Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
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Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
Los rumores, a veces, hacen volar a la imaginación más que cualquier certeza. Al no recibir información completa y fiel, la mente comienza a rellenar huecos, libre de los límites de la realidad absoluta. La corriente de habladurías que venía desde los mares del norte de la isla se extendía con fuerza y mientras unos los negaban, otros se preguntaban el por qué, o el cómo se haría posible.
Eberus se enteró de noche en una taberna, junto a una jarra de cerveza vacía. Y cuando se enteró, fue de los que dudaba de la posibilidad del rumor. ¿Cómo podrían hacerlo? Los vampiros solo pueden actuar de día. ¿Tendrían el valor de comenzar una guerra sabiendo que, cuando salga el sol, tendrían que esconderse? Dentro de su embriaguez, no le veía sentido a aquellas habladurías.
Mientras los viejos beodos discutían sobre las razones de fondo del conflicto, los jóvenes alardeaban del éxito que tendrían ellos en cualquier batalla que pudiese alcanzar al archipiélago. A Eberus, sin embargo, todo aquello le traía sin cuidado. Pero eso cambió cuando, en medio de una discusión de dos ancianos airados, uno de ellos realizó un aspaviento con su brazo, haciendo a su mano descontrolada balancearse, con la circunstancia de que esa mano rodeaba el asa de madera de una jarra llena de una cerveza que, ahora, bañaba el rostro del brujo. - Claro... Joder, así lo harán. Justo así, viejo. Claro que lo van a hacer - sorprendentemente, en lugar de entrar en cólera, reía mientras la bebida le goteaba desde las pestañas. Se relamió los labios, imaginando a vampiros con el rostro lleno de uno de sus elixires ofreciéndole a cambio puñados y puñados de aeros.
El último mes, la frente del brujo no había parado de gotear sudor. Era hora de volver a la taberna, pues tanto líquido perdido trabajando sin parar debía reponerse. Caminaba junto a Selena contento, sin borrar la imagen de su cabeza de la gran cantidad de protector solar para vampiros que habían logrado embotellar de manera exitosa.
- ¿Y dices que esta receta... te la dio un vampiro que resucitaste en un ritual que hiciste en una playa bajo aquel eclipse?
- Sí, Dragut es su nombre. Sigues sin creerme, ¿no? Pues me la suda, eh, además, la situación fue tan surrealista que a veces ni yo mismo me la creo. Aunque, en realidad, la historia no fue del todo así...
- ¿Ves? Tus licencias creativas contando historias...
- Que no, narices, que la historia fue así, pero en realidad era un puto viejo lunático el que quiso hacerlo, y era él el que quería sacrificarme para resucitar a Dragut. ¿No recuerdas que te lo conté? Y que yo terminé sacrificándole a él.
- No acostumbro a guardar en mi cabeza historias completamente falsas e inventadas, brujo...
- Me cago en tus muertos, Selena... Bueno, en fin, yo sé lo que viví, y tú nunca podrás decir que has sobrevivido a eso, jodida elfa altanera... Te mandaba a tomar por culo si no fuera porque nos vamos a pegar ahora una buena borrachera.
Y ahí estaban momentos después, en la taberna en la que nació la idea. El día siguiente tendrían que ponerse a buscar contactos en círculos clandestinos, pero ahora tocaba descargar tensiones y coger, de nuevo, energías para lo que quedaba.
Eberus se enteró de noche en una taberna, junto a una jarra de cerveza vacía. Y cuando se enteró, fue de los que dudaba de la posibilidad del rumor. ¿Cómo podrían hacerlo? Los vampiros solo pueden actuar de día. ¿Tendrían el valor de comenzar una guerra sabiendo que, cuando salga el sol, tendrían que esconderse? Dentro de su embriaguez, no le veía sentido a aquellas habladurías.
Mientras los viejos beodos discutían sobre las razones de fondo del conflicto, los jóvenes alardeaban del éxito que tendrían ellos en cualquier batalla que pudiese alcanzar al archipiélago. A Eberus, sin embargo, todo aquello le traía sin cuidado. Pero eso cambió cuando, en medio de una discusión de dos ancianos airados, uno de ellos realizó un aspaviento con su brazo, haciendo a su mano descontrolada balancearse, con la circunstancia de que esa mano rodeaba el asa de madera de una jarra llena de una cerveza que, ahora, bañaba el rostro del brujo. - Claro... Joder, así lo harán. Justo así, viejo. Claro que lo van a hacer - sorprendentemente, en lugar de entrar en cólera, reía mientras la bebida le goteaba desde las pestañas. Se relamió los labios, imaginando a vampiros con el rostro lleno de uno de sus elixires ofreciéndole a cambio puñados y puñados de aeros.
[...]
El último mes, la frente del brujo no había parado de gotear sudor. Era hora de volver a la taberna, pues tanto líquido perdido trabajando sin parar debía reponerse. Caminaba junto a Selena contento, sin borrar la imagen de su cabeza de la gran cantidad de protector solar para vampiros que habían logrado embotellar de manera exitosa.
- ¿Y dices que esta receta... te la dio un vampiro que resucitaste en un ritual que hiciste en una playa bajo aquel eclipse?
- Sí, Dragut es su nombre. Sigues sin creerme, ¿no? Pues me la suda, eh, además, la situación fue tan surrealista que a veces ni yo mismo me la creo. Aunque, en realidad, la historia no fue del todo así...
- ¿Ves? Tus licencias creativas contando historias...
- Que no, narices, que la historia fue así, pero en realidad era un puto viejo lunático el que quiso hacerlo, y era él el que quería sacrificarme para resucitar a Dragut. ¿No recuerdas que te lo conté? Y que yo terminé sacrificándole a él.
- No acostumbro a guardar en mi cabeza historias completamente falsas e inventadas, brujo...
- Me cago en tus muertos, Selena... Bueno, en fin, yo sé lo que viví, y tú nunca podrás decir que has sobrevivido a eso, jodida elfa altanera... Te mandaba a tomar por culo si no fuera porque nos vamos a pegar ahora una buena borrachera.
Y ahí estaban momentos después, en la taberna en la que nació la idea. El día siguiente tendrían que ponerse a buscar contactos en círculos clandestinos, pero ahora tocaba descargar tensiones y coger, de nuevo, energías para lo que quedaba.
Eberus
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Re: Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
No tan solo la confirmación de habladurías convierte a los rumores en realidades. En otras instancias, y por modos menos lícitos y éticos, el mismo rumor puede ser tomado como verídico siempre que el contexto que lo rodee lo sea. O alguna de las variables que lo componen.
Estirar los hilos adecuados, por lo tanto podrían ser todo lo que Caoimhe necesitaba para tornar habladurías a su favor. Y por suerte, no había cabos desatados en Beltrexus. Todos y cada uno de ellos pasaba por sus manos de alguna manera u otra.
La sensación de control la embriagaba. Beltrexus era su ecosistema y el regresar a casa tras semanas de incertidumbre parcial constituía como mínimo un refugio a todo aquello que había estado planeando y llevando a cabo en las últimas semanas.
- ‘Bienvenida a tu remanso de paz en la tormenta’ –Axel le ofreció una taza cálida al contacto con su piel aun a sabiendas de que la vampiresa no iba a mojar sus labios con el contenido de la taza.
-Más ilusión de pausa en el centro del caos - sonrió la chica.
Hacía semanas que no tocaba tierra bruja y la pila de papeles sobre su mesa indicaba que su descanso no iba a ser tan duradero como quizás a ella se le hubiese antojado. Pero se conocía lo suficientemente bien como para entender que lo que planeaba para sí misma a menudo no era más que una idea utópica.
Un inalcanzable que acababa compuesto de aproximaciones. Nada más.
La rutina de su caos solía envolverla y apenas se permitía espacio para pensar en sí misma antes de… inundarse del contenido de aquellos papeles.
Axel notó la leve mirada a su mesa mientras la vampiresa se deshacía de su capa de viaje, otorgándosela al hombre pelirrojo para que la guardase.
-Puede esperar- le dijo, conteniendo su mano casi con cuidado entendiendo lo que pasaba por su mente- Te ves… - el hombre dudo acerca de si continuar con la descripción que estaba a punto de lanzar.
-¿Inteligente? ¿Victoriosa? ¿Segura de mi misma? ¿Exitosa en su hacienda? ¿Independiente? Llena de nuevos hilos que atar a mis negocios?- dijo Caoimhe en un tono jovial que no se reflejaba en su cara.
-Famélica.- dijo el hombre finalmente, con gesto serio y mirada dura - Más que hace unas semanas. Hugo me dijo que tan solo te vio alimentarte de dos ardillas en el último mes. Nunca antes has estado tan… descontrolada.- añadió algo impaciente.
Su secuaz no se equivocaba.
Algo en ella se había revelado en el momento exacto en el que su vulnerabilidad se presentó ante otra persona distinta de sí misma. Como si el hecho de haber sido pillada en su forma más pura la hubiese hecho repudiarse aun más. Nadie por supuesto osaba mencionar que casi se podía trazar con certitud parte de la carilla esternal de su clavícula. La mayor parte de aquello oculto bajo la hermosura que le dotaba de manera natural e ilógica su maldición.
-No entiendo mucho de vampiros, pero no sé cuanto vas a poder aguantar así- comenzó de nuevo su reprimenda Axel recorriéndola con la mirada preocupada que bien podía reflejarse en un padre preocupado.
–Años - dijo la vampiresa exaspera. – Décadas. Centenios si es necesario- añadió- No me muero, recuerdas.
-Estoy seguro de que hasta la carne maldita tiene un límite- dijo Axel aunque la mirada asesina de la chica pareció zanjar la cuestión.
La sensación de hogar se había esfumado un instante a otro y la vampiresa casi prefirió haberse quedado en altamar al menos unas semanas más. La tensión se forjó entre ambos y en lugar de irse a relajarse con un baño cálido, como primer paso en su plan original, se sentó en su sillón rojizo sin ganas y agarro la pila de papeles sobre su escritorio de mala gana.
