Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
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Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
—¡Beberé lo que yo quiera y lo hare cuando yo quiera! ¡¿He sido claro?!—. El orejas largas se detuvo y miro en dirección a la posada, destapo una botella de vino y bebió un largo trago de la bebida hasta saciarse. Hilos carmesíes le corrieron hacia abajo, por el mentón y le ensuciaron su camisa de lino blanca. —¡Mira! ¡Estoy bebiendo!—. Y volvió a tomarse otro largo trago de la botella. No estaba ebrio, todavía, pero si llevaba buena parte del día bebiendo. Estaba siendo una tarea difícil dejar de tomar alcohol, los último tres días no había probado ni una gota y había tenido temblores y malos sueños. Sueños con colmillos y sombras que masticaban carne cruda. Sueños donde criaturas bebían sangre como si fuera agua. Malos sueños, muy malos.
Eso sí, estaba mareado, se le notaba por su manera de caminar, a trompicones y teniendo que detenerse de cuando en cuando a agarrarse de alguna pared o de algún árbol para no acabar en el suelo. Le daba igual si terminaba en el suelo o no, así no tendría que regresar a la posada y ver la cara de sus acompañantes de viaje. Gruño, pensar en ello que intentaron convencerlo de no seguir bebiendo le molesto, así que bebió y siguió bebiendo hasta que la botella de vino se terminó. Y volvió a gruñir molesto, ahora si dejándose caer con la espalda apoyada contra una pared y cerrando sus ojos. Tenía un problema, pero le daba igual, le gustaba ese problema.
De todas maneras, el elfo confiaba en que Imbar tarde o temprano le iría a rescatar y no lo dejaría ahogarse en alcohol. Confiaba en que Anar se le apareciera y le diera una buena tunda que le hiciera dejar de beber. Confiaba en que Isil llegaría y le daría un maternal abrazo y le diría que había sido suficiente.
Y en algún momento, acabo durmiéndose. Sumiéndose nuevamente en buenos sueños, podía verse que aquel joven elfo estaba sonriendo por las ilusiones que su sub consciente dormido creaba para darle confort. Soñó con su clan, desaparecido hacia años ya, soñó con las ferias, los viajes. Con olores de comida, con colore y el tacto de las diferentes telas con las cuales alzaban las tiendas de campaña o incluso con la pesada y lenta carroza del herrero a quien ya había olvidado su nombre, pero nunca su carreta. Una forja elfica mágica sobre ruedas que lamentablemente había sido destruida, pero Khariz la añoraba. Añoraba toda su vida pasada.
Una gorda y rechoncha rata lo despertó, estaba royendo la punta de su bota de cuero y parecía muy concentrada en la tarea ya que no se había dado cuenta de que el elfo estaba mirándola en esos momentos; El animalito mordía y seguía mordiendo, como pretendiendo hacer un agujero y saciar su ya grueso vientre con un poco de fino cuero elfico y, si podía, de paso un poco de carne de su dedo gordo. El elfo le dio una buena patada a aquella alimaña y se quedo durante un rato viendo cómo se alzaba en un vuelo curvo y al final caía y rebotaba varias veces. Trono sus huesos, se estiro, bostezo y miro a su alrededor. No quedaba nadie en aquella villa cercana a Vulwulfar.
…Quería seguir bebiendo, pero dudaba de que fuera a encontrar alguna taberna abierta a esa hora, parecía ser la hora más oscura y algún alma caritativa le había arrojado a su lado monedas de cobre y de plata. Ni lento ni perezoso, el elfo se las guardo todas en sus bolsillos y comenzó a caminar con las manos sobre el cinturón grueso de cuero que la rata no había alcanzado a masticar. Mejor así, no gastaría su propio dinero para pagar las bebidas, solo tenía que buscar un lugar nuevo ya que no pretendía regresar a la posada donde estaban sus acompañantes.
La villa de verdad estaba vacía, como si todos ya estuviesen durmiendo o haciendo sus propias cosas en privado; No tenía miedo, se notaba en su forma despreocupada de andar que ahora ya se veía más firme, solo tenía un fuerte y molesto dolor de cabeza. Por solo seguridad, el elfo puso una mano en la empuñadura de una de sus dos espadas y siguió andando. Comenzó a silbar, tranquilo, una melodía que era más bien conocida por sonar en tabernas y bares de ebrios que en un sitio donde las personas fuesen a quedarse con sus familias luego de un largo viaje.
Eso sí, estaba mareado, se le notaba por su manera de caminar, a trompicones y teniendo que detenerse de cuando en cuando a agarrarse de alguna pared o de algún árbol para no acabar en el suelo. Le daba igual si terminaba en el suelo o no, así no tendría que regresar a la posada y ver la cara de sus acompañantes de viaje. Gruño, pensar en ello que intentaron convencerlo de no seguir bebiendo le molesto, así que bebió y siguió bebiendo hasta que la botella de vino se terminó. Y volvió a gruñir molesto, ahora si dejándose caer con la espalda apoyada contra una pared y cerrando sus ojos. Tenía un problema, pero le daba igual, le gustaba ese problema.
De todas maneras, el elfo confiaba en que Imbar tarde o temprano le iría a rescatar y no lo dejaría ahogarse en alcohol. Confiaba en que Anar se le apareciera y le diera una buena tunda que le hiciera dejar de beber. Confiaba en que Isil llegaría y le daría un maternal abrazo y le diría que había sido suficiente.
Y en algún momento, acabo durmiéndose. Sumiéndose nuevamente en buenos sueños, podía verse que aquel joven elfo estaba sonriendo por las ilusiones que su sub consciente dormido creaba para darle confort. Soñó con su clan, desaparecido hacia años ya, soñó con las ferias, los viajes. Con olores de comida, con colore y el tacto de las diferentes telas con las cuales alzaban las tiendas de campaña o incluso con la pesada y lenta carroza del herrero a quien ya había olvidado su nombre, pero nunca su carreta. Una forja elfica mágica sobre ruedas que lamentablemente había sido destruida, pero Khariz la añoraba. Añoraba toda su vida pasada.
Una gorda y rechoncha rata lo despertó, estaba royendo la punta de su bota de cuero y parecía muy concentrada en la tarea ya que no se había dado cuenta de que el elfo estaba mirándola en esos momentos; El animalito mordía y seguía mordiendo, como pretendiendo hacer un agujero y saciar su ya grueso vientre con un poco de fino cuero elfico y, si podía, de paso un poco de carne de su dedo gordo. El elfo le dio una buena patada a aquella alimaña y se quedo durante un rato viendo cómo se alzaba en un vuelo curvo y al final caía y rebotaba varias veces. Trono sus huesos, se estiro, bostezo y miro a su alrededor. No quedaba nadie en aquella villa cercana a Vulwulfar.
…Quería seguir bebiendo, pero dudaba de que fuera a encontrar alguna taberna abierta a esa hora, parecía ser la hora más oscura y algún alma caritativa le había arrojado a su lado monedas de cobre y de plata. Ni lento ni perezoso, el elfo se las guardo todas en sus bolsillos y comenzó a caminar con las manos sobre el cinturón grueso de cuero que la rata no había alcanzado a masticar. Mejor así, no gastaría su propio dinero para pagar las bebidas, solo tenía que buscar un lugar nuevo ya que no pretendía regresar a la posada donde estaban sus acompañantes.
La villa de verdad estaba vacía, como si todos ya estuviesen durmiendo o haciendo sus propias cosas en privado; No tenía miedo, se notaba en su forma despreocupada de andar que ahora ya se veía más firme, solo tenía un fuerte y molesto dolor de cabeza. Por solo seguridad, el elfo puso una mano en la empuñadura de una de sus dos espadas y siguió andando. Comenzó a silbar, tranquilo, una melodía que era más bien conocida por sonar en tabernas y bares de ebrios que en un sitio donde las personas fuesen a quedarse con sus familias luego de un largo viaje.
Asbjörn Moonstar
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
Siguiendo una de las rutas costeras que había marcadas en el mapa de Leo llegue a la península de Verisar y mirara por donde mirara siempre habían pequeños y grandes asentamientos humanos. La ruta marcada me llevaba hasta Vulwufar donde había colocada una marca con el nombre de Damocles.
La pequeña ciudad olía a pescado y crustáceos por todas partes ya fuera fresco o podrido el olor seguía siendo igual de hediondo. Estuve barios días dando vueltas por el lugar e investigando sobre el paradero del tal Damocles y no lograba dar con el susodicho. Esto no era la primera vez que me pasaba, muchos de los nombres que aparecían en el mapa eran de personas ya fallecidas y la verdad teniendo en cuenta la de años que tenia el mapa tampoco era de extrañar.
