[Evento social] Lithe, la noche más corta del año
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[Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Lithe
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La noche más corta del año
Preludio
Faltaban a penas dos noches para Lithe, en Sandorai se respiraba una extraña calma,grandes andamios de madera se alzaban alrededor del milenario árbol aún lastimado por la última batalla, los elfos se turnaban para sanarlo. Posicionados en varias hileras a diferentes alturas, depositaban sus manos sobre el gran ente de éter. Cansados, los elfos dejaban paso a sus compañeros tras agotar su magia. Era un ciclo necesario para recuperar la frondosidad del Árbol Madre. Parecía que con la llegada de la primavera, algunas ramas empezaban a brotar tímidas buscando la luz del sol. Las flores de las ramas marchitas ya no eran del mismo color blanco puro, algunas marchitaban al poco de abrirse, como un último aliento de éter. Pero había esperanza.
Bajo el gran árbol, dispuestos en una gran mesa hexagonal se encontraba el consejo. Las grandes raíces del árbol compartimentaban su parte más baja, creando estancias que eran utilizadas por el consejo y los clanes para descansar o guardar dispensas para el infructuoso invierno que les aguardaba si la situación no mejoraba.
-... ¡No! No se hará, y punto. - Judgas Ojosverdes dio un golpe en la mesa con la mano abierta mientras se ponía en pie. -No podemos prescindir de nuestros sanadores ni trabajadores, si nos descuidamos todo nuestro trabajo habrá sido en vano. Me niego.
-Nuestros sanadores y trabajadores también necesitan un descanso, ¿Acaso no lo ves? Se pasan día y noche con sus manos sobre la madre de todos y los que no poseen la suficiente magia, fabrican andamios para llegar a lo más alto ¡Incluso he visto a niños aporrear martillos y recoger clavos del suelo para volverlos a usar!
Sydara de Edén levantó la voz, el joven elfo albino apretaba los puños encima de la mesa con rabia, conteniéndose. Sus ojos azules pasearon de uno en uno por cada miembro presente del consejo. Judgas y él mantuvieron la mirada los segundos de silencio.
-... Los dioses así lo querrían. -Se atrevió a comentar un miembro del clan Neril de Edén, Enir, apuntando a favor de Sydara.
La tensión de los labios de Judgas se convirtió en una fuerte risotada que casi hizo temblar a los presentes.
-¿Los dioses así lo querrían? ¡Pues que vengan los dioses a curar nuestro árbol! -Mencionó con cierto resquemor volviéndose a sentar en su silla.
-Lo último que querríamos en esta situación es causar la ira de los dioses, ahora los necesitamos más que nunca de nuestro lado. Debemos hacer las piras más grandes que jamás hayan ardido en la playa de los ancestros, debemos de invitar a nuestros antepasados a ayudarnos en esta gesta. -Enir de Edén plantó cara a Judgas.
Enir era el más anciano de aquellos elfos que se habían podido reunir para celebrar un consejo de urgencia, representantes de los clanes que hablaban en nombre de aquellos más importantes. Las palabras del anciano elfo provocaron varias reacciones, incluida la de Judgas, que negaba desde su asiento.
-Señores, es hora de votar. Que se pongan en pie quienes estén de acuerdo en realizar el Lithe pese a nuestras condiciones.
Sydara de Edén se levantó raudo y veloz de su silla, Enir se apoyó en su largo bastón, y Sydara le tendió el brazo para ayudarlo. Hubieron dudas, pero la mayoría estaba servida. Todos los clanes menos los Ojosverdes se levantaron de sillas.
-¡Por el pueblo! ¡Y por los dioses!
Finalizó alzando el puño victorioso en la votación el miembro del consejo más joven del clan Edén, Sydara.
Bajo el gran árbol, dispuestos en una gran mesa hexagonal se encontraba el consejo. Las grandes raíces del árbol compartimentaban su parte más baja, creando estancias que eran utilizadas por el consejo y los clanes para descansar o guardar dispensas para el infructuoso invierno que les aguardaba si la situación no mejoraba.
-... ¡No! No se hará, y punto. - Judgas Ojosverdes dio un golpe en la mesa con la mano abierta mientras se ponía en pie. -No podemos prescindir de nuestros sanadores ni trabajadores, si nos descuidamos todo nuestro trabajo habrá sido en vano. Me niego.
-Nuestros sanadores y trabajadores también necesitan un descanso, ¿Acaso no lo ves? Se pasan día y noche con sus manos sobre la madre de todos y los que no poseen la suficiente magia, fabrican andamios para llegar a lo más alto ¡Incluso he visto a niños aporrear martillos y recoger clavos del suelo para volverlos a usar!
Sydara de Edén levantó la voz, el joven elfo albino apretaba los puños encima de la mesa con rabia, conteniéndose. Sus ojos azules pasearon de uno en uno por cada miembro presente del consejo. Judgas y él mantuvieron la mirada los segundos de silencio.
-... Los dioses así lo querrían. -Se atrevió a comentar un miembro del clan Neril de Edén, Enir, apuntando a favor de Sydara.
La tensión de los labios de Judgas se convirtió en una fuerte risotada que casi hizo temblar a los presentes.
-¿Los dioses así lo querrían? ¡Pues que vengan los dioses a curar nuestro árbol! -Mencionó con cierto resquemor volviéndose a sentar en su silla.
-Lo último que querríamos en esta situación es causar la ira de los dioses, ahora los necesitamos más que nunca de nuestro lado. Debemos hacer las piras más grandes que jamás hayan ardido en la playa de los ancestros, debemos de invitar a nuestros antepasados a ayudarnos en esta gesta. -Enir de Edén plantó cara a Judgas.
Enir era el más anciano de aquellos elfos que se habían podido reunir para celebrar un consejo de urgencia, representantes de los clanes que hablaban en nombre de aquellos más importantes. Las palabras del anciano elfo provocaron varias reacciones, incluida la de Judgas, que negaba desde su asiento.
-Señores, es hora de votar. Que se pongan en pie quienes estén de acuerdo en realizar el Lithe pese a nuestras condiciones.
Sydara de Edén se levantó raudo y veloz de su silla, Enir se apoyó en su largo bastón, y Sydara le tendió el brazo para ayudarlo. Hubieron dudas, pero la mayoría estaba servida. Todos los clanes menos los Ojosverdes se levantaron de sillas.
-¡Por el pueblo! ¡Y por los dioses!
Finalizó alzando el puño victorioso en la votación el miembro del consejo más joven del clan Edén, Sydara.
La noche del fuego
El sol asomaba con más fuerza que nunca por el Este cuando empezaron los preparativos para la noche de Lithe, varias comitivas de Sandorai habían acampado días atrás en la playa y habían estado recolectando leña de árboles caídos, ya habían piras de madera que levantaban varios pies y que eran más altas que muchas personas. A esta fiesta se le unieron varios carromatos de comerciantes que aprovechando la coyuntura exhibían sus mercancías en pequeños puestos desplegables. Pronto llegaron músicos que tomaron buena posición en la playa, donde todos pudieran gozar de sus instrumentos. Se desplegaban enormes campamentos alrededor de estas piras aún vírgenes. Los más divertidos incluso daban forma a sus piras, quemando monigotes enormes de paja vestido de reyes humanos o personajes de Aerandir.
Calentaba el sol en lo más alto, la gente empezaba a amontonarse y el hueco entre las hogueras era cada vez más reducido. El rumor de que los elfos hubieran decidido hacer el Lithe más grande conocido en honor al árbol madre y sus ancestros había corrido como la pólvora, y gentes de todos los lugares de Aerandir se apuntaban a esta celebración aportando su granito de arena con pequeñas hogueras familiares.
-... ¡Perfecto! -Sydara de Edén se sacudió las manos para quitarse la arena antes de ver por última vez aquella obra de arte.
Aquella que los representaba a todos. Era una hoguera enorme, de madera sobrante de andamios rotos, palmeras caídas de la playa y árboles muertos. Se amontonaban en un gran circulo en la playa, y tenía, por lo menos, cinco pies de altura. Aquella hoguera era, con diferencia, la más grande. Ebanistas élficos habían calculado el espacio perfecto para que aquella gran mole de madera no callera sobre las ofrendas y habían dispuesto un gran altar unos metros más allá, con todo tipo de comida y flores para ofrecer a los dioses y a los ancestros, rogando su ayuda para curar al Árbol Madre. Coronando esta larga mesa habían dispuesto las reliquias de los ancestros, huesos de antepasados encontrados en aquella misma playa, huesos de los primeros humanos en cruzar las aguas de Aerandir, los homo antecessor.
-He de admitir, que ha quedado muy bien. Los dioses, si no escuchaban nuestras plegarias, esta noche nos verán. -Judgas se acercó a Sydara por la espalda y le dio un golpe en el hombro en señal de amistad.
-¡Los dioses no te escuchan porque no rezas lo suficientemente alto! -Protestó el viejo Enir desde un gran butacón en primera fila frente a aquella gran pira de madera.
-Puede ser, ojalá tuvieran la mitad de oído que tienes tú para lo viejo que eres. -Bromeó el gran elfo rubio y los tres rieron jocosamente.
Estaba prendiendo. La pira de madera más grande jamás construida prendía en la playa de los ancestros. La música comenzó a sonar, las pequeñas hogueras familiares se empezaron a prender poco a poco, iluminando de nuevo la playa a medida que la noche avanzaba.
-¡He encontrado la flor de helecho! -Una pequeña corrió con una flor blanca hacia sus padres que prendían su hoguera familiar.
-¿Una flor de helecho? ¡Hala, qué bonita! -La animó su madre agachándose junto a la pequeña para contemplar la pequeña flor, ya mustia por el calor de las manos de la niña.
-Pero la flor de helecho no sale aquí... Solo sale en ... -Una mirada de la madre hizo callar al padre, que se dio la media vuelta para seguir con su tarea de mantener el fuego.
Ciertamente, el mito de la flor de helecho era popular en todo Aerandir, pese a que esta tan solo se podía encontrar en los Reinos del Norte y del Este, pero no era excusa para no intentarlo, algunos decían que aquellas flores de helecho crecidas en Sandorai y sus inmediaciones eran más poderosas que las originales.
La música inundaba toda la playa, los más osados se atrevían con las setas que el viejo Enir había recolectado y que disponía a todo aquel que quisiera conectar con los ancestros y con la historia de aquella playa. Él, sentado en su potrona, contaba historias mientras comía las deliciosas galletas de lithe, historias sobre los hallazgos en una playa tan mágica como aquella con una de aquellas calaveras misteriosas, grandes, de cejas pronunciadas y mandíbulas amplias.
Calentaba el sol en lo más alto, la gente empezaba a amontonarse y el hueco entre las hogueras era cada vez más reducido. El rumor de que los elfos hubieran decidido hacer el Lithe más grande conocido en honor al árbol madre y sus ancestros había corrido como la pólvora, y gentes de todos los lugares de Aerandir se apuntaban a esta celebración aportando su granito de arena con pequeñas hogueras familiares.
-... ¡Perfecto! -Sydara de Edén se sacudió las manos para quitarse la arena antes de ver por última vez aquella obra de arte.
Aquella que los representaba a todos. Era una hoguera enorme, de madera sobrante de andamios rotos, palmeras caídas de la playa y árboles muertos. Se amontonaban en un gran circulo en la playa, y tenía, por lo menos, cinco pies de altura. Aquella hoguera era, con diferencia, la más grande. Ebanistas élficos habían calculado el espacio perfecto para que aquella gran mole de madera no callera sobre las ofrendas y habían dispuesto un gran altar unos metros más allá, con todo tipo de comida y flores para ofrecer a los dioses y a los ancestros, rogando su ayuda para curar al Árbol Madre. Coronando esta larga mesa habían dispuesto las reliquias de los ancestros, huesos de antepasados encontrados en aquella misma playa, huesos de los primeros humanos en cruzar las aguas de Aerandir, los homo antecessor.
-He de admitir, que ha quedado muy bien. Los dioses, si no escuchaban nuestras plegarias, esta noche nos verán. -Judgas se acercó a Sydara por la espalda y le dio un golpe en el hombro en señal de amistad.
-¡Los dioses no te escuchan porque no rezas lo suficientemente alto! -Protestó el viejo Enir desde un gran butacón en primera fila frente a aquella gran pira de madera.
-Puede ser, ojalá tuvieran la mitad de oído que tienes tú para lo viejo que eres. -Bromeó el gran elfo rubio y los tres rieron jocosamente.
***
Caía la noche, y antes de comenzar, se hizo un silencio sepulcral. Todos los miembros del consejo se agolpaban alrededor de la pira más grande, con una antorcha prendida. El sol caía muy lentamente sobre el horizonte, tiñendo todo de rojo a su paso. El susurro de las olas era el único invitado en aquel momento. Todos aguardaron expectantes, ataviados con sus túnicas blancas y recargadas coronas de flores a que empezase aquel festival que indicaba el principio de la época más calurosa en Aerandir. El viejo Enir mantenía el brazo en alto, como si de dar la orden de disparo se tratase, posaba atento su mirada en el sol, y cuando este hubo pasado la línea del horizonte, bajó la mano con decisión. Al unísono, todos los elfos bajaron sus antorchas prendiendo el largo reguero de yesca y aceites que prendió rápidamente y que iba apagándose a su paso hasta llegar a la gran pira de madera. Desde el cielo se dibujaba un gran sol prendiéndose al revés, desde sus rayos, hasta su centro. El chasquido de las primeras maderas desató un enorme estruendo de aplausos y vítores. Estaba prendiendo. La pira de madera más grande jamás construida prendía en la playa de los ancestros. La música comenzó a sonar, las pequeñas hogueras familiares se empezaron a prender poco a poco, iluminando de nuevo la playa a medida que la noche avanzaba.
-¡He encontrado la flor de helecho! -Una pequeña corrió con una flor blanca hacia sus padres que prendían su hoguera familiar.
-¿Una flor de helecho? ¡Hala, qué bonita! -La animó su madre agachándose junto a la pequeña para contemplar la pequeña flor, ya mustia por el calor de las manos de la niña.
-Pero la flor de helecho no sale aquí... Solo sale en ... -Una mirada de la madre hizo callar al padre, que se dio la media vuelta para seguir con su tarea de mantener el fuego.
Ciertamente, el mito de la flor de helecho era popular en todo Aerandir, pese a que esta tan solo se podía encontrar en los Reinos del Norte y del Este, pero no era excusa para no intentarlo, algunos decían que aquellas flores de helecho crecidas en Sandorai y sus inmediaciones eran más poderosas que las originales.
La música inundaba toda la playa, los más osados se atrevían con las setas que el viejo Enir había recolectado y que disponía a todo aquel que quisiera conectar con los ancestros y con la historia de aquella playa. Él, sentado en su potrona, contaba historias mientras comía las deliciosas galletas de lithe, historias sobre los hallazgos en una playa tan mágica como aquella con una de aquellas calaveras misteriosas, grandes, de cejas pronunciadas y mandíbulas amplias.
Evento
¡Feliz solsticio de verano queridos Aerandianos! En este evento social podrás rolear en la playa de los ancestros en una gran festival como es el de Lithe. Hay muchas cosas que hacer en esta playa, como has podido observar:
- Puedes encender tu propia pira con tu familia o amigos, podría ser divertido ver como arden cosas.
- Puedes buscar la flor de helecho de Sandorai, ¿Será un mito o será verdad?
- Puedes probar las setas de Enir y viajar al pasado, o al futuro, quién sabe.
- ¡Puedes comer galletas de Lithe!
- Recuerda quemar tus malos pensamientos mientras saltas la hoguera para dejarlos atrás y después bañarte con tus deseos para que se cumplan.
Normas
Aquí tienes las normas a seguir para participar en este festival del solsticio:
- No es necesario tener un mínimo de posts para participar.
- Las interacciones con los personajes se deben de especificar al final del post.
- No hay turnos.
- Prohibido no pasárselo bien.
- El evento se cerrará el 1 de Agosto, pudiéndose ampliar el plazo en casos especiales hasta 15 días por medio de un MD.
¡Que comience el festival!
Tyr
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
La joven dragona escuchó acerca de la fiesta de los elfos en la playa de los Ancestros, en Sandorai. El rumor decía que construían la pira más grande jamás hecha, una tan grande que sus dioses no podrían ignorarla. Sería el primer gran evento de los elfos tras el ataque al Árbol Madre, así que se creía que sería la mayor fiesta que los orejas puntiagudas habrían hecho jamás. Ingela no podía dejar pasar la oportunidad de ir, ¡amaba las fiestas élficas! Fëanor estaba igual de emocionado que la rubia por ir, aunque sus motivos eran diferentes, pues él lo que quería era ver a sus amigos del clan Telanadas y compartir con su gente, que lo echaba de menos. -De tanto estar contigo, Ingela, un día voy a terminar transformándome en dragón- decía en broma.
Para llegar sin contratiempos, decidieron viajar volando. A pesar de tener esa ventaja, solo la usaban en ese tipo de situaciones en que sabían a dónde llegar y tenían prisa, pues la norma era ir caminando o en carreta cuando alguien los levantaba en los caminos; el viaje a pie daba las aventuras que ellos buscaban, mientras que volar de un lado a otro solo daba panorámicas maravillosas a Ingela y mareos espantosos a Fëanor.
La larga playa estaba llena de gente, por lo que encontrar un lugar adecuado para aterrizar fue difícil. Mientras la dragona planeaba buscando uno, el elfo buscaba los estandartes de Telanadas. La tarea del muchacho fue mucho más fácil, él ya había encontrado el campamento de su clan y ella no se decidía dónde bajar. Además, no era la única dragona que sobrevolaba el lugar. Involuntariamente, los dragones surcando el cielo daban un espectáculo magnífico, algunos incluso decidieron hacer demostraciones de sus poderes y hacían piruetas en el aire. Aún no anochecía, la fiesta apenas comenzaba, pero el trío estaba afanado en encontrar dónde aterrizar y montar su campamento.
-Ingela, deja de ser quisquillosa, ya vi al Maestre Gelion y me hizo señas, podemos acampar con ellos- decía Fëanor a su amiga que seguía buscando, obstinadamente, el lugar perfecto para aterrizar y acampar. Luego de un rato de insistirle, ella no tuvo más opción que aceptar y bajar allí. Ingela tenía mucho cariño por el Maestre Gelion, así que se resignó. -Habría preferido estar en un lugar menos vigilado- dijo la dragona en voz bajita a su compañero. Si algo quería la muchacha, era no tener que portarse bien aquella noche.
Luego de los saludos y bienvenidas, pues habían varios del clan del elfo que recordaban a la dragona, pudieron montar su tienda. El anciano Gelion insistió en que fuera junto a la de él, para alegría del pequeño elfo. Ya establecidos, Ingela y Fëanor se vistieron para la ocasión.
Aquella noche, Fëanor prefirió celebrar con el Maestre y los demás elfos de Telanadas, Thunderbolt se quedó con él. Ingela, por su parte, prefirió recorrer la playa.
Se acercaba el anochecer y una gran muchedumbre se juntaba al rededor de la gigantesca pira que habían construido los elfos. Había un gran silencio, todos estaban expectantes. El anciano del consejo de los elfos bajó el brazo apenas el sol se escondió por completo en el horizonte y las antorchas fueron lanzadas. Junto con la llamarada que encendió la pira, los gritos, vítores y la música estallaron, la fiesta comenzó oficialmente.
Para llegar sin contratiempos, decidieron viajar volando. A pesar de tener esa ventaja, solo la usaban en ese tipo de situaciones en que sabían a dónde llegar y tenían prisa, pues la norma era ir caminando o en carreta cuando alguien los levantaba en los caminos; el viaje a pie daba las aventuras que ellos buscaban, mientras que volar de un lado a otro solo daba panorámicas maravillosas a Ingela y mareos espantosos a Fëanor.
La larga playa estaba llena de gente, por lo que encontrar un lugar adecuado para aterrizar fue difícil. Mientras la dragona planeaba buscando uno, el elfo buscaba los estandartes de Telanadas. La tarea del muchacho fue mucho más fácil, él ya había encontrado el campamento de su clan y ella no se decidía dónde bajar. Además, no era la única dragona que sobrevolaba el lugar. Involuntariamente, los dragones surcando el cielo daban un espectáculo magnífico, algunos incluso decidieron hacer demostraciones de sus poderes y hacían piruetas en el aire. Aún no anochecía, la fiesta apenas comenzaba, pero el trío estaba afanado en encontrar dónde aterrizar y montar su campamento.
-Ingela, deja de ser quisquillosa, ya vi al Maestre Gelion y me hizo señas, podemos acampar con ellos- decía Fëanor a su amiga que seguía buscando, obstinadamente, el lugar perfecto para aterrizar y acampar. Luego de un rato de insistirle, ella no tuvo más opción que aceptar y bajar allí. Ingela tenía mucho cariño por el Maestre Gelion, así que se resignó. -Habría preferido estar en un lugar menos vigilado- dijo la dragona en voz bajita a su compañero. Si algo quería la muchacha, era no tener que portarse bien aquella noche.
Luego de los saludos y bienvenidas, pues habían varios del clan del elfo que recordaban a la dragona, pudieron montar su tienda. El anciano Gelion insistió en que fuera junto a la de él, para alegría del pequeño elfo. Ya establecidos, Ingela y Fëanor se vistieron para la ocasión.
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-Ingela, ¿no te preocupa andar con la marca visible?- le preguntó preocupado el elfo a la dragona. Ella lo miró un momento, pensando en aquello -Pues, esta noche, no. Mira, hay muchas personas con tatuajes en el cuerpo, mi marca pasará desapercibida... todas ellas- dijo y rió.Aquella noche, Fëanor prefirió celebrar con el Maestre y los demás elfos de Telanadas, Thunderbolt se quedó con él. Ingela, por su parte, prefirió recorrer la playa.
Se acercaba el anochecer y una gran muchedumbre se juntaba al rededor de la gigantesca pira que habían construido los elfos. Había un gran silencio, todos estaban expectantes. El anciano del consejo de los elfos bajó el brazo apenas el sol se escondió por completo en el horizonte y las antorchas fueron lanzadas. Junto con la llamarada que encendió la pira, los gritos, vítores y la música estallaron, la fiesta comenzó oficialmente.
Ingela
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
-De acuerdo, si voy al Lithe necesito ropa para pasar desapercibido- exclamo el rubio a su compañera al momento que caminaba en circulos.
-Lleva el vestido que usaste la otra vez- respondió Eve divertida de ver a Zelas en aprietos.
-Que no quiero llamar la atención- dijo desechando la idea.
-¿Qué tipo de ropas entonces planea llevar el señorito?- replico en un tono burlón.
-Creo que tengo una idea- Hazelas rápidamente entro a una habitación, se escuchaban un montón de sonidos como de ropas rasgadas, martillazos y uno que otro improperio.
-Ya esta-
-wajajajajajajajaja, quieres pasar desapercibido o planeas recibir algún titulo- respondió la chica entrando en otra carcajada. Las palabras de la joven humana le hicieron pensar, aquello era una buena idea, algo menos llamativo.
-Ahora si- exclamo con un leve aire de solemnidad.
-Ahora si, papucho vas a domar dragones?- comento Eve con picardía.
-Si tengo suerte puede que hasta monte alguno... otra vez- aquel recuerdo le trajo una sonrisa, ahora solo tenia un problema, no tenia como llevar todas sus espadas.....
-------------------------------------------------------------------------------
Mientras tanto en una de las tantas piras de la playa de los ancestros los lideres del Clan Hazelmere se tomaban un pequeño relajo después de haber hecho lo propio con el Árbol Madre, acompañados por algunos miembros importantes del asentamiento Hazelmere.
-Tengo un mal presentimiento, tengo un muy mal presentimiento, no deberíamos haber hecho esto- exclamo el actual líder del Clan, Áramil Hazelmere.
-Cariño, tu vives con malos presentimientos, por suerte para ti, estoy acá para encargarme de esas cosas- respondió Midlun Hazelmere, esposa del Áramil y madre del Clan.
-Siempre es lo mismo con el, ya le perdí la fé- comento con sarcasmo Hastiele Hazelmere, hermana del actual líder y actualmente desterrada del clan.
-Tú estas desterrada, no deberías estar acá- contesto con algo de molestia a los comentarios de su hermana
-Ya, ya, esas reglas solo aplican al asentamiento, además no estamos en el y todos somos familia, eso es lo que importa, por eso la invite... y puede que también haya invitado a nuestros hijos.... a todos, no solo a los que te obedecen- concilio la madre del clan, poniéndose entre medio de los hermanos y poniendo una mano en el hombro de cada uno.
-Zelas paso el rito de madurez y por eso le tengo mas fé a Zelas que ti- dijo con evidente sarcasmo puesto que nadie en realidad esperaba que Zelas fuera a aparecer.
Ninguno de los hijos había aparecido, ni siquiera los mas obedientes, mostrando lo fracturada que se encontraba la relación entre los del asentamiento Hazelmere. Entonces sucedió, un joven, que en apariencia no parecía elfo se acerco con un poco de timidez, pero agarrando confianza conforme se acercaba a la pira que habían hecho los Hazelmere, algunos le miraban raro y otros salieron a interrumpir su camino. -Te puedes mover o te puedo mover, tu eliges-
Áramil, Midlun y Hastiele se acercaron al escuchar esa voz, 2 se encontraban sonriendo y uno seguía con el semblante molesto cuando lo vieron las tres caras se sorprendieron y antes que comenzaran a avasallarle con preguntas Zelas respondió todo de golpe. -No, no es una fase, solo pasaron cosas y quede así, léanse el mastereado, no, no fue en el que apareciste tía Hastiele, es el otro, se lo que van a decir, solo he venido por Mamá, la veo tan radiante y milf como siempre, lo mismo tu tía Hastiele, -
Tanto su tía como su madre le abrazaron, su padre lo seguía mirando a la distancia, intentando dilucidar que hacer con el.
-Como es que no haz hecho que tu nombre resuene por todos lados, se suponía que todo el mundo iba a saber quien es Zelas del Viento- exclamo sin dejar de mirar al que se supone era su hijo a la distancia.
-He hecho varias cosas, pero ya no voy con ese nombre, sucedió algo que me ha llevado a usar un nombre provisorio por el momento... Ya lo solucionare, así que si alguien pregunta por mi, estoy muerto- respondió mientras seguía siendo abrazado por su tía y su madre que ahora tocaban sus orejas ya no puntiagudas y jugaban con su pelo rubio.
-Era de esperarse que en algún problema estuvieras metido, ¿Cómo te haces llamar ahora?-
-Hazel Wind-
-Pfff se nota mucho que ese es un nombre inventado-
-Todos los nombres son inventados papá, así funcionan los nombres-
Esa respuesta hizo que varios abrieran la boca, todos tenían una expresión seria menos Midlun y Hastiele que se tapaban la boca, su madre y sus tíos y tías siempre le celebraban las ocurrencias con las que salía.
