[cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
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[cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
El viento soplaba mas en ese lugar, la estrecha plaza hacía que los vientos se arremolinaran, y fueran mas fuertes que en el resto de la ciudad. Aun así, ese remanso de tranquilidad no perdía su encanto, pues su acceso era difícil entre gran cantidad de callejones, y los pocos que accedían a ese lugar, eran los vecinos, los que conocían muy bien la zona, o aquellos que se perdían entre los serpenteantes senderos de Lunargenta.
Algunos de ellos guiados por las suaves notas del laúd, y es que la peculiar forma de la plaza, le confería también una excelente acústica. Su único acceso era una callejuela estrecha, y si uno se paraba en el centro y miraba hacia los cielos, tenia la sensación de encontrarse en un pozo, cuyos muros eran casas. Sus bases de piedra, y el resto de madera cubierta, con viguetas cruzadas le daban la variedad a la ascensión suficiente como para que no fuera uniforme, y las partes mas blanquecinas de los muros, se encontraban decoradas por las ramas sin hojas que se enroscaban en la pared, vides y enredaderas que en primavera se cubrirían de follaje, y ahora no eran mas que un trazo oscuro sobre ese lienzo claro.
El centro de la plaza poseía una explanada donde se erguía un viejo pozo ya cerrado, algunas de sus piedras, sueltas o desperdigadas a su alrededor lo databan como una de las primeras construcciones de la ciudad, y la tapia claveteada en su superficie, como algo en desuso. Secó mucho tiempo atrás.
Alrededor del mismo, varios bancos de piedra sostenían a los mudos espectadores, que se detenían algunos minutos antes de proseguir con sus quehaceres diarios.
Sobre la gruesa tapia de madera se encontraba sentado un elfo de cobrizo cabello, una de sus piernas reposaba contra el suelo, siguiendo su propio ritmo con la punta de la bota, la otra, descansaba cruzada sobre la anterior, sosteniendo un laúd, simple pero muy cuidado. El bardo se encontraba semi cubierto con una gruesa capa de viaje, marrón y desvaída, arremangada por el antebrazo para descubrir su instrumento, y no molestar el fluido recorrido de sus dedos por las cuerdas y los trastes.
Sin embargo, su mirada no estaba puesta en ellos, como la mayoría de los músicos, si no que paseaba plácidamente sobre los espectadores, fijándose en cada detalle, intentando advertir su procedencia mientras interpretaba esa obra que tanto conocía.
Solo el tintineo de los endientes de su oreja, mecidos por el viento, acompañaba a los murmullos de la gente para difuminar la canción, o el esporádico caer de una moneda sobre el morral que reposaba a los pies del hijo de Sandorai.
-Rosa, flor fugaz, extraño tu sabor, apaciguaste el ocaso que precede el alba de un día nuevo.
Atrás quedaron los nombres del pasado, las margaritas de los prados, la soledad, lejana y que a su vez me acompaña, el fresco roció de flora y primavera, los lagos de aguas esmeralda, esquivo Azhar de escasos encuentros, las aventuras del pernoctar se vuelven verso, y solo queda el recuerdo, la imagen y en la piel el toque de la libertad que siempre ganó la contienda, adiós pues entonces, que mientras vuele aun me espera en la vida, tanto como dejo en el recuerdo.
La voz del elfo sonaba con fluidez, de forma melodiosa, grave y suave. Se sucedían los versos, y aun que aquellos que comprendían las palabras prestaran atención, difícilmente nadie se percataría del significado real del cantar, donde se despedía de cada cama en la que había estado, clamando por nuevas contiendas entre las sabanas de un lugar nuevo.
Algunos de ellos guiados por las suaves notas del laúd, y es que la peculiar forma de la plaza, le confería también una excelente acústica. Su único acceso era una callejuela estrecha, y si uno se paraba en el centro y miraba hacia los cielos, tenia la sensación de encontrarse en un pozo, cuyos muros eran casas. Sus bases de piedra, y el resto de madera cubierta, con viguetas cruzadas le daban la variedad a la ascensión suficiente como para que no fuera uniforme, y las partes mas blanquecinas de los muros, se encontraban decoradas por las ramas sin hojas que se enroscaban en la pared, vides y enredaderas que en primavera se cubrirían de follaje, y ahora no eran mas que un trazo oscuro sobre ese lienzo claro.
El centro de la plaza poseía una explanada donde se erguía un viejo pozo ya cerrado, algunas de sus piedras, sueltas o desperdigadas a su alrededor lo databan como una de las primeras construcciones de la ciudad, y la tapia claveteada en su superficie, como algo en desuso. Secó mucho tiempo atrás.
Alrededor del mismo, varios bancos de piedra sostenían a los mudos espectadores, que se detenían algunos minutos antes de proseguir con sus quehaceres diarios.
Sobre la gruesa tapia de madera se encontraba sentado un elfo de cobrizo cabello, una de sus piernas reposaba contra el suelo, siguiendo su propio ritmo con la punta de la bota, la otra, descansaba cruzada sobre la anterior, sosteniendo un laúd, simple pero muy cuidado. El bardo se encontraba semi cubierto con una gruesa capa de viaje, marrón y desvaída, arremangada por el antebrazo para descubrir su instrumento, y no molestar el fluido recorrido de sus dedos por las cuerdas y los trastes.
Sin embargo, su mirada no estaba puesta en ellos, como la mayoría de los músicos, si no que paseaba plácidamente sobre los espectadores, fijándose en cada detalle, intentando advertir su procedencia mientras interpretaba esa obra que tanto conocía.
Solo el tintineo de los endientes de su oreja, mecidos por el viento, acompañaba a los murmullos de la gente para difuminar la canción, o el esporádico caer de una moneda sobre el morral que reposaba a los pies del hijo de Sandorai.
-Rosa, flor fugaz, extraño tu sabor, apaciguaste el ocaso que precede el alba de un día nuevo.
Atrás quedaron los nombres del pasado, las margaritas de los prados, la soledad, lejana y que a su vez me acompaña, el fresco roció de flora y primavera, los lagos de aguas esmeralda, esquivo Azhar de escasos encuentros, las aventuras del pernoctar se vuelven verso, y solo queda el recuerdo, la imagen y en la piel el toque de la libertad que siempre ganó la contienda, adiós pues entonces, que mientras vuele aun me espera en la vida, tanto como dejo en el recuerdo.
La voz del elfo sonaba con fluidez, de forma melodiosa, grave y suave. Se sucedían los versos, y aun que aquellos que comprendían las palabras prestaran atención, difícilmente nadie se percataría del significado real del cantar, donde se despedía de cada cama en la que había estado, clamando por nuevas contiendas entre las sabanas de un lugar nuevo.
Última edición por Iltharion Dur'Falas el Lun 29 Feb 2016 - 4:49, editado 1 vez
Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
El día había amanecido soleado, era el primer día tras la helada de dos noches atrás que la chica se atrevía a salir de la posada a pasear por la ciudad e investigar por su cuenta. Lo cierto es que temía meterse en líos, como solía sucederle, pero esperaba que, andando sin la enorme figura de su querído corcel Álinör, no le fuera tan difícil pasar inadvertida.
El sol esa mañana era frío, el invierno no sentaba bien a sus orejitas puntiagudas, prefería los días cálidos de verano, o las tormentas otoñales, al frío invernal, al fin y al cabo, qué aportaba el frío, nada, mataba las cosechas, helaba a los animales, provocaba accidentes en caminos y ciudades, y provocaba enfermedades por las que, si alguien on recibía tratamiento temprano, podía morir, y no de forma agradable, si no dolorosa.
No entendía que dios en su sano juicio habría creado el frío, pero si entendía porque en su familia, en su clan, se adoraba al verano ya a la primavera, y porque bailaban frente a las hogueras, pidiendo calor y refugio a sus dioses. Su ropa, más pesada de la que solía acostumbrar a llevar, le cubría más las piernas y el torso de lo que ella entendía como cómodo y era más ajustada de lo que a ella le gustaría.
Las ropas de su clan, finas, anchas y en partes traslucidas, eran, sin duda, mucho más cómodas, frescas y livianas que las usadas por los humanos, ese algodón que se ajustaban al cuerpo para gastar la menor cantidad de tela posible para tapar lo másximo era, sin duda, una de las peores ideas que había tenido esa raza, a parte de la de cortar árboles, no tenían ni idea de la atrocidad que hacían al actuar de ese modo tan egoista y horrible, le dolía pasear y ver como la fría piedra, que ese día no se calentaba ni siquiera con las horas de sol, recorría tanto territorio y el humo cubría lo que debería ser un hermoso cielo azul.
Mientras andaba, perdida por solo los dioses sabían donde, escuchó una suave tonada de laud que la hizo cerrar los ojos y cambiar la dirección de su camino. Giró por un callejón y llegó a una plazoleta rodeada por casas que impedían que allí entrase el viento. Era un lugar agradable, demasiado lleno de gente en ese momento para el gusto de la joven, pero era agradable. Al entrar a la plaza sacó la capucha marrón que cubría su cabellera rojiza y contempló al músico intentado verle sin lograrlo.
Acabó quedandose apoyada en una pared, aguardando a que finalizase la sonata, luchando contra sus deseos de ponerse a bailar, sintiendo el sonido recorrerle el cuerpo. Era una melodia tan hermosa que, sin embargo, la hizo sonrojar, no acababa de entender la razón, pero un tono rojizo, casi tan profundo como el de su cabello. Apartó la mirada, avergonzada por una reacción que no entendía ante una melodía tan dulce.
Esperó a que todos se retirasen, y ella se quedó allí, plantada junto a la pared, contemplando al joven elfo que había estado tocando mientras el viento fresco azotaba su cabello, vestido y capa, ¿Cómo había tantos elfos en Lunargenta? Quería acercarse, preguntar por la canción, hablar con él, pero su timidez le impedía acercarse, e incluso mirar fijamente a una persona más de unos cuantos segundos seguidos. Apartó, sin mirar a chico, un mechón de pelo revelde que se le había intentado meter en los labios y volvio a mirar al joven, aun indecisa, mientras el mundo se reducía a esa plazoleta, ya silenciosa.
El sol esa mañana era frío, el invierno no sentaba bien a sus orejitas puntiagudas, prefería los días cálidos de verano, o las tormentas otoñales, al frío invernal, al fin y al cabo, qué aportaba el frío, nada, mataba las cosechas, helaba a los animales, provocaba accidentes en caminos y ciudades, y provocaba enfermedades por las que, si alguien on recibía tratamiento temprano, podía morir, y no de forma agradable, si no dolorosa.
No entendía que dios en su sano juicio habría creado el frío, pero si entendía porque en su familia, en su clan, se adoraba al verano ya a la primavera, y porque bailaban frente a las hogueras, pidiendo calor y refugio a sus dioses. Su ropa, más pesada de la que solía acostumbrar a llevar, le cubría más las piernas y el torso de lo que ella entendía como cómodo y era más ajustada de lo que a ella le gustaría.
Las ropas de su clan, finas, anchas y en partes traslucidas, eran, sin duda, mucho más cómodas, frescas y livianas que las usadas por los humanos, ese algodón que se ajustaban al cuerpo para gastar la menor cantidad de tela posible para tapar lo másximo era, sin duda, una de las peores ideas que había tenido esa raza, a parte de la de cortar árboles, no tenían ni idea de la atrocidad que hacían al actuar de ese modo tan egoista y horrible, le dolía pasear y ver como la fría piedra, que ese día no se calentaba ni siquiera con las horas de sol, recorría tanto territorio y el humo cubría lo que debería ser un hermoso cielo azul.
Mientras andaba, perdida por solo los dioses sabían donde, escuchó una suave tonada de laud que la hizo cerrar los ojos y cambiar la dirección de su camino. Giró por un callejón y llegó a una plazoleta rodeada por casas que impedían que allí entrase el viento. Era un lugar agradable, demasiado lleno de gente en ese momento para el gusto de la joven, pero era agradable. Al entrar a la plaza sacó la capucha marrón que cubría su cabellera rojiza y contempló al músico intentado verle sin lograrlo.
Acabó quedandose apoyada en una pared, aguardando a que finalizase la sonata, luchando contra sus deseos de ponerse a bailar, sintiendo el sonido recorrerle el cuerpo. Era una melodia tan hermosa que, sin embargo, la hizo sonrojar, no acababa de entender la razón, pero un tono rojizo, casi tan profundo como el de su cabello. Apartó la mirada, avergonzada por una reacción que no entendía ante una melodía tan dulce.
Esperó a que todos se retirasen, y ella se quedó allí, plantada junto a la pared, contemplando al joven elfo que había estado tocando mientras el viento fresco azotaba su cabello, vestido y capa, ¿Cómo había tantos elfos en Lunargenta? Quería acercarse, preguntar por la canción, hablar con él, pero su timidez le impedía acercarse, e incluso mirar fijamente a una persona más de unos cuantos segundos seguidos. Apartó, sin mirar a chico, un mechón de pelo revelde que se le había intentado meter en los labios y volvio a mirar al joven, aun indecisa, mientras el mundo se reducía a esa plazoleta, ya silenciosa.
Eléanör Gàlathiël
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Poco a poco la gente iba retomando sus tareas y la plaza se vaciaba, como mas se alzaba el sol, mas apurados se marchaban los espectadores del músico, quienes, al contrario que el, tenían que trabajar.
A medida que la densidad de personas disminuía, fue mas sencillo para el bardo localizar a la joven de su misma especie que, cándida, escuchaba a la distancia,. El viento revolvía sus ropas y su imagen, el elfo tocaba su instrumento y la miraba. Veía como, esquiva, posaba su mirada de un paseante a otro sin demorarse demasiado en ninguno, y también, como esta, era centro de atención tanto como su música, sobre todo para los varones, jóvenes o ancianos, que se resistían a marchar, quizás por el agradable lugar, quizás por su presencia.
Le apreció advertir un rubor en su rostro. Parpadeó con sorpresa un segundo, casi trastabillando en un acorde, no aturdido por su belleza, que era innegable, si no ante la idea de que pudiera haber entendido el significado oculto de sus palabras.
Tras recordarse que aquello era imposible, negó para si y esbozo una sonrisa divertida, mientras daba final a esa pieza de su propia cosecha.
-Y si algún día el ave abandona su vuelo, no será por esposas, si no por acero, pues del celo es prisionero, todo aquel que posee, y todo aquél que anhela, pero no sabe para si, guardar los encantos que ofrece el camino. Hasta entonces compañeros, solo seré música y viento. Y cuando la ultima nota llame a mi puerta, será una sonrisa mi ultimo aliento.
Las notas dejaron de sonar poco después de que acallara su voz, dedicando esa ultima estrofa hacia la silenciosa oyente a quien había propiciado a su vez toda su atención durante ese tiempo.
-Buenos días.- Formuló con cortesía mientras separaba los dedos de las cuerdas de su laúd, sin apartar la mirada del objetivo de sus palabras.- Espero que haya disfrutado de la música.- Una sonrisa se dibujo ladeada en su rostro, mientras la invitaba a acercarse con un grácil gesto con el brazo.- Acepto peticiones si gusta de escuchar otra cosa.
La muchacha no se había marchado, aun cuando el resto había abandonado la plaza, no era difícil para el hombre, que había visto algo de mundo, darse cuenta de que no tenía nada que la urgiera- No observó en sus manos anillo de matrimonio alguno, por lo que descartó rápidamente a un ama de casa aburrida, o de camino al mercado, que no se movería de su lugar, tampoco llevaba ninguna armadura, no parecía una mercenaria, ni le llegaba con la brisa el olor que emitían los pobres. Se decantó pues por una viajera, que debió quedar perdida en la ciudad, para terminar en ese remoto recodo del casco antiguo.
Aprovechando la pausa en su música se puso en pie, estiro sus brazos por encima de la cabeza, dejando que el instrumento colgara de la correa sobre su pecho, y se acercó a la lamparita del pórtico de la casa mas cercana a la muchacha. Sacó de su morral un cilindro verde, hecho en apariencia por una hoja enrollada sobre si misma, abombada como si contuviese algo en su interior, y, sosteniendo un extremo entre sus labios, se inclino para encender el extremo opuesto, con la débil llama, ya casi extinta, de la lumbre.
Un suave aroma a menta envolvió al bardo con la primera calada, mientras expulsaba la espesa humareda blanca en aros que giraban sobre si mismos, antes de ascender y difuminarse en el cielo.
A medida que la densidad de personas disminuía, fue mas sencillo para el bardo localizar a la joven de su misma especie que, cándida, escuchaba a la distancia,. El viento revolvía sus ropas y su imagen, el elfo tocaba su instrumento y la miraba. Veía como, esquiva, posaba su mirada de un paseante a otro sin demorarse demasiado en ninguno, y también, como esta, era centro de atención tanto como su música, sobre todo para los varones, jóvenes o ancianos, que se resistían a marchar, quizás por el agradable lugar, quizás por su presencia.
Le apreció advertir un rubor en su rostro. Parpadeó con sorpresa un segundo, casi trastabillando en un acorde, no aturdido por su belleza, que era innegable, si no ante la idea de que pudiera haber entendido el significado oculto de sus palabras.
Tras recordarse que aquello era imposible, negó para si y esbozo una sonrisa divertida, mientras daba final a esa pieza de su propia cosecha.
-Y si algún día el ave abandona su vuelo, no será por esposas, si no por acero, pues del celo es prisionero, todo aquel que posee, y todo aquél que anhela, pero no sabe para si, guardar los encantos que ofrece el camino. Hasta entonces compañeros, solo seré música y viento. Y cuando la ultima nota llame a mi puerta, será una sonrisa mi ultimo aliento.
Las notas dejaron de sonar poco después de que acallara su voz, dedicando esa ultima estrofa hacia la silenciosa oyente a quien había propiciado a su vez toda su atención durante ese tiempo.
-Buenos días.- Formuló con cortesía mientras separaba los dedos de las cuerdas de su laúd, sin apartar la mirada del objetivo de sus palabras.- Espero que haya disfrutado de la música.- Una sonrisa se dibujo ladeada en su rostro, mientras la invitaba a acercarse con un grácil gesto con el brazo.- Acepto peticiones si gusta de escuchar otra cosa.
La muchacha no se había marchado, aun cuando el resto había abandonado la plaza, no era difícil para el hombre, que había visto algo de mundo, darse cuenta de que no tenía nada que la urgiera- No observó en sus manos anillo de matrimonio alguno, por lo que descartó rápidamente a un ama de casa aburrida, o de camino al mercado, que no se movería de su lugar, tampoco llevaba ninguna armadura, no parecía una mercenaria, ni le llegaba con la brisa el olor que emitían los pobres. Se decantó pues por una viajera, que debió quedar perdida en la ciudad, para terminar en ese remoto recodo del casco antiguo.
Aprovechando la pausa en su música se puso en pie, estiro sus brazos por encima de la cabeza, dejando que el instrumento colgara de la correa sobre su pecho, y se acercó a la lamparita del pórtico de la casa mas cercana a la muchacha. Sacó de su morral un cilindro verde, hecho en apariencia por una hoja enrollada sobre si misma, abombada como si contuviese algo en su interior, y, sosteniendo un extremo entre sus labios, se inclino para encender el extremo opuesto, con la débil llama, ya casi extinta, de la lumbre.
Un suave aroma a menta envolvió al bardo con la primera calada, mientras expulsaba la espesa humareda blanca en aros que giraban sobre si mismos, antes de ascender y difuminarse en el cielo.
