Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
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Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Aquella mañana la ciudad amaneció bajo un despejado cielo, que animaba a los habitantes a salir de sus casas y pasear por las calles, disfrutando del buen tiempo y la calidez del sol. La bruja despertó temprano, y dado que no tenía nada que hacer aquel día, se tomó su tiempo para asearse y cambiarse de ropa, antes de abandonar la posada en que se hospedaba para dirigirse al mercado.
Lunargenta ofrecía todo tipo de productos, pero tras mirar varios de los puestos sin encontrar nada que despertase su interés, decidió encaminarse hacia una plaza cercana, en la que solía haber mucha gente. Tomó asiento cerca de la misma y observó durante un rato a las gentes que pasaban por allí, la mayoría eran mercaderes o clientes, pero también se podía reconocer a la guardia, que hacía sus rondas para mantener el orden.
Elen había regresado de las islas hacía apenas unos días, tras acudir a la celebración de año nuevo y pasar en su tierra una temporada, que se había prologando más de lo que en un principio tenía pensado por diversos motivos. Pero ahora volvía a encontrarse en Lunargenta, que se había convertido casi en un segundo hogar después de todo el tiempo que había pasado allí.
Un mozo se acercó al lugar corriendo, cosa que llamó su atención al momento. Llevaba consigo un pergamino, probablemente algún aviso o noticia de importancia a juzgar por la prisa que se daba en colgarlo en el tablón de anuncios. Aquello despertó la curiosidad de la hechicera, que se levantó y se acercó para ver de qué se trataba, pensando que sería alguna orden de arresto o algo semejante.
“Se busca instructor de combate con urgencia, interesados presentarse en la zona de entrenamiento de las tropas de la ciudad” Aquellas letras destacaban sobre el resto, las habían hecho más grandes a propósito para que llamasen la atención de cuantos mirasen el tablón. “El trabajo consistirá en realizar una suplencia por un día, por la que se pagará la suma de 300 aeros. La jornada a realizar comenzará mañana al alba.” Siguió leyendo, pues aunque no tenía los conocimientos ni habilidades para tomar el puesto, si podría interesarle recibir aquel entrenamiento.
Después de todos los incidentes que había sufrido, la de cabellos cenicientos tenía una cosa bien clara, no podía limitarse a confiar en sus poderes, tenía que trabajar también su cuerpo. No solo debía mantenerse en forma, cosa que ya hacía, sino que debía aprender a luchar de forma más efectiva, por si en alguna ocasión se veía obligada a enfrentarse a algún adversario sin ayuda de su elemento.
Releyó el anuncio con atención, antes de ponerse en marcha para acudir a la zona en que tendría lugar la instrucción al día siguiente. Avanzó a paso ligero por las calles, con lo que pronto se encontró en el lugar que buscaba, ante las tropas que esperaban su adiestramiento. Echó un vistazo hasta dar con la persona que parecía al mando, un hombre de complexión fuerte y cabellos oscuros, que vigilaba desde su posición que todo se hiciese como había ordenado.
- Buenos días caballero. - saludó de forma cortés la de ojos verdes, situándose frente al hombre pero sin taparle la visión, por si aquello lo molestaba. - Buenos días, ¿qué ocurre? - respondió en tono serio, mientras desviaba la mirada hacia ella solo lo justo para ver quién le había hablado. - He visto el anuncio en la plaza…- comenzó a decir, con lo que el caballero la miró con mayor atención, midiéndola con la mirada y enarcando una ceja con algo de incredulidad.
Estaba claro que no daba el perfil de instructora que buscaban, así que se apresuró a continuar para aclarar las cosas. - No, no vengo a por el puesto, pero quisiera unirme a la tropa que va a recibir el entrenamiento mañana. - aquellas palabras hicieron que la expresión del individuo cambiase, esta vez pareciendo dudoso. - No molestaré ni estorbaré durante la instrucción, solo quiero aprender a defenderme, como usted sabrá los caminos no son seguros estos días. - añadió para intentar convencerlo.
- Y menos para una mujer. - dijo finalmente. - Está bien, preséntese aquí mañana a primera hora y acuda a aquella zona que ahora se encuentra vacía, allí recibirán su entrenamiento. - prosiguió, indicándole con el dedo el lugar para que pudiese encontrarlo más fácilmente. - Muchas gracias, que tenga un buen día. - respondió a modo de despedida cordial, antes de regresar a las calles principales de Lunargenta para pasar el resto del día, luego acudiría a la posada y se acostaría temprano, para estar lo más descansada posible de cara al día siguiente.
Lunargenta ofrecía todo tipo de productos, pero tras mirar varios de los puestos sin encontrar nada que despertase su interés, decidió encaminarse hacia una plaza cercana, en la que solía haber mucha gente. Tomó asiento cerca de la misma y observó durante un rato a las gentes que pasaban por allí, la mayoría eran mercaderes o clientes, pero también se podía reconocer a la guardia, que hacía sus rondas para mantener el orden.
Elen había regresado de las islas hacía apenas unos días, tras acudir a la celebración de año nuevo y pasar en su tierra una temporada, que se había prologando más de lo que en un principio tenía pensado por diversos motivos. Pero ahora volvía a encontrarse en Lunargenta, que se había convertido casi en un segundo hogar después de todo el tiempo que había pasado allí.
Un mozo se acercó al lugar corriendo, cosa que llamó su atención al momento. Llevaba consigo un pergamino, probablemente algún aviso o noticia de importancia a juzgar por la prisa que se daba en colgarlo en el tablón de anuncios. Aquello despertó la curiosidad de la hechicera, que se levantó y se acercó para ver de qué se trataba, pensando que sería alguna orden de arresto o algo semejante.
“Se busca instructor de combate con urgencia, interesados presentarse en la zona de entrenamiento de las tropas de la ciudad” Aquellas letras destacaban sobre el resto, las habían hecho más grandes a propósito para que llamasen la atención de cuantos mirasen el tablón. “El trabajo consistirá en realizar una suplencia por un día, por la que se pagará la suma de 300 aeros. La jornada a realizar comenzará mañana al alba.” Siguió leyendo, pues aunque no tenía los conocimientos ni habilidades para tomar el puesto, si podría interesarle recibir aquel entrenamiento.
Después de todos los incidentes que había sufrido, la de cabellos cenicientos tenía una cosa bien clara, no podía limitarse a confiar en sus poderes, tenía que trabajar también su cuerpo. No solo debía mantenerse en forma, cosa que ya hacía, sino que debía aprender a luchar de forma más efectiva, por si en alguna ocasión se veía obligada a enfrentarse a algún adversario sin ayuda de su elemento.
Releyó el anuncio con atención, antes de ponerse en marcha para acudir a la zona en que tendría lugar la instrucción al día siguiente. Avanzó a paso ligero por las calles, con lo que pronto se encontró en el lugar que buscaba, ante las tropas que esperaban su adiestramiento. Echó un vistazo hasta dar con la persona que parecía al mando, un hombre de complexión fuerte y cabellos oscuros, que vigilaba desde su posición que todo se hiciese como había ordenado.
- Buenos días caballero. - saludó de forma cortés la de ojos verdes, situándose frente al hombre pero sin taparle la visión, por si aquello lo molestaba. - Buenos días, ¿qué ocurre? - respondió en tono serio, mientras desviaba la mirada hacia ella solo lo justo para ver quién le había hablado. - He visto el anuncio en la plaza…- comenzó a decir, con lo que el caballero la miró con mayor atención, midiéndola con la mirada y enarcando una ceja con algo de incredulidad.
Estaba claro que no daba el perfil de instructora que buscaban, así que se apresuró a continuar para aclarar las cosas. - No, no vengo a por el puesto, pero quisiera unirme a la tropa que va a recibir el entrenamiento mañana. - aquellas palabras hicieron que la expresión del individuo cambiase, esta vez pareciendo dudoso. - No molestaré ni estorbaré durante la instrucción, solo quiero aprender a defenderme, como usted sabrá los caminos no son seguros estos días. - añadió para intentar convencerlo.
- Y menos para una mujer. - dijo finalmente. - Está bien, preséntese aquí mañana a primera hora y acuda a aquella zona que ahora se encuentra vacía, allí recibirán su entrenamiento. - prosiguió, indicándole con el dedo el lugar para que pudiese encontrarlo más fácilmente. - Muchas gracias, que tenga un buen día. - respondió a modo de despedida cordial, antes de regresar a las calles principales de Lunargenta para pasar el resto del día, luego acudiría a la posada y se acostaría temprano, para estar lo más descansada posible de cara al día siguiente.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
-Oh...no hacia falta de verdad...McGregor eres un cabezota...-Elric me estrechó la mano mientras se acomodaba en su sillón. Al pobre diablo lo habían atacado de noche, robado sus cuatro monedas y roto la pierna. Hace años que nos conocíamos, antaño, cuando yo decidí por la perdida de Sarah, meterme a la Guardia. Elric fue mi amigo de entonces, el sabia que ese no era mi sitio. Demasiadas reglas, demasiado sentido del deber. Pero ahora era diferente y yo le debía mucho a ese hombre.-...se supone que debo estar por la mañana temprano, no son muchos, la mayoría campesinos, mujeres. No me digas por que pero últimamente todas quieren saber como degollar a un hombre.- dijo riendo mientras me servia vino.
-Puede que sea por los recientes ataques, quieren luchar Elric, una mujer en la batalla es un soldado mas.- le dije antes de pegar un sorbo al vino.
Recibí su carta una mañana fría en el Nido. El entrenamiento diario había finalizado y me disponía a acompañar a Ébano a las termas para asuntos...ejem...oficiales. El cuervo mensajero, uno de tantos que teníamos, me entregó la carta. Al ver el sello de la guardia ya supuse que era el, aunque su petición me asombro bastante.-Descansa Elric, yo me ocupare de esos novatos...-le dije mientras me dirigía a la puerta. El alzo su copa y se relajo, mirando el fuego de la chimenea. Mañana seria un gran día.
Arena de entrenamiento. 8:00 a.m
El frió de la mañana acariciaba el acero de las armas. La arena de entrenamiento estaba vacía. La gente madrugadora pasaba de un lado a otro, observando. Sentado en un barril, miraba el agua del pequeño riachuelo que pasaba por la arena, a un lado, diminuto y tímido. Conectaba con el sistema de alcantarillado de la ciudad y pro suerte aun no estaba sucio. Estaba claro que mis "alumnos" no llevaban la puntualidad en buen lugar. Me acerqué a las armas de practica y las examiné, mirando que cuerdas y clavos estuvieran bien puestos. No queríamos tener accidentes eh McGregor?
Probando los nuevos muñecos de entrenamiento, dándoles a palos para analizar su resistencia, escuche de fondo unas risillas. Por el tono adivine que eran muchachas. Me giré y alce las cejas, sorprendido. Eran 5 muchachas, todas vestidas con pantalones de cuero y camisas anchas. Eran bien curiosas y jóvenes. Deje al muñeco tranquilo y secándome el sudor con un paño me acerque a ellas. Risitas tímidas, sonrojos y miradas entre desafío e inexperto deseo. Las miré una a una. Seria un día largo.
-Firmes, vamos!- dije, alzando la voz, duro, serio. Risitas cuatro pasos. Ni caso.-...estáis sordas? Firmes he dicho! -esta vez gruñí y puse mi cara de pocos amigos. Vamos si se movieron. En fila, con el susto en el rostro. Camine despacio, mirándolas. Una me llamo la atención. Me miraba a los ojos, era perturbador. Era una mezcla entre deseo e inocencia. Me dio un poco de miedo. Una muchacha de su edad no debería mirar así a un hombre que podía ser su padre. Me incline y ella dejo salir un suspiro.- Tu nombre.
-Ana.- voz dulce, imitando a una inocente virgencita. Fruncí el ceño y me aparté.
-Me llamareis señor o maestro.- Les expliqué mientras me ponía firme, como ellas, brazos atrás y mirada dura.- Siempre que yo os diga algo contestareis con un "señor!" al final. Queda claro?
-Si...-al unisono, con pocas ganas. Gruñí, alto, peligroso.
-Si que?!
-Si, señor! -las estaba asustando. Bien. Debían darse cuenta que no eran mujeres para mi. Eran soldados. La mirada de Ana me perforaba. Que demonios le pasaba.
-Puede que sea por los recientes ataques, quieren luchar Elric, una mujer en la batalla es un soldado mas.- le dije antes de pegar un sorbo al vino.
Recibí su carta una mañana fría en el Nido. El entrenamiento diario había finalizado y me disponía a acompañar a Ébano a las termas para asuntos...ejem...oficiales. El cuervo mensajero, uno de tantos que teníamos, me entregó la carta. Al ver el sello de la guardia ya supuse que era el, aunque su petición me asombro bastante.-Descansa Elric, yo me ocupare de esos novatos...-le dije mientras me dirigía a la puerta. El alzo su copa y se relajo, mirando el fuego de la chimenea. Mañana seria un gran día.
Arena de entrenamiento. 8:00 a.m
El frió de la mañana acariciaba el acero de las armas. La arena de entrenamiento estaba vacía. La gente madrugadora pasaba de un lado a otro, observando. Sentado en un barril, miraba el agua del pequeño riachuelo que pasaba por la arena, a un lado, diminuto y tímido. Conectaba con el sistema de alcantarillado de la ciudad y pro suerte aun no estaba sucio. Estaba claro que mis "alumnos" no llevaban la puntualidad en buen lugar. Me acerqué a las armas de practica y las examiné, mirando que cuerdas y clavos estuvieran bien puestos. No queríamos tener accidentes eh McGregor?
Probando los nuevos muñecos de entrenamiento, dándoles a palos para analizar su resistencia, escuche de fondo unas risillas. Por el tono adivine que eran muchachas. Me giré y alce las cejas, sorprendido. Eran 5 muchachas, todas vestidas con pantalones de cuero y camisas anchas. Eran bien curiosas y jóvenes. Deje al muñeco tranquilo y secándome el sudor con un paño me acerque a ellas. Risitas tímidas, sonrojos y miradas entre desafío e inexperto deseo. Las miré una a una. Seria un día largo.
-Firmes, vamos!- dije, alzando la voz, duro, serio. Risitas cuatro pasos. Ni caso.-...estáis sordas? Firmes he dicho! -esta vez gruñí y puse mi cara de pocos amigos. Vamos si se movieron. En fila, con el susto en el rostro. Camine despacio, mirándolas. Una me llamo la atención. Me miraba a los ojos, era perturbador. Era una mezcla entre deseo e inocencia. Me dio un poco de miedo. Una muchacha de su edad no debería mirar así a un hombre que podía ser su padre. Me incline y ella dejo salir un suspiro.- Tu nombre.
-Ana.- voz dulce, imitando a una inocente virgencita. Fruncí el ceño y me aparté.
-Me llamareis señor o maestro.- Les expliqué mientras me ponía firme, como ellas, brazos atrás y mirada dura.- Siempre que yo os diga algo contestareis con un "señor!" al final. Queda claro?
-Si...-al unisono, con pocas ganas. Gruñí, alto, peligroso.
-Si que?!
-Si, señor! -las estaba asustando. Bien. Debían darse cuenta que no eran mujeres para mi. Eran soldados. La mirada de Ana me perforaba. Que demonios le pasaba.
Wallace Mcgregor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
La bruja despertó con los primeros rayos de la mañana, se levantó de la cama y se estiró para desperezarse, antes de repetir las acciones del día anterior para prepararse, aunque esta vez con algo más de prisa. No le gustaba llegar tarde, menos aun cuando le habían permitido casi a regañadientes el participar en una actividad que podía servirle para mejorar sus habilidades físicas.
Bajó a la taberna y pidió a la posadera algo que pudiese comerse por el camino, con lo que la amable mujer le dio a elegir entre una pieza de fruta o un mendrugo de pan. Elen aceptó la primera y se despidió animadamente antes de encaminarse a la puerta, cruzó el umbral y echó un vistazo al ambiente que había en las calles, que a esas horas tan tempranas era bastante tranquilo.
Avanzó por las adoquinadas calles a paso ligero, ya que aún le quedaba un rato para llegar al lugar en que debía presentarse y era posible que no llegase a tiempo. Pronto se dio cuenta de que aquello sería inevitable, pero trataría de tardar lo menos posible, no quería dar una mala imagen nada más empezar. Terminó la fruta justo antes de alcanzar la arena en que tendría lugar el entrenamiento, en que ya había un pequeño grupo de jóvenes, se deshizo de los restos y se unió a ellas.
El instructor las había instado a colocarse en fila, así que se posicionó junto a la última de la misma y se mantuvo firme, aunque mirando de reojo la espalda del hombre, con cierta curiosidad por ver cómo sería. Tenía el cabello rojizo y una complexión fuerte, llevaba las manos a la espalda mientras caminaba delante de la ordenada fila, pronto se giraría y repararía en su llegada, así que la bruja miró al frente y mantuvo su postura, esperando que no le cayese una reprimenda por la tardanza.
De haber mirado en su dirección durante unos segundos más lo habría reconocido, cosa que la habría tranquilizado en parte, ya que a pesar de las complicadas circunstancias en que se habían conocido y que desde entonces apenas hubiesen coincido una vez más, sabía que Wallace era un buen tipo. Además había aceptado durante el baile del castillo unirse a su clan, tema del que tendrían que volver a hablar ahora que había regresado a Lunargenta.
Escuchó algunas risillas de sus compañeras, eran muchachas jóvenes y la presencia del brujo las perturbaba, no debían estar acostumbradas a estar cerca de hombres así. La de ojos verdes miró de reojo a las chicas, con lo que pudo comprobar que una de ellas miraba al pelirrojo de forma intensa, más que el resto. No debían ser mucho más jóvenes que la hechicera, pero la de cabellos cenicientos no pudo evitar alzar la vista al cielo al ver como se comportaban, actuaban de forma muy distinta a la suya.
¿Era aquella la manera normal en que las muchachas solían comportarse? Se preguntó interiormente. Si era así debía dar las gracias por ser diferente, y por haber estado tan centrada en sus metas durante toda su vida. Los pasos sonaron, con lo que supuso que el instructor se había girado, volvió a adoptar la firme postura de soldado y miró al frente.
