El Castillo Olvidado [Libre 3/3] [Noche] [Cerrado]

Quizás fue la idea más estúpida que tuvo en su vida, pero decidió que la mejor forma de encontrar aquel castillo era seguir la propia leyenda, es decir, salir a medianoche y dejarse guiar por los lamentos de las almas torturadas.

Habían pasado unas horas desde que el sol se fue. No tenía medio alguno para calcular el paso del tiempo, pero supuso que para llegar a donde se suponía que estaba aquel emplazamiento iba a tardar bastante.

La bruja caminaba por senderos cada vez más descuidados y casi sin señalización alguna. Sin darse cuenta, acabó siguiendo lo que a su parecer era un camino hecho de tierra artificialmente, y no por azar de la naturaleza, o al menos eso esperaba. Sujetaba una antorcha e iba atenta por donde pisaba, pues notaba que la vegetación se apretaba cada vez más.

Llevaba consigo dos mapas; uno que le indicara cómo entrar y salir de aquel bosque, y otro, del cual no debería fiarse mucho, que indicaba el lugar donde estaba el castillo. Este último se encontraba ilustrado en el libro donde se contaba la historia de la condesa sangrienta.

De buenas a primeras, Helena salió de aquel estrecho sendero y se encontró con un asentamiento humano militar (así lo delataban los estandartes que portaban las tiendas) en mitad del bosque, rodeado por una empalizada y varias torres de vigilancia. La entrada estaba custodiada por dos soldados, que no dudaron en ponerse en guardia al ver a la bruja acercarse.

-Tranquilos, no soy una chupasangre-Levantó un poco su brazo, apuntando la palma de su mano al cielo y conjuró una esfera de agua perfecta-Soy una bruja

Claramente la situación entre humanos y vampiros no pasaba por su mejor momento, y sabía que los brujos ayudaron a liberar Lunargenta de los chupasangres, por lo que la Rhodes no les resultaría hostil. Era un argumento un poco pobre, pero en tiempos de guerra el patriotismo se exaltaba en demasía.

-¿A qué has venido?-Dijo relajando su postura, al igual que su compañero.

-Busco un castillo, probablemente en ruinas-Bajó el brazo y la esfera de agua se evaporó-¿Sabéis algo?-La desgana en su tono le descartaban el interés por querer sabotear el campamento.

El mismo soldado que habló, la miró desconfiado, acto seguido le hizo un gesto indicándole que le abría el camino, quizás podría ayudarla.

-Por aquí hay muchas cosas en ruinas.-Ahora, le instó a que le siguiera-Te llevaré hasta el capitán, seguramente sepa más.

Ya llevaba un tiempo al servicio del virrey de Ciudad Lagarto. Trabajar para un hombre como él significaba hacer cosas de dudosa moralidad, lo sabía perfectamente. Pero la promesa de estabilidad, comida y una paga fija hicieron el resto. Además, empezaba a entender cómo funcionaba su cabeza. Era caprichoso, despreocupado y voluble. En cierto modo, era como una dama de corte. Siempre preocupado por su aspecto, por la decoración de su carpa, y desaparecía todas las noches durante unas horas. Siempre tenía una sonrisa en los labios, y nunca le había visto tocar a ninguna de las prostitutas. Pero, sin embargo, también era impredecible. Le había visto asesinar a un hombre con toda la sangre fría en cuanto que un instante antes le estaba riendo una gracia. Ahí entendí por qué Matthew Owens podía ser tan peligroso, y por qué había llegado donde estaba.

Aquella vez me había enviado lejos, bastante lejos, a las proximidades de Sacrestic Ville, ocupada desde hacía poco por Lunargenta. Tras la invasión a la ciudad hacía unos años, nadie tenía en estima a los vampiros, y yo era la primera vez que me aproximaba tanto a sus tierras. El ejército estaba contratando mercenarios, por lo que no me fue difícil integrarme en un campamento tras negociar una paga con el capitán de aquella guarnición. Mi misión era relativamente sencilla: recaudar información de la ubicación exacta de los ejércitos, sus planes, sus movmientos y, en definitiva, averiguar si pretendían dirigirse a Ciudad Lagarto en algún momento.

Mi experiencia dentro de una compañía mercenaria me capacitaba para elaborar maniobras sencillas pero eficientes y planificar escaramuzas rápidas, algo que captó el interés del capitán. Por éste motivo, de los cinco días que llevaba allí, tres los había pasado cerca de él. Estaba apoyada en la mesa, repleta de mapas y vitelas, cuando irrumpió en la tienda una mujer rubia de bastante buen ver. Me mantuve en silencio.

Go'el llevaba varios días molesto. Y no penséis que su enfado es debido a estar en la otra punta del continente cosiendo heridas, no, eso es trabajo y al buen doctor le encanta trabajar. El problema es que se encontraban en tierras de vampiros, y eso implicaba que los pacientes lo despertaran en medio de la noche e interrumpieran su sueño.

¿Porque nadie podía entender la importancia del sueño? Go'el necesitaba sus ocho horas dirías de descanso ininterrumpido, ¡y se lo estaban negando!
En consecuencia a su privación del sueño, el rubio comenzaba a tener ojeras marcadas y su mal humor era prácticamente constante.

