[Cerrado]Apariencias de cristal. [Trabajo][Demian y Arygos][+18]

Era ya la segunda o la tercera vez que entraba por esas puertas, y la verdad, mi camino a esa ciudad había sido particularmente accidentada,, siempre surgía algún asunto que llamaba mi atención por el cual o desviaba mi camino, o mi estancia no era lo suficientemente larga como tenia previsto, y como si el destino se riera de aquello, no parecía algo que fuera a cambiar.

Cruzár la gran entrada a la ciudad me había parecido un buen augurio del cambio de circunstancias, hasta que un papel desvaído había llamado mi atención en un tablón, quizás por su pulcra letra, su hermosa manufactura, o por la palabra niña clara y nítida sobre el papel, pero mi tranquilidad en la ciudad duró apenas unos minutos, menos incluso que otras veces, tras leer aquel cartel.  Una niña había desaparecido.
Leí las indicaciones del lugar en el cual se contactaba con el anunciante, y con mi, ahora, inseparable bastón, caminé por fin casi sin tropiezos, hacia una case moderadamente ponderada de la ciudad de los cristales.

Una reja delimitaba un perímetro con una considerable extensión de jardín, donde un par de perros, mas mansos que guardianes,  saltaban entre los matorrales pulcramente cuidados. La gran fachada, que asomaba entre los barrotes, no se diferenciaba de los caseríos en las otras ciudades en demasía, a excepción de un detalle, los vitrales coloridos que lucían los ventanales, altos como un hombre adulto en todas las plantas. Sus colores brillaban con nitidez ante la luz de la mañana, y reflejaban sus colores danzantes en el suelo del interior de aquella morada.
Una mujer mayor, de rostro cenio, ancho, y ojos cansados, se acercó a la puerta precedida por el tintineo metálico de las llaves colgadas de su cinturón, sus ropas oscuras, el pelo recogido y el mandil, sobrias ropas que compartía con aquellos que ejercían su profesión, el ama de llaves.

No parecía muy convencida de mis ganas de ayudar, o quizás era de las capacidades, pues, no solo me confundió con una muchacha buscando trabajo de criada, si no que  miraba mi cintura como si debiera encontrar allí algo que no lograba ver, y me excruto con poca confianza varias veces hasta que finamente accedió a dejarme entrar para darme todos los detalles respecto al problema que tenían entre manos.

El césped, aunque se veía cuidado, no era ni mas suave, ni mas fresco que el salvaje, solo se veía mas prolijo, y caminé un par de pasos por el cuando no me veía, para realizar esa comprobación, y luego seguir el empedrado camino que conducía a la casa principal.

Ni bien llegamos al salon recibidor, una sala pequeña, y casi sin mobiliario, con las marcas en las paredes y el suelo de pertenencias que habían sido retiradas de allí tras mucho tiempo en el mismo lugar. La iluminación provenía únicamente de los ventanales, y unas brasas tenues en un hogar modesto y de baja estatura amurado en el centro de una de las paredes.
Los perros empezaron a ladrar, y el susurro del jardinero, a quien no había visto pero probablemente había anunciado también mi llegada, hicieron presencia, haciendo que la señora se dispensara para ir a atender la puerta nuevamente, dejándome completamente sola en esa habitacion, que pese el colorido de los cristales, tenía algo de gris y triste.

El ama de llaves no se ausentó demasiado, y pronto estaba de vuelta con un niño, que la seguía en el mas sepulcral de los silencios, y de mirada ausente.

-Buenas pequeño, ¿Vives aquí?.- salude en un tono bajo al muchacho, alargando cada letra, no por gusto, si no por acento, y casi en un susurro, por el pesado ambiente de quietud que propiciaban ambas personas al no pronunciar palabra alguna.
El resto de la casa, no era como el recibidor, y había algunos objetos, mobiliario y cuadros que parecían pertenecer a los huecos de esa sala, que habían sido movidos temporalmente a la siguiente que nos tocó cruzar. El resto de la casa estaba bien amueblada, tenia decoración,  y aunque no era una de las villas mas portentosas del continente, su decoración tampoco era del todo modesta.

Finalmente, el ama de llaves se detuvo delante de una puerta, golpeó con los nudillos sobre el marco, y nos anunció antes de abrir la puerta, a lo que resultó ser un despacho. Muebles sobrios, y llenos de papeles, con anotaciones y numeros por todo lado, que no me detuve a ojear, distraída como estaba en la presencia del hombre, quien asumí como el dueño de la casa.
Grande, de facciones anchas, y una protuberante barriga que parecía que en cualquier momento haría saltar los botones de su chaleco en nuestra dirección si inspiraba con demasiada fuerza, el sujeto nos ojeaba con una clara expresión de decepción, con sus pequeños y ojerosos ojos escondidos tras unos gruesos lentes.

Torció la boca, coronada por un espeso bigote en una mueca, pronunciando las arrugas de su añejo rostro, antes de soltar un hondo suspiro, que nos libero, por unos segundos, de perder un ojo a causa de los proyectiles en potencia que lucían en hilera sobre su abdomen.

Con un vago gesto, no muy cortes, nos señalo unos asientos viejos, de tapicería gastada en frente de su escritorio, mientras volvía a tomar asiento en su propia silla al otro lado del mismo, y cerraba, apartando de nuestra vista, carpetas y documentos sobre su negocio, que colocaba, sin demasiado orden, en los cajones que tenía al alcance
.
-Bienvenidos.- saludó con una voz grave y cansada.- Imagino vienen por el delicado asunto  de mi hija.- prosiguió, con una mirada inquisitiva a la par de cansada.- No es un trabajo fácil, pero serán debidamente recompensados si traen a mi hija de vuelta, sana, salva, y son discretos.- añadió, haciendo especial énfasis en la ultima palabra.- Mi hija desapareció antes de llegar a la ciudad, volviendo de la casa de invierno de la familia de su madre, y por ahora, prefiero que se siga creyendo que se encuentra allí. El carruaje salió hace un par de días, pero nunca llego a la ciudad.- cerró los ojos, y paso se paso su gruesa mano por el pelo, echándoselo hacia atrás, haciendo esfuerzos pro ser conciso y mantener la compostura, ocultando de mala manera, su nerviosismo y preocupación.

