Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
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Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
*Rol con rumbo a las nuevas ciudades humanas, en concreto Vulwulfar, rodeando la zona de los elfos a la que Nübian no tiene intención de entrar.*
–––––––––––
Hacía cada vez más frío. Y el camino había sido inhóspito un buen trecho, ahora al menos llegando al pantano todo verdeaba más.
Llevaba tres días de andanza, tras aquel breve período de tiempo con la compañía de artistas itinerantes por un pequeño pellízco, me habían vuelto a dejar en la posada Cicatrices y Pus del Bosque de Midgar. Se me encogía el corazón cada vez que pensaba en que aquel despoblado antaño habría sido verde y fértil, y ahora cada vez que miraba en derredor, solo veía sequí, escasez y animales reptando, con un ambiente general de desolación.
La Madre estaría muy triste, estaba segura de ello. Después de varios encontronazos una vez que me había decidido a mezclarme con personas de otras razas había madurado en mi creencia... No podía salir a los mercados y chillar proclamando la fe en la Madre Luna, porque en cualquier momento podría venir un guardia y llevarme... Pero sí podía ser paciente y tranquila, y conversar con otros de esa cuestión.
Además, el mundo era inhóspito y cruel en ocasiones, en los bosques me sentía segura, sabía dónde y cuándo guarecerme para que no me ocurriese nada... Allí fuera en cambio –me recorrió un escalofrío– podía pasar de todo: una vez saliendo de una posada en la que me pasé con aquella delicia que los humanos llamaban hidromiel, me encontré con una copia de mi misma esperandome, ¡para matarme! Tuve que usar mi hacha. "Debo entrenar..." – me dije mentalmente. En otra ocasión aquellos artistas me habían llevado con ellos un tiempo y pude ver la desvergüenza de muchos, pero eso no era lo peor... Sin embargo aquella vez... En aquel juego macabro de vida y muerte...
"No pienses en eso, Nübian, la Madre te necesita" – me dije. Aún quedaba hueco para las buenas intenciones, como con aquel elfo que creía que no podía comprederle y finalmente me regaló la preciosa flor de loto... Sonreí como una tonta y seguí mi camino. Llevaba tres días de viaje desde la posada, había salido del bosque de Midgar y acababa de cruzar el río Tymer, entrando en la zona seca que rodeaba el Pantano.
Me dirigía a Vulwulfar, era una ciudad más tranquila que Lunargenta y para seguir con la misión de la madre necesitaba nuevo material, además... Yo estaba bastante desmejorada, necesitaba un descanso, una pausa para decidir qué hacer: ganar de cuando en cuando dinero estaba bien pero... Necesitaba un porvenir, uno que me permitiese difundir la palabra.
Me detuve en una charca cercana al pantano y me miré en el reflejo, torciendo el gesto. Estaba bastante delgada... Necesitaba lavarme el pelo, y mis ropas... Suspiré; estaban muy desgastadas.
Iba a darme un baño, eso es. Después tal vez comer algo... Y preparar un último brebaje para el camino.
Dejé mis cosas a un lado y me zambullí un rato, frotando mi pelo con alguna planta aromática, mi piel... Y observando cómo se desvanecían las pinturas; dentro de cinco noches, esperaba estar ya en la ciudad, y allí podría volver a pintarme.
– Cuando las nubes oculten el sol... Y el camino derrote a tus pies... – murmuré, era una canción que había oído en los caminos.– Si el viento en la cara quema tu piel... – Cogí parte de mi ropa y la mojé también, tratando de lavarla antes de salir a tumbarme junto a mis cosas, para secarme.
Nübian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
No había encontrado sino problemas y rechazo en aquella ciudad humana. Ni siquiera la taberna había sido un lugar donde le trataran bien, sin mencionar el hecho de que acabara envuelto en una revuelta sangrienta sin siquiera haber hecho nada para ello. Sinceramente, no había hecho nada para provocar aquello, aunque lo Gorriones jamás creerían que era inocente de ello.
Y es que tras la muerte de su maestro, muerte que él había causado, había roto la regla de no matar tantas veces que ya no tenía mucha excusa. Hasta él se daba cuenta que tenía la violencia a flor de piel. ¿Por qué?, se preguntaba.
Entonces se dio cuenta de algo. Desde aquel suceso en las Islas Illidenses no llevaba a cabo sus ejercicios de meditación. Había sido la orden de su maestro de su maestro y podía decirse que había un dejo de rebeldía en abandonar la práctica tras haber acabado con su vida, pero eso le había mantenido bajo control por años.
Podía parecer extraña la asociación, pero la orden de asesinos bajo la que había crecido era, de hecho, una orden de características monásticas, donde la meditación y el autocontrol eran esenciales. ¿Cómo, si no, se podía lidiar con ser capaz de matar a sangre fría?
Se sentó, pues, en el suelo, allí donde estaba, bajo un árbol en aquella zona pantanosa. Su viaje de regreso a Lunargenta podía esperar, por ahora tenía cosas mucho más importantes que hacer.
Cruzó las piernas, espalda recta, manos descansando sobre sus rodillas y ojos cerrados, pero sin presión. Intentó poner su mente en blanco, sentir el mundo a su alrededor como uno sólo y parte de sí, como una extensión de su propio ser o más bien él como una extensión del mundo. No era fácil, había perdido la costumbre, pero sabía cómo hacerlo. Sólo se dejó llevar por los estímulos del ambiente, sin pensar sobre ello.
Una hoja crujió cerca, ¿era el sonido de pasos?, ¿había alguien allí?, no, no podía ponerse a sacar conclusiones, no debía pensar, sólo sentir. Pronto los ruidos continuaron. Salpicar de agua, alguien o algo nadando en alguna fuente de agua. Escuchó el ruido del agua para relajarse aún más. Lo que sea que estuviera en el agua salió, podía oír el chorreo primero y los pasos luego. Luego los ruidos cesaron.
Demian abrió los ojos.
Se sentía tranquilo, como si pudiera caminar sobre el agua que estaba cercana, pero su meditación no había sido perfecta, no había podido librarse del impulso de la curiosidad, de hecho la había terminado antes de tiempo por esa razón, simplemente no pudo ignorar el hecho de que todo le decía que había alguien cerca. Casi sin pensarlo tomó sus dagas entre sus manos mientras se acercaba.
La vio entonces. Una mujer con escasas ropas. Se podía ver mucho de su piel, lo que rápidamente le puso algo nervioso. Las orejas delataban que era un miembro de la raza de los elfos. Si bien había sido formado para sentir desconfianza de aquellos seres, hasta ahora sus únicos contactos con elfas habían sido muy positivos, mucho mejores que con los humanos u otras razas. Prefirió mantener una cierta cautela interior, no sabía si todos los elfos eran como Eärwen o Níniel, se supone que había también de los malos, ¿no?.
—Hola —dijo, aunque de pronto se sentía profundamente incómodo y quería buscar algo para romper el hielo. Le habían dicho que a la gente le gusta que le alaben algo— , linda ca-canción.
Por supuesto, había olvidado guardar sus dagas.
Demian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
Había escuchado algún que otro roce con las hojas, cierto crujido en el suelo. Pero no había caído en la cuenta hasta que no lo tuve detrás.
— Hola. Linda ca-canción. — Me giré con agilidad, fluida y con los ojos muy abiertos, molesta conmigo misma por no haberme dado cuenta de la presencia de otra persona en el pantano. Podría haber sido alguien fuera de sí, alguien peligroso, algún animal... Había sido un descuido quedarme tan a la vista, un descuido que no debía permitirme porque a esas alturas era realmente extraño dar con algo o alguien que fuese totalmente inofensivo.
Pero era un niño… Expulsé el aire que al parecer había retenido y me acerqué a él, observándolo detenidamente. Fui a alargar una mano hacia su pelo algo desordenado pero entonces reparé en sus manos; armadas. Tragué. — Gracias… La escuché por los caminos. ¿Te has perdido…?
Fruncí el ceño levemente, viendo que sujetaba sin reparos las dagas y traté de pensar. Mi hacha estaba dos pasos detrás de mí, junto al resto de mi ropa y mi bolsa con las hierbas y ungüentos. Pero era un niño… Ladeé la cabeza observándolo y tracé unos pocos pasos girando a su alrededor. Sabía que no podía confiar, era una de las pocas cosas que había aprendido desde que me había atrevido a hacerme partícipe de los caminos y ciudades humanas, varios meses atrás. ¿Cuánto haría…?
Daba lo mismo. Fuese peligroso o no, si no provocaba al muchacho, no habría problemas… No debería haberlos. Además, tenía que hacer un esfuerzo por comprender al resto del mundo si debía extender la palabra de la Madre... ¿Y quien mejor que un muchacho con la mente tierna para hablar sobre ello? Seguro que era un regalo de la diosa, alguien a quien alumbrar con mis palabras y con sus enseñanzas... Tal vez hasta querría aprender a interpretar los designios de la Madre, con sus brebajes y sus ungüentos... — Me llamo Nübian. — dije desde su izquierda, sonriendo.
