Un prisionero rebelde-[Quest]
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Un prisionero rebelde-[Quest]
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*Los nuevos deben tener al menos 10 post en rol para entrar a una quest.
*No se debe estar participando en otra quest.
*No debe estar participando en duelo/entrenamiento.
*Si se abandona la quest, habrá consecuencia que afecte al personaje.
*Se debe notificar si no se responderá dentro de las 24hs en la quest.
En Beltrexus, se ha descubierto a un espía y necesita una interrogación. El espía es un elfo y ha logrado tomar información importante, incluso enviar una carta a ciertos nombres en Sandorai. Se necesita que pueda decir los nombres y todo lo que sabe. A quien consiga hacerle hablar por los métodos que fueran necesarios, tendrá una buena recompensa.
El elfo no ha dicho siquiera su nombre, es fiel a los suyos y no le importa una muerte rápida, pero es capaz de soportar torturas y no decir una sola palabra. No será una tarea fácil.
Se han pegado carteles en todos lados del pueblo de Beltrexus y los interesados en colaborar, pueden dirigirse a la entrada este del castillo, pasando por un pasillo que conduce a las calabozos debajo de la tierra. Parecía una alcantarilla y en el paso podía verse ratas de gran tamaño. Dos guardias que sobrepasaban de los 60 años esperaban en la entrada a las celdas, apoyado contra una pared de un pasillo de piedra y agua oscura putrefacta en el piso.
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En Beltrexus, se ha descubierto a un espía y necesita una interrogación. El espía es un elfo y ha logrado tomar información importante, incluso enviar una carta a ciertos nombres en Sandorai. Se necesita que pueda decir los nombres y todo lo que sabe. A quien consiga hacerle hablar por los métodos que fueran necesarios, tendrá una buena recompensa.
El elfo no ha dicho siquiera su nombre, es fiel a los suyos y no le importa una muerte rápida, pero es capaz de soportar torturas y no decir una sola palabra. No será una tarea fácil.
Se han pegado carteles en todos lados del pueblo de Beltrexus y los interesados en colaborar, pueden dirigirse a la entrada este del castillo, pasando por un pasillo que conduce a las calabozos debajo de la tierra. Parecía una alcantarilla y en el paso podía verse ratas de gran tamaño. Dos guardias que sobrepasaban de los 60 años esperaban en la entrada a las celdas, apoyado contra una pared de un pasillo de piedra y agua oscura putrefacta en el piso.
Ansur
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Llevaba algún tiempo desde que desembarcó en aquellas tierras. El viaje aún no había dado sus frutos y a cada día que pasaba el dinero iba bajando. Puede que, al planear el viaje, no hiciera bien las cuentas. O quizás, al no encontrar la información que necesitaba se veía en la obligación de alargar su estancia en las islas… y para ello necesitaría dinero, tanto para el dia a dia como para el viaje de vuelta.
Habia pasado el dia por los alrededores de Beltrexus, buscando información, al igual que en ocasiones anteriores, pero nada ni una sola pista sobre donde habían podido nacer las gemelas. Andaba por las calles, a paso lento. No tenía nada que hacer y ningún sitio en particular al que acudir, salvo, claro está, el lugar donde se alojaba. Así que, puestos a perder el tiempo en una habitación o en un lugar lleno de desconocidos con quienes no quería compartir ni media palabra, decidió recorrer las calles de aquel lugar. A lo largo de su paseo habia visto algún que otro cartel… pero no les prestó atención hasta oir a dos hombres hablar frente a uno de aquellos carteles.
Se acercó, se abrió paso entre ellos y entonces fue cuando leyó el contenido de aquellos carteles, obviamente, haciendo oídos sordos a las quejas de aquellos dos individuos.
Se ofrecia una recompensa a cambio de hacer hablar a un espia. Se mantuvo unos segundos delante de aquel cartel, mientras meditaba en si probar suerte o no ¿Por qué no iba a hacerlo? No habia nada que perder pero si una recompensa que ganar. Así que, sin más, se dio la vuelta y esta vez ambos hombres se echaron a un lado, dajándole pasar, sin que ella tuviera que abrirse paso.
Y empezó a caminar hacia el castillo.
Llegó a la entrada este del castillo, mientras avanzaba escudriñó las sombras y, antes de entrar en aquel lugar con mas pinta de alcantarilla que de entrada, alzó la vista y contempló el cielo estrellado. Dejó escapar un largo, y pesado, suspiro y se adentró en aquel lugar… con la absurda esperanza de encontrarse con una noche “fácil y tranquila”.
Camino por aquel mal oliente pasillo, a paso ligero y tapándose la nariz con una esquina de su capa. El suelo estaba encharcado y enormes ratas correteaban por el lugar… fue salteando charcos y esquivando roedores hasta llegar a una puerta custodiara por dos ancianos – Buenas noches, vengo por lo del prisionero…- Alternó su mirada, tan oscura como aquella misma noche, de un anciano a otro mientras aguardaba una reacción, sin dejar de taparse la nariz. Ellos ya estarían acostumbrados a aquel desagradable olor pero ella no.
Aunque llevaba una capa negra, la capucha caia a su espalda oculta bajo su larga melena perlada la cual caía libremente hasta la cintura dibujando ondas suaves a lo largo de su espalda.
Invitado
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Había estado todo el día inmersa en la lectura de unos libros sobre Beltrexus que le había comprado a un mercader la noche anterior, casi cuando cerraba su puesto ambulante. No tenía ni idea de cuánto estaría en aquella zona, y tras haber estado en aquella casa con.. tanta.... gente extraña, había decidido que lo mejor sería quedarse en una posada.
De modo que hacia medio día había bajado y había estado leyendo con una copa de vino, sentada en una mesa oscura en un rincón, con la capucha echada y los guantes aterciopelados puestos.
Caía la noche cuando comenzó a impacientarse y a pensar en qué haría esa velada, no le apetecía quedarse más tiempo en esas tierras, y debería volver a sacrestic, a buscar algún trabajo.
Había estado dilucidando cuando la vio. La melena blanca como luz que caminaba con paso decidido por la ciudad.
Ébano pagó al tabernero, salió de donde estaba y la observó, mirando unos carteles que había por toda la ciudad. Miró desde lejos, haciendo uso de sus acentuados sentidos, y vio justo lo que necesitaba. Un trabajo..
Con una sonrisa en el rostro y el manto oscuro cubierto ya de estrellas, se dispuso a seguir a la chica.
Había leído pocas palabras, las cuales habían llegado a su cabeza formando una jugosa idea: elfo, información, recompensa.
Caminaba a cierta distancia de ella, y pasaba por donde ella pasaba. Lugares que apestaban, cubiertos de ratas, mugre, y charcos de... de.. charcos. Mejor, solo charcos.
Las ratas mordisqueaban restos de otras ratas, y de otros seres. Era realmente asqueroso.
Por dios, sabía que estaba mal de la cabeza, pero, ¿por qué diantres iba por ahí? La vio adentrarse en un tunel cerrado, que daba a lo que parecía una puerta.
Apremió el paso lo suficiente como para no dejarse oir, pero para poder escuchar:
– Buenas noches, vengo por lo del prisionero…
Velozmente se acercó salvando los dos o tres pasos que las separaban, y depositó un beso en su piel con una sonrisa y el gesto divertido:
-Venimos, señores. -dijo mirando a los dos guardias con una sonrisa en el rostro. Luego se dirigió a Melwyn- ¡Casi me dejas atrás querida! Ese pasadizo con los charcos... puaj. Estaba tomando una copa cuando te vi pasar, ¡y cómo iba a no saludarte?
Miró de nuevo a los guardias apoyando el peso sobre uno de los pies y descubriéndose, quitándose la capucha y los guantes.
De modo que hacia medio día había bajado y había estado leyendo con una copa de vino, sentada en una mesa oscura en un rincón, con la capucha echada y los guantes aterciopelados puestos.
Caía la noche cuando comenzó a impacientarse y a pensar en qué haría esa velada, no le apetecía quedarse más tiempo en esas tierras, y debería volver a sacrestic, a buscar algún trabajo.
Había estado dilucidando cuando la vio. La melena blanca como luz que caminaba con paso decidido por la ciudad.
Ébano pagó al tabernero, salió de donde estaba y la observó, mirando unos carteles que había por toda la ciudad. Miró desde lejos, haciendo uso de sus acentuados sentidos, y vio justo lo que necesitaba. Un trabajo..
Con una sonrisa en el rostro y el manto oscuro cubierto ya de estrellas, se dispuso a seguir a la chica.
Había leído pocas palabras, las cuales habían llegado a su cabeza formando una jugosa idea: elfo, información, recompensa.
Caminaba a cierta distancia de ella, y pasaba por donde ella pasaba. Lugares que apestaban, cubiertos de ratas, mugre, y charcos de... de.. charcos. Mejor, solo charcos.
Las ratas mordisqueaban restos de otras ratas, y de otros seres. Era realmente asqueroso.
Por dios, sabía que estaba mal de la cabeza, pero, ¿por qué diantres iba por ahí? La vio adentrarse en un tunel cerrado, que daba a lo que parecía una puerta.
Apremió el paso lo suficiente como para no dejarse oir, pero para poder escuchar:
– Buenas noches, vengo por lo del prisionero…
Velozmente se acercó salvando los dos o tres pasos que las separaban, y depositó un beso en su piel con una sonrisa y el gesto divertido:
-Venimos, señores. -dijo mirando a los dos guardias con una sonrisa en el rostro. Luego se dirigió a Melwyn- ¡Casi me dejas atrás querida! Ese pasadizo con los charcos... puaj. Estaba tomando una copa cuando te vi pasar, ¡y cómo iba a no saludarte?
Miró de nuevo a los guardias apoyando el peso sobre uno de los pies y descubriéndose, quitándose la capucha y los guantes.
Ébano
Aerandiano de honor
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
La cálida y escamosa espalda del dragón bajo mi frío cuerpo sin vida era una sensación extraña, tan extraña que me maravillaba, como siempre que decidía surcar los cielos nocturnos sobre él. Pero eso había sido hace un par de días atrás, cuando por centenésima vez decidí organizar una pequeña excursión a las mágicas islas del sur. ¿Por qué ir hacia aquellas tierras destruidas por el paso de los años? Esa era una de las muchas preguntas que mi adorada familia me hacía cuando se me encaprichaba ir hacia allí, pero era mi capricho, por lo que hacía lo que quería y siempre acababa ganando. Después de todo, era la princesa del castillo.
Como muchas otras, aquella era una tranquila noche, en la cual decidí pasear por las callejuelas de la ciudad, observando la insignificancia de los mortales. Fuese extraño o no, sus aburridos y exhaustos rostros me entretenían, hasta podían llegar a ser graciosos, por lo que observarlos se había convertido en uno de mis hobbies. - ¿Ves eso Sebastian? ¿No es gracioso como siempre hacen las mismas cosas, día tras día? Dime, ¿eras tu como ellos? - Simplemente me mantuvo la mirada, pues ambos sabíamos que en lo absoluto me interesaba su vida pasada. Su vida renació condo me conoció. Todo lo demás no eran más que cosas sin importancia.
- Sebastian, tengo ham... - no pude terminar la frase, pues unos hombres cercanos a donde nosotros paseábamos empezaron a a "conversar" a todo pulmón. Fruncí el ceño en su dirección y sus gritos llegaron a mí como si estuviesen pegados a mi oreja. Por algún motivo me habían enfurecido de tal manera que no lo pude dejar pasar, así que me dirijí hacia ellos, haciendo hondear el suave vestido que caía hasta mis rodillas. - Caballeros, la luna brilla con todo su esplendor, pero... Vuestras asquerosas voces me molestan tanto que no puedo disfrutarla... - Ambos se voltearon hacia mí, con el típico gesto en sus caras que solía observar a menudo, como si la palabra "niña" estuviese escrito en la punta de sus lenguas, a punto de ser escupida. Pero no entraba en mis planes dejarles responder. - Morid. - ordené con el llameante rojo en mi mirada, y se fueron adormilados en busca de su patético destino. Después, Sebastian se acercó a mí con reproche en la mirada, pero él y yo sabíamos que no era capaz de enfadarse conmigo.
Entonces los carteles frente a los cuales discutían aquellas moscas insignificantes captaron mi atención, y pocos minutos después ya me encontraba frente a la apestosa entrada de los calabozos. Entré por la puertecita y frente a mí apareció un grupo de personas; dos hombres, una mujer, y una hermana, a la cual honré con una corta mirada como saludo, a pesar de lo joven que parecía ser. - Menos mal que hoy llevo mi vestido corto, sino ya estaría lleno de... - arrugué la nariz, no me apetecía descubrir lo que era. - Vengo a jugar con el prisionero. - sonreí dulcemente, con Sebastian justo detrás de mí, firme como una roca. Aquel "trabajo" parecía estar echo expresamente para mí.
Off Rol: Siento la tardanza, procuraré que no vuelva a pasar :((
Como muchas otras, aquella era una tranquila noche, en la cual decidí pasear por las callejuelas de la ciudad, observando la insignificancia de los mortales. Fuese extraño o no, sus aburridos y exhaustos rostros me entretenían, hasta podían llegar a ser graciosos, por lo que observarlos se había convertido en uno de mis hobbies. - ¿Ves eso Sebastian? ¿No es gracioso como siempre hacen las mismas cosas, día tras día? Dime, ¿eras tu como ellos? - Simplemente me mantuvo la mirada, pues ambos sabíamos que en lo absoluto me interesaba su vida pasada. Su vida renació condo me conoció. Todo lo demás no eran más que cosas sin importancia.
- Sebastian, tengo ham... - no pude terminar la frase, pues unos hombres cercanos a donde nosotros paseábamos empezaron a a "conversar" a todo pulmón. Fruncí el ceño en su dirección y sus gritos llegaron a mí como si estuviesen pegados a mi oreja. Por algún motivo me habían enfurecido de tal manera que no lo pude dejar pasar, así que me dirijí hacia ellos, haciendo hondear el suave vestido que caía hasta mis rodillas. - Caballeros, la luna brilla con todo su esplendor, pero... Vuestras asquerosas voces me molestan tanto que no puedo disfrutarla... - Ambos se voltearon hacia mí, con el típico gesto en sus caras que solía observar a menudo, como si la palabra "niña" estuviese escrito en la punta de sus lenguas, a punto de ser escupida. Pero no entraba en mis planes dejarles responder. - Morid. - ordené con el llameante rojo en mi mirada, y se fueron adormilados en busca de su patético destino. Después, Sebastian se acercó a mí con reproche en la mirada, pero él y yo sabíamos que no era capaz de enfadarse conmigo.
Entonces los carteles frente a los cuales discutían aquellas moscas insignificantes captaron mi atención, y pocos minutos después ya me encontraba frente a la apestosa entrada de los calabozos. Entré por la puertecita y frente a mí apareció un grupo de personas; dos hombres, una mujer, y una hermana, a la cual honré con una corta mirada como saludo, a pesar de lo joven que parecía ser. - Menos mal que hoy llevo mi vestido corto, sino ya estaría lleno de... - arrugué la nariz, no me apetecía descubrir lo que era. - Vengo a jugar con el prisionero. - sonreí dulcemente, con Sebastian justo detrás de mí, firme como una roca. Aquel "trabajo" parecía estar echo expresamente para mí.
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Alexandra Adelia
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
El guardia abrió las rejas que se dirigían a los sótanos del lugar y se dio media vuelta. El otro guardia escoltaría en la retaguardia después de Sebastián y Alejandra.
-Adelante y bienvenidos-Lanzó una mirada cómplice a su compañero guardia, como diciendo “estas mujeres no parecen capaces” y les señaló rápido el lugar para que ingresaran mientras él los guiaba- Una vez dentro, el guardia que iba detrás, cerró las rejas con llaves y se apresuró a alcanzar a la comitiva que marchaba por un pasillo oscuro. Se alumbraban solamente con una antorcha que el guía llevaba consigo adelante.
Por el suelo, podrían oírse ratas chillando y algunas corrieron asustadas pasando por los pies y piernas de los viajeros. Un par se les quisieron trepar pero saltaron con los movimientos de ellas y Sebastián.
Llegaron a un pasillo que de dividía en dos hacia los costados pero seguía al medio también por más celdas. Se podía oír gemidos de moribundos, olores a mugre, olores de cuerpos en descomposición, algunos alaridos de dolor… Pero continuaron hasta el final donde todo eso quedó atrás. El cuarto estaba iluminado por lo que pudo verse a través de una rendija. El guardia abrió los tres candados de la puerta de metal pesada y la abrió, dejando paso a las mujeres y Sebastián.
Procuraron que estuvieran dentro para cerrar al puerta y volver a poner los candados, para luego decir.
-Lo siento muchachas, tenemos que asegurar que ese hable.... Ni la fuerza de un licántropo, o de un dragón, o la magia más negra que exista, podrá liberarlas. Más, la liberación, se las dará cuando ese elfo hable. Y sé que lo lograrán, a menos que quieran morirse de hambre… Y descuiden, que si tienen necesidades, están los rincones. Pronto vendrá quien ha ordenado todo esto, pero estaremos acá haciendo guardia mientras lo esperamos. Ya saben lo que tienen que hacer.Que información sacó del castillo de nuestro Lord de Beltrexus, quien es y para quien trabaja... y todo lo que puedan de él. Y algo importante, mandó a un mensajero, quiero que saquen el nombre de ese mensajero que ahora está enviando información a algún lugar-dijo el guardia y no se los volvió a oír. Quizás hablaban entre ellos por lo bajo.
El elfo estaba en el medio de la habitación, iluminado con lámparas de aceite. En una mesa al costado habían látigos, cadenas, jaulas con ratas, serpientes, herramientas para cortar, serruchos, sustancias en vasijas con olores fuertes a sustancias que ardían, frascos con hormigas potes de miel, cucharas tenedores, hilos, agujas, martillos y clavos. Había una chimenea también, y atizadores al rojo vivo.
