El comienzo de una aventura y el final de un viaje [Interpretativo] [Libre] [1/3]

Nuevamente había amanecido antes de que llegase a refugiarse en la ciudad, pero los espesos ramajes de los árboles y la cavidad que encontró en el tronco de uno de estos la permitían poder ocultarse de la luz. El interior estaba seco, y parecía que no era la primera en ocupar aquel escondite ya que encontró hierva seca en el suelo, tal vez algún viajero había pasado allí la noche, en cualquier caso, a ella le bastaba para descansar hasta que llegase la noche y fuese libre.

El lugar era tranquilo, demasiado cercano al camino para su gusto, pero poco transitado, hacía horas que no olía sangre humana, podía descansa. Aunque no durmiese mucho, el simple hecho de estar recostada, hecha un ovillo bajo su capa en aquel refugio, con los ojos cerrados y escuchando el ruido del viento al pasar entre las hojas la ayudaba a descansar de su viaje.

Su respiración era lenta, cualquiera que se hubiese acercado la habría confundido con nada mas que una pobre joven dormida, pocos sospechaban que si perturbaban su descanso, se enfrenaban a unos colmillos afilados y la sed de sangre de un vampiro. Por eso, cuando la joven comenzó a escuchar una extraña canción acercándose, no pudo evitar fruncir el ceño y gruñir bajo. La canción se aproximaba, pasando a pocos metros del árbol cercano al camino en el que ella se encontraba, y por si fuera poco, era una canción horrible y sin ningún tipo de sentido. No pudo mas, con el ceño fruncido y encogiéndose mas dentro del tronco del gran árbol, reaccionó como cualquiera a quien despiertan con semejante alboroto.

Gritar cabreada. Y con su carácter, aquello resultó sumamente fácil, solo dejó salir la voz cargada de irascibilidad de su garganta, que resonó en el silencio del lugar.

- OH POR TODOS LOS DEMONIOS! CALLATE YA! A NADIE LE IMPORTA SI TE ABURRES O NO!- solo después de abrir la boca tras este impulsivo acto, se dio cuenta de lo que había hecho. Había delatado su presencia. Abrió los ojos espantada, y se apartó todo cuanto pudo de la entrada, encogiéndose contra el fondo del lugar al tiempo que tomaba una de sus dagas como medida preventiva. ¿Por que narices sería tan impulsiva? ¿Y si se trataba de un ladrón? ¿o un bandido? Desde luego, si trataban de atacarla no le haría falta salir del tronco para encontrar la cena, pero, ¿y si solo era un campesino, que descubría su naturaleza, y volvía con refuerzos antes de que cayese el sol? ¿Y si quemaban el árbol con ella dentro? El pánico y los nervios comenzaron a apoderarse de ella mientras comenzaba a temblar en el que había sido su refugio, que era ahora una carcel.

Una espada acompañada de una voz bloquearon la salida, y un olor...su sangre...uno de esos malditos chuchos, bufó molesta, pero su nerviosismo no paraba, tenía a un puñetero licántropo tocándole las narices, debía dar gracias de que aún era de día, había matado a otros hombres por menos.

Cuando vio que retiraba la espada, escuchó sus burlonas palabras, frunció el ceño y apretó los dientes, mostrando sus colmillos en una mueca de enfado.

- Lo que haga aquí no es asunto tuyo chucho - dijo la última palabra cargada de rabia antes de revolverse para colocarse de rodillas en su guarida tratando de asomarse sin que el sol la diera, pero solo alcanzaba a mostrar un poco su rostro, aún así, no logró verlo, pero sabía que estaba allí, el aire apestaba a su sangre.

- Pero veo que te preocupa lo que haga, por lo que deberías saber, que estaba durmiendo hasta que tus ladridos me han despertado- No podía evitar escrutar la entrada en busca de aquel extraño, no se sentía cómoda en una situación tal vulnerable. Por lo normal, habría actuado de una forma mas racional, pero con los licántropos no podía, sus padres le contaron muchas historias durante su adiestramiento, como despedazaban y devoraban a los de su especie. Eran bestias. Y con los que había topado anteriormente no eran distintos, todos se habían abalanzado sobre ella. si este estaba tratando de jugar con su comida, se iba a llevar una decepción, ya que ella no pensaba morir encerrada en el hueco de un árbol.

