El poemario olvidado [Privado]
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El poemario olvidado [Privado]
Los Stellazios, también conocidos como los Nacidos de las Estrellas, fueron un selecto grupo de héroes que, en los albores del tiempo, en una era ya olvidada y remota, combatieron contra una oscuridad que asoló las tierras de Aerandir. Este mal buscaba ser traído al mundo por Hodr, el dios de la Oscuridad.
Nunca antes se había presenciado tal evento, ya que todas las razas del mundo se unieron bajo un único estandarte: el de la Luz. Zydan Stjerners lideraba al Ejército de la Luz y a los Stellazios, siendo elegido por Baldr, el dios de la bondad, la justicia y la luz.
La guerra se prolongó durante muchos años, sumiendo al mundo en una decadencia donde ambas fuerzas luchaban por la supremacía. Si la Oscuridad prevalecía, el mundo caería en una noche eterna y el éter, fuente de vida y poder, se extinguiría, dejando a los habitantes de Aerandir con escasas o ninguna posibilidad de sobrevivir. Por otro lado, si la Luz triunfaba, el equilibrio persistiría y los seres de Midgard, o Aerandir, se salvarían.
Al final, la contienda terminó en un empate. Ninguno de los bandos logró la victoria. Los dioses Baldr y Hodr resultaron gravemente heridos y, agotados por la batalla, acordaron una tregua para retirarse de Midgard durante un tiempo, permitiendo que sus fuerzas se restablecieran antes de reanudar el conflicto. Luz y Oscuridad, dos fuerzas paralelas y opuestas, no pueden existir la una sin la otra. Ambas son necesarias para mantener el equilibrio, no solo en este mundo, sino también en los otros ocho existentes. Desde tiempos inmemoriales, estas dos fuerzas están destinadas a encontrarse y, debido a sus diferencias y naturalezas contrastantes, enfrentarse en busca de su propia supremacía.
En este escenario, se hace necesaria la figura de un intermediario. Los dioses, a pesar de su inmortalidad, omnipotencia y omnisciencia, no pueden evitar caer en la tentación de imponerse unos sobre otros, creyendo que su causa es la más trascendental y justa. Es aquí donde entra en juego el Portador del Equilibrio, una figura enigmática de la cual solo se tiene una mención en una página del Cuento de los Stellazios, obra magna donde se recogen diferentes mitos, historias, canciones, poemas y diferentes informaciones sobre la época en la que se vivieron estos sucesos.
La historia que nos ocupa, ya sea considerada un mito, una realidad o una fusión de ambas, es lo que impulsa a Alward a buscar las tumbas de los Stellazios. Estos héroes del pasado, a pesar de sus distintos orígenes y realidades, compartieron un destino común y lograron hacer frente al mal. Gracias a sus habilidades y liderazgo, no solo en el ámbito militar, sino también en los aspectos políticos, sociales e incluso religiosos, pudieron evitar la destrucción del mundo. Esta narración ha sido la fuente de inspiración de Alward a lo largo de su vida, impulsándolo a buscar la justicia y el orden bondadosos, en los que las personas del mundo puedan vivir en paz y armonía.
Es por esta razón que Alward encuentra esa inspiración más necesaria que nunca en su momento actual. Con el conocimiento que posee sobre las Sierpes y sus propósitos, entiende la urgente necesidad de que los habitantes de Aerandir encuentren el coraje y la determinación para rebelarse contra las injusticias, la corrupción y las maquinaciones siniestras que esta secta lleva a cabo en los ámbitos militar, civil, político, económico y religioso. Además, esta secta busca destruir el mundo civilizado y reducirlo a cenizas, con el objetivo de instaurar un nuevo orden impuesto por ellos, donde la tiranía y la falsa libertad sean la forma de vida predominante.
Alward se alza como un defensor de la verdad y la justicia, decidido a detener los planes destructivos de las Sierpes y restaurar la armonía en Aerandir. Su misión es crucial para proteger a la sociedad de la tiranía y salvaguardar la existencia misma del mundo civilizado.
Impulsado por su determinación y sed de conocimiento, el Sevna emprende un viaje a las Islas Illidenses, específicamente a la Academia Hekshold. Su objetivo es obtener una información más profunda y exhaustiva sobre los Stellazios. Para él, cualquier fuente de información es valiosa: ya sea un fragmento de una historia, una canción, un poema o cualquier indicio que pueda arrojar luz sobre los Nacidos de las Estrellas. Cada descubrimiento, por pequeño que sea, alimenta su esperanza en la búsqueda del enmascarado, ya que hasta ahora no ha encontrado nada más que el antiguo libro que su amigo Rischer le regaló.
Alward y Katrina se adentraron en los imponentes pasillos del Hekshold, donde los susurros del conocimiento antiguo parecían resonar en cada rincón, más aún cuando llegaron a la biblioteca. Las antorchas parpadeantes iluminaban su camino mientras avanzaban entre estanterías llenas de libros antiguos, pergaminos desgastados y tomos encuadernados en cuero. La vampiresa se movía con gracia entre las sombras, con sus ojos ávidos explorando los tesoros de sabiduría que rodeaban al dúo.
Cuando llegaron al centro de la estancia, pudieron ver la verdadera majestuosidad del lugar. Las altas paredes estaban decoradas con vitrales que filtraban los rayos de sol, creando un juego de luces y sombras que dotaban al lugar de un aura misteriosa y solemne. Los estantes, que parecían tocar el techo, estaban repletos de volúmenes encuadernados en cuero gastado y cubiertos de polvo, como reliquias de un pasado remoto.
Ambos avanzaron por los pasillos de la biblioteca, acariciando los lomos de los libros mientras buscaban la información anhelada. Alward notó un aroma a sabiduría impregnado en el aire, una mezcla de tinta y papel antiguo que despertaba su curiosidad y avivaba su determinación. Siguiendo su instinto, llegaron a una sección especializada en mitos y leyendas, donde se encontraban los escritos más antiguos. Habían demasiados, y leerlos uno por uno les llevaría años.
-Quizás haya alguien encargado de todo esto.-Mencionó Katrina proyectando una voz suave hacia el enmascarado.
Alward asintió y dieron media vuelta. En el mostrador de la biblioteca se encontraba el bibliotecario encargado, un anciano de barba blanca y mirada sabia. Alward se acercó con respeto y cortesía, formulando su pregunta con voz firme pero respetuosa.
-Buen bibliotecario, busco información sobre los Stellazios, los Nacidos de las Estrellas que lucharon contra la Oscuridad. ¿Habría algún libro o manuscrito en su vasta colección que pueda revelar más sobre ellos y su legado?
El bibliotecario sonrió con complicidad y asintió, como si estuviera esperando esa pregunta desde hacía mucho tiempo. Indicó a Alward y a Katrina que lo siguieran hacia una sección apartada de la biblioteca, oculta entre las sombras. Al llegar se encontraron con una puerta austera cerrada, la cual parecía que hacía siglos que no se abría. El anciano hombre rebuscó entre sus ropajes compuesto por una túnica larga y diferentes piezas que la complementaban las cuales Alward no sabía ni nombrar.
-La llave...-Alzó un dedo, indicándoles a ambos que esperasen. Acto seguido, se marchó por donde había venido.
Los dos aventureros se encontraron solos en la sala de la biblioteca, rodeados por la majestuosidad del conocimiento antiguo y la promesa de respuestas que aguardaban tras la puerta cerrada. El silencio del lugar se hizo más evidente, solo interrumpido por el suave crujir de las páginas al pasar y el débil resplandor de la luz que se filtraba a través de los vitrales.
