[Cerrado] El rostro de la miseria [Libre][Interpretativo][2/3]

La parte baja de Lunargenta resultaba un lugar realmente deprimente. Si se comparaban las propiedades de la gente aponderada de la cuidad con la que habitaba allí, o incluso en el exterior de las murallas había una diferencia enorme en el modo de vida, incluso en las costumbres mas mundanas. Lo cierto era que viendo aquello podía comrpender pproque para razas como la suya los Aeros eran algo tan vital. Para criaturas que no pueden cazar con su propio cuerpo, cuyas crías no tienen as protección que esa fina y blanda piel que se rompía con mas facilidad que la de la mayoría de bestias del bosque, y cuyo cuerpo no estaba preparado para la intemperie, el mobiliario  sus construcciones resultaban algo vita.  Su horrible comida cocida también era imprescindible, sus hortalizas y vegetales.

Había terminado en aquella zona por distraerme pensando en mis cosas al caminar, y de algún modo se me hacia menos ajena que el resto de regiones de la urbe. Quizás porque no llevaban zapatos, o porque algunos no tenían un techo bajo el que dormir, porque sus ropas estaban ajadas por el tiempo, o envejecidas por el uso. Pero al contrario de mi, no parecían sentirse bien para nada, y no tardé en percatarme del porque.
Algunos niños se hallaban sentados en la calle, pidiendo dinero a transeúntes que no se veían mucho mas holgados que ellos, y consideré aquello una señal de la providencia sobre que hacer con todos esos Aeros que no usaba para nada. Claro que quería quedarme unos pocos para conseguirme otros ropajes, los míos tenían varios remiendos ya y con el ritmo de mis aventuras, no quería arriesgarme a tener que vestirme de indígena de nuevo, pero todo el sobrante podía ayudar a aquellos niños, así que me dedique a ir caminando y colocando algunas monedas delante de cada uno de los niños que me iba a encontrando.

Quizás no les hiciera gran diferencia, pero las bendiciones y las caras de ilusión que ponían cada vez que una de mis monedas repiqueteaban contra el suelo delante de sus narices y las sonrisas de oreja a oreja que se pintaban en sus rostros eran una señal inequívoca de que había sido una fantástica idea, y hasta me arrepentí de no haber tomado el dinero de aquel farsante que Destino había abatido para traérselo a aquellos pobres desgraciados.

Distraída como estaba con los niños ni me fijé en el hombre que me arrebató el morral de un tirón e intentó salir corriendo. Si quería los aeros podría haberlos pedido, pero no iba a permitirle que se llevara mis pocas pertenencias, mi libro, los carteles de se busca de Víctor o el peine que debía empezar a usar mas a menudo.
Sin embargo aun estaba dominando eso de caminar largas distancias sin aterrizar aparatosamente en el suelo, y no dominaba ni de lejos eso de saltar o correr. Perseguirle en una ciudad en la que no podía tomar mi otra forma era crónica de una caída anunciada... o de varias. Mire de reojo a los niños, su cara de estupefacción y como sus sonrisas empezaban a borrarse podía derretir hasta el mas helado corazón.

Tenía que admitir que las crías humanas se parecían bastante a mis hermanos mas pequeños cuando no estaban en su forma reptiliana, quizás era aquello lo que me enternecido lo suficiente como para intentar perseguir al sujeto. Una exclamación surgió de uno de los retacos haciéndome detenerme hasta a mi. No recordaba haberle dado dinero a aquel muchacho, quizás ea el hermano de alguno de los mas pequeños.

De algún modo logró que el ladrón cayera, aproveche el momento e  intenté correr hacia el mismo, pero al llegar al punto en el que se había caído este ya se encontraba lejos.
El jovencito que había tirado al ladrón se acercó con mi morral a devolverlo, e incliné la cabeza con gratitud  y respeto mientras rebuscaba en el mismo para sacar los aeros desperdigados por el fondo del mismo.
-Muchas gracias.- Le extendí las monedas.- No uso dinero, así que no pasa nada.- Me excuse con una sonrisa.- Pero has alegrado a los demás niños.- Los cuales ya empezaban a rodearnos de nuevo extendiendo las manos en busca de aquellas preciadas piezas metálicas, las cuales comencé a repartir de nuevo.- Mejor en manos de alguien que las use que pudirendose en el fondo de mi morral por otros seis meses.-Ladeé el rostro hacia un costado levemente, restandole importancia al asunto. Si me ponía a pensarlo había parte de esos aeros que llevaban literalmente mas de seis meses en aquella bolsa sin ver la luz del sol.
-Me preocupaba mucho mas que se agenciara de mi ropa o mis papeles.-Aseguré.