— Hola. Linda ca-canción. — Me giré con agilidad, fluida y con los ojos muy abiertos, molesta conmigo misma por no haberme dado cuenta de la presencia de otra persona en el pantano. Podría haber sido alguien fuera de sí, alguien peligroso, algún animal... Había sido un descuido quedarme tan a la vista, un descuido que no debía permitirme porque a esas alturas era realmente extraño dar con algo o alguien que fuese totalmente inofensivo.
Pero era un niño… Expulsé el aire que al parecer había retenido y me acerqué a él, observándolo detenidamente. Fui a alargar una mano hacia su pelo algo desordenado pero entonces reparé en sus manos; armadas. Tragué. — Gracias… La escuché por los caminos. ¿Te has perdido…?
Fruncí el ceño levemente, viendo que sujetaba sin reparos las dagas y traté de pensar. Mi hacha estaba dos pasos detrás de mí, junto al resto de mi ropa y mi bolsa con las hierbas y ungüentos. Pero era un niño… Ladeé la cabeza observándolo y tracé unos pocos pasos girando a su alrededor. Sabía que no podía confiar, era una de las pocas cosas que había aprendido desde que me había atrevido a hacerme partícipe de los caminos y ciudades humanas, varios meses atrás. ¿Cuánto haría…?
Daba lo mismo. Fuese peligroso o no, si no provocaba al muchacho, no habría problemas… No debería haberlos. Además, tenía que hacer un esfuerzo por comprender al resto del mundo si debía extender la palabra de la Madre... ¿Y quien mejor que un muchacho con la mente tierna para hablar sobre ello? Seguro que era un regalo de la diosa, alguien a quien alumbrar con mis palabras y con sus enseñanzas... Tal vez hasta querría aprender a interpretar los designios de la Madre, con sus brebajes y sus ungüentos... — Me llamo Nübian. — dije desde su izquierda, sonriendo.
Nübian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
Demian odiaba cuando tartamudeaba, pero al menos ella no parecía haberse fijado en ese detalle. Sin embargo ese detalle pronto salió de su mente cuando ella alargó su mano sólo para retraerla. Algo le había molestado, algo la había alertado, ya no era alguien de confiar.
Se dio cuenta que llevaba aún las dagas, pero era tarde, ella ya podía considerarse una enemiga hasta nuevo aviso y Demian sabía que un enfrentamiento podía ser inevitable. Aún así, ella no parecía de momento agresiva. Decidió que lo mejor era jugar seguro y buscar reducir el riesgo de un ataque, por lo que se levantó un poco la camisa, revelando el cinturón oculto debajo, donde guardó las dagas lentamente. Por supuesto, alguien como Demian sabía que, llegado el momento, podría desenfundar muy rápido.
—¿Perdido? uhmmm... mi maestro diría que todos estamos perdidos y que la vida se trata de tratar de encontrarnos a nosotros m-mismos —dijo desviando su mirada, pero pronto se pasó su propia mano por la nuca, como excusándose— ... no me escuches, sólo son t-toonterías.
Desde aquel incidente no pasaba día en que no se acordara de su maestro, tanto en sus sueños como en el día, reviviendo una y otra vez la escena en que clavaba su daga traicioneramente en su espalda cuando él más confiaba de su aprendiz.
—Soy Demian —respondió el chico cuando ella mencionó su nombre. Al final un nombre no era nada, no había peligro con revelarlo, pocas personas en el mundo le conocían... o al menos eso creía.
Demian no podía sino sentirse nervioso del hecho que ella girara alrededor suyo, como si fuera un animal salvaje en torno a su presa. Los lobos hacían eso antes de lanzarse a morder, según había leído. Eso le decía que ella le intentaba demostrar superioridad o amenaza, o al menos así lo interpretó.
Aún con una mano detrás de su nuca, procuró girarse hacia ella y mostrar una leve sonrisa, mientras con su magia desprendía el escalpelo que ocultaba en su muñequera y lo hacía flotar escondido entre su cabellera, para luego bajar la mano levemente hasta llevarla a sobarse el cuello, como si estuviera relajado. Era un arma pequeña, pero mantenida muy afilada, especial para ataques sorpresa. Tener su mano cerca del escalpelo le daría la posibilidad de atacar muy rápido.
—Se supone que iba camino a Lunargenta desde Vulwulfar, pero algo me dice que est-te lugar es muy húmedo.
Demian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
El chico reaccionó con lentitud, aunque más que lentitud, parecía tranquilidad. Una pasmosa e inquietante tranquilidad, no podría ser de otro modo cuando se trata de un muchacho que más que muchacho es un niño, que está guardando dos dagas en su cinturón con la mayor normalidad del mundo.
O no sabía lo que tenía entre las manos, o estaba muy habituado a ellas.
Era un niño que estaba en el bosque, eso era otro punto a tener en cuenta, sobre todo si se apoyaba en la tranquilidad con que guardaba aquellas dos armas… Definitivamente, tenía que andarme con cuidado; el chico podría ser mil cosas pero lo que seguro era, es sorprendente.
— ¿Perdido? Uhmmm... mi maestro diría que todos estamos perdidos y que la vida se trata de tratar de encontrarnos a nosotros m-mismos. — Hizo una pausa, ladeé el rostro, pensando que era un planteamiento muy formal, maduro— ..no me escuches, sólo son t-toonterías.
“Tartamudeos…” — pensé. Aquello no hacía sino desconcertarme más aún. ¿Un muchacho que manipula dos armas con total soltura, que niega de manera sutil estar perdido y que sin embargo… ¿Tartamudea? — Soy Demian.
Sonreí. Fuese quien fuese, había guardado sus armas —cerca, pero guardadas— y se había presentado; era un muchacho, y cuanto menos era cortés, así que no debería de haber ningún problema. Lo pensase realmente o no, intentaba convencerme a mí misma de ello, pero algo de aquel encuentro me tenía escamada.
— Se supone que iba camino a Lunargenta desde Vulwulfar, pero algo me dice que est-te lugar es muy húmedo. —Me miraba con una sonrisa tímida, parecía algo confundido o tal vez, avergonzado. A lo mejor no había visto a muchos elfos… O a una mujer; reparé entonces en que iba a medio vestir, en la piel me quedaban restos de la tinta y se podía ver más de ella que de tela.
— ¡Ahhh! ¡Eso es maravilloso! —dije emocionada, dando un pequeño saltito y juntando las palmas de las manos. Después de todo me había habituado a cierta compañía y ahora que viajar sola no era mi rutina... Me alegraba de la posibilidad de tener un acompañante. ¡Y podría enseñarle la palabra de la Madre! — Quiero decir… Yo viajo hasta Vulwulfar… Y sí, este es el pantano, cerca de los bosques del Este, diría que has dado un rodeo interesante… — solté una sonrisilla curiosa y traté de hacer más serio mi rostro, no quería espantarle, no sería la primera vez. — Si quieres, podría acompañarte hasta la península, a fin de cuentas el camino es el mismo… Quién sabe, tal vez aprendamos algo mutuo, ¿no crees?
Me di la vuelta contenta, veloz y recogí la ropa que restaba para ponérmela, antes de sentarme con las piernas cruzadas e instarle a que se acercase.
O no sabía lo que tenía entre las manos, o estaba muy habituado a ellas.
Era un niño que estaba en el bosque, eso era otro punto a tener en cuenta, sobre todo si se apoyaba en la tranquilidad con que guardaba aquellas dos armas… Definitivamente, tenía que andarme con cuidado; el chico podría ser mil cosas pero lo que seguro era, es sorprendente.
— ¿Perdido? Uhmmm... mi maestro diría que todos estamos perdidos y que la vida se trata de tratar de encontrarnos a nosotros m-mismos. — Hizo una pausa, ladeé el rostro, pensando que era un planteamiento muy formal, maduro— ..no me escuches, sólo son t-toonterías.
“Tartamudeos…” — pensé. Aquello no hacía sino desconcertarme más aún. ¿Un muchacho que manipula dos armas con total soltura, que niega de manera sutil estar perdido y que sin embargo… ¿Tartamudea? — Soy Demian.
Sonreí. Fuese quien fuese, había guardado sus armas —cerca, pero guardadas— y se había presentado; era un muchacho, y cuanto menos era cortés, así que no debería de haber ningún problema. Lo pensase realmente o no, intentaba convencerme a mí misma de ello, pero algo de aquel encuentro me tenía escamada.
— Se supone que iba camino a Lunargenta desde Vulwulfar, pero algo me dice que est-te lugar es muy húmedo. —Me miraba con una sonrisa tímida, parecía algo confundido o tal vez, avergonzado. A lo mejor no había visto a muchos elfos… O a una mujer; reparé entonces en que iba a medio vestir, en la piel me quedaban restos de la tinta y se podía ver más de ella que de tela.
