[Evento] La estrategia para Terpoli
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[Evento] La estrategia para Terpoli
EVENTO: ALTO MANDO
Terpoli, un pequeño pueblo, insignificante hasta para los mapas, de pronto concentra la atención de todo Aerandir. Un grupo de nigromantes lo ha tomado por la fuerza y ahora amenaza con llevar a cabo horribles rituales con los habitantes. Sus calles están repletas de muertos vivientes, volviendo realidad las peores pesadillas.
Una expedición ha salido desde Lunargenta, al mando de Lord Treki el Rubio. Un elfo a cargo de la guardia de la ciudad. En sus filas se cuentan muchos aventureros apenas reclutados hace unos días atrás para esta misión, sedientos de gloria. Uno de ellos eres tú.
Habéis realizado una marcha desde la ciudad, establecido un asedio y descansado una jornada, pero ya no podéis esperar más, los habitantes están en peligro y sólo vosotros estáis en condiciones de salvarles.
¿Cumplirás con tu parte en esta misión?
No todo es fuerza de músculos y dureza del acero para lograr una victoria, sino que todo soldado experimentado sabe que la estrategia y la planificación valen más que cualquier ventaja numérica.
Has sido asignado para apoyar las labores de planificación en el pabellón de mando, dada tu experiencia y liderazgo, o bien tu capacidad de moverte de manera rápida y eficiente para entregar las órdenes.
El alto mando puede requerir de tu consejo para solucionar alguna dificultad en el frente y se te pedirá que te desplaces al frente de batalla a poder entregar órdenes nuevas y cambios de estrategia en el fragor de la batalla, de manera de ayudar a llevar a los hombres del rey a la victoria.
Una expedición ha salido desde Lunargenta, al mando de Lord Treki el Rubio. Un elfo a cargo de la guardia de la ciudad. En sus filas se cuentan muchos aventureros apenas reclutados hace unos días atrás para esta misión, sedientos de gloria. Uno de ellos eres tú.
Habéis realizado una marcha desde la ciudad, establecido un asedio y descansado una jornada, pero ya no podéis esperar más, los habitantes están en peligro y sólo vosotros estáis en condiciones de salvarles.
¿Cumplirás con tu parte en esta misión?
No todo es fuerza de músculos y dureza del acero para lograr una victoria, sino que todo soldado experimentado sabe que la estrategia y la planificación valen más que cualquier ventaja numérica.
Has sido asignado para apoyar las labores de planificación en el pabellón de mando, dada tu experiencia y liderazgo, o bien tu capacidad de moverte de manera rápida y eficiente para entregar las órdenes.
El alto mando puede requerir de tu consejo para solucionar alguna dificultad en el frente y se te pedirá que te desplaces al frente de batalla a poder entregar órdenes nuevas y cambios de estrategia en el fragor de la batalla, de manera de ayudar a llevar a los hombres del rey a la victoria.
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Instrucciones:
- Puede participar cualquier PJ de cualquier nivel, siempre y cuando no esté participando de una quest, mastereado o evento.
- El participante debe tener experiencia en el campo de batalla, o bien instrucción en las artes de la guerra y la estrategia, incluso puede ser aceptado alguien que, sin ser un experto en la batalla, posee capacidad de desplazarse rápido y comunicarse de manera eficiente con los soldados para llevar las órdenes de Lord Treki al frente.
- Los hechos ocurrirán entre las 8:00 y las 17:00 horas (8am - 5pm), aproximadamente, aunque los participantes pueden relatar sólo una parte de este periodo.
- Se acepta 1 sólo personaje.
- Las instrucciones generales de esta mega evento, así como la trama, se encuentran en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
- Para unirte, debes primero postear tu reclutamiento en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Othel
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Re: [Evento] La estrategia para Terpoli
Muchos jóvenes, cuyos orgullos eran inversamente proporcionales al tamaño de sus pollas, deseaban convertirse en grandes guerreros. Eran del tipo de personas que creían que el honor de un soldado se medía con las cabezas que éste había cortado. Habían algunos que, incluso antes de comenzar la batalla, ya se peleaban por la gente que iban a matar. Imbéciles. Todos ellos, sin excepción. Todos los hombres que marchaban junto con el Capitán Alfred Werner hacia Terpoli eran unos imbéciles.
Él, al contrario de los demás hombres, no buscaba ni el honor ni la gloria; no hay honor para un pirata. Lo que Alfred quería era el dinero que pagaban por combatir y, aunque en menor parte, deseaba volver a sentir el ardor de la batalla sobre su vieja piel.
Fueron dos horas de viaje. Desde Lunargenta hasta un campamento cercano a la ciudad de Terpoli. No sabía a qué distancia exactamente estaban. ¿Cien, doscientos, trescientos metros tal vez? Por lo visto aquello era una información irrelevante para él. No se lo dijeron. No le dijeron nada desde que llegó al campamento. Era muy extraño. Nadie hacía nada, nadie le decía nada. Era como si estuvieran esperando que, de un momento a otro, los nigromantes se rindiesen por si solos. ¿Para eso se había alistado a una guerra que no le importaba en lo más mínimo, para esperar? Era absurdo.
Eso sí, los demás hombres estaban encantados con su “guerra”. Mientras los comandantes esperaban en sus tiendas ideando distintas estrategias de combate, los soldados bebían y comían como si fueran cerdos en una pocilga. Hubiera pensado que aquello era una fiesta si no fuera por las brillantes armaduras que portaban los hombres. Alfred desencajaba totalmente en ese lugar. No bebía con el resto, no comía, no hablaba con nadie, únicamente se limitaba a estudiar los mapas de los alrededores de la ciudad de Terpoli sentado en uno de los bancos. Su comportamiento era tan diferente al resto como lo eran sus ropas. Mientras los soldados estaban enlatados en brillantes armaduras, Alfred vestía con sus galas de capitán pirata.
-¡Eh tú! No seas aguafiestas y tómate una birra.- Le dijo uno de los soldados al Capitán. Al juzgar por su voz parecía estar borracho. – ¡O dos, o tantas como tu hígado pueda tolerar! Hay cerveza de sobra para todos.- Extendió sus brazos con gesto torpe abarcando todos los carros que habían traído desde Lunargenta.
-No.- Dejó sus mapas a un lado del banco y se levantó del asiento para ver cara a cara a su interlocutor. Sentía un cierto asco hacía él. – Por si no lo has olvidado excremento de cigala, estamos en una guerra no en una fiesta. – Habló de la forma más agria que pudo. - Te recomiendo que tú, y tus amigos os echéis una siesta. No quisiera que mañana, a la hora del combate, nuestros enemigos os vean así. Me avergonzaría bastante.- Dicho esto, recogió sus papeles y se alejó del borracho.