Bajó a la taberna y pidió a la posadera algo que pudiese comerse por el camino, con lo que la amable mujer le dio a elegir entre una pieza de fruta o un mendrugo de pan. Elen aceptó la primera y se despidió animadamente antes de encaminarse a la puerta, cruzó el umbral y echó un vistazo al ambiente que había en las calles, que a esas horas tan tempranas era bastante tranquilo.
Avanzó por las adoquinadas calles a paso ligero, ya que aún le quedaba un rato para llegar al lugar en que debía presentarse y era posible que no llegase a tiempo. Pronto se dio cuenta de que aquello sería inevitable, pero trataría de tardar lo menos posible, no quería dar una mala imagen nada más empezar. Terminó la fruta justo antes de alcanzar la arena en que tendría lugar el entrenamiento, en que ya había un pequeño grupo de jóvenes, se deshizo de los restos y se unió a ellas.
El instructor las había instado a colocarse en fila, así que se posicionó junto a la última de la misma y se mantuvo firme, aunque mirando de reojo la espalda del hombre, con cierta curiosidad por ver cómo sería. Tenía el cabello rojizo y una complexión fuerte, llevaba las manos a la espalda mientras caminaba delante de la ordenada fila, pronto se giraría y repararía en su llegada, así que la bruja miró al frente y mantuvo su postura, esperando que no le cayese una reprimenda por la tardanza.
De haber mirado en su dirección durante unos segundos más lo habría reconocido, cosa que la habría tranquilizado en parte, ya que a pesar de las complicadas circunstancias en que se habían conocido y que desde entonces apenas hubiesen coincido una vez más, sabía que Wallace era un buen tipo. Además había aceptado durante el baile del castillo unirse a su clan, tema del que tendrían que volver a hablar ahora que había regresado a Lunargenta.
Escuchó algunas risillas de sus compañeras, eran muchachas jóvenes y la presencia del brujo las perturbaba, no debían estar acostumbradas a estar cerca de hombres así. La de ojos verdes miró de reojo a las chicas, con lo que pudo comprobar que una de ellas miraba al pelirrojo de forma intensa, más que el resto. No debían ser mucho más jóvenes que la hechicera, pero la de cabellos cenicientos no pudo evitar alzar la vista al cielo al ver como se comportaban, actuaban de forma muy distinta a la suya.
¿Era aquella la manera normal en que las muchachas solían comportarse? Se preguntó interiormente. Si era así debía dar las gracias por ser diferente, y por haber estado tan centrada en sus metas durante toda su vida. Los pasos sonaron, con lo que supuso que el instructor se había girado, volvió a adoptar la firme postura de soldado y miró al frente.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Ignoré las miradas de Ana. Las muchachas de aquella ciudad no tenían hombres como yo, eso estaba claro, pero no hacia falta ser tan...me daba un poco de repelús. No había inocencia en ella, ni una pizca. Pero era un soldado ahora y la trataría como tal.
Los dioses parecían haberse apiadado de mi por que vi un rostro muy familiar que me alegro el corazón. Me puse delante de la ultima muchacha y no pude evitar sonreír.
-Llegar tarde no es muy buen comienzo....soldado....-le dije, muy cerca, mirándola a los ojos. Elen Calhoun, una muchacha que conocí un año atrás, en esa cueva de Trasgos. Nuestro encuentro no había sido muy fortuito y seguramente se llevo una mala opinión de mi pero por suerte en el baile del castillo pudimos hablar. Ahora ella quería que yo la entrenara, seria perfecto para que viera como se entrena un cuervo.- Cojan un arma de la mesa, aquella que mas les guste, vamos! -dije mientras me giraba y cogía una lanza de madera.
No tenían mucha idea estaba claro, habían cogido armas grandes para ellas, error de novatos. La muchacha extraña, Ana, había cogido, en cambio, una daga de madera. O sabia que era rápida o buscaba proximidad. No se cual de las dos me daba mas mala espina. Me puse en medio de la arena he hice girar la lanza en mis manos hasta colocarla en la espalda, es postura de ataque.
-Atacad! Todas a la vez! -les grite, alzando la mano libre con el puño cerrado. En mis días mozos tuve la suerte de ser adiestrado por Circenn, el hombre bestia que me había salvado la vida. Sus técnicas de lucha cuerpo a cuerpo eran milenarias y yo tenia la suerte de conocerlas. Se prefería eso a una espada.
Las muchachas dudaron, se miraban entre ellas, susurrando que hacer.
-T-Todas a la vez, señor? -preguntó temblando una de las bajitas, rubita y de buen comer. Yo gruñí y fruncí el ceño. Se asustaron y avanzaron lentamente hacia mi. Tenia que darles un entrenamiento de choque si no nunca aprenderían. Mire a Elen, ella podría ayudarme. Me giré lentamente hacia ella y con la mano libre la reté.
-Perezosa! Tu primero! -le grité mientras le sonreía con picardia. Vamos a ver de que pasta esta hecha...De reojo vi la mirada que Ana le mandaba. Celos?....uuuh eso no me gustaba.
Los dioses parecían haberse apiadado de mi por que vi un rostro muy familiar que me alegro el corazón. Me puse delante de la ultima muchacha y no pude evitar sonreír.
-Llegar tarde no es muy buen comienzo....soldado....-le dije, muy cerca, mirándola a los ojos. Elen Calhoun, una muchacha que conocí un año atrás, en esa cueva de Trasgos. Nuestro encuentro no había sido muy fortuito y seguramente se llevo una mala opinión de mi pero por suerte en el baile del castillo pudimos hablar. Ahora ella quería que yo la entrenara, seria perfecto para que viera como se entrena un cuervo.- Cojan un arma de la mesa, aquella que mas les guste, vamos! -dije mientras me giraba y cogía una lanza de madera.
No tenían mucha idea estaba claro, habían cogido armas grandes para ellas, error de novatos. La muchacha extraña, Ana, había cogido, en cambio, una daga de madera. O sabia que era rápida o buscaba proximidad. No se cual de las dos me daba mas mala espina. Me puse en medio de la arena he hice girar la lanza en mis manos hasta colocarla en la espalda, es postura de ataque.
-Atacad! Todas a la vez! -les grite, alzando la mano libre con el puño cerrado. En mis días mozos tuve la suerte de ser adiestrado por Circenn, el hombre bestia que me había salvado la vida. Sus técnicas de lucha cuerpo a cuerpo eran milenarias y yo tenia la suerte de conocerlas. Se prefería eso a una espada.
Las muchachas dudaron, se miraban entre ellas, susurrando que hacer.
-T-Todas a la vez, señor? -preguntó temblando una de las bajitas, rubita y de buen comer. Yo gruñí y fruncí el ceño. Se asustaron y avanzaron lentamente hacia mi. Tenia que darles un entrenamiento de choque si no nunca aprenderían. Mire a Elen, ella podría ayudarme. Me giré lentamente hacia ella y con la mano libre la reté.
-Perezosa! Tu primero! -le grité mientras le sonreía con picardia. Vamos a ver de que pasta esta hecha...De reojo vi la mirada que Ana le mandaba. Celos?....uuuh eso no me gustaba.
Wallace Mcgregor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Notó como se acercaba, tragó saliva y se preparó para algún comentario acerca de su tardía llegada, manteniendo la rígida pose. El instructor se detuvo ante ella y la miró de cerca, con lo que Elen abrió mucho los ojos, al tiempo que la sorpresa se reflejaba en su rostro. No se había imaginado ni por un momento que pudiese tratarse de él, pero se alegraba de que fuera así, al menos era un rostro conocido.
- Llegar tarde no es muy buen comienzo....soldado....- comentó mirándola a los ojos, pero estaba claro que no lo decía a mal, ya que sonreía. La maga esbozó una leve sonrisa en respuesta, aquel giro le daría la oportunidad de aprender a combatir como un cuervo, que era lo que sería en breve. Escuchó la orden del pelirrojo y se acercó a la mesa con decisión, echó un vistazo a las armas y optó por una espada larga de madera, que se asemejaba bastante a la que solía llevar ella.
Debido a su escasa fuerza no conseguía manejar bien aquella arma, pero entrenaría lo que fuese necesario para dominarla. Comprobó el peso de la misma con la diestra, se dio por satisfecha con su elección y se giró hacia la arena, en cuyo centro se había situado ya Wallace. El brujo había adoptado una posición de ataque, con una larga lanza de madera colocada en su espalda, gritó a las presentes que lo atacasen todas a la vez.
La hechicera parpadeó repetidas veces, mientras el resto de chicas dudaban y se miraban entre ellas, susurrándose cosas. Una de ellas preguntó con voz temblorosa, a lo que el pelirrojo respondió frunciendo el ceño y emitiendo un gruñido, que tuvo cierto efecto en ellas. Las muchachas comenzaron a acercarse lentamente, pero estaba claro que el instructor quería darles un entrenamiento de choque, y aquella lentitud no le servía.
Wallace se giró despacio hacia la de cabellos cenicientos, retándola con un gesto de su mano libre. - Perezosa! Tu primero! - gritó, sonriendo con cierta picardía, cosa que molestó claramente a una de las chicas, la que no le quitaba ojo de encima. La maga bajó la vista a la empuñadura y la asió con fuerza, luego alzó la cabeza, cruzándose con la poco amable mirada que le lanzaba Ana. Se detuvo y la miró a los ojos directamente, enarcando una ceja y manteniendo una expresión seria, incrédula ante el comportamiento de aquella joven.
- No he venido aquí a perder el tiempo con tonterías. - pensó para sí, observó al brujo y corrió en su dirección, vigilando la lanza para no llevarse un golpe inesperado. Cuando se encontró lo suficientemente cerca de él levantó su espada de madera, para intentar simular un tajo horizontal a la altura del vientre. Tuvo que sujetar la empuñadura con ambas manos para dar fuerza al golpe, y aunque aquello la dejaba con el costado izquierdo vulnerable realizó el amplio movimiento en su dirección, sabiendo que probablemente no le sería difícil defenderse.
- Llegar tarde no es muy buen comienzo....soldado....- comentó mirándola a los ojos, pero estaba claro que no lo decía a mal, ya que sonreía. La maga esbozó una leve sonrisa en respuesta, aquel giro le daría la oportunidad de aprender a combatir como un cuervo, que era lo que sería en breve. Escuchó la orden del pelirrojo y se acercó a la mesa con decisión, echó un vistazo a las armas y optó por una espada larga de madera, que se asemejaba bastante a la que solía llevar ella.
Debido a su escasa fuerza no conseguía manejar bien aquella arma, pero entrenaría lo que fuese necesario para dominarla. Comprobó el peso de la misma con la diestra, se dio por satisfecha con su elección y se giró hacia la arena, en cuyo centro se había situado ya Wallace. El brujo había adoptado una posición de ataque, con una larga lanza de madera colocada en su espalda, gritó a las presentes que lo atacasen todas a la vez.
La hechicera parpadeó repetidas veces, mientras el resto de chicas dudaban y se miraban entre ellas, susurrándose cosas. Una de ellas preguntó con voz temblorosa, a lo que el pelirrojo respondió frunciendo el ceño y emitiendo un gruñido, que tuvo cierto efecto en ellas. Las muchachas comenzaron a acercarse lentamente, pero estaba claro que el instructor quería darles un entrenamiento de choque, y aquella lentitud no le servía.
Wallace se giró despacio hacia la de cabellos cenicientos, retándola con un gesto de su mano libre. - Perezosa! Tu primero! - gritó, sonriendo con cierta picardía, cosa que molestó claramente a una de las chicas, la que no le quitaba ojo de encima. La maga bajó la vista a la empuñadura y la asió con fuerza, luego alzó la cabeza, cruzándose con la poco amable mirada que le lanzaba Ana. Se detuvo y la miró a los ojos directamente, enarcando una ceja y manteniendo una expresión seria, incrédula ante el comportamiento de aquella joven.
- No he venido aquí a perder el tiempo con tonterías. - pensó para sí, observó al brujo y corrió en su dirección, vigilando la lanza para no llevarse un golpe inesperado. Cuando se encontró lo suficientemente cerca de él levantó su espada de madera, para intentar simular un tajo horizontal a la altura del vientre. Tuvo que sujetar la empuñadura con ambas manos para dar fuerza al golpe, y aunque aquello la dejaba con el costado izquierdo vulnerable realizó el amplio movimiento en su dirección, sabiendo que probablemente no le sería difícil defenderse.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Elen captó la idea y parecía estar bastante segura de lo que hacia. Vi como le plantaba cara a Ana y no pude evitar sonreír. Los dioses sabían que era una buena recluta.
Se acercó a mi, desafiante, confiada, segura. Su cuerpo se torció para asentar un golpe horizontal. Iba a pegar directo, mostrando su trayectoria. Mal. El golpe revoto contra la lanza. Mantuve el arma en vertical mientras la espada se apartaba. Un finta a un lado, l apunta de la lanza a los pies de ella y con ligero toque su equilibrio se mio diezmado. Antes de que cualquier parte de su cuerpo tocara el suelo, la agarre por la camisa y la deje suspendida al suelo apenas con talones rozando la arena. La acerque a mi y la mire a los ojos.
-No dejes que vea lo que vas hacer...intuye, esconde tus movimientos y acomete.-La levanté y me puse en guardia.- Otra vez!
-Has visto como la mira...esa fulana de cabellos cenicientos se lo quiere llevar al lecho, fijo.- dijo la menuda. Ana sonrió y jugó con la daga de madera. Nadie le iba a quitar a su hombre. Wallace McGregor seria suyo y si debía matar lo haría...
- He visto cerdos con mas gracia que ella...-dijo, socarrona, insultando a Elen a espaldas mientras esta entrenaba con Wallace. Las demás se rieron y miraron con recelo a la pareja.
La mañana había transcurrido tranquila, por suerte tocaba descanso. Después de practicar con Elen y hacer a las demás golpear a los muñecos, deje que se fueran a los barracones. Si entrenaban como soldados debían vivir como ellos, así que durante los días de entreno, ese seria su hogar. Recogí las armas de practicas y guarde los muñecos debajo del porche del establo. Lo mas seguro es que lloviese. Jarra de vino en mano, me senté al lado de la pequeña forja del barracon y contemple como el fuego quemaba la leña. Rasgo, mi cuervo personal, aterrizo cerca, dándome un pequeño susto. Maldito pajarraco.
Grajeo y aleteo un poco, acercándose a mi en busca de una caricia. Toque su cabeza con los dedos y ese picoteo la madera de la mesa donde había aterrizado. No llevaba mensaje con el pero era bueno ver caras conocidas una vez mas.
-Estas cansado eh...tienes mucho trabajo llevando mensajes a todo el mundo...-le susurré acariciando su cabeza con mas ganas.-... era mejor cuando solo eras un polluelo...-bebí del baso de arcilla y me estire, cómodo y cansado. Elen tenia un revés y sabia golpear.
Se acercó a mi, desafiante, confiada, segura. Su cuerpo se torció para asentar un golpe horizontal. Iba a pegar directo, mostrando su trayectoria. Mal. El golpe revoto contra la lanza. Mantuve el arma en vertical mientras la espada se apartaba. Un finta a un lado, l apunta de la lanza a los pies de ella y con ligero toque su equilibrio se mio diezmado. Antes de que cualquier parte de su cuerpo tocara el suelo, la agarre por la camisa y la deje suspendida al suelo apenas con talones rozando la arena. La acerque a mi y la mire a los ojos.
-No dejes que vea lo que vas hacer...intuye, esconde tus movimientos y acomete.-La levanté y me puse en guardia.- Otra vez!
-Has visto como la mira...esa fulana de cabellos cenicientos se lo quiere llevar al lecho, fijo.- dijo la menuda. Ana sonrió y jugó con la daga de madera. Nadie le iba a quitar a su hombre. Wallace McGregor seria suyo y si debía matar lo haría...
- He visto cerdos con mas gracia que ella...-dijo, socarrona, insultando a Elen a espaldas mientras esta entrenaba con Wallace. Las demás se rieron y miraron con recelo a la pareja.
La mañana había transcurrido tranquila, por suerte tocaba descanso. Después de practicar con Elen y hacer a las demás golpear a los muñecos, deje que se fueran a los barracones. Si entrenaban como soldados debían vivir como ellos, así que durante los días de entreno, ese seria su hogar. Recogí las armas de practicas y guarde los muñecos debajo del porche del establo. Lo mas seguro es que lloviese. Jarra de vino en mano, me senté al lado de la pequeña forja del barracon y contemple como el fuego quemaba la leña. Rasgo, mi cuervo personal, aterrizo cerca, dándome un pequeño susto. Maldito pajarraco.
Grajeo y aleteo un poco, acercándose a mi en busca de una caricia. Toque su cabeza con los dedos y ese picoteo la madera de la mesa donde había aterrizado. No llevaba mensaje con el pero era bueno ver caras conocidas una vez mas.
-Estas cansado eh...tienes mucho trabajo llevando mensajes a todo el mundo...-le susurré acariciando su cabeza con mas ganas.-... era mejor cuando solo eras un polluelo...-bebí del baso de arcilla y me estire, cómodo y cansado. Elen tenia un revés y sabia golpear.
Wallace Mcgregor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Wallace vio lo que pretendía hacer y detuvo el golpe con la lanza, colocándola en vertical y manteniéndola en esa posición mientras la espada rebotaba por el impacto, apartándose de él. Actuó con una rapidez pasmosa, poco propia de un guerrero cuyas habilidades se centraban en la fuerza, que era lo que en apariencia podía parecer el brujo, pero estaba claro que no era así, lo habían entrenado bien.
Realizó una finta, y valiéndose de la punta de la lanza consiguió desestabilizar el equilibrio de la maga, que habría caído al suelo de no ser porque la sujetó de la camisa con fuerza. - No dejes que vea lo que vas hacer...intuye, esconde tus movimientos y acomete.- dijo mirándola a los ojos, antes de ayudarla a levantarse y volver a ponerse en guardia. Elen escuchó algunos cuchicheos a su espalda, pero las chicas hablaban demasiado bajo para que las entendiera desde donde estaba. Tampoco es que prestase mucha atención al resto, poco le importaba lo que aquel atajo de muchachas hormonalmente revolucionadas pudiese decir.
