[CERRADO] Cómo sacar una rata de un nido de asesinos (Volviendo a casa - Capítulo 5) [interpretativo - libre]

La distancia no era demasiada, pero a pesar de la premura no valía la pena correr, no cuando ya estaban tan cerca. La cautela debía primar ante todo, en especial si pretendían rescatar al pequeño gorrión evitando conflictos.

Era cierto que el peligro más grande había sido neutralizado, pero en ese templo había muchos asesinos expertos, no sólo aprendices, algunos dedicados a la formación de los más jóvenes y otros simplemente a llevar a cabo misiones muy parecidas a aquella en que los chicos se habían visto envueltos.

Y así estaban finalmente frente a aquella entrada. Ambos conocían el procedimiento para burlar la barrera ilusoria, pero no sabían con total seguridad lo que acaecía detrás de esos muros. Debían ser cuidadosos o acabarían no sólo perdiendo la posibilidad de salvar a Ratita, sino la propia vida.

Demian tomó la delantera, cerrando sus ojos, caminando, agachándose en el momento preciso y luego siguiendo, para dar con la bienvenida de aquella estatua con forma de dragón.

—El maestro decidió quedarse a hacer algunos asunt-t-tos pendientes en el pu-pueblo, Aron, nos ha di-dicho que llevemos a Ratita con él, al bosque —explicó Demian, tartamudeando no sólo por la tensión de la situación, sino por estar aún agitado por el recorrido.

—¿Asuntos pendientes dices? —contesta la estatua levantando una ceja.

—Ya conoces al maest-tro, nunca explica to-t-todo lo que hace, le gusta el mist-terio.

La respuesta del niño pareció sonar suficiente, o al menos, por la impresión que daba, la estatua simplemente no era del todo energética, como si le gustara sólo descansar en su posición, como todas las estatuas, en vez de tener que hablar con las personas.

—Ah, lo olvidaba... ¿sabes dónd-d-de duerme el niño que venía conm-migo?

—En el ala de aprendices, por supuesto, celda 16, ahora déjame dormir en paz, ¿quieres?, esto de cuidar la entrada a veces es demasiado trabajo.

Dicho esto la estatua se enrolla sobre sí misma en una posición como si durmiera y parece quedarse completamente inmóvil. Aquello es bueno, Aron puede parecer inofensivo, pero hay razones por las que cuida la puerta de entrada a un templo de asesinos.

Demian apunta a un lado del templo, el lugar donde está el ala de aprendices. Entre ellos y ese lugar está el patio de entrenamiento, que en este momento se encuentra vacío, además de un pasillo que pasa cerca del dormitorio de algunos "profesores" de ese lugar.

—Debemos ser silenciosos, no queremos despertar a profesores en el camino —explica Demian.

A continuación, empieza a caminar con aparente naturalidad, aunque al mismo tiempo sus pisadas parecen no emitir ruido alguno.

Hasta el momento las cosas parecen andar bien, Aron no ha dado problemas y se dirigen hacia el lugar donde duerme el gorrión menor. Demian puede notar que Chimar ha mejorado mucho en su técnica para moverse discretamente, ¿en qué momento había aprendido tanto?

De todas maneras eso hace todo mucho más fácil y logran pasar sin problemas la primera de las dificultades, la zona de los dormitorios de los maestros.

Al menos cuentan con algo a su favor, siguen siendo invitados en ese lugar, no enemigos, aunque Demian sabe que juegan con fuego y que es mejor no causar conmociones.

Llegan al lugar indicado, donde es necesario ser un poco más cuidadoso y silencioso. Se trata de un largo pasillo con puertas a ambos lados, las que por supuesto dan a los lugares de espacio reducido donde los aprendices descansan. El pasillo tiene escasa iluminación, incluso de día, pero alcanza para ver los números inscritos en cada una de las puertas. Por supuesto, la numeración es progresiva, lo que hace que sin esfuerzo den con la celda indicada.

Demian contiene un poco la respiración al momento de empujar la puerta. ¿Encontrará allí a su amigo?, si no está y en cambio hay algún secuaz de su maestro las cosas se pueden poner muy feas. Por suerte es la cara de Ratita la que aprecia con la escasa iluminación.

