Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
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Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
La posada Pollos Corredores, tal y como había oído el rumor. No era precisamente un lugar de lujo ni mucho menos acogedor, pero era sólo una referencia. No pretendía entrar allí, sino seguir más allá, al callejón que doblaba discretamente a su izquierda.
Cuando había preguntado sobre ese supuesto trabajo se habían reído de él. Claro, seguramente porque aparentaba menos edad de la que realmente tenía y porque los adultos creen que los niños deben andar jugando. Por supuesto, la daga y la sangre ilusoria les hicieron callar con facilidad. No se trataba de hacerles callar, se trataba de dejar claro un punto.
Y era esa misma la razón por la que estaba allí, por dejar claro que no por ser un niño iba a ser menos competente. Muchas vidas había tomado ya su daga como para que le mirasen en menos, como para que se rieran de él. Aún así, no dejaba de causarle ciertos reparos todo el aire que abundaba en ese rincón de la ciudad.
Pasó del ebrio que vomitaba en la esquina sin siquiera mirarle, no notó la mirada esquiva que daba ese hombre de finas ropas que nada tenía que andar haciendo en esos lados tan pobres de la ciudad, tampoco gastó tiempo en responder a la risa de esa mujer que llevaba menos ropa de la que el clima hacía recomendable, ni siquiera cuando ella le mandó un beso coqueto seguido de una risita burlona. No, estaba concentrado en encontrar esa precisa casona, la que decían que tenía su puerta pintada de verde y su lámpara siempre encendida junto a ella, a pesar de que aún no era hora para que fuera necesario. Era una señal, significaba "abierto".
Demian caminó decidido, no estaba allí para perder el tiempo con esas personas del exterior, esas personas que habían decidido que ese preciso rincón de toda la ciudad era donde las reglas de la decencia eran olvidadas. Por el momento el chico de ojos sombríos no le dio más vueltas al asunto.
Golpeó con algo menos de coraje, las risas del interior le resultaban incómodas. Le habían dicho que el trabajo era "discreto", pero allí se oía jolgorio y ciertamente había al menos una docena de personas, sólo juzgando por el ruido. Antes que le abrieran oyó un gemido, como si alguien sufriera en un segundo piso de la vivienda, pero era un gemido cíclico, desprovisto de la desesperación de cuando alguien es clavado con acero. ¿Qué tipo de cosas pasaban allí?, se preguntó consternado.
No tuvo tiempo para una respuesta.
El fornido sujeto que abrió le miró de arriba a abajo, levantando una ceja con algo de desprecio. Si Demian hubiera sido más astuto con los asuntos humanos habría notado un dejo de compasión.
—Por acá sólo los clientes, chico... la puerta de uhm... trabajo... está por atrás —indicó.
Demian no dijo nada. Entendía que un trabajo para un asesino requería de discreción, no es el tipo de cosas que quieras anunciar a una docena de personas en una fiesta. Asintió y con el silencio apropiado caminó con un estilo confiado, pero prudente, a la parte posterior.
Una mujer le abrió. No era como las otras que había visto por allí, esas de poca ropa y que hacían gala de sus dotes naturales. Sí, Demian aún era bastante joven, pero ya sabía notar ese tipo de cosas. No, ésta era grande, de labios y miembros gruesos, algo subida de peso, sin llegar a la obesidad, y de ropas amplias, hasta lujosas, aunque algo carentes de clase. Nuevamente, el tipo de cosas que Demian no sabía clasificar muy bien.
Ella lo miró, tal como el fornido de la entrada, de arriba a abajo. Como si se tratara de alguna especie de muñeco o mercancía, le levantó un brazo, lo revisó un poco, le giró la cara para un lado y otro y hasta se dio el lujo de pellizcarle un muslo. El chico, claramente, no estaba muy contento por el trato, pero asumió que estaban revisando si tendría la fuerza para la tarea. Decidió no decir nada.
—Ya, estás flaco y no pareces muy... grácil... pero ya ves, hasta hay clientes para tu tipo, pasa y espera en la cocina, que las piezas están ocupadas... ya sabes —dijo con confianza la mujer, casi como si le conociera.
Demian pasó, más extrañado de todo el asunto que antes. Algo no parecía cuadrar con todo el trabajo de supuestamente encontrar y acabar, por cualquier vía necesaria, con un supuesto asesino que rondaba la zona y arruinaba los negocios de un local cuyo rubro no se especificaba en la nota.
La mujer desapareció, pero no tardó en volver, justo cuando Demian hacía uso de su fuerza de voluntad para no echar mano a unas apetitosas piezas de pan y queso que quedaban encima de una mesa.
—Ya, pasa a la segunda puerta, a la derecha, por el pasillo... tu cliente llegará pronto.
Por dentro, el chico estaba lleno de dudas y sospechas, pero por fuera se mantuvo impávido. ¿No se suponía que era el dueño del local que solicitaba el trabajo?, ¿por qué al dueño del local le llamaban "cliente"?. No alcanzó siquiera a decir una palabra, la mujer le hizo caminar rápido, como si no quisiera que nadie le viera en el pasillo, para hacerle entrar igual de pronto en la habitación.
Demian suspiró confundido cuando la puerta se cerró y quedó a solas allí. ¿Para qué le llevaría el cliente a un dormitorio? ¿para qué alguien necesitaría una cama así de grande de cualquier manera? ¿y qué eran todos esos objetos raros sobre una mesa?
Resignado a la espera y algo aburrido, transcurridos unos minutos, se sentó en la cama y se hizo a la idea de que quizás con qué locura más aparecerían estos sujetos para sorprenderle.
Cuando había preguntado sobre ese supuesto trabajo se habían reído de él. Claro, seguramente porque aparentaba menos edad de la que realmente tenía y porque los adultos creen que los niños deben andar jugando. Por supuesto, la daga y la sangre ilusoria les hicieron callar con facilidad. No se trataba de hacerles callar, se trataba de dejar claro un punto.
Y era esa misma la razón por la que estaba allí, por dejar claro que no por ser un niño iba a ser menos competente. Muchas vidas había tomado ya su daga como para que le mirasen en menos, como para que se rieran de él. Aún así, no dejaba de causarle ciertos reparos todo el aire que abundaba en ese rincón de la ciudad.
Pasó del ebrio que vomitaba en la esquina sin siquiera mirarle, no notó la mirada esquiva que daba ese hombre de finas ropas que nada tenía que andar haciendo en esos lados tan pobres de la ciudad, tampoco gastó tiempo en responder a la risa de esa mujer que llevaba menos ropa de la que el clima hacía recomendable, ni siquiera cuando ella le mandó un beso coqueto seguido de una risita burlona. No, estaba concentrado en encontrar esa precisa casona, la que decían que tenía su puerta pintada de verde y su lámpara siempre encendida junto a ella, a pesar de que aún no era hora para que fuera necesario. Era una señal, significaba "abierto".
Demian caminó decidido, no estaba allí para perder el tiempo con esas personas del exterior, esas personas que habían decidido que ese preciso rincón de toda la ciudad era donde las reglas de la decencia eran olvidadas. Por el momento el chico de ojos sombríos no le dio más vueltas al asunto.
Golpeó con algo menos de coraje, las risas del interior le resultaban incómodas. Le habían dicho que el trabajo era "discreto", pero allí se oía jolgorio y ciertamente había al menos una docena de personas, sólo juzgando por el ruido. Antes que le abrieran oyó un gemido, como si alguien sufriera en un segundo piso de la vivienda, pero era un gemido cíclico, desprovisto de la desesperación de cuando alguien es clavado con acero. ¿Qué tipo de cosas pasaban allí?, se preguntó consternado.
No tuvo tiempo para una respuesta.
El fornido sujeto que abrió le miró de arriba a abajo, levantando una ceja con algo de desprecio. Si Demian hubiera sido más astuto con los asuntos humanos habría notado un dejo de compasión.
—Por acá sólo los clientes, chico... la puerta de uhm... trabajo... está por atrás —indicó.
Demian no dijo nada. Entendía que un trabajo para un asesino requería de discreción, no es el tipo de cosas que quieras anunciar a una docena de personas en una fiesta. Asintió y con el silencio apropiado caminó con un estilo confiado, pero prudente, a la parte posterior.
Una mujer le abrió. No era como las otras que había visto por allí, esas de poca ropa y que hacían gala de sus dotes naturales. Sí, Demian aún era bastante joven, pero ya sabía notar ese tipo de cosas. No, ésta era grande, de labios y miembros gruesos, algo subida de peso, sin llegar a la obesidad, y de ropas amplias, hasta lujosas, aunque algo carentes de clase. Nuevamente, el tipo de cosas que Demian no sabía clasificar muy bien.
Ella lo miró, tal como el fornido de la entrada, de arriba a abajo. Como si se tratara de alguna especie de muñeco o mercancía, le levantó un brazo, lo revisó un poco, le giró la cara para un lado y otro y hasta se dio el lujo de pellizcarle un muslo. El chico, claramente, no estaba muy contento por el trato, pero asumió que estaban revisando si tendría la fuerza para la tarea. Decidió no decir nada.
—Ya, estás flaco y no pareces muy... grácil... pero ya ves, hasta hay clientes para tu tipo, pasa y espera en la cocina, que las piezas están ocupadas... ya sabes —dijo con confianza la mujer, casi como si le conociera.
Demian pasó, más extrañado de todo el asunto que antes. Algo no parecía cuadrar con todo el trabajo de supuestamente encontrar y acabar, por cualquier vía necesaria, con un supuesto asesino que rondaba la zona y arruinaba los negocios de un local cuyo rubro no se especificaba en la nota.
La mujer desapareció, pero no tardó en volver, justo cuando Demian hacía uso de su fuerza de voluntad para no echar mano a unas apetitosas piezas de pan y queso que quedaban encima de una mesa.
—Ya, pasa a la segunda puerta, a la derecha, por el pasillo... tu cliente llegará pronto.
Por dentro, el chico estaba lleno de dudas y sospechas, pero por fuera se mantuvo impávido. ¿No se suponía que era el dueño del local que solicitaba el trabajo?, ¿por qué al dueño del local le llamaban "cliente"?. No alcanzó siquiera a decir una palabra, la mujer le hizo caminar rápido, como si no quisiera que nadie le viera en el pasillo, para hacerle entrar igual de pronto en la habitación.
Demian suspiró confundido cuando la puerta se cerró y quedó a solas allí. ¿Para qué le llevaría el cliente a un dormitorio? ¿para qué alguien necesitaría una cama así de grande de cualquier manera? ¿y qué eran todos esos objetos raros sobre una mesa?
Resignado a la espera y algo aburrido, transcurridos unos minutos, se sentó en la cama y se hizo a la idea de que quizás con qué locura más aparecerían estos sujetos para sorprenderle.
Demian
Aerandiano de honor
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
La última vez que Helyare había mirado la bolsita tenía varias monedas de oro. Ahora ya apenas chocaban dos y algunas de plata, pero pronto se le acabaría el único sustento que le quedaba después de haberse ido de Sandorai. Todo el dinero que cobraba por sus servicios de guardia se había esfumado.
Pasaba por una ciudad de la cual ni se fijó cómo se llamaba, ya le daba igual, llevaba mucho tiempo vagando por ahí como para quedarse con el nombre de las ciudades, y en una de los tablones municipales encontró diversas hojas colgadas que tenían pinta de haber pasado mucho tiempo allí clavadas. Revisó algunas con un deje aburrido, no le hacía excesiva ilusión lo que ponía en esos papeles después de haber representado a la guardia de los Eytherzair. Eso no era bajar un escalón, era bajar toda la escalinata rodando y, obviamente, eso no le hacía ni pizca de gracia a la elfa.
“Persona desaparecida”, rezaba uno de los carteles, el más grande, con el dibujo retrato de una chica joven, en blanco y negro. En otro había otra persona desaparecida pero el cartel era tan antiguo que no se podía ver bien a quien fuera. Estaba carcomido por la humedad, roto en algunas partes y tapado con otros papeles más pequeños en los que ponían los precios de algunos menús de las posadas cercanas.
También había carteles donde pedían oraciones por el alma de algunas personas muertas, no prestó mucha atención a eso. Los Eytherzair, cuando alguien moría, tenían otro tipo de ritos para ellos, no pegaban un cartel en un tablón municipal.
Lo que a ella le interesaba estaba a la derecha: Trabajo. Había algunos muy repetitivos, sobretodo relacionados con el tema de la prostitución, mesoneros y ayudantes para algunos trabajos. Pero hubo uno que le llamó la atención. Miró a dónde se tenía que dirigir y, sin más dilación, fue hacia el lugar a paso rápido. Podía hacer ese trabajo.
Llegó al lugar y un hombre abrió la puerta con cara de pocos amigos. –Vengo a…
–¡Pasa! ¡Eras la chica que estábamos buscando! ¿Has venido por el anuncio? Te están esperando, aunque si no te quitas la capa no podremos verte, vas muy tapada. –El hombre fornido acercó la mano hacia Helyare con intención de quitarle la capucha, pero al instante ella le agarró la muñeca.
–No me toques. Es otro trabajo anunciado en el tablón. –Dijo con ligera repugnancia
.
–Ah… Pensé que ibas a animar nuestra fiesta. Por detrás, entonces. –Comentó el hombre un poco decepcionado. –Es mejor este trabajo, chica.
Pero no sirvió para convencer a la elfa. No iba a entrar en una fiesta a hacer a saber qué. ¡Y menos con humanos! El asco la recorría todo el cuerpo. Giró el edificio y fue a la puerta de atrás, donde le había dicho el hombre que encontraría el trabajo. Allí a quien se encontró fue a una mujer bastante… ¿ancha? Que también le puso pegas sobre su complexión física, pero que al final la dejó pasar. –Por allí, segunda puerta a la derecha.
Helyare agarró su arco y pasó a donde la habían dirigido. Abrió con cautela y entró. Esperaba no encontrarse a nadie pero, para su sorpresa, había un niño humano allí. Volteó los ojos con una expresión de cansancio pensando qué haría el pequeño allí. ¿Para qué tenían a un niño en sitios como este?
Suspiró sonoramente y se sentó a esperar, ignorando al enano que estaba en la misma habitación. Él estaba sentado en la cama y en una mesa había objetos extraños que ni se preguntó para qué eran. Quería que le dijesen qué tenía que hacer y cobrar el dinero, nada más. Sentada en el sillón, cruzó los brazos, dejando su arco sobre su regazo, a la espera de que viniera quien tuviese que encargarle a saber qué cosa.
Off: Me quedó muy cortito, pero lo estaba haciendo en clase para que tuvieras respuesta rápida n.n"
Pasaba por una ciudad de la cual ni se fijó cómo se llamaba, ya le daba igual, llevaba mucho tiempo vagando por ahí como para quedarse con el nombre de las ciudades, y en una de los tablones municipales encontró diversas hojas colgadas que tenían pinta de haber pasado mucho tiempo allí clavadas. Revisó algunas con un deje aburrido, no le hacía excesiva ilusión lo que ponía en esos papeles después de haber representado a la guardia de los Eytherzair. Eso no era bajar un escalón, era bajar toda la escalinata rodando y, obviamente, eso no le hacía ni pizca de gracia a la elfa.
“Persona desaparecida”, rezaba uno de los carteles, el más grande, con el dibujo retrato de una chica joven, en blanco y negro. En otro había otra persona desaparecida pero el cartel era tan antiguo que no se podía ver bien a quien fuera. Estaba carcomido por la humedad, roto en algunas partes y tapado con otros papeles más pequeños en los que ponían los precios de algunos menús de las posadas cercanas.
También había carteles donde pedían oraciones por el alma de algunas personas muertas, no prestó mucha atención a eso. Los Eytherzair, cuando alguien moría, tenían otro tipo de ritos para ellos, no pegaban un cartel en un tablón municipal.
Lo que a ella le interesaba estaba a la derecha: Trabajo. Había algunos muy repetitivos, sobretodo relacionados con el tema de la prostitución, mesoneros y ayudantes para algunos trabajos. Pero hubo uno que le llamó la atención. Miró a dónde se tenía que dirigir y, sin más dilación, fue hacia el lugar a paso rápido. Podía hacer ese trabajo.
Llegó al lugar y un hombre abrió la puerta con cara de pocos amigos. –Vengo a…
–¡Pasa! ¡Eras la chica que estábamos buscando! ¿Has venido por el anuncio? Te están esperando, aunque si no te quitas la capa no podremos verte, vas muy tapada. –El hombre fornido acercó la mano hacia Helyare con intención de quitarle la capucha, pero al instante ella le agarró la muñeca.
–No me toques. Es otro trabajo anunciado en el tablón. –Dijo con ligera repugnancia
.
–Ah… Pensé que ibas a animar nuestra fiesta. Por detrás, entonces. –Comentó el hombre un poco decepcionado. –Es mejor este trabajo, chica.
Pero no sirvió para convencer a la elfa. No iba a entrar en una fiesta a hacer a saber qué. ¡Y menos con humanos! El asco la recorría todo el cuerpo. Giró el edificio y fue a la puerta de atrás, donde le había dicho el hombre que encontraría el trabajo. Allí a quien se encontró fue a una mujer bastante… ¿ancha? Que también le puso pegas sobre su complexión física, pero que al final la dejó pasar. –Por allí, segunda puerta a la derecha.
Helyare agarró su arco y pasó a donde la habían dirigido. Abrió con cautela y entró. Esperaba no encontrarse a nadie pero, para su sorpresa, había un niño humano allí. Volteó los ojos con una expresión de cansancio pensando qué haría el pequeño allí. ¿Para qué tenían a un niño en sitios como este?
Suspiró sonoramente y se sentó a esperar, ignorando al enano que estaba en la misma habitación. Él estaba sentado en la cama y en una mesa había objetos extraños que ni se preguntó para qué eran. Quería que le dijesen qué tenía que hacer y cobrar el dinero, nada más. Sentada en el sillón, cruzó los brazos, dejando su arco sobre su regazo, a la espera de que viniera quien tuviese que encargarle a saber qué cosa.
Off: Me quedó muy cortito, pero lo estaba haciendo en clase para que tuvieras respuesta rápida n.n"
Helyare
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
La mujer de los labios gruesos dio un grito de espanto al notar la sangre, llevándose aparatosamente las manos a la cabeza, como previendo que se fuera a caer de su lugar, mientras retrocedía un par de pasos.
—¡Hey!, tratamos de tener algo de intimidad por acá —protestó alguien desde una de las puertas cerradas, aunque sin asomar su rostro.
Un gato erizó sus pelos, evidentemente consternado por el repentino alboroto, retrocediendo hasta perderse tras una esquina.
El sujeto en el suelo, el de bigote largo y manos sudorosas, apenas se reponía del shock y comenzaba a notar la sangre que manaba de su hombro. No era una herida mortal, pero él claramente no estaba acostumbrado a verse en ese tipo de situaciones, porque su rostro palideció como si viera sus propios intestinos asomarse por el agujero. Sin embargo había algo que reclamaba, por lo pronto, más de su atención... el niño, no... el demonio que se avalanzaba sobre él, daga en mano, dispuesto a perforar su cuello.
Pero ¿cómo se había llegado a tal escena?
La espera había sido cuando menos aburrida para Demian. La habitación no tenía sentido alguno y la manera cómo se había manejado todo el asunto no era lo que pudiera llamarse común. Lo único que había interrumpido que cayera dormido fue la presencia de la mujer, una elfa.
