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Mensaje  Elen Calhoun Dom Oct 18, 2015 10:25 pm

El viaje de regreso a Beltrexus resultó más complicado de lo previsto, pues no solo tuvieron que hacer frente a las inclemencias del tiempo, sino que también debían tener en cuenta el estado de Huracán, que permanecía inconsciente en el camarote. Con ayuda del capitán de la embarcación, y de un mozo de los muelles, la de cabellos cenicientos consiguió trasladar a su compañera hasta la academia Tensai, donde las recibieron con evidente preocupación nada más verlas.

Sin perder tiempo, una de las profesoras de magia le indicó el camino hacia las habitaciones más cercanas, donde pudieron recostar a la maga para que descansara, mientras se reponía del desmayo. - ¿La conoce? Se desvaneció mientras utilizaba sus poderes. - musitó Elen, tras despedirse del capitán y entregarle los aeros pactados para que las trajese de vuelta a las dos desde Cala de la luna.

- Por supuesto, es una de nuestras alumnas. - contestó la profesora, una mujer alta y delgada, ataviada con una túnica granate. - Pero como a todos, el uso de nuestros poderes nos consume la energía, me temo que eso es lo que le ha pasado. - añadió instantes después, al tiempo que se sentaba junto al cuerpo de Huracán y colocaba la mano en su frente, para comprobar que no tuviese fiebre ni nada parecido. - Espero que despierte pronto. - susurró, antes de levantarse y girarse hacia la alquimista.

- ¿Necesitas algo? También pareces cansada. - preguntó, al percatarse de la palidez del rostro de la joven Calhoun. - No es nada, pero gracias. - respondió Elen, tratando de sonar amable. El viaje había sido largo y gracias a Geist nada tranquilo, pero dado el estado de la tensai de aire, esperaría antes de retirarse a descansar en alguna posada. - Si no le molesta me quedaré aquí, por si despierta. - prosiguió, y la profesora se limitó a asentir en respuesta, para acto seguido abandonar la estancia, dejándolas solas.

La de ojos verdes dejó escapar un suspiro y se acercó a la ventana para echar un vistazo al exterior, que a aquellas horas rebosaba actividad. Decenas de transeúntes paseaban por las calles de Beltrexus, deteniéndose a mirar los comercios o a charlar con otras personas, manteniendo el buen ambiente que caracterizaba la aldea. Por un momento la bruja dejó de lado todos los pensamientos relacionados con aquella accidentada visita a la cala, y se centró en el motivo que la había traído a su tierra natal.

Si bien era cierto que solía visitar las islas con frecuencia, aquella vez pretendía volver a trabajar con Crowley, y de paso visitar a los que consideraba como unos segundos padres en el bosque, con suerte no encontraría ninguna Manticore por el camino. Bajó la vista a su bolsa de cuero y extrajo de la misma el extraño tomo que había encontrado en el interior de la caverna, depositándolo cuidadosamente sobre una mesa cercana para examinarlo más detenidamente.

Elen seguía sin entender ninguna de aquellas inscripciones élficas, pero quizá Huracán tuviese razón, y alguien de la academia tensai pudiese arrojar luz sobre el misterio que encerraban las páginas del ornamentado libro. Echó un vistazo hacia la de cabellos castaños para comprobar si seguía inconsciente, luego volvió a centrarse en hojear el tomo, buscando algún grabado o dibujo que pudiese interpretar.


Última edición por Elen Calhoun el Vie Nov 06, 2015 5:15 pm, editado 1 vez
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Mensaje  Anastasia Boisson Lun Oct 19, 2015 6:30 pm

Estoy en un bosque, de noche. Me persiguen, pero no logro distinguir quién. Solo sé que son vampiros. Con una forma extraña, no humana, y emiten sonidos extraños, como graznidos de ave. Veo una especie de torre derrumbarse frente a mí, de la que salen lobos persiguiéndome también. Estoy rodeada. Pero no me rendiré. Saco mi ballesta y mis bombas. Comienzo a disparar. A todos. Tratando de elevarlos. Si alguno se acerca demasiado lo lanzo por los aires.

Durante la incesante batalla, veo al fondo a una mujer alta, de cara reconocible. De pelo largo y ojos castaños. Era mi madre. Ella me mira, pero no participa en el combate. En vez de luchar, me quedo observándola, observo como la tengo tan cerca… pero se desvanece poco a poco. Estiro el brazo para tratar de alcanzarla, mientras siento como un vampiro se abalanza por mi espalda y me muerde violentamente el cuello.

-¡No! – Despierto con un grito fuerte y me incorporo totalmente desubicada y mirando hacia los lados. No era un bosque, sino una habitación relativamente pequeña. De cierta estética a las de la academia Tensai. Y a mi lado no estaba mi madre, era una mujer – ¿E… Elen?

Me llevo las manos a la cabeza, qué pesadilla más horrible. Estaba algo dolorida de la cabeza. Pero ya iba acordándome de la cosa. Estábamos en la cueva, con Geist, no pude controlar el huracán y entonces me desmayé. Pero por lo visto, Elen había terminado ganando la pelea, al menos allí estaba, y con el libro que había tomado en la cala.

-¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? – le pregunté, aún en la cama. Pero ya lista para salir. Imagino que no sería demasiado. Ya sentía mi energía fluir por dentro como nueva, esto era algo muy útil en los brujos, la rápida capacidad de regeneración de la energía – Supongo que debo darte las gracias. Ha sido muy gentil por tu parte. – le dije lo más cortésmente que pude dentro de mi habitual poca gracia, pero desde el sentimiento de que me hubiese salvado.

Me incorporé y me ajusté la ropa. Estaba vestida con mi habitual atuendo oscuro. Fue entonces, cuando entró otra mujer alta y delgada, vestida con una túnica granate.

-Maestra Pantine – le dije haciéndole una reverencia con la cabeza. Profesora de “Teoría de los elementos”, asignatura básica de primero.
-Maestra Huracán – me respondió con el mismo gesto, aunque había sido mi profesora, tras superar las pruebas y haber sido la más joven en conseguirlo ahora yo también tenía ese rango – me alegro que os encontréis bien. Me teníais muy preocupada. – continuó con voz calmada – Le transmito mi buenaventura y la del resto de profesores de la academia.
-Muchas gracias, maestra – le respondí de nuevo cortésmente, inclinando la cabeza.

Se detuvo unos instantes y observó a mi compañera. Que por lo visto ya había visto, y el libro que tenía entre manos.

-El catedrático Dorian desea verla, maestra. – me dijo volviendo a dirigirse a mí – A usted… y a su compañera. – dijo mirando a Elen y haciéndole una reverencia con la cabeza a la mujer de pelo ceniciento, luego volvió a girarse hacia mí – Se encuentra… disgustado, por decirlo así, con su reciente comportamiento.

No pude poner otra cara que no fuera de sorpresa. Eso de “disgustado” no sonaba nada bien. El maestro Dorian, recientemente catedrático del viento, era como un padre para mí. Mi madre confió en él para que me criara y tuviera una vida tranquila, pues ella pasa por Beltrexus apenas cuatro o cinco veces al año.

Y así lo hizo el maestro. Lo que menos quería era que me expusiera al peligro y siempre me protegió en algunas ocasiones, incluso con su vida. En cierto modo yo siempre fui la hija que siempre quiso tener. Era la única persona del mundo en la que confiaba plenamente, y me dolía haberlo disgustado pese a que él me dijera que no me metiera en líos. No quedaba más que apechugar y atender la bronca que me tuviera que caer. Lo que más me fastidiaba es que esta riña no fuera privada, sino con mi compañera al lado. Pero él era un rango superior a mí y había que aceptar sus decisiones.

-Así sea, maestra Pantine– respondí con la cabeza y las cejas algo bajas, con un ligero toque de tristeza. La mujer volvió a asentir y se despidió, dejándonos a Elen y a mí solas.
-Estupendo. Que tengan un buen día.
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Mensaje  Elen Calhoun Jue Oct 22, 2015 12:02 am

Huracán no tardó en despertar, y lo hizo de forma repentina, gritando e incorporándose rápidamente de la cama. Por un instante la de ojos verdes se vio reflejada en la tensai, al recordar como las terribles pesadillas de los jinetes conseguían causar en ella el mismo efecto, al menos durante los primeros meses que pasó bajo la sombría maldición. Apartó de inmediato aquellos pensamientos de su cabeza, mientras la desubicada maga observaba cuanto la rodeaba, en busca de algo conocido.

Perder el conocimiento durante un combate y despertar en un lugar totalmente diferente le había afectado, como era de esperar, así que decidió darle unos minutos para que comenzara a recordar lo sucedido. Al menos la reconocía, y tras unos momentos pareció relajarse, dejando de lado la pesadilla que acababa de tener. - Unas horas…- respondió Elen con tono calmado, para segundos después volver a tomar la palabra. - No tienes que agradecerme nada, no iba a dejarte en esa cueva con Geist, solo los dioses saben qué habría intentado hacerte. - añadió, justo antes de que la maestra regresara a la habitación.

En silencio, prestó atención a lo que hablaban, mientras recogía el libro que había traído consigo. Ya que su compañera se había repuesto pronto abandonaría la academia, aunque primero trataría de averiguar si alguno de los profesores podía descifrar los grabados del tomo, cosa que para ella resultaba imposible. Sin embargo, la mujer de túnica granate tenía otros planes para la joven Calhoun, que la miró algo sorprendida al escuchar que uno de los catedráticos quería verla.

Tras devolver la reverencia a la dama, desvió la vista nuevamente hacia Huracán, que no parecía contenta con la petición de Dorian. La de cabellos cenicientos no quería estar presente en una conversación que debía ser privada, pero dada la situación, esperaría a ver qué quería el catedrático. - Lo lamento, quizá no debí traerte aquí pero fue lo único que se me ocurrió. - dijo la hechicera, en cuanto Pantine abandonó la estancia.

A decir verdad no había tenido muchas opciones en su momento, el capitán del barco se había comprometido a ayudarla pero hasta cierto punto, así que solo podía elegir entre llevar a la tensai hasta la posada más cercana o a la academia en que había estudiado. Sin pensarlo se decidió por la segunda, pero puede que se hubiese equivocado al traerla hasta allí. Con el tomo aún bajo el brazo, la de ojos verdes se dispuso a cruzar el umbral de la puerta, pero pronto se detuvo, pues no conocía el lugar y probablemente terminaría perdida.

Elen nunca había visitado aquella academia, ni siquiera para ver a Leonora, la hija de la pareja que había criado a los hermanos Calhoun como si fueran suyos, así que dejaría que Huracán la guiase. Aguardó junto a la puerta y se volvió hacia su compañera, por si tenía algo que añadir antes de que ambas emprendiesen el camino hacia el encuentro con Dorian, algún consejo a tener en cuenta o algo por el estilo.

Evitaba pensar en lo que hubiese pasado con Geist, pero si tenía algo claro, esperaba no volver a cruzársela en el camino.
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Mensaje  Anastasia Boisson Jue Oct 22, 2015 9:23 pm

Cuando la maestra Pantine se fue, Elen mostró algo de arrepentimiento por haberme llevado a la academia. Ni mucho menos había sido una equivocación.

-Tranquila. Me has traído al lugar en el que más segura iba a estar. – tal vez la cara que puse cuando Pantine dijo que el catedrático quería verme preocupó a la bruja de pelo blanco – Es solo que… Bueno. Ya lo entenderás – concluí. Tampoco quería dar demasiadas explicaciones de mi relación con el catedrático.

Me aguardó en la puerta para que pasara primero. Se notaba que nunca había estado aquí. Salimos por la puerta y nos encontramos en una especie de pasillo, adornado con tablones de madera brillante y barnizada. Era un pasillo largo que bordeaba una especie de claustro o patio interior. Que aguardaba unos cuidados jardines con una fuente en su parte inferior, ya que estábamos en el primer piso.

-Estamos en el edificio del elemento del viento. – le indiqué, señalando todas las puertas similares – Estos son los dormitorios de los profesores -  le señalé. Por el camino íbamos cruzándonos con maestros vestidos con togas o con ropa oscura, similar a la mía – los de las togas son profesores de teoría, los que vamos de campo somos también investigadores o profesores de práctica – le explicaba.

Bordeamos casi la totalidad del claustro, desde el patio interior se veía una torre circular que ascendía verticalmente. - Ahí es el despacho del catedrático Dorian- Le mencioné. Subimos por una escalera de caracol bastante estrecha hacia su despacho. Y piqué despacio a la puerta, a continuación, entramos. Era un despacho de madera, lleno de estanterías con libros y un escritorio al fondo. Ahí estaba el catedrático, mirando por la ventana. Era un hombre alto y de unos sesenta años de edad, vestido con una túnica beige y larga, y una barba más o menos densa, aunque relativamente corta. Estaba mirando por la ventana. Se giró para atendernos.

-Catedrático Dorian – le dije, haciendo un amago de inclinar ligeramente la rodilla. Así era como se saludaba a los catedráticos. Que eran como los jefes de cada especialidad Tensai.
- Maestra Huracán – me respondió con una reverencia con la cabeza – y su joven acompañante – a Elen no le hizo reverencia pues no era maestra. Él era muy estricto para el protocolo. Y encima parecía estar de mal humor.