Axel la miró, incrédulo. El pelirrojo siempre había sido el más directo y conflictivo de sus secuaces. Caoimhe lo apreciaba justo porque no se andaba con rodeos y no esperaba la actitud de protección y confort que a menudo obtenía de Hugo. Pero estaba cansada de las críticas poco productivas y el mero hecho de calmar su sed le producía dolor de cabeza. Con un suspiro de molestia salió de la sala llevándose con él el abrigo y la taza de té que aún humeaba al lado de los reportes de sus ganancias.
Pasaron horas antes de que la chica diese finalmente a torcer su brazo y escapase de su despacho alcanzando la sala de estar donde Axel dormitaba de manera distraída. Poso su mano entre sus cabellos y la tensión en el cuello del hombre le indico que estaba despierto. Los acaricio durante unos minutos hasta que la voz ronca de su secuaz interrumpió su parsimonia.
-Imagino que habrás encontrado la situación con los Deverux… interesante-
-Interesante es un eufemismo poco preciso - añadió- Ese grupo de brujos ha tomado prestado casi el 5% de mis ganancias del año pasado. ¿Crei que vuestra visita a su granja el mes pasado les aclararía el hecho de que espero el pago íntegro con intereses- Caoimhe se acurrucó al otro lado del sofá reposando su cabeza distraída en el hombre de Axel- ¿Asumo que se lo habréis recordado?
-Oh… Por supuesto. Digamos que Nidrel no podrá andar en al menos 4 semanas.
¿No se casa la hija en unos días?- dijo Caoimhe girándose hasta el hombre
-Efectivamente. Lloriqueo un poco por eso de no ser acompañada al altar.
-Mm m- dijo Caoimhe distraída mientras miraba por la ventana. Axel era ahora quien jugaba con uno de sus mechones de cabellos ondulado. Una media sonrisa en el hombre - y¿ cuál fue el resultado?
-Le ofrecimos un préstamo parcial para comprar una silla de ruedas acorde.
La vampiresa sonrió
-Tengo… Demasiado en mi cabeza- desveló-
-¿M mm?- Axel continuo en su tarea de despeinar parte de sus mechones.
-Pensaba que tan solo Sacrestic comenzaba a prepararse para una revuelta inminente. Ya sabes como suelen exagerar los lloros los vampiros más castizos- puso los ojos en blanco y aquello hizo sonreir a su amigo- Pero… basándome en el incremento paulatino de los negocios en Beltrexus… Incluso en familias que hasta ahora se han mantenido al margen de nuestros trueques.. Quizás debamos prepararnos.-añadió Caoimhe.
-¿Prepararnos?- dijo el hombre pausando su tarea de trenzar ahora el pelo de Caoimhe- Hugo y yo hemos pensado en adelantar nuestra boda, pero no pensaba que…
Caoimhe le dio un codazo en las costillas al hombre
-Puedo constatarte que las habladurias que mencioné la última vez que nos contactamos son ciertas- la chica miró la expresión confundida del hombre Confía en mi… tan solo lo sé. Y.. me pregunto como puedo.. como podemos sacar partido de esta calma aparente antes de la tormenta… No estoy segura de cuánto tiempo tenemos antes de que los movimientos de Sacrestic nos exploten en la cara… Además yo… quiero luchar-
Lo dijo como quien llevase ocultando un secreto durante años. La primera vez que se decidía a decirlo en voz alta y sonó más ridícula de lo que sonaba en su mente. Axel no dijo nada, pero su silencio lo delató
-¿No crees que deba hacerlo?- dijo la mujer. De nuevo silencio por respuesta- No crees que PUEDA hacerlo- Una risotada de incredulidad la inundó y se separó del arroyo de su compañero. La vampiresa lo miro desafiante.-
-Tan solo no entiendo ¿ por qué quieras hacerlo?- dijo finalmente el hombre.
Caoimhe calló unos segundos y finalmente respondió a aquella pregunta con gesto apesadumbrado
-Porque es la primera vez que tengo control sobre algo relacionado a mi maldición. A lo que soy. Y quiero evitar que si… existe alguien en mi situación también se vea bajo el yugo de una raza que no convive con los problemas de la mi apropia- finalizó
-Agh… crisis de la mediana edad… asumo que Hugo no tiene ni idea- dijo el chico. Caoimhe notó como sup echo se movía con una risa ahogada.La vampiresa sacudió su cabeza confirmando la negativa
-No…- dijo- Eso tan solo ha sido el barco-
El silencio se apoderó de la sala y pocos minutos después, Caoimhe escuchó la respiración acompasada de Axel indicándole que se había quedado dormido.[/color][/color]
Estirar los hilos adecuados, por lo tanto podrían ser todo lo que Caoimhe necesitaba para tornar habladurías a su favor. Y por suerte, no había cabos desatados en Beltrexus. Todos y cada uno de ellos pasaba por sus manos de alguna manera u otra.
La sensación de control la embriagaba. Beltrexus era su ecosistema y el regresar a casa tras semanas de incertidumbre parcial constituía como mínimo un refugio a todo aquello que había estado planeando y llevando a cabo en las últimas semanas.
- ‘Bienvenida a tu remanso de paz en la tormenta’ –Axel le ofreció una taza cálida al contacto con su piel aun a sabiendas de que la vampiresa no iba a mojar sus labios con el contenido de la taza.
-Más ilusión de pausa en el centro del caos - sonrió la chica.
Hacía semanas que no tocaba tierra bruja y la pila de papeles sobre su mesa indicaba que su descanso no iba a ser tan duradero como quizás a ella se le hubiese antojado. Pero se conocía lo suficientemente bien como para entender que lo que planeaba para sí misma a menudo no era más que una idea utópica.
Un inalcanzable que acababa compuesto de aproximaciones. Nada más.
La rutina de su caos solía envolverla y apenas se permitía espacio para pensar en sí misma antes de… inundarse del contenido de aquellos papeles.
Axel notó la leve mirada a su mesa mientras la vampiresa se deshacía de su capa de viaje, otorgándosela al hombre pelirrojo para que la guardase.
-Puede esperar- le dijo, conteniendo su mano casi con cuidado entendiendo lo que pasaba por su mente- Te ves… - el hombre dudo acerca de si continuar con la descripción que estaba a punto de lanzar.
-¿Inteligente? ¿Victoriosa? ¿Segura de mi misma? ¿Exitosa en su hacienda? ¿Independiente? Llena de nuevos hilos que atar a mis negocios?- dijo Caoimhe en un tono jovial que no se reflejaba en su cara.
-Famélica.- dijo el hombre finalmente, con gesto serio y mirada dura - Más que hace unas semanas. Hugo me dijo que tan solo te vio alimentarte de dos ardillas en el último mes. Nunca antes has estado tan… descontrolada.- añadió algo impaciente.
Su secuaz no se equivocaba.
Algo en ella se había revelado en el momento exacto en el que su vulnerabilidad se presentó ante otra persona distinta de sí misma. Como si el hecho de haber sido pillada en su forma más pura la hubiese hecho repudiarse aun más. Nadie por supuesto osaba mencionar que casi se podía trazar con certitud parte de la carilla esternal de su clavícula. La mayor parte de aquello oculto bajo la hermosura que le dotaba de manera natural e ilógica su maldición.
-No entiendo mucho de vampiros, pero no sé cuanto vas a poder aguantar así- comenzó de nuevo su reprimenda Axel recorriéndola con la mirada preocupada que bien podía reflejarse en un padre preocupado.
–Años - dijo la vampiresa exaspera. – Décadas. Centenios si es necesario- añadió- No me muero, recuerdas.
-Estoy seguro de que hasta la carne maldita tiene un límite- dijo Axel aunque la mirada asesina de la chica pareció zanjar la cuestión.
La sensación de hogar se había esfumado un instante a otro y la vampiresa casi prefirió haberse quedado en altamar al menos unas semanas más. La tensión se forjó entre ambos y en lugar de irse a relajarse con un baño cálido, como primer paso en su plan original, se sentó en su sillón rojizo sin ganas y agarro la pila de papeles sobre su escritorio de mala gana.
Axel la miró, incrédulo. El pelirrojo siempre había sido el más directo y conflictivo de sus secuaces. Caoimhe lo apreciaba justo porque no se andaba con rodeos y no esperaba la actitud de protección y confort que a menudo obtenía de Hugo. Pero estaba cansada de las críticas poco productivas y el mero hecho de calmar su sed le producía dolor de cabeza. Con un suspiro de molestia salió de la sala llevándose con él el abrigo y la taza de té que aún humeaba al lado de los reportes de sus ganancias.
Pasaron horas antes de que la chica diese finalmente a torcer su brazo y escapase de su despacho alcanzando la sala de estar donde Axel dormitaba de manera distraída. Poso su mano entre sus cabellos y la tensión en el cuello del hombre le indico que estaba despierto. Los acaricio durante unos minutos hasta que la voz ronca de su secuaz interrumpió su parsimonia.
-Imagino que habrás encontrado la situación con los Deverux… interesante-
-Interesante es un eufemismo poco preciso - añadió- Ese grupo de brujos ha tomado prestado casi el 5% de mis ganancias del año pasado. ¿Crei que vuestra visita a su granja el mes pasado les aclararía el hecho de que espero el pago íntegro con intereses- Caoimhe se acurrucó al otro lado del sofá reposando su cabeza distraída en el hombre de Axel- ¿Asumo que se lo habréis recordado?
-Oh… Por supuesto. Digamos que Nidrel no podrá andar en al menos 4 semanas.
¿No se casa la hija en unos días?- dijo Caoimhe girándose hasta el hombre
-Efectivamente. Lloriqueo un poco por eso de no ser acompañada al altar.
-Mm m- dijo Caoimhe distraída mientras miraba por la ventana. Axel era ahora quien jugaba con uno de sus mechones de cabellos ondulado. Una media sonrisa en el hombre - y¿ cuál fue el resultado?