-Es la última vez que venimos aquí.
Decía el doctor con tono quejoso al tiempo que recolocaba un hueso roto.
-Sabes que eso no es cierto, Go. -Respondió Gali, que sujetaba a la mujer herida. -En cuanto te llegue la siguiente carta me mandaras hacer los petates e irnos. -El rubio gruñó huraño. -Te gusta demasiado lo que haces.
La humana apretó el palo que tenía entre los dientes y gritó.
-Lo estás haciendo muy bien, -El moreno apretó el hombro de la chica, dándole ánimos. -ya casi esta.
-Claro que lo estoy haciendo bien. -Replicó Go'el, pensando que le hablaban a él. -Ni siquiera es una rotura complicada.
Gali solo sonrió y siguió mirando a la muchacha.

Fuera de la carpa medica esperaban otros dos soldados para ser atendidos, en el interior había un tercero con una flecha clavada en el brazo y en una camilla descansaba un cuarto, que acababa de ser tratado y que se recuperaba de un hechizo de sombras.

Acompañada por el soldado, entró en la tienda del capitán, visiblemente más grande y ostentosa que las demás, indicando a todas luces qué tan importante era.

Nada más correr la cortina se encontró con una mujer apoyada en la mesa táctica, donde se elaboraban los planes de ataque o defensa de varias posiciones. A juzgar por la distribución de esta, los humanos tenían trabajo. Otro hombre, que a juzgar por su vestimenta sería el capitán, caminaba de un lado a otro con calma, pensativo.

Su atención fue dirigida a la rubia nada más que esta entró. Miró a su soldado, buscando una explicación.

-Señor, esta bruja se ha perdido y necesita indicaciones. Habla sobre ir en busca de un castillo en ruinas.

El capitán se cruzó de brazos y examinó detenidamente a la recién llegada. Helena aprovechó para mirar disimuladamente a la otra mujer, ¿Sería también parte de aquella avanzadilla?

-Otra cosa no, pero castillos hay a montones en Sacrestic, ¿Qué tiene el tuyo en particular?-Preguntó, desconfiado

-Un tesoro-Se puso una mano sobre la cadera, apoyando el peso en el pie contrario-No me importa eso realmente, lo que quiero es el conocimiento que pueda guardar. Ya sabes cómo somos los brujos, todo eruditos y tal...-Hizo un gesto con la mano como indicando "y ya sabes el resto" con desgana.

-¿Un tesoro?-Se masajeó el mentón-¿Estás segura?

-No-Se encogió de hombros-Pero no tengo nada mejor que hacer... y haya tesoro o no, lo que me interesa es el conocimiento, como ya te he dicho-Se cruzó de brazos, mostrándose impaciente por una respuesta clara.

-Hagamos un trato. Te daré un mapa con todos los puntos de interés de esta zona, si encuentras tu castillo y resulta que hay un tesoro, lo traerás aquí.-Se fue directo hacia una estantería que tenía detrás y agarró un gran papel enrollado y viejo. Acto seguido, se lo ofreció a la bruja.

Helena miró el papel y seguidamente al capitán antes de agarrarlo.

-...¿Cómo sabes que voy a volver?

-Porque ella te acompañará-Señaló hacia la mujer castaña con el mismo papel, luego volvió a ofrecérselo a la rubia.

Helena miró a la castaña con dudas, pero no tenía otra opción. Agarró el papel y asintió. No le gustaba trabajar en equipo, pero tenía la lección bien aprendida que en algunos casos hay que olvidar tus propias convicciones y ceñirte a lo que las distintas situaciones te ofrecen. Pero, ¿Qué tenía que decir aquella extraña? ¿Siquiera estaba de acuerdo? Poco le importaba a la Rhodes, tanto si la seguía como si no, ella ya había agarrado el papel y se disponía a salir de la tienda sin decir una sola palabra más.

Observé en silencio al capitan y a la mujer mientras conversaban. Mentiría si dijera que escuchar hablar de un tesoro no fue como música para mis oídos. ¿A quién no le gustaba el dinero? No me iba a venir mal renovar parte de mi equipo. Mi pechera de cuero estaba llena de remaches y cosidos, y las suelas de mis botas, bastante desgastadas. Pero mi misión no era sumar riquezas a las arcas del virrey de Ciudad Lagarto. Era permanecer en ese campamento y averiguar cualquier intención oculata de Lunargenta, cuyo interés parecía focalizarse sólo en aquellas tierras del oeste. De momento.

El capitán le ofreció un trato y, cómo no, me metio a mí en medio de la mierda. Me permití el lujo de rodar los ojos y desinflar los carrillos de aire. Eso me iba a dificultar las cosas. Le devolví la mirada a la bruja, y me pareció ver la misma resignación en sus ojos.

—No me iré sin el elfo— dije mientras la mujer giraba sobre sus talones y se disponía a salir de la tienda.

— ¿Go'el? Lo necesitamos aquí— replicó el capitán.