Iltharion Dur'Falas
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El aura de paz que se había apoderado de la plaza se iba desvaneciendo junto con la gente, que se alejaba presa de su vida, sin aprovechar los momentos de paz que tan escasos eran en esa ciudad tan grande y ajetreada, no notaba las miradas sobre ella, ni los pasos que se alejaban hacia el mercado, no muy lejos de allí.
Solo sentía el aroma cercano de un campo de flores, el viento frío rozándole la piel y alborotándole el sedoso pelo, y la música envolviéndola. Tras la primera impresión que le había dado la canción, el sonrojo no había desaparecido de sus mejillas, pero, en lugar de pensar en ello, había decidido disfrutar de la sensación que causaba tan dulce melodía y, tras el primer nerviosismo, se había apoyado en la pared y había cerrado los ojos intentando captar la secuencia de notas para recordarla y poder tararearla en el futuro.
De todos modos, la tonada, de resultar le algo vergonzante, había pasado a parecerle un eco de libertad, esa libertad que sentía perdida desde que había puesto un pie en la ciudad de los humanos, echaba de menos sus bosques, los animales corriendo libres, y no como siervos de la humanidad, las plantas creciendo con bravura, sin nadie que les cortase las hojas, la madre naturaleza como ama y señora de todo lo que la rodeaba, y no la fría piedra blanca, y el sol frío que a penas caldeaba los alrededores.
Abrió los ojos al escuchar el deje de la última nota, y se vio sola en el centro de la plaza, siendo la única que quedaba escuchando una melodía de calma en medio de un ajetreo que quedaba a sus espaldas, a apenas una calle de distancia, que parecía ser un mundo en ese pequeño rincón de la ciudad, donde un solitario pozo tapiado saludaba a las casas y al manzano medio seco que tenía tras él.
El músico, un elfo, como ella, que parecía estar en una larga veintena, o tal vez, una treintena temprana, la saludó despertándola de su ensimismamiento, haciendo que se volviera a sonrojar y despertase de su ensoñación. Ya no estaba en su bosque, ni podía permitirse sentirse tan tranquila, no rodeada de extraños, no sin estar segura de tener la protección de su Diosa estando rodeada de tanta piedra.
- Ah...- ¿la había saludado a ella?- Bu...buenos días- saludó avergonzada con una ligera inclinación de cabeza.
No fue capaz de responder al deseo del hombre con más de un sencillo asentimiento, demasiado azorada como para dejar salir su dulce voz nuevamente, deseo no ser tan tímida, poder decir con franqueza que la música del bardo había sido lo más hermoso que había escuchado desde hacía meses, desde su salida de Sandorai, decirle que, al principio, debía haber malinterpretado el significado de sus palabras, y por ello se había sonrojado hasta la raíz del cabello, haciendo que su clara y lisa piel se confundiese con sus mechones de color cobrizo, pero, en cambio, no dijo nada, tímida y educada como era, fue incapaz.
En silencio volvió a apoyarse en la pared, con las finas manos a la espalda, mirando al suelo, con un ligerísimo sonrojo cubriendo su piel, fría por el viento, cuando un profundo aroma a menta le llegó hasta la nariz haciéndola cerrar los ojos y aspirar profundamente, era parecido a lo que solían tirar a la hoguera los días que bailaban al rededor de ella para pedir bendiciones a su diosa.
- Menta y Eucalipto- murmuró con su voz fina.- como en Sandorai- sonrió alzando la cabeza, tomando, por fin, valor para iniciar una conversación.- Me llamo Eléanör, disculpe que me haya quedado a escuchar, su música es preciosa, captura el corazón de quien la escucha.- dijo con una sonrisa amable y radiante, feliz de ser capaz de hablar finalmente.
Solo sentía el aroma cercano de un campo de flores, el viento frío rozándole la piel y alborotándole el sedoso pelo, y la música envolviéndola. Tras la primera impresión que le había dado la canción, el sonrojo no había desaparecido de sus mejillas, pero, en lugar de pensar en ello, había decidido disfrutar de la sensación que causaba tan dulce melodía y, tras el primer nerviosismo, se había apoyado en la pared y había cerrado los ojos intentando captar la secuencia de notas para recordarla y poder tararearla en el futuro.
De todos modos, la tonada, de resultar le algo vergonzante, había pasado a parecerle un eco de libertad, esa libertad que sentía perdida desde que había puesto un pie en la ciudad de los humanos, echaba de menos sus bosques, los animales corriendo libres, y no como siervos de la humanidad, las plantas creciendo con bravura, sin nadie que les cortase las hojas, la madre naturaleza como ama y señora de todo lo que la rodeaba, y no la fría piedra blanca, y el sol frío que a penas caldeaba los alrededores.
Abrió los ojos al escuchar el deje de la última nota, y se vio sola en el centro de la plaza, siendo la única que quedaba escuchando una melodía de calma en medio de un ajetreo que quedaba a sus espaldas, a apenas una calle de distancia, que parecía ser un mundo en ese pequeño rincón de la ciudad, donde un solitario pozo tapiado saludaba a las casas y al manzano medio seco que tenía tras él.
El músico, un elfo, como ella, que parecía estar en una larga veintena, o tal vez, una treintena temprana, la saludó despertándola de su ensimismamiento, haciendo que se volviera a sonrojar y despertase de su ensoñación. Ya no estaba en su bosque, ni podía permitirse sentirse tan tranquila, no rodeada de extraños, no sin estar segura de tener la protección de su Diosa estando rodeada de tanta piedra.
- Ah...- ¿la había saludado a ella?- Bu...buenos días- saludó avergonzada con una ligera inclinación de cabeza.
No fue capaz de responder al deseo del hombre con más de un sencillo asentimiento, demasiado azorada como para dejar salir su dulce voz nuevamente, deseo no ser tan tímida, poder decir con franqueza que la música del bardo había sido lo más hermoso que había escuchado desde hacía meses, desde su salida de Sandorai, decirle que, al principio, debía haber malinterpretado el significado de sus palabras, y por ello se había sonrojado hasta la raíz del cabello, haciendo que su clara y lisa piel se confundiese con sus mechones de color cobrizo, pero, en cambio, no dijo nada, tímida y educada como era, fue incapaz.
En silencio volvió a apoyarse en la pared, con las finas manos a la espalda, mirando al suelo, con un ligerísimo sonrojo cubriendo su piel, fría por el viento, cuando un profundo aroma a menta le llegó hasta la nariz haciéndola cerrar los ojos y aspirar profundamente, era parecido a lo que solían tirar a la hoguera los días que bailaban al rededor de ella para pedir bendiciones a su diosa.
- Menta y Eucalipto- murmuró con su voz fina.- como en Sandorai- sonrió alzando la cabeza, tomando, por fin, valor para iniciar una conversación.- Me llamo Eléanör, disculpe que me haya quedado a escuchar, su música es preciosa, captura el corazón de quien la escucha.- dijo con una sonrisa amable y radiante, feliz de ser capaz de hablar finalmente.
Eléanör Gàlathiël
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
El bardo no se rió al notar la zozobra de la muchacha. Mantuvo su sonrisa cortes mientras fumaba, y apoyó la espalda en el margen del pórtico en donde había encendido sus hierbas, apoyándose en un solo pie, y cruzando la otra pierna a la altura del tobillo, mientras de sus labios seguían emanando formas poco nítidas, que intensificaban el aroma que lo envolvía.
Dejando caer ligeramente los parpados esbozó una sonrisa cuando la muchacha terminó de hablar, había sido entonces pues, timidez, lo que la coartaba.
-Un placer conocerla.- Se inclinó en un ademán pronunciado, que habría resultado teatral de no haber sido ejecutado con tanta fluidez y naturalidad. Haciendo con el gesto, que la larga melena cobriza, atado al final por una simple cinta de raso, cayera por encima de su hombro mas bajó, escondiendo el instrumento, acompañando ese movimiento, con el tintineo de los pendientes dorados que relucían en una de sus orejas.- Iltharion, para servirla.
Movió las manos, haciendo danzar el cilindro verde entre sus dedos, la punta encendida, dibujaba breves lineas de luz en el aire que desaparecían con rapidez.
-Menta.-Asintió, sin estar seguro de si se refería únicamente a ese olor, o estaba evocando algún recuerdo. Puesto que era una planta común en los inciensos de su gente.- Todos llevamos algo del hogar con nosotros.- En su caso, no solo eran recuerdos, si no las plantas que fumaba cuando encontraba donde encenderlas. Mas difíciles de conseguir que lo que los humanos tendían a encendér en sus pipas, pero no dejaban los dientes negros, ni ese olor acre y penetrante que envolvía a los que las consumían.
-No tiene porqué disculparse srta. La música está para oírla. Si fuera tan egoísta como para reservarla, no tocaría en un lugar publico.- Su sonrisa se ensanchó mostrando fugazmente sus dientes perlados. Mientras, movía las manos acariciando con las yemas de los dedos la cubierta de su laúd, en un involuntario gesto que siempre le transmitía paz.-Me alegra que le haya gustado.
Separándose finalmente de la pared, empujando con el pie sobre el muro se encaminó hacia la base del pozo donde yacían sobre un paño desvaído, unas pocas monedas con las que le habían obsequiado los transeúntes en pago por su música, sin contarlas las guardó en el morral, bien envueltas con la tela sobre la que habían estado aguardando todo ese tiempo.
- ¿Canta usted? Tiene una voz hermosa.- Formulo, tanto porque era cierto, y tenía un genuino interés, como para medir la candidez y el azoro de su interlocutora.
Mientras esperaba su respuesta paseo sus ojos por las manos de la muchacha, por su rostro, su complexión, aparentemente de forma fluida y distraída, realmente buscando cualquier señal que e diera mas datos, callos en los dedos que indicaran cualquier clase de actividad, algún desvalance en el tamaño de sus extremidades que le pudiera ofrecer cualquier pista. A fin de cuentas, por esas sencilleces podía saberse mucho de con quien se hablaba, las manos de el, por ejemplo, tenían callos también, pero en los dedos con los que pinzaba las cuerdas, y su forma y distribución, podían revelar a un buen observador, que era músico y hasta que instrumento tocaba.
Dejando caer ligeramente los parpados esbozó una sonrisa cuando la muchacha terminó de hablar, había sido entonces pues, timidez, lo que la coartaba.
-Un placer conocerla.- Se inclinó en un ademán pronunciado, que habría resultado teatral de no haber sido ejecutado con tanta fluidez y naturalidad. Haciendo con el gesto, que la larga melena cobriza, atado al final por una simple cinta de raso, cayera por encima de su hombro mas bajó, escondiendo el instrumento, acompañando ese movimiento, con el tintineo de los pendientes dorados que relucían en una de sus orejas.- Iltharion, para servirla.
Movió las manos, haciendo danzar el cilindro verde entre sus dedos, la punta encendida, dibujaba breves lineas de luz en el aire que desaparecían con rapidez.
-Menta.-Asintió, sin estar seguro de si se refería únicamente a ese olor, o estaba evocando algún recuerdo. Puesto que era una planta común en los inciensos de su gente.- Todos llevamos algo del hogar con nosotros.- En su caso, no solo eran recuerdos, si no las plantas que fumaba cuando encontraba donde encenderlas. Mas difíciles de conseguir que lo que los humanos tendían a encendér en sus pipas, pero no dejaban los dientes negros, ni ese olor acre y penetrante que envolvía a los que las consumían.
-No tiene porqué disculparse srta. La música está para oírla. Si fuera tan egoísta como para reservarla, no tocaría en un lugar publico.- Su sonrisa se ensanchó mostrando fugazmente sus dientes perlados. Mientras, movía las manos acariciando con las yemas de los dedos la cubierta de su laúd, en un involuntario gesto que siempre le transmitía paz.-Me alegra que le haya gustado.
Separándose finalmente de la pared, empujando con el pie sobre el muro se encaminó hacia la base del pozo donde yacían sobre un paño desvaído, unas pocas monedas con las que le habían obsequiado los transeúntes en pago por su música, sin contarlas las guardó en el morral, bien envueltas con la tela sobre la que habían estado aguardando todo ese tiempo.
- ¿Canta usted? Tiene una voz hermosa.- Formulo, tanto porque era cierto, y tenía un genuino interés, como para medir la candidez y el azoro de su interlocutora.
Mientras esperaba su respuesta paseo sus ojos por las manos de la muchacha, por su rostro, su complexión, aparentemente de forma fluida y distraída, realmente buscando cualquier señal que e diera mas datos, callos en los dedos que indicaran cualquier clase de actividad, algún desvalance en el tamaño de sus extremidades que le pudiera ofrecer cualquier pista. A fin de cuentas, por esas sencilleces podía saberse mucho de con quien se hablaba, las manos de el, por ejemplo, tenían callos también, pero en los dedos con los que pinzaba las cuerdas, y su forma y distribución, podían revelar a un buen observador, que era músico y hasta que instrumento tocaba.
Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
La joven hizo una ligera reverencia respondiendo a la elegancia del joven con la propia, sintiéndose extrañamente torpe, algo que nunca había sido en cuestión de modales, frente a ese elfo tan curioso en modales. Nunca había visto a ninguno de los suyos comportarse de un modo tan... humano.
Siguió el movimiento del cigarrillo en las manos del joven con ojos atentos, notando el desvanecerse del humo mientras el aroma se metía de modo continuo en su nariz, olía a menta, a hierva, olía a bosque, olía a hogar. Sonrió con algo de nostalgia mientras el viento le revolvía el pelo y la joven se veía obligada a poner los mechones de su abundante y sedosa melena tras sus finas orejas de elfa.
Era un alivio que el hombre no se hubiera molestado por su inicial silencio, ni por haberse detenido a oírlo, sin embargo, cuando le aseguró que se alegraba por que hubiera disfrutado de la pieza que había tocado, la chica recordó lo que había sentido en las primeras estrofas y sintió un rojo suave teñir sus mejillas, apartó la mirada y tragó saliva dudando unos segundos sobre que responder, sin duda la música había sido preciosa, y las rimas perfectas, no podía decir que no hubiera sido una buena interpretación, pero, sin duda, le había causado cierta vergüenza, y aun se la causaba, el reconocer que, al principio, lo había malinterpretado. Sin embargo, terminó sonriendo algo avergonzada, pero segura de que era imposible que el hombre que tenía en frente entendiera el rubor.
- ¿C...cantar?- preguntó abriendo los ojos, aun más roja que momentos antes.- y... yo... n... bu... bueno... a... a veces.... pero... yo no....- negó con la cabeza y miró hacia el suelo con una delicada mano sobre su pecho cerrada en un ligero puño.- no soy muy dada a ello, solo canto en algunas ocasiones, pero... g... gracias por... por el cumplido.- agradeció azorada, no acostumbraba a recibir alagos, y estos le avergonzaban sobre manera.
Al fin y al cabo, todo en ella daba a entender su estatus de sacerdotisa, sus modos delicados, su piel suave, sus manos final, su voz de miel, su pelo sedoso, solo sus pies, cubiertos por zapatos, podrían, en algún caso, delatarla como bailarina o viajera, pero todo lo demás, unido a su dulzura y timidez naturales, hacían que raramente pudieran suponer nada de ella, tal vez, siendo de la misma especie, si se tenía un ojo con mirada científica, pudiera recabar los datos suficientes para entender que, si no era sacerdotisa, al menos estaba claro que hasta hacía poco había vivido cuidada entre sedas, y que, probablemente, supiera del mundo poco o nada.
Quien lo supusiera no estaría carente de razón, al fin y al cabo, era la primera vez que había salido de su bosque, la primera vez que había estado en una ciudad, la primera vez que se adentraba sola a la aventura, sin ir acompañada siquiera por su corcel, en unos pocos días habían sucedido tantas primeras veces que no acababa de entrar le en la cabeza como era eso posible. Reconocía que añoraba el bosque, pero el haber experimentado tantas cosas nuevas, algunas aterradoras, alegres, no cambiaría eso por nada del mundo. Se preguntaba si, con ese viaje, acabaría adquiriendo valor suficiente como para, al menos, hablar con los demás de modo apropiado, como futura sacerdotisa, debería aprender a tratar con gente diferente sin sentirse cortada, pero daba la impresión de que sería para ella, un largo camino a recorrer.
Siguió el movimiento del cigarrillo en las manos del joven con ojos atentos, notando el desvanecerse del humo mientras el aroma se metía de modo continuo en su nariz, olía a menta, a hierva, olía a bosque, olía a hogar. Sonrió con algo de nostalgia mientras el viento le revolvía el pelo y la joven se veía obligada a poner los mechones de su abundante y sedosa melena tras sus finas orejas de elfa.
Era un alivio que el hombre no se hubiera molestado por su inicial silencio, ni por haberse detenido a oírlo, sin embargo, cuando le aseguró que se alegraba por que hubiera disfrutado de la pieza que había tocado, la chica recordó lo que había sentido en las primeras estrofas y sintió un rojo suave teñir sus mejillas, apartó la mirada y tragó saliva dudando unos segundos sobre que responder, sin duda la música había sido preciosa, y las rimas perfectas, no podía decir que no hubiera sido una buena interpretación, pero, sin duda, le había causado cierta vergüenza, y aun se la causaba, el reconocer que, al principio, lo había malinterpretado. Sin embargo, terminó sonriendo algo avergonzada, pero segura de que era imposible que el hombre que tenía en frente entendiera el rubor.
- ¿C...cantar?- preguntó abriendo los ojos, aun más roja que momentos antes.- y... yo... n... bu... bueno... a... a veces.... pero... yo no....- negó con la cabeza y miró hacia el suelo con una delicada mano sobre su pecho cerrada en un ligero puño.- no soy muy dada a ello, solo canto en algunas ocasiones, pero... g... gracias por... por el cumplido.- agradeció azorada, no acostumbraba a recibir alagos, y estos le avergonzaban sobre manera.
Al fin y al cabo, todo en ella daba a entender su estatus de sacerdotisa, sus modos delicados, su piel suave, sus manos final, su voz de miel, su pelo sedoso, solo sus pies, cubiertos por zapatos, podrían, en algún caso, delatarla como bailarina o viajera, pero todo lo demás, unido a su dulzura y timidez naturales, hacían que raramente pudieran suponer nada de ella, tal vez, siendo de la misma especie, si se tenía un ojo con mirada científica, pudiera recabar los datos suficientes para entender que, si no era sacerdotisa, al menos estaba claro que hasta hacía poco había vivido cuidada entre sedas, y que, probablemente, supiera del mundo poco o nada.
Quien lo supusiera no estaría carente de razón, al fin y al cabo, era la primera vez que había salido de su bosque, la primera vez que había estado en una ciudad, la primera vez que se adentraba sola a la aventura, sin ir acompañada siquiera por su corcel, en unos pocos días habían sucedido tantas primeras veces que no acababa de entrar le en la cabeza como era eso posible. Reconocía que añoraba el bosque, pero el haber experimentado tantas cosas nuevas, algunas aterradoras, alegres, no cambiaría eso por nada del mundo. Se preguntaba si, con ese viaje, acabaría adquiriendo valor suficiente como para, al menos, hablar con los demás de modo apropiado, como futura sacerdotisa, debería aprender a tratar con gente diferente sin sentirse cortada, pero daba la impresión de que sería para ella, un largo camino a recorrer.
Eléanör Gàlathiël
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
Una sonrisa se dibujo en los labios del bardo ante la notoria vergüenza de la joven, y como balbuceaba azorada por los cumplidos, aun que ello suponía que no iba a tener la oportunidad de escuchar el canto de la muchacha tan cohibida como se encontraba. Por llo que no se molestó ni en preguntar.