De más está decir que la mirada del chico dejó en claro a la recién llegada que no confiaba mucho en los de su raza. A decir verdad, Demian ya conocía al menos 2 mujeres de esa raza que podía considerar cuando menos confiables, si no aliadas, en especial aquella que había dejado en el norte, cuidando de los enfermos, pero aún resonaban fuerte en sus oídos las advertencias recibidas en Beltrexus y el monasterio de la orden de la Hoja Negra sobre lo peligroso que era para un brujo hacer negocios con los de orejas largas. La enemistad de ambas razas se remontaba hasta muchos siglos atrás.
Pronto fue evidente que ella no podía ser el cliente. Para empezar, siempre se había hablado de aquel en masculino. Por lo demás, lo que sabía de elfas le hacía sospechar que no eran el tipo de mujeres que encontrar en un rincón tan sucio de la ciudad humana.
No dijo nada, se limitó a permanecer sentado, haciendo gala de su absoluta carencia de habilidades sociales. La ignoró por completo, como quien está en presencia de un recuerdo vívido, una imagen que parece estar allí, pero que uno sabe que no es más que parte de la imaginación. Ni siquiera le contestó palabra.
Sin embargo no alcanzó a tener más que unos instantes con ella, pues casi de inmediato llegó a la habitación una tercera figura. Un hombre de bigotes largos y manos sudorosas, de caminar algo inseguro, pero que llevaba una enorme sonrisa de satisfacción y anticipación en su rostro. Casi podría haberse descrito como divertido el repentino cambio en su expresión al ver que había allí una elfa.
—Fui muy claro en mis exigencias, nada de mujeres —exclamó con evidente malestar, moviendo la cabeza de lado a lado.
Demian apenas levantó ligeramente una ceja, pero supuso que por fin estaba frente al cliente, el que quería acabar con la amenaza que se cernía sobre su negocio de una manera discreta. Nada de todo lo que ocurría era muy discreto.
Se levantó de la cama y avanzó hacia él decidido. Estaba un poco extrañado de que el sujeto pasara de una mujer que tenía aspecto de saber de combate y se fijara sólo en el pequeño de aspecto debilucho, pero asumió que éste quizás ya conocía de sus habilidades. Le ofreció la mano, pero el cliente se limitó a observarle.
—Me gustan un poco más fuertes, pero supongo que servirás —comentó.
Demian dio un suspiro, aunque resultaba evidente que si la misión involucraba combate el cliente quisiera asegurarse de que el candidato tuviera las herramientas para terminarla en adecuadas condiciones.
—Comprendo... —dijo, levantando una de sus manos.
Una figura como un pequeño dragón apareció allí de la nada, emitiendo un pequeño rugido y parándose de manera soberbia. La ilusión no destacaba por su tamaño, pero sí por el detalle. Finamente elaborada, era como si uno de los dragones del norte de verdad hubiera aparecido allí y se hubiera hecho pequeño.
—Lo que me falta en tamaño lo c-c-compenso con mi magia —comentó, mostrando su leve tartamudeo que tanto le incomodaba —, y he recibido el adecuado entrenamiento para mi-m-misiones de este tipo.
El hombre dejó salir una risa y miró nuevamente a la elfa.
—He dicho que nada de mujeres —repitió, para volver a mirar a Demian.
Entonces todo pasó muy rápido. El sujeto tomó el hombro de Demian y corrió sus ropas, revelando su piel. Demian hizo gala de su autocontrol para no retroceder, pero era todo de lo más extraño. El hombre no se detuvo en sólo ello, sino que puso una de sus manos en la nuca del chico y acercó su propio rostro. La forma en que puso sus labios, la cercanía del contacto, la manera de acercarse. Hasta para alguien con las habilidades sociales de un erizo de tierra, como Demian, resultaban evidentes las intenciones de darle un beso... y no un beso cualquiera, sino el tipo de besos que se dan las parejas adultas.
No alcanzaron a tocarse los labios.
Por arte de magia, literalmente, la daga oculta entre sus ropas emergió, se posó en su mano derecha y ésta a su vez se movió con la soltura propia de alguien que ha hecho eso cientos de veces para clavarla profundamente en el hombro, justo antes de que el beso se concretara. El tipo pareció no saber qué pasaba por un segundo, dando el tiempo a Demian de darle un puñetazo con su otra mano en toda la nariz.
El hombre trastabiló, empujó la puerta y cayó en el pasillo, presa del dolor de la herida recién abierta.
Demian avanzó decidido. De pronto comenzaba a tener sentido lo que pasaba y, aunque no comprendía del todo dónde estaba, resultaba evidente que estaba allí para el trabajo equivocado. No lo iba a tolerar, no alguien como Demian.
—¿Pero qué demonios pasa acá? —se oyó desde el fondo del pasillo una voz.
Era por fin el verdadero dueño del local, el que había puesto el aviso, que entraba en escena. Por supuesto, Demian por ahora sólo tenía una cosa en mente, clavar su daga en el cuello del ofensor.
—¡Hey!, tratamos de tener algo de intimidad por acá —protestó alguien desde una de las puertas cerradas, aunque sin asomar su rostro.
Un gato erizó sus pelos, evidentemente consternado por el repentino alboroto, retrocediendo hasta perderse tras una esquina.
El sujeto en el suelo, el de bigote largo y manos sudorosas, apenas se reponía del shock y comenzaba a notar la sangre que manaba de su hombro. No era una herida mortal, pero él claramente no estaba acostumbrado a verse en ese tipo de situaciones, porque su rostro palideció como si viera sus propios intestinos asomarse por el agujero. Sin embargo había algo que reclamaba, por lo pronto, más de su atención... el niño, no... el demonio que se avalanzaba sobre él, daga en mano, dispuesto a perforar su cuello.
Pero ¿cómo se había llegado a tal escena?
La espera había sido cuando menos aburrida para Demian. La habitación no tenía sentido alguno y la manera cómo se había manejado todo el asunto no era lo que pudiera llamarse común. Lo único que había interrumpido que cayera dormido fue la presencia de la mujer, una elfa.
De más está decir que la mirada del chico dejó en claro a la recién llegada que no confiaba mucho en los de su raza. A decir verdad, Demian ya conocía al menos 2 mujeres de esa raza que podía considerar cuando menos confiables, si no aliadas, en especial aquella que había dejado en el norte, cuidando de los enfermos, pero aún resonaban fuerte en sus oídos las advertencias recibidas en Beltrexus y el monasterio de la orden de la Hoja Negra sobre lo peligroso que era para un brujo hacer negocios con los de orejas largas. La enemistad de ambas razas se remontaba hasta muchos siglos atrás.
Pronto fue evidente que ella no podía ser el cliente. Para empezar, siempre se había hablado de aquel en masculino. Por lo demás, lo que sabía de elfas le hacía sospechar que no eran el tipo de mujeres que encontrar en un rincón tan sucio de la ciudad humana.
No dijo nada, se limitó a permanecer sentado, haciendo gala de su absoluta carencia de habilidades sociales. La ignoró por completo, como quien está en presencia de un recuerdo vívido, una imagen que parece estar allí, pero que uno sabe que no es más que parte de la imaginación. Ni siquiera le contestó palabra.
Sin embargo no alcanzó a tener más que unos instantes con ella, pues casi de inmediato llegó a la habitación una tercera figura. Un hombre de bigotes largos y manos sudorosas, de caminar algo inseguro, pero que llevaba una enorme sonrisa de satisfacción y anticipación en su rostro. Casi podría haberse descrito como divertido el repentino cambio en su expresión al ver que había allí una elfa.
—Fui muy claro en mis exigencias, nada de mujeres —exclamó con evidente malestar, moviendo la cabeza de lado a lado.
Demian apenas levantó ligeramente una ceja, pero supuso que por fin estaba frente al cliente, el que quería acabar con la amenaza que se cernía sobre su negocio de una manera discreta. Nada de todo lo que ocurría era muy discreto.
Se levantó de la cama y avanzó hacia él decidido. Estaba un poco extrañado de que el sujeto pasara de una mujer que tenía aspecto de saber de combate y se fijara sólo en el pequeño de aspecto debilucho, pero asumió que éste quizás ya conocía de sus habilidades. Le ofreció la mano, pero el cliente se limitó a observarle.
—Me gustan un poco más fuertes, pero supongo que servirás —comentó.
Demian dio un suspiro, aunque resultaba evidente que si la misión involucraba combate el cliente quisiera asegurarse de que el candidato tuviera las herramientas para terminarla en adecuadas condiciones.
—Comprendo... —dijo, levantando una de sus manos.
Una figura como un pequeño dragón apareció allí de la nada, emitiendo un pequeño rugido y parándose de manera soberbia. La ilusión no destacaba por su tamaño, pero sí por el detalle. Finamente elaborada, era como si uno de los dragones del norte de verdad hubiera aparecido allí y se hubiera hecho pequeño.
—Lo que me falta en tamaño lo c-c-compenso con mi magia —comentó, mostrando su leve tartamudeo que tanto le incomodaba —, y he recibido el adecuado entrenamiento para mi-m-misiones de este tipo.
El hombre dejó salir una risa y miró nuevamente a la elfa.
—He dicho que nada de mujeres —repitió, para volver a mirar a Demian.
Entonces todo pasó muy rápido. El sujeto tomó el hombro de Demian y corrió sus ropas, revelando su piel. Demian hizo gala de su autocontrol para no retroceder, pero era todo de lo más extraño. El hombre no se detuvo en sólo ello, sino que puso una de sus manos en la nuca del chico y acercó su propio rostro. La forma en que puso sus labios, la cercanía del contacto, la manera de acercarse. Hasta para alguien con las habilidades sociales de un erizo de tierra, como Demian, resultaban evidentes las intenciones de darle un beso... y no un beso cualquiera, sino el tipo de besos que se dan las parejas adultas.
No alcanzaron a tocarse los labios.
Por arte de magia, literalmente, la daga oculta entre sus ropas emergió, se posó en su mano derecha y ésta a su vez se movió con la soltura propia de alguien que ha hecho eso cientos de veces para clavarla profundamente en el hombro, justo antes de que el beso se concretara. El tipo pareció no saber qué pasaba por un segundo, dando el tiempo a Demian de darle un puñetazo con su otra mano en toda la nariz.
El hombre trastabiló, empujó la puerta y cayó en el pasillo, presa del dolor de la herida recién abierta.
Demian avanzó decidido. De pronto comenzaba a tener sentido lo que pasaba y, aunque no comprendía del todo dónde estaba, resultaba evidente que estaba allí para el trabajo equivocado. No lo iba a tolerar, no alguien como Demian.
—¿Pero qué demonios pasa acá? —se oyó desde el fondo del pasillo una voz.
Era por fin el verdadero dueño del local, el que había puesto el aviso, que entraba en escena. Por supuesto, Demian por ahora sólo tenía una cosa en mente, clavar su daga en el cuello del ofensor.
Demian
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
La elfa hizo un gesto con la cara bastante desagradable. Enarcó una ceja y levantó su labio superior haciendo una mueca de total asco cuando el hombre le dijo que nada de mujeres. ¿¡Qué problema tenía?! –No soy una de esas inútiles humanas que tienes ahí fuera, imbécil. –El vocabulario soez no era propio de una elfa pero ese tipo tan repulsivo la estaba molestando demasiado. La estaba menospreciando, ¿quién se pensaba que era? Estaba más que preparada para hacer cualquier trabajo que se le encomendase, ¿la veía inútil? ¡Él sí que lo era! Tenía pintas de poder correr más de cinco metros sin ahogarse. ¡Malditos humanos! Los odiaba, eran una raza inferior.
Se levantó del sillón en el que estaba, sin soltar el arco y se dispuso a irse, pero entonces detuvo su caminar al ver algo sospechoso, algo que no le gustó nada: el dragón que salía de la mano del niño. ¿Un brujo? Su cara cambió a peor cuando vio al pequeño invocar esa ilusión. Era tan detallado que parecía un dragón de verdad.
Le dio tanta rabia ver a ese pequeño brujo que apretó el mango del arco con fuerza. Por un momento se le pasó por la cabeza que, en la posición en la que estaban: el hombre acercándose al chico, podría dispararles y la flecha podría atravesar a ambos. ¡Dos pájaros de un tiro! Así acababa con un brujo y con ese deleznable hombre. ¿Dónde había puesto que no quería mujeres? No podía estar con él y con un brujo en la misma habitación.
Resoplando con rabia se dispuso, ahora sí, a salir del cuarto.
Volvió a repetir lo mismo, alegando que nada de mujeres. –¡Basta! –Le espetó Helyare y se giró a la vez que levantaba el arco y cargaba una flecha. Tensó la cuerda en cuanto lo tuvo a tiro, pero tan rápido como había preparado su arma, la bajó levemente. La imagen era, cuanto menos, grotesca. El hombre del bigote estaba agazapado agarrando al niño y la sangre caía por el suelo.
Helyare siguió con el arco un poco alzado mientras veía al hombre trastabillar hacia la puerta. Sólo contribuyó a que se cayese sobre el suelo, dándole una patada, con sumo desprecio, en la rodilla. Luego volvió la vista al niño, a ese maldito brujo. Pudo ver cómo se acercaba al hombre con una daga ensangrentada. La elfa sabía que le daría tiempo a darle en la cabeza antes de que él pudiese acercarse y hacerle daño a ella, pero algo la interrumpió en su pensamiento, y no sólo otro hombre que venía corriendo y preguntando qué había pasado. Sino que algo más… Algo que la detuvo en querer matar al pequeño brujo. ¿Qué le estaba pasando? Habían sido entrenados desde que nacían para acabar con esos seres mágicos. Les habían enseñado que la magia no les correspondía a los humanos, sino a seres como ellos, perfectos. Y sin embargo, no era capaz de acabar con su vida. Sería tan sencillo… Pero eso no la devolvería la honra que había perdido.
Había que luchar contra los brujos, pero en una batalla honorable para la guardia de Eytherzair, no atacar a todos los que vieran como si fuesen rebeldes desconfigurados. Los miembros del clan estaban entrenando para una batalla, no para esto. Por mucho que odiasen a los brujos. Querían recuperar sus tierras. Las guerras nunca se libraban por nada. Y la de su clan era para recuperar su hogar… Bueno, ya no era de ningún clan. Ella ya no tenía que recuperar nada.
El chico siguió avanzando y un hombre apareció por la puerta, mirando sorprendido al bigotudo. Helyare miró al recién llegado, que parecía sofocado. –Chico, chico, está bien, guarda eso, no te vayas a hacer daño. –Le dijo al pequeño brujo. Luego pasó la vista por la elfa e hizo un gesto que fue un poco difícil de descifrar. –¡Vaya! Tenemos a una mujer con nosotros... Llevaos a este. –Comentó sin darle demasiada importancia, ya que seguramente estaba acostumbrado a cosas así a diario. Le volvió a hacer un gesto a la elfa y puso sus manos en la cintura. –¿Venís por el trabajo? –Pasó de nuevo la vista por ambos. –Sentaos, sentaos.
Pasó entre ambos y dejó unos papeles sobre la cama. –No, mejor quedaos de pie y escuchad, quiero ser breve. Están desapareciendo algunas de mis chicas y eso no le hace bien a mi negocio. –Señaló los papeles donde se podían ver los retratos de las muchachas. –Los clientes ya no se ven seguros. Al principio pensé que me querían dejar a pagar deudas, las muy bribonas, pero… Cada vez desaparecen más. –Se incorporó un poco y miró a Demian y Helyare. –No espero mucho de vosotros, sólo que hagáis el trabajo. Hubiese preferido alguien más… –Hizo gestos con sus manos como si no supiera explicar qué quería exactamente. –Pero bueno. Sois los únicos que os habéis atrevido a venir al pueblo, así que… Ya hablaremos del dinero. –Y dicho esto se fue corriendo por el pasillo mientras una mujer, también entrada en peso, venía a limpiar los restos de sangre.
La elfa miró al chico con algo de recelo y se acercó a la cama un poco más. Tomó una de las fotografías y la observó con detalle. Era una de las trabajadoras del clan. ¿La gente pagaba por ese tipo de servicios? Inclinó muy levemente la cabeza tratando de buscarle sentido al tema sexual. Las costumbres de los Eytherzair eran diferentes en cuanto a ese tema y no conocía la prostitución, a pesar de haber oído hablar de ella.
Tampoco quería trabajar con el pequeño brujo, así que tomó las fotos y se dispuso a irse. –Adiós. –Ni siquiera le tomó en cuenta cuando salió por la puerta. Miró a la mujer que limpiaba y luego al pasillo, donde se quedó apoyada en la pared, pensando hacia dónde tendría que ir primero. Lo que haría antes de nada sería ir a preguntar a las chicas.
Se levantó del sillón en el que estaba, sin soltar el arco y se dispuso a irse, pero entonces detuvo su caminar al ver algo sospechoso, algo que no le gustó nada: el dragón que salía de la mano del niño. ¿Un brujo? Su cara cambió a peor cuando vio al pequeño invocar esa ilusión. Era tan detallado que parecía un dragón de verdad.
Le dio tanta rabia ver a ese pequeño brujo que apretó el mango del arco con fuerza. Por un momento se le pasó por la cabeza que, en la posición en la que estaban: el hombre acercándose al chico, podría dispararles y la flecha podría atravesar a ambos. ¡Dos pájaros de un tiro! Así acababa con un brujo y con ese deleznable hombre. ¿Dónde había puesto que no quería mujeres? No podía estar con él y con un brujo en la misma habitación.
Resoplando con rabia se dispuso, ahora sí, a salir del cuarto.
Volvió a repetir lo mismo, alegando que nada de mujeres. –¡Basta! –Le espetó Helyare y se giró a la vez que levantaba el arco y cargaba una flecha. Tensó la cuerda en cuanto lo tuvo a tiro, pero tan rápido como había preparado su arma, la bajó levemente. La imagen era, cuanto menos, grotesca. El hombre del bigote estaba agazapado agarrando al niño y la sangre caía por el suelo.
Helyare siguió con el arco un poco alzado mientras veía al hombre trastabillar hacia la puerta. Sólo contribuyó a que se cayese sobre el suelo, dándole una patada, con sumo desprecio, en la rodilla. Luego volvió la vista al niño, a ese maldito brujo. Pudo ver cómo se acercaba al hombre con una daga ensangrentada. La elfa sabía que le daría tiempo a darle en la cabeza antes de que él pudiese acercarse y hacerle daño a ella, pero algo la interrumpió en su pensamiento, y no sólo otro hombre que venía corriendo y preguntando qué había pasado. Sino que algo más… Algo que la detuvo en querer matar al pequeño brujo. ¿Qué le estaba pasando? Habían sido entrenados desde que nacían para acabar con esos seres mágicos. Les habían enseñado que la magia no les correspondía a los humanos, sino a seres como ellos, perfectos. Y sin embargo, no era capaz de acabar con su vida. Sería tan sencillo… Pero eso no la devolvería la honra que había perdido.
Había que luchar contra los brujos, pero en una batalla honorable para la guardia de Eytherzair, no atacar a todos los que vieran como si fuesen rebeldes desconfigurados. Los miembros del clan estaban entrenando para una batalla, no para esto. Por mucho que odiasen a los brujos. Querían recuperar sus tierras. Las guerras nunca se libraban por nada. Y la de su clan era para recuperar su hogar… Bueno, ya no era de ningún clan. Ella ya no tenía que recuperar nada.