—Tenéis otro médico, y ella es una bruja— dije señalándola con un cabeceo. Me erguí mientras me cruzaba de brazos—. Magia contra magia. No me fío de ella— manifesté abiertamente. Siempre había desconfiado de cualquier clase de magia o hechicería.

La mujer con el hueso roto ahora estaba reposando en una camilla al fondo de la tienda, al lado del hombre al que le acababan de quitar la flecha. Go'el y Gali ya no se encontraban en la tienda médica, cosa que algunos agradecieron en silencio, ahora se encontraban a los pies de un árbol mirando a un hombre que se había subido a la copa.

-Si lo dejamos tranquilo se le pasara el efecto del hechizo y bajará solo.
Comentaba el rubio, con la cabeza levantada.
-Pero el sargento no quiere arriesgarse a que se rompa la cabeza mientras tanto.
Replicó el soldado que había acudido a avisar al galeno.
-Por favor, se piensa que es un gato. -El humano atorado en el árbol maulló. -No se va a caer. Además no es un árbol tan grande.
-Es una orden. -Refutó cansado el soldado. -El sargento quiere que lo bajéis y lo pongáis a salvo.
-Gali cambia y ve a por él.
El monje se cruzó de brazos y el humano maulló de nuevo.
-No pienso hacer eso.
-Está bien. -Go'el chasqueó la lengua. -Agáchate.
El grandullón obedeció y el rubio se subió a sus hombros sin decir nada.
-No soy una escalera, ¿sabes?
-Pero no tenemos escalera. -Rebatió el doctor con su habitual cara de... bueno, de piedra sin sentimientos. -Levanta.
Gali agarró los gemelos de Go'el e irguió sus 210 centímetros de altura. Los pies del rubio hicieron presión en los hombros del monje hasta que recuperó el equilibrio.
-Podrías haberlo hecho más despacio.
-Y tú podrías haberte transformado.
En ese momento Gali vio como una reconocible melena rubia se acercaba hacia ellos.
-Helena. -Saludó, sonriendo y soltando una de las piernas de Go'el. -Hacia mucho que no nos veíamos, ¿cómo llevas la meditación?

Fuera, cuando ya no había nadie para escuchar, o al menos nadie que les prestara la suficiente atención, la bruja se volteó hacia la mujer que le habían asignado como acompañante. Enarcó una ceja y se cruzó de brazos, manteniendo una actitud de superioridad distanciada.

-Para que te quede bien claro: puedo ser la menor de tus preocupaciones, o la mayor, tú eliges qué faceta quieres.-Era una advertencia, que no una amenaza.

Entonces, su atención se dirigió a otro lugar. Obvió la respuesta de la castaña, poco le importaba en realidad. Lo que sí quería era que hubiese captado su mensaje. Al más mínimo incordio por parte de esta, no dudaría en dejarla tirada, como mínimo.

Donde se había dirigido la atención de Helena era en la gigantesca torre compuesta por el dúo de dragones que bien conocía de Ciudad Lagarto. Pocos amigos eran los que la bruja tenía en el mundo. A ellos podía considerarlos como tales; Go'el y Gali, una pareja que se complementaba a la perfección.

Se acercó a ellos. Se volvió a cruzar de brazos, esta vez intentando averiguar que, de entre todos los absurdos motivos que pueden llevar a dos hombres de semejante talla a hacer eso, cuál era el verdadero. En seguida lo vio; un soldado asustado.

-¿Ahora os dedicáis a hacer de niñeras para Lunargenta?-Dijo con cierto tono sarcástico.

No era una tarea difícil hacer que un tarugo bajara de un árbol. Podía hacerlo de la forma ruda, o con algo de delicadeza, pero al fin y al cabo no suponía ningún reto.

-Apartaos-Hizo a un lado a la torre humana y quedó frente al tronco.

El soldado seguía atemorizado, casi sin darse cuenta apenas de que allí se estaban congregando más personas de lo que aquello requería.

La Rhodes puso sus brazos en jarras y echó su mirada hacia arriba. Ya había decidido cómo proceder.

Sin más, tomó carrerilla y se impulsó hacia el tronco con una patada voladora. El árbol retumbó un poco, lo suficiente como para agitar al humano allí atorado, que con los nervios se escurrió de las ramas y cayó. Antes de que pudiese aterrizar de forma brusca en el suelo, la bruja conjuró un confortable manto de agua que amortiguó la caída.

Helena sonrió de medio lado, y dirigió su mirada hacia Gali con cierta prepotencia.

-Ahí tienes tu respuesta-Era toda la contestación que el moreno necesitaría para saber cómo le había ido a Helena con la meditación y el control sobre sus poderes. Antes siquiera era capaz de mantener una sencilla esfera de agua de tamaño pequeño flotando.

La actuación de la bruja levantó bastante expectación entre los allí presentes, y varios espiraciones de asombro pudieron oírse.

Tras eso, la bruja se acercó hasta los dos dragones.

-Si ya no tenéis que ocuparos de estos tarugos, me gustaría que me acompañarais a un sitio. Una ruinas cercanas pueden contener ciertos secretos interesantes...-Centró su mirada en Go'el-Muy interesantes-Dijo mientras enarcaba las cejas repetidamente intentando suscitar curiosidad en el rubio.