Al final termine por hacer la visita habitual al cementerio local, si tenia suerte encontraría una tumba con su nombre y si no la tenia... bueno, por lo menos había visitado una ciudad pesquera y llena de vida en donde muy amablemente me vaciaron los bolsillos por culpa del precio de la estancia en la taberna.
Por desgracia para mi no encontré la tumba y ahora me encontraba yo en mitad de la ciudad con la bolsa medio vacía y sin un rombo a seguir, aunque eso tenia fácil solución. Incluso en el pueblo mas pequeño siempre se encontraban pequeñas tareas o carteles de búsqueda en el tablón de anuncios de la plaza central.
Y esta ciudad no fue distinta, con el panel localizado tarde unos minutos hasta encontrar un cartel que llamara mi atención, y valla si lo encontré. Resulta ser que se busca a un tal Khaiz vivo o muerto al cual la vida no le había sonreído, porque según se veía en el papel el pobre tenia una nariz que era un espanto pero eso era lo de menos ya que la recompensa era jugosa. Con el cartel en la mano y un objetivo en mente empece la búsqueda de mi futuro salario.
El malandrín de orejas picudas sabia pasar desapercibido, ya llevaba cerca de cuatro días buscando al susodicho por la ciudad y las villas colindantes sin tener resultados. La paciencia se me esta agotando... voy a buscar en la ultima villa y si no lo encuentro expandiré el radio a los bosques. Saliendo del pueblito en el que estaba busque unos matojos en donde poder sacarme la ropa y cambiar de formar, no tenia nada en contra de las poblaciones pero lo malo de estar en una es que no podía cambiar a placer sin que de por medio me llevara alguna parada de los mercaderes. Estire todo lo largo que daba mi cuerpo y alas y luego volví a repetir la escena como si fuera un gato que a dormido todo el día. No hay nada mejor que esto, como echaba ya de menos mis escamas. Y pasando la cinta de mi mochila por el cuello mientras daba pequeñas sacudidas para colocarlo en el sitio emprendí vuelo.
La villa resulto estar mas alejada de lo que pensaba, tanto así, que cuando la sobre volaba la luna ya hacia horas que estaba afuera. De manera inconsciente y rutinaria descendí a las afuera de la villa y cambie mi forma y vestimenta, me puse ropas sencillas, una camisa de lino con un chaleco de cuero y unos pantalones a juego. Lo único de mas calidad que llevaba eran las botas pues a las malas aprendí que un mal calzado te pasa factura. Encinte la espada al cinto y con la mochila a la espalda camine los pocos metros que me distanciaban de la pequeña población.
No me extraña que todo este tan desierto, con las horas que son me tocara dormir en el establo. Tan distraida iba en mis pensamiento que no cai en la presencia de un viandante hasta que lo choque de frente y para peores el pobre recivio una de mis descargas estaticas.
-Disculpa me.-Levante la mirada para verlo a la cara y sonreír con decoro.- No prestaba atención de por donde andaba.- Por alguna razón la cara del elfo me resultaba conocida pero no recordaba de donde, ¿Donde me lo habré encontrado? -Tu cara me suena de algo. ¿Nos aviamos visto antes?
La pequeña ciudad olía a pescado y crustáceos por todas partes ya fuera fresco o podrido el olor seguía siendo igual de hediondo. Estuve barios días dando vueltas por el lugar e investigando sobre el paradero del tal Damocles y no lograba dar con el susodicho. Esto no era la primera vez que me pasaba, muchos de los nombres que aparecían en el mapa eran de personas ya fallecidas y la verdad teniendo en cuenta la de años que tenia el mapa tampoco era de extrañar.
Al final termine por hacer la visita habitual al cementerio local, si tenia suerte encontraría una tumba con su nombre y si no la tenia... bueno, por lo menos había visitado una ciudad pesquera y llena de vida en donde muy amablemente me vaciaron los bolsillos por culpa del precio de la estancia en la taberna.
Por desgracia para mi no encontré la tumba y ahora me encontraba yo en mitad de la ciudad con la bolsa medio vacía y sin un rombo a seguir, aunque eso tenia fácil solución. Incluso en el pueblo mas pequeño siempre se encontraban pequeñas tareas o carteles de búsqueda en el tablón de anuncios de la plaza central.
Y esta ciudad no fue distinta, con el panel localizado tarde unos minutos hasta encontrar un cartel que llamara mi atención, y valla si lo encontré. Resulta ser que se busca a un tal Khaiz vivo o muerto al cual la vida no le había sonreído, porque según se veía en el papel el pobre tenia una nariz que era un espanto pero eso era lo de menos ya que la recompensa era jugosa. Con el cartel en la mano y un objetivo en mente empece la búsqueda de mi futuro salario.
El malandrín de orejas picudas sabia pasar desapercibido, ya llevaba cerca de cuatro días buscando al susodicho por la ciudad y las villas colindantes sin tener resultados. La paciencia se me esta agotando... voy a buscar en la ultima villa y si no lo encuentro expandiré el radio a los bosques. Saliendo del pueblito en el que estaba busque unos matojos en donde poder sacarme la ropa y cambiar de formar, no tenia nada en contra de las poblaciones pero lo malo de estar en una es que no podía cambiar a placer sin que de por medio me llevara alguna parada de los mercaderes. Estire todo lo largo que daba mi cuerpo y alas y luego volví a repetir la escena como si fuera un gato que a dormido todo el día. No hay nada mejor que esto, como echaba ya de menos mis escamas. Y pasando la cinta de mi mochila por el cuello mientras daba pequeñas sacudidas para colocarlo en el sitio emprendí vuelo.
La villa resulto estar mas alejada de lo que pensaba, tanto así, que cuando la sobre volaba la luna ya hacia horas que estaba afuera. De manera inconsciente y rutinaria descendí a las afuera de la villa y cambie mi forma y vestimenta, me puse ropas sencillas, una camisa de lino con un chaleco de cuero y unos pantalones a juego. Lo único de mas calidad que llevaba eran las botas pues a las malas aprendí que un mal calzado te pasa factura. Encinte la espada al cinto y con la mochila a la espalda camine los pocos metros que me distanciaban de la pequeña población.
No me extraña que todo este tan desierto, con las horas que son me tocara dormir en el establo. Tan distraida iba en mis pensamiento que no cai en la presencia de un viandante hasta que lo choque de frente y para peores el pobre recivio una de mis descargas estaticas.
-Disculpa me.-Levante la mirada para verlo a la cara y sonreír con decoro.- No prestaba atención de por donde andaba.- Por alguna razón la cara del elfo me resultaba conocida pero no recordaba de donde, ¿Donde me lo habré encontrado? -Tu cara me suena de algo. ¿Nos aviamos visto antes?
Reivy Abadder
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
La rata, parecía ser la misma rata que antes había pateado y mandado a volar, regreso por mas patadas y parecía enfadada por la primera. Parecía que pretendía presentarle combate al elfo, que se comería la punta de sus botas, que lo dejaría descalzo y que ganaría. Khariz, molesto, volvió a patearla para que se aleje, pero la glotona y gris y estoica alimaña regreso y provoco al elfo a hacerle dar una patada realmente fuerte para que saliera en la otra dirección. Pero, nada, el animalito de alcantarilla tenía el tamaño de un perro pequeño y en la mirada que le echo parecía estar desafiando al oreja largas.
Continuo caminando, seguido de cerca por el tenaz bicho gris, a quien al menos había logrado convencer de que se mantuviera lejos o de lo contrario la atravesaría de lado a lado con su espada y siguió su camino sin mirar a su alrededor. Era una villa como cualquier otra, con piedras para marcar el camino, el elfo aún no se acostumbraba a los olores que allí imperaban y se seguía preguntando por que había acabado por creer que era el destino quien le había llamado para reanudar su viaje. Probablemente porque estaba realmente ebrio esa noche, seguro que si.
Pero al doblar por una esquina de lo que parecía ser una panadería, se encontró con un fuerte golpe en su rostro, por no haber levantado la cabeza a tiempo seguramente, sintió como ed vuelta le ardía la nariz por haberse chocado con algo o con alguien. Bufo, un tanto molesto, y a regañadientes miro que era lo que había pasado. Sus ojos del color de la miel se encontraron en la tez pálida de una joven que, a primeras vistas, parecía estar perdida y lejos de su hogar.
