La recompensa de la anciana (Privado Mastereado)
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La recompensa de la anciana (Privado Mastereado)
Los primeros rayos de la mañana comenzaron a colarse por las rendijas de la ventana, iluminando la habitación y despertando a la bruja, que había dormido plácidamente hasta el momento. Tras una semana de viajes para conseguir todo lo que la anciana le había encargado se encontraba cansada, pero aún no podía dar el tema por zanjado, quedaba una cosa pendiente.
Se levantó y estiró los brazos antes de revisar el dorso de su mano, en que ya no quedaba ni rastro de la quemadura que le había hecho el rojizo insecto la mañana anterior. La sabia de Kortinque era realmente efectiva, detalle que se apuntaría para recoger algunas hojas de aquella planta y llevarlas consigo, nunca se sabía cuándo podían ser necesarias. Se deshizo de la holgada camisa que usaba para dormir y acudió al aseo, donde se dio un relajante baño antes de cambiarse de ropa para salir.
Tomó los cinturones y se los colocó mientras echaba un leve vistazo al mapa que le había dibujado la anciana, era algo básico pero serviría para encontrar su casa, aunque tendría que tener los ojos bien abiertos para no pasarla por alto. Abandonó la habitación en cuanto estuvo preparada, mientras guardaba el mapa en el interior de su bolsa de cuero para consultarlo más adelante si le surgían dudas.
Cruzó unas palabras con la tabernera y le encargó un desayuno ligero, del que dio cuenta con rapidez antes de dejar los aeros sobre la barra y salir del local. Inspiró profundamente en cuanto atravesó el umbral de la puerta, la ciudad despertaba y los comerciantes ya colocaban sus puestos en el mercado para comenzar otra larga jornada de trabajo. Bajó los escalones y se dirigió al establo, donde su fiel compañero Sombra aguardaba algo molesto, no terminaba de acostumbrarse a la presencia del mozo de cuadras, que ya había tenido que esquivar alguna que otra coz del equino.
- Tranquilo amigo, vamos a dar un paseo. - musitó mientras le acariciaba el cuello. Ensilló al caballo y le puso las riendas, antes de tirar levemente de las mismas para guiarlo hasta la calle principal. No se subió de inmediato a la silla, prefirió caminar hasta traspasar los muros que rodeaban la ciudad, ya que aún las calles no estaban demasiado atestadas de gente. Una vez fuera de Lunargenta, apoyó una de las botas en el estribo más cercano y saltó hasta situarse en la silla, en la que se acomodó antes de emprender la marcha.
Ya que no le corría prisa llegar a la casa de la anciana se tomó el trayecto con calma, manteniendo a su montura a un paso ligero pero sin que llegase a galopar. De ese modo podía disfrutar un poco del paisaje, que con los primeros rayos del día se veía diferente, el toque anaranjado daba a las afueras un aspecto más cálido y acogedor. Sombra parecía a gusto con aquel paso, y al no tener ningún extraño cerca se había relajado bastante, volviendo a comportarse como solía hacer cuando estaba con la bruja.
La de cabellos cenicientos detuvo su montura durante unos instantes, para sacar el mapa y comprobar que iba por el camino correcto, aunque solo tenía un par de puntos relevantes con los que guiarse. Echó un vistazo a los alrededores y volvió a guardarlo, mientras recordaba las palabras de la anciana, sobre lo escondida que estaba su casa. - Si el mapa es correcto la dirección a tomar es aquella, aún queda un buen trecho así que tardaremos un rato en llegar. - dijo en voz baja, como si hablara al caballo, que en más de una ocasión le había demostrado su inteligencia al entender lo que decía.
Sombra relinchó en respuesta y volvió a ponerse en marcha, tomando el camino que la hechicera había señalado y recuperando el ligero paso de antes. Elen esperaba no perderse durante el trayecto hacia la casa, prestó mucha atención a cuanto se encontraba a su paso, por si alguno de los puntos relevantes que la mujer había dibujado en el papel aparecía ante sus ojos.