-Me esperaba este sitio más animado... y lleno de estudiantes.
Katrina se encogió de hombros y luego se cruzo de brazos, echando una rápida mirada en todas las direcciones de su campo de visión.
-Puede que sea horario lectivo.
-¿Lecti-qué?
-El horario donde los estudiantes están... estudiando.-Explicó la vampiresa esbozando una sutil sonrisa ante la ingenuidad de Alward.
Alward se recostó en una silla tallada con elegantes adornos, mientras Katrina exploraba los estantes, trazando sus dedos por los títulos envejecidos y sumergiéndose en el misterio que emanaba de cada uno de ellos. Aunque la espera se hizo larga, la presencia de la sabiduría acumulada a su alrededor les infundía una sensación de tranquilidad.
Mientras aguardaban, Alward reflexionó sobre la importancia de su misión y la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. La búsqueda de información sobre los Stellazios se volvía cada vez más crucial, no solo para su propio propósito, sino también para el destino de Aerandir y las razas que habitaban en ese vasto mundo. La incertidumbre y la determinación se entrelazaban en su mente, preparándolo para los desafíos que estaban por venir.
Katrina, por su parte, se sumergía en los tesoros literarios a su alcance. Su mirada penetrante se perdía en las páginas que narraban historias de antiguas batallas y hazañas heroicas. La vampiresa sabía que aquel lugar cuasi sagrado contenía las claves para desentrañar los misterios ocultos tras los Stellazios y sus legados, aunque no estaba muy segura de cómo todo eso podrían ayudarles en su guerra personal contra las Sierpes.
El tiempo parecía detenerse mientras Alward y Katrina aguardaban pacientemente la llegada del bibliotecario con la llave. La atmósfera de la biblioteca resonaba con una sensación de anticipación y emoción contenida. Sabían que, una vez que la puerta se abriera, su búsqueda daría un giro inesperado y su camino hacia la verdad de los Stellazios se desplegaría ante ellos.
Nunca antes se había presenciado tal evento, ya que todas las razas del mundo se unieron bajo un único estandarte: el de la Luz. Zydan Stjerners lideraba al Ejército de la Luz y a los Stellazios, siendo elegido por Baldr, el dios de la bondad, la justicia y la luz.
La guerra se prolongó durante muchos años, sumiendo al mundo en una decadencia donde ambas fuerzas luchaban por la supremacía. Si la Oscuridad prevalecía, el mundo caería en una noche eterna y el éter, fuente de vida y poder, se extinguiría, dejando a los habitantes de Aerandir con escasas o ninguna posibilidad de sobrevivir. Por otro lado, si la Luz triunfaba, el equilibrio persistiría y los seres de Midgard, o Aerandir, se salvarían.
Al final, la contienda terminó en un empate. Ninguno de los bandos logró la victoria. Los dioses Baldr y Hodr resultaron gravemente heridos y, agotados por la batalla, acordaron una tregua para retirarse de Midgard durante un tiempo, permitiendo que sus fuerzas se restablecieran antes de reanudar el conflicto. Luz y Oscuridad, dos fuerzas paralelas y opuestas, no pueden existir la una sin la otra. Ambas son necesarias para mantener el equilibrio, no solo en este mundo, sino también en los otros ocho existentes. Desde tiempos inmemoriales, estas dos fuerzas están destinadas a encontrarse y, debido a sus diferencias y naturalezas contrastantes, enfrentarse en busca de su propia supremacía.
En este escenario, se hace necesaria la figura de un intermediario. Los dioses, a pesar de su inmortalidad, omnipotencia y omnisciencia, no pueden evitar caer en la tentación de imponerse unos sobre otros, creyendo que su causa es la más trascendental y justa. Es aquí donde entra en juego el Portador del Equilibrio, una figura enigmática de la cual solo se tiene una mención en una página del Cuento de los Stellazios, obra magna donde se recogen diferentes mitos, historias, canciones, poemas y diferentes informaciones sobre la época en la que se vivieron estos sucesos.
La historia que nos ocupa, ya sea considerada un mito, una realidad o una fusión de ambas, es lo que impulsa a Alward a buscar las tumbas de los Stellazios. Estos héroes del pasado, a pesar de sus distintos orígenes y realidades, compartieron un destino común y lograron hacer frente al mal. Gracias a sus habilidades y liderazgo, no solo en el ámbito militar, sino también en los aspectos políticos, sociales e incluso religiosos, pudieron evitar la destrucción del mundo. Esta narración ha sido la fuente de inspiración de Alward a lo largo de su vida, impulsándolo a buscar la justicia y el orden bondadosos, en los que las personas del mundo puedan vivir en paz y armonía.
Es por esta razón que Alward encuentra esa inspiración más necesaria que nunca en su momento actual. Con el conocimiento que posee sobre las Sierpes y sus propósitos, entiende la urgente necesidad de que los habitantes de Aerandir encuentren el coraje y la determinación para rebelarse contra las injusticias, la corrupción y las maquinaciones siniestras que esta secta lleva a cabo en los ámbitos militar, civil, político, económico y religioso. Además, esta secta busca destruir el mundo civilizado y reducirlo a cenizas, con el objetivo de instaurar un nuevo orden impuesto por ellos, donde la tiranía y la falsa libertad sean la forma de vida predominante.
Alward se alza como un defensor de la verdad y la justicia, decidido a detener los planes destructivos de las Sierpes y restaurar la armonía en Aerandir. Su misión es crucial para proteger a la sociedad de la tiranía y salvaguardar la existencia misma del mundo civilizado.
Impulsado por su determinación y sed de conocimiento, el Sevna emprende un viaje a las Islas Illidenses, específicamente a la Academia Hekshold. Su objetivo es obtener una información más profunda y exhaustiva sobre los Stellazios. Para él, cualquier fuente de información es valiosa: ya sea un fragmento de una historia, una canción, un poema o cualquier indicio que pueda arrojar luz sobre los Nacidos de las Estrellas. Cada descubrimiento, por pequeño que sea, alimenta su esperanza en la búsqueda del enmascarado, ya que hasta ahora no ha encontrado nada más que el antiguo libro que su amigo Rischer le regaló.
Alward y Katrina se adentraron en los imponentes pasillos del Hekshold, donde los susurros del conocimiento antiguo parecían resonar en cada rincón, más aún cuando llegaron a la biblioteca. Las antorchas parpadeantes iluminaban su camino mientras avanzaban entre estanterías llenas de libros antiguos, pergaminos desgastados y tomos encuadernados en cuero. La vampiresa se movía con gracia entre las sombras, con sus ojos ávidos explorando los tesoros de sabiduría que rodeaban al dúo.
Cuando llegaron al centro de la estancia, pudieron ver la verdadera majestuosidad del lugar. Las altas paredes estaban decoradas con vitrales que filtraban los rayos de sol, creando un juego de luces y sombras que dotaban al lugar de un aura misteriosa y solemne. Los estantes, que parecían tocar el techo, estaban repletos de volúmenes encuadernados en cuero gastado y cubiertos de polvo, como reliquias de un pasado remoto.
Ambos avanzaron por los pasillos de la biblioteca, acariciando los lomos de los libros mientras buscaban la información anhelada. Alward notó un aroma a sabiduría impregnado en el aire, una mezcla de tinta y papel antiguo que despertaba su curiosidad y avivaba su determinación. Siguiendo su instinto, llegaron a una sección especializada en mitos y leyendas, donde se encontraban los escritos más antiguos. Habían demasiados, y leerlos uno por uno les llevaría años.