Sin decir una sola palabra más se sentó en su escritorio. Y se dispuso a abrir un libro.

-Maestra Huracán, ¿le parece sensato entrar a una cueva oculta en una playa con una asesina repleta de sirenas e incitar a una tercera mujer inocente y sin experiencia a poner en riesgo su vida? – señaló con la palma extendida - ¿Es que no habéis aprendido nada todos estos años?
-¡Un momento! ¿Cómo sabes eso? – Su comentario me descolocó totalmente. ¿Cómo sabía dónde estaba? Tanto me hizo enfadar que abusé de la confianza y lo traté de “tú”. Incluso miré hacia Elen a ver si había ella quien se había chivado. Pero luego volví a mirar hacia él - ¿Me pones espías? – no sería la primera vez que lo hacía.
-Sólo trato de protegerte – él ahora se dirigió a mí también de tú – Guardas un poder muy poderoso que no controlas, como tú misma te habrás dado cuenta – haciendo alusión a mi desmayo.
-¿Y con qué podré aprender a controlarlo? ¿Con los grillos del parque? – dije sarcásticamente ya totalmente indignada, haciendo aspavientos con los brazos y en malos tonos. Empezaba a enfadarme. Pero no debía hacerlo - ¡Si ni siquiera me das libertad para explorar sola una puñetera isla que conozco como si fuera mi casa! ¡Y tengo casi 25 años!

Mis modales no hicieron sino enfadar más al hombre. Que resopló fuertemente antes de contestarme.

-Te lo advierto, Anastasia. No vuelvas a levantarme la voz – me hizo con un gesto amenazante con el dedo índice – ya hablaremos de esto en otro momento - finalizó

Ahora sí que me había enfadado. Había llegado demasiado lejos. ¿Por qué narices tuvo que mencionar mi nombre delante de Elen? Se supone que es algo que sólo él y mi madre sabrían hasta aquel momento. Ni siquiera los profesores de la academia lo sabían. Parecía que lo único que buscaba era dejarme en evidencia al lado de mi compañera. Hice varios gestos de negación con la cabeza, coloqué los brazos en la espalda, apreté los puños, me mordí los dientes y di un paso atrás. Puede que aquel hombre me hubiese hecho mucho bien en el pasado, pero ahora lo único que hacía era atrasar mis progresos.

-Eres igual que tú madre... – ya estábamos con las analogías. Apoyó una mano contra la otra y la cabeza sobre éstas y miró hacia Elen – En cuanto a ti… Muy osada tenéis que ser, o muy ignorante, para venir aquí con un libro de magia negra.

OFF: Puedes usar al catedrático como quieras para desarrollar la trama del post. Se supone que él es sabio y podría tener una idea de a donde dirigirnos o qué hacer con el libro. Con que evites decir información personal de Huracán que se supone que solo él sabe basta. De eso me encargo yo xD
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Mensaje  Elen Calhoun Sáb Oct 24, 2015 9:39 am

La tensai no tardó en tomar la palabra, para tranquilizar a la de ojos verdes y asegurar que la había traído al lugar más seguro, lo que ayudó a Elen a no sentirse culpable de lo que estaba por suceder. Salió de la estancia tras ella, permitiendo de ese modo que Huracán le enseñase el lugar en que se encontraban, pues nunca antes había visitado aquella academia. Después de bordear un bonito patio con jardín, la de cabellos castaños comentó que se encontraban en el edificio del viento, su elemento.

La academia de alquimistas no era tan diferente a aquella, tenía los pasillos cuidadosamente ornamentados y varios patios interiores, donde los alumnos se reunían para compartir experiencias o relajarse escuchando el sonido de las fuentes. Lo que más recordaba la hechicera del lugar era la enorme biblioteca, donde había pasado la mayor parte del tiempo durante sus años de estudio, tratando de aprender tanto como podía sobre el manejo de sus elementos y la alquimia.

Sin duda aquellos años habían servido de mucho, ahora Elen manejaba con mucha soltura la electricidad y empezaba a dominar el aire, que con algo más de práctica podría crear de la nada. Este último era su objetivo más inmediato con respecto a sus poderes, pero tendría que pedir ayuda a su madre para mejorar con el viento, Yennefer sabría enseñarle todo lo necesario. Paseó la mirada por entre las figuras que había en el pasillo, mayormente profesores e investigadores de campo, y por un instante sintió como si hubiese regresado a su época en la academia de alquimistas.

Cuando finalmente llegaron hasta una torre, Huracán le indicó que el despacho del catedrático al que tenían que ver se encontraba en ella, y de inmediato comenzaron a subir por la estrecha escalera de caracol. Ya frente a la puerta, la tensai tocó con lentitud, para luego adentrarse en la estancia seguida de la de cabellos cenicientos, que esperaba no presenciar una discusión privada.

Dorian encajaba perfectamente con la típica imagen de un profesor, y viendo el respeto que Huracán le mostraba, la joven Calhoun también optó por hacerle una reverencia, aunque aquellas cosas de protocolo no se le daban bien. Tras los pertinentes saludos, el catedrático no perdió el tiempo, se dirigió a la tensai para increparle por su comportamiento, catalogando a la alquimista de mujer inocente y sin experiencia, lo que estuvo a punto de provocarle la risa.

Demonios, con todo lo que Elen había tenido que enfrentar en los últimos años nadie podía considerarla inexperta, había matado más bestias de las que aquel hombre hubiese podido ver. Y de por sí, la sirena no había sido una criatura muy problemática, si no hubiese intervenido Geist en contra de las demás podría haber terminado con ella fácilmente. El demonio sombrío de la llanura, eso sí que era un ser temible, al que no esperaba volver a encontrar en su camino.

Regresando a la conversación que mantenían Dorian y Huracán, quedaba claro que el catedrático sobreprotegía a la joven, como un padre que se preocupa por que a su hija no le ocurra nada malo. Podía ser comprensible pero hasta cierto punto, poner espías para que la siguiesen ya era demasiado, y ¿dónde se habían metido cuando hacían falta? Vaya unos guardianes.

La de cabellos castaños se alteró notablemente, y fue entonces cuando Dorian quiso pararle los pies, dejando escapar el verdadero nombre de la tensai, Anastasia. La discusión terminó, pero Huracán se mostraba claramente disgustada, sus gestos la delataban. Luego de eso le tocó el turno a la alquimista, a la que no le agradó nada que la tratase de ignorante, pero debía admitir que no poseía conocimientos como para descifrar el libro por su cuenta, nadie se había parado a enseñarle élfico.

- Magia negra…- musitó, bajando la vista hacia el tomo que sostenía. Puede que aquel detalle tuviese que ver con la terrible desgracia que había ocurrido en la cueva tiempo atrás, pero Elen prefería mantenerse alejada de todo lo que tuviese que ver con las sombras. - Carezco de conocimientos para saber lo que pone, pero quizá usted pueda arrojar algo de luz al respecto. - añadió instantes después, para acto seguido depositar el libro ante Dorian.

El mago observó con detenimiento la cubierta, para luego comenzar a pasar las páginas, prestando especial atención a algunas de ellas. - En las manos equivocadas este libro podría hacer mucho daño, debéis llevarlo a William, es experto en este tipo de cosas y sabrá que hacer para destruirlo correctamente. - dijo con seriedad, antes de devolvérselo a la de ojos verdes. - Podréis encontrarlo en una modesta casa situada en el lindero del bosque, fácilmente reconocible por este símbolo, que está grabado en la puerta. - prosiguió, al tiempo que extraía de uno de los cajones un medallón circular.

Elen observó con interés el colgante, grabando la imagen en su mente para hallar con mayor rapidez la casa del experto. Tras esto retrocedió hasta ponerse a la altura de su compañera, sin saber si la joven y el catedrático volverían a cruzar palabra.
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Mensaje  Anastasia Boisson Sáb Oct 24, 2015 3:50 pm

El asunto de magia negra que había comentado sobre la magia negra había parecido despertar algo mi interés. Sin embargo eso no iba a lograr aliviar mi enfado por lo acontecido. Seguí la conversación de brazos cruzados y con el ceño fruncido hasta que mi maestro nos indicó que nos dirigiésemos a la casa de un tal William, situada las afueras de la ciudad, cerca del bosque.

El catedrático también le proporcionó un colgante. Elen pareció conforme con el obsequio, que representaba una extraña figura o símbolo que supuestamente revelaría qué vivienda era la correcta. Si el catedrático lo decía, seguramente fuese cierto. La poderosa bruja retrocedió hasta mi posición y nos dispusimos a partir. Yo no pensaba mediar cierta palabra. Abrí la puerta para salir de la habitación y ya me disponía a salir, pero volví a sentir otra vez de nuevo al catedrático llamándome, de nuevo, por mi nombre.

-Una última cosa, Anastasia. – me dijo. Si el hombre me advertía esto es que consideraba peligroso el sitio – No considero apropiado que vayas tú. Podría ser peligroso. – esto me hizo enfadar aún más.
-¿Y para ella no es?– Respondí indignada, sin mirar a Elen torciendo la cabeza hacia un lado en dirección a ella. – Mejor ponme unos guardianes por si tropiezo con la rama de un árbol y me rompo una pierna – continué con un tono satírico.
-Sobre ella no tengo control. – me respondió – Me ha pedido ayuda y la he ayudado en gratitud por haberte sacado de la cueva.
-¿Ni siquiera tengo entrenamiento suficiente para ir a las afueras de la ciudad? ¿Cuándo dejarás de tratarme como una niña?

Dorian pareció resignado ante mi reciente enfado. Pero la impasibilidad que mostraba en su actitud comenzaba a derretirse.

-Está claro que no puedo controlarte siempre… - murmuró en voz baja – Eres mayor. Haz lo que consideres. Pero yo haré lo propio por protegerte. Se lo prometí a tu madre.
- Muchas gracias, catedrático Dorian – respondí tratando de sonreír pero con una mirada de claro enfado.

-¡Estoy harta! – maldecía mientras bajaba de nuevo por las escaleras de caracol. Sólo había salido de aquella isla para misiones siempre acompañada y el catedrático ni siquiera me dejaba alejarme sin vigilancia a las afueras de la ciudad. Ni que fuese alguien tan importante como para ir a por mí.

Me dirigí a mi habitación, en el primer piso, junto a Elen. A ambos lados de mi cama se encontraban dos mesitas, en cada una había un portafotos con un retrato de mi madre y otro mío. Abrí las ventanas de la habitación para ventilar, que había cerrado tras mi última visita.

Tenía dos armarios, en uno guardaba la ropa, mientras que en el otro se encontraban mis “utensilios de guerra”. Si el maestro había dicho que podía ser peligroso, es que efectivamente podía serlo.

-Si hubiese llevado algo de aquí nada hubiera pasado. – le dije a Elen aún en tono enfadado mientras revolvía el armario – Y Geist ahora estaría empalada y siendo devorada por sirenas.

Primero me puse mis guantes mitones de cuero. A continuación tomé la ballesta pesada, y un carcaj provisto de varias flechas. También me cargué las dos ballestas de mano. El tiro era mi auténtica habilidad, y no los poderes del viento, que por el momento todavía no controlaba. Me até al muslo la daga y colgué del cinturón tres bombas. Una de humo y dos explosivas de impacto. Fabricadas con gas inflamable, pero sólo activas si levantaba el seguro. Me quedaban pocas. Iba a tener que fabricarlas o pedirlas.

-Lista. ¿Vamos? – le dije cerrando el armario.
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Mensaje  Elen Calhoun Lun Oct 26, 2015 11:42 pm

Cuando por fin parecía que ambas abandonarían la estancia, sin que se produjese una nueva discusión entre la tensai y el catedrático, Dorian volvió a llamar a la joven, para expresarle su opinión sobre que participase en aquella visita a William. Las palabras del hombre indignaron a Huracán, que sin duda debía estar harta de tanta sobreprotección, a pesar de que el mago lo hiciera con la mejor de las intenciones.

La de ojos verdes tampoco hubiese soportado una situación semejante, imaginó por un momento a su hermano Vincent tratando de controlarla y simplemente negó con la cabeza, no estaba hecha para que la limitasen de ese modo. Y aunque muchas veces tener a alguien velando por ella la habría ayudado a no meterse en problemas, apreciaba las lecciones que cada desafortunado incidente le había enseñado. Detrás de cada cicatriz había una historia, y con ella un aprendizaje, en ocasiones forzoso, pero que ahora la ayudaba a seguir con vida y superar los obstáculos del camino.

Ante las palabras de la tensai el catedrático tuvo que ceder levemente, pero no se quedaría de brazos cruzados, si Anastasia decidía acompañar a la alquimista enviaría tras ella a sus espías, para que la mantuviesen a salvo. Elen veía aquel como un comportamiento exagerado, la joven quizá no controlase del todo su elemento pero sabía defenderse, y tal como decía, si no le permitían explorar y ponerse a prueba nunca mejoraría sus habilidades.

Siguió a la hechicera al exterior, donde de inmediato la de cabellos castaños comenzó a maldecir, mientras bajaba por la escalera de caracol que las había traído hasta allí. Sin pronunciar palabra, la benjamina de los Calhoun caminó tras ella hasta una habitación, que a juzgar por las fotos debía pertenecer a Anastasia. Mientras la tensai abría las ventanas y comenzaba a revolver en uno de los armarios, la alquimista se acercó a una de las mesitas que había junto a la cama, para observar con mayor detenimiento los retratos que descansaban sobre ella, aunque sin llegar a tocarlos, por respeto.

