Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
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Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Vivir en una ciudad de vampiros no era precisamente agua de rosas. Estaba acostumbrada a los peligros. Venía de vivir un montón de aventuras desafortunadas que la llevaron a tener un montón de cicatrices alrededor de su cuerpo por la falta de experiencia y conocimiento. Asentarse era la idea más correcta, aunque tal vez elegir el lugar a la suerte fue casi un suicidio. ¿Un pueblo de Vampiros? ¿Quién puede estar tan loco?... Pero claro, pensando en la bruja, definitivamente no era una locura por su parte, más bien lo tenía muy pensado, no era una decisión tan al azar como parecía, ella se había entrenado lo mínimo indispensable para que los vampiros no le molestaran demasiado.
Al ser una bruja, era tan débil como cualquier humano, pero su sabiduría le daba cierto conocimiento de cómo esquivar, resistir o eludir las magias ajenas, por lo cual no le sería difícil rechazar el cántico seductivo de cualquier monstruo chupasangre que quisiera acercársele más de dos metros. Estaba decidida a vivir tranquila y esa testarudez no se la quitaba nadie, incluso viviendo en un lugar tan peligroso. Era eso o seguir de viaje para ir hasta la ciudad de los magos, Beltreux, pero estaba demasiado lejos, y ella estaba agotada y sin dinero, la peor combinación de todas. Al final, ubicada a las afueras de la ciudad, se propuso a vivir en una casa que más que hogar parecía una choza mal construida que no se caía a pedazos porque el clima era tranquilo y denso por esos lares. Se hizo con un gato negro para ahuyentar a los malos espíritus y llenó la casa de trampas contra todo ladrón o vampiro que se dignase a entrar, y se propuso a vender baratijas a las mujeres más tontas del pueblo, siempre las había, en todas las ciudades. Su entrada de dinero era poca, pero al menos podía comer todos los días y ahorrar unos centavos, era más de lo que nunca había tenido y eso le volvía un poco feliz.
Extrañamente sabía que la suerte se la llevaría lejos de ese lugar tan peligroso algún día y estaba guardando todo el dinero que pudiese para cuando ese momento llegara. Se acurrucó en su asiento, tras el escritorio de madera que modificó para que sea un mostrador. Tenía una vela casi derretida al límite sobre la misa, encendida por gracia del destino, iluminando apenas el rostro de la bruja y las baratijas que había a la venta, guardadas en cajas y alhajeros según su tipo y tamaño. El lugar era muy oscuro, incluso de día. No había muchos muebles, era solo una sala de estar vacía. La cocina, baño y habitación estaban en otras recamaras y se accedían por distintas puertas desde el salón-entrada, que era pequeño pero bastaba para lo poco y nada que tenía. La puerta de salida daba directo a la calle, del otro lado encima de la puerta colgaba un precario cartel con el dibujo de una joya resplandeciente.
Pocas personas entenderían porque una bruja se limitaría a vivir en el destierro sin que nadie le haya echado de los buenos lugares. Pero ella tenía sus razones, razones que para otros podrían ser tonterías pero para ella, eran más que suficientes. La campanilla de la entrada sonó y unos pasos atravesaron el umbral de la puerta. El gato que dormía junto a ella, pegó un salto y salió corriendo hasta entrar a una habitación donde la puerta tenía un agujero. La bruja, que estaba recostada dormitando sobre el mostrador, se despertó de golpe, moviendo la cabeza de lado a lado, como que perro que se quita lo mojado.
-Bienvenido, comprador, ¿Qué quiere?- Preguntó quisquillosa, rascándose los ojos y las cienes sin ver al mismo, confiada en que si era un vampiro, las trampas mágicas de su hogar se encargarían de él. No era dicha en la elocuencia, por lo cual sus palabras solían ser frías, cortantes y muy literales.
Al ser una bruja, era tan débil como cualquier humano, pero su sabiduría le daba cierto conocimiento de cómo esquivar, resistir o eludir las magias ajenas, por lo cual no le sería difícil rechazar el cántico seductivo de cualquier monstruo chupasangre que quisiera acercársele más de dos metros. Estaba decidida a vivir tranquila y esa testarudez no se la quitaba nadie, incluso viviendo en un lugar tan peligroso. Era eso o seguir de viaje para ir hasta la ciudad de los magos, Beltreux, pero estaba demasiado lejos, y ella estaba agotada y sin dinero, la peor combinación de todas. Al final, ubicada a las afueras de la ciudad, se propuso a vivir en una casa que más que hogar parecía una choza mal construida que no se caía a pedazos porque el clima era tranquilo y denso por esos lares. Se hizo con un gato negro para ahuyentar a los malos espíritus y llenó la casa de trampas contra todo ladrón o vampiro que se dignase a entrar, y se propuso a vender baratijas a las mujeres más tontas del pueblo, siempre las había, en todas las ciudades. Su entrada de dinero era poca, pero al menos podía comer todos los días y ahorrar unos centavos, era más de lo que nunca había tenido y eso le volvía un poco feliz.
Extrañamente sabía que la suerte se la llevaría lejos de ese lugar tan peligroso algún día y estaba guardando todo el dinero que pudiese para cuando ese momento llegara. Se acurrucó en su asiento, tras el escritorio de madera que modificó para que sea un mostrador. Tenía una vela casi derretida al límite sobre la misa, encendida por gracia del destino, iluminando apenas el rostro de la bruja y las baratijas que había a la venta, guardadas en cajas y alhajeros según su tipo y tamaño. El lugar era muy oscuro, incluso de día. No había muchos muebles, era solo una sala de estar vacía. La cocina, baño y habitación estaban en otras recamaras y se accedían por distintas puertas desde el salón-entrada, que era pequeño pero bastaba para lo poco y nada que tenía. La puerta de salida daba directo a la calle, del otro lado encima de la puerta colgaba un precario cartel con el dibujo de una joya resplandeciente.
Pocas personas entenderían porque una bruja se limitaría a vivir en el destierro sin que nadie le haya echado de los buenos lugares. Pero ella tenía sus razones, razones que para otros podrían ser tonterías pero para ella, eran más que suficientes. La campanilla de la entrada sonó y unos pasos atravesaron el umbral de la puerta. El gato que dormía junto a ella, pegó un salto y salió corriendo hasta entrar a una habitación donde la puerta tenía un agujero. La bruja, que estaba recostada dormitando sobre el mostrador, se despertó de golpe, moviendo la cabeza de lado a lado, como que perro que se quita lo mojado.
-Bienvenido, comprador, ¿Qué quiere?- Preguntó quisquillosa, rascándose los ojos y las cienes sin ver al mismo, confiada en que si era un vampiro, las trampas mágicas de su hogar se encargarían de él. No era dicha en la elocuencia, por lo cual sus palabras solían ser frías, cortantes y muy literales.
Última edición por Carla de Valle Escondido el Miér 29 Jun - 6:24, editado 1 vez
Carla de Valle Escondido
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Hice sonar los huesos de mi cuello y por reflejo ambos codos en sincronización. Miré el cielo y entrecerré los ojos mientras dejaba salir un suspiro profundo. -Imposible saber qué hora del día es en un lugar como este. Haberlo sabido antes. Hallar un refugio-- dije entre dientes, intentando no irme de lado. Sabría Imbar cuánto hacía que no probaba un bocado caliente y todo lo que había pasado en algo así como…¿una semana?. No lo sabía. Me acerqué a una farola que con su vela a punto de extinguirse dilataba levemente la oscuridad reinante. Apoyé mi espalda como mejor pude y palpé mis bolsillos. De mis pertenencias solamente me quedaba el primer diente de la pequeña Galy. Si esos malnacidos se hubiesen quedado con él, volvería en el mismo instante para darles su merecido hasta que retornara a su legítimo dueño: yo, siempreternamete yo.
Mientras buscaba en cada rincón, incluso en los que no podían ser nombrados miré a los alrededores en busca de algo que pudiera salvarme en esta ocasión. -Piensa Wil, no tienes conocidos, unos delincuentes te buscan y no tienes dinero. Además se acerca la noche y los vampiros andan sueltos-. La cosa no pintaba nada bien, pero eso no era algo nuevo para mí. Lancé un escupitajo sangriento a un lado, las calles estaban desiertas. Claramente no era el amanecer. Si había tenido alguna duda, ahora se desvanecía junto con los últimos rayos de luz.
La veladora apagó su intermitente destello con un suave “tssss” y en ese momento supe que no estaba más a salvo. Las sombras comenzaban a moverse inquietas a mi alrededor. Y como un rayo de esperanza, en un hueco que había pasado por alto, estaba una tienda con un cartel solitario donde solo se veía una sola joya dibujado en él. Esbocé un intento de sonrisa en lo que cruzaba la calle para llegar al local. Podía sentir como algo ganaba terreno por mi espalda para acercarse a mí, un sudor frío recorría mi espalda. No quería ser atrapado otra vez, quién sabe a manos de qué loco iría a parar. Sacrestic Ville, estaría totalmente eliminado de mi mapa, al menos en lo que me volvía más fuerte y conseguía un ejército capaz de enfrentar la estupidez humana y una banda de vampiros con hambre.
Alcancé la puerta justo antes de ser interceptado por lo que fuera que me estaba siguiendo, voltee a ver si algo más venía tras de mi, pero el chillido de un gato me hizo volver mi atención a mi presente más cercano, literalmente. Una voz clara como el cristal atendió a mi pregunta aún no formulada ¿dónde me había metido?. Entrecerré los ojos y miré profundamente los ojos verdes escondidos bajo un pelo fogoso pero antinaturalmente lacio. Abrí la boca como para responderle una lista de cosas, que ella probablemente catalogaría como incoherencias. Tomé aire y tardíamente respondí con un callado - … Gracias…- mientras miraba el lugar. Cosas variadas sí, pero nada que podría servirme. Detalles, objetos de no mucho valor. ¿Tal vez quisiera transarme el diente? Negué efusivamente con la cabeza, y en el movimiento capté por apenas un segundo mi reflejo en un pequeño espejo.
-Oh… ya veo- murmuré. Levanté mi rostro a la dama y sonreí como quién no tiene nada que ocultar. -Quiero un lugar para pasar la noche, un arco, algo para comer y una forma de salir con vida de este pueblo. Un grupo de humanos desquiciados creen que soy un brujo o un vampiro y pensaban exprimir mi mana como si fuese un jugo que ellos pudieran tomar. Pensándolo bien, tal vez quiero vengarme de todos ellos muajajaja- agregué levantando mis manos a la altura de mi pecho con los dedos contorsionados hacia arriba cual garras envenenadas. Tosí –Lo siento, como decía… ¿Tal vez un vaso de agua, direcciones y un arma? Todo a cambio de… ¿un valioso diente que sin dudas volveré a recuperar con Aeros? O Mi cuerpo- Agregué lo último a regañadientes, sin mirar a la interlocutora. Probablemente estaría buscando algo para dejarme inconsciente y deshacerse de mí, transformarme en Aeros vendiéndole mi sangre al mejor postor. En el mejor escenario, me pediría que me fuera.
Me quité la capucha y apoyé mis manos sobre el mostrador -Por favor- murmuré casi entregado.Mientras buscaba en cada rincón, incluso en los que no podían ser nombrados miré a los alrededores en busca de algo que pudiera salvarme en esta ocasión. -Piensa Wil, no tienes conocidos, unos delincuentes te buscan y no tienes dinero. Además se acerca la noche y los vampiros andan sueltos-. La cosa no pintaba nada bien, pero eso no era algo nuevo para mí. Lancé un escupitajo sangriento a un lado, las calles estaban desiertas. Claramente no era el amanecer. Si había tenido alguna duda, ahora se desvanecía junto con los últimos rayos de luz.
La veladora apagó su intermitente destello con un suave “tssss” y en ese momento supe que no estaba más a salvo. Las sombras comenzaban a moverse inquietas a mi alrededor. Y como un rayo de esperanza, en un hueco que había pasado por alto, estaba una tienda con un cartel solitario donde solo se veía una sola joya dibujado en él. Esbocé un intento de sonrisa en lo que cruzaba la calle para llegar al local. Podía sentir como algo ganaba terreno por mi espalda para acercarse a mí, un sudor frío recorría mi espalda. No quería ser atrapado otra vez, quién sabe a manos de qué loco iría a parar. Sacrestic Ville, estaría totalmente eliminado de mi mapa, al menos en lo que me volvía más fuerte y conseguía un ejército capaz de enfrentar la estupidez humana y una banda de vampiros con hambre.
Alcancé la puerta justo antes de ser interceptado por lo que fuera que me estaba siguiendo, voltee a ver si algo más venía tras de mi, pero el chillido de un gato me hizo volver mi atención a mi presente más cercano, literalmente. Una voz clara como el cristal atendió a mi pregunta aún no formulada ¿dónde me había metido?. Entrecerré los ojos y miré profundamente los ojos verdes escondidos bajo un pelo fogoso pero antinaturalmente lacio. Abrí la boca como para responderle una lista de cosas, que ella probablemente catalogaría como incoherencias. Tomé aire y tardíamente respondí con un callado - … Gracias…- mientras miraba el lugar. Cosas variadas sí, pero nada que podría servirme. Detalles, objetos de no mucho valor. ¿Tal vez quisiera transarme el diente? Negué efusivamente con la cabeza, y en el movimiento capté por apenas un segundo mi reflejo en un pequeño espejo.
-Oh… ya veo- murmuré. Levanté mi rostro a la dama y sonreí como quién no tiene nada que ocultar. -Quiero un lugar para pasar la noche, un arco, algo para comer y una forma de salir con vida de este pueblo. Un grupo de humanos desquiciados creen que soy un brujo o un vampiro y pensaban exprimir mi mana como si fuese un jugo que ellos pudieran tomar. Pensándolo bien, tal vez quiero vengarme de todos ellos muajajaja- agregué levantando mis manos a la altura de mi pecho con los dedos contorsionados hacia arriba cual garras envenenadas. Tosí –Lo siento, como decía… ¿Tal vez un vaso de agua, direcciones y un arma? Todo a cambio de… ¿un valioso diente que sin dudas volveré a recuperar con Aeros? O Mi cuerpo- Agregué lo último a regañadientes, sin mirar a la interlocutora. Probablemente estaría buscando algo para dejarme inconsciente y deshacerse de mí, transformarme en Aeros vendiéndole mi sangre al mejor postor. En el mejor escenario, me pediría que me fuera.
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De pronto, un muchacho de orejas largas y piel pálida había cruzado el umbral de la puerta y con fiereza había cerrado la puerta tras él. Desorientado, claramente cansado y hambriento, y con la apariencia de un ser que no tiene donde caer muerto, balbuceó una sarta de palabras que la bruja interpretó con cierta traba, pues el hombre hablaba rápido y agitado. Había pasado mucho tiempo desde que la muchacha se cruzaba tan de cerca con un elfo tan hermoso y los ojos le brillaron un poco. Su estatura no era un gran alarde y parecía más joven que ella a simple vista. Se subió a la mesa lentamente, buscando no asustar al muchacho y elevó las manos cerca de su rostro cabizbajo. Lo levantó con cierta delicadeza y torció el rostro hacia un lado.
De un tirón impetuoso le trajo más de cerca y comenzó a examinarle la cara como si un perro de raza se tratase. El hombre era inofensivo, presentarse de esa forma ante una bruja extraña que vivía en un pueblo lleno de cazadores y vampiros...Una locura. Le levantó el labio superior y observó sus dientes, también su nariz, orejas, se acercó más y le olió el cuello. Le levantó el fleco del pelo y observó su frente. Entonces se sentó sobre sus piernas y con mirada pensante observó su físico entrenado. Frunció el ceño y pensó -¿Qué demonios hace un Elfo puro aquí?-.
A los poco segundos de observarle detenidamente, recordó parte del enunciado que el varón había expuesto ante ella. Se bajó con prisas y torpeza, acercándose hasta la ventana rota y tapada con maderos que tenía mirando a la calle. Observó que todo yacía exageradamente tranquilo, alguien estaba acechando la casa, ¿Vampiros? ¿Cazadores? No podía estar segura, tal vez hasta había una tregua. -Demonios, ¡ten más cuidado!- Se acercó protestando y pateando el piso hasta estar a un metro del varón. -¿No has visto la casa? Es tan precaria que un soplido la destruiría, no aguantará una banda de bandidos. Solo se irán si finges que te estoy matando o algo- Mencionó la bruja, desesperada por ahuyentar a los ladrones y asesinos. -¡Grita como si se te fuera la vida en ello o estaremos en problemas! No entrarán aquí a la primera, me conocen, pero no dudaran en pasar si tienen tantas ganas de robarte...- No estaba muy segura de que funcione, pero al menos probar no costaba nada.