- Si lo que quieres es jugar, entra aquí valiente, ¡pienso patearte el culo!- Su lengua la metería en un lío algún día, si es que no estaba ya en uno. Se mordió la lengua maldiciéndose por dentro, antes de mostrar una mirada desafiante a lo que asomase por la entrada, aún tenía su daga, si la ponía un dedo encima, le cortaría el brazo.
-

Lye por fin pudo ver quien era el chucho que la había acorralado. Si no fuese por la peste que despedía su sangre (aunque realmente, no era peste, solo que ella tenía ese resentimiento hacia los de su raza) simplemente hubiese pasado por un joven normal, tal vez incluso no le habría importado conversar con el, tratando de ocultar su condición. Pero no, encima el maldito, se cachondeaba de ella, haciéndola rabiar.

- No atacaba a nadie, dormia , y no pensaba pasar por la ciudad, no soy una suicida- La mirada de desprecio que le dedicaba lo decía todo sobre la poca simpatía que le despertaba - ¿Y si no me da la gana de entrar en tu juego que harás? ¿entrarás aquí a matarme? ¿Te cansarás tan rápido de jugar con la comida pedazo animal?- una sonrisa desafiante se dibujó en su rostro, si le provocaba, entraría a matarla, y con su daga en la mano esperaba ser lo suficientemente rápida para defenderse.

Mientras esperaba una respuesta, se recostó contra el fondo del tronco, fingiendo una tranquilidad que en su interior no existía. Estaba tensa y con su fría mirada clavada en el licantropo que la observaba desde el exterior, un exterior al que no podía acceder. Pero el tiempo pasaba, las horas de la tarde se agotaban, y no tardaría en caer la noche.

Solo esperaba, que aquel extraño no llamase a otros de su raza, tal vez esperarían a que cayese el sol, para hacerla salir y jugar a darla caza. Su raza era cruel y despiadada con los vampiros, es lo que la habían enseñado, y por dentro comenzaba a revivir las peores pesadillas sobre lo que podría estar tramando contra ella.

El repentino arranque del licántropo hizo que la vampira se encogiese en el fondo del refugio. Sus "padres" no mentían, eran bestias que la matarían en cuanto tuvieran oportunidad, y aquel acto solo había logrado dejárselo mas claro. Aquella mirada iracunda tardaría tiempo en olvidarla, si es que lograba salir de allí con vida. Cuando este se retiró por fin de la entrada, la joven no lograba reaccionar, no creía las palabras que pronunció, si era violento, acababa de mostrárselo.

Puede que si daga no tubiera muchas oportunidades contra su espada, pero eso tenía que ser en un enfrentamiento directo, mientras que ella siempre guardaba las distáncias. Pero allí la distancia la marcaba el "de momento" pensó al observar la sombra de este, cada vez mas alargada, indicando que pronto anochecería. Puede que no llegase a matarle, pero tendría la oportunidad de huir, y si este la seguía, de herirlo para ganar tiempo.

Pasaron unos minutos desde que el había terminado de hablar, y la joven había logrado recuperarse del miedo que había sentido instantes antes. Cada vez le costaba mas creer en las palabras que el licantropo decía, "nunca les des la espalda, nunca confies en ellos, y recuerda que la cabeza del lobo aún puede morder después de cortada" repitió para si las palabras de su padre. Con el tiempo, había reformulado sus propias normas e ideas con respecto a otras razas, pero siempre había evitado a los licantropos.

Frunció el ceño y se acercó a la salida de su cárcel, recuperando su altiva sonrisa y su actitud orgullosa, no le iba a permitir volverla a ver asustada.

- Ya veo...comercias con tu caza...¿y cuanto crees que te darán por mi cabeza? Seguro que en esa ciudad hay unos cuantos de los tuyos deseando hincarle el diente a una de los míos- Observó con detenimiento las sombras cada vez mas alargadas, una nube tapo parcialmente el sol y aprovechó para retirarse la capa y mostrar su rostro, esta vez serio y desafiante.