El elfo estaba colgado y soltó una carcajada cuando vio a las mujeres. Tenía el torso desnudo y un pantalón marrón oscuro y estaba descalzo. Su pelo caía sobre el rostro, tapándole la mayor parte de las facciones. Estaba muy demacrado, y se le marcaban las costillas.
-Sí… nadie se ha arriesgado a sacarme información justamente porque sabían que iban a a morir de hambre. Sois muy valiente-sonrió jactándose.
-Adelante y bienvenidos-Lanzó una mirada cómplice a su compañero guardia, como diciendo “estas mujeres no parecen capaces” y les señaló rápido el lugar para que ingresaran mientras él los guiaba- Una vez dentro, el guardia que iba detrás, cerró las rejas con llaves y se apresuró a alcanzar a la comitiva que marchaba por un pasillo oscuro. Se alumbraban solamente con una antorcha que el guía llevaba consigo adelante.
Por el suelo, podrían oírse ratas chillando y algunas corrieron asustadas pasando por los pies y piernas de los viajeros. Un par se les quisieron trepar pero saltaron con los movimientos de ellas y Sebastián.
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- Elfo prisionero Edoras:
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Llegaron a un pasillo que de dividía en dos hacia los costados pero seguía al medio también por más celdas. Se podía oír gemidos de moribundos, olores a mugre, olores de cuerpos en descomposición, algunos alaridos de dolor… Pero continuaron hasta el final donde todo eso quedó atrás. El cuarto estaba iluminado por lo que pudo verse a través de una rendija. El guardia abrió los tres candados de la puerta de metal pesada y la abrió, dejando paso a las mujeres y Sebastián.
Procuraron que estuvieran dentro para cerrar al puerta y volver a poner los candados, para luego decir.
-Lo siento muchachas, tenemos que asegurar que ese hable.... Ni la fuerza de un licántropo, o de un dragón, o la magia más negra que exista, podrá liberarlas. Más, la liberación, se las dará cuando ese elfo hable. Y sé que lo lograrán, a menos que quieran morirse de hambre… Y descuiden, que si tienen necesidades, están los rincones. Pronto vendrá quien ha ordenado todo esto, pero estaremos acá haciendo guardia mientras lo esperamos. Ya saben lo que tienen que hacer.Que información sacó del castillo de nuestro Lord de Beltrexus, quien es y para quien trabaja... y todo lo que puedan de él. Y algo importante, mandó a un mensajero, quiero que saquen el nombre de ese mensajero que ahora está enviando información a algún lugar-dijo el guardia y no se los volvió a oír. Quizás hablaban entre ellos por lo bajo.
El elfo estaba en el medio de la habitación, iluminado con lámparas de aceite. En una mesa al costado habían látigos, cadenas, jaulas con ratas, serpientes, herramientas para cortar, serruchos, sustancias en vasijas con olores fuertes a sustancias que ardían, frascos con hormigas potes de miel, cucharas tenedores, hilos, agujas, martillos y clavos. Había una chimenea también, y atizadores al rojo vivo.
El elfo estaba colgado y soltó una carcajada cuando vio a las mujeres. Tenía el torso desnudo y un pantalón marrón oscuro y estaba descalzo. Su pelo caía sobre el rostro, tapándole la mayor parte de las facciones. Estaba muy demacrado, y se le marcaban las costillas.
-Sí… nadie se ha arriesgado a sacarme información justamente porque sabían que iban a a morir de hambre. Sois muy valiente-sonrió jactándose.
Ansur
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Un beso acompañado de una sonrisa y un -Venimos, señores – su rostro debió descomponerse incluso antes de que Ébano hablase, aunque aquella vez resultaba fácil disimularlo por el el mugriento olor que les rodeaba. Al parecer su “amiga” le habia visto caminar por las calles y le habia seguido… así que, aquella iba a ser otra noche entre desquiciados mentales.
No dio tiempo a hablar cuando por el pasillo, detrás de Ébano, se distinguieron dos sombras que pronto les alcanzaron. - Vengo a jugar con el prisionero – Dijo la nueva muchacha. Melwyn ladeó el rostro mientras observaba a aquel que la acompañaba “Tu jugarás con el prisionero, pero aquí mi amiga seguro que querrá jugar con tu acompañante” Pensó volviendo su vista hacia los ancianos que custodiaban la puerta.
Uno de los hombres abrió las rejas y les indicó que entrasen. Un anciano haria de guía mientras que el otro les escoltaba. Melwyn, pasó por alto la mirada que ambos guardas se dedicaron. Todo estaba oscuro y al parecer solo una antorcha les iluminaria. En un principio decidió no hacer uso de sus habilidades pero cuando aquellos asquerosos roedores intentaron trepar sobre ella no tuvo elección, Intentó saltearlas pero era inútil, eran demasiadas. Abrió la palma de su mano y concentró el calor en ella pero, antes de crear la llama de fugo, el enorme y horroroso roedor que habia intentado trepar por su ropa cayó… muy probablemente a causa de su paso acelerado y los leves saltitos con los que intentaba esquivar el resto de roedores.
Aquel oscuro lugar no solo estaba lleno de olores nauseabundos y enormes roedores. Gritos, quejidos, lamentos… sin duda, se habia adentrado al mismo infierno.
Al llegar, el guarda abrió los tres candados que cerraban aquella puerta de metal y le indicó que entrasen. Ella fue la primera en entrar. En un principio se quedó de pie en mitad de aquella sala… contemplando la cantidad de juguetes con la que les habían obsequiado para hacer hablar al elfo espia.
Y a su espalda volvieron a sonar los tres candados y luego uno de los guardas habló. Cuando este hubo terminado de hablar, Melwyn, frunció el ceño y observó a los presentes.
“Genial…¿si fallamos tendré que morir junto a estos individuos?” Pensó alternando su mirada sobre aquellos tres… el hombre ni siquiera habia hablado desde que habían aparecido, o al menos... ella no lo habia escuchado hablar.
Entonces el elfo habló y por primera vez le prestó atención. Se giró a los presentes y les indicó con la mirada que ella seria la primera en “jugar”… para algo se habia presentado la primera ¿O no?
Sin prisa se quitó la capa y se la entregó a Ébano, poco le importó si la vampiro cogia la prenda o la dejaba caer al suelo. Se giró hacia el prisionero y caminó lentamente hacia él. Mientras se acercaba, iba tocándose la cicatriz de su mano derecha. Aquella cicatriz solia tocársela cuando pensaba en alguien especial… en aquella ocasión no era así, en aquella ocasión pensaba en la elfa psicópata que por un capricho la dejó clavada a un árbol con una flecha. Paró frente a él y sacó su daga de la bota, luego terminó de acortar la distancia y le agarró del pelo, bruscamente, obligandole a alzar la cabeza y dejando su rostro al descubierto – No me gusta tu tono – Dijo mientras colocaba su daga en la barbilla del elfo y presionaba con la punta provocando que una gota de sangre recorriese lentamente la hoja de la daga – Puesto que si no colaboras, nosotros también moriremos… - Retiró la daga, alzó su mano derecha y le mostró la cicatriz- Tengo una cuenta pendiente con cierta elfa, así que si he de morir aquí… pagarás tu por ella- Sonrió y en su mirada apareció un brillo irisdiscente, mostrandole así su condicion de bruja –Si has de morir, morirás a manos de una bruja. Pero antes… - Lo soltó y se giró- ¿Quién quiere ser la primera en intentarlo?
Al terminar la noche aquel elfo luciría peores cicatrices que la de ella… si sobrevivia, claro
No dio tiempo a hablar cuando por el pasillo, detrás de Ébano, se distinguieron dos sombras que pronto les alcanzaron. - Vengo a jugar con el prisionero – Dijo la nueva muchacha. Melwyn ladeó el rostro mientras observaba a aquel que la acompañaba “Tu jugarás con el prisionero, pero aquí mi amiga seguro que querrá jugar con tu acompañante” Pensó volviendo su vista hacia los ancianos que custodiaban la puerta.
Uno de los hombres abrió las rejas y les indicó que entrasen. Un anciano haria de guía mientras que el otro les escoltaba. Melwyn, pasó por alto la mirada que ambos guardas se dedicaron. Todo estaba oscuro y al parecer solo una antorcha les iluminaria. En un principio decidió no hacer uso de sus habilidades pero cuando aquellos asquerosos roedores intentaron trepar sobre ella no tuvo elección, Intentó saltearlas pero era inútil, eran demasiadas. Abrió la palma de su mano y concentró el calor en ella pero, antes de crear la llama de fugo, el enorme y horroroso roedor que habia intentado trepar por su ropa cayó… muy probablemente a causa de su paso acelerado y los leves saltitos con los que intentaba esquivar el resto de roedores.
Aquel oscuro lugar no solo estaba lleno de olores nauseabundos y enormes roedores. Gritos, quejidos, lamentos… sin duda, se habia adentrado al mismo infierno.
Al llegar, el guarda abrió los tres candados que cerraban aquella puerta de metal y le indicó que entrasen. Ella fue la primera en entrar. En un principio se quedó de pie en mitad de aquella sala… contemplando la cantidad de juguetes con la que les habían obsequiado para hacer hablar al elfo espia.
Y a su espalda volvieron a sonar los tres candados y luego uno de los guardas habló. Cuando este hubo terminado de hablar, Melwyn, frunció el ceño y observó a los presentes.
“Genial…¿si fallamos tendré que morir junto a estos individuos?” Pensó alternando su mirada sobre aquellos tres… el hombre ni siquiera habia hablado desde que habían aparecido, o al menos... ella no lo habia escuchado hablar.
Entonces el elfo habló y por primera vez le prestó atención. Se giró a los presentes y les indicó con la mirada que ella seria la primera en “jugar”… para algo se habia presentado la primera ¿O no?
Sin prisa se quitó la capa y se la entregó a Ébano, poco le importó si la vampiro cogia la prenda o la dejaba caer al suelo. Se giró hacia el prisionero y caminó lentamente hacia él. Mientras se acercaba, iba tocándose la cicatriz de su mano derecha. Aquella cicatriz solia tocársela cuando pensaba en alguien especial… en aquella ocasión no era así, en aquella ocasión pensaba en la elfa psicópata que por un capricho la dejó clavada a un árbol con una flecha. Paró frente a él y sacó su daga de la bota, luego terminó de acortar la distancia y le agarró del pelo, bruscamente, obligandole a alzar la cabeza y dejando su rostro al descubierto – No me gusta tu tono – Dijo mientras colocaba su daga en la barbilla del elfo y presionaba con la punta provocando que una gota de sangre recorriese lentamente la hoja de la daga – Puesto que si no colaboras, nosotros también moriremos… - Retiró la daga, alzó su mano derecha y le mostró la cicatriz- Tengo una cuenta pendiente con cierta elfa, así que si he de morir aquí… pagarás tu por ella- Sonrió y en su mirada apareció un brillo irisdiscente, mostrandole así su condicion de bruja –Si has de morir, morirás a manos de una bruja. Pero antes… - Lo soltó y se giró- ¿Quién quiere ser la primera en intentarlo?
Al terminar la noche aquel elfo luciría peores cicatrices que la de ella… si sobrevivia, claro
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Melwyn la había mirado con rostro de sorpresa, normal, claro, no esperaba verla allí.
No hizo más que llegar a su lado cuando una chica, muy bien acompañada irrumpió en escena, alegando querer jugar también con el prisionero.
Parecía muy niña, aunque tenía expresión fiera...
Aunque para fiero, su acompañante. Moreno, alto, guapo... Y miraba con adoración a la chiquilla.
Ébano se volvió hacia los guardias, que se pusieron en marcha con el grupo hacia dentro, iniciando y cerrando la comitiva.
El lugar era realmente asqueroso, asqueroso a más no poder. Las ratas se subían por sus faldas, por las de Mel, y por las de los demás... Una expresión de asco cruzó el rostro de Ébano, que sacó los dientes y siseó a las ratas; se iban cayendo conforme andaban.
Desconectó para no oler el miedo de las cavernas ni tampoco los restos de.. bueno. Restos. No soportaba la sangre descompuesta.
Cuando vino a darse cuenta, los habían encerrado en la celda. ¡Encerrado! ¿Cómo se le había pasado? Volvió en sí, aquel lugar la ponía nerviosa, aunque esperaba que no se le notase.
Se quedó a un rincón, esperando a ver la reacción de los demás.. Cuando Melwyn le tendió su capa. Cálida, y olía como ella.. Era hora de ponerse en marcha.
Se movió hacia el muchacho, y colocó la capa de Melwyn sobre los hombros del mismo, mirándolo sugestivamente, abrazandolo desde detras para abrochar la capa. Recorrió con una uña afilada su cuello, y pasó por detrás acariciando los hombros de la chica morena, mientras escuchaba como la bruja amenazana al elfo, encadenado, colgando del techo, y demasiado arrogante para su situación..
Deberían ir con cuidado, si no querían perecer allí.
Se separó y caminó con los brazos a la espalda junto a Melwyn.
-Mi consejo, es que obedezcas. Por contrario a lo que te pueda parecer, soy tu menor problema hoy... -dijo mirando a las demás, y mirando con avidez la sangre del puñal.
-Es inutil preguntartelo pero.. ¿Se puede saber qué diantres pensabas al venir aquí? ¿Cómo pensaste salir de tu pueblo siendo... pues.. siendo así? He visto mejores elfos cariño..
No hizo más que llegar a su lado cuando una chica, muy bien acompañada irrumpió en escena, alegando querer jugar también con el prisionero.
Parecía muy niña, aunque tenía expresión fiera...
Aunque para fiero, su acompañante. Moreno, alto, guapo... Y miraba con adoración a la chiquilla.
Ébano se volvió hacia los guardias, que se pusieron en marcha con el grupo hacia dentro, iniciando y cerrando la comitiva.
El lugar era realmente asqueroso, asqueroso a más no poder. Las ratas se subían por sus faldas, por las de Mel, y por las de los demás... Una expresión de asco cruzó el rostro de Ébano, que sacó los dientes y siseó a las ratas; se iban cayendo conforme andaban.
Desconectó para no oler el miedo de las cavernas ni tampoco los restos de.. bueno. Restos. No soportaba la sangre descompuesta.
Cuando vino a darse cuenta, los habían encerrado en la celda. ¡Encerrado! ¿Cómo se le había pasado? Volvió en sí, aquel lugar la ponía nerviosa, aunque esperaba que no se le notase.
Se quedó a un rincón, esperando a ver la reacción de los demás.. Cuando Melwyn le tendió su capa. Cálida, y olía como ella.. Era hora de ponerse en marcha.
Se movió hacia el muchacho, y colocó la capa de Melwyn sobre los hombros del mismo, mirándolo sugestivamente, abrazandolo desde detras para abrochar la capa. Recorrió con una uña afilada su cuello, y pasó por detrás acariciando los hombros de la chica morena, mientras escuchaba como la bruja amenazana al elfo, encadenado, colgando del techo, y demasiado arrogante para su situación..
Deberían ir con cuidado, si no querían perecer allí.
Se separó y caminó con los brazos a la espalda junto a Melwyn.
-Mi consejo, es que obedezcas. Por contrario a lo que te pueda parecer, soy tu menor problema hoy... -dijo mirando a las demás, y mirando con avidez la sangre del puñal.
-Es inutil preguntartelo pero.. ¿Se puede saber qué diantres pensabas al venir aquí? ¿Cómo pensaste salir de tu pueblo siendo... pues.. siendo así? He visto mejores elfos cariño..
Ébano
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
No sabía que era más asqueroso, si las ratas que Sebastian tuvo que alejar de mis delicados zapatos o el olor a muerte que se expandía por el subsuelo. - Deberíais de limpiar un poco aquí. - comenté con tono arrogante mientras nos guiaban a mí y al pequeño grupo al que parecía haberme unido. Ni siquiera los vampiros de la peor estirpe existente se alegrarían de ingresar a tan apestoso lugar. Y sobre los gritos... Bueno, eso no eran más que pequeñeces fáciles de ignorar.
La sala a la que al final nos dirigieron lo contaba todo por si misma, con el elfo encadenado en el centro y la gran cantidad de juguetitos que iluminaron mi mirada, a la vez que oscurecieron la de Sebastian. Entonces noté el movimiento tras de mí, y antes de que mi amado levantase un solo dedo le indiqué con un leve y elegante movimiento de cabeza que lo dejase estar. Así era, nos habían encerrado, pero poco me importaba aquello. De todas formas no tenía pensado salir de ahí en un buen rato, y por mucho que hubiesen hablado los vejestorios humanos, siempre podría salir cuando me apeteciese.
Después pues, de que los guardias decidiesen empezar a ignorarnos, pareció ser la hora de las presentaciones, porque al fin descubrí la identidad de la joven humana de cabello plateado; una bruja. Ni me alegraba ni me molestaba. A parte de que ambas miraron a mi Sebastian con mirada hambrienta, no tenía por que odiar a ninguna de las dos, aunque claro, eso cambió en el momento en el que la capa de la maga reposara sobre la espalda de mi dragón, en manos de la valiente vampira. "Valiente" era definitivamente un pensamiento mucho más apropiado que el resto de las palabras que se me llegaron a ocurrir, pues una señorita seguía siendo una señorita, y fue por ello también que la cabeza de la pelirroja seguía en su lugar, y mi rostro mostró una sonrisa cuando pasó a mi lado.
Ignorando por completo lo que ambas empezasen a "discutir" con el elfo me dirijí directamente a la espalda de Sebastian, arrancando la capa de un tirón. - Señorita Alexandra... - No. Sabía exactamente lo que pretendía evitar, pero no iba a permitírselo. Después de todo no había sido yo la que había empezado.