-¡Venga, venga!- Apuró la muchacha, nerviosa y alerta, se sentía más liviana, estaba muy tensa y había entrado en la espera de un combate, no era nada bueno. Eran dos novatos evadiendo a cazadores experimentados, era a todo o nada.
De un tirón impetuoso le trajo más de cerca y comenzó a examinarle la cara como si un perro de raza se tratase. El hombre era inofensivo, presentarse de esa forma ante una bruja extraña que vivía en un pueblo lleno de cazadores y vampiros...Una locura. Le levantó el labio superior y observó sus dientes, también su nariz, orejas, se acercó más y le olió el cuello. Le levantó el fleco del pelo y observó su frente. Entonces se sentó sobre sus piernas y con mirada pensante observó su físico entrenado. Frunció el ceño y pensó -¿Qué demonios hace un Elfo puro aquí?-.
A los poco segundos de observarle detenidamente, recordó parte del enunciado que el varón había expuesto ante ella. Se bajó con prisas y torpeza, acercándose hasta la ventana rota y tapada con maderos que tenía mirando a la calle. Observó que todo yacía exageradamente tranquilo, alguien estaba acechando la casa, ¿Vampiros? ¿Cazadores? No podía estar segura, tal vez hasta había una tregua. -Demonios, ¡ten más cuidado!- Se acercó protestando y pateando el piso hasta estar a un metro del varón. -¿No has visto la casa? Es tan precaria que un soplido la destruiría, no aguantará una banda de bandidos. Solo se irán si finges que te estoy matando o algo- Mencionó la bruja, desesperada por ahuyentar a los ladrones y asesinos. -¡Grita como si se te fuera la vida en ello o estaremos en problemas! No entrarán aquí a la primera, me conocen, pero no dudaran en pasar si tienen tantas ganas de robarte...- No estaba muy segura de que funcione, pero al menos probar no costaba nada.
-¡Venga, venga!- Apuró la muchacha, nerviosa y alerta, se sentía más liviana, estaba muy tensa y había entrado en la espera de un combate, no era nada bueno. Eran dos novatos evadiendo a cazadores experimentados, era a todo o nada.
Carla de Valle Escondido
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
¿Mis plegarias habían sido atendidas? La dama de la luz había puesto frente a mí un pequeño rayo de esperanza. La joven mujer, ignorando cualquier sentido común y mi poco concienzudo primer contacto me evaluó como si fuese una mercancía que está siendo mesurada antes de tomar cualquier desición. Sus manos tibias, algo huesudas, llenas de colores y con un hermoso tatuaje, alcanzaron mi rostro antes de que pudiera negarme a su sutil encanto. Dirigía ella mi cuerpo como si mi voluntad no fuese más que el reflejo olvidado de una memoria. Sólo podía observar, ser un testigo mudo de su trato…algo similar pero completamente opuesto a lo que había vivido horas atrás.
Dulce ambrosía, su recorrido llegó a mis labios, recordándome lo reseco que me sentía. Muy por el contrario los suyos se veían exuberantes, llenos de brillo y color pese a la mala iluminación de todo el lugar. La oscuridad reinante y el silencio que se habían vuelto cómplices entre ambos me devolvieron a la realidad. La fría realidad. La dama escrudiñaba cada rincón de mi ser, ¿tomaría mi palabra de cobrarse con mi cuerpo su ayuda?. Enarqué una ceja mientras hacía un esfuerzo desmesurado para mantenerme quieto y relajado. Ya bastante había hecho ella no echándome de su tienda ante el primer contacto. Apreté los labios y cerré los puños en un acto reflejo, no podía dejarme llevar por la situación, aunque fuese una fémina, una hermosa fémina, no de esas perfectas, sino de las otras, las que tiene historias que contar a un hombre en los secretos de la intimidad, no era la hora ni el lugar.
Su esencia era perturbadoramente agradable, me obligué a mirar hacia otro lado. Había algo en ella que no era humano, ¿tal vez una mujer bestia o un vampiro? No, de haber sido lo último no me hubiese extendido ninguna cortesía y tal vez mi cuello ya estuviese roto. Ella se alejó sin pronunciar palabra, parecía estar sumida en su propio mundo de pensamientos. Lo que hubiese dado por tener la facilidad del habla o algo más de confianza para preguntarle qué estaba ponderando. Cuando finalmente tomé la resolución de decir unas palabras se alejó de mi con la misma facilidad con la que había irrumpido en mi espacio. Y al cabo de apenas momentos pareció caer en cuenta de lo que le había dicho, volviéndose un torbellino de palabras y acciones.
Retrocedí unos pasos, alejándome de su camino mientras ella iba ay venía dándome una especie de sermón, como si fuésemos viejos conocidos. Lo comprobé, no era una mujer bestia. Entonces… ¿un dragón, un brujo o un hombre lobo? Descartaría la primera por la nobleza de la raza, un dragón en su sano juicio nunca viviría en un lugar como ese… aunque también tenía hipótesis negacionistas para los otros dos casos. Fruncí el ceño y me encogí de hombros. -Lo siento- murmuré -Fue el primer lugar que me llamó la atención y sentí que podría sacarme del apuro…- agregué con voz más firme. Su respuesta me tomó por sorpresa -¿Yo fingir?- -Soy muy malo fingiendo- completé la frase en un hilo de voz apenas audible entre ambos. Troné mis huesos de los dedos cruzándolos frente a mi y los de las rodillas, seguidamente el cuello. Su mirada lo decía todo, era ahora o nunca.
Observé los alrededores, lo más fuerte que se veía era la mesa-mostrador que nos había unido y separado al mismo tiempo. De dos zancadas estuve frente a ella y sin pensarlo dos veces estampé mi cabeza contra ella como si mi vida dependiese de ello. Escuché un “crak” y comencé a dar alaridos de dolor y proferir insultos a toda voz. Pero mi cuerpo estaba tan cansado que pronto cualquier emoción se apagaba bajo la anestesia del cansansio y el agotamiento. -Tu turno- agregué cuando sentí que no podía extender más la farsa. -Soy malo fingiendo, así que dame un golpe con toda tu fuerza-. Cerré los ojos y apreté los dientes. Por lo que había visto de ella, probablemente me echaría los restos sin pensarlo dos veces.
-¿Algún otro plan?- pregunté cuando fui capaz de hablar más coherentemente. Me daba algo de pena haberla metido en todo ese embrollo y estaba pensando seriamente en irme de allí. –¿Tienes otra salida?-
Dulce ambrosía, su recorrido llegó a mis labios, recordándome lo reseco que me sentía. Muy por el contrario los suyos se veían exuberantes, llenos de brillo y color pese a la mala iluminación de todo el lugar. La oscuridad reinante y el silencio que se habían vuelto cómplices entre ambos me devolvieron a la realidad. La fría realidad. La dama escrudiñaba cada rincón de mi ser, ¿tomaría mi palabra de cobrarse con mi cuerpo su ayuda?. Enarqué una ceja mientras hacía un esfuerzo desmesurado para mantenerme quieto y relajado. Ya bastante había hecho ella no echándome de su tienda ante el primer contacto. Apreté los labios y cerré los puños en un acto reflejo, no podía dejarme llevar por la situación, aunque fuese una fémina, una hermosa fémina, no de esas perfectas, sino de las otras, las que tiene historias que contar a un hombre en los secretos de la intimidad, no era la hora ni el lugar.
Su esencia era perturbadoramente agradable, me obligué a mirar hacia otro lado. Había algo en ella que no era humano, ¿tal vez una mujer bestia o un vampiro? No, de haber sido lo último no me hubiese extendido ninguna cortesía y tal vez mi cuello ya estuviese roto. Ella se alejó sin pronunciar palabra, parecía estar sumida en su propio mundo de pensamientos. Lo que hubiese dado por tener la facilidad del habla o algo más de confianza para preguntarle qué estaba ponderando. Cuando finalmente tomé la resolución de decir unas palabras se alejó de mi con la misma facilidad con la que había irrumpido en mi espacio. Y al cabo de apenas momentos pareció caer en cuenta de lo que le había dicho, volviéndose un torbellino de palabras y acciones.
Retrocedí unos pasos, alejándome de su camino mientras ella iba ay venía dándome una especie de sermón, como si fuésemos viejos conocidos. Lo comprobé, no era una mujer bestia. Entonces… ¿un dragón, un brujo o un hombre lobo? Descartaría la primera por la nobleza de la raza, un dragón en su sano juicio nunca viviría en un lugar como ese… aunque también tenía hipótesis negacionistas para los otros dos casos. Fruncí el ceño y me encogí de hombros. -Lo siento- murmuré -Fue el primer lugar que me llamó la atención y sentí que podría sacarme del apuro…- agregué con voz más firme. Su respuesta me tomó por sorpresa -¿Yo fingir?- -Soy muy malo fingiendo- completé la frase en un hilo de voz apenas audible entre ambos. Troné mis huesos de los dedos cruzándolos frente a mi y los de las rodillas, seguidamente el cuello. Su mirada lo decía todo, era ahora o nunca.
Observé los alrededores, lo más fuerte que se veía era la mesa-mostrador que nos había unido y separado al mismo tiempo. De dos zancadas estuve frente a ella y sin pensarlo dos veces estampé mi cabeza contra ella como si mi vida dependiese de ello. Escuché un “crak” y comencé a dar alaridos de dolor y proferir insultos a toda voz. Pero mi cuerpo estaba tan cansado que pronto cualquier emoción se apagaba bajo la anestesia del cansansio y el agotamiento. -Tu turno- agregué cuando sentí que no podía extender más la farsa. -Soy malo fingiendo, así que dame un golpe con toda tu fuerza-. Cerré los ojos y apreté los dientes. Por lo que había visto de ella, probablemente me echaría los restos sin pensarlo dos veces.
-¿Algún otro plan?- pregunté cuando fui capaz de hablar más coherentemente. Me daba algo de pena haberla metido en todo ese embrollo y estaba pensando seriamente en irme de allí. –¿Tienes otra salida?-
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
"Pero-qué-demonios..." Pensó la bruja. De pronto el varón había tomado la iniciativa de gritar y se acercó a su escritorio, dándose la cara contra él de una manera desaforada, tirando, de los golpes, muchas de las cosas de la misma pero sin apagar la vela. Este se separó de la mesa, negando rotundamente que ese gemido que había hecho, "Joder pareciera que tuvo un orgasmo...", hubiera servido para algo. Se llevó con fuerza la mano hacia la cara, propinándose un cachetazo de frente, de la gran desepción que se había llevado. -Definitivamente parecías hábil...- Renegó en voz baja la muchacha, que se acarió la cara pesadamente hasta llegar a su barbilla y se rascó por unos segundos que parecían eternos. Pensaba que hacer, pensaba en huir, pensaba en el brilloso pelo del varón y... Gualá, "¡Tengo una idea!", mientras golpeaba su mano con el otro puño, en señal de acierto. Observó al varón con los ojos entreabiertos y frunció los labios hacia un lado.
Exasperada se acercó al Elfo, ignorando el espacio personal, la cortecía o la cordura, tomándole del hombro izquierdo con la mano derecha y se hincó un poco hacia adelante, observándole el cuerpo. Entonces gesticuló con la mano haciendo círculos con ella, como quien trata de decir algo y no le salen las palabras. -Esto... Esto te va a doler- Mencionó la chica, llevándole la mano libre hasta la entrepierna, escabulléndose en su ropa, con la mayor rapidez que le permitía el cuerpo y de un solo tirón, pellizcó el bulto carnoso que el varón escondía receloso.
A pesar de las razas y el poder, todo hombre tenía una debilidad innata que más haya de entrenarla con resistencia y dureza, seguía manteniendo su sensibilidad. El muchacho no era un farsante, su físico demostraba cierto entrenamiento, pero eso no quitaba que esa zona íntima dejase de ser débil a cierto contacto.
Retiró la mano de un impulso, con cierta cara de asco, por culpa de aquella acción desesperada hacia el extraño. Había ignorado su reacción, estaba muy ocupada limpiandose las manos con agua y hojas de menta. Le costaba tanto socializar o acercarse a otros, que había desarrollado cierto asco por tener acercamientos íntimos sobre personas desconocidas. No había caído en la cuenta si el muchacho había gritado o no, pero se acercó a la ventana más cercana, cuando ya el olor a menta en su mano era excesivo. Un hombre encapuchado estaba caminando solitario por las calles, un suicida o un hombre poderoso, por cualquiera de los dos motivos, los seres que perseguían al elfo habían cambiado de objetivo sin pensarlo. Tal vez el grito del muchacho había funcionado y se habían librado. O tal vez la suerte era demasiada.
Se recostó contra las maderas de la ventana, dando golpecitos con la frente al vidrio. -Nos hemos librado...¿Y tu...que?- Preguntó sin dignarse a voltear, por miedo a que el varón esté furioso y en guardia. -Lo siento tenía...¡tenia que hacer algo!- Mencionó nerviosa, encogiéndose de hombros, rezando por su vida.
Exasperada se acercó al Elfo, ignorando el espacio personal, la cortecía o la cordura, tomándole del hombro izquierdo con la mano derecha y se hincó un poco hacia adelante, observándole el cuerpo. Entonces gesticuló con la mano haciendo círculos con ella, como quien trata de decir algo y no le salen las palabras. -Esto... Esto te va a doler- Mencionó la chica, llevándole la mano libre hasta la entrepierna, escabulléndose en su ropa, con la mayor rapidez que le permitía el cuerpo y de un solo tirón, pellizcó el bulto carnoso que el varón escondía receloso.
A pesar de las razas y el poder, todo hombre tenía una debilidad innata que más haya de entrenarla con resistencia y dureza, seguía manteniendo su sensibilidad. El muchacho no era un farsante, su físico demostraba cierto entrenamiento, pero eso no quitaba que esa zona íntima dejase de ser débil a cierto contacto.
Retiró la mano de un impulso, con cierta cara de asco, por culpa de aquella acción desesperada hacia el extraño. Había ignorado su reacción, estaba muy ocupada limpiandose las manos con agua y hojas de menta. Le costaba tanto socializar o acercarse a otros, que había desarrollado cierto asco por tener acercamientos íntimos sobre personas desconocidas. No había caído en la cuenta si el muchacho había gritado o no, pero se acercó a la ventana más cercana, cuando ya el olor a menta en su mano era excesivo. Un hombre encapuchado estaba caminando solitario por las calles, un suicida o un hombre poderoso, por cualquiera de los dos motivos, los seres que perseguían al elfo habían cambiado de objetivo sin pensarlo. Tal vez el grito del muchacho había funcionado y se habían librado. O tal vez la suerte era demasiada.
Se recostó contra las maderas de la ventana, dando golpecitos con la frente al vidrio. -Nos hemos librado...¿Y tu...que?- Preguntó sin dignarse a voltear, por miedo a que el varón esté furioso y en guardia. -Lo siento tenía...¡tenia que hacer algo!- Mencionó nerviosa, encogiéndose de hombros, rezando por su vida.
Carla de Valle Escondido
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Con los ojos aún cerrados pude percibir cómo se acercaba a mi, podría reconocer su esencia entre muchas otras, incluso a la distancia. Sus palabras de advertencia no me despertaron el menor temor. Estaba curado para los dolores, al menos en lo que restaba de ese viaje. Reprimí una sonrisa burlona ante sus palabras, el golpe de una fémina no abría precisamente las puertas al inframundo, pero no tendría la descortesía de hacérselo saber, menos cuando mi vida dependía de ello. “Aquí te espero” pensé retadoramente.
…Tonto de mí, jamás debí subestimar los recursos de una hembra que piensa rápido.
Aquello vino de la nada, fue el ataque más arrolladoramente agresivo que había recibido en toda mi existencia. Nunca nada tan perturbadoramente doloroso, humillante y agresivo. Mis alaridos de dolor recorrieron cada parte de la modesta casona y probablemente no quedó agujero en ese pueblo que no supiera de la presencia del dolor absoluto en mi persona. Las largas horas de tortura, las sangrías, los golpes, dientes flojos, uñas a punto de perderse… no habían sido nada en comparación con ese dolor punzante, abrazador y expansivo.
