El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
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El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
El incesante goteo de una de las tuberías averiadas de la alargada y espaciosa habitación era enloquecedor. Ese mismo sonido el cual el mago tuvo que soportar durante más de dos semanas, aunque a él le pareciese una eternidad. Pero no podía cambiar su compañía, la cual era el susurro del agua al caer, y siempre era mejor que la de aquel científico loco, el cual disfrutaba de los inhumanos experimentos que Nafen observaba a diario en los cuerpos de los demás prisioneros, ahora ya muertos. Todo apuntaba que él era el siguiente y que, "el rey de las amputaciones", sería la mano responsable.
Sus magulladas muñecas permanecían, como todo aquel tiempo, atadas entre si por debajo de la cama a la cual estaba encadenado, impidiéndole usar cualquier truco de magia. Una vez más, una gota de sangre cayó desde su pierna levantada, atrapada en aquel extraño mecanismo de metal, el cual hacía tanto ya que le torturaba. Quién iba a decir que iba a ser este su destino, cuando hace algo más de una docena de días atrás decidió aventurarse a la mansión, separándose sus compañeros. Desafortunadamente no tardó demasiado en ser capturado, para despertar entonces en el mismo lugar en el que ahora yacía amordazado, haciéndose el dolor más y más profundo con cada gota de sangre caída en la mal oliente sábana de su lecho.
Pasó casi una hora hasta que Aradhel despertase, pero debía de agradecer a los cielos a que el científico loco no se encontrase ahí aún, aunque Nafen muy bien sabía que no tardaría en aparecer.
//Objetivo:
- Nafen --> Puedes escribir vagamente sobre los recuerdos de cómo llegaste hasta la mansión y cual era tu objetivo al hacerlo, además de las dos semanas que viviste junto al científico enloquecido, pero ten cuidado con no extenderte demasiado. También has de describir con mayor detalle la habitación en la que os encontráis. En este caso te doy libertad para usar tu imaginación.
- Aradhel --> Una vez que despiertes, no encontrarás escapatoria alguna de la habitación que tu compañero describirá. Desde ahí, puedes hacer lo que creas necesario. Mi consejo es que que lleguéis a algún acuerdo lo dos, pues tu compañero es el espejo de ti misma en un futuro si no consigues escapar de ahí. No creo equivocarme al pensar que Nafen también se alegraría de su liberación, pero si decides ayudarle has de hacerlo de forma lógica, pues no será tan fácil de romper el mecanismo en el que está atrapado.
- científico:
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- Posición en la que se encuentra nafen:
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Unos pasos se oyeron al otro lado de la pared del tercer piso en el que se encontraban y la puerta se abrió con un fuerte golpe resonante. La bestia que el mago había visto algunas veces ya deshacerse de los cuerpos inertes de sus predecesores cargaba en su hombro a una joven. La arrastró hasta una pared cercana a Nafen y la depositó bruscamente, llevándose esta vez consigo a uno de los muertos, tumbado aún en una de las camillas de operaciones. - bestia:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Pasó casi una hora hasta que Aradhel despertase, pero debía de agradecer a los cielos a que el científico loco no se encontrase ahí aún, aunque Nafen muy bien sabía que no tardaría en aparecer.
//Objetivo:
- Nafen --> Puedes escribir vagamente sobre los recuerdos de cómo llegaste hasta la mansión y cual era tu objetivo al hacerlo, además de las dos semanas que viviste junto al científico enloquecido, pero ten cuidado con no extenderte demasiado. También has de describir con mayor detalle la habitación en la que os encontráis. En este caso te doy libertad para usar tu imaginación.
- Aradhel --> Una vez que despiertes, no encontrarás escapatoria alguna de la habitación que tu compañero describirá. Desde ahí, puedes hacer lo que creas necesario. Mi consejo es que que lleguéis a algún acuerdo lo dos, pues tu compañero es el espejo de ti misma en un futuro si no consigues escapar de ahí. No creo equivocarme al pensar que Nafen también se alegraría de su liberación, pero si decides ayudarle has de hacerlo de forma lógica, pues no será tan fácil de romper el mecanismo en el que está atrapado.
Suerte a ambos.
Othel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Todo había comenzado con la muerte de Tianna y la búsqueda de su hermano pequeño, Tim. Recordé al desfigurado hombre que me había guiado al laboratorio desde su lecho de muerte, remembré también el momento en el que ingresé al laboratorio por la gran puerta de madera en el frente. Caminaba por la oscuridad, explorando y buscando al niño, cuando una aguja de metal penetró la piel cercana a mi cuello; de esta manera perdí el conocimiento y desperté en la habitación en la que ahora me encontraba. No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado desde el día en el que me separé del dragón y el vampiro, el mismo día en el que ingresé al edificio. El autoproclamado doctor me mantenía cautivo en el mismo piso, encerrado en alguna de las habitaciones. A pesar de haber intentado numerosas veces un escape, mis intentos no resultaban ser exitosos y sólo me traían un castigo que dejaba cicatrices. En los últimos días el doctor me había traído a la habitación en la que estaba ahora. Instaló el extraño mecanismo en mi pierna luego de que yo intentase escapar. Cuando lo hizo arrastró la camilla en la que me encontraba y me situó frente a una salida. "Vamos, escapa." Decía en tono burlón mientras yo lo miraba desde la camilla, con una pierna atravesada por un par de grandes agujas metálicas. "¿No vas a escapar? Bueno, si así lo quieres...". Dicho esto me condujo a la habitación en la que ahora esperaba idear una nueva forma de salir de allí.
El lugar era maloliente, sin embargo el olfato se acostumbraba. El piso cubierto por baldosas tenía oscuras manchas, vestigios de charcos sangrientos y de cadáveres. La habitación era iluminada por los artefactos lumínicos que recorrían el techo de los pasillos: alargados tubos que despedían un resplandor blanco. En una de las paredes se encontraba un par de ventanas, mas estas no eran una opción de escape por los resistentes y gruesos barrotes que las protegían. La habitación era bastante amplia, dos columnas, un tanto separadas una de otra, se ocupaban de que cada parte de la estructura se mantuviera en su lugar. La única comunicación con el exterior era una entrada compuesta por dos puertas tan robustas como metálicas que siempre se mantenían cerradas, excepto cuando la bestia, el doctor o algún miembro de su séquito ingresaba a experimentar o matar a alguno de los "pacientes".
Las baldosas del suelo y los azulejos de las paredes eran de color blanco, sin embargo el rojo de la sangre cubría a varios de estos - si estaban sanos, ya que la mayoría de las piezas de cerámica estaban rotas o quebradas, mostrando el cemento que ocultaban. La habitación se llenaba con varias camillas de metal, en la que descansaban los extraños hombres carentes de consciencia o más bien, sus cadáveres.
Allí estaba yo, en una camilla con un artefacto atravesando mi pierna izquierda. Bajo la luz proveniente del techo, meditaba. La meditación había sido mi resguardo de la locura, pero faltaba poco para ceder ante ella y convertirme en un ser falto de consciencia. No iba a ser capaz de soportarlo mucho más.
El goteo era mi acompañante. El simple sonido de una gota cayendo repetitivamente era la peor de las torturas, lentamente la locura me envolvía en sus garras. La pérdida de sangre no era suficiente para matarme, pero sí para debilitarme, y ello, en adición a la posición de mis manos atadas era lo que evitaba que utilizara mis poderes. Me encontraba meditando, lo que se había vuelto extremadamente difícil durante los últimos días. Las puertas se abrieron de un golpe. El sonido de las cadenas que colgaban de una de las manos de la criatura me ponía nervioso. En su hombro cargaba a una mujer. La observé extrañado, sus heridas eran evidentemente recientes y la sangre en algunas partes de su piel aún mantenían un vívido color rojo. Era una persona del exterior, sin duda alguna. Saberlo me alegró y entristeció a la vez. Una hermosa mujer era mi compañía, debía esperar a que despertase para pedirle ayuda, ello era de crucial importancia.
Cuando la vi, dejé escapar una larga carcajada; la locura ciertamente comenzaba a penetrar en mi mente, aunque yo no lo notaba entonces. Pasado un rato pensé que sería bueno intentar despertarla. - Hey, tú. Mujer, despierta. Despierta. ¡Despierta! - Trataba de no hablar muy fuerte para no alarmar al doctor ni a sus secuaces. Cuando la mujer finalmente despertó mi ansiedad tomó cartas en el asunto. - Rápido, rápido, debes liberarme. Hazlo, antes de que el doctor venga... - Hablaba con celeridad, no podía permitirme el lujo de perder siquiera una palabra. - ... y créeme, no quieres que eso pase. Si liberas mis manos, podremos salir de aquí. - Quizás podría abrir el mecanismo de la puerta utilizando mi telequinesis, pero el verdadero problema se presentaba en liberar mi pierna.
El lugar era maloliente, sin embargo el olfato se acostumbraba. El piso cubierto por baldosas tenía oscuras manchas, vestigios de charcos sangrientos y de cadáveres. La habitación era iluminada por los artefactos lumínicos que recorrían el techo de los pasillos: alargados tubos que despedían un resplandor blanco. En una de las paredes se encontraba un par de ventanas, mas estas no eran una opción de escape por los resistentes y gruesos barrotes que las protegían. La habitación era bastante amplia, dos columnas, un tanto separadas una de otra, se ocupaban de que cada parte de la estructura se mantuviera en su lugar. La única comunicación con el exterior era una entrada compuesta por dos puertas tan robustas como metálicas que siempre se mantenían cerradas, excepto cuando la bestia, el doctor o algún miembro de su séquito ingresaba a experimentar o matar a alguno de los "pacientes".
Las baldosas del suelo y los azulejos de las paredes eran de color blanco, sin embargo el rojo de la sangre cubría a varios de estos - si estaban sanos, ya que la mayoría de las piezas de cerámica estaban rotas o quebradas, mostrando el cemento que ocultaban. La habitación se llenaba con varias camillas de metal, en la que descansaban los extraños hombres carentes de consciencia o más bien, sus cadáveres.
Allí estaba yo, en una camilla con un artefacto atravesando mi pierna izquierda. Bajo la luz proveniente del techo, meditaba. La meditación había sido mi resguardo de la locura, pero faltaba poco para ceder ante ella y convertirme en un ser falto de consciencia. No iba a ser capaz de soportarlo mucho más.
El goteo era mi acompañante. El simple sonido de una gota cayendo repetitivamente era la peor de las torturas, lentamente la locura me envolvía en sus garras. La pérdida de sangre no era suficiente para matarme, pero sí para debilitarme, y ello, en adición a la posición de mis manos atadas era lo que evitaba que utilizara mis poderes. Me encontraba meditando, lo que se había vuelto extremadamente difícil durante los últimos días. Las puertas se abrieron de un golpe. El sonido de las cadenas que colgaban de una de las manos de la criatura me ponía nervioso. En su hombro cargaba a una mujer. La observé extrañado, sus heridas eran evidentemente recientes y la sangre en algunas partes de su piel aún mantenían un vívido color rojo. Era una persona del exterior, sin duda alguna. Saberlo me alegró y entristeció a la vez. Una hermosa mujer era mi compañía, debía esperar a que despertase para pedirle ayuda, ello era de crucial importancia.
Cuando la vi, dejé escapar una larga carcajada; la locura ciertamente comenzaba a penetrar en mi mente, aunque yo no lo notaba entonces. Pasado un rato pensé que sería bueno intentar despertarla. - Hey, tú. Mujer, despierta. Despierta. ¡Despierta! - Trataba de no hablar muy fuerte para no alarmar al doctor ni a sus secuaces. Cuando la mujer finalmente despertó mi ansiedad tomó cartas en el asunto. - Rápido, rápido, debes liberarme. Hazlo, antes de que el doctor venga... - Hablaba con celeridad, no podía permitirme el lujo de perder siquiera una palabra. - ... y créeme, no quieres que eso pase. Si liberas mis manos, podremos salir de aquí. - Quizás podría abrir el mecanismo de la puerta utilizando mi telequinesis, pero el verdadero problema se presentaba en liberar mi pierna.
Nafen
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Cuando el ser frente a mí al fin volvió a tratar de articular palabras, envainé mi espada que hasta entonces permaneció en ángulo amenazante, si no me había atacado en esa cercanía, era momento para mostrarle algo de cortesía. Aunque dudaba que aquel cadáver parlante pudiera encontrarle algún significado a tal acto.
-Niño… un niño se… coló en la mansión- el ser trató de decir algo más mientras mire su cuerpo estremecerse, me sentía impotente y la desesperación se me volcó en las manos, pude estar a punto de golpearlo brutalmente como si así pudiera hacerle recordar quién era. Estiré mis manos para tomarlo por los hombros, pero pronto se vino abajo como una piel sin huesos. Miré a Alberic, encontrarlo a mi lado me brindaba una clase de seguridad, que aunque no hacía desaparecer mi inestabilidad, prefería en lugar de la soledad. No tuve siquiera un instante para intercambiar mensajes con él, pues pronto una fuente creciente de sonidos llego de los pasillos que antes anduviéramos. Corrimos a ellos, por puro magnetismo de vida a vida, otros seres desesperados intentaban también salir de ahí… pero todo sucedió tan rápido que si tratara de recordar en algún momento los rostros con los que me encontré frente a frente, no podría.
Una masa terrible con rostro atacó a diestra y siniestra, creando un caos de rocas y nuevas heridas. De pronto me encontré en el suelo, y la escasa luz que provenía del artefacto en mis manos desapareció por completo. Necesitaba los ojos del lobo, que se fuera al diablo el intento por frenar mi bestialidad, quería vivir…
Intenté levantarme, y mi forma salvaje habría aparecido de no ser por que una fuerza desquiciada me tomo por el brazo, me atrajo hacia sí, tan cerca que pude apreciar su aliento a carne descompuesta. Luego, mi cuerpo fue a dar a la pared, la boca se me lleno de sangre… y la oscuridad me envolvió por entero.
[…]
-No me pierdas…. Alberic-
La oscuridad que me engulló poco a poco fue mutándose hasta que se transformo en un velo de recientes recuerdos, escuchaba mi propia voz dirigiéndose al que había sido mi compañero dentro de aquella nefasta realidad que encontramos juntos. Luego una tercera voz se unió a mi evocación en un dialogo confuso. –¡Despierta!- Fue la única palabra que se elevo entre los murmullos de mi cabeza. De pronto, el olor que se me vino a la nariz fue tan desagradable que recordé el aliento de la masa con rostro, y el sabor a sangre en mi boca me trajo a la realidad nuevamente. Mis ojos se abrieron con lentitud, sufría de dolor atroz en mi espalda, la prenda de Alberic que me había cubierto de la lluvia yacía desgarrada ahí donde las garras y puños de mi agresor me habian herido. Miré a mi alrededor con cautela tensa, zanjando los hechos anteriores a mi inconsciencia con el lugar en el que estaba ahora, sin poner aun real atención a lo que el hombre me decía, aunque lo escuchaba claramente. Mi cabeza seguía confusa, y mis sentidos pretendían adecuarse a la realidad. Me levanté, dando la menor importancia posible al dolor que sentía al mover mi cuerpo, y comprendí todo en un vuelco de mi somnolencia.