- Será mejor que dejes de jugar conmigo, tu tiempo se agota, una vez pueda salir de aquí te quedarás sin tu cena - lanzó su daga con precisión maestra, clavándola en el tronco donde el esperaba, rozando la cabeza de este para clavarse al lado de su rostro, sin rozarle, como símbolo de amenaza. Pero tras hacer esto, ya tenia una nueva daga en las manos.

- Y no te creas que te va a resultar facil cazarme lobo!- se rió para si - Porque pienso ponértelo dificil!

Las palabras del lobo la descolocaron, haciéndolo que lo mirase confusa y desconfiada mientras se relajaba en su "madriguera". El trozo de carne en el suelo...¿acaso trataba de confundirla ahora que se agotaba el tiempo? O podría estar diciendo la verdad...La joven frunció el ceño y recogió la carne para tendérsela de vuelta cuando finalizó de hablar.

- Ha sido un descuido que se me terminase la noche antes de encontrar un lugar mejor donde esconderme- dijo relajando su tono de voz, a pesar de que conservaba cierta desconfianza. - Y no...no me alimento de esto- dijo refiriéndose a la carne que tenía en la mano. Era cierto que sus padres adoptivos, aquellos que la convirtieron en lo que ahora era, se habían equivocado con respecto a las otras razas, lo había descubierto con los años, pero ¿podían estar confundidos también con los licantropos?

Se acercó a la salida con cautela y lo observó jugar con un cachorro de...le resultaba familiar, pero no lograba identificarlo desde donde se encontraba, su mirada curiosa estaba fija en averiguar que ser guardaba con el mientras, distraída aunque recelosa, prosiguió hablando.

- Entonces, si solo buscabas conversación, ¿por que me has amenazado antes? - Alzó una ceja inquisitiva - Decir que tu canción era horrible no merecía una reacción así, dado que yo tenía razón

La joven soltó un pequeño bufido al escucharle, y con una orgullosa sonrisa y tono altanero, tomó su daga antes de hablar.- Ya te gustaría tener oportunidad de arrancarme alguna extremidad, pero soy mas rápida de lo que crees lobito- dijo con retintin mientras guardaba su daga en el cinturón. - Pero no, no tengo intención de matarte a menos que me vea amenazada, como antes- matizó observando al cachorro con el que jugaba el licantropo.

Ya había tenido encontronazos con scrunts antes, pero nunca había visto una cría, y mucho menos una con aspecto tan amigable como aquella. Reprimió una sonrisa al observarlo, sentía curiosidad por lo que sería tocarlo sin tener que luchar por tu vida, en su último contacto con scrunts había salido viva por los pelos, por los pelos y por un estúpido bárbaro.

El sol ya se ponía, y la luz no era tan intensa, pero si la suficiente como para quemar si le daba de forma directa, por suerte, la salida de su refugio y algunas zonas de alrededor estaban en sombra gracias a los árboles, y se permitió el salir con cautela para poder estirar las piernas. Tantas horas atrapada en un espacio limitado pasan factura a cualquiera. Fingiendo ignorar al licantropo, puesto que no bajaba la guardia, se estiró de forma perezosa y bostezó con premeditación para mostrar sus colmillos, ya podía moverse un poco mas, y no se sentía tan acorralada como antes, lo cual también mejoraba su humor.

- Además, es de mala educación amenazar a una dama sin presentarse si quiera- Lo miró alzando una ceja interrogante en espera de una respuesta, mientras se colocaba su capa sobre los hombros, sacudiéndola para quitar los restos de tierra y sin molestarse en usar la capucha que cubría solía cubrir su rostro.

Dos días antes del consejo, Nana se encontraba tranquila ayudando a levantar la última de las empalizadas que rodeaban a modo de murallas defensivas el poblado. Los campos ya estaban sembrados, poco a poco el comercio se activaba en aquel pequeño poblado que ahora se había vuelto un símbolo y un refugio para aquellos licántropos sin hogar. Nana Blackseven, demasiado conocida para salir de sus dominios, un lobo negro muy fácil de distinguir. Había llegado el momento en el que siquiera podía hacer viajes con fines diplomáticos a las capitales de Aerandir. Irritante, eso pensaba. Era como una fiera enjaulada. Un aviso, tan solo sobró un mero aviso para romper los barrotes. Necesitaba correr, salir, despejarse, y cualquier excusa le valía. 

