Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
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Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Desperté desorientado, sin saber bien dónde estaba ni cómo había llegado a aquella cama. Debería estar acostumbrado a despertarme en camas ajenas después de un largo día, sin embargo, al abrir los ojos siempre solía haber una chica bonita abrazada a mi espalda. Esta vez, no. Estaba solo.
-Empieza bien el día.- Murmuré para mí mismo.
A medida que me iba despertando comencé a recordar dónde estaba. Era la casa de la chica salvaje, Evelyne se llamaba. La acababa de conocer y ya me propuso ir a su casa. Como mal caballero y buen amante que soy, arqueé una ceja y, sin dudarlo, fui tras ella. Podría recordar el haber estado caminando durante bastante tiempo, horas quizás. No estaba seguro de que hubiera sido un trayecto tan largo o simplemente me parecía largo porque Evelyne no dejaba de hablar. Me contó que, prácticamente, se había criado en la granja de sus padres y no conocía nada más que la vida entre sus animales y sus cultivos. La ciudad era algo extraño para ella. Tan extraño y tan hermoso como me podría parecer la vida submarina. Su forma de hablar sobre la ciudad me hacía recordar que, cuando tenía siete u ocho años, solía imaginarme cómo sería vivir bajo del mar. ¿Sirenas, ciudades de coral, peces del tamaño de islas…? Me lo imaginaba todo como si se tratase de un mundo de fantasía que solo habitaba en el interior de imaginación. Una de mis fantasías infantiles era, obviamente, la de casarme con una sirena. Era un pobre chico inocente, si hubiera sabido entonces lo que era el sexo me hubiera divorciado en mi propia fantasía y me hubiera ido de vuelta a la superficie.
Evelyne también me habló de su padre. Parecía ser el típico padre sobreprotector que encerraría a su hija en lo más alto de la más alta torre por miedo a que le pueda suceder nada. Era una lástima pues, por culpa de estos padres, sus hijas solían imaginarse que fuera hay un mundo bonito lleno de amor, cariño y que todos los hombres son buenos. Luego se encontraban con alguien como yo y veían en el mundo como realidad es. Sin embargo, Evelyne no parecía cumplir el estereotipo de niña tonta, ella era más inteligente. De haber sido como tan tonta como las demás, aquella noche se hubiera adentrado en mi cama justo cuando su padre se hubo dormido para que le diera de nuevo mis “gracias” como le había enseñado aquella misma tarde.
Me levanto todavía aturdido por el sueño. Hacía tiempo que no dormía en una cama en condiciones y mi cuerpo lo agradecía. Si no fuera porque en la mesa del comedor esperaba encontrarme un grandioso desayuno al estilo rústico no me hubiera levantado del colchón. Abrí los armarios los cajones buscando una ropa más adecuada para presentarme junto a Evelyne y a su padre, la ropa del día anterior estaba sucia y llena de barro, teniendo en cuenta cómo era su padre, preferí cambiarme de ropa. Encontré unos pantalones marrón oscuros, una camisa blanca que venía bastante larga y un chaleco del mismo color que los pantalones.
No sabía si ya había alguien despierto o se habían ido fuera a trabajar en la granja, sabía que tenían costumbre de ir a trabajar pronto, me lo dijo Evelyne el día anterior, pero no sabía cómo de pronto era eso. Lo único que sabía es que hacía escasamente una hora que el sol había salido.
Salí de la habitación y me fui directamente al comedor. - ¿Qué hay para comer?- Dije sentándome en una de las sillas intentando que mi tono no fuera tan jovial como podría resultar en otras situaciones. No había nadie sentado en la mesa y, a pesar de ello, seguía sentado esperando que alguien me sirviese un plato de panceta y huevos fritos al estilo rústico. –Hola, ¿hay alguien?- Recliné el respaldo de la silla hacia atrás para poder ver qué pasaba en otras habitaciones.
-Empieza bien el día.- Murmuré para mí mismo.
A medida que me iba despertando comencé a recordar dónde estaba. Era la casa de la chica salvaje, Evelyne se llamaba. La acababa de conocer y ya me propuso ir a su casa. Como mal caballero y buen amante que soy, arqueé una ceja y, sin dudarlo, fui tras ella. Podría recordar el haber estado caminando durante bastante tiempo, horas quizás. No estaba seguro de que hubiera sido un trayecto tan largo o simplemente me parecía largo porque Evelyne no dejaba de hablar. Me contó que, prácticamente, se había criado en la granja de sus padres y no conocía nada más que la vida entre sus animales y sus cultivos. La ciudad era algo extraño para ella. Tan extraño y tan hermoso como me podría parecer la vida submarina. Su forma de hablar sobre la ciudad me hacía recordar que, cuando tenía siete u ocho años, solía imaginarme cómo sería vivir bajo del mar. ¿Sirenas, ciudades de coral, peces del tamaño de islas…? Me lo imaginaba todo como si se tratase de un mundo de fantasía que solo habitaba en el interior de imaginación. Una de mis fantasías infantiles era, obviamente, la de casarme con una sirena. Era un pobre chico inocente, si hubiera sabido entonces lo que era el sexo me hubiera divorciado en mi propia fantasía y me hubiera ido de vuelta a la superficie.
Evelyne también me habló de su padre. Parecía ser el típico padre sobreprotector que encerraría a su hija en lo más alto de la más alta torre por miedo a que le pueda suceder nada. Era una lástima pues, por culpa de estos padres, sus hijas solían imaginarse que fuera hay un mundo bonito lleno de amor, cariño y que todos los hombres son buenos. Luego se encontraban con alguien como yo y veían en el mundo como realidad es. Sin embargo, Evelyne no parecía cumplir el estereotipo de niña tonta, ella era más inteligente. De haber sido como tan tonta como las demás, aquella noche se hubiera adentrado en mi cama justo cuando su padre se hubo dormido para que le diera de nuevo mis “gracias” como le había enseñado aquella misma tarde.
Me levanto todavía aturdido por el sueño. Hacía tiempo que no dormía en una cama en condiciones y mi cuerpo lo agradecía. Si no fuera porque en la mesa del comedor esperaba encontrarme un grandioso desayuno al estilo rústico no me hubiera levantado del colchón. Abrí los armarios los cajones buscando una ropa más adecuada para presentarme junto a Evelyne y a su padre, la ropa del día anterior estaba sucia y llena de barro, teniendo en cuenta cómo era su padre, preferí cambiarme de ropa. Encontré unos pantalones marrón oscuros, una camisa blanca que venía bastante larga y un chaleco del mismo color que los pantalones.
No sabía si ya había alguien despierto o se habían ido fuera a trabajar en la granja, sabía que tenían costumbre de ir a trabajar pronto, me lo dijo Evelyne el día anterior, pero no sabía cómo de pronto era eso. Lo único que sabía es que hacía escasamente una hora que el sol había salido.
Salí de la habitación y me fui directamente al comedor. - ¿Qué hay para comer?- Dije sentándome en una de las sillas intentando que mi tono no fuera tan jovial como podría resultar en otras situaciones. No había nadie sentado en la mesa y, a pesar de ello, seguía sentado esperando que alguien me sirviese un plato de panceta y huevos fritos al estilo rústico. –Hola, ¿hay alguien?- Recliné el respaldo de la silla hacia atrás para poder ver qué pasaba en otras habitaciones.
Última edición por Gerrit Nephgerd el Vie 02 Oct 2015, 23:30, editado 1 vez
Gerrit Nephgerd
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Respiré profundamente, la brisa fresca de la mañana. La luz temprana del sol ardiente, que surgía tras el frondoso horizonte que se avistaba desde la granja de mi familia. Había despertado poco antes de que el sol surgiera, y sin hacer mucho ruido, tanto mi padre como yo tomamos las herramientas para trabajar la tierra y salimos de la casa. Con un silencio tan inmenso que resultaba de hecho, impropio de mi padre. Sin duda aun con el recelo hacia Gerrit de mi padre, era amable cuando debía serlo. O era amable, o mostraba el más seco de sus desprecios, pero no conciliaba un término medio.
— Venga Evelyne, en unos minutos terminamos —me comentó.
Estaba contenta aquella mañana, me sentía viva. Lo cierto es que ver despertar al sol y sentir el aroma silvestre de los árboles a primera hora del día, me hacía sentir renovada. De hecho poseía una amplia e incesante sonrisa de forma constante, que con facilidad le había contagiado a mi padre mientras trabajábamos, inclusive a pesar de su evidente tristeza. Nos llevó unos veinte minutos más, pero en cuanto terminamos, sentí el cosquilleo que producía aquel trabajo sobre mis músculos y mis articulaciones. Cuando me relajaba, me sentía más vigorosa y con una fuerza inmensa; me sentía capaz de todo.
— Vamos a tomar algo, es posible que tu “salvador” haya despertado ya —se mofó mi padre. Le empujé mi mano contra su hombro, mientras soltaba una leve risa.
— Imbécil. Si no fuera por mí, ahora mismo estaría durmiendo en algún arbusto —reí. Él soltó una risotada también.
— Vamos a ver qué tal cocina.
— Puede asar animales —comenté, aunque no le detallé que fuera brujo—. Con total facilidad.
Cuando entramos en la casa, Gerrit estaba sentado justo frente a la mesa de madera del comedor. Estaba inclinado hacia atrás, mirando hacia… alguna parte. Mi padre se dirigió hacia su propia habitación.
— ¿Has dormido bien? —pregunté al brujo—. Espero que sí. Vamos a comer alguna cosa, vas a tener que ayudar a mi padre.
Cuando regresó mi padre de su habitación, volvió con un saco de tela grisácea y lo dejó caer sobre la mesa. Entonces cayeron tanto dos pollos muertos, como tres piezas de pescado. Luego dejó algunas herramientas y cubiertos sobre la mesa, justo frente a Gerrit.
— Quítale las espinas al pescado, corta la cabeza a los pollos y desóllalos. —Pidió mí padre, con un tono serio y sin embargo amable.
Yo mientras fui a la cocina, donde había un cubo con agua que había recogido muy temprano, y lavé mis manos.
— Voy a buscar más agua, ahora vengo —comenté, y salí de la estancia. No tardaría más que algunos minutos.
— Venga Evelyne, en unos minutos terminamos —me comentó.
Estaba contenta aquella mañana, me sentía viva. Lo cierto es que ver despertar al sol y sentir el aroma silvestre de los árboles a primera hora del día, me hacía sentir renovada. De hecho poseía una amplia e incesante sonrisa de forma constante, que con facilidad le había contagiado a mi padre mientras trabajábamos, inclusive a pesar de su evidente tristeza. Nos llevó unos veinte minutos más, pero en cuanto terminamos, sentí el cosquilleo que producía aquel trabajo sobre mis músculos y mis articulaciones. Cuando me relajaba, me sentía más vigorosa y con una fuerza inmensa; me sentía capaz de todo.
— Vamos a tomar algo, es posible que tu “salvador” haya despertado ya —se mofó mi padre. Le empujé mi mano contra su hombro, mientras soltaba una leve risa.
— Imbécil. Si no fuera por mí, ahora mismo estaría durmiendo en algún arbusto —reí. Él soltó una risotada también.
— Vamos a ver qué tal cocina.
— Puede asar animales —comenté, aunque no le detallé que fuera brujo—. Con total facilidad.
Cuando entramos en la casa, Gerrit estaba sentado justo frente a la mesa de madera del comedor. Estaba inclinado hacia atrás, mirando hacia… alguna parte. Mi padre se dirigió hacia su propia habitación.
— ¿Has dormido bien? —pregunté al brujo—. Espero que sí. Vamos a comer alguna cosa, vas a tener que ayudar a mi padre.
Cuando regresó mi padre de su habitación, volvió con un saco de tela grisácea y lo dejó caer sobre la mesa. Entonces cayeron tanto dos pollos muertos, como tres piezas de pescado. Luego dejó algunas herramientas y cubiertos sobre la mesa, justo frente a Gerrit.
— Quítale las espinas al pescado, corta la cabeza a los pollos y desóllalos. —Pidió mí padre, con un tono serio y sin embargo amable.
Yo mientras fui a la cocina, donde había un cubo con agua que había recogido muy temprano, y lavé mis manos.
— Voy a buscar más agua, ahora vengo —comenté, y salí de la estancia. No tardaría más que algunos minutos.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Cuando vi entrar a Evelyne y a su padre al comedor se me iluminaron los ojos. ¡Comida, al fin! Me moría de hambre. Desde que me había despertado no podía dejar de pensar en el desayuno rústico que me habían preparado. Me imaginé una de esas grandes comidas con tostadas, mantequilla recién hecha, huevos de su propia granja acompañados de una crujiente panceta, un vaso de zumo de naranja exprimida tan solo unos pocos segundos antes y, para finalizar, un café. “Venga esa manduca.” Si Evelyne no me hubiera avisado de cómo era su padre con los extraños lo más probable es que en lugar de haberlo pensado lo hubiera dicho en voz alta y clara.
-He dormido muy bien.- Contesté con una sonrisa algo impaciente por la comida. – No hay tanta prisa para irse a trabajar. Primero comamos que ayer fue un día muy duro y necesitamos coger fuerzas.- Recliné mi asiento para ver mejor dónde se había ido el padre de Evelyne. - ¿Va a tardar mucho más?- No me esforcé por ocultar mi ansias por comer.