El niño duerme a su manera, teniendo las tapas desparramadas en total desorden, tal como suele hacer en la Ratonera, adquiriendo él mismo posiciones a menudo inverosímiles para dormir. Demian a menudo se ha preguntado cómo aquello no ha terminado por quebrarle su propio cuello. En efecto, una pierna del chico cuelga del borde la cama mientras otra descansa apoyada en la muralla, en alto, un brazo pasa por debajo del cuello en una posición casi imposible y el cuerpo completo parece realizar un giro.

Demian se acerca con cuidado y da unas palmadas suaves al rostro del muchacho.

—Eh, despierta —susurra.

—No ha amanecido —escucha en una voz remolona y poco comprensible.

—Levántate, en serio, debemos irnos de acá —insiste.

Ratita, como si no hubiera escuchado nada, se gira para el otro lado emitiendo una especie de quejido a modo de queja por no dejarle dormir en completa paz. Demian siente unas poderosas ganas de darle un fuerte golpe y despertarlo por dolor, pero sabe que aquello podría traer a la mitad de los asesinos en segundos. De momento su mejor carta es su silencio y debe mantenerlo.

Aquel niño tenía un sueño más pesado que un dragón, por lo que las cosas se complicaban. Alguna vez había explicado que su madre solía ser muy ruidosa por las noches, lo que no tenía mucho sentido, y que luego los chicos del orfanato lo eran aún más, lo que ya tenía más coherencia, pero ahora debían sacarlo de alguna manera.

Por suerte Chimar tomó la iniciativa y, había que decirlo, sorprendió bastante a Demian siendo capaz de cargar al gorrión menor. Eso ponía las cosas un poco más fáciles, pero debían salir de allí pronto si no querían que todo fuera en vano.

Demian fue el primero en salir, sin embargo se encontró de inmediato con una figura, quien menos deseaba ver en ese instante... Jack 9 Dedos.

—Vaya, vaya, pero si el pequeño tartamudo ha vuelto... ¿no ha sido eso algo pronto? —dice con su tradicional irritante voz.

—Jack, vete d-de una vez —contesta Demian con seriedad y decisión.

—Tu amigo ya debe tener la barriga abierta a esta hora, ¿no? —continuó.

En un análisis rápido Demian se da cuenta que el abusador chico mayor no ha visto aún a Chimar, lo que les otorga un poco de ventaja, pero de todos modos debe jugar sus cartas con mucho cuidado si quiere salir con vida. Opta por un plan arriesgado, pero es lo único que se le viene a la mente.

—Jodido Jack, Jack el 9 dedos, Jack el incomp-pleto, Jack el puto grandulón que no para de joder al resto —dice a viva voz.

La verdad es que Demian, incluso cuando está enojado, suele ser muy calmado, frío, por lo que el contraste es aún más evidente cuando ahora opta por actuar de ese modo, incluso para Jack, quien queda anonadado por unos instantes, lo suficiente para que el chico de ojos azules se dirija hacia el patio, manteniendo una actitud amenazante.

—Arreglemos esto d-de una j-jo-jodida vez —agrega arremangándose.

Ya no hay vuelta atrás, el otro chico avanza furioso, dispuesto a demostrar superioridad. Por supuesto, con todo el alboroto se comienzan a asomar cabezas curiosas para ver la pelea. No tardarán en estar todos los habitantes del templo prestando atención a lo que ocurre en el patio, a mitad de noche, lo que perturba el orden.

Demian espera en que aquella distracción pueda proveer a sus amigos de la oportunidad para moverse sin ser detectados, aunque aún no sabe muy bien cómo logrará que reunirse con ellos y que salgan del recinto.

Si Demian era sincero consigo mismo debía confesar que no sólo había heroísmo en aquel acto, sino que era finalmente una oportunidad para vengarse de aquel joven que tanto sufrimiento y humillación le había causado en el pasado, de demostrar que ya no era el niño raro y asustadizo que habían conocido.

—Eres un-na vergüenza para los brujos, pedazo de mierda —continuó agresivo Demian.