Sentí que mis ojos se cruzaban en sus orbes cerrados. Y a decir verdad tuve que poner todo de mí para desviar un golpe que aterrizó en la mesa de la joven. Esta vez no tendría reparación. Sí, todos los insultos que se me habían grabado en la memoria a través de los años de mi existencia dentro y fuera del clan, a través de mi convivencia con humanos, entre dragones y hombres bestia, incluso licántropos, todos ellos resonaron dentro de las pequeñas cuatro paredes que parecían temblar al son de tal concierto.
Con las piernas ligeramente temblorosas aún, llegó un punto que estaba lo suficientemente cuerdo como para tomarle sentido a sus palabras. En su rostro se reflejaba una emoción que no terminaba de comprender, no era arrepentimiento, pero me bastaba con darme cuenta que no era maldad. Y así comencé mi más aplomada respuesta -Tú… ¡tú!...- y comencé a reírme mientras buscaba las palabras para referirme a su osada acción. Ironías de la vida; no solamente no se había asustado de mí, sino que además me había pellizcado parte de mi hombría con total desenfado, pero ante el pensamiento recordé el dolor y la risa subsidió al punto de la seriedad extrema.
Me adelanté hacia ella arrinconándola -No sabía que eres ese tipo de mujer- podía sentir que una respuesta negativa se estaba gestando dentro de ella, pero no dejé que la dejara salir. Aún le sacaba unos buenos cuatro o cinco centímetros de altura y los usé a mi favor a la hora de mirarla a los ojos. -Nunca-las-vuelvas-a-tocar- dije seriamente, no era una amenaza ni pretendía que lo fuera. Era la advertencia de un hombre con un dolor demasiado vivo entre sus piernas. Me aparté de ella y me volví hacia la puerta para echar un vistazo hacia afuera. Al percatarme que todo estaba tranquilo me volví hacia ella con un notorio mejor humor. -A no ser que sea por otro motivo-agregué a las palabras que había descargado antes con una sonrisa de lado y un guiño comprador.
-Siento lo que pasó, ¿supongo que podremos llegar a algún acuerdo? Escucharé términos y condiciones. Por cierto, me llamo Will}ow Wisp, aunque mis amigos me llaman Wil, vengo de Baslodia. ¿Con quién tengo el gusto?-
…Tonto de mí, jamás debí subestimar los recursos de una hembra que piensa rápido.
Aquello vino de la nada, fue el ataque más arrolladoramente agresivo que había recibido en toda mi existencia. Nunca nada tan perturbadoramente doloroso, humillante y agresivo. Mis alaridos de dolor recorrieron cada parte de la modesta casona y probablemente no quedó agujero en ese pueblo que no supiera de la presencia del dolor absoluto en mi persona. Las largas horas de tortura, las sangrías, los golpes, dientes flojos, uñas a punto de perderse… no habían sido nada en comparación con ese dolor punzante, abrazador y expansivo.
Sentí que mis ojos se cruzaban en sus orbes cerrados. Y a decir verdad tuve que poner todo de mí para desviar un golpe que aterrizó en la mesa de la joven. Esta vez no tendría reparación. Sí, todos los insultos que se me habían grabado en la memoria a través de los años de mi existencia dentro y fuera del clan, a través de mi convivencia con humanos, entre dragones y hombres bestia, incluso licántropos, todos ellos resonaron dentro de las pequeñas cuatro paredes que parecían temblar al son de tal concierto.
Con las piernas ligeramente temblorosas aún, llegó un punto que estaba lo suficientemente cuerdo como para tomarle sentido a sus palabras. En su rostro se reflejaba una emoción que no terminaba de comprender, no era arrepentimiento, pero me bastaba con darme cuenta que no era maldad. Y así comencé mi más aplomada respuesta -Tú… ¡tú!...- y comencé a reírme mientras buscaba las palabras para referirme a su osada acción. Ironías de la vida; no solamente no se había asustado de mí, sino que además me había pellizcado parte de mi hombría con total desenfado, pero ante el pensamiento recordé el dolor y la risa subsidió al punto de la seriedad extrema.
Me adelanté hacia ella arrinconándola -No sabía que eres ese tipo de mujer- podía sentir que una respuesta negativa se estaba gestando dentro de ella, pero no dejé que la dejara salir. Aún le sacaba unos buenos cuatro o cinco centímetros de altura y los usé a mi favor a la hora de mirarla a los ojos. -Nunca-las-vuelvas-a-tocar- dije seriamente, no era una amenaza ni pretendía que lo fuera. Era la advertencia de un hombre con un dolor demasiado vivo entre sus piernas. Me aparté de ella y me volví hacia la puerta para echar un vistazo hacia afuera. Al percatarme que todo estaba tranquilo me volví hacia ella con un notorio mejor humor. -A no ser que sea por otro motivo-agregué a las palabras que había descargado antes con una sonrisa de lado y un guiño comprador.
-Siento lo que pasó, ¿supongo que podremos llegar a algún acuerdo? Escucharé términos y condiciones. Por cierto, me llamo Will}ow Wisp, aunque mis amigos me llaman Wil, vengo de Baslodia. ¿Con quién tengo el gusto?-
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Escuchó una risotada que acabó en seco. Aquella cercanía repentina le había generado un fuerte escalofrío que le recorrió de los pies a la cabeza en un instante. El muchacho agravó la voz y con tono serio, se dispuso a poner en su lugar a la Bruja, que tenía la piel más tensa que la de una gallina a la que le arrancaron todas sus plumas. De tanta cercanía, había quedado encerrada contra la pared y siquiera podía voltearse a ver al varón a los ojos. Probablemente de haber podido, todo habría terminado en un desmayo...O tal vez en una reacción violenta de su parte.
El calor del cuerpo ajeno se sentía, a pesar de que con el caer de la noche el frío se hacía presente y su fuerte olor a hojas silvestres estaba ahogándole. Al final, el muchacho se alejó de ella, recobrando la compostura. Incluso pidió disculpas ante su accionar anterior y preguntó sobre el susodicho trato que había planteado en un inicio. Carla volteó inspirando fuerte, un tanto temerosa, mientras recordaba las peticiones ajenas. "Comida, armas, agua... ¿un lugar para dormir?". No terminó ni de pensar, y el elfo soltó unas cuantas palabras que le tomaron desprevenida. "¿Acabo de pellizcarle la entrepierna y todavía quiere más?" Pensó mientras fruncía el ceño con cierto cansancio. Soltó unas risas irónicas, posando las manos en la cintura. -De verdad, en serio...Entras aquí, en una pocilga solo con baratijas...A buscar...Vamos, todo lo que has pedido...¿Así, sin más?- Volvió a reír. Si el hombre era pobre, ella lo era dos veces más. Calmó su ímpetu entonces, había caído en la cuenta que hasta el próximo día el varón no podría salir, ya era de noche y era un peligro abrir la puerta a esas horas, más con un elfo en las entrañas del hogar. Inspiró fuerte y exhaló, buscando calmar sus deseos de mandarlo fuera de la casa, no le agradaba estar cerca de extraños, no cuando las situaciones de peligro se calmaban.
Tragó saliva, casi asqueada de la presencia ajena. Acaró la voz y frunció la nariz. -Solo tengo pan y agua...Te daré una manta y dormirás aquí- Aclaró la mujer, que se cruzó de brazos sin la mínima intención de ser cordial o buena. -La única paga será que no te acerques a más de un metro de mí y que te vayas bien temprano cuando los cuervos chillen- En una ciudad que vivía prácticamente todo el día sumida en la oscuridad, niebla y llovizna, la única manera de adivinar cuando era de mañana, era escuchando el cantar de los cuervos. Se alejó recelosa, observando con detenimiento al ajeno para verificar que no hiciese ningún movimiento demás, y se acercó hasta una de las 3 puertas que daban a ese vacío y pequeño salón. Dentro había una improvisada y precaria cocina, con una alacena de pared. De ella la bruja sacó unos vasos de madera y un gran pan casero. De una cajonera en la alacena del piso, sacó un cuchillo con el que dividió el pan en dos y sirvió agua en los vasos de madera. Tomó los vasos con las manos y los pedazos de pan los agarró con el cuerpo de los brazos, haciendo presión contra ella para que no se cayeran.
Salió de la cocina y apoyó todo lo que traía, con algo de dificultad, en el mostrador y entonces se limpió la nariz con la manga, mientras pensaba que le faltaba. Un viento frío, entrante de los múltiples huecos, le heló el cuerpo y chasqueó los dedos. "Unas mantas y la hoguera". Había una vieja hoguera llena de cenizas acumuladas en un rincón. -Prende la hoguera...Por-Favor- Mencionó, entrecortada, buscando ser...¿Amable?. No, más bien buscaba no ser agresiva con el extraño, en pos de que se mantuviera calmo. Entró por otra de las puertas, una que tenía una gran rajadura en la madera, y desde ella trajo unas mantas, que colocó frente a la hoguera. Se tapó con la manta como si fuese un tapado y tomó una de las rebanadas de pan. Se acercó a las orillas de la hoguera y se sentó. Sin esperar al contrario, comenzó a comer del trozo de pan, perdiendo todo modal femenino, buscando solo saciar su hambre. Ojeó la silueta del muchacho, mientras comía tranquila y resopló por la nariz, mientras sus mejillas tomaban leve color rojizo. Negó con la cabeza, tenía que estar atenta, desconcentrarse no era algo que se pudiera permitir. Nunca iba a sentirse tranquila con un extraño tan cerca, podría ser un cazador, un loco violador o asesino. Apartó la mirada, observando las marcas de las maderas en el suelo. -Carla, mi nombre es Carla-.
El calor del cuerpo ajeno se sentía, a pesar de que con el caer de la noche el frío se hacía presente y su fuerte olor a hojas silvestres estaba ahogándole. Al final, el muchacho se alejó de ella, recobrando la compostura. Incluso pidió disculpas ante su accionar anterior y preguntó sobre el susodicho trato que había planteado en un inicio. Carla volteó inspirando fuerte, un tanto temerosa, mientras recordaba las peticiones ajenas. "Comida, armas, agua... ¿un lugar para dormir?". No terminó ni de pensar, y el elfo soltó unas cuantas palabras que le tomaron desprevenida. "¿Acabo de pellizcarle la entrepierna y todavía quiere más?" Pensó mientras fruncía el ceño con cierto cansancio. Soltó unas risas irónicas, posando las manos en la cintura. -De verdad, en serio...Entras aquí, en una pocilga solo con baratijas...A buscar...Vamos, todo lo que has pedido...¿Así, sin más?- Volvió a reír. Si el hombre era pobre, ella lo era dos veces más. Calmó su ímpetu entonces, había caído en la cuenta que hasta el próximo día el varón no podría salir, ya era de noche y era un peligro abrir la puerta a esas horas, más con un elfo en las entrañas del hogar. Inspiró fuerte y exhaló, buscando calmar sus deseos de mandarlo fuera de la casa, no le agradaba estar cerca de extraños, no cuando las situaciones de peligro se calmaban.
Tragó saliva, casi asqueada de la presencia ajena. Acaró la voz y frunció la nariz. -Solo tengo pan y agua...Te daré una manta y dormirás aquí- Aclaró la mujer, que se cruzó de brazos sin la mínima intención de ser cordial o buena. -La única paga será que no te acerques a más de un metro de mí y que te vayas bien temprano cuando los cuervos chillen- En una ciudad que vivía prácticamente todo el día sumida en la oscuridad, niebla y llovizna, la única manera de adivinar cuando era de mañana, era escuchando el cantar de los cuervos. Se alejó recelosa, observando con detenimiento al ajeno para verificar que no hiciese ningún movimiento demás, y se acercó hasta una de las 3 puertas que daban a ese vacío y pequeño salón. Dentro había una improvisada y precaria cocina, con una alacena de pared. De ella la bruja sacó unos vasos de madera y un gran pan casero. De una cajonera en la alacena del piso, sacó un cuchillo con el que dividió el pan en dos y sirvió agua en los vasos de madera. Tomó los vasos con las manos y los pedazos de pan los agarró con el cuerpo de los brazos, haciendo presión contra ella para que no se cayeran.
Salió de la cocina y apoyó todo lo que traía, con algo de dificultad, en el mostrador y entonces se limpió la nariz con la manga, mientras pensaba que le faltaba. Un viento frío, entrante de los múltiples huecos, le heló el cuerpo y chasqueó los dedos. "Unas mantas y la hoguera". Había una vieja hoguera llena de cenizas acumuladas en un rincón. -Prende la hoguera...Por-Favor- Mencionó, entrecortada, buscando ser...¿Amable?. No, más bien buscaba no ser agresiva con el extraño, en pos de que se mantuviera calmo. Entró por otra de las puertas, una que tenía una gran rajadura en la madera, y desde ella trajo unas mantas, que colocó frente a la hoguera. Se tapó con la manta como si fuese un tapado y tomó una de las rebanadas de pan. Se acercó a las orillas de la hoguera y se sentó. Sin esperar al contrario, comenzó a comer del trozo de pan, perdiendo todo modal femenino, buscando solo saciar su hambre. Ojeó la silueta del muchacho, mientras comía tranquila y resopló por la nariz, mientras sus mejillas tomaban leve color rojizo. Negó con la cabeza, tenía que estar atenta, desconcentrarse no era algo que se pudiera permitir. Nunca iba a sentirse tranquila con un extraño tan cerca, podría ser un cazador, un loco violador o asesino. Apartó la mirada, observando las marcas de las maderas en el suelo. -Carla, mi nombre es Carla-.
Carla de Valle Escondido
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Difícil la criatura, la dama era de armas tomar, como las que nacen en tiempos de guerra. Con el temple de un roble y un carácter fogoso era como un pez en el agua para escabullirse de las posibles malas situaciones. Probablemente tendría más de este tipo de aventuras en su corta existencia de la que yo en toda mi apacible vida. Con la pasión de un caballero me reprochó las peticiones que le había hecho minutos atrás. Reprimí una sonrisa ante sus palabras sensatas y busqué tomar una postura más afable y concienzuda. Asentí un par de veces a su sermón y no la miré directamente a los ojos. En algunos momentos temí que de hacerlo, sacaría un bastón de debajo de la mesa y me golpearía por la complacencia de mi actitud.
Por momentos parecía que mi presencia era no grata, pero en otras ocasiones ella parecía arrepentirse de su propia conducta, lanzándome miradas que interpreté como lástima. En realidad me daba absolutamente igual, no quería ser una carga para la desconocida, ni manchar su reputación como dama soltera… porque no me imaginaba qué tipo de hombre pudiera compartir el lecho con tremendo carácter y dejarla a su merced cual rosa que crece en la aridez del desierto. Las flores más hermosas nacen en los peores de los entornos, pero no estaba seguro de qué tipo de jardinero podría hacerse cargo de ella.
-Pan y agua es más que suficiente. Aquí es un palacio- respondí a su ofrecimiento. Por sus gestos parecía que estaba trazando una línea entre ambos, pero para mí su generosidad no tenía límites. No olvidaría jamás el nombre de Carla, la de los ojos flameantes. -Cuervos…- murmuré de una forma casi ininteligible, terminando la palabra con un acento de pregunta. No estaba familiarizado con la fauna de esa región, pero me parecía muy llamativo eso de que esas aves chillasen en la mañana. -¿Es que no hay gallos aquí?- pregunté con inocencia, levantando la mirada de mis quehaceres frente a la hoguera. Por suerte el carbón de abajo estaba bueno aún y apenas un par de chispasos sobre la yesca que siempre llevaba conmigo fueron suficientes para que las llamas volvieran a la vida.
La similitud entre la fémina y lo que tenía enfrente eran tales que por algunos momentos perdí el hilo de mis pensamientos. Sus pasos sobre el piso de madera llegaron a tiempo para esconder las quejas que mi estómago había comenzado a levantar. Desde que el peligro había pasado me había puesto en una posición en la que me parecía que sus sonidos se acallaban un poco, sin embargo ya no era posible ocultarlo más. La prioridad entre la comida y el abrigo ni siquiera era comparable, tomé el alimento ni bien lo hizo la anfitriona, tenía miedo de que en lo que ella no estaba mi mirada le hiciese un agujero y éste se desintegrara sobre la mesa. Las manos me temblaban en un vano intento por mantener la compostura, pero luego de la primer mordida, no pude mantener los modales y en un abrir y cerrar de ojos la cena se había terminado.
-Gracias Carla- dije en tono alto, y juntando mis manos a la altura del pecho ofrecí unas plegarias a Imbar antes de beber el agua. -Hace al menos tres días que no probaba bocado- agregué levantando concienzudamente la manta que ella había dejado para mí y echándomela por sobre los hombros. Volví a la hoguera y me senté frente a ella mientras la observaba tomar sus alimentos.