Timidez, finos modales, dificultad para hablar con desconocidos, y se encontraba en un lugar remoto de la ciudad, probablemente si que era una viajera, pero una muy nueva, clase alta, no se comportaba como una pueblerina, y su piel estaba impecable, sin marcas de caza o actividades manuales duras. No debía de hacer demasiado que había abandonado los bosques, o en su defecto, el seno de su familia.
-¿Hace mucho que partió de Sandorai?.-Pese que creía conocer la respuesta, nunca estaba de mas jugar consigo mismo, y comprobar que tanto era realmente capaz de advertir de aquellos a quienes conocía en sus viajes. Una pregunta tan genérica, le permitiría confirmar algo sin adentrarse en demasía en el terreno de lo personal.
Algo llamo sin embargo la atención del bardo, un hombre varios metros a espaldas de la muchacha había estado mirando la misma durante los últimos minutos. ¿Un acosador quizás?¿Un ladrón?¿O un viejo amigo con la misma vergüenza? No podía decidirse, porque el sujeto iba tan bien abrigado que no podía versele ni el rostro. Una capa marrón oscura lo cubría casi por entero, con sendos bolsillos en donde ocultaba las manos, la capucha puesta que sombreaba sus ojos, y una bufanda subida hasta la nariz, el frió justificaba su atuendo, pero si se juntaba con su posición acechante y encorvada, daba mala espina.
Por sus gestos impacientes, parecía querer acercarse a ella, a quien miraba, probablemente se mantenía a ralla por la presencia del elfo, así que disimulando como si no lo hubiera visto, este se dio vuelta y camino pausadamente hacia el manzano, fumando pausadamente, como aquel quien se distrae con el entorno mientras habla.
-¿Le gusta Lunargenta?.- Pregunto, aprovechando el cabello que le pasaba por encima del hombro, cubriendo su perfil, para espiar a la muchacha y a aquel hombre sin que se dieran cuenta de que podía verlos.
Efectivamente el sujeto se acerco, cuando estuvo a pocos pasos, encorvo el codo, sacando algo del bolsillo. Alertado por si había tenido un error de juicio y la muchacha iba a ser atacada, se dio la vuelta y corrió hacía la joven.
En ese momento, el señor dejo caer su carga al verse descubierto, ya sin sigilo alguno, y salio corriendo despareciendo entre las calles, mientras sus pasos sonaban sobre el asfalto.
El elfo detuvo su carrera, si era un agresor y lo seguía podía tratar de dar un rodeo y llegar a la plaza nuevamente antes de que lo encontrara, y de todos modos, si había frustrado un ataque, el arma estaría en el suelo. Lo sorprendente fue no escuchar el repiqueteo metálico del acero contra las losas.
Miró hacia abajo en su busca.
Un papel, un simple papel doblado reposaba sobre el suelo, siendo empujado por el viento contra el pie de la muchacha.
-¿Estaba esperando ud. una carta?.- El bardo se agachó, tomando el papel entre sus, coló el pulgar por el pliegue del papel doblado y lo abrió con un rápido gesto, descubriendo el contenido entre ambos, permitiendo a la muchacha ver el mensaje y a el ojearlo, a riesgo de parecer un maleducado. -De ser así discúlpeme, pensé que querían agredir.....-su ultima palabra quedo a medias mientras sus ojos repasaban los peculiares símbolos del documento, notoriamente sorprendido.
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Timidez, finos modales, dificultad para hablar con desconocidos, y se encontraba en un lugar remoto de la ciudad, probablemente si que era una viajera, pero una muy nueva, clase alta, no se comportaba como una pueblerina, y su piel estaba impecable, sin marcas de caza o actividades manuales duras. No debía de hacer demasiado que había abandonado los bosques, o en su defecto, el seno de su familia.
-¿Hace mucho que partió de Sandorai?.-Pese que creía conocer la respuesta, nunca estaba de mas jugar consigo mismo, y comprobar que tanto era realmente capaz de advertir de aquellos a quienes conocía en sus viajes. Una pregunta tan genérica, le permitiría confirmar algo sin adentrarse en demasía en el terreno de lo personal.
Algo llamo sin embargo la atención del bardo, un hombre varios metros a espaldas de la muchacha había estado mirando la misma durante los últimos minutos. ¿Un acosador quizás?¿Un ladrón?¿O un viejo amigo con la misma vergüenza? No podía decidirse, porque el sujeto iba tan bien abrigado que no podía versele ni el rostro. Una capa marrón oscura lo cubría casi por entero, con sendos bolsillos en donde ocultaba las manos, la capucha puesta que sombreaba sus ojos, y una bufanda subida hasta la nariz, el frió justificaba su atuendo, pero si se juntaba con su posición acechante y encorvada, daba mala espina.
Por sus gestos impacientes, parecía querer acercarse a ella, a quien miraba, probablemente se mantenía a ralla por la presencia del elfo, así que disimulando como si no lo hubiera visto, este se dio vuelta y camino pausadamente hacia el manzano, fumando pausadamente, como aquel quien se distrae con el entorno mientras habla.
-¿Le gusta Lunargenta?.- Pregunto, aprovechando el cabello que le pasaba por encima del hombro, cubriendo su perfil, para espiar a la muchacha y a aquel hombre sin que se dieran cuenta de que podía verlos.
Efectivamente el sujeto se acerco, cuando estuvo a pocos pasos, encorvo el codo, sacando algo del bolsillo. Alertado por si había tenido un error de juicio y la muchacha iba a ser atacada, se dio la vuelta y corrió hacía la joven.
En ese momento, el señor dejo caer su carga al verse descubierto, ya sin sigilo alguno, y salio corriendo despareciendo entre las calles, mientras sus pasos sonaban sobre el asfalto.
El elfo detuvo su carrera, si era un agresor y lo seguía podía tratar de dar un rodeo y llegar a la plaza nuevamente antes de que lo encontrara, y de todos modos, si había frustrado un ataque, el arma estaría en el suelo. Lo sorprendente fue no escuchar el repiqueteo metálico del acero contra las losas.
Miró hacia abajo en su busca.
Un papel, un simple papel doblado reposaba sobre el suelo, siendo empujado por el viento contra el pie de la muchacha.
-¿Estaba esperando ud. una carta?.- El bardo se agachó, tomando el papel entre sus, coló el pulgar por el pliegue del papel doblado y lo abrió con un rápido gesto, descubriendo el contenido entre ambos, permitiendo a la muchacha ver el mensaje y a el ojearlo, a riesgo de parecer un maleducado. -De ser así discúlpeme, pensé que querían agredir.....-su ultima palabra quedo a medias mientras sus ojos repasaban los peculiares símbolos del documento, notoriamente sorprendido.
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Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
- Ah... deben haber pasado... un par de semanas, no más.- contestó la chica recuperandose de su sonrojo.
Hablar de temas banales era relajante para quienes, como ella, sufrían de una timidez bastante pronunciada. El tiempo, los libros, un viaje, eran cosas fáciles de narrar, que disipaban las dudas de la mente de la chica al ser preguntas directas y sencillas de responder. Suspiro aliviada, solía ponerse nerviosa al hablar con hombres, y la respuesta de estos a su presencia y su forma de actuar no solía ser tan educada y paciente como la de quien tenía enfrente.
Usualmente, las personas a las que se encontraba, y sobretodo los de genero opuesto al propio, se acercaban con animos que ella desconocía, y al verla tímida, solían tener dos reacciones, o no soportaban con paciencia hasta que ella se atrevía a hablar y se daban media vuelta, o la azuzaban para que contestase con más preguntas y acababan por hacerla llorar o huir. Suspiró calmandose, sin percatarse de la presencia que, tras ella, intentaba acercarse, temeroso.
- No demasiado.- confesó mientras ponía parte de su espalda en la pared, con los brazos tras la cintura.- demasiada piedra, muy pocos árboles, es una ciudad demasiado fría.- Comentó abrazandose por debajo de la capa intentando calentarse los brazos, algo fríos por las bajas temperaturas de la ciudad. - ¿Y a usted?- preguntó con educación, más tranquila.
Sin embargo no logró obtener la respuesta, pues cuando terminó de hablar, sintió una presencia acercarse a ella, y se giró espantada, tras ella un hombre alto, con la espalda ancha y con algo de sobrepeso se había acercado demasiado a ella, que, asustada, se apartó callendo al suelo, con ojos encharcados, y llorosos, reteniendo un grito en su garganta.
El elfo que le había tenido tanta paciencia, se había levantado de su nuevo asiento el escalón de una casa dispuesto a defenderla sin embargo, la enorme sombra encapuchada se alejaba ya corriendo, asustado por el brusco movimiento de quien había estado hablando con la elfa, dejando caer, tras de si, un trozo de papel al suelo.
Intentando recuperar el pulso tras el susto, sin acabar de entender que significaba eso, o que había querido hacer con ella quien se le había acercado, tragó saliva y se levantó del suelo respirando hondo, quitandose el polvo del trasero, con los ojos aun encharcados, luchando por que no resvalase una lagrima. Esa ciudad la atemorizaba y los residentes en ella, aún más, no le gustaban los humanos, ni los brujos, le daban miedo.
Tragó saliva y se acercó un tímido y temeroso paso al que había intentado defenderla asomandose un poco para ver que decía la nota caida que Iltharion había recogido y abierto para ella, ojeando un poco. Eléanör parpadeo confusa, un sinfín de símbolos extraños se ahrbían paso por el maltrecho papel, sin dejar que la joven entendiera nada. ¿La habría confundido con otra persona? No lo sabía. Tiró aliento a sus manos, frías tras tocar el suelo helado, y las frotó, abrazandose, tiritando. Como odiaba el frío.
- ¿Qué... qué es eso?- preguntó dudosa. Mirando el extraño y adorable código dibujado.- Aun no nocozco a nadie, ni nadie sabe que me encuentro en Lunargenta, yo también he pensado que quería atacarme.- Confesó algo cabizbaja- gracias por intentar defenderme.- agradeció con un leve sonrojo y una sonrisa abierta, realmente había sido un bonito detalle.
Hablar de temas banales era relajante para quienes, como ella, sufrían de una timidez bastante pronunciada. El tiempo, los libros, un viaje, eran cosas fáciles de narrar, que disipaban las dudas de la mente de la chica al ser preguntas directas y sencillas de responder. Suspiro aliviada, solía ponerse nerviosa al hablar con hombres, y la respuesta de estos a su presencia y su forma de actuar no solía ser tan educada y paciente como la de quien tenía enfrente.
Usualmente, las personas a las que se encontraba, y sobretodo los de genero opuesto al propio, se acercaban con animos que ella desconocía, y al verla tímida, solían tener dos reacciones, o no soportaban con paciencia hasta que ella se atrevía a hablar y se daban media vuelta, o la azuzaban para que contestase con más preguntas y acababan por hacerla llorar o huir. Suspiró calmandose, sin percatarse de la presencia que, tras ella, intentaba acercarse, temeroso.
- No demasiado.- confesó mientras ponía parte de su espalda en la pared, con los brazos tras la cintura.- demasiada piedra, muy pocos árboles, es una ciudad demasiado fría.- Comentó abrazandose por debajo de la capa intentando calentarse los brazos, algo fríos por las bajas temperaturas de la ciudad. - ¿Y a usted?- preguntó con educación, más tranquila.
Sin embargo no logró obtener la respuesta, pues cuando terminó de hablar, sintió una presencia acercarse a ella, y se giró espantada, tras ella un hombre alto, con la espalda ancha y con algo de sobrepeso se había acercado demasiado a ella, que, asustada, se apartó callendo al suelo, con ojos encharcados, y llorosos, reteniendo un grito en su garganta.
El elfo que le había tenido tanta paciencia, se había levantado de su nuevo asiento el escalón de una casa dispuesto a defenderla sin embargo, la enorme sombra encapuchada se alejaba ya corriendo, asustado por el brusco movimiento de quien había estado hablando con la elfa, dejando caer, tras de si, un trozo de papel al suelo.
Intentando recuperar el pulso tras el susto, sin acabar de entender que significaba eso, o que había querido hacer con ella quien se le había acercado, tragó saliva y se levantó del suelo respirando hondo, quitandose el polvo del trasero, con los ojos aun encharcados, luchando por que no resvalase una lagrima. Esa ciudad la atemorizaba y los residentes en ella, aún más, no le gustaban los humanos, ni los brujos, le daban miedo.
Tragó saliva y se acercó un tímido y temeroso paso al que había intentado defenderla asomandose un poco para ver que decía la nota caida que Iltharion había recogido y abierto para ella, ojeando un poco. Eléanör parpadeo confusa, un sinfín de símbolos extraños se ahrbían paso por el maltrecho papel, sin dejar que la joven entendiera nada. ¿La habría confundido con otra persona? No lo sabía. Tiró aliento a sus manos, frías tras tocar el suelo helado, y las frotó, abrazandose, tiritando. Como odiaba el frío.
- ¿Qué... qué es eso?- preguntó dudosa. Mirando el extraño y adorable código dibujado.- Aun no nocozco a nadie, ni nadie sabe que me encuentro en Lunargenta, yo también he pensado que quería atacarme.- Confesó algo cabizbaja- gracias por intentar defenderme.- agradeció con un leve sonrojo y una sonrisa abierta, realmente había sido un bonito detalle.
Eléanör Gàlathiël
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
- ¿Qué... qué es eso?-
O la joven era muy buena actriz, o no tenia ni la mas remota idea de a que había venido esa escena, ni de que ponía en el documento.El bardo tampoco tenía demasiada idea de que podía ser, pero sin duda había llamado su atención, y no perdía nada por intentar descubrirlo.
-Por o general disfruto de Lunargenta como de otros lugares, cada sitio tiene su encanto, mas o menos pronunciado.- respondió a la anterior pregunta, intentando disipar de la mente de la muchacha un poco el susto inicial, centrándola en otras cosas.- Y no se preocupe.- sonrió levemente.
La verdad era que, mas allá de que prefería no ser culpable por accidente de la muerte de nadie, lo habría dejado muy mal parado si iba a reportar una muerte, cuando tanta gente le había visto con ella, pero nadie mas había visto al extraño sujeto. Probablemente lo hubieran detenido creyendole culpable, y de haber huido, la guardia habría terminado interrogándolo. Pero no era tan estúpido como para poner dichos pensamientos en alto.
-¿Ve esto? .- Repaso con la punta del dedo una de las combinaciones de símbolos.- Son letras.- Sentenció.- Podrían ser silabas, pero si se fija, esta se repite aquí..-marco con el dedo las dos llamas dibujadas en el papel.- Y aquí.- marcó el otro conjunto.- Las palabras con silabas que se repiten tienden a encontrase a final de la misma, no en el centro. Así que me inclino por pensar que cada dibujo es una letra.- Ahora que la joven se había acercado, si tono se había vuelto mas bajo, sin perder la claridad.
Palabras, había tenido suerte con ello, músico y poeta tenia un vocabulario extenso, y al tener que jugar con ellas, conocía bastante de las mismas, por eso siempre había sido bueno con los acertijos, y los códigos mas sencillos.
Sacudió levemente el rostro, apartando la mirada del papel para dirigir la mirada hacía la joven.
-Probablemente lo mas prudente sea dejar este lugar, si el mensaje no fuera para ud, el mensajero puede haberse percatado al acercarse, e intentar recuperarlo, o.. la persona a la que iba destinado tratar de hacerse con el.-Desvió la mirada hacia la entrada de la plaza, como si esperara ver a alguien llegar en cualquier momento.- Y parece encontrarse muerta de frío.
Inspiró profundamente de su canuto de menta, soltando el aire por la nariz de modo que podía verse lo despacio que exhalaba, como si se encontrara concentrado. Dobló el papel y lo guardó dentro de su camisa, mientras giraba el laúd por la correa, haciéndolo reposar finalmente en su espalda de vuelta.
-No estamos lejos de la calle mayor, es un lugar concurrido y hay algunas tabernas donde refugiarnos del frío, y tomar algo caliente que ayude a pasar este mal trago.- Extendió hasta la muchacha el brazo con cortesía, tanto como para conducirla al lugar, como para cubrirla del viento, y un poco con su capa durante el camino si aceptaba su oferta.
O la joven era muy buena actriz, o no tenia ni la mas remota idea de a que había venido esa escena, ni de que ponía en el documento.El bardo tampoco tenía demasiada idea de que podía ser, pero sin duda había llamado su atención, y no perdía nada por intentar descubrirlo.
-Por o general disfruto de Lunargenta como de otros lugares, cada sitio tiene su encanto, mas o menos pronunciado.- respondió a la anterior pregunta, intentando disipar de la mente de la muchacha un poco el susto inicial, centrándola en otras cosas.- Y no se preocupe.- sonrió levemente.
La verdad era que, mas allá de que prefería no ser culpable por accidente de la muerte de nadie, lo habría dejado muy mal parado si iba a reportar una muerte, cuando tanta gente le había visto con ella, pero nadie mas había visto al extraño sujeto. Probablemente lo hubieran detenido creyendole culpable, y de haber huido, la guardia habría terminado interrogándolo. Pero no era tan estúpido como para poner dichos pensamientos en alto.
-¿Ve esto? .- Repaso con la punta del dedo una de las combinaciones de símbolos.- Son letras.- Sentenció.- Podrían ser silabas, pero si se fija, esta se repite aquí..-marco con el dedo las dos llamas dibujadas en el papel.- Y aquí.- marcó el otro conjunto.- Las palabras con silabas que se repiten tienden a encontrase a final de la misma, no en el centro. Así que me inclino por pensar que cada dibujo es una letra.- Ahora que la joven se había acercado, si tono se había vuelto mas bajo, sin perder la claridad.
Palabras, había tenido suerte con ello, músico y poeta tenia un vocabulario extenso, y al tener que jugar con ellas, conocía bastante de las mismas, por eso siempre había sido bueno con los acertijos, y los códigos mas sencillos.
Sacudió levemente el rostro, apartando la mirada del papel para dirigir la mirada hacía la joven.
-Probablemente lo mas prudente sea dejar este lugar, si el mensaje no fuera para ud, el mensajero puede haberse percatado al acercarse, e intentar recuperarlo, o.. la persona a la que iba destinado tratar de hacerse con el.-Desvió la mirada hacia la entrada de la plaza, como si esperara ver a alguien llegar en cualquier momento.- Y parece encontrarse muerta de frío.
Inspiró profundamente de su canuto de menta, soltando el aire por la nariz de modo que podía verse lo despacio que exhalaba, como si se encontrara concentrado. Dobló el papel y lo guardó dentro de su camisa, mientras giraba el laúd por la correa, haciéndolo reposar finalmente en su espalda de vuelta.
-No estamos lejos de la calle mayor, es un lugar concurrido y hay algunas tabernas donde refugiarnos del frío, y tomar algo caliente que ayude a pasar este mal trago.- Extendió hasta la muchacha el brazo con cortesía, tanto como para conducirla al lugar, como para cubrirla del viento, y un poco con su capa durante el camino si aceptaba su oferta.
Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
La joven asintió en silencio a la explicación del elfo, tenía sentido, se puso de puntillas para observar mejor, si las imagenes eran letras, podía suponer que, posiblemente, era un texto en idioma común, nadie en su sano juicio codificaría el élfico, ya era un idioma de por si dificil para quienes no lo concían, como para, encima, codificarlo. Frunció el ceño e hizo un ligero mohín con los labios, para, después morderse el de abajo, concentrada.
