[evento] Baja a la mascota
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La pequeña Kara intentaba en vano subir al árbol para bajar a su mascota. El viejo tronco seco era aún resistente y con el sol al poniente podían verse en su parte más alta grandes vampiros esperando a que los últimos rayos de luz desaparecieran para salir a cazar a sus presas. Sin necesidad de aclararlo, la pequeña de no más de diez años se debatía entre seguir escalando o correr hasta su casa en donde su madre enferma yacía en cama. Con la piel erizada se decidiría a subir -Esmerelle, ven aquí linda, baja, ese gato horrible no te molestará…- decía intentando convencer al [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que se mantenía escondido en algún agujero de la madera.
Lentamente la pequeña trabajaba su camino hasta la cima cuando resbaló y cayó pesadamente en el suelo. Se sobaba su pierna que tenía unos raspones y sucia de tierra por estar al aire libre quién sabe por cuanto tiempo levantaría su vista desesperanzada hacia el horizonte y te vería. Entonces chupándose los mocos y limpiando los ríos de lágrimas correría hacia ti un poco coja para contarte lo sucedido y pedir tu ayuda
Lentamente la pequeña trabajaba su camino hasta la cima cuando resbaló y cayó pesadamente en el suelo. Se sobaba su pierna que tenía unos raspones y sucia de tierra por estar al aire libre quién sabe por cuanto tiempo levantaría su vista desesperanzada hacia el horizonte y te vería. Entonces chupándose los mocos y limpiando los ríos de lágrimas correría hacia ti un poco coja para contarte lo sucedido y pedir tu ayuda
Para participar deberás:
♠ Realizar un post de 40 líneas como mínimo.
♣ Ayudar a Kara.
♦ Explicar cómo y por qué te encuentras en La Gran Estepa.
♥ Elegirás y desarrollarás una de las siguientes opciones: a) el sol se pone y los vampiros se levantan en columnas rodeándote. b) la mascota no quiere salir, se escabulle y te muerde. c) una de las ramas en las que te apoyas se cae y el tambaleo origina que el árbol amenace con caerse. d) llega el padre de Kara y cree que quieres hacerle daño a su familia.
♪ Sólo un personaje puede participar a la vez. Una vez un personaje postee y cumpla con los requisitos, este Tema será cerrado.
Proviene del Evento [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Thorn
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Re: [evento] Baja a la mascota
Yo no me consideraba una ladrona. Sí, había robado muchas cosas, quizá más que el promedio. Me refería a que yo, profesionalmente, no me adjudicaba la etiqueta de 'ladrona'. Era muchas cosas a la vez, no sólo una espía o asesina, no sólo una ladrona, por eso no me hacía llamar 'Dieb', sino 'Geist'. Yo soy un espectro con múltiples funciones, con un abanico inmenso de habilidades, con misteriosos misterios místicos en mi psiquis, ¡no una simple ladrona! Más importante, y sobre todo, de entre todo, el robar era lo que menos me satisfacía. Me gustaba la idea de que alguien se frustrara por perder una posesión, en especial si era muy preciada, pero no siempre podía estar presenciando ese dolor, ya que un ladrón debía huir rápido. No me gusta huir.
Sin embargo, no tenía problemas con robar, en especial si eso significaba poner en jaque a dos individuos importantes. Robar una joya familiar a un dragón para tener con qué amenazarle en el futuro, lo cual sería muy útil. Al mismo tiempo, hacerle un favor a un loco coleccionista, a quien le haría devolverme la intención cuando el momento se ofreciera. Tendría una posición táctica fenomenal, con mucho terreno a cubrir y explotar.
