Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
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Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Llevaban recorriendo el camino ya varios días. La calma que se había instaurado entre ellos en ese tiempo solo era desbaratada, en algunos momentos, por los roces que parecía haber entre Runa y Huracán, que la guarda había decidido tomarse como pequeñas discusiones casi en broma. Si no lo hubiera hecho la tensión habría sido incomoda, pero, de ese modo, solo tenía que lidiar, de vez en cuando, intentando aligerar el ambiente.
El comerciante lo vio como peleas de hermanas, sumando veracidad a la irracional historia que Schott le había contado al hombre el primer día. Se le hacía de lo más extraño que la llamasen Alannita, y si pudiera evitarlo, lo haría, aunque, al menos, n le había tocado algo como Lunita, no le extrañaba que Huracán hubiera protestado el primer día y le shubiera pedido que no usaran nombre alguno para dirigirse a ella.
Se estiró en la parte delantera del carromato, su pie ya estaba mejor, al no haberse movido para nada en varios días, con la venda que le inmovilizaba el pie y el potingue que le había puesto runa, podía asegurar que ya no notaba dolor o pinchazo alguno, el pie ya no estaba inflado y no tenía problemas para moverlo. La ciudad empezaba a aparecer frente a ellos, a penas quedaría una hora de viaje para llegar.
- ¿Tiene ganas de ver a su abuela, señorita?- preguntó el mercader, sentado a su lado, guiando a los caballos de tiro.
- Muchas.- sonrió Alanna mintiendo como una bellaca. - Le agradezco que nos haya acercado, solos no podríamos haber llegado, y menos con mi herida.- agradeció con sinceridad.
- Era lo menos que podía hacer, su hermano arregló el carro.- afirmó.
- De todos modos, gracias, y disculpe las molestias, somos algo ruidosos.- se disculpó, porque, lo cierto era que, las discusiones, las risas, y las charlas, no habían cesado en el camino más que cuando Huracán se enfurruñaba.
Alanna se echó hacia atrás en el alto asiento y miró el cielo, a pesar del frío, el sol brillaba y el día era cálido, no había una sola nube a la vista, y la nieve que se amontonaba a los bordes del camino empezaba a derretirse. Si la guardia hubiera sabido cantar, se habría puesto a tararear algo, hacía un día increiblemente bueno. Cerró los ojos y disfrutó del sol en la piel. "A Eli le habría encantado esto" pensó con nostalgia recordando lo que le gustaban a su hermana los días de sol.
Siguieron avanando sin molestia alguna hasta llegar a la entrada de la ciudad. Descendieron a las puertas de baslodia. Era día de mercado y los tenderetes rebosaban vida, la gente iba y venía con bolsas risas y gritos. El olor a carne, hiervas, pescado seco y dulces cubría el olor a óxido que normalmente reinaba en Baslodia y la capa de polvo que usualmente se mantenía sobre la ciudad se había despejado. Los días de mercado a penas dos o tres herrerías usaban los fuegos, ya que ese era el día que solían usar para entregar los pedidos y para recibir los nuevos.
Alanna se estiró alzando los brazos al cielo, si Baslodia tuviera un aire tan limpio siempre, no le importaría visitar esa ciudad más a menudo. Miró al rededor y observó el mercado, el hombre que los había llevado hasta allí comenzaba a montar su propia parada. Al parecer había llegado algo tarde, pero eso no impedía que las mujeres, curiosas, se acercasen a mirar incluso antes de que estuviera montada. Los comerciantes parecían más juglares que vendedores. Creaban todo un espectáculo para poder vender sus productos.Mientras observaba, un niño tropezó con ella, haciendola caer al suelo de piedra y callendo también él, dejano resvalar varias espadas de una tela de saco.
- Aux, lo siento.- Se disculpó Alanna, levantandose, quitandose el polvo del trasero y, depués, tendiendo la mano al chiquillo, que se apresuraba a guardar las espadas, nuevamente, en la tela del saco.- ¿Estás bien?- Preguntó.
El niño alzó la mirada extrañando a la Gata, que vio más rasgos de chiquilla que no de chiquillo. Frunció el ceño cuando el chiquillo salió corriendo, dejando tras de si una de las espadas que se le habían caido. Alanna se apresuró a cogerla y gritó al chiquillo para que volviera a por ella, pero el pequeño estaba ya demasiado lejos. Miró la empuñadura con aspecto extraño, la espada era algo burda, pero tenía un bonito detalle en cobre con un C grande en la empuñadura.
- Vaya, que extraño.- murmuró- Schott, tu has trabajado aquí antes, ¿no?- Preguntó aun mirando la espada.- Se que hay prisa, pero... igualmente tenemos que buscar una herrería, eso dijo la chiquilla en Lunargenta.- explicó antes de preguntar.- Sabrías dónde hacer estos grabados? No creo que mucha gente use el cobre para ello, es bastante peligroso y dificil de usar.- comentó.
El comerciante lo vio como peleas de hermanas, sumando veracidad a la irracional historia que Schott le había contado al hombre el primer día. Se le hacía de lo más extraño que la llamasen Alannita, y si pudiera evitarlo, lo haría, aunque, al menos, n le había tocado algo como Lunita, no le extrañaba que Huracán hubiera protestado el primer día y le shubiera pedido que no usaran nombre alguno para dirigirse a ella.
Se estiró en la parte delantera del carromato, su pie ya estaba mejor, al no haberse movido para nada en varios días, con la venda que le inmovilizaba el pie y el potingue que le había puesto runa, podía asegurar que ya no notaba dolor o pinchazo alguno, el pie ya no estaba inflado y no tenía problemas para moverlo. La ciudad empezaba a aparecer frente a ellos, a penas quedaría una hora de viaje para llegar.
- ¿Tiene ganas de ver a su abuela, señorita?- preguntó el mercader, sentado a su lado, guiando a los caballos de tiro.
- Muchas.- sonrió Alanna mintiendo como una bellaca. - Le agradezco que nos haya acercado, solos no podríamos haber llegado, y menos con mi herida.- agradeció con sinceridad.
- Era lo menos que podía hacer, su hermano arregló el carro.- afirmó.
- De todos modos, gracias, y disculpe las molestias, somos algo ruidosos.- se disculpó, porque, lo cierto era que, las discusiones, las risas, y las charlas, no habían cesado en el camino más que cuando Huracán se enfurruñaba.
Alanna se echó hacia atrás en el alto asiento y miró el cielo, a pesar del frío, el sol brillaba y el día era cálido, no había una sola nube a la vista, y la nieve que se amontonaba a los bordes del camino empezaba a derretirse. Si la guardia hubiera sabido cantar, se habría puesto a tararear algo, hacía un día increiblemente bueno. Cerró los ojos y disfrutó del sol en la piel. "A Eli le habría encantado esto" pensó con nostalgia recordando lo que le gustaban a su hermana los días de sol.
Siguieron avanando sin molestia alguna hasta llegar a la entrada de la ciudad. Descendieron a las puertas de baslodia. Era día de mercado y los tenderetes rebosaban vida, la gente iba y venía con bolsas risas y gritos. El olor a carne, hiervas, pescado seco y dulces cubría el olor a óxido que normalmente reinaba en Baslodia y la capa de polvo que usualmente se mantenía sobre la ciudad se había despejado. Los días de mercado a penas dos o tres herrerías usaban los fuegos, ya que ese era el día que solían usar para entregar los pedidos y para recibir los nuevos.
Alanna se estiró alzando los brazos al cielo, si Baslodia tuviera un aire tan limpio siempre, no le importaría visitar esa ciudad más a menudo. Miró al rededor y observó el mercado, el hombre que los había llevado hasta allí comenzaba a montar su propia parada. Al parecer había llegado algo tarde, pero eso no impedía que las mujeres, curiosas, se acercasen a mirar incluso antes de que estuviera montada. Los comerciantes parecían más juglares que vendedores. Creaban todo un espectáculo para poder vender sus productos.Mientras observaba, un niño tropezó con ella, haciendola caer al suelo de piedra y callendo también él, dejano resvalar varias espadas de una tela de saco.
- Aux, lo siento.- Se disculpó Alanna, levantandose, quitandose el polvo del trasero y, depués, tendiendo la mano al chiquillo, que se apresuraba a guardar las espadas, nuevamente, en la tela del saco.- ¿Estás bien?- Preguntó.
El niño alzó la mirada extrañando a la Gata, que vio más rasgos de chiquilla que no de chiquillo. Frunció el ceño cuando el chiquillo salió corriendo, dejando tras de si una de las espadas que se le habían caido. Alanna se apresuró a cogerla y gritó al chiquillo para que volviera a por ella, pero el pequeño estaba ya demasiado lejos. Miró la empuñadura con aspecto extraño, la espada era algo burda, pero tenía un bonito detalle en cobre con un C grande en la empuñadura.
- Vaya, que extraño.- murmuró- Schott, tu has trabajado aquí antes, ¿no?- Preguntó aun mirando la espada.- Se que hay prisa, pero... igualmente tenemos que buscar una herrería, eso dijo la chiquilla en Lunargenta.- explicó antes de preguntar.- Sabrías dónde hacer estos grabados? No creo que mucha gente use el cobre para ello, es bastante peligroso y dificil de usar.- comentó.
Última edición por Alanna Delteria el Mar Jun 07 2016, 21:12, editado 2 veces
Alanna Delteria
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Los dos días que tardamos en llegar a Baslodia me los pasé en la parte trasera del carro sin tratar de hablar demasiado, más que lo estrictamente necesario. Al menos fueron días tranquilos, no hubo más trols ni bandidos, ni siquiera complicaciones mínimas… aquello era toda una novedad en mis viajes. Lo único que alteraba mi tranquilidad era que ese dichoso diligente repitiera incesantemente la misma frase desde que Schott arregló el carro…
-¿Lunita, te encuentras bien? – Lo había dicho otra vez. Miré hacia otro lado y aspiré aire. Para colmo eso causaba la risa del resto del grupo. Lo mismo le daba al tipo mi silencio, él seguía insistiendo tratando de ser agradable, sabiendo que aquel nombre me enervaba todavía más. – Perdóname si soy pesado, Lunita, sólo quiero ser agradable con mis huéspedes. – y puso una entrañable sonrisa con su bigote.
Alanna sí que parecía hablar con él. Respondiendo a su pregunta de si teníamos ganas de ver a nuestra abuela, - Unas ganas tremendas… - musité con ironía para mí pensando en Mortagglia, apoyando sujetándome la cabeza con el brazo en el borde de la carreta, mirando para un puesto de entrada. Lo de la abuela era la coartada que se le había ocurrido a Schott que el motivo de nuestra presencia en Baslodia, aunque eran otros bien distintos.
Fui la primera en bajarme del carro. Gritó el carretero. Se había despedido de mí en primer lugar pues ya me encaminaba hacia la puerta, ansiosa de alejarme de aquel tipo. -¡Adiós, Lunita! ¡Tu compañía ha sido muy grata! – gritó levantando el brazo con su misma sonrisa. Yo ni miré hacia él. Me dirigí hacia la puerta, a esperar a mis compañeros. Lo más grave es que el tipo no era irónico, sino que lo decía de corazón.
Esperé a la entrada a que el resto entraran. Hacía un día muy bonito, soleado y despejado. La ciudad de Baslodia rebosaba vida por todos sus costados. Era primera hora de la mañana, pero estaba repleta de gente. Parecía una ciudad bastante industrial, o al menos eso me parecía a mí. Los pájaros trinaban. Parecía que todo iba a ir bien.
Paseábamos por el barrio de los comerciantes. Yo iba en una esquina del grupo, algo apartada del resto y noté que algunas personas se fijaban en mí, me miraban con asombro. Era algo habitual dada mi apariencia, poca gente vestía tan de negro como yo, y el cuero no era algo muy habitual en los ropajes de la mayoría de campesinos.
Al poco de caminar, observé como un joven tropezaba con Alanna, cayendo ambos al suelo. La guardia se disculpó por haber derribado al joven. Yo observaba la situación y miraba al niño con mi rostro. No me gustaban los niños, aunque esa perspectiva había cambiado desde hacía unos meses cuando había conocido a Azoth, había aprendido que no todos eran unos mocosos repelentes e inútiles, precisamente aquella fue la noche en la que conocí a Alanna. No obstante, a éste no iba a ponerle una cara agradable. El joven me miró y yo le mantuve mi mirada, la fría mirada que suelo mostrar a todo el mundo, y eso lo hizo salir corriendo.
-¿Tan mala parezco? – pregunté al grupo irónicamente con el ceño fruncido, molesta porque huyera al verme. Concretamente a Schott, que era el que estaba más cerca de mí.
En cualquier caso, parecía que se había dejado un objeto en el suelo. Una espada, no era demasiado larga, y tenía una C grabada en la empuñadura. No me decía nada aquella letra, y yo no sabía nada de herrería pues nunca había tenido contacto con una espada. Tal vez perteneciera a la herrería que estábamos buscando.
Alanna preguntó acertadamente a Schott si sabía de donde salían aquellos grabados, desde luego, el pelirrojo ya había mostrado su habilidad como herrero al reparar el carro, y según él había afirmado hacía un par de noches era un chapucillas. Sin duda sería el que mejor podría responder a la duda.
-¿Lunita, te encuentras bien? – Lo había dicho otra vez. Miré hacia otro lado y aspiré aire. Para colmo eso causaba la risa del resto del grupo. Lo mismo le daba al tipo mi silencio, él seguía insistiendo tratando de ser agradable, sabiendo que aquel nombre me enervaba todavía más. – Perdóname si soy pesado, Lunita, sólo quiero ser agradable con mis huéspedes. – y puso una entrañable sonrisa con su bigote.
Alanna sí que parecía hablar con él. Respondiendo a su pregunta de si teníamos ganas de ver a nuestra abuela, - Unas ganas tremendas… - musité con ironía para mí pensando en Mortagglia, apoyando sujetándome la cabeza con el brazo en el borde de la carreta, mirando para un puesto de entrada. Lo de la abuela era la coartada que se le había ocurrido a Schott que el motivo de nuestra presencia en Baslodia, aunque eran otros bien distintos.
Fui la primera en bajarme del carro. Gritó el carretero. Se había despedido de mí en primer lugar pues ya me encaminaba hacia la puerta, ansiosa de alejarme de aquel tipo. -¡Adiós, Lunita! ¡Tu compañía ha sido muy grata! – gritó levantando el brazo con su misma sonrisa. Yo ni miré hacia él. Me dirigí hacia la puerta, a esperar a mis compañeros. Lo más grave es que el tipo no era irónico, sino que lo decía de corazón.
Esperé a la entrada a que el resto entraran. Hacía un día muy bonito, soleado y despejado. La ciudad de Baslodia rebosaba vida por todos sus costados. Era primera hora de la mañana, pero estaba repleta de gente. Parecía una ciudad bastante industrial, o al menos eso me parecía a mí. Los pájaros trinaban. Parecía que todo iba a ir bien.
Paseábamos por el barrio de los comerciantes. Yo iba en una esquina del grupo, algo apartada del resto y noté que algunas personas se fijaban en mí, me miraban con asombro. Era algo habitual dada mi apariencia, poca gente vestía tan de negro como yo, y el cuero no era algo muy habitual en los ropajes de la mayoría de campesinos.
Al poco de caminar, observé como un joven tropezaba con Alanna, cayendo ambos al suelo. La guardia se disculpó por haber derribado al joven. Yo observaba la situación y miraba al niño con mi rostro. No me gustaban los niños, aunque esa perspectiva había cambiado desde hacía unos meses cuando había conocido a Azoth, había aprendido que no todos eran unos mocosos repelentes e inútiles, precisamente aquella fue la noche en la que conocí a Alanna. No obstante, a éste no iba a ponerle una cara agradable. El joven me miró y yo le mantuve mi mirada, la fría mirada que suelo mostrar a todo el mundo, y eso lo hizo salir corriendo.
-¿Tan mala parezco? – pregunté al grupo irónicamente con el ceño fruncido, molesta porque huyera al verme. Concretamente a Schott, que era el que estaba más cerca de mí.
En cualquier caso, parecía que se había dejado un objeto en el suelo. Una espada, no era demasiado larga, y tenía una C grabada en la empuñadura. No me decía nada aquella letra, y yo no sabía nada de herrería pues nunca había tenido contacto con una espada. Tal vez perteneciera a la herrería que estábamos buscando.
Alanna preguntó acertadamente a Schott si sabía de donde salían aquellos grabados, desde luego, el pelirrojo ya había mostrado su habilidad como herrero al reparar el carro, y según él había afirmado hacía un par de noches era un chapucillas. Sin duda sería el que mejor podría responder a la duda.
Anastasia Boisson
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
El viaje a Baslodia concurrió sin sobresaltos y mucho mejor de cómo había imaginado, debimos haber tratado de ir en carromato mucho antes y no andar pateando el misterioso y turbio bosque, nos habríamos ahorrado mucho trecho y disgustos.
El buen hombre pareció creerse la historia de la familia Bosquespeso, o tal vez fuera que al no vernos como una amenaza decidió dejar las cosas como estaban, en cualquier caso por mi perfecto, Alanna parecía encontrarse mejor de su pie, el reposo nos había sentado a todos de maravilla.
Por fin veía las afiladas siluetas de Baslodia al fondo, había estado allí bastantes veces, en las minas o en las factorías de armas, lo cierto era que me gustaba bastante, ese aspecto duro y fortificado y las opciones de negocio para alguien de mi gremio la hacían un destino de lo mas interesante.
Contemplé el paisaje mientras Alanna conversaba con el buen hombre.
-No ha sido nada, todo un placer- sonreí cuando se me mentó.
El tiempo había pasado ameno, sobre todo el contener la risa cuando el hombre usaba los cutres nombres falsos o ver refunfuñar a Huracán era todo un divertimento.
Por fin llegamos a la ciudad, el mercado hervía en agitación llegábamos justo en el mejor momento.
Cuando mis “hermanas” se bajaron del carro procedí a despedirme del señor.
-Muchas gracias por el viaje, de veras, es usted un buen hombre- le agradecí.
-Oh, jaja, no hay por qué darlas, ha sido un placer, sinceramente al principio tuve ciertas reticencias, pero me alegro de haber aceptado, sois una familia encantadora-
-Oh muchas gracias, sí, soy muy afortunado de tener estas hermanas- sonreí.
-Jeje, son todas muy simpáticas, bueno, quizás Lunita es algo tímida-
-Si…bueno..es que le cuesta abrirse a extraños, pero luego tiene un gran corazón, no haría daño a una mosca jaja- reí.
-Bueno siento no poder ofrecerle nada más yo..- dije apeándome del carro.
-Nono, vuestra ayuda y compañía ha sido más que suficiente, muchas gracias, y mucha suerte con vuestra abuela-
-¿Nuestra qué?..oh, si si, claro, la abuelita si- sonreí nervioso.
-Jajajajaja- rió el señor –Adiós u buena suerte, no os metáis en líos-
-Oh desde luego que no, adiós- sonreí despidiendome y siguiendo a mis “hermanas”.
Llegué justo cuando un chiquillo huyó de Alanna y Huracán.
-Nooo que va Jajaja- reí contestando a Huracán -Seguro que es que tenía prisa- sonreí.
Sin embargo al chiquillo se le había caído una espada que Alanna se apresuró a examinar y me preguntó mi opinión.
-Emm…sisi..he estado aquí bastantes veces sí, permíteme- dije sosteniendo la espada con ambas manos.
-Mmmmm- murmuré examinando la pieza, la espada no era gran cosa, bastante básica en verdad, aunque bien equilibrada, el acero no era malo, y necesitaba aun un buen afilado, sin embargo coincidí con Alanna en que lo más destacable era elegante adorno en la empuñadura –Efectivamente Alanna, buen ojo, este adorno no está nada mal- explique al grupo –No es muy común ver adornos de cobre, no es nada fácil de trabajar, veréis, para empezar es bastante más escaso que el hierro, y además los joyeros lo suelen acaparar todo jeje- sonreí –Pero lo más difícil es manejarlo, hacen falta unos 1000 grados para fundirlo, y en al moldearlo solo tarda unos 15 segundos en quedar duro como una piedra, así que has de ser ágil, por no hablar de que las posibilidades de quemarse son muy altas Jajaja, creedme- reí
–Posiblemente se trate algún encargo especial o el sello del artesano, en cualquier caso tienes razón, el procedimiento es bastante peligroso, solo conozco un par de lugares donde suelan hacer cosas así, creo recordar que uno está al oeste del distrito de las herrerías junto a una fuente, si queréis, os llevo- comenté al grupo.
***Subrayo el uso de habilidad pasiva, Herreria.
El buen hombre pareció creerse la historia de la familia Bosquespeso, o tal vez fuera que al no vernos como una amenaza decidió dejar las cosas como estaban, en cualquier caso por mi perfecto, Alanna parecía encontrarse mejor de su pie, el reposo nos había sentado a todos de maravilla.
Por fin veía las afiladas siluetas de Baslodia al fondo, había estado allí bastantes veces, en las minas o en las factorías de armas, lo cierto era que me gustaba bastante, ese aspecto duro y fortificado y las opciones de negocio para alguien de mi gremio la hacían un destino de lo mas interesante.
Contemplé el paisaje mientras Alanna conversaba con el buen hombre.
-No ha sido nada, todo un placer- sonreí cuando se me mentó.
El tiempo había pasado ameno, sobre todo el contener la risa cuando el hombre usaba los cutres nombres falsos o ver refunfuñar a Huracán era todo un divertimento.
Por fin llegamos a la ciudad, el mercado hervía en agitación llegábamos justo en el mejor momento.
Cuando mis “hermanas” se bajaron del carro procedí a despedirme del señor.
-Muchas gracias por el viaje, de veras, es usted un buen hombre- le agradecí.
-Oh, jaja, no hay por qué darlas, ha sido un placer, sinceramente al principio tuve ciertas reticencias, pero me alegro de haber aceptado, sois una familia encantadora-
-Oh muchas gracias, sí, soy muy afortunado de tener estas hermanas- sonreí.
-Jeje, son todas muy simpáticas, bueno, quizás Lunita es algo tímida-
-Si…bueno..es que le cuesta abrirse a extraños, pero luego tiene un gran corazón, no haría daño a una mosca jaja- reí.
-Bueno siento no poder ofrecerle nada más yo..- dije apeándome del carro.
-Nono, vuestra ayuda y compañía ha sido más que suficiente, muchas gracias, y mucha suerte con vuestra abuela-
-¿Nuestra qué?..oh, si si, claro, la abuelita si- sonreí nervioso.
-Jajajajaja- rió el señor –Adiós u buena suerte, no os metáis en líos-
-Oh desde luego que no, adiós- sonreí despidiendome y siguiendo a mis “hermanas”.
Llegué justo cuando un chiquillo huyó de Alanna y Huracán.
-Nooo que va Jajaja- reí contestando a Huracán -Seguro que es que tenía prisa- sonreí.
Sin embargo al chiquillo se le había caído una espada que Alanna se apresuró a examinar y me preguntó mi opinión.
-Emm…sisi..he estado aquí bastantes veces sí, permíteme- dije sosteniendo la espada con ambas manos.
-Mmmmm- murmuré examinando la pieza, la espada no era gran cosa, bastante básica en verdad, aunque bien equilibrada, el acero no era malo, y necesitaba aun un buen afilado, sin embargo coincidí con Alanna en que lo más destacable era elegante adorno en la empuñadura –Efectivamente Alanna, buen ojo, este adorno no está nada mal- explique al grupo –No es muy común ver adornos de cobre, no es nada fácil de trabajar, veréis, para empezar es bastante más escaso que el hierro, y además los joyeros lo suelen acaparar todo jeje- sonreí –Pero lo más difícil es manejarlo, hacen falta unos 1000 grados para fundirlo, y en al moldearlo solo tarda unos 15 segundos en quedar duro como una piedra, así que has de ser ágil, por no hablar de que las posibilidades de quemarse son muy altas Jajaja, creedme- reí
–Posiblemente se trate algún encargo especial o el sello del artesano, en cualquier caso tienes razón, el procedimiento es bastante peligroso, solo conozco un par de lugares donde suelan hacer cosas así, creo recordar que uno está al oeste del distrito de las herrerías junto a una fuente, si queréis, os llevo- comenté al grupo.
***Subrayo el uso de habilidad pasiva, Herreria.
Última edición por Schott el Jue Mar 17 2016, 10:46, editado 1 vez
Schott
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Alanna sonrió con indulgencia ante la pregunta de Huracán, algo le decía que el chico no había huido de la bruja precisamente, si no de ella. Suspiró y sonrió ante la risa de Schoot, que parecía convencido de que la huida había sido por que Huracán le había dado un buen susto y le cedió la espada cuando este se la pidió.
Dejó que el chico la investigara de cerca, era herrero, nadie mejor que él para conocer la manufactura, los materiales y el lugar de procedencia de la espada. Al parecer Alanna no se había confundido, la decoración era de cobre. Ella lo había usado como material para crear venenos un par de veces, pero ni de lejos era capaz de fabricar nada más allá de bebidas, como decía Schott, era un material muy difícil de usar, caro y escaso, difícil de trabajar. Para quienes lo usaban, era más valioso que el oro o el diamante.
No era difícil sacar material para venenos del plomo, del oro o incluso del arsénico, todo mineral podía contener trazas venenosas que, si eras capaz de aislar, te solucionaban la vida y te ahorraban problemas en malos momentos, pero el cobre, si la Gata podía evitar usarlo, lo prefería, llevaba mucho trabajo y la cantidad necesaria para que alguien comenzase a sentirse mal o incluso morir, era alta, mucho más que en el caso del plomo en todo caso, lo único bueno era lo indetectable que se volvía.
Tras aspirarlo durante mucho tiempo, provocaba un fallo cardiaco, de apariencia prácticamente natural, que, sencillamente, dejaba a quien lo hubiera sufrido muerto, sin manchas, sin sospechas, sin nada, pero costaba demasiado. No, no valía la pena usarlo en venenos, pero si como Schott decía era algo tan preciado en cuestiones de orfebrería y de herrería, y solo dos lugares de Baslodia, ciudad del hierro donde las hubiera, se atrevían a usarlo, merecía la pena intentarlo.
Esperó la confirmación de las otras dos chicas y, entonces, asintió dejándose guiar por el herrero, tomando la espada de vuelta, volviendo a cubrirla con la tela. Como Schott había dicho, se dirigieron hacia el oeste. Alanna no había estado en esa ciudad más que un par de veces, más que por no tener que hacerlo, por intentar evitarlo a toda costa. No es que las grandes ciudades le hubieran gustado nunca de modo particular.
En realidad, la chica adoraba las ciudades pequeñas, o, incluso mejor, los pueblos granjeros, como el que tenía de recuerdo de su infancia. Eran el tipo de lugares donde todos se conocían y se ayudaban, si alguien estaba falto de ayuda, la gente se lanzaba en bandada a socorrer a ese vecino, excepto en época de escasez, donde nadie tenía ni para si mismo. Pero ese aire de gran familia, era algo por lo que Alanna no podía evitar sentirse atraída.
Nunca había sido una chica de familia numerosa, se había quedado sola muy pronto, y jamás había tenido a quien se preocupase realmente por ella, en parte, por eso los Tale, la familia de Eltrant, le resultaba tan preciada, la conocían desde niña, y, aun con los años de distanciamiento en los que ella se había visto obligada a ganarse la vida en Lunargenta, la consideraban parte de ella. Eso era algo que nunca se conseguía en las ciudades grandes y Alanna sabía que, si no se hubiera visto obligada a crecer en Lunargenta, muy posiblemente habría evitado ese lugar con fuerza.
Aunque tampoco podía decir que se hubiera mantenido en la granja como una buena chica que espera matrimonio, eso tampoco había sido nunca lo suyo. Pero definitivamente, no hubiera escogido una ciudad, no solo por ese ambiente de frialdad, sino por el aire, le gustase o no, el aire en las ciudades siempre estaba enrarecido, y le disgustaba de sobremanera y, a medida que se adentraban en el oeste de Baslodia, ese aire se volvía más y más marronaceo y polvoriento.
Pararon frente a una herrería de aspecto viejo, la madera algo carcomida de la entrada parecía estar en proceso de reparación, y un enorme calor, proveniente de un horno, probablemente del que usaban para calentar las espadas, salía desde el interior, un fuerte olor a orín salía hasta ellos, seguramente, como algunos artesanos de los que trabajaban para la guardia, lo usarían para enfriar las espadas.
Alanna frunció el ceño y miró a su alrededor, no parecía que por allí pasara mucha gente, de normal. Aun así, llamó a la madera entre abierta de la puerta y la abrió un poco, haciendo resonar las bisagras al tiempo que el sonido de un martillo "clanc clanc clanc" resonaba en el interior de lo que parecía ser una gran sala.
- ¿Hola?- saludó la chica en voz alta.
- Pasad y cerrad la puerta, los cambios de temperatura no son buenos para el metal. - Protestó una voz de hombre adulto, profunda y rasgada.
- Disculpe, nos preguntábamos si un joven aquí habría perdido una espada, tiene una letra c grabada en cobre y...- intentó explicar con amabilidad Alanna haciéndose oír por encima del sonido del metal golpeado
- ¿C?- Preguntó el hombre alzando la vista, por primera vez de su labor con el martillo, hundiendo su trabajo en un barril que comenzó a chisporrotear- Eso debe ser cosa de Charlotte, esa niña ya va haciendo de las suyas.- Comentó alzando unas gafas de su cara, acercándose a los recién llegados, dejando la espada sumergida en el barril.- Soy Eugene.- se presentó el hombre, sudado por el trabajo, sacándose un guante y tendiendoles la mano.
***********************************************Dejó que el chico la investigara de cerca, era herrero, nadie mejor que él para conocer la manufactura, los materiales y el lugar de procedencia de la espada. Al parecer Alanna no se había confundido, la decoración era de cobre. Ella lo había usado como material para crear venenos un par de veces, pero ni de lejos era capaz de fabricar nada más allá de bebidas, como decía Schott, era un material muy difícil de usar, caro y escaso, difícil de trabajar. Para quienes lo usaban, era más valioso que el oro o el diamante.