Empezó a mirar los dibujos, estrellas, flores, copos, llamas, circulos, copas, coronas, castañas, parecían seguir un patrón. Apartó un mechón de pelo, que, travieso, se había escapado de detrás de su oreja y volvió a abrazase, helada, pero curiosa por el mensaje, concentrada hasta que la profunda voz del elfo la sacó de su ensimismamiento.
Alzó la cabeza como asustada, por la sorpresa, había olvidado, como solía pasarle cuando se centraba, que había alguien junto a ella. Cohibida y avergonzada por su despiste, asintió ante la propuesta de ir a refugiarse a algún lugar del frío, lo cierto es que estaba helada, y tras dos días en esa ciudad, lejos de su bosque, empezaba a sentir la piel algo seca, posiblemente por el frío, pues en realidad seguía tan tersa y suave como era usual en ella.
Miró con un poco de recelo al joven, cuando, educado, le tendió el brazo, definitivamente, ese elfo no era, ni de lejos, como los que habían crecido con ella, en el bosque, era educado y galante, más humano que elfo, podría decir, incluso si la joven fuera más avispada, podía entrever cierto parecido con algunos vampiros, pero no, sencillamente, pensaba demasiado bien de la gente, y, aunque asustadiza, no dudaba de las buenas intenciones de quienes hablaban con ella de forma abierta.
Tras un ligero instante de duda, extendió su brazo de forma delicada, y, como le habían enseñado que hacían los humanos, tomó el brazo del hombre esperando que él comenzase a andar, supuso que, como él había dicho, irían a alguna de las tabernas que por la calle mayor. Se acercó a él con un par de pasos delicados como todos los que daba y miró al suelo, antes de disculparse.
- Lo siento mucho, soy bastante asustadiza.- se mordió el labio avergonzada, sabía lo que era, y, aunque preferiría tener más valor, se aceptaba a si misma.
Empezó a mirar los dibujos, estrellas, flores, copos, llamas, circulos, copas, coronas, castañas, parecían seguir un patrón. Apartó un mechón de pelo, que, travieso, se había escapado de detrás de su oreja y volvió a abrazase, helada, pero curiosa por el mensaje, concentrada hasta que la profunda voz del elfo la sacó de su ensimismamiento.
Alzó la cabeza como asustada, por la sorpresa, había olvidado, como solía pasarle cuando se centraba, que había alguien junto a ella. Cohibida y avergonzada por su despiste, asintió ante la propuesta de ir a refugiarse a algún lugar del frío, lo cierto es que estaba helada, y tras dos días en esa ciudad, lejos de su bosque, empezaba a sentir la piel algo seca, posiblemente por el frío, pues en realidad seguía tan tersa y suave como era usual en ella.
Miró con un poco de recelo al joven, cuando, educado, le tendió el brazo, definitivamente, ese elfo no era, ni de lejos, como los que habían crecido con ella, en el bosque, era educado y galante, más humano que elfo, podría decir, incluso si la joven fuera más avispada, podía entrever cierto parecido con algunos vampiros, pero no, sencillamente, pensaba demasiado bien de la gente, y, aunque asustadiza, no dudaba de las buenas intenciones de quienes hablaban con ella de forma abierta.
Tras un ligero instante de duda, extendió su brazo de forma delicada, y, como le habían enseñado que hacían los humanos, tomó el brazo del hombre esperando que él comenzase a andar, supuso que, como él había dicho, irían a alguna de las tabernas que por la calle mayor. Se acercó a él con un par de pasos delicados como todos los que daba y miró al suelo, antes de disculparse.
- Lo siento mucho, soy bastante asustadiza.- se mordió el labio avergonzada, sabía lo que era, y, aunque preferiría tener más valor, se aceptaba a si misma.
Eléanör Gàlathiël
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
Joven, ingenua, delicada, y asustadiza, justo como un pajarito. El bardo negó con una sonrisa, y cuando la muchacha lo tomo del brazo, uso el brazo libre para cubrirla mejor con parte de su propia capa, mientras comenzaba a caminar alejándose de la plaza.
-Somos como somos, no tiene porque disculparse por ello.- Y a el realmente le convenía, eran las presas que le gustaban, fáciles de engañar por su ingenuidad, pero que requerían un trabajo fino para que no se asustaran, la dificultad justa como para que fuera emocionante. Y pocas veces eran, las que podía acechar a alguien de su misma especie que cumplieran tales requisitos. Pero ahora había algo que le llamaba la atención tanto o mas que la muchacha, y era el peculiar mensaje del que se había agenciando, que, aunque parecía preguntar problemas, resultaba un enigma demasiado tentador.
-¿Le gustan los acertijos srta.?- Preguntó con el mismo tono cortés que había mantenido todo el rato mientras la guiaba abandonando la plaza, aparentemente atento a ella por completo, pero en verdad, sin dejar de controlar de refilon su alrededor.
Casi había desistido en esa paranoica costumbre cuando una joven elfa de la misma estatura, completamente abrigada y cubierta de pies a cabeza se les cruzó apurada dirigiéndose hacia la calle que acababan de abandonar. ¿Sería pura coincidencia?¿sería que veía justo lo que buscaba? Podía ser, pero nunca estaba demás tener todos los escenarios en cuenta.
La calle mayor se presentó pronto ante si llena de vida, de colores,d e gritos y de gente, las personas parecían un caudal constante que discurría en todas direcciones, todos los mercaderes pregonaban sus bajos precios, aunque no fueran ni de lejos tan provechosos como querían hacer creer a sus compradores, y los mas jóvenes rateros se aprovechaban de la distracción del ajetreo matutino para conseguir algunas monedas o mercancías con las que acallar sus famélicos estómagos.
Con el brazo libre mantuvo a ralla lo mejor que pudo a la gente para evitar ser empujados en demasía por la gente, y pocos minutos después, había conducido a la muchacha hacia el interior de una de las tabernas mas céntricas de la ciudad.
Las paredes de la taberna de piedra hasta la cintura y luego cubiertas de tablones de madera barnizados poseían algunas ventanas des de la cuales espiar la avenida y su vaivén. Varias mesas estaban distribuidas por el amplio salón cubiertas de sencillos manteles de lino, rodeadas por sillas y banquetas de madera, en su mayoría ocupadas.
Una camarera, fácilmente identificable por el mandil lleno de lamparones iba y venia constantemente de la barra y las cocinas a las múltiples mesas que salpicaban la estancia.
Difícilmente serían molestados.
El bardo se acerco a una pequeña mesa para dos, soltó a la muchacha con delicadeza y le retiró la silla antes de ocupar su propio asiento, tras lo cual hizo aparecer la carta de nuevo y la colocó entre ambos.
Una sonrisa divertida se pintó en su rostro tras contemplar esas marcas durante un breve tiempo, tras lo cual, se reclinó en su silla y se dedicó a contemplar a la mujer que lo acompañaba, contando el tiempo para ver cuanto tardaba la joven en descifrar su significado, o pedir ayuda para ello.
-¿Que van a tomar?- Irrumpió la mesera, una mujer entrada en edad, con el pelo adornado con varios mechones ya blancos, recogido en un desaliñado moño en lo alto de su cabeza.
-Lo que guste la señorita.- Con un cortés gesto señaló a la muchacha.
-Somos como somos, no tiene porque disculparse por ello.- Y a el realmente le convenía, eran las presas que le gustaban, fáciles de engañar por su ingenuidad, pero que requerían un trabajo fino para que no se asustaran, la dificultad justa como para que fuera emocionante. Y pocas veces eran, las que podía acechar a alguien de su misma especie que cumplieran tales requisitos. Pero ahora había algo que le llamaba la atención tanto o mas que la muchacha, y era el peculiar mensaje del que se había agenciando, que, aunque parecía preguntar problemas, resultaba un enigma demasiado tentador.
-¿Le gustan los acertijos srta.?- Preguntó con el mismo tono cortés que había mantenido todo el rato mientras la guiaba abandonando la plaza, aparentemente atento a ella por completo, pero en verdad, sin dejar de controlar de refilon su alrededor.
Casi había desistido en esa paranoica costumbre cuando una joven elfa de la misma estatura, completamente abrigada y cubierta de pies a cabeza se les cruzó apurada dirigiéndose hacia la calle que acababan de abandonar. ¿Sería pura coincidencia?¿sería que veía justo lo que buscaba? Podía ser, pero nunca estaba demás tener todos los escenarios en cuenta.
La calle mayor se presentó pronto ante si llena de vida, de colores,d e gritos y de gente, las personas parecían un caudal constante que discurría en todas direcciones, todos los mercaderes pregonaban sus bajos precios, aunque no fueran ni de lejos tan provechosos como querían hacer creer a sus compradores, y los mas jóvenes rateros se aprovechaban de la distracción del ajetreo matutino para conseguir algunas monedas o mercancías con las que acallar sus famélicos estómagos.
Con el brazo libre mantuvo a ralla lo mejor que pudo a la gente para evitar ser empujados en demasía por la gente, y pocos minutos después, había conducido a la muchacha hacia el interior de una de las tabernas mas céntricas de la ciudad.
Las paredes de la taberna de piedra hasta la cintura y luego cubiertas de tablones de madera barnizados poseían algunas ventanas des de la cuales espiar la avenida y su vaivén. Varias mesas estaban distribuidas por el amplio salón cubiertas de sencillos manteles de lino, rodeadas por sillas y banquetas de madera, en su mayoría ocupadas.
Una camarera, fácilmente identificable por el mandil lleno de lamparones iba y venia constantemente de la barra y las cocinas a las múltiples mesas que salpicaban la estancia.
Difícilmente serían molestados.
El bardo se acerco a una pequeña mesa para dos, soltó a la muchacha con delicadeza y le retiró la silla antes de ocupar su propio asiento, tras lo cual hizo aparecer la carta de nuevo y la colocó entre ambos.
Una sonrisa divertida se pintó en su rostro tras contemplar esas marcas durante un breve tiempo, tras lo cual, se reclinó en su silla y se dedicó a contemplar a la mujer que lo acompañaba, contando el tiempo para ver cuanto tardaba la joven en descifrar su significado, o pedir ayuda para ello.
-¿Que van a tomar?- Irrumpió la mesera, una mujer entrada en edad, con el pelo adornado con varios mechones ya blancos, recogido en un desaliñado moño en lo alto de su cabeza.
-Lo que guste la señorita.- Con un cortés gesto señaló a la muchacha.
Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
La joven se dejó guiar por el elfo tomada de su brazo con cuidado, notando que el chico hacía lo posible por taparla, en parte, con su capa. Entraron en la abarrotada calle mayor donde la gente pasaba como suspiros, rápida, veloz y gris, difuminandose con el viento y apretando el paso a cada soplo de brisa fría.
Aun quedaban en el ambiente rastros de la helada de dos días atrás, y parecía que los recuerdos de los ciudadanos no olvidaban el frío haciendo apresurar su paso a quienes no podían permanecer en casa. La cabeza de Eléanör divago hasta las personas que trabajaban en el campo y las cosechas, ¿habrían logrado salvarlas? O habría una etapa de hambruna avecinandose. No tenía idea alguna, pero no le hacía gracia. Tantos cambios no eran buenos, y las perspectivas que el heraldo del norte daba acerca de próximos eventos no era precisamente alagüeña.
Sin embargo, las preguntas del joven galante que le mostraba en ese momento el camino a seguir la sacó de su ensimismamiento,, haciendola asentir antes la cuestión de si le gustaban los acertijos. Efectivamente, le gustaban, en su hogar solía sentarse cerca de riachuelos, bajo los árboles o en piedras al sol para poder leer libros de puzzles o codigos, no es que nunca se le hubieran dado especialmente bien, pero le gustaban, sin duda alguna.
Entraron a una taberna que estaba, en parte, abarrotada de gente. Pasaron entre las mesas, tomando, finalmente, asiento en una algo retirada donde, por fin, el bardo se separó de ella con suavidad y le retiró la silla dejandola sentar, algo avergonzada por las atenciones a las que tan poco acostumbrada estaba. Se sentó y retiró la capa de sus hombros dejando al descubierto la fina tela de color verde del vestido. Y esperó en silencio mirando por la ventana.
Miró nuevamente el papel que el músico dejó sobre la mesa y se concentró en descifrar las letras en los símbolos. La camarera llegó sobresaltandola, consiguiendo que diera un ligero respingo y se sonrojase, avergonzada por haberse asustado por algo tan vanal.
- Un... un té rojo con leche.- pidió algo dudosa, agachando la cabeza, volviendo a fijar su mirada en los trazos del papel.
Si quería descifrarlo, debía empezar buscando palabras de una sola letra, descartando así, las consonantes, y sabiendo que podrían ser, únicamente "y", "a", "e", "o", o "u". Sin embargo no encontró palabra alguna de una sola letra. Frunció el ceño con delicadeza graciosa concentrada, mirando los patrones de repetición, calculando cuales eran las letras, bueno, imagenes, más usadas, suponiendo que probablemente, esas fueran vocales.
- m... -murmuró con voz dulce- Creo, que los dibujos que más se repiten, son vocales, ¿no?- preguntó mirando al joven, cediendole el papel, por si quería intentarlo él.
Aun quedaban en el ambiente rastros de la helada de dos días atrás, y parecía que los recuerdos de los ciudadanos no olvidaban el frío haciendo apresurar su paso a quienes no podían permanecer en casa. La cabeza de Eléanör divago hasta las personas que trabajaban en el campo y las cosechas, ¿habrían logrado salvarlas? O habría una etapa de hambruna avecinandose. No tenía idea alguna, pero no le hacía gracia. Tantos cambios no eran buenos, y las perspectivas que el heraldo del norte daba acerca de próximos eventos no era precisamente alagüeña.
Sin embargo, las preguntas del joven galante que le mostraba en ese momento el camino a seguir la sacó de su ensimismamiento,, haciendola asentir antes la cuestión de si le gustaban los acertijos. Efectivamente, le gustaban, en su hogar solía sentarse cerca de riachuelos, bajo los árboles o en piedras al sol para poder leer libros de puzzles o codigos, no es que nunca se le hubieran dado especialmente bien, pero le gustaban, sin duda alguna.
Entraron a una taberna que estaba, en parte, abarrotada de gente. Pasaron entre las mesas, tomando, finalmente, asiento en una algo retirada donde, por fin, el bardo se separó de ella con suavidad y le retiró la silla dejandola sentar, algo avergonzada por las atenciones a las que tan poco acostumbrada estaba. Se sentó y retiró la capa de sus hombros dejando al descubierto la fina tela de color verde del vestido. Y esperó en silencio mirando por la ventana.
Miró nuevamente el papel que el músico dejó sobre la mesa y se concentró en descifrar las letras en los símbolos. La camarera llegó sobresaltandola, consiguiendo que diera un ligero respingo y se sonrojase, avergonzada por haberse asustado por algo tan vanal.
- Un... un té rojo con leche.- pidió algo dudosa, agachando la cabeza, volviendo a fijar su mirada en los trazos del papel.
Si quería descifrarlo, debía empezar buscando palabras de una sola letra, descartando así, las consonantes, y sabiendo que podrían ser, únicamente "y", "a", "e", "o", o "u". Sin embargo no encontró palabra alguna de una sola letra. Frunció el ceño con delicadeza graciosa concentrada, mirando los patrones de repetición, calculando cuales eran las letras, bueno, imagenes, más usadas, suponiendo que probablemente, esas fueran vocales.
- m... -murmuró con voz dulce- Creo, que los dibujos que más se repiten, son vocales, ¿no?- preguntó mirando al joven, cediendole el papel, por si quería intentarlo él.
Eléanör Gàlathiël
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
La joven se centro en el papel, solo entonces, cuando parecía sumamente concentrada en su tarea, aprovechó el bardo para observar su cuerpo cubierto solo por esa fina tela verde con paciencia, sonriendo satisfecho para si mismo, sobre el buen ojo que había tenido esa vez.
Su mirada ya se encontraba lejos de cualquier lugar que pudiera detallarlo cuando la camarera habló y la muchacha dio un respingo, ruborizándose por haber quedado tan absorta. El elfo le obsequio una sonrisa divertida, y siguió aguardando, mirando las figuras cada poco tiempo para no perder el significado que le había descubierto, esperando cuanto tiempo tardaría la muchacha en pedir ayuda o pistas.
-Algunas, la E y la A son las letras que mas se repiten comúnmente, la Y es la única letra que aparece sola en los textos y tiene poca frecuencia cuando aparece acompañada, la R y la L son las dos únicas letras que aparecen de forma consecutiva, pero solo una de ellas aparece a menudo en pequeños grupos de letras de a pares o de a tres.- Menciono, posando la mirada sobre los respectivos dibujos que había descifrado pero sin señalarlos, para dar la oportunidad a la muchacha de resolver esas letras por si misma o de pedir una ayuda mas concreta si la precisaba. Fue entonces cuando se percato de otra, cosa, y una suave y grave risa escapo entre sus dientes de forma divertida.
-¿Le gustan a ud. las flores srta.?- Alzó la mirada del papel a la muchacha, deslizándolo sobre la mesa hasta dejarlo en frente de la joven de vuelta, señalando las diversas variedades de flores dibujadas en el papel, cuya detalle permitía de todos modos, reconocer de cual se trataba.
Tras ese gestó, saco otro de los arrollados de la caja de madera que guardaba en su morral, y se inclinó hacia una velador de una pared cercana para encender las hierbas. A la primera exhalación, el humo espeso con aroma a menta volvió a materializarse entorno al elfo, perfumando el pequeño espacio que ocupaban en el local.
Con la mirada, observaba del revés los símbolos en la hoja de papel, moviendo los labios de los que escapaban finos hilos de humo hasta que finalmente habló de nuevo.
-Hay 21 estrellas, y 20 gotas de agua, esas son las letras que mas aparecen en el texto. La siguiente que mas aparece es la llama, pero esa se repite, así que dudo mucho que sea una vocal.- Tras eso, hizo un silencio, y volvió a su perenne sonrisa, su expresión denotaba claramente que había averiguado mas de lo que estaba revelando, y el mismo no se molestó en ocultarlo, analizando que respuesta daría la elfa a su pequeña provocación.
El resto del local había ido cambiando de comensales, los tenderos que aun permanecían en el lugar habían partido por completo, y en su lugar, ocupaban las mesas, personas de trabajos mas pesados que se tomaban un descanso de sus labores tras varias horas de deslomarse, aquellos que empezaban al amanecer, y se encontraban a un terció de ganarse el jornal.
Su mirada ya se encontraba lejos de cualquier lugar que pudiera detallarlo cuando la camarera habló y la muchacha dio un respingo, ruborizándose por haber quedado tan absorta. El elfo le obsequio una sonrisa divertida, y siguió aguardando, mirando las figuras cada poco tiempo para no perder el significado que le había descubierto, esperando cuanto tiempo tardaría la muchacha en pedir ayuda o pistas.
-Algunas, la E y la A son las letras que mas se repiten comúnmente, la Y es la única letra que aparece sola en los textos y tiene poca frecuencia cuando aparece acompañada, la R y la L son las dos únicas letras que aparecen de forma consecutiva, pero solo una de ellas aparece a menudo en pequeños grupos de letras de a pares o de a tres.- Menciono, posando la mirada sobre los respectivos dibujos que había descifrado pero sin señalarlos, para dar la oportunidad a la muchacha de resolver esas letras por si misma o de pedir una ayuda mas concreta si la precisaba. Fue entonces cuando se percato de otra, cosa, y una suave y grave risa escapo entre sus dientes de forma divertida.