Más tarde de lo que me hubiera esperado, el padre de Evelyne regresó con un enorme saco de tela gris. Mi ilusión cayó en picado al verlo venir. Dudaba mucho que allí llevase los huevos fritos, la panceta, las tostadas, el zumo de naranja y el café que tanto esperaba. Había olvidado que eran salvajes. Ni huevos ni panceta ni café, dentro del saco habían dos pollos recién matados y tres peces crudos. Suspiré. ¿Es que los salvajes no conocían el fuego? Eso que quemaba y hacía luz. Sí, claro, eso mismo. Lo que sirve para COCINAR. En aquel momento entendí porque Evelyne se había puesto tan loca cuando me vio con el conejo.
-¿Qué le vamos a hacer…?- Dije en un susurro plagado de desilusión.
No había desollado un pollo en mi vida. Mi padre era un importante comerciante de telas no un granjero. Estaba acostumbrado, desde bien pequeño, a que me sirvieran la comida en bandejas no a hacer mi propia comida. “La de cosas que hago por una chica.” Pensé con una amplia sonrisa que no me esforcé por disimular al mismo tiempo que cogía uno de los peces y un cuchillo. Por lo menos, con los peces sabía qué tenía que hacer.
-Hará falta un cubo para dejar las raspas.- Dije todo lo serio que pude cuando se hubo ido Evelyne. – Cuando era niño solía ir a pescar con mi padre. Teníamos una de esas pequeñas barcas de madera. Los pocos días que mi padre venía a casa después de trabajar no dejaba de insistirle que cogiéramos la barca para irnos a pescar al mar. – Me di cuenta que, entre recuerdo y recuerdo, me había ido del tema. - La cosa es que, en algún lugar debo tirar los desperdicios. – Sonreí ligeramente al padre de Evelyne para que viera mi brillante deducción. - Iré a por un cubo.-
-No tardes.- Aunque me contestó de forma tosca creía oír un pequeño deje de aceptación en su voz.
Sin pensarlo más, me levanté de la silla y fui tras por el mismo camino donde se había ido Evelyne. No podía aguantar un minuto más a solas con su padre. Tenía la impresión de que me estaba examinando a cada palabra y cada gesto que hacía. Me preguntaba si me pondrá nota al final del desayuno.
-Espera.- Dije cuando la vi de espaldas fuera de la estancia. Puse mi mano en su hombro para hacerla parar. – Un segundo más a solas con tu padre y seguro que suspendo. – Dije continuando la broma del examen que había pensado para mí. –Quiero decir… No importa. – No estaba seguro si las chicas salvajes tenían una escuela salvaje donde les hacían exámenes salvajes por lo que no insistí más en explicarle lo que era “suspender”. – Todavía no te he dado las gracias por haberme llevado a tu casa. Hacía mucho tiempo que no dormía en una cama. Muchas gracias.-
-He dormido muy bien.- Contesté con una sonrisa algo impaciente por la comida. – No hay tanta prisa para irse a trabajar. Primero comamos que ayer fue un día muy duro y necesitamos coger fuerzas.- Recliné mi asiento para ver mejor dónde se había ido el padre de Evelyne. - ¿Va a tardar mucho más?- No me esforcé por ocultar mi ansias por comer.
Más tarde de lo que me hubiera esperado, el padre de Evelyne regresó con un enorme saco de tela gris. Mi ilusión cayó en picado al verlo venir. Dudaba mucho que allí llevase los huevos fritos, la panceta, las tostadas, el zumo de naranja y el café que tanto esperaba. Había olvidado que eran salvajes. Ni huevos ni panceta ni café, dentro del saco habían dos pollos recién matados y tres peces crudos. Suspiré. ¿Es que los salvajes no conocían el fuego? Eso que quemaba y hacía luz. Sí, claro, eso mismo. Lo que sirve para COCINAR. En aquel momento entendí porque Evelyne se había puesto tan loca cuando me vio con el conejo.
-¿Qué le vamos a hacer…?- Dije en un susurro plagado de desilusión.
No había desollado un pollo en mi vida. Mi padre era un importante comerciante de telas no un granjero. Estaba acostumbrado, desde bien pequeño, a que me sirvieran la comida en bandejas no a hacer mi propia comida. “La de cosas que hago por una chica.” Pensé con una amplia sonrisa que no me esforcé por disimular al mismo tiempo que cogía uno de los peces y un cuchillo. Por lo menos, con los peces sabía qué tenía que hacer.
-Hará falta un cubo para dejar las raspas.- Dije todo lo serio que pude cuando se hubo ido Evelyne. – Cuando era niño solía ir a pescar con mi padre. Teníamos una de esas pequeñas barcas de madera. Los pocos días que mi padre venía a casa después de trabajar no dejaba de insistirle que cogiéramos la barca para irnos a pescar al mar. – Me di cuenta que, entre recuerdo y recuerdo, me había ido del tema. - La cosa es que, en algún lugar debo tirar los desperdicios. – Sonreí ligeramente al padre de Evelyne para que viera mi brillante deducción. - Iré a por un cubo.-
-No tardes.- Aunque me contestó de forma tosca creía oír un pequeño deje de aceptación en su voz.
Sin pensarlo más, me levanté de la silla y fui tras por el mismo camino donde se había ido Evelyne. No podía aguantar un minuto más a solas con su padre. Tenía la impresión de que me estaba examinando a cada palabra y cada gesto que hacía. Me preguntaba si me pondrá nota al final del desayuno.
-Espera.- Dije cuando la vi de espaldas fuera de la estancia. Puse mi mano en su hombro para hacerla parar. – Un segundo más a solas con tu padre y seguro que suspendo. – Dije continuando la broma del examen que había pensado para mí. –Quiero decir… No importa. – No estaba seguro si las chicas salvajes tenían una escuela salvaje donde les hacían exámenes salvajes por lo que no insistí más en explicarle lo que era “suspender”. – Todavía no te he dado las gracias por haberme llevado a tu casa. Hacía mucho tiempo que no dormía en una cama. Muchas gracias.-
Gerrit Nephgerd
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Marché dirección al río. Tenía algunos minutos de trayecto hasta llegar a éste; básicamente, se trataba de regresar a la cercanía donde habíamos sido atacados por los elfos un día antes. No muy lejos todavía de Ulmer —de hecho todavía estaba no más que a algunas decenas de metros de mi hogar—, escuché la voz familiar del brujo, Gerrit.
— Espera —oí su voz. Noté su mano sobre mi hombro, y paré de inmediato, girándome hacia él—. Un segundo más a solas con tu padre y seguro que suspendo.
Trató de explicarse, segundos después, aunque yo ya estaba soltando una leve carcajada. Mi padre solía generar ese efecto en la gente, yo ya estaba más que acostumbrada. De hecho si había tenido en mi infancia algún que otro amigo, mi padre en seguida se acercaba y “examinaba” a la persona que trababa amistad conmigo. Es esa una de las razones por las cuales —entre otras—, me crié prácticamente sola. Fue muy amable después, y me agradeció el hecho de que le hubiera cedido en un lugar en mi hogar. Según me comentó, hacía tiempo que no descansaba en un lecho. Por un momento lo miré con cierto recelo, no confiaba en él y su perspectiva de “dar las gracias”, por lo que esperaba cualquier cosa. Y de hecho, de haber hecho algo él, de haberse acercado un poco más, me percaté segundos después de que mi puño estaba cerrado, con los nudillos muy apretados entre sí. Pero no fue más que un sincero agradecimiento por su parte, sin tono socarrón, sin un ápice de orgullo o vanidad. Sólo era un agradecimiento, en su significado más puro.
— De nada —respondí, y le sonreí—. Cuando llegué a la cueva llevaba varias horas perdida, y comenzaba a estar algo mareada por no haber tomado nada en mucho tiempo. Así que en cierto modo, incluso pese a que los elfos fueran a por mí sólo por estar cerca de ti, agradezco haberte encontrado y que estuvieras cocinando aquellos lagomorfos. ¿Quieres acompañarme al río? Antes de volver con mi padre, digo. Antes de que “te suspenda”.
La caminata fue más breve. Desde Ulmer había un descenso hasta el río que hacía el viaje menos pesaroso. No hablé mucho en aquella ocasión, salvo alguna que otra frase comentándole acerca de los lugares que pasábamos en dirección al río, por los que yo solía jugar de pequeña. Con otros chicos del poblado, y posteriormente, sola. Una vez llegamos al río, hundí el cubo bajo las aguas y lo llené hasta poco menos que su límite. El regreso posiblemente fue algo costoso, pero curiosamente tardamos menos. Entre ida y vuelta tardamos alrededor de veinte minutos.
Una vez en casa, entré con el cubo y distribuí la mitad de su contenido sobre diversos cuencos. Cada uno de nosotros contaba con dos cuencos, uno para lavarse las manos, y otro algo más alto, para beber. Mi padre me sonrió al verme, y nos sentamos los tres en la mesa.
— Ya lo hice todo yo. Se está calentando. Después quiero hablar contigo, y no te preocupes, no me importa que no sepas trabajar en una cocina. No me importa demasiado —comentó mi padre, dirigiéndose esta vez a Gerrit.
Al cabo de alrededor de cinco minutos, mi padre se levantó de la mesa y avanzó hacia el pequeño horno de piedra que había en la cocina, a unos metros del salón. Regresó a la mesa con el pollo impecable, perfectamente asado y desprendiendo un aroma delicioso.
— Espero que no te importe que nosotros comamos más intensamente por la mañana. La primera mitad del día es cuando más trabajamos, y esa es la razón —comenté yo a Gerrit con amabilidad.
Sobre un plato amplio de madera, circular y con tallados diversos, rúnicos y pequeños dibujos de criaturas mitológicas, reposaba el pollo y a su lado, piezas de delicioso pescado. Escuché un trueno, y llevando mi vista hacia la entrada de nuestra casa —que estaba abierta, prácticamente siempre solíamos dejarla abierta— vislumbré cómo caían algunas gotas de agua. Mi padre separó las partes del pollo, permitiendo así que cada uno tomara aquella que fuera más de su agrado.
— Gerrit, necesito saber una cosa —comentó de repente mi padre. Lo miró, sin recelo, sin ira. Solo con una expresión de inmensa preocupación y en cierto modo, una petición escondida. Como el de un padre al pedirle a un hijo con solo mirarlo, que espera grandes cosas de él, que espera que no haga todo mal—. Si tú no tienes a dónde ir… necesito saber si puedo confiar en ti.
— Espera —oí su voz. Noté su mano sobre mi hombro, y paré de inmediato, girándome hacia él—. Un segundo más a solas con tu padre y seguro que suspendo.
Trató de explicarse, segundos después, aunque yo ya estaba soltando una leve carcajada. Mi padre solía generar ese efecto en la gente, yo ya estaba más que acostumbrada. De hecho si había tenido en mi infancia algún que otro amigo, mi padre en seguida se acercaba y “examinaba” a la persona que trababa amistad conmigo. Es esa una de las razones por las cuales —entre otras—, me crié prácticamente sola. Fue muy amable después, y me agradeció el hecho de que le hubiera cedido en un lugar en mi hogar. Según me comentó, hacía tiempo que no descansaba en un lecho. Por un momento lo miré con cierto recelo, no confiaba en él y su perspectiva de “dar las gracias”, por lo que esperaba cualquier cosa. Y de hecho, de haber hecho algo él, de haberse acercado un poco más, me percaté segundos después de que mi puño estaba cerrado, con los nudillos muy apretados entre sí. Pero no fue más que un sincero agradecimiento por su parte, sin tono socarrón, sin un ápice de orgullo o vanidad. Sólo era un agradecimiento, en su significado más puro.
— De nada —respondí, y le sonreí—. Cuando llegué a la cueva llevaba varias horas perdida, y comenzaba a estar algo mareada por no haber tomado nada en mucho tiempo. Así que en cierto modo, incluso pese a que los elfos fueran a por mí sólo por estar cerca de ti, agradezco haberte encontrado y que estuvieras cocinando aquellos lagomorfos. ¿Quieres acompañarme al río? Antes de volver con mi padre, digo. Antes de que “te suspenda”.
La caminata fue más breve. Desde Ulmer había un descenso hasta el río que hacía el viaje menos pesaroso. No hablé mucho en aquella ocasión, salvo alguna que otra frase comentándole acerca de los lugares que pasábamos en dirección al río, por los que yo solía jugar de pequeña. Con otros chicos del poblado, y posteriormente, sola. Una vez llegamos al río, hundí el cubo bajo las aguas y lo llené hasta poco menos que su límite. El regreso posiblemente fue algo costoso, pero curiosamente tardamos menos. Entre ida y vuelta tardamos alrededor de veinte minutos.
Una vez en casa, entré con el cubo y distribuí la mitad de su contenido sobre diversos cuencos. Cada uno de nosotros contaba con dos cuencos, uno para lavarse las manos, y otro algo más alto, para beber. Mi padre me sonrió al verme, y nos sentamos los tres en la mesa.
— Ya lo hice todo yo. Se está calentando. Después quiero hablar contigo, y no te preocupes, no me importa que no sepas trabajar en una cocina. No me importa demasiado —comentó mi padre, dirigiéndose esta vez a Gerrit.