Como era típico en mí, ya más por costumbre que por eficiencia, evitaba los caminos oficiales para dirigirme a mi destino, Dundarak. La Gran Estepa sería el albergue de mi sendero principal, de nuevo, por lo poco transitada que ésta era. Sí había varios animales, algunos cazadores, quizá un par de bestias y aldeanos, pero prefería lidiar con ellos que con viajeros entrometidos. Otra opción, y muy buena, era rodear la montaña, una tarea más entretenida y difícil, y agradable. Me encantaba el frío, la temperatura de la muerte. Pero eso significaba perder demasiado tiempo y debía llegar a Dundarak en la noche, siendo más fácil para mí escabullirme y llegar al tesoro.
Mis pasos fueron interrumpidos por una niña herida que se acercaba a mí. Estaba mugrosa y lloraba. Qué débil y patético ser. Yo jamás tuve que humillarme de esa manera para atraer la atención, siempre me valía de curiosas palabritas mucho muy bonitas para atraer a mis presas, pero ella... En realidad, no estaba mal. Las personas eran muy susceptibles a la inocencia y fragilidad, tal vez esa cría tramaba algo. ¿Quién se ponía a pedir ayuda a una extraña encapuchada? Sólo alguien que tramaba algo.
Y eso era irritante. ¿Acaso se creía mejor que yo? ¿De verdad se consideraba tan astuta como para engañarme y conducirme a su red venenosa? Oh, yo le demostraría lo patética que era. Podía ver su artimaña, ¡podía sentir las cadenas que quería poner en mí! Eran suaves y tenues, jamás me atraparía, ni ella y ni su ejército de insectos.
—Llévame. —Musite, haciéndole creer que había mordido el anzuelo. Torpe niña. Derrumbaría todo su plan en un parpadeo.
Me condujo hasta un árbol, de donde supuestamente había caído. Patrañas, ella deliberadamente se había colocado en esa apariencia para causar lástima, y obviamente había roto las ramas para hacerme pensar que decía la verdad. Aunque me intrigaba cómo ese mushu había llegado hasta ahí. Seguramente lo había entrenado por años para que se trepara a las cimas y se quedara quieto. Esta infante venía planeando toda su vista esta treta, y yo sería quien la pondría en su lugar. Qué divertido~
—Así que debo bajarla. ¿Eh? ¿Y si intentas de nuevo? —Probé el terreno, probé sus mentiras. No me sorprendió. Volvió a la excusa de que no podía subir, que su mascota ocupaba ayuda, que ya oscurecía., que debía volver. Realmente pudo esforzarse más en eso. Para alguien que estuvo años preparándose, ella estaba muy mal preparada.
De repente pegó un grito. Oh, no era un grito, era la señal. Era muy observadora, y seguramente había notado mi escepticismo hacia ella. Se desespero y llamó a sus refuerzos para atacarme, ¡para matarme! Me subestimaba completamente. Volteé mi mirada, haciéndome consciente de las amenazas que se acercaban. Inmundos vampiros que quería succionarme toda, como si sólo fuera un alimento. Yo no era un alimento, yo era su sentencia de muerte. Si esto era lo mejor que esa niña podía hacer, debía someterse a un entrenamiento más severo.
—Mira y aprende. —Alardeé con la pequeña, haciéndole ver que no me atemorizaban esos chupasangre. Desenfunde mi espada con la derecha. Me encantaba engañar a mis enemigos haciéndoles pensar que ese filo sería la que atacaría, que era mi arma principal. No lo era, ni siquiera era diestra, yo era zurda, y justamente en mi muñeca izquierda estaba la hoja que clavaría en sus cerebros y cuellos.
Tomé varios pasos hacia adelante, apresurándome hacia ellos, acelerando el proceso. De verdad que esa niña lo había calculado todo mal. Bien podía ponerme a correr y nunca me atraparían. Estaban muy lejos y el Sol a penas se había ido. Su trampa tenía tantas fallas y dependía de tanta fortuna. En fin... La noche estaba sobre mí, ya hasta podía ver la Luna, y la imaginaba roja, llena de sangre, pero no mi sangre, sino la sangre de esos impuros.