-Le ofrecimos un préstamo parcial para comprar una silla de ruedas acorde.
La vampiresa sonrió
-Tengo… Demasiado en mi cabeza- desveló-
-¿M mm?- Axel continuo en su tarea de despeinar parte de sus mechones.
-Pensaba que tan solo Sacrestic comenzaba a prepararse para una revuelta inminente. Ya sabes como suelen exagerar los lloros los vampiros más castizos- puso los ojos en blanco y aquello hizo sonreir a su amigo- Pero… basándome en el incremento paulatino de los negocios en Beltrexus… Incluso en familias que hasta ahora se han mantenido al margen de nuestros trueques.. Quizás debamos prepararnos.-añadió Caoimhe.
-¿Prepararnos?- dijo el hombre pausando su tarea de trenzar ahora el pelo de Caoimhe- Hugo y yo hemos pensado en adelantar nuestra boda, pero no pensaba que…
Caoimhe le dio un codazo en las costillas al hombre
-Puedo constatarte que las habladurias que mencioné la última vez que nos contactamos son ciertas- la chica miró la expresión confundida del hombre Confía en mi… tan solo lo sé. Y.. me pregunto como puedo.. como podemos sacar partido de esta calma aparente antes de la tormenta… No estoy segura de cuánto tiempo tenemos antes de que los movimientos de Sacrestic nos exploten en la cara… Además yo… quiero luchar-
Lo dijo como quien llevase ocultando un secreto durante años. La primera vez que se decidía a decirlo en voz alta y sonó más ridícula de lo que sonaba en su mente. Axel no dijo nada, pero su silencio lo delató
-¿No crees que deba hacerlo?- dijo la mujer. De nuevo silencio por respuesta- No crees que PUEDA hacerlo- Una risotada de incredulidad la inundó y se separó del arroyo de su compañero. La vampiresa lo miro desafiante.-
-Tan solo no entiendo ¿ por qué quieras hacerlo?- dijo finalmente el hombre.
Caoimhe calló unos segundos y finalmente respondió a aquella pregunta con gesto apesadumbrado
-Porque es la primera vez que tengo control sobre algo relacionado a mi maldición. A lo que soy. Y quiero evitar que si… existe alguien en mi situación también se vea bajo el yugo de una raza que no convive con los problemas de la mi apropia- finalizó
-Agh… crisis de la mediana edad… asumo que Hugo no tiene ni idea- dijo el chico. Caoimhe notó como sup echo se movía con una risa ahogada.La vampiresa sacudió su cabeza confirmando la negativa
-No…- dijo- Eso tan solo ha sido el barco-
El silencio se apoderó de la sala y pocos minutos después, Caoimhe escuchó la respiración acompasada de Axel indicándole que se había quedado dormido.[/color][/color]
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Re: Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
La textura un poco pastosa resultaba incómoda para esparcir por todo el cuerpo. Cada centímetro de piel tenía que quedar cubierto con aquella mezcla. Tanto el color como el olor a los pocos segundos de la aplicación parecía evaporarse, cuestión que me hacía dudar sobre la efectividad de aquel peculiar elixir (1).
Deberían ser cerca de las 5 de la tarde, la luz del sol se escabullía por las rendijas de las ventanas y era capaz de atravesar las pesadas cortinas de tela. Nevaba, pero el calor incipiente del sol reflectado en el suelo blanco intensificaba el brillo del gigante de fuego.
Descendí dubitativo las escaleras que conectaban con el recibidor de la posada. Nervioso veía como en aquellas horas la actividad era mucho mayor que durante las noches solitarias que había vivido por años. Abrí las grandes puertas de madera oscura y avancé.
Por un instante la sensación de quemadura se sintió intensa. Toda mi piel arropó el calor de los rayos del sol, mis ojos lagrimosos y completamente cegados por la luz me obligaban a intentar cubrirme del inclemente titán amarillo. La desesperación era evidente, las patrañas del brujo me mataban, Eberus había garantizado que mi viaje llegara a su fin. Sin embargo, ningún olor a piel chamuscada ni humo de color gris salió de mi cuerpo, poco a poco la experiencia súbita del día se fue apaciguando. Podía andar en plena luz.
Sonreí estupefacto, todo se veía tan brillante, la gente, la nieve, los colores resultaban mucho más vivos que durante las noches tranquilas. Si bien nevaba, el clima era fresco, una calidez que no experimentaba desde hace mucho y creía haber perdido.
Caminé entre la multitud, apartándome a los campos donde pude practicar un poco de esgrima para ver las limitaciones de la crema y meditar mientras blandía una espada en soledad. De esa forma podía confirmar si el sudor o el movimiento interfería de la capa protectora. Mi experimento podría resultar arriesgado, pero de eso se trataba, comprobar hipótesis que garantizarían un cambio en el paradigma actual sobre la maldición.
Cansado por mi entrenamiento, solté una carcajada, Eberus tenía que ser un genio. Y mientras disfrutaba de un sueño al cual había resignado hace mucho, una idea intrusiva sacudió mi psique.
La sonrisa ahora no era de simple felicidad. Tenía que hacer una visita al brujo ilusionista.
Varias semanas de viaje por altamar me llevaron a la península. Ya había pasado bastante tiempo desde mi última visita a las tierras de los magos. Mis experimentos habían arrojado muchos datos sobre la duración y efectividad del elixir. Yo mismo era sujeto de pruebas que Eberus nunca tuvo. Su prototipo funcionaba y tenía que venir a confirmar la efectividad de su creación al alquimista.
No obstante, las posibilidades de ese elixir supondría un beneficio para la raza vampírica que nadie esperaría. Oneca ya sabía de mi idea, se mostraba escéptica, pero como un emisario de la maldición de sangre, tenía que buscar a Eberus para ganar su cooperación con nuestra cruzada. Un cargamento de contrabando con ese elixir podría servir para ser utilizado por unidades de guerrilla que podrían marcar una gran diferencia en las confrontaciones y estrategia de los humanos.
Nadie se esperaría un grupo de vampiros desplazándose por el día… - Eberus, tenemos que hablar. - dije abriendo la puerta de su establecimiento El Muérdago Envenenado. Ya había estado allí anteriormente, pero en esta ocasión nadie respondió. Una corriente fría hizo que copos de nieve entraran al taller que estaba vacío.
_____________________________
Off
(1)= Protector Solar Factor Total [Elixir, Limitado, 1 uso] Rociarlo por la piel de un vampiro, sin dejarse ni una poquita, le permitirá caminar bajo el sol, conservando el pellejo durante media hora o dos rondas, lo que acabe primero.
Voy al taller asumiendo que Eberus, tal como narra en su post, no está, ya que se encuentra en una taberna.
Deberían ser cerca de las 5 de la tarde, la luz del sol se escabullía por las rendijas de las ventanas y era capaz de atravesar las pesadas cortinas de tela. Nevaba, pero el calor incipiente del sol reflectado en el suelo blanco intensificaba el brillo del gigante de fuego.
Descendí dubitativo las escaleras que conectaban con el recibidor de la posada. Nervioso veía como en aquellas horas la actividad era mucho mayor que durante las noches solitarias que había vivido por años. Abrí las grandes puertas de madera oscura y avancé.
Por un instante la sensación de quemadura se sintió intensa. Toda mi piel arropó el calor de los rayos del sol, mis ojos lagrimosos y completamente cegados por la luz me obligaban a intentar cubrirme del inclemente titán amarillo. La desesperación era evidente, las patrañas del brujo me mataban, Eberus había garantizado que mi viaje llegara a su fin. Sin embargo, ningún olor a piel chamuscada ni humo de color gris salió de mi cuerpo, poco a poco la experiencia súbita del día se fue apaciguando. Podía andar en plena luz.
Sonreí estupefacto, todo se veía tan brillante, la gente, la nieve, los colores resultaban mucho más vivos que durante las noches tranquilas. Si bien nevaba, el clima era fresco, una calidez que no experimentaba desde hace mucho y creía haber perdido.
Caminé entre la multitud, apartándome a los campos donde pude practicar un poco de esgrima para ver las limitaciones de la crema y meditar mientras blandía una espada en soledad. De esa forma podía confirmar si el sudor o el movimiento interfería de la capa protectora. Mi experimento podría resultar arriesgado, pero de eso se trataba, comprobar hipótesis que garantizarían un cambio en el paradigma actual sobre la maldición.
Cansado por mi entrenamiento, solté una carcajada, Eberus tenía que ser un genio. Y mientras disfrutaba de un sueño al cual había resignado hace mucho, una idea intrusiva sacudió mi psique.
La sonrisa ahora no era de simple felicidad. Tenía que hacer una visita al brujo ilusionista.
[...]
Varias semanas de viaje por altamar me llevaron a la península. Ya había pasado bastante tiempo desde mi última visita a las tierras de los magos. Mis experimentos habían arrojado muchos datos sobre la duración y efectividad del elixir. Yo mismo era sujeto de pruebas que Eberus nunca tuvo. Su prototipo funcionaba y tenía que venir a confirmar la efectividad de su creación al alquimista.
No obstante, las posibilidades de ese elixir supondría un beneficio para la raza vampírica que nadie esperaría. Oneca ya sabía de mi idea, se mostraba escéptica, pero como un emisario de la maldición de sangre, tenía que buscar a Eberus para ganar su cooperación con nuestra cruzada. Un cargamento de contrabando con ese elixir podría servir para ser utilizado por unidades de guerrilla que podrían marcar una gran diferencia en las confrontaciones y estrategia de los humanos.
Nadie se esperaría un grupo de vampiros desplazándose por el día… - Eberus, tenemos que hablar. - dije abriendo la puerta de su establecimiento El Muérdago Envenenado. Ya había estado allí anteriormente, pero en esta ocasión nadie respondió. Una corriente fría hizo que copos de nieve entraran al taller que estaba vacío.