Al cabo de alrededor de cinco minutos, mi padre se levantó de la mesa y avanzó hacia el pequeño horno de piedra que había en la cocina, a unos metros del salón. Regresó a la mesa con el pollo impecable, perfectamente asado y desprendiendo un aroma delicioso.
— Espero que no te importe que nosotros comamos más intensamente por la mañana. La primera mitad del día es cuando más trabajamos, y esa es la razón —comenté yo a Gerrit con amabilidad.
Sobre un plato amplio de madera, circular y con tallados diversos, rúnicos y pequeños dibujos de criaturas mitológicas, reposaba el pollo y a su lado, piezas de delicioso pescado. Escuché un trueno, y llevando mi vista hacia la entrada de nuestra casa —que estaba abierta, prácticamente siempre solíamos dejarla abierta— vislumbré cómo caían algunas gotas de agua. Mi padre separó las partes del pollo, permitiendo así que cada uno tomara aquella que fuera más de su agrado.
— Gerrit, necesito saber una cosa —comentó de repente mi padre. Lo miró, sin recelo, sin ira. Solo con una expresión de inmensa preocupación y en cierto modo, una petición escondida. Como el de un padre al pedirle a un hijo con solo mirarlo, que espera grandes cosas de él, que espera que no haga todo mal—. Si tú no tienes a dónde ir… necesito saber si puedo confiar en ti.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
No entendía por qué pero me alegraba saber que Evelyne no me ayudaba únicamente por el mero hecho de sentirse bien ayudando a alguien. Detestaba esa filosofía de vida. Era como si hacer una buena acción y decírsela a todo el mundo se superpusiera a las malas obras que hubiesen hecho en un pasado. ¿Si les dijese a los elfos que había alimentado a una chica salvaje dejarían de perseguirme? Si alguna vez, me volviera a encontrarme en una situación como la del día anterior gritaría para suplicar su perdón: “Alimenté a una chica salvaje; eso perdona mis pecados.” Los elfos eran tan estúpidos que serían capaces de dejarme libre e, incluso, darme una bolsa llena de aeros en recompensa por mi buena obra.
-Me encantaría.- Le contesté con una sonrisa sincera. No quería llegar de nuevo al comedor donde sabía que dos fríos ojos continuarían examinándome en busca de cualquier cosa que estuviera fuera de lugar. Sin embargo, tenía miedo de que el padre de Evelyne pensase que la idea de coger un cubo para el desperdicio de los peces era una excusa para huir de él. En otras palabras, tenía miedo de que descubriera mi estratagema. Pero aquello no era lo único que temía. También, tenía miedo a que, al empezar a preparar los animales para cocinarlos, el padre de Evelyne se diera cuenta que no sabía ni coger un cuchillo. No mentí cuando dije que solía irme a pescar con mi padre cuando tenía ratos libres, pero tampoco dije toda la verdad. El servicio era quien se encargaba de coger las piezas de pescado y cocinarlas. Los Nephgerd, por aquel entonces, éramos demasiado importantes para que nos vieran destripar un pez. –No te preocupes; de todas formas, vaya contigo o vuelva con tú padre, ya he suspendido.-
Sabía que Evelyne, debido al carácter de su padre, no tenía muchas amistades. Aunque no me lo hubiera dicho el día anterior, yo mismo lo hubiera podido saber solo por escucharla hablar. No paraba de contarme historias de cuando era pequeña y correteaba por aquella zona como si nunca hubiera podido contar a nadie esas mismas historias. No me resultaba molesto, al revés, agradecía tener a alguien al lado con quien hablar para variar. La mayoría de mujeres con las que estaba tenían intenciones muy dispares a las de Evelyne. Mientras unas me llevan a su cama, ella me daba una cama. Era diferente, y otra gran razón por la cual me sentía bien hablando con ella.
A medida que nos fuimos acercando a la casa me hice cada vez la idea de encontrarme a un padre furioso preguntando por el cubo que me había ido a buscar. Me había entretenido acompañando a Evelyne al río y todavía no lo había cogido. –Espera un segundo, tengo que hacer algo primero. –Fui corriendo de puntillas para no hacer ruido hacía la cocina, cogí uno de los cubos que habían por el suelo y volví junto a Evelyne. –Con esto rasgaré las decimas que me hacen falta para aprobar.- Le dije enseñándole el cubo.
Antes de que pudiera explicar el por qué de mi retraso el padre de Evelyne habló imponente y sin alzar la voz en ningún momento. Había hecho todo el trabajo, y sin esperarme para que le ayudase como dijo. Que mala educación por su parte. Pero por lo menos ya estaba el trabajo hecho que era lo importante. Me ahorraba no demostrar mi ignorancia con respecto al tema de despellejar un pollo.
-El desayuno es la comida más importante del día. –Contesté a Evelyne con una sonrisa. No importaba para nada que comieran de más. Tenía tanta hambre que todo cuanto había me parecía poco.
Minutos después de iniciar el desayuno, cosa que mis tripas agradecieron el haber empezado al fin a comer, el padre de Evelyne me hizo una pregunta bastante extraña. “La pregunta final del examen.” Pensé con cierto entusiasmo. El haberme hecho una pregunta tan directa debía significar algo bueno, no estaba dispuesto a fracasar. ¿Podía confiar en mí? ¿Puede alguien confiar en un hijo que ha matado a su propio padre? ¿Puede alguien confiar en un brujo que ha matado a su propio maestro? La respuesta era sencilla.
-No.- Contesté sin pensármelo dos veces. - No soy una persona en las que se puedan confiar. He cometido graves delitos en el pasado y no me lamento ni por el menor de ellos. Me he aprovechado de decenas de personas bondadosas que solo querían darme un trozo de pan al igual que lo está haciendo usted. Si a algún escritor se le ocurriese relatar mi historia, los más creyentes censurarían la más de la mitad del libro por contenido “inapropiado”.- Me esforcé por remarcar la última palabra. - Sería de estúpidos confiar en alguien como yo. Pero, si lo que quieres preguntar de verdad es si haré algo malo para usted o su hija, la respuesta es no. Jamás. –Sonreí levemente precipitando a celebrar la pequeña victoria que creía haber ganado con mi respuesta. -¿He aprobado?-
-Me encantaría.- Le contesté con una sonrisa sincera. No quería llegar de nuevo al comedor donde sabía que dos fríos ojos continuarían examinándome en busca de cualquier cosa que estuviera fuera de lugar. Sin embargo, tenía miedo de que el padre de Evelyne pensase que la idea de coger un cubo para el desperdicio de los peces era una excusa para huir de él. En otras palabras, tenía miedo de que descubriera mi estratagema. Pero aquello no era lo único que temía. También, tenía miedo a que, al empezar a preparar los animales para cocinarlos, el padre de Evelyne se diera cuenta que no sabía ni coger un cuchillo. No mentí cuando dije que solía irme a pescar con mi padre cuando tenía ratos libres, pero tampoco dije toda la verdad. El servicio era quien se encargaba de coger las piezas de pescado y cocinarlas. Los Nephgerd, por aquel entonces, éramos demasiado importantes para que nos vieran destripar un pez. –No te preocupes; de todas formas, vaya contigo o vuelva con tú padre, ya he suspendido.-
Sabía que Evelyne, debido al carácter de su padre, no tenía muchas amistades. Aunque no me lo hubiera dicho el día anterior, yo mismo lo hubiera podido saber solo por escucharla hablar. No paraba de contarme historias de cuando era pequeña y correteaba por aquella zona como si nunca hubiera podido contar a nadie esas mismas historias. No me resultaba molesto, al revés, agradecía tener a alguien al lado con quien hablar para variar. La mayoría de mujeres con las que estaba tenían intenciones muy dispares a las de Evelyne. Mientras unas me llevan a su cama, ella me daba una cama. Era diferente, y otra gran razón por la cual me sentía bien hablando con ella.
A medida que nos fuimos acercando a la casa me hice cada vez la idea de encontrarme a un padre furioso preguntando por el cubo que me había ido a buscar. Me había entretenido acompañando a Evelyne al río y todavía no lo había cogido. –Espera un segundo, tengo que hacer algo primero. –Fui corriendo de puntillas para no hacer ruido hacía la cocina, cogí uno de los cubos que habían por el suelo y volví junto a Evelyne. –Con esto rasgaré las decimas que me hacen falta para aprobar.- Le dije enseñándole el cubo.
Antes de que pudiera explicar el por qué de mi retraso el padre de Evelyne habló imponente y sin alzar la voz en ningún momento. Había hecho todo el trabajo, y sin esperarme para que le ayudase como dijo. Que mala educación por su parte. Pero por lo menos ya estaba el trabajo hecho que era lo importante. Me ahorraba no demostrar mi ignorancia con respecto al tema de despellejar un pollo.
-El desayuno es la comida más importante del día. –Contesté a Evelyne con una sonrisa. No importaba para nada que comieran de más. Tenía tanta hambre que todo cuanto había me parecía poco.
Minutos después de iniciar el desayuno, cosa que mis tripas agradecieron el haber empezado al fin a comer, el padre de Evelyne me hizo una pregunta bastante extraña. “La pregunta final del examen.” Pensé con cierto entusiasmo. El haberme hecho una pregunta tan directa debía significar algo bueno, no estaba dispuesto a fracasar. ¿Podía confiar en mí? ¿Puede alguien confiar en un hijo que ha matado a su propio padre? ¿Puede alguien confiar en un brujo que ha matado a su propio maestro? La respuesta era sencilla.
-No.- Contesté sin pensármelo dos veces. - No soy una persona en las que se puedan confiar. He cometido graves delitos en el pasado y no me lamento ni por el menor de ellos. Me he aprovechado de decenas de personas bondadosas que solo querían darme un trozo de pan al igual que lo está haciendo usted. Si a algún escritor se le ocurriese relatar mi historia, los más creyentes censurarían la más de la mitad del libro por contenido “inapropiado”.- Me esforcé por remarcar la última palabra. - Sería de estúpidos confiar en alguien como yo. Pero, si lo que quieres preguntar de verdad es si haré algo malo para usted o su hija, la respuesta es no. Jamás. –Sonreí levemente precipitando a celebrar la pequeña victoria que creía haber ganado con mi respuesta. -¿He aprobado?-
Gerrit Nephgerd
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Abrí enormemente mis ojos. No habría esperado bajo ningún concepto aquella pregunta de parte de mi padre. De hecho habría esperado algún reproche, algún comentario que rebajara las capacidades de Gerrit, ¡cualquier cosa semejante! “Necesito saber si puedo confiar en ti” es lo último que se me habría pasado por la cabeza que mi padre pudiera comentar. Estaba yo apunto de abrir la boca para poder interrumpir, evitar que Gerrit se viera obligado a responder, sin embargo éste se adelantó antes de que yo dijera nada.
— No —comenzó.
Abrí los ojos, y habría llevado mi mano a mi frente por el gran error que iba a cometer al decirle aquello a mi padre. Aunque, de todos modos, prefería que fuera franco ante mi padre. ¿Para qué mentirle? Gerrit no estaría cerca de mí más que uno o dos días más como mucho. Luego me vería obligada a marcharme en busca de mi madre, “obligada”, pues tanto fue una decisión mía, como algo a lo que el destino me conducía irremediablemente.
No dejó únicamente ese “no” en el aire, continuó hablando. Le contó prácticamente todas y cada unas de las razones por las cuales no debía confiar en él. Mi padre no parecía alarmarse; ni mostró una expresión de furia, ni odio, ni recelo, ni curiosidad. Mantenía una expresión completamente serena, tal vez analítica. Temía que por cada palabra que soltaba Gerrit, cada frase que afirmaba en la merecida desconfianza que había que tener hacia él, lo acercara más a un conflicto totalmente innecesario que acabase concluyendo en la marcha de Gerrit, sin un lugar al que ir.
Mientras oía todo aquello, todo lo que Gerrit iba diciendo, comencé a plantearme muchas cosas en la cabeza. ¿Qué clase de persona sería? Cuántas cosas no sabía de él, y sin embargo le había ofrecido un lugar en mi hogar, una cama, comida, y la tolerancia de mi padre. ¿Qué había obtenido yo? Problemas. Sí, aunque tratara de convencerme de que el muchacho había aparecido justo en un momento primordial para, en un momento en el que me hallaba perdida en los bosques y de no ser por su repentina aparición, habría continuado en esas circunstancias… En realidad me había traído problemas. Y posiblemente, yo no terminaba de ser consciente de la clase de persona con quien había estado manteniendo conversación, contándole cosas de mi pasado, mis pensamientos, mi vida. Aunque lo último que dijo, apaciguó mis pensamientos, y no pude evitar prestar máxima atención a sus últimas palabras. No haría nada que pudiera afectar para mal a mi padre, ni a mí. Y un “¿he aprobado?” que imaginé despertaría gran furia en mi padre.
Volví la vista hacia él. Continuaba manteniéndose sereno, y durante dos segundos permaneció con aquella expresión intacta. Luego llevó su mano a la boca, y esbozó una repentina sonrisa. Y luego, una carcajada, una risotada con toda la fuerza que habría podido dar en ello. Cesando levemente la risotada, pero aún mezclando sus palabras con ésta, habló.
