Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
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Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Llevaba más de dos semanas en Dundarak y sólo en contadas ocasiones había salido de la torre de la Logia desde mi ingreso. Poco podía ofrecerle a aquel grupo de hechiceros. Mis nulas capacidades para desarrollar el maná me hacían sentir una completa inútil en el grupo de magos y brujos. Era la única integrante que no podía utilizar magia. De modo que, esporádicamente, abandonaba mi puesto para conocer la ciudad. Tal vez fuese un buen lugar para quedarse a echar raíces y establecerme, lejos de la influencia de los vampiros a los que había servido durante el último medio año, desde que tengo recuerdo.
Los primeros días paseaba absorta, admirando las enormes construcciones de mármol de la capital del Norte. En cada calle NIA me explicaba constantemente cosas sobre la historia de los dragones y su magnífica arquitectura. Era una raza apasionante. ¿Cómo aquellas personas que parecían humanas podían convertirse en magníficas criaturas aladas y surcar los cielos? La ciudad era enorme y me llevaría bastante tiempo visitarla por completo.
En mi primera visita conocí a un posadero llamado Flab “Kolder” Ramsey, En palabras de NIA: “sujeto: Dragón. Edad aproximada: 40. Reales: 80. Actitud: Afable. Índice de amenaza: Nulo”. Con aquella descripción, no había motivo para no haberme hecho amiga de él. Desde entonces, cada día que salía le hacía una visita. Me contaba historias apasionantes sobre aventureros que habían pasado por su establecimiento.
Frustrada por mis nulas capacidades mágicas, aquel día amanecí con ganas de pasea. Así, abandoné la torre a primera hora, antes de que los miembros despertasen y aprovechando que hacía una mañana soleada aunque fría, descendí la larga cuesta. Por primera vez en mi vida lo hice sin complejos, sin vestidos largos, mostrando mis “virtudes” biocibernéticas al aire, ataviada con un pantalón corto y una cazadora con la que protegería mi cuerpo, la parte orgánica y la que más frío sentía. Sí, hacía bastante, pero mi coraza interna lo aislaba bastante bien, al igual que el pecho. El sistema vital lo mantenía a una temperatura estable.
Abrí la puerta de la taberna con cuidado. No quería volver a desencajarla de nuevo por no controlar mi fuerza. También me tuve que agachar para que mi 1,90 m de altura entrasen por aquella puerta. Desabroché la cazadora en cuanto entré. La chimenea estaba encendida, demasiada temperatura para mi organismo. Gracias que me había puesto camiseta escotada. Había únicamente dos clientes, tomándose una bebida que NIA identificó como “Coñac”, un líquido con el que entraban en calor y aguantaban mejor el día.
-¡Vaya, Roche! Hoy has venido excepcionalmente pronto. – la voz de Kolder resonó tras el mostrador, arrascándose el bigote en cuanto entré por la puerta. Era un señor entrañable. El tipo me miró de arriba abajo. ¿Quizás le sorprendiera algo? Era algo incómodo que me mirasen así.
-¿Le ocurre algo señor Kolder? – pregunté preocupada. ¿Acaso había hecho algo mal?
-No, no, nada. – dijo el tipo alterado. – Sólo que no acostumbramos a ver mujeres así por aquí. – comentó entre risas. Lo que me hizo girar la cabeza. Mirándole sin entender qué quería decir. Hasta que mi cerebro discurrió el por qué.
-¡Oh! Lo siento, mucho, de veras. Lo dice por mis extremidades metálicas, ¿verdad? – pregunté con toda mi inocencia, observando mis brazos y piernas, que de codo o rodilla para abajo eran robóticas.
-Ah sí, bueno. Eso también. Pero no te preocupes, te aseguro que no nos asustas ni a mí ni a ninguno de los caballeros de la taberna. – rió el tipo limpiando la barra y comentándolo. Me costaba entender la ironía. Mi sistema operativo no entendía muy bien a qué se refería. ¿Le había molestado? – En fin, ¿qué te pongo hoy, bonita?
Di un vistazo rápido a todas las botellas. NIA las analizaba en cuestión de segundos, y enviaba información a mi cerebro, cuando terminó, opté por la que estaban bebiendo los caballeros de las mesas.
-Quiero coñac, cosecha de 1231 de uva de Baslodia. De fermentación lenta en cuba de roble. – dije de manera seguida, aquello pareció impresionar incluso más al camarero.
-¡Una buena elección, Roche!
Me quedaría sentada en la barra. Probando aquella copa. Tal vez luego el camarero o cualquier comensal podría contarme otra fascinante historia acerca de alguno de los grandes aventureros que habían pasado por aquella taberna llamada: “El dragón Durmiente”.
Los primeros días paseaba absorta, admirando las enormes construcciones de mármol de la capital del Norte. En cada calle NIA me explicaba constantemente cosas sobre la historia de los dragones y su magnífica arquitectura. Era una raza apasionante. ¿Cómo aquellas personas que parecían humanas podían convertirse en magníficas criaturas aladas y surcar los cielos? La ciudad era enorme y me llevaría bastante tiempo visitarla por completo.
En mi primera visita conocí a un posadero llamado Flab “Kolder” Ramsey, En palabras de NIA: “sujeto: Dragón. Edad aproximada: 40. Reales: 80. Actitud: Afable. Índice de amenaza: Nulo”. Con aquella descripción, no había motivo para no haberme hecho amiga de él. Desde entonces, cada día que salía le hacía una visita. Me contaba historias apasionantes sobre aventureros que habían pasado por su establecimiento.
Frustrada por mis nulas capacidades mágicas, aquel día amanecí con ganas de pasea. Así, abandoné la torre a primera hora, antes de que los miembros despertasen y aprovechando que hacía una mañana soleada aunque fría, descendí la larga cuesta. Por primera vez en mi vida lo hice sin complejos, sin vestidos largos, mostrando mis “virtudes” biocibernéticas al aire, ataviada con un pantalón corto y una cazadora con la que protegería mi cuerpo, la parte orgánica y la que más frío sentía. Sí, hacía bastante, pero mi coraza interna lo aislaba bastante bien, al igual que el pecho. El sistema vital lo mantenía a una temperatura estable.
Abrí la puerta de la taberna con cuidado. No quería volver a desencajarla de nuevo por no controlar mi fuerza. También me tuve que agachar para que mi 1,90 m de altura entrasen por aquella puerta. Desabroché la cazadora en cuanto entré. La chimenea estaba encendida, demasiada temperatura para mi organismo. Gracias que me había puesto camiseta escotada. Había únicamente dos clientes, tomándose una bebida que NIA identificó como “Coñac”, un líquido con el que entraban en calor y aguantaban mejor el día.
-¡Vaya, Roche! Hoy has venido excepcionalmente pronto. – la voz de Kolder resonó tras el mostrador, arrascándose el bigote en cuanto entré por la puerta. Era un señor entrañable. El tipo me miró de arriba abajo. ¿Quizás le sorprendiera algo? Era algo incómodo que me mirasen así.
-¿Le ocurre algo señor Kolder? – pregunté preocupada. ¿Acaso había hecho algo mal?
-No, no, nada. – dijo el tipo alterado. – Sólo que no acostumbramos a ver mujeres así por aquí. – comentó entre risas. Lo que me hizo girar la cabeza. Mirándole sin entender qué quería decir. Hasta que mi cerebro discurrió el por qué.
-¡Oh! Lo siento, mucho, de veras. Lo dice por mis extremidades metálicas, ¿verdad? – pregunté con toda mi inocencia, observando mis brazos y piernas, que de codo o rodilla para abajo eran robóticas.
-Ah sí, bueno. Eso también. Pero no te preocupes, te aseguro que no nos asustas ni a mí ni a ninguno de los caballeros de la taberna. – rió el tipo limpiando la barra y comentándolo. Me costaba entender la ironía. Mi sistema operativo no entendía muy bien a qué se refería. ¿Le había molestado? – En fin, ¿qué te pongo hoy, bonita?
Di un vistazo rápido a todas las botellas. NIA las analizaba en cuestión de segundos, y enviaba información a mi cerebro, cuando terminó, opté por la que estaban bebiendo los caballeros de las mesas.
-Quiero coñac, cosecha de 1231 de uva de Baslodia. De fermentación lenta en cuba de roble. – dije de manera seguida, aquello pareció impresionar incluso más al camarero.
-¡Una buena elección, Roche!
Me quedaría sentada en la barra. Probando aquella copa. Tal vez luego el camarero o cualquier comensal podría contarme otra fascinante historia acerca de alguno de los grandes aventureros que habían pasado por aquella taberna llamada: “El dragón Durmiente”.
Última edición por Rachel Roche el Dom Nov 27 2016, 22:01, editado 2 veces
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Las nubes de vaho que emanaban de su boca se deslizaban suavemente hasta estar sobre su cabeza dónde, finalmente, se desvanecían fundiéndose con la nada – Me estoy congelando, casi se me había olvidado del frío que hace aquí – Susurró para sí mientras caminaba a través de las calles de la ciudad del norte.
Un sol radiante se alzaba sobre Dundarak, iluminando todo lo que alcanzaba la vista, calentando tenuemente, a los habitantes de la urbe.
Había llegado apenas unas horas atrás y ya había detectado cierta desconfianza por parte de los lugareños, no le sorprendía aquella reacción, al fin y al cabo, ¿Quién esperaba ver a un guarda de Lunargenta tan al norte? El simple hecho de que el guarda estuviese allí mostraba que algo no iba bien, que algún malhechor estaba a la fuga.
Y no se equivocaban.
Ajustándose la pesada armadura se paró en mitad de una pequeña plaza en la que una escueta multitud contemplaba una animada obra de teatro, sonrió y observó con curiosidad, las ciudades podrían ser diferentes, pero las gentes eran similares, solo querían vivir tranquilos, sin sobresaltos, y ser felices.
Suspiró y se pasó la mano por el pelo, la última vez que anduvo por aquellas calles cargaba consigo una daga que le metió en más problemas de los que le gustaba recordar, sonrió sin embargo al pensar en Elen, la bruja que le ayudó entonces a escapar del despótico coleccionista que, si recordaba bien, solía tener su mansión no muy lejos de aquella plazoleta.
No era muy difícil leer lo que pasaba por la cabeza de los viandantes que se paraban a mirarle, a contemplar como un tipo enfundado en una gruesa armadura de metal adornada con ropajes azules se cruzaba de brazos y miraba divertido la obra teatral que tenía frente a él.
- ¿Qué demonios hace un guarda sureño aquí? – Un anciano que se acercó de entre toda la multitud que caminaba ajetreada de un lugar a otro expuso lo que estaba en mente de todos, el exmercenario se atusó la barba y se encogió de hombros – ¿Sabes? Yo también me pregunto eso – El hombre torció el gesto y, sin añadir nada más a la conversación, se internó entre las demás personas.
Era evidente que el castaño sabía por qué estaba ahí, Tyron, su oficial superior, se lo había encomendado después de todo, “Búsqueda y captura” había dicho, “Y asegúrate de que esté vivo”, había añadido después. El rostro de un hombre de mediana edad, el sujeto al que buscaba, yacía impreso en un papel sorpresivamente limpio que, en aquel mismo instante, descansaba en uno de los bolsillos de sus ropajes, durante el camino hasta Dundarak había tenido tiempo de memorizar casi a la perfección la cara de ese sujeto.
- Loki O’Connel… - Susurró entornando los ojos, una suave brisa, gélida como todas las del norte, meció suavemente su capa de color azul - ¿Dónde te escondes? – Tras un tiempo allí parado, viendo cómo se desarrollaba sobre el escenario aquella historia sobre ardillas gigantes, que, si bien encontró divertida, le parecía difícil de creer, decidió que ya había perdido suficiente tiempo y reemprendió la marcha.
No podía decir que le gustase estar allí, si hubiese podido decidir habría ido a Ulmer, o quizás a Sandorai, pero cambiar de aires de vez en cuando no estaba mal, y desde que se unió a la guardia apenas había salido de Lunargenta.
Se llevó la mano hasta la nuca y respiró hondo, en primer lugar, necesitaba información y, en segundo lugar, necesitaba descansar. Llevaba caminando desde mucho antes del amanecer, y la amplia estepa que tanto Mohr y él habían tenido que cruzar para llegar hasta Dundarak no le había facilitado las cosas.
Según lo que le había dicho Tyron, el fugitivo no se marcharía a ninguna parte, al parecer se había vuelto un problema incluso para las autoridades locales, por lo que podía permitirse descansar.
Ese fue el principal motivo por el cual, tras analizar un cartel que se encontró por casualidad, uno que pendía frente a una de las tantas fachadas de granito, se adentró en el edificio tras leer “El Dragón Durmiente”
En cuanto el guarda colocó un pie en el interior del local todo se giraron hacía él, de inmediato, este se limitó a cerrar los ojos y sentir el suave calor que la chimenea emanaba, el cual no tardó apenas un segundo en penetrar los musculos del castaño según se adentraba en el interior del local.
– “Ya, ya lo sé, la armadura hace ruido, podríais ser al menos más sutiles” – Pensó Eltrant para sí mientras caminaba hacía la barra y veía como algunos se giraban a seguirle con la mirada.
No podía negar que el lugar, como mínimo, era acogedor.
Perfectamente iluminada, la taberna “El Dragon Durmiente”, era un lugar de aspecto modesto, pero que cumplía con creces lo que parecía prometer desde la entrada, muchas mesas, el suave crepitar de una chimenea, y un agradable olor a comida recién echa que flotaba por el lugar.
Los asiduos del lugar parecían variar, desde fornidos trabajadores, pasando por algunos tipos con aspecto de cazar recompensas, hasta una Bio que bebía en la barra del bar.
Eltrant no pudo evitar arquear una ceja al ver a la joven de piernas metálicas, no era usual ver a una Cibernética alejada de la ciudad de los humanos, aunque tampoco lo era ver a un guarda, así que simplemente avanzó y tomó el único lugar en la barra que estaba libre, el que tenía esta chica al lado.
- Me gustaría poder aguantar el frío como lo haces tú, unos pantalones un poco cortos para el tiempo que hace afuera ¿No crees? – Dijo sonriendo a la chica de piernas metálicas según se sentaba. - Buenos días caballero. – El regente del local, un hombre de aspecto agradable y, al parecer, el orgulloso dueño de un espeso bigote, le dedicó una sonrisa cortés – Veo que estas lejos de casa – Afirmó ensanchando la sonrisa al ver el emblema que pendía del pecho del joven - ¿En qué puedo ayudarte? – Eltrant respondió al hombre con una leve cabezada y apartó su capa, que se seguía interponiendo en su camino con cada movimiento de brazos que hacia - ¿Tienes algo fuerte? – Preguntó dejando caer ambos brazos sobre la barra, el tabernero ensanchó la sonrisa – Por supuesto, ¿Alguna petición en especial? – Eltrant negó con la cabeza – Lo dejo en tus manos.
Mientras le servían echó una ojeada al local, aquella taberna parecía ser lo suficiente concurrida, quizás alguien sabría algo de O’Connel allí.
Un sol radiante se alzaba sobre Dundarak, iluminando todo lo que alcanzaba la vista, calentando tenuemente, a los habitantes de la urbe.
Había llegado apenas unas horas atrás y ya había detectado cierta desconfianza por parte de los lugareños, no le sorprendía aquella reacción, al fin y al cabo, ¿Quién esperaba ver a un guarda de Lunargenta tan al norte? El simple hecho de que el guarda estuviese allí mostraba que algo no iba bien, que algún malhechor estaba a la fuga.
Y no se equivocaban.
Ajustándose la pesada armadura se paró en mitad de una pequeña plaza en la que una escueta multitud contemplaba una animada obra de teatro, sonrió y observó con curiosidad, las ciudades podrían ser diferentes, pero las gentes eran similares, solo querían vivir tranquilos, sin sobresaltos, y ser felices.
Suspiró y se pasó la mano por el pelo, la última vez que anduvo por aquellas calles cargaba consigo una daga que le metió en más problemas de los que le gustaba recordar, sonrió sin embargo al pensar en Elen, la bruja que le ayudó entonces a escapar del despótico coleccionista que, si recordaba bien, solía tener su mansión no muy lejos de aquella plazoleta.
No era muy difícil leer lo que pasaba por la cabeza de los viandantes que se paraban a mirarle, a contemplar como un tipo enfundado en una gruesa armadura de metal adornada con ropajes azules se cruzaba de brazos y miraba divertido la obra teatral que tenía frente a él.
- ¿Qué demonios hace un guarda sureño aquí? – Un anciano que se acercó de entre toda la multitud que caminaba ajetreada de un lugar a otro expuso lo que estaba en mente de todos, el exmercenario se atusó la barba y se encogió de hombros – ¿Sabes? Yo también me pregunto eso – El hombre torció el gesto y, sin añadir nada más a la conversación, se internó entre las demás personas.
Era evidente que el castaño sabía por qué estaba ahí, Tyron, su oficial superior, se lo había encomendado después de todo, “Búsqueda y captura” había dicho, “Y asegúrate de que esté vivo”, había añadido después. El rostro de un hombre de mediana edad, el sujeto al que buscaba, yacía impreso en un papel sorpresivamente limpio que, en aquel mismo instante, descansaba en uno de los bolsillos de sus ropajes, durante el camino hasta Dundarak había tenido tiempo de memorizar casi a la perfección la cara de ese sujeto.
- Loki O’Connel… - Susurró entornando los ojos, una suave brisa, gélida como todas las del norte, meció suavemente su capa de color azul - ¿Dónde te escondes? – Tras un tiempo allí parado, viendo cómo se desarrollaba sobre el escenario aquella historia sobre ardillas gigantes, que, si bien encontró divertida, le parecía difícil de creer, decidió que ya había perdido suficiente tiempo y reemprendió la marcha.
No podía decir que le gustase estar allí, si hubiese podido decidir habría ido a Ulmer, o quizás a Sandorai, pero cambiar de aires de vez en cuando no estaba mal, y desde que se unió a la guardia apenas había salido de Lunargenta.
Se llevó la mano hasta la nuca y respiró hondo, en primer lugar, necesitaba información y, en segundo lugar, necesitaba descansar. Llevaba caminando desde mucho antes del amanecer, y la amplia estepa que tanto Mohr y él habían tenido que cruzar para llegar hasta Dundarak no le había facilitado las cosas.
Según lo que le había dicho Tyron, el fugitivo no se marcharía a ninguna parte, al parecer se había vuelto un problema incluso para las autoridades locales, por lo que podía permitirse descansar.
Ese fue el principal motivo por el cual, tras analizar un cartel que se encontró por casualidad, uno que pendía frente a una de las tantas fachadas de granito, se adentró en el edificio tras leer “El Dragón Durmiente”
En cuanto el guarda colocó un pie en el interior del local todo se giraron hacía él, de inmediato, este se limitó a cerrar los ojos y sentir el suave calor que la chimenea emanaba, el cual no tardó apenas un segundo en penetrar los musculos del castaño según se adentraba en el interior del local.
– “Ya, ya lo sé, la armadura hace ruido, podríais ser al menos más sutiles” – Pensó Eltrant para sí mientras caminaba hacía la barra y veía como algunos se giraban a seguirle con la mirada.
No podía negar que el lugar, como mínimo, era acogedor.
Perfectamente iluminada, la taberna “El Dragon Durmiente”, era un lugar de aspecto modesto, pero que cumplía con creces lo que parecía prometer desde la entrada, muchas mesas, el suave crepitar de una chimenea, y un agradable olor a comida recién echa que flotaba por el lugar.
Los asiduos del lugar parecían variar, desde fornidos trabajadores, pasando por algunos tipos con aspecto de cazar recompensas, hasta una Bio que bebía en la barra del bar.
Eltrant no pudo evitar arquear una ceja al ver a la joven de piernas metálicas, no era usual ver a una Cibernética alejada de la ciudad de los humanos, aunque tampoco lo era ver a un guarda, así que simplemente avanzó y tomó el único lugar en la barra que estaba libre, el que tenía esta chica al lado.
- Me gustaría poder aguantar el frío como lo haces tú, unos pantalones un poco cortos para el tiempo que hace afuera ¿No crees? – Dijo sonriendo a la chica de piernas metálicas según se sentaba. - Buenos días caballero. – El regente del local, un hombre de aspecto agradable y, al parecer, el orgulloso dueño de un espeso bigote, le dedicó una sonrisa cortés – Veo que estas lejos de casa – Afirmó ensanchando la sonrisa al ver el emblema que pendía del pecho del joven - ¿En qué puedo ayudarte? – Eltrant respondió al hombre con una leve cabezada y apartó su capa, que se seguía interponiendo en su camino con cada movimiento de brazos que hacia - ¿Tienes algo fuerte? – Preguntó dejando caer ambos brazos sobre la barra, el tabernero ensanchó la sonrisa – Por supuesto, ¿Alguna petición en especial? – Eltrant negó con la cabeza – Lo dejo en tus manos.
Mientras le servían echó una ojeada al local, aquella taberna parecía ser lo suficiente concurrida, quizás alguien sabría algo de O’Connel allí.
Eltrant Tale
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
La taberna iba llenándose poco a poco y las mesas y los lugares en la barra comenzaban a ser ocupados. Para los humanos hacía frío fuera, así que seguro que estarían buscando refugio en el interior del local. Miré disimuladamente hacia todos lados, pero de momento la gente respetaba mi “espacio vital” y no había nadie de quien tuviera que preocuparme especialmente. Tenía confianza con el tabernero, pero seguía siendo muy tímida.
Había un taburete a mi lado, vacío, que pronto fue ocupado por un joven con barba. Le miré de reojo, tratando de que no me viera, con mi acostumbrada timidez. NIA comenzó a analizarlo y a enviar información. “No se encuentran patrones del sujeto. Creando ficha a nuevo sujeto, identificador en la base de datos. Número 582. Joven. Rasgos humanos identificados. Índice de amenaza: Medio. Actitud: Desconocida.”. La clásica parafernalia que NIA me decía cada vez que nos encontrábamos a alguien nuevo relativamente cerca. Y todo esto sin dejar de beber y observarle por el rabillo del ojo. – Identificador en la base de datos… na na na na… - Reproducía a modo de burla el discurso de NIA, que ya me sabía de memoria, y luego tarareé alegre una vieja canción que había escuchado a un juglar días atrás, mientras movía la cabeza de un lado a otro, como si estuviera bailando.
Craso error por mi parte. El tipo se dirigió a mí. No tendría que haber dicho nada. Hizo alusión a la poca ropa que llevaba, y en consecuencia, a la posibilidad de que pudiera tener frío. Frío y calor eran unas palabras extrañas. Entendía el concepto, pero no el por qué. NIA lo resumía todo en una calibración del “sistema vital”, aquello que para tontos la inteligencia me explicaba como tubitos de líquido azul que circulaban por todo el interior de mi cuerpo y que la propia NIA aumentaba o enfriaba automáticamente según las inclemencias. Junto a éstos, iban tubitos rojos, o venas, que eran los originales míos, en palabras de la inteligencia llevaban un líquido llamado sangre, lo mismo que bebían los vampiros, y eran calentados por los azules. Un sistema muy raro que se traducía en que yo no sintiera lo que era el frío o el calor, sólo algo por la espalda y el vientre. Las partes más alejadas del metal, pero podía soportarlo.
-Ah sí… bueno. – comencé diciendo con timidez. Había tenido poco trato humano y me costaba aún abrirme con la gente que no conocía. - La sensación térmica no depende de la ropa que lleves, sino de tu temperatura corporal. – le corregí completamente convencida, como si yo fuera la poseedora de la verdad absoluta. – Unos 35 o 36 grados está bien. Más ya implica fiebre, y menos, hipotermia. Si tu organismo consigue mantener esa temperatura, no necesitas ropa. Imagino que tú no tienes tubitos azules, mucha gente no los tiene. – supuse con inocencia. Y es que los humanos eran curiosos, se tapaban con ropa para soportar el frío.
El joven pidió bebida, y le sirvieron lo mismo que a mí. Ahora éramos compañeros de bebida. ¿Qué era lo único que faltaba a la situación? ¡Una buena historia! Los hombres solían contar buenas historias. Y me encantaba aprender. Cada nuevo relato me hacía aprender algo nuevo, había que tener en cuenta que sólo tenía recuerdos de medio año y casi todos ligados a los vampiros de la Hermandad, aunque había aprendido bastante leyendo libros durante
-Disculpa, he tenido una mala experiencia de pérdida de memoria forzada. – le expliqué. Después de que Catherine me explicara la cruel manera en la que me convertí en una biocibernética. – Y estoy en Dundarak para aprender sobre la cultura de la zona. Necesito aprender cosas nuevas así que… - me sonrojé un poco - ¿Podrías contarme alguna historia? Algo que te haya marcado. Con detalles. ¿Quizás algo que te preocupe o amargue? ¿Una historia feliz? No lo sé. Lo que quieras. – le pedí, y, mirándole fijamente a los ojos, acerqué algo más el taburete a su posición. La gente de la taberna me había contado mucho los días anteriores y de cada historia, había sacado alguna conclusión que seguramente me vendría bien. Luego pensé en que los humanos siempre pedían algo a cambio. Eran materialistas. - Los humanos siempre queréis cosas a cambio. Así que responderé a tus preguntas, o te contaré una historia. ¿Un trato justo? Historia por historia. O historia por preguntas. - dije sonriéndole, esperando que aceptara mi invitación. Entendía que tal vez le pareciera un poco rarita en mi expresión, se lo parecía a mucha gente, pero al no recordar nada sobre ética o comportamientos, era como sabía comportarme.
Había un taburete a mi lado, vacío, que pronto fue ocupado por un joven con barba. Le miré de reojo, tratando de que no me viera, con mi acostumbrada timidez. NIA comenzó a analizarlo y a enviar información. “No se encuentran patrones del sujeto. Creando ficha a nuevo sujeto, identificador en la base de datos. Número 582. Joven. Rasgos humanos identificados. Índice de amenaza: Medio. Actitud: Desconocida.”. La clásica parafernalia que NIA me decía cada vez que nos encontrábamos a alguien nuevo relativamente cerca. Y todo esto sin dejar de beber y observarle por el rabillo del ojo. – Identificador en la base de datos… na na na na… - Reproducía a modo de burla el discurso de NIA, que ya me sabía de memoria, y luego tarareé alegre una vieja canción que había escuchado a un juglar días atrás, mientras movía la cabeza de un lado a otro, como si estuviera bailando.
Craso error por mi parte. El tipo se dirigió a mí. No tendría que haber dicho nada. Hizo alusión a la poca ropa que llevaba, y en consecuencia, a la posibilidad de que pudiera tener frío. Frío y calor eran unas palabras extrañas. Entendía el concepto, pero no el por qué. NIA lo resumía todo en una calibración del “sistema vital”, aquello que para tontos la inteligencia me explicaba como tubitos de líquido azul que circulaban por todo el interior de mi cuerpo y que la propia NIA aumentaba o enfriaba automáticamente según las inclemencias. Junto a éstos, iban tubitos rojos, o venas, que eran los originales míos, en palabras de la inteligencia llevaban un líquido llamado sangre, lo mismo que bebían los vampiros, y eran calentados por los azules. Un sistema muy raro que se traducía en que yo no sintiera lo que era el frío o el calor, sólo algo por la espalda y el vientre. Las partes más alejadas del metal, pero podía soportarlo.
-Ah sí… bueno. – comencé diciendo con timidez. Había tenido poco trato humano y me costaba aún abrirme con la gente que no conocía. - La sensación térmica no depende de la ropa que lleves, sino de tu temperatura corporal. – le corregí completamente convencida, como si yo fuera la poseedora de la verdad absoluta. – Unos 35 o 36 grados está bien. Más ya implica fiebre, y menos, hipotermia. Si tu organismo consigue mantener esa temperatura, no necesitas ropa. Imagino que tú no tienes tubitos azules, mucha gente no los tiene. – supuse con inocencia. Y es que los humanos eran curiosos, se tapaban con ropa para soportar el frío.
El joven pidió bebida, y le sirvieron lo mismo que a mí. Ahora éramos compañeros de bebida. ¿Qué era lo único que faltaba a la situación? ¡Una buena historia! Los hombres solían contar buenas historias. Y me encantaba aprender. Cada nuevo relato me hacía aprender algo nuevo, había que tener en cuenta que sólo tenía recuerdos de medio año y casi todos ligados a los vampiros de la Hermandad, aunque había aprendido bastante leyendo libros durante
-Disculpa, he tenido una mala experiencia de pérdida de memoria forzada. – le expliqué. Después de que Catherine me explicara la cruel manera en la que me convertí en una biocibernética. – Y estoy en Dundarak para aprender sobre la cultura de la zona. Necesito aprender cosas nuevas así que… - me sonrojé un poco - ¿Podrías contarme alguna historia? Algo que te haya marcado. Con detalles. ¿Quizás algo que te preocupe o amargue? ¿Una historia feliz? No lo sé. Lo que quieras. – le pedí, y, mirándole fijamente a los ojos, acerqué algo más el taburete a su posición. La gente de la taberna me había contado mucho los días anteriores y de cada historia, había sacado alguna conclusión que seguramente me vendría bien. Luego pensé en que los humanos siempre pedían algo a cambio. Eran materialistas. - Los humanos siempre queréis cosas a cambio. Así que responderé a tus preguntas, o te contaré una historia. ¿Un trato justo? Historia por historia. O historia por preguntas. - dije sonriéndole, esperando que aceptara mi invitación. Entendía que tal vez le pareciera un poco rarita en mi expresión, se lo parecía a mucha gente, pero al no recordar nada sobre ética o comportamientos, era como sabía comportarme.
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Enarcó una ceja cuando escuchó la respuesta que la joven Cibernética le dio para dejar escapar una carcajada cuando esta termino de hablar – Eso está bien, siempre se aprende algo nuevo – Contestó de vuelta el castaño de buen humor, la chica parecía inocente, quizás demasiado como para estar en una taberna, no obstante el tabernero aparentaba ser un buen hombre, y los habituales estaban bastante centrados en sus propios asuntos, por lo que tampoco era muy descabellado pensar que había decidido, simplemente, pasar un rato en un lugar agradable.
Justo cuando la muchacha terminó de hablar, el regente de la taberna volvió con una copa llena de un líquido de color marrón, después agradecer el rápido servicio que el cantinero le había proporcionado, el exmercenario le dio un trago a la bebida que le acababan de servir, sintiendo como el cálido liquido resbalaba por su garganta – Me temo que yo no tengo tubitos azules. – Sonriendo depositó la copa encima de la mesa, curiosamente, la chica de al lado tenía exactamente la misma bebida, debía de aguantar bien el alcohol – Así que aquí me ves, resguardándome del frío.
Volvió a darle un leve sorbo a su bebida, seguía sorprendiéndole el poco contacto que había tenido a lo largo de su vida con Bio-Cibérneticos, sobre todo si tenía en cuenta que vivía en la ciudad que estos preferían para vivir.
- ¿Así que pérdida de memoria forzada? Ya veo… – Sonrió cansado, muy a su pesar, al escuchar aquello. Después de todo, él también había sido víctima de una “Pérdida de memoria forzada”, era consciente de lo mal que se pasaba, de la angustia y de la ira que se sentía cuando tratabas de rememorar a alguien que no tenía rostro, que solo estaba en sus recuerdos como una figura vacía, llenando un contexto.
La Cibérnetica continuó explicándose, según le contó al guarda, estaba en la ciudad de los dragones para aprender sobre la zona, sobre su cultura; y por ello, preguntó a Eltrant si este podría compartir alguna historia con ella.
La timidez que el exmercenario detectó cuando realizó su petición pareció desaparecer de inmediatamente, cuando la chica acercó en un rápido movimiento su taburete al del castaño, quien estuvo a punto de caerse de la impresión, y, mirándole directamente a los ojos, aseveró la petición que acababa de hacer, proponiendo, además, un intercambio justo, una historia del guarda, por una de ella.
Sorprendido por la actitud de la muchacha Eltrant volvió a reír y se terminó su copa, pidiendo otra de inmediato.
Tras aquello se giró hacia la chica, había entrado para tomarse una bebida y continuar con su trabajo, ¿Por qué siempre acababa así? A pesar de todo, si la chica llevaba el tiempo suficiente en la ciudad podría contarle los últimos acontecimientos relevantes, O’Connel estaría en uno de ellos, estaba seguro.
– Esta bien, te contaré una historia – Dijo finalmente sonriéndole, no es como si no tuviese ninguna, tenía millares de ellas, aunque en casi todas acabase bastante mal parado.
Le caía bien la chica, el entusiasmo que mostraba le recordaban a alguien que no recordaba, era curiosa aquella sensación, a veces sentía que trataba de rememorar sueños distantes, casi etéreos.
– Pero empecemos por el principio ¿Vale? – Colocándose de la forma más cómoda posible sobre el taburete, miró a la joven y le tendió la mano amistosamente – Me llamo Eltrant Tale – Dijo escuetamente como toda presentación – Aunque si lo que buscas son historias de Dundarak… - Se pasó la mano por el pelo y dejó el emblema de la guardia de la Lunargenta a pocos centímetros de la mano de la joven, en la barra – Soy de bastante más al sur de aquí.
Atusándose la barba hizo memoria ¿Qué historia podía contarle? ¿La pelea contra la Vampiresa Suprema junto a la cazadora? Descartó aquella de entre todas, por muy épica que pareciese en un principio, había acabado bastante mal, tampoco le apetecía rememorar como le atravesaban el vientre, se estremeció solo de pensar en la cicatriz que aún tenía.
Escudriñó sus recuerdos durante varios minutos hasta que, finalmente, localizó una que quizás le gustaría a su oyente – Hace un tiempo, no mucho en realidad, aunque parece que fue años atrás… – Suspiró y le dio un trago a la bebida para enseguida continuar hablando – Unos… no sé exactamente como llamarlos ¿Impostores? – Sonrió – En cualquier caso, tomaron un pueblo que no aparece en el mapa, en la provincia de Vulwurfar…
¿Era aquella historia adecuada para la chica? Quizás sí, o quizás no. Pero no iba a deprimir a la muchacha con una historia triste; le iba a contar la historia en la que ayudó a aquel pequeño pueblo a derrocar al falso rey que los colgaba por no pagar impuestos, de como simples aldeanos decidieron valerse por sí mismos y tomaron las armas para defender lo que era suyo, de cómo se batió en duelo contra el brujo del rey: Bono y después contra el desquiciado arlequín acróbata que el falso monarca tenía como guardaespaldas, y finalmente, del héroe desconocido para todos, Gardian, un muchacho que parecía ser el epicentro de todo el caos que aconteció aquella noche, un hombre que cargó con las culpas de una traición para rescatar a su amada que, en lo alto de una torre, le habían robado la voz.
Por supuesto, se aseguró de relatarle también que todo aquello tuvo un final feliz.
- …Y eso es todo, por lo que sé todo va perfectamente por la aldea hoy día.. – Dijo mostrándole el pequeño frasquito que, ahora colgando de su cuello, se ganó en aquella aventura. Aparentemente parecía estar simplemente lleno de agua, pero su verdadera naturaleza iba mucho más allá de lo que él podía comprender siquiera. – Ha sido un poco larga, lo siento – Dijo mirando por la ventana, el sol seguía estando bien alto, pero había tardado al menos una hora en relatarla entera, se giró y le dedicó una sonrisa a su publico. – A cambio de la historia solo quiero una única cosa. ¿Qué has aprendido sobre Dundarak últimamente? ¿Algo interesante en particular? ¿Alguna... historia extraña? ¿Te suena el nombre de O'Connel?
Off: Esta ha sido la historia que Eltrant le ha contado a Rachel :'D -> [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Justo cuando la muchacha terminó de hablar, el regente de la taberna volvió con una copa llena de un líquido de color marrón, después agradecer el rápido servicio que el cantinero le había proporcionado, el exmercenario le dio un trago a la bebida que le acababan de servir, sintiendo como el cálido liquido resbalaba por su garganta – Me temo que yo no tengo tubitos azules. – Sonriendo depositó la copa encima de la mesa, curiosamente, la chica de al lado tenía exactamente la misma bebida, debía de aguantar bien el alcohol – Así que aquí me ves, resguardándome del frío.
Volvió a darle un leve sorbo a su bebida, seguía sorprendiéndole el poco contacto que había tenido a lo largo de su vida con Bio-Cibérneticos, sobre todo si tenía en cuenta que vivía en la ciudad que estos preferían para vivir.
- ¿Así que pérdida de memoria forzada? Ya veo… – Sonrió cansado, muy a su pesar, al escuchar aquello. Después de todo, él también había sido víctima de una “Pérdida de memoria forzada”, era consciente de lo mal que se pasaba, de la angustia y de la ira que se sentía cuando tratabas de rememorar a alguien que no tenía rostro, que solo estaba en sus recuerdos como una figura vacía, llenando un contexto.
La Cibérnetica continuó explicándose, según le contó al guarda, estaba en la ciudad de los dragones para aprender sobre la zona, sobre su cultura; y por ello, preguntó a Eltrant si este podría compartir alguna historia con ella.
La timidez que el exmercenario detectó cuando realizó su petición pareció desaparecer de inmediatamente, cuando la chica acercó en un rápido movimiento su taburete al del castaño, quien estuvo a punto de caerse de la impresión, y, mirándole directamente a los ojos, aseveró la petición que acababa de hacer, proponiendo, además, un intercambio justo, una historia del guarda, por una de ella.
Sorprendido por la actitud de la muchacha Eltrant volvió a reír y se terminó su copa, pidiendo otra de inmediato.