-Quizás haya alguien encargado de todo esto.-Mencionó Katrina proyectando una voz suave hacia el enmascarado.
Alward asintió y dieron media vuelta. En el mostrador de la biblioteca se encontraba el bibliotecario encargado, un anciano de barba blanca y mirada sabia. Alward se acercó con respeto y cortesía, formulando su pregunta con voz firme pero respetuosa.
-Buen bibliotecario, busco información sobre los Stellazios, los Nacidos de las Estrellas que lucharon contra la Oscuridad. ¿Habría algún libro o manuscrito en su vasta colección que pueda revelar más sobre ellos y su legado?
El bibliotecario sonrió con complicidad y asintió, como si estuviera esperando esa pregunta desde hacía mucho tiempo. Indicó a Alward y a Katrina que lo siguieran hacia una sección apartada de la biblioteca, oculta entre las sombras. Al llegar se encontraron con una puerta austera cerrada, la cual parecía que hacía siglos que no se abría. El anciano hombre rebuscó entre sus ropajes compuesto por una túnica larga y diferentes piezas que la complementaban las cuales Alward no sabía ni nombrar.
-La llave...-Alzó un dedo, indicándoles a ambos que esperasen. Acto seguido, se marchó por donde había venido.
Los dos aventureros se encontraron solos en la sala de la biblioteca, rodeados por la majestuosidad del conocimiento antiguo y la promesa de respuestas que aguardaban tras la puerta cerrada. El silencio del lugar se hizo más evidente, solo interrumpido por el suave crujir de las páginas al pasar y el débil resplandor de la luz que se filtraba a través de los vitrales.
-Me esperaba este sitio más animado... y lleno de estudiantes.
Katrina se encogió de hombros y luego se cruzo de brazos, echando una rápida mirada en todas las direcciones de su campo de visión.
-Puede que sea horario lectivo.
-¿Lecti-qué?
-El horario donde los estudiantes están... estudiando.-Explicó la vampiresa esbozando una sutil sonrisa ante la ingenuidad de Alward.
Alward se recostó en una silla tallada con elegantes adornos, mientras Katrina exploraba los estantes, trazando sus dedos por los títulos envejecidos y sumergiéndose en el misterio que emanaba de cada uno de ellos. Aunque la espera se hizo larga, la presencia de la sabiduría acumulada a su alrededor les infundía una sensación de tranquilidad.
Mientras aguardaban, Alward reflexionó sobre la importancia de su misión y la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. La búsqueda de información sobre los Stellazios se volvía cada vez más crucial, no solo para su propio propósito, sino también para el destino de Aerandir y las razas que habitaban en ese vasto mundo. La incertidumbre y la determinación se entrelazaban en su mente, preparándolo para los desafíos que estaban por venir.
Katrina, por su parte, se sumergía en los tesoros literarios a su alcance. Su mirada penetrante se perdía en las páginas que narraban historias de antiguas batallas y hazañas heroicas. La vampiresa sabía que aquel lugar cuasi sagrado contenía las claves para desentrañar los misterios ocultos tras los Stellazios y sus legados, aunque no estaba muy segura de cómo todo eso podrían ayudarles en su guerra personal contra las Sierpes.
El tiempo parecía detenerse mientras Alward y Katrina aguardaban pacientemente la llegada del bibliotecario con la llave. La atmósfera de la biblioteca resonaba con una sensación de anticipación y emoción contenida. Sabían que, una vez que la puerta se abriera, su búsqueda daría un giro inesperado y su camino hacia la verdad de los Stellazios se desplegaría ante ellos.
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Alward Sevna
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Re: El poemario olvidado [Privado]
Tras finalizar las clases del cuarto día en Hekshold, Sophia se encaminó, como de costumbre, hacia la biblioteca de la academia. Aunque afuera se apreciaba un día soleado con escasas nubes blancas en el cielo, como si estuvieran plasmadas en un lienzo, ella tenía deberes por hacer.
Antes de llegar, la joven de cabellos dorados se detuvo en uno de los patios interiores, un rincón tranquilo adornado por enredaderas que trepaban por los muros de piedra. El murmullo del agua proveniente de una fuente central creaba una atmósfera serena, acompañado por el suave canto de los pájaros que se mecían entre las ramas de los árboles cercanos. Sophia se quedó allí por un instante, dejando que la belleza del entorno la envolviera antes de proseguir su camino hacia la biblioteca.
Vestida con su túnica académica de tono azul oscuro, adornada con bordados plateados en las mangas, Sophia avanzó con paso seguro por los pasillos de la academia. Su cabello dorado, recogido en una trenza que caía sobre su hombro, resaltaba en contraste con la tela. Portaba un collar de plata con un colgante en forma de ave fénix, un regalo de su madre que siempre llevaba consigo como un amuleto de protección.
Al ingresar a la biblioteca, la joven se vio envuelta por un aura de conocimiento. Los altos estantes de madera custodiaban cientos de volúmenes antiguos, algunos con cubiertas desgastadas y otros relucientes como si acabaran de ser encuadernados. El aire estaba impregnado de un olor peculiar a pergamino y polvo, una fragancia que despertaba en Sophia una sensación reconfortante y misteriosa.
Los primeros días en la academia estaban resultando emocionantes para ella. Sin embargo, como era de esperar, extrañaba profundamente a su familia. En cada momento libre, se preguntaba qué estarían haciendo en Cresta del Cielo, lo que la llevaba a pasar la mayor parte de su tiempo en la biblioteca, refugiándose en los libros para evadirse de sus pensamientos.
"Hoy toca investigar el origen de los brujos", pensó mientras se adentraba entre las altas estanterías de la imponente sala. Leyó los títulos de algunos antiguos libros, prestando especial atención al distintivo aroma a cuero que desprendían, un olor que tenía un significado especial para ella. "Aquí no está"; sin embargo, al doblar una esquina entre las estanterías, se topó con una escena inesperada. Frente a ella se encontraba un joven encapuchado, cuyo rostro permanecía oculto tras una máscara. Su figura emanaba un aire enigmático y cauteloso. A su lado, una chica de tez pálida y cabellos blancos, como una criatura salida de los cuentos de hadas, observaba el entorno con ojos penetrantes y curiosos. Esta pareja la sorprendió sobremanera, deteniéndose frente a ellos para observarlos detenidamente y sintiendo temor ante su presencia. "¡Reacciona, Sophia!", se dijo mentalmente.
La presencia de estos desconocidos despertó una mezcla de intriga y temor en Sophia. Se quedó paralizada por un momento, sus ojos azules escrutando los detalles de aquellos enigmáticos personajes. Era como si un nuevo capítulo de su aventura estuviera a punto de comenzar, y ella no sabía qué papel desempeñaría en él.
Antes de llegar, la joven de cabellos dorados se detuvo en uno de los patios interiores, un rincón tranquilo adornado por enredaderas que trepaban por los muros de piedra. El murmullo del agua proveniente de una fuente central creaba una atmósfera serena, acompañado por el suave canto de los pájaros que se mecían entre las ramas de los árboles cercanos. Sophia se quedó allí por un instante, dejando que la belleza del entorno la envolviera antes de proseguir su camino hacia la biblioteca.
Vestida con su túnica académica de tono azul oscuro, adornada con bordados plateados en las mangas, Sophia avanzó con paso seguro por los pasillos de la academia. Su cabello dorado, recogido en una trenza que caía sobre su hombro, resaltaba en contraste con la tela. Portaba un collar de plata con un colgante en forma de ave fénix, un regalo de su madre que siempre llevaba consigo como un amuleto de protección.
