblada y ocupada. La escena que presenciaron fue extraña, surrealista y bizarra. Un cadáver calcinado, una joven tendida en el suelo y tres figuras encapuchadas: una de pie, sosteniendo una antorcha; otra sentada, con la mirada perdida; y otra más que sostenía la cabeza de un hombre de cabellos blancos contra su pecho.
-¿Qué está pasando aquí?-Preguntó Beyza, una de las chicas de Azaril, mientras, junto a sus compañeras y líder, se ponían en alerta y en guardia para confrontar cualquier peligro.
* No es buena idea contrariar a un dios.
* Tenéis un par de cosas por hacer en esta ronda. No tardaremos en terminar el desafío. Para empezar, debéis de, finalmente, sellar (o no) el trato con la Oscuridad. Tanto una decisión como otra tendrán sus consecuencias, una quizás más inmediata que la otra, pero al final todo llega y todos pagan sus deudas (o reciben su recompensa).
* El segundo paso es despertar de vuestro trance. Si habéis escogido aliaros con la Oscuridad, deberéis de enfrentar a Azaril y sus chicas. En cambio, si habéis rechazado el trato,moriréis sería buena idea aliaros con Azaril para poder salir de allí con vida. O, a lo mejor, queréis enfrentaros a todo el mundo, quién sabe.
* Podéis controlar todos los personajes a vuestro antojo. Siempre que seáis coherentes.
La otra figura que portaba antorcha se acercó para extinguir el fuego lo más rápido posible, con la intención de que este no se extendiese por la estancia. Logró hacerlo y se retiró, dejando a quien sea que estuviese bajo los ropajes oscuros calcinados tirado como un despojo.
Sin emitir ni una sola palabra, la figura que se antes estaba sentada junto a Iori se puso en pie de un movimiento fluido y se aproximó a ella. La mestiza apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir cómo sus manos se cerraban en torno a su cuello.
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La capucha de aquella figura misteriosa cayó, revelando a una mujer de cabellos azabache y ojos morados que irradiaban un malestar apenas contenido. Una luz púrpura envolvía la mano con la que aferraba a Iori, y la mestiza podía sentir cómo, además del aire, sus propias fuerzas parecían desvanecerse a través de su garganta. Luchaba por respirar, pero el aire le llegaba con dificultad, y la sensación de mareo aumentaba. La luz que emanaba de la mano de la extraña mujer palpitaba en sincronía con los latidos de Iori, como si estuviera extrayendo su propia energía vital.
-No va a morir.-Dijo con voz calmada la figura que seguía sentada junto a Zagreus, la cual se había volteado en el banco para mirar la escena debido a la sorpresiva reacción de Iori.-Aún no, al menos. Una vez que te sometes al Escrutinio de Hodr, debes acabarlo. Es la voluntad del dios ciego.
La figura sentada junto a Zagreus comenzó a realizar movimientos fluidos con sus manos, hasta que en ambas se formó la misma aura morada que rodeaba la mano de la mujer que aún mantenía a Iori agarrada del cuello. Luego, se levantó y, con más amabilidad que su compañera, se colocó frente al vampiro, sujetándolo por los hombros. Aunque no mostró la parte superior de su rostro, el vampiro de mirada ambarina pudo distinguir las facciones inferiores de la mujer: unos labios carnosos, una mandíbula suave, una sonrisa amable.
Sincronizando la luz con el latido del corazón de Zagreus, la mujer hizo que este se sumiera en un profundo sueño. Con delicadeza, sostuvo su cabeza y la llevó hacia su pecho, acunándolo como si fuera un infante.
La otra mujer soltó a Iori, dejándola caer como un peso muerto al suelo, inconsciente. Las luces moradas desaparecieron de las manos de las mujeres. La que había estado descapuchada volvió a ocultar su rostro y, como si nada hubiera ocurrido, regresó a sentarse en el banco. Las tres figuras encapuchadas que aún permanecían allí cayeron en un silencio profundo y respetuoso, sumergiéndose en una meditación contemplativa.
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Iori se despertó con una bocanada de aire profundo. Fue solo después de la tercera inhalación que finalmente sintió cómo sus pulmones se llenaban. Había sido una agonía, no solo el hecho de ser asfixiada, sino también la sensación de que le absorbían la energía vital.
Observó a su alrededor y se encontró en un espacio vacío, completamente negro. Sin embargo, al mirar hacia abajo, se percató de que el lugar no estaba del todo desprovisto. Bajo ella se extendía una gran vidriera, cuyos bordes se perdían en la oscuridad absoluta. Una luz, que parecía emanar sin una fuente clara, le permitía ver tanto la vidriera como su propio cuerpo.
La vidriera exhibía colores y formas que resultaban agradables a Iori, además de imágenes que representaban los momentos más significativos de su vida, aunque carecían de detalles precisos, eran lo suficientemente familiares para ella.
Sin embargo, no estaba sola en aquel lugar. Frente a ella, se erguía una figura oscura. Su forma era difusa, pero claramente humanoides. Un aura oscura la envolvía, sumiéndola en un vacío aún más imponente. Entre la amalgama de oscuridad, solo se podían distinguir unos ojos completamente blancos.
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-Tus actos pueden considerarse una ofensa.-La voz que emanaba de la extraña presencia sonaba senil, distante, pero contundente.-Tienes la oportunidad de caminar bajo mi sombra. Te puedo dar cobijo de todos tus temores haciéndote más fuerte. Y, aun así, ¿Me desafías?
De pronto, una fuerza superior a ella la hizo ponerse de rodillas. La figura extendió una mano hacia ella, mostrándole la palma de esta. De ella, salieron numerosos hilos que ataron a Iori de pies y manos, infringiendole un profundo dolor allá donde le tocaban, y no solo eso, pues cuando la presencia apretó su agarre sobre los hilos, el dolor se expandió por todo su cuerpo como si de descargas eléctricas se tratasen.
-Rectifica, muchacha. Sírveme, OBEDÉCEME, y no volverás a sufrir nunca más.-Dejó de apretar el agarre de los gruesos hilos y el dolor se volvió casi insignificante.-Te doy la oportunidad de ser alguien, de cumplir con un cometido mucho más importante de lo que un mortal podría comprender jamás, de formar parte de algo legendario.
La figura se mantenía distante desde su alejada posición, atenta a las reacciones de Iori.
-Olvida a tu madre.-Una vidriera con forma de espejo y con la altura de una persona emergió como por arte de magia de la vidriera mayor. En ella se mostraba a la madre de Iori como si estuviera dibujada.-Olvida a Tarek.-Otra vidriera más emergió, esta vez mostrando al elfo dibujado.-Olvida a Ben.-Y otra más emergió, mostrando al Héroe de Aerandir.-Tienes que estar dispuesta a olvidarlos para sanar, para poder empezar de nuevo. Renacerás como un nuevo ser, mucho mejor del que eres ahora, y no tendrás dolores, penas o angustias. Lo que te hicieron aquellos que te hirieron jamás te afectará, jamás habrá existido.
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Zagreus recobró la conciencia, encontrándose de pie en medio de la misma nada a la que habían sometido a Iori, aunque no compartía el espacio con la mujer. Si el vampiro miraba hacia abajo, descubriría otra vidriera, igualmente adornada con sus colores preferidos y con escenas de los momentos más destacados de su vida, aunque también carecían de detalles precisos.
La mirada de Zagreus se centró en el frente, donde pudo ver cómo un hombre estaba sentado en un trono de hueso, adornado con terciopelo rojo. Cabellos blancos, ojos rojos, mirada arrogante, pose soberbia en el trono, facciones prominentes... ¿Era él mismo? A excepción de los ojos rojos, podría decirse que sí.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Esto es lo que deseas, ¿No? Tu propio trono.-Preguntó el desconocido, manteniendo la misma actitud arrogante todo el tiempo-Quieres el poder y el conocimiento para ser todo un ser omnisciente y omnipotente.-Esbozó una sonrisa.-Por eso me gustas, Zagreus.
El desconocido adoptó ahora una pose más neutral en el trono, apoyando sus manos en los reposabrazos.
-Eres ambicioso, y estás ligado a la Oscuridad, habiendo abandonado por completo a la Luz. Eres un aliado perfecto.-Explicó, reclinándose hacia adelante.-Y a los buenos aliados hay que cuidarlos. Sé mi adalid; mi ungido, y te proporcionaré aquello que desees.-El desconocido se puso en pie, haciendo gestos grandilocuentes con los brazos.-¡Poder, conocimiento y prestigio!-Bajó los brazos.-Todo será tuyo si me juras lealtad y pagas el precio.-Volvió a sentarse y se acomodó en el trono.-Tienes que olvidar, Zagreus.-Le dijo, más como una orden que como una petición.-Olvidarás a Fer’Avlis, olvidarás a Gnosis y también todo lo que alguna vez te ha hecho sufrir en la vida. Te convertirás en un nuevo ser; un Ungido de la Oscuridad que caminará por Aerandir como un semi-dios.-Hizo una pausa, pero no dejó contestar aún a Zagreus, ya que quedaba un fleco importante que arreglar.-No olvidarás tus propósitos y tu anhelo. Te permitiré seguir la búsqueda de los pergaminos del dios vampiro. Tienes mi palabra.-Y, ahora sí, se hizo el silencio y dejó que el vampiro respondiera.
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Azaril, acompañada por su séquito, exploró los antiguos pasillos del templo, recorriendo estancias mayormente vacías y en ruinas. Aunque no encontraron nada tangible, una sensación de opresión y malestar persistió desde el momento en que pusieron un pie en aquel lugar. Parecía estar maldito, o al menos algo no encajaba del todo. La ausencia de personas también desconcertó a las cuatro mujeres.
Finalmente, por sorpresa y casualidad, llegaron a una sala que estaba amueblada y ocupada. La escena que presenciaron fue extraña, surrealista y bizarra. Un cadáver calcinado, una joven tendida en el suelo y tres figuras encapuchadas: una de pie, sosteniendo una antorcha; otra sentada, con la mirada perdida; y otra más que sostenía la cabeza de un hombre de cabellos blancos contra su pecho.
-¿Qué está pasando aquí?-Preguntó Beyza, una de las chicas de Azaril, mientras, junto a sus compañeras y líder, se ponían en alerta y en guardia para confrontar cualquier peligro.
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* No es buena idea contrariar a un dios.
* Tenéis un par de cosas por hacer en esta ronda. No tardaremos en terminar el desafío. Para empezar, debéis de, finalmente, sellar (o no) el trato con la Oscuridad. Tanto una decisión como otra tendrán sus consecuencias, una quizás más inmediata que la otra, pero al final todo llega y todos pagan sus deudas (o reciben su recompensa).
* El segundo paso es despertar de vuestro trance. Si habéis escogido aliaros con la Oscuridad, deberéis de enfrentar a Azaril y sus chicas. En cambio, si habéis rechazado el trato,
* Podéis controlar todos los personajes a vuestro antojo. Siempre que seáis coherentes.
Thorn
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Re: La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
Había visto arder a la figura, sintiendo que su ira y descontrol interno alimentaban el fuego. Nadie hizo nada. Ni ella.
