[EVENTO P.] Ayudando a crear un hogar.
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[EVENTO P.] Ayudando a crear un hogar.
Una pareja joven y enamorada se acaba de comprar una pequeña casa en la bonita ciudad de Lunargenta. El patio esta precioso… plantas arboles una zona para un pequeño huerto… que pena que el interior no sea igual…
La joven pareja esta apurada, hace algunos días les habían encargado a los carpinteros todos los mueles para su nuevo hogar, pero los darán todos juntos, cuando todos estén finalizados, junto con el pago correspondiente.
La pareja lleva dos días durmiendo en el suelo en un montón de paja. Para ellos la casa es nueva, aunque ya había tenido anteriores inquilinos, por lo que la construcción ya tenía algunos años, por lo que el tejado estaba algo…maltrecho.
Ya no solo tienen que dormir en el suelo, sino que deben ir con cuidado de no mojarse en las frías noches de lluvia…
La joven pareja esta apurada, hace algunos días les habían encargado a los carpinteros todos los mueles para su nuevo hogar, pero los darán todos juntos, cuando todos estén finalizados, junto con el pago correspondiente.
La pareja lleva dos días durmiendo en el suelo en un montón de paja. Para ellos la casa es nueva, aunque ya había tenido anteriores inquilinos, por lo que la construcción ya tenía algunos años, por lo que el tejado estaba algo…maltrecho.
Ya no solo tienen que dormir en el suelo, sino que deben ir con cuidado de no mojarse en las frías noches de lluvia…
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•Pero… como no perteneces al gremio de carpinteros no te dejan utilizar sus materiales, aunque si sus herramientas: debes ir a por madera y después construir la cama.
•Si el resultado es favorable quizás te pidan que también les eches una mano con el tejado…
Wyn
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Re: [EVENTO P.] Ayudando a crear un hogar.
Ya casi había llegado a mi destino, pero me había quedado sin provisiones de comida, ni un mísero trozo de pan. Así que, ya que pasaba por Lunargenta, ¿qué mejor lugar que ese para regalarme un buen desayuno? Me dirigí a un posada en la que me había alojado la úlitma noche de mi anterior estancia. Todo era muy distinto: los suelos empedrados, los edificios, el ruido y los humanos ya no me resultaban extraños ni apabullantes. El aire viciado de la ciudad aún me resultaba algo molesto, pero era un buen recordatorio de que ya no era la misma Purpurea, que había cambiado (creo que para mejor) y me sentía orgullosa.
La posada era pequeña, pero con bastante luz en el interior. Olía a comida ya desde fuera y las tripas me rugieron en forma de protesta. Tragué un poco de saliva, comprobé disimuladamente que mi bolsa de aeros seguía debajo de mi capa y entré a la posada. La dueña era una mujer rechoncha con cara amable, no demasiado mayor, pero tampoco joven. No había mucha gente, sólo un par de mesas ocupadas por hombres y mujeres somnolientos que acompañaban su desayuno con leche caliente o vino. Me senté en una mesa cercana a la barra y la mujer me preguntó con una sonrisa:
- ¿Qué te pongo, niña?
- Lo que tengas de carne recién hecho para desayunar, un panecillo y un poco de leche, por favor.
- ¿Leche caliente o templada?
- Caliente, por favor.
- Enseguida.
Sonreí a la posadera y le dejé unas pocas monedas en la barra. Ella me dió las gracias y yo asentí con la cabeza. Tuve que esperar poco para que viniera un buen plato de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] con guarnición de patatas, el panecillo y la leche con esa capa de nata tan deliciosa y asquerosa al mismo tiempo. El cochinillo olía delicioso y comencé a salivar mientras me recogía el pelo con una cuerdecita para no mancharlo ni meterlo en el plato. A mitad de la comida, entró una mujer joven con una cesta vacía y se acercó a la barra. Pidió unas cuantas verduras y le dio la cesta y unas monedas a la posadera. Al poco, la volvió a traer llena de lo que había pedido. La joven iba a salir de la posada, pero la cesta se rompió por abajo y las verduras se esparcieron por el suelo. Lanzó una maldición. Me acerqué a ayudarla con unas pocas patatas que habían caído cerca de mi.