Instantes después se dio la vuelta, al escuchar la malhumorada voz de Huracán, que pronto comenzó a equiparse con varias ballestas y un carcaj. Puede que su fuerte no fuese la magia, o que supliese la falta de control sobre el viento con su destreza en el tiro, algo que en combate resultaba realmente útil. Elen por su parte casi no había utilizado armas a distancia, salvo en algún que otro entrenamiento durante sus estancias en Lunargenta, prefería valerse de su daga y la telequinesis, que la convertía en un peligroso proyectil.

- Claro. - respondió, al tiempo que guardaba el libro en su bolsa de cuero, para no llamar la atención mientras transitasen por las calles de Beltrexus. - Con el grabado del medallón será fácil encontrar la casa, no creo que tardemos mucho. - añadió poco después, para acto seguido salir de la habitación y dirigirse a la salida. - Ya he visto las cosas que este tipo de magia puede hacer, me quedaré mucho más tranquila cuando lo vea destruido. - musitó, recordando por un momento el incidente de la posesión que había vivido en Lunargenta.

Aquella vez hizo falta mucho poder para que el sombrío tomo se quemase, pero quizá con ayuda de un experto ésta fuera diferente, menos peligrosa.
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér Oct 28, 2015 5:32 pm

Elen parecía también dispuesta a partir hacia allí. Me asustó lo que dijo sobre la capacidad de aquella magia negra. No sé a que podría referirse. Nunca tuve contacto con ella. Pero por sus palabras y las del maestro Dorian parecía que nos íbamos a meter en un buen lío. En cualquier cosa yo era una mujer decidida y sin miedos. Así que salí valerosa por la puerta.

Evacuamos el edificio del viento y caminamos por la bella villa de Beltrexus. Para ser una ciudad, era un pequeño pueblo muy bonito. Y estar allí me relajaba sobremanera. Poco después de abandonar el patio, escuché la voz de un niño llamarme.

-¡Maestro Huracán! ¡Maestro Huracán! – clamaba la voz, muy aguda.

Me giré, y era un joven aprendiz de Tensai al que daba clase, Billy. Pequeño y rubio. De no más de diez años de edad. Me hizo esbozar una pequeña sonrisa con la inocencia por la que vino a agarrarse a mi pierna. Aquel niño me tenía especial cariño y en cierto modo, era un favorito.

-¿Qué haces aquí, Billy? – le pregunté inclinando una rodilla y dándole una caricia en el pelo. No solían gustarme los niños. Pero con los de la academia Tensai tenía un trato especial.
-Estoy probando mis habilidades. ¡Mire lo que se hacer ya! – y el niño juntó su mano y empezó a hacer mucho esfuerzo y fuerza, tensando los dedos. De su dedo índice salió un pequeñito rayo eléctrico. Casi invisible. Que se transportó hasta su dedo pulgar. Pero el joven tuvo que parar, pues estaba haciendo mucho esfuerzo.
-¡Vaya! ¡Te has vuelto muy fuerte, campeón! – le dije con una sonrisa.
-Algún día seré tan poderoso y fuerte como usted. – me piropeó. Aquel joven había conseguido sacarme la primera sonrisa del día – ¡Y también tan guapo! – añadió. Esto me hizo ya reír.
-Eso último ya lo eres – le dije, a la vez que le daba una caricia con el dedo en la mejilla. El niño se puso colorado.

Aquel joven era el típico alumno que veía guapa a su profesora y sentía admiración por la misma. Lo cierto es que todos mis alumnos y alumnas eran encantadores. Aunque Billy era especialmente torpe. No era ni mucho menos el mejor de su promoción. Aunque tal vez el que más se divirtiera.

En cuanto a mí, yo tal vez cambiara mucho de humor. Formaba parte de mi temperamento. Y, pese a ser tan fría. También sabía sacar un lado humano de vez en cuando.

-¿A dónde va, maestra? – me preguntó curiosamente sobre Elen.
-Voy a buscar a alguien – le respondí.
-¿Puedo ir con usted? ¡Ya le he demostrado lo fuerte que soy! – me dijo. Volví a reír.
-No. No puedes aún, Billy. Eres muy pequeño aún. – le dije mientras lo empujaba ligeramente rumbo a la academia – Ya te tocará a ti. Te veo en clase de tarde.

Y me despedí con la mano y una sonrisa. El joven no pareció acabar muy convencido. A los jóvenes brujos se les dejaba salir por la ciudad de vez en cuando. Aunque solían ir acompañados o en grupo. Era curioso que el pequeño fuese solo. Continuamos caminando. ¿Pero qué podía pasar por la mañana en una ciudad tan tranquila a un joven bajo la protección Tensai?

Volví a mirar a Elen según habíamos salido del pueblo. Permití que la joven de cabellos cenicientos fuese delante. Ella tenía el medallón y seguramente descubriría la casa antes que yo.
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Mensaje  Elen Calhoun Vie Oct 30, 2015 9:23 am

La de ojos verdes avanzaba pensativa, mientras los recuerdos de mansión de Lunargenta se agolpaban en su cabeza, ¿podría aquel tomo que llevaba consigo hacer las mismas cosas? Sería mejor no averiguarlo. Tras dejar escapar un leve suspiro, apartó de sí aquellos pensamientos y se centró en lo que tenía delante, observando a los transeúntes que había por las calles de la aldea.

Pero poco pudieron avanzar las magas antes de tener que detenerse, al escuchar como un niño llamaba a la maestra tensai. El pequeño parecía tener especial afecto por Huracán, y no dudó en agarrarse a su pierna nada más alcanzarla, lo que provocó un cambio en la maga de viento, que hasta el momento solo se había mostrado firme y seria ante su compañera. Elen observó la escena desde su posición mientras ambos charlaban, y se fijó en el pequeño rayo que el mozo había aprendido a crear, con esfuerzo.

No solía encontrarse con brujos de su mismo elemento, y aquel niño debía ser un tensai eléctrico, que con el tiempo se volvería muy poderoso si conseguía dominar sus poderes. Ella misma había mejorado mucho en los últimos meses, y seguía practicando para desarrollar nuevas formas de utilizar la energía que llevaba dentro, de manera lo más eficaz posible. El viento era su asignatura pendiente, podía manipularlo en el ambiente pero aún le faltaba bastante para lograr crearlo de la nada, aunque eso no suponía gran problema. Su madre era tensai del elemento y sabría enseñarla, así que solo debía regresar a Lunargenta cuando hubiesen terminado con el libro.

El pequeño trató de sumarse a la aventura, pero por supuesto, Huracán no iba a permitirlo, era demasiado peligroso para un niño que apenas dominaba sus poderes. Después de la despedida ambas compañeras pudieron volver a ponerse en marcha, con la alquimista ligeramente por delante, ya que llevaba consigo el objeto que les indicaría la casa en cuestión. El trayecto hasta el lindero del bosque no era demasiado largo, pero la de cabellos cenicientos intentaba ir a paso ligero, cuanto antes se librase de aquel tomo mejor.

Aun así, y más bien por la desconfianza que le creaba llevar tal oscuro objeto encima, vigilaba constantemente a su espalda, para cerciorarse de que todo iba bien. - Mierda…- musitó, al percatarse de que un par de extraños parecían estarlas siguiendo. - Huracán, creo que nos siguen. - dijo en voz baja, lo justo para que solo la tensai pudiese escucharla. Quizá se estaba preocupando en vano, puede que aquellos hombres fuesen los enviados de Dorian para proteger a Anastasia, pero siempre era mejor prevenir.

Como medida de precaución trataría de perderlos, internándose en las callejuelas secundarias de Beltrexus y mezclándose con la multitud que por ellas se movía. Resultaría complicado, pero si se desplazaban con rapidez quizá lo consiguiesen, luego tocaría esperar a que se marchasen para continuar el camino. - ¡Por aquí! - indicó a su compañera, sin alzar la voz. Elen giró en una de las esquinas y avanzó con prisa hacia una calle trasera, en la que siempre se reunían algunos mercaderes para hacer tratos y conseguir nuevas mercancías.

Varios de aquellos comerciantes discutían, sobre los precios y tratos que debían conseguirse con los acuerdos, así que pronto llamarían la atención, tanto de la guardia como de cualquiera que pasara por allí. La hechicera trató de mezclarse con la gente, esperando que Huracán la estuviera siguiendo de cerca, pero no se detuvo, siguió caminando hasta alcanzar la feria de la luna, lugar en que sería muy fácil despistar a quienes las estaban siguiendo.

- ¿Los reconoces? - preguntó en cuanto ganaron algo de distancia con los extraños, aunque quizá la tensai no supiese la identidad de los espías que Dorian le ponía.
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Mensaje  Anastasia Boisson Vie Oct 30, 2015 6:29 pm

Hacía un día soleado y espléndido. Como últimamente pasaba en las islas. Mientras caminábamos por las calles, rumbo a las afueras, donde teóricamente se encontraría la casa, Elen se percató de que alguien nos perseguía, aceleró el paso, y no dudó en advertirme de ello. Yo no dije nada y me dediqué a ir tras ella. Sin mirar atrás. Pues no quería levantar sospechas si era cierto que nos estaban persiguiendo.

-Te sigo – le dije en voz baja. Cuando me indicó por donde huir.

Se internó entre algunas callejuelas de Beltrexus. Yo iba un paso por detrás, pero siguiéndola. Avanzaba a paso ligero. Se mezclaba entre la gente para tratar de pasar desapercibida. Terminamos en una calle trasera, que terminaba en una zona más extensa, repleta de mercaderes y compradores puestos pequeños. Aquello era la feria de la luna. Pocas veces me había escapado en mis ratos libres para ir allí. Pero si con eso conseguíamos escapar de nuestros perseguidores bienvenida fuera la idea.

La zona estaba compuesta por muchos puestos de cosas muy distintas. Especialmente artesanía o gastronomía de las islas. De pasada observaba, aunque evidentemente ni ella ni yo nos deteníamos para observar los artículos que se vendían allí.

Cuando Elen me preguntó si los conocía miré disimuladamente hacia atrás. Eran dos hombres. No los reconocí. Pues llevaban capucha. Pero llevaban el típico atuendo de campo que solíamos llevar los tensai. Sin duda pertenecían a la academia.

-Son tensai. – le susurré – Seguramente sean los guardias de mi padre. – le dije. Curioso que hubiera dicho lo de “padre”. Pero así consideraba al catedrático y maestro Dorian por mucho que me enfadara con sus comentarios - ¿Cómo nos libramos de ellos? Aunque los despistemos sabrán a donde vamos. – Y es que, aún escapándonos de ellos, seguramente mi padre les hubiera dicho cual era nuestro destino, ya que había sido él quien nos había enviado hasta la casa a las afueras de la ciudad. Siendo así, deshacernos de ellos iba a resultar inútil, lo mejor sería mejor engañarlos de que nuestro destino era otro. Además, por su forma de caminar creo que no se habían percatado de que habíamos advertido su persecución, eso nos daría cierta ventaja.

Pero había bastante gente. Lo ideal ahora sería acelerar el paso, mientras caminábamos por el mercado. Fue entonces cuando, situado al fondo de aquella plaza relativamente grande, observé al fondo un edificio con un estilo arquitectónico un tanto curioso. De dos pisos y decorado con múltiples flores colgando de sus paredes. Era relativamente diferente a la estética global de la ciudad y de tonalidades blancas. “Estrella azul”, indicaba el cartel. Por el icono de la figura femenina sugerente que mostraba, podía hacerme una idea del “tipo de servicios” que ofrecería aquel establecimiento.

-¡Entremos ahí! – le dije a Elen tomándola del brazo. Tal vez no fuera la mejor idea. Nunca había estado. Pero parecía el edificio más repleto de la rodeada ¡Incluso de día!. Desde ahí sería más sencillo escapar de alguna manera, pues tal vez el salirnos del guión que pensarían que seguiríamos, les hiciera dudar de cuál sería nuestro siguiente objetivo, es decir, no sabrían si finalmente iríamos a la casa a las afueras o no.
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Mensaje  Elen Calhoun Sáb Oct 31, 2015 10:27 am

Todo parecía ir bien para las magas, que entre la multitud podían pasar desapercibidas más fácilmente, pero tenían una misión que cumplir, cosa que las obligaba a moverse y abandonar la feria, para continuar el camino hacia el lindero del bosque. Por suerte, Huracán había reconocido en aquellos hombres algún detalle relacionado con la academia, debían ser los espías de Dorian, que ésta vez no dudaban en mostrarse más abiertamente.

Teniendo en cuenta eso pudo tranquilizarse, pero seguramente a la tensai no le hiciera gracia que la siguiesen, así que tendrían que despistarlos. El problema residía en que el catedrático sabía exactamente a dónde se dirigían, lo que dificultaría en gran medida que pudieran deshacerse de los espías. ¿Qué hacer entonces? Aunque consiguiesen perderlos ellos también conocían el destino de las jóvenes, y no les costaría nada desplazarse hasta la casa del experto para esperarlas allí, tenía que pensar algo.

