En busca de la hierba gatera perdida {Privado}
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En busca de la hierba gatera perdida {Privado}
Lo primero que pudo observar fue el tejado de una cabaña. Nada inusual. Lo más normal que podrías ver cuando estabas echado sobre una cama, sin embargo, el brujo sentía que algo no iba del todo bien. O por decirlo más correcto, sentía que algo en aquella situación estaba fuera de lugar.
Pronto entendió lo que fallaba. No tardó en recordar que él no estaba en una cabaña, la pelea en el bosque, su lucha como…
Un momento, él no era un gato, eso no tenía sentido, pero las sensaciones eran tan fuertes que tuvo la necesidad de mirarse las manos para comprobar que no eran unas manos peludas de gato humanoide.
«¿Qué cojones?», pensó, al tiempo que intentaba incorporarse, aún sintiendo que nada tenía sentido.
- Aún no, aún no. Justo acabo de terminar el potingue que terminará con tu problema de ojos. -
Ah, el problema de los ojos. Con tanta confusión había olvidado hasta ese “pequeño” detalle. El mercenario pensó en todo aquello sin seguir intentando levantarse.
- James. Dime, no tendrás tú algo que ver con mis sueños de gatos y demás estupideces. No sé qué me pasa, no recuerdo casi nada de los días recientes. -
El alquimista rió.
- Je, je. Claro que no-, respondió. - Pero no te muevas o no podré curarte. -
Vincent se resignó y volvió a recostarse para que el anciano hiciera su trabajo. Era un cabrón excéntrico y majadero, pero sabía lo que hacía cuando se trataba de alquimia.
Tras un rato, en el que James extendió la pomada por la cara y por encima de los párpados cerrados del brujo, se volvió a escuchar su voz.
- Cuánto tiempo debo estar así-, preguntó, con los ojos cerrados, sin moverse del lugar.
- No mucho. Aprovecharé para hacer lo mismo con Bio-, comentó, antes de empezar a caminar. El brujo pudo escuchar perfectamente como el viejo se alejaba. - No te impacientes, pronto regresaré.
Al mercenario no le quedó más remedio que esperar, quieto, aburriéndose, sin poder cambiar de posición. En realidad, el potingue estaba en su cara, no importaba demasiado levantarse en la cama, pero, bueno, no quería arriesgarse a que se le cayera o pasase cualquier cosa que fastidiara el proceso.
De todos modos, aquel tiempo le sirvió al rubio para pensar un poco más, cada vez menos embotado y confuso. El anciano había hablado de Bio y recordó los motivos que los había llevado allí y también…
Escuchó unos pasos acercándose.
- Por fin, pensé que me iba a hacer tan viejo como tú… -
Luego sintió un trapo moviéndose sobre su cara con violencia.
- ¡Maldita sea! Podrías avisar de tus métodos salvajes de mierda-, manifestó, incorporándose y arrebatándole el trapo a…
¿Un gato?
- ¿Qué? - fue lo único que pudo decir, en lo que el gato recuperó su trapo de tela.
«Otro sueño?». caviló.
No, aquello era demasiado real. Y finalmente recordó todo.
- Felonia. El pueblo de los gatos. -
- Efectivamente-, dijo un James, con cara exultante, que en ese momento entraba por la puerta de la cabaña y se acercaba.
Tras unos instantes, el anciano se acercó a una mesa, agarró un trozo de metal pulido y se lo acercó al bueno de Vincent.
El brujo tomó el metal, miró su reflejo, después miró a James, para finalmente volver a mirar su reflejo y nuevamente a James con una ceja arqueada.
- Sigo teniendo los ojos brillantes, James. -
- ¿Sólo te fijas en eso? -
- ¿Sólo te fijas en eso? ¡Para curarme esto es por lo que hice este maldito viaje! - replicó, cada vez más molesto.
- Pero fíjate bien-, mentó el alquimista, tomando la cabeza del brujo para obligarle a mirar de nuevo su reflejo. Apoyando la cabeza sobre el hombro de Vinc y, por ende, viéndose también reflejado en el metal explayó. - Mira esa piel tan suave como un bebé. -
El mercenario se fijó en el detalle expuesto por el alquimista y… Sin duda que le había dejado los pómulos tersos y suaves como si tuviera varios años menos. Era una crema de los más…
- ¡Serás cabrón! - comentó, mirando furibundo hacia el anciano, que se había alejado unos pasos aprovechado la distracción del soldado. - No vine aquí para verme más joven.
- Pero los resultados son excepcionales. ¡Me haré rico con esta fórmula! -
- Dijiste que era para mis ojos. Me has engañado-, comprendió, dando un paso al frente para acercarse al alquimista, que dio un paso atrás. - Mierda, debí esperar encontrarme con Níniel. Ella no me haría jugarretas.
- No te mentí. Sabía que por esta zona está la solución para tu problema. Pero que mal alquimista sería si no le sacase partido a este inesperado resultado. -
- ¿Entonces? ¿Estoy condenado a estos estúpidos ojos brillantes? - preguntó. - Creo que no hace falta resaltar que se ven a dos kilómetros en mitad de la noche. Mi trabajo exige que me quite esta porquería.
- Hay solución para eso-, comentó el gato, que en realidad era gata.
- Ah, Lulú, ¿no? -
- Correcto. Si me siguen podré explicarles mejor. -
Vincent tomó su camisa y se la pasó por el cuello mientras caminaba hacia la salida, tras salir, pudo observar un sol radiante.
- Ya es de día. -
- Correcto. -
- Bueno, muchos correctos pero poca chicha. ¿Y la solución para mi problema? -
- Brujo impaciente. El alquimista tiene razón, en la zona hay una planta con la que podría hacerse una poción para curarte. Pero primero hay que encontrarla. No será fácil, ni está tan cerca del poblado como supone James. -
- Una expedición. Excelente. Partiremos en seguida. -
- Mejor a la noche. -
- ¿Ya no tienes prisa? Pensé que estabas deseoso de quitarte el problema que afecta tanto a tu trabajo que exige que te quites esa porquería-, dijo James, con cierto retintín.
- Por supuesto, pero no tan pronto que convertiría a Bio en una antorcha humana. No sé si eres ciego, pero el sol está en lo alto. -
- Saldrán a la noche, sí, y mientras prepararé la expedición. Los muchachos estarán deseosos de partir a esta importante misión. -
- ¿Y dónde está Bio? -
La gata señaló la cabaña de al lado, que tenía las ventanas tapadas con telas, y procedió a entrar.
Vincent entró tras ella listo para ver como Lulú le restregaba la cara sin piedad con un trapo, como a él instantes antes. La estancia se iluminaba con velas.
- Me alegro de verte, Bio. Es cosa mía, o pareces más joven-, fue el divertido saludo del brujo.
Pronto entendió lo que fallaba. No tardó en recordar que él no estaba en una cabaña, la pelea en el bosque, su lucha como…
Un momento, él no era un gato, eso no tenía sentido, pero las sensaciones eran tan fuertes que tuvo la necesidad de mirarse las manos para comprobar que no eran unas manos peludas de gato humanoide.
«¿Qué cojones?», pensó, al tiempo que intentaba incorporarse, aún sintiendo que nada tenía sentido.
- Aún no, aún no. Justo acabo de terminar el potingue que terminará con tu problema de ojos. -
Ah, el problema de los ojos. Con tanta confusión había olvidado hasta ese “pequeño” detalle. El mercenario pensó en todo aquello sin seguir intentando levantarse.
- James. Dime, no tendrás tú algo que ver con mis sueños de gatos y demás estupideces. No sé qué me pasa, no recuerdo casi nada de los días recientes. -
El alquimista rió.
- Je, je. Claro que no-, respondió. - Pero no te muevas o no podré curarte. -
Vincent se resignó y volvió a recostarse para que el anciano hiciera su trabajo. Era un cabrón excéntrico y majadero, pero sabía lo que hacía cuando se trataba de alquimia.
Tras un rato, en el que James extendió la pomada por la cara y por encima de los párpados cerrados del brujo, se volvió a escuchar su voz.
