¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
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Los vampiros invaden Lunargenta – leí. Era el titular que daba lugar a una noticia escrita en un pequeño cartel en el centro de la plaza de mercado de Lunargenta. Gracias a la luminiscencia azul de mi traje podía leerlo sin problemas. Continué la lectura en voz alta. – Una oleada de vampiros ha proliferado en los últimos tiempos en Lunargenta. Guardias y cazadores privados luchan por reducir la amenaza. Recomendamos a la gente no abandonar sus casas durante la noche hasta nuevo aviso. Firmado: La guardia de Lunargenta. – Tragué saliva, algo nerviosa y suspiré asustada. – ¡Oh! ¿No estaremos expuestos, NIA?
La inteligencia artificial era mi guía. En mis cuatro meses de vida no sabía cómo desenvolverme por el mundo, y ella era mi salvación en muchas ocasiones. “Posibilidad alta, Rachel. Localiza a la Dama cuanto antes. Mis sensores indican que está cerca”.
Desde que me separé de Dahlia tenía más miedo en el cuerpo. La chica me había ayudado mucho con su chakram y lo iba a echar en falta. Ahora estaba físicamente sola y no me desenvolvía muy bien en combate. Pero sin duda la Dama sería mi gran protección.
Ella me había enviado una carta cuando acabé mi recado en Sacrestic, para que me reuniera con ella con carácter de urgencia. No sé por qué alguien como ella querría contar con una torpe e inexperta como yo. Según NIA mi presencia significaría mucho más importante de lo que creía, pero no me había querido decir el por qué. Tampoco las intenciones de la Dama, cuyo objetivo final era capturar a un tal “A.”.
-¿Quién es A? – volví a preguntar a NIA, sacando del bolso de mi lumínico traje el mensaje que me había enviado y releyéndolo. “Pregunta registrada por vigésimo segunda vez en los últimos tres días. Respuesta idéntica: No tengo permisos para decirlo. Pero podrás consultarlo a la Dama en cuanto la encontremos”. Al menos ya faltaba poco, o eso esperaba. Ver vampiros por las calles. Afortunadamente, yo no les resultaba lo suficientemente apetitosa por mi condición semi-robótica, y otros sabían a quién pertenecía. Mi grupo era muy respetado entre los vampiros. Así que se supone que casi debía guardarme más de cazadores y guardias que de los propios caballeros de la noche. Seguía esperando en la plaza a que alguien se presenciase. Al menos estaba contenta de llegar antes que la líder. – Hemos llegado al punto, pero no veo a la Dama. – dije. Y es que por más que miraba, no lograba distinguirla entre las sombras.
De repente vi como una bandada de murciélagos venía hacia nuestra posición. Lo hacía de manera muy rápida. ¿Quiénes eran aquellas criaturas? - ¡Oh, dios! – grité horrorizada. Llevándome las manos a la cabeza y cerrando los ojos. “Tranquilízate, Rachel”, me calmaba NIA. Que no parecía mostrarse alerta porque aquel grupo de murciélagos carnívoros viniera a por mí. Sentí el aleteo y chillido de las criaturas pasar entre mí, pero no me rozaron ni me dañaron. Abrí los ojos y descubrí que nada había pasado. – Ay… - dije asustada. “Tranquila. Date la vuelta”. Seguí su consejo y me giré miedosa, poco a poco.
Vi como una elegante mujer de tez totalmente blanquecina me daba la espalda y me miraba de reojo. No parecía de muy buen humor. Su pelo era totalmente moreno, recogido en pequeños y ordenados moños trenzados. Vestida con un elegante traje largo de una pieza con ataduras de corsé y acabado en falda. El traje tenía una capa lateral de un hombro a modo complemento, de color granate, a juego con la falda. El resto del mismo era de color negro y con grabados con múltiples flores con rosas negras. Un vestido muy elegante y práctico. “A la Dama siguen gustándole las rosas”. Aseguraba NIA a modo de broma. Yo no estaba dispuesta a comprobarlo.
Antes de dirigirse a mí, se giró y se tapó la cabeza con una capucha y se dio la vuelta. Pude ver su rostro, sin duda era ella.
-Saludos, Roche. – dijo. Con una voz fría como el hielo a la par que seductora. Sin vacilar. Con mirada inexpresiva. Tapándose la cara con un pañuelo. Ahora únicamente se le veían los ojos. Parecía parecer de incógnito. Me quedé quieta. Parecía esperar algo, “Hazle una reverencia, Rachel. ¿Dónde están tus modales?” me recordaba NIA.
-Excelentísima, Dama. – dije una reverencia inclinando la cabeza hacia ella. – ¿Por qué habéis requerido la presencia de una humilde plebeya como yo? – pregunté con cortesía. Así era como debíamos de tratar a los superiores.
La mujer se giró y me dio la vuelta. Y de brazos cruzados miró la plaza.
-Estoy cerca de dar con alguien. – dijo. – Ahora puedo sentir dónde está. Y sé que se encuentra por aquí. Una vez se me escapó, pero no volverá a hacerlo.
-¿Os referís a “A”? – le pregunté, en alusión a la letra que había indicado en mi carta. – Disculpad mi atrevimiento, mi gran señora, pero tengo curiosidad por saber quién es. – le pregunté. La Dama sonrió.
-Alguien que no conoce el sufrimiento... Aún. – Concluyó con regocijo, sin responder a mi pregunta. Aunque no iba a volver a formulársela por puro terror. La vampiresa comenzó a caminar, dirigiéndose hacia una de las calles. – Sígueme, Roche. – concluyó. Sin decirme a donde nos dirigíamos. Fuera quien fuera el tal “A”. Tenía que ser alguien importante para que la mismísima Dama se personara en la ciudad de Lunargenta.
La inteligencia artificial era mi guía. En mis cuatro meses de vida no sabía cómo desenvolverme por el mundo, y ella era mi salvación en muchas ocasiones. “Posibilidad alta, Rachel. Localiza a la Dama cuanto antes. Mis sensores indican que está cerca”.
Desde que me separé de Dahlia tenía más miedo en el cuerpo. La chica me había ayudado mucho con su chakram y lo iba a echar en falta. Ahora estaba físicamente sola y no me desenvolvía muy bien en combate. Pero sin duda la Dama sería mi gran protección.
Ella me había enviado una carta cuando acabé mi recado en Sacrestic, para que me reuniera con ella con carácter de urgencia. No sé por qué alguien como ella querría contar con una torpe e inexperta como yo. Según NIA mi presencia significaría mucho más importante de lo que creía, pero no me había querido decir el por qué. Tampoco las intenciones de la Dama, cuyo objetivo final era capturar a un tal “A.”.
-¿Quién es A? – volví a preguntar a NIA, sacando del bolso de mi lumínico traje el mensaje que me había enviado y releyéndolo. “Pregunta registrada por vigésimo segunda vez en los últimos tres días. Respuesta idéntica: No tengo permisos para decirlo. Pero podrás consultarlo a la Dama en cuanto la encontremos”. Al menos ya faltaba poco, o eso esperaba. Ver vampiros por las calles. Afortunadamente, yo no les resultaba lo suficientemente apetitosa por mi condición semi-robótica, y otros sabían a quién pertenecía. Mi grupo era muy respetado entre los vampiros. Así que se supone que casi debía guardarme más de cazadores y guardias que de los propios caballeros de la noche. Seguía esperando en la plaza a que alguien se presenciase. Al menos estaba contenta de llegar antes que la líder. – Hemos llegado al punto, pero no veo a la Dama. – dije. Y es que por más que miraba, no lograba distinguirla entre las sombras.
De repente vi como una bandada de murciélagos venía hacia nuestra posición. Lo hacía de manera muy rápida. ¿Quiénes eran aquellas criaturas? - ¡Oh, dios! – grité horrorizada. Llevándome las manos a la cabeza y cerrando los ojos. “Tranquilízate, Rachel”, me calmaba NIA. Que no parecía mostrarse alerta porque aquel grupo de murciélagos carnívoros viniera a por mí. Sentí el aleteo y chillido de las criaturas pasar entre mí, pero no me rozaron ni me dañaron. Abrí los ojos y descubrí que nada había pasado. – Ay… - dije asustada. “Tranquila. Date la vuelta”. Seguí su consejo y me giré miedosa, poco a poco.
Vi como una elegante mujer de tez totalmente blanquecina me daba la espalda y me miraba de reojo. No parecía de muy buen humor. Su pelo era totalmente moreno, recogido en pequeños y ordenados moños trenzados. Vestida con un elegante traje largo de una pieza con ataduras de corsé y acabado en falda. El traje tenía una capa lateral de un hombro a modo complemento, de color granate, a juego con la falda. El resto del mismo era de color negro y con grabados con múltiples flores con rosas negras. Un vestido muy elegante y práctico. “A la Dama siguen gustándole las rosas”. Aseguraba NIA a modo de broma. Yo no estaba dispuesta a comprobarlo.
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Antes de dirigirse a mí, se giró y se tapó la cabeza con una capucha y se dio la vuelta. Pude ver su rostro, sin duda era ella.
-Saludos, Roche. – dijo. Con una voz fría como el hielo a la par que seductora. Sin vacilar. Con mirada inexpresiva. Tapándose la cara con un pañuelo. Ahora únicamente se le veían los ojos. Parecía parecer de incógnito. Me quedé quieta. Parecía esperar algo, “Hazle una reverencia, Rachel. ¿Dónde están tus modales?” me recordaba NIA.
-Excelentísima, Dama. – dije una reverencia inclinando la cabeza hacia ella. – ¿Por qué habéis requerido la presencia de una humilde plebeya como yo? – pregunté con cortesía. Así era como debíamos de tratar a los superiores.
La mujer se giró y me dio la vuelta. Y de brazos cruzados miró la plaza.
-Estoy cerca de dar con alguien. – dijo. – Ahora puedo sentir dónde está. Y sé que se encuentra por aquí. Una vez se me escapó, pero no volverá a hacerlo.
-¿Os referís a “A”? – le pregunté, en alusión a la letra que había indicado en mi carta. – Disculpad mi atrevimiento, mi gran señora, pero tengo curiosidad por saber quién es. – le pregunté. La Dama sonrió.
-Alguien que no conoce el sufrimiento... Aún. – Concluyó con regocijo, sin responder a mi pregunta. Aunque no iba a volver a formulársela por puro terror. La vampiresa comenzó a caminar, dirigiéndose hacia una de las calles. – Sígueme, Roche. – concluyó. Sin decirme a donde nos dirigíamos. Fuera quien fuera el tal “A”. Tenía que ser alguien importante para que la mismísima Dama se personara en la ciudad de Lunargenta.
Última edición por Rachel Roche el Vie Jun 10 2016, 16:12, editado 2 veces
Rachel Roche
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Algunos días después de su fortuito encuentro con el par de cazadores, el problema con los vampiros en Lunargenta era mucho más evidente, ya no solo lo pregonaban en plazas y mercados para advertir a los habitantes de la ciudad y evitar incidentes, sino que docenas de carteles, puestos por la guardia, decoraban las calles. El puerto se había vuelto una zona mucho más conflictiva que de costumbre, y por desgracia, se habían encontrado ya varios cadáveres de marineros en los callejones cercanos al muelle, sin una gota de sangre en sus cuerpos. En respuesta a la complicada situación, que amenazaba con desatar el pánico entre los ciudadanos, las autoridades optaron por organizar más rondas nocturnas y vigilar especialmente los lugares apartados, aceptando incluso la ayuda de voluntarios, como era el caso de la hechicera.
Gracias a lo ocurrido noches atrás, Elen pudo proporcionar a la guardia información valiosa acerca de los métodos que aquellos seres estaban utilizando para alimentarse, pero no solo eso, también se comprometió a elaborar las remesas de antídoto que fuesen necesarias para los supervivientes, aquellos individuos que habían tenido la suerte de ser salvados a último momento pero seguían bajo los efectos del brebaje de enamoramiento. Con la ayuda del anciano Félix, que disponía en su tienda de una gran cantidad de los ingredientes que precisaba, Osculum y Amorttentia, la alquimista pudo devolver a la normalidad a varias de las víctimas, que pasaron a ingresar en el hospital para terminar de recuperarse por completo, pero el peligro seguía estando en las calles.
Aquella noche le tocaba hacer ronda por el centro de la ciudad, una de las zonas más sencillas, así que iría sola, pero primero debía esperar a que el sol se ocultase tras el horizonte, y qué mejor que echar el rato en la taberna en que se hospedaba, cómodamente sentada junto al fuego y con un libro entre las manos. El ambiente en la ciudad se mantenía animado durante el día, pero en cuanto la tarde comenzaba a caer sobre Lunargenta, muchos se retiraban a sus casas y echaban los cerrojos de puertas y ventanas, temerosos de convertirse en los siguientes que apareciesen tirados en algún callejón. La habitantes no comprendían realmente el peligro que existía, ni tenían idea de los brebajes que los vampiros estaban utilizando para controlar la voluntad de sus presas, pero las rondas daban su fruto noche tras noche, y aunque en dos ocasiones los atacantes habían conseguido escapar, cuatro habían sido neutralizados.
En la taberna también se podía percibir el nerviosismo de los clientes, que desviaban la mirada de vez en cuando hacia las ventanas, para determinar el momento en que debían marcharse. La de ojos verdes en cambio no prestaba atención a cuanto la rodeaba, así que no se percató del sonido de la puerta al abrirse, para dejar entrar a un mensajero, que de inmediato se dirigió a la propietaria para hacerle una pregunta. - Disculpe, busco a Elen Calhoun, me indicaron que podría encontrarse aquí. - comentó en voz baja, al tiempo que se deshacía del gorro de tela que llevaba para cubrirse la cabeza.
Tras medirlo con la mirada, la amable tabernera le hizo un gesto para que se girase, señalándole a la de cabellos cenicientos, que seguía enfrascada en su lectura. El joven dio las gracias y se aproximó a la mesa en que se encontraba la bruja, que al notar su presencia tan cercana levantó la vista para examinarlo. - Esto es para usted. - indicó, justo antes de tender hacia ella una carta cuidadosamente sellada. - ¿Quién lo envía? - preguntó ella, con cierta desconfianza. - No me dieron el nombre, pero he venido desde Dundarak para entregárselo. - explicó, con el cansancio del largo viaje grabado en el rostro.
La hechicera tomó la carta y observó con detenimiento el lacre, en que se veía claramente la silueta de un dragón, detalle que enseguida la hizo cambiar de actitud. - Gracias. - musitó, antes de cerrar el libro que tenía entre manos y levantarse de la silla. - No es recomendable vagar de noche por estos lares, si planeas regresar a las tierras del norte te aconsejo que esperes al alba. - añadió instantes después, para luego dirigirse a la privacidad de su modesta habitación.
Una vez dentro, la joven se acercó a una de las lámparas y rompió con delicadeza el sello, desplegó la apergaminada hoja y comenzó a leer el contenido de la misma.
Gracias a lo ocurrido noches atrás, Elen pudo proporcionar a la guardia información valiosa acerca de los métodos que aquellos seres estaban utilizando para alimentarse, pero no solo eso, también se comprometió a elaborar las remesas de antídoto que fuesen necesarias para los supervivientes, aquellos individuos que habían tenido la suerte de ser salvados a último momento pero seguían bajo los efectos del brebaje de enamoramiento. Con la ayuda del anciano Félix, que disponía en su tienda de una gran cantidad de los ingredientes que precisaba, Osculum y Amorttentia, la alquimista pudo devolver a la normalidad a varias de las víctimas, que pasaron a ingresar en el hospital para terminar de recuperarse por completo, pero el peligro seguía estando en las calles.
Aquella noche le tocaba hacer ronda por el centro de la ciudad, una de las zonas más sencillas, así que iría sola, pero primero debía esperar a que el sol se ocultase tras el horizonte, y qué mejor que echar el rato en la taberna en que se hospedaba, cómodamente sentada junto al fuego y con un libro entre las manos. El ambiente en la ciudad se mantenía animado durante el día, pero en cuanto la tarde comenzaba a caer sobre Lunargenta, muchos se retiraban a sus casas y echaban los cerrojos de puertas y ventanas, temerosos de convertirse en los siguientes que apareciesen tirados en algún callejón. La habitantes no comprendían realmente el peligro que existía, ni tenían idea de los brebajes que los vampiros estaban utilizando para controlar la voluntad de sus presas, pero las rondas daban su fruto noche tras noche, y aunque en dos ocasiones los atacantes habían conseguido escapar, cuatro habían sido neutralizados.
En la taberna también se podía percibir el nerviosismo de los clientes, que desviaban la mirada de vez en cuando hacia las ventanas, para determinar el momento en que debían marcharse. La de ojos verdes en cambio no prestaba atención a cuanto la rodeaba, así que no se percató del sonido de la puerta al abrirse, para dejar entrar a un mensajero, que de inmediato se dirigió a la propietaria para hacerle una pregunta. - Disculpe, busco a Elen Calhoun, me indicaron que podría encontrarse aquí. - comentó en voz baja, al tiempo que se deshacía del gorro de tela que llevaba para cubrirse la cabeza.
Tras medirlo con la mirada, la amable tabernera le hizo un gesto para que se girase, señalándole a la de cabellos cenicientos, que seguía enfrascada en su lectura. El joven dio las gracias y se aproximó a la mesa en que se encontraba la bruja, que al notar su presencia tan cercana levantó la vista para examinarlo. - Esto es para usted. - indicó, justo antes de tender hacia ella una carta cuidadosamente sellada. - ¿Quién lo envía? - preguntó ella, con cierta desconfianza. - No me dieron el nombre, pero he venido desde Dundarak para entregárselo. - explicó, con el cansancio del largo viaje grabado en el rostro.
La hechicera tomó la carta y observó con detenimiento el lacre, en que se veía claramente la silueta de un dragón, detalle que enseguida la hizo cambiar de actitud. - Gracias. - musitó, antes de cerrar el libro que tenía entre manos y levantarse de la silla. - No es recomendable vagar de noche por estos lares, si planeas regresar a las tierras del norte te aconsejo que esperes al alba. - añadió instantes después, para luego dirigirse a la privacidad de su modesta habitación.
Una vez dentro, la joven se acercó a una de las lámparas y rompió con delicadeza el sello, desplegó la apergaminada hoja y comenzó a leer el contenido de la misma.
"Estimada Elen,
Espero que te encuentres bien allá donde estés. La situación aquí sigue tensa desde el incidente, pero no te preocupes por la orden, hemos salido de cosas peores. La gran encantadora no ha podido demostrar que nos negamos a ayudarla, pero te recomiendo que esperes un tiempo antes de volver por estas tierras, se te relaciona con la banda de Lazid y hay carteles con tu rostro por toda la ciudad.
Sé que estarás ocupada pero créeme, no te pediría ayuda si no fuera realmente necesario. Dos de mis caballeros han desaparecido tras un viaje rutinario a Sacrestic Ville, tenían como misión comprobar ciertos rumores que hablan de una pequeña organización de vampiros, encabezada por un individuo que podría estar relacionado con las sombras. Como comprenderás no puedo abandonar el cuartel en este momento para investigar lo que ha pasado, pero confío en que puedas encargarte de ello, si no es el caso envía la respuesta con el mensajero, buscaré otra alternativa.
Atentamente,
S."
Espero que te encuentres bien allá donde estés. La situación aquí sigue tensa desde el incidente, pero no te preocupes por la orden, hemos salido de cosas peores. La gran encantadora no ha podido demostrar que nos negamos a ayudarla, pero te recomiendo que esperes un tiempo antes de volver por estas tierras, se te relaciona con la banda de Lazid y hay carteles con tu rostro por toda la ciudad.
Sé que estarás ocupada pero créeme, no te pediría ayuda si no fuera realmente necesario. Dos de mis caballeros han desaparecido tras un viaje rutinario a Sacrestic Ville, tenían como misión comprobar ciertos rumores que hablan de una pequeña organización de vampiros, encabezada por un individuo que podría estar relacionado con las sombras. Como comprenderás no puedo abandonar el cuartel en este momento para investigar lo que ha pasado, pero confío en que puedas encargarte de ello, si no es el caso envía la respuesta con el mensajero, buscaré otra alternativa.
Atentamente,
S."
- Es lo menos que puedo hacer por él. - pensó la maga, mientras doblaba nuevamente la carta y la guardaba en el interior de su bolsa. Tras esto apagó la lámpara de aceite y se dirigió al piso inferior, el oscuro manto de la noche ya había caído sobre la ciudad y su guardia acababa de comenzar. Sin perder tiempo, la joven abandonó el local y se encaminó hacia la plaza central de Lunargenta, desde donde pudo atisbar un par de misteriosas figuras, ambas de mujeres, que avanzaban hacia una de las calles. La vestimenta de una de ellas tenía luz, y eso intrigó bastante a la de cabellos cenicientos, que decidió seguirlas manteniendo cierta distancia, para ver a dónde se dirigían.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
“Deja de andar como si fueras un pato. Estás haciendo el ridículo frente a la Dama”. Me regañaba NIA. Llevábamos horas un rato andando por la calle. La Dama caminaba con elegancia, a un ritmo rápido pero sin llegar a correr, y yo iba siguiéndola detrás al torpe ritmo que mis piernas robóticas me permitían. Me faltaba ligera coordinación aún en éstas. Pero no tenía valor para pedirle que fuera más despacio.
Parecía saber por donde íbamos. No cruzábamos tampoco demasiada gente por la calle. Era una calle que iba cuesta arriba. Un guardia de Lunargenta se cruzó con nosotros, y estiró la mano para que nos detuviéramos.
-¡Alto! – dijo de mal humor. ¿Le ha dado una orden a la Dama? ¿Cómo se puede ser tan osado? Para sorpresa mía, se detuvo, y yo hice lo mismo a su lado. – Hay una plaga de vampiros en la ciudad. Identifíquense. – dijo mirándome, para a continuación dirigirse a Mortagglia- Y usted, quítese el pañuelo inmediatamente.
La líder de la Hermandad se quitó el pañuelo con serenidad, mostrando su pálido rostro al guardia y comenzó a reír de una manera maliciosa, mostrando sus largos y afilados colmillos. Me respigué por completo en cuanto vi la mirada de odio que lanzaba al tipo, que quedó totalmente incrédulo. Acto seguido y sin darle a tiempo a reaccionar le ponía la mano en la cabeza. El tipo no hizo nada.
-Somos humanos, no vampiros. – le dijo con convencimiento.
-NIA… no va a colar. Le ha enseñado los colmillos. – susurré en voz baja a la inteligencia, nerviosa. “Deja a la Dama. Ella sabe lo que hace.”.
-Sois humanos. No vampiros. – repitió el hombre. Miré rápidamente e incrédula de que el tipo creyera lo que le había dicho. ¿Es que acaso no distinguía los colmillos los cuáles había mostrado con soberbia? “Control mental”, me repitió NIA para resolver mis dudas.
Sin embargo, Mortagglia no soltaba al tipo, sino que miraba fijamente al tipo a los ojos, con el ceño fruncido, y enfado, y le obligaba a mantenerlos abiertos como platos. El hombre, además, permanecía con la boca abierta y emitía sonidos guturales e incomprensibles. Fuera lo que fuera aquello del control mental, no parecía ser muy agradable.
El guardia giró la cabeza del hombre por encima del hombro de la Dama. Aunque de manera muy irreal, como si fuera un no-muerto. Parecía forzado a ello. Mortagglia, que tenía los ojos totalmente rojos, sonrió. Como si hubiese visto algo.
-Elen... – susurró Mortagglia, soltándole la cabeza al tipo. Y dejándolo marchar. Iba en la dirección por la que habíamos venido, pero parecía convencido de que éramos humanas. Su tonalidad ocular volvió a la normalidad. – Ni se te ocurra girarte – reprendió imperativamente - Pero que sepas que nos están siguiendo, Rachel. – afirmó. No me giré por miedo. ¿Cómo podía saberlo sin girarse? El control mental seguramente tuviera que ver con aquello.
-¿Quién es Elen? – pregunté temerosa sin mover la cabeza, yendo tras ella, la Dama había vuelto a caminar. - ¿Os conocéis?
-Cometió el error de inmiscuirse en asuntos que no eran de su incumbencia. – respondió. – Gánate su confianza e invítala a nuestra fiesta. – me ordenó con una sonrisa malvada. – Acude a mí en cuanto veas el fuego. Te necesito allí. – fue lo último que dijo
Y rápidamente se introdujo en un callejón. Ganando distancia conmigo. Cuando giré para seguirla, se convirtió en un amasijo de murciélagos que voló alto. Me había dejado sola en medio de aquella peligrosa ciudad.
-U… ¿Una fiesta? ¿Y ahora qué hago? – pregunté inocentemente y un poco confusa. No sabía si lo de la fiesta era literal o falso. “Calma, Rachel. Yo te ayudaré”. Me tranquilizó la inteligencia. “Detecto la presencia de un vampiro cerca. Nos atacarán..” - ¿Qué nos ataca…? – pregunté acobardada.
Y así fue, de uno de los portales del callejón por el que se había ido Mortagglia salió un fiero vampiro en dirección a mí. Yo volví a la calle principal, corriendo todo lo que pude, y justo cuando salí se abalanzó sobre mí, tirándome al suelo.
-¡Socorro! ¡Ayuda! ¡Por favor! – grité. Tenía al vampiro encima de mí, mordiéndome en los brazos, que por fortuna eran de metal y no me causaba daño alguno. Además me propinaba fuertes golpes de los que me trataba de defender como buenamente podía.
Parecía saber por donde íbamos. No cruzábamos tampoco demasiada gente por la calle. Era una calle que iba cuesta arriba. Un guardia de Lunargenta se cruzó con nosotros, y estiró la mano para que nos detuviéramos.
-¡Alto! – dijo de mal humor. ¿Le ha dado una orden a la Dama? ¿Cómo se puede ser tan osado? Para sorpresa mía, se detuvo, y yo hice lo mismo a su lado. – Hay una plaga de vampiros en la ciudad. Identifíquense. – dijo mirándome, para a continuación dirigirse a Mortagglia- Y usted, quítese el pañuelo inmediatamente.
La líder de la Hermandad se quitó el pañuelo con serenidad, mostrando su pálido rostro al guardia y comenzó a reír de una manera maliciosa, mostrando sus largos y afilados colmillos. Me respigué por completo en cuanto vi la mirada de odio que lanzaba al tipo, que quedó totalmente incrédulo. Acto seguido y sin darle a tiempo a reaccionar le ponía la mano en la cabeza. El tipo no hizo nada.
-Somos humanos, no vampiros. – le dijo con convencimiento.
-NIA… no va a colar. Le ha enseñado los colmillos. – susurré en voz baja a la inteligencia, nerviosa. “Deja a la Dama. Ella sabe lo que hace.”.
-Sois humanos. No vampiros. – repitió el hombre. Miré rápidamente e incrédula de que el tipo creyera lo que le había dicho. ¿Es que acaso no distinguía los colmillos los cuáles había mostrado con soberbia? “Control mental”, me repitió NIA para resolver mis dudas.
Sin embargo, Mortagglia no soltaba al tipo, sino que miraba fijamente al tipo a los ojos, con el ceño fruncido, y enfado, y le obligaba a mantenerlos abiertos como platos. El hombre, además, permanecía con la boca abierta y emitía sonidos guturales e incomprensibles. Fuera lo que fuera aquello del control mental, no parecía ser muy agradable.
El guardia giró la cabeza del hombre por encima del hombro de la Dama. Aunque de manera muy irreal, como si fuera un no-muerto. Parecía forzado a ello. Mortagglia, que tenía los ojos totalmente rojos, sonrió. Como si hubiese visto algo.
-Elen... – susurró Mortagglia, soltándole la cabeza al tipo. Y dejándolo marchar. Iba en la dirección por la que habíamos venido, pero parecía convencido de que éramos humanas. Su tonalidad ocular volvió a la normalidad. – Ni se te ocurra girarte – reprendió imperativamente - Pero que sepas que nos están siguiendo, Rachel. – afirmó. No me giré por miedo. ¿Cómo podía saberlo sin girarse? El control mental seguramente tuviera que ver con aquello.
-¿Quién es Elen? – pregunté temerosa sin mover la cabeza, yendo tras ella, la Dama había vuelto a caminar. - ¿Os conocéis?
-Cometió el error de inmiscuirse en asuntos que no eran de su incumbencia. – respondió. – Gánate su confianza e invítala a nuestra fiesta. – me ordenó con una sonrisa malvada. – Acude a mí en cuanto veas el fuego. Te necesito allí. – fue lo último que dijo
Y rápidamente se introdujo en un callejón. Ganando distancia conmigo. Cuando giré para seguirla, se convirtió en un amasijo de murciélagos que voló alto. Me había dejado sola en medio de aquella peligrosa ciudad.
-U… ¿Una fiesta? ¿Y ahora qué hago? – pregunté inocentemente y un poco confusa. No sabía si lo de la fiesta era literal o falso. “Calma, Rachel. Yo te ayudaré”. Me tranquilizó la inteligencia. “Detecto la presencia de un vampiro cerca. Nos atacarán..” - ¿Qué nos ataca…? – pregunté acobardada.
Y así fue, de uno de los portales del callejón por el que se había ido Mortagglia salió un fiero vampiro en dirección a mí. Yo volví a la calle principal, corriendo todo lo que pude, y justo cuando salí se abalanzó sobre mí, tirándome al suelo.
-¡Socorro! ¡Ayuda! ¡Por favor! – grité. Tenía al vampiro encima de mí, mordiéndome en los brazos, que por fortuna eran de metal y no me causaba daño alguno. Además me propinaba fuertes golpes de los que me trataba de defender como buenamente podía.
Rachel Roche
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Gracias a la luminiscencia del traje de la extraña, la hechicera no tuvo problema para seguirlas de forma disimulada a través de las calles, cuidando que sus pasos apenas sonasen sobre los adoquines de piedra, para evitar ser descubierta antes de averiguar a dónde se dirigían aquel par de mujeres, que o bien no conocían los peligros de vagabundear por la noche en Lunargenta o se consideraban lo suficientemente hábiles para hacerles frente. A estas había que sumar una opción más, que ellas mismas formasen parte del grupo de vampiros que se habían asentado últimamente en la ciudad, pero la chica del traje con luz no se parecía a las que había encontrado durante las rondas nocturnas, aunque quizá su compañera sí, tendría que observarla más de cerca para determinarlo.
Elen continuó moviéndose con cuidado, aprovechando la oscuridad de la noche para que no la viesen, mientras sus objetivos se encaminaban hacia una calle de pronunciada pendiente, en la que un guardia las detuvo nada más verlas. El hombre, que también formaba parte de las patrullas nocturnas desde hacía un par de días, procedió a informar a las damas de la delicada situación que se vivía en la ciudad, para luego pedirles que se identificasen y mostrasen sus rostros. La que iba en primer lugar obedeció sin demora, así que quizá se hubiese equivocado al sospechar de ellas, podía tratarse de un par de simples viajeras a las que no había visto antes.