El sonido de los tacones de mis zapatos resonaron por la pequeña habitación de piedra, mientras mi dirigía con elegancia y decisión hacia la llameante chimenea y sin inmutarme lanzaba el trozo de tela barato en ella. Entonces me giré y me encaminé hacia el elfo, el cual iba a ser el chivo expiatorio de mi mal humor, sin vacilar agarré un afilado cuchillo de una mesita apropiadamente alejada del prisionero y se lo clavé en el muslo derecho, el cual estaba más cerca de mi baja estatura. Podría haber aumentado la velocidad, pero había decidido hacerlo a paso de humano, para que así no solo la vampirita se andara con cuidado, sino también la otra fémina. De ninguna forma iba a permitir que se tratase así con algo de mi propiedad, y había sido muy amable de haberlas avisado como lo había echo, y no de otra forma.
Disfruté unas milésimas de segundos los gemidos del elfo y dirigí mi mirada hacia las mujeres. Mis ojos, por el dulce olor de la sangre del ser del bosque, brillaban de un intenso color carmesí, lo cual los hacían aún más amenazantes. Pero no las miraba con furia, sino con una sonrisa que podía llegar a imponer infinitamente más miedo y locura que un rostro arrugado. - Mi propiedad no la toca nadie. - Dejé el filo reposando en la carne y metí una mano en mi bolsillo para sacar la calderilla que llevaba en él, unos 800 aeros más o menos, y la dejé con un fuerte sonido metálico en la mesa de los juguetes, lanzándole después una sonrisa a la maga para que entendiese que era para que se comprase una capa mejor, ya que de la suya ya no quedaban ni las cenizas.
Y así, de una forma no del todo ortodoxa, había al menos empezado el juego de "¿Quién hace llorar más al de orejas puntiagudas?". Después de mi corta participación, quedó claro que no iba a permitir más contacto dirigido hacia mi dragón, y con eso podíamos proseguir con el tema principal.
Off rol: Dejé un poco de lado a Sebastian, pero digamos que se queda en un rincón como buen mayordomo que es xDDDD
La sala a la que al final nos dirigieron lo contaba todo por si misma, con el elfo encadenado en el centro y la gran cantidad de juguetitos que iluminaron mi mirada, a la vez que oscurecieron la de Sebastian. Entonces noté el movimiento tras de mí, y antes de que mi amado levantase un solo dedo le indiqué con un leve y elegante movimiento de cabeza que lo dejase estar. Así era, nos habían encerrado, pero poco me importaba aquello. De todas formas no tenía pensado salir de ahí en un buen rato, y por mucho que hubiesen hablado los vejestorios humanos, siempre podría salir cuando me apeteciese.
Después pues, de que los guardias decidiesen empezar a ignorarnos, pareció ser la hora de las presentaciones, porque al fin descubrí la identidad de la joven humana de cabello plateado; una bruja. Ni me alegraba ni me molestaba. A parte de que ambas miraron a mi Sebastian con mirada hambrienta, no tenía por que odiar a ninguna de las dos, aunque claro, eso cambió en el momento en el que la capa de la maga reposara sobre la espalda de mi dragón, en manos de la valiente vampira. "Valiente" era definitivamente un pensamiento mucho más apropiado que el resto de las palabras que se me llegaron a ocurrir, pues una señorita seguía siendo una señorita, y fue por ello también que la cabeza de la pelirroja seguía en su lugar, y mi rostro mostró una sonrisa cuando pasó a mi lado.
Ignorando por completo lo que ambas empezasen a "discutir" con el elfo me dirijí directamente a la espalda de Sebastian, arrancando la capa de un tirón. - Señorita Alexandra... - No. Sabía exactamente lo que pretendía evitar, pero no iba a permitírselo. Después de todo no había sido yo la que había empezado.
El sonido de los tacones de mis zapatos resonaron por la pequeña habitación de piedra, mientras mi dirigía con elegancia y decisión hacia la llameante chimenea y sin inmutarme lanzaba el trozo de tela barato en ella. Entonces me giré y me encaminé hacia el elfo, el cual iba a ser el chivo expiatorio de mi mal humor, sin vacilar agarré un afilado cuchillo de una mesita apropiadamente alejada del prisionero y se lo clavé en el muslo derecho, el cual estaba más cerca de mi baja estatura. Podría haber aumentado la velocidad, pero había decidido hacerlo a paso de humano, para que así no solo la vampirita se andara con cuidado, sino también la otra fémina. De ninguna forma iba a permitir que se tratase así con algo de mi propiedad, y había sido muy amable de haberlas avisado como lo había echo, y no de otra forma.
Disfruté unas milésimas de segundos los gemidos del elfo y dirigí mi mirada hacia las mujeres. Mis ojos, por el dulce olor de la sangre del ser del bosque, brillaban de un intenso color carmesí, lo cual los hacían aún más amenazantes. Pero no las miraba con furia, sino con una sonrisa que podía llegar a imponer infinitamente más miedo y locura que un rostro arrugado. - Mi propiedad no la toca nadie. - Dejé el filo reposando en la carne y metí una mano en mi bolsillo para sacar la calderilla que llevaba en él, unos 800 aeros más o menos, y la dejé con un fuerte sonido metálico en la mesa de los juguetes, lanzándole después una sonrisa a la maga para que entendiese que era para que se comprase una capa mejor, ya que de la suya ya no quedaban ni las cenizas.
Y así, de una forma no del todo ortodoxa, había al menos empezado el juego de "¿Quién hace llorar más al de orejas puntiagudas?". Después de mi corta participación, quedó claro que no iba a permitir más contacto dirigido hacia mi dragón, y con eso podíamos proseguir con el tema principal.
Off rol: Dejé un poco de lado a Sebastian, pero digamos que se queda en un rincón como buen mayordomo que es xDDDD
Alexandra Adelia
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
El elfo soltó una risa, a pesar de su debilidad, tenía un humor arrogante contra sus enemigos. Se limitó mirar fijamente a la peliblanco, sin importarle que el cuchillo dejara una pequeña marca en su barbilla. La mujer le tiraba del cabello hacia atrás, provocando que la nuez de Adán de la garganta ascendiera.
-Pagaré lo que sea, total no tengo nada que perder, más que mi vida-respondió el elfo con una sonrisa burlona, apretando los dientes.
-Mi consejo, es que obedezcas. Por contrario a lo que te pueda parecer, soy tu menor problema hoy... - -Es inutil preguntartelo pero.. ¿Se puede saber qué diantres pensabas al venir aquí? ¿Cómo pensaste salir de tu pueblo siendo... pues.. siendo así? He visto mejores elfos cariño…-dijo la vampira al elfo caminando a la par de Melwyn, pasando la capa por los hombros de Sebastián, que luego la joven Alexandra tomó con una sonrisa y se la quitó para tirarla después a la chimenea y dejar unos aeros de compensación.
El elfo contuvo un grito de dolor cuando la vampira con aspecto de niña clavó una daga en su pierna de donde empezó a brotarle la sangre, manchando el pantalón hasta su pié. Simuló sus gemidos con una risotada, cerrando los ojos. Así mismo respondió.
-¿Qué pensaba?...-ironizó con una muecade dolor, sin abrir los ojos y respirando entrecortadamente a causa del dolor. Su pierna herida temblaba un poco y el dolor empezaba a provocarle sudor-Pensaba en cumplir órdenes… Y he cumplido mi deber -soltó una nueva risa burlona. Que niña tan… mala-abrió los ojos y miró a Alexandra y su acompañante Sebastian. Le dedicó una sonrisa burlona especial al hombre-Hermosa hija…-susurró en voz alta para que pudieran oírle-¿Propiedad?... Tu propiedad será tomada por mis hermanos pequeña insolente, y lo tocarán entero mis hermanas, y a ti te sacrificarán por pecar contra la vida, asquerosa chupasangre-dijo en tono provocador a la pequeña vampira. Se había dado cuenta de quienes eran por el tono de palidez, aunque con Melwyn, no podía saber con claridad, ni con Sebastian-¿Por qué habéis venido en vano?... Olvidaba responderte, lady de la piel pálida y que noto cierto olor a vino en tu ropa… ¿Porqué tendría que obedecer? ¿Qué punto débil atacarán para intentar... en vano... sacarme una información?-
-Pagaré lo que sea, total no tengo nada que perder, más que mi vida-respondió el elfo con una sonrisa burlona, apretando los dientes.
-Mi consejo, es que obedezcas. Por contrario a lo que te pueda parecer, soy tu menor problema hoy... - -Es inutil preguntartelo pero.. ¿Se puede saber qué diantres pensabas al venir aquí? ¿Cómo pensaste salir de tu pueblo siendo... pues.. siendo así? He visto mejores elfos cariño…-dijo la vampira al elfo caminando a la par de Melwyn, pasando la capa por los hombros de Sebastián, que luego la joven Alexandra tomó con una sonrisa y se la quitó para tirarla después a la chimenea y dejar unos aeros de compensación.
El elfo contuvo un grito de dolor cuando la vampira con aspecto de niña clavó una daga en su pierna de donde empezó a brotarle la sangre, manchando el pantalón hasta su pié. Simuló sus gemidos con una risotada, cerrando los ojos. Así mismo respondió.
-¿Qué pensaba?...-ironizó con una muecade dolor, sin abrir los ojos y respirando entrecortadamente a causa del dolor. Su pierna herida temblaba un poco y el dolor empezaba a provocarle sudor-Pensaba en cumplir órdenes… Y he cumplido mi deber -soltó una nueva risa burlona. Que niña tan… mala-abrió los ojos y miró a Alexandra y su acompañante Sebastian. Le dedicó una sonrisa burlona especial al hombre-Hermosa hija…-susurró en voz alta para que pudieran oírle-¿Propiedad?... Tu propiedad será tomada por mis hermanos pequeña insolente, y lo tocarán entero mis hermanas, y a ti te sacrificarán por pecar contra la vida, asquerosa chupasangre-dijo en tono provocador a la pequeña vampira. Se había dado cuenta de quienes eran por el tono de palidez, aunque con Melwyn, no podía saber con claridad, ni con Sebastian-¿Por qué habéis venido en vano?... Olvidaba responderte, lady de la piel pálida y que noto cierto olor a vino en tu ropa… ¿Porqué tendría que obedecer? ¿Qué punto débil atacarán para intentar... en vano... sacarme una información?-
Ansur
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
-…no tengo nada que perder, más que mi vida – Dijo el elfo. Como única respuesta a aquel comentario, Melwyn, le miró por encima del hombro y sonrió “Hoy perderás mucho más que tu vida…” Pensó “perderás tu honor”. Si sobrevivia a aquella noche, viviría sin honor. Por supuesto que delataría a los suyos y se convertiría en un traidor. Ella estaba convencida de aquello, sobre todo porque quería salir con vida de aquel mugriento rincón y regresar a la península en cuanto antes.
Ébano habló, mientras tanto Melwyn observaba como “Alexandra”, así le habia llamado el hombre que hasta el momento no habia dicho ni media palabra, lanzaba su capa al fuego. No entendió el porque su capa habia terminado ahí, pero no le molestó. Por suerte, por mucho frio que pudiera hacer en el exterior, una de sus habilidades era el control de su propia temperatura corporal… así que no pasaría frio.
Frunció el ceño y ladeo el rostro mientras observaba los movimientos y reacciones de Alexandra, le pareció un ser de lo más extraño… dañaba al prisionero pero no le pedia la información que necesitaban - Mi propiedad no la toca nadie. –Dijo… ¿Propiedad? ¿PROPIEDAD? ¿ENSERIO? Alternó su mirada de ella al chico sin cerebro. Si, chico sin cerebro… de aquel modo se dirigiría a él desde aquel instante. Tras el numerito de las monedas, le devolvió la sonrisa… evidentemente era la sonrisa mas falsa que pudo encontrar en su “cajón de las sonrisas”, pero al menos aquel dinero le iria bien durante su estancia en las islas.
El elfo volvió a hablar, pero por su tono de voz no diría nada que a ella le interesase saber. Caminó hacia la mesa de los “juguetes” y cogió un latigo… Siempre habia querido utilizar uno de esos. Lo enroscó en ambas manos y lo estudió, mientras tanto, el elfo, continuaba jactándose… no entendia porque le estaba permitiendo hablar, él solo debería abrir la boca para soltar la información que ellas esperaban .Pero, en fin, quizás las palabras de aquel orejudo hicieran entrar de una vez en calor a sus dos “compañeras”.
Se alejó de la mesa y rodeó a sus compañeras – Mira “bonita”- Puso especial énfasis a la ultima palabra – puedes meterte a tu chico-sin-cerebro donde te quepa – guardó silencio mientras se acercaba, latigo en mano, a la parte trasera del prisionero- no me importa lo muy consentida que te tenga tu “papaíto”- desenroscó el latigo y lo hizo chirriar en el suelo con un movimiento seco- Hemos venido a trabajar, si vas a estorbar… échate a un lado y dejanos trabajar – Guardó silencio mientras observaba durante unos segundos la espalda del elfo y sin añadir ni una sola palabra mas… descargó el latigo un par de veces sobre la espalda del elfo - ¡Para quien trabajas! – Exigió saber y al instante el elfo recibió otro latigazo- ¡Responde bastardo!
Ébano habló, mientras tanto Melwyn observaba como “Alexandra”, así le habia llamado el hombre que hasta el momento no habia dicho ni media palabra, lanzaba su capa al fuego. No entendió el porque su capa habia terminado ahí, pero no le molestó. Por suerte, por mucho frio que pudiera hacer en el exterior, una de sus habilidades era el control de su propia temperatura corporal… así que no pasaría frio.
Frunció el ceño y ladeo el rostro mientras observaba los movimientos y reacciones de Alexandra, le pareció un ser de lo más extraño… dañaba al prisionero pero no le pedia la información que necesitaban - Mi propiedad no la toca nadie. –Dijo… ¿Propiedad? ¿PROPIEDAD? ¿ENSERIO? Alternó su mirada de ella al chico sin cerebro. Si, chico sin cerebro… de aquel modo se dirigiría a él desde aquel instante. Tras el numerito de las monedas, le devolvió la sonrisa… evidentemente era la sonrisa mas falsa que pudo encontrar en su “cajón de las sonrisas”, pero al menos aquel dinero le iria bien durante su estancia en las islas.
El elfo volvió a hablar, pero por su tono de voz no diría nada que a ella le interesase saber. Caminó hacia la mesa de los “juguetes” y cogió un latigo… Siempre habia querido utilizar uno de esos. Lo enroscó en ambas manos y lo estudió, mientras tanto, el elfo, continuaba jactándose… no entendia porque le estaba permitiendo hablar, él solo debería abrir la boca para soltar la información que ellas esperaban .Pero, en fin, quizás las palabras de aquel orejudo hicieran entrar de una vez en calor a sus dos “compañeras”.
Se alejó de la mesa y rodeó a sus compañeras – Mira “bonita”- Puso especial énfasis a la ultima palabra – puedes meterte a tu chico-sin-cerebro donde te quepa – guardó silencio mientras se acercaba, latigo en mano, a la parte trasera del prisionero- no me importa lo muy consentida que te tenga tu “papaíto”- desenroscó el latigo y lo hizo chirriar en el suelo con un movimiento seco- Hemos venido a trabajar, si vas a estorbar… échate a un lado y dejanos trabajar – Guardó silencio mientras observaba durante unos segundos la espalda del elfo y sin añadir ni una sola palabra mas… descargó el latigo un par de veces sobre la espalda del elfo - ¡Para quien trabajas! – Exigió saber y al instante el elfo recibió otro latigazo- ¡Responde bastardo!
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
-Pagaré lo que sea, total no tengo nada que perder, más que mi vida
Y eso, era lo que había contestado el insolente elfo a las palabras de Melwyn. Ébano sintió cómo le hervía la sangre, la ira la hizo temblar, y dilatarse las aletas de la nariz.
No comprendía el valor de la vida... Necio...
Procuró serenarse un poco antes de ver lo que acontecía, y se disponía a habar, cuando varios movimientos se descubrieron en el tablero.
-¿Qué pensaba?...Pensaba en cumplir órdenes… Y he cumplido mi deber.
Pobre respuesta para las preguntas que hizo Ébano. Por supuesto era inutil pensar que cantaría tan pronto. Había contestado inmediatamente después de contestar a las amenazas de Mewlyn.
Ébano respiró hondo y se acercó a la mesa de juguetes. Los observó detenidamente, mientras la otra chica, vampiresa, al parecer, se cabreaba. No daba muestras de ello. Pero había dado importancia a algo que era ajeno al trabajo, eso solo significaba, que todo lo que la rodeaba no le importaba lo más mínimo en comparación consigo misma. O peor, con sus pertenencias. "Pertenencias de muy buen parecer..." Ébano sacudió la cabeza, debía centrarse.
La niña había clavado una hoja en el muslo del prisionero, y sus ojos cambiaron. Sed de sangre. Un vampiro sediento... craso error, ir a trabajar con hambre.
-Señorita Alexandra... -comenzó a decir el hombre que acompañaba a la niña, Alexandra. Aunque, fue interrumpido.
- Mi propiedad no la toca nadie. -Había dicho la chiquilla, tras tirar la capa de Melwyn al fuego y dejar unas monedas en la mesa. ¿Pero qué se creía? Alguien necesitaba poner los pies en el suelo.
-Ay.. Alexandra... Me apenas. Ciertamente.. Me apena que tengas que recurrir a tus dotes vampíricas para encontrar el amor... Lamento que no puedas valerte sola..
No estaba allí por placer, sin embargo. La voz doliente del elfo la sacó de sus pensamientos, por lo que siguió rodeando la mesa, observando los elementos que se encontraban allí. Sentía la ira crecer a cada palabra.