— ¡Ahhh! ¡Eso es maravilloso! —dije emocionada, dando un pequeño saltito y juntando las palmas de las manos. Después de todo me había habituado a cierta compañía y ahora que viajar sola no era mi rutina... Me alegraba de la posibilidad de tener un acompañante. ¡Y podría enseñarle la palabra de la Madre! — Quiero decir… Yo viajo hasta Vulwulfar… Y sí, este es el pantano, cerca de los bosques del Este, diría que has dado un rodeo interesante… — solté una sonrisilla curiosa y traté de hacer más serio mi rostro, no quería espantarle, no sería la primera vez. — Si quieres, podría acompañarte hasta la península, a fin de cuentas el camino es el mismo… Quién sabe, tal vez aprendamos algo mutuo, ¿no crees?
Me di la vuelta contenta, veloz y recogí la ropa que restaba para ponérmela, antes de sentarme con las piernas cruzadas e instarle a que se acercase.
Nübian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
No sabía exactamente cómo sentirse al respecto, pero la situación se parecía mucho a cuando se encontró con Eärwen. Ese encuentro terminó en un largo viaje y muchas aventuras. ¿Iba esto también por el mismo camino?. Había cosas en común, claro, como el hecho de que su compañera tuviera orejas largas, pero también había cosas distintas, mientras la primera había sido recatada, esta dejaba ver bastante piel, mientras la primera irradiaba bondad, había un aura distinta en la elfa frente a sus ojos. No podía decir que fuera buena o mala, sólo que había otra actitud.
Y por supuesto, estaba perdido. Sí, se supone que era listo, sabía leer, había crecido aprendiendo, leyendo, estudiando... pero se había perdido. No le podían reclamar, no era un elfo que se manejara en los asuntos de árboles y plantas, ¿no?.
No vengas con bobadas, sabes distinguir el norte del sur gracias al sol, se dijo a sí mismo. Claro, había estado tan ocupado pensando estupideces, divirtiéndose en el camino, que no había reparado un momento en las curvas del camino.
Eso también implicaba una nueva información... sí, estaba peligrosamente cerca del territorio de los elfos... y era un brujo. Debía andarse con cuidado.
Debemos reconocer que Demian miró cuando ella se giró. Vale, que no con la mente sucia que tendréis ustedes, lectores, pero de que miró, miró. Y sí, miró ese trasero cuando caminaba, a eso me refiero, que el chico tiene 12 años, la curiosidad es esperable, ¿no?.
Pero al fin y al cabo hablamos de Demian, el mismo que mataba cachorritos de pequeño, así que pronto su interés se fue hacia otro detalle asociado con la falta de ropa en la elfa. Era tan fácil clavarle el cuchillo en ese momento...
Caminó con ella, bajando sus brazos, pero al mismo tiempo acercando el escalpelo a su mano. Bastaba un corte, enterrarlo profundo a la altura de los riñones, donde no había huesos que pudieran interrumpir la entrada del acero en la carne y donde había muchos órganos vitales que dañar. No moriría de inmediato, pero la victoria se aseguraría con ese sólo ataque.
Con sus pasos silenciosos ya estaba casi sobre ella cuando ella le indicó que se acercara. En ese momento estaba casi por clavarle el escalpelo, pero cuando notó su ademán siquiera de mirarle lo hizo retroceder rápidamente hasta que éste se metió en su escondite, en su muñequera. Había demorado mucho, peor ya tendría otra oportunidad. Podía reconocer que había elfos buenos y le tenía cariño a Eärwen, pero al final siempre era mejor un elfo menos en el mundo, en especial cuando te encuentras lejos de tu hogar y ese elfo podría clavarte una flecha a tus espaldas cuando quisieras.
—Claro, sss-seguro, es mejor viajar acompañado, ¿no?, nunca se sabe los peligros que puedes encontrar, en especial cuando eres sólo un niño
Sonrió de manera inocente, aunque no era muy bueno haciendo el gesto. Su rostro estaba acostumbrado a la neutralidad.
—Yo vivo en Lunargenta, pero me gusta viajar a conocer otros lugares. Decían que Vulwulfar era bonito, pero al final cuando fui a la p-posada unos matones se pusieron a pelear. Tuve que esconderme y tenía m-miedo, así que mejor me vuelvo a mi hogar. Claro que no soy el mejor guía, jeje, que por poco y acabo en Dundarak.
Miró una vez más la tatuada piel de la elfa, pensando en su interior sobre cuál sería el mejor lugar para clavar una daga.
Demian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
— Claro, sss-seguro, es mejor viajar acompañado, ¿no?, nunca se sabe los peligros que puedes encontrar, en especial cuando eres sólo un niño. — asentí sonriendo. El muchacho parecía reacio a tomar confianza, supuse que era normal, a fin de cuentas todo el mundo que había conocido era desconfiado... Quitando tal vez a Circenn, la reacción primera de todos había sido de rechazo y desconfianza.
Cuando los elfos en mi niñez me hablaban de la apatía del mundo exterior y de la frivolidad de este, no terminaba de creerlos… La Madre me había abierto los ojos y tal vez sí que muchas personas fuesen desconfiadas pero, para eso estaba yo ahí, para ayudar a los demás a ver, para que todo el mundo conociese a la Madre y su bondad. — Yo vivo en Lunargenta, pero me gusta viajar a conocer otros lugares. Decían que Vulwulfar era bonito, pero al final cuando fui a la p-posada unos matones se pusieron a pelear. Tuve que esconderme y tenía m-miedo, así que mejor me vuelvo a mi hogar. Claro que no soy el mejor guía, jeje, que por poco y acabo en Dundarak.
— Vaya… Parece una mala experiencia, sobre todo cuando esperas algo de un lugar bonito… ¡Pero Vulwulfar no es todo peleas de taberna! Hay lugares más acogedores... Y en el fondo es tranquilo, a fin de cuentas no es como la gran ciudad. — No dejaba de sonreírle, quería que confiase al menos un poco, yo tenía comida para ambos y él no parecía llevar mucho equipaje. Además, sería realmente incómodo estar mirándonos sin más, sin mediar palabra. — Siéntate; pronto se hará de noche. Puedo prepararte algo para que entres en calor, se me dan bien estas cosas. — le guiñé un ojo, amistosa.
Extraño o no, no dejaba de ser un niño, y los niños eran curiosos. Sentada, volví a palmear el suelo cubierto por la tela de mi equipaje para que se sentase y dejé que él solo decidiese. A fin de cuentas no tenía ninguna obligación, pero me sentía extraña, no quería dejar que se fuese solo por aquel sitio que no conocía, y a mí no me importaba compartir mis bienes. Además, la Madre siempre nos insta a ser bondadosos con el prójimo.
Saqué un un par de frutos naranjas y los fui colocando despacio. — ¿Sabes? He estado a punto de decirte que yo no tengo hogar… Pero, lo que no tengo es una casa, como esas que tenéis vosotros los hombres. Mi hogar son los bosques; mi familia vive en una casa, pero yo prefiero el amparo de la noche, — a continuación unas pocas nueces, y finalmente saqué un pan horneado con miel. Tenía un par de días pero… Estaba dulce, y Demian no dejaba de ser un niño… — Además, no he tenido muy buenas experiencias con las gentes de las ciudades, no me gusta mezclarme… Aunque a veces es inevitable; mi viaje se debe a que necesito nuevos ingredientes. — Sonreí, lo miré y aparté la mirada, observándolo por el rabillo del ojo otra vez y después saqué un par de cuencos, una botellita con aceite y unas piedras de color azul muy vivo, y me dispuse a mis quehaceres con gesto de concentración: froté mis manos con aquel aceite y después las piedras, dejándolas sobre el cuenco, y rebuscando más artilugios en mi bolsa…. En cierto modo fingido, con expectación y curiosidad por la elección del chico.
Cuando los elfos en mi niñez me hablaban de la apatía del mundo exterior y de la frivolidad de este, no terminaba de creerlos… La Madre me había abierto los ojos y tal vez sí que muchas personas fuesen desconfiadas pero, para eso estaba yo ahí, para ayudar a los demás a ver, para que todo el mundo conociese a la Madre y su bondad. — Yo vivo en Lunargenta, pero me gusta viajar a conocer otros lugares. Decían que Vulwulfar era bonito, pero al final cuando fui a la p-posada unos matones se pusieron a pelear. Tuve que esconderme y tenía m-miedo, así que mejor me vuelvo a mi hogar. Claro que no soy el mejor guía, jeje, que por poco y acabo en Dundarak.