- Cuánto tiempo debo estar así-, preguntó, con los ojos cerrados, sin moverse del lugar.
- No mucho. Aprovecharé para hacer lo mismo con Bio-, comentó, antes de empezar a caminar. El brujo pudo escuchar perfectamente como el viejo se alejaba. - No te impacientes, pronto regresaré.
Al mercenario no le quedó más remedio que esperar, quieto, aburriéndose, sin poder cambiar de posición. En realidad, el potingue estaba en su cara, no importaba demasiado levantarse en la cama, pero, bueno, no quería arriesgarse a que se le cayera o pasase cualquier cosa que fastidiara el proceso.
De todos modos, aquel tiempo le sirvió al rubio para pensar un poco más, cada vez menos embotado y confuso. El anciano había hablado de Bio y recordó los motivos que los había llevado allí y también…
Escuchó unos pasos acercándose.
- Por fin, pensé que me iba a hacer tan viejo como tú… -
Luego sintió un trapo moviéndose sobre su cara con violencia.
- ¡Maldita sea! Podrías avisar de tus métodos salvajes de mierda-, manifestó, incorporándose y arrebatándole el trapo a…
¿Un gato?
- ¿Qué? - fue lo único que pudo decir, en lo que el gato recuperó su trapo de tela.
«Otro sueño?». caviló.
No, aquello era demasiado real. Y finalmente recordó todo.
- Felonia. El pueblo de los gatos. -
- Efectivamente-, dijo un James, con cara exultante, que en ese momento entraba por la puerta de la cabaña y se acercaba.
Tras unos instantes, el anciano se acercó a una mesa, agarró un trozo de metal pulido y se lo acercó al bueno de Vincent.
El brujo tomó el metal, miró su reflejo, después miró a James, para finalmente volver a mirar su reflejo y nuevamente a James con una ceja arqueada.
- Sigo teniendo los ojos brillantes, James. -
- ¿Sólo te fijas en eso? -
- ¿Sólo te fijas en eso? ¡Para curarme esto es por lo que hice este maldito viaje! - replicó, cada vez más molesto.
- Pero fíjate bien-, mentó el alquimista, tomando la cabeza del brujo para obligarle a mirar de nuevo su reflejo. Apoyando la cabeza sobre el hombro de Vinc y, por ende, viéndose también reflejado en el metal explayó. - Mira esa piel tan suave como un bebé. -
El mercenario se fijó en el detalle expuesto por el alquimista y… Sin duda que le había dejado los pómulos tersos y suaves como si tuviera varios años menos. Era una crema de los más…
- ¡Serás cabrón! - comentó, mirando furibundo hacia el anciano, que se había alejado unos pasos aprovechado la distracción del soldado. - No vine aquí para verme más joven.
- Pero los resultados son excepcionales. ¡Me haré rico con esta fórmula! -
- Dijiste que era para mis ojos. Me has engañado-, comprendió, dando un paso al frente para acercarse al alquimista, que dio un paso atrás. - Mierda, debí esperar encontrarme con Níniel. Ella no me haría jugarretas.
- No te mentí. Sabía que por esta zona está la solución para tu problema. Pero que mal alquimista sería si no le sacase partido a este inesperado resultado. -
- ¿Entonces? ¿Estoy condenado a estos estúpidos ojos brillantes? - preguntó. - Creo que no hace falta resaltar que se ven a dos kilómetros en mitad de la noche. Mi trabajo exige que me quite esta porquería.
- Hay solución para eso-, comentó el gato, que en realidad era gata.
- Ah, Lulú, ¿no? -
- Correcto. Si me siguen podré explicarles mejor. -
Vincent tomó su camisa y se la pasó por el cuello mientras caminaba hacia la salida, tras salir, pudo observar un sol radiante.
- Ya es de día. -
- Correcto. -
- Bueno, muchos correctos pero poca chicha. ¿Y la solución para mi problema? -
- Brujo impaciente. El alquimista tiene razón, en la zona hay una planta con la que podría hacerse una poción para curarte. Pero primero hay que encontrarla. No será fácil, ni está tan cerca del poblado como supone James. -
- Una expedición. Excelente. Partiremos en seguida. -
- Mejor a la noche. -
- ¿Ya no tienes prisa? Pensé que estabas deseoso de quitarte el problema que afecta tanto a tu trabajo que exige que te quites esa porquería-, dijo James, con cierto retintín.
- Por supuesto, pero no tan pronto que convertiría a Bio en una antorcha humana. No sé si eres ciego, pero el sol está en lo alto. -
- Saldrán a la noche, sí, y mientras prepararé la expedición. Los muchachos estarán deseosos de partir a esta importante misión. -
- ¿Y dónde está Bio? -
La gata señaló la cabaña de al lado, que tenía las ventanas tapadas con telas, y procedió a entrar.
Vincent entró tras ella listo para ver como Lulú le restregaba la cara sin piedad con un trapo, como a él instantes antes. La estancia se iluminaba con velas.
- Me alegro de verte, Bio. Es cosa mía, o pareces más joven-, fue el divertido saludo del brujo.
Vincent Calhoun
Honorable
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Re: En busca de la hierba gatera perdida {Privado}
Me encontraba tranquilamente acostado en el piso lamiendo mi brazo y acariciando mi cola cuando de pronto me dije -Un momento, yo no tengo cola- Y desperté violentamente con la respiración agitada -Acabo de tener un sueño muy loco- Dije mientras usaba mis garras para tocarme la cara y luego peinarme la cola, aunque al darme cuenta de eso acabé dando otro grito que me hizo despertar violentamente.
Me senté en la cama donde había despertado, por fortuna aquello había sido solo un sueño del que al fin había podido despertar, o tal vez no, ahora me encontraba rodeado de gatos, caminaban de un lado a otro, entraban y salían de aquella especie de tienda donde me encontraba recluido, aquello seguía pareciendo un mal sueño de una noche de verano.
Fue allí cuando entró en escena un misterioso pero refinado gato que parecía estar a cargo, o al menos parecía saber lo que hacía, lo que me inspiró un poco de tranquilidad en medio de todo aquel caos -Muy bien, acá traigo la cura para tus ojos brillantes, acuéstate boca abajo y abre las piernas- Dijo mientras se apretaba los guantes -Espera ¿qué? ¡NO!- Dije decidido pero mis esfuerzos fueron en vano.
Varios gatos me agarraron de manos y piernas y me estrellaron la cara contra la almohada, no podía respirar y comenzaba a ponerme morado, pataleaba moviendo mis manos y piernas para liberarme, pero poco a poco el aire comenzaba a escasear hasta que de pronto desperté de ese otro sueño -No, déjenme, yo no quiero comer por ese lado- Traté de decir pero unas manos me sostuvieron los brazos para asegurarme a la cama.
No podía abrir los ojos ni sentía mi cara -Oh no, me volvieron a robar mi cara- Pensé de mala gana, pero una voz conocida me reconfortó un poco -Oye, tranquilo viejo, no te vayas a quitar el mejunje de la cara, es necesario dejarlo ahí un rato para que haga su efecto- Tras aquello me relajé un poco, prefería una crema en la cara antes que otros métodos más cuestionables.
Me relajé hasta quedarme dormido cuando sentí la brusquedad de una tela restregarse contra mi cara -Oh no, estoy soñando otra vez- Dije para mí mismo antes de notar que era aquel viejo alquimista usando una manta para quitarme la crema de la cara -Por fin voy a salir de esta terrible maldición, aunque la extrañaré cuando me levanté para ir al baño en las noches oscuras- Me lamenté, pero terminé agitando la cabeza a los lados para negar aquella idea conformista.
Cuando me entregaron un espejo y vi mi rostro pude notar el pequeño detalle de que aún tenía los ojos brillantes -Vine a curar mis ojos y siguen brillando- dije en tono serio -Ah, era curar, pensamos que era cuidar tu rostro- Me respondió un rato sin ningún afán. Comenzaba a enojarme cuando Vincent hizo acto de presencia en el lugar -Saludos, Vin… espera… espera…- Repetí mientras me acercaba a ver su rostro desde más cerca y explotar en un ataque de risa -¿Pero qué te pasó? Tus mejillas parecen nalgas de bebé- Dije entre risas sin darme cuenta que mi rostro estaba en las mismas condiciones.