Esa vez me acomodé el morral de forma cruzada sobre el pecho, apra que si algún otro ventajero intentaba agenciarse de algo mas que de mis monedas, por lo menos tuviera que cargarme a mi también el tiempo suficiente como para que le diera un buen mordisco.
-¿Como te llamas?.-Pregunte al joven, a quien no había perdido de vista ya fuera mirándolo directamente o de soslayo des de que me había devuelto el morral.

-No. ¿A caso es gracioso? Se puede vivir bien sin dinero, a lo que a mi atañe, solo me pesa en bolsa.- Pregunté sin terminar de comprender que parte de lo que había dicho podía ser considerada alguna clase de chiste.
El pequeño muchacho pareció desorientado por algunos instantes hasta que hizo una pregunta que me dejó completamente anonadada. parpadee varias veces temiendo haber escuchado mal, y finalmente romí a reír un poco ante lo curioso de su pregunta. Nunca me habían confundido con un biocibernético, y dudaba mucho que me pareciera a alguno de ellos.
-Soy un dragón .- Respondí negando ligeramente con la cabeza aun divertida por la idea de que me hubieran confundido con alguno de esos extraños seres de metal.

Aquel pensamiento me recordó a sajin. Hacia meses que no sabía nada del biocibernético, y pese que me había cruzado con Víctor en numerosas ocasiones, no había vuelto a ver a su compañero o a sardinas ni una sola vez des de que el hombre metalico hizo su juramento de no matar.  Esperaba que se hallara en alguna clase de retiro espiritual, en vez de la alternativa que se me ocurria, que era muerto por negarse a defenderse con suficiente vehemencia.
-Me llamo Arygos, mucho gusto Chimar.- Dejé de repartir monedas para extenderle la mano al niño tal y como había visto que se presentaban los citadinos.-Y he venido a estudiar a los humanos.-Sonreí ligeramente. Esperaba que este no me sugiriera la biblioteca, ya me habían enviado demasiadas veces a la misma. No era ni una sugerencia original, ni era útil.

-¿Y tu?¿Vives aquí?.- Repartí hasta  el ultimo de mis aeros en la marea de niños que cada vez volvían con mas hermanos y amigos. La turba apreció algo triste de que mi morral se quedara sin nada mas que repartir, pero podía jurar que casi todos ellos se podían llevar un pedazo de metal a casa. Yo estaba satisfecho, esos niños comerían sus asquerosos guisos para humanos esta noche, y mi morral era mucho mas ligero.
Estiré los brazo por encima de la cabeza haciendo crujir toda mi espalda y mi cuello al sentirme liberada de aquel peso, soltando un suspiro de satisfacción.-Nunca había estado en esta parte de la ciudad.- Volví a pasear la mirada por los alrededores. Era menos extraña, menos artificial, y me sacaba mucho menos de mi zona de confort que las partes mas aponderadas.

La afirmación del pequeño aunque obvia parecía bienintencionada, así que le devolví la sonrisa educadamente y asentí un par de veces. Por lo menos no me había sugerido la biblioteca, y parecía comprenden en cierta medida el trabajo de observación. Tampoco se había molestado con que considerara a su especie digna de estudio. Por alguna razón algunos humanoides se habían tomado mi temario como algo peyorativo, y no habían querido comprender que eso no significaba que los rebajase al estatus de objeto. Había aprendido, al menos, a no llamarlos fauna autóctona.

-¿Reglas sobre la edad?.- pregunté intrigada.- ¿El acceso a los domicilios privados esta delimitado por esos parámetros?¿como los medís?¿como puedes saber mi edad? Los dragones y los humanos crecemos a diferentes velocidades.- alcé el indice. Nunca había escuchado sobre aquello, pero tampoco es que me hubieran invitado a pasar a su casa asiduamente como para poder discernir si aquello era un comportamiento normal o no.
No habría sentido el mas mínimo iteres por entrar en otra casa si me hubieran permitido el acceso de buenas a primeras, y sabía que ansiarlo solo porque estuviera teóricamente fuera de mis limites era algo infantil. Pero era algo de lo que no había escuchado nunca, y me suscitaba un gran interés, al punto en el que me di cuenta, algo tarde, que me ahbía quedado mirando con curiosidad al pobre muchacho sin parpadear durante un buen rato.
Me obligue a hacerlo y desvié la mirada para no incomodarlo.