Dos atrevidos vampiros se aproximaron primero, tratando de lanzarse a mis costados. Inútiles. Si requerían del número para superar a sus víctimas, significaba que sus habilidades eran pobres y su confianza estaba por los suelos, como sus cabezas, ¡sus cochinas cabezas pálidas! Frené a uno con mi espada, colocándosela en el pecho, y él frenando en seco. Era obvio lo que sucedía, él era la carnada designada a distraer mi espada, para que su compañero me atrapara.
Error.
Al otro no lo frené, lo maté. Admitiré que sí se había acercado demasiado, más de lo necesario, pero a fin de cuentas terminó con un filo atravesando su cara verticalmente, el filo de mi hoja oculta lo había penetrado del todo, dejándolo sin vida, sin pensamiento. El que detuve primero gruñó, como si su voz fuera mágica y me haría sucumbir o aterrarme. Qué desesperante que realmente ese par hubiese creído que eran rivales para mí. Rasgué su pecho con la punta de mi sable, bajando por todo el esternón, luego atravesándolo por encima del estómago, en el plexo solar; me arrimé a él, terminándolo con una estocada en el ojo usando la siniestra, es decir, la hoja oculta.
Dos fuera, y faltaban cinco. No, seis. Al parecer uno era muy bueno para ocultarse detrás de sus amigos. Qué cobarde. Agité un poco mis armas para que cayeran las gotas de sangre, así tendrían más filo, así debería esforzarme menos, así morirían antes.
Tres me rodearon, dos brincaron hacia mí, y el otro iba a por la niña. Entendía lo que sucedía, querían hacerme pensar que ella estaba en peligro, distrayéndome, haciéndome bajar la guardia. ¡Pero qué ineptos! Escorias inservibles. Todo era tan evidente, por más real que los gritos desesperados de la pequeña fueran. Fingía muy bien el miedo, le daba eso, mas no era suficiente. La ignoré.
Bueno, yo quería ignorarla, ¡pero era muy ruidosa! Me desesperaba y sacaba de quicio. Primero la patética distracción, y ahora ese llanto. Qué fastidio. Había una forma de matar a dos pájaros de un tiro, casi literalmente. Lástima que no eran pájaros. Lancé mi espada hacia el vampiro que estaba sobre ella, reventándole el cráneo, así ella no tendría razón para sollozar, y de paso les demostraba que aún sin mi espada podría con ellos. En sus caras. Eso sí sería literalmente.
Su mayor atributo parecía ser su velocidad. Eran rápidos, evadían mi hoja oculta y para colmo lograban debilitarme un poco con sus arañazos. ¡Pero sólo un poco! No me dolía. Sí me dolía, pero podía soportarlo. Tenía una rasgada por debajo del ojo, en mi antebrazo derecho y en la espalda. Malditos, ¡pusilánimes! No conformes con superarme en número, me atacaban por la espalda.
Logré deshacerme de uno más, aunque requirió de un sacrificio importante de energía. Quedaban cuatro, y a ese ritmo perdería o terminaría tan cansada que debería dormir y demoraría más en mi misión. Qué hacer. Fácil. Combatiría fuego con fuego. La niña me atrajo con su ternura y debilidad, yo haría lo mismo. Qué irónico sería que cayeran en su propia trampa.
—¡No! Me rindo. —Exclamé, retrocediendo, cubriendo mi rostro, soportando la risa. Sí, me rendía—. No pelearé más. —Me rendía de seguir persiguiéndolos, ahora ellos me perseguirían. Uno cayó redondito y trato de de morderme. En cuanto sentí su respiración, lo penetré con mi cuchilla, igual que al primero, luego lo alejé de un golpe. Otro también se había aproximado a mí, tanto que lo alcancé con una patada baja a su rodilla, desequilibrándolo, poniéndolo de rodillas.
