[MEGAEVENTO] Favela distópica [La posible salvación] [Chimar]

El campamento de los biocibernéticos estaba a rebosar de refugiados aquella soleada mañana. Muchos veían en la base una ciudad-santuario que les permitiría estar a salvo de la gran peste que asolaba desde la nevada Dundarak hasta los verdes campos de Lunargenta. Se habían formado muchos campamentos improvisados a las puertas de la gran muralla que daba acceso al interior de la base, pero un enorme río mantenía aquel “nuevo” barrio de chabolas de humanos enfermos lejos, esperando entrar a la ciudad, sin éxito, por supuesto.

Se había corrido el rumor de que la cura podría estar en manos del Doctor Peste, en el interior de la base. Pero entrar era una utopía para los muchos que lo intentaban. La mayoría acababan acribillados por la tecnología cibernética, y los pocos que conseguían entrar a la ciudad distópica, se perdían entre sus calles, totalmente desconocidas para cualquier humano.

Los líderes biocibernéticos sabían de la existencia de aquel pueblucho improvisado que afeaba por completo su bello paisaje. Y las malas lenguas decían que las desapariciones que se producían durante todo el día se debían a las incursiones de éstos en el pueblo. Y es que muchos cibernéticos se camuflaban entre las gentes y pasaban desapercibidos por completo para llevarse enfermos y estudiarlos. La contraparte estaba en los bandidos, que aprovechaban el desorden para robar a los enfermos sus posesiones, en deplorables actos de cobardía.

Pipa Wright, reportera del “Ocurrencias Públicas” de Lunargenta, redactaba como era el día a día de los refugiados enfermos, manteniéndose alejada de ellos para no ser contagiada por la enfermedad, pues aquello era un saco de gérmenes. Estaba junto a su hermana, Fiona, en los aledaños de una de las tiendas de los refugiados.

Su contraparte Fiona era una mercenaria armada con dos ballestas pequeñas de bella factura, portaba un característico bombín sobre su cabeza y había llegado hasta allí muy preocupada en busca de su hermana pequeña, se había enterado que estaba allí y trataba de hacerla entrar en cordura y sacarla de aquel peligroso lugar.

-¡Basta ya, Pipa! Larguémonos de aquí. ¿Qué demonios hacemos con todos estos mugrientos infectados? No nos dan nada a cambio. – se quejaba Fiona, lo que hizo que la reportera se enfadase bastante con ella.
-¡Tu actitud es muy egoísta! – le reclamó dándole un empujón a su hermana mayor. – Hay mucha gente enferma. Y encima hay cibernéticos secuestrándolos.
-Otra vez con lo de los cibernéticos. ¿Pero dónde los ves tú? – La del bombín no comprendía nada. –

Las hermanas Wright eran bastante distintas pero tenían una cosa en común: Las dos tendían a meterse en problemas, aunque las causas eran muy diferentes: Mientras Fiona, la mayor, era una cazarrecompensas a la que sólo el dinero motivaba, su hermana pequeña, la reportera Pipa, solía hacerlo por gran conciencia social, que la llevaba a ser una joven altruista aún viviendo en la inmundicia.

-Los cibernéticos podrían estar en cualquier parte. – echó un vistazo a su alrededor, hasta que vio al pequeño Chimar, cuan extraño parecía, en soledad. – Ese niño mismamente, podría ser un cibernético. – señaló a Chimar, que estaba justo detrás de ellas, escuchando toda la conversación.
-¡Ey tú, niño! – Fiona no se cortaba en nada a la hora de hablar, precisamente. - ¿Eres un robot o tus padres están enfermos? ¿No estarás enfermo, eh?– preguntó con nula delicadeza la mayor alejándose de él y tapándose la boca cuando su cabeza barajó esta última posibilidad.
-Así te lo va a decir… - se excusaba Pipa, tendiendo la vista sobre el río. Había una improvisada lancha con nuevos humanos tratando de pasar. La mujer ignoró este hecho y se recostó en sus rodillas. – Dime, pequeño, ¿cómo te llamas? ¿Te has perdido? ¿Me echas una mano con los refugiados?
-No le hagas ni caso. – Fiona estaba ya hecha una furia. Quería sacar a Pipa de allí. - Dile tú que tiene que venirse conmigo y dejarse de tonterías. A ver si diciéndoselo un crío se conciencia. – insistió Fiona.