— Sin duda has hecho cosas terribles —comentó, aun riendo—. ¿Pero y quién no en estos tiempos? Si tu franqueza admitiendo tus intencionados errores es la misma que con la que has dicho tu última afirmación, estoy satisfecho. Te llamas…
— Gerrit —respondí al instante yo.
— Gerrit —repitió mi padre. No me había mirado a mí desde que había estado escuchando las palabras del muchacho. Seguía mirándolo, a los ojos, casi como tratando de ahondarse en ellos—. Tú no tienes a dónde ir, ¿verdad? —preguntó, y dando por hecho la respuesta de Gerrit, continuó—. Evelyne no puede ir sola, como puedes imaginar. No debería, o por lo menos, no podría permitirlo. Y aunque yo deseo más que nada ir en su lugar, pues tengo mi edad y poco que perder, la única condición para que ella pueda marchar, es que tú, que has “aprobado” como muy bien dices —soltó otra risa, pero mucho más leve y tranquila—, la acompañes.
— Padre, ¡puedo ir sola! Además, no creo que Gerrit sepa de qué hablas… —hablé, mi tono de voz denotó una clara protesta—. Él tiene cosas que hacer. Sitios a dónde ir…
— Gerrit —repitió nuevamente su nombre, mi padre—. La que un día fue mi esposa está en peligro. Necesito saber dónde está, no puedo vivir habiendo recibido su petición de socorro. Y es probable que todo lo sucedido haya sido no más que una confusión, fruto de una desgracia que puede caer sobre cualquier familia —resumió—. Evelyne no puede ir sola, y yo… Estoy débil, y temporalmente tullido, no puedo dar de mí todo cuanto querría.
Observé con detenimiento a mi padre. Ya no reía, ni mostraba ánimos. Estaba claro que le resultaba agotador hablar de aquello, y mucho más reconocer su propia impotencia.
— No —comenzó.
Abrí los ojos, y habría llevado mi mano a mi frente por el gran error que iba a cometer al decirle aquello a mi padre. Aunque, de todos modos, prefería que fuera franco ante mi padre. ¿Para qué mentirle? Gerrit no estaría cerca de mí más que uno o dos días más como mucho. Luego me vería obligada a marcharme en busca de mi madre, “obligada”, pues tanto fue una decisión mía, como algo a lo que el destino me conducía irremediablemente.
No dejó únicamente ese “no” en el aire, continuó hablando. Le contó prácticamente todas y cada unas de las razones por las cuales no debía confiar en él. Mi padre no parecía alarmarse; ni mostró una expresión de furia, ni odio, ni recelo, ni curiosidad. Mantenía una expresión completamente serena, tal vez analítica. Temía que por cada palabra que soltaba Gerrit, cada frase que afirmaba en la merecida desconfianza que había que tener hacia él, lo acercara más a un conflicto totalmente innecesario que acabase concluyendo en la marcha de Gerrit, sin un lugar al que ir.
Mientras oía todo aquello, todo lo que Gerrit iba diciendo, comencé a plantearme muchas cosas en la cabeza. ¿Qué clase de persona sería? Cuántas cosas no sabía de él, y sin embargo le había ofrecido un lugar en mi hogar, una cama, comida, y la tolerancia de mi padre. ¿Qué había obtenido yo? Problemas. Sí, aunque tratara de convencerme de que el muchacho había aparecido justo en un momento primordial para, en un momento en el que me hallaba perdida en los bosques y de no ser por su repentina aparición, habría continuado en esas circunstancias… En realidad me había traído problemas. Y posiblemente, yo no terminaba de ser consciente de la clase de persona con quien había estado manteniendo conversación, contándole cosas de mi pasado, mis pensamientos, mi vida. Aunque lo último que dijo, apaciguó mis pensamientos, y no pude evitar prestar máxima atención a sus últimas palabras. No haría nada que pudiera afectar para mal a mi padre, ni a mí. Y un “¿he aprobado?” que imaginé despertaría gran furia en mi padre.
Volví la vista hacia él. Continuaba manteniéndose sereno, y durante dos segundos permaneció con aquella expresión intacta. Luego llevó su mano a la boca, y esbozó una repentina sonrisa. Y luego, una carcajada, una risotada con toda la fuerza que habría podido dar en ello. Cesando levemente la risotada, pero aún mezclando sus palabras con ésta, habló.
— Sin duda has hecho cosas terribles —comentó, aun riendo—. ¿Pero y quién no en estos tiempos? Si tu franqueza admitiendo tus intencionados errores es la misma que con la que has dicho tu última afirmación, estoy satisfecho. Te llamas…
— Gerrit —respondí al instante yo.
— Gerrit —repitió mi padre. No me había mirado a mí desde que había estado escuchando las palabras del muchacho. Seguía mirándolo, a los ojos, casi como tratando de ahondarse en ellos—. Tú no tienes a dónde ir, ¿verdad? —preguntó, y dando por hecho la respuesta de Gerrit, continuó—. Evelyne no puede ir sola, como puedes imaginar. No debería, o por lo menos, no podría permitirlo. Y aunque yo deseo más que nada ir en su lugar, pues tengo mi edad y poco que perder, la única condición para que ella pueda marchar, es que tú, que has “aprobado” como muy bien dices —soltó otra risa, pero mucho más leve y tranquila—, la acompañes.
— Padre, ¡puedo ir sola! Además, no creo que Gerrit sepa de qué hablas… —hablé, mi tono de voz denotó una clara protesta—. Él tiene cosas que hacer. Sitios a dónde ir…
— Gerrit —repitió nuevamente su nombre, mi padre—. La que un día fue mi esposa está en peligro. Necesito saber dónde está, no puedo vivir habiendo recibido su petición de socorro. Y es probable que todo lo sucedido haya sido no más que una confusión, fruto de una desgracia que puede caer sobre cualquier familia —resumió—. Evelyne no puede ir sola, y yo… Estoy débil, y temporalmente tullido, no puedo dar de mí todo cuanto querría.
Observé con detenimiento a mi padre. Ya no reía, ni mostraba ánimos. Estaba claro que le resultaba agotador hablar de aquello, y mucho más reconocer su propia impotencia.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Tenía la sensación de estar en un juicio. Solo podía hablar si me daban la palabra y eso si mi abogada Evelyne no contestaba antes que yo. Si ella sabía la respuesta, no dudaba ni un solo segundo a adelantarse a responder por mí. Tampoco me importaba, era una buena abogada. Intentaba evitar que me involucrase lo máximo posible en sus problemas familiares, por decir de alguna más sencilla que decir: ir a protegerla mientras se va a buscar a su madre. “Así que para eso era el examen.” Había pensado que el padre de Evelyne me estaba analizando por ver si era apto para ser la pareja de su hija o alguna cosa similar. Pero no, el examen consistía para saber si era apto para ser el Guardaespaldas de su hija. En cierto sentido me alegré de saber que no era para ser su pareja, no hubiera querido romperla el corazón a la chica salvaje.
Por segunda vez en aquel día, recliné mi asiento hacia atrás. Pero no por observar nada en las otras habitaciones, lo hacía para alejarme de la mesa y pensar en qué pasaría si aceptará el trabajo de guardaespaldas. Por un lado, no tenía donde caerme muerto, si fuera con Evelyne por lo menos tendría un lugar donde ir, pero tampoco podría desviarme del camino que formaría junto a ella. No sabía cuántos hombres de la rebelión de Samhaim quedaban vivos, no deberían ser muchos. La mayoría desertó tras la muerte del maestro y la otra parte que quedaba los abandoné cuando tuve que ocupar el puesto de Samhaim. La rebelión fue mi vida, si encontrase de nuevo a todos los hombres que antiguamente hubieron participado en la guerrerilla tendría la obligación de volver a formar los guerreros que había abandonado. Por otro lado, un lado más personal, sentía cierta compasión por Eveleny. Nunca conocí a mi madre, según me dijeron murió al darme al luz. Me crié entre niñera y niñera, comadrona y comadrona; al final acabé llamando mama hasta la panadera. En el aquel momento, me vino a la cabeza una historia que me contó una de las mujeres que me cuidó cuando niño. Marco, un joven niño de apenas ocho años de edad, abandonó todo cuanto tenía (excepto su mono) para irse a buscar a su madre que fue a trabajar a algún país lejano. Fue una lástima que me cambiaran de niñera antes de conocer el final de la historia de Marco, jamás supe si encontró a su madre o murió en el intento.
-¿A caso tengo elección?- Más que una pregunta sonó como una afirmación. –Supongo que no me habéis dado una cama y alimento por nada. ¿Verdad? Seré el guardaespaldas de tú hija.- Sentencié. Miré a Evelyne con una sonrisa burlona como si le estuviera diciendo sin hablar “Te aguantas, voy contigo.” –El pesado está realmente bueno.- Dije cambiado de tema como si la proposición de ser el cuidador de Evelyne hubiera sido lo más normal del mundo. –No comía un pez tan bueno desde que era niño.-
Por segunda vez en aquel día, recliné mi asiento hacia atrás. Pero no por observar nada en las otras habitaciones, lo hacía para alejarme de la mesa y pensar en qué pasaría si aceptará el trabajo de guardaespaldas. Por un lado, no tenía donde caerme muerto, si fuera con Evelyne por lo menos tendría un lugar donde ir, pero tampoco podría desviarme del camino que formaría junto a ella. No sabía cuántos hombres de la rebelión de Samhaim quedaban vivos, no deberían ser muchos. La mayoría desertó tras la muerte del maestro y la otra parte que quedaba los abandoné cuando tuve que ocupar el puesto de Samhaim. La rebelión fue mi vida, si encontrase de nuevo a todos los hombres que antiguamente hubieron participado en la guerrerilla tendría la obligación de volver a formar los guerreros que había abandonado. Por otro lado, un lado más personal, sentía cierta compasión por Eveleny. Nunca conocí a mi madre, según me dijeron murió al darme al luz. Me crié entre niñera y niñera, comadrona y comadrona; al final acabé llamando mama hasta la panadera. En el aquel momento, me vino a la cabeza una historia que me contó una de las mujeres que me cuidó cuando niño. Marco, un joven niño de apenas ocho años de edad, abandonó todo cuanto tenía (excepto su mono) para irse a buscar a su madre que fue a trabajar a algún país lejano. Fue una lástima que me cambiaran de niñera antes de conocer el final de la historia de Marco, jamás supe si encontró a su madre o murió en el intento.
-¿A caso tengo elección?- Más que una pregunta sonó como una afirmación. –Supongo que no me habéis dado una cama y alimento por nada. ¿Verdad? Seré el guardaespaldas de tú hija.- Sentencié. Miré a Evelyne con una sonrisa burlona como si le estuviera diciendo sin hablar “Te aguantas, voy contigo.” –El pesado está realmente bueno.- Dije cambiado de tema como si la proposición de ser el cuidador de Evelyne hubiera sido lo más normal del mundo. –No comía un pez tan bueno desde que era niño.-
Gerrit Nephgerd
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Gerrit se inclinó —junto a su silla— hacia atrás, mostrándose momentáneamente pensativo. Aunque hasta el momento no había llegado a pensar en ello, en algunas ocasiones realizaba algunas expresiones nacionales que me resultaban de lo mas agradables. Hacían que ese rostro de socarrón que generalmente e resultaba de lo mas desagradable, se volviera algo encantador. Pero no sucedía a menudo, únicamente de tanto en tanto, y curiosamente en aquellos momento vislumbre esa expresión de mi agrado en el momento en el que se puso a meditar. De algún modo, cuando pensaba parecía entrar en su pequeño rincón de seguridad, donde sabia que nadie conocería sus vedaderos pensamientos. Inevitablemente, aquello mostraba una seguridad en el, que desprendía con facilidad.
— Acaso tengo elección? —Fue lo primero que dijo Gerrit. Me volví hacia el. Lo cierto es que si tenia elección, y en mis adentros espere que dijera que no, que su elección era que no. Que tenia cosas que hacer, un lugar a donde ir. Que tenia opciones—. Supongo que no me habréis dado alimento y cama por nada, verdad? Seré el guardaespaldas de su hija.
Venga ya! Aunque no deje escapar la protesta, mire con suma indignación a mi padre. Me quede largos segundos mirándola oa los ojos, esperando que dijera algo distinto. Que se arrepintiera, que no le exigiera al chico nada de aquello, y así pudiera yo marcharme sola. Mas que nada, por una parte por el orgullo. Me desagradaba el hecho de que mi padre considerase que todavía no era mayor o auto suficiente, como para realizar aquel viaje en busca de mi madre sin problemas.
— Lo cierto es que si que tienes elección —comento finalmente mi padre, mientras miraba a su plato al comer. Ya había apartado desde hacia unos segundos su vista de l0os ojos de Gerrit—. Pero si aceptas, te lo agradeceré inmensamente. También debes saber —y esbozo una amable sonrisa—. Que aunque hubieras rechazado, habrías tenido lecho y comida de todos modos. No soy hospitalario, no por lo general. Pero si lo soy , no lo soy con un objetivo.
— Si, esta bueno el pez… —comente únicamente. No dije nada sobre el tema que acababan de hablar. Para que? Al fin y al cabo parecía que mi opinión no contaba lo mas mínimo. Aunque aquello me enfurecía, comenzaba a hervir mi sangre y lo cierto es que, si no hubiera llegado a mi la imagen de mi madre, necesitando mi ayuda, habría estallado en cólera—. Esta bien, pues, sera un viaje estupendo.