-¿¡ Qué me has dicho!?- Contestó desde la lejanía al cabo de unos segundos. Al parecer, el Capitán le había dado demasiada información en muy poco tiempo y las escasas neuronas de su cerebro no eran capaces de asimilar todo cuanto le había dicho. -¡A mí no me insultes! ¿¡Sabes quién soy yo!? Yo soy…-
-Un idiota.- Se adelantó a contestar Alfred.
El borracho desenvainó su espada. El Capitán había tocado donde más le duele, su orgullo, y ahora el muy imbécil tenía que recuperar ese maldito honor que todos los soldados aspiran tener. Ante esta amenaza, Alfred respondió de la misma manera, desenvainó su espada de corsario y, con un simple golpe en las piernas hizo que le borracho cayera al suelo.
Justo en aquel momento, dos de los comandantes salían de la tienda principal a tomar el aire.-¿Qué ha sucedido aquí?- Dijo uno de ellos al ver la escena que habían montado con un tono severo. El hombre, pese a ser humano, era tan asqueroso y gordo que bien podría pasar por un hombre- cerdo. – ¡Dejadlo ya!- Mañana tenemos nos espera un día duro tras esos muros.-Señaló en dirección a la ciudad. –Tú. Te vienes conmigo. - ¿A quién se lo iba decir si no es al Capitán? ¿Al borracho que apenas podía levantarse del suelo?
Alfred siguió a los dos comandes hasta la tienda del lord. Al entrar era como si hubiera viajado a un país diferente. Fuera solo había caos mientras que dentro de la tienda, todo era orden y disciplina. En el centro había una enorme mesa donde había un mapa gigante de todos los alrededores de la ciudad. Sentado en una silla frente el mapa se encontraba un elfo rubio de tez clara como la nieve. Parecía no haber dormido en días. Movía indeciso fichas sobre el mapa pensado en sus propias cosas sin ni siquiera dirigir una mirada a los recién llegados.
-Lord Terki.- Dijo el comandante que había hablado con el Capitán. - Hemos pillado a este hombre causando alboroto entre sus soldados. ¿Qué hacemos con él?-
-Nada.- Contestó lord Terki sin fuerzas. - ¿De qué serviría? Mañana moriremos todos.- Miró directamente a los ojos del Capitán Werner. - Bebe y disfruta de este día tan glorioso, amigo. -Dijo con un tono cordial. No tenía esperanzas de victoria. Para él todos ellos habían muerto desde el primer momento que se alistaron.
-Te equivocas.- Avanzó entre ambos comandantes para posarse de frente al elfo. - Terki te llamas. ¿No es así?- Los piratas no creían en los títulos terrestres por lo que se ahorró para sí el “lord”. Con su pinza, derribó todas las fichas perfectamente ordenadas que se posaban sobre el mapa. – Te equivocas de mesa. El ajedrez se juega en un tablero no es los mapas.- En su tono de voz se encontraba la burla mezclada con la ira al ver a un supuesto líder rendido antes de luchar.
Los comandantes, nerviosos, cogieron bruscamente al Capitán de los brazos y lo alejaron de la mesa. Pensaron que lord Terki se iba a enfadar con él. Todo el trabajo de dos semanas destruido por un irrespetuoso soldado que, según creyeron haber visto, se dedica a insultar y a combatir con sus compañeros. Sin embargo, el elfo, con un rostro extrañamente tranquilo, hizo una señal para dejaran al Capitán a solas con él. -¿Qué sabe de ajedrez un pirata?- Miró distraído hacia fuera de la tienda a través de una ventana a su derecha.- Pensaba que vosotros eráis los primeros en beber. – Parecía que el elfo se estaba riendo.
-Y lo somos. Siempre que haya un motivo por lo qué celebrar.- Contestó el Capitán con el mismo tono cordial que usaba Terki.
-La muerte es preciosa.- Dijo con una amplia sonrisa de oreja a oreja
-La muerte es más fea que el trasero de tu comandante.- Lord Terki rió ante el comentario de Alfred. – No moriré en esta guerra.-
-Pues será en otra. Al final todos acabamos muriendo. Puedes irte si quieres. Se te dará el dinero prometido y no te miraremos mal, sabemos lo importante que es el orgullo para un soldado. –
-No me voy a ir.- Ya no era por el dinero. Esos idiotas le habían enfurecido. No recordaba cuanto hacía que no se enfadaba tanto con alguien. – Voy a combatir. Y no voy a esperarme hasta mañana. – Cuando amanezca, los soldados tendrían la mayor resaca de sus vidas, lo más seguro es que no pudieran levantarse del suelo con todo lo que habían bebido.
Lord Terki no dejó de reír. Alfred se sentía como un payaso de feria. - ¿Y qué plan tienes? Oh mi capitán. – Dijo con cierta burla.
-Haremos con los nigromantes lo mismo que tú, desgraciado, has hecho con tus propios soldados. Emborracharlos. –Hizo una pausa al ver que el elfo había dejado de reír y comenzaba a mirar con curiosidad a Alfred. - Tus dos comandantes, que parecen ser los únicos soldados sobrios, se dirigirán hacia las puertas de Terpoli ondeando la bandera blanca y con todo el cargamento de bebida y comida que nos quedé. Esperemos que esos imbéciles hayan dejado suficiente. Como prueba de la “rendición”, tus comandantes se quedarán como esclavos de los nigromantes hasta que seas tú en persona quien hable con ellos al día siguiente. Pero eso no pasará. Un par de horas después, los brujos estarán tan borrachos como tus asquerosos hombres. En ese estado no podrán controlar a sus zombies quienes caerán como trozos de carne podrida que es lo que son. Cuando eso ocurra, uno de los comandantes, hará una señal desde dentro de la muralla. Con que enciendan un puñado de pólvora bastará. Ese será el detonante para iniciar nuestra guerra. Tus hombres, ebrios de alcohol y sangre, demostraran si son tan capaces como dicen. –
Terki volvió a reír esta vez más fuerte que nunca. - Llevo dos semanas estudiando estos mapas. Dos semanas en las cuales no he comido y apenas he dormido más de cuatro horas pensado en la mejor forma de asediar esas murallas con el menor número de bajas civiles. Llegas tú y, en cinco minutos, se te ocurre una idea mejor que a mí en dos semanas. – El Capitán Werner no supo distinguir si el elfo hablaba con sarcasmo o de verdad estaba impresionado con su plan. - Adelante. Hazlo. – No sonaba muy convincente, mas esas palabras le daban a Alfred el poder de dirigir el ejército como él quería.