No había hueco para el arrepentimiento. No había remordimientos. Solo ganas de destruir.
El pánico en cambio nació en ella cuando aquella mujer la aferró del cuello. Notaba la fuerza que ejercía con sus finos dedos. De una firmeza que casi parecía sobrenatural. No fue capaz de resollar, de emitir un solo sonido. Estaba sola, aunque en aquella sala hubiese otras figuras. Trató de buscar los ojos dorados de Zagreus, pero entonces todo se apagó.
Parpadeó y se obligó a tomar aire por la fuerza, cuando sus pulmones parecían haberse olvidado de cómo funcionar. Se llevó las manos a la garganta, cuando todavía le parecía notar los dedos de aquella mujer sobre su piel. También se sentía desfallecer. Como si aquella forma de drenarle la energía no hubiese desaparecido tras romper el contacto con ella.
Ni en las jornadas de cosecha más largas, en las que forzaba el cuerpo para aguantar hasta la fiesta que tendría lugar por la noche. O como cuando se había embarcado en la aventura en Isla Tortuga, únicamente siguiendo el mensaje que había recibido en sueños de Nousis. La sensación de debilidad, de que se le escapaba la vida había sido tan intensa que dejó de un tímido color gris el resto de experiencias que consideraba un reto.
Observó hacia el suelo y se sorprendió al no poder percibir el frío que se suponía que tenía que llegarle cuando asentó las palmas sobre aquella extensión colorida sobre la que se había despertado. La amplitud le dificultó poder fijarse en todo, pero las pupilas se dilataron, sorprendidas, cuando reconoció patrones que representaban momentos de su vida.
- ¿Cómo...? -
Allí estaba ella, el primer día que había conseguido sacar una hornada entera de pan sin quemar en la aldea en la que Zakath la crío. Recordó con emoción el pueril orgullo por el trabajo bien hecho, y el calor que experimentó su corazón cuando la mano del anciano soldado se había apoyado en su nuca. Aquella señal de reconocimiento había aliviado la sed que tenía de ganarse su aprobación, pero también había servido para espolear el hambre de más. De ser vista y valorada.
Paseó la vista y sus ojos se fijaron en otra escena que reconoció al instante. La melena rubia de Elara a su lado, en una de las tardes que compartieron aquel verano en el río. Uno en el que las dos jóvenes ya no buscaban la compañía de la muchachada de la aldea. Uno en el que preferían la intimidad entre ellas. Uno en el que Iori dio su primer beso.
Más allá, la entrada al Templo perdido de los Inglorien. Tarek delante y ella siguiéndolo como su perro fiel.
Maldita fuese.
Sin embargo no tuvo más tiempo para analizar los retazos del suelo que componían piezas de su vida. La oscuridad. La Oscuridad delante de ella la dejó congelada. Sin reacción. Los ojos muy abiertos y la respiración contenida de nuevo. Lo que veía delante, lo que sentía, le producía una sensación inenarrable.
La voz se escuchaba en todo el lugar, y también dentro de ella. Hablando en su propia conciencia, directamente a su cabeza. ¿Desafiar? No, ella no había querido... Nunca desafiaría a un...
Dios.
El dolor que aquel agarre la hizo sentir arrancó gritos de su garganta. Pero Iori no era capaz de escuchar ninguno de ellos. Únicamente la voz de aquella figura de Oscuridad. ¿Era posible? ¿Sería en verdad Hodr? Su corazón latió entonces, imponiendo su sonido por encima de cualquier otro. Por encima incluso de todos sus pensamientos cuando aquella vidriera con la forma de Ayla apareció.
La mujer que le había dado la vida. La humana llena de amor. Tanto, tan al extremo que aquello la rompió. Su relación con el elfo había sido su condena. Iori era el legado vivo de aquellos sentimientos. Y sin embargo la torturaban. La muerte de ambos, la de ella, conocer la verdad la había sumido en una desesperación que había cambiado el curso de su vida. La habían transformado en otra cosa, algo diferente. Algo que, de alguna manera, se sentía muerto.
¿Olvidarla? Sonrió con tibieza.
- Podría obtener alivio olvidando. Podría romper los lazos... las cadenas que me unen a lo que sucedió con ella. - meditó en voz alta.
Los hilos oscuros que la habían hecho sufrir estaban relajados en aquel momento, por lo que la mestiza hizo fuerza para ponerse de nuevo de pie, de cara a la vidriera.
La figura Oscura seguía sus movimientos con atención, con aquellos destellos luminosos que brillaban por ojos en su rostro. Avanzó arrastrando los pies y se detuvo frente a la figura de su madre. Incluso al final, incluso antes de que le arrancasen los ojos, Ayla le había sonreído. Había mirado con ternura a Eithelen.
Un amor sin límites que la condujo a su fin. Un amor estúpido que Iori no alcanzaba a entender.
Gritó.
Y alzando el puño lo estampó contra el cristal, haciendo que la figura de su madre estallara en mil pedazos.
- Quiero olvidarla -
Siseó observando los fragmentos en el suelo, antes de girar de forma ávida el rostro hacia la siguiente.
Él.
La persona que más odio le había regalado sin ella haber hecho méritos para merecerlo. Ah, sí, ser "humana". Tarek la observaba con gesto adusto, indiferente desde aquellos cristales de colores que recogían su imagen. Inspiró profundamente y le devolvió como respuesta una sonrisa grotesca. Una que nacía alimentada de las semillas del rencor y la ira que él había plantado.
El fin de su mundo había comenzado con él. Con la verdad sobre su pasado. Con el descubrimiento de algo que hubiera deseado no saber. Apretó los dientes hasta saborear la sangre en su lengua, y avanzó con decisión. Alzó el pie y golpeó con fuerza, atravesando la estructura justo por su mitad. El rostro de Tarek cayó al suelo en un fragmento completo, que se rompió en cientos cuando alcanzó el suelo de la vida de Iori.
No era suficiente. Inspiró de forma sonora, mientras los hilos oscuros seguían dándole capacidad de movimiento. Pisó cada cacho de tamaño grande que veía a sus pies, mientras su corazón la empujaba a seguir adelante.
- No merece mi olvido. Merece sufrir. - rezongó antes de alzar el rostro hacia la omnipresente figura oscura. El agobio que sintió centrándose en ella la hizo calmarse, agachando la cabeza de una forma que se podría tildar de obediente. Se sintió mareada. Su sangre corría tan rápido que lo único que escuchaba en aquel momento era el rugido que esta producía dentro de sus oídos.
- Te serviré. Olvidaré - murmuró con la vista fija en el suelo. Sabía quién estaba representado en la tercera vidriera.
Había escuchado su nombre. No Sango. El otro. La forma que ella usaba desde que se había sentido unida a él. De una forma que no creía posible. Los cielos habían comenzado a cambiar para ella desde aquel encuentro en Lunargenta.
No había importado cuán lejos, cuán distante estuviesen, de alguna manera pensar en él siempre la alejaba de la oscuridad más profunda que yacía en su corazón. La hacía sentir que no importaba el camino equivocado que siguiera, siempre habría una manera de regresar a él.
Sin embargo, se había dado cuenta de que si lo hacía, estaría en el mismo sendero que su madre. Uno que llevaría a la destrucción de ambos. Mantenerse alejada, dejando que el Héroe fuese Héroe. Desaparecer de su vida para siempre.
Las lágrimas no escocieron cuando comenzaron a caer por sus mejillas.
- Te serviré. Olvidaré - volvió a repetir por segunda vez, sin alzar el rostro todavía hacia la sombra. Había conocido su Luz, y ahora ella podría convertirse en Oscuridad.
Vaciarse de todo lo que había. Abandonarse al Dios.
No sentir de nuevo nunca más.
Estaba rozando la resolución en su corazón cuando cometió el desliz de mirarlo. "Una última vez" pensó.
Y vio la figura de Ben, más perfecta de lo que su mente le permitía recordar.
Y pudo ver algo que no todo el mundo veía cuando lo miraban a él. Vio la suave sonrisa, cálida, abrazándola.
Avanzó hacia él.
Vio el brillo en sus ojos, el bosque en donde encontrar refugio, alimento y protección. El lugar en el que tenía todo lo que precisaba para vivir.
Se detuvo justo delante, alzando una mano en dirección al cristal. Rozó el pecho de Ben, con un nudo en la garganta que no le permitió hablar.
"- Te quiero Iori y nada hay que pueda cambiar lo que siento. - "
- No -
La mano que acariciaba se cerró en un puño, y de un único golpe atravesó el pecho del Héroe.
El sonido de los cristales cayendo fueron la antesala del silencio que se alzó en aquel lugar. En el escenario destrozado que era su vida.
La mestiza se dejó caer de rodillas, observando los fragmentos, mientras pasaba los dedos sobre ellos.
- No puedo olvidarlo. - susurró tomando el pedazo en el que se encontraba la mirada de Ben. Seguía dedicándole aquella luz, aun roto. Ella no existiría ya para él. No habría posibilidad de reencuentro. Lo cuidaría, lo protegería de aquella manera.
La decisión de Iori fue tomada con firmeza desde el fondo de su corazón.
De la misma manera que decidió que no sería capaz de permitir que el recuerdo de lo que él había sido en su vida desapareciese entre sus dedos. Aferró con fuerza el borde del vidrio y la sangre fluyó cuando el filo mordió su piel.
- Puedo servirte. Pero no puedo olvidarlo a él. Si ambas cosas son incompatibles solamente me queda una opción - giró un extremo puntiagudo hacia su pecho y lo colocó contra su piel, notando el mordisco agudo del cristal. Alzó el rostro hacia la figura. Desesperada, vacía, y al mismo tiempo, llena del amor que sentía por él. Dispuesta a dejar aquella vida si con ello podía mantener la luz de Ben.
Dentro.
Cerró los ojos y sonrió. Y entonces hizo presión con todas sus fuerzas, introduciendo el cristal en su pecho.
No había hueco para el arrepentimiento. No había remordimientos. Solo ganas de destruir.
El pánico en cambio nació en ella cuando aquella mujer la aferró del cuello. Notaba la fuerza que ejercía con sus finos dedos. De una firmeza que casi parecía sobrenatural. No fue capaz de resollar, de emitir un solo sonido. Estaba sola, aunque en aquella sala hubiese otras figuras. Trató de buscar los ojos dorados de Zagreus, pero entonces todo se apagó.
Parpadeó y se obligó a tomar aire por la fuerza, cuando sus pulmones parecían haberse olvidado de cómo funcionar. Se llevó las manos a la garganta, cuando todavía le parecía notar los dedos de aquella mujer sobre su piel. También se sentía desfallecer. Como si aquella forma de drenarle la energía no hubiese desaparecido tras romper el contacto con ella.
Ni en las jornadas de cosecha más largas, en las que forzaba el cuerpo para aguantar hasta la fiesta que tendría lugar por la noche. O como cuando se había embarcado en la aventura en Isla Tortuga, únicamente siguiendo el mensaje que había recibido en sueños de Nousis. La sensación de debilidad, de que se le escapaba la vida había sido tan intensa que dejó de un tímido color gris el resto de experiencias que consideraba un reto.