Me senté en la cama donde había despertado, por fortuna aquello había sido solo un sueño del que al fin había podido despertar, o tal vez no, ahora me encontraba rodeado de gatos, caminaban de un lado a otro, entraban y salían de aquella especie de tienda donde me encontraba recluido, aquello seguía pareciendo un mal sueño de una noche de verano.
Fue allí cuando entró en escena un misterioso pero refinado gato que parecía estar a cargo, o al menos parecía saber lo que hacía, lo que me inspiró un poco de tranquilidad en medio de todo aquel caos -Muy bien, acá traigo la cura para tus ojos brillantes, acuéstate boca abajo y abre las piernas- Dijo mientras se apretaba los guantes -Espera ¿qué? ¡NO!- Dije decidido pero mis esfuerzos fueron en vano.
Varios gatos me agarraron de manos y piernas y me estrellaron la cara contra la almohada, no podía respirar y comenzaba a ponerme morado, pataleaba moviendo mis manos y piernas para liberarme, pero poco a poco el aire comenzaba a escasear hasta que de pronto desperté de ese otro sueño -No, déjenme, yo no quiero comer por ese lado- Traté de decir pero unas manos me sostuvieron los brazos para asegurarme a la cama.
No podía abrir los ojos ni sentía mi cara -Oh no, me volvieron a robar mi cara- Pensé de mala gana, pero una voz conocida me reconfortó un poco -Oye, tranquilo viejo, no te vayas a quitar el mejunje de la cara, es necesario dejarlo ahí un rato para que haga su efecto- Tras aquello me relajé un poco, prefería una crema en la cara antes que otros métodos más cuestionables.
Me relajé hasta quedarme dormido cuando sentí la brusquedad de una tela restregarse contra mi cara -Oh no, estoy soñando otra vez- Dije para mí mismo antes de notar que era aquel viejo alquimista usando una manta para quitarme la crema de la cara -Por fin voy a salir de esta terrible maldición, aunque la extrañaré cuando me levanté para ir al baño en las noches oscuras- Me lamenté, pero terminé agitando la cabeza a los lados para negar aquella idea conformista.
Cuando me entregaron un espejo y vi mi rostro pude notar el pequeño detalle de que aún tenía los ojos brillantes -Vine a curar mis ojos y siguen brillando- dije en tono serio -Ah, era curar, pensamos que era cuidar tu rostro- Me respondió un rato sin ningún afán. Comenzaba a enojarme cuando Vincent hizo acto de presencia en el lugar -Saludos, Vin… espera… espera…- Repetí mientras me acercaba a ver su rostro desde más cerca y explotar en un ataque de risa -¿Pero qué te pasó? Tus mejillas parecen nalgas de bebé- Dije entre risas sin darme cuenta que mi rostro estaba en las mismas condiciones.
Bio
Aerandiano de honor
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Re: En busca de la hierba gatera perdida {Privado}
Bio no tardó en darse cuenta de que su compañero brujo había ingresado a la habitación, por lo que, como era lógico en una situación como aquella, en la que volvías a ver a alguien conocido, reaccionó saludándolo.
- ¿Verdad? - contestó, acercándose al vampiro. - Esta crema es prodigiosa. Alisa las arrugas, aunque en mi caso no sea necesario-, comentó bastante coqueto y orgulloso de su belleza. - Pero además te deja la piel suave y tersa como un niño.
James también procedió a acercarse y se sentó junto a Bio para hacer sus propios aportes a la conversación.
- Piensa la de gente que querría comprar esto. Quitando los vampiros, los elfos y los hombres bestias, estos últimos porque son feos hagas lo que hagas… -
- ¡Meow! - comentó la gata.
- Digo los hombres bestias, las mujeres son siempre hermosas, sean de la especie que sean-, corrigió el alquimista, salvando su cuello.
- ¡Meow! - dijo esta vez uno de los gatos masculinos, que fue perfectamente ignorado.
- Piensa toda la gente adinerada que querrá gastar en esta crema milagrosa. -
- Oh, podríamos montar un negocio en…-, empezó a decir Vinc hasta que recordó algo importante. - ¡No hemos venido para eso! Nuestros ojos siguen siendo como lámparas de aceite en mitad de la noche. Piensa en Bio al menos. Él es vampiro, sólo puede salir a la calle de noche, cuando más se nota el brillo de estos estúpidos ojos.
James adquirió una postura pensativa, usando su prodigiosa mente para recapacitar sobre el verdadero problema.
- Imaginad que estáis en Beltrexus. ¿Habéis pensado en dedicaros a iluminar el camino de los viandantes? Además de las cremas, podríamos sacar partido a vuestros útiles ojos. -
- En las islas. Dónde a cada paso hay un mago o una hechicera. -
James volvió a pensar, aunque esta vez menos tiempo.
- Entonces. ¿En Lunargenta? -
Vincent agachó la cabeza y se llevó la mano a la frente, para luego elevar la mirada con sus brillantes ojos fijos en la figura del alquimista.
- Déjate de negocios. O mejor, deja de hacer negocio con nosotros como su fuéramos un par de mantas-, le respondió con malestar. - Debemos centrarnos en esa planta que dijo Lulú. -
- Correcto, está en unas cuevas al este. -
- ¿Deberemos entrar en territorio élfico? -
- No, no tan al este. Estamos muy lejos de allí. -
Eso contentó al brujo, después de todo lo que pasó en Sandorai, prefería mantenerse lejos de allí por una temporada.
- Bien, aún queda para al atardecer. Hay tiempo para preparar el viaje. -
- Así es-, respondió el gato quejoso de antes.
- ¿Y qué va a hacer Bio hasta entonces? -
- ¡Dormir! - El gato se lo pensó mejor. - ¡Lo tengo! Leer libros. -
Todos se callaron durante un rato hasta que el silencio fue roto por ese mismo gato.
- ¿Miau? ¿Era una pregunta retórica? -
- No, sólo era una pregunta estúpida-, añadió el mercenario. - James, quédate con Bio, así podrás… - «Estar lejos de mí» - No sé, ver los progresos de tu fórmula contra la edad en el cuerpo de un vampiro que no envejece sin ayuda de la crema-, comentó socarrón, mientras se alejaba hacia la puerta.
- Yo iré con él. Antes hagamos los preparativos, antes podremos salir. -
- Eso mismo estaba pensando. -
- Reunimos al grupo de expedición, los víveres para el viaje y listo. Patitas Peludas, quédate con ellos hasta que volvamos. -
- A sus miaurdenes. En mi compañía el tiempo pasará tan lento que desearán ejercer su derecho a la auto miautilación. -
Mercenario y gata salieron de la cabaña y, digamos, que el soldado se vio obligado a decir algo más.
- Diría que lo ha dicho al revés. -
- Con Patitas nunca se sabe-, respondió sincera.
Vincent, al escuchar aquello, agradeció librarse tanto de James como también de Patitas.
Durante un rato deambularon por la aldea, mientras Lulú se paraba en algunos lugares para dar órdenes. Algunos encargos de llevar las cosas necesarias para el viaje al centro del pueblo, como también le decía a algunos individuos, con nombres tan variopintos como Kit Kat, Miautallika, Don Bigotes y Bob, sí, sólo Bob, que también fueran al centro para esperar la partida.
En cualquier caso, entre aquello y lo otro pasó el tiempo suficiente para que un vampiro pudiera salir de la cabaña sin convertirse en cenizas al viento.
Se preguntarán, qué rápido pasa el tiempo en este lado del mundo. Y bueno, digamos que es bueno que pase el tiempo si no queremos leer miles de escritos de Bio leyendo en un cuarto cerrado, porque en tal caso igual sí que comienza con las miautilaciones.
- ¿Verdad? - contestó, acercándose al vampiro. - Esta crema es prodigiosa. Alisa las arrugas, aunque en mi caso no sea necesario-, comentó bastante coqueto y orgulloso de su belleza. - Pero además te deja la piel suave y tersa como un niño.
