Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
Níniel no pudo evitar sentirse aliviada cuando tanto Vincent como Huracán compartieron su punto de vista sobre aquel nuevo plan alternativo que las grandes hechiceras quisieron imponerles. Incluso parecía que estaban de acuerdo en que los motivos para cambiar un plan por otro eran claramente interesados, pues se servían de mentiras obvias que buscaba disfrazarse con una dificultad que no era real y con una moralidad que haría enarcar la ceja de cualquiera que como los allí presentes supiera que aquellos cazadores tenían su buena dosis de intrigas y juegos políticos en su seno. De hecho tras la conversación reciente con Igrainne la elfa sospechaba que al lado de muchos asuntos con los que Isabella había tenido que tratar, y muy posiblemente siguiera tratando, las gotitas de Veritaserum en la bebida eran un juego de niños.
Fue una suerte añadida que Lady Yennefer al final también secundara aquella vía de actuación, ya que sin duda fue su voto de calidad el que hizo que incluso Isabelle tuviera que admitir que si lo hacían bien el plan original del trío de pequeños conspiradores era una mejor opción, y una para la que estaban mejor cualificados que la de infiltración. Claro que nunca lo admitiría y lo que sus palabras realmente quisieron decir se traduciría de forma aproximada como: "Vosotros sabréis, si sale bien no os diré ni gracias y si si sale mal yo no tengo nada que ver y de hecho no dejaré que esto me salpique de modo alguno. De hecho si os pillaban en la academia ya pensaba decir que no sabía nada y que debía de tratarse de un broma de los "niños". Con razón Huracán siempre tenía el ceño fruncido cuando su madre estaba delante, debían de gustarle muy poco todos esos politiqueos y técnicas subversivas, de hecho seguramente preferiría sacar a esos irritantes gemelos de la fiesta, apuntarles a la cara con la ballesta y obligarlos a decirles todo cuanto supieran...Si pudiera.
-Menos mal que ha atendido a razones. Ya me veía siendo tachada de espía y poniendo en un apuro a todos los que tan bien me han tratado aquí en las islas. Este plan debería funcionar, pero debemos actuar con cabeza, tanto si tenemos éxito como si no.- Comentó una vez que volvieron al camino de vuelta al palacete. Isabella tenía razón en una cosa, en una que no había dicho pero Níniel había intuido. Demasiada verdad podría ser contraproducente pues podía deshacer un ovillo totalmente fabricado sobre falsedades. Un ovillo que con sus defectos y bastante sucio servía a un propósito en las hábiles y manipuladoras manos de Isabella a la que la peliblanca a pesar de todo no veía como una persona malvada, claro que tampoco le caía bien.
Una vez de vuelta a los terrenos del palacete de los cazadores, atestados de gente a esas horas pues parecía que el evento principal ya había dado comienzo y se habían reunido allí tanto los invitados que antes habían ocupado la casa como los que habían preferido aguardar fuera y los rezagados de última hora que no eran pocos. ¿Sería una tradición de los brujos llegar, si no tarde, con el tiempo justo?. Tendría que preguntárselo después a sus amigos, si todo salía bien con su plan.
-Hay mucha más gente de la que esperaba, en mi hogar pocas veces nos reunimos tantos. Solo en fechas señaladas. La verdad es que nos viene bien.- Dijo tratando de evitar separarse de Vincent mientras el grupo avanzaba entre los grupos de invitados, tratando de abrirse paso para dar con Casandra y Milton, los detestables hermanos. Incluso parecía haber más gente allí que en las fiestas nobles de Lunargenta a las que la elfa había acudido, aunque posiblemente solo se lo pareciera porque las mansiones donde tuvieron lugar aquellas galas eran...Gigantescas. -Allí están Huracán. En la mesa del fondo, la de los quesos variados. Aunque cada vez son menos variados.- Añadió tras indicarle a la veterana cazadora con la mirada dónde estaban sus "objetivos", haciendo partícipes a los demás de paso que si querían probar algunas de las mejores variedades de queso más les valdría darse prisa porque los platos se vaciaban más rápido que una bandeja de dulces a la puerta de un colegio.
Entonces Huracán puso en marcha su plan, uno que Níniel comprendió enseguida y al que asintió, alejándose un poco tras saludar con una leve inclinación de cabeza a Jules y aprovechando a dos brujos especialmente corpulentos para servir un par de copas de vino y verter con cuidado la cantidad exactas de verdad envasada en una de ellas. Entre la magnífica cobertura que aquellos dos hombres la brindaban y que ambos estaban especialmente ocupados atacando lo que parecía una especie de pastel de calabaza, que tenía una pinta estupenda todo sea dicho, la joven pronto tuvo preparada la bebida alterada sin que, que ella se hubiera dado cuenta, hubiese visto cómo la preparaba.
-Aquí tienes Jules, para la horrible dama.- Dijo ofreciéndole una de las copas, la que tenía la dosis adecuada para la mujer. -Y esta es para ti, es la última de Est-Est, uno de los mejores vinos, uno que esa mujer no se merece, ni siquiera por una apuesta. Casi he tenido que llegar a las manos con un par de brujas para conseguirla.- Dijo pues no quería correr el riesgo de que en su estado el tirador se equivocara de copa y le diera la que no era a Casandra. En su estado seguramente nadie notaría que Jules estuviera bajos los efectos del veritaserum, pero se quedarían sin sus respuestas.
-Vale, supongo que eso es fácil. Si sus acompañantes son como él y ríen sus gracias bastará con que pase por delante de ellos para que se distraigan. Pero alguien tendrá que estar atento para cuando el veritaserum empiece a hacer efecto. No podemos dejar que esa idiota vaya por ahí respondiendo con sinceridad a todo lo que le pregunten o tu madre nos matará. Habrá que mantenerla controlada, sacarle las respuestas y luego dejar que duerma la mona. Se despertará en un par de horas pensando que se ha pasado con la bebida y nada más. Incluso es posible que ni recuerde a Jules. También necesitaré algo de protección para mi parte del plan me temo, por si se ponen violentos. Sobre todo recordad, podría negarse a hablar, así que haced las preguntas precisas del modo preciso.-
Una vez que el plan pareció completo y cada cual supo cuál sería su función, Níniel cogió aire y se dispuso a pasar por delante de aquel grupo de brujos sin ademán de ocultarse. Incluso se permitió, como parte de su actuación de señuelo, mirar a Milton a los ojos y luego apartarlos en una evidente muestra de superioridad y desprecio. Si aquello no atraía toda su atención...Nada lo haría. Comenzaba el espectáculo.
Fue una suerte añadida que Lady Yennefer al final también secundara aquella vía de actuación, ya que sin duda fue su voto de calidad el que hizo que incluso Isabelle tuviera que admitir que si lo hacían bien el plan original del trío de pequeños conspiradores era una mejor opción, y una para la que estaban mejor cualificados que la de infiltración. Claro que nunca lo admitiría y lo que sus palabras realmente quisieron decir se traduciría de forma aproximada como: "Vosotros sabréis, si sale bien no os diré ni gracias y si si sale mal yo no tengo nada que ver y de hecho no dejaré que esto me salpique de modo alguno. De hecho si os pillaban en la academia ya pensaba decir que no sabía nada y que debía de tratarse de un broma de los "niños". Con razón Huracán siempre tenía el ceño fruncido cuando su madre estaba delante, debían de gustarle muy poco todos esos politiqueos y técnicas subversivas, de hecho seguramente preferiría sacar a esos irritantes gemelos de la fiesta, apuntarles a la cara con la ballesta y obligarlos a decirles todo cuanto supieran...Si pudiera.
-Menos mal que ha atendido a razones. Ya me veía siendo tachada de espía y poniendo en un apuro a todos los que tan bien me han tratado aquí en las islas. Este plan debería funcionar, pero debemos actuar con cabeza, tanto si tenemos éxito como si no.- Comentó una vez que volvieron al camino de vuelta al palacete. Isabella tenía razón en una cosa, en una que no había dicho pero Níniel había intuido. Demasiada verdad podría ser contraproducente pues podía deshacer un ovillo totalmente fabricado sobre falsedades. Un ovillo que con sus defectos y bastante sucio servía a un propósito en las hábiles y manipuladoras manos de Isabella a la que la peliblanca a pesar de todo no veía como una persona malvada, claro que tampoco le caía bien.
Una vez de vuelta a los terrenos del palacete de los cazadores, atestados de gente a esas horas pues parecía que el evento principal ya había dado comienzo y se habían reunido allí tanto los invitados que antes habían ocupado la casa como los que habían preferido aguardar fuera y los rezagados de última hora que no eran pocos. ¿Sería una tradición de los brujos llegar, si no tarde, con el tiempo justo?. Tendría que preguntárselo después a sus amigos, si todo salía bien con su plan.
-Hay mucha más gente de la que esperaba, en mi hogar pocas veces nos reunimos tantos. Solo en fechas señaladas. La verdad es que nos viene bien.- Dijo tratando de evitar separarse de Vincent mientras el grupo avanzaba entre los grupos de invitados, tratando de abrirse paso para dar con Casandra y Milton, los detestables hermanos. Incluso parecía haber más gente allí que en las fiestas nobles de Lunargenta a las que la elfa había acudido, aunque posiblemente solo se lo pareciera porque las mansiones donde tuvieron lugar aquellas galas eran...Gigantescas. -Allí están Huracán. En la mesa del fondo, la de los quesos variados. Aunque cada vez son menos variados.- Añadió tras indicarle a la veterana cazadora con la mirada dónde estaban sus "objetivos", haciendo partícipes a los demás de paso que si querían probar algunas de las mejores variedades de queso más les valdría darse prisa porque los platos se vaciaban más rápido que una bandeja de dulces a la puerta de un colegio.
Entonces Huracán puso en marcha su plan, uno que Níniel comprendió enseguida y al que asintió, alejándose un poco tras saludar con una leve inclinación de cabeza a Jules y aprovechando a dos brujos especialmente corpulentos para servir un par de copas de vino y verter con cuidado la cantidad exactas de verdad envasada en una de ellas. Entre la magnífica cobertura que aquellos dos hombres la brindaban y que ambos estaban especialmente ocupados atacando lo que parecía una especie de pastel de calabaza, que tenía una pinta estupenda todo sea dicho, la joven pronto tuvo preparada la bebida alterada sin que, que ella se hubiera dado cuenta, hubiese visto cómo la preparaba.
-Aquí tienes Jules, para la horrible dama.- Dijo ofreciéndole una de las copas, la que tenía la dosis adecuada para la mujer. -Y esta es para ti, es la última de Est-Est, uno de los mejores vinos, uno que esa mujer no se merece, ni siquiera por una apuesta. Casi he tenido que llegar a las manos con un par de brujas para conseguirla.- Dijo pues no quería correr el riesgo de que en su estado el tirador se equivocara de copa y le diera la que no era a Casandra. En su estado seguramente nadie notaría que Jules estuviera bajos los efectos del veritaserum, pero se quedarían sin sus respuestas.
-Vale, supongo que eso es fácil. Si sus acompañantes son como él y ríen sus gracias bastará con que pase por delante de ellos para que se distraigan. Pero alguien tendrá que estar atento para cuando el veritaserum empiece a hacer efecto. No podemos dejar que esa idiota vaya por ahí respondiendo con sinceridad a todo lo que le pregunten o tu madre nos matará. Habrá que mantenerla controlada, sacarle las respuestas y luego dejar que duerma la mona. Se despertará en un par de horas pensando que se ha pasado con la bebida y nada más. Incluso es posible que ni recuerde a Jules. También necesitaré algo de protección para mi parte del plan me temo, por si se ponen violentos. Sobre todo recordad, podría negarse a hablar, así que haced las preguntas precisas del modo preciso.-
Una vez que el plan pareció completo y cada cual supo cuál sería su función, Níniel cogió aire y se dispuso a pasar por delante de aquel grupo de brujos sin ademán de ocultarse. Incluso se permitió, como parte de su actuación de señuelo, mirar a Milton a los ojos y luego apartarlos en una evidente muestra de superioridad y desprecio. Si aquello no atraía toda su atención...Nada lo haría. Comenzaba el espectáculo.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Un suspiro más mental que real recorrió el interior de su cuerpo cuando la madre de Huri se mostró favorable de su plan elegido. O más bien se conformó. Tanto daba una cosa como la otra a su respecto. Había conseguido desviar la idea de un allanamiento que podría ser muy peligroso para ellos de ser llevado a cabo, sobre todo para Níniel.
La elfa había sido invitada por Otrore como su pupila, y venía en calidad de su aprendiz para que aprendiera alquimia con uno de los mejores en la materia. De paso la joven podría aprender algo de las islas, y observar su arquitectura y cultura, y alejara un poco del tópico que rodeaba a los brujos con respecto a la guerra. Desgraciadamente tan real a veces, pero que tampoco era el destino ni el ideal de todos los nacidos en las islas del sur.
En cualquier caso no estaba allí para participar en una guerra entre brujos, y mucho menos para exponerse al peligro que eso conllevaba. No, ya había tenido suficiente viéndola involucrada en una batalla contra unos vampiros de manera inesperada, y ya hacía suficiente ayudándolos con los hermanos Harrowmont.
No permitiría que nadie pusiera en peligro a Níniel, ni siquiera a su propia madre. Aunque sabía perfectamente que ella e Isabella tenían la influencia para que a la elfa no le pasara nada aunque los pillaran, no pensaba correr el riesgo. Seguramente como mucho la elfa sería expulsada de las islas sin posibilidad de volver. Un exilio. Más eso ya era algo preocupante para él. La joven se llevaría un mal recuerdo del archipiélago de los brujos, y no podría volver a su tierra natal. No poder volver a invitar a la sacerdotisa al lugar que lo vio nacer le dolería en el alma. Pese a que puede que nunca lo hiciera por mantenerla alejada de problemas, solo la posibilidad que no poder hacerlo ya era un daño irreparable llegado el caso.
El grupo volvió al palacete. Los jóvenes al frente, con las mujeres veteranas unos pasos detrás, seguramente calibrando sus futuros planes. Sabía muy bien que ahora debían modificar lo que habían pensado, aunque no le preocupaba. Seguro que las madres habían tomado en cuenta esa posibilidad, ya que el plan de infiltrarse no era muy apetecible que digamos, y difícilmente aceptable. Así como complicado de realizar con éxito si hubieran aceptado hacerlo.
La parte importante de la fiesta ahora estaba en los jardines, y no en el interior como anteriormente. Evidentemente el maestro de ceremonias que hubiera contratado el gremio sabía lo que hacía. Desaprovechar ese día tan espléndido, así como esos jardines tan bien cuidados y extensos, sería un sacrilegio.
- Me parece una buena idea-, contestó a Huracán.
Soltar de la lengua a cualquiera de los dos les valía, y Milton estaba acompañado por algunos de sus amigos. Cassandra por su parte estaba a su lago, pero de una manera distante, como si la conversación de su hermano con sus acompañantes poco le importara. Era una presa más fácil.
Lo que ya no le gustaba tanto es que se encargara Jules. No porque fuera Jules sino porque se le notaba la alegría característica de las personas que habían tomado demasiado alcohol. Esperaba que recordara las instrucciones de Huri y de Nín, y que no se equivocara de copa al coquetear con la Harrowmont.
- Seguro que puedes Jules. No me dirás que no lo conseguirás. Porque yo apuesto por ti-, comentó mientras avanzaban hacia los hermanos. Con ánimo de azuzarlo y que le diera la copa a Cas, aunque solo fuera pensando en un reto personal.
- Pfff. No hay ninguna chica que Jules Roche no pueda ligarse. Observa y aprende del mejor-, dijo con más chulería de lo normal fruto del alcohol. - Ya puedes ir a contar el dinero que ganaras mi buen amigo-, le guiñó un ojo para luego acercarse a Cassandra.
Vincent observó como el cazador se aproximaba a la dama, así como al estratagema de Nín, que consistía en una provocación a Milton con un ademán de orgullo y prepotencia. Sonrió. No era nada del otro mundo, pero con ese chico funcionaría.
- Huracán. Vigila los movimientos de Jules y Cassandra. Yo me encargo de mantener a raya a esos-, dijo avanzando hacia la elfa.
No necesitaba esperar más para saber que pasaría. Y en lo que se acercaba, el grupo de hombres ya había tenido tiempo para aproximarse a Níniel y comenzar a molestarla.
- Vaya, vaya. ¿No aprendes verdad? Que te dije antes. Es mi invitada-, comentó con la misma voz cortante que había usado la última vez con Milton, agarrándolo por el brazo como la última vez. - Aléjate de ella-, dijo dándole un empeñón por donde mismo lo agarraba.
