[Cerrado] El rostro de la miseria [Libre][Interpretativo][2/3]

Una torre abandonada era, des de luego, un lugar que se me antojaba mas cómodo donde vivir que muchos otros lugares ocupados mas regularmente por su especie. Por lo menos las torres disponían de accesos elevados, claro que apra su raza aquello resultaba inútil.
Lo que me llamo la atención era la creencia extendida de que estuviera embrujada, la gente del sur era bastante supersticiosa, y había tenido la suerte de poder leer algunas de sus leyendas populares.
"¿Y que creen que la embruja?¿Hay alguna historia entorno a dicha torre?"
Esperaba que el joven no se sintiera abrumado por mis preguntas, invadido por el carácter personal que tenían, ya  que no era algo que pudiera extenderse a todo su típo, o hastiado de tener que hablar de si mismo, o de aquello que para el era mundano.

La respuesta sobre la utilidad de los adultos era bastante mas compleja de lo que pensé que podría articular, aunque ya había demostrado, ser, en muchos casos, igual de listo o responsable que un adulto. Si lo pensaba objetivamente, lo que mas ofrecían los adultos era sabiduría, ejerciendo como mentores, y protección, cuidando a los mas pequeños de las bestias salvajes, y los furtivos. También ejercían en gran medida como proveedores mientras los niños aprendían a cazar por si mismos. En el caso de los humanos el objetivo de sus tareas era similar, aunque se asumieran por otros medios, y no eran, en ninguno de los dos casos, cosas que no pudiera hacer un niño de la edad de Chimar, o menor si se esmeraba en ello.
Tras pensarlo un poco, el limite de edad empezó a cobrar sentido. Un integrante mas mayor, y mas fuerte podría intentar  imponerse sobre el resto como autoridad, y sacarle a los chicos la libertad que tenían,  se arriesgaban a que dicho adulto pudiera ser tanto un benefactor como un abusador.

"Cuando crezcáis siempre podéis abolir el limite de edad para integrantes que hayan crecido en el grupo, de ese modo evitáis que entren extraños que se quieran adueñar de el, pero podéis permanecer en el los fundadores para cuidar a los nuevos integrantes."
Quizás a aquel muchacho le pareciera un futuro lejano, pero el tiempo discurría rápido, y cuando uno se daba cuenta, los meses habían pasado como si fueran horas. Si era así para mi, no quería imaginarme como podía ser para una raza mucho mas fugaz.

Ahora era el turno del joven de hacer preguntas, por desgracia la parte de las ciudades no era una que pudiera responder con demasiado detalle.
"El norte es frió, y hay una parte de el que siempre es blanco, da la sensación de que fuera inmune al tiempo. Las montañas son preciosas, inmensas, y parece que vayan a rasgar el cielo, es salvaje, y natural, hay muchas partes de el que están intactas, para mi es el lugar mas hermoso de Aerandir."
Además de que yo estaba estratégicamente diseñada para vivir en esas condiciones y en aquel lugar, hasta mis escamas blancas constituían el perfecto camuflaje para cazar las esquivas criaturas de lo paramos helados.

"Las ciudades no las visite demasiado, los edificios son de piedra, pues la madera se usa para el fuego. hay braseros por las calles y las aldeas se ven a la distancia tanto de noche como de día por las columnas de humo de las chimeneas, siempre encendidas."
La verdad es que aunque para mi resultaba bastante similar, mas allá de la arquitectura, había algunas conductas sociales distintas que había podido comprobar entre los humanoides de los dos polos del continente.
"La vida social se hace en el interior de los edificios, aquí la gente esta en las calles, las ancianas se sientan en el porche, y las tiendas tienen puestos hacia afuera, allá eso solo pasa en los días mas calurosos del año, la gente se reúne en las tabernas, y las calles son solo una vía de paso."
Eso era fruto indiscutible del frió.

