[CERRADO-Trabajo] Magia a prueba de locos

Demian abrió violentamente la puerta del lugar donde se hospedaban los Gorriones, portando en sus manos un trozo de papel. Lo sostuvo en alto, casi refregándolo sobre la cara de Chimar y Ratita.

—Tengo la solución para el viaje —exclamó con inusitada alegría.

Pero, ¿Cómo había llegado a ello?

Volvamos atrás un par de horas.

Habían llegado por fin a Beltrexus tras la huída del templo y Demian ya estaba seguro que su maestro había dado indicaciones de no seguirles. La huída había sido muy fácil y todo era tranquilidad. Los chicos, en especial Ratita (que curiosamente era el que había sido menos afectado de manera directa por todo el asunto), estaban nerviosos por volver a Lunargenta cuanto antes, pero Demian era de otra idea.

A pesar de todo lo pasado, o más aún, debido a todo ello, merecían tener un día de descanso antes de subirse a lo incómodo que era un transporte en barco. Constante vaivén, comida salada, frío, falta de espacio, chocar con un montón de gente y, sobre todo, tener que trabajar hasta quebrarse el lomo para pagar el pasaje. Y es que eso era lo peor de todo, no podían permitirse viajar simplemente pagando, debían convencer a alguien que los contratara para la tripulación.

Si sólo tuvieran dinero...

Con ese pensamiento había salido de la posada y dado algunas vueltas por el lugar. Beltrexus no era tan ostentosa ni urbanizada como Lunargenta, pero tenía sus encantos, en especial por los fenómenos sobrenaturales que allí eran pan de cada día. Objetos volando, escobas que barrían por sí solas, el ocasional crío tratando de sacar llamas de sus manos sólo para lanzar un grito cuando se quemaba la punta de los dedos... ya sabéis, lo normal.

Se sentó en una banca cuando se encontró corto de ideas. La gente de allí no solía requerir demasiado de servicios menores cuando podían lograrlo con magia y no solían darle trabajo a los niños, que su cultura favorecía mucho la obligación de los pequeños de volverse poderosos magos cuanto antes. El prestigio de las familias dependía mucho de ello.

Tardó en prestar atención en él, pero a su lado había un hombre. Algunos brujos solían ser ostentosos en su apariencia, quizás con el objetivo de demostrar su poder con amuletos, tatuajes y otras parafernalias arcanas, mas este lo era a su propia manera. No parecía esforzarse en ser excéntrico, sino que daba la impresión que se le daba de manera natural. Su cabello disperso y en puntas, su barba dispareja, como la de un chico al que aún no le crece bien, sus uñas sin cortar, pero que daba la impresión que era por simple descuido, a juzgar por la falta de aseo, sus ropas arrugadas y con quemaduras en distintos lugares que no parecían importarle, pero por sobre todo la montonera de papeles que miraba de manera intermitente, sin descansar sus ojos en uno solo más de un par de segundos.

Demian no solía prestar mucha atención a la gente, pero al oír que murmuraba una y otra vez como si hablara con alguien de algo muy interesante, sólo que no había allí nadie más que ellos dos, terminó por mirarle fijamente.

—Quizás si permito que las energías arcanas fluyan mediante una runa equilibrada en sentido inverso al camino de la luna y dejo que la energía de los elementos se transfiera mutuamente en un flujo alineado con una apertura a un plano paralelo, ¿pero cuál? —escuchó que el hombre hablaba consigo mismo.

Demian se terminó acercando para echar un vistazo a los papeles, pero el sujeto casi da un salto y tomó todos sus datos, dando un abrazo al material como si se lo fueran a quitar.

—¿Y qué tal si agregas una segunda runa para compensar la primera?

El hombre levantó una ceja, desconfiado, evidenciando un pequeño tic nervioso en un ojo, el cual parecía hacer danzar una pequeña verruga de color rosado intenso.

—Continúa...

***

Un rato más tarde Demian presentaba la hoja en que el hombre le ofrecía una considerable suma de aeros a cambio de una colaboración en unos experimentos. Una frase estaba subrayada en el papel: "No se responde por posibles accidentes".