Se levantó y estiró los brazos antes de revisar el dorso de su mano, en que ya no quedaba ni rastro de la quemadura que le había hecho el rojizo insecto la mañana anterior. La sabia de Kortinque era realmente efectiva, detalle que se apuntaría para recoger algunas hojas de aquella planta y llevarlas consigo, nunca se sabía cuándo podían ser necesarias. Se deshizo de la holgada camisa que usaba para dormir y acudió al aseo, donde se dio un relajante baño antes de cambiarse de ropa para salir.
Tomó los cinturones y se los colocó mientras echaba un leve vistazo al mapa que le había dibujado la anciana, era algo básico pero serviría para encontrar su casa, aunque tendría que tener los ojos bien abiertos para no pasarla por alto. Abandonó la habitación en cuanto estuvo preparada, mientras guardaba el mapa en el interior de su bolsa de cuero para consultarlo más adelante si le surgían dudas.
Cruzó unas palabras con la tabernera y le encargó un desayuno ligero, del que dio cuenta con rapidez antes de dejar los aeros sobre la barra y salir del local. Inspiró profundamente en cuanto atravesó el umbral de la puerta, la ciudad despertaba y los comerciantes ya colocaban sus puestos en el mercado para comenzar otra larga jornada de trabajo. Bajó los escalones y se dirigió al establo, donde su fiel compañero Sombra aguardaba algo molesto, no terminaba de acostumbrarse a la presencia del mozo de cuadras, que ya había tenido que esquivar alguna que otra coz del equino.
- Tranquilo amigo, vamos a dar un paseo. - musitó mientras le acariciaba el cuello. Ensilló al caballo y le puso las riendas, antes de tirar levemente de las mismas para guiarlo hasta la calle principal. No se subió de inmediato a la silla, prefirió caminar hasta traspasar los muros que rodeaban la ciudad, ya que aún las calles no estaban demasiado atestadas de gente. Una vez fuera de Lunargenta, apoyó una de las botas en el estribo más cercano y saltó hasta situarse en la silla, en la que se acomodó antes de emprender la marcha.
Ya que no le corría prisa llegar a la casa de la anciana se tomó el trayecto con calma, manteniendo a su montura a un paso ligero pero sin que llegase a galopar. De ese modo podía disfrutar un poco del paisaje, que con los primeros rayos del día se veía diferente, el toque anaranjado daba a las afueras un aspecto más cálido y acogedor. Sombra parecía a gusto con aquel paso, y al no tener ningún extraño cerca se había relajado bastante, volviendo a comportarse como solía hacer cuando estaba con la bruja.
La de cabellos cenicientos detuvo su montura durante unos instantes, para sacar el mapa y comprobar que iba por el camino correcto, aunque solo tenía un par de puntos relevantes con los que guiarse. Echó un vistazo a los alrededores y volvió a guardarlo, mientras recordaba las palabras de la anciana, sobre lo escondida que estaba su casa. - Si el mapa es correcto la dirección a tomar es aquella, aún queda un buen trecho así que tardaremos un rato en llegar. - dijo en voz baja, como si hablara al caballo, que en más de una ocasión le había demostrado su inteligencia al entender lo que decía.
Sombra relinchó en respuesta y volvió a ponerse en marcha, tomando el camino que la hechicera había señalado y recuperando el ligero paso de antes. Elen esperaba no perderse durante el trayecto hacia la casa, prestó mucha atención a cuanto se encontraba a su paso, por si alguno de los puntos relevantes que la mujer había dibujado en el papel aparecía ante sus ojos.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: La recompensa de la anciana (Privado Mastereado)
Y los iba encontrando, pero debía ir con los ojos bien abiertos, ya que las señales estaban escondidas o muy bien adaptadas a la naturaleza.
Pero la casa se encontró frente a ella, justo después de un pequeño puente, apenas de un par de pasos, de madera. Aunque… sí, creo que quien lo advirtió no fue la bruja, sino su fiel amigo, el caballo Sombra.