"Hay menos horas de luz, pero el cielo a veces se ilumina con cortinas de estrellas de colores, y la nieve tiende a reflejar la luna como si fuera un espejo, así que las noches no son oscuras cuando no hay nubes."
Entrecerré los ojos con nostalgia al pensar en aquello. Casi podía sentir el viento helado de las estepas en mi recuerdo. Pero mas allá de aquello ¿que podía contarle al mocoso? Era difícil hablarle de algo que conocía poco mejor que su especie.
"Yo nunca viví en ciudades, así que se poco de ellas. Soy de los pocos dragones que vivimos como tal, por lo que desconozco muchas de las costumbres de las ciudades y de su gente. Lo siento."

Ladee la cabeza sacando un poco el hocico escondido bajo mis zarpas al ver que el pescado empezaba a desaparecer, y observe al muchacho con curiosidad cuando hizo esa mención vaga a la gran cantidad de historias que existían entorno a su casa, y lo inverosímil de aquellas.
"¿Cual es la mas extraña? o en su defecto ¿Cual es tu preferida?"
El folclore que inventaban los aldeanos, y sus supersticiones siempre resultaban amenas, por muy irracionales que estas pudieran ser, y suponían a su vez un entretenido componente de lo que mas tarde constituían los cuentos del sur que compartía con mis hermanos mas pequeños, quien veían algo exótico en aquellas creencias variopintas.

Su conclusión sobre mi reacción al mundo humano no estaba totalmente desencaminada, mi primera reacción había sido aquella, todo era nuevo, abrumador, había demasiados estimulos por todos lados, pero con una paciente observación y el discurrir de los días me había ido acostumbrando. Ahora que los meses dejaban atrás aquel momento, el mundo humano era solo incomodo e interesante. Por suerte, mas de lo segundo que de lo primero, o aquel encuentro no habría acontecido.
"Lo fue, pero ahora puedo manejarme bastante en vuestras ciudades."
Le di la razón al muchacho.
El bostezo del mocoso se me contagió haciéndome abrir las fauces de par en par, y viendo como se dejaba caer sobre la arena, me desenrosque ligeramente y me dejé caer de costado imitando pobremente su postura. No pensaba ponerme panz arriba para parecer una tortuga dada vuelta.

"He estado en las islas illidiensesn, estuve un día en algún lugar de la región dominada por vampiros, y naturalmente, he estado en el norte y en el mar. ¿Y tu? ¿Has viajado alguna vez?"
Parecía poco probable, pero dado que el niño ya me había sorprendido un par de veces le daría el beneficio de la duda. No perdía nada por preguntar.

Enanos caníbales, sin duda era algo extraño, pero recurrente en las historias de terror humanas, brujas que comen niños, vampiros que dejan secos a damas incautas, dragones que engullen a caballeros de un solo bocado, o brujas que comen corazones puros para mantener la eterna juventud. Los humanos tienen una fijación extraña con atribuir a los demás el raro habito alimenticio de comerlos.
"Aun no entiendo la fijación de los humanos por el canibalismo, pero aparece a menudo en vuestras historias de miedo."
Era lo poco que podía aportar de aquello. Lo cierto era que resultaba bastante inverosímil, y a su vez bastante entretenido como la sola visión de un niño en la noche podía despertar tanto la imaginación y hacerla volar hacia ese insospechado resultado.

"Lo mas difícil de vagar por las ciudades ha sido caminar, aunque se que es un caso particular." Cada especie aprendía sus movimientos básicos apra desplazarse en sus primeros tiempos de vida, no esperaba que el pequeño comprendiera o se acordaba de lo complicado que podía llegar a ser aprender a caminar, y mas sobre la marcha. Por suerte Víctor me había ayudado mucho con aquello, y mi mejoría era consecuencia indiscutible de su paciencia, sus consejos y su auxilio.

Me sorprendió que hubiera viajado tanto, sobre todo siendo tan pequeño, aunque el hecho de que aconteciera tras asumir su condición de huérfano explicaba un poco porque había podido eludir el control parental.
"¿Cual es el lugar que mas interesante te ha parecido de Aerandir?"