—Vamos chicos, obtenemos dinero y luego viajamos como reyes, que no quiero estar fregando pisos otra vez.

La ilusión en su rostro contrastaba con el hecho de tan sólo un día antes haber usado su daga para enterrarla en la espalda de su maestro querido. ¿Lo había olvidado tan pronto, ocultaba sus sentimientos o simplemente aún no procesaba lo ocurrido?

Los Gorriones, aún con ciertas aprensiones, estuvieron de acuerdo con tomar el trabajo. A fin de cuentas a todos les entusiasmaba la idea de viajar como pasajeros a cambio de trabajar un sólo día. ¿Qué podía salir mal?

Se presentaron a primera hora de la mañana, en el lugar indicado en el contrato. Era una suerte que tanto Chimar como Demian supieran leer. Algunas veces habían intentado enseñarle al más pequeño, pero éste no parecía tener demasiado interés y siempre encontraba una excusa para no hacerlo. "No necesitas saber leer para robar", argumentaba con frecuencia.

La casa era grande, destacando en el lugar, aunque estaba mal cuidada, como si fuera la residencia de alguien adinerado caído en desgracia, alguien que aún conservaba el lugar, mas no los medios para mantenerlo. La maleza crecía en el jardín, algunas murallas estaban dañadas y algunas ventanas había debido ser reemplazadas por simples trozos de madera clavados allí para siempre, sin posibilidad de abrirse.

Demian se acercó a la puerta, la que con apenas empujarla se abrió. No parecía que a la persona que vivía allí le interesara mucho la seguridad. Supuso que, si las cosas eran así, lo mejor era simplemente entrar y buscarle al interior.

—¿Hay alguien allí? —preguntó tras cruzar el portal.

Al principio había una especie de hall principal, del que aún colgaban unos cuadros sin cuidar, desalineados o humedecidos. En algunos de ellos se podía ver el retrato de una familia, una mujer elegante y una niña en distintas edades, pero ninguna mayor de los 5 años. Las pinturas lucían viejas. La vieja mesa que hacía de comedor hace tiempo había perdido una pata.

Avanzó otro poco, al fondo se oían unos ruidos, lo que indicaba que era el lugar indicado donde encontrar al sujeto de la extraña apariencia. El mal estado de sus ropas parecía cobrar sentido repentinamente.

Efectivamente, en la sala del fondo le encontró. Parecía que aún llevaba las mismas ropas con que le había visto en la plaza el día anterior, incluso no había que ser un genio para suponer que había dormido en las mismas... si efectivamente había dormido en algún momento, ya que las bolsas bajo sus ojos dejaban ese hecho en duda.

—Oh, que bueno que llegaron, sí, sí, adelante —dijo sin mirarles directamente, con voz nerviosa.

Sobre una gran meso descansaban un montón de papeles, cada uno relleno de distintos diagramas, símbolos arcanos, explicaciones escritas con letra temblorosa y dibujos a los que era difícil encontrar un sentido. Una pared estaba repleta de papeles clavados, todos escritos y con pequeños dibujos. Cada uno estaba titulado con una fecha. Al parecer describían los diversos intentos en sus experimentos. Todos terminaban con una sola palabra: "Fracaso".

Hasta para Demian, usualmente calmado y de nervios de acera (excepto cuando intentaba matar a alguien, claro), aquello le despertaba de pronto algo de desconfianza. Era claro que en lo que fuera que estuviera trabajando el sujeto no había tenido demasiado éxito hasta ahora.

—Poneos vuestro equipo de protección —agregó el sujeto indicando una esquina.

Descansaban allí una serie de escudos de metal provistos de unas tiras de cuero para amarrarlo por sobre el torso, protegiendo el pecho y el vientre, o al menos la mayor parte de los mismos. Había también otras protecciones, como cascos y muñequeras reforzadas. Una cosa era clara, fuera lo que fuera, el buen dinero de la recompensa era más que justificado.

Sus amigos procedieron a ponerse las protecciones, lo cual por un lado daba una sensación de seguridad, pero por otro daba la certeza de que, fuera lo que fuera que debían enfrentar, no iba a ser precisamente un nuevo sistema de limpieza, salvo que limpieza entendamos hacer volar un lugar a explosiones. Demian hizo lo mismo.