-No estoy violando las condiciones- me apresuré a decir -debe de haber ciertamente un metro entre ambos- agregué intentando reprimir un bostezo. -¿Es común que pasen estas cosas?, ¿hace muchos que vives aquí?- pregunté -Es decir… no quiero importunarte, solamente hablar un poco antes de dormir. Ni siquiera tienes que decirme la verdad- puntualicé, bajando la mirada hacia mis piernas y disimuladamente echando una ojeada a mi vientre y piernas por debajo de la frazada. Las heridas eran menores, después de lavarlas bien se curarían rápido. Me dolía todo el cuerpo y estaba entrando en un estado soñoliento en el que no distinguía muy bien de la realidad y las fantasías de Morfeo. Tras los sonidos del hogar, distinguí agua. Una leve lluvia comenzaba a apaciguar los sonidos extraños que me rodeaban. Suspiré con cierto alivio, al fin algo que me recordaba a casa.
Por momentos parecía que mi presencia era no grata, pero en otras ocasiones ella parecía arrepentirse de su propia conducta, lanzándome miradas que interpreté como lástima. En realidad me daba absolutamente igual, no quería ser una carga para la desconocida, ni manchar su reputación como dama soltera… porque no me imaginaba qué tipo de hombre pudiera compartir el lecho con tremendo carácter y dejarla a su merced cual rosa que crece en la aridez del desierto. Las flores más hermosas nacen en los peores de los entornos, pero no estaba seguro de qué tipo de jardinero podría hacerse cargo de ella.
-Pan y agua es más que suficiente. Aquí es un palacio- respondí a su ofrecimiento. Por sus gestos parecía que estaba trazando una línea entre ambos, pero para mí su generosidad no tenía límites. No olvidaría jamás el nombre de Carla, la de los ojos flameantes. -Cuervos…- murmuré de una forma casi ininteligible, terminando la palabra con un acento de pregunta. No estaba familiarizado con la fauna de esa región, pero me parecía muy llamativo eso de que esas aves chillasen en la mañana. -¿Es que no hay gallos aquí?- pregunté con inocencia, levantando la mirada de mis quehaceres frente a la hoguera. Por suerte el carbón de abajo estaba bueno aún y apenas un par de chispasos sobre la yesca que siempre llevaba conmigo fueron suficientes para que las llamas volvieran a la vida.
La similitud entre la fémina y lo que tenía enfrente eran tales que por algunos momentos perdí el hilo de mis pensamientos. Sus pasos sobre el piso de madera llegaron a tiempo para esconder las quejas que mi estómago había comenzado a levantar. Desde que el peligro había pasado me había puesto en una posición en la que me parecía que sus sonidos se acallaban un poco, sin embargo ya no era posible ocultarlo más. La prioridad entre la comida y el abrigo ni siquiera era comparable, tomé el alimento ni bien lo hizo la anfitriona, tenía miedo de que en lo que ella no estaba mi mirada le hiciese un agujero y éste se desintegrara sobre la mesa. Las manos me temblaban en un vano intento por mantener la compostura, pero luego de la primer mordida, no pude mantener los modales y en un abrir y cerrar de ojos la cena se había terminado.
-Gracias Carla- dije en tono alto, y juntando mis manos a la altura del pecho ofrecí unas plegarias a Imbar antes de beber el agua. -Hace al menos tres días que no probaba bocado- agregué levantando concienzudamente la manta que ella había dejado para mí y echándomela por sobre los hombros. Volví a la hoguera y me senté frente a ella mientras la observaba tomar sus alimentos.
-No estoy violando las condiciones- me apresuré a decir -debe de haber ciertamente un metro entre ambos- agregué intentando reprimir un bostezo. -¿Es común que pasen estas cosas?, ¿hace muchos que vives aquí?- pregunté -Es decir… no quiero importunarte, solamente hablar un poco antes de dormir. Ni siquiera tienes que decirme la verdad- puntualicé, bajando la mirada hacia mis piernas y disimuladamente echando una ojeada a mi vientre y piernas por debajo de la frazada. Las heridas eran menores, después de lavarlas bien se curarían rápido. Me dolía todo el cuerpo y estaba entrando en un estado soñoliento en el que no distinguía muy bien de la realidad y las fantasías de Morfeo. Tras los sonidos del hogar, distinguí agua. Una leve lluvia comenzaba a apaciguar los sonidos extraños que me rodeaban. Suspiré con cierto alivio, al fin algo que me recordaba a casa.
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Había notado la inocencia y respeto que aquel hombre soltaba por sus poros, un macho respetuoso a ese nivel era difícil de encontrar en aquellos días, una situación por lo menos curiosa, ya que la bruja no entendía sobre honor o respeto y siempre se había valido de un ideal muy diferente. A decir verdad, por sus palabras y frases, el hombre debía ser un aventurero viejo, pues ya no tenía pudor en regalar su cuerpo en pos de su supervivencia y tampoco parecía tener en su aquel un único amor en su vida. En el asiduo de sus viajes, no habían sido pocas las veces en que se había salvado por los pelos de ser violada, gracias a su magia de fuego y su fuerza física, más de un aquelarre acabó con en miembro chamuscado. Sin contar las veces que le pidieron su virginidad como recompensa por pasar la noche en algún lugar y terminó pasándola sobre un árbol. Con el tiempo, la vida también le fue imponiendo su designio natural y su atracción sobre los hombres se mantenía a pesar de su carácter o temores hacia los extraños. Sin embargo, estos anteriores se hicieron cargo de mantener alejados a todos los posibles pretendientes que alguna vez pudo tener. Era bastante obvio que ningún hombre pudo tocarle jamás un cabello a gusto propio. Pero si algún día se quisiese rendir ante los placeres banales, encontraría la manera de evadirse a sí misma para lograrlo.
El muchacho empalidecía a cada momento, como si la muerte se lo estuviera llevando poco a poco. -Lo del metro era hipotético- Mencionó con la boca llena, prestando atención a sus torpes y inocentes movimientos. Su estómago rugía y aquella fiera salió cuando el pan se le puso delante. Carla, con mirada seria, esbozó una leve sonrisa de lado, entendía muy bien lo que se sentía tener hambre y sueño y no poder saciar ninguna de aquellas necedades. Notó como el poco de pan que le había dado no le duró ni un segundo, pero el gesto de felicidad le daba a entender que había sido suficiente de momento, más allá de sus palabras. Entonces él mencionó una de las más grandes tonterías que había escuchado en su vida, olvidando considerar que era normal en otros pueblos la existencia de gallinas, por eso un forastero se pudiese confundir. -¿Gallos? ¿Aquí? ¿Te imaginas a un granjeo viviendo por estos lares? ¿Crees que algún vampiro se rebajaría a vivir como granjero? Aquí hay comerciantes y ricos, muchas mansiones y muy pocos lugares empobrecidos como este, de algunos locos como yo que hemos decidido vivir voluntariamente aquí- Informó la muchacha, sintiendo la boca pastosa del pan medio seco, tragándolo costosamente. No solo le parecía muy curioso del hombre su apariencia, su llegada a este lugar y su interesante forma de pensar, si no que había bajado la guardia en exceso. -No se cuanto poder manejarás bajo la manga, pero acabas de condenarte al sentarte frente a mi, de espaldas al fuego...Imagino que habrás notado que no soy un humano común y corriente- Levantó la mano izquierda en el aire, con la palma mirando al cielo e hizo un gesto con ella como llamando a "algo" a venir. Desde detrás del Elfo, una serpiente de fuego que no terminaba de separarse de la llama de la que provenía, rodeó al muchacho y posó las fauces sobre la mano de la mujer, que miraba atentamente a los ojos al varón. Sonrió levemente y retiró los dedos, dejando que la serpiente de fuego regresara la hoguera. -Ten más cuidado- Mencionó, levantándose lentamente. Se la notaba costosa en el ejercicio de levantarse, casi tropezando al levantarse, aunque con una extraña agilidad para recobrar la compostura, como si estuviese acostumbrada a levantarse así. Se acercó hasta el escritorio, tomando el vaso con agua y se acercó tomando de él a paso lento, dejando notar mejor su renguera.
-¿Te sientes bien?- Preguntó, dejando de lado las preguntas que el varón le había hecho, todavía, y se sentó de nuevo frente a la hoguera. -Yo alguna vez también fui aventurera y también alguna vez necesité asilo temporal o moría de hambre o frío. Existió gente que amablemente me presto de su pobreza, porque creían en la bondad y la inocencia, y es por eso que, por respeto a ellos, también dejo que de vez en cuando ciertos aventureros, que demuestren su inocencia, pasen la noche aquí...Además de que no podemos abrir la puerta o se llenará de bandidos.- Fue literal, ambas cosas le habían alentado a cometer tal acto, nunca escatimaría en la vedad, a ella no le gustaba decir mentiras. -No tengo por qué mentir, no hay nada que ocultar, me cansé de ser nómada y me asenté en el primer lugar que vi. Aquí vivo sola y tranquila, ni los residentes del lugar me molestan, solo los comerciantes a los que les vendo las baratijas que hago- Inspiró fuerte por la nariz y se la rascó, cerrando los ojos. -La verdad es que no suelo recibir visitas- Finalizó, torciendo la cabeza mientras le miraba. -Acabo de notarlo, estas herido...- Acotó, abriendo los ojos un tanto sorprendida. -Espera, yo tengo algo que te ayudará a dormir mejor- Se arrastró hasta donde su morral, que estaba tirado en el suelo junto a la hoguera y de él sacó un pote de madera con un ungüento verdoso dentro. Entonces se acercó a gatas hasta el muchacho. -Es Áloe vera y menta, curará rápido las heridas pequeñas y coagulará las más grandes...Mira- Tomó con calma la mano derecha ajena, donde tenía un pequeño corte pero tenía cierta profundidad y puso la crema sobre él. Sin saber la sensación que le generaba al otro la crema, esparció, en círculos, un poquito de ella y rápidamente la zona se deshinchó. -Tiene un par de ingredientes más, como ojos del bosque y un poco de Faelivrin machacado con agua de pantano...Si las heridas te duelen sentirás un gran alivio con el pasar de la noche- Explicó, buscando tranquilizar al varón y tragó saliva. La cercanía, el tener contacto con el otro...Todo era muy difícil y le generaba gran incomodidad, pero a la vez, sus hormonas alborotadas amainaban sus pensamientos y sentimientos, haciendo que se sintiera más tranquila por un lado y más nerviosa por otro. Miró a otro lado y soltó al mano ajena, dejando el pote en el suelo, por muchos motivos antes mencionados y se arrastró de nuevo lejos del varón, tomando lo que quedaba de su pan para darle una mordida.
El muchacho empalidecía a cada momento, como si la muerte se lo estuviera llevando poco a poco. -Lo del metro era hipotético- Mencionó con la boca llena, prestando atención a sus torpes y inocentes movimientos. Su estómago rugía y aquella fiera salió cuando el pan se le puso delante. Carla, con mirada seria, esbozó una leve sonrisa de lado, entendía muy bien lo que se sentía tener hambre y sueño y no poder saciar ninguna de aquellas necedades. Notó como el poco de pan que le había dado no le duró ni un segundo, pero el gesto de felicidad le daba a entender que había sido suficiente de momento, más allá de sus palabras. Entonces él mencionó una de las más grandes tonterías que había escuchado en su vida, olvidando considerar que era normal en otros pueblos la existencia de gallinas, por eso un forastero se pudiese confundir. -¿Gallos? ¿Aquí? ¿Te imaginas a un granjeo viviendo por estos lares? ¿Crees que algún vampiro se rebajaría a vivir como granjero? Aquí hay comerciantes y ricos, muchas mansiones y muy pocos lugares empobrecidos como este, de algunos locos como yo que hemos decidido vivir voluntariamente aquí- Informó la muchacha, sintiendo la boca pastosa del pan medio seco, tragándolo costosamente. No solo le parecía muy curioso del hombre su apariencia, su llegada a este lugar y su interesante forma de pensar, si no que había bajado la guardia en exceso. -No se cuanto poder manejarás bajo la manga, pero acabas de condenarte al sentarte frente a mi, de espaldas al fuego...Imagino que habrás notado que no soy un humano común y corriente- Levantó la mano izquierda en el aire, con la palma mirando al cielo e hizo un gesto con ella como llamando a "algo" a venir. Desde detrás del Elfo, una serpiente de fuego que no terminaba de separarse de la llama de la que provenía, rodeó al muchacho y posó las fauces sobre la mano de la mujer, que miraba atentamente a los ojos al varón. Sonrió levemente y retiró los dedos, dejando que la serpiente de fuego regresara la hoguera. -Ten más cuidado- Mencionó, levantándose lentamente. Se la notaba costosa en el ejercicio de levantarse, casi tropezando al levantarse, aunque con una extraña agilidad para recobrar la compostura, como si estuviese acostumbrada a levantarse así. Se acercó hasta el escritorio, tomando el vaso con agua y se acercó tomando de él a paso lento, dejando notar mejor su renguera.
-¿Te sientes bien?- Preguntó, dejando de lado las preguntas que el varón le había hecho, todavía, y se sentó de nuevo frente a la hoguera. -Yo alguna vez también fui aventurera y también alguna vez necesité asilo temporal o moría de hambre o frío. Existió gente que amablemente me presto de su pobreza, porque creían en la bondad y la inocencia, y es por eso que, por respeto a ellos, también dejo que de vez en cuando ciertos aventureros, que demuestren su inocencia, pasen la noche aquí...Además de que no podemos abrir la puerta o se llenará de bandidos.- Fue literal, ambas cosas le habían alentado a cometer tal acto, nunca escatimaría en la vedad, a ella no le gustaba decir mentiras. -No tengo por qué mentir, no hay nada que ocultar, me cansé de ser nómada y me asenté en el primer lugar que vi. Aquí vivo sola y tranquila, ni los residentes del lugar me molestan, solo los comerciantes a los que les vendo las baratijas que hago- Inspiró fuerte por la nariz y se la rascó, cerrando los ojos. -La verdad es que no suelo recibir visitas- Finalizó, torciendo la cabeza mientras le miraba. -Acabo de notarlo, estas herido...- Acotó, abriendo los ojos un tanto sorprendida. -Espera, yo tengo algo que te ayudará a dormir mejor- Se arrastró hasta donde su morral, que estaba tirado en el suelo junto a la hoguera y de él sacó un pote de madera con un ungüento verdoso dentro. Entonces se acercó a gatas hasta el muchacho. -Es Áloe vera y menta, curará rápido las heridas pequeñas y coagulará las más grandes...Mira- Tomó con calma la mano derecha ajena, donde tenía un pequeño corte pero tenía cierta profundidad y puso la crema sobre él. Sin saber la sensación que le generaba al otro la crema, esparció, en círculos, un poquito de ella y rápidamente la zona se deshinchó. -Tiene un par de ingredientes más, como ojos del bosque y un poco de Faelivrin machacado con agua de pantano...Si las heridas te duelen sentirás un gran alivio con el pasar de la noche- Explicó, buscando tranquilizar al varón y tragó saliva. La cercanía, el tener contacto con el otro...Todo era muy difícil y le generaba gran incomodidad, pero a la vez, sus hormonas alborotadas amainaban sus pensamientos y sentimientos, haciendo que se sintiera más tranquila por un lado y más nerviosa por otro. Miró a otro lado y soltó al mano ajena, dejando el pote en el suelo, por muchos motivos antes mencionados y se arrastró de nuevo lejos del varón, tomando lo que quedaba de su pan para darle una mordida.
Carla de Valle Escondido
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Podía sentir como mi respiración se volvía más pesada, escuchaba las palabras de la joven como si fuesen una dulce melodía en el fondo de mi cabeza. -Ciertamente no diría que estás loca, aunque no termino de comprender el porqué de la elección de este lugar en particular… hay lugares mucho más pacíficos- puntualicé con el entrecejo fruncido. Por la manera en la que ella se expresaba parecía vivir sola y para la soledad no existe un hogar predeterminado, solamente un corazón latiente y deseos de un asentamiento pacífico. O al menos era lo que yo pensaba, cada día que pasaba me daba cuenta de lo poco que conocía el mundo. Me acomodé en mi lugar para continuar escuchando su discurso, me parecía una mujer sumamente interesante, no una pueblerina aburrida sin un tema de discusión. Mundo, eso era lo que veía en cada brillo de su extraño pelo.