Los dos que seguían de pie, entre enojados y espantados, pegaron un salto al mismo tiempo, con la idea de embestirme. ¿No tenían sesos? Estaban ganando antes con su velocidad, no con su fuerza, y definitivamente estaban mejor lejos de mí, ¡y en cambio se acercaban! Querían ridiculizarme, seguramente. A uno logré clavarle mi aguijón en la frente mientras corría, al otro... Bueno, el otro mi tacleó...
Pero estaba bien, podía controlar la situación. Aunque estuviera en el suelo y él sobre mí, con sus manos sobre mi cuello, yo aún tenía mi filo listo para más arremetidas. Una, dos, tres, cuatro, cinco... Perdí la cuenta. Repetidas veces introduje mi hoja en sus costillas, rasgando sus pulmones, lastimándolo, agotándolo. Su agarre cedió, sus fuerzas sucumbieron y su tiempo en Aerandir acabó. Aparté su cadáver de mí, ya sólo me quedaba uno. El peor, el que se había ocultado antes. Creo.
—¡Gaaah! —Solté un aullido de dolor, sintiendo sus colmillos en mi pierna. Me había mordido. ¡Esa cosa me había mordido! Apreté los dientes. La herida era lo de menos, me enojaba que me hubiese hecho gritar de esa forma, él debía pajar. Fijo que sí.
Elevé mi otra pierna y le pegué en la nuca para que me soltara. Posteriormente me eché encima de él, sentándome sobre su estómago—. ¿Sabes lo que sucederá ahora? —Guardé mi hoja oculta, ya no la ocuparía. Cobraría su pena con mis propias manos. Le di un puñetazo—. Ahora sufrirás un tormento espantoso. —Mis nudillos volvieron a azotar su quijada—. Conocerás un dolor tan profundo. —Romí su nariz—. Serás testigo. ¡No! Serás víctima de una tormenta de pena y destrucción. —Dos golpes más a su mandíbula—. Desearás estar en el fuego más intenso antes que seguir atrapado en mis garras. —Inserté mis pulgares en sus ojos, enterrando mis dedos, sacándole tanta sangre, cegándolo para siempre, torturando su débil alma—. Soy tu penitencia, soy tu verdugo. Soy lo que más odias. —Extraje mis uñas, y por último golpeé dos veces sus cienes con tanta fuerza que todo su cuerpo tembló.
Eso sería todo. Moriría tarde o temprano. Y si no, viviría con miedo toda su vida, algo más divertido. Limpié toda la sangre que pude de mis manos y me puse de pie, yendo hacia la niña—. No fue tan difícil. Pero podría mejorar. —Debía aguantar el ardor en mi extremidad inferior, para no demostrar que sufría, para no renquear.
La forma perfecta de acabar con eso sería trepar el árbol, tomar a ese muchu y entregárselo—. Y el resto, es silencio. —Llevé mi dedo índice a mis labios. Ella debía aprender a no hacer tanto ruido, a saber modular su voz. No a chillar cuando se le diera la gana. El mensaje estaba claro. Yo era fuerte, ella no. Y le faltaba mucho por aprender.
Sin embargo, no tenía problemas con robar, en especial si eso significaba poner en jaque a dos individuos importantes. Robar una joya familiar a un dragón para tener con qué amenazarle en el futuro, lo cual sería muy útil. Al mismo tiempo, hacerle un favor a un loco coleccionista, a quien le haría devolverme la intención cuando el momento se ofreciera. Tendría una posición táctica fenomenal, con mucho terreno a cubrir y explotar.
Como era típico en mí, ya más por costumbre que por eficiencia, evitaba los caminos oficiales para dirigirme a mi destino, Dundarak. La Gran Estepa sería el albergue de mi sendero principal, de nuevo, por lo poco transitada que ésta era. Sí había varios animales, algunos cazadores, quizá un par de bestias y aldeanos, pero prefería lidiar con ellos que con viajeros entrometidos. Otra opción, y muy buena, era rodear la montaña, una tarea más entretenida y difícil, y agradable. Me encantaba el frío, la temperatura de la muerte. Pero eso significaba perder demasiado tiempo y debía llegar a Dundarak en la noche, siendo más fácil para mí escabullirme y llegar al tesoro.