No dije nada, no vi a lugar preguntar nada… la idea era conservar la vida, tanto para mí como para aquel hombre preso de saben los dioses que clase de artilugios. Lo observé de pies a cabeza, y aun cuando mi rostro inexpresivo no dictara gran cosa, no pude evitar conmoción al comprender la manera en que estaba atrapado. Saque una daga (agradecí encontrarla, y corroborar que mi espada continuaba amarrada a mi cinturón), aquella que conservara desde mi primera batalla en forma humana. Removí con los dientes el trozo de piel que cubría el filo y me eché en el suelo bajo el extraño mueble en el que yacía para remover las ataduras de sus manos. Aquello fue fácil pero una vez que me coloque de pie nuevamente, y miré los metales que rodeaban esa pierna sangrante me encontré otra vez con la frustración. Yo no era un humano, no era un ser metódico, técnico, ni nada que tuviera que ver con la ciencia me importaba. Qué manera podría encontrar un lobo como yo de liberar a un hombre sin dejar aquella pierna inservible. Voltee a mirarlo, lo vi a los ojos… y luego volví a mirar el mecanismo, sin abandonar la vigilia, atenta a cualquier sonido proveniente de fuera.
Las dos varas que atravesaban la pierna tenían dos terminaciones gruesas, que impedían simplemente jalarlas para que abandonaran su posición. Quebrar el mecanismo era un riesgo enorme, un golpe mal posicionado que provocara un movimiento brusco y la pierna se destrozaría junto con los metales. Por otro lado, su espada poseía un filo casi virgen… podía hacer un fino corte en esas delgadas varas. Negué con la cabeza, esas eran las soluciones que yo, un ser que hacia tan poco tiempo había abandonado su larga existencia básica. Idearía aprisa. Pero qué solución se le habría ocurrido a Alberic… lo recordé tentando el artefacto que habíamos utilizado para darnos luz, como ponía sus manos en distintos lugares y realizaba movimientos variados para provocar reacciones. Como cuando uno caza en el bosque, buscando escondrijos y ataques efectivos según la especie de presa.
Mis manos eran ignorantes, pero fueron a parar con tremenda seguridad sobre el mecanismo, e hice aquello. Busque aquí y allá algo que reaccionara a los movimientos de mis dedos, hasta que un extremo de la vara cedió a un movimiento repetitivo que termino por despojarla de su nudo. Hice lo mismo con la otra… sin poner atención en el rostro del hombre. No tenia sensibilidad a su dolor… era un mal necesario y tenía que tragarse sus quejidos… aunque, creí que eso lo había aprendido ya.
Mis dos manos tomaron la punta de las varas de metal, tenía que hacerlo al mismo tiempo para ahorrar segundos y dolor. Jalé en un ángulo recto, con la mayor velocidad que pude lograr, y la sangre broto débil pero notable. Tome un trozo de prenda que yacía en la camilla y lo enrede con presteza, nunca había hecho algo similar… pero cuando uno se libera de todas las dudas el instinto hace su trabajo.
Me alejé del hombre, esperando que pudiera levantarse. Y volví a sentir el piquete agudo de mis dolores. El cabello húmedo se pegaba a mis ropas llenas de sangre.
-¿Puedes caminar?- Mi voz sonó al fin, con un tono grueso… susurrante, impertérrito.
[off: El macanismo del aparato que aprisiona la pierna de Nafen no es descrito ni apreciable a plenitud en la imagen, así que desconozco si mi metodo fue en terminos especificos "lógico", espero aviso si es necesario modificarlo.]
-Niño… un niño se… coló en la mansión- el ser trató de decir algo más mientras mire su cuerpo estremecerse, me sentía impotente y la desesperación se me volcó en las manos, pude estar a punto de golpearlo brutalmente como si así pudiera hacerle recordar quién era. Estiré mis manos para tomarlo por los hombros, pero pronto se vino abajo como una piel sin huesos. Miré a Alberic, encontrarlo a mi lado me brindaba una clase de seguridad, que aunque no hacía desaparecer mi inestabilidad, prefería en lugar de la soledad. No tuve siquiera un instante para intercambiar mensajes con él, pues pronto una fuente creciente de sonidos llego de los pasillos que antes anduviéramos. Corrimos a ellos, por puro magnetismo de vida a vida, otros seres desesperados intentaban también salir de ahí… pero todo sucedió tan rápido que si tratara de recordar en algún momento los rostros con los que me encontré frente a frente, no podría.
Una masa terrible con rostro atacó a diestra y siniestra, creando un caos de rocas y nuevas heridas. De pronto me encontré en el suelo, y la escasa luz que provenía del artefacto en mis manos desapareció por completo. Necesitaba los ojos del lobo, que se fuera al diablo el intento por frenar mi bestialidad, quería vivir…
Intenté levantarme, y mi forma salvaje habría aparecido de no ser por que una fuerza desquiciada me tomo por el brazo, me atrajo hacia sí, tan cerca que pude apreciar su aliento a carne descompuesta. Luego, mi cuerpo fue a dar a la pared, la boca se me lleno de sangre… y la oscuridad me envolvió por entero.
[…]
-No me pierdas…. Alberic-
La oscuridad que me engulló poco a poco fue mutándose hasta que se transformo en un velo de recientes recuerdos, escuchaba mi propia voz dirigiéndose al que había sido mi compañero dentro de aquella nefasta realidad que encontramos juntos. Luego una tercera voz se unió a mi evocación en un dialogo confuso. –¡Despierta!- Fue la única palabra que se elevo entre los murmullos de mi cabeza. De pronto, el olor que se me vino a la nariz fue tan desagradable que recordé el aliento de la masa con rostro, y el sabor a sangre en mi boca me trajo a la realidad nuevamente. Mis ojos se abrieron con lentitud, sufría de dolor atroz en mi espalda, la prenda de Alberic que me había cubierto de la lluvia yacía desgarrada ahí donde las garras y puños de mi agresor me habian herido. Miré a mi alrededor con cautela tensa, zanjando los hechos anteriores a mi inconsciencia con el lugar en el que estaba ahora, sin poner aun real atención a lo que el hombre me decía, aunque lo escuchaba claramente. Mi cabeza seguía confusa, y mis sentidos pretendían adecuarse a la realidad. Me levanté, dando la menor importancia posible al dolor que sentía al mover mi cuerpo, y comprendí todo en un vuelco de mi somnolencia.
No dije nada, no vi a lugar preguntar nada… la idea era conservar la vida, tanto para mí como para aquel hombre preso de saben los dioses que clase de artilugios. Lo observé de pies a cabeza, y aun cuando mi rostro inexpresivo no dictara gran cosa, no pude evitar conmoción al comprender la manera en que estaba atrapado. Saque una daga (agradecí encontrarla, y corroborar que mi espada continuaba amarrada a mi cinturón), aquella que conservara desde mi primera batalla en forma humana. Removí con los dientes el trozo de piel que cubría el filo y me eché en el suelo bajo el extraño mueble en el que yacía para remover las ataduras de sus manos. Aquello fue fácil pero una vez que me coloque de pie nuevamente, y miré los metales que rodeaban esa pierna sangrante me encontré otra vez con la frustración. Yo no era un humano, no era un ser metódico, técnico, ni nada que tuviera que ver con la ciencia me importaba. Qué manera podría encontrar un lobo como yo de liberar a un hombre sin dejar aquella pierna inservible. Voltee a mirarlo, lo vi a los ojos… y luego volví a mirar el mecanismo, sin abandonar la vigilia, atenta a cualquier sonido proveniente de fuera.
Las dos varas que atravesaban la pierna tenían dos terminaciones gruesas, que impedían simplemente jalarlas para que abandonaran su posición. Quebrar el mecanismo era un riesgo enorme, un golpe mal posicionado que provocara un movimiento brusco y la pierna se destrozaría junto con los metales. Por otro lado, su espada poseía un filo casi virgen… podía hacer un fino corte en esas delgadas varas. Negué con la cabeza, esas eran las soluciones que yo, un ser que hacia tan poco tiempo había abandonado su larga existencia básica. Idearía aprisa. Pero qué solución se le habría ocurrido a Alberic… lo recordé tentando el artefacto que habíamos utilizado para darnos luz, como ponía sus manos en distintos lugares y realizaba movimientos variados para provocar reacciones. Como cuando uno caza en el bosque, buscando escondrijos y ataques efectivos según la especie de presa.
Mis manos eran ignorantes, pero fueron a parar con tremenda seguridad sobre el mecanismo, e hice aquello. Busque aquí y allá algo que reaccionara a los movimientos de mis dedos, hasta que un extremo de la vara cedió a un movimiento repetitivo que termino por despojarla de su nudo. Hice lo mismo con la otra… sin poner atención en el rostro del hombre. No tenia sensibilidad a su dolor… era un mal necesario y tenía que tragarse sus quejidos… aunque, creí que eso lo había aprendido ya.
Mis dos manos tomaron la punta de las varas de metal, tenía que hacerlo al mismo tiempo para ahorrar segundos y dolor. Jalé en un ángulo recto, con la mayor velocidad que pude lograr, y la sangre broto débil pero notable. Tome un trozo de prenda que yacía en la camilla y lo enrede con presteza, nunca había hecho algo similar… pero cuando uno se libera de todas las dudas el instinto hace su trabajo.
Me alejé del hombre, esperando que pudiera levantarse. Y volví a sentir el piquete agudo de mis dolores. El cabello húmedo se pegaba a mis ropas llenas de sangre.
-¿Puedes caminar?- Mi voz sonó al fin, con un tono grueso… susurrante, impertérrito.
[off: El macanismo del aparato que aprisiona la pierna de Nafen no es descrito ni apreciable a plenitud en la imagen, así que desconozco si mi metodo fue en terminos especificos "lógico", espero aviso si es necesario modificarlo.]
Aredhel
Experto
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Nafen pudo al fin notar de nuevo la libertad en su pierna, la cual no pudo sentir por mucho tiempo, mientras que Aredhel había tomado el gran riesgo de ayudar a un completo desconocido. Todo parecía ir bien de momento, pues aunque el mago no pudiese caminar con normalidad, ahora al menos tenía una mínima oportunidad de recuperar la vida que había perdido. ¿Y la licántropa? Ella tendría ahora más posibilidades, tal vez, de salir de ahí con vida, y de que su libertad no le fuese arrebatada a ella también.
En cuanto el hombre de cabello plateado se colocase en pie, a pesar del humor que tuviese, el mundo entero se le echaría encima y si no lo evitaba de algún modo caería al suelo como un peso muerto. La mala nutrición que había recibido, las largas horas que había pasado encadenado a la camilla y la gran pérdida de sangre pusieron su mundo del revés. Además, aunque al fin tuviese las manos libres, de poco le serviría para hacer brillar su magia, pues no tendría fuerzas para ello. Tendrían que encontrar otra forma de abrir la puerta si querían salir de ahí.
Una vez asegurasen su salida de aquella habitación de los horrores, un pasillo se presentaría ante ellos. Por el lado derecho de este las ventanas les permitirían observar la violenta tormenta que tenía lugar en el exterior, pero no era una opción de escape segura, además de los barrotes que la decoraban e impedían su uso. A su izquierda habían unos diminutos cuartos, con puertas reforzadas, para los supuestos pacientes que esperaban a que llegase la hora en la cual serían abiertos por la mitad a gracia del doctor. Nada ni nadie yacía en su interior. Por último, al terminar el pasillo, llegarían a una sala neutral, en la cual se encontraban las escaleras hacia el segundo y hacia el cuarto piso, de las cuales solo las que se dirigían hacia arriba estaban abiertas a ellos. En medio, la puerta del ascensor, la cual no podrían abrir.
//Objetivo --> Describir el cuarto piso a voluntad. En dicho piso se encuentra la cocina, en la cual podréis encontrar algo de carne (de procedencia desconocida) y sacos de arroz, además de lo necesario para cocinarlo si decidís hacerlo. Organizaos off rol para que ambos podáis describir en proporciones iguales. De momento nada ni nadie os atacará. Suerte.//
También dejo el link con las reglas aquí, solo para recordarlas: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
En cuanto el hombre de cabello plateado se colocase en pie, a pesar del humor que tuviese, el mundo entero se le echaría encima y si no lo evitaba de algún modo caería al suelo como un peso muerto. La mala nutrición que había recibido, las largas horas que había pasado encadenado a la camilla y la gran pérdida de sangre pusieron su mundo del revés. Además, aunque al fin tuviese las manos libres, de poco le serviría para hacer brillar su magia, pues no tendría fuerzas para ello. Tendrían que encontrar otra forma de abrir la puerta si querían salir de ahí.
Una vez asegurasen su salida de aquella habitación de los horrores, un pasillo se presentaría ante ellos. Por el lado derecho de este las ventanas les permitirían observar la violenta tormenta que tenía lugar en el exterior, pero no era una opción de escape segura, además de los barrotes que la decoraban e impedían su uso. A su izquierda habían unos diminutos cuartos, con puertas reforzadas, para los supuestos pacientes que esperaban a que llegase la hora en la cual serían abiertos por la mitad a gracia del doctor. Nada ni nadie yacía en su interior. Por último, al terminar el pasillo, llegarían a una sala neutral, en la cual se encontraban las escaleras hacia el segundo y hacia el cuarto piso, de las cuales solo las que se dirigían hacia arriba estaban abiertas a ellos. En medio, la puerta del ascensor, la cual no podrían abrir.
//Objetivo --> Describir el cuarto piso a voluntad. En dicho piso se encuentra la cocina, en la cual podréis encontrar algo de carne (de procedencia desconocida) y sacos de arroz, además de lo necesario para cocinarlo si decidís hacerlo. Organizaos off rol para que ambos podáis describir en proporciones iguales. De momento nada ni nadie os atacará. Suerte.//
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Othel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Si en las próximas 30 horas no postea nadie, sin importar el orden de posteo, lo haré yo. Suerte. (Postead con normalidad. Este mensaje será borrado después.)
Othel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
¿Puedes caminar?
Aquella fue una pregunta estúpida, antes de preguntar lo sabía. No hacía falta más que mirar detenidamente al hombre que tenía enfrente para obtener respuesta. No era solo su pierna herida, su cuerpo por entero daba una apariencia famélica, el contorno de sus ojos se encontraba ligeramente oscurecido como quien llevara días sin conciliar un sueño decente. Las marcas de sus pómulos sobresalían de su rostro –Lleva días sin comer…- pensó Aredhel mientras desviaba su mirada a la puerta. Aquel hombre debió de ser bastante imponente y fornido antes de entrar ahí, si no, ahora estaría muerto.
Aredhel se movió sin atender ya la visión al herido, ¿Qué había dicho cuando le solicitaba ayuda? Que en cualquier momento podría llegar la bestia, hombre o lo que fuera que le hizo a su cuerpo todo aquello. Entonces tenían que salir de inmediato. La pesada puerta de metal no cedió a sus manos por más fuerza que inyectara en ellas. Comenzaba a sentirse enloquecer en aquel cautiverio, apreciaba en su lobo interno la ansia y necesidad de enterrar los colmillos en todo y en todos. Tenía que destrozar la puerta, eso o esperar a que vinieran los verdugos y asesinarlos… de cualquier modo los azotes que produciría con el metal terminarían por traerlos.