De pronto, se acordó de la acompañante que le habían asignado y soltó todo el aire de sus pulmones de una forma poco convincente.

-Ah, sí. Ella tiene que acompañarnos...-Señaló con desgana hacia la castaña.

Salí tras la mujer de la tienda. El capitán había aceptado mis condiciones, así que sólo quedaba buscar al elfo. Era el único del campamento, así que no fue difícil. Ya le había visto por allí con su acompañante de piel morena y extraños ropajes. Le lancé una mirada neutral a la bruja ante su advertencia, y no dije nada al respecto. Ahí estaba, una amenaza velada, así que pensaba guardarme las espaldas.

Solté aire por la nariz y fui tras ella. Enarqué una ceja al ver la escena que estaba protagonizando el médico, a lo alto de aquella espalda ancha. No estoy ciega. Tengo ojos en la cara. Me crucé de brazos, en silencio, preguntándome qué pensaba hacer la bruja, quedándome bastante claro que ya se conocían. Eso despertó más mi curiosidad que el hecho de ver a un hombre abrazado a un árbol y profiriendo maullidos. Era una escena bastante patética. Solté una carcajada leve y nasal ante su proceder.

—Presumida...— murmuré para mí. No era un secreto que los brujos solían tener bastante ego. Volví a guardar silencio mientras la rubia les hacía creer que la idea de que el elfo nos acompañara era exclusivamente suya, pero no iba a ser yo quien les quitara de su error—. Ardo en deseos de empezar— dije con cinismo cuando me señaló, y saludé con un cabeceo al elfo y a su acompañante.

-Pues eso parece.
Respondió Gali a la bruja, girando sobre sus talones y escuchando como Go'el se quejaba por el cambio de dirección.
-Faltaría más.
El monje dio una zancada a la izquierda, al tiempo que se oía un nuevo reproche del rubio.
-Quince aeros a que congela el árbol. -Gali miró a la muchacha castaña que acompañaba a la asesina y le guiñó un ojo. -Treinta a que le saca el hechizo del susto. -El grandullón se cruzó de brazos, manteniendo todavía sobre los hombros al galeno. -Eso también se hacerlo yo.

Go'el, cansado ya de estar encima de su compañero, clavó la punta de su pie bajo las costillas de su escalera, puso la mano sobre el hombro libre y repitió la secuencia hasta tocar tierra.

-Fanfarrona.
Concluyó el moreno con una sonrisa divertida.
-¿Qué te pasa en las cejas? -Go'el levantó una de las suyas al tiempo que miraba a Helena. -¿Y cómo de interesantes son esos secretos? -En ese momento el rubio oyó las palabras de la castaña. -Bien, empecemos pues. Vamos.
El científico empezó a caminar sin esperar a nadie. Gali, que aún no se había movido, descruzó los brazos y alzó la voz.
-¿Acaso sabes donde están las ruinas?
El rubio se detuvo, regresó junto al agrupo, se colocó tras Helena y la empujó por los hombros para que anduviera.
-Venga, guíanos.
El monje levantó las cejas durante un instante, sorprendido de ver a Go'el manteniendo contacto físico con alguien más que no fuera él.
-Parece que este perro viejo aún puede aprender trucos.
-Y tú, -El galeno se dirigió hacia la desconocida. -¿qué raza eres?
Gali se llevó la mano a la cara.
-Mucho estaba tardando en preguntar.

Una vez que todos estuvieron de acuerdo en partir, era un retraso quedarse más allí. Go'el tomó una iniciativa precipitada, pues ni sabía la historia de aquel lugar "maldito". Luego, se retractó y forzó a la propia Helena a liderar la marcha. Esta, molesta, se lo quitó de encima, no sin dejarle un "regalito" a modo de puñetazo controlado en la boca del estómago, no fuerte pero sí lo demasiado notable como para molestar.

-Sé caminar sola-Se ajustó los ropajes, echó una fugaz mirada al grupo mientras sacaba, de entre sus pertenencias, el mapa que le dio el capitán de la Guardia.

El mapa no era para nada cómodo de llevar una vez desplegado, demasiado grande, le hacía estar con sus dos manos abiertas de extremo a extremo.

-...-Un silencio incómodo invadió la escena.

Tras eso, la bruja empezó a plegar el mapa y se lo guardó de nuevo.

-Están marcados este campamento y un par de sitios donde no se recomienda estar para las tropas.-Explicó-Según lo que sé, el castillo que buscamos está en mitad del bosque, en ruinas. Lo rodea algo así como un campo pedregoso, y... la forma más fácil de acceder a él es mediante un antiguo sendero al lado de un riachuelo. Este riachuelo llevo hasta un río. Una vez en el río, hay que ir en dirección contraria a la corriente y veremos una torre derrumbada a la espalda de una colina.-Miró al grupo para ver si la seguían, si no era así iba a poner una cara poco amigable.-Dicen que el camino está maldito y que cuando se oigan voces de ultratumba, hay que dar media vuelta...-Se irguió más de lo normal, mostrando confianza-Pero nosotros seguiremos hacia adelante-Sonrió, confiada.

