[QUEST] Herencia [un cupo]

La ciudad estaba ajetreada ese día, particularmente parecía haber algún tipo de celebración. Los niños correteaban inquietos mientras sus madres y nanas les pedían que retornaran a  sus lados infructuosamente. Volaban chales y sombreros, pañuelos y chalinas al viento, muchos de los animales de las calles se agitaban, berreaban o relinchaban por todo aquél movimiento.

La casa de los Castegliani sin embargo mantenía inamovible aquella monotonía y al aire misterioso que siempre le rodeaba. De las rejas para adentro parecía que ni siquiera el viento se atrevía a perturbar la paz. Varios de los sirvientes se encontraban a la vista, limpiando el jardín, retocando las rosas, aseando las ventanas…

El mayordomo esperaba pacientemente, observando metódicamente su reloj la llegada de los invitados de su señor. El hombre era calvo y pese a su mediana edad parecía habituado completamente a sus labores y la casa. Recorría con disimulo pero especial escrutinio las labores de sus subordinados mientras realizaba la suya propia con total dedicación.

La casa era vieja pero se mantenía en perfectas condiciones, un hogar burgués sin dudas. Elaborado al detalle y con finas mercaderías de distintas partes de Aerandir. Algunas cabezas-trofeo decoraban la sala de estar, donde había un gran hogar que en las estaciones cálidas permanecía adornado con coloridas plantas y flores. El aroma del lugar era agradable, una mezcla delicada entre silvestre e inciensos. ¿Cómo podía ser eso posible?

Siguiendo largos pasillos se encontraba la biblioteca, con innumerables tomos de todo tipo, tamaño color o fecha. Pero un poco más adelante, tras la gran puerta de caoba redondeada se encontraba la oficina de Heber. Un lugar amplio, lleno de luz, papeles, mapas  y documentos. Tras una alta silla, le recibiría él con una cordial sonrisa.

La Ficha de Heber se encuentra [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

- No causes problemas y mantén esas armas en sus fundas… Menciono uno de los guardias que vigilaban la puerta al norte de la ciudad, mientras me observaba con una mirada seria y desconfiada. Correspondí con una mirada fría pero una amable sonrisa en mis labios. – Espero que tengan una jornada tranquila. Les desee amablemente. Portaba la armadura ligera sin disimulo o camuflajes. Necesitaba hacer uso de la más sincera de mis presentaciones y esta era la mejor forma de hacerlo.


Hace algunos días, había sido abordado por un extraño y silencioso sujeto. Se aproximo hasta mi y de uno de sus sacos de cuero extrajo un sobre blanco marcado con un peculiar símbolo sobre su sello. Deposito dicho objeto sobre mis manos y aguardo en silencio mientras me decidía a abrirlo. Por algunos instantes me mantuve callado observando el símbolo. En mi mente, no dejaba de parecerme conocido, aunque no sabría exactamente donde lo habría visto anteriormente. Finalmente me decidí por abrir el sobre y di lectura en voz baja a la carta que contenía. – Ahí estaré. Mencione luego de meditarlo por un par de minutos. El sujeto sonrió satisfactoriamente y sin decir nada, desapareció tan rápido como había llegado.

Un contenido formal y bastante enfocado, a mi parecer. Para resumir, la carta hablaba de una atractiva recompensa a cambio de algún misterioso trabajo. Los detalles de este serian dados una vez que acudiera al encuentro del autor de tan generosa oferta. El lugar, el día y la hora estaban específicamente marcados con un especial énfasis. Al juzgar por la redacción, se trataría de alguien que no gusta de perder el tiempo.


Hace algunos instantes había atravesado la inmensa y pesada puerta de la ciudad amurallada. Esto siempre me recordaba las ocasiones en las que acompañaba a mi padre en sus labores del puerto. Parecería que aquella sensación jamás cambiaria.

Era por todos conocido que la calle principal de la ciudad siempre gozaba de una alta actividad mercantil, pero esta vez fue diferente. El escándalo y algarabía no cesaban por las calles. Los niños correteaban alrededor haciendo molestas pero divertidas muecas y los mayores bebían, reían y se regocijaban en alguna festividad, seguramente basada en algún motivo tan vació como absurdo. Intente atravesar la multitud desapercibido y a toda prisa, evitando a las personas que estorbaban mi paso y pasando de largo ante cualquier muestra de rechazo.

Después de unos momentos, finalmente llegaba a la dirección marcada. Me detuve por algunos instantes para mirar curiosamente mi alrededor. Pareciera que hubiese llegado a un lugar totalmente distinto, como si aquella casa estuviese totalmente desconectada de su entorno. La casa se erguía frente a mi con poderío. Aunque su elegante fachada y grisáceos muros parecían viejos, aun podían expresar todo aquel esplendor del cual seguramente habrían gozado desde el día de su construcción labrada en finos detalles. Tras un oscuro y bien detallado portón, aguardaba de pie un hombre de porte elegante, observando con paciencia su costoso reloj.