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La casa estaba incrustada en un gran árbol, dejando ver unas escaleras que ascendían en una escalera de caracol y una puerta en la que podía “baño” con una caligrafía perfecta y bonita. Pero la puerta estaba cerrada, solo se podía subir.
Parecía que a escalera se fuese haciendo pequeña a cada peldaño que se subía, para llegar finalmente aúna puerta de madera, sencilla, sin adornos ni pomos. La casa aportaría a la joven bruja un aura extraña, puesto que estaba rodeada de una magia que se ocupaba de que ningún ladrón pudiese entrar, de ahí el que no hubiese ni pomo n candado.
Cuando la puerta se abría, se podía ver una casa espaciosa, no parecía poder estar dentro de un árbol. Una sala de estar con sillas cómodas y un sofá de maderos y cojines, sillas junto a una mesa preciosa de madera oscura, una chimenea con un caldero viejo y grande. Un marco que simulaba una planta enredadera conducía a la habitación principal, que constituía una cama, una mesita en la que había muchas flores secas y un espejo de cuerpo entero. Otra marco, este parecía más bien como si de agua se tratase, tallado también en la madera, conducía a una sala alargada, con una mesa central. Había miles y miles de pociones, pomadas, ungüentos, frascos, tarros… las paredes de esta sala eran de piedra, que mantenía la habitación en una temperatura más baja que el resto, para conservar los productos e ingredientes. Sobre la mesa también reposaban libros y material para crear pociones, entre otras cosas.
Ese era el lugar perfecto para que a bruja tomase su recompensa.
Un gato la observaría desde una pequeña y estrecha ventana, sin moverse, solo siguiéndola con la mirada. Movería la cabeza si la joven bruja entraba en una de las habitaciones, para ver que hacía. No maullaría ni se movería, aunque si se acercaban a darle mimos, después de intentar hacerse la dura unos instantes, colocaría la cabeza inclinada para que la rascasen, le encantaba.
Pero la casa se encontró frente a ella, justo después de un pequeño puente, apenas de un par de pasos, de madera. Aunque… sí, creo que quien lo advirtió no fue la bruja, sino su fiel amigo, el caballo Sombra.
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La casa estaba incrustada en un gran árbol, dejando ver unas escaleras que ascendían en una escalera de caracol y una puerta en la que podía “baño” con una caligrafía perfecta y bonita. Pero la puerta estaba cerrada, solo se podía subir.
Parecía que a escalera se fuese haciendo pequeña a cada peldaño que se subía, para llegar finalmente aúna puerta de madera, sencilla, sin adornos ni pomos. La casa aportaría a la joven bruja un aura extraña, puesto que estaba rodeada de una magia que se ocupaba de que ningún ladrón pudiese entrar, de ahí el que no hubiese ni pomo n candado.
Cuando la puerta se abría, se podía ver una casa espaciosa, no parecía poder estar dentro de un árbol. Una sala de estar con sillas cómodas y un sofá de maderos y cojines, sillas junto a una mesa preciosa de madera oscura, una chimenea con un caldero viejo y grande. Un marco que simulaba una planta enredadera conducía a la habitación principal, que constituía una cama, una mesita en la que había muchas flores secas y un espejo de cuerpo entero. Otra marco, este parecía más bien como si de agua se tratase, tallado también en la madera, conducía a una sala alargada, con una mesa central. Había miles y miles de pociones, pomadas, ungüentos, frascos, tarros… las paredes de esta sala eran de piedra, que mantenía la habitación en una temperatura más baja que el resto, para conservar los productos e ingredientes. Sobre la mesa también reposaban libros y material para crear pociones, entre otras cosas.
Ese era el lugar perfecto para que a bruja tomase su recompensa.
Un gato la observaría desde una pequeña y estrecha ventana, sin moverse, solo siguiéndola con la mirada. Movería la cabeza si la joven bruja entraba en una de las habitaciones, para ver que hacía. No maullaría ni se movería, aunque si se acercaban a darle mimos, después de intentar hacerse la dura unos instantes, colocaría la cabeza inclinada para que la rascasen, le encantaba.