El chico siguió avanzando y un hombre apareció por la puerta, mirando sorprendido al bigotudo. Helyare miró al recién llegado, que parecía sofocado. –Chico, chico, está bien, guarda eso, no te vayas a hacer daño. –Le dijo al pequeño brujo. Luego pasó la vista por la elfa e hizo un gesto que fue un poco difícil de descifrar. –¡Vaya! Tenemos a una mujer con nosotros... Llevaos a este. –Comentó sin darle demasiada importancia, ya que seguramente estaba acostumbrado a cosas así a diario. Le volvió a hacer un gesto a la elfa y puso sus manos en la cintura. –¿Venís por el trabajo? –Pasó de nuevo la vista por ambos. –Sentaos, sentaos.
Pasó entre ambos y dejó unos papeles sobre la cama. –No, mejor quedaos de pie y escuchad, quiero ser breve. Están desapareciendo algunas de mis chicas y eso no le hace bien a mi negocio. –Señaló los papeles donde se podían ver los retratos de las muchachas. –Los clientes ya no se ven seguros. Al principio pensé que me querían dejar a pagar deudas, las muy bribonas, pero… Cada vez desaparecen más. –Se incorporó un poco y miró a Demian y Helyare. –No espero mucho de vosotros, sólo que hagáis el trabajo. Hubiese preferido alguien más… –Hizo gestos con sus manos como si no supiera explicar qué quería exactamente. –Pero bueno. Sois los únicos que os habéis atrevido a venir al pueblo, así que… Ya hablaremos del dinero. –Y dicho esto se fue corriendo por el pasillo mientras una mujer, también entrada en peso, venía a limpiar los restos de sangre.
La elfa miró al chico con algo de recelo y se acercó a la cama un poco más. Tomó una de las fotografías y la observó con detalle. Era una de las trabajadoras del clan. ¿La gente pagaba por ese tipo de servicios? Inclinó muy levemente la cabeza tratando de buscarle sentido al tema sexual. Las costumbres de los Eytherzair eran diferentes en cuanto a ese tema y no conocía la prostitución, a pesar de haber oído hablar de ella.
Tampoco quería trabajar con el pequeño brujo, así que tomó las fotos y se dispuso a irse. –Adiós. –Ni siquiera le tomó en cuenta cuando salió por la puerta. Miró a la mujer que limpiaba y luego al pasillo, donde se quedó apoyada en la pared, pensando hacia dónde tendría que ir primero. Lo que haría antes de nada sería ir a preguntar a las chicas.
Helyare
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
Demian cerró sus ojos unos instantes, respirando profundamente para calmar el instinto asesino que crecía en su interior. Llevaba meses entrenando el autocontrol y había tenido importantes avances, no iba a desperdiciar todo eso en un arranque de furia, aún cuando sus manos le llamaran a acabar con aquel sujeto. Su maestro le había dicho una vez, antes de matar siempre había que preguntarse '¿soluciono algo con ello?', la respuesta acá era clara, no ganaba nada, no era necesario.
El que parecía finalmente ser el verdadero dueño del local y verdadero cliente de todo ese malentendido se acercó y mostró unos dibujos. La elfa los tomó, pero Demian tenía buena memoria y, de todos modos, no se le hacían muy importantes. Las personas del dibujo habían sido víctimas, no era a quien necesitaba atrapar.
La elfa dejó la habitación sin dar explicaciones, con apenas un 'adios', en una expresión que no le agradó mucho al chico, aunque siendo sinceros, no mucha gente llegaba a agradarle a Demian.
Por su parte, él decidió que lo que necesitaba era acechar, convertirse en el cazador del cazador, el depredador de quien predaba sobre esas mujeres. Aunque para ello primero requería de algo más.
Caminó hacia la cocina del lugar. A esas horas de la noche nadie estaba comiendo y, al parecer, el dueño del local había dado instrucciones para que les permitiesen operar con tranquilidad, pues cuando una mujer pasó por el lugar hizo como si no le hubiera visto -aunque fue evidente que sí lo hizo- y siguió su camino. A Demian le valía, no estaba allí para socializar, claramente.
En una pequeña olla depositó un concentrado manojo de hierbas que sacó de los bolsillos de su cinturón y añadió un poco de agua. No tardó en hervir la mezcla. Esperó a que el agua evaporara un poco y con un mortero molió un poco las hojas, hasta formar una pasta bien líquida. Con ayuda de una cuchara midió cuidadosamente una cantidad de azúcar y la depositó lentamente, permitiendo que se fuera quemando y formando un caramelo, que disolvió en la mezcla. Terminado el proceso, depositó el resultado en una pequeña botella que tapó con un corcho. No era aún un experto en esas cosas, pero esperaba que la pócima de visión clara funcionara bien esta vez.
Caminó con su natural discreción hasta la salida y, como si se tratase de un mono, trepó por el costado de una de las casas cercanas, hasta llegar al tejado. Se sentó allí, procurando quedar en un lugar de difícil acceso visual, aunque de todas maneras sabía que la gente suele mirar más a sus pies que al cielo. Se tendió luego boca abajo, para dejar así el mínimo de su cuerpo asomado, prácticamente sólo sus ojos y un mechón de su cabello oscuro... como la noche.
A ratos el sopor le invadía, mas se mantuvo firme. Desde muy pequeño había entrenado para acechar y sabía cómo permanecer despierto sin la necesidad de moverse o hacer ruido. La imaginación era una poderosa aliada no sólo para cualquier asesino, sino en especial para un ilusionista. No entraremos en detalle sobre sus fantasías, pero digamos que no fue nada muy serio, de hecho si su amigo Chimar hubiera podido verlas se hubiera reído de lo ridículo que pasaba por la mente del comúnmente serio y 'adulto en cuerpo de niño' que era el brujo.
Eventualmente, las mujeres empezaron a salir de su jornada de trabajo. Algunos clientes también lo hacían, por supuesto, pero ya la mayoría había dejado la casona en algún momento de la noche. Casi amanecía y el frío se hacía notar, en especial si estabas tendido sobre el techo de una casa, pero el chico mostró su fuerza de voluntad para permanecer al acecho.
Primero fueron dos mujeres juntas, ambas cubriéndose con una capa, aunque se notaba que bajo ella no era mucha la ropa, en especial por las señas de frío que hacían. Demian las miró con cuidado, preguntándose qué pensaría el asesino en su lugar.
"No quiero problemas, cuando van juntas una grita y esas dos parecen del tipo ruidoso, no, es mejor esperar".
Más tarde hizo abandono de su trabajo otro grupo, ahora eran dos mujeres y un hombre que parecía llevar más maquillaje que las chicas. Meneó su cabeza, era aún menos atractivas como objetivo.
Dos grupos más salieron y, por un momento, Demian estuvo a punto de dejar la vigilancia. Los ruidos de la casa habían cesado y era como si todos, o bien se hubieran ido a dormir, o bien ya hubieran dejado el lugar para ir a sus propios hogares. Poco antes de que se rindiera al frío y el aburrimiento, una última chica hizo su salida.
Era perfecta. Claramente había tardado más que el resto en irse, quizás ocupada hasta más tarde en algún cliente. Abrazó firmemente su capa, pero Demian pudo ver las delgadas y blanquecinas piernas que iban debajo. El andar era temeroso, desconfiado, como si estuviera apurada por llegar a su hogar. Parecía un pequeño roedor que tímidamente se aleja de su madriguera, sabiendo que puede haber un gato cerca.
"Es una presa y soy el depredador" se dijo el chico a sí mismo, imaginando la mente del asesino.
Bajó con la sutileza que le caracterizaba del tejado y usó su magia, volviéndose uno con las sombras, invisible para los ojos que pudieran observar, aún cuando no había muchas personas, por no decir ninguna, en el callejón. Daba igual, le interesaba que no fuera uno el par de ojos que le detectaran.
Caminó detrás de la mujer, atento a los alrededores.
Sospechaba que en cualquier momento se debería asomar el objetivo. Quizás las cosas iban a resultar fáciles después de todo.
Off-Rol: Demian ha usado su profesión de Alquimia en el párrafo subrayado.
El que parecía finalmente ser el verdadero dueño del local y verdadero cliente de todo ese malentendido se acercó y mostró unos dibujos. La elfa los tomó, pero Demian tenía buena memoria y, de todos modos, no se le hacían muy importantes. Las personas del dibujo habían sido víctimas, no era a quien necesitaba atrapar.
La elfa dejó la habitación sin dar explicaciones, con apenas un 'adios', en una expresión que no le agradó mucho al chico, aunque siendo sinceros, no mucha gente llegaba a agradarle a Demian.
Por su parte, él decidió que lo que necesitaba era acechar, convertirse en el cazador del cazador, el depredador de quien predaba sobre esas mujeres. Aunque para ello primero requería de algo más.
Caminó hacia la cocina del lugar. A esas horas de la noche nadie estaba comiendo y, al parecer, el dueño del local había dado instrucciones para que les permitiesen operar con tranquilidad, pues cuando una mujer pasó por el lugar hizo como si no le hubiera visto -aunque fue evidente que sí lo hizo- y siguió su camino. A Demian le valía, no estaba allí para socializar, claramente.
En una pequeña olla depositó un concentrado manojo de hierbas que sacó de los bolsillos de su cinturón y añadió un poco de agua. No tardó en hervir la mezcla. Esperó a que el agua evaporara un poco y con un mortero molió un poco las hojas, hasta formar una pasta bien líquida. Con ayuda de una cuchara midió cuidadosamente una cantidad de azúcar y la depositó lentamente, permitiendo que se fuera quemando y formando un caramelo, que disolvió en la mezcla. Terminado el proceso, depositó el resultado en una pequeña botella que tapó con un corcho. No era aún un experto en esas cosas, pero esperaba que la pócima de visión clara funcionara bien esta vez.
Caminó con su natural discreción hasta la salida y, como si se tratase de un mono, trepó por el costado de una de las casas cercanas, hasta llegar al tejado. Se sentó allí, procurando quedar en un lugar de difícil acceso visual, aunque de todas maneras sabía que la gente suele mirar más a sus pies que al cielo. Se tendió luego boca abajo, para dejar así el mínimo de su cuerpo asomado, prácticamente sólo sus ojos y un mechón de su cabello oscuro... como la noche.
A ratos el sopor le invadía, mas se mantuvo firme. Desde muy pequeño había entrenado para acechar y sabía cómo permanecer despierto sin la necesidad de moverse o hacer ruido. La imaginación era una poderosa aliada no sólo para cualquier asesino, sino en especial para un ilusionista. No entraremos en detalle sobre sus fantasías, pero digamos que no fue nada muy serio, de hecho si su amigo Chimar hubiera podido verlas se hubiera reído de lo ridículo que pasaba por la mente del comúnmente serio y 'adulto en cuerpo de niño' que era el brujo.
Eventualmente, las mujeres empezaron a salir de su jornada de trabajo. Algunos clientes también lo hacían, por supuesto, pero ya la mayoría había dejado la casona en algún momento de la noche. Casi amanecía y el frío se hacía notar, en especial si estabas tendido sobre el techo de una casa, pero el chico mostró su fuerza de voluntad para permanecer al acecho.
Primero fueron dos mujeres juntas, ambas cubriéndose con una capa, aunque se notaba que bajo ella no era mucha la ropa, en especial por las señas de frío que hacían. Demian las miró con cuidado, preguntándose qué pensaría el asesino en su lugar.
"No quiero problemas, cuando van juntas una grita y esas dos parecen del tipo ruidoso, no, es mejor esperar".
Más tarde hizo abandono de su trabajo otro grupo, ahora eran dos mujeres y un hombre que parecía llevar más maquillaje que las chicas. Meneó su cabeza, era aún menos atractivas como objetivo.
Dos grupos más salieron y, por un momento, Demian estuvo a punto de dejar la vigilancia. Los ruidos de la casa habían cesado y era como si todos, o bien se hubieran ido a dormir, o bien ya hubieran dejado el lugar para ir a sus propios hogares. Poco antes de que se rindiera al frío y el aburrimiento, una última chica hizo su salida.
Era perfecta. Claramente había tardado más que el resto en irse, quizás ocupada hasta más tarde en algún cliente. Abrazó firmemente su capa, pero Demian pudo ver las delgadas y blanquecinas piernas que iban debajo. El andar era temeroso, desconfiado, como si estuviera apurada por llegar a su hogar. Parecía un pequeño roedor que tímidamente se aleja de su madriguera, sabiendo que puede haber un gato cerca.
"Es una presa y soy el depredador" se dijo el chico a sí mismo, imaginando la mente del asesino.
Bajó con la sutileza que le caracterizaba del tejado y usó su magia, volviéndose uno con las sombras, invisible para los ojos que pudieran observar, aún cuando no había muchas personas, por no decir ninguna, en el callejón. Daba igual, le interesaba que no fuera uno el par de ojos que le detectaran.
Caminó detrás de la mujer, atento a los alrededores.
Sospechaba que en cualquier momento se debería asomar el objetivo. Quizás las cosas iban a resultar fáciles después de todo.
Off-Rol: Demian ha usado su profesión de Alquimia en el párrafo subrayado.
Demian
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
La elfa desapareció de la habitación y se quedó mirando los retratos de las chicas desaparecidas. Con algo de desgana emprendió camino por uno de los pasillos que comunicaba con más habitaciones. Por ahora quería preguntar a las chicas que estaban ahí, pero no estaba segura de sacar demasiada información, así que trataría de buscar pistas o algo que la llevase a dar con el causante de las desapariciones.
Un grupo de chicas apareció y la elfa se quedó mirándolas para tratar de escuchar qué hablaban.
–No sé… Pero no me gusta. Dicen que ha desaparecido sin dejar rastro. –Una de las chicas, la más baja de altura, iba caminando mientras contaba eso, con el gesto asombrado.
–Pero Ambell nos dijo que estaba enferma. –Rectificó la otra, sin creérselo demasiado.
–Eso pretenden que creamos. Pero lleva sin aparecer varios días…
No pudo seguir escuchando. Se giró de golpe al notar unos pasos y pudo ver a otra chica que avanzaba por el pasillo con un semblante ligeramente preocupado. –Perdone. ¿Es una de las trabajadoras del dueño? No me refiero como… Yo. Sino para arreglar el asunto de las desapariciones… –Comentó con nervios al darse cuenta que se podía malinterpretar decirle a la elfa que si era una trabajadora del lugar. Helyare sólo asintió. –Me… Me llamo Eilia. Yo… Trabajo aquí… Y quiero ayudar en lo que pueda a buscar a mis compañeras. –Dijo la chica con cierto nerviosismo en la voz.
Helyare la miró de forma poco expresiva pero se giró hacia ella. –¿Y qué sabes de ellas? –La elfa enseñó los carteles que llevaba en la mano.
–Desaparecieron hace unas semanas… ¡Y un cliente! –Estaba un poco temblorosa la joven. Era una chica alta, un poco más que la elfa y tenía el pelo moreno y rizado. Para ser el lugar que era, la chica tenía las manos y el maquillaje perfectamente cuidado. Llevaba un vestido algo ligero pero cómodo, y por encima de los hombros llevaba una capa para abrigarse del frío. Tampoco decía nada que sirviera a la arquera para deducir dónde podían estar las chicas.
Volteó los ojos al ver que no iba a recibir mucha información. –Gracias. –Dijo de manera seca y se dio la vuelta dispuesta a buscar a más chicas.
De hecho, encontró a una chica extraña, temblorosa, que estaba saliendo del local. La elfa enarcó una ceja al ver la actitud de la joven y avanzó hacia ella, pero siempre a una distancia prudencial. ¿Por qué temblaba tanto? ¿Tenía miedo? Sí, como todas, pero ella estaba más asustada, y le dio a la pelirroja la idea de que esa mujer podría ser la siguiente.
Inmediatamente Eilia avanzó con ella. –Quiero ayudarte.
–No . –Sentenció la elfa.
–Yo conozco el lugar, puedo ayudar.
–No sabes cosas útiles. –Continuó andando.
–Pero puedo darte información sobre las chicas, las conozco. A lo mejor… Sirve.
La mujer era insistente y, aunque a la encapuchada no le hacía ninguna gracia, no le volvió a prohibir que fuera con ella.
La joven temblorosa salió a la calle y ambas detrás, aunque a Helyare la estaba poniendo nerviosa “su nueva amiga” porque era demasiado descuidada para seguir a alguien. Al momento vio de nuevo al niño brujo tras la chica y avanzó a paso más rápido para agarrarlo del hombro y esconderse detrás de una esquina con él.
–¿¡Se puede saber qué estás haciendo?! –Musitó Helyare de forma brusca, en susurros, al chico. La otra trabajadora del local entró en el callejón donde estaban y se asomó a mirar a su compañera, que seguía andando ajena a todo, pero acongojada.
–¿Es a quien buscamos? –Preguntó con un tono seco, mirando al niño. Pero Helyare negó aunque ojalá lo hubiese sido para tener excusa para matar al molesto crío.
–Este ha venido por el trabajo, también. –Agachó la vista para mirar al joven. –¿Qué hacías aquí?
La elfa trató de seguir con el interrogatorio, pero un crujido la alertó y preparó de nuevo su arco. Giró la cabeza a ambos lados, buscando la fuente del sonido y se asomó a la pared, como justo antes había hecho Eilia. Una sombra salió de detrás del callejón siguiente al que estaban y comenzó a perseguir a la temblorosa mujer. Sin decir mucho más, Helyare salió corriendo hacia él y justo cuando la sombra se giró sobre sí misma, la elfa le apuntó con el arco y él, levantó las manos, dejando caer unas sogas.
–¡No dispares!
Helyare se detuvo a una distancia prudencial, pero con la cuerda del arco tensa y la flecha cargada. Si hacía un solo movimiento extraño acabaría disparando.
La mujer que temblaba salió corriendo y Eilia ni siquiera había aparecido. ¡Menuda ayuda! La pelirroja avanzó un paso más. –¿Por qué estabas persiguiendo a esa chica? –Preguntó desafiante sin bajar el arco.
–Yo… ¡No la perseguía! –El hombre miraba para todos lados buscando algo, muy nervioso ante la mujer que le apuntaba con la flecha. –Es… Solo… Yo… -No sabía qué decir ante la situación que estaba viviendo.
Un grupo de chicas apareció y la elfa se quedó mirándolas para tratar de escuchar qué hablaban.
–No sé… Pero no me gusta. Dicen que ha desaparecido sin dejar rastro. –Una de las chicas, la más baja de altura, iba caminando mientras contaba eso, con el gesto asombrado.
–Pero Ambell nos dijo que estaba enferma. –Rectificó la otra, sin creérselo demasiado.
–Eso pretenden que creamos. Pero lleva sin aparecer varios días…
No pudo seguir escuchando. Se giró de golpe al notar unos pasos y pudo ver a otra chica que avanzaba por el pasillo con un semblante ligeramente preocupado. –Perdone. ¿Es una de las trabajadoras del dueño? No me refiero como… Yo. Sino para arreglar el asunto de las desapariciones… –Comentó con nervios al darse cuenta que se podía malinterpretar decirle a la elfa que si era una trabajadora del lugar. Helyare sólo asintió. –Me… Me llamo Eilia. Yo… Trabajo aquí… Y quiero ayudar en lo que pueda a buscar a mis compañeras. –Dijo la chica con cierto nerviosismo en la voz.
Helyare la miró de forma poco expresiva pero se giró hacia ella. –¿Y qué sabes de ellas? –La elfa enseñó los carteles que llevaba en la mano.