-Señor, puede que se hayan entretenido pro el camino.- añadió el ama de llaves, quien no lucía especialmente contenta con esa clase de reuniones.

-¡Ha sido Jhon Reinols!.- le espetó con brusquedad a esta, como si se hubiera olvidado por un instante de nuestra presencia.-¡El bastardo vino ayer a preguntar con esa sonrisa burlona como se encontraba mi pequeña!¡Seguro que ha sido culpa suya!.- Golpeó con fuerza la mesa, con el puño cerrado.- ¡Mejor que te calles y hagas tu trabajo!.- le espeto a la criada, señalandole bruscamente la puerta.

-Ese maldito.- refunfuño pro lo bajo.- Seguro que es todo culpa suya, no soporta que mis lamparas de cristal se exporten mejor que las suyas,  pero no ha salido de la ciudad... y no puedo probar nada.- tensó la mandíbula con fuerza, e inspiró profundamente, intentando recobrar la calma. Tras varios segundos, finalmente volvió la mirada hacia nosotros.

-Solo necesito que traigan de vuelta a mi pequeña flor.
Asentí en silenció, sin pronunciar palabra, no quería desatar nuevamente la ira del mercader, ni aumentar su dolor, aunque no cabía en mi asombro, al darme cuenta de que el muchacho que se encontraba al lado mio, pretendía ejercer como rescatador, en vez de pertenecer a la familia de la casa, como había supuesto en primer lugar.

Cuando el niño empezó a hablar me gire para observarlo, la forma ne la que tartamudeaba me hacia recordar ligeramente a mis propias dificultades con el habla, así que le dedique una sonrisa intentando tranquilizarlo, o al menos, que se sintiera cómodo con sus propios problemas de dicción.
No me extrañó que el hombre desestimara su ayuda, y es que ne el fondo, yo también me preguntaba que hacía un niño en ese lugar en vez de estar jugando por las calles con sus amigos. pero de alguna forma, el hombre pareció sobresaltarse al mirar el pequeño  cambiar de opinión. Lo mire fijamente durante un buen rato, intentando advertir que había generado ese brusco cambio en nuestro anfitrión, y no recibí respuesta alguna. Mas que miedo, su  infantil sonrisa me dio ternura.

Tras aquella extraña escena nos dispensaron, y nos condujeron en la salida.
La condición para su amistad que puso el chico me hizo parpadear un par de veces y repasar lo que había dicho como si lo hubiera escuchado mal. O yo aun no tenía mucha noción del manejo de su especie, o ese saludo era tan raro como un perro a cuadros.
-Igualmente.- respondí intentando ser correcta, al tiempo de ver como hacia una especie de juego malabar con una herramienta de metal afilada. Des de luego las apariencias engañaban, o ese muchacho era un imprudente, pero si me hubiera aventurado a adivinar que llevaba encima, jamás habría estado en mi lista un objeto como aquel.
Mire hacia mi morral donde apenas si tenia un viejo cuchillo que no había usado des de que meses atrás había abandonado el norte, y que permanecía en el fondo de la bolsa acumulando polvo y después su arma. Por suerte, pese poseer une equipo mucho mas precario, no era algo que tendiese a usar cuando tenía problemas.

-No soy especialmente buena siendo sigilosa, y no puedo correr en esta forma.- advertí a mi compañero.- pero si hay espacio suficiente, soy medianamente resistente y puedo romper alguna extremidad de un bocado.- Comenté , creyendo oportuno que si el mostraba sus armas, por lo menos yo le contara de las mías, ya que transformarme en media ciudad podía generar un alboroto que dudaba que ninguno de ambos disfrutáramos en absoluto, y que no iba a ser en ningún sentido de utilidad para la misión. -También hay gente que se asusta pensando que me los voy a comer.- proseguí pensando en otros datos que pudieran resultar de interese.- y no escupo fuego, pero si puedo tirar agua caliente.- añadí para que no sucediera lo mismo que con bio, quien me había proclamado como el gran dragón de fuego en una ocasión para llevarse una gran decepción cuando solo el obsequié con un triste chrorito de agua.

La acotación de que el joven había hecho trabajos anteriores de esa clase me vino a la mente, y esperando que, teniendo mas experiencia, tuviera mas idea sobre el idóneo actuar en esa situación, aproveché que nos encontrábamos ya fuera del caserío para proseguir con mi lento parloteo.
-¿Por donde crees que sería mejor empezar?.- Había mencionado discreción y un nombre, ir a preguntar al presunto culpable nos e me antojaba discreto, pero ir directamente a revisar los caminos, podía ser largo y dar muchos rastros que pertenecieran a cualquiera menos a quien estábamos buscando.

El ama de llaves nos dio unas pocas indicaciones mas, que resultaron ser muchísimo mas útiles que las que había proporcionado el mercader en algún punto, como el de proporcionarnos un mapa, que aunque fuera de forma temporal, podríamos memorizar vagamente. También descartó parte del camino  reduciendo considerablemente el área que tendríamos que peinar en busca de cualquier rastro que nos indicara que había sido de la carreta, y de  los hombres.
El joven tubo la buena idea de pedir monturas para llegar, lo cual no había pensado hasta el momento hasta que el muchacho lo había mencionado. Solo había un pequeño problema, no sabía montar a caballo, bueno, ni a caballo ni a ningún otro tipo de montura, lo mas similar que había echo era ir sobre el lomo de mis hermanos cuando era muy, muy pequeña. Lo cual no resultaba solo una experiencia lejana si no abismalmente distinta, sobre todo teniendo en cuenta que en esas ocasiones, era la supuesta montura la que estaba pendiente de que yo no me cayera, y no viceversa.