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Wyn
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Re: La recompensa de la anciana (Privado Mastereado)
La anciana se había olvidado de mencionarle un detalle, y es que aquellas pistas para encontrar el camino estaban casi tan escondidas como su propia casa, o se camuflaban a la perfección con la naturaleza, lo que le dificultaba el verlas. Aun así consiguió mantenerse dentro del camino correcto, revisando el mapa de manera constante y deteniéndose en varias ocasiones, cuando las dudas volvían a asaltarla.
En la última parte del trayecto Sombra tomó las riendas de la situación, como si se hubiese percatado de algo que a la bruja le había pasado inadvertido. Y como ella confiaba plenamente en el instinto de su fiel compañero, relajó los brazos y permitió que el caballo marcase la ruta a seguir, que pronto los condujo directamente hacia un pequeño puente, tras el que se situaba la casa que buscaban.
- Bien hecho amigo, ¿qué haría yo sin ti? - musitó mientras le acariciaba el cuello, bajó de la silla y echó un vistazo a la vivienda. La casa en realidad estaba hecha de modo que formase parte de un gran árbol, con lo que habría resultado sumamente fácil que no verla al pasar. No parecía tener puerta, cosa que le llamó la atención de inmediato por lo expuestas que dejaba sus pertenencias, aunque estando en un lugar como ese seguramente poca gente llegaría a encontrarla.
Ató las riendas de su montura al inicio del puente, valiéndose de aquella especie de barandilla de madera para que Sombra quedase asegurado y siempre al alcance de su vista. Cruzó las tablas que formaban el puente y se detuvo en la entrada, en la que se encontraban unas escaleras ascendentes de caracol y el baño. Comenzó a subir los escalones sin demasiada prisa, admirando los detalles y el trabajo que habían hecho para crear aquella casa, que se le antojaba curiosa pero bonita.
La escalera comenzó a estrecharse conforme avanzaba, apoyó las manos en las paredes y continuó subiendo, hasta toparse con una sencilla puerta, que ni siquiera tenía pomo. Elen comenzó a notar algo extraño, como si el lugar tuviese algún tipo de protección mágica, cosa que explicaría la ausencia de cerraduras. Tomó aire y extendió el brazo hacia delante, empujando levemente la puerta hasta que se abrió del todo, mostrándole un interior tan amplio que era difícil de creer que pudiese estar dentro de un árbol.
Avanzó con cautela, por si aquella magia reaccionaba ante su llegada, cosa que no ocurrió. De pronto se encontró en una acogedora sala de estar, amueblada con cómodas sillas y un sofá de madera, cubierto por algunos cojines. También contaba con una chimenea, en la que descansaba un caldero que seguramente se usaba para cocinar, ya que en la estancia también había una preciosa mesa que podría ser usada como comedor.
Deslizó los dedos por la oscura madera de aquella pieza, antes de atravesar un marco cuyo diseño se parecía mucho al de una enredadera, para encontrar la habitación principal, el dormitorio. Recordó entonces las palabras de la amable anciana, que le había pedido que no tomase como recompensa ciertas cosas, como por ejemplo la cama. Esbozó una sonrisa y se miró al espejo, para poco después continuar su camino hacia otra sala, cuyo contenido le resultaba mucho más interesante.
Las paredes de esta nueva estancia no eran de madera como el resto, sino de piedra, para conservar mejor el sinfín de pociones, ungüentos e ingredientes que albergaba. Sin duda se había equivocado al ver a la anciana como una simple vendedora de hierbas, aquella mujer debía tener grandes conocimientos de alquimia para haber fabricado una cantidad tan considerable de productos. Avanzó hacia la mesa central y se detuvo a ojear los libros que reposaban sobre ellas, buscando alguno que pudiese servirle para seguir desarrollando sus conocimientos en la materia.
Sin embargo, antes de decidir el objeto que se llevaría como recompensa, tendría que examinar con detenimiento todo cuando había en la sala, lo que podría llevarle un buen rato. Se acercó a la ventana desde la que un gato la seguía con la mirada, para rascarle el cuello en un amistoso gesto, al que en un principio se resistió, pero pronto bajó la cabeza para permitir que la extraña lo hiciera.