–Desaparecieron hace unas semanas… ¡Y un cliente! –Estaba un poco temblorosa la joven. Era una chica alta, un poco más que la elfa y tenía el pelo moreno y rizado. Para ser el lugar que era, la chica tenía las manos y el maquillaje perfectamente cuidado. Llevaba un vestido algo ligero pero cómodo, y por encima de los hombros llevaba una capa para abrigarse del frío. Tampoco decía nada que sirviera a la arquera para deducir dónde podían estar las chicas.
Volteó los ojos al ver que no iba a recibir mucha información. –Gracias. –Dijo de manera seca y se dio la vuelta dispuesta a buscar a más chicas.
De hecho, encontró a una chica extraña, temblorosa, que estaba saliendo del local. La elfa enarcó una ceja al ver la actitud de la joven y avanzó hacia ella, pero siempre a una distancia prudencial. ¿Por qué temblaba tanto? ¿Tenía miedo? Sí, como todas, pero ella estaba más asustada, y le dio a la pelirroja la idea de que esa mujer podría ser la siguiente.
Inmediatamente Eilia avanzó con ella. –Quiero ayudarte.
–No . –Sentenció la elfa.
–Yo conozco el lugar, puedo ayudar.
–No sabes cosas útiles. –Continuó andando.
–Pero puedo darte información sobre las chicas, las conozco. A lo mejor… Sirve.
La mujer era insistente y, aunque a la encapuchada no le hacía ninguna gracia, no le volvió a prohibir que fuera con ella.
La joven temblorosa salió a la calle y ambas detrás, aunque a Helyare la estaba poniendo nerviosa “su nueva amiga” porque era demasiado descuidada para seguir a alguien. Al momento vio de nuevo al niño brujo tras la chica y avanzó a paso más rápido para agarrarlo del hombro y esconderse detrás de una esquina con él.
–¿¡Se puede saber qué estás haciendo?! –Musitó Helyare de forma brusca, en susurros, al chico. La otra trabajadora del local entró en el callejón donde estaban y se asomó a mirar a su compañera, que seguía andando ajena a todo, pero acongojada.
–¿Es a quien buscamos? –Preguntó con un tono seco, mirando al niño. Pero Helyare negó aunque ojalá lo hubiese sido para tener excusa para matar al molesto crío.
–Este ha venido por el trabajo, también. –Agachó la vista para mirar al joven. –¿Qué hacías aquí?
La elfa trató de seguir con el interrogatorio, pero un crujido la alertó y preparó de nuevo su arco. Giró la cabeza a ambos lados, buscando la fuente del sonido y se asomó a la pared, como justo antes había hecho Eilia. Una sombra salió de detrás del callejón siguiente al que estaban y comenzó a perseguir a la temblorosa mujer. Sin decir mucho más, Helyare salió corriendo hacia él y justo cuando la sombra se giró sobre sí misma, la elfa le apuntó con el arco y él, levantó las manos, dejando caer unas sogas.
–¡No dispares!
Helyare se detuvo a una distancia prudencial, pero con la cuerda del arco tensa y la flecha cargada. Si hacía un solo movimiento extraño acabaría disparando.
La mujer que temblaba salió corriendo y Eilia ni siquiera había aparecido. ¡Menuda ayuda! La pelirroja avanzó un paso más. –¿Por qué estabas persiguiendo a esa chica? –Preguntó desafiante sin bajar el arco.
–Yo… ¡No la perseguía! –El hombre miraba para todos lados buscando algo, muy nervioso ante la mujer que le apuntaba con la flecha. –Es… Solo… Yo… -No sabía qué decir ante la situación que estaba viviendo.
Helyare
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
Demian se preparaba para entrar en su ilusión de invisibilidad, pero algo le detuvo, la chica de antes, la elfa que no le había dejado ver bien los dibujos, entraba metiendo ruido. ¿Es que no sabía de cacería?, se dijo a sí mismo molesto. Para colmo, la elfa traía a una mujer consigo, una de las que trabajaba en el local. ¿Qué esperaba ganar con ello?.
Dio un suspiro profundo, tratando de dejar de lado el impulso que le decía que apuñalara a la elfa allí, en ese preciso instante, hasta ver sus tripas esparcidas por los adoquines como un gracioso despliegue arístico. De tan sólo imaginarlo sentía una pequeña cosquilla en sus manos, como si las dagas estuvieran llamando a sus dedos en algún lenguaje silencioso.
No, no podía dejar que esos pensamientos le gobernaran, debía mantener el control.
"Cada vez que quieras matar a alguien, debes en cambio hacer algo bueno por él", le había ordenado su nuevo maestro. Eso era parte del entrenamiento.
—Estoy casi seguro que el asesino atacará a esa mujer —dijo recobrando la compostura interior, si bien desde el exterior seguía manteniendo la impávida expresión de siempre, esa que a veces ponía incómodos a otros por la aparente paz constante, plana.
Eso contaba como hacer algo buena por ella, ¿no?, le estaba dando información, eso debía ser suficiente para la exigencia de su maestro.
De cualquier modo, pronto vieron interrumpida la escena por la presencia de un tipo que parecía decir a gritos que era el asesino que buscaban.
¿En serio sería tan fácil acabar con todo el asunto?, se preguntó, pero el gato no se pregunta si el ratón herida es algo demasiado fácil, va a por él, lo remata. Así mismo era momento de terminar con todo el asunto de la manera más eficiente y rápida que se pudiera.
Una sonrisa de medio lado se dibujó en su rostro cuando puso sus dedos alrededor de la empuñadura de la daga. Le habían dicho que no matara, pero la situación ameritaba medidas severas. Si el sujeto se resistía iba a tener que dañarle... no es que estuviera siguiendo sus instintos, es lo que debía hacer, se dijo.
Pero no alcanzó a sacarla.
Se sintió un frío en su espalda, seguido de un dolor intenso.
El impacto del puñal no había sido ni tan severo ni tan profundo, pero sí demasiado inesperado. Apenas alcanzó a reaccionar para evitar el segundo, cosa que quizás no hubiera podido hacer si no fuera por su agilidad. Trató de procesar lo que pasaba rápidamente. El enemigo seguía allí, comenzaba a moverse en dirección a la elfa, pero no estaba a suficiente distancia, ni a sus espaldas, como para apuñalarle. Pronto comprendió que el golpe venía de la mujer que había identificado como trabajadora del lugar. Habían sido traicionados.
Demian rodó por el suelo para ganar distancia y aparentemente la mujer le dio por muerto, pues en ese instante se abalanzaba sobre la elfa para intentar causarle un daño similar, o peor.
No podía saber con certeza el alcance de la herida, pues estaba en su espalda, pero estaba seguro que sangraba y no era el mejor momento para abalanzarse al combate.
Retrocedió otro poco.
Dio un suspiro profundo, tratando de dejar de lado el impulso que le decía que apuñalara a la elfa allí, en ese preciso instante, hasta ver sus tripas esparcidas por los adoquines como un gracioso despliegue arístico. De tan sólo imaginarlo sentía una pequeña cosquilla en sus manos, como si las dagas estuvieran llamando a sus dedos en algún lenguaje silencioso.
No, no podía dejar que esos pensamientos le gobernaran, debía mantener el control.
"Cada vez que quieras matar a alguien, debes en cambio hacer algo bueno por él", le había ordenado su nuevo maestro. Eso era parte del entrenamiento.
—Estoy casi seguro que el asesino atacará a esa mujer —dijo recobrando la compostura interior, si bien desde el exterior seguía manteniendo la impávida expresión de siempre, esa que a veces ponía incómodos a otros por la aparente paz constante, plana.
Eso contaba como hacer algo buena por ella, ¿no?, le estaba dando información, eso debía ser suficiente para la exigencia de su maestro.
De cualquier modo, pronto vieron interrumpida la escena por la presencia de un tipo que parecía decir a gritos que era el asesino que buscaban.
¿En serio sería tan fácil acabar con todo el asunto?, se preguntó, pero el gato no se pregunta si el ratón herida es algo demasiado fácil, va a por él, lo remata. Así mismo era momento de terminar con todo el asunto de la manera más eficiente y rápida que se pudiera.
Una sonrisa de medio lado se dibujó en su rostro cuando puso sus dedos alrededor de la empuñadura de la daga. Le habían dicho que no matara, pero la situación ameritaba medidas severas. Si el sujeto se resistía iba a tener que dañarle... no es que estuviera siguiendo sus instintos, es lo que debía hacer, se dijo.
Pero no alcanzó a sacarla.
Se sintió un frío en su espalda, seguido de un dolor intenso.
El impacto del puñal no había sido ni tan severo ni tan profundo, pero sí demasiado inesperado. Apenas alcanzó a reaccionar para evitar el segundo, cosa que quizás no hubiera podido hacer si no fuera por su agilidad. Trató de procesar lo que pasaba rápidamente. El enemigo seguía allí, comenzaba a moverse en dirección a la elfa, pero no estaba a suficiente distancia, ni a sus espaldas, como para apuñalarle. Pronto comprendió que el golpe venía de la mujer que había identificado como trabajadora del lugar. Habían sido traicionados.
Demian rodó por el suelo para ganar distancia y aparentemente la mujer le dio por muerto, pues en ese instante se abalanzaba sobre la elfa para intentar causarle un daño similar, o peor.
No podía saber con certeza el alcance de la herida, pues estaba en su espalda, pero estaba seguro que sangraba y no era el mejor momento para abalanzarse al combate.
Retrocedió otro poco.
Subrayada la complicación "Pillas al responsable y te preparas para solucionar el asunto… hasta que te enteras que no trabajaba solo.".
Demian
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
El hombre a quien estaba apuntando le resultaba tan patético a Helyare que estaba pensando que no tenía nada que ver con las desapariciones de las chicas. Más bien le pareció una especie de pícaro que se dedicaba a observar a las chicas, o tal vez las asaltaba, pero no lo veía capaz de matar a nadie. A pesar de todo, sabía que no debía fiarse de ninguna persona y siguió apuntándolo.
Pronto escuchó unos pasos a sus espaldas y pensó que sería el pequeño brujo que estaba viniendo a finiquitar el trabajo, cosa que no le gustaba porque ella se creía la única contratada. Necesitaba el dinero, ya que había comprado algunas cosas en Lunargenta y no quería compartirlo con un niño con poderes.
Pero en el barullo que generaban los balbuceos del tipo pudo escuchar un caminar que no eran los pequeños pasos del brujo, sino los de su compañera. Justo en ese momento se giró bruscamente para ver quién era en realidad y sí, no se había equivocado en la persona que se acercaba por su espalda, pero sí con las intenciones. La elfa había llegado a pensar que Eilia iba con buenas intenciones, le había ofrecido su ayuda y había creído que la intención de la humana era ayudarla con sus compañeras. Pero no. Ahí estaba ella, a escasos centímetros de Helyare con una daga manchada de sangre.
Estaba tan cerca que a la pelirroja no le dio demasiado tiempo a reaccionar y la mujer movió el brazo con el que blandía la daga con intenciones de hacerle un corte a la elfa en la cara, aunque rápidamente ésta se cubrió con el antebrazo y parte del daño se lo llevaron las protecciones de cuero que llevaba, a pesar de eso notó un dolor penetrante cruzar esa parte de su cuerpo. Justo cuando Eilia estaba en la parte más baja de la trayectoria del arma, la elfa simplemente giró el tronco y la flecha con la que apuntaba al hombre impactó contra el pecho de la mujer, haciendo que cayese y soltando la daga, que sonó contra los adoquines.
Helyare respiraba entrecortadamente por la situación, pudo notar la sangre salir de su brazo, aunque no era excesiva y sabía que se curaría bastante rápido. Aun así no pudo evitar doblar su brazo para ver hasta dónde había penetrado la daga.
Esa chica que yacía en el suelo frente a ella se había acercado con supuestas intenciones de ayudar, pero… Nada más lejos de la realidad, había sido traicionada por Eilia.
En ese instante volvió a notar el dolor anterior pero multiplicado. Sintió el acero entrar en su cuerpo, concretamente en la parte baja de sus costillas, por la espalda. Cayó de rodillas y ahogó un grito todo lo que pudo, respirando más fuerte que antes, y de forma más entrecortada. Lo siguiente que oyó fueron unos pasos muy rápidos corriendo hacia el lado contrario. La elfa se apoyó en el suelo, justo al lado de la prostituta que estaba tendida, dejando el arco, que se le había caído, en el piso.
Miró hacia atrás viendo cómo el hombre a quien había apuntado, ese que parecía no tener nada que ver, corría calle arriba. La elfa agarró, entonces, el arco y a pesar del dolor sacó una flecha del carcaj y la lanzó. Seguía de rodillas en el suelo, pero justo mirando al lado contrario que hacía unos segundos, y pudo ver cómo su flecha impactaba en la espalda del tipo vestido de negro. Al instante, Helyare se dejó caer al suelo, de lado, apoyándose en el cuerpo de Eilia. La elfa se llevó las manos a la espalda y pudo notar que todavía tenía la daga ensartada. Sabía que no debía quitársela pero necesitaba moverse de ahí cuanto antes.
La capa que llevaba Eilia podía servirle perfectamente para taponar su herida hasta que su magia élfica empezase a hacer efecto. Desde el suelo arrancó un cacho de tela suficientemente grande para envolverse la zona de la cintura, aunque estaba irregular porque lo estaba haciendo a tirones y, en ocasiones, tenía que detenerse porque notaba que dependiendo de qué movimiento hiciera le dolía más. En esos momentos se sentía bastante sola, ya que los Eytherzair acostumbraban a formar binomio y siempre se ayudaban unos a otros. En su caso, Aranarth y ella habían tenido alguna que otra situación peliaguda y siempre se habían ayudado y habían salido ilesos.
Helyare envolvió su cintura con los girones de la capa, dejando el hueco donde estaba la daga, la cual comenzó a tratar de sacarse a la vez que con la otra mano presionaba justo por donde pasaba la hoja metálica. Proliferó algunas maldiciones en su lengua natal pero por fin consiguió sacarse la daga del cuerpo y presionar con la capa para taponar la herida. No podía ver el alcance de la lesión pero se sentía horriblemente mal por haber permitido que un humano la atacase por la espalda. Rápidamente se levantó como pudo recogiendo las flechas que se le habían caído y el arco y deshizo el camino hasta la esquina para ver allí a quien faltaba, el pequeño brujo, quien también estaba rodeado de sangre. Se colocó la capucha bien para taparse y se acercó a donde estaba el niño.
–Nos han traicionado. –Dijo la elfa de forma entrecortada. Ella también tenía varias partes de su cuerpo cubiertas de sangre, incluso la cara y torso, a causa de los salpicones de ese líquido que habían salido disparados cuando la flecha había impactado contra Eilia. –Puedo… Ayudarte. –No era su forma de hablar entrecortada, era la poca seguridad que le daba tener que curar a alguien de la raza de ese niño. No le gustaban los brujos y, aunque no era la primera vez que ayudaba a uno, todavía le provocaba ansiedad tener que hacerlo. Necesitaba sus poderes si quería ganar el dinero, así que no le quedó de otra que colaborar con el crío. Las palabras de Vincent de que no todos son iguales le seguían rondando por la mente y, aunque trataba de anteponer sus ideales, también hacían cierto efecto en ella.
Y aun así, se sentía mal por ayudar. Helyare le solicitó al niño que se levantase la parte superior de su ropa para poder examinar mejor el alcance de su herida. Se arrodilló, dejando el arco a un lado. –No te muevas. –Dijo la elfa algo agotada mientras sacaba uno de los tres tarritos que aún tenía en su bolsita. No eran gran cosa, pero al menos cerrarían la herida poco a poco. No eran nada milagrosos como otras pociones más fuertes, pero ella no sabía hacerlas, así que no le quedaba otra que esperar mientras le ponía el ungüento en la espalda.
Complicación: Una de las chicas (o chicos) se vuelve cercana a ti, sólo para traicionarte luego, quizás hasta es la persona responsable de todo.
Off: Perdón por la tardanza pero la semana pasada no me dio tiempo a nada de nada :c
Pronto escuchó unos pasos a sus espaldas y pensó que sería el pequeño brujo que estaba viniendo a finiquitar el trabajo, cosa que no le gustaba porque ella se creía la única contratada. Necesitaba el dinero, ya que había comprado algunas cosas en Lunargenta y no quería compartirlo con un niño con poderes.
Pero en el barullo que generaban los balbuceos del tipo pudo escuchar un caminar que no eran los pequeños pasos del brujo, sino los de su compañera. Justo en ese momento se giró bruscamente para ver quién era en realidad y sí, no se había equivocado en la persona que se acercaba por su espalda, pero sí con las intenciones. La elfa había llegado a pensar que Eilia iba con buenas intenciones, le había ofrecido su ayuda y había creído que la intención de la humana era ayudarla con sus compañeras. Pero no. Ahí estaba ella, a escasos centímetros de Helyare con una daga manchada de sangre.
Estaba tan cerca que a la pelirroja no le dio demasiado tiempo a reaccionar y la mujer movió el brazo con el que blandía la daga con intenciones de hacerle un corte a la elfa en la cara, aunque rápidamente ésta se cubrió con el antebrazo y parte del daño se lo llevaron las protecciones de cuero que llevaba, a pesar de eso notó un dolor penetrante cruzar esa parte de su cuerpo. Justo cuando Eilia estaba en la parte más baja de la trayectoria del arma, la elfa simplemente giró el tronco y la flecha con la que apuntaba al hombre impactó contra el pecho de la mujer, haciendo que cayese y soltando la daga, que sonó contra los adoquines.
Helyare respiraba entrecortadamente por la situación, pudo notar la sangre salir de su brazo, aunque no era excesiva y sabía que se curaría bastante rápido. Aun así no pudo evitar doblar su brazo para ver hasta dónde había penetrado la daga.
Esa chica que yacía en el suelo frente a ella se había acercado con supuestas intenciones de ayudar, pero… Nada más lejos de la realidad, había sido traicionada por Eilia.
En ese instante volvió a notar el dolor anterior pero multiplicado. Sintió el acero entrar en su cuerpo, concretamente en la parte baja de sus costillas, por la espalda. Cayó de rodillas y ahogó un grito todo lo que pudo, respirando más fuerte que antes, y de forma más entrecortada. Lo siguiente que oyó fueron unos pasos muy rápidos corriendo hacia el lado contrario. La elfa se apoyó en el suelo, justo al lado de la prostituta que estaba tendida, dejando el arco, que se le había caído, en el piso.
Miró hacia atrás viendo cómo el hombre a quien había apuntado, ese que parecía no tener nada que ver, corría calle arriba. La elfa agarró, entonces, el arco y a pesar del dolor sacó una flecha del carcaj y la lanzó. Seguía de rodillas en el suelo, pero justo mirando al lado contrario que hacía unos segundos, y pudo ver cómo su flecha impactaba en la espalda del tipo vestido de negro. Al instante, Helyare se dejó caer al suelo, de lado, apoyándose en el cuerpo de Eilia. La elfa se llevó las manos a la espalda y pudo notar que todavía tenía la daga ensartada. Sabía que no debía quitársela pero necesitaba moverse de ahí cuanto antes.
La capa que llevaba Eilia podía servirle perfectamente para taponar su herida hasta que su magia élfica empezase a hacer efecto. Desde el suelo arrancó un cacho de tela suficientemente grande para envolverse la zona de la cintura, aunque estaba irregular porque lo estaba haciendo a tirones y, en ocasiones, tenía que detenerse porque notaba que dependiendo de qué movimiento hiciera le dolía más. En esos momentos se sentía bastante sola, ya que los Eytherzair acostumbraban a formar binomio y siempre se ayudaban unos a otros. En su caso, Aranarth y ella habían tenido alguna que otra situación peliaguda y siempre se habían ayudado y habían salido ilesos.