No era difícil sacar material para venenos del plomo, del oro o incluso del arsénico, todo mineral podía contener trazas venenosas que, si eras capaz de aislar, te solucionaban la vida y te ahorraban problemas en malos momentos, pero el cobre, si la Gata podía evitar usarlo, lo prefería, llevaba mucho trabajo y la cantidad necesaria para que alguien comenzase a sentirse mal o incluso morir, era alta, mucho más que en el caso del plomo en todo caso, lo único bueno era lo indetectable que se volvía.
Tras aspirarlo durante mucho tiempo, provocaba un fallo cardiaco, de apariencia prácticamente natural, que, sencillamente, dejaba a quien lo hubiera sufrido muerto, sin manchas, sin sospechas, sin nada, pero costaba demasiado. No, no valía la pena usarlo en venenos, pero si como Schott decía era algo tan preciado en cuestiones de orfebrería y de herrería, y solo dos lugares de Baslodia, ciudad del hierro donde las hubiera, se atrevían a usarlo, merecía la pena intentarlo.
Esperó la confirmación de las otras dos chicas y, entonces, asintió dejándose guiar por el herrero, tomando la espada de vuelta, volviendo a cubrirla con la tela. Como Schott había dicho, se dirigieron hacia el oeste. Alanna no había estado en esa ciudad más que un par de veces, más que por no tener que hacerlo, por intentar evitarlo a toda costa. No es que las grandes ciudades le hubieran gustado nunca de modo particular.
En realidad, la chica adoraba las ciudades pequeñas, o, incluso mejor, los pueblos granjeros, como el que tenía de recuerdo de su infancia. Eran el tipo de lugares donde todos se conocían y se ayudaban, si alguien estaba falto de ayuda, la gente se lanzaba en bandada a socorrer a ese vecino, excepto en época de escasez, donde nadie tenía ni para si mismo. Pero ese aire de gran familia, era algo por lo que Alanna no podía evitar sentirse atraída.
Nunca había sido una chica de familia numerosa, se había quedado sola muy pronto, y jamás había tenido a quien se preocupase realmente por ella, en parte, por eso los Tale, la familia de Eltrant, le resultaba tan preciada, la conocían desde niña, y, aun con los años de distanciamiento en los que ella se había visto obligada a ganarse la vida en Lunargenta, la consideraban parte de ella. Eso era algo que nunca se conseguía en las ciudades grandes y Alanna sabía que, si no se hubiera visto obligada a crecer en Lunargenta, muy posiblemente habría evitado ese lugar con fuerza.
Aunque tampoco podía decir que se hubiera mantenido en la granja como una buena chica que espera matrimonio, eso tampoco había sido nunca lo suyo. Pero definitivamente, no hubiera escogido una ciudad, no solo por ese ambiente de frialdad, sino por el aire, le gustase o no, el aire en las ciudades siempre estaba enrarecido, y le disgustaba de sobremanera y, a medida que se adentraban en el oeste de Baslodia, ese aire se volvía más y más marronaceo y polvoriento.
Pararon frente a una herrería de aspecto viejo, la madera algo carcomida de la entrada parecía estar en proceso de reparación, y un enorme calor, proveniente de un horno, probablemente del que usaban para calentar las espadas, salía desde el interior, un fuerte olor a orín salía hasta ellos, seguramente, como algunos artesanos de los que trabajaban para la guardia, lo usarían para enfriar las espadas.
Alanna frunció el ceño y miró a su alrededor, no parecía que por allí pasara mucha gente, de normal. Aun así, llamó a la madera entre abierta de la puerta y la abrió un poco, haciendo resonar las bisagras al tiempo que el sonido de un martillo "clanc clanc clanc" resonaba en el interior de lo que parecía ser una gran sala.
- ¿Hola?- saludó la chica en voz alta.
- Pasad y cerrad la puerta, los cambios de temperatura no son buenos para el metal. - Protestó una voz de hombre adulto, profunda y rasgada.
- Disculpe, nos preguntábamos si un joven aquí habría perdido una espada, tiene una letra c grabada en cobre y...- intentó explicar con amabilidad Alanna haciéndose oír por encima del sonido del metal golpeado
- ¿C?- Preguntó el hombre alzando la vista, por primera vez de su labor con el martillo, hundiendo su trabajo en un barril que comenzó a chisporrotear- Eso debe ser cosa de Charlotte, esa niña ya va haciendo de las suyas.- Comentó alzando unas gafas de su cara, acercándose a los recién llegados, dejando la espada sumergida en el barril.- Soy Eugene.- se presentó el hombre, sudado por el trabajo, sacándose un guante y tendiendoles la mano.
Off: uso de habilidad pasiva, trampas y venenos
Alanna Delteria
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Sin ninguna duda el viaje hacia Baslodia había sido toda una odisea, habían reído, hablado, incluso aquel anciano amable había logrado enfadar a Huracán por una pequeña mentira.La noche no la iban a olvidar en mucho tiempo, a bien o a mal se quedaría un buen tiempo metido el recuerdo en el baúl de su memoria.
Cuando el grupo puso el pie en la entrada de Baslodia , un fuerte olor a carne llegó a los orificios nasales dela espabilada Runa, cuales provocaron a su estomago rebelarse dando un gruñido de manifestación, en otras palabras "Llegaba el hambre".Poniendo la mano en su barriga intentando aguantar la tentación, echó una ojeada a los alrededores, la cantidad de puestos que adornaban de lado a lado la ciudad.
Una buena manzana calmaría las ansias de carne, por ello Runa cuando nadie estaba observándola , atrapó una manzana del árbol que adornaba casi al centro , por solo una, no haría daño a nadie.Parecía estar deliciosa, el suave sabor comenzó a explotar en su lengua provocando un estallido de placer, el estado de ánimo cambió sin duda.
Alanna parecía haber chocado con un niño, el cual dejó caer una espada con cobre y una C grabada en ella, a parte de los comentarios sarcásticos de Huracán , Alanna preguntó a Schot, sobre ella. En lo más cierto, él podría tener respuestas al contrario que todas las féminas del equipo.
La respuesta de Schot, dirigida a todo el grupo fue "–No es muy común ver adornos de cobre, no es nada fácil de trabajar, veréis, para empezar es bastante más escaso que el hierro, y además los joyeros lo suelen acaparar todo .Pero lo más difícil es manejarlo, hacen falta unos 1000 grados para fundirlo, y en al moldearlo solo tarda unos 15 segundos en quedar duro como una piedra, así que has de ser ágil, por no hablar de que las posibilidades de quemarse son muy altas Jajaja, creedme- í Tras ello, comentó que sería algún tipo de encargo lo cual grupo comenzó a moverse.
Tras un pequeña calle, pararon frente una herrería en un lugar donde no parecía existir mucho transito, Runa se dio cuenta que estaban siendo observados, alguien les seguía,pero todavía no conseguía detectar a la persona, lo cual opto por actuar normal con la manzana y entrar a aquel sudoroso lugar.
Era como una herrería corriente,con su fragua, su yunque, su forja, sus tenazas y sus moldes. Añadiendo todo tipo de elaboraciones repartidas por las mesas de madera que tenía por allí, queriendo quitarse la duda, de nuevo Alanna fue la atrevida en preguntar,, al parecer pertenecía a una tal Charlotte , y se presentó de forma educada tendiéndolos la mano.
Runa de forma educada le devolvió el saludo
-Runa, un placer...
Pegó otro mordicó y no pudo contenerse a preguntar
¿-Donde la podremos encontrar, Eugene?
Offrol: Perdonar por tardar, vuelvo a estar disponible, espero que no te haya molestado Huri,sino déjame mp oki?
Cuando el grupo puso el pie en la entrada de Baslodia , un fuerte olor a carne llegó a los orificios nasales dela espabilada Runa, cuales provocaron a su estomago rebelarse dando un gruñido de manifestación, en otras palabras "Llegaba el hambre".Poniendo la mano en su barriga intentando aguantar la tentación, echó una ojeada a los alrededores, la cantidad de puestos que adornaban de lado a lado la ciudad.
Una buena manzana calmaría las ansias de carne, por ello Runa cuando nadie estaba observándola , atrapó una manzana del árbol que adornaba casi al centro , por solo una, no haría daño a nadie.Parecía estar deliciosa, el suave sabor comenzó a explotar en su lengua provocando un estallido de placer, el estado de ánimo cambió sin duda.
Alanna parecía haber chocado con un niño, el cual dejó caer una espada con cobre y una C grabada en ella, a parte de los comentarios sarcásticos de Huracán , Alanna preguntó a Schot, sobre ella. En lo más cierto, él podría tener respuestas al contrario que todas las féminas del equipo.
La respuesta de Schot, dirigida a todo el grupo fue "–No es muy común ver adornos de cobre, no es nada fácil de trabajar, veréis, para empezar es bastante más escaso que el hierro, y además los joyeros lo suelen acaparar todo .Pero lo más difícil es manejarlo, hacen falta unos 1000 grados para fundirlo, y en al moldearlo solo tarda unos 15 segundos en quedar duro como una piedra, así que has de ser ágil, por no hablar de que las posibilidades de quemarse son muy altas Jajaja, creedme- í Tras ello, comentó que sería algún tipo de encargo lo cual grupo comenzó a moverse.
Tras un pequeña calle, pararon frente una herrería en un lugar donde no parecía existir mucho transito, Runa se dio cuenta que estaban siendo observados, alguien les seguía,pero todavía no conseguía detectar a la persona, lo cual opto por actuar normal con la manzana y entrar a aquel sudoroso lugar.
Era como una herrería corriente,con su fragua, su yunque, su forja, sus tenazas y sus moldes. Añadiendo todo tipo de elaboraciones repartidas por las mesas de madera que tenía por allí, queriendo quitarse la duda, de nuevo Alanna fue la atrevida en preguntar,, al parecer pertenecía a una tal Charlotte , y se presentó de forma educada tendiéndolos la mano.
Runa de forma educada le devolvió el saludo
-Runa, un placer...
Pegó otro mordicó y no pudo contenerse a preguntar
¿-Donde la podremos encontrar, Eugene?
Offrol: Perdonar por tardar, vuelvo a estar disponible, espero que no te haya molestado Huri,sino déjame mp oki?
Runa Thorgil
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Schott nos dio una clase de metalurgia de cobre. Se notaba que había trabajado con el metal. Escuché lo que dijo de brazos cruzados, con rostro serio y sin pronunciarme. No sabía nada de fabricación de armas, yo tan sólo las utilizaba. Además, seguía pensando en mi libro, que a fin de cuentas era lo que había venido a buscar.
El joven parecía conocer donde se encontraba una herrería que trabajaba con este metal. Se encontraba en la parte occidental de la ciudad. Quedaba un trecho para llegar, durante el cual no me pronuncié y mantuve mi habitual actitud.
A medida que nos acercábamos al barrio se notaba un claro ambiente enrojecido en el aire. Estábamos en la zona más industrial de la ciudad y el metal en polvo, especialmente el hierro, teñía ligeramente el aire. Se respiraba mal en comparación con Beltrexus, donde no había industria y el aire era totalmente puro. Tosí un par de veces. Era una sensación incómoda.
No tardaríamos en alcanzar la herrería. Yo entré la última. Siempre iba un poco más apartada. No me gustaban los grupos demasiado grandes. Alanna y Runa fueron las primeras en saludar al herrero. Yo ni siquiera lo saludé. Nada más acceder noté un apestoso olor a sangre revenida. Lo había olido muchas veces. Era el olor característico de los vampiros que para mí tan conocido era. Miré al tipo desafiante para asegurarme de que no era uno de ellos, no tenía ningún rasgo característico.
-Huele a vampiro… - susurré para mí en voz baja mientras pasaba junto a Schott, cambiando la mirada y con claro gesto de desagrado. Y me dediqué a rebuscar por la tienda mientras Alanna y los demás hablaban con el tipo sobre la espada que había perdido el niño.
En las estanterías había algunas espadas y armaduras. De una exquisita manufactura con elegantes adornos que ya quisieran muchos herreros ser capaces de fabricar. Incluso armas plateadas y de estaño. Aquel tipo no solo trabajaba el cobre. Los productos expuestos eran de materiales caros y su precio debería ser considerablemente alto.
Pasé el dedo por reverso de una espada plateada “¿Quién puede costearse este material?” Me preguntaba observando el reflejo de mi cara sobre el filo del arma. Únicamente alguien con el suficiente poder adquisitivo, algo inalcanzable para la inmensa mayoría de los habitantes de Baslodia, que encima era una ciudad pobre. Y una herrería no podía. El cliente debía ser alguien importante. Y el olor a vampiro, añadido al robo de mi libro en una herrería de Baslodia, me hacía sospechar algunas cosas. Espero que, por su bien, aquel tipo no tenga nada que ver con la Hermandad.
Interrumpí a mis compañeros, concretamente a Runa, que le había preguntado donde podemos encontrar a Charlotte, para a continuación girarme y mirar fijamente al tipo, desde la parte más trasera de la herrería.
-¿Ha pasado por aquí algún vampiro recientemente? – le pregunté con tono seco y serio, y una mirada intimidante. El tipo tragó saliva antes de responderme. Estaba nervioso ante mi inesperada pregunta.
-No… no… Yo no hago tratos con vampiros. – respondió nervioso, interponiendo sus manos delante de él. Parecía una disculpa rápida.
-Ya... claro… – respondí en un tono que dejaba claro que no me creía sus palabras. Eugene mentía. – Y seguro que tampoco ha pasado por aquí nadie con un libro… ¿verdad? – le dije inclinando la cabeza hacia delante y abriendo los ojos como platos. Expectante ante su respuesta.
Toda la cortesía que habían mostrado Alanna y los demás yo no la tendría. Yo hablaba muy poco, pero cuando lo hacía, no solía ser simpática. El tipo miró hacia abajo. Sabía que le había pillado. Y podría decírmelo por las buenas o por las malas. De momento, estaba siendo cortés.
-Hace más de una semana… pasaron por aquí un hombre con melenilla y una mujer de pelo blanco. – comenzó diciendo. – y le entregaron el libro a una mujer de peinado corto y moreno con flequillo, que llevaba un traje luminiscente, con luces de colores.
Aquello sí que no me lo creía. ¿Luminiscente? ¿Luces de colores? En mi vida había visto nadie con semejante indumentaria. No me creía nada de lo que decía el hombre.
-¿Luminiscente? ¿Me tomas por gilip…? – respondí enfadada ya dispuesta a avanzar hacia el tipo para encararme con él, pero no pude terminar la frase, pues justo de la parte trasera de la zona principal en la que me encontraba. Salió una joven niña. De unos doce años de edad y con dos coletitas rubias. Pasó por debajo de mis piernas y fue a sus brazos.
-Hola papá – dijo la joven - ¿Quiénes son estos extraños? – dijo, justo debajo de mi pierna. La observé con mi habitual cara de pocos amigos.
-Hola María. No te preocupes. Son unos clientes. – respondió tratando de sonreír e incitándola a ir con él.
Parecía su hija. Esto hizo que se me ablandara el corazón. No podía pagar mi frustración con el tipo. Igual que había notado que en la primera ocasión me había mentido, en la segnda parecía decir la verdad. Ya me había dicho todo lo que sabía. Resoplé y simplemente puse los brazos en jarra y me di la vuelta de nuevo hacia las armaduras. Resignada. Una semana. Eso era demasiado tiempo de ventaja. El libro estaría ya demasiado lejos.
El joven parecía conocer donde se encontraba una herrería que trabajaba con este metal. Se encontraba en la parte occidental de la ciudad. Quedaba un trecho para llegar, durante el cual no me pronuncié y mantuve mi habitual actitud.
A medida que nos acercábamos al barrio se notaba un claro ambiente enrojecido en el aire. Estábamos en la zona más industrial de la ciudad y el metal en polvo, especialmente el hierro, teñía ligeramente el aire. Se respiraba mal en comparación con Beltrexus, donde no había industria y el aire era totalmente puro. Tosí un par de veces. Era una sensación incómoda.
No tardaríamos en alcanzar la herrería. Yo entré la última. Siempre iba un poco más apartada. No me gustaban los grupos demasiado grandes. Alanna y Runa fueron las primeras en saludar al herrero. Yo ni siquiera lo saludé. Nada más acceder noté un apestoso olor a sangre revenida. Lo había olido muchas veces. Era el olor característico de los vampiros que para mí tan conocido era. Miré al tipo desafiante para asegurarme de que no era uno de ellos, no tenía ningún rasgo característico.
-Huele a vampiro… - susurré para mí en voz baja mientras pasaba junto a Schott, cambiando la mirada y con claro gesto de desagrado. Y me dediqué a rebuscar por la tienda mientras Alanna y los demás hablaban con el tipo sobre la espada que había perdido el niño.
En las estanterías había algunas espadas y armaduras. De una exquisita manufactura con elegantes adornos que ya quisieran muchos herreros ser capaces de fabricar. Incluso armas plateadas y de estaño. Aquel tipo no solo trabajaba el cobre. Los productos expuestos eran de materiales caros y su precio debería ser considerablemente alto.
Pasé el dedo por reverso de una espada plateada “¿Quién puede costearse este material?” Me preguntaba observando el reflejo de mi cara sobre el filo del arma. Únicamente alguien con el suficiente poder adquisitivo, algo inalcanzable para la inmensa mayoría de los habitantes de Baslodia, que encima era una ciudad pobre. Y una herrería no podía. El cliente debía ser alguien importante. Y el olor a vampiro, añadido al robo de mi libro en una herrería de Baslodia, me hacía sospechar algunas cosas. Espero que, por su bien, aquel tipo no tenga nada que ver con la Hermandad.
Interrumpí a mis compañeros, concretamente a Runa, que le había preguntado donde podemos encontrar a Charlotte, para a continuación girarme y mirar fijamente al tipo, desde la parte más trasera de la herrería.
-¿Ha pasado por aquí algún vampiro recientemente? – le pregunté con tono seco y serio, y una mirada intimidante. El tipo tragó saliva antes de responderme. Estaba nervioso ante mi inesperada pregunta.
-No… no… Yo no hago tratos con vampiros. – respondió nervioso, interponiendo sus manos delante de él. Parecía una disculpa rápida.
-Ya... claro… – respondí en un tono que dejaba claro que no me creía sus palabras. Eugene mentía. – Y seguro que tampoco ha pasado por aquí nadie con un libro… ¿verdad? – le dije inclinando la cabeza hacia delante y abriendo los ojos como platos. Expectante ante su respuesta.
Toda la cortesía que habían mostrado Alanna y los demás yo no la tendría. Yo hablaba muy poco, pero cuando lo hacía, no solía ser simpática. El tipo miró hacia abajo. Sabía que le había pillado. Y podría decírmelo por las buenas o por las malas. De momento, estaba siendo cortés.
-Hace más de una semana… pasaron por aquí un hombre con melenilla y una mujer de pelo blanco. – comenzó diciendo. – y le entregaron el libro a una mujer de peinado corto y moreno con flequillo, que llevaba un traje luminiscente, con luces de colores.
Aquello sí que no me lo creía. ¿Luminiscente? ¿Luces de colores? En mi vida había visto nadie con semejante indumentaria. No me creía nada de lo que decía el hombre.
-¿Luminiscente? ¿Me tomas por gilip…? – respondí enfadada ya dispuesta a avanzar hacia el tipo para encararme con él, pero no pude terminar la frase, pues justo de la parte trasera de la zona principal en la que me encontraba. Salió una joven niña. De unos doce años de edad y con dos coletitas rubias. Pasó por debajo de mis piernas y fue a sus brazos.
-Hola papá – dijo la joven - ¿Quiénes son estos extraños? – dijo, justo debajo de mi pierna. La observé con mi habitual cara de pocos amigos.
-Hola María. No te preocupes. Son unos clientes. – respondió tratando de sonreír e incitándola a ir con él.
Parecía su hija. Esto hizo que se me ablandara el corazón. No podía pagar mi frustración con el tipo. Igual que había notado que en la primera ocasión me había mentido, en la segnda parecía decir la verdad. Ya me había dicho todo lo que sabía. Resoplé y simplemente puse los brazos en jarra y me di la vuelta de nuevo hacia las armaduras. Resignada. Una semana. Eso era demasiado tiempo de ventaja. El libro estaría ya demasiado lejos.
Anastasia Boisson
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Continuamos andando por la ciudad, que bullía de actividad, es posible que el ambiente con humo de las herrerías no gustase a la gente no acostumbrada, pero yo, estaba en mi salsa.
-Jeje, que pasa Huracán, ¿no te gusta el olor de una buena forja por la mañana?- la sonreí cuando tosió.
-Bien, ya no queda mucho, un par de calles más creo- sonreí.
Al poco llegamos a la zona que recordaba, no era muy transitada, el bullicio se concentraba en las avenidas importantes, pero aun así era mejor, la buena calidad no suele estar a la vista de todos, y ya había sospechado de un par de herrerías entes en el mercado que seguro habían aleado el acero con metales baratos, espero no ser el caballero que blanda una de esas espadas en un combate intenso.
Alanna se detuvo frente a una herrería con no muy buen aspecto, me encogí de hombros –Puede ser, prueba a ver-
Por el ruido y el humo que salía por la chimenea estaban trabajando dentro, sin embargo el dueño nos invitó raudos a pasar.
-Sisi, tiene razón- dije sosteniendo la puerta e invitando a las chicas a entrar rápido.
Comprobé que Huracán, que iba siempre ultima cerrase cuando todos estuviésemos dentro, el calor de la fragua me resultaba muy familiar y agradable, sonreí echando un vistazo rápido a la herrería, estaba bastante bien dotada, y tenía numerosas piezas colgadas de las paredes, Alanna le preguntó al herrero sobre la espada con cobre, a lo que respondió que era de una tal Charlotte ¿una niña?, tanto si toda la espada como solo el grabado eran obra suya, demostraba un asombroso talento.
-Jeje, yo soy Schott, encantado- sonreí dándole la mano, el tipo me dio un buen apretón -¿Eres del gremio eh?- me sonrió el tipo.
-Si jeje, ¿Cómo lo ha adivinado?- sonreí irónico señalando mi característica vestimenta, tampoco era muy difícil distinguir a un herrero, bastaba con ver sus manos, con callos, campesino, con cortes, artesano, con quemaduras, herrero.
Me puse tenso como una estaca cuando Huracán me susurró aquello al oído, trague saliva, ¿Vampiros? ¿Aquí?, nononono, no puede ser, miré rápidamente sin moverme a todas las esquinas, ahora cada rincón me parecía oscuro y sospechoso.
Revisando bien desde el sitio las esquinas tienda en busca de peligrosos vampiros me fije que había piezas de muy alta calidad y valor, que contrataban mucho con la apariencia de la herrería, si yo tuviese materiales para hacer esas espadas podría comer caliente tres meses enteros, o más.
Iba a comentarlo a mis compañeros pero con vampiros sobre la mesa no me pareció buena opción, ¿y si el tipo era un vampiro y se me abalanzaba al cuello?, trague saliva.
Por suerte fue Huracán la que se enfrentó al tipo, el interrogatorio y su mirada no daban mucho margen para la mentira, estaba por confesar hasta yo.
¿Luminiscente?, eso sonaba muy chulo, aunque no sería lo mejor para pasar inadvertido supongo.
Entonces y por sorpresa la hija del tipo salió de la trastienda, no sé si era una suerte, al menos Huracán pareció contenerse un poco, yo no sabía bien que hacer, me entretuve admirando un yelmo bien trabajado, con adornos y filigranas en plata.
-Vaya…así que los vampiros pagan bien- sonreí, tal vez debería hacer yo también algún trato con ellos, sonreí, por supuesto era broma, ¿y si me arrancan el corazón?, sin embargo la idea de poder trabajar con tan exquisitos metales era muy atractiva.
Mire a mis compañeras sin saber bien cuál era el plan a seguir, habíamos tenido suerte con la herrería, pero lo de los vampiros con peinados raros, ahí estaba perdido.
-Jeje, que pasa Huracán, ¿no te gusta el olor de una buena forja por la mañana?- la sonreí cuando tosió.
-Bien, ya no queda mucho, un par de calles más creo- sonreí.
Al poco llegamos a la zona que recordaba, no era muy transitada, el bullicio se concentraba en las avenidas importantes, pero aun así era mejor, la buena calidad no suele estar a la vista de todos, y ya había sospechado de un par de herrerías entes en el mercado que seguro habían aleado el acero con metales baratos, espero no ser el caballero que blanda una de esas espadas en un combate intenso.
Alanna se detuvo frente a una herrería con no muy buen aspecto, me encogí de hombros –Puede ser, prueba a ver-
Por el ruido y el humo que salía por la chimenea estaban trabajando dentro, sin embargo el dueño nos invitó raudos a pasar.
-Sisi, tiene razón- dije sosteniendo la puerta e invitando a las chicas a entrar rápido.
Comprobé que Huracán, que iba siempre ultima cerrase cuando todos estuviésemos dentro, el calor de la fragua me resultaba muy familiar y agradable, sonreí echando un vistazo rápido a la herrería, estaba bastante bien dotada, y tenía numerosas piezas colgadas de las paredes, Alanna le preguntó al herrero sobre la espada con cobre, a lo que respondió que era de una tal Charlotte ¿una niña?, tanto si toda la espada como solo el grabado eran obra suya, demostraba un asombroso talento.
-Jeje, yo soy Schott, encantado- sonreí dándole la mano, el tipo me dio un buen apretón -¿Eres del gremio eh?- me sonrió el tipo.
-Si jeje, ¿Cómo lo ha adivinado?- sonreí irónico señalando mi característica vestimenta, tampoco era muy difícil distinguir a un herrero, bastaba con ver sus manos, con callos, campesino, con cortes, artesano, con quemaduras, herrero.
Me puse tenso como una estaca cuando Huracán me susurró aquello al oído, trague saliva, ¿Vampiros? ¿Aquí?, nononono, no puede ser, miré rápidamente sin moverme a todas las esquinas, ahora cada rincón me parecía oscuro y sospechoso.
Revisando bien desde el sitio las esquinas tienda en busca de peligrosos vampiros me fije que había piezas de muy alta calidad y valor, que contrataban mucho con la apariencia de la herrería, si yo tuviese materiales para hacer esas espadas podría comer caliente tres meses enteros, o más.
Iba a comentarlo a mis compañeros pero con vampiros sobre la mesa no me pareció buena opción, ¿y si el tipo era un vampiro y se me abalanzaba al cuello?, trague saliva.
Por suerte fue Huracán la que se enfrentó al tipo, el interrogatorio y su mirada no daban mucho margen para la mentira, estaba por confesar hasta yo.
¿Luminiscente?, eso sonaba muy chulo, aunque no sería lo mejor para pasar inadvertido supongo.
Entonces y por sorpresa la hija del tipo salió de la trastienda, no sé si era una suerte, al menos Huracán pareció contenerse un poco, yo no sabía bien que hacer, me entretuve admirando un yelmo bien trabajado, con adornos y filigranas en plata.
-Vaya…así que los vampiros pagan bien- sonreí, tal vez debería hacer yo también algún trato con ellos, sonreí, por supuesto era broma, ¿y si me arrancan el corazón?, sin embargo la idea de poder trabajar con tan exquisitos metales era muy atractiva.
Mire a mis compañeras sin saber bien cuál era el plan a seguir, habíamos tenido suerte con la herrería, pero lo de los vampiros con peinados raros, ahí estaba perdido.
Schott
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Alanna permaneció en silencio mientras sus compañeros hacían lo que les parecía más oportuno en estas situaciones, Runa, se presentó y ni corta ni perezosa preguntó por el paradero de la niña. Huracán, observó la tienda con ojos inquisitivo sin molestarse en saludar, y Schott con su amabilidad habitual dijo su nombre tendiendo la mano al hombre, que no tardó en reconocerlo como parte de gremio.
La guardia iba a hacer una nueva pregunta cuando Huracán intervino por primera vez en bastante tiempo, a chica a penas había dicho nada desde hacía horas, y cuando por fin se decidió a hablar, fue para acusar al hombre de hacer tratos con vampiros. En un primer momento, Eugene pareció ponerse... no asustado, pero si nervioso. Ciertamente, Huracán imponía respeto, pero algo le decía que la tensión no venía por las acusaciones de la chica, más bien parecía nervioso por tener que iniciar una pelea, pero un hombre como ese, tan grande y fornido, parecía no tener miedo a nada. No por él, al menos.
El herrero confirmó que. efectivamente, hacía poco había habido allí vampiros, hacía como una semana un grupo extraño había pasado por allí, y aunque parecía sincero, Huracán no parecía totalmente convencida. Alanna miraba en silencio prefiriendo no intervenir, pero esperaba que Huracán no golpeara al hombre o iniciara una pelea, no quería problemas, no en un sitio lleno de fuego y armas de calidades envidiables.
Una niña entró corriendo y se abrazó a Eugene, que intentó que la pequeña no se asustara. Alanna aprovechó ese momento de distracción para intentar calmar los ánimos. y, tras mirar a Runa y Schott un instante, quien intentó aligerar el ambiente con una ligera broma, se adelantó y puso una mano en el hombro de Huracán, dándole una mirada de calma y una sonrisa. Se agachó para hablar con la pequeña.
- Hey, te llamas... María, ¿no? ¿Nos puedes traer un poco de agua para beber? Tenemos mucha sed y venimos desde muy lejos.- Pidió con amabilidad a la niña que con un asentimiento se fue corriendo hacia el interior de la herrería.- Discúlpenos, no queríamos importunarle.- le dijo al hombre alzándose,- lo cierto es que venimos desde lejos buscando ese libro.
- No hago tratos con vampiros- suspiró el hombre, más tranquilo, tomando asiento.- pero si amenazan a mi familia, les doy hasta mi sangre.- explicó.- Niña, deberías aprender modales, al final alguien te acabará dando un buen golpe.- le dijo a Huracán mirándola desde su asiento.
