Midsummarblót - El día más largo, la noche más corta [Evento Social]

El Monte de la Adoración, como había oído decir a algunos de los vecinos de la zona, había explotado emitiendo una furibunda vaharada de oscuridad. Era capaz de doblar la luz de las estrellas a su voluntad, incluso de taparlas por completo. Dañaba a todos aquellos que observaban, incautos como él mismo que se habían dejado embaucar por la visión. Sin embargo, lo peor fue el temible aullido que siguió al impacto de la onda. Como un llanto. Como si un Dios rugiera clamando venganza contra un enemigo desconocido. Quizá, un grito de impotencia al saberse traicionado por su propio hermano. Oh, Baldr, ¿eres tú? ¿Ha conseguido Loki guiar la flecha de Höðr? Sango, entonces, sacudió la cabeza. No se encontraba bien. El ambiente estaba enrarecido.

La oscuridad, enemigo de la luz. ¿Quién podía negar el poder, envenenado, que albergaba? Acababa de verlo con sus propios ojos. Destructor de almas. Asesino inquebrantable que todo devoraba ocultando su existencia a los ojos de los mortales. Ruina de hombres y mujeres. ¿De dónde venía el ansia por destruir? Vil arma del caos. Oh. Alzó las cejas como sorprendido por su propio razonamiento que en ese momento estaba fuertemente influenciado por la visión de la temible oscuridad. Sacudió, otra vez, la cabeza y gruñó.

Llegaron a sus oídos las palabras del anciano, que sonaban juiciosas y razonables. Nadie le interrumpió salvo el señor Erik Vulwulf, quizá más preocupado por recuperar la normalidad que por escuchar a aquel hombre que profetizaba con la llegada de una gran amenaza. Una gran legión capaz de consumir los Reinos de la Luz. Un poder que incapacitaba la acción de los Dioses, a los que consideraba inútiles en los turbulentos tiempos a los que estaban condenados. Y entonces, les dio la clave para hacer frente a lo que sea que viniera: unión. Abandonar las disputas triviales. Abandonarse a sí mismos para enfrentar lo que estaba por venir. Prepararse, incluso, para los peligros que acechaban en la noche. Y entonces, le silenciaron.

Sango lo había sentido antes de cantar por los caídos. Después de recibir una moneda. Después de brindar con Monza. Había sentido el enrarecido ambiente de la noche. Pero, ¿qué sabía él de todo aquello? Más de lo que creo, seguramente. Se quitó la corona de flores y la lanzó al mar que parecía haber quedado tan calmado como un niño después de llorar. Como si el propio Njörd se sintiera intimidado. La visión y el pensamiento asociado, debería haberlo perturbado, pero nada podía hacerlo después de la explosión.

- ¿Tú también, poderoso Señor de los mares?- preguntó Sango al ver la corona flotar-. ¿Tú también nos abandonarás a nuestra suerte?

Sango no lo creía posible pero dudaba. Todas sus creencias se habían visto sacudidas por la gran explosión del Monte de la Adoración. Divagó sobre el origen de la explosión, de por qué el mar parecía haber quedado en calma, del llanto posterior traído por el viento. ¿Y si el anciano tenía razón? ¿Y si los Dioses no estarían allí para ayudarles? ¿Y si estaban a las puertas del Ragnarök? Sintió frío. Un frío tan intenso que le provocó un castañeo de los dientes. Se rodeó con los brazos mientras su mirada seguía fija en el mar, ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. La explosión aún dominaba su cuerpo.

Los licántropos habían sido una señal. Aullaban gritando el nombre de Sköll, asesino de Sól. Pero habían conseguido intervenir a tiempo. Les habían detenido y el sol salía cada mañana. Habían sido hombres y mujeres, abatidos, destrozados, arrancados de sus vidas: rotos. Un grupo que él mismo había sido capaz de dirigir, de darles un propósito para enfrentar el dolor, para canalizar su ira. Él había sido capaz de insuflar el ánimo para cargar contra los licántropos en una tarea, aparentemente suicida. El Héroe de Aerandir. Yo fui capaz de reunirlos. De recoger los fragmentos y darles un propósito. Pero fue la fuerza de todos, el coraje del grupo lo que nos dio la victoria. Nosotros, como grupo, vencimos.