Helyare envolvió su cintura con los girones de la capa, dejando el hueco donde estaba la daga, la cual comenzó a tratar de sacarse a la vez que con la otra mano presionaba justo por donde pasaba la hoja metálica. Proliferó algunas maldiciones en su lengua natal pero por fin consiguió sacarse la daga del cuerpo y presionar con la capa para taponar la herida. No podía ver el alcance de la lesión pero se sentía horriblemente mal por haber permitido que un humano la atacase por la espalda. Rápidamente se levantó como pudo recogiendo las flechas que se le habían caído y el arco y deshizo el camino hasta la esquina para ver allí a quien faltaba, el pequeño brujo, quien también estaba rodeado de sangre. Se colocó la capucha bien para taparse y se acercó a donde estaba el niño.
–Nos han traicionado. –Dijo la elfa de forma entrecortada. Ella también tenía varias partes de su cuerpo cubiertas de sangre, incluso la cara y torso, a causa de los salpicones de ese líquido que habían salido disparados cuando la flecha había impactado contra Eilia. –Puedo… Ayudarte. –No era su forma de hablar entrecortada, era la poca seguridad que le daba tener que curar a alguien de la raza de ese niño. No le gustaban los brujos y, aunque no era la primera vez que ayudaba a uno, todavía le provocaba ansiedad tener que hacerlo. Necesitaba sus poderes si quería ganar el dinero, así que no le quedó de otra que colaborar con el crío. Las palabras de Vincent de que no todos son iguales le seguían rondando por la mente y, aunque trataba de anteponer sus ideales, también hacían cierto efecto en ella.
Y aun así, se sentía mal por ayudar. Helyare le solicitó al niño que se levantase la parte superior de su ropa para poder examinar mejor el alcance de su herida. Se arrodilló, dejando el arco a un lado. –No te muevas. –Dijo la elfa algo agotada mientras sacaba uno de los tres tarritos que aún tenía en su bolsita. No eran gran cosa, pero al menos cerrarían la herida poco a poco. No eran nada milagrosos como otras pociones más fuertes, pero ella no sabía hacerlas, así que no le quedaba otra que esperar mientras le ponía el ungüento en la espalda.
Complicación: Una de las chicas (o chicos) se vuelve cercana a ti, sólo para traicionarte luego, quizás hasta es la persona responsable de todo.
Off: Perdón por la tardanza pero la semana pasada no me dio tiempo a nada de nada :c
Última edición por Helyare el Sáb Nov 04, 2017 5:51 pm, editado 1 vez
Helyare
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
¿No era acaso un gorrión un monstruo para un gusano?, ¿un depredador implacable y sanguinario?... para todo depredador hay otro más grande, o más letal o a veces es simplemente cosa de estar en el momento y lugar precisos.
Ser apuñalado era una experiencia conocida por Demian, al fin y al cabo lo había hecho muchas veces, tantas que era difícil recordar siquiera un estimado, pero estar en el otro lado del cuchillo era algo nuevo.
Ahora entendía por qué hacían esos movimientos tan poco prácticos luego de recibir el filo, por qué se quejaban tanto de una herida que no parecía tanto comparada con la de otras armas, por qué no intentaban un contraataque luego de ser heridos y en cambio parecían esperar un segundo golpe con calma y resignación. No, no era resignación, era simplemente que el cuerpo no respondía como uno quería y que la mente entraba en un pánico de emergencia.
De rodillas, Demian intentó hacer algo, intervenir en la situación, pero todo se hacía confuso y sólo podía poner atención a su propia sangre.
Y sólo pudo prestar atención a Eärwen...
No, no era ella. Cuando las cosas se hiciero más claras pudo ver que la elfa le sanaba, pero no aquella de mirada apacible y gestos serenos que había dejado en el norte, no aquella que le había hecho tener un poco de confianza en la raza de orejas salientes, era la de mirada dura, la que le había arrebatado las fotos.
Todo tenía sentido, ella había arruinado su caza perfecta, su plan meticulosamente planificado para dar caza al depredador y ahora era él el cazado.
Ella le solicitó que levantase su ropa y así lo hizo, aún cuando en su interior ya no confiaba en ella, pero sabía lo práctico que era el arte élfico y lo mucho que lo requería en ese momento, así que dejó su piel al descubierto para que ella le sanase. Mientras, su mente no tomó descanso, con el implacable impulso de siempre avanzar hasta obtener su objetivo olvidó temporalmente el dolor y la sangre para hacer de su ingenio su arma.
Sacó de entre sus cosas la pócima preparada con anterioridad y la bebió. Su sabor no era agradable, por lo que el chico hizo lo posible por ingerirla de una vez, casi sin hacer contacto con su lengua, pero aún así hizo un par de arcadas, lo que hizo que le doliera más la herida que ya dejaba de sangrar.
A los pocos instantes la noche se hizo día, pero sólo a los ojos de Demian, sólo para su instinto de asesino.
Gracias a los efectos de la alquimia, ahora Demian podía ver en la noche y se puso de pie casi de un salto.
- Si vas a venir, q-q-q-quédate detrás -dijo con mirada severa a la elfa, esa mirada que parecía de alguien con más edad, aunque se delataba de sus años por las lágrimas que involuntariamente había derramado- Puedo ver las marcas de sang-g-gre que dejaron, no pueden estar muy lejos.
Al instante se dio a la cacería nuevamente, secándose los ojos y caminando por los callejones.
El rastro no era copioso, pero era suficiente, lo que sumado a las señas en el terreno por el paso torpe de alguien herido le permitió al chico dar con una clara dirección, una que apuntaba directamente a una casa que parecía abandonada, un lugar viejo, de ventanas desclavadas y tablones rotos.
Demian miró alrededor y pudo notar que no andaba gente por las calles, no en ese lugar, no a esas horas, allí donde los guardias rara vez se asoman y los bandidos son señores, un lugar aún más decadente que el prostíbulo en el que todo había comenzado. Pero el chico no era de la guardia ni amigo de ellos, el chico se movía en esos ambientes con su banda de ladrones llamados Los Gorriones. El depredador estaba en su tierras familiares.
El lugar perfecto para esconderse... el lugar perfecto para matar.
Demian sonrió, como si ya pudiera saborear la venganza. Ya poco le importaba el asunto de tener que hacer algo bueno por quien quisiera herir... ahora tenía permiso para atacar.
Ser apuñalado era una experiencia conocida por Demian, al fin y al cabo lo había hecho muchas veces, tantas que era difícil recordar siquiera un estimado, pero estar en el otro lado del cuchillo era algo nuevo.
Ahora entendía por qué hacían esos movimientos tan poco prácticos luego de recibir el filo, por qué se quejaban tanto de una herida que no parecía tanto comparada con la de otras armas, por qué no intentaban un contraataque luego de ser heridos y en cambio parecían esperar un segundo golpe con calma y resignación. No, no era resignación, era simplemente que el cuerpo no respondía como uno quería y que la mente entraba en un pánico de emergencia.
De rodillas, Demian intentó hacer algo, intervenir en la situación, pero todo se hacía confuso y sólo podía poner atención a su propia sangre.
Y sólo pudo prestar atención a Eärwen...
No, no era ella. Cuando las cosas se hiciero más claras pudo ver que la elfa le sanaba, pero no aquella de mirada apacible y gestos serenos que había dejado en el norte, no aquella que le había hecho tener un poco de confianza en la raza de orejas salientes, era la de mirada dura, la que le había arrebatado las fotos.
Todo tenía sentido, ella había arruinado su caza perfecta, su plan meticulosamente planificado para dar caza al depredador y ahora era él el cazado.
Ella le solicitó que levantase su ropa y así lo hizo, aún cuando en su interior ya no confiaba en ella, pero sabía lo práctico que era el arte élfico y lo mucho que lo requería en ese momento, así que dejó su piel al descubierto para que ella le sanase. Mientras, su mente no tomó descanso, con el implacable impulso de siempre avanzar hasta obtener su objetivo olvidó temporalmente el dolor y la sangre para hacer de su ingenio su arma.
Sacó de entre sus cosas la pócima preparada con anterioridad y la bebió. Su sabor no era agradable, por lo que el chico hizo lo posible por ingerirla de una vez, casi sin hacer contacto con su lengua, pero aún así hizo un par de arcadas, lo que hizo que le doliera más la herida que ya dejaba de sangrar.
A los pocos instantes la noche se hizo día, pero sólo a los ojos de Demian, sólo para su instinto de asesino.
Gracias a los efectos de la alquimia, ahora Demian podía ver en la noche y se puso de pie casi de un salto.
- Si vas a venir, q-q-q-quédate detrás -dijo con mirada severa a la elfa, esa mirada que parecía de alguien con más edad, aunque se delataba de sus años por las lágrimas que involuntariamente había derramado- Puedo ver las marcas de sang-g-gre que dejaron, no pueden estar muy lejos.
Al instante se dio a la cacería nuevamente, secándose los ojos y caminando por los callejones.
El rastro no era copioso, pero era suficiente, lo que sumado a las señas en el terreno por el paso torpe de alguien herido le permitió al chico dar con una clara dirección, una que apuntaba directamente a una casa que parecía abandonada, un lugar viejo, de ventanas desclavadas y tablones rotos.
Demian miró alrededor y pudo notar que no andaba gente por las calles, no en ese lugar, no a esas horas, allí donde los guardias rara vez se asoman y los bandidos son señores, un lugar aún más decadente que el prostíbulo en el que todo había comenzado. Pero el chico no era de la guardia ni amigo de ellos, el chico se movía en esos ambientes con su banda de ladrones llamados Los Gorriones. El depredador estaba en su tierras familiares.
El lugar perfecto para esconderse... el lugar perfecto para matar.
Demian sonrió, como si ya pudiera saborear la venganza. Ya poco le importaba el asunto de tener que hacer algo bueno por quien quisiera herir... ahora tenía permiso para atacar.
Demian
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
Al rato, su acompañante cambió el semblante al dirigirse a ella. Había dejado de parecerle un crío, aunque su raza le condicionaba en la actitud de la elfa hacia él. Por muy serio que pareciese, seguía siendo inferior. Aunque su propuesta, al principio le molestó, después lo tomó como una ventaja. Si ese brujo iba primero se exponía más. En caso de que algo pasase lo recibiría él primero. Y, otra ventaja, es que ella podría vigilar la retaguardia, que viendo lo que había ocurrido hacía unos minutos, lo mejor era no perder de vista las espaldas. Y no se fiaba lo suficiente de ese chico como para dejarle ir detrás.
No dijo nada y simplemente siguió a Demian a cierta distancia. Tampoco quería pegarse mucho a ese niño, no sabía cómo podía reaccionar. Resopló y cargó una flecha en su arco, que mantenía en una posición baja pero listo para atacar a la mínima señal de peligro.
El lugar era todo lo contrario a lo que ella había visto a lo largo de su vida: calles oscuras, sucias, por las que no pasaba ni un alma. Un completo nido de ratas, de humanos y de brujos. Si de por sí los humanos le causaban rechazo, la calaña humana que se movía por estos lares le daba repulsa. Si no le hicieran falta las monedas ni siquiera habría puesto un pie en este lugar. Era deleznable para una elfa de su categoría estar en esta ciénaga. Con cierto recelo siguió al muchacho por unas calles.
No se sentía demasiado a gusto siguiendo al brujo en un lugar así. De hecho, pensó en largarse y dejar el trabajo ese que sólo había traído mala suerte. Tal vez los dioses no querían que ella estuviera ahí. Pero no le quedaba otra que aguantar o no tendría dinero y prefería terminar el encargo a tener que robar como un ruin ladronzuelo.
Al terminar el camino se encontraron de frente con una casa abandonada. Helyare miró el edificio con una mueca extraña. Definitivamente no quería estar ahí, ese lugar le causaba malas vibraciones, pero eso no iba a impedir que se acabase ganando las monedas. Ahora sólo tenían que estar más atentos.
–Hay alguien.
Confirmó mirando en dirección a la casa abandonada.
–Vamos.
Esperó a que el pequeño brujo entrase y luego ella. El sigilo que tenía ahora era mucho mayor, no quería correr peligro y no llevaban a ningún traidor que les acompañara. –Están aquí. –Le susurró al niño. –Se les oye. Hay más de uno… –Y de dos, se escuchaban voces y el rechinar de la vieja madera cuando pasaban por encima.
Entrar de golpe no iba a ser buena idea, no sabían con qué arsenal contaban o si eran un grupo mayoritario. Lo que pensaba la elfa es que lo mejor sería seguir aprovechando el sigilo. Por desgracia, ya no tenía pociones y en esa casa no podía preparar otra. –Podemos tenderles una trampa. No saben que estamos aquí.
Susurró de forma casi imperceptible. Y eso podía ser una ventaja. Si les tendían una trampa podrían atraparlos a todos y descubrir qué había pasado. Ellos pensaban que habían conseguido matar a los dos contratados. Y, de hecho, iba a ser bueno que esperasen un poco antes de tratar de detener a los que merodeaban por la casa, podían sacarles información.
Al cruzar un estrecho pasillo, Helyare se detuvo ante una gran mancha de sangre que bañaba el suelo de madera. Miró a Demian y luego volvió a dirigir la vista al charco de sangre fresca que estaba ante sus pies.
No dijo nada y simplemente siguió a Demian a cierta distancia. Tampoco quería pegarse mucho a ese niño, no sabía cómo podía reaccionar. Resopló y cargó una flecha en su arco, que mantenía en una posición baja pero listo para atacar a la mínima señal de peligro.
El lugar era todo lo contrario a lo que ella había visto a lo largo de su vida: calles oscuras, sucias, por las que no pasaba ni un alma. Un completo nido de ratas, de humanos y de brujos. Si de por sí los humanos le causaban rechazo, la calaña humana que se movía por estos lares le daba repulsa. Si no le hicieran falta las monedas ni siquiera habría puesto un pie en este lugar. Era deleznable para una elfa de su categoría estar en esta ciénaga. Con cierto recelo siguió al muchacho por unas calles.
No se sentía demasiado a gusto siguiendo al brujo en un lugar así. De hecho, pensó en largarse y dejar el trabajo ese que sólo había traído mala suerte. Tal vez los dioses no querían que ella estuviera ahí. Pero no le quedaba otra que aguantar o no tendría dinero y prefería terminar el encargo a tener que robar como un ruin ladronzuelo.
Al terminar el camino se encontraron de frente con una casa abandonada. Helyare miró el edificio con una mueca extraña. Definitivamente no quería estar ahí, ese lugar le causaba malas vibraciones, pero eso no iba a impedir que se acabase ganando las monedas. Ahora sólo tenían que estar más atentos.
–Hay alguien.
Confirmó mirando en dirección a la casa abandonada.
–Vamos.
Esperó a que el pequeño brujo entrase y luego ella. El sigilo que tenía ahora era mucho mayor, no quería correr peligro y no llevaban a ningún traidor que les acompañara. –Están aquí. –Le susurró al niño. –Se les oye. Hay más de uno… –Y de dos, se escuchaban voces y el rechinar de la vieja madera cuando pasaban por encima.
Entrar de golpe no iba a ser buena idea, no sabían con qué arsenal contaban o si eran un grupo mayoritario. Lo que pensaba la elfa es que lo mejor sería seguir aprovechando el sigilo. Por desgracia, ya no tenía pociones y en esa casa no podía preparar otra. –Podemos tenderles una trampa. No saben que estamos aquí.
Susurró de forma casi imperceptible. Y eso podía ser una ventaja. Si les tendían una trampa podrían atraparlos a todos y descubrir qué había pasado. Ellos pensaban que habían conseguido matar a los dos contratados. Y, de hecho, iba a ser bueno que esperasen un poco antes de tratar de detener a los que merodeaban por la casa, podían sacarles información.
Al cruzar un estrecho pasillo, Helyare se detuvo ante una gran mancha de sangre que bañaba el suelo de madera. Miró a Demian y luego volvió a dirigir la vista al charco de sangre fresca que estaba ante sus pies.
Última edición por Helyare el Sáb Nov 04, 2017 5:55 pm, editado 1 vez
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
La noche era su hábitat natural. La falta de luz hacía las ilusiones más simples de lograr y no estaban los molestos ruidos de una ciudad en actividad. Los gritos, las conversaciones como un zumbido constante en los lugares con alta concurrencia, las risas... era como si por unas horas tuviera todo el lugar sólo para él.
Llegaron a una casa que parecía ser el refugio de los implicados en todo el asunto. Había más de una persona en el interior, pero era difícil determinar con total certeza si era sólo dos o había alguien más menos ruidoso.
—¿Trampa? —preguntó retóricamente Demian meneando la cabeza. —Un cazador no depende de trampas, las t-t-trampas pueden fallar. Un caz-zador acecha.
Se puso de pie y caminó, contra todo pronóstico, directo hacia la puerta principal. En aquellos lados de la ciudad contar con una cerradura con llave sería todo un lujo, eso era para los cofres valiosos o casas más adineradas. Demian se paró frente a la puerta y extendió su mano. Cerró sus ojos y respiró profundamente, dejando que el mana fluyera por su ser y moviera las cosas al otro lado de la madera. Un pequeño click anunció que la cerradura al interior había sido movida y la puerta se comenzó a abrir.
En unos instantes el pequeño iba a ser completamente visible para aquellos en el interior. Demian sonrió.
Su magia más trabajada, la técnica esencia de sus habilidades, entraba en efecto. Fue como si se desvaneciera en el aire, como si el viento se llevara su cuerpo en el polvo y no quedara nada allí. Era completamente invisible.
—Has dejado la puerta abierta, ten más cuidado— protestó una voz masculina del interior.
La figura de un hombre que no conocían se asomó, miró hacia todos lados y luego volvió a entrar, cerrando con cuidado de asegurarse que la puerta quedara asegurada. Lo que el hombre no supo fue que un ser invisible entró con cuidado por su lado, procurando no tocarle para no revelarse.
Era un hombre de apariencia ruda, con unos tatuajes en sus musculosos brazos que representaban una serpiente enrollada y portaba un par de espadas en el cinto. Parecía el tipo de sujeto que está siempre listo para el combate. Sus pantalones tenían manchas de sangre.
Una vez en el interior, Demian se dirigió hacia un costado de la casa, el que calculaba más cercano a la elfa, y soltó con cuidado la cerradura de una ventana, procurando hacer el mínimo de ruido posible. Para camuflarse más, imitó con una ilusión el ladrido de algún perro en el exterior.
Ahora la elfa tenía un lugar por donde entrar, si era suficientemente cuidadosa.
Los golpes en la puerta fueron completamente inesperados. Era claramente una señal, por el ritmo inusual de los golpes. Primero tres rápidos, luego uno lento, luego dos rápidos.
El mismo hombre de antes se apresuró nuevamente a la puerta, pero ahora había cierta expectación en su rostro. Miró por un agujero y, al parecer satisfecho con lo que vio, abrió sin hacer mucho ruido y la persona del exterior entró. Estaba completamente tapada con un manto y capucha en apariencia viejas, como las que vestiría alguien pobre, pero se asomaban unas botas muy finas por debajo de ello, botas como las que sólo una persona de mucho dinero podría vestir. En sus manos se podían notar unas joyas. No fue posible para Demian determinar con seguridad si se trataba de un hombre o una mujer.
Off: Perdón, he estado muy alejado de la actividad últimamente.