Mientras Alanna sonreía con indulgencia y suspiraba, un sonido de puerta abatiéndose se escuchó con fuerza, un golpe contra la pared y pisadas airadas entraron a la sala. El muchacho de la plaza pasó por entre la gente, lanzando miradas iracundas sin mediar palabra mientras farfullaba quejas para si.
Parecía enfadado y molesto. Su pelo corto asomaba por bajo la capucha de su capa corta. Eugene se levantó de la silla en la que se había sentado momentos antes y tomó la espada que le habían entregado al entrar, acercándose al muchacho. Le dio un toquecito en la espalda, e hizo que se girara a mirarlo. Nuevamente Alanna fue capaz de distinguir rasgos de niña en la cara del chiquillo.
- Charlotte, ¿has perdido algo?- Sonrió el hombre mostrándole la espada.
Así que el chiquillo de la plaza era Charlotte, la Gata sonrió para si, la chica con el pelo corto le recordaba algo a si misma, parecía algo huraña pero le daba la sensación que no era propio de su carácter, al meno, no cuando la cara se le iluminó de tal forma al ver su espada en el mismo estado en el que la perdió, debía haber alguna razón para que fuera tan esquiva.
La chica tomó la espada y su rostro volvió a ese ceño fruncido habitual, antes de salir corriendo a toda prisa, gritando "No soy Charlotte, soy C" dejando la sala en un instante de silencio. Nuevamente el herrero se dejó caer en la silla y miró a los "intrusos" que habían contemplado esa escena, ya tan familiar.
- Siento esto, desde que murió mi mujer, se ha estado comportando así, y está obsesionada con ser herrero, aunque sabe que no está bien visto que las mujeres trabajen en la forja. Se suponía que iba a presentar una de sus espadas a alguno de los participantes de la justa de hoy, pero... parece que la cosa no le ha salido bien.
- Si quiere ser herrera, lo será, tampoco es fácil ser guardia de Lunargenta y con esfuerzo yo logré mi propia insignia.- Animó al hombre.- ¿Qué es eso de la justa?- Preguntó.
- Todos los años, se celebra aquí una especia de concurso, los herreros eligen a sus participantes y les prestan las armas, si ganan, el herrero que haya creado las armas del vencedor obtiene fama y contratos en varios lados, los guerreros ganan una comilona, bebida y estancia gratis en la mejor taberna de la ciudad. Nosotros hace tiempo que no podemos participar, esas espadas que veis allí- señaló a las armas que tanta atención parecían haber llamado a Huracán y a Schott- son recuerdos de otros tiempos, si pudiéramos volver a participar, aunque no venciéramos, quedar en buena posición, nos salvaría, si no, tendremos que cerrar la forja.- Alanna se sintió conmovida por la historia del hombre, y, sabiendo lo del libro, ya poco más podían hacer en Baslodia.
- Nosotros participaremos.- Sonrió la chica.- ¿Las pruebas son las básicas de las justas no? combate singular, arco y bastón,- se giró a sus compañeros.- somos cuatro, Schott tu puedes ayudar con las armas, eres un gran herrero seguro que también conseguirías algo de fama y te daría más trabajo, Huracán eres la mejor en el arco, ni los arqueros de la guardia tienen tu puntería, Runa tu eres rápida, seguro podrías vencer en un combate cuerpo a cuerpo, y yo podría participar en el de bastón, no es mi arma predilecta, pero me defiendo. Además, tampoco es que nos quede nada más que hacer por aquí, y venir para nada sería una pena, ¿qué me decís?- les preguntó con el entusiasmo enmarcando su cara y los ojos brillantes, mientras una niña escuchaba escondida en una esquina, sosteniendo una espada de fabricación pobre, pero ornamento impecable.
La guardia iba a hacer una nueva pregunta cuando Huracán intervino por primera vez en bastante tiempo, a chica a penas había dicho nada desde hacía horas, y cuando por fin se decidió a hablar, fue para acusar al hombre de hacer tratos con vampiros. En un primer momento, Eugene pareció ponerse... no asustado, pero si nervioso. Ciertamente, Huracán imponía respeto, pero algo le decía que la tensión no venía por las acusaciones de la chica, más bien parecía nervioso por tener que iniciar una pelea, pero un hombre como ese, tan grande y fornido, parecía no tener miedo a nada. No por él, al menos.
El herrero confirmó que. efectivamente, hacía poco había habido allí vampiros, hacía como una semana un grupo extraño había pasado por allí, y aunque parecía sincero, Huracán no parecía totalmente convencida. Alanna miraba en silencio prefiriendo no intervenir, pero esperaba que Huracán no golpeara al hombre o iniciara una pelea, no quería problemas, no en un sitio lleno de fuego y armas de calidades envidiables.
Una niña entró corriendo y se abrazó a Eugene, que intentó que la pequeña no se asustara. Alanna aprovechó ese momento de distracción para intentar calmar los ánimos. y, tras mirar a Runa y Schott un instante, quien intentó aligerar el ambiente con una ligera broma, se adelantó y puso una mano en el hombro de Huracán, dándole una mirada de calma y una sonrisa. Se agachó para hablar con la pequeña.
- Hey, te llamas... María, ¿no? ¿Nos puedes traer un poco de agua para beber? Tenemos mucha sed y venimos desde muy lejos.- Pidió con amabilidad a la niña que con un asentimiento se fue corriendo hacia el interior de la herrería.- Discúlpenos, no queríamos importunarle.- le dijo al hombre alzándose,- lo cierto es que venimos desde lejos buscando ese libro.
- No hago tratos con vampiros- suspiró el hombre, más tranquilo, tomando asiento.- pero si amenazan a mi familia, les doy hasta mi sangre.- explicó.- Niña, deberías aprender modales, al final alguien te acabará dando un buen golpe.- le dijo a Huracán mirándola desde su asiento.
Mientras Alanna sonreía con indulgencia y suspiraba, un sonido de puerta abatiéndose se escuchó con fuerza, un golpe contra la pared y pisadas airadas entraron a la sala. El muchacho de la plaza pasó por entre la gente, lanzando miradas iracundas sin mediar palabra mientras farfullaba quejas para si.
Parecía enfadado y molesto. Su pelo corto asomaba por bajo la capucha de su capa corta. Eugene se levantó de la silla en la que se había sentado momentos antes y tomó la espada que le habían entregado al entrar, acercándose al muchacho. Le dio un toquecito en la espalda, e hizo que se girara a mirarlo. Nuevamente Alanna fue capaz de distinguir rasgos de niña en la cara del chiquillo.
- Charlotte, ¿has perdido algo?- Sonrió el hombre mostrándole la espada.
Así que el chiquillo de la plaza era Charlotte, la Gata sonrió para si, la chica con el pelo corto le recordaba algo a si misma, parecía algo huraña pero le daba la sensación que no era propio de su carácter, al meno, no cuando la cara se le iluminó de tal forma al ver su espada en el mismo estado en el que la perdió, debía haber alguna razón para que fuera tan esquiva.
La chica tomó la espada y su rostro volvió a ese ceño fruncido habitual, antes de salir corriendo a toda prisa, gritando "No soy Charlotte, soy C" dejando la sala en un instante de silencio. Nuevamente el herrero se dejó caer en la silla y miró a los "intrusos" que habían contemplado esa escena, ya tan familiar.
- Siento esto, desde que murió mi mujer, se ha estado comportando así, y está obsesionada con ser herrero, aunque sabe que no está bien visto que las mujeres trabajen en la forja. Se suponía que iba a presentar una de sus espadas a alguno de los participantes de la justa de hoy, pero... parece que la cosa no le ha salido bien.
- Si quiere ser herrera, lo será, tampoco es fácil ser guardia de Lunargenta y con esfuerzo yo logré mi propia insignia.- Animó al hombre.- ¿Qué es eso de la justa?- Preguntó.
- Todos los años, se celebra aquí una especia de concurso, los herreros eligen a sus participantes y les prestan las armas, si ganan, el herrero que haya creado las armas del vencedor obtiene fama y contratos en varios lados, los guerreros ganan una comilona, bebida y estancia gratis en la mejor taberna de la ciudad. Nosotros hace tiempo que no podemos participar, esas espadas que veis allí- señaló a las armas que tanta atención parecían haber llamado a Huracán y a Schott- son recuerdos de otros tiempos, si pudiéramos volver a participar, aunque no venciéramos, quedar en buena posición, nos salvaría, si no, tendremos que cerrar la forja.- Alanna se sintió conmovida por la historia del hombre, y, sabiendo lo del libro, ya poco más podían hacer en Baslodia.
- Nosotros participaremos.- Sonrió la chica.- ¿Las pruebas son las básicas de las justas no? combate singular, arco y bastón,- se giró a sus compañeros.- somos cuatro, Schott tu puedes ayudar con las armas, eres un gran herrero seguro que también conseguirías algo de fama y te daría más trabajo, Huracán eres la mejor en el arco, ni los arqueros de la guardia tienen tu puntería, Runa tu eres rápida, seguro podrías vencer en un combate cuerpo a cuerpo, y yo podría participar en el de bastón, no es mi arma predilecta, pero me defiendo. Además, tampoco es que nos quede nada más que hacer por aquí, y venir para nada sería una pena, ¿qué me decís?- les preguntó con el entusiasmo enmarcando su cara y los ojos brillantes, mientras una niña escuchaba escondida en una esquina, sosteniendo una espada de fabricación pobre, pero ornamento impecable.
Alanna Delteria
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Como siempre Huracán hacia el ambiente más tenso de lo que debería ser de por si, aunque cierta manera, Runa no le veía nada malo en su forma de ser, al parecer en aquel lugar se le habían adelantando vampiros, el libro ya no estaba en la ciudad, como siempre, Runa sabia que era difícil dar de nuevo con algo que se ha perdido, no tenía importancia ya, lo único que lamentaba era no poder darle una paliza a aquella ladrona malvada.
El herrero parecía un poco molesto por el comportamiento de Huracán y la broma de Schot, cierto es que por la mente de Runa se imaginó a aquel herrero con un gran hacha derribando todo, que tan solo permaneció en silencio, posiblemente era el comportamiento más inteligente que podía optar ante la situación.
Una niña apareció y abrazó a aquel hombre calmando un poco el ambiente, Alanna de nuevo se aprovechó de los pequeños acontecimientos para calmar la situación y la tensión entre todos.
Por tercera vez, apareció el chico con el que Alanna chocó anteriormente , Charlotte parecía llamarse,en realidad era niña con el sueño de ser herrero, pero no lo tendría fácil por ser mujer. En algo en lo que estaba de acuerdo con su compañera, es que el hecho de nacer así no te impide una meta en la vida, en cierta manera, ahí respetó muchisimo a la gata.
Aquel hombre, comentó algo de una justa , en la que sus armas podrían salir en beneficio y comida gratis a los ganadores. Alanna entusiasmada se giró a cada uno de ellos y preguntó.
-Donde haya comida, allí voy
respondió la vivaz ladrona esperando a ver que decidían
El herrero parecía un poco molesto por el comportamiento de Huracán y la broma de Schot, cierto es que por la mente de Runa se imaginó a aquel herrero con un gran hacha derribando todo, que tan solo permaneció en silencio, posiblemente era el comportamiento más inteligente que podía optar ante la situación.
Una niña apareció y abrazó a aquel hombre calmando un poco el ambiente, Alanna de nuevo se aprovechó de los pequeños acontecimientos para calmar la situación y la tensión entre todos.
Por tercera vez, apareció el chico con el que Alanna chocó anteriormente , Charlotte parecía llamarse,en realidad era niña con el sueño de ser herrero, pero no lo tendría fácil por ser mujer. En algo en lo que estaba de acuerdo con su compañera, es que el hecho de nacer así no te impide una meta en la vida, en cierta manera, ahí respetó muchisimo a la gata.
Aquel hombre, comentó algo de una justa , en la que sus armas podrían salir en beneficio y comida gratis a los ganadores. Alanna entusiasmada se giró a cada uno de ellos y preguntó.
-Donde haya comida, allí voy
respondió la vivaz ladrona esperando a ver que decidían
Runa Thorgil
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Sonreí y me di la vuelta irónicamente cuando el herrero dijo que debía aprender modales. No quería montar gresca. Pero el hecho de no encontrar el libro me había frustrado bastante. Yo era una mujer que acostumbraba a conseguir todo lo que se ponía, y aquel libro era parte del ADN del gremio.
En cualquier caso, ya era tarde para lamentarse y volví a mi noble praxis de observar las armaduras. No tenía nada más que hacer allí. Ahora debía volver a Lunargenta.
Una joven con rasgos claramente andrógenos apareció en la herrería algo apresurada. Eugene la llamó Charlotte, y por lo visto la ilusión de la joven era ser herrera. A la vez que hizo alusión a la justa como la única esperanza de la herrería para conseguir dinero y contratos.
Cuando Alanna dijo que nosotros participaríamos casi me da algo, y me giré rápidamente. Runa fue la primera en aceptar la propuesta, pero más convencida por el banquete que el tipo decía que iban a dar que por la motivación. ¿No consigo mi libro y encima voy a participar en algo que ni me va ni me viene? La guardia había dicho que yo era la mejor con el arco. Sonreí y me acerqué a la escena.
-Soy la mejor con la ballesta. – la corregí en un tono amistoso aunque con bastante poca humildad. Esa tampoco era una de mis virtudes. – Como sabrás, el arco es una disciplina bastante distinta y no voy a hacer el ridículo. Seguro que encuentra alguien mejor que yo para eso. De hecho, creo que ya he perdido demasiado tiempo aquí. Volveré a Lunargenta.
El hombre parecía entusiasmado con la propuesta de Alanna. Y ante mi más que inminente y evidente negación, rápidamente se levantó de la mesa y se dirigió a mí.
-No conozco a nadie que sepa manejar el arco. – comentó – Por mal que lo hagas, estoy seguro de que lo harías mejor que no presentándome a la prueba. Por favor. Inscríbete.
Miré a los costados hacia cada uno de mis compañeros. A fin de cuentas ellos me habían acompañado sin pedir nada a cambio. Luego vi a la hija llamada María y pensé en la joven Charlotte que quería ser herrera, así como en la forja de Eugene, que tendría que cerrar si no ganábamos. Demasiados sueños e ilusiones se irían al traste por una participación. Suspiré. ¿Por qué este tipo de cosas me enternecían? Está bien. No podía ser tan malvada.
-Está bien... Apúntame. – dije aborrecidamente mirando hacia otro lado. El hombre sonrió y se dirigió a la mesa, a rellenar las inscripciones.
-Necesito nombres y apellidos completos para participar. – dijo el tipo tomando un lápiz para escribir. ¿Los herreros saben escribir?
-Huracán. – respondí.
-¿Huracán qué? Eso no es un nombre ni un apellido. – ya lo sabía. Pero sólo mi madre, mi maestro y Elen sabían que en realidad me llamaba Anastasia Marcano. No era un nombre del que me sintiera especialmente orgullosa. – Dime tu verdadero nombre.
-Bárbara Atraviesacorazones. – respondí seria con lo primero que se me vino a la mente. Antes habían elegido el nombre por mí y ahora quería elegirlo yo. Bárbara era un nombre que me encantaba, y el apellido reflejaba más o menos mi personalidad. Era simplemente perfecto. ¿Por qué a mi madre no se le había ocurrido?
-Es un nombre demasiado largo. – dijo el hombre con cara de – Y ese apellido es… violento. Pensarán que eres alguien importante y te dará presión. – abrí la boca exhorta y frunciendo el ceño. ¿Pensarán que soy alguien importante? ¿Acaso no soy nadie? – Si no me quieres decir tu verdadero nombre, te pondremos algo más común… - quedó pensativo unos instantes. – ¡Ya lo tengo! Sandra Salamandra.
Refunfuñé tanto que se me hincharon los mofletes. Era la segunda vez que me cambiaban el nombre en menos de cuarenta y ocho horas. Hasta hace una hora era Lunita Bosquespeso, y ahora era Sandra Salamandra. De verdad, ¿es que a la gente no se le podían ocurrir nombres más ridículos? En fin. No era más que un nombre que escondería mi auténtica identidad.
-¿Y los demás, cómo os llamáis? – preguntó. - ¿También queréis que os ponga un nombre?
*Off: Me ha gustado mucho tu idea de las pruebas . Muy original Alanna.En cualquier caso, ya era tarde para lamentarse y volví a mi noble praxis de observar las armaduras. No tenía nada más que hacer allí. Ahora debía volver a Lunargenta.
Una joven con rasgos claramente andrógenos apareció en la herrería algo apresurada. Eugene la llamó Charlotte, y por lo visto la ilusión de la joven era ser herrera. A la vez que hizo alusión a la justa como la única esperanza de la herrería para conseguir dinero y contratos.
Cuando Alanna dijo que nosotros participaríamos casi me da algo, y me giré rápidamente. Runa fue la primera en aceptar la propuesta, pero más convencida por el banquete que el tipo decía que iban a dar que por la motivación. ¿No consigo mi libro y encima voy a participar en algo que ni me va ni me viene? La guardia había dicho que yo era la mejor con el arco. Sonreí y me acerqué a la escena.
-Soy la mejor con la ballesta. – la corregí en un tono amistoso aunque con bastante poca humildad. Esa tampoco era una de mis virtudes. – Como sabrás, el arco es una disciplina bastante distinta y no voy a hacer el ridículo. Seguro que encuentra alguien mejor que yo para eso. De hecho, creo que ya he perdido demasiado tiempo aquí. Volveré a Lunargenta.
El hombre parecía entusiasmado con la propuesta de Alanna. Y ante mi más que inminente y evidente negación, rápidamente se levantó de la mesa y se dirigió a mí.
-No conozco a nadie que sepa manejar el arco. – comentó – Por mal que lo hagas, estoy seguro de que lo harías mejor que no presentándome a la prueba. Por favor. Inscríbete.
Miré a los costados hacia cada uno de mis compañeros. A fin de cuentas ellos me habían acompañado sin pedir nada a cambio. Luego vi a la hija llamada María y pensé en la joven Charlotte que quería ser herrera, así como en la forja de Eugene, que tendría que cerrar si no ganábamos. Demasiados sueños e ilusiones se irían al traste por una participación. Suspiré. ¿Por qué este tipo de cosas me enternecían? Está bien. No podía ser tan malvada.
-Está bien... Apúntame. – dije aborrecidamente mirando hacia otro lado. El hombre sonrió y se dirigió a la mesa, a rellenar las inscripciones.
-Necesito nombres y apellidos completos para participar. – dijo el tipo tomando un lápiz para escribir. ¿Los herreros saben escribir?
-Huracán. – respondí.
-¿Huracán qué? Eso no es un nombre ni un apellido. – ya lo sabía. Pero sólo mi madre, mi maestro y Elen sabían que en realidad me llamaba Anastasia Marcano. No era un nombre del que me sintiera especialmente orgullosa. – Dime tu verdadero nombre.
-Bárbara Atraviesacorazones. – respondí seria con lo primero que se me vino a la mente. Antes habían elegido el nombre por mí y ahora quería elegirlo yo. Bárbara era un nombre que me encantaba, y el apellido reflejaba más o menos mi personalidad. Era simplemente perfecto. ¿Por qué a mi madre no se le había ocurrido?
-Es un nombre demasiado largo. – dijo el hombre con cara de – Y ese apellido es… violento. Pensarán que eres alguien importante y te dará presión. – abrí la boca exhorta y frunciendo el ceño. ¿Pensarán que soy alguien importante? ¿Acaso no soy nadie? – Si no me quieres decir tu verdadero nombre, te pondremos algo más común… - quedó pensativo unos instantes. – ¡Ya lo tengo! Sandra Salamandra.
Refunfuñé tanto que se me hincharon los mofletes. Era la segunda vez que me cambiaban el nombre en menos de cuarenta y ocho horas. Hasta hace una hora era Lunita Bosquespeso, y ahora era Sandra Salamandra. De verdad, ¿es que a la gente no se le podían ocurrir nombres más ridículos? En fin. No era más que un nombre que escondería mi auténtica identidad.
-¿Y los demás, cómo os llamáis? – preguntó. - ¿También queréis que os ponga un nombre?
Anastasia Boisson
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
La situación estaba muy tirante, la especialidad de Huracán, por suerte Alanna tenía un trato algo más suave, distrajo con algo a la niña y se sinceró con el herrero.
Mire al hombre mientras hablaba, parecía sincero, y lo cierto es que le entendía perfectamente, quizás el buen hombre no hubiese tenido otra opción.
Sonreí entonces a Huracán a ver que respondía ante el consejo del tipo, a mí ni se me hubiera ocurrido decirle eso a la cara, sin embargo Huracán no dijo nada, mejor para todos.
-Bien, si, discúlpenos por favor estamos, bastante cansados si, y lo de los vampiros, nos pone muy nerviosos jaja- sonreí sincero suavizando el ambiente, pero además era cierto, dormir en carreta no era tampoco demasiado cómodo.
De repente alguien entro dando un portazo, di un pequeño salto del susto ¿un vampiro?, no, era el chiquillo de la plaza, el de las espadas.
Mire estupefacto como no solo no era un chico, sino una chiquilla, y que era efectivamente el que había forjado la espada con adornos de cobre, asombroso.
-Wow, esto, ¿lo has hecho tu sola? Dije señalando la espada y agachándome ante la niña, yo también soy herrero, y he de admitir que es un trabajo magnifico, tienes aun que aprender un par de cosas jeje- sonreí –Pero lo básico lo dominas, y atreverte con el cobre…un gran trabajo, llegaras lejos- sonreí dándole un amistoso golpe en el hombro.
-Alanna tiene razón- dije sonriendo –Es cierto que puede que encuentres dificultades, pero con tu habilidad y tu potencial…cualquier caballero deseará empuñar una buena espada sin importar quien la haya forjado- sonreí.
Me levanté y contemple de nuevo los trofeos que mencionaba el herrero, sin duda habían sido buenos tiempos, me preguntaba que famosos guerreros las habrían empuñado.
Por lo visto la forja sufría problemas económicos, sí, yo sabía de qué iba el tema, y eso explicaba el estado de la forja, sería una lástima que alguien con esta historia y habilidad se viera en la calle, por no hablar de su familia, y si a eso le sumábamos unos peligrosos vampiros, este pobre hombre necesitaba ayuda, y pronto.
Por eso se me iluminó el rostro cuando a Alanna se le ocurrió la fantástica idea de inscribirnos en el torneo, Huracán tenía pinta de saber de arcos, no quería ni pensar como sería Runa de letal en cuerpo a cuerpo, y yo ya conocía de sobra las habilidades de Alanna en la lucha, así que la cosa pintaba bastante bien, además eso de la fama y los contratos sonaba muy bien, por no hablar del premio ese de comida y cama caliente.
Runa se apresuró a responder afirmativamente animada, lo del banquete también la había sonado bien.
-Jajajaja, claro, cuenta conmigo- sonreí de oreja a oreja, al final el viaje no hacía más que mejorar.
Huracán por su parte no parecía nada contenta, por lo visto lo suyo era la ballesta, no el arco, y sin el libro ese, no parecía interesada en seguir aquí.
El herrero se acercó a animarla, huracán nos miró de reojo, yo la hice un gesto afirmativo con el pulgar, mejor que yo con el arco era, seguro.
El herrero comenzó a apuntarnos para llevar los nombres luego al registro, me giré muy atento cuando preguntó el nombre a Huracán, si mis sospechas eran ciertas ese no era su verdadero nombre, y por fin se desvelaría el misterio, sin embargo Huracán no parecía interesada en revelarlo.
-Mejor Rompecorazones- bromeé espontaneo, jaja, me había salido de repente, por supuesto ese tampoco era su nombre, así que el herrero optó por otro, no puede contener la risa.
-Pfffffff..jajaja…ejm..ejm, perdón, es solo que Lunita me gustaba más- sonreí.
-Bien vale apúnteme a mí como herrero, Schott, emm Ronald Schott- dije pronunciando en voz baja al herrero el nombre de pila, ya se habían reído bastante en la aldea de niño.
-Ah, y apúntame junto a Charlotte- sonreí, la niña me miró con los ojos como platos –Dos herreros trabajan mejor que uno, además te vendrán bien los trabajos, así podré enseñarte mis trucos secretos- sonreí a la niña –Si no tenéis inconveniente claro- les pregunte a ambos.
La cosa parecía pintar bien, y con la sombra de los vampiros disipándose en el horizonte y la esperanza de fama y fortuna al frente, por fin el destino nos sonreía.
Mire al hombre mientras hablaba, parecía sincero, y lo cierto es que le entendía perfectamente, quizás el buen hombre no hubiese tenido otra opción.
Sonreí entonces a Huracán a ver que respondía ante el consejo del tipo, a mí ni se me hubiera ocurrido decirle eso a la cara, sin embargo Huracán no dijo nada, mejor para todos.
-Bien, si, discúlpenos por favor estamos, bastante cansados si, y lo de los vampiros, nos pone muy nerviosos jaja- sonreí sincero suavizando el ambiente, pero además era cierto, dormir en carreta no era tampoco demasiado cómodo.
De repente alguien entro dando un portazo, di un pequeño salto del susto ¿un vampiro?, no, era el chiquillo de la plaza, el de las espadas.
Mire estupefacto como no solo no era un chico, sino una chiquilla, y que era efectivamente el que había forjado la espada con adornos de cobre, asombroso.
-Wow, esto, ¿lo has hecho tu sola? Dije señalando la espada y agachándome ante la niña, yo también soy herrero, y he de admitir que es un trabajo magnifico, tienes aun que aprender un par de cosas jeje- sonreí –Pero lo básico lo dominas, y atreverte con el cobre…un gran trabajo, llegaras lejos- sonreí dándole un amistoso golpe en el hombro.
-Alanna tiene razón- dije sonriendo –Es cierto que puede que encuentres dificultades, pero con tu habilidad y tu potencial…cualquier caballero deseará empuñar una buena espada sin importar quien la haya forjado- sonreí.
Me levanté y contemple de nuevo los trofeos que mencionaba el herrero, sin duda habían sido buenos tiempos, me preguntaba que famosos guerreros las habrían empuñado.
Por lo visto la forja sufría problemas económicos, sí, yo sabía de qué iba el tema, y eso explicaba el estado de la forja, sería una lástima que alguien con esta historia y habilidad se viera en la calle, por no hablar de su familia, y si a eso le sumábamos unos peligrosos vampiros, este pobre hombre necesitaba ayuda, y pronto.
Por eso se me iluminó el rostro cuando a Alanna se le ocurrió la fantástica idea de inscribirnos en el torneo, Huracán tenía pinta de saber de arcos, no quería ni pensar como sería Runa de letal en cuerpo a cuerpo, y yo ya conocía de sobra las habilidades de Alanna en la lucha, así que la cosa pintaba bastante bien, además eso de la fama y los contratos sonaba muy bien, por no hablar del premio ese de comida y cama caliente.
Runa se apresuró a responder afirmativamente animada, lo del banquete también la había sonado bien.
-Jajajaja, claro, cuenta conmigo- sonreí de oreja a oreja, al final el viaje no hacía más que mejorar.
Huracán por su parte no parecía nada contenta, por lo visto lo suyo era la ballesta, no el arco, y sin el libro ese, no parecía interesada en seguir aquí.
El herrero se acercó a animarla, huracán nos miró de reojo, yo la hice un gesto afirmativo con el pulgar, mejor que yo con el arco era, seguro.
El herrero comenzó a apuntarnos para llevar los nombres luego al registro, me giré muy atento cuando preguntó el nombre a Huracán, si mis sospechas eran ciertas ese no era su verdadero nombre, y por fin se desvelaría el misterio, sin embargo Huracán no parecía interesada en revelarlo.
-Mejor Rompecorazones- bromeé espontaneo, jaja, me había salido de repente, por supuesto ese tampoco era su nombre, así que el herrero optó por otro, no puede contener la risa.
-Pfffffff..jajaja…ejm..ejm, perdón, es solo que Lunita me gustaba más- sonreí.
-Bien vale apúnteme a mí como herrero, Schott, emm Ronald Schott- dije pronunciando en voz baja al herrero el nombre de pila, ya se habían reído bastante en la aldea de niño.
-Ah, y apúntame junto a Charlotte- sonreí, la niña me miró con los ojos como platos –Dos herreros trabajan mejor que uno, además te vendrán bien los trabajos, así podré enseñarte mis trucos secretos- sonreí a la niña –Si no tenéis inconveniente claro- les pregunte a ambos.
La cosa parecía pintar bien, y con la sombra de los vampiros disipándose en el horizonte y la esperanza de fama y fortuna al frente, por fin el destino nos sonreía.
Schott
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
La cara del hombre se iluminó con la propuesta, Charlotte, que escuchaba semiescondida, abrió los ojos con sorpresa, dudaba de que alguien pudiera, realmente, hacer algo por simple bondad. La chiquilla había visto la crueldad con la que llegaban a juzgar su trabajo, como decían que, por el simple hecho de ser mujer, era imposible que ella hubiera hecho ese tipo de cosas, que no podía atribuirse el trabajo de otras personas. Le ardía la boca de las palabras crueles que había soltado ella también, más de una vez, en defensa propia.
Estaba claro que la vida no era fácil cuando eras mujer, en la habitación contigua, la chiquilla tenía tres perfectos ejemplos de ello, tres mujeres que, aun con todas as trabas que en ese mundo se les ponían delante, se habían vuelto personas fuertes que sabían luchar y defender sus intereses, y que sacaban partido de sus virtudes y esfuerzos para callar las bocas de quienes las consideraban inferiores. Nadie se atrevía a reírse de otra persona, por muy mujer que fuera, después de recibir una paliza. La violencia no era la solución, eso Alanna lo sabía, y no era de las personas que se lanzan al cuello de los demás en cuento ven la oportunidad, pero estaba claro que ayudaba, y que, una bofetada a tiempo, arreglaba mucha tontería.