—Oh, claro, olvidé presentarme, mi nombre es Tolf, sí —dijo el sujeto con tono nervioso, mientras dejaba un grupo de collares de piedras sobre la mesa central, todas las cuales tenían una o más runas escritas en un material brillante.

El brujo indicó una pared al fondo, la cual estaba provista de una placa de metal manchado de negro. A su lado podía verse que las murallas tenían señales de haber sido quemadas.

—No os preocupéis —dijo sin quitar la vista de las piedras, escogiendo algunas— , ya tengo muy avanzados mis experimentos, sí. Mi ayudante debe estar por llegar, por cierto.

La verdad es que esa sola expresión de "no preocuparse" fue motivo a Demian para hacerlo un poco, pero no lo demostraba. Por otro lado, Ratita no parecía ser de los más alegres con todo el cuento, empezando por el hecho de que no había encontrado una protección que le quedara del todo bien por su tamaño. Claro está, Demian tampoco había tenido tanta suerte respecto a ese punto, pero al menos a ninguno de los dos se les caían las partes.

—Vale, yo voy p-primero —dijo el brujo a su amigo.

El científico-mago se acercó a él y le pasó uno de los collares. Tenía tres piedras con runas diferentes, unidas por una delgada cadena de metal ya algo oxidada. Demian suspiró con alivio de que, al menos, no parecía quemada.

—Bien, bien, no te asustes.

Cada vez que el sujeto decía algo por el estilo sólo contribuía a empeorar la situación, pero Demian estaba decidido a seguir adelante con todo, la paga era buena.

El adulto entonces se concentró, juntando su energía mágica en sus manos. Demian no estaba del todo seguro sobre cómo iba a seguir aquello, pero algo le decía que no le iba a gustar. Cuando soltó la magia, una bola de fuego salió disparada en su dirección.

Ni siquiera lo pensó, sólo reaccionó con reflejos casi felinos para dejarse caer hacia un lado, evitando así que el ataque diera en él, salvándose por un pelo. Dirigió una mirada furiosa a Tolf.

—¡¿Pero qué demonios?! —exclamó.

—No, no, no te preocupes —explicó aquel— , el collar que llevas es una protección, no te hará daño... se supone.

—Vale... pero no ataques con todo —contestó finalmente el chico, aún mirando de manera desconfiada, pero estaba dispuesto a probar. Su conocimiento de los arcanos le había indicado que al menos una de esas runas simbolizaba la protección y otra fuego, así que tenía sentido el experimento.

Se volvió a parar en el lugar indicado, tragó algo de saliva y esperó a lo que fuera que el destino tuviera para él. El adulto, al menos, hizo caso de la indicación del chico, poniendo menos energía en su ataque, aunque de todas maneras era una bola de fuego peligrosa. Demian hizo uso de toda su capacidad de autocontrol para no esquivarla o intentar bloquearla, dejando sus brazos firmes a sus costados.

El fuego estalló en su pecho, pero como si una boca succionara, el collar se lo tragó por completo en cosa de un segundo. A primera vista parecía que el experimento había sido un éxito. Demian sonrió aliviado, dejando el lugar. Sólo sentía algo de calor, como era esperable, especialmente en las orejas.

—Bien, bien... ¿quién es el siguiente? —dijo el sujeto anotando algunas cosas sobre unos papeles.

Chimar es el siguiente en cooperar con el experimento, que en apariencia resulta todo un éxito. Ha salido indemne del ataque, lo que es sin dudas un avance en el campo de la magia y los arcanos. Demian da un par de aplausos.

—Felicitaciones, esto es algo que no he visto antes, sin duda todo un avance —dice de manera sincera.

—Dem... —escucha la voz de Ratita.

—Dame un minuto, hermano —contesta Demian, acercándose a echar un vistazo a los planos. Todo está muy interesante.

Hace su entrada el asistente del brujo, un hombre de unos 25 años, delgado y de piel pálida, de ropas limpias y bien estiradas, casi la versión contrastante del maestro. Debe esquivar un poco el desorden, lo que parece no gustarle.

