[Mastereado] Secreto en la montaña [Cassandra C. Harrowmont]

- Señorita Harrowmont, ha llegado un nuevo contrato. - Dijo la secretaria acercándose a mi mesa y tomé el sobre. - También era para la señorita Boisson, pero no encuentra aquí.- A eso último no hice mucho caso. Me despedí de la mujer  y abrí el sobre. No era realmente un contrato, al menos no uno de los convencionales donde nos requerían para acabar con vampiros, sino una carta. La miré detenidamente buscando algún tipo de hoja perdida, miré el sobre y lo sacudí un par de veces para ver si caía algo e incluso miré en la mesa para ver si me habían traído el papel correspondiente. Pero nada. Hecho todo eso leí la carta.


- Mmmhh… - Volví a releerla sin entender bien a qué tenía que enfrentarme. ¿Algo en la montaña? Seguramente fueran un aquelarre de vampiros molestando a los enfermos de ese lugar. ¡Tenía que ir! Quería descubrir qué clase de vampiro era “él” y conocer a quien había mandado la carta. Casi siempre eran alcaldes, guardias o gente de poder quienes enviaban los contratos para requerir nuestros servicios pero este tipo decía que había trabajado en el sanatorio. ¿Un doctor, tal vez? Tenía curiosidad de visitar el lugar y poder enfrentarse con los chupasangres.
Pedí a Natasha que formulase la hoja de contrato mientras yo iba a informar a Isabella y a mi padre para ver si esta misión era para el gremio. Sí… Eso debía haberlo hecho antes de pedir a la secretaria que hiciera la ficha, pero yo sabía que iban a aceptar, al menos, mi padre. Y así fue.

Mandaron preparar un barco y a un par de cazadores que me acompañasen. Preparé mi equipaje, comprobé mi armamento y salimos lo más pronto posible. Lo que más odiaba de vivir en la isla es que tenía que moverme en barco para llegar al continente y eso no me hacía mucha gracia. Varios días en un barco eran agotadores, pero trabajo es trabajo, dicen. Así que no me quedó otra que aguantar el bamboleo de las olas sobre el casco y seguir adelante. Esta vez no estaba tan lejos, en la misma Verisar, así que el viaje no sería tan largo como en otras ocasiones.
- ¿Dónde nos dirigimos, señorita Harrowmont? - Preguntó Andrew, era el que más veces me acompañaba, aunque no podía contar siempre con su ayuda, ya que en muchas misiones iba cambiando de compañero. Yo no tenía a nadie definido, me gustaba más trabajar sola, aunque no siempre me lo permitían.
- Según esto, debemos ir cerca de la base de los Biocibernéticos. - Respondí mientras contemplaba la carta de nuevo.  La otra cazadora que me acompañaba no dijo nada, sólo miraba un mapa para buscar pueblos cercanos que pudiesen ser asolados por esas sanguijuelas. Se llamaba Luan.

Después de un largo, largo viaje por mar y tierra, llegamos al lugar más cercano donde asentarnos para ir al Sanatorio. Ellos se quedaron acomodando los equipajes y todo eso, pero a mí la curiosidad me ganaba. Quería conocer a ese hombre que había escrito la carta, además, aún estaba el sol en el cielo cuando llegué al edificio. Los vampiros no saldrían hasta dentro de un par de horas, suficientes para hablar con la persona que había pedido nuestros servicios. Todavía, con los rayos alumbrando la colina, estaba a salvo. No necesitaba ni a Luan ni a Andrew conmigo.

Tomé mi arco y el carcaj y me fui. A ellos les dije que tardaría muy poco, antes del anochecer estaría de nuevo en la posada. Sólo tenía que preguntar a ese tipo las condiciones del contrato, qué necesitaba exactamente, cómo eran esos seres… La típica información que pedíamos.  Así que no tardaría mucho. Volvería a la posada y emprenderíamos la cacería los tres.

Después de una pequeña caminata, me detuve frente a la puerta del imponente edificio. Parecía abandonado. ¿En serio era un sanatorio? Debía ser muy antiguo porque no me pareció que allí estuviera trabajando alguien actualmente. Me encogí de hombros y golpeé la puerta con suavidad un par de veces. Luego, la empujé para entrar. - ¿Hola? ¿Hay alguien? He venido por una carta… - Empecé a decir, para ver si podía llamar la atención de cualquier trabajador que pudiera indicarme qué había que hacer. En mi mano izquierda llevaba la carta envuelta y la ficha que Natasha había hecho para formalizar el contrato.

La valiente Cassandra había arribado a las instalaciones del sanatorio Severalls, aunque por ideas bastante equivocadas. No se encontraría con un grupo de vampiros en ese lugar, al menos no de la forma en que lo imaginaba.

Nadie había acudido a su llamado, algo que sin duda debería haber bastado para alertar sus sentidos.

Al adentrarse en la estancia sería recibida por un preocupante charco de sangre, proveniente de uno o varios cuerpos, mismos que se encontrarían esparcidos por diferentes puntos del escenario.