Habría pensado que alguno se negaría a participar, lo entendía, no tenían razones para hacerlo más que compensar el tiempo que habían gastado en llegar allí, al menos para que el viaje no fuera en balde, y ayudar a un herrero que acababan de conocer. No le extraño que Huracán se negase, más después de lo que el hombre le había dicho, que, a ojos de Alanna, había sido valiente, y un consejo acertado. Aunque no por ello quería decir que pensara mal de Huracán, ni mucho menos, sabía lo que era necesitar juzgar con precipitación, muchas veces, en el campo de batalla, tiene a penas dos segundos para decidir si alguien es amigo o enemigo, y al final, muchas personas no abandonaban los campos de batalla. Sonrió sin insistir, cuando la mujer se negó, pero que finalmente decidiera unirse fue una alegría, habían recorrido un largo camino los cuatro juntos, no le gustaría que se separasen de esa guisa.
Ya se esperaba que Schott aceptase, el chico era un entusiasta, cualquier cosa que se le propusiera, la aceptaba con ganas e ilusión, era ese tipo de persona que, por muy triste que estés, te anima solo verle la cara, sin duda el compañero de viaje perfecto, y con su talento, la mejor ayuda para el herrero y su familia. Sospechaba que, aunque no hubiera sugerido que probablemente ganaría fama, igualmente el chico se habría decidido a participar, era alguien tan alegre y dulce, que, Alanna pensaba que, con tal de ayudar a esa familia, se habría dejado la piel, aunque no recibiera recompensa alguna.
La mayor sorpresa vino con Runa, jamás cuando la conoció por primera vez pensó que la chica podía ser alguien tan animado y abierto. Pero lo era, y fue la primera en animarse a participar en la justa nada más oír lo de la comilona, sin duda, la chica era una caja de sorpresas esperando a abrirse, y a la guarda le resultaba interesante esperar a ver que de nuevo le deparaba esa chica. Había juzgado mal al pensarla arisca, no era de ese modo, para nada, y se sentía feliz por no haber afianzado su opinión y poder, en ese instante, cambiarla. Solo era algo desconfiada, algo normal para quienes, como Runa y ella misma, habían crecido solas y habían aprendido a sobrevivir por su cuenta.
Era gracioso, sin duda, que Huracán acabase siempre con nombres extraños, y no estaba segura de que reírse de ello fuera lo mejor, pero no pudo evitar soltar una risilla cuando Schott soltó el comentario sobre Lunita. Suspiró y miró al patio exterior de la herrería, donde dos niñas jugaban a pelear con palos de madera, Charlotte y su hermana María parecían llevarse bien. Le recordaban tanto a ella y a Elise, verlas hacía que la echase aun más de menos.
- ¿Nombre?- Le preguntó el hombre Eugenne con una sonrisa en su cara barbuda.
- Alanna, Alanna Delteria.- contestó devolviendo el gesto, apartando la nube de tristeza que empezaba a cubrirle la cabeza.
El hombre acabó de escribir los nombres y las categorías en las que participaría cada uno, tomó sus bártulos y llamó a sus hijas para que le ayudasen, dirigiéndose, invitandolos a todos, a salir de la herrería. Recorrieron las calles, cargando cada quien con ciertas piezas y llegaron a la plaza del mercado donde el proclamado "rey de los borrachos" de la ciudad, daba tumbos por un escenario de madera animado a la gente a unirse a la justa con voz de borracho.
Tras entregar la inscripción, les prestaron una tienda plegable inmensa donde descansar y preparar las armas, era tan grande como una carpa de circo. En su interior se encontraba una fragua pequeña hecha con piedras amontonadas que, probablemente desmontarían en cuanto se acabase la fiesta. unos cojines en el suelo, una mesa rodeada por varias sillas, un yugo y varios barriles de agua y orín cerca de la fragua. En la mesa, una cesta de frutas y algunas jarras de cerveza. Sin duda el sitio estaba bastante completo.
- Bien, vosotros preparaos e id a ver a los oponentes, nosotros mientras prepararemos las armas.- Dijo Eugenne tomando el mando de la situación mientras descargaba cerca de los barriles.
- Hey.- susurró Alanna a Charlotte mientras descargaba también el peso que ella había cogido.- quiero que me hagas tu el bastón de hierro.- le pidió.- Ayúdala, creo que eres quien mejor la entiende- le sonrió y pidió a Schott en un murmullo cuando pasó a su lado, tocándole el hombro con una mano.
- Pero....- fue a protestar la chic cuando Alanna ya se había levantado y salía de la carpa con una manzana en la mano.
- Lo espero con ansias. Confío en ti.- le dijo a la muchacha guiñándole el ojo.
- Bien, pues... empecemos.- dijo Eugenne dándole un golpe en el hombro a Schott mientras Maria empezaba a avivar el fuego.
Alanna se dirigió a la zona de combate singular, y pronto escuchó la llamada, el primer turno, el de Runa, iba a empezar pronto. Se abrió hueco entre las personas que llevaban allí esperando bastante tiempo, aprovechándose de su estatura y su delgadez y observó al presentador gritando cosas sobre honor, futuro y grandeza. Sonrió, no era ganar batallas lo que te hacía grande, si no como las ganabas. Las apuestas iban corriendo por el público. Parecía que, tras leer la lista, Runa no las tenía todas consigo, pero ella confiaba en las capacidades de la chica. Y, para demostrarlo, a pesar de que todas las apuestas le iban a ir en contra, decidió confiar en la inmensa capacidad de esa chica de sorprender y la fuerza que parecía moverla para callar bocas a todos.
- Tss.- llamó la atención a quien llevaba las apuestas.- Siete aeros a que esa chica gana el combate.- Sonrió de forma brillante.
- Va a perder sus dos monedas señorita, ya se sabe que las mujeres, poco o nada pueden hacer en este tipo de eventos, Eugenne se acaba de cavar su propia tumba apuntando a tres mujeres.- dijo el hombre, aceptando, sin embargo, las dos monedas.
- Ya veremos, le aseguro que esas mujeres, son de armas tomar.- contestó manteniendo la calma, algo molesta por el menos precio. No se había ganado su puesto de guardia jugando a las casitas, precisamente. Cuando el juglar que presentaba dio el inicio, volvió a centrarse en el campo de batalla.- ¡Runa, dales una paliza!- gritó animando a la chica entre los gritos de entusiasmo de la multitud por querer ver sangre. Si creían que Runa, Huracán y ella iban a quedarse quietas y a dejarse vencer, lo llevaban claro, eran personas a las que tener en cuenta, y esos idiotas iban a descubrir lo que hacía una "simple" mujer, si se lo proponía.
Estaba claro que la vida no era fácil cuando eras mujer, en la habitación contigua, la chiquilla tenía tres perfectos ejemplos de ello, tres mujeres que, aun con todas as trabas que en ese mundo se les ponían delante, se habían vuelto personas fuertes que sabían luchar y defender sus intereses, y que sacaban partido de sus virtudes y esfuerzos para callar las bocas de quienes las consideraban inferiores. Nadie se atrevía a reírse de otra persona, por muy mujer que fuera, después de recibir una paliza. La violencia no era la solución, eso Alanna lo sabía, y no era de las personas que se lanzan al cuello de los demás en cuento ven la oportunidad, pero estaba claro que ayudaba, y que, una bofetada a tiempo, arreglaba mucha tontería.
Habría pensado que alguno se negaría a participar, lo entendía, no tenían razones para hacerlo más que compensar el tiempo que habían gastado en llegar allí, al menos para que el viaje no fuera en balde, y ayudar a un herrero que acababan de conocer. No le extraño que Huracán se negase, más después de lo que el hombre le había dicho, que, a ojos de Alanna, había sido valiente, y un consejo acertado. Aunque no por ello quería decir que pensara mal de Huracán, ni mucho menos, sabía lo que era necesitar juzgar con precipitación, muchas veces, en el campo de batalla, tiene a penas dos segundos para decidir si alguien es amigo o enemigo, y al final, muchas personas no abandonaban los campos de batalla. Sonrió sin insistir, cuando la mujer se negó, pero que finalmente decidiera unirse fue una alegría, habían recorrido un largo camino los cuatro juntos, no le gustaría que se separasen de esa guisa.
Ya se esperaba que Schott aceptase, el chico era un entusiasta, cualquier cosa que se le propusiera, la aceptaba con ganas e ilusión, era ese tipo de persona que, por muy triste que estés, te anima solo verle la cara, sin duda el compañero de viaje perfecto, y con su talento, la mejor ayuda para el herrero y su familia. Sospechaba que, aunque no hubiera sugerido que probablemente ganaría fama, igualmente el chico se habría decidido a participar, era alguien tan alegre y dulce, que, Alanna pensaba que, con tal de ayudar a esa familia, se habría dejado la piel, aunque no recibiera recompensa alguna.
La mayor sorpresa vino con Runa, jamás cuando la conoció por primera vez pensó que la chica podía ser alguien tan animado y abierto. Pero lo era, y fue la primera en animarse a participar en la justa nada más oír lo de la comilona, sin duda, la chica era una caja de sorpresas esperando a abrirse, y a la guarda le resultaba interesante esperar a ver que de nuevo le deparaba esa chica. Había juzgado mal al pensarla arisca, no era de ese modo, para nada, y se sentía feliz por no haber afianzado su opinión y poder, en ese instante, cambiarla. Solo era algo desconfiada, algo normal para quienes, como Runa y ella misma, habían crecido solas y habían aprendido a sobrevivir por su cuenta.
Era gracioso, sin duda, que Huracán acabase siempre con nombres extraños, y no estaba segura de que reírse de ello fuera lo mejor, pero no pudo evitar soltar una risilla cuando Schott soltó el comentario sobre Lunita. Suspiró y miró al patio exterior de la herrería, donde dos niñas jugaban a pelear con palos de madera, Charlotte y su hermana María parecían llevarse bien. Le recordaban tanto a ella y a Elise, verlas hacía que la echase aun más de menos.
- ¿Nombre?- Le preguntó el hombre Eugenne con una sonrisa en su cara barbuda.
- Alanna, Alanna Delteria.- contestó devolviendo el gesto, apartando la nube de tristeza que empezaba a cubrirle la cabeza.
El hombre acabó de escribir los nombres y las categorías en las que participaría cada uno, tomó sus bártulos y llamó a sus hijas para que le ayudasen, dirigiéndose, invitandolos a todos, a salir de la herrería. Recorrieron las calles, cargando cada quien con ciertas piezas y llegaron a la plaza del mercado donde el proclamado "rey de los borrachos" de la ciudad, daba tumbos por un escenario de madera animado a la gente a unirse a la justa con voz de borracho.
Tras entregar la inscripción, les prestaron una tienda plegable inmensa donde descansar y preparar las armas, era tan grande como una carpa de circo. En su interior se encontraba una fragua pequeña hecha con piedras amontonadas que, probablemente desmontarían en cuanto se acabase la fiesta. unos cojines en el suelo, una mesa rodeada por varias sillas, un yugo y varios barriles de agua y orín cerca de la fragua. En la mesa, una cesta de frutas y algunas jarras de cerveza. Sin duda el sitio estaba bastante completo.
- Bien, vosotros preparaos e id a ver a los oponentes, nosotros mientras prepararemos las armas.- Dijo Eugenne tomando el mando de la situación mientras descargaba cerca de los barriles.
- Hey.- susurró Alanna a Charlotte mientras descargaba también el peso que ella había cogido.- quiero que me hagas tu el bastón de hierro.- le pidió.- Ayúdala, creo que eres quien mejor la entiende- le sonrió y pidió a Schott en un murmullo cuando pasó a su lado, tocándole el hombro con una mano.
- Pero....- fue a protestar la chic cuando Alanna ya se había levantado y salía de la carpa con una manzana en la mano.
- Lo espero con ansias. Confío en ti.- le dijo a la muchacha guiñándole el ojo.
- Bien, pues... empecemos.- dijo Eugenne dándole un golpe en el hombro a Schott mientras Maria empezaba a avivar el fuego.
Alanna se dirigió a la zona de combate singular, y pronto escuchó la llamada, el primer turno, el de Runa, iba a empezar pronto. Se abrió hueco entre las personas que llevaban allí esperando bastante tiempo, aprovechándose de su estatura y su delgadez y observó al presentador gritando cosas sobre honor, futuro y grandeza. Sonrió, no era ganar batallas lo que te hacía grande, si no como las ganabas. Las apuestas iban corriendo por el público. Parecía que, tras leer la lista, Runa no las tenía todas consigo, pero ella confiaba en las capacidades de la chica. Y, para demostrarlo, a pesar de que todas las apuestas le iban a ir en contra, decidió confiar en la inmensa capacidad de esa chica de sorprender y la fuerza que parecía moverla para callar bocas a todos.
- Tss.- llamó la atención a quien llevaba las apuestas.- Siete aeros a que esa chica gana el combate.- Sonrió de forma brillante.
- Va a perder sus dos monedas señorita, ya se sabe que las mujeres, poco o nada pueden hacer en este tipo de eventos, Eugenne se acaba de cavar su propia tumba apuntando a tres mujeres.- dijo el hombre, aceptando, sin embargo, las dos monedas.
- Ya veremos, le aseguro que esas mujeres, son de armas tomar.- contestó manteniendo la calma, algo molesta por el menos precio. No se había ganado su puesto de guardia jugando a las casitas, precisamente. Cuando el juglar que presentaba dio el inicio, volvió a centrarse en el campo de batalla.- ¡Runa, dales una paliza!- gritó animando a la chica entre los gritos de entusiasmo de la multitud por querer ver sangre. Si creían que Runa, Huracán y ella iban a quedarse quietas y a dejarse vencer, lo llevaban claro, eran personas a las que tener en cuenta, y esos idiotas iban a descubrir lo que hacía una "simple" mujer, si se lo proponía.
Alanna Delteria
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Al parecer todo el grupo había accedido a ayudar a la pequeña Charlotte, aunque los fines de cada uno eran totalmente distintos,nuevamente formarían un equipo, la parte positiva de la acción es que enseñarían a la pequeña una lección muy importante.Aunque vivían en un mundo bastante hostil contra el genero femenino, no era excusa como mujer agachar la cabeza y rendirse ante cualquier adversidad.
En marcha hacia la plaza del mercado, donde parecía haber muchísimo movimiento, las personas iban con el paso acelerado sin importar a quien llevarse por delante, chocaban sin cuidado con cada miembro del grupo, el herrero parecía que empotraba con bastante fuerza, por lo cual Runa tomó ejemplo y se puso detrás aprovechándose de su potencial. Escuchaba el choque del hierro que cargaba a las espaldas, a la vez que veía el sudor de aquel hombre correr. ¿Cuanto tiempo pasaba dentro? ¡Que cantidad de calor debía soportar!
Estaban ya en la plaza, donde se escuchaba al gran borracho , dando ánimos para la inscripción de la justa, parecía estar bailando "un pasito maría" gracias al alcohol que llevaba en la sangre.
-¡Qué simpático el sambi!. No pudo evitar burlarse Runa acordándose del "Baile de sambito"
Les fue entregada una gran tienda ideal para todo de descanso, pasarían una noche abrigada, y al parecer , lo que más ilusión le hacía a Runa, era la cantidad de comida que habían opositado encima de la mesa. Era una tragona en el fondo, pero era totalmente normal, dado que nunca paraba de un sitio para otro, daba igual a que se dedicara , no podía estar quieta en un sitio tanto tiempo.
Encontró un trozo de hierro, muy maleable para su gusto, el cual comprobó si se adaptaba a forma de su puño, no podía usar las batallas a bastón ya que Alanna, su compañera , lo escogió antes. No le importaba, no estaba acostumbrada, pero no quería decir que no hubiera tenido que defenderse así más de una vez. Siempre y cuando, no le quisieran clavar una flecha en el culo, como ocurrió con Huracán. En resumen, se lo guardó como pequeña arma , una arma que posiblemente le tocaría usar con algún tipo de becerro.
El presentador comenzó un discurso antes del primer combate:
-A todos los guerreros presentes hoy aquí, que la gloria os lleve a un nivel más alto.
Se necesita un gran valor para inscribirse en el torneo, pero más todavía cuando se conoce la derrota.
Guerrero es el vence las adversidades a pesar de las circunstancias, y hoy, cada uno de vosotros, será puesto a prueba.
¡Que comience el torneo!
- Vaya, muy inspirador..
Tras terminar el discurso se nombró los dos primeros contrincantes:
-RUNA THORGIL VS HOOG
Runa arqueó la ceja, era su turno, menuda suerte le había tocado. Tuvo que abrirse paso entre la gente, que ya desde un principio empezaron a mirarla por encima del hombro por ser una fémina. Subió al escenario y ojeo determinadamente a su enemigo, un tipo grande, de unos 1,85, con una compresión un tanto grasosa, físicamente , no era un hombre atractivo, de hecho su dentadura parecía hecha por algún tipo de carpintero.
Las risas comenzaron aumentar en el publico, al parecer, como no era extraño ver una mujer en el escenario de combate, continuaron los abucheos, provocando así la seriedad y casi ira de la ladronzuela, empezaba a estar allí no por lo que se podría llevar al estomago , sino por orgullo. Runa demostraría la capacidad de una mujer , y mejor aun , una mujer enfadada.
Alanna, desde el publico le gritó dando ánimos, lo agradeció en el alma, como mujer, como compañera y sobre todo por demostrar que alguien si confiaba en ella. Sonó una campana dando inicio al combate:
-JAJAJAJA, rindete , eres solo una muñequita . Utilizó una burla Hoog , para no tener que combatir contra una mujer.
Runa se pusó en modo defensa ante él esperando que moviera el primer turno.El grandullón no dudó ningún momento en arremeter el primer puñetazo que por suerte la joven esquivó sin problemas.Aprovechando que su contrincante estaba lento para un segundo ataque para atizar en su rodilla derecha dejándolo con la otra rodilla apoyada en el suelo del escenario. Analizó que su contrincante poseía mucha fuerza pero no rapidez, era totalmente una ventaja para ella tener un tipo así. Saltó en el aire sobre si misma dando otra patada hacia la cabeza, con tan mala suerte de que Hoog, logró pararla en el aire, agarrando su pierna y golpeándola contra el suelo.El golpe sonó tan fuerte, que el publico se impacientaba más, agitando sus brazos al aire.
-¡ACABA! ¡ACABA! ¡ACABA!
Hoog se levantó del suelo, y dirigió un puñetazo en el rostro de la joven que estaba tumbada en el suelo por el fuerte golpe que acababa de recibir, la sangre manchaba el rostro de la chica, sin duda, era poderoso y otro golpe así podría darle muchos problemas. Comenzó a reír nuevamente frente al público mofándose por lo que estaba haciendo delante de una panda inútiles sin escrúpulos, Runa se levantó despacio , apoyando sus pies dejando que cargaran todo el peso, logró ponerse en pie frente a él.
¿-Todavía? , ¿Acaso quieres morir niña?
-¿Niña?, te voy a enseñar lo que es una mujer.
"Rodillas", "Codos", "Cuello","Muñecas","Tobillos", "Nariz". Fue recordando puntos debiles de cualquier humano mentalmente, adaptó el hierro lo más rápido que pudo en su puño derecho y se abalanzó. Al principio, soló daba pequeñas patadas para distraerle y que no pudiera establecer un plan de contrataque, cuando hoog se mostraba ya algo agotado por la rapidez de la muchacha empezó a a emplear los pasos.
1º Patada hacia las rodillas , volviendo a hacer que perdiera el equilibrio.
2º En el suelo , girando sobre su misma y su contrincante , patada en las cervicales. Eso provocó un gran grito de desesperación en él, no perdió la consciencia pero hizo que se frenara en cuanto contraataque.
3º Golpe con el puño derecho en la nariz, provocando sus lagrimas caer frente al público.
4º Pisó fuertemente su muñeca derecha y agarró su cabeza con todas las fuerzas que le quedaban estampandola contra el suelo una y otra vez. Pudo versé dientes podridos esparcidos por el escenario.
Todos aquellos que la abuchearon, se quedaron en silencio, mirandola con miedo, por lo que llegaron a presenciar en un momento. Runa se levantó y gritó.
-¡SI YO OS DOY MIEDO, NO QUERÁIS CONOCER A MIS COMPAÑERAS
La rabia se acumuló en la chica , se le notaba en la cara. Se frotó la sangre y alzó su puño frente a Alanna en señal de victoria y compañerismo.
"Suerte sonrisitas, suerte cara cuervo" Pensó en sus dos compañeras.
En marcha hacia la plaza del mercado, donde parecía haber muchísimo movimiento, las personas iban con el paso acelerado sin importar a quien llevarse por delante, chocaban sin cuidado con cada miembro del grupo, el herrero parecía que empotraba con bastante fuerza, por lo cual Runa tomó ejemplo y se puso detrás aprovechándose de su potencial. Escuchaba el choque del hierro que cargaba a las espaldas, a la vez que veía el sudor de aquel hombre correr. ¿Cuanto tiempo pasaba dentro? ¡Que cantidad de calor debía soportar!
Estaban ya en la plaza, donde se escuchaba al gran borracho , dando ánimos para la inscripción de la justa, parecía estar bailando "un pasito maría" gracias al alcohol que llevaba en la sangre.
-¡Qué simpático el sambi!. No pudo evitar burlarse Runa acordándose del "Baile de sambito"
Les fue entregada una gran tienda ideal para todo de descanso, pasarían una noche abrigada, y al parecer , lo que más ilusión le hacía a Runa, era la cantidad de comida que habían opositado encima de la mesa. Era una tragona en el fondo, pero era totalmente normal, dado que nunca paraba de un sitio para otro, daba igual a que se dedicara , no podía estar quieta en un sitio tanto tiempo.
Encontró un trozo de hierro, muy maleable para su gusto, el cual comprobó si se adaptaba a forma de su puño, no podía usar las batallas a bastón ya que Alanna, su compañera , lo escogió antes. No le importaba, no estaba acostumbrada, pero no quería decir que no hubiera tenido que defenderse así más de una vez. Siempre y cuando, no le quisieran clavar una flecha en el culo, como ocurrió con Huracán. En resumen, se lo guardó como pequeña arma , una arma que posiblemente le tocaría usar con algún tipo de becerro.
El presentador comenzó un discurso antes del primer combate:
-A todos los guerreros presentes hoy aquí, que la gloria os lleve a un nivel más alto.
Se necesita un gran valor para inscribirse en el torneo, pero más todavía cuando se conoce la derrota.
Guerrero es el vence las adversidades a pesar de las circunstancias, y hoy, cada uno de vosotros, será puesto a prueba.
¡Que comience el torneo!
- Vaya, muy inspirador..
Tras terminar el discurso se nombró los dos primeros contrincantes:
-RUNA THORGIL VS HOOG
Runa arqueó la ceja, era su turno, menuda suerte le había tocado. Tuvo que abrirse paso entre la gente, que ya desde un principio empezaron a mirarla por encima del hombro por ser una fémina. Subió al escenario y ojeo determinadamente a su enemigo, un tipo grande, de unos 1,85, con una compresión un tanto grasosa, físicamente , no era un hombre atractivo, de hecho su dentadura parecía hecha por algún tipo de carpintero.
Las risas comenzaron aumentar en el publico, al parecer, como no era extraño ver una mujer en el escenario de combate, continuaron los abucheos, provocando así la seriedad y casi ira de la ladronzuela, empezaba a estar allí no por lo que se podría llevar al estomago , sino por orgullo. Runa demostraría la capacidad de una mujer , y mejor aun , una mujer enfadada.
Alanna, desde el publico le gritó dando ánimos, lo agradeció en el alma, como mujer, como compañera y sobre todo por demostrar que alguien si confiaba en ella. Sonó una campana dando inicio al combate:
-JAJAJAJA, rindete , eres solo una muñequita . Utilizó una burla Hoog , para no tener que combatir contra una mujer.
Runa se pusó en modo defensa ante él esperando que moviera el primer turno.El grandullón no dudó ningún momento en arremeter el primer puñetazo que por suerte la joven esquivó sin problemas.Aprovechando que su contrincante estaba lento para un segundo ataque para atizar en su rodilla derecha dejándolo con la otra rodilla apoyada en el suelo del escenario. Analizó que su contrincante poseía mucha fuerza pero no rapidez, era totalmente una ventaja para ella tener un tipo así. Saltó en el aire sobre si misma dando otra patada hacia la cabeza, con tan mala suerte de que Hoog, logró pararla en el aire, agarrando su pierna y golpeándola contra el suelo.El golpe sonó tan fuerte, que el publico se impacientaba más, agitando sus brazos al aire.
-¡ACABA! ¡ACABA! ¡ACABA!
Hoog se levantó del suelo, y dirigió un puñetazo en el rostro de la joven que estaba tumbada en el suelo por el fuerte golpe que acababa de recibir, la sangre manchaba el rostro de la chica, sin duda, era poderoso y otro golpe así podría darle muchos problemas. Comenzó a reír nuevamente frente al público mofándose por lo que estaba haciendo delante de una panda inútiles sin escrúpulos, Runa se levantó despacio , apoyando sus pies dejando que cargaran todo el peso, logró ponerse en pie frente a él.
¿-Todavía? , ¿Acaso quieres morir niña?
-¿Niña?, te voy a enseñar lo que es una mujer.
"Rodillas", "Codos", "Cuello","Muñecas","Tobillos", "Nariz". Fue recordando puntos debiles de cualquier humano mentalmente, adaptó el hierro lo más rápido que pudo en su puño derecho y se abalanzó. Al principio, soló daba pequeñas patadas para distraerle y que no pudiera establecer un plan de contrataque, cuando hoog se mostraba ya algo agotado por la rapidez de la muchacha empezó a a emplear los pasos.
1º Patada hacia las rodillas , volviendo a hacer que perdiera el equilibrio.
2º En el suelo , girando sobre su misma y su contrincante , patada en las cervicales. Eso provocó un gran grito de desesperación en él, no perdió la consciencia pero hizo que se frenara en cuanto contraataque.
3º Golpe con el puño derecho en la nariz, provocando sus lagrimas caer frente al público.
4º Pisó fuertemente su muñeca derecha y agarró su cabeza con todas las fuerzas que le quedaban estampandola contra el suelo una y otra vez. Pudo versé dientes podridos esparcidos por el escenario.
Todos aquellos que la abuchearon, se quedaron en silencio, mirandola con miedo, por lo que llegaron a presenciar en un momento. Runa se levantó y gritó.
-¡SI YO OS DOY MIEDO, NO QUERÁIS CONOCER A MIS COMPAÑERAS
La rabia se acumuló en la chica , se le notaba en la cara. Se frotó la sangre y alzó su puño frente a Alanna en señal de victoria y compañerismo.
"Suerte sonrisitas, suerte cara cuervo" Pensó en sus dos compañeras.
Runa Thorgil
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Una vez inscritos todos fuimos a la plaza, me mantuve un poco al margen del grupo, como siempre. Sin decir nada. Alanna estaba bastante animada e incluso Runa se permitió hacer una broma sobre un tipo haciendo un baile. A mí el baile del hombre más que risa me causó lástima. Era lamentable a más no poder, probablemente fruto de la borrachera que llevaba encima.
La plaza estaba repleta de gente. Espectadores y atletas compartían zonas. Muchos de ellos entrenaban fuertemente antes del comienzo de las justas. La primera de las pruebas sería la de la chica callejera de Lunargenta. Si queríamos que nuestra herrería se llevase el premio, teníamos que ganar las tres pruebas. Empresa que se antojaba complicada, sobre todo cuando ninguna habíamos entrenado para nada.
Runa se dispuso a entrar al ruedo cuando llegó su turno. Me coloqué en una valla, al lado de Alanna, que había hasta apostado por la victoria de Runa. El hombre que llevaba las apuestas se rió. No creía en que una mujer pudiese derrotar a cualquier de los musculosos hombres que allí se encontraban. Yo confiaba en ella. Era bastante menuda, pero tenía un valor encomiable como había demostrado con el trol noches atrás.
La guardia comenzó a caldear el ambiente como si fuera una hooligan. Lo cual me hizo que me dieran ganas de meterme debajo de una piedra. En serio, ¿qué cuesta disimular un poco? En fin. Yo prefería no comentar nada. Observaría el combate contra el tal Hoog.
-Auch. – musité mordiéndome los dientes y poniendo cara de circunstancias cuando vi a Runa comer el suelo con la cara. Se había hecho sangre. Para colmo vino el musculoso y en el mismo suelo le sacudió un golpetazo en toda la cara. Creía que había quedado KO. – Vamos Runa… Tú eres mejor que ese descerebrado. – me dije a mí misma en voz baja, totalmente metida en el combate. Luego me arrepentí pues Alanna podía haberme escuchado. Bajo ningún concepto quería mostrar compasión ni apoyo por nada ni por nadie. Era mi seña de identidad. Pero era inevitable mostrar corazón de vez en cuando, tengo un lado humano al que no le gusta ver sufrir a la gente que me cae bien. Espera, no. Runa no me cae bien. ¿No?
Fuera como fuera, la guerrera era fuerte y se recuperó, ensangrentada, para levantarse y en una serie de movimientos muy rápidos destrozar por completo al tipo hasta partirle los dientes. Cosa que me hizo relajarme y sonreír por ella. Alanna y ella lo celebraron por todo lo alto.
Un -Enhorabuena. – inexpresivo fue todo lo que obtuvo de mí. Al ritmo que me giraba y me dirigía hacia el lugar donde se realizaría mi prueba. Sinceramente, no esperaba que me acompañaran. Pero aún así, parecían insistentes en venir conmigo.
Había un tiempo establecido para los preparativos. El presentador fue llamando a los candidatos a acceder al ruedo. Estaba igual de repleto que el anterior torneo de Runa. Qué poco me gustaba todo aquello.