Pipa Wright:

Fiona Wright:

¡Bienvenido Chimar! Estás en un soleado día en las afueras de la base de los biocibernéticos. Estoy intrigado por saber cómo o qué motivaciones te han traído hasta aquí. En este primer turno te toparás con las hermanas Wright. Las dos han aparecido en mis misiones, aunque nunca juntas. De Pipa tengo hecha ficha, a la que podrás acceder haciendo click [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] pero de Fiona aún me queda concluir la otra misión en la que aparece.

Tu objetivo del evento será ayudar en las distintas penurias que irán ocurriendo en el campamento. Te recomiendo que no te acerques demasiado a la gente si no quieres contraer la enfermedad… o toparte con extraños biocibernéticos secuestradores. Y es que no hay lugar seguro en esta “favela”. En este primer turno, tendrás que empezar poniéndote del lado de una de las dos hermanas en su debate existencial: ¿Salir de ahí o quedarse? Más allá de ser héroe o villano, es una mera cuestión de supervivencia o cabeza. ¿Qué decidirás? Tu postura te vinculará a una de ellas y la otra no lo aceptará y se irá ofendida. Y recuerda...

Tú puedes ser la posible salvación de esta gente.

Nota: Esta misión va en relación con las misiones "El Arboreto" y “Unidad de Distribución”, así que recomiendo seguirla si queréis descubrir la historia al completo.

Aborrecida. Esa fue la cara que puso Fiona cuando Chimar le dio la razón a Pipa. Que le dedicó un gesto con la vista como diciéndole: “¿Ves?”. Estaba molesta de que incluso el niño pequeño se sumara a la aventura de su hermana.

-¡Claro que sí! Seguro que hasta puedes ayudarme y todo. – le respondió Pipa a Chimar muy satisfecha.
-Muy bien, Pipa. Pues mientras tú te vas con el niño a curar enfermos yo voy a buscar la manera de largarme de este antro. – le advirtió enfadada y señalándola con el dedo. – Luego no digas que no te lo advertí, pero si te entra la conciencia, estaré en el embarcadero… “consiguiendo”… – no dijo esta palabra de una manera muy cortés – alguna barcaza.

Mientras Fiona bajó a la zona del río haciendo maljuraciones, Pipa se fue con Chimar haciendo anotaciones de todo cuanto veía. – Unos once años de edad, pelo corto. Podría haberse perdido. – musitaba para sí misma. Sí, ya se encontraba haciendo un perfil físico-psicológico de Chimar, como solía hacer con todos con los que entablaba conversación, y es que Pipa era una mujer muy observadora.

Durante el ascenso a la parte alta y segura del área, la reportera fue explicándole su situación particular en el campamento. – He leído mucho sobre venenos. Las malas lenguas de Lunargenta hablan mucho de un doctor Peste que es el mayor productor de venenos de Aerandir. Se encuentra dentro de la base, pero se dice que tiene una cura. - comenzó explicándole - Un amigo mío, bueno, de Fiona más bien, de nombre Roman, se ha infiltrado en la base y está buscando la cura, luego la fabricará y la verterá en el río. Pero alguien tiene que abrir aquellas esclusas para que el agua del río pueda ser medicinal.. – De la que subían señaló las enormes esclusas circulares al otro lado de la base que, justo en este momento, se encontraban cerradas.

Después de un ascenso entre gente sana y no tan sana, terminaron llegando al punto más alto de aquella pequeña colina junto al río y frente al enorme muro que protegía la base de los bios. – Fíjate. – Lo que le enseñó fue una imagen, quizás, un tanto grotesca para un niño de lo que era la vida en aquel improvisado campamento. Había varios puntos de interés: Señaló una tienda de campaña grande que parecía actuar de enfermería. Con los médicos y enfermeros corriendo de un lado para otro. – El “hospital”, por llamarlo de alguna manera. ¡Je! Es un buen sitio para contraer enfermedades. Como ves, no dan a basto ni tienen medicinas. Y para colmo cada día desaparecen médicos inexplicablemente. Aunque también gente del pueblo. – luego apuntó abajo, donde se encontraba Fiona, con su característico bombín, recorriendo el muelle con las manos en la espalda de manera muy sospechosa. - Mi hermana… Está intentando robar una barca para huir. La gente las utiliza para pasar al otro lado del río, donde son apaleados por los guardias biocibernéticos y tirados al río. – de hecho, en aquel mismo instante se podía ver dicha operación al otro lado de la costa. - Son unos cerdos sin corazón. – maljuró. Aunque la postura de los cibernéticos podía llegar a ser “entendible”, no querían su base también intoxicada.