— Vaya… Parece una mala experiencia, sobre todo cuando esperas algo de un lugar bonito… ¡Pero Vulwulfar no es todo peleas de taberna! Hay lugares más acogedores... Y en el fondo es tranquilo, a fin de cuentas no es como la gran ciudad. — No dejaba de sonreírle, quería que confiase al menos un poco, yo tenía comida para ambos y él no parecía llevar mucho equipaje. Además, sería realmente incómodo estar mirándonos sin más, sin mediar palabra. — Siéntate; pronto se hará de noche. Puedo prepararte algo para que entres en calor, se me dan bien estas cosas. — le guiñé un ojo, amistosa.
Extraño o no, no dejaba de ser un niño, y los niños eran curiosos. Sentada, volví a palmear el suelo cubierto por la tela de mi equipaje para que se sentase y dejé que él solo decidiese. A fin de cuentas no tenía ninguna obligación, pero me sentía extraña, no quería dejar que se fuese solo por aquel sitio que no conocía, y a mí no me importaba compartir mis bienes. Además, la Madre siempre nos insta a ser bondadosos con el prójimo.
Saqué un un par de frutos naranjas y los fui colocando despacio. — ¿Sabes? He estado a punto de decirte que yo no tengo hogar… Pero, lo que no tengo es una casa, como esas que tenéis vosotros los hombres. Mi hogar son los bosques; mi familia vive en una casa, pero yo prefiero el amparo de la noche, — a continuación unas pocas nueces, y finalmente saqué un pan horneado con miel. Tenía un par de días pero… Estaba dulce, y Demian no dejaba de ser un niño… — Además, no he tenido muy buenas experiencias con las gentes de las ciudades, no me gusta mezclarme… Aunque a veces es inevitable; mi viaje se debe a que necesito nuevos ingredientes. — Sonreí, lo miré y aparté la mirada, observándolo por el rabillo del ojo otra vez y después saqué un par de cuencos, una botellita con aceite y unas piedras de color azul muy vivo, y me dispuse a mis quehaceres con gesto de concentración: froté mis manos con aquel aceite y después las piedras, dejándolas sobre el cuenco, y rebuscando más artilugios en mi bolsa…. En cierto modo fingido, con expectación y curiosidad por la elección del chico.
Nübian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
—En todos los lados muere gente, he est-tado en el norte, muerte... en el sur, muerte... en Sacrestic... muerte... la muerte está en todos lados, hay gente dispu-puesta a matar en cada rincón de Aerandir —comenta con tranquilidad— Nunca sabes si la persona que está junto a ti puede estar pensando en matarte en ese mismo instante.
Entonces se sienta. Le han ofrecido comida y, bueno, tiene 12 años y necesita crecer, que por cierto necesita crecer, que es bajo para su edad, así que al menos puede posponer el asesinato hasta estar con la barriga llena.
Cuando ella dijo que haría algo para que entrara en calor se imaginó algo caliente, pero tampoco se veía mal lo que sacó. Al menos el pan horneado rompía con la rutina de sacar cosas del bosque, lo que era bien recibido. Por experiencia sabía que las elfas podían ser buenas en ese tipo de cosas, así que confió en que sabría bien.
—No se si cuenta como casa lo que tengo... aunque tiene techo, sí... y muros, vale... sí, creo que c-cuenta como casa. Igual vivir en los bosques tiene su lado malo, hace frío, llueve, te pican los bichos... y ¿dónde dejarías los libros? al aire libre se harían pedazos muy pronto. No hay como una buena cama para dormir.
Se sentó a su lado y tomó un trozo de ese pan, dando un buen mordisco. No sabía nada de mal y tenía hambre, así que siguió, probando también de la fruta.
En eso notó que ella comenzaba a realizar extraños procedimientos. Ya había servido comida, por lo que no parecía que estuviese cocinando, pero había cosas llamativas, como usar unos aceites sacar unas piedras de color vivo. No sabía muy bien de qué iba todo, pero de pronto sentía una curiosidad mayor a su impulso de rajarla como una saco de arena. Era el momento perfecto para apuñalarla, pero si lo hacía no podría saber jamás qué estaba haciendo, así que era mejor esperar.
Claro que no era fácil, una parte suya quería usar sus dagas ya y dejarse de todo ese lío, así que sólo había una cosa que podía hacer, algo que llevaba unos días sin hacer. Así como ella parecía ocupada, él también de pronto se salió de lo esperable. Se cruzó de piernas sentado, hizo descansar sus manos sobre sus rodillas, su espalda recta y sus ojos cerrados, pero no apretados.
Y fue uno con el universo.
Su maestro le había enseñado desde pequeño dos cosas contradictorias. Por un lado a matar, por el otro a controlarse. Era un delicado equilibrio estar mezclado con la muerte y saber mantener la cordura, por lo que la práctica de la meditación era una extraña, pero eficaz, manera de lograr el cometido.
Estar en ese estado no era estar ausente, de cualquier manera, sino al contrario, tener sus sentidos completamente abiertos, de modo que seguía atento a lo que ella hacía, aunque dando tiempo para ambos.
Demian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
Escuché sus palabras mientras hablaba, entretenida en preparar un bebedizo para reconfortar el cuerpo, uno de tantos que la Madre me había enseñado y que seguro sentaría bien a ambos, la noche era más húmeda en el pantano, al menos hasta que llegasen a tierras más secas.
El chico comía, recién sentado junto a mí. Esbocé una sonrisa tímida y asentí mientras él continuaba contándome sobre lo que parecía su hogar — No sé si cuenta como casa lo que tengo... aunque tiene techo, sí... y muros, vale... sí, creo que c-cuenta como casa. Igual vivir en los bosques tiene su lado malo, hace frío, llueve, te pican los bichos... y ¿dónde dejarías los libros? Al aire libre se harían pedazos muy pronto. No hay como una buena cama para dormir.
Dejé escapar una risa aguda mientras afirmaba con la cabeza y me rascaba un lado de la cabeza. — Sí… Realmente, tienes razón. En parte, únicamente. No tengo libros que transportar… No por los bosques. En Lunargenta hay una botica que me permite leer sus ejemplares de cuando en cuando, todo lo demás… —toqué mi sien izquierda y puse un gesto agudo, sonriéndole, mirándole a los ojos y entrecerrando los míos— está aquí dentro. De aquí no se escapa. A veces resulta frío, o llueve… ¿Pero acaso no llueve también por los caminos? ¿Acaso no hay labriegos que sufren de la rabia de sus animales? ¿O sus pulgas? Yo estoy habituada. Soy una con este lugar.
Señalé a mí alrededor y saqué de la bolsa una botellita pequeña con restos de una pasta anaranjada. Demian se había puesto a… Lo que parecía meditar, de piernas cruzadas y ojos cerrados. Me levanté hasta el borde de la charca y traje unas hojas violáceas al cabo de unos minutos. Las machaqué, las puse en el cuenco junto a las piedras aceitadas, y después lo llevé hasta el agua para ponerle un poco y cubrir el cuenco.
¡Estaba listo! Sí que lo estaba. Ahora solo tendríamos que esperar a que apareciese la madre para tomarlo bajo su influjo.
Me acerqué a Demian con el cuenco en las manos y me arrodillé junto a él, sonriendo. — Eh, Demian. ¿Tienes frío? Te dije que podrías entrar en calor. Antes me has hablado de los libros y las inclemencias del tiempo, pero la Madre Luna no deja que me pase nada. ¿Ves? — dije, alzando el cuenco para que pudiese observar.
-
Off: es corto, por que puse no estoy en posición de metarolear ni avanzar la acción, supongo que puede ocurrir de todo.
El chico comía, recién sentado junto a mí. Esbocé una sonrisa tímida y asentí mientras él continuaba contándome sobre lo que parecía su hogar — No sé si cuenta como casa lo que tengo... aunque tiene techo, sí... y muros, vale... sí, creo que c-cuenta como casa. Igual vivir en los bosques tiene su lado malo, hace frío, llueve, te pican los bichos... y ¿dónde dejarías los libros? Al aire libre se harían pedazos muy pronto. No hay como una buena cama para dormir.
Dejé escapar una risa aguda mientras afirmaba con la cabeza y me rascaba un lado de la cabeza. — Sí… Realmente, tienes razón. En parte, únicamente. No tengo libros que transportar… No por los bosques. En Lunargenta hay una botica que me permite leer sus ejemplares de cuando en cuando, todo lo demás… —toqué mi sien izquierda y puse un gesto agudo, sonriéndole, mirándole a los ojos y entrecerrando los míos— está aquí dentro. De aquí no se escapa. A veces resulta frío, o llueve… ¿Pero acaso no llueve también por los caminos? ¿Acaso no hay labriegos que sufren de la rabia de sus animales? ¿O sus pulgas? Yo estoy habituada. Soy una con este lugar.
Señalé a mí alrededor y saqué de la bolsa una botellita pequeña con restos de una pasta anaranjada. Demian se había puesto a… Lo que parecía meditar, de piernas cruzadas y ojos cerrados. Me levanté hasta el borde de la charca y traje unas hojas violáceas al cabo de unos minutos. Las machaqué, las puse en el cuenco junto a las piedras aceitadas, y después lo llevé hasta el agua para ponerle un poco y cubrir el cuenco.