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Off
(1)= Protector Solar Factor Total [Elixir, Limitado, 1 uso] Rociarlo por la piel de un vampiro, sin dejarse ni una poquita, le permitirá caminar bajo el sol, conservando el pellejo durante media hora o dos rondas, lo que acabe primero.
Voy al taller asumiendo que Eberus, tal como narra en su post, no está, ya que se encuentra en una taberna.
Zagreus
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Re: Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
Bañados en una mezcla de olores a cerveza, sudor de hombre, pan horneado y queso, soltaron un puñado de monedas sobre la barra de madera y se tambalearon hacia la salida con un berrido de despedida.
- Buena noche, ¿eh? - Eberus, detectando cierto tono burlón en su habla entorpecida por el alcohol, la miró extrañado.
- ¿Eh? - exhaló una corriente de alcohol igualable a la de Selena. Ella comenzó a reír a carcajadas observando el rostro de confusión del brujo. Al parecer, el alcohol no le dejaba recordar la escena que había montado sobre una de las mesas junto a un anciano de cabellos largos y aceitosos, en la que ambos proclamaban alegremente su reciente matrimonio.
El camino consistió en un debate constante sobre lo que había sido real de aquella noche, y lo que había sido fantasía, con algunos momentos memorables en los que sus memorias se habían puesto de acuerdo. Al llegar al taller, el susto les arrebató de una bofetada la ebriedad que les quedaba. La puerta estaba abierta. Se miraron con los ojos bien abiertos, conscientes de que ambos pensaban lo mismo: alguien había entrado a por el cargamento de protectores solares.
Selena, como de costumbre, se había llevado el hacha de petos a la taberna. No la abandonaba casi nunca. La agarró y la sostuvo como había aprendido a hacer desde su primer día de instrucción militar, y se encaminó primera hacia el interior del taller. Con la punta, empujó suavemente la puerta, pero ese chirrido oxidado era inevitable. Con sus ojos de elfa podía ver lo que el brujo no, pero este procuró asomarse por la estrecha ventana redondeada que daba al interior. Sus ojos se toparon con una sombra irreconocible, pero Selena, al mismo tiempo, pudo darse cuenta desde dentro de que no estaba sola.
- ¿Quién cojones eres y qué se te ha perdido aquí, vampiro? - preguntó firme, pero con una mirada calmada. Su pulso aún no era el de alguien sobrio, pero confiaba en su don. Eberus abandonó la ventana para correr hacia el interior, con el corazón más acelerado que el de Selena. Cuando reconoció a aquella sombra, toda alarma se apagó en él.
- Por las barbas de mi padre... - suspiró entre aliviado y molesto. - Zagreus, espero que estés aquí por negocios. Es así, ¿verdad? Pero, ¿acaso los vampiros os creéis que los negocios abren para vosotros por las noches fuera de vuestro Sacrestic?
Selena mantuvo su arma alzada, dudosa de las intenciones del vampiro, mientras la puerta de madera volvía a chirriar para cerrarse. Sin embargo, sus brazos comenzaron a relajarse cuando recordó la visita del vampiro al taller y las palabras del brujo sobre él, tiempo atrás. Eberus comenzó a preparar el pedernal y la yesca para encender las velas, sin quitarle el ojo de encima al que en tierras norteñas había sido su camarada.
- Buena noche, ¿eh? - Eberus, detectando cierto tono burlón en su habla entorpecida por el alcohol, la miró extrañado.
- ¿Eh? - exhaló una corriente de alcohol igualable a la de Selena. Ella comenzó a reír a carcajadas observando el rostro de confusión del brujo. Al parecer, el alcohol no le dejaba recordar la escena que había montado sobre una de las mesas junto a un anciano de cabellos largos y aceitosos, en la que ambos proclamaban alegremente su reciente matrimonio.
El camino consistió en un debate constante sobre lo que había sido real de aquella noche, y lo que había sido fantasía, con algunos momentos memorables en los que sus memorias se habían puesto de acuerdo. Al llegar al taller, el susto les arrebató de una bofetada la ebriedad que les quedaba. La puerta estaba abierta. Se miraron con los ojos bien abiertos, conscientes de que ambos pensaban lo mismo: alguien había entrado a por el cargamento de protectores solares.
Selena, como de costumbre, se había llevado el hacha de petos a la taberna. No la abandonaba casi nunca. La agarró y la sostuvo como había aprendido a hacer desde su primer día de instrucción militar, y se encaminó primera hacia el interior del taller. Con la punta, empujó suavemente la puerta, pero ese chirrido oxidado era inevitable. Con sus ojos de elfa podía ver lo que el brujo no, pero este procuró asomarse por la estrecha ventana redondeada que daba al interior. Sus ojos se toparon con una sombra irreconocible, pero Selena, al mismo tiempo, pudo darse cuenta desde dentro de que no estaba sola.
- ¿Quién cojones eres y qué se te ha perdido aquí, vampiro? - preguntó firme, pero con una mirada calmada. Su pulso aún no era el de alguien sobrio, pero confiaba en su don. Eberus abandonó la ventana para correr hacia el interior, con el corazón más acelerado que el de Selena. Cuando reconoció a aquella sombra, toda alarma se apagó en él.
- Por las barbas de mi padre... - suspiró entre aliviado y molesto. - Zagreus, espero que estés aquí por negocios. Es así, ¿verdad? Pero, ¿acaso los vampiros os creéis que los negocios abren para vosotros por las noches fuera de vuestro Sacrestic?
Selena mantuvo su arma alzada, dudosa de las intenciones del vampiro, mientras la puerta de madera volvía a chirriar para cerrarse. Sin embargo, sus brazos comenzaron a relajarse cuando recordó la visita del vampiro al taller y las palabras del brujo sobre él, tiempo atrás. Eberus comenzó a preparar el pedernal y la yesca para encender las velas, sin quitarle el ojo de encima al que en tierras norteñas había sido su camarada.
Eberus
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Re: Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
Pulga saltó de manera grácil esquivando los pequeños muros que delimitaban ambas casas que había estado custodiando la mitad de la noche. El chico lo hizo de una manera sonora y para evitar llamar la atención de ojos ajenos a los suyos movió sus homoplatos de manera interna rotándolos hasta un eje sagital haciendo que su menudo cuerpo quedase anclado entre las dos tinajas que delimitaban la calle principal de aquella que dirigía al mercado.
Cuando perdió por fin el rastro de aquel que lo había estado persiguiendo, el chico volvió a hacerse con su forma habitual y inició una nueva carrera, esta vez saltando sobre un pie y el otro en un juego inocente donde evitaba pisar según que piedras a medida que recorría las calles conocidas en su trayecto a la calle de las hilanderas. Mientras corría encontró una pequeña piedra con la que se apresuró a juguetear llevándola aquí y allá con sus pies. En su mente la Beltrexus era un gran estadio y él era el jugador principal de un juego que acababa de inventar.
Estaba de buen humor. Cierto era que se había tomado media hora más de la que había acordado con Caoimhe pero a cambio le traía suculenta información acerca de los últimos movimientos de Graznel Devreux y sobre como un tal 'Kalitas' había estado preguntando por ella en el puerto principal hacía algunas noches. Pulga continuó jugueteando con la piedra pero su mente se pausaba un poco ordenando el compendio de información que estaba organizando en su memoria externa 1.
El sonido metálico acelerado de aquel proceso inundó la quietud de la calle en la que se encontraba. El chico pausó su carrera al encontrar un error en el orden de la información recolectaba y una decisión importante se presentó frente a él: Organizar aquello o seguir pateando aquella piedra.
Suspiró molesto y dió una última patada a la roca que se chocó con varios elementos de aquella calle hasta alcanzar la puerta entre abierta de un comercio que por alguna razón seguía en un funcionamiento... silencioso.
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Tardó tan solo dos minutos en reorganizarse y satisfecho consigo mismo, reculó sobre su decisión anterior y siguió la trayectoria de su piedra intentando recuperarla. Su carrera infantil cambiando una pierna y la otra a medida que se sabía cercano a la misma.
Cuando alcanzó el taller en si encontró la piedra en el centro de una sala llena de figuras adultas. Su carrera se vio interrumpida de manera abrupta y aunque no había hecho el esfuerzo por esconderse en un principio, reculó unos pasos y deslcogó sus piernas hasta desfusionarlas de su eje central a la par que hizo lo mismo con sus brazos. Se ocultó en la sombra entre la puerta principal de aquel lugar y la oscuridad de la calle y calmó su respiración en unos breves minutos.
La voz grave de la persona al que nombro como: Adulto canoso en su memoria incitó a: Viejo barbudo a hablar. La mujer molesta No parecía contenta con como se estaba desarrollando la escena. Pulga inspeccionó de manera superficial las características de aquellas tres personas y encontró un abanico de similaridad del 80% con el viejo barbudo en la taberna central de Beltrexus, la del puerto, la cercana al Hekshold y... la casa de mujeres alegres que regentaba Gaia. Todas las coincidencias de hacía menos de 7 semanas.
Por su parte la mujer molesta tan solo atrajo un 40% de similitudes, La única cerca del mercado de Beltrexus.
El hombre canoso no aparecía en record. 0%. Si Pulga no lo había visto nunca el Bio estaba seguro que su señora estaría encantada de almacenar un posible nuevo cliente. Sonrió apartando el macabro gesto de su cara al recuperar su visión.
Por lo que a Pulga respectaba, después de la información que iba a entregarle aquella noche, estaba seguro que Caoimhe le ofrecería ración doble de galletas de canela.
Cuando perdió por fin el rastro de aquel que lo había estado persiguiendo, el chico volvió a hacerse con su forma habitual y inició una nueva carrera, esta vez saltando sobre un pie y el otro en un juego inocente donde evitaba pisar según que piedras a medida que recorría las calles conocidas en su trayecto a la calle de las hilanderas. Mientras corría encontró una pequeña piedra con la que se apresuró a juguetear llevándola aquí y allá con sus pies. En su mente la Beltrexus era un gran estadio y él era el jugador principal de un juego que acababa de inventar.