-Gracias. Tu también me resultas agradable.- Era la primera vez que mantenía una conversación tan larga con una cría de humano, y no eran tan necias como habría llegado a suponer pese a que crecían tan rápido que pensé que no tendrían tiempo suficiente a aprender algunas cosas básicas.
-La verdad es que suelo aprender a través de la observación, doy vueltas, escucho a la gente, y observo sus costumbres. Si algo me llama la atención pregunto por dicho comportamiento en concreto. El "Hola soy un dragón y he venido a estudiar a tu especie" No suele ser bien recibido... tanto por que se ríen, o se asustan o incluso se sienten ofendidos y me faltan al respeto.-ladeé ligeramente el rostro restandole importancia al asunto.

-¿Cuantos años tienes?.-Acoté acordándome de las limitaciones de la edad. Nunca había prestado especial atención a las fases de crecimiento de los humanos, y pese que podía distinguir cuando uno era adulto de cuando uno era pequeño, los numeros se me hacían ya bastante mas complejos.

La explicación sobre los gorriones habría sido confusa de no haber aclarado que era una nomenclatura apra alguna clase de grupo, también dicho grupo parecía ser el dueño del domicilio, es decir, que no era una casa privada, si no una comunal, con ciertas reglas que sus integrantes tenían que respetar. No era como la cueva de mi familia, pero si relativamente similar, o mas de lo que algunos humanos hacían.
Probablemente los adultos tuvieran su propio refugio, como las cavernas que usaban los pequeños para dormir, en donde mis hermanos mas mayores apenas si podían entrar o maniobrar.

-Me habría venido bien ese consejo cuando llegue a la ciudad por primera vez.- sonreí levente mientras una ristra de todos los infortunios que las diferencias a la hora de entender conceptos habían ocasionado. Por suerte, pocas de ellas eran recientes, lo que me marcaba que me estaba adaptando.
La pregunta sobre la edad resulto algo controvertido, decirla podía borrar por completo cualquier clase de oportunidad de echarle un ojo a esa casa comunitaria, pero por otro lado, el muchacho ya había descartado de entrada llevarme a aquel lugar, asi que finalmente y tras pensar unos segundos decidí en responder.
-31, para mi gente soy un poco mayor que tu.- mi ceño se frunció ligeramente mientras trataba de recordar cual era el calculo aproximado para trasladar mi edad a la suya, no porque fuera una operación compleja, si no porque apenas si había prestado demasiada atención a ello.
-Equivale a una persona de 15 años de tu especie.- explique.

La siguiente pregunta me resultó mucho mas amena, aun y que resultaba mucho mas abarcativa.
-Para mi es ser yo, y estar así es adoptar una forma extraña incomoda e incompleta con la que puedo estudiar a otras especies. Pero para otros dragones es distinto. Los hay que viven como humanos, yo soy de los que vivimos como dragones todo el tiempo. Para mi estar así es como si  a ti te cortaran una pierna y los dos brazos.-Me mordisquee el labio y sacudí al cabeza, percatandme de que le estaba explicando como era no ser un dragón, en vez de como era serlo.- Ser un dragón es estar completo, es estar en sitnonía con el entorno. Eres parte del mundo sin doblegarlo, es ser libre e ir a cualquier lugar que quieras sin limite, es vivir en un aprendizaje constante y no embotar la naturaleza propia con cosas extrañas.-hice una pequeña pausa.- Es difícil describir como es ser uno mismo. Es mas facil explicar como vivimos, o que hacemos. ¿Como es ser un humano para ti?

La respuesta del humano me sorprendió gratamente, y esboce una sonrisa. Era un chico listo, y uno con mas perspectiva que muchos humanos mas mayores con los que me había cruzado. Aprender a valorar lo se tiene es algo importante. Recordé a encuentros como el del sr. Nicolás quien teniendo la muerte cercana no había aprendido aun a disfrutar de su vida, a apreciar que era, ni su entorno, ni lo que lo rodeaba, mas centrado en sus carencias que en todo lo que le rodeaba.
En cambio aquel niño en una corta síntesis había definido lo bueno y lo malo, y su capacidad de apreciar su condicion.
-Es una de las respuestas mas inteligentes que me han dado por ahora.- Comenté, claro que aquello respondía a mi criterio, pero eso eran obiedades.
Duele, era una buena palabra para definir lo, una con la que podía identificar mi forma humana, pero al rapidez, eso era algo que podía ver des de a fuera, ya que no cambiaba mi ser si no mi forma. Sin embargo era algo que había podido observar. Los humanos hacían todo rápido, amar, odiar, enfadarse, perdonarse. Quizás pro eso me fuera mas sencillo tratar con personas de razas mas longevas como Víctor.