Miré el caballo, mucho mas alto des de esa distancia de lo que parecían en la lejanía cuando sobrevolaba los caminos, y luego al muchacho como se trepaba, intentando imitarlo sin demasiado éxito las primeras veces, estrellandome contra el suelo hasta que el ama de llaves, con una cara de no hacerle ni la mas mínima gracia que yo me llevara uno de los corceles me ayudó a subir y me extendió, con un rictus irritado en el rostro, las riendas.
Le agradecí en un murmullo y me aferre con firmeza a estas, mirando completamente desorientada al muchacho para imitar los gestos que realizara para hacer avanzar a la bestia.
Resultaba, como poco raro, estar siendo transportada por algo a lo que usualmente consideraba comida.

Los primeros movimientos del caballo me hicieron sentir como si en cualquier momento  fuera a volver a re-encontrarme con el suelo, y me agarré con todas mis fuerzas al animal mientras escuchaba las acotaciones del jovencito.
-Estrictamente necesario...-repetí para mi misma sin demasiada ilusión por aquello.- Esta bien, como quiera...-suspiré, la verdad es que la forma de dragón podía darnos ventajas para peinar el terreno por ejemplo, pero algo que me decía que aquello no entraba en su definición de estrictamente necesario.
-Me imagino que tiene razón, si han hecho desaparecer una carreta, y todos los guardias.- asentí.-Me fijé que hay una laguna cerca del tramo en el que desapareció la niña, si se encuentra un modo de hundir los cuerpos, me parece un buen lugar donde esconder una carreta sin dejar rastro. Y las armaduras de los guardias podrían hacer de peso muerto para hundir sus cuerpos.- Enterrar cuerpos dejaría el rastro de tierra removida, quizás se podría en un campo si los hubiera, replantando todo encima, o si fuera recién sembrado, pero una alguna en medio del invierno parecía dar mas garantías de que no descubrieran rastros, ya que difícilmente alguien se sumergiría en sus aguas con los ramalazos de frío que todavía azotaban intermitentemente la región.

Avanzar por el caballo hasta la salida de la ciudad fue sin ninguna duda una de las tareas mas difíciles que había tenido que realizar, por suerte el bicho andaba lento, y la gente se apartaba sobre su paso, pero no pude evitar tener el corazón en la garganta hasta que atravesamos los pórticos de la muralla y empezamos a cabalgar por camino abierto, sin tanta aglomeración de posibles victimas por arrollo interponiéndose en el sendero.
Apenas llevábamos unos pocos minutos y ya sentía mi cuerpo doler por el traqueteo de los pasos de la bestia, y por la excesiva presión y tensión de mis extremidades. Rebotar contra la silla tampoco ayudaba a estar en optimas condiciones, y tenía la sensación que después de aquello, caminar iba a volverse mucho mas difícil, y sentarse una tarea a la que le agarraría bastante asco  hasta que se me pasara el dolor en las posaderas.

Intenté distraerme de la gran incomodidad que me embargaba para centrarme en la tarea que teníamos entre manos. Dudaba que la búsqueda de la muchacha la pudiéramos realizar como tendíamos allá a localizar a las crías desaparecidas, y dado que el niño parecía tener bastante mas experiencia en ello, giré el rostro despacio hacia el todo lo que pude para mirarlo por el rabillo del ojo sin perder de vista el camino.
-¿Como acostumbra a proceder?.- Pregunté de nuevo, esperando que esta vez si se dignase a responder a mi pregunta.

El muchacho no solo no se digno a responder aquella pregunta que ya había hecho dos veces, si no que montando mucho mas velozmente fue alejándose cada vez mas de mi hasta que desapareció por el camino, sacándome una sustanciosa ventaja. Tomaría aquello como que no haríamos equipo para intentar solventar el problema, y como que había quedado por mi cuenta, algo con lo que había contado al llegar allí, pero había aparcado al conocer al enano hasta aquel momento.

Llegue a la parte rural del sendero mucho después de lo que me habría gustado, las extremidades me dolían de la tensión y el constante traqueteo del animal al trotar. Me costó bastante lograr que el equino se detuviera. Cuando finalmente logré parar, y bajarme del caballo, o mejor dicho caerme del mismo diseccionando mi aterrizaje, até al bicho en un árbol fuera del camino, uno de los que bordeaban la laguna. Tomé mi inseparable bastón, y con ayuda del mismo empece a peinar la orilla, buscando algún rastro  que corroborara mis hipótesis sobre el destino de la carreta y la escolta de la hija del mercader.

Mi paso era mas lento de lo habitual, no solo por tener las extremidades lastimadas por mi primera experiencia como jinete, si no porque a medida que me acercaba a la orilla iba pinchando el suelo con el bastón controlando la densidad del suelo, para que por accidente no se me hundiera de golpe un pie en el barro, o en una charca que quedara cubierta por los islotes de algas y vegetación que flotaban sobre las turbulentas y estancadas aguas y cubrían sus margenes sin dejar ver donde empezaba claramente el lago.

No había recorrido aún demasiada extensión cuando me fijé parte de las plantas de un lugar parecían aplastadas, y cuya superficie se encontraba cubierta de una fina película de lodo, en dos franjas gruesas, que culminaban en un claro en la laguna, como si una porción de las ldonëas hubiera sido arrancada de cuajo en medio del agua impenetrable.
Me acerqué a aquellas marcas, afirmando el bastón que se sumergió un par de palmos en el agua delante de mi. Tomé con la mano libre mis faldones, arremangándolos hasta las rodillas, y seguí al bastón, apoyándome cuidadosamente sobre el lecho que yacía bajo el verdor, recorriendo las marcas que estimaba de ruedas, acercándome hacia  aquel agujero.