Con esa idea en mente, la de ojos verdes apartó la vista y se planteó regresar a su zona de guardia, segura de que el caballero podría hacerse cargo de la situación, sobre todo tras ver que después de unos instantes de charla, que por desgracia no escuchó a causa de la distancia que mantenía con ambas extrañas, el joven seguía su camino sin preocupación alguna. Dejando escapar un suspiro, la hechicera se dio la vuelta y comenzó el trayecto de regreso a la plaza central de la ciudad, mientras en su cabeza comenzaba a organizar todo lo necesario para partir hacia las tierras del oeste cuanto antes.
El mensajero probablemente se había esforzado por dar con ella lo más pronto posible, pero sin una fecha que indicase el día exacto en que había sido escrita, la tensai no podía saber cuánto tiempo llevaban aquel par de dragones desaparecidos, aunque quizá Sammuel diese por hecho que ya no los encontraría con vida, sobre todo sabiendo el tipo de criaturas que poblaban Sacrestic Ville. Aun así, la benjamina de los Calhoun acudiría en respuesta a su petición, y si de paso podía eliminar a un supuesto poseído mejor que mejor, pues tras lo sucedido en isla lunar tenía muy claro que la oscuridad se extendía con rapidez, y que debía hacer algo para detenerla.
- Dos días, con eso bastará. - musitó, tras echar cuentas del tiempo que necesitaba para reabastecerse de alimentos y pociones. También tendría que contactar con algún capitán de barco para que la llevase a la otra orilla del Tymer, pero gracias a sus múltiples viajes conocía a un par de ellos, lo suficientemente honestos como para trasladarla tanto a ella como a su caballo sin intentar estafarla. La cuestión sería elegir el lugar en que desembarcar, Midgar o los bosques de más al norte, ambas opciones igual de peligrosas, tanto por las criaturas salvajes que moraban en ellas como por ser cotos de caza, de vampiros y hombres bestia.
Sin prestar demasiada atención a cuanto la rodeaba, ya que las calles principales eran las más seguras de la ciudad, Elen siguió su camino hacia la plaza, desde la que comenzaría a recorrer cada uno de los callejones y lugares con poca luminosidad de los alrededores, los escenarios perfectos para un ataque. Sin embargo, la hechicera no llegó a alcanzar su destino, pues de repente una asustada voz la obligó a darse la vuelta, justo a tiempo de ver como a escasos metros de donde se encontraba, un vampiro arremetía violentamente contra la extraña dama del traje luminoso. Aquel ataque no era como los otros, no estaba planeado sino que parecía más bien un arranque de furia, algo repentino y movido por la desesperación o la sed, pero poco importaba eso, debía actuar antes de que fuese tarde.
La electricidad recorrió su brazo y salió disparada contra el vampiro en cuestión de segundos, alcanzándolo en el costado y consiguiendo que su cuerpo quedase ligeramente entumecido, lo suficiente para poder apartarlo de la víctima con una potente y cuidadosamente dirigida onda de viento, que lo lanzó un par de metros por el aire. A toda prisa, la de cabellos cenicientos salvó la distancia que la separaba del atacante y colocó su mano directamente contra la piel del individuo, para transmitirle una nueva descarga y dejarlo inconsciente, de modo que la guardia pudiese hacerse cargo de él e interrogarlo para extraerle información acerca del creciente número de miembros de su raza que sembraban el caos en la ciudad.
Acto seguido se acercó a la mujer, tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse. - ¿Se encuentra bien? ¿La ha mordido? - preguntó, examinándola con la mirada.
Elen continuó moviéndose con cuidado, aprovechando la oscuridad de la noche para que no la viesen, mientras sus objetivos se encaminaban hacia una calle de pronunciada pendiente, en la que un guardia las detuvo nada más verlas. El hombre, que también formaba parte de las patrullas nocturnas desde hacía un par de días, procedió a informar a las damas de la delicada situación que se vivía en la ciudad, para luego pedirles que se identificasen y mostrasen sus rostros. La que iba en primer lugar obedeció sin demora, así que quizá se hubiese equivocado al sospechar de ellas, podía tratarse de un par de simples viajeras a las que no había visto antes.
Con esa idea en mente, la de ojos verdes apartó la vista y se planteó regresar a su zona de guardia, segura de que el caballero podría hacerse cargo de la situación, sobre todo tras ver que después de unos instantes de charla, que por desgracia no escuchó a causa de la distancia que mantenía con ambas extrañas, el joven seguía su camino sin preocupación alguna. Dejando escapar un suspiro, la hechicera se dio la vuelta y comenzó el trayecto de regreso a la plaza central de la ciudad, mientras en su cabeza comenzaba a organizar todo lo necesario para partir hacia las tierras del oeste cuanto antes.
El mensajero probablemente se había esforzado por dar con ella lo más pronto posible, pero sin una fecha que indicase el día exacto en que había sido escrita, la tensai no podía saber cuánto tiempo llevaban aquel par de dragones desaparecidos, aunque quizá Sammuel diese por hecho que ya no los encontraría con vida, sobre todo sabiendo el tipo de criaturas que poblaban Sacrestic Ville. Aun así, la benjamina de los Calhoun acudiría en respuesta a su petición, y si de paso podía eliminar a un supuesto poseído mejor que mejor, pues tras lo sucedido en isla lunar tenía muy claro que la oscuridad se extendía con rapidez, y que debía hacer algo para detenerla.
- Dos días, con eso bastará. - musitó, tras echar cuentas del tiempo que necesitaba para reabastecerse de alimentos y pociones. También tendría que contactar con algún capitán de barco para que la llevase a la otra orilla del Tymer, pero gracias a sus múltiples viajes conocía a un par de ellos, lo suficientemente honestos como para trasladarla tanto a ella como a su caballo sin intentar estafarla. La cuestión sería elegir el lugar en que desembarcar, Midgar o los bosques de más al norte, ambas opciones igual de peligrosas, tanto por las criaturas salvajes que moraban en ellas como por ser cotos de caza, de vampiros y hombres bestia.
Sin prestar demasiada atención a cuanto la rodeaba, ya que las calles principales eran las más seguras de la ciudad, Elen siguió su camino hacia la plaza, desde la que comenzaría a recorrer cada uno de los callejones y lugares con poca luminosidad de los alrededores, los escenarios perfectos para un ataque. Sin embargo, la hechicera no llegó a alcanzar su destino, pues de repente una asustada voz la obligó a darse la vuelta, justo a tiempo de ver como a escasos metros de donde se encontraba, un vampiro arremetía violentamente contra la extraña dama del traje luminoso. Aquel ataque no era como los otros, no estaba planeado sino que parecía más bien un arranque de furia, algo repentino y movido por la desesperación o la sed, pero poco importaba eso, debía actuar antes de que fuese tarde.
La electricidad recorrió su brazo y salió disparada contra el vampiro en cuestión de segundos, alcanzándolo en el costado y consiguiendo que su cuerpo quedase ligeramente entumecido, lo suficiente para poder apartarlo de la víctima con una potente y cuidadosamente dirigida onda de viento, que lo lanzó un par de metros por el aire. A toda prisa, la de cabellos cenicientos salvó la distancia que la separaba del atacante y colocó su mano directamente contra la piel del individuo, para transmitirle una nueva descarga y dejarlo inconsciente, de modo que la guardia pudiese hacerse cargo de él e interrogarlo para extraerle información acerca del creciente número de miembros de su raza que sembraban el caos en la ciudad.
Acto seguido se acercó a la mujer, tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse. - ¿Se encuentra bien? ¿La ha mordido? - preguntó, examinándola con la mirada.
Elen Calhoun
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
No habían sido pocas las cosas que la joven albina aprendió desde que su vida cambió para convertirse en un ser nocturno. Pero la habilidad para permanecer prácticamente invisible ante quienes la tenían delante de las narices, fue la que más y mejor trató de trabajar.
Pasar desapercibida, no pedía nada más durante esas noches de la ciudad costera, poder hacer y deshacer a gusto o necesidad sin que se notara demasiado, poder vagar con tranquilidad en busca de las ya pocas cosas que veía interesantes por sus calles, poder alimentarse sin provocar por ello un escándalo. Y precisamente aquello era lo que en esos momentos le estaba costando la vida, literalmente.
Siquiera podría decir cuándo ocurrió aquel movimiento en Lunargenta, fue como si la hubiera cogido de improviso, como si nunca se hubiese querido percatar de cuántos más junto a ella formaban parte de la manada de vampiros que había ido acrecentándose en la ciudad. Y aquel suceso, más que una ayuda o un apoyo por sentir que abundaban de “los suyos”, le estaba pareciendo una molestia, un desastre, más aún en ese momento.
Había cruzado una nueva esquina, rezando por no encontrarse aquella vez con otra callejuela sin salida que la obligase a enfrentarse a los que la perseguían. El distrito en el que se encontraba rebosaba de estrechas y largas calles que serpenteaban y se cruzaban las unas con las otras, pensaba que de ese modo sería más sencillo sortearlos, pero eran listos y probablemente, muy experimentados.
Su respiración entrecortada y sus pasos a la carrera sobre los adoquines era lo único que la embotada y asustada vampira sentía y escuchaba; ya hacía rato que parecía haber despistado a los cazadores, aprovechando la oscuridad para fundirse con ella en uno de los giros de esquina que hizo, pero no quería dejar de correr hasta sentirse realmente segura y fuera de peligro –cosa bastante complicada en vista a la situación– acelerando sin hacer más que echar un vistazo por encima de su hombro de vez en cuando, y fue en unas de esas pausas que su cuerpo chocó de pleno con alguien.
– ¡A-ah! ¡Muchacha! ¿Estás bien? –El asombro y el apuro era palpable en el tono y gestos del hombre que la frenó en su embestida.
Catherine había encogido parcialmente su cuerpo ante el golpe, agachando levemente la cabeza, pero le bastó una sola mirada para saber que quién la recogió y su acompañante eran agentes encargados de la guardia de la ciudad. No podía darse el lujo de enfrentarse a ellos como si nada, y tampoco quería hacerlo.
Los cortos segundos de silencio animaron a los hombres a volver a cuestionar sobre ella, pero Cat se adelantó, manteniendo la postura encogida, temblorosa, y no le costó expresar el miedo que de verdad sentía:
– M-me siguen.. ¡Unos vampiros! ¡Quieren cogerme! –Agarró la ropa del brazo del hombre, que en un momento de confusión, y pecando de confiado, frunció el ceño mirando hacia donde señalaba la joven– Ayúdeme.. ¡Ayúdeme por favor!
– Vale, vale, escucha… tranquila –El guardia le pidió calma con un gesto, mientras la apartaba con cuidado a un lado y avisaba a su compañero para que éste fuera a echar un ojo por donde decía– ¿Qué hacías sola? ¿A dónde ibas?
– No... no, sólo quiero volver a casa… –Musitó, nerviosa y cansada– …Iba de vuelta a casa.. tengo miedo…
– Cálmate, ya está, no te preocupes… vamos a ayudarte –Le dedicó una sonrisa que trató de ser reconfortante, mientras intercambiaba la vista de ella hasta su compañero, que seguía alerta y atento unos pasos por delante, sin nada nuevo– Quédate con nosotros, te llevaremos ahora a algún puesto de guardia donde podrás descansar.
Una impotente Catherine miró con los labios apretados y los ojos temblorosos al hombre que le hablaba, mientras éste intentaba tranquilizarla jurándole que estaría segura con ellos, al menos hasta que amaneciera. “No... por favor” suplicó para sus adentros pensando cómo hacer para librarse ahora sin levantar ninguna sospecha.
Y casi como si algún Dios estuviese dispuesto a escucharla, la voz del guardia que se había separado bramó un aviso hacia ellos, había visto algo allá por donde minutos antes señaló la vampira, y en lo que ambos soldados se preparaban para buscar una zona más ventajosa, la joven se zafó del brazo que creía estar aportándole seguridad, aprovechando el momento para hacerse la desesperada:
– ¡Son ellos.. vienen a por mí! –Dijo, conteniendo el grito en su garganta, lanzándose en una carrera que la llevó hasta la callejuela más cercana.
– ¡¡No, espera!! ¡¡Muchacha!!
La última llamada del guardia se perdió en la distancia que la vampira ya había ganado. Quería estar segura de que no la seguirían mientras creyeran que realmente era una panda de vampiros quienes aparecerían, al igual que quería pensar que no era el grupo de cazadores que la seguían, lo cual era probable, y la metería en problemas si daban su descripción.
Aquél último pensamiento fue el que la llevó otra vez a correr sin rumbo fijo, y después de dar más vueltas y rodeos por las calles, cruzó sin apenas mirar hacia la salida de una de éstas, dándose de cara con una escena que la hizo ahogar un grito de puro nervio, así como el flash de un rayo la confundió y dejó pasmada en el sitio.
De forma corta pero letal, la reyerta que se produjo delante de Cat finalizó con el cuerpo de uno de sus iguales sobre el suelo, vencido por la muchacha que en aquel momento salvaba y ayudaba a otra de cabellos oscuros, recogiéndola del suelo.
La albina se quedó muda, agarrando en dos pellizcos la falda de su vestido, con los puños cerrados. Debía marcharse lo antes posible la hubieran visto o no, tenía que hacerlo, más después de haber contemplado cómo la joven bruja redujo de aquella forma al vampiro en cuestión de segundos, pero… una vez más, y quizás movida otra vez por el miedo y la desesperación, Catherine se volvió a replantear el ocultarse bajo la máscara de “chica asustada en busca de refugio”; con suerte serviría al menos para ganar tiempo y buscar un escondite acompañada de un par que, si bien una de ellas había demostrado con creces sus dotes, ambas podrían servir para ahuyentar posibles encontronazos o sospechas contra ella.
Pasar desapercibida, no pedía nada más durante esas noches de la ciudad costera, poder hacer y deshacer a gusto o necesidad sin que se notara demasiado, poder vagar con tranquilidad en busca de las ya pocas cosas que veía interesantes por sus calles, poder alimentarse sin provocar por ello un escándalo. Y precisamente aquello era lo que en esos momentos le estaba costando la vida, literalmente.
Siquiera podría decir cuándo ocurrió aquel movimiento en Lunargenta, fue como si la hubiera cogido de improviso, como si nunca se hubiese querido percatar de cuántos más junto a ella formaban parte de la manada de vampiros que había ido acrecentándose en la ciudad. Y aquel suceso, más que una ayuda o un apoyo por sentir que abundaban de “los suyos”, le estaba pareciendo una molestia, un desastre, más aún en ese momento.
Había cruzado una nueva esquina, rezando por no encontrarse aquella vez con otra callejuela sin salida que la obligase a enfrentarse a los que la perseguían. El distrito en el que se encontraba rebosaba de estrechas y largas calles que serpenteaban y se cruzaban las unas con las otras, pensaba que de ese modo sería más sencillo sortearlos, pero eran listos y probablemente, muy experimentados.
Su respiración entrecortada y sus pasos a la carrera sobre los adoquines era lo único que la embotada y asustada vampira sentía y escuchaba; ya hacía rato que parecía haber despistado a los cazadores, aprovechando la oscuridad para fundirse con ella en uno de los giros de esquina que hizo, pero no quería dejar de correr hasta sentirse realmente segura y fuera de peligro –cosa bastante complicada en vista a la situación– acelerando sin hacer más que echar un vistazo por encima de su hombro de vez en cuando, y fue en unas de esas pausas que su cuerpo chocó de pleno con alguien.
– ¡A-ah! ¡Muchacha! ¿Estás bien? –El asombro y el apuro era palpable en el tono y gestos del hombre que la frenó en su embestida.
Catherine había encogido parcialmente su cuerpo ante el golpe, agachando levemente la cabeza, pero le bastó una sola mirada para saber que quién la recogió y su acompañante eran agentes encargados de la guardia de la ciudad. No podía darse el lujo de enfrentarse a ellos como si nada, y tampoco quería hacerlo.
Los cortos segundos de silencio animaron a los hombres a volver a cuestionar sobre ella, pero Cat se adelantó, manteniendo la postura encogida, temblorosa, y no le costó expresar el miedo que de verdad sentía:
– M-me siguen.. ¡Unos vampiros! ¡Quieren cogerme! –Agarró la ropa del brazo del hombre, que en un momento de confusión, y pecando de confiado, frunció el ceño mirando hacia donde señalaba la joven– Ayúdeme.. ¡Ayúdeme por favor!
– Vale, vale, escucha… tranquila –El guardia le pidió calma con un gesto, mientras la apartaba con cuidado a un lado y avisaba a su compañero para que éste fuera a echar un ojo por donde decía– ¿Qué hacías sola? ¿A dónde ibas?
– No... no, sólo quiero volver a casa… –Musitó, nerviosa y cansada– …Iba de vuelta a casa.. tengo miedo…
– Cálmate, ya está, no te preocupes… vamos a ayudarte –Le dedicó una sonrisa que trató de ser reconfortante, mientras intercambiaba la vista de ella hasta su compañero, que seguía alerta y atento unos pasos por delante, sin nada nuevo– Quédate con nosotros, te llevaremos ahora a algún puesto de guardia donde podrás descansar.
Una impotente Catherine miró con los labios apretados y los ojos temblorosos al hombre que le hablaba, mientras éste intentaba tranquilizarla jurándole que estaría segura con ellos, al menos hasta que amaneciera. “No... por favor” suplicó para sus adentros pensando cómo hacer para librarse ahora sin levantar ninguna sospecha.
Y casi como si algún Dios estuviese dispuesto a escucharla, la voz del guardia que se había separado bramó un aviso hacia ellos, había visto algo allá por donde minutos antes señaló la vampira, y en lo que ambos soldados se preparaban para buscar una zona más ventajosa, la joven se zafó del brazo que creía estar aportándole seguridad, aprovechando el momento para hacerse la desesperada:
– ¡Son ellos.. vienen a por mí! –Dijo, conteniendo el grito en su garganta, lanzándose en una carrera que la llevó hasta la callejuela más cercana.
– ¡¡No, espera!! ¡¡Muchacha!!
La última llamada del guardia se perdió en la distancia que la vampira ya había ganado. Quería estar segura de que no la seguirían mientras creyeran que realmente era una panda de vampiros quienes aparecerían, al igual que quería pensar que no era el grupo de cazadores que la seguían, lo cual era probable, y la metería en problemas si daban su descripción.
Aquél último pensamiento fue el que la llevó otra vez a correr sin rumbo fijo, y después de dar más vueltas y rodeos por las calles, cruzó sin apenas mirar hacia la salida de una de éstas, dándose de cara con una escena que la hizo ahogar un grito de puro nervio, así como el flash de un rayo la confundió y dejó pasmada en el sitio.
De forma corta pero letal, la reyerta que se produjo delante de Cat finalizó con el cuerpo de uno de sus iguales sobre el suelo, vencido por la muchacha que en aquel momento salvaba y ayudaba a otra de cabellos oscuros, recogiéndola del suelo.
La albina se quedó muda, agarrando en dos pellizcos la falda de su vestido, con los puños cerrados. Debía marcharse lo antes posible la hubieran visto o no, tenía que hacerlo, más después de haber contemplado cómo la joven bruja redujo de aquella forma al vampiro en cuestión de segundos, pero… una vez más, y quizás movida otra vez por el miedo y la desesperación, Catherine se volvió a replantear el ocultarse bajo la máscara de “chica asustada en busca de refugio”; con suerte serviría al menos para ganar tiempo y buscar un escondite acompañada de un par que, si bien una de ellas había demostrado con creces sus dotes, ambas podrían servir para ahuyentar posibles encontronazos o sospechas contra ella.
Catherine Blair
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
“Rachel Roche. Te están atacando. Defiéndete inmediatamente”. Me decía NIA mientras el vampiro me golpeaba. ¿Por qué me atacaba si yo era aliado suyo? ¿No éramos amigos de los vampiros? Por lo visto parecía ser que no de todos. Y para colmo Mortagglia me había abandonado a mi suerte. Lo único que podía hacer era defenderme con mis brazos metálicos de los golpes que me diera, y dejar que me mordiera en éstos. Donde no podría alcanzar mi tejido orgánico.
Afortunadamente, a no mucho tardar alguien acudiría en mi llamada de auxilio. Y vi como un rayo golpeaba en este y lo dejaba entumecido. A continuación una fuerte corriente de aire que me despeinó hizo que la criatura saliera disparada varios metros a la vez que mi rescatadora remataba al ser con una potente descarga que lo dejaría aparentemente muerto.
-Ay, mi madre… - dije apresurada y boquiabierta, todavía en el suelo, cuando me di cuenta que había sido Elen la que había hecho aquello. Ahora veía en primera fila cómo se las gastaba aquella mujer. Observé como en mis ojos se formaba una pequeña esferita que se centraba tratando de localizar su rostro. Era NIA realizando su habitual escáner. “Sujeto identificado: Nombre. Elen. Edad aparente: 23 años. Actitud: Calmada. A decir por sus habilidades. 99% de probabilidades de ser una bruja”.
No tuve tiempo para analizar lo que me había dicho y la joven ya me había tendido su mano para ayudar a levantarme. Muy temerosa, y tratando de no mirarle a los ojos por miedo a que me reconociera, aunque sería bastante improbable. La acepté y contesté a su pregunta con cortesía.
-S… sí. Estoy bien. – musité – Gracias por tu ayuda. – esbocé una sonrisa. Aunque no me atrevía a mirarla fijamente a los ojos. – Me ha mordido, pero no me hace nada. Mis brazos son prótesis metálicas. – y le enseñé mi brazo. No vería nada porque llevaba un guante. Pero en las partes en las que había tratado de clavar su colmillo se había roto el traje luminoso, y bajo éste se veía el claro color metalizado de mi extremidad. También me llevé la mano a la cicatriz que "adornaba" mi cara. El tejido orgánico había sido destruido por un golpe de la propia Mortagglia y los implantes metálicos que llevaba en mi cara podían verse con claridad. – Mi nombre es Rachel Roche, encantada. – y le tendí la mano con una sonrisa. Seguramente si decidía estrechármela le apretaría bastante fuerte, porque no era capaz de controlar la fuerza que aplicaba a mis robóticos brazos.
Estaba claro que ella parecía una guardiana pero…Ahora seguramente me preguntaría lo más evidente: ¿Qué hacía yo exactamente allí? Podría decirle que trabajaba para la Hermandad, seguramente ni habría oído hablar de nosotros. Pero viendo cómo se las gastaba con los vampiros tal vez no fuera buena idea. No. Lo mejor sería decirle la verdad… a medias. A fin de cuentas, Mortagglia la había visto seguirnos. – Venía con la Dama. Pero se ha ido y me ha dejado sola. – Probablemente no supiera quién era la Dama, pero de contar una mentira se me habría notado, era demasiado inocente. Miré a todas partes, temerosa, esperando que algo me librara de tener que seguir mucho más tiempo dando explicaciones y, efectivamente así fue.
Una joven también de cabellos platinados y bien peinados observaba la escena. Parecía tan acobardada o más que yo. No parecía hostil. Tal vez necesitaba ayuda y yo estaba dispuesta a dársela. No era una mala persona, y aunque un poco torpe, siempre trataba de ayudar a los necesitados. Me acerqué a ella. NIA comenzó su habitual reconocimiento facial. “Sujeto desconocido. Edad: 20 años aproximados. Actitud: Temor. Identificando patrones faciales… … 55% de probabilidades de ser un vampiro. 40% de ser humano. 14% de ser brujo. 1% licantropía.”. Fuera lo que fuera. Me acercaría a ella y, de nuevo, la saludaría con cordialidad.
-Hola. – dije con una sonrisa. Estirándole de nuevo la mano para que no me tuviera miedo. – Rachel Roche, encantada. Pareces asustada, ¿te has perdido? ¿necesitas ayuda? – le pregunté con una sonrisa y los ojos abiertos como platos, a veces asustaba a la gente, por mi mirada poco humana. Poco después, NIA se dirigiría a mí. “Cuidado, Rachel. Siento la presencia de cazadores de vampiros próximos a nosotros”. Para NIA, ellos seguían siendo nuestros enemigos. No en vano el mayor enemigo de la Hermandad era, precisamente, un peligroso grupo de estos mercenarios. – Mis sensores detectan la presencia de cazadores de vampiros en las inmediaciones. – maticé de una manera un tanto robótica a mis nuevas compañeras.
Como así sería, no tardarían en aparecer dos hombres y una mujer, armados con espadas. Yo no dije nada y me coloqué un poco en segundo plano tras Elen. Para dejarla a ella conversar. Tenía miedo que me reconocieran por mi vinculación con la Hermandad, eternos enemigos de estos seres.
Afortunadamente, a no mucho tardar alguien acudiría en mi llamada de auxilio. Y vi como un rayo golpeaba en este y lo dejaba entumecido. A continuación una fuerte corriente de aire que me despeinó hizo que la criatura saliera disparada varios metros a la vez que mi rescatadora remataba al ser con una potente descarga que lo dejaría aparentemente muerto.
-Ay, mi madre… - dije apresurada y boquiabierta, todavía en el suelo, cuando me di cuenta que había sido Elen la que había hecho aquello. Ahora veía en primera fila cómo se las gastaba aquella mujer. Observé como en mis ojos se formaba una pequeña esferita que se centraba tratando de localizar su rostro. Era NIA realizando su habitual escáner. “Sujeto identificado: Nombre. Elen. Edad aparente: 23 años. Actitud: Calmada. A decir por sus habilidades. 99% de probabilidades de ser una bruja”.
No tuve tiempo para analizar lo que me había dicho y la joven ya me había tendido su mano para ayudar a levantarme. Muy temerosa, y tratando de no mirarle a los ojos por miedo a que me reconociera, aunque sería bastante improbable. La acepté y contesté a su pregunta con cortesía.
-S… sí. Estoy bien. – musité – Gracias por tu ayuda. – esbocé una sonrisa. Aunque no me atrevía a mirarla fijamente a los ojos. – Me ha mordido, pero no me hace nada. Mis brazos son prótesis metálicas. – y le enseñé mi brazo. No vería nada porque llevaba un guante. Pero en las partes en las que había tratado de clavar su colmillo se había roto el traje luminoso, y bajo éste se veía el claro color metalizado de mi extremidad. También me llevé la mano a la cicatriz que "adornaba" mi cara. El tejido orgánico había sido destruido por un golpe de la propia Mortagglia y los implantes metálicos que llevaba en mi cara podían verse con claridad. – Mi nombre es Rachel Roche, encantada. – y le tendí la mano con una sonrisa. Seguramente si decidía estrechármela le apretaría bastante fuerte, porque no era capaz de controlar la fuerza que aplicaba a mis robóticos brazos.
Estaba claro que ella parecía una guardiana pero…Ahora seguramente me preguntaría lo más evidente: ¿Qué hacía yo exactamente allí? Podría decirle que trabajaba para la Hermandad, seguramente ni habría oído hablar de nosotros. Pero viendo cómo se las gastaba con los vampiros tal vez no fuera buena idea. No. Lo mejor sería decirle la verdad… a medias. A fin de cuentas, Mortagglia la había visto seguirnos. – Venía con la Dama. Pero se ha ido y me ha dejado sola. – Probablemente no supiera quién era la Dama, pero de contar una mentira se me habría notado, era demasiado inocente. Miré a todas partes, temerosa, esperando que algo me librara de tener que seguir mucho más tiempo dando explicaciones y, efectivamente así fue.
Una joven también de cabellos platinados y bien peinados observaba la escena. Parecía tan acobardada o más que yo. No parecía hostil. Tal vez necesitaba ayuda y yo estaba dispuesta a dársela. No era una mala persona, y aunque un poco torpe, siempre trataba de ayudar a los necesitados. Me acerqué a ella. NIA comenzó su habitual reconocimiento facial. “Sujeto desconocido. Edad: 20 años aproximados. Actitud: Temor. Identificando patrones faciales… … 55% de probabilidades de ser un vampiro. 40% de ser humano. 14% de ser brujo. 1% licantropía.”. Fuera lo que fuera. Me acercaría a ella y, de nuevo, la saludaría con cordialidad.
-Hola. – dije con una sonrisa. Estirándole de nuevo la mano para que no me tuviera miedo. – Rachel Roche, encantada. Pareces asustada, ¿te has perdido? ¿necesitas ayuda? – le pregunté con una sonrisa y los ojos abiertos como platos, a veces asustaba a la gente, por mi mirada poco humana. Poco después, NIA se dirigiría a mí. “Cuidado, Rachel. Siento la presencia de cazadores de vampiros próximos a nosotros”. Para NIA, ellos seguían siendo nuestros enemigos. No en vano el mayor enemigo de la Hermandad era, precisamente, un peligroso grupo de estos mercenarios. – Mis sensores detectan la presencia de cazadores de vampiros en las inmediaciones. – maticé de una manera un tanto robótica a mis nuevas compañeras.
Como así sería, no tardarían en aparecer dos hombres y una mujer, armados con espadas. Yo no dije nada y me coloqué un poco en segundo plano tras Elen. Para dejarla a ella conversar. Tenía miedo que me reconocieran por mi vinculación con la Hermandad, eternos enemigos de estos seres.
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Ligeramente asustada, la mujer aceptó su ayuda y volvió a ponerse en pie, para luego responder a las preguntas que la hechicera acababa de formular y darle las gracias, sin apenas elevar la voz. El violento atacante había conseguido morderla en ambos brazos, pero al parecer se había equivocado al elegir a su víctima, y en vez de sangre solo había hallado metal. - Una bio cibernética, eso explica lo del traje. - pensó para sí la bruja, mientras observaba a su interlocutora con curiosidad. En algún momento de su existencia le habían dañado el rostro, justo en el mismo lado en que Elen llevaba su cicatriz, pero la de la morena era diferente, se podía ver claramente parte de la aleación con que debía estar hecha.
Aquella individua no era la primera de su raza con que se topaba, pero sí la única mujer bio cibernética que había visto hasta el momento, cosa que despertó en la tensai algo de intriga. ¿Quién creaba a aquellos seres? Y lo que venía más al caso, ¿había alguna razón para que existiesen más bios masculinos que femeninos? Quizá sí, pero no era el mejor momento para ponerse a preguntar sobre aquel tipo de cuestiones. Tras presentarse, Rachel tendió una mano hacia la de cabellos cenicientos, que sin dudarlo, aunque más por cortesía que por otra cosa, correspondió al saludo estrechándosela. La cibernética apretó más de lo normal, consiguiendo que la maga frunciera el ceño levemente, pero lo más seguro es que no tuviese idea de su fuerza, así que no dijo nada al respecto.
- Elen Calhoun, igualmente. - contestó Elen, para luego retirar la mano y cerrar el puño un par de veces, poniendo a prueba que la excesiva intensidad del saludo no le hubiese provocado molestias. - No es aconsejable vagar de noche por las calles, la ciudad está sufriendo una oleada de ataques de vampiros. - comentó, sin mencionar que sabía lo de su acompañante, la otra dama que al parecer, ya no se encontraba con Rachel. ¿Dónde estaría? Se preguntó interiormente, aunque no tuvo que esperar mucho para obtener la respuesta de labios de la bio. “La Dama”, como ella la llamaba, se había ido dejándola sola en las calles de la ciudad, lo cual teniendo en cuenta la delicada situación que reinaba en la zona, y que faltaban horas para el amanecer, era una gran faena.