Tras aquello se giró hacia la chica, había entrado para tomarse una bebida y continuar con su trabajo, ¿Por qué siempre acababa así? A pesar de todo, si la chica llevaba el tiempo suficiente en la ciudad podría contarle los últimos acontecimientos relevantes, O’Connel estaría en uno de ellos, estaba seguro.
– Esta bien, te contaré una historia – Dijo finalmente sonriéndole, no es como si no tuviese ninguna, tenía millares de ellas, aunque en casi todas acabase bastante mal parado.
Le caía bien la chica, el entusiasmo que mostraba le recordaban a alguien que no recordaba, era curiosa aquella sensación, a veces sentía que trataba de rememorar sueños distantes, casi etéreos.
– Pero empecemos por el principio ¿Vale? – Colocándose de la forma más cómoda posible sobre el taburete, miró a la joven y le tendió la mano amistosamente – Me llamo Eltrant Tale – Dijo escuetamente como toda presentación – Aunque si lo que buscas son historias de Dundarak… - Se pasó la mano por el pelo y dejó el emblema de la guardia de la Lunargenta a pocos centímetros de la mano de la joven, en la barra – Soy de bastante más al sur de aquí.
Atusándose la barba hizo memoria ¿Qué historia podía contarle? ¿La pelea contra la Vampiresa Suprema junto a la cazadora? Descartó aquella de entre todas, por muy épica que pareciese en un principio, había acabado bastante mal, tampoco le apetecía rememorar como le atravesaban el vientre, se estremeció solo de pensar en la cicatriz que aún tenía.
Escudriñó sus recuerdos durante varios minutos hasta que, finalmente, localizó una que quizás le gustaría a su oyente – Hace un tiempo, no mucho en realidad, aunque parece que fue años atrás… – Suspiró y le dio un trago a la bebida para enseguida continuar hablando – Unos… no sé exactamente como llamarlos ¿Impostores? – Sonrió – En cualquier caso, tomaron un pueblo que no aparece en el mapa, en la provincia de Vulwurfar…
¿Era aquella historia adecuada para la chica? Quizás sí, o quizás no. Pero no iba a deprimir a la muchacha con una historia triste; le iba a contar la historia en la que ayudó a aquel pequeño pueblo a derrocar al falso rey que los colgaba por no pagar impuestos, de como simples aldeanos decidieron valerse por sí mismos y tomaron las armas para defender lo que era suyo, de cómo se batió en duelo contra el brujo del rey: Bono y después contra el desquiciado arlequín acróbata que el falso monarca tenía como guardaespaldas, y finalmente, del héroe desconocido para todos, Gardian, un muchacho que parecía ser el epicentro de todo el caos que aconteció aquella noche, un hombre que cargó con las culpas de una traición para rescatar a su amada que, en lo alto de una torre, le habían robado la voz.
Por supuesto, se aseguró de relatarle también que todo aquello tuvo un final feliz.
- …Y eso es todo, por lo que sé todo va perfectamente por la aldea hoy día.. – Dijo mostrándole el pequeño frasquito que, ahora colgando de su cuello, se ganó en aquella aventura. Aparentemente parecía estar simplemente lleno de agua, pero su verdadera naturaleza iba mucho más allá de lo que él podía comprender siquiera. – Ha sido un poco larga, lo siento – Dijo mirando por la ventana, el sol seguía estando bien alto, pero había tardado al menos una hora en relatarla entera, se giró y le dedicó una sonrisa a su publico. – A cambio de la historia solo quiero una única cosa. ¿Qué has aprendido sobre Dundarak últimamente? ¿Algo interesante en particular? ¿Alguna... historia extraña? ¿Te suena el nombre de O'Connel?
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Eltrant Tale
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Tenía las dos manos apoyadas en su bastón, no por necesidad, después de tanto tiempo se había acostumbrado a caminar con una pierna parcialmente rota, sino porque le parecía más cómodo y le daba un aspecto severo y elegante por partes iguales.
-Discúlpeme señor, ¿desea algo?- le preguntó el mozo de la taberna. - Hace un momento el cocinero terminó de hacer la sopa. Está caliente- El chico observó al hombre del bastón de búho- seguro que le hará bien. A los extranjeros les encanta nuestra sopa. Creo que es por el frío-.
El chico no paraba de hablar. Le recordó, ligeramente, a cierto hombre zarigüeya. ¿Cómo se llamaba el hombrecillo? Hant, Hunt, Hont… Era algo así. Aunque no lo consiguiera recordar, con exactitud, sabía que debería ser uno de esos nombres.
-Estoy buscando a una persona- contestó el hombre con una voz rotunda al mismo que se acomodaba en su bastón- Su nombre es Eltrant Tale, quizás él tenga más frío que yo. Sírvele una de esas sopas - se sacó un guante de cuero del bolsillo de su gabardina- y dale esto de mi parte-.
Acto seguido, Fredd, el nuevo alcalde una pequeña y desconocida aldea cercana a Vulwulfar, dio unas cuantas monedas al chico, más que el doble de lo que costaba la sopa, y se fue por donde había entrado.
* Eltrant Tale: Me halaga que nombres una quest que yo mismo he dirigido. Pero no te confundas, no es por ese motivo por el que te estoy llamando a formar parte de algo que ya sabes de qué se trata: “Historias del Juglar”. Has acertado. Fredd es quién te ha ofrecido el guante de cuero y será una pieza clave para tu parte del evento. Mas, aunque me sometas a una gran tortura. No te puedo desvelar. Lo tendrás que descubrir tú.
* Todos: Los tres estáis haciendo un gran trabajo en este tema. Por favor, no lo dejéis ahora que estamos en el final. Los Dioses, igual que me han traído aquí para dejar un guante, me quitarán del medio para que podáis seguir con vuestro trabajo.
-Discúlpeme señor, ¿desea algo?- le preguntó el mozo de la taberna. - Hace un momento el cocinero terminó de hacer la sopa. Está caliente- El chico observó al hombre del bastón de búho- seguro que le hará bien. A los extranjeros les encanta nuestra sopa. Creo que es por el frío-.
El chico no paraba de hablar. Le recordó, ligeramente, a cierto hombre zarigüeya. ¿Cómo se llamaba el hombrecillo? Hant, Hunt, Hont… Era algo así. Aunque no lo consiguiera recordar, con exactitud, sabía que debería ser uno de esos nombres.
-Estoy buscando a una persona- contestó el hombre con una voz rotunda al mismo que se acomodaba en su bastón- Su nombre es Eltrant Tale, quizás él tenga más frío que yo. Sírvele una de esas sopas - se sacó un guante de cuero del bolsillo de su gabardina- y dale esto de mi parte-.
Acto seguido, Fredd, el nuevo alcalde una pequeña y desconocida aldea cercana a Vulwulfar, dio unas cuantas monedas al chico, más que el doble de lo que costaba la sopa, y se fue por donde había entrado.
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* Eltrant Tale: Me halaga que nombres una quest que yo mismo he dirigido. Pero no te confundas, no es por ese motivo por el que te estoy llamando a formar parte de algo que ya sabes de qué se trata: “Historias del Juglar”. Has acertado. Fredd es quién te ha ofrecido el guante de cuero y será una pieza clave para tu parte del evento. Mas, aunque me sometas a una gran tortura. No te puedo desvelar. Lo tendrás que descubrir tú.
- Guante de cuero:
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* Todos: Los tres estáis haciendo un gran trabajo en este tema. Por favor, no lo dejéis ahora que estamos en el final. Los Dioses, igual que me han traído aquí para dejar un guante, me quitarán del medio para que podáis seguir con vuestro trabajo.
Sigel
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
“Base de datos actualizada”. Cantó NIA cuando el soldado me proporcionó. Cada dato que me daba era recordado por NIA que luego me enviaba a mi cerebro. De todos modos, ¿dónde estaba mi educación? ¡Se me había olvidado presentarme! Me lleve la mano a la boca y suspiré cuando él dijo primero su nombre. Me había acostumbrado al carácter de los dragones, a los que había dicho mi nombre de primeras y creía que todos serían igual. No era así. Los humanos saludaban. Pero los dragones no. Luego, ¿debía saludar o no? Era un lío, pero tenía que dar una respuesta rápida. – Hola. Me llamo Rachel Roche. – tal vez no debería haber dicho “Hola”. ¿Eso sólo era cuando llegas de primeras, no? Las costumbres humanas me resultan difíciles. Pero bueno. Ahora sabía mi nombre.
El chico de ojos azules era del Sur, por lo que no era un dragón, de manera que no me contó una historia de dragones y mazmorras. Mejor. Así cambiaba un poco. Los relatos así eran repetitivos.
Escuché su historia con atención. Una muy larga e interesante. En la que había derrocado a un falso rey y ayudado a un hombre a rescatar a su amada de lo alto de una torre. De la que había sacado algunas conclusiones interesantes, ¿cómo puede haber alguien tan cruel como para apriosionar a una joven inocente en una torre? ¿colgar a alguien por no pagar los impuestos? Bueno, yo había visto a mi señora hacer una pila con humanos vivos para dar de comer a los vampiros. Eso no estaba bien tampoco, ¿no? Mejor que NIA no me oyera, ella veía con buenos ojos aquellas cosas.
Eltrant se disculpó por la longitud de la historia. – No, por favor, me ha encantado. Ojalá la gente le pusiese tanta pasión a la historias como haces tú. – le dije mostrando una sonrisa amable. Y es que habíamos gastado explicándome su aventura con final feliz incluido. A cambio, el joven quería saber qué había aprendido sobre Dundarak, descubierto algo extraño, y pronunció un nombre.
-¿Qué aprendí interesante? Hmm. – dije tratando de hacer recuerdo de alguna cosa. – Me uní a un grupo de hechiceros, llamado la Logia. Su torre esconde secretos muy interesantes. Armaduras mágicas, libros de hechizos que flotan en el aire, retratos que te transportan a barcos pirata fantasma. Aunque me siento un poco... rara. Yo no sé hacer magia. Aunque antes era una bruja. Es... curioso.– alteré un poco mi rostro y reí – Somos gente rara. ¡Espero que nunca te las tengas que ver con nosotros! – le comenté a modo de broma. Haciendo alusión al gran número de recursos de los que disponía el grupo de hechicería.
-Y lamento no poder ayudarte, pero no conozco a ningún O’Connell. – torné el rostro a una versión más triste del mismo. No me gustaba no poder serle útil a la gente. Sin embargo, NIA sí que parecía. “Buscando usuario en la base de datos”. – Espera, NIA está buscándolo. – le dije sonriendo, aunque tampoco le había explicado quién era NIA. “Coincidencias con los criterios de búsqueda establecidos: 1. Loki O’Connell. Procedo enviar información al cerebro del bio”. - ¡Lo encontró! – le dije dando un golpe con alegría sobre la mesa con tanto impulso que, por mis brazos de tungsteno, abolló ligeramente la mesa en la que nos encontrábamos. – Ups… - tragué saliva tratando de pasar la mano por arriba para que no se notara.
Me puse especialmente roja pues, en ese momento, apareció el tabernero para servirnos la sopa e indicarnos que la pagaba alguien que no conocía. Parecía entusiasmado hablando con Eltrant, tanto que no se fijó en su mesa abollada.
Cuando terminó, pude narrarle la información que NIA me había enviado al cerebro. – Oh, ¿cómo pude olvidarme de él? Pasó por aquí antesdeayer. Verás… - y le conté la historia que el tipo me había contado. Era lo que me había pedido a cambio. Así que era lo justo ¿no? – Si quieres encontrarlo, iré contigo. Pareces alguien sincero. Y a Rachel le gustan las personas sinceras. A NIA no tanto. – le dije una vez hubimos terminado la sopa, con una sonrisa de oreja a oreja. Era una chica feliz, en el fondo, pese a todo lo sufrido y pese aún no saber dónde me encontraba.
El chico de ojos azules era del Sur, por lo que no era un dragón, de manera que no me contó una historia de dragones y mazmorras. Mejor. Así cambiaba un poco. Los relatos así eran repetitivos.
Escuché su historia con atención. Una muy larga e interesante. En la que había derrocado a un falso rey y ayudado a un hombre a rescatar a su amada de lo alto de una torre. De la que había sacado algunas conclusiones interesantes, ¿cómo puede haber alguien tan cruel como para apriosionar a una joven inocente en una torre? ¿colgar a alguien por no pagar los impuestos? Bueno, yo había visto a mi señora hacer una pila con humanos vivos para dar de comer a los vampiros. Eso no estaba bien tampoco, ¿no? Mejor que NIA no me oyera, ella veía con buenos ojos aquellas cosas.
Eltrant se disculpó por la longitud de la historia. – No, por favor, me ha encantado. Ojalá la gente le pusiese tanta pasión a la historias como haces tú. – le dije mostrando una sonrisa amable. Y es que habíamos gastado explicándome su aventura con final feliz incluido. A cambio, el joven quería saber qué había aprendido sobre Dundarak, descubierto algo extraño, y pronunció un nombre.
-¿Qué aprendí interesante? Hmm. – dije tratando de hacer recuerdo de alguna cosa. – Me uní a un grupo de hechiceros, llamado la Logia. Su torre esconde secretos muy interesantes. Armaduras mágicas, libros de hechizos que flotan en el aire, retratos que te transportan a barcos pirata fantasma. Aunque me siento un poco... rara. Yo no sé hacer magia. Aunque antes era una bruja. Es... curioso.– alteré un poco mi rostro y reí – Somos gente rara. ¡Espero que nunca te las tengas que ver con nosotros! – le comenté a modo de broma. Haciendo alusión al gran número de recursos de los que disponía el grupo de hechicería.
-Y lamento no poder ayudarte, pero no conozco a ningún O’Connell. – torné el rostro a una versión más triste del mismo. No me gustaba no poder serle útil a la gente. Sin embargo, NIA sí que parecía. “Buscando usuario en la base de datos”. – Espera, NIA está buscándolo. – le dije sonriendo, aunque tampoco le había explicado quién era NIA. “Coincidencias con los criterios de búsqueda establecidos: 1. Loki O’Connell. Procedo enviar información al cerebro del bio”. - ¡Lo encontró! – le dije dando un golpe con alegría sobre la mesa con tanto impulso que, por mis brazos de tungsteno, abolló ligeramente la mesa en la que nos encontrábamos. – Ups… - tragué saliva tratando de pasar la mano por arriba para que no se notara.
Me puse especialmente roja pues, en ese momento, apareció el tabernero para servirnos la sopa e indicarnos que la pagaba alguien que no conocía. Parecía entusiasmado hablando con Eltrant, tanto que no se fijó en su mesa abollada.
Cuando terminó, pude narrarle la información que NIA me había enviado al cerebro. – Oh, ¿cómo pude olvidarme de él? Pasó por aquí antesdeayer. Verás… - y le conté la historia que el tipo me había contado. Era lo que me había pedido a cambio. Así que era lo justo ¿no? – Si quieres encontrarlo, iré contigo. Pareces alguien sincero. Y a Rachel le gustan las personas sinceras. A NIA no tanto. – le dije una vez hubimos terminado la sopa, con una sonrisa de oreja a oreja. Era una chica feliz, en el fondo, pese a todo lo sufrido y pese aún no saber dónde me encontraba.
- OFF ROL:
*OFF: Como no sé nada del que dices, tienes permiso para explicar que te conté lo que quieras que te vaya bien para encontrar al tipo ^^. A fin de cuentas, soy una base de datos andante.
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Arqueó una ceja ante la extraña presentación de la joven, sonrió. Rachel era una persona interesante.
Asintió educadamente según la muchacha hablaba acerca de la logia de brujos a la que se había unido, se atusó la barba al escuchar esto. La guardia de Lunargenta había tenido ciertos informes sobre ellos, no habían hecho nada estrictamente ilegal, pero las palabras de Rachel, aunque formuladas de forma diferentes, no eran muy diferentes a las que Tyron, paseando frente al Real Gaviota había dicho a sus subordinados, demasiado poderosos para no tenerles en cuenta.
Miró hacía abajo pensativo cuando la cibernética afirmó no conocer a ningún O’Connel, quizás había pasado más desapercibido de lo que él había pensado en un principio, la descripción que le habían dado en el cuartel era, cuanto menos, abrumadora, todo aquel que le hubiese visto lo recordaría: con el pelo teñido de morado y un parche en el ojo, corría el rumor de que a Loki siempre le gustaba hacerse notar entre la multitud, lo cual teniendo en cuenta su línea de trabajo era algo que el exmercenario no terminaba de comprender.
Saliendo de sus pensamientos cuando Rachel golpeó la barra al grito de “Lo ha encontrado” se cruzó de brazos – “¿Quién lo ha encontrado? ¿NIA?” – Pensó mientras contemplaba como la gruesa madera quedaba ligeramente doblada bajo la fuerza de sus brazos, el regente del local, el llamado “Kolder”, se acercó con cara inquisitiva – No se preocupe, yo lo pago – Dijo colocando un par de los Aeros que la guardia le había proporcionado para el viaje sobre el lugar que Rachel había destrozado, al fin y al cabo, esa reacción había sido por su culpa.
Uno de los camareros se acercó a Eltrant con un tazón de lo que parecía ser sopa y un guantelete, encogiéndose de hombros, el guarda buscó con la mirada al hombre que, según decía el muchacho, había decidido regalarle aquellas cosas, pero se había desvanecido. – Esto sí que es raro… - Le dijo a su acompañante en la barra mientras se guardaba dicho guantelete en su bolsa de viaje.
Tras aquello, Rachel explicó lo que “NIA” había encontrado acerca de la persona que buscaba, nada realmente significativo, el hombre le contó a la chica una historia acerca de dragones norteños, de como él podía acabar con ellos fácilmente y que por eso le faltaba un ojo, justo después de relatarle la historia a la joven, se metió en una pelea con uno de los habituales de la taberna, el patrón de la taberna se encargó de echarlo a los pocos segundos que comenzase, todo parecía ser irrelevante, la típica pelea de bar de borrachos que el castaño estaba habituado ya a escuchar. No obstante, la cibernética escuchó, antes de que este hombre desapareciese tras las puertas del local, unas palabras que sí que parecieron relevantes para Eltrant.
“El Dragón dorado os mandará sus saludos”
Tomó aire y cerró los ojos ¿Qué podía significar aquello? Era evidente que era algún tipo de amenaza. Dándole un sorbo a la sopa comenzó a pensar el sentido de aquella frase, no podía descartar que O’Connel en realidad fuese un eslabón más de algo mucho más grande, suspiró, no le extrañaba, siempre había un pez más grande.
Rachel volvió a sacarle de sus cavilaciones, con aquella sonrisa inocente que siempre tenía dibujada en su cara, y que de algún modo era hasta contagiosa, se ofreció a ayudar al guarda a buscar al hombre que le había llevado hasta el “Dragón Durmiente”
Frunció el ceño, ¿Sería prudente llevarse a Rachel? La joven era simpática, agradable, y su mirada le decía que quería vivir aventuras y conocer nuevas experiencias. Tras unos segundos mirándola suspiró ¿Tenía la fuerza suficiente para negarse a aquella sonrisa? Él, desde luego, no.
- Esta bien – Dijo – Pero ten cuidado ¿Vale? No vamos a lidiar con personas precisamente agradables. – Levantándose del taburete, depositó un par de Aeros sobre la barra y sonriendo, alargó la mano hasta la cabeza de la chica y le revolvió el pelo. – Vamos.
Fue casi automático, como si hubiese hecho aquello un centenar de veces antes, lo hizo sin ni siquiera pensarlo, ligeramente confuso, se miró la mano que había usado antes de sentir un profundo pinchazo en el tatuaje que tenía en la espalda, al cual le siguió un leve dolor de cabeza.
Ignorando aquello negó con la cabeza, apartando el dolor, la maldición a veces le jugaba malas pasadas, hacía tiempo que se había habituado a aquel tipo de cosas - Bien… - Sin hacer ningún comentario a lo que acababa de hacer, dejó caer sus manos hasta el cinturón – Ahora tenemos que averiguar algo sobre este “Dragón Dorado” – Aquello iba a ser realmente complicado, la cultura norteña, casi como en muchos lugares de Aerandir, se basaba, casi en su totalidad, en dragones, las referencias a dragones dorados en aquellas calles iban a ser abrumadoras - ¿El dragón dorado decís? – Uno de los habituales que se encaminaba a la salida se giró hacía ellos - ¿No es esa la nueva taberna que han abierto a un par de calles de aquí?
Cruzándose de brazos se giró hacia Rachel – Comenzaremos por ahí – El tabernero asintió conforme tras la barra, parecía contento de que un guarda fuese a revisar el local de la competencia.
Asintió educadamente según la muchacha hablaba acerca de la logia de brujos a la que se había unido, se atusó la barba al escuchar esto. La guardia de Lunargenta había tenido ciertos informes sobre ellos, no habían hecho nada estrictamente ilegal, pero las palabras de Rachel, aunque formuladas de forma diferentes, no eran muy diferentes a las que Tyron, paseando frente al Real Gaviota había dicho a sus subordinados, demasiado poderosos para no tenerles en cuenta.
Miró hacía abajo pensativo cuando la cibernética afirmó no conocer a ningún O’Connel, quizás había pasado más desapercibido de lo que él había pensado en un principio, la descripción que le habían dado en el cuartel era, cuanto menos, abrumadora, todo aquel que le hubiese visto lo recordaría: con el pelo teñido de morado y un parche en el ojo, corría el rumor de que a Loki siempre le gustaba hacerse notar entre la multitud, lo cual teniendo en cuenta su línea de trabajo era algo que el exmercenario no terminaba de comprender.
Saliendo de sus pensamientos cuando Rachel golpeó la barra al grito de “Lo ha encontrado” se cruzó de brazos – “¿Quién lo ha encontrado? ¿NIA?” – Pensó mientras contemplaba como la gruesa madera quedaba ligeramente doblada bajo la fuerza de sus brazos, el regente del local, el llamado “Kolder”, se acercó con cara inquisitiva – No se preocupe, yo lo pago – Dijo colocando un par de los Aeros que la guardia le había proporcionado para el viaje sobre el lugar que Rachel había destrozado, al fin y al cabo, esa reacción había sido por su culpa.
Uno de los camareros se acercó a Eltrant con un tazón de lo que parecía ser sopa y un guantelete, encogiéndose de hombros, el guarda buscó con la mirada al hombre que, según decía el muchacho, había decidido regalarle aquellas cosas, pero se había desvanecido. – Esto sí que es raro… - Le dijo a su acompañante en la barra mientras se guardaba dicho guantelete en su bolsa de viaje.
Tras aquello, Rachel explicó lo que “NIA” había encontrado acerca de la persona que buscaba, nada realmente significativo, el hombre le contó a la chica una historia acerca de dragones norteños, de como él podía acabar con ellos fácilmente y que por eso le faltaba un ojo, justo después de relatarle la historia a la joven, se metió en una pelea con uno de los habituales de la taberna, el patrón de la taberna se encargó de echarlo a los pocos segundos que comenzase, todo parecía ser irrelevante, la típica pelea de bar de borrachos que el castaño estaba habituado ya a escuchar. No obstante, la cibernética escuchó, antes de que este hombre desapareciese tras las puertas del local, unas palabras que sí que parecieron relevantes para Eltrant.
“El Dragón dorado os mandará sus saludos”
Tomó aire y cerró los ojos ¿Qué podía significar aquello? Era evidente que era algún tipo de amenaza. Dándole un sorbo a la sopa comenzó a pensar el sentido de aquella frase, no podía descartar que O’Connel en realidad fuese un eslabón más de algo mucho más grande, suspiró, no le extrañaba, siempre había un pez más grande.
Rachel volvió a sacarle de sus cavilaciones, con aquella sonrisa inocente que siempre tenía dibujada en su cara, y que de algún modo era hasta contagiosa, se ofreció a ayudar al guarda a buscar al hombre que le había llevado hasta el “Dragón Durmiente”
Frunció el ceño, ¿Sería prudente llevarse a Rachel? La joven era simpática, agradable, y su mirada le decía que quería vivir aventuras y conocer nuevas experiencias. Tras unos segundos mirándola suspiró ¿Tenía la fuerza suficiente para negarse a aquella sonrisa? Él, desde luego, no.
- Esta bien – Dijo – Pero ten cuidado ¿Vale? No vamos a lidiar con personas precisamente agradables. – Levantándose del taburete, depositó un par de Aeros sobre la barra y sonriendo, alargó la mano hasta la cabeza de la chica y le revolvió el pelo. – Vamos.
Fue casi automático, como si hubiese hecho aquello un centenar de veces antes, lo hizo sin ni siquiera pensarlo, ligeramente confuso, se miró la mano que había usado antes de sentir un profundo pinchazo en el tatuaje que tenía en la espalda, al cual le siguió un leve dolor de cabeza.
Ignorando aquello negó con la cabeza, apartando el dolor, la maldición a veces le jugaba malas pasadas, hacía tiempo que se había habituado a aquel tipo de cosas - Bien… - Sin hacer ningún comentario a lo que acababa de hacer, dejó caer sus manos hasta el cinturón – Ahora tenemos que averiguar algo sobre este “Dragón Dorado” – Aquello iba a ser realmente complicado, la cultura norteña, casi como en muchos lugares de Aerandir, se basaba, casi en su totalidad, en dragones, las referencias a dragones dorados en aquellas calles iban a ser abrumadoras - ¿El dragón dorado decís? – Uno de los habituales que se encaminaba a la salida se giró hacía ellos - ¿No es esa la nueva taberna que han abierto a un par de calles de aquí?
Cruzándose de brazos se giró hacia Rachel – Comenzaremos por ahí – El tabernero asintió conforme tras la barra, parecía contento de que un guarda fuese a revisar el local de la competencia.
- Off::
- La actitud de Elt se debe a su maldición, la personalidad de Rachel es MUY similar a la de su hermana pequeña: Laura Tale, lo que hace que al pobre se le crucen los cables de vez en cuando. :'D. Por cierto, el tema es tuyo, así que continua como quieras, como si al final resulta que O'Connel vende repollos en una esquina òuó
Eltrant Tale
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Le conté lo que NIA me había dicho, haciendo especial hincapié en la última frase que a mí particularmente me resultó llamativa: “El dragón dorado os mandará saludos”. Aquello pareció impresionar al joven, al que miraba con ojos saltones y tratando de no perder nunca la sonrisa.
Pese a haberle ofrecido mi ayuda, no pareció hacerlo completamente convencido. ¿No me veía una hábil combatiente? ¿Quizás un estorbo más que un apoyo? Probablemente. Como casi todo el mundo, a fin de cuentas. Y eso me hizo sentirme algo triste. Nadie confiaba en mí. Nunca me dejaban actuar. Aunque lo cierto es que, cuando lo hacía, solía fallar. Tenía una falta de confianza absoluta en mí.
Aún así, me indicó que fuéramos, con cuidado. Eso siempre. Cuando se levantó, pareció que le dio un pinchazo en su espalda.
-Un tirón de espalda. – le indiqué, sonriente, señalando con el índice su espalda desde atrás. – Tienes contracturas. A los humanos os pasa mucho. Con un buen masaje se os pasa. – aporté con mi inocencia, tratando de resultar útil. Necesitaba sentirme aprovechable para no deprimirme.
Ahora teníamos que buscar el Dragón Dorado, que según un hombre de una posada que parecía estar escuchando nuestra conversación nos indicó que era una nueva taberna que habían abierto cerca. Sin muchos más miramientos, salimos por la puerta. Me abroché la chaqueta para no coger frío. También podía coger enfermedades típicas de los humanos, como las gripes o los catarros, y todo por culpa de mi parte orgánica, la que no controlaba NIA. Ella se mantenía sana siempre. Una razón más para sentirme inútil.
Caminé con los brazos cruzados, apretando la cremallera contra mí y mirando al suelo. Era una mañana soleada y sin demasiada gente. Había pocos ciudadanos. “La ciudad de Dundarak cuenta con aproximadamente un tercio de la población de Lunargenta y está habitada principalmente por dragones. De ahí la inmensidad de las estructuras”. Las clases de historia de NIA eran útiles para entender el mundo, pero no era lo que necesitaba en aquel momento. En lo que pensaba. Aquella respuesta no la podría responder la inteligencia artificial. Ella nunca lo hacía. Alcé la vista para mirar tímidamente a mi compañero, que avanzaba junto a mí.
-Eltrant… ¿crees que soy un estorbo? – le pregunté con sinceridad. Con confianza. ¿Qué pensaría de alguien que realizaba esas preguntas tan personales una hora después de conocerle? Aunque aquella hora me había servido para saber que Eltrant era distinto, parecía una buena persona. – Es por tu actitud. – continué torpemente, agité la cabeza al darme cuenta de que no debí decir eso. - Quiero decir… La gente habitualmente no cree en mí. En mis posibilidades. Siempre dicen: “¡Rachel, eres una inútil!”. Incluso me pegan, a veces… - le dije, señalándome la especie de arañazo que lucía en una mejilla nada orgullosa. Tenía la piel desgarrada y se apreciaba la parte metalizada interior de mis implantes metálicos. Me la había hecho la Dama Mortagglia por fallar en una misión, cuando Arygos y Bio me robaron el libro que tenía que entregarle a la líder vampiresa. - ¿Tu no me pegarás si fallamos, no? Porque si lo vas a hacer, me marcho ya. – pregunté con inocencia. Y es que hasta el momento, tan sólo Catherine Blair me había demostrado ser una amiga fiel. Aún guardaba el frasquito de colonia que me entregó y que había pertenecido a su madre. Ella ahora seguramente estaría en la torre de la Logia, o quién sabe.
“El Dragón Dorado”. Indicó NIA, que había leído el cartel antes que yo. A ella para leer un cartel le bastaba, en sus propias palabras, “que el letrero se encontrara en un ángulo de +- cuarenta y cinco grados con respecto a la horizontal. Es decir entre 315 y 45”. No entendía muy bien qué quería decir con aquello, pero tampoco me importaba. – Es ahí. – le indiqué a mi compañero.
Procedimos a entrar. Era un sitio mucho más nuevo y moderno. Plagado de gente como diría NIA “de capacidad económica reducida”. Oh, ya lo había dicho otra vez. – Y bien, ¿por dónde empezamos? – le dije, frotándome las manos metálicas y mirándole. Seguramente él tuviera más experiencia que yo en aquellas situaciones.
Pese a haberle ofrecido mi ayuda, no pareció hacerlo completamente convencido. ¿No me veía una hábil combatiente? ¿Quizás un estorbo más que un apoyo? Probablemente. Como casi todo el mundo, a fin de cuentas. Y eso me hizo sentirme algo triste. Nadie confiaba en mí. Nunca me dejaban actuar. Aunque lo cierto es que, cuando lo hacía, solía fallar. Tenía una falta de confianza absoluta en mí.
Aún así, me indicó que fuéramos, con cuidado. Eso siempre. Cuando se levantó, pareció que le dio un pinchazo en su espalda.
-Un tirón de espalda. – le indiqué, sonriente, señalando con el índice su espalda desde atrás. – Tienes contracturas. A los humanos os pasa mucho. Con un buen masaje se os pasa. – aporté con mi inocencia, tratando de resultar útil. Necesitaba sentirme aprovechable para no deprimirme.
Ahora teníamos que buscar el Dragón Dorado, que según un hombre de una posada que parecía estar escuchando nuestra conversación nos indicó que era una nueva taberna que habían abierto cerca. Sin muchos más miramientos, salimos por la puerta. Me abroché la chaqueta para no coger frío. También podía coger enfermedades típicas de los humanos, como las gripes o los catarros, y todo por culpa de mi parte orgánica, la que no controlaba NIA. Ella se mantenía sana siempre. Una razón más para sentirme inútil.
Caminé con los brazos cruzados, apretando la cremallera contra mí y mirando al suelo. Era una mañana soleada y sin demasiada gente. Había pocos ciudadanos. “La ciudad de Dundarak cuenta con aproximadamente un tercio de la población de Lunargenta y está habitada principalmente por dragones. De ahí la inmensidad de las estructuras”. Las clases de historia de NIA eran útiles para entender el mundo, pero no era lo que necesitaba en aquel momento. En lo que pensaba. Aquella respuesta no la podría responder la inteligencia artificial. Ella nunca lo hacía. Alcé la vista para mirar tímidamente a mi compañero, que avanzaba junto a mí.
-Eltrant… ¿crees que soy un estorbo? – le pregunté con sinceridad. Con confianza. ¿Qué pensaría de alguien que realizaba esas preguntas tan personales una hora después de conocerle? Aunque aquella hora me había servido para saber que Eltrant era distinto, parecía una buena persona. – Es por tu actitud. – continué torpemente, agité la cabeza al darme cuenta de que no debí decir eso. - Quiero decir… La gente habitualmente no cree en mí. En mis posibilidades. Siempre dicen: “¡Rachel, eres una inútil!”. Incluso me pegan, a veces… - le dije, señalándome la especie de arañazo que lucía en una mejilla nada orgullosa. Tenía la piel desgarrada y se apreciaba la parte metalizada interior de mis implantes metálicos. Me la había hecho la Dama Mortagglia por fallar en una misión, cuando Arygos y Bio me robaron el libro que tenía que entregarle a la líder vampiresa. - ¿Tu no me pegarás si fallamos, no? Porque si lo vas a hacer, me marcho ya. – pregunté con inocencia. Y es que hasta el momento, tan sólo Catherine Blair me había demostrado ser una amiga fiel. Aún guardaba el frasquito de colonia que me entregó y que había pertenecido a su madre. Ella ahora seguramente estaría en la torre de la Logia, o quién sabe.
“El Dragón Dorado”. Indicó NIA, que había leído el cartel antes que yo. A ella para leer un cartel le bastaba, en sus propias palabras, “que el letrero se encontrara en un ángulo de +- cuarenta y cinco grados con respecto a la horizontal. Es decir entre 315 y 45”. No entendía muy bien qué quería decir con aquello, pero tampoco me importaba. – Es ahí. – le indiqué a mi compañero.
Procedimos a entrar. Era un sitio mucho más nuevo y moderno. Plagado de gente como diría NIA “de capacidad económica reducida”. Oh, ya lo había dicho otra vez. – Y bien, ¿por dónde empezamos? – le dije, frotándome las manos metálicas y mirándole. Seguramente él tuviera más experiencia que yo en aquellas situaciones.
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Salieron del local, el frío norteño le recibió como solía hacerlo, colándose entre las pequeñas hendiduras de su armadura y los pliegues de sus ropajes, calándole hasta los huesos. – Nunca voy a acostumbrarme a esto - Le dijo a su acompañante pasándose la mano por las mejillas.
Sentía una curiosa sensación al caminar por las calles de Dundarak, a diferencia de la urbe de la que procedía, no había aglomeraciones, no había calles intransitables debido al número de marineros y comerciantes que caminaban de un lugar a otro, ni pequeños puestos de comida cada quince pasos, era una ciudad mucho más modesta, pero a la vez, de algún modo, más solemne.
Rachel, que se había mantenido cabizbaja durante todo el trayecto, alzó la mirada para hacer una pregunta que hizo que Eltrant se detuviese de inmediato y se girase mirar a su acompañante. - ¿Cómo…? – Preguntó en principio sin saber muy bien que responder a aquello ¿Un estorbo? No creía que lo fuese ¿Había dado aquella impresión? Antes de que consiguiese contestar la muchacha se encargó de asegurándoselo: “Es por tu actitud”, añadió segundos después, no obstante, parecía no encontrar las palabras adecuadas para decir lo que pretendía pues agitando la cabeza continuó su monologo, en el cual afirmaba que la gente no solía confiar en ella, en sus posibilidades. – No, verás… - La cibernética continuó hablando, narrando entonces como incluso le llegaron a pegar por fracasar.
Acercándose en un par de pasos hasta la Bio, depositó ambas manos en los hombros de la chica, otro pinchazo en el tatuaje, estaba ardiendo, lo ignoró – No voy a pegarte si fallamos, ningún amigo te pegaría por equivocarte, y si lo hace… no es una persona con la que debas estar – Sentenció con rotundidad, dedicándole una sonrisa. – Y no, tampoco eres un estorbo, si pensase que lo eres no te habría dejado venir conmigo – Tras unos segundos rebuscando en su pequeña bolsa de viaje acabó encontrando la última de las pequeñas vendas adhesivas que Alanna le había regalado, tras varios intentos y una ligera sesión de varios minutos intentando recordar cómo se usaban, acabó colocando, cuidadosamente, la venda sobre la mejilla de Rachel, presionando con suavidad para que quedase bien pegada, ocultando el golpe – Sinceramente, me compadezco del pobre diablo que acabe frente a tus puños, dudo mucho que mi armadura soporte más de dos golpes seguidos – Dijo incorporándose y dándole un pequeño toque amistoso en el hombro, ensanchando su sonrisa. – Así que alegra esa cara ¿Vale? Voy a necesitar tu ayuda. Pase lo que pase, no te preocupes, simplemente haz lo que creas correcto y todo irá bien – Cruzándose de brazos frente a la joven le guiño un ojo y se giró sobre sí mismo, emprendiendo de nuevo la marcha. – Pero ten cuidado.
No sabía cómo funcionaba la piel de los Cibernéticos, quizás la joven tendría aquella venda en la cara porque sí y no tendría ningún significado para ella, quizás le ayudaría a sanar con más facilidad. Mientras seguían caminando en dirección a la taberna apretó los puños con fuerza y respiró hondo, de lo que si estaba seguro era de que le iba a preguntar el nombre de la persona que le había hecho aquello en cuanto acabasen, y si estaba en la ciudad, iba a lamentar haber nacido.