Antes de que pudiese pronunciar ni una palabra, Huracán la tomó por el brazo al tiempo que soltaba una exclamación, para instarla a entrar en uno de los locales de la zona. Pero no se trataba de uno cualquiera sino de la Estrella Azul, lugar de cuestionable reputación por los servicios que en él se ofrecían. Elen no había entrado nunca, pero sabía de sobra que lo más famoso de la Estrella eran sus chicas, razón por la cual siempre solía haber mucha gente alrededor del local.

No era una mala idea, el edificio estaría lleno de mujeres y ambas podrían esconderse durante un rato en el interior, desorientando completamente a quienes las seguían, que sin duda no esperaban verlas entrar allí. Sin oponer resistencia, se dejó guiar hacia el local, en cuya puerta se encontraba una de las damas de compañía, despidiéndose cariñosamente de un cliente que ya se marchaba.

El caballero, con el rostro visiblemente sonrojado por la cercanía de la mujer, terminó de despedirse y le entregó un abultado saquito de aeros, tras añadir que pronto regresaría. La dama por su parte, sonrió ampliamente al recibir el pago y se permitió el gesto de lanzar un beso al aire, antes de girarse hacia las recién llegadas para medirlas con la mirada. Solo unos segundos bastaron para que también ofreciese la mejor de sus sonrisas a las magas, y volviese al interior de la Estrella, no sin antes hacerles una señal para que la siguiesen.

Escarlet, ese era su nombre dentro del local, y tras los años que llevaba trabajando allí no se sorprendía por nada, ni siquiera porque dos muchachas de buen ver vinieran a visitarlas. - ¿Qué necesitáis preciosas? - preguntó con voz dulce, mientras se dirigía al mostrador principal para entregar el dinero que acababa de recibir de su cliente. - ¿Venís a ver a la adivina? ¿A comprar quizá? - continuó, manteniendo aquel tono que tan bien funcionaba con los hombres.

- ¿O puede que queráis compañía? Los baños termales son muy relajantes. - añadió, girándose hacia ellas y sonriendo. En aquel momento la de ojos verdes recordó como años atrás había acompañado hasta el lugar a Atharys, la joven hechizada que había encontrado en el bosque. En aquella ocasión se quedó fuera de la Estrella, pues solo quería cerciorarse de que la joven y su hermano llegaban bien a la cita con Sokotora, pero tras marcharse no había vuelto a oír de ellos, aunque sí quedó con gran curiosidad por conocer a la hechicera.

- Solo necesitamos apartarnos de las calles por un rato. - respondió, tratando de no sonar descortés. No tenía una buena imagen del lugar, no solo por el servicio de compañía sino por los rumores de armas ilegales que se comerciaban allí, pero tenía entendido que también vendían hierbas medicinales, cosa que podría llegar a interesarle.
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Mensaje  Anastasia Boisson Sáb Oct 31, 2015 3:56 pm

Ya cuando nos acercamos a la entrada comencé a pensar que tal vez no hubiese sido una buena idea. Un cliente cedía una bolsa con aeros a una cortesana que nos atendió y nos llevó adentro. Nos explicó los diferentes servicios y actividades que se celebraban en el local.

Me mantuve tras Elen, en silencio, contemplando el panorama. Aquel sitio no me gustaba nada. Era rimbombante, con las paredes con papel pintado de color rojo intenso. El local estaba abarrotado. Me fijé en un hombre… ¿el Maestro William? ¿Qué hace aquí, si estaba casado? Y yo que creía que era un hombre recatado y con principios. Para los tensai, tampoco es que estuviera prohibido, cada cual podía hacer con su tiempo libre lo que quisiera, lo único que no era políticamente correcto.

Estaba más concentrada en cotillear quien andaba por el local que en escuchar mucho la conversación entre la meretriz y Elen, que afirmó que nuestro único propósito allí era apartarnos de las calles por un rato. Pero estando en la puerta poco podríamos hacer. Los guardias entrarían y seguramente nos vieran. Será mejor intentar salir por otro lado. Miré a todas partes, pero había una densa niebla formada por una cortina de humo que se extendía por todo el local, este humo además mostraba un fuerte olor que me medio atontaba. Probablemente sería una especie de droga.

-Salgamos por una puerta trasera – le dije a Elen, a la que la tal Escarlet se dirigía de una manera bastante sinuosa.
-¿A dónde vas con tanta prisa, cariño? – me dijo a mí de la misma manera, tomándome del brazo y acercándose peligrosamente. – Ya tendréis tiempo de iros. Pasad y divertíos un rato.
-Ahora mismo no tengo ganas. – le dije a la mujer apartando el brazo y recuperando la distancia, mostrando mi habitual tono descortés, yo no era tan políticamente correcta como Elen. Y el ambiente tan cargado me estaba agobiando. Yo no estaba acostumbrada a aquella humareda y ese olor que en cierta medida, colocaba. – Elen, ven, vamos a buscar una salida.

Y decidí tirar hacia delante, a donde la intuición me decía que llevaría la salida. Pero el edificio era un laberinto abarrotado. Repleto de pasillos estrechos llenos de clientes y mujeres con poca ropa totalmente drogados. A medida que me avanzaba en el mismo, el ambiente era más cargante por la menor ventilación y el olor a droga aumentaba. Lo cierto es que ruborizaba en cierta medida. Pero tenía que salir de allí como fuera, me agobiaba. Cuando miré hacia atrás, ya no veía a Elen. La había perdido entre los laberintos y la multitud.

-¡Mierda! – dije. A ver cómo la encuentro ahora. Encima empezaba a ver doble y aquello no me gustaba nada. Cogí y abrí una puerta con fuerza y di a una pequeña sala cerrada. Que sólo contenía un escritorio tras el que se encontraba sentada en una silla una mujer de unos cuarenta años. Esta al menos iba vestida, con un vestido largo y rojo, a juego con las paredes. De pelo largo, morena y rizoso. Con pendientes de aro largo y morena de piel. También con una cachimba con alguna sustancia rara o droga quemando, cargando de nuevo el ambiente.

-Pasa cariño, no te quedes en la puerta. ¿Vienes a ver a la adivina? – me preguntó con una mirada sugerente, se levantó y se acercó a mí.
-En realidad… - traté de dar alguna respuesta. Me dolía la cabeza considerablemente - Busco la salida y a mi compañera. Nos hemos perdido.
-Tranquila. Pasa y relájate. – me dijo apartándome de la puerta y cerrándola. Tras cerrarla, me indicó que me sentara en la silla de su escritorio. Ella fue a sentarse justamente enfrente, esperando a que yo hiciera lo propio.

Pero, ¿dónde estará Elen? La probabilidad de que me encontrase allí era prácticamente nula. Pero estaba tan ida que ya no sabía muy bien lo que hacía. No acostumbraba a creer en los adivinos ni en el poder de adivinación. Eso eran mentiras para sacar el dinero a la gente. Pero bueno, imagino que nada malo podría pasar de ahí por escuchar las cuatro tonterías que aquella mujer fuera a decirme, con un poco de suerte se me pasaría el coloque y el dolor de cabeza. Accedí a su petición y me senté frente a ella.

-Comencemos – dijo la mujer con una sonrisa mientras barajaba unas cartas.
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Mensaje  Elen Calhoun Dom Nov 01, 2015 9:50 am

El ambiente dentro del local estaba muy cargado a causa del humo que llegaba de las termas, donde además de bañarse, los clientes solían fumar hierbas para relajarse. Para Elen el olor resultaba extraño pero no molesto, ya estaba más que acostumbrada a tratar con plantas durante sus experimentos de alquimia, así que no le dio más importancia, solo trataría de respirar despacio para que no la afectase demasiado.

Por el contrario, Huracán si parecía algo incómoda con aquel humo, y sin dudarlo instó a la de ojos verdes a buscar una puerta trasera para abandonar el local. Escarlet trató de detenerla, tomándola del brazo y acercándose a ella, para convencerla de que se divirtiese un rato con alguno de los servicios que la Estrella ofrecía, pero la tensai no iba a ceder. Rechazó abiertamente la propuesta y comenzó a caminar hacia el interior, no sin antes indicar a su compañera que fuera con ella.

Elen tampoco quería quedarse allí por mucho tiempo, pero sabía que de momento era la mejor idea así que se apartó de la entrada, para que los espías no pudiesen escuchar lo que le decía a Escarlet. - Un par de hombres nos siguen y no tardarán en entrar, toma esto y distráelos tanto como puedas. - indicó, al tiempo que sacaba unos aeros de su bolsa para entregárselos. - Puedes darlo por hecho querida. - respondió Escarlet, con una pícara sonrisa en el rostro.

Tras esto la de cabellos cenicientos emprendió el mismo camino que su compañera, pero el humo y los laberínticos pasillos hicieron imposible que la encontrara, cosa que empezó a ponerla nerviosa. - ¡Huracán! - exclamó, en un vano intento por lograr que la tensai escuchase su voz. - ¿Dónde se habrá metido ahora? - preguntó en un susurro, entrecerrando los ojos a causa del humo, que se hacía más y más denso conforme avanzaba hacia el interior del local.

Mientras tanto en la puerta, los hombres de Dorian se debatían entre perseguirlas incluso en el interior o esperar a que saliesen, completamente desconcertados por aquel cambio de rumbo que las jóvenes habían tomado. Finalmente decidieron entrar al edificio, y antes de que pudiesen siquiera acercarse al pasillo Escarlet los abordó, con otra muchacha de las que trabajaban allí.

- ¿Qué hacen dos caballeros tan guapos por aquí? ¿No crees que es nuestro día de suerte Rose? - preguntó, ofreciendo su sonrisa más sugerente. - Venimos a buscar a alguien, dejadnos pasar. - respondió el más alto con firmeza, pero ligeramente turbado por las escasas ropas que ambas portaban. - Estáis muy tensos, permitid que nosotras nos encarguemos de arreglar eso. - dijo Rose, una esbelta joven de no más de veinte años, con el pelo rojizo y unos llamativos ojos azules.

Ambas damas de compañía tomaron del brazo a los recién llegados, para luego deshacerse en halagos hacia ellos, lo que terminó desarmando a los espías, que momentáneamente olvidaron su misión, cegados por la belleza de aquellas mujeres. Elen continuaba buscando a su compañera por los pasillos, pero el humo apenas le permitía ver un par de metros por delante de su cuerpo, y el olor cada vez se volvía más intenso, empezaba a marearse.

Llevándose las manos a las sienes, buscó a tientas la pared para apoyarse durante unos instantes, no sabía qué clase de droga fumaban allí pero tenía que darse prisa, o sus capacidades se verían afectadas. Trató de avanzar lentamente, cubriéndose a medias la cara con un pañuelo para no seguir respirando aquel humo de forma directa, pero la escasa visibilidad seguía siendo un problema, que pronto la llevaría a encontrarse con alguien inesperado.

De pronto le salieron al paso varias empleadas de la Estrella, con los escasos ropajes totalmente empapados, al igual que los de los clientes que las acompañaban. Venían de las termas, y se cruzaron tan repentinamente con la hechicera que no pudo evitar chocar contra uno de aquellos hombres, lo que provocó que el medallón de Dorian cayese al suelo. - Disculpa no te había visto. - dijo el extraño, antes de agacharse y recoger el objeto para devolvérselo, cosa que no llegó a hacer.

El caballero miró con confusión aquel medallón, para luego hacer lo mismo con la bruja que lo portaba. - ¿De dónde has sacado esto? - preguntó, mientras el resto del grupo seguía su camino hacia otra de las salas. - Devuélvamelo, lo necesito para encontrar a alguien. - respondió Elen, cada vez más incómoda por el humo. - Creo que ya lo has hecho muchacha, soy William. - aquella contestación dejó bastante sorprendida a la joven Calhoun, que ahora más que nunca debía encontrar a Huracán, para contarle que el experto estaba justamente allí.

- Doy por hecho que Dorian te envía a buscarme por alguna razón, permite que me vista y te atenderé. - indicó, antes de dirigirse al cuarto en que había depositado sus ropas antes de entrar a las termas.
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Mensaje  Anastasia Boisson Dom Nov 01, 2015 11:43 am

-¿Cómo te llamas, guapa? – fue la primera pregunta que me hizo mientras colocaba las cartas boca abajo sobre la mesa. Curiosa pregunta, para tratarse de alguien que se ganaba la vida “acertando” hechos de los demás.
-Tú sabrás. La adivina eres tú. – le respondí. Provocando una sonrisa en la mujer, que terminó. Como si esa afirmación ya la hubiese escuchado miles de veces.
-Cariño, yo adivino el futuro, y sólo lo que tú me dejes adivinar – sonrió mientras colocaba la última de las cartas. Manejaba la baraja con una elegancia y habilidad increíbles – Elige dos cartas.

Yo no creía en esas tonterías, así que quería acabar rápido para salir a buscar a Elen. No sabía muy bien cual de ellas escoger. Habría unas sesenta cartas. Decidí irme a los extremos. Así que escogí aleatoriamente la segunda empezando por la izquierda y la cuarta por la derecha.