-Si ha de suceder, que sea pronto- ya no importaba, que vinieran. Busco con mirada ávida un trozo de metal que soportara el golpe sobre las bisagras que sostenían la puerta en la pared. Había un aparato de extraña estructura sostenido por dos cilindros largos de metal. Tomo uno y la estructura se vino abajo. Rodeando con ambas manos su nueva herramienta, golpeo con toda la fuerza que pudo las partes que adherían una de las puertas a la pared, quizás el espectáculo que daba era un poco grotesco para ser mujer, su piel estaba manchada de sangre y su abundante cabello se revolvía en el aire al ritmo de sus golpes. Hasta unos trozos de muro se vinieron abajo junto con aquello que deseaba desprender. Introdujo una varilla en la rendija que quedaba entre la pared y la puerta de metal, hizo presión y la puerta se desplomo a sus pies después de un forcejeo breve.
Mucho ruido, y qué más daba. Quizás el hombre la hubiera detenido… le hubiera dicho que cometía una locura.
Miró nuevamente a aquel de cabello blanco, y se acerco lo suficiente para tomarlo con la fuerza que le quedaba por debajo de los brazos. No le pregunto si quería quedarse… dudaba que pudiera desearlo.
-Vámonos… puedes gemir, pero muévete rápido- Después de todo el alboroto, que el hombre gritara de dolor no significaría la gran desventaja. No se cuestionó si debía dejarlo, el poco tiempo que paso con Alberic le había recordado ciertas virtudes que alguna vez tuvo.
Su paso no fue tan rápido como lo deseaba, pero no escucho los sonidos ni los pasos que esperaba al acecho de su parcial huida. Mientras avanzaban, una visión del exterior bendijo toda la desesperación en su cabeza. Tras las ventanas a su derecha, llovía violentamente sobre el pantano… cuanto hubiera deseado poder deshacer las rejas a golpes y purificarse en la lluvia, pero aquellos barrotes no eran bisagras. A su lado izquierdo, donde yacían habitaciones como en la que estuvo antes, no se molesto en mirar.
Subir las escaleras abiertas resultó ser más difícil, pero no se detuvieron. Las heridas aun frescas que ella poseía y los musculos afectados le dolían al hacer fuerza para ayudar a sostener al débil hombre. Una sala se mostro ante ellos, que aunque bastante amplia no poseía en su ambiente un olor mas agradable. Continuaba sintiéndose presa, ahogada…
El patrón del suelo seguía las mismas composiciones de los lugares anteriores, y hasta las manchas de sangre no faltaban. No había luz suficiente… y bultos oscuros se dispersaban en el suelo, más o se movían. Deshechos, podredumbre de lo que alguna vez fueron hombres. No había tiempo para admirar cosas de las que ya estaba hastiada. Así que solo se concentro en identificar la dirección de su camino.
El olor a carbohidrato le asalto su atenta nariz, también a carne… más no alcanzaba a identificar de que clase. Hacia allí avanzó y un cuarto con diversos muebles y utensilios era el lugar donde yacían esos alimentos cuyo aroma la habían atraído. Necesitaría estar muy hambrienta para aventurarse devorar esa carne, que aún con todas las dudas podía sentir como a la bestia en su interior se le mojaban los dientes, pero aún le quedaban fuerzas para negarse. De la habilidad para cocinar no recordaba nada…
Condujo al hombre hacia un mueble bajo y lo deposito para que se sentase. Aredhel frunció el entrecejo… no deseaba detenerse, pero tampoco seguir avanzando tan lentamente mientras ese hombre moría de hambre, o al menos eso parecía. –Deberías comer… puede que más adelante no encuentres nada…- hablaba demasiado poco, y cuando lo hacia su voz sonaba torva y lejana. Debía encontrar a Alberic, y solo hasta que aquel hombre tuviera fuerza suficiente podría apartarse de su camino.
Aquella fue una pregunta estúpida, antes de preguntar lo sabía. No hacía falta más que mirar detenidamente al hombre que tenía enfrente para obtener respuesta. No era solo su pierna herida, su cuerpo por entero daba una apariencia famélica, el contorno de sus ojos se encontraba ligeramente oscurecido como quien llevara días sin conciliar un sueño decente. Las marcas de sus pómulos sobresalían de su rostro –Lleva días sin comer…- pensó Aredhel mientras desviaba su mirada a la puerta. Aquel hombre debió de ser bastante imponente y fornido antes de entrar ahí, si no, ahora estaría muerto.
Aredhel se movió sin atender ya la visión al herido, ¿Qué había dicho cuando le solicitaba ayuda? Que en cualquier momento podría llegar la bestia, hombre o lo que fuera que le hizo a su cuerpo todo aquello. Entonces tenían que salir de inmediato. La pesada puerta de metal no cedió a sus manos por más fuerza que inyectara en ellas. Comenzaba a sentirse enloquecer en aquel cautiverio, apreciaba en su lobo interno la ansia y necesidad de enterrar los colmillos en todo y en todos. Tenía que destrozar la puerta, eso o esperar a que vinieran los verdugos y asesinarlos… de cualquier modo los azotes que produciría con el metal terminarían por traerlos.
-Si ha de suceder, que sea pronto- ya no importaba, que vinieran. Busco con mirada ávida un trozo de metal que soportara el golpe sobre las bisagras que sostenían la puerta en la pared. Había un aparato de extraña estructura sostenido por dos cilindros largos de metal. Tomo uno y la estructura se vino abajo. Rodeando con ambas manos su nueva herramienta, golpeo con toda la fuerza que pudo las partes que adherían una de las puertas a la pared, quizás el espectáculo que daba era un poco grotesco para ser mujer, su piel estaba manchada de sangre y su abundante cabello se revolvía en el aire al ritmo de sus golpes. Hasta unos trozos de muro se vinieron abajo junto con aquello que deseaba desprender. Introdujo una varilla en la rendija que quedaba entre la pared y la puerta de metal, hizo presión y la puerta se desplomo a sus pies después de un forcejeo breve.
Mucho ruido, y qué más daba. Quizás el hombre la hubiera detenido… le hubiera dicho que cometía una locura.
[…]
Miró nuevamente a aquel de cabello blanco, y se acerco lo suficiente para tomarlo con la fuerza que le quedaba por debajo de los brazos. No le pregunto si quería quedarse… dudaba que pudiera desearlo.
-Vámonos… puedes gemir, pero muévete rápido- Después de todo el alboroto, que el hombre gritara de dolor no significaría la gran desventaja. No se cuestionó si debía dejarlo, el poco tiempo que paso con Alberic le había recordado ciertas virtudes que alguna vez tuvo.
Su paso no fue tan rápido como lo deseaba, pero no escucho los sonidos ni los pasos que esperaba al acecho de su parcial huida. Mientras avanzaban, una visión del exterior bendijo toda la desesperación en su cabeza. Tras las ventanas a su derecha, llovía violentamente sobre el pantano… cuanto hubiera deseado poder deshacer las rejas a golpes y purificarse en la lluvia, pero aquellos barrotes no eran bisagras. A su lado izquierdo, donde yacían habitaciones como en la que estuvo antes, no se molesto en mirar.
Subir las escaleras abiertas resultó ser más difícil, pero no se detuvieron. Las heridas aun frescas que ella poseía y los musculos afectados le dolían al hacer fuerza para ayudar a sostener al débil hombre. Una sala se mostro ante ellos, que aunque bastante amplia no poseía en su ambiente un olor mas agradable. Continuaba sintiéndose presa, ahogada…
El patrón del suelo seguía las mismas composiciones de los lugares anteriores, y hasta las manchas de sangre no faltaban. No había luz suficiente… y bultos oscuros se dispersaban en el suelo, más o se movían. Deshechos, podredumbre de lo que alguna vez fueron hombres. No había tiempo para admirar cosas de las que ya estaba hastiada. Así que solo se concentro en identificar la dirección de su camino.
El olor a carbohidrato le asalto su atenta nariz, también a carne… más no alcanzaba a identificar de que clase. Hacia allí avanzó y un cuarto con diversos muebles y utensilios era el lugar donde yacían esos alimentos cuyo aroma la habían atraído. Necesitaría estar muy hambrienta para aventurarse devorar esa carne, que aún con todas las dudas podía sentir como a la bestia en su interior se le mojaban los dientes, pero aún le quedaban fuerzas para negarse. De la habilidad para cocinar no recordaba nada…
Condujo al hombre hacia un mueble bajo y lo deposito para que se sentase. Aredhel frunció el entrecejo… no deseaba detenerse, pero tampoco seguir avanzando tan lentamente mientras ese hombre moría de hambre, o al menos eso parecía. –Deberías comer… puede que más adelante no encuentres nada…- hablaba demasiado poco, y cuando lo hacia su voz sonaba torva y lejana. Debía encontrar a Alberic, y solo hasta que aquel hombre tuviera fuerza suficiente podría apartarse de su camino.
Aredhel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Agradecí incluso a las deidades a las que no rendía culto por la aparición de la mujer, quien liberó mis manos. Acaricié mis muñecas cuando finalmente dejaron de ser presas de ataduras, mas unas notables marcas violáceas quedaron en la piel raspada, que ardía con el simple toque de mis dedos. Ella se acercó al artefacto que atravesaba una de mis piernas. La miré con cierto temor mientras llevaba sus manos al metal y desvié la mirada al suelo al sentir el movimiento de las varas de metal en mi pierna. Ahogaba mis gritos entre mis dedos, que no eran capaz de retener el sonido que evidenciaba el tortuoso sufrimiento experimentado. Sentí cierto alivio cuando el artefacto se separó de mi cuerpo, mas no por ello el dolor fue menos; la sangre comenzó a brotar y un cosquilleo constante se manifestó en mi pierna herida. Observé los dos sangrantes hoyos que había dejado el horrible método de tortura. "Eso dejará cicatrices" pensé mientras miraba con la nariz arrugada.
Por primera vez en un tiempo me puse de pie, apoyando el peso de mi cuerpo en mi pierna sana. Repentinamente, me vi envuelto en una vorágine de confusión y mareos, que me obligó a retroceder y tropezar, apoyándome sobre la camilla para evitar caer. La mujer había vendado improvisadamente la herida, de tal manera que el sangrado era evitado. Mi piel era más pálida de lo normal y mi falta de aseo e higiene era más que evidente, pero era el hambre y sed lo que me hacían sentir en extremo débil. Cabizbajo, intenté nuevamente ponerme de pie y con esfuerzo pude hacerlo, mas el constante mareo no me abandonó en ningún momento.
-¿Puedes caminar?- Preguntó la mujer. Levanté la vista y por primera vez observé con particular detenimiento su rostro; ciertamente su belleza era casi paradisíaca, o eso pareció en ese momento, quizás influido por el hecho de no haber visto a otra persona en un largo tiempo. - Creo que sí. - Respondí con voz ronca y débil. Mientras ella buscaba una forma de salir me mantuve sentado en la camilla, pensando en lo que sucedía. Ver a otra persona me devolvió un poco de cordura, era como tener los pies sobre la tierra nuevamente. De una manera inteligente, el doctor me había mantenido aislado de cualquier ser pensante además de él mismo y sus secuaces, potenciando mi malestar mental. En un estridente sonido, la puerta cayó al suelo, posiblemente alertando de nuestro escape a los monstruosos victimarios que rondaban el edificio, pero eso no me importó. Era de suma necesidad y prioridad salir de ahí, sin importar el riesgo que eso presentaba, pues quedarnos en la habitación podía ser incluso peor.
Crucé un brazo por los hombros y la nuca de la mujer, usándola como sostén de una parte del peso de mi cuerpo, y ambos comenzamos a caminar por un largo pasillo. Luego de algunos minutos arribamos a lo que parecía ser una clase de cocina, a pesar de esto el ambiente no estaba menos sucio que la habitación en la que nos encontrábamos antes. La mujer me ayudó a sentarme en un mueble. A escasos metros podíamos encontrar comida. Un trozo significativo de carne se posaba junto a un saco que contenía una buena ración de arroz. Una montaña de leños y brasas negruzcas se asomaba desde las sombras brillando tenuemente, la miré un tanto extrañado por segundos, para luego arrastrarme algunos pasos por el suelo y tomar un caldero que contenía algo en él. Bajé la mirada y descubrí que contenía agua limpia. Sonreí al ver esto, pero, ¿por qué habría agua limpia en un lugar como este? Quizás sería una trampa. Aunque... los seres del lugar también necesitaban alimentarse y beber líquido, por lo que no era tan extraño encontrar estos elementos. Bebí un largo sorbo de agua con un atisbo de desesperación y coloqué en el caldero unos puñados de arroz. Luego lo coloqué en un gancho suspendido sobre el grupo de cenicientas maderas. Soplé las brasas que se iluminaban con fuerza con cada ráfaga de aire, hasta que luego de varios intentos el fuego se avivó. Pasados algunos minutos retiré el caldero del fuego y encontré un utensillo que serviría como cuchara; comí con celeridad, como si intentara tragar todo el arroz de un sólo bocado. Una vez terminado el alimento dejé el caldero en un costado y me dirigí a la chica junto a mí. - Gracias por tu ayuda. - Dije con voz tímida. No era costumbre para mí ser agradecido. - ¿Cuál es tu nombre? -
Por primera vez en un tiempo me puse de pie, apoyando el peso de mi cuerpo en mi pierna sana. Repentinamente, me vi envuelto en una vorágine de confusión y mareos, que me obligó a retroceder y tropezar, apoyándome sobre la camilla para evitar caer. La mujer había vendado improvisadamente la herida, de tal manera que el sangrado era evitado. Mi piel era más pálida de lo normal y mi falta de aseo e higiene era más que evidente, pero era el hambre y sed lo que me hacían sentir en extremo débil. Cabizbajo, intenté nuevamente ponerme de pie y con esfuerzo pude hacerlo, mas el constante mareo no me abandonó en ningún momento.
-¿Puedes caminar?- Preguntó la mujer. Levanté la vista y por primera vez observé con particular detenimiento su rostro; ciertamente su belleza era casi paradisíaca, o eso pareció en ese momento, quizás influido por el hecho de no haber visto a otra persona en un largo tiempo. - Creo que sí. - Respondí con voz ronca y débil. Mientras ella buscaba una forma de salir me mantuve sentado en la camilla, pensando en lo que sucedía. Ver a otra persona me devolvió un poco de cordura, era como tener los pies sobre la tierra nuevamente. De una manera inteligente, el doctor me había mantenido aislado de cualquier ser pensante además de él mismo y sus secuaces, potenciando mi malestar mental. En un estridente sonido, la puerta cayó al suelo, posiblemente alertando de nuestro escape a los monstruosos victimarios que rondaban el edificio, pero eso no me importó. Era de suma necesidad y prioridad salir de ahí, sin importar el riesgo que eso presentaba, pues quedarnos en la habitación podía ser incluso peor.