Viendo que las reclutas parecían más interesadas en babear observando al instructor que en aprender lo que intentaba enseñarles, el pelirrojo las envió a practicar con los muñecos, mientras continuaba entrenando a la de ojos verdes, que parecía ser la única realmente atenta a sus lecciones. Así transcurrió la mañana, antes de que Wallace enviase a la tropa a los barracones para que tuviesen un descanso, en el que debían aprovechar para comer.
La hechicera entró en la estancia y se sentó en una de las mesas tras pedir un almuerzo ligero, no quería sentirse pesada para la siguiente ronda, en la que tendría que mejorar bastante. Clavó la vista en la madera mientras repasaba mentalmente los errores que había cometido durante la práctica, no se permitiría repetirlos. Debía ocultar mejor su intención al golpear, para que el objetivo no pudiese adivinar de dónde le llegaría el tajo, aquello requeriría tiempo, pero terminaría consiguiéndolo.
- Quizá sería buena idea pedir una exhibición a Wallace, pero con un contrincante de su mismo nivel. - musitó, creyendo que un enfrentamiento entre dos iguales le mostraría lo que quería aprender. De ese modo podría observar con detenimiento cómo el pelirrojo engañaba y ocultaba sus intenciones ante su oponente, además de aprender algún que otro ágil movimiento, como la rápida finta que había hecho antes. También debía fijarse en las posturas que adoptaba, tanto ofensivas como defensivas, pues con seguridad ambas le servirían en algún momento.
Su plato llegó a la mesa, acompañado de una fresca jarra de cerveza. Apartó de su mente todo lo relacionado con el entrenamiento y comenzó a comer con tranquilidad, sin prestar atención a las dos figuras que se le acercaban. - Vaya, pero si es la buscona. - la voz de Ana sonó cortante, miró a la de cabellos cenicientos con el ceño fruncido. - Deberías irte chica, Wallace va a ser mío y no pienso permitir que nadie se meta en mi camino. - añadió, consiguiendo que Elen levantase la vista para mirarla a ella y a su regordeta acompañante, que probablemente no tenía la suficiente autoestima para hacer las cosas por su cuenta, se limitaba a seguir simplemente.
La bruja dejó el cubierto y las miró con seriedad, empezaba a molestarse con aquellos estúpidos comportamientos, ¿acaso no sabían darse su lugar? - No pienso irme, chica. - respondió, imitando de forma burlesca el tono en que le había hablado. - Yo sé por qué estoy aquí, no voy babeando ni persiguiendo hombres como una desesperada, os dejo eso a vosotras, a ti se te da muy bien. - dijo, dirigiéndose claramente a Ana. - Y por cierto, no creo que se fije en ti, solo eres una chiquilla que se ha encaprichado con él. - añadió, mientras veía como el rostro de la muchacha enrojecía de rabia.
- ¡Tú que sabrás estúpida! ¡Será mío cueste lo que cueste! - gritó, antes de lanzarse contra la maga, que la esquivó con rapidez y, tomando su jarra de cerveza, le arrojó su contenido al rostro. - Deberías refrescarte un poco. - esta vez no pudo evitar reírse al ver cómo había quedado, no quería verse metida en una riña tan absurda, pero estaba claro que no iba a dejarse golpear sin defenderse.
Los gritos de rabia de Ana resonaron en los barracones, llegando incluso al exterior, donde descansaba el instructor.
Realizó una finta, y valiéndose de la punta de la lanza consiguió desestabilizar el equilibrio de la maga, que habría caído al suelo de no ser porque la sujetó de la camisa con fuerza. - No dejes que vea lo que vas hacer...intuye, esconde tus movimientos y acomete.- dijo mirándola a los ojos, antes de ayudarla a levantarse y volver a ponerse en guardia. Elen escuchó algunos cuchicheos a su espalda, pero las chicas hablaban demasiado bajo para que las entendiera desde donde estaba. Tampoco es que prestase mucha atención al resto, poco le importaba lo que aquel atajo de muchachas hormonalmente revolucionadas pudiese decir.
Viendo que las reclutas parecían más interesadas en babear observando al instructor que en aprender lo que intentaba enseñarles, el pelirrojo las envió a practicar con los muñecos, mientras continuaba entrenando a la de ojos verdes, que parecía ser la única realmente atenta a sus lecciones. Así transcurrió la mañana, antes de que Wallace enviase a la tropa a los barracones para que tuviesen un descanso, en el que debían aprovechar para comer.
La hechicera entró en la estancia y se sentó en una de las mesas tras pedir un almuerzo ligero, no quería sentirse pesada para la siguiente ronda, en la que tendría que mejorar bastante. Clavó la vista en la madera mientras repasaba mentalmente los errores que había cometido durante la práctica, no se permitiría repetirlos. Debía ocultar mejor su intención al golpear, para que el objetivo no pudiese adivinar de dónde le llegaría el tajo, aquello requeriría tiempo, pero terminaría consiguiéndolo.
- Quizá sería buena idea pedir una exhibición a Wallace, pero con un contrincante de su mismo nivel. - musitó, creyendo que un enfrentamiento entre dos iguales le mostraría lo que quería aprender. De ese modo podría observar con detenimiento cómo el pelirrojo engañaba y ocultaba sus intenciones ante su oponente, además de aprender algún que otro ágil movimiento, como la rápida finta que había hecho antes. También debía fijarse en las posturas que adoptaba, tanto ofensivas como defensivas, pues con seguridad ambas le servirían en algún momento.
Su plato llegó a la mesa, acompañado de una fresca jarra de cerveza. Apartó de su mente todo lo relacionado con el entrenamiento y comenzó a comer con tranquilidad, sin prestar atención a las dos figuras que se le acercaban. - Vaya, pero si es la buscona. - la voz de Ana sonó cortante, miró a la de cabellos cenicientos con el ceño fruncido. - Deberías irte chica, Wallace va a ser mío y no pienso permitir que nadie se meta en mi camino. - añadió, consiguiendo que Elen levantase la vista para mirarla a ella y a su regordeta acompañante, que probablemente no tenía la suficiente autoestima para hacer las cosas por su cuenta, se limitaba a seguir simplemente.
La bruja dejó el cubierto y las miró con seriedad, empezaba a molestarse con aquellos estúpidos comportamientos, ¿acaso no sabían darse su lugar? - No pienso irme, chica. - respondió, imitando de forma burlesca el tono en que le había hablado. - Yo sé por qué estoy aquí, no voy babeando ni persiguiendo hombres como una desesperada, os dejo eso a vosotras, a ti se te da muy bien. - dijo, dirigiéndose claramente a Ana. - Y por cierto, no creo que se fije en ti, solo eres una chiquilla que se ha encaprichado con él. - añadió, mientras veía como el rostro de la muchacha enrojecía de rabia.
- ¡Tú que sabrás estúpida! ¡Será mío cueste lo que cueste! - gritó, antes de lanzarse contra la maga, que la esquivó con rapidez y, tomando su jarra de cerveza, le arrojó su contenido al rostro. - Deberías refrescarte un poco. - esta vez no pudo evitar reírse al ver cómo había quedado, no quería verse metida en una riña tan absurda, pero estaba claro que no iba a dejarse golpear sin defenderse.
Los gritos de rabia de Ana resonaron en los barracones, llegando incluso al exterior, donde descansaba el instructor.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
La puerta del comedor se abrió de un portazo. Quieto, serio, miré la escena mientras Ana gritaba y rabiaba ante Elen, diciéndole muchas cosas y no muy bonitas. Las demás, detrás de ella como sucias secuaces, miraban a la muchacha con reproche y cierto odio. Me acerqué lentamente mientras Ana seguía maldiciendo pero paro en seco cuando una de sus amigas le aviso de que yo estaba allí.
-Maestro! Ella me a tirado cerveza en la cara! me ha dejado perdida! -le gritó señalándose los pechos, mojados. Aprovechó la ocasión para mostrarse. Es que no se tenia respeto alguno? Gruñí he hice una leve mueca de desacuerdo. No podía castigarle a ella y dejar a Elen impune, no seria bueno para nadie.- Exijo que se le castigue! -eso me izo mucha gracia. Señoritas con exigencias. Me apreté el entrecejo con los dedos, cansado de tanta tontería y me rasque la barba. Mi mire a Elen con mi ojo perdido y sonreí levemente.
-Ana, tu limpiaras las letrinas por provocar a una compañera.-le dije mientras recogía un poco lo que ella había manchado. Antes de que pudiera reprochar la cogí del cuello de la camisa haciéndola soltar un grito de miedo.-...eres un soldado ahora...así que obedece o piérdete.-la de eje y me acerqué a Elen. Me cruce de brazos y suspire.- y tu, Perezosa, me ayudaras en la forja. Espero que te gusté el calor y el sudor de un hombre...-le dije fingiendo una mueca de asco. Las demás empezaron a cuchichear, muy juntas.-...las demás, os queda menos de una hora para comer. Hoy habrá entrenamiento doble gracias a estas dos mujerzuelas.- me giré sonriendo satisfactoriamente al escuchar las quejas y los suspiros de cansancio. Disciplina, eso es lo que necesitaban, Y algunas algo mas pero era mejor no pensar en ello.
-Ana estas bien?....
-Dejadme...esa perra... se arrepentirá de haberme hecho esto... esa cerda patosa no volverá a quitarme a Wallace.
No quería reñir a Elen. Sabia que no había sido culpa suya pero debía mostrarme duro con todas. Me quite el peto de cuero y me puse el delantal de cuero curtido. La forja estaba caliente y las herramientas recen limpiadas. Una de las alumnas había roto una espada de la pared. No podía dejarla rota, no era mía y como el general se enterase ya no contarían conmigo.
Cogiendo el arma rota, la puse en el horno de fundición y me senté al lado. No tardaría mucho en calentarse. Sabiendo que Elen estaría allí la mire a los ojos y sonreí.
-Tu limpiaras las espadas de la guardia. Ni una sola mancha de sangre o grasa.- le dije señalando-le el barril lleno de espadas.-... te da problemas esa muchacha verdad?-le pregunté mientras sacaba la espada del horno. Miré la hoja candente, naranja brillante y la puse en el yunque. Con el martillo en mano, empece con golpes suaves para amoldar la punta de la espada. No se como habían conseguido doblarla.-... Tienes un buen revés. Solo debes mejorar la trayectoria. Pero tu agilidad es un don, usa eso muchacha.- Quería caerle bien, sabia que los halagos certeros eran bien recibidos por las mujeres.
-Maestro! Ella me a tirado cerveza en la cara! me ha dejado perdida! -le gritó señalándose los pechos, mojados. Aprovechó la ocasión para mostrarse. Es que no se tenia respeto alguno? Gruñí he hice una leve mueca de desacuerdo. No podía castigarle a ella y dejar a Elen impune, no seria bueno para nadie.- Exijo que se le castigue! -eso me izo mucha gracia. Señoritas con exigencias. Me apreté el entrecejo con los dedos, cansado de tanta tontería y me rasque la barba. Mi mire a Elen con mi ojo perdido y sonreí levemente.
-Ana, tu limpiaras las letrinas por provocar a una compañera.-le dije mientras recogía un poco lo que ella había manchado. Antes de que pudiera reprochar la cogí del cuello de la camisa haciéndola soltar un grito de miedo.-...eres un soldado ahora...así que obedece o piérdete.-la de eje y me acerqué a Elen. Me cruce de brazos y suspire.- y tu, Perezosa, me ayudaras en la forja. Espero que te gusté el calor y el sudor de un hombre...-le dije fingiendo una mueca de asco. Las demás empezaron a cuchichear, muy juntas.-...las demás, os queda menos de una hora para comer. Hoy habrá entrenamiento doble gracias a estas dos mujerzuelas.- me giré sonriendo satisfactoriamente al escuchar las quejas y los suspiros de cansancio. Disciplina, eso es lo que necesitaban, Y algunas algo mas pero era mejor no pensar en ello.
-Ana estas bien?....
-Dejadme...esa perra... se arrepentirá de haberme hecho esto... esa cerda patosa no volverá a quitarme a Wallace.
No quería reñir a Elen. Sabia que no había sido culpa suya pero debía mostrarme duro con todas. Me quite el peto de cuero y me puse el delantal de cuero curtido. La forja estaba caliente y las herramientas recen limpiadas. Una de las alumnas había roto una espada de la pared. No podía dejarla rota, no era mía y como el general se enterase ya no contarían conmigo.
Cogiendo el arma rota, la puse en el horno de fundición y me senté al lado. No tardaría mucho en calentarse. Sabiendo que Elen estaría allí la mire a los ojos y sonreí.
-Tu limpiaras las espadas de la guardia. Ni una sola mancha de sangre o grasa.- le dije señalando-le el barril lleno de espadas.-... te da problemas esa muchacha verdad?-le pregunté mientras sacaba la espada del horno. Miré la hoja candente, naranja brillante y la puse en el yunque. Con el martillo en mano, empece con golpes suaves para amoldar la punta de la espada. No se como habían conseguido doblarla.-... Tienes un buen revés. Solo debes mejorar la trayectoria. Pero tu agilidad es un don, usa eso muchacha.- Quería caerle bien, sabia que los halagos certeros eran bien recibidos por las mujeres.
Wallace Mcgregor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
La enfadada muchacha trató de alcanzarla en un par de ocasiones para golpearla, pero la bruja consiguió esquivarla, con lo que Ana terminó rindiéndose y centrando todas sus energías en soltar una larga y variada sarta de improperios a la de ojos verdes. Gritaba tan alto que ni siquiera se dio cuenta del portazo dado por el instructor, que había decidido entrar a los barracones para ver qué estaba causando todo aquel alboroto.
Solo se detuvo cuando una de sus amiguitas le hizo un gesto, indicándole que Wallace se encontraba allí. La joven de inmediato culpó a la maga y aprovechó la ocasión para intentar que el pelirrojo le mirase los pechos, logrando que Elen volviese a levantar la vista al techo de la estancia, sin duda aquella chica era de lo más descarada. Ana exigió un castigo para la de cabellos cenicientos por haberle tirado la cerveza encima, pero el brujo la había escuchado, con lo que ella también recibiría uno.
Decidió enviar a la muchacha a limpiar letrinas, sin darle ocasión a replicar, tras lo cual se acercó a Elen y se cruzó de brazos. El castigo para ella sería ayudarlo en la forja, y por la forma en que anunció tal cosa supo de inmediato que aquella decisión haría rabiar aún más a las reclutas. Antes de abandonar el lugar recordó a las presentes que solo les quedaba un rato para comer, y que gracias a aquel incidente tendrían un entrenamiento doble esa tarde, cosa que no les agradó.
La hechicera se limitó a seguirlo hasta la forja, casi podía notar las miradas de odio clavadas en su nuca. Esperó a que Wallace le asignase una tarea y se situó cerca del barril, sacando una de las espadas para empezar a limpiarla con ayuda de un trapo. - ¿Problemas? Esa chica si que tiene unos cuantos, ha venido aquí solo para tirarte los trastos y la paga conmigo por no tener más protagonismo en el entrenamiento. - respondió, negando levemente con la cabeza. ¿De verdad estaba pasando aquello?
- Sé que no debería caer en sus provocaciones, debo disculparme por eso. - añadió tras una leve pausa. - Aunque como comprenderás, no iba a dejar que intentase atacarme y se fuera de rositas. - esbozó una leve sonrisa, al recordar la cara que se le había quedado al recibir el jarrazo de cerveza. Escuchó los golpes del martillo al chocar con la hoja que estaba reparando, echó un vistazo a la espada que tenía entre manos y, tras comprobar que su filo relucía, la dejó a un lado, sacó otra y repitió la misma operación para dejarla limpia.
El pelirrojo hizo mención a la agilidad que tenía, aconsejándole que se basara en ella al luchar. - Manejo mejor la daga, pero tras tantos problemas en los caminos sé que es necesario aprender a dominar cualquier arma, y una espada ayuda a poner distancia con el enemigo. - comenzó a hablar, aunque se mantenía concentrada en su tarea. - Esa finta que hiciste antes fue sorprendente, un muy buen movimiento para reposicionarse y contraatacar. - prosiguió, esperando tener ocasión de volver a verla para aprenderla y poder utilizarla.
- Los brujos no tenemos demasiada fuerza… bueno siempre hay excepciones como la tuya, pero al resto nos cuesta bastante, espero que con el adiestramiento de hoy al menos consiga mejorar algo mis habilidades. - añadió, antes de depositar la espada junto a la primera y acercarse al barril a por otra, viendo a lo lejos como las reclutas los observaban con recelo. - No creo que ninguna de ellas haya venido realmente a aprender, seguro que ahora mismo están echando pestes de mí solo por estar aquí, y Ana no se quedará tranquila cuando vuelva, de eso estoy segura. - musitó, volviendo a su puesto para seguir ocupándose de limpiar las armas.
Realizó su tarea de forma metódica, para terminar lo más pronto posible y no retrasar las prácticas. - ¿Podrías realizar una demostración con alguien de tu nivel?, eso ayudaría a ver con mayor claridad las estrategias de combate. - dijo, al tiempo que acababa de limpiar la última espada, dejándola junto al resto.
Solo se detuvo cuando una de sus amiguitas le hizo un gesto, indicándole que Wallace se encontraba allí. La joven de inmediato culpó a la maga y aprovechó la ocasión para intentar que el pelirrojo le mirase los pechos, logrando que Elen volviese a levantar la vista al techo de la estancia, sin duda aquella chica era de lo más descarada. Ana exigió un castigo para la de cabellos cenicientos por haberle tirado la cerveza encima, pero el brujo la había escuchado, con lo que ella también recibiría uno.
Decidió enviar a la muchacha a limpiar letrinas, sin darle ocasión a replicar, tras lo cual se acercó a Elen y se cruzó de brazos. El castigo para ella sería ayudarlo en la forja, y por la forma en que anunció tal cosa supo de inmediato que aquella decisión haría rabiar aún más a las reclutas. Antes de abandonar el lugar recordó a las presentes que solo les quedaba un rato para comer, y que gracias a aquel incidente tendrían un entrenamiento doble esa tarde, cosa que no les agradó.