-Necesitas algo mas?, si eso es todo ya puedes irte, esta es una pira familiar solo para los Hazelmere-
-Tiene sentido, solo venia a avisarle a mamá que no se preocupara si escuchaban rumores de mi muerte, ah y del resto de tus hijos e hijas solo he visto a 3, Cornaith sigue obedeciendo tus ordenes y probablemente este muerto ya, Ashar estaba con conflictos amorosos, puede que también este muerta por eso y de Aradia no he sabido mucho, salvo que esta con una extraña maldición, quizás si te preocuparas de tus hijos como lo haces de tu estúpida reputación y del que dirán, a lo mejor sabrías que sucede con tus hijos-
Aquel comentario hizo que algunos de los presentes sacaran dagas para castigar la insolencia de aquel "extraño", sin embargo basto con un movimiento de la mano de Áramil para que desistieran -Ya puedes irte... Hazel Wind- exclamo volteándose de nuevo en dirección a la pira, Hazel salió del lugar mientras escuchaba como su madre y su tía comenzaban una discusión con su padre, ante lo cual decidió alejarse lo mas posible por la orilla de la playa, los gritos y la fiesta comenzaba mientras el elfo recorría la playa, una vez el bullicio fue menor, se recostó en la arena observando las estrellas. "Si, no se que esperaba que ocurriera, bueno al menos ya están al día con casi todo al menos" pensó al momento que estiraba uno de sus brazos intentando agarrar las estrellas(?).
-Lleva el vestido que usaste la otra vez- respondió Eve divertida de ver a Zelas en aprietos.
-Que no quiero llamar la atención- dijo desechando la idea.
-¿Qué tipo de ropas entonces planea llevar el señorito?- replico en un tono burlón.
-Creo que tengo una idea- Hazelas rápidamente entro a una habitación, se escuchaban un montón de sonidos como de ropas rasgadas, martillazos y uno que otro improperio.
-Ya esta-
- Opcion 1:
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-wajajajajajajajaja, quieres pasar desapercibido o planeas recibir algún titulo- respondió la chica entrando en otra carcajada. Las palabras de la joven humana le hicieron pensar, aquello era una buena idea, algo menos llamativo.
- Outfit final:
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-Ahora si- exclamo con un leve aire de solemnidad.
-Ahora si, papucho vas a domar dragones?- comento Eve con picardía.
-Si tengo suerte puede que hasta monte alguno... otra vez- aquel recuerdo le trajo una sonrisa, ahora solo tenia un problema, no tenia como llevar todas sus espadas.....
-------------------------------------------------------------------------------
Mientras tanto en una de las tantas piras de la playa de los ancestros los lideres del Clan Hazelmere se tomaban un pequeño relajo después de haber hecho lo propio con el Árbol Madre, acompañados por algunos miembros importantes del asentamiento Hazelmere.
-Tengo un mal presentimiento, tengo un muy mal presentimiento, no deberíamos haber hecho esto- exclamo el actual líder del Clan, Áramil Hazelmere.
-Cariño, tu vives con malos presentimientos, por suerte para ti, estoy acá para encargarme de esas cosas- respondió Midlun Hazelmere, esposa del Áramil y madre del Clan.
-Siempre es lo mismo con el, ya le perdí la fé- comento con sarcasmo Hastiele Hazelmere, hermana del actual líder y actualmente desterrada del clan.
-Tú estas desterrada, no deberías estar acá- contesto con algo de molestia a los comentarios de su hermana
-Ya, ya, esas reglas solo aplican al asentamiento, además no estamos en el y todos somos familia, eso es lo que importa, por eso la invite... y puede que también haya invitado a nuestros hijos.... a todos, no solo a los que te obedecen- concilio la madre del clan, poniéndose entre medio de los hermanos y poniendo una mano en el hombro de cada uno.
-Zelas paso el rito de madurez y por eso le tengo mas fé a Zelas que ti- dijo con evidente sarcasmo puesto que nadie en realidad esperaba que Zelas fuera a aparecer.
Ninguno de los hijos había aparecido, ni siquiera los mas obedientes, mostrando lo fracturada que se encontraba la relación entre los del asentamiento Hazelmere. Entonces sucedió, un joven, que en apariencia no parecía elfo se acerco con un poco de timidez, pero agarrando confianza conforme se acercaba a la pira que habían hecho los Hazelmere, algunos le miraban raro y otros salieron a interrumpir su camino. -Te puedes mover o te puedo mover, tu eliges-
Áramil, Midlun y Hastiele se acercaron al escuchar esa voz, 2 se encontraban sonriendo y uno seguía con el semblante molesto cuando lo vieron las tres caras se sorprendieron y antes que comenzaran a avasallarle con preguntas Zelas respondió todo de golpe. -No, no es una fase, solo pasaron cosas y quede así, léanse el mastereado, no, no fue en el que apareciste tía Hastiele, es el otro, se lo que van a decir, solo he venido por Mamá, la veo tan radiante y milf como siempre, lo mismo tu tía Hastiele, -
Tanto su tía como su madre le abrazaron, su padre lo seguía mirando a la distancia, intentando dilucidar que hacer con el.
-Como es que no haz hecho que tu nombre resuene por todos lados, se suponía que todo el mundo iba a saber quien es Zelas del Viento- exclamo sin dejar de mirar al que se supone era su hijo a la distancia.
-He hecho varias cosas, pero ya no voy con ese nombre, sucedió algo que me ha llevado a usar un nombre provisorio por el momento... Ya lo solucionare, así que si alguien pregunta por mi, estoy muerto- respondió mientras seguía siendo abrazado por su tía y su madre que ahora tocaban sus orejas ya no puntiagudas y jugaban con su pelo rubio.
-Era de esperarse que en algún problema estuvieras metido, ¿Cómo te haces llamar ahora?-
-Hazel Wind-
-Pfff se nota mucho que ese es un nombre inventado-
-Todos los nombres son inventados papá, así funcionan los nombres-
Esa respuesta hizo que varios abrieran la boca, todos tenían una expresión seria menos Midlun y Hastiele que se tapaban la boca, su madre y sus tíos y tías siempre le celebraban las ocurrencias con las que salía.
-Necesitas algo mas?, si eso es todo ya puedes irte, esta es una pira familiar solo para los Hazelmere-
-Tiene sentido, solo venia a avisarle a mamá que no se preocupara si escuchaban rumores de mi muerte, ah y del resto de tus hijos e hijas solo he visto a 3, Cornaith sigue obedeciendo tus ordenes y probablemente este muerto ya, Ashar estaba con conflictos amorosos, puede que también este muerta por eso y de Aradia no he sabido mucho, salvo que esta con una extraña maldición, quizás si te preocuparas de tus hijos como lo haces de tu estúpida reputación y del que dirán, a lo mejor sabrías que sucede con tus hijos-
Aquel comentario hizo que algunos de los presentes sacaran dagas para castigar la insolencia de aquel "extraño", sin embargo basto con un movimiento de la mano de Áramil para que desistieran -Ya puedes irte... Hazel Wind- exclamo volteándose de nuevo en dirección a la pira, Hazel salió del lugar mientras escuchaba como su madre y su tía comenzaban una discusión con su padre, ante lo cual decidió alejarse lo mas posible por la orilla de la playa, los gritos y la fiesta comenzaba mientras el elfo recorría la playa, una vez el bullicio fue menor, se recostó en la arena observando las estrellas. "Si, no se que esperaba que ocurriera, bueno al menos ya están al día con casi todo al menos" pensó al momento que estiraba uno de sus brazos intentando agarrar las estrellas(?).
Zelas Hazelmere
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Era una mañana como otra cualquiera en la que había acompañado a Lissinda al mercado. Hacía ya varias semanas que había regresado de su último viaje, retomando la rutina y dedicándole tiempo a sus quehaceres en el taller, estaba bien para alejar los pensamientos turbulentos que los acontecimientos vividos habían dejado de manera residual en su psique. Cada vez que regresaba a la hondonada lo tomaba como un reset en el que dedicarse tiempo a sí misma, a oxigenar su cabeza y a disfrutar también de la cotidianidad que le ofrecía aquella aldea que podía sentirse como su hogar aún siendo consciente de que no lo era.
—¡Si son Lissinda y su chica de los brebajes! ¿Haciéndote con provisiones para el viaje, mi buena señora?— el campechano, aunque renegón, Fahïn las saludó desde su puesto ambulante, pareciendo aquel día especialmente alegre.
—¡Ay no, señor Fahïn! Esta vieja elfa ya no está para esos trotes. Dejaré que sean los jóvenes los que recorran distancias, aquí algo haremos para la celebración.— comentó la buena señora, entre risas que denotaban cierta melancolía.
—¿Viaje?— preguntó entonces a su acogedora la joven, desubicada.
—Cómo, ¿a caso no sabes en qué día vives, muchacha? Mañana en la noche tendrá lugar el Lithe. Todo el que pueda acudirá a la celebración que los ancianos han decidido organizar en la playa.— explicó el mercader —Un servidor partirá esta misma tarde hacia allí para exponer mis productos en el mejor lugar.—
—No pierdes oportunidad, ¿eh? Menuda vida la que llevas, viejo amigo.— rio de nuevo la mujer —¿Por qué no la llevas contigo?— sugirió entonces, señalando a la muchacha.
—¿Eh? Ah, no, no será necesario. Las ofrendas servirán igual junto a una pira en el jardín de casa.
—Juventud, ¡habrase visto! Yo a tus años bien me emocionaba al llegar esta festividad. ¡No tuerzas el morro, chica!
No le faltaba razón al tendero que, a pesar de los numerosos inviernos que cargaba ya la espalda, continuaba rebosante de vitalidad y al que habían sido pocas las ocasiones en las que no lo hubiese visto abrazado a una buena jarra de hidromiel, hubiera o no que festejar alguna eventualidad. Desde su infancia y hasta años pasados, la noche de las hogueras había generado la misma emoción en ella a la que hacía referencia aquel elfo trotamundos. Nostálgica, se le venían a la mente aquellas sensaciones de la víspera en la que ocupaba todo su tiempo en planificar atuendos, terminar los arreglos florales, preparar las ofrendas, colaborar con los preparativos... El disfrute de la velada alrededor de la gran hoguera que disponían en la plaza central de su aldea natal, alrededor de la cual se juntaban desde infantes hasta ancianos pasaban la noche de festejo hasta ver las primeras luces del alba. Una de esas pocas ocasiones en las que la autoridad familiar llegaba a mostrarse despreocupado y considerablemente permisivo, amparado en la idea de que los dioses se ocuparían de la protección de los suyos en aquel jolgorio dedicado a los mismos.
—Está bien...— aceptó resignada, esbozando una ligera sonrisa de conformidad —Supongo que no habrá mejor ocasión para volver.
—¡Pues claro, mi niña! Ve, disfruta, diviértete. Después de estos tiempos convulsos de seguro muchos acuden con la esperanza de reencontrarse, de dispersarse, de tomarse un respiro y ¿quién sabe? No hay mejor ocasión para que puedan cumplirse los deseos de una.— animó Lissinda, mostrando notablemente mayor emoción que ella misma, guiñando un ojo a la muchacha.
Había pasado la mañana ayudando a Fahïn a disponer el carromato que igual servía de transporte como de puesto de venta, tras haber llegado a la playa la noche anterior y habiéndola dedicado a descansar para poder enfrentar la jornada siguiente como se esperaba. Otros tantos mercaderes habían tenido la misma idea, si bien aquel elfo parecía haber utilizado el negocio como excusa para acudir a festejar y compartir batallitas con otros comerciantes, considerados también viejos amigos. A medio día ya había gastado en bebida más de lo que había ganado, aunque poco parecía importarle. Detrás del tenderete, habían anexado unas lonas a modo de trastienda que poder utilizar como tienda de campaña en la que descansar las horas muertas y que mayormente utilizaba ella, pues el mercader tenía gran tendencia a desaparecer entre las gentes, cada vez más numerosas conforme avanzaba el día, cuando no estaba cerrando alguna venta. Y aunque lo cierto era que el ambiente invitaba a ello, a pasear entre las numerosas piras que ya tomaban forma entre los tantos grupos y familias que habían tomado sitio en la playa, a dejarse deleitar por la música que envolvía todos los rincones, a reír y a olvidar, al menos por un día, los tormentos que su pueblo había pasado, no terminaba de resultarla fácil desenvolverse en aquel encuentro. Ver a tantos de los suyos reunidos como hacía tanto que no presenciaba y al mismo tiempo no verse rodeada por ningún rostro conocido... ¿Podría tener razón Lissinda? ¿Sería aquel el lugar y el momento para reencontrarse? El estómago se le hacía un manojo de nervios y su cabeza maquinaba a mil por hora.
—¿No te preparas, niña? Anar ha comenzado su descenso, no tardarán en prender la gran hoguera.— tras un par de horas sin verlo, el elfo se asomó a la trastienda —Ten, prueba estos dulces chica, están de muerte. Y sírvete, ¿ya tienes edad, verdad? ¡El mejor hidromiel casero de toda la playa!— aseguró, extendiéndola una jarra.
—¿No te parece a caso que vaya vestida? ¿Tanto has tomado ya que no distingues mis ropajes?— apuntó con sorna ante el comentario de Fahïn, aceptando la invitación al trago.
—Si, bueno, pero muchacha...— guardó silencio antes de dirigirse hacia una de las maletas de piel que llevaba con mercancía —Liss me encargó que te diera esto. Es de su hija, la menor creo, no sé, tampoco la presté demasiada atención, ya sabes que habla demasiado. El caso es que pensó que estaría bien que alguien lo luciese, para variar. Lleva años guardando polvo en un armario.— el mercader la extendió entonces un paquete cuidadosamente envuelto en una tela que guardaba un vestido, sencillo pero que enamoró a la elfa antes incluso de vérselo puesto —¡Bueno! A lo mío. Te veré por ahí fuera y si no lo hago... ¡Diviértete, chica!
Casi se sintió extraña al verse así vestida, hacía tanto tiempo que no se ponía algo así, pero tantas habían sido las molestias que la mujer se había tomado decidió corresponderla haciendo exactamente lo que la había incitado, disfrutar y divertirse. Pegó otro trago de hidromiel y terminó de acomodarse, saliendo al exterior cuando el cuerno se hizo escuchar desde la orilla, invitando a los presentes a acercarse a la gran pira junto a la orilla donde los más rezagados podrían terminar de mostrar sus ofrendas y acontecer al prendido de la hoguera que daría el inicio al festejo. El sol ya se había escondido por completo tras el horizonte, era el momento de recitar desde el silencio las plegarias y deseos a los dioses, en un tiempo en que el pueblo de Sandorai necesitaba de sus bendiciones, mientras Isil contemplaba las llamas, que casi parecía que pudieran alcanzarla, desde su trono en el cielo.
Muy bien Lithe... ¿Qué me depararás?¿Y dónde están esas setas?
—¡Si son Lissinda y su chica de los brebajes! ¿Haciéndote con provisiones para el viaje, mi buena señora?— el campechano, aunque renegón, Fahïn las saludó desde su puesto ambulante, pareciendo aquel día especialmente alegre.
—¡Ay no, señor Fahïn! Esta vieja elfa ya no está para esos trotes. Dejaré que sean los jóvenes los que recorran distancias, aquí algo haremos para la celebración.— comentó la buena señora, entre risas que denotaban cierta melancolía.
—¿Viaje?— preguntó entonces a su acogedora la joven, desubicada.
—Cómo, ¿a caso no sabes en qué día vives, muchacha? Mañana en la noche tendrá lugar el Lithe. Todo el que pueda acudirá a la celebración que los ancianos han decidido organizar en la playa.— explicó el mercader —Un servidor partirá esta misma tarde hacia allí para exponer mis productos en el mejor lugar.—
—No pierdes oportunidad, ¿eh? Menuda vida la que llevas, viejo amigo.— rio de nuevo la mujer —¿Por qué no la llevas contigo?— sugirió entonces, señalando a la muchacha.
—¿Eh? Ah, no, no será necesario. Las ofrendas servirán igual junto a una pira en el jardín de casa.
—Juventud, ¡habrase visto! Yo a tus años bien me emocionaba al llegar esta festividad. ¡No tuerzas el morro, chica!
No le faltaba razón al tendero que, a pesar de los numerosos inviernos que cargaba ya la espalda, continuaba rebosante de vitalidad y al que habían sido pocas las ocasiones en las que no lo hubiese visto abrazado a una buena jarra de hidromiel, hubiera o no que festejar alguna eventualidad. Desde su infancia y hasta años pasados, la noche de las hogueras había generado la misma emoción en ella a la que hacía referencia aquel elfo trotamundos. Nostálgica, se le venían a la mente aquellas sensaciones de la víspera en la que ocupaba todo su tiempo en planificar atuendos, terminar los arreglos florales, preparar las ofrendas, colaborar con los preparativos... El disfrute de la velada alrededor de la gran hoguera que disponían en la plaza central de su aldea natal, alrededor de la cual se juntaban desde infantes hasta ancianos pasaban la noche de festejo hasta ver las primeras luces del alba. Una de esas pocas ocasiones en las que la autoridad familiar llegaba a mostrarse despreocupado y considerablemente permisivo, amparado en la idea de que los dioses se ocuparían de la protección de los suyos en aquel jolgorio dedicado a los mismos.
—Está bien...— aceptó resignada, esbozando una ligera sonrisa de conformidad —Supongo que no habrá mejor ocasión para volver.
—¡Pues claro, mi niña! Ve, disfruta, diviértete. Después de estos tiempos convulsos de seguro muchos acuden con la esperanza de reencontrarse, de dispersarse, de tomarse un respiro y ¿quién sabe? No hay mejor ocasión para que puedan cumplirse los deseos de una.— animó Lissinda, mostrando notablemente mayor emoción que ella misma, guiñando un ojo a la muchacha.
[...]
Había pasado la mañana ayudando a Fahïn a disponer el carromato que igual servía de transporte como de puesto de venta, tras haber llegado a la playa la noche anterior y habiéndola dedicado a descansar para poder enfrentar la jornada siguiente como se esperaba. Otros tantos mercaderes habían tenido la misma idea, si bien aquel elfo parecía haber utilizado el negocio como excusa para acudir a festejar y compartir batallitas con otros comerciantes, considerados también viejos amigos. A medio día ya había gastado en bebida más de lo que había ganado, aunque poco parecía importarle. Detrás del tenderete, habían anexado unas lonas a modo de trastienda que poder utilizar como tienda de campaña en la que descansar las horas muertas y que mayormente utilizaba ella, pues el mercader tenía gran tendencia a desaparecer entre las gentes, cada vez más numerosas conforme avanzaba el día, cuando no estaba cerrando alguna venta. Y aunque lo cierto era que el ambiente invitaba a ello, a pasear entre las numerosas piras que ya tomaban forma entre los tantos grupos y familias que habían tomado sitio en la playa, a dejarse deleitar por la música que envolvía todos los rincones, a reír y a olvidar, al menos por un día, los tormentos que su pueblo había pasado, no terminaba de resultarla fácil desenvolverse en aquel encuentro. Ver a tantos de los suyos reunidos como hacía tanto que no presenciaba y al mismo tiempo no verse rodeada por ningún rostro conocido... ¿Podría tener razón Lissinda? ¿Sería aquel el lugar y el momento para reencontrarse? El estómago se le hacía un manojo de nervios y su cabeza maquinaba a mil por hora.
—¿No te preparas, niña? Anar ha comenzado su descenso, no tardarán en prender la gran hoguera.— tras un par de horas sin verlo, el elfo se asomó a la trastienda —Ten, prueba estos dulces chica, están de muerte. Y sírvete, ¿ya tienes edad, verdad? ¡El mejor hidromiel casero de toda la playa!— aseguró, extendiéndola una jarra.
—¿No te parece a caso que vaya vestida? ¿Tanto has tomado ya que no distingues mis ropajes?— apuntó con sorna ante el comentario de Fahïn, aceptando la invitación al trago.
—Si, bueno, pero muchacha...— guardó silencio antes de dirigirse hacia una de las maletas de piel que llevaba con mercancía —Liss me encargó que te diera esto. Es de su hija, la menor creo, no sé, tampoco la presté demasiada atención, ya sabes que habla demasiado. El caso es que pensó que estaría bien que alguien lo luciese, para variar. Lleva años guardando polvo en un armario.— el mercader la extendió entonces un paquete cuidadosamente envuelto en una tela que guardaba un vestido, sencillo pero que enamoró a la elfa antes incluso de vérselo puesto —¡Bueno! A lo mío. Te veré por ahí fuera y si no lo hago... ¡Diviértete, chica!
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Casi se sintió extraña al verse así vestida, hacía tanto tiempo que no se ponía algo así, pero tantas habían sido las molestias que la mujer se había tomado decidió corresponderla haciendo exactamente lo que la había incitado, disfrutar y divertirse. Pegó otro trago de hidromiel y terminó de acomodarse, saliendo al exterior cuando el cuerno se hizo escuchar desde la orilla, invitando a los presentes a acercarse a la gran pira junto a la orilla donde los más rezagados podrían terminar de mostrar sus ofrendas y acontecer al prendido de la hoguera que daría el inicio al festejo. El sol ya se había escondido por completo tras el horizonte, era el momento de recitar desde el silencio las plegarias y deseos a los dioses, en un tiempo en que el pueblo de Sandorai necesitaba de sus bendiciones, mientras Isil contemplaba las llamas, que casi parecía que pudieran alcanzarla, desde su trono en el cielo.
Muy bien Lithe... ¿Qué me depararás?
Aylizz Wendell
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Otro año más el joven lobo deseaba que llegase el día, aquel día que añoraba desde hace diez años. Sabía que nunca iba a volver a ser como él imaginaba, pero se negaba rotundamente a perder la costumbre.
Como cada año, Ull peregrinaba en solitario hacia las costas de Sandorai, con la intención de rendir tributo a los dioses como había hecho siempre junto a su familia. La única manera de volver a sentirse cercano a ellos era ir caminando año tras año y ofrecerse a los dioses que tanto creía.
Como cada año, Ull peregrinaba en solitario hacia las costas de Sandorai, con la intención de rendir tributo a los dioses como había hecho siempre junto a su familia. La única manera de volver a sentirse cercano a ellos era ir caminando año tras año y ofrecerse a los dioses que tanto creía.
Tras varios días de caminata descendiendo por el río Tymer desde Ulmer, el cansancio se dejaba notar en su cuerpo, agarraba sus botas de cuero con sus pies descalzos por aquellos rápidos que pintaban de blanco algunas zonas del río, sus pies empezaban a entumecerse pero Ull sabía que aquel esfuerzo merecería la pena. Estaba cerca de su destino, la playa de los ancestros.
No podía quitar la vista de donde apoyaba sus pies, un paso en falso y terminaría empapado hasta las cejas, cuando de repente un "¡PUM!" hizo que éste mirase hacia delante de golpe, pudo avistar a lo lejos un bombazo acompañado de un destello alumbrando el cielo que retumbó en todos los rincones de aquel bosque que rodeaba el río. Sabía que aquello todavía no era el comienzo pero él solo pensaba una cosa...
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Una vez allí, aquel olor a incienso recién prendido acompañado del suave humo que salía de aquellos recipientes de barro agujereados por todas partes le hacía sentirse como en casa. Mucha gente, había muchísima gente por aquellas calles repletas de puestos ambulantes...Puestos de bisutería tradicional, jabonerías con los mejores jabones de la región hechos minuciosamente al gusto de cada uno podían empañar un poco el olor del incienso al pasar por delante de ellas, daban ganas de hincarle el diente a algunos de los jabones que allí vendían. También había puestos de comida tradicional Sandorai, en el que Ull se paró porque algo le llamaba la atención.
-Hola, joven. Dame media docena de esas de ahí.- Dijo al joven de la familia que tenía aquel puesto, señalando un saco de tela lleno de "gallelithes", era tradición llegar y comprar esas galletas al llegar al festejo-Aquí tienes.-Soltó un puñado de monedas encima de la mano de aquel chaval. La verdad cuando era pequeño le solían durar un día entero incluso dos, pero había llegado con tanta hambre que, entre puesto y puesto caminando entre el gentío, se las había comido en menos de nada.
Llegaba la noche y las antorchas empezaban a iluminar los puestos de venta, la gente empezaba a verse más alegre de lo normal y Ull necesitaba algo más, necesitaba empezar a animarse y no sentirse tan solo en aquel lugar. Caminando por el medio de una de las muchas fiestas allí montadas una risa tímida se dibujaba en su rostro mientras hombres y mujeres borrachos y alegres lo empujaban mientras bailaban y cantaban al son de la música.
Una mujer se le acercó, lucía unas enormes rastas hasta las nalgas, bastante bien peinadas y ordenadas con una corona de flores moradas, lo agarró del brazo y le hizo un gesto de silencio a la vez que tiraba de él hacia un lugar reservado.
- MUJER QUE SE LE ACERCA:
-Toma.- La mujer le metió en la boca una seta a Ull y dejo caer su dedo índice por su cuello hasta llegar al pecho.
-Disfruta.- Le dio un beso en los labios mientras Ull cerraba los ojos y lo agarró para que éste le acompañase a la fiesta. Sin mediar palabra el joven lobo la siguió, agarrándole la mano y corriendo hacia el epicentro de la fiesta, aquella noche prometía pero no podía dejar que se le pasase la hora de la ofrenda, no había pasado el año en el que Ull no llevase una ofrenda a la gran hoguera.
Aquella fiesta era realmente prometedora, Ull ya empezaba a notar los efectos de aquellos hongos, le caían gotas de sudor por todo el cuerpo y se le aceleraba el corazón con cada paso que daba, se sentía muy excitado, tenía ganas de seguir, no podía parar cuando la gente que estaba por allí empezaba a gritar.
¡El inicio, la gran hoguera se va a encender dentro de poco!
Dándose cuenta de esto, Ull se despidió de aquella muchacha y de todos los asistentes a esa fiesta, era el momento de ir hacia la playa y llevar la ofrenda que siempre llevaba en honor a su familia, los WhiteStorm.
Un joven se le acercó de camino a la playa con una túnica blanca y encapuchado, al menos eso le parecía a Ull, ya que bajo aquel efecto alucinógeno no podía distinguir nítidamente a nadie.
- JOVEN :
-Espero que todo te vaya mejor, cada vez que te veo te encuentro mucho mejor.-Le puso una corona de flores y le dio una palmada en el hombro.
-Adelante, ya estás listo.