- Has tenido suerte, aunque quizá esa Dama que mencionas pueda encontrarse con los mismos problemas que tú. - dijo tranquilamente, desviando un poco la vista hacia el cuerpo que descansaba sobre los fríos adoquines. Ahora que había neutralizado la amenaza, la hechicera debía encontrar el modo de trasladar a aquel vampiro hasta las dependencias de la guardia antes de que recobrase el sentido, así que no disponía de mucho tiempo para actuar. Por el rabillo del ojo, la joven atisbó una tercera figura en escena, la de una chica de cabellos claros que también parecía estar asustada, ¿sería otra víctima?
Rachel no dudó en acercarse a aquella extraña y tenderle la mano del mismo modo en que había hecho con ella, para acto seguido ofrecerle su ayuda, acto que eliminó la desconfianza inicial de la benjamina de los Calhoun. Siguiendo los pasos de la morena, Elen se acercó a la recién llegada y al igual que con la bio cibernética, se tomó unos instantes para examinarla con la mirada, aunque pronto les llegaría más compañía. Concretamente tres cazadores, a los que ya había visto durante una de las reuniones de la guardia, que tras ver la magnitud del problema que tenían entre manos, había optado por contar con ayuda de aquellos para eliminar cuanto antes los peligros que acechaban en la noche.
Todos eran profesionales y habían aprendido a desenvolverse muy bien con aquel tipo de criaturas, pero a veces pecaban de impulsivos, y preferían matar a la primera de cambio, sin plantearse la opción del interrogatorio. - ¿Qué ha pasado? Hemos escuchado los gritos. - dijo la mujer, que ya sujetaba con fuerza la empuñadura de su espada, aunque sin extraerla de la vaina. - Tranquilos, ya me he ocupado yo. - anunció la bruja, adelantándose un tanto para que pudiesen reconocerla. - Podéis llevaros a ese, lo he dejado inconsciente. - añadió segundos después, para de inmediato volver a tomar la palabra. - Sé que os gustaría acabar con él y arrancarle los colmillos, pero será más valioso vivo, la guardia sabrá qué hacer con él. - comentó, aunque no estaba segura de que le hiciesen caso.
Como último remedio tendría que llevarlo ella misma, lo que supondría buscar ayuda para trasladar el cuerpo, pero quizá la fuerza de la bio cibernética le viniese bien, o puede que las autoridades no tardasen en personarse también en escena, sobre todo si los gritos de Rachel se habían escuchado de lejos.
Aquella individua no era la primera de su raza con que se topaba, pero sí la única mujer bio cibernética que había visto hasta el momento, cosa que despertó en la tensai algo de intriga. ¿Quién creaba a aquellos seres? Y lo que venía más al caso, ¿había alguna razón para que existiesen más bios masculinos que femeninos? Quizá sí, pero no era el mejor momento para ponerse a preguntar sobre aquel tipo de cuestiones. Tras presentarse, Rachel tendió una mano hacia la de cabellos cenicientos, que sin dudarlo, aunque más por cortesía que por otra cosa, correspondió al saludo estrechándosela. La cibernética apretó más de lo normal, consiguiendo que la maga frunciera el ceño levemente, pero lo más seguro es que no tuviese idea de su fuerza, así que no dijo nada al respecto.
- Elen Calhoun, igualmente. - contestó Elen, para luego retirar la mano y cerrar el puño un par de veces, poniendo a prueba que la excesiva intensidad del saludo no le hubiese provocado molestias. - No es aconsejable vagar de noche por las calles, la ciudad está sufriendo una oleada de ataques de vampiros. - comentó, sin mencionar que sabía lo de su acompañante, la otra dama que al parecer, ya no se encontraba con Rachel. ¿Dónde estaría? Se preguntó interiormente, aunque no tuvo que esperar mucho para obtener la respuesta de labios de la bio. “La Dama”, como ella la llamaba, se había ido dejándola sola en las calles de la ciudad, lo cual teniendo en cuenta la delicada situación que reinaba en la zona, y que faltaban horas para el amanecer, era una gran faena.
- Has tenido suerte, aunque quizá esa Dama que mencionas pueda encontrarse con los mismos problemas que tú. - dijo tranquilamente, desviando un poco la vista hacia el cuerpo que descansaba sobre los fríos adoquines. Ahora que había neutralizado la amenaza, la hechicera debía encontrar el modo de trasladar a aquel vampiro hasta las dependencias de la guardia antes de que recobrase el sentido, así que no disponía de mucho tiempo para actuar. Por el rabillo del ojo, la joven atisbó una tercera figura en escena, la de una chica de cabellos claros que también parecía estar asustada, ¿sería otra víctima?
Rachel no dudó en acercarse a aquella extraña y tenderle la mano del mismo modo en que había hecho con ella, para acto seguido ofrecerle su ayuda, acto que eliminó la desconfianza inicial de la benjamina de los Calhoun. Siguiendo los pasos de la morena, Elen se acercó a la recién llegada y al igual que con la bio cibernética, se tomó unos instantes para examinarla con la mirada, aunque pronto les llegaría más compañía. Concretamente tres cazadores, a los que ya había visto durante una de las reuniones de la guardia, que tras ver la magnitud del problema que tenían entre manos, había optado por contar con ayuda de aquellos para eliminar cuanto antes los peligros que acechaban en la noche.
Todos eran profesionales y habían aprendido a desenvolverse muy bien con aquel tipo de criaturas, pero a veces pecaban de impulsivos, y preferían matar a la primera de cambio, sin plantearse la opción del interrogatorio. - ¿Qué ha pasado? Hemos escuchado los gritos. - dijo la mujer, que ya sujetaba con fuerza la empuñadura de su espada, aunque sin extraerla de la vaina. - Tranquilos, ya me he ocupado yo. - anunció la bruja, adelantándose un tanto para que pudiesen reconocerla. - Podéis llevaros a ese, lo he dejado inconsciente. - añadió segundos después, para de inmediato volver a tomar la palabra. - Sé que os gustaría acabar con él y arrancarle los colmillos, pero será más valioso vivo, la guardia sabrá qué hacer con él. - comentó, aunque no estaba segura de que le hiciesen caso.
Como último remedio tendría que llevarlo ella misma, lo que supondría buscar ayuda para trasladar el cuerpo, pero quizá la fuerza de la bio cibernética le viniese bien, o puede que las autoridades no tardasen en personarse también en escena, sobre todo si los gritos de Rachel se habían escuchado de lejos.
Elen Calhoun
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Catherine pudo ser apenas testigo de la escueta conversación que mantuvieron las dos jóvenes frente a ella, conversación que, a los oídos de la vampira, llegó como poco más que un arrullo de voces. Y no porque a la albina le faltasen medios para haber logrado escucharla con claridad, el motivo era que en aquellos momentos, sus sentidos no sólo se centraban en las muchachas, sino que también procuraban abrirse paso por entre las callejuelas que las rodeaban, queriendo permanecer atenta de todo aquello que tenían a su alrededor, desde los crujidos que emitían las maderas que obstruían puertas y ventanas, hasta el más mínimo sonido que trajera consigo el viento que corría por las avenidas.
Y a pesar de que la idea de permanecer junto a la bruja y la otra chica fue lo último que negoció con su fuero interno antes de que el sentimiento de escabullirse reapareciera, en los segundos que ambas se percataron de su presencia, un sudor frío recorrió la espalda de la vampira, y faltó no más del canto de un aero para salir disparada cuando la joven de cabello oscuro y ropajes extraños se le acercó con aspecto fresco y jovial.
Cat arrastró disimuladamente la puntera del pie derecho hacia atrás, y su mirada se clavó en lo primero que se acercó a ella rompiendo esa línea invisible que formaba su “espacio vital”. Observó la mano de Rachel, vacilando durante medio segundo antes de extender la suya propia y rozar con los dedos aquella mano enguantada en cuero negro. Al hacer el saludo formal, el miedo fue pasando muy lentamente a un segundo plano, aún cercano, pero dejando paso a cierto atisbo de curiosidad en la mirada de la vampira, que buscó directamente los ojos de la chica biocibernética, y entonces abrió aún más los suyos, levantando las cejas en un gesto de sorpresa disimulado por el espeso flequillo.
– S-sí… yo… –No fueron demasiadas preguntas, tampoco enrevesadas, pero no se esperaba aquella reacción hacia ella, y cuando vino a darse cuenta, no hacía más que titubear. –…quiero volver a casa – Logró decir finalmente en un tono quedo.
Rachel no era una humana corriente, eso podría descifrarlo cualquiera con sólo ver la expresión que mantuvo durante el saludo, y aquella cicatriz que revelaba el interior metálico de la chica.
Catherine trató de hacer como si apenas se hubiera percatado de aquellos detalles, era la primera vez que veía a un ser de aquella naturaleza, y sentía tanta confusión como inquietud, aunque ello también aumentaba su curiosidad. Y quizás habría formulado alguna pregunta que saciara aquel sentimiento, pero al poco de estrechar ambas manos y responder vagamente las cuestiones de la morena, la muchacha de cabellos plateados se acercó también hacia donde se encontraban.
La vampira tuvo la necesidad de tragar saliva, como si de pronto temiese que Elen descubriera su condición con el simple hecho de poder mirarla desde más cerca. Y en cuanto la bruja se hubo plantado en el sitio, Cat agachó levemente la cabeza, en un gesto evasivo que pudo disimular bien con ese miedo que ya traía de serie.
Aunque poco o nada le serviría el teatro, pues momentos después, Rachel anunció algo que hizo tensar todo el cuerpo de la albina, y tal cual predijo, los cazadores hicieron acto de presencia movidos por la alerta de los anteriores gritos provocados por la chica biocibernética.
Cat no tardó en imitar los movimientos de la susodicha, no tanto para usar a Elen de escudo, como para apartarse lo justo para no parecer demasiado sospechosa y, a la vez, tratar de pasar inadvertida por aquellos hombres.
No podía jurar haberlos visto antes, siquiera estaba segura de saber cómo eran aquellos que hacía unos minutos la perseguían, pero no podía arriesgarse a que la reconocieran como uno de esos seres a los que venían a prender.
Así pues, permaneció con la vista clavada en el suelo, rodeada con los brazos que mantenía cruzados sobre el pecho, y rezando porque los cazadores obedecieran la petición de Elen, y se marcharan por donde habían venido sin más cuerpos que el del vampiro derrotado que descansaba aún en el suelo.
Y a pesar de que la idea de permanecer junto a la bruja y la otra chica fue lo último que negoció con su fuero interno antes de que el sentimiento de escabullirse reapareciera, en los segundos que ambas se percataron de su presencia, un sudor frío recorrió la espalda de la vampira, y faltó no más del canto de un aero para salir disparada cuando la joven de cabello oscuro y ropajes extraños se le acercó con aspecto fresco y jovial.
Cat arrastró disimuladamente la puntera del pie derecho hacia atrás, y su mirada se clavó en lo primero que se acercó a ella rompiendo esa línea invisible que formaba su “espacio vital”. Observó la mano de Rachel, vacilando durante medio segundo antes de extender la suya propia y rozar con los dedos aquella mano enguantada en cuero negro. Al hacer el saludo formal, el miedo fue pasando muy lentamente a un segundo plano, aún cercano, pero dejando paso a cierto atisbo de curiosidad en la mirada de la vampira, que buscó directamente los ojos de la chica biocibernética, y entonces abrió aún más los suyos, levantando las cejas en un gesto de sorpresa disimulado por el espeso flequillo.
– S-sí… yo… –No fueron demasiadas preguntas, tampoco enrevesadas, pero no se esperaba aquella reacción hacia ella, y cuando vino a darse cuenta, no hacía más que titubear. –…quiero volver a casa – Logró decir finalmente en un tono quedo.
Rachel no era una humana corriente, eso podría descifrarlo cualquiera con sólo ver la expresión que mantuvo durante el saludo, y aquella cicatriz que revelaba el interior metálico de la chica.
Catherine trató de hacer como si apenas se hubiera percatado de aquellos detalles, era la primera vez que veía a un ser de aquella naturaleza, y sentía tanta confusión como inquietud, aunque ello también aumentaba su curiosidad. Y quizás habría formulado alguna pregunta que saciara aquel sentimiento, pero al poco de estrechar ambas manos y responder vagamente las cuestiones de la morena, la muchacha de cabellos plateados se acercó también hacia donde se encontraban.
La vampira tuvo la necesidad de tragar saliva, como si de pronto temiese que Elen descubriera su condición con el simple hecho de poder mirarla desde más cerca. Y en cuanto la bruja se hubo plantado en el sitio, Cat agachó levemente la cabeza, en un gesto evasivo que pudo disimular bien con ese miedo que ya traía de serie.
Aunque poco o nada le serviría el teatro, pues momentos después, Rachel anunció algo que hizo tensar todo el cuerpo de la albina, y tal cual predijo, los cazadores hicieron acto de presencia movidos por la alerta de los anteriores gritos provocados por la chica biocibernética.
Cat no tardó en imitar los movimientos de la susodicha, no tanto para usar a Elen de escudo, como para apartarse lo justo para no parecer demasiado sospechosa y, a la vez, tratar de pasar inadvertida por aquellos hombres.
No podía jurar haberlos visto antes, siquiera estaba segura de saber cómo eran aquellos que hacía unos minutos la perseguían, pero no podía arriesgarse a que la reconocieran como uno de esos seres a los que venían a prender.
Así pues, permaneció con la vista clavada en el suelo, rodeada con los brazos que mantenía cruzados sobre el pecho, y rezando porque los cazadores obedecieran la petición de Elen, y se marcharan por donde habían venido sin más cuerpos que el del vampiro derrotado que descansaba aún en el suelo.
Catherine Blair
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
El enemigo estaba a escasos metros de mí. Los cazadores de vampiros. NIA trataba de calmarme pues ellos no tenían ninguna posibilidad de reconocerme ni demostrar mi vinculación con la Hermandad. Y prefería que continuara siendo así. De hecho, preferiría continuar manteniendo mi identidad en el anonimato, pues Elen no parecía precisamente amiga de la Dama y ya había visto en primera persona de qué manera se desenvolvía en combate.
Opté por hacer como la otra chica que se encontraba allí, que miraba cabizbaja al suelo. Sin pronunciar una palabra. Mientras la peliblanca dialogaba con los cazadores. Intercambiamos varias miradas tímidas. Pero ella no parecía una biocibernética como yo. ¿Qué motivo tenía para ocultarse? Tal vez las probabilidades de NIA de que fuese una vampiresa no fueran tan desencaminadas.
-¿Te crees que somos tus criados? – le preguntó uno de los cazadores a la bruja en muy malos tonos cuando ésta le propuso que se lo llevasen. Ya los vi ponerse algo violentos y habiendo visto los poderes de la bruja preferí prevenir a curar. Yo no quería ningún tipo de problema.
-No… No se preocupen… ya… ya me encargo yo del cuerpo. – intervine yo apresurada y muy nerviosa y me dirigí a la posición del vampiro. “Derivando energía a extremidades. Cilindros hidráulicos activos”. Aquella era la confirmación de que mis brazos y piernas habían recibido suficiente energía como para que los cilindros que componían estas extremidades pudiesen cargar grandes pesos sin demasiado esfuerzo. Tomé el cuerpo como si fuera una pluma y lo coloqué sobre mi espalda. Esto pareció disuadir a los tres cazadores, que siguieron avanzando sin buscar problemas. -¿Y ahora qué? ¿A dónde lo llevo? – pregunté a alguna de las dos presentes, a ver si alguna podía decirme algo. Espero que la Dama no tardara demasiado en hacer algo. Aquella situación era incómoda. Demasiada presión para mí.
Ni siquiera tendríamos tiempo a comenzar a caminar. Un nuevo vampiro, desde las sombras, se abalanzó desde lo alto de un edificio sobre los tres cazadores que habían conversado con nosotros. De la que caía, se lanzó primero sobre uno de los hombres, al que mordió de manera brutal en el cuello, desgarrándole la carne por completo en un golpe mortal, después agredió brutalmente con sus garras a la mujer. Hiriéndola. Aquel no era un vampiro normal. Horrorizada, posé al vampiro con el que cargaba en el suelo y me llevé las manos a la cabeza. No sé que harían mis dos compañeras, pero yo no tenía reacción.
Finalmente terminarían llegando cinco guardias de la ciudad, que entre todos conseguirían reducirlo no sin gran esfuerzo. Aquel vampiro era un guerrero experto y bien entrenado. Me acerqué a él mientras veía como lo retenían de los brazos, impidiéndole el movimiento en el suelo. El único cazador que había quedado ileso atendía a su compañera y hacía un drama de la muerte del tercero.
“Sujeto identificado: Victor Balzetti. Soldado de la Hermandad”. Mi corazón orgánico comenzó a latir fuertemente y traté de retroceder despacio, de espaldas a la criatura para que no me viera.
-¡Larga vida a la Hermandad! ¡Y a nuestra señora Mortagglia! – gritó el ser en un grito gutural, interrumpiendo el silencio de la noche, con el que pretendía atemorizar a todos. - ¡Todos sucumbiréis ante nuestro inmenso poder! – prometía el hombre con una mirada totalmente ida. Comenzó a reír de manera enfermiza. - ¡Todos arderéis! ¡Lunargenta arderá!
-¿Quién es Mortagglia? – preguntaban los guardias allí presentes unos a otros. Uno de ellos se acercó a nosotros. - ¡Eh! Vosotras. ¿Tenéis idea de quién es? – con tan mala suerte de que miró primero hacia mí. Probablemente porque era la más “llamativa”. No dije nada, simplemente negué con la cabeza unas cuantas veces, con los ojos abiertos como platos, con una sonrisa tímida. Esperaba que fuera lo suficientemente desapercibida, aunque nunca se sabía.
Yo no sabía que hacer ni a donde mirar, buscaba en todas las direcciones, nerviosa, manteniéndome alejada de la conversación. “Rachel, intenta no inmiscuirte en este asunto. Mantente alejada.”, me advertía NIA. Y me metí en un pequeño portal para que aquel vampiro no se girara y me reconociera de inmediato. Esperando a que todo aquello pasase. Maldiciendo el lío en el que me había metido. Aquella noche había muchísima tensión en toda la ciudad.
Opté por hacer como la otra chica que se encontraba allí, que miraba cabizbaja al suelo. Sin pronunciar una palabra. Mientras la peliblanca dialogaba con los cazadores. Intercambiamos varias miradas tímidas. Pero ella no parecía una biocibernética como yo. ¿Qué motivo tenía para ocultarse? Tal vez las probabilidades de NIA de que fuese una vampiresa no fueran tan desencaminadas.
-¿Te crees que somos tus criados? – le preguntó uno de los cazadores a la bruja en muy malos tonos cuando ésta le propuso que se lo llevasen. Ya los vi ponerse algo violentos y habiendo visto los poderes de la bruja preferí prevenir a curar. Yo no quería ningún tipo de problema.
-No… No se preocupen… ya… ya me encargo yo del cuerpo. – intervine yo apresurada y muy nerviosa y me dirigí a la posición del vampiro. “Derivando energía a extremidades. Cilindros hidráulicos activos”. Aquella era la confirmación de que mis brazos y piernas habían recibido suficiente energía como para que los cilindros que componían estas extremidades pudiesen cargar grandes pesos sin demasiado esfuerzo. Tomé el cuerpo como si fuera una pluma y lo coloqué sobre mi espalda. Esto pareció disuadir a los tres cazadores, que siguieron avanzando sin buscar problemas. -¿Y ahora qué? ¿A dónde lo llevo? – pregunté a alguna de las dos presentes, a ver si alguna podía decirme algo. Espero que la Dama no tardara demasiado en hacer algo. Aquella situación era incómoda. Demasiada presión para mí.
Ni siquiera tendríamos tiempo a comenzar a caminar. Un nuevo vampiro, desde las sombras, se abalanzó desde lo alto de un edificio sobre los tres cazadores que habían conversado con nosotros. De la que caía, se lanzó primero sobre uno de los hombres, al que mordió de manera brutal en el cuello, desgarrándole la carne por completo en un golpe mortal, después agredió brutalmente con sus garras a la mujer. Hiriéndola. Aquel no era un vampiro normal. Horrorizada, posé al vampiro con el que cargaba en el suelo y me llevé las manos a la cabeza. No sé que harían mis dos compañeras, pero yo no tenía reacción.
Finalmente terminarían llegando cinco guardias de la ciudad, que entre todos conseguirían reducirlo no sin gran esfuerzo. Aquel vampiro era un guerrero experto y bien entrenado. Me acerqué a él mientras veía como lo retenían de los brazos, impidiéndole el movimiento en el suelo. El único cazador que había quedado ileso atendía a su compañera y hacía un drama de la muerte del tercero.
“Sujeto identificado: Victor Balzetti. Soldado de la Hermandad”. Mi corazón orgánico comenzó a latir fuertemente y traté de retroceder despacio, de espaldas a la criatura para que no me viera.
-¡Larga vida a la Hermandad! ¡Y a nuestra señora Mortagglia! – gritó el ser en un grito gutural, interrumpiendo el silencio de la noche, con el que pretendía atemorizar a todos. - ¡Todos sucumbiréis ante nuestro inmenso poder! – prometía el hombre con una mirada totalmente ida. Comenzó a reír de manera enfermiza. - ¡Todos arderéis! ¡Lunargenta arderá!
-¿Quién es Mortagglia? – preguntaban los guardias allí presentes unos a otros. Uno de ellos se acercó a nosotros. - ¡Eh! Vosotras. ¿Tenéis idea de quién es? – con tan mala suerte de que miró primero hacia mí. Probablemente porque era la más “llamativa”. No dije nada, simplemente negué con la cabeza unas cuantas veces, con los ojos abiertos como platos, con una sonrisa tímida. Esperaba que fuera lo suficientemente desapercibida, aunque nunca se sabía.
Yo no sabía que hacer ni a donde mirar, buscaba en todas las direcciones, nerviosa, manteniéndome alejada de la conversación. “Rachel, intenta no inmiscuirte en este asunto. Mantente alejada.”, me advertía NIA. Y me metí en un pequeño portal para que aquel vampiro no se girara y me reconociera de inmediato. Esperando a que todo aquello pasase. Maldiciendo el lío en el que me había metido. Aquella noche había muchísima tensión en toda la ciudad.
Rachel Roche
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Los cazadores no me mostraron conformes con el ofrecimiento de la hechicera, que les estaba entregando en bandeja a uno de aquellos seres que tanto odiaban, en vez de eso parecían ofendidos, como si el trabajo de llevar al inconsciente junto a la guardia fuese algo de segunda clase. Los tres estaban exaltados por la persecución y sin duda hubiesen querido llegar a tiempo de entrar en acción, pero viendo que esto ya no era posible se mostraban reacios a ayudar, y algo violentos por culpa de la frustración. Elen se dispuso a responderles, para reprocharles aquel comportamiento tan poco maduro, pero Rachel intervino primero, haciéndose cargo del tema para que los ánimos se calmasen.
Avanzó hacia el cuerpo y se lo echó a la espalda casi sin esfuerzo, detalle que convenció a los recién llegados de que no les convenía iniciar una pelea con ellas, por lo que siguieron de largo sin decir nada. - La oficina de la guardia no está lejos, deberíamos dejarlo allí para que lo interroguen. - contestó la de ojos verdes tras escuchar la pregunta de la bio, pero antes de que pudiesen emprender el camino hacia las dependencias de las autoridades, un nuevo y violento ataque se convirtió en el centro de atención. Desde lo alto de un edificio cercano, otro vampiro se abalanzó sobre los cazadores, consiguiendo destrozar el cuello a uno de ellos con sus afilados colmillos, para luego dirigirse hacia la mujer y herirla con sus garras.
Elen reaccionó de inmediato, casi por instinto, dejando atrás a Rachel y a la otra joven, para salvar la distancia que la separaba del vampiro e intervenir, pero no hizo falta, cinco guardias bien armados aparecieron corriendo y se lanzaron contra el agresivo individuo, consiguiendo reducirlo tras un tenso forcejeo. Una vez inmovilizado en el suelo, el único cazador que había salido ileso se apresuró a atender a su compañera, examinando sus heridas y haciendo presión en aquellas que sangraban demasiado, mientras el cuerpo del tercer miembro de su unidad comenzaba a enfriarse y teñía de rojo los adoquines de la calle. La bruja optó por acercarse a la mujer y evaluar también su estado, tras lo cual echó mano a su bolsa y rebuscó hasta encontrar una infusión de Inhibis, que destapó de inmediato y llevó a los labios de la cazadora.
- Bebe esto, te ayudará a aguantar hasta que te trasladen al hospital. - indicó, y en aquella ocasión ninguno de los dos se planteó siquiera mostrarse como hasta hacía unos instantes, la mujer obedeció y dio dos tragos al brebaje, mientras su compañero dramatizaba la muerte del tercer cazador. El Inhibis ayudaría a calmarle el dolor, pero tras haber sufrido un ataque tan violento necesitaba atención médica, lo antes posible. - Llévatela de aquí antes de que pierda más sangre. - instó la hechicera, antes de apartarse de ellos para escuchar lo que el vampiro gritaba. - La Hermandad… Mortagglia…- aquellas palabras provocaron que la expresión de la joven se endureciese, pues apenas unos días atrás había estado con su amiga Huracán, y había visto de primera mano lo mal que lo estaba pasando por culpa de la marca sombría, que la hacía ver a su abuela en todas partes.
¿Estaría la vampira buscando a su nieta en Lunargenta para terminar con ella? Tenía que averiguarlo. Ignorando al guardia que se acercó para preguntarles, la tensai avanzó hacia el inmovilizado y sabiendo que el uniforme de los guardias contenía unos gruesos guantes de cuero, suficientemente buenos como para mantenerlos aislados de la corriente, hincó una rodilla a escasos centímetros de la cabeza del desgraciado y llevó su mano desnuda a la garganta del mismo, para aplicarle una descarga. - ¿Dónde está Mortagglia? ¡Habla! - ordenó, con tono amenazante. - No diré nada. - contestó el ser, sonriendo maliciosamente. - Respuesta incorrecta. - dijo ella, al tiempo que le transmitía de nuevo su elemento, con mayor intensidad que la vez anterior.
Un grito escapó de la garganta del vampiro, pero estaba preparado para aguantar mucho, y no delataría a la Dama fácilmente. - ¿Dónde está? Contesta o haré que desees no haber nacido. - amenazó la tensai, pero sus palabras no surtieron el efecto que buscaba. - Adelante, mátame, mi señora acabará con todos vosotros. - dijo entre risas, consiguiendo enfadar a la de cabellos cenicientos, que no dudó en volver a usar su elemento, pero alargando ésta vez la duración de la descarga para dejarlo inconsciente. En cuanto la cabeza del extraño se desplomó sobre el suelo, la hechicera se puso en pie y buscó con la mirada al guardia al mando de aquella patrulla.
- Con lo que ha hecho aquí ya se ha ganado la muerte, dejad que sea yo quien lo interrogue en las mazmorras, le sacaré lo que quiero o morirá durante el proceso, no perdéis nada. - pidió, movida por las ganas que tenía de arreglar cuentas con Mortagglia, y también por saber que de conseguir eliminarla, Anastasia podría vivir tranquila otra vez. - No creo que nuestro superior apruebe tal cosa. - contestó el caballero que lideraba la unidad, aunque no le hubiese disgustado ver sufrir a aquel ser que ahora yacía inmóvil entre el resto de guardias. - No tenéis idea de a lo que os enfrentáis, esa mujer que ha mencionado es muy peligrosa, yo ya he tenido la mala suerte de toparme con ella y tiene a muchos bajo su mando, si existe alguna posibilidad de que haya venido hasta aquí debemos encontrarla. - insistió la benjamina de los Calhoun.
- Lo lamento, nosotros no podemos tomar esa decisión, lo llevaremos al cuartel y será el superior quien decida qué hacer con él. - finalizó el hombre, antes de ordenar al resto que atasen al vampiro y lo amordazasen, por si acaso. - Deberíamos llevarnos a ese también. - sugirió otro de los presentes, señalando al segundo inconsciente, al que Rachel había dejado en el suelo.
Avanzó hacia el cuerpo y se lo echó a la espalda casi sin esfuerzo, detalle que convenció a los recién llegados de que no les convenía iniciar una pelea con ellas, por lo que siguieron de largo sin decir nada. - La oficina de la guardia no está lejos, deberíamos dejarlo allí para que lo interroguen. - contestó la de ojos verdes tras escuchar la pregunta de la bio, pero antes de que pudiesen emprender el camino hacia las dependencias de las autoridades, un nuevo y violento ataque se convirtió en el centro de atención. Desde lo alto de un edificio cercano, otro vampiro se abalanzó sobre los cazadores, consiguiendo destrozar el cuello a uno de ellos con sus afilados colmillos, para luego dirigirse hacia la mujer y herirla con sus garras.
Elen reaccionó de inmediato, casi por instinto, dejando atrás a Rachel y a la otra joven, para salvar la distancia que la separaba del vampiro e intervenir, pero no hizo falta, cinco guardias bien armados aparecieron corriendo y se lanzaron contra el agresivo individuo, consiguiendo reducirlo tras un tenso forcejeo. Una vez inmovilizado en el suelo, el único cazador que había salido ileso se apresuró a atender a su compañera, examinando sus heridas y haciendo presión en aquellas que sangraban demasiado, mientras el cuerpo del tercer miembro de su unidad comenzaba a enfriarse y teñía de rojo los adoquines de la calle. La bruja optó por acercarse a la mujer y evaluar también su estado, tras lo cual echó mano a su bolsa y rebuscó hasta encontrar una infusión de Inhibis, que destapó de inmediato y llevó a los labios de la cazadora.
- Bebe esto, te ayudará a aguantar hasta que te trasladen al hospital. - indicó, y en aquella ocasión ninguno de los dos se planteó siquiera mostrarse como hasta hacía unos instantes, la mujer obedeció y dio dos tragos al brebaje, mientras su compañero dramatizaba la muerte del tercer cazador. El Inhibis ayudaría a calmarle el dolor, pero tras haber sufrido un ataque tan violento necesitaba atención médica, lo antes posible. - Llévatela de aquí antes de que pierda más sangre. - instó la hechicera, antes de apartarse de ellos para escuchar lo que el vampiro gritaba. - La Hermandad… Mortagglia…- aquellas palabras provocaron que la expresión de la joven se endureciese, pues apenas unos días atrás había estado con su amiga Huracán, y había visto de primera mano lo mal que lo estaba pasando por culpa de la marca sombría, que la hacía ver a su abuela en todas partes.