Observe como el joven se reía, probablemente de mi intento de imitarle que no había salido tan bien como me había imaginado, aunque no resultaba incomodo del todo.
"No me aburres. Escuchando se aprenden las cosas, y no tiene sentido conversar con alguien a quien no tienes intención de escuchar." Aunque había visto también la costumbre humana de preguntar algo apra que te lo pregunten a ti, y no prestar la mas mínima atención a tu contertulio hasta que no fuera tu turno de hablar. Una costumbre deleznable e innecesaria.
"¿Sois todos humanos en la guarida?" Si el limite de edad era 15 habría razas que por su ritmo de crecimiento quedarían automáticamente a fuera aunque siguieran siendo niños, aunque también resultaba extraño el pensar que niños de otras especies vagabundearan para lunargenta en busca de un hogar, ya había podido ver que algunos había.

La respuesta de Chimar tubo, nuevamente, muchos sentidos, y parecía bastante acertada. Que usaran algo que resultaba aberrante para asustar o causar pavor era lógico aunque morboso.
Asentí un par de veces, indicando que comprendía lo que había dicho, aunque no dejara de ser algo retorcido.

Negué cuando el preguntó esa vez, no me sorprendió que se percatara de ello, si no fuera porque era útil para mimetizarse  caminar por espacios pequeños y comunicarse con otras especies, aborrecería mi forma humana, y dejaría que quedase en el olvido. Pero mi viaje no había hecho mas que empezar, durante los próximos años tendría que usarlo, y pro lo tanto, había aprendido a tolerarla, y aceptarla.
La acotación del niño sobre su mareo hizo que me decantara por priorizar su comodidad, a fin de cuentas el había dejado sus obligaicónes a un lado y satisfacía mi curiosidad con una claridad difícil de encontrar.
A los pocos instantes y no había un dragón tirado de costado, si no mi cuerpo de escaso metro y medio tumbado de costado sobre la arena, con la cabeza apoyada sobre un brazo, doblado a modo de almohada, las manos y los pies cubiertos con una fina capa de arena que cubría cada centímetro de piel, y el pelo alborotado y húmedo en algunos trozos, y completamente seco en otros. Era raro como el cuerpo se adaptaba de una forma a otra.

-He conocido a mucha gente interesante.- admití, girándome hasta quedar panza abajo sin dejar de observar fijamente al niño en ningún momento.- La persona mas peculiar que conocí es un hombre bestia que tiene pedazos de pulpo y de crustáceo, la gente lo teme pero es valiente y caballeroso.-Ladee el rostro hacia el otro lado.-He conocido también a un biocibernético, son criaturas muy extrañas....si se les puede llamar así, su nombre era Sajin, y tenia una reflexión moral mucho mas grande que muchas criaturas.- Lo cual resultaba peculiar teniendo en cuenta la imagen que se tenía de su especie, de ser simples golems a las ordenes de un dueño.- Y me he hecho muy amiga de un vampiro muy divertido y considerado que tiene, por desgracia muy mala suerte.-entrecerré la mirada pensando sobre quien mas hablarle, y buscando filtrar un poco y no mencionar a cada una de las personas que me había topado en mis viajes.

-Conocí a una biocibernetica cuyo cuerpo tenía unas luces que variaban según su estado o emocionalidad, y que resulto ser traicionera, pese a que pensaba que los de su especie no podían serlo.-Rachell me había mostrado que incluso entre los hombres de acero había maldad.
Ignoré deliberadamente los miembros de la especie del joven Chimar, ya que su aclaración indicaba que buscaba datos sobre gente de otras razas, así que ni dragones ni humanos saldrian a colación por mi parte.-He conocido a mucha gente, si quieres saber de alguno en concreto no me importa hablarte de ellos, pero de un modo tan general podría enumerarte una lista tan larga que te dormirías antes de que terminase- Me excuse.
-También conocí brujos.- Hice alusión al comentario sobre su amigo.-Trabaje para uno en las islas illidienses una tarde, si quieres un consejo, nunca te ofrezcas como sujeto de pruebas de un alquimista, y aléjate de los ancianos con bastón que tengan mal genio por lo menos hasta salirte del rango del mismo.-Resoplé por a nariz y me lleve inconscientemente una mano a la cabeza.