Al ingresar a la biblioteca, la joven se vio envuelta por un aura de conocimiento. Los altos estantes de madera custodiaban cientos de volúmenes antiguos, algunos con cubiertas desgastadas y otros relucientes como si acabaran de ser encuadernados. El aire estaba impregnado de un olor peculiar a pergamino y polvo, una fragancia que despertaba en Sophia una sensación reconfortante y misteriosa.
Los primeros días en la academia estaban resultando emocionantes para ella. Sin embargo, como era de esperar, extrañaba profundamente a su familia. En cada momento libre, se preguntaba qué estarían haciendo en Cresta del Cielo, lo que la llevaba a pasar la mayor parte de su tiempo en la biblioteca, refugiándose en los libros para evadirse de sus pensamientos.
"Hoy toca investigar el origen de los brujos", pensó mientras se adentraba entre las altas estanterías de la imponente sala. Leyó los títulos de algunos antiguos libros, prestando especial atención al distintivo aroma a cuero que desprendían, un olor que tenía un significado especial para ella. "Aquí no está"; sin embargo, al doblar una esquina entre las estanterías, se topó con una escena inesperada. Frente a ella se encontraba un joven encapuchado, cuyo rostro permanecía oculto tras una máscara. Su figura emanaba un aire enigmático y cauteloso. A su lado, una chica de tez pálida y cabellos blancos, como una criatura salida de los cuentos de hadas, observaba el entorno con ojos penetrantes y curiosos. Esta pareja la sorprendió sobremanera, deteniéndose frente a ellos para observarlos detenidamente y sintiendo temor ante su presencia. "¡Reacciona, Sophia!", se dijo mentalmente.
La presencia de estos desconocidos despertó una mezcla de intriga y temor en Sophia. Se quedó paralizada por un momento, sus ojos azules escrutando los detalles de aquellos enigmáticos personajes. Era como si un nuevo capítulo de su aventura estuviera a punto de comenzar, y ella no sabía qué papel desempeñaría en él.
Sophia Walker
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Re: El poemario olvidado [Privado]
Alward y Katrina observaron con cautela a la joven que se detuvo frente a ellos con expresión sorprendida. Aunque no la conocían, podían percibir su intriga y temor. Alward, con su figura encapuchada y máscara ocultando su rostro, evaluó la reacción de la joven de cabellos dorados y se percató de que ella no representaba una amenaza inmediata.
Katrina, por su parte, mantuvo su mirada penetrante sobre la joven, evaluando su presencia y buscando señales de intenciones ocultas. Sin embargo, a medida que observaba a la extraña, notó un brillo de curiosidad y determinación en sus ojos azules, algo que le resultó familiar y despertó su interés. La vampiresa hizo una pequeña inspección en las capas más externas de su psique, y corroboró la impresión que había tenido por la apariencia externa de la joven de cabellos rubios.
Alward decidió tomar la iniciativa y romper el silencio. Se adelantó unos pasos hacia Sophia, dejando ver su imponente presencia sin amenazarla.
Saludos - dijo Alward con voz profunda y serena-. Parece que te hemos tomado por sorpresa, ¿Verdad? - Esbozó una sonrisa gentil que se manifestó en el achinamiento de sus ojos -. ¿Qué te trae a este lugar de conocimiento?
Quería mostrarse amable. No era de su agrado que todo aquel que pasara por su lado se asustara o lo tomara por un fantasma, aunque ya estaba acostumbrado a ello.
-¿Te suenan los "Stellazios"? ¿O los "Nacidos de las Estrellas", como también se les conoce?
Alward no dejó pasar la oportunidad de preguntarle a la joven, ya que, siendo una más que aparente estudiante de la academia, podría conocer algo sobre ellos o haber visto alguna referencia en algún libro.
En ese momento, el bibliotecario regresó al lugar. El hombre conocía a Sophia debido a que la veía casi todos los días pasar por la biblioteca, y al verla allí no ocultó el agrado que le suscitaba aquella muchacha, ya que entre todos los estudiantes que pasaban por allí, pocos cuidaban los libros tan bien y se interesaban tanto por el bienestar de las escrituras como ella.
-Ah, veo que han conocido a Sophia. Es una joven muy aplicada y ávida de conocimiento. Aunque lleve aquí apenas una semana, todos los días ha venido por aquí investigando y leyendo. Me alegra ver que ha hecho amigos.
-Bueno, espero al menos no haberla asustado-Dijo el enmascarado mientras se ponía una mano detrás de la cabeza en señal de vergüenza.
Katrina, por su parte, observó a los presentes con una sutil sonrisa.
Tras eso, y recordar el motivo de la visita del enmascarado y la peliblanca, el bibliotecario frunció el ceño, pareciendo algo inquieto.
-Lamento informarles que he estado buscando la llave que necesitamos para acceder a la sección especializada en los Stellazios, pero no puedo encontrarla por ningún lado. Es muy extraño, ya que siempre la he tenido a mano...-Se atusó la larga barba y negó con la cabeza, muy a su pesar-Lo siento.
Alward asintió comprensivamente, con una mueca de desagrado que su máscara ocultaba, aunque en sus ojos se podía ver cierta decepción.
-¿Hay alguna forma alternativa de acceder a esa sección? ¿O tal vez alguien más tenga conocimiento sobre los Stellazios en la academia?
El bibliotecario suspiró y negó con la cabeza.
-Desafortunadamente, la sección de los Stellazios es una de las más restringidas de la biblioteca y solo puedo acceder a ella con la llave. No conozco a nadie más en la academia que tenga acceso a esa área. Estoy tan desconcertado como ustedes por la desaparición de la llave.
Fue un contratiempo duro para Alward, ya que nunca en su vida había oído hablar de nadie que supiera algo sobre los Stellazios, más allá de Rischer. Siempre que le preguntaba por qué los conocía, el elfo daba respuestas esquivas o vagas, y nunca le prestó demasiada atención.
Katrina interrumpió con una voz serena pero firme en la mente de todos los presentes.
-Entonces, ¿qué podemos hacer?
El bibliotecario se agitó nervioso al no esperarse tal demostración de habilidades mágicas por parte de la joven pálida. Alward no le prestó demasiada atención a la reacción del bibliotecario y lo dejó pasar sin dar explicaciones. Segundos después, más calmado, el bibliotecario reflexionó por un momento y luego ofreció una posible solución.
-Podría investigar más a fondo la desaparición de la llave y ver si puedo encontrar alguna pista sobre su paradero. Mientras tanto, pueden seguir explorando otras áreas de la biblioteca en busca de información relacionada con los Stellazios. Es posible que haya otros libros o documentos que arrojen luz sobre su historia.
Alward no estaba muy conforme con eso, ya que la biblioteca era enorme y no podrían abarcar una búsqueda así en tan poco tiempo. Si toda la información relevante sobre los Stellazios estaba en aquella sección oculta de la biblioteca, sin duda era donde tenían que entrar.
-Estamos dispuestos a ayudar en la búsqueda de la llave.- Miró a Katrina y esta le devolvió la mirada con un asentimiento de cabeza.
El bibliotecario agradeció su disposición para ayudar y aceptó su sugerencia.
-Aprecio mucho su voluntad. Si están dispuestos a buscar la llave, les estaré eternamente agradecido.- Asintió convencido y agradecido.
-Quizás valdría la pena revisar los registros de acceso a la sección de los Stellazios. Si alguien ha accedido recientemente o de manera sospechosa, podría ser una pista para encontrar la llave o descubrir quién está detrás de su desaparición.