-Pensaba en explorar esta parte de la ciudad. Aunque no tiendo a respetar demasiado mis itinerarios.- Ladeé el rostro con una sonrisa. Había aprendido a tomarme mi propio desorden con humor. Y a ver la parte buena de ello. Si viajaba de forma errática era mas difícil que alguno de mis hermanos me encontrara si volvían a tener algún arranque por devolverme a casa.
-¿Que me sugeririas?.-Mire fijamente al niño con sumo interés. Aquel enano se había ganado mas mi respeto que muchos otros miembros de su especie, des de luego poseía una forma de comprender las cosas mucho mas amplia e imparcial de lo que habría esperado de un niño, y , conforme hablaba se asemejaba menos a mis hermanos mas pequeños de lo que había hecho en un comienzo.

Una risa alegre salio automáticamente al escuchar aquel comentario que mostraba que tan pagado de si mismo estaba el muchacho.
Lo que ya no me entusiasmo tanto era ir por la calle principal. Había recorrido aquel sendero abarrotado de gente mas veces de las que me hubiera gustado. Era una especie de aglomeración informe y sin sentido de gente yendo de un lado a otro apuradamente y chocando entre si. Demasiado ajetreo para mi gusto, y demasiado cambiante como para pararse a observar sacando algun dato que no fuera superficial.
En cuanto al mirador, ver toda la ciudad des de las alturas era algo que podía hacer con facilidad, y ahbía hecho en numerosas ocasiones gracias a mi capacidad de volar, algo para lo que el chiquillo no estaba facultado.


-He visto la ciudad des de las alturas cada vez que he venido hacia ella, y ya he visitado las zonas altas, que es donde hay menos aglomeración de gente..-Explique al muchacho, ladeando levemente el rostro hacia el otro lado a modo disculpa.- No es la primera vez que vengo a la ciudad, pero siempre me decían que no bajase a estos distritos, así que lo había dejado para el final.- Explique. Aunque ahora hallándome en ellos tenía la sensación que debería haber empezado por alli,  me habría sentido mucho mas cómoda cuando llegue por primera vez a la urbe.

-Si quieres pescado puedo pescar alguno para ti en el mar o el río.- Ofrecí, aunque para ello hubiera que salir de la ciudad, ya que los chiquillos se habían llevado hasta el ultimo aero del morral. Por si a caso revisó de nuevo la bolsa, pero las piezas de metal se hallaban ahora en manos de los niños.
-Yo no cocino los animales, así que no tiendo a comer empanizados..-Fuera lo que fuera aquello que sonaba mucho a alguna de sus formas de arruinar el pescado.- Pero soy bastante buena cazando.- Era eso o morirse de hambre.
-A cambio de lo que caze para ti puedes contarme cosas sobre eso de los Gorriones, y vuestras normas.-Que se me antojaban pintorescas por decirlo de algún modo.-Si a tus papas no les importa claro.-Acoté rápidamente, no queriendo meter a aquel muchacho en problemas por salir a dar una vuelta con una desconocida.

Asentí un par de veces al escuchar lo de la comida, sus atentados alimentarios me eran sobradamente conocidos, por desgracia comían todos a las mismas horas, lo que significaba que previamente toda la ciudad o las aldeas se llenaban con los efluvios de los calderos de los respectivos cocineros de cada casa, que abrían las ventanas liberando esa baranda para que cualquier transeúntes pudiera adivinar que iban a comer a dos manzanas.
Bueno, para ser sincera sabía que que no era el motivo,  pero eso no hacía que me hiciera mas gracia su costumbre.
-Lo se... pero me resulta... asqueroso.-arrugué la nariz.- He probado comida humana, y no había vomitado involuntariamente tanto en mi vida. Que no podáis regurgitar cómodamente los huesos  o las cosas que no podeis digerir no es excusa para eso que le hacéis a la carne.- sobre todo ella era la mas perjudicada. Lo peor que había visto por ahora era la carne aguada a la que llamaban sopa.-De todos modos mientras no me toque comerlo a mi puedes cocinar tu porción de lo que cace tanto como quieras.-