-¿Y que has visto en Lunargenta que te llame tanto la atención? Gente de todos lados termina en la capital humana, independientemente de su raza. ¿Has conocido a muchos foráneos dignos de mención?

Las palabras del muchacho tenían sentido, aquello parecía ser un continuo en la criatura, y por algún motivo me costaba menos entenderlo que a la mayoría de otros sujetos con los que había conversado. Quizás era que ya estaba tomando la costumbre, o que al ser un niño expresaba las cosas con una sencillez impropia de los adultos. Fuera como fuera, era agradable.

Lo cierto era que la peculiaridad de lunargenta que tanto le gustaba, era una que había podido observar, no podía, sin embargo, asegurar que aquella mezcla no se diera a cabo también en las capitales de otras regiones. Pronto podría decirlo, cuando partiera a las islas nuevamente para una estadía mas prolongada.
Encaré ambas cejas cuando el muchacho mencionó que tendía a meterse en problemas, a mi al menos, a esas alturas me parecía un muchacho suficientemente educado y simpático.
-¿En problemas?.

En mi propio caso tenía sentimientos encontrados sobre mi propia suerte, pues por cada cosa buena había una mala que equiparaba su balanza, y por ahora no había habido reto alguno que superara lo que yo o mis aliados pudiéramos soportar, pero de situaciones raras si sabia un rato.
-Mucho.-Admití.- Bueno, depende de que criterio se use, pero supongo que si que he atraído bastantes situaciones extrañas, tanto buenas como malas.
También nos "habíamos salvado el culo" mutuamente yo y mis compañeros de viaje temporarios siempre que nos habíamos encontrado con algún problema, por suerte las trifulcas no formaban parte de mi día a día.

-¿Cual es la situación "problemática" mas notoria en la que te has visto envuelto? .- Aquella pregunta podría satisfacer tanto el hecho de conocer el tipo de situaciones de "peligro" en las que el chico se había mezclado, el saber que criterio tenía para definir problemas, y de paso podría escuchar alguna historia interesante.

La escueta pero notoria lista de problemas que marcaba el niño no parecían para nada propios para su edad. No pude si no dudar de si todas aquellas peripecias que mencionaba de pasada no eran mas que los recuerdos de las aventuras imaginarias, de esas que vivían los infantes cuando jugaban por las calles valiéndose de su imaginación para descubrir lugares secretos, grandes villanos y volverse sus propios héroes  de cuento.
Aún así, no quise ofenderle ni poner aquello en evidencia, bajo el riesgo de entristecer al muchacho o cargarme el ambiente apacible del que estábamos disfrutando.

Su pregunta me tomó por sorpresa, y lo mire anonadada unos instantes. No era como ser un niño, pero era difícil dilucidar la linea entre ser un infante y ser un adulto.
-Es.. no es algo que se es por uno mismo solo, es algo que se es cara al resto. Los niños son consentidos a nivel social, se les permite ciertas cosas, no se les hace responsables de otras, y en muchas medidas se les protege. Cuando eres un adulto, no recibes eso simplemente por existir, tienes que ganártelo todo, tienes que hacerte responsable de lo que haces hasta las ultimas consecuencias. También se exigen de ti algunas cosas dependiendo del medio. Por ahora he visto que tanto aquí en el norte se exige que tras un tiempo siendo adulto escojas pareja y procrees por el bien de la especie, del clan, la familia o el apellido, se te exige que seas un miembro productivo de tu sociedad, y a aquellos que no cumplen con eso se los trata mal, no tanto como si hubieran cometido un crimen, pero si como si fueran alguna clase de infrahumanos.
Dentro de unos años, cuando mi peregrinaje acabase me tocaría también tomar un puesto de responsabilidad en mi clan, y encargarme de que hubiera progenie. Por suerte aun quedaba el suficiente tiempo hasta entonces como para que solo fuera una imagen borrosa de un futuro lejano, que me aguardaba paciente, pero que se acercaba con la misma firmeza con la que desaparecían los segundos en el tiempo.