Ull agarró la cesta por aquellos cuernos aterciopelados y se dispuso a llevarla a la gran hoguera. Aquella luz y el calor que desprendía el fuego alentaban a la gente a orar sus plegarías alrededor de la misma mientras el joven lobo miraba sorprendido hacia ambos lados, hasta que alguien allí presente le hizo quedarse sorprendido.
-Está...preciosa...-Pensó Ull mirando a la elfa que había visto en aquella humilde casucha "alquímica" en la enorme cuenca bajo el bosque no muy lejos de donde estaban. No le quitaba ojo mientras regresaba a sentarse a una distancia en la que pudiese observar bien como ardía aquel fuego, mientras observaba a la joven mirar cada detalle de aquellas chispas que soltaba la madera mientras ardía.
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OFF: Me uno a Ailyzz ^^
Ull Whitestorm
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Sentado, con sus rasgos embozados por el capuz de su capa, su cabello oscuro ondeaba levemente, mientras sus ojos grises se perdían en la oscuridad del mar. La misma que trataba de alejar inútilmente a través de las grandes hogueras que su pueblo intentaba elevar a los dioses. Su mirada se alzó al cielo, incapaz de sonreír. Habían ocurrido demasiadas cosas y no tenía ánimo suficiente para poner un pie en Folnaien.
El humo apenas visible tomaba dirección sur, y una media sonrisa que murió casi al instante le hizo contemplar durante unos segundos la playa con la inocencia enterrada mucho tiempo atrás. Días en los que la diversión era lo único que debía ser encontrado. Los fortuitos encuentros, la visión de viejos amigos, el surcar las aguas a fuertes brazadas, las risas de las muchachas, los cuentos de los ancianos… la sensación de que era imposible regresar del mismo modo que se había llegado allí.
Le gustaba escuchar las risas de los suyos. Entrelazó los dedos, colocando la cabeza encima de sus manos, contemplando por debajo de la capucha unas gentes felices pese al horror que había golpeado el corazón del bosque. No estaba seguro si ello demostraba fortaleza o una increíble estupidez.
Sin embargo, necesitaba aquello en ese preciso momento de su viaje.
Había estirado hasta el límite sus creencias y su fe. Cuanto había sufrido y enfrentado le había hecho sentirse lejos de los dioses y de los suyos. La muerte de Nilian había sido el último golpe, y, desconocedor de como enfrentar tal grado de culpa, su cercanía a la celebración sólo pudo ser interpretado como una señal de las deidades. Tal vez esa carga siempre lo acompañase de allí en adelante. Sólo le quedaba rezar en silencio. No sólo necesitaba el perdón de sus creadores, sino el de su propia aldea. Y por delante de todo, el suyo propio. Sacudió la cabeza, pasándose una mano por el cabello antes de volver a colocarse la capucha. No deseaba ser reconocido en absoluto. Debía hacer aquello solo.
No obstante, la solemnidad estaba fuera de lugar en aquella celebración. Él lo sabía, lo había vivido. No se trataba de penitencia, sino de una introspección tan necesaria como aterradora.
El tiempo previo al encendido de las hogueras era lo que estaba buscando allí. La acumulación de nubes que precedía al sonido de los truenos. Era posible que, en su propia tierra, en una de sus fiestas más importantes, lograse alguna señal. Mas cuando el lugar se llenó de gritos, fuego y alabanzas, sonrió con tristeza. Había vuelto a esperar demasiado.
-Mane natye, Gwath?- El elfo suspiró al escuchar esa voz. Le había preguntado muchas historias, cuentos y batallas en los dos últimos días.
-Nay Anar varyuva le- respondió pese a romper su momento con calidez el espadachín.
-Tula ar o elme hara! -pidió, en un tono que admitía poca réplica. Nou se levantó del montículo, sacudiendo lentamente la arena del pantalón, echando una última mirada a ese océano que separaba los restos de su país de cuanto les habían robado.
-¿Estás segura que seguimos el camino correcto?- quiso saber él. Su oyente asintió, con una seguridad abrumadora, cuando el espadachín percibió algo que llamó su atención. Con presteza, volvió la vista a su guía… que ya había desaparecido, sin duda, enfebrecida por el ambiente festivo entre las docenas de elfos que se repartían por la playa. Giró sobre sus talones, dispuesto a regresar al punto de partida en el que casi había alcanzado un ápice de sosiego.
-¿Por qué te escondes? – otra voz rompió la burbuja que había creado a su alrededor. Un timbre delicado, un poco más maduro que el primero. Nou no alzó la mirada. Los sonidos en su lengua materna resultaban acompasados y claros. Casi sintió la tentación de conocer a quien pertenecían. Mas no se movió.
-Pienso- puntualizó, lacónico.
-¿Una mujer?- bromeó la voz, femenina- Hay pocos motivos para no estar alegre en Lithe. Casi es pecado ¿sabes?
-Los tengo peores- replicó él- Por eso estoy aquí- La joven no dijo nada, y él levantó sus ojos grises, extrañado de su repentino silencio. También se había ido. Sonrió resignado, mejor así. No había acudido a trabar amistades.
El tiempo transcurría con lentitud, como si las llamas de las hogueras danzasen de una forma cadenciosa y circular, revelando los mismos movimientos una y otra vez. Había partes de sí mismo que desearía arrojar al fuego. Las mismas que al mismo tiempo, necesitaba.
-Deberías acudir, divertirte – la misma elfa que le había preparado la cena las últimas dos noches. La madre de su joven guía. El aludido no movió un músculo.
-No he venido a eso.
-Lo sé-admitió ella- Pero lo necesitas. Mucho más que todos los que cantan, bailan y disfrutan en la playa. Recuérdala en los momentos agradables. Recrearse en la sangre solo alimenta la parte que la desea.
El elfo no dejó de contemplar las aguas oscuras. Giró el cuello tras unos minutos, sólo para darse cuenta que la mujer ya se había ido con su marido y la chiquilla que le habían acompañado desde que se habían encontrado en los caminos.
Sin embargo, una figura subió por la duna en cuya parte posterior se sentaba Nou. Se sentó a dos pasos de él, y de improviso comenzó a cantar con unos acordes que le hicieron aproximar una edad semejante a la suya propia. Asombrado por tal acto, se quedó observándola, sin ser capaz de ubicar su voz, extrañamente conocida, y al mismo tiempo, sin desear interrumpirla.
-¿Te conozco?- preguntó el elfo.
-Desde hace tres horas- puntualizó ella con una sonrisa- Casi llegó a preocuparme que no pronunciases una palabra desde hace dos.
¿Qué…?- la elfa desapareció, y en su lugar un pequeño árbol ondeaba con la brisa nocturna. Una sola palabra fue llevada a sus oídos por ella. “Pronto…”
Apretó los dientes, sintiendo en la lengua un sabor particular.
-Maldita sea…
Nousis Indirel
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Había decidido arriesgarse. Ya no podía soportar más tiempo lejos de su verdadero hogar, de su gente y sus costumbres. En cuanto supo que el Lithe de ese año sería el más grande de la historia de Sandorai (o al menos intentarían que lo fuera), Kyra supo que debía estar allí. No era imposible que algún conocido suyo estuviera presente, pero sí era poco probable. Y, al pensarlo detenidamente, también era poco probable que la recordaran a ella. Ese pensamiento le causó una mezcla de dolor y resignación, pues esperaba que al menos su familia aún la tuviese presente.
Optó por unas ropas en tonos verdes. No era el atuendo blanco acostumbrado, pero al menos pasaba como la vestimenta normal de un elfo que se encontraba de paso y no quería perderse el Lithe. La pelirroja creía que podría pasar desapercibida entre la multitud gracias a su aspecto, siempre y cuando no tuviera que pelear ni le pidieran sanar a alguien.
Ya que debía esperar a que anocheciera, Kyra pasó el día durmiendo en su tienda, algo oculta entre los árboles y apartada del lugar donde se llevaban a cabo los preparativos para la celebración.
-Nngghh... Este uno de los pocos cambios que me agradan al ser una vampiresa... Nadie me dice nada si duermo hasta tarde...- murmuraba, mientras se estiraba, en un intento de despertarse por completo.
Viendo que por fin se ocultaba el sol, se tomó unos momentos para contemplar el atardecer. Ya había dejado todo listo la noche anterior, por lo que sus preparativos se limitaban a montar su pequeña hoguera fuera de su tienda y prenderla en cuanto dieran la señal.
Una vez terminada y encendida la hoguera, Kyra se sentó a su lado, observando a la distancia a aquellos que una vez la vieron como parte de su familia. Ya tenía preparadas las hojas con aquellos malos recuerdos que deseaba olvidar con ayuda del fuego. A un lado tenía una improvisada bolsa, hecha con un simple pedazo de tela y un cordón, donde guardaba gran variedad de flores. Éstas provenían de diferentes lugares, por los cuales había pasado en su viajes desde Sacrestic hasta Dundarak, y desde el norte hasta Sandorai. A veces tomaba algunas flores que le llamaban la atención, como momentáneos recuerdos de las zonas que visitaba. En cuanto supo del Lithe de ese año, se le ocurrió que podría usar esas flores como ofrenda.
-Será una ofrenda de mi nuevo yo, para demostrar que no olvidé a mi antiguo yo...-
Luego de un rato, se puso de pie y empezó a preparar su cena. No llevaba puesta su capucha, pero procuraba usar su cabello para dejar visible únicamente su ojo verde.
Off: de momento, no interactúo con nadie, como buen antisocial que soy (?
Preparo mi hoguerita a la espera de que alguien se acerque (preferiblemente sin ganas de matarmecofcofnousiscofcof)
Optó por unas ropas en tonos verdes. No era el atuendo blanco acostumbrado, pero al menos pasaba como la vestimenta normal de un elfo que se encontraba de paso y no quería perderse el Lithe. La pelirroja creía que podría pasar desapercibida entre la multitud gracias a su aspecto, siempre y cuando no tuviera que pelear ni le pidieran sanar a alguien.
- atuendo:
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Ya que debía esperar a que anocheciera, Kyra pasó el día durmiendo en su tienda, algo oculta entre los árboles y apartada del lugar donde se llevaban a cabo los preparativos para la celebración.
-Nngghh... Este uno de los pocos cambios que me agradan al ser una vampiresa... Nadie me dice nada si duermo hasta tarde...- murmuraba, mientras se estiraba, en un intento de despertarse por completo.
Viendo que por fin se ocultaba el sol, se tomó unos momentos para contemplar el atardecer. Ya había dejado todo listo la noche anterior, por lo que sus preparativos se limitaban a montar su pequeña hoguera fuera de su tienda y prenderla en cuanto dieran la señal.
Una vez terminada y encendida la hoguera, Kyra se sentó a su lado, observando a la distancia a aquellos que una vez la vieron como parte de su familia. Ya tenía preparadas las hojas con aquellos malos recuerdos que deseaba olvidar con ayuda del fuego. A un lado tenía una improvisada bolsa, hecha con un simple pedazo de tela y un cordón, donde guardaba gran variedad de flores. Éstas provenían de diferentes lugares, por los cuales había pasado en su viajes desde Sacrestic hasta Dundarak, y desde el norte hasta Sandorai. A veces tomaba algunas flores que le llamaban la atención, como momentáneos recuerdos de las zonas que visitaba. En cuanto supo del Lithe de ese año, se le ocurrió que podría usar esas flores como ofrenda.
-Será una ofrenda de mi nuevo yo, para demostrar que no olvidé a mi antiguo yo...-
Luego de un rato, se puso de pie y empezó a preparar su cena. No llevaba puesta su capucha, pero procuraba usar su cabello para dejar visible únicamente su ojo verde.
Off: de momento, no interactúo con nadie, como buen antisocial que soy (?
Preparo mi hoguerita a la espera de que alguien se acerque (preferiblemente sin ganas de matarme
Kyravann Svartlys
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Tras lo sucedido, Aradia solía evitar pensar mucho en lo sucedido en el árbol Madre, y a veces lamentaba haber perdido ese fertilizante, no grato pero útil y por lo que había oído habría venido bien investigarlo a consciencia. Pero ya no había mucho por hacer. “Oh si si que hay o no?” la voz en su cabecita le hizo estremecer y uso toda su fuerza de voluntad para no sacar del estuche de madera y cadenas el bastón que inundaba sus pesadillas. Se arregló lo más posible, al parecer se haría la hoguera y desde lo pasado en la noche de los espectros seguía con fervor las tradiciones inculcadas y tras modelar algunos vestidos a Aion que los desaprobaba con una cabeza ladeada o un gesto indiferente al lado y luego hizo una serie de ruidos que le gusto interpretar como una aprobación le dio un abrazo* -Bueno sabes las reglas, no esconder a nadie no comer la comida de las ofrendas, y evitar que me embriague.
-Umu- respondió diligente quien se había vuelto básicamente su única compañía y aunque sonara cruel, el experimento vivo de que no era venenosa como ella pensaba, solo podía injertar al éter veneno, y a sus armas. Vaya cosa curiosa. La maldición de los nombres seguía y ahora estaba demasiado clara en ir a donde los brujos.- Bueno eso solo es algo entre tú y yo, no creo que nadie de la familia quiera acompañarme y seguramente, terminaría encerrada. No se o algo así, y ya con que me cayera el árbol Madre una vez tengo para sentirme aprisionada.
Volvió a suspirar y ajustando el equipaje en Aion fue hacía la playa donde ya caía el crepúsculo y las hogueras se hacían presentes, sonrió y no supo si alguien le reconocería, realmente tenía sentimientos encontrados “O sí que lo quieres” –NO- algunas miradas se posaron en ella que sonrió y Aoin en tosa su sapiencia mordía algo de una mesa de ofrendas. “Bendito seas” susurro y tomo la, ¡pera?- No no esto no .- Regaño falsamente a su amigo y siguieron hasta que reconoció a un trio muy solitario pero discutiendo como solo ellos podían, le sorprendía que nadie más estuviera por allá, pero recordando a sus hermanos en algún lago distante estarían. Entonces tratando de ser buena hija tomo impulso y salto la hoguera con demasiada gracia para la menor del clan y cayo con suavidad en la arena con las manos alzadas, -Aradia!- Grito su madre pero en vez de recibir un abrazo caluroso recibió algunas palmadas y pisotones en su falda y su padre se tapo la cara.- Que los dioses me..-
-Fue un buen salto, ¿olvidaste que traes vestido de nuevo?- Observo su tia hastíele que la abrazo, y luego su madre le abrazo de nuevo.- Zelas comento que tenías una maldición. ¿es eso cierto?
-Ha, bueno, unas cuantas, considerando que me cay el Árbol Madre encima.- Dijo moviendo la mano mientras hacia como que espantaba una mosca. Luego su padre no supo si gritarle, quedarse mudo, su hija como siempre era un enigma y ponía a todos de pestañas con sus aventuras. Solo esperaba muy en el fondo de su corazón que estuviera contando alguna aventura imaginaria.-¿Por cierto dijeron Zelas?
-Hazel- Corto su padre como si escupiera el nombre.- Esta con su característico humor alla en algún lado vestido de negro. Seguro el cambio le hizo daltónico y olvido que en la celebración se viene de blanco.
Entonces su tía comenzó una discusión y Aoin comía alegremente un tazón de uvas mientras el par discutia y su madre se sujetaba la sien. Aradia le hizo señas de que los vigilara y partió hasta la figura negra.- Asi que ¿Hazel? ¿Cómo te teñiste el pelo? Ese truco me funciona…- Ella se había acercado por detrás, era algo más ancho de espaldas, cabello muy fino pero alborotado y claro, pero conforme se acercó noto que no era su hermano, y estaba por regresar a con su padre a darle una riña porque, ya tenía bastante con que sus hermanos le jugaran bromas como para que él le mandara a hablar con desconocidos.
Interaccion con Hazel
- vESTIDO:
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-Umu- respondió diligente quien se había vuelto básicamente su única compañía y aunque sonara cruel, el experimento vivo de que no era venenosa como ella pensaba, solo podía injertar al éter veneno, y a sus armas. Vaya cosa curiosa. La maldición de los nombres seguía y ahora estaba demasiado clara en ir a donde los brujos.- Bueno eso solo es algo entre tú y yo, no creo que nadie de la familia quiera acompañarme y seguramente, terminaría encerrada. No se o algo así, y ya con que me cayera el árbol Madre una vez tengo para sentirme aprisionada.
Volvió a suspirar y ajustando el equipaje en Aion fue hacía la playa donde ya caía el crepúsculo y las hogueras se hacían presentes, sonrió y no supo si alguien le reconocería, realmente tenía sentimientos encontrados “O sí que lo quieres” –NO- algunas miradas se posaron en ella que sonrió y Aoin en tosa su sapiencia mordía algo de una mesa de ofrendas. “Bendito seas” susurro y tomo la, ¡pera?- No no esto no .- Regaño falsamente a su amigo y siguieron hasta que reconoció a un trio muy solitario pero discutiendo como solo ellos podían, le sorprendía que nadie más estuviera por allá, pero recordando a sus hermanos en algún lago distante estarían. Entonces tratando de ser buena hija tomo impulso y salto la hoguera con demasiada gracia para la menor del clan y cayo con suavidad en la arena con las manos alzadas, -Aradia!- Grito su madre pero en vez de recibir un abrazo caluroso recibió algunas palmadas y pisotones en su falda y su padre se tapo la cara.- Que los dioses me..-
-Fue un buen salto, ¿olvidaste que traes vestido de nuevo?- Observo su tia hastíele que la abrazo, y luego su madre le abrazo de nuevo.- Zelas comento que tenías una maldición. ¿es eso cierto?
-Ha, bueno, unas cuantas, considerando que me cay el Árbol Madre encima.- Dijo moviendo la mano mientras hacia como que espantaba una mosca. Luego su padre no supo si gritarle, quedarse mudo, su hija como siempre era un enigma y ponía a todos de pestañas con sus aventuras. Solo esperaba muy en el fondo de su corazón que estuviera contando alguna aventura imaginaria.-¿Por cierto dijeron Zelas?
-Hazel- Corto su padre como si escupiera el nombre.- Esta con su característico humor alla en algún lado vestido de negro. Seguro el cambio le hizo daltónico y olvido que en la celebración se viene de blanco.
Entonces su tía comenzó una discusión y Aoin comía alegremente un tazón de uvas mientras el par discutia y su madre se sujetaba la sien. Aradia le hizo señas de que los vigilara y partió hasta la figura negra.- Asi que ¿Hazel? ¿Cómo te teñiste el pelo? Ese truco me funciona…- Ella se había acercado por detrás, era algo más ancho de espaldas, cabello muy fino pero alborotado y claro, pero conforme se acercó noto que no era su hermano, y estaba por regresar a con su padre a darle una riña porque, ya tenía bastante con que sus hermanos le jugaran bromas como para que él le mandara a hablar con desconocidos.
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Aradia Hazelmere
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
La comitiva de Ulmer había salido días atrás hacia la playa de los ancestros, Lithe era una festividad que se había expandido por todo el continente, incluso en Ulmer ardían aquella noche grandes piras de madera en la playa del fiordo, pero aquella vez era diferente. Era por el bien de la paz entre las razas. Comitivas de todas las capitales habían salido ante la llamada de los elfos. Con tan poca antelación no muchos podrían permitirse llegar hasta allí a tiempo, pero Nana, junto a los lobos de Ulmer habían decidido cruzar la gran arboleda, siendo ajenos a los caminos, en su forma de lobo. Rose y aquellos que preferían viajar cómodamente en caravana, habían elegido la opción lenta con su propia madera y ofrendas para los dioses un día antes.
-Las setas, Rose, que no se te olviden las setas. -Le recordaba Hera antes de partir.
-Calla, esa tradición de orejas picudas... Menuda ofensa para los ancestros. -Respondió con desdén la bruja pelirroja antes de partir.
Antes de partir aquella misma tarde en la que Rose ya había iniciado su largo camino hacia los límites de Sandorai, la loba se paseó por la playa de Ulmer, grandes piras de madera se empezaban a construir con la madera de barcos viejos, se espaciaban por toda la playa. Un escalofrío le recorrió la nuca, le recordó a la pandemia, a tantos cuyos cuerpos habían sido consumidos por las llamas en piras como aquellas. Por un momento, se acordó de todos aquellos que ya no estaban, con todas sus fuerzas intentó no recordar aquel nombre que se le venía a la cabeza en momentos como aquel. Brendarid, ¿Estaría vivo? ¿Habría sido consumido por el mal de Aerandir? Debía de dejarse de hacer esas preguntas, pues los muertos, muertos están, así como los vivos que ya no están, y que no quieren volver. Se le encogió el alma.
Tenían que ayudar a los elfos en un momento como aquel, después de la guerra como la de Sandorai en la que se había perdido tanto, conocía muy bien ese dolor.
La comitiva se agolpaba a las afueras del poblado, buscando la única sombra tras las empalizadas, aquellos que habían decidido partir con ellos, la mayoría lobos jóvenes que habían escuchado hablar de la belleza de los autóctonos de Sandorai, parecían ansiosos por salir. Alec interceptó los pasos de la loba antes de cruzar la gran puerta de madera de Ulmer.
-Vaya Alec, sí que tienes prisa por librarte de tu mujer y de tus hijos. -Bromeó la loba con una amplia sonrisa, y le dio un amistoso golpe en el hombro.
-No lo sabes tú bien. -Rio el compañero con aquella inmaculada sonrisa que le definía.
Nana había dejado a cargo de la aldea y los preparativos de Lithe a Hera, una mujer tan joven como capaz, amiga de toda la vida y confidente. En un primer momento iba a ser Rose quien se encargaría de tal hazaña, pero acontecimientos recientes habían favorecido que la bruja pelirroja quisiera vigilar de cerca a su amiga, por miedo a que se desviase de nuevo de su camino.
-¡Partimos! -Gritó el rubio echando a correr hacia el bosque, retando a aquellos ansiosos lobos a seguirle.
Metros más allá, antes de perderse en la espesura de los árboles, se transformó en un gran lobo gris. Todos echaron a correr imitando su transformación, algunas más torpes que otras. La líder se mantuvo unos metros atrás, contemplando con una amplia sonrisa el espectáculo, y echó a correr la última, controlando a la manada.
Llegaron incluso antes que las caravanas, habían hecho noche en la gran arboleda central, colindando con los reinos del sur, donde los mayores contaban historias sobre el Lithe de los elfos, sobre todos los tipos de hidromiel que habría, la música, las danzas, las famosas setas de los elfos. Madre mía cómo estaba la gente de loca por probar aquellos hongos alucinógenos que crecían en Sandorai y en los bosques del Este, pero que no muchos sabían localizar. Por suerte la comitiva de Ulmer tenía a Rose, que había visto tanto mundo que sabía perfectamente como cultivarlas. La insistencia de Alec acerca de estas había obligado a la bruja pelirroja a hacer acopio de ellas apelando a que aquellas eran mucho mejores que las de los elfos.
Esperaron pacientemente en la playa, los elfos ya empezaban a construir su gran pira de madera cuando ellos llegaron, la mayoría chapoteaba y jugueteaba en el agua, mientras Nana y Alec mantenían su posición sentados sobre sus patas traseras, sin quitarle el ojo a los más jóvenes. Casi caía el sol por el horizonte cuando la caravana de Rose llegó, con la leña y con ropa que se apresuró a repartir entre todos.
-No rechistes. -Advirtió a su amiga antes de sacar de la carreta el vestido que ella misma había confeccionado para la loba.
Rose iba especialmente recargada de joyas aquella noche, la ostentación no era su mejor virtud, pero tenía otras para compensar. La loba puso los ojos en blanco al escuchar a su amiga y arqueó una ceja.
-Solo pido que no sea tan feo como el tuyo. -Bromeó para sacarla de quicio, pero no funcionó.
-No te quejes, que al menos no es blanco. -Respondió a su ataque con cierto retintín.
Rose sacó aquel vestido azul celeste del carromato, sabía perfectamente que Nana odiaba el blanco y no iba a torturar de aquella manera a su amiga. A regañadientes, la loba se puso aquel vestido con la ayuda de la pelirroja. Era más cómodo de lo que esperaba a decir verdad. Nada de corpiños ni corsés que le impedían respirar, aquel era un vestido amplio y suelto, adornado con motivos vegetales. La loba suspiró aliviada.
Pronto comenzaron a prender las hogueras, y la de Ulmer no fue menos. Los jóvenes aullaron junto a la hoguera, como si en su forma de lobo estuviesen, y comenzaron a bailar al son de la música tribal élfica. Nana los miraba desde la orilla. Una mano la tomó del brazo y la arrastró hacia su gente.
-Tienes que probar las setas de Rose, pf... Muchísimo mejor que las élficas, ya lo creo. -Le susurró su amigo al oído.
Nana reparó en las pupilas de su compañero, tan grandes como un gato acechante, y se echó a reír. Una ligera punzada se le clavó en el pecho, el instinto a flor de piel le avisaba de algo. Demasiada gente y demasiado ruido para los sentidos de un licántropo, quiso pensar, y tomó una gran jarra de cerveza con ambas manos de la mesa de los comensales de Ulmer.
-¡Bebe, bebe, bebe! -Rose había iniciado aquel cántico que pronto se volvió al unísono en la mesa donde algunos habían parado las danzas para comer y beber.
La mirada desafiante de la loba se clavó en su amiga pelirroja, que aceptó el reto. Rose se llenó su propia jarra de cerveza y se puso en pie junto a su amiga y entrelazando los brazos donde sostenían las jarras, comenzaron a beber de un trago aquella cerveza tostada.
-¡Bebe, bebe, bebe, bebe, ebebe, ebeb! -Alec aplaudía y gritaba a un ritmo totalmente diferente a la de los comensales, riendo desquiciadamente.
Ambas acabaron a la vez, y los vítores y golpes en la mesa se hicieron notar. Nana y Rose, como si de artistas de teatro se tratasen, se cogieron las manos y alzaron sus jarras, agachándose ligeramente para saludar a su público, quienes complacidos empezaron a golpear la mesa causando un gran revuelo.
-Toma, anda. -Rose metió la mano en el estratégico bolsillo de su vestido, oculto entre tanta capa de ropa, un pequeño hongo y lo dejó sobre la mano de Nana casi a escondidas.
Hoy Rose no parecía ser la voz de su conciencia, más bien al revés. La bruja rio entre dientes con malicia y se dio la vuelta para volver a la mesa. La loba, algo mareada por el alcohol recién ingerido, dudó si aquello era una prueba de su amiga, o quizá una broma, dándole un champiñón como si fuese la misma droga alucinógena que le había surtido a su compañero. Sin decir palabra alguna se sirvió una jarra de cerveza y se alejó de la mesa, de nuevo junto a la hoguera analizó una a una los fuegos que ardían más próximos. No mucho más allá, ardía grandilocuente la hoguera más grande de Lithe jamás vista. Los elfos bailaban frenéticos a sus pies. Guardó en el pequeño zurrón de su cinto el hongo y le dio un largo trago a la cerveza, dejándose llevar por la música, comenzó a bailar junto a los demás bajo el fuego de su hoguera.
