El curioso caso del Decano Kamal y el Sr Clyde [libre] [Cerrado]

Cada uno de los chicos de los Gorriones ha ido desarrollando el arte del robo a su manera, aunque los progresos de Chimar son sorprendentes, en especial considerando que todo esto es nuevo para él. Parece ser quien más ha aprendido de Ratita. Esto es en parte porque Demian ha generado su propio estilo de robo, basado en sus ilusiones, por lo que puede considerarse que 'hace trampa' y no ha necesitado practicar tanto la discreción con los dedos.

El pequeño brujo ha seguido a su amigo para declarar terminado el 'trabajo' del día, pues parece que la 'productividad' ha sido buena y no deberán preocuparse por tener para comer por unos días. Nunca es bueno abusar de tu fuente de ingresos, por lo que es bueno no robar todos los días e ir cambiando de lugares, así no se llama tanto la atención de la guardia.

Procura no interrumpirle en su último robo, de modo que camina sigiloso, con esa discreción que sólo alguien entrenado en sus artes puede hacer.

Él, por su parte, también ha tenido éxitos ese día, en especial ese collar de perlas que ha robado a una señora, dejando uno falso ilusorio en su lugar que desaparecería a los pocos minutos, pero que le había dado el tiempo suficiente para alejarse y estar a varias cuadras para cuando ella se percatara.

Vio que Chimar hablaba con alguien, uno de esos sujetos que parecían conocerle, pero a los que no parecía importarles que ahora fuera un niño de la calle. Seguro ya sabían que su padre había muerto. El intercambio parece ser agradable entre ambos y Demian alcanza a escuchar algo de una invitación.

Espera a que el hombre se aleje lo suficiente y sale con su particularidad manera de aparecer, como salido de la nada, ese estilo que aún solía asustar a Ratita cuando lo pillaba muy concentrado en algo.

—¿En qué andas, hermano? —le dice sin preámbulos, mirando al sujeto perderse en la distancia— Estos sectores son peligrosos, acá suelen haber más guardias que bolsillos.

Ambos iban conociendo más y más sobre su arte, lo que les iba haciendo adquirir más confianza y atreverse a cosas más difíciles, pero ese sector era conocido por sus riesgos. Allí un guardia podía darte una paliza simplemente por lucir 'muy pobre', categoría en la que cabía al menos Demian.

Una invitación académica. A menudo escuchaba a su hermano hablar de cosas extrañas, pero ese de invitaciones académicas sonaba totalmente nuevo y Demian levantó una ceja. De alguna manera intuía que todo aquello no acabaría de la mejor forma. Por supuesto, la petición de no robar sólo empeoraba las cosas.

—Yo no robo en base a si alguien es bueno o malo, robo en base a si tiene o no monedas en sus bolsillos y, sabes, la gente de acá suele tener —contestó— , pero ya, ya, intentaré no robar nada a esta gente... por ahora... creo que ya tenemos una buena cantidad para unos días.

Chimar cambió entonces el tema de conversación hacia el sistema de gobierno de las Islas Illidenses, el que tenía algunas peculiaridades que sabía no se repetían en el resto de Aerandir.

—Claro —contestó con cierto entusiasmo de tener una oportunidad de hablar de su tierra y su gente, cosa que no hacía muy a menudo. Ya casi parecía más un habitante de Lunargenta común y corriente que un brujo— , los brujos valoramos la capacidad en la magia por sobre todo y, ya sabes, los más poderosos en la magia son los más inteligentes, la mente y la magia van de la mano, así que confiamos en que los Maestros, los magos más poderosos de sus disciplinas, son también los más listos para tomar las decisiones. Algún día debemos ir a las Islas Illidenses, allá la gente valora cuánto sabes.

En ese momento se sembró en su interior una semilla que sería difícil de sacar de su mente. ¿Era ya tiempo de volver donde su maestro?, ¿había aprendido lo que tenía que aprender?, ¿lo recibiría de vuelta en el templo si lo hacía?. No tenía respuesta inmediata a estas preguntas, pero desde ese momento no podría sacárselas de la cabeza.