-Que niña tan… mala.. -dijo el elfo, arrogante a la niña-. Hermosa hija… -y se dirigió a Alexandra- ¿Propiedad?... Tu propiedad será tomada por mis hermanos pequeña insolente, y lo tocarán entero mis hermanas, y a ti te sacrificarán por pecar contra la vida, asquerosa chupasangre¿Por qué habéis venido en vano?... -Entonces, se giró a Ébano- Olvidaba responderte, lady de la piel pálida y que noto cierto olor a vino en tu ropa… ¿Porqué tendría que obedecer? ¿Qué punto débil atacarán para intentar... en vano... sacarme una información?-
Ébano se había acercado a la chimenea, pensando en coger una de tantas herramientas al rojo cuando, ya no pudo más.
Insolente. Necio. Imprudete.
-¡¡¡¡INSENSATO!!!! -Haciendo uso de su agilidad golpeó con el puño cerrado en su estómago con todas su fuerzas, moviendo el cuerpo distancia a atrás, colgando de las cadenas- ¿CÓMO TE ATREVES? ¿CÓMO PUEDES DESPRECIAR LA VIDA? ¿¡Acaso tu raza no se caracteriza por ser conocedora del valor de ella!? -Se movió delante de él de un lado a otro. Atizó otro golpe en su abdomen- ¿¡Qué se supone que eres!? ¿¡Qué clase de elfo eres!? ¿¡Te enorgulleces de ir por ahí creando discordia!?
Atrajo el cuerpo hacia si y le habló muy cerca de su cara.
-Te aseguro, que llegará un punto en que vas a suplicar conservar un ápice de vida. Si te consideras un héroe, si crees que tu raza te alabará por tu "heroicidad", haciendote el duro, y abogando por la guerra, la llevas clara, niño.
Lo miró a los ojos, con los suyos hinchados de ira, con locura en el rostro, enfado y amargura. Fue hacia él, y con una mano de largas uñas, hendió en su piel, y araño dejando profundos surcos en la carne. Luego fue hacia la chimenea, sus pasos resonaban. Estaba colérica.
Cogió un atizador del fuego y se plantó de nuevo delante del elfo y con la mirada inyectada en sangre y los colmillos más largos que nunca, hundió el hierro al rojo en la herida recién hecha.
-¡Vas a pagar por no valorar lo que aún conservas! HABLA. ¡¡QUIÉN ES TU MENSAJERO!!
Y eso, era lo que había contestado el insolente elfo a las palabras de Melwyn. Ébano sintió cómo le hervía la sangre, la ira la hizo temblar, y dilatarse las aletas de la nariz.
No comprendía el valor de la vida... Necio...
Procuró serenarse un poco antes de ver lo que acontecía, y se disponía a habar, cuando varios movimientos se descubrieron en el tablero.
-¿Qué pensaba?...Pensaba en cumplir órdenes… Y he cumplido mi deber.
Pobre respuesta para las preguntas que hizo Ébano. Por supuesto era inutil pensar que cantaría tan pronto. Había contestado inmediatamente después de contestar a las amenazas de Mewlyn.
Ébano respiró hondo y se acercó a la mesa de juguetes. Los observó detenidamente, mientras la otra chica, vampiresa, al parecer, se cabreaba. No daba muestras de ello. Pero había dado importancia a algo que era ajeno al trabajo, eso solo significaba, que todo lo que la rodeaba no le importaba lo más mínimo en comparación consigo misma. O peor, con sus pertenencias. "Pertenencias de muy buen parecer..." Ébano sacudió la cabeza, debía centrarse.
La niña había clavado una hoja en el muslo del prisionero, y sus ojos cambiaron. Sed de sangre. Un vampiro sediento... craso error, ir a trabajar con hambre.
-Señorita Alexandra... -comenzó a decir el hombre que acompañaba a la niña, Alexandra. Aunque, fue interrumpido.
- Mi propiedad no la toca nadie. -Había dicho la chiquilla, tras tirar la capa de Melwyn al fuego y dejar unas monedas en la mesa. ¿Pero qué se creía? Alguien necesitaba poner los pies en el suelo.
-Ay.. Alexandra... Me apenas. Ciertamente.. Me apena que tengas que recurrir a tus dotes vampíricas para encontrar el amor... Lamento que no puedas valerte sola..
No estaba allí por placer, sin embargo. La voz doliente del elfo la sacó de sus pensamientos, por lo que siguió rodeando la mesa, observando los elementos que se encontraban allí. Sentía la ira crecer a cada palabra.
-Que niña tan… mala.. -dijo el elfo, arrogante a la niña-. Hermosa hija… -y se dirigió a Alexandra- ¿Propiedad?... Tu propiedad será tomada por mis hermanos pequeña insolente, y lo tocarán entero mis hermanas, y a ti te sacrificarán por pecar contra la vida, asquerosa chupasangre¿Por qué habéis venido en vano?... -Entonces, se giró a Ébano- Olvidaba responderte, lady de la piel pálida y que noto cierto olor a vino en tu ropa… ¿Porqué tendría que obedecer? ¿Qué punto débil atacarán para intentar... en vano... sacarme una información?-
Ébano se había acercado a la chimenea, pensando en coger una de tantas herramientas al rojo cuando, ya no pudo más.
Insolente. Necio. Imprudete.
-¡¡¡¡INSENSATO!!!! -Haciendo uso de su agilidad golpeó con el puño cerrado en su estómago con todas su fuerzas, moviendo el cuerpo distancia a atrás, colgando de las cadenas- ¿CÓMO TE ATREVES? ¿CÓMO PUEDES DESPRECIAR LA VIDA? ¿¡Acaso tu raza no se caracteriza por ser conocedora del valor de ella!? -Se movió delante de él de un lado a otro. Atizó otro golpe en su abdomen- ¿¡Qué se supone que eres!? ¿¡Qué clase de elfo eres!? ¿¡Te enorgulleces de ir por ahí creando discordia!?
Atrajo el cuerpo hacia si y le habló muy cerca de su cara.
-Te aseguro, que llegará un punto en que vas a suplicar conservar un ápice de vida. Si te consideras un héroe, si crees que tu raza te alabará por tu "heroicidad", haciendote el duro, y abogando por la guerra, la llevas clara, niño.
Lo miró a los ojos, con los suyos hinchados de ira, con locura en el rostro, enfado y amargura. Fue hacia él, y con una mano de largas uñas, hendió en su piel, y araño dejando profundos surcos en la carne. Luego fue hacia la chimenea, sus pasos resonaban. Estaba colérica.
Cogió un atizador del fuego y se plantó de nuevo delante del elfo y con la mirada inyectada en sangre y los colmillos más largos que nunca, hundió el hierro al rojo en la herida recién hecha.
-¡Vas a pagar por no valorar lo que aún conservas! HABLA. ¡¡QUIÉN ES TU MENSAJERO!!
Ébano
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Me habían insultado. Cada uno de los presentes en esa apestosa habitación de piedra mohosa lo había echo, a excepción, claro está, de mi Sebastian, hacia el cual también cayeron palabras venenosas. Fue por ello que por poco pierdo la elegancia de mi naturaleza. A punto estuve de arrugar mi rostro en un ataque de furia, pero alguien se me había adelantado.
Tanto la maga creída como la vampira entrometida habían desatado su cólera contra el estúpido elfo, lo cual hizo que abriese los ojos, pues a punto estuve de actuar como ellas. Pero no, no lo hice, pues al parecer yo era la única de las féminas de entre estas paredes, si es que se podían considerar como tal, que conocía el significado de las palabras "clase" y "elegancia". No iba a dejarme arrastrar hacia el patético mundo en el que ellas vivían.
Por ello, mientras que esas dos se entretenían con el prisionero, me dirigí enfurruñada hacia Sebastian, el cual se veía gratamente sorprendido de que no hubiese tenido que interferir entre mis delicadas pero fuertes manos y los cuellos deesas brujas "mis compañeras".
- No me mires así. - Si lo hubiese sabido las habría matado sin más. No soportaba aquella mirada que, con orgullo, Sebastian me dedicaba.
- Ha mostrado un gran acto de madurez, lady Alexandra. - me felicitó acariciando mi cabello, a lo que le respondí con un puchero y enfado fingido. Pero una vez más, ambos sabíamos de los sentimientos ocultos del otro, y no había ser en la tierra capaz de cambiar aquello, por muchas ganas que me dieran de cortarles las lenguas a esos tres.
Entonces un fuerte chasquido se oyó, seguido del olor a carne quemada y los gritos de lamento del "pobre" elfo. Al parecer se lo estaban pasando bien y por ello me daban ganas de arrebatarles dicha diversión, ya que ellas mismas habían decidido apartarme de ella primero.
Me acerqué un par de pasos, quedando aún a las espaldas de las dos jóvenes, pero las ignoré por completo. En su lugar, centré mi mirada enrojecida en la del elfo, el cual jadeaba de forma entrecortada y me miraba fijamente. Después del uso de unos cuantos juguetitos parecía cada vez más exhausto, así que dudaba de que no pudiese surgir efecto mi magia. Su mirada quedó atrapada por la mía, haciéndole entrar en el trance en el cual me revelaría de todo, y haría de todo. - Me contarás quién es el mensajero, hacia quién se dirige y que mensaje lleva. Habla. - Ni siquiera pensé en que mi hipnosis vampírica pudiese fallar.
Tanto la maga creída como la vampira entrometida habían desatado su cólera contra el estúpido elfo, lo cual hizo que abriese los ojos, pues a punto estuve de actuar como ellas. Pero no, no lo hice, pues al parecer yo era la única de las féminas de entre estas paredes, si es que se podían considerar como tal, que conocía el significado de las palabras "clase" y "elegancia". No iba a dejarme arrastrar hacia el patético mundo en el que ellas vivían.
Por ello, mientras que esas dos se entretenían con el prisionero, me dirigí enfurruñada hacia Sebastian, el cual se veía gratamente sorprendido de que no hubiese tenido que interferir entre mis delicadas pero fuertes manos y los cuellos de
- No me mires así. - Si lo hubiese sabido las habría matado sin más. No soportaba aquella mirada que, con orgullo, Sebastian me dedicaba.
- Ha mostrado un gran acto de madurez, lady Alexandra. - me felicitó acariciando mi cabello, a lo que le respondí con un puchero y enfado fingido. Pero una vez más, ambos sabíamos de los sentimientos ocultos del otro, y no había ser en la tierra capaz de cambiar aquello, por muchas ganas que me dieran de cortarles las lenguas a esos tres.
Entonces un fuerte chasquido se oyó, seguido del olor a carne quemada y los gritos de lamento del "pobre" elfo. Al parecer se lo estaban pasando bien y por ello me daban ganas de arrebatarles dicha diversión, ya que ellas mismas habían decidido apartarme de ella primero.
Me acerqué un par de pasos, quedando aún a las espaldas de las dos jóvenes, pero las ignoré por completo. En su lugar, centré mi mirada enrojecida en la del elfo, el cual jadeaba de forma entrecortada y me miraba fijamente. Después del uso de unos cuantos juguetitos parecía cada vez más exhausto, así que dudaba de que no pudiese surgir efecto mi magia. Su mirada quedó atrapada por la mía, haciéndole entrar en el trance en el cual me revelaría de todo, y haría de todo. - Me contarás quién es el mensajero, hacia quién se dirige y que mensaje lleva. Habla. - Ni siquiera pensé en que mi hipnosis vampírica pudiese fallar.
Alexandra Adelia
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
El elfo resistió los latigazos de Melwyn, tratando de contener cada grito mientras sentía cómo la sangre salpicaba con cada azote y cuando terminó, jadeando, soltó una risotada, débil pero risa al fin. Le costaba respirar del dolor, pero parecía disfrutarlo también, y sentir el placer de la furia que ellas sentían al no poder sacarle alguna información útil.
-Trabajo… -jadeó-trabajo para alguien-respondió burlonamente. Cuando llegó el turno de Ébano, golpeó con su puño en su estómago haciéndole soltar un grito ahogado y de sus muñecas donde las cadenas empezaron a correr unos hilos de sangre. Luego propinó otro golpe. Él intentó acomodarse y el hecho de que la vampira lo atrajera hacia ella, le alivió un poco. Ella repudió su actitud, fuera de sí.
-Te aseguro, que llegará un punto en que vas a suplicar conservar un ápice de vida. Si te consideras un héroe, si crees que tu raza te alabará por tu "heroicidad", haciendote el duro, y abogando por la guerra, la llevas clara, niño.-exclamó la vampira. Él respondió dibujando una sonrisa, pero no reía. Imaginaba que algo asi podía esperarle, pero no les daría el gusto de suplicar, no por su vida.
Tras clavarle las uñas en su carne ahsta dañarlo, la mujer tomó un atizador al rojo vivo, y lo hundió en la herida de su pierna. Era demasiado dolor, tanto que sentía que no iba a resistir por mucho. Estaba sediento y hambriento.
-¡Vas a pagar por no valorar lo que aún conservas! HABLA. ¡¡QUIÉN ES TU MENSAJERO!!-exclamó y cuando se apartó de él, éste cerró los ojos y agachó la cabeza, respirando entrecortadamente. Pero otra sonrisa más dibujó su rostro y dijo.
-El mensajero no es un brujo-dijo sonriendo. Parecía delirar por la forma que reía y lo gozaba.
La vampira niña se acercó, con su mirada de pupilas rojas, y por un momento los ojos de él se vaciaron, pero sacudió su cabeza parpadeando, luchando consigo mismo, y el brillo regresó a sus ojos de nuevo, para clavar la mirada de nuevo en ella.
-No estaría aquí si el primer chupasangre que me mira lograra su cometido… No se si eres torpe o ingenua… ¿Para qué los habrían llamado si yo fuera un hueso fácil de roer?-dijo el elfo desafiante y perdió su vista en algún punto de la pared que ya conocía de palmo a palmo frente suyo, pensativo. La amargura cruzó por su rostro unos instantes.
-He cortado la cabeza a vampiros, he vencido dragones, licántropos, brujos.. He hecho confesar a enemigos cuando he querido. He vivido demasiado-habló tranquilamente, haciendo caso omiso del dolor que sentía físicamente-No desprecio la vida ni quien soy. Cumplo mi deber aunque me cueste la vida, mujeres-puso énfasis en la última palabra y miró al acompañante de la niña vampira. Volvió a mirarla a ésta-Ya dije lo que querías, el mensajero no es un brujo, se dirige a su destino y lleva un mensaje mío para alguien-
-Trabajo… -jadeó-trabajo para alguien-respondió burlonamente. Cuando llegó el turno de Ébano, golpeó con su puño en su estómago haciéndole soltar un grito ahogado y de sus muñecas donde las cadenas empezaron a correr unos hilos de sangre. Luego propinó otro golpe. Él intentó acomodarse y el hecho de que la vampira lo atrajera hacia ella, le alivió un poco. Ella repudió su actitud, fuera de sí.
-Te aseguro, que llegará un punto en que vas a suplicar conservar un ápice de vida. Si te consideras un héroe, si crees que tu raza te alabará por tu "heroicidad", haciendote el duro, y abogando por la guerra, la llevas clara, niño.-exclamó la vampira. Él respondió dibujando una sonrisa, pero no reía. Imaginaba que algo asi podía esperarle, pero no les daría el gusto de suplicar, no por su vida.
Tras clavarle las uñas en su carne ahsta dañarlo, la mujer tomó un atizador al rojo vivo, y lo hundió en la herida de su pierna. Era demasiado dolor, tanto que sentía que no iba a resistir por mucho. Estaba sediento y hambriento.
-¡Vas a pagar por no valorar lo que aún conservas! HABLA. ¡¡QUIÉN ES TU MENSAJERO!!-exclamó y cuando se apartó de él, éste cerró los ojos y agachó la cabeza, respirando entrecortadamente. Pero otra sonrisa más dibujó su rostro y dijo.
-El mensajero no es un brujo-dijo sonriendo. Parecía delirar por la forma que reía y lo gozaba.
La vampira niña se acercó, con su mirada de pupilas rojas, y por un momento los ojos de él se vaciaron, pero sacudió su cabeza parpadeando, luchando consigo mismo, y el brillo regresó a sus ojos de nuevo, para clavar la mirada de nuevo en ella.
-No estaría aquí si el primer chupasangre que me mira lograra su cometido… No se si eres torpe o ingenua… ¿Para qué los habrían llamado si yo fuera un hueso fácil de roer?-dijo el elfo desafiante y perdió su vista en algún punto de la pared que ya conocía de palmo a palmo frente suyo, pensativo. La amargura cruzó por su rostro unos instantes.
-He cortado la cabeza a vampiros, he vencido dragones, licántropos, brujos.. He hecho confesar a enemigos cuando he querido. He vivido demasiado-habló tranquilamente, haciendo caso omiso del dolor que sentía físicamente-No desprecio la vida ni quien soy. Cumplo mi deber aunque me cueste la vida, mujeres-puso énfasis en la última palabra y miró al acompañante de la niña vampira. Volvió a mirarla a ésta-Ya dije lo que querías, el mensajero no es un brujo, se dirige a su destino y lleva un mensaje mío para alguien-
Ansur
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Se sentía hervir interiormente, aquel maldito bastardo se estaba riendo de ella después de haberle azotado. Aún desde atrás, le miró con odio o rencor… quizás incluso una mezcla de ambos sentimientos. Y entonces volvió a hablar -Trabajo… - Dijo el elfo entre jadeos-trabajo para alguien-Siguió burlándose de ella, de ellas.