___________
No hay interacción con nadie pero todos sois bienvenidos a la hoguera de Ulmer. Rose tiene setas mejores que las de los elfos, la podéis sobornar con vino, ahí lo dejo.
-Las setas, Rose, que no se te olviden las setas. -Le recordaba Hera antes de partir.
-Calla, esa tradición de orejas picudas... Menuda ofensa para los ancestros. -Respondió con desdén la bruja pelirroja antes de partir.
Antes de partir aquella misma tarde en la que Rose ya había iniciado su largo camino hacia los límites de Sandorai, la loba se paseó por la playa de Ulmer, grandes piras de madera se empezaban a construir con la madera de barcos viejos, se espaciaban por toda la playa. Un escalofrío le recorrió la nuca, le recordó a la pandemia, a tantos cuyos cuerpos habían sido consumidos por las llamas en piras como aquellas. Por un momento, se acordó de todos aquellos que ya no estaban, con todas sus fuerzas intentó no recordar aquel nombre que se le venía a la cabeza en momentos como aquel. Brendarid, ¿Estaría vivo? ¿Habría sido consumido por el mal de Aerandir? Debía de dejarse de hacer esas preguntas, pues los muertos, muertos están, así como los vivos que ya no están, y que no quieren volver. Se le encogió el alma.
Tenían que ayudar a los elfos en un momento como aquel, después de la guerra como la de Sandorai en la que se había perdido tanto, conocía muy bien ese dolor.
La comitiva se agolpaba a las afueras del poblado, buscando la única sombra tras las empalizadas, aquellos que habían decidido partir con ellos, la mayoría lobos jóvenes que habían escuchado hablar de la belleza de los autóctonos de Sandorai, parecían ansiosos por salir. Alec interceptó los pasos de la loba antes de cruzar la gran puerta de madera de Ulmer.
-Vaya Alec, sí que tienes prisa por librarte de tu mujer y de tus hijos. -Bromeó la loba con una amplia sonrisa, y le dio un amistoso golpe en el hombro.
-No lo sabes tú bien. -Rio el compañero con aquella inmaculada sonrisa que le definía.
Nana había dejado a cargo de la aldea y los preparativos de Lithe a Hera, una mujer tan joven como capaz, amiga de toda la vida y confidente. En un primer momento iba a ser Rose quien se encargaría de tal hazaña, pero acontecimientos recientes habían favorecido que la bruja pelirroja quisiera vigilar de cerca a su amiga, por miedo a que se desviase de nuevo de su camino.
-¡Partimos! -Gritó el rubio echando a correr hacia el bosque, retando a aquellos ansiosos lobos a seguirle.
Metros más allá, antes de perderse en la espesura de los árboles, se transformó en un gran lobo gris. Todos echaron a correr imitando su transformación, algunas más torpes que otras. La líder se mantuvo unos metros atrás, contemplando con una amplia sonrisa el espectáculo, y echó a correr la última, controlando a la manada.
Llegaron incluso antes que las caravanas, habían hecho noche en la gran arboleda central, colindando con los reinos del sur, donde los mayores contaban historias sobre el Lithe de los elfos, sobre todos los tipos de hidromiel que habría, la música, las danzas, las famosas setas de los elfos. Madre mía cómo estaba la gente de loca por probar aquellos hongos alucinógenos que crecían en Sandorai y en los bosques del Este, pero que no muchos sabían localizar. Por suerte la comitiva de Ulmer tenía a Rose, que había visto tanto mundo que sabía perfectamente como cultivarlas. La insistencia de Alec acerca de estas había obligado a la bruja pelirroja a hacer acopio de ellas apelando a que aquellas eran mucho mejores que las de los elfos.
Esperaron pacientemente en la playa, los elfos ya empezaban a construir su gran pira de madera cuando ellos llegaron, la mayoría chapoteaba y jugueteaba en el agua, mientras Nana y Alec mantenían su posición sentados sobre sus patas traseras, sin quitarle el ojo a los más jóvenes. Casi caía el sol por el horizonte cuando la caravana de Rose llegó, con la leña y con ropa que se apresuró a repartir entre todos.
-No rechistes. -Advirtió a su amiga antes de sacar de la carreta el vestido que ella misma había confeccionado para la loba.
Rose iba especialmente recargada de joyas aquella noche, la ostentación no era su mejor virtud, pero tenía otras para compensar. La loba puso los ojos en blanco al escuchar a su amiga y arqueó una ceja.
-Solo pido que no sea tan feo como el tuyo. -Bromeó para sacarla de quicio, pero no funcionó.
-No te quejes, que al menos no es blanco. -Respondió a su ataque con cierto retintín.
Rose sacó aquel vestido azul celeste del carromato, sabía perfectamente que Nana odiaba el blanco y no iba a torturar de aquella manera a su amiga. A regañadientes, la loba se puso aquel vestido con la ayuda de la pelirroja. Era más cómodo de lo que esperaba a decir verdad. Nada de corpiños ni corsés que le impedían respirar, aquel era un vestido amplio y suelto, adornado con motivos vegetales. La loba suspiró aliviada.
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Pronto comenzaron a prender las hogueras, y la de Ulmer no fue menos. Los jóvenes aullaron junto a la hoguera, como si en su forma de lobo estuviesen, y comenzaron a bailar al son de la música tribal élfica. Nana los miraba desde la orilla. Una mano la tomó del brazo y la arrastró hacia su gente.
-Tienes que probar las setas de Rose, pf... Muchísimo mejor que las élficas, ya lo creo. -Le susurró su amigo al oído.
Nana reparó en las pupilas de su compañero, tan grandes como un gato acechante, y se echó a reír. Una ligera punzada se le clavó en el pecho, el instinto a flor de piel le avisaba de algo. Demasiada gente y demasiado ruido para los sentidos de un licántropo, quiso pensar, y tomó una gran jarra de cerveza con ambas manos de la mesa de los comensales de Ulmer.
-¡Bebe, bebe, bebe! -Rose había iniciado aquel cántico que pronto se volvió al unísono en la mesa donde algunos habían parado las danzas para comer y beber.
La mirada desafiante de la loba se clavó en su amiga pelirroja, que aceptó el reto. Rose se llenó su propia jarra de cerveza y se puso en pie junto a su amiga y entrelazando los brazos donde sostenían las jarras, comenzaron a beber de un trago aquella cerveza tostada.
-¡Bebe, bebe, bebe, bebe, ebebe, ebeb! -Alec aplaudía y gritaba a un ritmo totalmente diferente a la de los comensales, riendo desquiciadamente.
Ambas acabaron a la vez, y los vítores y golpes en la mesa se hicieron notar. Nana y Rose, como si de artistas de teatro se tratasen, se cogieron las manos y alzaron sus jarras, agachándose ligeramente para saludar a su público, quienes complacidos empezaron a golpear la mesa causando un gran revuelo.
-Toma, anda. -Rose metió la mano en el estratégico bolsillo de su vestido, oculto entre tanta capa de ropa, un pequeño hongo y lo dejó sobre la mano de Nana casi a escondidas.
Hoy Rose no parecía ser la voz de su conciencia, más bien al revés. La bruja rio entre dientes con malicia y se dio la vuelta para volver a la mesa. La loba, algo mareada por el alcohol recién ingerido, dudó si aquello era una prueba de su amiga, o quizá una broma, dándole un champiñón como si fuese la misma droga alucinógena que le había surtido a su compañero. Sin decir palabra alguna se sirvió una jarra de cerveza y se alejó de la mesa, de nuevo junto a la hoguera analizó una a una los fuegos que ardían más próximos. No mucho más allá, ardía grandilocuente la hoguera más grande de Lithe jamás vista. Los elfos bailaban frenéticos a sus pies. Guardó en el pequeño zurrón de su cinto el hongo y le dio un largo trago a la cerveza, dejándose llevar por la música, comenzó a bailar junto a los demás bajo el fuego de su hoguera.
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Lithe, una curiosa festividad con un reclamo tan poderoso que no eran pocas las razas que acudían a ella, unidas con el fin de liberar las tensiones y emociones negativas para dar paso a unas nuevas bien avenidas, o eso entendió Rel. En su camino constante al Sur, la discípulo oyó por primera vez este evento de en boca de otros aventureros con los que camino casual compartió, indicando a la joven la ubicuidad en la región de Sandorai, en la Playa de los Ancestros para ser precisos donde tendría lugar. Sería grato estar presente y ser partícipe, al menos eso pensó la mujer cuando, a las personas que preguntaba, le afirmaron que sería el mayor acontecimiento de todo el año, con cientos de fogatas cerca de la playa y puestos variados en los cuales preparaban todo tipo de alimentos en honor a la celebración del Solsticio de verano, todo en torno a una gran pira que oficiaría el inicio de muchas otras más pequeñas que familiares y amigos prenderían.
Lo cierto es que jamás había pisado dicho territorio pero sí era conocedora del mismo reino gentil y la historia pasada que envolvía a sus gentes, al menos la que leyó en el Santuario de los Odæi, nada que ver con lo que sus ojos podrían admirar actualmente y ser ella misma quien tomase un primer contacto, aunque el primero de los gentiles a quien tuvo la ocasión de conocer fue a Destino, no en las mejores circunstancias pero sí fue una experiencia interesante. ¿Por qué no acudir cuando todo el mundo era bien recibido y con los brazos abiertos? Además, para qué mentir, Rel mostró bastante entusiasmo una vez que supo de Lithe, al menos la parte superficial por lo que no se llevó consigo ofrenda alguna, vestido apropiado o similar, simple y llanamente se presentó con su habitual túnica ceremonial y lo que pudo llevar consigo durante este largo viaje a pie, uno muy apretado pues casi su demora se extendió cuando el astro rey estuvo a punto de ocultarse en el mar.
- Que... Grandioso. - Musitó para sí al ser la primera vez que lo contemplaba casi con la boca abierta, los tenues rayos del sol ya poco se acentuaban, recreando una serie de amarillentos y naranjados tonos que se añadían a la paleta de colores fríos, devorando a estos como último resquicio del atardecer. Las aguas tranquilas llevaban consigo pocos movimientos que iban y venían en un vaivén constante, humedeciendo las rocas y la arena que la orilla disponía para tras ello retraerse, algo hipnótico que dejó casi ensimismada a la mujer, pero el bullicio de la festividad y preparativos eran otro elemento destacado al cual mostrar atención. Había tenderetes coloridos, caravanas apostadas con sus respectivos farolillos, sombras danzantes al rededor de las piras, música jovial dando ambiente y centenares de voces alegres recreando una algarabía muy agradable y contagiosa que hizo a la mujer dragón esbozar una gran sonrisa.
- Ey ¿Recién llegada? - Una vocecilla aguda se pronunció cerca del Ensoñador, destacado al menos de entre todo el gentío tras sus espaldas, Rel se giró y pudo ver a una Elfa un tanto más baja que ella a la que tuvo que inclinar un poco su mentón para dirigirse a ella y disponer de un solemne cabeceo como saludo. La joven gentil vestía con unos sencillos ropajes con transparencias, un vestido engalado con ramificaciones simulando el surco de la naturaleza confeccionado, destacando sus colores vívidos en tonos verdes degradados. Una obra de arte que ensalzaba la belleza de la mujer como a muchas otras que había podido alcanzar a ver.
- Así es estimada, vaya, estoy abrumada por vuestro día, mi corazón se sacude con fuerza y no puede detenerse. - Confesó sincera apoyando una garra sobre su pecho y lo cierto es que así era, la sosegada sacerdotisa siempre había actuado siempre bajo el autocontrol establecido pero aquella música, las palmas, tambores al son del frenético baile...
- Parecéis una estatua, necesitáis moveros, venid, venid, uniros ¡Nadie debería quedar sólo y tan perdido! - Su sorpresa fue creciente cuando la gentil tironeaba una de sus garras, aquella que no sostenía su báculo de ébano, con intención insistente para que le acompañara con total confianza hacia uno de los pequeños carromatos reunidos, obviamente el suyo donde varios Elfos e incluso Humanos estaban sentados cerca de su propia pira de fuego, aunque otros se dedicaban a beber y a bailar como cabía esperar, todos reían despreocupados y alzaron sus jarras al regreso de su conocida con un creciente y sonoro "¡Made!" y varias carcajadas. Dioses tantos ojos y tanto ruido... No estaba acostumbrada.
- ¡He traído a alguien más con nosotros! - Vociferó aquella nombrada como Made, presentando al Ensoñador frente al resto de congregados, quienes extrañamente no parecieron sorprenderse por su aspecto o no hicieron alusión a ello, eso encaminó el ánimo de Rel a una mayor confianza y alivio, sintiéndose incluso como una más de aquel variopinto grupo a quienes se presentó y unió. Todo parecía desencadenarse rápidamente y pudo jurar que cada vez eran más y más, entendiendo por lo que pudo observar que Made se dedicaba a ir de un lado a otro en busca de gente solitaria para actuar como salvavidas e incluso visitaba a otras piras familiares o grupos afines para unirse a ellos, ofreciendo un surtido de galletas que portaba en una pequeña cesta adornada con florecillas, una chica particular.
La noche transcurría y parecía eterna, por los Antiguos ¿Qué había estado bebiendo? Ni lo sabía, pero terminó por importarle poco cuando la figura de Rel, quien siempre se apreciaba curvada y cohibida sosteniéndose gracias a su báculo, ahora se encontraba erguida en toda su altura y bailando, o al menos intentando imitar cómo, junto a sus recién conocidos y por increíble que parezca, con una soltura y agilidad digna para ser su primera vez. Su túnica seguía el ritmo de la sacerdotisa mas hacía horas que su capucha había descendido dejando al descubierto sus estigmas junto a sus largos cabellos ondulantes ¿A alguien le importaba? Desde luego que no y menos a ella que estaba disfrutando de dicho evento desplegando una emoción tan intensa y diversión que jamás había experimentado.
- M-Made... Estimada Made, necesitamos esas galletas hay... Hmm... Una chica sola. - Comentó Rel casi en un leve estado ebrio, apoyando su diestra en el hombro de la muchacha con aire cansino para sostener en ella todo su peso mientras que con la otra señalaba descaradamente a la mencionada, una mujer con un cabello pelirrojo enmarcando su rostro o al menos parcialmente, ya que ocultaba uno de sus ojos. El verde de sus prendas hacía juego con su pelo sin duda, jugando así con unos colores opuestos, apropiado para la celebración pero no fue eso lo que destacó en su atención sino en aquel semblante o en lo aislada que se encontraba. ¿El Lithe no era una celebración para avivar el ánimo? Ahí sólo podía observar a una mujer melancólica y solitaria quien estaba preparando algo para la cena.
- Cierto... Ten, llévaselas tú. - Comentó divertida con una pocisión algo inclinada, ofreciendo la cesta de mimbre con las restantes galletas en su fondo, a penas quedaban ya una docena de ellas, seguramente sus conocidos y Made habían hecho el esfuerzo por hacerlas hasta rebosar la misma. Rel dudó descendiendo sus ojos en el contenedor y a continuación a la mujer Elfa quien aún extendía sus brazos sosteniendo la cesta y agitaba para incitar a la semi dragón a cogerla.
- Venga, invítala a venir o al menos que no se sienta tan sola. - Uno más siempre era bienvenido, un acto bastante tierno por parte de Made y que finalmente la discípulo se encargaría de llevar a cabo tal como hicieron con ella. Asintió a la gentil aceptando de buen grado la pequeña cestilla, agarrando esta con torpeza por su asa principal creando un leve crujir al ejercer un poco de fuerza con ambas garras. Ya se las había arreglado para colgar su báculo tras sus espaldas, nunca había necesitado soporte alguno, pero era una costumbre ya aceptada por el tiempo transcurrido.
- Así lo haré Made, sois de un corazón nob-... - Se interrumpió cuando la Elfa tuvo que ponerse de puntillas y muy a duras penas logró colocarle entre sus mechones castaños una pequeña flor blanca, motivo decorativo que muchas mujeres lucían y que ahora pudo hacerlo ella. Negó sin remedio al ver las acciones altruistas, antes de que la joven se alejase dando media vuelta a su propia pira, chicas como aquella era el reflejo innato de los propios dioses, almas caminantes y puras que hacen de este mundo algo mejor. El Lithe no sería ignorado por los Antiguos, de ello estaba segura y procuraría aportar al mismo todo para que este continuara brillando con la misma intensidad.
- Ehm... Bienhallada, quiero decir... ¡Feliz Lithe estimada! Os veo un poco sola y había pensado que quizás vos... Bueno, quisierais algo para comer, aunque ya estáis cocinando, pero algo dulce ¿Veis? Unas galletas, mi persona no las hizo pero son de aquellos gentiles de ahí, si gustáis sois bienvenida con nosotros. - La bebida a su impecable oratoria hacía estragos, provocando que Rel adquiriera un nerviosismo creciente intentando evitar por todos los medios un traspiés verbal inevitable una vez que decidió acercarse a la mujer, mostrando el interior de la cesta y sus galletas como ofrecimiento amistoso.
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Off: Interactúo con Kyra ^^
El Ensoñador
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
- Así que ¿Hazel? ¿Cómo te teñiste el pelo? Ese truco me funciona…-
-No te lo recomiendo, hay que desaparecer de la existencia, combatir a un ente antiguo, morir pero sobrevivir, es una cosa muy larga de explicar, deberías leer el mastereado(?) -
Señalo el no-elfo al momento que se sentaba para ver a su hermanita, había pasado mucho tiempo, habían cambiado muchas cosas y de alguna forma, ellos 2 seguían siendo las ovejas negras de la familia, noto el vestido de Aradia y vio como todos estaban vestidos de blanco menos él "jaja ahora entiendo porque el Áramil estaba tan encabronado" se dijo a si mismo riendo.
-Vamos ven a sentarte al lado de tu hermano o a caso soy demasiado rubio para ti(?)- dijo bromeando justo entonces Aion llego con una canasta que había robado de alguna parte, luego de dejársela a un lado le demando cariño y Hazelas se lo dio, -Tú si que aprendiste bien Aion, ¿Quién te habrá enseñado a ser el ladrón perfecto?, te ves bastante grande, eso es bueno- comento mientras acariciaba al animal, que lo reconociera a pesar de haber cambiado se sentía bien, bueno eso del cambio era relativo, algunos le reconocían al instante, otros por suerte ni se daban cuenta de quien era en realidad.
Sus ojos se ajustaron automáticamente para ver mejor su entorno cuando vio un rostro familiar caminando por la playa, hizo un gesto de saludo y le invito a unirse a su lado también, al momento que sacaba algo de la canasta que Aion había robado y se lo llevaba a la boca sin ver si quiera que era.
OFF: Interactuó con Aradia y invito a Ingela al grupo.
-No te lo recomiendo, hay que desaparecer de la existencia, combatir a un ente antiguo, morir pero sobrevivir, es una cosa muy larga de explicar, deberías leer el mastereado(?) -
Señalo el no-elfo al momento que se sentaba para ver a su hermanita, había pasado mucho tiempo, habían cambiado muchas cosas y de alguna forma, ellos 2 seguían siendo las ovejas negras de la familia, noto el vestido de Aradia y vio como todos estaban vestidos de blanco menos él "jaja ahora entiendo porque el Áramil estaba tan encabronado" se dijo a si mismo riendo.
-Vamos ven a sentarte al lado de tu hermano o a caso soy demasiado rubio para ti(?)- dijo bromeando justo entonces Aion llego con una canasta que había robado de alguna parte, luego de dejársela a un lado le demando cariño y Hazelas se lo dio, -Tú si que aprendiste bien Aion, ¿Quién te habrá enseñado a ser el ladrón perfecto?, te ves bastante grande, eso es bueno- comento mientras acariciaba al animal, que lo reconociera a pesar de haber cambiado se sentía bien, bueno eso del cambio era relativo, algunos le reconocían al instante, otros por suerte ni se daban cuenta de quien era en realidad.
Sus ojos se ajustaron automáticamente para ver mejor su entorno cuando vio un rostro familiar caminando por la playa, hizo un gesto de saludo y le invito a unirse a su lado también, al momento que sacaba algo de la canasta que Aion había robado y se lo llevaba a la boca sin ver si quiera que era.
OFF: Interactuó con Aradia y invito a Ingela al grupo.
Zelas Hazelmere
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
El clima estaba cambiando, y uno de los lugares más bonitos para disfrutar esta época era Sandorai, o al menos eso decían. Quería comprobarlo y aprovechar que por estas fechas los elfos hacían la famosa celebración al Árbol Madre.
Fue un viaje largo, pero valdría la pena.
Ya en los alrededores de Sandorai la gente hablaba del evento y lo mucho que le hacía falta a la comunidad este tipo de actividades; además escuché que habría mucha música.
Alegre por todas las cosas hermosas que había escuchado sobre la celebración compré flores para hacerme una corona y hacerle una a mi caballero andante.
Llegó el día. Llegué cabalgando sobre mi hermoso aion y al divisar las distintas hogueras me bajé con cuidado de no dañar mi vestido azul.
La música estaba muy alegre y no pude evitar mover mi cuerpo al ritmo y fastidiar a Pelusita para que bailara conmigo.
...
-Vente… vamos a ver qué cosas interesantes hay- le dije a mi compañero.
Paseamos de un lado a otro y me encontré a la chica dragona (Ingela) -Estás súper hermosa- le dije con una enorme sonrisa y Pelusa también la saludo. Luego seguimos paseando y a mí se me ocurrió acercarme a la orilla un momento, y al voltearme estaba mi bebé fastidiando a uno de los invitados (Nousis) tratando de lamerle las orejas.
-¡Bebé! Compórtate- salí corriendo a donde estaba el chico y mi aion.
-Disculpe- hice una breve reverencia y obligue a mi aion a que también lo hiciera, para luego aprovechar y quitarle la corona de flores y ofrecerla al elfo como disculpa.
Fue un viaje largo, pero valdría la pena.
Ya en los alrededores de Sandorai la gente hablaba del evento y lo mucho que le hacía falta a la comunidad este tipo de actividades; además escuché que habría mucha música.
Alegre por todas las cosas hermosas que había escuchado sobre la celebración compré flores para hacerme una corona y hacerle una a mi caballero andante.
Llegó el día. Llegué cabalgando sobre mi hermoso aion y al divisar las distintas hogueras me bajé con cuidado de no dañar mi vestido azul.
La música estaba muy alegre y no pude evitar mover mi cuerpo al ritmo y fastidiar a Pelusita para que bailara conmigo.
...
-Vente… vamos a ver qué cosas interesantes hay- le dije a mi compañero.
Paseamos de un lado a otro y me encontré a la chica dragona (Ingela) -Estás súper hermosa- le dije con una enorme sonrisa y Pelusa también la saludo. Luego seguimos paseando y a mí se me ocurrió acercarme a la orilla un momento, y al voltearme estaba mi bebé fastidiando a uno de los invitados (Nousis) tratando de lamerle las orejas.
-¡Bebé! Compórtate- salí corriendo a donde estaba el chico y mi aion.
-Disculpe- hice una breve reverencia y obligue a mi aion a que también lo hiciera, para luego aprovechar y quitarle la corona de flores y ofrecerla al elfo como disculpa.
- Música:
- Maguita:
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- Pelusa - Mi aion - Mi caballero andante:
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- Corona que le entrego a Nousis:
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Off:
Cumplido rápido a Ingela
Pelusa se quiere comer las orejas de Nousis y me disculpo
Magazubi
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Había llegado al atardecer, cruzando las tierras de Sandorai. Cualquiera diría que después de su último encuentro con Tarek en Mittenwald, lo último que ella deseaba era cruzarse con más elfos. Pero mientras que el ojos verdes le traía malos recuerdos y unas ansias asesinas desconocidas para ella, el recuerdo de otros, grises, le removían algo diferente en el corazón. ¿Estaría él allí? Había avanzando observando a más elfos de los que había visto nunca en la vida, pero por ninguna parte lo había visto a él.
O a ella.
Porque claro estaba que no había olvidado todavía el delicado calor que transmitían los suaves labios de Aylizz. Ni uno ni otra en su avance por el festival. Nunca se había acercado a la celebración de Lithe, si bien su fama era bien conocida por la zona de Verisar. Su hogar. A donde quería volver con fervor dejando de una vez sus estúpidos intentos de investigación a un lado. Cultivar, fabricas jabones y disfrutar de la vida mientras pudiera. Ese era su fantástico plan desde ya hasta que la muerte la encontrase.
Se había movido con curiosidad por los puestos, gastando un poco aquí y allá el dinero que había obtenido en el último trabajo. Pocas jornadas quedaban para llegar a su aldea desde allí, no tenía nada de malo derrochar un poquito y pasarlo bien. Cuando las voces de las cientos de personas que había allí bajaron, supo que algo importante estaba a punto de suceder. La madre de todas las hogueras, una auténtica montaña de madera colocada en medio de la playa fue rodeada por elfos que, de forma ceremonial acercaron el fuego a ella. Prendió con rapidez, llenando la sombra del atardecer con su dorado color.
Iori se quedó muy quieta, observando a aquellas criaturas, comparándolas sin ser consciente con los elfos con los que había tratado. Había algo en toda la ceremonia con la que se movían, que hizo que la humana se sintiese súbitamente abrumada. Tardó en moverse, apartando finalmente los ojos de aquel elfo que parecía ser el de mayor edad entre todos. ¿Cuántos años tendría?
Sacudió la cabeza y caminó con tranquilidad ahora observando los núcleos familiares con sus propias hogueras. Ella no tenía nadie con quien encender una, pero no le importaba especialmente. Había vivido toda su vida sabiendo que aquello era para los demás, no para ella. Sonrió al escuchar la conversación de aquella niña con sus padres. ¿La flor del helecho? Dudaba que realmente se encontrasen ejemplares como aquel en esa zona de Sandorai. Pero, había tantas cosas que Iori desconocía...
Se detuvo de golpe delante de uno de los puestos de galletas mientras observaba el anillo brillando en su dedo pulgar. Aquella inscripción seguía siendo un misterio para ella... y sin embargo, estaba convencida de que los símbolos que había visto dentro de la casa en Mittenwald eran los mismos. ¿Habría algún elfo allí que estuviese dispuesto a ayudarla? Tendría que ir con cuidado... - ¿Me puede poner unas galletas por favor? - pidió a la elfa que atendía en el puesto mientras buscaba en su bolsa el dinero para pagarle. Fue entonces, al echar el brazo para atrás, cuando sin querer le propinó un soberano codazo a alguien. - ¡Oh! ¡Lo siento...! - Y se giró para observar al pobre desdichado al que había golpeado.