Comenzó a andar con lentitud por delante de las estanterías, leyendo las etiquetas de los frascos para saber su contenido. Conocía algunas de las pociones y ungüentos, incluso las había fabricado durante sus trabajos con alquimistas, pero había otras cuyos nombres no le sonaban de nada, lo que despertaba su curiosidad. Extrajo de su bolsa de cuero las recetas que le habían obsequiado por el buen desempeño de sus tareas, centrándose en una en particular, la del elixir disipador.
No había tenido ocasión aún de fabricarla, de hecho no conocía bien los ingredientes y eso lo complicaba todo, pero quizá en aquella sala pudiese encontrar algo que la ayudase. Buscó en los estantes por si la anciana tenía alguno ya hecho, pero al no encontrarlo pasó a los tarros de ingredientes, en cuyas etiquetas a parte del nombre también se podía leer una breve lista de las pócimas o ungüentos en que se utilizaban.
Tras buscar durante un tiempo que para ella resultó bastante corto, quizá por lo interesada que estaba en el tema, dio con algunos de ellos, pero tal como le había dicho la mujer, solo podía tomar un objeto en recompensa a su trabajo. Se apartó y volvió a la mesa central, en busca de cualquier nota en la que se especificasen los ingredientes y dónde podían encontrarse, con lo que hallaría lo que buscaba y cumpliría lo pactado. - Ojalá los hubiese tenido todos en un solo recipiente, habría sido más fácil. - musitó, mientras pasaba las hojas de los libros y revisaba los papeles sueltos que había desperdigados por la mesa.
Finalmente encontró lo que buscaba en uno de los libros, algo más delgado que el resto y de encuadernación desgastada, del que parecía haber otra copia algo más reciente y cuidada. Leyó con atención e intentó memorizar aquella pequeña lista, donde se reflejaban las cantidades exactas de cada ingrediente, el orden y forma en que debían ser usadas y por último, los lugares en los que podían conseguirse. Cerró el tomo y lo comparó con el otro, para comprobar que se tratase del mismo, en cuyo caso se lo llevaría.
Tras ver que así era, echó un último vistazo a la sala y soltó un leve suspiro, sabiendo que si no salía de allí pronto probablemente no querría irse. La sala contenía un sinfín de cosas que despertaban su interés y elegir una sola le había costado, con lo que sería mejor abandonar la casa antes de que cambiase de opinión, o se quedaría durante horas intentando decidirse. Apretó el libro contra su pecho y cruzó una breve mirada con el gato, antes de encaminarse a la sala de estar, desde la que tomaría la escalera para llegar al exterior.
Off: Si hay algo que editar por tema de haber enlazado tan pronto lo del final de mi trabajo con el evento solo avisa y lo arreglo.
En la última parte del trayecto Sombra tomó las riendas de la situación, como si se hubiese percatado de algo que a la bruja le había pasado inadvertido. Y como ella confiaba plenamente en el instinto de su fiel compañero, relajó los brazos y permitió que el caballo marcase la ruta a seguir, que pronto los condujo directamente hacia un pequeño puente, tras el que se situaba la casa que buscaban.
- Bien hecho amigo, ¿qué haría yo sin ti? - musitó mientras le acariciaba el cuello, bajó de la silla y echó un vistazo a la vivienda. La casa en realidad estaba hecha de modo que formase parte de un gran árbol, con lo que habría resultado sumamente fácil que no verla al pasar. No parecía tener puerta, cosa que le llamó la atención de inmediato por lo expuestas que dejaba sus pertenencias, aunque estando en un lugar como ese seguramente poca gente llegaría a encontrarla.
Ató las riendas de su montura al inicio del puente, valiéndose de aquella especie de barandilla de madera para que Sombra quedase asegurado y siempre al alcance de su vista. Cruzó las tablas que formaban el puente y se detuvo en la entrada, en la que se encontraban unas escaleras ascendentes de caracol y el baño. Comenzó a subir los escalones sin demasiada prisa, admirando los detalles y el trabajo que habían hecho para crear aquella casa, que se le antojaba curiosa pero bonita.