El bibliotecario asintió, impresionado por la lógica de Katrina, aunque nuevamente pegó un respingo cuando escuchó la voz de la vampiresa dentro de su mente.
Es una excelente idea. Los registros de acceso se encuentran en mi mesa. Podríamos revisarlos.- dirigió su mirada hacia la joven Sophia -¿Te unes a nosotros, Sophia? Podría ser una buena forma de obtener méritos en tu expediente. Este viejo bibliotecario se lo contará a tus profesores.- Le guiñó un ojo a la joven bruja.
-Cuantos más, mejor.- Asintió Alward con una sonrisa afable tras su máscara.
Katrina, por su parte, mantuvo su mirada penetrante sobre la joven, evaluando su presencia y buscando señales de intenciones ocultas. Sin embargo, a medida que observaba a la extraña, notó un brillo de curiosidad y determinación en sus ojos azules, algo que le resultó familiar y despertó su interés. La vampiresa hizo una pequeña inspección en las capas más externas de su psique, y corroboró la impresión que había tenido por la apariencia externa de la joven de cabellos rubios.
Alward decidió tomar la iniciativa y romper el silencio. Se adelantó unos pasos hacia Sophia, dejando ver su imponente presencia sin amenazarla.
Saludos - dijo Alward con voz profunda y serena-. Parece que te hemos tomado por sorpresa, ¿Verdad? - Esbozó una sonrisa gentil que se manifestó en el achinamiento de sus ojos -. ¿Qué te trae a este lugar de conocimiento?
Quería mostrarse amable. No era de su agrado que todo aquel que pasara por su lado se asustara o lo tomara por un fantasma, aunque ya estaba acostumbrado a ello.
-¿Te suenan los "Stellazios"? ¿O los "Nacidos de las Estrellas", como también se les conoce?
Alward no dejó pasar la oportunidad de preguntarle a la joven, ya que, siendo una más que aparente estudiante de la academia, podría conocer algo sobre ellos o haber visto alguna referencia en algún libro.
En ese momento, el bibliotecario regresó al lugar. El hombre conocía a Sophia debido a que la veía casi todos los días pasar por la biblioteca, y al verla allí no ocultó el agrado que le suscitaba aquella muchacha, ya que entre todos los estudiantes que pasaban por allí, pocos cuidaban los libros tan bien y se interesaban tanto por el bienestar de las escrituras como ella.
-Ah, veo que han conocido a Sophia. Es una joven muy aplicada y ávida de conocimiento. Aunque lleve aquí apenas una semana, todos los días ha venido por aquí investigando y leyendo. Me alegra ver que ha hecho amigos.
-Bueno, espero al menos no haberla asustado-Dijo el enmascarado mientras se ponía una mano detrás de la cabeza en señal de vergüenza.
Katrina, por su parte, observó a los presentes con una sutil sonrisa.
Tras eso, y recordar el motivo de la visita del enmascarado y la peliblanca, el bibliotecario frunció el ceño, pareciendo algo inquieto.
-Lamento informarles que he estado buscando la llave que necesitamos para acceder a la sección especializada en los Stellazios, pero no puedo encontrarla por ningún lado. Es muy extraño, ya que siempre la he tenido a mano...-Se atusó la larga barba y negó con la cabeza, muy a su pesar-Lo siento.
Alward asintió comprensivamente, con una mueca de desagrado que su máscara ocultaba, aunque en sus ojos se podía ver cierta decepción.
-¿Hay alguna forma alternativa de acceder a esa sección? ¿O tal vez alguien más tenga conocimiento sobre los Stellazios en la academia?
El bibliotecario suspiró y negó con la cabeza.
-Desafortunadamente, la sección de los Stellazios es una de las más restringidas de la biblioteca y solo puedo acceder a ella con la llave. No conozco a nadie más en la academia que tenga acceso a esa área. Estoy tan desconcertado como ustedes por la desaparición de la llave.
Fue un contratiempo duro para Alward, ya que nunca en su vida había oído hablar de nadie que supiera algo sobre los Stellazios, más allá de Rischer. Siempre que le preguntaba por qué los conocía, el elfo daba respuestas esquivas o vagas, y nunca le prestó demasiada atención.
Katrina interrumpió con una voz serena pero firme en la mente de todos los presentes.
-Entonces, ¿qué podemos hacer?
El bibliotecario se agitó nervioso al no esperarse tal demostración de habilidades mágicas por parte de la joven pálida. Alward no le prestó demasiada atención a la reacción del bibliotecario y lo dejó pasar sin dar explicaciones. Segundos después, más calmado, el bibliotecario reflexionó por un momento y luego ofreció una posible solución.
-Podría investigar más a fondo la desaparición de la llave y ver si puedo encontrar alguna pista sobre su paradero. Mientras tanto, pueden seguir explorando otras áreas de la biblioteca en busca de información relacionada con los Stellazios. Es posible que haya otros libros o documentos que arrojen luz sobre su historia.
Alward no estaba muy conforme con eso, ya que la biblioteca era enorme y no podrían abarcar una búsqueda así en tan poco tiempo. Si toda la información relevante sobre los Stellazios estaba en aquella sección oculta de la biblioteca, sin duda era donde tenían que entrar.
-Estamos dispuestos a ayudar en la búsqueda de la llave.- Miró a Katrina y esta le devolvió la mirada con un asentimiento de cabeza.
El bibliotecario agradeció su disposición para ayudar y aceptó su sugerencia.
-Aprecio mucho su voluntad. Si están dispuestos a buscar la llave, les estaré eternamente agradecido.- Asintió convencido y agradecido.
-Quizás valdría la pena revisar los registros de acceso a la sección de los Stellazios. Si alguien ha accedido recientemente o de manera sospechosa, podría ser una pista para encontrar la llave o descubrir quién está detrás de su desaparición.
El bibliotecario asintió, impresionado por la lógica de Katrina, aunque nuevamente pegó un respingo cuando escuchó la voz de la vampiresa dentro de su mente.
Es una excelente idea. Los registros de acceso se encuentran en mi mesa. Podríamos revisarlos.- dirigió su mirada hacia la joven Sophia -¿Te unes a nosotros, Sophia? Podría ser una buena forma de obtener méritos en tu expediente. Este viejo bibliotecario se lo contará a tus profesores.- Le guiñó un ojo a la joven bruja.
-Cuantos más, mejor.- Asintió Alward con una sonrisa afable tras su máscara.
Alward Sevna
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Re: El poemario olvidado [Privado]
Sophia permaneció en el mismo lugar donde el joven enmascarado y su acompañante la habían sorprendido, parpadeando varias veces mientras inclinaba sutilmente la cabeza con curiosidad. Reflexionó: "¿Stellazios? ¿Nacidos de las Estrellas? ¿Por qué no me sorprende ese nombre? ¿Y por qué han reaccionado con total normalidad ante mi asombro al verlos? Supongo que deben estar habituados a causar esa impresión en la gente".
Justo cuando Sophia se disponía a responder con cortesía, tuvo que contener sus palabras cuando el bibliotecario regresó con la inesperada noticia de que la llave de la sección de los Stellazios había desaparecido. Intentó apartar la mirada de ellos para evitar dar la impresión de ser una fisgona, aunque su innata curiosidad no podía ocultarse fácilmente. Sophia era una joven que podría considerarse un libro abierto, lo cual le suponía una gran desventaja si se cruzaba con personas envidiosas o propensas a hacer daño. Desde que comenzó su entrenamiento con Alaric, este le había advertido en repetidas ocasiones que no debía confiar en cualquiera y que sus expresiones debían ser más indiferentes para evitar sufrir daños. Sin embargo, Sophia era como era, y cuando intentaba recordar las palabras de su padre, su mente y su corazón libraban una lucha interna que apenas comenzaba cuando escuchó al bibliotecario y al joven enmascarado dirigirse hacia ella.