¿Estaría la vampira buscando a su nieta en Lunargenta para terminar con ella? Tenía que averiguarlo. Ignorando al guardia que se acercó para preguntarles, la tensai avanzó hacia el inmovilizado y sabiendo que el uniforme de los guardias contenía unos gruesos guantes de cuero, suficientemente buenos como para mantenerlos aislados de la corriente, hincó una rodilla a escasos centímetros de la cabeza del desgraciado y llevó su mano desnuda a la garganta del mismo, para aplicarle una descarga. - ¿Dónde está Mortagglia? ¡Habla! - ordenó, con tono amenazante. - No diré nada. - contestó el ser, sonriendo maliciosamente. - Respuesta incorrecta. - dijo ella, al tiempo que le transmitía de nuevo su elemento, con mayor intensidad que la vez anterior.
Un grito escapó de la garganta del vampiro, pero estaba preparado para aguantar mucho, y no delataría a la Dama fácilmente. - ¿Dónde está? Contesta o haré que desees no haber nacido. - amenazó la tensai, pero sus palabras no surtieron el efecto que buscaba. - Adelante, mátame, mi señora acabará con todos vosotros. - dijo entre risas, consiguiendo enfadar a la de cabellos cenicientos, que no dudó en volver a usar su elemento, pero alargando ésta vez la duración de la descarga para dejarlo inconsciente. En cuanto la cabeza del extraño se desplomó sobre el suelo, la hechicera se puso en pie y buscó con la mirada al guardia al mando de aquella patrulla.
- Con lo que ha hecho aquí ya se ha ganado la muerte, dejad que sea yo quien lo interrogue en las mazmorras, le sacaré lo que quiero o morirá durante el proceso, no perdéis nada. - pidió, movida por las ganas que tenía de arreglar cuentas con Mortagglia, y también por saber que de conseguir eliminarla, Anastasia podría vivir tranquila otra vez. - No creo que nuestro superior apruebe tal cosa. - contestó el caballero que lideraba la unidad, aunque no le hubiese disgustado ver sufrir a aquel ser que ahora yacía inmóvil entre el resto de guardias. - No tenéis idea de a lo que os enfrentáis, esa mujer que ha mencionado es muy peligrosa, yo ya he tenido la mala suerte de toparme con ella y tiene a muchos bajo su mando, si existe alguna posibilidad de que haya venido hasta aquí debemos encontrarla. - insistió la benjamina de los Calhoun.
- Lo lamento, nosotros no podemos tomar esa decisión, lo llevaremos al cuartel y será el superior quien decida qué hacer con él. - finalizó el hombre, antes de ordenar al resto que atasen al vampiro y lo amordazasen, por si acaso. - Deberíamos llevarnos a ese también. - sugirió otro de los presentes, señalando al segundo inconsciente, al que Rachel había dejado en el suelo.
Elen Calhoun
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
En vista de que los cazavampiros no parecían venir con demasiado buen humor, Cat siquiera hizo el amago de pronunciarse, más aún, aprovechó para volver a dar un par de pasos atrás, cuando Rachel se movió hacia el cuerpo del vampiro yacido en el suelo, tratando de contener los nervios.
El ofrecimiento de la chica bio era una buena forma de limar asperezas ante la poca clase que habían mostrado los cazadores para con Elen, y aunque éstos ya estaban marchando y la situación volvía a “calmarse” para la vampira, la idea de acompañarlas hasta una zona llena de soldados le parecía dar un paso atrás.
– Si vais a un puesto de guardia yo… –La continuación de aquella frase se quedó a mitad de la garganta de Catherine, que se había acercado con premura a las chicas, una vez los cazadores se hubieron alejado, y la causa de ello no fue otra cosa que la aparición de uno más de sus congéneres.
La joven vampira ahogó un grito, y su reacción ante el inminente ataque careció de tanta utilidad como la de Rachel, aunque los motivos de la albina escondieran ciertas razones más oscuras. ¿Qué si morían aquellos cazadores? Más probabilidad de vivir tendría entonces ella. Aún no comprendía por qué tenía que sentirse mal tras pasársele por la cabeza aquellos pensamientos, pero era algo que simplemente no podía evitar.
Quién no demoró ni un instante fue Elen. La bruja se movió como si de un torbellino se tratase para salvar lo posible de la situación, y fue entonces cuando el vampiro clamó por algo y por alguien nuevos para los oídos de Cat.
– Qué… –Se la pudo oír musitar, ladeando la cabeza con confusión ante las palabras que bramaba aquel hombre maldito. Y como si diera por hecho de que no iba hacia ella la pregunta que realizó el guardia, desvió la vista hacia Rachel, la cual se mantenía en silencio, como ella. – Qué dice ese vampiro, ¿quiénes son esos de la Hermandad?
Pese a que había mirado a la chica biocibernética, para cuando dijo aquello último Cat ya había vuelto su atención a los demás, aunque lo pronunció lo suficientemente alto para que la morena la escuchara. Le valía cualquier cosa, desde una completa ignorancia con la que sentirse identificada ante la situación, a alguna pista que saciara su creciente curiosidad.
Aunque parecía que no tendría que irse demasiado lejos para indagar, puesto que la propia Elen dejó ver que ella sí sabía de qué hablaba, o al menos, de quién.
La vampira puso especial atención a las palabras de la peliblanca, que pedía a los guardias apropiarse de la custodia de aquel tipo. Incluso, sin darse cuenta, restó algunos pasos hacia ellos con tal de poder oír mejor, con una leve y extraña ansia latente por escuchar una respuesta afirmativa, que… en principio no parecía poder concederse. Cat arrugó el gesto en una sutil muestra de disgusto.
En aquellos momentos, sus pensamientos barajaban demasiadas opciones que, si bien la podrían poner en un aprieto, todo giraba en pos a la supervivencia. Llegados a ese punto era lo único que le importaba, y si ello significaba separarse de sus pobres ideales y tener que acercarse a uno de los bandos –aunque fueran los mismos de su especie–… podría aguantar hasta que todo se volviera a calmar.
El ofrecimiento de la chica bio era una buena forma de limar asperezas ante la poca clase que habían mostrado los cazadores para con Elen, y aunque éstos ya estaban marchando y la situación volvía a “calmarse” para la vampira, la idea de acompañarlas hasta una zona llena de soldados le parecía dar un paso atrás.
– Si vais a un puesto de guardia yo… –La continuación de aquella frase se quedó a mitad de la garganta de Catherine, que se había acercado con premura a las chicas, una vez los cazadores se hubieron alejado, y la causa de ello no fue otra cosa que la aparición de uno más de sus congéneres.
La joven vampira ahogó un grito, y su reacción ante el inminente ataque careció de tanta utilidad como la de Rachel, aunque los motivos de la albina escondieran ciertas razones más oscuras. ¿Qué si morían aquellos cazadores? Más probabilidad de vivir tendría entonces ella. Aún no comprendía por qué tenía que sentirse mal tras pasársele por la cabeza aquellos pensamientos, pero era algo que simplemente no podía evitar.
Quién no demoró ni un instante fue Elen. La bruja se movió como si de un torbellino se tratase para salvar lo posible de la situación, y fue entonces cuando el vampiro clamó por algo y por alguien nuevos para los oídos de Cat.
– Qué… –Se la pudo oír musitar, ladeando la cabeza con confusión ante las palabras que bramaba aquel hombre maldito. Y como si diera por hecho de que no iba hacia ella la pregunta que realizó el guardia, desvió la vista hacia Rachel, la cual se mantenía en silencio, como ella. – Qué dice ese vampiro, ¿quiénes son esos de la Hermandad?
Pese a que había mirado a la chica biocibernética, para cuando dijo aquello último Cat ya había vuelto su atención a los demás, aunque lo pronunció lo suficientemente alto para que la morena la escuchara. Le valía cualquier cosa, desde una completa ignorancia con la que sentirse identificada ante la situación, a alguna pista que saciara su creciente curiosidad.
Aunque parecía que no tendría que irse demasiado lejos para indagar, puesto que la propia Elen dejó ver que ella sí sabía de qué hablaba, o al menos, de quién.
La vampira puso especial atención a las palabras de la peliblanca, que pedía a los guardias apropiarse de la custodia de aquel tipo. Incluso, sin darse cuenta, restó algunos pasos hacia ellos con tal de poder oír mejor, con una leve y extraña ansia latente por escuchar una respuesta afirmativa, que… en principio no parecía poder concederse. Cat arrugó el gesto en una sutil muestra de disgusto.
En aquellos momentos, sus pensamientos barajaban demasiadas opciones que, si bien la podrían poner en un aprieto, todo giraba en pos a la supervivencia. Llegados a ese punto era lo único que le importaba, y si ello significaba separarse de sus pobres ideales y tener que acercarse a uno de los bandos –aunque fueran los mismos de su especie–… podría aguantar hasta que todo se volviera a calmar.
Catherine Blair
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
La situación se tornó bastante tensa tan pronto como el vampiro de la Hermandad pronunció el nombre de la Dama. Desde la distancia, observé como esto hizo enfadar bastante a Elen, que agarró por el cuello al ser y comenzó a preguntarle de manera agresiva dónde se encontraba la líder de mi grupo. Lo cierto es que ni siquiera yo podría responderle a la cuestión. Lo único que sabía es que nunca nadie encuentra a Mortagglia, sino que es ella quien te encuentra a ti. En cualquier caso, la Dama también estaba interesada en ver a Elen, así que sin duda terminaría habiendo enfrentamiento, y conociendo el modus operandi de esta, seguramente le tendería una emboscada. A ella y al supuesto sujeto “A”, que era quien había venido a buscar. Mi misión ahora no era otra que permanecer con ella. La Dama tenía vinculación conmigo y sabía donde me encontraba, por lo tanto al permanecer junto a la bruja, sabría dónde se encontraba ésta.
Mientras esto sucedía, la otra joven que se encontraba ahí observaba la escena también alejada me preguntaba quién eran los de la Hermandad. Podría responderle, pero viendo cómo se las gastaba Elen con Víctor casi prefería mantenerme en mi ignorancia. Así que bastante nerviosa y agitada, casi tanto como se encontraba ella, le respondería – Yo no… No sé quienes son. – declaré. Si lo que NIA había calculado era cierto, aquella joven de ser vampiresa podría terminar teniendo problemas con Elen, si a esta le daba por averiguar si también pertenecía a la Hermandad.
La bruja iba más allá y quería interrogar al vampiro en el cuartel, pero la guardia no se lo permitió y terminó llevándose de muy mala manera los cuerpos de los dos vampiros que la mujer de cabellos cenicientos había dejado inconscientes. Tampoco iba a sacarles nada. Los miembros de la Hermandad debemos morir antes de delatar a la Dama, al centinela, o a cualquiera de nuestros oficiales. Aún así, Elen parecía ser consciente de lo poderosa que era la Dama y ya había oído hablar de la Hermandad. ¿Pero por qué Mortagglia estaba interesada en Elen? ¿A quién habíamos ido a buscar? No entendía nada y estaba cansada de trabajar sin conocer el por qué de las cosas, o qué había más allá de estas. Había tenido ya varios enfrentamientos con compañeros por culpa de los secretismos de la Hermandad, con Bio, Arygos y casi con Dahlia. Necesitaba saber más cosas. Me di la vuelta disimuladamente para que la vampiresa no me viera y poder hablar con la inteligencia, que era la única manera de comunicarme con ella.
-NIA. La situación se está volviendo tensa, ¿puedes pasarme información de “A”? Necesito saberlo todo. Por favor. – supliqué en un susurro muy baja, tratando de que no me oyeran, aunque no sabía si lo conseguiría. Durante todo el viaje, la inteligencia había sido reacia a pasarme información del sujeto a quien habíamos venido a encontrar, creía que iba siendo hora de que me explicara algo. Tras pensárselo y analizar la situación, la inteligencia. “Nombre del objetivo. Anastasia Boisson. 24 años. Bruja. Presenta línea de consanguinidad de segundo grado con la Dama”, respondió en mi cabeza. Aquello me había hecho aclarar algunas cosas. – Son familia… - musité esclarecida. En cualquier caso, seguía sin entender la importancia vital de mi presencia en la escena.
No tardaría mucho en llegar el momento pues, poco después. Una gran y estruendosa explosión se produjo en uno de los edificios más altos de la ciudad: La torre del reloj. Todos los ojos se volvieron hacia allí. El edificio, que parecía ser de madera comenzaría a arder en su totalidad y repentinamente en la oscuridad absoluta de la noche. Dando lugar a una estampa de terror.
No sería el único edificio que ardería, en distintos puntos de la ciudad e instantes después, comenzarían a producirse más explosiones, consecutivas. Aquello no era casual, sino más bien planeado. Lo más parecido a un atentado terrorista. La Hermandad producía explosivos mediante la combinación de sustancias alquímicas reactivas y era algo común en ellos.
El objetivo era ni más ni menos que propagar el caos en la ciudad. Transmitir la sensación de terror y medio a la muerte que tanto le gustaba transmitir a Mortagglia. Los guardias comenzaron a correr totalmente desorganizados. Sin ningún plan aparente. Y había gritos en todas partes. Mucha gente había salido de sus casas por miedo a que se produjeran explosiones en estas también, esta gente era un festín para los vampiros que acechaban. Que comenzarían a dar caza a inocentes de manera salvaje. No había un lugar seguro en la ciudad en aquel momento.
Yo sabía que debía dirigirme al lugar en el que había tenido lugar la primera explosión. Seguramente ocasionada por la Dama, que serviría de señal al resto de miembros del grupo para producir sus respectivas explosiones. – ¡El epicentro tiene lugar en la torre del reloj! Deberíamos ir allí. – les grité a Elen y a la otra chica para que me escucharan en medio del caos. La torre del reloj era ahora mismo una llama en sí misma. Impresionaba ver arder un edificio tan alto, y el fuego debido al viento que hacía, pronto comenzaría a extenderse por los alrededores, incendiando aquel barrio, que estaba lejos de donde nos encontrábamos.
Mientras esto sucedía, la otra joven que se encontraba ahí observaba la escena también alejada me preguntaba quién eran los de la Hermandad. Podría responderle, pero viendo cómo se las gastaba Elen con Víctor casi prefería mantenerme en mi ignorancia. Así que bastante nerviosa y agitada, casi tanto como se encontraba ella, le respondería – Yo no… No sé quienes son. – declaré. Si lo que NIA había calculado era cierto, aquella joven de ser vampiresa podría terminar teniendo problemas con Elen, si a esta le daba por averiguar si también pertenecía a la Hermandad.
La bruja iba más allá y quería interrogar al vampiro en el cuartel, pero la guardia no se lo permitió y terminó llevándose de muy mala manera los cuerpos de los dos vampiros que la mujer de cabellos cenicientos había dejado inconscientes. Tampoco iba a sacarles nada. Los miembros de la Hermandad debemos morir antes de delatar a la Dama, al centinela, o a cualquiera de nuestros oficiales. Aún así, Elen parecía ser consciente de lo poderosa que era la Dama y ya había oído hablar de la Hermandad. ¿Pero por qué Mortagglia estaba interesada en Elen? ¿A quién habíamos ido a buscar? No entendía nada y estaba cansada de trabajar sin conocer el por qué de las cosas, o qué había más allá de estas. Había tenido ya varios enfrentamientos con compañeros por culpa de los secretismos de la Hermandad, con Bio, Arygos y casi con Dahlia. Necesitaba saber más cosas. Me di la vuelta disimuladamente para que la vampiresa no me viera y poder hablar con la inteligencia, que era la única manera de comunicarme con ella.
-NIA. La situación se está volviendo tensa, ¿puedes pasarme información de “A”? Necesito saberlo todo. Por favor. – supliqué en un susurro muy baja, tratando de que no me oyeran, aunque no sabía si lo conseguiría. Durante todo el viaje, la inteligencia había sido reacia a pasarme información del sujeto a quien habíamos venido a encontrar, creía que iba siendo hora de que me explicara algo. Tras pensárselo y analizar la situación, la inteligencia. “Nombre del objetivo. Anastasia Boisson. 24 años. Bruja. Presenta línea de consanguinidad de segundo grado con la Dama”, respondió en mi cabeza. Aquello me había hecho aclarar algunas cosas. – Son familia… - musité esclarecida. En cualquier caso, seguía sin entender la importancia vital de mi presencia en la escena.
No tardaría mucho en llegar el momento pues, poco después. Una gran y estruendosa explosión se produjo en uno de los edificios más altos de la ciudad: La torre del reloj. Todos los ojos se volvieron hacia allí. El edificio, que parecía ser de madera comenzaría a arder en su totalidad y repentinamente en la oscuridad absoluta de la noche. Dando lugar a una estampa de terror.
No sería el único edificio que ardería, en distintos puntos de la ciudad e instantes después, comenzarían a producirse más explosiones, consecutivas. Aquello no era casual, sino más bien planeado. Lo más parecido a un atentado terrorista. La Hermandad producía explosivos mediante la combinación de sustancias alquímicas reactivas y era algo común en ellos.
El objetivo era ni más ni menos que propagar el caos en la ciudad. Transmitir la sensación de terror y medio a la muerte que tanto le gustaba transmitir a Mortagglia. Los guardias comenzaron a correr totalmente desorganizados. Sin ningún plan aparente. Y había gritos en todas partes. Mucha gente había salido de sus casas por miedo a que se produjeran explosiones en estas también, esta gente era un festín para los vampiros que acechaban. Que comenzarían a dar caza a inocentes de manera salvaje. No había un lugar seguro en la ciudad en aquel momento.
Yo sabía que debía dirigirme al lugar en el que había tenido lugar la primera explosión. Seguramente ocasionada por la Dama, que serviría de señal al resto de miembros del grupo para producir sus respectivas explosiones. – ¡El epicentro tiene lugar en la torre del reloj! Deberíamos ir allí. – les grité a Elen y a la otra chica para que me escucharan en medio del caos. La torre del reloj era ahora mismo una llama en sí misma. Impresionaba ver arder un edificio tan alto, y el fuego debido al viento que hacía, pronto comenzaría a extenderse por los alrededores, incendiando aquel barrio, que estaba lejos de donde nos encontrábamos.
Rachel Roche
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Con expresión seria y el ceño fruncido, la de ojos verdes siguió con la mirada a los guardias, que se llevaban probablemente a uno de los pocos individuos que podrían tener información valiosa acerca del paradero de Mortagglia, información que no conseguirían, pues ya conocía los métodos de interrogatorio de las autoridades y con aquel tipo de sujetos estaba claro que no funcionarían, se necesitaba algo más drástico. Ella en cambio no habría tenido reparos a la hora de utilizar su elemento contra él, causándole tanto daño como para hacerle ver que era mejor hablar, pero quizá ni así hubiese conseguido algo, ya que aquel extraño no era como el resto de vampiros que se había encontrado las noches anteriores, estaba mucho mejor adiestrado.
Instantes después de que comenzasen a trasladar los cuerpos, una sonora explosión hizo que todos se girasen hacia la torre del reloj, cuya estructura de madera empezó a arder con rapidez, permitiendo que las llamas se extendiesen a casi todo el edificio. - Lunargenta arderá… - musitó la bruja, recordando las palabras del vampiro de la Hermandad. Todo aquello era culpa de Mortagglia y sus seguidores, que habían abandonado las tierras del norte para desatar el pánico en la ciudad, lo cual aumentaba las posibilidades de que realmente ella se encontrase allí, tenía que atraparla. Una sucesión de explosiones siguieron a la de la torre, lo que indicaba que había más miembros de la Hermandad distribuidos por las calles de Lunargenta, con el peligro que ello conllevaba.
Los guardias se pusieron nerviosos y comenzaron a correr en distintas direcciones sin organizarse, movidos por el impulso de actuar e intentar poner a salvo a la gente que abandonaba sus casas, por miedo a que el fuego se propagase. Por desgracia el mayor peligro no se encontraba en el interior de las viviendas sino fuera, entre las sombras, acechando hasta dar con una presa fácil, cosa que con el caos reinante, resultaba sencillo. Casi parecía que hubiese un vampiro sediento de sangre en cada callejón, y en cuanto los ciudadanos comenzaron a tomar las calles aterrorizados por la situación, dieron comienzo a la caza.
Los gritos llegaban de todas partes, complicando a los guardias la tarea de responder a tiempo, y aunque no tardaron en llegar refuerzos, entre las explosiones y los múltiples ataques que estaban teniendo lugar, las autoridades estaban claramente desbordadas. Elen no podía quedarse allí observando ante lo que podía convertirse en una masacre, mucho menos ahora que era centinela, debía proteger a cuantos pudiese y hallar el origen del problema para erradicarlo, así que de inmediato empezó a dar instrucciones. - ¡Vosotros, sacad a esos dos de aquí antes de que intenten liberarlos! - exclamó, hacia los guardias que aún sostenían los cuerpos de los vampiros inconscientes. Sin perder ni un instante, los presentes obedecieron y se apresuraron a trasladar a aquellos asesinos hasta el cuartel, donde aprovecharían para avisar al resto de soldados para intentar organizarse de cara a lo que tenían delante.
Una vez solucionado eso, Rachel intervino para asegurar que el epicentro de todo aquel caos se encontraba en la torre del reloj, justo donde se había producido la primera explosión, que muy probablemente había sido la señal para que se iniciasen el resto. - Tienes razón. - comentó la hechicera, al tiempo que extraía su daga de la vaina y comenzaba a andar a toda prisa en dirección al edificio envuelto en llamas. Por el camino se encontrarían con escenas terribles, cuerpos tirados por el suelo y cubiertos con su propia sangre, tras sufrir violentos ataques de los seguidores de Mortagglia que tomaban la ciudad, dándose un festín.
La bruja apretó los dientes y siguió avanzando, mientras la rabia por no haber llegado a tiempo de detener todas aquellas muertes se iba acumulando en su interior, quizá no pudiese salvar a todo el mundo, pero sí vengaría a unos cuantos. Poco tardó en tener su primera oportunidad, una joven corría a toda prisa a través de la calle, pidiendo ayuda a gritos mientras las lágrimas se le escapaban de los ojos, por el terror que le había provocado ver como uno de aquellos seres acababa con la vida de su familia al completo, y ahora venía a por ella. Elen aceleró el paso para interceptar al vampiro, al cual lanzó por los aires con una potente ráfaga de viento, que lo hizo aterrizar contra la dura piedra de un muro cercano.
Sin darle tiempo a levantarse, la joven disparó contra él una descarga que lo dejó aturdido, durante el tiempo suficiente para llegar hasta él y hundirle la afilada hoja a la altura del corazón, pero ese no era suficiente dolor para lo que había hecho, así que se valió del metal para que su electricidad se transmitiese al interior del asesino, destrozando todo a su paso hasta matarlo. - Corre hacia el cuartel, allí estarás a salvo. - indicó la hechicera mientras extraía su arma, dirigiéndose a la aterrorizada joven que observaba la escena con sentimientos encontrados. Por un lado se sentía bien al ver que aquel desgraciado pagaba con su vida, pero eso no le devolvería a su familia ni la ayudaría a borrar las terribles imágenes ni los gritos de su memoria.
Tras comprobar que la muchacha iniciaba nuevamente la carrera en dirección correcta, la de cabellos cenicientos prosiguió su camino hacia la torre del reloj, ocupándose de un par de vampiros más durante el trayecto, a los cuales arrebató la vida del mismo modo, causándoles tanto daño como le fue posible. Si de verdad Mortagglia se encontraba en Lunargenta las cosas podrían ponerse feas, pero la tensai no estaba dispuesta a permitir que aquel tipo de acontecimientos siguiesen sucediendo, si tenía la más mínima oportunidad de matarla lo haría, y luego buscaría la manera de avisar a Huracán.
Instantes después de que comenzasen a trasladar los cuerpos, una sonora explosión hizo que todos se girasen hacia la torre del reloj, cuya estructura de madera empezó a arder con rapidez, permitiendo que las llamas se extendiesen a casi todo el edificio. - Lunargenta arderá… - musitó la bruja, recordando las palabras del vampiro de la Hermandad. Todo aquello era culpa de Mortagglia y sus seguidores, que habían abandonado las tierras del norte para desatar el pánico en la ciudad, lo cual aumentaba las posibilidades de que realmente ella se encontrase allí, tenía que atraparla. Una sucesión de explosiones siguieron a la de la torre, lo que indicaba que había más miembros de la Hermandad distribuidos por las calles de Lunargenta, con el peligro que ello conllevaba.
Los guardias se pusieron nerviosos y comenzaron a correr en distintas direcciones sin organizarse, movidos por el impulso de actuar e intentar poner a salvo a la gente que abandonaba sus casas, por miedo a que el fuego se propagase. Por desgracia el mayor peligro no se encontraba en el interior de las viviendas sino fuera, entre las sombras, acechando hasta dar con una presa fácil, cosa que con el caos reinante, resultaba sencillo. Casi parecía que hubiese un vampiro sediento de sangre en cada callejón, y en cuanto los ciudadanos comenzaron a tomar las calles aterrorizados por la situación, dieron comienzo a la caza.
Los gritos llegaban de todas partes, complicando a los guardias la tarea de responder a tiempo, y aunque no tardaron en llegar refuerzos, entre las explosiones y los múltiples ataques que estaban teniendo lugar, las autoridades estaban claramente desbordadas. Elen no podía quedarse allí observando ante lo que podía convertirse en una masacre, mucho menos ahora que era centinela, debía proteger a cuantos pudiese y hallar el origen del problema para erradicarlo, así que de inmediato empezó a dar instrucciones. - ¡Vosotros, sacad a esos dos de aquí antes de que intenten liberarlos! - exclamó, hacia los guardias que aún sostenían los cuerpos de los vampiros inconscientes. Sin perder ni un instante, los presentes obedecieron y se apresuraron a trasladar a aquellos asesinos hasta el cuartel, donde aprovecharían para avisar al resto de soldados para intentar organizarse de cara a lo que tenían delante.
Una vez solucionado eso, Rachel intervino para asegurar que el epicentro de todo aquel caos se encontraba en la torre del reloj, justo donde se había producido la primera explosión, que muy probablemente había sido la señal para que se iniciasen el resto. - Tienes razón. - comentó la hechicera, al tiempo que extraía su daga de la vaina y comenzaba a andar a toda prisa en dirección al edificio envuelto en llamas. Por el camino se encontrarían con escenas terribles, cuerpos tirados por el suelo y cubiertos con su propia sangre, tras sufrir violentos ataques de los seguidores de Mortagglia que tomaban la ciudad, dándose un festín.
La bruja apretó los dientes y siguió avanzando, mientras la rabia por no haber llegado a tiempo de detener todas aquellas muertes se iba acumulando en su interior, quizá no pudiese salvar a todo el mundo, pero sí vengaría a unos cuantos. Poco tardó en tener su primera oportunidad, una joven corría a toda prisa a través de la calle, pidiendo ayuda a gritos mientras las lágrimas se le escapaban de los ojos, por el terror que le había provocado ver como uno de aquellos seres acababa con la vida de su familia al completo, y ahora venía a por ella. Elen aceleró el paso para interceptar al vampiro, al cual lanzó por los aires con una potente ráfaga de viento, que lo hizo aterrizar contra la dura piedra de un muro cercano.
Sin darle tiempo a levantarse, la joven disparó contra él una descarga que lo dejó aturdido, durante el tiempo suficiente para llegar hasta él y hundirle la afilada hoja a la altura del corazón, pero ese no era suficiente dolor para lo que había hecho, así que se valió del metal para que su electricidad se transmitiese al interior del asesino, destrozando todo a su paso hasta matarlo. - Corre hacia el cuartel, allí estarás a salvo. - indicó la hechicera mientras extraía su arma, dirigiéndose a la aterrorizada joven que observaba la escena con sentimientos encontrados. Por un lado se sentía bien al ver que aquel desgraciado pagaba con su vida, pero eso no le devolvería a su familia ni la ayudaría a borrar las terribles imágenes ni los gritos de su memoria.
Tras comprobar que la muchacha iniciaba nuevamente la carrera en dirección correcta, la de cabellos cenicientos prosiguió su camino hacia la torre del reloj, ocupándose de un par de vampiros más durante el trayecto, a los cuales arrebató la vida del mismo modo, causándoles tanto daño como le fue posible. Si de verdad Mortagglia se encontraba en Lunargenta las cosas podrían ponerse feas, pero la tensai no estaba dispuesta a permitir que aquel tipo de acontecimientos siguiesen sucediendo, si tenía la más mínima oportunidad de matarla lo haría, y luego buscaría la manera de avisar a Huracán.
Elen Calhoun
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
No lo sabía. Rachel estaba como ella, no tenía idea de qué hablaba aquel vampiro, o al menos, Catherine se convenció con la simple respuesta de la bio, quizás porque no guardaba muchas esperanzas a encontrar tan rápidamente una resolución ante sus dudas.
Después de las cortas palabras que cruzaron, la albina siguió manteniendo su atención fija en los guardias y Elen, y mayormente por eso fue que siquiera se percató del gesto que Rachel hizo para hablar con su inteligencia artificial.
Muy a su pesar, los soldados no cambiaron de parecer, y comenzaron a cargar con ambos vampiros para llevárselos de allí; pero, al menos, Cat podría preguntar de forma disimulada a la bruja. Hacerse la interesada después de la escena que había formado el último de los vampiros quizás no fuera demasiado incoherente, por lo que nada más ocurrírsele aquello, se dispuso a caminar hacia la joven de cabellos plateados. Pero nuevamente sus intenciones fueron truncadas, aquella vez por algo mucho más peligroso que el repentino ataque de uno de los suyos.
Catherine abrió los ojos de par en par, quedándose helada ante el espectáculo en el que se convirtió el enorme edificio que guardaba el reloj de la ciudad, y no tardó demasiado en convertirse en una gigantesca antorcha cuando nuevas explosiones causaron el caos y el incendio en otras zonas, quizás estratégicas, de Lunargenta.
Las calles se llenaron de gritos y desorden, la excusa de volver a casa o buscar un lugar seguro para refugiarse ya no era válida, aunque en aquellos momentos sus planes se dirigían a otro sitio.
Entonces la chica biocibernética volvió a pronunciarse, señalando la torre del reloj, el primer edificio que estalló, como la causa de la serie de atentados que ocurrieron posteriormente. Y tanto ella como Elen corrieron en dirección al distrito donde se encontraba el edificio en llamas.
Catherine apretó los puños cerrados, de nuevo sujetándose las faldas del vestido. No tenía demasiado tiempo para pensar, ni mucho menos para elegir. Lo primordial para ella era sentirse segura, y en aquel momento en el que no sabía si era presa o cazador, lo más sensato fue seguir a las que, hasta ahora, habían mostrado “caridad” por todo aquel que había tenido problemas en los minutos que acontecieron desde su encuentro.
Así pues, aprovechó el gesto que mantenía con sus manos para, a la carrera, remangarse el vestido hasta hacerse con el puñal que escondía en la correa de su muslo, y alcanzar con una velocidad notable la posición de Rachel y Elen. Ya les daría explicaciones si se las pedían más adelante, por suerte, no era eso lo más importante que acontecía en aquellos momentos.
Las calles estaban ahora muy distintas a cuando Cat huía por ellas hacía rato. Multitud de gente había salido de sus casas, confundidas y asustadas, sin saber qué era ya lo más seguro; así como multitud de chupasangres se preparaban para aprovechar la situación.