Crucé un brazo por los hombros y la nuca de la mujer, usándola como sostén de una parte del peso de mi cuerpo, y ambos comenzamos a caminar por un largo pasillo. Luego de algunos minutos arribamos a lo que parecía ser una clase de cocina, a pesar de esto el ambiente no estaba menos sucio que la habitación en la que nos encontrábamos antes. La mujer me ayudó a sentarme en un mueble. A escasos metros podíamos encontrar comida. Un trozo significativo de carne se posaba junto a un saco que contenía una buena ración de arroz. Una montaña de leños y brasas negruzcas se asomaba desde las sombras brillando tenuemente, la miré un tanto extrañado por segundos, para luego arrastrarme algunos pasos por el suelo y tomar un caldero que contenía algo en él. Bajé la mirada y descubrí que contenía agua limpia. Sonreí al ver esto, pero, ¿por qué habría agua limpia en un lugar como este? Quizás sería una trampa. Aunque... los seres del lugar también necesitaban alimentarse y beber líquido, por lo que no era tan extraño encontrar estos elementos. Bebí un largo sorbo de agua con un atisbo de desesperación y coloqué en el caldero unos puñados de arroz. Luego lo coloqué en un gancho suspendido sobre el grupo de cenicientas maderas. Soplé las brasas que se iluminaban con fuerza con cada ráfaga de aire, hasta que luego de varios intentos el fuego se avivó. Pasados algunos minutos retiré el caldero del fuego y encontré un utensillo que serviría como cuchara; comí con celeridad, como si intentara tragar todo el arroz de un sólo bocado. Una vez terminado el alimento dejé el caldero en un costado y me dirigí a la chica junto a mí. - Gracias por tu ayuda. - Dije con voz tímida. No era costumbre para mí ser agradecido. - ¿Cuál es tu nombre? -
Nafen
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Pasaron varios minutos, unos treinta para ser más exactos, desde que ambos presos consiguieron escapar de su cautiverio y llegar hasta la mal oliente cocina, donde al menos uno de ellos le echó mano al arroz que ahí encontraron. Al parecer, la carne no les pareció apetecible, pues ni la tocaron, y la mujer tampoco probó bocado alguno, tal vez por prudencia, o tal vez por otra razón, aunque habría sido sabio comer cuando se pudo.
En cuanto sus músculos se vieron un poco más relajados por el descanso no tuvieron mucho tiempo para conversar, pero sí al menos para intercambiar un par de palabras antes de que escucharan un sonido perturbador. No se trataba de un ruido demasiado sonoro, pero sí perceptible para cualquier ser precavido. Al final de la gran sala que formaba la cocina se encontraba una estrecha puerta de metal, la cual parecía ser golpeada desde dentro.
Aunque decidiesen esperar a ver qué sucedía nada cambiaría en largo rato. Un sonido constante, resonante, a la vez que acolchado. Al otro lado de la puerta, un preso se había soltado de sus agarres. Aún tenía la soga colgando de su huesuda muñeca y constantemente chocaba contra el metal, sin saber realmente qué estaba haciendo. El pobre no tenía ni consciencia ni voluntad, puede que lo que le restaba de instinto le obligase a buscar una salida de aquel infierno, pero ya de nada servía. No era más que un cuerpo vacío. A su espalda, atados a camas y postes de metal a lo largo de toda la habitación se hallaban sus compañeros, en el mismo estado en el cual él se encontraba, además de un par de cadáveres desfigurados. Por alguna razón aquella sala era más fría que el resto de la mansión, lo cual la convertía en un puesto ideal para conservar la comida.
//Objetivo: Este será otro post de descanso, en el cual nada ni nadie os atacará, así que aprovechadlo. Esforzaos en la reacción tras encontrar la "nevera" y además me gustaría una descripción más detallada de la cocina y la otra sala. También habrá una puerta en el lado contrario, la cual no podréis abrir.
Cada uno de vosotros tendrá la oportunidad de encontrar "algo", cualquier cosa que creáis de utilidad mientras que describáis el lugar en el que os encontráis. Puede ser algo común que se encuentre también en Aerandir, o algo que venga del mundo al otro lado del portal, recordando que los aparatos eléctricos no funcionarán fuera del laboratorio abandonado.
El orden de posteo lo podéis decidir entre vosotros, pero el que elijáis ahora será el definitivo. Suerte.//
En cuanto sus músculos se vieron un poco más relajados por el descanso no tuvieron mucho tiempo para conversar, pero sí al menos para intercambiar un par de palabras antes de que escucharan un sonido perturbador. No se trataba de un ruido demasiado sonoro, pero sí perceptible para cualquier ser precavido. Al final de la gran sala que formaba la cocina se encontraba una estrecha puerta de metal, la cual parecía ser golpeada desde dentro.
Aunque decidiesen esperar a ver qué sucedía nada cambiaría en largo rato. Un sonido constante, resonante, a la vez que acolchado. Al otro lado de la puerta, un preso se había soltado de sus agarres. Aún tenía la soga colgando de su huesuda muñeca y constantemente chocaba contra el metal, sin saber realmente qué estaba haciendo. El pobre no tenía ni consciencia ni voluntad, puede que lo que le restaba de instinto le obligase a buscar una salida de aquel infierno, pero ya de nada servía. No era más que un cuerpo vacío. A su espalda, atados a camas y postes de metal a lo largo de toda la habitación se hallaban sus compañeros, en el mismo estado en el cual él se encontraba, además de un par de cadáveres desfigurados. Por alguna razón aquella sala era más fría que el resto de la mansión, lo cual la convertía en un puesto ideal para conservar la comida.
//Objetivo: Este será otro post de descanso, en el cual nada ni nadie os atacará, así que aprovechadlo. Esforzaos en la reacción tras encontrar la "nevera" y además me gustaría una descripción más detallada de la cocina y la otra sala. También habrá una puerta en el lado contrario, la cual no podréis abrir.
Cada uno de vosotros tendrá la oportunidad de encontrar "algo", cualquier cosa que creáis de utilidad mientras que describáis el lugar en el que os encontráis. Puede ser algo común que se encuentre también en Aerandir, o algo que venga del mundo al otro lado del portal, recordando que los aparatos eléctricos no funcionarán fuera del laboratorio abandonado.
El orden de posteo lo podéis decidir entre vosotros, pero el que elijáis ahora será el definitivo. Suerte.//
Othel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Mientras observaba al hombre moverse con dificultad para convertir aquellos alimentos en algo mas apropiado para su paladar humano deseó realmente poder hacerlo por él, pero su amabilidad hubiera resultado en crueldad si la inexperiencia echaba a perder esos puñados de arroz, teniendo tan poco tiempo como el que tenían para intentarlo dos veces. El proceso que el hombre llevo a cabo se quedo grabado en su mente, hasta ahora su vida en forma humana le había ofrecido solo el abastecimiento del instinto, llevando la carne al fuego o secándola al sol cuando se dio cuenta que la carne sangrante no era para su boca de mujer. Frutas, raíces, hongos y esa clase de cosas que daba la tierra las comía crudas. Como fuere… si volvía a tener una oportunidad ahí afuera, sabría cocinar cereales y otras legumbres.
Aquella cocina no se diferenciaba mucho de las habitaciones en donde habían desarrollado sus desventuras, las mismas paredes de lánguidos colores húmedos, las baldosas resquebrajadas bajo sus pies, a excepción de la sangre que no existía en manchas secas y dispersas más que en el sitio donde se encontraba apilada la carne cruda que ninguno de los dos se decidió a probar. Al parecer, por más retorcidos y dementes que fueran los seres ahí dentro, aun les quedaba un mínimo rasgo de civilidad en cuanto a los alimentos, y las más básicas normas de escueta limpieza sobre ellos. Adheridos a tres de las 4 paredes se encontraban ubicados gabinetes lineales y despensas suspendidas en la parte superior, con sus puertas de lamina abiertas en su mayoría, y un par de depósitos para trastos que yacían apilados bajo el yugo de repetitivas goteras provenientes de tuberías medio oxidadas. A Aredhel lextrañaba que no hubiera manadas de esos insectos que son comunes en sitios como ese, más aún en medio del pantano. Sería que tales insectos resultaron ser más astutos que los seres con conciencia.
Decidió darle un poco de privacidad al hombre mientras devoraba lo que afanosamente preparo en el fuego, y declinó por beber agua limpia. Parecía que llevaba una eternidad encerrada en aquel sitio, pero… sabía perfectamente que aun no se habían cumplido siquiera 24 horas, la última comida que dio en las afueras le serviría para soportar incluso un día más, probar algún bocado no haría más que desbocar un apetito terrible. Por inercia llevo sus manos a donde guardaba su pellejo de cuero para llenarlo agua, pero se dio cuenta de que ya no lo traía encima, por suerte la mochila de sus escasas pertenencias la traía bien amarrada al torso, lo cual evito que los abusos de la bestia le despojaran de ella.
Caminó unos pasos alrededor, mirando y descubriendo olores. Finalmente se dio la oportunidad de descansar un minuto, se sentó con la espalda contra la pared mientras sus lesiones protestaban, y volvió a mirar al hombre que terminaba sus bocados.
La mujer asintió con una solemnidad que tenia intrínseca en las facciones cuando escucho el agradecimiento. -Aredhel- respondió, vocalizando su nombre como si fuera una sola silaba, y espero que el dijera el suyo.
Se puso de pie lentamente, y miró al hombre de cabellos blancos largos segundos para luego acercarse a la puerta tras la cual se aglomeraban los sonidos y colocar una mano sobre ella. Acerco su rostro, mientras su aliento impregnaba de vapor el metal. El aroma que se colaba del interior era igual al que poseian los seres marcados con símbolos sangrantes en el pecho, aquellos que pululaban por todo el lugar. Así que lo que terminó por llamar su atención fue la manera en que su aliento se condensaba… y el frio le calaba en la piel, quizás la adrenalina y demás sensaciones le habían impedido percibir que tanto había bajado la temperatura al entrar en aquella sala. Se apresuro unos pasos hacia atrás tan deprisa que un montón de recipientes y un gabinete de lámina le cortaron el camino y se vino abajo junto a ellos. No hubo un golpe serio, pero si un escándalo de sonidos agudos de metal contra metal. Aredhel había interpuesto una de sus manos y antes de que acabaran la sinfonía aquellas láminas al caer ella se encontraba poniéndose de pie.
A esas alturas le importaba poco hacer ruido, casi pedía a gritos que apareciera alguien a quien enfrentarse, que ese miedo e inestabilidad que sentía supieran a quien temer, ¿o será que soy una mujer estúpida? Se pregunto al mirar la pierna del hombre, pues sabía que si sus habilidades resultaban ser precarias podía acabar peor que el. –tenemos que movernos…- dijo a punto de emprender la marcha, cuando vio un aparato extraño en el suelo, un rectángulo de material negro que poseía una pantalla brillante como la cámara que antes tuviera en sus manos, dentro de la cual parpadeaban luces blancas con figuras que no sabía leer, seguramente la pieza había caído desde el gabinete que se vino abajo (Aredhel se encontraba frente a un pequeño aparato cuyas funciones bien empleadas poseían la capacidad de activar el mecanismo de una puerta, para abrirla o cerrarla. Que se encontraran con aquella puerta, era ciertamente cuestión de suerte). Como reacción natural de ella hubiera pasado de largo… pero esta vez considero, como el precavido Alberic, que en algún momento podía serle util. La tomó para ponerla dentro de una pequeña bolsita de cuero que colgaba del cinto de la espada.
Volvió sus pasos a la sala finalmente, la luz era escasa, a excepción de los instantes en que los relámpagos de la tormenta que atacaba el pantano bañaban de luz con abundancia, colándose por las rendijas abiertas de puertas que daban a cuartos con ventanales, o rascacielos traslucidos, todo ello forrado en barrotes. Aredhel decidió caminar por el perímetro de la sala, por momentos a tientas en la oscuridad, y por momentos sorprendida por manchas de sangre, trozos de órganos bajo sus pies y olores pútridos en los rincones.
A pesar de concentrarse en su búsqueda, no olvidaba que el hombre estaba herido… así que sus sentidos estaban pendientes de su ubicación, para acudir al menor llamado de auxilio, y solo fue hasta entonces, que su aroma le pareció distinto a cualquier humano que antes conociera.
Aquella cocina no se diferenciaba mucho de las habitaciones en donde habían desarrollado sus desventuras, las mismas paredes de lánguidos colores húmedos, las baldosas resquebrajadas bajo sus pies, a excepción de la sangre que no existía en manchas secas y dispersas más que en el sitio donde se encontraba apilada la carne cruda que ninguno de los dos se decidió a probar. Al parecer, por más retorcidos y dementes que fueran los seres ahí dentro, aun les quedaba un mínimo rasgo de civilidad en cuanto a los alimentos, y las más básicas normas de escueta limpieza sobre ellos. Adheridos a tres de las 4 paredes se encontraban ubicados gabinetes lineales y despensas suspendidas en la parte superior, con sus puertas de lamina abiertas en su mayoría, y un par de depósitos para trastos que yacían apilados bajo el yugo de repetitivas goteras provenientes de tuberías medio oxidadas. A Aredhel lextrañaba que no hubiera manadas de esos insectos que son comunes en sitios como ese, más aún en medio del pantano. Sería que tales insectos resultaron ser más astutos que los seres con conciencia.
Decidió darle un poco de privacidad al hombre mientras devoraba lo que afanosamente preparo en el fuego, y declinó por beber agua limpia. Parecía que llevaba una eternidad encerrada en aquel sitio, pero… sabía perfectamente que aun no se habían cumplido siquiera 24 horas, la última comida que dio en las afueras le serviría para soportar incluso un día más, probar algún bocado no haría más que desbocar un apetito terrible. Por inercia llevo sus manos a donde guardaba su pellejo de cuero para llenarlo agua, pero se dio cuenta de que ya no lo traía encima, por suerte la mochila de sus escasas pertenencias la traía bien amarrada al torso, lo cual evito que los abusos de la bestia le despojaran de ella.
Caminó unos pasos alrededor, mirando y descubriendo olores. Finalmente se dio la oportunidad de descansar un minuto, se sentó con la espalda contra la pared mientras sus lesiones protestaban, y volvió a mirar al hombre que terminaba sus bocados.
La mujer asintió con una solemnidad que tenia intrínseca en las facciones cuando escucho el agradecimiento. -Aredhel- respondió, vocalizando su nombre como si fuera una sola silaba, y espero que el dijera el suyo.
[…]
El semblante del hombre mejoró notablemente después de su comida, más a pesar de la superficial calma que los rodeaba la loba no sentía seguridad para descansar más de lo necesario. –No me gusta este silencio…- los ojos de la mujer se pasearon con rapidez por el lugar, y su oído estaba hambriento de un sonido que alertara peligro. –El ruido que hicimos no fue poco… deberían estar encima d…- su oído dio en el clavo, un sonido repetitivo y lejano la obligo a callarse para estudiarlo. De pronto el sonido fue más claro, y reconoció el lugar del que provenía. Que hacer era un dilema. –Hay mas seres como nosotros atrapados dentro…- pensó en voz alta recordando a Alberic, y esos rostros invisibles que huían hacia ella antes del desmayo. Como saber si no eran ellos que pedían ayuda… no quería alejarse como una cobarde y perder la oportunidad de devolverle la seguridad a su antiguo compañero. Sentía muy seriamente un compromiso para con él… pues le había ofrecido compartir su viaje para ayudarla a encontrar lo que buscaba, no podía simplemente salvarse el pellejo y abandonar al humano a su suerte. El lobo no hubiera dudado… pero el lobo ya no era parte de esta historia, no todavía.Se puso de pie lentamente, y miró al hombre de cabellos blancos largos segundos para luego acercarse a la puerta tras la cual se aglomeraban los sonidos y colocar una mano sobre ella. Acerco su rostro, mientras su aliento impregnaba de vapor el metal. El aroma que se colaba del interior era igual al que poseian los seres marcados con símbolos sangrantes en el pecho, aquellos que pululaban por todo el lugar. Así que lo que terminó por llamar su atención fue la manera en que su aliento se condensaba… y el frio le calaba en la piel, quizás la adrenalina y demás sensaciones le habían impedido percibir que tanto había bajado la temperatura al entrar en aquella sala. Se apresuro unos pasos hacia atrás tan deprisa que un montón de recipientes y un gabinete de lámina le cortaron el camino y se vino abajo junto a ellos. No hubo un golpe serio, pero si un escándalo de sonidos agudos de metal contra metal. Aredhel había interpuesto una de sus manos y antes de que acabaran la sinfonía aquellas láminas al caer ella se encontraba poniéndose de pie.