James también procedió a acercarse y se sentó junto a Bio para hacer sus propios aportes a la conversación.
- Piensa la de gente que querría comprar esto. Quitando los vampiros, los elfos y los hombres bestias, estos últimos porque son feos hagas lo que hagas… -
- ¡Meow! - comentó la gata.
- Digo los hombres bestias, las mujeres son siempre hermosas, sean de la especie que sean-, corrigió el alquimista, salvando su cuello.
- ¡Meow! - dijo esta vez uno de los gatos masculinos, que fue perfectamente ignorado.
- Piensa toda la gente adinerada que querrá gastar en esta crema milagrosa. -
- Oh, podríamos montar un negocio en…-, empezó a decir Vinc hasta que recordó algo importante. - ¡No hemos venido para eso! Nuestros ojos siguen siendo como lámparas de aceite en mitad de la noche. Piensa en Bio al menos. Él es vampiro, sólo puede salir a la calle de noche, cuando más se nota el brillo de estos estúpidos ojos.
James adquirió una postura pensativa, usando su prodigiosa mente para recapacitar sobre el verdadero problema.
- Imaginad que estáis en Beltrexus. ¿Habéis pensado en dedicaros a iluminar el camino de los viandantes? Además de las cremas, podríamos sacar partido a vuestros útiles ojos. -
- En las islas. Dónde a cada paso hay un mago o una hechicera. -
James volvió a pensar, aunque esta vez menos tiempo.
- Entonces. ¿En Lunargenta? -
Vincent agachó la cabeza y se llevó la mano a la frente, para luego elevar la mirada con sus brillantes ojos fijos en la figura del alquimista.
- Déjate de negocios. O mejor, deja de hacer negocio con nosotros como su fuéramos un par de mantas-, le respondió con malestar. - Debemos centrarnos en esa planta que dijo Lulú. -
- Correcto, está en unas cuevas al este. -
- ¿Deberemos entrar en territorio élfico? -
- No, no tan al este. Estamos muy lejos de allí. -
Eso contentó al brujo, después de todo lo que pasó en Sandorai, prefería mantenerse lejos de allí por una temporada.
- Bien, aún queda para al atardecer. Hay tiempo para preparar el viaje. -
- Así es-, respondió el gato quejoso de antes.
- ¿Y qué va a hacer Bio hasta entonces? -
- ¡Dormir! - El gato se lo pensó mejor. - ¡Lo tengo! Leer libros. -
Todos se callaron durante un rato hasta que el silencio fue roto por ese mismo gato.
- ¿Miau? ¿Era una pregunta retórica? -
- No, sólo era una pregunta estúpida-, añadió el mercenario. - James, quédate con Bio, así podrás… - «Estar lejos de mí» - No sé, ver los progresos de tu fórmula contra la edad en el cuerpo de un vampiro que no envejece sin ayuda de la crema-, comentó socarrón, mientras se alejaba hacia la puerta.
- Yo iré con él. Antes hagamos los preparativos, antes podremos salir. -
- Eso mismo estaba pensando. -
- Reunimos al grupo de expedición, los víveres para el viaje y listo. Patitas Peludas, quédate con ellos hasta que volvamos. -
- A sus miaurdenes. En mi compañía el tiempo pasará tan lento que desearán ejercer su derecho a la auto miautilación. -
Mercenario y gata salieron de la cabaña y, digamos, que el soldado se vio obligado a decir algo más.
- Diría que lo ha dicho al revés. -
- Con Patitas nunca se sabe-, respondió sincera.
Vincent, al escuchar aquello, agradeció librarse tanto de James como también de Patitas.
Durante un rato deambularon por la aldea, mientras Lulú se paraba en algunos lugares para dar órdenes. Algunos encargos de llevar las cosas necesarias para el viaje al centro del pueblo, como también le decía a algunos individuos, con nombres tan variopintos como Kit Kat, Miautallika, Don Bigotes y Bob, sí, sólo Bob, que también fueran al centro para esperar la partida.
En cualquier caso, entre aquello y lo otro pasó el tiempo suficiente para que un vampiro pudiera salir de la cabaña sin convertirse en cenizas al viento.
Se preguntarán, qué rápido pasa el tiempo en este lado del mundo. Y bueno, digamos que es bueno que pase el tiempo si no queremos leer miles de escritos de Bio leyendo en un cuarto cerrado, porque en tal caso igual sí que comienza con las miautilaciones.
Vincent Calhoun
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Re: En busca de la hierba gatera perdida {Privado}
Después de un largo debate acerca de la utilidad de esta crema y lo poco relevante que era para el mundo, que nosotros dejáramos de brillar por los ojos, y que si nos poníamos a pensar con cautela, quizá ni fuera tan negativo el tener los ojos brillantes, es decir, nos podían atar a lo alto de una torre a la orilla de la plata, dando vueltas para avisar a los barcos que hay tierra cerca, o quizá ponernos lentes de colores diferentes que representaran distintos significados como “avance, alto y dele con cuidado”. Y así evitar que unos carruajes se estrellaran contra otros en los caminos, aunque yo para eso no serviría en el día, y sí, visto así era un mal plan.
Lo cierto es que finalmente Vincent y sus peludos amigos decidieron que debían ir a no sé dónde, a buscar no sé qué cosa cerca de no sé quién, y debían hacerlo antes de no sé cuándo, lo cierto es que iban de salida, con el sol en lo más alto, lo que significaba que no me pondrían en lo alto de una torre para guiar a los barcos, pero también significaba que no podría acompañarlos.
Ante las propuestas de lo que podría hacer mientras mi barbudo compañero y sus peludos amigos iban a su aventura, y la idea de quedarme durmiendo no sonaba nada mal, con los buenos masajes que daban esos gatos era un gusto quedarse en esas cabañitas raras -Pues, suena bien para mí- Dije sin quejarme más de la cuenta, a fin de cuentas, iban a hacer el trabajo por mí.
Me acosté cómodamente y me dormí sin apenas despedirme. Aunque repentinamente algo me despertó -No puedo dejar que vayan solos- Me dije a mí mismo -Mí mismo, vamos con ellos- Y tratamos de salir aunque me detuve a mí mismo antes de abandonar la puerta -Pero nos va a matar el sol si nos vamos así- Sostuve mi barbilla con los dedos pulgar e índice y fue ahí cuando otro gato me dio una idea.
Oye, tengo la solución para ti, puedes ir como un gato, los pelos te protegerán- Sus palabras no tenían mucho sentido pero -Espera, ¿qué?… ¡No!- Dije alarmado al ver que el gato se estaba quitando su pelaje que no era más que una especie de pijama de cuerpo completo -Oye, no me hagas eso, tápate las miserias- Dije de mala gana antes de taparme los ojos y estirar las manos para recibir la pijama de gato.
Y como era lógico que pasaría, me puse la pijama de dato y salí a la luz del sol, noté que no me quemaba y salté de alegría -¡Jaque mate sol, mátame ahora sí puedes!- Grité emocionando antes de darme cuenta que sí me estaba quemando -Oh no, me quemo, me quemo- Corrí de nuevo hacia el interior de la cabaña pero la caballa se levantó y salió corriendo para dejarme atrás -Noooo, espérameee- Traté de detenerla pero no fue posible.
Finalmente caí al piso dramáticamente en cámara lenta mientras gritaba -¡Quítenme el pelo de la boca!- Cosa que repetí varias veces mientras pataleaba en el piso pero que alguien comenzó a moverme violentamente por los hombros hasta que finalmente desperté en la cabaña, con la cola de un gato en la boca y respiré aliviado al darme cuenta que todo aquello había sido un sueño.
Lo cierto es que finalmente Vincent y sus peludos amigos decidieron que debían ir a no sé dónde, a buscar no sé qué cosa cerca de no sé quién, y debían hacerlo antes de no sé cuándo, lo cierto es que iban de salida, con el sol en lo más alto, lo que significaba que no me pondrían en lo alto de una torre para guiar a los barcos, pero también significaba que no podría acompañarlos.