- Tú. Otra vez-, contestó furibundo. Se podía notar la rabia en su mirada. - No quiero que un sangre sucia como tú me vuelva a tocar. No quiero que me ensucies al mezclarte...-, hizo un ademán con la cabeza a la elfa, - con alguien como esa-, dijo finalmente arreglándose la ropa donde se había arrugado por el agarre de Vincent.
- Oh. Eso tenía fácil solución. Con no acercarte a ella es suficiente. Yo tampoco quiero mezclarme con alguien… tan limpio y puro como tú-, dijo con un énfasis distinto el final de su frase.
- Yo soy más brujo de lo que tú nunca serás.
Vincent rió.
- Me gustaría ver eso-, contestó en un tono que parecía un reto.
El trío de hombres dio un paso adelante casi a la vez. Sin duda heridos en el orgullo.
- Maldito hijo de…-, comenzó a decir uno pero se pararon antes de terminar la frase.
- ¿Qué ocurre? - dijo una voz familiar para el rubio, aunque dirigiéndose a los hombres. - Espero que mi hijo no os esté causando problemas-, comentó con una sonrisa poniéndose a un lado, entre los hombres y el propio Vinc.
- No lady Yennefer. No ocurre nada. Solo estábamos charlando-, comentó Milton más relajado.
- Entiendo. No quisiera interrumpir una conversación amistosa entre caballeros-, dijo está vez la morena, aunque sin ademán de irse.
Realmente parecía que quería seguir allí escuchando pese a lo que había dicho. Y nadie dijo nada mientras ella permanecía allí.
- ¿Ocurre algo? - preguntó mirando a su alrededor a todas las personas, fingiendo que no entendía nada.
- No. No ocurre nada. No era nada importante y ya nos íbamos. Disfruten de la comida-, se despidió Milton con falsas palabras, y con ello el grupo de brujos se retiró.
Yennefer, por su parte, se giró dando la espalda al trío que se alejaba, y colocó los brazos entrecruzados, de manera que la copa de vino que llevaba le quedara justo pegada a la mejilla.
- Menudo idiota-, susurró rondando los ojos, y después le guiñó un ojo a su hijo. - Su hermana es mucho más maja que él. ¿No os lo parece? - comentó justo antes de tomar un sorbo de vino y comenzar a caminar.
Conocía bien a su madre, y esas palabras solo podían significar una cosa. Por ello el brujo oteó con la mirada alrededor y comprobó que esta no estaba por ningún lado. Como tampoco lo estaba Jules y Huracán.
- Bien. Creo que ha funcionado. Pero debemos buscar donde se han metido-, susurró a Níniel pegándose mucho a la elfa, fingiendo que se preocupaba con ella. Le cedió el brazo para que lo cruzara con él y avanzar de la mano. - Seguramente se hayan alejado para que Milton no se reuniera con ella después de la distracción. Démonos prisa, imagino que no tardará en preguntarse dónde se ha metido.
La elfa había sido invitada por Otrore como su pupila, y venía en calidad de su aprendiz para que aprendiera alquimia con uno de los mejores en la materia. De paso la joven podría aprender algo de las islas, y observar su arquitectura y cultura, y alejara un poco del tópico que rodeaba a los brujos con respecto a la guerra. Desgraciadamente tan real a veces, pero que tampoco era el destino ni el ideal de todos los nacidos en las islas del sur.
En cualquier caso no estaba allí para participar en una guerra entre brujos, y mucho menos para exponerse al peligro que eso conllevaba. No, ya había tenido suficiente viéndola involucrada en una batalla contra unos vampiros de manera inesperada, y ya hacía suficiente ayudándolos con los hermanos Harrowmont.
No permitiría que nadie pusiera en peligro a Níniel, ni siquiera a su propia madre. Aunque sabía perfectamente que ella e Isabella tenían la influencia para que a la elfa no le pasara nada aunque los pillaran, no pensaba correr el riesgo. Seguramente como mucho la elfa sería expulsada de las islas sin posibilidad de volver. Un exilio. Más eso ya era algo preocupante para él. La joven se llevaría un mal recuerdo del archipiélago de los brujos, y no podría volver a su tierra natal. No poder volver a invitar a la sacerdotisa al lugar que lo vio nacer le dolería en el alma. Pese a que puede que nunca lo hiciera por mantenerla alejada de problemas, solo la posibilidad que no poder hacerlo ya era un daño irreparable llegado el caso.
El grupo volvió al palacete. Los jóvenes al frente, con las mujeres veteranas unos pasos detrás, seguramente calibrando sus futuros planes. Sabía muy bien que ahora debían modificar lo que habían pensado, aunque no le preocupaba. Seguro que las madres habían tomado en cuenta esa posibilidad, ya que el plan de infiltrarse no era muy apetecible que digamos, y difícilmente aceptable. Así como complicado de realizar con éxito si hubieran aceptado hacerlo.
La parte importante de la fiesta ahora estaba en los jardines, y no en el interior como anteriormente. Evidentemente el maestro de ceremonias que hubiera contratado el gremio sabía lo que hacía. Desaprovechar ese día tan espléndido, así como esos jardines tan bien cuidados y extensos, sería un sacrilegio.
- Me parece una buena idea-, contestó a Huracán.
Soltar de la lengua a cualquiera de los dos les valía, y Milton estaba acompañado por algunos de sus amigos. Cassandra por su parte estaba a su lago, pero de una manera distante, como si la conversación de su hermano con sus acompañantes poco le importara. Era una presa más fácil.
Lo que ya no le gustaba tanto es que se encargara Jules. No porque fuera Jules sino porque se le notaba la alegría característica de las personas que habían tomado demasiado alcohol. Esperaba que recordara las instrucciones de Huri y de Nín, y que no se equivocara de copa al coquetear con la Harrowmont.
- Seguro que puedes Jules. No me dirás que no lo conseguirás. Porque yo apuesto por ti-, comentó mientras avanzaban hacia los hermanos. Con ánimo de azuzarlo y que le diera la copa a Cas, aunque solo fuera pensando en un reto personal.
- Pfff. No hay ninguna chica que Jules Roche no pueda ligarse. Observa y aprende del mejor-, dijo con más chulería de lo normal fruto del alcohol. - Ya puedes ir a contar el dinero que ganaras mi buen amigo-, le guiñó un ojo para luego acercarse a Cassandra.
Vincent observó como el cazador se aproximaba a la dama, así como al estratagema de Nín, que consistía en una provocación a Milton con un ademán de orgullo y prepotencia. Sonrió. No era nada del otro mundo, pero con ese chico funcionaría.
- Huracán. Vigila los movimientos de Jules y Cassandra. Yo me encargo de mantener a raya a esos-, dijo avanzando hacia la elfa.
No necesitaba esperar más para saber que pasaría. Y en lo que se acercaba, el grupo de hombres ya había tenido tiempo para aproximarse a Níniel y comenzar a molestarla.
- Vaya, vaya. ¿No aprendes verdad? Que te dije antes. Es mi invitada-, comentó con la misma voz cortante que había usado la última vez con Milton, agarrándolo por el brazo como la última vez. - Aléjate de ella-, dijo dándole un empeñón por donde mismo lo agarraba.
- Tú. Otra vez-, contestó furibundo. Se podía notar la rabia en su mirada. - No quiero que un sangre sucia como tú me vuelva a tocar. No quiero que me ensucies al mezclarte...-, hizo un ademán con la cabeza a la elfa, - con alguien como esa-, dijo finalmente arreglándose la ropa donde se había arrugado por el agarre de Vincent.
- Oh. Eso tenía fácil solución. Con no acercarte a ella es suficiente. Yo tampoco quiero mezclarme con alguien… tan limpio y puro como tú-, dijo con un énfasis distinto el final de su frase.
- Yo soy más brujo de lo que tú nunca serás.
Vincent rió.
- Me gustaría ver eso-, contestó en un tono que parecía un reto.
El trío de hombres dio un paso adelante casi a la vez. Sin duda heridos en el orgullo.
- Maldito hijo de…-, comenzó a decir uno pero se pararon antes de terminar la frase.
- ¿Qué ocurre? - dijo una voz familiar para el rubio, aunque dirigiéndose a los hombres. - Espero que mi hijo no os esté causando problemas-, comentó con una sonrisa poniéndose a un lado, entre los hombres y el propio Vinc.
- No lady Yennefer. No ocurre nada. Solo estábamos charlando-, comentó Milton más relajado.
- Entiendo. No quisiera interrumpir una conversación amistosa entre caballeros-, dijo está vez la morena, aunque sin ademán de irse.
Realmente parecía que quería seguir allí escuchando pese a lo que había dicho. Y nadie dijo nada mientras ella permanecía allí.
- ¿Ocurre algo? - preguntó mirando a su alrededor a todas las personas, fingiendo que no entendía nada.
- No. No ocurre nada. No era nada importante y ya nos íbamos. Disfruten de la comida-, se despidió Milton con falsas palabras, y con ello el grupo de brujos se retiró.
Yennefer, por su parte, se giró dando la espalda al trío que se alejaba, y colocó los brazos entrecruzados, de manera que la copa de vino que llevaba le quedara justo pegada a la mejilla.
- Menudo idiota-, susurró rondando los ojos, y después le guiñó un ojo a su hijo. - Su hermana es mucho más maja que él. ¿No os lo parece? - comentó justo antes de tomar un sorbo de vino y comenzar a caminar.
Conocía bien a su madre, y esas palabras solo podían significar una cosa. Por ello el brujo oteó con la mirada alrededor y comprobó que esta no estaba por ningún lado. Como tampoco lo estaba Jules y Huracán.
- Bien. Creo que ha funcionado. Pero debemos buscar donde se han metido-, susurró a Níniel pegándose mucho a la elfa, fingiendo que se preocupaba con ella. Le cedió el brazo para que lo cruzara con él y avanzar de la mano. - Seguramente se hayan alejado para que Milton no se reuniera con ella después de la distracción. Démonos prisa, imagino que no tardará en preguntarse dónde se ha metido.
Vincent Calhoun
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
Níniel pareció entender mi plan y pronto preparó dos bebidas y se aseguró de indicarle disimuladamente a Jules cuál era la que debía tomar. Un error que esperaba el brujo no cometiera. Confiaba en que su actual estado de embriaguez no le hubiese quitado ese toque de inteligencia tan especial y genial que siempre tenía cuando se encontraba en estado sobrio.
Mientras hablaba con Vincent, quien también le deseó suerte, Níniel me explicó lo que debíamos hacer. Alguien tenía que encargarse de vigilar que el brujo no hiciese ninguna locura y tomara la copa correcta. Aquella responsabilidad me correspondía a mí, a fin de cuentas, era el que más trato tenía con el brujo. Mientras tanto, Vincent y Níniel se encagarían de mantener a raya al resto del grupo. Con mi poca labia habitual, simplemente asentí con la cabeza.
Nos acercamos a la mesa donde se encontraban los Harrowmont, Níniel y Vincent se dispusieron a hablar con el grupo, mientras yo me mantuve cerca de Jules, observando los movimientos, simulé como que tomaba uno de los muchos canapés de la mesa, que por cierto, eran repugnantes, mirando de reojo a la conversación del tensái con la mayor de los Harrowmont.
-Ey, Cass. Disculpa lo que te dije antes. – comenzó explicando el brujo. – Estaba un poco pasado, ya sabes como es Huracán. Hay que decirle lo que le gusta.
-¿Y ese cambio de actitud? ¿La malfollada te ha soltado la correa? – la escuché decir sin ningún tipo de disimulo, como si quisiera que me enterara lo que decía, lo cual me hizo apretar los dientes en mi disimulo e inclinar un poco la cabeza. Me estaba conteniendo mucho para no reventarle los dientes uno a uno allí mismo.
-Sinceramente, creo que es un poco marimandona. – contestó, lo cual me hizo girar la cabeza, alzar las cejas y poner una cierta cara de disgusto. Más tarde le pediría explicaciones sobre aquella “alegre” afirmación. Y esperaba que fuese parte de su penosa táctica de seducción. – Ten esta copa, deja que este buen vino Est-Est pula nuestras diferencias. – declaró el brujo entregándole la copa.
Cass tampoco estaba en todos sus cabales, no era un secreto que a él y su hermano les gustaba darle a la botella cuando tenían la ocasión y, sin reticencias, bebió de la copa con veritaserum, momento en el que yo sonreí para comenzar a dirigirme hacia ellos, tenía que comprobar si la pócima había surtido efecto, pero debía acercarme a ellos con una pregunta que fuese fácil de contestar y que me demostrara que la cazadora únicamente podía decir la verdad.
-Hola, Cassandra. Estoy pensando en comer algo, ¿qué canapés te has comido? – le pregunté con educación, esperando su respuesta, si no me decía nada desagradable, como era habitual, es que estaba bajo los efectos del veritaserum.
-Pues he probado el de anchoas, el de gambas con mostaza y las croquetas de ograrck. Todos deliciosos. – dijo.
Asentí con la cabeza, y con una mirada de soberbia sin echarle un vistazo y ver que efectivamente, estaba bajo los efectos de la pócima, me dispuse a coger otro de los que dijo que estaban ricos. Le di un mordisco ante la atenta mirada de Jules.
-Tienes razón, están ricos. – dije con la boca llena, saboreando uno. – Aunque los de la cena del otro día estaban mucho mejor. – comencé a desviar el tema. – A todas estas, ¿dónde estabais aquella noche? No os vi durante el ataque de los vampiros. – Aquella era, sin duda, la respuesta más esperada del día.
-Nuestro padre nos ordenó que nos mantuviésemos alejados de la fiesta, que algo gordo iba a pasar, así que nos quedamos en casa. – contestó la joven.
Aquello casi me hace saltar por la boca el canapé. Una declaración muy buena, era efectivo aquel sistema, no sé por qué no se llega a aplicar con bribones y maleantes. Tenía la imperiosa necesidad de saber más, mucho más.
Jules comenzó a enfadarse, mostrándose también sorprendido por aquella aclaración, el brujo odiaba tanto como yo a los vampiros después de que terminasen con la vida de su hermana Rachel, tal y como me contó él, pero era preciso que no metiese la pata en aquel momento. Le hice un gesto con la mano poniéndole la mano sobre el pecho para que guardara silencio.
-¿Os dijo algo más aquella noche? ¿O después?– le pregunté.
-Que los vampiros iban a atacar la fiesta de inauguración. No dio muchos más detalles. Simplemente que les había explicado cómo llegar sin ser vistos y a por quién tenían que ir obligatoriamente. Destruir cuantos más brujos mejor, pero acabar con la vida de los maestros Dorian e Isabella. Y tú, no deberías sufrir ningún daño. También que no corriésemos la voz, que guardásemos silencio.
-Pues lo has hecho muy bien. – rió Jules con sorna. Yo le pegué un codazo en el estómago para que se callara.
-¿Y os entregó algo? – le pregunté, intrigada.
-Tenía una carta con instrucciones de alguien, la guardó en su cómoda, en nuestra mansión. – Estaba segura que, por las condiciones que había dicho, aquello sin duda había sido obra de Mortagglia. No me sorprendía pues aquello había quedado claro cuando quería secuestrarme el Centinela, pero lo más sorprendente era la implicación de Lord Harrowmont en el caso. En cuanto pudiésemos probarlo, pasaría el resto de sus vidas entre rejas.
Iba a seguir preguntándole, pero en ese momento, tal vez por la alta concentración de lo que había tomado o por el alcohol acumulado, Cassandra se desvaneció. La sujeté para que no se abriera la cabeza. Ahora me caía mejor la chica y pedí a su hermano que viniera a socorrerla con la excusa de que “había bebido demasiado”. Nadie sospecharía de que había bebido aquella pócima ya que ni ella misma se acordaría de lo que había contado.
Me acerqué a donde se encontraban Níniel, Vincent y Yennefer y traté de apartarlos un poco del local, tratando de ser lo más disimulada posible.
-Malditos seáis, me habéis utilizado. No volváis a hacerlo o me caerá el pelo por desvelar secretos de estado. – replicó Jules, molesto, aunque en su tono cómico habitual. –. Aunque desde luego, ha valido la pena.
-Chicos, el verisaterum ha hecho su efecto. Pero advierto que lo que tengo que contaros es muy fuerte. – y les conté con todo detalle lo que Cassandra me había explicado con la intención de que me explicasen su opinión y cuál debía ser el siguiente paso a dar. Aquello era una acusación muy fuerte, pero sin pruebas no podríamos acusarle. Ahora ya estaba claro: el enemigo estaba en casa.
Mientras hablaba con Vincent, quien también le deseó suerte, Níniel me explicó lo que debíamos hacer. Alguien tenía que encargarse de vigilar que el brujo no hiciese ninguna locura y tomara la copa correcta. Aquella responsabilidad me correspondía a mí, a fin de cuentas, era el que más trato tenía con el brujo. Mientras tanto, Vincent y Níniel se encagarían de mantener a raya al resto del grupo. Con mi poca labia habitual, simplemente asentí con la cabeza.