Le echo una mirada larga, por supuesto, a la mochila que tenía y a la espada que colgaba de su cintura, así como también al largo matojo de pelo negro azabache. Aun le dolía el cuerpo, no sabía por qué le dolía de aquella manera, sentía sus brazos algo entumecidos y estaba mareado, sin olvidar de que los músculos de su pecho parecían estar sufriendo alguna clase de calambre o contractura y no le permitían respirar correctamente; También sentía el vello de su nuca erizarse, aunque no tenía idea de por que estuviese pasando aquello, y las puntas de su larga melena rubia parecían estar irguiéndose también por alguna extraña razón que desconocía. Sacudió su cabeza, tomo una profunda bocanada de aire, volvió a mirar a la desconocía.
Fugazmente por su cabeza pensó que, una mujer con una espada pero con una mochila en su espala seria con todas probabilidades un blanco fácil. Podría robarle todo lo que tenía, espada incluida, y se iría campante de regreso a la taberna con un botín para compartir con sus acompañantes de viaje. El problema era la espada, si la muchacha sabia utilizarla, entonces estaría metiéndose en un problema y no pretendía matar a nadie. No todavía, al menos.
Sonrió, de medio labio, galán y atrevido. Picaresco. —Vaya, vaya…buenas noches a ti también—. Dijo a la muchacha cuando finalmente recupero la capacidad para esgrimir las palabras y controlar su lengua. De haber recuperado el aliento lo suficiente como para entablar una conversación, se sintió extraño al principio pero aquella sensación de golpe, de pellizco en su cuerpo, había quedado atrás.
—Nada que disculpar señorita, ya quisiera que más muchachas bellas como usted se choquen conmigo y acaben rodando en el suelo—. Con algo de dificultad se puso en pie, el choque extraño que había recibido lo tomo por sorpresa y no había logrado atajarse a aquella fuerza invisible que había salido de ningún lugar. Estiro su mano, para ayudar a levantar a la desconocida, sin dejar de sonreírle en ningún momento. —No, no creo que nos conozcamos…todavía, pero si estas perdida puedo ayudarte con lo que necesites, mi nombre es Khariz Elderien, puedes llamarme como gustes—. Guiño su ojo, y sintió un pellizco en el pie. La rata había regresado, pero como no quería impresionar a la dama le dio una patada y volvió a ignorarle.
Continuo caminando, seguido de cerca por el tenaz bicho gris, a quien al menos había logrado convencer de que se mantuviera lejos o de lo contrario la atravesaría de lado a lado con su espada y siguió su camino sin mirar a su alrededor. Era una villa como cualquier otra, con piedras para marcar el camino, el elfo aún no se acostumbraba a los olores que allí imperaban y se seguía preguntando por que había acabado por creer que era el destino quien le había llamado para reanudar su viaje. Probablemente porque estaba realmente ebrio esa noche, seguro que si.
Pero al doblar por una esquina de lo que parecía ser una panadería, se encontró con un fuerte golpe en su rostro, por no haber levantado la cabeza a tiempo seguramente, sintió como ed vuelta le ardía la nariz por haberse chocado con algo o con alguien. Bufo, un tanto molesto, y a regañadientes miro que era lo que había pasado. Sus ojos del color de la miel se encontraron en la tez pálida de una joven que, a primeras vistas, parecía estar perdida y lejos de su hogar.
Le echo una mirada larga, por supuesto, a la mochila que tenía y a la espada que colgaba de su cintura, así como también al largo matojo de pelo negro azabache. Aun le dolía el cuerpo, no sabía por qué le dolía de aquella manera, sentía sus brazos algo entumecidos y estaba mareado, sin olvidar de que los músculos de su pecho parecían estar sufriendo alguna clase de calambre o contractura y no le permitían respirar correctamente; También sentía el vello de su nuca erizarse, aunque no tenía idea de por que estuviese pasando aquello, y las puntas de su larga melena rubia parecían estar irguiéndose también por alguna extraña razón que desconocía. Sacudió su cabeza, tomo una profunda bocanada de aire, volvió a mirar a la desconocía.
Fugazmente por su cabeza pensó que, una mujer con una espada pero con una mochila en su espala seria con todas probabilidades un blanco fácil. Podría robarle todo lo que tenía, espada incluida, y se iría campante de regreso a la taberna con un botín para compartir con sus acompañantes de viaje. El problema era la espada, si la muchacha sabia utilizarla, entonces estaría metiéndose en un problema y no pretendía matar a nadie. No todavía, al menos.
Sonrió, de medio labio, galán y atrevido. Picaresco. —Vaya, vaya…buenas noches a ti también—. Dijo a la muchacha cuando finalmente recupero la capacidad para esgrimir las palabras y controlar su lengua. De haber recuperado el aliento lo suficiente como para entablar una conversación, se sintió extraño al principio pero aquella sensación de golpe, de pellizco en su cuerpo, había quedado atrás.
—Nada que disculpar señorita, ya quisiera que más muchachas bellas como usted se choquen conmigo y acaben rodando en el suelo—. Con algo de dificultad se puso en pie, el choque extraño que había recibido lo tomo por sorpresa y no había logrado atajarse a aquella fuerza invisible que había salido de ningún lugar. Estiro su mano, para ayudar a levantar a la desconocida, sin dejar de sonreírle en ningún momento. —No, no creo que nos conozcamos…todavía, pero si estas perdida puedo ayudarte con lo que necesites, mi nombre es Khariz Elderien, puedes llamarme como gustes—. Guiño su ojo, y sintió un pellizco en el pie. La rata había regresado, pero como no quería impresionar a la dama le dio una patada y volvió a ignorarle.
Asbjörn Moonstar
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
Ay dioses! ya esta, mate al probecillo. Producto del choque o de la descarga estaba tendida en el suelo y desde esa posición me quede mirando como los músculos del muchacho convulsionaban bajo el raso de la tela, al parecer el toque de electricidad involuntario le había dado mas fuerte de lo normal. Tenia todo el vello encrespado y las puntas del pelo erizado, casi parecía cómico sino fuera porque daba la sensación de que el rubio expiro de pie, pero pasados unos segundos hablo y me presto la mano para ponerme en pie.
Desde la nueva posición me tome el tiempo para examinarlo, desde luego era un elfo gallardo, nada que ver con el desgraciado que buscaba. El desconocido tenia un pelo que se me antojaba sedoso al tacto, un tatuaje en la cara que remarcaba sus rasgos estilizados y que de nueva cuenta se me hacia conocido. Ese tatuaje yo ya lo e visto, ¿pero donde? No a todos les quedan bien las marcas en el rostro. Lo único fuera de lo normal para un elfo era su altura... aunque nunca se sabe igual era un mestizo, porque no tenia las típicas orejas de punta de un uno de su raza. De echo, se me hacia tierno ver como sus puntas terminaban siendo redondas en lugar de picudas.
La presentacion y disipacion de dudas continuaba y por el rabillo del ojo vi una rata gorda y gris que se acercaba al pie del tipo. Abrí la boca para avisarlo pero antes de poder decir nada el animal fue pateado y salio despedido unos metros. Yyyyy la rata voló, y se fue. Al barro. La desgracia del animal me distrajo un segundo de la conversación y me saco una pequeña risa.
-Asi que eres Khariz...- Espera Khariz, ese es el nombre del cartel. Sin mucha cortesía puse mis manos en sus hombros y lo cuadre derecho, a renglón seguido le sujete el mentón moviendo su rostro a los lados de manera brusca.- No puede ser... a ver quédate así un segundo.- Sin sacarme la mochila rebusque en uno de los bolsillo laterales hasta tocar el papel que deseaba y lo puse delante de mi cara tapando la suya.- Algo no cuadra, sostén esto así por favor.- De un momento a otro comencé a tratar al elfo como si fuera una marioneta, pero si en verdad era el del cartel tampoco me importaba mucho lo que pensara de mi. Le puse el cartel en la mano y levante su brazo hasta que el papel quedo al lado de su cara.- Mmmm os parecéis pero hay algo que no encaja.- me acerque a su cara escrutándola al milímetro y luego al cartel, de repente se me ilumino la cabeza y con mis pulgares tape en perspectiva las narices de los dos.- Eres tu! al fin te encuentro porquería.- Los buenos modales habían terminado, me aleje cerca de un metro y me lleve la mano izquierda a la empuñadura de la espada.