- Gracias - dijo ella mirando la cesta rota sin poder creerlo -. Madre mía, ¡si estaba nueva! ¿Dónde voy a llevar ahora las verduras?
- Permíteme un momento, creo que puedo ayudarte - cogí la cesta y examiné el roto; la parte de abajo estaba mal tejida. La arreglé en uno o dos minutos y se la devolví -. Ya está, con esto debería durarte bastante tiempo.
- ¡Dioses! Muchas gracias. No sé como agradecertelo. Se te da muy bien esto.
- Si, bueno. Se me da bien la madera y la construcción.
- ¿En serio? ¿Puedo pedirte algo más? Mi marido y yo acabamos de comprar una casa, pero no tenemos muebles y llevamos un tipo durmiendo en montones de paja. ¿Crees que podrías hacer una cama para nosotros? Te lo compensaré, lo prometo.
¿Cómo iba a decirle que no? Se le notaban las ojeras de no dormir bien, y, aunque yo no me quejaba de dónde dormía siempre que no hiciera frío, me había dado cuenta de que los humanos necesitaban esos muebles que llamaban camas para poder dormir, así que accedí. Me dijo dónde estaba su casa y que fuera después de desayunar. Me dirigí a su casa en cuanto hube terminado aquel jugoso plato de cochinillo. Esperaba que aquello no me retrasase demasiado, o no podría llegar a tiempo a mi destino.
En mi anterior estancia en Lunargenta había aprendido que los trabajadores se agrupaban en gremios, así que me dirigí, antes de ir a la casa del matrimonio, a donde trabajaban los constructures. Un señor rudo y bastante orondo me dijo que no podía usar sus materiales porque no pertenecía al gremio, y que buscara mi propia madera. Por suerte, después de mucho rogar, conseguí que me dejaran las herramientas con la firme condición de que las devolviera antes del atardecer. Me pareció bien; antes del atardecer debería haber partido ya de nuevo. La mujer y el hombre me recibieron con los brazos abiertos antes de irse al campo a trabajar en sus respectivos quehaceres y me confiaron su bienestar, lo cual ponía bastante presión sobre mi. También me dejaron un caballo allí por si lo necesitaba.
Por suerte, el bosque no estaba muy lejos de la casa. Busqué una madera que fuese fácil de moldear, puesto que necesitaba terminar rápido la cama. El pino sería ideal, se trabajaba bien y era resistente. Me subí al árbol con agilidad y corté unas pocas ramas, y como no podría desplazarlas yo sóla, utilicé al caballo. Cuando estuve de vuelta en el patio de la casa, me afané en quitar la corteza. Medí la habitación a ojo y bajé corriendo (estaba corriendo mucho ese día). Corté las maderas e hice unoas formas al final como si fueran puzzles, ya que el gremio no me había provisto los clavos.
Hice los agujeros necesarios y cuando me quise dar cuenta ya se me había pasado hacía mucho rato la hora de comer. Estaba sudada y dolorida, pero debía terminar aquello antes del atardecer, así que me olvidé de la comida y me puse a trasladar las partes desmontadas a la habitación. Empecé a montarlas y aquello no era un puzzle cualquiera, era un maldito rompecabezas. No me había acordado de marcar las maderas, así que no sabía dónde iba cada una. Las recoloqué como pude y si no encajaban hacía pequeños arreglos en los agujeros, así que al final quedaron holguras. Suspiré con exasperación y bajé con un cubo a por un poco de serrín, brea y algo para calentarlo. Aquel truquillo lo había visto hacer en el bosque de Sandorai, pero iba a ser la primera vez que lo utilizase en la realidad y por mi misma. Cualquier cosa podía salir mal. Me llevó una hora saber cómo hacer arder la brea correctamente, y me quemé los dedos un par de veces. Pero, por fín, logué tapar las holguras rellenándolas con brea y serrín. Caí redonda cuando hube terminado, pero, a pesar de que le hubiera venido bien una capa de algún barniz o alguno de esos tratamientos extraños que le daban los humanos a la madera, el trabajo era bastante aceptable.