-Entren a hacer los preparativos los aspirantes a campeones de tiro con arco: James Thorn, Nathan Smitherson, Sandra Salamandra y… como invitado especial… el campeón, el invicto, el inigualable. Con un bagaje de 87 torneos ganados y 0 perdidos en los mejores ruedos Aerandir. Procedente de las cálidas islas de Beltrexus. El incomparable… ¡Wayne Dune!. – el público entero coreó el nombre del tipo. Levantando los brazos a su paso hacia la pista. Entró en el escenario estirando los brazos y con cara de ir sobrado.
-¡JODER! – fue lo primero que dije, asustada y a voz en grito, totalmente sorprendida. Me quedé unos segundos boquiabierta. - ¿Por qué cojones a mí no me han inscrito?
-Por favor, Sandra Salamandra, entre al escenario. – repitió el presentador.
-¡Oh cierto! – Es verdad. Me había cambiado el nombre. Y le dejé mi armamento a Alanna. – Cuídalo. – Le dije seria. Esperaba que por su bien no faltara nada cuando acabara. Solo había dos ballestas de mano pequeñas, una faltriquera con virotes, una ballesta pesada con correa incluida para atar a la espalda y un carcaj con diez flechas. Se lo dejé a la guardia porque era de quien más me fiaba. Runa no me terminaba de convencer y Schott era un torpe.
Entré al escenario ante los ojos de todo el mundo. Que poco me gustaba el protagonismo. Aunque afortunadamente me ignoraban bastante, todo el mundo coreaba y observaba al invicto. Yo ni siquiera me preocupaba por ello. Sin mirar a nadie tomé el arco que vi más resistente.
No había tomado un arco desde que aprobé la asignatura de tiro con arco en la academia tensái, hace más de diez años. Wayne, el invicto, se acercó a mí.
-He participado en torneos en todo el continente y suelo conocer a todos los concursantes. – me dijo con una sonrisa pícara. Se apoyó sobre la mesa en la que se encontraban los arcos. – Los otros dos palurdos no son rivales para mí, pero tú… ¿Eres nueva?
-Sí. – respondí sin mirarle, seca. Algo que pareció sacarle una sonrisa. Contento por enfrentarse a alguien asequible. Se quedó observando como ponía el arma a punto.
Era tiempo de pruebas, así que quería probar el arco en nuevas condiciones. Comprobé la rigidez del lomo y palas. Tensé una cuerda. Tenía la fuerza de tracción y compresión algo flojas. La ajusté con el tornillo de apriete. Tomé una flecha del carcaj a mi espalda y casi sin mirar apunté, tensé y solté en cuestión de segundos. Había dado en el centro de la diana, que se encontraba a 50 metros. Lo que hizo que todo el público suspirase impresionado. Por la velocidad del movimiento y la precisión del tiro.
-¡Increíble el acierto de Sandra Salamandra! Parece que el campeón va a tener una rival de altura. – dijo el presentador.
-¿No decías que eras nueva? – me volvió a preguntar el tipo con cara de circunstancias.
Ni lo miré ni respondí y me dirigí a mi posición, donde empezaría el torneo. Verdaderamente ya había respondido el tipo. Tampoco había dicho ninguna mentira. Pero básicamente, mi vida se resumía en apuntar y disparar objetivos móviles, aunque fuera con ballestas, el arco no era un arma excesivamente diferente. La puntería y el talento eran innatos y, sin duda, yo era buena para las armas a distancia.
La plaza estaba repleta de gente. Espectadores y atletas compartían zonas. Muchos de ellos entrenaban fuertemente antes del comienzo de las justas. La primera de las pruebas sería la de la chica callejera de Lunargenta. Si queríamos que nuestra herrería se llevase el premio, teníamos que ganar las tres pruebas. Empresa que se antojaba complicada, sobre todo cuando ninguna habíamos entrenado para nada.
Runa se dispuso a entrar al ruedo cuando llegó su turno. Me coloqué en una valla, al lado de Alanna, que había hasta apostado por la victoria de Runa. El hombre que llevaba las apuestas se rió. No creía en que una mujer pudiese derrotar a cualquier de los musculosos hombres que allí se encontraban. Yo confiaba en ella. Era bastante menuda, pero tenía un valor encomiable como había demostrado con el trol noches atrás.
La guardia comenzó a caldear el ambiente como si fuera una hooligan. Lo cual me hizo que me dieran ganas de meterme debajo de una piedra. En serio, ¿qué cuesta disimular un poco? En fin. Yo prefería no comentar nada. Observaría el combate contra el tal Hoog.
-Auch. – musité mordiéndome los dientes y poniendo cara de circunstancias cuando vi a Runa comer el suelo con la cara. Se había hecho sangre. Para colmo vino el musculoso y en el mismo suelo le sacudió un golpetazo en toda la cara. Creía que había quedado KO. – Vamos Runa… Tú eres mejor que ese descerebrado. – me dije a mí misma en voz baja, totalmente metida en el combate. Luego me arrepentí pues Alanna podía haberme escuchado. Bajo ningún concepto quería mostrar compasión ni apoyo por nada ni por nadie. Era mi seña de identidad. Pero era inevitable mostrar corazón de vez en cuando, tengo un lado humano al que no le gusta ver sufrir a la gente que me cae bien. Espera, no. Runa no me cae bien. ¿No?
Fuera como fuera, la guerrera era fuerte y se recuperó, ensangrentada, para levantarse y en una serie de movimientos muy rápidos destrozar por completo al tipo hasta partirle los dientes. Cosa que me hizo relajarme y sonreír por ella. Alanna y ella lo celebraron por todo lo alto.
Un -Enhorabuena. – inexpresivo fue todo lo que obtuvo de mí. Al ritmo que me giraba y me dirigía hacia el lugar donde se realizaría mi prueba. Sinceramente, no esperaba que me acompañaran. Pero aún así, parecían insistentes en venir conmigo.
Había un tiempo establecido para los preparativos. El presentador fue llamando a los candidatos a acceder al ruedo. Estaba igual de repleto que el anterior torneo de Runa. Qué poco me gustaba todo aquello.
-Entren a hacer los preparativos los aspirantes a campeones de tiro con arco: James Thorn, Nathan Smitherson, Sandra Salamandra y… como invitado especial… el campeón, el invicto, el inigualable. Con un bagaje de 87 torneos ganados y 0 perdidos en los mejores ruedos Aerandir. Procedente de las cálidas islas de Beltrexus. El incomparable… ¡Wayne Dune!. – el público entero coreó el nombre del tipo. Levantando los brazos a su paso hacia la pista. Entró en el escenario estirando los brazos y con cara de ir sobrado.
-¡JODER! – fue lo primero que dije, asustada y a voz en grito, totalmente sorprendida. Me quedé unos segundos boquiabierta. - ¿Por qué cojones a mí no me han inscrito?
-Por favor, Sandra Salamandra, entre al escenario. – repitió el presentador.
-¡Oh cierto! – Es verdad. Me había cambiado el nombre. Y le dejé mi armamento a Alanna. – Cuídalo. – Le dije seria. Esperaba que por su bien no faltara nada cuando acabara. Solo había dos ballestas de mano pequeñas, una faltriquera con virotes, una ballesta pesada con correa incluida para atar a la espalda y un carcaj con diez flechas. Se lo dejé a la guardia porque era de quien más me fiaba. Runa no me terminaba de convencer y Schott era un torpe.
Entré al escenario ante los ojos de todo el mundo. Que poco me gustaba el protagonismo. Aunque afortunadamente me ignoraban bastante, todo el mundo coreaba y observaba al invicto. Yo ni siquiera me preocupaba por ello. Sin mirar a nadie tomé el arco que vi más resistente.
No había tomado un arco desde que aprobé la asignatura de tiro con arco en la academia tensái, hace más de diez años. Wayne, el invicto, se acercó a mí.
-He participado en torneos en todo el continente y suelo conocer a todos los concursantes. – me dijo con una sonrisa pícara. Se apoyó sobre la mesa en la que se encontraban los arcos. – Los otros dos palurdos no son rivales para mí, pero tú… ¿Eres nueva?
-Sí. – respondí sin mirarle, seca. Algo que pareció sacarle una sonrisa. Contento por enfrentarse a alguien asequible. Se quedó observando como ponía el arma a punto.
Era tiempo de pruebas, así que quería probar el arco en nuevas condiciones. Comprobé la rigidez del lomo y palas. Tensé una cuerda. Tenía la fuerza de tracción y compresión algo flojas. La ajusté con el tornillo de apriete. Tomé una flecha del carcaj a mi espalda y casi sin mirar apunté, tensé y solté en cuestión de segundos. Había dado en el centro de la diana, que se encontraba a 50 metros. Lo que hizo que todo el público suspirase impresionado. Por la velocidad del movimiento y la precisión del tiro.
-¡Increíble el acierto de Sandra Salamandra! Parece que el campeón va a tener una rival de altura. – dijo el presentador.
-¿No decías que eras nueva? – me volvió a preguntar el tipo con cara de circunstancias.
Ni lo miré ni respondí y me dirigí a mi posición, donde empezaría el torneo. Verdaderamente ya había respondido el tipo. Tampoco había dicho ninguna mentira. Pero básicamente, mi vida se resumía en apuntar y disparar objetivos móviles, aunque fuera con ballestas, el arco no era un arma excesivamente diferente. La puntería y el talento eran innatos y, sin duda, yo era buena para las armas a distancia.
Anastasia Boisson
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Notó a Huracán a su lado, tensa mientras se desarrollaba la pelea. Era tan intenso el movimiento que Alanna a penas podía apartar la vista de la pista, aunque, lo que estaba claro era que no era la única con ganas de que Runa les diera una paliza. Vio la batalla con los labios apretados, y solo desvió la mirada cuando escuchó a Huracán animando a Runa en voz baja. Sonrió sin poder evitarlo, ya sabía que la chica tenía su corazoncito.
Sin embargo, prefirio volver rápidamente a girar su atención a Runa y apretó los puños murmurando también un comentario de ánimo, suponía que, si la ballestera había susurrado, era porque no quería ser escuchada. Lo cierto es que, confiaba en ella, pero el golpe que había recibido no era ninguna tontería y eso le preocupaba. Sin embargo, cuando se alzó, orgullosa y con cierta rabia brillando en los ojos, Alanna sonrió. Esa era la cara de una ganadora.
No fue capaz de apartar los ojos hasta que el tipo estuvo tumbado en el suelo y fue incapaz de moverse. El silencio se hizo palpable, y el grito de Runa, advirtiendo de sus compañeras, la hizo sonreir aun más ampliamente, y dar un grito de júbilo, estaba eufórica, Runa había ganado. Le devolvió el gesto, alzandole el puño, y se despidió con la mano, esperando que fuera a curarse las heridas. Seguro que, tras la paliza que le había dado el tipo, la tratarían como a una reina.
Se alejó despacio, junto a Huracán, era momento de ver su concurso de tiro con arco. Mientras ella se alejaba, Alanna giró para pasar por la tienda, quería ver como le iba a Schott, a Eugenne y a las niñas. Entró sonriente, anudandose la bolsa de aeros que había ganado con la apuesta, y saludó a los presentes.
- Hey, ¿Qué tal va todo?- Preguntó.
- Bien, se han oido gritos, ¿cómo ha quedado el primer asalto?- Preguntó el hombre
- Runa les ha dado una paliza, y seguro que Huracán no se queda atrás.- Aseguró la guarda.- C- llamó a la chiquilla, que parecía totalmente concentrada en redondear una pieza de hierro al rojo que hundió en orín en cuando escuchó su nombre.- Espero que estés lista, porque tu arma será la que de el golpe de gracia.- comentó agachandose a su lado.- Te vas a volver la mejor herrera de Baslodia.- aseguró alzandose.- Me voy a animar a Huracán, si veis a Runa, decidle que estoy allí, debe estar curandose las heridas.- explicó saliendo de la tienda.
- Alanna.- llamó la voz infantil de Mary.- dale estas flechas a la chica del arco, son de papa y Charli.- comentó la chiquilla.
- Gracias, se las daré.- sonrió a la niña.
Al parecer, al igual que la espada de Runa había sido de la armería, ellas también tendrían armas hechas por ellos, tenía su lógica, por algo eran sus representantes en la justa. Corrió esquivando borrachos e interesados, participantes en espera y entrenadores, herreros y aprendices, para llegar a primera fila y saltar la barrera como quien no quiere la cosa.
- Huri.- dijo al llegar al lado de la chica.- Ten, de parte de Eugenne y Charlotte, te desean suerte.- informó tendiendole las flechas. - Y yo también, aunque no la necesites.- comentó viendo su diana con una sonrisa.- Estaré en el público animandote, prometo no gritar.- sonrió antes de, con un último gesto, volver a salir del recinto y quedarse en primera fila.
Un hombre alto subió a una tarima mientras otro retiraba las flechas de las dianas, solo dos habían logrado dar en el blanco, una, era Huracán, otra, un tipo que, antes de su llegada, había estando hablando con la chica. El tipo de la tarima tosió y con voz alta y potente, con mucha más presencia que la del rey de las fiestas que habían visto al llegar, comenzó a proclamar.
- ¡Señoras, señores, demos inicio al concurso de tiro! las dianas irán alejandose, y quien más aciertos de en la diana, será el vencedor!- El publico estalló en gritos y aplausos.
Alanna, como había prometido, permaneció serena y sonrió a Huracán, haciendole una señal de suerte con la mano, el concurso daba inicio, y prometía ser interesante, aunque estaba segura que, al igual que Runa, Huracán ganaría de calle.
Sin embargo, prefirio volver rápidamente a girar su atención a Runa y apretó los puños murmurando también un comentario de ánimo, suponía que, si la ballestera había susurrado, era porque no quería ser escuchada. Lo cierto es que, confiaba en ella, pero el golpe que había recibido no era ninguna tontería y eso le preocupaba. Sin embargo, cuando se alzó, orgullosa y con cierta rabia brillando en los ojos, Alanna sonrió. Esa era la cara de una ganadora.
No fue capaz de apartar los ojos hasta que el tipo estuvo tumbado en el suelo y fue incapaz de moverse. El silencio se hizo palpable, y el grito de Runa, advirtiendo de sus compañeras, la hizo sonreir aun más ampliamente, y dar un grito de júbilo, estaba eufórica, Runa había ganado. Le devolvió el gesto, alzandole el puño, y se despidió con la mano, esperando que fuera a curarse las heridas. Seguro que, tras la paliza que le había dado el tipo, la tratarían como a una reina.
Se alejó despacio, junto a Huracán, era momento de ver su concurso de tiro con arco. Mientras ella se alejaba, Alanna giró para pasar por la tienda, quería ver como le iba a Schott, a Eugenne y a las niñas. Entró sonriente, anudandose la bolsa de aeros que había ganado con la apuesta, y saludó a los presentes.
- Hey, ¿Qué tal va todo?- Preguntó.
- Bien, se han oido gritos, ¿cómo ha quedado el primer asalto?- Preguntó el hombre
- Runa les ha dado una paliza, y seguro que Huracán no se queda atrás.- Aseguró la guarda.- C- llamó a la chiquilla, que parecía totalmente concentrada en redondear una pieza de hierro al rojo que hundió en orín en cuando escuchó su nombre.- Espero que estés lista, porque tu arma será la que de el golpe de gracia.- comentó agachandose a su lado.- Te vas a volver la mejor herrera de Baslodia.- aseguró alzandose.- Me voy a animar a Huracán, si veis a Runa, decidle que estoy allí, debe estar curandose las heridas.- explicó saliendo de la tienda.
- Alanna.- llamó la voz infantil de Mary.- dale estas flechas a la chica del arco, son de papa y Charli.- comentó la chiquilla.
- Gracias, se las daré.- sonrió a la niña.
Al parecer, al igual que la espada de Runa había sido de la armería, ellas también tendrían armas hechas por ellos, tenía su lógica, por algo eran sus representantes en la justa. Corrió esquivando borrachos e interesados, participantes en espera y entrenadores, herreros y aprendices, para llegar a primera fila y saltar la barrera como quien no quiere la cosa.
- Huri.- dijo al llegar al lado de la chica.- Ten, de parte de Eugenne y Charlotte, te desean suerte.- informó tendiendole las flechas. - Y yo también, aunque no la necesites.- comentó viendo su diana con una sonrisa.- Estaré en el público animandote, prometo no gritar.- sonrió antes de, con un último gesto, volver a salir del recinto y quedarse en primera fila.
Un hombre alto subió a una tarima mientras otro retiraba las flechas de las dianas, solo dos habían logrado dar en el blanco, una, era Huracán, otra, un tipo que, antes de su llegada, había estando hablando con la chica. El tipo de la tarima tosió y con voz alta y potente, con mucha más presencia que la del rey de las fiestas que habían visto al llegar, comenzó a proclamar.
- ¡Señoras, señores, demos inicio al concurso de tiro! las dianas irán alejandose, y quien más aciertos de en la diana, será el vencedor!- El publico estalló en gritos y aplausos.
Alanna, como había prometido, permaneció serena y sonrió a Huracán, haciendole una señal de suerte con la mano, el concurso daba inicio, y prometía ser interesante, aunque estaba segura que, al igual que Runa, Huracán ganaría de calle.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Sonreí de oreja a oreja al ver que al final todos estábamos apuntados, esto iba a estar bien, e incluso puede que ganásemos, ¿os imagináis?
Una vez estuvimos todos listos abandonamos la herrería, yo ayudé a llevar algunos útiles de herrero y material que a buen seguro nos iban a ser útiles.
Tras avanzar un rato por la ciudad llegamos a la plaza, los aires de fiesta nos envolvían e invitaban a la celebración, antes de que me pudiese dar cuenta ya tenía una pinta de cerveza en la mano que no recuerdo bien de donde la había cogido.
-Wow, este es el ambiente que me gusta jajaja- sonreí al grupo, decenas de personas se iban agrupando en la plaza, distinguí algunos blasones de casas nobles y otros tantos desconocidos que seguro deseaban hacerse un nombre, también los había que pelearían por un mecenas o por una dama, el ambiente no podía estar más animado.
Tras inscribirnos nos indicaron donde estaba nuestra tienda, no estaba nada mal, bastante bien dotada, y como el tiempo acompañaba estaríamos muy agusto.
Me apresuré a ayudar al herrero a montar todo el tinglado, sonreí cuando Alanna me indicó que ayudase a Charlotte, la guiñé un ojo en respuesta.
Los útiles estaban dispuestos y el horno estaba caliente, ¡vamos a cocinar!
En una mesa dispusimos las armas que íbamos a ir puliendo, lo primero era el combate singular así que tendríamos tiempo.
Charlotte comenzó a seleccionar un par de lingotes de hierro para su tarea, me acerque a ver que tenía en mente.
-Ey Charlotte, ¿necesitas que te eche una mano?-
-Mmm… nose…estaba pensando en cómo hacer el bastón que me ha pedido Alanna, creo que voy a hacer dos mitades y luego soldarlas con la forja- dijo Charlotte pensativa revisando la fragua.
-Bien bien, así podrás trabajarlas mejor si si, ¿se te da bien soldar?-
-¡Soy la mejor!- exclamó
-Jajaja, no me cabe duda pero… ¿no crees que el bastón será demasiado pesado?, tal vez la cueste maniobrar si es muy grueso-
-Sí, ya se me había ocurrido, pero si es muy fino será frágil y se doblará- contestó rápida Charlotte
-Ciertamente, ¿y has pensado en hacerlo hueco?- sonreí
-Hmmm, ¿dices haciendo una larga lamina y curvándola sobre si misma?-
-Si, como una tubería de fundición, pero mucho más tenaz-
-Mmm- se quedó un instante pensativa Charlotte –Si, si ¡sí!, puede funcionar, ¡me pongo a ello!- sonrió dirigiéndose rauda al yunque.
-Jajaja, bien, avisa si necesitas cualquier cosa- sonreí.
-Ey Schott, ¿me echas una mano con esto?- Me pidió Eugene señalando las armas que habíamos traído.
-Sí, voy- fui a ayudarle, fuera de cada tienda había unas mesas y estantes dispuestos para que los herreros mostrasen y vendieran sus obras al público que visitaba la justa, colocamos con cuidado las armas y armaduras de Eugene, algunas de una exquisita factura.
-Espero que alguien se interese y pase dentro a preguntar- me sonrió el herrero -Yo voy a preparar unas flechar para tu amiga, las que le darán en el torneo serán muy burdas-
-Ey,mira, haz una cosa, tu quédate mostrando estas maravillas y yo me ocupo de acabar las flechas, venderás mas si estas en el puesto y te das a conocer- le sonreí.
-Oh, sí, sí, muchas gracias, de veras, nos vendrá muy bien vender alguna de estas piezas- sonrió sincero el hombre -Las flechas ya estan equilibradas y emplumadas, solo falta hacer las puntas, creo que tengo los modelos por alguna parte-
-Bien, no se precupe, yo me encargo, usted muestre estas geniales obras suyas-
-Gracias joven, gracias- sonrió.
Volví dentro dirigiéndome a mi tarea, Eugene tenía razón, los profesionales se las traían de casa, y las que le prestasen en el torneo seguramente estuvieran melladas y tendrían una aerodinámica pésima, haría unas cuantas con mi diseño si el cuerpo y las plumas de Eugene y Charlotte eran tan buenas como el resto de sus obras se notaría la diferencia, ya lo creo.
Saque mi modelo de uno de los bolsillos y comencé a hacer un molde de arena para fundición.
-Ey María, ¿puedes irme preparando una colada de hierro por favor?-
-Si claro- Asintió sonriente.
Volví dentro a mi labor, no tenía tiempo para hacer un molde permanente, pero con los de arena para un carcaj bastaría.
-Ey María perdona que te vuelva a pedir, ¿puedes traerme algo de polvo estaño por favor? Tal vez lo encuentres en la enfermería, con un poco me vale- pedí amablemente a la chiquilla.
-Eh, si si, voy voy- dijo yéndose corriendo dando saltitos.
-¿Polvo de estaño?, ¿para las puntas de flecha?- preguntó Charlotte con el oído muy fino.
-Sshhhh, es mi receta secreta jajaja- sonreí guiñándola un ojo.
Me acerqué entonces a ver cómo le iba a Charlotte, ya tenía las planchas bien lisas y estaba comenzando a darles forma.
-Ey, haz una cosa, procura enfriarlos en agua y volverlos a calentar en el fuego cada 10-15 golpes más o menos- dije tendiéndola un balde de agua fría.
-¿Tanto?, ¿no aumentará la fragilidad del metal?- preguntó secándose el sudor de la cara.
-Sí, pero también su tenacidad, y dado que es una pieza tan alargada no llegará a partir- la sonreí.
-Mmm, bien, si si, ¡claro!, si gracias- sonrió volviendo a ponerse al trabajo más feliz que unas pascuas.
Unos clamores y gritos desde la arena me hicieron salir de la tienda a echar un vistazo, era Runa, que estaba dándole una paliza a un tipo que me sacaba un cuerpo, por cada lado.
-Ufff..eso tiene que doler jajaja- reí dando un codazo a un tipo que gritó de rabia rompiendo el resguardo de una apuesta, seguro del grandullón.
-Jajajaja- reí de nuevo.
Volví dentro al acabar el combate, luego felicitaría a Runa como es debido.
María ya había vuelto con el estaño, todo fue cuestión de mezclarlo en una colada uniforme y llenar los moldes, la gravedad y un buen baño de agua fría después harían el resto.
-Déjame, te ayudaré- sonrió Charlotte.
Juntos acabamos de pulir las puntas de flecha, estaban tan afiladas que podrían cortar en dos incluso otra flecha, enteoría claro.
-Yyyy..listo- sonreí acabando de limar la última aspereza de las puntas de flecha, estaban estupendas -Charlotte, tu y tu padre habeis hecho un trabajo excelente, la aerodinamica es muy buena y el equilibrio tambien- afirmé revisandolas.
-Y justo a tiempo- Sonrió Eugene asomándose por una ventana –La competición está empezando ya-
-Mi padre lima genial la madera, todo en favor de la veta, el secreto esta en las plumas de ganso, pero no te voy a decir donde las he conseguido- sonrió Charlotte
-Ey María, dale las flechas a Alanna antes de que se vaya, corre- sonreí, la buena niña fue rauda
Volví a ver como Charlotte llevaba muy bien el bastón, bastante bien, ya tenía forma y todo.
-Bien, bien sigue así- la revolví el pelo con la mano.
-Chssss… que me distraes- me reprendió sonriendo, me fijé que la fataba un diente de leche, uno de los grandes.
-Uy sisi, lo siento jajaja-
En estas que entró Alanna en la tienda saludando.
-Ey Alanna, ¿Qué tal va todo? Jaja, si, Charlotte va estupendamente, no solo de Baslodia, de todo Aerandir jajaja- reí animándola.
-No hagas más el bobo y tráeme el mazo fino- me pidió entre risas.
-Uy si, perdóneme señorita, aquí lo tiene- dije tendiéndoselo.
Me asomé un momento a que me diese un poco el aire y me crucé con un par grupo de borrachos en la puerta.
-Oh mira si es el de la tienda de las nenas- dijo uno
-Sisi, ¿qué tal vas en el equipo femenino?- se burló otro.
-Pues para tu información estamos machacando el….oghhh- masculle al darme cuenta de que yo no era una chica.
-Muahaha- rieron.
-Bu..bueno, hagamos una cosa, 50 aeros a que mi súper equipo gana el torneo-
-Que sean 100- provocó el tipo, 100 eran muchos, mas dello que tenía encima, no podía perderlos.
-Bien, acepto la apuesta- sonreí decidido.
-Jaja, pues anda ve a peinarte y a ponerte adornos en el pelo con tus amiguitas jaja- siguieron bravuconeando.
-Emmm, pues no, lo cierto es que he sudado bastante, voy a darme un buen baño, que como supondréis, son mixtos- sonreí de oreja a oreja.
-Jajaj..…¿ehhh?- se enfadó el tipo –Serás hijo de…-
-Que tengan un buen día- sonreí cerrando tras de mi la puerta de la tienda.
-Algo importante?- preguntó Charlotte sin soltar el fuelle a mi regreso.
-Nada importante jaja, sacaba la basura ¿a ver cómo vas?- sonreí, la cosa marchaba muy bien, quizas incluso ganasemos y esos tipos no me partieran las piernas
off: subrayo el uso de pasiva, herreria.
Una vez estuvimos todos listos abandonamos la herrería, yo ayudé a llevar algunos útiles de herrero y material que a buen seguro nos iban a ser útiles.
Tras avanzar un rato por la ciudad llegamos a la plaza, los aires de fiesta nos envolvían e invitaban a la celebración, antes de que me pudiese dar cuenta ya tenía una pinta de cerveza en la mano que no recuerdo bien de donde la había cogido.
-Wow, este es el ambiente que me gusta jajaja- sonreí al grupo, decenas de personas se iban agrupando en la plaza, distinguí algunos blasones de casas nobles y otros tantos desconocidos que seguro deseaban hacerse un nombre, también los había que pelearían por un mecenas o por una dama, el ambiente no podía estar más animado.
Tras inscribirnos nos indicaron donde estaba nuestra tienda, no estaba nada mal, bastante bien dotada, y como el tiempo acompañaba estaríamos muy agusto.
Me apresuré a ayudar al herrero a montar todo el tinglado, sonreí cuando Alanna me indicó que ayudase a Charlotte, la guiñé un ojo en respuesta.
Los útiles estaban dispuestos y el horno estaba caliente, ¡vamos a cocinar!
En una mesa dispusimos las armas que íbamos a ir puliendo, lo primero era el combate singular así que tendríamos tiempo.
Charlotte comenzó a seleccionar un par de lingotes de hierro para su tarea, me acerque a ver que tenía en mente.
-Ey Charlotte, ¿necesitas que te eche una mano?-
-Mmm… nose…estaba pensando en cómo hacer el bastón que me ha pedido Alanna, creo que voy a hacer dos mitades y luego soldarlas con la forja- dijo Charlotte pensativa revisando la fragua.
-Bien bien, así podrás trabajarlas mejor si si, ¿se te da bien soldar?-
-¡Soy la mejor!- exclamó
-Jajaja, no me cabe duda pero… ¿no crees que el bastón será demasiado pesado?, tal vez la cueste maniobrar si es muy grueso-
-Sí, ya se me había ocurrido, pero si es muy fino será frágil y se doblará- contestó rápida Charlotte
-Ciertamente, ¿y has pensado en hacerlo hueco?- sonreí
-Hmmm, ¿dices haciendo una larga lamina y curvándola sobre si misma?-
-Si, como una tubería de fundición, pero mucho más tenaz-
-Mmm- se quedó un instante pensativa Charlotte –Si, si ¡sí!, puede funcionar, ¡me pongo a ello!- sonrió dirigiéndose rauda al yunque.
-Jajaja, bien, avisa si necesitas cualquier cosa- sonreí.
-Ey Schott, ¿me echas una mano con esto?- Me pidió Eugene señalando las armas que habíamos traído.
-Sí, voy- fui a ayudarle, fuera de cada tienda había unas mesas y estantes dispuestos para que los herreros mostrasen y vendieran sus obras al público que visitaba la justa, colocamos con cuidado las armas y armaduras de Eugene, algunas de una exquisita factura.
-Espero que alguien se interese y pase dentro a preguntar- me sonrió el herrero -Yo voy a preparar unas flechar para tu amiga, las que le darán en el torneo serán muy burdas-
-Ey,mira, haz una cosa, tu quédate mostrando estas maravillas y yo me ocupo de acabar las flechas, venderás mas si estas en el puesto y te das a conocer- le sonreí.
-Oh, sí, sí, muchas gracias, de veras, nos vendrá muy bien vender alguna de estas piezas- sonrió sincero el hombre -Las flechas ya estan equilibradas y emplumadas, solo falta hacer las puntas, creo que tengo los modelos por alguna parte-
-Bien, no se precupe, yo me encargo, usted muestre estas geniales obras suyas-
-Gracias joven, gracias- sonrió.