¡Estaba listo! Sí que lo estaba. Ahora solo tendríamos que esperar a que apareciese la madre para tomarlo bajo su influjo.
Me acerqué a Demian con el cuenco en las manos y me arrodillé junto a él, sonriendo. — Eh, Demian. ¿Tienes frío? Te dije que podrías entrar en calor. Antes me has hablado de los libros y las inclemencias del tiempo, pero la Madre Luna no deja que me pase nada. ¿Ves? — dije, alzando el cuenco para que pudiese observar.
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Off: es corto, por que puse no estoy en posición de metarolear ni avanzar la acción, supongo que puede ocurrir de todo.
Nübian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
El mundo y él eran una sola cosa, desde aquel pájaro que alegremente revoloteaba en torno a una hembra, hasta la flor que intentaba asomar entre la hierba, a pesar de haber sido pisoteada por algún animal. El sonido de la piedra chocando con un mortero no era más importante que el agua salpicar de vez en cuando en sincronía con los intentos de un pez de coger un bicho en la superficie. El último no había tenido suerte.
Era una necesidad para el niño, si no lo hacía las consecuencias eran graves, se salía de control su lado asesino, buscaba la sangre, en cambio en ese estado podía regularse, tranquilizarse y dejar que su lado más humano apareciera, en lo posible.
—¿Frío?, no realmente —contestó sin abrir los ojos— el frío está en la mente de cada uno, decía mi maestro, si controlas la mente controlas todo.
Claro, había más en esa frase que el sólo autocontrol, para un ilusionista el control sobre el pensamiento de los otros era su arma más poderosa.
Se vio entonces llevado a abrir los ojos. No podía olvidar que estaba con alguien y la gente no le suele gustar que te pongas a meditar sin más, ignorándoles por completo. Ella estaba frente a él, sosteniendo un cuenco con alguna especie de pasta anaranjada.
Cuando te crías en un templo de estricta disciplina aprendes un par de cosas, una de esas es a no quejarte de la comida, por lo demás, Eärwen solía preparar cosas muy buenas, así que no había motivo real para desconfiar de lo que fuera que la elfa le estaba ofreciendo. Se encogió de hombros, acercó sus manos al recipiente e ingirió un poco de la preparación.
Al principio el sabor no le gustó para nada, era algo aceitoso con amargo y otros sabores que costaba identificar. Ciertamente un añadido de azúcar podría haber hecho maravillas, mas el chico no quiso mostrar debilidad y, estoicamente, tragó lo más rápido que pudo.
Tardó varios tragos de saliva poder hacer más pasable el gusto de su boca, pero era como si aquella sustancia hubiera incluso adormecido su lengua. De pronto dejó escapar un eructo. No podemos decir que Demian fuera alguien de la alta sociedad, pero tampoco eran de los de eructar frente a una dama, había algo más en ese acto, una falta de control de su esófago, una sensación repentina de malestar.
Se puso rápidamente de pie y retrocedió unos pasos, notando que algo andaba mal. Sacó nuevamente sus dagas, sosteniéndolas firmemente en sus manos.
—¿Q-qué me has d-ddd-ado? —preguntó con dificultad.
En su mente sólo había una explicación, su enemigo le había engañado y le había dado alguna especie de veneno. Intentó localizarla para atacarla, pero de pronto todo daba vueltas, no estaba seguro para dónde estaba el frente o los lados, o si la elfa estaba allí. Claro que estaba allí, pero al otro lado también, pero al mismo tiempo no estaba en ningún lado.
Lanzó algunos tajos al aire, desesperado y asustado.
Demian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
Siendo sincera, no sé en qué estaba pensando. No sé en qué demonios estaba pensando para darle algo así a alguien que no tiene costumbre ni tampoco conocimiento de la Madre ni de sus enseñanzas.
Al principio todo fue bien, como cabía esperar le costó un poco tragar por el extraño sabor pero después un sonoro eructo demostró que el líquido pastoso había llegado a buen término. Solté una risita aguda y junté las manos esperando que él comprendiese también, al igual que yo, los designios de la madre.
Era la primera vez que ofrecía mis preparados, bueno, los de la madre a alguien de tan corta edad. Antaño una vez los probó una mujer en los caminos que estaba convaleciente, a la cual encontré en la orilla de un camino. La habían ayudado a dormir después de una hora de extraños balbuceos y temblores a ojos cerrados, con el sudor recubriendo su piel.
Aquel... Aquel era una pócima sencilla, para entrar en calor. Los aceites en las piedras junto a una de las hierbas producían ese efecto, el resto te ayudaban a hallar el estado de consonancia con la madre, un estado en el que olvidar el frío, el dolor, los pensamientos... Solo la noche, los sonidos y la Madre. Era reconfortante... Lo era al menos para mi.
De modo que me sorprendí, claro que me sorprendí cuando el niño se levantó y deambuló hacia atrás tambaleante, pero con sus armas firmemente sostenidas. — ¿Q-qué me has d-ddd-ado?
— Por el cielo... Demian.. Debes estar tranquilo, solo debes evitar cualquier movimiento para poder llegar a la paz con tu alma y con la Madre... Es solo un preparado reconfortante, para entrar en calor. — me detuve y retrocedí unos pasos algo asustada, viendo cómo agitaba a ciegas sus armas.— ¡No! No, ¡para! ¡No tienes que hacer eso...!
Me agobié, tropecé con mis propias cosas y me moví agilmente describiendo un círculo a su alrededor, amplio, tratando de lidiar con la persona pequeña, asustada y ofendida que tenía delante. — Tranquilo, sentirás... algo extraño, creerás que todo se derrumba, que todo da vueltas y que los colores se funden pero solo tienes que dejarte llevar.. cerrar los ojos y sentarte. En el agua... e-en el agua sienta mejor.. ¿Vale? No.. no quiero hacerte daño. — dije, expectante, en un intento sincero por detener esos tajos, lamentándome por no ser más precavida.
Off: Dem! Lo sé, lo sé, soy horrible y he tardado una semana. Pero mi semana también lo ha sido u.u espero que puedas perdonarme.. Te dejo que hieras a mi elfa(?)
Al principio todo fue bien, como cabía esperar le costó un poco tragar por el extraño sabor pero después un sonoro eructo demostró que el líquido pastoso había llegado a buen término. Solté una risita aguda y junté las manos esperando que él comprendiese también, al igual que yo, los designios de la madre.
Era la primera vez que ofrecía mis preparados, bueno, los de la madre a alguien de tan corta edad. Antaño una vez los probó una mujer en los caminos que estaba convaleciente, a la cual encontré en la orilla de un camino. La habían ayudado a dormir después de una hora de extraños balbuceos y temblores a ojos cerrados, con el sudor recubriendo su piel.
Aquel... Aquel era una pócima sencilla, para entrar en calor. Los aceites en las piedras junto a una de las hierbas producían ese efecto, el resto te ayudaban a hallar el estado de consonancia con la madre, un estado en el que olvidar el frío, el dolor, los pensamientos... Solo la noche, los sonidos y la Madre. Era reconfortante... Lo era al menos para mi.
De modo que me sorprendí, claro que me sorprendí cuando el niño se levantó y deambuló hacia atrás tambaleante, pero con sus armas firmemente sostenidas. — ¿Q-qué me has d-ddd-ado?
— Por el cielo... Demian.. Debes estar tranquilo, solo debes evitar cualquier movimiento para poder llegar a la paz con tu alma y con la Madre... Es solo un preparado reconfortante, para entrar en calor. — me detuve y retrocedí unos pasos algo asustada, viendo cómo agitaba a ciegas sus armas.— ¡No! No, ¡para! ¡No tienes que hacer eso...!
Me agobié, tropecé con mis propias cosas y me moví agilmente describiendo un círculo a su alrededor, amplio, tratando de lidiar con la persona pequeña, asustada y ofendida que tenía delante. — Tranquilo, sentirás... algo extraño, creerás que todo se derrumba, que todo da vueltas y que los colores se funden pero solo tienes que dejarte llevar.. cerrar los ojos y sentarte. En el agua... e-en el agua sienta mejor.. ¿Vale? No.. no quiero hacerte daño. — dije, expectante, en un intento sincero por detener esos tajos, lamentándome por no ser más precavida.
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Off: Dem! Lo sé, lo sé, soy horrible y he tardado una semana. Pero mi semana también lo ha sido u.u espero que puedas perdonarme.. Te dejo que hieras a mi elfa(?)
Nübian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
Demian se ríe de pronto, aunque no está seguro por qué. Todo lo que pasa es muy raro, ¿qué tipo de veneno le han dado?, es como si no pudiera percibir bien nada de lo que ocurre a su alrededor.