La primera parte del plan se siguió paso por paso como el Capitán Werner le había explicado al elfo. Los nigromantes parecieron confiar en los comandantes que, para hacerlo más creíble, Alfred había ordenado que se quedaran en ropa interior. Uno de ellos, el que parecía un cerdo, escondía la pólvora entre sus calzoncillos. Pasó una hora, pasaron dos y no ocurría nada. Los soldados empezaron a ponerse violentos. El Capitán había entregado todo la bebida a sus enemigos. Había dejado sin nada para sus compañeros. No podían seguir con su fiesta privada sin la cerveza que tanto ansiaban. Alfred contestó a todos los insultos que le brindaban y si le amenazaban con sus espadas, él demostraba que también tenía una y estaba en mejores condiciones físicas para el combate. No iba a dejar que una panda de idiotas le plantasen cara. El Capitán Werner comenzaba a perder las esperanzas de que su plan fuera a funcionar.
Él, al contrario de los demás hombres, no buscaba ni el honor ni la gloria; no hay honor para un pirata. Lo que Alfred quería era el dinero que pagaban por combatir y, aunque en menor parte, deseaba volver a sentir el ardor de la batalla sobre su vieja piel.
Fueron dos horas de viaje. Desde Lunargenta hasta un campamento cercano a la ciudad de Terpoli. No sabía a qué distancia exactamente estaban. ¿Cien, doscientos, trescientos metros tal vez? Por lo visto aquello era una información irrelevante para él. No se lo dijeron. No le dijeron nada desde que llegó al campamento. Era muy extraño. Nadie hacía nada, nadie le decía nada. Era como si estuvieran esperando que, de un momento a otro, los nigromantes se rindiesen por si solos. ¿Para eso se había alistado a una guerra que no le importaba en lo más mínimo, para esperar? Era absurdo.
Eso sí, los demás hombres estaban encantados con su “guerra”. Mientras los comandantes esperaban en sus tiendas ideando distintas estrategias de combate, los soldados bebían y comían como si fueran cerdos en una pocilga. Hubiera pensado que aquello era una fiesta si no fuera por las brillantes armaduras que portaban los hombres. Alfred desencajaba totalmente en ese lugar. No bebía con el resto, no comía, no hablaba con nadie, únicamente se limitaba a estudiar los mapas de los alrededores de la ciudad de Terpoli sentado en uno de los bancos. Su comportamiento era tan diferente al resto como lo eran sus ropas. Mientras los soldados estaban enlatados en brillantes armaduras, Alfred vestía con sus galas de capitán pirata.
-¡Eh tú! No seas aguafiestas y tómate una birra.- Le dijo uno de los soldados al Capitán. Al juzgar por su voz parecía estar borracho. – ¡O dos, o tantas como tu hígado pueda tolerar! Hay cerveza de sobra para todos.- Extendió sus brazos con gesto torpe abarcando todos los carros que habían traído desde Lunargenta.
-No.- Dejó sus mapas a un lado del banco y se levantó del asiento para ver cara a cara a su interlocutor. Sentía un cierto asco hacía él. – Por si no lo has olvidado excremento de cigala, estamos en una guerra no en una fiesta. – Habló de la forma más agria que pudo. - Te recomiendo que tú, y tus amigos os echéis una siesta. No quisiera que mañana, a la hora del combate, nuestros enemigos os vean así. Me avergonzaría bastante.- Dicho esto, recogió sus papeles y se alejó del borracho.
-¿¡ Qué me has dicho!?- Contestó desde la lejanía al cabo de unos segundos. Al parecer, el Capitán le había dado demasiada información en muy poco tiempo y las escasas neuronas de su cerebro no eran capaces de asimilar todo cuanto le había dicho. -¡A mí no me insultes! ¿¡Sabes quién soy yo!? Yo soy…-
-Un idiota.- Se adelantó a contestar Alfred.
El borracho desenvainó su espada. El Capitán había tocado donde más le duele, su orgullo, y ahora el muy imbécil tenía que recuperar ese maldito honor que todos los soldados aspiran tener. Ante esta amenaza, Alfred respondió de la misma manera, desenvainó su espada de corsario y, con un simple golpe en las piernas hizo que le borracho cayera al suelo.
Justo en aquel momento, dos de los comandantes salían de la tienda principal a tomar el aire.-¿Qué ha sucedido aquí?- Dijo uno de ellos al ver la escena que habían montado con un tono severo. El hombre, pese a ser humano, era tan asqueroso y gordo que bien podría pasar por un hombre- cerdo. – ¡Dejadlo ya!- Mañana tenemos nos espera un día duro tras esos muros.-Señaló en dirección a la ciudad. –Tú. Te vienes conmigo. - ¿A quién se lo iba decir si no es al Capitán? ¿Al borracho que apenas podía levantarse del suelo?
Alfred siguió a los dos comandes hasta la tienda del lord. Al entrar era como si hubiera viajado a un país diferente. Fuera solo había caos mientras que dentro de la tienda, todo era orden y disciplina. En el centro había una enorme mesa donde había un mapa gigante de todos los alrededores de la ciudad. Sentado en una silla frente el mapa se encontraba un elfo rubio de tez clara como la nieve. Parecía no haber dormido en días. Movía indeciso fichas sobre el mapa pensado en sus propias cosas sin ni siquiera dirigir una mirada a los recién llegados.
-Lord Terki.- Dijo el comandante que había hablado con el Capitán. - Hemos pillado a este hombre causando alboroto entre sus soldados. ¿Qué hacemos con él?-
-Nada.- Contestó lord Terki sin fuerzas. - ¿De qué serviría? Mañana moriremos todos.- Miró directamente a los ojos del Capitán Werner. - Bebe y disfruta de este día tan glorioso, amigo. -Dijo con un tono cordial. No tenía esperanzas de victoria. Para él todos ellos habían muerto desde el primer momento que se alistaron.
-Te equivocas.- Avanzó entre ambos comandantes para posarse de frente al elfo. - Terki te llamas. ¿No es así?- Los piratas no creían en los títulos terrestres por lo que se ahorró para sí el “lord”. Con su pinza, derribó todas las fichas perfectamente ordenadas que se posaban sobre el mapa. – Te equivocas de mesa. El ajedrez se juega en un tablero no es los mapas.- En su tono de voz se encontraba la burla mezclada con la ira al ver a un supuesto líder rendido antes de luchar.
Los comandantes, nerviosos, cogieron bruscamente al Capitán de los brazos y lo alejaron de la mesa. Pensaron que lord Terki se iba a enfadar con él. Todo el trabajo de dos semanas destruido por un irrespetuoso soldado que, según creyeron haber visto, se dedica a insultar y a combatir con sus compañeros. Sin embargo, el elfo, con un rostro extrañamente tranquilo, hizo una señal para dejaran al Capitán a solas con él. -¿Qué sabe de ajedrez un pirata?- Miró distraído hacia fuera de la tienda a través de una ventana a su derecha.- Pensaba que vosotros eráis los primeros en beber. – Parecía que el elfo se estaba riendo.
-Y lo somos. Siempre que haya un motivo por lo qué celebrar.- Contestó el Capitán con el mismo tono cordial que usaba Terki.