El sujeto levanto la vista y pudo notar mi llegada. De mi bolsillo tome el sobre con aquel peculiar sello y lo puse a la vista para que fuese notado. El hombre sonrió gentilmente y prosiguió a abrir las puertas del oscuro portón. – Bienvenido. Adelante, por favor. Indico haciendo uso de un extraño acento el cual me fue imposible identificar. Me detuve en el pasillo de entrada mientras aguardaba por nuevas instrucciones. Eche un rápido vistazo al vivaz jardín que adornaba la entrada. Su aspecto era pulcro y bien ordenado, casi parecía ridícula tanta grandeza. El aire se llenaba por una exquisita fragancia que deleitaba al olfato, seguramente por todas aquellas flores que crecían y brillaban majestuosamente. Incluso podrían ser vistas algunas especies que no podían ser encontradas en la península.

- Por aquí. Sígame… Indico nuevamente. La servidumbre alrededor de la casa parecía sumamente centrada en sus labores, por lo que su atención fue poca o nula ante mi llegada. Tras cruzar la puerta de madera, detallada con el mejor de los gustos, la vivienda se abría sin el menor de los reparos. Cada muro, mueble y rincón poseían un estilo sin precedentes. Nunca me sentí cómodo entre este tipo de entornos y esta no seria la excepción. – Su anfitrión le recibirá en su despacho. Menciono el hombre mientras continuaba con su labor como guía.

Me mantuve cerca de los pasos de mi guía mientras no podía dejar de preguntarme que aroma había sido mejor. ¿Aquel que había percibido en el jardín o este que inundaba cada pasillo de la casa? Seria difícil dar una respuesta. Atravesamos algunos pasillos que contenían a su lado puertas, algunas abiertas y otras cerradas. No tenia mucho tiempo para mirar en su interior por lo que deje de intentarlo. Llegamos a un pasillo más largo, bien iluminado por un gran numero de ventanas apostadas una tras otra. Luego de este pasillo, llegamos hasta lo que parecía ser una biblioteca que contenía un gran numero de ejemplares acomodados con sumo cuidado. Me tome un segundo para mirar a mi alrededor mientras la curiosidad me invadía, pero no era esto por lo que había venido. Deje a un lado aquella intelectual curiosidad y encamine mis pasos hacia una elegante puerta donde mi guía se había detenido.

El hombre abrió la puerta y con un amable gesto me invito a pasar. La habitación que encontré, aunque algo distinta, conservaba aquel estilo que dominaba toda la casa. Los muros se veían decorados por excéntricos objetos. Varios libreros y estantes llenaban aquellos rincones de la gran sala. Un amplio ventanal iluminaba eficazmente un escritorio lleno de documentos y trazados territoriales del reino y tras aquel mueble, se mantenía sentado un sonriente y observador hombre cuyos años caían sobre sus hombros pero aun así, mantenía algún tipo de presencia tan jovial como astuta.

Me plante frente al hombre de una aparente avanzada edad y ofrecí una pequeña reverencia para anunciar mi llegada. No pude evitar sentir tan propia dicha situación. Fugazmente recordaba aquella situación en la que me había presentado ante el líder de la hermandad y ahora, igualmente, haría lo debido. – Johannes Voltaire.

El hombre sonrió complacido al ver a quién trabajaría para él y le devolvió la reverencia con un sutil movimiento de cabeza. -Heber Categliani- dijo señalándole un asiento con su mano derecha al tiempo que él mismo rodeaba su silla y se sentaba. -Supongo que la carta ha sido clara, te preguntarás ¿por qué tú? Bueno, como respuesta a ello sólo puedo decirte que tengo buenos contactos en la ciudad y que solamente confío mis problemas a los mejores en su ramo-. Miró a ambos lados, buscando su botella de coñac y la encontró sobre una pequeña mesa tras de sí.

-Señor Voltaire, necesito a alguien con sus aptitudes para rescatar al heredero de Castegliani- sirvió dos copas y puso una frente al asesino mientras él tomaba la propia y se levantaba para mirar por la ventana que había tenido a sus espaldas. Degustó la bebida y le dio un buen sorbo. - No me gusta ventilar mis asuntos, pero considero que debe de escuchar lo que tengo para decir antes de que parta a esta difícil tarea que estoy por encomendarle-. Parecía estar concentrado en su jardín por unos momentos se mantuvo en silencio, abstraído.