Nos acercamos a la mesa donde se encontraban los Harrowmont, Níniel y Vincent se dispusieron a hablar con el grupo, mientras yo me mantuve cerca de Jules, observando los movimientos, simulé como que tomaba uno de los muchos canapés de la mesa, que por cierto, eran repugnantes, mirando de reojo a la conversación del tensái con la mayor de los Harrowmont.
-Ey, Cass. Disculpa lo que te dije antes. – comenzó explicando el brujo. – Estaba un poco pasado, ya sabes como es Huracán. Hay que decirle lo que le gusta.
-¿Y ese cambio de actitud? ¿La malfollada te ha soltado la correa? – la escuché decir sin ningún tipo de disimulo, como si quisiera que me enterara lo que decía, lo cual me hizo apretar los dientes en mi disimulo e inclinar un poco la cabeza. Me estaba conteniendo mucho para no reventarle los dientes uno a uno allí mismo.
-Sinceramente, creo que es un poco marimandona. – contestó, lo cual me hizo girar la cabeza, alzar las cejas y poner una cierta cara de disgusto. Más tarde le pediría explicaciones sobre aquella “alegre” afirmación. Y esperaba que fuese parte de su penosa táctica de seducción. – Ten esta copa, deja que este buen vino Est-Est pula nuestras diferencias. – declaró el brujo entregándole la copa.
Cass tampoco estaba en todos sus cabales, no era un secreto que a él y su hermano les gustaba darle a la botella cuando tenían la ocasión y, sin reticencias, bebió de la copa con veritaserum, momento en el que yo sonreí para comenzar a dirigirme hacia ellos, tenía que comprobar si la pócima había surtido efecto, pero debía acercarme a ellos con una pregunta que fuese fácil de contestar y que me demostrara que la cazadora únicamente podía decir la verdad.
-Hola, Cassandra. Estoy pensando en comer algo, ¿qué canapés te has comido? – le pregunté con educación, esperando su respuesta, si no me decía nada desagradable, como era habitual, es que estaba bajo los efectos del veritaserum.
-Pues he probado el de anchoas, el de gambas con mostaza y las croquetas de ograrck. Todos deliciosos. – dijo.
Asentí con la cabeza, y con una mirada de soberbia sin echarle un vistazo y ver que efectivamente, estaba bajo los efectos de la pócima, me dispuse a coger otro de los que dijo que estaban ricos. Le di un mordisco ante la atenta mirada de Jules.
-Tienes razón, están ricos. – dije con la boca llena, saboreando uno. – Aunque los de la cena del otro día estaban mucho mejor. – comencé a desviar el tema. – A todas estas, ¿dónde estabais aquella noche? No os vi durante el ataque de los vampiros. – Aquella era, sin duda, la respuesta más esperada del día.
-Nuestro padre nos ordenó que nos mantuviésemos alejados de la fiesta, que algo gordo iba a pasar, así que nos quedamos en casa. – contestó la joven.
Aquello casi me hace saltar por la boca el canapé. Una declaración muy buena, era efectivo aquel sistema, no sé por qué no se llega a aplicar con bribones y maleantes. Tenía la imperiosa necesidad de saber más, mucho más.
Jules comenzó a enfadarse, mostrándose también sorprendido por aquella aclaración, el brujo odiaba tanto como yo a los vampiros después de que terminasen con la vida de su hermana Rachel, tal y como me contó él, pero era preciso que no metiese la pata en aquel momento. Le hice un gesto con la mano poniéndole la mano sobre el pecho para que guardara silencio.
-¿Os dijo algo más aquella noche? ¿O después?– le pregunté.
-Que los vampiros iban a atacar la fiesta de inauguración. No dio muchos más detalles. Simplemente que les había explicado cómo llegar sin ser vistos y a por quién tenían que ir obligatoriamente. Destruir cuantos más brujos mejor, pero acabar con la vida de los maestros Dorian e Isabella. Y tú, no deberías sufrir ningún daño. También que no corriésemos la voz, que guardásemos silencio.
-Pues lo has hecho muy bien. – rió Jules con sorna. Yo le pegué un codazo en el estómago para que se callara.
-¿Y os entregó algo? – le pregunté, intrigada.
-Tenía una carta con instrucciones de alguien, la guardó en su cómoda, en nuestra mansión. – Estaba segura que, por las condiciones que había dicho, aquello sin duda había sido obra de Mortagglia. No me sorprendía pues aquello había quedado claro cuando quería secuestrarme el Centinela, pero lo más sorprendente era la implicación de Lord Harrowmont en el caso. En cuanto pudiésemos probarlo, pasaría el resto de sus vidas entre rejas.
Iba a seguir preguntándole, pero en ese momento, tal vez por la alta concentración de lo que había tomado o por el alcohol acumulado, Cassandra se desvaneció. La sujeté para que no se abriera la cabeza. Ahora me caía mejor la chica y pedí a su hermano que viniera a socorrerla con la excusa de que “había bebido demasiado”. Nadie sospecharía de que había bebido aquella pócima ya que ni ella misma se acordaría de lo que había contado.
Me acerqué a donde se encontraban Níniel, Vincent y Yennefer y traté de apartarlos un poco del local, tratando de ser lo más disimulada posible.
-Malditos seáis, me habéis utilizado. No volváis a hacerlo o me caerá el pelo por desvelar secretos de estado. – replicó Jules, molesto, aunque en su tono cómico habitual. –. Aunque desde luego, ha valido la pena.
-Chicos, el verisaterum ha hecho su efecto. Pero advierto que lo que tengo que contaros es muy fuerte. – y les conté con todo detalle lo que Cassandra me había explicado con la intención de que me explicasen su opinión y cuál debía ser el siguiente paso a dar. Aquello era una acusación muy fuerte, pero sin pruebas no podríamos acusarle. Ahora ya estaba claro: el enemigo estaba en casa.
Anastasia Boisson
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
Aquel brujo no necesitó nada más que aquella mirada de desprecio, para la que Níniel apenas tuvo que esforzarse pues era casi totalmente sincera, y picó como el niñito tonto que era. Ni siquiera hicieron falta los insultos en la lengua de los hijos del bosque que la joven había preparado como plan secundario en caso de que por alguna razón el Harrowmont se mostrara más maduro que en su anterior encuentro, ni derramar un vaso de vino sobre sus ropas de aspecto caro que era la otra opción. Estaba claro que aquel tipo era más simple que el mecanismo de un botijo y que molestarse en trazar planes alternativos con alguien así era perder el tiempo. pero los planes eran como la daga que ocultaba entre sus ropajes. Es mejor tenerla y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla. Concepto que también se aplicaba en aquella situación a llevar a un brujo de guardaespaldas.
Tan pronto como aquel grupito de "brujos puros odia elfos" se acercó hasta ella, demostrando en el proceso una falta de valor y de modales hacia una dama bastante preocupantes viniendo de miembros de supuestas familias importantes de las islas, Vincent intervino para tomar el relevo y convertirse en el centro de atención de forma tan natural que difícilmente nadie notaría que todo formaba parte de una calculada distracción, de hecho debía de parecer algo totalmente fortuito e incluso culpa de Milton y sus amigos como la vez anterior, solo unas horas atrás. El Harrowmont se mostró nuevamente muy valiente en grupo, pero Níniel no pudo evitar percibir que las palabras de Vincent no fueron meras provocaciones al azar si no que sabía muy bien dónde y cómo golpear a aquellos tipos y dar en el blanco, notando como las dudas y hasta el miedo teñían la mirada del gemelo masculino ante un desafío, necesitando intercambiar miradas con sus acompañantes y saber que estaban con él para continuar con sus bravatas. Eso confirmaba definitivamente que esos gemelos no eran una amenaza por sí mismos, aunque los cuatro brujos juntos eran un problema y la peliblanca tampoco quería que Vincent se metiera en un lío por aquella farsa, o peor, que le lastimaran aprovechando su número para compensar su falta de aptitudes. Por su bien y el del plan la comedia debía acabar en ese punto...Pero ¿cómo lograrlo?. Aquello parecía ser como una carreta cargada, sin frenos y cuesta abajo. Soltarla es fácil, pero detenerla...
Por suerte, y a pesar de no haberla hecho partícipe del plan, lady Yennefer llegó al rescate en el momento justo, de hecho tan justo que por alguna razón Níniel sospechaba que no había sido fruto de la casualidad. La hechicera debía de haber permanecido atenta a sus movimientos e intervino como si su presencia allí fuera parte del plan cuando no era así. Y con una elegancia... La cara que pusieron Milton y los demás al verla allí fue todo un poema. Era como si de repente la persona más orgullosa del mundo tuviera que coger toda su altivez, darle forma de bola y tener que tragarsela ante un ser superior. La elfa no pudo si no disfrutar de aquello de un modo que solo hubiese podido ser superado por la oportunidad de partirle la cara personalmente a aquel joven tan detestable...Pero no se puede tener todo en la vida.
-Gracias por la ayuda lady Yennefer, por un momento creí que la situación se nos iba a ir de las manos con estos tipejos. Cuesta encontrarse con gente que se merezca tanto que le den una buena bofetada, y cuesta aún más guardársela.- Agradeció la joven elfa con una sincera inclinación de cabeza. -Su hermana lo tiene fácil para ser más agradable, hasta una urticaria lo es. Aunque con un poco de ayuda alquímica...Todo es posible.-Mencionó también siguiendo la referencia que creyó haber leído entre líneas del comentario de la hechicera de negros cabellos. A esas alturas Jules ya debía de haberle dado la copa "alterada" y con un poco de suerte Huracán estaría sonsacando a Cassandra y obteniendo alguna información útil. De lo contrario habrían desperdiciado unas gotas de un preparado muy difícil de elaborar y cuyos ingredientes eran raros y valiosos, por no hablar del riesgo personal asumido.
Apenas habían empezado a buscarles, cuando cierto escándalo cuyo origen parecía estar cerca de dónde se habían separado de sus compañeros unos minutos antes llamó su atención. Al principio solo eran unos comentarios más o menos alarmados sobre "Un comportamiento inadecuado" o "Tan joven y comportándose así", los cuales activaron todas las señales de alarma de la peliblanca pensando en que quizá estuvieran hablando de Huracán y el plan se hubiera ido a la porra, o incluso que al final Jules había bebido de la copa que no era y estaba montando algún numerito de los suyos pero llevado aún más al extremo por culpa del veritaserum. Pero tras avisar a Vincent y a su madre y acercarse hasta allí no tardaron en darse cuenta de que más bien era todo lo contrario. Cassandra estaba totalmente fuera de combate y Milton intentaba ocuparse de ella claramente avergonzado por sus actos, intentando incluso que la joven dejara de hablar en su estado pues no hacía más que farfullar que el propio Milton no le caía bien y que Jules era guapo y muy agradable...Todo un espectáculo, especialmente para los que como la elfa sabían que aquello no eran delirios de una borracha si no la pura verdad. Parecía que el bueno de Jules tenía más éxito con las jóvenes de lo que Níniel creía después de todo. Así, mientras los Harrowmont se cubrían de vergüenza Huracán y Jules pudieron reunirse con ellos y juntos se alejaron de allí disimuladamente para ponerse al tanto, aunque antes Jules se merecía una disculpa.
-Lo lamento Jules, pero estás algo achispado y era importante que esto saliera bien. Además tenías que creértelo tú mismo o Cassandra no hubiese picado. Siento no habértelo contado.- Se disculpó la elfa pues era cierto que desde el primer momento se había sentido mal por usarlo de aquella manera. -Espero que haya sido así. ¿Qué habéis descubierto?.- Preguntó a continuación deseosa de saber si aquellos gemelos realmente ocultaban algo realmente importante y no una mera chiquillada...Y las palabras de Huracán desde luego que no hablaban de ninguna tontería infantil, ni mucho menos.
-Esto es...- Titubeó palideciendo ante aquel testimonio, percatándose de la gravedad de todo aquello incluso sin ser una cazadora, ni una bruja ni teniendo su residencia en las islas. -Conspiración contra los cazadores, conspiración para asesinato múltiple, cómplices de asesinato, traición...Y confabulados con vampiros, hasta compartían esas órdenes de no hacerte daño a ti...Desconozco vuestras leyes pero...Tenemos que decírselo a lady Isabelle de inmediato...Y vamos a necesitar esa carta. La necesitamos para confirmar sus planes y quién está detrás de los Harrowmont. también puede ser nuestra única prueba.-
Tan pronto como aquel grupito de "brujos puros odia elfos" se acercó hasta ella, demostrando en el proceso una falta de valor y de modales hacia una dama bastante preocupantes viniendo de miembros de supuestas familias importantes de las islas, Vincent intervino para tomar el relevo y convertirse en el centro de atención de forma tan natural que difícilmente nadie notaría que todo formaba parte de una calculada distracción, de hecho debía de parecer algo totalmente fortuito e incluso culpa de Milton y sus amigos como la vez anterior, solo unas horas atrás. El Harrowmont se mostró nuevamente muy valiente en grupo, pero Níniel no pudo evitar percibir que las palabras de Vincent no fueron meras provocaciones al azar si no que sabía muy bien dónde y cómo golpear a aquellos tipos y dar en el blanco, notando como las dudas y hasta el miedo teñían la mirada del gemelo masculino ante un desafío, necesitando intercambiar miradas con sus acompañantes y saber que estaban con él para continuar con sus bravatas. Eso confirmaba definitivamente que esos gemelos no eran una amenaza por sí mismos, aunque los cuatro brujos juntos eran un problema y la peliblanca tampoco quería que Vincent se metiera en un lío por aquella farsa, o peor, que le lastimaran aprovechando su número para compensar su falta de aptitudes. Por su bien y el del plan la comedia debía acabar en ese punto...Pero ¿cómo lograrlo?. Aquello parecía ser como una carreta cargada, sin frenos y cuesta abajo. Soltarla es fácil, pero detenerla...
Por suerte, y a pesar de no haberla hecho partícipe del plan, lady Yennefer llegó al rescate en el momento justo, de hecho tan justo que por alguna razón Níniel sospechaba que no había sido fruto de la casualidad. La hechicera debía de haber permanecido atenta a sus movimientos e intervino como si su presencia allí fuera parte del plan cuando no era así. Y con una elegancia... La cara que pusieron Milton y los demás al verla allí fue todo un poema. Era como si de repente la persona más orgullosa del mundo tuviera que coger toda su altivez, darle forma de bola y tener que tragarsela ante un ser superior. La elfa no pudo si no disfrutar de aquello de un modo que solo hubiese podido ser superado por la oportunidad de partirle la cara personalmente a aquel joven tan detestable...Pero no se puede tener todo en la vida.
-Gracias por la ayuda lady Yennefer, por un momento creí que la situación se nos iba a ir de las manos con estos tipejos. Cuesta encontrarse con gente que se merezca tanto que le den una buena bofetada, y cuesta aún más guardársela.- Agradeció la joven elfa con una sincera inclinación de cabeza. -Su hermana lo tiene fácil para ser más agradable, hasta una urticaria lo es. Aunque con un poco de ayuda alquímica...Todo es posible.-Mencionó también siguiendo la referencia que creyó haber leído entre líneas del comentario de la hechicera de negros cabellos. A esas alturas Jules ya debía de haberle dado la copa "alterada" y con un poco de suerte Huracán estaría sonsacando a Cassandra y obteniendo alguna información útil. De lo contrario habrían desperdiciado unas gotas de un preparado muy difícil de elaborar y cuyos ingredientes eran raros y valiosos, por no hablar del riesgo personal asumido.
Apenas habían empezado a buscarles, cuando cierto escándalo cuyo origen parecía estar cerca de dónde se habían separado de sus compañeros unos minutos antes llamó su atención. Al principio solo eran unos comentarios más o menos alarmados sobre "Un comportamiento inadecuado" o "Tan joven y comportándose así", los cuales activaron todas las señales de alarma de la peliblanca pensando en que quizá estuvieran hablando de Huracán y el plan se hubiera ido a la porra, o incluso que al final Jules había bebido de la copa que no era y estaba montando algún numerito de los suyos pero llevado aún más al extremo por culpa del veritaserum. Pero tras avisar a Vincent y a su madre y acercarse hasta allí no tardaron en darse cuenta de que más bien era todo lo contrario. Cassandra estaba totalmente fuera de combate y Milton intentaba ocuparse de ella claramente avergonzado por sus actos, intentando incluso que la joven dejara de hablar en su estado pues no hacía más que farfullar que el propio Milton no le caía bien y que Jules era guapo y muy agradable...Todo un espectáculo, especialmente para los que como la elfa sabían que aquello no eran delirios de una borracha si no la pura verdad. Parecía que el bueno de Jules tenía más éxito con las jóvenes de lo que Níniel creía después de todo. Así, mientras los Harrowmont se cubrían de vergüenza Huracán y Jules pudieron reunirse con ellos y juntos se alejaron de allí disimuladamente para ponerse al tanto, aunque antes Jules se merecía una disculpa.