Ante las propuestas de lo que podría hacer mientras mi barbudo compañero y sus peludos amigos iban a su aventura, y la idea de quedarme durmiendo no sonaba nada mal, con los buenos masajes que daban esos gatos era un gusto quedarse en esas cabañitas raras -Pues, suena bien para mí- Dije sin quejarme más de la cuenta, a fin de cuentas, iban a hacer el trabajo por mí.
Me acosté cómodamente y me dormí sin apenas despedirme. Aunque repentinamente algo me despertó -No puedo dejar que vayan solos- Me dije a mí mismo -Mí mismo, vamos con ellos- Y tratamos de salir aunque me detuve a mí mismo antes de abandonar la puerta -Pero nos va a matar el sol si nos vamos así- Sostuve mi barbilla con los dedos pulgar e índice y fue ahí cuando otro gato me dio una idea.
Oye, tengo la solución para ti, puedes ir como un gato, los pelos te protegerán- Sus palabras no tenían mucho sentido pero -Espera, ¿qué?… ¡No!- Dije alarmado al ver que el gato se estaba quitando su pelaje que no era más que una especie de pijama de cuerpo completo -Oye, no me hagas eso, tápate las miserias- Dije de mala gana antes de taparme los ojos y estirar las manos para recibir la pijama de gato.
Y como era lógico que pasaría, me puse la pijama de dato y salí a la luz del sol, noté que no me quemaba y salté de alegría -¡Jaque mate sol, mátame ahora sí puedes!- Grité emocionando antes de darme cuenta que sí me estaba quemando -Oh no, me quemo, me quemo- Corrí de nuevo hacia el interior de la cabaña pero la caballa se levantó y salió corriendo para dejarme atrás -Noooo, espérameee- Traté de detenerla pero no fue posible.
Finalmente caí al piso dramáticamente en cámara lenta mientras gritaba -¡Quítenme el pelo de la boca!- Cosa que repetí varias veces mientras pataleaba en el piso pero que alguien comenzó a moverme violentamente por los hombros hasta que finalmente desperté en la cabaña, con la cola de un gato en la boca y respiré aliviado al darme cuenta que todo aquello había sido un sueño.
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Re: En busca de la hierba gatera perdida {Privado}
Tras aquel día de preparativos, ya tocaba ir a ver al pobre vampiro abandonado por la magia del guión y el mal “roleo vincesciano”. Nota futura para el narrador: Se parece demasiado a Venecia y a los gatos no les gusta el agua. No volver a usar salvo para diversión.
En cualquier caso, la escena que el rubio contempló al entrar a la cabaña fue un tanto…
- ¿Os dejamos solos? - se adelantó Lulú.
- Que el gato esté gritando me hace pensar que no es lo que parece. O mejor dicho, lo que sí parece de verdad. -
- Bueno, con Patitas nunca se sabe. -
Aquello hizo pensar al brujo. Mucho.
- Uh, no sé si quería imaginar esto-, respondió tras un momento de reflexión. - No, espera, ya lo he decidido. No, no quería imaginarlo.
Pero en fin, en esta narración no vamos a maltratar animales, así que el mercenario decidió hacer como que no pensó ni vio nada y huyó hacia adelante. De todos modos, son gatos humanoides. Tranquilos, no habrá demandas.
- Toca partir, viejo amigo-, Lo de viejo iba porque se conocían desde hacía mucho tiempo, no porque casi todo vampiro hubiera nacido cuando Lunargenta era campo. - Los preparativos están listos y ya nos esperan en la plaza para salir-, le mencionó.
- Por favor, seguidme. -
- Me paso la vida siguiéndote. Podremos decir muchas cosas de esta obra, pero no que le falta dirección-, bromeó.
Pero, bueno, siguió a la gata sin más dilación, pues no quería dilatar más aquella estancación. Un poeta malo no se hace, se nace.
Ya todo parecía que llevaría al gran desenlace, la gran partida, más, por lo visto, aún faltaba alguien.
- ¿Dónde se ha metido el capitán? - preguntó uno de los gatos, uno de los que parecía que saldría de aventuras.
Gato con una gran barba en punta en su mandíbula y que portaba una guitarra.
- ¿Realmente sería necesario? - respondió una fémina michi, que portaba una túnica de marrón claro parecido al de algunas cremas.
Vincent se preguntaba de qué carajos hablaban los gatos aventureros, pues no conocía a nadie de aquella aldea, salvando a dos contados. Más, no tardó en… ¿resolverse esta cuestión? No, llegó otro gato que no tenía nada que ver.
- Me parece asombroso que no contéis con el gran mago para esta aventura. -
- ¿Un hechicero? - comentó Vinc, mirando al recién llegado con cierta suspicacia.
Un hombre bestia brujo, ya lo que le faltaba por ver.
- Ajá, el más grande de estas tierras. -
- No será por altura-, se mofó Lulú, del tipo estrafalario. El hombre gato, que ya tenía cierta edad, o eso parecía, llevaba una túnica, un bastón entre sus manitas y un sombrero en punta muy…
- ¿Es algún tipo de fanático de los brujos? Los brujos nos solemos vestir así- cuestionó esta vez, mirando hacia James, luego hacia el gato llegado, y después regresó la mirada hacia James. - Olvida lo que he dicho-, comentó, volteando su mirada hacia el gato.
Aunque este no le hizo mucho caso.
- ¿Cómo te atreves a mofarte del gran Gatdalf? - respondió a Lulú, que puso los ojos en blanco como respuesta. - Soy un hechicero especializado en la magia de la cuarta pared-, dijo ya esto último mirando hacia los forasteros de la aldea.
- Y eso es…- Empezó a decir un mercenario que no había escuchado sobre esa escuela de magia en su vida.
- ¿Sabías que estamos dentro de una dimensión que está tras las letras de unos seres que nos relatan desde otra dimensión? Yo soy capaz de verlos. -
- Me niego. Que tenga que guiarnos el capitán entra dentro de lo innecesario. Que este venga con nosotros ya llega a lo estúpido. -
- No conozco a esta señorita gata ni al mencionado capitán-, comentó Vinc, señalando hacia la mujer bestia. - Pero estoy de acuerdo.
La palabra loco resonaba en la cabeza del brujo de manera insistente.
- No temas, buen amigo, no debes temerme. No soy ningún loco y mi poder nos ayudará en nuestra misión. Solamente piensas que estoy loco porque un hombre ha decidido que pienses eso. -
- No, pienso que estás loco porque todo el maldito pueblo lo piensa. Y por una buena razón. -
- Me cae simpático este gato brujo-, añadió el alquimista.
- No vale la pena discutir. Irá con ustedes aunque no queráis. Pese a lo imbécil que es, no hará daño alguno. -
- A mí ya me está destruyendo la salud, pero te tomaré la palabra. -
- Bueno, qué me he perdido-, comentó un nuevo recién llegado.
- Lo que nos faltaba-, expresó un gato con un gran bigote que, probablemente, sería Don Bigotes.
- Hola, soy el Capitán Améwrico Meowspucio, pero todos me dicen el Capitán Chistes-, se presentó el gato, bastante rubio y alto, por cierto, alargando unas de sus peludas manos hacia el brujo.
- Encantado-, respondió Vincent al capitán, apretando la mano peluda en un gesto de educación.
Al menos ese michi sabía no parecer un loco, pensaría cierto mercenario, deseando que de verdad no lo fuera, claro estaba.
- Pero, una pregunta me quema por dentro. ¿Por qué te dicen el Capitán Chistes? -
Amigos, recuerden que hay preguntas que es mejor nunca hacer.
En cualquier caso, la escena que el rubio contempló al entrar a la cabaña fue un tanto…
- ¿Os dejamos solos? - se adelantó Lulú.
- Que el gato esté gritando me hace pensar que no es lo que parece. O mejor dicho, lo que sí parece de verdad. -
- Bueno, con Patitas nunca se sabe. -
Aquello hizo pensar al brujo. Mucho.
- Uh, no sé si quería imaginar esto-, respondió tras un momento de reflexión. - No, espera, ya lo he decidido. No, no quería imaginarlo.
Pero en fin, en esta narración no vamos a maltratar animales, así que el mercenario decidió hacer como que no pensó ni vio nada y huyó hacia adelante. De todos modos, son gatos humanoides. Tranquilos, no habrá demandas.