Desde la nueva posición me tome el tiempo para examinarlo, desde luego era un elfo gallardo, nada que ver con el desgraciado que buscaba. El desconocido tenia un pelo que se me antojaba sedoso al tacto, un tatuaje en la cara que remarcaba sus rasgos estilizados y que de nueva cuenta se me hacia conocido. Ese tatuaje yo ya lo e visto, ¿pero donde? No a todos les quedan bien las marcas en el rostro. Lo único fuera de lo normal para un elfo era su altura... aunque nunca se sabe igual era un mestizo, porque no tenia las típicas orejas de punta de un uno de su raza. De echo, se me hacia tierno ver como sus puntas terminaban siendo redondas en lugar de picudas.
La presentacion y disipacion de dudas continuaba y por el rabillo del ojo vi una rata gorda y gris que se acercaba al pie del tipo. Abrí la boca para avisarlo pero antes de poder decir nada el animal fue pateado y salio despedido unos metros. Yyyyy la rata voló, y se fue. Al barro. La desgracia del animal me distrajo un segundo de la conversación y me saco una pequeña risa.
-Asi que eres Khariz...- Espera Khariz, ese es el nombre del cartel. Sin mucha cortesía puse mis manos en sus hombros y lo cuadre derecho, a renglón seguido le sujete el mentón moviendo su rostro a los lados de manera brusca.- No puede ser... a ver quédate así un segundo.- Sin sacarme la mochila rebusque en uno de los bolsillo laterales hasta tocar el papel que deseaba y lo puse delante de mi cara tapando la suya.- Algo no cuadra, sostén esto así por favor.- De un momento a otro comencé a tratar al elfo como si fuera una marioneta, pero si en verdad era el del cartel tampoco me importaba mucho lo que pensara de mi. Le puse el cartel en la mano y levante su brazo hasta que el papel quedo al lado de su cara.- Mmmm os parecéis pero hay algo que no encaja.- me acerque a su cara escrutándola al milímetro y luego al cartel, de repente se me ilumino la cabeza y con mis pulgares tape en perspectiva las narices de los dos.- Eres tu! al fin te encuentro porquería.- Los buenos modales habían terminado, me aleje cerca de un metro y me lleve la mano izquierda a la empuñadura de la espada.
Reivy Abadder
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
Sus ojos eran brillantes, muy brillantes. Azules, no ¿Verdes? Quizás, una amalgama de ambos, casi que podía ver como en la oscuridad de la calle brillaban y centellaban. Miro a sus espaldas, casi por pura costumbre, pretendiendo mantener el control de la situación y que no fuera sorprendido por alguien más que estuviera acompañando a esa muchacha. En los días que corrían, mucha precaución continuaba siendo muy poca.
Cuando la joven sonrió, el elfo casi se derritió por la ternura que parecía tener en el semblante aquella muchacha y se olvidó de la mirada relampagueante que parecía poseer y de cómo resultaba extraño que cercano a ella siguiera sintiendo una extraña caricia en el aire en su cuerpo. Era raro, quizás fuera una hechicera, era la única respuesta que tenía. Suerte la de ella de ir a cruzarse con el único elfo que los brujos le caían bien, si es que era una bruja. —Tienes…tienes una sonrisa muy bonita ¿Sabes?—. Halago, levantando el rostro ajeno por el mentón para verle mejor y admirar esa línea curva en los labios ajenos. Nuevamente, miro por el rabillo de su ojo derecho hacia atrás, solo para asegurarse.
Sonó lejos un trueno y el orejas largas miro hacia arriba, hacia el cielo; Le pareció extraño, porque hacia no más de una hora estaba despejado y estrellado…y ahora parecía estar a punto de desatarse una tormenta. Sabía que era temporada de torrenciales lluvias, pero en sus ciento y tantos años no había visto nunca que una tormenta fuese a formarse tan de repente. Eso, la extraña caricia en el aire, el fuerte golpe que tuvo que le contrajo los músculos…volvió a mirar a la muchacha, arqueando una ceja y abrió la boca para preguntarle si era una hechicera o no cuando…
—¡Hey!—. Llamo a la atención el elfo. Comenzó a tratarlo como si fuera un muñeco, lo puso derecho y erguido, destacando así la estatura que tenía (Que no era mucha, pero era un elfo alto al final) Le hizo levantar un brazo, le hizo levantar el otro; La camisa de lino se le levanto entre el ir y venir tan brusco de la chica y los tatuajes del cuerpo se le asomaron también, luego ella comenzó a rebuscar algo en su bolso y pelilargo siguió inquiriendo con la mirada que era lo que sucedía.
—Oye, estas…—. Estuvo a punto de preguntar, pero le tapo el rostro con un papel. Oh, vamos…no hagas esto… Pensó el elfo mientras era cubierto con la hoja de papel y ella continuaba analizándolo detenidamente. —¿Sabes? Si quieres seguir mirándome podemos ir a la posada, tengo una habitación que… ¡Hey!—. No era nada delicada, pero no era la primera muchacha no delicada con la que se cruzaba. Hacia unos pocos días otra muchacha le había partido la nariz y aunque pudo curársela, aun le dolía en el orgullo que hubiese sucedido aquello. Tomo el papel, lo puso al lado de su rostro, hizo una mueca de desinterés y disgusto y ni siquiera miro lo que había dibujado en aquel papiro. Le importaba, como siempre y como con todo, un rábano de tamaño descomunal lo que estuviera allí.
Bufo cuando por fin ella hablo de que había algo que no encajaba en el dibujo ni con la imagen de carne y hueso original que seguía sosteniendo el trozo de papiro. Al final, la curiosidad elfica le gano a su estoicismo y miro lo que estaba impreso. La imagen, ciertamente era un insulto. —Bueno, puedo decirte que la imagen no me hace tanta justicia. Evidentemente soy más guapo en carne y hueso y mis orejas no son tan exageradamente desproporcionadas con el resto de mi rostro—. Y de hecho, las movió. Quizás, al ser un elfo de clan nómada, las tenía más cortas y no tan pronunciadas como los otros miembros de su raza. Ventajas, claro, no se podía vivir tranquilo en el bosque con unas oreja tan largas por que serían un problema. —¿Porquería? Escúcheme, señorita, eso no suena nada…—.
Volteo a mirar a la muchacha que parecía ser una bruja y con incredulidad alzo una ceja mirando cómo se llevaba la mano a la empuñadura de su espada, como si pretendiera sacarla de la vaina y hacer alguna tontería. El, como era normal, sonrió galante y travieso. —Niña ¿Sabes usar ese mondadientes? Por qué créeme, si me enseñas tu acero no podremos mantener una conversación civilizada—. Su sonrisa seguía presente, como siempre, pero había otra cosa en la mirada del elfo que ya no era la cordialidad ni mucho menos la amabilidad de antes. Casi parecía que sus ojos ambarinos se habían oscurecido y brillaban advirtiendo del peligro.
Cuando la joven sonrió, el elfo casi se derritió por la ternura que parecía tener en el semblante aquella muchacha y se olvidó de la mirada relampagueante que parecía poseer y de cómo resultaba extraño que cercano a ella siguiera sintiendo una extraña caricia en el aire en su cuerpo. Era raro, quizás fuera una hechicera, era la única respuesta que tenía. Suerte la de ella de ir a cruzarse con el único elfo que los brujos le caían bien, si es que era una bruja. —Tienes…tienes una sonrisa muy bonita ¿Sabes?—. Halago, levantando el rostro ajeno por el mentón para verle mejor y admirar esa línea curva en los labios ajenos. Nuevamente, miro por el rabillo de su ojo derecho hacia atrás, solo para asegurarse.
Sonó lejos un trueno y el orejas largas miro hacia arriba, hacia el cielo; Le pareció extraño, porque hacia no más de una hora estaba despejado y estrellado…y ahora parecía estar a punto de desatarse una tormenta. Sabía que era temporada de torrenciales lluvias, pero en sus ciento y tantos años no había visto nunca que una tormenta fuese a formarse tan de repente. Eso, la extraña caricia en el aire, el fuerte golpe que tuvo que le contrajo los músculos…volvió a mirar a la muchacha, arqueando una ceja y abrió la boca para preguntarle si era una hechicera o no cuando…
—¡Hey!—. Llamo a la atención el elfo. Comenzó a tratarlo como si fuera un muñeco, lo puso derecho y erguido, destacando así la estatura que tenía (Que no era mucha, pero era un elfo alto al final) Le hizo levantar un brazo, le hizo levantar el otro; La camisa de lino se le levanto entre el ir y venir tan brusco de la chica y los tatuajes del cuerpo se le asomaron también, luego ella comenzó a rebuscar algo en su bolso y pelilargo siguió inquiriendo con la mirada que era lo que sucedía.