Chimar menciona entonces algo sobre una clase que tomar, lo que sonaba de lo más extraño. No iba a una clase desde que había dejado el templo y estaba bastante convencido de que el concepto de clase podía ser muy distinto en esa desordenada ciudad que en su tierra natal. Era bastante claro que libros de magia no estarían involucrados.

—'Tenemos' suena a mucha gente, ¿sabes?... y ¿acabas de llamar mi aspecto descuidado?

Se miró a sí mismo. Su camisa tenía manchas de sangre seca que ni siquiera se había molestado en remover, además de capas antiguas de polvo y lodo que ya le habían cambiado el color. Sus brazaletes eran muy prácticos, pero ¿cuándo era la última vez que los había limpiado?. Probablemente en el templo. Aunque todo eso no era nada si lo comparaba con su desastrado cabello.

—Vale, vale, que no soy una princesita para andar cuidando esas cosas, que al menos creo que estoy más limpio que Ratita.

Se rió un poco, mientras sin darse cuenta terminaba caminando con su amigo a algo que le era completamente desconocido y que, de alguna manera, intuía que no sería parte, pero al final no había mucho motivo para no perder el tiempo en aquello.

—Un día de estos acabarás consiguiendo que esta gente te meta al orfanato.

No le convencía mucho que Chimar fuera capaz de evitar que le hicieran caer en un orfanato "cómo sonaba eso igual a caer en prisión", pero al menos estaría a su lado para actuar si se llegaba a una situación similar.

No sabía nada sobre esos famosos 'intelectuales', pero la experiencia que había tenido es que no se diferenciaban mucho de cualquier noble, en ocasiones poseedores de una arrogancia que rezumaba por sus poros.

Entraron a un recinto de lo más curioso, donde muchas personas se reunían en lo que parecían ser pabellones amplios destinados a alguna forma de aprendizaje. A Demian le costaba imaginar un lugar para aprender que no estuviera provisto de símbolos mágicos, runas y pergaminos, pero al fin y al cabo estos eran humanos, no podía esperar que fueran similares a los de las Islas Illidenses.

Una cosa es necesario reconocerle, es un espacio grande, muy grande. Hay allí muchas personas, tal como todo en Lunargenta. Definitivamente esa ciudad si tiene algo a su favor es el número de personas, casi cualquier cosa que allí ocurra tendrá numerosos participantes.

Se asoma un momento a una de las puertas y contempla a un sujeto subido a una especia de tarima, leyendo un enorme libro a un grupo de alumnos que toma notas absortos en lo que escuchan, como si se tratara de algún tipo de palabra sagrada cuya veracidad es indiscutible. Lo que más llama la atención de la escena es lo alto que se encuentra el profesor, en un puesto que exageradamente marca su posición sobre los otros, tanto en altura como en pomposidad.

Vuelve a caminar por el pasillo para seguir a Chimar, hasta que llegan a un lugar amplio, con cierto parecido al aula antes vista, aunque con algunas cosas dispuestas de otra manera, en especial la luz que ha sido cuidadosamente calculada para aprovechar el brillo natural.

De manera en extremo llamativa, no hay una tarima al medio donde algún tipo barbón lea conocimientos a los otros, sino que hay un jodido cadáver dispuesto sobre una mesa. "¿Estaba viendo bien?", claro que no, había un muerto allí, a vista y paciencia de todos.

Los sujetos que al parecer participarán de esa demostración sacan una serie de cuchillos que no logran sino captar la atención de Demian, que de alguna manera intuye de qué se trata todo eso.

—Debo reconocer que esto tiene su lado interesante —menciona con los ojos clavados en aquellos diversos cuchillos, algunos de los cuales se ven muy útiles. Útiles, claro, cuando se trata de abrir a un cuerpo humano.

Las explicaciones hicieron que Demian cambiara el entusiasmo por cierta creciente preocupación. "¿Saben estos humanos con qué juegan?" se había preguntado. La reanimación de los muertos era algo que estaba estrictamente reservado a la magia de oscuridad y, tal como era sabido, esa magia estaba estrictamente prohibida, bajo pena de muerte.