La escalera comenzó a estrecharse conforme avanzaba, apoyó las manos en las paredes y continuó subiendo, hasta toparse con una sencilla puerta, que ni siquiera tenía pomo. Elen comenzó a notar algo extraño, como si el lugar tuviese algún tipo de protección mágica, cosa que explicaría la ausencia de cerraduras. Tomó aire y extendió el brazo hacia delante, empujando levemente la puerta hasta que se abrió del todo, mostrándole un interior tan amplio que era difícil de creer que pudiese estar dentro de un árbol.
Avanzó con cautela, por si aquella magia reaccionaba ante su llegada, cosa que no ocurrió. De pronto se encontró en una acogedora sala de estar, amueblada con cómodas sillas y un sofá de madera, cubierto por algunos cojines. También contaba con una chimenea, en la que descansaba un caldero que seguramente se usaba para cocinar, ya que en la estancia también había una preciosa mesa que podría ser usada como comedor.
Deslizó los dedos por la oscura madera de aquella pieza, antes de atravesar un marco cuyo diseño se parecía mucho al de una enredadera, para encontrar la habitación principal, el dormitorio. Recordó entonces las palabras de la amable anciana, que le había pedido que no tomase como recompensa ciertas cosas, como por ejemplo la cama. Esbozó una sonrisa y se miró al espejo, para poco después continuar su camino hacia otra sala, cuyo contenido le resultaba mucho más interesante.
Las paredes de esta nueva estancia no eran de madera como el resto, sino de piedra, para conservar mejor el sinfín de pociones, ungüentos e ingredientes que albergaba. Sin duda se había equivocado al ver a la anciana como una simple vendedora de hierbas, aquella mujer debía tener grandes conocimientos de alquimia para haber fabricado una cantidad tan considerable de productos. Avanzó hacia la mesa central y se detuvo a ojear los libros que reposaban sobre ellas, buscando alguno que pudiese servirle para seguir desarrollando sus conocimientos en la materia.
Sin embargo, antes de decidir el objeto que se llevaría como recompensa, tendría que examinar con detenimiento todo cuando había en la sala, lo que podría llevarle un buen rato. Se acercó a la ventana desde la que un gato la seguía con la mirada, para rascarle el cuello en un amistoso gesto, al que en un principio se resistió, pero pronto bajó la cabeza para permitir que la extraña lo hiciera.
Comenzó a andar con lentitud por delante de las estanterías, leyendo las etiquetas de los frascos para saber su contenido. Conocía algunas de las pociones y ungüentos, incluso las había fabricado durante sus trabajos con alquimistas, pero había otras cuyos nombres no le sonaban de nada, lo que despertaba su curiosidad. Extrajo de su bolsa de cuero las recetas que le habían obsequiado por el buen desempeño de sus tareas, centrándose en una en particular, la del elixir disipador.
No había tenido ocasión aún de fabricarla, de hecho no conocía bien los ingredientes y eso lo complicaba todo, pero quizá en aquella sala pudiese encontrar algo que la ayudase. Buscó en los estantes por si la anciana tenía alguno ya hecho, pero al no encontrarlo pasó a los tarros de ingredientes, en cuyas etiquetas a parte del nombre también se podía leer una breve lista de las pócimas o ungüentos en que se utilizaban.
Tras buscar durante un tiempo que para ella resultó bastante corto, quizá por lo interesada que estaba en el tema, dio con algunos de ellos, pero tal como le había dicho la mujer, solo podía tomar un objeto en recompensa a su trabajo. Se apartó y volvió a la mesa central, en busca de cualquier nota en la que se especificasen los ingredientes y dónde podían encontrarse, con lo que hallaría lo que buscaba y cumpliría lo pactado. - Ojalá los hubiese tenido todos en un solo recipiente, habría sido más fácil. - musitó, mientras pasaba las hojas de los libros y revisaba los papeles sueltos que había desperdigados por la mesa.