Los jóvenes llegaron justo a tiempo, cuando estaba a punto de caer redonda por el cansancio, pero aún quedaban un par de horas para el atardecer y la cama estaba terminada. "Por fín".
La posada era pequeña, pero con bastante luz en el interior. Olía a comida ya desde fuera y las tripas me rugieron en forma de protesta. Tragué un poco de saliva, comprobé disimuladamente que mi bolsa de aeros seguía debajo de mi capa y entré a la posada. La dueña era una mujer rechoncha con cara amable, no demasiado mayor, pero tampoco joven. No había mucha gente, sólo un par de mesas ocupadas por hombres y mujeres somnolientos que acompañaban su desayuno con leche caliente o vino. Me senté en una mesa cercana a la barra y la mujer me preguntó con una sonrisa:
- ¿Qué te pongo, niña?
- Lo que tengas de carne recién hecho para desayunar, un panecillo y un poco de leche, por favor.
- ¿Leche caliente o templada?
- Caliente, por favor.
- Enseguida.
Sonreí a la posadera y le dejé unas pocas monedas en la barra. Ella me dió las gracias y yo asentí con la cabeza. Tuve que esperar poco para que viniera un buen plato de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] con guarnición de patatas, el panecillo y la leche con esa capa de nata tan deliciosa y asquerosa al mismo tiempo. El cochinillo olía delicioso y comencé a salivar mientras me recogía el pelo con una cuerdecita para no mancharlo ni meterlo en el plato. A mitad de la comida, entró una mujer joven con una cesta vacía y se acercó a la barra. Pidió unas cuantas verduras y le dio la cesta y unas monedas a la posadera. Al poco, la volvió a traer llena de lo que había pedido. La joven iba a salir de la posada, pero la cesta se rompió por abajo y las verduras se esparcieron por el suelo. Lanzó una maldición. Me acerqué a ayudarla con unas pocas patatas que habían caído cerca de mi.
- Gracias - dijo ella mirando la cesta rota sin poder creerlo -. Madre mía, ¡si estaba nueva! ¿Dónde voy a llevar ahora las verduras?
- Permíteme un momento, creo que puedo ayudarte - cogí la cesta y examiné el roto; la parte de abajo estaba mal tejida. La arreglé en uno o dos minutos y se la devolví -. Ya está, con esto debería durarte bastante tiempo.
- ¡Dioses! Muchas gracias. No sé como agradecertelo. Se te da muy bien esto.
- Si, bueno. Se me da bien la madera y la construcción.
- ¿En serio? ¿Puedo pedirte algo más? Mi marido y yo acabamos de comprar una casa, pero no tenemos muebles y llevamos un tipo durmiendo en montones de paja. ¿Crees que podrías hacer una cama para nosotros? Te lo compensaré, lo prometo.
¿Cómo iba a decirle que no? Se le notaban las ojeras de no dormir bien, y, aunque yo no me quejaba de dónde dormía siempre que no hiciera frío, me había dado cuenta de que los humanos necesitaban esos muebles que llamaban camas para poder dormir, así que accedí. Me dijo dónde estaba su casa y que fuera después de desayunar. Me dirigí a su casa en cuanto hube terminado aquel jugoso plato de cochinillo. Esperaba que aquello no me retrasase demasiado, o no podría llegar a tiempo a mi destino.
En mi anterior estancia en Lunargenta había aprendido que los trabajadores se agrupaban en gremios, así que me dirigí, antes de ir a la casa del matrimonio, a donde trabajaban los constructures. Un señor rudo y bastante orondo me dijo que no podía usar sus materiales porque no pertenecía al gremio, y que buscara mi propia madera. Por suerte, después de mucho rogar, conseguí que me dejaran las herramientas con la firme condición de que las devolviera antes del atardecer. Me pareció bien; antes del atardecer debería haber partido ya de nuevo. La mujer y el hombre me recibieron con los brazos abiertos antes de irse al campo a trabajar en sus respectivos quehaceres y me confiaron su bienestar, lo cual ponía bastante presión sobre mi. También me dejaron un caballo allí por si lo necesitaba.