- Toca partir, viejo amigo-, Lo de viejo iba porque se conocían desde hacía mucho tiempo, no porque casi todo vampiro hubiera nacido cuando Lunargenta era campo. - Los preparativos están listos y ya nos esperan en la plaza para salir-, le mencionó.
- Por favor, seguidme. -
- Me paso la vida siguiéndote. Podremos decir muchas cosas de esta obra, pero no que le falta dirección-, bromeó.
Pero, bueno, siguió a la gata sin más dilación, pues no quería dilatar más aquella estancación. Un poeta malo no se hace, se nace.
Ya todo parecía que llevaría al gran desenlace, la gran partida, más, por lo visto, aún faltaba alguien.
- ¿Dónde se ha metido el capitán? - preguntó uno de los gatos, uno de los que parecía que saldría de aventuras.
Gato con una gran barba en punta en su mandíbula y que portaba una guitarra.
- ¿Realmente sería necesario? - respondió una fémina michi, que portaba una túnica de marrón claro parecido al de algunas cremas.
Vincent se preguntaba de qué carajos hablaban los gatos aventureros, pues no conocía a nadie de aquella aldea, salvando a dos contados. Más, no tardó en… ¿resolverse esta cuestión? No, llegó otro gato que no tenía nada que ver.
- Me parece asombroso que no contéis con el gran mago para esta aventura. -
- ¿Un hechicero? - comentó Vinc, mirando al recién llegado con cierta suspicacia.
Un hombre bestia brujo, ya lo que le faltaba por ver.
- Ajá, el más grande de estas tierras. -
- No será por altura-, se mofó Lulú, del tipo estrafalario. El hombre gato, que ya tenía cierta edad, o eso parecía, llevaba una túnica, un bastón entre sus manitas y un sombrero en punta muy…
- ¿Es algún tipo de fanático de los brujos? Los brujos nos solemos vestir así- cuestionó esta vez, mirando hacia James, luego hacia el gato llegado, y después regresó la mirada hacia James. - Olvida lo que he dicho-, comentó, volteando su mirada hacia el gato.
Aunque este no le hizo mucho caso.
- ¿Cómo te atreves a mofarte del gran Gatdalf? - respondió a Lulú, que puso los ojos en blanco como respuesta. - Soy un hechicero especializado en la magia de la cuarta pared-, dijo ya esto último mirando hacia los forasteros de la aldea.
- Y eso es…- Empezó a decir un mercenario que no había escuchado sobre esa escuela de magia en su vida.
- ¿Sabías que estamos dentro de una dimensión que está tras las letras de unos seres que nos relatan desde otra dimensión? Yo soy capaz de verlos. -
- Me niego. Que tenga que guiarnos el capitán entra dentro de lo innecesario. Que este venga con nosotros ya llega a lo estúpido. -
- No conozco a esta señorita gata ni al mencionado capitán-, comentó Vinc, señalando hacia la mujer bestia. - Pero estoy de acuerdo.
La palabra loco resonaba en la cabeza del brujo de manera insistente.
- No temas, buen amigo, no debes temerme. No soy ningún loco y mi poder nos ayudará en nuestra misión. Solamente piensas que estoy loco porque un hombre ha decidido que pienses eso. -
- No, pienso que estás loco porque todo el maldito pueblo lo piensa. Y por una buena razón. -
- Me cae simpático este gato brujo-, añadió el alquimista.
- No vale la pena discutir. Irá con ustedes aunque no queráis. Pese a lo imbécil que es, no hará daño alguno. -
- A mí ya me está destruyendo la salud, pero te tomaré la palabra. -
- Bueno, qué me he perdido-, comentó un nuevo recién llegado.
- Lo que nos faltaba-, expresó un gato con un gran bigote que, probablemente, sería Don Bigotes.
- Hola, soy el Capitán Améwrico Meowspucio, pero todos me dicen el Capitán Chistes-, se presentó el gato, bastante rubio y alto, por cierto, alargando unas de sus peludas manos hacia el brujo.
- Encantado-, respondió Vincent al capitán, apretando la mano peluda en un gesto de educación.
Al menos ese michi sabía no parecer un loco, pensaría cierto mercenario, deseando que de verdad no lo fuera, claro estaba.
- Pero, una pregunta me quema por dentro. ¿Por qué te dicen el Capitán Chistes? -
Amigos, recuerden que hay preguntas que es mejor nunca hacer.
Vincent Calhoun
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Re: En busca de la hierba gatera perdida {Privado}
Desperté, después de no estar despierto, escupí pelo y observé las miradas perplejas de todos lo que me rodeaban -Ya está, no es lo que están pensando, y no sé qué estarán pensando, pero seguro que no es eso- Agarré al gato por una patita lo lancé lejos -Pues nada, solo díganme a quién hay que partir, estoy listo- Dije animado levantándome de aquella cama con más energía que nunca, con más energía yo, no la cama, valga la aclaración.
Por fin podría salir de aquella madriguera, después de tanto encierro, había caído la noche y nos había aplastado con su negro manto -Allá le vamos- Dije animado antes de ver algo que me hizo dudar de la realidad -¿Acaso estoy soñando todavía?- Murmuré para mí mismo -Sí, seguro es eso, sigo soñando- Dije ante la mirada confusa de los más cercanos.
Y si la situación ya parecía bastante extraña antes de esto, aquel gato peludo y rechoncho, con un atuendo de brujo estereotipado me hizo explotar en medio de un ataque de risa -Un hombre bestia no puede ser brujo, es absurdo, ilógico, impos… oh, rayos- Recordé que por improbable que sonara la idea, no era algo nuevo realmente, ni tampoco imposible.
Me acerqué despacio al felino, lo agarré por una pata y lo lancé hacia arriba, una vez, y otra vez, y otra vez, atrapándolo de nuevo antes que cayera al piso -Gatdalf, es el mejor nombre que he escuchado en mis sueños- Dije ya convencido que aquello tenía que ser otro sueño, o quizás el mismo.
Y si quedaba alguna duda de que todo fuera un sueño, el gato aseguraba que somos marionetas movidas por otros seres que escriben nuestra historia, ojalá el mundo fuera una especie de relato comunitario en el que todos aportan algo, pero no, esto es la realidad… o eso es lo que diría si fuera la realidad, y como no lo dije, entonces era un sueño.
Al cabo de un rato, no solo le había entregado mi admiración y mi respeto absoluto a Gatdalf, sino que además me creía cada palabra que se decía ¿Cómo podía tener ese poder de convencimiento? ¿Sería acaso un doromaggio? De cualquier manera, no pude más que defenderlo cuando lo acusaron de locura -En un mundo que ha enloquecido, solo un lunático está realmente loco- Dije aquella frase sin una pizca de coherencia, pero con la mayor seriedad del mundo.
Y si aquello no era ya suficientemente desquiciado, apareció otro gato bigotudo de nombre interesante, cuyo principal atractivo parecía ser la capacidad de contar chistes, y cuando alguien cometió la terrible imprudencia de preguntarle el por qué de su apodo, se desató una sucesión de incoherencias como nunca antes.
Había una vez…- Dijo el gato de forma elegante, preparado para rematar el chiste, cuando me le adelanté siendo más rápido -Trus- Dije sin piedad ni misericordia -Espera, si los gatos arañan, ¿las arañas gatean?- Aquella pregunta pretendía demostrar mi superioridad pero el gato contraatacó -Si los ciempiés tienen 100 pies ¿los piojos tienen 3,14 ojos?- Respondió con ingenio pero no quise rendirme -¿Cómo queda un mago después de comer?- Le dije señalándolo de manera desafiante -¡Magordito!- Respondió sin dudar -¿Qué le dice un ganso a una gansa?- Insistí -Vengansa- Respondió.
Aquella ingeniosa respuesta hizo que el peludo se ganara mi respeto -Te saludo, maestro- Dije con una sincera reverencia -Lo sé, soy un tipo muy saludable- respondió antes de hacer una aclaración -Aunque nunca me invitan a dormir en casas ajenas, porque dejo pelo en la cama… no saben que son vellos durmientes- Con un ligero tic en el ojo comencé a pensar que aquello se nos estaba saliendo de las manos -Creo que ya es momento de despertar- Cerré los ojos con fuerza y los abrí, tristemente aquello no era un sueño.