-¿Le gustan a ud. las flores srta.?- Alzó la mirada del papel a la muchacha, deslizándolo sobre la mesa hasta dejarlo en frente de la joven de vuelta, señalando las diversas variedades de flores dibujadas en el papel, cuya detalle permitía de todos modos, reconocer de cual se trataba.
Tras ese gestó, saco otro de los arrollados de la caja de madera que guardaba en su morral, y se inclinó hacia una velador de una pared cercana para encender las hierbas. A la primera exhalación, el humo espeso con aroma a menta volvió a materializarse entorno al elfo, perfumando el pequeño espacio que ocupaban en el local.
Con la mirada, observaba del revés los símbolos en la hoja de papel, moviendo los labios de los que escapaban finos hilos de humo hasta que finalmente habló de nuevo.
-Hay 21 estrellas, y 20 gotas de agua, esas son las letras que mas aparecen en el texto. La siguiente que mas aparece es la llama, pero esa se repite, así que dudo mucho que sea una vocal.- Tras eso, hizo un silencio, y volvió a su perenne sonrisa, su expresión denotaba claramente que había averiguado mas de lo que estaba revelando, y el mismo no se molestó en ocultarlo, analizando que respuesta daría la elfa a su pequeña provocación.
El resto del local había ido cambiando de comensales, los tenderos que aun permanecían en el lugar habían partido por completo, y en su lugar, ocupaban las mesas, personas de trabajos mas pesados que se tomaban un descanso de sus labores tras varias horas de deslomarse, aquellos que empezaban al amanecer, y se encontraban a un terció de ganarse el jornal.
Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
La chica alzó la mirada al joven cuando este le explicó sobre la sletras que podían y no podían ir unidas, aquellas que solían ir solas y las que normalmente se repetían con más frecuencia. Atenta, intentando, con esos datos, reconocer algunos rasgos en el papel. Miró y se dio cuenta que, si seguia esa secuencia, las llamas debían ser o bien r's o bien l's. Ya que aparecían repetidas, y unidas, en más de una ocasión. Más probablemente sería la r que no la l, por simple suposición. Del mismo modo, las estrellas y las gotas de agua, debían ser, por lo tanto, vocales.
Alzó nuevamente la cabeza del papel raido, y miró al elfo cuando le preguntó por su gusto en flores, con una sonrisa amable, efectivamente, las flores le encantaban, sobretodo aquellas que variaban el color, las pequeñas le resultaban más bonitas que las grandes, y prefería las flores discretas y sencillas, como las margaritas y los tulipanes, a aquellas pretenciosas y ampluosas, como lo eran las rosas, aunque, sin duda, su flor preferida era, y siempre había sido, e lirio.
Le encantaban los lirios, esa inmensa variedad de colores, esos petalos que, sin ser inmensos, podían parecerlo, la suavidad de su apariencia, no podía evitar que, al pensar en flores, le viniera esa imagen tan sutil y fragil, tan elegante y suave a la mente, sobretodo los de color blanco, que tanta calma y pureza le transmitían.
- Así es, me encantan las flores, cuando vivía en Sandorai pasaba todo el tiempo del que disponía en los campos de flores, normalmente leyendo algún libro, las flores no podrían ser mejor compañía.- Dijo con suavidad sin dejar entrever todo lo que sus pensamientos habían conectado en un solo instante.- Si no me equivoco, hay tres tipos de flores en el papel, parecen... margaritas, flores de cerezo y tulipanes- comentó mirando el papel nuevamente.
Volvió a centrarse un instante en la nota, esperando averiguar algo, y comentó a dibujar en la mesa con uno de sus finos dedos, los trazos de las letras que ya creía conocer, indagando por su cuenta, inmersa en sus suposiciones, si las gotas y las estrellas eran a's y e's podría decir que los copos de nieve, que también se le antojaban vocales, debían ser i's, o's, o, u's.
-m... Creo- se atrevió a decir- que los copos de nieve también son vocales, al fin y al cabo, aquí está junto a una llama, que hemos quedado que era consonante, diría que es una L, no?- Preguntó fijandose en que, ninguna vocal suelta podrían ir junto a una r siendo solo una palabra de dos letras.
Alzó nuevamente la cabeza del papel raido, y miró al elfo cuando le preguntó por su gusto en flores, con una sonrisa amable, efectivamente, las flores le encantaban, sobretodo aquellas que variaban el color, las pequeñas le resultaban más bonitas que las grandes, y prefería las flores discretas y sencillas, como las margaritas y los tulipanes, a aquellas pretenciosas y ampluosas, como lo eran las rosas, aunque, sin duda, su flor preferida era, y siempre había sido, e lirio.
Le encantaban los lirios, esa inmensa variedad de colores, esos petalos que, sin ser inmensos, podían parecerlo, la suavidad de su apariencia, no podía evitar que, al pensar en flores, le viniera esa imagen tan sutil y fragil, tan elegante y suave a la mente, sobretodo los de color blanco, que tanta calma y pureza le transmitían.
- Así es, me encantan las flores, cuando vivía en Sandorai pasaba todo el tiempo del que disponía en los campos de flores, normalmente leyendo algún libro, las flores no podrían ser mejor compañía.- Dijo con suavidad sin dejar entrever todo lo que sus pensamientos habían conectado en un solo instante.- Si no me equivoco, hay tres tipos de flores en el papel, parecen... margaritas, flores de cerezo y tulipanes- comentó mirando el papel nuevamente.
Volvió a centrarse un instante en la nota, esperando averiguar algo, y comentó a dibujar en la mesa con uno de sus finos dedos, los trazos de las letras que ya creía conocer, indagando por su cuenta, inmersa en sus suposiciones, si las gotas y las estrellas eran a's y e's podría decir que los copos de nieve, que también se le antojaban vocales, debían ser i's, o's, o, u's.
-m... Creo- se atrevió a decir- que los copos de nieve también son vocales, al fin y al cabo, aquí está junto a una llama, que hemos quedado que era consonante, diría que es una L, no?- Preguntó fijandose en que, ninguna vocal suelta podrían ir junto a una r siendo solo una palabra de dos letras.
Eléanör Gàlathiël
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
-Cinco.-corrigió con suavidad, dirigiendo uno de sus dedos hacia la ultima variedad de flores que había quedado sin identificar.- Diría que esto es una rosa.-Añadió con una sonrisa de satisfacción, sintiendo reafirmada su idea cuando la mujer mencionó las mismas flores que le había parecido reconocer en la hoja. Luego señaló la otra que aparecía una sola vez.- Y creo que esto es un girasol.
-Si la llama es una L, y la estrella es una E, la segunda letra quemas se repite es una gota de agua, y presumimos que es la A, asi como el resto de símbolos que identificamos como cosas palpables empiezan por letras no asignadas, me atrevería a aventurar que el copo de nieve puede pertenecer a la N, dado que la C la ocuparía el cerezo, y el tulipán, la rosa, girasol, y la margarita, representarían respectivamente la T la R , la G y la M.-Reveló finalmente el bardo aquello en lo que llevaba pensando varios instantes al interrelacionar símbolos, nombres y letras.
El bardo abrió la boca, dispuesto a probar su teoría cuando la mesera se acercó con la comanda y apoyó la bebida en la mesa delante de la muchacha, los obsequió a ambos con una sonrisa, y partió a atender al resto de las mesas, tras lo cual, el elfo espero un tiempo prudente antes de seguir hablando, en un tono suave, bajo y complice, que les permitiera cierta intimidad ante cualquier oído indiscreto del local.
-Me parece, que tendría sentido, porque las primeras combinaciones son estrella y copo, que podrían traducirse como En o Ec, la segunda es llama y gota de agua que seria LA y la siguiente palabra, que es Cerezo, agua, dos Llamas, y una Estrella, formarían la palabra Calle. "En la calle" es un inicio raro.. pero no inviable. ¿No cree?
Lo que resultaba mas complejo, eran tanto los símbolos que no tenían forma, como los que poseían una forma capaz de interpretarse de varias formas. El elfo señaló entonces la corona, la carta comodín, la redonda con un punto, que le recordaba a un seno, pero cuya percepción iba a mantener para si, seguro de que señalár ese simbolo y proponer la palabra teta no le hiba a hacer ningún bien, y el sol.
-Esta ultima puede ser la S, pero la corona, difícilmente sea Corona, si la C pertenece a Cerezo, y Rey si la R pertenece a rosa, pese que puedo haber confundido la flor, la Carta a la C claramente no responde, y el dibujo de a dentro.-entrecerró los ojos para verlo mejor.- Podría ser un rey, un caballero, o cualquier carta de algun palo que posea una persona como simbolo, pero las mencionadas difícilmente.Y ese circulo.. puede ser una..¿Diana?...-medito.- Lo dudo... no aparece en pequeños grupos con regularidad.... y esa cosa que aparece aquí.- señaló el palito con dos trazos mas anchos que parian de su base, y que tenía un pequeño circulo coronandolo.- Puede ser un ancla.. u otra cosa..., porque la A ya la asignamos, y aparece muy poco.
O su idea de que los símbolos pertenecían a sus nombres era una estupidez, o representaban palabras que todavía no se le habían ocurrido, pero por ahora, sacó de su morral un recuadro forrado de cuero y atado con cintas que contenía varios papeles, y lo abrió de modo que la mujer no pudiera ver el contenido de los dibujos que guardaba en su interior, pasó las hojas hasta sacar una en blanco, y guardo el portafolios en su lugar.
A su lado depositó un estuche de madera, bastante viejo pero cuidado, y al abrirlo al exterior, unos paños de algodón, carboncillos y miga de pan quedaron expuestos. Con el carboncillo en la mano, trazo cuidadosamente una traducción de los símbolos que habían averiguado, dejando espacios en los lugares que no habían podido llenar aún.
EN LA CALLE MA__R _EL ___TR_T_
MERCANTE , TERCER T_M_ _EL _R_MER
E_T_ANTE _EL CALLE__N __N_E ENC_NTRARA_
LA _N__RMAC__N _E L__ AN_MALE_
_ _LANTA_ _E T_ REG_ON.
ALL_ ENC_NTRARA_ LA __L_C__N A T_ _R__LEMA.
Tras escribir pulcramente lo que habían hecho, incorporando de sus suposiciones, únicamente el copo y las flores, dejando el resto de símbolos sin asignar por si a caso, dio vuelta la hoja colocandola en frente de la muchacha, y apoyo cuidadosamente entre ambos el carboncillo para permitirle hacer cualquier corrección, o añadir alguna letra si estaba segura de su hubicación.
Tomo uno de los trapos de algodón del estuche, y tras limpiarse la ennegrecida falange de los dedos, lo apoyo también entre ambos.
-Si la llama es una L, y la estrella es una E, la segunda letra quemas se repite es una gota de agua, y presumimos que es la A, asi como el resto de símbolos que identificamos como cosas palpables empiezan por letras no asignadas, me atrevería a aventurar que el copo de nieve puede pertenecer a la N, dado que la C la ocuparía el cerezo, y el tulipán, la rosa, girasol, y la margarita, representarían respectivamente la T la R , la G y la M.-Reveló finalmente el bardo aquello en lo que llevaba pensando varios instantes al interrelacionar símbolos, nombres y letras.
El bardo abrió la boca, dispuesto a probar su teoría cuando la mesera se acercó con la comanda y apoyó la bebida en la mesa delante de la muchacha, los obsequió a ambos con una sonrisa, y partió a atender al resto de las mesas, tras lo cual, el elfo espero un tiempo prudente antes de seguir hablando, en un tono suave, bajo y complice, que les permitiera cierta intimidad ante cualquier oído indiscreto del local.
-Me parece, que tendría sentido, porque las primeras combinaciones son estrella y copo, que podrían traducirse como En o Ec, la segunda es llama y gota de agua que seria LA y la siguiente palabra, que es Cerezo, agua, dos Llamas, y una Estrella, formarían la palabra Calle. "En la calle" es un inicio raro.. pero no inviable. ¿No cree?
Lo que resultaba mas complejo, eran tanto los símbolos que no tenían forma, como los que poseían una forma capaz de interpretarse de varias formas. El elfo señaló entonces la corona, la carta comodín, la redonda con un punto, que le recordaba a un seno, pero cuya percepción iba a mantener para si, seguro de que señalár ese simbolo y proponer la palabra teta no le hiba a hacer ningún bien, y el sol.
-Esta ultima puede ser la S, pero la corona, difícilmente sea Corona, si la C pertenece a Cerezo, y Rey si la R pertenece a rosa, pese que puedo haber confundido la flor, la Carta a la C claramente no responde, y el dibujo de a dentro.-entrecerró los ojos para verlo mejor.- Podría ser un rey, un caballero, o cualquier carta de algun palo que posea una persona como simbolo, pero las mencionadas difícilmente.Y ese circulo.. puede ser una..¿Diana?...-medito.- Lo dudo... no aparece en pequeños grupos con regularidad.... y esa cosa que aparece aquí.- señaló el palito con dos trazos mas anchos que parian de su base, y que tenía un pequeño circulo coronandolo.- Puede ser un ancla.. u otra cosa..., porque la A ya la asignamos, y aparece muy poco.
O su idea de que los símbolos pertenecían a sus nombres era una estupidez, o representaban palabras que todavía no se le habían ocurrido, pero por ahora, sacó de su morral un recuadro forrado de cuero y atado con cintas que contenía varios papeles, y lo abrió de modo que la mujer no pudiera ver el contenido de los dibujos que guardaba en su interior, pasó las hojas hasta sacar una en blanco, y guardo el portafolios en su lugar.
A su lado depositó un estuche de madera, bastante viejo pero cuidado, y al abrirlo al exterior, unos paños de algodón, carboncillos y miga de pan quedaron expuestos. Con el carboncillo en la mano, trazo cuidadosamente una traducción de los símbolos que habían averiguado, dejando espacios en los lugares que no habían podido llenar aún.
EN LA CALLE MA__R _EL ___TR_T_
MERCANTE , TERCER T_M_ _EL _R_MER
E_T_ANTE _EL CALLE__N __N_E ENC_NTRARA_
LA _N__RMAC__N _E L__ AN_MALE_
_ _LANTA_ _E T_ REG_ON.
ALL_ ENC_NTRARA_ LA __L_C__N A T_ _R__LEMA.
Tras escribir pulcramente lo que habían hecho, incorporando de sus suposiciones, únicamente el copo y las flores, dejando el resto de símbolos sin asignar por si a caso, dio vuelta la hoja colocandola en frente de la muchacha, y apoyo cuidadosamente entre ambos el carboncillo para permitirle hacer cualquier corrección, o añadir alguna letra si estaba segura de su hubicación.
Tomo uno de los trapos de algodón del estuche, y tras limpiarse la ennegrecida falange de los dedos, lo apoyo también entre ambos.
Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
Siguiendo los pensamientos del chico, Eléanör podía descifrar diferentes letras ya, y, efectivamente, cada dibujo era una letra, la estrella, era un E, el copo de nieven, una N, la llama una L, la gota una A, y todas las palabras seguían la misma secuencia, la primera letra de lo que eran, era la letra que representaban, por ello cada flor era una letra, y eso descartaba, por lo tanto, eso descartaba que la corona, como Iltharion ya había dicho, fuera una c.
No podía ser tampoco una R de rey o reina, pero esas no eran las unicas personas que llevaban corona, así que, por lógica, y con esa seguida de pensamientos, era probable que duera una P, al igual que los principes y las princesas. faltaban pocos simbolos, el triangulo invertido, aparecía solo casi al final del mensaje, por lo que, posiblemente, fuera una Y, y los dos palos, probablemente fueran una D, de dos.
Solo quedaba ese circulo que, desde el primer momento, le había recordado a una rueda. Pero dificilmente podía ser una r, ya que esa estaba tomada por la rosa, pocas opciones más quedaban. Sonrió al recordar los circulos agujereados que el elfo a su lado había hecho cuando se había encontrado y como le habían recordado a una o. giró nuevamente al papel, mirando, esta vez, la pulcra escritura del elfo,
Se mordió el labio inferior concentrada, y una sonrisa iluminó su cara al ver como empezaba a cuadrar todo, tomó el carboncillo con la delicadeza propia que siempre la precedía y escribió con una elegante letra cursiva que nada tenía que envidiar a la de cualquier escriba:
En la calle mayor del distrito mercante,
tercer tomo del primer estante
del callejón donde encontrarás la información de los animales
y plantas de tu región.
Allí encontrarás la solución a tu problema.
Giró el papel ante el hombre y sonrió satisfecha evitando dar pequeños saltitos emocionados en su asiento, tomó el té que había pedido y le dio un sorbo notando el cáido liquido descendieno por su garganta y calentandole el frío cuerpo aun helado por el tiempo pasado en la calle, enfriandose sin notarlo al haberse quedado encandilada con la música del trobador.
Dejó la taza en la mesa, sin alejarla de sus manos para sentir el calor que desprendía y miró al chico con una pregunta en sus ojos, que, seguramente, no haría falta formular, esperaba que él, que parecía más despierto que ella, le confirmase que había acertado y tal vez, entendiera más que ella el significado de ese extraño acertijo, tal vez, o al menos eso suponía ella, se refería a los ladrilos de las casas o quien sabía a que. Lo que sabía Eléanör era que, tras haber llegado tan lejos, quería acabar de resolver el misterio.
No podía ser tampoco una R de rey o reina, pero esas no eran las unicas personas que llevaban corona, así que, por lógica, y con esa seguida de pensamientos, era probable que duera una P, al igual que los principes y las princesas. faltaban pocos simbolos, el triangulo invertido, aparecía solo casi al final del mensaje, por lo que, posiblemente, fuera una Y, y los dos palos, probablemente fueran una D, de dos.
Solo quedaba ese circulo que, desde el primer momento, le había recordado a una rueda. Pero dificilmente podía ser una r, ya que esa estaba tomada por la rosa, pocas opciones más quedaban. Sonrió al recordar los circulos agujereados que el elfo a su lado había hecho cuando se había encontrado y como le habían recordado a una o. giró nuevamente al papel, mirando, esta vez, la pulcra escritura del elfo,
Se mordió el labio inferior concentrada, y una sonrisa iluminó su cara al ver como empezaba a cuadrar todo, tomó el carboncillo con la delicadeza propia que siempre la precedía y escribió con una elegante letra cursiva que nada tenía que envidiar a la de cualquier escriba:
En la calle mayor del distrito mercante,
tercer tomo del primer estante
del callejón donde encontrarás la información de los animales
y plantas de tu región.
Allí encontrarás la solución a tu problema.
Giró el papel ante el hombre y sonrió satisfecha evitando dar pequeños saltitos emocionados en su asiento, tomó el té que había pedido y le dio un sorbo notando el cáido liquido descendieno por su garganta y calentandole el frío cuerpo aun helado por el tiempo pasado en la calle, enfriandose sin notarlo al haberse quedado encandilada con la música del trobador.
Dejó la taza en la mesa, sin alejarla de sus manos para sentir el calor que desprendía y miró al chico con una pregunta en sus ojos, que, seguramente, no haría falta formular, esperaba que él, que parecía más despierto que ella, le confirmase que había acertado y tal vez, entendiera más que ella el significado de ese extraño acertijo, tal vez, o al menos eso suponía ella, se refería a los ladrilos de las casas o quien sabía a que. Lo que sabía Eléanör era que, tras haber llegado tan lejos, quería acabar de resolver el misterio.