El objetivo principal de la Daga Negra, la orden de asesinos que había formado a Demian, era la eliminación de cualquier brujo sorprendido practicando ese tipo de magia.

Cuando el líquido es vertido sobre el pecho del muerto Demian se lleva una mano de manera instintiva a la daga. Como descubra que ese humano practica alguna forma de arte derivada de la magia negra, aunque no sea un brujo, como tenga pruebas de que ha cruzado la línea de lo permitido y se adentra en esos siniestros caminos, incluso si no es a conciencia de hacer algo horrible, acabará con él allí y ahora, sin importar lo que pueda pasar luego con él, tal es su juramento al respecto.

Sin embargo las cosas no parecen ir de acuerdo a lo planeado.

—Sí, algo va mal —contesta a su amigo, aunque en su interior hay un suspiro de alivio. Es cien veces preferible que algo le pase al científico en vez de tener que terminarle por practicar artes oscuras.

Pero el sujeto no para de crecer. Crece y crece como una planta de cuento de hadas, volviéndose aparentemente más fuerte e imponente. Parece que no es momento aún de relajarse.

Demian se dispone a abandonar el recinto, no parece ser el momento de iniciar un combate, menos aún cuando no parece ser que vaya a ser necesario acabar con aquel sujeto, pero su amigo entonces inicia una interacción con la ahora bestia de apariencia humana.

Demian concentra su energía mágica de inmediato, permitiendo que el entramado del mana se enrede con su conciencia y formen una sola esencia, una energía que une todo.

Aparece frente a la bestia una figura humanoide, como un soldado, que parece desafiarle de manera agresiva y encararle con un arma en la mano. Es, por supuesto, sólo una ilusión generada por el joven brujo.

—Vamos, salgamos de esta sala, ahora —le dice a su amigo de manera apurada, mientras su ilusión comienza a acercarse de manera más desafiante. No tendrán demasiado tiempo hasta que el enemigo destruya su ilusión de uno o dos golpes.

Jala de sus ropas para alejarlo.

La filosofía en este caso de Demian se puede resumir en simples palabras 'no es mi problema', pero cuando Chimar interviene las cosas cambian. El chico quiere que ellos solucionen este asunto, como si fueran caballeros de reluciente armadura.

—Vale, vale —contesta con un suspiro— , pero no respondo si le hago daño, ¿eh?

En efecto, no será fácil detener a ese sujeto y protegerle al mismo tiempo, aunque Chimar tiene una idea.

—Vale, pero déjame hablar con palabras pomposas a mí también, ya que estamos acá, y decirte que te basas en una premisa que no sabes si es verdadera o no —le dice con cierta calma, mientras la gente se arremolina huyendo a su alrededor— ¿qué tal si esa cosa tiene más energía que nosotros?

La lógica de su amigo tiene sentido, cansarle, pero Demian bien sabe que hay sustancias alquímicas capaces de hacer que personas corran por días sin agotarse y no saben nada sobre lo que acá enfrentan.

—Sabes que es más seguro dañarle y acabar con él, aprovechando su ira para predecir sus acciones —reflexiona— , pero entiendo que le conoces o algo, esto de los sentimientos es un contratiempo.

Se cruza de brazos unos momentos, tratando de luchar contra su lógica que le dice con claridad 'mátale, es lo más seguro'. Si pretende cansar a esa cosa debe ser eficiente con el uso de sus recursos. No es como otras veces donde puede usar toda su magia para generar una distracción poderosa, sabiendo que con una puñalada acabará con el enemigo. Esto es distinto, un terreno que no acostumbra recorrer.

—Bien pedazo de excremento de hombre-perro, ven acá y dame un beso en el trasero —le grita parado en el marco de una ventana.

La cosa furiosa le mira con ganas de matarle, pero eso es justamente lo que busca, de manera que se da a sí mismo unas palmadas en las nalgas y luego le hace una mueca con la cara, sacando la lengua, meneándola de lado a lado y dándose vuelta con un dedo el párpado inferior del ojo derecho. A continuación salta, aferrándose a la rama de un árbol cercano, el que usa pronto para descender, haciendo gala de su elevada agilidad.

