Una amistad un tanto diferente (Privado Wood - Kaala)

Los ayudantes del establo nos abrieron la puerta y nos mostraron que ya tenían todas las preparaciones listas para los nuevos huéspedes del edificio, cercano a las protectoras murallas de la gran ciudad. Acompañé al pequeño potrillo, de color tan oscuro que solo bajo los cálidos rayos del sol se veía su tono tierra, hasta el pequeño lugar al lado de su madre, guiada por Wood.

Todo había pasado muy rápido. Estaba realmente alegre de que los caballos acabasen regresando sanos y salvos y que pudiesen permanecer justos un poco más, pues conocía lo que se sentía al perder una madre, pero no me pareció una ocasión adecuada para festejar, y más sabiendo sobre las tristes noticias que el joven domador había recibido. Había tratado de consolarlo con torpes palabras por el camino, pero no pareció aliviar demasiado su sufrimiento. Pero... Yo sabía que lo que más necesitaba era tiempo. Al igual que yo lo necesité. Mucho, mucho tiempo...

- Son unos animales hermosos... - comenté a mi compañera licántropa después de un largo silencio, mientras acariciaba distraídamente el lomo del nuevo miembro de mi familia. - Si pudiese ser, me gustaría que madre e hijo permaneciesen juntos un poco más... Solo un poco más, por favor... - dije casi suplicante. Por alguna razón, aquello me hizo recordar los buenos días junto a mi madre, y no quería que el pequeño sufriese por su pérdida a tan temprana edad. Por eso, y a pesar de la situación actual, era mi intención quedarme un par de días aquí por él, y tal vez aprender más sobre los caballos y cómo debería cuidar de él, pues ahora sería yo quien le protegiese del mundo. - Te... Te parece bien...? -

La joven Kaala me daba ternura. Realmente sacaba un lado maternal que yo misma no conocía y me interesaba explorar. Claro, que no iría por la vida diciéndole “hija” ni mucho menos, pero me alegraba tener al potrinco de Furia como un nexo entre las dos. Estaba segura de que ambos harían un perfecto equipo y me preguntaba si sería capaz de construir un lazo lo suficientemente fuerte con la yegua como lo era con Chy.

Al contrario de la joven, yo no me estresé intentando buscar palabras para consolar el corazón de aquél buen hombre. Sabía que esas cosas abstractas llamadas palabras no podrían llenar algo tan complicado como los sentimientos. Tenía ganas de darle un zape, un buen moquete para hacerle entrar en razón y se quitara ese peso que llevaba dentro con algo. Esa cara que tenía me daban ganas de llorar. ¿Llorar? Enarqué una ceja ante mi propio pensamiento y me mantuve en silencio hasta que la licántropo me habló.

Claro que me parece bien, de hecho pensaba en algo así… creo que el pequeño necesitará un poco más de leche le sonreí y me atreví a hacerle una petición egoísta. No estaba segura de cómo debería de proceder ante situaciones así, pero me tiré al agua y lo hice directamente. Deberíamos vernos cada cierto tiempo… para que ellos se reencuentren. ¿No lo crees?.

Me adelanté hacia las caballerizas e hice entrar a Furia a una de ellas. Nos costó un poco de trabajo, pero luego de largos minutos e interminables charlas ambas entramos al pequeño lugar. Claro que era espacioso, y no me estaba quejando, pero no era comparable a la inmensidad de los campos ni los bosques. Decidí pasar la noche con ella, aún le estaba agradecida porque decidiera quedarse conmigo y manteniéndome a su lado sería prueba fiel de que no la defraudaría. Al día siguiente, comenzaría mi entrenamiento con aquél animal

Spoiler:

"¡Leche...!" Claro, ¿cómo no había pensado en eso? No solo debían permanecer juntos por los lazos que les unen, ¡sino por la leche que la madre ha de darle al pequeño! - ¡Sí! ¡Sería genial! ¡Muchas gracias...! - Contesté emocionada. Me alegraba mucho de que la licántropa con la que me había topado no era como Markus, o como cualquier otro lobo de la Manada. "La Manada..." El simple pensamiento en ellos me trajo a la lengua un sabor desagradable; el sabor más amargo que podría llegar a saborear.