No iba a admitirlo ante nadie, pero se aliviaba de estar acompañada. No iba a negar que con todo lo que había leído sobre el lugar le recorría un escalofrío de duda por todo el cuerpo. Quizás yendo en un grupo aquella sensación se amenizara.

Así, con aires de líder y totalmente metida en su papel de aventurera, la bruja lideró la marcha por el bosque, dejando atrás el campamento humano; último reducto de civilización que se podría encontrar en varios kilómetros a la redonda.

El paso por el bosque fue cauteloso y... silencioso. Sabía que Go'el no era muy hablador, Gali era el único que podría animar un poco la marcha. En cuanto a la humana, no sabía qué pensar muy bien de ella. Al menos se supone que sabía cuidar de sí misma, no sería un retraso para el grupo.

Algunos ruidos secos y otros profundos se escucharon en la espesura, seguramente debido al movimiento de los animales nocturnos. La sugestión poco a poco podría hacer estragos, por lo que sería un factor a tener en cuenta. Helena cada vez estaba más tensa, y su expresión corporal así lo hacía ver. Aunque quizás no estaba de más tomar precauciones...



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Off: Creo que sobra decirlo, pero sois totalmente libre de poner trabas, obstáculos, enemigos y complicaciones en todo momento ^^

Los golpes gratuitos, y sin sentido de la bruja, no era desconocidos para Go'el. En cuanto vio cerrar el puño de la rubia fajó el estómago mitigando el en gran medida el impacto.

Supongo que ya os podréis hacer una idea de lo que sucedió después, ¿no? Bueno no importa, os lo resumiré.
Nuestro buen doctor no entendió nada de lo que explicó Helena. No era capaz de descifrar lo que dice un mapa, mucho menos lo que decía la bruja sobre este. No obstante Gali sí que comprendió la ruta, la chica nueva sin embrago... también había captado las indicaciones de Helena, pero dio media vuelta y regresó al campamento en cuanto escuchó que el sendero estaba maldito.

-Las maldiciones no son más que cuentos de viejas para alejar a la población de sitios peligrosos. -Argumentaba Go'el sin prestarle atención al recorrido. -Lo más probable es que el castillo se esté desmoronando, que unos bandidos vivan allí, o que alguna raza mágica haya puesto trampas para guardar algún artefacto.

El bosque que rodeaba el sendero no era más que un simple conjunto de árboles y animales. Los ruidos que estos hacían penetraban en la psique de cada individuo de manera distinta. Para Go'el tan solo eran ruidos mundanos, para Gali una señal de lo que ocurría alrededor y para Helena... bueno, solo ella sabía cómo le estaba afectando.

-Helena. -Gali por fin cortó el silencio. -¿Cómo conseguiste dar con estas ruinas?
El monje percibía la tensión en el cuello de la bruja, rígido como una tabla.
-Nunca faltan los rumores que prometen tesoros inimaginables, ¿encontraste algo que corroborara que el tuyo es cierto?

La chica morena se había ido, quizás asustada por la historia que Helena contó. En parte la comprendió, una simple humana estaba más en riesgo que un dragón o una bruja. Al menos se sentía confortada de que los dos dragones siguieran con ella, aunque jamás admitiría eso.

Helena reaccionó con desdén al comentario de Go'el mientras seguían la caminata.

-Las maldiciones pueden ser más reales de lo que te imaginas, Gosito.-Llevó su mirada al frente-Dicen que algunos brujos pueden maldecir... Sería interesante aprender eso.-Se llevó una mano al mentón sopesando la idea-Podría convertirte en una gorda y apestosa rana, ¿O quizás en una lombriz de tierra?-Rió-¡Te tendría guardado en una caja de cristal y te alimentaría como mi mascota!-Realmente, le haría ilusión hacer algo así, y sería bastante divertido.

Tras aquello, otro silencio sepulcral invadió el sendero. Helena miraba hacia todos lados, atenta para ver si oía algunos de los lamentos que se mencionaban en los relatos. No sabía muy bien cómo reaccionaría a eso, ¿Seguiría firme hacia su objetivo, o daría media vuelta como aquella humana? Quizás los dos dragones fuesen más escépticos al respecto, pero la Rhodes estaba segura de que se iba a encontrar con todo aquello que había leído días atrás en aquel libro.

Gali cortó el silencio. En parte, la bruja lo agradeció.

-Todo está en un libro que leí-Dicho así, sonaba a mera fantasía-Realmente, no me importa qué tesoros o qué maldición se escondan allí. Lo que yo quiero del lugar es otro libro.-Se explicó-He decidido ahondar más en el conocimiento mágico y expandir mis habilidades. Seré una apóstata y le daré en los morros a los eruditos del Hekshold, rompiendo así su creencia de que tan solo ellos pueden transmitir dichos conocimientos.

Apartó la mirada del moreno y la centró de frente, perdiéndola un poco entre sus pensamientos.

-...así dejarán de mirarme por encima del hombro...-Dijo en un tono de voz bajo, como si fuese un pensamiento que se escapó de su mente.