Por último señaló a un puente no demasiado lejano. – Allí está el único puente que da acceso a la base. Es uno de los pocos accesos desde esta zona. Tendríamos que cruzar al otro lado y tratar de abrir las esclusas en el puente de mando, que no estaría demasiado lejos.– informó. - El mayor problema es que quizás sea el sitio más defendido.

De modo que tenían dos asuntos principales que solventar: Abrir las esclusas y estudiar las desapariciones. Tal vez podrían matar dos pájaros de un tiro, pero no había tiempo para todo y tenían que o dividirse o ir juntos. Fiona parecía dispuesta a marcharse, estaba bastante ofendida.

Chimar: Ya ves que las dos hermanas son muy cabezotas en lo suyo, y al posicionarte del lado de una la otra se ha ofendido y se ha ido. Tal vez la vuelvas a encontrar. Pipa te ha explicado los dos asuntos que más le preocupan del poblado: Las desapariciones de los médicos  y la apertura de las esclusas. No podréis realizar ambas simultáneamente y habrá que priorizar, aunque tal vez tengas la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro. Tus opciones para ello serán investigar el hospital, donde tendrás que ponerte a buscar sospechosos cibernéticos. Y si decides ir por las esclusas tendrás que o bien tratar de pasar en sigilo disfrazado o como quieras por el puente principal (tienes libertad para hacerlo de la manera que quieras), o bien ir a los muelles y conseguir una lancha para cruzar el río (de manera lícita o al estilo de la hermana de Pipa, me es indiferente), aunque no veréis ni rastro de Fiona. ¿Se habrá ido ya?

No habrá tirada de runas en este turno. Tienes libertad para utilizar a Pipa, pero no a Fiona.

El hospital de campaña no era uno de los lugares más apetecibles que había en aquel barrio improvisado. Pero es que, ¿cuál lo era? Quizás acceder por el puente o por el río podía ser un sinónimo de terminar con algún hueso roto, fruto de los biocibernéticos poco simpáticos que por ahí pasaban. Pero meterse en un hospital de enfermos no podía sino ser, cuanto menos, peligroso.

Chimar se planteó la posibilidad de que los enfermos desaparecieran por orden del propio personal sanitario, aunque no llegó a comentárselo a Pipa. Y menos mal pues ella ni siquiera se planteaba esa opción: La reportera estaba convencida de que los biocibernéticos eran los culpables: los “synths”, como los llamaba en secreto en los artículos e historias que ella misma escribía. Los odiaba desde siempre, pero más desde que invadió el Refugio 109 junto a Níniel y Vincent. Nunca olvidaría aquella noche.

Si cualquiera de las dos posibilidades, la del niño o la de la mujer, era cierta, no iban a tardar en averiguarlo. En cualquier caso, la reportera aceptó de buena manera la idea del pequeño de entrar al hospital de campaña.

Enfermeras entrando y saliendo corriendo y un panorama desolador era todo cuanto se encontraba ahí. El suelo era la propia hierba natural, cada vez más pisoteada y marrón por el constante paso de enfermos, sanos y enfermeros. Sobre ellas, algo más de dos docenas de camastros prácticamente formados por un somier con improvisados colchones de paja. Y en todos ellos ocupados, gente herida, enferma. Tosiendo.

-¡¿Qué hacen aquí?! Ni a usted ni a su hijo se les ve muy enfermos. – comentó un médico claramente enfadado. – Es una irresponsabilidad. No queremos más gente molestando. – aconsejó el doctor, empujando a Pipa, aunque esta no parecía dispuesta darse la vuelta.
-No es mi hijo. Y estamos aquí para estudiar las desapariciones y a ofrecerles nuestra ayuda en lo que necesiten. – miró a Chimar. – Estáis desbordados.
-Hagan lo que quieran. Yo no estoy para perder tiempo. – comentó.