Aunque mi falta de convicción era evidente, mi padre no comento nada mas al respecto. Sencillamente sonrió y siguió comiendo.
— Que se te da bien, Gerrit? —Pregunto mi padre entonces—. Ah, por cierto. Os daré algunos Aeros. Bueno, realmente se los daré todos a ella, y ella te procurara comida y estancia, de acuerdo? Si no os importa, partid mañana o pasado mañana —fue entonces cuando se percato de que estaba hablando con bastante seriedad, coma si hablara de una excursión, algo que íbamos a hacer por puro ocio. Dejo de comer durante unos segundos, luego continuo—. Espero que podáis hacerlo que no puedo hacer yo.
— Acaso tengo elección? —Fue lo primero que dijo Gerrit. Me volví hacia el. Lo cierto es que si tenia elección, y en mis adentros espere que dijera que no, que su elección era que no. Que tenia cosas que hacer, un lugar a donde ir. Que tenia opciones—. Supongo que no me habréis dado alimento y cama por nada, verdad? Seré el guardaespaldas de su hija.
Venga ya! Aunque no deje escapar la protesta, mire con suma indignación a mi padre. Me quede largos segundos mirándola oa los ojos, esperando que dijera algo distinto. Que se arrepintiera, que no le exigiera al chico nada de aquello, y así pudiera yo marcharme sola. Mas que nada, por una parte por el orgullo. Me desagradaba el hecho de que mi padre considerase que todavía no era mayor o auto suficiente, como para realizar aquel viaje en busca de mi madre sin problemas.
— Lo cierto es que si que tienes elección —comento finalmente mi padre, mientras miraba a su plato al comer. Ya había apartado desde hacia unos segundos su vista de l0os ojos de Gerrit—. Pero si aceptas, te lo agradeceré inmensamente. También debes saber —y esbozo una amable sonrisa—. Que aunque hubieras rechazado, habrías tenido lecho y comida de todos modos. No soy hospitalario, no por lo general. Pero si lo soy , no lo soy con un objetivo.
— Si, esta bueno el pez… —comente únicamente. No dije nada sobre el tema que acababan de hablar. Para que? Al fin y al cabo parecía que mi opinión no contaba lo mas mínimo. Aunque aquello me enfurecía, comenzaba a hervir mi sangre y lo cierto es que, si no hubiera llegado a mi la imagen de mi madre, necesitando mi ayuda, habría estallado en cólera—. Esta bien, pues, sera un viaje estupendo.
Aunque mi falta de convicción era evidente, mi padre no comento nada mas al respecto. Sencillamente sonrió y siguió comiendo.
— Que se te da bien, Gerrit? —Pregunto mi padre entonces—. Ah, por cierto. Os daré algunos Aeros. Bueno, realmente se los daré todos a ella, y ella te procurara comida y estancia, de acuerdo? Si no os importa, partid mañana o pasado mañana —fue entonces cuando se percato de que estaba hablando con bastante seriedad, coma si hablara de una excursión, algo que íbamos a hacer por puro ocio. Dejo de comer durante unos segundos, luego continuo—. Espero que podáis hacerlo que no puedo hacer yo.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Me extrañó bastante la respuesta del padre de Evelyne. Ella me lo había descrito como un ogro cruel y antisocial que espantaba a todos los amigos que la chica salvaje conseguía hacer. Jamás me hubiera imaginado que, si me hubiera negado a ser el guardaespaldas de su hija, igualmente tendría comida y alojamiento por su parte. Era un bonito gesto por su parte, bonito y traicionero pues me imaginaba que, de haberle dicho que no, pagaría mi cama a base de duros trabajos en el campo.
Lo que no me extrañó fue el comentario de Evelyne. Notaba que no estaba cómoda con la situación, por eso intenté cambiar el tema de conversación con algo tan banal como el sabor del pez. Mi mirada, que hasta el momento se posaba tranquila en los ojos del señor salvaje, se dirigió a los ojos de Evelyne. Una simple sonrisa y una mirada tranquila no iban a ser suficientes para calmarla. Puede que con su padre hubiera funcionado para aprobar el examen, pero ella era demasiado inteligente para engañarla de esa manera.
-Yo también creo que será un excelente viaje.- Dije al mismo tiempo que le guiñaba un ojo rápidamente para que su padre no se diera cuenta.
Noté cierto pesar en la voz del padre de Evelyne. No sabía si fue fruto de la lástima, el cansancio o el orgullo herido por su debilidad. Estaba seguro que el viaje lo tenía organizado desde hace años y, por culpa de su pierna herida, no pudo hacerlo. Ahí entraba yo, tendría que hacer el viaje de su vida. Sin embargo, en aquel momento no pensé en nada de lo que dijo después de preguntar qué era lo que sabía hacer. Quería impresionarle de alguna que no pudiera olvidarlo jamás. Después del sexo y de matar elfos, las cosas que se me daban bien se reducían considerablemente.
-Antes de enseñarte mis habilidades debo de ir a por una cosa.- Dije con un tono de voz misterioso acompañado de una sonrisa traviesa.
Me levanté de la silla y fui a paso acelerado hacia la habitación donde había dormido aquella noche. Debajo de la cama escondí mi martillo de guerra. Suuri era una dama demasiado peligrosa para llevarla en un pueblo lleno de hombres salvajes. De haber problemas, se pondría a dar sus famosos besos de acero y todos los salvajes perderían sus cabezas por ella. Cogí el martillo y volví rápidamente al comedor.
-Esta es Suuri.- Dije al mismo tiempo que acariciaba su cabeza de metal. – Hoy damas y caballeros. La bella Suuri me ayudará a hacer estrellas. – Imité la voz de uno de los muchos ilusionistas callejeros. Cogí dos tenedores de la mesa, el mío y el de Evelyne, y los clavé en el pez que me estaba comiendo. –Abracadabra.- Lancé un pequeño rayo al pez muerto. Todo el mundo sabía que el metal es conductor eléctrico, incluso los salvajes lo sabían, lo que puede que no supieran es que los círculos tenían que cerrarse. Entre el extremo que quedaba al descubierto de ambos tenedores se formó un pequeño rayo que los unía cerrando el círculo que había formado con el pez. - ¿Sorprendidos? Pues todavía queda la actuación de la dama.- Empuñé el martillo con ambas manos y golpeé el pez destruyéndolo en mil pedazos. El círculo de eléctrico explotó con el pez. Miles de chispas tan pequeñas como una pulga se formaron alrededor de la mesa. -¡Tachan! Un perfecto espectáculo de luces y fantasía ideales para conquistar a una mujer o explotar a un enemigo. – Mi sonrisa no tenía paragón. Estaba realmente orgulloso que el truco hubiera funcionado sin ninguna víctima.
Lo que no me extrañó fue el comentario de Evelyne. Notaba que no estaba cómoda con la situación, por eso intenté cambiar el tema de conversación con algo tan banal como el sabor del pez. Mi mirada, que hasta el momento se posaba tranquila en los ojos del señor salvaje, se dirigió a los ojos de Evelyne. Una simple sonrisa y una mirada tranquila no iban a ser suficientes para calmarla. Puede que con su padre hubiera funcionado para aprobar el examen, pero ella era demasiado inteligente para engañarla de esa manera.
-Yo también creo que será un excelente viaje.- Dije al mismo tiempo que le guiñaba un ojo rápidamente para que su padre no se diera cuenta.
Noté cierto pesar en la voz del padre de Evelyne. No sabía si fue fruto de la lástima, el cansancio o el orgullo herido por su debilidad. Estaba seguro que el viaje lo tenía organizado desde hace años y, por culpa de su pierna herida, no pudo hacerlo. Ahí entraba yo, tendría que hacer el viaje de su vida. Sin embargo, en aquel momento no pensé en nada de lo que dijo después de preguntar qué era lo que sabía hacer. Quería impresionarle de alguna que no pudiera olvidarlo jamás. Después del sexo y de matar elfos, las cosas que se me daban bien se reducían considerablemente.
-Antes de enseñarte mis habilidades debo de ir a por una cosa.- Dije con un tono de voz misterioso acompañado de una sonrisa traviesa.
Me levanté de la silla y fui a paso acelerado hacia la habitación donde había dormido aquella noche. Debajo de la cama escondí mi martillo de guerra. Suuri era una dama demasiado peligrosa para llevarla en un pueblo lleno de hombres salvajes. De haber problemas, se pondría a dar sus famosos besos de acero y todos los salvajes perderían sus cabezas por ella. Cogí el martillo y volví rápidamente al comedor.
-Esta es Suuri.- Dije al mismo tiempo que acariciaba su cabeza de metal. – Hoy damas y caballeros. La bella Suuri me ayudará a hacer estrellas. – Imité la voz de uno de los muchos ilusionistas callejeros. Cogí dos tenedores de la mesa, el mío y el de Evelyne, y los clavé en el pez que me estaba comiendo. –Abracadabra.- Lancé un pequeño rayo al pez muerto. Todo el mundo sabía que el metal es conductor eléctrico, incluso los salvajes lo sabían, lo que puede que no supieran es que los círculos tenían que cerrarse. Entre el extremo que quedaba al descubierto de ambos tenedores se formó un pequeño rayo que los unía cerrando el círculo que había formado con el pez. - ¿Sorprendidos? Pues todavía queda la actuación de la dama.- Empuñé el martillo con ambas manos y golpeé el pez destruyéndolo en mil pedazos. El círculo de eléctrico explotó con el pez. Miles de chispas tan pequeñas como una pulga se formaron alrededor de la mesa. -¡Tachan! Un perfecto espectáculo de luces y fantasía ideales para conquistar a una mujer o explotar a un enemigo. – Mi sonrisa no tenía paragón. Estaba realmente orgulloso que el truco hubiera funcionado sin ninguna víctima.
Gerrit Nephgerd
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Mi padre llego a esbozar una cálida sonrisa al presenciar el curioso espectáculo de luces que nos había ofrecido Gerrit. Un espectáculo de magia y chispas que le llamo bastante la atención.
— Fantástico Gerrit —le comento. Aquello me sorprendió mucho. Mi padre generalmente no solía ser tan amable con la gente. Era educado, pero siempre mostraba una cierta apatía frente a los demás, especialmente frente a aquellos que se acercaban a mi. Siempre tenia miedo de que pudieran llevarme a mi, igual que se habían llevado a mi madre.
Estaba observando con atención a Gerrit y todo aquello que el hacia. Miro con extrema curiosidad el arma que el muchacho utilizaba, aquella que había bautizado como “suuri—. Un curioso martillo que tal y como Gerrit lo utilizaba, parecía haber permanecido junto a el desde su forja, y de hecho, Gerrit parecía haber empuñado aquel martillo desde una decena de años atrás. Quien sabia?
— Sin duda con esta clase de espectáculos podrás entretener y hacer el viaje de mi joven hija mucho mas ameno —comento mi padre después—. Esta bien. Esta bien. Espero que además sepas pelear, valerte por ti mismo, y no meterte en líos. No en demasiados —mi padre tampoco esperaba que Gerrit fuera una criatura celestial, alguien capaz de hacer el bien y nada mas que el bien. El era inteligente, y tuvo una idea aproximada en su momento, de como debía ser Gerrit. Y por lo poco que supo de el, mirando sus gestos, escuchando sus palabras, y demás, pensó que si bien no era la persona mas apropiada para dar la confianza de convertirlo en compañero de viajes de su hija, yo, confió en el mucho mas de lo que habría confiado en muchos otros individuos.
— Si, supongo que si —dije yo entonces—. Es divertido, Gerrit.
— Eres mago? Brujo? Alguna cosa así? —Pregunto mi padre directamente—. He conocido algunos brujos. Aunque no en beltrexus, si que conocí varios que pasaban por Lunargenta, en un tiempo en el cual yo frecuentaba la ciudad humana por algún que otro tramite. Luego deje de ir porque… —callo entonces—. He llegado a conocer algunos brujos. Perseguidos muchos, como nosotros los licántropos en muchas ocasiones.
Hasta el momento no le había mencionado a Gerrit que ni yo ni mi padre lo fuéramos. De hecho ni siquiera le había hecho saber que aquel lobo que se había lanzado contra los elfos, había sido yo. Para que? Tampoco lo creí necesario en su momento. Si Gerrit seguía pensando que yo era no mas que una humana, no seria consecuente, al igual que tampoco resultaría consecuente que supiera que era una licántropo.
— Me gustaría que marcharais mañana. Hoy puede ser un día de descanso y reflexión, y mañana un día de marcha y viaje. No puedo esperar… y necesito pediros que os marchéis pronto —pidió el , casi implorándolo. Luego se dirigió a mi—. Yo podre ocuparme de todo esto. Aunque aun no estoy en las condiciones físicas apropiadas, he contactado con alguien, y me ayudara.
— De acuerdo padre… —respondí yo, mientras lo observaba. Se lo veía inmensamente triste, estaba claro que no quería que yo hiciera aquel viaje. De haber podido, se que habría marchado el en mi lugar. Pero no iba a ser así, y me ponía en riesgo yo misma: de no regresar, mi padre no solo habría perdido a mi madre, sino también a mi. Comprendía que se sintiera tal y como el se sentía. Luego dirigí una mirada hacia Gerrit—. Te parece bien partir mañana?