—Oye, estas…—. Estuvo a punto de preguntar, pero le tapo el rostro con un papel. Oh, vamos…no hagas esto… Pensó el elfo mientras era cubierto con la hoja de papel y ella continuaba analizándolo detenidamente. —¿Sabes? Si quieres seguir mirándome podemos ir a la posada, tengo una habitación que… ¡Hey!—. No era nada delicada, pero no era la primera muchacha no delicada con la que se cruzaba. Hacia unos pocos días otra muchacha le había partido la nariz y aunque pudo curársela, aun le dolía en el orgullo que hubiese sucedido aquello. Tomo el papel, lo puso al lado de su rostro, hizo una mueca de desinterés y disgusto y ni siquiera miro lo que había dibujado en aquel papiro. Le importaba, como siempre y como con todo, un rábano de tamaño descomunal lo que estuviera allí.
Bufo cuando por fin ella hablo de que había algo que no encajaba en el dibujo ni con la imagen de carne y hueso original que seguía sosteniendo el trozo de papiro. Al final, la curiosidad elfica le gano a su estoicismo y miro lo que estaba impreso. La imagen, ciertamente era un insulto. —Bueno, puedo decirte que la imagen no me hace tanta justicia. Evidentemente soy más guapo en carne y hueso y mis orejas no son tan exageradamente desproporcionadas con el resto de mi rostro—. Y de hecho, las movió. Quizás, al ser un elfo de clan nómada, las tenía más cortas y no tan pronunciadas como los otros miembros de su raza. Ventajas, claro, no se podía vivir tranquilo en el bosque con unas oreja tan largas por que serían un problema. —¿Porquería? Escúcheme, señorita, eso no suena nada…—.
Volteo a mirar a la muchacha que parecía ser una bruja y con incredulidad alzo una ceja mirando cómo se llevaba la mano a la empuñadura de su espada, como si pretendiera sacarla de la vaina y hacer alguna tontería. El, como era normal, sonrió galante y travieso. —Niña ¿Sabes usar ese mondadientes? Por qué créeme, si me enseñas tu acero no podremos mantener una conversación civilizada—. Su sonrisa seguía presente, como siempre, pero había otra cosa en la mirada del elfo que ya no era la cordialidad ni mucho menos la amabilidad de antes. Casi parecía que sus ojos ambarinos se habían oscurecido y brillaban advirtiendo del peligro.
Asbjörn Moonstar
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
-¿Y desde cuando las ratas de cloaca saben mantener conversaciones civilizadas? con razón aquella no te deja tranquilo.- Le decía señalando con la mano libre al roedor que volvía a la carrera para mordisquear de nueva cuenta la bota del maleante. Resople airada como si sus vanos comentarios rebotaran contra un muro invisible. -Mph puede que este mondadientes no te impresione, pero cuando estés agonizando y con todos tus órganos internos quemados desearas que use la espada para concederte la muerte.
Lo cierto era que lo buscaban vivo o muerto y muerto solo pagarían la mitad, podía también dejarlo en shock con una descarga pero entonces correría el riesgo de dejarlo lelo y que no me den la recompensar por pensar que lo hago pasar por el del cartel... cosa la cual no seria la primera vez que me pasa. Estúpidos trabajadores públicos, cualquier excusa es buena para no pagarte. A de mas, el dibujo del retrato era tan horrendo que hasta cabía la posibilidad de que ni trayendolo vivo me lo pagaran, escudándose claro esta en que no es el mismo. Fuera como fuere parecía que tenia las de perder, pero aun con todo y con eso si su cabeza tenia un precio tan alto seria por algo.
Por otro lado de manera consciente o no tan consciente cuando al elfo se le levanto la camisa mis ojos se desviaron deseosos y sin tapujos hacia las trabajadas dorsales y el sinuoso tatuaje que recorría el costado del rubiales. De igual forma en cuestión de un par de minutos se estaba formando una tormenta eléctrica antinatural sobre nuestras cabezas. Ay no! otra vez esto no. Maldita temporada de lluvias siempre me pasa igual, en cuanto detecto un posible peligro se ciernen los nubarrones. Tengo que pararlo de alguna manera o el rufián acabara muerto en cualquier momento.
Echándole un ultimo vistazo al despampanante cuerpo del elfo, cerré los ojos y junte mis manos a la altura del ombligo, con los dedos cruzados unos con otro y las palmas hacia arriba empece la pequeña meditación mientras susurra un pequeño "Ooohmm" necesitaba calmarme y convencer a mi mente de que la porquería que tenia delante no era una amenaza. Empece a imaginar y recordar los primeros años de vida con los abuelos, como en la noches frías de invierno la abuela Angela me enseñaba sus recetas de cocina junto a la luz del hogar y el crepitar de la madera en su interior. Las tranquilas tardes de verano pescando con el abuelo Persival en el rió de las afueras. Y como olvidar las tórridas noches de otoño que pase con aquella extraña mujer en los paramos del oeste justo un mes después de que dejara el pueblo donde viví... Mmmm Motoko rica y suculenta Motoko. A día de hoy sigo sin entender porque la veía solo de noche y el porque siempre me encontraba aya donde fuera. Debería volver de de visita en algún momento. Sin notarlo los recuerdos de aquellas noches provocaron un pequeño rubor en mis mejillas.
No sabría decir a ciencia cierta que de todo lo que pensé fue lo que hizo efecto, pero comencé a notar un cambio en la presión del aire así que deje la meditación de lado (la cual no duro mas de un minuto) y abrí los ojos para encontrarme de vuelta con la mirada dorada de mi bolsa de oro andante.
-A ver rufián. Suponte que creo que puedes dialogar.- Ajena al rubor de mis mejillas me cruce de brazos y lo mire incrédula.- ¿Que tienes para decirme? ¿y porque te buscan?
Lo cierto era que lo buscaban vivo o muerto y muerto solo pagarían la mitad, podía también dejarlo en shock con una descarga pero entonces correría el riesgo de dejarlo lelo y que no me den la recompensar por pensar que lo hago pasar por el del cartel... cosa la cual no seria la primera vez que me pasa. Estúpidos trabajadores públicos, cualquier excusa es buena para no pagarte. A de mas, el dibujo del retrato era tan horrendo que hasta cabía la posibilidad de que ni trayendolo vivo me lo pagaran, escudándose claro esta en que no es el mismo. Fuera como fuere parecía que tenia las de perder, pero aun con todo y con eso si su cabeza tenia un precio tan alto seria por algo.
Por otro lado de manera consciente o no tan consciente cuando al elfo se le levanto la camisa mis ojos se desviaron deseosos y sin tapujos hacia las trabajadas dorsales y el sinuoso tatuaje que recorría el costado del rubiales. De igual forma en cuestión de un par de minutos se estaba formando una tormenta eléctrica antinatural sobre nuestras cabezas. Ay no! otra vez esto no. Maldita temporada de lluvias siempre me pasa igual, en cuanto detecto un posible peligro se ciernen los nubarrones. Tengo que pararlo de alguna manera o el rufián acabara muerto en cualquier momento.
Echándole un ultimo vistazo al despampanante cuerpo del elfo, cerré los ojos y junte mis manos a la altura del ombligo, con los dedos cruzados unos con otro y las palmas hacia arriba empece la pequeña meditación mientras susurra un pequeño "Ooohmm" necesitaba calmarme y convencer a mi mente de que la porquería que tenia delante no era una amenaza. Empece a imaginar y recordar los primeros años de vida con los abuelos, como en la noches frías de invierno la abuela Angela me enseñaba sus recetas de cocina junto a la luz del hogar y el crepitar de la madera en su interior. Las tranquilas tardes de verano pescando con el abuelo Persival en el rió de las afueras. Y como olvidar las tórridas noches de otoño que pase con aquella extraña mujer en los paramos del oeste justo un mes después de que dejara el pueblo donde viví... Mmmm Motoko rica y suculenta Motoko. A día de hoy sigo sin entender porque la veía solo de noche y el porque siempre me encontraba aya donde fuera. Debería volver de de visita en algún momento. Sin notarlo los recuerdos de aquellas noches provocaron un pequeño rubor en mis mejillas.
No sabría decir a ciencia cierta que de todo lo que pensé fue lo que hizo efecto, pero comencé a notar un cambio en la presión del aire así que deje la meditación de lado (la cual no duro mas de un minuto) y abrí los ojos para encontrarme de vuelta con la mirada dorada de mi bolsa de oro andante.