Chimar aprovechó para observar a los presentes. No había nadie que pareciese un biocibernético sospechoso. Es cierto que algunos solían tener una apariencia no humana, pero había ciertos modelos que podían ser perfectamente réplicas de humanos, y si había biocibernéticos allí, desde luego no se diferenciaban mucho de los humanos. Tendrían que fijarse demasiado

Lo más destacable de la zona era una mujer atada a un camastro trasero, que comenzó a chillar justo cuando un enfermero se disponía a ponerle una inyección. - ¡Auxilio! ¡Me están matando! – gritaba. Estaba visiblemente afectada y su piel tenía muchas arrugas y costras rojas, indicando un severo estado de enfermedad. Pero aquellos chillidos no hacían sino empeorar su situación. - ¡Quieren acabar con nosotros! – gritó a los cuatro vientos con respecto a los médicos. Declaración que no pasó inadvertida para Pipa, que rápidamente la anotó en su cuaderno.

Pipa miró a la mujer muy extrañada y entrecerró la vista, luego envió una mirada cómplice a Chimar, como indicándole de que saber el veredicto y opinión de aquella señora podría ser interesante de cara al estudio.

Cuando dos enfermeros la sujetaban mientras una iba a ponerle la inyección con la supuesta medicina, la mujer pataleó tanto que acabó liberándose. Se soltó de los hombres con toda sus fuerzas como si de verdad creyera que la iban a matar y salió corriendo, tratando de huir de la campaña.

-¡Yo me voy de aquí! ¡No quiero que estos matasanos me maten y me tiren al canal! – vociferaba una declaración interesante, comenzando a correr por la tienda causando el pánico en la misma hacia la única salida disponible. El único problema es que Pipa y Chimar se encontraban en su camino hacia la misma.


Chimar: Has entrado junto a Pipa en el hospital de campaña. He de decir que si querías contagiarte has escogido la mejor opción. El panorama, como ves, es desolador. Los hospitales siempre son desagradables pero, en medio de aquella peste que asolaba Aerandir, aún más, y entrar puede que no haya sido una buena idea. Una de las enfermas consigue liberarse por el instinto de supervivencia. No os quiere hacer nada, pero estáis en su camino, y os atropellará con sus desagradables consecuencias si no os apartáis.

Tendrás que tirar una runa.

-Runa muy mala/mala: Chocará con Chimar y contraerás la enfermedad. Se unirá al club de Ircan y seguramente alguno más durante el evento.
-Runa media: Se llevará por delante a Pipa y esta contraerá la enfermedad.
-Runa buena/muy buena: Os conseguís apartar y ambos os libráis de la enfermedad.

Los dioses son esos seres capaces de conseguir lo peor para la gente cuando más difícil parece, y la diosa de la fortuna debe ser alguien bastante despreciable en muchas ocasiones. Y de aquello iba a poder dar fe Chimar en unos instantes.

-¡Apártate, vamos! – gritó Pipa haciéndose al lado derecho, justo al contrario del que se había lanzado Chimar. Pero aquella obesa mujer en avanzado estado de descomposición terminó tropezando sobre sí misma y cayendo justo al lado del pequeño, al que llegó a rozar a la altura del brazo.

Entre varios médicos ataviados con guantes pudieron recogerla y devolverla a su sitio, entre gritos. Pero la mujer estaba desesperada. - ¡Tiran los cadáveres al río por las noches! ¡Esta gente no tiene la cura! ¡Nos están engañando! – se desgañitó la mujer. Pero la prioridad de Pipa era bien distinta, ahora tenía que atender al pequeño Chimar. Había sido culpa suya que se contagiara. El virus de la peste ya comenzaba a brotar en él, aunque aún no estaba en su fase contagiosa, pero ello tendrían que pasar dos días. – Ven, tenemos que tratarte. - Le tomó de la mano y le instó a salir de la tienda y huir rumbo al embarcadero, donde se encontraba su hermana.