A esas alturas le importaba poco hacer ruido, casi pedía a gritos que apareciera alguien a quien enfrentarse, que ese miedo e inestabilidad que sentía supieran a quien temer, ¿o será que soy una mujer estúpida? Se pregunto al mirar la pierna del hombre, pues sabía que si sus habilidades resultaban ser precarias podía acabar peor que el. –tenemos que movernos…- dijo a punto de emprender la marcha, cuando vio un aparato extraño en el suelo, un rectángulo de material negro que poseía una pantalla brillante como la cámara que antes tuviera en sus manos, dentro de la cual parpadeaban luces blancas con figuras que no sabía leer, seguramente la pieza había caído desde el gabinete que se vino abajo (Aredhel se encontraba frente a un pequeño aparato cuyas funciones bien empleadas poseían la capacidad de activar el mecanismo de una puerta, para abrirla o cerrarla. Que se encontraran con aquella puerta, era ciertamente cuestión de suerte). Como reacción natural de ella hubiera pasado de largo… pero esta vez considero, como el precavido Alberic, que en algún momento podía serle util. La tomó para ponerla dentro de una pequeña bolsita de cuero que colgaba del cinto de la espada.
Volvió sus pasos a la sala finalmente, la luz era escasa, a excepción de los instantes en que los relámpagos de la tormenta que atacaba el pantano bañaban de luz con abundancia, colándose por las rendijas abiertas de puertas que daban a cuartos con ventanales, o rascacielos traslucidos, todo ello forrado en barrotes. Aredhel decidió caminar por el perímetro de la sala, por momentos a tientas en la oscuridad, y por momentos sorprendida por manchas de sangre, trozos de órganos bajo sus pies y olores pútridos en los rincones.
A pesar de concentrarse en su búsqueda, no olvidaba que el hombre estaba herido… así que sus sentidos estaban pendientes de su ubicación, para acudir al menor llamado de auxilio, y solo fue hasta entonces, que su aroma le pareció distinto a cualquier humano que antes conociera.
Aredhel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
- Mi nombre es Nafen. - Respondí a la mujer cuando dijo su nombre. Mientras ella se acercaba a una imponente puerta metálica, muy similar a la que estaba en la habitación de la que veníamos, me detuve a pensar casi sin darme cuenta de que lo hacía, pero prestando suma atención a mis pensamientos. Me planteaba cómo salir de allí. Parecía que no sólo las paredes eran las que nos mantenían atrapados, daba la sensación de que alguna especie de fuerza mágica evitara que dejásemos el edificio. Además, a ello se sumaba el hecho de que tenía una importante herida en una de mis piernas, junto a una debilidad que por ahora evitaba el empleo de mis poderes. De todas formas, con el pasar del tiempo iba recuperándome muy lentamente, y esos puñados de arroz habían logrado ser un gran aporte a mi nutrición, habían devuelto una pequeña pero útil porción de energía.
Estiré una de mis manos en dirección a un solitario grano de arroz que debía haberse caído de alguno de los sacos. Me concentré y tensé los músculos, intenté emplear mi telequinesis y la exasperación amenazaba con aparecer. El grano abandonó el suelo y se elevó algunos centímetros en el aire. En la comisura de mis labios se dibujó una tenue sonrisa, la tranquilidad me llenó por segundos, hasta que reparé en la situación en la que me encontraba. Intenté mover un cuchillo ensangrentado que reposaba sobre una mesada, sobre la cual también había varios pedazos de carne, tablas de madera y otros útiles. Sin embargo, no funcionó. En condiciones normales habría podido hacerlo, pero mi debilidad evitaba el funcionamiento de mis poderes con mucha efectividad, aunque como había podido comprobar, no los inhibía totalmente, simplemente los atenuaba.
Se oyó un sonido estridente del choque de un metal a metros de distancia. Me giré rápidamente y mis ojos comenzaron a moverse frenéticamente. Mi respiración se tornó agitada y empecé a sentirme muy nervioso. Ese sonido era similar al que oía cuando el doctor, sus secuaces o el robusto y monstruoso hombre entraban a mi improvisada celda. Mi mentón tembló un poco, hasta que entendí que sólo se trataba de Aredhel, y toda la inestabilidad que empezaba a surgir en mi cuerpo cesó. Cojeando, me acerqué hasta donde ella se encontraba e inspeccioné con la mirada el escenario. - ¿Y por qué estás tú aquí? - Pregunté con curiosidad a mi nueva compañera cuando el brillo de un objeto metálico llamó mi atención. Estiré mi brazo y flexioné mis piernas con cuidado de no realizar movimientos bruscos ni afectar mi pierna herida. Lo levanté. Era una amplia arandela con un reducido grupo de llaves en ella. Parecía haber sido forzada, y ello justificaba el hecho de que las llaves que colgaban del metal circular fueran tan pocas, quizás muchas de ellas habían sido retiradas. Entonces recordé mis pertenencias. Había olvidado por completo la existencia de mi mochila y mi espada, debía buscarlas inmediatamente, también a Tim. Primero quería investigar los alrededores antes de mencionárselo a Aredhel.
Estiré una de mis manos en dirección a un solitario grano de arroz que debía haberse caído de alguno de los sacos. Me concentré y tensé los músculos, intenté emplear mi telequinesis y la exasperación amenazaba con aparecer. El grano abandonó el suelo y se elevó algunos centímetros en el aire. En la comisura de mis labios se dibujó una tenue sonrisa, la tranquilidad me llenó por segundos, hasta que reparé en la situación en la que me encontraba. Intenté mover un cuchillo ensangrentado que reposaba sobre una mesada, sobre la cual también había varios pedazos de carne, tablas de madera y otros útiles. Sin embargo, no funcionó. En condiciones normales habría podido hacerlo, pero mi debilidad evitaba el funcionamiento de mis poderes con mucha efectividad, aunque como había podido comprobar, no los inhibía totalmente, simplemente los atenuaba.
Se oyó un sonido estridente del choque de un metal a metros de distancia. Me giré rápidamente y mis ojos comenzaron a moverse frenéticamente. Mi respiración se tornó agitada y empecé a sentirme muy nervioso. Ese sonido era similar al que oía cuando el doctor, sus secuaces o el robusto y monstruoso hombre entraban a mi improvisada celda. Mi mentón tembló un poco, hasta que entendí que sólo se trataba de Aredhel, y toda la inestabilidad que empezaba a surgir en mi cuerpo cesó. Cojeando, me acerqué hasta donde ella se encontraba e inspeccioné con la mirada el escenario. - ¿Y por qué estás tú aquí? - Pregunté con curiosidad a mi nueva compañera cuando el brillo de un objeto metálico llamó mi atención. Estiré mi brazo y flexioné mis piernas con cuidado de no realizar movimientos bruscos ni afectar mi pierna herida. Lo levanté. Era una amplia arandela con un reducido grupo de llaves en ella. Parecía haber sido forzada, y ello justificaba el hecho de que las llaves que colgaban del metal circular fueran tan pocas, quizás muchas de ellas habían sido retiradas. Entonces recordé mis pertenencias. Había olvidado por completo la existencia de mi mochila y mi espada, debía buscarlas inmediatamente, también a Tim. Primero quería investigar los alrededores antes de mencionárselo a Aredhel.
Nafen
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Si lo que querían los intrusos en la mansión era investigar, pasear o simplemente caminar por sus pasillos y habitaciones podían hacerlo. Si iban, encontrarían la entrada a las escaleras tal y como la habían dejado al llegar, abierta. Ahora estaban en el cuarto piso, el más alto de la construcción, pero no el último. Al parecer, había unas escalerillas, estrechas y apartadas, las cuales llevaban a lo que parecía ser una azotea. También, por muy extraño que les pareciese, encontrarían abiertas las entradas al tercer, segundo y primer piso, bajando o subiendo las escaleras, ahora accesibles.
Eligiesen el destino el que eligiesen, la mansión estaría igual de silenciosa, menos por el segundo piso tal vez, donde si tenían suerte encontrarían al resto de sus compañeros. Solo la lluvia del exterior tamboreaba las valladas ventanas, por las cuales relucía algún que otro relámpago de vez en cuando. Algunas habitaciones o pasillos estarían iluminados por tubos fosforescentes, mientras que otros estarían sumidos en la oscuridad.
Los lentos pasos de Nafen y Aredhel seguro llamarían la atención en la enorme mansión, de la cual aún faltaba tanto por explorar...
//Objetivo: Podéis decidir el piso al cual queráis ir ahora, pero elegid solo uno y avanzad con lentitud, basándoos en las descripciones ya dadas en todas las entradas de esta quest, además de completarlo con vuestra propia imaginación. Cualquier duda sobre la distribución del edificio no dudéis de enviarme un MP.
Si decidís ir al segundo piso en busca de vuestros amigos no llegaréis a encontrarlos, pues antes de hacerlo os sorprenderá la bestia que persiguió a Aredhel y compañía antes. Si no decidís reuniros con el resto, de todas formas aparecerá hacia el final de vuestro post, y deberéis de describir la huida y el lugar donde decidáis resguardaros. --> Podéis luchar si queréis, pero veréis que no tendríais oportunidades de ganar.
También podéis hacer aparecer una sola puerta, la cual podréis abrir con las llaves encontradas, diferenciando entre electrónica y no electrónica, ya sea para el uso de una de las llaves o la otra. - No es necesario que lo hagáis en el siguiente post. -
Discutidlo off rol antes de proceder para que no haya desigualdades. - También podéis separaros si así lo preferís. -//
Eligiesen el destino el que eligiesen, la mansión estaría igual de silenciosa, menos por el segundo piso tal vez, donde si tenían suerte encontrarían al resto de sus compañeros. Solo la lluvia del exterior tamboreaba las valladas ventanas, por las cuales relucía algún que otro relámpago de vez en cuando. Algunas habitaciones o pasillos estarían iluminados por tubos fosforescentes, mientras que otros estarían sumidos en la oscuridad.
Los lentos pasos de Nafen y Aredhel seguro llamarían la atención en la enorme mansión, de la cual aún faltaba tanto por explorar...
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//Ambos habéis encontrado objetos de utilidad, felicidades.////Objetivo: Podéis decidir el piso al cual queráis ir ahora, pero elegid solo uno y avanzad con lentitud, basándoos en las descripciones ya dadas en todas las entradas de esta quest, además de completarlo con vuestra propia imaginación. Cualquier duda sobre la distribución del edificio no dudéis de enviarme un MP.
Si decidís ir al segundo piso en busca de vuestros amigos no llegaréis a encontrarlos, pues antes de hacerlo os sorprenderá la bestia que persiguió a Aredhel y compañía antes. Si no decidís reuniros con el resto, de todas formas aparecerá hacia el final de vuestro post, y deberéis de describir la huida y el lugar donde decidáis resguardaros. --> Podéis luchar si queréis, pero veréis que no tendríais oportunidades de ganar.
También podéis hacer aparecer una sola puerta, la cual podréis abrir con las llaves encontradas, diferenciando entre electrónica y no electrónica, ya sea para el uso de una de las llaves o la otra. - No es necesario que lo hagáis en el siguiente post. -
Discutidlo off rol antes de proceder para que no haya desigualdades. - También podéis separaros si así lo preferís. -//
Othel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Nada nuevo, minutos largos corrieron mientras yo me arrastraba en pasos inseguros sobre las baldosas rotas que sonaban cuando la ansiedad me gobernaba los pies. Las puertas estaban abiertas, los caminos engañosos se nos abrían por todos lados. Me detuve, a unos pasos de aquel hombre de cabellos blancos que dijo llamarse Nafen, y medité…
Deseaba en un arrebato correr al lugar en donde me habían quitado la conciencia, buscar a mi viejo compañero y salir por la puerta principal. Pero era una idea ingenua, no tenía idea de cuánto tiempo estuve inconsciente en esa sala donde desperté, Alberic podía estar en cualquier sitio lejos de ahí. La voz masculina me saco de mis cavilaciones.
¿Y por qué estás tú aquí?
Mi larga travesía había comenzado en las Ruinas susurrantes, al llegar al pantano el cansancio y el hambre nos habían infectado sin remedio. Aun con toda mi fuerza y voluntad de lobo, mi cuerpo de mujer aún no estaba preparado para mis rudas exigencias. –Buscábamos un refugio- exhalé un puñado de aire en lo que pareció una burla personal a mi ingenuidad, y fue todo lo que dije. Estaba avergonzada por no haber confiado en mis instintos, esos que siempre me salvaron de los peligros del bosque, pudieron salvarme aquí, pero los tire de lado cuando entre por esa puerta, aún cuando el lobo me hubiera arrastrado lejos. Voltee mi rostro hacia unas pequeñas barras de metal que formaban una escalinata angosta y demasiado recta (escaleras a la azotea), por las que pasé mientras recorría el lugar, no quedaba más que subir, por fuerza teníamos que encontrar aire en lo alto, aire que seguramente cualquiera ahí dentro buscaría si sabía con certeza que las salidas principales de la planta baja estaban forzadas. Podía convertirse en un punto de salvación colectivo.
Miré a Nafen nuevamente – Subamos, no soy garantía de seguridad… pero es mejor para ti mantenerte cerca de alguien si quieres vivir.- Le indique con un movimiento sutil de mi cabeza la dirección en la que debíamos ir. –A menos, que tu estés aquí por otros motivos no accidentales- pronuncie con esa misma débil y parca voz cuando ya le había dado la espalda, y ponía mis manos sobre esos tubos que me encaminaban arriba. La escalerilla de metal chillaba cada vez que uno de mis pies se colocaba en el nivel siguiente, mire de reojo hacia abajo y con una señal de mi mano le indique que esperara a que yo estuviera arriba para seguirme, así, de encontrar algún peligro al subir… lo enfrentaría sola.
El asenso no fue largo, coloque mis dos manos a los costados, donde estaba el concreto que enmarcaba el hueco para entrar a la azotea, y me impulsé rápidamente hacia arriba, sintiendo el escozor de mis heridas ahora secas. –Nafen…- susurré, y pronto escuché el rechinar de la estructura que indicaba que él comenzaba a subir. Permanecí atenta, y después de un rato estiré mi mano para ayudarlo a subir, ya que por su pierna el impulso que podía generar no le sería suficiente.
Una vez de pie en aquel lugar, sentí una corriente de aire en mis pies, apenas estaba iluminado por la luna moribunda… había perdido la noción del tiempo, pero afuera aun era oscuro, y llovía. Estábamos entre cuatro paredes muy reducidas, y una puerta que conducía a un exterior de aire limpio. Me aferré a la puerta, una puerta convencional con manivela de metal que cedió mientras el oxido caía al suelo, y un viento agresivo me mojaba la cara. Nunca el agua de lluvia había tenido tan buen sabor.
Deseaba en un arrebato correr al lugar en donde me habían quitado la conciencia, buscar a mi viejo compañero y salir por la puerta principal. Pero era una idea ingenua, no tenía idea de cuánto tiempo estuve inconsciente en esa sala donde desperté, Alberic podía estar en cualquier sitio lejos de ahí. La voz masculina me saco de mis cavilaciones.