Por fin podría salir de aquella madriguera, después de tanto encierro, había caído la noche y nos había aplastado con su negro manto -Allá le vamos- Dije animado antes de ver algo que me hizo dudar de la realidad -¿Acaso estoy soñando todavía?- Murmuré para mí mismo -Sí, seguro es eso, sigo soñando- Dije ante la mirada confusa de los más cercanos.
Y si la situación ya parecía bastante extraña antes de esto, aquel gato peludo y rechoncho, con un atuendo de brujo estereotipado me hizo explotar en medio de un ataque de risa -Un hombre bestia no puede ser brujo, es absurdo, ilógico, impos… oh, rayos- Recordé que por improbable que sonara la idea, no era algo nuevo realmente, ni tampoco imposible.
Me acerqué despacio al felino, lo agarré por una pata y lo lancé hacia arriba, una vez, y otra vez, y otra vez, atrapándolo de nuevo antes que cayera al piso -Gatdalf, es el mejor nombre que he escuchado en mis sueños- Dije ya convencido que aquello tenía que ser otro sueño, o quizás el mismo.
Y si quedaba alguna duda de que todo fuera un sueño, el gato aseguraba que somos marionetas movidas por otros seres que escriben nuestra historia, ojalá el mundo fuera una especie de relato comunitario en el que todos aportan algo, pero no, esto es la realidad… o eso es lo que diría si fuera la realidad, y como no lo dije, entonces era un sueño.
Al cabo de un rato, no solo le había entregado mi admiración y mi respeto absoluto a Gatdalf, sino que además me creía cada palabra que se decía ¿Cómo podía tener ese poder de convencimiento? ¿Sería acaso un doromaggio? De cualquier manera, no pude más que defenderlo cuando lo acusaron de locura -En un mundo que ha enloquecido, solo un lunático está realmente loco- Dije aquella frase sin una pizca de coherencia, pero con la mayor seriedad del mundo.
Y si aquello no era ya suficientemente desquiciado, apareció otro gato bigotudo de nombre interesante, cuyo principal atractivo parecía ser la capacidad de contar chistes, y cuando alguien cometió la terrible imprudencia de preguntarle el por qué de su apodo, se desató una sucesión de incoherencias como nunca antes.
Había una vez…- Dijo el gato de forma elegante, preparado para rematar el chiste, cuando me le adelanté siendo más rápido -Trus- Dije sin piedad ni misericordia -Espera, si los gatos arañan, ¿las arañas gatean?- Aquella pregunta pretendía demostrar mi superioridad pero el gato contraatacó -Si los ciempiés tienen 100 pies ¿los piojos tienen 3,14 ojos?- Respondió con ingenio pero no quise rendirme -¿Cómo queda un mago después de comer?- Le dije señalándolo de manera desafiante -¡Magordito!- Respondió sin dudar -¿Qué le dice un ganso a una gansa?- Insistí -Vengansa- Respondió.
Aquella ingeniosa respuesta hizo que el peludo se ganara mi respeto -Te saludo, maestro- Dije con una sincera reverencia -Lo sé, soy un tipo muy saludable- respondió antes de hacer una aclaración -Aunque nunca me invitan a dormir en casas ajenas, porque dejo pelo en la cama… no saben que son vellos durmientes- Con un ligero tic en el ojo comencé a pensar que aquello se nos estaba saliendo de las manos -Creo que ya es momento de despertar- Cerré los ojos con fuerza y los abrí, tristemente aquello no era un sueño.
- Gatdalf:
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Re: En busca de la hierba gatera perdida {Privado}
Aquella aldea no era de las más grandes que había visto nuestro brujo, pero tampoco era minúscula. No eran tres gatos en mitad de la nada, nunca mejor dicho, ni un lugar que impresionara por su tamaño. Sin embargo, aún así, aquellos gatos humanoides se las habían arreglado para conseguir darle a Vincent más dolores de cabeza que la mañana siguiente a una noche de divagaciones filosóficas junto a Sandal.
Eso es, que una noche de borrachera, pero así quedaba más lindo y mi fama de poeta no se hundía más que… Bah, no se puede hundir lo que ya está hundido.
- Qué bueno que llegaste, Bio, te estábamos esperando. -
«Sobre todo porque así diversificamos la tocada de huevos de los gatos», pensó cierto brujo.
- Bueno, ya que estamos todos podemos partir. Sería una estupidez perder más tiempo, que pase la noche y acabar saliendo con el amanecer porque nos gustan los vampiros chamuscados. -
Cualquier idea que los pusieran en movimiento y distrajera los pensamientos del capitán de los chistes infames era, no ya necesario para el cumplimiento de sus objetivos, sino para la supervivencia.
- Me parece perfecto, que les vaya bien. -
- Cómo que nos vaya bien, ¿no vienes? -
- ¿Yo? Para qué, ya tengo los ingredientes para mi crema. -
- Pero serás… - «Cabrón» - Pero serás cabrón-. Claro, por qué pensarlo y no decirlo. - Tú nos trajiste aquí. Y todo era para tu pomada para mantener el cutis terso y suave.
- Ha dicho cutis-, dijo el gato bigotón antes de echarse a reír.
- Esa lengua, jovencito. Pues claro que vine por mi pomada. Que diga, por ambas cosas. Por la crema y por ayudarte. Pero es mejor que me quede aquí haciendo más cantidad de la mencionada pomada para mis experimentos iniciales y futuros y holgados ingresos monetarios nada parciales, egoístas y oportunistas. -
Vincent negó con la cabeza en un claro gesto de…
- Qué tremendo mamonazo. Bueno, igual los gatos saben lo que buscamos ¿no? -
- Así es, yo también me quedaré en el pueblo. Por eso les he buscado la mejor expedición posible. Ellos conocen el lugar y la planta que deben traer consigo -
En ese momento el brujo miró a su alrededor pensando que si eso era lo mejor que tenían, no quería conocer al resto. Más, no lo dijo pues sería un gesto feo hacia los gatos, que al menos se estaban esforzando en ayudarle. En ayudarle a solucionar su problema y a tener dolor de cabeza, pero no se podía tener todo bueno en la vida.
Eran buena gente después de todo. Y eso alegraba al bueno de Vincent pese a todo.
- ¿Qué hace un cocinero cuando está triste? - preguntó el capitán mientras se acercaba al rubio.
Vinc no supo que responder a esa pregunta tan aleatoria.
- Pucheros. -
Olviden lo que escribí antes. Maten a todos esos putos…
- Por favor, mejor que nos vayamos ya. -
- Secundo a la gata-, respondió, tomando su morral y comenzando a andar.
- Aventuraaaaaaaaaaaaaa. ¿Saben? Soy un genio de las ventas, mi clientela crece cada día. -
- ¿Qué vendes? - preguntó Vincent sin querer, por pura inercia, arrepintiéndose al momento de haber hecho la pregunta.
- Ropa de niños. -
Vincent se rió. Había que reconocer que era estúpido pero al menos gracioso, más, no tardó en lamentarlo porque aquello le iba a dar ánimos renovados al Capitán Chistes. Y, efectivamente, tras ponerse a la cabeza del grupo no paró de darle a la sin hueso para contar un chiste tras otro.
En cualquier caso, tras salir del pueblo el mercenario no tardó en ver, por el rabillo del ojo, como se le acercaba el hombre gato más chiquito del grupo.
- Dime que tú no me vas a contar chistes, por favor. -
- Innecesario por exceso. Dime, ¿cuáles son tus planes con esta aventura? -
- Pensaba que estaba claro, conseguir la hierba necesaria para curar mis ojos brillantes-, comentó, señalando hacia los mencionados.
- La hierba nunca sobra. Después de bañarme siempre me fumo tres pipas bien cargadas de buena hierba. -
- ¿Por qué tres? -
- Porque así salgo limpio hiperfumado. -
«Maldito gato, me la ha colado»
- Muy gracioso. Pensé que el único de los chistes era el capitán. -
- Y lo es-, respondió serio.