—Vaya, esto sigue igual de desordenado, maestro, usted no cambia —dice el joven, quitando un poco de polvo de encima de una mesa— no se cómo se las ingenia para ensuciar todo lo que ordeno.

Da una mirada a Ratita y los otros, rascando su incipiente barba, la que, a pesar de estar muy bien cuidada, aún parece la de alguien que no pasa de los 18 años. Da un saludo ligero y menea un poco la cabeza.

—¿Niños?, espero que el diseño haya mejorado esta vez.

Ratita está en el campo de tiro, así que llega su turno. El ayudante se prepara para lanzar un ataque, ante lo que el chico duda un momento.

—Dem...

Demian está muy envuelto leyendo los planos de aquel invento.

—Vaya, veo que ha usado una runa invertida para anular el efecto del elemento, pero ¿cómo logra que desaparezca por completo?, los elementos no pueden ser simplemente borrados así por así, deben ir a alguna parte, ¿no?, ha usado una runa que significa desplazar.

Demian aprovecha de conversar con el brujo, intercambiando ideas sobre el uso de los arcanos. No logra entender del todo cómo funciona el collar, hay algo que no le cuadra, pero quiere aprovechar de aprender. Sabe que aún le falta mucho por dominar ese arte. Comienza a replicar algunas de las runas en unas piedras vacías, usando un pincel especialmente diseñado por el brujo para ello.

Siente unas gotas de agua y ve a Ratita nuevamente, quien ha recibido un ataque del brujo asistente. Increíblemente, el chico ni siquiera está mojado, aunque su rostro no es el mejor de todos.

—Dem...

—Vale, vale, ¿qué querías decirme?

—Se te queman las orejas.

Demian abre los ojos como platos y nota que el calor de sus orejas no ha cesado. Al contrario, parece que se ha intensificado, sólo que estaba demasiado pendiente de los arcanos como para percatarse. Acerca una mano a ellas, pero siente el calor y retrocede. Sus orejas están, literalmente, en llamas, aunque no siente dolor. Pronto se da cuenta que de la punta de sus dedos también ha empezado a salir un poco de fuego, el que se pega a uno de los pergaminos.

—Pero... ¡¿qué mierda pasa?!

—Te intenté advertir... no me escuchaste.

El brujo escribe sobre un papel: "Fallido".

El caos se empieza a extender por el lugar y ciertamente el desorden del brujo no ayuda a evitarlo. Al haber papeles por tantos lados no es fácil no incendiar nada, y quién sabe qué más hay contenido en las distintas cajas y recipientes del lugar.

—Desde ahora siempre te escucharé, hermano —dice Demian a Ratita, aunque ya es tarde.

De pronto se escucha una explosión y no hace falta ser muy listo para saber que Chimar es presa del mismo efecto. La runa de inversión finalmente es entendida por el pequeño asesino, ésta logra absorber el efecto, pero no hacerlo desaparecer, sino canalizarlo a través de la persona... con todo lo que ello implica.

El incendio se extiende y Demian no puede hacer nada, se siente impotente, pues ahora lo que toca lo quema, en vez de apagarlo.

—¿Se acaba esto en algún momento? —pregunta.

—Pues, en los experimentos anteriores los resultados han sido variables —aclara el brujo, quien no parece especialmente asombrado de lo que ocurre— , no sabría decirlo con certeza.

El asistente tampoco parece especialmente asombrado, lo que da a entender que han pasado por esto más de una vez.

—Es una suerte que pueda manejar el agua —explica.

Abre una botella y comienza a manipular un poco de agua, pero de pronto se escucha un ruido, algo sencillo, pero que tendrá consecuencias inesperadas. Ratita estornuda. El problema está en que el pequeño ha absorbido una magia, por lo que su estornudo se transforma en un fuerte chorro de agua, el que sale con tal presión que el chico sale hacia atrás, dándose contra una muralla. Pero el problema no termina allí, pues el chorro corta la cuerda de un candelabro suspendido del techo, el que va a dar justo sobre la cabeza del asistente.

—Oh, eso se sale de los cálculos —dice algo nervioso el brujo de la ropa sucia.

