[solitaria] Enterrando Recuerdos [trama][cerrada]

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Con siete años Feith Greenwood había quedado huérfana. Sus padres que siempre la habían adorado, dándole siempre los mejores cuidados dentro de su humilde poder, habían muerto en la más mísera de las situaciones. La madre había agarrado la peste que se la llevó en cuestión de días y el padre abrumado por la pérdida murió antes siquiera de llegar a incinerar a su esposa. Siendo hija única, la pequeña había sido la única de las sobrevivientes y nadie confiaba en ella. Todos sospechaban de que la pequeña estaba protegida por alguna fuerza maligna y por lo tanto se alejaban de ella haciendo aspavientos, símbolos en contra del mal y la oscuridad… en los mejores casos.

Otras personas, con el corazón tentado por el odio, mediocres de alma, tomaban sus problemas y los desahogaban en ella, dándole palizas que casi la mataron en varias ocasiones, pegándole, burlándose de ella, acosándola, no dejándola nunca en paz ni a sol ni a sombra. Dentro de todo ese caos, apareció el tío Francis. El patético hermano mayor que siempre había estado enamorado de su cuñada y que envidiaba los haberes de su hermano menor. Tomó a la niña famélica de su casa y prendió fuego todo, claro, luego de sacar las cosas de valor, incluyendo un cerdo y dos ovejas.

Feith fue obligada a vivir en el granero de su tío con los animales que ahora eran una suma elevada para un pobre diablo como su tío. La hacienda consistía en una mula, una puerca, el puerco de su padre, dos ovejas y un casal de cabras además de media docena de gallinas. A eso había que sumarle la mujer del tío, una vieja gorda y malhumorada que nunca se hacía cargo de las necesidades conyugales, y dos primos que siempre se unían al morbo del pueblo para señalarla en la calle, picarle, tirarle piedras y pegarle.

La niña era obligada a trabajar para pagar su manutención. En las afueras de la villa aquella había un viejo hombre carpintero que había conocido a sus padres y estaba dispuesto a cuidar de ella y enseñarle. Por los trabajos de la niña le pagaba a los tíos la suma de un aero cada dos semanas. En realidad era un hombre bueno que no necesitaba de la pequeña, pero que quería alejarla de todo aquello. Sabiendo eso, Feith se aprovechaba de la calidez del anciano para ir a jugar con sus conejos y esconderse de los clientes de él, segura de que los espantaría si la veían frecuentando ese lugar.

Un año después de la muerte de sus padres, Feith estaba casi recuperada e intentaba insertarse a la vida en la villa tomando clases de esgrima… que pronto fueron saboteadas por las malas personas –y sus mismos primos mayores- por lo que tenía que contentarse con espiar e imitar los movimientos que se hacían. Por alrededor de ese mismo tiempo, el tío Francis encontró en su sobrina el rostro de su cuñada y aprovechándose de la tortura que la pequeña vivía  justificaba sus abusos contra ella con una pena para “sacarle el diablo de adentro”.

Claro que Feith intentó huir de aquél lugar, con resultados vanos. No podía pedirle ayuda a nadie ya que todos le ignoraban para ese entonces, como si fuese un fantasma. Ya nadie le molestaba, pero tampoco le miraban. Estaba muerta en vida. Con respecto al anciano que siempre le ayudaba, estaba muy grave en su casa, luego de que, habiendo intentado ayudar a Feith un día, el tío le dio una paliza que casi le mata.

Desesperada, la pequeña intentó terminar con su vida cortándose las venas de sus muñecas, más lo único que logró fue debilitar su cuerpo para facilitar el trabajo a su tío.



En una noche de luna llena, con la claridad del astro madre la pequeña no hacía más que llorar y volcar sus penas en ella, deseando unirse a sus padres y volver con ellos. Últimamente había tenido sueños en los que veía cosas extrañas aparecer de lugares inesperados, como animales atravesando paredes y una gama muy variada de otras cosas extrañas. En el fondo ella sabía que no era normal y temía estar convirtiéndose realmente en una bruja o una seguidora del mal. No había nadie en quién volcar sus dudas, ahora vivía en el granero, en donde era visitada pura y exclusivamente por el tío.

El tumulto arrasó la villa, habían gritos de dolor y desesperación por doquier, pero ella no se inmutó por ello. No era la primera vez que lo escuchaba, no al menos en su cabeza. El olor a sangre era evidente, incluso para una humana como ella, lo que le hizo pensar que quizás y lo que le rodeaba no era una más de las producciones de su mente, después de todo, siempre todo se había mantenido dentro de lo que podía ver, nunca había afectado otros sentidos.

Pronto el calor de las llamas era evidente. Abrió la puerta del granero con temor, temor a que su tío la descubriese y le diera una paliza para luego violarla desenfrenadamente, con ese cuerpo viejo, asqueroso y sucio.  Pero no fue así, nadie de la familia vino a por ella, por lo que aprovechó para soltar a los animales y mezclarse entre la gente que corría a gritos pidiendo piedad por su vida. Aquellos que la veían se persignaban, otros lloraban de arrepentimiento y otros intentaban matarle, echándole las culpas de lo que estaba sucediendo a ella, pero de alguna u otra forma se las arreglaba para salir con vida de la situación.

Lo peor no fue aquello, sino la aparición de figuras que no creía que existían. Unas hermosas personas pálidas que luchaban contra lobos gigantes. Creyó estar alucinando nuevamente, que todo eso era una producción más de su cabeza enferma, pero al verse envuelta en una de las peleas se dio cuenta de que las historias de terror que le habían dicho sus primos acerca de bestias salvajes, míticas y extrañas en realidad eran ciertas. A punto estuvo de ser terminada por uno de esos seres de la noche, más uno de los licántropos mató a esa bestia y luego se volvió para verla de lleno, con aquellos impresionantes ojos marrones. Ella se estuvo quieta, prudente… y quizás eso hizo que él se decantara por la acción que luego sucedería.