Observó hacia el suelo y se sorprendió al no poder percibir el frío que se suponía que tenía que llegarle cuando asentó las palmas sobre aquella extensión colorida sobre la que se había despertado. La amplitud le dificultó poder fijarse en todo, pero las pupilas se dilataron, sorprendidas, cuando reconoció patrones que representaban momentos de su vida.
- ¿Cómo...? -
Allí estaba ella, el primer día que había conseguido sacar una hornada entera de pan sin quemar en la aldea en la que Zakath la crío. Recordó con emoción el pueril orgullo por el trabajo bien hecho, y el calor que experimentó su corazón cuando la mano del anciano soldado se había apoyado en su nuca. Aquella señal de reconocimiento había aliviado la sed que tenía de ganarse su aprobación, pero también había servido para espolear el hambre de más. De ser vista y valorada.
Paseó la vista y sus ojos se fijaron en otra escena que reconoció al instante. La melena rubia de Elara a su lado, en una de las tardes que compartieron aquel verano en el río. Uno en el que las dos jóvenes ya no buscaban la compañía de la muchachada de la aldea. Uno en el que preferían la intimidad entre ellas. Uno en el que Iori dio su primer beso.
Más allá, la entrada al Templo perdido de los Inglorien. Tarek delante y ella siguiéndolo como su perro fiel.
Maldita fuese.
Sin embargo no tuvo más tiempo para analizar los retazos del suelo que componían piezas de su vida. La oscuridad. La Oscuridad delante de ella la dejó congelada. Sin reacción. Los ojos muy abiertos y la respiración contenida de nuevo. Lo que veía delante, lo que sentía, le producía una sensación inenarrable.
La voz se escuchaba en todo el lugar, y también dentro de ella. Hablando en su propia conciencia, directamente a su cabeza. ¿Desafiar? No, ella no había querido... Nunca desafiaría a un...
Dios.
El dolor que aquel agarre la hizo sentir arrancó gritos de su garganta. Pero Iori no era capaz de escuchar ninguno de ellos. Únicamente la voz de aquella figura de Oscuridad. ¿Era posible? ¿Sería en verdad Hodr? Su corazón latió entonces, imponiendo su sonido por encima de cualquier otro. Por encima incluso de todos sus pensamientos cuando aquella vidriera con la forma de Ayla apareció.
La mujer que le había dado la vida. La humana llena de amor. Tanto, tan al extremo que aquello la rompió. Su relación con el elfo había sido su condena. Iori era el legado vivo de aquellos sentimientos. Y sin embargo la torturaban. La muerte de ambos, la de ella, conocer la verdad la había sumido en una desesperación que había cambiado el curso de su vida. La habían transformado en otra cosa, algo diferente. Algo que, de alguna manera, se sentía muerto.
¿Olvidarla? Sonrió con tibieza.
- Podría obtener alivio olvidando. Podría romper los lazos... las cadenas que me unen a lo que sucedió con ella. - meditó en voz alta.
Los hilos oscuros que la habían hecho sufrir estaban relajados en aquel momento, por lo que la mestiza hizo fuerza para ponerse de nuevo de pie, de cara a la vidriera.
La figura Oscura seguía sus movimientos con atención, con aquellos destellos luminosos que brillaban por ojos en su rostro. Avanzó arrastrando los pies y se detuvo frente a la figura de su madre. Incluso al final, incluso antes de que le arrancasen los ojos, Ayla le había sonreído. Había mirado con ternura a Eithelen.
Un amor sin límites que la condujo a su fin. Un amor estúpido que Iori no alcanzaba a entender.
Gritó.
Y alzando el puño lo estampó contra el cristal, haciendo que la figura de su madre estallara en mil pedazos.
- Quiero olvidarla -
Siseó observando los fragmentos en el suelo, antes de girar de forma ávida el rostro hacia la siguiente.
Él.
La persona que más odio le había regalado sin ella haber hecho méritos para merecerlo. Ah, sí, ser "humana". Tarek la observaba con gesto adusto, indiferente desde aquellos cristales de colores que recogían su imagen. Inspiró profundamente y le devolvió como respuesta una sonrisa grotesca. Una que nacía alimentada de las semillas del rencor y la ira que él había plantado.
El fin de su mundo había comenzado con él. Con la verdad sobre su pasado. Con el descubrimiento de algo que hubiera deseado no saber. Apretó los dientes hasta saborear la sangre en su lengua, y avanzó con decisión. Alzó el pie y golpeó con fuerza, atravesando la estructura justo por su mitad. El rostro de Tarek cayó al suelo en un fragmento completo, que se rompió en cientos cuando alcanzó el suelo de la vida de Iori.
No era suficiente. Inspiró de forma sonora, mientras los hilos oscuros seguían dándole capacidad de movimiento. Pisó cada cacho de tamaño grande que veía a sus pies, mientras su corazón la empujaba a seguir adelante.
- No merece mi olvido. Merece sufrir. - rezongó antes de alzar el rostro hacia la omnipresente figura oscura. El agobio que sintió centrándose en ella la hizo calmarse, agachando la cabeza de una forma que se podría tildar de obediente. Se sintió mareada. Su sangre corría tan rápido que lo único que escuchaba en aquel momento era el rugido que esta producía dentro de sus oídos.
- Te serviré. Olvidaré - murmuró con la vista fija en el suelo. Sabía quién estaba representado en la tercera vidriera.
Había escuchado su nombre. No Sango. El otro. La forma que ella usaba desde que se había sentido unida a él. De una forma que no creía posible. Los cielos habían comenzado a cambiar para ella desde aquel encuentro en Lunargenta.
No había importado cuán lejos, cuán distante estuviesen, de alguna manera pensar en él siempre la alejaba de la oscuridad más profunda que yacía en su corazón. La hacía sentir que no importaba el camino equivocado que siguiera, siempre habría una manera de regresar a él.
Sin embargo, se había dado cuenta de que si lo hacía, estaría en el mismo sendero que su madre. Uno que llevaría a la destrucción de ambos. Mantenerse alejada, dejando que el Héroe fuese Héroe. Desaparecer de su vida para siempre.
Las lágrimas no escocieron cuando comenzaron a caer por sus mejillas.
- Te serviré. Olvidaré - volvió a repetir por segunda vez, sin alzar el rostro todavía hacia la sombra. Había conocido su Luz, y ahora ella podría convertirse en Oscuridad.
Vaciarse de todo lo que había. Abandonarse al Dios.
No sentir de nuevo nunca más.
Estaba rozando la resolución en su corazón cuando cometió el desliz de mirarlo. "Una última vez" pensó.
Y vio la figura de Ben, más perfecta de lo que su mente le permitía recordar.
Y pudo ver algo que no todo el mundo veía cuando lo miraban a él. Vio la suave sonrisa, cálida, abrazándola.
Avanzó hacia él.
Vio el brillo en sus ojos, el bosque en donde encontrar refugio, alimento y protección. El lugar en el que tenía todo lo que precisaba para vivir.
Se detuvo justo delante, alzando una mano en dirección al cristal. Rozó el pecho de Ben, con un nudo en la garganta que no le permitió hablar.
"- Te quiero Iori y nada hay que pueda cambiar lo que siento. - "
- No -
La mano que acariciaba se cerró en un puño, y de un único golpe atravesó el pecho del Héroe.
El sonido de los cristales cayendo fueron la antesala del silencio que se alzó en aquel lugar. En el escenario destrozado que era su vida.
La mestiza se dejó caer de rodillas, observando los fragmentos, mientras pasaba los dedos sobre ellos.
- No puedo olvidarlo. - susurró tomando el pedazo en el que se encontraba la mirada de Ben. Seguía dedicándole aquella luz, aun roto. Ella no existiría ya para él. No habría posibilidad de reencuentro. Lo cuidaría, lo protegería de aquella manera.
La decisión de Iori fue tomada con firmeza desde el fondo de su corazón.
De la misma manera que decidió que no sería capaz de permitir que el recuerdo de lo que él había sido en su vida desapareciese entre sus dedos. Aferró con fuerza el borde del vidrio y la sangre fluyó cuando el filo mordió su piel.
- Puedo servirte. Pero no puedo olvidarlo a él. Si ambas cosas son incompatibles solamente me queda una opción - giró un extremo puntiagudo hacia su pecho y lo colocó contra su piel, notando el mordisco agudo del cristal. Alzó el rostro hacia la figura. Desesperada, vacía, y al mismo tiempo, llena del amor que sentía por él. Dispuesta a dejar aquella vida si con ello podía mantener la luz de Ben.
Dentro.
Cerró los ojos y sonrió. Y entonces hizo presión con todas sus fuerzas, introduciendo el cristal en su pecho.
Iori Li
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Re: La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
El tacto calmado de aquella mujer había eliminado de mí cualquier carga. Mis hombros se sentían relajados, aliviados del peso de mi cruzada y mi constante necesidad de perfección que en ocasiones resultaba asfixiante. Ser el mejor era un requerimiento; sin embargo, lo mismo suponía una evaluación permanente, rígida, sin permitir ningún atisbo de mediocridad.
En aquel abrazo todo era ligero, todo parecía desvanecer…
Al abrir mis ojos vi como me encontraba en otro plano, un lugar infinito donde podía ver sobre el suelo mis recuerdos. Ya se tornaba frecuente mi visita a lugares fuera de la realidad, pero aquel sitio se sentía diferente. No era un sueño ni la vista de un observador omnisciente, aquello se sentía acogedor, algo mío.
Caminando sobre memorias difusas de logros que orgulloso exhibía bajo mis pies, me acerqué a la figura que compartía mi apariencia, llena de vanidad. Un aspecto exquisito, sin duda, pero no dejaría que el ego nublara mi visión. Caminaba cauteloso hacia el trono, dudar de la autenticidad de aquel dios era un mecanismo de protección esperado. Muchas promesas, pero de momento eran pocos los resultados.
Admito que la presencia resultaba abrumadora. Su voz transmitía poder, su arrogancia solo certificaba el miedo que infundía por tener certeza absoluta de ser superior. Una visión idílica que tentaba con palabras persuasivas.
No respondí a sus primeras interrogantes, era evidente que conocía mis anhelos más profundos. Ya sus heraldos habían resaltado conocer mis sueños e intenciones. Mi deseo egoísta no era ajeno para aquel presunto Dios de la oscuridad.
Sus halagos y cumplidos solo evidenciaban sus necesidades. Era bien sabido la desventaja que tenía contra Baldr, la luz había prevalecido durante eones y las sombras solo eran capaz de extenderse en su ausencia. Hodr incluso parecía desesperado en reclutarme, cuestión que barajaba sutilmente en mis pensamientos mientras la figura de ojos rojos continuaba con palabras tentadoras adulando mis ambiciones.
Las promesas retumbaban en los ecos de aquel espacio infinito, los recuerdos que se reflejaban en las vidrieras del suelo se turbaban mostrando colores oscuros donde el negro y el rojo priorizaban una danza de caos y control De conquista y destrucción.
Poder…
Conocimiento…
Prestigio…
La fuerza y la inteligencia motivaban mi cruzada. La intención de obtener el poder maldito del Dios vampiro suponía el camino que me permitiría tener la influencia dentro del continente y mi raza. Las aguas que ofrecía el dios de la oscuridad sugerían un atajo.