Eléanör Gàlathiël
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
La muchacha no tardo en empezar a completar los huecos que faltaban en el papel. Iltharion observo pacientemente sus gestos, su pulcra y delicada caligrafía, como se mordía el labio concentrada. Si hubiera sido una muchacha menos cohibida quizás ubuera alargado al mano para que se soltara el labio y no lo lastimara por accidente, pero no le pareció que ese gesto fuera a caerle en gracia a la señorita.
Esperó pacientemente, y una vez terminó de escribir la joven giró el papel hacia su dirección.
Lo leyó un par de veces con atención, y su ceño se frunció a la vez que sonreía, ¿Que clase de solución merecía tales precauciones? Podía ser algo peligroso, pero a su vez era emocionante. El mensaje no era una simple notita de amor, o algun recado sencillo, era un acertijo, no uno complicado, pero uno a fin de cuentas.
Alzó la mirada hacia su congénere y le extendió el paño de algodón para que se limpiara los dedos antes de que se tocara accidentalmente la cara y terminara llena de manchones de carbón por toda su faz.
-Es un acertijo.- pronuncio con calma, y con cierto tono pícaro y cómplice, como si se tratase de un juego, alguna clase de jincana en la que iban ganando.- En la calle mayor del distrito mercante, es esta calle.- señaló con la cabeza una de las ventanas des de las cuales se veía el exterior.
-Tercer tomo del primer estante.- Siguió recitando.- Eso significa que es un lugar donde hay varios estantes y manuscritos, podría ser una librería, pero se arriesgarían a que alguien comprara ese volumen, así que me inclino por la biblioteca.- Prosiguió haciendo gala del sentido común.- Del callejón donde encontrarás la información de los animales y plantas de tu región.- Finalizó la parte del acertijo que era capaz de resolver.- De la sección donde hay información sobre Sandorai. Dado que el mensaje no era para ti, te habrán confundido con otra persona, probablemente otra elfa. En cuanto a la ultima frase, creo que no hay forma de que averigüemos a que se refiere si no lo encontramos.
El bardo tomo sus bártulos y empezó a guardarlos meticulosamente en el estuche, hizo lo propio con la nota, para posteriormente hacer desaparecer todo dentro de su morral, sacando del mismo unas monedas para poder pagar a la mesera cuando la joven terminase de tomarse su bebida.
-¿Que opina señorita? ¿Le puede la curiosidad tanto como a mi o prefiere dejar este misterio sin resolver? Cuando termine su bebida, claro esta.- Pregunto con una sonrisa picara, y una mirada llena de emoción y curiosidad por lo que les podía deparar ese desafío. Apoyo el codo sobre la mesa y el mentón sobre dicha mano, ladeando el rostro hacia un costado, dejando que su melena, atada por el extremo inferior, cayera como una ordenada cortina hacia un costado, mientras la miraba fijamente, tranquilo, esperando una respuesta, y dándole tiempo a tomar su te, y entrar en calor antes de someterla nuevamente al frío del exterior.
Se le ocurrían mil formas mejores para calentar la helada piel de la muchacha, pero todos esos ingenios tendrían que esperar, quizás si jugaba bien sus cartas, sería la merecida recompensa de un fino trabajo.
Con aire distraído sacó del interior de su camisa una cadena con varios anillos de oro colgando del mismo, todos pulidos y lisos, de diversos quilates de diferencia, y manufacturas, muy similares a los que pendían de sus orejas, pero sin los enganches para colgarlos en ellas, y entre murmullos, apenas separando los labios, dejo oír su grave ya terciopelada voz, entonando la suave melodía que había captado la atención de la muchacha en la plaza.
Esperó pacientemente, y una vez terminó de escribir la joven giró el papel hacia su dirección.
Lo leyó un par de veces con atención, y su ceño se frunció a la vez que sonreía, ¿Que clase de solución merecía tales precauciones? Podía ser algo peligroso, pero a su vez era emocionante. El mensaje no era una simple notita de amor, o algun recado sencillo, era un acertijo, no uno complicado, pero uno a fin de cuentas.
Alzó la mirada hacia su congénere y le extendió el paño de algodón para que se limpiara los dedos antes de que se tocara accidentalmente la cara y terminara llena de manchones de carbón por toda su faz.
-Es un acertijo.- pronuncio con calma, y con cierto tono pícaro y cómplice, como si se tratase de un juego, alguna clase de jincana en la que iban ganando.- En la calle mayor del distrito mercante, es esta calle.- señaló con la cabeza una de las ventanas des de las cuales se veía el exterior.
-Tercer tomo del primer estante.- Siguió recitando.- Eso significa que es un lugar donde hay varios estantes y manuscritos, podría ser una librería, pero se arriesgarían a que alguien comprara ese volumen, así que me inclino por la biblioteca.- Prosiguió haciendo gala del sentido común.- Del callejón donde encontrarás la información de los animales y plantas de tu región.- Finalizó la parte del acertijo que era capaz de resolver.- De la sección donde hay información sobre Sandorai. Dado que el mensaje no era para ti, te habrán confundido con otra persona, probablemente otra elfa. En cuanto a la ultima frase, creo que no hay forma de que averigüemos a que se refiere si no lo encontramos.
El bardo tomo sus bártulos y empezó a guardarlos meticulosamente en el estuche, hizo lo propio con la nota, para posteriormente hacer desaparecer todo dentro de su morral, sacando del mismo unas monedas para poder pagar a la mesera cuando la joven terminase de tomarse su bebida.
-¿Que opina señorita? ¿Le puede la curiosidad tanto como a mi o prefiere dejar este misterio sin resolver? Cuando termine su bebida, claro esta.- Pregunto con una sonrisa picara, y una mirada llena de emoción y curiosidad por lo que les podía deparar ese desafío. Apoyo el codo sobre la mesa y el mentón sobre dicha mano, ladeando el rostro hacia un costado, dejando que su melena, atada por el extremo inferior, cayera como una ordenada cortina hacia un costado, mientras la miraba fijamente, tranquilo, esperando una respuesta, y dándole tiempo a tomar su te, y entrar en calor antes de someterla nuevamente al frío del exterior.
Se le ocurrían mil formas mejores para calentar la helada piel de la muchacha, pero todos esos ingenios tendrían que esperar, quizás si jugaba bien sus cartas, sería la merecida recompensa de un fino trabajo.
Con aire distraído sacó del interior de su camisa una cadena con varios anillos de oro colgando del mismo, todos pulidos y lisos, de diversos quilates de diferencia, y manufacturas, muy similares a los que pendían de sus orejas, pero sin los enganches para colgarlos en ellas, y entre murmullos, apenas separando los labios, dejo oír su grave ya terciopelada voz, entonando la suave melodía que había captado la atención de la muchacha en la plaza.
Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
Los días de Lunargenta se volvían cada vez más y más aburridos. Desde que me encontré a aquellas dos preciosidades no me pasó nada que merezca la pena mencionar. Seguía haciendo mis propias investigaciones sobre la maldición de la mariposa de mi ingle y seguía teniendo que gastar mis propios aeros para poder dormir en una cama mullida. Antes era mucho más fácil y no tenía que pagar ni una sola moneda, solo tenía que buscar una moza ingénua que quisera una aventura emocionante para un par de noches, y ciertamente, pocas se resistían a mí. No sabía si era el agua o la comida que tomaban pero las humanas de Lunargenta eran de lo más ingénuas. ¿Es que sus padres no les enseñaron que estaba mal hablar con tipos como yo?
Fuera como fuere, allí estaba de posada en posada y de taberna en taberna buscando una habitación a buen precio. Por una parte, las que me eran medianamente asequibles estaban hechas una ruina y no exagero, vi una habitación con una cama devorada, literalmente, por las ratas, y otra que tenía una agujero en el techo por la que caía un líquido verde de no muy buen aspecto; por otra parte, las que por lo menos se podían dormir en paz, tenían un precio desmesuradamente alto. La última taberna en la que estaba ni siquiera tenía habitaciones.
-¿Y tú dónde vives?- Insistí a la mesonera. - Debes de vivir en algún sitio e incluso pude que tengáis habitaciones libres.-
-Ya le he dicho señor que no tenemos habitaciones. Ahora, deje de molestar o tendré que llamar a la guardia.- Dijo la vieja mesonera con un voz tan agría como su cara.
-Una cerveza sí me servira, ¿o acaso no os quedan?- Le contesté con cierta sorna.
La vieja no me contestó, simplemente se dignó a servirme una jarra de cerveza la cual, seguramente, hubiera escupido antes de servírmela. Cogí mi jarra sin rechistar y me senté en una de las mesas. Mientras me la bebía vi a cada hombre y cada mujer de la taberna; una vieja costumbre que tenía de estudiar el terreno antes de atacar. Allí estaban el clásico hombre con obesidad morvida con decenas de jarras vacías en su mesa y otra llena en sus manos, otros dos hombres jugando a los dados… nada que me llamase la atención a excepción de una parejita de elfos sentados en una de las mesas más lejanas a la mía. ¿Quién lo iba a decir? Un par elfos, ¡aquí! Justo en el momento que más me apetece joder para deshagorme de mi desdichada maldición.
Disimuladamente me acerqué a los dos elfos para ver qué estaban haciendo. Parecían estar jugando con una especie de papel. Estaba seguro que si se lo quitaba iban a ponerse los dos histéricos. Ya me podía imaginar la reacción de ambos elfos. ¡No había nada más que hablar! Con mi magia de la telequinesis hice volar el papel lejos de sus manos, primero por encima de sus cabezas y luego hacia el bolsillo de mi pantalón.
-Parece que hay corriente.- Dije en alto con falso tono de sorpresa en el momento en que el papel entró en mi bolsillo. –Vieja, deberías cerrar las ventanas antes que alguien se acatarre.-
Fuera como fuere, allí estaba de posada en posada y de taberna en taberna buscando una habitación a buen precio. Por una parte, las que me eran medianamente asequibles estaban hechas una ruina y no exagero, vi una habitación con una cama devorada, literalmente, por las ratas, y otra que tenía una agujero en el techo por la que caía un líquido verde de no muy buen aspecto; por otra parte, las que por lo menos se podían dormir en paz, tenían un precio desmesuradamente alto. La última taberna en la que estaba ni siquiera tenía habitaciones.
-¿Y tú dónde vives?- Insistí a la mesonera. - Debes de vivir en algún sitio e incluso pude que tengáis habitaciones libres.-
-Ya le he dicho señor que no tenemos habitaciones. Ahora, deje de molestar o tendré que llamar a la guardia.- Dijo la vieja mesonera con un voz tan agría como su cara.
-Una cerveza sí me servira, ¿o acaso no os quedan?- Le contesté con cierta sorna.
La vieja no me contestó, simplemente se dignó a servirme una jarra de cerveza la cual, seguramente, hubiera escupido antes de servírmela. Cogí mi jarra sin rechistar y me senté en una de las mesas. Mientras me la bebía vi a cada hombre y cada mujer de la taberna; una vieja costumbre que tenía de estudiar el terreno antes de atacar. Allí estaban el clásico hombre con obesidad morvida con decenas de jarras vacías en su mesa y otra llena en sus manos, otros dos hombres jugando a los dados… nada que me llamase la atención a excepción de una parejita de elfos sentados en una de las mesas más lejanas a la mía. ¿Quién lo iba a decir? Un par elfos, ¡aquí! Justo en el momento que más me apetece joder para deshagorme de mi desdichada maldición.
Disimuladamente me acerqué a los dos elfos para ver qué estaban haciendo. Parecían estar jugando con una especie de papel. Estaba seguro que si se lo quitaba iban a ponerse los dos histéricos. Ya me podía imaginar la reacción de ambos elfos. ¡No había nada más que hablar! Con mi magia de la telequinesis hice volar el papel lejos de sus manos, primero por encima de sus cabezas y luego hacia el bolsillo de mi pantalón.
-Parece que hay corriente.- Dije en alto con falso tono de sorpresa en el momento en que el papel entró en mi bolsillo. –Vieja, deberías cerrar las ventanas antes que alguien se acatarre.-
Gerrit Nephgerd
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
Sonrió feliz de haber conseguido descifrar el código, bien era cierto que no lo había hecho sola, ni mucho menos, en realidad, a penas había acertado las últimas letras y había hecho algunas suposiciones acertadas, le gustaban esas cosas, pero ni mucho menos era una experta, si lo fuera, no habría estado practicando para ser sacerdotisa, habría dedicado sus días al estudio de lenguas, y no al de huesos.
Escuchó atenta, con una sonrisa de satisfacción, las explicaciones del elfo, sin duda, su teoría tenía mucho más sentido que la propia, solo a ella se le ocurriría pensar que alguien comparaba libros con ladrillos, aunque, sin duda, algunos tomos eran incluso más pesados que las piedras. Pero si, sin duda, lo más probable era que se refiriese a libros reales, muy posiblemente a los de la biblioteca, pues, como Iltharion había dicho ya, en una librería habría peligro de que se comprase el libro.
Asintií aceptando las sospechas, así que no era, como ella habría supuesto, una carta de amenaza, ni de amor, eran ni más ni menos, que unas instrucciones "precisas" para localizar algo, si no habían supuesto mal, un libro. Tomó otro sorbo de té, y notó que ya la taza estaba prácticamente vacía, había bebido más rápido de lo que pensaba, aunque, por suerte, su elegancia natural no había desaparecido en instante alguno.
Notó, mientras daba su último sorbo, como el papel empezaba a flotar, extrañada, por la falta de corriente, intentó tomar el papel, sin éxito alguno, viendo con fijeza desde su asiento como este iba a parar directo al bolsillo de un hombre muy alto y rubio que salía ya de la taberna. Frunció el ceño algo molesta, habían perdido el papel. Sin embargo sonrió a la invitación de su congenere, el papel poco importaba, su memoria era buena, seguro que podría recordarlo todo, incluso era capaz de recordar la letra y la tonada de la canción del trobador que tenía frente a ella.
- Lo cierto es- musitó algo avergonzada- que me pierde mi curiosidad, así que, aun sin el papel, me gustaría llegar al fondo de este misterio.- sonrió amablemente.- Era a la biblioteca, ¿no es así?- preguntó levantandose.- Cuando esté listo, yo lo estoy también.- Afirmó.
Aun no lograba quitarse de la cabeza la imagen del extraño humano que había logrado adquirir la nota de alguna extraña forma. Una idea se pasó por su cabeza, pero lo cierto es que esa idea le daba demasiado miedo como para aceptarla, si ese hombre hubiera sido un brujo.... Tragó saliva y se mordió el labio algo preocupada, pero intentó olvidar la imagen del hombre para centrarse en su cometido, encontrar un libro.
Escuchó atenta, con una sonrisa de satisfacción, las explicaciones del elfo, sin duda, su teoría tenía mucho más sentido que la propia, solo a ella se le ocurriría pensar que alguien comparaba libros con ladrillos, aunque, sin duda, algunos tomos eran incluso más pesados que las piedras. Pero si, sin duda, lo más probable era que se refiriese a libros reales, muy posiblemente a los de la biblioteca, pues, como Iltharion había dicho ya, en una librería habría peligro de que se comprase el libro.
Asintií aceptando las sospechas, así que no era, como ella habría supuesto, una carta de amenaza, ni de amor, eran ni más ni menos, que unas instrucciones "precisas" para localizar algo, si no habían supuesto mal, un libro. Tomó otro sorbo de té, y notó que ya la taza estaba prácticamente vacía, había bebido más rápido de lo que pensaba, aunque, por suerte, su elegancia natural no había desaparecido en instante alguno.
Notó, mientras daba su último sorbo, como el papel empezaba a flotar, extrañada, por la falta de corriente, intentó tomar el papel, sin éxito alguno, viendo con fijeza desde su asiento como este iba a parar directo al bolsillo de un hombre muy alto y rubio que salía ya de la taberna. Frunció el ceño algo molesta, habían perdido el papel. Sin embargo sonrió a la invitación de su congenere, el papel poco importaba, su memoria era buena, seguro que podría recordarlo todo, incluso era capaz de recordar la letra y la tonada de la canción del trobador que tenía frente a ella.
- Lo cierto es- musitó algo avergonzada- que me pierde mi curiosidad, así que, aun sin el papel, me gustaría llegar al fondo de este misterio.- sonrió amablemente.- Era a la biblioteca, ¿no es así?- preguntó levantandose.- Cuando esté listo, yo lo estoy también.- Afirmó.
Aun no lograba quitarse de la cabeza la imagen del extraño humano que había logrado adquirir la nota de alguna extraña forma. Una idea se pasó por su cabeza, pero lo cierto es que esa idea le daba demasiado miedo como para aceptarla, si ese hombre hubiera sido un brujo.... Tragó saliva y se mordió el labio algo preocupada, pero intentó olvidar la imagen del hombre para centrarse en su cometido, encontrar un libro.
Eléanör Gàlathiël
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
Cuando el papel se escapo entre sus manos, y tras dar un par de manotazos infructuosos, y ver como la muchacha hizo otro tanto, guardo el resto de sus cosas y siguió el pergamino pro la mirada, claramente se trataba de magia, no había viento, y un movimiento tan preciso no podía ser pura casualidad. Menos cuando su lugar de reposo fue el bolsillo de un hombre que les dedicó un jocoso comentario antes de desaparecer.
-Por suerte ya desciframos su significado.-Le dedico una sonrisa tranquilizadora a la muchacha intentando aliviar la jugarreta que les acababan de hacer, e hizo un gesto a la mesera que recogió las monedas y el vaso vacío que reposaban sobre la mesa que compartían en esos momentos.
Se levantó, y tras acomodarse el morral, el laúd y el abrigo, le tendió un brazo a al joven como había hecho antes, deteniéndose a medio ademan al ver como tragaba saliva y se mordía el labio. De nuevo. Sin aguantarse las ganas de hacer alguna picarda, apoyo suavemente el lateral del indice bajo su mentón, un roce suave y apenas perceptible, mientras con un tirón cuidadoso liberaba el labio que la muchacha se aprisionaba con los dientes.
-Se va a lastimar si sigue haciendo eso.-La reprendió con un tono afable y una sonrisa inocente, que nada tenía de genuina, haciendo gala de sus dotes actorales.
Como si no hubiera ocurrido absolutamente nada, volvió a ofrecerle su brazo, dispuesto a guiarla hacía la biblioteca, cubriéndola con la capa como había hecho antes para protegerla de los fríos vientos invernales de la peninsula de Verisar.
-Claro que, tendremos que ser rápidos, si no queremos que ese brujo desvele el misterio antes que nosotros. Habrá que alcanzarle.-Dijo con un tono levemente teatral para darle emoción a su búsqueda .
¿Sería ese el hombre que les había dado la nota intentando recuperarla? Difícilmente, ya que si se hubiera tratado de un brujo capaz de manipular el aire, no habría precisado ni de acercarse a la muchacha para entregarle la nota, ni de ese espectáculo burlesco para recuperarla.
¿Alguien que sabia de que iba ese asunto? Era posible, pero sería mucha casualidad. Quizás, simple y llanamente, estuviera tan ocioso y aburrido como estaban ellos, o, mas probablemente, se tratara de algún gesto de xenofobia por ser una pareja de elfos.
Sin despedirse de la mesera, condujo a la joven hacia el exterior, y a paso rápido, hizo que ambos se deslizaran entre la multitud mientras buscaba con la mirada al hombre que les había robado el papel de camino, había muchas posibilidades de que hubiera leído el papelito robado, o los hubiera escuchado.