Finalmente llegaron a la taberna, un lugar pequeño y mal iluminado, prácticamente la mitad de las losas de las que estaba constituido el suelo estaban rotas, y las ventanas se bamboleaban con cada ligera bocanada de aire que chocaba contra la fachada.
Entornando los ojos analizó tanto el lugar como a los lugareños, estaba seguro de que los vivarachos lugareños también lo estaban haciendo con lo que acababan de llegar ¿De verdad aquel sito acababa de abrir? Porque parecía estar a punto de cerrar.
Suspiró y se giró hacía Rachel – No te alejes – Dijo sencillamente, en cualquier otra situación la habría enviado a investigar las habitaciones traseras, pero llamaban demasiado la atención allí como para pasar desaparecidos. – Y quédate con cualquier detalle de este sitio que creas importante – Le susurró, si estaba en lo cierto, los cibernéticos, por norma general, tenían buena memoria y fijación hasta por los detalles más nimios, fuese lo que localizase Rachel, seria de utilidad.
Sin tiempo que perder se dirigió al mostrador, dónde el tabernero limpiaba un vaso que había visto mejores días con un trapo mohoso, con cada paso que daba aquel sitio se superara más y más, cuando llegaron a la barra casi parecía una parodia de sí mismo.
Ignorando a los entrañables caballeros que conversaban a poco metros de él, llamó la atención del tabernero, que se acercó con cara de pocos amigos – Estas muy lejos de casa soldado. ¿Qué se le ha perdido a uno de los perros de Siegfried aquí arriba? – Sonrió, la misma frase que el buen patrón de “El Dragón Dormido” le había dicho, al menos en parte – No me digas – Contestó – Creía que esto era Lunargenta – El tabernero frunció el ceño y siguió limpiando - ¿Qué sabes de O’Connel? – Algunas cabezas se giraron a mirarles, murmullos disconformes, algún gruñido, quizás no había sido buena idea preguntar de forma tan directa, ya no podía echarse atrás – Ya sabes, pelo vistoso, un tipo extravagante, le gusta llamar la atención... – El hombre escupió en el vaso y se encogió de hombros indicando que no sabía a qué se refería el castaño, bueno, se esperaba aquella reacción. ¿Iban a tener que usar la fuerza? Miró a Rachel, aún era muy pronto para ello y, realmente, su cuerpo agradecería si solventaba, por una vez, los problemas sin pelear – Tienes otro intento más – Afirmó - ¿Algo que decir sobre Loki?
Sentía una curiosa sensación al caminar por las calles de Dundarak, a diferencia de la urbe de la que procedía, no había aglomeraciones, no había calles intransitables debido al número de marineros y comerciantes que caminaban de un lugar a otro, ni pequeños puestos de comida cada quince pasos, era una ciudad mucho más modesta, pero a la vez, de algún modo, más solemne.
Rachel, que se había mantenido cabizbaja durante todo el trayecto, alzó la mirada para hacer una pregunta que hizo que Eltrant se detuviese de inmediato y se girase mirar a su acompañante. - ¿Cómo…? – Preguntó en principio sin saber muy bien que responder a aquello ¿Un estorbo? No creía que lo fuese ¿Había dado aquella impresión? Antes de que consiguiese contestar la muchacha se encargó de asegurándoselo: “Es por tu actitud”, añadió segundos después, no obstante, parecía no encontrar las palabras adecuadas para decir lo que pretendía pues agitando la cabeza continuó su monologo, en el cual afirmaba que la gente no solía confiar en ella, en sus posibilidades. – No, verás… - La cibernética continuó hablando, narrando entonces como incluso le llegaron a pegar por fracasar.
Acercándose en un par de pasos hasta la Bio, depositó ambas manos en los hombros de la chica, otro pinchazo en el tatuaje, estaba ardiendo, lo ignoró – No voy a pegarte si fallamos, ningún amigo te pegaría por equivocarte, y si lo hace… no es una persona con la que debas estar – Sentenció con rotundidad, dedicándole una sonrisa. – Y no, tampoco eres un estorbo, si pensase que lo eres no te habría dejado venir conmigo – Tras unos segundos rebuscando en su pequeña bolsa de viaje acabó encontrando la última de las pequeñas vendas adhesivas que Alanna le había regalado, tras varios intentos y una ligera sesión de varios minutos intentando recordar cómo se usaban, acabó colocando, cuidadosamente, la venda sobre la mejilla de Rachel, presionando con suavidad para que quedase bien pegada, ocultando el golpe – Sinceramente, me compadezco del pobre diablo que acabe frente a tus puños, dudo mucho que mi armadura soporte más de dos golpes seguidos – Dijo incorporándose y dándole un pequeño toque amistoso en el hombro, ensanchando su sonrisa. – Así que alegra esa cara ¿Vale? Voy a necesitar tu ayuda. Pase lo que pase, no te preocupes, simplemente haz lo que creas correcto y todo irá bien – Cruzándose de brazos frente a la joven le guiño un ojo y se giró sobre sí mismo, emprendiendo de nuevo la marcha. – Pero ten cuidado.
No sabía cómo funcionaba la piel de los Cibernéticos, quizás la joven tendría aquella venda en la cara porque sí y no tendría ningún significado para ella, quizás le ayudaría a sanar con más facilidad. Mientras seguían caminando en dirección a la taberna apretó los puños con fuerza y respiró hondo, de lo que si estaba seguro era de que le iba a preguntar el nombre de la persona que le había hecho aquello en cuanto acabasen, y si estaba en la ciudad, iba a lamentar haber nacido.
Finalmente llegaron a la taberna, un lugar pequeño y mal iluminado, prácticamente la mitad de las losas de las que estaba constituido el suelo estaban rotas, y las ventanas se bamboleaban con cada ligera bocanada de aire que chocaba contra la fachada.
Entornando los ojos analizó tanto el lugar como a los lugareños, estaba seguro de que los vivarachos lugareños también lo estaban haciendo con lo que acababan de llegar ¿De verdad aquel sito acababa de abrir? Porque parecía estar a punto de cerrar.
Suspiró y se giró hacía Rachel – No te alejes – Dijo sencillamente, en cualquier otra situación la habría enviado a investigar las habitaciones traseras, pero llamaban demasiado la atención allí como para pasar desaparecidos. – Y quédate con cualquier detalle de este sitio que creas importante – Le susurró, si estaba en lo cierto, los cibernéticos, por norma general, tenían buena memoria y fijación hasta por los detalles más nimios, fuese lo que localizase Rachel, seria de utilidad.
Sin tiempo que perder se dirigió al mostrador, dónde el tabernero limpiaba un vaso que había visto mejores días con un trapo mohoso, con cada paso que daba aquel sitio se superara más y más, cuando llegaron a la barra casi parecía una parodia de sí mismo.
Ignorando a los entrañables caballeros que conversaban a poco metros de él, llamó la atención del tabernero, que se acercó con cara de pocos amigos – Estas muy lejos de casa soldado. ¿Qué se le ha perdido a uno de los perros de Siegfried aquí arriba? – Sonrió, la misma frase que el buen patrón de “El Dragón Dormido” le había dicho, al menos en parte – No me digas – Contestó – Creía que esto era Lunargenta – El tabernero frunció el ceño y siguió limpiando - ¿Qué sabes de O’Connel? – Algunas cabezas se giraron a mirarles, murmullos disconformes, algún gruñido, quizás no había sido buena idea preguntar de forma tan directa, ya no podía echarse atrás – Ya sabes, pelo vistoso, un tipo extravagante, le gusta llamar la atención... – El hombre escupió en el vaso y se encogió de hombros indicando que no sabía a qué se refería el castaño, bueno, se esperaba aquella reacción. ¿Iban a tener que usar la fuerza? Miró a Rachel, aún era muy pronto para ello y, realmente, su cuerpo agradecería si solventaba, por una vez, los problemas sin pelear – Tienes otro intento más – Afirmó - ¿Algo que decir sobre Loki?
Eltrant Tale
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Eltrant parecía alguien cordial. Sonreí cuando me dijo que no me iba a pegar. Estaba bien que no lo hiciera. Parece que mi viaje al Norte había traído por fin algo de suerte a mi vida, al menos por la gente con la que me encontraba. En la logia no podía decirse que me tratasen mal, quitando las malas caras de Abbey Frost o de Lucy. Pero trato era una maravilla al lado de los golpes, voces y violencia de EVH-A, mi constructora, de Vladimir el centinela, o de la propia Mortagglia.
Mis puños parecía ser lo que más llamaba la atención a Eltrant. Los miré y sonreí. – Son un poco raros. – dije. – Pero sí. Son más fuertes que los de un humano. –y reí, “concretamente, 6,5 veces más resistentes que el calcio humano” me corrigió NIA. Y a continuación me puso una tirita en mi herida. “El activo que te ha colocado en la mejilla, no cauterizará la piel.”. Una pena que no sirviera, pero Eltrant era muy bueno, se preocupaba por mí. Además me dijo que tuviera cuidado. Si decía eso, era porque iba a haber peligro, ¿no? Estiré el cuello y abrí los ojos como platos, para afirmar con la cabeza, apretando los dientes y sonriendo mientras me colocaba la tirita. La cual no me quitaría aunque NIA me dijese que me iba a resultar inútil. Seguro que algo hacía.
Al entrar en aquella nueva estancia, “el Dragón Dorado”, que parecía bastante peor equipada pese a ser más nueva, me dijo que me fijara en todo cuanto pudiera. – Bueno, yo no soy muy buena identificando cosas, pero seguro que NIA se fija en algo. – le dije sin perder la sonrisa, como siempre. No quería decepcionarle.
Fui tras él sin decir nada, observándolo todo. “Escaneando la zona” decía NIA, al tiempo que mi vista se tornaba azul y se llenaba de circulitos que giraban y apuntaban a distintas partes del local. Y los ojos se me llenaban de letras que apenas alcanzaba a leer. NIA me enviaba información sobre estos objetos mientras Eltrant hablaba con el tabernero, que a decir por sus gestos no parecía demasiado conversador. Continué mirando, esperando que él dialogara con el tipo.
De repente, cerca de una mesa, la inteligencia detectó algo. “He identificado sangre en una de las mesas. Acércate”. mi dijo NIA, y, sin decir ni una palabra, me alejé de mi compañero y su acalorada charla con el mesonero. Allí había sangre, que teñía la mesa. Me acerqué para analizarla. “Sangre distribuida en niveles de circunferencias. Pequeño desgarro de madera en la mesa. Probablemente debida al impacto de una flecha. Una ballesta de longitud pequeña y calibre 5. Centra tu vista en el agujero de la mesa”. Y acerqué mi vista hasta ahí. “Ángulo de incidencia, 20º, en dirección Sur. Mira hacia allí”, y me giré para ver qué había. No había nada, más que una ventana. “Detecto un pequeño orificio en el cristal. Acércate a la ventana”. Y allí fui. “Escaneando dimensiones del orificio. Coinciden con las de la mesa. Alguien ha disparado a través la ventana”. Indicó NIA.
Era un lujo contar con alguien como NIA. Trabajar para un grupo de vampiros asesinos tenía que tener alguna ventaja. Me acerqué a Eltrant, orgullosa, mientras este aún charlaba con el tipo e interrumpí cualquiera que fuera la conversación que tuvieran. NIA aún me seguía enviando información sobre los hechos.
-¿Ha entrado alguien con una ballesta recientemente? – pregunté. El tipo me miró mosqueado.
-Eso no es de tu incumbencia, estúpida. – me dijo el tipo, de muy malos modales. Lo cual me hizo molestarme, otro hombre que me insultaba sin razón.
-Oiga no me insulte. Sólo le he hecho una pregunta. – le repliqué molesta. Señalé a la ventana. – Alguien ha disparado a través de la ventana con una ballesta de virotes de calibre 5, Probablemente una Westminster-Haffleson, con un ángulo de disparo de 340º respecto a la horizontal en dirección a aquella mesa de allí – señalé la mesa que había estudiado. – donde se encontraba un hombre cuya mano recibió el impacto de la flecha y además... – continué, pero no pude decir mucho más pues el tipo me interrumpió.
-Hablas demasiado, montón de chatarra. Los perros y Siegfried y tú no sois bienvenidos aquí. – interrumpió el hombre, con cara de pocos amigos. E hizo un silbido a modo de atención. Se agachó y sacó un martillo. Algo me decía que aquello no nos iba a deparar nada bueno.
-¿Qué hay que hacer en estos casos, Eltrant? - le pregunté a mi compañero, mientras retrocedía y me alejaba, dándome cuenta que por detrás también tenía enemigos. No quería combatir. No me gustaba. Nunca deparaba nada bueno para ninguno de los bandos. Pero aún así, parecía que tendría que volver a hacerlo.
El resto de hombres de la taberna comenzaron a levantarse de sus sillas a la señal del mesonero. Algo me decía que aquel hombre no iba a decirnos mucho más. “Activando los mecanismos de defensa del biocibernético. Mantente en guardia”. Replicó.
Mis puños parecía ser lo que más llamaba la atención a Eltrant. Los miré y sonreí. – Son un poco raros. – dije. – Pero sí. Son más fuertes que los de un humano. –y reí, “concretamente, 6,5 veces más resistentes que el calcio humano” me corrigió NIA. Y a continuación me puso una tirita en mi herida. “El activo que te ha colocado en la mejilla, no cauterizará la piel.”. Una pena que no sirviera, pero Eltrant era muy bueno, se preocupaba por mí. Además me dijo que tuviera cuidado. Si decía eso, era porque iba a haber peligro, ¿no? Estiré el cuello y abrí los ojos como platos, para afirmar con la cabeza, apretando los dientes y sonriendo mientras me colocaba la tirita. La cual no me quitaría aunque NIA me dijese que me iba a resultar inútil. Seguro que algo hacía.
Al entrar en aquella nueva estancia, “el Dragón Dorado”, que parecía bastante peor equipada pese a ser más nueva, me dijo que me fijara en todo cuanto pudiera. – Bueno, yo no soy muy buena identificando cosas, pero seguro que NIA se fija en algo. – le dije sin perder la sonrisa, como siempre. No quería decepcionarle.
Fui tras él sin decir nada, observándolo todo. “Escaneando la zona” decía NIA, al tiempo que mi vista se tornaba azul y se llenaba de circulitos que giraban y apuntaban a distintas partes del local. Y los ojos se me llenaban de letras que apenas alcanzaba a leer. NIA me enviaba información sobre estos objetos mientras Eltrant hablaba con el tabernero, que a decir por sus gestos no parecía demasiado conversador. Continué mirando, esperando que él dialogara con el tipo.
De repente, cerca de una mesa, la inteligencia detectó algo. “He identificado sangre en una de las mesas. Acércate”. mi dijo NIA, y, sin decir ni una palabra, me alejé de mi compañero y su acalorada charla con el mesonero. Allí había sangre, que teñía la mesa. Me acerqué para analizarla. “Sangre distribuida en niveles de circunferencias. Pequeño desgarro de madera en la mesa. Probablemente debida al impacto de una flecha. Una ballesta de longitud pequeña y calibre 5. Centra tu vista en el agujero de la mesa”. Y acerqué mi vista hasta ahí. “Ángulo de incidencia, 20º, en dirección Sur. Mira hacia allí”, y me giré para ver qué había. No había nada, más que una ventana. “Detecto un pequeño orificio en el cristal. Acércate a la ventana”. Y allí fui. “Escaneando dimensiones del orificio. Coinciden con las de la mesa. Alguien ha disparado a través la ventana”. Indicó NIA.
Era un lujo contar con alguien como NIA. Trabajar para un grupo de vampiros asesinos tenía que tener alguna ventaja. Me acerqué a Eltrant, orgullosa, mientras este aún charlaba con el tipo e interrumpí cualquiera que fuera la conversación que tuvieran. NIA aún me seguía enviando información sobre los hechos.
-¿Ha entrado alguien con una ballesta recientemente? – pregunté. El tipo me miró mosqueado.
-Eso no es de tu incumbencia, estúpida. – me dijo el tipo, de muy malos modales. Lo cual me hizo molestarme, otro hombre que me insultaba sin razón.
-Oiga no me insulte. Sólo le he hecho una pregunta. – le repliqué molesta. Señalé a la ventana. – Alguien ha disparado a través de la ventana con una ballesta de virotes de calibre 5, Probablemente una Westminster-Haffleson, con un ángulo de disparo de 340º respecto a la horizontal en dirección a aquella mesa de allí – señalé la mesa que había estudiado. – donde se encontraba un hombre cuya mano recibió el impacto de la flecha y además... – continué, pero no pude decir mucho más pues el tipo me interrumpió.
-Hablas demasiado, montón de chatarra. Los perros y Siegfried y tú no sois bienvenidos aquí. – interrumpió el hombre, con cara de pocos amigos. E hizo un silbido a modo de atención. Se agachó y sacó un martillo. Algo me decía que aquello no nos iba a deparar nada bueno.
-¿Qué hay que hacer en estos casos, Eltrant? - le pregunté a mi compañero, mientras retrocedía y me alejaba, dándome cuenta que por detrás también tenía enemigos. No quería combatir. No me gustaba. Nunca deparaba nada bueno para ninguno de los bandos. Pero aún así, parecía que tendría que volver a hacerlo.
El resto de hombres de la taberna comenzaron a levantarse de sus sillas a la señal del mesonero. Algo me decía que aquel hombre no iba a decirnos mucho más. “Activando los mecanismos de defensa del biocibernético. Mantente en guardia”. Replicó.
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Se aclaró la garganta cuando el tabernero se negó, de nuevo, a responder a la pregunta que Eltrant le había hecho. - ¿Por qué nunca me ponéis las cosas fáciles? – Preguntó el castaño lo suficientemente bajo como para que nadie le oyese.
Tras echar un vistazo tratando de mantener localizada a Rachel, que ojeaba algo entre las mesas del lugar, colocó ambas manos sobre la barra y miró directamente a los ojos del dueño del local, que le aguantó la mirada, desafiante. – Podemos hacer las cosas por las buenas o podemos hacer las cosas por las… - Antes de que Eltrant pudiese finalizar la amenaza Rachel volvió junto a él y sin mencionar que había estado haciendo interrumpió la conversación que estaba teniendo preguntando si, últimamente, había entrado alguien portando una ballesta en aquella taberna.
Eltrant se cruzó de brazos y esperó expectante la respuesta del tabernero, no obstante, no dijo nada muy diferente que no hubiese oído ya antes, frunciendo el ceño escuchó atentamente el pequeño monologo que la cibernética se encargó de relatar justo después de que el tabernero contestase de mala gana.
Siguiendo el dedo de Rachel, miró en dirección a la ventana por la que, según decía su compañera, habían disparado la flecha que había acabado alojada en la mano de algún pobre desgraciado en la mesa que la chica había revisado antes. – Impresionante – Dijo Eltrant girándose hacía Rachel, el cantinero, sin embargo, no tardó en dedicarles unas palabras de desprecio en cuanto su aliada terminó de hablar, palabras que acompañó con un fuerte silbido que hizo que la mayor parte de los clientes del lugar se levantasen de sus asientos con una actitud visiblemente amenazante.
Suspirando agotado, bajo la atenta mirada de todos los presentes, el guarda desanudó el cordel que mantenía sujeta su capa al cuello, esta no tardó en caer al suelo, permitiendo al castaño mover los brazos sin dificultad aun portando la pesada armadura.
Estiró ambos brazos y llevó su mano útil hasta el pomo de su espada, les estaban rodeando lentamente, pero de forma constante, ¿Cuántos eran? Eltrant fue contando a los hombres que, armados, se movían lentamente alrededor de los dos recién llegados. Sonrió ante la pregunta que Rachel hizo, tratando de tranquilizarla. – En estas situaciones nos defendemos, Rachel – Afirmó el guarda – No te preocupes, acabará rápido – Sentenció quitándole importancia al asunto, pero lo cierto es que él sí que estaba algo preocupado, no se estaban enfrentando a dos borrachos en un bar de mala muerte, tenían frente a ellos al menos una decena de adversarios, y aunque las armas que estos blandían no eran nada del otro mundo, aquella escaramuza podría acabar muy mal si se descuidaba – Aún estáis a tiempo de largaros de aquí, solo quiero información sobre Loki O’Connel, ¿Alguno de vosotros lo conoce? ¿Nadie? – Dijo haciendo gala de una confianza en sí mismo que sabía bastante bien que no tenía. El tabernero golpeó con fuerza con su martillo contra el mostrador tras el que se hallaba segundos después de que Eltrant dejase de hablar - ¡Tienes el valor de venir aquí con tu pequeña lata a exigir cosas! ¡Acabad con ellos! ¡Matadles!
Aquellas fueron las palabras que desataron el caos, con un rápido y vigoroso tirón el exmercenario extrajo su espada de la vaina en apenas una fracción de segundo, el tiempo suficiente para hacer estallar a escasos centímetros de su cabeza la botella que uno de los muchos contrincantes que tenía se encargó de lanzar en su dirección.
- ¡Espalda con espalda Rachel! – Exclamó agarrando a la chica del brazo y colocándola justo detrás suya – Que no pase ninguno, yo me encargo de este lado, tú de ese otro. – No tenían donde huir, les habían rodeado, aquella era la mejor formación que al séptimo vástago de los Tale se le iba a ocurrir, puede que Rachel no aparentase tener mucha experiencia, pero solo tenía que hacer uso de su fuerza, si la chica se veía en problemas, intervendría él. - ¡Ultima oportunidad para rendiros chicos! – Gritó a los parroquianos del lugar - ¡Es ahora o nunca! – El intenso grito que estos dejaron escapar justo después no hizo sino atestiguar lo que ya sabía, no se iban a rendir.
Dejando escapar el aire que tenía en sus pulmones observó, durante un escueto segundo el suave resplandor azulado que ahora emitía su espada, era la primera vez que la usaba desde que Asher la encantó, sonrió al sentir como el aire se volvía más frío alrededor de la hoja de su arma, no podía haber sido en un lugar más acertado.
Aguardó la envestida. – Prepárate. – Susurró a su compañera – Aquí vienen.
Con un rápido movimiento de sus brazos Eltrant cercenó el brazo de uno de los tantos hombres que les atacaban tanto a él como a Rachel. El primer herido del día se llevó la mano sana a la extremidad herida y la miró, aturdido. Sin dejar tiempo a que este siquiera se desplomase contra el suelo, Eltrant pateó al hombre en el pecho lanzándolo sobre sus compañeros, de forma que estos se vieron obligado a interrumpir su avance.
Otra botella surgió de entre la turba, está impactando directamente en la cabeza del guarda, estallando en un centenar de pedacitos de cristal que arañaron su rostro.
Maldiciendo al individuo que había lanzado la botella con un par de insultos realmente originales, Eltrant no pudo sino retroceder mareado arrastrando, según pudo sentir, a quien fuese que estuviese tras él en aquel momento. - ¿Estas bien Rachel? – No pudo oír la respuesta pues apenas segundos después de haber recuperado parcialmente la visión se vio forzado a detener la espada de otro de los parroquianos con su guantelete, para enseguida clavar la suya propia en el pecho de su atacante.
Tras sacar la espada de su moribundo contrincante volvió a deflactar otra arma con su guantelete izquierdo - ¡No puedes tocarme! – Gritó golpeándole en la cara con dicho guantelete apartándolo de delante suya. Sonrió para sí, la armadura estaba siendo realmente útil, y no limitaba sus movimientos tanto como había pensado en un principio que lo haría.
Trató de localizar a Rachel, de ver como se encontraba, pero no tuvo tiempo de girarse antes de que un enérgico vozarrón emergiese de entre la multitud. - ¡¡Dejad paso a Jared!! ¡Quiere hablar con la lata y el perro de Lunargenta! – El castaño tensó los músculos, aquello lo había dicho el camarero, ¿Él era Jared? Entornó los ojos cuando el gentío se abrió dejando pasar a un hombre de mediana edad enfundado en una armadura ligera, una extraña mezcla entre cuero y tela de colores realmente vivos.
El hombre se atusó el pequeño bigote rosa, a juego con su pelo, y sonrió socarronamente a los dos individuos que se estaban encargado de diezmar a los clientes del Dragón Dorado - ¿Estáis buscando a mi hermano? – Eltrant tomó aire y levantó su espada, el recién llegado le imitó y, además, se encargó de hacer notar que era un brujo lanzando una fuerte bocanada de aire contra ellos, Eltrant no pudo sino retroceder un par de pasos, afortunadamente pudo mantenerse de pie, sin dejar de mirar al brujo, se limpió la sangre que por culpa de la botella rota resbalaba por su mejilla con el guantelete de cuero que guardaba en el bolsillo – Ese engreído siempre llamando la atención… - Suspiró – Siempre tengo que estar limpiando sus desastres. Os preguntaré para que le queréis... cuando no tengáis brazos.
Tras echar un vistazo tratando de mantener localizada a Rachel, que ojeaba algo entre las mesas del lugar, colocó ambas manos sobre la barra y miró directamente a los ojos del dueño del local, que le aguantó la mirada, desafiante. – Podemos hacer las cosas por las buenas o podemos hacer las cosas por las… - Antes de que Eltrant pudiese finalizar la amenaza Rachel volvió junto a él y sin mencionar que había estado haciendo interrumpió la conversación que estaba teniendo preguntando si, últimamente, había entrado alguien portando una ballesta en aquella taberna.
Eltrant se cruzó de brazos y esperó expectante la respuesta del tabernero, no obstante, no dijo nada muy diferente que no hubiese oído ya antes, frunciendo el ceño escuchó atentamente el pequeño monologo que la cibernética se encargó de relatar justo después de que el tabernero contestase de mala gana.
Siguiendo el dedo de Rachel, miró en dirección a la ventana por la que, según decía su compañera, habían disparado la flecha que había acabado alojada en la mano de algún pobre desgraciado en la mesa que la chica había revisado antes. – Impresionante – Dijo Eltrant girándose hacía Rachel, el cantinero, sin embargo, no tardó en dedicarles unas palabras de desprecio en cuanto su aliada terminó de hablar, palabras que acompañó con un fuerte silbido que hizo que la mayor parte de los clientes del lugar se levantasen de sus asientos con una actitud visiblemente amenazante.
Suspirando agotado, bajo la atenta mirada de todos los presentes, el guarda desanudó el cordel que mantenía sujeta su capa al cuello, esta no tardó en caer al suelo, permitiendo al castaño mover los brazos sin dificultad aun portando la pesada armadura.
Estiró ambos brazos y llevó su mano útil hasta el pomo de su espada, les estaban rodeando lentamente, pero de forma constante, ¿Cuántos eran? Eltrant fue contando a los hombres que, armados, se movían lentamente alrededor de los dos recién llegados. Sonrió ante la pregunta que Rachel hizo, tratando de tranquilizarla. – En estas situaciones nos defendemos, Rachel – Afirmó el guarda – No te preocupes, acabará rápido – Sentenció quitándole importancia al asunto, pero lo cierto es que él sí que estaba algo preocupado, no se estaban enfrentando a dos borrachos en un bar de mala muerte, tenían frente a ellos al menos una decena de adversarios, y aunque las armas que estos blandían no eran nada del otro mundo, aquella escaramuza podría acabar muy mal si se descuidaba – Aún estáis a tiempo de largaros de aquí, solo quiero información sobre Loki O’Connel, ¿Alguno de vosotros lo conoce? ¿Nadie? – Dijo haciendo gala de una confianza en sí mismo que sabía bastante bien que no tenía. El tabernero golpeó con fuerza con su martillo contra el mostrador tras el que se hallaba segundos después de que Eltrant dejase de hablar - ¡Tienes el valor de venir aquí con tu pequeña lata a exigir cosas! ¡Acabad con ellos! ¡Matadles!
Aquellas fueron las palabras que desataron el caos, con un rápido y vigoroso tirón el exmercenario extrajo su espada de la vaina en apenas una fracción de segundo, el tiempo suficiente para hacer estallar a escasos centímetros de su cabeza la botella que uno de los muchos contrincantes que tenía se encargó de lanzar en su dirección.
- ¡Espalda con espalda Rachel! – Exclamó agarrando a la chica del brazo y colocándola justo detrás suya – Que no pase ninguno, yo me encargo de este lado, tú de ese otro. – No tenían donde huir, les habían rodeado, aquella era la mejor formación que al séptimo vástago de los Tale se le iba a ocurrir, puede que Rachel no aparentase tener mucha experiencia, pero solo tenía que hacer uso de su fuerza, si la chica se veía en problemas, intervendría él. - ¡Ultima oportunidad para rendiros chicos! – Gritó a los parroquianos del lugar - ¡Es ahora o nunca! – El intenso grito que estos dejaron escapar justo después no hizo sino atestiguar lo que ya sabía, no se iban a rendir.
Dejando escapar el aire que tenía en sus pulmones observó, durante un escueto segundo el suave resplandor azulado que ahora emitía su espada, era la primera vez que la usaba desde que Asher la encantó, sonrió al sentir como el aire se volvía más frío alrededor de la hoja de su arma, no podía haber sido en un lugar más acertado.
Aguardó la envestida. – Prepárate. – Susurró a su compañera – Aquí vienen.
Con un rápido movimiento de sus brazos Eltrant cercenó el brazo de uno de los tantos hombres que les atacaban tanto a él como a Rachel. El primer herido del día se llevó la mano sana a la extremidad herida y la miró, aturdido. Sin dejar tiempo a que este siquiera se desplomase contra el suelo, Eltrant pateó al hombre en el pecho lanzándolo sobre sus compañeros, de forma que estos se vieron obligado a interrumpir su avance.
Otra botella surgió de entre la turba, está impactando directamente en la cabeza del guarda, estallando en un centenar de pedacitos de cristal que arañaron su rostro.
Maldiciendo al individuo que había lanzado la botella con un par de insultos realmente originales, Eltrant no pudo sino retroceder mareado arrastrando, según pudo sentir, a quien fuese que estuviese tras él en aquel momento. - ¿Estas bien Rachel? – No pudo oír la respuesta pues apenas segundos después de haber recuperado parcialmente la visión se vio forzado a detener la espada de otro de los parroquianos con su guantelete, para enseguida clavar la suya propia en el pecho de su atacante.
Tras sacar la espada de su moribundo contrincante volvió a deflactar otra arma con su guantelete izquierdo - ¡No puedes tocarme! – Gritó golpeándole en la cara con dicho guantelete apartándolo de delante suya. Sonrió para sí, la armadura estaba siendo realmente útil, y no limitaba sus movimientos tanto como había pensado en un principio que lo haría.
Trató de localizar a Rachel, de ver como se encontraba, pero no tuvo tiempo de girarse antes de que un enérgico vozarrón emergiese de entre la multitud. - ¡¡Dejad paso a Jared!! ¡Quiere hablar con la lata y el perro de Lunargenta! – El castaño tensó los músculos, aquello lo había dicho el camarero, ¿Él era Jared? Entornó los ojos cuando el gentío se abrió dejando pasar a un hombre de mediana edad enfundado en una armadura ligera, una extraña mezcla entre cuero y tela de colores realmente vivos.
El hombre se atusó el pequeño bigote rosa, a juego con su pelo, y sonrió socarronamente a los dos individuos que se estaban encargado de diezmar a los clientes del Dragón Dorado - ¿Estáis buscando a mi hermano? – Eltrant tomó aire y levantó su espada, el recién llegado le imitó y, además, se encargó de hacer notar que era un brujo lanzando una fuerte bocanada de aire contra ellos, Eltrant no pudo sino retroceder un par de pasos, afortunadamente pudo mantenerse de pie, sin dejar de mirar al brujo, se limpió la sangre que por culpa de la botella rota resbalaba por su mejilla con el guantelete de cuero que guardaba en el bolsillo – Ese engreído siempre llamando la atención… - Suspiró – Siempre tengo que estar limpiando sus desastres. Os preguntaré para que le queréis... cuando no tengáis brazos.
Eltrant Tale
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
No sé por qué me esperaba la respuesta de mi compañero. Torcí el labio en desaprobación, pero no había alternativa. Tocaba luchar por nuestra vida. Querían matarnos. ¿Por qué teníamos que acabar así? ¡Qué injusto era el mundo! Eltrant me dijo que nos pusiéramos espalda con espalda y así lo hice. “Activando sistemas defensivos”. Al tiempo que notaba como por el interior de cada antebrazo un pistón comenzaba a carburar para ofrecerme la mejor respuesta, por si necesitaba el brazo. Un tipo se dirigió a mí de mala manera, sin arma, simplemente a puñetazos.
-No suelo pegar a las mujeres, pero contigo haré una excepción. – dijo el hombre de mala manera.
-¡No! No me pegues. No lo hagas. – le supliqué, extendiendo mis palmas de la mano delante para que no lo hiciera, pero el tipo no hizo caso y me sacudió un puñetazo con todas sus fuerzas en mi mejilla. “Clonck” sonó mi cara debido a los implantes y yo, por supuesto, ni me enteré, pero el tipo se había partido la mano por completo y sus dedos iban a la virulé – Por eso te dije que no me pegaras un puñetazo. – le reprendí ahora mientras gemía de dolor en el suelo. No era mi intención lastimar al hombre.
Por mi lado no vino ninguno más, mientras que Eltrant despachaba al resto de sus enemigos. Se desenvolvía muy bien en combate. - ¡Oh! Qué bien lo haces… - le dije sorprendida, poniéndome cobarde de mí tras su espalda, en busca de protección, y apoyando una mano en su hombro. Me llevé la mano a la boca cuando vi cómo atravesaba a uno con la espada. ¡Terrible! Pero no teníamos mucha más opciones. – Sí. Estoy bien. – le dije a su espalda, asomando mi cabeza por encima de él.
La voz viril del camarero pidió paz en el lugar. Ya era hora. Todo para dejar paso a un tal Jared, que quería hablar con una lata y un perro. Estaba claro que el mercenario era el perro, ya lo habían llamado antes así, pero… ¿y la lata? – Eltrant, ¿quién es la lata? – le pregunté a Eltrant inocentemente.
Un tipo salió de una puerta trasera y se presentó en la taberna. Era un mastodonte de pelo rosa y con un caricaturesco bigote rosa. NIA no tardó en hacerle el escáner de rigor. “Añadiendo entrada a la base de datos. Humano de unos cuarenta años de edad. Nivel de hortera: 100%”. No sabía a qué se refería con lo de “hortera”, pero tenía el color de peinado más raro que había visto en mi vida. En cualquier caso, el hombre puso como condición para hablar con nosotros que no tuviésemos brazos, aquello era genial. Sonreí y salí valientemente tras mi compañero, hacia él, caminando contenta.
-Señor, yo ya no tengo brazos – le dije, acercándome a él y mostrándole mi brazo. - ¿Lo ve? Son de metal. Me los han arrancado hace unos meses. Así que agradecería que me dijera dónde está Loki O’connell. – le pedí.
El tipo me miró desafiante durante unos segundos y acto seguido comenzó a reír. Y tras él, todos de la taberna. - ¿De qué se ríen, NIA? – le pregunté en voz baja a la inteligencia. “No tengo capacidad para entender emociones”. Aquello me resultaba incómodo.
-Sólo por lo que nos has hecho reír te lo diré, tartana. – declaró el tipo – Mi hermano tiene los días contados por imbécil. Se ha hecho amigo del famoso vampiro, Cyrilo, que lleva meses por la zona, decían que reclutaba gente para su grupo de psicópatas… La Hermandad, creo que se llama. – me respigué cuando escuché ese nombre. Vaya que si conocía al grupo, y también al vampiro… - ¡Todo mentiras! El tal Cyrilo es un tipo enrollado y viene de buen rollo a contarnos sus historias por las noches. Tanto que mi hermano se ha prendado por él. El problema no es el chupasangres, sino la pandilla de cazadores de vampiros locos por darle caza desde hace dos noches. Debe ser un pez gordo de la Hermandad y vienen por él. Y mi hermano el muy maricón se ha debido de enamorar de él y le defiende, ¡ni yo sé donde está! – el tipo comenzó a reír. – Maldito bastardo, le advertí que acercarse a ese viejo vampiro no le iba a traer nada bueno.
Me quedé sorprendida con todo lo que el hombre declaró. Cazadores de vampiros. Por eso la flecha de la ballesta, la sangre no era la de Loki, era de Cyrilo. Asentí con la cabeza y volví a mi posición junto a Eltrant. - Cyrilo Amadeus von Ostersleiben Wilhemsen – musité en voz baja su nombre de la base de datos. El vampiro era uno de los miembros más veteranos de la Hermandad. Y el único que, hasta el día de hoy, aún no me había gritado jamás. Siempre con una sonrisa, como sintiéndose avergonzado del grupo al que pertenecía. Si había un miembro de la Hermandad que no merecía un cruel destino, ese era él. “Si Cyrilo está en peligro, debemos avisar a la Hermandad”. Me advirtió NIA y es que no podía dejar. – Cazadores de vampiros yendo a por Cyrilo… debemos avisar a Mortagglia. – "Mortagglia está lejos. No llegará a tiempo. Y no pronuncies el nombre de la Dama", me reprendió NIA. estaba tan asustada que musité el nombre prohibido de la Dama en voz baja tan cerca de Eltrant que seguramente me oyera, pero seguramente ni él ni nadie sabría quién era la Dama. – Eltrant, tenemos que irnos. Conozco a alguien que nos ayudará. – le dije seria y nerviosa, mirándole a los ojos. Ahora mismo era el único en el que confiaba.– Señor, le traeremos a su hermano de vuelta, no se preocupe – le prometí a Jared.