Sin embargo, todo tiene un costo. Así como en su momento me desprendí de toda luz para abrazar el potencial del poder sobre la sangre. Ahora tenía que deshacerme del pasado, una carga que comprendía podría ser un ancla en mi camino.
Visiones de Fer’Avlis y mis días en su mansión pasaron de manera intrusiva por mi cabeza, una felicidad que no contemplaba desde hace décadas. Igualmente, Corvo y su gremio donde figuraba como una estrella; e incluso aquellos que fui conociendo durante mi travesía. Sin embargo, ningún rostro era más valioso que mis ambiciones. Nadie era capaz de competir en importancia conmigo mismo. La respuesta era sencilla.
La idea de poder continuar con mi búsqueda de los pergaminos legendarios motivaba un sí rotundo, pero algo me invitaba a debatir las condiciones de aquel acuerdo. Incliné la cabeza mientras entrecerrando los ojos dubitativo, pregunté en voz alta dirigiéndome a aquella atractiva figura. - ¿Semi? - dije procurando mantener un tono tranquilo y sosegado, sin mostrar pizca de imposición o altanería que ofendiera al Dios vanidoso. Continúe mi contraoferta.
Agradezco tu oferta - señalé dejando una pausa para evaluar su reacción a mi informalidad. - pero no podría apostar todo solo para ser un simple “semi-dios”, mi ambición apunta a mucho más que ser un mero segundón… Bien dices que me necesitas en tus filas, y ambos sabemos que la luz con sus argumentos morales de justicia y el deber suele ser más tentadora - dije cruzando mis brazos sobre mi pecho tratando de no ofender con mi eufemismo que resaltaba el hecho de que Baldr partía con ventaja en una supuesta nueva contienda. - "La voluntad férrea del héroe" y ese tipo de idioteces suelen llenar de mentiras y sueños estúpidos la cabeza del ignorante y el débil. Bien sabrás que incluso aquellos que rechazamos la luz - dije con relación a mi raza - actualmente intentamos ganar un lugar en el continente y tomar lo que nos arrebataron.
Si garantizas que mis deseos serán cumplidos… rechazaré a mi pasado para centrarme en esta lucha contra la luz… y te puedo asegurar que las sombras devorarán el sol. La sangre caerá como una lluvia tormentosa sobre todos aquellos que se opongan a la oscuridad. - No era necesario utilizar las virtudes del vampirismo para lucir más atractivo o persuasivo. Mis palabras eran genuinas. Mi orgullo no aceptaría ser un simple semi Dios.
Zagreus debía ser un Dios en toda su extensión. Un dios sobre la sangre y garantizar el control donde Habakhuk y el mismísimo Hodr habían fallado anteriormente.
Un silencio invadió aquel mundo infinito mientras el Dios sonreía con una sonrisa altanera que luego se transformó en una carcajada grotesca. Con completa seriedad lo miraba recto y desafiante, esperando una respuesta concreta a mi contraoferta para ser un ungido de la oscuridad.
Poco a poco mis ojos se fueron abriendo lentamente, mi visión nuevamente se acostumbraban a la luz de la antorcha que sostenía aquel encapuchado. La mujer con una sonrisa me recibió en silencio mientras aquella aura morada se difuminaba en sus manos. Sin embargo, una voz a la distancia en la entrada de la estancia llamó la atención de todos los presentes.
Iori seguía inconsciente, posiblemente muerta por su osadía con el Dios. Sonreía con malicia por lo patético de su arrebato emocional. No obstante, mi mirada rápidamente fue a evaluar la nueva amenaza que importunaba el ritual.
Cuatro mujeres evaluaban la escena en posición de combate. Armadas con lanzas y armaduras relucientes eran lideradas por una dama con una máscara dorada. Todas jóvenes y hermosas, valientes e inoportunas doncellas.
La mujer que había incapacitado a Iori se posicionaba al frente y bajo la túnica se veía como una esencia de color morado irradiaba con violencia. Sin embargo, di un par de pasos al frente manteniendo la mirada con aquellas jóvenes. Los seguidores de Hodr me miraban.
Acaban de interrumpir el templo de Hodr. - dije mientras estiraba mi brazo derecho hacia ellas, dejándolo recto en su dirección con la palma mirando al piso del templo. - No hay nada que buscar aquí, pero su curiosidad resulta insolente.
Analizaba a cada una de las mujeres, estudiando sus reacciones y movimientos más sutiles. Cualquier pizca de duda o ansiedad era suficiente para hacer un plan o aprovechar una debilidad. Mi orgullo me motivaba, pero sabia que los combates se ganaban con el cerebro y no era sensato subestimarlas, sobre todo a su líder que irradiaba una presencia apabullante.
Un delgado hilo de sangre empezó a gotear desde la palma de mi mano hasta el suelo, creando un fluido laminar que parecía inmóvil, generando un charco perfectamente circular con un diámetro que no se alteraba. Mis músculos se tensaron, preparados para luchar contra las invasoras (1), todos mis sentidos querían sangre.
Ahora podría decirles que dieran la vuelta y olvidaran todo… pero no quiero…- señalé con una media sonrisa maquiavélica. El flujo de sangre empezó a mutar hasta formar un hacha a una mano (2). Levanté con mi diestra el arma y la apoyé sobre mi hombro, apretando el mango de sangre con fuerza preparado para cargar al ataque.
Zagreus… - dijo una voz femenina a mis espaldas procurando cautela. Sin embargo, era un sujeto racional y precavido, no subestimaba a las guerreras, pero quería darme un capricho… un placer en honor a la oscuridad. Además, sabía que los seguidores de la oscuridad me apoyarían sin dudar.
Que desagradable este sujeto. - dijo en voz baja la elfa de cabello rubio reprochando al vampiro orgulloso.
Cre-creo que no deberíamos subestimarlo. Dama Azaril, ¿qué sugiere? - dijo nerviosa la joven Jazmín mientras sostenía con firmeza su lanza blanca.
Pff, yo digo que le demostremos lo que somos capaces de hacer. Ustedes atacarán a la vez con el rango de la lanza, luego yo terminaré el trabajo aprovechando la abertura. No debemos ignorar al resto, pero Azaril…
Hay una mujer en el suelo… será aliada de ellos o una - Oh, también hay un cuerpo. - dijo mientras evaluaba el humo que salía del cadáver calcinado.
Sin embargo, el intercambio se acabó cuando vieron al albino acercándose lentamente. Todas tomaron posición procurando proteger a Azaril. Gardenia y Jazmín, con sus lanzas, comenzaron una carrera por cada flanco para confrontar a aquel hombre de gran tamaño.
Las mujeres murmuraban entre ellas, no podía dejar que idearan una estrategia, pero era tarde. Era obvio que se trataba de un grupo organizado, su forma de posicionarse y actuar evidenciaba una gran conexión, sobre todo con quien parecía ser su líder que se quedaba en la retaguardia.
La mujer de la lanza blanca comenzó una carrera sosteniendo con firmeza su arma buscando una estocada frontal mientras la otra elfa buscaba mi izquierda indefensa. Mi atención alternaba entre las lanceras, mi potencia sanguínea me preparaba para enfrentar el ataque simultáneo, pero tenía recursos que no esperaban aquellas guerreras.
Con velocidad logré esquivar el primer ataque de lanza haciendo un giro sobre mi eje. Dicho movimiento me dejaba expuesto a la segunda embestida. La rubia con un salto acrobático lanzó una estocada con gran potencia la cual conectó en mi pecho evitando las placas de metal de mi armadura. Sin duda se trataba de guerreras formidables.
Grité eufórico mientras con mi diestra realicé un tajo descendente con mi hacha a la rubia que confiada de haber asestado un golpe mortal, se había acercado demasiado. Su rostro estupefacto no entendía cómo seguía de pie. La punta de su arma había rebotado con mi piel de sangre sólida (3), un recurso que me permitía cubrir una zona de mi cuerpo para hacerla prácticamente invulnerable a las armas físicas.
La mujer apenas tuvo reflejos para esquivar mi primer tajo con el hacha, pero en el mismo movimiento descendente, el hacha en mi mano perdió su forma sólida, cambiando a la de un pico de guerra (4). Ahora con un golpe invertido aprovechando la inercia del impulso de mi primer tajo me dirigía a su rostro. En sus pupilas lagrimosas se reflejaba el rojo carmesí de mi arma de sangre que terminaría con su vida. La luz se extinguía para aquella joven que osaba desafiar a la oscuridad.
Sin embargo, el pico terminó atravesando el brazo de la mujer de pelo platinado. Desde las sombras la mujer logró saltar con gran velocidad para entrometerse en mi ataque y separar mi arma del rostro de su compañera. El pico había penetrado su brazo y llegado a rasgar parte del costado de su torso; sin embargo, no supondría una herida letal inmediata.
Las tres mujeres dieron un salto hacia atrás para ganar distancia y separarse mientras sostenían sus lanzas hacia mí intentando socorrer a su compañera. Sacudí mi arma haciendo que una hilera de gotas de sangre se pintaran en el suelo. La mujer había quedado prácticamente incapacitada y si no era capaz de atender sus heridas perdería el brazo, o incluso su vida.
Mi vestimenta rota justo donde la lanza había intentado penetrar ahora mostraba mi piel blanca sin rasguño alguno. El rojo de mi armadura sanguínea se había eliminado y sonreía pedante al resistir de manera eficiente su primera arremetida. Eran excelentes guerreras, incluso podría admitir que en un combate ellas tendrían ventaja directa. Pero mi ingenio era más veloz que su destreza ofensiva.
__________________________En aquel abrazo todo era ligero, todo parecía desvanecer…
Al abrir mis ojos vi como me encontraba en otro plano, un lugar infinito donde podía ver sobre el suelo mis recuerdos. Ya se tornaba frecuente mi visita a lugares fuera de la realidad, pero aquel sitio se sentía diferente. No era un sueño ni la vista de un observador omnisciente, aquello se sentía acogedor, algo mío.
Caminando sobre memorias difusas de logros que orgulloso exhibía bajo mis pies, me acerqué a la figura que compartía mi apariencia, llena de vanidad. Un aspecto exquisito, sin duda, pero no dejaría que el ego nublara mi visión. Caminaba cauteloso hacia el trono, dudar de la autenticidad de aquel dios era un mecanismo de protección esperado. Muchas promesas, pero de momento eran pocos los resultados.
Admito que la presencia resultaba abrumadora. Su voz transmitía poder, su arrogancia solo certificaba el miedo que infundía por tener certeza absoluta de ser superior. Una visión idílica que tentaba con palabras persuasivas.
No respondí a sus primeras interrogantes, era evidente que conocía mis anhelos más profundos. Ya sus heraldos habían resaltado conocer mis sueños e intenciones. Mi deseo egoísta no era ajeno para aquel presunto Dios de la oscuridad.
Sus halagos y cumplidos solo evidenciaban sus necesidades. Era bien sabido la desventaja que tenía contra Baldr, la luz había prevalecido durante eones y las sombras solo eran capaz de extenderse en su ausencia. Hodr incluso parecía desesperado en reclutarme, cuestión que barajaba sutilmente en mis pensamientos mientras la figura de ojos rojos continuaba con palabras tentadoras adulando mis ambiciones.