*offrol: Iori va a comer las galletas de Lithe. Ha golpeado sin querer a alguien. Que se anime quien quiera ser el agraviado
O a ella.
Porque claro estaba que no había olvidado todavía el delicado calor que transmitían los suaves labios de Aylizz. Ni uno ni otra en su avance por el festival. Nunca se había acercado a la celebración de Lithe, si bien su fama era bien conocida por la zona de Verisar. Su hogar. A donde quería volver con fervor dejando de una vez sus estúpidos intentos de investigación a un lado. Cultivar, fabricas jabones y disfrutar de la vida mientras pudiera. Ese era su fantástico plan desde ya hasta que la muerte la encontrase.
Se había movido con curiosidad por los puestos, gastando un poco aquí y allá el dinero que había obtenido en el último trabajo. Pocas jornadas quedaban para llegar a su aldea desde allí, no tenía nada de malo derrochar un poquito y pasarlo bien. Cuando las voces de las cientos de personas que había allí bajaron, supo que algo importante estaba a punto de suceder. La madre de todas las hogueras, una auténtica montaña de madera colocada en medio de la playa fue rodeada por elfos que, de forma ceremonial acercaron el fuego a ella. Prendió con rapidez, llenando la sombra del atardecer con su dorado color.
Iori se quedó muy quieta, observando a aquellas criaturas, comparándolas sin ser consciente con los elfos con los que había tratado. Había algo en toda la ceremonia con la que se movían, que hizo que la humana se sintiese súbitamente abrumada. Tardó en moverse, apartando finalmente los ojos de aquel elfo que parecía ser el de mayor edad entre todos. ¿Cuántos años tendría?
Sacudió la cabeza y caminó con tranquilidad ahora observando los núcleos familiares con sus propias hogueras. Ella no tenía nadie con quien encender una, pero no le importaba especialmente. Había vivido toda su vida sabiendo que aquello era para los demás, no para ella. Sonrió al escuchar la conversación de aquella niña con sus padres. ¿La flor del helecho? Dudaba que realmente se encontrasen ejemplares como aquel en esa zona de Sandorai. Pero, había tantas cosas que Iori desconocía...
Se detuvo de golpe delante de uno de los puestos de galletas mientras observaba el anillo brillando en su dedo pulgar. Aquella inscripción seguía siendo un misterio para ella... y sin embargo, estaba convencida de que los símbolos que había visto dentro de la casa en Mittenwald eran los mismos. ¿Habría algún elfo allí que estuviese dispuesto a ayudarla? Tendría que ir con cuidado... - ¿Me puede poner unas galletas por favor? - pidió a la elfa que atendía en el puesto mientras buscaba en su bolsa el dinero para pagarle. Fue entonces, al echar el brazo para atrás, cuando sin querer le propinó un soberano codazo a alguien. - ¡Oh! ¡Lo siento...! - Y se giró para observar al pobre desdichado al que había golpeado.
*offrol: Iori va a comer las galletas de Lithe. Ha golpeado sin querer a alguien. Que se anime quien quiera ser el agraviado
Iori Li
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Sandorai, tierra de elfos según creía recordar y según mis recuerdos también era la primera vez que pisaba aquellas tierras; no era la primera vez que mi persona se cruzaba con un ser de la raza elfica y tampoco había tenido demasiado contactos con ellos pero sabía que se estaba celebrando una festividad importante allí por lo que había decidido acercarme a ver como era todo aquello pues no había estado nunca en aquella festividad como tal. Todo lo que sabía de la misma era cosas que había escuchado de otras personas pero poco mas como tal esta era mi primera vez en aquella fiesta tan llamativa.
Al llegar al lugar lo primero que vieron mis ojos era mucho gentio, seguramente de muchas razas diferentes, caminando de un lado a otro, hablando entre ellos, otros en los diferentes puestos que habían y otros comiendo alguna cosa que habrían comprado seguramente. Yo me sentía un poco fuera de lugar dado que ni venía vestido para una fiesta y dado que no conocía a nadie en aquel lugar; todos eran unos completos desconocidos para mi aunque el ambiente se respiraba agradable, festivo y tranquilo por lo que me sentía bastante tranquilo y relajado en ese aspecto.
- Vestimenta de Keyan:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tarde un buen rato en meterme entre toda la gente porque, aunque estuviera tranquilo, tampoco me sentía del todo cómodo aun entre tanta gente y allí había demasiada gente. Los años como ermitaño solitario me habían pasado mucha factura pero si quería volver a socializar bien con la gente aquel era el lugar adecuado para ello pero la cuestión era... ¿como hacerlo? Desde luego que no tenía ni idea de como acercarme a alguien y ponerme a hablar con una persona como lo había hecho otras veces en el pasado, para mi era como si todo fuera nuevo, como si fuera un recién llegado al mundo y ya tenía mis años encima.
Suspire y me rasque la nuca con mi mano antes de ponerme a andar entre el gentio. Muchas veces me tocaba pasar de costado o simplemente dar un rodeo porque no se podía pasar pero bueno al final encontraba la manera de avanzar, siempre sujetando mi espada para que esta no golpeara a nadie ni tampoco nadie pudiera robármela si así lo deseaba, mis antiguos mentores me habían enseñado que todo caballero le debe la vida a su espada y que debe cuidar de ella como si de una hija se tratase algo que yo hacía muy al pie de la letra pues nunca dejaba que nadie mas que yo manipulara dicho utensilio de lucha.
Avanzaba cerca de los tenderetes, observándolos detenidamente pero sin llegar a acercarme a los mismos o mostrar intereses en las cosas que mostraban, mi desconfianza en todo lo que no conocía seguía siendo estrictamente alta por eso me mantenía al margen de lo que era comprar cosas que no conocía de nada; aunque eso no impedía que fijara mis ojos en comida, ropajes, utensilios diarios y objetos variados de magnitud alta pero todo eso quedo atrás cuando un codazo impacto contra mi costado. No provocó dolor en mi pues no había sido un golpe con demasiada fuerza pero si había sido un golpe directo a un punto delicado para cualquier persona.
Al voltearme para comprobar quien había propinado dicho golpe a mi cuerpo pude ver a una chica de ojos claros azules pidiendo disculpas. Enfoque aquella mirada sería que caracterizaba mi rostro en los últimos años antes de dedicarle unas palabras. -No os preocupéis señorita no me habéis hecho daño alguno.- Le dije con cortesía haciendo una pequeña reverencia a forma de saludo. -Usted no sabía que yo estaba aquí y yo andaba despistado le pido que me disculpe usted a mi por no ir con mas cuidado.- Expliqué intentando quitarle importancia a lo que acababa de pasar en aquellos momentos; lo que menos me apetecía era molestar a alguien que estaba disfrutando de la fiesta que teníamos alrededor.
offrol: Keyan interacciona con Iori siendo la persona que se lleva el golpe de la misma.
Keyan Farlander
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
—¡Coronas!
—¡Coronas de flores!
—¡Regalamos coronas!
—¡Coronas de Lithe!
—¿Queréis una? Amarilla, especial para Lithe.
Absorta en el bailar de las llamas que sobrepasaban su cabeza en la gran hoguera, el tirón en los bajos de su vestido acompañando la voz de aquella pequeña elfa la hizo volver a la playa. En las cercanías, otros infantes rondaban ofreciendo las coronas a las que habrían dedicado su tiempo en los últimos días y que ahora regalaban gustosamente, sintiendo el orgullo de un trabajo bien hecho. Si, podía verse a ella misma reflejada, a excepción de los modales. Mientras que aquellos las exponían colgadas de sus brazos, anunciando amablemente su libre disposición, ella, en su día, imponía la obligación de lucirla. No daba opción, no preguntaba qué color escoger. Si después de cinco días anudando florecitas alguien osaba a negarse a llevarla puesta bien sabían los dioses que no sería una noche tranquila para el pobre desgraciado. Rio para sí al pensar en aquellos días y flexionando las piernas para situarse a la altura de la pequeña, tomó varias de las coronas que colgaban de su brazo.
—¡Claro! Gracias, un gran trabajo— le reconoció a la chiquilla, colocándose una de ellas sobre la frente —Aunque me temo que pasáis bastante desapercibidos, ¿no querrás cargar con estas el resto de la noche, verdad? Deja que te comparta un par de consejos.
♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡
ღ Gritar. Gritar mucho. La única forma de llamar la atención de tanta gente es molestar. Esa será la estrategia, una vez captada su atención lo demás está hecho.
ღ Lucir el producto. Enseña primero las coronas más pochas, esas que hiciste el primer día cuyas flores quedarían mejor en un entierro, ya las queda poca vida. La segunda y tercera prueba es importante colocarlas rápido. Y por qué no la primera, si no ha ido a la basura. La regla de las tortitas.
ღ Alejarse de la luz. Para que el tip anterior tenga mayor efectividad es importante no mostrar el ruinoso resultado cerca de focos de luz directa. Si, lo sé, es difícil en una noche como esta, pero la vida es más intensa si se plantean retos.
ღ Escoger el destinatario adecuado. Los que ya van pasados de hidromiel son los mejores clientes, nunca miran lo que compran, menos si es de colores. Incluso si el producto es regalado sueltan los aeros. Las matriarcas también son un filón, poner ojitos a la mandamás asegura la colocación de una corona por cabeza. A más cabezas, más coronas. Buscar grupos grandes.
ღ Tomarse la libertad de colocarlas sobre cualquier cabeza que se encuentre en el camino si nada de lo anterior funciona.
♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡ ♡
Tras compartir su sabiduría cotidiana lanzó las coronas de más que aun sostenía al aire, ante el asombro de la chiquilla, haciendo después uso de su magia para llevarlas revoloteando hasta posarlas sobre las cabezas más cercanas. Aquel genuino juego causó entonces las risas entre el resto del grupo, que al ver volar las flores se habían acercado hasta ella. Los presentes, sobresaltados por aparecer de repente un cuerpo extraño sobre ellos, miraban a un lado y a otro hasta darse cuenta de lo que se trataba, resignándose a armarse de paciencia y dejarlo correr.
—¡Coronas!
—¡Coronas de flores!
—¡Coronas!
—¡Coronas de flores!
—¡Coronas!
Siguiendo sus indicaciones, el grupo comenzó a llenar de voces al unísono la playa, lanzando al aire las coronas que portaban, cayendo algunas al suelo, pero siendo la mayoría buenamente recibidas entre gracietas al verlos tan alborotados. Los siguió con la mirada, sintiendo cierto orgullo de la creación de cinco pequeños monstruos que se escabullían entre las gentes.
Apartó los ojos de su camino cuando el más rezagado pasó junto a un joven que observaba la hoguera sentado cercano a la orilla, solitario, sobre cuya cabeza se posó de lleno una de las coronas al caer. El primer rostro conocido con el que se topaba, un encuentro del todo inesperado aquel chico de Ulmer. Quiso acercarse, incluso alzó la mano para llamarlo desde la distancia. Sin embargo, el primer paso dado hacia él fue interrumpido por alguien que la agarró del brazo que mantenía bajo y reclamó su atención a la espalda. Al voltearse, se topó con la mirada de una elfa risueña, con larga melena albina y decorada con cintas de colores, a la que jamás había visto antes, que la apartó de sus intenciones.
—¡Shinna! ¿Dónde estabas? ¡Te había perdido! Estábamos bailando y de repente ¡ya no estabas! ¿Dónde estabas? ¡Te había perdido!
—No... Yo... Creo que te confundes...— trató de explicarse, haciendo un esfuerzo inútil por zafarse del agarre en el que la joven no dejaba de aplicar más fuerza, con intención de arrastrarla con ella.
—¡Bailemos, Shinna! ¿Dónde estabas? El viejo Enir nos contó una historia, comenzó la música ¡y ya no estabas! ¡Te había perdido!
—Yo no soy Shi
—¡Shinna, tus ojos! ¿Han cambiado de color? ¡¿Cambian de color por la noche?! ¡¿POR EL FUEGO?! Hay que contárselo a todos Shinna, ¡vamos!
Dio por imposible poder explicarle a la muchacha el error en el que había caído, enredada en sus percepciones, convencida de que tenía ante ella a su amiga perdida. Le pareció divertido seguir sus delirios, tarde o temprano acabaría por percatarse de que ella no era quien pensaba, ¿no? Además, de dejarla allí, desorientada en su nebulosa, nadie garantizaba que fuese a dar con mejor compañía. Tampoco tuvo alternativa. La desconocida no perdió más tiempo en tirar de su cuerpo a la contra, dirigiéndola entre la multitud que, ahora que ponía atención más allá de la gran hoguera, se extendía por toda la costa. Antes de perderse por completo, llevó la vista hacia atrás, divisando con dificultad al joven de la orilla por encima del hombro, disculpándose con la mirada por ausentarse de forma tan repentina, entre risas de desconcierto al ver que la muchacha continuaba en su realidad, hablando con ella misma. Shinna, mira qué hoguera más grande. Shinna, mira cuántos han acudido a la invitación de los ancianos. Shinna, tengo hambre, busquemos galletas. Shinna, camina despacio o la arena te absorberá. Shinna, Shinna, Shinna.
Cada varios metros de avance se desviaban del camino que, al parecer, seguían. Y es que con cada parada tenía la sensación de que se alejaban más de seguir un camino recto, así como del eje central del bullicio, donde los grupos más numerosos y familias más importantes se habían apostado aquella noche, cercanas al círculo de los ancianos. En cierta medida, lo agradeció. Una parte de ella no podía evitar sentirse igual a otras tantas festividades en las que se había requerido de ella una buena presencia y formalidad entre los suyos, más cuando los altos cargos se encontraban presentes. Observada, medida, limitada. Podría estar bien escabullirse, para variar. Ya no le debía cuentas a nadie. Pasado un tiempo difícil de calcular, no habrían recorrido quinientos metros cuando su raptora, por fin, dio con el grupo del que quién sabían cuánto tiempo se habría ausentado. Diez personas variopintas se encontraban alrededor de una pequeña pira ardiendo, bailando y zanganeando al son de la música que sonaba no muy lejos de allí, sin embargo, ninguna parecía especialmente preocupada por la ausencia de la elfa. Ni siquiera la tal Shinna, que ahí estaba, dando vueltas sobre sí misma tratando de atrapar la luna. Supo identificarla, pues tan pronto como la divisaron a lo lejos, la joven que hasta el momento no había soltado su mano, se desprendió de ella sin mayor preocupación. Como si los momentos inmediatamente anteriores no hubieran existido.
—¡Shinna! ¿Dónde estabas? ¡Te había perdido!— repitió, esta vez dirigiéndose a la verdadera, arrancando a la carrera.
Ella se quedó allí, parada, debatiéndose internamente si terminar de acercarse al grupo u olvidarse de la elfa tan rápido como había sido a la inversa. Tomó la decisión cuando un joven lagarto humanoide la invitó a unirse a ellos con un gesto desde la distancia. No, a él tampoco lo conocía, pero ¿a caso importaba?
—Gracias por traerla de vuelta, Mesth es... Bueno... Despistada.— comentó en tono de disculpa cuando estuvo junto a él, rascándose detrás de la cabeza, posando sus ojos en su evadida amiga.
—No ha sido nada, me confundió con
—¿Shinna? Si, discúlpala. Eres la tercera hoy. En su estado podría confundirla con una roca.
—Ha sido... Curioso.— apuntó con gracia.
—¿Y en realidad eres...?
—Aylizz. Ayl, si te resulta más sencillo.
—Creo que todavía podré pronunciarlo.— bromeó, indicándola entonces que se acercase a la pira con el resto —Soy Hickes, por cierto. ¿Gustas?— se presentó, ofreciéndola además un cuerno recién servido de hidromiel.
Aceptó gustosa la invitación, porque ¿qué mal podía hacerle? El primer trago se le atravesó, sin duda el de Fahïn era mejor, aunque una segunda cata terminó de endulzar su paladar debidamente. Aceptable. Balanceándose ligeramente al ritmo de la música, observó al grupo. Además de las dos elfas y el chico-lagarto, cuatro elfos más, dos humanas y una chica gatuna disfrutaban de la noche. Atendiendo a las explicaciones de Hickes supo que aquellos habían forjado amistad en el pasado, antes del ataque a Sandorai, habiendo mantenido el contacto escrito, pero sin haberse reencontrado hasta entonces.
—A este lado de la playa es más fácil mezclarse, no son tantas las miradas de los tuyos.— confesó —Vuestros ancianos se han mostrado generosos al invitar abiertamente a otros, pero no todos comparten la misma opinión, me temo.
—Bah. Incluso entre los míos hay acusaciones, descuida.— espetó, realizando un gesto con la mano, restándole importancia —¿Quiénes son ellos?— preguntó cuando su atención se centro en el grupo, notablemente más numeroso, que se asentaba a varios metros, todavía más alejado.
—Ah... Los lobos de Ulmer. La manada.— explicó con un ápice de sorna —No te los aconsejo. A no ser que quieras que te hinquen el diente...— añadió, ahora vacilón.
—Puede que lo haga entonces.— replicó ella, en el mismo tono, antes de dar el último trago del cuerno ya acabado —¿Hay más de eso que llamas bebida?
________________________________________________________________—¡Coronas de flores!
—¡Regalamos coronas!
—¡Coronas de Lithe!
—¿Queréis una? Amarilla, especial para Lithe.
Absorta en el bailar de las llamas que sobrepasaban su cabeza en la gran hoguera, el tirón en los bajos de su vestido acompañando la voz de aquella pequeña elfa la hizo volver a la playa. En las cercanías, otros infantes rondaban ofreciendo las coronas a las que habrían dedicado su tiempo en los últimos días y que ahora regalaban gustosamente, sintiendo el orgullo de un trabajo bien hecho. Si, podía verse a ella misma reflejada, a excepción de los modales. Mientras que aquellos las exponían colgadas de sus brazos, anunciando amablemente su libre disposición, ella, en su día, imponía la obligación de lucirla. No daba opción, no preguntaba qué color escoger. Si después de cinco días anudando florecitas alguien osaba a negarse a llevarla puesta bien sabían los dioses que no sería una noche tranquila para el pobre desgraciado. Rio para sí al pensar en aquellos días y flexionando las piernas para situarse a la altura de la pequeña, tomó varias de las coronas que colgaban de su brazo.
—¡Claro! Gracias, un gran trabajo— le reconoció a la chiquilla, colocándose una de ellas sobre la frente —Aunque me temo que pasáis bastante desapercibidos, ¿no querrás cargar con estas el resto de la noche, verdad? Deja que te comparta un par de consejos.
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Tips para endiñar todas las coronitas antes de que amanezca
ღ Gritar. Gritar mucho. La única forma de llamar la atención de tanta gente es molestar. Esa será la estrategia, una vez captada su atención lo demás está hecho.
ღ Lucir el producto. Enseña primero las coronas más pochas, esas que hiciste el primer día cuyas flores quedarían mejor en un entierro, ya las queda poca vida. La segunda y tercera prueba es importante colocarlas rápido. Y por qué no la primera, si no ha ido a la basura. La regla de las tortitas.
ღ Alejarse de la luz. Para que el tip anterior tenga mayor efectividad es importante no mostrar el ruinoso resultado cerca de focos de luz directa. Si, lo sé, es difícil en una noche como esta, pero la vida es más intensa si se plantean retos.
ღ Escoger el destinatario adecuado. Los que ya van pasados de hidromiel son los mejores clientes, nunca miran lo que compran, menos si es de colores. Incluso si el producto es regalado sueltan los aeros. Las matriarcas también son un filón, poner ojitos a la mandamás asegura la colocación de una corona por cabeza. A más cabezas, más coronas. Buscar grupos grandes.
ღ Tomarse la libertad de colocarlas sobre cualquier cabeza que se encuentre en el camino si nada de lo anterior funciona.
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Tras compartir su sabiduría cotidiana lanzó las coronas de más que aun sostenía al aire, ante el asombro de la chiquilla, haciendo después uso de su magia para llevarlas revoloteando hasta posarlas sobre las cabezas más cercanas. Aquel genuino juego causó entonces las risas entre el resto del grupo, que al ver volar las flores se habían acercado hasta ella. Los presentes, sobresaltados por aparecer de repente un cuerpo extraño sobre ellos, miraban a un lado y a otro hasta darse cuenta de lo que se trataba, resignándose a armarse de paciencia y dejarlo correr.
—¡Coronas!
—¡Coronas de flores!
—¡Coronas!
—¡Coronas de flores!
—¡Coronas!
Siguiendo sus indicaciones, el grupo comenzó a llenar de voces al unísono la playa, lanzando al aire las coronas que portaban, cayendo algunas al suelo, pero siendo la mayoría buenamente recibidas entre gracietas al verlos tan alborotados. Los siguió con la mirada, sintiendo cierto orgullo de la creación de cinco pequeños monstruos que se escabullían entre las gentes.
Apartó los ojos de su camino cuando el más rezagado pasó junto a un joven que observaba la hoguera sentado cercano a la orilla, solitario, sobre cuya cabeza se posó de lleno una de las coronas al caer. El primer rostro conocido con el que se topaba, un encuentro del todo inesperado aquel chico de Ulmer. Quiso acercarse, incluso alzó la mano para llamarlo desde la distancia. Sin embargo, el primer paso dado hacia él fue interrumpido por alguien que la agarró del brazo que mantenía bajo y reclamó su atención a la espalda. Al voltearse, se topó con la mirada de una elfa risueña, con larga melena albina y decorada con cintas de colores, a la que jamás había visto antes, que la apartó de sus intenciones.
—¡Shinna! ¿Dónde estabas? ¡Te había perdido! Estábamos bailando y de repente ¡ya no estabas! ¿Dónde estabas? ¡Te había perdido!
—No... Yo... Creo que te confundes...— trató de explicarse, haciendo un esfuerzo inútil por zafarse del agarre en el que la joven no dejaba de aplicar más fuerza, con intención de arrastrarla con ella.
—¡Bailemos, Shinna! ¿Dónde estabas? El viejo Enir nos contó una historia, comenzó la música ¡y ya no estabas! ¡Te había perdido!
—Yo no soy Shi
—¡Shinna, tus ojos! ¿Han cambiado de color? ¡¿Cambian de color por la noche?! ¡¿POR EL FUEGO?! Hay que contárselo a todos Shinna, ¡vamos!
Dio por imposible poder explicarle a la muchacha el error en el que había caído, enredada en sus percepciones, convencida de que tenía ante ella a su amiga perdida. Le pareció divertido seguir sus delirios, tarde o temprano acabaría por percatarse de que ella no era quien pensaba, ¿no? Además, de dejarla allí, desorientada en su nebulosa, nadie garantizaba que fuese a dar con mejor compañía. Tampoco tuvo alternativa. La desconocida no perdió más tiempo en tirar de su cuerpo a la contra, dirigiéndola entre la multitud que, ahora que ponía atención más allá de la gran hoguera, se extendía por toda la costa. Antes de perderse por completo, llevó la vista hacia atrás, divisando con dificultad al joven de la orilla por encima del hombro, disculpándose con la mirada por ausentarse de forma tan repentina, entre risas de desconcierto al ver que la muchacha continuaba en su realidad, hablando con ella misma. Shinna, mira qué hoguera más grande. Shinna, mira cuántos han acudido a la invitación de los ancianos. Shinna, tengo hambre, busquemos galletas. Shinna, camina despacio o la arena te absorberá. Shinna, Shinna, Shinna.
Cada varios metros de avance se desviaban del camino que, al parecer, seguían. Y es que con cada parada tenía la sensación de que se alejaban más de seguir un camino recto, así como del eje central del bullicio, donde los grupos más numerosos y familias más importantes se habían apostado aquella noche, cercanas al círculo de los ancianos. En cierta medida, lo agradeció. Una parte de ella no podía evitar sentirse igual a otras tantas festividades en las que se había requerido de ella una buena presencia y formalidad entre los suyos, más cuando los altos cargos se encontraban presentes. Observada, medida, limitada. Podría estar bien escabullirse, para variar. Ya no le debía cuentas a nadie. Pasado un tiempo difícil de calcular, no habrían recorrido quinientos metros cuando su raptora, por fin, dio con el grupo del que quién sabían cuánto tiempo se habría ausentado. Diez personas variopintas se encontraban alrededor de una pequeña pira ardiendo, bailando y zanganeando al son de la música que sonaba no muy lejos de allí, sin embargo, ninguna parecía especialmente preocupada por la ausencia de la elfa. Ni siquiera la tal Shinna, que ahí estaba, dando vueltas sobre sí misma tratando de atrapar la luna. Supo identificarla, pues tan pronto como la divisaron a lo lejos, la joven que hasta el momento no había soltado su mano, se desprendió de ella sin mayor preocupación. Como si los momentos inmediatamente anteriores no hubieran existido.
—¡Shinna! ¿Dónde estabas? ¡Te había perdido!— repitió, esta vez dirigiéndose a la verdadera, arrancando a la carrera.
Ella se quedó allí, parada, debatiéndose internamente si terminar de acercarse al grupo u olvidarse de la elfa tan rápido como había sido a la inversa. Tomó la decisión cuando un joven lagarto humanoide la invitó a unirse a ellos con un gesto desde la distancia. No, a él tampoco lo conocía, pero ¿a caso importaba?
—Gracias por traerla de vuelta, Mesth es... Bueno... Despistada.— comentó en tono de disculpa cuando estuvo junto a él, rascándose detrás de la cabeza, posando sus ojos en su evadida amiga.
—No ha sido nada, me confundió con
—¿Shinna? Si, discúlpala. Eres la tercera hoy. En su estado podría confundirla con una roca.
—Ha sido... Curioso.— apuntó con gracia.
—¿Y en realidad eres...?
—Aylizz. Ayl, si te resulta más sencillo.
—Creo que todavía podré pronunciarlo.— bromeó, indicándola entonces que se acercase a la pira con el resto —Soy Hickes, por cierto. ¿Gustas?— se presentó, ofreciéndola además un cuerno recién servido de hidromiel.
Aceptó gustosa la invitación, porque ¿qué mal podía hacerle? El primer trago se le atravesó, sin duda el de Fahïn era mejor, aunque una segunda cata terminó de endulzar su paladar debidamente. Aceptable. Balanceándose ligeramente al ritmo de la música, observó al grupo. Además de las dos elfas y el chico-lagarto, cuatro elfos más, dos humanas y una chica gatuna disfrutaban de la noche. Atendiendo a las explicaciones de Hickes supo que aquellos habían forjado amistad en el pasado, antes del ataque a Sandorai, habiendo mantenido el contacto escrito, pero sin haberse reencontrado hasta entonces.