Estaba de buen humor. Cierto era que se había tomado media hora más de la que había acordado con Caoimhe pero a cambio le traía suculenta información acerca de los últimos movimientos de Graznel Devreux y sobre como un tal 'Kalitas' había estado preguntando por ella en el puerto principal hacía algunas noches. Pulga continuó jugueteando con la piedra pero su mente se pausaba un poco ordenando el compendio de información que estaba organizando en su memoria externa 1.
El sonido metálico acelerado de aquel proceso inundó la quietud de la calle en la que se encontraba. El chico pausó su carrera al encontrar un error en el orden de la información recolectaba y una decisión importante se presentó frente a él: Organizar aquello o seguir pateando aquella piedra.
Suspiró molesto y dió una última patada a la roca que se chocó con varios elementos de aquella calle hasta alcanzar la puerta entre abierta de un comercio que por alguna razón seguía en un funcionamiento... silencioso.
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Tardó tan solo dos minutos en reorganizarse y satisfecho consigo mismo, reculó sobre su decisión anterior y siguió la trayectoria de su piedra intentando recuperarla. Su carrera infantil cambiando una pierna y la otra a medida que se sabía cercano a la misma.
Cuando alcanzó el taller en si encontró la piedra en el centro de una sala llena de figuras adultas. Su carrera se vio interrumpida de manera abrupta y aunque no había hecho el esfuerzo por esconderse en un principio, reculó unos pasos y deslcogó sus piernas hasta desfusionarlas de su eje central a la par que hizo lo mismo con sus brazos. Se ocultó en la sombra entre la puerta principal de aquel lugar y la oscuridad de la calle y calmó su respiración en unos breves minutos.
La voz grave de la persona al que nombro como: Adulto canoso en su memoria incitó a: Viejo barbudo a hablar. La mujer molesta No parecía contenta con como se estaba desarrollando la escena. Pulga inspeccionó de manera superficial las características de aquellas tres personas y encontró un abanico de similaridad del 80% con el viejo barbudo en la taberna central de Beltrexus, la del puerto, la cercana al Hekshold y... la casa de mujeres alegres que regentaba Gaia. Todas las coincidencias de hacía menos de 7 semanas.
Por su parte la mujer molesta tan solo atrajo un 40% de similitudes, La única cerca del mercado de Beltrexus.
El hombre canoso no aparecía en record. 0%. Si Pulga no lo había visto nunca el Bio estaba seguro que su señora estaría encantada de almacenar un posible nuevo cliente. Sonrió apartando el macabro gesto de su cara al recuperar su visión.
Por lo que a Pulga respectaba, después de la información que iba a entregarle aquella noche, estaba seguro que Caoimhe le ofrecería ración doble de galletas de canela.
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Caoimhe
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Re: Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
Un olor a alcohol y exceso impregnó el ambiente, ya estaba aquí. A los pocos segundos alguien irrumpió en el taller, mientras yo esperaba en silencio apoyado sobre una mesa que funcionaba como mostrador. Viendo con mis ojos malditos la negrura de la estancia que poco a poco se iluminaba sutilmente con las estrellas que se colaban por la puerta.
Saludos, Eberus. - dije mientras la mujer me amenazaba. Ignorándola para dar a entender que conocía al dueño. Al final, uno debe hablar con el jefe del circo y no con los payasos. ¿Quién se creía esa elfa para hablarme así?
Tranquilo viejo borracho, vengo por una idea que quizás te interese y puedas sacar unos cuantos aeros. Créeme, vengo a las islas por esto que llevo pensando varias semanas y puede hacer que tu nombre gane un hueco entre los grandes de la alquimia. - dije separándome del mostrador y acercándome al ilusionista. No obstante, su olor me obligó a mantener la distancia.
El hombre iluminó la estancia, recobrando la compostura de su noche. Lamentaba que al ser vampiro, muchas veces me tocaba lidiar con gente con más ganas de dormir que de vivir, pero aquel plan de la crema supondría una mina de oro para el viejo mago y una oportunidad de sorpresa única para el bando de Oneca.
¿Te acuerdas el protector que me vendiste hace tiempo? - comenté con disimulo mientras un ruido desvío mi mirada.
Guardé silencio mientras enfocaba mi visión a una esquina del taller de Eberus. Bien podría ser una rata en el Muérdago Envenenado, ciertamente el lugar necesitaba un cariñito, pero no, una sombra grande se dibujaba con el fuego de las velas.
Mi intención era hablar a solas con el brujo, no con la mujer o aquel visitante. - Eberus, al parecer no soy el único cliente… - dije mirando al barbudo enfatizando nuestros negocios. En todo momento me mostraba cortés, pues no quería alentar las sospechas de la acompañante del mago.
Saludos, Eberus. - dije mientras la mujer me amenazaba. Ignorándola para dar a entender que conocía al dueño. Al final, uno debe hablar con el jefe del circo y no con los payasos. ¿Quién se creía esa elfa para hablarme así?
Tranquilo viejo borracho, vengo por una idea que quizás te interese y puedas sacar unos cuantos aeros. Créeme, vengo a las islas por esto que llevo pensando varias semanas y puede hacer que tu nombre gane un hueco entre los grandes de la alquimia. - dije separándome del mostrador y acercándome al ilusionista. No obstante, su olor me obligó a mantener la distancia.
El hombre iluminó la estancia, recobrando la compostura de su noche. Lamentaba que al ser vampiro, muchas veces me tocaba lidiar con gente con más ganas de dormir que de vivir, pero aquel plan de la crema supondría una mina de oro para el viejo mago y una oportunidad de sorpresa única para el bando de Oneca.
¿Te acuerdas el protector que me vendiste hace tiempo? - comenté con disimulo mientras un ruido desvío mi mirada.
Guardé silencio mientras enfocaba mi visión a una esquina del taller de Eberus. Bien podría ser una rata en el Muérdago Envenenado, ciertamente el lugar necesitaba un cariñito, pero no, una sombra grande se dibujaba con el fuego de las velas.
Mi intención era hablar a solas con el brujo, no con la mujer o aquel visitante. - Eberus, al parecer no soy el único cliente… - dije mirando al barbudo enfatizando nuestros negocios. En todo momento me mostraba cortés, pues no quería alentar las sospechas de la acompañante del mago.
Zagreus
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Re: Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
Eberus pudo notar cómo se teñía de calidez la tez pálida del inesperado visitante, al mismo tiempo que su olfato recibía el dulce olor a miel y lavanda que comenzaban a despedir las mechas. No era común que encendiera esas velas en verano, por lo cual no se esperó la sutil sensación de calma que comenzaba a abordarle. Claro que también, y con total seguridad, las jarras que se había embuchado hacía un rato habrían contribuido en la errónea elección de velas a encender.
Esa sensación comenzaría a extenderse a todo aquel que respirara su esencia. Con suerte, esas velas eran de las más flojas. Ayudaron aún así al brujo y a la elfa a soltar sus músculos lo suficiente como para caer en la cuenta de que se encontraban ante una situación libre de peligro.
Un ruido tan inesperado como la visita de Zagreus volvió a electrificar sus músculos. Miraron hacia atrás, pero fue Selena la única que se acercó a vigilar. Abriendo un poco la puerta pudo ver a un niño quieto en la oscuridad de la calle, y decidió no darle importancia de momento. Cosas de niños.
Mientras, Eberus había estado hablando con su breve camarada en el norte. Escuchó sus propuestas, y se enorgulleció, más de sí mismo que de Zagreus, consciente del cargamento que tenía preparado en la trastienda. Hizo un gesto que comenzaba a indicar aprobación, pero lo paró en seco, dándose cuenta hasta él mismo de lo precipitada que iba a ser esa respuesta. Cuando por fin iba a soltar palabra, se escuchó otro ruido proveniente de la puerta de entrada.
Selena, que ya había dado la espalda a la puerta, emitió un brusco giro esperando toparse con el niño que había visto. Y ahí lo encontraron sus ojos, curioseando como lo haría un joven de su edad al ver un negocio abierto a esas horas de la noche. Todos dirigieron sus miradas hacia él, esperando escuchar algo de su boca, pero lo único que hacía era dedicarles una mirada fría a los tres, uno tras otro.
- Chico, ¿qué te trae por aquí? ¿Te envían tus padres a por alguna de mis mejores mercancías? - improvisó, sabiendo que era más prudente darle a entender que, por alguna razón, la tienda estaba abierta a esas horas de la madrugada.
Luego giró su cabeza para guiñarle un ojo a Zagreus con disimulo, sin que lo viera el chico. Había notado la impaciencia en el tono de su voz al advertirle la presencia del nuevo cliente. - ¡Pero sé rápido, muchacho, que te estarán esperando en casa! - continuó. Si el brujo no hubiera inspirado el aroma de sus velas, se habría inquietado bastante más con los movimientos inhumanos que había realizado con sus extremidades aquel joven. Habían sido inquietantes sin duda.
Aparte de sus contorsiones, ese chaval tenía algo peculiar en su comportamiento, por lo que Eberus decidió darle su espacio para pensar su respuesta y comenzó a encender unas pocas velas de luz, para apagar las relajantes. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que el rostro del chico le resultaba familiar. Le había visto en varios lugares diferentes, y lo que era extraño es que algunos de ellos no eran lugares para críos. Recordó a la perfección cómo su mirada helada le había dado un pequeño sobresalto en un lupanar al abrocharse la túnica tras salir de una de sus habitaciones.