Enarqué una ceja al escuchar sus palabras que de una manera coqueta y elegante mantenían una amenaza velada. La miré de reojo hacer sus movimientos y por un segundo creí que intentaba encantarme con sus hechizos de mujer, pero rápidamente cualquier intento de esperanza se desvaneció en el aire que me rodeaba. Hacía más calor, dejé caer la manta y me volví hacia atrás para casi caer de espaldas ante la vista de una serpiente ígnea. Mis labios estaban sellados, y mis ojos no dejaban de parpadear. Sus ojos no solamente eran de fuego, toda ella era una llama viva y dinámica. El místico animal seguía sus órdenes como si pudiera leer los pensamientos de su ama suprema. Podía sentir su mirada sobre mí, pero el peso de la verdad me tenía ciertamente congelado en donde estaba.
-¿Debo de tener cuidado con la bruja o con la serpiente?- pregunté luego de un buen rato, habiendo ya racionalizado todo lo que estaba sucediendo. Me preocupé por unos instantes en que el ejercicio del mana la hubiese debilitado, se la veía algo confusa a la hora de dar sus pasos, como si temiera tropezarse con sus propios pies. -Lo mismo debería de preguntar yo ¿el uso de tus poderes ocasiona esto?- inquirí algo preocupado, negando con la cabeza para responder a medias a su pregunta. -Las he tenido peores- dije para completar la respuesta. Aunque en su mente ella pareció no creer en mis palabras ya que comenzó con una historia de su pasado, probablemente para demostrarme algún punto.
Suponía que ella había sido aventurera sí, y que debió pasar por más de una situación difícil también. No me fue ajena la poca sincronía de su rostro, aunque preferí no darme por aludido. La vanidad de una mujer es una de sus joyas más preciadas, había aprendido eso desde muy pequeño y también me había prometido pagar con mi propia sangre por cada lágrima derramada por mi causa. -Estoy bien- murmuré entre dientes, casi escupiendo la última palabra dado que era una mentira que no quería decir. La observé quedo mientras ella le daba vida a cada rincón de su humilde morada, buscando una u otra cosa para finalmente atender a este servidor.
Dejé que hablara, me gustaba el silencio que había entre ambos. Al parecer ella reaccionaba mejor si yo me estaba más callado, creo que se sentía más confortable si me mantenía a raya. El aloe era una planta que conocía muy bien, pero que esperaba que hubiese llegado a su posesión dado que necesita mucha luz y naturalmente Sacrestic no estaba dentro de esa amplia lista. Quise retroceder para que no me tocara, para que no ensuciase sus manos con mi sangre, después de todo muchos brujos creen que los elfos somos sangre sucia.
Ella tenía un toque especial para las manos, no como mis hermanas y primas, totalmente desvergonzadas y sin el menor cuidado por el bienestar ajeno. Pronto me relajé entre sus masajes, las zonas por donde pasaban recuperaban su calor y se sentían mucho más deshinchadas. La observaba de cerca, veía sus infinitas pecas moverse y arrugarse con sus gestos y me parecía totalmente entretenido. Pero un repentino cambio en ella hizo que se me detuviera la respiración, me volví hacia los lados algo tenso por su propia estanza aunque pronto comprendí que se debía a mi propia presencia. -Lo siento- tomé la palabra poniéndome en pie -estoy muy agradecido por la comida, el refugio y el cuidado, y me doy cuenta de que mi presencia, la de un elfo sucio y sin valor es perturbadora para ti, pero… si puedes soportarme por lo que resta de la noche, prometo que solamente volverás a saber de mi para recibir de mí solamente gratitud- comencé a decir.
-Me temo que mis circunstancias han sido un poco diferentes a lo normal, pero puedo asegurarte que no soy un aventurero- por primera vez desde que comencé con mi monólogo me permití una ligera sonrisa y distender mi cuerpo que se había tensado. Caminaba parado frente a ella de un lado a otro, con las manos tras de la espalda, algo pensativo -Cuando me escapé de mi clan en Sandorai, era apenas un muchacho que no sabía de la vida, y aun de ella se poco- comenté negando con la cabeza. -De esto hace ya más de cincuenta años… y aunque al principio me gustó mucho eso de la soltería y las aventuras, las ideas caballerescas, pronto me di cuenta que el peligro no hace más que arriesgar las vidas inocentes. Soy todo lo contrario a un aventurero… soy un elfo que como tú se asentó en una ciudad, Baslodia, pero para convivir entre humanos y comprenderlos mejor me hago pasar por uno, vivo como el nieto de un par de ancianos, viejos amigos casi de mi propia edad-
Intentaba desesperadamente hacer corta la historia de mi vida, algo no muy fácil de lograr. -Me asenté, comencé mi propio negocio como aprendiz de herrero. Muchas de las cicatrices de mis brazos me las hice yo mismo en las forjas- agregué con cierto orgullo, levantando las mangas de mi sucia camisa - Una semana atrás, días más días menos, llegaron a mis oídos noticias de un nuevo mineral que podría servir para un proyecto en el que estoy trabajando, cerca del Lago de la Luna. Como buen mercader, me uní a una caravana que resultó ser una charada para llevarle comida a una secta de vampiros. De algún modo, escapé con unos cuantos antes de llegar a nuestro destino, nos separamos con la neblina en los bosques que rondan la ciudad, me perdí… me alimentaba con lo que encontraba en los bosques, pero tres días atrás caí en un pequeño despeñadero, e intentaba salir de él con ayuda de mi guardián cuando un grupo de humanos me encontró-
Sí… me sentía como un tonto en estos momentos, pensando en mi historia a medida que la contaba. Ni siquiera un niño humano seguiría a un grupo de desconocidos solamente porque le prometieran ayuda. Suspiré, me volví hacia la fémina, le di unos golpecitos suaves sobre su cabeza, recogí la manta y me senté en un rincón. -El resto de la historia es menos feliz-
Enarqué una ceja al escuchar sus palabras que de una manera coqueta y elegante mantenían una amenaza velada. La miré de reojo hacer sus movimientos y por un segundo creí que intentaba encantarme con sus hechizos de mujer, pero rápidamente cualquier intento de esperanza se desvaneció en el aire que me rodeaba. Hacía más calor, dejé caer la manta y me volví hacia atrás para casi caer de espaldas ante la vista de una serpiente ígnea. Mis labios estaban sellados, y mis ojos no dejaban de parpadear. Sus ojos no solamente eran de fuego, toda ella era una llama viva y dinámica. El místico animal seguía sus órdenes como si pudiera leer los pensamientos de su ama suprema. Podía sentir su mirada sobre mí, pero el peso de la verdad me tenía ciertamente congelado en donde estaba.
-¿Debo de tener cuidado con la bruja o con la serpiente?- pregunté luego de un buen rato, habiendo ya racionalizado todo lo que estaba sucediendo. Me preocupé por unos instantes en que el ejercicio del mana la hubiese debilitado, se la veía algo confusa a la hora de dar sus pasos, como si temiera tropezarse con sus propios pies. -Lo mismo debería de preguntar yo ¿el uso de tus poderes ocasiona esto?- inquirí algo preocupado, negando con la cabeza para responder a medias a su pregunta. -Las he tenido peores- dije para completar la respuesta. Aunque en su mente ella pareció no creer en mis palabras ya que comenzó con una historia de su pasado, probablemente para demostrarme algún punto.
Suponía que ella había sido aventurera sí, y que debió pasar por más de una situación difícil también. No me fue ajena la poca sincronía de su rostro, aunque preferí no darme por aludido. La vanidad de una mujer es una de sus joyas más preciadas, había aprendido eso desde muy pequeño y también me había prometido pagar con mi propia sangre por cada lágrima derramada por mi causa. -Estoy bien- murmuré entre dientes, casi escupiendo la última palabra dado que era una mentira que no quería decir. La observé quedo mientras ella le daba vida a cada rincón de su humilde morada, buscando una u otra cosa para finalmente atender a este servidor.
Dejé que hablara, me gustaba el silencio que había entre ambos. Al parecer ella reaccionaba mejor si yo me estaba más callado, creo que se sentía más confortable si me mantenía a raya. El aloe era una planta que conocía muy bien, pero que esperaba que hubiese llegado a su posesión dado que necesita mucha luz y naturalmente Sacrestic no estaba dentro de esa amplia lista. Quise retroceder para que no me tocara, para que no ensuciase sus manos con mi sangre, después de todo muchos brujos creen que los elfos somos sangre sucia.
Ella tenía un toque especial para las manos, no como mis hermanas y primas, totalmente desvergonzadas y sin el menor cuidado por el bienestar ajeno. Pronto me relajé entre sus masajes, las zonas por donde pasaban recuperaban su calor y se sentían mucho más deshinchadas. La observaba de cerca, veía sus infinitas pecas moverse y arrugarse con sus gestos y me parecía totalmente entretenido. Pero un repentino cambio en ella hizo que se me detuviera la respiración, me volví hacia los lados algo tenso por su propia estanza aunque pronto comprendí que se debía a mi propia presencia. -Lo siento- tomé la palabra poniéndome en pie -estoy muy agradecido por la comida, el refugio y el cuidado, y me doy cuenta de que mi presencia, la de un elfo sucio y sin valor es perturbadora para ti, pero… si puedes soportarme por lo que resta de la noche, prometo que solamente volverás a saber de mi para recibir de mí solamente gratitud- comencé a decir.
-Me temo que mis circunstancias han sido un poco diferentes a lo normal, pero puedo asegurarte que no soy un aventurero- por primera vez desde que comencé con mi monólogo me permití una ligera sonrisa y distender mi cuerpo que se había tensado. Caminaba parado frente a ella de un lado a otro, con las manos tras de la espalda, algo pensativo -Cuando me escapé de mi clan en Sandorai, era apenas un muchacho que no sabía de la vida, y aun de ella se poco- comenté negando con la cabeza. -De esto hace ya más de cincuenta años… y aunque al principio me gustó mucho eso de la soltería y las aventuras, las ideas caballerescas, pronto me di cuenta que el peligro no hace más que arriesgar las vidas inocentes. Soy todo lo contrario a un aventurero… soy un elfo que como tú se asentó en una ciudad, Baslodia, pero para convivir entre humanos y comprenderlos mejor me hago pasar por uno, vivo como el nieto de un par de ancianos, viejos amigos casi de mi propia edad-
Intentaba desesperadamente hacer corta la historia de mi vida, algo no muy fácil de lograr. -Me asenté, comencé mi propio negocio como aprendiz de herrero. Muchas de las cicatrices de mis brazos me las hice yo mismo en las forjas- agregué con cierto orgullo, levantando las mangas de mi sucia camisa - Una semana atrás, días más días menos, llegaron a mis oídos noticias de un nuevo mineral que podría servir para un proyecto en el que estoy trabajando, cerca del Lago de la Luna. Como buen mercader, me uní a una caravana que resultó ser una charada para llevarle comida a una secta de vampiros. De algún modo, escapé con unos cuantos antes de llegar a nuestro destino, nos separamos con la neblina en los bosques que rondan la ciudad, me perdí… me alimentaba con lo que encontraba en los bosques, pero tres días atrás caí en un pequeño despeñadero, e intentaba salir de él con ayuda de mi guardián cuando un grupo de humanos me encontró-
Sí… me sentía como un tonto en estos momentos, pensando en mi historia a medida que la contaba. Ni siquiera un niño humano seguiría a un grupo de desconocidos solamente porque le prometieran ayuda. Suspiré, me volví hacia la fémina, le di unos golpecitos suaves sobre su cabeza, recogí la manta y me senté en un rincón. -El resto de la historia es menos feliz-
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Se acurrucó en su lugar, el varón se había negado a obtener su ayuda pero a la muchacha le había importado poco aquella mentirosa decisión. Entonces observó incrédula al muchacho junto a ella. -¿Te refieres al traspié cuando me levanto? No, eso es culpa de mi renguera, pero con el tiempo me acostumbré- Finalizó, buscando acabar el pan que tenía por cena.
Sin embargo el elfo había notado la incomodidad de la Carla, dejando entrever un gesto de desagrado ante su propia estadía en aquella vieja casa. Se levantó, como si intentase huir de su cercanía y la bruja negó leve. -No tengo ningún prejuicio especial sobre tu raza, ni sangre sucia ni ostias...Es solo que...No acostumbro a hablar con nadie, nunca- Bajó la mirada, avergonzada de su propia actitud antipática y solitaria. Soltó una leve risa irónica, acariciando sin delicadeza el lado lento de su cara, sin ningún indicio de si el otro lo había notado, aunque tampoco le interesaba demasiado. La bruja no había notado cuan verborrágico se podía poner un elfo a esas horas de las noche y con esas heridas en el cuerpo, pero definitivamente no le disgustaba en lo más mínimo ese hecho. Este se había levantado, un tanto impaciente, como si deseara contar lo más rápido posible su historia.
El trajín que le había traído hasta aquí era cuanto menos gracioso, ¿Unirse a una caravana de desconocidos? No pudo evitar reír silenciosa ante esa parte de la historia, estaba siendo hasta interesante y todo. Al terminar de escuchar sus palabras, atenta a su historia, se quedó asintiendo unos momentos hasta que acabó en una gran risotada de pura gracia. -Joooder- Estaba completamente tentada de la risa, tanto que calló de espaldas al suelo con cierta lentitud, atrapándose el estomago con los brazos. -¡Pero que Demonios Muchacho!- Mencionó, secándose los ojos de las lagrimas de ria que caían y se recostó por el piso. El chico había tocado cierta fibra sensible en la muchacha, de esa que le distraía de sus propios miedos y le hacía feliz, las historias y las bromas. -¿Y me dejarás así? ¿Sin contarme el final de la historia?- Le observó de reojo desde el suelo, recostada en él. El muchacho se había alejado a un rincón. -¿Y cuando viene la parte del pellizco en la entrepierna?- Le dio un leve escalofrío que le hizo soltar una risa un tanto quisquillosa. -Te comportas como te ves, aunque ya tengas cierta edad- Sonrió ampliamente, abriendo un poco de su real personalidad al varón desconocido. Tal vez porque se sentía demasiado sola y el encierro le obligaba a tener que convivir con él sin poder huir de ninguna manera. Suspiró leve, calmando la gracia que le causaba aquella historia y estornudó.
-Al menos ya no tienes tanto riesgo de morir como antes- Sonrió un tanto divertida. -Hablando del lago...Tengo que ir a recoger ciertos ingredientes en él, para comenzar a practicar la alquimia, actualmente no poseo nada...Solo este ungüento que le compre una vez a un viejo alquimista- Observó el ungüento que yacía aun apoyado en el suelo. -Imagino que no tienes ni idea de como llegar al lago ahora- Se volteó para quedar de panza al suelo, apoyando los codos en el suelo y la cara sobre sus manos. -Podríamos ir juntos a buscar lo que necesitamos y luego cada uno se va a su hogar- Se sentó nuevamente y tomó la manta que dejó tirada, quitándole el polvo para luego colocársela de nuevo. -Los peligros que acechan estos lares solo se podrían enfrentar de a varias personas y no tengo nadie más en quien confiar- Observó un momento el suelo, un tanto tímida pero sin malas intenciones. -¿Cómo se llama el susodicho mineral? Debemos saber donde se localiza antes de que te aventures solo o acompañado- Estiró la mano en dirección al mostrador sin siquiera voltearse, en él había un viejo libro que se levantó lento en el aire y se dirigió sin prisas hacia la muchacha. Ésta lo tomo con la mano que tenía alzada y lo abrió frente a ella. Era un libro dedicado a minerales, reliquias, hierbas y otros elementos. -Aquí tendremos la información pertinente, pero tendrás que hacerme un favor para que te traduzca lo que dice. El libro estaba en un lenguaje un tanto anticuado, pero gracias a su erudición era capaz de entenderlo. Guardó silencio, de forma tenebrosa, y se puso a observar el fuego con una seriedad de muerte -Tendrás que...- Miró hacia el libro, entrecerrando los ojos y guardó silencio unos eternos segundos. -Acercarte un poco más, que tan de lejos no te escucharé bien- Cortó aquella seriedad riendo divertida ante la broma y le observó alegre, con la inocencia de una niña traviesa y la picardía de una mujer adulta. Necesitaba acostumbrarse a la presencia y cercanías ajenas, si no lo hacía ahora, luego le costaría mucho tomarle confianza al desconocido.