-Veamos que tenemos… - volvió a sonreír. Parece que le gustaba su profesión. Pero su rostro cambió cuando vio las cartas que había elegido, y las puso sobre la mesa con cara de circunstancias.
-¿Qué ocurre? – pregunté con inquietud.
-La escoba y la gota de sangre – me dijo. Estaba sudando – No hacen buena pareja.
-¿Me voy a hacer daño barriendo en casa? – le pregunté sarcásticamente.
-No te quedes con lo superficial del dibujo – su semblante había cambiado totalmente, ahora mucho más serio que al principio – La escoba significa bruja, y la gota de sangre… No sale mucho. Pero sí, la has interpretado bien. – tomó otra baraja. Esta vez de menos cartas. Tal vez veinte o así - ¿Eres bruja, verdad? – me preguntó mientras barajaba.
-Así es – respondí con temblante serio.
-Esperemos que tengas suerte… - dijo colocando las cartas sobre las otras, pero sin taparlas, también boca abajo. – Personajes. – continuó – Elige una carta

Pensé que si antes me había ido a los extremos y me había salido mal, tal vez una del centro me diera mejor suerte.

-¡La doble mujer bajo el sol y la luna! – la carta que elegí tenía dos mujeres. Primero una más joven y luego otra mayor. – Pero ninguna eres tú. En relación con las otras dos cartas, son dos brujas, y… van a sufrir mucho las dos.
-¿Y el sol y la luna? ¿Significan algo?
-El sol refleja proximidad temporal, tal vez unas horas o días a lo sumo, como te ha tocado la carta que trae primero a la joven, ésta morirá primero – pensé en Elen. Era la única joven de mi entorno cercano a la que podía pasarle algo – La luna representa lejanía temporal. Pasarán unos meses. Hasta que la mayor fallezca. – me dijo – Pero puedes evitarlo. Elige otras dos cartas – y me propuso coger dos cartas de la baraja inicial.

Estaba empezando a arrepentirme por haber accedido a aquello. La gitana sudaba mucho y se encontraba mal y ansiosa de que eligiera cartas. Me volví a tirar a los extremos. Muy mala suerte tendría que tener para elegir dos veces cosas malas. Colocó ambas cartas boca abajo, la primera la colocó del lado de la mujer mayor, y la segunda del lado de la joven.

-Sabremos primero la suerte que correrá la mayor… - le dio la vuelta a la carta - ¡Un colmillo! ¿Conoces a alguna bruja adulta metida en líos de vampiros? – me preguntó. Pero no respondí. Mi corazón latía muy fuerte y nervioso. Yo también estaba sudando. Si no era yo, mi madre era la única que podía reunir esas características. – No respondas – y me tomó de la mano - Veamos ahora la joven. - Le dio la vuelta a la carta -¡El reptil verde y la caja! – dijo con cara de disgusto - La joven porta un objeto que contiene una antigua maldición… la criatura ya está dentro de ella… Pero no se elimina por el procedimiento convencional. – se levantó a un armario que tenía en la parte trasera y colocó sobre mi mano un pequeño vial con unas hierbas en un líquido negro. Poco atractivo a la vista. Me cerró el puño – Le dará fuerzas para enfrentarse a la criatura. No dejes que beba otras cosas que nadie le dé – dijo – ¡Nadie! – enfatizó – Esta es una maldición distinta. El monstruo conoce el procedimiento habitual y está esperando a que se ejecute para matarla y liberarse así. – se levantó a abrirme la puerta, con cara de circunstancias - Parte ya. Y no me pagues nada. Bastantes malas noticias te he dado.

Le di miles de gracias. Mi intuición me dijo que se encontraría en las termas. Por lo visto tenía que darle el vial a Elen para que lo tomara durante el ritual. Pero, ¿y si la gitana aquella se equivocaba y en realidad le daba veneno? Yo no creía en aquellas tonterías de la adivinación. No podía olvidar tampoco lo que me decía mi madre. Iba tan pensativa que se el humo del local pasó totalmente inadvertido.

Era una disyuntiva muy peliaguda. Tenía que decidirme entre el conocimiento empírico y demostrado de la ciencia de los brujos, o en la aleatoriedad de unas cartas, que podía haber salido distinto de haber elegido otras. Siendo egoísta, casi prefería no haber conocido a la adivina y no tener que tomar una decisión que podría ser equivocada.

Cuando llegué a las termas vi a Elen, parecía muy contenta por haber encontrado a alguien importante, tanto que se me cayó el alma a los pies y no pude ni esbozar una sonrisa. Tan solo observarla con tristeza. Oculté el vial. Un hombre salió de las termas, ya vestido.

-Bien. ¡Vosotros diréis! – dijo con una sonrisa.
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Mensaje  Elen Calhoun Dom Nov 01, 2015 11:37 pm

Con el rostro aún semi cubierto, la hechicera esperó pacientemente en el pasillo, observando con detenimiento cada detalle del medallón que Dorian le había entregado. Aún tenía que buscar a Huracán pero moverse de allí no era buena idea, o perdería la pista del experto y podría quedarse sin nada. La extraña aura que envolvía el tomo de magia negra se hacía más notable conforme pasaban los minutos, detalle que la ponía nerviosa, no quería llevar  consigo aquel objeto más de lo estrictamente necesario.

Por suerte, la tensai apareció antes de que William regresara de cambiarse, aunque la triste expresión de su rostro llamaba bastante la atención, ¿qué le habría pasado? Elen no se preocupó demasiado, ya habría tiempo de averiguarlo más tarde, cuando por fin hubiesen salido del local para encargarse de destruir el tomo oscuro. - ¡Lo he encontrado! - exclamó animada hacia su compañera, para informarla. William no tardó en unirse a ellas, esta vez ataviado con una modesta túnica marrón, mucho más recatada que los ropajes con que anteriormente lo había visto la de ojos verdes.

- Dorian nos envía para entregarle un… objeto singular, pero sería mejor tratar el tema en otro sitio. - indicó, sin elevar el tono. La Estrella podía estar frecuentada por todo tipo de gente, y sería una insensatez por su parte nombrar lo que portaba, así que esperaría a estar en el exterior y segura de que no los siguieran para mostrar el libro a William. - Vaya, debe ser algo importante, salgamos. - dijo el experto, mientras comenzaba a caminar hacia la salida principal.

- ¡No! - exclamó la maga, que no olvidaba en ningún momento a los espías. - Busquemos una salida trasera, no debemos llamar la atención. - añadió, ante la confundida mirada del maestro, que se limitó a asentir con la cabeza y guiarlas a través de los pasillos. William debía pasar por allí a menudo, solo así podría conocer las diferentes entradas, pero ¿quién era ella para juzgarlo? Cada cual tenía sus aficiones, y aunque la del caballero fuese cuestionable, por las compañías que buscaba, no comentaría nada al respecto.

Una vez fuera, la de cabellos cenicientos escrutó con la mirada los alrededores, en busca de aquellos dos hombres que las seguían anteriormente, pero Escarlet debía estar haciendo bien su trabajo, ya que no había ni rastro de ellos. Siguió andando entre la multitud, esperando que tanto el maestro como su compañera la siguiesen hasta encontrar un lugar más apartado, donde por fin podrían mostrar el motivo que las había llevado a buscarlo.

La feria seguía abarrotada de gente, pero a la joven no le costó dar con una zona menos transitada, en la que pudo detenerse y volverse hacia el maestro. - Lo encontramos en una cueva de cala de la luna pero hasta el momento no hemos conseguido descifrarlo, aunque el catedrático detectó magia oscura en él. - explicó, al tiempo que extraía el tomo de su bolsa de cuero, para tendérselo al experto.

- Veamos de qué se trata. - susurró, mientras paseaba la mirada por la cubierta. - Noto la energía que encierra, quizá no deberíais haberlo sacado de donde estaba. - continuó, con seriedad. Una criatura sombría, eso era lo que percibía el maestro, y conociendo lo peligrosas que podían llegar a ser sabía que no había más opción que destruirlo, pero de una forma muy concreta para que el ser no llegase a liberarse, tomando como recipiente el cuerpo de cualquiera que estuviese a su alrededor.

- Debemos llegar a mi casa, allí podremos intentarlo. - dijo tras unos segundos, sin saber si lo conseguirían. Al menos en su vivienda disponía de todo lo necesario para tratar con aquel tipo de objetos, e incluso trampas mágicas para mantener prisioneros a los seres que contenían, cosa que esperaba no tener que usar. Tras aquellas últimas palabras, devolvió el tomo a la hechicera e inició el camino hacia su hogar, mientras repasaba mentalmente todos los conocimientos que tenía en cuanto al campo de la magia negra.
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Mensaje  Anastasia Boisson Lun Nov 02, 2015 10:41 am

Sonreí a Elen forzadamente. A decir por la efusividad de mi compañera bruja, parecía ser que aquel hombre algo pasado de kilos era el brujo William. El hombre al que el maestro Dorian nos había dirigido. No dije nada. Después de lo que me había dicho la adivina no solo de Elen, sino también de mi madre, mi semblante no podía mostrar otra cosa que no fuera preocupación.

La bruja le explicó lo que nos había contado mi maestro, e instó a buscar otra salida que no fuera la entrada principal. William parecía conocer las salidas de la casa de citas. Curioso que un recatado brujo tuviera allí. Dorian y él parecían buenos amigos. Se me revolvió el estómago sólo de imaginarme a mi padre en aquel lugar. “Espero que no compartan aficiones”, pensé. Sin embargo, mi maestro nunca me había hablado de él. Era consciente de que Dorian me escondía muchas cosas “por protegerme”.

Al salir, Elen y yo oteamos la zona para descubrir si los hombres seguían persiguiéndonos. Pero no había ni rastro de ellos. Había salido bien el plan. La poderosa maga le explicó el origen de nuestro extraño libro, a lo que el hombre dijo que sería mejor intentar destruirlo desde su casa.

Me mantuve ensimismada durante todo el viaje que tardamos en llegar a la casa. Mientras Elen y el brujo hablaban de la maldición del libro. Aunque pareciera que estaba ausente, iba escuchando todo atentamente. Necesitaba veredictos para fiarme de lo que la adivina había hecho. Sin embargo, fuera casualidad o no, parecía cuadrar con las cartas: El libro parecía albergar una criatura sombría, a la que había que sacar del mismo a través de un cuerpo.

Llegamos a su pequeña casa. En las afueras de la ciudad, pero prácticamente al poco de salir de ésta. No dejaba de ser una cabaña de madera. Una mujer se encontraba atendiendo el jardín.

-¡Ya estoy en casa, cariño! – dijo, la mujer dejó de regar las plantas y se acercó a él – Las reuniones de magos me tienen muy ocupado. ¡Pero ahora tenemos una maldición que eliminar!

¿En una reunión? "Será hijo de puta", pensé. No pude evitar hacerle un gesto a Elen con una mueca mostrando mi disconformidad con aquello. El hombre no me vio, pues estaba dándole una cariñosa caricia a su mujer, quien ni sospechaba de la veracidad de los comentarios de su marido.

El hombre nos indicó que accediéramos a la casa, y nos llevó a una especie de sótano. El sótano estaba repleto de macabros utensilios, calaveras, giróscopos, agujas, necronomicones y utensilios de brujería y magia negra curiosos, cuanto menos. Me dispuse a observar los objetos. El hombre, percatándose de que todavía no había abierto boca, me hizo la pregunta por primera vez.

-¿Tú eres la hija de Dorian, no? – me preguntó – me ha hablado mucho de ti.
-Podría decirse que sí – le respondí mientras desempolvaba un viejo libro de una estantería, que no me transmitía seguridad, de modo que lo devolví a su mesita. No quería recibir ninguna maldición.
-Si se entera de que estás aquí, me podría caer un papelón – respondió sacando una especie de varas y distribuyéndolas en el suelo.
-Preferiría estar aquí – dije con temblante serio, no iba a dejar a la joven sola y menos después de lo que me había dicho la adivina.
-La amistad siempre por delante… - comentó con una sonrisa – Bien, haremos como que no estás aquí. Nada os va pasar. Llevo décadas dedicándome a la captura de demonios. Tu padre no podía haberte mandado a mejor sitio – se paró un momento y notó que le faltaba algo - Voy al desván a por los utensilios de captura del deminio y los ingredientes de la poción – miró a Elen mientras abría una puerta a un sitio aún inferior - Ella deberá beber. Ya que ha sido la que más apegada está al libro.

Esa frase me hizo escamarme totalmente. Lo que la adivina había predicho iba cumpliéndose fuertemente.

-Elen. – le dije tomándola del brazo y mirándola a los ojos – Creo que no deberías beber lo que te de – el argumento de “me lo dijo una adivina” no iba a sonar muy creíble, así que lo omití. Me llevé la mano al bolso para depositar el vial que me había dado la bruja en su mano, pero justo cuando metí la mano en el bolso, apareció rápidamente William y solté a mi compañera rápidamente sin poder ni enseñarle el objeto.

-¡Oh! No os cortéis con las manos, jovencitas – dijo con una sonrisa. A parte de ser demonólogo poderoso, aquel hombre me parecía un pervertido y un machista.
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Mensaje  Elen Calhoun Lun Nov 02, 2015 6:23 pm

El trayecto hasta la casa del maestro no fue demasiado largo, pero la de ojos verdes aprovechó cada instante del camino para sonsacar cosas a William, que se mostraba bastante reservado en cuanto a lo que el tomo albergaba. Elen no se sentía cómoda llevando aquel objeto encima, y lo único en que podía pensar era en destruirlo cuanto antes, para librarse así de la extraña energía que desprendía. Ya tenía bastante con la maldición de los jinetes, que la acompañaba desde hacía años, como para ahora meterse en más problemas de magia oscura.