Las promesas retumbaban en los ecos de aquel espacio infinito, los recuerdos que se reflejaban en las vidrieras del suelo se turbaban mostrando colores oscuros donde el negro y el rojo priorizaban una danza de caos y control De conquista y destrucción.
Poder…
Conocimiento…
Prestigio…
La fuerza y la inteligencia motivaban mi cruzada. La intención de obtener el poder maldito del Dios vampiro suponía el camino que me permitiría tener la influencia dentro del continente y mi raza. Las aguas que ofrecía el dios de la oscuridad sugerían un atajo.
Sin embargo, todo tiene un costo. Así como en su momento me desprendí de toda luz para abrazar el potencial del poder sobre la sangre. Ahora tenía que deshacerme del pasado, una carga que comprendía podría ser un ancla en mi camino.
Visiones de Fer’Avlis y mis días en su mansión pasaron de manera intrusiva por mi cabeza, una felicidad que no contemplaba desde hace décadas. Igualmente, Corvo y su gremio donde figuraba como una estrella; e incluso aquellos que fui conociendo durante mi travesía. Sin embargo, ningún rostro era más valioso que mis ambiciones. Nadie era capaz de competir en importancia conmigo mismo. La respuesta era sencilla.
La idea de poder continuar con mi búsqueda de los pergaminos legendarios motivaba un sí rotundo, pero algo me invitaba a debatir las condiciones de aquel acuerdo. Incliné la cabeza mientras entrecerrando los ojos dubitativo, pregunté en voz alta dirigiéndome a aquella atractiva figura. - ¿Semi? - dije procurando mantener un tono tranquilo y sosegado, sin mostrar pizca de imposición o altanería que ofendiera al Dios vanidoso. Continúe mi contraoferta.
Agradezco tu oferta - señalé dejando una pausa para evaluar su reacción a mi informalidad. - pero no podría apostar todo solo para ser un simple “semi-dios”, mi ambición apunta a mucho más que ser un mero segundón… Bien dices que me necesitas en tus filas, y ambos sabemos que la luz con sus argumentos morales de justicia y el deber suele ser más tentadora - dije cruzando mis brazos sobre mi pecho tratando de no ofender con mi eufemismo que resaltaba el hecho de que Baldr partía con ventaja en una supuesta nueva contienda. - "La voluntad férrea del héroe" y ese tipo de idioteces suelen llenar de mentiras y sueños estúpidos la cabeza del ignorante y el débil. Bien sabrás que incluso aquellos que rechazamos la luz - dije con relación a mi raza - actualmente intentamos ganar un lugar en el continente y tomar lo que nos arrebataron.
Si garantizas que mis deseos serán cumplidos… rechazaré a mi pasado para centrarme en esta lucha contra la luz… y te puedo asegurar que las sombras devorarán el sol. La sangre caerá como una lluvia tormentosa sobre todos aquellos que se opongan a la oscuridad. - No era necesario utilizar las virtudes del vampirismo para lucir más atractivo o persuasivo. Mis palabras eran genuinas. Mi orgullo no aceptaría ser un simple semi Dios.
Zagreus debía ser un Dios en toda su extensión. Un dios sobre la sangre y garantizar el control donde Habakhuk y el mismísimo Hodr habían fallado anteriormente.
Un silencio invadió aquel mundo infinito mientras el Dios sonreía con una sonrisa altanera que luego se transformó en una carcajada grotesca. Con completa seriedad lo miraba recto y desafiante, esperando una respuesta concreta a mi contraoferta para ser un ungido de la oscuridad.
[...]
Poco a poco mis ojos se fueron abriendo lentamente, mi visión nuevamente se acostumbraban a la luz de la antorcha que sostenía aquel encapuchado. La mujer con una sonrisa me recibió en silencio mientras aquella aura morada se difuminaba en sus manos. Sin embargo, una voz a la distancia en la entrada de la estancia llamó la atención de todos los presentes.
Iori seguía inconsciente, posiblemente muerta por su osadía con el Dios. Sonreía con malicia por lo patético de su arrebato emocional. No obstante, mi mirada rápidamente fue a evaluar la nueva amenaza que importunaba el ritual.
Cuatro mujeres evaluaban la escena en posición de combate. Armadas con lanzas y armaduras relucientes eran lideradas por una dama con una máscara dorada. Todas jóvenes y hermosas, valientes e inoportunas doncellas.
La mujer que había incapacitado a Iori se posicionaba al frente y bajo la túnica se veía como una esencia de color morado irradiaba con violencia. Sin embargo, di un par de pasos al frente manteniendo la mirada con aquellas jóvenes. Los seguidores de Hodr me miraban.
Acaban de interrumpir el templo de Hodr. - dije mientras estiraba mi brazo derecho hacia ellas, dejándolo recto en su dirección con la palma mirando al piso del templo. - No hay nada que buscar aquí, pero su curiosidad resulta insolente.
Analizaba a cada una de las mujeres, estudiando sus reacciones y movimientos más sutiles. Cualquier pizca de duda o ansiedad era suficiente para hacer un plan o aprovechar una debilidad. Mi orgullo me motivaba, pero sabia que los combates se ganaban con el cerebro y no era sensato subestimarlas, sobre todo a su líder que irradiaba una presencia apabullante.
Un delgado hilo de sangre empezó a gotear desde la palma de mi mano hasta el suelo, creando un fluido laminar que parecía inmóvil, generando un charco perfectamente circular con un diámetro que no se alteraba. Mis músculos se tensaron, preparados para luchar contra las invasoras (1), todos mis sentidos querían sangre.
Ahora podría decirles que dieran la vuelta y olvidaran todo… pero no quiero…- señalé con una media sonrisa maquiavélica. El flujo de sangre empezó a mutar hasta formar un hacha a una mano (2). Levanté con mi diestra el arma y la apoyé sobre mi hombro, apretando el mango de sangre con fuerza preparado para cargar al ataque.
- Hacha de sangre:
Zagreus… - dijo una voz femenina a mis espaldas procurando cautela. Sin embargo, era un sujeto racional y precavido, no subestimaba a las guerreras, pero quería darme un capricho… un placer en honor a la oscuridad. Además, sabía que los seguidores de la oscuridad me apoyarían sin dudar.
________________________________
Que desagradable este sujeto. - dijo en voz baja la elfa de cabello rubio reprochando al vampiro orgulloso.
Cre-creo que no deberíamos subestimarlo. Dama Azaril, ¿qué sugiere? - dijo nerviosa la joven Jazmín mientras sostenía con firmeza su lanza blanca.
Pff, yo digo que le demostremos lo que somos capaces de hacer. Ustedes atacarán a la vez con el rango de la lanza, luego yo terminaré el trabajo aprovechando la abertura. No debemos ignorar al resto, pero Azaril…
Hay una mujer en el suelo… será aliada de ellos o una - Oh, también hay un cuerpo. - dijo mientras evaluaba el humo que salía del cadáver calcinado.
Sin embargo, el intercambio se acabó cuando vieron al albino acercándose lentamente. Todas tomaron posición procurando proteger a Azaril. Gardenia y Jazmín, con sus lanzas, comenzaron una carrera por cada flanco para confrontar a aquel hombre de gran tamaño.
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Las mujeres murmuraban entre ellas, no podía dejar que idearan una estrategia, pero era tarde. Era obvio que se trataba de un grupo organizado, su forma de posicionarse y actuar evidenciaba una gran conexión, sobre todo con quien parecía ser su líder que se quedaba en la retaguardia.
La mujer de la lanza blanca comenzó una carrera sosteniendo con firmeza su arma buscando una estocada frontal mientras la otra elfa buscaba mi izquierda indefensa. Mi atención alternaba entre las lanceras, mi potencia sanguínea me preparaba para enfrentar el ataque simultáneo, pero tenía recursos que no esperaban aquellas guerreras.
Con velocidad logré esquivar el primer ataque de lanza haciendo un giro sobre mi eje. Dicho movimiento me dejaba expuesto a la segunda embestida. La rubia con un salto acrobático lanzó una estocada con gran potencia la cual conectó en mi pecho evitando las placas de metal de mi armadura. Sin duda se trataba de guerreras formidables.
Grité eufórico mientras con mi diestra realicé un tajo descendente con mi hacha a la rubia que confiada de haber asestado un golpe mortal, se había acercado demasiado. Su rostro estupefacto no entendía cómo seguía de pie. La punta de su arma había rebotado con mi piel de sangre sólida (3), un recurso que me permitía cubrir una zona de mi cuerpo para hacerla prácticamente invulnerable a las armas físicas.
La mujer apenas tuvo reflejos para esquivar mi primer tajo con el hacha, pero en el mismo movimiento descendente, el hacha en mi mano perdió su forma sólida, cambiando a la de un pico de guerra (4). Ahora con un golpe invertido aprovechando la inercia del impulso de mi primer tajo me dirigía a su rostro. En sus pupilas lagrimosas se reflejaba el rojo carmesí de mi arma de sangre que terminaría con su vida. La luz se extinguía para aquella joven que osaba desafiar a la oscuridad.
- Pico de guerra de sangre:
Sin embargo, el pico terminó atravesando el brazo de la mujer de pelo platinado. Desde las sombras la mujer logró saltar con gran velocidad para entrometerse en mi ataque y separar mi arma del rostro de su compañera. El pico había penetrado su brazo y llegado a rasgar parte del costado de su torso; sin embargo, no supondría una herida letal inmediata.
Las tres mujeres dieron un salto hacia atrás para ganar distancia y separarse mientras sostenían sus lanzas hacia mí intentando socorrer a su compañera. Sacudí mi arma haciendo que una hilera de gotas de sangre se pintaran en el suelo. La mujer había quedado prácticamente incapacitada y si no era capaz de atender sus heridas perdería el brazo, o incluso su vida.
Mi vestimenta rota justo donde la lanza había intentado penetrar ahora mostraba mi piel blanca sin rasguño alguno. El rojo de mi armadura sanguínea se había eliminado y sonreía pedante al resistir de manera eficiente su primera arremetida. Eran excelentes guerreras, incluso podría admitir que en un combate ellas tendrían ventaja directa. Pero mi ingenio era más veloz que su destreza ofensiva.
Off
(1)= Un paso por delante [Mágica] – Activa (1 uso) Duración= 2 turnos
Zagreus aumenta la producción y trasporte en su torrente sanguíneo de catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina), aumentando considerablemente sus reflejos, concentración y velocidad (mental y física) en combate.
(2)=Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos
Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los poros de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.
Zagreus solo puede crear una arma por activación. Igualmente, puede emplear un uso de la habilidad para cambiar el tipo de arma de sangre creada al instante.
(3)= Armadura sanguínea [Mágica] – Activa (2 uso) Duración= 1 turno
Zagreus es capaz de emplear su control sanguíneo sobre su cuerpo, logrando solidificar zonas con sangre para protegerlo de los ataques físicos. La respuesta es inmediata, logrando cubrir una zona de extensión moderada de piel al instante. La sangre solida tiene la dureza de los metales mas resistentes.