La criatura no tarda en aparecer, simplemente rompiendo el marco con su cuerpo y saltando. No parece controlar aún muy bien su enorme cuerpo, por lo que se estrella de manera aparatosa en el suelo, aunque no parece hacerse mucho daño, pues se pone de pie pronto. Estaban a buena altura, Demian se sorprende de no haberlo noqueado con eso, pero se da a la labor de correr de inmediato, entrando en un pasillo de la planta inferior.

—Hora de jugar al gato y al gorrión.

Esa cosa realmente sabe cómo causar destrozos, pero no destaca precisamente por su agilidad y Demian tendrá eso en cuenta. En cierta manera es una lástima todo el daño que tendrá que causar en tan imponente estructura, pero no hay de otra forma.

Se disponía a continuar con el juego cuando unos guardias entran en escena, tipos en armadura pesada, portando armas. Completos idiotas. Como si no notaran el enorme tamaño y la fuerza de esa cosa le enfrentan, sólo para ser lastimados y quizás asesinados con simples golpes, como si fueran muñecos, nada más.

Al menos esa pausa provee a Demian de instantes extra para recuperar el aliento y preparar su estrategia, lo que es importante en esas circunstancias. En más de una ocasión ha dejado claro que la resistencia no es lo suyo, sino la efectividad, y acá se requiere justamente lo contrario.

Crea una ilusión de su propia cabeza, que asoma desde una ventana a cierta distancia de su real ubicación, lo que atrae al monstruo lleno de ira. La violencia con que destroza la estructura le da a entender que no es un panorama muy alentador la posibilidad de que le alcance, de modo que debe ser muy cuidadoso.

La cosa mira furiosa al no encontrar al chico entre lo que ha destrozado, pero el verdadero asoma desde otro extremo, volviendo a mostrar su trasero de manera groseramente desafiante, para luego girarse y enseñar ambos dedos del medio con una sonrisa de plena satisfacción.

—Te crees muy científico y no sabes ni dónde estoy, so pedazo de estiércol de trol —le grita.

Nuevamente se inicia una carga furiosa en su contra, pero Demian tiene eso previsto y usa unos árboles del patio para correr alrededor. El sujeto le sigue furioso, pero Demian no se queda corto en velocidad, además de que se retrasa adicionalmente al intentar arrancar los árboles. Incluso para alguien tan grane y fuerte eso no es tarea fácil, las raíces pueden fácilmente hundirse varios metros bajo tierra.

Demian decide entonces probar otro de sus trucos, desapareciendo de la vista por unos breves instantes, para luego tomar un camino diferente al esperado, pasando justo al lado, en sentido contrario, de su perseguidor, apareciendo a sus espaldas para correr a toda velocidad mientras éste aún le busca de frente.

Tras entrar nuevamente al edificio le vuelve a gritar.

—Hueles peor que tu madre, hijo de trola apestosa, de hecho ¡hueles peor que Chimar por las mañanas!

Nuevamente logra que la criatura salga tras de él, claro que el chico ya comienza a cansarse. Usar la magia, correr, esconderse, saltar, todo cobra rápidamente cuotas de cansancio de Demian, quien ya suda abundantemente y respira agitado.

No está muy seguro cuánto más será capaz de mantenerlo ocupado.

El ir y venir de lado a lado del patio, entrar y salir del edificio, bajo riesgo de ser aplastado por una cosa de varias veces tu masa corporal no es tarea fácil y se nota en Demian, que comienza a perder su precisión a medida que el cansancio hace mella en su cuerpo.

—Es fácil decirlo, ¿no? —contesta a la petición, pero no por eso deja de hacerlo.

En una ocasión tropieza y se raspa las rodillas y un codo, en otro se golpea con un pedazo de muralla arrancado por la bestia. Si eso continúa no le extrañaría terminar dándose a sí mismo en la cabeza contra un muro.