-Lo lamento Jules, pero estás algo achispado y era importante que esto saliera bien. Además tenías que creértelo tú mismo o Cassandra no hubiese picado. Siento no habértelo contado.- Se disculpó la elfa pues era cierto que desde el primer momento se había sentido mal por usarlo de aquella manera. -Espero que haya sido así. ¿Qué habéis descubierto?.- Preguntó a continuación deseosa de saber si aquellos gemelos realmente ocultaban algo realmente importante y no una mera chiquillada...Y las palabras de Huracán desde luego que no hablaban de ninguna tontería infantil, ni mucho menos.
-Esto es...- Titubeó palideciendo ante aquel testimonio, percatándose de la gravedad de todo aquello incluso sin ser una cazadora, ni una bruja ni teniendo su residencia en las islas. -Conspiración contra los cazadores, conspiración para asesinato múltiple, cómplices de asesinato, traición...Y confabulados con vampiros, hasta compartían esas órdenes de no hacerte daño a ti...Desconozco vuestras leyes pero...Tenemos que decírselo a lady Isabelle de inmediato...Y vamos a necesitar esa carta. La necesitamos para confirmar sus planes y quién está detrás de los Harrowmont. también puede ser nuestra única prueba.-
Níniel Thenidiel
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
Pronto sintió cierto alboroto a su alrededor. Nada serio, pero se escuchaban los cuchicheos de los asistentes a la comida. Y el tipo de comentarios que hacían lo puso algo nervioso, pues bien parecía que la misión había fracasado y se había armado un revuelo con Cassandra y Jules.
Cuando pudo localizarlos, la chica estaba desmayada en los brazos de su hermano Milton, y no dejaba de soltar frases que no hacían sino indicar que al menos si había bebido el veritaserum. Pero hasta donde él sabía, no estaba seguro de si se había formado algún espectáculo que había impedido sacar la información que esperaban obtener.
Por fortuna Huracán no tardó en acercarse hasta ellos para explicarles lo sucedido. Y también para contarles todo lo que había conseguido sonsacar a Cassandra, aliviando en el proceso al rubio. Ya temía que la trampa hubiera fracasado, no obstante, pese al revuelo que se había originado, tenían lo que necesitaban. Y parecía que todo el mundo solo pensaba que la hermana de Milton había bebido demasiado.
- Parece que eres todo un triunfador, Jules-, bromeó al cazador, después de escuchar algunas de las cosas que soltaba Cas por la boca. - Y que Milton no cae bien ni a su hermana-, terminó de bromear.
De todas formas, pronto la conversación pasó a algo mucho más serio, cuando Huri les terminó de explicar todo lo que había dicho Cassandra.
- Lord Harrowmont se ha metido en un buen lío. Eso seguro-, respondió justo después de Níniel. - Aún así no ha cambiado el problema que teníamos antes. Entrar en su casa no será algo sencillo. Tendrá guardias y muchos sirvientes, aunque al menos tenemos una posibilidad por el hecho de que están en esta fiesta-, dijo, para finalmente soltar un suspiro de resignación. - Busquemos a tu madre, Huracán. Tenemos que contarle esto y pensar algo.
No le cabía ninguna duda, de que la carta de la que había hablado la hermana de Milton, no era otra cosa que el mensaje que querían sus madres desde un principio. Saber lo importante que era, no cambiaba en demasía el problema. Ya había intuido, delante de la casa de la familia del niño enfermo, que así lo sería. Yenn no le mandaría entrar en la casa de los Harrowmont sin un motivo importante. Por lo cual, su reticencia a entrar en ella no había variado en demasiado. Solo un poco por el hecho de que el lord estaba realizando un juego peligroso. Era prioritario quitarlo de en medio. Sacarlo del escenario político antes de que volviera a las andadas y provocara una guerra que causaría mucho daño sobre la faz de Aerandir. No quería que los brujos volvieran a estar de moda por participar en una guerra una vez más.
Caminó junto a los demás buscando a lady Isabella. Pero pronto desistió de seguir intentándonoslo en los amplios jardines, y se dirigió a una cara familiar que más de una vez había intervenido en ese día. Y no creía que por casualidad.
- Hijo, no te habrás metido en más problemas-, bromeó la morena.
- De momento no-, contestó en el mismo tono que ella. - Pero el día puede dar para mucho más ¿no crees? Además, no podemos considerar a Milton un problema ¿verdad? - sonrió colocándose a su lado y tomando una copa de vino de la mesa de al lado. - En realidad te necesito para algo. ¿No sabrás por alguna casualidad donde está lady Isabella? - preguntó a su madre antes de tomar un sorbo de vino.
- Y yo que pensaba que venías a charlar con tu querida madre-, dijo irónica sin perder la sonrisa. - Se donde está. Seguidme.
Vincent por su parte miró al resto del grupo y se encogió de hombros. Después se terminó la copa de vino y comenzó a seguirla. Que podía decir. Su madre era un tanto especial, aunque a él no le importaba. Estaba más que acostumbrado a las formas de la tensai de aire. Sin embargo debía ser un misterio que debían pensar los demás de una mujer tan peculiar.
Su madre los guió al interior del palacete, y los llevó al piso de arriba por las mismas escaleras que habían usado la primera vez que habían entrado allí. No obstante, en vez de girar hacia el salón donde había sido la primera comida, la morena los llevó en dirección por un ancho pasillo iluminado por grandes ventanales.
- Isabella se encuentra en su despacho-, comentó haciendo un movimiento con la cabeza señalando una puerta al final del pasillo.
- Bien. Chicos, ¿podéis adelantaros? Debo hablar algo con mi madre antes de unirme a vosotros-, dijo a sus acompañantes. Miró a Níniel especialmente y le hizo un gesto en señal de que no se preocupara.
El brujo siguió avanzando hacia el despacho con un ritmo más lento que los demás, al paso de su madre.
- Ya sabias que iba a venir a buscarte ¿no? - le comentó aunque no necesitaba respuesta para saberlo.
- ¿Qué habéis sonsacado a Cassandra? - obtuvo por respuesta.
- Lord Harrowmont. Sus hijos sabían del ataque de los vampiros esa noche por él. Su padre les proporcionó información detallada para llegar a la isla sin ser visto, la localización de la fiesta donde debían matar a la mayor gente posible, incluidas Isabella y Dorian. Y todo sin dañar a Huracán. Esta última parte se me escapa, no se los motivos por el cual no debía ser herida la hija de Isabella-, miró a su madre por si veía algún gesto para explicarse, pero al ver que mantenía el paso y el rictus siguió hablando. - Hay una carta en la cómoda de su habitación, con instrucciones de los vampiros. En su mansión. Pero eso ya lo sabías. Que estaba metido en todo ese asunto el lord.
- Lo imaginaba. Por eso os pedimos ir a su despacho-, contestó la morena.
- Bueno, supongo que habrá que ir. Veamos que deciden Isabella y los demás. Aún así hay algo que no encaja en todo esto. Como el requerimiento de no dañar a Huracán, además de la petición de acabar con la vida de Dorian e Isabella. Objetivos demasiado concretos para ser lo que nosotros pensábamos. Debe ser algún tipo de ajuste de cuentas al gremio de Isabella.
- Sí. Debe ser algo así. Ya hablaré con ella y me informaré debidamente. Sin embargo,…
- Aunque sea algo personal de los vampiros contra el gremio de cazadores. Ha habido filtraciones por parte de los brujos para dar los primeros pasos para generar una guerra. Sí, yo tampoco creo que solo sea cosa de Harrowmont. De eso ya nos encargaremos nosotros en su debido momento-, terminó de decir por su madre.
- Así es-, sonrió la tensai antes de entrar al cuarto donde estaban todos los demás. - Parece que Cassandra ha comentado algo a los chicos bastante interesante, Isabella-, comentó a su amiga nada más entrar. Suponiendo que ya había sido informada por Huracán, Níniel y Jules. - ¿Qué opinas? ¿Qué deberíamos hacer?
Cuando pudo localizarlos, la chica estaba desmayada en los brazos de su hermano Milton, y no dejaba de soltar frases que no hacían sino indicar que al menos si había bebido el veritaserum. Pero hasta donde él sabía, no estaba seguro de si se había formado algún espectáculo que había impedido sacar la información que esperaban obtener.
Por fortuna Huracán no tardó en acercarse hasta ellos para explicarles lo sucedido. Y también para contarles todo lo que había conseguido sonsacar a Cassandra, aliviando en el proceso al rubio. Ya temía que la trampa hubiera fracasado, no obstante, pese al revuelo que se había originado, tenían lo que necesitaban. Y parecía que todo el mundo solo pensaba que la hermana de Milton había bebido demasiado.
- Parece que eres todo un triunfador, Jules-, bromeó al cazador, después de escuchar algunas de las cosas que soltaba Cas por la boca. - Y que Milton no cae bien ni a su hermana-, terminó de bromear.
De todas formas, pronto la conversación pasó a algo mucho más serio, cuando Huri les terminó de explicar todo lo que había dicho Cassandra.
- Lord Harrowmont se ha metido en un buen lío. Eso seguro-, respondió justo después de Níniel. - Aún así no ha cambiado el problema que teníamos antes. Entrar en su casa no será algo sencillo. Tendrá guardias y muchos sirvientes, aunque al menos tenemos una posibilidad por el hecho de que están en esta fiesta-, dijo, para finalmente soltar un suspiro de resignación. - Busquemos a tu madre, Huracán. Tenemos que contarle esto y pensar algo.
No le cabía ninguna duda, de que la carta de la que había hablado la hermana de Milton, no era otra cosa que el mensaje que querían sus madres desde un principio. Saber lo importante que era, no cambiaba en demasía el problema. Ya había intuido, delante de la casa de la familia del niño enfermo, que así lo sería. Yenn no le mandaría entrar en la casa de los Harrowmont sin un motivo importante. Por lo cual, su reticencia a entrar en ella no había variado en demasiado. Solo un poco por el hecho de que el lord estaba realizando un juego peligroso. Era prioritario quitarlo de en medio. Sacarlo del escenario político antes de que volviera a las andadas y provocara una guerra que causaría mucho daño sobre la faz de Aerandir. No quería que los brujos volvieran a estar de moda por participar en una guerra una vez más.
Caminó junto a los demás buscando a lady Isabella. Pero pronto desistió de seguir intentándonoslo en los amplios jardines, y se dirigió a una cara familiar que más de una vez había intervenido en ese día. Y no creía que por casualidad.
- Hijo, no te habrás metido en más problemas-, bromeó la morena.
- De momento no-, contestó en el mismo tono que ella. - Pero el día puede dar para mucho más ¿no crees? Además, no podemos considerar a Milton un problema ¿verdad? - sonrió colocándose a su lado y tomando una copa de vino de la mesa de al lado. - En realidad te necesito para algo. ¿No sabrás por alguna casualidad donde está lady Isabella? - preguntó a su madre antes de tomar un sorbo de vino.
- Y yo que pensaba que venías a charlar con tu querida madre-, dijo irónica sin perder la sonrisa. - Se donde está. Seguidme.
Vincent por su parte miró al resto del grupo y se encogió de hombros. Después se terminó la copa de vino y comenzó a seguirla. Que podía decir. Su madre era un tanto especial, aunque a él no le importaba. Estaba más que acostumbrado a las formas de la tensai de aire. Sin embargo debía ser un misterio que debían pensar los demás de una mujer tan peculiar.
Su madre los guió al interior del palacete, y los llevó al piso de arriba por las mismas escaleras que habían usado la primera vez que habían entrado allí. No obstante, en vez de girar hacia el salón donde había sido la primera comida, la morena los llevó en dirección por un ancho pasillo iluminado por grandes ventanales.
- Isabella se encuentra en su despacho-, comentó haciendo un movimiento con la cabeza señalando una puerta al final del pasillo.
- Bien. Chicos, ¿podéis adelantaros? Debo hablar algo con mi madre antes de unirme a vosotros-, dijo a sus acompañantes. Miró a Níniel especialmente y le hizo un gesto en señal de que no se preocupara.
El brujo siguió avanzando hacia el despacho con un ritmo más lento que los demás, al paso de su madre.
- Ya sabias que iba a venir a buscarte ¿no? - le comentó aunque no necesitaba respuesta para saberlo.
- ¿Qué habéis sonsacado a Cassandra? - obtuvo por respuesta.
- Lord Harrowmont. Sus hijos sabían del ataque de los vampiros esa noche por él. Su padre les proporcionó información detallada para llegar a la isla sin ser visto, la localización de la fiesta donde debían matar a la mayor gente posible, incluidas Isabella y Dorian. Y todo sin dañar a Huracán. Esta última parte se me escapa, no se los motivos por el cual no debía ser herida la hija de Isabella-, miró a su madre por si veía algún gesto para explicarse, pero al ver que mantenía el paso y el rictus siguió hablando. - Hay una carta en la cómoda de su habitación, con instrucciones de los vampiros. En su mansión. Pero eso ya lo sabías. Que estaba metido en todo ese asunto el lord.
- Lo imaginaba. Por eso os pedimos ir a su despacho-, contestó la morena.
- Bueno, supongo que habrá que ir. Veamos que deciden Isabella y los demás. Aún así hay algo que no encaja en todo esto. Como el requerimiento de no dañar a Huracán, además de la petición de acabar con la vida de Dorian e Isabella. Objetivos demasiado concretos para ser lo que nosotros pensábamos. Debe ser algún tipo de ajuste de cuentas al gremio de Isabella.
- Sí. Debe ser algo así. Ya hablaré con ella y me informaré debidamente. Sin embargo,…
- Aunque sea algo personal de los vampiros contra el gremio de cazadores. Ha habido filtraciones por parte de los brujos para dar los primeros pasos para generar una guerra. Sí, yo tampoco creo que solo sea cosa de Harrowmont. De eso ya nos encargaremos nosotros en su debido momento-, terminó de decir por su madre.
- Así es-, sonrió la tensai antes de entrar al cuarto donde estaban todos los demás. - Parece que Cassandra ha comentado algo a los chicos bastante interesante, Isabella-, comentó a su amiga nada más entrar. Suponiendo que ya había sido informada por Huracán, Níniel y Jules. - ¿Qué opinas? ¿Qué deberíamos hacer?
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
Níniel se arrepintió con Jules por haberle utilizado y tan sólo rió. El brujo no pareció tomárselo a mal del todo, teníamos suerte contar con su buen carácter, si me lo hubiesen hecho a mí ya podían estar corriendo porque nada los iba a librar de una buena flecha. Miré hacia él con admiración. No había duda de que el cazador tenía buen carácter.
Níniel comenzó a relatar los crímenes que suponía aquella revelación de Cassandra y sugirió contarlo con premura a mi madre. Sin duda sería una buena idea, pero no podíamos usar aquella prueba verbal, de hecho era un delito hacer hablar a alguien sin su consentimiento, aunque no entendiera el por qué. Si descubrían que habíamos envenenado a Cass para sacarle información, seríamos nosotros los que terminaríamos en la cárcel.
Partimos para buscar a Isabella, pero no fue a ella a quien encontramos, sino a Yennefer, la madre de Vincent y Elen. Parecían estar compenetradas, de repente aparecía una, se iba y volvía y aparecía la otra, para hacer frases compenetradas. La madre de Vincent nos guió por el interior del palacete, nos había dicho que mi madre estaba en su despacho, lo cierto es que estaba ansiosa de verlo. Vincent quedó algo más atrasado, dialogando con su madre, y Níniel y yo avanzábamos delante, junto a Jules.
-Dices que necesitamos la carta. No veo la manera de conseguirla a corto plazo. – le dije a la elfa, arrascándome el mentón. – La cuestión es que introducirse en la mansión de Lord Harrowmont es más complicado de lo que parece. – dije acercándome a la puerta del despacho de mi madre. Ladeé de la cabeza, hacia el mismo. – Veamos qué dice ella. – y abrí la puerta.
Allí estaba ella, observando por los grandes cristales del palacete. Su despacho no fallaba en todo lujo de detalles. Madera perfectamente tallada. Estanterías llenas de libros. Lámparas que colgaban con candelabros. Viendo el emplazamiento y el lujo del lugar. Quedaba por saber quién era el poseedor de aquellas riquezas. Si mi madre o el gremio, desde luego, ella nunca había sido pobre.