—No te acerques o t-t-te mat-to —dice comenzando a sentir un inexplicable miedo.
Está seguro que la elfa planea algo y no comprende bien lo que ella dice. Sus oídos escuchan las palabras, las entienden perfectamente, pero es como si en algún punto de su mente el proceso se detuviera y no llegara a procesar el significado de la frase. Por algún motivo eso resulta jodidamente chistoso, aunque Demian lucha por no reírse dado el peligro en que se encuentra, o al menos en el que cree estar.
—¿Desde c-cuándo las elf-f-ffas son tan feas? —pregunta con una expresión confusa en el rostro.
Entonces, como si de pulsos se tratara, vuelve de pronto el miedo y vuelve a lanzar cortes al aire, casi como un gato de espaldas que trata de defenderse a toda costa. Se da cuenta de pronto de la futilidad de sus cortes y es capaz de ordenar su mente para poner en marcha algo más real. Le cuesta más trabajo que de costumbre, pero recurre a su capacidad de generar ilusiones tras acumular su energía mágica.
El resultado no es como se pudiera esperar. Se supone que ha creado una copia de Nübian, pero ésta luce extraña. Tiene un pecho notoriamente más grande que el otro, lo mismo que un ojo que mira en dirección contraria al otro. El pelo está de puntas en distintas direcciones y en la mandíbula hay una segunda boca, más pequeña. Los colores de la piel cambian en distintos puntos y tiene 8 dedos en cada mano.
La verdad es que es una copia fiel a lo que Demian percibe en ese instante.
La copia existe para un único fin y se da de inmediato a la tarea de ello, atacará directamente a Nübian. En las manos de la copia se observa un brillo como un vapor morado. El verdadero, en tanto, toca con su espalda un árbol y parece de pronto intimidado por aquel, lanzándole unos cortes desesperados a la corteza, aunque al notar que no son efectivos retrocede asustado, mirando cada árbol con desconfianza.
—No les t-t-tengo miedo —dice desafiante.
Off: Demian ha usado su habilidad de nivel 4, la cual crea una copia que atacará al objetivo por 2 turnos o hasta recibir 2 ataques. La copia es semi-intangible, incapaz de hacer daño directamente, pero el vapor en sus manos realiza daño mágico.
Demian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
—No te acerques o t-t-te mat-to. — La frase retumbaba en mi cabeza mientras trataba de despejar mi mente y hacer algo, pronto. Era necesario que fuese pronto. Ni Demian ni yo teníamos por qué salir heridos y estaba segura de que aquel había sido un malentendido.
Me moví, alejada de él todo cuanto pude, al borde del estanque y con las manos extendidas. No quería coger el arma; aquello tenía toda la pinta de incomprensión, inseguridad y defensa. Estaba claro. Le había dado al chico aquella bebida y no me había dado tiempo a explicarle cómo tenía que proceder después, cómo tenía que actuar para que la madre se comunicara con él y pudiese poner su cuerpo y su alma en paz, en consonancia con aquel remanso húmedo en medio del bosque.
¡Qué tonta había sido! El suyo era un cuerpo más pequeño, le había afectado más, y además más velozmente… Y ahora estaba desorientado. Por todos los dioses. ¿Cómo se me había ocurrido aquello sin preguntarle antes…? Era un niño armado en medio de un bosque, ¡armado! Y yo, pensando todo el tiempo en que todo saliese bien, en que ninguno pasase frío ni hambre me había olvidado de lo más importante: el tacto, comunicarle los efectos de mi bebedizo… La madre estaría insatisfecha, seguro.
Pero aún no estaba todo perdido, tenía que arreglar aquello…
Si cogía el arma, él se sentiría más ofendido y tal vez fuese peor, de modo que traté de respirar hondo y serenarnos a ambos. — Demian, escúchame, por todos los dioses, esto ha sido un malentendido, ¿vale? ¿De acuerdo? No quiero hacerte daño, solamente quería…
—¿Desde c-cuándo las elf-f-ffas son tan feas? — torcí el gesto, mirándole al tiempo que trataba de comprender. A saber lo que estaría viendo… Pobre niño. Me sentí culpable y responsable. Y justo después, una copia mala de mi se materializó justo a su lado, frente a mi. Di gracias a la Madre de estar lejos.
Chillé sorprendida, era extraña, siniestra y deforme… Y no era la primera copia de mi que veía. — ¡¿Qué demonios es eso?! Detente… ¡Demian! Por favor. ¡Reacciona! — la copia barata de mí se acercaba con la mirada fija en ninguna parte, lanzando tajos a diestro y siniestro. Volví a chillar rodando a última hora por el suelo con esfuerzo después de ser alcanzada en un hombro por la copia y me coloqué cerca de los árboles, midiendo lo que parecía un corte medianamente profundo. El chico estaba más cerca, a escasos tres metros de mí, volteándose contra los árboles.
—No les t-t-tengo miedo.
— ¡Pues claro que no! ¡Son árboles! Demian, escúchame, ¡por favor! Siéntate, relájate y no te dejes vencer por aquello que ves, ¡todo está en tu cabeza! Eres más fuerte que eso. —contesté agitada, sin quitarle ojo al deforme proyecto de elfo que volvía a acercarse a paso firme hasta mi posición, con lo que volví a describir un círculo muy amplio corriendo alrededor de Demian para empuñar mi hacha sin otro remedio, por poco que me gustase. La herida en cambio dolía, dolía de forma aguda y no abrasiva como debía ser… Una expresión de dolor cruzaba a cada poco mi rostro, acentuada con la carrera. Aquello no me olía bien, menos aun cuando me percaté del extraño fulgor morado que dejaba la elfa cuando corría tras de mí. Y volvía, otra vez. Empuñé el hacha finalmente, sin ánimos de ceder ante aquella extraña proyección de quien ahora sabía era un pequeño brujo bastante potente. — ¡Demian! —apremié; aquello parecía el cuento de nunca acabar…
Me moví, alejada de él todo cuanto pude, al borde del estanque y con las manos extendidas. No quería coger el arma; aquello tenía toda la pinta de incomprensión, inseguridad y defensa. Estaba claro. Le había dado al chico aquella bebida y no me había dado tiempo a explicarle cómo tenía que proceder después, cómo tenía que actuar para que la madre se comunicara con él y pudiese poner su cuerpo y su alma en paz, en consonancia con aquel remanso húmedo en medio del bosque.
¡Qué tonta había sido! El suyo era un cuerpo más pequeño, le había afectado más, y además más velozmente… Y ahora estaba desorientado. Por todos los dioses. ¿Cómo se me había ocurrido aquello sin preguntarle antes…? Era un niño armado en medio de un bosque, ¡armado! Y yo, pensando todo el tiempo en que todo saliese bien, en que ninguno pasase frío ni hambre me había olvidado de lo más importante: el tacto, comunicarle los efectos de mi bebedizo… La madre estaría insatisfecha, seguro.
Pero aún no estaba todo perdido, tenía que arreglar aquello…
Si cogía el arma, él se sentiría más ofendido y tal vez fuese peor, de modo que traté de respirar hondo y serenarnos a ambos. — Demian, escúchame, por todos los dioses, esto ha sido un malentendido, ¿vale? ¿De acuerdo? No quiero hacerte daño, solamente quería…
—¿Desde c-cuándo las elf-f-ffas son tan feas? — torcí el gesto, mirándole al tiempo que trataba de comprender. A saber lo que estaría viendo… Pobre niño. Me sentí culpable y responsable. Y justo después, una copia mala de mi se materializó justo a su lado, frente a mi. Di gracias a la Madre de estar lejos.
Chillé sorprendida, era extraña, siniestra y deforme… Y no era la primera copia de mi que veía. — ¡¿Qué demonios es eso?! Detente… ¡Demian! Por favor. ¡Reacciona! — la copia barata de mí se acercaba con la mirada fija en ninguna parte, lanzando tajos a diestro y siniestro. Volví a chillar rodando a última hora por el suelo con esfuerzo después de ser alcanzada en un hombro por la copia y me coloqué cerca de los árboles, midiendo lo que parecía un corte medianamente profundo. El chico estaba más cerca, a escasos tres metros de mí, volteándose contra los árboles.
—No les t-t-tengo miedo.