El asistente está ahora inconsciente y el fuego se empieza a salir de control. Ratita es el único que puede usar el agua, pero se encuentra confundido por el golpe y, así como Demian no tiene control del fuego que sale ahora hasta de su cabello, siendo que es un brujo, menos Ratita controla los efectos.

—Calma, c-calma, Ratita, la magia está a tu servicio, sólo trata de mirar hacia donde hay fuego y estornudar, tú puedes —intenta orientarle Demian, aunque ni siquiera él está muy seguro de cómo funciona todo el asunto.

El brujo científico, en tanto, aprovecha de tomar más y más notas, así como de intentar salvar las que ya tiene. Ratita finge un estornudo, pero no parece tener mucho efecto.

—Dem, no me sale, lo de antes fue sin querer, no puedo controlarlo —dice con miedo.

Los ojos del pequeño se humedecen... y se humedecen... y se siguen humedeciendo, hasta que tiene la cara completamente mojada, con el agua ahora chorreando hasta su ropa. Aquello puede ser tanto bueno como malo, dependiendo del uso que se le de.

—Chim, no puedo tocar a Ratita o lo q-quemaré, haz algo, necesitamos que estornude o haga alguna cosa.

Demian de momento debe mantener la calma, sabe que cualquier intento por moverse acabará en un desastre, hasta que esa magia de fuego pase. ¿Es eso lo que se siente ser un tensai de fuego? la verdad es que cuando lo había visto en otros parecía más interesante y menos problemático.

Por suerte Chimar, usando una técnica más propia de Demian, logra usar a Ratita de manguera humana. Las cosas se mojan, pero al menos nadie resulta muerto. En todo momento Demian tiene la respiración cortada, un movimiento en falso de Chimar y podrían tener que recoger las partes de Ratita como un rompecabezas.

—Creo que ya va pasando —dice Demian a la pregunta de Chimar, antes que Tolf responda.

En efecto, poco a poco parece que sus llamas ven disminuyendo y, aunque aún no desaparecen del todo, se puede percibir que su peligrosidad ha menguado. Un alivio, pero con cierta lógica, si las runas absorbieron el poder de la magia debe haber un límite, la energía mágica no se crea ni se destruye, sólo se transforma, había explicado una vez su maestro.

—Es difícil de decir, pequeño, en los experimentos anteriores los efectos secundarios han tenido duración e intensidad variables. El de ahora al menos parece ser corto, pero intenso. Hace unos días tuve a una mujer echando pequeñas llamas por las orejas durante tres días —explicó Tolf.

Si bien en principio podía parecer un efecto incluso favorable, si lo pensaba, una protección que te hiciera atacar sin control a tu alrededor podía hacer más daño que bien, como habían atestiguado los chicos, aunque ahora quedaba mucho más claro el destino de todo aquel experimento. Pero... ¿por qué tanto afán en llevarlo a cabo?

—Bien hecho, Ratita —dijo entre risas cuando el pequeño se vengó. A pesar de haber salvado la situación, bien merecido se lo tenía su amigo.

A continuación observó a Tolf.

Quedaba claro que ese sujeto pasaba días enteros dedicados a sólo eso, a juzgar por los papeles no tenía descanso, siempre registrando, siempre estudiando. Con el conocimiento que tenía sobre los arcanos bien podía hacerse famoso, pero seguía empecinado en ese proyecto, como si la vida se le fuese en ello. Incluso ahora, si Demian lo observaba, estaba tomando notas, aunque su rostro era... ¿triste?.

Las personas eran todo un misterio. Su maestro le había enseñado siempre a observar a los otros, hasta sus más pequeños gestos, con tal de memorizarlos y entenderles, esa era el arma de un ilusionista, no se puede engañar a la realidad si no se le conoce en detalle.

Demian se concentró más y más en el sujeto, su cabeza gacha, sus hombros caídos, imitándole. Por un momento fue como si el chico fuera un reflejo del brujo. Y lo que sentía era pena.

—¿Por qué estás triste?, tus exp-perimentos son muy poderosos —le dice de manera seca, no como quien intenta reconfortar a alguien en su dolor, sino con una curiosidad totalmente pura, libre de compasión.