El tema de la comida resultó mucho mas inocuo que la respuesta a mi solicitud de pedir permiso a sus progenitores antes de sacarlo de la ciudad. No me esperaba aquella parrafada ni por casualidad  y una expresión de pena se dibujó en mi rostro pese a que el niño no parecía afectado por completo.
Un grupo de niños sin adultos que se hicieran cargo. ¿A caso la comunidad los abandonaba a su suerte como para que tuvieran que formar sus propias manadas?- Lo..siento?.-pregunte dudosa, ya que el muchacho hasta parecía plantearlo como algo bueno, aunque para mi seguía siendo algo desolador y triste.
Una vez decidido el rumbo empece a recorrer el sendero hacia la salida de la ciudad, lentos pero firmes mis pasos resultaban continuos y cuando sentía que podía caerme o que me desestabilizaba un poco extendía el brazo hacia el muro mas cercano usándolo para acompañarme hasta que volvía a confiar en mi propia habilidad.
-¿Divertido?.-Fue lo único que me atreví a preguntar por el momento, sin querer revolver ninguna clase de recuerdo doloroso.

La acotación conciliadora sobre la comida fue dicha en el momento adecuado, mientras ninguno de los dos intentara forzar al otro a cambiar sus hábitos. Como con otros temas, la base para una buena convivencia era la tolerancia y el respeto.
No quise ahondar en el tema de su orfandad, aunque pude reconocer que se lo tomaba con mas filosofía de lo que otras personas eran capaces. La abuela Theragon llevaba años penando por la muerte del abuelo, y pese a que seguía siendo risueña, el dolor nunca abandonaba completamente sus ojos.

Los barrios bajos discurrieron a nuestro lado, y pronto nos encontramos fuera de la ciudad, algo separados de las murallas. Miré alrededor, asegurándome de que no hubiera ninguna persona cerca que pudiera sentirse amenazada o armar un escándalo con lo que tenía en mente.
-Si, de hecho si.- sonreí divertida. Aun no había probado aquello con ninguna otra especie, aunque había escuchado que era un deseo recurrente para las criaturas atadas al suelo, y el tenía mas o menos el mismo tamaño que alguno de mis hermanos, así que mientras se sostuviera no habría problema.
-Podemos ir a la costa algo alejados del puerto.- Sonreí divertida, sabiendo que aquello se encontraba algo lejos.-Asegurate de agarrarte a los cuernos, y si no sabes leer, cuidar que pueda responderte con si o no.-Empecé a explicar mientras tomaba el morral y lo acomodaba colgando de mi cuello como si fuera un collar. Luego me aparté del niño unos metros, indicándole que permaneciera allí.

Respiré profundamente y tomé mi forma draconiana. Era un profeso rápido, y al que me había acostumrbada tras aquellos meses, el sentir mi cuerpo expandirse y moldearse hasta desplegar las alas y sacudir la cola de un lugar al otro.
Ya en mi forma habitual me estiré perezosamente, agradecida de poder abandonar el cuerpo bípedo durante un rato, y me acerqué al muchacho son lentitud, y las púas de mi cuerpo plegadas con tal de no asustarle.
Estire una zarpa y  rasgue el suelo para trazar en el una corta palabra en una letra grande y clara.

"Sube"

Agaché el cuello y me incline, plegando un ala para, doblando las patas hasta que mi lomo reposo sobre el suelo para permitirle subir a mi espalda.

No pude evitar sonreír ante la expresión de sorpresa y felicidad que se formó en el rostro del niño. Si hubiera sido un par de años mas grande, quizás ya no habría podido cargarlo, por suerte para el, era lo suficiente joven como para disfrutar de aquel privilegio, uno que estaba segura que no desestimaba a juzgar por su expresion, y por la presteza en la que se trepo a mi lomo.
Le dejé un rato para que se acomodara y pudiera agarrarse bien, riendo sonoramente ante su comentario, aunque aquel ruido solo era vagamente similar a lo que los humanos emitían al reírse.
Empece a caminar, y no tarde en correr, pese a que podría haber despegado de golpe, no quería hacer un movimiento tan brusco para evitar que el chico se cayese, y para que pudiera ver con al velocidad, si necesitaba aferrarse mas de algún modo.