(4)= Utilizo un uso de mi Pacto Carmesí para hacer que mi arma de sangre cambie de forma.
Zagreus
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Re: La antigua agonía [Desafío: Bienvenidos a lo desconocido] [CERRADO]
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En el corazón del bosque late un antiguo poder
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La Antigua Agonía
En el corazón del bosque late un antiguo poder
Ese hombre irradiaba rencor; una oscuridad que se reflejaba en sus ojos como un abismo sin fondo. Su presencia parecía distorsionar el aire a su alrededor, creando un aura siniestra que hacía que el éter se densificara y volviera casi tangible para aquellos con la sensibilidad suficiente para percibirlo. Había algo profundamente perturbador en él, una malevolencia que no era natural. Sin duda, algo oscuro y poderoso lo había transformado, y no auguraba nada bueno.
Beyza se hallaba gravemente herida, su respiración entrecortada y su piel pálida, más de lo normal. La sangre manaba de una profunda herida en su brazo, formando un charco oscuro a su alrededor. Cada latido de su corazón hacía que la vida se le escapara un poco más. Si no actuaban con rapidez, podría perder no solo el brazo, sino también la vida. Su rostro estaba desencajado por el dolor y la desesperación, aunque intentaba aguantar expresar esos sentimientos. Sus ojos buscaban ayuda con una urgencia desesperada mientras su cuerpo se estremecía intentando mantenerse consciente.
Las hermanas Blume tomaron la iniciativa en el combate contra aquel hombre, moviéndose con la precisión y la gracia de un par de bailarinas mortales. Gardenia, con movimientos entrenados y pulidos, ejecutaba cada golpe y cada defensa con la exactitud de una coreografía letal. Jasmin, por su parte, desplegaba una ferocidad y agresividad características, atacando con la fuerza de una tormenta desatada. Aunque sus estilos eran diametralmente opuestos, se complementaban a la perfección, forzando al hombre de cabellos blancos a sudar y a esforzarse al máximo para no recibir un golpe mortal.
Las figuras encapuchadas permanecían inmóviles, observando la batalla con un silencio inquietante, meros espectadores en la escena cargada de acción.
Azaril aprovechó la distracción del combate para escabullirse entre las sombras, su figura deslizándose furtivamente hacia la mujer tendida en el suelo. Ignoró el cadáver encapuchado que yacía cerca, centrando toda su atención en sacar a la mujer inconsciente de allí. Con esfuerzo, la arrastró hasta la entrada de la sala, donde Beyza aún se mantenía en pie, su mirada fija en la feroz contienda entre las hermanas Blume y el siniestro hombre de ojos ambarinos. Era raro ver a Beyza mostrar emociones, pero la ira y la frustración se apoderaban claramente de su rostro, el cual se iba tornando cada vez más cansado. Sus ojos reflejaban la lucha interna por mantenerse en pie y no sucumbir a las heridas que la debilitaban.
-¡Adhuc!-La voz de Azaril resonó en el aire, reverberando contra los muros pedregosos del lugar. La orden, un mandato de parálisis, no solo se dirigía al hombre de cabellos blancos, sino también a las figuras encapuchadas.
En mitad del combate, Zagreus sintió sus músculos detenerse, mientras la orden de aquella mujer enmascarada irradiaba una fuerza sobrenatural. Ella era una vampiresa de la voz, una de los suyos. Y, sin embargo, allí estaban, enfrentados. ¿Qué haría con los de su propia especie que no fueran proclives a su causa cuando acumulase suficiente poder? ¿Acabaría matándolos en un acto de completa tiranía, o les ofrecería una segunda oportunidad para redimir sus errores? Esa respuesta solo la tenía él.
Las mujeres, siguiendo las órdenes de la enmascarada, abandonaron la sala a toda prisa, llevándose consigo a la mujer que hirió Zagreus y a Iori.
-Tranquilo, no hace falta ir tras ellas.-Dijo la mujer que antes había descubierto su rostro, su voz era calmada pero cargada de autoridad.-Ellas se llevan a un fraude, y tú te has alzado como Ungido de la Oscuridad de pleno derecho.-Sonrió, satisfecha.
Las dos encapuchadas que estaban sentadas en el banco se levantaron. El tercer encapuchado dejó su antorcha en un aplique cercano, y los tres rodearon a Zagreus por un momento. Luego, se arrodillaron junto a él y comenzaron a orar.
-En la penumbra eterna, en la oscuridad que todo lo abarca, nos postramos ante ti, oh dios ciego, guardián de las sombras y señor de lo oculto. Tú que habitas en el corazón de la noche, tú que ves sin ojos y escuchas sin oídos, acepta nuestra humilde devoción.-Recitó la mujer que antes se había descapuchado.
-Bendito seas, oh dios de la oscuridad, por permitirnos encontrar refugio en tus brazos oscuros. Tú que perdonas lo todo y acoges a todas las criaturas bajo tu manto sombrío, guíanos por el camino de la redención y la compasión.-Recitó el encapuchado que había mantenido la antorcha, su voz era joven y enérgica, cargada de fervor.
-Tú que has puesto tu dedo en un mortal, y lo has elevado a la categoría de tu elegido. Honraremos tu elección y llevaremos a cabo tus designios, para que así libres al mundo de la Antigua Agonía.-Recitó el encapuchado que había mantenido la antorcha en todo momento, del cual salió una voz masculina joven y enérgica.
Acto seguido, las figuras encapuchadas se pusieron en pie, sus miradas hacia Zagreus cambiaron, volviéndose más fervorosas y llenas de esperanza. La mujer que se había descubierto el rostro antes lo hizo de nuevo, fijando sus ojos morados en los ambarinos del vampiro de sangre.
-Tendrás muchas preguntas, Ungido. Y yo te las responderé todas, con gusto.-Dijo, inclinando ligeramente la cabeza en una reverencia mientras una sonrisa complaciente se dibujaba en su rostro.-Pero ante todo, tienes que saber qué es la Antigua Agonía.
Hizo una pausa, permitiendo que la tensión en el aire se asentara y que toda la atención de Zagreus se concentrara en ella.
-La Antigua Agonía es una condición que nos impuso la Luz a los seguidores de la Oscuridad. Hace siglos, fuimos perseguidos y masacrados por nuestra fe. El mundo se quebró en una cruenta guerra, y aunque no fuimos derrotados, la sociedad nos vio como los culpables de lo sucedido, sin entender que el equilibrio entre las dos fuerzas es esencial para la existencia.-Explicó-Pero nuestra fe y devoción no se destruyeron. Seguimos adorando al dios ciego de la Oscuridad con la esperanza de que, algún día, pudiera vengarnos y reclamar lo que es suyo por derecho; la Lágrima de Oscuridad.
Sus ojos brillaron con intensidad al mencionar el artefacto.
-La Lágrima de Oscuridad es un artefacto antiguo que sirve como llave para abrir el camino hacia Svartalfheim, el mundo donde reina la Oscuridad, y donde las huestes de Hodr han esperado durante siglos a que la puerta entre ambos mundos se abra. Así, podrán invadir este mundo y conseguir no solo la Lágrima de Oscuridad, sino también su hermana, la Lágrima de Luz, obteniendo así el poder supremo del equilibrio.-El fervor en su voz era palpable.-Y así, nosotros, seres de Midgard que hemos rechazado la Luz o hemos nacido con Oscuridad en nuestro interior, podremos ir al lugar que nos corresponde, a Svartalfheim; nuestra tierra prometida.
-La Antigua Agonía es tener que haber vivido bajo el yugo de la Luz, en un mundo donde se abanderan falsas justicias, injustas bonanzas y heroísmo pusilánime. Hodr nos enseña que el camino del más fuerte es lo que crea seres fuertes, y esa fuerza reside en la voraz Oscuridad.-Intervino la otra encapuchada.
Sus palabras parecían cortadas con la precisión de una hoja, cada una de ellas cargada de resentimiento y una profunda convicción. La figura de la mujer se perfilaba con un aura sombría, sus ojos brillaban bajo la capucha, reflejando una vida de sufrimiento y lucha.
-Vivimos en un mundo corrupto por la Luz.-Continuó la encapuchada.-La Antigua Agonía no es solo una maldición, sino también una llamada a la acción. Es una prueba que nos ha forjado, y ahora, Ungido, tú eres la clave para nuestra liberación. Con tu liderazgo y la fuerza de Hodr, traeremos el equilibrio que este mundo necesita, un equilibrio que solo puede lograrse mediante la aceptación total de la Oscuridad.
-Los seguidores de la Oscuridad somos pocos y estamos dispersos por el mundo, Ungido.-Intervino de nuevo la mujer de ojos morados.-Pero tenemos un objetivo común, y estamos trabajando en ello. Ahora tú deberás reunir a más aliados a la causa, aquellos seres repudiados por la Luz y rechazados por el mundo. Todos ellos encontrarán en el abrazo de Hodr un consuelo para redimir sus vidas.
La madrugada caía sobre el bosque, las ramas alargadas de los árboles eran como dedos que intentaban agarrar a cualquiera que osara adentrarse en sus dominios. Azaril y sus chicas se movían con rapidez, la respiración pesada y los pasos acelerados. Beyza, tambaleante y pálida por la pérdida de sangre, apenas podía mantenerse en pie, pero su determinación la mantenía en movimiento. Iori yacía inerte y era llevada a cuestas entre las hermanas Blume.
Llegaron a un claro oculto, un pequeño refugio donde los árboles formaban un círculo natural, sus ramas entrelazadas como una cúpula protectora. Azaril, con un gesto rápido, señaló el centro del claro.
-¡Pónganla ahí, rápido!-Dijo, su voz cortante con la urgencia de la situación.
Depositaron a Iori en el suelo con cuidado. La piel de la mujer estaba helada, y su rostro, antes sereno, ahora parecía una máscara pálida y sin vida. El silencio del bosque era roto solo por el jadeo agitado de las mujeres y el crujido de las hojas bajo sus pies.
-No tiene pulso.-Murmuró Gardenia, su voz teñida de desesperación.
-¿¡Qué!?-Exclamó Beyza, cayendo de rodillas junto a Iori, sus manos temblorosas tratando de encontrar cualquier signo de vida. La sangre manaba de su herida, formando un charco oscuro en el suelo, pero ella no parecía notarlo. Todo su ser estaba concentrado en la mujer tendida ante ella.
Azaril se arrodilló al otro lado de Iori, sus dedos buscando el pulso en el cuello de la mujer. Nada. Ni un solo latido. Su mente, siempre fría y calculadora, comenzó a correr en busca de una solución.
-¡Gardenia, necesitamos calor!-Ordenó, mirando a su compañera con ojos ardientes de determinación bajo la máscara.
Gardenia, con movimientos precisos y rápidos, comenzó a encender un pequeño fuego con las ramas secas que había en el claro. El crepitar de las llamas llenó el aire, proporcionando una luz tenue y cálida en medio de la creciente oscuridad.
-No podemos perderla.-Murmuró Beyza con rabia contenida. Su respiración se volvía cada vez más superficial y su estado era igual de preocupante, pero su atención seguía fija en Iori.