Se le erizó la piel con el recuerdo de la batalla. Un grupo reducido tomó posiciones junto al rio: los más fuertes, los más aguerridos. Actuaron como yunque y dejaron que el acero de los lomos grises de los licántropos golpeara contra ellos. Y entonces, el martillo apareció del otro lado de las colinas y golpeó con furia y violencia para moldear el acero a su voluntad. Había sido una treta. Podían haber acabado mal, pero su voluntad por recuperar su tierra, por vengar a los caídos, por querer vivir en paz había sido mucho mayor. Un pensamiento dominó su cabeza: la piedra sobre la que se construyó aquel grupo, había sido él.

Los Dioses nos preparan para tiempos inciertos. Todo lo que vivimos, es una prueba continua, una prueba en la que demostramos nuestra valía, nuestro compromiso, nuestra voluntad por vivir libres. Pero, si los Dioses no pueden ayudarnos en los tiempos que están por venir, ¿quién lo hará? Se removió intranquilo, notando un peso que se le había colgado de los hombros. Pasó sus ojos del mar al Monte de la Adoración y vuelta al mar. Sabía la respuesta a esa pregunta. Hace falta alguien que lidere. Alguien que haya vivido lo suficiente y esté preparado para tomar decisiones. Clavó sus ojos en la corona de flores. Suspiró. Es el tiempo de los Héroes.

El frio desapareció para dar paso al calor que se iba colando por todos y cada uno de los poros de su cuerpo. Sí, su mente estaba completamente atribulada por el peso del incierto futuro. En una ocasión ella le dijo que se marchara, que formara una familia y que se olvidara del resto del mundo. ¿Cómo se hacía aquello? ¿Cómo era posible abandonar a la gente por la que había peleado durante casi toda su vida? Sí, estaba cansado. Sí, las batallas pesaban. Sí la idea de la familia era algo recurrente en los últimos tiempos. Pero, ¿era la hora de renunciar a todo? Desde luego, que Sango se planteara aquellas cuestiones, era síntoma de los cambios que estaba experimentando.

Miró tras él y contempló el caos: persecuciones, discusiones, acusaciones unos contra otros, violencia. Negó con la cabeza. La oscuridad había lanzado un mensaje. Uno poderoso. Una advertencia. Y ellos se habían dejado llevar, se habían conformado con la solución fácil: dejarse dominar por el caos. Aquel viejo había hecho que la oscuridad penetrara más en sus corazones y eso era inaceptable.

La idea de que los Dioses los habían abandonado a su suerte era ridícula. Sin embargo, lo que veía le producía cierto desasosiego. Una celebración tranquila y apacible se había tornado en caos. De honrar a Baldr, habían pasado a servir a los propósitos del Dios del Caos, Loki. Y si el Dios andaba detrás de aquello y lo que decía el anciano era cierto y Baldr había caído, el fin de los tiempos andaba cerca.

Echó mano al bolso y agarró una galleta. Pensó en la explosión de oscuridad. Un acontecimiento de una magnitud tan obscena, tan bruta y a la vez, tan cautivadora, que aun oscurecía su corazón. Si es nuestro tiempo, si los Dioses preparan sus huestes para el fin de los tiempos, entonces, nosotros habremos de estarlo también.

- Si el Abismo se cierne sobre nosotros, si los Dioses no pueden ayudarnos, entonces, habremos de cumplir la misión para la que nos han preparado- hizo una breve pausa y mordió la galleta-.