Volví dentro dirigiéndome a mi tarea, Eugene tenía razón, los profesionales se las traían de casa, y las que le prestasen en el torneo seguramente estuvieran melladas y tendrían una aerodinámica pésima, haría unas cuantas con mi diseño si el cuerpo y las plumas de Eugene y Charlotte eran tan buenas como el resto de sus obras se notaría la diferencia, ya lo creo.
Saque mi modelo de uno de los bolsillos y comencé a hacer un molde de arena para fundición.
-Ey María, ¿puedes irme preparando una colada de hierro por favor?-
-Si claro- Asintió sonriente.
Volví dentro a mi labor, no tenía tiempo para hacer un molde permanente, pero con los de arena para un carcaj bastaría.
-Ey María perdona que te vuelva a pedir, ¿puedes traerme algo de polvo estaño por favor? Tal vez lo encuentres en la enfermería, con un poco me vale- pedí amablemente a la chiquilla.
-Eh, si si, voy voy- dijo yéndose corriendo dando saltitos.
-¿Polvo de estaño?, ¿para las puntas de flecha?- preguntó Charlotte con el oído muy fino.
-Sshhhh, es mi receta secreta jajaja- sonreí guiñándola un ojo.
Me acerqué entonces a ver cómo le iba a Charlotte, ya tenía las planchas bien lisas y estaba comenzando a darles forma.
-Ey, haz una cosa, procura enfriarlos en agua y volverlos a calentar en el fuego cada 10-15 golpes más o menos- dije tendiéndola un balde de agua fría.
-¿Tanto?, ¿no aumentará la fragilidad del metal?- preguntó secándose el sudor de la cara.
-Sí, pero también su tenacidad, y dado que es una pieza tan alargada no llegará a partir- la sonreí.
-Mmm, bien, si si, ¡claro!, si gracias- sonrió volviendo a ponerse al trabajo más feliz que unas pascuas.
Unos clamores y gritos desde la arena me hicieron salir de la tienda a echar un vistazo, era Runa, que estaba dándole una paliza a un tipo que me sacaba un cuerpo, por cada lado.
-Ufff..eso tiene que doler jajaja- reí dando un codazo a un tipo que gritó de rabia rompiendo el resguardo de una apuesta, seguro del grandullón.
-Jajajaja- reí de nuevo.
Volví dentro al acabar el combate, luego felicitaría a Runa como es debido.
María ya había vuelto con el estaño, todo fue cuestión de mezclarlo en una colada uniforme y llenar los moldes, la gravedad y un buen baño de agua fría después harían el resto.
-Déjame, te ayudaré- sonrió Charlotte.
Juntos acabamos de pulir las puntas de flecha, estaban tan afiladas que podrían cortar en dos incluso otra flecha, enteoría claro.
-Yyyy..listo- sonreí acabando de limar la última aspereza de las puntas de flecha, estaban estupendas -Charlotte, tu y tu padre habeis hecho un trabajo excelente, la aerodinamica es muy buena y el equilibrio tambien- afirmé revisandolas.
-Y justo a tiempo- Sonrió Eugene asomándose por una ventana –La competición está empezando ya-
-Mi padre lima genial la madera, todo en favor de la veta, el secreto esta en las plumas de ganso, pero no te voy a decir donde las he conseguido- sonrió Charlotte
-Ey María, dale las flechas a Alanna antes de que se vaya, corre- sonreí, la buena niña fue rauda
Volví a ver como Charlotte llevaba muy bien el bastón, bastante bien, ya tenía forma y todo.
-Bien, bien sigue así- la revolví el pelo con la mano.
-Chssss… que me distraes- me reprendió sonriendo, me fijé que la fataba un diente de leche, uno de los grandes.
-Uy sisi, lo siento jajaja-
En estas que entró Alanna en la tienda saludando.
-Ey Alanna, ¿Qué tal va todo? Jaja, si, Charlotte va estupendamente, no solo de Baslodia, de todo Aerandir jajaja- reí animándola.
-No hagas más el bobo y tráeme el mazo fino- me pidió entre risas.
-Uy si, perdóneme señorita, aquí lo tiene- dije tendiéndoselo.
Me asomé un momento a que me diese un poco el aire y me crucé con un par grupo de borrachos en la puerta.
-Oh mira si es el de la tienda de las nenas- dijo uno
-Sisi, ¿qué tal vas en el equipo femenino?- se burló otro.
-Pues para tu información estamos machacando el….oghhh- masculle al darme cuenta de que yo no era una chica.
-Muahaha- rieron.
-Bu..bueno, hagamos una cosa, 50 aeros a que mi súper equipo gana el torneo-
-Que sean 100- provocó el tipo, 100 eran muchos, mas dello que tenía encima, no podía perderlos.
-Bien, acepto la apuesta- sonreí decidido.
-Jaja, pues anda ve a peinarte y a ponerte adornos en el pelo con tus amiguitas jaja- siguieron bravuconeando.
-Emmm, pues no, lo cierto es que he sudado bastante, voy a darme un buen baño, que como supondréis, son mixtos- sonreí de oreja a oreja.
-Jajaj..…¿ehhh?- se enfadó el tipo –Serás hijo de…-
-Que tengan un buen día- sonreí cerrando tras de mi la puerta de la tienda.
-Algo importante?- preguntó Charlotte sin soltar el fuelle a mi regreso.
-Nada importante jaja, sacaba la basura ¿a ver cómo vas?- sonreí, la cosa marchaba muy bien, quizas incluso ganasemos y esos tipos no me partieran las piernas
off: subrayo el uso de pasiva, herreria.
- off:
- Mil perdones por el retraso, he tenido una semana de perros y no me ha dado tiempo a acabar el post, pero aqui lo teneis ya listo, perdon y gracias
Última edición por Schott el Dom Mayo 01 2016, 12:06, editado 2 veces
Schott
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Ya el escenario y sus alrededores se había quedado en silencio total, todos aquellos que apostaron contra ella se dieron la vuelta , llenos de rabia por haber perdido cantidades un tanto serias, incluso algunos , con la certeza de que un hombre siempre ganaría, apostaron hasta sus hogares.
El único grito que se quedó entre la multitud, era el de Alanna que gritaba radiante, con una sonrisa llena de felicidad por su victoria, aun costando centrar su vista, Runa se giró y observó a sus compañeras, donde estaba allí aquella sonrisitas alzando el puño como compañerismo y se despidió con la mano cuando anunciaron el turno con arco y Huracán.
Mientras permanecía en el escenario, bajó donde le esperaban dos mujeres vestidas de blanco, que amablemente le pidieron que las acompañaran a la tienda de medicina para ser tratada.
- Ha sido usted un tanto bruta, señorita Thorgil, ¿no le ha dado miedo enfrentarse a un hombre?. Se atrevió una de ellas.
-No considero que haya sido bruta cuando mi corazón y alma han querido humillarlos, por ser lo mismo que tú.Una simple mujer, si yo temiera, le estaría dando la razón a hombres descerebrados...
Aquella mujer , se quedó un perpleja por la contestación, posiblemente una contestación poco habitual tras el tipo de vida al que tenían acostumbradas a las mujeres, bajo el mandato total del hombre.
Entró en una tienda verde, donde tenían dibujado cruces verdes,y se veía toda clase de botes con olores fuertes a plantas, un fuego y una banca de madera donde trataba a los pacientes del torneo. Era un hombre ya entrado en años, las marcas de la vida ya surcaban por su cara alegrando por cada año vivido, tenía una barba frondosa y plateada, y vestía con un ropaje también blanco como las dos mujeres que le acompañaron allí.
-Doctor, Runa Thorgil de la categoría cuerpo a cuerpo.
-Bien, gracias Molly, la trataré antes de que traigan a su contrincante.
Aquella mujer desapareció, dejando a la joven de los sueños rotos con aquel hombre adulto.
Siéntese aquí joven Le dijo indicando que se sentara en la banca.
Runa en silencio, obedeció. Aquel hombre empezó a analizar su rostro dolorido y lleno de sangre, luego continuó por su extremidades y tronco y asentió.
-Tendrás que descansar esta noche sin ningún tipo de golpe ¿De acuerdo?
Runa asentió con la cabeza.
- Si ese hombre te hubiera dado otro golpe como ese, te hubiera dejado en coma, sin ninguna duda ha tenido suerte señorita Thorgil
- Lo sé, mi cuerpo lo notó...
¿Por qué se arriesgo entonces?
-Nunca hay que renunciar, a pesar de los obstáculos
El doctor arqueó una ceja y sin decirle nada, comenzó a lavarle la cara,la verdad es que su rostro cambió de un momento a otro como era normal. Luego le cerró las heridas cosiendolas, las tapó y le dio una especie de botella fría para que se la pusiera para pasar el hinchazón. Tenía totalmente prohibido pegarse, o hacer algún movimiento brusco. Tapó su espalda con un vendaje untado con liquido de planta de Oris y finalmente la dejó marchar con su compañeras.
Cuando entró en la tienda, las miradas del hombre herrero y las niñas se clavaron en ella.
-Te están esperando donde Huracán, ¿ Como te encuentras? . Le preguntó Maria
Bien pequeña, ¿Qué tal vais aquí?
-Hemos creado unas flechas para tu compañera, y ahora estamos trabajando en algo grandioso. Djo C, con toda la efusividad del mundo, feliz por el trabajo y el apoyo que estaban teniendo.
-Seguro que Huri y Alanna triunfan gracias a estas herreras muy buenas. añadió acariciando sus melenas .
-No os rindáis, pequeñas. Salió de la tienda mientras se cruzaba con Schot, algo agitado. Acarició su hombro en modo cariñoso para que entendiera que no debía estar así y salió donde vio a tres tipos frente la tienda. Ahí la morena, lo entendió.
Llegó para estar de publico para el campeonato de arco, donde visualizo a Huracán con su tranquilidad y seguridad máxima, pero no lograba encontrar a Alanna.
Iba a comenzar, y se lo iba a perder de estar con su compañera, al menos podría reírse si huracán se enfadaba y le clavaba alguna flecha en el peor de los casos, pero sabía que ganaría, era una mujer fuerte de arrasar.
El único grito que se quedó entre la multitud, era el de Alanna que gritaba radiante, con una sonrisa llena de felicidad por su victoria, aun costando centrar su vista, Runa se giró y observó a sus compañeras, donde estaba allí aquella sonrisitas alzando el puño como compañerismo y se despidió con la mano cuando anunciaron el turno con arco y Huracán.
Mientras permanecía en el escenario, bajó donde le esperaban dos mujeres vestidas de blanco, que amablemente le pidieron que las acompañaran a la tienda de medicina para ser tratada.
- Ha sido usted un tanto bruta, señorita Thorgil, ¿no le ha dado miedo enfrentarse a un hombre?. Se atrevió una de ellas.
-No considero que haya sido bruta cuando mi corazón y alma han querido humillarlos, por ser lo mismo que tú.Una simple mujer, si yo temiera, le estaría dando la razón a hombres descerebrados...
Aquella mujer , se quedó un perpleja por la contestación, posiblemente una contestación poco habitual tras el tipo de vida al que tenían acostumbradas a las mujeres, bajo el mandato total del hombre.
Entró en una tienda verde, donde tenían dibujado cruces verdes,y se veía toda clase de botes con olores fuertes a plantas, un fuego y una banca de madera donde trataba a los pacientes del torneo. Era un hombre ya entrado en años, las marcas de la vida ya surcaban por su cara alegrando por cada año vivido, tenía una barba frondosa y plateada, y vestía con un ropaje también blanco como las dos mujeres que le acompañaron allí.
-Doctor, Runa Thorgil de la categoría cuerpo a cuerpo.
-Bien, gracias Molly, la trataré antes de que traigan a su contrincante.
Aquella mujer desapareció, dejando a la joven de los sueños rotos con aquel hombre adulto.
Siéntese aquí joven Le dijo indicando que se sentara en la banca.
Runa en silencio, obedeció. Aquel hombre empezó a analizar su rostro dolorido y lleno de sangre, luego continuó por su extremidades y tronco y asentió.
-Tendrás que descansar esta noche sin ningún tipo de golpe ¿De acuerdo?
Runa asentió con la cabeza.
- Si ese hombre te hubiera dado otro golpe como ese, te hubiera dejado en coma, sin ninguna duda ha tenido suerte señorita Thorgil
- Lo sé, mi cuerpo lo notó...
¿Por qué se arriesgo entonces?
-Nunca hay que renunciar, a pesar de los obstáculos
El doctor arqueó una ceja y sin decirle nada, comenzó a lavarle la cara,la verdad es que su rostro cambió de un momento a otro como era normal. Luego le cerró las heridas cosiendolas, las tapó y le dio una especie de botella fría para que se la pusiera para pasar el hinchazón. Tenía totalmente prohibido pegarse, o hacer algún movimiento brusco. Tapó su espalda con un vendaje untado con liquido de planta de Oris y finalmente la dejó marchar con su compañeras.
Cuando entró en la tienda, las miradas del hombre herrero y las niñas se clavaron en ella.
-Te están esperando donde Huracán, ¿ Como te encuentras? . Le preguntó Maria
Bien pequeña, ¿Qué tal vais aquí?
-Hemos creado unas flechas para tu compañera, y ahora estamos trabajando en algo grandioso. Djo C, con toda la efusividad del mundo, feliz por el trabajo y el apoyo que estaban teniendo.
-Seguro que Huri y Alanna triunfan gracias a estas herreras muy buenas. añadió acariciando sus melenas .
-No os rindáis, pequeñas. Salió de la tienda mientras se cruzaba con Schot, algo agitado. Acarició su hombro en modo cariñoso para que entendiera que no debía estar así y salió donde vio a tres tipos frente la tienda. Ahí la morena, lo entendió.
Llegó para estar de publico para el campeonato de arco, donde visualizo a Huracán con su tranquilidad y seguridad máxima, pero no lograba encontrar a Alanna.
Iba a comenzar, y se lo iba a perder de estar con su compañera, al menos podría reírse si huracán se enfadaba y le clavaba alguna flecha en el peor de los casos, pero sabía que ganaría, era una mujer fuerte de arrasar.
Runa Thorgil
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El gran momento estaba a punto de comenzar. Miré hacia atrás con tranquilidad, para observar con la vista a Alanna, entre el gentío también localicé a Runa. Algo recuperada de sus heridas, aunque no demasiado. Vi como la joven Charlotte se acercaba a mí corriendo.
-Estas flechas son mejores. Las hemos hecho Schott y yo. – me dijo la mujer que quería ser hombre, y me pasó una serie de flechas que cogí sin decir nada y las coloqué en mi carcaj. Lo cierto es que las propias flechas del torneo eran bastante malas, las que me había dado Charlotte desde luego parecían más rígidas y más fuertes. Parecidas a las mías.
-Caballeros, el torneo va a comenzar. Colóquense en sus posiciones. – gritó el comentarista, y me coloqué en posición de ataque. Estaba tranquila y confiada. Sabía perfectamente mi puntería y no podía perder. Lancé una mirada a Wayne, el favorito, que también sonreía confiado.
El torneo consistía en clavar las flechas en la diana, que cada ronda se alejaba más. Quien más dianas acertara sería el ganador. Dar en las primeras rondas resultaba clave pues a medida que se fueran alejando sería más difícil acertar.
Sólo en la primera ronda, los dos primeros participantes ya habían fallado. Y eso que sólo había 20 metros. No parecían muy duchos y estaba claro que ellos no serían rivales para mí. En ese momento llegó el turno de Wayne que la clavó justo en el centro. ¿Cómo lo había hecho? Una precisión increíble tenía aquel hombre, no en vano era el campeón. Sin más diluciones, una vez llegado mi turno dispararía el arco. No fui tan certera como él, pero igualmente conseguía alcanzar en el objetivo, sumando así mis puntos.
-Buen tiro. – dijo entre risas. - ¿Puedo apostar a que fallas el próximo?
Ni siquiera le respondí. Los comisarios alejaron la diana unos veinte metros más y volvimos a repetir los disparos. Los dos primeros no daban una, pero Wayne, de nuevo, volvía a dar en el centro exacto. Estaba claro que, si el tipo se mantenía tan preciso, a distancias mayores me iba a resultar imposible alcanzarlo. Llegado mi turno volví a tensar el arco y a disparar al nuevo objetivo. Tenía exactamente el punto tomado, no podía fallar. Nada podía hacerlo. La flecha iba recta al objetivo.
Sin embargo, a medio camino, la flecha haría un giro brusco y seguiría una trayectoria totalmente artificial.
-¿Pero qué demonios? – pregunté sorprendida. Observando como con la nueva trayectoria la flecha se alejó de la diana.
-¡Increíble! Parece que Sandra Salamandra ha fallado. – gritó el comentarista. A la vez que había varios gritos.
-Vaya… ¿te has puesto nerviosa? – me preguntó entre risas Wayne.
-Es… es imposible. – me repetía incrédula a mí misma, haciendo gestos de negación con la cabeza. En mi vida había fallado un tiro tan sencillo.
Pero ya no había tiempo para volver a tirar. Incrédula y pensando en qué había hecho mal volví a ceder la posición a los siguientes. Que al alejarla más, de nuevo, serían incapaces de acertar. Cuando llegó el turno de Wayne, esta vez no lo miraría a él, sino a su flecha. Cogía el arco como un inútil. ¿Cómo podía dar a las dianas con esa técnica tan mala? La flecha salió disparada iba en la dirección incorrecta, pero de nuevo, hizo un cambio de sentido, pero esta vez a su favor. Haciendo una trayectoria verdaderamente muy falsa.
-Telequinesis… - me dije a mí misma. Estaba claro. Wayne era en realidad un brujo, y además un tramposo que desviaba las flechas de sus rivales y redirigía las suyas. Así también sería yo la invicta. Para su desgracia había dado con la orna de su zapato. Sonreí ahora que ya conocía el truco y pasé a su lado.
Encima de hacer trampas, el tipo era un chapucero, se notaba con descaro que apuntaba muy mal y la flecha, por arte de magia, se clavaba en las dianas. Tensé nuevamente con confianza. Me concentré en ella para poder mantenerla recta, solté con fuerza y fue sin dudar. Yo tenía la dirección cogida a la perfección gracias a mi gran puntería, lo único que tenía que hacer era, con mi telequinesis, que el tipo no la desviara de nuevo. No pudo hacerlo y la diana fue esta vez al centro.
-¿Por qué no se ha desviado esta vez? – le pregunté con soberbia. Esperé a que volviera a tirar para generar una fuerte corriente de aire sin ningún amago que dificultaría sus cutres habilidades telequinéticas. Ni siquiera era un brujo poderoso. Sólo un impostor para ganar torneos de barrio contra ignorantes.
El mito del ídolo local se iba cayendo poco a poco, se le notaba nervioso y frustrado. Nos desviábamos las flechas mutuamente. Yo había sido honrada al principio, pero no había cosa que más me fastidiara que los tramposos. Llegamos a la última ronda igualados, la diana estaba muy lejos. Pero yo conseguí acertar en la diana, pese a los esfuerzos mentales del hombre porque no fuera así.
-Voy a ganar, voy a ganar. – dijo el tipo. Miró para mí con repulsión. Creía que se la iba a volver a desviar y controlaba mentalmente. En esta ocasión no actuaría Esta vez no controlaría su flecha y lo dejaría ver de lo que era capaz. Disparó nervioso. Tanto que él mismo disparó mal. - ¡No! – gritó y estiró la mano intentando corregir el disparo, pero lo había hecho tan mal fruto de los nervios, que ésta pasó rozando la diana. Sin tocarla. El campeón había sido derrotado por primera vez. Y no por mí, sino por él mismo. Levantó la rodilla y partió el arco en dos, lo tiró al suelo y se fue con gestos de rabia.
-¡Increíble! ¡Parece que tenemos una nueva campeona que ha derrotado al invicto campeón. – dijo el comentarista - ¡Sandra Salamandra! ¡Ven a por la medalla!
-Paso. Dásela a Eugene. – dije seria al pasar junto al comentarista, sin mirarlo, otro en mi lugar lo celebraría por todo lo alto. Como por ejemplo había hecho Runa. Salí de la plaza entre coreos del público.
Había hecho ni más ni menos lo que tenía que hacer. No consideraba que mereciera un premio especial por ello, ni tenía ganas de celebrar nada. Mi verdadera misión en Baslodia era conseguir el libro y no lo había hecho. Pero al menos, al igual que Runa, había logrado aportar mi granito de arena a cumplir el sueño de una familia. Ahora sólo faltaba que Alanna hiciera lo propio con el suyo. Me dirigí a su posición.
-El campeón usaba telequinesis. Por eso ganaba tanto. – le expliqué, colocándome mis objetos y mirándola a los ojos con semblante serio. Era mi manera de expresarme, pero confiaba en ella plenamente. – Ahora te toca a ti. Tranquila. Si tuviese que poner mi vida en manos de alguien de esta plaza, sería en las tuyas. – le dije inexpresiva aunque tratando de mostrarle mi más sincero apoyo.
-Estas flechas son mejores. Las hemos hecho Schott y yo. – me dijo la mujer que quería ser hombre, y me pasó una serie de flechas que cogí sin decir nada y las coloqué en mi carcaj. Lo cierto es que las propias flechas del torneo eran bastante malas, las que me había dado Charlotte desde luego parecían más rígidas y más fuertes. Parecidas a las mías.
-Caballeros, el torneo va a comenzar. Colóquense en sus posiciones. – gritó el comentarista, y me coloqué en posición de ataque. Estaba tranquila y confiada. Sabía perfectamente mi puntería y no podía perder. Lancé una mirada a Wayne, el favorito, que también sonreía confiado.
El torneo consistía en clavar las flechas en la diana, que cada ronda se alejaba más. Quien más dianas acertara sería el ganador. Dar en las primeras rondas resultaba clave pues a medida que se fueran alejando sería más difícil acertar.
Sólo en la primera ronda, los dos primeros participantes ya habían fallado. Y eso que sólo había 20 metros. No parecían muy duchos y estaba claro que ellos no serían rivales para mí. En ese momento llegó el turno de Wayne que la clavó justo en el centro. ¿Cómo lo había hecho? Una precisión increíble tenía aquel hombre, no en vano era el campeón. Sin más diluciones, una vez llegado mi turno dispararía el arco. No fui tan certera como él, pero igualmente conseguía alcanzar en el objetivo, sumando así mis puntos.
-Buen tiro. – dijo entre risas. - ¿Puedo apostar a que fallas el próximo?
Ni siquiera le respondí. Los comisarios alejaron la diana unos veinte metros más y volvimos a repetir los disparos. Los dos primeros no daban una, pero Wayne, de nuevo, volvía a dar en el centro exacto. Estaba claro que, si el tipo se mantenía tan preciso, a distancias mayores me iba a resultar imposible alcanzarlo. Llegado mi turno volví a tensar el arco y a disparar al nuevo objetivo. Tenía exactamente el punto tomado, no podía fallar. Nada podía hacerlo. La flecha iba recta al objetivo.
Sin embargo, a medio camino, la flecha haría un giro brusco y seguiría una trayectoria totalmente artificial.
-¿Pero qué demonios? – pregunté sorprendida. Observando como con la nueva trayectoria la flecha se alejó de la diana.
-¡Increíble! Parece que Sandra Salamandra ha fallado. – gritó el comentarista. A la vez que había varios gritos.
-Vaya… ¿te has puesto nerviosa? – me preguntó entre risas Wayne.
-Es… es imposible. – me repetía incrédula a mí misma, haciendo gestos de negación con la cabeza. En mi vida había fallado un tiro tan sencillo.
Pero ya no había tiempo para volver a tirar. Incrédula y pensando en qué había hecho mal volví a ceder la posición a los siguientes. Que al alejarla más, de nuevo, serían incapaces de acertar. Cuando llegó el turno de Wayne, esta vez no lo miraría a él, sino a su flecha. Cogía el arco como un inútil. ¿Cómo podía dar a las dianas con esa técnica tan mala? La flecha salió disparada iba en la dirección incorrecta, pero de nuevo, hizo un cambio de sentido, pero esta vez a su favor. Haciendo una trayectoria verdaderamente muy falsa.
-Telequinesis… - me dije a mí misma. Estaba claro. Wayne era en realidad un brujo, y además un tramposo que desviaba las flechas de sus rivales y redirigía las suyas. Así también sería yo la invicta. Para su desgracia había dado con la orna de su zapato. Sonreí ahora que ya conocía el truco y pasé a su lado.
Encima de hacer trampas, el tipo era un chapucero, se notaba con descaro que apuntaba muy mal y la flecha, por arte de magia, se clavaba en las dianas. Tensé nuevamente con confianza. Me concentré en ella para poder mantenerla recta, solté con fuerza y fue sin dudar. Yo tenía la dirección cogida a la perfección gracias a mi gran puntería, lo único que tenía que hacer era, con mi telequinesis, que el tipo no la desviara de nuevo. No pudo hacerlo y la diana fue esta vez al centro.
-¿Por qué no se ha desviado esta vez? – le pregunté con soberbia. Esperé a que volviera a tirar para generar una fuerte corriente de aire sin ningún amago que dificultaría sus cutres habilidades telequinéticas. Ni siquiera era un brujo poderoso. Sólo un impostor para ganar torneos de barrio contra ignorantes.
El mito del ídolo local se iba cayendo poco a poco, se le notaba nervioso y frustrado. Nos desviábamos las flechas mutuamente. Yo había sido honrada al principio, pero no había cosa que más me fastidiara que los tramposos. Llegamos a la última ronda igualados, la diana estaba muy lejos. Pero yo conseguí acertar en la diana, pese a los esfuerzos mentales del hombre porque no fuera así.
-Voy a ganar, voy a ganar. – dijo el tipo. Miró para mí con repulsión. Creía que se la iba a volver a desviar y controlaba mentalmente. En esta ocasión no actuaría Esta vez no controlaría su flecha y lo dejaría ver de lo que era capaz. Disparó nervioso. Tanto que él mismo disparó mal. - ¡No! – gritó y estiró la mano intentando corregir el disparo, pero lo había hecho tan mal fruto de los nervios, que ésta pasó rozando la diana. Sin tocarla. El campeón había sido derrotado por primera vez. Y no por mí, sino por él mismo. Levantó la rodilla y partió el arco en dos, lo tiró al suelo y se fue con gestos de rabia.
-¡Increíble! ¡Parece que tenemos una nueva campeona que ha derrotado al invicto campeón. – dijo el comentarista - ¡Sandra Salamandra! ¡Ven a por la medalla!
-Paso. Dásela a Eugene. – dije seria al pasar junto al comentarista, sin mirarlo, otro en mi lugar lo celebraría por todo lo alto. Como por ejemplo había hecho Runa. Salí de la plaza entre coreos del público.
Había hecho ni más ni menos lo que tenía que hacer. No consideraba que mereciera un premio especial por ello, ni tenía ganas de celebrar nada. Mi verdadera misión en Baslodia era conseguir el libro y no lo había hecho. Pero al menos, al igual que Runa, había logrado aportar mi granito de arena a cumplir el sueño de una familia. Ahora sólo faltaba que Alanna hiciera lo propio con el suyo. Me dirigí a su posición.
-El campeón usaba telequinesis. Por eso ganaba tanto. – le expliqué, colocándome mis objetos y mirándola a los ojos con semblante serio. Era mi manera de expresarme, pero confiaba en ella plenamente. – Ahora te toca a ti. Tranquila. Si tuviese que poner mi vida en manos de alguien de esta plaza, sería en las tuyas. – le dije inexpresiva aunque tratando de mostrarle mi más sincero apoyo.
Anastasia Boisson
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Charlotte intervino justo a su desaparición, llevando a Huracán otras flechas, que, desde lejos, parecían incluso mejores que las de Eugenne, y desapareciendo al instante, deseando suerte y dándole un saludo a Alanna, que se encontraba de espectadora, antes de desaparecer. Lo cierto es que la chica se sentía nerviosa, no sabía como le iría en el combate, y no quería ser la responsable de que todos perdiesen. Se sentía algo insegura, no podía evitar compararse con el valor de Runa o la tenacidad de Huracán y ver que, tal vez ella, necesitaba más de ambas cosas.
Cuando el concurso dio inicio, todo parecía ir viento en popa para la bruja de viento, lo que, al menos para esa ronda, relajó a la guardia, que pudo buscar a Runa entre la multitud, y, entre los gritos de la turba, alzó la mano y llamó a la otra joven, que parecía estar buscándola entre el gentío. Cuando creyó que a había localizado, volvió a mirar a los participantes, a tiempo de ver el primer fallo de Huracán, no podía ser, esa chica nunca fallaba, si en algo se parecían, era en el orgullo, y, al menos eso pensaba Alanna, nunca se permitían errar, y menos con algo que, para ella, debería ser tan sencillo, la confusión en la cara de Huracán le confirmó que no era normal.
Por suerte, la cosa comenzó a cambiar, para, finalmente su compañera de viajes, alzarse victoriosa renegando de la medalla. Alanna no pudo evitar sonreír ante el comentario, tan propio de la chica. Le tendió las cosas cuando se acercó, sonriendo le a modo de única felicitación, sospechaba que, a la chica, los elogios no le gustaban, y que entendería mejor una mirada que una parrafada de alagos. No obstante, no pudo evitar su cara de sorpresa al saber que el que había roto su arco en un ataque de rabia había hecho trampas.
- Ya sabía que algo raro pasaba...- murmuró.- Como sea, le has dado una buena. - afirmó recuperando su gesto y respirando, nerviosa, era su turno.
Tragó saliva y se apartó el pelo de la frente, en un gesto de tensión, para alzar la vista al oír la voz de Huracán. Sonrió agradecida, y asintió con la cabeza, respirando nuevamente. Se alejó con prisas, mordiéndose el labio, debía ir al siguiente punto, debían estar esperando a los participantes.