—A este lado de la playa es más fácil mezclarse, no son tantas las miradas de los tuyos.— confesó —Vuestros ancianos se han mostrado generosos al invitar abiertamente a otros, pero no todos comparten la misma opinión, me temo.
—Bah. Incluso entre los míos hay acusaciones, descuida.— espetó, realizando un gesto con la mano, restándole importancia —¿Quiénes son ellos?— preguntó cuando su atención se centro en el grupo, notablemente más numeroso, que se asentaba a varios metros, todavía más alejado.
—Ah... Los lobos de Ulmer. La manada.— explicó con un ápice de sorna —No te los aconsejo. A no ser que quieras que te hinquen el diente...— añadió, ahora vacilón.
—Puede que lo haga entonces.— replicó ella, en el mismo tono, antes de dar el último trago del cuerno ya acabado —¿Hay más de eso que llamas bebida?
>> Contacto visual con Ull. Lo siento lobito, me secuestraron (?)
>> Localizada la manada de Ulmer, buscando en el fondo del cuerno una buena excusa para escurrirme hasta allí.
>> Bienvenido sea todo aquel que quiera unirse a la hoguera de gente random, no sé quiénes son, pero parecen majos. Igual no nos quedaremos mucho (?)
Aylizz Wendell
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Ingela caminaba por la playa deteniéndose en los diferentes puestos, cual más entretenido y colorido. Había comprado un par de baratijas pero luego las intercambió por unas coronas de flores a unos niños. Aunque estaban algo mustias, la verdad. Ella no reparó en eso y se las puso, pues estaban tan contentos correteando de aquí para allá, regalando sus creaciones, que mencionarlo o rechazarlas por aquel detalle, le parecía de una crueldad inmensa. Además, a la niña más chiquita le brillaron los ojitos al ver el collar de cuentas y conchitas de mar que llevaba la dragona al cuello. Y bueno, un collar de conchitas por tres coronitas de flores, era una ganga.
Se despidió de los 5 chiquillos y la siguiente tienda que encontró, fue una de hidromiel -¡Hola pequeña! ¡Ven! ¡Prueba el mejor hidromiel de la playa de los ancestros!- invitó el elfo a la joven dragona, quien se acercó sonriente. -Es un poco ambiciosa esa afirmación... ya lo veremos- respondió, fingiendo seriedad, pues su expresión risueña no cambió ni un poquito. -¿Ah sí?- espetó el viejo, sirviendo un poco de hidromiel en un vasito pequeño. -¡Claro! Soy de Dundarak, si no conociera de hidromiel, me desheredan- explicó, recibiendo el vasito y probando el brebaje.
Ingela cerró los ojos y echó la cabeza ligeramente hacia atrás, saboreando. Era dulce y sin regusto, por lo que le fue difícil adivinar qué tan fuerte estaba -Pues...- comenzó a decir, mirando el vacito vacío -Difícil está hacer una evaluación con tan poco producto- aseveró, devolviendo el vaso y torciendo la boca, con expresión de resignación. El suspiro fue el toque final al gesto, que hizo reír al elfo -¡Así se habla! ¡Es lo que diría un experto catador de hidromiel!- dijo riendo -Espera un momento- pidió a la muchacha y fue a la trastienda. Regresó con un cacho, el cual llenó y le entregó -Creo que esta cantidad sí permite la evaluación- Ingela también rió, el elfo le cayó muy bien. -Soy Ingela- dijo al recibir el cacho -Yo soy Fahïn- respondió él, viendo a la muchacha beber.
El líquido, suntuoso, se deslizó sedoso por su paladar y garganta, calentando su estómago y orejas. Al detenerse, se relamió y miró al elfo. -Pues sí, es el mejor hidromiel que he probado en esta playa, hasta ahora- confirmó, para alegría del viejo -Pero no es como el del norte, tiene un saborcito que no sé identificar- añadió. -Zumo de manzana, ése es mi secreto- dijo él, medio en susurro, guiñándole un ojo a la dragona que lo miraba sorprendida -Ustedes los elfos tienen unas ideas fantásticas- comentó ella con admiración. Pidió entonces que le volviera a llenar el cacho, pagó y se despidió -¡Nos vemos luego!- dijo, inclinándose con agradecimiento. Mientras se alejaba, se hizo una nota mental -Pedirle a Fëanor que haga hidromiel estilo Sandorai- se dijo y continuó su paseo por la playa.
Al poco avanzar, la joven dragona se encontró de frente con una amiga. Por un instante, creyó que estaba viendo alucinaciones -Pero si es hidromiel... ¿o no?- se preguntó, mirando dentro de su cacho, dudando de su contenido. Cuando la vio acercarse, ya no le importó. ¡Maguita!- exclamó y casi bota su hidromiel al abrazarla. ¡Estaba tan emocionada! ¡No eran alucianciones suyas! -Tú también estás preciosa, me gusta mucho tu vestido... y mira a Pelusa, ¡pero qué guapo estás!- dijo, haciéndole cariñitos en el mentón al precioso aion. Maga criaba a aquel animalito con mucho cariño, como a un bebé, lo cual le parecía muy tierno, pero peligroso si el entorno era poco amigable.
Aunque Ingela hubiese querido compartir más con la brujita, Pelusa tenía otras ideas y tuvieron que despedirse por el momento, así que la dragona siguió su camino. Su cacho estaba casi vacío, cuando unos ojos se cruzaron con los de ella y se sintió jalada hacia ellos con una fuerza sobrenatural. Sus pies se movieron sin que ella pudiera detenerlos, su cabeza se fue a blanco y solo pudo decir -¡Hola Hazel!- con una voz mucho más aguda que lo normal. El corazón le palpitaba con fuerza al ver de nuevo al no-elfo, pero sintió que se le saltó un latido cuando detrás de él, salió una hermosísima elfa de cabello negro y ojos ensoñadores.
La cercanía y complicidad entre ellos era obvia, se notaba que se conocían desde siempre y la dragona se sintió diminuta, ínfima, indigna y con muchas ganas de salir corriendo a llorar escondida detrás de un arbusto. Es que al lado de esa preciosidad hecha por las mismísimas garras de los dragones sagrados, no había competencia. Supo en ese momento que el beso que tanto atesoraba no había sido tan importante para él. -Eh, oh.. yo... sí... ¿quieren recorrer la playa? Parece que allá hay una fiesta muy entretenida- dijo, señalando hacia una hoguera bastante grande y escandalosa, que era hacia donde la dragona rubia iba antes de ser succionada por el espectáculo estelar que eran los ojos del no-elfo.
________________________________
Interacciones:
⁂ Los cinco pequeños de las coronas de flores
⁂ Fahïn, el hidromielero de Aylizz
⁂ Maguita y Pelusa
⁂ Hazelindo y Ari 🤍
Invito al no-elfo y a Ari a la hoguera de Ulmer, tengo un cacho que puedo intercambiar :mushroom:
Se despidió de los 5 chiquillos y la siguiente tienda que encontró, fue una de hidromiel -¡Hola pequeña! ¡Ven! ¡Prueba el mejor hidromiel de la playa de los ancestros!- invitó el elfo a la joven dragona, quien se acercó sonriente. -Es un poco ambiciosa esa afirmación... ya lo veremos- respondió, fingiendo seriedad, pues su expresión risueña no cambió ni un poquito. -¿Ah sí?- espetó el viejo, sirviendo un poco de hidromiel en un vasito pequeño. -¡Claro! Soy de Dundarak, si no conociera de hidromiel, me desheredan- explicó, recibiendo el vasito y probando el brebaje.
Ingela cerró los ojos y echó la cabeza ligeramente hacia atrás, saboreando. Era dulce y sin regusto, por lo que le fue difícil adivinar qué tan fuerte estaba -Pues...- comenzó a decir, mirando el vacito vacío -Difícil está hacer una evaluación con tan poco producto- aseveró, devolviendo el vaso y torciendo la boca, con expresión de resignación. El suspiro fue el toque final al gesto, que hizo reír al elfo -¡Así se habla! ¡Es lo que diría un experto catador de hidromiel!- dijo riendo -Espera un momento- pidió a la muchacha y fue a la trastienda. Regresó con un cacho, el cual llenó y le entregó -Creo que esta cantidad sí permite la evaluación- Ingela también rió, el elfo le cayó muy bien. -Soy Ingela- dijo al recibir el cacho -Yo soy Fahïn- respondió él, viendo a la muchacha beber.
El líquido, suntuoso, se deslizó sedoso por su paladar y garganta, calentando su estómago y orejas. Al detenerse, se relamió y miró al elfo. -Pues sí, es el mejor hidromiel que he probado en esta playa, hasta ahora- confirmó, para alegría del viejo -Pero no es como el del norte, tiene un saborcito que no sé identificar- añadió. -Zumo de manzana, ése es mi secreto- dijo él, medio en susurro, guiñándole un ojo a la dragona que lo miraba sorprendida -Ustedes los elfos tienen unas ideas fantásticas- comentó ella con admiración. Pidió entonces que le volviera a llenar el cacho, pagó y se despidió -¡Nos vemos luego!- dijo, inclinándose con agradecimiento. Mientras se alejaba, se hizo una nota mental -Pedirle a Fëanor que haga hidromiel estilo Sandorai- se dijo y continuó su paseo por la playa.
Al poco avanzar, la joven dragona se encontró de frente con una amiga. Por un instante, creyó que estaba viendo alucinaciones -Pero si es hidromiel... ¿o no?- se preguntó, mirando dentro de su cacho, dudando de su contenido. Cuando la vio acercarse, ya no le importó. ¡Maguita!- exclamó y casi bota su hidromiel al abrazarla. ¡Estaba tan emocionada! ¡No eran alucianciones suyas! -Tú también estás preciosa, me gusta mucho tu vestido... y mira a Pelusa, ¡pero qué guapo estás!- dijo, haciéndole cariñitos en el mentón al precioso aion. Maga criaba a aquel animalito con mucho cariño, como a un bebé, lo cual le parecía muy tierno, pero peligroso si el entorno era poco amigable.
Aunque Ingela hubiese querido compartir más con la brujita, Pelusa tenía otras ideas y tuvieron que despedirse por el momento, así que la dragona siguió su camino. Su cacho estaba casi vacío, cuando unos ojos se cruzaron con los de ella y se sintió jalada hacia ellos con una fuerza sobrenatural. Sus pies se movieron sin que ella pudiera detenerlos, su cabeza se fue a blanco y solo pudo decir -¡Hola Hazel!- con una voz mucho más aguda que lo normal. El corazón le palpitaba con fuerza al ver de nuevo al no-elfo, pero sintió que se le saltó un latido cuando detrás de él, salió una hermosísima elfa de cabello negro y ojos ensoñadores.
La cercanía y complicidad entre ellos era obvia, se notaba que se conocían desde siempre y la dragona se sintió diminuta, ínfima, indigna y con muchas ganas de salir corriendo a llorar escondida detrás de un arbusto. Es que al lado de esa preciosidad hecha por las mismísimas garras de los dragones sagrados, no había competencia. Supo en ese momento que el beso que tanto atesoraba no había sido tan importante para él. -Eh, oh.. yo... sí... ¿quieren recorrer la playa? Parece que allá hay una fiesta muy entretenida- dijo, señalando hacia una hoguera bastante grande y escandalosa, que era hacia donde la dragona rubia iba antes de ser succionada por el espectáculo estelar que eran los ojos del no-elfo.
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Ingela
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Kyra se encontraba preparando una cena simple con una concentración digna del mejor cocinero de una casa noble muy importante. ¿Le gustaba cocinar? No mucho. ¿Tenía talento para ello? Menos aún. Por eso mismo necesitaba toda su atención puesta en la preparación, para no arruinarle todo... otra vez.
Debido a ésto, la pelirroja no se percató inmediatamente de estaba siendo observada. Apenas se dio cuenta luego de agregar la última pizca de sal a la cena.
Cuando miró hacia un costado, vio a una mujer muy alta señalando en su dirección mientras hablaba con una elfa. Al principio no les prestó mucha atención, no era la primera vez que la señalaban así desde su conversión. Sin embargo, era la primera vez que ocurría en Sandorai. Fue entonces cuando sintió que sus peores temores se volverían realidad.
-¿Ya me han descubierto? ¿Pero cómo? No he hablado con nadie, y parezco una elfa común y corriente...-
La desesperación comenzaba a aumentar, paralizando su cuerpo. No sabía qué hacer. ¿Debería huir, o aprovechar la oportunidad para explicar su situación? ¿Creerían que quería seguir defendiendo su hogar original, o intentarían purgar a un engendro como ella?
Mientras Kyra perdía el tiempo con preguntas de las cuales no tendría respuestas hasta que lo peor sucediese, la alta figura de la chica se acercaba a ella con una cesta en brazos... Y paso tambaleante. Para alivio de la antigua custodio, parecía que el alcohol había hecho efecto en la otra mujer. Con algo de suerte, podría evitar problemas.
Al encontrarse ambas frente a frente, la vampiresa notó los llamativos ojos de su interlocutora: uno de un fuerte verde y el otro de un hermoso color ámbar. Sonrió ante la extraña coincidencia, revelando sus ojos igualmente dispares. Kyra creía que al mostrarse simpática y demostrar que eran similares en algún aspecto tendría más chances de evitar ser descubierta.
-Feliz Lithe para tí también. No tengo mucho para ofrecerte a cambio. Si quieres esperar un momento y te atreves a probar... Lo que sea que salga de esa pequeña hoguera, eres más que bienvenida en tomar un bocado.- respondió, señalando el indescifrable "plato" que preparaba mientras tomaba una de las galletas. Luego de un rato, le extendió un pequeño cuenco con la extraña sopa. Sorpresivamente, sabía bastante bien, aunque no podía explicar a qué sabía.
Tras pensarlo bastante, la pelirroja decidió aceptar la oferta de la muchacha y acompañarla hacia aquél grupo tan grande y llamativo.
Offrol:
Respondo al ensoñador y le ofrezco una sopa rara pero rica antes de aceptar su oferta. Bon apettit, estimada Rel
Debido a ésto, la pelirroja no se percató inmediatamente de estaba siendo observada. Apenas se dio cuenta luego de agregar la última pizca de sal a la cena.
- Kyra dando el toque final a su obra maestra:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Cuando miró hacia un costado, vio a una mujer muy alta señalando en su dirección mientras hablaba con una elfa. Al principio no les prestó mucha atención, no era la primera vez que la señalaban así desde su conversión. Sin embargo, era la primera vez que ocurría en Sandorai. Fue entonces cuando sintió que sus peores temores se volverían realidad.
-¿Ya me han descubierto? ¿Pero cómo? No he hablado con nadie, y parezco una elfa común y corriente...-
La desesperación comenzaba a aumentar, paralizando su cuerpo. No sabía qué hacer. ¿Debería huir, o aprovechar la oportunidad para explicar su situación? ¿Creerían que quería seguir defendiendo su hogar original, o intentarían purgar a un engendro como ella?
Mientras Kyra perdía el tiempo con preguntas de las cuales no tendría respuestas hasta que lo peor sucediese, la alta figura de la chica se acercaba a ella con una cesta en brazos... Y paso tambaleante. Para alivio de la antigua custodio, parecía que el alcohol había hecho efecto en la otra mujer. Con algo de suerte, podría evitar problemas.
Al encontrarse ambas frente a frente, la vampiresa notó los llamativos ojos de su interlocutora: uno de un fuerte verde y el otro de un hermoso color ámbar. Sonrió ante la extraña coincidencia, revelando sus ojos igualmente dispares. Kyra creía que al mostrarse simpática y demostrar que eran similares en algún aspecto tendría más chances de evitar ser descubierta.
-Feliz Lithe para tí también. No tengo mucho para ofrecerte a cambio. Si quieres esperar un momento y te atreves a probar... Lo que sea que salga de esa pequeña hoguera, eres más que bienvenida en tomar un bocado.- respondió, señalando el indescifrable "plato" que preparaba mientras tomaba una de las galletas. Luego de un rato, le extendió un pequeño cuenco con la extraña sopa. Sorpresivamente, sabía bastante bien, aunque no podía explicar a qué sabía.
Tras pensarlo bastante, la pelirroja decidió aceptar la oferta de la muchacha y acompañarla hacia aquél grupo tan grande y llamativo.
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Kyravann Svartlys
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Cuando me llegaron las noticias de que el Lithe en la Playa de los Ancestros de ese año iba a ser el más grande que se había conocido supe que debía ir a ver como era eso. Era cierto no había celebrado uno desde haría unos 30 años, cuando todavía era un humano, pero sonaba a un acontecimiento que no se repetiría, y como tal, no podía perdérmelo. Además, tampoco es como si tuviese otra cosa que hacer.
Al llegar allí ya quedé impresionado con la cantidad de hogueras y gente que se había congregado alrededor de ellas. Una vez superada la impresión, me percaté de que prácticamente todos estaban vestidos de blanco y yo con mis atuendos negros resaltaría como una mosca en un saco de sal. Al menos no había razones para que pensaran que fuera un vampiro, podría pasar por un viajero más que se ha encontrado esto y ha decidido quedarse a ver. En cualquier caso, decidí acercarme a comprar algunas galletas, ir con comida ayudaría a disimular lo que era, o eso esperaba.
Tras comprar las galletas, me fui moviendo por la zona más alejada de las hogueras viendo el ambiente, hasta que me choqué con una niña que iba corriendo cargando con abundantes coronas de flores. La sujeté antes de que se cayera y la solté para disponerme a seguir mi camino, pero se me quedó mirando fijamente, y al no decir yo nada, optó por tomar la palabra.
- ¡Feliz Lithe! ¿Quieres una corona de flores?
- Si... supongo. Dame una.
La niña cogió una corona con las flores amarillas especialmente mustias y me la ofreció.
- ¿No tienes alguna en mejor estado?
- No hay que quejarse de los regalos. ¿Y tu cómo puedes ver eso?
- Pues tienes razón. Pero has admitido que me intentabas dar la cutre.
- Porque tu no deberías haberlo podido ver. Aquí está muy oscuro para distinguir eso. Ni siquiera mis ojos de elfo pueden distinguirlo, ¿qué eres?
- Nada, solo tengo buena vista.
- No me lo creo.
- ¿Si me llevo la corona mustia y te doy una galleta me dejas tranquilo?
- No me vendo por una galleta, pero estas coronas no se van a repartir solas...
- Vale, repartiré un cuarto de tus coronas y te olvidas de mi.
- La mitad.- Suspiré resignado y asentí con la cabeza.- Y me das tres galletas.
- Está bien.
Tras darle las galletas, ponerme la corona mustia y colgarme el resto del brazo separamos nuestros caminos, con un poco de suerte permanentemente. No sabía en que momento se me había ocurrido quejarme de una corona regalada, pero había aprendido varias cosas después de eso. Para empezar a ser educado y a disimular que puedo ver en la oscuridad cuando intento camuflarme, y de paso a no negociar con niñas. Que si me volvía a encontrar con ella la contrataría para que negociase por mi, en un momento acababa de librarse de la mitad de su mercancía y encima se había llevado comida. Si yo fuese así de eficiente me podría ahorrar la mitad de los líos en los que me metía por conseguir unos aeros.
Seguí deambulando un rato mientras encasquetaba coronas a quien tenía la oportunidad hasta que vi una hoguera con un grupo variopinto de gente que incluía una mujer cubierta de escamas. Tenían un aspecto lo suficientemente peculiar como para que pasase desapercibido, así que opté por acercarme a ellas.
- Buenas. ¿Se puede?- Aproveché también a descolgarme un par de coronas de flores del brazo y se las ofrecí aprovechando que no les habían ofrecido aún.- Ah, ¿queréis alguna? Una niña me soltó varias y no se que hacer con ellas.
----------------------------------------------------------------------
Off: Me encuentro con una de las niñas de Aylizz, y después me acerco al grupo de Kyra y El Ensoñador
Al llegar allí ya quedé impresionado con la cantidad de hogueras y gente que se había congregado alrededor de ellas. Una vez superada la impresión, me percaté de que prácticamente todos estaban vestidos de blanco y yo con mis atuendos negros resaltaría como una mosca en un saco de sal. Al menos no había razones para que pensaran que fuera un vampiro, podría pasar por un viajero más que se ha encontrado esto y ha decidido quedarse a ver. En cualquier caso, decidí acercarme a comprar algunas galletas, ir con comida ayudaría a disimular lo que era, o eso esperaba.
Tras comprar las galletas, me fui moviendo por la zona más alejada de las hogueras viendo el ambiente, hasta que me choqué con una niña que iba corriendo cargando con abundantes coronas de flores. La sujeté antes de que se cayera y la solté para disponerme a seguir mi camino, pero se me quedó mirando fijamente, y al no decir yo nada, optó por tomar la palabra.
- ¡Feliz Lithe! ¿Quieres una corona de flores?
- Si... supongo. Dame una.
La niña cogió una corona con las flores amarillas especialmente mustias y me la ofreció.
- ¿No tienes alguna en mejor estado?
- No hay que quejarse de los regalos. ¿Y tu cómo puedes ver eso?
- Pues tienes razón. Pero has admitido que me intentabas dar la cutre.
- Porque tu no deberías haberlo podido ver. Aquí está muy oscuro para distinguir eso. Ni siquiera mis ojos de elfo pueden distinguirlo, ¿qué eres?
- Nada, solo tengo buena vista.
- No me lo creo.
- ¿Si me llevo la corona mustia y te doy una galleta me dejas tranquilo?
- No me vendo por una galleta, pero estas coronas no se van a repartir solas...
- Vale, repartiré un cuarto de tus coronas y te olvidas de mi.
- La mitad.- Suspiré resignado y asentí con la cabeza.- Y me das tres galletas.
- Está bien.
Tras darle las galletas, ponerme la corona mustia y colgarme el resto del brazo separamos nuestros caminos, con un poco de suerte permanentemente. No sabía en que momento se me había ocurrido quejarme de una corona regalada, pero había aprendido varias cosas después de eso. Para empezar a ser educado y a disimular que puedo ver en la oscuridad cuando intento camuflarme, y de paso a no negociar con niñas. Que si me volvía a encontrar con ella la contrataría para que negociase por mi, en un momento acababa de librarse de la mitad de su mercancía y encima se había llevado comida. Si yo fuese así de eficiente me podría ahorrar la mitad de los líos en los que me metía por conseguir unos aeros.
Seguí deambulando un rato mientras encasquetaba coronas a quien tenía la oportunidad hasta que vi una hoguera con un grupo variopinto de gente que incluía una mujer cubierta de escamas. Tenían un aspecto lo suficientemente peculiar como para que pasase desapercibido, así que opté por acercarme a ellas.
- Buenas. ¿Se puede?- Aproveché también a descolgarme un par de coronas de flores del brazo y se las ofrecí aprovechando que no les habían ofrecido aún.- Ah, ¿queréis alguna? Una niña me soltó varias y no se que hacer con ellas.
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Off: Me encuentro con una de las niñas de Aylizz, y después me acerco al grupo de Kyra y El Ensoñador
Corlys Glokta
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Estaba sujetando la falda del vestido para regresar cuando el desconocido le respondió y dejo helada a la elfa. Abrió lucho los ojos mientras le oía y se quedaba con la boca abierta y los brazos caídos. - ¡¡¡ZE ZELAS!!! –Pegó el gritó señalándolo, olvidando la molestia de la arena en sus pies descalzos cuyos dedos crispados por la sorpresa se enterraban en ella y miraba a un descarado Aion compartir un botín, entonces mientras le daba afecto al animal Aradia tomo impulso y lo abrazo mientras tintineaba en su cintura su última adquisición. No porque no quisiera lucir su cadena, pero ese vestido era nuevo y no quería rasgarlo con su arma, y se las había ingeniado para hacerle una especie de funda a su espada flexible, algo generalmente de tela y cuero que terminaban casi inservibles cuando desenvainaba debido a la falta de práctica. Pero esos detalles técnicos no son muy importantes ahora así que se separó de su hermano mirándolo con ojos llorosos y tirando de sus redondas orejas.-[color#ffcc66]Jamás serias demasiado rubio para eso, aunque te vez demasiado humano, ¿hay modo de que vuelvas a ser tú? Bueno físicamente hablando.[/color]
Su hermano tomo algo de la cesta de Aion, y noto los bollos, lo había malacostumbrado a los dulces y sin pensar tomo uno, pero entonces se dio cuenta que no era pan eran.-¿Hongos? ¿Aion de dónde?- Suspiro, esa criatura era su modo de mantenerse relativamente cuerda ero desistió de responderse a sí misma por el momento, termino de comer ese hongo, que le traía algún recuerdo, pero no podía recordar exactamente qué, y Hazel; antes del mastereado Zelas; miraba a la playa y una linda chica se acercaba con ojos embelesados, la elfa miró sobre el hombro de su hermano diagonal no hermano a la rubia, le sonrió y alzo un poco la mano a modo de saludo, entonces le dio un codazo a su hermano.- Hola, si, es la gran hoguera, mientras no nos acerquemos mucho, ya me chamusque y no quiero otra riña. - Esperaba que algunos de los bodes chamuscados de la falda no fueren tan notorios, pero ahora tenía más interés en saber quién era la chica y que su hermano demostrará mínimo ser considerado y presentársela.
Su hermano tomo algo de la cesta de Aion, y noto los bollos, lo había malacostumbrado a los dulces y sin pensar tomo uno, pero entonces se dio cuenta que no era pan eran.-¿Hongos? ¿Aion de dónde?- Suspiro, esa criatura era su modo de mantenerse relativamente cuerda ero desistió de responderse a sí misma por el momento, termino de comer ese hongo, que le traía algún recuerdo, pero no podía recordar exactamente qué, y Hazel; antes del mastereado Zelas; miraba a la playa y una linda chica se acercaba con ojos embelesados, la elfa miró sobre el hombro de su hermano diagonal no hermano a la rubia, le sonrió y alzo un poco la mano a modo de saludo, entonces le dio un codazo a su hermano.- Hola, si, es la gran hoguera, mientras no nos acerquemos mucho, ya me chamusque y no quiero otra riña. - Esperaba que algunos de los bodes chamuscados de la falda no fueren tan notorios, pero ahora tenía más interés en saber quién era la chica y que su hermano demostrará mínimo ser considerado y presentársela.
Aradia Hazelmere
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
Aquella maldita mujer había puesto algo en la comida que le había dado. ¿Es que le había tomado por estúpido? No estaba de humor para tonterías, y su paciencia se encontraba bajo mínimos. Por favor, si hasta estaba viendo un aion y una chiquilla cuyo éter era capaz de advertir. Una bruja. Claro. Maldito subconsciente. Una bruja en Lithe e iba a encontrársela él. Casi sintió la tentación de reír allí mismo. Lo próximo que su inducida mente le iba a revelar sería compartir una habitación en el Heckhold.