-A ver rufián. Suponte que creo que puedes dialogar.- Ajena al rubor de mis mejillas me cruce de brazos y lo mire incrédula.- ¿Que tienes para decirme? ¿y porque te buscan?
Reivy Abadder
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
No estaba nervioso, claramente, pero no quería que la chica viese que tenía intenciones de bajar sus manos hacia las espadas que descansaban en su cintura y espalda. No, prefería adoptar la técnica de su labia y carisma para intentar zafar de aquel escollo en el que se encontraba tontamente metido. —Verdadero cuero elfico, pequeña ¿Sabes eso que se dice que todo lo que tocan los elfos es especial? Mis botas, en este caso, han sido tratadas para que pueda zamparlas si no tengo una sola moneda en el bolsillo ¿Por qué? ¿Se te antoja un cordón?—. Desarmo la trenza que se le había encrespado y suspirando como quien no quería la cosa, comenzó a trenzarse nuevamente el cabello con sus largos y agiles dedos. Un mechón arriba del otro, lo pasaba por el nudo que había quedado, lo cerraba, repetía el proceso. En poco tiempo, su trenza iba por la mitad y el elfo no había borrado la sonrisa del rostro…ni el brillo peligroso en sus ojos ambarinos.
—¡Qué asco, señorita!—. Exclamo, obviamente, con la pantomima de estar molesto por escuchar los planes que parecía tener aquella muchacha con su pobre físico. —¿Sabes que los elfos podemos curarnos, verdad? ¿Sí? Bueno, quizás eso me tome más tiempo sanarlo, pero lo hare tarde o temprano y ¿Te cuento un secreto?—. Khariz vio como ella parecía fijarse en su cuerpo, en su pecho y su vientre plano. Se mordió el labio inferior para provocar más a la muchacha y luego se inclinó apenas hacia adelante. Su trenza, ya finalizada, colgaba alegremente mientras esperaba que el elfo le pusiera la guirnalda con la que solía decorarla. —Conozco uno o dos de esos duendes que son expertos en arrancar cabelleras que me han enseñado a hacerlo, y pienso que tienes un cabello precioso como para perderlo por jugar a la caza recompensas—.
Aprovecho el momento en que la chica estaba distraída mirándole y camino uno o dos pasos hacia atrás, dándole la espalda y silbando como quien no quiere la cosa. Siempre con su actitud despreocupada, desinteresada, de que nada le asustaba.
Al mirar hacia arriba vio como los nubarrones se iban despejando poco a poco y la noche nuevamente comenzaba a clarear; Las estrellas, no todas pero si las más valiente que decoraban el firmamento de Aerandir se mostraban y miraba siendo testigos brillantes de lo que en la tierra estaba sucediendo. Khariz chasqueo su lengua, por un momento sintió el deseo de salir corriendo y perderse en las calles de la villa, algo que podría hacer fácilmente ya que al haber vivido durante toda su vida usando los recovecos y las sombras para realizar sus trabajos no le imposibilitaría aplicarlo en esos momentos de necesidad. Pero ¿Realmente había necesidad alguna?
Apenas y enseño el filo de una de sus espadas, cubriéndolo con la palma de la mano para que aquella chica que pretendía cobrar el precio por su cabeza no lo viese. —Rufián, rata de cloaca ¿Algún otro insulto? Por qué créeme, para que me afectes tienes que ponerte creativa amiguita desconocida—. Cantarín, comento aquello. Provocándole, no solo de manera sugerente sino provocándola para que tuviera una reacción violenta, o no…lo que primero pasara.
Suspiro, finalmente. —¿De verdad haremos esto?—. En sus largos cien años siempre le había pasado lo mismo. Alguien que pretendía querer el oro que se pedían por su cabeza y que terminaba convenciéndolo de que lo dejara ir. No siempre surtía efecto el encanto natural que el poseía, pero cuando sucedía… —Bueno, si tengo que hacerlo, pero prestamente mucha atención porque lo hare solamente una vez. De verdad, esas amenazas de desmembramiento y cremación me han dado escalofríos—. Movió sus hombros, simulando un tembleque inexistente, incluso cerro sus ojos.
—Déjame decirte, para empezar nada más, que si me matas el mundo estaría perdiendo un gran, pero gran amante. Se hacer cosas con mi cosa en el interior de las cosas ajenas que te puedo enseñar si me dejas salir vivo de esta—. Otra vez le sonrió. Otra vez se mordió su labio inferior, incluso se atrevió a bajar la mano para acariciarse sobre el pantalón sus partes íntimas y meneo apenas su cadera para que su camisa volviera a levantarse. —¡Por favor! Se supone que quieres mi hermosa y perfecta cabeza en una caja de madera para llevarla y cobrar la recompensa ¿Y no sabes por qué me buscan? Mira, déjame vivir, te llevare a la posada. Te pondré algo de bebida en la tripa y luego subiremos a mi habitación. Déjame enseñarte que cosa se hacer con mi cosa y en la mañana te diré porque me buscan, te lo prometo por mi honor de elfo—. El cual, obviamente, era completamente inexistente en el corazón de Khariz Elderien. Solo se movía por el dinero rápido, las mujeres fáciles, la insinuación de una buena aventura y de cuando en cuando, muy de cuando en cuando, mojar el filo de sus espadas en la sangre de un desgraciado o desgraciada.
—¡Qué asco, señorita!—. Exclamo, obviamente, con la pantomima de estar molesto por escuchar los planes que parecía tener aquella muchacha con su pobre físico. —¿Sabes que los elfos podemos curarnos, verdad? ¿Sí? Bueno, quizás eso me tome más tiempo sanarlo, pero lo hare tarde o temprano y ¿Te cuento un secreto?—. Khariz vio como ella parecía fijarse en su cuerpo, en su pecho y su vientre plano. Se mordió el labio inferior para provocar más a la muchacha y luego se inclinó apenas hacia adelante. Su trenza, ya finalizada, colgaba alegremente mientras esperaba que el elfo le pusiera la guirnalda con la que solía decorarla. —Conozco uno o dos de esos duendes que son expertos en arrancar cabelleras que me han enseñado a hacerlo, y pienso que tienes un cabello precioso como para perderlo por jugar a la caza recompensas—.
Aprovecho el momento en que la chica estaba distraída mirándole y camino uno o dos pasos hacia atrás, dándole la espalda y silbando como quien no quiere la cosa. Siempre con su actitud despreocupada, desinteresada, de que nada le asustaba.
Al mirar hacia arriba vio como los nubarrones se iban despejando poco a poco y la noche nuevamente comenzaba a clarear; Las estrellas, no todas pero si las más valiente que decoraban el firmamento de Aerandir se mostraban y miraba siendo testigos brillantes de lo que en la tierra estaba sucediendo. Khariz chasqueo su lengua, por un momento sintió el deseo de salir corriendo y perderse en las calles de la villa, algo que podría hacer fácilmente ya que al haber vivido durante toda su vida usando los recovecos y las sombras para realizar sus trabajos no le imposibilitaría aplicarlo en esos momentos de necesidad. Pero ¿Realmente había necesidad alguna?
Apenas y enseño el filo de una de sus espadas, cubriéndolo con la palma de la mano para que aquella chica que pretendía cobrar el precio por su cabeza no lo viese. —Rufián, rata de cloaca ¿Algún otro insulto? Por qué créeme, para que me afectes tienes que ponerte creativa amiguita desconocida—. Cantarín, comento aquello. Provocándole, no solo de manera sugerente sino provocándola para que tuviera una reacción violenta, o no…lo que primero pasara.
Suspiro, finalmente. —¿De verdad haremos esto?—. En sus largos cien años siempre le había pasado lo mismo. Alguien que pretendía querer el oro que se pedían por su cabeza y que terminaba convenciéndolo de que lo dejara ir. No siempre surtía efecto el encanto natural que el poseía, pero cuando sucedía… —Bueno, si tengo que hacerlo, pero prestamente mucha atención porque lo hare solamente una vez. De verdad, esas amenazas de desmembramiento y cremación me han dado escalofríos—. Movió sus hombros, simulando un tembleque inexistente, incluso cerro sus ojos.