-Está bien, sólo por eso no os denunciaré a los caballeros dragón de que hayáis atravesado al bueno de Billy. – se acercó al tipo que Eltrant había atravesado y le escupió. – El hijo de puta nos debía cincuenta birras aún, si no lo llegáis a haber matado vosotros, seguramente lo terminaría haciendo yo. – y comenzó a reír junto con el resto de miembros de la taberna, mientras yo trataba de llevarme a Eltrant fuera.
-No suelo pegar a las mujeres, pero contigo haré una excepción. – dijo el hombre de mala manera.
-¡No! No me pegues. No lo hagas. – le supliqué, extendiendo mis palmas de la mano delante para que no lo hiciera, pero el tipo no hizo caso y me sacudió un puñetazo con todas sus fuerzas en mi mejilla. “Clonck” sonó mi cara debido a los implantes y yo, por supuesto, ni me enteré, pero el tipo se había partido la mano por completo y sus dedos iban a la virulé – Por eso te dije que no me pegaras un puñetazo. – le reprendí ahora mientras gemía de dolor en el suelo. No era mi intención lastimar al hombre.
Por mi lado no vino ninguno más, mientras que Eltrant despachaba al resto de sus enemigos. Se desenvolvía muy bien en combate. - ¡Oh! Qué bien lo haces… - le dije sorprendida, poniéndome cobarde de mí tras su espalda, en busca de protección, y apoyando una mano en su hombro. Me llevé la mano a la boca cuando vi cómo atravesaba a uno con la espada. ¡Terrible! Pero no teníamos mucha más opciones. – Sí. Estoy bien. – le dije a su espalda, asomando mi cabeza por encima de él.
La voz viril del camarero pidió paz en el lugar. Ya era hora. Todo para dejar paso a un tal Jared, que quería hablar con una lata y un perro. Estaba claro que el mercenario era el perro, ya lo habían llamado antes así, pero… ¿y la lata? – Eltrant, ¿quién es la lata? – le pregunté a Eltrant inocentemente.
Un tipo salió de una puerta trasera y se presentó en la taberna. Era un mastodonte de pelo rosa y con un caricaturesco bigote rosa. NIA no tardó en hacerle el escáner de rigor. “Añadiendo entrada a la base de datos. Humano de unos cuarenta años de edad. Nivel de hortera: 100%”. No sabía a qué se refería con lo de “hortera”, pero tenía el color de peinado más raro que había visto en mi vida. En cualquier caso, el hombre puso como condición para hablar con nosotros que no tuviésemos brazos, aquello era genial. Sonreí y salí valientemente tras mi compañero, hacia él, caminando contenta.
-Señor, yo ya no tengo brazos – le dije, acercándome a él y mostrándole mi brazo. - ¿Lo ve? Son de metal. Me los han arrancado hace unos meses. Así que agradecería que me dijera dónde está Loki O’connell. – le pedí.
El tipo me miró desafiante durante unos segundos y acto seguido comenzó a reír. Y tras él, todos de la taberna. - ¿De qué se ríen, NIA? – le pregunté en voz baja a la inteligencia. “No tengo capacidad para entender emociones”. Aquello me resultaba incómodo.
-Sólo por lo que nos has hecho reír te lo diré, tartana. – declaró el tipo – Mi hermano tiene los días contados por imbécil. Se ha hecho amigo del famoso vampiro, Cyrilo, que lleva meses por la zona, decían que reclutaba gente para su grupo de psicópatas… La Hermandad, creo que se llama. – me respigué cuando escuché ese nombre. Vaya que si conocía al grupo, y también al vampiro… - ¡Todo mentiras! El tal Cyrilo es un tipo enrollado y viene de buen rollo a contarnos sus historias por las noches. Tanto que mi hermano se ha prendado por él. El problema no es el chupasangres, sino la pandilla de cazadores de vampiros locos por darle caza desde hace dos noches. Debe ser un pez gordo de la Hermandad y vienen por él. Y mi hermano el muy maricón se ha debido de enamorar de él y le defiende, ¡ni yo sé donde está! – el tipo comenzó a reír. – Maldito bastardo, le advertí que acercarse a ese viejo vampiro no le iba a traer nada bueno.
Me quedé sorprendida con todo lo que el hombre declaró. Cazadores de vampiros. Por eso la flecha de la ballesta, la sangre no era la de Loki, era de Cyrilo. Asentí con la cabeza y volví a mi posición junto a Eltrant. - Cyrilo Amadeus von Ostersleiben Wilhemsen – musité en voz baja su nombre de la base de datos. El vampiro era uno de los miembros más veteranos de la Hermandad. Y el único que, hasta el día de hoy, aún no me había gritado jamás. Siempre con una sonrisa, como sintiéndose avergonzado del grupo al que pertenecía. Si había un miembro de la Hermandad que no merecía un cruel destino, ese era él. “Si Cyrilo está en peligro, debemos avisar a la Hermandad”. Me advirtió NIA y es que no podía dejar. – Cazadores de vampiros yendo a por Cyrilo… debemos avisar a Mortagglia. – "Mortagglia está lejos. No llegará a tiempo. Y no pronuncies el nombre de la Dama", me reprendió NIA. estaba tan asustada que musité el nombre prohibido de la Dama en voz baja tan cerca de Eltrant que seguramente me oyera, pero seguramente ni él ni nadie sabría quién era la Dama. – Eltrant, tenemos que irnos. Conozco a alguien que nos ayudará. – le dije seria y nerviosa, mirándole a los ojos. Ahora mismo era el único en el que confiaba.– Señor, le traeremos a su hermano de vuelta, no se preocupe – le prometí a Jared.
-Está bien, sólo por eso no os denunciaré a los caballeros dragón de que hayáis atravesado al bueno de Billy. – se acercó al tipo que Eltrant había atravesado y le escupió. – El hijo de puta nos debía cincuenta birras aún, si no lo llegáis a haber matado vosotros, seguramente lo terminaría haciendo yo. – y comenzó a reír junto con el resto de miembros de la taberna, mientras yo trataba de llevarme a Eltrant fuera.
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Respiró aliviado cuando todos los integrantes del bar comenzaron a reír, los varios segundos en silencio, en los cuales todas las miradas se habían clavado el Rachel se le habían antojado al guarda como horas. No pudo sino limitarse a sonreír a la chica al mismo tiempo que volvía a ocultar su espada en su vaina, Rachel había conseguido calmar a los matones del local, y a Jared, el hombre del pelo rosa, sin apenas pelear, quizás tuviese que aprender algo de ella.
A Jared, al parecer, le cayó en gracia la joven cibernética, a la que, a pesar de llamar “tartana” y mostrar cierto despreció ante su condición de cibernética, relató lo que su hermano andaba haciendo esos días.
Eltrant se llevó una de sus manos hasta la sien cuando el hombre comenzó a contar cual era la situación de Loki en aquel instante – Tienes que estar de broma… - Sintiendo como si alguien comenzase a cargar pesadas losas de granito sobre sus hombros, comprendió que lo que parecía un simple trabajo de “busca y captura” acababa de adquirir cierto aire contrarreloj.
La hermandad, la organización dirigida por la mujer que le había enseñado, por las malas, que llevar armadura no era mala idea, había captado a O’Connell, ¿Sería ya un vampiro? ¿Estaría vivo? Una parte importante de su trabajo era llevar a aquel hombre vivo al cuartel, en Lunargenta.
Suspiró a la vez que se agachaba a recuperar su capa, aquella no era la única complicación que tenía entre manos, cazadores de vampiros iban tras “Cyrilo” el vampiro al que, al parecer, el hombre que rastreaba había decidido seguir como si de un dios se tratase. Tensó la mandíbula y cerró los ojos, si no mataban a Loki los vampiros, lo harían los cazadores, sabía sin lugar a dudas que una vez estos escogían una presa no la soltaban, y para los cazadores probablemente, el humano ya sería un miembro de la organización a pleno derecho.
Fue lo siguiente que escuchó, sin embargo, lo que hizo que el corazón se le detuviese. – “¡¿Avisar a Mortagglia?!” – Frunció el ceño, mirando con cierta incredulidad a Rachel ¿Qué significaba aquello? Estaba seguro de que no había oído mal, la Bio había pronunciado exactamente esas palabras, sin apenas oponer resistencia, dejó que la joven le arrastrase de nuevo hasta el exterior del edificio ignorando las palabras de clientes de la taberna y de Jared.
Por otro lado, la joven parecía tan nerviosa como él mismo, debía de estar como él, con más de un centenar de ideas en la cabeza. – Rachel… - Una vez estuvieron fuera la tomó por los hombros, y la miró a los ojos, serio - ¿Conoces a Mortagglia? ¿Trabajas para la hermandad? – Preguntó directamente, no tenía sentido que la muchacha que tenía frente a él fuese parte de la hermandad, ni siquiera había peleado en la taberna, no era una luchadora, no al uso al menos. – Esa mujer es mala, Rachel – Dijo antes de que esta pudiese contestar, la palabra "mala" se quedaba corta, sin embargo, con la realidad que había detrás de aquel nombre – No… no te conviene estar con ella – Susurró, llevándose la mano hasta el vientre, la cicatriz que la abuela de Huracán le había hecho se resintió, tomó aire. - ¿Dices que conoces a alguien puede ayudarnos? – Intuía que se trataba de alguien de la hermandad, pero acabó relajando la expresión tras unos segundos contemplando la cara de la joven, quizás estuviese equivocado.
– Muy bien – Sonrió finalmente comprensivo, conocía la mirada que tenía Rachel en aquel momento, se negase él o no, iría a hacer lo que tenía en la cabeza, y si era algo que tenía que ver con la hermandad prefería no dejarla sola, sobre todo si había cazadores de vampiros sueltos por la ciudad - ¿Conoces a este tal Cyrilo? – Eltrant sabía algo de él, al fin y al cabo, seguía haciendo lo que le había prometido a Huracán.
Aunque a diferencia de muchos de los otros miembros de la organización que comandaba Mortagglia se conocía poco de este hombre, lo único que sabía de él era que en los bajos fondos de Lunargenta tenía fama de ser sutil y esquivo. – Vamos a ver a esta persona que dices que puede ayudarnos – Dijo levantándose y ajustándose la espada al cinturón, para entonces volver a revolverle el pelo afectuosamente, como había hecho en la taberna en la que se habían conocido.
Sabía lo suficiente de la hermandad como para saber que era un nido de seres deleznables que no dudaban en apuñalarte por la espalda de ser necesario, de esclavistas y de individuos sedientos de poder, pero no podía dejar a Rachel sola, no podía, la miró durante unos segundos y sonrió, sintiendo entonces un fuerte pinchazo en la espalda, en el tatuaje, apretó los dientes y sacudió la cabeza, aún si odiase a la muchacha que tenía frente a él, la idea que hubiese pensado era la mejor opción que tenía para llegar a Loki antes que los cazadores.
- Si hay problemas… - Se giró hacia Rachel, sabía lo que podía hacer Mortagglia, sabía la poca compasión que la señora de la hermandad tenía, de la fama que tenía en las calles – Quédate detrás de mí, siempre. – Le dijo, ahora en un tono mucho más serio – Repítemelo – Ordenó cruzándose de brazos, asegurándose de que la chica había escuchado bien. Cuando esta contestó, se ató con fuerza la capa, tratando de resguardarse lo mejor posible del frío y le dedicó una sonrisa – Vamos allá, estoy justo detrás de ti.
A Jared, al parecer, le cayó en gracia la joven cibernética, a la que, a pesar de llamar “tartana” y mostrar cierto despreció ante su condición de cibernética, relató lo que su hermano andaba haciendo esos días.
Eltrant se llevó una de sus manos hasta la sien cuando el hombre comenzó a contar cual era la situación de Loki en aquel instante – Tienes que estar de broma… - Sintiendo como si alguien comenzase a cargar pesadas losas de granito sobre sus hombros, comprendió que lo que parecía un simple trabajo de “busca y captura” acababa de adquirir cierto aire contrarreloj.
La hermandad, la organización dirigida por la mujer que le había enseñado, por las malas, que llevar armadura no era mala idea, había captado a O’Connell, ¿Sería ya un vampiro? ¿Estaría vivo? Una parte importante de su trabajo era llevar a aquel hombre vivo al cuartel, en Lunargenta.
Suspiró a la vez que se agachaba a recuperar su capa, aquella no era la única complicación que tenía entre manos, cazadores de vampiros iban tras “Cyrilo” el vampiro al que, al parecer, el hombre que rastreaba había decidido seguir como si de un dios se tratase. Tensó la mandíbula y cerró los ojos, si no mataban a Loki los vampiros, lo harían los cazadores, sabía sin lugar a dudas que una vez estos escogían una presa no la soltaban, y para los cazadores probablemente, el humano ya sería un miembro de la organización a pleno derecho.
Fue lo siguiente que escuchó, sin embargo, lo que hizo que el corazón se le detuviese. – “¡¿Avisar a Mortagglia?!” – Frunció el ceño, mirando con cierta incredulidad a Rachel ¿Qué significaba aquello? Estaba seguro de que no había oído mal, la Bio había pronunciado exactamente esas palabras, sin apenas oponer resistencia, dejó que la joven le arrastrase de nuevo hasta el exterior del edificio ignorando las palabras de clientes de la taberna y de Jared.
Por otro lado, la joven parecía tan nerviosa como él mismo, debía de estar como él, con más de un centenar de ideas en la cabeza. – Rachel… - Una vez estuvieron fuera la tomó por los hombros, y la miró a los ojos, serio - ¿Conoces a Mortagglia? ¿Trabajas para la hermandad? – Preguntó directamente, no tenía sentido que la muchacha que tenía frente a él fuese parte de la hermandad, ni siquiera había peleado en la taberna, no era una luchadora, no al uso al menos. – Esa mujer es mala, Rachel – Dijo antes de que esta pudiese contestar, la palabra "mala" se quedaba corta, sin embargo, con la realidad que había detrás de aquel nombre – No… no te conviene estar con ella – Susurró, llevándose la mano hasta el vientre, la cicatriz que la abuela de Huracán le había hecho se resintió, tomó aire. - ¿Dices que conoces a alguien puede ayudarnos? – Intuía que se trataba de alguien de la hermandad, pero acabó relajando la expresión tras unos segundos contemplando la cara de la joven, quizás estuviese equivocado.
– Muy bien – Sonrió finalmente comprensivo, conocía la mirada que tenía Rachel en aquel momento, se negase él o no, iría a hacer lo que tenía en la cabeza, y si era algo que tenía que ver con la hermandad prefería no dejarla sola, sobre todo si había cazadores de vampiros sueltos por la ciudad - ¿Conoces a este tal Cyrilo? – Eltrant sabía algo de él, al fin y al cabo, seguía haciendo lo que le había prometido a Huracán.
Aunque a diferencia de muchos de los otros miembros de la organización que comandaba Mortagglia se conocía poco de este hombre, lo único que sabía de él era que en los bajos fondos de Lunargenta tenía fama de ser sutil y esquivo. – Vamos a ver a esta persona que dices que puede ayudarnos – Dijo levantándose y ajustándose la espada al cinturón, para entonces volver a revolverle el pelo afectuosamente, como había hecho en la taberna en la que se habían conocido.
Sabía lo suficiente de la hermandad como para saber que era un nido de seres deleznables que no dudaban en apuñalarte por la espalda de ser necesario, de esclavistas y de individuos sedientos de poder, pero no podía dejar a Rachel sola, no podía, la miró durante unos segundos y sonrió, sintiendo entonces un fuerte pinchazo en la espalda, en el tatuaje, apretó los dientes y sacudió la cabeza, aún si odiase a la muchacha que tenía frente a él, la idea que hubiese pensado era la mejor opción que tenía para llegar a Loki antes que los cazadores.
- Si hay problemas… - Se giró hacia Rachel, sabía lo que podía hacer Mortagglia, sabía la poca compasión que la señora de la hermandad tenía, de la fama que tenía en las calles – Quédate detrás de mí, siempre. – Le dijo, ahora en un tono mucho más serio – Repítemelo – Ordenó cruzándose de brazos, asegurándose de que la chica había escuchado bien. Cuando esta contestó, se ató con fuerza la capa, tratando de resguardarse lo mejor posible del frío y le dedicó una sonrisa – Vamos allá, estoy justo detrás de ti.
Eltrant Tale
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Eltrant no hizo casi esfuerzo por evitar por salir cuando tiré del brazo, parecía que se había quedado sorprendido o paralizado por algo que había dicho. Cuando salimos descubrí el por qué de su reacción. El hombre conocía a Mortagglia y a la Hermandad, fue entonces cuando me percaté del terrible error que había cometido mencionando a la Dama y por ende a la organización.
-Bu… Bueno… En realidad yo… - dije un poco sin saber muy bien cómo responder, lo cierto es que oficialmente trabajaba para ellos, pero oficiosamente no. Digamos que desde los acontecimientos de Lunargenta había decidido ir de por libre y cumplir únicamente con lo que me obligasen. Por fortuna se habían olvidado de mí los últimos tiempos. – Se puede decir que sí. Pero no me gusta lo que hacen, ellos no son buenos. – le expliqué, y miré hacia abajo algo entristecida, cuando recordé lo que NIA le dijo a Catherine sobre mi horrible conversión a biocibernética. – La persona que nos podía ayudar era Mortagglia. Pero es mejor que no la avisemos. – le miré, extrañada, de cuerpo entero. – ¿Has tenido trato con ella? Se me hace extraño… La gente que la conoce no suele salir bien parado, te lo aseguro. – le expliqué con los ojos abiertos, sorprendida.
Caminamos por las calles, también quería abordar sus inquietudes sobre el vampiro. – Cyrilo es diferente. Es mayor, tiene experiencia y ha aprendido a suplir su ansia de sangre. Digamos que es más humano que la media del grupo. Siempre me ha ayudado, y debo corresponderle. – y luego alcé la vista. – Y de paso veremos qué ocurre con Loki.
Pero dar con el acechador no sería sencillo, durante el día solían refugiarse en edificios o cuevas. Aún así, Eltrant prefería tomar medidas de seguridad, que consistían en quedarme tras él. – Me quedaré siempre detrás de ti. – repetí palabra por palabra con una sonrisa y besé mis dedos en señal de confianza, no quería decepcionarle. Y así lo hice. Le dejé a él ir delante. A pesar de que ahora mismo la ciudad no era peligrosa.
Anduvimos durante más de media hora, buscando alguna pequeña novedad, pero no había demasiado ambiente, no tanto como la concurrida Lunargenta, desde luego. Quizás el frío que hacía fuera en pleno otoño no era algo que invitara demasiado a la gente a abandonar sus casas.
Di repetidos golpecitos en el hombro a Eltrant para que se fijara en el grupo de hombres y mujeres vestidos con túnicas largas que pasaban delante nuestra con cierta premura. Se acercaron a un gran almacén tras los muros de la ciudad, en lo que probablemente fuese un granero. Les seguimos pero no llegaron a entrar, NIA analizó a uno de ellos. “Portan el logo de los Cazadores, organización enemiga de la Hermandad. Mantente alerta, Rachel”. En ese momento mi corazón se apresuró. Eran cinco personas, una de ellas una mujer, joven, que parecía ser la cabecilla del grupo. El resto también eran jóvenes, aunque más secundarios. Los estaba dirigiendo a bloquear las diferentes entradas del edificio, en cuanto se dio la vuelta y nos vio se acercó a nosotros.
-Mi nombre es Cassandra Harrowmont, cazadora de vampiros. Permanezcan alejados del pajar hasta que controlemos la situación. Hay un vampiro muy peligroso en el interior y un humano chiflado se ha hecho amigo de él. – indicó. – Ya hemos pedido refuerzos.
De repente, una piedra impactó a nuestros pies y nos sorprendió a todos. Desde una ventana se asomó un hombre y se escuchó una voz masculina - ¡Nadie nos sacará ni a mí ni a mi amigo Cyrilo de aquí, cabrones! ¡Al que entre le vuelo la cabeza!
Estaba claro que estaban en una encerrona. Cyrilo, al ser de día, no podría huir. No dije nada pues le prometí a Eltrant que iría delante y le dejaría dialogar a él. Tenía miedo abrir la boca y que me identificasen como miembro de la Hermandad, si lo hacían iba a tener un problema y muy serio.
-Bu… Bueno… En realidad yo… - dije un poco sin saber muy bien cómo responder, lo cierto es que oficialmente trabajaba para ellos, pero oficiosamente no. Digamos que desde los acontecimientos de Lunargenta había decidido ir de por libre y cumplir únicamente con lo que me obligasen. Por fortuna se habían olvidado de mí los últimos tiempos. – Se puede decir que sí. Pero no me gusta lo que hacen, ellos no son buenos. – le expliqué, y miré hacia abajo algo entristecida, cuando recordé lo que NIA le dijo a Catherine sobre mi horrible conversión a biocibernética. – La persona que nos podía ayudar era Mortagglia. Pero es mejor que no la avisemos. – le miré, extrañada, de cuerpo entero. – ¿Has tenido trato con ella? Se me hace extraño… La gente que la conoce no suele salir bien parado, te lo aseguro. – le expliqué con los ojos abiertos, sorprendida.
Caminamos por las calles, también quería abordar sus inquietudes sobre el vampiro. – Cyrilo es diferente. Es mayor, tiene experiencia y ha aprendido a suplir su ansia de sangre. Digamos que es más humano que la media del grupo. Siempre me ha ayudado, y debo corresponderle. – y luego alcé la vista. – Y de paso veremos qué ocurre con Loki.
Pero dar con el acechador no sería sencillo, durante el día solían refugiarse en edificios o cuevas. Aún así, Eltrant prefería tomar medidas de seguridad, que consistían en quedarme tras él. – Me quedaré siempre detrás de ti. – repetí palabra por palabra con una sonrisa y besé mis dedos en señal de confianza, no quería decepcionarle. Y así lo hice. Le dejé a él ir delante. A pesar de que ahora mismo la ciudad no era peligrosa.
Anduvimos durante más de media hora, buscando alguna pequeña novedad, pero no había demasiado ambiente, no tanto como la concurrida Lunargenta, desde luego. Quizás el frío que hacía fuera en pleno otoño no era algo que invitara demasiado a la gente a abandonar sus casas.
Di repetidos golpecitos en el hombro a Eltrant para que se fijara en el grupo de hombres y mujeres vestidos con túnicas largas que pasaban delante nuestra con cierta premura. Se acercaron a un gran almacén tras los muros de la ciudad, en lo que probablemente fuese un granero. Les seguimos pero no llegaron a entrar, NIA analizó a uno de ellos. “Portan el logo de los Cazadores, organización enemiga de la Hermandad. Mantente alerta, Rachel”. En ese momento mi corazón se apresuró. Eran cinco personas, una de ellas una mujer, joven, que parecía ser la cabecilla del grupo. El resto también eran jóvenes, aunque más secundarios. Los estaba dirigiendo a bloquear las diferentes entradas del edificio, en cuanto se dio la vuelta y nos vio se acercó a nosotros.
-Mi nombre es Cassandra Harrowmont, cazadora de vampiros. Permanezcan alejados del pajar hasta que controlemos la situación. Hay un vampiro muy peligroso en el interior y un humano chiflado se ha hecho amigo de él. – indicó. – Ya hemos pedido refuerzos.
De repente, una piedra impactó a nuestros pies y nos sorprendió a todos. Desde una ventana se asomó un hombre y se escuchó una voz masculina - ¡Nadie nos sacará ni a mí ni a mi amigo Cyrilo de aquí, cabrones! ¡Al que entre le vuelo la cabeza!
Estaba claro que estaban en una encerrona. Cyrilo, al ser de día, no podría huir. No dije nada pues le prometí a Eltrant que iría delante y le dejaría dialogar a él. Tenía miedo abrir la boca y que me identificasen como miembro de la Hermandad, si lo hacían iba a tener un problema y muy serio.
- "Cass" Harrowmont:
Si tienes curiosidad, es de la familia "rival" de la de Huri y su gran rival en la infancia ^^. Úsala como consideres, no tengo nada pensado
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Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Caminaron a lo largo de la ciudad durante más de media hora, en busca de alguna pista que les ayudase a encontrar tanto al vampiro como al humano que le seguía fielmente. La idea principal de la cibernética, la ayuda que esta había mencionado, no era otra que la misma Mortagglia, algo a lo que se habría opuesto sin dudarlo, pero afortunadamente, la chica parecía haber comprendido lo que el exmercenario pensaba de la abuela de Huracán sin que este tuviese que dar muchas explicaciones al respecto, pues esta descartó rápidamente aquella idea, y aunque el hecho de que la abuela de Huracán estuviese en aquel momento en Dundarak era tentador, era plenamente consciente de que, sin Huracán junto a él, no merecía la pena encarar a la lideresa de la hermandad.
Por otro lado, no le agradaba la idea de ayudar a un vampiro como Cyrilo, Rachel afirmaba que este era más humano que los demás, pero Eltrant sabía que si este pertenecía a la hermandad debía de tener un trasfondo lo turbio; pero tampoco no podía darle más vueltas a aquello, tenía que cumplir con su deber, y en aquel momento le había llevado a encontrarse en una posición un tanto extraña.
Varios golpecitos en la espalda le hicieron salir del interior de su cabeza para girarse de nuevo hacía Rachel, quien en seguida señaló a un grupo de individuos ataviados con largas túnicas, los miró atentamente mientras estos pasaban justo a su lado, sin apenas percibir la presencia del guarda y de la Bio. Frunció el ceño, conocía el emblema que estos portaban bastante bien, aquellos eran los cazadores de vampiros de los que había hablado Jared. – Vamos – Dijo a su aliada – Tienen pinta de tener prisa. – Desde una distancia que Eltrant considero prudente, los siguió hasta una especie de granero, justo detrás de los muros de la ciudad.
Atusándose la barba estudió al grupo de cazadores, no eran más de cinco, pero parecían bien organizados y armados. Por no hablar de que, muy probablemente, todos los presentes fuesen brujos, eso unido a que estaban expresamente adiestrados para acabar con los señores de la noche no hacía sino confirmar al castaño que pasar haciendo uso de la fuerza bruta no iba a servir de mucho en aquella ocasión.
No tuvo tiempo de decirle nada a Rachel, tampoco de pensar un plan de acción, pues la que parecía ser la líder del grupo les descubrió tan pronto estos se pusieron a la vista de los cazadores, lo que hizo que se acercase a informar de la situación a los presentes, así como de pedirles que se alejasen pues era peligroso.
Eltrant estudió a la joven que parecía ser la líder de aquel grupo: Cassandra Harrowmont, suspiró. - “¿Es que las fabrican en alguna parte?” – Aquella mujer parecía ser una segunda versión de Huracán, cara de pocos amigos, cierta arrogancia mezclada con una velada preocupación por el bienestar del incauto ciudadano, y una pesada ballesta con suficiente fuerza como para atravesar la armadura del guarda con apenas dos impactos. – “Deben de tener un molde en Beltrexus” – Se dijo a si mismo cruzándose de brazos, esperando a Cassandra terminase de hablar.
Una piedra proveniente del granero, seguida de una retahíla de amenazas, certificó que los cazadores habían dado con Cyrilo y Loki, Harrowmont no se equivocaba, se estaban ocultando en el edificio que sus hombres estaban rodeando.
Desvió su mirada hacía el lugar desde el cual le habían lanzado la piedra, el rostro de Loki se ocultó poco después de eso, los cazadores no tenían idea alguna de cuantos lacayos tenía Cirylo dentro del lugar, pero el humano había roto una ventana sin ningún tipo de pudor, dejando entrar la luz del sol al almacén, por lo que vampiros no habría muchos.
- Soy Jim Raynor, de la guardia de Lunargenta, gracias por rodear el edificio, esto lo hará todo más sencillo – No dio su nombre real, estaba bastante seguro de que Huracán debía de haber dicho su nombre en algún lugar, algún cazador que otro se había pasado por su herrería, principalmente, a reparar equipo y a comprar saetas.
Por fortuna para él, Cassandra no tenía forma de adivinar lo que pasaba por su cabeza, y aun así, que lo hiciese o no tampoco importaba demasiado, no podía sino improvisar sobre la marcha, no tenía ningún plan, nada especifico, un paso en falso y la ira de los cazadores de brujos caería sobre él y Rachel – Y está aquí es Sarah – Señaló a la joven que le acompañaba – Mi aprendiz y escudera – Mintió, pero tampoco parecía que Cassandra supiese la relación de la cibernética con la hermandad, de otro modo ya tendría varias ballestas apuntando en su dirección.
Tras rodear su cuello con la capa, para protegerse del frío, se giró hacía el almacén. – Tengo ordenes de llevarme a los dos hombres que están ahí adentro con vida, a Lunargenta, para juzgarles – Se llevó ambas manos hasta el cinturón y sonrió a la bruja – Espero que no sea un inconveniente. – Por supuesto que lo era, si aquella chica tenía tan poca paciencia como Huracán terminarían peleando, y no le agradaba la idea. – ¿Podemos hacer esto sin derramar sangre? Soy consciente de que no es vuestro estilo, pero yo no tengo otra alternativa. Y miralo de este modo, lo más seguro es que acaben en la horca. – Pasándose la mano por la barba se encogió de hombros.
Tampoco podían presumir de tener mucho tiempo, Cassandra había indicado que los cazadores habían pedido refuerzos, en cuanto pensasen que podían entrar sin problemas Cirylo y O’Connell acabarían convertidos en alfileteros – Voy entrando, que tengo prisa – Afirmó sin dejar tiempo a que Cassandra dijese cualquier cosa al respecto, no se le daba bien mentir – Así te ahorras el perder a tus hombres ¿No? – Tras decir esto indicó a Rachel, con un gesto, que le siguiese.
Podía sentir la mirada de Harrowmont clavada en su nuca – Estoy seguro de que sospecha algo… - Susurró a su aliada, a pesar de no ser un buen orador esperaba haber ganado al menos unos minutos de margen – Confío en ti, pero si el vampiro no te reconoce a la primera vamos a pasar un mal rato.
Bajo la intensa mirada de los cazadores se internó en el granero, junto a Rachel, cerrando la puerta tras de sí, un estrecho pasillo con numerosas puertas se presentó frente a ellos. – Huracán me va a matar… - Se llevó la mano hasta la cara y suspiró – Vamos a atrapar a Loki y a avisar al chupa sangre antes de que los refuerzos de los cazadores lleguen… o los de la hermandad. No tenemos mucho tiempo.
Por otro lado, no le agradaba la idea de ayudar a un vampiro como Cyrilo, Rachel afirmaba que este era más humano que los demás, pero Eltrant sabía que si este pertenecía a la hermandad debía de tener un trasfondo lo turbio; pero tampoco no podía darle más vueltas a aquello, tenía que cumplir con su deber, y en aquel momento le había llevado a encontrarse en una posición un tanto extraña.
Varios golpecitos en la espalda le hicieron salir del interior de su cabeza para girarse de nuevo hacía Rachel, quien en seguida señaló a un grupo de individuos ataviados con largas túnicas, los miró atentamente mientras estos pasaban justo a su lado, sin apenas percibir la presencia del guarda y de la Bio. Frunció el ceño, conocía el emblema que estos portaban bastante bien, aquellos eran los cazadores de vampiros de los que había hablado Jared. – Vamos – Dijo a su aliada – Tienen pinta de tener prisa. – Desde una distancia que Eltrant considero prudente, los siguió hasta una especie de granero, justo detrás de los muros de la ciudad.
Atusándose la barba estudió al grupo de cazadores, no eran más de cinco, pero parecían bien organizados y armados. Por no hablar de que, muy probablemente, todos los presentes fuesen brujos, eso unido a que estaban expresamente adiestrados para acabar con los señores de la noche no hacía sino confirmar al castaño que pasar haciendo uso de la fuerza bruta no iba a servir de mucho en aquella ocasión.
No tuvo tiempo de decirle nada a Rachel, tampoco de pensar un plan de acción, pues la que parecía ser la líder del grupo les descubrió tan pronto estos se pusieron a la vista de los cazadores, lo que hizo que se acercase a informar de la situación a los presentes, así como de pedirles que se alejasen pues era peligroso.
Eltrant estudió a la joven que parecía ser la líder de aquel grupo: Cassandra Harrowmont, suspiró. - “¿Es que las fabrican en alguna parte?” – Aquella mujer parecía ser una segunda versión de Huracán, cara de pocos amigos, cierta arrogancia mezclada con una velada preocupación por el bienestar del incauto ciudadano, y una pesada ballesta con suficiente fuerza como para atravesar la armadura del guarda con apenas dos impactos. – “Deben de tener un molde en Beltrexus” – Se dijo a si mismo cruzándose de brazos, esperando a Cassandra terminase de hablar.
Una piedra proveniente del granero, seguida de una retahíla de amenazas, certificó que los cazadores habían dado con Cyrilo y Loki, Harrowmont no se equivocaba, se estaban ocultando en el edificio que sus hombres estaban rodeando.
Desvió su mirada hacía el lugar desde el cual le habían lanzado la piedra, el rostro de Loki se ocultó poco después de eso, los cazadores no tenían idea alguna de cuantos lacayos tenía Cirylo dentro del lugar, pero el humano había roto una ventana sin ningún tipo de pudor, dejando entrar la luz del sol al almacén, por lo que vampiros no habría muchos.
- Soy Jim Raynor, de la guardia de Lunargenta, gracias por rodear el edificio, esto lo hará todo más sencillo – No dio su nombre real, estaba bastante seguro de que Huracán debía de haber dicho su nombre en algún lugar, algún cazador que otro se había pasado por su herrería, principalmente, a reparar equipo y a comprar saetas.
Por fortuna para él, Cassandra no tenía forma de adivinar lo que pasaba por su cabeza, y aun así, que lo hiciese o no tampoco importaba demasiado, no podía sino improvisar sobre la marcha, no tenía ningún plan, nada especifico, un paso en falso y la ira de los cazadores de brujos caería sobre él y Rachel – Y está aquí es Sarah – Señaló a la joven que le acompañaba – Mi aprendiz y escudera – Mintió, pero tampoco parecía que Cassandra supiese la relación de la cibernética con la hermandad, de otro modo ya tendría varias ballestas apuntando en su dirección.
Tras rodear su cuello con la capa, para protegerse del frío, se giró hacía el almacén. – Tengo ordenes de llevarme a los dos hombres que están ahí adentro con vida, a Lunargenta, para juzgarles – Se llevó ambas manos hasta el cinturón y sonrió a la bruja – Espero que no sea un inconveniente. – Por supuesto que lo era, si aquella chica tenía tan poca paciencia como Huracán terminarían peleando, y no le agradaba la idea. – ¿Podemos hacer esto sin derramar sangre? Soy consciente de que no es vuestro estilo, pero yo no tengo otra alternativa. Y miralo de este modo, lo más seguro es que acaben en la horca. – Pasándose la mano por la barba se encogió de hombros.
Tampoco podían presumir de tener mucho tiempo, Cassandra había indicado que los cazadores habían pedido refuerzos, en cuanto pensasen que podían entrar sin problemas Cirylo y O’Connell acabarían convertidos en alfileteros – Voy entrando, que tengo prisa – Afirmó sin dejar tiempo a que Cassandra dijese cualquier cosa al respecto, no se le daba bien mentir – Así te ahorras el perder a tus hombres ¿No? – Tras decir esto indicó a Rachel, con un gesto, que le siguiese.
Podía sentir la mirada de Harrowmont clavada en su nuca – Estoy seguro de que sospecha algo… - Susurró a su aliada, a pesar de no ser un buen orador esperaba haber ganado al menos unos minutos de margen – Confío en ti, pero si el vampiro no te reconoce a la primera vamos a pasar un mal rato.
Bajo la intensa mirada de los cazadores se internó en el granero, junto a Rachel, cerrando la puerta tras de sí, un estrecho pasillo con numerosas puertas se presentó frente a ellos. – Huracán me va a matar… - Se llevó la mano hasta la cara y suspiró – Vamos a atrapar a Loki y a avisar al chupa sangre antes de que los refuerzos de los cazadores lleguen… o los de la hermandad. No tenemos mucho tiempo.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
El chico se quedó petrificado cuando vio a la mujer, como si le recordara a alguien. Tanto que se tomó un tiempo para responder. “Vamos Eltrant, no te ahogues ahora”, pensé apretando los dientes, a su espalda como me había ordenado, si el chico no era capaz de decir nada tendría que intervenir yo, y no era muy hábil con las palabras. Afortunadamente, terminó respondiendo a la mujer.
-Jim Raynor… - repetí a su espalda el nombre que se había inventado. Probablemente para disimular, ¡cada vez entendía mejor a los humanos! Volví a la conversación rápidamente. Eltrant también se había inventado un nombre para mí, era el cuarto que me ponían en el día en menos de dos horas: Chatarra, lata, tartana, y ahora, Sara. – Hola, soy Sara. Su aprendiz y escudera. – repetí mi nombre y profesión después de que él me presentara, haciendo un gesto de inclinación con la cabeza con una sonrisa muy poco creíble. Quería disimular, no tenía ni idea de si la mujer se lo había tragado. A decir por su mirada, no lo había hecho.
El guardia también indicó que veníamos a por Loki y Cyrilo, algo que no pareció satisfacer a la mujer. Miró a Eltrant buscando algo que lo caracterizara como guardia. Su mirada imponía mucho, y yo no me atrevía mirarla a los ojos por miedo a que le sonara mi cara. Terminó a que Eltrant terminara de explicarse y, entonces, contestó:
-Haced lo que queráis. Es a vosotros a quien va a comer. – indicó la cazadora y volvió con su grupo, dejándonos el acceso al pajar libre. Miré a Eltrant con una sonrisa y dejé que él accediera primero.