No dejes que el caos domine los corazones y las mentes de los que estamos en esta playa. Demuéstrales que estamos en el tiempo de los Héroes. Demuestra que nosotros, que estamos entre luz y oscuridad, tenemos la oportunidad de luchar por nosotros mismos. Protege a aquellos que han sido marcados como objetivos del caos. (1)

- Es el tiempo de los Héroes, el tiempo de grandes mujeres y hombres que afrenten el futuro con determinación- una silueta sombría comenzó a separarse de él-. Esta noche os enseñaré que la voluntad de un Héroe puede doblegar a la propia oscuridad- la sombra se plantó frente a él y se sorprendió del gran parecido que tenía con él-. Obedecerás, sombra, a mis órdenes. A las órdenes de Ben Nelad, Sango, el Héroe de Aerandir, el bendito por la Diosa Sigel como Guardián de Sól (2)- alzó el brazo y señaló en dirección a la gente en la playa-. Expulsa al caos de esta playa, allá donde veas acusaciones, haz tu aparición. No dejes que nadie sufra por mucho que señalen. Protegenos. Erradica los pensamientos sombríos de esta playa. Ve. Obedece-.

La sombra se desvaneció y él se volvió a mirar el mar.

(1) Sango hace uso de un objeto master: Galleta de Humo [Consumible] El personaje deberá pensar en una orden coherente. Al ser mordida, genera una silueta sombría del personaje para realizar acciones que intentarán, tanto como sea posible, cumplir la orden que haya pensado anteriormente. Esta silueta permanecerá hasta cumplir su objetivo o hasta que haya pasado dos turnos, lo que ocurra primero. Galleta de humo obtenida en el evento de los 9 deseos.

(2) Sól y Sigel sirven para referirse a la misma Diosa. Es una licencia que me he permitido. Que casualidad que fuera Master Sigel quien otorgara el título de Guardián de Sól a Sango, ¿verdad? Si es que creéis en las casualidades, claro.

(3) La explosión del Monte de la Adoración, las palabras del anciano, el caos desatado... Todo hizo mella en Sango. Si los Dioses no pueden ayudar y el Abismo se aproxima, los Héroes habrán de tomar las riendas.
Como primera medida, Sango invoca una sombra para proteger a todos aquellos que son objeto de agresiones. No dejará que el caos castigue a gente, que no ha hecho nada, por unas acusaciones realizadas por un viejo, por muy bien que estas palabras suenen.
El discurso en tono de desafío que pronuncia Sango lo puede escuchar quien quiera. O nadie.

　Y ahí estaba, en mis manos, cuadrada, bonita, chiquita e imposible de abrir. Sonreí. Lo había logrado, la conservé, a pesar de la sucia pero muy astuta triquiñuela de Zelas con la que podría haber derrotado fácilmente a los inmortales Jinetes Oscuros o al mismísimo Hombre Muerto…

　Miré al no-elfo y asentí con la cabeza ante sus aplausos. Abrí la boca para felicitarlo por su intento, pero entonces todo cambió cuando el cielo dejó de brillar a mi alrededor, sin destellos que brillaran en las nubes sin fin y con libertad no podría cruzar el cielo azul porque ya no era azul… Bueno, que divago. El punto es que algo muy extraño estaba sucediendo, como correspondía en cualquier festividad, y un viejito explicó que venía otro fin del mundo y que era culpa de Nousis, algo que ya ni me sorprendía.

　Pero Zelas me pidió una biusa y me olvidé de lo demás.

　–Por supuesto, te lo mereces –dije arrojándole una biusa recién creada por mi maravillosa magia. Luego escuché su pregunta, cuya respuesta no había visto luz–. Pues yo creo que la oscuridad no existe, sino que es la ausencia de luz. Así que no podríamos ver la oscuridad propiamente, sino que no veríamos nada porque no hay nada que ver. Así que antes de tu pregunta, tienes que preguntarte primero: ¿Qué es la luz? ¿Qué es la oscuridad? ¿Qué entendemos por existir? ¿Por qué los vampiros no usan éter en sus magias raras? ¿Por qué esta cajita no se abre? ¿Qué hay dentro? ¿Por qué en las fiestas nos encontramos siempre con las mismas personas, sea donde sea? ¿Por qué luego de ciertas aventuras, de pronto aparecen recompensas en nuestros bolsillos? ¿Por qué parece que los aventureros vivimos aventuras y a veces las recordamos haberlas tenido en un orden distinto al de los demás? ¿Qué determina el tipo de magia que podemos usar, si ya probaste que no es nuestro cuerpo y sé que tampoco es nuestro espíritu? ¿Por qué…?