-La muerte es preciosa.- Dijo con una amplia sonrisa de oreja a oreja
-La muerte es más fea que el trasero de tu comandante.- Lord Terki rió ante el comentario de Alfred. – No moriré en esta guerra.-
-Pues será en otra. Al final todos acabamos muriendo. Puedes irte si quieres. Se te dará el dinero prometido y no te miraremos mal, sabemos lo importante que es el orgullo para un soldado. –
-No me voy a ir.- Ya no era por el dinero. Esos idiotas le habían enfurecido. No recordaba cuanto hacía que no se enfadaba tanto con alguien. – Voy a combatir. Y no voy a esperarme hasta mañana. – Cuando amanezca, los soldados tendrían la mayor resaca de sus vidas, lo más seguro es que no pudieran levantarse del suelo con todo lo que habían bebido.
Lord Terki no dejó de reír. Alfred se sentía como un payaso de feria. - ¿Y qué plan tienes? Oh mi capitán. – Dijo con cierta burla.
-Haremos con los nigromantes lo mismo que tú, desgraciado, has hecho con tus propios soldados. Emborracharlos. –Hizo una pausa al ver que el elfo había dejado de reír y comenzaba a mirar con curiosidad a Alfred. - Tus dos comandantes, que parecen ser los únicos soldados sobrios, se dirigirán hacia las puertas de Terpoli ondeando la bandera blanca y con todo el cargamento de bebida y comida que nos quedé. Esperemos que esos imbéciles hayan dejado suficiente. Como prueba de la “rendición”, tus comandantes se quedarán como esclavos de los nigromantes hasta que seas tú en persona quien hable con ellos al día siguiente. Pero eso no pasará. Un par de horas después, los brujos estarán tan borrachos como tus asquerosos hombres. En ese estado no podrán controlar a sus zombies quienes caerán como trozos de carne podrida que es lo que son. Cuando eso ocurra, uno de los comandantes, hará una señal desde dentro de la muralla. Con que enciendan un puñado de pólvora bastará. Ese será el detonante para iniciar nuestra guerra. Tus hombres, ebrios de alcohol y sangre, demostraran si son tan capaces como dicen. –
Terki volvió a reír esta vez más fuerte que nunca. - Llevo dos semanas estudiando estos mapas. Dos semanas en las cuales no he comido y apenas he dormido más de cuatro horas pensado en la mejor forma de asediar esas murallas con el menor número de bajas civiles. Llegas tú y, en cinco minutos, se te ocurre una idea mejor que a mí en dos semanas. – El Capitán Werner no supo distinguir si el elfo hablaba con sarcasmo o de verdad estaba impresionado con su plan. - Adelante. Hazlo. – No sonaba muy convincente, mas esas palabras le daban a Alfred el poder de dirigir el ejército como él quería.
La primera parte del plan se siguió paso por paso como el Capitán Werner le había explicado al elfo. Los nigromantes parecieron confiar en los comandantes que, para hacerlo más creíble, Alfred había ordenado que se quedaran en ropa interior. Uno de ellos, el que parecía un cerdo, escondía la pólvora entre sus calzoncillos. Pasó una hora, pasaron dos y no ocurría nada. Los soldados empezaron a ponerse violentos. El Capitán había entregado todo la bebida a sus enemigos. Había dejado sin nada para sus compañeros. No podían seguir con su fiesta privada sin la cerveza que tanto ansiaban. Alfred contestó a todos los insultos que le brindaban y si le amenazaban con sus espadas, él demostraba que también tenía una y estaba en mejores condiciones físicas para el combate. No iba a dejar que una panda de idiotas le plantasen cara. El Capitán Werner comenzaba a perder las esperanzas de que su plan fuera a funcionar.
El Capitán Werner
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Re: [Evento] La estrategia para Terpoli
El asedio continuaba, con flechas volando aquí y allá, junto con algún proyectil más grande, procedente de balistas y catapultas, sin embargo, ese intercambio fue interrumpido, al menos temporalmente, cuando el carro con el alcohol se acerco. Por más horrendas que fueran sus artes mágicas, un nigromante seguía siendo un brujo, por lo que muy posiblemente sintieron curiosidad por examinar los contenidos de la carreta.
Sin embargo, después de que unos soldados putrefactos abrieran rápidamente las muertas e hicieran entrar el "regalo", no se produjo nada, ningún cambio en los tétricos soldados que disparaban flechas en las murallas, ni risotadas ebrias del interior de la aldea, simplemente...nada. Y así continuo durante horas, hasta que, acallado por el ruido de los soldados encima de la empalizada de madera, algo se planto justo detrás de la puerta, algo con ruedas, como un carro.
Pero los carros no disparaban.
El proyectil silbo con una trayectoria parabólica, cubierto de un aura verdosa que lo acelero a una velocidad vertiginosa. Debía ser un animal enfermo, uno enorme, solían lanzarse para provocar enfermedades en el bando enemigo, no era un peligro inmediato. Cuando finalmente cayo, más allá de Terpoli, se encontraba más allá de la primera linea de combate, incluso más allá de las maquinas de asedio que tantos problemas les estaban dando a los nigromantes, en medio de la nada, había fallado.
O así pensaron todos hasta que se movió. El amasijo de carne se levanto, revelando que eso no era una vaca o un caballo, sino que era algo mucho más peligroso, era un enorme ser de dos metros y medio, formado por lo que parecían ser recortes de personas cosidos a toda prisa, junto con unas garras metálicas en lugar de manos y lo peor era que estaba a apenas cincuenta metros de la tienda del alto mando. Si alguien encontraba el tiempo suficiente como para dejar de horrorizarse o luchar contra ese engendro, podría encontrar dos rostros muy familiares entre las cabezas cosidas, unas cabezas que los soldados reconocerían como las de sus comandantes.
Esta vez si, se pudo oír una risotada desde lo alto de la muralla mientras las puertas se abrían y salia una horda de no-muertos. Si las tropas se retiraban, dejarían la maquinaria de asedio expuesta, pero si se quedaban, toda su cadena de mando corría peligro inmediato. Tendrían que apañárselas hasta que llegaran las unidades de reserva.
Sin dar tiempo a pensar un plan, el gigante cargo, derribando a los pocos hombres lo suficientemente avispados como para reaccionar rápidamente.
• Tu objetivo es evitar que maten a los integrantes de la tienda, no es necesario que acabes con el monstruo, basta con retenerlo el tiempo suficiente como para que los soldados puedan reunirse y apoyarte.
• Te enfrentas a un enemigo fuerte pero lento, la buena noticia es que atacara a cualquiera que salga de la tienda, tu incluido, la mala, que el alto mando se considera demasiado importante, así que no esperes ayuda suya, al menos en tu post.
Sin embargo, después de que unos soldados putrefactos abrieran rápidamente las muertas e hicieran entrar el "regalo", no se produjo nada, ningún cambio en los tétricos soldados que disparaban flechas en las murallas, ni risotadas ebrias del interior de la aldea, simplemente...nada. Y así continuo durante horas, hasta que, acallado por el ruido de los soldados encima de la empalizada de madera, algo se planto justo detrás de la puerta, algo con ruedas, como un carro.