Paso a paso el bastón se iba hundiendo cada vez mas a medida que me acercaba a mi objetivo, y al final solo pude ponerme de puntillas, encorvarme hacia adelante y hundir el bastón en el agua. Este desapareció, el turbulento fluido que no me permitía ver el fondo fue tragándose la rama, luego mi mano y parte del antebrazo, empapando la tela azul oscura que cubría mi brazo hasta que noté un tope. Golpeé una vez, dos, no se sentía como piedra pero era solido.  Deslicé el bastón por esa superficie, no era metal, y era muy grande para ser un cuerpo... ¿Podría ser?
Me alejé, di unos pasos atrás y clavé el bastón en la orilla, luego volví a acercarme en el margen, pero esta vez me sumergí en la laguna.

El agua turbulenta no estaba por ello menos fría. Noté como la piel se erizaba tras las ropas empapadas que se pegaban a mi cuerpo y cuyo peso creciente me empujaba hacia el fondo de la alguna, facilitando las brazadas con las que me acercaba a lo que había tocado con el bastón des de la superficie.
Mantenía los ojos cerrados con fuerza, evitando que se lastimaran por la tierra que tenía el agua.
Era una sensación revitalizante, y extrañamente familiar la de bucear, pese a que el tiempo no invitara a ello, y mis extremidades se pusieran a temblar por la helada temperatura que pinchaba mi carne como si a mi alrededor flotaran una gran cantidad de agujas.

No tardaron mis manos en  chocaran contra la superficie que había estado buscando. Me agarre a un saliente y empecé a a tantear.
Tablones de madera, podía reconocer el material por el tacto, pero no solo eso, estaba tallada. Agarrándome a los salientes, y conteniendo la respiración me fui desplazando por el contorno de aquel aparato hasta que di con una pieza móvil, que se balanceo ante el tacto, una manija que abrí sin problemas.
Pataleé a tientas metiéndome dentro de aquella estructura, sin dejar de tantear hacia todos lados. Mis manos rozaron unos asientos tapizados, los cortinados de la puerta del otro lado, el techo de lo que ahora estaba mas segura que nunca, era el carruaje, y el suelo del mismo en el cual hallé rocas, y algo metálico y curvo.
Reseguí aquel objeto que me recordaba a un escudo pero mas curvo aun hasta su borde, y tras esto mis dedos se hundieron ligeramente en algo blando, pero mas terso que el barro.
Aquella sustancia estaba pegada a algo duro. Recorrí con los dedos aquella superficie curvilínea mientras despegaba en mi avance la gelatina que se le aferraba, dejando claros surcos en su superficie, mis dedos avanzaron por un pequeño montículo y luego se hundieron en algo aun menos denso, una cavidad ojival pulida y perfecta.... Tarde unos instantes en percatarme que era  el rostro de un cadáver semi descompuesto lo que estaba tanteando con tanta tranquilidad.
Retiré la mano al instante. No necesitaba continuar tocando para saber. Allí se hallaba el carruaje, y con el los cuerpos de los guardianes que custodiaban el mismo en la muerte como lo habían hecho en vida.
Salí de la cabina guiándome con las manos, y me empuje con los pies sobre la estructura de madera para poder emerger rápidamente aun y con el peso de las ropas.

Nada mas volver a sentir el aire alrededor de mi rostro tomé una gran bocanada de aire y aparté el pelo que se me pegoteaba en la cara y que me impedía respirar cómodamente. Tarde algo mas aun en abrir los ojos, sin pasarme las manos por estos para enjuagarlos, pues no lograría nada bueno con ello, y nadando con torpeza por culpa del vestido mojado y embarrado me dirigí hacia la orilla y emergí de la alguna cubierta de una fina película de lodo y de restos de algas que colgaban de mi cuerpo como si fuera alguna clase de criatura de las que se decía vivían en los pantanos.

No me giré a ver el agua hasta que no tuve en mis manos el bastón, caminar ahora era mucho mas difícil y me tropezaba con los faldones empapado que se pegaban y enredaban a mis piernas haciendo mas complejo el acto de andar.
Por lo menos había resuelto uno de los misterios, quizás el mas sencillo de ellos, y fue la clave de ello lo que me permitió resolver el otro, la carencia de data sobre como o por donde había podido ir la joven sin ser vista.
Meter una carreta como aquella tan a dentro en la laguna habría requerido de que se tirase de ella desde dentro del lago, o si no habría quedado trabada o enredada mas en la orilla, además la mejor forma de desaparecer sin dejar rastros en la tierra era hacerlo o por el aire, o por el agua, así que me inclinaba en creer que los secuestradores habían venido en alguna clase de embarcación. Embarcación que debía de haber atracado cerca, y de la que encontré marcas en la orilla  sin tener que alejarme mucho del lugar por el cual habían adentrado el carruaje a la laguna.

Miré hacía la orilla opuesta, intentando vislumbrarla bien sin éxito. Rodearla toda era un trabajo titánico para hacer a pie, y no pensaba subirme nuevamente al caballo, así que caminé hacia el equino y clave el bastón al lado del mismo, luego me alejé de la bestia y dejé que mi forma común se hiciera presente fuera del alcance de la visión de mi montura para que esta no se alarmara ni se pusiera a relinchar asustada.
Pronto las ropas dejaron de molestarme, y mi cuerpo escamoso igualmente lleno de barro y lodo se hallaba bastante mas mimetizado con el entorno de lo que tendía a estar. Al fijarme de aquello tomé con las zarpas algo mas de barro y termine de cubrirme en el para no resultar un foco visible y poder reptar a ras del suelo sin ser vista mientras seguía el rastro de los secuestradores.