-Vampiros en el territorio. -Nana se bajó de la escalera de madera en la que estaba subida. Alec, su mano derecha y amigo, y el mejor explorador que tenía, había olido a kilómetros al menos a uno de ellos. El tema era de extremada delicadeza, ya que el colmillo no estaba en guerra con los vampiros tras el concilio de Urd, con Elsa Lambert, princesa de los vampiros. Nana arqueó una ceja, hacía meses que había hecho llegar instrucciones de convocar a su querísidima amiga Elsa. No dijo nada, simplemente se quitó los guantes de cuero que utilizaba para no astillarse las manos colocando las empalizadas. Los demás hombres la siguieron con la mirada, cuando se dispusieron a pararla, Alec les hizo un ademán con el brazo para que se detuvieran. -Esto es asunto suyo. -Sentenció Alec perdiendo de vista a su líder en la inmensidad del bosque. Alec entendía que pese a ser una líder, era un licántropo, y necesitaba desesperadamente un momento para ella misma. No obstante, dudaba si era aquel el mejor momento para alejarse de la aldea.

Nana había echado a correr mientras se transformaba en aquel majestuoso lobo negro, "Ojalá fuera Elsa", pensaba mientras sorteaba cada uno de los árboles, como si los conociera de siempre, como si fueran suyos. Cuán había añorado sentir el aire en los bigotes y el sonido  del viento romperse contra sus orejas. Tanto tiempo en su forma humana le habían privado de muchas libertades, el viento era una de ellas. Aminoró el paso en el momento en el que la olió, no, no era ella. Gruñó, y no por desagrado, sino por decepción. Pese a ser una de sus mayores enemigas, sentía algo de empatía por aquella vampira, y por Victoria, una de sus secuaces.

Eran dos, pero uno era licántropo, se lo podía decir su olfato. Anduvo, total, no iba a ser nada interesante. Como si le pesara el cuerpo caminó sigilosa hasta donde se encontraban. Desde su posición podía ver a un hombre con un cachorro, que hablaba con el vampiro, de voz femenina. Podría haberse quedado entre las sombras, pero aquella conversación era tan surrealista que la curiosidad le rascó tras las orejas y le hizo salir de su escondite. Aquel enorme lobo negro salió de entre la maleza, con la tranquilidad de alguien totalmente confiado, era Nana, todo el mundo sabía que estaba en sus dominios, y se sentó sobre sus patas traseras. En un abrir y cerrar de ojos aquel animal se transformó en aquella silueta femenina de estatura media, de piernas fibradas y largo pelo negro que le acariciaba suavemente la espalda, y aquellos ojos amarillos se clavaron en ambos individuos que parecían conversar pacíficamente en sus dominios. "Tampoco son de la manada..." pensó observándolos. Arqueó una ceja y frunció el ceño con una sonrisa macabra, entre divertida y sádica, enseñando uno de sus grandes colmillos.

-Vaya... -Mustió crujiéndose el hombro izquierdo mientras avanzaba, desnuda y aparentemente indefensa, hacia la pareja. -Un extraño lugar para pararse almorzar. -Nana no tenía prisa, podía jugar todo lo que quisiera, incluso podía matarlos a los dos si su instinto lo pedía, total, estaba bajo sus dominios. Pero era más la curiosidad que le rondaba que la importancia que tenía la incursión de aquella criaturilla en sus territorios. Se acercó árbol más próximo, casi al lado de la vampira, y la observó descaradamente de arriba a abajo. -¿De dónde sales tú? -Preguntó examinándola curiosa mientras le daba la vuelta por la espalda, en un gesto vacilante le atusó el pelo que le caía con gracia sobre los hombros. -¿Es tu novia? -Preguntó al chico asomándose por encima de su hombro y soltándole el mechón de pelo que le había acariciado a la vampira sin borrar la pequeña sonrisa sádica de su rostro. 

Las palabras del licántropo la hacían desconfiar cada vez mas, no estaba seguro de si estaba loco o se hacía el loco, pero una cosa era segura, no la había matado...aún. Solo por eso, ella no lo mataría, de momento. Las temperaturas bajaban por momentos al tiempo que las sombras comenzaban a rodear el lugar, pero lo que a la vampira le embotaba los sentidos era el olor a lobo del que tenía en frente.