Pero los carros no disparaban.
El proyectil silbo con una trayectoria parabólica, cubierto de un aura verdosa que lo acelero a una velocidad vertiginosa. Debía ser un animal enfermo, uno enorme, solían lanzarse para provocar enfermedades en el bando enemigo, no era un peligro inmediato. Cuando finalmente cayo, más allá de Terpoli, se encontraba más allá de la primera linea de combate, incluso más allá de las maquinas de asedio que tantos problemas les estaban dando a los nigromantes, en medio de la nada, había fallado.
O así pensaron todos hasta que se movió. El amasijo de carne se levanto, revelando que eso no era una vaca o un caballo, sino que era algo mucho más peligroso, era un enorme ser de dos metros y medio, formado por lo que parecían ser recortes de personas cosidos a toda prisa, junto con unas garras metálicas en lugar de manos y lo peor era que estaba a apenas cincuenta metros de la tienda del alto mando. Si alguien encontraba el tiempo suficiente como para dejar de horrorizarse o luchar contra ese engendro, podría encontrar dos rostros muy familiares entre las cabezas cosidas, unas cabezas que los soldados reconocerían como las de sus comandantes.
Esta vez si, se pudo oír una risotada desde lo alto de la muralla mientras las puertas se abrían y salia una horda de no-muertos. Si las tropas se retiraban, dejarían la maquinaria de asedio expuesta, pero si se quedaban, toda su cadena de mando corría peligro inmediato. Tendrían que apañárselas hasta que llegaran las unidades de reserva.
Sin dar tiempo a pensar un plan, el gigante cargo, derribando a los pocos hombres lo suficientemente avispados como para reaccionar rápidamente.
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• Tu objetivo es evitar que maten a los integrantes de la tienda, no es necesario que acabes con el monstruo, basta con retenerlo el tiempo suficiente como para que los soldados puedan reunirse y apoyarte.
• Te enfrentas a un enemigo fuerte pero lento, la buena noticia es que atacara a cualquiera que salga de la tienda, tu incluido, la mala, que el alto mando se considera demasiado importante, así que no esperes ayuda suya, al menos en tu post.
Othel
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Re: [Evento] La estrategia para Terpoli
En una batalla, el tiempo era el mayor de los tesoros. Había que tenerlo guardado en un cofre bajo llave. Solo debería usarlo si era estrictamente necesario. Eso es algo que el Capitán Werner sabía muy bien. Sin embargo, en aquel momento, tenía la sensación de estar tirando el metafórico cofre al fondo del océano.
La paciencia tiene un límite. Los soldados estaban eufóricos debido al alcohol y a la sed de sangre. Todos deseaban entrar en Terpoli matando a todo lo que se le pusiera delante y, en cierta medida, también deseaban matar al Capitán Alfred Werner por haber dado sus bebidas al bando enemigo. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Lord Terki no cesaba de reír asegurando que ya habían muerto. Cuanto lo odiaba. Aquel elfo no era un líder. Un líder anima a sus tropas. Un líder jamás debería rendirse ante nada. Un líder; un capitán, cae en compañía de su barco. Lord Terki lo que era un líder; era un payaso. Y su ejército, sus comediantes. No tenían paciencia.
-¿Lo escuchas? – Dijo Lord llevándose una mano a la oreja. -Oh mi capitán. Yo sí lo escucho. Son los soldados. Están furiosos porque les has quitado la cerveza. Si sales fuera de la tienda te matarán.- Continúo riéndose. - Aquí estás a salvo porque a mí me respetan. Pero fuera… -Su risa fue más profunda. – Fuera te usarían como proyectil para las catapultas. Ríndete ya amigo y vete a casa.-
-Escúchame chipirón afeminado.- Dijo agarrándole por el cuello con la pinza. – ¡Me tienes hasta los huevos! Esto no es un juego en el que tienes que mover tus estúpidas fichas por tal de comer a las fichas de tu adversario. Lo que hay fuera son vidas. Hombres y mujeres dispuestos a dar todo por salvar las vidas de los ciudadanos de Terpoli que, por si lo has olvidado, siguen allí dentro junto a los nigromantes y junto a los zombies. –Soltó de un golpe el cuello del elfo empujándolo contra el respaldo de su silla. –No mereces la pena.-
Lord Terki comenzó a toser. Se estaba asfixiando. Tosió tan fuerte que parecía que se le saliesen las entrañas del vientre. Mientras tosía, reía. ¿¡Acaso le parecía divertido!? Estaba harto de él. Su aspecto resultaba terrorífico. Era perturbador tener que ver a alguien que le pareciera gracioso estar al borde de la muerta.
Fuera de la tienda se alcanza a escuchar un golpe seco. Como si hubiera caído una enorme piedra del cielo. El elfo enmudeció. No dijo nada; miró directamente a los ojos del Capitán Werner de forma que, con sus ojos mostraba todo el reproche y toda la culpa hacia él. Alfred corrió fuera de la tienda. No aguantaba que le mirasen así, como si aquel estúpido elfo se creyera mejor, que lo sabía todo. El Capitán Werner estaba acostumbrado a ser el eslabón más importante de su barco. Se le hacía raro cuando alguien lo trataba como si fuera un insecto.
Cuando corrió las cortinas de la puerta hacia un lado y vio lo que era aquel ruido que había escuchado comprendió la reacción del elfo. Era una amalgama de cuerpos cosidos los unos con los otros. Entre ellos creyó ver la cabeza de los comandantes, de uno por lo menos estaba seguro pues su cabeza similar a la de un puerco era fácil de reconocer. En ese momento todo tenía sentido. Alfred estaba convencido de que lord Terki sabía lo que era nada más escucharlo. Por eso lo miró tan mal. El elfo sabía que su plan se había ido a la mierda y le culpó por ello. El Capitán lo odió más por ello.
Unos soldados retenían a la extraña criatura armados con sus picas. No era suficiente. La criatura de un golpe destrozó a los cuatro soldados a la vez. El zombie gigante se abalanzó hacia el Capitán con gran velocidad. En una primera instancia se quedó paralizado de temor. Todo a su alrededor se hizo más nítido. Vio como los soldados comenzaron de nuevo con el asedio en contra golpe al ataque de los nigromantes. Escuchó las decenas de catapultas y ballesta disparar hacia la muralla de Terpoli. Vio el miedo de los hombres y mujeres, pero no le importaba, pues ellos sabían afrontarlo con fuerza. Por último, el Capitán Werner se vio así mismo; débil y viejo, esperando a que la aquella asquerosa criatura estuviera lo bastante cerca para que de un golpe acabará con él. Era lo mismo que estaba haciendo Lord Terki. Le daba asco. Si hubiese rendido cuando se enfrentó a su primer peligro no sería el capitán que era. Alfred saltó torpemente al suelo dando vueltas sobre sí mismo justo antes de que gigante lanzase su ataque destruyendo todo lo que había a su paso.