- ¿Es a mí? - preguntó inocentemente mientras se señalaba el pecho con el dedo índice. La leve risa del bibliotecario la hizo parpadear y le dio un breve respiro en su conflicto interno. "Unos extraños solicitan mi ayuda. Ayudar no está mal. Además, conozco al bibliotecario y... también obtendría méritos en mi expediente", pensó excusándose mientras soltaba un pequeño suspiro y esbozaba una leve sonrisa en su rostro.
- Me encantaría ayudar - accedió con mayor tranquilidad.
Justo cuando Sophia se disponía a responder con cortesía, tuvo que contener sus palabras cuando el bibliotecario regresó con la inesperada noticia de que la llave de la sección de los Stellazios había desaparecido. Intentó apartar la mirada de ellos para evitar dar la impresión de ser una fisgona, aunque su innata curiosidad no podía ocultarse fácilmente. Sophia era una joven que podría considerarse un libro abierto, lo cual le suponía una gran desventaja si se cruzaba con personas envidiosas o propensas a hacer daño. Desde que comenzó su entrenamiento con Alaric, este le había advertido en repetidas ocasiones que no debía confiar en cualquiera y que sus expresiones debían ser más indiferentes para evitar sufrir daños. Sin embargo, Sophia era como era, y cuando intentaba recordar las palabras de su padre, su mente y su corazón libraban una lucha interna que apenas comenzaba cuando escuchó al bibliotecario y al joven enmascarado dirigirse hacia ella.
- ¿Es a mí? - preguntó inocentemente mientras se señalaba el pecho con el dedo índice. La leve risa del bibliotecario la hizo parpadear y le dio un breve respiro en su conflicto interno. "Unos extraños solicitan mi ayuda. Ayudar no está mal. Además, conozco al bibliotecario y... también obtendría méritos en mi expediente", pensó excusándose mientras soltaba un pequeño suspiro y esbozaba una leve sonrisa en su rostro.
- Me encantaría ayudar - accedió con mayor tranquilidad.
Sophia Walker
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Re: El poemario olvidado [Privado]
Mientras caminaban, Alward, Katrina y sus acompañantes charlaban animadamente. El bibliotecario guiaba al grupo con paso seguro, con conocimiento de cada rincón de aquel laberinto de sabiduría. Tanto a Alward como a Katrina aquellos pasillos les parecieron todos iguales.
-¿Y qué les lleva a querer saber sobre los Stellazios, viajeros?-Preguntó el bibliotecario con curiosidad.
-Tengo un libro que narra su historia. Está bien conservado, pero se nota que es antiguo.-Explicó Alward con su característico aire misterioso. La luz proyectada por las lámparas del lugar se reflejaban en su máscara, y ello ayudaba a que el humano adquiriese un aire aún más enigmático.-Simplemente tengo curiosidad por ellos.-Dijo de forma evasiva.
El bibliotecario asintió con solemnidad, aunque sabía que había algo más detrás de las palabras del enmascarado. Sin embargo, decidió no insistir.
-Desde que estoy en mi puesto, y les aseguro que llevo más años en él de lo que ustedes llevan en el mundo, la sección de los Stellazios siempre ha estado cerrada. Desconozco el motivo, pero nadie jamás se ha preocupado por ello.-Dijo el hombre, su voz resonando con la autoridad de quien ha custodiado los secretos de la biblioteca durante décadas.
-¿Hay otras historias que también estén apartadas de esa forma?-Proyectó Katrina su voz mágica hacia todos los presentes, pero obviamente la pregunta iba dirigida hacia el anciano, el cual pegó un nuevo respingo al no esperarse oír la voz de la vampiresa en su mente.
-Por lo general suelen ser historias sensibles.-Comentó el anciano.-Quizás tipos de hechizos prohibidos, información sobre artefactos malditos o algo que pueda perjudicar a un estudiante o visitante.-Se tomó un momento para recobrar el aliento, la edad pesando en sus palabras-Para leer ciertos libros a veces hay que tener conocimientos previos para proteger tu alma, tu éter o incluso tu cuerpo. Y por eso soy el encargado de que nadie perturbe la biblioteca más de lo debido.-Explicó con solemnidad.-Y por eso me extraña no saber quién accedió a la sección de los Stellazios sin mi consentimiento.-Musitó, con una sombra de preocupación en su mirada anciana.
-Los Stellazios no eran malos.-Dijo Alward, cruzándose de brazos mientras se detenía. Finalmente llegaron a la mesa donde el bibliotecario se pasaba la mayor parte del día; era su lugar de trabajo.-De hecho, ellos pueden ser lo que este mundo necesite en estos momentos. Hay amenazas por toda Aerandir deseando acabar con la vida tal y como la conocemos para imponer sus leyes, su fuerza, su ideología y su religión, ¿No es acaso eso lo que debería estar prohibido?
El bilbiotecario miró a Alward con una sonrisa afable ante sus palabras.
-Una vez, un elfo que estudiaba aquí dijo lo mismo sobre ellos. Encontró un libro sobre los Nacidos de las Estrellas, como usted, y ávido de conocimientos sobre ellos, me pidió que abriese la sección de los Stellazios. El decano me lo prohibió, y por más que me imploró aquel elfo, no cedí.-Explicó el anciano.-Pero sus palabras fueron las mismas que las suyas, viajero. Rischer, era su nombre.
Alward abrió los ojos tras su máscara, que ocultaba un gesto de sorpresa. Una punzada se sintió en su corazón al recordar a su amigo. Katrina frunció el ceño, intrigada, y proyectó su voz mágica únicamente a la mente de Alward.
-¿Rischer estudió aquí? ¿Y dijo lo mismo que tú?
-¿Sabe por qué dijo eso aquel elfo? ¿A quiénes se refería cuando dijo que Aerandir estaba en peligro?-Preguntó Alward.
-Antes de ser estudiante, era mercenario. Y me contó que se enfrentó a todo tipo de peligros, y había visto cosas que le habían hecho cambiar su idea sobre el mundo.-Respondió el bibliotecario, observando a la pareja antes de soltar una risa-¿Me pregunta eso y no cómo era posible que un elfo estuviera estudiando en esta academia?-Continuó riendo hasta que su expresión volvió a ser más neutra.-Era muy inteligente, jamás había conocido a un alumno tan sobresaliente. Aunque reticente al principio, el consejo lo acabó aceptando cuando él solicitó estudiar aquí. Además, tenía contactos debido a su anterior vida cuando era más joven-Explicó el anciano.
Ni Alward ni Katrina intervinieron más, permitiendo al anciano buscar entre sus registros alguna pista sobre la desaparecida llave o quién podría tenerla.
Varias incógnitas se abrieron repentinamente en la mente del enmascarado. Para empezar, Rischer jamás mencionó que había estudiado en el Hekshold. ¿Y qué había estudiado exactamente? ¿A quiénes había conocido el elfo para querer seguir a los Stellazios y aplicar lo mismo que Alward? Lo que sí sabía, al menos de forma parcial, era de dónde había sacado Rischer el cuento de los Stellazios que, posteriormente y hasta ese momento, pertenecía a Alward.