Solté un pequeño graznido para avisar al joven de que iba a despegar, y finalmente al golpear esa vez con las patas en el suelo en vez de impulsarme hacia adelante lo hice hacia arriba, abriendo las alas de par en par y aleteando con fuerza.
En cuestión de segundos nos hallábamos a varios metros sobre el suelo, y las corrientes de aire nos empujaban.
Viré volviendo un poco hacia la ciudad, ofreciéndole al muchacho una vista aérea de su propia ciudad des de mucho mas arriba de lo que jamás había podido contemplar.
Los techos de las casas formaban sinuosos laberintos, y al gente parecía del tamaño de in guijarro, moviéndose por los canales que formaban las casas entre las edificaciones.

Tras asegurarme de que había podido contemplar aquel paisaje giré de nuevo dirigiéndome hacia el mar. Lo cierto era que volar con carga lo hacia mucho menos fluido, pero con alguien encima, por muy ligero que fuera, tampoco resultaría prudente hacer piruetas o vueltas exageradas. Así que sin dejar de ir hacia adelante a una buena velocidad fui ascendiendo y bajando un poco dejando al muchacho sentir el aire ne el rostro, sentir los giros  y al fluidez del viento, intentando hacer para este una experiencia tan plena como pudiera.

Finalmente quedé planeando en linea recta de modo que quedáramos apuntando al horizonte, tal y como había clamado con entusiasmo al subirse a mi lomo. El mar se hacia cada vez mas grande y cercano, y cuando debajo nuestro solo hubo arena, descendí lentamente en círculos hasta posarme sobre el suelo con suavidad.
Barrí con la cola las inmediaciones y escribí con la punta de esta y la misma letra grande y clara, para que el pequeño pudiera leerlo tanto des de arriba como al bajar.

"¿Que te ha parecido volar?"

Era la primera vez que le mostraba aquello a una criatura que no poseía esa capacidad, y que en vez de ser con quien los humanos compartieran su mundo, mostraba esta vez yo, un pedazo de la parte mas esencial de mi existencia.

La enorme sonrisa en el rostro del niño no pudo si no arrancarme una sonrisa y otra pequeña risa, se veía mucho mejor así que con la seriedad y la expresión mas adulta que portaba cuando lo había encontrado en la ciudad. Una de las cosas que había descubierto al viajar es que muchos niños humanos no tenían el tiempo de ser niños.
El abrazó del pequeño no me tomó del todo por sorpresa, por lo menos había aprendido tiempo atrás el significado de aquel gesto, y se sentía sincero y genuino. Cuando se retiró balbuceando una disculpa alargue el cuello y apoye mi frente en la suya, siempre moviéndome despacio procurando no ahuyentarlo.
Nuestro recorrido aéreo había despeinado un poco al chiquillo, y no me retiré sin antes acomodarle le pelo con el hocico.

Lo observe unos instantes, sentado en la arena, parecía cansado, pro de golpe exclamó con gran energía clamando por comida.
Incline la cabeza y fui arqueando el cuello hasta que mi morral quedó a su lado sobre el suelo, y barrí el mensaje para sustituirlo por uno nuevo.

"Hay un pedernal en la bolsa, te encargo la hoguera."

Empuje el petate hacia el con la zarpa. Poco mas había en su interior que un peine roto, la yesca un cuchillo que tenia mas de adorno que porque le diera algún uso, y mi recién adquirida colección de carteles de se busca donde el rostro de Víctor había sido decorado con diferentes barbas , bigotes y peinados, todos arrugados,a demás del ya mencionado pedernal y de la capa de viaje hecha un bollo.
Lo dejé a cargo de mi pequeño tesoro y me alejé planeando hacia el mar. Tuve que adentrarme varios metros hasta empezar a ver algunos peces bajo a superficie del agua, aunque cuide en todo momento que la silueta del niño fuera visible ne la arena, de ese modo el también podría ver donde estaba y no se creería abandonado.

Fui bajando para atravesar el agua con la zapa o el hocico y levantarme en el aire con la misma rapidez. Los primeros  peces desaparecieron para ser almacenados en mi estomago, del cual ya no saldrían, no tenía donde transportar tanto pescado a la costa, y no quería comer carroña.
Cuando hube saciado mi apetito tome uno de ellos en cada zapa delantera y otro son el hocico, asegurándome así de que hubiera suficiente como para que el niño se llenara, o, de no ser el caso, tuviera que hacer los mínimos viajes.
Volví hacia la cosa y aterricé sobre las patas traseras extendiendo los pescados, uno de los cuales aun aleteaba en los estertores de la muerte, prisionero entre mis garras.
Barrí con la cola el suelo, ya había comprobado sobradamente que el niño sabía leer, y con la punta de esta trace con algo mas de torpeza que con las uñas, mis palabras en el suelo.