Ojalá ese arco y esas flechas sean suficientes para hacerle frente a lo que se escondía tras las puertas del hospital.

Si acaso la bruja tenía una esperanza de volver por donde había llegado, ahora podría olvidarse de eso por completo, pues, de manera misteriosa, la entrada quedaría sellada sin que hubiese ni una forma de poder abrirla de nuevo. Aparentemente el único camino sería avanzar.

Tras el mostrador del lobby se hallarían diversos caminos:

El primero mostraría una extraña reja de metal, la cual resguardaría una especie de elevador, aunque este camino estaría sellado…por el momento.

Justo al lado del elevador se encontraría una escalera de madera, cuya desembocadura mostraría la puerta que llevaba hasta el sótano de las instalaciones, donde se encontrarían las maquinas que mantenían iluminado el sanatorio, y alguna que otra sorpresa.

El camino de la izquierda llevaba hasta algunas de las habitaciones de recreación de los internos. Justo al fondo de ese misterioso pasillo se halarían las escaleras que la llevarían justo al segundo piso.

Mientras que el camino de la derecha le llevaría hasta la sala de las cámaras y las oficinas de las instalaciones. Tal vez en la primera cabina de control encontrase alguna manera de salir.

Ahora la decisión correría por parte de la cazadora. Desafortunadamente no tendría mucho tiempo de pensar en cuál camino debería tomar, puesto que la sensación de estar siendo vigilada se mantendría presente de ahora en adelante…

Estaba claro que no respondía nadie. Molesta, me dispuse a salir, pero la puerta se cerró de golpe y comencé a dar tirones. - ¡Ábrete! ¡No tiene gracia! ¡Salid de una vez! - “Os voy a matar a todos, valientes hijos de puta”, pensé, tratando de abrir la puerta usando la fuerza. Nunca me había pasado de entrar a un sitio así, tan tenebroso. Siempre teníamos las vías de escape bien localizadas y las puertas abiertas por si necesitábamos retroceder porque nos ganasen terrenos los vampiros. Ahora, al estar así, jugaba en su terreno y eso no me hacía ninguna gracia. Empecé a empujar la puerta, pero nada. - ¡Joder! - Llegué incluso a propinarle una patada al pomo tratando de abrirla. Pero como si no hiciera nada. Y me estaba poniendo más nerviosa.

Para colmo, noté algo resbaladizo en la suela de mis botas y, al mirar abajo, pude ver sangre. Pero no unas gotas… ¡Un buen charco! Venía de los cadáveres que había frente a mí. ¿¡Cómo no los había visto antes!? Estaba tan centrada en lo que me habían mandado hacer que había ignorado esos cuerpos. Me acerqué a ellos con precaución, con mi arco preparado por si acaso tenía que usarlo para defenderme. Esas personas no parecían moverse. Miré a mi alrededor, buscando al causante de esto, y luego volví a centrarme en los cuerpos. Quería ver si tenían mordeduras, cortes de algún arma, golpes contundentes… Cualquier cosa que me indicase quién había sido el o los causantes de semejante atrocidad y qué debía hacer para enfrentarme a ellos.

Antes de seguir, traté de volver a forzar la puerta, de nuevo, pero no paraba de mirar para todos lados. Después de varios intentos, desistí. - Está bien, Cassandra, has hecho esto muchas veces. A buscar una salida, venga. - Susurré para mí misma y comencé a andar, pegada a una de las paredes y sin perder la vista de cualquier lugar, sobre todo, estaba atenta a cualquier mínimo ruidito, sin bajar el arma.

No iba a encerrarme en el sótano ni iba a subir a una planta que me dificultase el escapar. Prefería quedarme en la primera y buscar una ventana u otra puerta por la que poder salir del lugar. Así que seguí en dirección a lo que parecían ser las oficinas, por el pasillo de la derecha. No me gustaba nada ese sitio, era el típico lugar donde podría aparecer un vampiro de la nada y hacer una masacre. Pero si solo fuera un vampiro podría deshacerme de él.

Seguí caminando por el pasillo a pasos muy lentos, soltando maldiciones e injurias en mi mente, y lamentándome por qué no estaba Andrew conmigo para poder cubrir mejor este lugar. Había papeles por ahí, pero no les hice caso, lo que más me importaba era llegar al final del pasillo y buscar algo relevante en esa sala. Lo bueno es que no parecía haber internos, este lugar estaba abandonado y podía ser, perfectamente, una guardia de chupasangres, pero ese charco de sangre no me gustaba, ¿por qué iban a desaprovechar tanta sangre? Como yo la había pisado, notaba cómo se quedaban pegajosas mis botas a cada paso, que estaba manchado por el líquido carmesí, dejando una hilera de mis huellas. Si quería ir disimuladamente por el pasillo no lo estaba haciendo bien.

Con sigilo me acerqué a la puerta que tenía al final del pasillo y la abrí, muy, muy despacio, moviéndola con la pierna mientras que con mis manos levantaba el arco para apuntar a lo primero que me encontrase ahí. No iba a permitir sustos desagradables ni ataques por sorpresa.