-No la perderemos.-Replicó Azaril con firmeza, colocando sus manos sobre el pecho de Iori y comenzando a presionar rítmicamente. Cada compresión era un acto desesperado, una súplica muda a los dioses a los que se encomendaban.-¡Jasmín, trata la herida de Beyza!-Ordenó mientras seguía intentando hacer que Iori reaccionara.
La sirvienta obedeció, y Beyza, aunque reticente, se dejó ayudar porque hasta ella misma se notaba débil y necesitada de auxilio.
El tiempo parecía detenerse, cada segundo estirándose en una eternidad agónica. El fuego crepitaba a su lado, la luz de las llamas proyectando sombras danzantes sobre los rostros tensos de las mujeres. El sudor perlaba la frente de Azaril, y su voz se elevó en un antiguo cántico, una oración desesperada a cualquier dios o ente que estuviera escuchando y pudiera ayudarlas.
-¡Vuelve!-Gritó Azaril, su voz quebrándose.
En ese instante, como si los mismos dioses hubiesen escuchado sus súplicas, Iori dio un pequeño espasmo. Sus labios, antes azulados, se abrieron en un jadeo silencioso. La enmascarada pegó su oreja a su pecho, y pudo sentir el latido de su corazón, había vuelto a la vida, aunque seguía inconsciente.
-¡Está viva!-Exclamó Gardenia, su voz llena de incredulidad y alivio.
Jasmin dejó escapar un sollozo de alivio, y Beyza, aunque apenas consciente, dejó escapar un atisbo de media sonrisa. Azaril, aunque agotada, mantuvo sus manos firmes en el pecho de la mujer, continuando las compresiones con renovada esperanza.
-Beyza estará bien.-Dijo Jasmín terminando de tratar su herida en un vendaje y en un torniquete que le hacía presión por encima de esta.-Pero tenemos que llevarla ante un médico de verdad.
-Sigan luchando, estamos con ustedes.-Dijo en voz alta dirigiéndose tanto a Beyza como a Iori, insuflándoles energía y voluntad con su magia de la voz.
El pulso de Iori, débil y tambaleante, comenzó a estabilizarse. El color volvió lentamente a su rostro, y aunque sus ojos seguían cerrados, había una chispa de vitalidad en el compás de su respiración. Las mujeres, unidas por el miedo y la esperanza, continuaron su vigilia un poco más, sabiendo que aquella noche en el bosque había sido solo el principio de una lucha mucho mayor.
* Aquí acaba el desafío. Gracias a ambos por participar y espero que os lo hayáis pasado tan bien como yo.
Ahora bien, vayamos por partes que hay mucha tela que cortar.
* Zagreus, en cuanto a ti. Te has convertido en un Ungido de la Oscuridad de pleno derecho. Aquellos que sirven a la Oscuridad saben de tu condición y son tus aliados, podrás requerir sus servicios allá donde vayas y para lo que lo necesites.
De momento, Hodr te ha encomendado reunir a tantos aliados como puedas (pueden ser tanto NPCs como personajes de otros usuarios). Cuando vayas consiguiendo a gente, y lo vayas justificando en temas tanto libres, privados o máster, deberás de comunicármelo. El reclutamiento de estos aliados deberá ser coherente y concordante con la situación actual. Estos temas que me mandes los revisaré y daré mi visto bueno.
Como ya te ha sido revelado, el cometido de los servidores de la Oscuridad no es otro que reunir la Lágrima de la Oscuridad para abrir la puerta a Svartalfheim. En pocos días, te pasaré la ficha de los encapuchados que te han ayudado a ascender como Ungidos para que los conozcas bien, pues ellos on-rol se han presentado ante ti.
Respecto a tus recuerdos, todo queda como acordamos. Te seguirás acordando de tu cometido para con el dios vampiro y con las demás tramas máster, pero olvidarás todo lo demás.
Como siempre, si tienes alguna duda de algo o ves que se me ha olvidado mencionarte algo, no dudes en escribirme.
Como recompensa, obtienes:
Mientras le seas fiel a Hodr, ostentarás este poder.
* Iori, te advertí y no me hiciste caso. No se puede contrariar a un dios, saldrás perdiendo siempre.
Como resultado de tus decisiones, has estado más que nunca al borde la muerte. Gracias a la intervención de Azaril y casi que por gracia divina, has logrado sobrevivir. Te llevarás una semana en coma, y despertarás en la posada más cercana de donde han ocurrido los acontecimientos de este desafío, aunque lejos de ese bosque oscuro. No sabrás quién te ha salvado, pero el dueño de la posada te contará que unas extrañas mujeres te trajeron en este estado y que luego se fueron con prisas porque tenían que atender a otra compañera que se encontraba igual de grave. Te dará las descripciones que tú quieras de ellas, pero no sabrá quiénes son exactamente.
Como resultado del desafío, te llevas la siguiente maldición:
Como dice la maldición, has destruido por completo el concepto propio de tu ser, a excepción de los recuerdos de Ben (Sango). Es decir, no recordarás quién eres, tu historia, cuál es tu nombre o cómo eres.
Antes de realizar el tema que te curará con Sango, deberás de realizar tres temas en los que sufrirás la maldición sin ningún tipo de remedio. Para cuando esos tres temas se completen y abras el correspondiente tema que te libre de la maldición, deberás de pasarme dicho tema para que lo vigile. Además de eso, me gustaría que me pasaras los tres temas donde sufrirás la maldición para hacerte un seguimiento. Todos los temas que te he mencionado podrán ser privados, libres, máster o eventos.
Si tienes alguna duda de algo, no dudes en escribirme.
* Y, para finalizar, como recompensa conjunta obtenéis 7 puntos de experiencia y 100 aeros cada uno.
Beyza se hallaba gravemente herida, su respiración entrecortada y su piel pálida, más de lo normal. La sangre manaba de una profunda herida en su brazo, formando un charco oscuro a su alrededor. Cada latido de su corazón hacía que la vida se le escapara un poco más. Si no actuaban con rapidez, podría perder no solo el brazo, sino también la vida. Su rostro estaba desencajado por el dolor y la desesperación, aunque intentaba aguantar expresar esos sentimientos. Sus ojos buscaban ayuda con una urgencia desesperada mientras su cuerpo se estremecía intentando mantenerse consciente.
Las hermanas Blume tomaron la iniciativa en el combate contra aquel hombre, moviéndose con la precisión y la gracia de un par de bailarinas mortales. Gardenia, con movimientos entrenados y pulidos, ejecutaba cada golpe y cada defensa con la exactitud de una coreografía letal. Jasmin, por su parte, desplegaba una ferocidad y agresividad características, atacando con la fuerza de una tormenta desatada. Aunque sus estilos eran diametralmente opuestos, se complementaban a la perfección, forzando al hombre de cabellos blancos a sudar y a esforzarse al máximo para no recibir un golpe mortal.
Las figuras encapuchadas permanecían inmóviles, observando la batalla con un silencio inquietante, meros espectadores en la escena cargada de acción.
Azaril aprovechó la distracción del combate para escabullirse entre las sombras, su figura deslizándose furtivamente hacia la mujer tendida en el suelo. Ignoró el cadáver encapuchado que yacía cerca, centrando toda su atención en sacar a la mujer inconsciente de allí. Con esfuerzo, la arrastró hasta la entrada de la sala, donde Beyza aún se mantenía en pie, su mirada fija en la feroz contienda entre las hermanas Blume y el siniestro hombre de ojos ambarinos. Era raro ver a Beyza mostrar emociones, pero la ira y la frustración se apoderaban claramente de su rostro, el cual se iba tornando cada vez más cansado. Sus ojos reflejaban la lucha interna por mantenerse en pie y no sucumbir a las heridas que la debilitaban.
-¡Adhuc!-La voz de Azaril resonó en el aire, reverberando contra los muros pedregosos del lugar. La orden, un mandato de parálisis, no solo se dirigía al hombre de cabellos blancos, sino también a las figuras encapuchadas.
En mitad del combate, Zagreus sintió sus músculos detenerse, mientras la orden de aquella mujer enmascarada irradiaba una fuerza sobrenatural. Ella era una vampiresa de la voz, una de los suyos. Y, sin embargo, allí estaban, enfrentados. ¿Qué haría con los de su propia especie que no fueran proclives a su causa cuando acumulase suficiente poder? ¿Acabaría matándolos en un acto de completa tiranía, o les ofrecería una segunda oportunidad para redimir sus errores? Esa respuesta solo la tenía él.
Las mujeres, siguiendo las órdenes de la enmascarada, abandonaron la sala a toda prisa, llevándose consigo a la mujer que hirió Zagreus y a Iori.
-Tranquilo, no hace falta ir tras ellas.-Dijo la mujer que antes había descubierto su rostro, su voz era calmada pero cargada de autoridad.-Ellas se llevan a un fraude, y tú te has alzado como Ungido de la Oscuridad de pleno derecho.-Sonrió, satisfecha.
Las dos encapuchadas que estaban sentadas en el banco se levantaron. El tercer encapuchado dejó su antorcha en un aplique cercano, y los tres rodearon a Zagreus por un momento. Luego, se arrodillaron junto a él y comenzaron a orar.
-En la penumbra eterna, en la oscuridad que todo lo abarca, nos postramos ante ti, oh dios ciego, guardián de las sombras y señor de lo oculto. Tú que habitas en el corazón de la noche, tú que ves sin ojos y escuchas sin oídos, acepta nuestra humilde devoción.-Recitó la mujer que antes se había descapuchado.
-Bendito seas, oh dios de la oscuridad, por permitirnos encontrar refugio en tus brazos oscuros. Tú que perdonas lo todo y acoges a todas las criaturas bajo tu manto sombrío, guíanos por el camino de la redención y la compasión.-Recitó el encapuchado que había mantenido la antorcha, su voz era joven y enérgica, cargada de fervor.
-Tú que has puesto tu dedo en un mortal, y lo has elevado a la categoría de tu elegido. Honraremos tu elección y llevaremos a cabo tus designios, para que así libres al mundo de la Antigua Agonía.-Recitó el encapuchado que había mantenido la antorcha en todo momento, del cual salió una voz masculina joven y enérgica.
Acto seguido, las figuras encapuchadas se pusieron en pie, sus miradas hacia Zagreus cambiaron, volviéndose más fervorosas y llenas de esperanza. La mujer que se había descubierto el rostro antes lo hizo de nuevo, fijando sus ojos morados en los ambarinos del vampiro de sangre.
-Tendrás muchas preguntas, Ungido. Y yo te las responderé todas, con gusto.-Dijo, inclinando ligeramente la cabeza en una reverencia mientras una sonrisa complaciente se dibujaba en su rostro.-Pero ante todo, tienes que saber qué es la Antigua Agonía.
Hizo una pausa, permitiendo que la tensión en el aire se asentara y que toda la atención de Zagreus se concentrara en ella.