Mis pasos fueron interrumpidos por una niña herida que se acercaba a mí. Estaba mugrosa y lloraba. Qué débil y patético ser. Yo jamás tuve que humillarme de esa manera para atraer la atención, siempre me valía de curiosas palabritas mucho muy bonitas para atraer a mis presas, pero ella... En realidad, no estaba mal. Las personas eran muy susceptibles a la inocencia y fragilidad, tal vez esa cría tramaba algo. ¿Quién se ponía a pedir ayuda a una extraña encapuchada? Sólo alguien que tramaba algo.
Y eso era irritante. ¿Acaso se creía mejor que yo? ¿De verdad se consideraba tan astuta como para engañarme y conducirme a su red venenosa? Oh, yo le demostraría lo patética que era. Podía ver su artimaña, ¡podía sentir las cadenas que quería poner en mí! Eran suaves y tenues, jamás me atraparía, ni ella y ni su ejército de insectos.
—Llévame. —Musite, haciéndole creer que había mordido el anzuelo. Torpe niña. Derrumbaría todo su plan en un parpadeo.
Me condujo hasta un árbol, de donde supuestamente había caído. Patrañas, ella deliberadamente se había colocado en esa apariencia para causar lástima, y obviamente había roto las ramas para hacerme pensar que decía la verdad. Aunque me intrigaba cómo ese mushu había llegado hasta ahí. Seguramente lo había entrenado por años para que se trepara a las cimas y se quedara quieto. Esta infante venía planeando toda su vista esta treta, y yo sería quien la pondría en su lugar. Qué divertido~
—Así que debo bajarla. ¿Eh? ¿Y si intentas de nuevo? —Probé el terreno, probé sus mentiras. No me sorprendió. Volvió a la excusa de que no podía subir, que su mascota ocupaba ayuda, que ya oscurecía., que debía volver. Realmente pudo esforzarse más en eso. Para alguien que estuvo años preparándose, ella estaba muy mal preparada.
De repente pegó un grito. Oh, no era un grito, era la señal. Era muy observadora, y seguramente había notado mi escepticismo hacia ella. Se desespero y llamó a sus refuerzos para atacarme, ¡para matarme! Me subestimaba completamente. Volteé mi mirada, haciéndome consciente de las amenazas que se acercaban. Inmundos vampiros que quería succionarme toda, como si sólo fuera un alimento. Yo no era un alimento, yo era su sentencia de muerte. Si esto era lo mejor que esa niña podía hacer, debía someterse a un entrenamiento más severo.
—Mira y aprende. —Alardeé con la pequeña, haciéndole ver que no me atemorizaban esos chupasangre. Desenfunde mi espada con la derecha. Me encantaba engañar a mis enemigos haciéndoles pensar que ese filo sería la que atacaría, que era mi arma principal. No lo era, ni siquiera era diestra, yo era zurda, y justamente en mi muñeca izquierda estaba la hoja que clavaría en sus cerebros y cuellos.
Tomé varios pasos hacia adelante, apresurándome hacia ellos, acelerando el proceso. De verdad que esa niña lo había calculado todo mal. Bien podía ponerme a correr y nunca me atraparían. Estaban muy lejos y el Sol a penas se había ido. Su trampa tenía tantas fallas y dependía de tanta fortuna. En fin... La noche estaba sobre mí, ya hasta podía ver la Luna, y la imaginaba roja, llena de sangre, pero no mi sangre, sino la sangre de esos impuros.