Desenvainó su espada. Algo le dijo que sería inútil a la hora de combatir con una criatura de tal tamaño. Sin embargo, empuñándola en su mano izquierda se sentía más seguro.
Dos soldados más se le unieron junto al Capitán. Uno portaba un asta de más de dos metros y el otro un mandoble. –Hemos esperado demasiado.- Dijo uno de ellos. –Ahora lucharemos.- Alfred no lo reconoció ya que estaba demasiado concentrado en los movimientos de su rival, pero creyó que era la voz del mismo hombre que se había enfrentado al llegar al campamento. Un tercer soldado se les unió, una mujer armada con una ballesta. Confiaban en él, no iba a defraudarles como lo hizo Lord Terki, quien todavía seguía escondido en el interior de su tienda.
La mujer fue quien comenzó el ataque. Alfred admiraba a las mujeres, siempre son las más valientes. Ella, lanzó tres virotes hacia la amalgama de cuerpos. Los tres proyectiles se convirtieron en astillas nada más tocar la dura piel de la infame bestia. Al menos eso sirvió para llamar su atención. El hombre con el asta corrió hacia al encuentro de la criatura, junto a sus espaldas, Alfred y el otro hombre con el espadón. Uno en cada lado. Los tres hombres estaban decididos a combatir. La mujer les apoyaba desde la retaguardia. El Capitán tenía miedo, sentía como el temor le invadía el corazón. Sin embargo, esos tres simples soldados le dieron la fuerza y la confianza que necesitaba para no rendirse.
El hombre con la pica en la mano, mantenía a la criatura a una distancia prudencial. Contra más lejos mejor. Dejando la misma distancia, el hombre del mandoble y el Capitán rodearon a la hedionda bestia en un círculo. Debían mantenerlo alejado del resto de las tiendas para que no causara más daño. El zombie gigante se quedó quieto en el círculo que los tres hombres le habían hecho. Les miraba a todos nervioso. Se giraba hacía la derecha, luego hacia la izquierda, daba la vuelta sobre sí mismo; hacia todo cuanto le era posible para tenerlos vigilados. Los tres hombres se miraron. No los conocía de nada, pero en aquel momento, Alfred sintió que eran como los hermanos que nunca tuvo.
La infame bestia se ponía cada vez más nerviosa. Daba golpes al suelo cargados de odio e impotencia. El Capitán no sabía cómo responder. Tenía que ganar tiempo. Tenía que esperar a que viniese más ayuda. Solo cuatro hombres no eran suficientes para retener a una criatura de ese tamaño. Siempre era igual. Siempre tenía que esperar. Estaba harto de esperar. Todos los estaban. Mas, a pesar de ello, sabía que precipitarse era un error. El hombre del asta rechinaba los dientes nervioso al ver a la criatura. El error lo cometió él. Se abalanzó hacia ella en un momento que pensó que ésta no le miraba. La bestia lo destrozó con un solo puñetazo en vertical. Solo quedó de él su sangre esparcida por todo el suelo.
-¡NOOOO!- Gritó el otro hombre. Alfred intentó pararle pero no hizo caso. Con su mandoble atacó a los pies de la criatura con unos golpes llenos de ira. Ella le contestó con una patada que lo lanzó hacia la tienda que tenía detrás.
La bestia vio a Alfred. Solo e indefenso. Dio un golpe con su puño contra él. Por fortuna la criatura era lenta. Rápidamente, el Capitán, se cubrió con su pinza. Era una suerte que la naturaleza le hubiera dado un brazo reforzado con un escudo de quitina para estos casos. El golpe fue severo pero no mortal.
La mujer, al ver al Capitán en apuros, disparó otra tanda de proyectiles. No le causaron más daño de la que podía causarle un mosquito. Era más una molestia que un dolor. La criatura, cargó hacia la mujer con una fiereza propia de su tamaño. El Capitán temía por su vida. Ella le había salvado la vida con el simple gesto de apretar el gatillo de la ballesta. Estaba en deuda con esa mujer. No iba a dejar que muriera a manos de esa criatura como el otro hombre.
Cogió una piedra y la lanzó con fuerza a la espalda de la criatura a medio camino de encontrarse con la mujer con el fin de llamar su atención igual que hizo ella. -¡VEN A POR MI APESTOSA BABOSA DE MAR!- Por un instante creyó haberlo logrado. La criatura se había girado hacía él. Había dado el tiempo suficiente a la mujer para que buscara una posición más segura. Pero todo se torció en el momento en que Lord Terki salió de su tienda con una amplia sonrisa en sus labios. Buscaba a la criatura. Quería que le diera muerte.
La gigante bestia fue a por el elfo a un paso acelerado, teniendo en cuenta su compostura. Alfred no dejaba de lanzarle piedras a la espalda. El mismo truco no iba a funcionar dos veces. La criatura seguía su camino hacia Terki. En lo más profundo de su corazón, pensaba que se lo tenía merecido, por payaso. El elfo quería morir y ella le quería matar. No había ningún problema. Sin embargo, Alfred no podía dejar que Terki muera. Un pirata no abandonaba a su capitán pasase lo que pasase. Ni en un barco ni en una contiene terrestre. No lo iba a dejar que el estúpido del Terki muera.
Cargado con su espada de corsario corrió tras la bestia al mismo tiempo que ella iba hacia a por el elfo. Nunca había sido bueno en las carreras, ni cuando era pequeño ni en ese momento. Pese a ello, sacó fuerza y coraje; corrió más que nunca antes en su vida. Corrió hasta clavar su espada de corsario en una de las cabezas que se encontraba en el tobillo izquierdo de la criatura. La bestia, dio un fuerte golpe al Capitán empujándole varios metros atrás y de nuevo se dirigió hacia su objetivo.
Más que el golpe, lo que le dolía era sentir que había fracasado en su trabajado. Había fracasado como soldado. Ese no era su sitio. Sus guerras eran navales no terrestres. Se preguntó por qué demonios se había alistado. Las cicatrices y los cardenales que le había hecho tras los golpes resultaban insignificantes al lado del dolor mental.
Lord Terki siguió esperando con los brazos en alto esperando su muerte. La criatura fue a matarle. Un golpe y muerto. Como tantas veces había hecho antes. La bestia alzó el brazo dispuesto a aplastar al elfo. Justo en el momento menos inesperado, apareció el hombre del mandoble, el mismo que había ayudado a Alfred en su combate. Empujó al payaso del elfo apartándolo del golpe y recibió la muerte por él.