-La Antigua Agonía es una condición que nos impuso la Luz a los seguidores de la Oscuridad. Hace siglos, fuimos perseguidos y masacrados por nuestra fe. El mundo se quebró en una cruenta guerra, y aunque no fuimos derrotados, la sociedad nos vio como los culpables de lo sucedido, sin entender que el equilibrio entre las dos fuerzas es esencial para la existencia.-Explicó-Pero nuestra fe y devoción no se destruyeron. Seguimos adorando al dios ciego de la Oscuridad con la esperanza de que, algún día, pudiera vengarnos y reclamar lo que es suyo por derecho; la Lágrima de Oscuridad.
Sus ojos brillaron con intensidad al mencionar el artefacto.
-La Lágrima de Oscuridad es un artefacto antiguo que sirve como llave para abrir el camino hacia Svartalfheim, el mundo donde reina la Oscuridad, y donde las huestes de Hodr han esperado durante siglos a que la puerta entre ambos mundos se abra. Así, podrán invadir este mundo y conseguir no solo la Lágrima de Oscuridad, sino también su hermana, la Lágrima de Luz, obteniendo así el poder supremo del equilibrio.-El fervor en su voz era palpable.-Y así, nosotros, seres de Midgard que hemos rechazado la Luz o hemos nacido con Oscuridad en nuestro interior, podremos ir al lugar que nos corresponde, a Svartalfheim; nuestra tierra prometida.
-La Antigua Agonía es tener que haber vivido bajo el yugo de la Luz, en un mundo donde se abanderan falsas justicias, injustas bonanzas y heroísmo pusilánime. Hodr nos enseña que el camino del más fuerte es lo que crea seres fuertes, y esa fuerza reside en la voraz Oscuridad.-Intervino la otra encapuchada.
Sus palabras parecían cortadas con la precisión de una hoja, cada una de ellas cargada de resentimiento y una profunda convicción. La figura de la mujer se perfilaba con un aura sombría, sus ojos brillaban bajo la capucha, reflejando una vida de sufrimiento y lucha.
-Vivimos en un mundo corrupto por la Luz.-Continuó la encapuchada.-La Antigua Agonía no es solo una maldición, sino también una llamada a la acción. Es una prueba que nos ha forjado, y ahora, Ungido, tú eres la clave para nuestra liberación. Con tu liderazgo y la fuerza de Hodr, traeremos el equilibrio que este mundo necesita, un equilibrio que solo puede lograrse mediante la aceptación total de la Oscuridad.
-Los seguidores de la Oscuridad somos pocos y estamos dispersos por el mundo, Ungido.-Intervino de nuevo la mujer de ojos morados.-Pero tenemos un objetivo común, y estamos trabajando en ello. Ahora tú deberás reunir a más aliados a la causa, aquellos seres repudiados por la Luz y rechazados por el mundo. Todos ellos encontrarán en el abrazo de Hodr un consuelo para redimir sus vidas.
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La madrugada caía sobre el bosque, las ramas alargadas de los árboles eran como dedos que intentaban agarrar a cualquiera que osara adentrarse en sus dominios. Azaril y sus chicas se movían con rapidez, la respiración pesada y los pasos acelerados. Beyza, tambaleante y pálida por la pérdida de sangre, apenas podía mantenerse en pie, pero su determinación la mantenía en movimiento. Iori yacía inerte y era llevada a cuestas entre las hermanas Blume.
Llegaron a un claro oculto, un pequeño refugio donde los árboles formaban un círculo natural, sus ramas entrelazadas como una cúpula protectora. Azaril, con un gesto rápido, señaló el centro del claro.
-¡Pónganla ahí, rápido!-Dijo, su voz cortante con la urgencia de la situación.
Depositaron a Iori en el suelo con cuidado. La piel de la mujer estaba helada, y su rostro, antes sereno, ahora parecía una máscara pálida y sin vida. El silencio del bosque era roto solo por el jadeo agitado de las mujeres y el crujido de las hojas bajo sus pies.
-No tiene pulso.-Murmuró Gardenia, su voz teñida de desesperación.
-¿¡Qué!?-Exclamó Beyza, cayendo de rodillas junto a Iori, sus manos temblorosas tratando de encontrar cualquier signo de vida. La sangre manaba de su herida, formando un charco oscuro en el suelo, pero ella no parecía notarlo. Todo su ser estaba concentrado en la mujer tendida ante ella.
Azaril se arrodilló al otro lado de Iori, sus dedos buscando el pulso en el cuello de la mujer. Nada. Ni un solo latido. Su mente, siempre fría y calculadora, comenzó a correr en busca de una solución.
-¡Gardenia, necesitamos calor!-Ordenó, mirando a su compañera con ojos ardientes de determinación bajo la máscara.
Gardenia, con movimientos precisos y rápidos, comenzó a encender un pequeño fuego con las ramas secas que había en el claro. El crepitar de las llamas llenó el aire, proporcionando una luz tenue y cálida en medio de la creciente oscuridad.
-No podemos perderla.-Murmuró Beyza con rabia contenida. Su respiración se volvía cada vez más superficial y su estado era igual de preocupante, pero su atención seguía fija en Iori.
-No la perderemos.-Replicó Azaril con firmeza, colocando sus manos sobre el pecho de Iori y comenzando a presionar rítmicamente. Cada compresión era un acto desesperado, una súplica muda a los dioses a los que se encomendaban.-¡Jasmín, trata la herida de Beyza!-Ordenó mientras seguía intentando hacer que Iori reaccionara.
La sirvienta obedeció, y Beyza, aunque reticente, se dejó ayudar porque hasta ella misma se notaba débil y necesitada de auxilio.
El tiempo parecía detenerse, cada segundo estirándose en una eternidad agónica. El fuego crepitaba a su lado, la luz de las llamas proyectando sombras danzantes sobre los rostros tensos de las mujeres. El sudor perlaba la frente de Azaril, y su voz se elevó en un antiguo cántico, una oración desesperada a cualquier dios o ente que estuviera escuchando y pudiera ayudarlas.
-¡Vuelve!-Gritó Azaril, su voz quebrándose.
En ese instante, como si los mismos dioses hubiesen escuchado sus súplicas, Iori dio un pequeño espasmo. Sus labios, antes azulados, se abrieron en un jadeo silencioso. La enmascarada pegó su oreja a su pecho, y pudo sentir el latido de su corazón, había vuelto a la vida, aunque seguía inconsciente.
-¡Está viva!-Exclamó Gardenia, su voz llena de incredulidad y alivio.
Jasmin dejó escapar un sollozo de alivio, y Beyza, aunque apenas consciente, dejó escapar un atisbo de media sonrisa. Azaril, aunque agotada, mantuvo sus manos firmes en el pecho de la mujer, continuando las compresiones con renovada esperanza.
-Beyza estará bien.-Dijo Jasmín terminando de tratar su herida en un vendaje y en un torniquete que le hacía presión por encima de esta.-Pero tenemos que llevarla ante un médico de verdad.
-Sigan luchando, estamos con ustedes.-Dijo en voz alta dirigiéndose tanto a Beyza como a Iori, insuflándoles energía y voluntad con su magia de la voz.
El pulso de Iori, débil y tambaleante, comenzó a estabilizarse. El color volvió lentamente a su rostro, y aunque sus ojos seguían cerrados, había una chispa de vitalidad en el compás de su respiración. Las mujeres, unidas por el miedo y la esperanza, continuaron su vigilia un poco más, sabiendo que aquella noche en el bosque había sido solo el principio de una lucha mucho mayor.
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* Aquí acaba el desafío. Gracias a ambos por participar y espero que os lo hayáis pasado tan bien como yo.
Ahora bien, vayamos por partes que hay mucha tela que cortar.
* Zagreus, en cuanto a ti. Te has convertido en un Ungido de la Oscuridad de pleno derecho. Aquellos que sirven a la Oscuridad saben de tu condición y son tus aliados, podrás requerir sus servicios allá donde vayas y para lo que lo necesites.
De momento, Hodr te ha encomendado reunir a tantos aliados como puedas (pueden ser tanto NPCs como personajes de otros usuarios). Cuando vayas consiguiendo a gente, y lo vayas justificando en temas tanto libres, privados o máster, deberás de comunicármelo. El reclutamiento de estos aliados deberá ser coherente y concordante con la situación actual. Estos temas que me mandes los revisaré y daré mi visto bueno.
Como ya te ha sido revelado, el cometido de los servidores de la Oscuridad no es otro que reunir la Lágrima de la Oscuridad para abrir la puerta a Svartalfheim. En pocos días, te pasaré la ficha de los encapuchados que te han ayudado a ascender como Ungidos para que los conozcas bien, pues ellos on-rol se han presentado ante ti.
Respecto a tus recuerdos, todo queda como acordamos. Te seguirás acordando de tu cometido para con el dios vampiro y con las demás tramas máster, pero olvidarás todo lo demás.
Como siempre, si tienes alguna duda de algo o ves que se me ha olvidado mencionarte algo, no dudes en escribirme.
Como recompensa, obtienes:
- Habilidad: Imbuir Oscuridad:
- -Habilidad: Imbuir Oscuridad [Oscuridad, Mágica, 1 uso] Quien porta la Bendición de Hodr posee la capacidad de controlar la Oscuridad que reside en su interior, permitiéndole manifestar este poder a través de un aura morada que rodea sus manos para impregnar objetos o personas. Cuando se infunde en un objeto, este adquiere la capacidad de infligir daño mágico del elemento oscuro por dos rondas. En el caso de infundir esta oscuridad en una persona, se puede extraer parte de su éter, lo que permite al usuario recuperar fatiga física o agotamiento mental, dejando a la otra parte notablemente exhausta.
Mientras le seas fiel a Hodr, ostentarás este poder.
* Iori, te advertí y no me hiciste caso. No se puede contrariar a un dios, saldrás perdiendo siempre.
Como resultado de tus decisiones, has estado más que nunca al borde la muerte. Gracias a la intervención de Azaril y casi que por gracia divina, has logrado sobrevivir. Te llevarás una semana en coma, y despertarás en la posada más cercana de donde han ocurrido los acontecimientos de este desafío, aunque lejos de ese bosque oscuro. No sabrás quién te ha salvado, pero el dueño de la posada te contará que unas extrañas mujeres te trajeron en este estado y que luego se fueron con prisas porque tenían que atender a otra compañera que se encontraba igual de grave. Te dará las descripciones que tú quieras de ellas, pero no sabrá quiénes son exactamente.
Como resultado del desafío, te llevas la siguiente maldición:
- Sin alma:
- -Maldición: Sin alma: Al destruir sus recuerdos y su propia alma, Iori es una errante que vaga por el mundo sin emociones, sentimientos o propósito. Tan solo una cosa es la que la mantiene con vida; "Ben". Es lo único que no ha olvidado. Al ser lo único que tiene en su mente, se vuelve una obsesión que la consume por dentro. Casi no come y no bebe, y como siga así no tardará en enfermar, y muy probablemente causarle la muerte.
Mientras esta maldición esté activa, Iori no podrá luchar ni hacer ningún tipo de esfuerzo físico. Para romper la maldición deberá de encontrarse con Ben y acudir juntos a buscar una cura.
Como dice la maldición, has destruido por completo el concepto propio de tu ser, a excepción de los recuerdos de Ben (Sango). Es decir, no recordarás quién eres, tu historia, cuál es tu nombre o cómo eres.
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Thorn
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