Llegaron a una casa que parecía ser el refugio de los implicados en todo el asunto. Había más de una persona en el interior, pero era difícil determinar con total certeza si era sólo dos o había alguien más menos ruidoso.
—¿Trampa? —preguntó retóricamente Demian meneando la cabeza. —Un cazador no depende de trampas, las t-t-trampas pueden fallar. Un caz-zador acecha.
Se puso de pie y caminó, contra todo pronóstico, directo hacia la puerta principal. En aquellos lados de la ciudad contar con una cerradura con llave sería todo un lujo, eso era para los cofres valiosos o casas más adineradas. Demian se paró frente a la puerta y extendió su mano. Cerró sus ojos y respiró profundamente, dejando que el mana fluyera por su ser y moviera las cosas al otro lado de la madera. Un pequeño click anunció que la cerradura al interior había sido movida y la puerta se comenzó a abrir.
En unos instantes el pequeño iba a ser completamente visible para aquellos en el interior. Demian sonrió.
Su magia más trabajada, la técnica esencia de sus habilidades, entraba en efecto. Fue como si se desvaneciera en el aire, como si el viento se llevara su cuerpo en el polvo y no quedara nada allí. Era completamente invisible.
—Has dejado la puerta abierta, ten más cuidado— protestó una voz masculina del interior.
La figura de un hombre que no conocían se asomó, miró hacia todos lados y luego volvió a entrar, cerrando con cuidado de asegurarse que la puerta quedara asegurada. Lo que el hombre no supo fue que un ser invisible entró con cuidado por su lado, procurando no tocarle para no revelarse.
Era un hombre de apariencia ruda, con unos tatuajes en sus musculosos brazos que representaban una serpiente enrollada y portaba un par de espadas en el cinto. Parecía el tipo de sujeto que está siempre listo para el combate. Sus pantalones tenían manchas de sangre.
Una vez en el interior, Demian se dirigió hacia un costado de la casa, el que calculaba más cercano a la elfa, y soltó con cuidado la cerradura de una ventana, procurando hacer el mínimo de ruido posible. Para camuflarse más, imitó con una ilusión el ladrido de algún perro en el exterior.
Ahora la elfa tenía un lugar por donde entrar, si era suficientemente cuidadosa.
Los golpes en la puerta fueron completamente inesperados. Era claramente una señal, por el ritmo inusual de los golpes. Primero tres rápidos, luego uno lento, luego dos rápidos.
El mismo hombre de antes se apresuró nuevamente a la puerta, pero ahora había cierta expectación en su rostro. Miró por un agujero y, al parecer satisfecho con lo que vio, abrió sin hacer mucho ruido y la persona del exterior entró. Estaba completamente tapada con un manto y capucha en apariencia viejas, como las que vestiría alguien pobre, pero se asomaban unas botas muy finas por debajo de ello, botas como las que sólo una persona de mucho dinero podría vestir. En sus manos se podían notar unas joyas. No fue posible para Demian determinar con seguridad si se trataba de un hombre o una mujer.
Off: Perdón, he estado muy alejado de la actividad últimamente.
Demian
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
El trabajo que le habían asignado no era, para nada de su agrado. El sitio era odioso, lo que tenía que hacer, más. Y su compañero era un asqueroso brujo al que había tenido que curar por ser un incauto. ¿En serio? Era la antigua líder de la Guardia de Eytherzair y tenía que estar haciendo esas tonterías. A veces sentía la necesidad de irse y dejar al niño allí, ese parecía ser su sitio, mejor que para una elfa que debería estar en Sandorai y no mancharse las manos en sitios tan deleznables.
Pero la realidad era muy distinta y ahora le tocaba sacarse las castañas del fuego y quemarse, aunque no le hiciera ni pizca de gracia. Siguió al brujo sin rechistar mucho. No le gustaba que le diera órdenes pero sabía que si disparaban él sería quien recogería los impactos. Si tiene que morir alguien, que sea un brujo.
–El acecho puede fallar si la presa hace algo que no espera quien la desea. Las trampas ayudan. –Concluyó con cierto tono de fastidio ante la tontería que había dicho Demian. Después, sin decir nada más acompañó al muchacho. Pero en cuanto vio que se dirigía hacia la puerta corrió a esconderse y quedar oculta entre las sombras. Al principio pensó que el brujo era estúpido, pero en cuanto lo vio desaparecer supo que era una estrategia y tuvo que reconocer que no lo había hecho tan mal. Además, si había que arriesgarse, él parecía dispuesto.
Un leve sonido llamó la atención de la encapuchada, la ventana que tenía varios metros a su derecha había emitido un leve chasquido que parecía indicar que el seguro había sido quitado. Se acercó y pudo comprobar que así era. El brujo, al final, estaba colaborando.
Comprobó en todos las direcciones que no hubiese nada ni nadie que pudiera delatarla y con total silencio se incorporó para colarse en la casa, pero en ese momento unos golpes hicieron que desistiera y se agachara en el umbral para no ser vista. Varios toques “ordenados” eran los que habían sonado y el hombre de apariencia ruda fue a abrir, de nuevo, la puerta.
Helyare todavía no podía entrar porque sería vista así que esperó a que ambos hombres fueran a la sala que había después de la entradilla y fue entonces cuando saltó al interior de la casa con total sigilo. Había entrado alguien encapuchado, pero parecía que a pesar de dar apariencia de pobre, no lo era. La elfa se agazapó con cuidado de no chocar su arco contra nada ni enredarlo en ningún objeto y fue pegada a la pared. Su capa tan oscura también le daba cierta ventaja en la oscuridad.
Ahora sí que sonaban más voces en el interior de la sala, que estaba iluminada con el alumbrar del fuego de la chimenea, se oía el crepitar de las llamas. Si antes había unas tres voces, ahora se sumaba la de la persona encapuchada. Gracias a un espejo que había en la entrada se pudo vislumbrar quiénes estaban ahí, aunque la limpieza del cristal brillaba por su ausencia, el polvo y las telas de araña poblaban el objeto.
Uno de ellos era el hombre que había abierto la puerta, el que tenía un aspecto de tipo duro. También estaba el que les había atacado anteriormente. La voz de una mujer también sonaba y por último, otra fémina, que en ese momento se quitaba la capucha.
–Han matado a Eilia. Yo pude escapar pero ella no. Son dos… –La voz de la persona a la que habían perseguido fue la que se escuchó en la casa. A la elfa le dieron ganas de ir corriendo y apuñalarlo, pero no podía, no con otras tres personas ahí metidas. El corte todavía no le había sanado y sentía el dolor palpitante en la espalda. –Aunque no los pude ver bien del todo. Pero están heridos.
–Cállate. Vamos a lo importante. –Dijo en tono seco el de las dos espadas. –Señorita Cohen, disculpe, tiene la palabra.
La última que había llegado se quitó la capucha y se podía ver parte de una bella mujer, muy bien cuidada, con un maquillaje impoluto, el pelo perfectamente peinado y bastantes joyas. –Bien, gracias. Todo iba perfecto hasta que el idiota de Godrik llamó a los sicarios esos… Bueno, dudo que sean sicarios. –La mujer se atusó el pelo un poco mientras hablaba. –Estoy harta de tantas putas, dan mala imagen a nuestro local...
–Pero… Si usted trabaja ahí… –Dijo el de las espadas tratando de no sonar muy brusco. Era algo irónico ese trato teniendo en cuenta que llevaba sangre en los pantalones.
–Lo sé, por eso quiero cuidar mi negocio. Estas se piensan que es el camino fácil para obtener aeros y… No ejercen su trabajo con calidad. Además, son forasteras, ninguna es de la ciudad, y me están haciendo perder clientes. Antes yo era la única del lugar. ¿Saben cuánto dinero podía cobrar?
Sólo se escucharon ligeros ruidos, pero nadie respondió.
–No, no podrían adivinarlo. Así que, ya saben. Sólo puedo quedar yo. Y si a Godrik le sigue pareciendo gracioso contratar a mercenarios que no tienen ni idea… Encargaos de él al igual que os habéis encargado de esos dos. Yo podría dirigir mucho mejor ese negocio.
La elfa se quedó en su posición, pegada a la pared, escuchando todo y tratando de ver lo que sucedía en esa sala a través del mugriento espejo.
*Hay un asesino, pero es una de las mismas chicas (o chicos) que trabajan en el lugar, pillándote por sorpresa
Pero la realidad era muy distinta y ahora le tocaba sacarse las castañas del fuego y quemarse, aunque no le hiciera ni pizca de gracia. Siguió al brujo sin rechistar mucho. No le gustaba que le diera órdenes pero sabía que si disparaban él sería quien recogería los impactos. Si tiene que morir alguien, que sea un brujo.
–El acecho puede fallar si la presa hace algo que no espera quien la desea. Las trampas ayudan. –Concluyó con cierto tono de fastidio ante la tontería que había dicho Demian. Después, sin decir nada más acompañó al muchacho. Pero en cuanto vio que se dirigía hacia la puerta corrió a esconderse y quedar oculta entre las sombras. Al principio pensó que el brujo era estúpido, pero en cuanto lo vio desaparecer supo que era una estrategia y tuvo que reconocer que no lo había hecho tan mal. Además, si había que arriesgarse, él parecía dispuesto.
Un leve sonido llamó la atención de la encapuchada, la ventana que tenía varios metros a su derecha había emitido un leve chasquido que parecía indicar que el seguro había sido quitado. Se acercó y pudo comprobar que así era. El brujo, al final, estaba colaborando.
Comprobó en todos las direcciones que no hubiese nada ni nadie que pudiera delatarla y con total silencio se incorporó para colarse en la casa, pero en ese momento unos golpes hicieron que desistiera y se agachara en el umbral para no ser vista. Varios toques “ordenados” eran los que habían sonado y el hombre de apariencia ruda fue a abrir, de nuevo, la puerta.
Helyare todavía no podía entrar porque sería vista así que esperó a que ambos hombres fueran a la sala que había después de la entradilla y fue entonces cuando saltó al interior de la casa con total sigilo. Había entrado alguien encapuchado, pero parecía que a pesar de dar apariencia de pobre, no lo era. La elfa se agazapó con cuidado de no chocar su arco contra nada ni enredarlo en ningún objeto y fue pegada a la pared. Su capa tan oscura también le daba cierta ventaja en la oscuridad.
Ahora sí que sonaban más voces en el interior de la sala, que estaba iluminada con el alumbrar del fuego de la chimenea, se oía el crepitar de las llamas. Si antes había unas tres voces, ahora se sumaba la de la persona encapuchada. Gracias a un espejo que había en la entrada se pudo vislumbrar quiénes estaban ahí, aunque la limpieza del cristal brillaba por su ausencia, el polvo y las telas de araña poblaban el objeto.
Uno de ellos era el hombre que había abierto la puerta, el que tenía un aspecto de tipo duro. También estaba el que les había atacado anteriormente. La voz de una mujer también sonaba y por último, otra fémina, que en ese momento se quitaba la capucha.
–Han matado a Eilia. Yo pude escapar pero ella no. Son dos… –La voz de la persona a la que habían perseguido fue la que se escuchó en la casa. A la elfa le dieron ganas de ir corriendo y apuñalarlo, pero no podía, no con otras tres personas ahí metidas. El corte todavía no le había sanado y sentía el dolor palpitante en la espalda. –Aunque no los pude ver bien del todo. Pero están heridos.
–Cállate. Vamos a lo importante. –Dijo en tono seco el de las dos espadas. –Señorita Cohen, disculpe, tiene la palabra.
La última que había llegado se quitó la capucha y se podía ver parte de una bella mujer, muy bien cuidada, con un maquillaje impoluto, el pelo perfectamente peinado y bastantes joyas. –Bien, gracias. Todo iba perfecto hasta que el idiota de Godrik llamó a los sicarios esos… Bueno, dudo que sean sicarios. –La mujer se atusó el pelo un poco mientras hablaba. –Estoy harta de tantas putas, dan mala imagen a nuestro local...
–Pero… Si usted trabaja ahí… –Dijo el de las espadas tratando de no sonar muy brusco. Era algo irónico ese trato teniendo en cuenta que llevaba sangre en los pantalones.
–Lo sé, por eso quiero cuidar mi negocio. Estas se piensan que es el camino fácil para obtener aeros y… No ejercen su trabajo con calidad. Además, son forasteras, ninguna es de la ciudad, y me están haciendo perder clientes. Antes yo era la única del lugar. ¿Saben cuánto dinero podía cobrar?
Sólo se escucharon ligeros ruidos, pero nadie respondió.
–No, no podrían adivinarlo. Así que, ya saben. Sólo puedo quedar yo. Y si a Godrik le sigue pareciendo gracioso contratar a mercenarios que no tienen ni idea… Encargaos de él al igual que os habéis encargado de esos dos. Yo podría dirigir mucho mejor ese negocio.
La elfa se quedó en su posición, pegada a la pared, escuchando todo y tratando de ver lo que sucedía en esa sala a través del mugriento espejo.
*Hay un asesino, pero es una de las mismas chicas (o chicos) que trabajan en el lugar, pillándote por sorpresa
Helyare
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
Mientras más avanzaban en el asunto más sorpresas aparecían y de pronto daba la impresión de que había demasiada gente involucrada. Incluso si acababan con los presentes en la casa Demian no podía estar seguro de que eran todos los miembros. Cuando las cosas se reducían a matar a un objetivo designado todo era más sencillo, pero aquí había que pensar.
No es que Demian fuera malo para pensar, al contrario, podía decirse que contaba con una mente privilegiada, sin embargo como un chico de 12 años que vive en las calles y pasó 10 años de su vida entrenando para matar, los asuntos entre personas y la política se escapaban de sus áreas de dominio.
Al menos por ahora contaban con la sorpresa de su lado. No totalmente, los enemigos sabían que habían posibles sicarios involucrados, pero pensaban que los habían herido y no contaban con que ya estarían al interior de esa casa. De todas maneras podía apreciarse que estaban nerviosos y precavidos. El peor momento para atacar.
Demian esperó unos momentos, mientras los adultos parecían hablar de todo el asunto. Al chico no le interesaba todo aquello, sólo distinguir las relaciones entre los miembros de ese grupo criminal en busca de una sola información, quién estaba a la cabeza.
Pronto fue evidente que la mujer recién llegada, si bien no estaba seguro si correspondía llamarla "jefe", era quien movía los hilos. Era probable incluso que fuera alguna especie de cliente para esos sujetos, alguien que, por lo que sonaba, deseaba conservar sus privilegios en el trabajo y que estaba literalmente dispuesta a todo para lograrlo. Eso llevaba por añadidura una siguiente consecuencia, si ella era removida de la escena, todo el resto se desplomaría.
El asunto era acabar con ella, pero habían más complicaciones.
Demian había sido entrenado para trabajar como asesino de una organización y eso implicaba trabajo en equipo. Por más que la elfa no le generara ningún aprecio, de todas maneras debía considerarla un compañero en estas circunstancias y sabía muy bien que de no actuar coordinados todo el asunto podía acabar muy mal. Hablar allí no era la mejor de las ideas, pero para eso existía la magia.
"La mujer parece ser clienta de algún tipo de asesinos. Eso significa que ella es nuestro objetivo. Si ella es removida del asunto, los asesinos no tendrán motivo para seguir haciendo el trabajo. Pero, no todo es tan sencillo. Si la matamos aquí los otros cobrarán venganza, aunque sea por simple orgullo. Nadie mata al cliente de otro en su propia casa. Voy a crear una situación para alejarla, tú sal de la casa y prepara alguna de tus trampas para ella o algo."
Era una maravilla no tener que tartamudear cuando se enviaba una ilusión directamente a los oídos de otra persona. No era lo mismo que una telepatía, iba en un sólo sentido, era simplemente un uso práctico de la capacidad de crear ilusiones. Una ventaja adicional de las ilusiones es que podían ser dirigidas a una sola persona y pasar completamente desapercibidas para el resto. Lamentablemente, no era directamente un canal de comunicación, por lo que la elfa no podría contestar, no al menos a través del mismo canal.
Demian entonces puso nuevamente su magia al servicio del asunto. A veces los trucos más sencillos eran los más eficaces.
Concentrándose en la habilidad más básica de todo brujo, la telekinesis, puso su atención en la cocina, realizando un empuje para que cayeran unos cuchillos al suelo. Los sujetos se alertaron de inmediato, sabiendo que algo ocurría, aunque al mismo tiempo no eran idiotas como para salir corriendo y caer en una posible trampa.
Demian aprovechó el tiempo para causar un ruido pequeño adicional. Si era muy fuerte sería evidente que era algún tipo de engaño, pues nadie tropezaría 2 veces, pero fue audible.
Los mercenarios se prepararon para un posible combate.
El joven brujo, entonces, volvió a recurrir a la ilusión de sonido, pero esta vez en la mujer de las ropas andrajosas cubriendo las lujosas.
"Señorita Cohen, por favor, están aquí dentro, por su seguridad, huya"
Demian había imitado la voz del de las espadas, pues la había escuchado recién. Para alguien experto en combate probablemente eso no habría sonado como una gran idea, pero la mujer era una prostituta, no una guerrera, de modo que lo lógico desde su posición era hacer caso a los expertos. Atravesó entonces la puerta, dejando la casa que de pronto se había vuelto peligrosa.
En tanto, el chico se arrinconó en la oscuridad, de momento no necesitaba combatir, sería un desgaste inútil de fuerzas, sólo necesitaba mantener ocupados a los sujetos en la búsqueda de un posible enemigo en la cocina.
No es que Demian fuera malo para pensar, al contrario, podía decirse que contaba con una mente privilegiada, sin embargo como un chico de 12 años que vive en las calles y pasó 10 años de su vida entrenando para matar, los asuntos entre personas y la política se escapaban de sus áreas de dominio.
Al menos por ahora contaban con la sorpresa de su lado. No totalmente, los enemigos sabían que habían posibles sicarios involucrados, pero pensaban que los habían herido y no contaban con que ya estarían al interior de esa casa. De todas maneras podía apreciarse que estaban nerviosos y precavidos. El peor momento para atacar.
Demian esperó unos momentos, mientras los adultos parecían hablar de todo el asunto. Al chico no le interesaba todo aquello, sólo distinguir las relaciones entre los miembros de ese grupo criminal en busca de una sola información, quién estaba a la cabeza.
Pronto fue evidente que la mujer recién llegada, si bien no estaba seguro si correspondía llamarla "jefe", era quien movía los hilos. Era probable incluso que fuera alguna especie de cliente para esos sujetos, alguien que, por lo que sonaba, deseaba conservar sus privilegios en el trabajo y que estaba literalmente dispuesta a todo para lograrlo. Eso llevaba por añadidura una siguiente consecuencia, si ella era removida de la escena, todo el resto se desplomaría.
El asunto era acabar con ella, pero habían más complicaciones.
Demian había sido entrenado para trabajar como asesino de una organización y eso implicaba trabajo en equipo. Por más que la elfa no le generara ningún aprecio, de todas maneras debía considerarla un compañero en estas circunstancias y sabía muy bien que de no actuar coordinados todo el asunto podía acabar muy mal. Hablar allí no era la mejor de las ideas, pero para eso existía la magia.
"La mujer parece ser clienta de algún tipo de asesinos. Eso significa que ella es nuestro objetivo. Si ella es removida del asunto, los asesinos no tendrán motivo para seguir haciendo el trabajo. Pero, no todo es tan sencillo. Si la matamos aquí los otros cobrarán venganza, aunque sea por simple orgullo. Nadie mata al cliente de otro en su propia casa. Voy a crear una situación para alejarla, tú sal de la casa y prepara alguna de tus trampas para ella o algo."