-¡Oh! ¡Por fin estás aquí, Pipa! Veo que has entrado en razón. – la del bombín se encontraba desatando una pequeña canoa que acababa de “agenciarse”, por supuesto, de manera poco lícita. -
-¡Fiona! ¡Fiona! – gritó Pipa, sin tocar a Chimar, que podía andar perfectamente por su propio pie, por si acaso se contagiaba. – He llevado al niño al hospital y se ha contagiado, ayúdame a sacarlo de aquí antes de que empeore.
-¡Sólo se te ocurre a ti! – le regañó la hermana. – A mí ni te me acerques. – dijo mirando a Chimar con cierta repugnancia.
-Ha sido culpa mía, Fiona. No debí dejar que entrara allí. – reclamó Pipa. – Ayúdame, Roman aún puede conseguir la cura. Tenemos que abrir las esclusas.
-Sí… Claro. Como que nos van a dejar los biocibernéticos. – reclamó cruzándose de brazos. – Sube, Pipa, he comprado esta barca, la única que quedaba disponible, así que nos vamos de aquí. Antes de que…
-¡Eh! ¡Mi barca! ¡Ni se te ocurra llevarte mi barca, ladrona! – gritó un hombre adulto que venía con un rastrillo.
-¿Qué has hecho, Fiona? – preguntó Pipa.
-Te lo explicaré más tarde. – la empujó. – Arread. A todas estas, ¿por qué esta barcaza huele a muerto? – se preguntó. Era una embarcación más o menos grande.

Fiona consiguió tirar del remo y alejarse ligeramente de la costa, mientras el hombre del remo comenzaba a lanzarle piedras. Más hombres se sumaron a la fiesta y comenzaron a apedrear la embarcación.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Parad! – pidió la humana, cubriéndose de las piedras.

Pero al otro lado, donde estaba la pequeña cabaña que supuestamente abriría las esclusas, el panorama tampoco es que fuera muy halagüeño. Aquellos hombres, al bramar, habían atraído la atención de parte de los biocibernéticos. Que ahora venían a ver qué pasaba.

Chimar: Qué mala fortuna y qué caprichosos son los dioses. Has contagiado la enfermedad. La duración de esto, como ya le sucedió a otros usuarios como Ircan o Iredia, es variable. Pero hay parte que depende de ti pues estás en uno de los tres eventos clave. Si abres las esclusas, puede que tengas una oportunidad. Siempre y cuando Johannes y Sarez en su evento consigan la cura correcta y Lexie Ivanovic en el suyo ponga en marcha la unidad de distribución, claro. Por ahora, empezarás a sentir que te duele la cabeza y que te sube la fiebre, aunque estarás bien.

Estáis siendo apedreados por los hombres de la favela a los que Fiona ha ¿comprado? una barca que huele a muerto. ¿Será la que utilizan para lanzar los cadáveres? No lo sé. Lo que sabemos a ciencia cierta es que los biocibernéticos saben dónde estáis en la otra orilla y si optáis por acercaros irán a por vosotros (no llegarán en este turno), y al menos ya no os lloverán las piedras y no habrá que lanzar runa. Tu alternativa es aguantar el apedreamiento y dejar que la corriente os arrastre hasta los pilares inferiores del puente, donde no seréis vistos. Con esta opción deberás tirar una nueva runa que delimitará en la historia lo siguiente:

Runa mala/muy mala: Una piedra acierta a Fiona y cae por la borda, desmayada.
Runa media: Una piedra acierta a Pipa y cae por la borda, desmayada.
Runa buena/muy buena: Las dos chicas se libran.

En cualquiera de los casos, llegaréis al pilar bajo el puente.

-¡Vamos! ¡Rema! ¡A la otra orilla! – instó Pipa siguiendo las indicaciones del pequeño Chimar. No estaban en un buen momento para iniciar una discusión.
-¡Si tienes prisa podías hacer tú también algo! – protestó Fiona, en pie, remando con todas sus fuerzas tratando de evitar el apedreamiento.

El río no era demasiado extenso, pero el barullo comenzaba a traer a los biocibernéticos del otro lado. Pronto iban a tener problemas pero, entonces. Una repentina y estruendosa explosión procedente del interior de la base de los biocibernéticos desató el caos en los mismos tan pronto como un claro destello cegó a todos los presentes durante un segundo.