Beltrexus no era tan pequeña. Tanta coincidencia le resultaba extraña. Miró al chico otra vez y, en efecto, encontró aquella misma mirada gélida. De repente, toda su ebriedad se desvaneció y maldijo el momento en el que se había tragado toda aquella cerveza por haber hecho a su mente lenta. Temió haberse descuidado en algún momento del trabajo en los protectores solares levantando así sospechas en alguien que, ahora, consideraba prudente investigarle. Con la mente fría de un embustero, intentó arreglárselas para sacarle información: - Mira, tengo algo por aquí que seguro que te gusta, chico. Y solo se lo doy a mis mejores clientes, ¡eh! - se dirigió a abrir uno de los cajones de una mesita donde solía guardar caramelos para la tos, hechos con un sabor muy agradable a hierbas y miel que fabricaba con los excedentes de alguno de sus elixires. Agarró uno y se lo fue a ofrecer al niño a la salida del taller. - Un momento... - procuró mostrarse pensativo, atusándose las barbas. - Yo creo que te conozco. ¡Ah! Claro, ya me acuerdo - teatralizaba con cautela, mientras trataba de examinar las expresiones del chaval. - Tú eres el chico que acompaña a aquel mercader de carnes y plumas del centro, ¿verdad? Buenas plumas, sí señor. Hace años que no le veo ya.
Esperaba ansioso su respuesta temiendo que, si el chico le seguía la corriente, podría ser un espía.
Esa sensación comenzaría a extenderse a todo aquel que respirara su esencia. Con suerte, esas velas eran de las más flojas. Ayudaron aún así al brujo y a la elfa a soltar sus músculos lo suficiente como para caer en la cuenta de que se encontraban ante una situación libre de peligro.
Un ruido tan inesperado como la visita de Zagreus volvió a electrificar sus músculos. Miraron hacia atrás, pero fue Selena la única que se acercó a vigilar. Abriendo un poco la puerta pudo ver a un niño quieto en la oscuridad de la calle, y decidió no darle importancia de momento. Cosas de niños.
Mientras, Eberus había estado hablando con su breve camarada en el norte. Escuchó sus propuestas, y se enorgulleció, más de sí mismo que de Zagreus, consciente del cargamento que tenía preparado en la trastienda. Hizo un gesto que comenzaba a indicar aprobación, pero lo paró en seco, dándose cuenta hasta él mismo de lo precipitada que iba a ser esa respuesta. Cuando por fin iba a soltar palabra, se escuchó otro ruido proveniente de la puerta de entrada.
Selena, que ya había dado la espalda a la puerta, emitió un brusco giro esperando toparse con el niño que había visto. Y ahí lo encontraron sus ojos, curioseando como lo haría un joven de su edad al ver un negocio abierto a esas horas de la noche. Todos dirigieron sus miradas hacia él, esperando escuchar algo de su boca, pero lo único que hacía era dedicarles una mirada fría a los tres, uno tras otro.
- Chico, ¿qué te trae por aquí? ¿Te envían tus padres a por alguna de mis mejores mercancías? - improvisó, sabiendo que era más prudente darle a entender que, por alguna razón, la tienda estaba abierta a esas horas de la madrugada.
Luego giró su cabeza para guiñarle un ojo a Zagreus con disimulo, sin que lo viera el chico. Había notado la impaciencia en el tono de su voz al advertirle la presencia del nuevo cliente. - ¡Pero sé rápido, muchacho, que te estarán esperando en casa! - continuó. Si el brujo no hubiera inspirado el aroma de sus velas, se habría inquietado bastante más con los movimientos inhumanos que había realizado con sus extremidades aquel joven. Habían sido inquietantes sin duda.
Aparte de sus contorsiones, ese chaval tenía algo peculiar en su comportamiento, por lo que Eberus decidió darle su espacio para pensar su respuesta y comenzó a encender unas pocas velas de luz, para apagar las relajantes. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que el rostro del chico le resultaba familiar. Le había visto en varios lugares diferentes, y lo que era extraño es que algunos de ellos no eran lugares para críos. Recordó a la perfección cómo su mirada helada le había dado un pequeño sobresalto en un lupanar al abrocharse la túnica tras salir de una de sus habitaciones.
Beltrexus no era tan pequeña. Tanta coincidencia le resultaba extraña. Miró al chico otra vez y, en efecto, encontró aquella misma mirada gélida. De repente, toda su ebriedad se desvaneció y maldijo el momento en el que se había tragado toda aquella cerveza por haber hecho a su mente lenta. Temió haberse descuidado en algún momento del trabajo en los protectores solares levantando así sospechas en alguien que, ahora, consideraba prudente investigarle. Con la mente fría de un embustero, intentó arreglárselas para sacarle información: - Mira, tengo algo por aquí que seguro que te gusta, chico. Y solo se lo doy a mis mejores clientes, ¡eh! - se dirigió a abrir uno de los cajones de una mesita donde solía guardar caramelos para la tos, hechos con un sabor muy agradable a hierbas y miel que fabricaba con los excedentes de alguno de sus elixires. Agarró uno y se lo fue a ofrecer al niño a la salida del taller. - Un momento... - procuró mostrarse pensativo, atusándose las barbas. - Yo creo que te conozco. ¡Ah! Claro, ya me acuerdo - teatralizaba con cautela, mientras trataba de examinar las expresiones del chaval. - Tú eres el chico que acompaña a aquel mercader de carnes y plumas del centro, ¿verdad? Buenas plumas, sí señor. Hace años que no le veo ya.
Esperaba ansioso su respuesta temiendo que, si el chico le seguía la corriente, podría ser un espía.
Eberus
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Re: Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
Caoimhe no podía negar que la presencia de Pulga siempre mantenía la atención puesta en el lugar exacto donde ella quería que estuviese. El pequeño se enorgullecía de los malabarismos de su cuerpo pero lo cierto es que la ingenuidad típica de su edad le hacía tener carencias en otros ámbitos quizás para él menos importantes. En aquella ocasión. la vampiresa llevaba cargando con la segunda de sus memorias al menos 30 minutos.
No es como si lo hubiese seguido en sus rondas: Caoimhe entendía que el chico funcionaba mejor cuando se sentía en solitario y había hecho de su necesidad en entrega de según que pedidos la excusa perfecta para encontrarse con el bio en alguno de los lugares que sabía, solía custodiar.
Por eso es que su propia curiosidad se vio ligada al cambio repentino en los caminos del chico, cuando este sin plan anticipado decidió escindirse de su tarea original y aventurarse en terreno mercantil a altas horas de la noche. Pulga sin embargo parecía confiado en una seguridad que Caoimhe no llegaba a entender.
El olor dulce a un sustrato que entendía no era inócuo inundó su nariz cuando estuvo lo suficientemente cerca del taller en cuestión como para perder de vista a Pulga. Camufló así cualquier ápice de esencia de aquellos que habían decidido unirse a aquellas horas en la trastienda de aquel establecimiento. Aquello la molestó. No estaba en ventaja y por algún motivo Pulga había decidido desobedecer sus órdenes precisas y tomarse el guión por su propia mano.
Apoyó su espalda en la pared evitando que una figura femenina se hiciese consciente de su presencia. Escuchó como una voz grave apremiaba a Pulga a hacer un pedido que la chica sabía era inexistente, y entonces se percató de que no tenía idea del rubro de aquel local en cuestión. O al menos el que ocultaba la fachada de taller, teniendo en cuenta las horas a las que permanecía activo.
Arriesgó la visión del trastero alejado de la habitación principal en la que el resto de los cuerpos se encontraban, tan solo para descubrir cientos de botes de igual aspecto y composición apilados de una manera organizada en el suelo. Todos ellos con la misma etiqueta artesanal que desde su posición a oscuras y escondida no conseguía leer. Pocas cosas más inundaban lo que parecía la trastienda de aquel negocio. Dando a entender que de hecho, aquella... crema, ungüento o lo que sea que fuera lo que aguardaba el objetivo de aquel cargo, era el principal elemento de producción de aquel taller. Terminó su riesgo y camufló de nuevo su cabeza entre las sombras de la noche, pensativa.
Avanzó algunos pasos aprovechando el bullicio que Pulga había comenzado a realizar al desvelarse para situarse lo suficientemente cerca al portón de aquel taller como para leer su nombre. 'El muérdago envenenado' Por supuesto no era la primera vez que escuchaba aquel nombre. Para aquel entonces Beltrexus era una continuación en la cicatriz de la palma de su mano y de haber escogido con exactitud las palabras que denotasen la importancia de aquel establecimiento no hubiese destacado lo suficiente como para considerarlo el más fructífero de la ciudad.
Y sin embargo, aquel hombre tenía un stock de algo en concreto lo suficientemente amplio como para acomodar la población de Lunargenta en su trastienda.
Curioso cuanto menos.
-No se de plumas, señor- dijo el chico saliendo de su escondite, algo azorado y recomponiendo sus brazos a medida que el espacio que habitaba se ampliaba ante él- Pero.. he venido a...- Pulga miró a su alrededor con una expresión de desconcierto aparente en sus facciones menudas. Su gesto se puso en blanco durante un segundo.
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-Obteniendo información de memoria externa una: Vacía.
-Obteniendo información de memoria externa dos: Parcialmente llena: Palabra clave: negocio.
Talleres. Alquimia. Arcanos. Herrería. Curtiduria. Demanda. Precio. Beneficio. Impuesto... Impuesto. Impuesto.
-A cobrar el arancel, señor- dijo el chico finalmente con la expresión de su cara de nuevo segura de si mismo y avanzando una mano de manera apremiante-
Caoimhe había visto lo suficiente como para entender que la dimensión del invento no era el fuerte de su Pulga y que la información que había obtenido en ese segundo de su única memoria estaba segura, era limitada.No tenía muchas opciones si no quería que el dueño de aquel taller metiese las narices en sus asuntos.
-Knock, knock- dijo mientras se desvelaba de entre las sombra a modo de onomatopeya. Su cuerpo apoyado en la puerta principal con una sonrisa lozana y despreocupada en sus labios- Perdonen la interrupción- dijo Caoimhe, pudiendo al fin observar la sala en cuestión y poniendo cara al hombre que regentaba aquel taller.
Había visto a Eberus en varias de las imagenes de la memoria de Pulga. Además de haberlo cruzado a veces en el prostíbulo de su madre. Su apariencia algo tosca y en ocasiones desaliñada no había supuesto un vínculo directo con aquel taller en cuestión, por lo que ahora se alegraba de entender que de hecho, aquel hombre al que había visto mayormente borracho, tenía otros quehaceres en su vida además de beber y hacer uso de los servicios de las prostitutas.