Miraba por la cristalera, bebía. No estaba sola. El mayordomo de la familia, Lázarus, un humano de raza negra que había servido a la familia Boisson desde su juventud. Sirvió a Mortagglia en su época, y continuó haciéndolo con sus descendientes. Siempre fiel. En esta ocasión, parecía estar al lado de Isabella, tratando de aliviar el rostro de enfado. – Tranquila, Señora. Estoy seguro de que encontrará una solución. Siempre la encuentra. – decía el hombre con una sonrisa consoladora.
Pero mi madre no respondió, se giró y vino hacia nosotros.
-Mi lady, Huracán, excelentísima Níniel y el brujo, Jules Roche. – dijo Lázarus, con su habitual cortesía cuando advirtió nuestra presencia. Se acercó a nosotros, que esperábamos a la puerta e hizo una reverencia breve. – La señora desea verles. – se acercó a mí, para tratar de susurrarnos algo. –
-Gracias, Lázarus. – le respondí devolviéndole el gesto cortésmente.
Lázarus en mi familia era mucho más que un simple sirviente común. Sus consejos eran de vital importancia para mi familia. Él fue quién me advirtió de que tuviera cuidado cuando partí hacia el Norte, rumbo a rescatar a Igraine. Maldita fue mi idea de no hacerle caso, de no ser por Elen, Mortagglia habría acabado conmigo. Además él era el encargado de advertir a Mortdecái de colocar las mejoras a mi ballesta. No era combatiente, sus huesos no daban para mucho a su altura, pero sus consejos y su esfuerzo por mantener la unión de la familia, eran mucho mayores. Tras una última mirada de admiración, miré hacia mi madre, que no había dejado de mirar por la ventana.
-Tienen hasta su propio “chacho”… Sí que tiene pasta esta gente. – escuché susurrarle Jules a Níniel al oído en el camino entre mi madre y el mayordomo. Hice como que no había oído nada.
-¿Qué ocurre madre? - pregunté.
-¿Qué habéis descubierto? – preguntó mi madre. Carraspeando y girando la cabeza, para acto seguido volver a mirar por la ventana.
Relaté palabra por palabra lo que me había contado Cass. Mi madre escuchó sin mirarme. Por primera vez, veía a mi madre enfadada. A continuación llegaron Yennefer y Vincent, que se habían quedado rezagados. La madre de Vincent le preguntó a la mía qué opinaba de todo esto.
-La verdad, no es algo que me sorprenda. Pero entrar ahí es una locura incluso para nosotros. – explicó. – Lord Harrowmont no dejará esa carta a la vista de cualquiera, y su mansión es tan grande como el cuartel, y cuenta con varios guardias protegiéndola.
-¿Qué opciones tenemos? – pregunté. Isabella se acercó a la mesa.
-Va a celebrar una mascarada dentro de un mes. Como no podía ser de otra manera, ha invitado a nuestra familia. – hizo un gesto a Lázarus con la cabeza mientras daba un nuevo sorbo a su bebida. El mayordomo con una sonrisa se dirigió a la mesa y tomó las invitaciones, comenzando a repartirlas, a Jules, a Níniel y a mí. – Lady Yennefer y yo estamos invitadas, como brujas de prestigio en la zona. Gozamos de dos entradas cada una, vosotros tres y Vincent podríais utilizarlas.
-¿Ahora una mascarada? Tres fiestas al mes. ¡Qué maravilla es esto de que te paguen por ir de bacanal! – rió Jules.
-Silencio. – ordenó mi madre, enfadada. – Esto no tiene nada que ver con el gremio. Los cazadores no están invitados. – luego mi madre miró hacia mí más calmada. – Lo que me preocupa es que, si lo que dices es cierto, “ella” podría estar allí. Ya sabes a quién me refiero.
Sí, no hacía falta ser demasiado específico. Al menos para mí, tal vez Vincent y Níniel no supiesen quién era “ella”. Y de ser así, tendría que explicárselo. Aquel era un tema que tenía que hablar largo y tendido con ambos, no quería comprometerlos. Tal vez ellos no quisieran meterse en aquellos berenjenales. Miré a Níniel y su pareja, esperando que ellos se pronunciasen al respecto.
Níniel comenzó a relatar los crímenes que suponía aquella revelación de Cassandra y sugirió contarlo con premura a mi madre. Sin duda sería una buena idea, pero no podíamos usar aquella prueba verbal, de hecho era un delito hacer hablar a alguien sin su consentimiento, aunque no entendiera el por qué. Si descubrían que habíamos envenenado a Cass para sacarle información, seríamos nosotros los que terminaríamos en la cárcel.
Partimos para buscar a Isabella, pero no fue a ella a quien encontramos, sino a Yennefer, la madre de Vincent y Elen. Parecían estar compenetradas, de repente aparecía una, se iba y volvía y aparecía la otra, para hacer frases compenetradas. La madre de Vincent nos guió por el interior del palacete, nos había dicho que mi madre estaba en su despacho, lo cierto es que estaba ansiosa de verlo. Vincent quedó algo más atrasado, dialogando con su madre, y Níniel y yo avanzábamos delante, junto a Jules.
-Dices que necesitamos la carta. No veo la manera de conseguirla a corto plazo. – le dije a la elfa, arrascándome el mentón. – La cuestión es que introducirse en la mansión de Lord Harrowmont es más complicado de lo que parece. – dije acercándome a la puerta del despacho de mi madre. Ladeé de la cabeza, hacia el mismo. – Veamos qué dice ella. – y abrí la puerta.
Allí estaba ella, observando por los grandes cristales del palacete. Su despacho no fallaba en todo lujo de detalles. Madera perfectamente tallada. Estanterías llenas de libros. Lámparas que colgaban con candelabros. Viendo el emplazamiento y el lujo del lugar. Quedaba por saber quién era el poseedor de aquellas riquezas. Si mi madre o el gremio, desde luego, ella nunca había sido pobre.
Miraba por la cristalera, bebía. No estaba sola. El mayordomo de la familia, Lázarus, un humano de raza negra que había servido a la familia Boisson desde su juventud. Sirvió a Mortagglia en su época, y continuó haciéndolo con sus descendientes. Siempre fiel. En esta ocasión, parecía estar al lado de Isabella, tratando de aliviar el rostro de enfado. – Tranquila, Señora. Estoy seguro de que encontrará una solución. Siempre la encuentra. – decía el hombre con una sonrisa consoladora.
Pero mi madre no respondió, se giró y vino hacia nosotros.
-Mi lady, Huracán, excelentísima Níniel y el brujo, Jules Roche. – dijo Lázarus, con su habitual cortesía cuando advirtió nuestra presencia. Se acercó a nosotros, que esperábamos a la puerta e hizo una reverencia breve. – La señora desea verles. – se acercó a mí, para tratar de susurrarnos algo. –
-Gracias, Lázarus. – le respondí devolviéndole el gesto cortésmente.
Lázarus en mi familia era mucho más que un simple sirviente común. Sus consejos eran de vital importancia para mi familia. Él fue quién me advirtió de que tuviera cuidado cuando partí hacia el Norte, rumbo a rescatar a Igraine. Maldita fue mi idea de no hacerle caso, de no ser por Elen, Mortagglia habría acabado conmigo. Además él era el encargado de advertir a Mortdecái de colocar las mejoras a mi ballesta. No era combatiente, sus huesos no daban para mucho a su altura, pero sus consejos y su esfuerzo por mantener la unión de la familia, eran mucho mayores. Tras una última mirada de admiración, miré hacia mi madre, que no había dejado de mirar por la ventana.
-Tienen hasta su propio “chacho”… Sí que tiene pasta esta gente. – escuché susurrarle Jules a Níniel al oído en el camino entre mi madre y el mayordomo. Hice como que no había oído nada.
-¿Qué ocurre madre? - pregunté.
-¿Qué habéis descubierto? – preguntó mi madre. Carraspeando y girando la cabeza, para acto seguido volver a mirar por la ventana.
Relaté palabra por palabra lo que me había contado Cass. Mi madre escuchó sin mirarme. Por primera vez, veía a mi madre enfadada. A continuación llegaron Yennefer y Vincent, que se habían quedado rezagados. La madre de Vincent le preguntó a la mía qué opinaba de todo esto.
-La verdad, no es algo que me sorprenda. Pero entrar ahí es una locura incluso para nosotros. – explicó. – Lord Harrowmont no dejará esa carta a la vista de cualquiera, y su mansión es tan grande como el cuartel, y cuenta con varios guardias protegiéndola.
-¿Qué opciones tenemos? – pregunté. Isabella se acercó a la mesa.
-Va a celebrar una mascarada dentro de un mes. Como no podía ser de otra manera, ha invitado a nuestra familia. – hizo un gesto a Lázarus con la cabeza mientras daba un nuevo sorbo a su bebida. El mayordomo con una sonrisa se dirigió a la mesa y tomó las invitaciones, comenzando a repartirlas, a Jules, a Níniel y a mí. – Lady Yennefer y yo estamos invitadas, como brujas de prestigio en la zona. Gozamos de dos entradas cada una, vosotros tres y Vincent podríais utilizarlas.
-¿Ahora una mascarada? Tres fiestas al mes. ¡Qué maravilla es esto de que te paguen por ir de bacanal! – rió Jules.
-Silencio. – ordenó mi madre, enfadada. – Esto no tiene nada que ver con el gremio. Los cazadores no están invitados. – luego mi madre miró hacia mí más calmada. – Lo que me preocupa es que, si lo que dices es cierto, “ella” podría estar allí. Ya sabes a quién me refiero.
Sí, no hacía falta ser demasiado específico. Al menos para mí, tal vez Vincent y Níniel no supiesen quién era “ella”. Y de ser así, tendría que explicárselo. Aquel era un tema que tenía que hablar largo y tendido con ambos, no quería comprometerlos. Tal vez ellos no quisieran meterse en aquellos berenjenales. Miré a Níniel y su pareja, esperando que ellos se pronunciasen al respecto.
- LAZARUS:
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- OFF:
Ya que habéis dicho de recuperar la tarjeta para darle un poco más de emoción esto es lo que se me ha ocurrido. Siempre podéis decir que no y ya está xD. Pero bueno, puede ser una buena de crear una continuación y que no sea "artificial" alargando este. Por eso propongo que éste sea el último turno de este hilo. Y luego si queréis abrimos la mascarada en beltrexus o lo que propongáis ^^
Última edición por Huracán el Mar Sep 20 2016, 22:22, editado 1 vez
Anastasia Boisson
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
Tanto Vincent como Huracán parecían convencidos de que entrar en la casa de Lord Harrowmont no iba a ser tarea fácil, incluso por su modo de reaccionar casi dieron a entender que no había mucha diferencia o incluso era peor que asaltar la academia de brujos, como había querido Isabella que hicieran tan solo unos minutos antes. Aquello pilló por sorpresa a Níniel que no esperaba que fuese a ser tan complicado, y mucho menos cuando las explicaciones de los brujos mencionaron unas formidables medidas de seguridad dignas de un depósito de oro o del palacio del rey de los orejas redondas. Nadie fortificaba así su casa salvo que esperase problemas, y esa familia parecía estar preparada para problemas de los gordos...¿Qué más no tramarían en sus salones? ¿Qué más podrían descubrir en sus despachos?
-Pues no creo que ninguna autoridad nos tome muy en serio sin pruebas. Si simplemente contamos lo que hemos hecho y lo que has oído los que estaremos en un lío seremos nosotros y no ellos. Aunque nosotros lo sepamos, sin esa carta no tenemos nada.- Respondió la elfa mientras tras un tiempo siguiendo primero a lady Yennefer y luego a Huracán por los pasillos de la mansión de los cazadores rumbo al despacho objetivo. Estaba evidentemente alicaída al pensar que a pesar de todo iban a acabar con las manos vacías y esos Harrowmont podrían salirse con la suya. Aunque al menos sabiéndolo quizá Isabella pudiera tomar medidas por su cuenta que pudieran bastar...Era una mujer con evidentes recursos. -Adelante. Espero que tenga o pueda pensar un plan con lo que hemos obtenido de Cassandra.- Asintió la joven a las palabras de la cazadora ya ante las puertas del sanctasanctórum de la líder del lugar y tomando aire tratando de llenarse tanto de aire como de coraje para enfrentar a tan manipuladora mujer.
A aquellas alturas Níniel ya estaba más que hecha a la idea de que aquellos cazadores nadaban en la abundancia. Fiesta tras fiesta, una sede lujosa, adornos dignos de un palacio e invitados de familias nobles aunque despreciables...Y aquel despacho desde luego debía de ser la joya de la corona. Paredes de maderas nobles talladas, muebles trabajados por maestros y sin duda horriblemente valiosos, lámparas decoradas con finos y delicados cristales...Por no hablar del exquisito gusto que parecía tener la dueña de aquel lugar para los libros, ya fueran estos obras literarias o materiales de estudio y referencia de muy diversas disciplinas. Sin embargo y a pesar de su pasión por los libros, lo que más llamó la atención a Níniel de aquel despacho fueron los enormes ventanales al fondo del mismo. Incluso sin acercarse las vistas eran una maravilla y la cantidad de luz que dejaban pasar...Era como estar en casa, donde los grandes ventanales se imponían a las estrechas ventanas que solían utilizar los humanos en sus edificaciones.
-Un lugar de trabajo y estudio realmente magnífico.- Comentó sin poder evitarlo aunque reprimiendo las ganas de acercarse más al ventanal por respeto a Isabella, que sin duda se había percatado de su llegada pero los ignoraba "elegantemente". Al menos se giró por un instante con una infinita condescendencia al ser presentados por el que parecía el mayordomo principal del lugar, o quizá de la familia. Mención especial merecía el título que el sirviente otorgó a la joven peliblanca tildándola de "Excelentísima" mientras que a la hija de su señora la nombró por su apodo y a Jules simplemente como brujo. Debía de tratarse una deferencia al ser una invitada llegada de tan lejos...Y no sonaba nada mal. Claro que ni en su hogar era tratada con una fórmula tal, la llamaban por su nombre de pila, sacerdotisa o como mucho como Nossë Níniel, un modo de indicar que forma parte del clan y es aceptada de pleno derecho en él, algo muy importante para ellos, o como Vanesse Níniel, que sería el equivalente a lady Níniel.
-¿Qué es un "chacho"?.- Respondió la joven elfa al comentario de Jules al no conocer el significado de aquella palabra tan extraña, aunque asintiendo a la parte referente a la clara abundancia en la que parecían nadar sus anfitriones. -Tal parece, sin duda el dinero no parece ser un problema para ellos. En el continente los cazavampiros muchas veces no son más que pueblerinos que de algún modo consiguieron espadas de plata y piensan que funcionan.- Terminó de decir antes de guardar silencio ante la exposición de los acontecimientos de Huracán y la posterior respuesta de Isabella.
La hechicera secundó las palabras de Huracán y Vincent confirmando que efectivamente la mansión harrowmont no sería un objetivo sencillo, no obstante a parte de ello estaba al tanto de una fiesta que podría brindar a un reducido grupo de personas la oportunidad de colarse de una manera efectiva...Una mascarada. Níniel adoraba ese tipo de fiestas, de hecho las consideraba junto a los elegantes vestidos de gala como una de las pocas cosas que los humanos realmente hacían bien. Por desgracia sus experiencias en ese tipo de eventos no habían sido precisamente buenas, aunque ahora la brindaban unos conocimientos que podrían serles muy valiosos. No hay mal que por bien no venga No obstante antes de terminar de hablar la hechicera mencionó a una "ella" de un modo que a la joven le puso los pelos de punta. En parte por el tono, en parte porque con lo que ya había vivido al lado de aquel gremio y de huracán creía saber a quién se refería.
-¿"Ella" es...ya sabéis?.- Preguntó sin querer decir el nombre aunque señalando claramente a la trístemente célebre abuela de Huracán. Poco sabía de ella, pero sí que sabía que era una poderosa vampiresa y que su objetivo era tener a huracán y destruir todo lo demás. -La verdad es que nada de esto tiene que ver conmigo y siendo elfa noto que soy más un lastre para el plan que otra cosa...Pero si me necesitas te ayudaré Huracán.- Dijo. Dejando claro que la ayudaría a ella y no a Isabella o al gremio o a los brujos...A su amiga.
-Pues no creo que ninguna autoridad nos tome muy en serio sin pruebas. Si simplemente contamos lo que hemos hecho y lo que has oído los que estaremos en un lío seremos nosotros y no ellos. Aunque nosotros lo sepamos, sin esa carta no tenemos nada.- Respondió la elfa mientras tras un tiempo siguiendo primero a lady Yennefer y luego a Huracán por los pasillos de la mansión de los cazadores rumbo al despacho objetivo. Estaba evidentemente alicaída al pensar que a pesar de todo iban a acabar con las manos vacías y esos Harrowmont podrían salirse con la suya. Aunque al menos sabiéndolo quizá Isabella pudiera tomar medidas por su cuenta que pudieran bastar...Era una mujer con evidentes recursos. -Adelante. Espero que tenga o pueda pensar un plan con lo que hemos obtenido de Cassandra.- Asintió la joven a las palabras de la cazadora ya ante las puertas del sanctasanctórum de la líder del lugar y tomando aire tratando de llenarse tanto de aire como de coraje para enfrentar a tan manipuladora mujer.