Me llamó la atención que mi compañero mencionara el nombre de Huracán, la mujer estaba en búsqueda y captura por la Hermandad, siendo el objetivo prioritario. Si también aparecía por allí podía ser una buena oportunidad para capturarla. Una nueva piedra golpeando contra mi brazo volvió a sacarme de mi ensimismamiento.
-¡Nadie va a llevarse a Cyrilo! – dijo Loki. –
-Por favor, no nos apedrees. – le pedí con las manos estiradas, en señal de paz. – Lo conozco, es un amigo mío.
De las sombras del oscuro pajar, que permanecía prácticamente cerrado para que la luz no molestara al vampiro en tal soleado día surgió una silueta. Un hombre mayor, de apariencia unos setenta años, con su barba blanca, reconocible, era él. - ¡Rachel! – gritó el hombre adelantándose a su homólogo apedreador y viniendo a abrazarme, y nos fundimos en un fuerte abrazo. Era el único miembro de la Hermandad por el que verdaderamente tenía aprecio.
-¡Cyrilo! Cuando me enteré que venían a por ti, corrimos a socorrerte, es una casualidad que yo anduviera por la ciudad. – le indiqué. El vampiro rió.
-No lo es tanto. Sabía que te habías cansado de servir a Mortagglia y habías venido a la logia, así que vine a por ti. Soy espía a fin de cuentas. – declaró con cierto misticismo.
Aquellas palabras hicieron temerme lo peor, abrí los ojos como platos y volví de nuevo hacia Eltrant. Me fui a Dundarak sin avisar a nadie de la Hermandad. ¿Era el vampiro un enviado de Mortagglia para darme caza por mi desaparición?
-Tranquila, Rachel, no vengo de parte de la Hermandad. La Dama no sabe que estás aquí. – dijo para tratar de tranquilizarme y disipar mis dudas, extendiendo sus brazos para tratar de cogerme como si fuera un abuelo entrañable. Volvió hacia la ventana y miró tímidamente por la abertura sin tocar los rayos de sol, mirando a los cazadores – De hecho, fui yo mismo quien los hizo venir con una nota. – se volvió hacia nosotros. – Quería que enviaran a la otra cazadora y que te encontrases con ella y su acompañante, pero en su lugar mandaron a la inútil de “Cass” y… aquí estoy, esperando a que se haga de noche con este amigo que he hecho aquí. – No sabía muy bien a quién se refería con “la otra”.
-No entiendo nada, Cyrilo. ¿Quién es “la otra”? ¿Y qué pinto yo en todo esto? – pregunté.
-Es muy sencillo… ¿Recuerdas el ataque de la Dama a Lunargenta? – le hice un gesto afirmativo con la cabeza. – Bien, allí conociste a una mujer llamada Isabella, la hija de la Dama, ¿si? – volví a asentir. Isabella era también perseguida por la Hermandad. – Ella te dijo que tenías un hermano, ¿recuerdas? – seguí diciendo sí con la cabeza – Bien, la hija de Isabella, es decir, la nieta de la Dama, tiene un compañero que es tu hermano. De los cotilleos no estoy muy al tanto, pero creo que podría ser tu cuñada.
Me quedé con los ojos como platos. ¿Cómo sabía Cyrilo todo aquello? ¿De dónde había sacado esa información? ¿Quién se la había proporcionado? Demasiadas cuestiones en mi cabeza.
-¿Cómo sabes todo esto? ¿Quién te lo dijo? – le pregunté con insistencia.
-Rachel, soy un infiltrado de los cazadores en la Hermandad. ¿Por qué crees que soy el único que no está loco? – dijo retóricamente el vampiro. – Llevo protegiéndote desde que supe que eras la hermana de Jules. Tú eras una tensái de fuego, como él. Lo que hicieron contigo fue horrible, te despojaron de tus brazos y piernas, que fueron devorados por vampiros, te arrastraron moribunda hasta la base de la Hermandad donde te “reconstruyeron” y te pusieron esa “cosa” que tu llamas NIA.
Aquello no era algo nuevo, era algo que ya sabía gracias a lo que Catherine me había dicho en su conversación con la inteligencia, aunque en su momento no quise creerla. Tenía un atisbo de esperanza de que todo fuera falso. Pero si Cyrilo lo decía, alguien en quien confiaba plenamente, es que era cierto.
Me derrumbé. Se me cayó el mundo a los pies. Me arrodillé en el suelo y los ojos comenzaron a llenárseme de lágrimas que comencé a quitarme con aquellos brazos que no eran los míos. Las lágrimas se convirtieron en llanto, me tapé la cara.
-Vamos Rachel, no llores. – me decía el vampiro poniéndose a mi lado, pero no había consuelo alguno. ¿De verdad merecía yo aquel destino? Seguía llorando desconsolada. Miró hacia Eltrant. - ¿He hecho mal diciéndoselo? - le preguntó al guardia culpabilizado, entregándole mis hombros para que hiciera algo.
-No es justo Eltrant, no es justo... - le dije agarrándome a él y llorando desconsoladamente en su chaqueta, todavía en el suelo.
-¿Quién llora? ¿Qué le habéis hecho a la mujer? ¡Han venido los refuerzos! ¡Vamos a entrar! – gritó Cassandra desde fuera, amenazando con una irrupción. ¿Qué haría yo? Si no tenía fuerzas para nada.
-¡Me cago en la puta!, ¡Haced algo con la llorona que nos van a coser a flechazos! - pidió Loki desesperado, sin saber qué hacer.
-Jim Raynor… - repetí a su espalda el nombre que se había inventado. Probablemente para disimular, ¡cada vez entendía mejor a los humanos! Volví a la conversación rápidamente. Eltrant también se había inventado un nombre para mí, era el cuarto que me ponían en el día en menos de dos horas: Chatarra, lata, tartana, y ahora, Sara. – Hola, soy Sara. Su aprendiz y escudera. – repetí mi nombre y profesión después de que él me presentara, haciendo un gesto de inclinación con la cabeza con una sonrisa muy poco creíble. Quería disimular, no tenía ni idea de si la mujer se lo había tragado. A decir por su mirada, no lo había hecho.
El guardia también indicó que veníamos a por Loki y Cyrilo, algo que no pareció satisfacer a la mujer. Miró a Eltrant buscando algo que lo caracterizara como guardia. Su mirada imponía mucho, y yo no me atrevía mirarla a los ojos por miedo a que le sonara mi cara. Terminó a que Eltrant terminara de explicarse y, entonces, contestó:
-Haced lo que queráis. Es a vosotros a quien va a comer. – indicó la cazadora y volvió con su grupo, dejándonos el acceso al pajar libre. Miré a Eltrant con una sonrisa y dejé que él accediera primero.
Me llamó la atención que mi compañero mencionara el nombre de Huracán, la mujer estaba en búsqueda y captura por la Hermandad, siendo el objetivo prioritario. Si también aparecía por allí podía ser una buena oportunidad para capturarla. Una nueva piedra golpeando contra mi brazo volvió a sacarme de mi ensimismamiento.
-¡Nadie va a llevarse a Cyrilo! – dijo Loki. –
-Por favor, no nos apedrees. – le pedí con las manos estiradas, en señal de paz. – Lo conozco, es un amigo mío.
De las sombras del oscuro pajar, que permanecía prácticamente cerrado para que la luz no molestara al vampiro en tal soleado día surgió una silueta. Un hombre mayor, de apariencia unos setenta años, con su barba blanca, reconocible, era él. - ¡Rachel! – gritó el hombre adelantándose a su homólogo apedreador y viniendo a abrazarme, y nos fundimos en un fuerte abrazo. Era el único miembro de la Hermandad por el que verdaderamente tenía aprecio.
-¡Cyrilo! Cuando me enteré que venían a por ti, corrimos a socorrerte, es una casualidad que yo anduviera por la ciudad. – le indiqué. El vampiro rió.
-No lo es tanto. Sabía que te habías cansado de servir a Mortagglia y habías venido a la logia, así que vine a por ti. Soy espía a fin de cuentas. – declaró con cierto misticismo.
Aquellas palabras hicieron temerme lo peor, abrí los ojos como platos y volví de nuevo hacia Eltrant. Me fui a Dundarak sin avisar a nadie de la Hermandad. ¿Era el vampiro un enviado de Mortagglia para darme caza por mi desaparición?
-Tranquila, Rachel, no vengo de parte de la Hermandad. La Dama no sabe que estás aquí. – dijo para tratar de tranquilizarme y disipar mis dudas, extendiendo sus brazos para tratar de cogerme como si fuera un abuelo entrañable. Volvió hacia la ventana y miró tímidamente por la abertura sin tocar los rayos de sol, mirando a los cazadores – De hecho, fui yo mismo quien los hizo venir con una nota. – se volvió hacia nosotros. – Quería que enviaran a la otra cazadora y que te encontrases con ella y su acompañante, pero en su lugar mandaron a la inútil de “Cass” y… aquí estoy, esperando a que se haga de noche con este amigo que he hecho aquí. – No sabía muy bien a quién se refería con “la otra”.
-No entiendo nada, Cyrilo. ¿Quién es “la otra”? ¿Y qué pinto yo en todo esto? – pregunté.
-Es muy sencillo… ¿Recuerdas el ataque de la Dama a Lunargenta? – le hice un gesto afirmativo con la cabeza. – Bien, allí conociste a una mujer llamada Isabella, la hija de la Dama, ¿si? – volví a asentir. Isabella era también perseguida por la Hermandad. – Ella te dijo que tenías un hermano, ¿recuerdas? – seguí diciendo sí con la cabeza – Bien, la hija de Isabella, es decir, la nieta de la Dama, tiene un compañero que es tu hermano. De los cotilleos no estoy muy al tanto, pero creo que podría ser tu cuñada.
Me quedé con los ojos como platos. ¿Cómo sabía Cyrilo todo aquello? ¿De dónde había sacado esa información? ¿Quién se la había proporcionado? Demasiadas cuestiones en mi cabeza.
-¿Cómo sabes todo esto? ¿Quién te lo dijo? – le pregunté con insistencia.
-Rachel, soy un infiltrado de los cazadores en la Hermandad. ¿Por qué crees que soy el único que no está loco? – dijo retóricamente el vampiro. – Llevo protegiéndote desde que supe que eras la hermana de Jules. Tú eras una tensái de fuego, como él. Lo que hicieron contigo fue horrible, te despojaron de tus brazos y piernas, que fueron devorados por vampiros, te arrastraron moribunda hasta la base de la Hermandad donde te “reconstruyeron” y te pusieron esa “cosa” que tu llamas NIA.
Aquello no era algo nuevo, era algo que ya sabía gracias a lo que Catherine me había dicho en su conversación con la inteligencia, aunque en su momento no quise creerla. Tenía un atisbo de esperanza de que todo fuera falso. Pero si Cyrilo lo decía, alguien en quien confiaba plenamente, es que era cierto.
Me derrumbé. Se me cayó el mundo a los pies. Me arrodillé en el suelo y los ojos comenzaron a llenárseme de lágrimas que comencé a quitarme con aquellos brazos que no eran los míos. Las lágrimas se convirtieron en llanto, me tapé la cara.
-Vamos Rachel, no llores. – me decía el vampiro poniéndose a mi lado, pero no había consuelo alguno. ¿De verdad merecía yo aquel destino? Seguía llorando desconsolada. Miró hacia Eltrant. - ¿He hecho mal diciéndoselo? - le preguntó al guardia culpabilizado, entregándole mis hombros para que hiciera algo.
-No es justo Eltrant, no es justo... - le dije agarrándome a él y llorando desconsoladamente en su chaqueta, todavía en el suelo.
-¿Quién llora? ¿Qué le habéis hecho a la mujer? ¡Han venido los refuerzos! ¡Vamos a entrar! – gritó Cassandra desde fuera, amenazando con una irrupción. ¿Qué haría yo? Si no tenía fuerzas para nada.
-¡Me cago en la puta!, ¡Haced algo con la llorona que nos van a coser a flechazos! - pidió Loki desesperado, sin saber qué hacer.
- Cyrilo:
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Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Frunció el ceño y sujetó con fuerza el pomo de su espada cuando el vampiro afirmó que no era simple casualidad que estuviesen allí, cuando Rachel se giró hacía él con una expresión en su rostro que solo podía describirse como miedo ¿Habían tendido una embocada a Rachel? ¿Había llevado a la chica hasta la boca del lobo? Cirylo pareció comprender lo que pasó por la cabeza de los dos recién llegados, pues las siguientes palabras que este pronunció fueron para asegurar que su presencia en Dundarak no era debida a la hermandad, Mortagglia no sabía que estaba allí.
Estudió detenidamente a los hombres que tenía frente a él, ¿Podía fiarse de ellos? Sabía que O’Connel era un truhan sin pretensiones, alguien que prefería seguir órdenes a darlas, pero Cirylo era una incógnita, apenas nadie sabía nada del vampiro y allí estaba él, en un lugar oscuro, lo único que le faltaba a aquella escena para ser ideal para el señor de la noche era que él se tendiese sobre una bandeja.
En cuanto a la actitud de los presentes, no podía negar que no se estaban comportando como el guarda había esperado en un principio, Loki por una parte parecía estar realmente nervioso, algo que encontraba lógico, pero su preocupación más inmediata no era ellos, eran los cazadores que se habían reunido alrededor del granero. Cirylo, por otra parte, imponía respeto, con las manos entrelazadas a su espalda analizaba a los recién llegados desde las sombras, era un hombre mayor, con porte regio, pero que, aun así, tenía una mirada casi paternal cuando clavaba sus ojos en Rachel.
Finalmente, tras pensárselo durante varios segundos, soltó la empuñadura de su arma.
Cirylo continuó hablando, de forma pausada, pero sin demora, su voz era lo suficientemente firme como para hacerse oír, casi parecía estar midiendo sus palabras. Eltrant se cruzó de brazos y escuchó lo que el hombre tenía que decir, no es que tuviesen precisamente tiempo, pero el vampiro parecía estar realmente interesado en que Rachel comprendiese porque estaba allí.
Comenzó admitiendo el hecho de que había sido él quien había convocado a los cazadores en aquel lugar, cosa que no había salido como esperaba, pues había sido Harrowmont quien había acabado tras él, y no otra cazadora que esperaba que lo hiciese.
Aquello no tenía ningún sentido para Eltrant ¿Por qué un miembro de la hermandad se pondría una diana en la espalda? ¿Qué tenía que ver Rachel con todo aquello? No hizo falta que fuese él el que preguntase, pues la cibernética se apresuró a hacerlo. De un leve tirón apartó a Loki de la ventana, alejándolo de las peligrosas miradas de los cazadores, al mismo tiempo que Cirylo comenzaba a explicar el porqué de aquella situación.
La historia, a partir de ahí, se comenzó a volver convulsa para el guarda, arqueando una ceja y llevándose una de sus manos hasta la barbilla, escuchó con atención cada una de las palabras que brotaron de los labios del vampiro.
Sin dejar de mirar sus pies, pensativo, supuso que cuando hablaban de Isabella, la hija de la “Dama” se referían a la hija de Mortagglia, frunció el ceño ¿La madre de Huracán? Lo siguiente que escuchó le hizo dejar escapar un leve suspiró, si seguía aquella lógica el hermano de Rachel no era otro que el compañero de Huracán.
Cerró los ojos e hizo memoria, la intensidad con la que Rachel miraba al vampiro no hacía sino asegurar que todo aquello era nuevo para la chica ¿Había coincidido él con con Jules? No recordaba haberlo hecho nunca, aunque en los viajes que había hecho con Huracán a Sacrestic, cuando Mortagglia casi acaba con su vida, sí que recordaba a la cazadora mencionarle un par de veces.
Volvió a cruzarse de brazos, el tono de voz de Cirylo no hacía sino indicar que la historia llegaba a su fin, el tiempo pareció ralentizarse según este este describía, de forma ridículamente detallada, el origen de los brazos y las piernas actuales de su compañera, de cómo vampiro devoraron los originales y la hermandad la transformó en la mujer que era ahora.
Rachel no lo soportó y rompió a llorar, no le sorprendía, sintió como el corazón se le encogía, como este trataba de detenerse al ver a la joven en aquel estado, apretó los dientes. La hermandad estaba enferma, todos sus integrantes, nadie se salvaba, el único miembro que cuerdo que tenían ni siquiera les era leal, en aquel momento comprendía a los cazadores, sus métodos, su brutalidad, respiró hondo.
- No… lo sé – Respondió Eltrant, sinceramente, a la pregunta que le hizo el vampiro, quizás debían haber esperado a no estar en aquel almacén, a que la joven pudiese tener tiempo para analizar las palabras de Cirylo, a encajarlas.
Se sentó junto a ella y le acarició el pelo – No es justo, no… - Suspiró e ignoró las palabras de Loki, también las de Cassandra perfectamente audibles. ¿Qué más podía decirle? Acababa de conocer a la chica hacía apenas unas horas atrás, le dolía la cabeza y el tatuaje de su espalda parecía querer estallar en llamas – No te rindas, Rachel – Susurró, un fuerte sonido en una de las puertas más alejadas de la habitación dónde se encontraban, el pajar, llamó la atención de los presentes, especialmente de Loki, que corrió a ocultarse tras Cirylo – Conozco a Huracán... – Quitándose su capa, la depositó cuidadosamente en los hombros de la joven, no serviría de mucho, pero supuso que era un gesto agradable – Es una persona bastante arisca, trata de resolver todo por las malas, y nunca, jamás de los jamases, sonríe… - Se atusó la barba – Creo que yo lo conseguí una vez – Sacudió la cabeza y sonrió a la muchacha – Pero tiene un gran corazón – Afirmó – Si Jules le acompaña… tu hermano, tu familia… – Aquellos cazadores no eran tan sutiles como Huracán, quizás fuese la urgencia de tener que rescatar a una damisela en apuros, quizás es que estaban deseando entrar en combate, pero se podía oír como registraban, una a una, todas las habitaciones del lugar – Debe de tener un corazón aún más grande para soportarla – Ensanchó su sonrisa y le dio un abrazo a la joven – Así que levántate y búscale, para eso son tus piernas nuevas, para ir a dónde los demás no pueden – Apartó una pequeña lagrima que se deslizaba por la mejilla de la cibernética, justo por encima de la tirita – Y cuando veas a Mortagglia… - Sonrió, le agarró una de las manos y lo alzó, frente a sus ojos – …Usa estos brazos que te ha dado para demostrarle lo equivocada que estaba cuando pensó que te podía convertir en un objeto de su propiedad.
Tras revolverle el pelo una última vez, se levantó, los cazadores estaban peligrosamente cerca, frunció el ceño – Cirylo, si eres la mitad de buen espía que dices ser, supongo que tendrías alguna idea para salir de aquí, asegúrate de que te llevas a Rachel contigo – Se quitó su espada del cinto y la dejó junto a Rachel, en el suelo – Dicen que todas las espadas importantes tienen nombre – Se rascó la nuca y le dedicó a su compañera la mejor sonrisa que se podía permitir en una situación como en la que se encontraba – Ve pensando el de la mía mientras – Después guiñarle un ojo a la joven, se giró sobre sí mismo y se encaminó a la única puerta que conducía hasta aquella habitación, hasta el final del granero, le temblaban los brazos – Detrás de mi Rachel. Siempre. – No podía matar a ninguno de los cazadores que había allí, pero tampoco iba a permitir que matasen a Cirylo, la única familia que, por el momento, la muchacha tenía.
Tomando el yelmo, que nunca usaba, de su bolsa de viaje, se lo colocó después de juguetear con él por unos instantes, limitaba su visión, pero al menos impediría que le reconocieran con fidelidad.
- ¿Qué demonios vas a hacer? - Loki masculló algo parecido a una pregunta desde su escondrijo tras Cirylo, Eltrant se encogió de hombros y sonrió - Jim Raynor va a demostrarles a los cazadores que no todo es tan fácil como parece.
Con un fuerte puntapié, arrancó la primera puerta, la que le separaba a todo el batallón de cazadores de ellos, de los goznes. - ¡Disparad! – Dos muchachos no mucho más jóvenes que él se encontraba al otro lado del extenso pasillo fueron los primeros en verle, por otro lado, muchas de las puertas de aquel lugar estaban abiertas, aquellos dos no eran los únicos a los que se tendría que enfrentar.
La primera saeta impactó contra su armadura pero no llegó a penetrar en esta, después del chasquido metálico inicial, voló por los aires y cayó frente a él, Eltrant frunció el ceño y sonrió, comenzando a caminar en dirección a su los brujos, lento, pero sin parar, como si de un muro de metal se tratase.
Una segunda flecha rebotó contra la armadura de forma similar a lo que había pasado antes, el encantamiento de Asher era suficiente para bloquear las pequeñas saetas de las ballestas de mano, se preguntaba cuánto más aguantaría.
Justo cuando pasaba frente a una de las habitaciones cuyas puertas estaban abiertas, una fuerte bocanada de aire le hizo chocar contra la pared que tenía detrás, giró la cabeza para encontrarse la silueta de un hombre blandiendo una daga lanzándose contra él, gritando.
Recobrando la compostura como buenamente pudo, bloqueó la daga con el antebrazo y sujetando a aquel hombre la por la muñeca, dándole entonces un cabezazo lo suficientemente fuerte como para romperle la nariz, y lo lanzó de vuelta a la habitación de la que había salido de una patada. – Quédate ahí si quieres seguir con vida – Ordenó cerrando la puerta, dejando al hombre gimiendo en el suelo, dolorido.
Aquel era el punto débil de los brujos, de los cazadores, el cuerpo a cuerpo.
Justo en el instante en el que se giró, reencontrándose de nuevo con los dos ballesteros que no cesaban de dispararle desde el final de la corredor, una única saeta atravesó una de las hendiduras de su yelmo quedándose a escasos milímetros de su ojo derecho. Respirando agitadamente arrancó dicha flecha y la dejó caer a un lado– Parece que por una vez estáis de mi parte – Dijo en voz baja para sí. Si Eltrant había entendido algo a lo largo de sus viajes, era que los dioses eran borrachos que disfrutaban jugando a los dados con demasiada frecuencia.
Otra flecha rebotó contra su coraza, la cual cada vez empezaba a estar más rallada, apenas quedaba un trozo intacto de la tela de color azul que la cubría, el blasón de la guardia de Lunargenta no era ahora sino una amalgama de hilos dorados sobre lo que quedaba de ropa - ¿Cuánta munición tenéis chicos? – Preguntó alzando la voz desde dónde se encontraba, aquel pasillo era lo suficientemente estrecho como para que no pudiesen pasar salvo que fuese por encima de él, debían vencerle, no podían rodearle allí – Vais a necesitar mucho más de eso para pasar por encima de mí.
Eltrant recibió una llamarada de fuego como toda respuesta, desde el final del pasillo, esta se tragó todo lo que había en su interior, cuadros, puertas, mesas, nada escapó de las llamas. Gritando de dolor cayó de rodillas, cada centímetro de su armadura estaba al rojo vivo, se levantó de nuevo, sabía que no podía ser tan fácil.
La fría mirada de la cazadora de vampiros, Cassandra Harrowmont, le perforó desde el extremo opuesto del pasaje – Id a por munición y rodeadlos – Ordenó – Ya sabemos dónde se esconden – Eltrant sonrió, ignorando el siseo que producía su carne al tocar la armadura, levantó los brazos – Jim Raynor… me preguntó que ganará un simple humano al trabajar para la hermandad ¿Poder? ¿Dinero? ¿Influencia? – Eltrant estudió las demás puertas del lugar, era indudable que, en aquel lugar, quedaban cazadores. – La respuesta es bastante más compleja de lo que te crees. - Retrocedió un par de pasos ¿Había sido ella la del fuego? ¿Alguno de sus compañeros? Esperaba que Rachel y los demás estuviesen, al menos, fuera del edificio - En cualquier caso, voy a matarte – Cassandra alzó su ballesta – Me gustaría verte intentarlo. – Apenas hubo terminado de hablar, la cazadora apretó el gatillo y una saeta se clavó firmemente en el peto del exmercenario, a la altura del hombro, no llegó a tocar la carne, pero estuvo peligrosamente cerca. - ¿Unas últimas palabras? – El castaño se arrancó la flecha y la dejó caer al suelo.
– No dejes que me acerque.
Estudió detenidamente a los hombres que tenía frente a él, ¿Podía fiarse de ellos? Sabía que O’Connel era un truhan sin pretensiones, alguien que prefería seguir órdenes a darlas, pero Cirylo era una incógnita, apenas nadie sabía nada del vampiro y allí estaba él, en un lugar oscuro, lo único que le faltaba a aquella escena para ser ideal para el señor de la noche era que él se tendiese sobre una bandeja.
En cuanto a la actitud de los presentes, no podía negar que no se estaban comportando como el guarda había esperado en un principio, Loki por una parte parecía estar realmente nervioso, algo que encontraba lógico, pero su preocupación más inmediata no era ellos, eran los cazadores que se habían reunido alrededor del granero. Cirylo, por otra parte, imponía respeto, con las manos entrelazadas a su espalda analizaba a los recién llegados desde las sombras, era un hombre mayor, con porte regio, pero que, aun así, tenía una mirada casi paternal cuando clavaba sus ojos en Rachel.
Finalmente, tras pensárselo durante varios segundos, soltó la empuñadura de su arma.
Cirylo continuó hablando, de forma pausada, pero sin demora, su voz era lo suficientemente firme como para hacerse oír, casi parecía estar midiendo sus palabras. Eltrant se cruzó de brazos y escuchó lo que el hombre tenía que decir, no es que tuviesen precisamente tiempo, pero el vampiro parecía estar realmente interesado en que Rachel comprendiese porque estaba allí.
Comenzó admitiendo el hecho de que había sido él quien había convocado a los cazadores en aquel lugar, cosa que no había salido como esperaba, pues había sido Harrowmont quien había acabado tras él, y no otra cazadora que esperaba que lo hiciese.
Aquello no tenía ningún sentido para Eltrant ¿Por qué un miembro de la hermandad se pondría una diana en la espalda? ¿Qué tenía que ver Rachel con todo aquello? No hizo falta que fuese él el que preguntase, pues la cibernética se apresuró a hacerlo. De un leve tirón apartó a Loki de la ventana, alejándolo de las peligrosas miradas de los cazadores, al mismo tiempo que Cirylo comenzaba a explicar el porqué de aquella situación.
La historia, a partir de ahí, se comenzó a volver convulsa para el guarda, arqueando una ceja y llevándose una de sus manos hasta la barbilla, escuchó con atención cada una de las palabras que brotaron de los labios del vampiro.
Sin dejar de mirar sus pies, pensativo, supuso que cuando hablaban de Isabella, la hija de la “Dama” se referían a la hija de Mortagglia, frunció el ceño ¿La madre de Huracán? Lo siguiente que escuchó le hizo dejar escapar un leve suspiró, si seguía aquella lógica el hermano de Rachel no era otro que el compañero de Huracán.
Cerró los ojos e hizo memoria, la intensidad con la que Rachel miraba al vampiro no hacía sino asegurar que todo aquello era nuevo para la chica ¿Había coincidido él con con Jules? No recordaba haberlo hecho nunca, aunque en los viajes que había hecho con Huracán a Sacrestic, cuando Mortagglia casi acaba con su vida, sí que recordaba a la cazadora mencionarle un par de veces.
Volvió a cruzarse de brazos, el tono de voz de Cirylo no hacía sino indicar que la historia llegaba a su fin, el tiempo pareció ralentizarse según este este describía, de forma ridículamente detallada, el origen de los brazos y las piernas actuales de su compañera, de cómo vampiro devoraron los originales y la hermandad la transformó en la mujer que era ahora.
Rachel no lo soportó y rompió a llorar, no le sorprendía, sintió como el corazón se le encogía, como este trataba de detenerse al ver a la joven en aquel estado, apretó los dientes. La hermandad estaba enferma, todos sus integrantes, nadie se salvaba, el único miembro que cuerdo que tenían ni siquiera les era leal, en aquel momento comprendía a los cazadores, sus métodos, su brutalidad, respiró hondo.
- No… lo sé – Respondió Eltrant, sinceramente, a la pregunta que le hizo el vampiro, quizás debían haber esperado a no estar en aquel almacén, a que la joven pudiese tener tiempo para analizar las palabras de Cirylo, a encajarlas.
Se sentó junto a ella y le acarició el pelo – No es justo, no… - Suspiró e ignoró las palabras de Loki, también las de Cassandra perfectamente audibles. ¿Qué más podía decirle? Acababa de conocer a la chica hacía apenas unas horas atrás, le dolía la cabeza y el tatuaje de su espalda parecía querer estallar en llamas – No te rindas, Rachel – Susurró, un fuerte sonido en una de las puertas más alejadas de la habitación dónde se encontraban, el pajar, llamó la atención de los presentes, especialmente de Loki, que corrió a ocultarse tras Cirylo – Conozco a Huracán... – Quitándose su capa, la depositó cuidadosamente en los hombros de la joven, no serviría de mucho, pero supuso que era un gesto agradable – Es una persona bastante arisca, trata de resolver todo por las malas, y nunca, jamás de los jamases, sonríe… - Se atusó la barba – Creo que yo lo conseguí una vez – Sacudió la cabeza y sonrió a la muchacha – Pero tiene un gran corazón – Afirmó – Si Jules le acompaña… tu hermano, tu familia… – Aquellos cazadores no eran tan sutiles como Huracán, quizás fuese la urgencia de tener que rescatar a una damisela en apuros, quizás es que estaban deseando entrar en combate, pero se podía oír como registraban, una a una, todas las habitaciones del lugar – Debe de tener un corazón aún más grande para soportarla – Ensanchó su sonrisa y le dio un abrazo a la joven – Así que levántate y búscale, para eso son tus piernas nuevas, para ir a dónde los demás no pueden – Apartó una pequeña lagrima que se deslizaba por la mejilla de la cibernética, justo por encima de la tirita – Y cuando veas a Mortagglia… - Sonrió, le agarró una de las manos y lo alzó, frente a sus ojos – …Usa estos brazos que te ha dado para demostrarle lo equivocada que estaba cuando pensó que te podía convertir en un objeto de su propiedad.
Tras revolverle el pelo una última vez, se levantó, los cazadores estaban peligrosamente cerca, frunció el ceño – Cirylo, si eres la mitad de buen espía que dices ser, supongo que tendrías alguna idea para salir de aquí, asegúrate de que te llevas a Rachel contigo – Se quitó su espada del cinto y la dejó junto a Rachel, en el suelo – Dicen que todas las espadas importantes tienen nombre – Se rascó la nuca y le dedicó a su compañera la mejor sonrisa que se podía permitir en una situación como en la que se encontraba – Ve pensando el de la mía mientras – Después guiñarle un ojo a la joven, se giró sobre sí mismo y se encaminó a la única puerta que conducía hasta aquella habitación, hasta el final del granero, le temblaban los brazos – Detrás de mi Rachel. Siempre. – No podía matar a ninguno de los cazadores que había allí, pero tampoco iba a permitir que matasen a Cirylo, la única familia que, por el momento, la muchacha tenía.
Tomando el yelmo, que nunca usaba, de su bolsa de viaje, se lo colocó después de juguetear con él por unos instantes, limitaba su visión, pero al menos impediría que le reconocieran con fidelidad.
- ¿Qué demonios vas a hacer? - Loki masculló algo parecido a una pregunta desde su escondrijo tras Cirylo, Eltrant se encogió de hombros y sonrió - Jim Raynor va a demostrarles a los cazadores que no todo es tan fácil como parece.
Con un fuerte puntapié, arrancó la primera puerta, la que le separaba a todo el batallón de cazadores de ellos, de los goznes. - ¡Disparad! – Dos muchachos no mucho más jóvenes que él se encontraba al otro lado del extenso pasillo fueron los primeros en verle, por otro lado, muchas de las puertas de aquel lugar estaban abiertas, aquellos dos no eran los únicos a los que se tendría que enfrentar.
La primera saeta impactó contra su armadura pero no llegó a penetrar en esta, después del chasquido metálico inicial, voló por los aires y cayó frente a él, Eltrant frunció el ceño y sonrió, comenzando a caminar en dirección a su los brujos, lento, pero sin parar, como si de un muro de metal se tratase.
Una segunda flecha rebotó contra la armadura de forma similar a lo que había pasado antes, el encantamiento de Asher era suficiente para bloquear las pequeñas saetas de las ballestas de mano, se preguntaba cuánto más aguantaría.
Justo cuando pasaba frente a una de las habitaciones cuyas puertas estaban abiertas, una fuerte bocanada de aire le hizo chocar contra la pared que tenía detrás, giró la cabeza para encontrarse la silueta de un hombre blandiendo una daga lanzándose contra él, gritando.
Recobrando la compostura como buenamente pudo, bloqueó la daga con el antebrazo y sujetando a aquel hombre la por la muñeca, dándole entonces un cabezazo lo suficientemente fuerte como para romperle la nariz, y lo lanzó de vuelta a la habitación de la que había salido de una patada. – Quédate ahí si quieres seguir con vida – Ordenó cerrando la puerta, dejando al hombre gimiendo en el suelo, dolorido.
Aquel era el punto débil de los brujos, de los cazadores, el cuerpo a cuerpo.
Justo en el instante en el que se giró, reencontrándose de nuevo con los dos ballesteros que no cesaban de dispararle desde el final de la corredor, una única saeta atravesó una de las hendiduras de su yelmo quedándose a escasos milímetros de su ojo derecho. Respirando agitadamente arrancó dicha flecha y la dejó caer a un lado– Parece que por una vez estáis de mi parte – Dijo en voz baja para sí. Si Eltrant había entendido algo a lo largo de sus viajes, era que los dioses eran borrachos que disfrutaban jugando a los dados con demasiada frecuencia.
Otra flecha rebotó contra su coraza, la cual cada vez empezaba a estar más rallada, apenas quedaba un trozo intacto de la tela de color azul que la cubría, el blasón de la guardia de Lunargenta no era ahora sino una amalgama de hilos dorados sobre lo que quedaba de ropa - ¿Cuánta munición tenéis chicos? – Preguntó alzando la voz desde dónde se encontraba, aquel pasillo era lo suficientemente estrecho como para que no pudiesen pasar salvo que fuese por encima de él, debían vencerle, no podían rodearle allí – Vais a necesitar mucho más de eso para pasar por encima de mí.
Eltrant recibió una llamarada de fuego como toda respuesta, desde el final del pasillo, esta se tragó todo lo que había en su interior, cuadros, puertas, mesas, nada escapó de las llamas. Gritando de dolor cayó de rodillas, cada centímetro de su armadura estaba al rojo vivo, se levantó de nuevo, sabía que no podía ser tan fácil.
La fría mirada de la cazadora de vampiros, Cassandra Harrowmont, le perforó desde el extremo opuesto del pasaje – Id a por munición y rodeadlos – Ordenó – Ya sabemos dónde se esconden – Eltrant sonrió, ignorando el siseo que producía su carne al tocar la armadura, levantó los brazos – Jim Raynor… me preguntó que ganará un simple humano al trabajar para la hermandad ¿Poder? ¿Dinero? ¿Influencia? – Eltrant estudió las demás puertas del lugar, era indudable que, en aquel lugar, quedaban cazadores. – La respuesta es bastante más compleja de lo que te crees. - Retrocedió un par de pasos ¿Había sido ella la del fuego? ¿Alguno de sus compañeros? Esperaba que Rachel y los demás estuviesen, al menos, fuera del edificio - En cualquier caso, voy a matarte – Cassandra alzó su ballesta – Me gustaría verte intentarlo. – Apenas hubo terminado de hablar, la cazadora apretó el gatillo y una saeta se clavó firmemente en el peto del exmercenario, a la altura del hombro, no llegó a tocar la carne, pero estuvo peligrosamente cerca. - ¿Unas últimas palabras? – El castaño se arrancó la flecha y la dejó caer al suelo.
– No dejes que me acerque.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Eltrant trató de consolarme y yo lo único que sabía hacer era agarrarme a su chaqueta y llorar. Me habló de Huracán, que era una buena persona aunque algo violenta y también de mi hermano que aunque no lo conocía, intuía que también era alguien bueno. “Huracán está en búsqueda y captura". Me indicaba NIA en mi cabeza, la inteligencia defendía los valores de la Hermandad fervientemente, e iba a estar recordándomelo casi de seguido.
También de vengarme por lo que me habían hecho, yo no conocía el sentimiento de venganza, era demasiado noble para ello pero suponía que lo que había hecho la Dama no era nada justo, al menos me había arrebatado parte de mi vida y mi cuerpo.
Mi última lágrima, desde el suelo, miré a los ojos a Eltrant y asentí varias veces a lo de mantenerme detrás de él, yo no era una guerrera experta aunque algo sabía hacer. Me levantó y me instó a irme con Cyrilo. Los cazadores ya estaban dentro y Eltrant se fue a por ellos, se estaba jugando el pellejo por alguien a quien no conocía.
-No llores, pequeña Rachel. – me dijo el vampiro. – Todo va a salir bien, ya lo verás. Ahora vayámonos de aquí, hay un pasadizo subterráneo, por eso he recalado aquí.
-No puedo, Cyrilo…No puedo dejar a Eltrant solo. Es mi amigo. – le dije con toda mi inocencia, negándome a salir del lugar.