—Déjame decirte, para empezar nada más, que si me matas el mundo estaría perdiendo un gran, pero gran amante. Se hacer cosas con mi cosa en el interior de las cosas ajenas que te puedo enseñar si me dejas salir vivo de esta—. Otra vez le sonrió. Otra vez se mordió su labio inferior, incluso se atrevió a bajar la mano para acariciarse sobre el pantalón sus partes íntimas y meneo apenas su cadera para que su camisa volviera a levantarse. —¡Por favor! Se supone que quieres mi hermosa y perfecta cabeza en una caja de madera para llevarla y cobrar la recompensa ¿Y no sabes por qué me buscan? Mira, déjame vivir, te llevare a la posada. Te pondré algo de bebida en la tripa y luego subiremos a mi habitación. Déjame enseñarte que cosa se hacer con mi cosa y en la mañana te diré porque me buscan, te lo prometo por mi honor de elfo—. El cual, obviamente, era completamente inexistente en el corazón de Khariz Elderien. Solo se movía por el dinero rápido, las mujeres fáciles, la insinuación de una buena aventura y de cuando en cuando, muy de cuando en cuando, mojar el filo de sus espadas en la sangre de un desgraciado o desgraciada.
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
Que dice este ahora? empiezo a entender porque lo buscan. Todas y cada una de sus palabras sonaban a pura bravuconeara y arrogancia. El esfuerzo que hice momentos antes para tranquilizarme se fueron por el desagüe, las nubes se arremolinaban de nuevo y con rapidez los relámpagos se advertían por entre las negras nubes. Estaba claro que le gustaba jugar a provocar y a ese juego pueden jugar dos.
-Y se supone ¿que la escabechina en mi pelo tiene que importarme? - Mientras hablo paso mi mano hacia la frente y remuevo el pelo hacia detrás con los dedos, dejando que la larga melena caiga revoltosa por el lado derecho. -En primer lugar para que tus insulsas palabras surgieran efecto sobre mi persona. -La mano usada hace unos segundos ahora reposa sobre la cintura, una sonrisa lupina se asoma en mis labios y cargo el peso sobre una de las piernas dejando que las caderas se muevan haciendo salir una sinuosa curva.- tendría que creer que serias capaz de llegar a mi pelo y antes siquiera de que me toques terminas frito en el suelo.
En el corto lapso de tiempo que estuve hablando el cielo comenzó a tronar haciendo que el lugar se tornara lúgubre y frió, sin que yo lo pretendiera las provocaciones habían echo mas efecto del que parecía y a escasos 20 centímetros del rubio callo un rayo. Impacto sobre la ratilla que justo volvía a la carga, la luz la atravesó y la convirtió en una masa sanguinolenta y chamuscada, un pequeño charco de sangre humo y carbón que ahora manchaba en pequeños salpicones las botas del parlanchín elfo. Apenas pasaron unos mili-segundos y el trueno resonó por toda la villa, el estruendo fue tal que en el cuerpo se podía sentir la vibración. Dentro de las casas mas cercanas se oyeron gritos y llantos de niños asustados.
-Cuando te dije que acabarías carbonizado lo decía muy enserio. -Satisfecha por la demostración de poder involuntaria sonreí socarrona aunque en el fondo lo lamentaba por la rata. Aun así tenia que admitir que llevaba todo el día sin comer nada y aunque la idea de yacer junto al elfo me resultaba insulsa y la repudiaba, si le seguía el juego podría cenar gratis y nos alejaría de futuros rayos indeseados.- Pero tu cuerpo me a caído en gracias así que te aceptare esa copa y una cena.- Comencé a caminar hacia el con un estilizado movimiento de caderas, ni demasiado pronunciado como para hacer el ridículo ni demasiado escueto como para que no se notara, era el bamboleo justo y provocador que todo hombre quiere ver cuando la buena moza del lugar pasea por la plaza haciendo la compra del día.
-Y se supone ¿que la escabechina en mi pelo tiene que importarme? - Mientras hablo paso mi mano hacia la frente y remuevo el pelo hacia detrás con los dedos, dejando que la larga melena caiga revoltosa por el lado derecho. -En primer lugar para que tus insulsas palabras surgieran efecto sobre mi persona. -La mano usada hace unos segundos ahora reposa sobre la cintura, una sonrisa lupina se asoma en mis labios y cargo el peso sobre una de las piernas dejando que las caderas se muevan haciendo salir una sinuosa curva.- tendría que creer que serias capaz de llegar a mi pelo y antes siquiera de que me toques terminas frito en el suelo.
En el corto lapso de tiempo que estuve hablando el cielo comenzó a tronar haciendo que el lugar se tornara lúgubre y frió, sin que yo lo pretendiera las provocaciones habían echo mas efecto del que parecía y a escasos 20 centímetros del rubio callo un rayo. Impacto sobre la ratilla que justo volvía a la carga, la luz la atravesó y la convirtió en una masa sanguinolenta y chamuscada, un pequeño charco de sangre humo y carbón que ahora manchaba en pequeños salpicones las botas del parlanchín elfo. Apenas pasaron unos mili-segundos y el trueno resonó por toda la villa, el estruendo fue tal que en el cuerpo se podía sentir la vibración. Dentro de las casas mas cercanas se oyeron gritos y llantos de niños asustados.
-Cuando te dije que acabarías carbonizado lo decía muy enserio. -Satisfecha por la demostración de poder involuntaria sonreí socarrona aunque en el fondo lo lamentaba por la rata. Aun así tenia que admitir que llevaba todo el día sin comer nada y aunque la idea de yacer junto al elfo me resultaba insulsa y la repudiaba, si le seguía el juego podría cenar gratis y nos alejaría de futuros rayos indeseados.- Pero tu cuerpo me a caído en gracias así que te aceptare esa copa y una cena.- Comencé a caminar hacia el con un estilizado movimiento de caderas, ni demasiado pronunciado como para hacer el ridículo ni demasiado escueto como para que no se notara, era el bamboleo justo y provocador que todo hombre quiere ver cuando la buena moza del lugar pasea por la plaza haciendo la compra del día.
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
Siguió con aquella posición traviesa que tenía cuando buscaba algo en una dama, que lo cierto era que lo que pretendía en aquellos momentos era solamente poder huir de aquel sitio sin que la chica lo acabase matando. En definitiva, no tenía intenciones de acabar arrancándole el cabello a la muchacha, parecía que estaba orgullosa de aquella melena y ¿Por qué hacerle daño? Como había dicho antes, era un caballero además de ser un ladrón. Bufo, cruzándose de brazos y fijándose como parecía enseñarle la pierna para buscarlo también, haciendo lo mismo o quizás más exagerado de lo que el pretendía con ella.
Pero abrió la boca en el momento en que pretendía decir algo acerca del asunto de arrancar cabelleras y entonces fue cuando el cielo volvió a ponerse gris y pesado de nuevo; Viento se levantó como si estuviera el elemento enfadado y se escuchaba tronar a lo lejos, y una gruesa y pesada gota de agua le cayó en la punta de la nariz. No le importo mucho tampoco pero cuando recupero la atención de lo que iba a decir, un rayo cayó cerca de donde estaban y la rechoncha rata había pasado a la historia.
Como acto reflejo que cualquiera haría, cerró los ojos y se agacho en el suelo de cuchillas cubriéndose la cabeza, así protegiendo sus oídos del fuerte estruendo y también sus ojos que quedaron vislumbrados y ciegos. Cuando los abrió de vuelta, todavía tenía puntitos brillantes que revoloteaban alrededor de su vista y los oídos le pitaban. —¡Esta bien! ¡Está bien, me rindo y entrego pacíficamente!—. Grito desde el suelo, probando ahora la postura del cobarde que rogaba por piedad. Ni siquiera vio el pegote rojo que ahora se había convertido la rata. —¡Pero por los dioses, no me mates! ¡No me mates!—. Continúo exclamando, simulando terror en su voz y esperando que lo creyera.
O no…como fuese ¿Había ganado algo? Miro de vuelta a la bruja, trago saliva, se puso en pie lentamente y solo para tratar de no hacerla sobresaltar y que el próximo rayo le cayera encima y lo acabase pulverizando tal cual había sucedido con la alimaña. Miro a su alrededor, aun temeroso, se acomodó el cabello y luego regreso su vista hacia aquella mujer. Movió su cabeza afirmativamente y trato de calmarse por el susto que se hubo llevado.
—Bien—. Volvió a pasarse las manos por el largo cabello rubio casi blanco que tenía y siguió moviendo su cabeza afirmativamente. Capto el mensaje más fuerte y claro de lo normal. —Vamos a la posada, mi señora. Le hare pasar un buen momento antes de que me entregue a las autoridades y convierte mis orejas en picadillo—. La vio acercarse, contoneándose delicadamente. Muy femenina, sí, pero también podía notar que era una tipa peligrosa y lo único que quería en esos momentos el elfo es estar bajo techo para que no le acabase tirando un rayo encima como al ratón. —Entendí el mensaje, soy su humilde servidor—. Hizo una buena reverencia, agachándose lo suficiente que no era mucho ni exagerado tampoco. Lo justo y necesario. Tenía que buscar la manera de escapar, eso estaba más que claro.