Entre tanto misterio y dudas rondando por el ambiente, Alward y Katrina se preguntaban por qué la sección de los Stellazios estaba prohibida al público general, y si así era, por qué ese bibliotecario no estaba poniendo trabas en que ellos dos la visitasen, cuando años atrás esa misma petición le fue rechazada a Rischer.
-Aquí he encontrado algo.-Mencionó el bibliotecario rompiendo el solemne silencio.-Deben dirigirse al observatorio. El profesor de astronomía fue el último en visitar la sección de los Stellazios hace unas semanas.-Levantó la mirada de sus registros mirando a los presentes. Por último se fijó en Sophia.-Sophia, querida. ¿Serías tan amable de llevar a nuestros visitantes al observatorio?
-¿Y qué les lleva a querer saber sobre los Stellazios, viajeros?-Preguntó el bibliotecario con curiosidad.
-Tengo un libro que narra su historia. Está bien conservado, pero se nota que es antiguo.-Explicó Alward con su característico aire misterioso. La luz proyectada por las lámparas del lugar se reflejaban en su máscara, y ello ayudaba a que el humano adquiriese un aire aún más enigmático.-Simplemente tengo curiosidad por ellos.-Dijo de forma evasiva.
El bibliotecario asintió con solemnidad, aunque sabía que había algo más detrás de las palabras del enmascarado. Sin embargo, decidió no insistir.
-Desde que estoy en mi puesto, y les aseguro que llevo más años en él de lo que ustedes llevan en el mundo, la sección de los Stellazios siempre ha estado cerrada. Desconozco el motivo, pero nadie jamás se ha preocupado por ello.-Dijo el hombre, su voz resonando con la autoridad de quien ha custodiado los secretos de la biblioteca durante décadas.
-¿Hay otras historias que también estén apartadas de esa forma?-Proyectó Katrina su voz mágica hacia todos los presentes, pero obviamente la pregunta iba dirigida hacia el anciano, el cual pegó un nuevo respingo al no esperarse oír la voz de la vampiresa en su mente.
-Por lo general suelen ser historias sensibles.-Comentó el anciano.-Quizás tipos de hechizos prohibidos, información sobre artefactos malditos o algo que pueda perjudicar a un estudiante o visitante.-Se tomó un momento para recobrar el aliento, la edad pesando en sus palabras-Para leer ciertos libros a veces hay que tener conocimientos previos para proteger tu alma, tu éter o incluso tu cuerpo. Y por eso soy el encargado de que nadie perturbe la biblioteca más de lo debido.-Explicó con solemnidad.-Y por eso me extraña no saber quién accedió a la sección de los Stellazios sin mi consentimiento.-Musitó, con una sombra de preocupación en su mirada anciana.
-Los Stellazios no eran malos.-Dijo Alward, cruzándose de brazos mientras se detenía. Finalmente llegaron a la mesa donde el bibliotecario se pasaba la mayor parte del día; era su lugar de trabajo.-De hecho, ellos pueden ser lo que este mundo necesite en estos momentos. Hay amenazas por toda Aerandir deseando acabar con la vida tal y como la conocemos para imponer sus leyes, su fuerza, su ideología y su religión, ¿No es acaso eso lo que debería estar prohibido?
El bilbiotecario miró a Alward con una sonrisa afable ante sus palabras.
-Una vez, un elfo que estudiaba aquí dijo lo mismo sobre ellos. Encontró un libro sobre los Nacidos de las Estrellas, como usted, y ávido de conocimientos sobre ellos, me pidió que abriese la sección de los Stellazios. El decano me lo prohibió, y por más que me imploró aquel elfo, no cedí.-Explicó el anciano.-Pero sus palabras fueron las mismas que las suyas, viajero. Rischer, era su nombre.
Alward abrió los ojos tras su máscara, que ocultaba un gesto de sorpresa. Una punzada se sintió en su corazón al recordar a su amigo. Katrina frunció el ceño, intrigada, y proyectó su voz mágica únicamente a la mente de Alward.
-¿Rischer estudió aquí? ¿Y dijo lo mismo que tú?
-¿Sabe por qué dijo eso aquel elfo? ¿A quiénes se refería cuando dijo que Aerandir estaba en peligro?-Preguntó Alward.
-Antes de ser estudiante, era mercenario. Y me contó que se enfrentó a todo tipo de peligros, y había visto cosas que le habían hecho cambiar su idea sobre el mundo.-Respondió el bibliotecario, observando a la pareja antes de soltar una risa-¿Me pregunta eso y no cómo era posible que un elfo estuviera estudiando en esta academia?-Continuó riendo hasta que su expresión volvió a ser más neutra.-Era muy inteligente, jamás había conocido a un alumno tan sobresaliente. Aunque reticente al principio, el consejo lo acabó aceptando cuando él solicitó estudiar aquí. Además, tenía contactos debido a su anterior vida cuando era más joven-Explicó el anciano.
Ni Alward ni Katrina intervinieron más, permitiendo al anciano buscar entre sus registros alguna pista sobre la desaparecida llave o quién podría tenerla.
Varias incógnitas se abrieron repentinamente en la mente del enmascarado. Para empezar, Rischer jamás mencionó que había estudiado en el Hekshold. ¿Y qué había estudiado exactamente? ¿A quiénes había conocido el elfo para querer seguir a los Stellazios y aplicar lo mismo que Alward? Lo que sí sabía, al menos de forma parcial, era de dónde había sacado Rischer el cuento de los Stellazios que, posteriormente y hasta ese momento, pertenecía a Alward.
Entre tanto misterio y dudas rondando por el ambiente, Alward y Katrina se preguntaban por qué la sección de los Stellazios estaba prohibida al público general, y si así era, por qué ese bibliotecario no estaba poniendo trabas en que ellos dos la visitasen, cuando años atrás esa misma petición le fue rechazada a Rischer.
-Aquí he encontrado algo.-Mencionó el bibliotecario rompiendo el solemne silencio.-Deben dirigirse al observatorio. El profesor de astronomía fue el último en visitar la sección de los Stellazios hace unas semanas.-Levantó la mirada de sus registros mirando a los presentes. Por último se fijó en Sophia.-Sophia, querida. ¿Serías tan amable de llevar a nuestros visitantes al observatorio?
Alward Sevna
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Re: El poemario olvidado [Privado]
- Por supuesto - dijo con un solemne y leve asentimiento de cabeza.
Sophia se adelantó a los dos jóvenes y comenzó a dirigirse hacia la salida de la biblioteca mientras estos les seguían. Al cruzar el umbral de la imponente puerta de madera tallada con runas antiguas, los pasillos de la escuela de magia se desplegaban como un laberinto de misterios y maravillas. Los suelos estaban cubiertos de baldosas de piedra pulida, reflejando la luz de las lámparas flotantes que iluminaban el camino con un resplandor cálido y mágico.
Las paredes de los pasillos estaban revestidas de tapices que narraban la historia de la magia a través de los siglos. En uno de ellos se encuentra un dragón majestuoso volando sobre un paisaje encantado; en otro, un grupo de magos conjurando una tormenta elemental. Los tapices no eran estáticos; sus imágenes se movían ligeramente, dando vida a las historias que representaban.
Algunas puertas de madera estaban entreabiertas, dejando entrever aulas repletas de alumnos concentrados en sus estudios y profesores con aire de sabiduría. Sophia miró brevemente a su lado, viendo al joven enmascarado. Volvió la mirada al frente antes de atreverse a preguntar.