Planee pegada a la orilla, caminando en algunas ocasiones, siempre sumamente atenta a las marcas de la costa, pero no halle nada allí, si no en los arbustos cercanos entre los que caminaba de vez en cuando, que intenté atravesar sin éxito, chocándome con el casco dado vuelta de una embarcación fondera escondida entre la maleza.
Aquel encuentro fortuito fue el golpe de suerte que necesitaba para pararme a mirar a mi alrededor buscando cualquier cosa, pisadas, plantas aplastadas como si varias personas hubieran caminado por allí, restos de tela o lana enganchados en alguna rama baja, si podía seguir la pista a animales para comerlos, con personas que eran mucho mas grandes no creía que me resultara mucho mas complicado.

Aquello resultó ser parcialmente cierto, pues así como los hombres eran animales grandes, también eran conscientes de si mismos, y parecían haber limpiado parte de su propio rastro, por lo que cuando el murmullo de unas voces y pasos empezó a llegar a mis oídos tras horas de rastreo el cielo ya se había teñido de tonos rojizos anunciando el crepúsculo.
Una casa de madera, como la de algún leñador solitario se erguía tras algunos arboles en un claro sumamente pequeño. Un hombre cortaba leña en un tocón mientras el otro parecía controlar el perímetro. Me quedé sumamente quieta, pegada al suelo cuando su mirada paso en mi dirección, espiándole entre las hojas de los arbustos que se interponían entre el y yo.

-¿Cuanto tiempo mas tendremos que estar aquí?.-El hombre del hacha la apoyó a un costado y se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano, mientras giraba el rostro hacia el otro sujeto.
-Hasta que los mercaderes terminen sus trapicheos.- resopló el vigía.- De todos modos volveremos a casa antes de final de mes, el jefe dijo que si el tipo no paga hay que empezar a enviársela a pedazos. No creo que se niegue cuando reciba el brazo de su hija por correo.-Rió roncamente mientras negaba para si mismo.
-Genial.-Rondó los ojos el leñador, colocando otro tocón y alzando el hacha por encima de su cabeza.- Pero los pedazos que  los entregue Ted,  que el no huele, no me endilguéis el marrón de tratar con cosas podridas de nuevo, que luego no hay como sacarse ese pestazo de la nariz.-Dejó caer el hacha sobre la madera, partiendo el leño en dos de un solo golpe.

Tragué salvia. Era  perturbador como hablaban de algo tan cruel con la naturalidad de lo cotidiano, y sus aspectos eran robustos y resistentes, fuertes hasta para pertenecer a una raza débil como era la de los humanos.
Una parte de mi me pedía que huyera del lugar como si no hubiera escuchado nada, que me devolviera el caballo y huyera de la ciudad, pero no podía dejar a una pobre  muchacha a merced de semejantes salvajes.
No debía de tener miedo, a fin de cuestas era un dragón, y aun tenía el factor sorpresa de mi lado, pronto caería el sol del todo, y tendría también la oscuridad de mi lado.

La obscuridad se había cernido en el ambiente, el hombre de los leños había vuelto al interior de la cabaña, y el vigía seguía en el mismo lugar, apenas se movía del sitio, pero había estado dando varios tragos a una cantimplora que portaba atada al cinto. Tras unas cuantas horas esperando rezaba para que no faltara mucho mas para que abandonara su puesto por el llamado de la naturaleza, y que eso sucediera antes de que uno de sus amigos le remplazara.
Cuando el sujeto se despego de la casa, los nervios me asaltaron de golpe, mi corazón latía tan fuerte que creí que el hombre lo escucharía mientras se alejaba hacia unos arbustos detrás de la casa. En silencio repté todo lo que pude acercarme sin hacer ruido, y en cuanto se puso a regar los arbustos salté a su espalda, cerní los dientes en su cuello y lo zarandee con brusquedad de un costado al otro aprovechando el impulso de mi aterrizaje para partirle el cuello.
Un sonoro "crack" acompañó  la tibieza de la sangre deslizarse por mis fauces, el familiar sabor de los humanos que cada vez me repelía menos.
Solté el cuerpo del vigía quien se desplomó sobre el suelo  sin cuidado, mi cuerpo al impactar contra el piso había sido los suficientemente sonoro como para querer ocultar ahora el cadáver fuera una necedad, y las voces des de dentro de la cabaña preguntando por el vigía no tardaron en escucharse corroborando mi sospecha de haber sido oída.

Me enganche a la pared de madera trasera de la casa, y clavando mis garras en la misma repte por el techo, podía escuchar las exclamaciones desorientadas de los ocupantes del habitáculo quienes no comprendían que podía hacer semejante ruido, ni que clase de bestia se encontraba trepando por la casa. No entendía del todo las palabras, pero el tono, y la alarma, el ajetreo que se había creado en unos pocos segundos.