Sentia un ardor en la palma de su mano. Su mirada volvia a reflejar aquel leve brillo iridiscente y es que inconscientemente el calor de su cuerpo habia empezado a acumularse en la palma de su mano. Poco, poco fue lo que le faltó para encender una llamarada y lanzársela haciendo que se deslizarse hacia el prisionero… y verlo arder, entre tormentosos gritos y llantos. Hubiese disfrutado de aquello, habría sido todo un placer decirle entre sus propios gritos “Sigue riendo ahora” pero no podía dejarlo morir… hicieran lo que hicieran, si querían salir de aquel mugriento lugar, el elfo tenia que soltar toda la información.
Sacudió la cabeza como intentando hacer desaparecer la idea de verlo arder. Y cuando quiso darse cuenta Ébano quemaba con el atizador la herida de la pierna del elfo… y este habló, nuevamente entre jadeos para volver a burlarse de ellas. Caminó en silencio hasta quedar al mismo lado que sus compañeras, aunque Alexandra parecía haber sido una “niña obediente” y se habia retirado junto a su “hombre-objeto”.
Poco tardo, Alexandra, en acercarse a Ébano y Melwyn, quedando detrás de ellas. El prisionero se quedó mirando fijamente a la niñita consentida y entonces, Melwyn, se giró para ver porque la miraba así. Y él volvió a hablar llamando “Torpe e ingenua” a la nenita de papá.
Melwyn suspiró y puso los ojos en blancos mientras volvia a dirigirse hacia la “mesa de los juguetes”. Volvió a dejar el latigo en su lugar mientras la voz del elfo volvia a sonar en aquella habitación -Ya dije lo que querías, el mensajero no es un brujo, se dirige a su destino y lleva un mensaje mío para alguien-Ni se giró a mirarlo pero, probablemente, su postura rigida no pasó desapercibida. Hizo oídos sordos a todo lo que se pudiera oir a su espalda mientras elegia su próximo movimiento… y entonces se quedó mirando un taburete que habia cerca del fuego.
Taburete en mano, caminó nuevamente hacia el preso hasta volver a quedar a su espalda. Lo colocó a un lado y, agarrándose de la melena del elfo, se ayudó a subir. No lo soltó, le obligó a quedar con la cabeza echada hacia atrás y le dijo en voz baja muy lentamente – Queremos los nombres y el lugar del destino… - Y lo soltó con brusquedad. Con una mueca de asco dibujada en el rostro, sacudió su mano para dejar caer los pelos que, sin querer, habia arrancado al prisionero al ayudarse de el para subir al taburete. Volvió a sacar la daga de su bota, obligó al elfo a alzar un dedo y, con ayuda de la daga, le arrancó la yema…
La sangre empezó a salir a borbotones. Tanta sangre era repugnante y en cualquier momento podría verse vomitando si no lo remediaba… por otro lado, esperaba que sus “compañeras” hubieran cenado aquella noche y aquello no les abriera el apetito.
De alguna forma tenia que parar aquella fuente sangrienta y solo se le ocurrió una manera. Dejó caer la daga y sin soltar su dedo hizo aparecer un leve fuego en la palma de su otra mano. Acercó la mano y le quemó la herida provocando así que la sangre dejase de brotar, y por supuesto infringiéndole, aun más, dolor.
Offrol: Master2 me está conviertiendo en Ramsay Bolton xD
Sentia un ardor en la palma de su mano. Su mirada volvia a reflejar aquel leve brillo iridiscente y es que inconscientemente el calor de su cuerpo habia empezado a acumularse en la palma de su mano. Poco, poco fue lo que le faltó para encender una llamarada y lanzársela haciendo que se deslizarse hacia el prisionero… y verlo arder, entre tormentosos gritos y llantos. Hubiese disfrutado de aquello, habría sido todo un placer decirle entre sus propios gritos “Sigue riendo ahora” pero no podía dejarlo morir… hicieran lo que hicieran, si querían salir de aquel mugriento lugar, el elfo tenia que soltar toda la información.
Sacudió la cabeza como intentando hacer desaparecer la idea de verlo arder. Y cuando quiso darse cuenta Ébano quemaba con el atizador la herida de la pierna del elfo… y este habló, nuevamente entre jadeos para volver a burlarse de ellas. Caminó en silencio hasta quedar al mismo lado que sus compañeras, aunque Alexandra parecía haber sido una “niña obediente” y se habia retirado junto a su “hombre-objeto”.
Poco tardo, Alexandra, en acercarse a Ébano y Melwyn, quedando detrás de ellas. El prisionero se quedó mirando fijamente a la niñita consentida y entonces, Melwyn, se giró para ver porque la miraba así. Y él volvió a hablar llamando “Torpe e ingenua” a la nenita de papá.
Melwyn suspiró y puso los ojos en blancos mientras volvia a dirigirse hacia la “mesa de los juguetes”. Volvió a dejar el latigo en su lugar mientras la voz del elfo volvia a sonar en aquella habitación -Ya dije lo que querías, el mensajero no es un brujo, se dirige a su destino y lleva un mensaje mío para alguien-Ni se giró a mirarlo pero, probablemente, su postura rigida no pasó desapercibida. Hizo oídos sordos a todo lo que se pudiera oir a su espalda mientras elegia su próximo movimiento… y entonces se quedó mirando un taburete que habia cerca del fuego.
Taburete en mano, caminó nuevamente hacia el preso hasta volver a quedar a su espalda. Lo colocó a un lado y, agarrándose de la melena del elfo, se ayudó a subir. No lo soltó, le obligó a quedar con la cabeza echada hacia atrás y le dijo en voz baja muy lentamente – Queremos los nombres y el lugar del destino… - Y lo soltó con brusquedad. Con una mueca de asco dibujada en el rostro, sacudió su mano para dejar caer los pelos que, sin querer, habia arrancado al prisionero al ayudarse de el para subir al taburete. Volvió a sacar la daga de su bota, obligó al elfo a alzar un dedo y, con ayuda de la daga, le arrancó la yema…
La sangre empezó a salir a borbotones. Tanta sangre era repugnante y en cualquier momento podría verse vomitando si no lo remediaba… por otro lado, esperaba que sus “compañeras” hubieran cenado aquella noche y aquello no les abriera el apetito.
De alguna forma tenia que parar aquella fuente sangrienta y solo se le ocurrió una manera. Dejó caer la daga y sin soltar su dedo hizo aparecer un leve fuego en la palma de su otra mano. Acercó la mano y le quemó la herida provocando así que la sangre dejase de brotar, y por supuesto infringiéndole, aun más, dolor.
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Todo sucedía muy rápido y a la vez muy lento. Como en un trance. Ébano veía pasar las cosas.
Vió como Alexandra intentaba hacer hablar al elfo, sin éxito, y cómo él le espetaba en la cara todas sus "hazañas" y el poco éxito que tenía en él las artimañas vampíricas.
Y de nuevo, pobre respuesta:
-Ya dije lo que querías, el mensajero no es un brujo, se dirige a su destino y lleva un mensaje mío para alguien.
Ébano comenzaba a exasperarse, a pesar de que probablemente aún les quedaba noche de sobra por delante.
-Ah... Por favor... Nos tiraremos así toda la maldita noche... -lo había dicho más pensando en voz alta que hablando.
Había tirado el atizador del fuego al suelo, y comenzaba a apagarse. Se agachó para recogerlo, cuando vio que Melwyn se ponía en marcha. Se dirigó hacia la chimenea y cogía un taburete que había allí, luego se dirigió al elfo y se subió al pequeño asiento para alzarse y le agarró del pelo:
–Queremos los nombres y el lugar del destino…
Ébano observó con interés, aunque lo que vino después, no le agradó del todo. Sangre. Sangre a borbotones que manaba de la yema del dedo que acababa de cortarle Melwyn.
Miró a Alexandra intentando evaluar el efecto que produdiría el aroma de sangre fresca en ella. Aunque poco duró, pues Melwyn quemó la herida con fuego propio.
Ébano se paseó delante del muchacho y lo miró con verdadera pena. Iba a terminar hecho un guiñapo, incluso podía ver la amargura en sus ojos y en sus palabras.
-Chico, no sé si lo sabes pero, en realidad.. todo esto no es necesario. -Se paseó lentamente de nuevo a la chimenea y cogió otro atizador al rojo vivo- nos han encargado sonsacarte información. No nos han dicho que te hagamos daño, lo que ocurre es que.. bueno, parece ser que no atiendes a razones.
Infringió presión con el atizador lentamente y sin prisa en su muslo, en su entrepierna, peligrosamente cerca de su miembro.
-¿Qué te parece si lo intentamos por las buenas? -se retiró el cabello del rostro, se abanicó, por el calor de la sala con la mano, y luego la posó en su cintura. Con la otra, sujetaba el atizador- Piénsalo bien. Dudo que ellas te den esa opción. Y dudo que quieras morir, en el mejor de los casos.
Vió como Alexandra intentaba hacer hablar al elfo, sin éxito, y cómo él le espetaba en la cara todas sus "hazañas" y el poco éxito que tenía en él las artimañas vampíricas.
Y de nuevo, pobre respuesta:
-Ya dije lo que querías, el mensajero no es un brujo, se dirige a su destino y lleva un mensaje mío para alguien.
Ébano comenzaba a exasperarse, a pesar de que probablemente aún les quedaba noche de sobra por delante.
-Ah... Por favor... Nos tiraremos así toda la maldita noche... -lo había dicho más pensando en voz alta que hablando.
Había tirado el atizador del fuego al suelo, y comenzaba a apagarse. Se agachó para recogerlo, cuando vio que Melwyn se ponía en marcha. Se dirigó hacia la chimenea y cogía un taburete que había allí, luego se dirigió al elfo y se subió al pequeño asiento para alzarse y le agarró del pelo:
–Queremos los nombres y el lugar del destino…
Ébano observó con interés, aunque lo que vino después, no le agradó del todo. Sangre. Sangre a borbotones que manaba de la yema del dedo que acababa de cortarle Melwyn.
Miró a Alexandra intentando evaluar el efecto que produdiría el aroma de sangre fresca en ella. Aunque poco duró, pues Melwyn quemó la herida con fuego propio.
Ébano se paseó delante del muchacho y lo miró con verdadera pena. Iba a terminar hecho un guiñapo, incluso podía ver la amargura en sus ojos y en sus palabras.
-Chico, no sé si lo sabes pero, en realidad.. todo esto no es necesario. -Se paseó lentamente de nuevo a la chimenea y cogió otro atizador al rojo vivo- nos han encargado sonsacarte información. No nos han dicho que te hagamos daño, lo que ocurre es que.. bueno, parece ser que no atiendes a razones.
Infringió presión con el atizador lentamente y sin prisa en su muslo, en su entrepierna, peligrosamente cerca de su miembro.
-¿Qué te parece si lo intentamos por las buenas? -se retiró el cabello del rostro, se abanicó, por el calor de la sala con la mano, y luego la posó en su cintura. Con la otra, sujetaba el atizador- Piénsalo bien. Dudo que ellas te den esa opción. Y dudo que quieras morir, en el mejor de los casos.
Ébano
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Lo cierto era que no sabía como reaccionar... Pocas fueron las veces que mi hipnosis no había surgido efecto y aquello me molestaba, y mucho, pero a la vez me divertía, pues eso significaba que el juego iba a continuar.
Observé pasiva durante un rato, mientras que veía como actuaban las otras dos. "La chica mala" y "La chica buena". A esa clase de juego jugaban. Pero entonces, ¿en qué me convertía a mí eso? En nada. Porque poco me interesaba en realidad la "misión" que nos fue encomendada. Yo estaba en este apestoso lugar por diversión, y eso era lo que pretendía obtener.
- Sebastian, los alicates. - No entraba en su personalidad, ni en su forma de pensar, nada parecido a lo que estábamos haciéndole al elfo, pero tenía la seguridad de que no me desobedecería ni iría en contra mío. Siempre se reprimía para complacerme, así era nuestro amor.
Ignoré a ambas mujeres y me acerqué al elfo con una dulce sonrisa infantil. - Vaaaya~... ¿Has vivido muchas cosas verdad? Y debes de estar muy orgulloso de tu raza... Sí, eso es lo que te da fuerza. Lo que te mantiene con vida. Tu orgullo... - Mi tono era infantil y juguetón, pero ni de lejos mis acciones tomarían el mismo camino.
Rodeé al elfo, esquivando a la vampira y a la maga, la cual ya había abandonado su puesto en el taburete. Me coloqué detrás del elfo y dejé salir uno de mis pucheros, porque... Bueno, porque era muy alto, demasiado. Sebastian se acercó con mi próximo "juguete" en una mano y me prestó la otra para ayudarme a subir.
- ¿Sabes...? No me importa lo que estas dos quieran hacer contigo, pero yo no te pienso dejar morir. No, eso sería muy fácil. Dices que lo preferirías a la traición. Pues que mal, porque no pienso dejar que eso pase. Sabes lo que soy, así que sabes que tengo muuucho tiempo. - susurré alargando las palabras. - Un tiempo que pienso compartir contigo. Un tiempo que pasarás en compañía de los vampiros a los que tanto odias. -
Estiré la mano y las tenazas fueron depositadas en ella al instante. Sebastian se mantenía firme y fiel a mí, a pesar de que desaprobaba lo que hacía. - ¿Y sabes qué? - empecé a jugar con su cabello, colocándolo a un lado de su cuello. - Me preguntaba... ¿Qué se sentiría arrebatarte un poco de ese orgullo tuyo...? - Coloqué las tenazas en su lugar y... "Zis Zas" La puntiaguda oreja del elfo cayó al suelo acompañada de un dulce y agudo grito de desesperación, dejando tras de si algo parecido a una oreja humana normal y corriente. "Zis Zas". A pesar de que se resistiera, su otra oreja también padeció el mismo destino, y ahora lo que lo identificaba como ser del bosque ya no estaba. Poco me importaba su reacción a eso. Tanto si le importase como no, yo solté una elegante risotada. Me lo estaba pasando muy bien. - Ahora pareces un humano más. Uno de esos a los que tanto odias. -
Observé pasiva durante un rato, mientras que veía como actuaban las otras dos. "La chica mala" y "La chica buena". A esa clase de juego jugaban. Pero entonces, ¿en qué me convertía a mí eso? En nada. Porque poco me interesaba en realidad la "misión" que nos fue encomendada. Yo estaba en este apestoso lugar por diversión, y eso era lo que pretendía obtener.
- Sebastian, los alicates. - No entraba en su personalidad, ni en su forma de pensar, nada parecido a lo que estábamos haciéndole al elfo, pero tenía la seguridad de que no me desobedecería ni iría en contra mío. Siempre se reprimía para complacerme, así era nuestro amor.
Ignoré a ambas mujeres y me acerqué al elfo con una dulce sonrisa infantil. - Vaaaya~... ¿Has vivido muchas cosas verdad? Y debes de estar muy orgulloso de tu raza... Sí, eso es lo que te da fuerza. Lo que te mantiene con vida. Tu orgullo... - Mi tono era infantil y juguetón, pero ni de lejos mis acciones tomarían el mismo camino.
Rodeé al elfo, esquivando a la vampira y a la maga, la cual ya había abandonado su puesto en el taburete. Me coloqué detrás del elfo y dejé salir uno de mis pucheros, porque... Bueno, porque era muy alto, demasiado. Sebastian se acercó con mi próximo "juguete" en una mano y me prestó la otra para ayudarme a subir.
- ¿Sabes...? No me importa lo que estas dos quieran hacer contigo, pero yo no te pienso dejar morir. No, eso sería muy fácil. Dices que lo preferirías a la traición. Pues que mal, porque no pienso dejar que eso pase. Sabes lo que soy, así que sabes que tengo muuucho tiempo. - susurré alargando las palabras. - Un tiempo que pienso compartir contigo. Un tiempo que pasarás en compañía de los vampiros a los que tanto odias. -
Estiré la mano y las tenazas fueron depositadas en ella al instante. Sebastian se mantenía firme y fiel a mí, a pesar de que desaprobaba lo que hacía. - ¿Y sabes qué? - empecé a jugar con su cabello, colocándolo a un lado de su cuello. - Me preguntaba... ¿Qué se sentiría arrebatarte un poco de ese orgullo tuyo...? - Coloqué las tenazas en su lugar y... "Zis Zas" La puntiaguda oreja del elfo cayó al suelo acompañada de un dulce y agudo grito de desesperación, dejando tras de si algo parecido a una oreja humana normal y corriente. "Zis Zas". A pesar de que se resistiera, su otra oreja también padeció el mismo destino, y ahora lo que lo identificaba como ser del bosque ya no estaba. Poco me importaba su reacción a eso. Tanto si le importase como no, yo solté una elegante risotada. Me lo estaba pasando muy bien. - Ahora pareces un humano más. Uno de esos a los que tanto odias. -
- Tenazas de corte:
- Algo entre estos dos:
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Alexandra Adelia
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
El elfo profirió un alarido amortiguado cuando Melwyn cortó la yema de su dedo, y quedó en silencio con las palabras de Ébano, y luego vino Alexandra y cortó las puntas de sus orejas élficas, provocándole grandes borbotones de sangre. Jadeaba y parecía a punto de desmayarse. Forcejaba contra las cadenas en sus manos bruscamente de a ratos, lastimándose más las muñecas y causando que los hilos de sangre recorrieran sus brazos con mas abundancia. Inclinó su cabeza, incapaz de mantener la vista al frente. Su idea era morir desangrado o por el mismo dolor, hasta que su cuerpo no resistiera más.
Soltó una escupida con la sangre que caía a su rostro desde las orejas, a la niña vampira, manchándole su cuello. Lanzó una mirada rápida y fulminante a Melwyn, pero no hizo ni dijo nada, pero apenas ladeó su cabeza hacia donde estaba Ébano y dijo lo que antes no pudo responder.