Sin embargo, al haber salido tan raudos tras ese individuo, y con el apurado paso que marcaba el bardo, sosteniendo a la elfa para que pudiera seguirlo sin problemas, no fue difícil encontrar al presunto brujo en cuestión.
Alargó la mano, hacia una ventana cercana, y con la mano enguantada tomó del alfeizár un poco de nieve y escarcha de la noche anterior, presionándolo con los dedos hasta que formó una compacta y pequeña canica de hielo en su mano.
Señaló entonces el hallazgo del sujeto a la joven ,se puso un dedo en los labios indicando silencio, mientras los acercaba entre la multitud, y cuando estuvieron justo a sus espaldas, escoló la canica de hielo por el cuello de las ropas del brujo, pasando rápidamente por su costado con a joven, dispuesto a adelantarsele pronunciando de forma audible.
-Parece que están cayendo algo de granizo, habrá que buscar refugio pronto.- Con un tono claramente burlón, y una sonrisa picara.
*Uso de mi habilidad de nivel 0 "Prestidigitación"
-Por suerte ya desciframos su significado.-Le dedico una sonrisa tranquilizadora a la muchacha intentando aliviar la jugarreta que les acababan de hacer, e hizo un gesto a la mesera que recogió las monedas y el vaso vacío que reposaban sobre la mesa que compartían en esos momentos.
Se levantó, y tras acomodarse el morral, el laúd y el abrigo, le tendió un brazo a al joven como había hecho antes, deteniéndose a medio ademan al ver como tragaba saliva y se mordía el labio. De nuevo. Sin aguantarse las ganas de hacer alguna picarda, apoyo suavemente el lateral del indice bajo su mentón, un roce suave y apenas perceptible, mientras con un tirón cuidadoso liberaba el labio que la muchacha se aprisionaba con los dientes.
-Se va a lastimar si sigue haciendo eso.-La reprendió con un tono afable y una sonrisa inocente, que nada tenía de genuina, haciendo gala de sus dotes actorales.
Como si no hubiera ocurrido absolutamente nada, volvió a ofrecerle su brazo, dispuesto a guiarla hacía la biblioteca, cubriéndola con la capa como había hecho antes para protegerla de los fríos vientos invernales de la peninsula de Verisar.
-Claro que, tendremos que ser rápidos, si no queremos que ese brujo desvele el misterio antes que nosotros. Habrá que alcanzarle.-Dijo con un tono levemente teatral para darle emoción a su búsqueda .
¿Sería ese el hombre que les había dado la nota intentando recuperarla? Difícilmente, ya que si se hubiera tratado de un brujo capaz de manipular el aire, no habría precisado ni de acercarse a la muchacha para entregarle la nota, ni de ese espectáculo burlesco para recuperarla.
¿Alguien que sabia de que iba ese asunto? Era posible, pero sería mucha casualidad. Quizás, simple y llanamente, estuviera tan ocioso y aburrido como estaban ellos, o, mas probablemente, se tratara de algún gesto de xenofobia por ser una pareja de elfos.
Sin despedirse de la mesera, condujo a la joven hacia el exterior, y a paso rápido, hizo que ambos se deslizaran entre la multitud mientras buscaba con la mirada al hombre que les había robado el papel de camino, había muchas posibilidades de que hubiera leído el papelito robado, o los hubiera escuchado.
Sin embargo, al haber salido tan raudos tras ese individuo, y con el apurado paso que marcaba el bardo, sosteniendo a la elfa para que pudiera seguirlo sin problemas, no fue difícil encontrar al presunto brujo en cuestión.
Alargó la mano, hacia una ventana cercana, y con la mano enguantada tomó del alfeizár un poco de nieve y escarcha de la noche anterior, presionándolo con los dedos hasta que formó una compacta y pequeña canica de hielo en su mano.
Señaló entonces el hallazgo del sujeto a la joven ,se puso un dedo en los labios indicando silencio, mientras los acercaba entre la multitud, y cuando estuvieron justo a sus espaldas, escoló la canica de hielo por el cuello de las ropas del brujo, pasando rápidamente por su costado con a joven, dispuesto a adelantarsele pronunciando de forma audible.
-Parece que están cayendo algo de granizo, habrá que buscar refugio pronto.- Con un tono claramente burlón, y una sonrisa picara.
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Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
Sonreía feliz al ver que mi mala treta había funcionado. En cuanto salí de la taberna ya tenía a la parejita de elfos detrás de mí persiguiéndome en busca de su papel. ¿Por qué era tan importante para ellos? Era solo un trozo de papel no una bolsa llena de aeros, no tenía nada de valor para cualquiera que tuviera un par de dedos de frente. Mientras los dos orejas picudas se iban acercando más y más a mí sin el menor de los disimulos, saqué la nota de mi bolsillo; estaba claro que lo valioso para ellos era lo que había escrito en ella no el propio papel. ¿Y qué había escrito en ella? Mierdas de elfos seguramente. No entendía ni una sola de las palabras que habían escritas en ella. Las letras, más que ser propias letras, me parecían que eran dibujos, había una gota de agua, distintas clases de flores, un triángulo, un sol, una estrella, una llama de fuego… A mí no me engañaban, eso no eran letras del idioma común, casi podría jurar que ni siquiera eran letras del idioma de los elfos.
Mientras iba descubriendo uno a uno nuevos dibujos de la nota, un terrible escalofrío brotó de mi espalda. Primero noté algo pequeño y en forma de círculo entrar por el cuello de mi camisa, luego ese algo fue cayendo y a la vez derritiéndose sobre mi espalda provocándome un molestó escalofrío que me hizo temblar todo mi cuerpo. Sea lo que sea lo que había caído por mi espalda no fue nada agradable. ME quedé quieto y abrí la palma de mi mano derecha por ver si notaba algo más caía en ella. Tal vez estaría nevando, teniendo en cuenta que estábamos en pleno invierno, no era raro que comenzase a nevar en Aerandir. Pero ninguna bolita más de nieve cayó por mi cuerpo.
Al momento, los elfos me adelantaron y uno de ellos, el chico, pronunció una frase con cierto tono de sorna que me hizo abrir los ojos. No estaba nevando, claro que no, lo que había sucedido es que él había metido la bolita por mi espalda sin que yo me hubiera dado cuenta. Sonreí con cierta malicia al darme cuenta, la verdad es que era gracioso encontrarse a un elfo tan vengativo, un elfo que me podría dar mucho juego.
-¡Secreto resuelto!- Grité en alto para que todo el mundo me oyera, incluido la pareja de elfos. – No hay adivinanza ni idioma que se me pueda resistir.- Tuve que hacer fuerza para ocultar la sonrisa que quería nacer de mis labios y seguir con la jugada que había ideado.- Esta gran noticia merece ser contada por todos los pregoneros de Lunargenta. ¡Todo el mundo debe saber lo que dice aquí!- Alcé la nota en alto y la moví como si me acabasen de dar el mayor de los trofeos.
Lo cierto es que no tenía ni puta idea de lo que ponía en la nota. Pero eso los elfos no lo sabían y si querían mantener sus notas de amor en secreto, más valía que me siguieran. Caminé, esta vez con mayor presteza, entre las calles de Lunargenta girando pocas la cabeza para comprobar que los elfos me seguían. Si recordaba bien, hacía unos días había visto un anciano pregonero cerca de la biblioteca leyendo las noticias que el pueblo de a pie no entendía. Un trabajo lamentable al decir verdad, hacía de lector para aquellos que no sabían leer. ¿Qué más les daba a esos ignorantes que el Conde Norris se fuera a casar? La mayor parte de los aldeanos de Aerandir no sabían ni leer ni escribir, trabajaban en sus cultivos o en sus almacenes y poco más. Aun así, a una persona bastante más idiota que inteligente, se le ocurrió la genial idea de que los plebeyos tenían que estar informados de la vida de la gente adinerada y había que reconocerlo, el idiota acertó de pleno. Entorno al viejo pregonero que se situaba a la entrada de la biblioteca, todos los días se reunían una inmensa multitud de personas para escuchar las vidas de los altos nobles con tanto afan como si fuera las vidas de sus propios vecinos y amigos. Una vez esto demuestra mi teoría: Lunargenta estaba lleno de ignorantes e idiotas.
Mientras iba descubriendo uno a uno nuevos dibujos de la nota, un terrible escalofrío brotó de mi espalda. Primero noté algo pequeño y en forma de círculo entrar por el cuello de mi camisa, luego ese algo fue cayendo y a la vez derritiéndose sobre mi espalda provocándome un molestó escalofrío que me hizo temblar todo mi cuerpo. Sea lo que sea lo que había caído por mi espalda no fue nada agradable. ME quedé quieto y abrí la palma de mi mano derecha por ver si notaba algo más caía en ella. Tal vez estaría nevando, teniendo en cuenta que estábamos en pleno invierno, no era raro que comenzase a nevar en Aerandir. Pero ninguna bolita más de nieve cayó por mi cuerpo.
Al momento, los elfos me adelantaron y uno de ellos, el chico, pronunció una frase con cierto tono de sorna que me hizo abrir los ojos. No estaba nevando, claro que no, lo que había sucedido es que él había metido la bolita por mi espalda sin que yo me hubiera dado cuenta. Sonreí con cierta malicia al darme cuenta, la verdad es que era gracioso encontrarse a un elfo tan vengativo, un elfo que me podría dar mucho juego.
-¡Secreto resuelto!- Grité en alto para que todo el mundo me oyera, incluido la pareja de elfos. – No hay adivinanza ni idioma que se me pueda resistir.- Tuve que hacer fuerza para ocultar la sonrisa que quería nacer de mis labios y seguir con la jugada que había ideado.- Esta gran noticia merece ser contada por todos los pregoneros de Lunargenta. ¡Todo el mundo debe saber lo que dice aquí!- Alcé la nota en alto y la moví como si me acabasen de dar el mayor de los trofeos.
Lo cierto es que no tenía ni puta idea de lo que ponía en la nota. Pero eso los elfos no lo sabían y si querían mantener sus notas de amor en secreto, más valía que me siguieran. Caminé, esta vez con mayor presteza, entre las calles de Lunargenta girando pocas la cabeza para comprobar que los elfos me seguían. Si recordaba bien, hacía unos días había visto un anciano pregonero cerca de la biblioteca leyendo las noticias que el pueblo de a pie no entendía. Un trabajo lamentable al decir verdad, hacía de lector para aquellos que no sabían leer. ¿Qué más les daba a esos ignorantes que el Conde Norris se fuera a casar? La mayor parte de los aldeanos de Aerandir no sabían ni leer ni escribir, trabajaban en sus cultivos o en sus almacenes y poco más. Aun así, a una persona bastante más idiota que inteligente, se le ocurrió la genial idea de que los plebeyos tenían que estar informados de la vida de la gente adinerada y había que reconocerlo, el idiota acertó de pleno. Entorno al viejo pregonero que se situaba a la entrada de la biblioteca, todos los días se reunían una inmensa multitud de personas para escuchar las vidas de los altos nobles con tanto afan como si fuera las vidas de sus propios vecinos y amigos. Una vez esto demuestra mi teoría: Lunargenta estaba lleno de ignorantes e idiotas.
Gerrit Nephgerd
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
Miró hacia la puerta a la espera de el elfo que la acompañaba, algo intranquila aun con el tipo ese, si era un brujo y les había gastado una borma, no lo entendía, porque no le habían hecho nada, ¿realmente los brujos eran tan aterradores como las historias que le habían contado de niña? Seguramente si, y aunque ella prefería dar siempre un voto de confianza, tenía algo de miedo a lo desconocido, y que uno de ellos, de buenas a primeras hubiera intentado molestarlos, no hacía que su opinión sobre la raza de las islas mejorase.
De sus pensamientos asustados la distrajo un ligerisimo roce en la comisura de los labios, que la hizo sonrojar hasta la raiz el cabello, ¿se estaba mordiendo el labio? era un gesto que hacía darse siquiera cuenta. Tapó sus labios con sus manos, en un gesto de timidez, y asintió en una ligera disculpa silenciosa, antes de, con vergüenza, y aun con las mejillas rojas, posar una delicada mano en el brazo del trobador y seguirle a la calle.
El elfo parecía tener prisa, y un objetivo claro, el alto hombre rubio que los había molestado debía haberselo pensado mejor por lo que parecía ser el caracter juguetón de quien en ese momento la acompañaba. A lo lejos, Eléanör vio la alta cabellera rubia, y creyó que la intentarían evitar, sin embargo, el elfo tuvo una idea diferente. La chica vio como él tomaba una pequeña cantidad de nieve y la hacía una pelotita, para, seguidamente, instarla a guardar silencio y acelerar el paso.
No supo que pasó, pero, al adelantar al brujo, se giróa al tiempo que Iltharion, que con tono jocoso soltó una pulla, y vio estremecerse a quien había sufrido la broma. Escondió una sonrisa divertida, no esperaba eso, sin embargo, se sintió algo culpable, posiblemente si no hubieran hecho nada todo habría quedado olvidado. Por ello, inclinó la cabeza a modo de disculpa cuando el tipo, que pareció volverse loco, comenzó a gritar.
- No me lo creo- murmuró Eléanör, bastante tranquila.- pero, si va a hacer todo lo que dice, mejor apresurarse.- Comentó, casi ignorando al brujo, esperando no empezar una discusión- lleguemos a la biblioteca los primeros.- sonrió dispuesta a correr, antes que a luchar, de todos modos, dudaba que alguien le hiciera caso, pensarían, simplemente que se había vuelto loco.
La gente se giraba a mirarlo, deteniendo su paso, facilitando el avance de los elfos, mientras caminaba se giró un par de veces para contemplar al alto hombre que vociferaba llamando la atención de tal manera, y sonrió, sospechando que había intentado molestarlos de nuevo, si supiera lo que ponía, probablemente lo habría dicho ya, seguro que solo quería molestar. Sonrió a Iltharion y no detuvo su delicado paso hasta llegar a las puertas de la inmensa biblioteca.
Era una persona pacífica, no le gustaban las peleas, y cuanto más pudiera evitarlas, mejor. La entrada de madera del inmenso edificio les dio una somene bienvenida silenciosa, mientras en la plaza de enfrente el ambiente era movido y animado, desde fuera podía sentir el aire de calma y seriedad que se respiraba en el interior. Echó un ultimo vistazo a la calle, y se dispuso a entrar a la biblioteca. Era hora de resolver el misterio.
De sus pensamientos asustados la distrajo un ligerisimo roce en la comisura de los labios, que la hizo sonrojar hasta la raiz el cabello, ¿se estaba mordiendo el labio? era un gesto que hacía darse siquiera cuenta. Tapó sus labios con sus manos, en un gesto de timidez, y asintió en una ligera disculpa silenciosa, antes de, con vergüenza, y aun con las mejillas rojas, posar una delicada mano en el brazo del trobador y seguirle a la calle.
El elfo parecía tener prisa, y un objetivo claro, el alto hombre rubio que los había molestado debía haberselo pensado mejor por lo que parecía ser el caracter juguetón de quien en ese momento la acompañaba. A lo lejos, Eléanör vio la alta cabellera rubia, y creyó que la intentarían evitar, sin embargo, el elfo tuvo una idea diferente. La chica vio como él tomaba una pequeña cantidad de nieve y la hacía una pelotita, para, seguidamente, instarla a guardar silencio y acelerar el paso.
No supo que pasó, pero, al adelantar al brujo, se giróa al tiempo que Iltharion, que con tono jocoso soltó una pulla, y vio estremecerse a quien había sufrido la broma. Escondió una sonrisa divertida, no esperaba eso, sin embargo, se sintió algo culpable, posiblemente si no hubieran hecho nada todo habría quedado olvidado. Por ello, inclinó la cabeza a modo de disculpa cuando el tipo, que pareció volverse loco, comenzó a gritar.
- No me lo creo- murmuró Eléanör, bastante tranquila.- pero, si va a hacer todo lo que dice, mejor apresurarse.- Comentó, casi ignorando al brujo, esperando no empezar una discusión- lleguemos a la biblioteca los primeros.- sonrió dispuesta a correr, antes que a luchar, de todos modos, dudaba que alguien le hiciera caso, pensarían, simplemente que se había vuelto loco.
La gente se giraba a mirarlo, deteniendo su paso, facilitando el avance de los elfos, mientras caminaba se giró un par de veces para contemplar al alto hombre que vociferaba llamando la atención de tal manera, y sonrió, sospechando que había intentado molestarlos de nuevo, si supiera lo que ponía, probablemente lo habría dicho ya, seguro que solo quería molestar. Sonrió a Iltharion y no detuvo su delicado paso hasta llegar a las puertas de la inmensa biblioteca.
Era una persona pacífica, no le gustaban las peleas, y cuanto más pudiera evitarlas, mejor. La entrada de madera del inmenso edificio les dio una somene bienvenida silenciosa, mientras en la plaza de enfrente el ambiente era movido y animado, desde fuera podía sentir el aire de calma y seriedad que se respiraba en el interior. Echó un ultimo vistazo a la calle, y se dispuso a entrar a la biblioteca. Era hora de resolver el misterio.
Eléanör Gàlathiël
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
El bardo asintió ante la sugerencia de la joven, aun que para sus adentros, dudaba seriamente de que el brujo pudiera entender lo que ponía el mensaje solo con una simple ojeada, de todos modos, si lo lograba, la mejor manera de conseguir que no tuviera efecto alguno, era encontrar el tomo que mencionaba el papel, antes de que un montón de aldeanos curiosos pusieran patas arriba la biblioteca.
Además, el brujo se había delatado solo, cuando menciono a todo pulmón que había descubierto una gran noticia, haciendo que elfo soltara una risa liviana y distendida al ver como el hombre se cortaba solo por su mala elección de palabras.
-Tienes razón.- susurró con tono cómplice.- Dejemos que se entretenga con sus juegos y el pueblo.
La puerta de la biblioteca se presentó ante ambos, con un cordial gesto, iltharion la abrió con una mano hasta que los conducía hacia el interior, y girando la cabeza, para mirar al brujo por encima del hombro, le dedicó una burlona sonrisa desapareciendo dentro del local con la muchacha.
Las gruesas paredes de la estancia hacían que el ruido exterior no penetrase en la gran habitación que era la biblioteca, los techos altos, con arañas de velas daban una iluminación tenue pero bastante uniforme des de los altos techos, y el lugar, pese carecer del viento helado, parecía no albergar calor alguno.
Magnas estanterías se elevaban hasta el techo, con escaleras interminables para alcanzar los tomos de la parte superior, incapaces de ser tomados de otra forma que no fuera aquella.
Las calles de estanterías eran numerosas y su disposición geométrica preparada para aprovechar el espacio tanto como fuera posible.
Solo se escuchaba el silencio, perturbado por el pasar de las paginas de algunas personas en las mesas que se encontraban tras la larga hilera de estantes que permitia verlas de forma intermitente, como si se tratasen de grandes columnas o un enrrejado.
El elfo camino hacia el mostrador, donde una anciana de gruesos anteojos y nariz aguileña se encontraba inmersa garabateando en sus registros.
-Buenos días, estábamos buscando un herbolario sobre las plantas otoñales de Sandoraí.- Saludo a la anciana con un cortés gesto mientras hablaba en un tono bajo, claro y amable.
El guardián de la cripta que era esa mujer alzo la mirada observandolos a ambos, y se quedó pensando unos instantes, no precisaba de consultar sus meticulosos registros que escribía de memoria, este había sido siempre sus antuario, y lo conocía tan bien como a su propia mano, incluso ahora que estaba perdiendo la vista.