El silencio reinó unos instantes, como el ojo de un huracán, y entonces empezaron a salir hombres  armados de la casa, con una perfecta formación, mirando hacia todos lados, incluso hacia arriba.
Al principio no me vieron, mi cuerpo cubierto de lodo, algas y hojas estaba completamente pegado al techo, y mis ojos entornados eran lo único que brillaba en la oscuridad. Supe cuando uno de ellos me vio porque su rostro paso a ser una mueca de estupefacción mientras me señalaba al grito de.
-¡Monstruo!
Abrí las fauces inmediatamente rugiendo con todas mis fuerzas mientras ese sujeto reculaba. Los pájaros nocturnos de los arboles cercanos se desbandaron y extendieron sus alas al mismo tiempo que yo, solo que ellos ascendieron al suelo, mientras yo aleteé una sola vez para lanzarme con mayor fuerza hacia el sujeto que me apuntaba con el dedo.
Cerré la mandíbula entorno a su brazo antes aun de que mis zarpas empujaran su cuerpo, y aterrice sobre el hombro del mercenario. Su torso se hundió bajo mi peso mientras hacia palanca con mis patas tirando de su extremidad con todas mi fuerzas hasta arrancarla de cuajo. El ruido de su cuerpo romperse, desgarrarse, vino acompañado de gritos, no solo del dolor del desdichado que había tenido la desventura de ser el primero en verme, si no de sus compañeros quienes se alejaron inmediatamente de mi, no pudiendo evitar todos ellos el ser salpicados por la sangre de su camarada caído.
Arrojé la extremidad hacia uno de ellos sin el menor cuidado, y el sujeto alzo un escudo protegiéndose del proyectil de carne, Mientras, se posicionaba con su compañero restante, rodeándome sin dejar de moverse, intentando franquearme cada uno por un lado.
Di un barrido con la cola mientras lanzaba un mordisco al otro, pero uno me saltó mientras que el otro me esquivo coordinadamente.

Ahora podían verme, y sabían donde estaba, que tan grande era, pese a que seguía siendo mas fuerte y grande que ellos mis ventajas se estaban acabando, y solo me quedaba un as bajo la manga.
Esputé, con todas mis fuerzas hacia el sujeto que carecía de escudo agua hirviendo. Saltó algo tarde, y mi impacto parcial le arrancó un grito de dolor que volvió a romper la noche. Su piel morena se enrojeció bajo el liquido elemento, y una de sus manos fue hacia la parte del rostro que había tenido la desgracia de sufrir mi aliento.
Aquel giro me costo dolor y sangre, el hombre del escudo y  la lanza usó todo su peso para clavar mi cola en el suelo, cruzándola de lado a lado con el arma.
Chille al sentir el acero atravesando mi carne de aquella forma y  aunque traté de revolverme, al sentir como el acero cortaba mas mi si intentaba zafarme dejé de tratar de soltarme de aquella manera. El tiempo que me robó aquel ataque fue el que usó el hombre herido en recuperarse lo justo como para pelear, y el hombre de la lanza que había quedado desarmado en hacerse con el hacha que reposaba en el tocón donde había estado cortando leña esa misma tarde.

Las tornas parecían haberse dado vuelta, los sujetos volvían a bailar a mi alrededor, entraban y salían de mi rango de forma coordinada lanzando golpes con su acero que lograba esquivar penosamente al estar clavada en el sitio, y si se me ocurria curvarme para soltarme expondría mi cuello a sus armas. Estaba acorralada, y aunque me doblaba y contorsionaba, heridas superficiales empezaban a poblar mi cuerpo y   partir mis escamas.

Tenía miedo, mucho miedo, y si las cosas seguían así se iba a poner peor para mi. No quería morir, no quería rendirme , y de algún modo las heridas las sentía cada vez menos, como si los seis me dieran su favor y su entereza para enfrentarme a aquellos malhechores. Haciendo acopio de mi valor, aproveche que uno saltó fuera de lo que ahora era mi alcance, y tironeé con la cola saltando hacia el y agarrándole de la cara entre los dientes.
La lanza se partió no sin antes desgarrar parte de mi cola, pero el cráneo del sujeto crujió tan rápidamente bajo mis fauces que su espada cayó en el suelo de su mano antes de terminar de alzarse hacia mi cuello.

Sin perder un instante me giré hacia el hombre restante, con la cara de su amigo aun empalada en mis colmillos y con su cuerpo inerte siendo arrastrado como un títere sanguinolento por el suelo. Lo escupí ante el para liberar mis fauces, descubriendo el rostro del espadachín, completamente deformado, hundido y magullado, rojo y con partes rosadas rebosando de varias partes de su cráneo, como si el cerebro supurara del mismo.

El miedo que yo había sentido se reflejaba ahora en los ojos de mi atacante, que había quedado completamente solo, pero no sentí mas pena de la que me daba cualquiera de las presas que solía cazar en los bosques, y me hallaba impulsada por una hambre mas voraz que la que me embargaba en esas situaciones, la venganza. Ese sentimiento profundo que aun no había aprendido a manejar, y que me susurraba por sangre como canto de sirena una vez mas.

Mis garras impactaron con el escudo, rallando al mismo, una vez, otra, y otra, lograba  evitar ser cortado por ellas, pero trastabillaba por la fuerza de las mismas, y cada vez tenía menos equilibrio, su brazo se cansaba, apenas dejándole espacio para tratar de golpearme con el hacha, y en un movimiento desesperado me arrojó la misma.
Por los pelos la esquive  y atrape su brazo entre los dientes, mi arma predilecta. Intentando que lo soltara uso su escudo esta vez de otro modo, golpeándome el rostro con el mismo con una fuerza inusitada para un cuerpo tan pequeño. Dolía mucho, y sin darse cuenta lo único que conseguía era que cerrara los dientes con mas fuerza, mientras un reguero de sangre empezaba a correr por mi sien fruto de las contusiones.

Mi empuje hizo que se arrodillara en el suelo, y aun así no dejaba de hacer impactar aquella plancha de acero sobre mi rostro.  Lancé un garrazo que esta vez no pudo esquivar. La tela y la piel de su abdomen se cortaron al unisono, la carne se abrió, y como si se hubiera abierto la costura inferior de un saco de grano, su contenido se desparramo colgando, solo que en su caso fue el intestino, que rebalso por el profundo corte. Desesperado, el mercenario soltó el escudo intentando sostener  sus tripas dentro de su propio cuerpo, parar la hemorragia torpemente, pero no tenía manos suficientes  para tanto, y la herida era demasiado grande para su propia mano. Su sufrimiento no duro tampoco demasiado, la perdida de sangre era  mucha, y a aquel zarpazo le siguió otro que secciono parte de su cuello.
En cuestión de segundos su cuerpo colgaba del brazo que sostenía entre los dientes.