Por suerte, el bosque no estaba muy lejos de la casa. Busqué una madera que fuese fácil de moldear, puesto que necesitaba terminar rápido la cama. El pino sería ideal, se trabajaba bien y era resistente. Me subí al árbol con agilidad y corté unas pocas ramas, y como no podría desplazarlas yo sóla, utilicé al caballo. Cuando estuve de vuelta en el patio de la casa, me afané en quitar la corteza. Medí la habitación a ojo y bajé corriendo (estaba corriendo mucho ese día). Corté las maderas e hice unoas formas al final como si fueran puzzles, ya que el gremio no me había provisto los clavos.
Hice los agujeros necesarios y cuando me quise dar cuenta ya se me había pasado hacía mucho rato la hora de comer. Estaba sudada y dolorida, pero debía terminar aquello antes del atardecer, así que me olvidé de la comida y me puse a trasladar las partes desmontadas a la habitación. Empecé a montarlas y aquello no era un puzzle cualquiera, era un maldito rompecabezas. No me había acordado de marcar las maderas, así que no sabía dónde iba cada una. Las recoloqué como pude y si no encajaban hacía pequeños arreglos en los agujeros, así que al final quedaron holguras. Suspiré con exasperación y bajé con un cubo a por un poco de serrín, brea y algo para calentarlo. Aquel truquillo lo había visto hacer en el bosque de Sandorai, pero iba a ser la primera vez que lo utilizase en la realidad y por mi misma. Cualquier cosa podía salir mal. Me llevó una hora saber cómo hacer arder la brea correctamente, y me quemé los dedos un par de veces. Pero, por fín, logué tapar las holguras rellenándolas con brea y serrín. Caí redonda cuando hube terminado, pero, a pesar de que le hubiera venido bien una capa de algún barniz o alguno de esos tratamientos extraños que le daban los humanos a la madera, el trabajo era bastante aceptable.
Los jóvenes llegaron justo a tiempo, cuando estaba a punto de caer redonda por el cansancio, pero aún quedaban un par de horas para el atardecer y la cama estaba terminada. "Por fín".
Purpurea
Honorable
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Re: [EVENTO P.] Ayudando a crear un hogar.
Los ojos de la pareja brillaban como las estrellas. Era un mueble precioso, y se notaba que estaba hecho con cariño.
“Muchas gracias.” susurró ella cogiendo a la mujer bestia de las manos. “Te estamos enormemente agradecidos” susurro él, sonriéndole tras su esposa.
Aquella noche, con las verduras y demás ingredientes de la humana había comprado, los tres e reunieron junto a una pequeña mesa, con un pequeño fuego, a comer un enorme banquete en nombre de Purpurea, donde tampoco faltó el vino.
La noche era algo fría, parecía que el cielo intentaba aguantar un chaparrón que no tardaría mucho en venirse sobre la ciudad. La luna salía intermitentemente tras las nubes, iluminando las oscuras calles.
La pareja ya empezaba a estar un poco cansada. “No tenemos mucho, pero si quieres puedes pasar aquí la noche” le propusieron a Purpurea mientras acababan de comer unos pimientos horneados con salsa de naranjas de Dundarak. La humana sacó de su bolsillo una cosa pequeña, de color blanca. “Quiero que te quedes con esto…” susurro entregándole una pieza de madera, con forma de oso polar. “Lo entonte hace unos meses en los bosques cercanos a la ciudad. Yo… me gustaría mucho que te lo quedases.”
La noche transcurrió tranquila, apenas un royo rasgo el cielo una única vez, antes de que se escuchase un único estruendo, haciendo pensar a los madrugadores que sería un largo día de lluvia. Pero estaban equivocados, a la mañana siguiente un gran sol secaba las cuatro gotas del rocío.
