Cocinando [mini evento]

Escondido entre las nieves eternas de la llanura y el territorio de los dragones se encuentra el poblado abandonado. Muy lejos, entre los restos de lo que otrora habría sido una humilde casa se levantó un pequeño campamento. La cocinera en medio de un terrible resfrío le dejó su puesto a su joven nieto quién a su vez delegó la responsabilidad en un brujo que estaba de paso. El caso es que los diez campistas se encuentran ahora en un apuro: su olla está maldita.

La cocinera ha amenazado con dejarles morir de hambre si no se deshacen de la maldición antes de que ella se ponga buena, pero el caso es que siempre que se baja en nivel de ensopado de su interior, éste vuelve a elevarse. Nadie le ha visto el fondo en varios días y todos están hartos de la comida. Se cree que si se es lo suficientemente rápido al comer, podrían llegar a verle el fondo. ¿Te atreverías?. Puedes ayudarte con el resto de las personas a tu alrededor (pnj’s) y describirlos como mejor convenga.

Los estómagos de aquellos campistas casi estaban redondos de tanto probar aquél caldo. El que un pequeño joven se acercase al fogón no había sido mucho, pero al menos les había dado un nuevo color. Llevaban semanas en aquellos terrenos, viendo solamente el gris del bosque que les rodeaba además del blanco de la nieve. Que llegara un nuevo rostro al cual observar era como un regalo del cielo. Los hombres observaban al pequeño con mucha atención, como si se tratara de alguna especie de artista ambulante o un diminuto vendedor de artefactos raros.

El recién llegado se hizo pronto del mando, era sagaz y más despierto que varios allí. Su apetito era considerable en comparación con su necedad, sin embargo todos le hicieron caso cuando pidió a los nuevos voluntarios. Con lo que nadie contaba, eran los efectos secundarios de aquél interminable caldo. Todos los que habían comido más de la cuenta ahora padecían de algún efector aro y desconocido. Un par comenzó a padecer de retorcijones, una joven excretaba una sustancia gelatinosa por la piel y bastante pegajosa, el cuarto desdichado, un adolescente echaba humo por la nariz y la boca.

Espero que acabes pronto o la maldición no se romperá

El tono del vocero era serio, casi de comendancia. Pero lo que decía era cierto, las maldiciones que desencadenaban más maldiciones eran rotas de dos formas: encontrando al conjurador o rompiéndola. La primera era una tarea casi imposible y la segunda había probado ser terriblemente difícil. A pesar de eso, la siguiente vez que la olla recuperó el nivel, éste se detuvo a la mitad. Al parecer se había dado cierto progreso.

Otra derrota para la fila, esta vez con efectos especiales. Los individuos más saturados comienzan a experimentar ciertas anomalías, de las raras. Dichos síntoma no son presentados por muchos personajes pero de todas formas es tomado con nerviosismo, a nadie le gustaría terminar así. Como si no fuera suficiente una maldición ahora resulta que la jodida cosa se replica con rapidez envidiable.

¿¡Algo más!?

No se necesita ser un genio para adivinar que la moral cae al piso en segundos, nadie quiere acercarse siquiera al instrumento culinario. Chimar suspira, tal vez sea el destino del grupo quedar bajo los caprichos de una bruja ociosa. A pesar de todo su falta de ánimo dura poco, el pequeño puede ser muy testarudo cuando se lo propone aunque eso vale nada si no logra convencer otros tres sujetos.

¿¿¡¡Pero qué!!??

Al acercarse nota algo extraño, el ensopado esta por la mitad. Sonríe de alegría mientras expresa algunos gestos eufóricos, han logrado un progreso interesante. Ese extraño comportamiento atrae a la mayoría quienes rápidamente notan las buenas nuevas, el primer vestigio de avance que logran desde su llegada. No es una victoria pero al menos están a medio camino y los campistas sienten como la esperanza vuelve a bombear.

Vamos chicos, un poco más y podrán comer algo solido de nuevo.

El pintoresco grupo sonríe al unísono, poco después tres valientes toman lugares alrededor del contenedor. Con las buenas noticias distribuidas pueden seguir tratando un poco más, nada mal. Desgraciadamente el chico listo sabe que tienen un factor de error muy grande, si todos quedan incapacitados con maldiciones o el mismo se ve afectado la victoria puede quedar en una ilusión cruel.

¡¡Qué rayos!! si quieres algo bien hecho debes hacerlo tú mismo.

Con brusquedad el líder quita a uno de los voluntarios y se pone como participante directo, se siente a los demás vitorear. Es ahora o nunca, el momento de la verdad. Chimar esta cerca de su límite pero puede aguanta otro poco, además es el único capaz de marcar el paso eficientemente. Cuando todo termine tardara algo de tiempo en volver a apreciar una buena sopa, quizás deba tomar algunas horas de siesta también.

¡¡Ahora!!

Todos tenían pintados en sus rostros distintas emociones: enojo, ira, tristeza, cólera, nerviosismo e incluso temor. El plan del pequeño glotón no había dado resultado y la moral había caído por los suelos. Fue entonces cuando la vieja cocinera bajó de su campamento haciendo aspavientos y mucho ruido.

-He aquí al rufián. Os lo he dicho hasta el aburrimiento, pero nadie le hace caso a la cocinera. ¡Menuda cara tienen!...Eso les va a enseñar

Se hizo un silencio. La mujer parecía haber pedido los estribos, al lado de ella solamente estaba una cuerda que se perdía del otro lado de la habitación. Cuando se percató de cómo era observada, jaló de la misma y apareció un joven brujo maltrecho. Al parecer la vieja del cucharón le había hecho sufrir sus propias maldiciones para llevarlo hasta allí. Todos contuvieron el aliento, el único que no conocería al extraño sería el joven Chimar, pero pronto se daría cuenta que aquél era el causante de todo aquél mal.

-¡Vamos vamos! Quita ya esa maldición o te la haré romper con tu propio estómago- amenazó ella empujándole hacia el artefacto encantado. En ese momento se dio cuenta de la presencia del pequeño humano, miró a su alrededor y uno de los jóvenes le dio una breve explicación.

-Has sido un chico valiente. Toma esto y vete a casa- encomendó la bruja con gesto solemne entregándole un pequeño saco.



Evento finalizado con éxito.

Chimar, recibes 100 aeros por tu participación