El show daba sus resultados, los presentes miraban con atención. Aquellos que habían conocido a Demian antes de su exilio comentaban cómo jamás le habían visto actuar de ese modo, siempre era silencioso, controlado, frío... nadie de momento intentaba detener lo que sucedía.

—Te voy a partir la cara hasta que no necesites ilusiones para ocultarte —amenazó el matón.

Ya las palabras habían sido suficientes, era hora de la acción, pero a Demian no le convenía ser el primero. La provocación daba resultado, el joven avanzó decidido, pero tampoco era un novato cualquiera, no corrió como un simple luchador, sino que avanzó con cautela, lanzando un primer puñetazo a la cara de Demian que éste esquivó con facilidad, pero al mismo tiempo el joven esquivó la devuelta que haría el más pequeño.

Pelear a puño limpio no era ciertamente la especialidad de Demian, pero al final tampoco era la de nadie en ese lugar, por lo que una pelea de ese estilo resultaba extraña, muy poco similar a lo que uno podría encontrar en una callejuela, pues los rivales se estudiaban con cuidado y atacaban listos para protegerse, a fin de cuentas eran asesinos silenciosos, no matones cualquiera.

Demian activó el estilo de combate en que había estado trabajando desde hace un tiempo, agregando una superficial ilusión a sus movimientos, lo que le daba un aspecto que, en palabras simples, podía definirse como "fantasmal", basado en que fuera difícil seguir con claridad sus acciones y confundir al rival del punto exacto en que iban sus ataques. Esto le dio ventaja y logró conectar un golpe a las costillas, aunque no haría demasiado daño, su rival le superaba en fuerza, así que iba a tener que desgastarlo.

La pelea siguió otro poco, con Demian apuntando a partes sensibles del cuerpo, mientras el rival apuntaba a liquidar al chico de manera más decisiva, fallando prácticamente todos sus golpes. A pesar de todo, Demian no logró esquivar todos, recibiendo de pronto un fuerte combo en el pecho que le hizo retroceder visiblemente adolorido.

Divisó un instante la figura de Chimar y Ratita escabulléndose hacia la entrada, lo que indicaba que todo iba bien, aunque ahora iba a tener que buscar una manera de seguirles, pero sobre todo le preocupaba Aron, esa estatua podía ser un remolón, pero tenía unos sentidos basados en magia que hacía que siempre supiera quién había alrededor. Por suerte resultaba también ser una criatura "razonable".

La pelea fue tornándose caliente y pronto Demian ya tenía una considerable colección de moretones, aunque su rival no estaba precisamente en las mejores condiciones. La pelea era pareja y el chico sentía unas ganas enormes de acabarla, de demostrar que ya no era el pequeño asustadizo de antes, que podía plantarle cara a un matón... pero no había tiempo para ello.

Comenzó a maniobrar para posicionarse más cerca de la salida, dando justo la espalda a un pasillo, pero había mucha gente, demasiada, cualquier error le podía costar caro, especialmente si se consideraba que cada uno de los que observaban eran potenciales asesinos. Necesitaba de alguna manera de distraerlos a todos y las ilusiones no serían suficientes.

Saltó hacia unas cajas y desde allí trepó con gran destreza hacia un tejado bajo, desde donde corrió en busca de más altura.

—Eh, cobarde, no huyas —gritó el matón.

Demian tenía muchas ganas de bajar y mostrar que no era un cobarde, pero debía llevar a cabo un truco más, una manera de salir de allí sin complicaciones. Se paró en la parte más alta de aquel tejado y puso sus dos manos alrededor de su boca, formando un cono para amplificar su voz.

—¡Aron!, ¡invasores elfos por la muralla este! —gritó a todo pulmón.

Algunos miraron confundidos, otros pronto se dieron cuenta de que el grito de alarma era mentira, pero la estatua estaba entrenada para responder a los llamados de peligro de manera inmediata, de modo que en apenas unos segundos se dejó caer en el patio. Por alguna fuerza mágica ahora era más grande y lucía más fiero, mostrando sus colmillos al mirar la zona donde se supone había invasores. Abrió su hocico y dejó escapar una llamarada de advertencia.

Por supuesto, todo ello causó gran conmoción entre los presentes, que ya se daban cuenta que aquello no era sólo una pelea cualquiera.