-Mujeres salvajes... y muy lindas... y una niña que parece tan inocente, es tan mimada y que representa de buen grado a su ser... frío y muerto vampiro chupasangre... Sé que no es necesario…-su voz sonaba exhausta y débil-No, no atiendo a razones como dices…. ¿Juegan a quien tortura con más sangre al elfo?-preguntó con ironía-Las orejas, niña insolente… no me enorgullecen, ni son una razón para vivir, solo mi ser, mi familia…-silenció unos instantes y dejó caer su cabeza, donde siguió respondiendo-No odio a los humanos, hay algunos a quienes admiro, hasta incluso a algunos hechiceros. No juzgo a nadie, más que por sus actos… -tosió y escupió sangre al suelo esta vez. Sacudió su cabeza para quitarse la sangre que iba hacia su boca. Mantenía cerrado sus ojos, soportando ese dolor-No tengo opciones…-habló a Ébano alzando levemente la mirada para darle a entender que le hablaba a ella-Si pudiera elegir, sería la vida, pero entre traicionar y entregar la vida de los míos, prefiero morir. Y no hay dolor físico que pueda superar el salvar a los que amas...-
Los pasos de unos tacones pesados avanzaban elegantes por el pasillo de agua podrida con ratas. Éstas se apartaban, no intentaban treparse por sus piernas. La mujer llegó con una ropa fina y elegante hasta la puerta, donde los guardias le susurraron un par de cosas que nadie más que ella pudo oír. Luego observó por la rendija la escena con el elfo y dijo.
-Por lo visto el elfo no ha dicho nada. Significa que no hay progresos. Lamento que mi padre haya tomado tales medidas con ustedes. Pero era necesario que unas mujeres, y más si eran ajenas a la isla, vinieran a colaborar. Evitad matarlo. Tiene consigo información importante para darnos y puede concernir a vuestras familias, ya sea parte de él y los suyos, como… de nosotros-dijo la bruja y se apartó volviendo sobre sus pasos, dando orden a los guardias de que continuaran trabajando.
Soltó una escupida con la sangre que caía a su rostro desde las orejas, a la niña vampira, manchándole su cuello. Lanzó una mirada rápida y fulminante a Melwyn, pero no hizo ni dijo nada, pero apenas ladeó su cabeza hacia donde estaba Ébano y dijo lo que antes no pudo responder.
-Mujeres salvajes... y muy lindas... y una niña que parece tan inocente, es tan mimada y que representa de buen grado a su ser... frío y muerto vampiro chupasangre... Sé que no es necesario…-su voz sonaba exhausta y débil-No, no atiendo a razones como dices…. ¿Juegan a quien tortura con más sangre al elfo?-preguntó con ironía-Las orejas, niña insolente… no me enorgullecen, ni son una razón para vivir, solo mi ser, mi familia…-silenció unos instantes y dejó caer su cabeza, donde siguió respondiendo-No odio a los humanos, hay algunos a quienes admiro, hasta incluso a algunos hechiceros. No juzgo a nadie, más que por sus actos… -tosió y escupió sangre al suelo esta vez. Sacudió su cabeza para quitarse la sangre que iba hacia su boca. Mantenía cerrado sus ojos, soportando ese dolor-No tengo opciones…-habló a Ébano alzando levemente la mirada para darle a entender que le hablaba a ella-Si pudiera elegir, sería la vida, pero entre traicionar y entregar la vida de los míos, prefiero morir. Y no hay dolor físico que pueda superar el salvar a los que amas...-
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Los pasos de unos tacones pesados avanzaban elegantes por el pasillo de agua podrida con ratas. Éstas se apartaban, no intentaban treparse por sus piernas. La mujer llegó con una ropa fina y elegante hasta la puerta, donde los guardias le susurraron un par de cosas que nadie más que ella pudo oír. Luego observó por la rendija la escena con el elfo y dijo.
-Por lo visto el elfo no ha dicho nada. Significa que no hay progresos. Lamento que mi padre haya tomado tales medidas con ustedes. Pero era necesario que unas mujeres, y más si eran ajenas a la isla, vinieran a colaborar. Evitad matarlo. Tiene consigo información importante para darnos y puede concernir a vuestras familias, ya sea parte de él y los suyos, como… de nosotros-dijo la bruja y se apartó volviendo sobre sus pasos, dando orden a los guardias de que continuaran trabajando.
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Offrol: No hago metarol, Alex me lo pidió.
Instantes después de su “propio numerito con la yema del dedo”, empezó a arrepentirse. No solo de sus actos con aquel elfo, quien al fin y al cabo nada le había hecho, también de haberse guiado por la recompensa de aquel cartel para acudir a aquel lugar, mal oliente lugar. ¿Doble moral? Puede ser, puede ser pero cuando uno se esfuerza para no pertenecer ni al bien ni al mal… es fácil inclinar la balanza hacia cualquiera de los dos bandos.
Después de quemarle la punta del dedo, bajó del taburete y caminó hacia el rincón opuesto a donde Sebastián, el chico-objeto, y su dueña se encontraban. Cerca de la puerta. Allí se apoyó contra la pared y se cruzó de brazos mientras observaba como Ébano terminaba su “aportación” a aquel macabro interrogatorio que obviamente estaban llevando mal. Mal no, peor.
El turno de Alexandra llegó y si con su propio “numerito” estuvo a punto de vomitar, con el de la-chupa-sangre-esclavista casi no logra contenerse, pero finalmente pudo contener aquel desagradable impulso en su estómago. Cerró los ojos y apretó fuertemente la mandíbula cuando Alexandra empezó a cortarle las orejas. Por los dioses… ¿Qué demonios estaban haciendo? ¿En qué momento habían convertido aquello en “quien es la chica mas mala”? ¿Desde cuando actuaba ella de aquella manera sin averiguar quién era realmente el malo de la historia? Desgraciadamente, fuese quien fuese, hubiese hecho lo que hubiese hecho… tenían que hacerle hablar si querían salir con vida de allí.
Abrió los ojos y momentos después el elfo la miró, no fue una mirada prolongada, fue bastante rápida pero su expresión… ¿Le habia mirado así por los daños o, porque a pesar de todo, de todos los allí presentes era la única a la que se le consideraba bruja? Confusión, si, cada segundo que pasaba empezaba a sentirse algo mas confundida. Aunque claro, a todos nos resulta tentador ver al otro como al enemigo, al cruel, al malvado ¿Cierto?
Entre toda aquella discusión interior, el elfo, empezó a soltar más palabras de las cuales no llegó a escuchar ni la mitad. Y hasta que el prisionero no escupió a Alexandra, Melwyn, no salió de su ensimismamiento.
En cuestión de segundos, como si la velocidad del tiempo hubiera disminuido, el elfo, escupió a Alexandra y como consecuencia Sebastian agarró al elfo del cuello… ¿Qué demonios ocurria? Todo su cuerpo se tensó de pensar que “el- chico- sin- cerebro” pudiera echarlo todo a perder terminando con la débil e insignificante vida del prisionero.
Por suerte Alexandra le exigió que le soltase y este acató la orden.
-Si pudiera elegir, sería la vida, pero entre traicionar y entregar la vida de los míos, prefiero morir. Y no hay dolor físico que pueda superar el salvar a los que amas...- Y una vez mas la duda volvió a recorrerle. Iba a soltar alguna replica a las ultimas palabras del elfo-desorejado pero unos pasos empezaron a sonar y “la sala de interrogaciones” enmudeció cuando la mujer apareció tras las rejas de la puerta.
Escuchó con atención las palabras de aquella mujer. Melwyn, ni se habia movido de la pared donde se encotraba… no pudo evitar sonreir ante las ultimas palabras -Tiene consigo información importante para darnos y puede concernir a vuestras familias, ya sea parte de él y los suyos, como… de nosotros- Paseó su mirada por los presentes “Bien, eso no me incumbe. No hay familia, no hay preocupación… no hay debilidad” Pensó asumiendo que no tenia de quien preocuparse. Pero entonces donde quedaba el amor, la amistad, ¿Las gemelas?, ¿Alyssia?... si, aunque intentase engañarse a sí misma si tenia de quienes preocuparse. Hizo una mueca de disgusto al reconocer el error que acababa de cometer y se alejó de la pared.
- Si seguimos así acabaremos matándole- Dijo colocándose frente al elfo - Y si le matamos no saldremos de este maldito lugar. Está débil y herido, propongo dejarle descansar… descansemos nosotras también- se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas y se inclinó hacia atrás apoyando el peso de su cuerpo en las palmas de sus manos… mirando fijamente al prisionero - ¡Bien! ¿Conocéis alguna canción? –No dio tiempo a que respondieran – No importa yo os enseñaré una – Y, con el rostro completamente serio, aclaró su garganta antes de empezar a cantar… “La canción”
Offrol2: Lo siento, lo siento… xDDDDDDDD!!!!
Instantes después de su “propio numerito con la yema del dedo”, empezó a arrepentirse. No solo de sus actos con aquel elfo, quien al fin y al cabo nada le había hecho, también de haberse guiado por la recompensa de aquel cartel para acudir a aquel lugar, mal oliente lugar. ¿Doble moral? Puede ser, puede ser pero cuando uno se esfuerza para no pertenecer ni al bien ni al mal… es fácil inclinar la balanza hacia cualquiera de los dos bandos.
Después de quemarle la punta del dedo, bajó del taburete y caminó hacia el rincón opuesto a donde Sebastián, el chico-objeto, y su dueña se encontraban. Cerca de la puerta. Allí se apoyó contra la pared y se cruzó de brazos mientras observaba como Ébano terminaba su “aportación” a aquel macabro interrogatorio que obviamente estaban llevando mal. Mal no, peor.
El turno de Alexandra llegó y si con su propio “numerito” estuvo a punto de vomitar, con el de la-chupa-sangre-esclavista casi no logra contenerse, pero finalmente pudo contener aquel desagradable impulso en su estómago. Cerró los ojos y apretó fuertemente la mandíbula cuando Alexandra empezó a cortarle las orejas. Por los dioses… ¿Qué demonios estaban haciendo? ¿En qué momento habían convertido aquello en “quien es la chica mas mala”? ¿Desde cuando actuaba ella de aquella manera sin averiguar quién era realmente el malo de la historia? Desgraciadamente, fuese quien fuese, hubiese hecho lo que hubiese hecho… tenían que hacerle hablar si querían salir con vida de allí.
Abrió los ojos y momentos después el elfo la miró, no fue una mirada prolongada, fue bastante rápida pero su expresión… ¿Le habia mirado así por los daños o, porque a pesar de todo, de todos los allí presentes era la única a la que se le consideraba bruja? Confusión, si, cada segundo que pasaba empezaba a sentirse algo mas confundida. Aunque claro, a todos nos resulta tentador ver al otro como al enemigo, al cruel, al malvado ¿Cierto?
Entre toda aquella discusión interior, el elfo, empezó a soltar más palabras de las cuales no llegó a escuchar ni la mitad. Y hasta que el prisionero no escupió a Alexandra, Melwyn, no salió de su ensimismamiento.
En cuestión de segundos, como si la velocidad del tiempo hubiera disminuido, el elfo, escupió a Alexandra y como consecuencia Sebastian agarró al elfo del cuello… ¿Qué demonios ocurria? Todo su cuerpo se tensó de pensar que “el- chico- sin- cerebro” pudiera echarlo todo a perder terminando con la débil e insignificante vida del prisionero.
Por suerte Alexandra le exigió que le soltase y este acató la orden.
-Si pudiera elegir, sería la vida, pero entre traicionar y entregar la vida de los míos, prefiero morir. Y no hay dolor físico que pueda superar el salvar a los que amas...- Y una vez mas la duda volvió a recorrerle. Iba a soltar alguna replica a las ultimas palabras del elfo-desorejado pero unos pasos empezaron a sonar y “la sala de interrogaciones” enmudeció cuando la mujer apareció tras las rejas de la puerta.
Escuchó con atención las palabras de aquella mujer. Melwyn, ni se habia movido de la pared donde se encotraba… no pudo evitar sonreir ante las ultimas palabras -Tiene consigo información importante para darnos y puede concernir a vuestras familias, ya sea parte de él y los suyos, como… de nosotros- Paseó su mirada por los presentes “Bien, eso no me incumbe. No hay familia, no hay preocupación… no hay debilidad” Pensó asumiendo que no tenia de quien preocuparse. Pero entonces donde quedaba el amor, la amistad, ¿Las gemelas?, ¿Alyssia?... si, aunque intentase engañarse a sí misma si tenia de quienes preocuparse. Hizo una mueca de disgusto al reconocer el error que acababa de cometer y se alejó de la pared.
- Si seguimos así acabaremos matándole- Dijo colocándose frente al elfo - Y si le matamos no saldremos de este maldito lugar. Está débil y herido, propongo dejarle descansar… descansemos nosotras también- se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas y se inclinó hacia atrás apoyando el peso de su cuerpo en las palmas de sus manos… mirando fijamente al prisionero - ¡Bien! ¿Conocéis alguna canción? –No dio tiempo a que respondieran – No importa yo os enseñaré una – Y, con el rostro completamente serio, aclaró su garganta antes de empezar a cantar… “La canción”
- La amistad es un regalo divino,
del cual todos hemos de disfrutar.
Sentémonos todos a tomar vino,
pues tenemos mucho que celebrar.
Risas y risas todos los días,
las lágrimas hemos de superar.
Tus alegrías también son mías,
vamos amigos, vamos a festejar. –
del cual todos hemos de disfrutar.
Sentémonos todos a tomar vino,
pues tenemos mucho que celebrar.
Risas y risas todos los días,
las lágrimas hemos de superar.
Tus alegrías también son mías,
vamos amigos, vamos a festejar. –
Por todos los dioses habidos y por haber ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Acaso habia perdido la cabeza?¿Pretendia matar a todos los presentes con su mal gusto musical?¿Era una nueva tortura para el elfo?¿Quizás una táctica para desconcertarle?... Y lo mas importante, al terminar de cantarla, cuando volviera a empezar desde cero ¿Sus compañeras y sebastian le harian los coros?
Offrol2: Lo siento, lo siento… xDDDDDDDD!!!!
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Todo sucedía con rapidez, aunque más que rapidez, fluidez.
Alexandra se había acercado al elfo, y al parecer iba a presentar su carta.
Ni corta ni perezosa, cercernó ambas orejas del elfo, lo cual le identificaba como tal, que cayeron inertes al suelo, y de cuya herida comenzó a manar sangre.
Ébano se retiró a un rincón ladeando la cabeza y aspirando el aroma a sangre de elfo.. ¿Era hambre eso que comenzaba a sentir..?
El elfo comenzaba a parecer demasiado exhausto... Y tal vez deberían parar... Entonces habló:
-Mujeres salvajes... y muy lindas... y una niña que parece tan inocente, es tan mimada y que representa de buen grado a su ser... frío y muerto vampiro chupasangre... Sé que no es necesario…-No, no atiendo a razones como dices…. ¿Juegan a quien tortura con más sangre al elfo?Las orejas, niña insolente… no me enorgullecen, ni son una razón para vivir, solo mi ser, mi familia…-No odio a los humanos, hay algunos a quienes admiro, hasta incluso a algunos hechiceros. No juzgo a nadie, más que por sus actos… No tengo opciones…Si pudiera elegir, sería la vida, pero entre traicionar y entregar la vida de los míos, prefiero morir. Y no hay dolor físico que pueda superar el salvar a los que amas...
Hablaba suavemente, al principio miraba a Ébano, pero tras ello hablaba a todas, en general.
Una parte de Ébano decidió tentar a la suerte, y se paseó por detrás de Sebastian, aspirando muy cerca de su cuello, y pasando las manos por su torso y hombros delicadamente. Más que guapo el chico, le parecía divertida la reacción de Alexandra.
Se alejó de nuevo a un rincón cuando unos pasos ajetreados llegaron por la galería infestada de ratas, y una muy bella mujer apareció ante ellos en la reja; susurró algo a los guardias, y luego les habló a ellos.
-Por lo visto el elfo no ha dicho nada. Significa que no hay progresos. Lamento que mi padre haya tomado tales medidas con ustedes. Pero era necesario que unas mujeres, y más si eran ajenas a la isla, vinieran a colaborar. Evitad matarlo. Tiene consigo información importante para darnos y puede concernir a vuestras familias, ya sea parte de él y los suyos, como… de nosotros.
La alerta se hizo presente en Ébano como las gotas heladas de lluvia que te sorprenden mientras caminas. Su piel se erizó y se hirguió en su estatura, aunque pronto procuró disimular. Su familia.
Vale que saliese.
Vale que saliese de casa.
Pero siempre tuvo intención de volver... Y aquella mujer parecía indicarles que la libertad del elfo o el fracaso de nuestra misión supondría la desgracia de muchos.
Y Ébano quería que su familia estuviese a salvo. Más peligro suponía aún si lograba escapar, o el mensajero llegar a su destino, y si por algún casual alguien daba las descripciones de las chicas y pudiesen delatarla.. No. Se estaba jugando demasiado.
En cualquier caso, disipó las dudas de su mente y las divagaciones. Al menos contaba con que nadie tras su marcha, que se convertiría en huída, conocía su nombre real y completo...
Cuando se vino a dar cuenta, Melwyn había materializado sus pensamientos y esperaba, los de las tres, y había propuesto dejar descansar al elfo.
-Tienes razón, Melwyn... Si muere, nadie saldrá ganando..
Y entonces... cantó.
- La amistad es un regalo divino,
del cual todos hemos de disfrutar.
Sentémonos todos a tomar vino,
pues tenemos mucho que celebrar.
Risas y risas todos los días,
las lágrimas hemos de superar.
Tus alegrías también son mías,
vamos amigos, vamos a festejar.
Por un momento, Ébano se quedó paralizada. Melwyn se había sentado. Alternando la mirada entre Melwyn y Alexandra se dirigió hacia el taburete que había antes y se acercó al elfo con él en la mano.