Tolf no responde, sólo camina hasta una muralla y recoge un cuadro que ha caído con todo el descalabro. En él se puede ver una mujer y una niña de unos 4 años. A simple vista parece que no es nuevo, debe tener al menos unos 10 años de antigüedad. Acaricia el rostro de los retratos y lo vuelve a colgar. Demian levanta una ceja extrañado.

—Porque les he fallado —contesta.

Demian puede ser muy perceptivo, analítico y eficaz en las estrategias, pero todo eso le vale de nada a veces, cuando se trata de ir más allá de lo evidente en las relaciones humanas.

—No ha sido tan grave tampoco, no ha pasado nada que no tenga solución —dice pensando que se refiere a ellos o a su ayudante.

Tolf camina de vuelta a ellos, su mirada aún más triste que antes. Una lágrima rueda por una de sus mejillas.

—Entiendo si se quieren retirar, de todos modos les pagaré —dice.

Escuchar una promesa de pago por tan poco trabajo resultaba una oferta más que interesante, como si fuera un regalo caído de la nada. No esperaba que fuera tan corto el esfuerzo y ahora tendrían dinero para viajar cómodamente de regreso a Lunargenta. El chico se dispuso a estirar la mano para aceptar la paga, pero entonces...

—¿Qué...?, digo... claro, nos quedaremos... ¿nos quedaremos?

Miró extrañado a su hermano. ¿Era que de pronto le había gustado ser capaz de usar la magia?, no lo culpaba por ello, pero no estaba muy seguro si era la manera más segura de practicarla. Ratita, en silencio, parecía estar dispuesto a cooperar también, o al menos no protestaba. Demian intercambió una mirada con el chico, pero éste no parecía ser capaz de dar una explicación clara de por qué Chimar quería ayudar, aunque en su rostro no había confusión, de algún modo entendía.

—Vale, este es de ese tipo de cosas que t-todos se enteran menos yo —dijo más para sí mismo que para el resto, en voz baja.

El brujo de los experimentos sonrió, aunque con cierto esfuerzo, como si el acto no le resultara del todo fácil. Chimar había hablado de que no les había fallado a alguien, en plural y femenino. Demian se frotó el mentón y de pronto miró al cuadro. ¿Podía ser eso?... no, no tenía sentido. Dio un suspiro y terminó por olvidar el asunto, tenían trabajo que hacer.

—Algo conozco de runas, pero no soy un experto —comenzó a decir— , pero algo me dice que la runa de inversión es el problema. ¿No se puede reemplazar por otra?

—He probado con varias, esa es la única que ha dado un resultado favorable.

Demian se frotó el mentón, pensando. Debía haber una forma de llevar a cabo ese experimento sin terminar hecho una antorcha otra vez.

—Chim, la magia es como una substancia, existe, pero no puedes verla, está allí, en todos lados, en todas las cosas, es como un líquido que lo llena todo. Cuando alguien hace un conjuro junta una gran cantidad de ese líquido y lo concentra, cambiando sus propiedades —explicó a su compañero— , no me mires raro, se que no eres un mago, pero q-quiero que pienses como científico. Si esta... substancia... necesita salir de alguna forma, ¿se te ocurre algún modo de lograrlo sin todo ese escándalo que hemos visto?... he visto que algunas de tus máquinas tienen unos tubos que sacan humo... ¿crees que se pueda hacer algo similar con la magia?

Demian sabía que su amigo no era un mago, pero aún así confiaba en su intelecto y creatividad, a veces una mirada de alguien distinto, alguien que no tiene los vicios de quien conoce demasiado de un tema, puede dar un empujón más útil.

Mientras los chicos hablaban, Ratita se había acercado al pobre ayudante y le ayudaba a despertar, que por su culpa había quedado inconsciente. Aún salía algo de agua de sus ojos, con lo que aprovechó de refrescarle para que despertara, aunque era claro que no sería de gran ayuda al menos por unos días. Un golpe en la cabeza no es algo que se deba tomar a la ligera.

—Ratita, ninguno acá es experto en medicina, sería mejor que fueras a buscar ayuda, no hay elfos, pero en Beltrexus encontrarás fácilmente un sanador —le indicó Demian.