Dos atrevidos vampiros se aproximaron primero, tratando de lanzarse a mis costados. Inútiles. Si requerían del número para superar a sus víctimas, significaba que sus habilidades eran pobres y su confianza estaba por los suelos, como sus cabezas, ¡sus cochinas cabezas pálidas! Frené a uno con mi espada, colocándosela en el pecho, y él frenando en seco. Era obvio lo que sucedía, él era la carnada designada a distraer mi espada, para que su compañero me atrapara.
Error.
Al otro no lo frené, lo maté. Admitiré que sí se había acercado demasiado, más de lo necesario, pero a fin de cuentas terminó con un filo atravesando su cara verticalmente, el filo de mi hoja oculta lo había penetrado del todo, dejándolo sin vida, sin pensamiento. El que detuve primero gruñó, como si su voz fuera mágica y me haría sucumbir o aterrarme. Qué desesperante que realmente ese par hubiese creído que eran rivales para mí. Rasgué su pecho con la punta de mi sable, bajando por todo el esternón, luego atravesándolo por encima del estómago, en el plexo solar; me arrimé a él, terminándolo con una estocada en el ojo usando la siniestra, es decir, la hoja oculta.
Dos fuera, y faltaban cinco. No, seis. Al parecer uno era muy bueno para ocultarse detrás de sus amigos. Qué cobarde. Agité un poco mis armas para que cayeran las gotas de sangre, así tendrían más filo, así debería esforzarme menos, así morirían antes.
Tres me rodearon, dos brincaron hacia mí, y el otro iba a por la niña. Entendía lo que sucedía, querían hacerme pensar que ella estaba en peligro, distrayéndome, haciéndome bajar la guardia. ¡Pero qué ineptos! Escorias inservibles. Todo era tan evidente, por más real que los gritos desesperados de la pequeña fueran. Fingía muy bien el miedo, le daba eso, mas no era suficiente. La ignoré.
Bueno, yo quería ignorarla, ¡pero era muy ruidosa! Me desesperaba y sacaba de quicio. Primero la patética distracción, y ahora ese llanto. Qué fastidio. Había una forma de matar a dos pájaros de un tiro, casi literalmente. Lástima que no eran pájaros. Lancé mi espada hacia el vampiro que estaba sobre ella, reventándole el cráneo, así ella no tendría razón para sollozar, y de paso les demostraba que aún sin mi espada podría con ellos. En sus caras. Eso sí sería literalmente.
Su mayor atributo parecía ser su velocidad. Eran rápidos, evadían mi hoja oculta y para colmo lograban debilitarme un poco con sus arañazos. ¡Pero sólo un poco! No me dolía. Sí me dolía, pero podía soportarlo. Tenía una rasgada por debajo del ojo, en mi antebrazo derecho y en la espalda. Malditos, ¡pusilánimes! No conformes con superarme en número, me atacaban por la espalda.
Logré deshacerme de uno más, aunque requirió de un sacrificio importante de energía. Quedaban cuatro, y a ese ritmo perdería o terminaría tan cansada que debería dormir y demoraría más en mi misión. Qué hacer. Fácil. Combatiría fuego con fuego. La niña me atrajo con su ternura y debilidad, yo haría lo mismo. Qué irónico sería que cayeran en su propia trampa.
—¡No! Me rindo. —Exclamé, retrocediendo, cubriendo mi rostro, soportando la risa. Sí, me rendía—. No pelearé más. —Me rendía de seguir persiguiéndolos, ahora ellos me perseguirían. Uno cayó redondito y trato de de morderme. En cuanto sentí su respiración, lo penetré con mi cuchilla, igual que al primero, luego lo alejé de un golpe. Otro también se había aproximado a mí, tanto que lo alcancé con una patada baja a su rodilla, desequilibrándolo, poniéndolo de rodillas.
Los dos que seguían de pie, entre enojados y espantados, pegaron un salto al mismo tiempo, con la idea de embestirme. ¿No tenían sesos? Estaban ganando antes con su velocidad, no con su fuerza, y definitivamente estaban mejor lejos de mí, ¡y en cambio se acercaban! Querían ridiculizarme, seguramente. A uno logré clavarle mi aguijón en la frente mientras corría, al otro... Bueno, el otro mi tacleó...