Cuando llegó, un gran número de hombres, algunos cubiertos de grandes armaduras, manejaban bastones de aspecto pesado y rígido. Si ella debía usar algo así, no sería capaz de pelear, pero tampoco podía dejar que la vencieran solo por un arma, eso sería una excusa. Comenzó a estirar, esperando la llegada de Charlotte con su bastón, estaba segura de que sería mucho más ligero que los que allí había. Mientras lo hacía, unos silbidos y gritos de algunos tipos se escucharon desde el público, seguidos de risas.
La chica giró la cabeza, en busca de los idiotas que estaban silbando y gritando piropos, cuanto menos, insultantes, haciendo que el resto de participantes, prestasen atención a su lugar, y comenzaran a reírse junto a los idiotas del público. Alanna, estresada, rodó los ojos. Cuando acabase con los participantes, iría a patearles el culo a los tipos asquerosos del público.
- ¡Señoras y señores, vayan pasando, los combates van a dar inicio! ¡Ya sabéis que habrá rondas eliminatorias, el que venza en la última ronda, será el ganador!- proclamó la voz del juglar que presentaba.- ¡Queda totalmente prohibido hacer trampas, son caballeros, señores, sean elegantes!
- ¡Eso eso, que también hay una dama!- gritó alguien desde el público haciendo ruidos agudos, como si eso fuera una buena broma, sacando risas del público y ganándose una mirada cargada de odio por parte de la guardia.
- Esta dama va a partirle el cuello.- murmuró Alanna, estirando los brazos.
- ¡Alanna!- Llamó una voz desde el otro lado. La joven se giró en busca de quien la llamaba y descubrió a Charlotte con un bastón largo, de color plateado, en brazos, se acercó corriendo a ella.- Toma, es ligero y resistente, Schott y yo lo hemos hecho para ti, seguro que ganas.
- Gracias C, dale las gracias también a Schott, ahora no puedo perder.- afirmó sonriendo.
Los combates empezaron a sucederse sin perder a penas un instante, en algunos, los participantes eran tan sumamente brutos, que acababan ambos cayendo al suelo, tomándose los dos como perdedores, pronto llegó su turno, ya en la segunda ronda. Proclamaron su nombre y salió al ring. El silencio se hizo en el público, el viento comenzó a soplar con fuerza. La chica se anudó el pelo con fuerza y presentó saludo, como era costumbre en la guardia. Estaban por dar la señal de inicio cuando, de la nada, un saco negro cubrió su cabeza y la de los demás participantes de la prueba.
Alanna soltó un grito confuso, notó que la elevaban y la llevaban cual saco, sobre un hombro, sabía que la confusión había envuelto al público, y escuchó la voz del rabioso al que Huracán había derrotado hablando con claridad y fuerza, impregnada de rabia.
- No habrá más combates, se acabó la frase, me llevó a los concursantes de esta ronda. Cuando me paguéis en monedas lo que valen los premios de la justa, os los devolveré. Iré matando y mutilando a uno cada hora. - Rió echando a correr. Mientras un grupo de secuaces ya se habían llevado con ellos a los concursantes.
Alanna no sabía hacia donde se dirigían, notaba como el olor a oxido que solía volar por la ciudad se reducía y que la oscuridad, aun a través de la tela del saco, se volvía más profunda, debían haber entrado en algún sótano. sentía las manos inmovilizadas, pero sin cuerda alguna, había dejado caer el bastón y notaba que le faltaba su pañuelo, estaba claro que, al menos uno, o tal vez dos de los secuestradores, eran magos, no era la primera vez que experimentaba la fuerza de la telequinesis, sin embargo, a cada paso que daban, era más y más débil. Cuando la soltaron en el sótano, junto al resto de participantes, se quitó el saco y confirmó sus sospechas, no había cuerda alguna, y la fuerza, al llegar allí, era ya a penas notable. Algunos brujos, no especialmente poderosos, eran parte del grupo.
- Mierda.- murmuró molesta, ya se había liado.
Cuando el concurso dio inicio, todo parecía ir viento en popa para la bruja de viento, lo que, al menos para esa ronda, relajó a la guardia, que pudo buscar a Runa entre la multitud, y, entre los gritos de la turba, alzó la mano y llamó a la otra joven, que parecía estar buscándola entre el gentío. Cuando creyó que a había localizado, volvió a mirar a los participantes, a tiempo de ver el primer fallo de Huracán, no podía ser, esa chica nunca fallaba, si en algo se parecían, era en el orgullo, y, al menos eso pensaba Alanna, nunca se permitían errar, y menos con algo que, para ella, debería ser tan sencillo, la confusión en la cara de Huracán le confirmó que no era normal.
Por suerte, la cosa comenzó a cambiar, para, finalmente su compañera de viajes, alzarse victoriosa renegando de la medalla. Alanna no pudo evitar sonreír ante el comentario, tan propio de la chica. Le tendió las cosas cuando se acercó, sonriendo le a modo de única felicitación, sospechaba que, a la chica, los elogios no le gustaban, y que entendería mejor una mirada que una parrafada de alagos. No obstante, no pudo evitar su cara de sorpresa al saber que el que había roto su arco en un ataque de rabia había hecho trampas.
- Ya sabía que algo raro pasaba...- murmuró.- Como sea, le has dado una buena. - afirmó recuperando su gesto y respirando, nerviosa, era su turno.
Tragó saliva y se apartó el pelo de la frente, en un gesto de tensión, para alzar la vista al oír la voz de Huracán. Sonrió agradecida, y asintió con la cabeza, respirando nuevamente. Se alejó con prisas, mordiéndose el labio, debía ir al siguiente punto, debían estar esperando a los participantes.
Cuando llegó, un gran número de hombres, algunos cubiertos de grandes armaduras, manejaban bastones de aspecto pesado y rígido. Si ella debía usar algo así, no sería capaz de pelear, pero tampoco podía dejar que la vencieran solo por un arma, eso sería una excusa. Comenzó a estirar, esperando la llegada de Charlotte con su bastón, estaba segura de que sería mucho más ligero que los que allí había. Mientras lo hacía, unos silbidos y gritos de algunos tipos se escucharon desde el público, seguidos de risas.
La chica giró la cabeza, en busca de los idiotas que estaban silbando y gritando piropos, cuanto menos, insultantes, haciendo que el resto de participantes, prestasen atención a su lugar, y comenzaran a reírse junto a los idiotas del público. Alanna, estresada, rodó los ojos. Cuando acabase con los participantes, iría a patearles el culo a los tipos asquerosos del público.
- ¡Señoras y señores, vayan pasando, los combates van a dar inicio! ¡Ya sabéis que habrá rondas eliminatorias, el que venza en la última ronda, será el ganador!- proclamó la voz del juglar que presentaba.- ¡Queda totalmente prohibido hacer trampas, son caballeros, señores, sean elegantes!
- ¡Eso eso, que también hay una dama!- gritó alguien desde el público haciendo ruidos agudos, como si eso fuera una buena broma, sacando risas del público y ganándose una mirada cargada de odio por parte de la guardia.
- Esta dama va a partirle el cuello.- murmuró Alanna, estirando los brazos.
- ¡Alanna!- Llamó una voz desde el otro lado. La joven se giró en busca de quien la llamaba y descubrió a Charlotte con un bastón largo, de color plateado, en brazos, se acercó corriendo a ella.- Toma, es ligero y resistente, Schott y yo lo hemos hecho para ti, seguro que ganas.
- Gracias C, dale las gracias también a Schott, ahora no puedo perder.- afirmó sonriendo.
Los combates empezaron a sucederse sin perder a penas un instante, en algunos, los participantes eran tan sumamente brutos, que acababan ambos cayendo al suelo, tomándose los dos como perdedores, pronto llegó su turno, ya en la segunda ronda. Proclamaron su nombre y salió al ring. El silencio se hizo en el público, el viento comenzó a soplar con fuerza. La chica se anudó el pelo con fuerza y presentó saludo, como era costumbre en la guardia. Estaban por dar la señal de inicio cuando, de la nada, un saco negro cubrió su cabeza y la de los demás participantes de la prueba.
Alanna soltó un grito confuso, notó que la elevaban y la llevaban cual saco, sobre un hombro, sabía que la confusión había envuelto al público, y escuchó la voz del rabioso al que Huracán había derrotado hablando con claridad y fuerza, impregnada de rabia.
- No habrá más combates, se acabó la frase, me llevó a los concursantes de esta ronda. Cuando me paguéis en monedas lo que valen los premios de la justa, os los devolveré. Iré matando y mutilando a uno cada hora. - Rió echando a correr. Mientras un grupo de secuaces ya se habían llevado con ellos a los concursantes.
Alanna no sabía hacia donde se dirigían, notaba como el olor a oxido que solía volar por la ciudad se reducía y que la oscuridad, aun a través de la tela del saco, se volvía más profunda, debían haber entrado en algún sótano. sentía las manos inmovilizadas, pero sin cuerda alguna, había dejado caer el bastón y notaba que le faltaba su pañuelo, estaba claro que, al menos uno, o tal vez dos de los secuestradores, eran magos, no era la primera vez que experimentaba la fuerza de la telequinesis, sin embargo, a cada paso que daban, era más y más débil. Cuando la soltaron en el sótano, junto al resto de participantes, se quitó el saco y confirmó sus sospechas, no había cuerda alguna, y la fuerza, al llegar allí, era ya a penas notable. Algunos brujos, no especialmente poderosos, eran parte del grupo.
- Mierda.- murmuró molesta, ya se había liado.
Alanna Delteria
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Sonreí a Runa cuando me crucé con ella.
-Ey, excelente combate Jajaja, se de muchos que han perdido mucho oro por no pararse a pensar sus apuestas- sonreí. -¿Ey y estas bien?- dije mirando sus magulladuras –Parece que te han dado duro, mira- dije buscando un barril que había visto antes –Aquí esta, nos han dado algo de vino dulce, me sabia mal empezarlo yo solo si quieres pillo algunas copas y vamos a ver qué tal le va a estas- sonreí llenando un zurrón.
-¿Ey yo puedo?- pidió Charlotte desde la fragua.
-Ah, nono, de eso nada Jajaja- reí –Además te necesito sobria para que el bastón quede perfecto-
-Jaja, ya verás, será el mejor de la competición-
-No lo dudo- sonreí saliendo fuera tras Runa –Ey si necesitas algo dame un grito- sonreí, Charlotte rio y me sacó la lengua antes de que abandonase la tienda, en la puerta Eugene seguía en el puesto.
-Ey, ¿qué tal va?, ¿un poco de vino dulce?- Dije sirviéndole una copa.
-Ahhh Schott gracias, si esto va muy bien, mucha gente se ha pasado buscando la tienda de Runa, no sé si con buenas intenciones, pero algunos si han comprado algo- sonrió
-Bien me alegro, voy un momento a ver a Huraaaasandra, avísame si surge algo-
-Bien, ¡deséala suerte!-
Me apoyé en la valla en primera fila, debía de estar bastante avanzado, pues solo restaba Huracán enfrentándose a un tipo.
Como esperaba sus tiros eran certeros, aunque también los de su contrincante.
-Vamos Sandra tu puedes- clamé desde la valla, aunque no me oiría entre el gentío.
-¿Pero qué dices paleto? Wayne es el mejor, todos lo saben, nunca falla- me escupió un tipo rudo a mi lado.
-¿Ah sí?, mi Sandra es mejor, 20 aeros a que no falla el siguiente tiro- sonreí al tipo.
Cuál fue mi sorpresa cuando Huracán falló y me vi vaciando mi bota para darle mis aeros a ese tipo.
-Mmm, ¿no hace viento no?, ¿no te parece que las trayectorias son muy raras?- le dije al tipo.
-Tu sí que eres raro, 20 a la próxima-
El campeonato avanzó animado hasta que finalmente Huracán se alzó con la victoria y yo con un beneficio bastante abultado.
-Jajaja, hasta luego caballeros- dije guardándome la bolsita con las apuestas -Un placer-.
-Has tenido suerte bastardo, ya se te acabara- maldijeron, me pareció que sonriendo.
Volví a la tienda justo cuando María salía a buscarme.
-Ven corre, creo que ya lo tiene, corre corre- Me dijo tirándome de la manga adentro.
Efectivamente, Charlotte estaba dando ya los últimos retoques al bastón, que tenía una pinta estupenda.
-Ey Schott, mira, ¿tienes envidia eh? ¿Qué te parece?- sonrió Charlotte tendiéndome el bastón, lo agarre con cuidado, suerte que siempre llevaba mitones, aún estaba caliente.
-Mmmmm, es muy bien trabajo, equilibrado, si, bien equilibrado, oh y has cerrado muy bien los bordes, apenas se ve la línea de soldadura- dije revisando la pieza
-Jajaja, si, ¿entonces te gusta? ¿Crees que está bien?- preguntó Charlotte.
-¿Bromeas?, está estupendo- reí.
-Ah bien, pues voy a pulirlo un poco y a dárselo-
-Nonono, ni se te ocurra, si está muy suave perderá fricción y se le podría resbalar al agarrarlo-
-Oh, caramba, si, es verdad- sonrío Charlotte.
-Lo que puedes hacer es llévalo a la piedra de afilar pero a muy pocas revoluciones, eso lo mellará un poco, y le será más fácil agarrarlo por la moleta, ve, yo te lo sujeto-
-Si si si, claro, gracias, si- sonrió Charlotte poniéndose rápida a ello, en un periquete teníamos el bastón listo.
-Corre ve a dárselo a Alanna, yo apagaré esto- sonreí, Charlotte salió corriendo con el bastón más que contenta casi derribando a un par de escuderos al salir.
Apagué el fuego dejando por si acaso las ascuas -Jajaja, ey Eugene, voy a ver qué tal lo hace Alanna, ahora vuelvo-
-Bien, suerte- me sonrió escueto pues estaba en medio de una venta.
Avancé con dificultades entre el gentío hasta la zona de lucha, donde todos los participantes estaban preparándose, por un momento me preocupé de que Alanna no nos hubiera pedido nada de armadura, pero luego recordé que se movía mejor ligera, uy que si se movía mejor.
Pero justo logré llegar al borde de las gradas cuando un gran revuelo se armó y vi gente correr en todas partes.
-¿Qué?, ¿qué sucede?, ¡Alanna! ¡Runa!, Luni…Sandr..Huracán!- grité, me di la vuelta y solo pude ver un par de tipos levándose a hombros a un tipo encapuchado antes de que uno me soltase un codazo en la cara que me hizo caer de bruces sobre un charco de barro, en el que me hundí medio palmo.
-Agggg- mascullé sin moverme, creo que me iba a desmayar.
***Off, subrayado el uso de pasiva, herreria
-Ey, excelente combate Jajaja, se de muchos que han perdido mucho oro por no pararse a pensar sus apuestas- sonreí. -¿Ey y estas bien?- dije mirando sus magulladuras –Parece que te han dado duro, mira- dije buscando un barril que había visto antes –Aquí esta, nos han dado algo de vino dulce, me sabia mal empezarlo yo solo si quieres pillo algunas copas y vamos a ver qué tal le va a estas- sonreí llenando un zurrón.
-¿Ey yo puedo?- pidió Charlotte desde la fragua.
-Ah, nono, de eso nada Jajaja- reí –Además te necesito sobria para que el bastón quede perfecto-
-Jaja, ya verás, será el mejor de la competición-
-No lo dudo- sonreí saliendo fuera tras Runa –Ey si necesitas algo dame un grito- sonreí, Charlotte rio y me sacó la lengua antes de que abandonase la tienda, en la puerta Eugene seguía en el puesto.
-Ey, ¿qué tal va?, ¿un poco de vino dulce?- Dije sirviéndole una copa.
-Ahhh Schott gracias, si esto va muy bien, mucha gente se ha pasado buscando la tienda de Runa, no sé si con buenas intenciones, pero algunos si han comprado algo- sonrió
-Bien me alegro, voy un momento a ver a Huraaaasandra, avísame si surge algo-
-Bien, ¡deséala suerte!-
Me apoyé en la valla en primera fila, debía de estar bastante avanzado, pues solo restaba Huracán enfrentándose a un tipo.
Como esperaba sus tiros eran certeros, aunque también los de su contrincante.
-Vamos Sandra tu puedes- clamé desde la valla, aunque no me oiría entre el gentío.
-¿Pero qué dices paleto? Wayne es el mejor, todos lo saben, nunca falla- me escupió un tipo rudo a mi lado.
-¿Ah sí?, mi Sandra es mejor, 20 aeros a que no falla el siguiente tiro- sonreí al tipo.
Cuál fue mi sorpresa cuando Huracán falló y me vi vaciando mi bota para darle mis aeros a ese tipo.
-Mmm, ¿no hace viento no?, ¿no te parece que las trayectorias son muy raras?- le dije al tipo.
-Tu sí que eres raro, 20 a la próxima-
El campeonato avanzó animado hasta que finalmente Huracán se alzó con la victoria y yo con un beneficio bastante abultado.
-Jajaja, hasta luego caballeros- dije guardándome la bolsita con las apuestas -Un placer-.
-Has tenido suerte bastardo, ya se te acabara- maldijeron, me pareció que sonriendo.
Volví a la tienda justo cuando María salía a buscarme.
-Ven corre, creo que ya lo tiene, corre corre- Me dijo tirándome de la manga adentro.
Efectivamente, Charlotte estaba dando ya los últimos retoques al bastón, que tenía una pinta estupenda.
-Ey Schott, mira, ¿tienes envidia eh? ¿Qué te parece?- sonrió Charlotte tendiéndome el bastón, lo agarre con cuidado, suerte que siempre llevaba mitones, aún estaba caliente.
-Mmmmm, es muy bien trabajo, equilibrado, si, bien equilibrado, oh y has cerrado muy bien los bordes, apenas se ve la línea de soldadura- dije revisando la pieza
-Jajaja, si, ¿entonces te gusta? ¿Crees que está bien?- preguntó Charlotte.
-¿Bromeas?, está estupendo- reí.
-Ah bien, pues voy a pulirlo un poco y a dárselo-
-Nonono, ni se te ocurra, si está muy suave perderá fricción y se le podría resbalar al agarrarlo-
-Oh, caramba, si, es verdad- sonrío Charlotte.
-Lo que puedes hacer es llévalo a la piedra de afilar pero a muy pocas revoluciones, eso lo mellará un poco, y le será más fácil agarrarlo por la moleta, ve, yo te lo sujeto-
-Si si si, claro, gracias, si- sonrió Charlotte poniéndose rápida a ello, en un periquete teníamos el bastón listo.
-Corre ve a dárselo a Alanna, yo apagaré esto- sonreí, Charlotte salió corriendo con el bastón más que contenta casi derribando a un par de escuderos al salir.
Apagué el fuego dejando por si acaso las ascuas -Jajaja, ey Eugene, voy a ver qué tal lo hace Alanna, ahora vuelvo-
-Bien, suerte- me sonrió escueto pues estaba en medio de una venta.
Avancé con dificultades entre el gentío hasta la zona de lucha, donde todos los participantes estaban preparándose, por un momento me preocupé de que Alanna no nos hubiera pedido nada de armadura, pero luego recordé que se movía mejor ligera, uy que si se movía mejor.
Pero justo logré llegar al borde de las gradas cuando un gran revuelo se armó y vi gente correr en todas partes.
-¿Qué?, ¿qué sucede?, ¡Alanna! ¡Runa!, Luni…Sandr..Huracán!- grité, me di la vuelta y solo pude ver un par de tipos levándose a hombros a un tipo encapuchado antes de que uno me soltase un codazo en la cara que me hizo caer de bruces sobre un charco de barro, en el que me hundí medio palmo.
-Agggg- mascullé sin moverme, creo que me iba a desmayar.
***Off, subrayado el uso de pasiva, herreria
Última edición por Schott el Dom Mayo 01 2016, 12:02, editado 1 vez
Schott
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Mientras se encontraba entre el gentío, notó que Schot la acompañaba a su lado , el cual se estaba mostrando muy activo ante los combates, se alegraba de verle así de animado y de hecho aprovecho a contestarle la pregunta para no ser descortés. Huracán ya había comenzado y en su primer tiro, dejaba claro que tenía la mano tan firme como su cabeza.
-Imagínate, si la hacen enfadar. Comentaba Runa haciendo un poco de chiste sobre la situación.
En uno de los tiros, la flecha de la cara cuervo, como así la apodaba Runa de forma cariñosa y un tanto malvada, se desvió de la diana a escasos centímetros de tocarla, dejando con la incógnita de que habría sucedido en ese instante.
-Que raro Schot, Huracán no fallaría un tiro así...
Huracán parecía incomoda,pero algo en su mirada cambió , que regreso a ser la mujer decidida que arrasaba con todo aquel que se pusiera en medio.Mientras entre la gente Runa observo a la chica de las sonrisas saludándoles para que se acercaran, la joven ladrona dio un codazo al pelirrojo que cuando Huracán dio su tercer tiro, estaba haciendo apuestas contra otros tipos. Cuando la chica se dio cuenta, este desapareció y daba comienzo al combate de Alanna.
Como era normal, cuando Alanna se encontraba estirando, recibió como siempre comentarios , poniendo en juego su sexo y honor, la joven del pelo castaño observaba que su compañera se encontraba insegura, posiblemente estaba comparándose con Ella y la arquera del terror, y eso, en el fondo, no le gustaba. Runa sabía, que ella también tenia potencial, tan solo debía descubrirlo.
-¡ACABA CON ELLOS Y HAZ UNA SOPA CON SUS TROZOS!. Gritaba su compañera, para mostrarle animo y provocarle tranquilidad.
Todo finalizó cuando Alanna puso su pie en el ring y la atraparon sin darla opcción de moverse, se escuchaba una voz:
No habrá más combates, se acabó la frase, me llevó a los concursantes de esta ronda. Cuando me paguéis en monedas lo que valen los premios de la justa, os los devolveré. Iré matando y mutilando a uno cada hora
La noticia la horrorizó, su cuerpo temblaba de tan solo pensar que podrían hacerla tan solamente por egoísmo, como era normal , la rabia de nuevo se prendió dentro de ella, como si de una hoguera con leña se tratase.
-Mierd... ¡HURACÁN RÁPIDO!. Gritó a su otra compañera , que logró verla a pesar de la gente, pero ya era tarde.
El publico comenzó a enloquecer de tal forma que comenzaron a golpearse unos a otros repetidamente, y muy agresivamente ante la noticia.
¡quita de ahí, mierda!. Escuchó a un tipo golpear fuerte seguida de la voz de Schot.
Esquivando todos los golpes que acechaban, vio a unos metros a Schot en un charco tirado, con dificultad de levantarse, el tipo parecía que iba a volver a golpearle, así que la joven embestió con todas sus fuerzas y le atinó dejandole en el suelo aturdido.
-Vamos... Se ponen las cosas feas...
Cargó con el herrero, llevándole por el mejor camino posible entre el gentío, siguiendo la dirección de los secuaces hasta lograr salir de ahí y alcanzarles.
Estando los dos así, no vamos a lograr nada...¿Donde estará Huracán?
En ese instante, le preocupaba más dejar a salvo a sus compañeros, que su propia salud, solo esperaba que Alanna demostrará que la mujer que era de armas tomar.
-Imagínate, si la hacen enfadar. Comentaba Runa haciendo un poco de chiste sobre la situación.
En uno de los tiros, la flecha de la cara cuervo, como así la apodaba Runa de forma cariñosa y un tanto malvada, se desvió de la diana a escasos centímetros de tocarla, dejando con la incógnita de que habría sucedido en ese instante.
-Que raro Schot, Huracán no fallaría un tiro así...
Huracán parecía incomoda,pero algo en su mirada cambió , que regreso a ser la mujer decidida que arrasaba con todo aquel que se pusiera en medio.Mientras entre la gente Runa observo a la chica de las sonrisas saludándoles para que se acercaran, la joven ladrona dio un codazo al pelirrojo que cuando Huracán dio su tercer tiro, estaba haciendo apuestas contra otros tipos. Cuando la chica se dio cuenta, este desapareció y daba comienzo al combate de Alanna.
Como era normal, cuando Alanna se encontraba estirando, recibió como siempre comentarios , poniendo en juego su sexo y honor, la joven del pelo castaño observaba que su compañera se encontraba insegura, posiblemente estaba comparándose con Ella y la arquera del terror, y eso, en el fondo, no le gustaba. Runa sabía, que ella también tenia potencial, tan solo debía descubrirlo.
-¡ACABA CON ELLOS Y HAZ UNA SOPA CON SUS TROZOS!. Gritaba su compañera, para mostrarle animo y provocarle tranquilidad.
Todo finalizó cuando Alanna puso su pie en el ring y la atraparon sin darla opcción de moverse, se escuchaba una voz:
No habrá más combates, se acabó la frase, me llevó a los concursantes de esta ronda. Cuando me paguéis en monedas lo que valen los premios de la justa, os los devolveré. Iré matando y mutilando a uno cada hora
La noticia la horrorizó, su cuerpo temblaba de tan solo pensar que podrían hacerla tan solamente por egoísmo, como era normal , la rabia de nuevo se prendió dentro de ella, como si de una hoguera con leña se tratase.
-Mierd... ¡HURACÁN RÁPIDO!. Gritó a su otra compañera , que logró verla a pesar de la gente, pero ya era tarde.
El publico comenzó a enloquecer de tal forma que comenzaron a golpearse unos a otros repetidamente, y muy agresivamente ante la noticia.
¡quita de ahí, mierda!. Escuchó a un tipo golpear fuerte seguida de la voz de Schot.
Esquivando todos los golpes que acechaban, vio a unos metros a Schot en un charco tirado, con dificultad de levantarse, el tipo parecía que iba a volver a golpearle, así que la joven embestió con todas sus fuerzas y le atinó dejandole en el suelo aturdido.
-Vamos... Se ponen las cosas feas...
Cargó con el herrero, llevándole por el mejor camino posible entre el gentío, siguiendo la dirección de los secuaces hasta lograr salir de ahí y alcanzarles.
Estando los dos así, no vamos a lograr nada...¿Donde estará Huracán?
En ese instante, le preocupaba más dejar a salvo a sus compañeros, que su propia salud, solo esperaba que Alanna demostrará que la mujer que era de armas tomar.
Runa Thorgil
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Me perdí entre la multitud una vez Alanna me entregó mis cosas. Había sido un concurso duro contra el brujo tramposo. No sé por qué me dio la sensación de que el hombre buscaría algún tipo de venganza por ser derrotado por primera vez y haber descubierto sus tretas. No obstante preferí dirigirme en solitario y separada del resto del grupo a ver el último combate de Alanna, para el que no faltaría demasiado. Había demasiada gente expectante por ver la que era la más prestigiosa de las pruebas: La del bastón. Tendría que conformarme con quedarme al fondo del tumulto de gente y ver el combate desde lejos.
Runa fue más lista que yo pillando sitio y ya la veía animando en primera fila a la guardia. Aunque no veía demasiada confianza en la cara de Alanna, que subió al escenario con claro miedo escénico. Eso limitaría sus capacidades. El rival que tenía en frente no parecía precisamente sencillo y parecía desenvolverse bien con el bastón cual monje de las montañas.
De repente, el brujo al que había derrotado irrumpió en el escenario junto con más secuaces. Vi como metían a Alanna en un saco sin que esta pudiera hacer nada, y no solo a ella sino también al resto de participantes, a la vez que soltaba una amenaza de que mataría a uno cada hora si no le pagaban los aeros que había perdido. Fruncí el ceño claramente enfadada, además de un tramposo, el tipo era un asesino. Su amenaza asustó a los presentes, que empezaron a correr sin saber muy bien hacia donde, generando un caos de gritos y carreras en la plaza. Un descontrol total.
-¡Dejadme pasar! – pedí a la gente a gritos intentando abrirme paso, empujando y tirando al suelo a todo aquel que me sacara de los nervios. Me abrí camino a empujones por la plaza, pero había tanta gente que me interrumpían constantemente. ¿Dónde estarían Schott y Runa? Tenía que encontrarlos a ellos primero. Si nos perdíamos resultaría imposible acceder. Afortunadamente, sentí su voz llamándome y fui corriendo tan rápido como pude.
La encontré en un callejón lejos de la plaza junto a un embarrado y medio ido Schott. El herrero había acabado tirado en algún charco y parecía grogui.
-Han secuestrado a Alanna– informé seria y de brazos cruzados mientras Schott se recuperaba. No iba a permitir que nadie se llevase a la guardia. Nadie iba a hacerle daño a aquella joven a la que ya había cogido algo de aprecio. – Venir tras de mí, ¡Muévete Schott! – le grité al herrero dándole una pequeña y no dañina colleja en la cabeza para que despertase de una vez de su empanada. Y partí rauda.
El mayor problema sería dar con ella. Volví a la plaza y observé por donde creía que se la habían llevado. Había algunas manchas de sangre en la plaza. Pequeñas gotas. Podían ser de cualquiera, a fin de cuentas en medio del caos había golpes de manera casi constantes.
Cuando me levanté, un tipo con aires del sur, de turbante y vestido de negro, se mostró frente a nosotros. Mostraba una enorme espada curva. Comenzó a hacer aspavientos con la misma, moviéndola de un lado a otro y poniendo cara de desafío. El tipo sabe manejar la espada, sin duda.
-¡Ahhhhhh Chu hué naaaaaaa! Bababí, chibabááááá. – dijo el hombre sin dejar de mover su espada. Un manejo increíble sin duda. Pero no entendía que demonios decía.
-¿Pero quién coño es este tío? – pregunté alzando una ceja a Schott y Runa.
Suspiros de la gente se hicieron ante nosotros, “los va a cortar en mil pedazos” se oía entre la población. Montaron un corrillo alrededor nuestro.
Cuando el tipo seguía “bailando”, simplemente desenfundé una de mis ballestas pequeñas y casi sin apuntar le metí un tiro en el entrecejo. Haciendo que cayera al suelo muerto de inmediato.*** Me di la vuelta y seguí a lo mío. La gente comenzó a huir.
-Vamos. – les dije a mis compañeros prosiguiendo la marcha, teníamos muchas cosas que hacer.