La hechicera se limitó a seguirlo hasta la forja, casi podía notar las miradas de odio clavadas en su nuca. Esperó a que Wallace le asignase una tarea y se situó cerca del barril, sacando una de las espadas para empezar a limpiarla con ayuda de un trapo. - ¿Problemas? Esa chica si que tiene unos cuantos, ha venido aquí solo para tirarte los trastos y la paga conmigo por no tener más protagonismo en el entrenamiento. - respondió, negando levemente con la cabeza. ¿De verdad estaba pasando aquello?
- Sé que no debería caer en sus provocaciones, debo disculparme por eso. - añadió tras una leve pausa. - Aunque como comprenderás, no iba a dejar que intentase atacarme y se fuera de rositas. - esbozó una leve sonrisa, al recordar la cara que se le había quedado al recibir el jarrazo de cerveza. Escuchó los golpes del martillo al chocar con la hoja que estaba reparando, echó un vistazo a la espada que tenía entre manos y, tras comprobar que su filo relucía, la dejó a un lado, sacó otra y repitió la misma operación para dejarla limpia.
El pelirrojo hizo mención a la agilidad que tenía, aconsejándole que se basara en ella al luchar. - Manejo mejor la daga, pero tras tantos problemas en los caminos sé que es necesario aprender a dominar cualquier arma, y una espada ayuda a poner distancia con el enemigo. - comenzó a hablar, aunque se mantenía concentrada en su tarea. - Esa finta que hiciste antes fue sorprendente, un muy buen movimiento para reposicionarse y contraatacar. - prosiguió, esperando tener ocasión de volver a verla para aprenderla y poder utilizarla.
- Los brujos no tenemos demasiada fuerza… bueno siempre hay excepciones como la tuya, pero al resto nos cuesta bastante, espero que con el adiestramiento de hoy al menos consiga mejorar algo mis habilidades. - añadió, antes de depositar la espada junto a la primera y acercarse al barril a por otra, viendo a lo lejos como las reclutas los observaban con recelo. - No creo que ninguna de ellas haya venido realmente a aprender, seguro que ahora mismo están echando pestes de mí solo por estar aquí, y Ana no se quedará tranquila cuando vuelva, de eso estoy segura. - musitó, volviendo a su puesto para seguir ocupándose de limpiar las armas.
Realizó su tarea de forma metódica, para terminar lo más pronto posible y no retrasar las prácticas. - ¿Podrías realizar una demostración con alguien de tu nivel?, eso ayudaría a ver con mayor claridad las estrategias de combate. - dijo, al tiempo que acababa de limpiar la última espada, dejándola junto al resto.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Escuché atentamente las palabras de Elen mientras esta limpiaba las espadas. Esa chica era buena en muchas cosas pues dejaba las hojas brillantes y limpias de una manera increíble.
Pare de amartillar la hoja candente y la metí en un barril de agua para que se enfriara. El vapor acaricio mi piel mientras el agua temblaba por el calor.
-Debes saber siempre tus limites Elen...y acepto tus disculpas, no debes preocuparte.-le dije mientras ponía de nuevo la hoja en el horno. Me senté en un taburete y cogí el mango de la espada, estaba también hecho polvo.-...vaya... el cuero se ha rasgado, menuda obra maestra...- bufé, dejando la empuñadura en la mesa. Me acerque donde estaba ella y abrí unos cajones que contenían tiras de cuero curtido.-... supongo que también practicas con tu magia...-le pregunté, mirándola a los ojos. Estaba seguro que ella tenia mas habilidad en eso. Yo apenas hacia un año que sabia que era brujo.
Me sequé el sudor con un pañuelo y volví al taburete. Un combate con un igual? El único que conocía que podía incluso ganarme era Circenn, pero no sabia donde estaba. Podría pedírselo a uno de los guardias, viejos amigos de taberna, pero no estaba seguro de que quisieran. El calor del horno me distrajo un momento de mis pensamientos. Con la mano desnuda saque la hoja y la puse de nuevo en el yunque. El martillo golpeaba a un buen ritmo la hoja, poniendo el filo recto. Era un hierro duro de doblar pero de alguna manera las reclutas se las habían arreglado para hacerlo.
- La verdad es que si seria bueno para que vieras como se hace... ojala tuviera a alguien aquí en Lunargentea...-entonces me acordé de que Elen seria una Cuervo. Alce las cejas y sonríe, riendo levemente.-... en el Nido el entrenamiento sera mas duro...si aun estas interesada...
Ana miraba a la pareja con rabia y odio. La quitaría del medio. Esa perra no puede quedarse con el. La matare. Pronto.
Pare de amartillar la hoja candente y la metí en un barril de agua para que se enfriara. El vapor acaricio mi piel mientras el agua temblaba por el calor.
-Debes saber siempre tus limites Elen...y acepto tus disculpas, no debes preocuparte.-le dije mientras ponía de nuevo la hoja en el horno. Me senté en un taburete y cogí el mango de la espada, estaba también hecho polvo.-...vaya... el cuero se ha rasgado, menuda obra maestra...- bufé, dejando la empuñadura en la mesa. Me acerque donde estaba ella y abrí unos cajones que contenían tiras de cuero curtido.-... supongo que también practicas con tu magia...-le pregunté, mirándola a los ojos. Estaba seguro que ella tenia mas habilidad en eso. Yo apenas hacia un año que sabia que era brujo.
Me sequé el sudor con un pañuelo y volví al taburete. Un combate con un igual? El único que conocía que podía incluso ganarme era Circenn, pero no sabia donde estaba. Podría pedírselo a uno de los guardias, viejos amigos de taberna, pero no estaba seguro de que quisieran. El calor del horno me distrajo un momento de mis pensamientos. Con la mano desnuda saque la hoja y la puse de nuevo en el yunque. El martillo golpeaba a un buen ritmo la hoja, poniendo el filo recto. Era un hierro duro de doblar pero de alguna manera las reclutas se las habían arreglado para hacerlo.
- La verdad es que si seria bueno para que vieras como se hace... ojala tuviera a alguien aquí en Lunargentea...-entonces me acordé de que Elen seria una Cuervo. Alce las cejas y sonríe, riendo levemente.-... en el Nido el entrenamiento sera mas duro...si aun estas interesada...
Ana miraba a la pareja con rabia y odio. La quitaría del medio. Esa perra no puede quedarse con el. La matare. Pronto.
Wallace Mcgregor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Wallace se mostró comprensivo, aceptó sus disculpas y le dijo que no se preocupase por ello, seguramente tenía claro que la causante de todo aquel incidente no había sido ella sino Ana. La de ojos verdes se levantó y tomó las espadas que había limpiado, para colocarlas en un barril que no tuviese restos de grasa ni de sangre. Escuchó por el camino lo que decía el pelirrojo acerca de la magia, guardó silencio durante unos segundos antes de responder, recordando las veces que sus poderes le habían fallado en situaciones críticas.
- Yo tengo afinidad para usar dos elementos, pero me centro mucho en la electricidad, es bastante efectiva. - comenzó a decir, mientras depositaba una a una las relucientes armas en el barril. - La magia es parte de nosotros y es muy útil, pero a veces falla, nos consume las energías con rapidez y quedamos expuestos, por eso estoy aquí. - prosiguió, mientras continuaba con su tarea.
En cuanto terminó se quedó con la vista clavada en el suelo, recordando por un momento lo que había visto en Beltrexus semanas atrás, cuando un mago la retó a un duelo de ilusiones. Aquello había empezado como una simple competición, pero el hechicero traspasó una línea que no debía al pedirse demasiado, lo que ocasionó que acabase muerto por intentar fusionarse con su propia creación de energía pura. Aquella imagen seguía grabada en su mente, y a diferencia del público, que había creído que todo aquello formaba parte del espectáculo, ella sabía la verdad, que él había cometido un error fatal.
Cosas como aquella le recordaban lo peligrosa que podía ser la magia si se usaba de mala manera, también debía seguir desarrollando sus poderes para controlarlos mejor. La voz del pelirrojo la sacó de sus pensamientos, escuchó que reía levemente, antes de mencionar que el entrenamiento en el Nido sería más duro. - Claro que sigo interesada en unirme a los Cuervos, no me falta voluntad ni disciplina así que no importa lo difícil que resulte, pondré todo de mi parte para superarlo. - respondió, aunque sabía que su falta de fuerza sería un constante obstáculo.
- No importa. - pensó, mientras tomaba asiento de forma que quedase de cara a él. Sin duda el brujo era la viva imagen de que se podía conseguir, solo tenía que ser perseverante y no abandonar los entrenamientos, por duros que estos fueran. Habría días malos, en los que le costaría más, pero la maga siempre tenía claras sus metas, y ahora la más importante era aprender para no volver a quedar vulnerable si sus poderes le fallaban.
Alguien Carraspeó sonoramente, en un intento por captar la atención de ambos. Se trataba de una de las reclutas, la regordeta que había acompañado a Ana durante su provocación en los barracones. La de cabellos cenicientos no dudó ni por un segundo, estaba claro que la habían mandado allí a vigilar lo que pasaba e interrumpir si era necesario. - Hemos terminado de comer, deberíamos seguir con el entrenamiento. - dijo centrándose claramente en Wallace, haciendo como si la maga no existiera.
Elen enarcó una ceja y echó un vistazo en la dirección en que había venido, las muchachas estaban agrupadas ante la puerta de los barracones, con Ana siempre en el medio, dejando claro que ella era la que lideraba aquel grupito.
- Yo tengo afinidad para usar dos elementos, pero me centro mucho en la electricidad, es bastante efectiva. - comenzó a decir, mientras depositaba una a una las relucientes armas en el barril. - La magia es parte de nosotros y es muy útil, pero a veces falla, nos consume las energías con rapidez y quedamos expuestos, por eso estoy aquí. - prosiguió, mientras continuaba con su tarea.
En cuanto terminó se quedó con la vista clavada en el suelo, recordando por un momento lo que había visto en Beltrexus semanas atrás, cuando un mago la retó a un duelo de ilusiones. Aquello había empezado como una simple competición, pero el hechicero traspasó una línea que no debía al pedirse demasiado, lo que ocasionó que acabase muerto por intentar fusionarse con su propia creación de energía pura. Aquella imagen seguía grabada en su mente, y a diferencia del público, que había creído que todo aquello formaba parte del espectáculo, ella sabía la verdad, que él había cometido un error fatal.
Cosas como aquella le recordaban lo peligrosa que podía ser la magia si se usaba de mala manera, también debía seguir desarrollando sus poderes para controlarlos mejor. La voz del pelirrojo la sacó de sus pensamientos, escuchó que reía levemente, antes de mencionar que el entrenamiento en el Nido sería más duro. - Claro que sigo interesada en unirme a los Cuervos, no me falta voluntad ni disciplina así que no importa lo difícil que resulte, pondré todo de mi parte para superarlo. - respondió, aunque sabía que su falta de fuerza sería un constante obstáculo.
- No importa. - pensó, mientras tomaba asiento de forma que quedase de cara a él. Sin duda el brujo era la viva imagen de que se podía conseguir, solo tenía que ser perseverante y no abandonar los entrenamientos, por duros que estos fueran. Habría días malos, en los que le costaría más, pero la maga siempre tenía claras sus metas, y ahora la más importante era aprender para no volver a quedar vulnerable si sus poderes le fallaban.
Alguien Carraspeó sonoramente, en un intento por captar la atención de ambos. Se trataba de una de las reclutas, la regordeta que había acompañado a Ana durante su provocación en los barracones. La de cabellos cenicientos no dudó ni por un segundo, estaba claro que la habían mandado allí a vigilar lo que pasaba e interrumpir si era necesario. - Hemos terminado de comer, deberíamos seguir con el entrenamiento. - dijo centrándose claramente en Wallace, haciendo como si la maga no existiera.
Elen enarcó una ceja y echó un vistazo en la dirección en que había venido, las muchachas estaban agrupadas ante la puerta de los barracones, con Ana siempre en el medio, dejando claro que ella era la que lideraba aquel grupito.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Asentí dejando el tema de conversación a medias. Habría tiempo para eso, ella ya había dicho que si, así que solo quedaba dar los últimos detalles.
Me acerque a la arena y coloque las dianas de paja en fila. Sentí los cuchicheos de las muchachas mientras arreglaba los arcos, eran viejos pero servirían. No creo que ningún ale interesase tener un arco, solo a Elen claro estaba. Mire a todas las alumnas mientras estas se ponían en fila a mala gana, siempre con los susurros y las miradas pretenciosas de algunas. Y Ana, siempre mirándome a los ojos, devorándome con la mirada. Me entro un escalofrío. No era una mirada sana de deseo. Diría que había locura en sus ojos. Esa chica debía ser vigilada de cerca, no sabia si darle un arco era buena idea.
-Bien...coged el arco con fuerza, es un arma! -les dije mientras sacaba el mio, madera de roble de Sadonai y cuerda de tendón de caballo. Saque una flecha del carcaj, la coloqué en el soporte y tense. Mantuve la cuerda rozando mi mejilla mientras apuntaba al centro.
-Has visto los músculos...
-Si...por los dioses con esos brazos podría hacer muchas cosas....jijiii
-Calla calla! desvergonzada!
Mire de reojo a la tropa. Entre risitas y coqueteos vi como Elen estudiaba el arma y Ana se tocaba el pelo jugando con una flecha. Madre mía, si tuviéramos que depender de esa tropa en una guerra valdría mas la pena rendirse. Suspiré, acariciando las plumas de la flecha con el aliento y solté la cuerda. La flecha se clavo cerca del centro. No estaba mal.
-Tensad con fuerza la cuerda! Y recordad que para cargar el arma debéis apuntar al suelo! No quiero incidentes! -les dije mientras repartía flechas. Estaba claro que no habían tirado nunca. Me puse al lado de Elen y observé, tenia la esperanza de que ella si supiera, al menos un poco.
Me acerque a la arena y coloque las dianas de paja en fila. Sentí los cuchicheos de las muchachas mientras arreglaba los arcos, eran viejos pero servirían. No creo que ningún ale interesase tener un arco, solo a Elen claro estaba. Mire a todas las alumnas mientras estas se ponían en fila a mala gana, siempre con los susurros y las miradas pretenciosas de algunas. Y Ana, siempre mirándome a los ojos, devorándome con la mirada. Me entro un escalofrío. No era una mirada sana de deseo. Diría que había locura en sus ojos. Esa chica debía ser vigilada de cerca, no sabia si darle un arco era buena idea.
-Bien...coged el arco con fuerza, es un arma! -les dije mientras sacaba el mio, madera de roble de Sadonai y cuerda de tendón de caballo. Saque una flecha del carcaj, la coloqué en el soporte y tense. Mantuve la cuerda rozando mi mejilla mientras apuntaba al centro.
-Has visto los músculos...
-Si...por los dioses con esos brazos podría hacer muchas cosas....jijiii
-Calla calla! desvergonzada!
Mire de reojo a la tropa. Entre risitas y coqueteos vi como Elen estudiaba el arma y Ana se tocaba el pelo jugando con una flecha. Madre mía, si tuviéramos que depender de esa tropa en una guerra valdría mas la pena rendirse. Suspiré, acariciando las plumas de la flecha con el aliento y solté la cuerda. La flecha se clavo cerca del centro. No estaba mal.
-Tensad con fuerza la cuerda! Y recordad que para cargar el arma debéis apuntar al suelo! No quiero incidentes! -les dije mientras repartía flechas. Estaba claro que no habían tirado nunca. Me puse al lado de Elen y observé, tenia la esperanza de que ella si supiera, al menos un poco.
Wallace Mcgregor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
El brujo escuchó las palabras de la muchacha y asintió con la cabeza, antes de levantarse y volver a la arena, donde colocó unas dianas de paja. Aquellas no eran para practicar con armas cortantes como habían hecho antes, sino para trabajar la puntería con arcos. Elen torció el gesto ligeramente, nunca había usado uno antes y aquello sería una dificultad añadida, pero ya que estaba allí al menos lo intentaría.
Se colocó en la fila junto a las demás reclutas, mientras el pelirrojo las instaba a tomar los arcos y sacaba el suyo para hacerles una demostración, a la que la de ojos verdes prestó mucha atención. Podía escuchar lo que cuchicheaban sus compañeras, que estaban mucho más interesadas en el cuerpo del instructor que en aprender a tirar, cosa que ya no le sorprendía. Hizo caso omiso de lo que decían y se concentró en memorizar los movimientos que hacía Wallace, para imitarlos cuando le llegase el turno de lanzar.
Antes de que el brujo lanzase, la joven bajó la vista al arco que tenía entre manos, probando la elasticidad de la cuerda y lo resistente que era, a pesar de ser algo antiguo. La flecha cortó el aire y acertó en la diana, bastante cerca del centro de la misma, había sido un buen tiro, difícil de igualar por aquellas novatas. Wallace repartió las flechas entre las muchachas y se situó junto a la de cabellos cenicientos, mientras les recordaba que tensasen bien la cuerda y cargasen apuntando al suelo para evitar accidentes.
La hechicera colocó la flecha en la cuerda y tomó aire, antes de levantar el arco y apuntar a la diana. Enseguida le quedó claro que no tenía la suficiente fuerza en los brazos para tensarlo con la facilidad que había demostrado el pelirrojo, debía mejorar. Tiró de la cuerda hasta colocarla cerca de su mejilla, tal como había visto hacer a Wallace, acto que la obligó a hacer acopio de la mayor parte de sus fuerzas.
Respiró con lentitud mientras apuntaba, teniendo en cuenta también las posibles brisas que pudiesen desviar su tiro. Cuando creyó que ya tenía el punto exacto, contuvo el aliento y soltó la flecha, que silbó en el aire y alcanzó la diana, aunque quedando a medio camino entre la marca de Wallace y el borde exterior. - Al menos no he fallado. - pensó al tiempo que bajaba el arco, para ser la primera vez no estaba del todo mal.
Dos de las muchachas tiraron también, pero sus flechas terminaron perdiéndose en el suelo. La maga mantenía la vista en las dianas para ver los resultados de las demás reclutas, pero se giró hacia al pelirrojo por un instante para ver su reacción a los tiros, con lo que no vio como otra de las chicas tenía graves problemas para tensar su arco. La muchacha no siguió la orden del instructor, intentó cargar la flecha con el arco alzado y este se desvió peligrosamente de un lado a otro mientras la joven se debatía con la cuerda.