-Esta a la derecha en la tercera esquina doblan, pasan dos cruces todo recto y alli tieenen que buscar la parte de flora de Sandorai.- informó antes de enterrar la nariz entre sus libor de nuevo.
Iltharion se volteó hacia su acompañante, y la condujo hacia ese lugar. pronto, el estante mencionado en la nota se alzaba delante de ellos, y a unos cuantos metros de altura estaría el tomo que estaban buscando. Solo precisaban de una escalera y de alguien que se trepara a la misma.
-¿Quiere hacer los honores srta. o le teme a las alturas?.-Miro a la muchacha son la misma sonrisa amable que le dedicaba todo el tiempo. No es que fuera u cobarde, pero si ella caida, el podía sostenerla, al revés, podía salir bastante mal.
Además, el brujo se había delatado solo, cuando menciono a todo pulmón que había descubierto una gran noticia, haciendo que elfo soltara una risa liviana y distendida al ver como el hombre se cortaba solo por su mala elección de palabras.
-Tienes razón.- susurró con tono cómplice.- Dejemos que se entretenga con sus juegos y el pueblo.
La puerta de la biblioteca se presentó ante ambos, con un cordial gesto, iltharion la abrió con una mano hasta que los conducía hacia el interior, y girando la cabeza, para mirar al brujo por encima del hombro, le dedicó una burlona sonrisa desapareciendo dentro del local con la muchacha.
Las gruesas paredes de la estancia hacían que el ruido exterior no penetrase en la gran habitación que era la biblioteca, los techos altos, con arañas de velas daban una iluminación tenue pero bastante uniforme des de los altos techos, y el lugar, pese carecer del viento helado, parecía no albergar calor alguno.
Magnas estanterías se elevaban hasta el techo, con escaleras interminables para alcanzar los tomos de la parte superior, incapaces de ser tomados de otra forma que no fuera aquella.
Las calles de estanterías eran numerosas y su disposición geométrica preparada para aprovechar el espacio tanto como fuera posible.
Solo se escuchaba el silencio, perturbado por el pasar de las paginas de algunas personas en las mesas que se encontraban tras la larga hilera de estantes que permitia verlas de forma intermitente, como si se tratasen de grandes columnas o un enrrejado.
El elfo camino hacia el mostrador, donde una anciana de gruesos anteojos y nariz aguileña se encontraba inmersa garabateando en sus registros.
-Buenos días, estábamos buscando un herbolario sobre las plantas otoñales de Sandoraí.- Saludo a la anciana con un cortés gesto mientras hablaba en un tono bajo, claro y amable.
El guardián de la cripta que era esa mujer alzo la mirada observandolos a ambos, y se quedó pensando unos instantes, no precisaba de consultar sus meticulosos registros que escribía de memoria, este había sido siempre sus antuario, y lo conocía tan bien como a su propia mano, incluso ahora que estaba perdiendo la vista.
-Esta a la derecha en la tercera esquina doblan, pasan dos cruces todo recto y alli tieenen que buscar la parte de flora de Sandorai.- informó antes de enterrar la nariz entre sus libor de nuevo.
Iltharion se volteó hacia su acompañante, y la condujo hacia ese lugar. pronto, el estante mencionado en la nota se alzaba delante de ellos, y a unos cuantos metros de altura estaría el tomo que estaban buscando. Solo precisaban de una escalera y de alguien que se trepara a la misma.
-¿Quiere hacer los honores srta. o le teme a las alturas?.-Miro a la muchacha son la misma sonrisa amable que le dedicaba todo el tiempo. No es que fuera u cobarde, pero si ella caida, el podía sostenerla, al revés, podía salir bastante mal.
Iltharion Dur'Falas
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
Ante mi amenaza de contar todo lo que había escrito en la nota al pregonero de la ciudad de Lunargenta, a los elfos no se le ocurren otra idea que entrar en la biblioteca. ¿Qué les pasaba a los elfos? ¿Es que no les importaba que sus adivinanzas más secretas fueran a pregonarse por toda Aerandir? Claro que sus ciudades estaban en los bosques y los árboles; tenía la sensación que a aquella parejita de elfos más le importaban las opiniones de las ardillas que las de los humanos. Tal vez hacía tiempo que no veían a sus queridos árboles y querían reencontarse contra el pariente más cercano que se podía encontrar en la ciudad: el papel; o tal vez, ni siquiera le importaba lo que ponía en esta nota. La había robado para nada. Yo que quería un poco de diversión y al me quedé sin nada.
No, esto no iba a quedar ahí. Ellos no sabían todo cuanto era capaz de hacer. Si pensaban que iban a poder a escapar de mí después de meterme una bolita de nieve por la espalda estaban muy equivocados.
Entre a la biblioteca justo después de que los elfos entrasen pero por desgracia ya se habían perdido ante el laberinto de estanterías. Todo aquel lugar estaba lleno de libros y más libros, y si acaso te aburrías de los libros tenías más libros todavía. Era uno de esos lugares en los que mi abuelo se podía pasar una tarde entera leyendo mientras fumaba de su pipa hecha de ébano. A mí, sin embargo, las bibliotecas me eran indiferentes. Estaban ahí y podía consultar un libro de alquimia siempre que necesitaba algo, eso era bueno; lo malo venía cuando me obligaban a estar callado. En más de una ocasión el viejo Nephgerd me tiró de su biblioteca privada por estar hablándole mientras leía.
Giré la cabeza de lado a lado buscando las melenas rojizas de los dos elfos, algo de ese color no podía pasar inadvertido al lado de todas las estanterías de libros. Pero pasaba, y tanto que pasaba. El único ser viviente que vi era una señora, más vieja y más fea que la tabernera que me atendió minutos antes, sentada en una mesa de escritoria. Seguramente fuera la dueña de la bibliotaca o algo por el estilo; por lo que, si alguien sabía dónde estaba los elfos, iba a ser ella.
-Señora, señora- Fui corriendo hacia ella con fingido nerviosismo. –Ha pasado algo terrible.- Le dije antes de que su dedo indice tocase sus labios haciendo el típico gesto con el que se manda callar a los niños. -¿Ha visto pasar a uno pareja de elfos? Que los dioses nos aparen si los has visto.-
-Sí los he visto.- Me contesó en un gruñido. - ¿Qué sucede?-
-Uno de ellos, el chico, está maldito. Unos brujos lo atraparon hace años y le conjuraron un terrible hechizo. Desde entonces, un poderoso espectro le persigue.- Cuando era niño mi abuelo me decía constantemente que mis dotes teatrales eran mejor que las de cualquier bardo que había visto. ¿Qué pensaría si me viese ahora? - Llevo meses persiguiéndolo. Desde que ese espectro quemó la casa donde vivía junto con mi ya fallecida esposa.-
-Dioses…- Susurró la vieja con una cara de espanto tan marcada que si un pintor la plasmase en una de sus obras llegaría a ganar una fortuna. La podría titular “El grito” o algo por el estilo. -¿Y dice que usted lo persigue, cree que podrá detenerlo?-
-Solo deseo justicia.- Contesté con el tono de voz más serio que hice en mi vida.- ¿Por dónde se fueron?-
-Vegetación de Sandorai, a la derecha tercera esquina.- Recitó como si fuera una canción que se supiera de memoria.
-Si ve algo raro llamé a la guardia, se lo suplico. No querrá que se quemen todos estos libros-
En cuanto dejé a la vieja una maliciosa sonrisa se formó en mis labios. Nadie se burlaba de mí y se iba de rositas. ¡Nadie! Se me había ocurrido la idea perfecta para realizar mi venganza. Esos elfos desearán no haber nacido después de lo que tenía pensado hacerles.
Fui al lugar donde me marcó la vieja y, efectivamente, allí estaban los dos. La elfa y el elfo, los dos juntitos mirando como llegar a uno de los libros más altos de la estantería que tenían en frente. Di unos pasos hacia atrás para asegurarme de que yo no iba a quedarme atrapado por mi propia trampa y, usando la magia de la telequinesis, arrastré las estanterias colindantes a los dos elfitos enjaulandolos en un cuadrado de estanterías. A ver cómo escapan de ésta ahora la linda parejita.
-¡Guardia, guardia!- Gritó la vieja corriendo hacia la salida de la biblioteca. –¡Ayuda por favor; un fantasma!-
-Guarde silencio, estamos en una biblioteca- Susurré sin poder aguantarme la risa. Por fortuna, la vieja ya había salido de la biblioteca cuando se me escapó la burla.
No, esto no iba a quedar ahí. Ellos no sabían todo cuanto era capaz de hacer. Si pensaban que iban a poder a escapar de mí después de meterme una bolita de nieve por la espalda estaban muy equivocados.
Entre a la biblioteca justo después de que los elfos entrasen pero por desgracia ya se habían perdido ante el laberinto de estanterías. Todo aquel lugar estaba lleno de libros y más libros, y si acaso te aburrías de los libros tenías más libros todavía. Era uno de esos lugares en los que mi abuelo se podía pasar una tarde entera leyendo mientras fumaba de su pipa hecha de ébano. A mí, sin embargo, las bibliotecas me eran indiferentes. Estaban ahí y podía consultar un libro de alquimia siempre que necesitaba algo, eso era bueno; lo malo venía cuando me obligaban a estar callado. En más de una ocasión el viejo Nephgerd me tiró de su biblioteca privada por estar hablándole mientras leía.
Giré la cabeza de lado a lado buscando las melenas rojizas de los dos elfos, algo de ese color no podía pasar inadvertido al lado de todas las estanterías de libros. Pero pasaba, y tanto que pasaba. El único ser viviente que vi era una señora, más vieja y más fea que la tabernera que me atendió minutos antes, sentada en una mesa de escritoria. Seguramente fuera la dueña de la bibliotaca o algo por el estilo; por lo que, si alguien sabía dónde estaba los elfos, iba a ser ella.
-Señora, señora- Fui corriendo hacia ella con fingido nerviosismo. –Ha pasado algo terrible.- Le dije antes de que su dedo indice tocase sus labios haciendo el típico gesto con el que se manda callar a los niños. -¿Ha visto pasar a uno pareja de elfos? Que los dioses nos aparen si los has visto.-
-Sí los he visto.- Me contesó en un gruñido. - ¿Qué sucede?-
-Uno de ellos, el chico, está maldito. Unos brujos lo atraparon hace años y le conjuraron un terrible hechizo. Desde entonces, un poderoso espectro le persigue.- Cuando era niño mi abuelo me decía constantemente que mis dotes teatrales eran mejor que las de cualquier bardo que había visto. ¿Qué pensaría si me viese ahora? - Llevo meses persiguiéndolo. Desde que ese espectro quemó la casa donde vivía junto con mi ya fallecida esposa.-
-Dioses…- Susurró la vieja con una cara de espanto tan marcada que si un pintor la plasmase en una de sus obras llegaría a ganar una fortuna. La podría titular “El grito” o algo por el estilo. -¿Y dice que usted lo persigue, cree que podrá detenerlo?-
-Solo deseo justicia.- Contesté con el tono de voz más serio que hice en mi vida.- ¿Por dónde se fueron?-
-Vegetación de Sandorai, a la derecha tercera esquina.- Recitó como si fuera una canción que se supiera de memoria.
-Si ve algo raro llamé a la guardia, se lo suplico. No querrá que se quemen todos estos libros-
En cuanto dejé a la vieja una maliciosa sonrisa se formó en mis labios. Nadie se burlaba de mí y se iba de rositas. ¡Nadie! Se me había ocurrido la idea perfecta para realizar mi venganza. Esos elfos desearán no haber nacido después de lo que tenía pensado hacerles.
Fui al lugar donde me marcó la vieja y, efectivamente, allí estaban los dos. La elfa y el elfo, los dos juntitos mirando como llegar a uno de los libros más altos de la estantería que tenían en frente. Di unos pasos hacia atrás para asegurarme de que yo no iba a quedarme atrapado por mi propia trampa y, usando la magia de la telequinesis, arrastré las estanterias colindantes a los dos elfitos enjaulandolos en un cuadrado de estanterías. A ver cómo escapan de ésta ahora la linda parejita.
-¡Guardia, guardia!- Gritó la vieja corriendo hacia la salida de la biblioteca. –¡Ayuda por favor; un fantasma!-
-Guarde silencio, estamos en una biblioteca- Susurré sin poder aguantarme la risa. Por fortuna, la vieja ya había salido de la biblioteca cuando se me escapó la burla.
Gerrit Nephgerd
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Re: [cerrado]Ecos en fa menor [libre][interpretativo][2/3]
[justify]Al entrar a la biblioteca bajó su capucha y se soltó del brazo del elfo mirando a su alrededor ensimismada, era un lugar inmenso. las estanterías medían dos veces más que ella, algunas mesas desiertas se esparcían por el lugar, con varias sillas a su alrededor, una enorme chimenea de marmol de colores caldeaba la sala desde un rincón. Los libros, algunos más nuevos, otros menos, se repartían en un orden concreto algunos sobre las mesas, otros en un carrito con estantes, y, su gran mayoría, en las estanterías.
Las paredes de color amarillento subían con una linea blanquecina en los rincones de las columnas hastallegar a los nervios del techo, que se unian en el centro, en un precioso tragaluz de colores con el que el suelo de la sala, de color blanco, parecía estar lleno de dibujos de colores cálidos.
Ensimismada como estaba, casi se olvidó de encontrar la solución para el misterio del papel, pero notó que Iltherion se acercaba a hablar con la mujer, baja, gordita y con aires molestos, que alzaba la cabeza de su libro para atenderlos. Eléanör acudió corriendo con pasos finos para escuchar las indicaciones de la mujer, y, al terminar, bajo la cabeza a modo de agradecimiento y siguió al elfo hasta la sección dicha.
Al llegar, observó el lugar con atención, esperando ver algo diferente de lo que había en otras secciones, pero nada, todo lo que veía era, ni más ni menos, que libros apilados. ciertamente tendrían que buscar desde algún lugar más alto, o no llegarían a los estantes más altos. Eléanör escuchó la pregunta del elfo y, tras morderse el labio dubitativa, corrió a por la escalera y la acercó, apollandola en la estantería y empezando a subir.
Se giró a mirar al elfo y le dio una ligera sonrisa, algo de miedo si le daban las alturas, pero si se caía, sería más facil de coger, ella no podría sostener al elfo, no solo por el peso y la altura, en lo que probablemete la superaba por bastante, si no porque ella era lo más flojucho que pudiera conocer nadie. Logico, pesaba a penas 45 kilos, y no era precisamente alta. Mejor arriesgarse a caer ella, mientras había alguien al lado para recogerla, que no otra persona a quien ella no pudiera ayudar.
Dejó a un lado la capa, para tener más facilidad de movimiento, y subió con su vestido verde de media manga por la escalera, sosteniendose con fuerza, no quería mirar hacia bajo, comenzó a subir, buscando algún libro que coincidiera con la descripción que ella recordaba había en el papel.
Mientras se concentraba en localizar el libro de flora y fauna de sandorai, sintió un ligero temblor en el suelo, y se sostuvo con fuerza de la escalera, la estantería sobre la que estaba apoyada comenzó a moverse, cambiando de lugar, haciendo que la escalera quedase en el aire un instante, para, al siguiente, caer hacia delante.
Dejó ir la escalera con un grito, temiendo hacerse daño y fue a golpear contra el tipo que los había estado molestando. La escalera golpeó el suelo con fuerza y Eléanör se estremeció aun sin alzarse con miedo. Se alzó despacio con ojos llorosos, aun asustada y con el corazón acelerado por la caida, temblando de miedo, sin poder levantarse por la debilidad que el susto le había provocado en las piernas. Dos lagrimillas escaparon de sus ojos y rodaron por sus mejillas. ¿Qué había pasado?
Bajó la vista, al ver que no se había hecho daño, extrañada, y se vio sobre el brujo, asustandose más, puso una mano sobre sus labios intentando disculparse y levantarse sin poder aun moverse, temblando aun más que antes, más asustada aun, con miedo a que ese tipo le lanzase algún hechizo, pero, aun así, sin poder moverse por el tremendo temblor de piernas, con lagrimas retenidas que, poco a poco se iban escapando.
- Lo... Lo siento mucho...- se disculpó con voz dulce y trémula por aguantar el llanto.
Las paredes de color amarillento subían con una linea blanquecina en los rincones de las columnas hastallegar a los nervios del techo, que se unian en el centro, en un precioso tragaluz de colores con el que el suelo de la sala, de color blanco, parecía estar lleno de dibujos de colores cálidos.
Ensimismada como estaba, casi se olvidó de encontrar la solución para el misterio del papel, pero notó que Iltherion se acercaba a hablar con la mujer, baja, gordita y con aires molestos, que alzaba la cabeza de su libro para atenderlos. Eléanör acudió corriendo con pasos finos para escuchar las indicaciones de la mujer, y, al terminar, bajo la cabeza a modo de agradecimiento y siguió al elfo hasta la sección dicha.
Al llegar, observó el lugar con atención, esperando ver algo diferente de lo que había en otras secciones, pero nada, todo lo que veía era, ni más ni menos, que libros apilados. ciertamente tendrían que buscar desde algún lugar más alto, o no llegarían a los estantes más altos. Eléanör escuchó la pregunta del elfo y, tras morderse el labio dubitativa, corrió a por la escalera y la acercó, apollandola en la estantería y empezando a subir.
Se giró a mirar al elfo y le dio una ligera sonrisa, algo de miedo si le daban las alturas, pero si se caía, sería más facil de coger, ella no podría sostener al elfo, no solo por el peso y la altura, en lo que probablemete la superaba por bastante, si no porque ella era lo más flojucho que pudiera conocer nadie. Logico, pesaba a penas 45 kilos, y no era precisamente alta. Mejor arriesgarse a caer ella, mientras había alguien al lado para recogerla, que no otra persona a quien ella no pudiera ayudar.
Dejó a un lado la capa, para tener más facilidad de movimiento, y subió con su vestido verde de media manga por la escalera, sosteniendose con fuerza, no quería mirar hacia bajo, comenzó a subir, buscando algún libro que coincidiera con la descripción que ella recordaba había en el papel.
Mientras se concentraba en localizar el libro de flora y fauna de sandorai, sintió un ligero temblor en el suelo, y se sostuvo con fuerza de la escalera, la estantería sobre la que estaba apoyada comenzó a moverse, cambiando de lugar, haciendo que la escalera quedase en el aire un instante, para, al siguiente, caer hacia delante.
Dejó ir la escalera con un grito, temiendo hacerse daño y fue a golpear contra el tipo que los había estado molestando. La escalera golpeó el suelo con fuerza y Eléanör se estremeció aun sin alzarse con miedo. Se alzó despacio con ojos llorosos, aun asustada y con el corazón acelerado por la caida, temblando de miedo, sin poder levantarse por la debilidad que el susto le había provocado en las piernas. Dos lagrimillas escaparon de sus ojos y rodaron por sus mejillas. ¿Qué había pasado?
Bajó la vista, al ver que no se había hecho daño, extrañada, y se vio sobre el brujo, asustandose más, puso una mano sobre sus labios intentando disculparse y levantarse sin poder aun moverse, temblando aun más que antes, más asustada aun, con miedo a que ese tipo le lanzase algún hechizo, pero, aun así, sin poder moverse por el tremendo temblor de piernas, con lagrimas retenidas que, poco a poco se iban escapando.
- Lo... Lo siento mucho...- se disculpó con voz dulce y trémula por aguantar el llanto.
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Eléanör Gàlathiël
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