　–¡Ese es el que digo! –exclamó alguien a lo lejos, señalándome, acto que despertó mis alarmas–. ¡Ese es el que tiene una caja sospechosa!

　La multitud que le rodeaba me miró con los ojos bien abiertos, aterrorizados, enfurecidos, enloquecidos y solo el Bebé Barbudo sabría qué más. Lo que había intentado evitar desde el inicio al fin sucedería, peor de lo que podría haberlo esperado.

　–¡Tras él, antes de que su caja nos convierta en nalgas! –vociferaron, su grito de guerra que dio inicio a la cacería.

　Sí, mucho peor de lo esperado.

　–Bueno, como te decía –proseguí, dirigiéndome a Zelas–, creo que ya fueron suficientes aeros por hoy. ¿Qué tal si…? No, espera un momento.

　Di unos pasos al frente, agarrando la cajita con ambas manos e imbuyéndola de éter.

　–¡Deténganse! –grité con severidad–. Esta caja no es ningún objeto mágico, es solo una caja común y… –Sacudí la caja, fingiendo que lo hacía ella sola, y la hice brillar. Fingí sorpresa–. ¿Eh? ¿Qué sucede? ¡¿Qué sucede?! –La solté y retrocedí, lo que hizo que los demás se detuvieran con cautela–. No, no, no, ¡no puede ser…! ¡Está perdiendo el control! ¡Va a estallar! –les advertí e hice que la cajita expulsara el éter que le entregué; liberó un estallido cegador y fingí salir impelido–. Maldita sea, ¡es demasiado peligroso! Pero lo detendré –aseguré con falsa determinación–. Fue mi error confiar en el hombre que me entregó esa caja, así que yo me encargaré de deshacerme de ella. ¡Por favor, que nadie se acerque! –exigí extendiendo las manos a los lados.

　Me acerqué a la caja con suma lentitud, como si esperara el momento oportuno para saltar hacia ella. De pronto, cuando me pareció haber hecho suficiente suspenso, salté, la agarré y entonces solté un alarido. Hecho eso, activé el poder de mi diadema y desaparecí junto con Zelas.

　Aparecimos en un lugar boscoso donde no había más personas que nosotros. Suspiré sintiéndome aliviado por ese momento de paz en aquella dimensión alternativa.

　–Bueno, Zelas, como te decía –dije–, no han dejado que querer quitarme la caja desde que me la dieron. Y míralos ahora, que hasta se inventan tonterías de que los convertiré en nalgas. –Negué la cabeza, decepcionado de la humanidad–. En fin, ¿podrías hacer un portal hacia mi casa para mandar mi cajita?

A pesar de que esperaba que tras esas palabras de Sango que parecían haber hecho retroceder la oscuridad, la fiesta volviera a su curso y tuviésemos un poco de paz, la situación no hizo sino empeorar. Una colina explotó por los aires, iluminando el cielo nocturno. Pero ni siquiera la desaparición de una colina fue lo peor, pues un anciano apareció desde esa dirección, clamando que los dioses no podían ayudarnos y que la Oscuridad se cernía sobre nosotros. Pero no le bastó con el discurso, sino que decidió acusar a dos personas de la fiesta.

No sabía que pensar sobre todo lo que estaba sucediendo. Ya había visto algo parecido antes, cuando en mis tierras decidieron seguir a unos falsos dioses dragón que solo nos trajeron desgracias. Pero lo peor es que parecía haber gente que estaba escuchando a esos locos y surgían rumores que abogaban por el linchamiento de los culpables. No podía permitir esto de nuevo, gente desesperada buscando culpables sobre los que desatar su frustración, sin importar si eran reales o imaginarios.