Debía ser eso, ya no que se permitía bajar la guardia, por lo que no había olido al siguiente ser que apareció. De la nada, de unos matorrales, una mujer desnuda caminó hacia ella. Se podía ver que la vampira la reconocía como licántropa a la otra, dada su expresión tensa y su nariz arrugada en señal de asco. Se quedó en silencio y rígida, incrédula de que la otra fuese capaz no solo de acercarse a ella con tanta soltura sino que...la tocó. Tocó su pelo.

La sádica sonrisa de la loba no la asustaba, al contrario, alimentaba su orgullo y cabezonería, por eso, tras escuchar al que decía llamarse Prael, tomó con discreción una de sus dagas, y con una amplia sonrisa maliciosa en la que mostraba a la perfección sus colmillos, tomó el mechón de pelo que esta le había tocado, y lo colocó tras su oreja.

-Me importa una mierda quien seas- dijo manteniendo la sonrisa y con voz fingidamente inocente - si vuelves a tocarme, te abriré como a un cerdo y beberé directamente de tus vísceras aún calientes- No pudo evitar fruncir el ceño y mirar al otro seria.

- Si es amiga tuya, frenala antes de que lo haga yo- Si el la conocía como decía, entonces era cosa suya. ¿Como la había llamado? ¿Nana? Daba igual, no estaba allí para hacer amigos. Se acomodó de cara a la licantropa, erguida de forma orgullosa y con la daga en a mano por si esta hacía alguna estupidez.

- Ha sido un placer, pero tres son multitud, así que me largaré ahora, antes de que aparezca toda la...- se quedó pensativa un momento, ¿familia? ¿manada? Nah, ¿que eran para ella un montón de licantropos aparte de una molestia? - jauría...- Dijo sin poder reprimir una sonrisa maliciosa. Desde luego, el solo oler a los de su especie sacaba lo peor de ella.

Por lo menos, ahora ya tenía oscuridad, y la posibilidad de huir si la cosa se ponía fea.

Nana no pudo evitar que su sonrisa se elevara hasta sus orejas, el brillo ámbar de sus ojos relucía incluso sin la luz del sol. La presa perfecta. Podía escuchar el suave silbido del viento atusándole el cuello, y su corazón, tranquilo, bombeaba con ganas de sangre; De una sangre que no era la suya. Y no por su personalidad, sino por su naturaleza, salvaje y libre, que había dormido durante mucho tiempo bajo una cara de tranquilidad digna de cualquier líder. Escuchó sus palabras, a cada cual más impertinente, y su sonrisa se iba dibujando cada vez más ancha. Ladeó la cabeza a la vez que arqueaba una ceja, no podía quitarse aquella sonrisa sádica de la cara, ni quería. Rodeó uno de sus colmillos con su lengua, asintiendo levemente con la cabeza a las palabras de la mujer.

-Estoy deseando que lo intentes. -Le dijo mirándola a los ojos. -Tranquila, me vasto yo sola. -Aclaró al escuchar el despectivo sustantivo que había utilizado para denominar a su gente. -¿No sabías que los vampiros tenéis un pacto con los licántropos de estas tierras? -Preguntó negando con la cabeza con un fingido gesto de desaprobación. -Deberías de andarte con más cuidado cuando vayas amenazando a la gente por el bosque... -Le advirtió y le dio la espalda bordeándola por su derecha, luego se quedó de pie al lado del muchacho, al cual miró desde su posición, aún dándole la espalda a la vampira.

-Y tú, deberías de mirar con quién te juntas, chaval. -Le dijo con un pequeño gesto de desagrado. -¿Vigilar? -Se echó a reír, como si no tuviera gente que hacía el trabajo sucio por ella. -¿Por quién me tomas? -Lanzó una retórica al aire, negando con la cabeza. -Solo pensé que erais otras personas. Simplemente. -Sentenció con una mueca de indiferencia.