"¿Con esto estarás bien?"

El niño parecía complacido con los peces, y rápidamente se entretuvo en separarlos y tirar las partes que no pensaba comerse. Observé su estropicio mientras me enrollaba sobre mi misma en la arena, dejando un espacio entre ambos en el que poder escribir de forma clara en el suelo, y barrerlo fácilmente con la cola sin llenar ni la hoguera ni al pequeño de arena.
Los pobres cadáveres mutilados de pescado fueron destripados, despellejados y empalados previamente a colgar sobre el fuego, en donde pronto empezarían a desprender ese tufo horrible que abría el apetito a las razas bípedas.
Giré el rostro del pescado hacia el rostro del muchacho para observarlo mientras hablaba, y contorsione la cola para usarla com pluma sobre el suelo blando, cómoda tablilla para nuestra charla que me permitía permanecer en aquella forma para mi comodidad.

"Tengo una gran familia. Solo los que vivimos en la misma caverna somos 20. La abuela, padre madre, y mis hermanos. Los otros hijos de la abuela y sus camadas tienen otras cavernas por la región, pero no viven tan cerca."

Dude un instante sobre en responder a su segunda pregunta, no por pudor o reparo, si no porque me parecía algo semejante que alardear de comida delante de un famélico. Sin embargo, aquel joven tenía su propia manada por lo que había dicho, y aunque fuera suficiente, poseía seres queridos y curiosidad. Si quería  que estuviera dispuesto a satisfacer mi curiosidad tenía que estar dispuesta a ofrecer lo mismo.

"Vivimos en una cueva, sin muebles, cocina, o herramientas. Lo único que mantenemos es una cámara biblioteca para estudiar, leer y escribir. Fuera de eso vivimos en una cueva llena de ramificaciones en nuestra forma de dragón."
Hacía pequeñas pausas y hasta que no estaba segura de que el joven había podido leer todo, no pasaba la cola por encima del texto para sustituirlo con algo nuevo.

"La abuela Theragon esta muy anciana, le cuesta volar y esta perdiendo la vista, pero sigue siendo igual de lucida e inteligente que ha sido siempre, es paciente, bondadosa, y aunque hecha mucho de menos al abuelo siempre es risueña."
Entrecerré los ojos con cierta nostalgia al empezar a repasar mentalmente a mi familia. No tendía a extrañarlos porque evitaba deliberadamente pensar en ellos, aun así no era doloroso, pues sabía que podía volver al norte cuando quisiera y que siempre hallaría un hogar en el seno de mi clan.

"Padre es serio, y paciente como la abuela, se llama Galakkrond, en cambio madre sacó lo mas pasional de la abuela, y su amor por todos sus hijos, es muy protectora, e incluso dar algo de miedo. Supongo que todas las madres son un poco así con sus crías, se llama Delysera"
Nicolás habría perdido la vida si hubiera dependido de madre, y esta no habría mostrado misericordia ninguna, pese  que no era mala, si era implacable.

"Karagos es el mayor de mis hermanos, es bastante callado, y muy responsable y estudioso. Eranikus solo tiene un año menos que el, y es bastante altanero y orgulloso, pero se preocupa mucho por todos y siempre nos cuida, es el mas protector de ellos. Y eso le ha costado caro."
Agache ligeramente el hocico ne un acto reflejo involuntario de culpa, recordando que el ojo que ahora le faltaba era por mi causa. Si hubiera sido mas prudente, o poseído un mejor criterio ahora podría seguir volando sin problema.

"Ibirion es el tercero, y es el mas carismático de todos, se le da muy bien la gente y es muy dulce, suele mediar entre todos los hermanos cuando hay conflictos, y a menudo se encarga de los pequeños. El hizo su peregrinaje y volvió con unos tatuajes en el rostro dorados con simbolismos elficos"
Resultaba extraño que aquello pudiera entretener al mocoso, pero imaginaba que si se aburría en algún momento, podría interrumpirme, o dejar de escucharme, o preguntar sobre cualquier otra cosa.