¿Y por qué estás tú aquí?
Mi larga travesía había comenzado en las Ruinas susurrantes, al llegar al pantano el cansancio y el hambre nos habían infectado sin remedio. Aun con toda mi fuerza y voluntad de lobo, mi cuerpo de mujer aún no estaba preparado para mis rudas exigencias. –Buscábamos un refugio- exhalé un puñado de aire en lo que pareció una burla personal a mi ingenuidad, y fue todo lo que dije. Estaba avergonzada por no haber confiado en mis instintos, esos que siempre me salvaron de los peligros del bosque, pudieron salvarme aquí, pero los tire de lado cuando entre por esa puerta, aún cuando el lobo me hubiera arrastrado lejos. Voltee mi rostro hacia unas pequeñas barras de metal que formaban una escalinata angosta y demasiado recta (escaleras a la azotea), por las que pasé mientras recorría el lugar, no quedaba más que subir, por fuerza teníamos que encontrar aire en lo alto, aire que seguramente cualquiera ahí dentro buscaría si sabía con certeza que las salidas principales de la planta baja estaban forzadas. Podía convertirse en un punto de salvación colectivo.
Miré a Nafen nuevamente – Subamos, no soy garantía de seguridad… pero es mejor para ti mantenerte cerca de alguien si quieres vivir.- Le indique con un movimiento sutil de mi cabeza la dirección en la que debíamos ir. –A menos, que tu estés aquí por otros motivos no accidentales- pronuncie con esa misma débil y parca voz cuando ya le había dado la espalda, y ponía mis manos sobre esos tubos que me encaminaban arriba. La escalerilla de metal chillaba cada vez que uno de mis pies se colocaba en el nivel siguiente, mire de reojo hacia abajo y con una señal de mi mano le indique que esperara a que yo estuviera arriba para seguirme, así, de encontrar algún peligro al subir… lo enfrentaría sola.
El asenso no fue largo, coloque mis dos manos a los costados, donde estaba el concreto que enmarcaba el hueco para entrar a la azotea, y me impulsé rápidamente hacia arriba, sintiendo el escozor de mis heridas ahora secas. –Nafen…- susurré, y pronto escuché el rechinar de la estructura que indicaba que él comenzaba a subir. Permanecí atenta, y después de un rato estiré mi mano para ayudarlo a subir, ya que por su pierna el impulso que podía generar no le sería suficiente.
[…]
Una vez de pie en aquel lugar, sentí una corriente de aire en mis pies, apenas estaba iluminado por la luna moribunda… había perdido la noción del tiempo, pero afuera aun era oscuro, y llovía. Estábamos entre cuatro paredes muy reducidas, y una puerta que conducía a un exterior de aire limpio. Me aferré a la puerta, una puerta convencional con manivela de metal que cedió mientras el oxido caía al suelo, y un viento agresivo me mojaba la cara. Nunca el agua de lluvia había tenido tan buen sabor.
Aredhel
Experto
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Emprendimos nuestro camino por el tenebroso laboratorio. El paisaje era repetitivo a pesar de las diferencias que la estructura podía tener: en casi todos lados había charcos de sangre fresca y seca, un olor pútrido llenaba algunas habitaciones y zonas, los pasillos se poblaban de puertas que no podían ser abiertas, casi como si estuviera hecho adrede para mantener a lo que sea que se escondía en las habitaciones inaccesibles.
A pesar de lo repetitivo que era, no me cansaba de contemplar los alargados y delgados tubos que emitían luz pálida y fría, la cual resultaba ser nuestra compañía cada algunos metros en el pasillo. No comprendía cómo funcionaban ni cómo era posible que emitieran luz sin fuego. Supuse varias hipótesis, quizás tenían alguna clase de fuego mágico o especial, de tal manera que se podía contener en un tubo; o quizá se trataba de un material que pudiera contener magia, magia lumínica en este caso. Ansiaba curiosear y experimentar, pero el tiempo no era algo que nos sobrase, además de que mi herida no me lo permitía.
Subimos por unas escaleras hasta llegar a una reducida habitación que separaba el exterior del interior del laboratorio. Buscaría a Tim allí, aunque aprovecharía para intentar escapar del laboratorio, algo que probablemente no lograría no sólo por su dificultad propia, si no también por la grave herida en mi pierna.
Aredhel abrió la puerta y salí a la azotea con ansiedad. Sonreí mostrando todos los dientes al sentir el viento y la lluvia caer en ni rostro, era una combinación que me brindaba una sensación de libertad. Pasaron algunos minutos, que aproveché para relajarme e higienizar la herida con agua de lluvia. Sin notar cómo ni cuándo, una presencia apareció en el lugar. Era el sutil movimiento y chocar de las cadenas que colgaban de una de sus manos lo que me ponía altamente nervioso. El monstruo emitió lo que pareció ser un rugido y cargó en nuestra dirección.
Al paso más acelerado que pude corrí a las escaleras, cerré la puerta que separaba la azitea de la escalera y bajé de a varios escalones, procurando escapar con Aredhel. No sabía qué haría la bestia, simplemente esperaba que la débil puerta pudiera rrenerlo unos minutos.
A pesar de lo repetitivo que era, no me cansaba de contemplar los alargados y delgados tubos que emitían luz pálida y fría, la cual resultaba ser nuestra compañía cada algunos metros en el pasillo. No comprendía cómo funcionaban ni cómo era posible que emitieran luz sin fuego. Supuse varias hipótesis, quizás tenían alguna clase de fuego mágico o especial, de tal manera que se podía contener en un tubo; o quizá se trataba de un material que pudiera contener magia, magia lumínica en este caso. Ansiaba curiosear y experimentar, pero el tiempo no era algo que nos sobrase, además de que mi herida no me lo permitía.
Subimos por unas escaleras hasta llegar a una reducida habitación que separaba el exterior del interior del laboratorio. Buscaría a Tim allí, aunque aprovecharía para intentar escapar del laboratorio, algo que probablemente no lograría no sólo por su dificultad propia, si no también por la grave herida en mi pierna.
Aredhel abrió la puerta y salí a la azotea con ansiedad. Sonreí mostrando todos los dientes al sentir el viento y la lluvia caer en ni rostro, era una combinación que me brindaba una sensación de libertad. Pasaron algunos minutos, que aproveché para relajarme e higienizar la herida con agua de lluvia. Sin notar cómo ni cuándo, una presencia apareció en el lugar. Era el sutil movimiento y chocar de las cadenas que colgaban de una de sus manos lo que me ponía altamente nervioso. El monstruo emitió lo que pareció ser un rugido y cargó en nuestra dirección.
Al paso más acelerado que pude corrí a las escaleras, cerré la puerta que separaba la azitea de la escalera y bajé de a varios escalones, procurando escapar con Aredhel. No sabía qué haría la bestia, simplemente esperaba que la débil puerta pudiera rrenerlo unos minutos.
Nafen
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Aquella salvaje bestia había aparecido una vez más, de a saber donde, pero la persecución no duró mucho. Una vez que ambos hubiesen bajado hasta el lugar donde las pequeñas escaleras iniciaban, pudieron oír un grito estremecedor, el repentino abrir de la puerta de metal, y finalmente ver el enfurecido rostro del ser, el cual no era capaz de bajar por aquel orificio tan estrecho. Como pudieron suponer, ello podía bien significar que había sido otro el camino que lo llevó hasta las alturas de la azotea, lo cual podía significar no solo un nuevo medio para regresar a aquella libertad pasajera, sino otro camino más por el cual la bestia retomaría su persecución.
Pero después de todo, aún estando fríos y empapados, habían echo bien en limpiar la mugre que traían encima, además de que pudieron aprovechar para hidratar sus secas gargantas, aunque, ahora debían decidir por dónde seguir.
Tenéis 24 horas.
Pero después de todo, aún estando fríos y empapados, habían echo bien en limpiar la mugre que traían encima, además de que pudieron aprovechar para hidratar sus secas gargantas, aunque, ahora debían decidir por dónde seguir.
________________________________________________________________________________________________________
// ATENCIÓN: Elegid un número del 1 al 10. Acordad solo uno entre ambos, y cualquiera de los dos, con el consentimiento de vuestro compañero, postead dicho número. Este determinará la continuación de vuestra aventura, habiendo opciones con buena y con mala suerte en ellas. (Melwyn, como administradora, será conocedora de los resultados para que, finalmente, podáis confirmar que no ha sido decidido de forma casual.) Tenéis 24 horas.
Othel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Estas eran las opciones:
- 1 --> -------------
- 6 --> Científico
- 2, 3, 4 --> --------------
- 5, 7, 10 --> Planta baja
- 8 --> Encontrar a Tim
- 9 --> Monstruo
Lo que debían ser los números 1, 2, 3, y 4 seguirá siendo un misterio.
Mañana recibiréis una respuesta.
- 1 --> -------------
- 6 --> Científico
- 2, 3, 4 --> --------------
- 5, 7, 10 --> Planta baja
- 8 --> Encontrar a Tim
- 9 --> Monstruo
Lo que debían ser los números 1, 2, 3, y 4 seguirá siendo un misterio.
Mañana recibiréis una respuesta.
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
///Habéis elegido el número 7//
Aquella salvaje bestia había aparecido una vez más, de a saber donde, pero la persecución no duró mucho. Una vez que ambos hubiesen bajado hasta el lugar donde las pequeñas escaleras iniciaban, pudieron oír un grito estremecedor, el repentino abrir de la puerta de metal y finalmente ver el enfurecido rostro del ser, el cual no era capaz de bajar por aquel orificio tan estrecho. Como pudieron suponer, ello podía bien significar que había sido otro el camino que lo llevó hasta las alturas de la azotea, lo cual podía significar no solo un nuevo medio para regresar a aquella libertad pasajera, sino otro camino más por el cual la bestia retomaría su persecución.
Pero después de todo, aún estando fríos y empapados, habían echo bien en limpiar la mugre que traían encima, además de que pudieron aprovechar para hidratar sus secas gargantas.
Ahora debían decidir por dónde seguir, aunque no parecían tener mucho donde escoger esta vez. Alguien había cerrado todas las puertas, menos por la de la escalera, la cual bajaba hasta la planta baja pues, como no, el resto de plantas les eran inaccesibles esta vez.
Una vez abajo del todo, Aredhel podría reconocer el pasillo que llevaba a la puerta trasera, la cual seguiría cerrada, pero tras una nueva puerta se escapaba un halo de luz del lado contrario. Si decidían ir ahí se encontrarían con una enorme sala de techo alto con bancos, un altar, más puertas cerradas con llave y ventanales de colores, demasiado altos para asegurar el escape. Se trataba de una iglesia.
///Objetivo: -->Describid la iglesia con mayor detalle. Además, habrá algunos "pacientes" en su interior, pero serán completamente inofensivos. --> Frente al altar os encontraréis con uno de esos "pacientes" con la biblia en sus manos. Ese es el cura, el cual se sorprenderá de veros, y os nombrará como los elegidos de Dios. Iniciad una conversación con él /podéis usar el personaje/. Es un creyente apasionado y creerá en que hay una razón divina para que os encontréis en ese lugar. Después os daré más información.
También aprovecho a decir que Nafen me avisó de de una posible tardanza, pero aún así, Aredhel, postea con normalidad y más adelante veremos qué podemos hacer.
Aquella salvaje bestia había aparecido una vez más, de a saber donde, pero la persecución no duró mucho. Una vez que ambos hubiesen bajado hasta el lugar donde las pequeñas escaleras iniciaban, pudieron oír un grito estremecedor, el repentino abrir de la puerta de metal y finalmente ver el enfurecido rostro del ser, el cual no era capaz de bajar por aquel orificio tan estrecho. Como pudieron suponer, ello podía bien significar que había sido otro el camino que lo llevó hasta las alturas de la azotea, lo cual podía significar no solo un nuevo medio para regresar a aquella libertad pasajera, sino otro camino más por el cual la bestia retomaría su persecución.
Pero después de todo, aún estando fríos y empapados, habían echo bien en limpiar la mugre que traían encima, además de que pudieron aprovechar para hidratar sus secas gargantas.
Ahora debían decidir por dónde seguir, aunque no parecían tener mucho donde escoger esta vez. Alguien había cerrado todas las puertas, menos por la de la escalera, la cual bajaba hasta la planta baja pues, como no, el resto de plantas les eran inaccesibles esta vez.
Una vez abajo del todo, Aredhel podría reconocer el pasillo que llevaba a la puerta trasera, la cual seguiría cerrada, pero tras una nueva puerta se escapaba un halo de luz del lado contrario. Si decidían ir ahí se encontrarían con una enorme sala de techo alto con bancos, un altar, más puertas cerradas con llave y ventanales de colores, demasiado altos para asegurar el escape. Se trataba de una iglesia.
///Objetivo: -->Describid la iglesia con mayor detalle. Además, habrá algunos "pacientes" en su interior, pero serán completamente inofensivos. --> Frente al altar os encontraréis con uno de esos "pacientes" con la biblia en sus manos. Ese es el cura, el cual se sorprenderá de veros, y os nombrará como los elegidos de Dios. Iniciad una conversación con él /podéis usar el personaje/. Es un creyente apasionado y creerá en que hay una razón divina para que os encontréis en ese lugar. Después os daré más información.
- Spoiler:
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También aprovecho a decir que Nafen me avisó de de una posible tardanza, pero aún así, Aredhel, postea con normalidad y más adelante veremos qué podemos hacer.
Othel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
La tranquilidad que le había venido en gotas de tormenta por la garganta desapareció luego de cortos minutos, un rugido terrible le hirió los oídos y apenas tuvo oportunidad de correr como bicho asustado justo por el camino por el que había llegado. El calambre que le provoco el sonido de esa bestia, casi como un cerdo enfurecido, le recorrió como brea caliente por el cuello y la nuca. No deseaba continuar el circulo de la presa dentro una jaula, volver a estar a la merced de sus golpes y despertar en una sala de operaciones, pero esta vez, habiendo sufrido algo que le impidiera salir de ahí para siempre.
Ya ni siquiera saco su espada, y se sirvió de sus manos para avanzar con más rapidez entre los pasadizos que los encaminaron nuevamente a su punto de inicio, apreciando cada vez más lejano el clamor violento de la bestia. Entre ella y su acompañante se había estacionado el silencio, y es que, que se podrían decir en una situación como aquella… nada, nada existía en las palabras que pudiera servirles ahora.
Aredhel sintió calambres en las palmas de sus manos, mientras observaba las puertas bloqueadas, el pecho se le estremecía presa nuevamente de la terrible ansiedad. Las ropas le goteaban y aun sentía el rostro húmedo de lluvia, los truenos de tormenta la ponían nerviosa, pues los sonidos del interior de aquel infierno podían bien disimularse y tomarla desprevenida. Ningún pensamiento se albergó ya en su cabeza, y sus pies comenzaron a andar por los pasillos cubiertos de tubos luminosos que ahora estaban comenzando a parecerle tan familiares a pesar del nulo conocimiento de sus funciones. Miro furtivamente en dirección a Nafen para corroborar que aun seguían juntos, cuando la luz tras una puerta de vitral enmohecido le llenó la cara, casi parecía una ilusión, y se preguntó si no estaría llegando a la demencia… pues cuando estuvo en ese piso no recordó ver nada similar.