Pipa parecía conocer la ubicación. La periodista tenía elaborada un plano de toda la base y, por su posición, todo parecía indicar que se trataba de…

-¡La unidad de toxinas! – exclamó, quitándose el sombrero de la cabeza. – Dios mío, era la única opción para conseguir la cura universal. – Y es que ahora mismo daba igual que consiguiesen abrir las esclusas. Lo que no sabían nadie era que Lexie Ivannovich acababa de destruir la mayor fábrica de sustancias químicas de Aerandir sin ningún motivo aparente.
-¡Genial! ¿Y qué hacemos ahora? – preguntó una ajetreada Fiona, dándole el brazo todo cuanto podía.
-¡Da igual! Hay que abrir las esclusas. Tal vez Roman haya conseguido la cura del Doctor Peste. – y es que la hermana menor aún guardaba una tenue esperanza.

Llegaron al otro lado, justo debajo de una de las enormes esclusas, desde tan cerca parecía gigante. En realidad, tenía un diámetro de unos veinte metros. Pero no tendrían tiempo para observar la imponente estructura pues había varios cibernéticos esperando. Al igual que todos, esperaban echar a los recién desembarcados rápidamente, y no de buenas maneras. Hasta dos guardias se les echaron encima, portando porras electrificadas. Y podía decirse que era un dos para uno y medio, pues Pipa no sabía combatir y Chimar era un niño. La reportera era la cabeza pensante mientras que su hermana, al igual que Chimar, manejaba ballestas cortas, y es que Fiona, como cazarrecompensas, estaba bastante ducha en el arte de disparar.

-El control de las esclusas está en aquel puesto de vigilancia. – Pipa señaló una estructura de madera pegada al lateral de aquella enorme esclusa de la base de los biocibernéticos, que desde tan cerca se veía impresionante. - ¡Fiona! ¡Ábrenos paso!
-¡Ábrenos paso! ¡Rema! – volvió a quejarse. – ¡Ábretelo tú, guapa! No estoy aquí de vacaciones precisamente. – insistió algo apurada, tratando de apaciguar el caldeado recibimiento cibernético. – ¡Mirad! ¡Allí hay refuerzos!

Un nuevo grupo de humanos armados con armas tan rudimentarias como hoces, rastrillos o guadañas habían atravesado también el río en otra barcaza. Llevaban días intentando cruzar y, viendo el caos generado por la explosión de la planta y el ímpetu de niño y muchachas, decidieron tratar de probar suerte de nuevo. Los biocibernéticos comenzaban a verse superados por el número de "refugiados" que intentaban cruzar la frontera.
-¡Pequeño! ¡Ayúdame a llegar a la compuerta! – pidió Pipa desesperada y muy nerviosa. - Cuanto antes la abramos, antes te curarás.
-¿Qué dices? ¡Tenemos que asegurar la zona primero! – reclamó la hermana más loca.

Chimar: El evento "la posible salvación" tenía tres misiones sencillas: Conseguir la cura, poner en funcionamiento la fábrica y, tu caso, abrir las esclusas para que ésta fuera liberada. Es una pena que Lexie Ivannovich haya decidido dinamitar la fábrica de toxinas [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], con eso te ha condenado no sólo a ti sino a muchos más en el evento. Desde luego, el panorama pinta negro, pero Pipa aún guarda esperanzas.

Has decidido cruzar al río y has llegado al otro extremo, y con ello entramos ya en las últimas decisiones. Ahora os encontráis justo debajo de una enorme compuerta de unos veinte metros de diámetro. Detrás, hay una ingente cantidad de agua esperando a ser liberada, quién sabe si con la cura o no. Ahora tendrás que decidir escoltar a Pipa y abrirte paso entre los biocibernéticos para llegar al control de las esclusas y abrirlas (tienes libertad total para describirlo) o bien ayudar a Fiona y los rebeldes a derrotar a los cibernéticos y asegurar la zona.

Pipa no sabe luchar por lo que irá siempre detrás de ti y tendrás que protegerla.
Fiona permanecerá con los rebeldes.

Como has elegido la opción de combate, te encontrarás enemigos en ambos casos, aunque NO tendrás que tirar runa en esta ocasión.

Puedes utilizar a ambas hermanas.

La impaciencia es una virtud que no tiende a aflorar cuando los nervios están a flor de piel. La gran misión era abrir la compuerta, eso estaba claro. Y en medio de un combate contra biocibernéticos a vida o muerte tampoco es que tuvieran mucho tiempo para pensar mejores opciones.