Había pasado un largo rato, pero había sido un tiempo muy agradable, y me sentía orgullosa de mi misma por haber podíado compartir alguna que otra palabra con Wood, a pesar de no estar acostumbrada a estas cosas. Lo cierto es que ella me lo facilitó mucho, con su dulce forma de comportarse conmigo. "Aún así, me pregunto qué aremos de ahora en adelante, pequeñín..." pensé en mis adentros, mientras acariciaba medio adormecida el morro de mi nuevo amigo. Supongo que lo mejor será quedarse unos días aquí, después de todo. - ¿Verdad? - le susurré al animal, cuando algo dentro de mí se dio cuenta al fin de qué era lo primero que debía de hacer; "Un nombre..." Debía de elegir uno para él. ¿Pero cual...? Uno digno del caballo que llegaría a ser, desde luego, pero... ¿Cual sería el indicado?

Esa noche ya no pude averiguarlo, pues me quedé dormida tumbada en la paja al lado de mi amigo, mientras pensaba en un nombre que le hiciese honor.

entrenamiento:

Después de varios días compartiendo vivencias con Kaala y su potrillo pensé que probablemente le extrañaría, bueno… ahora todos extrañaríamos a todos. No estaba nada acostumbrada a esa forma de ver las cosas, pero tampoco me desagradaba.

Dejamos las cosas que traíamos de la ciudad con uno de los peones que siempre nos atendía y partí rauda hacia la casa principal para despedirme de Erik. Él sugirió hacer un pequeño brindis y después de eso quedé en un estado etílico casi comatoso del que me desperté cuando la noche estaba llegando. Me disculpé por los inconvenientes a la adorable familia y con varias señas y reverencias partimos luego de negar varias veces el quedarnos una noche más.

Ya para esa hora todos se habían ido a dormir en los establos y pensé que era la mejor forma de partir de un lugar. Irse sin ser visto, sin lloriqueos y sin adioses, aunque sabía que todos deberíamos despedirnos de la caballeriza que estaba en el recodo del fondo a la derecha. Caminamos con paso cansino hacia ella y vimos a los dos jóvenes tendidos sobre el heno. Esbocé una amplia sonrisa, me agaché y levanté una pequeña piedra que hice repicar contra un fierro que había cerca.

Eh, bellos durmientes. Que Chy, Furia y yo estamos pisando ya el camino. le dí un pequeño golpe a la puerta sin saber qué más decir o cómo expresar mis sentimientos. Eso de despedirse realmente no era lo mio. Pórtense mal y no hagan cosas de las que se arrepientan. Coman bien para crecer sanos y fuertes y… ¡Hasta luego!.

Todo lo bueno acaba... Por mucho que me entristeciesen esas palabras, las cuales muchas veces resonaron en mi cabeza, eran la más pura verdad. Había pasado días inolvidables, tanto con el potrillo, como con Erik y el resto de su familia, los jóvenes del establo, la loba Wood... Días alegre que nunca olvidaría; definitivamente un agradable cambio después de todos aquellos recuerdos amargos que recorrían mis memorias. Pero se acabó, o al menos esta etapa acabó.

- Muchas gracias por todo... - me despedí tristemente de Wood antes de verla partir, una vez que lo hicimos de todos los demás. - Yo... ¡Espero que nos volvamos a ver! - de verdad de verdad que traté de despedirme con una sonrisa, pero hacía poco había averiguado que aquello no era algo sencillo de hacer, y volvió a parecerme treméndamente complicado, pues le había toado cariño a ella y a sus saltones ojos carbón.

El potrillo relinchó, despidiéndose así de su madre. Lo cierto es que aquella me pareció una escena aún más triste que mi despedida con la muchacha, pero ninguno de los dos animales se pusieron a llorar. Bestia, tal y como la había llamado ella, se acercó a Tierra y le pegó un enorme y húmedo lametazo a su hocico. Después me hizo lo mismo a mí, como si con eso me dejase en claro que debía de cuidar bien del pequeño, y con toda su elegancia partió junto a la licántorpa. Pero yo estaba segura, segura segura segura, de que las volveríamos a ver, pues los lazos que unían a los animales y a sus jinetes nunca morirían, hasta que la muerte no nos arrebatase nuestras propias vidas.

(Off rol: Fue un placer y espero que nos volvamos a ver pronto!!!! :DDD)