Cada vez que cruzaban cerca de una de aquellas matanzas, la joven vampira aminoraba el paso, sin poder evitar mirar la horrible escena. Se apenaba por el final de aquellas personas, se apenaba porque las cosas se tuvieran que hacer así, pero sobre todo, y egoístamente, se apenaba de que ocurrieran de una forma tan explícita. Despué de aquello entendería cualquier gesto agresivo hacia ella si otros como ella hacían ese tipo de cosas de ese modo.
Una vez más, presenció como Elen derrotaba a otro de los suyos. “Te lo mereces” pensó la albina, y apretó el cuchillo que mantenía apuntando hacia abajo, sintiendo como temblaba de rabia mirando el cuerpo inerte, mientras la joven bruja calmaba mínimamente a la muchacha que acababa de salvar, indicándole un lugar en el que podría estar más segura.
Catherine se quedó mirando a la chica hasta que esta desapareció, volviendo la vista atrás de vez en cuando.
Seguía confusa y asustada, pero ahora sentía más rencor que otra cosa. Aquella escena le había resultado dolorosamente familiar, y aunque seguir los pasos de Elen y Rachel la llevaran a una situación en la que probablemente se viera dividida, no le importaría sacrificar algunas cosas después de rememorar viejas y crudas emociones.
Después de las cortas palabras que cruzaron, la albina siguió manteniendo su atención fija en los guardias y Elen, y mayormente por eso fue que siquiera se percató del gesto que Rachel hizo para hablar con su inteligencia artificial.
Muy a su pesar, los soldados no cambiaron de parecer, y comenzaron a cargar con ambos vampiros para llevárselos de allí; pero, al menos, Cat podría preguntar de forma disimulada a la bruja. Hacerse la interesada después de la escena que había formado el último de los vampiros quizás no fuera demasiado incoherente, por lo que nada más ocurrírsele aquello, se dispuso a caminar hacia la joven de cabellos plateados. Pero nuevamente sus intenciones fueron truncadas, aquella vez por algo mucho más peligroso que el repentino ataque de uno de los suyos.
Catherine abrió los ojos de par en par, quedándose helada ante el espectáculo en el que se convirtió el enorme edificio que guardaba el reloj de la ciudad, y no tardó demasiado en convertirse en una gigantesca antorcha cuando nuevas explosiones causaron el caos y el incendio en otras zonas, quizás estratégicas, de Lunargenta.
Las calles se llenaron de gritos y desorden, la excusa de volver a casa o buscar un lugar seguro para refugiarse ya no era válida, aunque en aquellos momentos sus planes se dirigían a otro sitio.
Entonces la chica biocibernética volvió a pronunciarse, señalando la torre del reloj, el primer edificio que estalló, como la causa de la serie de atentados que ocurrieron posteriormente. Y tanto ella como Elen corrieron en dirección al distrito donde se encontraba el edificio en llamas.
Catherine apretó los puños cerrados, de nuevo sujetándose las faldas del vestido. No tenía demasiado tiempo para pensar, ni mucho menos para elegir. Lo primordial para ella era sentirse segura, y en aquel momento en el que no sabía si era presa o cazador, lo más sensato fue seguir a las que, hasta ahora, habían mostrado “caridad” por todo aquel que había tenido problemas en los minutos que acontecieron desde su encuentro.
Así pues, aprovechó el gesto que mantenía con sus manos para, a la carrera, remangarse el vestido hasta hacerse con el puñal que escondía en la correa de su muslo, y alcanzar con una velocidad notable la posición de Rachel y Elen. Ya les daría explicaciones si se las pedían más adelante, por suerte, no era eso lo más importante que acontecía en aquellos momentos.
Las calles estaban ahora muy distintas a cuando Cat huía por ellas hacía rato. Multitud de gente había salido de sus casas, confundidas y asustadas, sin saber qué era ya lo más seguro; así como multitud de chupasangres se preparaban para aprovechar la situación.
Cada vez que cruzaban cerca de una de aquellas matanzas, la joven vampira aminoraba el paso, sin poder evitar mirar la horrible escena. Se apenaba por el final de aquellas personas, se apenaba porque las cosas se tuvieran que hacer así, pero sobre todo, y egoístamente, se apenaba de que ocurrieran de una forma tan explícita. Despué de aquello entendería cualquier gesto agresivo hacia ella si otros como ella hacían ese tipo de cosas de ese modo.
Una vez más, presenció como Elen derrotaba a otro de los suyos. “Te lo mereces” pensó la albina, y apretó el cuchillo que mantenía apuntando hacia abajo, sintiendo como temblaba de rabia mirando el cuerpo inerte, mientras la joven bruja calmaba mínimamente a la muchacha que acababa de salvar, indicándole un lugar en el que podría estar más segura.
Catherine se quedó mirando a la chica hasta que esta desapareció, volviendo la vista atrás de vez en cuando.
Seguía confusa y asustada, pero ahora sentía más rencor que otra cosa. Aquella escena le había resultado dolorosamente familiar, y aunque seguir los pasos de Elen y Rachel la llevaran a una situación en la que probablemente se viera dividida, no le importaría sacrificar algunas cosas después de rememorar viejas y crudas emociones.
Catherine Blair
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Elen salió disparada incluso antes que yo, y fui tras ella, y tras de mí lo hizo la tercera joven. Yo tenía la orden de seguir a la bruja para que la Dama supiese siempre su posición. Pero no terminaba de convencerme del todo de que aquello fuera lo correcto. No podía borrar de mi cabeza los acontecimientos del bosque de Sandorái con Arygos y Bio, quienes casi perdieron la vida en aquel incidente. ¿Y al final para qué? ¿Para recibir un severo castigo? Tampoco podía olvidar las palabras de Dahlia sobre mi sentido de permanecer allí. ¿Y si yo no había sido siempre una biocibernética? ¿Cuál era mi historia? Que parecía escrita en forma de desgarradoras cicatrices que ocultaba bajo mi luminoso traje.
Una nueva escena aterradora me quitaría aún más las ganas de vivir. Una joven lloraba y pedía auxilio tras ver como devoraban a su propia familia. Se me hizo un nudo en la garganta. Yo ayudaba a aquellos seres que mostraban poca humanidad. Al principio, mi falta de conocimiento me impedía distinguir entre el bien y el mal, pero ahora que llevaba unos meses aquí, iba aprendiendo en qué consistían algunos conceptos como la amistad o las.
Y por supuesto, Elen fue la primera en volver a mostrar su buena voluntad al salvar a la joven, que ya iba a ser devorada por un vampiro. ¿Cuál era el motivo de estos para atacar a aquellos inocentes? La joven, aterrorizada, pudo huir gracias a las indicaciones de ella, pero quién sabe si en la siguiente esquina alguien terminaría con su ya destrozada vida, pues sus familiares no podrían ya volver. – Yo no me apunté para esta mierda. – dije en relación a mi presencia en la Hermandad, haciendo negaciones con la cabeza, como queriendo autoconvencerme de que toda aquella masacre no era real. Escuchando el caos generalizado. Y continuamos corriendo, pues Elen tenía claro su destino.
Estábamos cerca de la torre del reloj, hasta el calor se podía sentir ya en el ambiente, y eso que yo únicamente lo sentía en la parte orgánica de mi cuerpo. El fuego se había extendido y ahora destruía otros edificios cercanos. Miré por detrás a Elen que avanzaba delante nuestra, Mortagglia iba a estar esperando a la bruja. Y la Dama, no sería su única adversaria. Trabajando en la Hermandad conocía de sobra sus trucos. Decenas de vampiros esperarían para acabar con su vida. Lo había hecho en más ocasiones. La hechicera se dirigía a una trampa mortal de la que no escaparía. La bruja había demostrado caridad y no merecía tan cruel destino. Al menos no por mi culpa. Yo no quería cargar con semejante carga de conciencia. Tenía que avisarla.
-¡Elen, espera! – la agarré del brazo y tiré para ella hacia atrás con fuerza. – No debes ir. No lo hagas. Os… os está esperando. A ti, y a una tal Anastasia. No… no vas a poder detenerla. Y si vas, no podré ayudarte. – miré al suelo, arrepentida, sabía que no podía decírselo, pero tampoco lo consideraba una traición al uso, sino más bien un acto de buena fe. –. No... no debí decírtelo.– hice una pausa. – No te preocupes, diré de que no estás. – y poco después la solté y advertiría consecuentemente a la otra, que casi no se había pronunciado durante toda la noche. No sabía si era un vampiro. – Y tú… ten también cuidado. – y sonreí y me giré. Antes de irme hacia la plaza de la torre del reloj, que ya se veía a lo lejos.
No sabía si Elen y la otra joven seguirían mis advertencias. Seguramente no, al menos la bruja, pues parecía concienzuda y con ganas de enfrentarse a Mortagglia, a la que parecía subestimar. Yo no iba a poder ponerme de su bando en un hipotético combate, de hecho, prefería no ponerme de ninguno. Pero al menos ya no pesaría sobre mi conciencia un ataque sorpresa de la gran líder sobre la bruja.
Encaré la plaza. La torre se derrumbaba poco a poco, a pedazos. Volví a mirar apenada la escena. Aquella plaza estaba plagada de vampiros, todos ellos de la Hermandad, que arrastraban a hombres y mujeres, apilándolos en el centro de la misma, malheridos. Entre llantos. ¿Cómo podía el ser humano causar tanto dolor a sus propios congéneres? ¿Con qué fin los acopiaban? No tardaría demasiado en saberlo. Los vampiros, que me reconocían, pasaban a mi lado riéndose.
-¡Vampiros de Lunargenta! ¡Yo os convoco, hermanos! – gritó la voz de la Dama con su poder de la voz, desde lo alto de la torre en llamas, a toda la ciudad. Enviaba un mensaje a los vampiros de la ciudad. - ¡Comed y bebed cuanto queráis! ¡Nada os faltará bajo el amparo de la Hermandad! ¡Nunca más volveréis a sentiros discriminados! – y varios vampiros, esta vez ajenos a la Hermandad, salieron para dirigirse al centro. - ¡Venid con nosotros!
"Es un ritual de reclutamiento". Declaró NIA. Ahora no había duda, la Dama estaba dando un discurso populista para reclutar nuevos vampiros para el gremio, y la mejor opción de reclutar a un vampiro era ofreciéndole comida. Por eso, el tumulto de hombres y mujeres que acumulaban los miembros de la Hermandad en el centro de la plaza no era más que un festín para persuadirles. Me repugnaba todo aquello. Pero no podía hacer nada. La Dama, en uno de sus descansos, me observó desde lo alto de la torre. Probablemente bajaría de inmediato.
Una nueva escena aterradora me quitaría aún más las ganas de vivir. Una joven lloraba y pedía auxilio tras ver como devoraban a su propia familia. Se me hizo un nudo en la garganta. Yo ayudaba a aquellos seres que mostraban poca humanidad. Al principio, mi falta de conocimiento me impedía distinguir entre el bien y el mal, pero ahora que llevaba unos meses aquí, iba aprendiendo en qué consistían algunos conceptos como la amistad o las.
Y por supuesto, Elen fue la primera en volver a mostrar su buena voluntad al salvar a la joven, que ya iba a ser devorada por un vampiro. ¿Cuál era el motivo de estos para atacar a aquellos inocentes? La joven, aterrorizada, pudo huir gracias a las indicaciones de ella, pero quién sabe si en la siguiente esquina alguien terminaría con su ya destrozada vida, pues sus familiares no podrían ya volver. – Yo no me apunté para esta mierda. – dije en relación a mi presencia en la Hermandad, haciendo negaciones con la cabeza, como queriendo autoconvencerme de que toda aquella masacre no era real. Escuchando el caos generalizado. Y continuamos corriendo, pues Elen tenía claro su destino.
Estábamos cerca de la torre del reloj, hasta el calor se podía sentir ya en el ambiente, y eso que yo únicamente lo sentía en la parte orgánica de mi cuerpo. El fuego se había extendido y ahora destruía otros edificios cercanos. Miré por detrás a Elen que avanzaba delante nuestra, Mortagglia iba a estar esperando a la bruja. Y la Dama, no sería su única adversaria. Trabajando en la Hermandad conocía de sobra sus trucos. Decenas de vampiros esperarían para acabar con su vida. Lo había hecho en más ocasiones. La hechicera se dirigía a una trampa mortal de la que no escaparía. La bruja había demostrado caridad y no merecía tan cruel destino. Al menos no por mi culpa. Yo no quería cargar con semejante carga de conciencia. Tenía que avisarla.
-¡Elen, espera! – la agarré del brazo y tiré para ella hacia atrás con fuerza. – No debes ir. No lo hagas. Os… os está esperando. A ti, y a una tal Anastasia. No… no vas a poder detenerla. Y si vas, no podré ayudarte. – miré al suelo, arrepentida, sabía que no podía decírselo, pero tampoco lo consideraba una traición al uso, sino más bien un acto de buena fe. –. No... no debí decírtelo.– hice una pausa. – No te preocupes, diré de que no estás. – y poco después la solté y advertiría consecuentemente a la otra, que casi no se había pronunciado durante toda la noche. No sabía si era un vampiro. – Y tú… ten también cuidado. – y sonreí y me giré. Antes de irme hacia la plaza de la torre del reloj, que ya se veía a lo lejos.
No sabía si Elen y la otra joven seguirían mis advertencias. Seguramente no, al menos la bruja, pues parecía concienzuda y con ganas de enfrentarse a Mortagglia, a la que parecía subestimar. Yo no iba a poder ponerme de su bando en un hipotético combate, de hecho, prefería no ponerme de ninguno. Pero al menos ya no pesaría sobre mi conciencia un ataque sorpresa de la gran líder sobre la bruja.
Encaré la plaza. La torre se derrumbaba poco a poco, a pedazos. Volví a mirar apenada la escena. Aquella plaza estaba plagada de vampiros, todos ellos de la Hermandad, que arrastraban a hombres y mujeres, apilándolos en el centro de la misma, malheridos. Entre llantos. ¿Cómo podía el ser humano causar tanto dolor a sus propios congéneres? ¿Con qué fin los acopiaban? No tardaría demasiado en saberlo. Los vampiros, que me reconocían, pasaban a mi lado riéndose.
-¡Vampiros de Lunargenta! ¡Yo os convoco, hermanos! – gritó la voz de la Dama con su poder de la voz, desde lo alto de la torre en llamas, a toda la ciudad. Enviaba un mensaje a los vampiros de la ciudad. - ¡Comed y bebed cuanto queráis! ¡Nada os faltará bajo el amparo de la Hermandad! ¡Nunca más volveréis a sentiros discriminados! – y varios vampiros, esta vez ajenos a la Hermandad, salieron para dirigirse al centro. - ¡Venid con nosotros!
"Es un ritual de reclutamiento". Declaró NIA. Ahora no había duda, la Dama estaba dando un discurso populista para reclutar nuevos vampiros para el gremio, y la mejor opción de reclutar a un vampiro era ofreciéndole comida. Por eso, el tumulto de hombres y mujeres que acumulaban los miembros de la Hermandad en el centro de la plaza no era más que un festín para persuadirles. Me repugnaba todo aquello. Pero no podía hacer nada. La Dama, en uno de sus descansos, me observó desde lo alto de la torre. Probablemente bajaría de inmediato.
Rachel Roche
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Cuando ya se podía notar el calor que emanaba de la torre del reloj y los edificios colindantes, a los que las llamas no habían tardado en extenderse, Rachel la tomó del brazo con fuerza para detener su avance, tirando de ella hacia atrás. En respuesta a aquel gesto Elen la miró con el ceño fruncido, ya estaba muy cerca del origen de todo aquel caos y no tenía tiempo que perder, al menos no si quería salvar a tantos ciudadanos como le fuese posible. Sin embargo, las palabras de la bio - cibernética pronto captarían su atención, pues el motivo de que la hubiese detenido no era otro que advertirle sobre lo que iba a encontrar si continuaba por aquel camino. Ya no le cupo la menor duda, Mortagglia se encontraba cerca de la torre y la estaba esperando, pero no solo a ella, también a Huracán.
- La Dama. - pensó para sí la hechicera, recordando las palabras que la morena le había dicho tras salvarla del supuesto ataque. Ahora todo encajaba, Rachel tenía que estar relacionada con la Hermandad y aquella misteriosa mujer de ropajes oscuros con la que la había visto antes debía ser Mortagglia, la había tenido delante de sus narices sin saberlo. ¿Habría orquestado la vampira todo aquello para asegurarse de que caía en su trampa? Enviar primero a una de sus seguidoras para fingir un ataque y ganarse su confianza, de modo que luego pudiese guiarla directamente hasta lo que a todas luces debía ser una emboscada. Sí, parecía el tipo de plan retorcido que utilizaría un ser como ella, pero quizá había depositado demasiada confianza en Rachel, que al ver las terribles escenas que tenían lugar en las calles no pudo cumplir su misión.
La bio dirigió su mirada al suelo con arrepentimiento, para luego darle la opción de salir de todo aquello, asegurando que informaría a la vampira de que no estaba, tras lo cual soltó su brazo y dedicó unas palabras a la otra joven que las acompañaba, para luego encaminarse en solitario hacia la torre del reloj. Puede que Rachel no terminase de entender bien la situación, dada la complicada naturaleza de su raza, pero tenía que darse cuenta de que apoyar a aquellas criaturas estaba mal, con mirar lo que hacían era suficiente para comprobarlo. - Quizá debas ponerte a salvo, las cosas van a ponerse feas por aquí. - comentó la tensai, desviando la vista hacia la muchacha que había decidido acompañarlas, y a la que de momento, consideraba como a una simple humana.
Tras el comentario, la de ojos verdes comenzaría a caminar en dirección a la torre, pero no seguiría el mismo camino que la bio, sino uno mucho más sinuoso a través de callejuelas secundarias. Sus ganas de arreglar cuentas con Mortagglia no habían menguado en absoluto, pero tampoco actuaría de forma impulsiva como una estúpida, mucho menos sabiendo que la estaba esperando, y seguramente bien acompañada. No, ahora debía alcanzar el edificio en llamas sin ser detectada, de modo que pudiese valorar la escena e idear una estrategia antes de dejarse ver. Con sumo cuidado, la benjamina de los Calhoun avanzó a través de las estrechas calles, eliminando a los escasos vampiros que seguían alimentándose en ellas, pero nada pudo hacer por las víctimas, a las que en la mayoría de ocasiones, les habían destrozado el cuello de forma brutal.
- Malditos animales. - musitó para sí mientras observaba una de las escenas, en que no solo habían desangrado a una joven pareja, sino también a su hijo, que probablemente no tuviese más de siete años. El terror aún estaba grabado en sus rostros, y solo consiguió que la ira y el asco que ya de por sí sentía la hechicera se incrementasen, ¿acaso no era suficiente que en el mercado negro se comercializase sangre? ¿O que en las catacumbas hubiese personas dispuestas a dar parte de la suya dejándose morder a cambio de unas monedas? Quedaba claro que no, los instintos de caza de aquellos seres los empujaban a cometer las atrocidades que ahora plagaban las calles y teñían Lunargenta de rojo.
La bruja no tardó demasiado en llegar hasta la plaza en que se encontraba el edificio en llamas, y una vez allí, sus ojos se abrieron desmesuradamente al ver la escena que estaba teniendo lugar. Un montón de vampiros habían tomado la zona, y apilaban en el centro a todos los heridos que podían, como si los estuviesen preparando para algo, que pronto la mismísima Mortagglia aclararía, desde su elevada posición en la torre del reloj. Aquellas personas eran un mero soborno para convencer a los vampiros de la ciudad y conseguir que se uniesen a la Hermandad, estaba reclutando nuevos miembros.
Con odio en la mirada, Elen concentró su eléctrico elemento creando un enorme orbe de energía, que salió repentinamente disparado hacia la plaza para estallar casi en el mismo centro de la misma, provocando una explosión de luz tan brillante como para ser vista desde lejos. Con ello esperaba cegar a los vampiros más cercanos y llamar la atención de la guardia, pero antes de que las autoridades se presentasen allí debía equilibrar un poco las cosas, así que aprovechó el momento para combinar sus poderes telequinéticos con la afilada hoja de su daga. El arma salió disparada y alcanzó al primer vampiro en la garganta, para luego abandonar su cuerpo y dirigirse al siguiente objetivo, al cual apuñaló en el corazón.
Sin perder ni un instante, la daga continuó llevando la muerte a otros seguidores de Mortagglia, y para cuando regresó a manos de su dueña, seis de ellos se desplomaron sobre el frío suelo. El efecto del destello no iba a durar mucho más, así que en vez de continuar con aquel ataque, la tensai alzó una mano en dirección a la pila de heridos y se concentró para crear un muro de energía en torno a ellos, lo suficientemente alto como para mantenerlos a salvo de momento. Aquellos vampiros que se encontraban demasiado cerca del centro recibieron descargas y tuvieron que retroceder, mientras Elen abandonaba su posición semi oculta para captar la atención de Mortagglia. - Veamos, ¿quién será el primer valiente en intentarlo? - preguntó con tono amenazante, dispuesta a desatar todo su poder contra aquellos asesinos, aunque ello supusiese graves daños a la ya de por sí destrozada ciudad.
- ¿Me has echado de menos Mortagglia? Sé de unos que se quedaron con ganas de divertirse a tu costa. - exclamó, para recordarle el momento en que al intentar manipular su mente, se vio atrapada en ella con los jinetes, que a punto estuvieron de echársele encima y hacerla vivir los horrores que la bruja había presenciado tantas veces.
- La Dama. - pensó para sí la hechicera, recordando las palabras que la morena le había dicho tras salvarla del supuesto ataque. Ahora todo encajaba, Rachel tenía que estar relacionada con la Hermandad y aquella misteriosa mujer de ropajes oscuros con la que la había visto antes debía ser Mortagglia, la había tenido delante de sus narices sin saberlo. ¿Habría orquestado la vampira todo aquello para asegurarse de que caía en su trampa? Enviar primero a una de sus seguidoras para fingir un ataque y ganarse su confianza, de modo que luego pudiese guiarla directamente hasta lo que a todas luces debía ser una emboscada. Sí, parecía el tipo de plan retorcido que utilizaría un ser como ella, pero quizá había depositado demasiada confianza en Rachel, que al ver las terribles escenas que tenían lugar en las calles no pudo cumplir su misión.
La bio dirigió su mirada al suelo con arrepentimiento, para luego darle la opción de salir de todo aquello, asegurando que informaría a la vampira de que no estaba, tras lo cual soltó su brazo y dedicó unas palabras a la otra joven que las acompañaba, para luego encaminarse en solitario hacia la torre del reloj. Puede que Rachel no terminase de entender bien la situación, dada la complicada naturaleza de su raza, pero tenía que darse cuenta de que apoyar a aquellas criaturas estaba mal, con mirar lo que hacían era suficiente para comprobarlo. - Quizá debas ponerte a salvo, las cosas van a ponerse feas por aquí. - comentó la tensai, desviando la vista hacia la muchacha que había decidido acompañarlas, y a la que de momento, consideraba como a una simple humana.
Tras el comentario, la de ojos verdes comenzaría a caminar en dirección a la torre, pero no seguiría el mismo camino que la bio, sino uno mucho más sinuoso a través de callejuelas secundarias. Sus ganas de arreglar cuentas con Mortagglia no habían menguado en absoluto, pero tampoco actuaría de forma impulsiva como una estúpida, mucho menos sabiendo que la estaba esperando, y seguramente bien acompañada. No, ahora debía alcanzar el edificio en llamas sin ser detectada, de modo que pudiese valorar la escena e idear una estrategia antes de dejarse ver. Con sumo cuidado, la benjamina de los Calhoun avanzó a través de las estrechas calles, eliminando a los escasos vampiros que seguían alimentándose en ellas, pero nada pudo hacer por las víctimas, a las que en la mayoría de ocasiones, les habían destrozado el cuello de forma brutal.
- Malditos animales. - musitó para sí mientras observaba una de las escenas, en que no solo habían desangrado a una joven pareja, sino también a su hijo, que probablemente no tuviese más de siete años. El terror aún estaba grabado en sus rostros, y solo consiguió que la ira y el asco que ya de por sí sentía la hechicera se incrementasen, ¿acaso no era suficiente que en el mercado negro se comercializase sangre? ¿O que en las catacumbas hubiese personas dispuestas a dar parte de la suya dejándose morder a cambio de unas monedas? Quedaba claro que no, los instintos de caza de aquellos seres los empujaban a cometer las atrocidades que ahora plagaban las calles y teñían Lunargenta de rojo.
La bruja no tardó demasiado en llegar hasta la plaza en que se encontraba el edificio en llamas, y una vez allí, sus ojos se abrieron desmesuradamente al ver la escena que estaba teniendo lugar. Un montón de vampiros habían tomado la zona, y apilaban en el centro a todos los heridos que podían, como si los estuviesen preparando para algo, que pronto la mismísima Mortagglia aclararía, desde su elevada posición en la torre del reloj. Aquellas personas eran un mero soborno para convencer a los vampiros de la ciudad y conseguir que se uniesen a la Hermandad, estaba reclutando nuevos miembros.
Con odio en la mirada, Elen concentró su eléctrico elemento creando un enorme orbe de energía, que salió repentinamente disparado hacia la plaza para estallar casi en el mismo centro de la misma, provocando una explosión de luz tan brillante como para ser vista desde lejos. Con ello esperaba cegar a los vampiros más cercanos y llamar la atención de la guardia, pero antes de que las autoridades se presentasen allí debía equilibrar un poco las cosas, así que aprovechó el momento para combinar sus poderes telequinéticos con la afilada hoja de su daga. El arma salió disparada y alcanzó al primer vampiro en la garganta, para luego abandonar su cuerpo y dirigirse al siguiente objetivo, al cual apuñaló en el corazón.
Sin perder ni un instante, la daga continuó llevando la muerte a otros seguidores de Mortagglia, y para cuando regresó a manos de su dueña, seis de ellos se desplomaron sobre el frío suelo. El efecto del destello no iba a durar mucho más, así que en vez de continuar con aquel ataque, la tensai alzó una mano en dirección a la pila de heridos y se concentró para crear un muro de energía en torno a ellos, lo suficientemente alto como para mantenerlos a salvo de momento. Aquellos vampiros que se encontraban demasiado cerca del centro recibieron descargas y tuvieron que retroceder, mientras Elen abandonaba su posición semi oculta para captar la atención de Mortagglia. - Veamos, ¿quién será el primer valiente en intentarlo? - preguntó con tono amenazante, dispuesta a desatar todo su poder contra aquellos asesinos, aunque ello supusiese graves daños a la ya de por sí destrozada ciudad.
- ¿Me has echado de menos Mortagglia? Sé de unos que se quedaron con ganas de divertirse a tu costa. - exclamó, para recordarle el momento en que al intentar manipular su mente, se vio atrapada en ella con los jinetes, que a punto estuvieron de echársele encima y hacerla vivir los horrores que la bruja había presenciado tantas veces.
Elen Calhoun
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
La repentina intervención de la chica bio cogió desprevenida a Catherine, que frenó más tarde que sus dos compañeras, quedando unos pasos por delante de ellas.
La vampira observó y escuchó con atención las palabras que Rachel dedicaba a Elen, previniéndola de lo que se encontraría una vez llegaran al epicentro de los problemas, y tratando de convencerla para que no siguiera aquel camino. La morena aprovechó también para dirigirse a Cat, aconsejándole prudencia.
Catherine no inmutó un solo gesto de su expresión, habiendo intercambiado el miedo que antes había en sus ojos por cierta chispa de valor y decisión.
La albina agachó levemente la cabeza cuando Rachel pasó a su lado, reanudando la carrera, y a través del flequillo miró a la joven bruja, quién también le proponía buscarse un refugio. Pero ya no había ningún otro sitio al que la vampira quisiera ir.
Siguió con la mirada los pasos de la joven de cabellos plateados, notando como un punto de tensión se hacía palpable en la boca de su estómago, y echó la vista atrás, por donde marchó antes Rachel y por donde continuaban el reguero discontinuo de sangre y cuerpos que habían dejado los de su misma especie. Cat frunció el ceño.
– No… –Musitó para sí misma, respondiendo de forma demasiado tardía a los comentarios que tanto Rachel como Elen le habían dirigido.
Sin querer pensar en las posibles consecuencias, la joven vampira se volvió a remangar la falda, esta vez para hacer más fácil su carrera, lanzándose a largas y raudas zancadas por el camino que había tomado la chica biocibernética. Esquivando con extraña facilidad el desorden de muerte que presentaba cada callejón, como un fantasma por entre los muros de un castillo.
Sabía que probablemente estaba a punto de cometer la mayor locura de su vida –de su vida como vampiro– y aún no estaba segura de cómo terminaría repercutiéndole si salía de aquella. Pero el encontronazo con esa chica, asustada y probablemente huérfana a la fuerza, había reforzado sus creencias antinatura.
Poco tardó en llegar a la plaza de la torre del reloj, y aún menos le costó divisar a Rachel entre todo el desastre gracias a los extraños y luminosos ropajes de la chica.
Catherine restó los pasos que le quedaban hasta situarse junto a ella, observando con tanto fuego en sus ojos como el que prendía e iluminaba toda la plaza, creando unas sombras tan siniestras como el escenario que albergaba. Pero por una vez, el fuego no amedrentó a la vampira más que sentir una notable molestia por ser lo que era.
– Señorita Rachel –Le dijo, nada más posicionarse al lado de la morena. Había escuchado ya su nombre, por lo que se dio el lujo de utilizarlo. – Antes me ofreció su ayuda, y no lo aproveché, ahora querría reclamarla para pedirle algo –Buscó la mirada azul de Rachel, y las siguientes palabras las dijo rápida, como si las hubiera estudiado justo antes de llegar. – Quiero pediros disculpas por lo que está ocurriendo, y haberos usado de… escolta. Si no logro hacerlo por mis propios medios, me gustaría también que le pidiera disculpas a la bruja de mi parte –Al decir eso aprovechó para lanzar una rápida mirada en busca de la susodicha, al no dar con ella regresó su atención a Rachel. – Y que sepa también que, si sobrevivo a esta noche, no me volveréis a ver por esta ciudad. Os lo prometo. Solo os pediré que no le digáis a nadie lo que soy.
Estaba claro el porqué de aquello. Siempre le había venido bien ocultar su naturaleza como vampiro, pues como en aquella ocasión, se había librado de problemas y posibles enemigos. Pocos lo sabían y quería que siguiera siendo así.
No pasó ni un segundo de que Cat terminara de hablar, cuando un enorme destello explotó en el centro de la plaza. Elen había hecho su entrada por fin, y la vampira se tuvo que cubrir la cara con las manos después de haber ahogado un grito.
Cuando pudo acostumbrar la vista a los resquicios de luz que dejó la explosión de rayos sumadas a la claridad del fuego, dedicó una última y significativa mirada a Rachel, y salió corriendo hacia el tumulto de vampiros que habían llegado atraídos por la llamada de Mortagglia.