— Fantástico Gerrit —le comento. Aquello me sorprendió mucho. Mi padre generalmente no solía ser tan amable con la gente. Era educado, pero siempre mostraba una cierta apatía frente a los demás, especialmente frente a aquellos que se acercaban a mi. Siempre tenia miedo de que pudieran llevarme a mi, igual que se habían llevado a mi madre.
Estaba observando con atención a Gerrit y todo aquello que el hacia. Miro con extrema curiosidad el arma que el muchacho utilizaba, aquella que había bautizado como “suuri—. Un curioso martillo que tal y como Gerrit lo utilizaba, parecía haber permanecido junto a el desde su forja, y de hecho, Gerrit parecía haber empuñado aquel martillo desde una decena de años atrás. Quien sabia?
— Sin duda con esta clase de espectáculos podrás entretener y hacer el viaje de mi joven hija mucho mas ameno —comento mi padre después—. Esta bien. Esta bien. Espero que además sepas pelear, valerte por ti mismo, y no meterte en líos. No en demasiados —mi padre tampoco esperaba que Gerrit fuera una criatura celestial, alguien capaz de hacer el bien y nada mas que el bien. El era inteligente, y tuvo una idea aproximada en su momento, de como debía ser Gerrit. Y por lo poco que supo de el, mirando sus gestos, escuchando sus palabras, y demás, pensó que si bien no era la persona mas apropiada para dar la confianza de convertirlo en compañero de viajes de su hija, yo, confió en el mucho mas de lo que habría confiado en muchos otros individuos.
— Si, supongo que si —dije yo entonces—. Es divertido, Gerrit.
— Eres mago? Brujo? Alguna cosa así? —Pregunto mi padre directamente—. He conocido algunos brujos. Aunque no en beltrexus, si que conocí varios que pasaban por Lunargenta, en un tiempo en el cual yo frecuentaba la ciudad humana por algún que otro tramite. Luego deje de ir porque… —callo entonces—. He llegado a conocer algunos brujos. Perseguidos muchos, como nosotros los licántropos en muchas ocasiones.
Hasta el momento no le había mencionado a Gerrit que ni yo ni mi padre lo fuéramos. De hecho ni siquiera le había hecho saber que aquel lobo que se había lanzado contra los elfos, había sido yo. Para que? Tampoco lo creí necesario en su momento. Si Gerrit seguía pensando que yo era no mas que una humana, no seria consecuente, al igual que tampoco resultaría consecuente que supiera que era una licántropo.
— Me gustaría que marcharais mañana. Hoy puede ser un día de descanso y reflexión, y mañana un día de marcha y viaje. No puedo esperar… y necesito pediros que os marchéis pronto —pidió el , casi implorándolo. Luego se dirigió a mi—. Yo podre ocuparme de todo esto. Aunque aun no estoy en las condiciones físicas apropiadas, he contactado con alguien, y me ayudara.
— De acuerdo padre… —respondí yo, mientras lo observaba. Se lo veía inmensamente triste, estaba claro que no quería que yo hiciera aquel viaje. De haber podido, se que habría marchado el en mi lugar. Pero no iba a ser así, y me ponía en riesgo yo misma: de no regresar, mi padre no solo habría perdido a mi madre, sino también a mi. Comprendía que se sintiera tal y como el se sentía. Luego dirigí una mirada hacia Gerrit—. Te parece bien partir mañana?
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Parecía que ni la propia Evelyne conocía a su padre. Durante estos días me insistió muchísimo en su cruel carácter y en sus vulgares métodos por echar a sus amigos de casa. Cada vez estaba más asombrado de las reacciones que él tenía con respecto a mis acciones. Le había demostrado que era un brujo; no un mago cualquiera, era un brujo a quien no se le puede confiar la vida de nadie. Y sin embargo, él seguía tratándome como si fuera uno de sus hijos. Cuando me felicitó sentí que me admiraba de la forma paternal que mi padre desconocía.
-Me alegro que le haya gustado.- Dije sin ocultar mi orgullo.
El siguiente comentario del señor salvaje hizo brotar una gran sonrisa en mi boca. Seguramente, lo de “entretener a su hija” no iba con segundas intenciones. Sin embargo, en aquel momento se me ocurrieron muchas formas de “entretenerla” y, sinceramente, no me iba a importar hacerlo. Evelyne, para mí, se estaba convirtiendo en una amiga, la única que tenía por aquellos días. Como Sarah o como aquella licántropa que conocí meses atrás. No recordaba su nombre auténtico, para alimentar el misterio entre nosotros nos inventamos nuestros propios nombres. A ella le llamé Deborah por su afición a devorar las piezas de carne crudas y ella a mí me llamó Rubito. No me gustaba ese nombre pero valía la pena por poder pasar una noche salvaje junto a ella. Fue una lástima que todo acabase tan deprisa como empezó. Deborah se transformó en las calles de Lunargenta. Sin que pudiera hacer nada por evitarlo, la guardia acabó con ella. Si hubieran conocido a la chica de ojos castaños que yo conocí seguramente se lo hubieran pensado dos veces antes de clavar sus espadas en el pecho de licántropa. Tanto Sarah como Deborah eran mis amigas, con ellas podía hablar de todo cuanto quisiera y, si estaba con otras mujeres, no se ponían celosas como otras hacían.
-¿Eh?- Alcancé a preguntar con una expresión de pura sorpresa. No sabía si lo había imaginado por estar pensando en Deborah o de verdad el padre de Evelyne había dicho que eran licántropos. Lo mejor era dejarlo pasar. Si solo me lo hubiera imaginado, el señor salvaje pensaría que no le estaba escuchando pero de ser verdad… Mejor sería que mantuviera vigilada a Evelyne, ¿quién sabe si, incluso, podría haber sido el licántropo que se cargó a todos los elfos que intentaron atraparme? No estaba dispuesto a perder otra amiga más. – No importa, continué por favor.-
Me di cuenta que, todo el entusiasmo que tenía el padre de Evelyne para que hiciera el viaje con su hija que él no podía hacer, para ella era pena y angustia. Parecía que se forzara a obligarse por hacer todo lo que diga su padre. No me gustaba ese comportamiento tan sumiso en ella. Ese comportamiento es el mismo por el que no me hizo nada cuando la besé para atraer a los elfos que se escondían. Cualquiera, con peores intenciones que yo, se podría aprovechar de ella.
–Si no quieres que te acompañé no iré a ninguna parte.- Dije directamente a Evelyne. - No me importa lo que diga tu padre y a ti tampoco te debería importar. – Me estaba jugando cosas tan importantes como una comida caliente o una cama para dormir con las palabras que estaba y sin embargo, continuaba hablando sin ningún ápice de vacilación en mi tono de voz. Estaba dispuesto a enseñarle algo muy valioso y me daba completamente igual que su padre me escuchase. – Si es por mí iría contigo encantado. Pero, ni es mi madre a la que hay que salvar ni soy yo quién para salvarla. – Me cruce de brazos. - ¿Y bien, vas a decir que “sí” o vas a aprender a decir que “no”?- Ya podía estar despidiéndome de la cena de aquella noche en la mesa de la familia de salvajes.
-Me alegro que le haya gustado.- Dije sin ocultar mi orgullo.
El siguiente comentario del señor salvaje hizo brotar una gran sonrisa en mi boca. Seguramente, lo de “entretener a su hija” no iba con segundas intenciones. Sin embargo, en aquel momento se me ocurrieron muchas formas de “entretenerla” y, sinceramente, no me iba a importar hacerlo. Evelyne, para mí, se estaba convirtiendo en una amiga, la única que tenía por aquellos días. Como Sarah o como aquella licántropa que conocí meses atrás. No recordaba su nombre auténtico, para alimentar el misterio entre nosotros nos inventamos nuestros propios nombres. A ella le llamé Deborah por su afición a devorar las piezas de carne crudas y ella a mí me llamó Rubito. No me gustaba ese nombre pero valía la pena por poder pasar una noche salvaje junto a ella. Fue una lástima que todo acabase tan deprisa como empezó. Deborah se transformó en las calles de Lunargenta. Sin que pudiera hacer nada por evitarlo, la guardia acabó con ella. Si hubieran conocido a la chica de ojos castaños que yo conocí seguramente se lo hubieran pensado dos veces antes de clavar sus espadas en el pecho de licántropa. Tanto Sarah como Deborah eran mis amigas, con ellas podía hablar de todo cuanto quisiera y, si estaba con otras mujeres, no se ponían celosas como otras hacían.
-¿Eh?- Alcancé a preguntar con una expresión de pura sorpresa. No sabía si lo había imaginado por estar pensando en Deborah o de verdad el padre de Evelyne había dicho que eran licántropos. Lo mejor era dejarlo pasar. Si solo me lo hubiera imaginado, el señor salvaje pensaría que no le estaba escuchando pero de ser verdad… Mejor sería que mantuviera vigilada a Evelyne, ¿quién sabe si, incluso, podría haber sido el licántropo que se cargó a todos los elfos que intentaron atraparme? No estaba dispuesto a perder otra amiga más. – No importa, continué por favor.-
Me di cuenta que, todo el entusiasmo que tenía el padre de Evelyne para que hiciera el viaje con su hija que él no podía hacer, para ella era pena y angustia. Parecía que se forzara a obligarse por hacer todo lo que diga su padre. No me gustaba ese comportamiento tan sumiso en ella. Ese comportamiento es el mismo por el que no me hizo nada cuando la besé para atraer a los elfos que se escondían. Cualquiera, con peores intenciones que yo, se podría aprovechar de ella.
–Si no quieres que te acompañé no iré a ninguna parte.- Dije directamente a Evelyne. - No me importa lo que diga tu padre y a ti tampoco te debería importar. – Me estaba jugando cosas tan importantes como una comida caliente o una cama para dormir con las palabras que estaba y sin embargo, continuaba hablando sin ningún ápice de vacilación en mi tono de voz. Estaba dispuesto a enseñarle algo muy valioso y me daba completamente igual que su padre me escuchase. – Si es por mí iría contigo encantado. Pero, ni es mi madre a la que hay que salvar ni soy yo quién para salvarla. – Me cruce de brazos. - ¿Y bien, vas a decir que “sí” o vas a aprender a decir que “no”?- Ya podía estar despidiéndome de la cena de aquella noche en la mesa de la familia de salvajes.
Gerrit Nephgerd
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Gerrit entonces interrumpió. Cuando mi padre mencionó acerca de la persecución que llegamos a pasar los licántropos en algunas ocasiones, Gerrit soltó un “¿Eh?” de extrema confusión, en apariencia. De todos modos dijo que no importaba, y dio pie a mi padre para que continuara hablando. Imaginé que sólo habría tomado el comentario de mi padre como algo aleatorio en medio de un pequeño discurso al cual no habría prestado demasiada atención. Luego, tras ultimar algunas peticiones mi padre, Gerrit se dirigió finalmente a mí. “Si no quieres que te acompañe, no iré a ninguna parte” me mencionó finalmente.
— Eh, ¿qué? —pregunté de repente.
Luego medité durante algunos segundos, mirando al vacío. Mi problema no residía en que no quisiera que Gerrit me acompañara. Lo cierto es que no me importaba, y de hecho, aun sabiendo —o suponiendo— que era capaz de sobrevivir a lo que viniera por delante sin problemas, agradecería una compañía aliada. De hecho, lo único que me molestaba de todo aquello era la insistencia por parte de mi madre, de que Gerrit me acompañara, ¡como si no fuera capaz de valerme por mí misma! Pero lo que de verdad me entristecía, era la incertidumbre del futuro. Dejaría de lado a mi padre, allí en Ulmer aun habiéndome marchado bajo su petición. Pero, ¿y qué? Pensaba hacerlo de todos modos, no era momento ya de sentirme culpable por ello. Llevaba tiempo meditando sobre mi marcha, y él inclusive me había dado el empuje para realizarla.
— No, es nada de eso —le dije a Gerrit. Luego dirigí durante algunos segundos mi mirada a mi padre. Y volví nuevamente mis ojos a Gerrit—. Agradecería que vinieras. No es nada de eso —volví a repetir.
Pero no deseaba hacerle saber sobre mi tristeza. No quería que supiera que dejar sólo a mi padre, me hacía sentir inmensamente mal. Siempre me había tenido a mí. Inclusive el amor “irrompible” que tuvo con mi madre parecía haberse esfumado, y con éste, ella. Pero yo seguía allí, y era la única persona que de verdad lo quería. ¿Cómo se sentiría él de no tenerme a su lado día tras día como había sido desde mi nacimiento? Eso me aturdía, el hecho de sólo imaginarlo. Para aclarar la probable confusión de Gerrit, me dirigí a él:
— Yo pensaba hacer este viaje de todas formas. Sóla, acompañada, con y sin consentimiento —dije—. El hecho de que vengas me hará sentir un poco más segura.
— Un poco —soltó mi padre una risotada. De pronto calló, y se quedó mirando seriamente a Gerrit—. Te he dado un lecho, te he dado comida que tú mismo has ganado con tu apropiado comportamiento en esta casa, y te he dado una confianza que no daría a nadie, para acompañar a mi Evelyne en esto. Espero que no me falles. No me agradaría amenazarte, pero si…
— Padre… —lo interrumpí.