*Subrayado el inicio de la complicación: "Los rufianes no son simples ladrones de poca monta, sino expertos que te pondrán en grave peligro, pudiendo herirte."

Me aparté de los cuerpos, aun atenta a si salia alguien mas de la casa, resoplando agitadamente. Enrolle la cola al lado de mi cuerpo y tome con los dientes la lanza, sosteniendo la cola con las zarpas hasta lograr arrancarla. La sangre empezó a manar de la herida sin excesiva profusión, pues no era un lugar especialmente irrigado.
Girando el cuello escupí sobre mi propio cuerpo agua tibia para aclarar el lodo y limpiar las heridas. A lenguetazos, como cualquier bestia, retiré los sedimentos incrustados en los cortes, los restos de tierra  o algas que se había pegado a las heridas, y solo cuando considere que estaban todas lo suficientemente limpias termine de salvar la distancia que me separaba de la puerta.

Empujé la plancha de madera entornada que cubría el umbral, y asomé la cabeza hacia el interior de la estancia. Estaba cálida, el hogar aun ardía y se escuchaba el crepitar del fuego, el mobiliario era escaso pero había varias camas, la mayoría de ellas deshechas, e improvisadas, fabricadas con lo que parecían ser otra clase de muebles hasta hace  poco, pero que habían cortado y apañado para cumplir la función que ahora tenían adjudicada.
Tardé un rato en ver a la muchacha, en parte porque se mantenía muy quieta, en silencio. Una mordaza mantenía su lengua hacia atrás, dejando su boca abierta pero silenciada al mismo tiempo. Sus manos permanecían a la espalda, presumiblemente atadas, así como sus tobillos, estos si visibles, los cuales se mantenían juntos gracias a una gruesa cuerda que se enredaba entre ellos.
La muchacha me observaba directamente, con los ojos muy abiertos, enrojecidos como si llevara tiempo llorando, y las lagrimas cayendo a raudales por sus mejillas. Había en su mirada el mismo miedo que en la de  los mercenarios hacia poco antes.

Con un poco de reticencia abandoné mi forma draconiana. En el mismo momento en el que mis pies sostuvieron mi pequeño y fragil cuerpo me precipite hacia el suelo cayendo de rodillas, y un quejido de dolor, mucho mas agudo que los de antes escapó de entre mis labios.
Un dolor intenso en la base de la espalda marcaba el lugar en el que había atravesado la lanza, pero el vestido azul, intacto, no me permitía ver como era la herida en ese cuerpo, simplemente se empapaba lentamente la tela azul con sangre, tanto en que lugar como por las mangas o el torso, donde la multitud de pequeños y poco profundos cortes que todavía no habían cerrado dejaban su huella en la tela que me cubría.
Alargué la mano hasta la pared exterior de la caseta y me ayudé de esta para ponerme en pie. Tambaleándome me acerque hacia la entrada, e irrumpí en la casa. Con el mismo paso errático y zigzagueante empece a cruzar el lugar, apoyada siempre en la pared que reseguía con las manos, y me detuve a descansar delante del fuego, dejando que secara mis ropas y devolviera a mi cuerpo el calor que la perdida de sangre, el mareo, el cansancio y el cambio de temperatura habían dejado.

Tras unos minutos de silencio, en los cuales las lagrimas se habían detenido y se secaban encima de las mejillas de la muchacha atada que no había despegado la mirada de mi ni un instante me digne a hablarle.
-¿Eran cuatro hombres?.-Si eran mas tendría que estar alerta a la llegada de otro. Por otro lado no había querido desatar aun a la chica por temor a que se pusiera a chillar o a hacer cosas extrañas fruto del miedo, prefería darle unos minutos para que asimilara las cosas, mientras yo me los tomaba para reponerme de la pelea dentro de lo que podía hacerlo en aquel lugar.
La muchacha asintió, y solo pude exhalar con alivio.

Me separé de la chimenea y me puse a regirar entre las pertenencias de los mercenarios. La tarea de encontrar tela limpia fue mas titánica de lo que había imaginado, pero logre hallar entre las ropas de los truhanes una camisa de lino aun sin estropear que no duraría demasiado de ese modo. Y unos papeles  que habían llamado mi atención, los cuales pensaba revisar antes de abandonar aquella morada.
Enganche  la tela con los colmillos y as rasgue creando tiras desprolijas que fui colocando metódicamente encima de una de las camas. Tras hacer un buen numero de ellas que poder utilizar como vendajes  fui descubriendo por parte mis heridas y atendiéndolas de forma precaria, lo justo como para intentar que  las hemorragia se detuvieran mas rápidamente.

Terminadas mis atenciones, di por acabado también mi descanso, consideraba  que la muchacha  había tenido tiempo suficiente  como apra  percatarse de que no le iba a hacer daño, y cuanto antes estuviera con su padre, antes se aliviara en ambos el pesar de esa horrible situación en la que se habían visto envueltos.
Me acerque a la muchacha y me coloque en cuclillas ente ella mientras forcejeaba con las cuerdas, aflojandolas lentamente, con torpeza, y tardando una buena cantidad de tiempo en desempeñar semejante tarea estupida.
-Los hombres que te secuestraron están muertos, tu padre me pidió que te buscara, está muy preocupado por ti.-Le comenté en un tono que intentaba fuera tranquilizante.- Hay un caballo al otro lado del lago, para que volvamos a la ciudad.-Proseguí del mismo modo liverandole finalmente los pies y rodeándola para hacer lo propio con las manos.
-No voy a comerte, ni a hacerte nada.-Le aseguré.- Solo no salgas corriendo, fue extenuante encontrarte.-Aunque peor había sido pelear con esos sujetos, eso si había sido agotador. La chica asintió y solo entonces le retiré finalmente la mordaza.