Se estaba preguntando cuántos de los de su misma raza eran tan necios como para revelarse ante ella. Llevaba el cuchillo escondido entre los pliegues de la falda, y tan sólo le hizo falta mostrar sus colmillos, y convertir sus iris melados en carmesí, para que muchos de sus iguales simplemente la obviaran cuando pasaba cerca de ellos.
Cosa que algunos tuvieron que arrepentirse cuando la chica tiró de aquellos más distraídos para que el filo de su puñal se encontrase con la garganta o la nuca de los mismos.
Sabía que era cuestión de segundos que los de alrededor de quienes apuñalaban se percataran de su traición, pero una gran cantidad estaba atento a otros receptores como la pila de “comida” que les había brindado la Dama, la Dama en sí misma, y la joven bruja quién, en aquellos momentos, la estaba retando.
La vampira observó y escuchó con atención las palabras que Rachel dedicaba a Elen, previniéndola de lo que se encontraría una vez llegaran al epicentro de los problemas, y tratando de convencerla para que no siguiera aquel camino. La morena aprovechó también para dirigirse a Cat, aconsejándole prudencia.
Catherine no inmutó un solo gesto de su expresión, habiendo intercambiado el miedo que antes había en sus ojos por cierta chispa de valor y decisión.
La albina agachó levemente la cabeza cuando Rachel pasó a su lado, reanudando la carrera, y a través del flequillo miró a la joven bruja, quién también le proponía buscarse un refugio. Pero ya no había ningún otro sitio al que la vampira quisiera ir.
Siguió con la mirada los pasos de la joven de cabellos plateados, notando como un punto de tensión se hacía palpable en la boca de su estómago, y echó la vista atrás, por donde marchó antes Rachel y por donde continuaban el reguero discontinuo de sangre y cuerpos que habían dejado los de su misma especie. Cat frunció el ceño.
– No… –Musitó para sí misma, respondiendo de forma demasiado tardía a los comentarios que tanto Rachel como Elen le habían dirigido.
Sin querer pensar en las posibles consecuencias, la joven vampira se volvió a remangar la falda, esta vez para hacer más fácil su carrera, lanzándose a largas y raudas zancadas por el camino que había tomado la chica biocibernética. Esquivando con extraña facilidad el desorden de muerte que presentaba cada callejón, como un fantasma por entre los muros de un castillo.
Sabía que probablemente estaba a punto de cometer la mayor locura de su vida –de su vida como vampiro– y aún no estaba segura de cómo terminaría repercutiéndole si salía de aquella. Pero el encontronazo con esa chica, asustada y probablemente huérfana a la fuerza, había reforzado sus creencias antinatura.
Poco tardó en llegar a la plaza de la torre del reloj, y aún menos le costó divisar a Rachel entre todo el desastre gracias a los extraños y luminosos ropajes de la chica.
Catherine restó los pasos que le quedaban hasta situarse junto a ella, observando con tanto fuego en sus ojos como el que prendía e iluminaba toda la plaza, creando unas sombras tan siniestras como el escenario que albergaba. Pero por una vez, el fuego no amedrentó a la vampira más que sentir una notable molestia por ser lo que era.
– Señorita Rachel –Le dijo, nada más posicionarse al lado de la morena. Había escuchado ya su nombre, por lo que se dio el lujo de utilizarlo. – Antes me ofreció su ayuda, y no lo aproveché, ahora querría reclamarla para pedirle algo –Buscó la mirada azul de Rachel, y las siguientes palabras las dijo rápida, como si las hubiera estudiado justo antes de llegar. – Quiero pediros disculpas por lo que está ocurriendo, y haberos usado de… escolta. Si no logro hacerlo por mis propios medios, me gustaría también que le pidiera disculpas a la bruja de mi parte –Al decir eso aprovechó para lanzar una rápida mirada en busca de la susodicha, al no dar con ella regresó su atención a Rachel. – Y que sepa también que, si sobrevivo a esta noche, no me volveréis a ver por esta ciudad. Os lo prometo. Solo os pediré que no le digáis a nadie lo que soy.
Estaba claro el porqué de aquello. Siempre le había venido bien ocultar su naturaleza como vampiro, pues como en aquella ocasión, se había librado de problemas y posibles enemigos. Pocos lo sabían y quería que siguiera siendo así.
No pasó ni un segundo de que Cat terminara de hablar, cuando un enorme destello explotó en el centro de la plaza. Elen había hecho su entrada por fin, y la vampira se tuvo que cubrir la cara con las manos después de haber ahogado un grito.
Cuando pudo acostumbrar la vista a los resquicios de luz que dejó la explosión de rayos sumadas a la claridad del fuego, dedicó una última y significativa mirada a Rachel, y salió corriendo hacia el tumulto de vampiros que habían llegado atraídos por la llamada de Mortagglia.
Se estaba preguntando cuántos de los de su misma raza eran tan necios como para revelarse ante ella. Llevaba el cuchillo escondido entre los pliegues de la falda, y tan sólo le hizo falta mostrar sus colmillos, y convertir sus iris melados en carmesí, para que muchos de sus iguales simplemente la obviaran cuando pasaba cerca de ellos.
Cosa que algunos tuvieron que arrepentirse cuando la chica tiró de aquellos más distraídos para que el filo de su puñal se encontrase con la garganta o la nuca de los mismos.
Sabía que era cuestión de segundos que los de alrededor de quienes apuñalaban se percataran de su traición, pero una gran cantidad estaba atento a otros receptores como la pila de “comida” que les había brindado la Dama, la Dama en sí misma, y la joven bruja quién, en aquellos momentos, la estaba retando.
Catherine Blair
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Estaba en la plaza y observaba como, en lo alto de la torre, la ilustrísima Dama me miraba sonriente. Con la capa que colgaba de su hombro siendo ondeada por el viento. Llevaba grabado el colmillo, símbolo de la Hermandad. La brisa la movía cual bandera. Significando la sonrisa malévola de Mortagglia la victoria del terror y de los vampiros sobre la ciudad. “Hemos resurgido”. Declaraba NIA. Aunque yo no sabía muy bien hasta qué punto estaba satisfecha con aquello.
Los gritos de una mujer siendo arrastrada hacia la pila central de malheridos bajo la torre que las criaturas de la noche crecía. Alguien me llamó a mis espaldas por mi nombre, lo que me hizo asustarme. Era la joven del flequillo. Venía a disculparse por algo. Parecía arrepentida por ver, pero sobre todo, “por lo que era”. Aquello confirmaba mis sospechas. Aquella mujer era en realidad un vampiro. Y parecía arrepentida tras ver las atrocidades que sus congéneres parecían estar haciendo. No tuve respuesta para ella, la miraba con sorpresa y con la boca abierta. Realmente no estaba pensando ahora mismo en lo que me había dicho. – Yo… No temas. No diré nada. – le aseguré. Bastante dolor había causado mi grupo como para seguir realizándolo.
Tampoco tuvimos tiempo para hablar mucho, pues de la nada saldría Elen, a la que había advertido que no se acercara, pero la bruja parecía haber ignorado mi recomendación. Se mostró mostrando odio y agresividad, causando un estallido que casi nos deja ciegas. Incluso mi compañera gritó. Y se dispuso a eliminar velozmente a varios vampiros que se lanzaron contra ella. La joven que había venido a disculparse, también se dirigió hacia los vampiros. No le quité un ojo de encima y observé como ella se ponía de parte de los inocentes, que aunque permanecían en el centro, estaban protegidos por un hechizo de la prodigiosa bruja eléctrica.
La Dama tras ver la escena y reírse, descendió en persona hasta el centro de la plaza. Convertida en una bandada de murciélagos que se materializaron nuevamente en su figura humana. Justo delante mía, y mirando desafiantemente a Elen, de brazos cruzados.
-Elen. Sobreviviste en la cueva del segundo pico. Y ahora has venido a morir. - La Dama no necesitó decir más. Su mirada de odio hacia ella decía el resto. Sin moverse pareció llamar a todo vampiro cuanto estaba vinculado a ella, y de los edificios y calles de alrededor comenzaron a salir más y más criaturas de la noche. Algunos avanzaban a gatas, de manera totalmente inhumana. Todos los vampiros de la plaza bajo su control comenzaron a avanzar hacia ella.
-A ver con cuánto tiempo puedes resistir, bruja. – la miró desafiante y con el mayor desprecio del mundo. Y se giró también hacia la joven que se había venido a disculpar. Desde la torre seguramente habría observado mejor que yo los movimientos de la chica. La señaló con el dedo. – ¡Traidora! – gritó cerrando los puños. Lo que hizo que gran parte de los vampiros se fijaran en ella. – Tantos años trabajando por evitar que gente como tú seáis marginados de la ciudad y lo pagáis así. Tu muerte debe ser aún más cruel que la de la bruja. Debe servir de ejemplo para todo aquel hermano que ose rebelarse ante el orden y la rectitud. – Ordenó. Y volvió a mirar a Elen. - Y ahora voy a encargarme de tu amiguita. Está sorprendentemente cerca. – y cerró los ojos. “La Dama conoce la posición de Anastasia. Mantente cerca de ella”. Me advertía NIA.
Dicha mujer que la Dama buscaba no tardaría en aparecer, el aire comenzó a incrementarse repentinamente en la sala. Tanto que mi pelo comenzó a fluir. Y las llamas incluso comenzaron a extenderse, aunque sin llegar a tocar los demás edificios, por suerte.
-¡Ash balla ná! – Y una fuerte corriente de viento comenzó a correr barriendo gran parte de los vampiros que se aproximaban hacia Elen. El aire tenía tal fuerza que los lanzó contra la torre del reloj en llamas. Los vampiros, quienes además eran especialmente débiles al fuego, comenzaron a arder y a gritar agónicamente por una muerte tan dolorosa. Todas las miradas se centraron ahora en el causante de aquella repentina y poderosa ráfaga de viento. Era una mujer de unos 40 años, vestida con un elegante vestido largo negro, con tacones y con el pelo negro recogido en un moño elegantemente peinado. – Es hora de barrer la basura de las calles. – Dijo en tono marcádamente soberbio, sin sonreír. Caminando con toda la tranquilidad del mundo. Portaba una ballesta a su espalda que no había desenfundado.
-¿Es Anastasia? – pregunté en voz baja. Pero más para NIA que para otra cosa. “No”. Respondió esta.
La mujer se encaminó andando hacia el centro de la plaza, donde se encontraban los cuerpos humanos. Observando a la Dama, tras quien me encontraba yo. No venía sola. Sino que la acompañaban cuatro cazadores de vampiros más, tres hombres y una mujer.
-¿Qué tal, mamá? – saludó la mujer con una sonrisa a la Dama y estirándole el brazo para darle un saludo. ¿Aquella mujer era su vástago? – Veo decepción en tu rostro. Deduzco que no era a mí a quién esperabas, ¿verdad? – preguntó risueña. El rostro de la Dama reflejaba ahora aún más odio que antes. Y cerraba sus puños con fuerza.
-Isabella. Veo que ya has aprendido a usar la marca para burlar mis hechizos. Un gran avance.– la felicitó con sarcasmo – No sé quién te metió en la cabeza que quiero hacerle daño a Anastasia. Al revés, yo sólo quiero otorgarle la inmortalidad. - y comenzó a reír, esto no pareció hacerle ni pizca de gracia a Isabella.
-Deja en paz a mi hija. Te lo advierto. – le dijo señalándola amenazante con el dedo y dando un paso hacia delante, frunciendo el ceño. Con esta amenaza un estruendoso trueno se produjo sobre la ciudad de Lunargenta. Todo parecía indicar que aquella era obra de la bruja. – Tú y yo vamos a terminar esto aquí y ahora.
-Desde luego. Me será más fácil dar con ella cuando tu corazón deje de latir. – respondió impasible Mortagglia. No parecía importarle acabar con la vida de su propia hija.
Y la Dama se convirtió en un amasijo de murciélagos que voló a por la ballestera, ésta generó una corriente eléctrica que lanzó contra los seres voladores, dañando a algunos de ellos. Aunque el resto pronto cubriría completamente a la bruja y la subiría hasta los cielos. Un fuerte y luminoso relámpago cayó de las nubes sobre ellos de nuevo, la bandada se despegó de la bruja para hacer un recorrido sincronizado circular y volver a abalanzarse en pleno aire sobre ella. Impactando en la bruja y lanzándola por detrás de la torre en llamas. Alejándose de nuestro campo de visión. La batalla entre madre e hija era espectacular.
“La Dama corre peligro. Debes ir a ayudarla”. Me ordenaba NIA. Y comencé a correr hacia la parte trasera de la torre, que era bastante ancha. Abriéndome paso entre cazadores, vampiros y guardias que acababan de llegar. Y que desencadenaban ahora una feroz batalla.
Los gritos de una mujer siendo arrastrada hacia la pila central de malheridos bajo la torre que las criaturas de la noche crecía. Alguien me llamó a mis espaldas por mi nombre, lo que me hizo asustarme. Era la joven del flequillo. Venía a disculparse por algo. Parecía arrepentida por ver, pero sobre todo, “por lo que era”. Aquello confirmaba mis sospechas. Aquella mujer era en realidad un vampiro. Y parecía arrepentida tras ver las atrocidades que sus congéneres parecían estar haciendo. No tuve respuesta para ella, la miraba con sorpresa y con la boca abierta. Realmente no estaba pensando ahora mismo en lo que me había dicho. – Yo… No temas. No diré nada. – le aseguré. Bastante dolor había causado mi grupo como para seguir realizándolo.
Tampoco tuvimos tiempo para hablar mucho, pues de la nada saldría Elen, a la que había advertido que no se acercara, pero la bruja parecía haber ignorado mi recomendación. Se mostró mostrando odio y agresividad, causando un estallido que casi nos deja ciegas. Incluso mi compañera gritó. Y se dispuso a eliminar velozmente a varios vampiros que se lanzaron contra ella. La joven que había venido a disculparse, también se dirigió hacia los vampiros. No le quité un ojo de encima y observé como ella se ponía de parte de los inocentes, que aunque permanecían en el centro, estaban protegidos por un hechizo de la prodigiosa bruja eléctrica.
La Dama tras ver la escena y reírse, descendió en persona hasta el centro de la plaza. Convertida en una bandada de murciélagos que se materializaron nuevamente en su figura humana. Justo delante mía, y mirando desafiantemente a Elen, de brazos cruzados.
-Elen. Sobreviviste en la cueva del segundo pico. Y ahora has venido a morir. - La Dama no necesitó decir más. Su mirada de odio hacia ella decía el resto. Sin moverse pareció llamar a todo vampiro cuanto estaba vinculado a ella, y de los edificios y calles de alrededor comenzaron a salir más y más criaturas de la noche. Algunos avanzaban a gatas, de manera totalmente inhumana. Todos los vampiros de la plaza bajo su control comenzaron a avanzar hacia ella.
-A ver con cuánto tiempo puedes resistir, bruja. – la miró desafiante y con el mayor desprecio del mundo. Y se giró también hacia la joven que se había venido a disculpar. Desde la torre seguramente habría observado mejor que yo los movimientos de la chica. La señaló con el dedo. – ¡Traidora! – gritó cerrando los puños. Lo que hizo que gran parte de los vampiros se fijaran en ella. – Tantos años trabajando por evitar que gente como tú seáis marginados de la ciudad y lo pagáis así. Tu muerte debe ser aún más cruel que la de la bruja. Debe servir de ejemplo para todo aquel hermano que ose rebelarse ante el orden y la rectitud. – Ordenó. Y volvió a mirar a Elen. - Y ahora voy a encargarme de tu amiguita. Está sorprendentemente cerca. – y cerró los ojos. “La Dama conoce la posición de Anastasia. Mantente cerca de ella”. Me advertía NIA.
Dicha mujer que la Dama buscaba no tardaría en aparecer, el aire comenzó a incrementarse repentinamente en la sala. Tanto que mi pelo comenzó a fluir. Y las llamas incluso comenzaron a extenderse, aunque sin llegar a tocar los demás edificios, por suerte.
-¡Ash balla ná! – Y una fuerte corriente de viento comenzó a correr barriendo gran parte de los vampiros que se aproximaban hacia Elen. El aire tenía tal fuerza que los lanzó contra la torre del reloj en llamas. Los vampiros, quienes además eran especialmente débiles al fuego, comenzaron a arder y a gritar agónicamente por una muerte tan dolorosa. Todas las miradas se centraron ahora en el causante de aquella repentina y poderosa ráfaga de viento. Era una mujer de unos 40 años, vestida con un elegante vestido largo negro, con tacones y con el pelo negro recogido en un moño elegantemente peinado. – Es hora de barrer la basura de las calles. – Dijo en tono marcádamente soberbio, sin sonreír. Caminando con toda la tranquilidad del mundo. Portaba una ballesta a su espalda que no había desenfundado.
-¿Es Anastasia? – pregunté en voz baja. Pero más para NIA que para otra cosa. “No”. Respondió esta.
La mujer se encaminó andando hacia el centro de la plaza, donde se encontraban los cuerpos humanos. Observando a la Dama, tras quien me encontraba yo. No venía sola. Sino que la acompañaban cuatro cazadores de vampiros más, tres hombres y una mujer.
-¿Qué tal, mamá? – saludó la mujer con una sonrisa a la Dama y estirándole el brazo para darle un saludo. ¿Aquella mujer era su vástago? – Veo decepción en tu rostro. Deduzco que no era a mí a quién esperabas, ¿verdad? – preguntó risueña. El rostro de la Dama reflejaba ahora aún más odio que antes. Y cerraba sus puños con fuerza.
-Isabella. Veo que ya has aprendido a usar la marca para burlar mis hechizos. Un gran avance.– la felicitó con sarcasmo – No sé quién te metió en la cabeza que quiero hacerle daño a Anastasia. Al revés, yo sólo quiero otorgarle la inmortalidad. - y comenzó a reír, esto no pareció hacerle ni pizca de gracia a Isabella.
-Deja en paz a mi hija. Te lo advierto. – le dijo señalándola amenazante con el dedo y dando un paso hacia delante, frunciendo el ceño. Con esta amenaza un estruendoso trueno se produjo sobre la ciudad de Lunargenta. Todo parecía indicar que aquella era obra de la bruja. – Tú y yo vamos a terminar esto aquí y ahora.
-Desde luego. Me será más fácil dar con ella cuando tu corazón deje de latir. – respondió impasible Mortagglia. No parecía importarle acabar con la vida de su propia hija.
Y la Dama se convirtió en un amasijo de murciélagos que voló a por la ballestera, ésta generó una corriente eléctrica que lanzó contra los seres voladores, dañando a algunos de ellos. Aunque el resto pronto cubriría completamente a la bruja y la subiría hasta los cielos. Un fuerte y luminoso relámpago cayó de las nubes sobre ellos de nuevo, la bandada se despegó de la bruja para hacer un recorrido sincronizado circular y volver a abalanzarse en pleno aire sobre ella. Impactando en la bruja y lanzándola por detrás de la torre en llamas. Alejándose de nuestro campo de visión. La batalla entre madre e hija era espectacular.
“La Dama corre peligro. Debes ir a ayudarla”. Me ordenaba NIA. Y comencé a correr hacia la parte trasera de la torre, que era bastante ancha. Abriéndome paso entre cazadores, vampiros y guardias que acababan de llegar. Y que desencadenaban ahora una feroz batalla.
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Rachel Roche
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Mientras esperaba la respuesta de Mortagglia, que no se haría de esperar demasiado, Elen observó como otra figura entraba en escena, la de la muchacha de cabellos blancos que había estado acompañándolas a ella y a Rachel desde hacía un rato. Iba armada y avanzaba en dirección a la multitud de vampiros que se habían congregado en la plaza con una rapidez pasmosa, detalle que pronto quedó explicado, en cuanto la tensai alcanzó a ver los colmillos que mostraba al resto de sus congéneres. Sin embargo, la joven no se acercaba al centro para responder a la llamada de la Dama, sino para arremeter contra los de su propia raza, hundiendo el afilado puñal en las gargantas de aquellos que se atrevían a confiarse.
Pronto los demás se darían cuenta de su traición, pero para la hechicera suponía un importante apoyo de cara a la pelea que estallaría de un momento a otro, ya no estaba sola. Sin poder seguir la trayectoria de la vampira con la mirada, ya que Mortagglia empezaba a moverse y dada su peligrosidad debía ser vigilada, Elen esperó que su nueva compañera pudiese arreglárselas bien con los asesinos que quedaban más cerca del centro, mientras ella se encaraba con la Dama. Haciendo gala de su cobardía, la vampira optó por llamar a sus seguidores para lanzarlos a todos contra la bruja, pero no iba a salirse con la suya, aunque tuviese que desatar la tempestad sobre Lunargenta para destruir a sus hordas, Mortagglia tendría que enfrentarse a ella sin trucos.
Con ambos brazos envueltos en su elemento, la de cabellos cenicientos notó como el enemigo comenzaba a acercarse desde todas direcciones, pero pronto una parte centró su atención en aquella a la que llamaban traidora, pues la Dama deseaba que su muerte fuese aún más cruel que la suya. Sin duda la muchacha era de los presentes, la única miembro de su raza que conservaba algo de humanidad en su ser, y eso para Mortagglia debía ser aplastado, no aceptaba rebeldes. Después de dedicar aquellas palabras a la joven, la mirada de la vampira volvió a centrarse sobre la benjamina de los Calhoun, para asegurarle que Huracán se encontraba muy cerca del lugar, y que iba a ocuparse de ella.
A pesar de conocer de sobra las habilidades de combate de su amiga, Elen paseó la mirada con cierta preocupación por los alrededores, en busca de la figura de la cazadora, que no llegó a encontrar. En vez de eso, un pequeño grupo de recién llegados irrumpió en la plaza, bajo el liderazgo de una poderosa maga, que haciendo uso del viento barrió a buena parte de los seguidores de Mortagglia, enviándolos directamente hacia las llamas que consumían la torre. Los agónicos gritos de aquellos no se hicieron esperar, pero nadie movería un dedo para ayudarlos, no después de la matanza que habían causado en las calles.
La de ojos verdes observó con interés a aquella mujer, para luego fijarse en la ballesta que llevaba a la espalda, detalle que la identificaba como cazadora. El resto de miembros de su unidad también iban armados, y quedaba claro que pertenecían a la misma organización que Anastasia, lo cual los convertía en aliados de cara a la caótica situación que estaba teniendo lugar en la plaza. De un momento a otro las tornas habían cambiado, y por muchos vampiros que consiguiese atraer Mortagglia, entre los poderes de ambas hechiceras, la rapidez de la joven que se había rebelado contra los suyos y las habilidades aún por descubrir del resto de cazadores, parecía que aquella lucha no fuese a durar mucho más.
Centrándose en mantener el muro eléctrico alrededor de los heridos para protegerlos, lo cual iba consumiendo parte de su energía, la tensai siguió con la mirada a aquella misteriosa dama que se acercaba al centro andando con tranquilidad. Un deje de confusión se reflejó en su rostro al escuchar la forma en que se dirigía a Mortagglia, pero esto no duró más que unos instantes, lo justo para determinar que se trataba de la madre de Anastasia, que de algún modo había engañado a la vampira, haciéndola creer que quien se acercaba era su nieta y no su hija. Con tono firme, Isabella ordenó a su madre que dejase en paz a Huracán, acompañando sus palabras con un sonoro trueno que podría escucharse en toda la ciudad.
El enfrentamiento entre ambas era inevitable, aquel asunto debía terminar con la muerte de Mortagglia, y Elen haría lo posible porque así fuera, aunque no pudiese intervenir directamente en el combate. La vampira no tardó en transformarse en un enjambre de murciélagos, que voló a toda prisa contra su hija, quien echando mano de la electricidad, consiguió dañar a unos cuantos antes de que la cubriesen por completo. Los alados alzaron a Isabella hasta el cielo, pero entonces la bruja contraatacó, provocando que un relámpago impactase en la bandada, aunque aquello no pareció frenar a Mortagglia, que tras realizar un giro en el aire, volvió a abalanzarse sobre su hija.
El cuerpo de la maga salió disparado hacia la parte trasera de la torre, lugar al que Rachel se dirigió de inmediato, probablemente para ayudar a su dueña y desequilibrar la balanza, cosa que la centinela no podía permitir. Sin embargo, aún quedaban bastantes vampiros en la plaza, y la pila de heridos no podía quedar desprotegida ante tales animales, ¿qué podía hacer? Elen se encontraba dividida y no apartaba la mirada de la bio, que seguía avanzando hacia el lugar en que se desarrollaría el resto del combate. - ¡Tenemos que detenerla! ¡No podemos permitir que ayude a Mortagglia! - exclamó la maga, dirigiéndose a la vampira de cabellos blancos. Alzando una mano en dirección a Rachel, la joven liberó una descarga que cruzó el espacio a gran velocidad, pero el objetivo no era impactar en el cuerpo de la morena sino a su lado, ya que aún debía agradecer en parte que la hubiese avisado, así que era más bien una advertencia.
Era un aviso, si no se detenía la siguiente si iría contra ella, aunque primero tendría que abandonar la plaza para seguirla. Los cazadores y algunos efectivos de la guardia comenzaron a hacerse cargo de la situación, dando lugar a una batalla sin precedentes, pero aún quedaba ayuda por llegar, aunque nadie hubiese imaginado que lo hiciese de aquel modo. Todo el suelo de la plaza comenzó a temblar violentamente bajo los pies de quienes se encontraban en ella, para instantes después dar paso a unas enormes raíces que destrozaron los adoquines de piedra y salieron a la superficie. Sin perder ni un segundo éstas raíces salieron disparadas contra los seguidores de Mortagglia, atravesándolos y lanzándolos al fuego uno tras otro, pero no solo eso, también envolvieron la pila de heridos creando una especie de cúpula, justo cuando el muro de energía comenzó a desvanecerse.
Sorprendida ante aquel repentino giro, Elen buscó con la mirada al causante de aquello, que resultó ser una joven de cabellos claros, que había llegado junto con algunos de los guardias. - ¡Marchaos! - indicó la extraña, que había escuchado las palabras de la tensai sobre detener a Rachel. Sin tiempo para dar las gracias ni obtener más información acerca de aquella muchacha, la de ojos verdes hizo un gesto a Catherine y se lanzó a la carrera, esperando que la vampira decidiese acompañarla.
Pronto los demás se darían cuenta de su traición, pero para la hechicera suponía un importante apoyo de cara a la pelea que estallaría de un momento a otro, ya no estaba sola. Sin poder seguir la trayectoria de la vampira con la mirada, ya que Mortagglia empezaba a moverse y dada su peligrosidad debía ser vigilada, Elen esperó que su nueva compañera pudiese arreglárselas bien con los asesinos que quedaban más cerca del centro, mientras ella se encaraba con la Dama. Haciendo gala de su cobardía, la vampira optó por llamar a sus seguidores para lanzarlos a todos contra la bruja, pero no iba a salirse con la suya, aunque tuviese que desatar la tempestad sobre Lunargenta para destruir a sus hordas, Mortagglia tendría que enfrentarse a ella sin trucos.
Con ambos brazos envueltos en su elemento, la de cabellos cenicientos notó como el enemigo comenzaba a acercarse desde todas direcciones, pero pronto una parte centró su atención en aquella a la que llamaban traidora, pues la Dama deseaba que su muerte fuese aún más cruel que la suya. Sin duda la muchacha era de los presentes, la única miembro de su raza que conservaba algo de humanidad en su ser, y eso para Mortagglia debía ser aplastado, no aceptaba rebeldes. Después de dedicar aquellas palabras a la joven, la mirada de la vampira volvió a centrarse sobre la benjamina de los Calhoun, para asegurarle que Huracán se encontraba muy cerca del lugar, y que iba a ocuparse de ella.
A pesar de conocer de sobra las habilidades de combate de su amiga, Elen paseó la mirada con cierta preocupación por los alrededores, en busca de la figura de la cazadora, que no llegó a encontrar. En vez de eso, un pequeño grupo de recién llegados irrumpió en la plaza, bajo el liderazgo de una poderosa maga, que haciendo uso del viento barrió a buena parte de los seguidores de Mortagglia, enviándolos directamente hacia las llamas que consumían la torre. Los agónicos gritos de aquellos no se hicieron esperar, pero nadie movería un dedo para ayudarlos, no después de la matanza que habían causado en las calles.
La de ojos verdes observó con interés a aquella mujer, para luego fijarse en la ballesta que llevaba a la espalda, detalle que la identificaba como cazadora. El resto de miembros de su unidad también iban armados, y quedaba claro que pertenecían a la misma organización que Anastasia, lo cual los convertía en aliados de cara a la caótica situación que estaba teniendo lugar en la plaza. De un momento a otro las tornas habían cambiado, y por muchos vampiros que consiguiese atraer Mortagglia, entre los poderes de ambas hechiceras, la rapidez de la joven que se había rebelado contra los suyos y las habilidades aún por descubrir del resto de cazadores, parecía que aquella lucha no fuese a durar mucho más.
Centrándose en mantener el muro eléctrico alrededor de los heridos para protegerlos, lo cual iba consumiendo parte de su energía, la tensai siguió con la mirada a aquella misteriosa dama que se acercaba al centro andando con tranquilidad. Un deje de confusión se reflejó en su rostro al escuchar la forma en que se dirigía a Mortagglia, pero esto no duró más que unos instantes, lo justo para determinar que se trataba de la madre de Anastasia, que de algún modo había engañado a la vampira, haciéndola creer que quien se acercaba era su nieta y no su hija. Con tono firme, Isabella ordenó a su madre que dejase en paz a Huracán, acompañando sus palabras con un sonoro trueno que podría escucharse en toda la ciudad.
El enfrentamiento entre ambas era inevitable, aquel asunto debía terminar con la muerte de Mortagglia, y Elen haría lo posible porque así fuera, aunque no pudiese intervenir directamente en el combate. La vampira no tardó en transformarse en un enjambre de murciélagos, que voló a toda prisa contra su hija, quien echando mano de la electricidad, consiguió dañar a unos cuantos antes de que la cubriesen por completo. Los alados alzaron a Isabella hasta el cielo, pero entonces la bruja contraatacó, provocando que un relámpago impactase en la bandada, aunque aquello no pareció frenar a Mortagglia, que tras realizar un giro en el aire, volvió a abalanzarse sobre su hija.
El cuerpo de la maga salió disparado hacia la parte trasera de la torre, lugar al que Rachel se dirigió de inmediato, probablemente para ayudar a su dueña y desequilibrar la balanza, cosa que la centinela no podía permitir. Sin embargo, aún quedaban bastantes vampiros en la plaza, y la pila de heridos no podía quedar desprotegida ante tales animales, ¿qué podía hacer? Elen se encontraba dividida y no apartaba la mirada de la bio, que seguía avanzando hacia el lugar en que se desarrollaría el resto del combate. - ¡Tenemos que detenerla! ¡No podemos permitir que ayude a Mortagglia! - exclamó la maga, dirigiéndose a la vampira de cabellos blancos. Alzando una mano en dirección a Rachel, la joven liberó una descarga que cruzó el espacio a gran velocidad, pero el objetivo no era impactar en el cuerpo de la morena sino a su lado, ya que aún debía agradecer en parte que la hubiese avisado, así que era más bien una advertencia.