Tomó con la mano diestra lo que fuera que quien fuera en realidad le estaba ofreciendo, y con una mirada cargada de desdén, se alejó de esa extraña presencia. Sólo esperaba ser capaz de reencontrarse con la desgraciada que lo había engañado.
Paseó entre el mar de elfos con la seguridad con la que lo hacía habitualmente, con la capucha hacia atrás a causa de una ráfaga de viento, y observando aquí y allá, tratando de recordar los rasgos de quien estaba buscando. Las reuniones, masivas, fluían entre risas, cariño y juegos, y esquivó a varios niños que sin duda se creían transparentes. Asintió con un gesto de la cabeza a las disculpas de sus padres, sin detenerse, cuando se detuvo, escudriñando, inseguro, una figura que se le antojó familiar. ¿Aradia…? Hacía mucho tiempo que no se había cruzado con la joven Hazelmere. Si era ella, se hallaba rodeada de un buen número de otros congéneres, y decidió continuar, dejando a su derecha muchas más hogueras.
Una llamó de nuevo su atención, a causa de dos grandes lobos que tranquilos, formaban parte de un grupo mayor. Lo ocurrido en Helmfirth le golpeó, y se llevó una mano al estómago. Nada tenía en contra de la Joven Raza. Sus aflicciones le eran conocidas, mas la cercanía de la muerte a manos de uno de ello rompía aún más su escaso interés por mostrarse sociable. Su noche debía transcurrir entre recuerdo, dolor y fe.
Claro que los dioses tenían otros planes.
No podía confundir esa figura. Ni sin duda, aquel rostro, aunque tan sólo en parte volteado un instante. ¿Ella… en Sandorai? ¿Allí? No supo el tiempo que estuvo quieto, tratando de razonar que tenía por fuerza que tratarse de otro efecto de la droga. Estaba en un puesto, junto a un humano de cabello oscuro. ¿Qué…?
Sacudió la cabeza, pasándose una mano por la melena desde la frente a la nuca. Los músculos de su pierna izquierda amenazaron con dar un paso en su dirección. Tan sólo eso, antes de darles la espalda. Se habían separado en Lunargenta y tenía la impresión de que no era el momento de un nuevo reencuentro. No tal y como él se encontraba. Sonrió, sin dejar la idea de lado de que podría tratarse de un nuevo espejismo. Fuera como fuese, continuó avanzando, echando un vistazo más atrás, antes de enfocarse al frente. La multitud era tal que no tardó en perderla de vista. Quizá era mejor así.
Una fémina de cabello rubio y estatura semejante le recordó a otra de sus compañeras de viaje. Por supuesto ¿qué posibilidades reales existían? ¿Las mismas que para un eclipse? Los dioses no decidían reunir a todos sus conocidos en la misma playa la misma noche. Resultaba ridícula la misma sombra de dicha idea.
Se acercó a una de las zonas de puestos, la mayor parte de los cuales regentaban gentes de su propia especie. Viandas, abalorios y una gran variedad de productos le fueron ofrecidos con una amabilidad a la que correspondió, charlando con cierta ligereza, la misma que no observaba fuera del hogar. Sin embargo, pronto se separó para hollar con sus botas la húmeda y dura arena más cercana al refluyo del océano. Unas siluetas se encontraban dentro de las aguas, y éstas las acariciaban a la altura de la cintura, al tiempo que saltaban pequeñas olas de espaldas. Una pequeña hoguera que el elfo sorteó era sin duda creación, suya, pues se detuvieron un momento del juego que llevaban a cabo cuando él se acercó a su fuego. Su despreocupación hizo suspirar al espadachín. Aún habiendo acudido a fiestas, a celebraciones, habiendo tenido encuentros más o menos relevantes con aquellas que sus viajes y su forma de vida le permitieron, sobre todo en los últimos siete años, habiendo consultado innumerables templos y bibliotecas durante largas jornadas, no recordaba haber aligerado su carga en casi ningún momento de la última década. Miró la arena, iluminada por la luz que emanaba de las hogueras cercanas. El peso resultó abrumador por unos segundos, impidiéndole avanzar, hasta que respiró, y dio el siguiente paso.
Por fin reparó en la corona de flores que aún llevaba en la mano. ¿Era eso lo que aquella visión le había dado? Ya no estaba siquiera seguro. Tan sólo, que era lo que aparecía en su mano, y no podía negarlo. Se sintió estúpido, y sin mediar palabra, se la entregó a una muchacha elfa acompañada de dos amigas. La chica se sonrojó, mirando a una de sus acompañantes, aceptando no obstante el obsequio con una risita. Nou asintió, agradeciendo librarse del objeto, y continuando una vez más.
-Tu ánimo no está acorde con Lithe, joven- lo interpeló una anciana elfa, cuyo puesto estaba desierto de clientes. El Indirel se acercó a ella evitando parecer descortés.
-Mi ánimo lleva lustros así, serindë- la mujer entrada en años rió quedo.
-Son baratijas- explicó con modestia, señalando algunas de sus creaciones- me alegra que no hayas sucumbido en exceso.
Nou le miró con el ceño fruncido, antes de abrir los ojos de forma amenazadora.
-¿¡Tú…?!
-No- negó ella sin perder la sonrisa- Pero puedo decirte quien, si haces algo por mí en ésta noche festiva.
Apretando los dientes, el elfo calló, esperando.
-Bien sabes que hay que santificar las fiestas- aquello casi sonó a burla- Habla con tres personas, pregúntales sobre sí mismos ésta noche especial, ofréceles ayuda, forma parte de su diversión, ayúdales a disfrutar de Lithe. Los dioses te lo agradecerán. Y te diré lo que quieres saber.
-Espero que cumplas- replicó el espadachín con voz gutural, volviendo a mezclarse entre el gentío.
Aún se preguntaba por qué había dejado que sus pasos le llevasen allí.
Nousis Indirel
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
-El mismo pero mas rubio.... Esto tiene un sabor raro- señalo al momento de recibir el abrazo de su hermana, justo a tiempo para el momento que Ingela llegaba, esbozo una sonrisa a la rubia cuando el codazo de Ari le hizo sobresaltarse un poco, el rubio comenzaba a percibir los aromas y los colores de forma diferente, además de experimentar las sensaciones un poco mas diferente de lo normal.
-Cierto, Ingela, la elfa al lado mío es mi hermanita menor, Aradia, Aradia, esta linda dragona es mi... Nose que somos, Ingela... hey no hay beso esta vez(?)- señalo al momento que le ofrecía uno de los hongos que estaba comiendo, entonces Aion le golpeo desde un costado, sacudiendo cada parte de su cuerpo haciendo que el efecto de los hongos se disparara de golpe, de pronto se sintio conectado con la playa, el mar se escuchaba mas fuerte y todo en el universo parecía tener sentido.
-Hey no tenias que hacer eso, el bicho este es Aion, Aion ella es Ingela... Auch- exclamo al momento de ponerse de pie, la arena por algún motivo se había vuelto mas suave de lo que recordaba y temiendo el quedarse ahí por toda la noche accedió a ir a la fogata que señalaba Ingela.
Un escalofrió súbito recorrió su cuerpo, como si algo malo fuese a pasar, ¿seria a caso que Nousis estaba por los alrededores?, siempre existía la posibilidad, era una fiesta elfica y Nousis era de los elfos mas estirados en cuanto a tradiciones de la raza que conocía, superado solo por su padre, decidió que su mente se alejara de aquel pensamiento, no quería arruinar la sensación provocada por los hongos.
Aquel particular grupo atraía unas cuantas miradas, de seguro que era por las 2 bellezas que le acompañaban... O porque en una celebración donde la mayoría viste de blanco el era el único con una tenida negra "Al menos le atine con el paño blanco" pensó para si mismo cuando la hoguera capturo toda su atención. ¿Cómo algo podía ser tan bello y tan destructivo a la vez?, sintió el impulso de ir a tocarlo pero su atención comenzaba a dispersarse en las distintas personas del lugar, su vista pasada de Aradia a Ingela, de Ingela a Aion, de Aion a la gente bailando y de la gente bailando hacia el fuego de nuevo, solo para volver a repetir el ciclo de miradas.
-Jaja estos hongos ni me pegaron... Hey esa es Aylizz, Hola Aylizz- de algún modo aquello ultimo sonó mas fuerte de lo que tenia pensado, los hongos si le estaban pegando, y durísimo porque de nuevo sintió aquel impulso de ir a tocar el fuego, así como iba terminaría quemado de seguro.
OFF: interactuó con Aradia, con Ingela, con Aion, con el cosmos(?), percibo la culpa de Nousis(?) y vamos a la fogata donde esta Aylizz y la gente random, estoy próximo a interactuar con el fuego(?)
-Cierto, Ingela, la elfa al lado mío es mi hermanita menor, Aradia, Aradia, esta linda dragona es mi... Nose que somos, Ingela... hey no hay beso esta vez(?)- señalo al momento que le ofrecía uno de los hongos que estaba comiendo, entonces Aion le golpeo desde un costado, sacudiendo cada parte de su cuerpo haciendo que el efecto de los hongos se disparara de golpe, de pronto se sintio conectado con la playa, el mar se escuchaba mas fuerte y todo en el universo parecía tener sentido.
-Hey no tenias que hacer eso, el bicho este es Aion, Aion ella es Ingela... Auch- exclamo al momento de ponerse de pie, la arena por algún motivo se había vuelto mas suave de lo que recordaba y temiendo el quedarse ahí por toda la noche accedió a ir a la fogata que señalaba Ingela.
Un escalofrió súbito recorrió su cuerpo, como si algo malo fuese a pasar, ¿seria a caso que Nousis estaba por los alrededores?, siempre existía la posibilidad, era una fiesta elfica y Nousis era de los elfos mas estirados en cuanto a tradiciones de la raza que conocía, superado solo por su padre, decidió que su mente se alejara de aquel pensamiento, no quería arruinar la sensación provocada por los hongos.
Aquel particular grupo atraía unas cuantas miradas, de seguro que era por las 2 bellezas que le acompañaban... O porque en una celebración donde la mayoría viste de blanco el era el único con una tenida negra "Al menos le atine con el paño blanco" pensó para si mismo cuando la hoguera capturo toda su atención. ¿Cómo algo podía ser tan bello y tan destructivo a la vez?, sintió el impulso de ir a tocarlo pero su atención comenzaba a dispersarse en las distintas personas del lugar, su vista pasada de Aradia a Ingela, de Ingela a Aion, de Aion a la gente bailando y de la gente bailando hacia el fuego de nuevo, solo para volver a repetir el ciclo de miradas.
-Jaja estos hongos ni me pegaron... Hey esa es Aylizz, Hola Aylizz- de algún modo aquello ultimo sonó mas fuerte de lo que tenia pensado, los hongos si le estaban pegando, y durísimo porque de nuevo sintió aquel impulso de ir a tocar el fuego, así como iba terminaría quemado de seguro.
OFF: interactuó con Aradia, con Ingela, con Aion, con el cosmos(?), percibo la culpa de Nousis(?) y vamos a la fogata donde esta Aylizz y la gente random, estoy próximo a interactuar con el fuego(?)
Zelas Hazelmere
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
La temperatura en el norte no dejaba indiferente a Helyare, quien se había criado con el magnífico clima de Sandorai y a quien el frío adormecía, aunque en ese momento se encontrasen en el solsticio. Sabía que había festividad y era algo a lo que no se acostumbraba todavía. Había tenido que renunciar a celebraciones, pero no pudo evitar contarle a Nillë la historia de Lithe cuando sabía que esa misma noche se celebraría en las costas del sur.
Los dedos de Hareth pasaron por el rostro del elfo para acabar de ponerle las pinturas que usarían para Lithe. La mayoría de las veces que salían del bosque o que celebraban algo, sus rostros iban decorados con distintos colores y motivos que solo ellos entendían, ni siquiera el resto de elfos podía entender qué subcultura se había creado en ese clan, tras tantos años aislados. Pero ellos se entendían y veneraban toda obra de las sacerdotisas como Hareth. Creían que esas pinturas tenían representación para los dioses y las festividades eran muy importantes, tanto, que destacaban mucho con su forma de celebrar tan… ¿marcial? Tan sumamente ordenada.
Este año, Lithe sería encabezado por la nueva sacerdotisa, Luinil Naezhelis, la hija de Hareth. Para Aran, esto tenía una connotación especial, tenía muy buena relación con esa joven elfa, sobre todo porque era la hermana menor de Kaeltha y tenerla ahí era recordar a diario a su amiga, de la que le separaban tantos kilómetros físicamente… y muchos más por estatus.
Inclinó ligeramente la cabeza cuando le dijo que había acabado y se incorporó, pues había tenido que agacharse un poco para que la mujer acabase de pintar su rostro. Allí permaneció, quieto, hasta que Hareth y el resto de sacerdotisas dieron el visto bueno a las decoraciones de todos. En ese clan no había sitio para el individualismo de elegir un traje y destacar. Cada uno llevaba el que le correspondía, y tanto Aranarth como el resto del ejército, vestían la armadura esmeralda y cobriza con la que participaban en la gran mayoría de rituales. Y las armas.
Incapaces de juntarse con el resto de clanes, a quienes consideraban prácticamente unos traidores, salvo que estos expresasen su rechazo a los brujos, ellos fueron por su cuenta. Algunas de sus sacerdotisas habían ido a ayudar a recuperar Árbol Madre pues, por muy a su bola que fueran, por muy aislados que quisieran mantenerse, ese lugar era el más sagrado para ellos, y también habían cooperado con su magia para reanimarlo. Incluso Luinil, a su corta edad, había participado en los actos de imposición de manos para salvar el árbol. Por eso, este año más que nunca, creían que debían celebrar Lithe. Era un hecho casi histórico que los miembros de ese clan participasen en algo junto al resto de habitantes de Sandorai, pero así fue: Árbol Madre estaba por encima de cualquier rencilla o falta de entendimiento. Eso no significaba que durante la celebración de Lithe se juntasen con quienes habían ayudado a salvar el lugar más sagrado para ellos. No iban a celebrar con sus congéneres porque el rechazo a los brujos tan fuerte que el clan Eytherzair tenía los separaba del resto y, porque su forma de celebrar se había visto modificada con el paso de los años y no todos los elfos entendían cómo lo hacían. O directamente les cuestionaban.
Pero, para ese clan, su forma de celebrar era la correcta y la que sí debía hacerse, y no al revés.
Partían de lo mismo, pero ya solo los trajes que debían llevar para el festejo destacaban por sobre los demás. Siempre que salían de Sandorai sus vestiduras eran extrañas incluso para los mismos elfos, tan «uniformados», como si quisiesen distinguirse de los demás. Y así era.
Con Luinil a la cabeza, escoltada por los guardias, que permanecían rodeando a las sacerdotisas, caminaron por el bosque, por los treinta y siete kilómetros que separaban su aldea de la costa y fue cuando los árboles se acabaron, cuando adoptaron su nueva formación, y sería Aranarth quien encabezaría la procesión que llevaban para cuidar a Luinil de cualquier problema. No debía haberlos, pero eran criados bajo esa premisa del ataque constante.
Estaban separados del resto, no querían juntarse con nadie que no compartiera sus ideales, pues veían a los demás totalmente equivocados, rendidos a una moral que había sido impuesta por los años y la mentira de que los brujos habían cambiado.
Incluso los niños del clan, que no tenían que llevar ningún tipo de formación, trataban de distinguirse de los otros, saltarines y alborotadores. Creían que a los dioses no les gustaban esas actitudes en un momento en el que había que rendirles pleitesía. Y sabían que habría tiempo de divertirse, pero después de la ceremonia que harían.
Ya lejos de los árboles y más cerca del mar, prepararon su hoguera, aunque fue la joven sacerdotisa quien era la encargada de hacer que el fuego prendiese después de que le dieran una antorcha que parecía improvisada, pero nada lo era en esa performance. Luinil prendió la hoguera seguida de aplausos y vítores porque, para ellos, la fiesta comenzaba. Los más pequeños repartían coronas de flores con unas cintas a los soldados, a sus familiares y, por supuesto, a la nueva sacerdotisa, a la que todos querían hacerle entrega de ese detalle que habían hecho.
El lugar donde el resto de razas se reunían era más colorido, pero prácticamente todo el clan se negaba a juntarse con seres que consideraban inferiores –y quien no se negara tampoco lo diría –.
Viendo cómo las llamas iluminaban el trozo de playa donde ellos estaban festejando, era hora de ir quemando sus malos pensamientos, pero ellos no saltaban sobre el fuego. Lo veían como un elemento destructivo y no entendían la diversión del riesgo de pasar por encima. Estaban haciendo círculos alrededor de la hoguera e iban abriéndose paso para dejar sus malos pensamientos y que se convirtieran en humo, que se destruyeran. Incluso el soldado de cabello platino tenía los suyos.
Quería dejar atrás momentos en los que había preferido a su clan antes que a su amiga, y había hecho cosas que no estaban bien para él, pero sí para el resto de elfos que allí estaban, a quienes les debía todo. También tenía malos pensamientos sobre él mismo al compararse con su hermano, pero esos eran los menos, pues muchos allí se habían encargado de hacerle ver lo bien que desempeñaba su labor. Y precisamente por eso, había fallado a su amiga. La extrañaba, pero no podía hacer nada si no quería acabar como ella. Cada uno tenía su lugar en la sociedad, eso era lo que había aprendido desde que tenía uso de razón.
Estuvieron bailando, haciendo sus propios cánticos, mientras los guardias se mantenían estoicos, solo moviéndose cuando alguien les pedía algo o para jugar brevemente con los más pequeños.
–Es un poco extraña esta celebración –comentó Luinil acercándose al guerrero –, porque a varios metros están algunos con los que colaboramos para salvar Árbol Madre. Pero lejos de eso, ya no nos une nada.
–Claro, venimos del mismo sitio, al final, estas son nuestras tierras. Solo que algunos se conformaron con esto y no quieren recuperar las que nos fueron arrebatadas –respondió Aran, bajando un poco la vista, de reojo, hacia la sacerdotisa. Le recordaba mucho a cuando Kael había estado en el clan, a diferencia de los ojos. Los de Luinil eran azules y los de su antigua amiga, verdes. Pero se notaba que eran hermanas, aunque la segunda no fuera tan peripuesta a todos los sitios. Gajes de que una fuera sacerdotisa y otra una guerrera –. ¿Necesitas ir a algún lado? –ya tenían confianza. Si su familia había visto a la mayor de las hermanas crecer, con Luinil era lo mismo, pero más reciente, apenas tenía diecisiete años.
–Creo que me acercaré un poco a ver cómo celebran. ¿Se podría? –Aran asintió, aunque no muy convencido. Ella podía hacer lo que quisiera siempre y cuando respetase las normas y sabía que Luinil, después de vivir en su familia de forma directa lo que ocurría cuando las reglas no eran cumplidas, no se arriesgaría a fallar a nadie. Y menos con su recién estrenado puesto. La cara del elfo era más por la desgana que le suponía tener que aproximarse a ver a seres inferiores y traidores de su raza. Pero no porque no pudieran acercarse. Podían hacerlo, incluso Luinil había ido a fiestas de otros lugares por la mera curiosidad de ver cómo se comportaban las otras razas. Esa curiosidad le había servido para tener una mejor preparación como sacerdotisa, a pesar de su corta edad.
Tras avisar, ambos se separaron unos metros, dejando al resto de elfos del clan divirtiéndose en la fiesta privada que ellos habían montado, saltando su hoguera, jugando con flores, buscando objetos que significarían una victoria en los juegos que se habían inventado…
Luinil y Aranarth fueron a orillas de la playa, dejando que los pies de la más joven fueran tocados por el mar. Algunos niños jugueteaban con las olas. Incluso una jovencita se acercó a ambos elfos y le tendió a la chica unas galletas. A Aran solo lo miró con un poco de miedo y se fue corriendo. Lo cierto es que el elfo no era amigable para los humanos. Su semblante era muy frío, la armadura le hacía parecer más grande, era más alto que un hombre medio y su espada, heredada de su hermano, no infundía sensación de amistad.
–Le caes mal a los niños –Luinil soltó una risita y le tendió una galleta.
–Son humanos, no sé hasta qué punto está mal que no les guste a esos seres –sonrió de medio lado, mostrándose siempre distante, sobre todo a lo que se refería a otras razas. Aunque era inevitable que por su mente pasara que esa pequeña humana era desgraciada en raza, pero no dejaba de ser adorable, como los pequeños elfos que correteaban cerca de la hoguera que habían formado los de su clan.
–A pesar de ser humanos, no cocinan tan mal –la joven elfa hizo una ligera mueca, tratando de distinguir el sabor. Si era bueno o malo. Estaba bien, para ser humano. Fue su conclusión. Le parecía divertido que estuvieran saltando sobre el fuego y les pareciera motivo de festejo, seguramente porque habían pasado al otro lado sin quemarse.
–Que los dioses te cuiden mientras comes eso –miró su galleta y luego a Luinil, sonriendo y usando un tono jocoso. Él sí que no confiaba en nada que viniera de otras razas inferiores, pero no podía evitar enternecerse por la curiosidad de la sacerdotisa. Era demasiado joven para dejar de lado esa inquietud de saber. Su hermana y él habían tenido alguna vez ese pensamiento de ver qué había más allá de su aldea, pero rápido se quitaron esa idea de la cabeza al creerse superiores a todo. No tenían por qué moverse o juntarse con seres que eran calaña para ellos.
Pero allí estaba, ahora protegiendo a la hermana pequeña de quien había sido su mejor amiga, viendo cómo se divertían otros y juzgándolos internamente porque sus costumbres diferían de las que ellos conocían.
*****
Los dedos de Hareth pasaron por el rostro del elfo para acabar de ponerle las pinturas que usarían para Lithe. La mayoría de las veces que salían del bosque o que celebraban algo, sus rostros iban decorados con distintos colores y motivos que solo ellos entendían, ni siquiera el resto de elfos podía entender qué subcultura se había creado en ese clan, tras tantos años aislados. Pero ellos se entendían y veneraban toda obra de las sacerdotisas como Hareth. Creían que esas pinturas tenían representación para los dioses y las festividades eran muy importantes, tanto, que destacaban mucho con su forma de celebrar tan… ¿marcial? Tan sumamente ordenada.
Este año, Lithe sería encabezado por la nueva sacerdotisa, Luinil Naezhelis, la hija de Hareth. Para Aran, esto tenía una connotación especial, tenía muy buena relación con esa joven elfa, sobre todo porque era la hermana menor de Kaeltha y tenerla ahí era recordar a diario a su amiga, de la que le separaban tantos kilómetros físicamente… y muchos más por estatus.
Inclinó ligeramente la cabeza cuando le dijo que había acabado y se incorporó, pues había tenido que agacharse un poco para que la mujer acabase de pintar su rostro. Allí permaneció, quieto, hasta que Hareth y el resto de sacerdotisas dieron el visto bueno a las decoraciones de todos. En ese clan no había sitio para el individualismo de elegir un traje y destacar. Cada uno llevaba el que le correspondía, y tanto Aranarth como el resto del ejército, vestían la armadura esmeralda y cobriza con la que participaban en la gran mayoría de rituales. Y las armas.
Incapaces de juntarse con el resto de clanes, a quienes consideraban prácticamente unos traidores, salvo que estos expresasen su rechazo a los brujos, ellos fueron por su cuenta. Algunas de sus sacerdotisas habían ido a ayudar a recuperar Árbol Madre pues, por muy a su bola que fueran, por muy aislados que quisieran mantenerse, ese lugar era el más sagrado para ellos, y también habían cooperado con su magia para reanimarlo. Incluso Luinil, a su corta edad, había participado en los actos de imposición de manos para salvar el árbol. Por eso, este año más que nunca, creían que debían celebrar Lithe. Era un hecho casi histórico que los miembros de ese clan participasen en algo junto al resto de habitantes de Sandorai, pero así fue: Árbol Madre estaba por encima de cualquier rencilla o falta de entendimiento. Eso no significaba que durante la celebración de Lithe se juntasen con quienes habían ayudado a salvar el lugar más sagrado para ellos. No iban a celebrar con sus congéneres porque el rechazo a los brujos tan fuerte que el clan Eytherzair tenía los separaba del resto y, porque su forma de celebrar se había visto modificada con el paso de los años y no todos los elfos entendían cómo lo hacían. O directamente les cuestionaban.
Pero, para ese clan, su forma de celebrar era la correcta y la que sí debía hacerse, y no al revés.
Partían de lo mismo, pero ya solo los trajes que debían llevar para el festejo destacaban por sobre los demás. Siempre que salían de Sandorai sus vestiduras eran extrañas incluso para los mismos elfos, tan «uniformados», como si quisiesen distinguirse de los demás. Y así era.
Con Luinil a la cabeza, escoltada por los guardias, que permanecían rodeando a las sacerdotisas, caminaron por el bosque, por los treinta y siete kilómetros que separaban su aldea de la costa y fue cuando los árboles se acabaron, cuando adoptaron su nueva formación, y sería Aranarth quien encabezaría la procesión que llevaban para cuidar a Luinil de cualquier problema. No debía haberlos, pero eran criados bajo esa premisa del ataque constante.
Estaban separados del resto, no querían juntarse con nadie que no compartiera sus ideales, pues veían a los demás totalmente equivocados, rendidos a una moral que había sido impuesta por los años y la mentira de que los brujos habían cambiado.
Incluso los niños del clan, que no tenían que llevar ningún tipo de formación, trataban de distinguirse de los otros, saltarines y alborotadores. Creían que a los dioses no les gustaban esas actitudes en un momento en el que había que rendirles pleitesía. Y sabían que habría tiempo de divertirse, pero después de la ceremonia que harían.
Ya lejos de los árboles y más cerca del mar, prepararon su hoguera, aunque fue la joven sacerdotisa quien era la encargada de hacer que el fuego prendiese después de que le dieran una antorcha que parecía improvisada, pero nada lo era en esa performance. Luinil prendió la hoguera seguida de aplausos y vítores porque, para ellos, la fiesta comenzaba. Los más pequeños repartían coronas de flores con unas cintas a los soldados, a sus familiares y, por supuesto, a la nueva sacerdotisa, a la que todos querían hacerle entrega de ese detalle que habían hecho.
El lugar donde el resto de razas se reunían era más colorido, pero prácticamente todo el clan se negaba a juntarse con seres que consideraban inferiores –y quien no se negara tampoco lo diría –.
Viendo cómo las llamas iluminaban el trozo de playa donde ellos estaban festejando, era hora de ir quemando sus malos pensamientos, pero ellos no saltaban sobre el fuego. Lo veían como un elemento destructivo y no entendían la diversión del riesgo de pasar por encima. Estaban haciendo círculos alrededor de la hoguera e iban abriéndose paso para dejar sus malos pensamientos y que se convirtieran en humo, que se destruyeran. Incluso el soldado de cabello platino tenía los suyos.