Finalmente la flecha se le escapó accidentalmente, volando directamente hacia la de ojos verdes. La recluta emitió un gritito, lo suficiente para que Elen se girase y pudiese darse cuenta de lo que pasaba. Se echó a un lado en un intento por esquivar el proyectil, cuya punta pasó rozándole el hombro izquierdo, ocasionándole un corte no demasiado profundo, pero que comenzó a sangrar.
Elen se echó hacia atrás, con una mueca de dolor en el rostro, mientras la manga de su camisa empezaba a teñirse de color carmesí. Ahogó un quejido y trató de hacer presión sobre la herida, mientras su arco caía al suelo. La culpable se cubrió la boca con una mano, mientras una expresión de espanto aparecía en su rostro, no porque se sintiese mal de haberla herido, sino por la posible reacción de Wallace ante aquella negligencia.
Ana sonrió ampliamente ante aquella visión, aunque hubiese preferido ver como la flecha atravesaba a la maga. La de ojos verdes ni siquiera prestó atención a las reclutas, se sujetó la zona herida y comenzó a andar hacia los barracones, tras echar una mirada al pelirrojo y balbucear que musitar que debía preparar algo para tratarse el corte. Por suerte llevaba siempre consigo algunas hierbas para crear pociones básicas de curación, con lo que solo tendría que encontrar un caldero y algo de agua en los barracones.
Entró y se acercó a la cocina, donde se hallaba una mujer de mediana edad de aspecto amable, que palideció al verla. - Necesito usar algunas cosas de la cocina, por favor…- dijo a la mujer, que de inmediato le dio paso y se ofreció a ayudarla en todo lo posible. La hechicera tomó lo que necesitaba y sacó algo de Barrimorth de la bolsa de cuero que llevaba en el cinturón, lo depositó en un mortero y lo molió levemente para conseguir sacar la parte que le interesaba.
Una vez hecho esto, y con las manos ligeramente temblorosas, echó el Barrimorth al agua hirviendo y se sentó en un taburete cercano a esperar, volviendo a hacer presión para detener el sangrado. Tras unos minutos que se le antojaron eternos, la poción estuvo lista para usarse, se apresuró a sacarla y verterla en un recipiente del que pudiese beber. Esperó a que se enfriase un poco y dio un trago, para luego verter un poco sobre la herida, de modo que su efecto llegase más rápido al corte.
La amable cocinera fue a buscar unas vendas y se las puso, de modo que pronto comenzó a sentirse mejor.
Off: Aquí he hecho uso de mi habilidad pasiva de alquimia al tratarme a mí misma con la poción.
Se colocó en la fila junto a las demás reclutas, mientras el pelirrojo las instaba a tomar los arcos y sacaba el suyo para hacerles una demostración, a la que la de ojos verdes prestó mucha atención. Podía escuchar lo que cuchicheaban sus compañeras, que estaban mucho más interesadas en el cuerpo del instructor que en aprender a tirar, cosa que ya no le sorprendía. Hizo caso omiso de lo que decían y se concentró en memorizar los movimientos que hacía Wallace, para imitarlos cuando le llegase el turno de lanzar.
Antes de que el brujo lanzase, la joven bajó la vista al arco que tenía entre manos, probando la elasticidad de la cuerda y lo resistente que era, a pesar de ser algo antiguo. La flecha cortó el aire y acertó en la diana, bastante cerca del centro de la misma, había sido un buen tiro, difícil de igualar por aquellas novatas. Wallace repartió las flechas entre las muchachas y se situó junto a la de cabellos cenicientos, mientras les recordaba que tensasen bien la cuerda y cargasen apuntando al suelo para evitar accidentes.
La hechicera colocó la flecha en la cuerda y tomó aire, antes de levantar el arco y apuntar a la diana. Enseguida le quedó claro que no tenía la suficiente fuerza en los brazos para tensarlo con la facilidad que había demostrado el pelirrojo, debía mejorar. Tiró de la cuerda hasta colocarla cerca de su mejilla, tal como había visto hacer a Wallace, acto que la obligó a hacer acopio de la mayor parte de sus fuerzas.
Respiró con lentitud mientras apuntaba, teniendo en cuenta también las posibles brisas que pudiesen desviar su tiro. Cuando creyó que ya tenía el punto exacto, contuvo el aliento y soltó la flecha, que silbó en el aire y alcanzó la diana, aunque quedando a medio camino entre la marca de Wallace y el borde exterior. - Al menos no he fallado. - pensó al tiempo que bajaba el arco, para ser la primera vez no estaba del todo mal.
Dos de las muchachas tiraron también, pero sus flechas terminaron perdiéndose en el suelo. La maga mantenía la vista en las dianas para ver los resultados de las demás reclutas, pero se giró hacia al pelirrojo por un instante para ver su reacción a los tiros, con lo que no vio como otra de las chicas tenía graves problemas para tensar su arco. La muchacha no siguió la orden del instructor, intentó cargar la flecha con el arco alzado y este se desvió peligrosamente de un lado a otro mientras la joven se debatía con la cuerda.
Finalmente la flecha se le escapó accidentalmente, volando directamente hacia la de ojos verdes. La recluta emitió un gritito, lo suficiente para que Elen se girase y pudiese darse cuenta de lo que pasaba. Se echó a un lado en un intento por esquivar el proyectil, cuya punta pasó rozándole el hombro izquierdo, ocasionándole un corte no demasiado profundo, pero que comenzó a sangrar.
Elen se echó hacia atrás, con una mueca de dolor en el rostro, mientras la manga de su camisa empezaba a teñirse de color carmesí. Ahogó un quejido y trató de hacer presión sobre la herida, mientras su arco caía al suelo. La culpable se cubrió la boca con una mano, mientras una expresión de espanto aparecía en su rostro, no porque se sintiese mal de haberla herido, sino por la posible reacción de Wallace ante aquella negligencia.
Ana sonrió ampliamente ante aquella visión, aunque hubiese preferido ver como la flecha atravesaba a la maga. La de ojos verdes ni siquiera prestó atención a las reclutas, se sujetó la zona herida y comenzó a andar hacia los barracones, tras echar una mirada al pelirrojo y balbucear que musitar que debía preparar algo para tratarse el corte. Por suerte llevaba siempre consigo algunas hierbas para crear pociones básicas de curación, con lo que solo tendría que encontrar un caldero y algo de agua en los barracones.
Entró y se acercó a la cocina, donde se hallaba una mujer de mediana edad de aspecto amable, que palideció al verla. - Necesito usar algunas cosas de la cocina, por favor…- dijo a la mujer, que de inmediato le dio paso y se ofreció a ayudarla en todo lo posible. La hechicera tomó lo que necesitaba y sacó algo de Barrimorth de la bolsa de cuero que llevaba en el cinturón, lo depositó en un mortero y lo molió levemente para conseguir sacar la parte que le interesaba.
Una vez hecho esto, y con las manos ligeramente temblorosas, echó el Barrimorth al agua hirviendo y se sentó en un taburete cercano a esperar, volviendo a hacer presión para detener el sangrado. Tras unos minutos que se le antojaron eternos, la poción estuvo lista para usarse, se apresuró a sacarla y verterla en un recipiente del que pudiese beber. Esperó a que se enfriase un poco y dio un trago, para luego verter un poco sobre la herida, de modo que su efecto llegase más rápido al corte.
La amable cocinera fue a buscar unas vendas y se las puso, de modo que pronto comenzó a sentirse mejor.
Off: Aquí he hecho uso de mi habilidad pasiva de alquimia al tratarme a mí misma con la poción.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
No me dio tiempo de decir nada cuando vi a Elen herida, hacia la cocina del barranco. Me quede quieto unos instantes quieto mirando como se iba y suspire, intranquilo. Me gire y vi como las demás me miraban con temor. No tenían la culpa, había sido un accidente. Me acerque a la muchacha, aterrada por lo que había hecho y le cogí el arco. La mire de forma tranquilizadora y sonreí al resto, cosa que les sorprendió.
-Por ahora ya esta, practicar vuestros golpes con los muñecos, nada de arco por hoy...-dije mientras recogía las flechas. Me encamine hacia la cocina, quería comprobar como estaba Elen. Deje las armas en uno de los barriles y me apoye en el marco de la puerta. Sus habilidades de alquimia eran buenas, muy buenas. Ella sola se estaba tratando. Me acerque a ella y sin decir nada cogí su brazo herido y o examine. Lo había limpiado bien, no haría falta cauterizar la herida. Suspire y sin saber por que, le acaricie el pelo.
- Siento mucho esto...descansa por hoy, mañana yo me iré pero tu y yo podremos seguir entrenando. Te libras de tus tareas..-le dije sin mas. No me quede a escuchar su respuesta, estaba cansado. Pero debía seguir entrenándolas.-Vamos! Seguiremos con las lanzas! -les dije mientras me limpiaba las manos y cogía una lanza de madera. Las demás me imitaron y se pusieron por parejas. Habían visto que la cosa iba en serio y lo estaban haciendo muy bien. La mirada de Ana me recorría entero. Me ponía nervioso y una parte de mi temía que eso iba para largo.
El entrenamiento acabo sin mas accidentes. Las chicas, agotadas, se fueron a sus barracones a lavarse y cenar. Por fin tendría un momento a solas.
La noche era fresca y silenciosa. Fumaba tranquilamente sentando en uno de los barriles de vino, al iré libre. El calor de la fragua me acompañaba mientras el humo y el olor a las hierbas se mezclaban con la leña quemada. Pensé entonces en el camino a casa y todo lo que quedaba por hacer. Un ruido me saco de mi meditación. Mire de reojo hacia el origen y adivine una silueta en la oscuridad. Pensé que era Elen pero me equivoque. Mi cuerpo tembló y me puse serio de golpe. Era Ana. Se acerco a mi y sin que pudiera detenerla me apunto con una daga de verdad, al cuello, muy cerca de mi. Sus ojos eran una mezcla de deseo y poca cordura.
-Buenas noches maestro...sera tan amable de hacer lo que yo le diga?....-me susurro, con esa voz mortalmente aterciopelada. Trague saliva y asentí. Era mejor decirle que si, podía cortarme el pescuezo.- Buen chico...ahora, desnúdese.
-Por ahora ya esta, practicar vuestros golpes con los muñecos, nada de arco por hoy...-dije mientras recogía las flechas. Me encamine hacia la cocina, quería comprobar como estaba Elen. Deje las armas en uno de los barriles y me apoye en el marco de la puerta. Sus habilidades de alquimia eran buenas, muy buenas. Ella sola se estaba tratando. Me acerque a ella y sin decir nada cogí su brazo herido y o examine. Lo había limpiado bien, no haría falta cauterizar la herida. Suspire y sin saber por que, le acaricie el pelo.
- Siento mucho esto...descansa por hoy, mañana yo me iré pero tu y yo podremos seguir entrenando. Te libras de tus tareas..-le dije sin mas. No me quede a escuchar su respuesta, estaba cansado. Pero debía seguir entrenándolas.-Vamos! Seguiremos con las lanzas! -les dije mientras me limpiaba las manos y cogía una lanza de madera. Las demás me imitaron y se pusieron por parejas. Habían visto que la cosa iba en serio y lo estaban haciendo muy bien. La mirada de Ana me recorría entero. Me ponía nervioso y una parte de mi temía que eso iba para largo.
El entrenamiento acabo sin mas accidentes. Las chicas, agotadas, se fueron a sus barracones a lavarse y cenar. Por fin tendría un momento a solas.
La noche era fresca y silenciosa. Fumaba tranquilamente sentando en uno de los barriles de vino, al iré libre. El calor de la fragua me acompañaba mientras el humo y el olor a las hierbas se mezclaban con la leña quemada. Pensé entonces en el camino a casa y todo lo que quedaba por hacer. Un ruido me saco de mi meditación. Mire de reojo hacia el origen y adivine una silueta en la oscuridad. Pensé que era Elen pero me equivoque. Mi cuerpo tembló y me puse serio de golpe. Era Ana. Se acerco a mi y sin que pudiera detenerla me apunto con una daga de verdad, al cuello, muy cerca de mi. Sus ojos eran una mezcla de deseo y poca cordura.
-Buenas noches maestro...sera tan amable de hacer lo que yo le diga?....-me susurro, con esa voz mortalmente aterciopelada. Trague saliva y asentí. Era mejor decirle que si, podía cortarme el pescuezo.- Buen chico...ahora, desnúdese.
Wallace Mcgregor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
El Barrimorth pronto empezó a hacer efecto, aliviándole el dolor y consiguiendo que la herida no se infectase, en unas horas estaría mucho mejor. Por desgracia no llevaba consigo el ungüento cicatrizante que le había obsequiado el alquimista Félix, pero si la herida no comenzaba a cerrar en las horas siguientes se lo aplicaría cuando regresase a la posada donde se hospedaba.
Wallace, que se había acercado a los barracones para ver cómo se encontraba tras el accidente, se acercó a ella y le revisó el brazo, antes de acariciarle el pelo. Para la de ojos verdes aquel gesto resultó algo extraño, pues aunque sabía bien que las intenciones del pelirrojo no podían ser malas, no estaba acostumbrada a aquellas cosas. El brujo se disculpó por lo sucedido y le dijo que descansara el resto de la tarde, recordándole que ya tendrían ocasión de seguir entrenando, cuando se uniese a su clan.
Aquella idea no le agradaba, había venido para aprender a luchar y a causa de un desafortunado incidente tendría que perderse las prácticas, pero sabía que con el brazo en aquel estado no podría hacer bien las cosas, así que se limitó a asentir con la cabeza mientras el instructor salía de nuevo hacia la arena. Elen terminó de vendarse y aceptó la camisa que la cocinera le había buscado, para poder deshacerse de la que llevaba, que había quedado cortada y manchada de sangre.
- Vaya racha, la ropa no me dura nada. - musitó mientras tiraba la prenda rota, recordando lo que había pasado con los trasgos, que le habían destrozado su muda favorita un año antes. Desde entonces había intentado buscar algo semejante, pero parecía que cuando lo encontraba terminaba del mismo modo, tal como le había pasado a su camisa con la flecha. Suspiró y dio las gracias a la amable mujer, antes de salir de los barracones y sentarse cerca de la zona de entrenamiento, ya que no podía practicar al menos observaría y memorizaría los movimientos que pudiesen resultar útiles.
Algunas de las muchachas le dedicaron miradas molestas, seguro que hubiesen estado mucho más alegres si la herida hubiese sido grave. Elevó la vista al cielo de forma exagerada en respuesta, esbozando una leve sonrisa al compararlas mentalmente con el ganado, ya que sin duda actuaban de forma muy similar, todas siguiendo a Ana como si ella fuera la dueña de todo. Apartó su atención de ellas para centrarla en Wallace y las lecciones que empezaba a dar con las lanzas, aquello podría ser interesante.
La hechicera sabía que dadas sus condiciones físicas le costaría bastante manejar un arma tan pesada y larga, pero todo se basaba en el entrenamiento constante, así que más adelante lo intentaría, cuando se repusiera de la herida. El sol comenzó a ocultarse, con lo que el pelirrojo decidió dar por terminado el entrenamiento, enviando a las reclutas a los barracones para que pudiesen asearse y cenar.
Elen esperó a que entrasen todas, la verdad es que no tenía ganas de compartir una sala con ellas después del día que le habían dado, pero quería comer algo antes de abandonar la zona de la guardia. Cruzó el umbral de la puerta y se sentó en una de las mesas cercanas a la cocina, para charlar con la amable mujer que la había atendido antes, sin duda sería la mejor compañía posible en aquel lugar.
Enfrascada como estaba en la conversación, no reparó en que Ana abandonaba el barracón de forma algo sospechosa, mientras las demás se quedaban y cuchicheaban entre ellas, riendo levemente a ratos. Cuando terminó de comer se giró levemente hacia las demás, frunció el ceño al ver que la cabecilla faltaba pero no le dio mayor importancia, al menos de momento. Se despidió de la cocinera y salió al exterior, necesitaba tomar aire para despejarse un poco, pronto emprendería el camino a la posada, pero al menos quería despedirse del brujo antes.
Wallace, que se había acercado a los barracones para ver cómo se encontraba tras el accidente, se acercó a ella y le revisó el brazo, antes de acariciarle el pelo. Para la de ojos verdes aquel gesto resultó algo extraño, pues aunque sabía bien que las intenciones del pelirrojo no podían ser malas, no estaba acostumbrada a aquellas cosas. El brujo se disculpó por lo sucedido y le dijo que descansara el resto de la tarde, recordándole que ya tendrían ocasión de seguir entrenando, cuando se uniese a su clan.
Aquella idea no le agradaba, había venido para aprender a luchar y a causa de un desafortunado incidente tendría que perderse las prácticas, pero sabía que con el brazo en aquel estado no podría hacer bien las cosas, así que se limitó a asentir con la cabeza mientras el instructor salía de nuevo hacia la arena. Elen terminó de vendarse y aceptó la camisa que la cocinera le había buscado, para poder deshacerse de la que llevaba, que había quedado cortada y manchada de sangre.
- Vaya racha, la ropa no me dura nada. - musitó mientras tiraba la prenda rota, recordando lo que había pasado con los trasgos, que le habían destrozado su muda favorita un año antes. Desde entonces había intentado buscar algo semejante, pero parecía que cuando lo encontraba terminaba del mismo modo, tal como le había pasado a su camisa con la flecha. Suspiró y dio las gracias a la amable mujer, antes de salir de los barracones y sentarse cerca de la zona de entrenamiento, ya que no podía practicar al menos observaría y memorizaría los movimientos que pudiesen resultar útiles.
Algunas de las muchachas le dedicaron miradas molestas, seguro que hubiesen estado mucho más alegres si la herida hubiese sido grave. Elevó la vista al cielo de forma exagerada en respuesta, esbozando una leve sonrisa al compararlas mentalmente con el ganado, ya que sin duda actuaban de forma muy similar, todas siguiendo a Ana como si ella fuera la dueña de todo. Apartó su atención de ellas para centrarla en Wallace y las lecciones que empezaba a dar con las lanzas, aquello podría ser interesante.