Era un aviso, si no se detenía la siguiente si iría contra ella, aunque primero tendría que abandonar la plaza para seguirla. Los cazadores y algunos efectivos de la guardia comenzaron a hacerse cargo de la situación, dando lugar a una batalla sin precedentes, pero aún quedaba ayuda por llegar, aunque nadie hubiese imaginado que lo hiciese de aquel modo. Todo el suelo de la plaza comenzó a temblar violentamente bajo los pies de quienes se encontraban en ella, para instantes después dar paso a unas enormes raíces que destrozaron los adoquines de piedra y salieron a la superficie. Sin perder ni un segundo éstas raíces salieron disparadas contra los seguidores de Mortagglia, atravesándolos y lanzándolos al fuego uno tras otro, pero no solo eso, también envolvieron la pila de heridos creando una especie de cúpula, justo cuando el muro de energía comenzó a desvanecerse.
Sorprendida ante aquel repentino giro, Elen buscó con la mirada al causante de aquello, que resultó ser una joven de cabellos claros, que había llegado junto con algunos de los guardias. - ¡Marchaos! - indicó la extraña, que había escuchado las palabras de la tensai sobre detener a Rachel. Sin tiempo para dar las gracias ni obtener más información acerca de aquella muchacha, la de ojos verdes hizo un gesto a Catherine y se lanzó a la carrera, esperando que la vampira decidiese acompañarla.
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Elen Calhoun
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
La joven albina no quiso perder ni un solo segundo, y aprovechó todo indicio de distracción que Elen provocó con su llegada a los vampiros que la rodeaban, para dar muerte a unos pocos más que, conscientes de la deslealtad de Catherine, arremetían contra ella.
No escuchaba a nada ni a nadie, solo tenía en su mente imágenes llenas de sangre y muerte a causa de monstruos como los que estaba hiriendo o dándole un inesperado final. Lo único que la sacó de su frenético ensimismamiento fue la potente voz de la Dama, la cual ahora se refirió a ella, y no le bastó más que escuchar aquella palabra: Traidora.
Catherine se quedó completamente paralizada durante un instante, instante que uno de sus congéneres empleó para lanzarle un duro golpe a garra abierta directo a la cara, volviéndosele ésta bruscamente a un lado, haciéndola desorientarse y trastabillar con su propio vestido, hasta caer de rodillas al suelo. Allí, tirada y rodeada, recibió la cruel sentencia de Mortagglia, sintiendo cada acusación como el más duro golpe de realidad que hasta esa noche no había recibido.
Sintió el hervir de la sangre por dentro de su cuerpo tan claro como lo notaba brotar de su mejilla herida. Y no estaba segura de si temblaba más por miedo o por rabia, pero cuando levantó la cabeza para mirar a la Dama, se encontró con el ceño fruncido y los dientes apretados. Quiso gritarle algo a aquella mujer, pero no había terminado de pronunciar su discurso cuando le lanzaron el primer golpe. Y el segundo, y el tercero.
Cat se empezó a remover para que dejaran de lincharla a base de porrazos y garrazos, pudo cortar algunas de las piernas y manos que se le acercaban antes de ponerse en pie, pero se encontraba en una patética minoría, y lo único que tenía a su favor –si podía decirse con ese término– era que, muy probablemente, aquellos vampiros no la matarían. Tan sólo la machacarían hasta dejarla al borde del abismo. Y la encargada de lanzarla dentro de él sería Mortagglia, o algún otro más imponente que aquel grupo de chupasangres, con tal de demostrar el crudo precio de la desobediencia.
Pero pronto llegó otro importante distractor, y la oleada de violencia que se cernía sobre Cat, disminuyó lo justo para poder hacerla respirar, agitarse y separarse del grupo en una inútil carrera que hacía el intento de llegar hasta Elen o Rachel antes de volver a encontrarse con más enemigos de frente.
Poco faltó para que la nueva mujer que entró en escena se la llevara para adelante con una poderosa ráfaga de aire que levantó los cuerpos de multitud de vampiros y los hizo estrellarse contra el fuego que seguía devorando la torre.
Catherine no fue la única que permaneció inmóvil ante tal demostración de poder, y cuando ambas mujeres, Mortagglia y la que ésta llamó como Isabella, empezaron a luchar, la chica se quedó completamente hipnotizada por el baile mortal que ambas comenzaron a desarrollar, hasta que una de ellas desapareció de escena y fue el grito de Elen lo que hizo despertar a la joven vampira.
Los ojos carmesíes de Cat se clavaron en la chica de cabellos plateados, y el ataque que profirió hacia Rachel –aunque no llegó a darle– le indicó sus intenciones. Pero antes de que pudiera siquiera reaccionar, ya no sólo porque una parte de ella no quisiera arremeter contra la chica biocibernética, aparte, la duda y el momento de quietud durante la batalla entre madre e hija, la había vuelto a posicionar en una mala situación, viéndose de nuevo rodeada por vampiros sedientos de sangre y, ahora, sedientos de la gloria que supondría llevarla ante la Dama.
Catherine apretó el mango del puñal, que tras mucho recibir había rehusado a soltar, y cuando iba a disponerse a saltar sobre quienes tenía delante, un fenómeno extraño e inesperado la hizo volver a desestabilizarse, por suerte, no solo ella sufrió aquella espasmódica embestida.
El suelo se movía bajo sus pies, y del mismo comenzaron a crecer innumerables enredaderas que empalaron a varios de los vampiros que tenía a su alrededor.
– Q.. ¡¿Qué esto?! –Chilló buscando con la mirada a Elen, tratando de guiar sus pasos con la mayor prudencia posible a una zona que no fuera azotada por semejante espectáculo.
Y mientras buscaba el foco de aquello, que intuyó fuera algún tipo de magia, su mirada se cruzó con la de la bruja de cabellos plateados, la cual le incitaba a seguirla con un ademán antes de salir disparada.
Cat no quiso pensárselo dos veces, y mientras se tragaba todo el dolor de las recientes heridas y magulladuras, volvió a remangarse la falda llena de jirones y se lanzó a la carrera junto a la joven bruja.
Iba a unas zancadas por detrás de ella cuando alzó la voz:
– ¿¡Qué ha sido eso!? –No había que ser muy listo para saber que se refería a lo ocurrido en la plaza con aquellas plantas– ¿¡Qué haremos ahora nosotras?! – "¿Y qué puedo hacer yo?" fue la última pregunta que se atravesó en su garganta y no llegó a salir.
No esperaba ningún plan perfectamente estudiado, pero necesitaba ceñirse a las pautas mínimas que Elen le aconsejara. Era consciente de que se dirigían hacia donde habían ido aquellas dos mujeres visiblemente poderosas, y las tácticas de batalla era un tema en el que nunca había centrado su atención a lo largo de su corta vida.
No escuchaba a nada ni a nadie, solo tenía en su mente imágenes llenas de sangre y muerte a causa de monstruos como los que estaba hiriendo o dándole un inesperado final. Lo único que la sacó de su frenético ensimismamiento fue la potente voz de la Dama, la cual ahora se refirió a ella, y no le bastó más que escuchar aquella palabra: Traidora.
Catherine se quedó completamente paralizada durante un instante, instante que uno de sus congéneres empleó para lanzarle un duro golpe a garra abierta directo a la cara, volviéndosele ésta bruscamente a un lado, haciéndola desorientarse y trastabillar con su propio vestido, hasta caer de rodillas al suelo. Allí, tirada y rodeada, recibió la cruel sentencia de Mortagglia, sintiendo cada acusación como el más duro golpe de realidad que hasta esa noche no había recibido.
Sintió el hervir de la sangre por dentro de su cuerpo tan claro como lo notaba brotar de su mejilla herida. Y no estaba segura de si temblaba más por miedo o por rabia, pero cuando levantó la cabeza para mirar a la Dama, se encontró con el ceño fruncido y los dientes apretados. Quiso gritarle algo a aquella mujer, pero no había terminado de pronunciar su discurso cuando le lanzaron el primer golpe. Y el segundo, y el tercero.
Cat se empezó a remover para que dejaran de lincharla a base de porrazos y garrazos, pudo cortar algunas de las piernas y manos que se le acercaban antes de ponerse en pie, pero se encontraba en una patética minoría, y lo único que tenía a su favor –si podía decirse con ese término– era que, muy probablemente, aquellos vampiros no la matarían. Tan sólo la machacarían hasta dejarla al borde del abismo. Y la encargada de lanzarla dentro de él sería Mortagglia, o algún otro más imponente que aquel grupo de chupasangres, con tal de demostrar el crudo precio de la desobediencia.
Pero pronto llegó otro importante distractor, y la oleada de violencia que se cernía sobre Cat, disminuyó lo justo para poder hacerla respirar, agitarse y separarse del grupo en una inútil carrera que hacía el intento de llegar hasta Elen o Rachel antes de volver a encontrarse con más enemigos de frente.
Poco faltó para que la nueva mujer que entró en escena se la llevara para adelante con una poderosa ráfaga de aire que levantó los cuerpos de multitud de vampiros y los hizo estrellarse contra el fuego que seguía devorando la torre.
Catherine no fue la única que permaneció inmóvil ante tal demostración de poder, y cuando ambas mujeres, Mortagglia y la que ésta llamó como Isabella, empezaron a luchar, la chica se quedó completamente hipnotizada por el baile mortal que ambas comenzaron a desarrollar, hasta que una de ellas desapareció de escena y fue el grito de Elen lo que hizo despertar a la joven vampira.
Los ojos carmesíes de Cat se clavaron en la chica de cabellos plateados, y el ataque que profirió hacia Rachel –aunque no llegó a darle– le indicó sus intenciones. Pero antes de que pudiera siquiera reaccionar, ya no sólo porque una parte de ella no quisiera arremeter contra la chica biocibernética, aparte, la duda y el momento de quietud durante la batalla entre madre e hija, la había vuelto a posicionar en una mala situación, viéndose de nuevo rodeada por vampiros sedientos de sangre y, ahora, sedientos de la gloria que supondría llevarla ante la Dama.
Catherine apretó el mango del puñal, que tras mucho recibir había rehusado a soltar, y cuando iba a disponerse a saltar sobre quienes tenía delante, un fenómeno extraño e inesperado la hizo volver a desestabilizarse, por suerte, no solo ella sufrió aquella espasmódica embestida.
El suelo se movía bajo sus pies, y del mismo comenzaron a crecer innumerables enredaderas que empalaron a varios de los vampiros que tenía a su alrededor.
– Q.. ¡¿Qué esto?! –Chilló buscando con la mirada a Elen, tratando de guiar sus pasos con la mayor prudencia posible a una zona que no fuera azotada por semejante espectáculo.
Y mientras buscaba el foco de aquello, que intuyó fuera algún tipo de magia, su mirada se cruzó con la de la bruja de cabellos plateados, la cual le incitaba a seguirla con un ademán antes de salir disparada.
Cat no quiso pensárselo dos veces, y mientras se tragaba todo el dolor de las recientes heridas y magulladuras, volvió a remangarse la falda llena de jirones y se lanzó a la carrera junto a la joven bruja.
Iba a unas zancadas por detrás de ella cuando alzó la voz:
– ¿¡Qué ha sido eso!? –No había que ser muy listo para saber que se refería a lo ocurrido en la plaza con aquellas plantas– ¿¡Qué haremos ahora nosotras?! – "¿Y qué puedo hacer yo?" fue la última pregunta que se atravesó en su garganta y no llegó a salir.
No esperaba ningún plan perfectamente estudiado, pero necesitaba ceñirse a las pautas mínimas que Elen le aconsejara. Era consciente de que se dirigían hacia donde habían ido aquellas dos mujeres visiblemente poderosas, y las tácticas de batalla era un tema en el que nunca había centrado su atención a lo largo de su corta vida.
Catherine Blair
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Me dispuse a correr hacia la parte trasera, donde supuestamente se encontraría la lucha entre la Dama y la peligrosa cazadora que parecía ser su hija. No tuve tiempo casi de empezar a correr pues una descargar impactó justo a mi lado. - ¡Ah! – exclamé asustada por el impacto tan cercano. Miré hacia atrás para comprobar quién había sido. “Hechizo eléctrico. Probablemente causado por Elen”, me advirtió NIA. La busqué con la mirada y vi como la bruja me observaba de reojo, aunque parecía continuar en combate. Tendría un problema para llegar hasta Mortagglia bajo la supervisión de la de cabellos cenicientos, y en un hipotético combate tenía todas las de perder.
Cuando todo parecía que no podía ir peor. Sentí como el suelo comenzó a vibrar bajo mis pies. –Oh dios, ¿qué ocurre? – pregunté a NIA, del impulso hasta me caí al suelo. “Es un terremoto. Pero es provocado. Alguien ha irrumpido en la plaza”. No me hizo falta indagar demasiado para ver como una hechicera de manto verde había irrumpido. “Tensái de tierra”. Me dijo NIA.
También generó unas raíces que atravesaban a todo seguidor de la Dama, que aunque seguían siendo superiores en número, no así en “poder individual”. Por lo que la balanza tendería a equilibrarse. Para colmo, vi como Elen y la vampiresa comenzaban a correr hacia mí. Que permanecía inmóvil. No podía dejar que me cogieran. Así que comencé a correr hacia la parte en la que se encontraban la Dama y su hija. Las busqué con la mirada. Continuaban luchando en el aire, a lo lejos. Veía como Isabella lanzaba rayos de manera continua a los murciélagos, que trataban de envolverla como un tornado. Fue una escena fugaz que desapareció de mis ojos cuando un nuevo golpe volvió a desplazar a las dos mujeres.
Pero el terremoto provocado por la hechicera de tierra había hecho mella afectó aún más a la deteriorada torre. Esta comenzaría a hundirse sobre sus cimientos verticalmente. Yo estaba bastante cerca. Corría el riesgo de que me cayera alguna piedra en la cabeza. Y un enorme manto mezcla de humo por el incendio y polvo por el desplome del edificio comenzó a penetrar en los pulmones. No veía nada, me hería los ojos. No podía respirar. Comencé a toser en el suelo. Caí arrodillada. Con el agravante de que me cayera una piedra en la cabeza. Me ahogaba. No iba a ver nada. Iba a morir de la forma más cruel. Hasta que…
“Asumiendo los controles del biocibernético”. Se me abrieron los ojos. NIA podía sobrevivir sin respirar. Comenzó a mover mi cuerpo rápidamente entre los escombros y, gracias a poseer el sistema de posicionamiento del que disponen los biocibernéticos, pudo ir atravesando través del polvo, sin respirar, en dirección en la que se encontraban Mortagglia e Isabella. Seguía en la misma plaza donde se erguía la torre, pero en otro lado al que el humo no llegaba por el aire.
Cuando todo parecía que no podía ir peor. Sentí como el suelo comenzó a vibrar bajo mis pies. –Oh dios, ¿qué ocurre? – pregunté a NIA, del impulso hasta me caí al suelo. “Es un terremoto. Pero es provocado. Alguien ha irrumpido en la plaza”. No me hizo falta indagar demasiado para ver como una hechicera de manto verde había irrumpido. “Tensái de tierra”. Me dijo NIA.
También generó unas raíces que atravesaban a todo seguidor de la Dama, que aunque seguían siendo superiores en número, no así en “poder individual”. Por lo que la balanza tendería a equilibrarse. Para colmo, vi como Elen y la vampiresa comenzaban a correr hacia mí. Que permanecía inmóvil. No podía dejar que me cogieran. Así que comencé a correr hacia la parte en la que se encontraban la Dama y su hija. Las busqué con la mirada. Continuaban luchando en el aire, a lo lejos. Veía como Isabella lanzaba rayos de manera continua a los murciélagos, que trataban de envolverla como un tornado. Fue una escena fugaz que desapareció de mis ojos cuando un nuevo golpe volvió a desplazar a las dos mujeres.
Pero el terremoto provocado por la hechicera de tierra había hecho mella afectó aún más a la deteriorada torre. Esta comenzaría a hundirse sobre sus cimientos verticalmente. Yo estaba bastante cerca. Corría el riesgo de que me cayera alguna piedra en la cabeza. Y un enorme manto mezcla de humo por el incendio y polvo por el desplome del edificio comenzó a penetrar en los pulmones. No veía nada, me hería los ojos. No podía respirar. Comencé a toser en el suelo. Caí arrodillada. Con el agravante de que me cayera una piedra en la cabeza. Me ahogaba. No iba a ver nada. Iba a morir de la forma más cruel. Hasta que…
“Asumiendo los controles del biocibernético”. Se me abrieron los ojos. NIA podía sobrevivir sin respirar. Comenzó a mover mi cuerpo rápidamente entre los escombros y, gracias a poseer el sistema de posicionamiento del que disponen los biocibernéticos, pudo ir atravesando través del polvo, sin respirar, en dirección en la que se encontraban Mortagglia e Isabella. Seguía en la misma plaza donde se erguía la torre, pero en otro lado al que el humo no llegaba por el aire.
-Devolviendo controles a usuario. – dije con voz robótica. Y pasó a devolverme la autoridad sobre el cuerpo. Su control nunca podía ser demasiado duradero, pues si bien la inteligencia no sentía el dolor y los daños, estos seguían afectando a mi cuerpo. Y al no saber cuando detenerse, podía terminar dañando aún más mi organismo.
Y en el momento en que me liberó volví a caer al suelo. Tosía. Exhalando el humo y el polvo que había tragado y que aún se acumulaba en mis pulmones. Estaba claro que tenía que echarlo o no podría sobrevivir mucho tiempo sin el control de la inteligencia. Carraspeé unas cuantas veces hasta que pude volver a elevar la vista.
Allí estaba la Dama, derribada en suelo, en su figura humana, postrada frente a la figura de su hija. Que permanecía de pie Ambas estaban fatigadas y con rasguños y moratones varios producidos por los golpes recibidos de la otra. Aún así, era la Dama la que parecía en mayor problema. Isabella no se fijó en mí.
-Se acabó, madre. – gritaba Isabella. Propinándole una nueva descarga a la vampiresa en el suelo. – Has perdido. Y Anastasia acabará con tu maldito centinela. Será el fin de tu Hermandad.
-¡Roche! – gritó Mortagglia al verme. – ¡Ayúdame!
Estaba petrificada al ver en aquella situación a Mortagglia. Comencé a andar hacia atrás, sin perder vista a la escena. No podía ayudar a nadie. La bruja fijaría su atención en mí.
-Espera, ¿tú eres Roche? – preguntó Isabella, jadeante. Y con cierta cara de preocupación. – No la escuches. Sé quién eres. Esta desgraciada te ha robado tu identidad. Mereces una vida mejor. – me dijo con una cara conciliadora. ¿Quién era?
En aquel instante había alejado la vista de la vampiresa. Craso error. Pues esta extendería sus colmillos al máximo, se levantaría y al sonido de un grito aterrador realizaría un poderoso hechizo que paralizaría a la bruja, que ahora sintió como si se hubiese electrificado a sí misma. La había atacado a traición.
-¡Mientes! – gritó tomando a su hija con la mano pero sin tocarla. La estaba sometiendo a mucha presión. Demasiada. La bruja había cometido un gravísimo error que probablemente le costaría la vida. Comenzaba a sangrar por nariz y oídos. – Te haré reventar por dentro.
-Co…noz…co – decía como podía la bruja. Que sufría agónicamente. – tu… her… ma… no… - ya no alcanzaba a oír lo que decía por lo tenue de su voz. Y esto último no lo había escuchado.
-¿Qué dice? – le pregunté a la Dama. Acercándome a la escena. La bruja ya había caído arrodillada.
-¡No dice nada! – me gritó sin mirarme. Lanzaba una mirada de odio a su propia hija. – Debiste unirte a mí en su momento. El centinela convertirá a tu hija en lo que soy yo ahora por las buenas o por las malas. Y juntas impondremos un nuevo orden. – la miró con odio. Apretando con mayor intensidad a la bruja que ya casi no podía ni respirar. – Este será tu gran fracaso. Ahora morirás. – sentenció. Me quedé tiesa por el odio que había mostrado en aquella última expresión por su propia hija.
- Mensaje de Huri para Elen desde el infinito:
- Eleeeeen. Salva a mi mami >.<.
Rachel Roche
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El caos se adueñó de la plaza, y con la repentina y sorprendente entrada en escena de la extraña hechicera de tierra, la confusión se apoderó de la joven vampira de cabellos blancos, que no tuvo apenas tiempo de ver lo que ocurría antes de lanzarse a la carrera tras la tensai de viento. Desde una posición ligeramente atrasada con respecto a Elen, l muchacha intentó dar sentido a lo que estaba ocurriendo frente a la torre del reloj, preguntando a la de ojos verdes qué había pasado, y lo que era más importante, qué harían al llegar al lugar en que se estaba desarrollando el duelo entre Isabella y Mortagglia.
- No podemos permitir que Rachel decante la balanza en favor de Mortagglia, tenemos que detenerla y proteger a la bruja. - respondió, echando la vista atrás para buscar por un momento el rostro de su compañera, que parecía haber salido herida tras su encuentro con los seguidores de la Dama. - ¿Te encuentras bien? - preguntó, recordando que aún no conocía su nombre, aunque para eso habría tiempo luego, cuando todo hubiese terminado. Un estruendo cercano la hizo volver la vista hacia la torre, que empezaba a derrumbarse de forma vertical en respuesta al temblor con que la maga de tierra había hecho llegar sus raíces hasta la plaza, poniendo en peligro a cuantos se encontrasen demasiado cerca.
Elen se detuvo instintivamente y observó como la bio cibernética, que les llevaba algo de ventaja, caía arrodillada al suelo tosiendo, a causa de la mezcla de humo y polvo que había en el ambiente, combinación que podía afectar seriamente a los pulmones si no se disipaba pronto. Viendo que tras unos instantes, Rachel se reponía para seguir corriendo en dirección a su líder, la tensai creó una corriente de viento y despejó la zona para poder avanzar sin peligro, enviando el aire viciado a las alturas, donde no pudiese dañar a nadie más. - ¡Tenemos que darnos prisa! - instó, dirigiendo una fugaz mirada a su compañera para comprobar que siguiese cerca.
A toda prisa, la benjamina de los Calhoun siguió corriendo a través de la calle, con la vista clavada en Rachel, que no tardó en volver a caerse. Sin embargo, la bio había logrado su cometido, ya se encontraba en el lugar en que madre e hija medían sus fuerzas, justo a tiempo de ver como Mortagglia estaba a punto de perder no solo la pelea, sino también la vida. Elen no podía escuchar lo que decían a causa de la distancia, pero aceleró el paso para llegar cuanto antes a la escena, aunque parecía que Isabella lo tenía todo bajo control, al menos de momento.
La Dama yacía en el suelo, y tras recibir una nueva descarga de su hija pidió la ayuda de Rachel a gritos, pero ésta no reaccionó, parecía petrificada ante la imagen que tenía delante. Por desgracia, la presencia de la bio fue suficiente para que Isabella cometiese el error de despistarse, dando a su madre la oportunidad de atacarla a traición, paralizando su cuerpo con un hechizo. Ante aquella escena, en que la mujer comenzó a sangrar por la nariz y los oídos, Elen no pudo sino apresurarse para intervenir, esperando llegar a tiempo de salvar a la madre de su amiga.
Lo único que alcanzó a escuchar antes de encontrarse lo suficientemente cerca como para actuar fue la amenaza de la vampira, que aseguraba que el centinela convertiría a Anastasia en lo que era ella, por las buenas o por las malas, y que juntas impondrían un nuevo orden, tras lo cual sentenció a su propia hija a la muerte. ¿Centinela? ¿A qué se refería con eso? Las preguntas comenzaron a tomar forma en la cabeza de la tensai, que tras superar la posición de Rachel, alzó un brazo en dirección a Isabella y concentró su eléctrico elemento. - Quítale tus sucias manos de encima. - espetó, al tiempo que un muro de energía surgía en torno a la hechicera, atrapando parte del brazo de Mortagglia, lo que le supuso recibir una fuerte descarga.
Profiriendo un grito de dolor, no solo por el contacto con la electricidad sino por todo el daño que ya había recibido durante la lucha, la Dama se vio obligada a retroceder y dejar libre a su hija, aunque eso no le impidió dedicar una mirada de odio a la recién llegada, que siempre que aparecía era para estropear sus planes. Como respuesta, y sin perder ni un segundo, Elen lanzó contra ella una ráfaga de tres descargas, que impactaron en su cuerpo y la hicieron acabar de rodillas, justo como ella había dejado a Isabella. - No intervengas Rachel, esto debe acabar así, debe morir aquí y ahora. - indicó la tensai, mirando por el rabillo del ojo a la bio cibernética, para controlar que no intentase atacarla por la espalda.
Sin dejar de apuntar con el brazo en dirección a Mortagglia, por si intentaba levantarse, la de ojos verdes avanzó hacia el muro de energía que protegía a la maga y la sujetó por el hombro, para luego intentar ayudarla a ponerse en pie, si es que se encontraba en condiciones de hacerlo.
- No podemos permitir que Rachel decante la balanza en favor de Mortagglia, tenemos que detenerla y proteger a la bruja. - respondió, echando la vista atrás para buscar por un momento el rostro de su compañera, que parecía haber salido herida tras su encuentro con los seguidores de la Dama. - ¿Te encuentras bien? - preguntó, recordando que aún no conocía su nombre, aunque para eso habría tiempo luego, cuando todo hubiese terminado. Un estruendo cercano la hizo volver la vista hacia la torre, que empezaba a derrumbarse de forma vertical en respuesta al temblor con que la maga de tierra había hecho llegar sus raíces hasta la plaza, poniendo en peligro a cuantos se encontrasen demasiado cerca.
Elen se detuvo instintivamente y observó como la bio cibernética, que les llevaba algo de ventaja, caía arrodillada al suelo tosiendo, a causa de la mezcla de humo y polvo que había en el ambiente, combinación que podía afectar seriamente a los pulmones si no se disipaba pronto. Viendo que tras unos instantes, Rachel se reponía para seguir corriendo en dirección a su líder, la tensai creó una corriente de viento y despejó la zona para poder avanzar sin peligro, enviando el aire viciado a las alturas, donde no pudiese dañar a nadie más. - ¡Tenemos que darnos prisa! - instó, dirigiendo una fugaz mirada a su compañera para comprobar que siguiese cerca.
A toda prisa, la benjamina de los Calhoun siguió corriendo a través de la calle, con la vista clavada en Rachel, que no tardó en volver a caerse. Sin embargo, la bio había logrado su cometido, ya se encontraba en el lugar en que madre e hija medían sus fuerzas, justo a tiempo de ver como Mortagglia estaba a punto de perder no solo la pelea, sino también la vida. Elen no podía escuchar lo que decían a causa de la distancia, pero aceleró el paso para llegar cuanto antes a la escena, aunque parecía que Isabella lo tenía todo bajo control, al menos de momento.
La Dama yacía en el suelo, y tras recibir una nueva descarga de su hija pidió la ayuda de Rachel a gritos, pero ésta no reaccionó, parecía petrificada ante la imagen que tenía delante. Por desgracia, la presencia de la bio fue suficiente para que Isabella cometiese el error de despistarse, dando a su madre la oportunidad de atacarla a traición, paralizando su cuerpo con un hechizo. Ante aquella escena, en que la mujer comenzó a sangrar por la nariz y los oídos, Elen no pudo sino apresurarse para intervenir, esperando llegar a tiempo de salvar a la madre de su amiga.
Lo único que alcanzó a escuchar antes de encontrarse lo suficientemente cerca como para actuar fue la amenaza de la vampira, que aseguraba que el centinela convertiría a Anastasia en lo que era ella, por las buenas o por las malas, y que juntas impondrían un nuevo orden, tras lo cual sentenció a su propia hija a la muerte. ¿Centinela? ¿A qué se refería con eso? Las preguntas comenzaron a tomar forma en la cabeza de la tensai, que tras superar la posición de Rachel, alzó un brazo en dirección a Isabella y concentró su eléctrico elemento. - Quítale tus sucias manos de encima. - espetó, al tiempo que un muro de energía surgía en torno a la hechicera, atrapando parte del brazo de Mortagglia, lo que le supuso recibir una fuerte descarga.
Profiriendo un grito de dolor, no solo por el contacto con la electricidad sino por todo el daño que ya había recibido durante la lucha, la Dama se vio obligada a retroceder y dejar libre a su hija, aunque eso no le impidió dedicar una mirada de odio a la recién llegada, que siempre que aparecía era para estropear sus planes. Como respuesta, y sin perder ni un segundo, Elen lanzó contra ella una ráfaga de tres descargas, que impactaron en su cuerpo y la hicieron acabar de rodillas, justo como ella había dejado a Isabella. - No intervengas Rachel, esto debe acabar así, debe morir aquí y ahora. - indicó la tensai, mirando por el rabillo del ojo a la bio cibernética, para controlar que no intentase atacarla por la espalda.
Sin dejar de apuntar con el brazo en dirección a Mortagglia, por si intentaba levantarse, la de ojos verdes avanzó hacia el muro de energía que protegía a la maga y la sujetó por el hombro, para luego intentar ayudarla a ponerse en pie, si es que se encontraba en condiciones de hacerlo.
Elen Calhoun
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Si ya el hecho de estar en la plaza era sofocante para la vampira por la cercanía del fuego, el estar acercándose cada vez más al foco principal de las llamas la estaba agobiando tanto como le comenzaban a agotar las heridas.
Aun así, se mostró firme ante la mirada que Elen le echó mientras le informaba a cerca de lo preciso a realizar una vez llegaran al punto clave. Así como reunió las fuerzas suficientes para alcanzar el ritmo de la bruja, y poder pronunciar un ligero “Sí, tranquila” entre disimulados jadeos como respuesta a la preocupación de su última pregunta.
Era cierto que los daños que había sufrido eran lo mínimo teniendo en cuenta lo que antes se le había echado encima. Pero no estaba para nada acostumbrada a aquella situación. Ser atacada con tanta violencia y desprecio, sumando además el irremediable temor de haber arruinado su vida al proclamarse delante de tantos como enemiga de su propia raza. Sinceramente, todo le estaba resultando una pesadilla. Una pesadilla que sabía que solo acabaría con un final medianamente feliz si hacía cuanto Elen le decía; era por eso, y solo por eso, que no dejaría que la joven bruja la viera flaquear.
Continuó la carrera sin despistes hasta que una fuerza mayor desvió la atención de las chicas hasta la torre del reloj. Ésta también había sido sometida a los temblores provocados por la hechicera que invocó las raíces minutos antes, y la consecuencia más irremediable fue el desprendimiento del enorme edificio de forma estrepitosa, creando una lluvia de escombros en llamas rodeados de la humareda que provocó la misma explosión y el derrumbamiento.