-Hace dos días me enteré que tengo un hijo. Su madre ha muerto y la familia de ella nunca aceptó su existencia- cerró el puño y volvió a la mesa, estaba consternado. -Su nombre es Adrian, tiene quince años y por lo que entiendo es bueno con las espadas. Tengo entendido que tiene dinero y propiedades y le gusta manipular. Entiendo que además convirtió una maldición en un fetiche- los ojos del hombre se acercaban a los del asesino, ahora hablaba casi en secreto. -Su madre, Ebora, era un vampiro y él es un humano. Fuera de la familia nadie lo sabe, es por eso que debo tenerlo a mi lado-

Se echó hacia atrás. -Por lo poco que me escribió su madre en su lecho de muerte parece que está un poco rebelde y no tiene buenas relaciones con tipos duros de la zona y también parece haber alguna maldición. Según entiendo esta piedra-dijo poniendo sobre la mesa un colgante de jade- mantiene sus efectos bajo control, aunque desconozco su naturaleza.

colgante:

-Le sugiero Johannes que siempre la lleve consigo y que parta lo antes posible. En los establos está el mejor caballo que he podido encontrar. Partirá cuando el sol se ponga, cabalgará hacia el Noroeste y cruzará el Tymer varias leguas antes de llegar al nuevo pueblo de lo licántropos, Ulmer. En el río le esperará una barcaza y al atravesarlo tendrá otro buen caballo veloz esperándole. Debería de tomarle menos de una semana llegar a su destino. En el último de los tramos uno de mis empleados le dará más detalles acerca del chico. Si necesita más recursos, no dude en tomarlos.- depositó dos pequeños sacos llenos de aeros -Por ahora el mayordomo le llevará a descansar hasta su habitación. ¿Alguna pregunta o comentario?- el hombre esperaría pacientemente a Jonahhes y respondería cortésmente. -Ah… y si no puede llevar a cabo la misión, será mejor que no retorne- su saludo fue directo. Se dio media vuelta y volvió a tener una expresión ausente mientras observaba su jardín verde, con la copa a medio tomar aún en su mano.



El destino Final es el Lago de la Luna, deberás de abrir un hilo, relatando cómo llegaste hasta allí, mostrando los problemas que afrontaste en el camino. Podemos hacerlo cuan meticulosamente lo desees, si quieres lo podemos dividir en partes y rolear como llegas a medio camino. Tienes carta blanca.

Descubrí mi rostro mientras mi anfitrión hacia su propia presentación. Había sido breve, tal como me gustaba. Luego de invitarme a tomar asiento, lo cual rechace amablemente, El señor Castegliani ofrecía una breve pero concisa explicación del porque había mandado por mi búsqueda en especifico. Me inquietaba un poco el saber quien le habría hablado sobre mi y mis capacidades, pero quizás no debía preocuparme demasiado. Había hecho trabajos aquí y allá, a un acaudalado señor tras otro, por lo que cualquiera podría hacer algún tipo de "recomendación" para este tipo de trabajos.

Eche un vistazo hacia la ventana y permití que la calida luz envolviera un poco mi rostro. Regrese la mirada a mi anfitrión quien se preparaba para hablar. Me acerque lentamente hacia el escritorio mientras prestaba toda mi atención. Tome la copa que me ofrecía, Más por cortesía que por gusto, y le di un par de sorbos sin darle mucho gusto a la bebida.

Permanecí quieto y en silencio mientras escuchaba cada palabra que tuviese que decir. El sujeto parecía estarse desahogando al mismo tiempo que hablaba. Se trataba de una misión de rescate, cosa que de cierta forma me tranquilizaba. Esta vez no tendría que ser un asesino. El hombre continuo con su relato. Se acerco hasta el mueble frente a él y deposito un misterioso colgante frente a mi. Me acerque para tomarlo y lo observe detenidamente, intentando descubrir su naturaleza, mientras el señor Castegliani me daba instrucciones detalladas de como debía proceder y el aproximado del tiempo que debería tomarme el llegar hasta mi destino. - Entendido. Dije luego de sus instrucciones. Ate el colgante a mi muñeca y lo oculte bajo el brazal de la armadura.

- ¿Alguna pregunta o comentario? Baje la mirada ante su pregunta y medite durante algunos segundos. Todo estaba claro. Debía traer a ese joven hasta con su padre, lo quisiera o no. Negué con una seña. - Esta todo claro. Tome las bolsas con dinero, di media vuelta y comencé la marcha hasta la salida de la habitación. Antes de salir, Castegliani volvió a dirigirse hacia mi con fuertes palabras. Me detuve en medio de la habitación sin dirigir mi vista y respondí a su indicación. - Descuide... Regresare. Mencione y continue la marcha - Sígame, por favor. Dijo el sujeto calvo quien se encargaría de llevarme hasta mi habitación provisional.

Había permanecido una temporada sin entrar en combate o hacer uso de mis habilidades, sin embargo me sentía confiado. Solo debía revisar mi equipo y volver a entrar de lleno en mi papel. Si todo salía bien, las ganancias adquiridas en este labor me mantendrían fuera de los contratos de la hermandad por algún tiempo, cosa que debía precisar pues buscaba la forma de permanecer alejado de ese tipo de trabajos ya que por ahora no podría imaginarme desempeñando otro tipo de labores.

Una vez en la habitación, me senté en medio de la suave alfombra que servia como decoración en el lugar. Me cruce de brazos y cerré los ojos mientras aguardaba por la hora de salir.