La hechicera sabía que dadas sus condiciones físicas le costaría bastante manejar un arma tan pesada y larga, pero todo se basaba en el entrenamiento constante, así que más adelante lo intentaría, cuando se repusiera de la herida. El sol comenzó a ocultarse, con lo que el pelirrojo decidió dar por terminado el entrenamiento, enviando a las reclutas a los barracones para que pudiesen asearse y cenar.
Elen esperó a que entrasen todas, la verdad es que no tenía ganas de compartir una sala con ellas después del día que le habían dado, pero quería comer algo antes de abandonar la zona de la guardia. Cruzó el umbral de la puerta y se sentó en una de las mesas cercanas a la cocina, para charlar con la amable mujer que la había atendido antes, sin duda sería la mejor compañía posible en aquel lugar.
Enfrascada como estaba en la conversación, no reparó en que Ana abandonaba el barracón de forma algo sospechosa, mientras las demás se quedaban y cuchicheaban entre ellas, riendo levemente a ratos. Cuando terminó de comer se giró levemente hacia las demás, frunció el ceño al ver que la cabecilla faltaba pero no le dio mayor importancia, al menos de momento. Se despidió de la cocinera y salió al exterior, necesitaba tomar aire para despejarse un poco, pronto emprendería el camino a la posada, pero al menos quería despedirse del brujo antes.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
El frió acero de la daga de Ana apretaba mi cuello conforme yo tragaba silaba. su orden, su petición "amistosa", me dejo ciertamente trastocado. ¿acaso la niña sabia lo que un hombre de mi tamaño podía hacerle? estaba claro que Ana solo había estado con muchachos jóvenes e inexpertos, de esos que se creen que todas mujeres se conquistan con un ramo de flores. mis experiencia personal me ha enseñado que la mujer, es la criatura mas peligrosa de Aerandir, un peligro que adopta mil y una formas, colores y palabras.
suspire, cansado. debía acceder a lo que decía o pensar un plan rápidamente. entonces recordé las terapias de Circenn, en esos días que yo necesitaba que alguien me diese una buena lección, y no precisamente con palabras. Ana necesitaba ahora eso, una terapia de choque. pero tampoco quería manchar mi nombre, ni mucho menos hacer nada poco apropiado.
-Muy bien, haré lo que me pides...- le susurre mirándola a los ojos, pero esta vez, siguiéndole el juego, mostrando un deseo que seguramente no había visto nunca en los ojos de un hombre. Para deleite de su viste, me quite la ropa muy lentamente, debía distraerla, hacerle creer que me había atrapado, a mi, al líder de los cuervos de plata. mi mente tenia ganas de recordar aquella noche, y no pude evitar ver las imágenes de una aventura que me llevó al nido de un grupo de sucubos. ellas también se confiaron, pero a Ana no podía matarla.
Cuando solo los calzones eran la única pieza de ropa que me quedaba, me crucé de brazos y la mire, retándola. vi la duda en sus ojos, la sorpresa de mi sumisión, y sobretodo de mi postura actual. La daga aflojaba en sus dedos, dudosa, se había quedado sin ideas, era el momento perfecto.
-Muy bien, aquí me tienes, casi desnudo ¿que harás ahora eh?- le espeté, mirándole de arriba abajo, viendo como su cuerpo empezaba a temblar, por miedo o deseo. estaba claro que nunca había visto un hombre como yo... no le culpaba. avance unos pasos hacia ella, su cuerpo no se movía. llegue a un proximidad intima, podía sentir su aliento y ella podía sentir mi cuerpo cerca. alzó la daga, por miedo, por puro instinto, rozando mi cuello.
-N-no e-espe-pera, ¿que ha-aces?- jadeó, temblorosa, yo no pude evitar sonreír, estaba claro que era de palabras, no de actos. pero tenia que darle un buen escarmiento. así pues, la cogí de los hombro, e ignorando la daga, resbalando de sus manos, la empotre contra la pared, aplastando su cuerpo contra el mio.
-¿Y ahora que? ¿te arranco la ropa y me aprovecho de ti, o quizás debería romperte el cuello?- ella tembló aun más, pero sus dedos se clavaban en mis brazos, dentro de ella, seguramente, había una batalla, sobre que hacer: si chillar, o dejarse hacer.
suspire, cansado. debía acceder a lo que decía o pensar un plan rápidamente. entonces recordé las terapias de Circenn, en esos días que yo necesitaba que alguien me diese una buena lección, y no precisamente con palabras. Ana necesitaba ahora eso, una terapia de choque. pero tampoco quería manchar mi nombre, ni mucho menos hacer nada poco apropiado.
-Muy bien, haré lo que me pides...- le susurre mirándola a los ojos, pero esta vez, siguiéndole el juego, mostrando un deseo que seguramente no había visto nunca en los ojos de un hombre. Para deleite de su viste, me quite la ropa muy lentamente, debía distraerla, hacerle creer que me había atrapado, a mi, al líder de los cuervos de plata. mi mente tenia ganas de recordar aquella noche, y no pude evitar ver las imágenes de una aventura que me llevó al nido de un grupo de sucubos. ellas también se confiaron, pero a Ana no podía matarla.
Cuando solo los calzones eran la única pieza de ropa que me quedaba, me crucé de brazos y la mire, retándola. vi la duda en sus ojos, la sorpresa de mi sumisión, y sobretodo de mi postura actual. La daga aflojaba en sus dedos, dudosa, se había quedado sin ideas, era el momento perfecto.
-Muy bien, aquí me tienes, casi desnudo ¿que harás ahora eh?- le espeté, mirándole de arriba abajo, viendo como su cuerpo empezaba a temblar, por miedo o deseo. estaba claro que nunca había visto un hombre como yo... no le culpaba. avance unos pasos hacia ella, su cuerpo no se movía. llegue a un proximidad intima, podía sentir su aliento y ella podía sentir mi cuerpo cerca. alzó la daga, por miedo, por puro instinto, rozando mi cuello.
-N-no e-espe-pera, ¿que ha-aces?- jadeó, temblorosa, yo no pude evitar sonreír, estaba claro que era de palabras, no de actos. pero tenia que darle un buen escarmiento. así pues, la cogí de los hombro, e ignorando la daga, resbalando de sus manos, la empotre contra la pared, aplastando su cuerpo contra el mio.
-¿Y ahora que? ¿te arranco la ropa y me aprovecho de ti, o quizás debería romperte el cuello?- ella tembló aun más, pero sus dedos se clavaban en mis brazos, dentro de ella, seguramente, había una batalla, sobre que hacer: si chillar, o dejarse hacer.
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
La fresca brisa nocturna la alcanzó en cuanto cruzó el umbral de la puerta, haciendo que sus cenicientos cabellos ondearan levemente. Se apartó un mechón del rostro y echó un vistazo a los alrededores, no sabía dónde podía estar Wallace en aquel momento, ni siquiera si aún se encontraría allí, pero intentaría encontrarlo al menos para despedirse. Bajó los escasos escalones y se encaminó a la arena, pensando que quizá el brujo se hubiese quedado allí recogiendo el material de entrenamiento.
La oscuridad no ayudaba mucho, y teniendo en cuenta que la luz de los pocos farolillos cercanos era tenue, optó por usar sus poderes para guiarse. Utilizó su elemento para crear una esfera de energía, que manipuló para que volase un metro por delante de su cuerpo, de modo que pudiese ver bien por dónde iba. Esquivó los desniveles del terreno y siguió su camino, con lo que pronto llegó a la arena sin incidentes.
Todo estaba ya recogido, los muñecos de paja habían sido guardados al igual que las dianas y arcos, dejando la zona casi completamente vacía, a excepción de los barriles cercanos, en que descansaban algunas espadas. Apoyó los brazos sobre la valla de madera y observó en silencio el lugar durante unos instantes, mientras una idea cruzaba por su mente. Por desgracia no sabía con exactitud dónde estaban las flechas que habían usado antes, pero podría apañarse con su daga, que aunque superaba en peso al proyectil del arco, valdría para el intento.
- Veamos de qué soy capaz. - Desenfundó el arma y la colocó sobre la valla, clavó la vista en ella y se concentró tanto como pudo para hacerla levitar con ayuda de su telequinesis. Conseguir que se alzara fue más complicado de lo que esperaba, pero nunca se había puesto a practicar en serio aquella habilidad propia de su raza así que resultaba normal que costase tanto. Hizo girar el puñal para que apuntase a uno de los postes de madera, donde antes había estado una de las dianas, contuvo el aliento por un momento y frunció el ceño por el esfuerzo que le estaba exigiendo.
La daga cortó el aire, no tan rápido como lo hubiese hecho una flecha pero a una velocidad suficiente para que un objetivo vivo no pudiese esquivarla por completo. La bruja esbozó una leve sonrisa al ver que quedaba incrustada en el poste, saltó la valla y se acercó para recuperarla, antes de devolverla a su vaina del cinturón. Abandonó la arena y se dirigió a la fragua, que parecía estar más iluminada que el resto de la zona.
Se detuvo al escuchar unas voces, hizo desaparecer la esfera luminosa y se asomó levemente, a tiempo de ver como Ana apuntaba al pelirrojo con una daga directamente al cuello. Wallace comenzó a desvestirse ante la muchacha, con lo que estaba claro que la locura de la joven por el instructor había traspasado todo los límites. Elen buscó con la mirada alguna cosa que pudiese servirle para atizar a la recluta, pero en la fragua no había mucho donde elegir, y casi todas las herramientas eran demasiado pesadas para que consiguiera manejarlas con su telequinesis.
Avanzó de forma sigilosa para acercarse un poco, pero seguía sin encontrar nada que pudiese utilizar, aunque el brujo no parecía estar demasiado preocupado, a pesar de estar ya en calzones frente a aquella acosadora. Al parecer Ana no sabía bien cómo actuar ante un hombre como aquel, probablemente se esperaba más resistencia por su parte, o estaba acostumbrada a tratar con jovenzuelos que en nada se asemejaban a Wallace.
La de ojos verdes apartó levemente la mirada justo en el instante en que el pelirrojo, dándose cuenta de que la recluta empezaba a dudar y temblaba, la sujetó con fuerza y la empotró contra una de las paredes, haciendo que perdiese su arma. La hechicera escuchó lo que decía, estaba claro que el brujo quería darle una lección a aquella muchacha, aunque no sabía muy bien de qué forma.
Volvió a asomarse y centró su atención en la daga que había caído al suelo, frunció el ceño y la hizo levitar, para posteriormente apartarla de la fragua y dejarla caer en el interior de uno de los barriles cercanos. Con eso sería suficiente, y teniendo en cuenta que Wallace tenía controlada la situación decidió no meterse, él sabría qué hacer para que aquella joven no volviese a comportarse del mismo modo, aunque la idea de que el pelirrojo se aprovechase de ella empañaría la imagen que tenía de él.
La oscuridad no ayudaba mucho, y teniendo en cuenta que la luz de los pocos farolillos cercanos era tenue, optó por usar sus poderes para guiarse. Utilizó su elemento para crear una esfera de energía, que manipuló para que volase un metro por delante de su cuerpo, de modo que pudiese ver bien por dónde iba. Esquivó los desniveles del terreno y siguió su camino, con lo que pronto llegó a la arena sin incidentes.
Todo estaba ya recogido, los muñecos de paja habían sido guardados al igual que las dianas y arcos, dejando la zona casi completamente vacía, a excepción de los barriles cercanos, en que descansaban algunas espadas. Apoyó los brazos sobre la valla de madera y observó en silencio el lugar durante unos instantes, mientras una idea cruzaba por su mente. Por desgracia no sabía con exactitud dónde estaban las flechas que habían usado antes, pero podría apañarse con su daga, que aunque superaba en peso al proyectil del arco, valdría para el intento.
- Veamos de qué soy capaz. - Desenfundó el arma y la colocó sobre la valla, clavó la vista en ella y se concentró tanto como pudo para hacerla levitar con ayuda de su telequinesis. Conseguir que se alzara fue más complicado de lo que esperaba, pero nunca se había puesto a practicar en serio aquella habilidad propia de su raza así que resultaba normal que costase tanto. Hizo girar el puñal para que apuntase a uno de los postes de madera, donde antes había estado una de las dianas, contuvo el aliento por un momento y frunció el ceño por el esfuerzo que le estaba exigiendo.
La daga cortó el aire, no tan rápido como lo hubiese hecho una flecha pero a una velocidad suficiente para que un objetivo vivo no pudiese esquivarla por completo. La bruja esbozó una leve sonrisa al ver que quedaba incrustada en el poste, saltó la valla y se acercó para recuperarla, antes de devolverla a su vaina del cinturón. Abandonó la arena y se dirigió a la fragua, que parecía estar más iluminada que el resto de la zona.
Se detuvo al escuchar unas voces, hizo desaparecer la esfera luminosa y se asomó levemente, a tiempo de ver como Ana apuntaba al pelirrojo con una daga directamente al cuello. Wallace comenzó a desvestirse ante la muchacha, con lo que estaba claro que la locura de la joven por el instructor había traspasado todo los límites. Elen buscó con la mirada alguna cosa que pudiese servirle para atizar a la recluta, pero en la fragua no había mucho donde elegir, y casi todas las herramientas eran demasiado pesadas para que consiguiera manejarlas con su telequinesis.
Avanzó de forma sigilosa para acercarse un poco, pero seguía sin encontrar nada que pudiese utilizar, aunque el brujo no parecía estar demasiado preocupado, a pesar de estar ya en calzones frente a aquella acosadora. Al parecer Ana no sabía bien cómo actuar ante un hombre como aquel, probablemente se esperaba más resistencia por su parte, o estaba acostumbrada a tratar con jovenzuelos que en nada se asemejaban a Wallace.
La de ojos verdes apartó levemente la mirada justo en el instante en que el pelirrojo, dándose cuenta de que la recluta empezaba a dudar y temblaba, la sujetó con fuerza y la empotró contra una de las paredes, haciendo que perdiese su arma. La hechicera escuchó lo que decía, estaba claro que el brujo quería darle una lección a aquella muchacha, aunque no sabía muy bien de qué forma.
Volvió a asomarse y centró su atención en la daga que había caído al suelo, frunció el ceño y la hizo levitar, para posteriormente apartarla de la fragua y dejarla caer en el interior de uno de los barriles cercanos. Con eso sería suficiente, y teniendo en cuenta que Wallace tenía controlada la situación decidió no meterse, él sabría qué hacer para que aquella joven no volviese a comportarse del mismo modo, aunque la idea de que el pelirrojo se aprovechase de ella empañaría la imagen que tenía de él.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Sentí un escalofrío en mi columna, una pequeña noción de que magia había sido empleada donde estábamos. Me permití el echo de poder mirar de reojo y comprobé que la daga de Ana ya no estaba. Al principio sentí vergüenza pues seguramente Elen nos habría visto. Que pensaría ella ahora? En ese momento desee que no hubiera sido ella. Suspire y me aparté de Ana. Ella seguía temblando, cogiéndose la camisa, encogida. Me miró y luego a la salida. Quería huir.
- Vete, no quiero volver a verte y da gracias que no le diga a tu padre que has hecho o has intentado hacer...-le dije con dureza, mientras me vestía de nuevo. Entonces cometí el error de darle la espalda.
Escuché una risa, mas maligna que inocente. Una sensación de locura en mi espalda seguida de un gran dolor. Ana me había atacado. Gruñí de dolor mientras me tambaleaba. Me había clavado algo, frió y punzante. Demasiadas armas alrededor, no paraba de reír y de jadear de agonía, estaba loca. Intente alcanzar el arma clavada en mi espalda, cerca del hombro pero el dolor me izo doblarme, estaba bien clavada.
- Si no eres mio no seras de nadie! -gritó mientras se miraba las manos manchadas de mi sangre. Por un momento pensé que me atacaría de nuevo pero en vez de eso salió gritando y riendo.- De nadie! -gimió mientras caminaba como loca.
Ana localizó a Elen con la mirada. Había dejado al brujo casi inconsciente, apoyado en la mesa intentado no caerse y desmayarse. Los ojos de la chica, salidos por la emoción y el morbo de la muerte miraron a la bruja con odio y locura.
-Zorra...a ti también te matare...y luego os quemare juntos...eso es lo que quieres? Eh? Maldita fulana! -le gritó mientras cogía un garrote de uno de los barriles, mas pesado que ella.- EL ES MIO! -le grito mientras avanzaba hacia ella, frenética.
El dolor me estaba paralizando los brazos. Menudo golpe, notaba la sangre caer. Una cicatriz mas pero debía sacarme el arma, fuera lo que fuera. Me apoye en la mesa intentando no caerme. Mierda, se me nublaba la vista...no podía desmayarme.
- Vete, no quiero volver a verte y da gracias que no le diga a tu padre que has hecho o has intentado hacer...-le dije con dureza, mientras me vestía de nuevo. Entonces cometí el error de darle la espalda.
Escuché una risa, mas maligna que inocente. Una sensación de locura en mi espalda seguida de un gran dolor. Ana me había atacado. Gruñí de dolor mientras me tambaleaba. Me había clavado algo, frió y punzante. Demasiadas armas alrededor, no paraba de reír y de jadear de agonía, estaba loca. Intente alcanzar el arma clavada en mi espalda, cerca del hombro pero el dolor me izo doblarme, estaba bien clavada.
- Si no eres mio no seras de nadie! -gritó mientras se miraba las manos manchadas de mi sangre. Por un momento pensé que me atacaría de nuevo pero en vez de eso salió gritando y riendo.- De nadie! -gimió mientras caminaba como loca.
Ana localizó a Elen con la mirada. Había dejado al brujo casi inconsciente, apoyado en la mesa intentado no caerse y desmayarse. Los ojos de la chica, salidos por la emoción y el morbo de la muerte miraron a la bruja con odio y locura.
-Zorra...a ti también te matare...y luego os quemare juntos...eso es lo que quieres? Eh? Maldita fulana! -le gritó mientras cogía un garrote de uno de los barriles, mas pesado que ella.- EL ES MIO! -le grito mientras avanzaba hacia ella, frenética.
El dolor me estaba paralizando los brazos. Menudo golpe, notaba la sangre caer. Una cicatriz mas pero debía sacarme el arma, fuera lo que fuera. Me apoye en la mesa intentando no caerme. Mierda, se me nublaba la vista...no podía desmayarme.