Tras aquella charla, vino otro silencio, pero este trajo mucho más que desconcierto y calma tensa; se pudo escuchar el sonido del agua fluir. Era muy sutil, pero Helena la sintió como un rayo de esperanza que aparecía en mitad de la nada. Sin más, corrió en dirección hacia donde sentía aquella sensación y dio, efectivamente con un sendero apostado a un lado de un pequeño riachuelo.

-...creo que es aquí.-Miró hacia donde empujaba la corriente-Hay que seguirlo, daremos a un río y entonces tendremos que ir a contracorriente.-Tragó saliva y miró a su alrededor-...se supone que aquí empiezan los lamentos...

El dúo de dragones se quedaron un segundo mirando el sendero, esperando escuchar a la plañideras, pero (tal y como había dicho Go'el) no se escuchaba nada.

-Os lo dije, cuentos de viejas.
Al mundo le encanta llevar la contraria a los protagonistas de la historia, y esta ocasión no fue distinta. Una voz, lastimera y atormentada, comenzó a oírse en cuanto el rubio terminó la frase.
-Serán Banshees. -Pero no lo eran y el galeno tenía que saberlo bien, pues las había estudiado y sabía que los bosques no eran su hábitat. -Estos bosques son muy antiguos, es posible que haya un viejo túmulo abandonado.
-No lo tengo claro Go. -Refutó Gali, mirando las lindes del camino. -Esas mujeres son muy reconocibles, si fueran ellas habrían cuentos de fantasmas.
-Tiene que haber una explicación, estoy seguro.

Por supuesto que la había, una científica, de esas que tanto gustan a nuestro doctor, pero seguramente jamás la averiguarían.
La ciencia lo explica todo, en esta ocasión los llantos aterradores eran producto de dos cosas. La primera, esporas alucinógenas. Casi invisibles y que pasan totalmente desapercibidas, caían de los arboles hacia las desprotegidas cabezas del trio. La segunda, simple y llana sugestión ¿Es hermoso, verdad que si? lo que unos cuentos de viejas pueden hacer sobre la gente.
La razón por la que los gritos se escuchaban ahora y no antes, es porque es justo en este punto del camino donde la acumulación de las esporas comienza a hacer efecto. Pero lo verdaderamente integrante no es la causa de la locura, sino lo que la locura hará ver a la bruja y los dragones.

-En cualquier caso, lo mejor que podemos hacer es seguir avanzando. Las banshee no se alejan de sus túmulos, si los evitamos no tendremos problemas.

-Te lo tomas todo con demasiada calma, Go'el.-Dijo mientras seguía liderando la marcha tras el aluvión de los que parecían ser lamentos del más allá-...¿Te parece poco que los causen banshees?...-Estaba realmente atemorizada, y sin embargo sus compañeros parecían mantener el temple que les caracterizaba; uno sereno y el otro completamente neutro-...os odio...-Refunfuñó entre dientes.

De pronto, algo pareció moverse por unos arbustos cercanos. La bruja se detuvo repentinamente y centró su atención allí; una figura irreconocible salió del arbusto y se movió entre la oscuridad. Helena acercó su antorcha para poder vislumbrar mejor qué sucedía exactamente, pero con la claridad de la luz que emitía la antorcha nada parecía perturbar el ambiente, aunque ella habría jurado que allí había algo que se estaba moviendo entre la vegetación.

-S-sigamos...

A veces, la línea entre la ficción y la realidad no se podía distinguir, y el hecho de vivir en un mundo donde la mayor parte de este es desconocido hacía que muchas de las cosas en las que fervientemente crees dejen de tener sentido en cuanto se muestra la realidad dando un fuerte golpe sobre la mesa. Hay gente que cree en fantasmas, seres malditos, prácticas de magia prohibidas, incluso seres de otros planos más allá de aquella realidad, otros sin embargo creen en lo que ven en el día a día o en lo que son capaces de demostrar en su cotidianidad. ¿A quién creer? Esa era la cuestión. Como usuaria de la magia, Helena siempre tenía una inclinación por creer que el basto mundo que la rodeaba guardaba más de lo que a simple vista mostraba, ya que las pobres explicaciones que daba la realidad que la gente contemplaba no explicaban mucho.

Cada paso que daba en su periplo por conocer los secretos que esconde la magia, la curiosidad de la Rhodes aumentaba, y se podría decir que su propio campo, el que abarca los conocimientos de tensái del agua, se le quedaban cada vez más cortos.

El grupo siguió caminando entre lamentos, y la bruja, que lideraba al par de dragones, no había bajado su cautela en ningún momento.

Tras mucho caminar, llegaron al final del riachuelo, el cual, tal y como estaba previsto, desembocaba en un río.

Un extraño olor a rancio y a humedad inundaba el ambiente.

-Puaj...-Hizo ascos-¿Oléis eso?-Olisqueó el aire-Parece que viene del río...

Se acercó hasta la orilla para investigar qué era, pero lo que vio allí hizo que en el momento se arrepintiera de tomar aquella decisión y no haber continuado caminando por el camino marcado.