Se detiene un momento a tomar aire, pero entonces un puño golpea muy cerca suyo y apenas alcanza a esquivarlo, echándose de nuevo a la carrera.

—Tus golpes... son como de niña... peor aún, son... como los... ¡de Ratita! —le dice con claro cansancio.

Esquiva por poco otro golpe, rodando por el suelo en una improvisada acrobacia, para luego meterse de vuelta en la ya maltratada estructura, donde comienza a subir por una escalera. Desde allí baja ligeramente sus pantalones por unos segundos, mostrando ofensivamente su trasero.

—¡Eres más... feo que... un callo... de Chimar! —intenta seguir provocándole, evidentemente agotado.

Quiere seguir subiendo las escaleras, pero cae sentado, jadeando.

Por suerte en ese momento una botella se estrella contra la criatura. No sólo una, no sólo dos. Demian cierra sus ojos un momento, recuperando energías, sabiendo que su amigo ha llegado justo a tiempo para ayudarle y permitirle poner fin a esa frenética misión.

Pronto se pone de pie, está cansado, pero no ha llegado a su límite y ya no necesita correr, así que se acerca para ver qué ha pasado con aquel sujeto convertido en bestia. Encuentra a un tipo con las ropas rasgadas junto a su amigo, quien celebra la victoria.

Llegan guardias, pero Chimar los manda a buscar a una torre. Demian observa al sujeto caído una vez más.

—Esa cosa es... peligrosa. Mucho. Su cuerpo debe estar... hecho puré.

El tipo se aprecia, en efecto, muy maltrecho, considerando que básicamente no ha sido golpeado por nadie. Una cosa así es potencialmente un arma de guerra poderosísima, pero al mismo tiempo una posible condena a muerte para tus propios soldados que la usen. No le extrañaría que el corazón del investigador haya sufrido serios daños que pudieran repercutir en algún infarto dentro de muy poco tiempo, infarto que quizás nadie asociaría a lo que acababa de pasar.

—Por eso los brujos... somos los mejores, sí, señor

Se ríe unos momentos y mira a su amigo.

—Pero los Gorriones somos aún mejores.

Ofrece una mano en alto para chocarla.

La situación ha vuelto a la tranquilidad luego de tanto caos, como la calma que viene luego del huracán y las personas rápidamente parecen considerar como que 'aquí no ha pasado nada', lo que no deja de ser curioso. Un jodido tipo pudo haber puesto en peligro a todos los presentes y se limitan a simplemente ordenar la casa.

Decide que todo eso no merece más que un recogimiento de hombros y ser dejado atrás, sólo quedando el aún molesto jadeo luego de tanto cansancio.

—Definitivamente tengo que empezar... a salir a correr... por las mañanas —comenta a su amigo.

Unos sujetos arrastran al agotado científico a algún tipo de enfermería, la que al parecer, por buena suerte, no ha sido afectada por la destrucción y el caos, lo que finalmente les libera de cualquier responsabilidad hacia ese sujeto.

—Ya lo creo, me comería un aion completo —contesta animado.

Comienzan a caminar hacia la salida del recinto, curiosamente sin nadie pidiendo explicaciones ni demandando algún tipo de reparación por los daños. Al final ellos no han sido los causantes. La guardia parece no tenerles mucho rencor últimamente, o quizás es algo tan simple como que no los asocian a los robos si están allí, entre personas de prestigio y dinero.

La mente humana funciona de maneras muy particulares.

—Sabes... las clases de Beltrexus son más productivas, no puedo negar que practiqué bastante, pero no digamos que aprendí mucho de tu profesor.

Pronto se encontrarán camino a la Ratonera, donde seguramente Arty los esperará con algún plato caliente y algún servicio ridículo. La última vez tuvo que comer con una ramita e árbol, pero si bien el robot no tiene mucho sentido del sabor, la verdad es que sus comidas suelen ser muy completas y los mantiene bien alimentados para la cantidad de destrozos que causan. Después de todo la carne de rata no parece ser tan mala para la salud.