Sin embargo el elfo había notado la incomodidad de la Carla, dejando entrever un gesto de desagrado ante su propia estadía en aquella vieja casa. Se levantó, como si intentase huir de su cercanía y la bruja negó leve. -No tengo ningún prejuicio especial sobre tu raza, ni sangre sucia ni ostias...Es solo que...No acostumbro a hablar con nadie, nunca- Bajó la mirada, avergonzada de su propia actitud antipática y solitaria. Soltó una leve risa irónica, acariciando sin delicadeza el lado lento de su cara, sin ningún indicio de si el otro lo había notado, aunque tampoco le interesaba demasiado. La bruja no había notado cuan verborrágico se podía poner un elfo a esas horas de las noche y con esas heridas en el cuerpo, pero definitivamente no le disgustaba en lo más mínimo ese hecho. Este se había levantado, un tanto impaciente, como si deseara contar lo más rápido posible su historia.
El trajín que le había traído hasta aquí era cuanto menos gracioso, ¿Unirse a una caravana de desconocidos? No pudo evitar reír silenciosa ante esa parte de la historia, estaba siendo hasta interesante y todo. Al terminar de escuchar sus palabras, atenta a su historia, se quedó asintiendo unos momentos hasta que acabó en una gran risotada de pura gracia. -Joooder- Estaba completamente tentada de la risa, tanto que calló de espaldas al suelo con cierta lentitud, atrapándose el estomago con los brazos. -¡Pero que Demonios Muchacho!- Mencionó, secándose los ojos de las lagrimas de ria que caían y se recostó por el piso. El chico había tocado cierta fibra sensible en la muchacha, de esa que le distraía de sus propios miedos y le hacía feliz, las historias y las bromas. -¿Y me dejarás así? ¿Sin contarme el final de la historia?- Le observó de reojo desde el suelo, recostada en él. El muchacho se había alejado a un rincón. -¿Y cuando viene la parte del pellizco en la entrepierna?- Le dio un leve escalofrío que le hizo soltar una risa un tanto quisquillosa. -Te comportas como te ves, aunque ya tengas cierta edad- Sonrió ampliamente, abriendo un poco de su real personalidad al varón desconocido. Tal vez porque se sentía demasiado sola y el encierro le obligaba a tener que convivir con él sin poder huir de ninguna manera. Suspiró leve, calmando la gracia que le causaba aquella historia y estornudó.
-Al menos ya no tienes tanto riesgo de morir como antes- Sonrió un tanto divertida. -Hablando del lago...Tengo que ir a recoger ciertos ingredientes en él, para comenzar a practicar la alquimia, actualmente no poseo nada...Solo este ungüento que le compre una vez a un viejo alquimista- Observó el ungüento que yacía aun apoyado en el suelo. -Imagino que no tienes ni idea de como llegar al lago ahora- Se volteó para quedar de panza al suelo, apoyando los codos en el suelo y la cara sobre sus manos. -Podríamos ir juntos a buscar lo que necesitamos y luego cada uno se va a su hogar- Se sentó nuevamente y tomó la manta que dejó tirada, quitándole el polvo para luego colocársela de nuevo. -Los peligros que acechan estos lares solo se podrían enfrentar de a varias personas y no tengo nadie más en quien confiar- Observó un momento el suelo, un tanto tímida pero sin malas intenciones. -¿Cómo se llama el susodicho mineral? Debemos saber donde se localiza antes de que te aventures solo o acompañado- Estiró la mano en dirección al mostrador sin siquiera voltearse, en él había un viejo libro que se levantó lento en el aire y se dirigió sin prisas hacia la muchacha. Ésta lo tomo con la mano que tenía alzada y lo abrió frente a ella. Era un libro dedicado a minerales, reliquias, hierbas y otros elementos. -Aquí tendremos la información pertinente, pero tendrás que hacerme un favor para que te traduzca lo que dice. El libro estaba en un lenguaje un tanto anticuado, pero gracias a su erudición era capaz de entenderlo. Guardó silencio, de forma tenebrosa, y se puso a observar el fuego con una seriedad de muerte -Tendrás que...- Miró hacia el libro, entrecerrando los ojos y guardó silencio unos eternos segundos. -Acercarte un poco más, que tan de lejos no te escucharé bien- Cortó aquella seriedad riendo divertida ante la broma y le observó alegre, con la inocencia de una niña traviesa y la picardía de una mujer adulta. Necesitaba acostumbrarse a la presencia y cercanías ajenas, si no lo hacía ahora, luego le costaría mucho tomarle confianza al desconocido.
Carla de Valle Escondido
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Intentaba concentrarme en mi atmósfera oscura y recordar la maldad humana en mi rincón solitario, pero las risas de aquella mujer eran cuanto menos contagiosas. Finalmente no pude más que esbozar una sonrisa y ponerme en pie nuevamente para unirme a ella. No estaba seguro de si sus palabras acerca de mi comportamiento significaban una alabanza… aunque preferí tomarlo por ese lado y negar con la cabeza. Probablemente cualquier cosa que hubiese dicho en esos momentos se hubiesen perdido en el incontenible arrullo de su risa. En esos instantes parecía tanto fuego, vibrante y vivo como el agua, inquieta, cristalina e inamovible de su propio curso.
-¿Es que no me estabas escuchando mujer?- pregunté con los ojos abiertos como platos mientras me arrebujaba entre las mantas. Pretendía ir al Lago de la Luna, donde estaba un grupo de vampiros que se valía de cualquier método para alimentarse. Negué con la cabeza, podía sentir la tensión crecer desde mi cuello. De seguir así tendría una hemorragia nasal en breve. Tapé mi nariz y levanté ligeramente la cabeza mientras me paseaba como gato enjaulado dentro de la pequeña habitación, ponderando. -Sí, se pueden enfrentar mejor de a varias personas, o evitar- agregué a su verbalización del plan que había hecho quién sabe cuándo en esa cabecilla suya.
-El mineral se llama mǣʤnosir- puntualicé, sin mucha gracia. No me gustaba nada lo que estaba escuchando, ella estaba segura donde estaba, y eso era perfectamente lo correcto. Pero… tampoco podía dejar que fuese sola a ese lugar, quién sabe qué podría pasarle, cuánto más si la veían levitar objetos como ese libro que se acercaba flotando hacia nosotros. -Odio cuando esto pasa, la juventud de estos días- renegué en un tono probablemente imperceptible. Me hice a un lado, observando el dominio de la joven sobre el objeto. Si la vieja bruja Salernne demostrara tan buen dominio de su magia, las cosas probablemente serían diferentes para mí en el presente.
Suspiré y observé a la joven con cierta fijación. ¿De dónde sacaría tanta vitalidad y voluntad?. La tensión seguía creciendo cada vez más a medida que me imaginaba cómo habría vivido en ese pueblo infestado de vampiros y los trabajos que debió de haber pasado, no podía dejarla ir sola. Intentaba pensar en alguna otra alternativa, pero al parecer las cosas solamente se veían mal para mí. Levanté mi mirada hacia ella, me estaba pidiendo un favor. Le miré con desconcierto, no imaginaba que podría llegar a escucharle decirme esas palabras a mí. Me acerqué a ella como lo requirió, aunque aún recordaba lo del metro aunque hubiese dicho que era una forma de decir. Aún tenía cierto temor a que mi presencia le incomodara, pero luego esa sonrisa pícara que me dedicó derribaron cualquier barrera que pudiera haber levantado entre ambos.
Entonces lo sentí, ese momento en el que la sangre brota y se escurre por la nariz al punto de que tienes que respirar por la boca. -Por favor mujer, no hagas que me ponga nervioso. Harás que me de una crisis de nervios aquí- requerí, hablando entrecortado y sin respirar, dado que me había apretado la nariz con toda la fuerza que tenía para no mancharle el piso. Buscaba en mis bolsillos un pañuelo o algo que pudiera servirme para tapar un poco el sangrado. No podía calmarme por la situación, y casi estaba seguro de la la diablilla de pelo rojo estaría riéndose a mis espaldas, siendo testigo de ese embarazoso momento.
Finalmente arranqué de mi camisa un jirón que le habían hecho mis captores y luego de limpiar mi desastre me volví hacia la fémina. -Dejemos esto en claro. Yo doy las direcciones. No me vas a contradecir. Si digo ocúltate preguntarás dónde en vez de luchar a mi lado. ¿Se entiende?- Después de una larga pausa me senté sobre la mesa y la observé a través del fuego. -De verdad… No sé qué hacer contigo… Te contaré el resto de la historia, pero luego me iré a dormir, ya que mañana será un día largo-
-Como había dicho, un grupo de humanos me descubrió en el bosque mientras utilizaba a mi guardián para salir de una barranca por la que me había caído. No es como si yo hubiese sido torpe, sino que la niebla no ayuda mucho como sea… habían cuatro jóvenes, trece, quince, veinte y veintipocos y una jovencita de unos diecisiete. Me dijeron que a unos pocos kilómetros estaba su pueblo, aunque no quisieron decirme el nombre. Fue un poco sospechoso, pero preferí achacarle la actitud a la inexperiencia y no a la maldad. Ahora sé que fue una tontería. Suspiré
Llegamos a una casa a las afueras del pueblo, allí me ofrecieron algo de queso y agua y me dijeron que irían por un anciano mientras yo descansaba en ese lugar, pero esos… esos… esas malas personas me drogaron y cuando desperté estaba atado de pies y manos a una cadena que colgaba del techo. No había tal anciano y entre los cinco querían saber cómo podía controlar un monstruo como el que tenía, al principio no comprendía que se referían a mi guardián, así que comenzó la larga tortura… Cuando se dieron cuenta que era un elfo, sí, no se habían dado cuenta hasta después de todo un día de castigos. En fin, cuando lo percataron, todo se volvió peor. Querían extraer mi mana como si fuese algo que se transmite a voluntad, me amasaron como quién exprime una naranja para quitarle su jugo. Querían mis humores para beberlos. - Observé el rostro de Carla, moví mi nariz y volví mi vista al suelo.
-No te diré todo lo que hicieron y lo que intentaron. Sólo acotaré que están locos… Al tercer día mientras ellos discutían nuevos métodos de tortura, este pequeño robó la llave de uno de los candados que me mantenía cautivo, luego de eso solo tuve que tener paciencia para escapar sin ser visto. Una hora después llega la parte del pellizco en la entrepierna- Finalicé al tiempo de que ponía a dormir nuevamente a la pequeña criatura en mi bolsillo. -Es bueno siempre tener arcilla fresca a mano-
-¿Es que no me estabas escuchando mujer?- pregunté con los ojos abiertos como platos mientras me arrebujaba entre las mantas. Pretendía ir al Lago de la Luna, donde estaba un grupo de vampiros que se valía de cualquier método para alimentarse. Negué con la cabeza, podía sentir la tensión crecer desde mi cuello. De seguir así tendría una hemorragia nasal en breve. Tapé mi nariz y levanté ligeramente la cabeza mientras me paseaba como gato enjaulado dentro de la pequeña habitación, ponderando. -Sí, se pueden enfrentar mejor de a varias personas, o evitar- agregué a su verbalización del plan que había hecho quién sabe cuándo en esa cabecilla suya.
-El mineral se llama mǣʤnosir- puntualicé, sin mucha gracia. No me gustaba nada lo que estaba escuchando, ella estaba segura donde estaba, y eso era perfectamente lo correcto. Pero… tampoco podía dejar que fuese sola a ese lugar, quién sabe qué podría pasarle, cuánto más si la veían levitar objetos como ese libro que se acercaba flotando hacia nosotros. -Odio cuando esto pasa, la juventud de estos días- renegué en un tono probablemente imperceptible. Me hice a un lado, observando el dominio de la joven sobre el objeto. Si la vieja bruja Salernne demostrara tan buen dominio de su magia, las cosas probablemente serían diferentes para mí en el presente.
Suspiré y observé a la joven con cierta fijación. ¿De dónde sacaría tanta vitalidad y voluntad?. La tensión seguía creciendo cada vez más a medida que me imaginaba cómo habría vivido en ese pueblo infestado de vampiros y los trabajos que debió de haber pasado, no podía dejarla ir sola. Intentaba pensar en alguna otra alternativa, pero al parecer las cosas solamente se veían mal para mí. Levanté mi mirada hacia ella, me estaba pidiendo un favor. Le miré con desconcierto, no imaginaba que podría llegar a escucharle decirme esas palabras a mí. Me acerqué a ella como lo requirió, aunque aún recordaba lo del metro aunque hubiese dicho que era una forma de decir. Aún tenía cierto temor a que mi presencia le incomodara, pero luego esa sonrisa pícara que me dedicó derribaron cualquier barrera que pudiera haber levantado entre ambos.
Entonces lo sentí, ese momento en el que la sangre brota y se escurre por la nariz al punto de que tienes que respirar por la boca. -Por favor mujer, no hagas que me ponga nervioso. Harás que me de una crisis de nervios aquí- requerí, hablando entrecortado y sin respirar, dado que me había apretado la nariz con toda la fuerza que tenía para no mancharle el piso. Buscaba en mis bolsillos un pañuelo o algo que pudiera servirme para tapar un poco el sangrado. No podía calmarme por la situación, y casi estaba seguro de la la diablilla de pelo rojo estaría riéndose a mis espaldas, siendo testigo de ese embarazoso momento.
Finalmente arranqué de mi camisa un jirón que le habían hecho mis captores y luego de limpiar mi desastre me volví hacia la fémina. -Dejemos esto en claro. Yo doy las direcciones. No me vas a contradecir. Si digo ocúltate preguntarás dónde en vez de luchar a mi lado. ¿Se entiende?- Después de una larga pausa me senté sobre la mesa y la observé a través del fuego. -De verdad… No sé qué hacer contigo… Te contaré el resto de la historia, pero luego me iré a dormir, ya que mañana será un día largo-
-Como había dicho, un grupo de humanos me descubrió en el bosque mientras utilizaba a mi guardián para salir de una barranca por la que me había caído. No es como si yo hubiese sido torpe, sino que la niebla no ayuda mucho como sea… habían cuatro jóvenes, trece, quince, veinte y veintipocos y una jovencita de unos diecisiete. Me dijeron que a unos pocos kilómetros estaba su pueblo, aunque no quisieron decirme el nombre. Fue un poco sospechoso, pero preferí achacarle la actitud a la inexperiencia y no a la maldad. Ahora sé que fue una tontería. Suspiré
Llegamos a una casa a las afueras del pueblo, allí me ofrecieron algo de queso y agua y me dijeron que irían por un anciano mientras yo descansaba en ese lugar, pero esos… esos… esas malas personas me drogaron y cuando desperté estaba atado de pies y manos a una cadena que colgaba del techo. No había tal anciano y entre los cinco querían saber cómo podía controlar un monstruo como el que tenía, al principio no comprendía que se referían a mi guardián, así que comenzó la larga tortura… Cuando se dieron cuenta que era un elfo, sí, no se habían dado cuenta hasta después de todo un día de castigos. En fin, cuando lo percataron, todo se volvió peor. Querían extraer mi mana como si fuese algo que se transmite a voluntad, me amasaron como quién exprime una naranja para quitarle su jugo. Querían mis humores para beberlos. - Observé el rostro de Carla, moví mi nariz y volví mi vista al suelo.