Wallace Mcgregor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Elen, que se había dado la vuelta y esperaba la oportunidad adecuada para alejarse de la escena sin ser vista, alcanzó a escuchar como el brujo echaba a la muchacha de la fragua. Aquello hizo que se sintiera aliviada, Wallace era un buen hombre y con total seguridad también sería un líder al que podría seguir, cuando finalmente se uniese a los Cuervos. Respiró con lentitud y se dispuso a abandonar el lugar con rapidez, antes de que la recluta decidiese irse y la encontrase en su camino.
Pero antes de que pudiese dar siquiera un paso, la maligna risa de Ana llegó a sus oídos, haciendo que se girase y contemplase con horror como la joven había perdido por completo la cordura. El brujo se dobló de dolor, mientras en su espalda podía verse con claridad la empuñadura de un puñal o arma corta, profundamente clavada en su cuerpo. La de ojos verdes palideció, sin duda la muchacha había traspasado todos los límites posibles, debía hacer algo para ayudar al herido.
Ana gritó que si él no era para ella no sería para nadie, antes de salir de la fragua riendo y gritando, totalmente enloquecida. Pronto su vista se clavó en la de cabellos cenicientos, comenzó a insultarla y amenazarla, gritando a pleno pulmón que la mataría y quemaría junto con el pelirrojo. - ¿Cómo puede estar tan loca? - se preguntó mentalmente la maga, mientras la recluta tomaba un garrote y avanzaba hacia ella.
- ¡Has perdido el juicio! - exclamó en respuesta, esperando que se acercase un poco más antes de revelar sus poderes. - Pero no te saldrás con la tuya, no lo permitiré. - añadió, justo en el momento en que su agresora ya se encontraba a solo cuatro metros de ella. La electricidad surgió de sus hombros y le recorrió los brazos por completo, haciendo que la muchacha se detuviese durante unos segundos, sorprendida por aquel poder que tenía.
Sin embargo, ni siquiera eso fue suficiente para asustarla, sujetó con fuerza el garrote y siguió avanzando, ahora con más prisa. Elen no dudó, alzó ambos brazos para dar más fuerza a su ataque y liberó el elemento en una ráfaga de tres descargas consecutivas, que alcanzaron a su oponente directamente en el pecho. El cuerpo de Ana salió despedido a causa de los impactos, aterrizando bruscamente sobre unos barriles, que se rompieron bajo su peso.
La bruja corrió hacia ella para dejarla fuera de combate antes de que volviese a levantarse, le propinó un puñetazo en la mandíbula y una descarga directamente sobre la piel expuesta. La muchacha se revolvió, parecía haber llegado a un estado de locura en que ni siquiera el dolor la detenía, pero poco pudo hacer contra la electricidad, que en cuestión de unos instantes la hizo caer inconsciente.
Una vez segura de que no se despertaría, acudió rápidamente hacia Wallace, que luchaba por mantenerse apoyado sobre una mesa. Lo sujetó por uno de los brazos e intentó que se sentase, cosa que no resultó nada fácil por lo débil que era ella físicamente y la poca ayuda que podía ofrecer el pelirrojo. Con esfuerzo terminó consiguiéndolo, se colocó a su espalda y extrajo el puñal, que por su tamaño parecía ser un arma arrojadiza.
- Resiste Wallace, pase lo que pase no te duermas. - le dijo, mientras trataba de taponar la herida con lo que tenía a mano, que no era mucho. Un rápido examen del arma y la herida le dieron los datos necesarios para estar segura de que por suerte, no le había alcanzado ningún órgano vital, pero debía tratarlo lo antes posible para que no siguiera perdiendo sangre. Presionó con fuerza la herida para detener el sangrado y se echó uno de los brazos del brujo sobre los hombros para que la usara de apoyo, antes de levantarlo y comenzar a andar hacia los barracones.
- ¡Ayuda! ¡Hay un hombre herido! - exclamó mientras avanzaban lentamente. Unos guardias salieron a su encuentro, tomaron al herido y lo condujeron a la enfermería, mientras la de ojos verdes relataba lo ocurrido a otro par y les indicaba el lugar donde había dejado a la recluta, que sería arrestada de inmediato. Tras esto siguió a los que llevaban a Wallace, intentaría ayudar en lo que pudiese con sus conocimientos de alquimia, pero estaba claro que un médico podría atenderlo mejor.
Pero antes de que pudiese dar siquiera un paso, la maligna risa de Ana llegó a sus oídos, haciendo que se girase y contemplase con horror como la joven había perdido por completo la cordura. El brujo se dobló de dolor, mientras en su espalda podía verse con claridad la empuñadura de un puñal o arma corta, profundamente clavada en su cuerpo. La de ojos verdes palideció, sin duda la muchacha había traspasado todos los límites posibles, debía hacer algo para ayudar al herido.
Ana gritó que si él no era para ella no sería para nadie, antes de salir de la fragua riendo y gritando, totalmente enloquecida. Pronto su vista se clavó en la de cabellos cenicientos, comenzó a insultarla y amenazarla, gritando a pleno pulmón que la mataría y quemaría junto con el pelirrojo. - ¿Cómo puede estar tan loca? - se preguntó mentalmente la maga, mientras la recluta tomaba un garrote y avanzaba hacia ella.
- ¡Has perdido el juicio! - exclamó en respuesta, esperando que se acercase un poco más antes de revelar sus poderes. - Pero no te saldrás con la tuya, no lo permitiré. - añadió, justo en el momento en que su agresora ya se encontraba a solo cuatro metros de ella. La electricidad surgió de sus hombros y le recorrió los brazos por completo, haciendo que la muchacha se detuviese durante unos segundos, sorprendida por aquel poder que tenía.
Sin embargo, ni siquiera eso fue suficiente para asustarla, sujetó con fuerza el garrote y siguió avanzando, ahora con más prisa. Elen no dudó, alzó ambos brazos para dar más fuerza a su ataque y liberó el elemento en una ráfaga de tres descargas consecutivas, que alcanzaron a su oponente directamente en el pecho. El cuerpo de Ana salió despedido a causa de los impactos, aterrizando bruscamente sobre unos barriles, que se rompieron bajo su peso.
La bruja corrió hacia ella para dejarla fuera de combate antes de que volviese a levantarse, le propinó un puñetazo en la mandíbula y una descarga directamente sobre la piel expuesta. La muchacha se revolvió, parecía haber llegado a un estado de locura en que ni siquiera el dolor la detenía, pero poco pudo hacer contra la electricidad, que en cuestión de unos instantes la hizo caer inconsciente.
Una vez segura de que no se despertaría, acudió rápidamente hacia Wallace, que luchaba por mantenerse apoyado sobre una mesa. Lo sujetó por uno de los brazos e intentó que se sentase, cosa que no resultó nada fácil por lo débil que era ella físicamente y la poca ayuda que podía ofrecer el pelirrojo. Con esfuerzo terminó consiguiéndolo, se colocó a su espalda y extrajo el puñal, que por su tamaño parecía ser un arma arrojadiza.
- Resiste Wallace, pase lo que pase no te duermas. - le dijo, mientras trataba de taponar la herida con lo que tenía a mano, que no era mucho. Un rápido examen del arma y la herida le dieron los datos necesarios para estar segura de que por suerte, no le había alcanzado ningún órgano vital, pero debía tratarlo lo antes posible para que no siguiera perdiendo sangre. Presionó con fuerza la herida para detener el sangrado y se echó uno de los brazos del brujo sobre los hombros para que la usara de apoyo, antes de levantarlo y comenzar a andar hacia los barracones.
- ¡Ayuda! ¡Hay un hombre herido! - exclamó mientras avanzaban lentamente. Unos guardias salieron a su encuentro, tomaron al herido y lo condujeron a la enfermería, mientras la de ojos verdes relataba lo ocurrido a otro par y les indicaba el lugar donde había dejado a la recluta, que sería arrestada de inmediato. Tras esto siguió a los que llevaban a Wallace, intentaría ayudar en lo que pudiese con sus conocimientos de alquimia, pero estaba claro que un médico podría atenderlo mejor.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Los guaridas dejaron al herido encima de una mesa en los comedores, tirando las cosas al suelo pues la herida sangraba mas de lo debido. Discutían entre ellos sobre a quien llamar mientras el brujo palidecía cada vez mas.
Fue casi como un milagro, algo escrito en la telaraña del destino. La puerta se abrió y una gran figura entró en la sala. Los guardias, como primera reacción sacaron sus armas pero el individuo alzo una mano, mas bien, una zarpa. Enseño su amuleto de Mhjolnir y estos se apartaron, agachando la cabeza, sabiendo el significado de aquel objeto.
---
A pesar de mi vista nublada y el dolor que alcanzaba cada rincón de mi cuerpo pude vislumbrar levemente quien había entrado en el comedor. Su figura me era muy familiar y no pude evitar sonreír de la ironía.
-Circenn....-jadee mientras alzaba la mano hacia el. Se quitó la capucha y mostró su rostro leonido, su gran estatura y su cuerpo. Los guardias retrocedieron mientras el hombre bestia avanzaba hacia mi. Cogió mi mano, apretándola mirándome a los ojos y asintió.-... siempre estas cerca...maldito bastardo...-jadee sonriendo mas. El dolor me izo gemir cosa que alerto a mi amigo. Circenn giro el rostro hacia Elen y clavo sus ojos de cielo en ella.
-Ven, ayúdame muchacha...-le susurro mientras sacaba sus cosas de la bolsa. Circenn era buen sanador y cirujano, como todo buen monje. Con su fuerza animal no dudo en girarme, ignorando mis jadeos. Me estaba matando, maldita muchacha. Sentí como rasgaba un trozo de tela y empezaba a limpiar la sangre. Lo oía murmurar mientras sus manos empezaban a examinar la herida, abriéndola para comprobar que no había esquirlas del arma. De reojo pude observar como le daba indicaciones a Elen, quien se veía asustada. Alargue la mano como pude hacia ella y roce su mano, sonriendo-le, haciéndole ver que todo iría bien.- El día que no te encuentre moribundo sera un milagro..casi no tienes sitio para mas cicatrices Wallace...-me riñó el mientras sus uñas repasaban alguna que otra cicatriz.-...Dioses...haber si te casas ya y coleccionas hijos y no heridas...-siguió el mientras me machacaba, abriendo mas la herida para poder desinfectarla.-....muchacho estúpido...
-Circenn...por favor...-le suplique mientras apretaba la mano en la mesa, ahogando un jadeo de dolor intenso. Cerré los ojos y desee que Elen no me viera en ese estado, pero supongo que me lo había buscado.
Sentía hormigueos en mis manos, la frente sudada, goteando. Había soportado dolores peores pero por alguna razón ahora lo estaba pasando realmente mal. Me pesaban los parpados...quería dormir y descansar. Circenn me pincho en una nalga lo que me despejo al instante, maldiciéndole en elfico. El soltó una pequeña risilla y siguió con la ayuda de Elen.-...bastardo peludo...
Fue casi como un milagro, algo escrito en la telaraña del destino. La puerta se abrió y una gran figura entró en la sala. Los guardias, como primera reacción sacaron sus armas pero el individuo alzo una mano, mas bien, una zarpa. Enseño su amuleto de Mhjolnir y estos se apartaron, agachando la cabeza, sabiendo el significado de aquel objeto.
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A pesar de mi vista nublada y el dolor que alcanzaba cada rincón de mi cuerpo pude vislumbrar levemente quien había entrado en el comedor. Su figura me era muy familiar y no pude evitar sonreír de la ironía.
-Circenn....-jadee mientras alzaba la mano hacia el. Se quitó la capucha y mostró su rostro leonido, su gran estatura y su cuerpo. Los guardias retrocedieron mientras el hombre bestia avanzaba hacia mi. Cogió mi mano, apretándola mirándome a los ojos y asintió.-... siempre estas cerca...maldito bastardo...-jadee sonriendo mas. El dolor me izo gemir cosa que alerto a mi amigo. Circenn giro el rostro hacia Elen y clavo sus ojos de cielo en ella.
-Ven, ayúdame muchacha...-le susurro mientras sacaba sus cosas de la bolsa. Circenn era buen sanador y cirujano, como todo buen monje. Con su fuerza animal no dudo en girarme, ignorando mis jadeos. Me estaba matando, maldita muchacha. Sentí como rasgaba un trozo de tela y empezaba a limpiar la sangre. Lo oía murmurar mientras sus manos empezaban a examinar la herida, abriéndola para comprobar que no había esquirlas del arma. De reojo pude observar como le daba indicaciones a Elen, quien se veía asustada. Alargue la mano como pude hacia ella y roce su mano, sonriendo-le, haciéndole ver que todo iría bien.- El día que no te encuentre moribundo sera un milagro..casi no tienes sitio para mas cicatrices Wallace...-me riñó el mientras sus uñas repasaban alguna que otra cicatriz.-...Dioses...haber si te casas ya y coleccionas hijos y no heridas...-siguió el mientras me machacaba, abriendo mas la herida para poder desinfectarla.-....muchacho estúpido...
-Circenn...por favor...-le suplique mientras apretaba la mano en la mesa, ahogando un jadeo de dolor intenso. Cerré los ojos y desee que Elen no me viera en ese estado, pero supongo que me lo había buscado.
Sentía hormigueos en mis manos, la frente sudada, goteando. Había soportado dolores peores pero por alguna razón ahora lo estaba pasando realmente mal. Me pesaban los parpados...quería dormir y descansar. Circenn me pincho en una nalga lo que me despejo al instante, maldiciéndole en elfico. El soltó una pequeña risilla y siguió con la ayuda de Elen.-...bastardo peludo...
Wallace Mcgregor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Wallace fue depositado sobre una de las mesas, previamente despejada para que pudiese recostarse sobre ella hasta que los guardias decidieran lo que debían hacer. La bruja, al fijarse en el estado del pelirrojo, que palidecía por momentos, los instó a darse prisa y llamar a alguien. Sin embargo, ninguno tuvo ocasión de hacer nada, la puerta se abrió y por ella entró un hombre bestia leonino que sin duda los puso nerviosos, echaron mano a sus armas.
El recién llegado alzó una zarpa, en la que sostenía un amuleto cuyo símbolo para la de ojos verdes era totalmente desconocido, pero al parecer los guardias si sabían lo que era, bajaron las armas y agacharon las cabezas, cosa que intrigó aún más a la hechicera sobre el significado que tenía aquel objeto. El pelirrojo reconoció al león antes incluso de que se despojara de su capucha, alargó la mano hacia él y el hombre bestia avanzó para acercarse al herido, mientras los guardias retrocedían para darle espacio.
Por las palabras del brujo quedaba claro que se conocían de antes y había confianza entre ellos, así que cuando Circenn se giró hacia ella y susurró que lo ayudase no dudó ni un instante. Se colocó cerca de la mesa, ocupando una posición en la que no resultase un estorbo para el monje, cuyo tamaño imponía bastante. Escuchó atentamente sus indicaciones y fue haciendo lo que le pedía, mientras él revisaba la herida para determinar la gravedad de la misma y asegurarse de que no hubiese quedado ninguna esquirla dentro.
Wallace debió verla preocupada, alargó la mano como pudo hacia ella y esbozó una sonrisa, en un intento por tranquilizarla y hacerle ver que no pasaba nada, que el monje se ocuparía de curarlo y en breve estaría como siempre. Elen intentó devolverle el gesto, antes de centrar su atención nuevamente en lo que hacía Circenn, para ayudarlo en lo que necesitase. El león riñó a su amigo, aconsejándole que sentase cabeza y dejase de coleccionar cicatrices, mientras desinfectaba el corte.
Aquello debió doler bastante, el brujo apretó una mano contra la mesa y cerró los ojos, ahogando un jadeó. El cirujano dejó de reñirle y le pinchó algo, a lo que el pelirrojo reaccionó de inmediato, despejándose y soltando unas palabras en el idioma de los elfos, que a juzgar por el tono de voz no podían ser buenas. Circenn se limitó a reír levemente, ignorando lo que había dicho, estaba más centrado en su tarea que en las quejas de Wallace.
La de cabellos cenicientos siguió todas sus indicaciones sin cuestionarlas, él era el cirujano y quedaba claro que sabía cómo actuar ante una herida de ese calibre. Ayudó al león pasándole los instrumentos y demás cosas que iba pidiendo, aunque de vez en cuando tenía que sujetar al brujo para que no se moviese, sobre todo cuando comenzó a cerrar la herida.
Se sintió más aliviada al ver que terminaba, respiró profundamente y se dejó caer sobre una silla cercana. - Espero que a esa loca le caiga una buena por lo que ha hecho. - musitó, mientras su vista pasaba de uno a otro. Al pelirrojo le esperaban unos días dolorosos, pero se sobrepondría a todo aquello, que era lo que importaba. - ¿Necesitas que haga algo más? - preguntó con tono tranquilo, aunque estaba segura de que Circenn podría hacerse cargo y llevar a Wallace a alguna estancia en la que pudiese descansar.
En cuanto la situación terminase de normalizarse la joven se despediría de ambos y abandonaría aquella zona, para dar por terminado el accidentado día de entrenamiento.
El recién llegado alzó una zarpa, en la que sostenía un amuleto cuyo símbolo para la de ojos verdes era totalmente desconocido, pero al parecer los guardias si sabían lo que era, bajaron las armas y agacharon las cabezas, cosa que intrigó aún más a la hechicera sobre el significado que tenía aquel objeto. El pelirrojo reconoció al león antes incluso de que se despojara de su capucha, alargó la mano hacia él y el hombre bestia avanzó para acercarse al herido, mientras los guardias retrocedían para darle espacio.
Por las palabras del brujo quedaba claro que se conocían de antes y había confianza entre ellos, así que cuando Circenn se giró hacia ella y susurró que lo ayudase no dudó ni un instante. Se colocó cerca de la mesa, ocupando una posición en la que no resultase un estorbo para el monje, cuyo tamaño imponía bastante. Escuchó atentamente sus indicaciones y fue haciendo lo que le pedía, mientras él revisaba la herida para determinar la gravedad de la misma y asegurarse de que no hubiese quedado ninguna esquirla dentro.