Cerca de las pertenencias de la chica, la pareja había dejado una pequeña bolsita. Estos se habían ido a trabajar, así que la mujer bestia estaba sola. El saquito contenía 200 aeros y unos pastelitos de crema aun calientes.
Era pronto, pero el señor del gremio de los carpinteros con el que había estado hablando Purpurea el día anterior ya estaba en la puerta, a punto de empezar a trabajar. Este le dio un silbido a la joven, llamando su atención. Voló hacia ella una piel en forma redonda. “Vi tu trabajo de ayer, está muy bien para ser una novata. Si te vuelves a pasar por la cuidad no dudes en venir a vernos.” dijo antes de adentrarse en la casucha de madera. La piel contenía 50 aeros.
“Muchas gracias.” susurró ella cogiendo a la mujer bestia de las manos. “Te estamos enormemente agradecidos” susurro él, sonriéndole tras su esposa.
Aquella noche, con las verduras y demás ingredientes de la humana había comprado, los tres e reunieron junto a una pequeña mesa, con un pequeño fuego, a comer un enorme banquete en nombre de Purpurea, donde tampoco faltó el vino.
La noche era algo fría, parecía que el cielo intentaba aguantar un chaparrón que no tardaría mucho en venirse sobre la ciudad. La luna salía intermitentemente tras las nubes, iluminando las oscuras calles.
La pareja ya empezaba a estar un poco cansada. “No tenemos mucho, pero si quieres puedes pasar aquí la noche” le propusieron a Purpurea mientras acababan de comer unos pimientos horneados con salsa de naranjas de Dundarak. La humana sacó de su bolsillo una cosa pequeña, de color blanca. “Quiero que te quedes con esto…” susurro entregándole una pieza de madera, con forma de oso polar. “Lo entonte hace unos meses en los bosques cercanos a la ciudad. Yo… me gustaría mucho que te lo quedases.”
La noche transcurrió tranquila, apenas un royo rasgo el cielo una única vez, antes de que se escuchase un único estruendo, haciendo pensar a los madrugadores que sería un largo día de lluvia. Pero estaban equivocados, a la mañana siguiente un gran sol secaba las cuatro gotas del rocío.
Cerca de las pertenencias de la chica, la pareja había dejado una pequeña bolsita. Estos se habían ido a trabajar, así que la mujer bestia estaba sola. El saquito contenía 200 aeros y unos pastelitos de crema aun calientes.
Era pronto, pero el señor del gremio de los carpinteros con el que había estado hablando Purpurea el día anterior ya estaba en la puerta, a punto de empezar a trabajar. Este le dio un silbido a la joven, llamando su atención. Voló hacia ella una piel en forma redonda. “Vi tu trabajo de ayer, está muy bien para ser una novata. Si te vuelves a pasar por la cuidad no dudes en venir a vernos.” dijo antes de adentrarse en la casucha de madera. La piel contenía 50 aeros.
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•Total aeros = 250 aeros
•Has obtenido un tótem de madera: oso blanco.
Se dice que las plantas y árboles poseen vida. Se dice que cuando esta madera es utilizada para hacer ciertos objetos, la vida y magia de los arboles reside en ellas, haciéndoles ser objetos realmente únicos. Historias del norte cuentan que con la misma madera de un mismo árbol se crearon dos piezas únicas, dos osos, uno blanco y otro negro. Cada uno se caracteriza por diferentes focos de energía o magia. Muchas son las historias en las que se cuentan las diferentes magias de estos gemelos, pero todos coinciden en que cuando ambos están juntos, pueden hacer que su dueño formule un deseo, sea cual sea, y este será cumplido sin dificultad alguna.
Esta magia puede ser extraída por separado de cada objeto, haciendo que no sean más que simples figuras de animales. Perdiendo la fusión de la magia al reencontrarse.
•5 puntos de exp. de tu habilidad pasiva. Parece que has aprendido a distinguir una buena madera de una cualquiera, así como crear objetos con mayor rapidez. Si te aplicas un poco más quizas puedes empezar a hacer objetos con adornos significativamente bonitos.. y caros.
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Wyn
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