A aquellas alturas Níniel ya estaba más que hecha a la idea de que aquellos cazadores nadaban en la abundancia. Fiesta tras fiesta, una sede lujosa, adornos dignos de un palacio e invitados de familias nobles aunque despreciables...Y aquel despacho desde luego debía de ser la joya de la corona. Paredes de maderas nobles talladas, muebles trabajados por maestros y sin duda horriblemente valiosos, lámparas decoradas con finos y delicados cristales...Por no hablar del exquisito gusto que parecía tener la dueña de aquel lugar para los libros, ya fueran estos obras literarias o materiales de estudio y referencia de muy diversas disciplinas. Sin embargo y a pesar de su pasión por los libros, lo que más llamó la atención a Níniel de aquel despacho fueron los enormes ventanales al fondo del mismo. Incluso sin acercarse las vistas eran una maravilla y la cantidad de luz que dejaban pasar...Era como estar en casa, donde los grandes ventanales se imponían a las estrechas ventanas que solían utilizar los humanos en sus edificaciones.
-Un lugar de trabajo y estudio realmente magnífico.- Comentó sin poder evitarlo aunque reprimiendo las ganas de acercarse más al ventanal por respeto a Isabella, que sin duda se había percatado de su llegada pero los ignoraba "elegantemente". Al menos se giró por un instante con una infinita condescendencia al ser presentados por el que parecía el mayordomo principal del lugar, o quizá de la familia. Mención especial merecía el título que el sirviente otorgó a la joven peliblanca tildándola de "Excelentísima" mientras que a la hija de su señora la nombró por su apodo y a Jules simplemente como brujo. Debía de tratarse una deferencia al ser una invitada llegada de tan lejos...Y no sonaba nada mal. Claro que ni en su hogar era tratada con una fórmula tal, la llamaban por su nombre de pila, sacerdotisa o como mucho como Nossë Níniel, un modo de indicar que forma parte del clan y es aceptada de pleno derecho en él, algo muy importante para ellos, o como Vanesse Níniel, que sería el equivalente a lady Níniel.
-¿Qué es un "chacho"?.- Respondió la joven elfa al comentario de Jules al no conocer el significado de aquella palabra tan extraña, aunque asintiendo a la parte referente a la clara abundancia en la que parecían nadar sus anfitriones. -Tal parece, sin duda el dinero no parece ser un problema para ellos. En el continente los cazavampiros muchas veces no son más que pueblerinos que de algún modo consiguieron espadas de plata y piensan que funcionan.- Terminó de decir antes de guardar silencio ante la exposición de los acontecimientos de Huracán y la posterior respuesta de Isabella.
La hechicera secundó las palabras de Huracán y Vincent confirmando que efectivamente la mansión harrowmont no sería un objetivo sencillo, no obstante a parte de ello estaba al tanto de una fiesta que podría brindar a un reducido grupo de personas la oportunidad de colarse de una manera efectiva...Una mascarada. Níniel adoraba ese tipo de fiestas, de hecho las consideraba junto a los elegantes vestidos de gala como una de las pocas cosas que los humanos realmente hacían bien. Por desgracia sus experiencias en ese tipo de eventos no habían sido precisamente buenas, aunque ahora la brindaban unos conocimientos que podrían serles muy valiosos. No hay mal que por bien no venga No obstante antes de terminar de hablar la hechicera mencionó a una "ella" de un modo que a la joven le puso los pelos de punta. En parte por el tono, en parte porque con lo que ya había vivido al lado de aquel gremio y de huracán creía saber a quién se refería.
-¿"Ella" es...ya sabéis?.- Preguntó sin querer decir el nombre aunque señalando claramente a la trístemente célebre abuela de Huracán. Poco sabía de ella, pero sí que sabía que era una poderosa vampiresa y que su objetivo era tener a huracán y destruir todo lo demás. -La verdad es que nada de esto tiene que ver conmigo y siendo elfa noto que soy más un lastre para el plan que otra cosa...Pero si me necesitas te ayudaré Huracán.- Dijo. Dejando claro que la ayudaría a ella y no a Isabella o al gremio o a los brujos...A su amiga.
Níniel Thenidiel
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
Lo primero que llamó su atención al entrar al despacho no fue la madera, ni las primorosas lámparas talladas, ni tan siquiera los hermosos ventanales, que además de dejar pasar una gran cantidad de luz, daban una vista esplendorosa del mar como si estuviera a los pies del observador. Era una magnífica escena que daba una sensación entremezclada de paz y poder.
Pero no, tampoco era lo más bello que había en la sala pare él. Todo el que lo conociera un poco sabría que lo más hermoso en aquel despacho era Níniel, con su cuerpo esbelto cubierto por su vestido vaporoso. Y su carácter, tan bondadoso y generoso que había provocado que la mujer se interesara por ayudar a brujos en su tierra. La raza tan belicosa que había hecho que los druidas marcharan de las islas en busca de un lugar mejor donde vivir. Un sitio donde vivir en paz. Y donde se mantuvieron aislados por la desconfianza hacia otras razas, por supuesto una desconfianza inculcada por una guerra larga y costosa.
Mucho había llovido desde aquel tiempo. Tanto como para que los druidas ya no existieran, y naciera otra raza en su lugar por medio de la comunión de esta con la naturaleza y la magia de la luz. Pero aún así sabía que había cosas que no se olvidaban con el pasar de las generaciones. Los brujos y los druidas, o mejor dicho los elfos descendientes de ellos, estaban muy lejos de perdonarse los unos a los otros y vivir en comunión en este mundo. Y aún así una sacerdotisa del clan Thenidiel había prestado sus servicios para combatir a unos vampiros que atacaban las islas, y para auxiliar a un niño enfermo de las barriadas exteriores de la capital.
¿Cuántas personas habrían hecho algo así en su lugar? ¿Cuántos brujos hubieran auxiliado a un elfo? No sabría decirlo con certeza, pero si sabía perfectamente que pocas personas. Y eso hacía que la mayor belleza de la que poseía, la ya de por sí esbelta mujer, estuviera en su interior.
Vincent dedicó una sonrisa a la sacerdotisa mientras pensaba en ella, y volvió la mirada hacia los estantes repletos de libros. El mayor atractivo que había en la sala si no estuviera en ella Níniel. Tomos y tomos de historia. De sabiduría. Había pocas cosas que amara en esta vida más que leer. Ya había visitado Lunargenta en sus tiempos de mozo con el poder de su imaginación y los libros de geografía e historia de la península de Verisar. Las lejanas montañas del Norte, los pantanos del Este, el peligro exótico de la noche en el Oeste, la desagradable guerra entre dos razas que deberían estar hermanadas… Tanto lo bueno como malo se podía aprender con algo tan sencillo como un puñado de hojas manuscritas y encuadernadas con delicadeza.
- Tio Vincent, tío Vincent-, fueron las palabras que lo sacaron de los recuerdos.
- Allyson. ¿Qué haces aquí? - preguntó asombrado por ver a su hija allí, apareciendo de detrás de las estanterías de libros.
- Yennefer me trajo consigo-, comentó la niña sonriente, abrazándose a sus piernas. Luego se separó de él unos pasos y dio varios giros sobre sí misma. - ¿Has visto que vestido más bonito? Me lo compró Yenn antes de venir. ¿A qué parezco tan hermosa como Níniel?
Vincent miró a su madre tanteándola con la mirada para que se pronunciara y saber que había pasado.
- No podía dejarla en la posada. Así que la traje conmigo. Cuando partí para buscarte con Isabella, dejamos a la niña con Lazarus. Por su seguridad estaría mejor aquí-, contestó tranquila.
- Así es, sir. Espero que no le haya molestado que la niña haya estado conmigo todo este tiempo-, contestó con la mayor formalidad el mayordomo.
Al brujo solo le pasó por la cabeza que su madre ya podría habérselo comentado antes. Debería habérselo dicho cuando llegó a la casa del niño enfermo, o como mínimo cuando habían regresado a la fiesta. De todos modos, su madre había obrado bien dejándolo con alguien de confianza y a salvo de todo percance, por lo que no le reprochó nada. En cambio asintió con la cabeza en dirección a Yenn como señal de que estaba conforme y había hecho lo mejor.
- En absoluto Lazarus. Al contrario, gracias por dedicarle tiempo a mi hija-, le contestó con respeto.
- Y que callado te lo tenías-, bromeó Jules, que aún estaba bajo los efectos del alcohol. - A un amigo debes comentarle que tienes una hija pululando por ahí-, dijo justo antes de darle un palmada en el hombro.
El rubio se recompuso rápidamente del golpe y meneó la cabeza mirando al cazador. Si ya era un bromista empedernido en su estado normal, ahora que estaba chispado era difícil de calibrar su nivel de entusiasmo.
- Papá-, escuchó justo debajo suya mientras notaba tirones en su pantalón. - Aún no has dicho que tal me queda el vestido.
- Oh, perdona-, se arrodilló a su lado sonriente. - Tu abuela tiene buen ojo. Es un vestido precioso. Pareces una princesa de cuento-, le dio un fuerte abrazo. - Me alegra verte-, volvió a sonreír y le dio un toque cariñoso en la nariz. - Pero ahora debo centrarme en atender a los mayores. Ya sabes lo aburridos que son con sus cosas-, hizo una mueca de aburrimiento. - Ahora no debes interrumpirlos. Pero en cuanto termine iremos a la fiesta a divertirnos un poco. ¿Qué te parece?
- Sí. Muy aburridos-, meneó la cabeza disgustada. - Vale. Seguiré leyendo el libro que me dejó Lazarus, pero no te vayas sin mí a la fiesta, eh-, dijo la niña antes de perderse de nuevo tras una de las estanterías.
No había podido ver todo el despacho, pero seguramente tras las primeras estanterías habría otra sala similar a la que estaban. Sin separación, ni puertas. Toda una habitación que seguramente hacía las funciones de estudio a la vez que despacho con su parte trasera. El sueño de todo brujo. O por lo menos de él. Un despacho, que en su caso estaría equipado para que fuera una buena sala de arcanos, y una biblioteca. Era todo lo que necesitaba en una casa, más allá de lo estrictamente necesario: una cama, una cocina y un pequeño establo para su animal.
- Una mascarada-, retomó el tema importante que allí se hablaba. Aunque se hubiera quedado pensativo, mientras miraba las estanterías y anteriormente a la sacerdotisa, no había perdido el hilo de lo que se conversaba en el despacho. - Curiosamente antes hablé con mi madre del tiempo que no hacía que asistía a una-, miró significativamente a su madre, que ya por aquel entonces seguro que ya sabía del posible plan de Isabella. - Me gusta la idea. Y sinceramente no tenemos más opción que esa. Iremos a la reunión e intentaremos hacernos con la carta si no ha sido destruida. Aunque ha dicho que tenían dos invitaciones cada una. Por lo tanto intuyo que solo podremos ir nosotros cuatro y que ustedes no podrán asistir.
- Así es. Será una misión para cuatro. Desgraciadamente no podemos mover hilos para conseguir más. Eso sería sospechoso y podría dar al traste con todo-, contestó su madre.
- Ya, lo entiendo. ¿Pero no sospecharán que no vaya ninguna de las dos? Esas invitaciones suelen ser para la persona y un acompañante-, razonó y se acarició la barba. - Supongo que puede colar que mandáis a vuestros hijos en vuestra persona, más un acompañante de estos-, miró y sonrió a Níniel, pues era claro que ella sería su acompañante. - En fin, creo que solo podemos prepararnos para esa mascarada. Y que “ella” no nos cause problemas. Sea quien sea.
Suponía que “ella” era la abuela de Huracán. Por lo que había escuchado, cuando hablaba la cazadora con su madre durante la noche del asalto, había algún problema familiar profundo. Aunque no sabía los detalles concretos.
Pero no, tampoco era lo más bello que había en la sala pare él. Todo el que lo conociera un poco sabría que lo más hermoso en aquel despacho era Níniel, con su cuerpo esbelto cubierto por su vestido vaporoso. Y su carácter, tan bondadoso y generoso que había provocado que la mujer se interesara por ayudar a brujos en su tierra. La raza tan belicosa que había hecho que los druidas marcharan de las islas en busca de un lugar mejor donde vivir. Un sitio donde vivir en paz. Y donde se mantuvieron aislados por la desconfianza hacia otras razas, por supuesto una desconfianza inculcada por una guerra larga y costosa.
Mucho había llovido desde aquel tiempo. Tanto como para que los druidas ya no existieran, y naciera otra raza en su lugar por medio de la comunión de esta con la naturaleza y la magia de la luz. Pero aún así sabía que había cosas que no se olvidaban con el pasar de las generaciones. Los brujos y los druidas, o mejor dicho los elfos descendientes de ellos, estaban muy lejos de perdonarse los unos a los otros y vivir en comunión en este mundo. Y aún así una sacerdotisa del clan Thenidiel había prestado sus servicios para combatir a unos vampiros que atacaban las islas, y para auxiliar a un niño enfermo de las barriadas exteriores de la capital.
¿Cuántas personas habrían hecho algo así en su lugar? ¿Cuántos brujos hubieran auxiliado a un elfo? No sabría decirlo con certeza, pero si sabía perfectamente que pocas personas. Y eso hacía que la mayor belleza de la que poseía, la ya de por sí esbelta mujer, estuviera en su interior.
Vincent dedicó una sonrisa a la sacerdotisa mientras pensaba en ella, y volvió la mirada hacia los estantes repletos de libros. El mayor atractivo que había en la sala si no estuviera en ella Níniel. Tomos y tomos de historia. De sabiduría. Había pocas cosas que amara en esta vida más que leer. Ya había visitado Lunargenta en sus tiempos de mozo con el poder de su imaginación y los libros de geografía e historia de la península de Verisar. Las lejanas montañas del Norte, los pantanos del Este, el peligro exótico de la noche en el Oeste, la desagradable guerra entre dos razas que deberían estar hermanadas… Tanto lo bueno como malo se podía aprender con algo tan sencillo como un puñado de hojas manuscritas y encuadernadas con delicadeza.
- Tio Vincent, tío Vincent-, fueron las palabras que lo sacaron de los recuerdos.
- Allyson. ¿Qué haces aquí? - preguntó asombrado por ver a su hija allí, apareciendo de detrás de las estanterías de libros.
- Yennefer me trajo consigo-, comentó la niña sonriente, abrazándose a sus piernas. Luego se separó de él unos pasos y dio varios giros sobre sí misma. - ¿Has visto que vestido más bonito? Me lo compró Yenn antes de venir. ¿A qué parezco tan hermosa como Níniel?
Vincent miró a su madre tanteándola con la mirada para que se pronunciara y saber que había pasado.
- No podía dejarla en la posada. Así que la traje conmigo. Cuando partí para buscarte con Isabella, dejamos a la niña con Lazarus. Por su seguridad estaría mejor aquí-, contestó tranquila.
- Así es, sir. Espero que no le haya molestado que la niña haya estado conmigo todo este tiempo-, contestó con la mayor formalidad el mayordomo.
Al brujo solo le pasó por la cabeza que su madre ya podría habérselo comentado antes. Debería habérselo dicho cuando llegó a la casa del niño enfermo, o como mínimo cuando habían regresado a la fiesta. De todos modos, su madre había obrado bien dejándolo con alguien de confianza y a salvo de todo percance, por lo que no le reprochó nada. En cambio asintió con la cabeza en dirección a Yenn como señal de que estaba conforme y había hecho lo mejor.
- En absoluto Lazarus. Al contrario, gracias por dedicarle tiempo a mi hija-, le contestó con respeto.
- Y que callado te lo tenías-, bromeó Jules, que aún estaba bajo los efectos del alcohol. - A un amigo debes comentarle que tienes una hija pululando por ahí-, dijo justo antes de darle un palmada en el hombro.
El rubio se recompuso rápidamente del golpe y meneó la cabeza mirando al cazador. Si ya era un bromista empedernido en su estado normal, ahora que estaba chispado era difícil de calibrar su nivel de entusiasmo.
- Papá-, escuchó justo debajo suya mientras notaba tirones en su pantalón. - Aún no has dicho que tal me queda el vestido.