Tras unos instantes de silencio incómodo, el brujo decidió romperlo.
- ¿Y por qué ha decidido sumarse a la expedición? -
Algo en su fuero interior le decía que se iba a arrepentir de darle conversación.
- ¿No lo acabo de decir? Por la hierba. -
- No, hombre, aparte de eso. -
- Gato para usted. Pues porque conozco historias de otras dimensiones que un aventurero como tú podría ayudarme a expandir. -
- No pienso contar tus locuras por ahí. Me meterían preso sólo por no tener que volver a escucharme y evitar que el pueblo me linche. -
- No, perro de dorados cabellos, lo que quiero es que me ayudes a viajar. -
- Tampoco pienso hacer eso. Eres un pilar fundamental de la comunidad de los gatos. Sería una pérdida enor... -
- Di que no quieres llevarme. -
- Y no quiero llevarte. -
- Pues te jodes, porque pienso expandir mi conocimiento. Algún día llegaré a la gran ciudad. Además, no puedes negarte. No es decisión tuya. Ya te lo dije, no tomas tus decisiones, somos entes creados por seres de otra dimensión. -
- Uf, me duele escucharte más que a muchas personas, y conozco varias que dan bien por culo. Te aseguro que tienes mucho mérito. En cualquier caso, cuál de todas, hay varias ciudades. -
- Bah, una cualquiera. -
- Eso sí que son aspiraciones claras. -
- ¡Eeeeh, esperadme! -
Antes de poder escuchar más tonterías del gato chiquito se escuchó un grito a sus espaldas, que hizo que todos se giraran a mirar.
- ¿Y ese quién es? -
- Es Bob, nos olvidamos de él. Pero, lo que importa de verdad es que el otro día sorprendí a una muda. La dejé sin palabras. -
Vincent puso los ojos en blanco, pero siguió andando, aunque solamente fuese para acabar lo más rápido posible con aquella aventura.
Había males que no se podían enfrentar con acero y hechicería.
O igual sí, si se volvía loco y hacía sopa de gato.
Eso es, que una noche de borrachera, pero así quedaba más lindo y mi fama de poeta no se hundía más que… Bah, no se puede hundir lo que ya está hundido.
- Qué bueno que llegaste, Bio, te estábamos esperando. -
«Sobre todo porque así diversificamos la tocada de huevos de los gatos», pensó cierto brujo.
- Bueno, ya que estamos todos podemos partir. Sería una estupidez perder más tiempo, que pase la noche y acabar saliendo con el amanecer porque nos gustan los vampiros chamuscados. -
Cualquier idea que los pusieran en movimiento y distrajera los pensamientos del capitán de los chistes infames era, no ya necesario para el cumplimiento de sus objetivos, sino para la supervivencia.
- Me parece perfecto, que les vaya bien. -
- Cómo que nos vaya bien, ¿no vienes? -
- ¿Yo? Para qué, ya tengo los ingredientes para mi crema. -
- Pero serás… - «Cabrón» - Pero serás cabrón-. Claro, por qué pensarlo y no decirlo. - Tú nos trajiste aquí. Y todo era para tu pomada para mantener el cutis terso y suave.
- Ha dicho cutis-, dijo el gato bigotón antes de echarse a reír.
- Esa lengua, jovencito. Pues claro que vine por mi pomada. Que diga, por ambas cosas. Por la crema y por ayudarte. Pero es mejor que me quede aquí haciendo más cantidad de la mencionada pomada para mis experimentos iniciales y futuros y holgados ingresos monetarios nada parciales, egoístas y oportunistas. -
Vincent negó con la cabeza en un claro gesto de…
- Qué tremendo mamonazo. Bueno, igual los gatos saben lo que buscamos ¿no? -
- Así es, yo también me quedaré en el pueblo. Por eso les he buscado la mejor expedición posible. Ellos conocen el lugar y la planta que deben traer consigo -
En ese momento el brujo miró a su alrededor pensando que si eso era lo mejor que tenían, no quería conocer al resto. Más, no lo dijo pues sería un gesto feo hacia los gatos, que al menos se estaban esforzando en ayudarle. En ayudarle a solucionar su problema y a tener dolor de cabeza, pero no se podía tener todo bueno en la vida.
Eran buena gente después de todo. Y eso alegraba al bueno de Vincent pese a todo.
- ¿Qué hace un cocinero cuando está triste? - preguntó el capitán mientras se acercaba al rubio.
Vinc no supo que responder a esa pregunta tan aleatoria.
- Pucheros. -
Olviden lo que escribí antes. Maten a todos esos putos…
- Por favor, mejor que nos vayamos ya. -
- Secundo a la gata-, respondió, tomando su morral y comenzando a andar.
- Aventuraaaaaaaaaaaaaa. ¿Saben? Soy un genio de las ventas, mi clientela crece cada día. -
- ¿Qué vendes? - preguntó Vincent sin querer, por pura inercia, arrepintiéndose al momento de haber hecho la pregunta.
- Ropa de niños. -
Vincent se rió. Había que reconocer que era estúpido pero al menos gracioso, más, no tardó en lamentarlo porque aquello le iba a dar ánimos renovados al Capitán Chistes. Y, efectivamente, tras ponerse a la cabeza del grupo no paró de darle a la sin hueso para contar un chiste tras otro.
En cualquier caso, tras salir del pueblo el mercenario no tardó en ver, por el rabillo del ojo, como se le acercaba el hombre gato más chiquito del grupo.
- Dime que tú no me vas a contar chistes, por favor. -
- Innecesario por exceso. Dime, ¿cuáles son tus planes con esta aventura? -
- Pensaba que estaba claro, conseguir la hierba necesaria para curar mis ojos brillantes-, comentó, señalando hacia los mencionados.
- La hierba nunca sobra. Después de bañarme siempre me fumo tres pipas bien cargadas de buena hierba. -
- ¿Por qué tres? -
- Porque así salgo limpio hiperfumado. -
«Maldito gato, me la ha colado»
- Muy gracioso. Pensé que el único de los chistes era el capitán. -
- Y lo es-, respondió serio.
Tras unos instantes de silencio incómodo, el brujo decidió romperlo.
- ¿Y por qué ha decidido sumarse a la expedición? -
Algo en su fuero interior le decía que se iba a arrepentir de darle conversación.
- ¿No lo acabo de decir? Por la hierba. -
- No, hombre, aparte de eso. -
- Gato para usted. Pues porque conozco historias de otras dimensiones que un aventurero como tú podría ayudarme a expandir. -
- No pienso contar tus locuras por ahí. Me meterían preso sólo por no tener que volver a escucharme y evitar que el pueblo me linche. -
- No, perro de dorados cabellos, lo que quiero es que me ayudes a viajar. -
- Tampoco pienso hacer eso. Eres un pilar fundamental de la comunidad de los gatos. Sería una pérdida enor... -
- Di que no quieres llevarme. -
- Y no quiero llevarte. -
- Pues te jodes, porque pienso expandir mi conocimiento. Algún día llegaré a la gran ciudad. Además, no puedes negarte. No es decisión tuya. Ya te lo dije, no tomas tus decisiones, somos entes creados por seres de otra dimensión. -
- Uf, me duele escucharte más que a muchas personas, y conozco varias que dan bien por culo. Te aseguro que tienes mucho mérito. En cualquier caso, cuál de todas, hay varias ciudades. -
- Bah, una cualquiera. -
- Eso sí que son aspiraciones claras. -
- ¡Eeeeh, esperadme! -
Antes de poder escuchar más tonterías del gato chiquito se escuchó un grito a sus espaldas, que hizo que todos se giraran a mirar.
- ¿Y ese quién es? -
- Es Bob, nos olvidamos de él. Pero, lo que importa de verdad es que el otro día sorprendí a una muda. La dejé sin palabras. -
Vincent puso los ojos en blanco, pero siguió andando, aunque solamente fuese para acabar lo más rápido posible con aquella aventura.
Había males que no se podían enfrentar con acero y hechicería.
O igual sí, si se volvía loco y hacía sopa de gato.
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