Abrió la puerta con lentitud torva, esperaba encontrarse casi con cualquier cosa… pero lo que se mostro al abrir la puerta supero toda posibilidad. La puerta rechinó al abrirse, mientras Aredhel incrédula permaneció bajo su marco observando, abstraída. La altura de aquella sala era la de los 4 pisos juntos aproximadamente, los vitrales salpicaban de color el interior con los reflejos de luz irregular en todos lados, colores que también pintaban las cabezas y los cuerpos mutilados de los que ahí pululaban silenciosos, como almas en pena… como anacoretas de algún infierno. La mujer tragó saliva, estaba segura de que esos seres no se irían sobre ellos, que su atención y voluntad ya no vibraban más en esa realidad, pero sentía miedo… el miedo más natural y básico de la bestia ante lo desconocido.
Las baldosas del suelo habían cambiado su patrón, y ahora formaban mosaicos de variadas figuras que se extendían en simetría, roídas y algunas tan quebradas como el polvo. Pasó entre ellas con postura tan firme que parecía valiente aún, encontrándose camino entre los pacientes y los bancos de madera oscura y vieja que alguna vez seguramente estuvieron dispuestos en un orden lineal, pero ahora yacían aquí y allá como resultado de un temblor. Las puertas a los costados mostraban burlonas enormes candados y estructuras de metal que imposibilitarían, como tantas otras vistas anteriormente, su salida por esa ruta. Lo único que quedaba en duda era la parte del fondo, coronada por el más amplio ventanal a 8 metros del suelo, resguardando una especie de altar vacio. A unos pasos de llegar a ese sitio, donde estructuras ornamentales podían esconder cualquier cosa, quizás una salida, una pieza de cerámica en el suelo crujió bajo su pie, y una de los pacientes viró hacia ella y la miro con toda la atención que a los demás les faltaba.
Los labios de Aredhel se entreabrieron, con la intención de soltar una maldición que jamás salió… colocó su mano lentamente sobre su espada, levantando el rostro con vehemencia, una batalla individual le drenarían la inútil tensión de la que no podía deshacerse, pero el paciente le sostuvo la mirada, y pronto comenzó a hablar…
-Dios…- se arrodilló, con una expresión en su cara de sobrecogimiento tal que parecía a punto de romper en llanto. –Los enviados, la mujer de ojos pardos… el cabello de nieve- miró a su alrededor temblando de excitación –¿Dónde, dónde están los otros soldados?... ¿los enviados?- el paciente sacudió la cabeza, paso la mano libre por su frente como si quisiera limpiarse de la locura y se levantó, mirando a Aredhel, caminando hacia ella lentamente mientras hablaba, sin perder oportunidad de mirar también a su acompañante. –Hemos soportado el dolor implantado, nos han obligado a beber la sangre de nuestros hermanos… nuestra alma se ha desprendido de nuestros cuerpos para ayudarnos a soportar las torturas- el paciente abrió sus brazos como si quisiera rodear a un ente imaginario en un abrazo protector, Aredhel retrocedía al ritmo que aquel avanzaba. –Todo para comprobar la virtud de nuestra fe este día, venid… enviados de Dios, libertadores del alma-
No valía la pena atacar, ni convencer al hombre de que no eran lo que él decía… Aredhel lo comprendió en un instante y retiro sus dedos del mango de su arma. Las palabras no eran su fuerte, mucho menos el engaño y la negociación, pero mientras su vida dependiera de ello podía hacer un esfuerzo. Había perdido una oportunidad para encontrar respuestas cuando estaba al lado de Alberic, esperaba no perderla ahora. La mujer lobo alzó una ceja con suficiencia, y tragándose todas las desquiciantes sensaciones las escondió en su estomago hablando al fin. –No te acerques… no hay motivo para tocarme si nos has reconocido- se quito el gorro de la prenda de lluvia, y arrastrando sus cabellos hacia atrás mostró su rostro, el sacerdote se detuvo como si contemplara algo imposible –Hemos venido a que nos muestres la salida que no han podido cruzar solos, para que nos sigan a través de ella- el supuesto sacerdote pareció reír, y apretó el libro que llevaba sobre su pecho. –¿La salida?, muéstrenos la luz… adentro o afuera, ¿que importancia tiene cuando estamos frente a la luz?- Por un momento creyó que había elegido las palabras equivocadas, pero no quedaba más que seguir en ellas.
-En este lugar la única manera de ver la luz es morir, si siguen con vida es porque no desean ese fin… dinos ahora la verdad de este lugar, si tienes fe, harás todo lo que te pedimos.- Aredhel recordó la fe de los hombres, la fe absurda y potenciada que los lleva a hacer cualquier cosa por su creencia, y ese hombre loco parecía tener mucho de aquello.
Ya ni siquiera saco su espada, y se sirvió de sus manos para avanzar con más rapidez entre los pasadizos que los encaminaron nuevamente a su punto de inicio, apreciando cada vez más lejano el clamor violento de la bestia. Entre ella y su acompañante se había estacionado el silencio, y es que, que se podrían decir en una situación como aquella… nada, nada existía en las palabras que pudiera servirles ahora.
Aredhel sintió calambres en las palmas de sus manos, mientras observaba las puertas bloqueadas, el pecho se le estremecía presa nuevamente de la terrible ansiedad. Las ropas le goteaban y aun sentía el rostro húmedo de lluvia, los truenos de tormenta la ponían nerviosa, pues los sonidos del interior de aquel infierno podían bien disimularse y tomarla desprevenida. Ningún pensamiento se albergó ya en su cabeza, y sus pies comenzaron a andar por los pasillos cubiertos de tubos luminosos que ahora estaban comenzando a parecerle tan familiares a pesar del nulo conocimiento de sus funciones. Miro furtivamente en dirección a Nafen para corroborar que aun seguían juntos, cuando la luz tras una puerta de vitral enmohecido le llenó la cara, casi parecía una ilusión, y se preguntó si no estaría llegando a la demencia… pues cuando estuvo en ese piso no recordó ver nada similar.
Abrió la puerta con lentitud torva, esperaba encontrarse casi con cualquier cosa… pero lo que se mostro al abrir la puerta supero toda posibilidad. La puerta rechinó al abrirse, mientras Aredhel incrédula permaneció bajo su marco observando, abstraída. La altura de aquella sala era la de los 4 pisos juntos aproximadamente, los vitrales salpicaban de color el interior con los reflejos de luz irregular en todos lados, colores que también pintaban las cabezas y los cuerpos mutilados de los que ahí pululaban silenciosos, como almas en pena… como anacoretas de algún infierno. La mujer tragó saliva, estaba segura de que esos seres no se irían sobre ellos, que su atención y voluntad ya no vibraban más en esa realidad, pero sentía miedo… el miedo más natural y básico de la bestia ante lo desconocido.
Las baldosas del suelo habían cambiado su patrón, y ahora formaban mosaicos de variadas figuras que se extendían en simetría, roídas y algunas tan quebradas como el polvo. Pasó entre ellas con postura tan firme que parecía valiente aún, encontrándose camino entre los pacientes y los bancos de madera oscura y vieja que alguna vez seguramente estuvieron dispuestos en un orden lineal, pero ahora yacían aquí y allá como resultado de un temblor. Las puertas a los costados mostraban burlonas enormes candados y estructuras de metal que imposibilitarían, como tantas otras vistas anteriormente, su salida por esa ruta. Lo único que quedaba en duda era la parte del fondo, coronada por el más amplio ventanal a 8 metros del suelo, resguardando una especie de altar vacio. A unos pasos de llegar a ese sitio, donde estructuras ornamentales podían esconder cualquier cosa, quizás una salida, una pieza de cerámica en el suelo crujió bajo su pie, y una de los pacientes viró hacia ella y la miro con toda la atención que a los demás les faltaba.
Los labios de Aredhel se entreabrieron, con la intención de soltar una maldición que jamás salió… colocó su mano lentamente sobre su espada, levantando el rostro con vehemencia, una batalla individual le drenarían la inútil tensión de la que no podía deshacerse, pero el paciente le sostuvo la mirada, y pronto comenzó a hablar…
-Dios…- se arrodilló, con una expresión en su cara de sobrecogimiento tal que parecía a punto de romper en llanto. –Los enviados, la mujer de ojos pardos… el cabello de nieve- miró a su alrededor temblando de excitación –¿Dónde, dónde están los otros soldados?... ¿los enviados?- el paciente sacudió la cabeza, paso la mano libre por su frente como si quisiera limpiarse de la locura y se levantó, mirando a Aredhel, caminando hacia ella lentamente mientras hablaba, sin perder oportunidad de mirar también a su acompañante. –Hemos soportado el dolor implantado, nos han obligado a beber la sangre de nuestros hermanos… nuestra alma se ha desprendido de nuestros cuerpos para ayudarnos a soportar las torturas- el paciente abrió sus brazos como si quisiera rodear a un ente imaginario en un abrazo protector, Aredhel retrocedía al ritmo que aquel avanzaba. –Todo para comprobar la virtud de nuestra fe este día, venid… enviados de Dios, libertadores del alma-
No valía la pena atacar, ni convencer al hombre de que no eran lo que él decía… Aredhel lo comprendió en un instante y retiro sus dedos del mango de su arma. Las palabras no eran su fuerte, mucho menos el engaño y la negociación, pero mientras su vida dependiera de ello podía hacer un esfuerzo. Había perdido una oportunidad para encontrar respuestas cuando estaba al lado de Alberic, esperaba no perderla ahora. La mujer lobo alzó una ceja con suficiencia, y tragándose todas las desquiciantes sensaciones las escondió en su estomago hablando al fin. –No te acerques… no hay motivo para tocarme si nos has reconocido- se quito el gorro de la prenda de lluvia, y arrastrando sus cabellos hacia atrás mostró su rostro, el sacerdote se detuvo como si contemplara algo imposible –Hemos venido a que nos muestres la salida que no han podido cruzar solos, para que nos sigan a través de ella- el supuesto sacerdote pareció reír, y apretó el libro que llevaba sobre su pecho. –¿La salida?, muéstrenos la luz… adentro o afuera, ¿que importancia tiene cuando estamos frente a la luz?- Por un momento creyó que había elegido las palabras equivocadas, pero no quedaba más que seguir en ellas.
-En este lugar la única manera de ver la luz es morir, si siguen con vida es porque no desean ese fin… dinos ahora la verdad de este lugar, si tienes fe, harás todo lo que te pedimos.- Aredhel recordó la fe de los hombres, la fe absurda y potenciada que los lleva a hacer cualquier cosa por su creencia, y ese hombre loco parecía tener mucho de aquello.
Última edición por Aredhel el Miér 28 Mayo - 19:45, editado 1 vez
Aredhel
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Una vez nos alejamos del monstruo que nos perseguía, transitamos los pasillos que mantenían esa nefasta tensión. El constante silencio era roto por lejanos sonidos que llegaban a aumentar mis nervios con facilidad, pues tiempo que llevaba en el tenebroso edificio había llegado a mermar mi cordura, haciéndome sensible psicologicamente.
Un estruendo provino desde el cielo cuando avistamos la extraña entrada. La lluvia bañaba el exterior y los súbitos truenos parecían ser gritos desesperados y furiosos que reverberaban a los pacientes deseosos de salir. Ingresamos por la puerta que resaltaba en el pasillo por el vitral que la decoraba y nos encontramos en un lugar altamente extraño.
Allí, como en casi todas las habitaciones, los locos parecían soñar despiertos, absortos en sus mentes enfermas. Algunos se mecían o movían de forma repetitiva, otros simplemente no hacían nada, pero era evidente en todos que si bien sus cuerpos estaban junto a nosotros, sus mentes no.
Uno de ellos se destacó de los demás, sus vestiduras diferían de las del resto y parecía haber sido alguna clase de intelectual antes de caer en la locura, pues cargaba con un libro en su mano. Se acercó y nos habló sobre lo esperada que era nuestra presencia en el laboratorio. Lo raro fue que parecía identificarnos, casi como si de hecho nos conociera. Sin embargo lo que decía no tenía sentido, ¿a qué se refería exactamente? ¿qué pretendía para con nosotros? Observé mi alrededor en busca de alguna respuesta, hasta que divisé detrás de lo que parecía ser un altar una cruz de madera apoyada sobre la pared. Volví la mirada al loco, que era diferente de los demás: se veía altamente sano y tenía cierto grado de consciencia, y casi por accidente leí la inscripción en la tapa del libro que sostenía, "La Biblia". El hombre era de esas extrañas religiones que los humanos habían traído a Aerandir, lo cual hizo que le diera una menor relevancia al hombre: seguía a una religión sin sentido.
Desvié mi mirada a Aredhel y medité sobre sus palabras y las del loco.
- Espera - dije luego de pensar algunos momentos. -, Aredhel, ¿viniste con alguien? ¿hay más personas aquí? Debemos buscarlos. Y debemos buscar a Tim... - Me alteraba levemente mientras hablaba. - ... es un niño que estoy buscando. Tengo que encontrarlo. - Por otro lado, también debía buscar mis pertenencias, pues quizás las necesitaría en un futuro.
Un estruendo provino desde el cielo cuando avistamos la extraña entrada. La lluvia bañaba el exterior y los súbitos truenos parecían ser gritos desesperados y furiosos que reverberaban a los pacientes deseosos de salir. Ingresamos por la puerta que resaltaba en el pasillo por el vitral que la decoraba y nos encontramos en un lugar altamente extraño.
Allí, como en casi todas las habitaciones, los locos parecían soñar despiertos, absortos en sus mentes enfermas. Algunos se mecían o movían de forma repetitiva, otros simplemente no hacían nada, pero era evidente en todos que si bien sus cuerpos estaban junto a nosotros, sus mentes no.
Uno de ellos se destacó de los demás, sus vestiduras diferían de las del resto y parecía haber sido alguna clase de intelectual antes de caer en la locura, pues cargaba con un libro en su mano. Se acercó y nos habló sobre lo esperada que era nuestra presencia en el laboratorio. Lo raro fue que parecía identificarnos, casi como si de hecho nos conociera. Sin embargo lo que decía no tenía sentido, ¿a qué se refería exactamente? ¿qué pretendía para con nosotros? Observé mi alrededor en busca de alguna respuesta, hasta que divisé detrás de lo que parecía ser un altar una cruz de madera apoyada sobre la pared. Volví la mirada al loco, que era diferente de los demás: se veía altamente sano y tenía cierto grado de consciencia, y casi por accidente leí la inscripción en la tapa del libro que sostenía, "La Biblia". El hombre era de esas extrañas religiones que los humanos habían traído a Aerandir, lo cual hizo que le diera una menor relevancia al hombre: seguía a una religión sin sentido.
Desvié mi mirada a Aredhel y medité sobre sus palabras y las del loco.
- Espera - dije luego de pensar algunos momentos. -, Aredhel, ¿viniste con alguien? ¿hay más personas aquí? Debemos buscarlos. Y debemos buscar a Tim... - Me alteraba levemente mientras hablaba. - ... es un niño que estoy buscando. Tengo que encontrarlo. - Por otro lado, también debía buscar mis pertenencias, pues quizás las necesitaría en un futuro.