-¡Habéis matado a Samir Ben Hanim! – dijo otro tipo, que se arrodilló frente a nosotros, arrodillándose y cogiéndome de la mano. - -¡Habéis matado a Samir Ben Hanim! - repitió.
-¿Y a mi que cojones me importa el Benjamín ese? - pregunté de mala manera y muy mal humorada. Señalando el cuerpo inerte del tipo. Aparté mi mano con asco del tipo. Necesitaba - ¿Quién le mandó ponerse a hacer el gilipollas delante de mí con una espada? – Y me dispuse a continuar la marcha.
-¡Ahora Wayne irá a por vosotros! – gritó el tipo. – ¡La banda del turbante os descuartizará!
Cuando dijo Wayne volví a alzar una ceja. Rápidamente cogí al tipo por la chaqueta y lo elevé contra una pared. No era precisamente una mujer pequeña ni débil, mis 1,80 metros me daban una altura que sin duda imponía. Estaba muy por encima de la media de las mujeres en Aerandir. Miré al tipo con odio.
-¿Dónde está Wayne? – pregunté con mirada desafiante. – Yo voy a ser quién lo descuartice a él como le haya tocado un pelo a Delteria. – el tipo cambió su mirada a miedo repentinamente. Pero no me iba a detener. – Y te descuartizaré a ti también como no me digas donde la han llevado. ¡Ahora! – hice especial énfasis en esta última palabra.
-No… Por favor. No me mates. Te lo diré todo. – suplicó el tipo elevado por los aires. – Los ha llevado a su almacén, en el puerto. Tiene una alfanje cruzada en un timón como símbolo. Son piratas. – el tipo comenzó a titubear. – Por favor, solamente Wayne habla vuestro idioma. Sed cordiales y dialogantes con él y no le matéis o no os entenderán.
-Yo no dialogo con nadie. – terminé antes de soltarlo en el suelo y propinarle una patada que lo haría retorcerse en el suelo. Estaba fuera de mis casillas. – Nunca me hagáis enfadar. – fue el último comentario que dije a Schott y Runa, a modo amistoso aunque igual de refunfuñona, justo antes de ponernos en marcha hacia el puerto. Corriendo. La banda del turbante era nuestro próximo objetivo.
Runa fue más lista que yo pillando sitio y ya la veía animando en primera fila a la guardia. Aunque no veía demasiada confianza en la cara de Alanna, que subió al escenario con claro miedo escénico. Eso limitaría sus capacidades. El rival que tenía en frente no parecía precisamente sencillo y parecía desenvolverse bien con el bastón cual monje de las montañas.
De repente, el brujo al que había derrotado irrumpió en el escenario junto con más secuaces. Vi como metían a Alanna en un saco sin que esta pudiera hacer nada, y no solo a ella sino también al resto de participantes, a la vez que soltaba una amenaza de que mataría a uno cada hora si no le pagaban los aeros que había perdido. Fruncí el ceño claramente enfadada, además de un tramposo, el tipo era un asesino. Su amenaza asustó a los presentes, que empezaron a correr sin saber muy bien hacia donde, generando un caos de gritos y carreras en la plaza. Un descontrol total.
-¡Dejadme pasar! – pedí a la gente a gritos intentando abrirme paso, empujando y tirando al suelo a todo aquel que me sacara de los nervios. Me abrí camino a empujones por la plaza, pero había tanta gente que me interrumpían constantemente. ¿Dónde estarían Schott y Runa? Tenía que encontrarlos a ellos primero. Si nos perdíamos resultaría imposible acceder. Afortunadamente, sentí su voz llamándome y fui corriendo tan rápido como pude.
La encontré en un callejón lejos de la plaza junto a un embarrado y medio ido Schott. El herrero había acabado tirado en algún charco y parecía grogui.
-Han secuestrado a Alanna– informé seria y de brazos cruzados mientras Schott se recuperaba. No iba a permitir que nadie se llevase a la guardia. Nadie iba a hacerle daño a aquella joven a la que ya había cogido algo de aprecio. – Venir tras de mí, ¡Muévete Schott! – le grité al herrero dándole una pequeña y no dañina colleja en la cabeza para que despertase de una vez de su empanada. Y partí rauda.
El mayor problema sería dar con ella. Volví a la plaza y observé por donde creía que se la habían llevado. Había algunas manchas de sangre en la plaza. Pequeñas gotas. Podían ser de cualquiera, a fin de cuentas en medio del caos había golpes de manera casi constantes.
Cuando me levanté, un tipo con aires del sur, de turbante y vestido de negro, se mostró frente a nosotros. Mostraba una enorme espada curva. Comenzó a hacer aspavientos con la misma, moviéndola de un lado a otro y poniendo cara de desafío. El tipo sabe manejar la espada, sin duda.
-¡Ahhhhhh Chu hué naaaaaaa! Bababí, chibabááááá. – dijo el hombre sin dejar de mover su espada. Un manejo increíble sin duda. Pero no entendía que demonios decía.
-¿Pero quién coño es este tío? – pregunté alzando una ceja a Schott y Runa.
Suspiros de la gente se hicieron ante nosotros, “los va a cortar en mil pedazos” se oía entre la población. Montaron un corrillo alrededor nuestro.
Cuando el tipo seguía “bailando”, simplemente desenfundé una de mis ballestas pequeñas y casi sin apuntar le metí un tiro en el entrecejo. Haciendo que cayera al suelo muerto de inmediato.*** Me di la vuelta y seguí a lo mío. La gente comenzó a huir.
-Vamos. – les dije a mis compañeros prosiguiendo la marcha, teníamos muchas cosas que hacer.
-¡Habéis matado a Samir Ben Hanim! – dijo otro tipo, que se arrodilló frente a nosotros, arrodillándose y cogiéndome de la mano. - -¡Habéis matado a Samir Ben Hanim! - repitió.
-¿Y a mi que cojones me importa el Benjamín ese? - pregunté de mala manera y muy mal humorada. Señalando el cuerpo inerte del tipo. Aparté mi mano con asco del tipo. Necesitaba - ¿Quién le mandó ponerse a hacer el gilipollas delante de mí con una espada? – Y me dispuse a continuar la marcha.
-¡Ahora Wayne irá a por vosotros! – gritó el tipo. – ¡La banda del turbante os descuartizará!
Cuando dijo Wayne volví a alzar una ceja. Rápidamente cogí al tipo por la chaqueta y lo elevé contra una pared. No era precisamente una mujer pequeña ni débil, mis 1,80 metros me daban una altura que sin duda imponía. Estaba muy por encima de la media de las mujeres en Aerandir. Miré al tipo con odio.
-¿Dónde está Wayne? – pregunté con mirada desafiante. – Yo voy a ser quién lo descuartice a él como le haya tocado un pelo a Delteria. – el tipo cambió su mirada a miedo repentinamente. Pero no me iba a detener. – Y te descuartizaré a ti también como no me digas donde la han llevado. ¡Ahora! – hice especial énfasis en esta última palabra.
-No… Por favor. No me mates. Te lo diré todo. – suplicó el tipo elevado por los aires. – Los ha llevado a su almacén, en el puerto. Tiene una alfanje cruzada en un timón como símbolo. Son piratas. – el tipo comenzó a titubear. – Por favor, solamente Wayne habla vuestro idioma. Sed cordiales y dialogantes con él y no le matéis o no os entenderán.
-Yo no dialogo con nadie. – terminé antes de soltarlo en el suelo y propinarle una patada que lo haría retorcerse en el suelo. Estaba fuera de mis casillas. – Nunca me hagáis enfadar. – fue el último comentario que dije a Schott y Runa, a modo amistoso aunque igual de refunfuñona, justo antes de ponernos en marcha hacia el puerto. Corriendo. La banda del turbante era nuestro próximo objetivo.
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Anastasia Boisson
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Solo escuchaba ecos y sonidos de lucha de fondo, hasta que alguien me sacó la cabeza del barro.
-Agg..ohh..gra..gracias..Runa- dije mientras alguien cargaba conmigo, pero no tal y como estaba no podía estar seguro de que fuera ella.
Me senté de espaldas contra una pila de barriles a recuperar el aliento, estaba cubierto de barro, alce las manos buscando el corcho del barril que tenía encima y lo quité, tuve suerte, era agua, aunque tampoco me hubiese importado que fuese vino, con tal de quitarme este barro.
-¿Qué…que ha pasado?- mascullé frotándome los ojos.
Conforme me aclaraba vi que Huracán también estaba con nosotros, y parecía que habían secuestrado a Alanna.
-Oh si, vo..voy- dije poniéndome en pie no sin dificultad después de que Huracán me espabilase, aun estaba cubierto de barro, pero podía ver y pelear relativamente bien.
La seguimos hasta la plaza, donde el tumulto seguía, por lo visto no éramos los únicos que habían perdido a alguien.
Pero de repente un tipo raro con un turbante y una espada que daba miedo se puso a amenazarnos con ella.
-Yo…creo que a este le debo dinero..¿o no? no estoy seguro- comenté ante la pregunta de Huracán.
Yo ya estaba preparando el martillo para un encarnizado y épico combate en el que sin duda se pondría a prueba nuestra habilidad y valía cuando Huracán zanjó el problema con un tiro de ballesta.
-Oh…si…bueno….también puedes hacer eso si….-
La gente salió corriendo ante la acción de Huracán, no les culpo, yo también lo haría, pero un tipo pareció bastante horrorizado con lo sucedido y nos acusó de de la muerte del tipo, que parecía ser importante.
-Bueno, a ver, habéis habéis…tampoco, no sé si me entiendes…- dije al tipo, que gritó que una tal banda del turbante nos iba a descuartizar.
-Mierda, pues es lo que nos faltaba- dije a Runa.
Huracán no se anduvo con bromas y levantó al tipo de la solapa buscando respuestas, yo hice gestos a la gente que aún no se había ido de que era todo normal, rutina.
-Nonono, para nada ¿verdad Runa?- sonreí nervioso ante la advertencia de Huracán, había quedado del todo claro.
Y con estas que la seguí corriendo rumbo a los muelles a por lo que parecía una banda de piratas, no sé si era la conmoción cerebral pero esto estaba dando unos giros cada vez más interesantes, y peligrosos.
-Agg..ohh..gra..gracias..Runa- dije mientras alguien cargaba conmigo, pero no tal y como estaba no podía estar seguro de que fuera ella.
Me senté de espaldas contra una pila de barriles a recuperar el aliento, estaba cubierto de barro, alce las manos buscando el corcho del barril que tenía encima y lo quité, tuve suerte, era agua, aunque tampoco me hubiese importado que fuese vino, con tal de quitarme este barro.
-¿Qué…que ha pasado?- mascullé frotándome los ojos.
Conforme me aclaraba vi que Huracán también estaba con nosotros, y parecía que habían secuestrado a Alanna.
-Oh si, vo..voy- dije poniéndome en pie no sin dificultad después de que Huracán me espabilase, aun estaba cubierto de barro, pero podía ver y pelear relativamente bien.
La seguimos hasta la plaza, donde el tumulto seguía, por lo visto no éramos los únicos que habían perdido a alguien.
Pero de repente un tipo raro con un turbante y una espada que daba miedo se puso a amenazarnos con ella.
-Yo…creo que a este le debo dinero..¿o no? no estoy seguro- comenté ante la pregunta de Huracán.
Yo ya estaba preparando el martillo para un encarnizado y épico combate en el que sin duda se pondría a prueba nuestra habilidad y valía cuando Huracán zanjó el problema con un tiro de ballesta.
-Oh…si…bueno….también puedes hacer eso si….-
La gente salió corriendo ante la acción de Huracán, no les culpo, yo también lo haría, pero un tipo pareció bastante horrorizado con lo sucedido y nos acusó de de la muerte del tipo, que parecía ser importante.
-Bueno, a ver, habéis habéis…tampoco, no sé si me entiendes…- dije al tipo, que gritó que una tal banda del turbante nos iba a descuartizar.
-Mierda, pues es lo que nos faltaba- dije a Runa.
Huracán no se anduvo con bromas y levantó al tipo de la solapa buscando respuestas, yo hice gestos a la gente que aún no se había ido de que era todo normal, rutina.
-Nonono, para nada ¿verdad Runa?- sonreí nervioso ante la advertencia de Huracán, había quedado del todo claro.
Y con estas que la seguí corriendo rumbo a los muelles a por lo que parecía una banda de piratas, no sé si era la conmoción cerebral pero esto estaba dando unos giros cada vez más interesantes, y peligrosos.
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
El sótano era un lugar oscuro, húmedo y mohoso, olía a agua y a sangre, el miedo de los presentes también había pasado a formar parte del ambiente característico del lugar, los que la rodeaban, hombres grandes y fuertes, que, como ella, se habían quedado sin arma, parecían tan asustados como un cachorro abandonado en una tormenta, era sin duda algo triste.
Alanna también estaba en ese estado de ánimo, pero, si algo la distinguía de los demás participantes, era la experiencia real, tal vez temiera no ser lo bastante buena en un campo de batalla con público, pero en un terreno real, un terreno donde los problemas y el peligro la asaltaban de un modo tan claro, donde ya estaba acostumbrada a juzgar y ser juzgada, la cosa cambiaba. Su vista se agudizó en el oscuro sótano, dejándole ver lo que la rodeaba.
Se había sacudido el saco que cubría su cabeza, y podía ver al hombre mayor, con barba y arrugas, que parecía aguantar los sollozos a su lado. Otro, más joven, puede que de su edad, lloraba moco tendido, sin duda, muchos de los presentes estaban arrepintiéndose de haberse apuntado a la justa, pero ya estaba hecho, no había vuelta atrás. Podía observar a otros, que, como ella, habían empezado a buscar un modo de actuar, pero que no contaban con esa habilidad que había acuñado ella tras años de práctica.
No solo su equilibrio y velocidad la acuñaban como la Gata, su vista en la oscuridad, casi mejor que a la luz del sol, era parte de la leyenda. En el lugar había varias cajas de madera, un horrible charco de sangre, y una ventana tapada que dejaba entrar a penas un atisbo de luz a través de una tela oscura.
Si alcanzase esa ventana, podría salir de allí. Era la única presente lo bastante pequeña como para hacerlo. Pero dudaba de que nadie quisiera ayudarla o la fuera a permitir salir. Sobretodo cuando no estaba dispuesta a fingir ser una mujer débil e indefensa.
- Oh, vamos, dejad de lloriquear.- dijo en tono suave, levantándose del suelo.- En lugar de quedarnos esperando a que nos hagan daño, hagamos algo para solucionarlo.- Le temblaban las piernas, el viaje con los ojos tapados la había dejado algo mareada.
- ¿Y que propones guapa?- Preguntó con sorna uno de los hombres.- No hemos podido con ellos en la plaza, ahora, sin armas, menos-.Atestiguó con firmeza.
- Si podemos, hay una ventana, puedo salir por allí y colarme para abrir la puerta y sacaros.- dijo ella con seguridad.
- Ja, ¿que crees que eres, una ladrona? Te derrotarían soplandote.- contestó otro, haciendo que Alanna comenzase a molestarse.
- Ella puede.- sonó entonces una voz desde un rincón, era la de un tipo bastante joven, de ojos azules que la miraba con seriedad.- ¿Nunca habéis oído hablar de "la Gata"?- Preguntó con seriedad.- La guardia que se mueve en las sombras, tan rápida como el rayo y ligera como el viento, aquella de la que a penas nadie conoce la cara.- comenzó a decir, sacándole los colores a la afectada, que se sorprendía de lo que exageraba la gente, y de que realmente la conociera alguie.
- ¿Esa guardia con apodo de ladrón?- preguntó el que había hablado antes.- si, ella sí sería útil.- contestó con un suspiro.
- Pues mide tus palabras, idiota, la tienes delante y te está proponiendo un plan.- ordenó quien la había nombrado, poniéndola tensa, ¿Cómo lo sabía?- Te vi actuar, en el orfanato, el día que se quemó, ibas con un tipo raro, y ayudaste a sacar a los niños.- se dirigió a ella por primera vez.- si necesitas ayuda, tienes la mía.
La chica no podía estar más agradecida, aunque lo es que le hiciera mucha gracia la fama que estaba consiguiendo, nunca le había gustado llamar la atención, su trabajo era permanecer en las sombras, y, al parecer, había demasiada gente que ya sabía de ella, tal vez sería mejor tomarse un receso, esperar a que su fama se convirtiera en rumor y el rumor se disipara, pero eso era algo que debería plantearse después, antes tenía que formar un plan, era lo único imperante.
El joven que había estado sollozando en el rincón, el podría ser de ayuda, tal vez era el único que, a parte de ella, podía caber por la estrecha ventana de la pared. Se lo comunicó a los demás entre susurros, y, tras la declaración del hombre, no parecieron, siquiera, dudar de como era posible que viera o supiera lo que había en la habitación. El nombre y su fama habían hecho que, por primera vez, la tomasen en serio. Siguiendo las recomendaciones de la chica, la elevaron a pulso para que pudiera comprobar si la ventana podía abrirse. Así era.
Empujó la madera sin cristal y esperó para asegurarse de que no había nadie por el callejón al que daba su salida. Era una suerte que fuera tan ligera. Por fin logró salir arrastrándose por la polvorienta calzada y, tras ella, fue el turno del joven, un chico de aspecto exótico, piel morena, pelo negro, largo, anudado en un coleta, más salvaje de lo que le había parecido en la oscuridad. Cuando ambos estuvieron fuera, se agachó y murmuró.
- Volveremos con refuerzos, hasta entonces, no hagáis tonterías, y, sobre todo, no muráis.- les sonrió a modo de ánimo y promesa.- Vamos.- le dijo al chico.- Soy Alanna, por cierto.- Comentó antes de encaramarse a uno de los tejados, sería más fácil ir en línea recta que cambiando la dirección de modo constante sin saber donde acudir, entre el laberinto de calles.
- Charles.- contestó él antes de subir junto a ella.
Antes de que pudiera empezar la marcha, notó movimiento a sus espaldas, el joven se había empezado a desvestir y se doblaba de modo doloroso sobre si mismo, los huesos comenzaron a crujir le, y su cuerpo se deformó cubriéndose de una espesa mata de pelo caoba, unos ojos amarillos le devolvieron la mirada. Era un hombre lobo, más grande de lo que esperaba para el tamaño del humano, pero, mucho más rápido en su forma animal.
La chica sonrió a modo de aprobación, y decidió que, en ese caso, no debía aflojar el ritmo. Tomó impulso y comenzó a correr con todas sus fuerzas, sintiéndose volar por los tejados entre salto y saltó, en el perfecto equilibrio que solía mantener cuando estaba concentrada. La plaza no estaba lejos, en un par de minutos, a esa velocidad, llegaría antes de que sucediera ninguna desgracia. Solo esperaba que su sentido del tiempo no se hubiera distorsionado con el viaje y la oscuridad, no quería enterrar a nadie ese día.
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Off: Subrayados usos de habilidades de nivel uno y cuatro.
Alanna también estaba en ese estado de ánimo, pero, si algo la distinguía de los demás participantes, era la experiencia real, tal vez temiera no ser lo bastante buena en un campo de batalla con público, pero en un terreno real, un terreno donde los problemas y el peligro la asaltaban de un modo tan claro, donde ya estaba acostumbrada a juzgar y ser juzgada, la cosa cambiaba. Su vista se agudizó en el oscuro sótano, dejándole ver lo que la rodeaba.
Se había sacudido el saco que cubría su cabeza, y podía ver al hombre mayor, con barba y arrugas, que parecía aguantar los sollozos a su lado. Otro, más joven, puede que de su edad, lloraba moco tendido, sin duda, muchos de los presentes estaban arrepintiéndose de haberse apuntado a la justa, pero ya estaba hecho, no había vuelta atrás. Podía observar a otros, que, como ella, habían empezado a buscar un modo de actuar, pero que no contaban con esa habilidad que había acuñado ella tras años de práctica.
No solo su equilibrio y velocidad la acuñaban como la Gata, su vista en la oscuridad, casi mejor que a la luz del sol, era parte de la leyenda. En el lugar había varias cajas de madera, un horrible charco de sangre, y una ventana tapada que dejaba entrar a penas un atisbo de luz a través de una tela oscura.
Si alcanzase esa ventana, podría salir de allí. Era la única presente lo bastante pequeña como para hacerlo. Pero dudaba de que nadie quisiera ayudarla o la fuera a permitir salir. Sobretodo cuando no estaba dispuesta a fingir ser una mujer débil e indefensa.
- Oh, vamos, dejad de lloriquear.- dijo en tono suave, levantándose del suelo.- En lugar de quedarnos esperando a que nos hagan daño, hagamos algo para solucionarlo.- Le temblaban las piernas, el viaje con los ojos tapados la había dejado algo mareada.
- ¿Y que propones guapa?- Preguntó con sorna uno de los hombres.- No hemos podido con ellos en la plaza, ahora, sin armas, menos-.Atestiguó con firmeza.
- Si podemos, hay una ventana, puedo salir por allí y colarme para abrir la puerta y sacaros.- dijo ella con seguridad.
- Ja, ¿que crees que eres, una ladrona? Te derrotarían soplandote.- contestó otro, haciendo que Alanna comenzase a molestarse.
- Ella puede.- sonó entonces una voz desde un rincón, era la de un tipo bastante joven, de ojos azules que la miraba con seriedad.- ¿Nunca habéis oído hablar de "la Gata"?- Preguntó con seriedad.- La guardia que se mueve en las sombras, tan rápida como el rayo y ligera como el viento, aquella de la que a penas nadie conoce la cara.- comenzó a decir, sacándole los colores a la afectada, que se sorprendía de lo que exageraba la gente, y de que realmente la conociera alguie.
- ¿Esa guardia con apodo de ladrón?- preguntó el que había hablado antes.- si, ella sí sería útil.- contestó con un suspiro.
- Pues mide tus palabras, idiota, la tienes delante y te está proponiendo un plan.- ordenó quien la había nombrado, poniéndola tensa, ¿Cómo lo sabía?- Te vi actuar, en el orfanato, el día que se quemó, ibas con un tipo raro, y ayudaste a sacar a los niños.- se dirigió a ella por primera vez.- si necesitas ayuda, tienes la mía.
La chica no podía estar más agradecida, aunque lo es que le hiciera mucha gracia la fama que estaba consiguiendo, nunca le había gustado llamar la atención, su trabajo era permanecer en las sombras, y, al parecer, había demasiada gente que ya sabía de ella, tal vez sería mejor tomarse un receso, esperar a que su fama se convirtiera en rumor y el rumor se disipara, pero eso era algo que debería plantearse después, antes tenía que formar un plan, era lo único imperante.
El joven que había estado sollozando en el rincón, el podría ser de ayuda, tal vez era el único que, a parte de ella, podía caber por la estrecha ventana de la pared. Se lo comunicó a los demás entre susurros, y, tras la declaración del hombre, no parecieron, siquiera, dudar de como era posible que viera o supiera lo que había en la habitación. El nombre y su fama habían hecho que, por primera vez, la tomasen en serio. Siguiendo las recomendaciones de la chica, la elevaron a pulso para que pudiera comprobar si la ventana podía abrirse. Así era.
Empujó la madera sin cristal y esperó para asegurarse de que no había nadie por el callejón al que daba su salida. Era una suerte que fuera tan ligera. Por fin logró salir arrastrándose por la polvorienta calzada y, tras ella, fue el turno del joven, un chico de aspecto exótico, piel morena, pelo negro, largo, anudado en un coleta, más salvaje de lo que le había parecido en la oscuridad. Cuando ambos estuvieron fuera, se agachó y murmuró.
- Volveremos con refuerzos, hasta entonces, no hagáis tonterías, y, sobre todo, no muráis.- les sonrió a modo de ánimo y promesa.- Vamos.- le dijo al chico.- Soy Alanna, por cierto.- Comentó antes de encaramarse a uno de los tejados, sería más fácil ir en línea recta que cambiando la dirección de modo constante sin saber donde acudir, entre el laberinto de calles.
- Charles.- contestó él antes de subir junto a ella.
Antes de que pudiera empezar la marcha, notó movimiento a sus espaldas, el joven se había empezado a desvestir y se doblaba de modo doloroso sobre si mismo, los huesos comenzaron a crujir le, y su cuerpo se deformó cubriéndose de una espesa mata de pelo caoba, unos ojos amarillos le devolvieron la mirada. Era un hombre lobo, más grande de lo que esperaba para el tamaño del humano, pero, mucho más rápido en su forma animal.
La chica sonrió a modo de aprobación, y decidió que, en ese caso, no debía aflojar el ritmo. Tomó impulso y comenzó a correr con todas sus fuerzas, sintiéndose volar por los tejados entre salto y saltó, en el perfecto equilibrio que solía mantener cuando estaba concentrada. La plaza no estaba lejos, en un par de minutos, a esa velocidad, llegaría antes de que sucediera ninguna desgracia. Solo esperaba que su sentido del tiempo no se hubiera distorsionado con el viaje y la oscuridad, no quería enterrar a nadie ese día.
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Alanna Delteria
Aerandiano de honor
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Re: Forjada en cobre [Libre][3/4][Cerrado]
Mientras Schot aprovechó a lavarse la cara para quitarse barro y espabilarse, apareció Huracán , un tanto malhumorada . Todos sabían que era normal en ella, y más por como se aproximaban las situaciones. Esta dicha mujer, gruñiendo, atino una pelleja colleja al herrero para que reaccionara y se pusieran en marcha, los tres debían partir cuanto antes al rescate de la guarda.
De transito nuevamente por la plaza fueron interrumpidos por un hombre que portaba una espada, llevaba un turbante en la cabeza y vestía de negro, el hombre hacia movimientos avispeantes frente la gruñona, amenazando sin parar.
¿Y me preguntas a mi?. Contestó Runa a la pregunta retorica de Huracán arqueando la ceja.
La paciencia de la mujer que vestía de negro finalizó metiendo le un flechazo entre ceja y ceja, haciendo que el cuerpo cayera al momento al suelo. La muerte del tipo provocó un revuelo entre la gente, al parecer se llamaba Samir y pertenecía a la banda del turbante, una banda que por lo que comentaban los iban a matar, lo que provoco un comentario de desesperación en Schot.
-Está claro que no podemos evitar llamar la atención, ¿Qué será lo próximo?. Contestaba al herrero en voz baja sin molestar.
Y poco tardó huracán en coger de la pechuga a un hombre y hacerle llorar como tal bebe que le veía, el tipo soltó la información de que eran piratas que se encontraban en el muelle, y que tan solo wayne, entendería el idioma , indignada la cara cuervo tiró al hombre al suelo y saltó una advertencia tanto para el herrero, como la joven ladrona.
-Siempre haciendo amigos... Comentó en voz baja y seria seguida de un pequeño suspiro.
Se aproximaron al muelle, donde a lo lejos se observaba una pequeña embarcación y pequeñas naves adornadas por fuera de cajas y barriles.Runa Optó por ser silenciosa por ahora, la única que se encontraba 100% bien para luchar era huracán, y aunque ella pudiera ayudarla, tenía golpes que debía curar.
-Deben de tenerlos en una de las naves... Tan solo añadió.
Agudizó su oido,asi captando voces a lo lejos, se estaban aproximando, o eso al menos ella quería creer.
-yinmi distar oh nei somnno
-yaya yaturaaaaataaaa
Como decía aquel tipo, la banda no hablaba un idioma igual que al suyo, lo cual atino un codazo a Huracán haciendo un gesto para que rodearan, eran tres tipos, también con turbantes y unos pantalones abombados, perfectos para cada uno, perfectos para una batalla.
-Cuando me digas. Le decía mientras se agabachaba entre las cajas como una felina en busca de la presa.
Habría que darse prisa, Alanna les necesitaba
De transito nuevamente por la plaza fueron interrumpidos por un hombre que portaba una espada, llevaba un turbante en la cabeza y vestía de negro, el hombre hacia movimientos avispeantes frente la gruñona, amenazando sin parar.
¿Y me preguntas a mi?. Contestó Runa a la pregunta retorica de Huracán arqueando la ceja.
La paciencia de la mujer que vestía de negro finalizó metiendo le un flechazo entre ceja y ceja, haciendo que el cuerpo cayera al momento al suelo. La muerte del tipo provocó un revuelo entre la gente, al parecer se llamaba Samir y pertenecía a la banda del turbante, una banda que por lo que comentaban los iban a matar, lo que provoco un comentario de desesperación en Schot.
-Está claro que no podemos evitar llamar la atención, ¿Qué será lo próximo?. Contestaba al herrero en voz baja sin molestar.
Y poco tardó huracán en coger de la pechuga a un hombre y hacerle llorar como tal bebe que le veía, el tipo soltó la información de que eran piratas que se encontraban en el muelle, y que tan solo wayne, entendería el idioma , indignada la cara cuervo tiró al hombre al suelo y saltó una advertencia tanto para el herrero, como la joven ladrona.
-Siempre haciendo amigos... Comentó en voz baja y seria seguida de un pequeño suspiro.
Se aproximaron al muelle, donde a lo lejos se observaba una pequeña embarcación y pequeñas naves adornadas por fuera de cajas y barriles.Runa Optó por ser silenciosa por ahora, la única que se encontraba 100% bien para luchar era huracán, y aunque ella pudiera ayudarla, tenía golpes que debía curar.
-Deben de tenerlos en una de las naves... Tan solo añadió.
Agudizó su oido,asi captando voces a lo lejos, se estaban aproximando, o eso al menos ella quería creer.
-yinmi distar oh nei somnno
-yaya yaturaaaaataaaa
Como decía aquel tipo, la banda no hablaba un idioma igual que al suyo, lo cual atino un codazo a Huracán haciendo un gesto para que rodearan, eran tres tipos, también con turbantes y unos pantalones abombados, perfectos para cada uno, perfectos para una batalla.
-Cuando me digas. Le decía mientras se agabachaba entre las cajas como una felina en busca de la presa.
Habría que darse prisa, Alanna les necesitaba
Runa Thorgil
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