Pese a la tranquila conversación que estaba teniendo con sus queridos nuevos amigos, Nana giró la cabeza bruscamente hacia su izquierda. Ciertamente estaban demasiado cerca del territorio de la manada. Demasiado cerca. Tres, si, tres. Nunca iban en parejas, ni en manadas demasiado grandes. Pero no estaba segura de que fueran de la manada, no era nadie conocido. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Ahora estaban demasiado cerca para hacer nada.

-Esconderos. -Dijo adelantándose hacia su izquierda, de donde procedían los pasos. Podía escuchar hasta su respiración. De entre los arbustos un hombre de mediana edad, vestido con harapos, cargaba con unos sacos gigantes sobre su espalda, tras él una mujer cargaba con un bebé entre sus brazos y otro de estos sacos a la espalda. El hombre paró en seco, seguramente no se esperaba la presencia de nadie más en aquel pequeño claro, que seguramente había sido escogido en su ruta como lugar de paso hacia algún lugar.

-Buenas.. -Dijo el hombre tras analizar a cada uno de los individuos del claro.

Tenía el pelo rubio que le caía ligeramente por los hombros, y una barba abundante recogida en una pequeña trenza en el mentón, era grande como un oso. Sin embargo la mujer que lo acompañaba cubría su rostro con un pañuelo, pero un mechón negro escapaba por uno de sus lados.

-Os dirigiréis a Ulmer, supongo. -Preguntó el hombre.

Nana consiguió relajar los hombros y se acercó a la pareja que ahora había entrado por completo en el claro. La mujer no quitaba ojo a la vampira, estrechando a su hijo contra su pecho. La loba negra se echó a reír.

-Sí, sí, amigo, a Ulmer, por lo menos yo sí. -Contestó Nana, cuya cara había cambiado para volverse hacia el hombre con una cálida sonrisa. Le enorgullecía y a la vez le hacía sentir bien con el mundo cada vez que una familia llegaba a su poblado. -No queda muy lejos. -Les explicó señalando hacia la derecha con el índice. -Adelantaros, os alcanzaré antes de llegar al poblado. -El hombre asintió con la cabeza y se dispusieron a andar hacia el camino señalado por la mujer. 

Podéis utilizar los pnj a vuestro gusto. Son de carácter pacífico, así que no atacarán a menos que se les ataque. 

La familia apareció en el momento en el que la vampira pensaba contestar a la loba, molest por sus palabras, hinchada de orgullo, sin borrar la maliciosa sonrisa y la mirada desafiante. Por suerte, el otro lobo parecía mediar, y ella decidió apartarse un poco, no quería tener nada que ver con aquella familia, no quería tener nada que ver con lobos.

Bufó y frunció el ceño acomodándose su capa, antes de escuchar al lobo para responderle con tono mas cortante de lo que hubiese debido - Lyemin- Sabía que no era culpa suya, por lo que suspiró exasperada, antes de lanzar una mirada a la loba que tan molesta le resultaba para volver su vista a Prael. - Pero suelen llamarme Lye, aunque dudo que eso importe.

El lobo pareció entablar conversación con la tal Nana, desde luego no olvidaría ese nombre, ni el reto que la había lanzado, pero estaba débil y hambrienta, y a noche pasaba, no era el momento de luchar, aunque ganas no le faltasen. La relativa calma se vió interrumpida por el grito de la mujer que antes había pasado con su familia, antes de que se diese cuenta, un ladrón apareció, pero el lobo se hizo cargo de el, ella solo lo observaba de pie, con una leve sonrisa, ante la idea que le cruzaba la cabeza al ver al delincuente tirado en el suelo.

-¿Os lo vais a comer? - Dijo ampliando su dentuda sonrisa mientras lo observaba y sus pupilas se dilataban hambrienta - Por que no me gusta desperdiciar la comida- Alzó una ceja mientras repasaba sus labios con la lengua, cada vez se olvidaba mas de la presencia de aquellos dos, se agachó junto al ladrón inconsciente examinándolo, no le gustaban los enfermos, pero aquel no lo parecía, solo desaseado y apestoso.

- No tengo intención de romper ningún pacto, aunque tampoco es que tenga conocimiento de tal pacto, solo necesito reponer fuerzas - Dijo sin apartar la vista de la que cada vez estaba mas convencida quería que fuese su cena - Solo tomaré lo necesario y me iré no me interesa demasiado mezclarme con lobos-