Pero estaba bien, podía controlar la situación. Aunque estuviera en el suelo y él sobre mí, con sus manos sobre mi cuello, yo aún tenía mi filo listo para más arremetidas. Una, dos, tres, cuatro, cinco... Perdí la cuenta. Repetidas veces introduje mi hoja en sus costillas, rasgando sus pulmones, lastimándolo, agotándolo. Su agarre cedió, sus fuerzas sucumbieron y su tiempo en Aerandir acabó. Aparté su cadáver de mí, ya sólo me quedaba uno. El peor, el que se había ocultado antes. Creo.
—¡Gaaah! —Solté un aullido de dolor, sintiendo sus colmillos en mi pierna. Me había mordido. ¡Esa cosa me había mordido! Apreté los dientes. La herida era lo de menos, me enojaba que me hubiese hecho gritar de esa forma, él debía pajar. Fijo que sí.
Elevé mi otra pierna y le pegué en la nuca para que me soltara. Posteriormente me eché encima de él, sentándome sobre su estómago—. ¿Sabes lo que sucederá ahora? —Guardé mi hoja oculta, ya no la ocuparía. Cobraría su pena con mis propias manos. Le di un puñetazo—. Ahora sufrirás un tormento espantoso. —Mis nudillos volvieron a azotar su quijada—. Conocerás un dolor tan profundo. —Romí su nariz—. Serás testigo. ¡No! Serás víctima de una tormenta de pena y destrucción. —Dos golpes más a su mandíbula—. Desearás estar en el fuego más intenso antes que seguir atrapado en mis garras. —Inserté mis pulgares en sus ojos, enterrando mis dedos, sacándole tanta sangre, cegándolo para siempre, torturando su débil alma—. Soy tu penitencia, soy tu verdugo. Soy lo que más odias. —Extraje mis uñas, y por último golpeé dos veces sus cienes con tanta fuerza que todo su cuerpo tembló.
Eso sería todo. Moriría tarde o temprano. Y si no, viviría con miedo toda su vida, algo más divertido. Limpié toda la sangre que pude de mis manos y me puse de pie, yendo hacia la niña—. No fue tan difícil. Pero podría mejorar. —Debía aguantar el ardor en mi extremidad inferior, para no demostrar que sufría, para no renquear.
La forma perfecta de acabar con eso sería trepar el árbol, tomar a ese muchu y entregárselo—. Y el resto, es silencio. —Llevé mi dedo índice a mis labios. Ella debía aprender a no hacer tanto ruido, a saber modular su voz. No a chillar cuando se le diera la gana. El mensaje estaba claro. Yo era fuerte, ella no. Y le faltaba mucho por aprender.
Geist
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Re: [evento] Baja a la mascota
La pequeña que había sufrido todo eso tomó a su Mushu en silencio y corrió hasta su casa dejando un pequeño rastro de polvo tras sus débiles pisadas. Momentos después regresó sin el pequeño animal y un poco más limpia con algunos de sus tesoros para entregárselos a la valiente mujer. Sin decir ninguna palabra los dejó a los pies de Geist y corrió lejos para detenerse a mirar qué hacía con ellos.
¡Felicidades has finalizado exitosamente el desafío!Has ganado:
♫Tres estrellas doradas.
♫ una campana.
♫dos bolas rojas de navidad.
♫una bola azul de navidad.
♫un arreglo de navidad.
- recompensas:
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Nota: No eran la “raza” de vampiros, sino los animales alados. Dada la excelente intervención lo dejaré pasar pero Geist, lógica: estaban sobre un árbol seco en medio del día, era más fácil para los animales estar ocultos en el tronco y levantarse en columnas
Thorn
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