Pero Sango si sabía que hacer. Seguramente por eso era el héroe. Mientras los dioses no pudieran ayudarnos alguien debería cumplir con esa misión. Y quizás yo no pudiera doblegar a la oscuridad como él, pero eso no significaba que no pudiese hacer nada.  Vi al elfo al que habían acusado rodeado por media docena de personas en actitud violenta e inmediatamente comencé mi transformación. Donde había una chica menuda apareció un dragón negro^[1] que al desplegar sus alas derribó a algunos hombres que se habían colocado a escuchar la voz del héroe. Sin perder un momento más alcé el vuelo^[2], haciendo que mi corona de flores saliera despedida por las corrientes de aire.

Mientras avanzaba noté que el grupo en el que me había fijado se había retirado ya y el hombre con ballesta que quedaba amenazando al elfo se relajaba con las palabras de una mujer. Por desgracia, esos individuos estaba regresando con tres veces más gente, cargando palos y piedras en actitud hostil. Sin saber muy bien como podrían reaccionar, me coloqué entre esa nueva turba y el elfo y sus acompañantes, agitando las alas mientras descendía para generar corrientes de aire que impidieran que pudieran seguir acercándose y cualquier proyectil se volviera contra ellos de intentar arrojarlo^[3]. La turba se detuvo sorprendida, lo que me hizo pensar por un momento que quizás haber aparecido como un ominoso dragón negro justo encima del tipo al que acusaban de haber sido elegido por la oscuridad quizás no hubiera sido el mejor plan. Pero decidí aprovechar el momento para volver a transformarme en humana y poder hablarles mientras siguieran impactados.

- ¿No os da vergüenza? ¿Un hombre señala a alguien después de aparecer tras una explosión y decidís ir a lincharlo sin más? Ese profeta no ha necesitado más que hablar bien para que decidáis que alguien es culpable sin más.- Puede que el que fuese un miembro del pueblo de mi padre quien hubieran elegido como víctima me hubiera dado el empujón que necesitaba para actuar, pero ya que me había movido no podía dejar esto como estaba. Ya había visto el fanatismo por falsos dioses una vez, y fuesen verdaderos o no en esta ocasión, iba a luchar con todas mis fuerzas porque no se repitiera.- Ni siquiera ha pasado tanto tiempo desde que en el norte siguieran a los falsos dragones ancestrales, que después mostraron que eran falsos, y ya estáis siguiendo ciegamente a otro que dice hablar con la voz de los dioses sin pensar. Cualquiera esperaría que tuvieseis un poco más de memoria.- Me giré para señalar al elfo.- Ese hombre debería poder explicarse sin una turba violenta persiguiéndole. Sean dioses o no quien le haya acusado, debe poder defenderse.

Suspiré tras acabar mi discurso y quedarme ya sin más ideas sobre lo que decirles. No llegaba a confiar en esa gente, pero al menos si que parecían mantenerse dubitativos. Por otro lado, viendo que la mujer parecía asentir ante mis palabras me sentí algo reconfortada por el apoyo. Por desgracia, eran claramente más, y no las tenía todas conmigo de que no fuesen a decidir que no había dicho más que estupideces y proceder con su plan de todas formas. Sin ningún plan mejor, me volví hacia el tipo de la ballesta en busca de ayuda.

- A ti te vi antes con ellos. Si querías acabar con el elfo y has cambiado de opinión quizás te escuchen a ti más que a nosotros.

*****************************

Aquello había sido una soberana pérdida de su tiempo. La vampiresa  se alzó de su posición en la arena cuestionándose de manera repetida el porqué había dejado que Hugo y Axel la arrastrasen allí.

¡Sus secuaces! ¿Dónde diablos se habían metido?  Esperaba al menos que hubiesen solventado la ira de aquel hombre con el que no había cumplido su parte del trato.