Lo puso debajo de sus pies para que no desfalleciese, pues duda de que no muriese estando colgado, con dolor, heridas, y nada de comida o agua.
Mientras colocaba el taburete, retazos de la canción que Melwyn había cantado, salieron de la boca de Ébano, cercana a la mejilla del elfo, medio susurrando con amargura. Conocía esa canción, y no le gustaba tener que mostrar cosas de su pasado a través de una Ébano tan lejana...
No pensaba dejarle mucho tiempo descansar, pero al menos, daría una tregua, tal vez así conseguirían algo...
(Off: disculpad mi tardanza y que el post sea tan pobre, en este momento no me encontraba con ánimos)
Alexandra se había acercado al elfo, y al parecer iba a presentar su carta.
Ni corta ni perezosa, cercernó ambas orejas del elfo, lo cual le identificaba como tal, que cayeron inertes al suelo, y de cuya herida comenzó a manar sangre.
Ébano se retiró a un rincón ladeando la cabeza y aspirando el aroma a sangre de elfo.. ¿Era hambre eso que comenzaba a sentir..?
El elfo comenzaba a parecer demasiado exhausto... Y tal vez deberían parar... Entonces habló:
-Mujeres salvajes... y muy lindas... y una niña que parece tan inocente, es tan mimada y que representa de buen grado a su ser... frío y muerto vampiro chupasangre... Sé que no es necesario…-No, no atiendo a razones como dices…. ¿Juegan a quien tortura con más sangre al elfo?Las orejas, niña insolente… no me enorgullecen, ni son una razón para vivir, solo mi ser, mi familia…-No odio a los humanos, hay algunos a quienes admiro, hasta incluso a algunos hechiceros. No juzgo a nadie, más que por sus actos… No tengo opciones…Si pudiera elegir, sería la vida, pero entre traicionar y entregar la vida de los míos, prefiero morir. Y no hay dolor físico que pueda superar el salvar a los que amas...
Hablaba suavemente, al principio miraba a Ébano, pero tras ello hablaba a todas, en general.
Una parte de Ébano decidió tentar a la suerte, y se paseó por detrás de Sebastian, aspirando muy cerca de su cuello, y pasando las manos por su torso y hombros delicadamente. Más que guapo el chico, le parecía divertida la reacción de Alexandra.
Se alejó de nuevo a un rincón cuando unos pasos ajetreados llegaron por la galería infestada de ratas, y una muy bella mujer apareció ante ellos en la reja; susurró algo a los guardias, y luego les habló a ellos.
-Por lo visto el elfo no ha dicho nada. Significa que no hay progresos. Lamento que mi padre haya tomado tales medidas con ustedes. Pero era necesario que unas mujeres, y más si eran ajenas a la isla, vinieran a colaborar. Evitad matarlo. Tiene consigo información importante para darnos y puede concernir a vuestras familias, ya sea parte de él y los suyos, como… de nosotros.
La alerta se hizo presente en Ébano como las gotas heladas de lluvia que te sorprenden mientras caminas. Su piel se erizó y se hirguió en su estatura, aunque pronto procuró disimular. Su familia.
Vale que saliese.
Vale que saliese de casa.
Pero siempre tuvo intención de volver... Y aquella mujer parecía indicarles que la libertad del elfo o el fracaso de nuestra misión supondría la desgracia de muchos.
Y Ébano quería que su familia estuviese a salvo. Más peligro suponía aún si lograba escapar, o el mensajero llegar a su destino, y si por algún casual alguien daba las descripciones de las chicas y pudiesen delatarla.. No. Se estaba jugando demasiado.
En cualquier caso, disipó las dudas de su mente y las divagaciones. Al menos contaba con que nadie tras su marcha, que se convertiría en huída, conocía su nombre real y completo...
Cuando se vino a dar cuenta, Melwyn había materializado sus pensamientos y esperaba, los de las tres, y había propuesto dejar descansar al elfo.
-Tienes razón, Melwyn... Si muere, nadie saldrá ganando..
Y entonces... cantó.
- La amistad es un regalo divino,
del cual todos hemos de disfrutar.
Sentémonos todos a tomar vino,
pues tenemos mucho que celebrar.
Risas y risas todos los días,
las lágrimas hemos de superar.
Tus alegrías también son mías,
vamos amigos, vamos a festejar.
Por un momento, Ébano se quedó paralizada. Melwyn se había sentado. Alternando la mirada entre Melwyn y Alexandra se dirigió hacia el taburete que había antes y se acercó al elfo con él en la mano.
Lo puso debajo de sus pies para que no desfalleciese, pues duda de que no muriese estando colgado, con dolor, heridas, y nada de comida o agua.
Mientras colocaba el taburete, retazos de la canción que Melwyn había cantado, salieron de la boca de Ébano, cercana a la mejilla del elfo, medio susurrando con amargura. Conocía esa canción, y no le gustaba tener que mostrar cosas de su pasado a través de una Ébano tan lejana...
No pensaba dejarle mucho tiempo descansar, pero al menos, daría una tregua, tal vez así conseguirían algo...
(Off: disculpad mi tardanza y que el post sea tan pobre, en este momento no me encontraba con ánimos)
Ébano
Aerandiano de honor
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Sebastian salió disparado hacia el elfo milésimas de segundo después de que su sangre y saliva cayeran en mi pálido cuello de porcelana. Las cadenas resonaron y su cuerpo se balanceó con brusquedad, bajo la atenta y enfurecida mirada de mi mayordomo. Me acerqué, con lentitud, y a duras penas deposité mi mano en el hombro de Sebastian, haciéndole retroceder dulcemente. Mis ojos del color de la rosa más roja se encontraron con los suyos y, aunque me habría gustado ver la cara del elfo estampillada contra la pared, me conformé con la lealtad y el amor que Sebastian me ofrecía.
Ambos retrocedimos un par de pasos y mi dragón sacó un blanco pañuelo de seda con el que me limpió, mientras escuchaba la estúpida respuesta que el insensato prisionero nos entregaba. A su vez, seguí a la joven de cabellos blancos alejarse hacia una esquina y a la otra... Sí. La maldita no había escarmentado, ni tampoco había aprendido de la amistosa amenaza con la que la había honrado. No. Seguía jugando con fuego y acabaría quemándose. O mejor dicho, acabaría siendo tirada al fuego.
Sebastian se apartó ante su atrevido contacto, antes incluso de que llegase a realizarlo, y yo aparté su mano de una manotada, como si me asquease siquiera tocar su piel. El olor a sangre que fluía por la habitación no hacía más que incrementar mi naturalidad y mis ojos brillaban con intensidad, como si deseasen salirse de sus cuencas y devorar ellos mismos a la estúpida vampira. - Si no quieres acabar como la capa; convertida en cenizas, no te atrevas a repetirlo, insolente. - y habría continuado, pero esta se alejó y alguien más vino hacia nosotros...
Mientras escuchaba sus palabras, miré a la mujer de arriba abajo. No sabía qué era, pero algo de ella no me daba buena espina... Llevaba un vestido demasiado hermoso para el lugar en el que nos encontrábamos, y hablaba con un tono demasiado arrogante... Entonces se marchó y el sonido de sus zapatos dio lugar a un aburrido silencio.
Por alguna razón u otra, mis "compañeras" habían decidido derle un descanso al prisionero, y no solo eso, sino que también se habían puesto a cantar... No. Sabía que no iban a hacerlo, pero ni aunque me lo pidiesen cantaría para ellas. No eran, ni serían nunca, dignas de escuchar i melodiosa voz. En su lugar, me acerqué, lamentando el separarme de Sebastian, a los barrotes tras los que seguían observando los viejos guardias.
- Señores... - Capté su atención, pero no pareció que quisiesen moverse de su posición. - Por favor, señores, al parecer mis compañeras terminaron enloqueciendo, así que creo justo el que escuchéis al menos mi petición... -
El tono inocente que había utilizado había surgido efecto y ambos se acercaron intrigados. Sus ojos se fijaron en los míos y antes siquiera de que pudiesen apartar la mirada mi magia ya había surgido efecto. - Estaréis cansados... ¿Por qué no dormís un rato? - Y así lo hicieron. Regresaron a la pared en la que antes estuvieron apoyados y se dejaron caer al suelo, dormidos casi al instante. Entonces pude dirigirme hacia el elfo y las otras dos, las cuales habían terminado de cantar. "Y después yo era la infantil" pensé.
- Empezaba a molestarme que esos infelices no dejasen de curiosear constántemente. - me justifiqué ante las confundidas miradas de los presentes. - No vas a hablar sobre lo que ellos quieren saber, ¿cierto? Bien, no me importa. Lo que más me interesa ahora es... ¿Quiénes son ellos? - pregunté indicando con la cabeza en la dirección de los guardias y la mujer que había dejado tras de si un suave olor a cacao.
Ambos retrocedimos un par de pasos y mi dragón sacó un blanco pañuelo de seda con el que me limpió, mientras escuchaba la estúpida respuesta que el insensato prisionero nos entregaba. A su vez, seguí a la joven de cabellos blancos alejarse hacia una esquina y a la otra... Sí. La maldita no había escarmentado, ni tampoco había aprendido de la amistosa amenaza con la que la había honrado. No. Seguía jugando con fuego y acabaría quemándose. O mejor dicho, acabaría siendo tirada al fuego.
Sebastian se apartó ante su atrevido contacto, antes incluso de que llegase a realizarlo, y yo aparté su mano de una manotada, como si me asquease siquiera tocar su piel. El olor a sangre que fluía por la habitación no hacía más que incrementar mi naturalidad y mis ojos brillaban con intensidad, como si deseasen salirse de sus cuencas y devorar ellos mismos a la estúpida vampira. - Si no quieres acabar como la capa; convertida en cenizas, no te atrevas a repetirlo, insolente. - y habría continuado, pero esta se alejó y alguien más vino hacia nosotros...
Mientras escuchaba sus palabras, miré a la mujer de arriba abajo. No sabía qué era, pero algo de ella no me daba buena espina... Llevaba un vestido demasiado hermoso para el lugar en el que nos encontrábamos, y hablaba con un tono demasiado arrogante... Entonces se marchó y el sonido de sus zapatos dio lugar a un aburrido silencio.
Por alguna razón u otra, mis "compañeras" habían decidido derle un descanso al prisionero, y no solo eso, sino que también se habían puesto a cantar... No. Sabía que no iban a hacerlo, pero ni aunque me lo pidiesen cantaría para ellas. No eran, ni serían nunca, dignas de escuchar i melodiosa voz. En su lugar, me acerqué, lamentando el separarme de Sebastian, a los barrotes tras los que seguían observando los viejos guardias.
- Señores... - Capté su atención, pero no pareció que quisiesen moverse de su posición. - Por favor, señores, al parecer mis compañeras terminaron enloqueciendo, así que creo justo el que escuchéis al menos mi petición... -
El tono inocente que había utilizado había surgido efecto y ambos se acercaron intrigados. Sus ojos se fijaron en los míos y antes siquiera de que pudiesen apartar la mirada mi magia ya había surgido efecto. - Estaréis cansados... ¿Por qué no dormís un rato? - Y así lo hicieron. Regresaron a la pared en la que antes estuvieron apoyados y se dejaron caer al suelo, dormidos casi al instante. Entonces pude dirigirme hacia el elfo y las otras dos, las cuales habían terminado de cantar. "Y después yo era la infantil" pensé.
- Empezaba a molestarme que esos infelices no dejasen de curiosear constántemente. - me justifiqué ante las confundidas miradas de los presentes. - No vas a hablar sobre lo que ellos quieren saber, ¿cierto? Bien, no me importa. Lo que más me interesa ahora es... ¿Quiénes son ellos? - pregunté indicando con la cabeza en la dirección de los guardias y la mujer que había dejado tras de si un suave olor a cacao.
Alexandra Adelia
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
-Habia un oso... un oso… un oooo-oooso..
Habia un oso... un oso... un oooo-oooso..
Era enorme... negro... cubierto de pelo horroroso
habia un oso! un oso! un oooo.ooso!
Y la doncella decía...
No bailaría nunca con un oso peludo..
La levantó por el aire, alto, alto.
¡El oso! ¡El oso! Yo quería un caballero,
pero tú eres un oso. ¡Un oso! ¡Un oso!
¡Cubierto de pelo horroroso!... -
Habia un oso... un oso... un oooo-oooso..
Era enorme... negro... cubierto de pelo horroroso
habia un oso! un oso! un oooo.ooso!
Y la doncella decía...
No bailaría nunca con un oso peludo..
La levantó por el aire, alto, alto.
¡El oso! ¡El oso! Yo quería un caballero,
pero tú eres un oso. ¡Un oso! ¡Un oso!
¡Cubierto de pelo horroroso!... -
Acompañó en lenguaje élfico el elfo, con los ojos cerrados, abriéndolos muy de vez en cuando, exhausto y agotado. Su voz sonaba melodiosa, juguetona y con algo de ironía que se apagaba de a poco. Las heridas que le había producido Alejandra continuaban sangrando, pero hacia esfuerzo por no prestar atención al dolor, y centraba sus fuerzas en la letra élfica. Tenía cierto ritmo.
La canción parecía traerle recuerdos, porque en una de sus sonrisas, dejó escapar unas lágrimas. No le importaba que hubiera mujeres o un hombre humillándolo, o torturándolo. Agradecía el gesto de Ébano con el taburete, pero apenas podía mover su cuerpo. Había pasado varios días sin comida ni agua.
Alexandra fue la única quien no se sumó, y él no dejó de cantar hasta que que la pequeña vampira se acercó y preguntó.
- No vas a hablar sobre lo que ellos quieren saber, ¿cierto? Bien, no me importa. Lo que más me interesa ahora es... ¿Quiénes son ellos? –
Silenció sus palabras y abrió sus ojos hacia ella, con una mirada de profundo odio. Soltó otra escupida hacia ella, pero no tenía casi fuerzas y solo fue a dar a una de sus piernas. Luego respondió, sin importarle lo que le hicieran. Su mirada ya no era de burla. Era como si deseara gastar sus últimas fuerzas en provocar lo que le molestaban. Si ese Sebastián quería matarle, que lo hiciera, y eso buscaba, viendo la protección que le brindaba a ella.
-Ellos son soldados, tal como puedes verlo. Yo soy su enemigo y quieren información mía que no daré el gusto de darles… No traicionaré a los míos. Fue inútil que los durmieras, no cambiará en nada, y no les temo. Son iguales a ellos, fríos, y destructores...-respondió y miró con desafío a Sebastían. El elfo tenía sangre en sus hombros, pecho, y todo el cuello, de las heridas que tenía a causa de ella.
Ansur
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Y “La canción” volvió a sonar una vez mas….
Mientras continuaba con la canción de Eona, una canción que habia odiado y que increíblemente ahora sonaba de sus propios labios, observaba los movimientos de Ébano y… oh, dioses… ¿Era “la canción” lo que estaba tarareando? No pudo, o no quiso, reprimir la sonrisa que se dibujó en sus labios mientras la observaba ¿Se conocería aquella canción?¿Donde la habría escuchado? Y pensar que aquella canción nació de una propuesta ironica que le hizo a la loba cuando la conoció…
Pero lo mas increíble de todo fue cuando el elfo empezó a cantar. A pesar de su evidente mal estado, que parecía que fuese a perder la conciencia en cualquier momento. Suspiró, algo tenían que hacer, no llegarían muy lejos con él en aquel lamentable estado.
La estirada de Alexandra y el chico-sin-cerebro no cantaron ninguna canción… vaya par de aguafiestas. Pero bueno, la nenita de papi hizo algo interesante que le dejó sorprendida… habia enviado a dormir a los guardas y estos obedecieron. Frunció el labio mientras la vampira se justificaba “Bien podrias haberles ordenado abrirnos esa maldita puerta” pensó.
Entonces la vampira se dirigió al elfo y terminó con una pregunta que jamás, por mucho que le doliese reconocerlo, se le habría ocurrido a ella - ¿Quiénes son ellos? –Sin levantarse, cambió de postura quedando sentada abrazada a sus rodillas y la cabeza apoyada en ellas. Mirando fijamente al elfo, esperando su respuesta… Pero la única información que dio fue que eran enemigos “vaya novedad” pensó mientras se ponía en pie y empezaba a caminar hacia la chimenea – Seguirme – dijo – Los tres – Ordenó y miró a Alexandra – Tenemos que empezar a trabajar en equipo… y ya que tu chico está aquí deberá colaborar – Se cruzó de brazos - ¿Ideas y sugerencias? De alguna forma tenemos que hacer que deje de sangrar o lo acabaremos perdiendo y queda claro que las torturas no surgen efecto…
Cuando Alexandra y Ebano terminaron de exoponer sus puntos de vista, ideas o quejas, Melwyn, se acercó unos pasos al elfo y habló:
- Mira… - Empezó a decir de forma tranquila – Se que hemos empezado mal, realmente mal – reconoció- es evidente de que ninguna de nosotras se dedica a esto. Pero creo que debe haber alguna manera… podemos llegar a algún acuerdo. ¿Has visto lo fácil que ha sido dormirles? Despues de lo que acaba de hacer, no veo complicado sacarte de aquí cuando todo esto termine…
Y no hizo, ni dijo, nada más. Se quedó cruzada de brazos, entre la mesa y el preso, para observar y escuchar a sus compañeras.
- La amistad es un regalo divino,
del cual todos hemos de disfrutar.
Sentémonos todos a tomar vino,
pues tenemos mucho que celebrar.
Risas y risas todos los días,
las lágrimas hemos de superar.
Tus alegrías también son mías,
vamos amigos, vamos a festejar. –
del cual todos hemos de disfrutar.
Sentémonos todos a tomar vino,
pues tenemos mucho que celebrar.
Risas y risas todos los días,
las lágrimas hemos de superar.