Demian, en tanto, usó su técnica ilusoria que le envolvía en un polvo falso, al tiempo que se volvía invisible. Había gente capaz de detectarle entre los presentes, pero con toda la conmoción no tenían tiempo para ello, mientras que los más aprendices no tenían oportunidad alguna de ver a través de su ilusión.

Corrió hacia la entrada, dejando atrás a un furioso Aron y cruzando la salida a gran velocidad.

—Nadie tiene.. motivo para matarme... aún —dijo entre jadeos a su amigo— , pero no tardarán en... darse cuenta... que ya no están... ustedes... lo mejor es... correr.

Apuntó a la cobertura de los árboles, era momento de la huida.

No era sólo el cansancio, sino los golpes recibidos hacían también mella en el joven asesino, a quien le costaba avanzar con velocidad. La situación completa, por lo demás, carecía de sentido, huía de su propio hogar, del templo donde había pasado la mayor parte de su vida, de todo lo que representaba su vida pasada, de su identidad.

¿Quién era ahora?

Tropezó, cayendo al piso de rodillas. Su mente necesitaba concentrarse en el camino, era de noche y no era fácil recorrer el bosque, además de que las lágrimas en sus ojos no le dejaban ver con claridad... ¿lágrimas?... no se había percatado hasta ahora, pero había de ese líquido salino en su rostro. Se secó rápidamente con el antebrazo y miró hacia sus compañeros.

—No llegaremos muy lejos corriendo —dijo con voz derrotada— , no yo al menos.

Pero Chimar había dicho algo muy certero, un caballo era la solución a su dilema. Con un animal así podían llegar al día siguiente a Beltrexus y buscar una embarcación de vuelta al continente. Miró hacia el poblado cercano.

—Chim... en el pueblo podemos encontrar un caballo, a estas alturas poco me preocupa que alguien nos siga por robo de animales.

Cambia su rumbo hacia el poblado, caminando rápido, aunque sin correr. Necesita recuperar sus energías y además ser sigiloso. Al mirar con detenimiento observa movimiento, al tiempo que escucha ruidos de personas gritando. Es la casa donde hace poco cometió el mayor acto de traición de su vida, la que arde furiosamente ante los esfuerzos inútiles de los vecinos por controlar las llamas. Sabe que tendrán trabajo al menos hasta el amanecer, en especial tratando de que no haya otras casas alcanzadas por el fuego... lo que significa que la mitad del pueblo debe estar ayudando.

—Con algo de suerte encontramos un caballo sin protección, la gente está luchando contra el incendio.

Trata de avanzar con cuidado, alejándose del área del incendio, necesita entrar por el lado contrario del pueblo, evitando así ser visto. En un pueblo chico las caras desconocidas pueden ser fácilmente sospechosas... o peor aún, puede que alguien de hecho le recuerde.

Demian mira por unos instantes a la escena de los aldeanos preocupándose por el fuego, recordando viejos tiempos, cuando jugaba por esa zona. Era increíble que ahora mirara el mismo lugar como poco amistoso, peligroso.

—No todos los de mi raza desarrollan su potencial —explicó de pronto a su compañero, con su aliento más recuperado tras infiltrarse en el pueblo— , la mayoría de los habitantes de un lugar tan pequeño con suerte hacen un poco de telekinesis, los con potencial ya se han ido a estudiar a otros lados... no habrá peligro.

Luego pone su atención nuevamente en la tarea entre manos, robar un caballo. Han sobrevivido por meses mediante el robo, de modo que esto no puede ser tan difícil, al final eso es lo que hacen, robar. Ya ni siquiera puede decir que es un asesino de la daga negra... sólo es un vulgar ladrón.

—Sí —contesta a su amigo— , no mucho, pero hace un tiempo hice un viaje con una elfa, creo que algo te he contado de eso... ella me enseñó a montar su yegua... Lluvia.

Por un momento el fugaz recuerdo de su primer intento de subirse al animal, cuando había acabado mirando hacia la cola del mismo en vez del frente, le hizo sonreír un instante. Desató las cuerdas que retenían al equino y trepó con agilidad a su espalda, ofreciendo una mano a sus compañeros para hacer lo mismo.