Cat pudo ver como Rachel caía unos metros por delante de ambas. Una parte de ella se preocupó en cierto modo, otra se alegraba por la oportunidad que aquello les brindaría. Pero poco menos de unos segundos tardó la biocibernética en recuperarse, continuando su camino con una facilidad, a ojos ajenos, envidiable.
La vampira comenzaba a frenar la carrera, más por prudencia que por cualquier otra cosa. Imaginaba que Rachel podía combatir el veneno que ese humo supondría para alguien “normal” por eso de ser medio máquina, pero ellas si se verían afectadas de alguna forma, por lo que estaba a punto de referirse a su compañera para proponerle algún tipo de rodeo, cuando la muchacha de cabellos plateados conjuró una potente ráfaga de aire que podría mantenerlas fuera del alcance de toda la humareda y la presión del ambiente.
La vampira estuvo a punto de esbozar una débil sonrisa aliviada, y motivada por los poderes y las posibilidades que demostraba Elen, le dedicó un firme gesto afirmativo ante la última frase que ésta pronunció para hacerla avivar.
Poco faltaba para llegar al sitio donde se encontraba Mortagglia e Isabella, y, una vez más, pudieron observar como Rachel desfallecía a base de golpes de tos, pero ella ya se encontraba allí, junto a las dos mujeres que seguían batiéndose en duelo y que en ese momento, parecía que fuera la hija quién iba a alzarse vencedora.
Y al igual que cuando, hacía segundos, Cat se vio protegida por la magia de Elen, aquella escena le resultó tan consoladora como lo fue la ráfaga de viento que antes apartó ese espeso humo que las intentó invadir.
Pero la nueva sensación de alivio no tardó demasiado en desaparecer.
Desde donde se encontraban Catherine y Elen no se llegó a escuchar las pocas palabras que estaban cruzando allá a lo lejos las dos mujeres y Rachel, pero debió haber algo que cambió las tornas, y de pronto, era Mortagglia quién dominaba la situación. Comenzando a dañar a su propia hija de forma visiblemente grave.
Cat lanzó una mirada a Elen, como si supiera que no hacía falta más que aquella escena para que la joven bruja actuase con la rapidez y eficacia que ya había manifestado antes. Y tal cual sucedió: Elen aceleró hasta rebasar a Rachel y sus palabras fueron seguidas de una serie de ataques que abatieron y redujeron a la poderosa vampira hasta dejarla contra el suelo, pudiendo socorrer a Isabella justo a tiempo.
Catherine había seguido los pasos de la muchacha, pero, a diferencia de ella, no se atrevió a hacer nada en contra de Mortagglia. Su atención se centró en Rachel en cuanto llegó a su posición, y recordando lo que la tensai le había dicho, la joven vampira se interpuso entre el cuerpo arrodillado de la Dama y la chica biocibernética, dando la espalda a la primera.
Las palabras que Elen dedicó a la morena fueron como una señal para Cat.
– Rachel… por favor –Suplicó en un susurro que extrañamente se pudo escuchar entre todo el desorden que había. – No participes en esta masacre, las intenciones de esa mujer no son buenas, por mucho que rece velar por ti o por… nosotros. – Casi le resultó costoso meterse dentro del saco de los demás vampiros, y como en el primer momento que Rachel se dirigió a ella, nuevamente la vampira buscó la mirada azul de la muchacha, mientras sus ojos volvían a tornarse del color de la miel.
Estaba tratando de hacerla entrar en razón, intentando infundirle cierta confianza con algo más que palabras, y no dudó en ayudarse con esa extraña habilidad que lucían los de su naturaleza a la hora de intentar enamorar o engatusar a sus víctimas. Aunque no estaba realmente segura de si funcionaría con seres biocibernéticos.
Aun así, se mostró firme ante la mirada que Elen le echó mientras le informaba a cerca de lo preciso a realizar una vez llegaran al punto clave. Así como reunió las fuerzas suficientes para alcanzar el ritmo de la bruja, y poder pronunciar un ligero “Sí, tranquila” entre disimulados jadeos como respuesta a la preocupación de su última pregunta.
Era cierto que los daños que había sufrido eran lo mínimo teniendo en cuenta lo que antes se le había echado encima. Pero no estaba para nada acostumbrada a aquella situación. Ser atacada con tanta violencia y desprecio, sumando además el irremediable temor de haber arruinado su vida al proclamarse delante de tantos como enemiga de su propia raza. Sinceramente, todo le estaba resultando una pesadilla. Una pesadilla que sabía que solo acabaría con un final medianamente feliz si hacía cuanto Elen le decía; era por eso, y solo por eso, que no dejaría que la joven bruja la viera flaquear.
Continuó la carrera sin despistes hasta que una fuerza mayor desvió la atención de las chicas hasta la torre del reloj. Ésta también había sido sometida a los temblores provocados por la hechicera que invocó las raíces minutos antes, y la consecuencia más irremediable fue el desprendimiento del enorme edificio de forma estrepitosa, creando una lluvia de escombros en llamas rodeados de la humareda que provocó la misma explosión y el derrumbamiento.
Cat pudo ver como Rachel caía unos metros por delante de ambas. Una parte de ella se preocupó en cierto modo, otra se alegraba por la oportunidad que aquello les brindaría. Pero poco menos de unos segundos tardó la biocibernética en recuperarse, continuando su camino con una facilidad, a ojos ajenos, envidiable.
La vampira comenzaba a frenar la carrera, más por prudencia que por cualquier otra cosa. Imaginaba que Rachel podía combatir el veneno que ese humo supondría para alguien “normal” por eso de ser medio máquina, pero ellas si se verían afectadas de alguna forma, por lo que estaba a punto de referirse a su compañera para proponerle algún tipo de rodeo, cuando la muchacha de cabellos plateados conjuró una potente ráfaga de aire que podría mantenerlas fuera del alcance de toda la humareda y la presión del ambiente.
La vampira estuvo a punto de esbozar una débil sonrisa aliviada, y motivada por los poderes y las posibilidades que demostraba Elen, le dedicó un firme gesto afirmativo ante la última frase que ésta pronunció para hacerla avivar.
Poco faltaba para llegar al sitio donde se encontraba Mortagglia e Isabella, y, una vez más, pudieron observar como Rachel desfallecía a base de golpes de tos, pero ella ya se encontraba allí, junto a las dos mujeres que seguían batiéndose en duelo y que en ese momento, parecía que fuera la hija quién iba a alzarse vencedora.
Y al igual que cuando, hacía segundos, Cat se vio protegida por la magia de Elen, aquella escena le resultó tan consoladora como lo fue la ráfaga de viento que antes apartó ese espeso humo que las intentó invadir.
Pero la nueva sensación de alivio no tardó demasiado en desaparecer.
Desde donde se encontraban Catherine y Elen no se llegó a escuchar las pocas palabras que estaban cruzando allá a lo lejos las dos mujeres y Rachel, pero debió haber algo que cambió las tornas, y de pronto, era Mortagglia quién dominaba la situación. Comenzando a dañar a su propia hija de forma visiblemente grave.
Cat lanzó una mirada a Elen, como si supiera que no hacía falta más que aquella escena para que la joven bruja actuase con la rapidez y eficacia que ya había manifestado antes. Y tal cual sucedió: Elen aceleró hasta rebasar a Rachel y sus palabras fueron seguidas de una serie de ataques que abatieron y redujeron a la poderosa vampira hasta dejarla contra el suelo, pudiendo socorrer a Isabella justo a tiempo.
Catherine había seguido los pasos de la muchacha, pero, a diferencia de ella, no se atrevió a hacer nada en contra de Mortagglia. Su atención se centró en Rachel en cuanto llegó a su posición, y recordando lo que la tensai le había dicho, la joven vampira se interpuso entre el cuerpo arrodillado de la Dama y la chica biocibernética, dando la espalda a la primera.
Las palabras que Elen dedicó a la morena fueron como una señal para Cat.
– Rachel… por favor –Suplicó en un susurro que extrañamente se pudo escuchar entre todo el desorden que había. – No participes en esta masacre, las intenciones de esa mujer no son buenas, por mucho que rece velar por ti o por… nosotros. – Casi le resultó costoso meterse dentro del saco de los demás vampiros, y como en el primer momento que Rachel se dirigió a ella, nuevamente la vampira buscó la mirada azul de la muchacha, mientras sus ojos volvían a tornarse del color de la miel.
Estaba tratando de hacerla entrar en razón, intentando infundirle cierta confianza con algo más que palabras, y no dudó en ayudarse con esa extraña habilidad que lucían los de su naturaleza a la hora de intentar enamorar o engatusar a sus víctimas. Aunque no estaba realmente segura de si funcionaría con seres biocibernéticos.
Catherine Blair
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
Me mordí los dientes con preocupación cuando vi cómo la Dama apretaba con odio y furia a su hija y di un paso hacia atrás. Iba a acabar con ella de una manera cruel. Yo prefería no intervenir ni para bien ni para mal, ya había sido la inesperada protagonista de la escena pues mi aparición cambió las tornas del combate.
Pero la joven figura de Elen surgió rápida como el rayo de detrás de mí para lanzarse por Mortagglia utilizando con odio sus poderes hacia ella, que no se los esperaba, y cayó derrotada. La Dama ya estaba dañada previamente. La bruja no se dedicó únicamente a derribarla. Estaba ensañándose con ella. Y observaba el macabro espectáculo. Podía ser malvada, pero ni siquiera ella merecía una muerte tan cruel. “No puedes permitirlo”. Me ordenaba NIA en mi cabeza mientras la intensa luz de los rayos de la bruja iluminaba mi rostro. Isabella se recuperaba, mientras que la Dama caía al suelo consecuencia de los golpes eléctricos de la peliblanca.
Yo tampoco tenía valor para enfrentarme a la bruja. Podía haber sido muy cruel, pero nadie merecía morir de aquella manera. “Debe morir aquí y ahora”. Aquellas palabras faltas de todo tipo de sentimiento me hicieron respigarme y quedaron grabadas en mi mente. La bruja criticaba las maneras asesinas y salvajes de Mortagglia, pero sin embargo, ella obraba de igual manera.
Para colmo, la joven vampiresa, de la que aún no conocía el nombre, también se había presentado allí. Aquella que, según Mortagglia, era una vergüenza y una deshonra para su raza, me decía en voz baja que no participara en la masacre pues las intenciones de Mortagglia eran muy malvadas. Fue entonces cuando empecé a esclarecer la luz.
-¿Por qué me pides a mí autocontrol, cuando soy la única de los presentes que no ha matado a nadie? – le discutí a la vampiresa en voz alta. Intentando convencerme de que en toda la noche aún no había hecho daño a ningún ser, tanto vampiro como no. Justo lo contrario que todos, incluida la propia vampiresa, a la que había visto asesinar a varios congéneres. – Estoy cansada de ver morir a la gente. Asesinos. Todos sois unos asesinos. – alcé el tono de voz, rabiaba de impotencia tanto por la situación de unos como de otros. Yo ya no sabía en qué bando posicionarme y, visto que todos actuaban por igual, decidí decantarme por ninguno. Tras toda la noche siendo pasiva, decidí actuar por fin.
Me interpuse entre la Dama y Elen, aún a riesgo de correr un calambrazo. La tomé por el brazo con el que apuntaba a la vampiresa y traté de bajárselo, no para hacerle daño ni atacarla, sino para detener la masacre. Luego la solté. – Basta de muertes. Te estás poniendo a su nivel. – Le dije con enfado en el rostro. – Debe ser un juez quién decida su destino. – Continué en tono de malhumor señalando a Mortagglia. Lo más seguro es que me llevara un calambrazo por ello. Pero la Dama era mi jefa y, aunque había obrado con crueldad, debía interponerme entre ella. Al menos hasta que alguien con autoridad la juzgara. A fin de cuentas, esa era mi manera de entender la justicia.
Este momento en el que me interpuse entre ambas sirvió para que la Dama sin pensárselo dos veces, dijera tras de mí una frase. – Siempre ganamos. El miedo se ha apoderado de la ciudad. Y yo volveré con más fuerza. – Y, tras decir esto, se convirtió en una inmensa bandada de vampiros que alzó el vuelo muy alto. Lejos de la ciudad. Mientras una macabra y oscura risa retumbó en toda la urbe humana, y los vampiros vivos que todavía quedaban en la ciudad, comenzarían a retirarse.
Sin ser exactamente lo que buscaba, había ayudado a escapar a la Dama. NIA trataba de convencerme de que no había obrado mal. “Has hecho lo correcto”. Pero en el interior de mí, algo me decía que aquella intervención no había sido la correcta. Yo, que sólo buscaba que no hubiese más muertes, había sido la causante de tal vez nuevas muertes. Pero era mi jefa. Ella me dio la vida. ¿Por qué no debería confiar en ella?
Isabella, ya recuperada, trató de correr hacia ella, pero los vampiros volaban demasiado lejos. No terminó abandonando el grupo. Puso los brazos en jarra y negó varias veces con la cabeza.
-Joder. – maldijo. – Ahora sabe dónde está mi hija. Irá a por ella. – se lamentó. Y se volvió furiosa contra mí. - ¿Por qué has actuado? Esa diabla debía morir hoy. – me quedé pensativa un poco. Pensando
-Sólo quería solucionar esto pacíficamente. Ella me ha dado la vida– musité. Isabella comenzó a reír a carcajadas.
-Mortagglia jamás ha dado nada a nadie más que desgracias y sufrimiento. – respondió molesta. – Incluida tú. Esa mujer te ha arrebatado tu vida y tu futuro para esclavizarte. Es lo único que ha hecho por ti. Tú tienes una historia bastante más profunda de la que crees tener. No siempre fuiste una biocibernética. – Las palabras de Isabella, lejos de ser esclarecedora, me entristecían. Hasta el punto de empañarme los ojos. –
-No puede ser verdad… ¿Cómo puede saber eso? – le pregunté.
-Sé muchas cosas, Rachel Roche. Incluso conozco a tu hermano. ¿Por qué crees que aún no te he acribillado la cabeza por pertenecer a la Hermandad? Tengo aprecio por los amigos de mi hija. Os reencontraréis a su debido tiempo. – y propuso una sonrisa pese al odio que mostraba, y dejó de mirarse para mirar hacia Elen y terminar la frase con ella de una manera sincera – Es una suerte que Anastasia cuente con gente como tú. – Y le dio una amistosa caricia en la mejilla. No había duda de que apreciaba a la bruja. No era para menos. - ¿Qué harás ahora? - le preguntó.
El resto de cazadores de vampiros, así como la hechicera de tierra, volvieron a aparecer en escena. Llegando hasta nuestra posición. Informaron de todo cuanto había ocurrido en la plaza. Por lo visto los rehenes, aunque heridos, ya parecían a salvo. Y junto con la guardia habían logrado mantener la situación en la ciudad.
Me había quedado desubicada completamente por lo que me había dicho. No sabía muy bien qué hacer ni cómo responder ante aquella situación. Había tanta muerte… tanta desolación. Y yo, que ni siquiera pertenecía a los biocibernéticos como siempre había creído. No tenía valor para hacerle más preguntas a la bruja. Y no tuve más remedio que acercarme a la única persona que parecía estigmatizada también: La vampiresa.
-Perdona por lo que dije antes… debí haberte escuchado. – me disculpé entristecida a la única vampiresa que había allí, entre tanto cazador. Pero parecían respetarla al ver su posicionamiento en batalla. Me encontraba abatida y hastiada. Con ganas de desaparecer y no sé por qué, me daba a mí que ella se sentía igual que yo. Veía en la joven vampiresa el único reducto al que acercarme entre tanta élite.
Pero la joven figura de Elen surgió rápida como el rayo de detrás de mí para lanzarse por Mortagglia utilizando con odio sus poderes hacia ella, que no se los esperaba, y cayó derrotada. La Dama ya estaba dañada previamente. La bruja no se dedicó únicamente a derribarla. Estaba ensañándose con ella. Y observaba el macabro espectáculo. Podía ser malvada, pero ni siquiera ella merecía una muerte tan cruel. “No puedes permitirlo”. Me ordenaba NIA en mi cabeza mientras la intensa luz de los rayos de la bruja iluminaba mi rostro. Isabella se recuperaba, mientras que la Dama caía al suelo consecuencia de los golpes eléctricos de la peliblanca.
Yo tampoco tenía valor para enfrentarme a la bruja. Podía haber sido muy cruel, pero nadie merecía morir de aquella manera. “Debe morir aquí y ahora”. Aquellas palabras faltas de todo tipo de sentimiento me hicieron respigarme y quedaron grabadas en mi mente. La bruja criticaba las maneras asesinas y salvajes de Mortagglia, pero sin embargo, ella obraba de igual manera.
Para colmo, la joven vampiresa, de la que aún no conocía el nombre, también se había presentado allí. Aquella que, según Mortagglia, era una vergüenza y una deshonra para su raza, me decía en voz baja que no participara en la masacre pues las intenciones de Mortagglia eran muy malvadas. Fue entonces cuando empecé a esclarecer la luz.
-¿Por qué me pides a mí autocontrol, cuando soy la única de los presentes que no ha matado a nadie? – le discutí a la vampiresa en voz alta. Intentando convencerme de que en toda la noche aún no había hecho daño a ningún ser, tanto vampiro como no. Justo lo contrario que todos, incluida la propia vampiresa, a la que había visto asesinar a varios congéneres. – Estoy cansada de ver morir a la gente. Asesinos. Todos sois unos asesinos. – alcé el tono de voz, rabiaba de impotencia tanto por la situación de unos como de otros. Yo ya no sabía en qué bando posicionarme y, visto que todos actuaban por igual, decidí decantarme por ninguno. Tras toda la noche siendo pasiva, decidí actuar por fin.
Me interpuse entre la Dama y Elen, aún a riesgo de correr un calambrazo. La tomé por el brazo con el que apuntaba a la vampiresa y traté de bajárselo, no para hacerle daño ni atacarla, sino para detener la masacre. Luego la solté. – Basta de muertes. Te estás poniendo a su nivel. – Le dije con enfado en el rostro. – Debe ser un juez quién decida su destino. – Continué en tono de malhumor señalando a Mortagglia. Lo más seguro es que me llevara un calambrazo por ello. Pero la Dama era mi jefa y, aunque había obrado con crueldad, debía interponerme entre ella. Al menos hasta que alguien con autoridad la juzgara. A fin de cuentas, esa era mi manera de entender la justicia.
Este momento en el que me interpuse entre ambas sirvió para que la Dama sin pensárselo dos veces, dijera tras de mí una frase. – Siempre ganamos. El miedo se ha apoderado de la ciudad. Y yo volveré con más fuerza. – Y, tras decir esto, se convirtió en una inmensa bandada de vampiros que alzó el vuelo muy alto. Lejos de la ciudad. Mientras una macabra y oscura risa retumbó en toda la urbe humana, y los vampiros vivos que todavía quedaban en la ciudad, comenzarían a retirarse.
Sin ser exactamente lo que buscaba, había ayudado a escapar a la Dama. NIA trataba de convencerme de que no había obrado mal. “Has hecho lo correcto”. Pero en el interior de mí, algo me decía que aquella intervención no había sido la correcta. Yo, que sólo buscaba que no hubiese más muertes, había sido la causante de tal vez nuevas muertes. Pero era mi jefa. Ella me dio la vida. ¿Por qué no debería confiar en ella?
Isabella, ya recuperada, trató de correr hacia ella, pero los vampiros volaban demasiado lejos. No terminó abandonando el grupo. Puso los brazos en jarra y negó varias veces con la cabeza.
-Joder. – maldijo. – Ahora sabe dónde está mi hija. Irá a por ella. – se lamentó. Y se volvió furiosa contra mí. - ¿Por qué has actuado? Esa diabla debía morir hoy. – me quedé pensativa un poco. Pensando
-Sólo quería solucionar esto pacíficamente. Ella me ha dado la vida– musité. Isabella comenzó a reír a carcajadas.
-Mortagglia jamás ha dado nada a nadie más que desgracias y sufrimiento. – respondió molesta. – Incluida tú. Esa mujer te ha arrebatado tu vida y tu futuro para esclavizarte. Es lo único que ha hecho por ti. Tú tienes una historia bastante más profunda de la que crees tener. No siempre fuiste una biocibernética. – Las palabras de Isabella, lejos de ser esclarecedora, me entristecían. Hasta el punto de empañarme los ojos. –
-No puede ser verdad… ¿Cómo puede saber eso? – le pregunté.
-Sé muchas cosas, Rachel Roche. Incluso conozco a tu hermano. ¿Por qué crees que aún no te he acribillado la cabeza por pertenecer a la Hermandad? Tengo aprecio por los amigos de mi hija. Os reencontraréis a su debido tiempo. – y propuso una sonrisa pese al odio que mostraba, y dejó de mirarse para mirar hacia Elen y terminar la frase con ella de una manera sincera – Es una suerte que Anastasia cuente con gente como tú. – Y le dio una amistosa caricia en la mejilla. No había duda de que apreciaba a la bruja. No era para menos. - ¿Qué harás ahora? - le preguntó.
El resto de cazadores de vampiros, así como la hechicera de tierra, volvieron a aparecer en escena. Llegando hasta nuestra posición. Informaron de todo cuanto había ocurrido en la plaza. Por lo visto los rehenes, aunque heridos, ya parecían a salvo. Y junto con la guardia habían logrado mantener la situación en la ciudad.
Me había quedado desubicada completamente por lo que me había dicho. No sabía muy bien qué hacer ni cómo responder ante aquella situación. Había tanta muerte… tanta desolación. Y yo, que ni siquiera pertenecía a los biocibernéticos como siempre había creído. No tenía valor para hacerle más preguntas a la bruja. Y no tuve más remedio que acercarme a la única persona que parecía estigmatizada también: La vampiresa.
-Perdona por lo que dije antes… debí haberte escuchado. – me disculpé entristecida a la única vampiresa que había allí, entre tanto cazador. Pero parecían respetarla al ver su posicionamiento en batalla. Me encontraba abatida y hastiada. Con ganas de desaparecer y no sé por qué, me daba a mí que ella se sentía igual que yo. Veía en la joven vampiresa el único reducto al que acercarme entre tanta élite.
Rachel Roche
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Re: ¡Arde, Lunargenta! [Int. Libre] [3/3] [Cerrado]
La vampira llegó en su apoyo instantes después de que Elen hubiese entrado en escena, optando por colocarse entre Mortagglia y Rachel, para tratar de convencer a ésta última de que no participase en la masacre que estaba teniendo lugar en las calles. Sin embargo, la bio cibernética no pudo mantenerse al margen de la situación, y tras recordar a los presentes que aquella noche la única que aún no había matado a nadie era ella, los tildó a todos de asesinos. Acto seguido, Rachel se interpuso entre Elen y la Dama, tomando el brazo de la hechicera para bajarlo y de ese modo dar por acabada le pelea, pero aquel sería el peor error que podía cometer.
Antes de que la tensai pudiese replicarle o volver a colocarse en posición de ataque, Mortagglia aprovechó el momento para abandonar el lugar, convirtiéndose una vez más en una bandada de murciélagos, que ni Isabella ni la de cabellos cenicientos pudieron abatir. - ¿Has visto lo que has provocado? Puede que no te hayas manchado las manos directamente, pero por tu culpa muchos más inocentes serán transformados a la fuerza o asesinados para alimentar a los que consigan escapar hoy de aquí. - espetó visiblemente enfadada. - Cuando una muerte puede evitar muchas más es necesaria, será mejor que comprendas eso. - añadió, para luego apartarse antes de que por un arrebato, volviese a iniciar una pelea.
Isabella también intervino furiosa, comentando que ahora su madre sabía el paradero de Anastasia e iría a por ella, palabras que captaron de inmediato la atención de la joven. La hechicera no quería que a su amiga le ocurriese nada, pero ¿dónde podía encontrarse?, tendría que preguntárselo, para luego salir de inmediato e intentar avisarla antes de que la Dama le tendiese una trampa. Mientras Isabella y Rachel intercambiaban unas palabras, sobre el origen de la bio cibernética y la posible participación de Mortagglia en su transformación, la benjamina de los Calhoun trajo a su mente lo poco que había alcanzado a escuchar mientras madre e hija peleaban, aquella mención a un centinela que había hecho la vampira.
¿Estaba Mortagglia compinchada con alguno de sus nuevos hermanos? De ser así lo más razonable era que se tratase del desaparecido Vladimir, centinela que compartía su raza y protegía los territorios de los vampiros, justo el primero que tendría que buscar para empezar a reunir fuerzas contra los jinetes. En cuanto Isabella se dirigió a ella, asegurando que su hija tenía suerte de contar con una amiga como ella, palabras que acompañó con una amistosa caricia en la mejilla de la joven, Elen volvió en sí, y ante su pregunta no tardó en contestar. - Debemos avisarla antes de que sea tarde, hace unos días la vi y pude ser testigo de lo que la marca le provoca, tenemos que hacer algo. - contestó, para luego bajar la voz de modo que solo la maga pudiese escucharla. - ¿Dónde se encuentra? - preguntó, justo antes de acordarse de la carta de Sammuel.
- Debo viajar a Sacrestic Ville, pero si puedo encontrarla de camino le explicaré lo que ha ocurrido. - comentó, manteniendo aquel tono que más bien parecía un susurro. Tras recibir la respuesta, Elen aprovecharía para disipar sus dudas, volviendo a preguntar. - ¿A qué se refería Mortagglia con lo del Centinela? ¿De quién habla? - formuló, mientras recordaba el modo en que Huracán le había resumido lo referente a su marca en el brazo. La bruja le había dicho que un caballero sombrío había sido el culpable, pero ¿podría tratarse de Vladimir? Pronto lo descubriría.
Ante la retirada de los vampiros, tanto el resto de cazadores como la guardia de la ciudad y la hechicera de tierra llegaron al lugar en que se había desarrollado la última parte del combate, esperando encontrar allí a la Dama reducida, cosa que no ocurrió. - ¿Qué ha pasado? Los vampiros han salido huyendo. - informó uno de los guardias, mientras recuperaba el aliento tras la carrera. - Su líder ha escapado, el resto huirá o se esconderá hasta que se recuperen de las bajas. - respondió de mala gana la de ojos verdes. - ¿Qué hay de los heridos? - preguntó, y ésta vez fue la maga de tierra quien tomó la palabra. - Están a salvo, ya han comenzado a trasladarlos al hospital para que sean debidamente atendidos. - dijo, con un tono aniñado que dejaba claro la juventud de la chica, que probablemente no tendría más de quince años.
- Bien, la ciudad necesitará toda la ayuda posible para recomponerse y recuperar lo que se ha perdido esta noche, pero también debemos prepararnos, esa mujer se ha atrevido a venir hasta aquí y puede volver a hacerlo, toca mejorar las defensas de Lunargenta. - instó, para luego quedar en silencio, mientras el resto de los presentes tenía ocasión de intervenir o preguntar a los recién llegados por el desarrollo de la lucha en la plaza.
Antes de que la tensai pudiese replicarle o volver a colocarse en posición de ataque, Mortagglia aprovechó el momento para abandonar el lugar, convirtiéndose una vez más en una bandada de murciélagos, que ni Isabella ni la de cabellos cenicientos pudieron abatir. - ¿Has visto lo que has provocado? Puede que no te hayas manchado las manos directamente, pero por tu culpa muchos más inocentes serán transformados a la fuerza o asesinados para alimentar a los que consigan escapar hoy de aquí. - espetó visiblemente enfadada. - Cuando una muerte puede evitar muchas más es necesaria, será mejor que comprendas eso. - añadió, para luego apartarse antes de que por un arrebato, volviese a iniciar una pelea.
Isabella también intervino furiosa, comentando que ahora su madre sabía el paradero de Anastasia e iría a por ella, palabras que captaron de inmediato la atención de la joven. La hechicera no quería que a su amiga le ocurriese nada, pero ¿dónde podía encontrarse?, tendría que preguntárselo, para luego salir de inmediato e intentar avisarla antes de que la Dama le tendiese una trampa. Mientras Isabella y Rachel intercambiaban unas palabras, sobre el origen de la bio cibernética y la posible participación de Mortagglia en su transformación, la benjamina de los Calhoun trajo a su mente lo poco que había alcanzado a escuchar mientras madre e hija peleaban, aquella mención a un centinela que había hecho la vampira.
¿Estaba Mortagglia compinchada con alguno de sus nuevos hermanos? De ser así lo más razonable era que se tratase del desaparecido Vladimir, centinela que compartía su raza y protegía los territorios de los vampiros, justo el primero que tendría que buscar para empezar a reunir fuerzas contra los jinetes. En cuanto Isabella se dirigió a ella, asegurando que su hija tenía suerte de contar con una amiga como ella, palabras que acompañó con una amistosa caricia en la mejilla de la joven, Elen volvió en sí, y ante su pregunta no tardó en contestar. - Debemos avisarla antes de que sea tarde, hace unos días la vi y pude ser testigo de lo que la marca le provoca, tenemos que hacer algo. - contestó, para luego bajar la voz de modo que solo la maga pudiese escucharla. - ¿Dónde se encuentra? - preguntó, justo antes de acordarse de la carta de Sammuel.
- Debo viajar a Sacrestic Ville, pero si puedo encontrarla de camino le explicaré lo que ha ocurrido. - comentó, manteniendo aquel tono que más bien parecía un susurro. Tras recibir la respuesta, Elen aprovecharía para disipar sus dudas, volviendo a preguntar. - ¿A qué se refería Mortagglia con lo del Centinela? ¿De quién habla? - formuló, mientras recordaba el modo en que Huracán le había resumido lo referente a su marca en el brazo. La bruja le había dicho que un caballero sombrío había sido el culpable, pero ¿podría tratarse de Vladimir? Pronto lo descubriría.
Ante la retirada de los vampiros, tanto el resto de cazadores como la guardia de la ciudad y la hechicera de tierra llegaron al lugar en que se había desarrollado la última parte del combate, esperando encontrar allí a la Dama reducida, cosa que no ocurrió. - ¿Qué ha pasado? Los vampiros han salido huyendo. - informó uno de los guardias, mientras recuperaba el aliento tras la carrera. - Su líder ha escapado, el resto huirá o se esconderá hasta que se recuperen de las bajas. - respondió de mala gana la de ojos verdes. - ¿Qué hay de los heridos? - preguntó, y ésta vez fue la maga de tierra quien tomó la palabra. - Están a salvo, ya han comenzado a trasladarlos al hospital para que sean debidamente atendidos. - dijo, con un tono aniñado que dejaba claro la juventud de la chica, que probablemente no tendría más de quince años.
- Bien, la ciudad necesitará toda la ayuda posible para recomponerse y recuperar lo que se ha perdido esta noche, pero también debemos prepararnos, esa mujer se ha atrevido a venir hasta aquí y puede volver a hacerlo, toca mejorar las defensas de Lunargenta. - instó, para luego quedar en silencio, mientras el resto de los presentes tenía ocasión de intervenir o preguntar a los recién llegados por el desarrollo de la lucha en la plaza.
Elen Calhoun
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