Un grito cercano rompió el hechizo que ellos estaban manteniendo con la mirada. Feith se incorporó y salió corriendo, pero fue atrapada por detrás de la pierna derecha y perdió el conocimiento.

Las alucinaciones no se habían detenido desde aquella fatídica noche que ni siquiera sabía si eran reales. Había despertado en medio de la villa desolada y quemada, minada de cadáveres y gente envuelta en dolor de la pérdida ajena así como en la pérdida de partes de su propio cuerpo, personas que aunque aún estaban vivas pronto serían carcomidas por las infecciones, pasando a la fosa común que nadie se molestaría en cavar o prender fuego.

De vez en cuando Feith regresaría a aquél lugar solamente para hablar con cadáveres en medio de su críptica y forzada soledad. No comprendía como estaba viva, solo sabía de hambre y dolor. No solo físico, sino también en su alma. Tenía lapsos en los que olvidaba, en los que se perdía a sí misma y cuando no recordaba nada, más cuando sus sentidos volvían no dejaba de llorar y de volver a la villa que tan infeliz le había hecho.

Mese más tarde, cuando el invierno comenzaba a llamar a las puertas de las fieras más salvajes ella se dejó vencer por el dolor y el hambre. Cansada de vivir se echó a morir en medio del bosque y ese momento en el que la línea de la vida estaba tan clara y a la vez tan difusa tuvo la súbita realización, recordó y fue capaz de decir lo real de la fantasía. Aquél horrible lobo que había reemplazado su reflejo en el lago, la bestia que se alimentaba de la carne de un animal mientras aún estaba vivo… todo aquello había sido ella. En ese momento, en el borde de la locura y de la más clara de las realidades, su personalidad se partió. Así nacieron la más pura de las Feith y Wood, la niña lobo malvada que reaccionaba de forma tardía a todos los abusos en el alma de la niña humana desvalida y huérfana.



La niña lobo sedienta de sangre vagaba por la arboleda sin nada en su mente más que destruir, asesinar y comer todo lo que pudiese. Su vida era sencilla y plena. Le gustaba romper huesos como una especie de pasatiempo y adoraba escuchar los quejidos, gemidos y lamentos de sus presas. No recordaba haberse topado con otro lobo en su haber, más los incautos humanos que se dejaban seducir por la pequeña Feith que a veces era liberada por Wood caían como moscas en la red de la asesina despiadada.

En algún momento de la adolescencia de Wood apareció un lobo gris, tan oscuro que parecía negro como la misma alma de la chica. Sin pensárselo demasiado, ella buscó pelea con él y por primera vez perdió como una cachorra hasta casi morir. Más al momento en el que su verdugo iba a terminar con la vida de la asesina, se detuvo al ver el movimiento rítmico en la garganta de su presa antes de morir. Wood estaba riendo desesperadamente.

Años pasaron y ella se convirtió en su aprendiz, mejorando sus técnicas de caza, haciéndose más letal y a la vez conteniendo un poco aquella bárbara forma de sacrificar. Ahora sólo tenía permitido matar para alimentarse y no por gusto, aunque nadie podía negarle el placer de matar para alimentarse y degustar la carne aún palpitante de sus presas. Si bien su maestro era más civilizado y de vez en cuando le obligaba a tomar su forma humana, no era por eso menos cruel y despiadado.

Era rara la ocasión de encontrarse con otros licántropos, pero cuando lo hacían, Feith era obligada a mantener silencio y quietud mientras su maestro y recientemente nuevo amante hacía las debidas transacciones o negociaciones. Su nombre era Luner



Llevaban más de una década conociéndose y más de cinco años siendo pareja. Wood no sabía qué era el amor pero sí conocía muy bien la atracción por el sexo opuesto y el placer que podía encontrar en un hombre. La mujer lobo no recordaba su vida cuando estaba en su forma humana, pero en la bestial bien que sabía lo que era entregarse a los instintos más bajos.

De una forma u otra, la mujer quedó encinta. Al principio ella no comprendía lo que sucedía con su cuerpo más el ilustre de Luner le iluminó con su conocimiento y a partir de allí algo en su interior cambió, limando los bordes más oscuros de su alma y plantando la semilla de algo parecido al amor en su interior.

El embarazo no presentaba ninguna dificultad y el trato que ella recibía por parte de su pareja parecía haber cambiado, siendo ahora más cuidada –pese a sus propias negativas- Pero en una tarde todo cambió. Faltan aún un par de meses para que su cachorro naciera cuando un lobo solitario invadió su territorio. Luner defendió a su pareja y se trenzó en una lucha encarnizada a muerte con ese lobo que resultó ser más joven y fuerte. Finalmente terminó siendo asesinado frente a ella y envuelto en la sed de sangre, el lobo retador cargó contra ella en una pelea a muerte ella terminó clavándole una de sus hachas en la garganta al animal furioso.

Pero todo ese esfuerzo, los golpes y el estrés hizo que la mujer perdiera a su cría. Después de varios días de dolor y tras un largo trabajo de parto dio a luz a una criatura muerta. Un varón.


Después de la pérdida de sus dos hombres la mujer lobo volvió a perder al poca sanidad que le quedaba y en una de sus primeras aventuras fue echada de la arboleda, que había sido su hogar por la manada. Viéndose despojada del único lugar que había conocido como su hogar decidió recorrer Aerandir, en donde conoció a muchas nuevas personas y con el trato con ellas ha comenzado a volver a ser ella misma y a quererse tal cual es, con su pasado y su futuro en mente.