Torció el gesto al ver como el hombre llegaba al hogar y engañaba descaradamente a su esposa, que no tenía ni la más remota idea del lugar en que realmente había estado su marido, ni con qué compañías. Huracán también parecía disgustada con aquel comportamiento, y lo dejó patente al mirar a su compañera con una mueca en el rostro. - Pobre ilusa.- pensó la maga al pasar por su lado y verla tan contenta por el regreso de su esposo.

Ella no podía opinar sobre relaciones, de hecho era una completa inexperta en esos temas, pero no le interesaban lo más mínimo, había cosas mucho más importantes que andar por ahí tonteando con el sexo opuesto. Entró a la vivienda y siguió al maestro hasta llegar al sótano, lugar en que tenía todo tipo de artilugios mágicos para la peligrosa tarea que en breve comenzarían a realizar.

Mientras Anastasia y William hablaban, la de cabellos cenicientos se permitió echar un rápido vistazo a los objetos más llamativos de la sala, con la precaución de no tocar nada, por si acaso. Si todo aquello estaba relacionado con la magia negra evitaría el contacto, ya conocía de primera mano lo que podían hacer los seres de las sombras y no quería volver a pasar por algo semejante, no cuando por fin había conseguido controlar el mal que ya llevaba consigo.

Huracán parecía bastante decidida, a pesar de que Dorian no quisiera que estuviese presente durante la destrucción del tomo, hecho que daba confianza a la joven Calhoun, no estaría sola. Pero cuando el experto comenzó a dar instrucciones sin explicar nada, los nervios volvieron a aparecer. William abandonó la estancia para reunir algunos utensilios e ingredientes que aún le faltaban, momento en que la tensai tomó del brazo a su compañera y le dijo que no tomase la poción del maestro, pero no tuvo tiempo de decir nada más.

El maestro ya estaba de vuelta con todo lo necesario, pero Elen no haría nada hasta averiguar más información sobre lo que contenía el libro. - ¿Por qué he de tomar eso? - preguntó con seriedad, al tiempo que cruzaba los brazos sobre el pecho. - Muchacha yo sé lo que me hago, hazme caso. - respondió él, evadiendo la pregunta. - No me está entendiendo maestro, o me explica ahora mismo qué hay en el tomo o no haremos nada. - dijo la hechicera, desconfiada.

Tras dudar durante unos instantes, el hombre dejó escapar un suspiro y depositó lo que traía consigo en una de las mesas, para luego encarar a las jóvenes. - Una criatura de las sombras, eso es lo que encierra. - comenzó a explicar, sin muchas ganas. - Mi idea es tratar de destruir el libro sin que consiga salir pero es probable que durante el proceso se libere, y como tú has sido su portadora desde que lo sacasteis de la cueva no me extrañaría que intentase poseerte. - continuó, mientras dirigía la vista hacia la bolsa de cuero en que descansaba el objeto.

- ¿Qué? ¿Y qué hará si lo consigue eh? ¿Cómo piensa sacarlo luego de mí? - exclamó la maga, ligeramente alterada. - No pienso participar en algo semejante, ¡ya estoy maldita y he visto lo que esos seres pueden hacer! - continuó, para luego relajarse de forma repentina, al darse cuenta de lo que acababa de revelar. Elen evitaba tocar el tema de su maldición con extraños, no era algo agradable y sabía que poco podía hacer ya al respecto, así que prefería guardar silencio y mantener las emociones a raya, para no dar a los jinetes la oportunidad de volver a atormentarla.

William lo tendría complicado para convencerla, pero quizá el brebaje que iba a preparar fuese la clave, algo así como un repelente de magia negra.


Última edición por Elen Calhoun el Lun Nov 02, 2015 11:52 pm, editado 1 vez
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Mensaje  Anastasia Boisson Lun Nov 02, 2015 10:39 pm

Elen no parecía especialmente contenta con que el brujo William le ordenara sin más explicación que bebiera aquella poción y se sometiera al procedimiento “habitual” que solo él parecía conocer en aquella sala. Le pidió explicaciones sobre el contenido del libro y la maldición de una forma bastante acalorada. Yo no intercedí en la discusión entre ambos, pero estaba de parte de la bruja. No podía obligarla a someterse a un proceso de magia negra sin ninguna explicación más que confiar en su palabra.

William accedió a contarle lo que sabía. Por lo visto, se trataba de una criatura de las sombras a la que iba a tratar de destruir sin que saliera del libro. Pero definió como alta la probabilidad de que fuera liberada al mundo presente, y el único modo sería a través de Elen, pues había sido la que más portaba.

-¿Y si optamos por el camino fácil y enterramos el libro? – Pregunté desde mi ignorancia en demonología - ¿Para qué liberar algo que está encerrado en un libro?
-¿No te especializaste en demonología, verdad? – me dijo William – Los demonios no entienden de materia sólida. Tu amiga ha pasado mucho tiempo con el libro, tal vez el tiempo suficiente para que el demonio se aferre a ella. Si enterramos el libro correríamos el riesgo de que se manifieste repentinamente cualquier día, posea a nuestra amiga, y le salgan dos cuernos en la cabeza y se ponga a exterminar gente. Hay que destruirlo sí o sí.

Ahora entendí por qué habían muerto todos en la cueva. Probablemente el monstruo se liberaría en alguno de los que tenían posesión y acabaría con todos los de aquel antiguo asentamiento élfico. Miré a Elen con cara un poco apenada.

La mujer de cabellos cenicientos se mostraba muy nerviosa y traía un gran mosqueo por el asunto. Tanto que se cerró en banda a negarse a actuar, pese a terminar siendo peor para ella. Incluso declaró estar maldita ya. Eso sí que no me lo esperaba. Mostré cara de sorpresa ¿Portaba otra maldición?

-No te preocupes – declaró William. – Te daré una poción que repele la magia negra. El demonio saldrá del libro y le daremos caza entre los tres. – Y empezó a calentar en una especie de olla un cocido con un aspecto poco apetecible. Introduciendo toda una serie de ingredientes, como rábanos, flores varias, ajos y partes de animales. Aquello no daba buena espina.

Mientras la preparaba, esperé con Elen. Cuya cara era de circunstancias. No era para menos la situación, y máximo si ya había experimentado lo que era una maldición y ya era portadora de una. No iba a preguntarle qué era lo que escondía. No era el momento adecuado. Tal vez más adelante si es que necesitaba contarlo. Ella me había ayudado en la cueva y yo haría lo que estuviera en mi mano por hacer lo propio.

-Ya está lista – dijo, mientras colocaba el libro entre una especie de pentágono con velas que había puesto en el centro. Y había rellenado el centro de una especie de polvo de hueso. Aquello tenía similitud con ciertos ritos de sangre que había visto y no me daba buena espina. ¿Con quién se relacionaba mi padre y por qué?  Me acerqué a la pócima. Y algo me decía dentro de mí que Elen no debía beber de esa poción. Volví a pronunciarme mientras el hombre indicaba a la de cabellos cenicientos que se acercara a la olla y portaba una cuchara

-¡Espera! No bebas de ahí – dije mientras sacaba el vial que me había dado la adivina, con su aspecto negro e igual de asqueroso. – Tienes que beber esto.

El maestro William se mostró furioso con mi frase. Había mucha tensión en el ambiente.

-¿Qué sabrás tú de demonología, niña? – me dijo, observando el vial - ¿Qué es y de dónde has sacado eso?
-En teoría hace lo mismo que su poción – le respondí tratando de mantener la calma – me la dio la adivina del Estrella Azul.
-¡Já ja ja ja ja! – soltó a carcajada - ¿Ahora vamos a poner en duda la veracidad de la ciencia por lo que diga una puta y su baraja? - esa prepotencia me hizo enfadar aún más. Iba a explotar.
-¿Cree que no soy capaz de hilar las cosas? – pregunté retóricamente alterada - Mi padre me envió a usted. Y aquí me encuentro con objetos de demonología y vampirismo. ¿Le suena el nombre de Isabella Boisson?

El hombre no dijo nada. Todo lo que había estado pensando desde que salí con la adivina iba a salir a relucir ahora.

-Claro que lo conoce – continué sin dejarle continuar – Es mi madre – declaré – Usted y Dorian saben que está teniendo serios problemas con los vampiros. – levanté un tono la voz - Y nadie me ha dicho nada. – volví a decir – ¿Por protegerme? ¡Claro!, Dorian ha estado toda la vida entrenándome para cazar vampiros. ¿Esperando el momento en que Isabella corriera peligro, verdad? Entonces estrenaremos el juguete. – el “juguete” hacía ilusión a mí. Estaba muy alterada - Por eso ha permitido que venga aquí, con espías claro. Para foguearme con maldiciones. A costa de Elen en versión demonio. - dije muy enfadada - Su estúpida poción es un placebo - grité pegándole un manotazo a la olla y desparramándola por el suelo- ¿Y sabe quién me lo ha dicho? ¡Sus desdichadas cartas!

El silencio de William era la respuesta que confirmaba mis sospechas. Estaba harta de todas las mentiras que me habían estado escondiendo durante tanto tiempo.

-Y también me han dicho que Elen morirá si bebe su poción. – dije con cara de pocos amigos. Saqué el frasco y deposité el vial sobre una mesa, con fuerza y pegando un golpetazo fuerte. Miré a Elen. –Es tu decisión – Elen aún podía beber de la cuchara de William si lo prefería. Yo estaba enfadada. Aunque le contestara desagradable a la bruja, no era por ella específicamente.
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Mensaje  Elen Calhoun Mar Nov 03, 2015 5:10 pm

Dejar el libro de lado no era una opción, o al menos eso aseguraba William, así que tendrían que destruirlo cuanto antes, pero la de ojos verdes no se pondría en riesgo. ¿Acaso no había padecido ya suficiente?  Las pesadillas, fiebres y desvanecimientos habían estado a punto de acabar con ella durante los primeros meses que pasó bajo el influjo de los jinetes, y aunque de eso ya habían pasado varios años, la bruja no había superado todo eso para ahora permitir que otro de aquellos seres la poseyera.

El maestro, viendo la poca disposición que la maga tenía a participar del ritual, intentó tranquilizarla, diciendo que la poción que iba a preparar serviría como un repelente de magia negra, pero entonces, ¿por qué no la tomaba también Huracán? Algo no cuadraba. Si tan amigo era de Dorian, lo más lógico hubiera sido que se preocupase primero por proteger a la tensai, pero en vez de eso pretendía dejarla expuesta ante el demonio, detalle que no hizo sino despertar desconfianza en la de cabellos cenicientos.

A ello había que sumar que los ingredientes del experto no dejaban de ser componentes comunes, típicos de algunos guisos y otras recetas de cocina, ¿quería engañar a una alquimista con eso? No lo conseguiría. Elen trabajaba a diario con decenas de hierbas y plantas de propiedades extraordinarias, además de completar sus conocimientos por medio de los libros que había ido recopilando con el tiempo, y no vio en ningún momento del proceso que aquel hombre añadiese algo singular al caldero, frunció el ceño.

Para cuando la supuesta pócima estuvo terminada, las sospechas de la joven habían aumentado considerablemente, el mago ocultaba algo importante, que tendría que averiguar antes de dar el siguiente paso. Anastasia no dudó en acercarse al caldero, y tras ver su contenido decidió intervenir, diciendo a su compañera que no bebiese lo que el maestro le ofrecía, sino que tomase de un vial que ella portaba.

La discusión entre William y la muchacha no se hizo esperar, pero el hechicero pronto tuvo que guardar silencio, ante las acusaciones de Huracán. Ella estaba segura de que tanto él como el catedrático habían de algún modo aprovechado la situación, para ponerla a prueba contra un poderoso enemigo, la criatura que ansiaba desesperadamente salir del tomo, para hacerse con un cuerpo y comenzar a sembrar el caos en las calles. Y el papel de Elen se reducía a convertirse en recipiente de aquel mal, lo que básicamente la condenaba a una muerte casi segura.

¿Y si no conseguía matarla? ¿y si el demonio era más fuerte que ella? Elen tendría que observar impotente la masacre que aquel ser causara en Beltrexus, hasta que finalmente alguien consiguiese terminar con él, y al mismo tiempo con ella. William ni siquiera trató de defenderse, lo que dio mucha más veracidad a las palabras de la tensai, a pesar de que el origen de aquellas fuese una adivina.

El contenido del caldero yacía por el suelo tras un impulsivo manotazo de la muchacha, pero William aún sujetaba la cuchara de madera, en que quedaba lo suficiente para dar un pequeño sorbo. Confundida y enfadada, la de ojos verdes posó su mirada sobre aquel vial que su compañera sostenía, mientras un pensamiento cruzaba por su mente, si de verdad el mago había tratado de utilizarla tan vilmente, pronto habría una viuda en aquella casa.