-Tiene cosas buenas, tienes permitido hacer más cosas, la gente te toma mas en serio.- Ladeé el rostro.-Muchos de los problemas o las cosas que tienen ser un niño están referidas a los padres, por eso tienes muchas de las libertades y de las responsabilidades que tiene un adulto. Procurarse un techo, comida, protección, calor en invierno.-Proseguí, en un tono un poco mas serio y pensativo, intentando imaginar como habría sido mi vida si me hubiera quedado sola de pequeña en las montañas, sin que algún clan me cobijase. Probablemente sería mucho mas salvaje y letrada de lo que era hoy por hoy.
-¿Como es ser un niño humano?.- Sabía como era ser un niño, pero solo uno reptil, de pequeña no había salido a penas de mi forma draconiana des de mi primera transformación, había aprendido a leer y escribir en esa forma, a caminar, y a volar, a comer cazar y rugir, a controlar el agua en mis entrañas, y a jugar con los dientes y zarpas.

La conclusión que sacó el muchacho sobre la respuesta que le había dado era bastante acertada, ser adulto era mas difícil que ser un infante, pero a su vez llevaba mas beneficios, era comprensible que un mayor numero de libertades conllevaran mas responsabilidad.
La ultima pregunta del muchacho me hizo esbozar una sonrisa de compasión. La eternidad era un concepto recurrente en los humanos, uno que trataban de atrapar entre sus dedos y que siempre se escurría cual humo entre los mismos. Quizás si mi vida fuera tan corta haría lo mismo, pero como aquel no era el caso, solo podía ver aquello como una peculiaridad suya que causaba algo de ternura y tristeza.

La respuesta del joven fue vaga, mas vaga de lo que habría esperado, su definición de la niñez pasó por su dificultad y su entretenimiento, sin concretar en ningún punto. Nada sobre lo que hacían, a que jugaban, que aprendían. Solté un lento y hondo suspiro por la nariz.
-Imagino que si, al menos a los dragones que nos criamos como tal. No tienes alas para aprender a volar, ni un cuerpo como para aprender a cazar, o la necesidad de mimetizarte con el ambiente por ejemplo.
Cerré uno de mis ojos finalmente, bajando mas la guardia, pese a que ya los lucía entornados des de hacía un rato, ahora apenas si veía la silueta del muchacho des de detrás de las pestañas por la fina rejilla que permanecía abierta ne mi ojo derecho.

-Mi niñez.-murmure.- Fue normal, cerca de la caverna, sin alejarme mucho, jugaba con el resto de mis hermanos, aprendía volar bastante rápido. En invierno hacíamos construcciones de hielo esputando agua fría, y la abuela Theragon me enseñaba a leer y escribir sobre la nieve fresca todos los días. Fueron unas décadas tranquilas.-Acomodé la barbilla sobre mi antebrazo.
-Muy encerrada en el territorio de mi clan. No fue muy distinto a lo que sigo haciendo cuando vuelvo, tengo hermanos muy pequeños, y solemos estar siempre en grupos grandes.-De ese modo ahuyentamos a cazadores y predadores de los mas pequeños.

Me estiré vagamente en la arena, observando de soslayo como el sol de la tarde empezaba a descender del cielo. Aun faltaba para que oscureciera, pero no nos hallábamos especialmente cerca de la ciudad. O no para ir caminando por lo menos.
-¿Como te ves para otro vuelo?.-Pregunte al mocoso, no quería que me vomitara el pescado en la espalda, pero tampoco me veía caminando todo ese tramo.