- Oh, perdona-, se arrodilló a su lado sonriente. - Tu abuela tiene buen ojo. Es un vestido precioso. Pareces una princesa de cuento-, le dio un fuerte abrazo. - Me alegra verte-, volvió a sonreír y le dio un toque cariñoso en la nariz. - Pero ahora debo centrarme en atender a los mayores. Ya sabes lo aburridos que son con sus cosas-, hizo una mueca de aburrimiento. - Ahora no debes interrumpirlos. Pero en cuanto termine iremos a la fiesta a divertirnos un poco. ¿Qué te parece?
- Sí. Muy aburridos-, meneó la cabeza disgustada. - Vale. Seguiré leyendo el libro que me dejó Lazarus, pero no te vayas sin mí a la fiesta, eh-, dijo la niña antes de perderse de nuevo tras una de las estanterías.
No había podido ver todo el despacho, pero seguramente tras las primeras estanterías habría otra sala similar a la que estaban. Sin separación, ni puertas. Toda una habitación que seguramente hacía las funciones de estudio a la vez que despacho con su parte trasera. El sueño de todo brujo. O por lo menos de él. Un despacho, que en su caso estaría equipado para que fuera una buena sala de arcanos, y una biblioteca. Era todo lo que necesitaba en una casa, más allá de lo estrictamente necesario: una cama, una cocina y un pequeño establo para su animal.
- Una mascarada-, retomó el tema importante que allí se hablaba. Aunque se hubiera quedado pensativo, mientras miraba las estanterías y anteriormente a la sacerdotisa, no había perdido el hilo de lo que se conversaba en el despacho. - Curiosamente antes hablé con mi madre del tiempo que no hacía que asistía a una-, miró significativamente a su madre, que ya por aquel entonces seguro que ya sabía del posible plan de Isabella. - Me gusta la idea. Y sinceramente no tenemos más opción que esa. Iremos a la reunión e intentaremos hacernos con la carta si no ha sido destruida. Aunque ha dicho que tenían dos invitaciones cada una. Por lo tanto intuyo que solo podremos ir nosotros cuatro y que ustedes no podrán asistir.
- Así es. Será una misión para cuatro. Desgraciadamente no podemos mover hilos para conseguir más. Eso sería sospechoso y podría dar al traste con todo-, contestó su madre.
- Ya, lo entiendo. ¿Pero no sospecharán que no vaya ninguna de las dos? Esas invitaciones suelen ser para la persona y un acompañante-, razonó y se acarició la barba. - Supongo que puede colar que mandáis a vuestros hijos en vuestra persona, más un acompañante de estos-, miró y sonrió a Níniel, pues era claro que ella sería su acompañante. - En fin, creo que solo podemos prepararnos para esa mascarada. Y que “ella” no nos cause problemas. Sea quien sea.
Suponía que “ella” era la abuela de Huracán. Por lo que había escuchado, cuando hablaba la cazadora con su madre durante la noche del asalto, había algún problema familiar profundo. Aunque no sabía los detalles concretos.
Vincent Calhoun
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
Cuando Níniel hizo referencia a “ella” ya sabía a quién se refería. Aunque mi madre sería contundente a la hora de darle una respuesta a su, o más bien nuestra, evidente preocupación.
-No está tan loca como para venir aquí. Es un suicidio, incluso para alguien como ella. – aseguró mi madre pensándoselo mejor. – Pero tal vez se plantee enviar algún confidente suyo, o algún asesino. Los Harrowmont no sospechan que sabemos para quién trabajan, y eso nos da una ventaja. Tendremos que mantener los ojos abiertos. – matizó mi madre.
La conversación fue interrumpida por la pequeña sobrina del Centinela, una niña que, a todas leguas, no me terminaba de convencer, pero no era más que una joven e inocente criatura. Era una pena pensar que mi intención era liquidar a su tío. No a Vincent, claro, sino al auténtico, cuyo nombre aún desconocía.
Mi madre carraspeó ante la escena y colocó la mano bajo su barbilla, seguían irritándole los niños bastante. Nunca fue una madre modélica, más bien, lo menos afectivo que había visto en mi vida, faceta que difícilmente iba a cambiar ahora que ya se encontraría en la menopausia.
Una vez la niña partió, el comentario de Vincent sobre el número de invitaciones disponible no pasaría desapercibido para ninguno de los cuatro. ¿Isabella fuera de una de esas mascaradas? Así lo parecía pensar Yennefer, indicando que no podían mover hilos para conseguir más.
-¿Qué no podemos mover hilos? – rió Isabella, corrigiendo a la madre de Vincent. – Algo podremos hacer para estar allí… - dejó caer, y es que no había nadie que se manejara en el tráfico de influencias como ella. Estaba segura de que Mortagglia ya no existiría si le hubiese puesto tanto empeño a su persecución como a manejar sus contactos, aunque imagino que dar con la Dama tampoco era sencillo. – Lázarus, ¿podemos tramitar un par de entradas más?– preguntó de brazos cruzados al mayordomo, haciendo un gesto con la cabeza.
-Estoy seguro de que sí, señora. – respondió el hombre de piel negra con convencimiento.
-Estupendo. – asintió con una sonrisa reveladora. -
Parecía que de alguna manera conseguiría entrar a la mansión de los Harrowmont. Supongo que junto con otros maestros tensái. De todos modos nuestra misión de movernos por el caserón de la familia rival no sería sencillo. En cualquier caso, antes tendríamos muchas cosas que hacer pues aún faltaba más de un mes para el evento.
-Si no hay nada más que decir, abandonamos la estancia. – indiqué a los presentes, girándome y disponiéndome a salir.
Me dirigí hacia la puerta de salida de aquella estancia del cuartel general de los Cazadores. Durante el próximo mes me dedicaría a buscar al Centinela junto a Jules. No me gustaba nada el brujo parlanchín, sus habilidades en combate aún estaban por ver, así como su fidelidad al gremio.
-Gracias de nuevo, Níniel. – le dije con sinceridad a la elfa, que estaba dispuesta a ayudarme. De Vincent podía esperarlo, ya que su madre de alguna manera también estaba metida en los líos de la mía y viceversa, pero Níniel no tenía por qué jugarse el tipo metiéndose en una fiesta de brujos racistas. – No es necesario que lo hagas, creo que podremos valernos Vincent y yo solos. – le dije, en realidad deseaba que me acompañara, pero tampoco quería forzarla ni que se sintiera incómoda. Todavía recordaba su primera reacción temerosa tras la desafortunada intervención de Cass y Milton.
Mientras tanto, percibí como la joven “hija adoptiva” de Vincent había aparecido en escena de nuevo, yendo a dirigirse a su padre y al inseparable Jules, que parecían haberse hecho amigos.
–Ya verás como nos divertimos buscando al centinela. – dijo el cazador a la niña con un gesto cariñoso sobre su cabeza, despeinándola. – Huracán y yo nos vamos a divertir con tu tío. – le dijo con gracia.
-¿Vais a jugar con él? – preguntó la joven inesperada.
-Uy sí, ya lo verás. Jugaremos al gato y al ratón. – respondió el brujo, irónico como siempre y sin cortarse un pelo. Aunque ésta no pareció entenderle muy bien a decir la expresión de su rostro.
-Jules, por dios. – le regañé dándole un codazo ligero en el abdomen. – Que es una niña.
-¡Eh! ¿Acaso he dicho alguna mentira? – bromeó entre risas, definitivamente, al brujo lo que le gustaba era picar a la gente.
Resoplé. Parece que el brujo bromista y mujeriego no iba a cambiar demasiado. Él sería un buen compañero de aventuras y, si dentro de un mes volvíamos con la cabeza del centinela, o al menos con su desvinculación de la Hermandad, podríamos afrontar la mascarada con muchas más posibilidades.
-No está tan loca como para venir aquí. Es un suicidio, incluso para alguien como ella. – aseguró mi madre pensándoselo mejor. – Pero tal vez se plantee enviar algún confidente suyo, o algún asesino. Los Harrowmont no sospechan que sabemos para quién trabajan, y eso nos da una ventaja. Tendremos que mantener los ojos abiertos. – matizó mi madre.
La conversación fue interrumpida por la pequeña sobrina del Centinela, una niña que, a todas leguas, no me terminaba de convencer, pero no era más que una joven e inocente criatura. Era una pena pensar que mi intención era liquidar a su tío. No a Vincent, claro, sino al auténtico, cuyo nombre aún desconocía.
Mi madre carraspeó ante la escena y colocó la mano bajo su barbilla, seguían irritándole los niños bastante. Nunca fue una madre modélica, más bien, lo menos afectivo que había visto en mi vida, faceta que difícilmente iba a cambiar ahora que ya se encontraría en la menopausia.
Una vez la niña partió, el comentario de Vincent sobre el número de invitaciones disponible no pasaría desapercibido para ninguno de los cuatro. ¿Isabella fuera de una de esas mascaradas? Así lo parecía pensar Yennefer, indicando que no podían mover hilos para conseguir más.
-¿Qué no podemos mover hilos? – rió Isabella, corrigiendo a la madre de Vincent. – Algo podremos hacer para estar allí… - dejó caer, y es que no había nadie que se manejara en el tráfico de influencias como ella. Estaba segura de que Mortagglia ya no existiría si le hubiese puesto tanto empeño a su persecución como a manejar sus contactos, aunque imagino que dar con la Dama tampoco era sencillo. – Lázarus, ¿podemos tramitar un par de entradas más?– preguntó de brazos cruzados al mayordomo, haciendo un gesto con la cabeza.
-Estoy seguro de que sí, señora. – respondió el hombre de piel negra con convencimiento.
-Estupendo. – asintió con una sonrisa reveladora. -
Parecía que de alguna manera conseguiría entrar a la mansión de los Harrowmont. Supongo que junto con otros maestros tensái. De todos modos nuestra misión de movernos por el caserón de la familia rival no sería sencillo. En cualquier caso, antes tendríamos muchas cosas que hacer pues aún faltaba más de un mes para el evento.
-Si no hay nada más que decir, abandonamos la estancia. – indiqué a los presentes, girándome y disponiéndome a salir.
Me dirigí hacia la puerta de salida de aquella estancia del cuartel general de los Cazadores. Durante el próximo mes me dedicaría a buscar al Centinela junto a Jules. No me gustaba nada el brujo parlanchín, sus habilidades en combate aún estaban por ver, así como su fidelidad al gremio.
-Gracias de nuevo, Níniel. – le dije con sinceridad a la elfa, que estaba dispuesta a ayudarme. De Vincent podía esperarlo, ya que su madre de alguna manera también estaba metida en los líos de la mía y viceversa, pero Níniel no tenía por qué jugarse el tipo metiéndose en una fiesta de brujos racistas. – No es necesario que lo hagas, creo que podremos valernos Vincent y yo solos. – le dije, en realidad deseaba que me acompañara, pero tampoco quería forzarla ni que se sintiera incómoda. Todavía recordaba su primera reacción temerosa tras la desafortunada intervención de Cass y Milton.
Mientras tanto, percibí como la joven “hija adoptiva” de Vincent había aparecido en escena de nuevo, yendo a dirigirse a su padre y al inseparable Jules, que parecían haberse hecho amigos.
–Ya verás como nos divertimos buscando al centinela. – dijo el cazador a la niña con un gesto cariñoso sobre su cabeza, despeinándola. – Huracán y yo nos vamos a divertir con tu tío. – le dijo con gracia.
-¿Vais a jugar con él? – preguntó la joven inesperada.
-Uy sí, ya lo verás. Jugaremos al gato y al ratón. – respondió el brujo, irónico como siempre y sin cortarse un pelo. Aunque ésta no pareció entenderle muy bien a decir la expresión de su rostro.
-Jules, por dios. – le regañé dándole un codazo ligero en el abdomen. – Que es una niña.
-¡Eh! ¿Acaso he dicho alguna mentira? – bromeó entre risas, definitivamente, al brujo lo que le gustaba era picar a la gente.
Resoplé. Parece que el brujo bromista y mujeriego no iba a cambiar demasiado. Él sería un buen compañero de aventuras y, si dentro de un mes volvíamos con la cabeza del centinela, o al menos con su desvinculación de la Hermandad, podríamos afrontar la mascarada con muchas más posibilidades.
- OFF:
- Con este post termino mi intervención en el hilo ^^. Cuando cerremos este hilo abro el de la mascarada si queréis a modo de continuación de éste.
PD2: He cambiado a Morgan Freeman de mayordomo por Samuel L. Jackson. Pega más para el rollo mafioso de los Boisson xD.
Anastasia Boisson
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
Sin duda Isabella conocería a su madre mejor que nadie de aquella sala, por lo que sus palabras al respecto de lo que haría o no haría, a pesar de que evidentemente no podían ser absolutas y estaban sujetas a un margen de error más o menos grande, debían tomarse como una opinión experta. No obstante Níniel no podía estar de acuerdo con que aquella mujer no estuviera loca. Alguien que envía a peligrosos y poderosos vampiros con sombríos poderes a atacar una fiesta con decenas de invitados, usando además ograrks bajo los efectos de alquimia para sembrar el pánico sin importarle matar a inocentes para lograr sus objetivos...Muy bien de la cabeza no debía de estar. Por no hablar de que la mayoría de aquellos atacantes fueron enviados a una muerte casi segura con conocimiento de ello o no...Lo que tornaba todo en una demencia aún mayor. Parecía la clase de persona que aprovecharía la mascarada para pasear entre los invitados de forma anónima, regodeándose y sintiéndose intocable...Aunque ciertamente el sentido común dictara que era un riesgo absurdo.
-Yo no confiaría mucho en los Harrowmont, efectivamente preferiría recordarle de algún modo sútil que debe obedecer, a través de alguien de confianza.- Asintió la peliblanca, callándose de inmediato y temiendo haber sonado demasiado maliciosa. Parecía que tras tanto tiempo rodeada únicamente de brujos se le estuviera pegando su modo de pensar.
La conversación fue interrumpida por la aparición por sorpresa, al menos para Níniel, de Allyson, la pequeña brujita acogida por Vincent tras la noche del enfrentamiento con los vampiros. Parecía que aquellos seres oscuros la habían estado usando aprovechándose de su corta edad y dándole utilidad a alguna clase de talento innato de la niña...Pero tras la victoria y la huída del centinela, o "tío centi" como lo llamaba Allyson, la pequeña había pasado a comportarse de un modo totalmente normal para su edad y tratado a Vincent como si fuera su nuevo tío...o padre, con una naturalidad pasmosa y adorable. Era una niña muy alegre y avispada...pero Jules parecía seguir pensando que era peligrosa, y seguramente no era el único. En cualquier caso aquel lugar no parecía el lugar más indicado para ella. Cuanto más la alejaran de los vampiros, las tramas y los centinelas oscuros mejor. Si algo bueno había salido de aquella noche había sido el salvar a la pequeña de aquella gente.
Por suerte Vincent, que parecía haberse adaptado muy bien a su nuevo papel de progenitor, pensaba lo mismo y no tardó en enviar a la niña a jugar a otra parte del despacho de Isabella, aunque antes de que la niña se alejara la peliblanca aprovechó para acariciarle el pelo con dulzura y para recordarle que aún tenían que ir juntas a comer algunos dulces a la ciudad. Para Níniel Allyson no era ninguna amenaza, ni una espía o algo por el estilo. Simplemente era una buena niña liberada de las malas influencias.
Tras aquel breve interludio las conversaciones continuaron aunque solo un breve lapso de tiempo pues parecía que no había mucho más sobre lo que hablar por el momento. Las invitaciones no serían un problema y aún quedaba un largo mes para tener que acudir a aquella velada... Tiempo más que suficiente para obtener más información, planear bien cómo lo harían...y como no, para obtener atuendos adecuados para un evento de aquel tipo y que se adaptaran a sus imperiosas necesidades de pasar inadvertidos y colarse más allá de la zona delimitada para los invitados. Por ello el grupo se despidió de los allí presentes y salió de vuelta a los lujosos pasillos del palacete.
-Quiero ayudarte. Espero poder hacerlo. Igualmente estaré un tiempo en la ciudad con el maestro Otrore, pasando un poco más desapercibida que hoy espero. Si me necesitáis o queréis mi opinión sobre algo sabrás encontrarme. En cualquier caso si vamos a hacer esto vamos a necesitar vestidos, trajes y máscaras...Yo al menos. No esperaba tener que acudir a algo así y solo dispongo de una limitada cantidad de ropa humana, nada que pueda llevarse a una gala.- Explicó.
Además quizá necesitaran algunas clases de etiqueta. Huracán y Vincent eran miembros de familias importantes pero desconocía si sabían algo de etiqueta, baile y maneras como para pasar desapercibidos en una gala así. De hecho, aunque no le costaba imaginarse a Vincent con un traje, que mentalmente le sentaba muy bien, con Huracán le resultaba casi imposible imaginársela con un vestido...O Peor aún, si lo lograba se la imaginaba con un vestido largo, rostro enfurruñado, los brazos cruzados sobre su pecho y la ballesta en la espalda.