Tus alegrías también son mías,
vamos amigos, vamos a festejar. –
Mientras continuaba con la canción de Eona, una canción que habia odiado y que increíblemente ahora sonaba de sus propios labios, observaba los movimientos de Ébano y… oh, dioses… ¿Era “la canción” lo que estaba tarareando? No pudo, o no quiso, reprimir la sonrisa que se dibujó en sus labios mientras la observaba ¿Se conocería aquella canción?¿Donde la habría escuchado? Y pensar que aquella canción nació de una propuesta ironica que le hizo a la loba cuando la conoció…
Pero lo mas increíble de todo fue cuando el elfo empezó a cantar. A pesar de su evidente mal estado, que parecía que fuese a perder la conciencia en cualquier momento. Suspiró, algo tenían que hacer, no llegarían muy lejos con él en aquel lamentable estado.
La estirada de Alexandra y el chico-sin-cerebro no cantaron ninguna canción… vaya par de aguafiestas. Pero bueno, la nenita de papi hizo algo interesante que le dejó sorprendida… habia enviado a dormir a los guardas y estos obedecieron. Frunció el labio mientras la vampira se justificaba “Bien podrias haberles ordenado abrirnos esa maldita puerta” pensó.
Entonces la vampira se dirigió al elfo y terminó con una pregunta que jamás, por mucho que le doliese reconocerlo, se le habría ocurrido a ella - ¿Quiénes son ellos? –Sin levantarse, cambió de postura quedando sentada abrazada a sus rodillas y la cabeza apoyada en ellas. Mirando fijamente al elfo, esperando su respuesta… Pero la única información que dio fue que eran enemigos “vaya novedad” pensó mientras se ponía en pie y empezaba a caminar hacia la chimenea – Seguirme – dijo – Los tres – Ordenó y miró a Alexandra – Tenemos que empezar a trabajar en equipo… y ya que tu chico está aquí deberá colaborar – Se cruzó de brazos - ¿Ideas y sugerencias? De alguna forma tenemos que hacer que deje de sangrar o lo acabaremos perdiendo y queda claro que las torturas no surgen efecto…
[…. Escuchó en silencio a sus compañeras……]
Cuando Alexandra y Ebano terminaron de exoponer sus puntos de vista, ideas o quejas, Melwyn, se acercó unos pasos al elfo y habló:
- Mira… - Empezó a decir de forma tranquila – Se que hemos empezado mal, realmente mal – reconoció- es evidente de que ninguna de nosotras se dedica a esto. Pero creo que debe haber alguna manera… podemos llegar a algún acuerdo. ¿Has visto lo fácil que ha sido dormirles? Despues de lo que acaba de hacer, no veo complicado sacarte de aquí cuando todo esto termine…
Y no hizo, ni dijo, nada más. Se quedó cruzada de brazos, entre la mesa y el preso, para observar y escuchar a sus compañeras.
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
No sabía exactamente por qué cantaba. Supongo que esa canción le traía recuerdos y eso, recuerdos, era una de las pocas cosas cálidas que le quedaban a Ébano, y por los dioses cuánto ansiaba recordar y volver a... No.
No.
Debía poner los pies en el suelo. Un suelo asqueroso aquella vez.
La niña acababa de darle un manotazo y la había amenazado.
- Si no quieres acabar como la capa; convertida en cenizas, no te atrevas a repetirlo, insolente.
Ébano la miró con cara sorprendida y se miró la mano con repugnancia.
-No voy a rebajarme a tu altura, guapa.
Negando con la cabeza, se retiró de ella y se sentó en el suelo con Melwyn, la espalda erguida, manos apoyadas en el suelo y las rodillas inclinadas de lado en el suelo. Era el único rincón medianamente limpio que había localizado en la celda.
Había cerrado los ojos intentando serenarse y buscar una solución. Mientras tanto, comenzó a escuchar los sonidos a su alrededor.
¿El más peculiar? El elfo, cantando, sin duda. Era una canción diferente, pero cantaba.
¿Podía significar aquello que sentía cierta empatía y tenían las candidatas un resquicio de esperanza de salir de allí cumpliendo su trabajo?
Dudaba de ello, pero, ¿quién sabe?
Inspiró varias veces e intentó pensar un plan.
De fondo, escuchaba los movimientos ajenos. Alexandra se había acercado a la reja, junto a los barrotes reclamaba la atención de -supuso Ébano- los guardias.
¿Se habían dormido? ¡Se habían quedado dormidos!
Y ahora Alexandra se dirigía al elfo, y le preguntaba algo en lo que tampoco Ébano había caído: quiénes eran los que lo mantenían cautivo y reclamaban información, aunque de poco sirvió la respuesta del preso.
-Ellos son soldados, tal como puedes verlo. Yo soy su enemigo y quieren información mía que no daré el gusto de darles… No traicionaré a los míos. Fue inútil que los durmieras, no cambiará en nada, y no les temo. Son iguales a ellos, fríos, y destructores...
Respuesta nada esclarecedora, evasiva, Siempre evasiva. Parecía que no iban a obtener respuesta clara del elfo..
– Seguirme, los tres.
Mientras pensaba en eso, Melwyn se levantó y las llamó consigo a una zona más apartada. Ébano se levantó y fue junto a ella, mirándola con atención a los ojos, su pelo era tan blanco.. tan.. curioso....
–Tenemos que empezar a trabajar en equipo… y ya que tu chico está aquí deberá colaborar.. ¿Ideas y sugerencias? De alguna forma tenemos que hacer que deje de sangrar o lo acabaremos perdiendo y queda claro que las torturas no surgen efecto…
Ébano sopesó unos momentos lo que decía la bruja. Tenía razón, claro que tenía razón..
-De acuerdo. No hablará. Eso está claro... Por un lado sabemos por qué esta aquí retenido. No tengo intención de poner en peligro a conocidos, y nos han dicho que probablemente, ocurra.. Y por otra parte, tampoco sabemos quién le tiene aquí. No sabemos nada. Yo propongo algo a medio camino entre una facción y otra.. -dijo la chica, manteniendo su voz en un mero susurro- pedimos la información que necesitamos, una vez obtenida, cumplimos el trabajo, y pedimos llevarnos al elfo con nosotras. Tal vez si le decimos que podría poner a salvo a los suyos colabore. Parece ser todo lo que le importa...
La chica esperó la reacción y respuesta de sus compañeras.
Tras debatir entre ellas, Melwyn, se acercó al elfo de brazos cruzados, y le expuso:
- Mira…Sé que hemos empezado mal, realmente mal es evidente de que ninguna de nosotras se dedica a esto. Pero creo que debe haber alguna manera… podemos llegar a algún acuerdo. ¿Has visto lo fácil que ha sido dormirles? Después de lo que acaba de hacer, no veo complicado sacarte de aquí cuando todo esto termine…
No.
Debía poner los pies en el suelo. Un suelo asqueroso aquella vez.
La niña acababa de darle un manotazo y la había amenazado.
- Si no quieres acabar como la capa; convertida en cenizas, no te atrevas a repetirlo, insolente.
Ébano la miró con cara sorprendida y se miró la mano con repugnancia.
-No voy a rebajarme a tu altura, guapa.
Negando con la cabeza, se retiró de ella y se sentó en el suelo con Melwyn, la espalda erguida, manos apoyadas en el suelo y las rodillas inclinadas de lado en el suelo. Era el único rincón medianamente limpio que había localizado en la celda.
Había cerrado los ojos intentando serenarse y buscar una solución. Mientras tanto, comenzó a escuchar los sonidos a su alrededor.
¿El más peculiar? El elfo, cantando, sin duda. Era una canción diferente, pero cantaba.
¿Podía significar aquello que sentía cierta empatía y tenían las candidatas un resquicio de esperanza de salir de allí cumpliendo su trabajo?
Dudaba de ello, pero, ¿quién sabe?
Inspiró varias veces e intentó pensar un plan.
De fondo, escuchaba los movimientos ajenos. Alexandra se había acercado a la reja, junto a los barrotes reclamaba la atención de -supuso Ébano- los guardias.
¿Se habían dormido? ¡Se habían quedado dormidos!
Y ahora Alexandra se dirigía al elfo, y le preguntaba algo en lo que tampoco Ébano había caído: quiénes eran los que lo mantenían cautivo y reclamaban información, aunque de poco sirvió la respuesta del preso.
-Ellos son soldados, tal como puedes verlo. Yo soy su enemigo y quieren información mía que no daré el gusto de darles… No traicionaré a los míos. Fue inútil que los durmieras, no cambiará en nada, y no les temo. Son iguales a ellos, fríos, y destructores...
Respuesta nada esclarecedora, evasiva, Siempre evasiva. Parecía que no iban a obtener respuesta clara del elfo..
– Seguirme, los tres.
Mientras pensaba en eso, Melwyn se levantó y las llamó consigo a una zona más apartada. Ébano se levantó y fue junto a ella, mirándola con atención a los ojos, su pelo era tan blanco.. tan.. curioso....
–Tenemos que empezar a trabajar en equipo… y ya que tu chico está aquí deberá colaborar.. ¿Ideas y sugerencias? De alguna forma tenemos que hacer que deje de sangrar o lo acabaremos perdiendo y queda claro que las torturas no surgen efecto…
Ébano sopesó unos momentos lo que decía la bruja. Tenía razón, claro que tenía razón..
-De acuerdo. No hablará. Eso está claro... Por un lado sabemos por qué esta aquí retenido. No tengo intención de poner en peligro a conocidos, y nos han dicho que probablemente, ocurra.. Y por otra parte, tampoco sabemos quién le tiene aquí. No sabemos nada. Yo propongo algo a medio camino entre una facción y otra.. -dijo la chica, manteniendo su voz en un mero susurro- pedimos la información que necesitamos, una vez obtenida, cumplimos el trabajo, y pedimos llevarnos al elfo con nosotras. Tal vez si le decimos que podría poner a salvo a los suyos colabore. Parece ser todo lo que le importa...
La chica esperó la reacción y respuesta de sus compañeras.
Tras debatir entre ellas, Melwyn, se acercó al elfo de brazos cruzados, y le expuso:
- Mira…Sé que hemos empezado mal, realmente mal es evidente de que ninguna de nosotras se dedica a esto. Pero creo que debe haber alguna manera… podemos llegar a algún acuerdo. ¿Has visto lo fácil que ha sido dormirles? Después de lo que acaba de hacer, no veo complicado sacarte de aquí cuando todo esto termine…
Ébano
Aerandiano de honor
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
Aparté mi pie con la velocidad de un rayo, la velocidad que caracterizaba a mi gente, y el asqueroso escupitajo cayó en el suelo. Escuché su respuesta y con esa misma velocidad aparté el taburete de debajo de sus pies y me subí para agarrarle de la mandíbula, con una sola mano, hincando mis huesudos y fríos dedos a cada lado de sus mejilla, para que no pudiese ni hablar ni escupir. Empezaba a enfurecerme, y poco me importaban sus razones o las lágrimas de cocodrilo con las que antes trató de engañarnos. - ¿Crees que los dormí por ti? Que insolente. Me molestaban, y si no te duermo a ti para siempre es porque eres un poco interesante. ¿Pero sabes? Empiezas a dejar de serlo... Ya solo eres patético. -
Aparté el taburete de un puntapié y regresé al lado de Sebastian, el cual, al igual que yo, empezaba a desprender odio por el prisionero, pues no se estaba ayudando demasiado a si mismo. Pero entonces la peliblanca nos llamó. "¿Enserio? Crees que llamarás y yo acudiré?" Refunfuñé y con los brazos cruzados me acerqué, pero sin llegar a unirme al grupo del todo. - Aunque le haya cortado las puntas de sus orejas sigue teniendo oído de elfo, ¿sabéis? -
Me acurruqué entre los brazos de Sebastian y escuché sus palabras. Cuando terminaron de hablar fijaron sus miradas en mí, como si fuese predeterminado que también yo debería participar. - Yo lo mataría sin más. - comenté arrogante, pero bueno, al menos esto era más interesante que quedarse aburrido entre cuatro paredes sin nada que hacer. Les mostré mi barbilla, mirándolas desde arriba con superioridad. - ¿Enserio creéis que os lo entregarán sin más? Para empezar, si está aquí encerrado y moribundo es porque no entra en sus planes, sean quienes sean, que salga. Quieren que se pudra entre estas paredes tanto si habla como si no. Claro que... No sería un problema sacarlo de aquí a la fuerza. - comenté algo más interesada. - Podría hasta ser entretenido. Pero como habréis notado yo no soy de su agrado, así que hablad vosotras con él. -
Si el elfo había sido inteligente prestaría atención a nuestra conversación y cuando la muchacha se le acercó, si no era un estúpido, sabría qué responder. Eramos su mejor opción.
(off rol: Recuerdo que lo que está entre comillas es un pensamiento :)) )
Aparté el taburete de un puntapié y regresé al lado de Sebastian, el cual, al igual que yo, empezaba a desprender odio por el prisionero, pues no se estaba ayudando demasiado a si mismo. Pero entonces la peliblanca nos llamó. "¿Enserio? Crees que llamarás y yo acudiré?" Refunfuñé y con los brazos cruzados me acerqué, pero sin llegar a unirme al grupo del todo. - Aunque le haya cortado las puntas de sus orejas sigue teniendo oído de elfo, ¿sabéis? -
Me acurruqué entre los brazos de Sebastian y escuché sus palabras. Cuando terminaron de hablar fijaron sus miradas en mí, como si fuese predeterminado que también yo debería participar. - Yo lo mataría sin más. - comenté arrogante, pero bueno, al menos esto era más interesante que quedarse aburrido entre cuatro paredes sin nada que hacer. Les mostré mi barbilla, mirándolas desde arriba con superioridad. - ¿Enserio creéis que os lo entregarán sin más? Para empezar, si está aquí encerrado y moribundo es porque no entra en sus planes, sean quienes sean, que salga. Quieren que se pudra entre estas paredes tanto si habla como si no. Claro que... No sería un problema sacarlo de aquí a la fuerza. - comenté algo más interesada. - Podría hasta ser entretenido. Pero como habréis notado yo no soy de su agrado, así que hablad vosotras con él. -
Si el elfo había sido inteligente prestaría atención a nuestra conversación y cuando la muchacha se le acercó, si no era un estúpido, sabría qué responder. Eramos su mejor opción.
(off rol: Recuerdo que lo que está entre comillas es un pensamiento :)) )
Alexandra Adelia
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Re: Un prisionero rebelde-[Quest]
– Se que hemos empezado mal, realmente mal. Es evidente de que ninguna de nosotras se dedica a esto. Pero creo que debe haber alguna manera… podemos llegar a algún acuerdo. ¿Has visto lo fácil que ha sido dormirles? Después de lo que acaba de hacer, no veo complicado sacarte de aquí cuando todo esto termine-habló la mujer de cabello blanco y el elfo levantó la mirada hacía ella. Habían hablado de algo que no le había interesado oír, además que en el estado en que se encontraba, poca atención podía poner.
Tras observar a Melwyn con cierto atisbo de esperanza, pensó unos instantes, pero su mirada bajó mientras halaba.
-No me dejarán salir con vida de acá… Mi…-volvió a levantar la mirada, algo asustado por lo que había estado a punto de decir y pensó rápido en decir otra cosa, sin embargo no tuvo nada que decir. En su cabeza solo pensada eso que había querido decir. Cerró su boca y volvió a dejar caer su cabeza, con la mirada triste.
Después de un largo silencio, dijo medio fastidiado por no recordar sus nombres.
-A la del caballo blanco, y la vampiresa adulta… solo procuren mantener a salvo a sus familias y no dejéis que os envenenen la mente… Poco me importa la niña y su esclavo inútil-dijo el elfo con resentimiento, y mirando hacia donde la vampiresa y soltó una escupida más que llegó cerca de sus pies-pero ustedes-volvió a dirigirse a las dos mujeres adultas-Se que pueden salvar a sus familias….-el elfo cerró los ojos, tensando el cuerpo y volvió a cantar con rapidez en su lenguaje lo que antes., como si deseara concentrarse solo en eso.
Los guardias, comenzaron a despertar, soltando maldiciones a la vampira y uno de ellos exclamó.
-De esto se enterarán, y la pequeña aprenderá a respetar a sus mayores... No mires hacia la puerta-advirtió y sus pasos se alejaron. El otro guardia se mantuvo cerca, pero evitaría volver a caer en lo mismo.
Tras observar a Melwyn con cierto atisbo de esperanza, pensó unos instantes, pero su mirada bajó mientras halaba.
-No me dejarán salir con vida de acá… Mi…-volvió a levantar la mirada, algo asustado por lo que había estado a punto de decir y pensó rápido en decir otra cosa, sin embargo no tuvo nada que decir. En su cabeza solo pensada eso que había querido decir. Cerró su boca y volvió a dejar caer su cabeza, con la mirada triste.
Después de un largo silencio, dijo medio fastidiado por no recordar sus nombres.
-A la del caballo blanco, y la vampiresa adulta… solo procuren mantener a salvo a sus familias y no dejéis que os envenenen la mente… Poco me importa la niña y su esclavo inútil-dijo el elfo con resentimiento, y mirando hacia donde la vampiresa y soltó una escupida más que llegó cerca de sus pies-pero ustedes-volvió a dirigirse a las dos mujeres adultas-Se que pueden salvar a sus familias….-el elfo cerró los ojos, tensando el cuerpo y volvió a cantar con rapidez en su lenguaje lo que antes., como si deseara concentrarse solo en eso.
Los guardias, comenzaron a despertar, soltando maldiciones a la vampira y uno de ellos exclamó.
-De esto se enterarán, y la pequeña aprenderá a respetar a sus mayores... No mires hacia la puerta-advirtió y sus pasos se alejaron. El otro guardia se mantuvo cerca, pero evitaría volver a caer en lo mismo.
Ansur
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