— No me falles. —Concluyó finalmente, todavía mirando con suma seriedad a Gerrit.
Tardaba ya en mostrar cierta enemistad. Aunque fuera mínima, aunque fuera solo una evidente actuación por parte de un padre preocupado. Seguramente le habría amenazado con devorarle las entrañas, o algún comentario de esa índole. Por lo menos es la clase de comentarios que ya había oído en el pasado; ¿por qué iba a ser menos en esta ocasión? Incluso aunque Gerrit le hubiera parecido un muchacho amable.
— Partiremos mañana entonces —entonces me volví hacia Gerrit—. Si no te parece mal. Tampoco tú estás obligado a venir. Si tienes otro camino que tomar, hazlo; no es que nos debas tu lealtad ni nada así.
— Eh, ¿qué? —pregunté de repente.
Luego medité durante algunos segundos, mirando al vacío. Mi problema no residía en que no quisiera que Gerrit me acompañara. Lo cierto es que no me importaba, y de hecho, aun sabiendo —o suponiendo— que era capaz de sobrevivir a lo que viniera por delante sin problemas, agradecería una compañía aliada. De hecho, lo único que me molestaba de todo aquello era la insistencia por parte de mi madre, de que Gerrit me acompañara, ¡como si no fuera capaz de valerme por mí misma! Pero lo que de verdad me entristecía, era la incertidumbre del futuro. Dejaría de lado a mi padre, allí en Ulmer aun habiéndome marchado bajo su petición. Pero, ¿y qué? Pensaba hacerlo de todos modos, no era momento ya de sentirme culpable por ello. Llevaba tiempo meditando sobre mi marcha, y él inclusive me había dado el empuje para realizarla.
— No, es nada de eso —le dije a Gerrit. Luego dirigí durante algunos segundos mi mirada a mi padre. Y volví nuevamente mis ojos a Gerrit—. Agradecería que vinieras. No es nada de eso —volví a repetir.
Pero no deseaba hacerle saber sobre mi tristeza. No quería que supiera que dejar sólo a mi padre, me hacía sentir inmensamente mal. Siempre me había tenido a mí. Inclusive el amor “irrompible” que tuvo con mi madre parecía haberse esfumado, y con éste, ella. Pero yo seguía allí, y era la única persona que de verdad lo quería. ¿Cómo se sentiría él de no tenerme a su lado día tras día como había sido desde mi nacimiento? Eso me aturdía, el hecho de sólo imaginarlo. Para aclarar la probable confusión de Gerrit, me dirigí a él:
— Yo pensaba hacer este viaje de todas formas. Sóla, acompañada, con y sin consentimiento —dije—. El hecho de que vengas me hará sentir un poco más segura.
— Un poco —soltó mi padre una risotada. De pronto calló, y se quedó mirando seriamente a Gerrit—. Te he dado un lecho, te he dado comida que tú mismo has ganado con tu apropiado comportamiento en esta casa, y te he dado una confianza que no daría a nadie, para acompañar a mi Evelyne en esto. Espero que no me falles. No me agradaría amenazarte, pero si…
— Padre… —lo interrumpí.
— No me falles. —Concluyó finalmente, todavía mirando con suma seriedad a Gerrit.
Tardaba ya en mostrar cierta enemistad. Aunque fuera mínima, aunque fuera solo una evidente actuación por parte de un padre preocupado. Seguramente le habría amenazado con devorarle las entrañas, o algún comentario de esa índole. Por lo menos es la clase de comentarios que ya había oído en el pasado; ¿por qué iba a ser menos en esta ocasión? Incluso aunque Gerrit le hubiera parecido un muchacho amable.
— Partiremos mañana entonces —entonces me volví hacia Gerrit—. Si no te parece mal. Tampoco tú estás obligado a venir. Si tienes otro camino que tomar, hazlo; no es que nos debas tu lealtad ni nada así.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Evelyne, tras escuchar mi pregunta, pareció tan sorprendida como yo lo estuve al oír hablar de licántropos. Me daba la impresión que, poco a poco, estaba pegándole mi forma de hablar. Incluso me pareció que dijo el mismo “eh” que yo dije. No era la primera vez que tenía la sensación de que estaba imitándome de alguna manera. Cuando quise cambiar rápidamente de tema hablando de lo bueno que estaba el pescado, ella hizo exactamente lo mismo olvidándose por un momento de llevarle siempre la razón a su padre. Sin embargo, todo el orgullo que pudiera haber tenido hacia ella desvaneció tan rápido como hubo venido cuando, después de una larga pausa, habló de nuevo. Evelyne, volvió a ser la chica salvaje sumisa que solo sabía decir que “sí” y “de acuerdo”. Si pasaba algo, cualquier cosa, hubiera estado muy bien que me lo contase.
-Está bien.- Dije con una falsa sonrisa. En realidad no estaba para nada bien. – Está muy bien. Si no me lo quieres contar allá tú. Me dedicaré únicamente a hacerte sentir un poco más segura. – Contesté emulando sus palabras. Se notaba que no estaba muy seguro de lo último que dije. La mayoría de personas a las que se supone que debí proteger estaban muertas y, casi todos, a manos de mi propio martillo. Samhaim y mi padre, sin ir más lejos, eran los claros ejemplos de personas a las que debí guardar lealtad y en cambió acabé asesinándolas. Lo cierto es que ambos se lo habían buscado, cada cual por sus motivos, al final los dos encontraron el frío beso de Suuri.
Por la risa sarcástica del padre de Evelyne, me quedó claro que con protegerla un “poco” no sería necesario. Oh sí, ya veía por donde iba. Un lecho, comida caliente y un lugar donde ir a cambio de proteger a su hija un “mucho”. No entendía de dónde había sacado Evelyne su carácter sumiso con lo directo que era su padre. Si no fuera por la intervención de su hija, estaba seguro que el hombre salvaje me hubiera amenazado de muerte allí mismo. ¡Bien! Otra vez, Evelyne dejó atrás la imagen de chica dócil para mostrar algo de personalidad. Aunque fuera solo por suavizar la expresión de su padre.
-Solo soy leal a mi martillo. – Dije con cierto toque de humor. - ¿Por qué crees que, por algún motivo, no voy a querer ir contigo? Hace mucho que te perdoné que me hubieras quitado mi conejo; si es que te refieres a eso,. – No podía ocultar lo contento que estaba por tener comida y alojamiento durante una larga temporada solo por cuidar de Evelyne, mi humor era el resultado de esa alegría. – Además, tienes que saber que yo nunca be…- A punto estuve de decir “beso”. – Estoy con alguien – Rectifiqué rápidamente al darme cuenta que su padre estaba delante. - sin ningún motivo. – Ya sea por llevarme a una chica a la cama, jugar con ella durante un rato o porque, simplemente, me caiga bien nunca besaba sin ningún motivo. En el caso de Evelyne, la besé para hacer salir a los elfos de su trampa y, ¿para qué engañarnos? También la besé porque era hermosa.
Por tercera vez aquel día me recliné sobre mi asiento para dejar de pensar en todo lo que había sucedido desde que conocí a la chica salvaje. A cambio de un par conejos asados a base de calambrazos y un beso dado a traición, ella me había llevado a su casa, me había proporcionado mucha más comida de la que podía comer y me había dado un lugar dónde ir…. Sí que tenía besar muy bien para que estuviera tan agradecida conmigo.
–Gracias.- Dije en un susurro apenas audible. No estaba acostumbrado a ser agradecido. En mi opinión, todo lo que tenía me lo había ganado yo mismo con mi esfuerzo. Si a alguien le tenía que dar las gracias era a mí mismo y a nadie más. Pero, pese a ello, era consciente que Evelyne y su padre me estaban dando más de lo que me había ganado. Viajar con ella, en lugar de un deber lo veía como la mayor oportunidad que tuve en años.
-Está bien.- Dije con una falsa sonrisa. En realidad no estaba para nada bien. – Está muy bien. Si no me lo quieres contar allá tú. Me dedicaré únicamente a hacerte sentir un poco más segura. – Contesté emulando sus palabras. Se notaba que no estaba muy seguro de lo último que dije. La mayoría de personas a las que se supone que debí proteger estaban muertas y, casi todos, a manos de mi propio martillo. Samhaim y mi padre, sin ir más lejos, eran los claros ejemplos de personas a las que debí guardar lealtad y en cambió acabé asesinándolas. Lo cierto es que ambos se lo habían buscado, cada cual por sus motivos, al final los dos encontraron el frío beso de Suuri.
Por la risa sarcástica del padre de Evelyne, me quedó claro que con protegerla un “poco” no sería necesario. Oh sí, ya veía por donde iba. Un lecho, comida caliente y un lugar donde ir a cambio de proteger a su hija un “mucho”. No entendía de dónde había sacado Evelyne su carácter sumiso con lo directo que era su padre. Si no fuera por la intervención de su hija, estaba seguro que el hombre salvaje me hubiera amenazado de muerte allí mismo. ¡Bien! Otra vez, Evelyne dejó atrás la imagen de chica dócil para mostrar algo de personalidad. Aunque fuera solo por suavizar la expresión de su padre.
-Solo soy leal a mi martillo. – Dije con cierto toque de humor. - ¿Por qué crees que, por algún motivo, no voy a querer ir contigo? Hace mucho que te perdoné que me hubieras quitado mi conejo; si es que te refieres a eso,. – No podía ocultar lo contento que estaba por tener comida y alojamiento durante una larga temporada solo por cuidar de Evelyne, mi humor era el resultado de esa alegría. – Además, tienes que saber que yo nunca be…- A punto estuve de decir “beso”. – Estoy con alguien – Rectifiqué rápidamente al darme cuenta que su padre estaba delante. - sin ningún motivo. – Ya sea por llevarme a una chica a la cama, jugar con ella durante un rato o porque, simplemente, me caiga bien nunca besaba sin ningún motivo. En el caso de Evelyne, la besé para hacer salir a los elfos de su trampa y, ¿para qué engañarnos? También la besé porque era hermosa.
Por tercera vez aquel día me recliné sobre mi asiento para dejar de pensar en todo lo que había sucedido desde que conocí a la chica salvaje. A cambio de un par conejos asados a base de calambrazos y un beso dado a traición, ella me había llevado a su casa, me había proporcionado mucha más comida de la que podía comer y me había dado un lugar dónde ir…. Sí que tenía besar muy bien para que estuviera tan agradecida conmigo.
–Gracias.- Dije en un susurro apenas audible. No estaba acostumbrado a ser agradecido. En mi opinión, todo lo que tenía me lo había ganado yo mismo con mi esfuerzo. Si a alguien le tenía que dar las gracias era a mí mismo y a nadie más. Pero, pese a ello, era consciente que Evelyne y su padre me estaban dando más de lo que me había ganado. Viajar con ella, en lugar de un deber lo veía como la mayor oportunidad que tuve en años.
Gerrit Nephgerd
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Asentí con una amplia sonrisa, tras su leve agradecimiento. Mi padre no llego a escucharlo, pero ya parecía estar bastante mas tranquilo, ahora que por fin había medio zanjado el asunto. Al día siguiente, partiríamos hacia la búsqueda de mi madre. Muy probablemente hacia algún que otro asentamiento humano; ni siquiera sabia por donde comenzar, y estos serian detalles que acabaría por ultimar con mi padre antes de partir. Por el momento debíamos descansar, pues al día siguiente nos esperaría un largo viaje hacia alguna parte. Continué comiendo durante un rato, y el tiempo prácticamente paso volando, después de aquellos largos minutos en los cuales había existido una curiosa conversación entre Mi padre y Gerrit.
Dio por terminada la comida. Mi padre anuncio que se marcharía a descansar un poco antes de ponerse a trabajar arduamente el resto del día. Antes de marcharse, golpeo con la palma de su mano el pecho de Gerrit, que todavía estaba sentado. Lo golpeo con una fuerza casi tanto amable como amenazadora, y luego se marcho a su habitación. Cerro la puerta de un portazo, y se escucho el crujir de su lecho al recostarse. Entonces nos quedamos Gerrit y yo solos. Yo me puse en pie y rodee la mesa, recogiendo algunas cosas y llevándola al rincón donde las lavaba, justo al lado de un cubo de agua que seria utilizado con esa intención. Liego volví hacia Gerrit.
— Si no te importa, me gustaría dar una ultima vuelta por los bosques antes de partir mañana —le comente—. Se que la aparición de los elfos es todavía reciente, pero yo creo que no deberíamos tener ningún inconveniente. Si vamos al bullicio de los hogares humanos, quiero respirar un poco el aire fresco de los bosques, el aroma de la tierra y la hierba limpia.
Le sonreí; era evidente que cuando hablaba de cada uno de los elementos que conformaban la tierra donde vivía, me sentía verdaderamente dichosa por vivir allí. Solo quería dar un paseo, una vuelta normal. No sabia que era lo que sucedería mas tarde durante el trayecto, si todo podría cambiar de un momento a otro, las cosas que podrían suceder. Dar la vuelta tranquila que deseaba dar entre los arboles, podía ser el único momento que tendría para sentirme en paz, frente a todo lo que pudiera venir en el futuro.