Finalmente encontró lo que buscaba en uno de los libros, algo más delgado que el resto y de encuadernación desgastada, del que parecía haber otra copia algo más reciente y cuidada. Leyó con atención e intentó memorizar aquella pequeña lista, donde se reflejaban las cantidades exactas de cada ingrediente, el orden y forma en que debían ser usadas y por último, los lugares en los que podían conseguirse. Cerró el tomo y lo comparó con el otro, para comprobar que se tratase del mismo, en cuyo caso se lo llevaría.
Tras ver que así era, echó un último vistazo a la sala y soltó un leve suspiro, sabiendo que si no salía de allí pronto probablemente no querría irse. La sala contenía un sinfín de cosas que despertaban su interés y elegir una sola le había costado, con lo que sería mejor abandonar la casa antes de que cambiase de opinión, o se quedaría durante horas intentando decidirse. Apretó el libro contra su pecho y cruzó una breve mirada con el gato, antes de encaminarse a la sala de estar, desde la que tomaría la escalera para llegar al exterior.
Off: Si hay algo que editar por tema de haber enlazado tan pronto lo del final de mi trabajo con el evento solo avisa y lo arreglo.
Elen Calhoun
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Re: La recompensa de la anciana (Privado Mastereado)
El gato la miro un tanto reacio ¿ya se han acabado las caricias y mimos, bruja? La observó durante todo el tiempo que paso en la casa. Fuera hacia frió, pero dentro se estaba tan bien, y mirar a una joven bruja parecía sentarle tan divertido.
Cuando Elen se fue, estiro las patas y el lomo, quizás debía hacer al… se sentó en le soja tras rascar un poco la pata de madera d la mesa.
Sombra estaría esperando a la bruja tal y donde ella le dejó, no había pasado nadie por allí, apenas animales curiosos, la tarde empezaba a cansarse, haciendo que el sol se escondiese poco a poco.
Ya es tarde, será mejor que me ponga a recoger… pensaba la anciana mientras recogía algunas de las flores que tenía en su parada del mercado. Esperaba que la joven hubiese encontrado la casa, y que hubiese escogido bien.
-Total, la cama no la puede cargar sobre la burra- dijo antes de echarse a reír como una loca, haciendo que algunos curiosos que pasaban por el lado la mirase de reojo. La ayuda de la joven había sido muy beneficiosa, quizás en el futuro le pidiese de nuevo ayuda, aunque sabía que solo un objeto de todo lo que tenía en la casa era poco… bueno ella ya era mayor, y todo aquello no se lo podía dejar de herencia al gato, quizás aquella joven brujilla sería una buena sucesora…
Cuando Elen se fue, estiro las patas y el lomo, quizás debía hacer al… se sentó en le soja tras rascar un poco la pata de madera d la mesa.
Sombra estaría esperando a la bruja tal y donde ella le dejó, no había pasado nadie por allí, apenas animales curiosos, la tarde empezaba a cansarse, haciendo que el sol se escondiese poco a poco.
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Ya es tarde, será mejor que me ponga a recoger… pensaba la anciana mientras recogía algunas de las flores que tenía en su parada del mercado. Esperaba que la joven hubiese encontrado la casa, y que hubiese escogido bien.
-Total, la cama no la puede cargar sobre la burra- dijo antes de echarse a reír como una loca, haciendo que algunos curiosos que pasaban por el lado la mirase de reojo. La ayuda de la joven había sido muy beneficiosa, quizás en el futuro le pidiese de nuevo ayuda, aunque sabía que solo un objeto de todo lo que tenía en la casa era poco… bueno ella ya era mayor, y todo aquello no se lo podía dejar de herencia al gato, quizás aquella joven brujilla sería una buena sucesora…
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•Obtienes el libro de ingredientes.
- libro:
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En principio este tema ya finaliza aquí. Si por tu cuenta quieres volver a la ciudad y buscar a la anciana, o buscarla en su casa otro día, avísame y abrimos uno nuevo.
Wyn
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