-No te diré todo lo que hicieron y lo que intentaron. Sólo acotaré que están locos… Al tercer día mientras ellos discutían nuevos métodos de tortura, este pequeño robó la llave de uno de los candados que me mantenía cautivo, luego de eso solo tuve que tener paciencia para escapar sin ser visto. Una hora después llega la parte del pellizco en la entrepierna- Finalicé al tiempo de que ponía a dormir nuevamente a la pequeña criatura en mi bolsillo. -Es bueno siempre tener arcilla fresca a mano-
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Pestañeó marcadamente, de brazos cruzados, escuchando sobre su historia sin impactarse demasiado, solo sintió unos leves escalofríos al escuchar aquello de la tortura. Tras la larga explicación y por sobre todo, aquello que desde un principio le había pinchado directo en al columna, se incorporó con cierta lentitud, inspirando muy fuerte, buscando encontrar la calma que acababa de perder. Apretó los puños y cerró los ojos, tragando saliva con tal fuerza que parecía que tragaba piedras, entonces su ojo izquierdo tembló como si por allí quisiera salir volando por él su corazón. Las llamas tras ella, de estar pasivas en su lecho, estallaron en fuertes llamas que llegaban al tope de la chimenea, echando chispas. -No solo tu historia es ridículamente estúpida por la sarta de tonterías que cometiste en un lugar tan ridículamente peligroso como un pantano donde no puedes ver ni tus propios pies, siguiendo a gente desconocida hasta una casa en el medio de la nada sin dudar ni un maldito momento sobre la actitud curiosa de aquellos atacantes, dejando tu vida en riesgo de una manera tan imbécil que hasta un niño de campo podría haberlo sorteado porque...NO HAY QUE CONFIAR EN LOS EXTRAÑOS- Elevó el tono de voz, enfurecida, acercándose lentamente al muchacho. -Si no que además alegas que con suerte fuiste capaz de escapar con vida y entraste en la casa de otro desconocido, confiando una vez más sin siquiera imaginarte que yo también podría ser una vampiresa maniática que a través de ilusiones te hago creer que soy una bruja y...ENCIMA DE TODO...- Ya respiraba agitada, de la furia que llevaba encima. -Te atreves a hablar sobre MI PODER, como si fuera una maldita debilucha que no puede defenderse ni un poco, teniendo en cuenta que vivo aquí hace más de una MALDITA temporada y por sobre toda las cosas, ningún vampiro se a acercado ni medio MALDITO centímetro a MÍ. Más de lo que tu pareces haber resistido pasar en 3 días- Concluyó, nervios, dando media vuelta, apretando los dientes. -Pero yo no te conozco en lo más mínimo, solo se que no tienes la mínima inteligencia necesaria como para evadir aquellas cosas que pueden hacerte daño, por lo tanto me ofrecí amablemente a ayudarte y me dices algo como...¡"SI DIGO OCÚLTATE PREGUNTARÁS DONDE EN VEZ DE LUCHAR A MI LADO"!- Rompió en ira, pateando el suelo con fuerza y los objetos cayeron del escritorio, estampándose contra al pared. -Tengo el peor temperamento de este mundo, ¡NO-ME-HAGAS-ENOJAR!- Finalizo, agarrando el vaso ajeno con agua que estaba en el suelo y se lo echó en la cara de un golpe, casi parecía escucharse aquel sonido chispeante de cuando se vierte agua fría en una superficie caliente. Las llamas de la hoguera bajaron. Sin embargo, si para el varón se habían roto barreras entre ellos, ahora se habían generado unas más grandes, más difíciles de sortear.
Estaba agitada, pero el choque del agua fría había calmado su ímpetu. -Trata de no sacar conclusiones sin conocerme.-Mencionó, buscando secarse la cara con las mangas de la ropa. -No tengo ni idea de quien eres y aunque trato con fuerza imposible de no subestimar tu poder, a cada palabra siento que eres más un problema que un acompañante, pero eres mejor que nada...Ahora si me disculpas, buscaré algo para secarme.- Se volteó de prepo y se dirigió renguando hasta su habitación. Volvió entonces con una vieja tela blancuzca que usaba como toalla. -De verdad, si hay algo que detesto de los elfos es que creen que por los años que tienen vivieron cosas más horribles que otros y son más dignos y fuertes que los demás por ello, casi como si quisieran dar lástima pero poniendo aquella típica cara digna y seria de "Yo no doy lástima porque hago como si no me dolieran las heridas o como si no hubiera llamado a mi mamá cuando me torturaban", porque yo sin miedo diré que cuando tuve que coserme la pierna, a conciencia, gritaba como una niña, y que he rechazado mil y un combates porque no soy tan fuerte ni tengo tantas ganas de morir, porque la dignidad y el honor me importan menos que una mierda y de no ser por mi madre adoptiva hoy no sería nada, aunque ella me haya tratado tan mal durante mi estancia en su hogar...- Observó directo a los ojos del varón, ofuscada por sus propios delirios. -Y da igual porque yo no soy nadie, a ti no te importa mi historia, siquiera la recordarás dentro de unos días, porque sí, yo solo soy una mujer más que conocerás y me parece perfecto que sea así- Se sentó en el suelo de golpe, ofendida por aquella situación que se sintió tan denigrante para ella, porque al final muy en su interior, odiaba que la prejuzguen, aunque en un principio esa era la idea inicial de la personalidad que mostraba las personas, hacerles creer que era una inútil que traía problemas, cascarrabias, cabeza dura y malhumorada, que no le importaba nadie ni nada. Pero le dolía ser ella misma, aun habiendo tomado aquellas decisiones por su cuenta propia. Le habían salvado de muchas agresiones y problemas, pero al final, sentimentalmente hablando, le habían traído muchos otros problemas. Su ser era tan contradictorio... dividido en aquellas dos partes tan distintas: La que mostraba y la que no. Y con el fulgor de la noche, la charla y los sucesos, sus paredes "inquebrantables" habían crecido exponencialmente. Pero al final, solo servía para demostrar cuan débiles y quebradas estaban.
Estaba agitada, pero el choque del agua fría había calmado su ímpetu. -Trata de no sacar conclusiones sin conocerme.-Mencionó, buscando secarse la cara con las mangas de la ropa. -No tengo ni idea de quien eres y aunque trato con fuerza imposible de no subestimar tu poder, a cada palabra siento que eres más un problema que un acompañante, pero eres mejor que nada...Ahora si me disculpas, buscaré algo para secarme.- Se volteó de prepo y se dirigió renguando hasta su habitación. Volvió entonces con una vieja tela blancuzca que usaba como toalla. -De verdad, si hay algo que detesto de los elfos es que creen que por los años que tienen vivieron cosas más horribles que otros y son más dignos y fuertes que los demás por ello, casi como si quisieran dar lástima pero poniendo aquella típica cara digna y seria de "Yo no doy lástima porque hago como si no me dolieran las heridas o como si no hubiera llamado a mi mamá cuando me torturaban", porque yo sin miedo diré que cuando tuve que coserme la pierna, a conciencia, gritaba como una niña, y que he rechazado mil y un combates porque no soy tan fuerte ni tengo tantas ganas de morir, porque la dignidad y el honor me importan menos que una mierda y de no ser por mi madre adoptiva hoy no sería nada, aunque ella me haya tratado tan mal durante mi estancia en su hogar...- Observó directo a los ojos del varón, ofuscada por sus propios delirios. -Y da igual porque yo no soy nadie, a ti no te importa mi historia, siquiera la recordarás dentro de unos días, porque sí, yo solo soy una mujer más que conocerás y me parece perfecto que sea así- Se sentó en el suelo de golpe, ofendida por aquella situación que se sintió tan denigrante para ella, porque al final muy en su interior, odiaba que la prejuzguen, aunque en un principio esa era la idea inicial de la personalidad que mostraba las personas, hacerles creer que era una inútil que traía problemas, cascarrabias, cabeza dura y malhumorada, que no le importaba nadie ni nada. Pero le dolía ser ella misma, aun habiendo tomado aquellas decisiones por su cuenta propia. Le habían salvado de muchas agresiones y problemas, pero al final, sentimentalmente hablando, le habían traído muchos otros problemas. Su ser era tan contradictorio... dividido en aquellas dos partes tan distintas: La que mostraba y la que no. Y con el fulgor de la noche, la charla y los sucesos, sus paredes "inquebrantables" habían crecido exponencialmente. Pero al final, solo servía para demostrar cuan débiles y quebradas estaban.
Carla de Valle Escondido
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
Adiós a mi añorado sueño. Allí estaba yo, temiendo por mi cuerpo más que cuando estaba siendo cazado, esquivando las llamas del mal que salían de la hoguera y los ademanes engrandecidos que Carla estaba haciendo. Probablemente había dicho algo que le cayera mal y poco a poco iba entendiendo qué había sido. -Yo que creía que tenía mal genio- murmuré, agachando mi cabeza ante una llama que casi me deja calvo. Cuando vi que ya parecía ser más inofensiva una vez sentada en el suelo, la abracé por la espalda con mi sangre, mi mugre y todo. No se puede decir que no lo pensé dos veces, aquello era en mi pensamiento como tener en brazos un hierro al rojo vivo.
-Lo siento, no quise ofenderte. Desde que me pellizcaste vi en ti que no eres el tipo de mujer débil que está quieta, pero ten más fe en mí. Te acompañaré porque te debo la vida y se trata de mi honor. Y aunque no lo creas, soy muy bueno con el arco… sin contar con que puedo conjurar guardianes más poderosos que ese pequeñito- mis palabras eran suaves, casi un susurro. - Ahora tienes a alguien Carla, no quiero que digas que pasarás a ser un recuerdo porque no pienso abandonarte- estaba seguro de cada una de mis palabras - y por eso quiero que te dejes proteger por mí, un tonto que confía en las personas, tal vez algo lastimoso sí, pero no he querido ser arrogante…- mis palabras se apagaron lentamente. Me quité los tapones de la nariz, la rodee y le miré a los ojos.
-No me subestimes por tener un corazón blando, aunque no nos conozcamos, tenemos mucho tiempo por delante para hacerlo- y sin más besé su frente como si se tratara de mi pequeña Galy. -Prometo no ser un problema- agregué, acariciando el lado izquierdo de su rostro y levantándole el fleco para verla mejor. -Así que no te enfades de esa forma, o probablemente te saldrán arrugas- fruncí el entrecejo y arrugué la nariz. - Creo que no mencioné que vivo con una bruja en mi casa y que tuve una pareja que tenía un carácter fogoso como el tuyo- informé, aparándome de ella mientras recordaba un pasado lejano.
-Aún tengo varias cicatrices que ella me hizo… por Imbar, las mujeres que pasan por mi vida tienen todas un carácter tan fuerte… lo que quiero decir es, que no intentes hacerme las cosas difíciles, porque solamente será contraproducente. Y déjame informarteque puedo llegar a ser muy terco y que no podrás usar tu mana mucho más tiempo antes de quedar exhausta y como ves, tengo tu ungüento para aliviar mi dolor. Así que si quieres seguir desahogándote…- continué, encogiéndome de hombros. Ahora sí sabía lo que pasaba por esa cabeza suya y ciertamente podía asegurar que Carla era una compañía agradable.
Tomé mi manta y se la puse por los hombros. -Ahora si no te molesta, quiero dormir, porque realmente estoy cansado. Así que mi pequeña flamilla andante, recomendaría que tú también descansaras y pensaras muy bien en lo que acaba de suceder aquí- le guiñé un ojo y le tiré un beso descaradamente. -Era broma, broma, no me quemes- agregué sentándome en rincón ya conocido, me acomodé como mejor pude y al poco tiempo perdí la noción de mi mismo.
-Lo siento, no quise ofenderte. Desde que me pellizcaste vi en ti que no eres el tipo de mujer débil que está quieta, pero ten más fe en mí. Te acompañaré porque te debo la vida y se trata de mi honor. Y aunque no lo creas, soy muy bueno con el arco… sin contar con que puedo conjurar guardianes más poderosos que ese pequeñito- mis palabras eran suaves, casi un susurro. - Ahora tienes a alguien Carla, no quiero que digas que pasarás a ser un recuerdo porque no pienso abandonarte- estaba seguro de cada una de mis palabras - y por eso quiero que te dejes proteger por mí, un tonto que confía en las personas, tal vez algo lastimoso sí, pero no he querido ser arrogante…- mis palabras se apagaron lentamente. Me quité los tapones de la nariz, la rodee y le miré a los ojos.
-No me subestimes por tener un corazón blando, aunque no nos conozcamos, tenemos mucho tiempo por delante para hacerlo- y sin más besé su frente como si se tratara de mi pequeña Galy. -Prometo no ser un problema- agregué, acariciando el lado izquierdo de su rostro y levantándole el fleco para verla mejor. -Así que no te enfades de esa forma, o probablemente te saldrán arrugas- fruncí el entrecejo y arrugué la nariz. - Creo que no mencioné que vivo con una bruja en mi casa y que tuve una pareja que tenía un carácter fogoso como el tuyo- informé, aparándome de ella mientras recordaba un pasado lejano.
-Aún tengo varias cicatrices que ella me hizo… por Imbar, las mujeres que pasan por mi vida tienen todas un carácter tan fuerte… lo que quiero decir es, que no intentes hacerme las cosas difíciles, porque solamente será contraproducente. Y déjame informarteque puedo llegar a ser muy terco y que no podrás usar tu mana mucho más tiempo antes de quedar exhausta y como ves, tengo tu ungüento para aliviar mi dolor. Así que si quieres seguir desahogándote…- continué, encogiéndome de hombros. Ahora sí sabía lo que pasaba por esa cabeza suya y ciertamente podía asegurar que Carla era una compañía agradable.
Tomé mi manta y se la puse por los hombros. -Ahora si no te molesta, quiero dormir, porque realmente estoy cansado. Así que mi pequeña flamilla andante, recomendaría que tú también descansaras y pensaras muy bien en lo que acaba de suceder aquí- le guiñé un ojo y le tiré un beso descaradamente. -Era broma, broma, no me quemes- agregué sentándome en rincón ya conocido, me acomodé como mejor pude y al poco tiempo perdí la noción de mi mismo.
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
El varón se había puesto sentimental, como si viese en la bruja a una pequeña niña indefensa y en parte no estaba tan equivocado. Algunas lagrimas saltaron en sus ojos tras el abrazo inesperado, al pie de un leve sonroje producido por la vergüenza y el enojo. -No me trates así, no soy una niña- Mencionó entre gruñidos y murmuros, buscando apartarlo pero sin usar fuerza alguna. Sus palabras parecían la de ese padre amoroso que ella nunca pudo tener y esa añoranza le traía malos recuerdos de su infancia. Acurrucó la cara entre sus rodillas, buscando huir de aquella situación vergonzosa y abrazó sus piernas sin contestar las palabras ajenas. No subestimaba su personalidad o poder, solo pensaba que era demasiado descuidado para ser tan adulto y a la vez, más ingenuo de lo que quería aparentar. Hablo sobre brujas y caracteres dignos de freír un huevo en un segundo, pero Carla restó importancia a sus palabras en ese momento, estaba muy ocupada buscando no largarse a llorar en público. Si había algo que odiara más que tener contacto sentimental con otras personas, era que le viesen llorar. -La confianza viene con el tiempo, no quiero que me protejas, solo quiero que me acompañes, joder, ¿es que acaso no lo comprendes? No necesito tus sentimientos o promesas banales, no me importa si te agrado o no, siquiera me importa si decides irte antes que canten los cuervos. Solo busco un compañero fiable para una misión...Nada más...- Renegó, cansada de aquella actitud del varón, que ni tan arrogante o egocentrista pero si demasiado romántica y clásica del típico hombre que necesita ser el caballero salvador, algo que a la muchacha no le interesaba en lo más mínimo. Pero no podía enjuiciar su buena acción, su bondad y sinceridad, algo que al fin y al cabo era difícil de encontrar.
Ante la explicación de que estaba acostumbrado a que sus mujeres le traten mal, rompió su silencio y su pose, mirándole directo a la cara. -Golpearte hasta el cansancio no calmará mi enojo ni solucionará mis problemas, Willow, ¡las cosas no funcionan de esa manera! Si tu crees que los golpes o quemaduras de una mujer enojada son signos de que "solo está furiosa pero ya se le pasará y me querrá" son signos de que te tienes mucha lástima a ti mismo y te quieres poco...- Se levantó, sosteniendo la manta enrollada en su cuerpo. -Duerme tranquilo, yo no dormiré esta noche.- Mencionó mientras regresaba al mostrador. Sin prisas, comenzó a juntar y ordenar todo lo que había tirado. Ciertamente los enojos le quitaban el sueño y a decir verdad, no podría dormir con un extraño en la casa y vampiros rondando por el barrio en búsqueda del Elfo que estaba guardando.
Observó, entonces, a la bolsa acurrucada que hasta hace unos minutos era un elfo hecho y derecho, dormido, casi inconsciente del ajetreo pasado en el día, y bajó la mirada entre refunfuños inaudibles. "Qué hago yo hospedando a un extraño en mi hogar, al final no sé cual de los dos es más tonto a estas alturas...". Toda las baratijas estaban por los suelos, también cajas y otros papeles, era un desastre que había que arreglar. Luego de casi una hora silenciosa y tranquila, terminó de ordenar el desastre y se sentó en el mostrador, sacando un libro de un cajón. Así comenzó a leer, denotando su falta de sueño, cuando después de unas 3 horas ya casi había leído 70 páginas, de un dialecto cuanto menos complicado, y seguía despierta. Las hora seguían pasando y el libro comenzaba a volverse escaso, sin embargo, aun no sonaban los cuervos, tenía la sensación de que la espera se volviese larga. Al cabo de dos horas más, se quedó dormida con la cara apoyada sobre la contratapa del libro.