Dio por terminada la comida. Mi padre anuncio que se marcharía a descansar un poco antes de ponerse a trabajar arduamente el resto del día. Antes de marcharse, golpeo con la palma de su mano el pecho de Gerrit, que todavía estaba sentado. Lo golpeo con una fuerza casi tanto amable como amenazadora, y luego se marcho a su habitación. Cerro la puerta de un portazo, y se escucho el crujir de su lecho al recostarse. Entonces nos quedamos Gerrit y yo solos. Yo me puse en pie y rodee la mesa, recogiendo algunas cosas y llevándola al rincón donde las lavaba, justo al lado de un cubo de agua que seria utilizado con esa intención. Liego volví hacia Gerrit.
— Si no te importa, me gustaría dar una ultima vuelta por los bosques antes de partir mañana —le comente—. Se que la aparición de los elfos es todavía reciente, pero yo creo que no deberíamos tener ningún inconveniente. Si vamos al bullicio de los hogares humanos, quiero respirar un poco el aire fresco de los bosques, el aroma de la tierra y la hierba limpia.
Le sonreí; era evidente que cuando hablaba de cada uno de los elementos que conformaban la tierra donde vivía, me sentía verdaderamente dichosa por vivir allí. Solo quería dar un paseo, una vuelta normal. No sabia que era lo que sucedería mas tarde durante el trayecto, si todo podría cambiar de un momento a otro, las cosas que podrían suceder. Dar la vuelta tranquila que deseaba dar entre los arboles, podía ser el único momento que tendría para sentirme en paz, frente a todo lo que pudiera venir en el futuro.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Después de mi susurro de agradecimiento, el padre de Evelyne dio por finalizado el desayuno. Fue extraño que nadie me contestase. Esperaba que, por lo menos, la chica salvaje se hubiera dado cuenta de mi rápido corrección con lo del “beso”. Unas palabras de enfado por su parte tampoco hubieran estado mal. Sin embargo, nadie dijo nada después de que diera las gracias. Absolutamente nada. La única respuesta que tuve fue una leve sonrisa por parte de Evelyne. Le devolví la sonrisa mostrándole todo mi agradecimiento y mi entusiasmo por partir el día siguiente.
El primero que anunció que se marchaba fue el padre de Evelyne, el ogro que resultaba ser un corderito fácil de sorprender. Un corderito con la fuerza de buey, todo sea dicho. Antes de marcharse me dio una palmada en el pecho con una fuerza impropia de alguien de su edad. -Ya me gustaría tener tu fuerza cuando envejezca.- ¿Cuántos años podría tener? ¿Cuarenta, cincuenta tal vez? Estaba seguro que no serían más de sesenta años. Si la vejez ya era un inconveniente, a eso había que sumarle su enfermedad. Era posible que, en su época, pudiera haber empuñado mi martillo casi tan bien como lo hacía yo. Casi, pues mejor que yo es imposible.
Cuando su padre se fue a su cuarto, Evelyne insistió con que, antes de marcharse, quería ver su preciado bosque una vez más. Por lo visto, para ella, el bosque era tan importante como ir a salvar a su madre. Hablaba de su tierra con una grata sonrisa dibujada en sus labios. Ojala siempre sonriera de la misma manera. Le quedaba muy bien.
-Con esa sonrisa no puedo negarme.- No era solo una simple frase de cortesía, era la más pura verdad. Pocas cosas apreciaba más que una sonrisa sincera en los labios de una chica hermosa. –Ahora que soy tu guardián no te librarás de mí tan fácilmente de mí.- Dije con un tono socarrón. -Aunque me amenaces con dar un aburrido paseo, estaré detrás de ti para protegerte de todos los males menos uno: yo.- Agarré a Suuri y me lo até al cinturón. - Y mi amiga tampoco se quedará atrás para protegerte.-
El primero que anunció que se marchaba fue el padre de Evelyne, el ogro que resultaba ser un corderito fácil de sorprender. Un corderito con la fuerza de buey, todo sea dicho. Antes de marcharse me dio una palmada en el pecho con una fuerza impropia de alguien de su edad. -Ya me gustaría tener tu fuerza cuando envejezca.- ¿Cuántos años podría tener? ¿Cuarenta, cincuenta tal vez? Estaba seguro que no serían más de sesenta años. Si la vejez ya era un inconveniente, a eso había que sumarle su enfermedad. Era posible que, en su época, pudiera haber empuñado mi martillo casi tan bien como lo hacía yo. Casi, pues mejor que yo es imposible.
Cuando su padre se fue a su cuarto, Evelyne insistió con que, antes de marcharse, quería ver su preciado bosque una vez más. Por lo visto, para ella, el bosque era tan importante como ir a salvar a su madre. Hablaba de su tierra con una grata sonrisa dibujada en sus labios. Ojala siempre sonriera de la misma manera. Le quedaba muy bien.
-Con esa sonrisa no puedo negarme.- No era solo una simple frase de cortesía, era la más pura verdad. Pocas cosas apreciaba más que una sonrisa sincera en los labios de una chica hermosa. –Ahora que soy tu guardián no te librarás de mí tan fácilmente de mí.- Dije con un tono socarrón. -Aunque me amenaces con dar un aburrido paseo, estaré detrás de ti para protegerte de todos los males menos uno: yo.- Agarré a Suuri y me lo até al cinturón. - Y mi amiga tampoco se quedará atrás para protegerte.-
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Re: Una casa de lobos [Interpretativo] [Libre 1/1 ] [/cerrado]
Todavía seguían en el hogar de Evelyne, cuando el comentario de Gerrit despertó cierto recelo sobre Evelyne.
— Agradezco tu amabilidad, pero antes de que tú, “el gran mal”, llegases a tocarme una vez más, estarías muerto —dijo ella finalmente, con una sonrisa misteriosa—. Bueno, espera a que tome algunas cosas y vamos a dar un leve “aburrido” paseo. —Remarcó “aburrido” de forma burlona.
Ella se puso en pie y estuvo dispuesta a ir a su habitación para buscar algunas cosas, además de colocarse una vestidura superior, una fina tela de tono verde con la que ocasionalmente se cubría los brazos y la espalda, simulando una capa. Pero de pronto sintió varios golpes, no en la puerta, sino en la pared que había justo a su lado.
— Saaaal —escuchó la voz de un borracho—. Sal ya, quiero hablar contigo, maldito.
— ¿Qué? —Evelyne se encogió de hombros y fue en dirección a la puerta.
Pero antes de que ella llegara hasta la puerta, apareció su padre, quien se interpuso entre Evelyne y el individuo. Era un hombre grotesco, feo, tremendamente feo. Con una barba deshecha, aspecto febril y un inmenso olor a alcohol. Aun así era un hombre bastante grande, que posiblemente años atrás debió haber sido un gran guerrero.
— Qué quieres, Plinio. —Preguntó casi como una afirmación seca el padre de Evelyne.
— Me han dicho que tu mujer está por los burdeles de Lunargenta —Evelyne de pronto frunció el ceño y mordió los dientes. De ella escapó un leve gruñido—. Me pregunto cuántos ciudadanos deseosos de carne de licántropo se habrán saciado —el borracho soltó una desagradable carcajada.
El padre de Evelyne lo tomó por las vestiduras, levantándolo a varios centímetros del suelo, y con un gruñido acercó su rostro al del borracho.
— Repite de nuevo eso y aplastaré tu cráneo contra el suelo con mi pie —le dijo, en una voz grave, pausada e irónicamente tranquila.
Lo dejó caer al suelo y el borracho dejó escapar un leve gemido. Se intentó poner, no sin cierto esfuerzo, en pie. El padre de Evelyne dio media vuelta y retornó a sus aposentos, no sin antes decirle a Evelyne “no le hagas demasiado caso”. Cuando el borracho se puso en pie, se dirigió hacia Evelyne.
— Vaya que guapa que es su hija —era difícil comprenderlo, hablaba sin vocalizar demasiado bien—. ¿Tú también irás como tu madre a un burdel? Irán a por ti muy rápido, no lo dudo —y pasó su mirada de arriba a abajo a Evelyne.
Ella, muerta de furia, avanzó un par de pasos hacia él y lo empujó. Por un momento pareció emitir algo semejante a un gruñido. Mientras el borracho decía “espera, espera”, Evelyne no hacía más que continuar golpeándolo, y fue cuando Plinio extrajo una pequeña daga, cuando Evelyne la observó y estalló en ira. Lo golpeó con su pie contra la rodilla, haciendo que cayera, y le propinó una patada tras otra. Repentinamente apareció su padre y se acercó a ella, apartándola.
— Evelyne, tranquila —trató de calmarla. Cerró la puerta, dejando al desagradable individuo fuera, que con esfuerzo se fue alejando de la casa de Evelyne—. Tranquila.
Cuando consiguió apaciguar la ira de su hija, le esbozó una leve sonrisa y regresó a su habitación, después de decirle algunas palabras en un susurro prácticamente inaudible. Evelyne, todavía respiraba muy fuerte pero poco a poco su respiración fue relajándose. Volvió la vista a Gerrit y bajó levemente la cabeza, a modo de disculpa por lo recientemente sucedido. Fue hasta su habitación, y tomó la tela que deseaba llevar consigo, además de un pequeño bolso marrón que colgaba de su cintura, donde ocasionalmente guardaba las pequeñas cosas que hallaba de interés durante sus paseos. Cuando hubo tomado todo lo que quería, regresó hasta Gerrit, muy silenciosa.
— ¿Vamos? —preguntó, con una voz muy apagada.
— Agradezco tu amabilidad, pero antes de que tú, “el gran mal”, llegases a tocarme una vez más, estarías muerto —dijo ella finalmente, con una sonrisa misteriosa—. Bueno, espera a que tome algunas cosas y vamos a dar un leve “aburrido” paseo. —Remarcó “aburrido” de forma burlona.
Ella se puso en pie y estuvo dispuesta a ir a su habitación para buscar algunas cosas, además de colocarse una vestidura superior, una fina tela de tono verde con la que ocasionalmente se cubría los brazos y la espalda, simulando una capa. Pero de pronto sintió varios golpes, no en la puerta, sino en la pared que había justo a su lado.
— Saaaal —escuchó la voz de un borracho—. Sal ya, quiero hablar contigo, maldito.
— ¿Qué? —Evelyne se encogió de hombros y fue en dirección a la puerta.
Pero antes de que ella llegara hasta la puerta, apareció su padre, quien se interpuso entre Evelyne y el individuo. Era un hombre grotesco, feo, tremendamente feo. Con una barba deshecha, aspecto febril y un inmenso olor a alcohol. Aun así era un hombre bastante grande, que posiblemente años atrás debió haber sido un gran guerrero.
— Qué quieres, Plinio. —Preguntó casi como una afirmación seca el padre de Evelyne.
— Me han dicho que tu mujer está por los burdeles de Lunargenta —Evelyne de pronto frunció el ceño y mordió los dientes. De ella escapó un leve gruñido—. Me pregunto cuántos ciudadanos deseosos de carne de licántropo se habrán saciado —el borracho soltó una desagradable carcajada.
El padre de Evelyne lo tomó por las vestiduras, levantándolo a varios centímetros del suelo, y con un gruñido acercó su rostro al del borracho.
— Repite de nuevo eso y aplastaré tu cráneo contra el suelo con mi pie —le dijo, en una voz grave, pausada e irónicamente tranquila.
Lo dejó caer al suelo y el borracho dejó escapar un leve gemido. Se intentó poner, no sin cierto esfuerzo, en pie. El padre de Evelyne dio media vuelta y retornó a sus aposentos, no sin antes decirle a Evelyne “no le hagas demasiado caso”. Cuando el borracho se puso en pie, se dirigió hacia Evelyne.
— Vaya que guapa que es su hija —era difícil comprenderlo, hablaba sin vocalizar demasiado bien—. ¿Tú también irás como tu madre a un burdel? Irán a por ti muy rápido, no lo dudo —y pasó su mirada de arriba a abajo a Evelyne.
Ella, muerta de furia, avanzó un par de pasos hacia él y lo empujó. Por un momento pareció emitir algo semejante a un gruñido. Mientras el borracho decía “espera, espera”, Evelyne no hacía más que continuar golpeándolo, y fue cuando Plinio extrajo una pequeña daga, cuando Evelyne la observó y estalló en ira. Lo golpeó con su pie contra la rodilla, haciendo que cayera, y le propinó una patada tras otra. Repentinamente apareció su padre y se acercó a ella, apartándola.
— Evelyne, tranquila —trató de calmarla. Cerró la puerta, dejando al desagradable individuo fuera, que con esfuerzo se fue alejando de la casa de Evelyne—. Tranquila.
Cuando consiguió apaciguar la ira de su hija, le esbozó una leve sonrisa y regresó a su habitación, después de decirle algunas palabras en un susurro prácticamente inaudible. Evelyne, todavía respiraba muy fuerte pero poco a poco su respiración fue relajándose. Volvió la vista a Gerrit y bajó levemente la cabeza, a modo de disculpa por lo recientemente sucedido. Fue hasta su habitación, y tomó la tela que deseaba llevar consigo, además de un pequeño bolso marrón que colgaba de su cintura, donde ocasionalmente guardaba las pequeñas cosas que hallaba de interés durante sus paseos. Cuando hubo tomado todo lo que quería, regresó hasta Gerrit, muy silenciosa.
— ¿Vamos? —preguntó, con una voz muy apagada.
Evelyne Héðinsdóttir
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