Por su parte la figura de la mujer le parecía desconocida. Al menos lo suficiente como para mantenerse cauta. No tenía información sobre ella al fin y al cabo.
Al otro lado de la sala, el motivo quizás único por el que hubiese dado la vuelta y desaparecido de aquel taller inhóspito en aquella noche oscura: Zagreus Markov, parecía ser la sombra de todas sus desventuras en los últimos tiempos, y la vampiresa comenzaba a impacientarse con la presencia de aquel vampiro de manera más y más habitual en su red telaraña de vínculos. Como un insecto molesto que no aceptaba su destino de convertirse en cena.
-Como veis mi aprendiz aún tiene algunas habilidades sociales que perfeccionar- dijo invitándose a pasar con la docilidad de alguien tímido pero confiado en su hazaña- Pulga, creo que hablamos sobre la importancia de un primer contacto y..
-Pero.. pero estaban en medio de una conversación- dijo el chico con una mirada significativa a Caoimhe- No quería interrumpirla- añadió.
-Por eso se llama a la puerta, y se espera que te atiendan- dijo sonriendo con sorna y apremiando a Pulga que se acercase a ella. Éste la obedeció y con una timidez recién aprendida se escondió tras su figura, sintiéndose mal por la reprimenda.
Caoimhe puso los ojos en blanco en un intento de conexión con el resto de los adultos, relacionando aquel comportamiento con algo así como una chiquillada.
-Más allá de las formas de mi aprendiz...- dijo Caoimhe redirigiendo la conversación- Me temo que soy la representante del gremio mercantil de Beltrexus este ciclo- dijo la chica.
Caoimhe conocía lo suficiente el gremio de mercado en Beltrexus como para entender la mayor parte de sus quehaceres en la ciudad a lo largo de los ciclos. El rotatorio en la cabeza de sus integrantes significaba que no había actitudes negativas hacia quien obtenía el arancel bitrimestral y aunque el entresijo burocrático que controlaba el comercio en la ciudad era complejo, Caoimhe había lidiado con los acreedores desde pequeña. Si Eberus llevaba el tiempo suficiente en Beltrexus sabría de aquellos pagos y lo alterno de su recaudación. Aquello era una escapatoria lógica a los errores de Pulga.
-Yo se... yo se..- dijo con los ojos en blanco de molestia y empatizando con la figura que tenía más cerca, en este caso la mujer- A nadie le gusta el arancel... pero.. ¿Como mejoraríamos nuestra ciudad si no lo tuviesemos eh?- dijo, e hizo una pausa para calcular la densidad del ambiente.
Su cabeza estaba llena de dudas sobre el contenido que había visto a través de la ventana en la trastienda. Eberus no parecía tener un aumento de stock en la estancia principal y caminó de manera despreocupada buscando el bote que sabía había visto de manera organizada.
-He de decir que... según nuestros informes la alza en tu... beneficio puede significar un porcentaje adicional en el arancel-
-Bingo- pensó y agarró el bote similar de manera apresurada leyendo con presteza el rótulo que indicaba su contenido. Alzó los ojos en señal de sorpresa y estos se fijaron de manera directa en Zagreus, -Pero por supuesto que esta alimaña ha metido sus zarpas en Beltrexus- pensó de nuevo.Como si aquel bote fuese el link directo con su presencia en la tienda. Pero... ¿para qué tantos?
-Sin embargo- dijo Caoimhe dejando el bote a un lado y acercándose a Eberus con parsimonia, su actitud enaltecida por la sensación certera de que estaba a punto de obtener información suculenta, nueva y posiblemente útil.- Yo también soy dueña de un negocio y entiendo la injusticia de tener que pagar más cuando mis beneficios son mayores lo que me deja en una situación algo peor que...- cortó la charla y su gesto cambió- Tan solo... dime por qué tienes un stock lo suficientemente amplio como para abastecer a Lunargenta de protector solar... en una ciudad de brujos y quizás me olvide de declarar al gremio que lo tienes y... del propio arancel de manera permanente..- dijo sin rodeos.
Se había cansado de aquel juego y la presencia molesta de Zagreus en negocios que deberían pertenecerle tan solo a ella y que se relacionaban con su ciudad no ayudaba a la molestia incipiente que comenzaba a dejar la sed en su garganta.
No es como si lo hubiese seguido en sus rondas: Caoimhe entendía que el chico funcionaba mejor cuando se sentía en solitario y había hecho de su necesidad en entrega de según que pedidos la excusa perfecta para encontrarse con el bio en alguno de los lugares que sabía, solía custodiar.
Por eso es que su propia curiosidad se vio ligada al cambio repentino en los caminos del chico, cuando este sin plan anticipado decidió escindirse de su tarea original y aventurarse en terreno mercantil a altas horas de la noche. Pulga sin embargo parecía confiado en una seguridad que Caoimhe no llegaba a entender.
El olor dulce a un sustrato que entendía no era inócuo inundó su nariz cuando estuvo lo suficientemente cerca del taller en cuestión como para perder de vista a Pulga. Camufló así cualquier ápice de esencia de aquellos que habían decidido unirse a aquellas horas en la trastienda de aquel establecimiento. Aquello la molestó. No estaba en ventaja y por algún motivo Pulga había decidido desobedecer sus órdenes precisas y tomarse el guión por su propia mano.
Apoyó su espalda en la pared evitando que una figura femenina se hiciese consciente de su presencia. Escuchó como una voz grave apremiaba a Pulga a hacer un pedido que la chica sabía era inexistente, y entonces se percató de que no tenía idea del rubro de aquel local en cuestión. O al menos el que ocultaba la fachada de taller, teniendo en cuenta las horas a las que permanecía activo.
Arriesgó la visión del trastero alejado de la habitación principal en la que el resto de los cuerpos se encontraban, tan solo para descubrir cientos de botes de igual aspecto y composición apilados de una manera organizada en el suelo. Todos ellos con la misma etiqueta artesanal que desde su posición a oscuras y escondida no conseguía leer. Pocas cosas más inundaban lo que parecía la trastienda de aquel negocio. Dando a entender que de hecho, aquella... crema, ungüento o lo que sea que fuera lo que aguardaba el objetivo de aquel cargo, era el principal elemento de producción de aquel taller. Terminó su riesgo y camufló de nuevo su cabeza entre las sombras de la noche, pensativa.
Avanzó algunos pasos aprovechando el bullicio que Pulga había comenzado a realizar al desvelarse para situarse lo suficientemente cerca al portón de aquel taller como para leer su nombre. 'El muérdago envenenado' Por supuesto no era la primera vez que escuchaba aquel nombre. Para aquel entonces Beltrexus era una continuación en la cicatriz de la palma de su mano y de haber escogido con exactitud las palabras que denotasen la importancia de aquel establecimiento no hubiese destacado lo suficiente como para considerarlo el más fructífero de la ciudad.
Y sin embargo, aquel hombre tenía un stock de algo en concreto lo suficientemente amplio como para acomodar la población de Lunargenta en su trastienda.
Curioso cuanto menos.
-No se de plumas, señor- dijo el chico saliendo de su escondite, algo azorado y recomponiendo sus brazos a medida que el espacio que habitaba se ampliaba ante él- Pero.. he venido a...- Pulga miró a su alrededor con una expresión de desconcierto aparente en sus facciones menudas. Su gesto se puso en blanco durante un segundo.
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-Obteniendo información de memoria externa una: Vacía.
-Obteniendo información de memoria externa dos: Parcialmente llena: Palabra clave: negocio.
Talleres. Alquimia. Arcanos. Herrería. Curtiduria. Demanda. Precio. Beneficio. Impuesto... Impuesto. Impuesto.
-A cobrar el arancel, señor- dijo el chico finalmente con la expresión de su cara de nuevo segura de si mismo y avanzando una mano de manera apremiante-
Caoimhe había visto lo suficiente como para entender que la dimensión del invento no era el fuerte de su Pulga y que la información que había obtenido en ese segundo de su única memoria estaba segura, era limitada.No tenía muchas opciones si no quería que el dueño de aquel taller metiese las narices en sus asuntos.
-Knock, knock- dijo mientras se desvelaba de entre las sombra a modo de onomatopeya. Su cuerpo apoyado en la puerta principal con una sonrisa lozana y despreocupada en sus labios- Perdonen la interrupción- dijo Caoimhe, pudiendo al fin observar la sala en cuestión y poniendo cara al hombre que regentaba aquel taller.
Había visto a Eberus en varias de las imagenes de la memoria de Pulga. Además de haberlo cruzado a veces en el prostíbulo de su madre. Su apariencia algo tosca y en ocasiones desaliñada no había supuesto un vínculo directo con aquel taller en cuestión, por lo que ahora se alegraba de entender que de hecho, aquel hombre al que había visto mayormente borracho, tenía otros quehaceres en su vida además de beber y hacer uso de los servicios de las prostitutas.
Por su parte la figura de la mujer le parecía desconocida. Al menos lo suficiente como para mantenerse cauta. No tenía información sobre ella al fin y al cabo.
Al otro lado de la sala, el motivo quizás único por el que hubiese dado la vuelta y desaparecido de aquel taller inhóspito en aquella noche oscura: Zagreus Markov, parecía ser la sombra de todas sus desventuras en los últimos tiempos, y la vampiresa comenzaba a impacientarse con la presencia de aquel vampiro de manera más y más habitual en su red telaraña de vínculos. Como un insecto molesto que no aceptaba su destino de convertirse en cena.
-Como veis mi aprendiz aún tiene algunas habilidades sociales que perfeccionar- dijo invitándose a pasar con la docilidad de alguien tímido pero confiado en su hazaña- Pulga, creo que hablamos sobre la importancia de un primer contacto y..
-Pero.. pero estaban en medio de una conversación- dijo el chico con una mirada significativa a Caoimhe- No quería interrumpirla- añadió.