Todos muertos. Era imposible ganar tiempo con una criatura así. Era demasiado fuerte y demasiado grande para seguir luchando contra ella. Si seguían luchando acabará igual como los demás, muerto; si no luchaba, sería un cobarde y le demostraría a Terki que él tenía razón. Eso nunca. Antes podría meterse una anguila viva entre los calzones que darle la razón a ese estúpido payaso. El Capitán estaba cansado y herido. No tenía fuerza para más, tampoco tenía estómago para seguir viendo morir a los soldados uno tras otras. El único consuelo que tenía es que, tras el golpe que le había dado a la criatura, ésta parecía cojear un poco.
El Capitán corrió hacia el elfo antes de que la bestia. Por mucho que lo odiase, lo cogió para que se apoyara en su brazo. No iba a dejar que muriera solo por llevarle la contraria al estúpido "lord". Tenían al gigante justo detrás. Un golpe y ambos estarían muertos. Un golpe y Terki tendría razón. Alfred apretó mucho los dientes en aquel momento deseando que algo, lo que sea, impidiera dar la razón la elfo. Ya no es su vida lo que le importaba, era su orgullo como capitán lo que estaba herido.
Un virote silbó el viento hasta clavarse en una de las cabezas de la espalda del monstruo. Era la mujer. De nuevo le había salvado. Y no estaba sola, tras ella habían decenas de arqueros disparando a la bestia. Era su oportunidad para escapar. Alfred no miró hacia atrás más que para sonreír a la distancia a la mujer que le había salvado la vida.
La paciencia tiene un límite. Los soldados estaban eufóricos debido al alcohol y a la sed de sangre. Todos deseaban entrar en Terpoli matando a todo lo que se le pusiera delante y, en cierta medida, también deseaban matar al Capitán Alfred Werner por haber dado sus bebidas al bando enemigo. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Lord Terki no cesaba de reír asegurando que ya habían muerto. Cuanto lo odiaba. Aquel elfo no era un líder. Un líder anima a sus tropas. Un líder jamás debería rendirse ante nada. Un líder; un capitán, cae en compañía de su barco. Lord Terki lo que era un líder; era un payaso. Y su ejército, sus comediantes. No tenían paciencia.
-¿Lo escuchas? – Dijo Lord llevándose una mano a la oreja. -Oh mi capitán. Yo sí lo escucho. Son los soldados. Están furiosos porque les has quitado la cerveza. Si sales fuera de la tienda te matarán.- Continúo riéndose. - Aquí estás a salvo porque a mí me respetan. Pero fuera… -Su risa fue más profunda. – Fuera te usarían como proyectil para las catapultas. Ríndete ya amigo y vete a casa.-
-Escúchame chipirón afeminado.- Dijo agarrándole por el cuello con la pinza. – ¡Me tienes hasta los huevos! Esto no es un juego en el que tienes que mover tus estúpidas fichas por tal de comer a las fichas de tu adversario. Lo que hay fuera son vidas. Hombres y mujeres dispuestos a dar todo por salvar las vidas de los ciudadanos de Terpoli que, por si lo has olvidado, siguen allí dentro junto a los nigromantes y junto a los zombies. –Soltó de un golpe el cuello del elfo empujándolo contra el respaldo de su silla. –No mereces la pena.-
Lord Terki comenzó a toser. Se estaba asfixiando. Tosió tan fuerte que parecía que se le saliesen las entrañas del vientre. Mientras tosía, reía. ¿¡Acaso le parecía divertido!? Estaba harto de él. Su aspecto resultaba terrorífico. Era perturbador tener que ver a alguien que le pareciera gracioso estar al borde de la muerta.
Fuera de la tienda se alcanza a escuchar un golpe seco. Como si hubiera caído una enorme piedra del cielo. El elfo enmudeció. No dijo nada; miró directamente a los ojos del Capitán Werner de forma que, con sus ojos mostraba todo el reproche y toda la culpa hacia él. Alfred corrió fuera de la tienda. No aguantaba que le mirasen así, como si aquel estúpido elfo se creyera mejor, que lo sabía todo. El Capitán Werner estaba acostumbrado a ser el eslabón más importante de su barco. Se le hacía raro cuando alguien lo trataba como si fuera un insecto.
Cuando corrió las cortinas de la puerta hacia un lado y vio lo que era aquel ruido que había escuchado comprendió la reacción del elfo. Era una amalgama de cuerpos cosidos los unos con los otros. Entre ellos creyó ver la cabeza de los comandantes, de uno por lo menos estaba seguro pues su cabeza similar a la de un puerco era fácil de reconocer. En ese momento todo tenía sentido. Alfred estaba convencido de que lord Terki sabía lo que era nada más escucharlo. Por eso lo miró tan mal. El elfo sabía que su plan se había ido a la mierda y le culpó por ello. El Capitán lo odió más por ello.
Unos soldados retenían a la extraña criatura armados con sus picas. No era suficiente. La criatura de un golpe destrozó a los cuatro soldados a la vez. El zombie gigante se abalanzó hacia el Capitán con gran velocidad. En una primera instancia se quedó paralizado de temor. Todo a su alrededor se hizo más nítido. Vio como los soldados comenzaron de nuevo con el asedio en contra golpe al ataque de los nigromantes. Escuchó las decenas de catapultas y ballesta disparar hacia la muralla de Terpoli. Vio el miedo de los hombres y mujeres, pero no le importaba, pues ellos sabían afrontarlo con fuerza. Por último, el Capitán Werner se vio así mismo; débil y viejo, esperando a que la aquella asquerosa criatura estuviera lo bastante cerca para que de un golpe acabará con él. Era lo mismo que estaba haciendo Lord Terki. Le daba asco. Si hubiese rendido cuando se enfrentó a su primer peligro no sería el capitán que era. Alfred saltó torpemente al suelo dando vueltas sobre sí mismo justo antes de que gigante lanzase su ataque destruyendo todo lo que había a su paso.
Desenvainó su espada. Algo le dijo que sería inútil a la hora de combatir con una criatura de tal tamaño. Sin embargo, empuñándola en su mano izquierda se sentía más seguro.
Dos soldados más se le unieron junto al Capitán. Uno portaba un asta de más de dos metros y el otro un mandoble. –Hemos esperado demasiado.- Dijo uno de ellos. –Ahora lucharemos.- Alfred no lo reconoció ya que estaba demasiado concentrado en los movimientos de su rival, pero creyó que era la voz del mismo hombre que se había enfrentado al llegar al campamento. Un tercer soldado se les unió, una mujer armada con una ballesta. Confiaban en él, no iba a defraudarles como lo hizo Lord Terki, quien todavía seguía escondido en el interior de su tienda.