Un trol de río estaba devorando a un animal, no se podía distinguir muy bien cuál, ya que poco quedaba de lo que antaño fue. Podría incluso ser algún transeúnte incauto y con la más mala suerte del mundo. Lo cierto es que, ahora sabía de dónde venía el olor, ya que esas criaturas lo producen de por sí.

Al detectar una fuente poderosa de luz y los sonidos de los pasos de Helena, la criatura dejó a su cena en el suelo y se puso en pie; podía llegar a medir más de dos metros y medio, demasiado comparada con la estatura de la bruja. Observó a la bruja durante unos segundos antes de soltar un bramido que la alertaba de que había cometido un craso error al invadir su territorio.

-...mierda.

Trol de río:

Gali rio en silencio al escuchar el odio que les profesaba la bruja.

-¿Qué pasa? -Preguntó el monje acercándose a Helena. -¿Viste algo? -El grandullón miró hacia donde la rubia movía la antorcha, pero no vio nada. -No dejes que la imaginación te juegue una mala pasada.

-Sera algún animal muerto. -Se apresuró a decir Go'el cuando llegaron a la unión del rio. -No le demos mayor importancia y sigamos la ruta.
Las palabras del galeno no convencieron a Helena y esta se fue en busca del causante del olor. A Go'el no le quedó más remedio que seguirla. Era la única que sabía volver al campamento.
-Te dije que siguiéramos el camino ¿cuándo aprenderás a hacerme caso? Teniendo el rio tan cerca nos será imposible escapar. -El rubio llevo la mano a la empuñadura de su espada. -Y Gali no nos puede llevar a los dos. -Go'el cambió de forma y adopto una figura a mitad de camino entre un humano y un dragón. -No dejéis que os muerda o escupa, su saliva es muy toxica.
Tras decir aquello el dragón recortó la distancia con el troll y le profirió un tajo rápido, al tiempo que desenvainaba.
-En realidad tiene quererte. -Comentó Gali al lado de Helena. -Quiere acabar con ese bicho por seguridad y no por tomar muestras. Y créeme que tomara muestras. -El moreno palmeó el hombro de la bruja. -Bienvenida al club.

El monje se sacó el palo de la espalda y rodeó al troll hasta flanquearlo. El monje estaba contento de poder levantar la cabeza, su cuello agradecía no tener que estar doblado. ¿Que? Nadie dijo que ser alto fuera fácil.

La pareja de dragones no intercambiaban palabras, pero aun así están perfectamente coordinados. Aun así no eran lo bastante fuertes, ni agiles, para vencer al troll del rio. A duras penas conseguían mantenerlo ocupado.

-¡Helena! Nos vendría bien tu ayuda. -Gali en realidad estaba disfrutando, siempre disfrutaba las peleas, pero no pudo evitar lanzarle una piedra verbal a la bruja. -¿O es que tu magia solo sirve para pavonearte?

La impresión de encontrarse de frente con un trol la dejó paralizada. Por suerte, allí estaban Go'el y Gali. Ambos dragones lucharon contra la bestia. El monje dijo algo que hizo que Helena despertase de su repentino estado de parálisis. Desde luego, conocía bastante bien a la bruja como para saber qué decirle y dónde darle con sus palabras para que esta reaccionara.

Cuando volvió en sí, una media sonrisa pícara se apoderó de sus labios y los aires de superioridad volvieron a ella.

Levantó a media altura su brazo, apuntando con su palma hacia el trol. Si tenía suerte, acabaría rápido.

Sin más, lanzó una estaca de hielo hacia el monstruo, haciendo que esta golpeara de forma exitosa la frente de este y le atravesara el cráneo. Fue un disparo limpio y rápido, y nada más que la estaca salió por la otra parte de su cabeza, el gigantón cayó muerto al suelo.

Acto seguido, miró a ambos dragones mientras se tocaba el cabello de un lado para ponérselo tras el hombro.

-¿Esas armas son de verdad o tan solo sirven para pavonearos?-Rió con prepotencia usando un tono bromista.

El olor provenía indudablemente de la bestia. Quizás, para futuros encuentros y viajes debería estudiar no solo hechizos y cosas arcanas, si no también la fauna y vegetación de Aerandir. Después de todo era una bruja, el conocimiento debía de ser su mayor aliado.

Ya no se oían los lamentos, tan solo el viento silbar. Ya fuese su propia imaginación jugándole una mala pasada con la sugestión o de verdad almas en penas lamentándose, parecía que estaban fuera de "peligro". Aunque aún tenían que andar un poco más para llegar aquel castillo.

Finalmente acabarían llegando a visualizarla a lo lejos. No es que se viese a la perfección debido a la oscuridad, pero sin duda una torre encima de una colina destacaba.

-¡Allí está!-Señaló, entusiasmada-Se supone que a los pies de esa colina tiene que estar el castillo. O... lo que queda de él.-Le dijo a sus acompañantes.

Gali se rio con fuerza e hizo gira su vara haciendo un par de florituras.
-Jamás sería capaz de usar mi bastón con esos fines.
Y sin ningún tipo de vergüenza el monje movió las aletas de su chaleco, enseñando su marcado torso mientras interpretaba un intenso calor producto del combate.
-Yo no soy un pavo. -Dijo Go'el tajante. -Así que no puedo pavonearme.