—Y a mí me ha caído en gracia el suyo, así que… ¿Por qué no disfrutar de nuestros cuerpos mutuamente antes de que le den su recompensa? Todos ganamos, claro. Usted el oro y yo, por fin, veré de cerca la justicia del hacha sobre mi cuello—. No, definitivamente no dejaría que lo atrapasen esa noche. Si tan solo pudiese llevársela a la cama, ya incluso tenía en mente un método de escape que solo lograría si…
El elfo puso su mano en la cintura ajena, obviamente de una manera que no faltase el respeto ni tampoco sobrepasara el límite del espacio personal; Se aproximó a su captora, mirándole con hambre, con sed, y siempre sonriente. Sacudió su pierna para limpiar el pegote en el que se había convertido el roedor. —¿Vamos, mi preciosa y poderosa captora?—. Halagos, no debían de faltar claro está, y echó a andar por la calle que había dejado de ser silenciosa. Algún que otro insulto lejano de los pobladores que parecían haber sido sorprendidos por la tormenta que estaba cayendo en esos momentos sobre su villa.
Pero abrió la boca en el momento en que pretendía decir algo acerca del asunto de arrancar cabelleras y entonces fue cuando el cielo volvió a ponerse gris y pesado de nuevo; Viento se levantó como si estuviera el elemento enfadado y se escuchaba tronar a lo lejos, y una gruesa y pesada gota de agua le cayó en la punta de la nariz. No le importo mucho tampoco pero cuando recupero la atención de lo que iba a decir, un rayo cayó cerca de donde estaban y la rechoncha rata había pasado a la historia.
Como acto reflejo que cualquiera haría, cerró los ojos y se agacho en el suelo de cuchillas cubriéndose la cabeza, así protegiendo sus oídos del fuerte estruendo y también sus ojos que quedaron vislumbrados y ciegos. Cuando los abrió de vuelta, todavía tenía puntitos brillantes que revoloteaban alrededor de su vista y los oídos le pitaban. —¡Esta bien! ¡Está bien, me rindo y entrego pacíficamente!—. Grito desde el suelo, probando ahora la postura del cobarde que rogaba por piedad. Ni siquiera vio el pegote rojo que ahora se había convertido la rata. —¡Pero por los dioses, no me mates! ¡No me mates!—. Continúo exclamando, simulando terror en su voz y esperando que lo creyera.
O no…como fuese ¿Había ganado algo? Miro de vuelta a la bruja, trago saliva, se puso en pie lentamente y solo para tratar de no hacerla sobresaltar y que el próximo rayo le cayera encima y lo acabase pulverizando tal cual había sucedido con la alimaña. Miro a su alrededor, aun temeroso, se acomodó el cabello y luego regreso su vista hacia aquella mujer. Movió su cabeza afirmativamente y trato de calmarse por el susto que se hubo llevado.
—Bien—. Volvió a pasarse las manos por el largo cabello rubio casi blanco que tenía y siguió moviendo su cabeza afirmativamente. Capto el mensaje más fuerte y claro de lo normal. —Vamos a la posada, mi señora. Le hare pasar un buen momento antes de que me entregue a las autoridades y convierte mis orejas en picadillo—. La vio acercarse, contoneándose delicadamente. Muy femenina, sí, pero también podía notar que era una tipa peligrosa y lo único que quería en esos momentos el elfo es estar bajo techo para que no le acabase tirando un rayo encima como al ratón. —Entendí el mensaje, soy su humilde servidor—. Hizo una buena reverencia, agachándose lo suficiente que no era mucho ni exagerado tampoco. Lo justo y necesario. Tenía que buscar la manera de escapar, eso estaba más que claro.
—Y a mí me ha caído en gracia el suyo, así que… ¿Por qué no disfrutar de nuestros cuerpos mutuamente antes de que le den su recompensa? Todos ganamos, claro. Usted el oro y yo, por fin, veré de cerca la justicia del hacha sobre mi cuello—. No, definitivamente no dejaría que lo atrapasen esa noche. Si tan solo pudiese llevársela a la cama, ya incluso tenía en mente un método de escape que solo lograría si…
El elfo puso su mano en la cintura ajena, obviamente de una manera que no faltase el respeto ni tampoco sobrepasara el límite del espacio personal; Se aproximó a su captora, mirándole con hambre, con sed, y siempre sonriente. Sacudió su pierna para limpiar el pegote en el que se había convertido el roedor. —¿Vamos, mi preciosa y poderosa captora?—. Halagos, no debían de faltar claro está, y echó a andar por la calle que había dejado de ser silenciosa. Algún que otro insulto lejano de los pobladores que parecían haber sido sorprendidos por la tormenta que estaba cayendo en esos momentos sobre su villa.
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
Menudo charlatán. En cuestión de segundos paso de ser un temible arranca melenas a un llorón rogando por su vida finalizando de nuevo en su faceta de galán empedernido, estaba claro que lo ultimo que se podía hacer es confiar en el. Con un poco de suerte su captura seria sencilla y la cena gratis, cuando una tiene buenos dotes de mujer hay que aprovecharlos ¿No?
Hay que admitir que sabe jugar bien sus cartas pues ese brazo bien situado se me antojaba cálido y protector ¿Cuantos años llevara haciendo esta clase de cosas? esta claro que sabe manipular a la gente. Siguiéndole el juego acomode mi mano en la que el tenia sobre mi cintura, acariciándola y jugueteando con sus dedos pretendiendo interés pero controlando que su mano no se fuera a donde no tocaba.
-¿Sueles invitar a mujeres que buscan llevarte ante la justicia muy a menudo? -Caminamos sin prisa pero sin pausa por la calle alborotada como si no pasara nada, cuando la verdad es que la tormenta se había salido de madre dejando caer otro rayo cerca de un establo, los caballos corrían despavoridos por los alrededores, los aldeanos daban vueltas con sogas intentando controlarlos y nosotros dos caminamos como si nada pasara rumbo a la taberna. El elfo con el objetivo de encamarme y yo pensando en que tendrán para cenar.- Por cierto, me llamo Reivy. No suelo presentarme ante un maleante pero como te dije, me caíste en gracia.
A lo lejos se podía vislumbrar el color amarillento que la luz desprendía a través de las ventanas de la posada y el humo de la chimenea traía consigo un olorcillo a venado que abría el apetito.
El olor me trajo el recuerdo de los primeros días de mi viaje donde me encontré un grupo de hombres-bestia de apariencia felina que amablemente me convidaron a una pieza de su caza y compartieron el vino caliente y la hoguera mientras contaban sus batallitas y pequeñas historias de viejas de sus culturas.
Hay que admitir que sabe jugar bien sus cartas pues ese brazo bien situado se me antojaba cálido y protector ¿Cuantos años llevara haciendo esta clase de cosas? esta claro que sabe manipular a la gente. Siguiéndole el juego acomode mi mano en la que el tenia sobre mi cintura, acariciándola y jugueteando con sus dedos pretendiendo interés pero controlando que su mano no se fuera a donde no tocaba.
-¿Sueles invitar a mujeres que buscan llevarte ante la justicia muy a menudo? -Caminamos sin prisa pero sin pausa por la calle alborotada como si no pasara nada, cuando la verdad es que la tormenta se había salido de madre dejando caer otro rayo cerca de un establo, los caballos corrían despavoridos por los alrededores, los aldeanos daban vueltas con sogas intentando controlarlos y nosotros dos caminamos como si nada pasara rumbo a la taberna. El elfo con el objetivo de encamarme y yo pensando en que tendrán para cenar.- Por cierto, me llamo Reivy. No suelo presentarme ante un maleante pero como te dije, me caíste en gracia.
A lo lejos se podía vislumbrar el color amarillento que la luz desprendía a través de las ventanas de la posada y el humo de la chimenea traía consigo un olorcillo a venado que abría el apetito.
El olor me trajo el recuerdo de los primeros días de mi viaje donde me encontré un grupo de hombres-bestia de apariencia felina que amablemente me convidaron a una pieza de su caza y compartieron el vino caliente y la hoguera mientras contaban sus batallitas y pequeñas historias de viejas de sus culturas.
Reivy Abadder
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Re: Tormenta nocturna y la recompensa no cobrada -Reivy Abadder; Invitados-
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Zatch
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