-Por eso se llama a la puerta, y se espera que te atiendan- dijo sonriendo con sorna y apremiando a Pulga que se acercase a ella. Éste la obedeció y con una timidez recién aprendida se escondió tras su figura, sintiéndose mal por la reprimenda.
Caoimhe puso los ojos en blanco en un intento de conexión con el resto de los adultos, relacionando aquel comportamiento con algo así como una chiquillada.
-Más allá de las formas de mi aprendiz...- dijo Caoimhe redirigiendo la conversación- Me temo que soy la representante del gremio mercantil de Beltrexus este ciclo- dijo la chica.
Caoimhe conocía lo suficiente el gremio de mercado en Beltrexus como para entender la mayor parte de sus quehaceres en la ciudad a lo largo de los ciclos. El rotatorio en la cabeza de sus integrantes significaba que no había actitudes negativas hacia quien obtenía el arancel bitrimestral y aunque el entresijo burocrático que controlaba el comercio en la ciudad era complejo, Caoimhe había lidiado con los acreedores desde pequeña. Si Eberus llevaba el tiempo suficiente en Beltrexus sabría de aquellos pagos y lo alterno de su recaudación. Aquello era una escapatoria lógica a los errores de Pulga.
-Yo se... yo se..- dijo con los ojos en blanco de molestia y empatizando con la figura que tenía más cerca, en este caso la mujer- A nadie le gusta el arancel... pero.. ¿Como mejoraríamos nuestra ciudad si no lo tuviesemos eh?- dijo, e hizo una pausa para calcular la densidad del ambiente.
Su cabeza estaba llena de dudas sobre el contenido que había visto a través de la ventana en la trastienda. Eberus no parecía tener un aumento de stock en la estancia principal y caminó de manera despreocupada buscando el bote que sabía había visto de manera organizada.
-He de decir que... según nuestros informes la alza en tu... beneficio puede significar un porcentaje adicional en el arancel-
-Bingo- pensó y agarró el bote similar de manera apresurada leyendo con presteza el rótulo que indicaba su contenido. Alzó los ojos en señal de sorpresa y estos se fijaron de manera directa en Zagreus, -Pero por supuesto que esta alimaña ha metido sus zarpas en Beltrexus- pensó de nuevo.Como si aquel bote fuese el link directo con su presencia en la tienda. Pero... ¿para qué tantos?
-Sin embargo- dijo Caoimhe dejando el bote a un lado y acercándose a Eberus con parsimonia, su actitud enaltecida por la sensación certera de que estaba a punto de obtener información suculenta, nueva y posiblemente útil.- Yo también soy dueña de un negocio y entiendo la injusticia de tener que pagar más cuando mis beneficios son mayores lo que me deja en una situación algo peor que...- cortó la charla y su gesto cambió- Tan solo... dime por qué tienes un stock lo suficientemente amplio como para abastecer a Lunargenta de protector solar... en una ciudad de brujos y quizás me olvide de declarar al gremio que lo tienes y... del propio arancel de manera permanente..- dijo sin rodeos.
Se había cansado de aquel juego y la presencia molesta de Zagreus en negocios que deberían pertenecerle tan solo a ella y que se relacionaban con su ciudad no ayudaba a la molestia incipiente que comenzaba a dejar la sed en su garganta.
Caoimhe
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Re: Sol sobre pieles pálidas [Evento Sacrestic] [Noche] [Privado]
El comportamiento de aquel crío era llamativo, incluso a los intentos del brujo por atenderlo, el infante parecía estar desconectado y no saber con certeza cuál era su propósito en aquel taller a tales horas de la noche.
Eberus había comprendido la necesidad y urgencia de nuestra conversación en privado. Nos habíamos ahorrado las presentaciones (tomando en cuenta la acompañante del viejo ilusionista que no tenía intención de cambiar su cara de desaprobación por interrumpir su noche de imprevisto) y la cordialidad de iniciar con un saludo y una buena historia. Ya habría tiempo para sentarnos y charlar, pero teníamos que primero dialogar sobre mi propuesta comercial que beneficiaría la rebelión en el oeste de forma significativa. Sabía que aquella sabandija haría muchas cosas por dinero sin importar las implicaciones morales, solo seguiría el bando que más aeros le diera. Sonreía en mi cabeza recordando como sacamos provecho de la desgracia en el norte con las mariposas, que maldito viejo.
Sin embargo, no solo aquel niño sería un obstáculo para continuar con lo planeado. En la puerta, pedante se asomaba un rostro conocido. La mujer con su tono altanero demostraba que aquel chiquillo era su “aprendiz”. No comprendía las implicaciones de aquel título o como aquella arpía había conocido al inocente, no obstante sabía que en Beltrexus tenía cierta influencia sobre todo en el bajo mundo. Por lo que pensar lo peor solía ser la respuesta más certera.
Eberus, no es por ofenderte, pero quizás deberías limpiar más a menudo tu taller. - indiqué mirando al viejo con tono jocoso - Al parecer la basura trajo algunas moscas, e incluso una pulga. - destaqué volviendo la mirada al par que interrumpía nuestro encuentro.
Además, no sé qué tanto le reclamas al joven sobre sus formas de socializar. - increpé con severidad a la vampiresa - Un primer contacto se basa en una presentación cordial, cosa que has pasado por alto, pero no te preocupes. Ya te ahorras las molestias. - sugerí con soberbia.
Eberus, te presento a Caoimhe. Una mujer que ha labrado su nombre en el bajo mundo de esta ciudad. Seguro has oído algo de ella, pero ten cuidado, posiblemente todo es una mentira bien armada. - la miré con temple altivo. - tiene un par de secuaces que hacen el trabajo sucio mientras ella oprime a los necesitados con intereses un tanto particulares. Así que no, mi viejo compañero, esta mujer no creo que trabaje para ningún gremio o sindicato decente. Lo que pretende hacer es una extorsión y creo que queda evidente con su gran interés en tu mercancía especial.
Cuando la mujer resaltó que el alquimista tenía un cargamento de aquel protector era como si el destino sonriera alineando las constelaciones. Eberus por casualidad o viveza había adelantado un trabajo que seguramente ni él mismo entendía las posibles implicaciones para Oneca y las intenciones del vampirismo.
Sin embargo, la prestamista no era idiota, su aparición en aquel lugar y su particular interés en la crema solo mostraba que querría sacar provecho del invento del ilusionista. No podía dejar que arruinara una alianza tan poderosa como la que pretendía conseguir con el alquimista.
No dejes que te engañe, incluso me atrevería a alertarte que sus intenciones no son buenas. No me extrañaría que sus lacayos están por ahí esperando que todo el tema de la colaboración y arancel salga bien… una vil extorsión. - recalqué cruzando mis brazos, atento a cualquier intento de optar por otra vía de “diálogo”.
Eberus había comprendido la necesidad y urgencia de nuestra conversación en privado. Nos habíamos ahorrado las presentaciones (tomando en cuenta la acompañante del viejo ilusionista que no tenía intención de cambiar su cara de desaprobación por interrumpir su noche de imprevisto) y la cordialidad de iniciar con un saludo y una buena historia. Ya habría tiempo para sentarnos y charlar, pero teníamos que primero dialogar sobre mi propuesta comercial que beneficiaría la rebelión en el oeste de forma significativa. Sabía que aquella sabandija haría muchas cosas por dinero sin importar las implicaciones morales, solo seguiría el bando que más aeros le diera. Sonreía en mi cabeza recordando como sacamos provecho de la desgracia en el norte con las mariposas, que maldito viejo.
Sin embargo, no solo aquel niño sería un obstáculo para continuar con lo planeado. En la puerta, pedante se asomaba un rostro conocido. La mujer con su tono altanero demostraba que aquel chiquillo era su “aprendiz”. No comprendía las implicaciones de aquel título o como aquella arpía había conocido al inocente, no obstante sabía que en Beltrexus tenía cierta influencia sobre todo en el bajo mundo. Por lo que pensar lo peor solía ser la respuesta más certera.
Eberus, no es por ofenderte, pero quizás deberías limpiar más a menudo tu taller. - indiqué mirando al viejo con tono jocoso - Al parecer la basura trajo algunas moscas, e incluso una pulga. - destaqué volviendo la mirada al par que interrumpía nuestro encuentro.
Además, no sé qué tanto le reclamas al joven sobre sus formas de socializar. - increpé con severidad a la vampiresa - Un primer contacto se basa en una presentación cordial, cosa que has pasado por alto, pero no te preocupes. Ya te ahorras las molestias. - sugerí con soberbia.
Eberus, te presento a Caoimhe. Una mujer que ha labrado su nombre en el bajo mundo de esta ciudad. Seguro has oído algo de ella, pero ten cuidado, posiblemente todo es una mentira bien armada. - la miré con temple altivo. - tiene un par de secuaces que hacen el trabajo sucio mientras ella oprime a los necesitados con intereses un tanto particulares. Así que no, mi viejo compañero, esta mujer no creo que trabaje para ningún gremio o sindicato decente. Lo que pretende hacer es una extorsión y creo que queda evidente con su gran interés en tu mercancía especial.
Cuando la mujer resaltó que el alquimista tenía un cargamento de aquel protector era como si el destino sonriera alineando las constelaciones. Eberus por casualidad o viveza había adelantado un trabajo que seguramente ni él mismo entendía las posibles implicaciones para Oneca y las intenciones del vampirismo.
Sin embargo, la prestamista no era idiota, su aparición en aquel lugar y su particular interés en la crema solo mostraba que querría sacar provecho del invento del ilusionista. No podía dejar que arruinara una alianza tan poderosa como la que pretendía conseguir con el alquimista.
No dejes que te engañe, incluso me atrevería a alertarte que sus intenciones no son buenas. No me extrañaría que sus lacayos están por ahí esperando que todo el tema de la colaboración y arancel salga bien… una vil extorsión. - recalqué cruzando mis brazos, atento a cualquier intento de optar por otra vía de “diálogo”.
Zagreus
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