Wallace debió verla preocupada, alargó la mano como pudo hacia ella y esbozó una sonrisa, en un intento por tranquilizarla y hacerle ver que no pasaba nada, que el monje se ocuparía de curarlo y en breve estaría como siempre. Elen intentó devolverle el gesto, antes de centrar su atención nuevamente en lo que hacía Circenn, para ayudarlo en lo que necesitase. El león riñó a su amigo, aconsejándole que sentase cabeza y dejase de coleccionar cicatrices, mientras desinfectaba el corte.
Aquello debió doler bastante, el brujo apretó una mano contra la mesa y cerró los ojos, ahogando un jadeó. El cirujano dejó de reñirle y le pinchó algo, a lo que el pelirrojo reaccionó de inmediato, despejándose y soltando unas palabras en el idioma de los elfos, que a juzgar por el tono de voz no podían ser buenas. Circenn se limitó a reír levemente, ignorando lo que había dicho, estaba más centrado en su tarea que en las quejas de Wallace.
La de cabellos cenicientos siguió todas sus indicaciones sin cuestionarlas, él era el cirujano y quedaba claro que sabía cómo actuar ante una herida de ese calibre. Ayudó al león pasándole los instrumentos y demás cosas que iba pidiendo, aunque de vez en cuando tenía que sujetar al brujo para que no se moviese, sobre todo cuando comenzó a cerrar la herida.
Se sintió más aliviada al ver que terminaba, respiró profundamente y se dejó caer sobre una silla cercana. - Espero que a esa loca le caiga una buena por lo que ha hecho. - musitó, mientras su vista pasaba de uno a otro. Al pelirrojo le esperaban unos días dolorosos, pero se sobrepondría a todo aquello, que era lo que importaba. - ¿Necesitas que haga algo más? - preguntó con tono tranquilo, aunque estaba segura de que Circenn podría hacerse cargo y llevar a Wallace a alguna estancia en la que pudiese descansar.
En cuanto la situación terminase de normalizarse la joven se despediría de ambos y abandonaría aquella zona, para dar por terminado el accidentado día de entrenamiento.
Elen Calhoun
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
El felino miro a la muchacha y asintió. El dolor calmado por las hierbas y el tratamiento de Circenn me estaban dejado seco. No notaba ninguna parte de mi cuerpo pero al menos estaba vivo. Respire lentamente e intenté escuchar la conversación.
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Circenn saco un pequeño sobre de su bolsa y se lo entregó a la de cabellos cenizos. El papel estaba levemente ennegrecido y un sello de cera lo cerraba. Era un cuervo.
-Estoy seguro que esta carta te hubiera llegado en cualquier momento pero cuando te he visto he sabido quien eras. Wallace me hablo de ti...-susurró el mientras aplicaba una ultima pomada a la herida del brujo.- Eres una futura Cuervo por lo que me dijo e iba a enviarte pronto esta carta pero el destino ha creído que era mejor dártela en mano, eh? -el felino soltó una pequeña risilla, amable y cariñosa. Tapo la espalda del brujo con un paño y suspiro, cansado.- se acercan días oscuros....guerra...-susurró el mientras se limpiaba las manos de la sangre del brujo. El herido gimió de dolor y el felino acaricio su cabeza, como si de un niño de tratase. Clavo su mirada en la muchacha y una sonrisa llena de dientes le siguió.- Cuando lo conocí, un scrunt le había estado mordiendo la pierna para poder matarlo...me lo encontré moribundo, apoyado en un árbol con su espada clavada en el scrunt...estaba hecho un asco pero sonreía. Cuando me vio...-el felino se cruzo de brazos, recordando.-..se puso a reír. El pobre estaba tan asustado que ya le daba igual morir a manos de un hombre bestia 5 veces mas grande que el. Lo lleve al templo de mi orden y allí intente criarlo pero...jamas intentes atar a Wallace McGregor...-la sonrisa del felino se ensancho y coloco bien el pelo del brujo, con cierta mirada melancólica.-... solo espero que todo este asunto de los Cuervos no acabe de matarlo...-pero antes de que la muchacha preguntara sobre eso el felino de levanto, consciente de sus palabras.- ve a descansar...Elen.
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El goteo del agua me despertó. El dolor en la espalda se había calmado y al menos podía mover los dedos. Suspire, agotado e intente mirar a mi alrededor pero no vi a nadie. Elen estaría descansando y Circenn se habría ido a buscar mas mejunjes y hierbas. Encima de esa tabla tuve tiempo de pensar en lo ocurrido. Sentí pena por Ana, la locura la había empujado hacer eso...y si en su casa le había ocurrido algo parecido? Cerré los ojos e intente pensar en el Nido, en sus altos muros y su olor a piedra, el frió y los cuervos. Mi mente a duras penas se mantenía en pie, la imagen de Ébano era borrosa, volvía a desmayarme.
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Circenn saco un pequeño sobre de su bolsa y se lo entregó a la de cabellos cenizos. El papel estaba levemente ennegrecido y un sello de cera lo cerraba. Era un cuervo.
-Estoy seguro que esta carta te hubiera llegado en cualquier momento pero cuando te he visto he sabido quien eras. Wallace me hablo de ti...-susurró el mientras aplicaba una ultima pomada a la herida del brujo.- Eres una futura Cuervo por lo que me dijo e iba a enviarte pronto esta carta pero el destino ha creído que era mejor dártela en mano, eh? -el felino soltó una pequeña risilla, amable y cariñosa. Tapo la espalda del brujo con un paño y suspiro, cansado.- se acercan días oscuros....guerra...-susurró el mientras se limpiaba las manos de la sangre del brujo. El herido gimió de dolor y el felino acaricio su cabeza, como si de un niño de tratase. Clavo su mirada en la muchacha y una sonrisa llena de dientes le siguió.- Cuando lo conocí, un scrunt le había estado mordiendo la pierna para poder matarlo...me lo encontré moribundo, apoyado en un árbol con su espada clavada en el scrunt...estaba hecho un asco pero sonreía. Cuando me vio...-el felino se cruzo de brazos, recordando.-..se puso a reír. El pobre estaba tan asustado que ya le daba igual morir a manos de un hombre bestia 5 veces mas grande que el. Lo lleve al templo de mi orden y allí intente criarlo pero...jamas intentes atar a Wallace McGregor...-la sonrisa del felino se ensancho y coloco bien el pelo del brujo, con cierta mirada melancólica.-... solo espero que todo este asunto de los Cuervos no acabe de matarlo...-pero antes de que la muchacha preguntara sobre eso el felino de levanto, consciente de sus palabras.- ve a descansar...Elen.
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El goteo del agua me despertó. El dolor en la espalda se había calmado y al menos podía mover los dedos. Suspire, agotado e intente mirar a mi alrededor pero no vi a nadie. Elen estaría descansando y Circenn se habría ido a buscar mas mejunjes y hierbas. Encima de esa tabla tuve tiempo de pensar en lo ocurrido. Sentí pena por Ana, la locura la había empujado hacer eso...y si en su casa le había ocurrido algo parecido? Cerré los ojos e intente pensar en el Nido, en sus altos muros y su olor a piedra, el frió y los cuervos. Mi mente a duras penas se mantenía en pie, la imagen de Ébano era borrosa, volvía a desmayarme.
Wallace Mcgregor
Honorable
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Los cuidados del hombre bestia parecían surtir efecto en el herido, cuyo dolor empezaba a disminuir, permitiéndole seguir consciente mientras ambos hablaban. Aunque la bruja no decía mucho, se mantuvo en silencio y siguió con la mirada a Circenn, que extrajo una carta de su bolsa y se la tendió, antes de explicarle brevemente que Wallace le había hablado de ella y que pensaba mandarle aquel sobre pronto.
La de ojos verdes observó con interés el lacre que sellaba la carta, al tiempo que deslizaba la yema de un dedo por encima de la figura del cuervo. El papel estaba algo ennegrecido, pero no le impediría leer el contenido de la misma, aunque por el momento decidió guardarla y prestar atención a lo que decía el monje, ya la abriría en cuanto llegase a la posada. Circenn parecía cansado, pero al menos el pelirrojo ya estaba fuera de peligro, le cubrió la espalda con un paño y suspiró.
Wallace gimió de dolor, a lo que el león respondió acariciando su cabeza con delicadeza, antes de girarse hacia la de cabellos cenicientos y sonreír mostrando los dientes. El afecto que demostraba hacia él era notable, y aunque la maga no se hubiese esperado un trato tan cuidadoso de un ser tan grande e imponente, cuando Circenn comenzó a contarle la forma en que lo había encontrado en el bosque tras ser atacado por un scrunt empezó a entenderlo.
Intentó imaginarse la escena, con el brujo herido y apoyado contra un árbol, riendo ante la visión de un enorme hombre bestia que se acercaba, pensando que aquel sería su fin. Seguro que Wallace había pasado por mucho después de aquello, todas las cicatrices que invadían su cuerpo eran la mayor prueba de ello. El monje sonrió ampliamente y colocó los cabellos del pelirrojo, antes de añadir que esperaba que todo el tema del clan no terminase de matarlo.
Elen se dispuso a preguntar, pero antes de que pudiera hacerlo Circenn se levantó y contestó a la cuestión que había formulado antes, diciéndole que podía retirarse a descansar. - Gracias Circenn, yo no hubiese podido atenderlo como es debido. - respondió con tono tranquilo, al tiempo que se levantaba y se acercaba un poco a la mesa, para echar un último vistazo a Wallace a modo de despedida. Levantó la vista hacia el hombre bestia y sonrió levemente, antes de inclinar la cabeza en una especie de reverencia, para mostrarle su respeto.
La joven se despidió de él y abandonó la estancia, para emprender el camino hacia la posada en que se hospedaba. Pudo ver por el camino a algunos de los guardias, que hablaban entre ellos y comentaban el arresto de la recluta, que al parecer había empezado a recobrar el conocimiento al poco de que la apresaran y había intentado resistirse, cosa que también se tomaría en cuenta para determinar su castigo. Elen suspiró y negó levemente con la cabeza, quedaba claro que aquella muchacha no estaba en sus cabales y necesitaba con urgencia un correctivo.
Prosiguió su camino, dejando atrás la zona de entrenamiento para meterse en las silenciosas calles de Lunargenta, en las que solo quedaban ya algunos mercaderes recogiendo sus puestos. Avanzó hacia la posada y saludó a la tabernera, antes de subir las escaleras y dirigirse a su habitación, cerrando la puerta tras de sí. El cansancio empezaba a afectarle, haciendo que sintiese el cuerpo pesado y unas ganas terribles de tumbarse en su cama para no levantarse hasta el día siguiente.
Encendió una lámpara de aceite y la colocó sobre la mesa, para acto seguido deshacerse de los cinturones y el corsé que llevaba bajo el pecho. Respiró profundamente y revisó la bolsa de cuero, hasta encontrar la carta que el hombre bestia le había entregado. Se sentó al borde de la cama y acercó la luz para ver mejor el contenido, rompió el lacre y comenzó a leerla con detenimiento, con lo que pronto pudo darse cuenta de que contenía las indicaciones necesarias para llegar al Nido y un mapa básico, que la ayudaría a orientarse durante el trayecto.
La guarida de los Cuervos se encontraba en las tierras del norte, así que tendría que ponerse en camino cuanto antes para aprovechar que el invierno había terminado y las condiciones climáticas no serían tan duras. Cerró el sobre y lo depositó sobre la mesa, la llanura nevada no le traía buenos recuerdos pero tendría que dejar de lado todo aquello y acudir, una nueva etapa de su vida estaba por comenzar y no podía echarse atrás, anclarse en el pasado no la ayudaría.
Apagó la lámpara y se recostó en la cama, tirando de las mantas para arroparse con ellas, la jornada había terminado y ahora tocaba descansar, antes de que el sol volviese a aparecer trayendo consigo un nuevo día, con suerte más tranquilo.
La de ojos verdes observó con interés el lacre que sellaba la carta, al tiempo que deslizaba la yema de un dedo por encima de la figura del cuervo. El papel estaba algo ennegrecido, pero no le impediría leer el contenido de la misma, aunque por el momento decidió guardarla y prestar atención a lo que decía el monje, ya la abriría en cuanto llegase a la posada. Circenn parecía cansado, pero al menos el pelirrojo ya estaba fuera de peligro, le cubrió la espalda con un paño y suspiró.
Wallace gimió de dolor, a lo que el león respondió acariciando su cabeza con delicadeza, antes de girarse hacia la de cabellos cenicientos y sonreír mostrando los dientes. El afecto que demostraba hacia él era notable, y aunque la maga no se hubiese esperado un trato tan cuidadoso de un ser tan grande e imponente, cuando Circenn comenzó a contarle la forma en que lo había encontrado en el bosque tras ser atacado por un scrunt empezó a entenderlo.
Intentó imaginarse la escena, con el brujo herido y apoyado contra un árbol, riendo ante la visión de un enorme hombre bestia que se acercaba, pensando que aquel sería su fin. Seguro que Wallace había pasado por mucho después de aquello, todas las cicatrices que invadían su cuerpo eran la mayor prueba de ello. El monje sonrió ampliamente y colocó los cabellos del pelirrojo, antes de añadir que esperaba que todo el tema del clan no terminase de matarlo.
Elen se dispuso a preguntar, pero antes de que pudiera hacerlo Circenn se levantó y contestó a la cuestión que había formulado antes, diciéndole que podía retirarse a descansar. - Gracias Circenn, yo no hubiese podido atenderlo como es debido. - respondió con tono tranquilo, al tiempo que se levantaba y se acercaba un poco a la mesa, para echar un último vistazo a Wallace a modo de despedida. Levantó la vista hacia el hombre bestia y sonrió levemente, antes de inclinar la cabeza en una especie de reverencia, para mostrarle su respeto.
La joven se despidió de él y abandonó la estancia, para emprender el camino hacia la posada en que se hospedaba. Pudo ver por el camino a algunos de los guardias, que hablaban entre ellos y comentaban el arresto de la recluta, que al parecer había empezado a recobrar el conocimiento al poco de que la apresaran y había intentado resistirse, cosa que también se tomaría en cuenta para determinar su castigo. Elen suspiró y negó levemente con la cabeza, quedaba claro que aquella muchacha no estaba en sus cabales y necesitaba con urgencia un correctivo.
Prosiguió su camino, dejando atrás la zona de entrenamiento para meterse en las silenciosas calles de Lunargenta, en las que solo quedaban ya algunos mercaderes recogiendo sus puestos. Avanzó hacia la posada y saludó a la tabernera, antes de subir las escaleras y dirigirse a su habitación, cerrando la puerta tras de sí. El cansancio empezaba a afectarle, haciendo que sintiese el cuerpo pesado y unas ganas terribles de tumbarse en su cama para no levantarse hasta el día siguiente.
Encendió una lámpara de aceite y la colocó sobre la mesa, para acto seguido deshacerse de los cinturones y el corsé que llevaba bajo el pecho. Respiró profundamente y revisó la bolsa de cuero, hasta encontrar la carta que el hombre bestia le había entregado. Se sentó al borde de la cama y acercó la luz para ver mejor el contenido, rompió el lacre y comenzó a leerla con detenimiento, con lo que pronto pudo darse cuenta de que contenía las indicaciones necesarias para llegar al Nido y un mapa básico, que la ayudaría a orientarse durante el trayecto.
La guarida de los Cuervos se encontraba en las tierras del norte, así que tendría que ponerse en camino cuanto antes para aprovechar que el invierno había terminado y las condiciones climáticas no serían tan duras. Cerró el sobre y lo depositó sobre la mesa, la llanura nevada no le traía buenos recuerdos pero tendría que dejar de lado todo aquello y acudir, una nueva etapa de su vida estaba por comenzar y no podía echarse atrás, anclarse en el pasado no la ayudaría.
Apagó la lámpara y se recostó en la cama, tirando de las mantas para arroparse con ellas, la jornada había terminado y ahora tocaba descansar, antes de que el sol volviese a aparecer trayendo consigo un nuevo día, con suerte más tranquilo.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Aprendiendo a combatir [Trabajo][Wallace]
Muy interesante, se crearon su propio mundo y esas cotillas aprendieron una buena lección. Nunca imaginé que Elen pudiera ser objeto de bullying y que ambos manejaran tan bien esa situación.
Wallace cuidado con las faltas de ortografía y de atención, si vas a hacer un meta ponlo en un off. Quizás lo comprendí mal, pero intuyo que no era la intención de Elen dar tan poca pelea en la primera demostración, aunque me quedó claro que fue parte de la trama. A medio trabajo dejaste de poner colores y mayúsculas después de los puntos, cuida el formato. Te restaré un punto por todo lo dicho a modo de advertencia para futuras ocasiones.
Otra cosa que no tomaron en cuenta: Ambos son brujos con el cuerpo entrenado y tienen eso de andar luchando cuerpo a cuerpo, pero Elen es nivel dos por lo que en lo que a bases se refiere ella debería de ser capaz de darle una paliza al instructor. Si bien no en fuerza, tiene el resto de las armas como la sabiduría, la inteligencia y la destreza. Ténganlo presente la próxima vez que abran un hilo oficial.
Recompensas:Wallace cuidado con las faltas de ortografía y de atención, si vas a hacer un meta ponlo en un off. Quizás lo comprendí mal, pero intuyo que no era la intención de Elen dar tan poca pelea en la primera demostración, aunque me quedó claro que fue parte de la trama. A medio trabajo dejaste de poner colores y mayúsculas después de los puntos, cuida el formato. Te restaré un punto por todo lo dicho a modo de advertencia para futuras ocasiones.
Otra cosa que no tomaron en cuenta: Ambos son brujos con el cuerpo entrenado y tienen eso de andar luchando cuerpo a cuerpo, pero Elen es nivel dos por lo que en lo que a bases se refiere ella debería de ser capaz de darle una paliza al instructor. Si bien no en fuerza, tiene el resto de las armas como la sabiduría, la inteligencia y la destreza. Ténganlo presente la próxima vez que abran un hilo oficial.
-300 aeros
-Wallace
+19 puntos de experiencia
+ 3 puntos de habilidad pasiva en herrería
-Elen.
+20 puntos
+ 3 puntos de habilidades pasivas en alquimia
No olviden pedir sus puntos en los apartados correspondientes.
Thorn
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