Ante la explicación de que estaba acostumbrado a que sus mujeres le traten mal, rompió su silencio y su pose, mirándole directo a la cara. -Golpearte hasta el cansancio no calmará mi enojo ni solucionará mis problemas, Willow, ¡las cosas no funcionan de esa manera! Si tu crees que los golpes o quemaduras de una mujer enojada son signos de que "solo está furiosa pero ya se le pasará y me querrá" son signos de que te tienes mucha lástima a ti mismo y te quieres poco...- Se levantó, sosteniendo la manta enrollada en su cuerpo. -Duerme tranquilo, yo no dormiré esta noche.- Mencionó mientras regresaba al mostrador. Sin prisas, comenzó a juntar y ordenar todo lo que había tirado. Ciertamente los enojos le quitaban el sueño y a decir verdad, no podría dormir con un extraño en la casa y vampiros rondando por el barrio en búsqueda del Elfo que estaba guardando.
Observó, entonces, a la bolsa acurrucada que hasta hace unos minutos era un elfo hecho y derecho, dormido, casi inconsciente del ajetreo pasado en el día, y bajó la mirada entre refunfuños inaudibles. "Qué hago yo hospedando a un extraño en mi hogar, al final no sé cual de los dos es más tonto a estas alturas...". Toda las baratijas estaban por los suelos, también cajas y otros papeles, era un desastre que había que arreglar. Luego de casi una hora silenciosa y tranquila, terminó de ordenar el desastre y se sentó en el mostrador, sacando un libro de un cajón. Así comenzó a leer, denotando su falta de sueño, cuando después de unas 3 horas ya casi había leído 70 páginas, de un dialecto cuanto menos complicado, y seguía despierta. Las hora seguían pasando y el libro comenzaba a volverse escaso, sin embargo, aun no sonaban los cuervos, tenía la sensación de que la espera se volviese larga. Al cabo de dos horas más, se quedó dormida con la cara apoyada sobre la contratapa del libro.
Carla de Valle Escondido
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
-Hasta que los cuervos chillen dice, que no va a dormir dice, que soy un estorbo dice, y ahí va y se duerme. Mujeres.- mascullé dándole una mordida a la biusa naranja que sabía a col-No, por ahí no, más hacia el otro lado- susurré al pequeño guardián que me estaba echando ungüento sobre las heridas de la espalda. El ambiente estaba frío, la humedad se levantaba desde las entrañas de la tierra con un olor nauseabundo asqueroso. Podía decir sin temor a equivocarme que era el olor de la sangre derramada durante la madrugada y la noche. Los cuervos aún no hacían sonido alguno, pero podía sentir en mi piel que el nuevo día se avecinaría pronto.
¤ - - - - - -
Me había despertado babeado una hora atrás, con la espalda hecha un nudo y el ardor de mis heridas. La lluvia había cesado y con ella se habían lavado todos los malos espíritus que rondaba la casa. Sigilosamente me había asomado a la puerta a echar un vistazo y no se veía más que la gran luna plateada que iluminaba las calles de la tétrica villa que había albergado a Carla en su seno. Ella por su parte, dormía apaciblemente con la cabeza sobre la tapa de un viejo libro. Le acomodé las mantas encima. Aún faltaba un buen rato para que amaneciera y aunque quería irme de allí cuanto antes, mejor era dejarla como estaba, que silenciosa se veía más linda. En realidad, viéndola más de cerca tenía un algo que la volvía mucho más joven de lo que aparentaba. Cuando traspasé la puerta creí que debía tener al menos unos treinta, sin contar con la escena de antes de dormir. Pero viéndola más de cerca no aparentaba más de veinticinco, si es que en realidad los tenía.
Suspiré. Tenía hambre. No quería hacer demasiado ruido y aunque me preciaba por tener muy buena vista, era casi imposible la visibilidad dentro de la habitación. No le había visto a la bruja otro alimento más que el pan que habíamos comido, por lo que, después de meditarlo bastante abrí la puerta y del suelo de la calle tomé arcilla fresca que entré sin dilación a la casa. Ahí estuve alrededor de una hora, indeciso con el modelo de mi siguiente guardián. No tenía mucho material que digamos… por lo que algo de unos veintipocos centímetros de altura tenía que tener el tamaño correcto. Necesitaba ojos, capacidad estomacal, brazos y múltiples patitas para caminar por el terreno difícil, además de una apariencia que le permitiera pasar desapercibido… un poco de concentración y… ¡listo!
-Te llamarás ¡Pu!. Y ahora ¡Pu! Ve a conseguir comida. Nadie te puede ver- dije gesticulando cada orden. Y así ¡Pu! Lentamente comenzó la ejecución de su orden. Aunque tuviera tantas patitas se movía tan lentamente que probablemente cualquiera que lo viese creería que es un árbol movido por el viento. O algo. Me impacientaba verle moverse. Era totalmente perturbador. Demasiado lento. Por Imbar… De sobre la mesa saqué una hoja limpia, tomé la pluma que estaba cerca y dibujé un mapa con todo lo que recordaba por orden cronológico. Pero aquello no fue suficiente. La pequeña criatura tardaba en regresar. Me quité las prendas superiores y procedí a observar las quemaduras y heridas hechas por los secuestradores. Tenía unas en la espalda que definitivamente eran una molestia y que no podía alcanzar.
En medio de todo eso, sentí que algo se arrastraba por el suelo frente a la casa y no mucho mas tarde un pequeño sonido en la puerta. -¿¡Pu!?- pregunté como un tonto. Obviamente la criatura no me iba a responder. Apenas entreabrí la puerta y me encontré con un ¡Pu! Completamente regordeto que a duras penas se arrastraba hasta la puerta. Afortunadamente el agua que corría había limpiado sus huellas. Rápidamente lo tomé entre mis manos y le hice escupir lo que llevaba en su abultado estómago. -¿piedra? No ¿Rama? No ¿Pasto? No ¿Biusa? N…¡Si!- Terminé de limpiarle la barriga a mi pequeño compañero y la buena noticia era que en ese cuerpecito le entraron dos biusas con forma de naranja. -Muy bien hecho mi pequeño amigo. Ahora me harás un par de favores antes de volver a dormir- ordené.
¤ - - - - - -
-Los cuervos están chillando y el desayuno está servido- dije en voz alta, sentado sobre la mesa, a un costado de ella. -¡Pu! Se encargó de recogerlo. Saluda ¡Pu!- y el pequeño guardián levantó una de sus manos/nódulos. Frente a él estaba la biusa que le correspondía a ella -¿Estamos listos?- pregunté con energías renovadas y ciertamente sintiéndome mucho mejor que antes. -No hay tiempo que perder, tengo un mapa, una idea y una acompañante. No necesito nada más.
¤ - - - - - -
Me había despertado babeado una hora atrás, con la espalda hecha un nudo y el ardor de mis heridas. La lluvia había cesado y con ella se habían lavado todos los malos espíritus que rondaba la casa. Sigilosamente me había asomado a la puerta a echar un vistazo y no se veía más que la gran luna plateada que iluminaba las calles de la tétrica villa que había albergado a Carla en su seno. Ella por su parte, dormía apaciblemente con la cabeza sobre la tapa de un viejo libro. Le acomodé las mantas encima. Aún faltaba un buen rato para que amaneciera y aunque quería irme de allí cuanto antes, mejor era dejarla como estaba, que silenciosa se veía más linda. En realidad, viéndola más de cerca tenía un algo que la volvía mucho más joven de lo que aparentaba. Cuando traspasé la puerta creí que debía tener al menos unos treinta, sin contar con la escena de antes de dormir. Pero viéndola más de cerca no aparentaba más de veinticinco, si es que en realidad los tenía.
Suspiré. Tenía hambre. No quería hacer demasiado ruido y aunque me preciaba por tener muy buena vista, era casi imposible la visibilidad dentro de la habitación. No le había visto a la bruja otro alimento más que el pan que habíamos comido, por lo que, después de meditarlo bastante abrí la puerta y del suelo de la calle tomé arcilla fresca que entré sin dilación a la casa. Ahí estuve alrededor de una hora, indeciso con el modelo de mi siguiente guardián. No tenía mucho material que digamos… por lo que algo de unos veintipocos centímetros de altura tenía que tener el tamaño correcto. Necesitaba ojos, capacidad estomacal, brazos y múltiples patitas para caminar por el terreno difícil, además de una apariencia que le permitiera pasar desapercibido… un poco de concentración y… ¡listo!
- Pu:
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-Te llamarás ¡Pu!. Y ahora ¡Pu! Ve a conseguir comida. Nadie te puede ver- dije gesticulando cada orden. Y así ¡Pu! Lentamente comenzó la ejecución de su orden. Aunque tuviera tantas patitas se movía tan lentamente que probablemente cualquiera que lo viese creería que es un árbol movido por el viento. O algo. Me impacientaba verle moverse. Era totalmente perturbador. Demasiado lento. Por Imbar… De sobre la mesa saqué una hoja limpia, tomé la pluma que estaba cerca y dibujé un mapa con todo lo que recordaba por orden cronológico. Pero aquello no fue suficiente. La pequeña criatura tardaba en regresar. Me quité las prendas superiores y procedí a observar las quemaduras y heridas hechas por los secuestradores. Tenía unas en la espalda que definitivamente eran una molestia y que no podía alcanzar.
En medio de todo eso, sentí que algo se arrastraba por el suelo frente a la casa y no mucho mas tarde un pequeño sonido en la puerta. -¿¡Pu!?- pregunté como un tonto. Obviamente la criatura no me iba a responder. Apenas entreabrí la puerta y me encontré con un ¡Pu! Completamente regordeto que a duras penas se arrastraba hasta la puerta. Afortunadamente el agua que corría había limpiado sus huellas. Rápidamente lo tomé entre mis manos y le hice escupir lo que llevaba en su abultado estómago. -¿piedra? No ¿Rama? No ¿Pasto? No ¿Biusa? N…¡Si!- Terminé de limpiarle la barriga a mi pequeño compañero y la buena noticia era que en ese cuerpecito le entraron dos biusas con forma de naranja. -Muy bien hecho mi pequeño amigo. Ahora me harás un par de favores antes de volver a dormir- ordené.
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-Los cuervos están chillando y el desayuno está servido- dije en voz alta, sentado sobre la mesa, a un costado de ella. -¡Pu! Se encargó de recogerlo. Saluda ¡Pu!- y el pequeño guardián levantó una de sus manos/nódulos. Frente a él estaba la biusa que le correspondía a ella -¿Estamos listos?- pregunté con energías renovadas y ciertamente sintiéndome mucho mejor que antes. -No hay tiempo que perder, tengo un mapa, una idea y una acompañante. No necesito nada más.
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Re: Lugares Peligrosos [Interpretativo - Libre] [2/2]
La noche resultó tan corta que la bruja tenía grandes ojeras del sueño, a pesar de haber dormido. Un terrible "Los cuervos están chillando y el desayuno está servido" le hizo despertarse de golpe, zarandeando las manos de lado a lado, tambaleándose en su silla hasta caerse hacia atrás. El estruendo fue intenso pero la chica opto por ponerse de pie de la forma más rápida que el cuerpo le permitía, juntando la silla y limpiándose la ropa mientras habría lentamente cada ojo para despegarlos, pues las lagañas eran muchas. Observó al varón y luego la comida, y se fue rengueando hasta la cocina, donde sacó un poco de agua de un viejo balde sobre una mesada y se lavó la cara en un plato viejo que tenía cerca del balde.
Regresó entonces, con la cara mojada, mientras usaba su manga derecha para cercarse. -Grrrrrr...acias- Se notó en ese momento su viejo acento norteño, que al hablar de forma cotidiana casi no se notaba pero con el cansancio no había sido capaz de ocultar. Tosió levemente tapándose la boca un poco tardía, y se sentó frente al varón nuevamente. Vio por primera vez en mucho tiempo un plato de comida como tal y se le hizo agua a la boca, no sabía hacía cuanto tiempo que comía pan y agua. "¿Pu?" Pensó, siguiendo con los ojos las manos del varón que señalaban al objeto. Y allí estaba, una base de tronco de árbol con ojos gigantes y una boca pequeña evidentemente de decoración pues no parecía pronunciar sonido. Levantó una ceja, aun pensando en la comida e hizo un leve gesto con la cabeza cual saludo cordial. Sin pensarlo más, devoró su comida con un hambre sin igual y se mantuvo callada hasta que la ultima miga no estuvo en su estómago.
Se limpió los labios con la mano y miró al varón frente a ella con cierto recelo. -Gracias, estaba genial- Mencionó, con una leve sonrisa que evitó mostrar al poner su mano delante. Se levantó y se estiró, tronando los huesos, y se acercó a su morral, para luego colgárselo cruzado al pecho. -¿Bien, tenemos todo entonces?- Preguntó, agachándose en el piso para agarrar el pote con el ungüento de hiervas. Ahora, más cerca del monigote de arcilla, estiró la mano con el dedo índice señalando a la criatura y se acercó lentamente hasta tocarle un moflete con la yema del dedo. Los ojos le brillaron como un niño con juguete nuevo, completamente enternecida por la criaturita frente a ella que pestañeaba sin entender que le pasaba a la bruja. Se levantó lentamente, aclarando la garganta apenas sonrojada de la vergüenza de ese pequeño desliz y se acomodó el cabello tras la espalda. -El, el...."Puh" este...¿vendrá?- Preguntó, con cierta timidez, sin mirar a la cara al elfo.Se rascó entonces la nariz y volteó rápidamente, dando unos saltitos hacia adelante. -¡Digo! Vamos... Comencemos nuestra aventura- Avecinó, saliendo por la puerta principal en dirección al bosque que se aproximaba al pueblo.
Una vez fuera comenzó a caminar en dirección contraria a lo que decía el mapa de donde estaba el Lago. -Necesito entregar algo a un comerciante en el centro de la ciudad antes de irnos, ¿Viste los mapas? ¿Tienes un plan?- Preguntó curiosa a su compañero, mientras se adentraba por la calle principal del pueblo.
Regresó entonces, con la cara mojada, mientras usaba su manga derecha para cercarse. -Grrrrrr...acias- Se notó en ese momento su viejo acento norteño, que al hablar de forma cotidiana casi no se notaba pero con el cansancio no había sido capaz de ocultar. Tosió levemente tapándose la boca un poco tardía, y se sentó frente al varón nuevamente. Vio por primera vez en mucho tiempo un plato de comida como tal y se le hizo agua a la boca, no sabía hacía cuanto tiempo que comía pan y agua. "¿Pu?" Pensó, siguiendo con los ojos las manos del varón que señalaban al objeto. Y allí estaba, una base de tronco de árbol con ojos gigantes y una boca pequeña evidentemente de decoración pues no parecía pronunciar sonido. Levantó una ceja, aun pensando en la comida e hizo un leve gesto con la cabeza cual saludo cordial. Sin pensarlo más, devoró su comida con un hambre sin igual y se mantuvo callada hasta que la ultima miga no estuvo en su estómago.
Se limpió los labios con la mano y miró al varón frente a ella con cierto recelo. -Gracias, estaba genial- Mencionó, con una leve sonrisa que evitó mostrar al poner su mano delante. Se levantó y se estiró, tronando los huesos, y se acercó a su morral, para luego colgárselo cruzado al pecho. -¿Bien, tenemos todo entonces?- Preguntó, agachándose en el piso para agarrar el pote con el ungüento de hiervas. Ahora, más cerca del monigote de arcilla, estiró la mano con el dedo índice señalando a la criatura y se acercó lentamente hasta tocarle un moflete con la yema del dedo. Los ojos le brillaron como un niño con juguete nuevo, completamente enternecida por la criaturita frente a ella que pestañeaba sin entender que le pasaba a la bruja. Se levantó lentamente, aclarando la garganta apenas sonrojada de la vergüenza de ese pequeño desliz y se acomodó el cabello tras la espalda. -El, el...."Puh" este...¿vendrá?- Preguntó, con cierta timidez, sin mirar a la cara al elfo.Se rascó entonces la nariz y volteó rápidamente, dando unos saltitos hacia adelante. -¡Digo! Vamos... Comencemos nuestra aventura- Avecinó, saliendo por la puerta principal en dirección al bosque que se aproximaba al pueblo.
Una vez fuera comenzó a caminar en dirección contraria a lo que decía el mapa de donde estaba el Lago. -Necesito entregar algo a un comerciante en el centro de la ciudad antes de irnos, ¿Viste los mapas? ¿Tienes un plan?- Preguntó curiosa a su compañero, mientras se adentraba por la calle principal del pueblo.
- PD!:
- Perdón la tardanza de la respuesta, tuve los últimos exámenes en esta semana y ahora por fin estoy libre. Te quería preguntar si a partir de aquí quieres que nuestro rol esté mastereado, así será más divertido!
Carla de Valle Escondido
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