El pequeño asintió y salió de la casa. Al menos no causaría estragos con sus estornudos esta vez y aquel ayudante necesitaba atención de alguien experto.

Demian escucha la explicación de Chimar y comienza a sacar sus propias conclusiones. Aunque el chico ha usado palabras que parecen chino, se entiende el sentido, que resulta bastante obvio. De alguna manera es necesario que la energía absorbida sea absorbida y re-distribuida.

—La manera más segura de liberarla es hacia arriba, ¿no?, digo, hacia algún lado hay que liberarla y hacia los lados siempre está el riesgo de alcanzar a alguien —razona Demian en voz alta.

Se acerca a la muralla, aquella donde hay pegados papeles de tantos fracasos y toma una pluma de la mesa. Comienza a buscar palabras clave entre ellos, cosas que puedan darle una señal. Desprende uno de la pared con telekinesis y lo deja a un lado. Lamentablemente algunos se dañaron con todo lo ocurrido, pero va seleccionando los que parecen útiles. No puede tocarlos con las manos de momento, no hasta que las llamas desaparezcan por completo de sus dedos, pero al menos tiene su telekinesis.

—Vale, vale... tenemos que clasificarlos según las runas usadas, todos los intentos fallidos tienen que ir en orden según la runa que fue usada para manejar la absorción. Así podremos ver qué efecto causa cada una en la ecuación completa.

El trabajo puede resultar tedioso, pero resulta una manera más segura de llegar a una conclusión, en de arriesgarse de inmediato a nuevos desastres con la esperanza de encontrar la fórmula correcta. Mira con cuidado, mientras clasifica.

—Al parecer las que tienen esta runa —indica una que parece un pequeño remolino— hacen que los efectos salgan en todas las direcciones, por lo que es muy peligroso usarla —agrega descartando un montón de papeles.

El brujo experto se acerca. Al fin y al cabo son sus resultados y él conoce mejor que nadie lo que he escrito allí, además de que demuestra saber mucho de runas y arcanos. Rápidamente comienza a realizar una clasificación más eficaz.

—Chimar, aquí, sabe mucho de experimentos y esas cosas raras —explica y luego mira a su amigo— Chim, mira los resultados de esos experimentos, los fallidos, y di cuáles son los que más se parecen a eso de disparar, aunque sea mezclando dos o tres runas diferentes.

Demian debe admitir que leer todo aquello resulta interesante, incluso algunos de los casos reportados destacan bastante, como el de un sujeto que lanzaba pedos cortantes, con consecuencias graves para sus pantalones, o el que producía una sudoración exagerada que duraría más de una semana.

—Quizás este método puede funcionar —reconoce el brujo— , aunque puede que aún necesitemos hacer unas pruebas más adelante, cuando demos con la fórmula.

El brujo sigue la línea de pensamiento de los chicos y se dan a la tarea. No es un trabajo fácil, pero logran ir clasificando de a poco las ojas, hasta que el ingenio científico de Chimar logra lo que pocos se atreverían, aplicar conceptos de ciencia a la magia.

La combinación resulta curiosa, pero al menos Demian está dispuesto a probarlo. De todas maneras, no parece que la cosa pudiera salir tan mala como suena, después de todo los otros sujetos de prueba parecen haber sobrevivido sin mayores daños que síntomas molestos.

Al menos el fuego de sus manos parece ceder, ya no siendo más que un calor exagerado que está seguro que pronto se esfumará. No está del todo seguro sobre las orejas y el cabello, así que es mejor no arriesgarse a tocar nada. Nunca había pensado que soltar fuego pudiera ser tan complejo. No era de extrañar que la taza de incendios en Beltrexus fuera tan alta.

Ya tenían las instrucciones y debían probar si aquello iba a funcionar. Demian caminó hasta el lugar indicado, el mismo donde habían pasado todos los gorriones, parándose de manera calma y colocando el collar en su cuello. La verdad es que no era de lo más estético un collar con tantas piedras con runas, incluso molestaba un poco, pero al menos como diseño preliminar prometía bastante.