La muchacha se froto las muñecas y los tobillos sin dejar de controlarme de reojo, pero parecía que no se atrevía a hablar.
Yo aproveche el tiempo que le tomaba estirar sus extremidades y acomodarse para reunir los papeles que había encontrado y leer por encima su contenido, quizás algo de aquello arrojaba luz sobre como se había originado aquel secuestro.

La mayoría del resto de notas eran acotaciones irrelevantes sobre que había que hacer y las indicaciones comerciales con ese tal Reinolds del que había hablado el padre de la muchacha, sin embargo no parecía ser el quien escribía aquellas cartas, de hecho parecía demasiado bien informado sobre las intenciones del señor como para ser su adversario comercial.
Mi mirada se desvió hacia la muchacha.
-¿En casa quien responde a las siglas F.G?.-Pregunté mientras doblaba  los papeles, dispuesta a llevarlos conmigo.
-¿L-la se-señora G-Gava-rron.-Balbuceo la doncella con clara incertidumbre.
-¿Y esa quien es?.-Proseguí pues su acotación no había arrojado la mas mínima luz sobre aquello para mi.
-E-el ama d-de llaves...-Musitó bajando la cabeza y encogiéndose sobre si misma como si acabara de reñirle.
-Ah...-La muchacha no parecía tener ni la menor idea de lo que ocurría, y no la culpaba por ello, tampoco su padre se había dado cuenta. En cuanto a que motivos podía tener aquella señora para contribuir a los  negocios del adversario de la familia a quien servía, estaba ya fuera de mis competencias, y conociendo la naturaleza humana la respuesta que venía a mi mente era el dinero.
Envolví los papeles en telas no tan limpias, pero secas, y lo coloque entre mis ropas para no perderlos, esperando que el grosor interpuesto protegiera el papel de la humedad. Tomé de un rincón una escoba, que coloqué con el cepillo apuntando el techo para poder usar de  bastón, y señalé la puerta con un vago gesto con la cabeza.
-Te llevaré a casa.-Sentencie mirando a la muchacha.

Fueron varias millas y como tal varias horas que transcurrieron por ventura en completo silencio, la chica temblaba, y me miraba a ratos con gratitud o con cierto temor, como si en cualquier momento fuera a volver a convertirme en un levitan y a devorarla, y yo lo preferí así por una vez, me hallaba cansada, y mareada, quería terminar con aquello con premura.
El equino nos esperaba bastante inquieto, al verse abandonado tantas horas, no podía culparlo.
Recogí mis pertenencias y cambie la escoba por mi bastón antes de desatar las riendas del caballo. Me trepe el mismo con suma dificultad, precisando nuevamente de ayuda que me ofreció esta vez la muchacha tas verme caer por sexta vez del animal antes de haber logrado hacer cumbre, y subió tras de mi tomando las riendas con timidez, como si temiera que la riñera
La dejé hacer y conducir, dedicando todos mis esfuerzos en no caerme del caballo y sostenerme con fuerza al mismo, mientras este trotaba y traqueteaba amenazando con hacerme salir volando a cada paso.

El viaje lo sentí eterno, pero cruzamos la ciudad, y la villa de grandes cristaleras se presentó ante nosotras que nos detuvimos ante la verja cerrada del jardín.
El ama de llaves descendió des de la casa principal con una mueca de asombro en el rostro, y tan lívida que parecía que en cualquier momento fuera a desmayarse, y juraría que podía ver las venas tras su piel, como si esta se hubiera vuelto translucida adoptando algo de fantasmagórico por el susto.
Sabía porqué, y quería encararla, pero aun mas quería dejar todo en manos de terceros, necesitaba encontrar un sanador y hacerlo pronto, así que la salude con un cortés gesto con la cabeza, mientras la dama de la casa esbozaba una gran sonrisa al verla y la saludaba con efusividad bajando del caballo, abrazándola mientras las lagrimas volvían a caer a raudales por sus ojos, ignorante de que ella era la culpable de su suerte.
El ama de llaves se confió con aquello y nos hizo pasar, me ayudó a bajar del caballo y me condujo hacia el estudio, pero por mucho que parecía querer quedarse a escuchar que había ocurrido, la muchacha la reclamaba a su lado para que la ayudara a pasar la conmoción.

Finalmente me halle a solas con el dueño de la casa y del negocio, quien aun iba con el gorro de dormir, y las legañas en los ojos.
-He encontrado esto en el lugar donde tenían retenida a su hija.-Deposite el fardo encima de la mesa.- Son pruebas sobre quien ha orquestado todo, o eso me pareció. Su hija está a salvo, en sus manos queda que hacer con el resto.-Articulé con la voz cansada.
-Gracias...-El hombre pese a estar semi dormido, no podía borrar la sonrisa de alivio y felicidad al haber recuperado a su pequeña joya, y se desprendió del pago prometido sin la reticencia que solía acompañar a los mercaderes de desprenderse de sus ganancias. Me estrechó la mano agradeciéndome una y otra vez su actuar y hasta se ofreció a llamar a un medico, pero no quería estar allí cuando la felicidad se tiñera de amargura, y solo le permití acompañarme hasta la verja de la casa, una a la que no pensaba volver.

Me alejé por los callejones, con el morral algo mas lleno y el cuerpo mas vació, acompañada del rítmico ruido del bastón al golpear el empedrado de la ciudad, y jamás volví a preguntar ni a saber sobre aquella familia de las tantas que habitaban Roilkat, pues no solo vendían en el mercado aquellos bellos cristales, si no en sus vidas danzaban con fragilidad sus mentiras engalanadas con promesas de afecto, y aquello era algo que no podía soportar.