Fiona estaba tan concentrada en defenderse que ni siquiera pudo ver que su hermana se alejaba junto al pequeño. Continuaba liderando “la resistencia” en la parte bajo la enorme compuerta, así que Chimar aprovechó la distracción para ir directamente a la torre de control. Por medio de su efectiva granada hidráulica, que generaba un fuerte pulso dañino, consiguió abrirse paso hasta la torre y Pipa se mantuvo siempre a resguardo detrás suya, ya que su capacidad de combate era nula.

-¡Muy bien! ¡Vamos a romperla, ayúdame a empujar! – pidió la reportera. Chimar optó por golpearla. Efectivo, cuanto menos. La válvula comenzó a girar sobre su eje con un sonido metálico y la compuerta comenzó a abrirse.
-¡¿Qué hacéis?! ¡Esperad que nos apartemos! – pidió en gritos de ira Fiona, viendo como la enorme compuerta se abría justo encima suya.

Lo que vino a continuación era fácilmente previsible. Una riada barrió el campo de batalla. A biocibernéticos y a todo el que estaba cerca. La hermana mayor, Fiona, entre ellos. Pipa y Chimar se libraron porque se encontraban en un sitio elevado. Pero sí que  podían ver como una enorme columna de agua pasaba como en época de desnieve arrastrando todo a su alrededor. La torre sobre la que se encontraban ya no estaba elevada, ahora se encontraba “al nivel del mar”. Y digo mar porque aquello era lo que parecía. El campamento pordiosero de la otra orilla del río era ahora la Atlántida.

-¡NO! ¡Fiona! ¡Fiona, sálvate! – pidió Pipa desde su posición en la torre tras ver como su hermana era arrastrada hacia río abajo. ¿Sobreviviría? Bueno, eso lo dejaremos a otra historia. Pero por ahora parece poco probable. - ¿Qué hemos hecho, por los dioses? Quizás deberíamos haberles ayudado y esperado. – se lamentaba en el suelo de aquella estructura que ahora no parecía evacuable y que tenía toda la pinta de que pronto iba a ser también barrida. Ahora sí que no había tiempo de lamentaciones.

Pero no hay mal que por bien no venga. Sí. El caudal del río ahora se había triplicado o cuadruplicado. Todo el agua hirviendo que tenía la base de los biocibernéticos, también el vapor del agua, estaba saliendo por allí sin ningún tipo de control. Iba a haber bajas evidentes pero, a fin de cuentas allí estaba la cura. ¿No? Ese era el gran plan de curación para todos los aerandianos. Chimar sólo tenía que respirar el vapor, o beber aquella agua y… estaría curado…

… Claro, si Lexie no hubiese liquidado la fábrica y se hubiese dedicado a limpiarla de los bandidos que la asaltaron. Lo cierto es que el resultado era un poco indiferente ahora: Sin fábrica no había cura.

¿Y a dónde va toda esa agua? Se preguntará la gente. El río avanzará bravo las primeras decenas de kilómetros, inundando todo a su paso y los campos, pero una vez llegados a Verisar, se convertirá en una inofensiva corriente caudalosa. Y todo el que beba su agua, o todo el que respire el vapor que por allí se emitía en cualquier parte del mundo, se curará. Aquel era el plan original. Pero todos sabemos cómo terminó la historia. Que pasará a nivel global no se sabrá hasta que cada aventurero cumpla su cometido en la misión.

En cuanto a Pipa y Chimar. Sí, sólo les quedaba salir de allí sin ser arrastrados. Casi nada.


Chimar: Había subrayado que Fiona estaba debajo de la compuerta combatiendo, y has decidido ir a abrir la compuerta en vez de limpiar de enemigos la zona. El resultado es que Fiona ha sido barrida por la riada junto a los rebeldes. Aparentemente, no se le augura nada bueno. No sabrás más de ella al menos en esta aventura. No te preocupes por el pueblo, iba a ser barrido de todas maneras a menos que hubieses continuado con la parte de investigar los cadáveres y no abriendo así la compuerta.