— ¡Pues claro que no! ¡Son árboles! Demian, escúchame, ¡por favor! Siéntate, relájate y no te dejes vencer por aquello que ves, ¡todo está en tu cabeza! Eres más fuerte que eso. —contesté agitada, sin quitarle ojo al deforme proyecto de elfo que volvía a acercarse a paso firme hasta mi posición, con lo que volví a describir un círculo muy amplio corriendo alrededor de Demian para empuñar mi hacha sin otro remedio, por poco que me gustase. La herida en cambio dolía, dolía de forma aguda y no abrasiva como debía ser… Una expresión de dolor cruzaba a cada poco mi rostro, acentuada con la carrera. Aquello no me olía bien, menos aun cuando me percaté del extraño fulgor morado que dejaba la elfa cuando corría tras de mí. Y volvía, otra vez. Empuñé el hacha finalmente, sin ánimos de ceder ante aquella extraña proyección de quien ahora sabía era un pequeño brujo bastante potente. — ¡Demian! —apremié; aquello parecía el cuento de nunca acabar…
Nübian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
Se percató que estaba rodeado por todos lados, los árboles definitivamente estaban en su contra, seguro a consecuencia de ser un brujo. Era sabido que los elfos los controlaban, aunque no recordaba haber visto árboles tan siniestros en su vida. Esa rama seguro era una garra y esos ojos, sí, ojos por todos lados... ¿cuántos ojos se supone que debía tener un árbol?.
Retrocedió, pero no había dónde huir. Vio a las elfas pelear y se confundió. A pesar de que estaba consciente de haber invocado a una copia, le pareció que lo que había allí eran otras personas, no la elfa que conocía. ¿Dónde habría ido ella?.
—¡Dejadme en p-p-paz! —gritó a todo pulmón.
Entonces sus ojos parecieron comenzar a bailar, mirando de lado a lado, atento a un posible ataque de los árboles, mientras su corazón se aceleraba más y más, lo mismo que su respiración. Sudaba copiosamente.
Y le vio.
Era un hombre de talante serio y de edad avanzada, aunque firme, como si supiera que podría ganarle una carrera a cualquier muchacho joven. Sus canas estaban cuidadosamente peinadas hacia atrás, pero más en un estilo que denotaba clase y autoridad que en un afán por lucir arreglado. Vestía una especie de túnica o capa por sobre una armadura de cuero de cuerpo completo.
—M-m-aestro... yo... usted... no pu-puede... eee-sst-tar... vivo... yo... usted... lo v-vi morir —dijo el chico impresionado.
El hombre caminó un par de pasos, pero luego su cuerpo empezó a deformarse, apareciendo numerosos gusanos por toda su piel, como si fuera un cadáver viejo y podrido. La piel además se tornó negra, como si hubiera sido quemada. Un poco de humo salió de su cabeza, pero pronto todo el cuerpo se incendió, aunque los gusanos parecían no quemarse.
—Lo siento... yo... t-tu-tuve q-que
No alcanzó a terminar de decirlo, de pronto sus ojos brillaron con un resplandor púrpura y una serie de imágenes sin sentido le rodeo. Había rostros de personas, colores, escenas de muerte, sangre, cachorros descuartizados, pero también pequeños y fugaces cuadros de amistad, incluso lo que parecía una suerte de colección de fotos de él cuando era más pequeño y su maestro, como si fuera un padre, pero cada escena pasaba muy rápido y era borrosa, costaba distinguir lo que ocurría y todo resultaba más bien como una mezcla confusa sin sentido.
Cayó al piso de espalda, inconsciente y comenzó a convulsionar unos segundos, pero luego todo cesó. Abrió los ojos, pero costaba saber si había recuperado la conciencia o no o si aún veía alucinaciones o no, sólo era claro que respiraba muy agitado, tanto que era como si no pudiera oxigenarse bien, y sudaba como un caballo de carreras.
Off: Todo lo del maestro y las imágenes fueron ilusiones no sólo visibles para Demian, sino también probablemente para Nübian.
Demian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
– ¡No! –Volví a chillar mientras la pseudo elfa se avalanzaba sobre mi otra vez. Era blanda, de un extraño tejido que casi permitía ser moldeada, pero a la vez mis ojos no dejaban de verla como tal, por mucho que la apretase. Traté de ladear sus manos con puñales y mentalidad fija en tratar de herirme. Cogí el hacha e hice fuerza hacia un lado para tratar de empujarla pero resbalé, bajo ella. El hombro me escocía, hacía frío y me ardía el brazo, y mientras tanto Demian estaba más allá, agobiado entre los árboles.
Y todo por mi culpa.
Estaba muy harta de aquello. Me incorporé con expresión de fastidio y enfado y traté de agarrar a la elfa de los cabellos forcejeando hasta que terminó en el agua, impregnándola curiosamente de un extraño tono púrpura, y quedándose estática en una textura parecida a la sal. La miré parpadeando unos instantes, ladeando el rostro tremendamente extrañada ante lo que estaba viendo. Jadeaba; sujeté el hacha de nuevo y me di la vuelta rápidamente ante la voz del niño.
– M-m-aestro... yo... usted... no pu-puede... eee-sst-tar... vivo... yo... usted... lo v-vi morir. – La visión era completamente asquerosa. Un hombre de mediana edad, maduro y de aspecto erudito se moría delante de ambos, calcinado y completamente comido por cientos de larvas. Me recorrió un escalofrío, y cuando terminó de quemarse, ante la visión aún viva de los insectos no pude más que chillar, agobiada, respirando con dificultad y sosteniendo con fuerza el hacha, con los nudillos blancos. – ¡No! No, no, no, ¡NO!
Repetía aquello sin ton ni son, sin sentido, y es que me encontraba bloqueada ante la posibilidad de que la Madre pudiese permitir aquellas extrañas visiones, que encima parecían reales, ¡y es que eran reales!
– Lo siento... yo... t-tu-tuve q-que. – "El chico, –me dije– él no tiene por qué pasar por esto". – ¡Demian!
De nuevo había hecho mal, pero él no tenía por qué sufrir aquello ni tampoco tenía por qué llevarse una errónea visión de lo que suponía la madre. Tragué y me acerqué a él corriendo, al tiempo que veía su cara pelidecer, sus ojos moverse con un extraño brillo púrpura y supe que aunque no supiese qué hacer, aunque no hubiese nada útil que yo pudiese intentar, no debía dejar pasar más tiempo.
– Vamos... – lo cogí de ambos brazos cuando apenas rozó el suelo y lo atraje hacia mi, sin atreverme casi a mirar las extrañas y horrorosas imágenes que nacían a su alrededor. Tangibles, irradiando un olor distinto cada una, fuertes, vigorosas pero a la vez inexistentes, yo sabía que lo eran, que solo estaban en la cabeza... Atraje hacia mí al muchacho y rodeé su cuerpo con el mío en un intento vano de protección absurda, porque aunque comenzaba a intuirlo, no comprendía cómo puede materializarse –o al menos a medias– aquello que está en la cabeza. La Madre había proyectado parte del interior del chico en vez de a sí misma, y sospechaba que una pizca de descontrol y algunos gramos de magia eran los ingredientes de aquella extraña vivencia.
El olor a sangre sin embargo se colaba por mi nariz, las visiones de aquellos pobres animales, el olor a quemado de aquella figura de hombre tapaban las imágenes que pasaban fugaces. – Tienes que volver en ti, chiquillo... Vamos, no es real, no es real... Puedes hacerlo... – murmuraba, tal vez más en un intento de consolarme a mi ante el pavor de poder ocasionar mal alguno que de reanimarle; lo atraje hasta mi bolsa y saqué una caltimplora de agua con la que mojé mis manos para pasarlas por su rostro.– Venga... Esto no tenía que haber sido así...
Y todo por mi culpa.
Estaba muy harta de aquello. Me incorporé con expresión de fastidio y enfado y traté de agarrar a la elfa de los cabellos forcejeando hasta que terminó en el agua, impregnándola curiosamente de un extraño tono púrpura, y quedándose estática en una textura parecida a la sal. La miré parpadeando unos instantes, ladeando el rostro tremendamente extrañada ante lo que estaba viendo. Jadeaba; sujeté el hacha de nuevo y me di la vuelta rápidamente ante la voz del niño.
– M-m-aestro... yo... usted... no pu-puede... eee-sst-tar... vivo... yo... usted... lo v-vi morir. – La visión era completamente asquerosa. Un hombre de mediana edad, maduro y de aspecto erudito se moría delante de ambos, calcinado y completamente comido por cientos de larvas. Me recorrió un escalofrío, y cuando terminó de quemarse, ante la visión aún viva de los insectos no pude más que chillar, agobiada, respirando con dificultad y sosteniendo con fuerza el hacha, con los nudillos blancos. – ¡No! No, no, no, ¡NO!
Repetía aquello sin ton ni son, sin sentido, y es que me encontraba bloqueada ante la posibilidad de que la Madre pudiese permitir aquellas extrañas visiones, que encima parecían reales, ¡y es que eran reales!
– Lo siento... yo... t-tu-tuve q-que. – "El chico, –me dije– él no tiene por qué pasar por esto". – ¡Demian!
De nuevo había hecho mal, pero él no tenía por qué sufrir aquello ni tampoco tenía por qué llevarse una errónea visión de lo que suponía la madre. Tragué y me acerqué a él corriendo, al tiempo que veía su cara pelidecer, sus ojos moverse con un extraño brillo púrpura y supe que aunque no supiese qué hacer, aunque no hubiese nada útil que yo pudiese intentar, no debía dejar pasar más tiempo.