-Estará bien. Tenemos que irnos, ¡rápido! – dijo tirando de mí. – Loki, ¡ve a ayudar a Eltrant! – instó al humano a ayudar a Eltrant
Era totalmente contraria a ello, los cazadores eran demasiados incluso para mi compañero barbudo. No quería abandonarle, aún así el vampiro tiró de mí por el brazo y me forzó a seguirle a la parte trasera del granero, que era muy grande y tenía varias estancias. Todos estaban concentrados en Loki y Eltrant, seguía escuchando los virotes golpear cosas, señal de que seguían vivos al menos.
Sentíamos los golpes de virotes incendiarios golpear las paredes. “Están incendiando el edificio para herir al vampiro.”. Me indicó NIA. El humo comenzaba a invadir todas las estancias del mismo y el pajar se caía a pedazos. Me ahogaba y tuve que detenerme mientras intentaba apartarlo con las manos. “No puedes respirar eso. Voy a desactivar tus pulmones y a ceder la respiración al sistema inorgánico.” Haz lo que sea, NIA, pero actúa porque íbamos a morir intoxicados o al sol. Continuamos como pudimos.
-¡Allí está la trampilla! – exclamó Cyrilo con alegría, a excepción del humo, nadie se había interpuesto en nuestro camino… hasta el momento.
Cuando ya veíamos el heno que ocultaba la trampilla de Cyrilo, la puerta de entrada al pajar que daba lugar a la estancia donde estaba la trampilla se abrió repentinamente, como por una fuerte corriente de aire. El humo se dispersó hacia el interior y el sol penetró por completo, iluminando la misma. A Cyrilo le pilló de lleno y dio un grito de dolor terrorífico, impronunciable por una voz humana, y retrocedió rápidamente hacia atrás, a la sombra.
Una silueta femenina, muy estilizada y andando a ritmo calmado entró al edificio, no pude distinguirla bien pues me pillaba a contraluz con el sol y el cambio de luz tan brusco había alterado mis pupilas. El humo penetraba al interior. Entró con una mano con la que se encargaba que el humo no llegara a ella. “Una tensái de aire”. Analizó NIA. Sí pude distinguir las dos ballestas que colgaban de su cinturón y una enorme que traía a su espalda. Cyrilo estaba acorralado, el trozo de sombra en el que se había escondido únicamente tapaba una esquina del pajar, huyera hacia donde huyera recibiría la luz del sol.
-¿Quién eres? – le pregunté a la mujer, interponiéndome entre ella y Cyrilo. No respondió. Estiró su mano y deshizo el humo a su alrededor.
-¡Huye, pequeña! – me recomendó el vampiro, pero estaba harta de huir. No iba a dejarle morir a él y a Eltrant.
-No. – le respondí decidida a hacer frente a la mujer, la miré desafiante, lo máximo que podía hacer una chica de naturaleza pacífica y voz de pito como yo. Torcí mi vista hacia la mujer silenciosa, a la que aún no distinguía el rostro.- No sabes con quién te estás metiendo. Fui entrenada por Lady Mortagglia y por Vladimir el Inmortal. - y aquello la hizo enfurecer aún más, vi como apretó el puño, desenfundó una de sus ballestas de mano y me disparó. Disparó a muerte, según la sacó del bolsillo y con una puntería prodigiosa el virote iba raudo hacia mi cara. Me alcanzó en la mejilla, justo donde Eltrant me había colocado la tirita. ¿Una señal? Por desgracia para ella, era una biocibernética y mi coraza era mucho mayor, en la cara no sería capaz de herirme. El virote rebotó y se fue al suelo. Crecida y envalentonada, le respondí a su ofensa. Pensé en lo que Eltrant me había dicho. - ¡No puedes hacerme daño, cazadora! - le dije con los brazos estirados a ver si con un poco de suerte conseguía asustarla.
Lejos de ello, la mujer misteriosa volvió a permanecer en silencio, calmada, sin nervios. Quitó de su espalda su arma más pesada, una enorme ballesta casi más grande que su espalda. Iba a intentar algo más potente. Definitivamente, puede que con esa si que consiguiera hacer "algo" de daño. - ¿Para qué habré dicho nada? - musité para mis adentros, con cara de susto. ¿Qué podía hacer? No me quedaba más remedio que luchar. Y lo más importante, ¿qué estaba haciendo Eltrant?
También de vengarme por lo que me habían hecho, yo no conocía el sentimiento de venganza, era demasiado noble para ello pero suponía que lo que había hecho la Dama no era nada justo, al menos me había arrebatado parte de mi vida y mi cuerpo.
Mi última lágrima, desde el suelo, miré a los ojos a Eltrant y asentí varias veces a lo de mantenerme detrás de él, yo no era una guerrera experta aunque algo sabía hacer. Me levantó y me instó a irme con Cyrilo. Los cazadores ya estaban dentro y Eltrant se fue a por ellos, se estaba jugando el pellejo por alguien a quien no conocía.
-No llores, pequeña Rachel. – me dijo el vampiro. – Todo va a salir bien, ya lo verás. Ahora vayámonos de aquí, hay un pasadizo subterráneo, por eso he recalado aquí.
-No puedo, Cyrilo…No puedo dejar a Eltrant solo. Es mi amigo. – le dije con toda mi inocencia, negándome a salir del lugar.
-Estará bien. Tenemos que irnos, ¡rápido! – dijo tirando de mí. – Loki, ¡ve a ayudar a Eltrant! – instó al humano a ayudar a Eltrant
Era totalmente contraria a ello, los cazadores eran demasiados incluso para mi compañero barbudo. No quería abandonarle, aún así el vampiro tiró de mí por el brazo y me forzó a seguirle a la parte trasera del granero, que era muy grande y tenía varias estancias. Todos estaban concentrados en Loki y Eltrant, seguía escuchando los virotes golpear cosas, señal de que seguían vivos al menos.
Sentíamos los golpes de virotes incendiarios golpear las paredes. “Están incendiando el edificio para herir al vampiro.”. Me indicó NIA. El humo comenzaba a invadir todas las estancias del mismo y el pajar se caía a pedazos. Me ahogaba y tuve que detenerme mientras intentaba apartarlo con las manos. “No puedes respirar eso. Voy a desactivar tus pulmones y a ceder la respiración al sistema inorgánico.” Haz lo que sea, NIA, pero actúa porque íbamos a morir intoxicados o al sol. Continuamos como pudimos.
-¡Allí está la trampilla! – exclamó Cyrilo con alegría, a excepción del humo, nadie se había interpuesto en nuestro camino… hasta el momento.
Cuando ya veíamos el heno que ocultaba la trampilla de Cyrilo, la puerta de entrada al pajar que daba lugar a la estancia donde estaba la trampilla se abrió repentinamente, como por una fuerte corriente de aire. El humo se dispersó hacia el interior y el sol penetró por completo, iluminando la misma. A Cyrilo le pilló de lleno y dio un grito de dolor terrorífico, impronunciable por una voz humana, y retrocedió rápidamente hacia atrás, a la sombra.
Una silueta femenina, muy estilizada y andando a ritmo calmado entró al edificio, no pude distinguirla bien pues me pillaba a contraluz con el sol y el cambio de luz tan brusco había alterado mis pupilas. El humo penetraba al interior. Entró con una mano con la que se encargaba que el humo no llegara a ella. “Una tensái de aire”. Analizó NIA. Sí pude distinguir las dos ballestas que colgaban de su cinturón y una enorme que traía a su espalda. Cyrilo estaba acorralado, el trozo de sombra en el que se había escondido únicamente tapaba una esquina del pajar, huyera hacia donde huyera recibiría la luz del sol.
- ????????????????:
-¿Quién eres? – le pregunté a la mujer, interponiéndome entre ella y Cyrilo. No respondió. Estiró su mano y deshizo el humo a su alrededor.
-¡Huye, pequeña! – me recomendó el vampiro, pero estaba harta de huir. No iba a dejarle morir a él y a Eltrant.
-No. – le respondí decidida a hacer frente a la mujer, la miré desafiante, lo máximo que podía hacer una chica de naturaleza pacífica y voz de pito como yo. Torcí mi vista hacia la mujer silenciosa, a la que aún no distinguía el rostro.- No sabes con quién te estás metiendo. Fui entrenada por Lady Mortagglia y por Vladimir el Inmortal. - y aquello la hizo enfurecer aún más, vi como apretó el puño, desenfundó una de sus ballestas de mano y me disparó. Disparó a muerte, según la sacó del bolsillo y con una puntería prodigiosa el virote iba raudo hacia mi cara. Me alcanzó en la mejilla, justo donde Eltrant me había colocado la tirita. ¿Una señal? Por desgracia para ella, era una biocibernética y mi coraza era mucho mayor, en la cara no sería capaz de herirme. El virote rebotó y se fue al suelo. Crecida y envalentonada, le respondí a su ofensa. Pensé en lo que Eltrant me había dicho. - ¡No puedes hacerme daño, cazadora! - le dije con los brazos estirados a ver si con un poco de suerte conseguía asustarla.
Lejos de ello, la mujer misteriosa volvió a permanecer en silencio, calmada, sin nervios. Quitó de su espalda su arma más pesada, una enorme ballesta casi más grande que su espalda. Iba a intentar algo más potente. Definitivamente, puede que con esa si que consiguiera hacer "algo" de daño. - ¿Para qué habré dicho nada? - musité para mis adentros, con cara de susto. ¿Qué podía hacer? No me quedaba más remedio que luchar. Y lo más importante, ¿qué estaba haciendo Eltrant?
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Se quitó el casco, el objeto de metal rodó levemente por el suelo, emitiendo su singular sonido característico, hasta detenerse al chocar contra una de las paredes. A su espalda, Loki, el sujeto de pelo estrafalario al que había ido a apresar combatía valientemente a varios cazadores, aunque estaban haciéndole retroceder.
Le costaba respirar, ¿Había infravalorado a toda aquella gente? ¿A todos los cazadores? Sonrió, no, no lo había hecho, sabía perfectamente lo que sus contrincantes eran capaces de hacer, el para que habían sido adiestrados; Simplemente era idiota, pero no le importaba.
Sin dejar de mirar a su acalorada contrincante, casi tan cansada como él mismo, partió otra de las saetas que había calado en su armadura, dejando la cabeza de está dentro, perforando su carne. – ¿Problemas de visión Raynor? – Eltrant pasó una de sus manos por el pecho de la coraza, limpiando la sangre que la cubría, comprobando el estado de la misma. – Eso es lo que querrías ¿Verdad? - Más de una decena de agujeros, sin contar con las flechas que aun tenia clavadas a lo largo de su armadura hacían de él una especie de cactus al que le faltaban algunas púas, se encargó de solucionar esto partiendo rápidamente el mástil de la mayor parte de las saetas – Admito que eres resistente, James – Eltrant volvió a emprender la marcha, una flecha pasó peligrosamente cerca de su cabeza. – Pero no estas a nuestro nivel. – Frunció el ceño y comenzó a correr con más velocidad, cargando contra Cassandra, otra vez.
Una nueva flecha, está dirigida hacía su cara, salió del arma de Harrowmont. sin desviarse apenas un milímetro en su carrera, el guarda apartó el dardo con su guantelete, el cual acabó clavado en la pared. - ¿¡Cómo has…!? – Preguntó la bruja instantes antes de que Eltrant volviese a arrollarla.
Rodaron durante varios segundos por el suelo, una vez más, la cazadora se hizo con una fina pero firme daga de acero que portaba en su cinto y comenzó a clavarla repetidamente contra el pecho del exmercenario, abriéndose paso a través del metal que le protegía, este por otro lado, usando su fuerza y peso superior, no cesó en su empeño de cincelarle la cara a la muchacha con su brazo derecho durante todo el tiempo que estuvieron forcejeando.
La escurridiza bruja volvió a escapar del agarre del castaño al cabo de unos instantes, después de todo, le habían enseñado a eso, a luchar contra seres que eran superiores a ella, al menos en lo que físicamente hablando se refería. Tras limpiar la sangre que resbalaba por su nariz, a causa de los golpes que Eltrant le había dado, procedió a recargar su ballesta.
Cerró los ojos, respiró, descansando, tras él Loki había acabado con alguno de los cazadores, aparentemente sin matarlos, pues este no iba armado más que con un par de piedras y con una vara de madera, probablemente aquel fuese el motivo por el cual se estaba viendo superado por estos. – ¡Loki! – El crepitar del fuego, del humo, comenzó a inundar el pasillo, los ataques ígneos de Cassandra estaban teniendo un efecto más que permanente sobre el edificio del que había esperado, aunque se estaba extendiendo demasiado rápido para figurarse que todo aquello era a causa de aquel ataque inicial que había recibido momentos atrás ¿Había otra razón por la que las llamas estaban devorando el edificio? Sacudió la cabeza, en cualquier caso, tenían que salir de allí cuanto antes – ¡Te necesito vivo, lárgate de aquí! – Vociferó, el hombre respondió con un sonoro “Tú mismo, voy a ayudar a Cirylo”, y saltó por una de las ventanas, Eltrant tensó la mandíbula, o bien lo mataba la absurda pose en la que había decidido huir al caer al suelo, o lo hacían los cazadores que habían corrido tras él.
Dejó que Cassandra recargase con tranquilidad su arma, si emprendía la marcha otra vez la mujer tendría dos opciones, o lo haría con la velocidad suficiente como para dispararle a apenas unos centímetros de su cuerpo, y si hacia eso, no había armadura en Aerandir que pudiese evitar que una flecha con aquella fuerza no le atravesase, o bien usaba el fuego de nuevo, y el simple hecho de rememorar el dolor que su armadura candente producía al rozar su piel le hacía estremecerse.
- ¿De verdad vamos a seguir con esto? – Preguntó al ver como la mujer se erguía de nuevo, ignorando el dolor que el guarda podría haber causado en su cuerpo, apuntándole con la ballesta pesada – Eres tú quien más heridas tiene, James, eres tú quien esta desarmado frente a mí – Eltrant suspiró y levantó sus brazos, preparándose para otra ronda – Definitivamente, eres tan cabezota como ella.
El chasquido de la ballesta al dispararse siguió al de la armadura al ser impactada, había entendido hacía ya un buen rato que tratar de esquivar aquellas flechas era para nada, aquella saeta, sin embargo, se unió a tantas otras que habían conseguido atravesar su carne, apretando los dientes, usó su antebrazo para partirla en dos sin extraerla y cargó contra la bruja.
-Eres tan predecible… - Harrowmont disparó a sus piernas, aquello no lo esperaba, y le parecía extraño, sobretodo porque no era la primera flecha disparada de aquella forma.
Dejando escapar un grito ahogado cayó de rodillas frente a Cassandra, que le colocó enseguida el siguiente virote que estaba cargado en su arma justo en la cara y enarcó una ceja, claramente orgullosa de lo que acababa de hacer, de la victoria sobre la hermandad que había tenido, Eltrant relajó la expresión - ¿Tú crees? – Agarrando uno de los tobillos de Cassandra todo lo rápido que su armadura y su estado le permitían, tiró de este con fuerza hacía él, desequilibrando a la joven que, quizás debido a la insistencia que había tenido el exmercenario por golpearle en la cabeza, no pudo reaccionar lo suficientemente rápido y con una expresión confusa en su rostro, apretó el gatillo de su arma mientras caía de espaldas contra el suelo, yendo el virote a parar varios metros sobre ella, directamente en el techo. – ¡Y tú eres demasiado…! – Dijo colocándose sobre ella y alzando el puño, los ojos de Harrowmont indicaban una ira sin precedentes, la confusión que reinaba en su rostro había desaparecido por completo y ahora, una ira que Eltrant sabía muy bien como la muchacha se iba a encargar de exponérsela, estaba a punto de estallar frente a él. - ¡No, no, el fuego no! – Las manos de la bruja comenzaron a brillar, Eltrant cerró los ojos anticipando un impacto que pronto descubriría que nunca llegaría, cuando volvió a abrir sus parpados preguntándose el porqué de esto, descubrió a una Cassandra con la mirada perdida.
– ¿Pero qué…? - Miró a su alrededor, se levantó dolorido y respiró el suficiente aire para comprobar lo que le había pasado a su oponente. Tosiendo copiosamente descubrió como las llamas estaban casi a punto de devorar aquel pasillo por completo. - ¿Ya os habéis cansado de estar de mi parte malditos engreídos todopoderosos? – Gruñó Eltrant cayendo de rodillas, tratando de alejarse de la capa negruzca que cubría el techo.
El humo hacía que fuese casi imposible el respirar en aquel pasillo – ¡Brujos! – Refunfuñó tomando el harapo azul que momentos atrás había sido la prenda que cubría su armadura y enrollándoselo en torno a su boca, fabricando así algo que, siendo dueños de una imaginación desbordante, podría ser llamado "mascara" – Algún día anticipareis lo que sois capaces de hacer con vuestro poder.
Tosiendo sin parar, con sus pulmones clamando por una pizca de oxígeno en aquella nube de humo, se agachó frente a Harrowmont y tras comprobar que seguía con vida, se la cargó a su espalda, no podía dejarla allí, aunque sí que se encargó de “olvidarse” de su ballesta.
Cegado por el humo caminó en dirección opuesta al fuego, justamente, hacía el lugar desde el que él había salido en un principio, la leve voz de Cassandra, murmurando incoherencias, no hacía sino insistirle al guarda a que se diese prisa, aunque apenas segundos atrás había estado a punto de convertirle en un apetitoso plato de carne asada, la cazadora no tenía mucho tiempo.
La vista volvía a nublarsele, y esta vez no era solo por el cansancio, con cada paso la madera a medio quemar, prácticamente convertida ya en carbón, cedía a sus pies, no llegaría muy lejos con la bruja. Sin muchas más opciones, se vio obligado a entrar en una de las tantas habitaciones del pasillo, la estudió todo lo rápido que pudo, no vio nada relevante entre el humo, solamente una ventana medio difuminada al otro extremo de la estancia.
No obstante, no tardó en localizar a otro actor en aquella escena al que no había sido capaz de ver a simple vista, al que solo pudo notar cuando tropezó con él, ya que este ya yacía en el suelo, luchando por respirar, era el mismo hombre al que le había partido la nariz al principio de la pelea.
- Por el amor de los… - Dejando a Cassandra a un lado, no esperó muchos segundos para abrir la única ventana del lugar, pequeña pero lo suficiente amplia para salir por ahí. Una vez hecho esto, el humo comenzó a salir al exterior frenéticamente, como si de una cascada invertida se tratase. – Bien… bien… - Sin demora tomó al hombre de igual forma que si fuese un simple saco de Heno, y lo lanzó por la ventana sin miramientos; Un sonido seco seguido de algo parecido a un gemido indicó que seguía vivo, con magulladuras, pero vivo. – Ahora te toca a ti – Dijo tomando entre sus brazos a la cazadora que casi acaba con su vida sin mucho cuidado – Eres una terca difícil de noquear, que lo sepas – Dijo lanzándola tras su compañero, oyendo exactamente el mismo sonido que cuando había lanzado a este.
Se asomó un poco por la ventana para ver si la cazadora estaba bien, quizás no había sido el rescate más sutil, ni el más heroico, pero estaba seguro de que el fuego no iba a ser lo que matase a aquella chica, no aquel día. Aunque tuvo tiempo para ver como varios hombres se acercaban a los cazadores que acababa de arrojar por dicha ventana, visiblemente preocupados por su bienestar, se separó de esta justo cuando una saeta impacto contra el marco de aquella fantástica salida de emergencia. – Por aquí no voy a salir, no. – Dijo retrocediendo un par de pasos, colocando ambas manos sobre el pañuelo que tenía frente a su cara en un inútil intento por filtrar el aire que entraba en sus pulmones.
Caminó hacia el lugar dónde había dejado atrás a Rachel y al viejo, camino tosiendo, sin poder ver apenas y con un aspecto que, para él, era preocupantemente usual poseer. Lo único que podía hacer, antes de que aquel edificio se desplomase sobre su cabeza, era encontrar la salida secreta que esperaba que Cirylo tuviese.
Cayó otra vez de rodillas, agotado, apenas podía respirar, frunció el ceño y se levantó. – No… me va a matar... una nube de humo. – A tientas, atravesó la puerta que el mismo se había encargado de derribar de una patada, no había nadie en aquel lugar, sonrió, aquello significaba que el vampiro tenía un plan.
Se encaminó a la última habitación, a la que estaba en la otra parte del granero, no había ningún lugar más al que escapar de las llamas, era todo o nada. La escena que se encontró al otro lado de la puerta no fue la que se esperaba, en realidad, no esperaba que hubiese ninguna para empezar. - ¿Qué…? – Tosió repetidamente y trató de vislumbrar las siluetas entre el humo, de adivinar a quien pertenecían.
Estaba bastante seguro de que podía decir que las que estaban en el otro extremo del lugar eran Rachel y Cirylo, era la tercera, una tercera figura que, a pesar de haber apartado el humo de su alrededor no era capaz de reconocer, ¿Otra cazadora? El porte y las armas del sujeto, visibles aun entre toda aquella humareda parecían indicar que lo era.
- ¡No puedes hacerme daño, cazadora! - Conocía aquella voz, avanzó en dirección a ella, de forma automática, sin pensarlo.
Incluso con todo aquel humo, el oponente de Rachel se había encargado de hacer que entrase sol en aquel lugar y se había colocado contra él, de forma que aun sin humo a su alrededor, su imagen no era sino la de una figura apenas visible debido a la mezcla entre el resplandor del sol y la neblina.
La presencia de luz solar en aquella habitación significaba principalmente que Cirylo no podría hacer gran cosa, y Rachel no era una combatiente, la cibernética estaba más asustada que otra cosa, apenas había podido encajar el por qué era así, lo que le había hecho Mortagglia. Tenía que hacer algo.
- ¡Bien dicho, Rachel!
Enderezándose lo máximo que pudo, se esforzó por atraer la mirada de la cazadora hacía él, aunque, en realidad, tenía una pinta bastante lamentable, después de todo se había enfrentado a un escuadrón de cazadores por su cuenta.
Cada paso que daba parecía ser tan pesado como la piedra que Tyron le encomendó empujar semanas atrás, le sorprendía no haber recibido un virotazo directamente en la frente, no estaba moviéndose precisamente a su máxima velocidad. - ¿Qué me he perdido? – Sonrió a Rachel clavando una rodilla en el suelo, se quitó la máscara improvisada, tosió repetidamente y se giró hacía la desconocida.
– Cazadora, me he desecho del resto de tu escuadrón y de tu líder, Cassandra Harrowmont. – Mintió, aquello obviamente no era verdad, pero la persona de la ballesta no tenía forma alguna de saberlo, al menos no por el momento, tampoco se veía en condiciones de seguir peleando, la única opción que tenía era amedrentarla, aunque dado su estado, dudaba que lo consiguiese.
Se levantó apoyándose en Rachel, al fin y al cabo, era una Bio, podría soportar su peso – No soy… precisamente afín a la hermandad. Es más, la desprecio. – Estuvo a punto de caer de rodillas, pero se mantuvo de pie. ¿De verdad iba a apelar a la piedad de un cazador? Sonrió, Huracán se estaría riendo de él en algún lugar de Aerandir, los miembros de la hermandad solían usar tácticas como aquellas, repitiendo en esencia, las palabras que el castaño estaba diciendo. – Pero no voy a permitir que mates a estas personas. – Frunció el ceño, le faltaba aire, separándose de su compañera se irguió completamente.
– Retírate.
Le costaba respirar, ¿Había infravalorado a toda aquella gente? ¿A todos los cazadores? Sonrió, no, no lo había hecho, sabía perfectamente lo que sus contrincantes eran capaces de hacer, el para que habían sido adiestrados; Simplemente era idiota, pero no le importaba.
Sin dejar de mirar a su acalorada contrincante, casi tan cansada como él mismo, partió otra de las saetas que había calado en su armadura, dejando la cabeza de está dentro, perforando su carne. – ¿Problemas de visión Raynor? – Eltrant pasó una de sus manos por el pecho de la coraza, limpiando la sangre que la cubría, comprobando el estado de la misma. – Eso es lo que querrías ¿Verdad? - Más de una decena de agujeros, sin contar con las flechas que aun tenia clavadas a lo largo de su armadura hacían de él una especie de cactus al que le faltaban algunas púas, se encargó de solucionar esto partiendo rápidamente el mástil de la mayor parte de las saetas – Admito que eres resistente, James – Eltrant volvió a emprender la marcha, una flecha pasó peligrosamente cerca de su cabeza. – Pero no estas a nuestro nivel. – Frunció el ceño y comenzó a correr con más velocidad, cargando contra Cassandra, otra vez.
Una nueva flecha, está dirigida hacía su cara, salió del arma de Harrowmont. sin desviarse apenas un milímetro en su carrera, el guarda apartó el dardo con su guantelete, el cual acabó clavado en la pared. - ¿¡Cómo has…!? – Preguntó la bruja instantes antes de que Eltrant volviese a arrollarla.
Rodaron durante varios segundos por el suelo, una vez más, la cazadora se hizo con una fina pero firme daga de acero que portaba en su cinto y comenzó a clavarla repetidamente contra el pecho del exmercenario, abriéndose paso a través del metal que le protegía, este por otro lado, usando su fuerza y peso superior, no cesó en su empeño de cincelarle la cara a la muchacha con su brazo derecho durante todo el tiempo que estuvieron forcejeando.
La escurridiza bruja volvió a escapar del agarre del castaño al cabo de unos instantes, después de todo, le habían enseñado a eso, a luchar contra seres que eran superiores a ella, al menos en lo que físicamente hablando se refería. Tras limpiar la sangre que resbalaba por su nariz, a causa de los golpes que Eltrant le había dado, procedió a recargar su ballesta.
Cerró los ojos, respiró, descansando, tras él Loki había acabado con alguno de los cazadores, aparentemente sin matarlos, pues este no iba armado más que con un par de piedras y con una vara de madera, probablemente aquel fuese el motivo por el cual se estaba viendo superado por estos. – ¡Loki! – El crepitar del fuego, del humo, comenzó a inundar el pasillo, los ataques ígneos de Cassandra estaban teniendo un efecto más que permanente sobre el edificio del que había esperado, aunque se estaba extendiendo demasiado rápido para figurarse que todo aquello era a causa de aquel ataque inicial que había recibido momentos atrás ¿Había otra razón por la que las llamas estaban devorando el edificio? Sacudió la cabeza, en cualquier caso, tenían que salir de allí cuanto antes – ¡Te necesito vivo, lárgate de aquí! – Vociferó, el hombre respondió con un sonoro “Tú mismo, voy a ayudar a Cirylo”, y saltó por una de las ventanas, Eltrant tensó la mandíbula, o bien lo mataba la absurda pose en la que había decidido huir al caer al suelo, o lo hacían los cazadores que habían corrido tras él.
Dejó que Cassandra recargase con tranquilidad su arma, si emprendía la marcha otra vez la mujer tendría dos opciones, o lo haría con la velocidad suficiente como para dispararle a apenas unos centímetros de su cuerpo, y si hacia eso, no había armadura en Aerandir que pudiese evitar que una flecha con aquella fuerza no le atravesase, o bien usaba el fuego de nuevo, y el simple hecho de rememorar el dolor que su armadura candente producía al rozar su piel le hacía estremecerse.
- ¿De verdad vamos a seguir con esto? – Preguntó al ver como la mujer se erguía de nuevo, ignorando el dolor que el guarda podría haber causado en su cuerpo, apuntándole con la ballesta pesada – Eres tú quien más heridas tiene, James, eres tú quien esta desarmado frente a mí – Eltrant suspiró y levantó sus brazos, preparándose para otra ronda – Definitivamente, eres tan cabezota como ella.
El chasquido de la ballesta al dispararse siguió al de la armadura al ser impactada, había entendido hacía ya un buen rato que tratar de esquivar aquellas flechas era para nada, aquella saeta, sin embargo, se unió a tantas otras que habían conseguido atravesar su carne, apretando los dientes, usó su antebrazo para partirla en dos sin extraerla y cargó contra la bruja.
-Eres tan predecible… - Harrowmont disparó a sus piernas, aquello no lo esperaba, y le parecía extraño, sobretodo porque no era la primera flecha disparada de aquella forma.
Dejando escapar un grito ahogado cayó de rodillas frente a Cassandra, que le colocó enseguida el siguiente virote que estaba cargado en su arma justo en la cara y enarcó una ceja, claramente orgullosa de lo que acababa de hacer, de la victoria sobre la hermandad que había tenido, Eltrant relajó la expresión - ¿Tú crees? – Agarrando uno de los tobillos de Cassandra todo lo rápido que su armadura y su estado le permitían, tiró de este con fuerza hacía él, desequilibrando a la joven que, quizás debido a la insistencia que había tenido el exmercenario por golpearle en la cabeza, no pudo reaccionar lo suficientemente rápido y con una expresión confusa en su rostro, apretó el gatillo de su arma mientras caía de espaldas contra el suelo, yendo el virote a parar varios metros sobre ella, directamente en el techo. – ¡Y tú eres demasiado…! – Dijo colocándose sobre ella y alzando el puño, los ojos de Harrowmont indicaban una ira sin precedentes, la confusión que reinaba en su rostro había desaparecido por completo y ahora, una ira que Eltrant sabía muy bien como la muchacha se iba a encargar de exponérsela, estaba a punto de estallar frente a él. - ¡No, no, el fuego no! – Las manos de la bruja comenzaron a brillar, Eltrant cerró los ojos anticipando un impacto que pronto descubriría que nunca llegaría, cuando volvió a abrir sus parpados preguntándose el porqué de esto, descubrió a una Cassandra con la mirada perdida.
– ¿Pero qué…? - Miró a su alrededor, se levantó dolorido y respiró el suficiente aire para comprobar lo que le había pasado a su oponente. Tosiendo copiosamente descubrió como las llamas estaban casi a punto de devorar aquel pasillo por completo. - ¿Ya os habéis cansado de estar de mi parte malditos engreídos todopoderosos? – Gruñó Eltrant cayendo de rodillas, tratando de alejarse de la capa negruzca que cubría el techo.
El humo hacía que fuese casi imposible el respirar en aquel pasillo – ¡Brujos! – Refunfuñó tomando el harapo azul que momentos atrás había sido la prenda que cubría su armadura y enrollándoselo en torno a su boca, fabricando así algo que, siendo dueños de una imaginación desbordante, podría ser llamado "mascara" – Algún día anticipareis lo que sois capaces de hacer con vuestro poder.
Tosiendo sin parar, con sus pulmones clamando por una pizca de oxígeno en aquella nube de humo, se agachó frente a Harrowmont y tras comprobar que seguía con vida, se la cargó a su espalda, no podía dejarla allí, aunque sí que se encargó de “olvidarse” de su ballesta.
Cegado por el humo caminó en dirección opuesta al fuego, justamente, hacía el lugar desde el que él había salido en un principio, la leve voz de Cassandra, murmurando incoherencias, no hacía sino insistirle al guarda a que se diese prisa, aunque apenas segundos atrás había estado a punto de convertirle en un apetitoso plato de carne asada, la cazadora no tenía mucho tiempo.
La vista volvía a nublarsele, y esta vez no era solo por el cansancio, con cada paso la madera a medio quemar, prácticamente convertida ya en carbón, cedía a sus pies, no llegaría muy lejos con la bruja. Sin muchas más opciones, se vio obligado a entrar en una de las tantas habitaciones del pasillo, la estudió todo lo rápido que pudo, no vio nada relevante entre el humo, solamente una ventana medio difuminada al otro extremo de la estancia.
No obstante, no tardó en localizar a otro actor en aquella escena al que no había sido capaz de ver a simple vista, al que solo pudo notar cuando tropezó con él, ya que este ya yacía en el suelo, luchando por respirar, era el mismo hombre al que le había partido la nariz al principio de la pelea.
- Por el amor de los… - Dejando a Cassandra a un lado, no esperó muchos segundos para abrir la única ventana del lugar, pequeña pero lo suficiente amplia para salir por ahí. Una vez hecho esto, el humo comenzó a salir al exterior frenéticamente, como si de una cascada invertida se tratase. – Bien… bien… - Sin demora tomó al hombre de igual forma que si fuese un simple saco de Heno, y lo lanzó por la ventana sin miramientos; Un sonido seco seguido de algo parecido a un gemido indicó que seguía vivo, con magulladuras, pero vivo. – Ahora te toca a ti – Dijo tomando entre sus brazos a la cazadora que casi acaba con su vida sin mucho cuidado – Eres una terca difícil de noquear, que lo sepas – Dijo lanzándola tras su compañero, oyendo exactamente el mismo sonido que cuando había lanzado a este.
Se asomó un poco por la ventana para ver si la cazadora estaba bien, quizás no había sido el rescate más sutil, ni el más heroico, pero estaba seguro de que el fuego no iba a ser lo que matase a aquella chica, no aquel día. Aunque tuvo tiempo para ver como varios hombres se acercaban a los cazadores que acababa de arrojar por dicha ventana, visiblemente preocupados por su bienestar, se separó de esta justo cuando una saeta impacto contra el marco de aquella fantástica salida de emergencia. – Por aquí no voy a salir, no. – Dijo retrocediendo un par de pasos, colocando ambas manos sobre el pañuelo que tenía frente a su cara en un inútil intento por filtrar el aire que entraba en sus pulmones.
Caminó hacia el lugar dónde había dejado atrás a Rachel y al viejo, camino tosiendo, sin poder ver apenas y con un aspecto que, para él, era preocupantemente usual poseer. Lo único que podía hacer, antes de que aquel edificio se desplomase sobre su cabeza, era encontrar la salida secreta que esperaba que Cirylo tuviese.
Cayó otra vez de rodillas, agotado, apenas podía respirar, frunció el ceño y se levantó. – No… me va a matar... una nube de humo. – A tientas, atravesó la puerta que el mismo se había encargado de derribar de una patada, no había nadie en aquel lugar, sonrió, aquello significaba que el vampiro tenía un plan.
Se encaminó a la última habitación, a la que estaba en la otra parte del granero, no había ningún lugar más al que escapar de las llamas, era todo o nada. La escena que se encontró al otro lado de la puerta no fue la que se esperaba, en realidad, no esperaba que hubiese ninguna para empezar. - ¿Qué…? – Tosió repetidamente y trató de vislumbrar las siluetas entre el humo, de adivinar a quien pertenecían.
Estaba bastante seguro de que podía decir que las que estaban en el otro extremo del lugar eran Rachel y Cirylo, era la tercera, una tercera figura que, a pesar de haber apartado el humo de su alrededor no era capaz de reconocer, ¿Otra cazadora? El porte y las armas del sujeto, visibles aun entre toda aquella humareda parecían indicar que lo era.
- ¡No puedes hacerme daño, cazadora! - Conocía aquella voz, avanzó en dirección a ella, de forma automática, sin pensarlo.
Incluso con todo aquel humo, el oponente de Rachel se había encargado de hacer que entrase sol en aquel lugar y se había colocado contra él, de forma que aun sin humo a su alrededor, su imagen no era sino la de una figura apenas visible debido a la mezcla entre el resplandor del sol y la neblina.
La presencia de luz solar en aquella habitación significaba principalmente que Cirylo no podría hacer gran cosa, y Rachel no era una combatiente, la cibernética estaba más asustada que otra cosa, apenas había podido encajar el por qué era así, lo que le había hecho Mortagglia. Tenía que hacer algo.
- ¡Bien dicho, Rachel!
Enderezándose lo máximo que pudo, se esforzó por atraer la mirada de la cazadora hacía él, aunque, en realidad, tenía una pinta bastante lamentable, después de todo se había enfrentado a un escuadrón de cazadores por su cuenta.
Cada paso que daba parecía ser tan pesado como la piedra que Tyron le encomendó empujar semanas atrás, le sorprendía no haber recibido un virotazo directamente en la frente, no estaba moviéndose precisamente a su máxima velocidad. - ¿Qué me he perdido? – Sonrió a Rachel clavando una rodilla en el suelo, se quitó la máscara improvisada, tosió repetidamente y se giró hacía la desconocida.
– Cazadora, me he desecho del resto de tu escuadrón y de tu líder, Cassandra Harrowmont. – Mintió, aquello obviamente no era verdad, pero la persona de la ballesta no tenía forma alguna de saberlo, al menos no por el momento, tampoco se veía en condiciones de seguir peleando, la única opción que tenía era amedrentarla, aunque dado su estado, dudaba que lo consiguiese.
Se levantó apoyándose en Rachel, al fin y al cabo, era una Bio, podría soportar su peso – No soy… precisamente afín a la hermandad. Es más, la desprecio. – Estuvo a punto de caer de rodillas, pero se mantuvo de pie. ¿De verdad iba a apelar a la piedad de un cazador? Sonrió, Huracán se estaría riendo de él en algún lugar de Aerandir, los miembros de la hermandad solían usar tácticas como aquellas, repitiendo en esencia, las palabras que el castaño estaba diciendo. – Pero no voy a permitir que mates a estas personas. – Frunció el ceño, le faltaba aire, separándose de su compañera se irguió completamente.
– Retírate.
Eltrant Tale
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Me mordí los dientes con cara de circunstancias. - ¿Q-Qué hago? – le pregunté a NIA más asustada que otra cosa. “Activando sistemas de combate del biocibernético”. Ya estaba todo dicho. Había luchado alguna vez, pero nunca contra alguien cara a cara y menos contra alguien tan entrenado como parecía aquella fémina que desprendía arrogancia por todos lados.