Ratita aceptó de inmediato, al parecer con todo el movimiento ya había despertado por completo y sólo quería largarse de una buena vez de ese lugar. Curiosamente, el pequeño mostraba que no era la primera vez que se subía a un caballo, aunque claramente no era un experto.

—Cuando era pequeño mi madre tuvo un novio que tenía un caballo —contó— . Lástima que le durara tan poco.

Por lo que sabía de la madre del pobre chico, no le extrañaba que no durara mucho su relación, si efectivamente fue una relación de amor y no... era mejor no pensar en eso.

—Vamos Chim, tu turno —le dijo a su amigo.

Para sus adentros rió, si era la primera vez del chico en estos menesteres no sabría que, al ser el último en subir, acabaría sentándose en el pelo y, dado que la dirección en que crece es contraria al movimiento, no acabaría disfrutando mucho del viaje... o de los días posteriores.

—Creo que podemos llegar a Beltrexus durante la mañana, ¿prefieren buscar un transporte de inmediato o descansar un día? —preguntó.

La verdad es que se merecían un buen descanso y los viajes en barco, en especial sin dinero, no eran precisamente el lugar para ello, pero también entendía que luego de lo pasado querrían olvidarse por un buen tiempo de las Islas Illidenses.

Ver a Chimar intentando en vano subirse al caballo hubiera sido una escena memorable y digna de unas buenas risas, pero Demian estaba muy ocupado en sus pensamientos y preocupaciones como para tener espacio para divertirse.

Prefirió no decirle nada a Chimar sobre la irritación que tendría en la entrepierna tras la cabalgata, aunque quizás en el camino podían parar a descansar y, si le bajaba un poco de solidaridad, cambiar lugares, aunque con la presión de arrancar eso sonaba complejo.

—Mi instinto me dice... —no estaba seguro, se detuvo un momento a pensar, hasta que su instinto de verdad habló— ... me dice que si nos hubieran querido seguir, ya nos habrían alcanzado. En el templo hay asesinos con muchos años de experiencia, poderosos brujos capaces de cazar cualquier presa en cualquier lugar de Aerandir... si nos hubieran querido seguir, ya lo habrían hecho.

Se quedó pensando un poco sobre ese punto. Debido a la tensión y a las emociones vividas había pasado por alto varios detalles, pero de pronto todo cobraba un inquietante sentido.

—... mi instinto me dice que nadie intentó detener mi pelea en el templo, aún cuando perturbaba el orden del templo a mitad de la noche... incluso cuando al parecer todos sabían que había algo oscuro de por medio, mi instinto me dice que si mi maestro de verdad quisiera que nunca saliéramos de allí le hubiera dicho a Aron que no nos dejara salir por ningún motivo, pero al final nunca nos puso problemas para pasar... creo que mi maestro dio órdenes de que, pasara lo que pasara, nadie nos siguiera ni asesinara.

No sabía cómo sentirse al respecto, ¿lo había hecho de esa manera porque confiaba plenamente en que todo saldría según sus planes?... su maestro no solía dejar cabos sueltos. ¿Lo había hecho así pensando en que existía la posibilidad de que escaparan? ¿le había dejado abierta una puerta para poder decidir su propio destino?... ya nunca podría saberlo, nunca podría confirmar si eso era cierto o no, pero una parte dentro de si quería que así fuera, quería recordar a quien fuera como un padre dando un último favor.

Parecía irónico, incluso una broma cruel del destino, pero al final todo aquello había desembocado en una última lección para Demian, una que ni todo el tiempo vagando por Aerandir había podido enseñarle de manera tan clara, tan patente. Todo su exilio había comenzado para que aprendiera lo que era la compasión, el respeto por los demás... en el camino había descubierto la amistad, había aprendido a confiar, pero en esta noche funesta había aprendido que no hay misión que fuera más importante que los principios... sí, además había descubierto que tenía principios.

—Gracias maestro —dijo de pronto, mirando al oscuro cielo, mientras gruesas lágrimas corrían por sus mejillas.

Sintió como si la noche se hiciese más oscura y como si el ruido del animal fuera más ligero.

—Digo que nos merecemos un jodido descanso —agregó finalmente.