El muchacho me dio esta vez una respuesta un poco menos general y se puso al hablar a si mismo en el grupo de los que no podían permitirse estudios, sin embargo se expresaba con mucha mas fluidez que los niños de granjas con los que había hablado en contadas ocasiones. También poseía un vocabulario mucho mas extenso que la gente mas humilde, y sabía leer y probablemente escribir también.
Sabía que algunos chicos cuyos padres no podían permitirse darles estudios tenían la suerte de tener un allegado que les enseñara ambas cosas, quizás en el caso de Chimar hubiera ocurrido aquello, o quizás los niños de su grupo se enseñaran entre si lo que supieran y alguno de ellos hubiera tenido educación o un tutor antes te terminar en el refugio.
En cuanto a la diferencia de estratos, algo había leído al respecto cuando había estudiado el orden social y la organización jerárquica de los humanos, lo recordaba sobretodo por los esquemas triangulares que relacionaban los cargos de poder con el numero de integrantes de cada peldaño de su sociedad.
También recordaba haber leído infinidad de descripciones de los diversos tipos de ciudadanos que poseía un reino, y cuyas diferencias a veces eran tan nimias o escasas que distaban mas sus nombres que sus competencias.

-Suena tan raro para ti como para mi tu infancia.-Sonreí ligeramente.
El chico parecía entusiasmado por otro vuelo, así que tiré arena con las mano hasta ahogar lo que quedaba de las brasas del muchacho, comprobé que tenía todas mis cosas encima, y tal y como había hecho antes, me alejé unos pasos para tomár mi forma de dragón.- Parece que te gustó es de volar.- fue lo ultimó que acoté antes de dejar atrás mi aspecto humano.

Una vez en mi forma reptiliana me estire perezosamente y bostece ampliamente mientras me acomodaba en mi propio cuerpo. Plegué mis púas y me acerque hacia el pequeño ladeandome y agachandome para que pudiera subirse.
Esta vez haría lo mismo que la anterior para despegar, correría por la playa y ascendería despacio para evitar que el pequeño se resbalara y terminase hecho papilla contra el suelo, que no tuviera padres que pudieran reclamar por su perdida no significaba que no fuera a ser cuidadosa, era una cría, de otra especie o no.

Planeando hacía nuestro destino el cielo anaranjado anunciaba la cercanía del ocaso atrás nuestro, y las figuras de la ciudad se vivían nítidas a medida que salvábamos la distancia entre la playa y la gran urbe hacía la cual nos dirigíamos.

De nuevo volví a soltar aquel gorgoreo que equivalía a lo que para los humanos era una risa, en cuanto vi lo rápido que el muchacho se subía a mi lomo, y otra mas cuando ya surcando los cielos el muchacho habría perdido cualquier nerviosismo inicial y parecía disfrutarlo tanto como para hablar sin problemas.
Su oferta fue realmente conmovedora, y asentí con la cabeza, cuidando de no desviar mi rumbo.
El cansancio pasaba factura, no era lo mismo volar sola que con semejante peso encima, pero no me arrepentía de ello, después de haber visto el rostro de aquel niño. Claro que tampoco iba ponerme a pasear a cada cría de humano que me encontrase por las ciudades y las aldeas.

Aterricé lo suficientemente cerca de la ciudad como para que el niño pudiera entrar en ella, y lo suficientemente lejos como para que la guardia no se sintiera amenazada por mi presencia, del mismo modo que los aldeanos.
Esperé a que el muchacho bajara y apoye mi frente sobre la suya cuando este se despidió, escribiendo un ultimo mensaje en la tierra antes de salir volando hacia la torre de la playa que se había convertido en mi morada no hacía demasiado tiempo.

"Vendré a verte algún día."

Era el simple mensaje que rezaba el suelo allá en donde me había hallado instantes antes, única huella de nuestro encuentro en la tierra pero la ultima de muchas que perdurarían en el recuerdo. Siempre había tenido una gran memoria.