La entrada en escena de Eltrant, o más bien lo que quedaba de él, resultaría más un apoyo moral que uno físico. Se había deshecho de una cuadrilla entera de cazadores. Era un guerrero excepcional, pero ya casi no podía ni soportar el peso de su propio cuerpo. Le dejé que se apoyara sobre mí y lo tomé con cuidado de no partirle más huesos de los que ya tendría. La única que estaba en condiciones de luchar era yo. Deposité a Eltrant en el suelo, con cuidado. – Yo me encargaré de ella, viene sola. – levanté mi brazo, confiaba en que a la cazadora no le diera. – Rachel puede, ¿si? – le sonreí.
El techo ardía, el humo se expandía y la mujer esperaba a que me levantara. Eltrant le dirigió unas palabras a la mujer que la hicieron enfadar aún más. “No, Eltrant, pero no le digas que mataste a su escuadrón”, pensé con cara de circunstancias. Cuanto más la enfadara, peor parados saldríamos todos. Aún así, tenía que responder con confianza.
¿Qué decir en aquellas ocasiones? Recordé muchos enfrentamientos en los cuales la gente me insultaba o me gritaba sin ningún motivo, seguiría el procedimiento habitual de los humanos, aunque me costara pensar como uno de ellos.
–Mm… Eh… - pensé en todos los insultos que podían ocurrírseme. De repente uno que había escuchado varias veces vino a mi mente y lo pronuncié sin pensármelo dos veces.- ¡Puta! – le dije señalándola con el dedo índice, y me reí. Luego me llevé la mano a la boca, no debía de insultar a la gente. ¿O sí a la que quería matarme?
-Y lo dice la de la chaqueta escotada y los pantalones cortos. – respondió seria, con una voz sin entonación, en la que fue su primera intervención de la noche. Me miré de arriba abajo. Está bien, aquella vez estaba en lo cierto.
-Pues también tienes razón... – asentí jadeando. Cuando tenía la razón, había que dársela. No tenía mucho más repertorio. – ... Pero soy más fuerte que tú. – le advertí, y no mentía, lo único que tenía que hacer era llegar hasta ella y darle un puñetazo en la cara, con eso bastaría.
-Sí. – reconoció la mujer – Y yo más inteligente. – Eso me daba igual, estábamos en un combate, de poco le serviría saber sumar mejor que yo, además, NIA hacía cuentas complicadas en cuestión de décimas de segundo. -Vamos, ven, mona. – me incitó. Según mis cálculos sólo tenía que esquivar el primer impacto, no tendría tiempo de reponer su virote y para entonces ya tendría mi puño en su mandíbula. Miré a Eltrant y Cyrilo y asentí con la cabeza.
Me lancé a por ella, contemplé como la mujer no flexionaba sus músculos, sino que permanecía erguida, contemplando cómo me acercaba hacia ella. Con una soberbia desmesurada. En un determinado lugar a medio camino, pisé algo, un sonido “Clack” me asustó y me quedé quieta. De ambos laterales de las paredes comenzaron a salir virotes pequeños a una velocidad endemoniada. Ahora entendí a qué se refería con lo de la inteligencia. Era una trampa, treinta o cuarenta flechas, durante diez segundos, salieron de todos los lugares, “Protege las zonas orgánicas”, ordenaba la inteligencia. Me tiré en el suelo sobre la marcha, y protegí mi cabeza, vientre, pecho y estómago de los virotes, todos me alcanzaron en la espalda o extremidades. Por suerte, pese a la potencia, mi coraza metálica aguantó. Si hubiese sido vampiro, estaría en mejor vida.
Cuando cesó la descarga volví a levantarme rápidamente. Mi chaqueta de cuero parecía ahora un colador. Comprobé que no hubiese alcanzado ninguno a Eltrant o Cyrilo. La mujer había visto la escena. - ¿Así que tu punto débil es el vientre? – dijo, había visto la parte que protegía. Ahora fui yo la que no respondí. Me lancé a por ella, cargué el puño tratando de golpearle con todas mis fuerzas. Se elevó en los aires con un movimiento elegante y saltó por encima mía, conjuró una fuerte corriente de aire que me sacó del granero, haciéndome atravesar la pared y el fuego, dando al exterior.
-¡Ah! ¡Ahhh! – chillé con mi voz aguda, tratando de apagar el fuego de mi ropa rodando por el suelo.
-Patética… - respondió la mujer sin entonar, ahora estaba de espaldas a Eltrant y Cyrilo, ya fuera del pajar, por fin pude ver su cara mientras aún estaba de rodillas. Una mujer de pelo castaño y trenza, vestida completamente de negro. Tenía una mirada furiosa, sin vida, que intimidaba demasiado. “Identificando patrones, buscando en la base de datos”. Se acercaba cada vez más a mí, preparando su arma para disparar, mejor, eso me daría ventaja.
Me disparó con su ballesta pesada y rodé hacia ella, me alcanzó en la pierna, pero su virote volvió a rebotar, llegué hasta ella. La tomé por la chaqueta. - ¿Te gusta volar, eh? – le dije, mirándola a los ojos. - ¡Pues a volar, cazadora! – y la lancé con todas mis fuerzas contra el granero. Se estrelló de lleno contra la madera.
Apreté el puño con fuerza y miré a Eltrant, orgullosa. Vi cómo alguien entraba en el pajar con Loki a rastro.
-¡Ey! He pillado a este gilipollas escapando. ¿También es uno de los que toman el té con la abuelita? – Un hombre, también cazador, rubio y con pinta de chulo de libro, con una ballesta como la de la mujer, había atrapado a Loki. Se encontró con Eltrant y Cyrilo. - ¿Qué cojones? – exclamó cuando no encontró a quién esperaba. - ¿Dónde coño ha ido…?
Su respuesta la tenía fuera. La mujer furiosa, aprovechó mi distracción para lanzarse a por mí. Lanzó una de sus rachas de aire con sus poderes del viento y me estampó de nuevo hacia dentro del edificio. Sonó una flecha saliendo de su ballesta. El virote pesado se clavó de lleno en mi mano metalizada, dejándome clavada a la pared. - ¡Ahh! – sollocé. Sentí como con toda su furia volvía a por mí, volvía a recargar el arma con una nueva flecha. Recargó.
-Se acabó. – sentenció. Mi vientre estaba desprotegido. Ya no había marcha atrás, iba a morir allí a tiros por la mujer pues tenía la flecha clavada en mi mano. Cerré los ojos. Por fortuna, alguien exclamó mi nombre, pero no era Eltrant.
-¡Rachel! ¡Es Rachel! – gritó el cazador que había traído a Loki. -¡Huracán, para! – exclamó el hombre. - ¡Es Rachel! – y cogió y se lanzó a por mí. - ¡Dios mío! ¡Estás viva! – preguntó abrazándome con todas sus fuerzas. ¿Quién era aquel hombre? Estaba asustada, pero no podía moverme. Seguía anclada al granero por la flecha sobre mi mano metálica.
Durante instantes se hizo un silencio absoluto en la escena. La mujer se detuvo y después de pensárselo, apartó su ballesta y sopló para quitarse el mechón de pelo de su ojo.
-Voy a atender a los heridos. – indicó, sin sonreír, malhumorada. – Ya hablaremos de esto luego, James Raynor “Tale”. – dijo lanzándole una mirada sentenciante a mi compañero. Y desapareció de la escena. No sé quién era, pero a Eltrant le iba a caer una buena viendo cómo se las gastaba.
La entrada en escena de Eltrant, o más bien lo que quedaba de él, resultaría más un apoyo moral que uno físico. Se había deshecho de una cuadrilla entera de cazadores. Era un guerrero excepcional, pero ya casi no podía ni soportar el peso de su propio cuerpo. Le dejé que se apoyara sobre mí y lo tomé con cuidado de no partirle más huesos de los que ya tendría. La única que estaba en condiciones de luchar era yo. Deposité a Eltrant en el suelo, con cuidado. – Yo me encargaré de ella, viene sola. – levanté mi brazo, confiaba en que a la cazadora no le diera. – Rachel puede, ¿si? – le sonreí.
El techo ardía, el humo se expandía y la mujer esperaba a que me levantara. Eltrant le dirigió unas palabras a la mujer que la hicieron enfadar aún más. “No, Eltrant, pero no le digas que mataste a su escuadrón”, pensé con cara de circunstancias. Cuanto más la enfadara, peor parados saldríamos todos. Aún así, tenía que responder con confianza.
¿Qué decir en aquellas ocasiones? Recordé muchos enfrentamientos en los cuales la gente me insultaba o me gritaba sin ningún motivo, seguiría el procedimiento habitual de los humanos, aunque me costara pensar como uno de ellos.
–Mm… Eh… - pensé en todos los insultos que podían ocurrírseme. De repente uno que había escuchado varias veces vino a mi mente y lo pronuncié sin pensármelo dos veces.- ¡Puta! – le dije señalándola con el dedo índice, y me reí. Luego me llevé la mano a la boca, no debía de insultar a la gente. ¿O sí a la que quería matarme?
-Y lo dice la de la chaqueta escotada y los pantalones cortos. – respondió seria, con una voz sin entonación, en la que fue su primera intervención de la noche. Me miré de arriba abajo. Está bien, aquella vez estaba en lo cierto.
-Pues también tienes razón... – asentí jadeando. Cuando tenía la razón, había que dársela. No tenía mucho más repertorio. – ... Pero soy más fuerte que tú. – le advertí, y no mentía, lo único que tenía que hacer era llegar hasta ella y darle un puñetazo en la cara, con eso bastaría.
-Sí. – reconoció la mujer – Y yo más inteligente. – Eso me daba igual, estábamos en un combate, de poco le serviría saber sumar mejor que yo, además, NIA hacía cuentas complicadas en cuestión de décimas de segundo. -Vamos, ven, mona. – me incitó. Según mis cálculos sólo tenía que esquivar el primer impacto, no tendría tiempo de reponer su virote y para entonces ya tendría mi puño en su mandíbula. Miré a Eltrant y Cyrilo y asentí con la cabeza.
Me lancé a por ella, contemplé como la mujer no flexionaba sus músculos, sino que permanecía erguida, contemplando cómo me acercaba hacia ella. Con una soberbia desmesurada. En un determinado lugar a medio camino, pisé algo, un sonido “Clack” me asustó y me quedé quieta. De ambos laterales de las paredes comenzaron a salir virotes pequeños a una velocidad endemoniada. Ahora entendí a qué se refería con lo de la inteligencia. Era una trampa, treinta o cuarenta flechas, durante diez segundos, salieron de todos los lugares, “Protege las zonas orgánicas”, ordenaba la inteligencia. Me tiré en el suelo sobre la marcha, y protegí mi cabeza, vientre, pecho y estómago de los virotes, todos me alcanzaron en la espalda o extremidades. Por suerte, pese a la potencia, mi coraza metálica aguantó. Si hubiese sido vampiro, estaría en mejor vida.
Cuando cesó la descarga volví a levantarme rápidamente. Mi chaqueta de cuero parecía ahora un colador. Comprobé que no hubiese alcanzado ninguno a Eltrant o Cyrilo. La mujer había visto la escena. - ¿Así que tu punto débil es el vientre? – dijo, había visto la parte que protegía. Ahora fui yo la que no respondí. Me lancé a por ella, cargué el puño tratando de golpearle con todas mis fuerzas. Se elevó en los aires con un movimiento elegante y saltó por encima mía, conjuró una fuerte corriente de aire que me sacó del granero, haciéndome atravesar la pared y el fuego, dando al exterior.
-¡Ah! ¡Ahhh! – chillé con mi voz aguda, tratando de apagar el fuego de mi ropa rodando por el suelo.
-Patética… - respondió la mujer sin entonar, ahora estaba de espaldas a Eltrant y Cyrilo, ya fuera del pajar, por fin pude ver su cara mientras aún estaba de rodillas. Una mujer de pelo castaño y trenza, vestida completamente de negro. Tenía una mirada furiosa, sin vida, que intimidaba demasiado. “Identificando patrones, buscando en la base de datos”. Se acercaba cada vez más a mí, preparando su arma para disparar, mejor, eso me daría ventaja.
Me disparó con su ballesta pesada y rodé hacia ella, me alcanzó en la pierna, pero su virote volvió a rebotar, llegué hasta ella. La tomé por la chaqueta. - ¿Te gusta volar, eh? – le dije, mirándola a los ojos. - ¡Pues a volar, cazadora! – y la lancé con todas mis fuerzas contra el granero. Se estrelló de lleno contra la madera.
Apreté el puño con fuerza y miré a Eltrant, orgullosa. Vi cómo alguien entraba en el pajar con Loki a rastro.
-¡Ey! He pillado a este gilipollas escapando. ¿También es uno de los que toman el té con la abuelita? – Un hombre, también cazador, rubio y con pinta de chulo de libro, con una ballesta como la de la mujer, había atrapado a Loki. Se encontró con Eltrant y Cyrilo. - ¿Qué cojones? – exclamó cuando no encontró a quién esperaba. - ¿Dónde coño ha ido…?
Su respuesta la tenía fuera. La mujer furiosa, aprovechó mi distracción para lanzarse a por mí. Lanzó una de sus rachas de aire con sus poderes del viento y me estampó de nuevo hacia dentro del edificio. Sonó una flecha saliendo de su ballesta. El virote pesado se clavó de lleno en mi mano metalizada, dejándome clavada a la pared. - ¡Ahh! – sollocé. Sentí como con toda su furia volvía a por mí, volvía a recargar el arma con una nueva flecha. Recargó.
-Se acabó. – sentenció. Mi vientre estaba desprotegido. Ya no había marcha atrás, iba a morir allí a tiros por la mujer pues tenía la flecha clavada en mi mano. Cerré los ojos. Por fortuna, alguien exclamó mi nombre, pero no era Eltrant.
-¡Rachel! ¡Es Rachel! – gritó el cazador que había traído a Loki. -¡Huracán, para! – exclamó el hombre. - ¡Es Rachel! – y cogió y se lanzó a por mí. - ¡Dios mío! ¡Estás viva! – preguntó abrazándome con todas sus fuerzas. ¿Quién era aquel hombre? Estaba asustada, pero no podía moverme. Seguía anclada al granero por la flecha sobre mi mano metálica.
Durante instantes se hizo un silencio absoluto en la escena. La mujer se detuvo y después de pensárselo, apartó su ballesta y sopló para quitarse el mechón de pelo de su ojo.
-Voy a atender a los heridos. – indicó, sin sonreír, malhumorada. – Ya hablaremos de esto luego, James Raynor “Tale”. – dijo lanzándole una mirada sentenciante a mi compañero. Y desapareció de la escena. No sé quién era, pero a Eltrant le iba a caer una buena viendo cómo se las gastaba.
- Off:
*Off: Tengo permiso del admin para hacer un cameo de Huri ^ ^, ya que es la única manera de hacer que conozca a Rachel. Ahora desaparece y ya no se le vuelve a ver el pelo.
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
- No, Rachel, espera – Demasiado tarde, la joven Bio parecía estar dispuesta a encarar a la cazadora, quien, por otro lado, seguía impasible frente a ellos, frente a sus amenazas. A tientas, mientras Rachel avanzaba en dirección a su oponente, a punto de caer en una trampa más que evidente, Eltrant tomó de nuevo su espada, la que había dejado bajo el cuidado de la chica.
Pero el sonoro “clack” y la lluvia de flechas que le siguió hizo que el castaño se viese obligado a cubrirse la cara, sin tiempo alguna para seguirla, algunas de ellas impactaron en su armadura, afortunadamente, la fuerza de estas era inferior a las que Harrowmont había usado contra él, aunque probablemente, se debía a que todas estaban rebotando en el cuerpo de su compañera, ninguna de aquellas flechas le había tenido a él o al vampiro como objetivo en primer lugar.
Apretando los dientes, se levantó usando su espada a modo de bastón, la cibernética parecía ser lo suficientemente resistente como haber soportado aquello, pero el exmercenario podía ver a simple vista que la cazadora tenía mucha ventaja sobre ella.
- Déjala – Una mano le sujetó, obligándole a quedarse dónde estaba, Cirylo, oculto en la sombra, se encargó de que Eltrant no se moviese de dónde estaba – Sabes que ahora no servirías de gran cosa – Frunció el ceño y apretó los puños, furioso consigo mismo, con su fuerza, el vampiro, muy a su pesar, tenía razón.
Volvió a caer por su propio peso, justo en el momento en el que la bruja lanzaba a su aliada por los aires, al exterior del edificio a través de la pared en llamas. – Maldita sea Cirylo, tenemos que hacer algo. ¡La va a matar! – Golpeó con fuerza la madera a punto de desquebrajarse que conformaba en suelo del granero.
La cazadora le dio la espalda al guarda y al vampiro, centrándose en la amenaza principal a ella, en Rachel, y mientras Eltrant intentaba volver a levantarse, siguió escuchando ruidos en el exterior, el combate no había terminado.
Un sonido fuerte, tan fuerte como el que había producido Rachel al atravesar la pared llegó hasta sus oídos, logró ver por el agujero de la pared la mirada de una orgullosa Rachel, sonriendo ¿Estaba encarando a la cazadora? Suspiró, sus músculos se relajaron levemente, quizás se estaba preocupando demasiado, la chica era una cibernética después de todo.
Aquel día estaba siendo demasiado largo para su gusto, un nuevo elemento irrumpió en el granero, otro cazador, uno rubio y con una cara que inspiraba en el exmercenario cierta propensión a querer golpearla con todas sus fuerzas, traía consigo a Loki, que pataleaba en un inútil esfuerzo por escapar del agarre del hombre.
Cerró los ojos cuando contempló al hombre mirar a su alrededor confuso, casi parecía que esperaba que la cazadora hubiese acabado aquello rápido – ¿Es que no me va a salir hoy nada bien? – La figura de Rachel, volviendo a atravesar la pared del granero, respondió a aquello.
No pasaron apenas dos segundos desde que la muchacha atravesase la pared, antes de que una pesada flecha clavase su brazo en la pared, inmovilizándola. Se levantó, sintió como cada una de las flechas que tenía clavadas se resentía. – Esto va a dejar marca – Dio un paso en dirección a su aliada, no tenía escapatoria, la cazadora estaba recargando una nueva saeta, no iba a ser lo suficientemente rápido.
Afortunadamente, una voz clamó por Rachel, por la seguridad de la joven, una voz que también dijo otro nombre que el castaño conocía “Huracán” – Mierda… - El hombre que había traído consigo a Loki corrió a abrazar a la muchacha, que parecía más confusa que aliviada, Eltrant por otro lado, se dejó caer contra la pared, sin dejar de mirar a la cazadora de la ballesta pesada, reconociendo sus facciones a traes del humo.
– Huracán. Me alegro de verte... Tienes... buen aspecto.– Dijo en voz alta, rompiendo el tétrico silencio que asolaba el granero, solo roto por el crepitar de los rescoldos de las paredes, parecía impresionante que aquello aun siguiese en pie. ¿Por qué tenía que ser ella? ¿De entre todas las cazadoras del mundo?
La mujer le dedico una mirada de pocos amigos, una que sintió como si fuese una de sus pesadas flechas, y afirmando ayudar a los heridos, salió del granero, prometiendo al guarda que hablarían en poco. – Estoy deseando hacerlo… - Murmuró bajando la cabeza, Eltrant tomó aire, este ahora con más oxígeno, y se limpió el hollín que cubría su antebrazo, aunque lo único que hizo fue extenderlo aún más. Miró a Cirylo – Me va a matar. Pero he vivido lo suficiente, al menos espero que lo haga de forma indolora. – Dijo con sencillez, sonriendo cansando, la cazadora era su amiga, estaba aliviado que estuviese ella allí, había sido ella quien había evitado la muerte de Rachel deteniéndose en el último momento, pero le aterraba cuando se enfadaba.
No dijo nada, simplemente se quedó observando como el hombre, el cual supuso que era Jules, descolgaba a su hermana de la pared, había sido un día duro para la muchacha, pero al menos se había reencontrado con un hermano que creía perdido, sonrió.
Tras aquella sonrisa vino una extraña sensación de malestar, un ligero quemazón de su tatuaje seguida de la habitual sensación que oprimía su cuerpo cada vez que lo forzaba hasta aquellos limites, la adrenalina comenzaba a pasar, el instinto de supervivencia a apagarse, las heridas comenzaban a ser tangibles en su cuerpo, a ser dolorosas.
Quejándose en voz baja desató las correas de la coraza. – Loki, ven aquí, ayúdame con esto – El hombre, que estaba demasiado ocupado preocupándose por Cirylo, puso cara de pocos amigos y dio un fuerte tirón de uno de los brazales de Eltrant, que totalmente atascado debido a la extraña forma que había adquirido se negaba a dejar su brazo. – Perfecto… Bueno, apártate, ya me ocupo yo. - Tras varios rápidos intentos que acababan en leves gemidos de dolor, Eltrant, finalmente, pudo extraer parte de la pesada armadura de metal que rodeaba su torso.
Totalmente agujereada y cubierta de sangre, dejó caer está a un lado, preocupándose ahora por las cabezas de flecha que seguían alojadas en distintas partes de su cuerpo. – Decías que Harrowmont era una inútil… – Le dijo a Cirylo examinando sus heridas y cerrando los ojos – Pero casi me mata – El espía se acercó al castaño y comenzó a examinar sus heridas, él también era consciente de que la cibernética necesitaba un tiempo con su hermano, lo más ultil que podía hacer era aquello. – Ten en cuenta que no te has enfrentado a ella sola – Dijo con un tono extrañamente paternal, Eltrant enarcó una ceja, aquel era el primer señor de la noche que era minimamente amable con él, resultaba una experiencia curiosa. – Además, ibas desarmado - El vampiro decidió no sacar ninguna de las flechas, no en aquel lugar – Supongo que tienes razón… - Cirylo sonrió – Sí que la tengo. Primero vamos a quitarte toda la armadura por completo, después nos ocupamos de las heridas. – El vampiro comenzó a juguetear con las grebas de Eltrant, cerró los ojos, tenía mucho sueño – Tomate tu tiempo, Huracán quiere hablar conmigo y, sinceramente, me da miedo. – Dejo escapar una carcajada y dejó caer su cabeza hacia atrás, sintiendo como el peso de la armadura comenzaba a desvanecerse.
Pero el sonoro “clack” y la lluvia de flechas que le siguió hizo que el castaño se viese obligado a cubrirse la cara, sin tiempo alguna para seguirla, algunas de ellas impactaron en su armadura, afortunadamente, la fuerza de estas era inferior a las que Harrowmont había usado contra él, aunque probablemente, se debía a que todas estaban rebotando en el cuerpo de su compañera, ninguna de aquellas flechas le había tenido a él o al vampiro como objetivo en primer lugar.
Apretando los dientes, se levantó usando su espada a modo de bastón, la cibernética parecía ser lo suficientemente resistente como haber soportado aquello, pero el exmercenario podía ver a simple vista que la cazadora tenía mucha ventaja sobre ella.
- Déjala – Una mano le sujetó, obligándole a quedarse dónde estaba, Cirylo, oculto en la sombra, se encargó de que Eltrant no se moviese de dónde estaba – Sabes que ahora no servirías de gran cosa – Frunció el ceño y apretó los puños, furioso consigo mismo, con su fuerza, el vampiro, muy a su pesar, tenía razón.
Volvió a caer por su propio peso, justo en el momento en el que la bruja lanzaba a su aliada por los aires, al exterior del edificio a través de la pared en llamas. – Maldita sea Cirylo, tenemos que hacer algo. ¡La va a matar! – Golpeó con fuerza la madera a punto de desquebrajarse que conformaba en suelo del granero.
La cazadora le dio la espalda al guarda y al vampiro, centrándose en la amenaza principal a ella, en Rachel, y mientras Eltrant intentaba volver a levantarse, siguió escuchando ruidos en el exterior, el combate no había terminado.
Un sonido fuerte, tan fuerte como el que había producido Rachel al atravesar la pared llegó hasta sus oídos, logró ver por el agujero de la pared la mirada de una orgullosa Rachel, sonriendo ¿Estaba encarando a la cazadora? Suspiró, sus músculos se relajaron levemente, quizás se estaba preocupando demasiado, la chica era una cibernética después de todo.
Aquel día estaba siendo demasiado largo para su gusto, un nuevo elemento irrumpió en el granero, otro cazador, uno rubio y con una cara que inspiraba en el exmercenario cierta propensión a querer golpearla con todas sus fuerzas, traía consigo a Loki, que pataleaba en un inútil esfuerzo por escapar del agarre del hombre.
Cerró los ojos cuando contempló al hombre mirar a su alrededor confuso, casi parecía que esperaba que la cazadora hubiese acabado aquello rápido – ¿Es que no me va a salir hoy nada bien? – La figura de Rachel, volviendo a atravesar la pared del granero, respondió a aquello.
No pasaron apenas dos segundos desde que la muchacha atravesase la pared, antes de que una pesada flecha clavase su brazo en la pared, inmovilizándola. Se levantó, sintió como cada una de las flechas que tenía clavadas se resentía. – Esto va a dejar marca – Dio un paso en dirección a su aliada, no tenía escapatoria, la cazadora estaba recargando una nueva saeta, no iba a ser lo suficientemente rápido.
Afortunadamente, una voz clamó por Rachel, por la seguridad de la joven, una voz que también dijo otro nombre que el castaño conocía “Huracán” – Mierda… - El hombre que había traído consigo a Loki corrió a abrazar a la muchacha, que parecía más confusa que aliviada, Eltrant por otro lado, se dejó caer contra la pared, sin dejar de mirar a la cazadora de la ballesta pesada, reconociendo sus facciones a traes del humo.
– Huracán. Me alegro de verte... Tienes... buen aspecto.– Dijo en voz alta, rompiendo el tétrico silencio que asolaba el granero, solo roto por el crepitar de los rescoldos de las paredes, parecía impresionante que aquello aun siguiese en pie. ¿Por qué tenía que ser ella? ¿De entre todas las cazadoras del mundo?
La mujer le dedico una mirada de pocos amigos, una que sintió como si fuese una de sus pesadas flechas, y afirmando ayudar a los heridos, salió del granero, prometiendo al guarda que hablarían en poco. – Estoy deseando hacerlo… - Murmuró bajando la cabeza, Eltrant tomó aire, este ahora con más oxígeno, y se limpió el hollín que cubría su antebrazo, aunque lo único que hizo fue extenderlo aún más. Miró a Cirylo – Me va a matar. Pero he vivido lo suficiente, al menos espero que lo haga de forma indolora. – Dijo con sencillez, sonriendo cansando, la cazadora era su amiga, estaba aliviado que estuviese ella allí, había sido ella quien había evitado la muerte de Rachel deteniéndose en el último momento, pero le aterraba cuando se enfadaba.
No dijo nada, simplemente se quedó observando como el hombre, el cual supuso que era Jules, descolgaba a su hermana de la pared, había sido un día duro para la muchacha, pero al menos se había reencontrado con un hermano que creía perdido, sonrió.
Tras aquella sonrisa vino una extraña sensación de malestar, un ligero quemazón de su tatuaje seguida de la habitual sensación que oprimía su cuerpo cada vez que lo forzaba hasta aquellos limites, la adrenalina comenzaba a pasar, el instinto de supervivencia a apagarse, las heridas comenzaban a ser tangibles en su cuerpo, a ser dolorosas.
Quejándose en voz baja desató las correas de la coraza. – Loki, ven aquí, ayúdame con esto – El hombre, que estaba demasiado ocupado preocupándose por Cirylo, puso cara de pocos amigos y dio un fuerte tirón de uno de los brazales de Eltrant, que totalmente atascado debido a la extraña forma que había adquirido se negaba a dejar su brazo. – Perfecto… Bueno, apártate, ya me ocupo yo. - Tras varios rápidos intentos que acababan en leves gemidos de dolor, Eltrant, finalmente, pudo extraer parte de la pesada armadura de metal que rodeaba su torso.
Totalmente agujereada y cubierta de sangre, dejó caer está a un lado, preocupándose ahora por las cabezas de flecha que seguían alojadas en distintas partes de su cuerpo. – Decías que Harrowmont era una inútil… – Le dijo a Cirylo examinando sus heridas y cerrando los ojos – Pero casi me mata – El espía se acercó al castaño y comenzó a examinar sus heridas, él también era consciente de que la cibernética necesitaba un tiempo con su hermano, lo más ultil que podía hacer era aquello. – Ten en cuenta que no te has enfrentado a ella sola – Dijo con un tono extrañamente paternal, Eltrant enarcó una ceja, aquel era el primer señor de la noche que era minimamente amable con él, resultaba una experiencia curiosa. – Además, ibas desarmado - El vampiro decidió no sacar ninguna de las flechas, no en aquel lugar – Supongo que tienes razón… - Cirylo sonrió – Sí que la tengo. Primero vamos a quitarte toda la armadura por completo, después nos ocupamos de las heridas. – El vampiro comenzó a juguetear con las grebas de Eltrant, cerró los ojos, tenía mucho sueño – Tomate tu tiempo, Huracán quiere hablar conmigo y, sinceramente, me da miedo. – Dejo escapar una carcajada y dejó caer su cabeza hacia atrás, sintiendo como el peso de la armadura comenzaba a desvanecerse.
Eltrant Tale
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
El tipo que se había ilusionado al verme me abrazaba constantemente. Muy fuerte. Aún así, no era capaz de decir nada. Me abrazaba de igual modo, aunque sin entender por qué. – Soy Jules, Rachel. ¿No te acuerdas de tu querido hermano? – repetía una y otra vez el hombre, pero lo cierto era que, más que por oídas, ni siquiera me sonaba aquel señor. Si bien admitía que, a excepción del pelo y por ciertas facciones de la cara, se parecía bastante a mí. – Dios mío, Rachel, he estado tanto tiempo buscándote mi pequeña. – decía con ilusión, tomándome por la cabeza.
Lo cierto era que poca gente me había dado un abrazo con tanto sentimiento como el de aquel hombre. Irremediablemente le correspondí. Jules era un chico reconfortante y, en cierto modo, me sentía segura entre sus brazos.
-Gracias, Jules. – le respondí en lo primero que le dije. Era demasiado pronto como para llamarlo “hermano”, aún tenía que asimilar todo lo que había sucedido aquel día.
-Oh, Rachel. No dejaré que nadie más te haga daño – me miró el cuerpo completo, parecía asustado por ver mis extremidades de metal. – Esos cabrones… ¿te han hecho… eso? Joder. Pagarán por ello. Lo juro. – indicó mi hermano.
A continuación se giró hacia el resto de los presentes, Cyrilo, Loki y Eltrant, a los que casi ignoraba por completo, se puso frente a los cuatro y rió. -Veo que habéis conocido a Huri. – comentó entre risas. – Sí, muchos quedan exactamente con esa cara cuando tratan con ella. – y volvió a centrarse en mí.
Y la pregunta que rondaba mi cabeza era: ¿Ahora qué? Después de todos los sacrificios que había visto cometer a la Dama, después de todas las historias falsas que NIA se había inventado en mi cabeza, sobre mis orígenes y el servicio eterno que debía a la Hermandad, las tornas habían cambiado irreversiblemente en las últimas semanas. Quien era mi enemigo, ahora era mi amigo y viceversa. ¿Hasta qué punto estaba actuando correctamente? ¿Iba a escupir al plato que me dio de comer? Miré con incertidumbre al suelo, a ningún punto en concreto, necesitaba pensar, reflexionar.
-¡Eh! Pequeñina, dime algo. – me dijo Jules, tomándome por ambos hombros.
-No tengo nada que decir. No te recuerdo. – alcé la vista para entregarle una mirada sin vida, desesperanzadora. Había llegado a un punto en el que ya no sabía que era lo correcto. Y, tal vez de manera artificial o por las emociones, comenzaba a dolerme la cabeza.
Cyrilo se acercó a nosotros, yo aún estaba sentada sobre el suelo del pajar, que aún llameaba por el incendio provocado, aunque éste iba remitiendo tras ser controlado por el resto de cazadores que, por lo visto, eran tensáis de agua.
-Rachel sabe muchas cosas. Es una base de datos con ingente información sobre la Hermandad. Tenemos que llevarla a Beltrexus y estudiarla. – indicó el vampiro con modales.
Aquel comentario enfureció por completo a Jules, que por primera vez me soltó y se irguió furioso contra el espía al que llegó incluso a empujar.
-¡Y una mierda! – gritó. – No es vuestro juguete ni vuestra rata de laboratorio. ¡Estás hablando de mi hermana, so merluzo!. Ya ha sufrido bastante. Ni tú ni nadie vais a tocarle un pelo mientras yo esté aquí. – señaló hacia fuera. – Tengo la palabra de Huracán, que es la hija de la líder del clan. – el vampiro rió.
-Lamento decirte que yo tengo la autorización de Isabella, la líder del clan. – espetó el vampiro. – Rachel se viene a Beltrexus. Ella es la pieza que nos falta para acabar con Mortagglia.
-Por encima de mi cadáver, maldito bebedor de sangre. – clamó propinándole un fuerte empujón a Cyrilo, que aún no se había pronunciado. Luego Jules volvió conmigo. – Tranquila, mi pequeña Rachel. Nadie volverá a hacerte daño. Te lo prometo. Yo te sacaré de este barullo.
Pero no podía levantarme. Apenas escuchaba a Jules, me llevé las manos a la cabeza, comenzaba a dolerme. A NIA no parecía gustarle aquello y comenzó a darme instrucciones de que tenía que acabar con ella. “No son tus amigos. Están intentando coaccionarte. Ellos te han abandonado, yo nunca lo he hecho.”. Me continuaba diciendo, no quería oírla, pero era imposible. Era como si alguien me estuviese hablando directamente al oído y era incapaz de alejarme de él para dejar de escucharlo. “Si sigues siendo su amigo, tendré que tomar el control”, sentenció NIA con su oscura voz. – NIA… para… me va a explotar la cabeza. – decía, ya no podía aguantar mucho más.
Cerré los ojos repentinamente por el dolor, todos los escalofríos que recorrían mi cuerpo cesaron. Al cabo de unos segundos volví a alzar la vista, con una mirada fija y unos ojos con las pupilas ligeramente teñidas en un color rojo carmesí.
-Jules Roche. Estoy bien. Gracias. - respondí sin vida, con una voz ligeramente alterada. Me levanté de manera natural, como si nada de aquello hubiera pasado. Mi hermano no me sujetó e incluso se alegró al verme levantarme sin ayuda, tan bien. - Eltrant Tale. ¿Puedo hablar contigo a solas? - pregunté, tomando al humano por el brazo y sacándolo fuera. Mi hermano entendió que, tal vez, necesitaba hablar con alguien a solas y no tuvo dudas en hacerlo. Cuando ya estuve fuera, pude mirarle con los ojos carmesíes y la voz ligeramente un par de tonos por encima de la mía. - Eltrant Tale. Esta gente no es de fiar. No me desean nada bueno como ves. Son nuestros enemigos. Nos han atacado. Si me aprecias debes sacarme de aquí. Debemos irnos de aquí. - le pedí al mercenario, en frases cortas, realizando pausas largas tras cada finalización y le di unos segundos para que respondiera e intercediera por mí frente a Jules y Cyrilo y los cazadores.
Lo cierto era que poca gente me había dado un abrazo con tanto sentimiento como el de aquel hombre. Irremediablemente le correspondí. Jules era un chico reconfortante y, en cierto modo, me sentía segura entre sus brazos.
-Gracias, Jules. – le respondí en lo primero que le dije. Era demasiado pronto como para llamarlo “hermano”, aún tenía que asimilar todo lo que había sucedido aquel día.
-Oh, Rachel. No dejaré que nadie más te haga daño – me miró el cuerpo completo, parecía asustado por ver mis extremidades de metal. – Esos cabrones… ¿te han hecho… eso? Joder. Pagarán por ello. Lo juro. – indicó mi hermano.
A continuación se giró hacia el resto de los presentes, Cyrilo, Loki y Eltrant, a los que casi ignoraba por completo, se puso frente a los cuatro y rió. -Veo que habéis conocido a Huri. – comentó entre risas. – Sí, muchos quedan exactamente con esa cara cuando tratan con ella. – y volvió a centrarse en mí.
Y la pregunta que rondaba mi cabeza era: ¿Ahora qué? Después de todos los sacrificios que había visto cometer a la Dama, después de todas las historias falsas que NIA se había inventado en mi cabeza, sobre mis orígenes y el servicio eterno que debía a la Hermandad, las tornas habían cambiado irreversiblemente en las últimas semanas. Quien era mi enemigo, ahora era mi amigo y viceversa. ¿Hasta qué punto estaba actuando correctamente? ¿Iba a escupir al plato que me dio de comer? Miré con incertidumbre al suelo, a ningún punto en concreto, necesitaba pensar, reflexionar.
-¡Eh! Pequeñina, dime algo. – me dijo Jules, tomándome por ambos hombros.
-No tengo nada que decir. No te recuerdo. – alcé la vista para entregarle una mirada sin vida, desesperanzadora. Había llegado a un punto en el que ya no sabía que era lo correcto. Y, tal vez de manera artificial o por las emociones, comenzaba a dolerme la cabeza.
Cyrilo se acercó a nosotros, yo aún estaba sentada sobre el suelo del pajar, que aún llameaba por el incendio provocado, aunque éste iba remitiendo tras ser controlado por el resto de cazadores que, por lo visto, eran tensáis de agua.
-Rachel sabe muchas cosas. Es una base de datos con ingente información sobre la Hermandad. Tenemos que llevarla a Beltrexus y estudiarla. – indicó el vampiro con modales.