—Disp-para sin miedo —le instruye al brujo.

El adulto no se ve del todo convencido, pero está decidido a llevar el experimento adelante, se lo debe a las personas de ese retrato. Levanta sus manos y un montón de llamas comienzan a arremolinarse, las que concentra en una bola ardiente que lanza en dirección al pecho del chico.

Demian no hace ademán de protegerse, está estoico como un tronco, siguiendo con su vista la bola de fuego hasta que llega a su pecho, desapareciendo en el acto. Empieza de inmediato a contar.

—Uno... dos... tres —no sabe cuánto tardarán en aparecer los efectos.

De pronto siente abundante calor salir de su cabeza y puede observar que saltan algunas llamas hacia lo alto, de manera dispersa. Al cabo de algunos segundos el efecto cesa. Demian acerca su mano a su cabello para comprobar que ha sido así y, en efecto, no se quema. Tampoco sus dedos parecen sacar fuego.

—No es del todo perfecto, pero yo diría q-que es un éxito, ¿no?

El brujo asiente con una sonrisa, aunque hay pena en sus ojos. Iba a decir algo, pero la voz de Ratita interviene.

—Chicos... ya tengo ayuda.

Viene acompañado de una mujer ya en sus cuarenta, todo un logro para un mundo donde la mayoría muere antes de los 30. No es de extrañar que haya pocos aventureros que superen esa edad. La mujer trae un bolso con distintos instrumentos y pócimas. Se acerca al caído, que por lo demás ha sido ignorado por el resto durante un rato. Seguro reconsiderará su condición de ayudante de ese brujo luego de todo aquello.

—No es nada tan grave, con unas pócimas y todo estará bien —dice la mujer, convencida, tras examinarlo.

—¿Qué dices Chim, te atreves a intentarlo una última vez? le dice a su compañero, saliendo del lugar del experimento.

El collar se desarma en su cuello, al parecer no es una protección permanente, sino que se daña al usarlo, pero eso no le resta mérito a su capacidad.

Tras la prueba de Chimar, se podía decir que el experimento había sido un éxito. Demian no conocía la historia detrás de todo, pero finalmente pudo comprender que aquello tenía un valor profundamente sentimental para el brujo, más allá del mero éxito. En su mirada había una satisfacción por algo contenido mucho tiempo, aunque seguramente aún faltaban cosas por mejorar, especialmente en el área del disipado, pero la labor de los Gorriones ya había concluido.

—Les dije que no sería tan malo —dijo a sus compañeros Demian.

Ratita no parecía del todo convencido, lo que era aún más evidente en su negativa a prestarse como sujeto de prueba para un último procedimiento, pero eso ya no era necesario y podrían perdonárselo al más joven de los Gorriones.

—Y creo que ya es hora de hablar de la p-paga, ¿no? —dijo de manera directa el joven ilusionista, acercándose al que había sido su jefe durante aquella jornada.

El sujeto metió sacó unos sacos de monedas y los repartió a los niños. No parecía importarle demasiado el dinero, como atestiguaba el lugar, aunque se notaba que sí lo poseía en abundancia. Quizás ahora que podía estar más tranquilo sobre sus experimentos se preocuparía más de sí mismo, aunque era difícil decirlo con certeza.

Ratita lucía especialmente contento con su paga, y es que el pequeño no estaba acostumbrado a recibir tanto dinero de una sola vez y la idea de viajar como era debido, como pasajeros en un barco, de regreso a Lunargenta, se le hacía atractivo.

—Ha sido divertido, señor —dijo Demian con una pequeña reverencia— , y me ha servido para aprender un par de cosas.

—Lo mismo digo, pequeños, ahora id y gastad ese dinero antes que alguien os lo quite.

Demian sonrió. —No se preocupe —dijo mientras se giraba hacia la salida— , sabemos cuidarnos, además es nuestro pasaje de vuelta a nuestro hogar.

Ratita dio un último chequeo al aturdido asistente, pero tras comprobar que estaba en buenas manos con el sanador comenzó a seguir a Demian, alcanzándolo pronto.

El olor del mar, aún tenue, les indicaba que no quedaba mucho para llegar al puerto y