En este último turno tendrás que relatar tu huida de la torre de vigilancia hacia un lugar más "seguro": Puedes trepar por el muro de la base de los biocibernéticos o tratar de cruzar el río de alguna manera inteligente o utilizando alguna barca. Que flotan, al menos. Tendrás que lanzar una runa que determinará tu destino final en el evento. ¿Capturado por los biocibernéticos o a salvo en la base sin ser detectado? ¿Arrastrado por la riada o libre en los campos? Como ya has tenido bastantes disgustos, como mínimo con una simple runa media obtendrás las opciones "buenas" (si es que se puede celebrar algo a estas alturas) para la opción que elijas: Río o base.

Tu estado de salud es, cada vez, de mayor gravedad. Y la fiebre ya se presenta bastante alta.Pipa está abatida, así que tendrás que animarla.

¡Menudo desastre! Había días en los que era mejor no salir de la cama. Y estaba claro que aquel era uno de ellos para Chimar. No se podía decir que el pequeño fuese un afortunado. Quizás debería plantearse probar en el amor cuando sea mayor. Ya sabemos el dicho.

En medio de la riada, se subió a la embarcación junto a Pipa bajo una promesa: Encontrarían a Fiona. Pipa no estaba muy convencida de ello, pero aún así quedándose en aquella estructura que parecía que no iba a aguantar mucho el fuerte oleaje desde luego que no la iba a encontrar. Había que huir.

La corriente avanzó muy brava, tanto que ni siquiera pudieron dirigir la canoa hasta la orilla como pensaban, y pronto comenzarían a ser arrastrados por la fuente riada. - ¡Es muy fuerte! ¡Debemos evitar que vuelque! – clamaba Pipa.

La improvisada embarcación no volcó, sino que fueron arrastrados durante varios kilómetros río abajo. Pero tendrían que hacer bastantes equilibrios para mantenerse en su interior y no acabar engullidos por el agua. Desde allí podían ver como muchas personas trataban de huir en la costa de la marejada. Siendo unas devoradas por la vorágine y otras consiguiendo ponerse a salvo en lo alto de árboles o en los tejados de sus hogares. Tras aproximadamente diez minutos a una velocidad de vértigo, una curva muy cerrada hizo que la canoa se saliese de la trayectoria del río y golpeara fuertemente contra unos bosques. Estaban no demasiado lejos de Sandorái.

Chimar y Pipa perderían la consciencia en aquel momento y, convalecientes como estaban, especialmente el pequeño, y alejados de la civilización, todo parecía indicar que iban a fallecer allí mismo. El pequeño apenas escucharía nada de lo que dos elfas cercanas les dirían.

-Ul hén an adaneth. – exclamó una mujer de avanzada edad.
-Hain bernui hijlänel – contestó otra.
-Nimloth na hén i echad – concluyó.

La elfa más joven tomó al pequeño y lo recostó sobre una camilla improvisada sobre la que, finalmente, lo llevarían a una aldea en el corazón del bosque. Allí planeaba curar las heridas del joven.

Traducción:

Terminamos el evento, valiente Chimar. No te sientas apesadumbrado. No es que tú lo hicieras mal. Es que la suerte esta vez tampoco te ha acompañado demasiado. Esperemos que la cosa cambie en tus aventuras futuras.

Consecuencias finales: Después de haber sido arrastrado por el río por tu lamentable suerte, terminas siendo rescatado inconsciente por el clan de elfos curanderos de Sandorái. Pero no te curarán a cualquier precio. Ya que te gusta hacer trabajos: Te pedirán que realices un trabajo convaleciente para los elfos del clan Udnimril de Sandorái en el bosque de Sandorái (elige uno adecuado o el que te convenga entre los disponibles del bosque). Ellos te recompensarán curándote de la enfermedad, además de con las recompensas habituales. Tu alternativa es abrir un tema libre y huir de los mismos, pero en ese caso entonces tendrás que esperar 4 temas con los efectos del la pandemia o bien rolear con alguien que haya conseguido una cura y que te la proporcione.

Además, contagiarás a todo aquel que toques a partir del segundo día de haber contraído la enfermedad.

Y para que no vuelvas a llevarte a nadie por el río sin desearlo: Te entrego el siguiente objeto:

Recompensa: Número inédito del Ocurrencias Públicas

Número inédito del Ocurrencias Públicas:

Además de eso obtienes:

- 14 puntos en función de la calidad del texto
- 4 puntos en función de la originalidad a la hora de resolver los conflictos
Total = 18 puntos de experiencia. Ya se han sumado a tu perfil.