Quería dejar atrás momentos en los que había preferido a su clan antes que a su amiga, y había hecho cosas que no estaban bien para él, pero sí para el resto de elfos que allí estaban, a quienes les debía todo. También tenía malos pensamientos sobre él mismo al compararse con su hermano, pero esos eran los menos, pues muchos allí se habían encargado de hacerle ver lo bien que desempeñaba su labor. Y precisamente por eso, había fallado a su amiga. La extrañaba, pero no podía hacer nada si no quería acabar como ella. Cada uno tenía su lugar en la sociedad, eso era lo que había aprendido desde que tenía uso de razón.
Estuvieron bailando, haciendo sus propios cánticos, mientras los guardias se mantenían estoicos, solo moviéndose cuando alguien les pedía algo o para jugar brevemente con los más pequeños.
–Es un poco extraña esta celebración –comentó Luinil acercándose al guerrero –, porque a varios metros están algunos con los que colaboramos para salvar Árbol Madre. Pero lejos de eso, ya no nos une nada.
–Claro, venimos del mismo sitio, al final, estas son nuestras tierras. Solo que algunos se conformaron con esto y no quieren recuperar las que nos fueron arrebatadas –respondió Aran, bajando un poco la vista, de reojo, hacia la sacerdotisa. Le recordaba mucho a cuando Kael había estado en el clan, a diferencia de los ojos. Los de Luinil eran azules y los de su antigua amiga, verdes. Pero se notaba que eran hermanas, aunque la segunda no fuera tan peripuesta a todos los sitios. Gajes de que una fuera sacerdotisa y otra una guerrera –. ¿Necesitas ir a algún lado? –ya tenían confianza. Si su familia había visto a la mayor de las hermanas crecer, con Luinil era lo mismo, pero más reciente, apenas tenía diecisiete años.
–Creo que me acercaré un poco a ver cómo celebran. ¿Se podría? –Aran asintió, aunque no muy convencido. Ella podía hacer lo que quisiera siempre y cuando respetase las normas y sabía que Luinil, después de vivir en su familia de forma directa lo que ocurría cuando las reglas no eran cumplidas, no se arriesgaría a fallar a nadie. Y menos con su recién estrenado puesto. La cara del elfo era más por la desgana que le suponía tener que aproximarse a ver a seres inferiores y traidores de su raza. Pero no porque no pudieran acercarse. Podían hacerlo, incluso Luinil había ido a fiestas de otros lugares por la mera curiosidad de ver cómo se comportaban las otras razas. Esa curiosidad le había servido para tener una mejor preparación como sacerdotisa, a pesar de su corta edad.
Tras avisar, ambos se separaron unos metros, dejando al resto de elfos del clan divirtiéndose en la fiesta privada que ellos habían montado, saltando su hoguera, jugando con flores, buscando objetos que significarían una victoria en los juegos que se habían inventado…
Luinil y Aranarth fueron a orillas de la playa, dejando que los pies de la más joven fueran tocados por el mar. Algunos niños jugueteaban con las olas. Incluso una jovencita se acercó a ambos elfos y le tendió a la chica unas galletas. A Aran solo lo miró con un poco de miedo y se fue corriendo. Lo cierto es que el elfo no era amigable para los humanos. Su semblante era muy frío, la armadura le hacía parecer más grande, era más alto que un hombre medio y su espada, heredada de su hermano, no infundía sensación de amistad.
–Le caes mal a los niños –Luinil soltó una risita y le tendió una galleta.
–Son humanos, no sé hasta qué punto está mal que no les guste a esos seres –sonrió de medio lado, mostrándose siempre distante, sobre todo a lo que se refería a otras razas. Aunque era inevitable que por su mente pasara que esa pequeña humana era desgraciada en raza, pero no dejaba de ser adorable, como los pequeños elfos que correteaban cerca de la hoguera que habían formado los de su clan.
–A pesar de ser humanos, no cocinan tan mal –la joven elfa hizo una ligera mueca, tratando de distinguir el sabor. Si era bueno o malo. Estaba bien, para ser humano. Fue su conclusión. Le parecía divertido que estuvieran saltando sobre el fuego y les pareciera motivo de festejo, seguramente porque habían pasado al otro lado sin quemarse.
–Que los dioses te cuiden mientras comes eso –miró su galleta y luego a Luinil, sonriendo y usando un tono jocoso. Él sí que no confiaba en nada que viniera de otras razas inferiores, pero no podía evitar enternecerse por la curiosidad de la sacerdotisa. Era demasiado joven para dejar de lado esa inquietud de saber. Su hermana y él habían tenido alguna vez ese pensamiento de ver qué había más allá de su aldea, pero rápido se quitaron esa idea de la cabeza al creerse superiores a todo. No tenían por qué moverse o juntarse con seres que eran calaña para ellos.
Pero allí estaba, ahora protegiendo a la hermana pequeña de quien había sido su mejor amiga, viendo cómo se divertían otros y juzgándolos internamente porque sus costumbres diferían de las que ellos conocían.
Tengo permiso de Nana para usar mi acompañante aunque Hely esté lejos <3
No interactúan con nadie porque son unos señoritos que ven al resto de razas como inferiores (?)
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Helyare
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
El bullicio crecía conforme el sol se ocultaba totalmente en el firmamento, dando paso a una luna creciente que brillaba casi en su cénit. Las luciérnagas parecían envidiosas del brillo de las grandes hogueras, y asomaban por el bosque de Sandorai, curiosas. La hoguera de Ulmer seguía ardiendo, Alec, aunque drogado, era un eficiente gestor de madera que entre baile y baile, avivaba las llamas de aquella voluminosa hoguera llena de licántropos. Nana los miraba bebiendo cerveza desde su posición, cuando una pequeña mano estiró de su vestido llamando su atención.
-... ¿Co-Coronas? -Preguntó la pequeña de las niñas que ya se habían metido en la hoguera de Ulmer y habían embaucado a Alec y a Rose, que rebuscaban en sus bolsillos algo que dar a cambio a las niñas.
La loba dejó en el suelo su jarra de cerveza, hincada sobre la arena para no volcarlo, y rebuscó en su zurrón, tocó las setas y rio para sus adentros. Demasiado pequeña para ofrecerle algo así, pero solo la idea hizo soltar una risotada a la loba que siguió buscando. Al fondo, tímida, se encontraba el único aero que llevaba encima. Lo posó sobre la mano de la niña que esperaba ansiosa la propina por su arduo trabajo. Azahar era el olor predominante de aquella corona de flores, y eso le gustaba.
-Muchas gracias, señora.
Aquellas palabras resonaron en su cabeza. Señora, señora, señora. Suspiró hondo y tomó la jarra del suelo, hundiéndola en sus labios para acallar aquella pequeña vocecita. Señora, señora, señora. Se hacía mayor, era más que evidente. La loba se quedó unos segundos embriagada por el alcohol y la mala sensación de hacerse vieja. Pero de nuevo un brazo la sacó de sus cavilaciones de ebria, y la sacó de nuevo a bailar a la hoguera. Bailó como si fuese joven otra vez, se puso la corona de flores y empezó a dar vueltas y vueltas junto su amiga Rose, quien la había rescatado de aquellos pensamientos.
-Qué sheria estás ehsta notche. -Le susurró Rose entre vuelta y vuelta.
Estaba tan ebria que casi no podía dar la vuelta sobre sus piernas. Nana echó a reír a ver a su amiga, la recatada, la estricta, de aquella manera.
-Y tú qué borracha estás. -Respondió para enfadar a su amiga, pero no funcionó.
La bruja entonó una cancioncilla al ritmo de los tambores élficos, sintiéndose como si en su misma tierra estuviera. Aquello sí que fue mágico. Ver a su amiga por fin en casa. Suspiró hinchándose de júbilo, inhalando el humo de la gran hoguera, como si aquel momento pudiera quedar grabado en su mente para siempre, porque sabía que la felicidad no duraría para siempre. Rose paró de repente y sin decir nada, sacó algo de su zurrón y se lo llevó a la boca. Aprovechó que el sonido de los tambores se hacía más estrepitoso, para acercarse más a Nana, que la miraba sujetando la jarra de cerveza con una mano, extrañada por la reacción de la pelirroja. Bailando como si de un ente poseído se tratase, Rose se acercaba más a su amiga hasta que la tomó forzosamente por la nuca y le dio un beso.
-¡Beso, beso, beso, beso! -Empezó a gritar Alec detrás de sus dos amigas aplaudiendo, y pronto los demás licántropos se unieron al grito dando palmas y golpes en diferentes partes de su cuerpo.
Era un beso envenenado. Nana mordió, un sabor amargo invadió sus papilas gustativas, lo había hecho, Rose, le acababa de drogar. Suspiró con resignación y tragó la seta que aún deambulaba por sus carrillos. La pelirroja empezó a aplaudir, y de nuevo la hoguera entera entró en un tremendo estruendo de aplausos y vítores, sin saber por qué.
Se acercó a la mesa, y rellenó su jarra con hidromiel, algo amargo para quitar el gusto de las setas alucinógenas de Rose. Dejarse llevar parecía el plan de aquella noche. Asintió para ella misma, convenciéndose. Sus ojos se posaron de nuevo en sus amigos, que bailaban al son de los músicos que recorrían la playa y que ahora visitaban la hoguera de Ulmer. Alec puso una de las coronas que le había comprado a las niñas sobre uno de los músicos y se puso a saltar alrededor de ellos. La música parecía ralentizarse cuando Rose se puso frente a la hoguera, se remangó el vestido y empezó a mover las manos, como si estuviese manejando el fuego, cosa que por otro lado podría hacer perfectamente. Los tambores parecían acompañar el baile tribal de la bruja, que metió la mano en su zurrón, echó algo sobre la hoguera que escapó a la vista de la loba, pero la hoguera empezó a brillar en un color verde intenso. Todos volvieron a aplaudir y a gritar asombrados por los trucos de la pelirroja.
-¿Qué quieres, otra seta? -Le preguntó Alec acercándose dando saltos al ver a su amiga tan parada.
-No Alec, me acabo de tomar la primera. -Se excuso la líder levantando su jarra para brindar con su amigo.
Pero lejos de brindar, el lobo echó a correr hacia Rose, y volvieron a emprender aquel extraño baile. Todo parecía empezar a ir más despacio, sus sentidos parecían confundirse, podía saborear el verde de la hoguera, y aquellas personas en la hoguera más próxima parecían estar allí. Esa elfa, a esa elfa la había visto antes. No era especialmente buena para las caras, y menos tratándose de las hermosas elfas rubias, pero los olores... No muchas elfas olían a alquimia. Llevó la vista al cielo, que parecía precipitarse sobre ellos, tan cerca aquella noche, abrió los ojos de par en par, intentando acostumbrar a sus pupilas dilatadas a la nueva luz y se dispuso a acercarse al grupo de extraños.
-¡Bienvenidos a la hoguera de Ulmer! -Les gritó arrastrando los pies por la arena, remangándose el vestido para no pisarlo. -Podéis beber y comer todo lo que queráis, invita la casa. -Añadió haciendo un ademán con la mano, señalando con la palma la enorme mesa llena de comida que había frente a la hoguera.
Antes de que pudieran decir nada, Nana volvió corriendo a la hoguera y se unió al baile. Girando de nuevo sobre si misma como si el sol no fuera a salir al día siguiente.
Se están poniendo las botas los niños de las coronas. Nana ve a Aylizz pero no se acuerda de su nombre, e invita al grupo de Ingela, Zelas, Aradia y Aylizz a la hoguera de Ulmer.
-... ¿Co-Coronas? -Preguntó la pequeña de las niñas que ya se habían metido en la hoguera de Ulmer y habían embaucado a Alec y a Rose, que rebuscaban en sus bolsillos algo que dar a cambio a las niñas.
La loba dejó en el suelo su jarra de cerveza, hincada sobre la arena para no volcarlo, y rebuscó en su zurrón, tocó las setas y rio para sus adentros. Demasiado pequeña para ofrecerle algo así, pero solo la idea hizo soltar una risotada a la loba que siguió buscando. Al fondo, tímida, se encontraba el único aero que llevaba encima. Lo posó sobre la mano de la niña que esperaba ansiosa la propina por su arduo trabajo. Azahar era el olor predominante de aquella corona de flores, y eso le gustaba.
-Muchas gracias, señora.
Aquellas palabras resonaron en su cabeza. Señora, señora, señora. Suspiró hondo y tomó la jarra del suelo, hundiéndola en sus labios para acallar aquella pequeña vocecita. Señora, señora, señora. Se hacía mayor, era más que evidente. La loba se quedó unos segundos embriagada por el alcohol y la mala sensación de hacerse vieja. Pero de nuevo un brazo la sacó de sus cavilaciones de ebria, y la sacó de nuevo a bailar a la hoguera. Bailó como si fuese joven otra vez, se puso la corona de flores y empezó a dar vueltas y vueltas junto su amiga Rose, quien la había rescatado de aquellos pensamientos.
-Qué sheria estás ehsta notche. -Le susurró Rose entre vuelta y vuelta.
Estaba tan ebria que casi no podía dar la vuelta sobre sus piernas. Nana echó a reír a ver a su amiga, la recatada, la estricta, de aquella manera.
-Y tú qué borracha estás. -Respondió para enfadar a su amiga, pero no funcionó.
La bruja entonó una cancioncilla al ritmo de los tambores élficos, sintiéndose como si en su misma tierra estuviera. Aquello sí que fue mágico. Ver a su amiga por fin en casa. Suspiró hinchándose de júbilo, inhalando el humo de la gran hoguera, como si aquel momento pudiera quedar grabado en su mente para siempre, porque sabía que la felicidad no duraría para siempre. Rose paró de repente y sin decir nada, sacó algo de su zurrón y se lo llevó a la boca. Aprovechó que el sonido de los tambores se hacía más estrepitoso, para acercarse más a Nana, que la miraba sujetando la jarra de cerveza con una mano, extrañada por la reacción de la pelirroja. Bailando como si de un ente poseído se tratase, Rose se acercaba más a su amiga hasta que la tomó forzosamente por la nuca y le dio un beso.
-¡Beso, beso, beso, beso! -Empezó a gritar Alec detrás de sus dos amigas aplaudiendo, y pronto los demás licántropos se unieron al grito dando palmas y golpes en diferentes partes de su cuerpo.
Era un beso envenenado. Nana mordió, un sabor amargo invadió sus papilas gustativas, lo había hecho, Rose, le acababa de drogar. Suspiró con resignación y tragó la seta que aún deambulaba por sus carrillos. La pelirroja empezó a aplaudir, y de nuevo la hoguera entera entró en un tremendo estruendo de aplausos y vítores, sin saber por qué.
Se acercó a la mesa, y rellenó su jarra con hidromiel, algo amargo para quitar el gusto de las setas alucinógenas de Rose. Dejarse llevar parecía el plan de aquella noche. Asintió para ella misma, convenciéndose. Sus ojos se posaron de nuevo en sus amigos, que bailaban al son de los músicos que recorrían la playa y que ahora visitaban la hoguera de Ulmer. Alec puso una de las coronas que le había comprado a las niñas sobre uno de los músicos y se puso a saltar alrededor de ellos. La música parecía ralentizarse cuando Rose se puso frente a la hoguera, se remangó el vestido y empezó a mover las manos, como si estuviese manejando el fuego, cosa que por otro lado podría hacer perfectamente. Los tambores parecían acompañar el baile tribal de la bruja, que metió la mano en su zurrón, echó algo sobre la hoguera que escapó a la vista de la loba, pero la hoguera empezó a brillar en un color verde intenso. Todos volvieron a aplaudir y a gritar asombrados por los trucos de la pelirroja.
-¿Qué quieres, otra seta? -Le preguntó Alec acercándose dando saltos al ver a su amiga tan parada.
-No Alec, me acabo de tomar la primera. -Se excuso la líder levantando su jarra para brindar con su amigo.
Pero lejos de brindar, el lobo echó a correr hacia Rose, y volvieron a emprender aquel extraño baile. Todo parecía empezar a ir más despacio, sus sentidos parecían confundirse, podía saborear el verde de la hoguera, y aquellas personas en la hoguera más próxima parecían estar allí. Esa elfa, a esa elfa la había visto antes. No era especialmente buena para las caras, y menos tratándose de las hermosas elfas rubias, pero los olores... No muchas elfas olían a alquimia. Llevó la vista al cielo, que parecía precipitarse sobre ellos, tan cerca aquella noche, abrió los ojos de par en par, intentando acostumbrar a sus pupilas dilatadas a la nueva luz y se dispuso a acercarse al grupo de extraños.
-¡Bienvenidos a la hoguera de Ulmer! -Les gritó arrastrando los pies por la arena, remangándose el vestido para no pisarlo. -Podéis beber y comer todo lo que queráis, invita la casa. -Añadió haciendo un ademán con la mano, señalando con la palma la enorme mesa llena de comida que había frente a la hoguera.
Antes de que pudieran decir nada, Nana volvió corriendo a la hoguera y se unió al baile. Girando de nuevo sobre si misma como si el sol no fuera a salir al día siguiente.
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Se están poniendo las botas los niños de las coronas. Nana ve a Aylizz pero no se acuerda de su nombre, e invita al grupo de Ingela, Zelas, Aradia y Aylizz a la hoguera de Ulmer.
Nana
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
En el momento que Rel recibió una respuesta recíproca de aquella mujer, sus labios esbozaron una amplia sonrisa reconfortante junto a una risilla proferida nasalmente. La armonía rezumaba en aquella festividad y todos aquellos integrantes a esta promulgaban lo que podría denominarse como una buena predisposición, sumando al Lithe una recreación única que entre todas las razas construían. Por lo que sí, aquel gesto de ofrecer parte de lo que estuviera cocinando en ese pequeño caldero era un ejemplo de buena voluntad y acercamiento a cambio de un par de galletas élficas, dulces y según la discípulo, al menos lo que pudo detectar, con algunas especias desconocidas para ella. En cualquier caso aceptó la invitación con un asentir, depositando la pequeña cesta en el suelo con dudosa delicadeza y así tomar asiento en un pequeño montículo de rocas próximo al fuego que Kyra utilizaba para su particular guiso mientras aguardaba a que terminase de rematar el mismo con unos últimos retoques. La mujer Dragón reposó sus manos en su regazo mientras tanto, en una pose que en otro momento hubiera sido un poco más estable, mas sus sentidos se mostraban tan estimulados que le era incapaz mostrar la serenidad que normalmente expresaría.
- Vuestra amabilidad ya es suficiente estimada, sea lo que estés preparando desprende un olor que nunca he experimentado, pero debo deciros que es agradable. - Y así pudo comprobarlo cuando su nueva conocida le dio a probar de un pequeño cuenco, el cual sostuvo con ambas garras y agradeció a Kyra antes de sorber su contenido, paladeando este con extrañeza pero finalmente apurándolo sin desperdiciar nada, indicando un satisfecho resultado.
- Veo que no sólo vuestros ojos han sido bendecidos por los dioses, tenéis buena mano cocinando. - Bromeó la discípulo cuando ambas decidieron encaminarse al grupo dispar de Made, alabando a su vez las dotes culinarias de su nueva acompañante. Por mucho que hubiera bebido estaba lo suficientemente lúcida como para haber notado la similitud que ambas compartían y aquel comentario fue enfocado como un inocente halago que soltó casi sin habérselo planteado, no todo el mundo podía presumir de poseer una heterocromía aunque tal tecnicismo para Rel se resumía en una bendición y heterogénea diferencia única, hermosa cuanto cabe, de un individuo.
Las dos mujeres fueron recibidas con un jolgorio que se centralizaba en una de las piras no muy alejadas, pero sin duda su disparidad de razas era asombrosa pues había de todo en ella. Seguramente a parte de Made muchos otros se habían dedicado a buscar a más gente pues cada vez eran más en aquel grupo tan variopinto. Algunos alzaron sus jarras cuando vieron llegar tanto a Kyra y a Rel, vociferando un grito de bienvenida que daban cuando se unía sea quien fuese como recién llegado. Aunque aquella vez hubo un segundo clamor pues un hombre de cabellos níveos se acercó con un par de coronas de flores.
- ¿Cómo que si se puede? ¡Claro! ¡Bienvenido seas quien seas y feliz Lithe! Estas dos chicas necesitan unas coronas, habéis venido en un buen momento. Acercaros y tomad algo, tenemos galletas y alcoholes varios, serviros. - Y como no, Made hizo acto de presencia, uno que en apenas un parpadeo incitó al joven tomándole del brazo y acercándole al grupo un poco más para tras ello dirigirse a Rel con un guiño y añadir un comentario rápido antes de desaparecer de nuevo entre el gentío.
- Al final la habéis convencido ¡Bien hecho! ¡Se bienvenida tú también! Disfrutad lo que podáis, aquí hay tanta gente que espero acordarme de toda la posible mañana. Voy a ese grupo de ahí, me han dicho que ese clan de Licántropos tienen unas setas extrañas, deseadme suerte, hoy no es momento para pensar en las consecuencias. - A penas se podía escuchar las risotadas de Made cuando esta decidió embarcarse en el grupo mencionado como si fuera por su casa, disponiendo de sus galletas a cambio de su pequeño capricho. Rel negó una vez más ante las novatadas e impulsividad de la gentil, dibujando una gran sonrisa y virando ahora su foco de atención a los dos recién llegados.
- Una Elfa particular... Pero con energía ¿Es vuestro primer Lithe o ya habéis estado en otros? - Preguntó en cuanto recibió una de las coronas de flores que el hombre les quería entregar, mas no pudo evitar alzar una de sus cejas al ver el deplorable estado de la que portaba él mismo, no hizo comentario alguno pero por el gesto de la discípulo parecía causarle gracia, quizás su leve estado de embriaguez le haya hecho verlo de una forma más divertida.
- Ah... Bueno, veo que las gentes hacen uso de las piras para arrojar sus males... Su... ¿Pasado? Es un curioso simbolismo pero creo que lo hacéis para otorgar cierta paz mental. Oh disculpad estimados, creo que no soy conocedora de estas costumbres, me gustaría mucho si pudierais vislumbrarme algunas otras que supierais. - A la espera de respuestas, Rel se colocó su corona por encima de su cabeza con bastante entusiasmo, un regalo que agradeció con un cabeceo al hombre entre tanto ladeaba su cabeza intentando cerciorarse de que la misma se encontraba bien puesta.
- O podemos... Bailar. Es tan divertido y satisfactorio ¿Verdad? - Y realmente así lo pensaba, después de recluir tanto tiempo sus impulsos, un simple baile para la mujer había sido una de las acciones más desenfrenadas que había hecho a lo largo de su vida. Obviamente quería repetir tal sensación, que gracias a la bebida ingerida anteriormente se había intensificado.
__________________
Off: Sigo con Kyra, añado a Corlys y comento por encima el Clan de Nana y sus setas, enviando a Made a un destino incierto.
El Ensoñador
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Re: [Evento social] Lithe, la noche más corta del año
-¿Hermanita? ¿Dijiste hermanita?- respondió atónita la dragona, haciendo gala del permanente estado de confusión que impera en la vida de la rubia. Los miraba con algo de desconfianza. Por unos instantes, alternó los ojos sobre una y otro, bastante incrédula. La verdad es que no había semejanza familiar por ningún lado, así que era de esperarse que no le creyera al principio -Hermanita... claro... ahora le dicen así...- pensó bastante contrariada. -¡Hola Aradia! ¡Hola Aion! Soy Ingela, yo... so-soy... a-amiga de Hazel- saludó con timidez y recibió lo que el no-elfo le ofrecía.
Hazel en el pasado le había obsequiado dulces y bombones, así que no era extraño para ella el detalle, ni desconfiaba de lo que le entregaba. Lo miró porque le causó curiosidad que hubiera un hongo tan bonito -Qué preciosidad, parece que tuviera estrellas- observó antes de morderlo. Le supo a lo que huele la tierra mojada, no le disgustó, pero tampoco lo pondría en su lista de cosas que le antojaría comer. Luego el Aion llegó con la canasta robada, esa estaba llena de tesoros y la rubia sacó varias galletas, algunas estaban decoradas con trozos de ese hongo multicolor. Probó una solo para comprobar que no sabría a tierra. Afortunadamente, las galletas sabían a galleta.
Los "hermanos" estuvieron de acuerdo en ir hacia la enorme hoguera super animada que estaba más adelante, pero el no-elfo salió corriendo hacia la primera que se les cruzó, con los brazos estirados con claras intenciones de abrazar las llamas. Pero justo antes de lanzarse sobre ellas, se contuvo y fue gracias a un rostro conocido -¡Aylizz! ¡Hola!- exclamó emocionadísima la dragona, saltando a abrazar a la linda elfa. Al estrecharla entre sus brazos, sintió que ella era tan pero tan blandita y suave que le costó trabajo soltarla. -¡Qué alegría encontrarte en esta fiesta! ¿Ellos son tus amigos? ¡Hola!- saludó con una renovada emoción y aquel dolorcito punzante que comenzó a sentir cuando le presentaron a Arcadia, comenzó a disminuir.
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Hazel en el pasado le había obsequiado dulces y bombones, así que no era extraño para ella el detalle, ni desconfiaba de lo que le entregaba. Lo miró porque le causó curiosidad que hubiera un hongo tan bonito -Qué preciosidad, parece que tuviera estrellas- observó antes de morderlo. Le supo a lo que huele la tierra mojada, no le disgustó, pero tampoco lo pondría en su lista de cosas que le antojaría comer. Luego el Aion llegó con la canasta robada, esa estaba llena de tesoros y la rubia sacó varias galletas, algunas estaban decoradas con trozos de ese hongo multicolor. Probó una solo para comprobar que no sabría a tierra. Afortunadamente, las galletas sabían a galleta.
Los "hermanos" estuvieron de acuerdo en ir hacia la enorme hoguera super animada que estaba más adelante, pero el no-elfo salió corriendo hacia la primera que se les cruzó, con los brazos estirados con claras intenciones de abrazar las llamas. Pero justo antes de lanzarse sobre ellas, se contuvo y fue gracias a un rostro conocido -¡Aylizz! ¡Hola!- exclamó emocionadísima la dragona, saltando a abrazar a la linda elfa. Al estrecharla entre sus brazos, sintió que ella era tan pero tan blandita y suave que le costó trabajo soltarla. -¡Qué alegría encontrarte en esta fiesta! ¿Ellos son tus amigos? ¡Hola!- saludó con una renovada emoción y aquel dolorcito punzante que comenzó a sentir cuando le presentaron a Arcadia, comenzó a disminuir.
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