– Vamos... – lo cogí de ambos brazos cuando apenas rozó el suelo y lo atraje hacia mi, sin atreverme casi a mirar las extrañas y horrorosas imágenes que nacían a su alrededor. Tangibles, irradiando un olor distinto cada una, fuertes, vigorosas pero a la vez inexistentes, yo sabía que lo eran, que solo estaban en la cabeza... Atraje hacia mí al muchacho y rodeé su cuerpo con el mío en un intento vano de protección absurda, porque aunque comenzaba a intuirlo, no comprendía cómo puede materializarse –o al menos a medias– aquello que está en la cabeza. La Madre había proyectado parte del interior del chico en vez de a sí misma, y sospechaba que una pizca de descontrol y algunos gramos de magia eran los ingredientes de aquella extraña vivencia.
El olor a sangre sin embargo se colaba por mi nariz, las visiones de aquellos pobres animales, el olor a quemado de aquella figura de hombre tapaban las imágenes que pasaban fugaces. – Tienes que volver en ti, chiquillo... Vamos, no es real, no es real... Puedes hacerlo... – murmuraba, tal vez más en un intento de consolarme a mi ante el pavor de poder ocasionar mal alguno que de reanimarle; lo atraje hasta mi bolsa y saqué una caltimplora de agua con la que mojé mis manos para pasarlas por su rostro.– Venga... Esto no tenía que haber sido así...
Nübian
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
El contacto humano era una sensación extraña, pero más aún cuando desde pequeño te has acostumbrado a desconfiar de todo roce, de modo que cuando Demian abrió sus ojos y notó que la elfa no sólo seguía con vida, sino que estaba encima suyo, intentando ahogarle para quitarle la vida, no lo pensó dos veces, inmediatamente llevó sus manos directo a los costados de ella, intentando clavarle sus dagas...
Excepto que ya no tenía las dagas en sus manos.
Al darse cuenta, aún confundido por los amenazantes árboles que danzaban en una perversa ronda a su alrededor, que sus armas estaban cerca, intentó recurrir a su telekinesis para recuperarlas, pero no dio resultado. Algo andaba mal, sintió una especie de presión en el pecho, como si le faltara el aire y la cabeza le dio vueltas, más aún que por el efecto de las drogas.
Odiaba esa sensación, la conocía, era algo que todo brujo había vivido alguna vez, pero que nunca dejaba de ser desagradable, más aún cuando todo tu ser estaba raro... era el haber agotado tus reservas de magia. No había dolor en ello, o algo físico, sino una sensación horrible de vacío, un malestar interno, espiritual, que respondía al no poder sentir la energía de los elementos.
Un brujo está constantemente percibiendo la magia, lo rodea todo, lo inunda todo, pero cuando fuerza sus límites y agota toda su energía ya no queda nada, hay un silencio desesperante, una vacuidad absoluta.
Si a eso se sumaba el dolor emocional de Demian, que sí, que también el chico tiene sentimientos, aunque no lo parezca, luego de ver la imagen de su maestro, además del miedo que inexplicablemente (para él al menos, que nosotros sabemos que ha tomado drogas), le inunda, el asunto le supera y es como si la impotencia de no poder traer sus dagas con su magia se multiplicara exponencialmente.
Y rompió en llanto.
Quizás era debido a que no acostumbraba hacerlo o simplemente por el efecto del estado alterado de conciencia, pero el llanto era amargo, profundo, como si por fin se dejara salir un torrente contenido. En vano, y casi de manera ridícula, intentaba apuñalar a la elfa con unas dagas inexistentes y con una fuerza que hasta un chico de la mitad de su edad le ganaría en ese instante.
—¿Qué m-me est-tá pasando? —dice rindiéndose, agotado, aún confuso, dejándose caer en sus brazos.
Curiosamente, por un momento la cara de Demian por un momento queda en una posición "privilegiada" para obtener un buen soporte en el pecho de la elfa, sin embargo está demasiado confundido aún como para notar de la oportunidad que se ha perdido. Pronto se encuentra recostado nuevamente en el piso y siente agua vertida sobre su rostro, lo que de alguna manera ayuda a recobrar un poco la lucidez. Aún todo da vueltas, pero al menos por ahora los árboles parecen haberse quedado quietos.
Off: Lo siento, he tenido una semana muy pesada.
Demian
Aerandiano de honor
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Re: Dando un rodeo... [Libre - Interpretativo 1/2]
Cuando me vine a dar cuenta, en mi agobio por lo que había hecho, remordimiento y sobre todo estrés, reparé en que estaba llorando, lloraba y movía las manos en lo que parecía un vano intento de espantar algo, pero después de lo que había visto, después de saber lo que era el chico y sobre todo después de haberle visto defenderse, comprendí que continuaba tratando de apuñalar. Extraña obsesión para un niño.
Por suerte parecía poco a poco calmarse, cuando lo deslicé de mi pecho hacia el suelo para empaparle la cara con la esperanza de que el frío hiciese de choque y saliese de aquel estado, pude observar que parecía algo más relajado. Parecía; en el fondo sabía que la peor parte llegaría después, con las explicaciones...
Me maldije interiormente mientras vertía el agua. Emitía pequeños sonidos, había estado realmente afectado... ¿Por qué no me podía estar quietecita? Una parte de mi no me culpaba por haber intentado enseñar al niño los designios de la Madre, la otra me reprendía por haberlo intentado de ese modo, sin avisarle, sin hablarle... Cerré los ojos pacientemente y le acaricié la frente con cuidado y con lentitud, murmurando los restos de una canción élfica.
Tampoco me di cuenta de eso hasta que el propio muchacho empezó a producir sonidos, de hecho, pensaba que había olvidado la lengua de mi infancia, por el rechazo... Los acontecimientos.
— ¿Qué m-me est-tá pasando?
— Chico... Demian. Ha sido culpa mía, no pensé que en ti fuese a... Lo que te di es... Dioses. —escondí el rostro bajandolo y me aparté para darle espacio, observándole, tratando de mirar sus pupilas y su estado, su piel... ¿tal vez sudor? Esperaba que todo hubiese pasado. Y así no iba a conseguir explicarle nada, solo quería hacerle entender que no había sido mi intención.— Te di aquello para ayudarte; no pensé que ocurriría esto. Lo lamento mucho..
Negué con la cabeza. No tenía justificación. Una voz en mi interior me decía que me fuese, que era peligroso continuar ahí, que lo mejor sería internarme otra vez en la espesura; pero me sentía responsable y no quería hacerlo hasta saber que el chico estaba bien. Tampoco podía esperar que confiase demasiado en mi... Debía estar empapada, con las ropas y el cabello mojado entre agua, sudor y la herida... Que escocía de cuando en cuando en latentes oleadas. Volví a mirarlo con preocupación.
Por suerte parecía poco a poco calmarse, cuando lo deslicé de mi pecho hacia el suelo para empaparle la cara con la esperanza de que el frío hiciese de choque y saliese de aquel estado, pude observar que parecía algo más relajado. Parecía; en el fondo sabía que la peor parte llegaría después, con las explicaciones...
Me maldije interiormente mientras vertía el agua. Emitía pequeños sonidos, había estado realmente afectado... ¿Por qué no me podía estar quietecita? Una parte de mi no me culpaba por haber intentado enseñar al niño los designios de la Madre, la otra me reprendía por haberlo intentado de ese modo, sin avisarle, sin hablarle... Cerré los ojos pacientemente y le acaricié la frente con cuidado y con lentitud, murmurando los restos de una canción élfica.
Tampoco me di cuenta de eso hasta que el propio muchacho empezó a producir sonidos, de hecho, pensaba que había olvidado la lengua de mi infancia, por el rechazo... Los acontecimientos.
— ¿Qué m-me est-tá pasando?
— Chico... Demian. Ha sido culpa mía, no pensé que en ti fuese a... Lo que te di es... Dioses. —escondí el rostro bajandolo y me aparté para darle espacio, observándole, tratando de mirar sus pupilas y su estado, su piel... ¿tal vez sudor? Esperaba que todo hubiese pasado. Y así no iba a conseguir explicarle nada, solo quería hacerle entender que no había sido mi intención.— Te di aquello para ayudarte; no pensé que ocurriría esto. Lo lamento mucho..
Negué con la cabeza. No tenía justificación. Una voz en mi interior me decía que me fuese, que era peligroso continuar ahí, que lo mejor sería internarme otra vez en la espesura; pero me sentía responsable y no quería hacerlo hasta saber que el chico estaba bien. Tampoco podía esperar que confiase demasiado en mi... Debía estar empapada, con las ropas y el cabello mojado entre agua, sudor y la herida... Que escocía de cuando en cuando en latentes oleadas. Volví a mirarlo con preocupación.
Nübian
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Sarez
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