Con el troll despachado el trio prosiguió su viaje por las tierras vampíricas. El libro no contrastado de Helena había dado en el clavo. Erguida sobre una colina descasaba una torre y a sus los restos de lo que antaño fue un castillo. ¿Cuál sería el motivo de dejar el castillo bajo la colina? ¿Sería la torre una construcción posterior?

-¿Que te hace pensar que lo que buscas seguirá ahí? -Comentó Go'el al llegar a las ruinas. -El conocimiento está almacenado en libros o papiros y en el estado del castillo. -El rubio suspiro. -Nos has hecho perder el tiempo, otra vez.
Gali se rascó la barba y esperó un par de segundos antes de intervenir.
-Te lo traduzco. -Dijo con una sonrisa tranquila. -Lo que dice es que en la superficie no queda nada útil y que es peligroso meternos en unas ruinas porque se nos pueden venir encima.
-Yo no he...
-Pero el conocimiento es codicioso y siempre está a buen recaudo. -Prosiguió el grandullón, cortando a Go'el. -Por lo que seguro que si entramos seguro que encontramos alguna sala intacta.

El camino que antes llevaba a la torre que se erigía sobre la colina, ahora se presentaba desangelado, parcialmente engullido por la vegetación y desgastado. Aquella no era sino una simple torre de vigilancia derruida, nada de interés podrían encontrar allí. Donde radicaba el interés de la expedición eran en las ruinas que se abrían camino abajo.

Ninguna estructura había soportado el paso del tiempo, lo que preocupó a la bruja, que con premura aceleró su caminar.

Al llegar abajo, la escena se presentaba menos alentadora que el vistazo echado desde arriba, a los pies de la torre.

Una extraña aura oscura impregnaba el lugar, como si las almas que allí dejaron la existencia lo hubieran maldecido con todas sus fuerzas. Helena agachó sus hombros en una clara señal de abatimiento y decepción, se estaba temiendo que todo había sido para nada.

Deambuló por los cimientos de las estructuras del lugar, al menos por los sitios por donde no habían paredes ni techos derrumbados, con la esperanza de encontrar un mínimo vestigio del conocimiento arcano que las leyendas le atribuían a aquel lugar. No había nada, tan solo silencio y de vez en cuando el silbido de un viento sombrío.

Se sentó en una roca del lugar; un fragmento de lo que antes podría haber sido una pared. Suspiró, decepcionada y resentida.

-Supongo que saquearon este lugar hace mucho tiempo...-Se dirigió a sus compañeros de expedición-...o quizás simplemente aquí no había nada ni nunca lo hubo.

La Rhodes cruzó las piernas y apoyó parcialmente el peso de su tronco en estas.

-Supongo que la realidad es mucho más aburrida que lo que cuentan las historias y los mitos, ¿No?-Esbozó una sonrisa sin gana alguna.

Por un segundo pensó en el trato que había hecho con el capitán de la Guardia apostado en el bosque junto a su contingente. No había descubierto nada interesante y el volver tan solo serviría para herir su orgullo y que la tacharan de fracasada. No estaba en una deuda demasiado seria con él, así que no volvería allí. Go'el y Gali podrían contarle que murió de forma trágica en una emboscada por parte del trol de río que se encontraron.

-Bueno, -comentó Gali siguiendo a Helena- podemos decir que matamos un troll pestilente y conseguimos escapar de los lamentos de unas banshee furiosas. -El grandullón se sentó en una piedra cercana a la de la bruja. -¿Volverás algún día a ciudad Lagarto? El gato volvió a las termas en cuanto te fuiste y Go'el no para de quejarse de él.

Mientras el moreno y la rubia se ponían al día Go'el se había quedado dando vueltas por las ruinas, no había magia alguna en el lugar y todos los huecos, que podían ser una posible entrada al castillo, estaban colapsados. Sin embargo el galeno acababa de encontrar algo que hizo que el viaje tuviera sentido (al menos para él).

Sobre alguna de las piedras habían crecido un peculiar musgo iridiscente que atraía pequeños insectos, la visión de estos animales revoloteando sobre el musgo era casi idílica, parecían un montón de pequeñas hadas danzando alrededor de una hoguera.
Una visión hermosa sin duda, pero nuestro buen doctor no hizo más que bocetar el momento y apartar a los bichos con la mano.

Aquella planta tenia características especiales que el científico precisaba estudiar y catalogar pues sabía lo que era, pero solo porque lo leyó en un polvoriento libro de herbolaria, y todos sabemos que los buenos científicos necesitan pruebas empíricas... lo que siendo Go'el se traducía en experimentos no consentidos.

-...Así está todo por la ciudad ahora. -Decía el monje, que se levantó de la piedra al ver llegar a Go'el. -Avísame si necesitas hablar o quieres una taza de té. Conozco algunos lugares tranquilos por los alrededor de Lagarto. Y con agua -agregó el fortachón, antes de despedirse de la bruja.