- ¿Qué son los “Stellazios”? Nunca había oído hablar sobre ellos y deben ser muy importantes para que dos viajeros vengan hasta la escuela buscando información acerca de ellos. Bueno, y lo más impactante y extraño de todo es que su sección en la biblioteca está cerrada y la llave desaparecida. - farfulló a medida que fue disminuyendo su voz, como si se tratase más de darle voz a sus pensamientos que de preguntarles.
Siguiendo el recorrido por los enigmáticos pasillos de la escuela de magia, Sophia llegó a una majestuosa torre de piedra que se alzaba sobre los demás edificios, tocando casi el cielo.
- Este es el observatorio - comentó Sophia mientras admiraba la torre con la misma impresión que esta le causó el primer día que la vio.
La entrada a la torre estaba adornada con intrincados grabados de constelaciones y mapas estelares que brillaban con una luz plateada.
Comenzó a subir por la escalera de caracol, cuyas paredes estaban cubiertas de frescos que representaban la danza de los planetas y la historia de la astronomía mágica, un ligero cambio en el aire, más fresco y cargado de una energía especial, se hacía notar.
Finalmente llegaron a la gran sala del observatorio. Este espacio era amplio y circular, con un techo abovedado de cristal. En el centro de la sala se encontraba un enorme telescopio de bronce y cristal, apuntando hacia el cielo. Su estructura era una obra maestra de la ingeniería mágica, con engranajes que giraban suavemente y cristales que se ajustaban para ofrecer una vista perfecta de los cuerpos celestes cuando cayera la noche.
A lo largo de las paredes del observatorio, había estanterías repletas de antiguos tomos y pergaminos. Estos documentos contenían siglos de conocimiento astronómico y predicciones celestiales. Algunos libros flotaban ligeramente en el aire, accesibles solo mediante encantamientos específicos realizados por el profesor. Entre los estantes había mesas cubiertas de mapas estelares, instrumentos de medición y piedras preciosas encantadas que representaban los planetas y las estrellas más importantes.
El ambiente del observatorio era tranquilo y reverente, un santuario dedicado al estudio de los misterios del universo. Cada rincón del lugar invitaba a la contemplación y al descubrimiento.
Un mago de mediana edad y de aspecto sabio se encontraba junto a un ventanal observando el firmamento con una expresión de profunda concentración. El profesor de astronomía vestía una túnica de noche azul oscuro adornada con bordados de constelaciones plateadas que parecían moverse lentamente sobre la tela. Al presenciar unas figuras por el rabillo del ojo, el mago se giró hacía ellos. El señor Ewan lucía una perfecta y corta barba pelirroja que iban a juego con el tono de su pelo; sus ojos azul claro apenas podían apreciarse bajo los restos de los rayos de sol que entraban por los ventanales.
- Señorita Walker, no la esperaba aquí a estas horas. ¿Sucede algo? - preguntó Ewan con aire de curiosidad.
- Buenas tardes, profesor Ewan. He venido a acompañar a estos viajeros hasta aquí. Han ido a la biblioteca para buscar información sobre los “Stellazios”, pero el señor Anderson no encuentra las llaves de esa sección y ha dicho que tal vez usted podría ayudarles.
El profesor Ewan guardó silencio mientras escuchaba a Sophia y, acto seguido, llevó la mirada hasta los otros dos jóvenes.
Sophia se adelantó a los dos jóvenes y comenzó a dirigirse hacia la salida de la biblioteca mientras estos les seguían. Al cruzar el umbral de la imponente puerta de madera tallada con runas antiguas, los pasillos de la escuela de magia se desplegaban como un laberinto de misterios y maravillas. Los suelos estaban cubiertos de baldosas de piedra pulida, reflejando la luz de las lámparas flotantes que iluminaban el camino con un resplandor cálido y mágico.
Las paredes de los pasillos estaban revestidas de tapices que narraban la historia de la magia a través de los siglos. En uno de ellos se encuentra un dragón majestuoso volando sobre un paisaje encantado; en otro, un grupo de magos conjurando una tormenta elemental. Los tapices no eran estáticos; sus imágenes se movían ligeramente, dando vida a las historias que representaban.
Algunas puertas de madera estaban entreabiertas, dejando entrever aulas repletas de alumnos concentrados en sus estudios y profesores con aire de sabiduría. Sophia miró brevemente a su lado, viendo al joven enmascarado. Volvió la mirada al frente antes de atreverse a preguntar.
- ¿Qué son los “Stellazios”? Nunca había oído hablar sobre ellos y deben ser muy importantes para que dos viajeros vengan hasta la escuela buscando información acerca de ellos. Bueno, y lo más impactante y extraño de todo es que su sección en la biblioteca está cerrada y la llave desaparecida. - farfulló a medida que fue disminuyendo su voz, como si se tratase más de darle voz a sus pensamientos que de preguntarles.
Siguiendo el recorrido por los enigmáticos pasillos de la escuela de magia, Sophia llegó a una majestuosa torre de piedra que se alzaba sobre los demás edificios, tocando casi el cielo.
- Este es el observatorio - comentó Sophia mientras admiraba la torre con la misma impresión que esta le causó el primer día que la vio.
La entrada a la torre estaba adornada con intrincados grabados de constelaciones y mapas estelares que brillaban con una luz plateada.
Comenzó a subir por la escalera de caracol, cuyas paredes estaban cubiertas de frescos que representaban la danza de los planetas y la historia de la astronomía mágica, un ligero cambio en el aire, más fresco y cargado de una energía especial, se hacía notar.
Finalmente llegaron a la gran sala del observatorio. Este espacio era amplio y circular, con un techo abovedado de cristal. En el centro de la sala se encontraba un enorme telescopio de bronce y cristal, apuntando hacia el cielo. Su estructura era una obra maestra de la ingeniería mágica, con engranajes que giraban suavemente y cristales que se ajustaban para ofrecer una vista perfecta de los cuerpos celestes cuando cayera la noche.
A lo largo de las paredes del observatorio, había estanterías repletas de antiguos tomos y pergaminos. Estos documentos contenían siglos de conocimiento astronómico y predicciones celestiales. Algunos libros flotaban ligeramente en el aire, accesibles solo mediante encantamientos específicos realizados por el profesor. Entre los estantes había mesas cubiertas de mapas estelares, instrumentos de medición y piedras preciosas encantadas que representaban los planetas y las estrellas más importantes.
El ambiente del observatorio era tranquilo y reverente, un santuario dedicado al estudio de los misterios del universo. Cada rincón del lugar invitaba a la contemplación y al descubrimiento.
Un mago de mediana edad y de aspecto sabio se encontraba junto a un ventanal observando el firmamento con una expresión de profunda concentración. El profesor de astronomía vestía una túnica de noche azul oscuro adornada con bordados de constelaciones plateadas que parecían moverse lentamente sobre la tela. Al presenciar unas figuras por el rabillo del ojo, el mago se giró hacía ellos. El señor Ewan lucía una perfecta y corta barba pelirroja que iban a juego con el tono de su pelo; sus ojos azul claro apenas podían apreciarse bajo los restos de los rayos de sol que entraban por los ventanales.
- Señorita Walker, no la esperaba aquí a estas horas. ¿Sucede algo? - preguntó Ewan con aire de curiosidad.
- Buenas tardes, profesor Ewan. He venido a acompañar a estos viajeros hasta aquí. Han ido a la biblioteca para buscar información sobre los “Stellazios”, pero el señor Anderson no encuentra las llaves de esa sección y ha dicho que tal vez usted podría ayudarles.
El profesor Ewan guardó silencio mientras escuchaba a Sophia y, acto seguido, llevó la mirada hasta los otros dos jóvenes.
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