Última edición por Nafen el Lun 9 Jun - 2:46, editado 1 vez
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
La extrañada mirada del sacerdote reposó en ambos, en los elegidos a los cuales ha estado esperando. - La fe nos trae caminos inexplicables... No somos quienes para contradecir la voluntad de Dios. - Extendió los brazos, señalando el lugar, señalando la enorme estancia en la cual se encontraban y a los presentes, olvidados por su propio señor, perdidos en la locura de su inevitable destino. - Ahora que los elegidos han aparecido, el camino hacia la salvación de nuestras almas, existencias no terrenales como nuestros impuros cuerpos, ¡ha llegado! -
Observó satisfecho a los visitantes, con los ojos lagrimosos. - La salida que estáis buscando está aquí. ¡Aquí, en las abrasadoras entrañas del fuego purificador! - Entonces se giró hacia un grupo de engendros sombríos, los cuales de inmediato le devolvieron la mirada con temor. - ¡Vosotros, bestias inmundas! Traed la leña, traed la cruz y el fuego sagrado! Preparaos, pues pronto llegará el momento deseado... En cuanto todos los elegidos se reúnan, y lo harán, comenzará la ceremonia. - Entonces volvió a dirigirse al mago y la licántropa. - Venid, elegidos. Hemos de preparar al sacrificio de esta noche. La noche... -
//Objetivo: Os llevará a una sala, un cuarto pequeño más bien, donde estará encerrado un niño humano normal y corriente. Sí, ese niño es Tim. Recuerda Nafen que él no te conoce, y deberás de ganarte su confianza de alguna forma, al igual que tu, Aredhel, si así decides hacerlo. Él es el supuesto sacrificio y, como se puede suponer, está aterrado. Podéis usar a ambos personajes, tanto al cura como a Tim. Nafen, no temas en implicarte un poco más, podéis hacerlos hablar y realizar acciones menores, dejando las acciones más importantes y de mayor peso sobre la quest en mis manos.
Observó satisfecho a los visitantes, con los ojos lagrimosos. - La salida que estáis buscando está aquí. ¡Aquí, en las abrasadoras entrañas del fuego purificador! - Entonces se giró hacia un grupo de engendros sombríos, los cuales de inmediato le devolvieron la mirada con temor. - ¡Vosotros, bestias inmundas! Traed la leña, traed la cruz y el fuego sagrado! Preparaos, pues pronto llegará el momento deseado... En cuanto todos los elegidos se reúnan, y lo harán, comenzará la ceremonia. - Entonces volvió a dirigirse al mago y la licántropa. - Venid, elegidos. Hemos de preparar al sacrificio de esta noche. La noche... -
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//Objetivo: Os llevará a una sala, un cuarto pequeño más bien, donde estará encerrado un niño humano normal y corriente. Sí, ese niño es Tim. Recuerda Nafen que él no te conoce, y deberás de ganarte su confianza de alguna forma, al igual que tu, Aredhel, si así decides hacerlo. Él es el supuesto sacrificio y, como se puede suponer, está aterrado. Podéis usar a ambos personajes, tanto al cura como a Tim. Nafen, no temas en implicarte un poco más, podéis hacerlos hablar y realizar acciones menores, dejando las acciones más importantes y de mayor peso sobre la quest en mis manos.
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Encaminó sus ojos lentamente a Nafen, mientras aquel hombre de fe hablaba con la lengua enredada de locura, y puso una mano sobre el hombro del mago por inercia, al apreciar que su estado se alteraba, como una superficie acuosa que al menor toque se llena de temblorosas ondas. –Sí ,hay más personas sufriendo de este encierro- murmuró, pretendiendo no interrumpir las liturgias del cura… mientras retiraba lentamente la mano del hombro de su compañero y la dejaba caer a su costado. –Y más nos vale conocer una salida por la cual sacarlos… -
Se viró hacia el hombre que poca importancia dio a su falta de atención, y siguió inmerso en su pasión religiosa. Estaba hablando de fuego purificador, y como a través de el encontrarían el ansiado escape. Aredhel negó con la cabeza sin abrir los labios, por un instante estuvo segura que la lanzarían a ella y a su compañero a una hoguera de primitivos sacrificios. Los locos que lograron reaccionar ante las palabras de su líder arrastraron sus pies en una dirección colectiva, lentos y lastimosos, aun así dispuestos a reunir lo que el otro ser demandaba.
Aredhel no pronunció palabra, consideró que aquellos seres estaban convencidos de un especifico desarrollo de los hechos, y las palabras que ella pudiera dictaminar no le ofrecerían lo que buscaba por mas elegidos que fueran. Miro a su alrededor con ojos severos luego de escuchar la invitación del cura, el fuego seria colocado dentro de aquel templo de fe artificial, el lugar a donde iba a guiarlos seguramente no contendría su muerte. Miró a Nafen, apelando al último sorbo de cordura que le quedara a sus nervios, para que se lo bebiera en ese instante y la acompañara en el camino tras el cura.
No fueron necesarios demasiados pasos para encontrar una puerta colocada tras un muro a desnivel, que se caía a pedazos entre yagas de humedad. El loco que aun llevaba la biblia en la mano, volteo a mirarlos con una sonrisa satisfecha, como si aquello que se encontrara tras aquella puerta significara el más grande obsequio para el par que lo seguía. Luego de introducir una llave impregnada de oxido que antes estuviera entre sus ropas, la puerta cedió a sus huesudas manos para abrirse tras un chirrido agudo y molesto. Los invito a pasar primero, y con todo el ímpetu de su antigua forma la mujer lobo se introdujo en el cuarto, tan iluminado como podía estarlo con decenas de velas que descansaban en las 4 paredes.
Los ojos de Aredhel bailaron con ansia, y por fin distinguió un bulto acurrucado en una esquina, tiritando como un cachorro acorralado por sus victimarios.
-He aquí el sacrificio que arderá en su honor… su sangre hervirá por nuestro padre celestial- El sacerdote era presa también de extraños temblores, pero en su caso, estos se le producían a causa de la desquiciada excitación de su fe.
Aredhel dio un par de lentos pasos, cautelosos… como si el sonido pudiera herir al infante, tenia duda, desconcierto. Hacía poco tiempo que su forma humana había vuelto al mundo de los hombres, y el trato con sus “iguales” había sido más bien poco. Los niños era algo desconocido para ella, pero sentía en sus entrañas una fuerte necesidad de protegerle, a pesar de temer que sus maneras de acercarse a él podían no ser las más delicadas. Dudando mientras lo miraba, el pequeño levanto su rostro, intentando mirar entre los mechones dorados hacia ellos. Sintió su terror, su fatiga y su hambre… pero aunque el niño pudo verla por unos segundos, fue de la visión de Nafen de la que no pudo separarse.
-Vaya con sus hombres a preparar la hoguera… nosotros nos hacemos cargo de esto- pronunció con cierta petulancia, esperando que esa intención apurara al hombre a seguir tal orden y dejarlos a solas en el cuarto, pues ahora comprendia que cuerpo iba a entregarse a las llamas. Para esas alturas sus ropas antes purificadas en la medida de lo posible por la lluvia, ya se encontraban secas. Así que se despojo del tabardo que Alberic le había ofrecido antes de su desventura, y cubrió el frágil cuerpo de la inocente criatura que no dejaba de observar al mago.
Se viró hacia el hombre que poca importancia dio a su falta de atención, y siguió inmerso en su pasión religiosa. Estaba hablando de fuego purificador, y como a través de el encontrarían el ansiado escape. Aredhel negó con la cabeza sin abrir los labios, por un instante estuvo segura que la lanzarían a ella y a su compañero a una hoguera de primitivos sacrificios. Los locos que lograron reaccionar ante las palabras de su líder arrastraron sus pies en una dirección colectiva, lentos y lastimosos, aun así dispuestos a reunir lo que el otro ser demandaba.
Aredhel no pronunció palabra, consideró que aquellos seres estaban convencidos de un especifico desarrollo de los hechos, y las palabras que ella pudiera dictaminar no le ofrecerían lo que buscaba por mas elegidos que fueran. Miro a su alrededor con ojos severos luego de escuchar la invitación del cura, el fuego seria colocado dentro de aquel templo de fe artificial, el lugar a donde iba a guiarlos seguramente no contendría su muerte. Miró a Nafen, apelando al último sorbo de cordura que le quedara a sus nervios, para que se lo bebiera en ese instante y la acompañara en el camino tras el cura.
No fueron necesarios demasiados pasos para encontrar una puerta colocada tras un muro a desnivel, que se caía a pedazos entre yagas de humedad. El loco que aun llevaba la biblia en la mano, volteo a mirarlos con una sonrisa satisfecha, como si aquello que se encontrara tras aquella puerta significara el más grande obsequio para el par que lo seguía. Luego de introducir una llave impregnada de oxido que antes estuviera entre sus ropas, la puerta cedió a sus huesudas manos para abrirse tras un chirrido agudo y molesto. Los invito a pasar primero, y con todo el ímpetu de su antigua forma la mujer lobo se introdujo en el cuarto, tan iluminado como podía estarlo con decenas de velas que descansaban en las 4 paredes.
Los ojos de Aredhel bailaron con ansia, y por fin distinguió un bulto acurrucado en una esquina, tiritando como un cachorro acorralado por sus victimarios.
-He aquí el sacrificio que arderá en su honor… su sangre hervirá por nuestro padre celestial- El sacerdote era presa también de extraños temblores, pero en su caso, estos se le producían a causa de la desquiciada excitación de su fe.
Aredhel dio un par de lentos pasos, cautelosos… como si el sonido pudiera herir al infante, tenia duda, desconcierto. Hacía poco tiempo que su forma humana había vuelto al mundo de los hombres, y el trato con sus “iguales” había sido más bien poco. Los niños era algo desconocido para ella, pero sentía en sus entrañas una fuerte necesidad de protegerle, a pesar de temer que sus maneras de acercarse a él podían no ser las más delicadas. Dudando mientras lo miraba, el pequeño levanto su rostro, intentando mirar entre los mechones dorados hacia ellos. Sintió su terror, su fatiga y su hambre… pero aunque el niño pudo verla por unos segundos, fue de la visión de Nafen de la que no pudo separarse.
-Vaya con sus hombres a preparar la hoguera… nosotros nos hacemos cargo de esto- pronunció con cierta petulancia, esperando que esa intención apurara al hombre a seguir tal orden y dejarlos a solas en el cuarto, pues ahora comprendia que cuerpo iba a entregarse a las llamas. Para esas alturas sus ropas antes purificadas en la medida de lo posible por la lluvia, ya se encontraban secas. Así que se despojo del tabardo que Alberic le había ofrecido antes de su desventura, y cubrió el frágil cuerpo de la inocente criatura que no dejaba de observar al mago.
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
Ignoré el hecho de que ese loco se atreviese a tocarme debido a que toda mi atención se centraba en las palabras de Aredhel. ¡Había otras personas allí! Personas conscientes y cuerdas, no como los desalmados seres que se paseaban por el edificio. El 'hombre de Dios' explicaba que nuestra salida estaba en el fuego, y entonces ordenó a sus seguidores que preparasen materiales para una hoguera - o eso inferí. Pretendía incendiar...¿nos? No, para nuestra suerte no, él pretendía sacrificar algo más.
Nos guió a una reducida habitación con ansias desbordando su interior. Allí estaba uno de los motivos de mi búsqueda: el niño Tim. En una esquina, acurrucado, tembloroso, presa del miedo, Tim nos observaba transmitiendo en su mirada una gran desesperación. Probablemente pensaría que eramos sus nuevos victimarios, pero, luego de que el sacerdote dejó la habitación por pedido de Aredhel, me acerqué al joven asustadizo. Mi cercanía pareció inquietarlo, motivo por el cual mis pasos eran lentos y cautelosos. - Hola, Tim. - Dije intentando esbozar una mínima sonrisa, algo difícil en esa situación. - Mi nombre es Nafen, soy amigo de tu hermana Tianna. - No era agradable mentirle, mucho más cuando se trataba de su difunta hermana y él ni siquiera estaba enterado de su muerte. - Hemos venido a sacarte de aquí, todo estará bien. - Comencé a mirar hacia las entradas de la habitación, prestando atención a la posible entrada del sacerdote o sus seguidores, mientras, al mismo tiempo, hacía señas con mis manos a Tim para que se acercase a nosotros.
Nos guió a una reducida habitación con ansias desbordando su interior. Allí estaba uno de los motivos de mi búsqueda: el niño Tim. En una esquina, acurrucado, tembloroso, presa del miedo, Tim nos observaba transmitiendo en su mirada una gran desesperación. Probablemente pensaría que eramos sus nuevos victimarios, pero, luego de que el sacerdote dejó la habitación por pedido de Aredhel, me acerqué al joven asustadizo. Mi cercanía pareció inquietarlo, motivo por el cual mis pasos eran lentos y cautelosos. - Hola, Tim. - Dije intentando esbozar una mínima sonrisa, algo difícil en esa situación. - Mi nombre es Nafen, soy amigo de tu hermana Tianna. - No era agradable mentirle, mucho más cuando se trataba de su difunta hermana y él ni siquiera estaba enterado de su muerte. - Hemos venido a sacarte de aquí, todo estará bien. - Comencé a mirar hacia las entradas de la habitación, prestando atención a la posible entrada del sacerdote o sus seguidores, mientras, al mismo tiempo, hacía señas con mis manos a Tim para que se acercase a nosotros.
Última edición por Nafen el Vie 13 Jun - 6:05, editado 1 vez
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
El joven, desconfiado, no parecía querer creer en las palabras de los viajeros, y más aún porque el cura fue el que los llevó a él, pero en cuanto escuchó nombrar a su hermana una chispa relució en su mirada. - ¿Mi hermana? ¿Está aquí? - preguntó desesperado, con voz débil y temblorosa, pero antes de poder hacer mil y una pregunta más, unos gritos se oyeron al otro lado de la puerta. Gritos que imitaban a una multitud enfurecida, pero todo apuntaba a que dicha rabia no estaba dirigida a ellos.
Tim estaba algo débil para caminar, por lo que después de buscar una solución a ello, la cual Nafen no podía cumplir por su pierna mal herida, y salir de la habitación, una luz parpadeante iluminó sus rostros. En el centro de la enorme sala, no muy alejados del altar conmemorativo, un llamativo grupo de pacientes gritaban entusiasmados, cual primates, al rededor de una hoguera anaranjada. En su centro, empezando a carbonizarse poco a poco, estaba el cura, envuelto en llamas. Todo apuntaba a una revelión por parte de los suyos, pero él no parecía tan aterrado como debería estar. Tenía las palmas de las manos pegadas entre si, con una extraña sonrisa en sus labios, y recitaba palabras en voz resonante.
Ese era el momento indicado para salir de ahí.
Tim estaba algo débil para caminar, por lo que después de buscar una solución a ello, la cual Nafen no podía cumplir por su pierna mal herida, y salir de la habitación, una luz parpadeante iluminó sus rostros. En el centro de la enorme sala, no muy alejados del altar conmemorativo, un llamativo grupo de pacientes gritaban entusiasmados, cual primates, al rededor de una hoguera anaranjada. En su centro, empezando a carbonizarse poco a poco, estaba el cura, envuelto en llamas. Todo apuntaba a una revelión por parte de los suyos, pero él no parecía tan aterrado como debería estar. Tenía las palmas de las manos pegadas entre si, con una extraña sonrisa en sus labios, y recitaba palabras en voz resonante.
Ese era el momento indicado para salir de ahí.
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Re: El laboratorio abandonado - Los peligros de la locura [QUEST] [ Nafen + Aradhel]
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