Era una maravilla no tener que tartamudear cuando se enviaba una ilusión directamente a los oídos de otra persona. No era lo mismo que una telepatía, iba en un sólo sentido, era simplemente un uso práctico de la capacidad de crear ilusiones. Una ventaja adicional de las ilusiones es que podían ser dirigidas a una sola persona y pasar completamente desapercibidas para el resto. Lamentablemente, no era directamente un canal de comunicación, por lo que la elfa no podría contestar, no al menos a través del mismo canal.
Demian entonces puso nuevamente su magia al servicio del asunto. A veces los trucos más sencillos eran los más eficaces.
Concentrándose en la habilidad más básica de todo brujo, la telekinesis, puso su atención en la cocina, realizando un empuje para que cayeran unos cuchillos al suelo. Los sujetos se alertaron de inmediato, sabiendo que algo ocurría, aunque al mismo tiempo no eran idiotas como para salir corriendo y caer en una posible trampa.
Demian aprovechó el tiempo para causar un ruido pequeño adicional. Si era muy fuerte sería evidente que era algún tipo de engaño, pues nadie tropezaría 2 veces, pero fue audible.
Los mercenarios se prepararon para un posible combate.
El joven brujo, entonces, volvió a recurrir a la ilusión de sonido, pero esta vez en la mujer de las ropas andrajosas cubriendo las lujosas.
"Señorita Cohen, por favor, están aquí dentro, por su seguridad, huya"
Demian había imitado la voz del de las espadas, pues la había escuchado recién. Para alguien experto en combate probablemente eso no habría sonado como una gran idea, pero la mujer era una prostituta, no una guerrera, de modo que lo lógico desde su posición era hacer caso a los expertos. Atravesó entonces la puerta, dejando la casa que de pronto se había vuelto peligrosa.
En tanto, el chico se arrinconó en la oscuridad, de momento no necesitaba combatir, sería un desgaste inútil de fuerzas, sólo necesitaba mantener ocupados a los sujetos en la búsqueda de un posible enemigo en la cocina.
Demian
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
Estaban dentro de la casa escuchando toda la conversación y la elfa estaba muy sorprendida. ¿Dónde se había metido para sacar unos pocos aeros? La confabulación de todos era más que evidente, parecía que el que menos pintas tenía de malhechor, era quien más pecaba de serlo. Estaban ahí metidos hasta los que parecía que no. Quien menos se podían esperar era el más culpable. Sin duda estaban todos metidos en una encrucijada que ni el brujo enano ni ella sabían por dónde iba a acabar.
Dio un respingo al escuchar la voz del niño, sonaba tan normal que se giró en busca del pequeño para reprenderle por hablar en alto, pero el muchacho no movía los labios. Rápidamente entendió que estaba mandándole un mensaje directamente a ella con las indicaciones que mejor podían seguir para deshacer el entuerto que los había llevado a resultar heridos. La elfa asintió y, escabulléndose por la pared, deshizo el camino que había hecho, saliendo por la ventana.
Allí se sentía más liberada, esa casa parecía una cárcel a pesar de que ella no estaba encerrada ahí pero sentía que si la pillaban sí tendría represalias y, probablemente no solo represalias, sino un castigo por parte del tipo de las dos espadas.
Lo que ocurrió dentro de la casa nunca lo supo, sólo oyó el sonido metálico de varias cosas al chocar contra el suelo, pero sabía que la mujer iba a salir y que tenían que acabar con ella. Así que se alejó de la casa, pasando a la de al lado y de ahí cruzó la calle, quedándose en diagonal a la casa donde estaban reunidos. Desde ahí podía verla bien, estaba pegada a una esquina que le permitía ocultarse de quien saliera de la vivienda y tener un buen ángulo de tiro si sacaba el arco.
Y, efectivamente, lo sacó. Apoyada de espaldas a la pared, mirada de lado a ver si alguien salía de la casa. Su arma estaba cargada ya y lista para ser disparada. No tardó mucho en llevarlo a cabo. Cuando la prostituta enjoyada salió de la casa, Helyare pensó en alzar el arco y disparar, pero sería demasiado sospechoso que justo muriese en las escaleras de salida. Esperó a que avanzase un poco más y, cuando estuvo de espaldas a ella, disparó.
La flecha fue certera, atravesando su nuca y saliendo, al completo, por la parte anterior de su cuello. Un disparo limpio, silencioso, que acabó con su vida al instante. Lo único que sonó fue el golpe de su cuerpo cayendo a plomo contra las piedras de la calle. Un charco de sangre cubrió el suelo y ya… De nuevo todo en silencio. La elfa salió corriendo por detrás de las casas y, en cuanto pudo, cruzó de nuevo la calle, recogió su flecha, que se había quedado caída al lado de un barril, y volvió a la casa. Concretamente a la parte de atrás, donde estaba la ventana por la que había entrado. No sabía si hacerlo o no, así que se quedó expectante, agazapada, tratando de escuchar qué ocurría en el interior de la vivienda.
El cuerpo de la mujer seguía tendido en el suelo. No iba a recogerlo. Algo la decía que si acababan con esa gente, la pirámide de corrupción del club acabaría… Al menos una parte de esa corruptela. Lo que la elfa quería era irse de ese maldito pueblo cuanto antes, no sabía qué pasaba realmente ahí, pero quería irse. No era un lugar adecuado para alguien como ella, lo veía muy tétrico y oscuro. Para nada era el lugar idílico para un elfo. Y encima estaba metida, con un niño brujo, en una trama de crimen organizado. O eso parecía.
Sentía ganas de entrar en la casa y darles unos flechazos a los tres que estaban ahí. Estaba impaciente. Después de escuchar un poco dónde estaban los de la casa, en la cocina, se coló de nuevo por la ventana y, agazapada, se reunió con el crío. –Ya está. –Musitó apenas moviendo los labios. Ahora sólo quedaba dar justicia a los que estaban ahí.
Dio un respingo al escuchar la voz del niño, sonaba tan normal que se giró en busca del pequeño para reprenderle por hablar en alto, pero el muchacho no movía los labios. Rápidamente entendió que estaba mandándole un mensaje directamente a ella con las indicaciones que mejor podían seguir para deshacer el entuerto que los había llevado a resultar heridos. La elfa asintió y, escabulléndose por la pared, deshizo el camino que había hecho, saliendo por la ventana.
Allí se sentía más liberada, esa casa parecía una cárcel a pesar de que ella no estaba encerrada ahí pero sentía que si la pillaban sí tendría represalias y, probablemente no solo represalias, sino un castigo por parte del tipo de las dos espadas.
Lo que ocurrió dentro de la casa nunca lo supo, sólo oyó el sonido metálico de varias cosas al chocar contra el suelo, pero sabía que la mujer iba a salir y que tenían que acabar con ella. Así que se alejó de la casa, pasando a la de al lado y de ahí cruzó la calle, quedándose en diagonal a la casa donde estaban reunidos. Desde ahí podía verla bien, estaba pegada a una esquina que le permitía ocultarse de quien saliera de la vivienda y tener un buen ángulo de tiro si sacaba el arco.
Y, efectivamente, lo sacó. Apoyada de espaldas a la pared, mirada de lado a ver si alguien salía de la casa. Su arma estaba cargada ya y lista para ser disparada. No tardó mucho en llevarlo a cabo. Cuando la prostituta enjoyada salió de la casa, Helyare pensó en alzar el arco y disparar, pero sería demasiado sospechoso que justo muriese en las escaleras de salida. Esperó a que avanzase un poco más y, cuando estuvo de espaldas a ella, disparó.
La flecha fue certera, atravesando su nuca y saliendo, al completo, por la parte anterior de su cuello. Un disparo limpio, silencioso, que acabó con su vida al instante. Lo único que sonó fue el golpe de su cuerpo cayendo a plomo contra las piedras de la calle. Un charco de sangre cubrió el suelo y ya… De nuevo todo en silencio. La elfa salió corriendo por detrás de las casas y, en cuanto pudo, cruzó de nuevo la calle, recogió su flecha, que se había quedado caída al lado de un barril, y volvió a la casa. Concretamente a la parte de atrás, donde estaba la ventana por la que había entrado. No sabía si hacerlo o no, así que se quedó expectante, agazapada, tratando de escuchar qué ocurría en el interior de la vivienda.
El cuerpo de la mujer seguía tendido en el suelo. No iba a recogerlo. Algo la decía que si acababan con esa gente, la pirámide de corrupción del club acabaría… Al menos una parte de esa corruptela. Lo que la elfa quería era irse de ese maldito pueblo cuanto antes, no sabía qué pasaba realmente ahí, pero quería irse. No era un lugar adecuado para alguien como ella, lo veía muy tétrico y oscuro. Para nada era el lugar idílico para un elfo. Y encima estaba metida, con un niño brujo, en una trama de crimen organizado. O eso parecía.
Sentía ganas de entrar en la casa y darles unos flechazos a los tres que estaban ahí. Estaba impaciente. Después de escuchar un poco dónde estaban los de la casa, en la cocina, se coló de nuevo por la ventana y, agazapada, se reunió con el crío. –Ya está. –Musitó apenas moviendo los labios. Ahora sólo quedaba dar justicia a los que estaban ahí.
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
Demian sólo podía confiar en lo que hiciera la elfa. No podía darse el lujo de ir a ver al exterior para saber qué haría con aquella mujer. Una duda le pasó por la cabeza, ¿y si la elfa decidía simplemente alejarse y dejarlo solo? no, si algo le habían enseñado cuando entrenaba para ser un asesino era que no podía desconfiar de sus compañeros. En la orden de la daga negra era bien sabido que el que traicionaba al resto acabaría con sus interiores al aire de maneras bastante dolorosas, de modo que nadie se atrevía a tal cosa, pero la enseñanza quedaba.
El chico se movió lentamente por las sombras. Una parte de su sentido común le decía que si acababan con sólo esa mujer el conflicto podría terminar, sin ser necesario más derramamiento de sangre, pero por otro estaba el hecho de que no sabían si realmente ella era la cabeza. Si había otra cabeza no lograban nada, en cambio, una cabeza no sirve de nada sin las manos. Acabar con el grupo que hacía el trabajo sucio podía considerarse trabajo completado, incluso si alguna cabeza pensante quedaba suelta.
Tomó su daga y la contempló unos instantes. Su entrenamiento debía esperar, no era momento de simplemente dejar de lado las armas, era necesario terminar el trabajo, ya estaba allí.
"Soy una sombra" se dijo "no soy nadie, no estoy aquí, soy una sombra, soy parte de la casa".
Esperó paciente, como un gato que mira al ratón juguetear en una esquina y sabe que de revelarse muy pronto todo termina en nada. No realizó su jugada cuando el bandido, el más corpulento, pasaba a su lado. Iba demasiado rápido, otros podían verlo, no era el momento. Cuando pasó por segunda vez, casi rozándole la nariz, tampoco era el momento. Podía escuchar los pasos de su compañero en las cercanías.
Eran 3, si quería salir con vida era importante acabar con al menos 2 antes de que se diera la alarma o, en el peor de los casos, retrasar la incorporación de los otros 2, pero era completamente necesario reducir al menos una de las amenazas cuanto antes.
Demian se llevó la daga al pecho, como otorgándole parte de su calor corporal. Pronto probaría la sangre.
El momento llegó cuando oía que los otros estaban lejos y el sujeto se desplazaba algo distraído, quizás un poco cansado de todo el asunto. Era de noche, después de todo. El golpe fue certero, como realizado por un fantasma, clavando la daga en la garganta con sorprendente agilidad. El sujeto tambaleó, quizo gritar, pero una buena patada en los testículos le quitó el poco aire que pudieran tener sus pulmones. Efectividad antes que honor era la lección básica de todo asesino. Retiró la daga y apuñaló nuevamente. Sintió un manotazo en un brazo, bastante fuerte, quizás le quedaría un moratón luego, pero todo ser agonizante se esfuerza en dar su último esfuerzo. Una tercera puñalada, justo en un ojo, terminó por llevarle completamente al suelo.
No perdió tiempo, se ocultó inmediatamente dentro de un mueble. Los compañeros no tardaría mucho en saber que algo andaba mal, pero para ese entonces seguramente ya su compañera estaría dentro de la casa o preparada para un combate.
El chico se movió lentamente por las sombras. Una parte de su sentido común le decía que si acababan con sólo esa mujer el conflicto podría terminar, sin ser necesario más derramamiento de sangre, pero por otro estaba el hecho de que no sabían si realmente ella era la cabeza. Si había otra cabeza no lograban nada, en cambio, una cabeza no sirve de nada sin las manos. Acabar con el grupo que hacía el trabajo sucio podía considerarse trabajo completado, incluso si alguna cabeza pensante quedaba suelta.
Tomó su daga y la contempló unos instantes. Su entrenamiento debía esperar, no era momento de simplemente dejar de lado las armas, era necesario terminar el trabajo, ya estaba allí.
"Soy una sombra" se dijo "no soy nadie, no estoy aquí, soy una sombra, soy parte de la casa".
Esperó paciente, como un gato que mira al ratón juguetear en una esquina y sabe que de revelarse muy pronto todo termina en nada. No realizó su jugada cuando el bandido, el más corpulento, pasaba a su lado. Iba demasiado rápido, otros podían verlo, no era el momento. Cuando pasó por segunda vez, casi rozándole la nariz, tampoco era el momento. Podía escuchar los pasos de su compañero en las cercanías.
Eran 3, si quería salir con vida era importante acabar con al menos 2 antes de que se diera la alarma o, en el peor de los casos, retrasar la incorporación de los otros 2, pero era completamente necesario reducir al menos una de las amenazas cuanto antes.
Demian se llevó la daga al pecho, como otorgándole parte de su calor corporal. Pronto probaría la sangre.
El momento llegó cuando oía que los otros estaban lejos y el sujeto se desplazaba algo distraído, quizás un poco cansado de todo el asunto. Era de noche, después de todo. El golpe fue certero, como realizado por un fantasma, clavando la daga en la garganta con sorprendente agilidad. El sujeto tambaleó, quizo gritar, pero una buena patada en los testículos le quitó el poco aire que pudieran tener sus pulmones. Efectividad antes que honor era la lección básica de todo asesino. Retiró la daga y apuñaló nuevamente. Sintió un manotazo en un brazo, bastante fuerte, quizás le quedaría un moratón luego, pero todo ser agonizante se esfuerza en dar su último esfuerzo. Una tercera puñalada, justo en un ojo, terminó por llevarle completamente al suelo.
No perdió tiempo, se ocultó inmediatamente dentro de un mueble. Los compañeros no tardaría mucho en saber que algo andaba mal, pero para ese entonces seguramente ya su compañera estaría dentro de la casa o preparada para un combate.
Demian
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
Ya estaba hecho, la mujer había caído atravesada por una de sus flechas. La recogió y fue corriendo, con sigilo, de nuevo a la casa. Al principio no vio al niño brujo pero el ruido del metal clavándose en un cuerpo la hizo suponer que estaba ocupado. Me quedé escondida hasta que pude ver al crío esconderse. Llevaba una daga con sangre, lo que le hizo intuir que habría acabado con otro de los corruptos de esa casa.
Ya sólo quedaban dos. Y no tardaron en buscar a su compañero ya que, aunque lo llamaban, no respondía. El tipo de las dos espadas entró en la sala donde estaba el cadáver que había dejado Demian, refunfuñando, hasta que su voz se paró en seco al darse cuenta de porqué su amigo no respondía.
La elfa se colocó a su espalda, usando el marco de la puerta para resguardarse y justo antes de que tomara aire para gritar o avisar a su compañero, una flecha atravesó su cabeza, entrando por la parte de la nuca y saliendo por uno de sus ojos, dejando un rastro de fibras, coágulos y parte de los órganos por la madera del virote. Helyare avanzó varios pasos para sujetar el cuerpo del gran hombre, pues iba a caer a plomo contra el suelo de madera, lo cual haría un ruido demasiado estruendoso para seguir con el disimulo. Lo fue dejando caer en el suelo y al instante pudo ver que el que quedaba estaba en la puerta, horrorizado, mirando la escena de esa sala: uno de sus mejores hombres tenía la cara atravesada por una flecha, estaba sin uno de los ojos. De hecho, el ojo formaba ya parte de las hebras que adornaban la saeta. Su otro compañero estaba apuñalado en el suelo, sobre un charco de sangre y con la mirada inexpresiva, pero con gesto de horror. Bueno, no del todo, al igual que a quien había finiquitado Helyare, a este también le faltaba un ojo.
El tipo que quedaba vivo estaba paralizado y la última imagen que pudo guardar en su retina fue a la elfa apuntándole con su arco, dispuesta a disparar. Cayó al igual que su compañero, con una flecha atravesándole la cara, que lo mató en el acto. Sin sufrimiento.
La casa estaba ahora en completo silencio. Helyare miró con cierto desagrado esa sala, pues parecía una batalla campal, toda teñida de rojo. Salió y fue a buscar al niño brujo. –No queda nadie.
Se apartó del mueble para que pudiera salir y quedó apoyada en la pared, dejando escapar un suspiro. –¿Crees que ya habrán acabado las muertes de las chicas? –Quiso saber, preguntándose más para sí que para el pequeño. Le resultaba demasiado fácil que hubieran matado a los causantes de las muertes. Pero sus pesquisas los habían llevado a esa casa, donde se movía una buena trama de corruptela.
Con cuidado se puso a registrar los cajones y armarios a ver si encontraba algo que pudiera corroborar que, efectivamente, habían acabado con ese trabajo encomendado. Quería el dinero, lo necesitaba, había pasado tiempo caminando y recorriendo pueblecillos y se había quedado con apenas unas monedas que no cubrirían todo lo que necesitaba. Pero más que el dinero le importaba saber que habían hecho bien en matar a esa gente.
Helyare, pese a que sobresalía por su supuesta falta de empatía hacia los demás, no quería matar innecesariamente. Sólo a los brujos, y eso no era innecesario. Más bien había aprendido que esos deleznables hechiceros merecían pagar por la sangre derramada. Pero, ¿los humanos? Eran inferiores, bastante tenían con eso, como para ir matándolos indiscriminadamente. La elfa quería sentirse bien consigo misma, saber que no había sesgado la vida de alguien por una suposición, pese a que los habían escuchado hablar de sus tramas corruptas.
Por los cajones había papeles escritos a mano con una letra bastante fea donde marcaban los horarios de algunas de las chicas. Giró levemente la cabeza, leyendo. Eran unos archivos para saber cuándo y dónde cometer los delitos. Sin decir nada se acercó al niño y se los enseñó. Eso corroboraba lo que quería la muchacha, saber que habían ayudado y no se habían equivocado.
Lo que no sabía era si ya, por fin habían acabado con esa bnda de malhechores, o estos tenían cómplices.
Ya sólo quedaban dos. Y no tardaron en buscar a su compañero ya que, aunque lo llamaban, no respondía. El tipo de las dos espadas entró en la sala donde estaba el cadáver que había dejado Demian, refunfuñando, hasta que su voz se paró en seco al darse cuenta de porqué su amigo no respondía.