Aquel comentario enfureció por completo a Jules, que por primera vez me soltó y se irguió furioso contra el espía al que llegó incluso a empujar.
-¡Y una mierda! – gritó. – No es vuestro juguete ni vuestra rata de laboratorio. ¡Estás hablando de mi hermana, so merluzo!. Ya ha sufrido bastante. Ni tú ni nadie vais a tocarle un pelo mientras yo esté aquí. – señaló hacia fuera. – Tengo la palabra de Huracán, que es la hija de la líder del clan. – el vampiro rió.
-Lamento decirte que yo tengo la autorización de Isabella, la líder del clan. – espetó el vampiro. – Rachel se viene a Beltrexus. Ella es la pieza que nos falta para acabar con Mortagglia.
-Por encima de mi cadáver, maldito bebedor de sangre. – clamó propinándole un fuerte empujón a Cyrilo, que aún no se había pronunciado. Luego Jules volvió conmigo. – Tranquila, mi pequeña Rachel. Nadie volverá a hacerte daño. Te lo prometo. Yo te sacaré de este barullo.
Pero no podía levantarme. Apenas escuchaba a Jules, me llevé las manos a la cabeza, comenzaba a dolerme. A NIA no parecía gustarle aquello y comenzó a darme instrucciones de que tenía que acabar con ella. “No son tus amigos. Están intentando coaccionarte. Ellos te han abandonado, yo nunca lo he hecho.”. Me continuaba diciendo, no quería oírla, pero era imposible. Era como si alguien me estuviese hablando directamente al oído y era incapaz de alejarme de él para dejar de escucharlo. “Si sigues siendo su amigo, tendré que tomar el control”, sentenció NIA con su oscura voz. – NIA… para… me va a explotar la cabeza. – decía, ya no podía aguantar mucho más.
Cerré los ojos repentinamente por el dolor, todos los escalofríos que recorrían mi cuerpo cesaron. Al cabo de unos segundos volví a alzar la vista, con una mirada fija y unos ojos con las pupilas ligeramente teñidas en un color rojo carmesí.
-Jules Roche. Estoy bien. Gracias. - respondí sin vida, con una voz ligeramente alterada. Me levanté de manera natural, como si nada de aquello hubiera pasado. Mi hermano no me sujetó e incluso se alegró al verme levantarme sin ayuda, tan bien. - Eltrant Tale. ¿Puedo hablar contigo a solas? - pregunté, tomando al humano por el brazo y sacándolo fuera. Mi hermano entendió que, tal vez, necesitaba hablar con alguien a solas y no tuvo dudas en hacerlo. Cuando ya estuve fuera, pude mirarle con los ojos carmesíes y la voz ligeramente un par de tonos por encima de la mía. - Eltrant Tale. Esta gente no es de fiar. No me desean nada bueno como ves. Son nuestros enemigos. Nos han atacado. Si me aprecias debes sacarme de aquí. Debemos irnos de aquí. - le pedí al mercenario, en frases cortas, realizando pausas largas tras cada finalización y le di unos segundos para que respondiera e intercediera por mí frente a Jules y Cyrilo y los cazadores.
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Suspiró y miró al techo, ahora que había cazado a Loki solo tenía que regresar a Lunargenta, había acabado allí, levantó su mano derecha, cubierta en sangre seca, sobre su cabeza, y la miró bajo la luz de los suaves rayos de sol que se filtraban por las tablas que Huracán y su compañera cibernética se había encargado de partir. Dejando a un lado las heridas y el hecho de que Huracán estuviese a punto de decapitarle con sus manos desnudas, no había sido mal viaje, le resultaba curioso como todo se había entrelazado hasta acabar allí, sentado en mitad de un granero humeante.
La voz del hermano de Rachel le sacó de sus pensamientos, Cirylo se había apartado de su lado, y ahora discutía con este, que se negaba a apartarse de su recién descubierta hermana.
Mientras que Cirylo insistía en llevar a la joven a Beltrexus, y usar la ingente cantidad de información que la muchacha tenía en su cabeza para acabar con la orden, Jules era completamente reacio a aquella idea, anteponiendo el proteger a su hermana antes que las facilidades que esta les podía brindar para acabar con la lideresa de la Hermandad.
El escaso tiempo que había pasado con el vampiro le servían al castaño para comprender que este tenía como prioridad la seguridad de Rachel, y aunque su plan con la joven pareciese frío y calculador, digno de un estratega más que de un amigo, probablemente, en su cabeza, Cirylo pensase que aquella era la mejor opción que la chica tenía.
Ninguno de los hombres parecía dispuesto a ceder en sus ideas, algo que, sin lugar a dudas, estaba afectando a la única persona a la que aquello afectaba directamente; Suspiró al ver el aspecto que Rachel tenía, confusa, con los ojos abiertos de par en par, murmurando consigo misma, al exmercenario incluso le pareció que estaba más pálida.
- ¿Por qué no le preguntáis a ella lo que quiere? – Preguntó en voz baja, afianzando su espada al cinturón – No es como si la decisión fuese vuestra – Ninguno de los presentes pareció escucharle, ignoraron sus palabras como si no las hubiese dicho.
Mascullando un par de afirmaciones que, a su modo de ver, eran realmente acertadas para describir a ambos hombres, Eltrant se llevó las manos a las heridas, ahora cubiertas con un par de vendas que Cirylo se había encargado de improvisar.
Tomó aire, el olor a hollín penetró en sus pulmones, los cazadores estaban controlando el fuego y el humo ahora no era sino una sombra en comparación a lo que Eltrant se había tenido que enfrentar momentos antes.
Rachel se llevó las manos a la cabeza, el castaño se incorporó levemente y frunció el ceño ¿Es que no estaban viendo lo que estaban causando? No dudaba que ambos pensaban en lo mejor para la muchacha, pero aquella no era la forma de demostrarlo. No obstante, para su asombro, instantes después la joven se levantó indicándole a Jules que se encontraba bien.
Sin preguntar al castaño por su estado, le tiró del brazo obligándole a levantarse, bajo el pretexto de que tenía que hablar con él a solas – Con cuidado, con cuidado… - Pidió Eltrant dejándose llevar por la Bio, sentía como las heridas se resentían bajo sus ropajes.
Cuando Rachel le hubo conducido hasta el exterior, dónde el guarda pudo contemplar como los cazadores le miraron con cara de pocos amigos desde la lejanía, esta le indicó que aquellas personas no eran de fiar, que debía sacarla de allí.
Frunció el ceño ante estas palabras, algo no iba bien, no era solo la aparente carencia de emociones de la que Rachel de pronto hacía gala, sino también el hecho de que, además de a los cazadores, llamó a Cirylo “El enemigo”.
- ¿Estas bien? – Preguntó cruzándose de brazos, chasqueando momentos después los dedos centímetros frente los ojos, ahora de un extraño color carmesí, de su amiga. – No… pareces tú misma. – Aguardó en silencio unos instantes - ¿Sinceramente? No creo que sean tus enemigos, y puedo asegurarte que son de fiar… - Se rascó la barba – Pero tampoco creo que puedan opinar sobre lo que tú quieras hacer, así que… ¿De verdad quieres irte? Acabas de encontrarte con tu hermano, con Jules. No es algo que pueda pasarte todos los días.
Pudo captar, vagamente, como Cassandra Harrowmont, la mujer a la que había encarado junto a otra decena de cazadores, le miraba desde la lejanía, casi pareció captar cierta curiosidad en su mirada, ¿Se había ganado otro enemigo? No estaba seguro de ello, pero al menos la joven estaba sana y salva, con alguna contusión, pero estaba bien, que era más de lo que podía de él mismo.
-Está bien… - Suspiró – Si eso es lo que tú quieres… - Seguía sospechando que algo no iba bien, de que la persona que tenía frente a él no era la verdadera Rachel, ¿Pero que podía hacer? Volvió a entrar en el granero, las miradas se clavaron en él de inmediato, levantó un poco el brazo y sonrió a los presentes. – Al parecer Rachel quiere seguir explorando el mundo. – Sentenció – No la culpo por ello, hay muchas cosas que merecen ser vistas. – Se agachó, tomando las piezas de la armadura entre sus manos, colocándolas de nuevo dónde correspondía, tendría que pasar por una herrería y tomar prestadas algunas herramientas, pero aquellos agujeros no serían muy difíciles de arreglar.
Cerró los ojos, esperó a que los presentes diesen sus opiniones.
– Me quedaré con ella todo lo que pueda. – Dijo previendo que Jules iba a negarse a dejar marchar a la muchacha - He combatido a un escuadrón de cazadores yo solo y desarmado. – Dejó caer su mano hasta el pomo de su espada, ajustando el arma bien a su cinturón, y después colocó está en el hombro del hombre frente a él. - No dejaré que le pase nada, te lo prometo. – La joven, por otro lado, seguía teniendo aquella extraña mirada ausente en su rostro, casi como si fuese un autómata que no estaba acostumbrado a tener un cuerpo propio, frunció el ceño - Aunque, por supuesto, la última palabra es la de ella ¿Estas completamente segura de que no quieres volverte a casa?
Encogiéndose de hombros cuando escuchó la respuesta de la joven, se giró sobre sí mismo, y procedió a marcharse al exterior, limpiando con un trapo sucio que había tomado del suelo la sangre que manchaba su coraza.
– Termina de hacer lo que creas necesario aquí, voy a hablar con Huracán antes de que pierda la paciencia completamente. Loki… más te vale plantarte en Lunargenta en menos de cinco días.
Una vez fuera, localizó en pocos segundos a Huracán de entre todos los cazadores con la mirada, y se encaminó hacia dónde estaba, hablando con Harrowmont, cerca de dónde estaban los heridos. - ¡Hola Huracán!– Saludó de buen humor, no tardo en recibir algún insulto que otro. – Un día movidito, ¿No crees? – Se ajustó la coraza, tratando de no parecer que estaba a punto de desplomarse contra el suelo. - ¿Vas a matarme aquí o prefieres hacerlo a solas? – Bromeó, sonriendo a ambas, Harrowmont enarcó una ceja, parecía no estar muy segura de cómo reaccionar a aquello.
La voz del hermano de Rachel le sacó de sus pensamientos, Cirylo se había apartado de su lado, y ahora discutía con este, que se negaba a apartarse de su recién descubierta hermana.
Mientras que Cirylo insistía en llevar a la joven a Beltrexus, y usar la ingente cantidad de información que la muchacha tenía en su cabeza para acabar con la orden, Jules era completamente reacio a aquella idea, anteponiendo el proteger a su hermana antes que las facilidades que esta les podía brindar para acabar con la lideresa de la Hermandad.
El escaso tiempo que había pasado con el vampiro le servían al castaño para comprender que este tenía como prioridad la seguridad de Rachel, y aunque su plan con la joven pareciese frío y calculador, digno de un estratega más que de un amigo, probablemente, en su cabeza, Cirylo pensase que aquella era la mejor opción que la chica tenía.
Ninguno de los hombres parecía dispuesto a ceder en sus ideas, algo que, sin lugar a dudas, estaba afectando a la única persona a la que aquello afectaba directamente; Suspiró al ver el aspecto que Rachel tenía, confusa, con los ojos abiertos de par en par, murmurando consigo misma, al exmercenario incluso le pareció que estaba más pálida.
- ¿Por qué no le preguntáis a ella lo que quiere? – Preguntó en voz baja, afianzando su espada al cinturón – No es como si la decisión fuese vuestra – Ninguno de los presentes pareció escucharle, ignoraron sus palabras como si no las hubiese dicho.
Mascullando un par de afirmaciones que, a su modo de ver, eran realmente acertadas para describir a ambos hombres, Eltrant se llevó las manos a las heridas, ahora cubiertas con un par de vendas que Cirylo se había encargado de improvisar.
Tomó aire, el olor a hollín penetró en sus pulmones, los cazadores estaban controlando el fuego y el humo ahora no era sino una sombra en comparación a lo que Eltrant se había tenido que enfrentar momentos antes.
Rachel se llevó las manos a la cabeza, el castaño se incorporó levemente y frunció el ceño ¿Es que no estaban viendo lo que estaban causando? No dudaba que ambos pensaban en lo mejor para la muchacha, pero aquella no era la forma de demostrarlo. No obstante, para su asombro, instantes después la joven se levantó indicándole a Jules que se encontraba bien.
Sin preguntar al castaño por su estado, le tiró del brazo obligándole a levantarse, bajo el pretexto de que tenía que hablar con él a solas – Con cuidado, con cuidado… - Pidió Eltrant dejándose llevar por la Bio, sentía como las heridas se resentían bajo sus ropajes.
Cuando Rachel le hubo conducido hasta el exterior, dónde el guarda pudo contemplar como los cazadores le miraron con cara de pocos amigos desde la lejanía, esta le indicó que aquellas personas no eran de fiar, que debía sacarla de allí.
Frunció el ceño ante estas palabras, algo no iba bien, no era solo la aparente carencia de emociones de la que Rachel de pronto hacía gala, sino también el hecho de que, además de a los cazadores, llamó a Cirylo “El enemigo”.
- ¿Estas bien? – Preguntó cruzándose de brazos, chasqueando momentos después los dedos centímetros frente los ojos, ahora de un extraño color carmesí, de su amiga. – No… pareces tú misma. – Aguardó en silencio unos instantes - ¿Sinceramente? No creo que sean tus enemigos, y puedo asegurarte que son de fiar… - Se rascó la barba – Pero tampoco creo que puedan opinar sobre lo que tú quieras hacer, así que… ¿De verdad quieres irte? Acabas de encontrarte con tu hermano, con Jules. No es algo que pueda pasarte todos los días.
Pudo captar, vagamente, como Cassandra Harrowmont, la mujer a la que había encarado junto a otra decena de cazadores, le miraba desde la lejanía, casi pareció captar cierta curiosidad en su mirada, ¿Se había ganado otro enemigo? No estaba seguro de ello, pero al menos la joven estaba sana y salva, con alguna contusión, pero estaba bien, que era más de lo que podía de él mismo.
-Está bien… - Suspiró – Si eso es lo que tú quieres… - Seguía sospechando que algo no iba bien, de que la persona que tenía frente a él no era la verdadera Rachel, ¿Pero que podía hacer? Volvió a entrar en el granero, las miradas se clavaron en él de inmediato, levantó un poco el brazo y sonrió a los presentes. – Al parecer Rachel quiere seguir explorando el mundo. – Sentenció – No la culpo por ello, hay muchas cosas que merecen ser vistas. – Se agachó, tomando las piezas de la armadura entre sus manos, colocándolas de nuevo dónde correspondía, tendría que pasar por una herrería y tomar prestadas algunas herramientas, pero aquellos agujeros no serían muy difíciles de arreglar.
Cerró los ojos, esperó a que los presentes diesen sus opiniones.
– Me quedaré con ella todo lo que pueda. – Dijo previendo que Jules iba a negarse a dejar marchar a la muchacha - He combatido a un escuadrón de cazadores yo solo y desarmado. – Dejó caer su mano hasta el pomo de su espada, ajustando el arma bien a su cinturón, y después colocó está en el hombro del hombre frente a él. - No dejaré que le pase nada, te lo prometo. – La joven, por otro lado, seguía teniendo aquella extraña mirada ausente en su rostro, casi como si fuese un autómata que no estaba acostumbrado a tener un cuerpo propio, frunció el ceño - Aunque, por supuesto, la última palabra es la de ella ¿Estas completamente segura de que no quieres volverte a casa?
Encogiéndose de hombros cuando escuchó la respuesta de la joven, se giró sobre sí mismo, y procedió a marcharse al exterior, limpiando con un trapo sucio que había tomado del suelo la sangre que manchaba su coraza.
– Termina de hacer lo que creas necesario aquí, voy a hablar con Huracán antes de que pierda la paciencia completamente. Loki… más te vale plantarte en Lunargenta en menos de cinco días.
Una vez fuera, localizó en pocos segundos a Huracán de entre todos los cazadores con la mirada, y se encaminó hacia dónde estaba, hablando con Harrowmont, cerca de dónde estaban los heridos. - ¡Hola Huracán!– Saludó de buen humor, no tardo en recibir algún insulto que otro. – Un día movidito, ¿No crees? – Se ajustó la coraza, tratando de no parecer que estaba a punto de desplomarse contra el suelo. - ¿Vas a matarme aquí o prefieres hacerlo a solas? – Bromeó, sonriendo a ambas, Harrowmont enarcó una ceja, parecía no estar muy segura de cómo reaccionar a aquello.
Eltrant Tale
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Las primeras palabras de Eltrant fueron para decir que no parecía yo misma. – Eltrant Tale. ¿Acaso he cambiado de aspecto? – dije, mirándole fijamente. Tensaba su brazo con más fuerza que de costumbre. En este momento me costaba calcular correctamente la fuerza que ejercía sobre el mismo. – Quiero irme. Ellos no son mis amigos. – le aclaré al compañero para que supiera a dónde me dirigía.
Me sentía algo… extraña. Notaba mis pupilas dilatadas y no podía pestañear ni cerrar los ojos para reflejar algún tipo de expresión. Mi voz cambió y se agravaba por momentos. Sinceramente, me sentía bastante extraña. Como si algo me estuviese controlando.
Salimos al patio de nuevo, con Cyrilo ya fuera del edificio todavía en llamas, pues se había ocultado el sol por instantes. Eltrant supo reflejar bien mi… no sé si podía llamarlo sentimiento, pero justo lo que no sé por qué deseaba en aquel momento. Aquello no pareció gustar a mi hermano Jules.
-¡No te lo crees ni tú! ¿Qué pretendes? – replicó Jules, encarándose de nuevo contra Eltrant. – Es mi hermana y se va a venir conmigo. – insistió, y entonces Eltrant me preguntó una vez más si estaba decidida a partir junto a él o prefería quedarme por los alrededores.
-Sí. – respondí con rotundidad. Algo que pareció no gustar a Jules demasiado, pero mi respuesta hizo que el brujo se callara por completo. Dejándole en blanco.
-Si te vas con él, yo iré contigo. No te sucederá nada más, Rachel. – indicó y, a continuación, fue a hablar con Cassandra y los demás.
Cyrilo me miraba extrañado, como si supiera que algo iba mal, yo le devolví la inexpresiva mirada. En cierto modo, eran parecidas a las de Huracán, sólo que las mías ahora no reflejaban absolutamente nada. Mis ojos saltones, habían dejado de brillar.
Lo ignoré y salí. Eltrant había ido a hablar con Huracán. El primer objetivo en búsqueda y captura de la Hermandad. La Dama quería a aquella joven con vida, pero era demasiado difícil capturarla entre tanta gente. Estaba tan tranquila… sentada sobre aquella roca y mirando con aquel gesto medio de indiferencia medio asco a Eltrant. No había duda: Ella era Huracán. Me acerqué a ella por su espalda. Estaba sentada sobre una roca, dialogando con el humano.
-A pesar de que siempre que hay un lío con vampiros apareces tú, continúas cayéndome bien. – hizo una pausa, contestando al joven. – Pero no te confíes. – le advirtió ahora sin mirarle.
Estaba en la posición para propinarle un fuerte golpe en la espalda sin que nadie se enterase. Apreté el puño y lo alcé para sacudirle un fuerte puñetazo a la cazadora a la vista de todos. Fue entonces cuando, volví en mí, cayendo al suelo al perder la orientación
-Ay… - me quejé desde el suelo ya en mi voz normal.
-¿Qué te ocurre, Rachel? – me preguntó Jules preocupado, corriendo a ayudar a levantarme.
-Es esa inteligencia artificial. Su nombre es NIA. Y es capaz de controlar su cuerpo. – indicó Cyrilo, que conocía perfectamente mi fisionomía. – Seguirá haciéndolo hasta que no la programemos para que deje de ayudar a la Hermandad. Por eso es importante que vuelva a Beltrexus. Allí la desprogramarán
-No… no podéis hacerle daño a NIA. De verdad. – pedí, desde el suelo. Todos los cazadores habían hecho un corrillo a mi alrededor y por momentos fui el centro de atención, algo que detestaba. – Jules, Eltrant… no lo permitáis, por favor. Podrían dañarme a mí.– miré a mi hermano con los ojos de pena, agarrándome a su pierna, desconsolada.
En aquel momento, era de ellos dos de los únicos que nos fiábamos. No podían hacerle nada a NIA, ella era mi guía y mi salvadora. ¿Y si la estropeaban y no sabía desenvolverme nunca más por mí misma?
-Basta, vampiro. No me fío de vosotros y de lo que podáis planear. – insistió Jules, que siempre se posicionaba a mi favor. – Sólo se fía de Eltrant y de mí. Buscaremos la manera de tranquilizarla por nuestra cuenta. – volvió a fijarse en Huracán. – Danos unos días, Huri. Nos veremos en la posada entonces. – espetó con confianza, tomándome por los hombros. Me agarraba a él como si fuese lo último que me quedaba. Pero su respuesta seguía sin convencer a Cyrilo.
-Gran maestra cazadora, en ausencia de vuestra madre sois la responsable del grupo. – dijo Cyrilo, clavando su mirada en Huracán. – Debéis decidir qué hacer con ella.
La mujer se lo pensó. Me miró de brazos cruzados durante varios segundos en un silencio que la acompañó por completo. Yo también la miré expectante por la decisión de la que era, curiosamente, el primer enemigo de la Hermandad.
-No creo que necesitemos los conocimientos de Rachel para derrotar a Mortagglia. – se pronunció – Pero aún así, confío en el buen hacer de Jules, al que he dado mi palabra y en el que confío plenamente. –miró a Eltrant de reojo – Y también en Tale… supongo. – añadió poniendo los brazos en jarra, medio a regañadientes.
La decisión de la mujer hizo que Cyrilo no quedara nada convencido. – Mi cazadora, espero que vuestra decisión sea acertada. - asumió el vampiro.
En cualquier caso, ahora estaba en manos de Jules y Eltrant. Con su ayuda, tal vez pudiese conseguir librarme de la influencia y el control de NIA pero sin desaprovechar toda la información que ésta me podía proporcionar. ¿Serían capaces de hacerlo? No lo sabía. Lo único que tenía claro era que. Sonreí a la cazadora en agradecimiento, aunque ésta me miraba sin ser incapaz de levantar ni un milímetro su labio. Desde luego, Huracán no parecía tan malvada como la Dama siempre nos la vendía.
Me sentía algo… extraña. Notaba mis pupilas dilatadas y no podía pestañear ni cerrar los ojos para reflejar algún tipo de expresión. Mi voz cambió y se agravaba por momentos. Sinceramente, me sentía bastante extraña. Como si algo me estuviese controlando.
Salimos al patio de nuevo, con Cyrilo ya fuera del edificio todavía en llamas, pues se había ocultado el sol por instantes. Eltrant supo reflejar bien mi… no sé si podía llamarlo sentimiento, pero justo lo que no sé por qué deseaba en aquel momento. Aquello no pareció gustar a mi hermano Jules.
-¡No te lo crees ni tú! ¿Qué pretendes? – replicó Jules, encarándose de nuevo contra Eltrant. – Es mi hermana y se va a venir conmigo. – insistió, y entonces Eltrant me preguntó una vez más si estaba decidida a partir junto a él o prefería quedarme por los alrededores.
-Sí. – respondí con rotundidad. Algo que pareció no gustar a Jules demasiado, pero mi respuesta hizo que el brujo se callara por completo. Dejándole en blanco.
-Si te vas con él, yo iré contigo. No te sucederá nada más, Rachel. – indicó y, a continuación, fue a hablar con Cassandra y los demás.
Cyrilo me miraba extrañado, como si supiera que algo iba mal, yo le devolví la inexpresiva mirada. En cierto modo, eran parecidas a las de Huracán, sólo que las mías ahora no reflejaban absolutamente nada. Mis ojos saltones, habían dejado de brillar.
Lo ignoré y salí. Eltrant había ido a hablar con Huracán. El primer objetivo en búsqueda y captura de la Hermandad. La Dama quería a aquella joven con vida, pero era demasiado difícil capturarla entre tanta gente. Estaba tan tranquila… sentada sobre aquella roca y mirando con aquel gesto medio de indiferencia medio asco a Eltrant. No había duda: Ella era Huracán. Me acerqué a ella por su espalda. Estaba sentada sobre una roca, dialogando con el humano.
-A pesar de que siempre que hay un lío con vampiros apareces tú, continúas cayéndome bien. – hizo una pausa, contestando al joven. – Pero no te confíes. – le advirtió ahora sin mirarle.
Estaba en la posición para propinarle un fuerte golpe en la espalda sin que nadie se enterase. Apreté el puño y lo alcé para sacudirle un fuerte puñetazo a la cazadora a la vista de todos. Fue entonces cuando, volví en mí, cayendo al suelo al perder la orientación
-Ay… - me quejé desde el suelo ya en mi voz normal.
-¿Qué te ocurre, Rachel? – me preguntó Jules preocupado, corriendo a ayudar a levantarme.
-Es esa inteligencia artificial. Su nombre es NIA. Y es capaz de controlar su cuerpo. – indicó Cyrilo, que conocía perfectamente mi fisionomía. – Seguirá haciéndolo hasta que no la programemos para que deje de ayudar a la Hermandad. Por eso es importante que vuelva a Beltrexus. Allí la desprogramarán
-No… no podéis hacerle daño a NIA. De verdad. – pedí, desde el suelo. Todos los cazadores habían hecho un corrillo a mi alrededor y por momentos fui el centro de atención, algo que detestaba. – Jules, Eltrant… no lo permitáis, por favor. Podrían dañarme a mí.– miré a mi hermano con los ojos de pena, agarrándome a su pierna, desconsolada.
En aquel momento, era de ellos dos de los únicos que nos fiábamos. No podían hacerle nada a NIA, ella era mi guía y mi salvadora. ¿Y si la estropeaban y no sabía desenvolverme nunca más por mí misma?
-Basta, vampiro. No me fío de vosotros y de lo que podáis planear. – insistió Jules, que siempre se posicionaba a mi favor. – Sólo se fía de Eltrant y de mí. Buscaremos la manera de tranquilizarla por nuestra cuenta. – volvió a fijarse en Huracán. – Danos unos días, Huri. Nos veremos en la posada entonces. – espetó con confianza, tomándome por los hombros. Me agarraba a él como si fuese lo último que me quedaba. Pero su respuesta seguía sin convencer a Cyrilo.
-Gran maestra cazadora, en ausencia de vuestra madre sois la responsable del grupo. – dijo Cyrilo, clavando su mirada en Huracán. – Debéis decidir qué hacer con ella.
La mujer se lo pensó. Me miró de brazos cruzados durante varios segundos en un silencio que la acompañó por completo. Yo también la miré expectante por la decisión de la que era, curiosamente, el primer enemigo de la Hermandad.
-No creo que necesitemos los conocimientos de Rachel para derrotar a Mortagglia. – se pronunció – Pero aún así, confío en el buen hacer de Jules, al que he dado mi palabra y en el que confío plenamente. –miró a Eltrant de reojo – Y también en Tale… supongo. – añadió poniendo los brazos en jarra, medio a regañadientes.
La decisión de la mujer hizo que Cyrilo no quedara nada convencido. – Mi cazadora, espero que vuestra decisión sea acertada. - asumió el vampiro.
En cualquier caso, ahora estaba en manos de Jules y Eltrant. Con su ayuda, tal vez pudiese conseguir librarme de la influencia y el control de NIA pero sin desaprovechar toda la información que ésta me podía proporcionar. ¿Serían capaces de hacerlo? No lo sabía. Lo único que tenía claro era que. Sonreí a la cazadora en agradecimiento, aunque ésta me miraba sin ser incapaz de levantar ni un milímetro su labio. Desde luego, Huracán no parecía tan malvada como la Dama siempre nos la vendía.
- Off:
*Off: Cuando postees tú, daré por cerrado el hilo :P. Muuuuy chulo y muy importante para la historia de Rachel. Gracias por participar
Rachel Roche
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Re: Una parangón sin parangón [Libre] [2/3] [Cerrado]
Eltrant sonrió a la bruja que capitaneaba a aquellos cazadores – Bueno, tengo un don natural para meterme en estos líos – Comentó colocando sus manos en el cinturón, la expresión de la cazadora se convirtió en algo que Eltrant solo podía describir como una sonrisa invertida, o al menos eso le pareció, el castaño ensanchó su sonrisa – No me confiaré, descuida, me caes bien, y me das miedo – Se atusó la barba, pensativo, y miró a su alrededor.
Afortunadamente, no había matado a ningún cazador, aunque si había herido a unos cuantos lo suficiente como para que se hubiesen visto forzados a construir una especie de tienda de campaña junto al granero – Siento… lo de antes – Dijo pasándose la mano por el pelo, sin saber exactamente que palabras articular a continuación.
A pocos metros de él, junto a la piedra dónde descansaba Huracán, Harrowmont enarcó una ceja – Eres un idiota – Dijo sencillamente, cruzada de brazos, sin apartar la mirada del séptimo Tale, este se mantuvo en silencio durante unos segundos, estudiando el estado de la joven para después dejar escapar una carcajada, que acabo en una especie de gemido dolorido – Bueno, no eres la primera que me lo dice – Respondió el exmercenario de buen humor, lo cual pareció confundir incluso más a la cazadora, que miró a Huracán suspirando y cerró los ojos – ¿Eres consciente de que he intentado matarte? – El guarda se encogió de hombros, quitándole importancia a la pregunta – Eso está en el pasado – Cassandra frunció el ceño y se acercó al guarda – Hace apenas media hora – Eltrant colocó una mano en el hombro de la mujer – El pasado.
Momentos antes de que Cassandra pudiese afrontar la extraña lógica de la que hacía gala el castaño, Rachel se acercó a ellos, acompañada con el brazo en alto, con intención de golpear a la nieta de Mortagglia, Eltrant frunció el ceño y levantó un brazo para detenerla, pero fue ella la que se detuvo, cayendo al suelo en el proceso.
Miró con curiosidad a Rachel y se agachó junto a ella, que yacía a pocos metros de Huracán - ¿Estas bien? - Su voz parecía volver a tener emociones, a ser normal, como la recordaba, y junto a aquel tono de voz, el ligero quemazón de su tatuaje mágico volvió.
Al parecer, según explicó Cirylo, NIA había estado en control del cuerpo de la cibernética hasta hace escasos segundos, cuando esta se había desplomado - ¿NIA? – Había oído a Rachel mencionarla en un par de ocasiones, en primer lugar, había pensado que era una especie de alter ego que poseían los cibernéticos, ¿Pero una segunda personalidad implantada por la hermandad? Incluso él era consciente de que debían de hacerla desaparecer de algún modo, era peligrosa, el hecho de que hubiese tratado de atacar a Huracán lo demostraba.
En su cabeza, la idea de Cirylo tomó fuerza, el vampiro aseguraba que en la tierra natal de los brujos serían capaces de “desprogramarla” y fuese lo que fuese aquello, parecía ser lo mejor para Rachel, deshacerse de NIA ayudaría a la muchacha a integrarse en la hermandad, a vivir una vida “normal” con su hermano.
Miró a la muchacha y suspiró, por algún motivo, la joven parecía tenerle cariño a la segunda parte de su ser, así como aseguró que el proceso para hacer desaparecer a la segunda parte de Rachel podría dañarla a ella.
Volvió a levantarse, la decisión, al final, no era suya.
Huracán, en mitad de un silencio solo roto por el suave crepitar de unos pocos tablones que seguían ardiendo, miró fijamente a la cibernética, analizándola.
Su rostro apenas cambió durante el tiempo en el que lo estuvo haciendo, no pudo evitar recordar el momento en el que Mortagglia le atravesó el vientre, cuando esta intentó ayudarle mientras se desangraba, junto a la capilla de Sacrestic, Anastasia era realmente expresiva en su interior, sobre todo hacía las personas que trabajaban con ella, sus amigos y aliados.
Finalmente, Huracán accedió a que Jules y Eltrant buscasen alguna otra manera de lidiar con NIA, Cirylo bajó la cabeza y asumió la decisión que la cazadora había tomado. – ¿Supones? – Bromeando, Eltrant pasó su brazo sobre los hombros de Huracán – Si me sé hasta tu nombre – Liberó a la muchacha antes de que cambiase esta cambiase de idea respecto a él y le rompiese la mandíbula de un derechazo. – Gracias, Huracán – Dijo ahora dándole una leve palmada en el brazo, amistosamente.
Girándose de nuevo hacía la cibernética, la ayudó a levantarse – ¿Por qué no pasamos antes por una posada y descansamos? – Dijo limpiando algunas de las astillas que quedaban en la ropa de esta, después, posó su mano en los numerosos agujeros de su armadura – También agradecería que pasáramos por una herrería antes – Un sonoro “Já” a sus espaldas, proveniente de Harrowmont, le hizo sonreír levemente. – Cirylo, asegúrate de que Loki llega a Lunargenta, por favor, no creo que le metan en prisión, que no se preocupe – Pidió antes de, finalmente, mirar a Jules – Detrás de ti, cazador.
Afortunadamente, no había matado a ningún cazador, aunque si había herido a unos cuantos lo suficiente como para que se hubiesen visto forzados a construir una especie de tienda de campaña junto al granero – Siento… lo de antes – Dijo pasándose la mano por el pelo, sin saber exactamente que palabras articular a continuación.
A pocos metros de él, junto a la piedra dónde descansaba Huracán, Harrowmont enarcó una ceja – Eres un idiota – Dijo sencillamente, cruzada de brazos, sin apartar la mirada del séptimo Tale, este se mantuvo en silencio durante unos segundos, estudiando el estado de la joven para después dejar escapar una carcajada, que acabo en una especie de gemido dolorido – Bueno, no eres la primera que me lo dice – Respondió el exmercenario de buen humor, lo cual pareció confundir incluso más a la cazadora, que miró a Huracán suspirando y cerró los ojos – ¿Eres consciente de que he intentado matarte? – El guarda se encogió de hombros, quitándole importancia a la pregunta – Eso está en el pasado – Cassandra frunció el ceño y se acercó al guarda – Hace apenas media hora – Eltrant colocó una mano en el hombro de la mujer – El pasado.
Momentos antes de que Cassandra pudiese afrontar la extraña lógica de la que hacía gala el castaño, Rachel se acercó a ellos, acompañada con el brazo en alto, con intención de golpear a la nieta de Mortagglia, Eltrant frunció el ceño y levantó un brazo para detenerla, pero fue ella la que se detuvo, cayendo al suelo en el proceso.
Miró con curiosidad a Rachel y se agachó junto a ella, que yacía a pocos metros de Huracán - ¿Estas bien? - Su voz parecía volver a tener emociones, a ser normal, como la recordaba, y junto a aquel tono de voz, el ligero quemazón de su tatuaje mágico volvió.
Al parecer, según explicó Cirylo, NIA había estado en control del cuerpo de la cibernética hasta hace escasos segundos, cuando esta se había desplomado - ¿NIA? – Había oído a Rachel mencionarla en un par de ocasiones, en primer lugar, había pensado que era una especie de alter ego que poseían los cibernéticos, ¿Pero una segunda personalidad implantada por la hermandad? Incluso él era consciente de que debían de hacerla desaparecer de algún modo, era peligrosa, el hecho de que hubiese tratado de atacar a Huracán lo demostraba.
En su cabeza, la idea de Cirylo tomó fuerza, el vampiro aseguraba que en la tierra natal de los brujos serían capaces de “desprogramarla” y fuese lo que fuese aquello, parecía ser lo mejor para Rachel, deshacerse de NIA ayudaría a la muchacha a integrarse en la hermandad, a vivir una vida “normal” con su hermano.
Miró a la muchacha y suspiró, por algún motivo, la joven parecía tenerle cariño a la segunda parte de su ser, así como aseguró que el proceso para hacer desaparecer a la segunda parte de Rachel podría dañarla a ella.
Volvió a levantarse, la decisión, al final, no era suya.
Huracán, en mitad de un silencio solo roto por el suave crepitar de unos pocos tablones que seguían ardiendo, miró fijamente a la cibernética, analizándola.
Su rostro apenas cambió durante el tiempo en el que lo estuvo haciendo, no pudo evitar recordar el momento en el que Mortagglia le atravesó el vientre, cuando esta intentó ayudarle mientras se desangraba, junto a la capilla de Sacrestic, Anastasia era realmente expresiva en su interior, sobre todo hacía las personas que trabajaban con ella, sus amigos y aliados.
Finalmente, Huracán accedió a que Jules y Eltrant buscasen alguna otra manera de lidiar con NIA, Cirylo bajó la cabeza y asumió la decisión que la cazadora había tomado. – ¿Supones? – Bromeando, Eltrant pasó su brazo sobre los hombros de Huracán – Si me sé hasta tu nombre – Liberó a la muchacha antes de que cambiase esta cambiase de idea respecto a él y le rompiese la mandíbula de un derechazo. – Gracias, Huracán – Dijo ahora dándole una leve palmada en el brazo, amistosamente.
Girándose de nuevo hacía la cibernética, la ayudó a levantarse – ¿Por qué no pasamos antes por una posada y descansamos? – Dijo limpiando algunas de las astillas que quedaban en la ropa de esta, después, posó su mano en los numerosos agujeros de su armadura – También agradecería que pasáramos por una herrería antes – Un sonoro “Já” a sus espaldas, proveniente de Harrowmont, le hizo sonreír levemente. – Cirylo, asegúrate de que Loki llega a Lunargenta, por favor, no creo que le metan en prisión, que no se preocupe – Pidió antes de, finalmente, mirar a Jules – Detrás de ti, cazador.
Eltrant Tale
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