"Ghaerygos coordina las cazas, es excecpionalmente buen rastreador, y muy observador, también bastante fuerte pese a no ser de los mayores. Onyxion lo acompaña casi siempre el es" Hice una breve pausa al escribir buscando la palabra correcta."Un poco salvaje, le gusta demasiado pelear, cazar, y es bastante territorial, a veces causa problemas con otros dragones, pero es ágil y no suele salir perdiendo."
Tenía una buena ristra de hermanos mayores, pero también tenía mi buena dosis de hermanos y hermanas menores.

"Después estoy yo, y mas jóvenes se encuentran, Sintharia y Kalaran, tienen mas o menos tu edad, y se parecen mucho entre ellas, casi parecen mellizas pero no lo son, antes estaban muy unidas, pero ahora no paran de pelearse por la atención de Ghaerygos, y molestar para que las permitan salir a cazar"
Escondí ligeramente el hocico, enrollandome mejor sobre mi misma para evitar dentro de lo posible el olor a pescado "chamuscado" mientras barría para seguir escribiendo.

"Korilastraz es muy soñador, siempre esta en las nubes, Nefarian y Mafarian son inseparables, gemelos y mis padres encima les pusieron nombres muy similares, como si no costara lo suficiente distinguirlos. A veces se hacen pasar por el otro y lían a toda la familia con sus bromas."
Solo quedaban los mas jóvenes, aquellos cuyo carácter todavía se estaba formando, los niños de hoy que no sabíamos que clase de jóvenes se convertirían en el mañana.

"Helygrond es delicado como madre, pero bastante altanero, todos dicen que les recuerda a Onyxion de joven. Kahanygos siempre lo imita, es apenas mas pequeño que el. Syragosa es muy alegre e inquieta, y tiene el carácter de mama, mientras que Volotharia es la viva imagen de la abuela, aunque nunca se sabe, es todavía muy pequeña."
Esos eran todos los que vivían en la cueva del segundo pico por lo menos. Podría haber seguido dando nombres y descripciones breves de familiares mas lejanos, pero habría sido algo mucho mas vago, y dudaba que lo suficientemente entretenido como para que le compensara al niño el tiempo que conllevaría.
Borre la ultima definición para preguntarle yo esta vez a el.

"¿Como son los otros chicos?¿Como es vivir todos juntos como vosotros lo hacéis?"
La primera vez que oia hablar de una comuna semejante, y no podía perder la oportunidad de preguntar al respecto.

Asentí ante su conclusión.
"Somos pocos lo que vivimos de esa forma, nos cuidamos entre nosotros."
Demasiado pocos, lo que terminaba con que prácticamente todas las familias que vivíamos así estábamos emparentadas. Probablemente, solo de mi unidad familiar, salieran algunas camadas futuras, como había pasado con padre  y madre, pero por ahora, aun eramos demasiado jóvenes.
Cuando el muchacho se percató de lo mal que olía el pescado yo llevaba un buen rato ya escondiendo el hocico, no necesitaba ver mas allá de sus escamas para saber que la carne había pasado de ese delicioso rosado translucido a aquel color blanco y opaco fruto de la cocción. La carne no debía de ser blanca.

Esta vez fue el el que se puso a hablarme de sus compañeros, parecía animado cuando lo hacía, se nota el afecto en las palabras que escogía, y los halagos que les dedicaba, incluyendo en el detalle de la altura mostraba el apreció y valor que le daba a la convivencia con los demás niños.
La pena que me generaba el mocoso por su condición de huérfano remitió un poco al ver que si bien ya no tenía a sus padres, hablaba de ese pequeño grupo de un modo que hacía que se sintiera que hablaba de su familia. Mucho mas de lo que tenían algunos.
Parecía bastante responsable mientras contaba aquello, e incluso orgulloso de su papel en la extraña familia que conformaba. incuso el los termino llamando así, familia.

El chiquillo exclamó antes de comer a lo que no pude contener una pequeña risa mientras contemplaba cono devoraba aquel desperdicio.
"¿Como es el lugar en donde vivís?¿Es difícil vivir sin adultos?¿Porque tenéis un limite de edad?¿Que pasará cuando alguno de ustedes lo sobrepase?" Estas eran las preguntas principales que me había suscitado su situación, sobretodo tras las definiciones recientes. Aquellos chicos me habían caído en gracia, pese a no conocerlos.