La elfa se colocó a su espalda, usando el marco de la puerta para resguardarse y justo antes de que tomara aire para gritar o avisar a su compañero, una flecha atravesó su cabeza, entrando por la parte de la nuca y saliendo por uno de sus ojos, dejando un rastro de fibras, coágulos y parte de los órganos por la madera del virote. Helyare avanzó varios pasos para sujetar el cuerpo del gran hombre, pues iba a caer a plomo contra el suelo de madera, lo cual haría un ruido demasiado estruendoso para seguir con el disimulo. Lo fue dejando caer en el suelo y al instante pudo ver que el que quedaba estaba en la puerta, horrorizado, mirando la escena de esa sala: uno de sus mejores hombres tenía la cara atravesada por una flecha, estaba sin uno de los ojos. De hecho, el ojo formaba ya parte de las hebras que adornaban la saeta. Su otro compañero estaba apuñalado en el suelo, sobre un charco de sangre y con la mirada inexpresiva, pero con gesto de horror. Bueno, no del todo, al igual que a quien había finiquitado Helyare, a este también le faltaba un ojo.
El tipo que quedaba vivo estaba paralizado y la última imagen que pudo guardar en su retina fue a la elfa apuntándole con su arco, dispuesta a disparar. Cayó al igual que su compañero, con una flecha atravesándole la cara, que lo mató en el acto. Sin sufrimiento.
La casa estaba ahora en completo silencio. Helyare miró con cierto desagrado esa sala, pues parecía una batalla campal, toda teñida de rojo. Salió y fue a buscar al niño brujo. –No queda nadie.
Se apartó del mueble para que pudiera salir y quedó apoyada en la pared, dejando escapar un suspiro. –¿Crees que ya habrán acabado las muertes de las chicas? –Quiso saber, preguntándose más para sí que para el pequeño. Le resultaba demasiado fácil que hubieran matado a los causantes de las muertes. Pero sus pesquisas los habían llevado a esa casa, donde se movía una buena trama de corruptela.
Con cuidado se puso a registrar los cajones y armarios a ver si encontraba algo que pudiera corroborar que, efectivamente, habían acabado con ese trabajo encomendado. Quería el dinero, lo necesitaba, había pasado tiempo caminando y recorriendo pueblecillos y se había quedado con apenas unas monedas que no cubrirían todo lo que necesitaba. Pero más que el dinero le importaba saber que habían hecho bien en matar a esa gente.
Helyare, pese a que sobresalía por su supuesta falta de empatía hacia los demás, no quería matar innecesariamente. Sólo a los brujos, y eso no era innecesario. Más bien había aprendido que esos deleznables hechiceros merecían pagar por la sangre derramada. Pero, ¿los humanos? Eran inferiores, bastante tenían con eso, como para ir matándolos indiscriminadamente. La elfa quería sentirse bien consigo misma, saber que no había sesgado la vida de alguien por una suposición, pese a que los habían escuchado hablar de sus tramas corruptas.
Por los cajones había papeles escritos a mano con una letra bastante fea donde marcaban los horarios de algunas de las chicas. Giró levemente la cabeza, leyendo. Eran unos archivos para saber cuándo y dónde cometer los delitos. Sin decir nada se acercó al niño y se los enseñó. Eso corroboraba lo que quería la muchacha, saber que habían ayudado y no se habían equivocado.
Lo que no sabía era si ya, por fin habían acabado con esa bnda de malhechores, o estos tenían cómplices.
Helyare
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
Los papeles mostraban el modus operandi que tenían los asesinos de las chicas pero, ¿habría más? Posiblemente no, al menos no después de haber acabado con quien orquestaba todo. Era hora de partir y no quería depender del crío. Bastante molesto había sido tener que ayudar a un brujo como para terminar el trabajo con él, no quería repartirse las ganancias con un hechicero.
Mientras este curioseaba la casa, Helyare siguió leyendo los papeles. La mujer con la que había acabado, quien estaba moviendo los hilos para matar a las prostitutas, era también quien pagaba a esos hombres pero, ¿y el dueño del local? Ya se habían encontrado con Elia de traidora, también trabajaba para la mujer de las joyas. ¿Ocurriría lo mismo con el dueño? Posiblemente no, pues les había contratado. Pero era difícil de adivinar. Lo que ella quería era salir rápidamente de esa aldea sin nombre con la bolsa llena de aeros.
Sin despedirse, salió por la ventana y fue al local rodeando por distintas calles a por donde había ido. Posiblemente para no encontrarse con los cuerpos sin vida de quienes habían recibido la justicia en forma de flecha. Aunque ella también se había llevado el daño de la traición de Elia. ¡Maldita imbécil! Por algo no confiaba en nadie, tanto había pedido ayudarla y al final había sido una rastrera. Seguramente, compañera de los asesinos.
Suspiró mientras avanzaba hacia el local. No era de su agrado y el hombre era bastante desagradable, pero con esos papeles podría ganar el dinero que le hacía falta para continuar su viaje hacia Lunargenta. Por fin llegó y se reunió con quien les había encargado hacer los trabajos, ese repugnante hombre gordo. –¡Estás aquí! ¡Has vuelto! –Parecía alegre y todo el muy idiota. Helyare simplemente asintió. –Creí que no volverías. ¿Y el enano? –su respuesta fue encogerse de hombros –, putos niños… ¡Menuda panda! Mira que contratar a un crío y a una mujer… –el tipo creía que el niño se había ido por ahí o había muerto y que ella no traía nada, pero le cerró la boca; en cuanto el hombre soltó eso ella lanzó los papeles contra la mesa, ante su atónita mirada. –¿Qué es…?
–Son los papeles donde se planeaban los asesinatos a tus trabajadoras –comenzó a decir la elfa avanzando hacia él, colocando las manos en la mesa del tipo –, era una de tus chicas quien orquestaba esto. Quería quedarse con el negocio.
–Pero el negocio es mío.
–Con el trabajo. Cualquier chica nueva a quien contratases la mataba. Elia estaba metida también. Y, bueno, esa mujer quería ser la única que cobrase por el trabajo. No quería competencia.
–¿Y cómo…?
–Sólo hay que leer los papeles. ¿Los humanos no saben leer su propio idioma común? –echó la pulla como él había hecho en varias ocasiones sobre su género. El tipo resopló y tomó las hojas.
–Emmm… Ajá… ¡Vaya! –empezó a hojear las siguientes, sin fijarse mucho en lo que ponía, ya había visto lo que quería. –Bien… pues… esto ya está. ¿Y los asesinos?
–Muertos. Las dos mujeres en la calle y los otros en una casa de color rojizo subiendo la calle para arriba. Por si quieres verlos.
–¿No había más? –Helyare negó. –Pues, se acabó.
–No, me debes algo –la elfa extendió la mano.
–Seh, seh… yo pensé que los elfos os alimentabais de cosas del bosque, de hojas y esas cosas –Helyare arrugó la cara en un gesto de desagrado, pero no la vio –, ¿para qué queréis dinero los seres como tú?
–Eso no te importa. Cumple el trato.
–Vale, vale –del cajón sacó un saquito con aeros y lo lanzó a la mesa haciendo sonar las monedas del interior –, también creí que las elfas eran agradables y simpáticas. Debes ser la excepción –ella no hizo ni caso, simplemente cogió la bolsita. –Eh, si quieres dinero, ya te dije cuando viniste que podías trabajar aquí… Ganarás mucho más que un saquito con dinero, ganaras tantos aeros que no te cabrán en una bolsa –su cara cambió, tratando de convencer a la extranjera –, las elfas ganan mucho más que las humanas. Tú tendrías que estar ahí, llevando esas ropas transparentes que lleváis los de vuestra especie, haciendo que los viajeros pierdan la cabeza entre tus… encantos –enarcó una ceja sonriendo de lado.
–No.
–Estás perdiendo mucho dinero. Mis clientes pagarían grandes sumas por un rato de tu compañía –la elfa volvió a repetir lo mismo. –Podrías ayudarme a sustituir a las chicas que mataron.
–¿Qué tengo que decirte para que entiendas lo que te digo?
–Quiero que aceptes mi propuesta.
Mientras este curioseaba la casa, Helyare siguió leyendo los papeles. La mujer con la que había acabado, quien estaba moviendo los hilos para matar a las prostitutas, era también quien pagaba a esos hombres pero, ¿y el dueño del local? Ya se habían encontrado con Elia de traidora, también trabajaba para la mujer de las joyas. ¿Ocurriría lo mismo con el dueño? Posiblemente no, pues les había contratado. Pero era difícil de adivinar. Lo que ella quería era salir rápidamente de esa aldea sin nombre con la bolsa llena de aeros.
Sin despedirse, salió por la ventana y fue al local rodeando por distintas calles a por donde había ido. Posiblemente para no encontrarse con los cuerpos sin vida de quienes habían recibido la justicia en forma de flecha. Aunque ella también se había llevado el daño de la traición de Elia. ¡Maldita imbécil! Por algo no confiaba en nadie, tanto había pedido ayudarla y al final había sido una rastrera. Seguramente, compañera de los asesinos.
Suspiró mientras avanzaba hacia el local. No era de su agrado y el hombre era bastante desagradable, pero con esos papeles podría ganar el dinero que le hacía falta para continuar su viaje hacia Lunargenta. Por fin llegó y se reunió con quien les había encargado hacer los trabajos, ese repugnante hombre gordo. –¡Estás aquí! ¡Has vuelto! –Parecía alegre y todo el muy idiota. Helyare simplemente asintió. –Creí que no volverías. ¿Y el enano? –su respuesta fue encogerse de hombros –, putos niños… ¡Menuda panda! Mira que contratar a un crío y a una mujer… –el tipo creía que el niño se había ido por ahí o había muerto y que ella no traía nada, pero le cerró la boca; en cuanto el hombre soltó eso ella lanzó los papeles contra la mesa, ante su atónita mirada. –¿Qué es…?
–Son los papeles donde se planeaban los asesinatos a tus trabajadoras –comenzó a decir la elfa avanzando hacia él, colocando las manos en la mesa del tipo –, era una de tus chicas quien orquestaba esto. Quería quedarse con el negocio.
–Pero el negocio es mío.
–Con el trabajo. Cualquier chica nueva a quien contratases la mataba. Elia estaba metida también. Y, bueno, esa mujer quería ser la única que cobrase por el trabajo. No quería competencia.
–¿Y cómo…?
–Sólo hay que leer los papeles. ¿Los humanos no saben leer su propio idioma común? –echó la pulla como él había hecho en varias ocasiones sobre su género. El tipo resopló y tomó las hojas.
–Emmm… Ajá… ¡Vaya! –empezó a hojear las siguientes, sin fijarse mucho en lo que ponía, ya había visto lo que quería. –Bien… pues… esto ya está. ¿Y los asesinos?
–Muertos. Las dos mujeres en la calle y los otros en una casa de color rojizo subiendo la calle para arriba. Por si quieres verlos.
–¿No había más? –Helyare negó. –Pues, se acabó.
–No, me debes algo –la elfa extendió la mano.
–Seh, seh… yo pensé que los elfos os alimentabais de cosas del bosque, de hojas y esas cosas –Helyare arrugó la cara en un gesto de desagrado, pero no la vio –, ¿para qué queréis dinero los seres como tú?
–Eso no te importa. Cumple el trato.
–Vale, vale –del cajón sacó un saquito con aeros y lo lanzó a la mesa haciendo sonar las monedas del interior –, también creí que las elfas eran agradables y simpáticas. Debes ser la excepción –ella no hizo ni caso, simplemente cogió la bolsita. –Eh, si quieres dinero, ya te dije cuando viniste que podías trabajar aquí… Ganarás mucho más que un saquito con dinero, ganaras tantos aeros que no te cabrán en una bolsa –su cara cambió, tratando de convencer a la extranjera –, las elfas ganan mucho más que las humanas. Tú tendrías que estar ahí, llevando esas ropas transparentes que lleváis los de vuestra especie, haciendo que los viajeros pierdan la cabeza entre tus… encantos –enarcó una ceja sonriendo de lado.
–No.
–Estás perdiendo mucho dinero. Mis clientes pagarían grandes sumas por un rato de tu compañía –la elfa volvió a repetir lo mismo. –Podrías ayudarme a sustituir a las chicas que mataron.
–¿Qué tengo que decirte para que entiendas lo que te digo?
–Quiero que aceptes mi propuesta.
- Spoiler:
- Después de un tiempo he decidido terminar el trabajo con Demian, aunque lo seguiré sola dado que él ya no está
Helyare
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
El hombre seguía insistiendo de forma incansable, era incapaz de dejar que la elfa se fuera. Los de su especie eran un fetiche muy reclamado por los clientes, sobre todo las féminas. Costaba encontrarlas e incluso había contactado con un esclavista para ver si podía comprarle unas elfas, pero no tenían. Apenas duraban en las subastas de esclavos. ¡Ahora tenía una delante y no podía dejar escapar esa oportunidad! Aunque la joven no tenía intenciones de dejarse convencer. –Te triplico el dinero –era mentira, una vez la convenciera haría lo posible por no tener que aflojar tanta cantidad. Aunque sabía que iba a tener buenas ganancias.
–No aceptaré –no dijo nada más, tomó la bolsa del dinero y se giró dispuesta a irse. Helyare no estaba para aguantar los ruegos de un humano y menos, muchísimo menos, para contentar los deseos carnales de una panda de seres de su calaña.
–¡No te irás! –En cuanto el tipo se giró por la mesa para intentar agarrar su brazo, ella se giró con el arco ya preparado con una flecha cargada, apuntándole directamente.
–Claro que me iré –el tipo levantó las manos mientras daba un par de pasos hacia atrás. Se notaba que había cabreado a la muchacha, pero es que solo de pensar en la ingente cantidad de aeros que iba a conseguir…
Aun así no pudo hacer nada y la elfa se fue, cerrando la puerta tras de sí.
Había cumplido su parte del trato, las chicas estaban a salvo y todos los de esa banda estaban muertos, ya no había nada que la retuviera en ese lugar. No le gustaba cómo los humanos habían hecho ese negocio tan sucio con respecto a algo tan hermoso como podía ser el sexo. Su idea era otra totalmente distinta y había hecho muchos esfuerzos por no acabar ensartando al jefe del local con una de sus flechas. Simplemente dio por finalizado su trabajo y se largó.
No tenía que compartir sus ganancias con el crío y, por suerte, tampoco era necesario encontrarse con él, a poder ser en la vida. Todavía le carcomía la mala sensación de no haberle dejado morir cuando Elia le atacó.
Caminó entre varias calles estrechas hasta llegar a una plaza y de allí partió por el camino en dirección a Lunargenta. No había olvidado la única misión que guiaba sus pasos: encontrar a su prometido. El dinero era secundario, simplemente para alargar su distancia. Sin el saco de aeros costaría mucho más conseguir todo lo que necesitaba para llegar a la capital. Con esa vez sería la segunda vez que iría a la ciudad de los humanos, no es que le hiciera mucha ilusión, pero no le quedaba otro remedio. Aunque una pequeña parte de su cabeza pensaba en qué podía hacer si en Lunargenta no estaba. ¿A dónde iría? Sacudió ligeramente la cabeza para intentar eliminar ese molesto pensamiento. ¡Estaría allí! Eran las últimas noticias que había tenido de él. Estaría allí sin duda. ¿Y cuando la viera? Otro pensamiento a eliminar, trataba de ser positiva. Seguro que la extrañaría tanto como ella a él… Aunque costaba pensar que la actitud de su prometido no iba a cambiar en cuanto viese su cara.
Harta de sus pensamientos echó a correr por un lado del camino. Necesitaba cansarse, el aire dándole en la cara o la sensación de escapar de aquel pueblo podrido por el vicio y el dinero. Le dieron ganas de gritar, pero no lo hizo. Cada paso que daba estaba más cerca de la capital, más cerca de quien estaba buscando. O eso creía. Pero era a esa esperanza a la que se agarraba para poder seguir el camino hacia un lugar que odiaba, que estaba repleto de seres inferiores y que no sería mejor que el poblado que acababa de dejar atrás.
Al menos tenía dinero para su viaje. Era su único consuelo.
–No aceptaré –no dijo nada más, tomó la bolsa del dinero y se giró dispuesta a irse. Helyare no estaba para aguantar los ruegos de un humano y menos, muchísimo menos, para contentar los deseos carnales de una panda de seres de su calaña.
–¡No te irás! –En cuanto el tipo se giró por la mesa para intentar agarrar su brazo, ella se giró con el arco ya preparado con una flecha cargada, apuntándole directamente.
–Claro que me iré –el tipo levantó las manos mientras daba un par de pasos hacia atrás. Se notaba que había cabreado a la muchacha, pero es que solo de pensar en la ingente cantidad de aeros que iba a conseguir…
Aun así no pudo hacer nada y la elfa se fue, cerrando la puerta tras de sí.
Había cumplido su parte del trato, las chicas estaban a salvo y todos los de esa banda estaban muertos, ya no había nada que la retuviera en ese lugar. No le gustaba cómo los humanos habían hecho ese negocio tan sucio con respecto a algo tan hermoso como podía ser el sexo. Su idea era otra totalmente distinta y había hecho muchos esfuerzos por no acabar ensartando al jefe del local con una de sus flechas. Simplemente dio por finalizado su trabajo y se largó.
No tenía que compartir sus ganancias con el crío y, por suerte, tampoco era necesario encontrarse con él, a poder ser en la vida. Todavía le carcomía la mala sensación de no haberle dejado morir cuando Elia le atacó.
Caminó entre varias calles estrechas hasta llegar a una plaza y de allí partió por el camino en dirección a Lunargenta. No había olvidado la única misión que guiaba sus pasos: encontrar a su prometido. El dinero era secundario, simplemente para alargar su distancia. Sin el saco de aeros costaría mucho más conseguir todo lo que necesitaba para llegar a la capital. Con esa vez sería la segunda vez que iría a la ciudad de los humanos, no es que le hiciera mucha ilusión, pero no le quedaba otro remedio. Aunque una pequeña parte de su cabeza pensaba en qué podía hacer si en Lunargenta no estaba. ¿A dónde iría? Sacudió ligeramente la cabeza para intentar eliminar ese molesto pensamiento. ¡Estaría allí! Eran las últimas noticias que había tenido de él. Estaría allí sin duda. ¿Y cuando la viera? Otro pensamiento a eliminar, trataba de ser positiva. Seguro que la extrañaría tanto como ella a él… Aunque costaba pensar que la actitud de su prometido no iba a cambiar en cuanto viese su cara.
Harta de sus pensamientos echó a correr por un lado del camino. Necesitaba cansarse, el aire dándole en la cara o la sensación de escapar de aquel pueblo podrido por el vicio y el dinero. Le dieron ganas de gritar, pero no lo hizo. Cada paso que daba estaba más cerca de la capital, más cerca de quien estaba buscando. O eso creía. Pero era a esa esperanza a la que se agarraba para poder seguir el camino hacia un lugar que odiaba, que estaba repleto de seres inferiores y que no sería mejor que el poblado que acababa de dejar atrás.
Al menos tenía dinero para su viaje. Era su único consuelo.
Helyare
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Re: Ruidos de medianoche [Trabajo] [Demian + Helyare]
RECOMPENSAS
Un trabajo prometedor desde el principio y lleno de eventos inesperados; consiguieron conectarse bastante bien a pesar de ser personajes tan diferentes; una pena que tu compañero se haya ausentado, sin embargo lograste llevar de buena manera el curso de la historia para darle un desenlace a la altura del planteamiento inicial.
Recompensas:
Helyare Recibe 18 puntos de experiencia y 400 aeros que ya serán sumados a tu perfil.
Demian por su parte deberá pedir que se reabra el tema y terminarlo por su parte para poder reclamar sus puntos.
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Demian por su parte deberá pedir que se reabra el tema y terminarlo por su parte para poder reclamar sus puntos.
Ansur
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