La mujer fue quien comenzó el ataque. Alfred admiraba a las mujeres, siempre son las más valientes. Ella, lanzó tres virotes hacia la amalgama de cuerpos. Los tres proyectiles se convirtieron en astillas nada más tocar la dura piel de la infame bestia. Al menos eso sirvió para llamar su atención. El hombre con el asta corrió hacia al encuentro de la criatura, junto a sus espaldas, Alfred y el otro hombre con el espadón. Uno en cada lado. Los tres hombres estaban decididos a combatir. La mujer les apoyaba desde la retaguardia. El Capitán tenía miedo, sentía como el temor le invadía el corazón. Sin embargo, esos tres simples soldados le dieron la fuerza y la confianza que necesitaba para no rendirse.
El hombre con la pica en la mano, mantenía a la criatura a una distancia prudencial. Contra más lejos mejor. Dejando la misma distancia, el hombre del mandoble y el Capitán rodearon a la hedionda bestia en un círculo. Debían mantenerlo alejado del resto de las tiendas para que no causara más daño. El zombie gigante se quedó quieto en el círculo que los tres hombres le habían hecho. Les miraba a todos nervioso. Se giraba hacía la derecha, luego hacia la izquierda, daba la vuelta sobre sí mismo; hacia todo cuanto le era posible para tenerlos vigilados. Los tres hombres se miraron. No los conocía de nada, pero en aquel momento, Alfred sintió que eran como los hermanos que nunca tuvo.
La infame bestia se ponía cada vez más nerviosa. Daba golpes al suelo cargados de odio e impotencia. El Capitán no sabía cómo responder. Tenía que ganar tiempo. Tenía que esperar a que viniese más ayuda. Solo cuatro hombres no eran suficientes para retener a una criatura de ese tamaño. Siempre era igual. Siempre tenía que esperar. Estaba harto de esperar. Todos los estaban. Mas, a pesar de ello, sabía que precipitarse era un error. El hombre del asta rechinaba los dientes nervioso al ver a la criatura. El error lo cometió él. Se abalanzó hacia ella en un momento que pensó que ésta no le miraba. La bestia lo destrozó con un solo puñetazo en vertical. Solo quedó de él su sangre esparcida por todo el suelo.
-¡NOOOO!- Gritó el otro hombre. Alfred intentó pararle pero no hizo caso. Con su mandoble atacó a los pies de la criatura con unos golpes llenos de ira. Ella le contestó con una patada que lo lanzó hacia la tienda que tenía detrás.
La bestia vio a Alfred. Solo e indefenso. Dio un golpe con su puño contra él. Por fortuna la criatura era lenta. Rápidamente, el Capitán, se cubrió con su pinza. Era una suerte que la naturaleza le hubiera dado un brazo reforzado con un escudo de quitina para estos casos. El golpe fue severo pero no mortal.
La mujer, al ver al Capitán en apuros, disparó otra tanda de proyectiles. No le causaron más daño de la que podía causarle un mosquito. Era más una molestia que un dolor. La criatura, cargó hacia la mujer con una fiereza propia de su tamaño. El Capitán temía por su vida. Ella le había salvado la vida con el simple gesto de apretar el gatillo de la ballesta. Estaba en deuda con esa mujer. No iba a dejar que muriera a manos de esa criatura como el otro hombre.
Cogió una piedra y la lanzó con fuerza a la espalda de la criatura a medio camino de encontrarse con la mujer con el fin de llamar su atención igual que hizo ella. -¡VEN A POR MI APESTOSA BABOSA DE MAR!- Por un instante creyó haberlo logrado. La criatura se había girado hacía él. Había dado el tiempo suficiente a la mujer para que buscara una posición más segura. Pero todo se torció en el momento en que Lord Terki salió de su tienda con una amplia sonrisa en sus labios. Buscaba a la criatura. Quería que le diera muerte.
La gigante bestia fue a por el elfo a un paso acelerado, teniendo en cuenta su compostura. Alfred no dejaba de lanzarle piedras a la espalda. El mismo truco no iba a funcionar dos veces. La criatura seguía su camino hacia Terki. En lo más profundo de su corazón, pensaba que se lo tenía merecido, por payaso. El elfo quería morir y ella le quería matar. No había ningún problema. Sin embargo, Alfred no podía dejar que Terki muera. Un pirata no abandonaba a su capitán pasase lo que pasase. Ni en un barco ni en una contiene terrestre. No lo iba a dejar que el estúpido del Terki muera.
Cargado con su espada de corsario corrió tras la bestia al mismo tiempo que ella iba hacia a por el elfo. Nunca había sido bueno en las carreras, ni cuando era pequeño ni en ese momento. Pese a ello, sacó fuerza y coraje; corrió más que nunca antes en su vida. Corrió hasta clavar su espada de corsario en una de las cabezas que se encontraba en el tobillo izquierdo de la criatura. La bestia, dio un fuerte golpe al Capitán empujándole varios metros atrás y de nuevo se dirigió hacia su objetivo.
Más que el golpe, lo que le dolía era sentir que había fracasado en su trabajado. Había fracasado como soldado. Ese no era su sitio. Sus guerras eran navales no terrestres. Se preguntó por qué demonios se había alistado. Las cicatrices y los cardenales que le había hecho tras los golpes resultaban insignificantes al lado del dolor mental.
Lord Terki siguió esperando con los brazos en alto esperando su muerte. La criatura fue a matarle. Un golpe y muerto. Como tantas veces había hecho antes. La bestia alzó el brazo dispuesto a aplastar al elfo. Justo en el momento menos inesperado, apareció el hombre del mandoble, el mismo que había ayudado a Alfred en su combate. Empujó al payaso del elfo apartándolo del golpe y recibió la muerte por él.
Todos muertos. Era imposible ganar tiempo con una criatura así. Era demasiado fuerte y demasiado grande para seguir luchando contra ella. Si seguían luchando acabará igual como los demás, muerto; si no luchaba, sería un cobarde y le demostraría a Terki que él tenía razón. Eso nunca. Antes podría meterse una anguila viva entre los calzones que darle la razón a ese estúpido payaso. El Capitán estaba cansado y herido. No tenía fuerza para más, tampoco tenía estómago para seguir viendo morir a los soldados uno tras otras. El único consuelo que tenía es que, tras el golpe que le había dado a la criatura, ésta parecía cojear un poco.
El Capitán corrió hacia el elfo antes de que la bestia. Por mucho que lo odiase, lo cogió para que se apoyara en su brazo. No iba a dejar que muriera solo por llevarle la contraria al estúpido "lord". Tenían al gigante justo detrás. Un golpe y ambos estarían muertos. Un golpe y Terki tendría razón. Alfred apretó mucho los dientes en aquel momento deseando que algo, lo que sea, impidiera dar la razón la elfo. Ya no es su vida lo que le importaba, era su orgullo como capitán lo que estaba herido.
Un virote silbó el viento hasta clavarse en una de las cabezas de la espalda del monstruo. Era la mujer. De nuevo le había salvado. Y no estaba sola, tras ella habían decenas de arqueros disparando a la bestia. Era su oportunidad para escapar. Alfred no miró hacia atrás más que para sonreír a la distancia a la mujer que le había salvado la vida.
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