Anastasia depositó el pequeño frasco sobre una mesa cercana, dando un golpetazo a causa del enfado que en aquel momento se adueñaba de ella. La pequeña de los Calhoun buscó la mirada de su compañera, para luego desviar la vista hacia William y el vial, en cuestión de segundos. - Al diablo. - dijo, para acto seguido tomar el frasco, destaparlo y beberse lo que contenía. Quizá estuviese cometiendo un error fatal, pero la tensai le inspiraba mucha más confianza que aquel hombre.

- Empieza el ritual, ya. - ordenó al maestro, tras terminar el amargo brebaje. William estaba visiblemente disgustado, rompió la cuchara que sostenía y tiró los trozos al suelo con brusquedad. - Insensatas, ¿por qué teníais que poneros a hacer preguntas? - dijo con tono molesto, mientras se acercaba al pentágono en cuyo centro descansaba el tomo. La alquimista lo observaba con seriedad, y de hecho se estaba conteniendo mucho para no soltarle una descarga, que era lo menos que se merecía.

Tras un par de segundos, el maestro abrió el libro y colocó su mano sobre las delicadas páginas, antes de comenzar a pronunciar extrañas palabras, completamente desconocidas para la eléctrica hechicera. Algo reaccionó de inmediato, y unas potentes corrientes de aire comenzaron a recorrer el sótano en círculos, envolviéndolos a los tres. - Ten cuidado Huracán. - musitó hacia su compañera, que no estaba a salvo de la criatura.
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Mensaje  Anastasia Boisson Mar Nov 03, 2015 9:43 pm

Elen también parecía harta de todo aquello y de sentirse utilizada para un plan mayor. Tanto que de un gesto casi impulsivo se bebió el frasco que había colocado sobre la mesa. Por un momento me arrepentí, pero asentí con la cabeza a su decisión cuando me miró. No podía quitarle confianza a la joven. Tenía que mostrarle seguridad de que lo que había hecho era lo correcto, aún sin saber si aquello le provocaría un final fatal.

La reacción de William fue todo lo apuesta. Rompió la cuchara y la tiró al suelo con violencia. No me caía bien el tal William, para ser amigo de Dorian. Me pregunto si éste sabría el carácter que profesaba el brujo demonólogo, que parecía más de la escuela de alquimia que de la tensái. De cualquier modo, maldiciendo por qué hacíamos preguntas se acercó al centro del pentágono, donde estaba el tomo. Comenzó a pronunciar unas misteriosas palabras. No sé que iba a salir de ahí. Nunca me había enfrentado a un demonio ni a un ente de ese tipo. Mi corazón latía fuerte, estaba muy nerviosa.

Sus palabras tuvieron un efecto inmediato. Y comenzaron a producirse corrientes de aire en círculos. Unos círculos oscuros de muy mala sensación. Elen me advirtió de que tuviera cuidado. No debía bajar la guardia, pues el monstruo podía atacarme a mí también. Utilicé mis ballestas cortas en esta ocasión. Una en cada mano. La ballesta pesada era más apropiada para largas distancias.

William empezó a pronunciar cada vez frases en voz más alta, agachándose y encorvándose cada vez más, a la vez que la corriente de aire se hacía más intensa y una sombra parecía levantarse del libro que el brujo portaba. De repente. Soltó un grito en una lengua desconocida. Se estiró completamente. Se le veían los ojos en blanco. Y acto seguido cayó fulminado. Probablemente sufriera un desmayo.

Lo peor fue que del centro del pentágono, sobre el libro, surgió un aspecto sombrío muy extraño. Que hablaba en una lengua desconocida. Como dirigiéndose a nosotros. Las corrientes oscuras de aire seguían soplando. Yo estaba en una pared opuesta a Elen, aunque el sótano no era muy amplio. Estiró el brazo señalando a Elen para a continuación lanzarse a por ella a toda celeridad, casi sin dar lugar a la reacción.

Sin embargo, en cuanto chocó contra ella, rebotó. Una especie de magia oscura protegía a Elen. Probablemente fuese la pócima que se bebió. No podía disparar. Tenía miedo darle a Elen. Poco después se giró hacia mí con un grito furioso.

Yo no había bebido nada. De modo que tenía un problema y bien gordo. La sombra se me fue acercando peligrosamente. Comencé a disparar a la cabeza de aquella sombra, si se podía llamar cabeza, pues no tenía ni boca ni nariz, era todo humo negro con forma humana. Las flechas, lejos de clavarse, le atravesaban. Incluso lancé mi daga, que terminó clavada en la pared opuesta. No era un ente corpóreo. Se veía como la daga al atravesar el cuerpo formaba un agujero en el montón de humo que constituía al ser, pero este agujero volvía a cerrarse rápidamente.

- Inmunidad a ataques físicos - dije mirando con cara de circunstancias al ser que cada vez se me acercaba más. Flexioné mis piernas para tratar de esquivar su más que inminente ataque. Que así fue. Se lanzó contra mí. Pero yo era muy ágil y pude esquivar su ataque con una voltereta, aprovechándome de la dirección de la corriente de aire.

-¡Ash tu cá! – contraataqué con mi golpe de viento. Pero tampoco le resultó efecto. Solamente hizo retroceder hacia atrás al humo, que volvía a su posición con velocidad.

El libro era el causante de aquel mal. Permanecía en el centro del pentágono. Había que destruirlo ahora que el monstruo estaba liberado. Pero… ¿cómo? Yo no podía hacerlo arder. Y William permanecía insconsciente. Retrocedí hasta la posición de Elen y me puse tras ella, ya que parecía estar protegida, aunque no sé cuanto tiempo duraría la poción.

-No le afecta nada, Elen. ¿Qué hacemos? – dije con voz temblorosa y casi desquiciada tras ella. El monstruo volvía a acercarse. Parecía querer introducirse en algún cuerpo físico vivo desde el que poder hacer sus fechorías.
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Mensaje  Elen Calhoun Miér Nov 04, 2015 5:30 pm

La suerte estaba echada, y aunque la hechicera se mostraba decidida, no podía negar los nervios que atenazaban su garganta, hacía tiempo que no se enfrentaba a algo como aquello, al menos en el plano físico. Recordaba nítidamente el desafortunado encuentro con el demonio sombrío en la llanura, pero en aquella ocasión no supo cómo derrotarlo, hizo falta la ayuda del caballero dragón para retener a la criatura, en la que se convertiría en su fría prisión de hielo. Por el contrario, el caso de la posesión en Lunargenta no había dado tantos problemas, pero había hecho falta mucho poder para destruir aquel libro y la situación se parecía bastante a lo que tenían delante, cosa que no ayudaba a subir los ánimos.

William seguía pronunciando palabras antiguas, probablemente utilizando el lenguaje de los elfos, o al menos eso pensó la maga, antes de que todo comenzara a empeorar rápidamente. Una sombra empezó salir de las páginas, alzándose con rapidez para luego atacar al maestro que intentaba destruirla, dejándolo fuera de combate. El cuerpo del hombre cayó pesadamente sobre el suelo, con los ojos en blanco y sin conocimiento, lo cual llevó a la de ojos verdes a preguntarse si aún seguiría vivo, en caso negativo ambas tendrían serios problemas.

Ella no poseía los conocimientos necesarios para enfrentarse a aquel ente y derrotarlo por su cuenta, solo podía basarse en las experiencias que había tenido anteriormente con otros seres del mismo elemento, y esperar que aquello funcionase. Destruir el libro, esa había sido la clave para librarse del de la mansión Redstone, pero la joven dudaba de si podría lograrlo sin ayuda, ya que el poder de viento de la tensai no iba a servir de mucho, al menos en principio.

Fuego, electricidad y acero, esa combinación era la que había logrado quemar el otro libro de magia negra, pero ahora le faltaba uno de los elementos, y no tenía idea de cómo conseguirlo. Mientras sopesaba las opciones que tenían, la criatura se giró hacia ella y pronunció algunas palabras, también desconocidas para la maga, que lo observaba con desprecio. Tiempo, eso era justo lo que escaseaba, así que tocaría improvisar hasta dar con la manera de retener a la sombra, que no tardó en lanzarse a por la de cabellos cenicientos.

Los oscuros bordes del ente llegaron a tocarla, para luego salir despedidos hacia atrás, demostrando que la adivina había acertado, y que el brebaje la mantenía a salvo de momento. Huracán en cambio estaba expuesta, y al demonio solo le hicieron falta unos segundos para cambiar de objetivo, centrando su atención en aquella muchacha que sostenía las ballestas.

- No tiene idea de cómo combatirlo. - pensó para sí Elen, al ver como las flechas atravesaban sin problemas al ente. ¿Pero quién podía culparla de ello? Pocas personas  habían tenido la mala suerte de cruzarse en el camino de aquel tipo de monstruos, y la tensai al parecer no era una de ellas. Tras esquivar ágilmente el primer ataque de la sombra, decidió probar con el viento, que tampoco causó efecto alguno sobre el enemigo.

La situación se complicaba por momentos, pero la alquimista aún no había intervenido, era su turno. - Recoge a William y apártalo del pentágono, yo trataré de atrapar a esa cosa. - respondió a su compañera, en cuanto esta se posicionó por detrás de ella. Oscuridad contra luz, a eso se reducía todo en realidad, así que se arriesgaría a probar algo que últimamente le había funcionado bastante bien, aunque solo lo había usado para protegerse de personas u objetos materiales, nada parecido a lo que tenía en mente.

Avanzó con decisión hacia la criatura, que tentada volvió a tratar de meterse en el cuerpo de la peliblanca, de nuevo sin éxito. Bruja y sombra se encontraban ahora dentro del pentágono, justo lo que Elen buscaba. - No te acerques a la barrera Huracán. - indicó, antes de concentrar su eléctrico elemento y crear el muro de energía, que se cerró en torno al ente y a ella misma, aislándolos del resto de la sala. La sombra miró de un lado al otro, al principio sin dar demasiada importancia a aquel truco, pero ésto cambió cuando el brillo de los rayos que formaban la barrera comenzó a intensificarse, hasta casi volverse cegadores.

La luz, su eterna opuesta, lo tenía rodeado, y cada vez que trataba de acercarse al muro se producía una descarga en su contra, debía escapar. Elen mantenía el hechizo haciendo acopio de buena parte de sus fuerzas, así que no perdió el tiempo, arrastró el libro con ayuda de su bota y lo sacó del pentágono de una patada, tratando de mandar el objeto hacia Anastasia. - No podré mantener esto por mucho más, tienes que quemarlo. - comentó, mirando hacia las llamas sobre las que había descansado la olla del maestro no hacía mucho.

La energía de la hechicera se consumía con rapidez, nunca había hecho uso de un escudo completo durante tanto tiempo, y eso iba a pasarle factura en breve. Sus ojos fueron perdiendo el brillante tono verde que los caracterizaba, para empezar a tornarse blancos.
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér Nov 04, 2015 9:49 pm

Elen me instó a rescatar a William del centro. No le respondí, aunque asentí con la cabeza. La bestia ahora parecía haberse centrado en la mujer de cabellos cenicientos, intentando entrar de nuevo a ella, pero sin ningún efecto. Como se le acabara el efecto de la poción iba a tener un verdadero problema, pues yo no tenía ni idea de cómo combatir aquel monstruo. Aproveché esta distracción para arrastrar a William a una esquina, fuera del pentágono.

Mientras tanto, observaba como Elen creaba una barrera de energía creada con su elemento eléctrico que rodeaba al espectro. ¡Luz contra oscuridad! Qué gran idea. Lamentablemente, si ese era el único modo de destruirlo, poco podría hacer yo.

Elen intensificó su energía para hacer la barrera más luminosa. La mujer era increíblemente poderosa. Lo de la cala de la luna se quedaba corto al lado de lo que allí presenciaba. ¿Cuál era el límite de aquella mujer? Me sentía una completa inútil al lado de la versatilidad de ella.

-Espero no llevarme nunca mal contigo. – bromeé con una sonrisa de admiración recogiendo del suelo el libro maldito que, tras acercármelo de una patada, me ordenó quemar. Y es que mi papel en los combates era testimonial al lado del de la mujer de cabellos cenicientos. También es verdad que no nos habíamos enfrentado aún a nada de mi especialidad. Nunca había luchado contra espectros.

Sin más demora, corrí a las llamas sobre las que William había colocado la olla para preparar su “brebaje mágico”, que permanecían encendidas. Era el único modo de quemar aquel libro. Lo deposité justo encima mientras sentía como el monstruo observaba, impotente y a gritos, como lo quemaba. Sin poder hacer nada. Pues la barrera de Elen le impedía cualquier movimiento.

A medida que el libro se consumía en las llamas. El monstruo iba desapareciendo, pronunciado unas palabras inteligibles y unos gritos desgarradores que me aterrorizaron. Elen aguantaba el escudo de energía, pero observaba como sus ojos se tornaban de un color blanco. Probablemente estuviera pasándole lo mismo que a mí en la caverna, cuando agoté toda mi energía. Pero al menos Elen sabía utilizarla y no despilfarrarla como yo.

Cuando el monstruo terminó de desaparecer, corrí a sujetarla para evitar que se golpeara la cabeza contra el suelo ante un posible desmayo. Parecía exhausta. No llegué a verle el color de los ojos pues en ese momento los tenía cerrados. La posé sobre el suelo. La tomé de la muñeca, para comprobar que tenía pulso, como así era, al menos estaba viva. Eso era un alivio. Volví entonces a atender a William. Que permanecía inconsciente, pero éste más sedado.