-Así que pensáis salir de las islas...No parece una tarea nada fácil, espero que sepáis lo que hacéis, que los dioses estén de vuestro lado...Y que volváis sanos y salvos con tiempo suficiente para prepararnos para la mascarada. Yo por el momento creo que volveré a la ciudad...Aún llegaré a tiempo para encontrar la tienda de dulces abierta.- Dijo dejando caer eso último por si cierta niña decidía que era un plan mejor que quedarse en aquella fiesta para adultos de la que sinceramente, ella ya había tenido bastante.
-Yo no confiaría mucho en los Harrowmont, efectivamente preferiría recordarle de algún modo sútil que debe obedecer, a través de alguien de confianza.- Asintió la peliblanca, callándose de inmediato y temiendo haber sonado demasiado maliciosa. Parecía que tras tanto tiempo rodeada únicamente de brujos se le estuviera pegando su modo de pensar.
La conversación fue interrumpida por la aparición por sorpresa, al menos para Níniel, de Allyson, la pequeña brujita acogida por Vincent tras la noche del enfrentamiento con los vampiros. Parecía que aquellos seres oscuros la habían estado usando aprovechándose de su corta edad y dándole utilidad a alguna clase de talento innato de la niña...Pero tras la victoria y la huída del centinela, o "tío centi" como lo llamaba Allyson, la pequeña había pasado a comportarse de un modo totalmente normal para su edad y tratado a Vincent como si fuera su nuevo tío...o padre, con una naturalidad pasmosa y adorable. Era una niña muy alegre y avispada...pero Jules parecía seguir pensando que era peligrosa, y seguramente no era el único. En cualquier caso aquel lugar no parecía el lugar más indicado para ella. Cuanto más la alejaran de los vampiros, las tramas y los centinelas oscuros mejor. Si algo bueno había salido de aquella noche había sido el salvar a la pequeña de aquella gente.
Por suerte Vincent, que parecía haberse adaptado muy bien a su nuevo papel de progenitor, pensaba lo mismo y no tardó en enviar a la niña a jugar a otra parte del despacho de Isabella, aunque antes de que la niña se alejara la peliblanca aprovechó para acariciarle el pelo con dulzura y para recordarle que aún tenían que ir juntas a comer algunos dulces a la ciudad. Para Níniel Allyson no era ninguna amenaza, ni una espía o algo por el estilo. Simplemente era una buena niña liberada de las malas influencias.
Tras aquel breve interludio las conversaciones continuaron aunque solo un breve lapso de tiempo pues parecía que no había mucho más sobre lo que hablar por el momento. Las invitaciones no serían un problema y aún quedaba un largo mes para tener que acudir a aquella velada... Tiempo más que suficiente para obtener más información, planear bien cómo lo harían...y como no, para obtener atuendos adecuados para un evento de aquel tipo y que se adaptaran a sus imperiosas necesidades de pasar inadvertidos y colarse más allá de la zona delimitada para los invitados. Por ello el grupo se despidió de los allí presentes y salió de vuelta a los lujosos pasillos del palacete.
-Quiero ayudarte. Espero poder hacerlo. Igualmente estaré un tiempo en la ciudad con el maestro Otrore, pasando un poco más desapercibida que hoy espero. Si me necesitáis o queréis mi opinión sobre algo sabrás encontrarme. En cualquier caso si vamos a hacer esto vamos a necesitar vestidos, trajes y máscaras...Yo al menos. No esperaba tener que acudir a algo así y solo dispongo de una limitada cantidad de ropa humana, nada que pueda llevarse a una gala.- Explicó.
Además quizá necesitaran algunas clases de etiqueta. Huracán y Vincent eran miembros de familias importantes pero desconocía si sabían algo de etiqueta, baile y maneras como para pasar desapercibidos en una gala así. De hecho, aunque no le costaba imaginarse a Vincent con un traje, que mentalmente le sentaba muy bien, con Huracán le resultaba casi imposible imaginársela con un vestido...O Peor aún, si lo lograba se la imaginaba con un vestido largo, rostro enfurruñado, los brazos cruzados sobre su pecho y la ballesta en la espalda.
-Así que pensáis salir de las islas...No parece una tarea nada fácil, espero que sepáis lo que hacéis, que los dioses estén de vuestro lado...Y que volváis sanos y salvos con tiempo suficiente para prepararnos para la mascarada. Yo por el momento creo que volveré a la ciudad...Aún llegaré a tiempo para encontrar la tienda de dulces abierta.- Dijo dejando caer eso último por si cierta niña decidía que era un plan mejor que quedarse en aquella fiesta para adultos de la que sinceramente, ella ya había tenido bastante.
Níniel Thenidiel
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Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
La señorita, que por ahora solo era apodada con el apelativo de “ella”, parecía que podría suponer un problema para sus intereses. No obstante, la madre de Huracán se mostró confiada en que no aparecería en la fiesta. Su alegato debía ser correcto. Aún sin saber de quién se trataba en realidad, las palabras de Isabella concretaban el peligro al que se exponía la mujer si decidía venir a las islas. Ella sabía perfectamente de quien hablaba, por lo que tendría razón. Aunque no había que descartar ninguna posibilidad, era mejor ir precavidos ante cualquier amenaza.
De todos modos, la segunda parte de la intervención de la líder de los cazadores sí que atrajo su atención por lo inesperada que era.
- Vaya Isabella. Veo que aún mantienes grandes contactos en las islas-, contestó su madre esta vez. - Pensaba que solo podríamos disponer de esas cuatro invitaciones sin levantar sospechas, pero veo que me he equivocado. Será divertido. Igual que mi hijo, hace mucho que no participo en una mascarada-, dijo finalmente Yennefer con una media sonrisa.
Sí. Así era. Su madre tenía razón. Se notaba que Isabella era una mujer influyente en las islas. Y ese detalle no hacía sino recordarle a su propia madre en ese aspecto. Sobre todo antiguamente, antes de partir a su viaje de conocimiento al Norte cuando era un prestigiosa profesora en la academia. Ahora su madre no tenía tantos contactos como antaño, pues la influencia es algo que se debe cuidar y mimar, y el tiempo había hecho estragos en sus relaciones. De todos modos, aún mantenía una parte de su cuota de poder e influencia pese al periodo fuera de las islas. Aunque en ningún caso al nivel de Isabella como se podía apreciar.
- Sí. Será lo mejor. Ya está todo planificado y solo queda prepararlo-, comentó justo después de Huracán. - Tenga buen día Lady Isabella-, hizo un corta reverencia a la madre de Huri. - Igualmente Lazarus-, y también le dedicó el mismo gesto que a la líder de los cazadores. - Muchas gracias por cuidar de mi hija.
- Un placer caballero Vincent-, contestó el mayordomo con sus acostumbrados modales exquisitos. Lo acababa de conocer, pero estaba seguro de que esa sería la tónica habitual en el sirviente de los Boisson.
Por su parte, Allyson apareció corriendo de detrás de la estantería para acercarse hasta su padre.
- Eh. No te habrás olvidado de mí. Dijiste que iríamos a la fiesta-, comentó su hija.
- No. Claro que no-, rió. - Solo me despedía antes de ir a buscarte para salir. ¿Estás animada?
- Oh sí. Mucho-, contestó la pequeña. - Nunca he estado en una fiesta-, dijo sin pudor. Simplemente como dato informativo. Sin darse cuenta de lo triste que era que la pobre nunca hubiera estado en un evento de ese tipo.
La fiesta que había en los jardines. No era precisamente la típica fiesta que divertiría a un niño. Solo era algo protocolario. La típica celebración para sacar los vestidos caros y pulir esas influencias que había pensado anteriormente de su madre e Isabella. Pero aún así era triste que la pequeña nunca hubiera asistido a ningún tipo de fiesta, pues así de férrea había sido la vida que le había otorgado el Centinela. Una vida de entrenamiento y golpes sistemáticos para minar su moral, y convertirla en una joven sumisa ante él.
Por suerte la había rescatado, y ahora podría concederle una verdadera niñez a la que ya se podía considerar su hija a todos los efectos.
En eso pensaba cuando escuchó la conversación entre Huracán y Níniel al acercarse hasta ellas y Jules junto a su hija. Por un lado se alegraba de poder contar con la poderosa sacerdotisa a su lado, pero otra parte de él le decía que era mejor que la chica se mantuviera al margen. Por su seguridad. De todas maneras no intervino, dejando la decisión en manos de la elfa. Lo que ella decidiera se haría. Además, no creía que aceptara quedarse en casa teniendo él que ir a esa misión peligrosa.
- Lo harás bien, Níniel. Eres fuerte e inteligente. Y por la ropa no te preocupes. Mi familia podrá proporcionarnos lo que necesites. Seguro que hay algo en casa de los Stone e igualmente podremos ayudarte a comprarte un vestido bonito si lo deseas-, comentó con una sonrisa.
- Por supuesto Níniel. No seas tímida. Pide todo lo que necesitas-, comentó su madre acercándose hasta ellos. - He decidido pasar el rato con vosotros. Ya he tenido suficiente inmersión en la política de las islas por hoy-, bromeó con su habitual media sonrisa pícara.
- Bueno, yo debo quedarme. Mejor vuelve con Níniel a la posada. Yo no tardaré-, comentó a su madre. - Huracán. Nos veremos pronto. Espero de verdad serte de utilidad contra los Harrowmont-, dijo amable y sincero como despedida.
Poder apartar de la política a familia tan artera no sería solo beneficioso para los cazadores, sino para toda la nación de los brujos. Aún así no pensó demasiado en ellos. Las palabras de Jules sobre el Centinela lo sacaron de esos pensamientos, y no tuvo más remedio que imaginar un modo de reconducir la situación para que no terminara por afectar a Allyson, aunque por suerte Níniel le ayudó en ese cometido cuando dejó caer la tienda de dulces.
- ¿En serio? Tío, tío. ¿Puedo ir con Níniel a esa tienda de dulces? Por favor-, dijo su hija muy ansiosa por poder probar los dulces.
- No. Con Níniel no irás-, comenzó a decir, y pudo apreciar como el rostro de la pequeña iba pasando de la felicidad a la tristeza poco a poco por las malas noticas. - No irás con ella porque iremos todos. Tú, yo, la abuela. ¿Qué te parece?
- ¡Genial! - gritó y se abrazó a él por donde pudo. Él por su parte aprovechó para darle la mano para que avanzara a su lado. - Nín, ¿has oído? Puedo ir a la tienda.
Vincent meneó la cabeza y sonrió ante la inocencia de su hija.
- Nos vemos Huracán. Cuídate. Y evita que este se beba hasta el agua de la fuente-, bromeó en referencia a Jules, y le dio un golpe amistoso en el hombro como el cazador hubiera hecho minutos antes hacia su persona. - Pasadlo bien-, se despidió de los dos, para luego encaminarse junto a la elfa y el resto de su familia hacia la salida del palacete.
Destino. Una tienda de dulces. Había destinos realmente deliciosos en esta vida.
De todos modos, la segunda parte de la intervención de la líder de los cazadores sí que atrajo su atención por lo inesperada que era.
- Vaya Isabella. Veo que aún mantienes grandes contactos en las islas-, contestó su madre esta vez. - Pensaba que solo podríamos disponer de esas cuatro invitaciones sin levantar sospechas, pero veo que me he equivocado. Será divertido. Igual que mi hijo, hace mucho que no participo en una mascarada-, dijo finalmente Yennefer con una media sonrisa.
Sí. Así era. Su madre tenía razón. Se notaba que Isabella era una mujer influyente en las islas. Y ese detalle no hacía sino recordarle a su propia madre en ese aspecto. Sobre todo antiguamente, antes de partir a su viaje de conocimiento al Norte cuando era un prestigiosa profesora en la academia. Ahora su madre no tenía tantos contactos como antaño, pues la influencia es algo que se debe cuidar y mimar, y el tiempo había hecho estragos en sus relaciones. De todos modos, aún mantenía una parte de su cuota de poder e influencia pese al periodo fuera de las islas. Aunque en ningún caso al nivel de Isabella como se podía apreciar.
- Sí. Será lo mejor. Ya está todo planificado y solo queda prepararlo-, comentó justo después de Huracán. - Tenga buen día Lady Isabella-, hizo un corta reverencia a la madre de Huri. - Igualmente Lazarus-, y también le dedicó el mismo gesto que a la líder de los cazadores. - Muchas gracias por cuidar de mi hija.
- Un placer caballero Vincent-, contestó el mayordomo con sus acostumbrados modales exquisitos. Lo acababa de conocer, pero estaba seguro de que esa sería la tónica habitual en el sirviente de los Boisson.
Por su parte, Allyson apareció corriendo de detrás de la estantería para acercarse hasta su padre.
- Eh. No te habrás olvidado de mí. Dijiste que iríamos a la fiesta-, comentó su hija.
- No. Claro que no-, rió. - Solo me despedía antes de ir a buscarte para salir. ¿Estás animada?
- Oh sí. Mucho-, contestó la pequeña. - Nunca he estado en una fiesta-, dijo sin pudor. Simplemente como dato informativo. Sin darse cuenta de lo triste que era que la pobre nunca hubiera estado en un evento de ese tipo.
La fiesta que había en los jardines. No era precisamente la típica fiesta que divertiría a un niño. Solo era algo protocolario. La típica celebración para sacar los vestidos caros y pulir esas influencias que había pensado anteriormente de su madre e Isabella. Pero aún así era triste que la pequeña nunca hubiera asistido a ningún tipo de fiesta, pues así de férrea había sido la vida que le había otorgado el Centinela. Una vida de entrenamiento y golpes sistemáticos para minar su moral, y convertirla en una joven sumisa ante él.
Por suerte la había rescatado, y ahora podría concederle una verdadera niñez a la que ya se podía considerar su hija a todos los efectos.
En eso pensaba cuando escuchó la conversación entre Huracán y Níniel al acercarse hasta ellas y Jules junto a su hija. Por un lado se alegraba de poder contar con la poderosa sacerdotisa a su lado, pero otra parte de él le decía que era mejor que la chica se mantuviera al margen. Por su seguridad. De todas maneras no intervino, dejando la decisión en manos de la elfa. Lo que ella decidiera se haría. Además, no creía que aceptara quedarse en casa teniendo él que ir a esa misión peligrosa.
- Lo harás bien, Níniel. Eres fuerte e inteligente. Y por la ropa no te preocupes. Mi familia podrá proporcionarnos lo que necesites. Seguro que hay algo en casa de los Stone e igualmente podremos ayudarte a comprarte un vestido bonito si lo deseas-, comentó con una sonrisa.
- Por supuesto Níniel. No seas tímida. Pide todo lo que necesitas-, comentó su madre acercándose hasta ellos. - He decidido pasar el rato con vosotros. Ya he tenido suficiente inmersión en la política de las islas por hoy-, bromeó con su habitual media sonrisa pícara.
- Bueno, yo debo quedarme. Mejor vuelve con Níniel a la posada. Yo no tardaré-, comentó a su madre. - Huracán. Nos veremos pronto. Espero de verdad serte de utilidad contra los Harrowmont-, dijo amable y sincero como despedida.
Poder apartar de la política a familia tan artera no sería solo beneficioso para los cazadores, sino para toda la nación de los brujos. Aún así no pensó demasiado en ellos. Las palabras de Jules sobre el Centinela lo sacaron de esos pensamientos, y no tuvo más remedio que imaginar un modo de reconducir la situación para que no terminara por afectar a Allyson, aunque por suerte Níniel le ayudó en ese cometido cuando dejó caer la tienda de dulces.
- ¿En serio? Tío, tío. ¿Puedo ir con Níniel a esa tienda de dulces? Por favor-, dijo su hija muy ansiosa por poder probar los dulces.
- No. Con Níniel no irás-, comenzó a decir, y pudo apreciar como el rostro de la pequeña iba pasando de la felicidad a la tristeza poco a poco por las malas noticas. - No irás con ella porque iremos todos. Tú, yo, la abuela. ¿Qué te parece?
- ¡Genial! - gritó y se abrazó a él por donde pudo. Él por su parte aprovechó para darle la mano para que avanzara a su lado. - Nín, ¿has oído? Puedo ir a la tienda.
Vincent meneó la cabeza y sonrió ante la inocencia de su hija.
- Nos vemos Huracán. Cuídate. Y evita que este se beba hasta el agua de la fuente-, bromeó en referencia a Jules, y le dio un golpe amistoso en el hombro como el cazador hubiera hecho minutos antes hacia su persona. - Pasadlo bien-, se despidió de los dos, para luego encaminarse junto a la elfa y el resto de su familia hacia la salida del palacete.
Destino. Una tienda de dulces. Había destinos realmente deliciosos en esta vida.
Vincent Calhoun
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