Sonrió de manera malévola. No tenía ni idea de quién era pero tenía su información. El poder del alcohol y el sentimiento de control momentáneo la pusieron de mejor humor.

Caoimhe caminó de manera distraída  reculando los pasos que había tomado hasta la playa. Su vestido seguía mojado alrededor de sus tobillos y sus pisadas dejaban un reguero tras de si denotando el estado de embriaguez que aún mantenía a pesar de repetirse lo contrario a si misma.


A medida que avanzaba por el centro de la muchedumbre sus pensamientos iban siendo más y más acallados por las risas y las conversaciones ajenas.

-  Maldito erudito.. y cualquier intento de ser agradecida. Si me lo vuelvo a encontrar juro que... juro que... ¡ Voy a hacerle la única pregunta que no sabe como responder!-  golpeó una piedrita en el camino con su pie izquierdo.

Observó la  trayectoria de la piedra rebotar  en una olla inmensa de la cual la mayoría de personas comían y después perder velocidad hasta alcanzar...

Conocía aquellas piernas.

Caoimhe alzó la mirada y los cabellos oscuros de Iori confirmaron las sospechas de la vampiresa, quien con un entusiasmo más producto del alcohol que de ella misma caminó decidida hasta donde estaba.

A medida que avanzó la vampiresa  comenzó a entender la situación forzada en la que su amiga se encontraba, además de escuchar la conversación entre las tres figuras. Uno de los hombres, cubierto con una máscara parecía intentar obligarla a caminar hasta donde sea que se encontraba aquella persona a quien tenía que mostrar  la 'oscuridad' de Iori.

-Agh... queridísima Iori... Perdón por mi tardanza.... y Siento mucho decirte esto pero no estoy muy segura de que vayan a poder ofrecerte algo mejor que este intento de  vino dulce en este lugar- Caoimhe agarró  tres jarras con cerveza de uno de los posaderos que pasaba cerca de donde las, ahora 4 figuras se reunían.

Algo en los movimientos del desconocido enmascarado la llevaron a un lugar diferente. A los muelles de Lunargenta, y Caoimhe reconoció de quién se trataba

-Dime, Alward... ¿Dónde exactamente quieres llevar a mi amiga?  ¿ Qué autoridades? ¿Quien juzga el bien o el mal? ¿Acaso tu bien es mejor que lo que quizás Iori considera lo correcto?

El cuarto hombre, fornido, alto y con una cabellera que en la cabeza ebria de Caoimhe recordó a las greñas de un león. Su porte  tranquilo y elegante  era desconocido para Caoimhe, pero parecía apoyar la idea de Alward y reducir a Iori a  caminar forzada hasta... donde sea que iban a llevarla.


-Hagamos algo, mejor... señor.... caballero León- dijo Caoimhe sin encontrar una palabra mejor con la que dirigirse a Vincent- Esta ronda corre de mi parte y... me llevo a mi amiga a encontrar a... bueno. Habíamos quedado aquí con alguien.- Mintió de manera descarada.


No estaba muy segura del motivo en particular por el que se negaba a dejar que la oscuridad que Iori hubiese podido obtener fuese  arrebatada así como así sin ni siquiera ser explorada.

Su sed alzándose de manera burlona. Algo en ella quizás se sentía mejor sabiendo que quizas ahora ella no fuese la única que pudiese arrepentirse de su propia esencia.

Las penas son, al fin y al cabo, mucho menores si son compartidas.

-Vamos a buscar a Azafrán... Creo que la he visto por.....- Caoimhe se agarrò del brazo de Iori intentando separarla de la urgencia de Award por entregarla - Será mejor que sepas a quien tiienes que encontrar y que lo hagamos rápido. No estoy segura de que podamos evitar  el brazo del bien por mucho tiempo- susurró al oido de Iori carcajeando sobre su propia ocurrencia.

Estaba convencida que aquella iba a ser su última cerveza.

Por ahora.



----
off:

Interactúo con Iori, Alward y Vincent.

Intento ayudar a Iori para que no se la lleven ante las autoridades :).