Traté de despertar a mi compañera, que no creía que estuviera totalmente desmayada, parecía hacer amagos de estar consciente, sólo que muy cansada. O tal vez me equivocara y fuera una impresión mía.

-¡Venga Elen, despierta! – le dije zambaleándola para tratar de animarla a despertar. – Soy yo, Anastasia. – Me detuve un segundo, sorprendida de que me saliera decir mi nombre y no Huracán. – Si despiertas ahora te dejaré que me sigas llamando así de por vida. – le prometí con una sonrisa sin saber si me escuchaba o no, queriendo mostrar desinterés en que me llamara Anastasia.

Se suponía que tan sólo mi madre y Dorian conocían mi nombre de pila. Pero a Elen ya se lo había “chivado” Dorian, y consideraba que la ocasión en la que me había salvado en la cala, así como el reciente enfrentamiento contra el fantasma, la habían hecho ganarse un cierto grado de amistad y confianza suficiente como para pasar a llamarme por mi nombre. Siempre y cuando fuera en privado, claro.
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Mensaje  Elen Calhoun Jue Nov 05, 2015 6:35 pm

Conforme pasaban los segundos, el demonio se mostraba cada vez más nervioso, tratando en vano de cruzar aquel muro luminoso que lo tenía atrapado, mientras la hechicera utilizaba sus últimas fuerzas para mantener la barrera en pie, a pesar de que aquel acto pusiese la pusiese en peligro. Tenía los ojos ya completamente blancos, y aunque a través de ellos no podía ver casi nada, siguió adelante con su elemento, reduciendo la prisión del ente para que se viese agobiado, sin escapatoria posible.

Huracán tenía ahora el poder en su mano, y tras recibir las indicaciones de su compañera no dudó en acercar el antiguo libro a las llamas, para quemarlo cuanto antes. De haber estado libre, la sombra hubiese protegido aquel tomo a toda costa, pero la alquimista había sido inteligente, encargándose primero de apartar una cosa de otra, para que el objeto pudiese ser destruido con mayor facilidad.

Mientras la criatura se revolvía en el interior de su trampa, profiriendo gritos de dolor e ira, su captora notó que apenas le quedaban energías, la ceguera se hacía más intensa. A ello había que sumar las punzadas en las sienes, y que nunca había puesto sus habilidades tan al límite como en aquel momento, probablemente se desvanecería. Elen aceptaba aquel riesgo, pero no podía permitir que sucediese antes de que el ser desapareciera, hizo acopio de la escasa energía que aún le quedaba y mantuvo el muro, hasta que los desgarradores sonidos del demonio cesaron, instante en que ya no pudo aguantar más.

Desorientada y exhausta, la bruja estuvo a punto de caerse de espaldas, pero su compañera corrió a sujetarla antes de que eso ocurriese, para luego tumbarla en el suelo y comprobar que aún tuviese pulso. Con los ojos cerrados, la de cabellos cenicientos trató de moverse, pero su cuerpo aún no le respondía, había ido demasiado lejos. Solo podía girar levemente la cabeza, y probablemente seguiría así durante unos minutos, hasta que empezara a recuperar sus fuerzas.

Tras comprobar que la alquimista seguía con vida, Huracán acudió junto al maestro, para cerciorarse de que el demonio no lo hubiese matado de forma súbita, luego regresó hasta el lugar en que yacía la joven Calhoun. La eléctrica maga sintió como la zarandeaba para hacerla reaccionar, pero aún le costaba moverse, así que no pudo hacer mucho en respuesta, solo abrir los ojos y buscar el origen de la voz, a pesar de no ver.

- Anastasia… ¿ha salido bien? - preguntó en un susurro, al tiempo que pestañeaba varias veces, esperando que eso la ayudase a recuperar la visión. Con el paso de los minutos pudo empezar a mover las manos, y de inmediato se las llevó a las sienes, como si eso fuera a quitarle el dolor de cabeza. El tono verde volvió lentamente a su mirada, permitiéndole echar un vistazo a cuanto la rodeaba, sobre todo a las cenizas en que se había convertido el libro.

La esposa de William, alterada ante los extraños ruidos que le habían llegado desde el sótano, no tardó en irrumpir en la escena, bajando las escaleras a toda prisa. - ¡William! ¡William! - exclamó, antes de ahogar un grito en la garganta por verlo tendido en una de las esquinas. Corrió a su lado y al igual que Huracán, le buscó el pulso en la muñeca, para luego echarse a llorar sobre su pecho. Por suerte para ella seguía vivo, pero aquel trabajo ya le había dado más de un susto, volverían a discutir sobre ello en cuanto el maestro se recuperase.

Solo cuando pudo tranquilizarse dirigió la mirada hacia las hechiceras, que también parecían haber salido mal paradas con aquel demonio.
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Mensaje  Anastasia Boisson Jue Nov 05, 2015 10:45 pm

Vi como Elen abrió los ojos y recuperaba poco a poco el sentido. Era una alegría saber que se encontraba bien y que despertaba rápidamente. Aunque estaba un poco confusa. Me preguntó si había salido todo bien. Todavía arrodillada sobre mi pierna izquierda, volví la vista al libro, o más bien a las cenizas que quedaban del mismo.

-Eso parece – le dije con una sonrisa de satisfacción. Dejé que Elen se recuperar por sí misma, ya que estaba consciente, y me levanté a atender al brujo William, que se encontraba bien. Intenté reanimarlo de la misma manera.

Su mujer, que parecía haber oído los gritos, por lo que bajó hacia el sótano y corrió hacia el cuerpo inconsciente de su marido. Parecía quererlo demasiado para lo mal que aquel hombre se portaba con ella. Me apartó casi de un empujón y comenzó a llorar sobre su pecho, exclamando su nombre.

-Está vivo – le dije para tratar de consolarla tomándola del hombro y del brazo, pero me apartó violentamente, como si yo hubiese sido la culpable.

Volví para ayudar a levantarse a Elen, que también se encontraba debilitada. Fue entonces cuando el maestro William despertó.

-¿Ha… ha muerto ya? – preguntó también medio dormido.
-Sí. Se acabó todo. – le dije con una sonrisa – Gracias por su ayuda, maestro.
-¡William! ¡William! – su mujer histérica, que no lo había soltado aún, se aferró de tal manera al cuello del hombre que parecía que lo iba a ahogar. Y acto seguido le dio un fuerte beso en la boca.
-Estoy bien, estoy bien. – dijo contento el hombre, todavía en el suelo. Poco a poco iría recuperando la movilidad.

Acto seguido, su mujer, en una actitud muy bipolar, comenzó a echarle la bronca sobre los peligros que albergaban su trabajo. Daba unas voces mayores que las del demonio. Buenos síntomas aquellos, al menos no había peligro. La situación era hasta graciosa, miré hacia Elen riéndome y le hice un gesto para subir las escaleras del sótano y abandonar la casa.

Cuando salimos de la casa, vi llegar corriendo a dos hombres, medio fatigados. Eran los perseguidores, que trataron de esconderse tras los muros de la casa de una manera muy torpe en cuanto nos vieron salir por la puerta. No contaban con que saliéramos.

-Podéis salir, chicos. – les dije, mirando hacia la esquina de la que habían salido – Ya no hay peligro – dije con segundas, en alusión a que ya no había demonios. Lancé una mirada cómplice a Elen con una sonrisa mientras seguíamos caminando hacia la carretera principal de Beltrexus. Los hombres, tímidamente, asomaron la cabeza.
-No os estábamos siguiendo, maestro Huracán – se excusaron – Pasábamos por aquí y…
-Ah… En fin… - dije resoplando mientras pasaba al lado de ellos sin detenerme – Anda… atended al maestro William – le di una palmada en el hombro a uno de ellos para animarlo. Pusieron mirada de desconcierto y entraron a la casa.

Continué la senda, caminando junto a Elen, observando como oscurecía, que por épocas otoñales lo hacía mucho primero que en otras épocas.
-Debo de darte las gracias por todo lo que has hecho por mí estos dos días. – le dije a Elen durante el camino de vuelta – Me encantaría parar a tomar algo contigo, pero debo darme prisa. Dorian me debe muchas explicaciones, y la vida de mi madre corre peligro.

Esperando su respuesta me detuve y miré al horizonte, justo bajo la puerta de entrada a la ciudad, me quedé pensativa durante unos instantes, observando como el sol se ponía tras el camino por el que habíamos venido, quería decirle algo a Elen en relación a algo que me había dicho, pero no sé si ella querría hablarlo.

Elen. – dije mirando el horizonte – Esa maldición tuya… - tragué saliva algo molesta, no sé si la de cabellos cenicientos se ofendería por sacarle el tema, tal vez prefería no hablar de ello. – Si necesitas a alguien para hablarlo… o alguien que te ayude a deshacerte de ella… Sabes donde estoy… Cuenta conmigo. ¿Vale? – y le guiñé un ojo amistosamente.

Esperé por su respuesta antes de comenzar mi camino hacia la academia tensái. Dorian tenía muchas cosas que explicarme. Aquel había sido el final de una aventura. Pero era el principio de una mucho mayor.
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Mensaje  Elen Calhoun Vie Nov 06, 2015 5:15 pm

Para tranquilidad de la alterada mujer, su marido comenzó a reaccionar tan solo un par de minutos después de que llegara, mientras la de cabellos cenicientos conseguía levantarse del suelo, con ayuda de su compañera. Sin tener idea de lo que había pasado, William no tardó en preguntar si el oscuro ser había muerto, y dejó escapar un hondo suspiro de alivio al escuchar la afirmativa respuesta de Huracán.

Su preocupada esposa a punto estuvo de ahogarlo, por no medir las fuerzas con que se aferraba al cuello del mago, aún asustada tras haberlo encontrado tendido e inconsciente. Pero aquel gesto duraría poco, para luego dar paso a los reproches que la mujer solía guardarse acerca de aquellas peligrosas actividades que el experto se empeñaba en hacer. Ninguna de las hechiceras tenía y razón para seguir en la vivienda, así que emprendieron el camino hacia la entrada, dejando intimidad a la pareja para que arreglase sus desavenencias.

Anastasia reía ante la escena que estaban formando aquellos dos, pero en cambio Elen solo deseaba salir de allí y regresar a Beltrexus, no tenía fuerzas ni ánimos para otra cosa. Cuando ambas se encontraban ya fuera de la casa, alcanzó a ver como los espías de Dorian llegaban corriendo y visiblemente cansados, para luego ocultarse tras unos muros, demasiado tarde como para pasar desapercibidos.

La tensai los instó a salir de aquel improvisado escondite, alegando que ya no había peligro, al tiempo que cruzaba una mirada con la de ojos verdes y sonreía, gesto que la alquimista le devolvió, a pesar de no encontrarse en su mejor momento. Continuaron el camino mientras los hombres hacían caso a las palabras de Huracán, que sin perder tiempo los envió a atender a William, por si necesitaba algo de ayuda tras el encontronazo con el demonio.

Elen podía sentir como su elemento volvía lentamente a recargarse, pero sabía que tras un esfuerzo como el que había hecho, solo una noche de sueño reparador lograría devolverla a la normalidad, así que se dirigiría a alguna posada en cuanto llegasen a la aldea. El sol empezó a ocultarse temprano, y aunque en otras circunstancias eso no le había importado lo más mínimo, ahora que no podía forzarse y utilizar la electricidad tenía prisa por llegar a su destino.

Su compañera no dudó en darle las gracias, tanto por sacarla de la cueva en cala de la luna como por el papel que había desempeñado contra la sombra, pero también quería regresar a Beltrexus cuanto antes, para pedir explicaciones a Dorian y buscar la manera de ayudar a su madre. La adivina había acertado en cuanto a lo del brebaje, y gracias a ella la de cabellos cenicientos seguía siendo dueña de sí misma, pero esto significaba que también tendría razón en lo referente al peligro que corría la madre de Anastasia.

- Seguro que unos cuantos vampiros no dan tantos problemas como el demonio que acabamos de vencer. - musitó en respuesta para animarla, mientras la tensai se detenía a su lado. Tras esas palabras Huracán volvió a intervenir, pero ésta vez para tratar lo que a Elen se le había escapado durante la conversación con William, su maldición. La joven prefería no hablar del tema pero entendía que crease curiosidad, y aunque no le agradaba demasiado la idea, estaría dispuesta a contar su historia a aquella maga, si el destino decidía reunirlas en otra ocasión.

- Te lo agradezco, siempre es bueno poder contar con alguien. - contestó, esbozando una leve sonrisa. - Puede que ahora no esté en condiciones, pero si esos vampiros te dan muchos problemas no dudes en preguntar por mí en la aldea, sé bien lo que es buscar a una madre. - añadió, recordando los años que había tenido que prepararse para iniciar su viaje al poblado abandonado de los dragones, donde esperaba encontrarla ya sin vida. Aquel inhóspito paraje se había cobrado la de su padre, pero hallar a Yennefer sana y salva había sido toda una sorpresa, la mejor que los hermanos Calhoun podrían haber recibido.

Después de aquello, ambas tomarían caminos diferentes, Anastasia regresaría a la academia para hablar con el catedrático, mientras la de ojos verdes se retiraba a un más que merecido descanso.
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